Diario de viaje Con un tono volcado hacia la comedia, que a su vez responde a una investigación de raigambre cultural, el regreso de Michael Moore constituye un soplo de aire fresco en un Estados Unidos que se debate ad infinitum entre la derecha recalcitrante de los republicanos y la derecha aggiornada de los demócratas…
El siempre controvertido Michael Moore, director de Bowling For Columbine y Fahrenheit 911, viaja por el mundo buscando destinos ideales para una nueva invasión norteamericana. El documental de Luis Solari: Hace un par de años Diego Capusotto y Pedro Saborido crearon un personaje llamado Luis Solari, un cantante cipayo que usaba como inspiración su anhelo por vivir en un país extranjero. Todos conocemos a un Luis Solari, bien puede ser el tachero de turno o un amigo recién llegado de vacaciones, es ese que tira frases como “El café, en Italia, es una cosa de locos y es muy barato, no como acá” o “No sabés lo que son la minas en Camboya, acá son todas histéricas”. Es gente que desprecia a su país natal e idealiza lugares que visitó una semana o que directamente no conoce. Todo es maravilloso, todo es genial pero nunca se detiene a estudiar el contexto o las razones por la cual hay ciertas políticas en ese país. Hago esta introducción, porque luego de ver ¿Dónde invadimos ahora? uno no puedo evitar pensar que Michael Moore es el Luis Solari del cine documental. Este país es una mierda: que invadimos ahoraEl documental juega con el concepto de que las últimas intervenciones militares de los Estados Unidos en países extranjeros no fueron fructíferas en términos sociales, económicos y de recursos energéticos (al menos discutible si uno entiende que buena parte del crecimiento de este país se basa en este tipo de políticas) y que la administración actual debería dejar de buscar el petroleo del Medio Oriente para enfocarse en invadir países socialdemocratas bienpensantes. Por eso, Moore va a asesorar al gobierno yankee viajando por el mundo y encontrando lugares con ideas muy útiles para su país. De Italia va a rescatar sus largas jornadas de vacaciones pagas y sus CEOs de empresas buena onda, como el de Bugatti que parece re copado y todo lo hace para el beneficio de sus empleados. De Francia, que literalmente la describe Moore como “el país donde hacen el amor y no la guerra” (!!!!!!!) destaca sus comidas gourmet de escuelas públicas y su recontraprogre Educación Sexual. De Finlandia su sistema educativo hippie, de Noruega el sistema penitenciario buena onda, de Alemania los Spa para trabajadores subvencionados por el Estado y la lista se extiende por dos interminables horas alrededor del mundo. No estoy diciendo que E.E.U.U. no tenga ENORMES problemas de contención y justicia social pero la forma en que aborda el director cada uno de estos segmentos, de manera tendenciosa e hiper sesgada, no hace más que conspirar en contra de sus argumentos. La retórica de Michael Moore, compuesta por una mezcla de reduccionismo, manipulación y golpes bajos; se asemeja “casualmente” a la de otro obeso “documentalista” local que apela a un falso sentido común y que piensa que su país no es más que una apestosa materia fecal. El director de Bowling For Columbine pinta especialmente a los países europeos como lugares perfectos e idóneos, llenos de buena voluntad y que nunca han utilizado la violencia y la explotación colonialista para llevar adelante sus rimbombantes e “inquebrantables” políticas pseudo socialistas. Y no, Estados Unidos no es precisamente una panacea, de hecho el cine de los últimos cincuenta años se encargó de mostrar exactamente lo opuesto, pero no se puede aspirar a un análisis crítico cuando la única herramienta utilizada es la comparación constante sin ningún tipo de profundidad o marco histórico. Conclusión: ¿Dónde invadimos ahora? es probablemente la peor película de Michael Moore hasta la fecha. Esperemos que deje su faceta Capusotto y vuelva a inspeccionar corrosivamente los cimientos de su país, como bien ha sabido demostrar en trabajos anteriores.
Cuando el fin justifica los medios El disparador de ¿Qué invadimos ahora? (Where to invade next, 2016) es realmente divertido: Un Michael Moore citado por el mismísimo Pentágono para hacer más exitosas las intervenciones bélicas de EE.UU. que no tienen, según comenta, un triunfo contundente desde la Segunda Guerra Mundial. Moore les sugiere al comité allí presente que retire las tropas americanas de los países ocupados y lo envíen a él mismo, pero no a países tercermundistas sino a Europa, de donde el veterano documentalista extraerá las mejores ideas para mejorar el modo de vida norteamericano. Con este puntapié inicial de escasos cinco minutos, armado con fotografías compiladas y con un sarcasmo arrollador que dilapida el orgullo patriótico construido por los films bélicos, el documental abre para seguir con las andanzas de un Michael Moore por diferentes países -"cuyos nombres puedo pronunciar", dirá el realizador- con el objetivo de extraer una idea, charla mediante con la gente, que culmina al dejar la bandera de Estados Unidos plantada en el lugar como buen conquistador. Italia y los derechos laborales, Francia y la alimentación en los colegios, Finlandia y la calidad educativa, Eslovenia y la universidad pública; son algunos de los lugares donde deambula el director de Fahrenheit 9/11 (2004) y Bowling for Columbine (2002) con cara de asombro ante el nivel de humanidad con que viven los ciudadanos en aquellas latitudes. Michael Moore presenta un show tendencioso con mínima investigación periodística. Las personas elegidas de ejemplo para graficar los distintos temas son casos extremos que, por supuesto, reafirman su hipótesis: en Europa se vive mejor que en Estados Unidos. Sin embargo es el humor explotado al máximo en este documental -como en ningún otro del realizador- aquello que hace convincente lo dicho para el potencial espectador. Moore sabe cómo llegar al americano medio al que dirige su película y no se mete en análisis de mercado y estadísticas técnicas de difícil comprensión al estilo de Noam Chomsky (que tiene un excelente documental llamado Requiem for the American Dream y puede verse en Netflix). Sabe que el arma más efectiva para llegar masivamente a una reflexión es el humor y desde ese lugar construye su discurso. Es casi inevitable la comparación con PPT, por lo mediático de su conductor protagonista y la manipulación de información y recursos audiovisuales en función de aquello que quiere decirse. Pero la diferencia también es inevitable: mientras uno busca el origen de todos sus males afuera, el otro trata de aprender del afuera para mejorar la calidad de vida interna de los estadounidenses. La crítica de Moore a Estados Unidos y sus modos nunca está exenta de un amor incondicional a su tierra. De ahí la ironía del patriotismo conquistador. ¿Qué invadimos ahora? es la cuarta película de Michael Moore estrenada en Argentina –la tercera es Sicko (2007)-, y no cabe dudas que siendo un documental, el realizador sabe cómo combinar información relevante con entretenimiento para que los distribuidores locales arriesguen por el formato en multisalas. Después de todo, nunca viene mal cuestionar al promocionado modo de vida norteamericano.
QUE INVADIMOS AHORA? Michael Moore se hizo famoso hace muchos años por poseer una mirada lúcida y ávida con la que lograba generar discursos, sean fílmicos, televisivos o literarios, en los que la denuncia y el humor generaban propuestas únicas e interesantes. Su estilo no ha sido modificado y en “Qué invadimos ahora?” se esfuerza por recorrer varios países del planeta para plantearle a los norteamericanos el estado de decadencia de su sociedad. A la hora ya se entiende la idea, y redunda en lugares comunes y en la reiteración de tópicos, y así y todo, con la urgencia de las próximas elecciones, su película es una propaganda a favor de Hillary Clinton, no porque sea la mejor opción, al contrario, sino por la polarización de las propuestas.
Verdades como puños A estas alturas no vamos a descubrir quién es y qué representa en el mundo del cine Michael Moore. Polemista nato, especialista en el conocido como narcisodocumental, se ha encargado desde hace ya un par de décadas en atacar de manera despiadada las injustas políticas que se vienen desarrollando desde tiempos inmemoriales en Estados Unidos.
Una de las películas más flojas del realizador de Roger & Me, Bowling for Columbine, Fahrenheit 9/11, Sicko y Capitalism: A Love Story. A más de veinticinco años de su debut en la dirección con Roger & Me, queda claro que a Michael Moore puede pedírsele cualquier cosa menos sutileza y ecuanimidad. Quienes aspiren a encontrar esas virtudes en ¿Qué invadimos ahora?, bueno, que sigan buscando: el periodista devenido documentalista, reconocido internacionalmente desde Bowling for Columbine y Fahrenheit 9/11, se despacha ahora con el trabajo más manipulador y tendencioso de su carrera. Estrenado en el Festival de Toronto del año pasado, el film parte de una premisa absurda, casi una excusa para que el director baje línea sobre lo que cree que es correcto y cuál debería ser el camino a seguir: viajar a distintas ciudades europeas –diez, por lo menos- para ver qué cosas podría copiar Estados Unidos para mejorar su situación. Lo que muestra es un cúmulo de lugares comunes sobre la educación finlandesa, el sistema carcelario noruego, la alimentación en los colegios primarios franceses y la conciencia cívica de los fiscales islandeses, entre otras cosas. Para conocer estos asuntos Moore realiza las entrevistas más concesivas que se recuerden, dejando que los responsables hablen sin jamás atisbar un espíritu crítico sobre lo que dicen, como si le importara menos la comprensión de una serie de fenómenos multidisciplinarios que recortar aristas para que cuadren en una comparación con la realidad norteamericana. Suerte de film institucional de la Unión Europea, ¿Qué invadimos ahora? ni siquiera tiene el veneno ni el espíritu contestatario que caracteriza a la obra de Moore. Por el contrario, aquí luce desganado, apagado, políticamente correcto y sin fuerzas. Igual que la película.
El provocador Michael Moore está de vuelta. Su nuevo objetivo es ambicioso: buscar y encontrar los secretos de las sociedades que viven mejor en este planeta. Con la bandera de su país en mano, su robusta presencia invade distintos países, europeos en su mayoría, para robarles ideas de bienestar. La bandera es también una mirada, porque su nuevo documental está pensado y dirigido hacia el público estadounidense o, en todo caso, propone un diálogo primermundista. Algo así como: si Estados Unidos sale mal parado en las comparaciones qué queda para nuestros países en desarrollo. Pero el asombro que Moore comparte en ¿Qué invadimos ahora? Es tan universal, y su viaje tan atrapante, que no deja a nadie afuera. Con las herramientas conocidas de sus films anteriores -en los que se metió con el perverso sistema de salud, el negocio de las armas o el 11/9- , Moore manipula, recorta y pega imágenes que arman un collage tan desopilante como perturbador. Como escribió el crítico Peter Travers en Rolling Stone: todas las risas de este documental -y hay muchas- dejan un aguijón clavado. En Italia, el director descubre las 4 semanas de vacaciones pagas y los meses de licencia por maternidad; en Francia la comida sana y gourmet en las escuelas públicas, en Alemania la increíble clase media que trabaja en una fábrica y forma parte del directorio de su empresa. También descubre el secreto, o la incógnita, de Finlandia, top en educación: los chicos van al colegio 3 horas al día, no tienen deberes y hablan cinco idiomas fluidamente. “Ustedes en Estados Unidos conciben la educación como un negocio; nosotros, como un bien público. Formamos buenas personas”, le dice una directora. Con grandes sonrisas, sus interlocutores no pueden ocultar el placer de exhibir su superioridad frente a un enviado del país más poderoso del mundo. Si acaso le sobren minutos, el ingenioso viaje sociológico que propone Moore es, durante el trayecto, fascinante. Tanto como la desazón que deja, como sedimento, cuando termina. Después de haber espiado costumbres de lugares donde la vida es menos incómoda, mundos más felices. Que están en éste.
