Thor: Amor y trueno (Thor: Love and Thunder, 2022) es la cuarta película de la tetralogía del personaje de Marvel. Lamentablemente no será la última, aunque a juzgar por las barbaridades que ocurren aquí, será difícil predecir el futuro de la franquicia. Mentira, seguirá adelante sin problemas, lo sostiene el Universo Cinematográfico Marvel. Thor (Chris Hemsworth) tiene una crisis de la mediana edad y lamentablemente lucha contra eso en medio de la película. Acompañado por el elenco de Guardianes de la galaxia ayuda a su manera mientras atraviesa la tristeza por los seres perdidos e intenta no conectar con sus sentimientos más profundos, aquellos que le recuerdan a la doctora Jane