MICHAEL MOORE ATACA DE NUEVO Es una película que no hay que perderse por distintos motivos. El estilo de Michael Moore es conocido, imitado, admirado. Siempre tiene buenas ideas y las defiende aun sesgando la realidad para conseguir sus objetivos. En esta ocasión con más humor ácido, una supuesta mirada ingenua, una irreverencia juguetona, con momentos de sincera emoción y denuncia. Se trata de recorrer fundamentalmente Europa y comparar lo mejor de cada país con lo que se vive en EEUU el supuesto país “perfecto” que todos ponen como ejemplo. Así contara que es un país con comida chatarra desde los colegios primarios, que ignora beneficios como el aguinaldo y las vacaciones pagas, que no tiene enseñanza gratuita superior, que sigue discriminando a las minorías raciales, que no tiene memoria. Implacable en su lógica interna, recibido por empresarios, presidentes, ministros, Moore planta su bandera de irremediable y necesario transgresor. No se la pierda.
Michael Moore vuelve al documental con ¿Qué invadimos ahora?. ¿Que invadimos ahora? es un tour de force que nos muestra el recorrido del director en su afán por investigar las mejores opciones para mejorar la calidad de vida de su país. Graciosa por momentos, emotiva por otros, no va a decepcionar a los seguidores del documentalista. En 2005, cuando George W Bush es re-electo como presidente de los Estados Unidos, Michael Moore declaró que su documental Fahrenheit 9/11 había fallado, y que iba a cambiar la forma de hacer películas, que su nuevo objetivo no era convencer a los Republicanos de que las cosas que votaban estaban mal, sino que a partir de ese momento, iba a “instruir al público norteamericano”. Y damos fe que lo está haciendo. Luego de películas como Sicko (2007) o Capitalismo: Una historia de amor (2009), Michael Moore se embarca sin ninguna excusa (sin ninguna real al menos) en un viaje por Europa para investigar que ideas del viejo continente puede adoptar Estados Unidos para volverse una mejor nación. En su viaje recorre las leyes de derecho laboral, la educación y la didáctica, el sistema carcelario, y otras cuantas realidades socio-políticas que seguramente dejaron más que sorprendidos a muchos de sus compatriotas, aunque algunas pierden mucha potencia en nuestro país como el descubrimiento del aguinaldo o la educación pública. La película es muy dinámica, clásico al estilo del director, pero a diferencia de sus predecesoras, la contundencia de algunos hechos realmente dejan una cierta emoción en el espectador, casi como si por primera vez el director dejase vislumbrar una luz al final del camino. Michael Moore parece haberse tomado muy en serio su labor como educador de masas y ¿Que invadimos ahora? es en ese sentido, su más logrado film. Más que interesante de mirar, muy divertida y reflexiva, ¿Que invadimos ahora? es, sin ser el mejor documental de Moore, su mejor intento de llevar cultura y conocimiento al país que tanto ama pero que tanto quiere cambiar.
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Otro día en el paraíso El nuevo documental de Michael Moore continúa el camino conceptual e histórico iniciado en sus trabajos anteriores respecto de los vaivenes de la política y la cultura norteamericana, especialmente desde los sucesos del 11 del Septiembre de 2001 y la implementación de una política de ataques preventivos por parte de la administración de George W. Bush. En ¿Qué Invadimos Ahora? (Where to Invade Next, 2015), el realizador de Bowling for Columbine (2002) se posiciona desde el fracaso absoluto de las todas las incursiones bélicas de su país en el exterior desde la Segunda Guerra Mundial para proponer, irónicamente, la realización de una invasión sobre otros países con el fin de apropiarse de distintas políticas estatales para mejorar la vida de sus compatriotas. Con este objetivo, Moore viaja a Italia y a Alemania para indagar sobre los derechos laborales producto de las luchas obreras, la educación pública en Eslovenia, el sistema educativo de Finlandia, las políticas nutricionales en los colegios de Francia, el sistema penitenciario de Noruega, las políticas de igualdad de género en Islandia o el sistema de salud pública de Túnez y Portugal, para ofrecer un panorama de las diferencias entre el anquilosado sistema neoliberal norteamericano y las distintas iniciativas del resto del mundo a fin de mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos. Moore compara así durante todo el film la mentalidad de los empresarios, trabajadores, políticos, docentes y alumnos en los distintos países recorridos para intentar descubrir cómo influir sobre la idiosincrasia norteamericana y generar una rebelión que cambie el status quo en los Estados Unidos. El director de Fahrenheit 9/11 (2004) utiliza un tono irónico con la finalidad de hacer sentir al norteamericano promedio como una persona a la que le están tomando el pelo sin demasiados ambages. Valiéndose de un estilo publicitario muy directo, Moore presenta cada caso con una didáctica agresiva, pero su humor sardónico no carece de calidez y de una búsqueda pedagógica que pretende concientizar a los norteamericanos de las posibilidades de luchar por sus derechos. Con su particular impronta, que mezcla la inocencia con la comedia para tratar cuestiones políticas que el propio Moore considera serias e importantes, el realizador norteamericano ofrece dos horas de interesantes derechos y luchas alrededor de Europa y el norte de África para mirar las bondades de esos países, aunque ocultando un poco las contradicciones de cada una de las sociedades sobre las que indaga. Aun así, el documental es preciso y claro en su exposición claramente dirigida para que el ciudadano norteamericano tome las riendas de su situación social y política y realice acciones concretas para cambiar el sistema. Para eso, Moore hace un paralelo entre las ideas generadoras de las políticas que crearon los beneficios de los que gozan todos los países y las ideas de los fundadores de Estados Unidos, que impulsaron y lograron la independencia de la corona británica. Moore propone, de esta manera, la hipótesis de que todos los países más avanzados socialmente aplican las ideas del sueño americano menos su propio país. Michael Moore dirige el foco de su film hacía el espectador norteamericano, pero el público argentino también tiene mucho que aprender sobre la relación entre la lucha social en las calles y las conquistas laborales, y siempre es un buen momento para investigar esta tradición que los poderosos en nuestro país se empañan en ocultar, menoscabar y menospreciar.
El mundo de hoy según Michael Moore Maestro del simplismo, Michael Moore define rápidamente toda incursión militar estadounidense posterior a la Segunda Guerra Mundial como una derrota y se dispone él mismo, provisto de una bandera de barras y estrellas, a "invadir" países en busca de mejores condiciones de vida que las que, según él, se padecen en los Estados Unidos. Va a Italia y se maravilla de los muchos días de vacaciones y el aguinaldo, va a Alemania y se maravilla con las condiciones laborales, va a Finlandia y se maravilla de las condiciones educativas (este fragmento estuvo circulando bastante en las redes sociales), en Portugal admira la política con respecto a las drogas, y hay más recorridos. Entrevista gente, mete chascarrillos a veces certeros y con gran timing (en especial en Portugal y Francia), encaja inserts arteros de catástrofes cotidianas estadounidenses y avanza con su turismo social-progresista, que se asombra ante políticas típicas de los estados de bienestar, y/o creativas y asombrosas, como el modelo nutricional escolar en Francia. Camina y reflexiona casi siempre en modo veloz y maniqueo, y apila temas en esta oferta de "descubra cómo es el mundo" pensada para un mínimo común denominador no demasiado elevado. Así las cosas, sus explicaciones sobre el pasado de Alemania -con su musicalización- son de un didactismo bastante considerable. Moore mete en un solo documental una cantidad de temas con los que cualquier documentalista más meticuloso y riguroso haría una docena. Pero eso es Moore, que ha construido un personaje carismático en su desaliño, que escapa de las argumentaciones elaboradas y de los rigores para la reflexión. Es un estadounidense que se queja de los Estados Unidos y que sale de viaje y compara todo con su tierra, con una mirada y una forma que nunca niegan su origen. Y es un tirabombas con sentido del ritmo y, a qué negarlo, de la urgencia: mientras aquí se estrena esta película presentada en Toronto el año pasado en enero, Moore acaba de anunciar su inminente película sobre Donald Trump.
Un capitalismo mejor es posible Pese a ser un tanto ingenuo y reduccionista, este documental demuestra la eficacia de políticas progresistas. En plena campaña presidencial, Michael Moore acaba de ser noticia en los Estados Unidos por el sorpresivo estreno de Michael Moore in TrumpLand, un intento de echarle más tierra encima a Donald Trump. Mientras tanto, acá llega a los cines ¿Qué invadimos ahora?, su anterior película, de 2015. Como siempre, el ganador del Oscar por Bowling for Columbine trata de despertar las adormiladas conciencias de sus compatriotas, y ahora lo hace “invadiendo” en solitario algunos países para apropiarse no de su petróleo, sino de sus políticas. A Moore no se le pueden negar varias cualidades: ingenio, sentido del humor, claridad en los conceptos. Pero en este caso, estos méritos vienen acompañados de una contracara menos feliz: reduccionismo, simplismo, ingenuidad. Incurre en un pecado frecuente en los medios masivos de comunicación: en su afán de transmitir su mensaje, Moore por momentos subestima al público, como si se estuviera dirigiendo a una audiencia de niños de preescolar. Pero ¿sería tan eficaz en su prédica si elevara un poco su discurso? Probablemente no. Así y todo, el documental tiene aspectos reveladores. Su principal objetivo es enseñarles a los estadounidenses que otro modo de vida es posible dentro del capitalismo, y para eso muestra políticas europeas que en los Estados Unidos son impensables. Para los argentinos, tan acostumbrados a admirar a Europa, quizá lo más llamativo de esa comparación sean, más que los conocidos beneficios del Estado de bienestar europeo, las carencias y defectos de la tierra de oportunidades, ese otro faro siempre idealizado. Con entrevistas hechas de preguntas básicas, Moore nos muestra que eso llamado sentido común -que no es más que la repetición, a lo largo de años, de ideas implantadas por los sectores dominantes en el inconsciente colectivo- puede ser también progresista, en el mejor sentido de la palabra.
LA (PESADA) HERENCIA NORTEAMERICANA Después de seis años vuelve a la pantalla una producción del documentalista Michael Moore con una propuesta que, si bien perpetua el usual estilo de sus films -como el de exhibirse en cámara realizando él mismo las entrevistas o bien, abordando las temáticas relativas al american way of life-, ofrece una exhortación sobre el ser norteamericano que no se reduce a una problemática específica como lo es la utilización de armas (Bowling for Columbine de 2002) o la relación entre el terrorismo y Estados Unidos (Farenheit 9/11 de 2004). Sin la inspiración evidente que la administración Bush propiciaba en el realizador, Moore construye un discurso -como siempre crítico- en el que la mirada se ubica tanto espacial como temporalmente a un nivel más general que le permite repensar no solo aspectos culturales del ciudadano norteamericano sino también elementos legales que sustentan ciertas prácticas que por momentos incluso logran contradecirse. Tomando en consideración que su nación está atravesada por la idea del necesario y permanente ataque contra un otro, mecánica que no da respiro a las tropas desde Corea, Moore simula, en una clara parodia, ser convocado por la armada, la fuerza aérea y la marina con el fin de recibir su sabio asesoramiento. Respetando el concepto de “invasión”, Moore viaja a Europa y recorre diversos países para así robar sus mejores ideas, logros, éxitos sociales fundamentados y documentados. De esta manera, en ese gesto simbólico, una vez que cree haber aprendido la lección Moore planta la bandera norteamericana en suelo europeo al tiempo que expresa haberlos invadido. Italia es el primer país que Moore visita. Allí conoce a una pareja que le relata infinidad de viajes al año que disfrutan gracias al hecho de contar con ocho semanas pagas anuales; provecho que se suma a las largas licencias por maternidad, casamiento y al beneficio de los aguinaldos. ¿Cómo ganan las compañías en este contexto? Para averiguarlo se acerca a empresas como Dolce Gabanna y Ducati y descubre que lo que vertebra tales prácticas es la creencia de que el stress atenta contra la producción. Es esta idea de “explotación” del placer la que decide llevarse a su nación con el fin de implementarla. De manera similar, le impacta el modo de ser francés. Amén de que visita comedores escolares y descubre que un almuerzo puede transformarse en una clase de nutrición y buen vivir, subraya el hecho de que estas caras comidas son pagadas a través de los impuestos de los ciudadanos. Así, la enseñanza francesa no es tanto el placer, o el vínculo que establecen entre el sexo y la educación, sino la manera con la que el detalle de impuestos, expresado en los recibos de sueldo, da cuenta, no solo de otras prioridades en relación a las norteamericanas, sino de la transparencia en el destino del dinero que administra el Estado. De Finlandia, se “roba” el secreto de un alto nivel educativo, que consiste básicamente en anular la tarea escolar y fomentar el tiempo libre de los niños; de Sloveni,a la universidad gratuita para todos los que habiten suelo slovenio; de Portugal, su lucha por la dignidad humana que se refleja en la no prohibición del consumo de drogas. Y así sigue su periplo por Alemania, Islandia, Noruega, etc. Tal vez lo más rescatable no sea tanto subrayar el éxito administrativo nacional, sino el hecho de que los logros, en muchos de estos países, se cimientan sobre claros fracasos que van desde el nazismo, dictaduras, intentos de privatización de la educación. Es decir, el documentalista no parte de la idea de que estas naciones son perfectas sino que son casos en los que se ha aprendido sobre la experiencia y no se pretende hacer la vista gorda de las mismas. Por otro lado, muchos de los entrevistados dicen haber sacado sus ideas más innovadoras de pensadores o incluso de la constitución de EEUU. Esto lleva a reflexionar sobre la filiación entre sucesos históricos norteamericanos y el resto del mundo. ¿Por qué las luchas en Chicago de 1886 por las jornadas de ocho horas, las vacaciones pagas y la sindicalización ven sus frutos en Italia y no en ese lugar de origen? ¿Por qué siendo Michigan uno de los primeros estados en abolir la pena de muerte en el mundo, EEUU sigue practicando esta punición? Si bien Moore no intenta responder estas preguntas toma las experiencias y expectativas de otras naciones con el fin de repensar la propia así como invita a reflexionar sobre la herencia que EEUU ha tenido sobre otros y la ilusión de que tal vez estos otros países puedan iluminar el suyo. ¿QUÉ INVADIMOS AHORA? Where to Invade Next. Estados Unidos, 2015. Dirección: Michael Moore. Guión: Michael Moore. Producción: Michael Moore. Duración: 120 minutos.
A esta altura se puede decir que los documentales de Michael Moore son una marca registrada en sí misma: un acérrimo demócrata norteamericano narra en primera persona una problemática en concreta con mucho dinamismo audiovisual y mucho humor. Si bien ¿Qué invadimos ahora? no es su mejor trabajo porque ese puesto lo sigue manteniendo la ganadora del Oscar Bowling for Columbine (2002), con facilidad podemos decir que es mucho más entretenido y menos propagandístico que Capitalismo: una historia de amor (2009) que había sido su último trabajo. Aquí nos presenta algo similar a lo que había hecho en Sicko (2007) donde recorría Europa y Cuba resaltando la salud pública en contraposición con el aberrante sistema de Estados Unidos porque en este estreno hace lo mismo solo que expande el tema salud y aborda a la política en general, el lugar de la mujer, la educación, la comida y varios ítems más. El director demuestra a través de datos duros y testimonios las deficiencias de su país a pesar de ser la primera potencia mundial en comparaciones con otros Estados. Se pasa rápido y tiene varias cosas muy interesantes. Si te gusta lo que hace Moore vas a salir muy satisfecho.
Otra vez Michael Moore. A estas alturas, incluso si algunas de esus películas son bastante buenas (Sicko quizás sea la mejor, después de una evaluación distanciada), su método es el de incomodar sin preguntar. El gran problema consiste en que Moore no busca sino que tiene una tesis que da por cierta desde el principio, sin ninguna duda, y lo único que hace es ilustrar esa tesis. ¿Es divertido? Muchas veces sí, porque estamos acostumbrados a reírnos del circo estadounidense (a esta altura, los “yankees” -las comillas son intencionales- se han convertido en gente de la que es lícito burlarse) y Moore utiliza todos los recursos bufonescos que tiene a mano. Muchas veces, no, porque parece demasiado convencido de su tesis para que alguna imagen o realidad la cuestione. Aquí se dedica a refutar la idea de que los EE.UU. son “el mejor país del mundo” y recorre otros -especialmente Europa- para encontrar ventajas que su patria no tiene. La idea es menos audaz que interesante y en ocasiones el contraste resulta sumamente educativo. Pero no hay preguntas, sino juicios tajantes. Es decir, estamos menos ante un documental (un film que toma la realidad y la comunica, cediéndonos el juicio) que ante una propaganda (un film que tiene un mensaje unívoco y hace todo lo posible por convencer de su verdad). Moore puro.
Moore, como siempre eficaz, aun cuando es tendencioso EN SUS MEJORES MOMENTOS, "¿QUÉ INVADIMOS AHORA?" HACE REÍR Y SACAR ALGUNAS CONCLUSIONES El film de Michael Moore es hilarante y muy contundente al señalar las múltiples maneras de que el mundo sea un lugar más justo, y en otros momentos, autoindulgente y con poco rigor histórico. Partiendo de la jocosa premisa de dejar de invadir países por el petróleo para robar otras riquezas más sutiles, relacionadas con la educación, derechos laborales, alimentación, seguridad o igualdad entre hombres y mujeres, Michael Moore invade diferentes países para comparar cómo a lo largo y ancho del planeta las cosas pueden ser más justas que en los Estados Unidos. En sus mejores momentos, el resultado no sólo es hilarante, sino también muy contundente en su eficacia para señalar las múltiples maneras de que el mundo sea un lugar más justo. En sus partes más flojas, la película también es muy repetitiva y autoindulgente, totalmente débil en el rigor histórico, parcial y tendenciosa con tal de poder llegar a las conclusiones deseadas, y muy acotada en los territorios a invadir. Por cuestiones de producción evidentemente geográficas y relacionadas a invadir países extremadamente "Michael Moore friendly" -en Eslovenia el mismísimo residente le hace el juego al director de "Roger & Me"- el film básicamente se centra en Europa, recalando especialmente en Escandinavia, lo que implica la ausencia de comparaciones con potencias mundiales como Rusia, China o Inglaterra,y dejando de lado las democracias más grandes del planeta en términos demográficos como India, Brasil o México, De hecho, no hay un sólo país latinoamericano al que Moore crea que haya algo que valga la pena birlarle, y apenas sale de Europa unos minutos para celebrar la democracia de un país musulmán como Túnez (fragmento sin desperdicio). A poco de desembarcar para clavar la bandera de Estados Unidos en Italia, Moore se sincera explicando que la idea es buscar las flores y dejar los yuyos. Eso implica momentos divertidísimos en Italia, donde según Moore las ocho semanas de vacaciones pagas, las dos horas de almuerzo diario, y el aguinaldo a fin de año explican por qué toda la gente parece dedicada más que nada al sexo. Y la diversión sigue en Francia clavando la bandera en el comedor de varias escuelas primarias, de barrios ricos o pobres, donde los alumnos siempre tienen media docena de quesos (el favorito es el Camembert), con situaciones graciosas como la reacción de los chicos cuando Moore les ofrece una lata de Coca-Cola, En Portugal y Noruega, al centrarse en entrevistas a policías, guardiacárceles y presos mostrando la tolerancia a las drogas y las cárceles de luxe, el film da un giro extraño y fascinante que lo relaciona con los viejos documentales "mondo" populares en los 60 y 70 a partir del clásico "Mondo Cane" de Paolo Cavara y Gualtiero Jacopetti. De hecho, ese tipo de films mostraban cosas muy parecidas sobre las cárceles nórdicas (pero el video de bienvenida que ven los reos al entrar a una cárcel de máxima seguridad noruega supera todo lo conocido). Obviamente para divertirse y alcanzar algunas conclusiones serias no hace falta ser estadounidense.
De cómo amontonar peras y manzanas. Con el correr del tiempo, las virtudes exhibidas en Roger & Me y Bowling for Columbine se han ido extinguiendo. La nueva película del director de gorrita eterna es la más desganada, dócil y burdamente didáctica de su historial. El tiempo le ha jugado una mala pasada a Michael Moore. Periodista en su juventud, devino documentalista gracias a la notable Roger & Me, alcanzó el pico de su carrera a comienzos de la década pasada con el doblete que significó Bowling for Columbine (Oscar en 2003) y Fahrenheit 9/11 (Palma de Oro en Cannes 04), y desde entonces se diluyó en trabajos que aparentan estar motorizados por el oportunismo coyuntural (el sistema de salud en Sicko, la crisis económica después de la explosión de la burbuja inmobiliaria en Capitalism: A Love Story) antes que por un auténtico interés personal. La tendencia no parece revertirse; más bien lo contrario. Estrenada en el Festival de Toronto del año pasado, donde al gordito de gorra eterna lo aman sin importar demasiado lo que haga, ¿Qué invadimos ahora? no sólo es el film más desganado, dócil, burdamente didáctico y menos chispeante de su trayectoria, sino también el que peor concepción tiene de su público, a quien lleva a puerto seguro sirviéndole en bandeja una conclusión cerradita con moño incluso antes de iniciar el rodaje. Es cierto que el oriundo de Flint nunca se anduvo con sutilezas, que lo suyo es, fue y será el impacto a como dé lugar y que siempre pareció hablarle a Homero Simpson, pero antes, sobre todo en sus comienzos, lo hacía con un buen manejo de la ironía, un espíritu crítico y una capacidad para reírse “de” –y no sólo “con”– el ideario de su target de público que aquí brillan por su ausencia. Tanto así que da la sensación de que ¿Qué invadimos ahora? es una mera excusa para una larga temporada de vacaciones en por lo menos una decena de ciudades de Europa, a las que él llega con el objetivo de ver qué cosas podría “aprender” Estados Unidos para mejorar sus problemas internos. Más o menos lo mismo que hizo Sacha Baron Cohen hace diez años en Borat, pero al revés. Al revés también trabajó Moore: si los buenos documentales adquieren su forma a partir del contenido disponible –algo que hasta en la dudosa Fahrenheit 9/11 aplicaba– y de las circunstancias de su realización, el director elige aquí la vía contraria, yendo en busca de testimonios funcionales a su opinión y de carácter meramente expositivos. Porque la finalidad del film es menos el análisis o el intento de comprensión que el trazo de una tendenciosa comparación con Estados Unidos que culmine en un “pero qué barbaridad” desde la platea. Para esto recorta, edita y retuerce información, e incluso sacrifica verosimilitud: suena medio raro que el ministro de Salud de Portugal no tenga la más mínima idea de los tratamientos antidrogas norteamericanos, o que un chico esloveno que estudia en una de las facultades públicas y gratuitas de su país no sepa qué significa “deuda”, como si allí no existieran bancos o entidades financieras. La buena nueva es que Moore no es tonto y manifiesta una conciencia absoluta de su operatoria: “Sé que en Italia hay problemas, pero vine a llevarme las flores y no la maleza”, dice, quizá a modo de mea culpa, antes de su partida del país con forma de bota y en medio de su alucinación por la cantidad de vacaciones pagas que conceden las empresas a sus empleados. El tour incluye “descubrimientos” tales como la buena alimentación en las escuelas francesas, el regenerativo sistema carcelario noruego, la educación finlandesa y el castigo ejemplar a los banqueros promotores de la crisis económica en Islandia, todo narrado por sus responsables con una parsimonia estudiada y ante la atenta mirada del Moore más concesivo que se recuerde, dispuesto a chicanearlos pero no a interpelarlos y, mucho menos, a contradecirlos. Cíclica en una estructura narrativa que parece armada con el criterio de la agencia de viajes antes que por la búsqueda de una construcción dramática, y de dudosa ética periodística en su confección, ¿Qué invadimos ahora? también reserva algunos momentos para que Moore conciba el cine como púlpito y se lleve puestos doscientos años de historia diciéndoles a sus compatriotas que deberían hacer un mea culpa sobre el régimen esclavista del siglo XIX similar al de los alemanes con el nazismo. Cómo mezclar peras y manzanas, y no qué invadir ahora, es la única pregunta que se responde. Y muy bien.
Crítica emitida por radio.
Michael Moore (62) es especialista en documentales y fue el ganador, entre otros premios, de un Oscar por “Bowling for Columbine”. En esta ocasión viaja a ciudades europeas y las compara con el capitalismo estadounidense. Va mostrando distintos temas y los confronta con Estados Unidos: Italia con sus derechos laborales; Eslovenia y la universidad pública; la educación finlandesa; la alimentación en los colegios primarios franceses; el sistema carcelario noruego; la conciencia cívica de los fiscales islandeses, entre otras cosas. Se van realizando diferentes entrevistas. Finaliza su visita a cada lugar clavando la bandera de Estados Unidos. Su narración es fácil y didáctica para que sea entendible para todos y contiene una fuerte crítica al sistema americano. Un humor bien ácido. Acá tenemos a Enrique Piñeyro quien realiza documentales similares: “Whisky Romeo Zulu”, “Fuerza Aérea Sociedad Anónima”, “El Rati Horror Show”; como así también Pino Solanas ("La guerra del fracking"; "Memoria del saqueo"; La hora de los hornos").
El mundo según Moore El documentalista Michael Moore visita varios países con la intención de invadirlos no con violencia sino tomando las grandes ideas de esas naciones. Su recorrido pasa por lugares como Italia, Francia, Alemania, Eslovenia, Túnez, Portugal y Finlandia. Allí mostrará cómo es la realidad de los ciudadanos y la compara con la de Estados Unidos. Con un poco de retraso llega a las salas argentinas lo nuevo del director de las reconocidas Bowling For Columbine (2002), Fahrenheit 9/11 (2004), Sicko (2007) y Capitalism: A Love Story (2009), donde esta vez cambia un poco el tono en el documental y le da un aire de comedia que le favorece. Luego de una muy divertida introducción sobre la realidad de las fuerzas armadas estadounidenses, el primer destino es Italia donde se mete de lleno con las leyes laborales y las vacaciones de los trabajadores, mientras que en los otros países pasará por temas como la educación en todos los niveles, las políticas carcelarias de reintegración de condenados, entre otros derechos. A pesar de que la película es entretenida se hace demasiado larga pero aun así logra mantener su tono de comedia hasta el final donde en off expresa todo el patriotismo que hasta ese momento había satirizado. La idea de comparar la calidad de vida entre países ya ha sido vista varias veces pero gracias a la pericia de su director se convierte en un documental muy bien realizado y que claramente plantea aquellas áreas en las que Estados Unidos debe mejorar. En la recta final de la campaña electoral estadounidense Michael Moore acaba de presentar su nueva película Michael Moore in Trumpland realizada con bastante rapidez y que consiste en una filmación de un espectáculo en el que hace un monólogo donde satiriza al candidato republicano Donald Trump y a sus seguidores. Además apoya abiertamente a Hillary Clinton, la candidata demócrata.
Más efectista que efectiva, la nueva película del realizador de “Fahrenheit 9/11” lo lleva a recorrer varios países de Europa para “robarles” sus mejores ideas, ligadas a las conquistas sociales y sindicales. Más allá de lo certero de muchas de sus observaciones, formalmente la película es un tanto obvia y manipuladora. Más efectista que efectivo, más ramplón que educativo, el cine de Michael Moore –especialmente el más reciente– va volviéndose cada vez más una curiosa forma de stand up cinematográfico con diferentes temas de relevancia política. No hay dudas que los temas de ¿QUE INVADIMOS AHORA? son importantes, especialmente para los estadounidenses, pero Moore los narra de una manera tan simplista que tranquilamente podría ser un inofensivo filme para niños. El título de la película funciona de manera irónica. Luego de varias invasiones militares de su país, lo que Moore se propone es dejarse invadir por los demás países. Esto es: viajar por el mundo y recoger buenas ideas de otros países que en Estados Unidos no se usan o dejaron de usarse. Esta “invasión” a la inversa implica que Moore recorra varios países para “robarles” las ideas que han desarrollado ahí y que funcionan muy bien. Ideas que en su país serían casi imposibles de poner en práctica. De este modo, nuestro director/protagonista viaja por el mundo, empezando por una muy feliz Italia donde todo el mundo parece pasarla increíblemente bien todo el tiempo. Según Moore, el motivo es que tienen por lo general ocho semanas de vacaciones pagas al año y eso les permite disfrutar de la vida, algo que Moore deja en claro hablando de sexo y comida, dos clichés de la italianidad que Moore abraza sin duda alguna. Si bien en un breve momento dice que estos países también tienen sus problemas, viendo el documental da la impresión que Europa es el paraíso sobre la Tierra. Es cierto que en Estados Unidos no existen ni las vacaciones pagas por lo cual es obvio que a Moore le parecen asombrosas cosas como aguinaldos, gente que vuelve a sus casas a almorzar o patrones (ideales) que dicen que trabajando menos la gente es más productiva con una sonrisa de oreja a oreja. Pero es de un reduccionismo mayúsculo. De ahí a Francia, donde compara los exquisitos menúes que se sirven allí en las escuelas públicas –preparados por chefs– con la comida chatarra que se sirve en los colegios de EE.UU. Es claro que Moore eligió una escuela modelo en la cual los chicos ni siquiera parecen saber que existe algo llamado Coca-Cola, algo que deja en claro el nivel de exageración de toda la película. Y así sigue, mostrando logros europeos que los norteamericanos deberían copiar: la excelente educación con pocas horas de estudio en Finlandia, la universidad gratis en Eslovenia, las cárceles de lujo en Noruega, la despenalización del consumo de drogas en Portugal, el juicio a los banqueros que causaron la crisis en Islandia y las conquistas sindicales en Alemania, entre otras visitas relámpago a razón de un ejemplo por lugar. Todos estos puntos en alguna medida pueden ser ciertos, pero es como comparar los mejores ejemplos de cada uno de estos países y confrontarlos con lo peor que tiene Estados Unidos. El punto central es innegable: las cárceles en EE.UU. suelen son terribles, las conquistas sindicales casi nulas, el consumo de drogas está penalizado, la educación es paga y cara, la comida escolar espantosa y las vacaciones pagas y aguinaldos brillan por su ausencia. En ese sentido nadie discute el obvio punto de Moore. Lo discutible es, por un lado, la forma perezosa y manipuladora del documental, la selección de ejemplos y, especialmente, el pasar por completo de largo que Europa no logra salir de una crisis económica terrible que ya lleva casi una década, sin hablar de otros problemas sociales que existen allí. Es obvio que en un país que podría todavía llegar a elegir a Donald Trump como su presidente, muchos de los ejemplos estilo Bernie Sanders que Moore muestra en la película son importantes. Y sería ideal que un país que dice ser el mejor del mundo aprendiera cosas que en Europa por lo general funcionan bien –como muchas de las citadas–, pero el nivel de manipulación de los materiales y el infantilismo del tono del filme echa por Tierra con la mayoría de sus puntos. Aunque quizás ya haya cruzado la línea hacia la acción política directa, Moore olvida que está haciendo una película, no un discurso de campaña. Y Moore es un cineasta, no un candidato haciendo un aviso. Eso, que Moore no termina de entender, le quita peso y fuerza a su propuesta.
El irreverente Michael Moore va perdiendo chispa y pólvora Simplista, tendencioso, a veces ocurrente y casi siempre oportunista, el cine de Michael Moore ha ido perdiendo fuerza y originalidad. Nunca fue un documentalista ortodoxo. Pero ese afán provocador fue su contraseña más festejada y valorables. Todavía impacta su estilo, que de alguna manera copia su silueta, desaliñada, irreverente. Su cine al final es como su dueño: pide ser aceptado más allá de su aspecto descuidado. Este nuevo trabajo no logra despertar las amargas sonrisas de antes, pero acredita apuntes interesantes y obtiene algunas perlas de este tour progre por Europa. Entre chistes y comparaciones, invita a pensar, aunque su desordenado recorrido suena auto indulgente, arbitrario y reduccionista. Su punto de partida es ingenioso: como Estados Unidos viene fracasando con sus invasiones guerreras, Michael convoca a la cúpula del ejército y presenta su plan: dejar de guerrear en países remotos y decidirse a invadir Europa. Olvidarse del petróleo y apropiarse del estado de bienestar del viejo continente. Su periplo concluirá admitiendo que Estados Unidos debe aprender mucho de Europa, aunque advirtiendo que esas buenas ideas habían sido concebidas allá, en América. Una manera agasajar a los dos lados a través de un viaje que primero entusiasma, que después suena poco verosímil y que al final se vuelve reiterativo. El film de Moore es antojadizo pero él avisa: va a Italia a encontrar “las flores no las malezas”. Y con esa mirada complaciente va de Francia a Finlandia, de Islandia a Portugal, de Alemania a Túnez. Moore aprovecha los puntos positivos de cada país y los compara con Estados Unidos. Y allí baja líneas sobre la violencia, el racismo, la esclavitud, pero sobre todo lo pinta como un país lleno de excesos, encerrado en sí mismo, que ha ido dejando a un lado sus ideales. Cansa un poco, se repite su enfoque y se olvida de dudar e investigar. Pero bueno, da que pensar, tiene sus hallazgos y muestra al menos que además de lo que dicen las malas noticias de todos los días, en muchos rincones de este mundo tan poco hospitalario hay gente que apuesta a un mañana mejor.
Más Michael Moore El eximio documentalista sigue buscando soluciones para su país y en esta ocasión viajó a Europa para tomar prácticas que a su vez están inspiradas en ideas estadounidenses. El genial Michael Moore sigue indagando en las cuestiones sociales de su país, los Estados Unidos, y en cada película desnuda las miserias de la superpotencia al punto en que dan ganas de pedirle que deje de pegarle por un rato para que le dé tiempo al gigante a recuperarse para el siguiente round. Claro que para el creador del ciclo "La Cruda Verdad" (The Awful Thruth) y de filmes como "Bowling for Columbine" –por el que ganó el Oscar- probar sus puntos no es muy difícil por lo que en esta ocasión decide viajar (invadir, según él) a varios países habitados por "gente blanca y con nombres pronunciables" para reclamarlo como propio (clavando la bandera en ese territorio) tomar aquello que su país necesita La idea es divertida, y parodia abiertamente la actitud de los Estados Unidos de George W. Bush durante la invasión de Afganistán (2001) y de Irak (2003) en la que ese país buscó hacerse con la producción mundial de amapolas (de donde se extrae el opio con el que la CIA financia sus operaciones) y del petróleo respectivamente. Sin embargo, acá Moore no busca hidrocarburos ni bienes materiales y por eso viaja a Italia, donde su mandíbula no logra cerrarse a medida que escucha el testimonio de una pareja que le muestra los beneficios de tener 12 feriados, 15 días de luna de miel y 35 días de vacaciones totalmente pagos así como un aguinaldo completo en diciembre; para luego "invadir" Francia a fin de hacerse con el sistema de alimentación escolar, en el que los niños aprender a disfrutar comida gourmet, a apreciar el arte en su máximo esplendor, pero por sobre todo a cuidarse en el plano sexual. "¡Si los franceses te tienen lástima en algo es porque estás haciendo algo realmente mal!", dice el documentalista al final de ese viaje. Y la aventura sigue con un viaje a Finlandia en el que Moore estudia las ventajas de un sistema educativo que, de ser algo obsoleto y aburrido como el de Estados Unidos, pasó a estar en la vanguardia del mundo con una simple ecuación: menos horas de clases y más tiempo para jugar; "para ser niños", según los directivos de la escuela que visita. El asombro de Moore no culmina sino que se amplía con una visita a Slovenia para comprobar que, efectivamente, allí la universidad es gratuita y su asombro se escapa al infinito cuando encuentra a sus propios compatriotas, jóvenes que han debido emigrar de la "tierra de las oportunidades" para poder estudiar de manera gratuita y no endeudarse de por vida para obtener educación de calidad, Sin embargo, las palmas se las lleva el sistema carcelario de Noruega, un país que coloca la dignidad humana por sobre el rencor y la venganza que puedan inspirar los actos criminales; y hace foco en el padre de un joven que fue víctima de un neo-nazi que asesinó a tiros a 77 adolescentes en la isla de recreo, y que así y todo rechaza la pena de muerte. Y el viaje sigue por otros países de Europa como Portugal e Islandia, y llega incluso a Túnez, en el que muestra que, pese a profesar la religión islámica, el trato a las mujeres allí es totalmente diferente al que idealiza el imaginario popular. La película cuenta con una impresionante producción que el documentalista desplegó por todos los países visitados, una grupo para cada nación a fin de hacer más efectivos y lo menos contaminados posible los informes, y el humor de Moore hace el resto. Si el espectador es aficionado a este documentalista, podrá encontrar una muestra más de que su humor y sarcasmo hacen sumamente llevaderas sus entrevistas (como cuando les pregunta cuántas puñaladas han recibido a los presos que "viven" en las cárceles noruegas) y también como su tacto se aplica en el momento justo para que el público no se sienta incómodo de reírse por una situación que no lo amerita. Si usted reconoce allí a varios de los productos que inundan los ciclos periodísticos argentinos, es porque su estilo inspira a alumnos que, sin embargo, no han concurrido a todas sus clases. En definitiva, ¿Qué invadimos ahora? es una película de visión casi obligatoria no sólo para los norteamericanos sino también para cualquier argentino que, con la cabeza abierta, quiera imaginar mejores formas de hacer las cosas. No le haga caso a los críticos que le dicen "es otra película más" y dese una oportunidad de aprender durante dos horas de una persona que busca incansablemente cómo mejorar el mundo.
Maravillas del Primer Mundo El puntapié inicial de "¿Qué invadimos ahora?", el nuevo documental del Michael Moore, parte del humor y el sarcasmo: Moore, enviado por el mismo Pentágono, juega el papel de "invasor norteamericano" visitando diferentes países con el objetivo de averiguar y aprender cómo EEUU podría mejorar sus problemas internos. Como era de esperar, con su marca de típico-progre-americano, el realizador de "Bowling for Columbine" tiene como destino principal a Europa y su Estado de Bienestar. El director va a Italia y se queda helado por la cantidad de días de vacaciones pagas y el aguinaldo, viaja a Francia y descubre que los chicos de las escuelas públicas comen como reyes y va a Alemania y queda fascinado con las condiciones laborales. En Finlandia muestra al detalle su exitoso sistema educativo, en Portugal se maravilla por la política con respecto a las drogas, y así siguen los ejemplos. Como contrapunto, aparecen imágenes de las penurias cotidianas que deben padecer algunos estadounidenses. Moore se basa en datos duros pero también es simplista y reduccionista, y en algunas escenas su asombro se acerca a la ingenuidad más banal. Sin embargo, la contraposición de conceptos es clara y su sentido del humor es contundente y efectivo. Moore hace que el mensaje llegue sin importarle mucho los medios. Y lo importante en este caso es que el mensaje atrapa y puede conducir a una etapa posterior de reflexión.
Tomando como punto de partida el ignorar qué rayos están haciendo en Estados Unidos en diferentes aspectos estratégicos, el realizador con la gorra pegada, Michael Moore, comienza un recorrido por distintos países para ver de qué forma se los puede invadir. Siempre haciendo uso de una irreverencia forzada, el término poco feliz de invasión, le sirve al director para ir a cada uno de sus destinos con el propósito de llevarse de ellos lo que sirva para la cultura y un mejor desarrollo de Norteamérica. Italia es su primer destino. De ellos aprende la necesidad de otorgar ocho semanas de vacaciones pagas, para un mayor rendimiento de los trabajadores. De Francia toma la dieta nutritiva de las cafeterías escolares -con quesos de todo tipo, claro- y donde el almuerzo de una hora es una clase más donde los niños aprenden sobre una alimentación balanceada que les servirá para toda su vida. De Finlandia observa otros aspectos de la educación donde hay una menor cantidad de horas de clase y más de dispersión, pero donde lo importante es enseñar a ser felices y el respeto por el otro.
DEJAR DE MIRARNOS EL OMBLIGO Ha llegado un nuevo trabajo del director que a través de sus documentales críticos en lo profundo de la realidad estadounidense se ha convertido en una estrella del cine. Obviamente, todos sus trabajos no son acertados ni excelentes, pero ha logrado establecer un estilo propio que llama la atención de los espectadores. En ¿Qué invadimos ahora?, Michael Moore juega el papel de “invasor” visitando una gran cantidad de países con el objetivo de averiguar y aprender cómo Estados Unidos podría mejorar sus problemas internos. A pesar de su visión sensacionalista y sesgada, Moore construye un interesante relato exhibiendo cómo distintas políticas aplicadas en diferentes lugares del mundo han tenido éxito, diferenciándose de las estándares establecidos, mostrando una mirada disímil a varios de los problemas que sufren varios países del planeta, entre ellos, Estados Unidos. Pese a abordar muchas temáticas juntas, las que se podrían profundizar individualmente aún más, el director logra transmitir en forma breve y concisa cómo se han tratado cada una de las problemáticas, buscando lo positivo de cada una de ellas y contrastándolo con la realidad estadounidense. Como lo expresa en un momento del documental, en cada país Moore “va a ver las flores, no la maleza”, centrándose en intentar encontrar respuestas a la actualidad de su nación, sin importar las falencias de esa sociedad que “invade”, la cual no es de su incumbencia y no es algo que pretenda exhibir. De ahí que su mirada es sesgada, sí, pero consciente. Y cualquier espectador comprende esa división que se efectúa, ya que aquí el objetivo del director es buscar soluciones para Estados Unidos. Sin embargo, a pesar de esta centralización en lo “americano”, esta visión tranquilamente puede ser adaptada a cualquier parte del mundo, como nuestro país. ¿Acaso no se podría aplicar en la Argentina el modelo educativo finlandés? ¿El sistema penitenciario noruego es una locura para nuestros presos? ¿La lucha por los derechos femeninos y la mayor participación a nivel social y político de la mujer no es algo de lo que se habla en estos días por nuestras calles? Estas preguntas hacen ver que, más allá de que Moore pretenda sacar las soluciones en otros países para “salvar” el suyo, esas medidas pueden ser la salida para cualquier otro sitio del planeta, y es ahí donde se encuentra el verdadero valor de este documental. Que en la búsqueda de ser local y preciso, logra ser universal y general. A pesar de que aborda los temas de manera simplista, ¿Qué invadimos ahora? logra exhibir cómo en otros lugares del mundo se ha avanzado socialmente, en la búsqueda de otro ser humano, diferente al que conocemos, que ha llevado al mundo a esta situación tan frágil y delicada. Quizás será momento de dejar de mirarnos el ombligo y ver que si observamos a los demás integrantes de esta aldea global, ellos nos pueden ayudar a que entre todos hagamos un mundo mejor.
Para revalidar el sueño americano Mirada simplista para interpelar a EE. UU. por contraste con Europa. Si el título es una ironía, la película ofrece muy pocas. Michael Moore se impone, es inevitable, irresistible. Tiene habilidad para el relato, y éste no es un rasgo de cuño televisivo, una de sus procedencias profesionales. El razonamiento, justamente, debe ser inverso: tal habilidad la supone el cine, la (buena) televisión la hereda. Entonces: Moore tiene talento para el cine. Hay detractores, está claro. Pero hay películas que lo validan. La más rápida para la memoria es Una nación bajo las armas (2002), con su relato fragmentado en tantas líneas dramáticas como necesite, con resoluciones dilatadas. También Sicko (2007), en donde registra momentos sin montaje, de manera estrictamente real, como lo supone el drama desconsolado de personas afectadas de salud por el 11‑S, que rompen en llanto ante el medicamento gratuito que reciben en una farmacia cubana. La síntesis que logra en ese momento es magistral. Antes bien, la mejor de todas sus películas es Roger y yo (1989). Allí está la mirada minimalista, sin excesos, capaz de utilizar un MacGuffin efectivo, suficiente: ¿podrá Michael Moore entrevistarse con Roger Smith, CEO de la planta de General Motors que cerrara en Flint, la ciudad natal del periodista/realizador? Una comunidad derruida acompaña el film. Si la entrevista se logra o no, es responsabilidad del espectador. Vea la película, es notable. De Roger y yo a ¿Qué invadimos ahora? hay un camino de desborde, son dos extremos. La intimidad de aquella, devenida ahora grandilocuencia, desmesura. La mirada corrosiva se ha ido desdibujando un poco, seguramente la variedad de temas que aborda el nuevo film la hace casi naufragar. Es decir, Moore se dirige a suelo europeo con una bandera estadounidense a cuestas, recorre varios países, y se detiene en aspectos con los cuales contrastar el "sueño americano". No se trata de una película sobre cómo es Europa, sino sobre cómo es Estados Unidos. El periplo da cuenta de aspectos que son diatriba insigne en el señalamiento del cineasta: la violencia policial, el racismo, el trabajo a destajo, educación y salud privadas, entre otros aspectos. El reverso lo encuentra en países repartidos, a veces elegidos con mayor fortuna, otras no. Por ejemplo, el caso de los CEO's y trabajadores italianos entrevistados, opinando sobre las vacaciones pagas, atributo que los norteamericanos desconocen, es un arma de filo doble. Por un lado, desde ya, es la denuncia de tamaña barbaridad norteamericana; por el otro, es la endeble caracterización de una sociedad (la italiana) casi libre de fisuras, como si no hubiese un espectro mucho más complejo por debajo de esa línea social/económica que representan los testimonios. Desde luego que hay hallazgos, como lo suponen las cárceles modelo de Noruega, cuyos policías cantan, bailan, y eligen hablar en lugar de disparar. Un delirio cierto, que contradice la distopía más furibunda. O el destino de cárcel para los banqueros corruptos de Islandia, algo que vale asimilar con cualquier otra nación, ¿qué duda hay? Sería un buen, un gran, un extraordinario comienzo... Por otra parte, algunos aspectos referidos no dejan de ser un espejo más o menos certero sobre lo que toca al espectador argentino. Saberse amparado por un sistema educativo gratuito es algo que no sucede solamente en Eslovenia. No es poca cosa, más vale tenerlo presente. Lo referido posee mayor o menor tino, pero lo que surge como totalidad es una sumatoria algo desgajada, que no cierra. Tal vez sí como caracterización, por vía negativa, de los Estados Unidos, pero Moore ya lo hizo antes y mejor. Muchos de sus informes para el envío televisivo The Awful Truth estaban mejor logrados. Lo que se pierde en el camino es la complejidad, el proceso reflexivo, atado a una inmediatez que hace evidente el poco tiempo del que dispone la película y la duración extensa, valga la paradoja, que posee. 120 minutos en donde se reitera una misma característica narrativa: cada visita al país de turno como una unidad dramática, que se conecta con las otras. El resultado es la enunciación de una conclusión presumiblemente cuestionable, surgida de los mismos testimonios, como si allí anidara el cometido real del sueño americano. Tal vez sí, pero es bastante endeble como para creerlo. Más creíble es Roger y yo.
Michael Moore, en busca del costado bueno de las cosas Sigue siendo gracioso e irreverente. Pero más que escandaloso o subversivo, este nuevo film de Michael Moore es divertido y optimista. Algunos hasta pueden tildarlo de liviano. El autor de “Bowling for Columbine” (2002) y “Fahrenheit 9/11” (2004) llega hoy con su nuevo documental llamado “¿Qué invadimos ahora?”. Provocador desde el título, esta vez Moore apelará al humor y a la memoria. Como si fuera una estrategia partida de TEG, el cineasta se pone en el papel de “invasor” y visita una serie de naciones con el objetivo de averiguar y aprender cómo Estados Unidos podría mejorar sus problemas internos. Es que resulta que las soluciones a los problemas más arraigados del país ya existen en el mundo y están a la espera de ser incorporadas. El disparador es el siguiente: Michael Moore es citado por el mismísimo Pentágono para hacer más exitosas las intervenciones bélicas de EE.UU. que no tienen, según comenta, un triunfo contundente desde la Segunda Guerra Mundial. Moore le sugiere al comité allí presente que retire las tropas americanas de los países ocupados y que lo envíen a él mismo, pero no a países tercermundistas sino a Europa, de donde el veterano documentalista extraerá las mejores ideas para mejorar el modo de vida norteamericano. Los temas van desde la educación, el respeto por los derechos humanos, la reflexión sobre la historia, hasta la importancia del feminismo. Y resalta cualidades y valores como la felicidad, el bienestar, el respeto, el perdón o la igualdad como pilares sobre los que construir una sociedad en la que valga la pena vivir. Sucede que en este recorrido por los distintos países (Italia, Suecia, Finlandia, Alemania y Noruega, entre otros), Moore opta por mostrar los mejores frutos de cada sistema político e ignora, voluntariamente, sus malas hierbas. Él mismo lo explicó en una entrevista: “Los medios de comunicación hacen un muy buen trabajo al decirnos noche tras noche sobre lo mal que está el resto del mundo, pagan un montón de impuestos, y es espantoso. Uno lo ve en la televisión, en los periódicos, en internet. Pido dos horas de su tiempo para presentar la otra versión, la otra realidad de lo que sucede. Si te preguntas por qué no señalé la alta tasa de desempleo en Italia, mi respuesta es que fui allí a recoger las flores y no las malas hierbas. Los demás pueden recoger las malas hierbas, pero yo quería mostrar, en especial a mis colegas estadounidenses, y a la gente de todo el mundo, el contraste entre las dos. Tenemos que mover el culo y hacer algo, e inspirarnos en lo que podríamos ser”. El martes, el cineasta estrenó en Nueva York una película sorpresa: “Michael Moore en Trumpland”. Según The Hollywood Reporter, la película muestra a Moore sobre un escenario hablando del candidato republicano Donald Trump y la demócrata Hillary Clinton a principios de mes en Ohio, un semillero de partidarios de Trump. Pero no hay menciones sobre los abusos sexuales a mujeres por parte del magnate, o ningún otro golpe bajo. Contrariamente a las altas expectativas, las críticas dicen que la película no logró impresionar a nadie.
Dejando atrás la comida chatarra, la cultura redneck y –tengo que decirlo – a George W. Bush. Michael Moore, con su patentada ironía, viaja hacia Europa y Áfricapara reunirse con presidentes, ministros, directores ejecutivos o simples ciudadanos con el objetivo de “adueñarse”de determinados puntos positivos de cada región invadida. Temas como la salud, educación, derechos del trabajador, derechos de la mujer, el sistema penitenciario o la caída del muro de Berlín son un par de ejemplos que se tocan en ¿Qué invadimos ahora? con una mirada directa, simpática y realista, clásicos del hombre de la eterna gorra. Este film, utiliza un métodolighta comparación de los otros proyectos de Moore (Bowling for Columbine, Fahrenheit9/11, Sicko...), la alarmante simpatía del entrevistador acompañada de melodías “de ascensor” dejan al espectador con un sentimiento de calidez en los momentos justos, pero sin hacerle olvidar que está tratando temas de preocupación en base a sus vidas. El interés cultural es la clave, la columna vertebral de este inmenso doc yMoore va trazando, comparando y relatando el estilo de vida“a la americana” sobre los otros países los cuales él “invade”. La mayoría de las entrevistas terminan con un gran saludo y a la vez, con expresiones de lamentos al enterarse las vivencias de mutuos rincones globales. Lo absurdotambiénse hace presente en esta película, llegando a un punto máximo en el que Moore visita Noruega y compara la prisión de máxima seguridad Halden, con otras de Estados Unidos. ¿Se imaginan un lugar enel cual los presos tengan la llave de su propia celda, dispongan de internet, duchas individuales o puedan manejar sus propios cuchillos para cocinar? En ¿Qué invadimos ahora? lo van a ver desde adentro y con lujos de detalles. Obviamente ¿Qué invadimos ahora? no está dirigida para todo público: es un documental, aquí no hay explosiones o gente con habilidades extraordinarias en una aventura contra el mal, por eso si buscan ver algo así El Especialista: Resurrección o Miss Peregrine serían las mejores opciones.La invasión de Michael Moore es una excelente elección y una de las mejores películas del año en su género.
La autocrítica es difícil, abstenerse de hacerla es fácil. Pero en esos movimientos contrapuestos, la primera siempre sobrevuela como la declaración de un deber al cual se quiere escapar. Es decir, autocrítica hay siempre, el reto es cuán profundo indaguemos en ella. Eso es lo que Michael Moore produce tan naturalmente como el acto de hablar. Y con el humor y acidez que lo caracteriza prosigue su misión de corroer el sistema ideológico cultural norteamericano, en un documental que compensa el hecho de no llegar a una autocrítica profunda con una estructuración entre imagen y tema que resulta tan fascinante como entretenida.
Vuelve quien sea quizás el documentalista más famoso de los últimos quince años. Michael Moore se hizo famoso descubriendo el velo detrás de la cultura bélica y básicamente armamentista de la ciudadanía estadounidense en la recordada Bowling ForColumbine. Aquel documental lo puso en el tapete y hasta creo una suerte de marca seguida por varios, con el director en el centro de la escena con bastante de irreverencia y personalismo. La también recordada Farenheit 9/11 volvía sobre los asuntos bélicos como trasfondo de campaña y actos gubernamentales post 11-S. Y la cuestión belicista vuelve a estar presente en ¿Qué invadimos ahora? Creada en primer lugar para plataformas streaming. Con la acidez que lo caracteriza, Moore esta vez se decide a recorrer el mundo (en realidad casi exclusivamente Europa) en busca de nuevos lugares para que su gobierno, el de los EE.UU., pueda invadir para hacerse con sus riquezas. A modo de carta de presentación para los líderes de la Casa Blanca, Moore, teoriza sobre lo equivocado de las políticas aplicadas hasta el momento, puestas a invadir territorios tercermundistas, pero con grandes recursos naturales. Según su ironía, convendría atacar países mejor ubicados económicamente y con riquezas sociales/culturales que también escasean en su país. No obstante, el obvio, y hasta exacerbado, sarcasmo de su realizador a la horade exponer su tesis frente al gobierno de su país; siempre queda tildando la misma idea, la sumisión lógica del resto del mundo frenea los Estados Unidos. ¿Qué invadimos ahora? Es probablemente el documental de Moore que más sencillamente puede ser atacado. No solamente presenta una visión parcializada, algo falaz, y extremadamente personalista; sino que contradice su propia propuesta. En ese recorrido que hace alrededor del mundo, la sumatoria de beneficios que presenta de los diferentes países, pareciera tomar en solfa más a esos países que al propio EE.UU., como aquellos episodios en los que Los Simpsons salen a vacacionar puertas afuera de su país, claro que sin la gracia redentora de la serieMattGroening. Michael Moore no puede evitar (¿lo intenta acaso?) recorrer esos países con aires de superioridad, y no solo elige qué mostrar y qué no, sino que refriega su pasaporte y nacionalidad yanqui paso a paso. Comúnmente no conviene analizar un film, documental o no, por su ideología, pero aquí, la misma impregna su ser como película, porque Moore es el documental (como siempre) y la ideología es Moore. A dos exponentes locales como mínimo cuestionables, como lo son Jorge Lanata y Enrique Piñeyro más de una vez se los emparentó con el director de ¿Qué Invadimos Ahora? Por lo tendencioso, soberbio y capcioso de esta propuesta, podríamos darle tranquilamente la razón a esa comparación. La reiteración de tópicos, es otro de los puntos flojos del filme, pero, así y todo, con la urgencia de las próximas elecciones presidenciales en el norte, su película termina por convertirse en una propaganda a favor de Hilary Clinton, y en determinado tramo esto se hace aún más evidente cuando se presenta la cantidad de mujeres con cargos políticos y líderes de opinión en el mundo. Y cuando del filme termina por desprenderse ese olor a propaganda política en pro de Clinton, igualmente, Moore deja claro que hay que votarla a ella no porque sea la mejor opción, al contrario, sino por la polarización de las propuestas actuales y el estado de decadencia de la sociedad y la política norteamericana.
SUEÑO AMERICANO Despues de dos años furiosos en el cual editó sus documentales mas explosivos (Bowling for Columbine, 2002; y Fahrenheit 9/11, 2004), la carrera de Michael Moore parece haber entrado en su etapa mas pensante a partir de lo que fue Sicko (2007), su repaso por la politica de salud de los Estados Unidos. ¿Qué Invadimos Ahora? retoma un poco el espiritu de aquella y replantea no solo la visión unívoca de la cosas de los estadounidenses (como Estado) sino que tambien lo hace con su propio estilo. El noveno documental del oriundo de Flint, Michigan, es en el sentido formal y fisico el menos radical y más pasivo de su filmografía. Lo cual no lo hace peor, sino que lo hace abordar otro costado menos explorado de su narrativa dialectica y de montaje. El recorrido por distintos países europeos en sociedades de ensueño donde la vida “es mejor” supone la invasión del título por parte de Estados Unidos. En este viaje, Moore visita fabricas, escuelas, universidades y prisiones con el fin de “robar” ideas para su país natal. Aparte de la obvia ironía, la intención de Moore no es crear un testimonio ineludible de lo perfectos que son los europeos, sino lo mal planteado que está su país. Aquí la consciencia de lo poco sostenible que es el planteo de que Europa es perfecta y Estados Unidos no, es total. Es por esto que el retrato de aquellos aciertos es muy especifico: cultura laboral francesa, italiana y alemana, educacion primaria francesa y finlandesa, carceles noruegas, etc. Como obras mas urgentes, Bowling for Columbine y Fahrenheit 9/11 contenían ese nervio a flor de piel de la tragedia inmediata que contrastaba los testimonios de las victimas con los de los victimarios buscando el efecto de la concientización sobre problematicas que usualmente terminan convirtiendose en solo numeros. Con ¿Qué Invadimos Ahora?, Moore logra su obra más reflexiva, y menos visceral. Porque aquí pretende pensar el estilo de vida estadounidense, el american way of life, no sobre un hecho especifico. Porque pone de manifiesto que la versión americana no solo no es única sino que esta muy lejos de ser la mejor.
Aquí, en la Argentina, creemos, y en muchas ocasiones estamos convencidos, de que Estados Unidos es la panacea, la meca donde habría que ir a vivir, y nosotros tendríamos que imitarlos para llegar a ser del primer mundo. Pues si piensan eso, olvídense, porque el realizador Michael Moore nos muestra, y les demuestra a sus compatriotas, que están equivocados. Si ellos quieren y nosotros también queremos una mejor educación, salud, justicia, trabajo, respeto social, en definitiva, una mejor calidad de vida, no miremos al gran país del norte, sino a ciertos países europeos que lo consiguieron y no por eso es mucho más caro ni más difícil realizarlo. Michael Moore recorre 9 países: Italia, Finlandia, Francia, Alemania, Eslovenia, Portugal, Túnez, Noruega y finalmente Islandia. De cada uno de las naciones visitadas extrae lo mejor que tienen, como las vacaciones pagas, la calidad educativa de Finlandia, el modo de alimentación en los comedores de las escuelas públicas francesas, el sistema de salud gratuito, el mejor sistema carcelario de Noruega, la calidad de vida de los trabajadores, los derechos de las mujeres de Islandia, etc. El documental tiene un tono irónico porque al comparar cada país visitado con Estados Unidos siempre pierde éste último, sorprendiendo legítimamente al realizador que no puede creer lo que ve y escucha de los sistemas de vida que tienen. Y eso que en su carrera vio y escuchó de todo. Porque las ideas implementadas en esos países fueron proyectos de los estadounidenses que no quisieron o no pudieron cumplir. Acá no interesa analizar la factura técnica y narrativa porque Michael Moore tiene sobrada experiencia en el tema, cuenta con un gran presupuesto para poder viajar, y gracias a su fama puede acceder a las casas de gobierno para poder entrevistar a los políticos más encumbrados. El modo de vida de esos países es el soñado por los políticos para contar en sus discursos, como priorizar la búsqueda de la felicidad, respetar e integrar al otro, no odiar, vivir en comunidad, no pensar en uno mismo, contraponiéndose a la ideología endogámica estadounidense, no buscar revanchas, vivir en paz, no como las declamaciones de los distintos gobiernos que tuvo los Estados Unidos en su historia, diciendo que el enemigo está afuera y su deber es combatirlo para reguardar el orden mundial, pero los entrevistados nos enseñan que el enemigo lo tienen dentro suyo. En este documental vemos que cuando hay decisión política y voluntad para hacer las cosas bien, el pago de los impuestos sirve para beneficiar a la población, la administración de los mismos alcanza para fomentar todos los proyectos, sabiendo que a la larga es más económico para el país mantener a los ciudadanos con un muy buen standard de vida. Resumiendo, esta película nos informa, y paralelamente nos hace asombrar, envidiar, y reflexionar de que, si se quiere, se puede, sin excusas.
Michael Moore planta sus banderas y vale la pena verlo El documentalista pone voz y voto a un ensayo sobre las ideas de bienestar que su país abandonó hace tiempo, contra toda felicidad posible. "Mandenme a mí", cuenta Michael Moore que sugirió al Pentágono de su país, el más poderoso del mundo. Y allá va el documentalista, a plantar banderas en cada lugar que visita en busca de ideas. Formulada como un ensayo que reconstruye la tesis mientras Moore camina, habla y entrevista, la película ¿Qué invadimos ahora? pone en jaque el sistema estadounidense en su conjunto, interpelado a partir de las ideas que el director toma y enuncia. Moore expone una falsa inocencia cuando se muestra sorprendido por las conquistas laborales que los italianos, los primeros en aportar su experiencia como ciudadanos felices, describen. Vacaciones pagas y 36 horas de trabajo semanal aparecen como algunas de las ventajas de ese paraíso que Moore va construyendo durante dos horas de película.El procedimiento resulta interesante, entretenido, mantiene buen ritmo narrativo y hace foco en la palabra dicha de manera responsable por los testigos de cambios sociales saludables para el sistema democrático. La película funciona como un excelente instrumento de debate, desde la perspectiva de un ciudadano estadounidense que se siente incómodo con el fracaso del sueño americano y sus consecuencias. Se escuchan palabras muy duras en torno a la identidad forjada a partir de la competencia, la acumulación y el éxito a cualquier precio. Moore aborda muchos temas, repartidos en los países visitados donde dan testimonios personas de las distintas áreas de interés. En Francia aborda el tema de la comida saludable en escuelas públicas y los impuestos. Sigue con el sistema educativo finlandés; la universidad gratuita en Eslovenia; la calidad de vida de los alemanes y el valor de las políticas sobre la memoria, el Holocausto y las reparaciones históricas; la despenalización de las drogas en Portugal; el modelo del sistema carcelario noruego; las políticas de salud reproductivas y aborto en Túnez; el caso de los banqueros presos y la tradición de las mujeres en los puestos de decisión en Islandia. Moore intercala imágenes de archivo sobre las luchas estadounidenses y las conquistas tardías con respecto a los derechos de los negros, al tiempo que muestra golpizas, actuales, a cargo de los policías contra la población más vulnerable. Moore rinde homenaje a las mujeres (vía Islandia) y aporta su fina ironía y un texto que hasta podría leerse con interés, para denunciar por qué en su país, Estados Unidos, es tan difícil ser feliz. Una y otra vez el director repite que las ideas que lo deslumbran fronteras afuera nacieron en su país. Señala, como contrapartida, el resurgimiento de la esclavitud en Estados Unidos, el abandono de los ciudadanos por la falta de asistencia en salud y educación, la apuesta por los banqueros, la violencia institucional. A partir del juego de palabras del título, el director profundiza su postura política con el cine como herramienta poderosa.
Predicarle al coro Hace no mucho tiempo atrás, los panfletos disfrazados de documentales filmados por Michael Moore generaban bastante ruido. Moore era conocido por todo el mundo como un (supuesto) paladín de la verdad, un periodista arriesgado y subversivo que no temía enfrentarse a quien fuera en su cruzada por la causa justa de turno. Se llenaban salas, vendía libros, aparecía en los noticieros. Hasta le daban premios, confirmando de paso que de arriesgado y subversivo no tenía un gramo, y Bowling for Columbine (2002) se llevaba el Oscar a Mejor Documental unos años antes de que Farenheit 9/11 (2004) obtuviera la Palma de Oro de Cannes. Ahora se estrena ¿Que invadimos ahora? (2015), una película que, ya sin la urgencia de sus éxitos iniciales, deja todavía más al descubierto las grandes falencias y pocas virtudes de Michael Moore. Más allá de todos sus errores, los temas que Moore elegía en sus primeras películas eran al menos dignos Goliats. La tenencia de armas en USA, la guerra contra el terrorismo y el sistema de salud eran enemigos bien elegidos, incluso si su forma particular de abordarlos era incorrecta. En ¿Que invadimos ahora?, Moore parodia la tendencia americana a la invasión territorial planteando una invasión propia a países “que funcionan bien”, para apoderarse de aquellas buenas medidas que USA carece. Entonces va a Italia y queda fascinado por la cantidad de días de vacaciones, y viaja a Francia a maravillarse por la comida que sirven en las escuelas. Por supuesto que no se ahorra sus típicas trampas y, entre otras, muestra a los niños franceses asqueados por la comida chatarra americana, curioso suceso considerando que Francia figura sexta en la lista de cantidad de sucursales de McDonalds globalmente. Así con varios países, siempre con la superficialidad que lo caracteriza, tomando cada cuestión particular como si existiera en el vacío, incapaz de ahondar en tema alguno. Esta carencia de rigor y de la lógica más básica siempre estuvo en sus películas, pero en este caso se vuelve aún más notoria por la trivialidad de su planteo. El humor, el punto más fuerte de un realizador que no temía burlarse de sí mismo, sigue presente y es el único descanso en medio de tanta irresponsabilidad discursiva. Moore solía recorrer sus películas con furia e indignación, y aunque fueran más panfleto que documental (porque no buscaba respuestas en el mundo sino que entraba con ellas de antemano y te las tiraba como ladrillazos), lograba llamar la atención sobre problemas reales. Pero ahora ni esa energía le queda y el resultado es una película dirigida para sus acólitos, para los que no necesitan argumentos sino aplausos por lo que ya saben, para los que entran convencidos esperando un nuevo sermón del predicador Michael.
El nuevo film de Michael Moore arranca con un cuestionamiento: pese a tanta inversión y alharaca, los Estados Unidos no ganaron ninguna guerra desde la Segunda Guerra Mundial; incluso, terminaron fomentando la creación de enemigos como ISIS. Habrá que pensar bien, entonces, adónde invadir ahora, y él mismo se propone como invasor. Lo que sigue es un recorrido de Moore por una decena de países donde se hacen mejor las cosas que en los EE.UU. Al finalizar el último testimonio del representante del país en cuestión, el controvertido documentalista planta una bandera norteamericana con la expresión: “Les robo la idea y me la llevo a casa”. Así, el primer país “invadido” por Moore es Italia; allí, los empleados de cualquier empresa gozan de hasta dos meses de vacaciones pagas, algo que los empleadores (el director entrevista al CEO de Ducati) ven con buenos ojos: es una inversión para tener al personal motivado, mientras en los EE.UU. las vacaciones pagas solo existen en la imaginación. Moore sigue por Francia, donde la comida es sana y de primera calidad hasta en los colegios más alejados de Normandía; Finlandia, donde existe el nivel mundial más alto de educación, por recibir inversión estatal, ser gratuita y hermanar a todas las clases sociales; Eslovenia, donde la educación, también cualificada, es gratuita y abierta para todo el mundo (hay alumnos norteamericanos y una infografía incluye, como corresponde, también a la Argentina). Pero el foco son aquellos países (Túnez, Islandia) donde la participación de la mujer inclina la balanza a favor del progreso. Sin deslumbrar, en vísperas de la elección presidencial más reñida, Moore aporta su granito de arena, en un documental informativo y por demás agradable.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
RESCATE DE LO PROPIO Estados Unidos parecería haber perdido el rumbo en el campo bélico, luego de la Segunda Mundial. Por eso mismo, Michael Moore no duda en aceptar el desesperado pedido del ejército, la marina y la fuerza aérea para volver efectiva y beneficiosa alguna invasión. Sin perder el tiempo, el director se marcha en un portaaviones con su amada bandera flameando y traza un mapa de ruta para iniciar su cometido: invertir los roles y dejarse él invadir para tomar ideas, concepciones, logros o formas de vida, llevarlas a su país y ponerlas en práctica. El tono irónico de los primeros minutos del documental se diluye una vez que Moore arriba a Italia, el primero de la larga lista de países del Viejo Continente que visitará (además de Túnez), y se mantiene didáctico durante toda la película. En Italia queda maravillado por las ocho semanas de vacaciones pagas anuales, aguinaldos, las licencias por maternidad y la mentalidad de los empresarios que buscan reducir el stress de los trabajadores para aumentar la producción. En Francia se deslumbra por los almuerzos en comedores de escuelas públicas, el nivel nutricional, la enseñanza sexual y la forma de distribuir los impuestos. Moore no puede dar crédito a las cárceles de lujo de Noruega y al tratamiento de los presos como tampoco que la despenalización del consumo de drogas en Portugal haya conseguido disminuir los disturbios y el consumo. Los casos, testimonios e invasiones se suceden a una gran cantidad de temáticas complejas y universales pero que pierden, por momentos, cierta verosimilitud al mostrarse perfectos. De hecho, en toda la película no se menciona más que al pasar, ningún inconveniente europeo; más bien se lo muestra como un continente inigualable, modelo, ideal. En Islandia, por ejemplo, una de las mujeres entrevistadas no sólo indica que no iría a Estados Unidos, sino que le reprocha a él por su falta de preocupación por la gente que se muere de hambre dentro del país. La última parte de ¿Qué invadimos ahora? se embebe en la idea de moraleja, que roza la creación de consciencia, el patriotismo y la implementación futura de numerosas ideas que, por azar o coincidencia, surgen todas del mismo lugar. Una invasión que, a final de cuentas, no es más que una vuelta hacia las propias raíces. Por Brenda Caletti @117Brenn
La nueva genialidad de Michael Moore. Me entero que se estrena un nuevo documental de Michael Moore que se llama ‘¿Qué invadimos ahora?’ (Invadiendo el mundo) y voy al cine esperando ver una película sobre una guerra en Medio Oriente, la obsesión de los yankis por las armas… algo bélico, de alguna manera. Nada de eso. ¿De qué se trata Qué invadimos ahora, la nueva película de Michael Moore? Al hombre le encanta poner el dedo en la llaga, pero lo bueno es que sabe cómo hacerlo con gran inteligencia. El título mismo es irónico. La película se trata de elegir qué países invadir para apropiarse de sus mejores recursos. ¿Pensaste en petróleo y Medio Oriente? Moore hace un recorrido por diversos países de Europa y uno de África para descubrir esas cosas en las que son mejores que los estadounidenses y así apropiarse de sus ideas. Sistemas educativos, derechos laborales, sistema penal, drogas, alimentación y más. Razones para ver ¿Qué invadimos ahora? La visión y sorpresa que pueda producir lo que muestra dependen de los ojos que la ven. Para un estadounidense MUY orgulloso de su país puede resultar incómoda y, en el mejor de los casos, reveladora. Para los de afuera, algunas cosas llamarán más la atención que otras. Pero lo genial es que Moore logra entregar una película que es tan graciosa como reflexiva, además de un pequeño paseo por el mundo que siempre sirve para ver las cosas desde otra perspectiva. No soy fan de los documentales, pero AMÉ ver ‘¿Qué invadimos ahora?’. Me resultó divertida, didáctica, inteligente y súper llevadera. Me atrevo a decirte que, incluso, me pareció un aporte al mundo. Porque si bien hay algunas partes que son de denuncia (el maltrato a la comunidad afroamericana, por ejemplo), todo lo que muestra te deja pensando. Ves que hay formas de hacer las cosas bien, si se quiere: tan simple como eso. Cuando pensás que el mundo es un desastre, ves que hay gente mejorando el mundo, pensando, buscando el bienestar ajeno, haciendo que algunas cosas, grandes o pequeñas, funcionen. Gran película de un gran director. No te pierdas ¿Qué invadimos ahora? Puntaje: 10/10 Título original: Where to invade next Duración: 120 minutos País: Estados Unidos Año: 2015
Michael Moore en busca del capitalismo humano Según los críticos la última película de Michael Moore ¿Qué invadimos ahora? es la más optimista de su filmografía. Para algunos esta característica la convierte en una obra muy divertida e irónica, y para otros es deshonesta o al menos esconde una parte de la verdad. Teniendo en cuenta su filmografía anterior, especialmente las primeras Roger y yo, Bowling for Columbine y Farenheit 9/11, que se destacan por intensas investigaciones y profundas denuncias a distintos aspectos de las políticas norteamericanas, la última producción del cineasta es por lo menos una película algo liviana y superficial. Según el propio Michael Moore su objetivo fue “elegir las flores, en vez de las malas hierbas”. Por eso recorre distintos países de la Europa en crisis y casualmente no se cruza con ningún problema, solo encuentra ventajas y buenos ejemplos de políticas sociales. ¿Qué invadimos ahora? está estructurada al estilo de una road movie mundial, en donde su protagonista, como siempre el mismo Michael Moore, se propone invadir países al servicio de los Estados Unidos, pero esta vez no para someter a ningún pueblo, sino para tomar de cada lugar los buenos ejemplos, las buenas ideas que permitan vivir mejor. Así llega a Italia y descubre que en estas tierras los trabajadores tienen vacaciones pagas y son felices, en Francia tienen comidas "gourmet" en las escuelas, en Noruega los presos viven muy bien, en Portugal no penalizan el consumo de drogas, en Finlandia tienen el mejor sistema educativo, en Islandia las mujeres tienen un lugar destacado en la vida política y social, y así… Pero en su extenso recorrido no se cruza con los miles de refugiados que recorren Europa y enfrentan políticas xenófobas. Las altas tasas de desocupación y trabajo precario que vienen creciendo desde el inicio de la crisis parecen no existir. Las mujeres no necesitan enfrentar el machismo o las leyes retrógradas como en Polonia. El lente de Michael Moore parece estar calibrado para descubrir pequeños ejemplos que muestren un capitalismo que puede ser justo y humano. El "corte optimista" del director esconde la realidad. A pesar de los sesgados ejemplos, el contraste con la realidad de Estados Unidos no deja de ser un elemento de denuncia al modo de vida y la política norteamericana. Así la película recorre también importantes problemáticas como la comida basura yanqui y los problemas que causa en la salud, el alto costo de la educación privada, la persecución policial y discriminación, la precarización laboral y pérdida de conquistas, el trabajo esclavo en las cárceles, entre otras. El principal destinatario de este documental es el público estadounidense y existe un amplio sector crítico que se viene expresando de múltiples formas en los últimos años. Pero los jóvenes que fueron parte Occupy Wall Street, los que se movilizan contra la precarización laboral, los miles que son parte del movimiento Black Lives Matter no necesitan seguir los consejos de Michael Moore. Lejos de buscar una alternativa de un capitalismo humano, la crisis económica y sus consecuencias en Europa y Estados Unidos echan luz sobre la necesidad de construir una crítica verdaderamente anticapitalista.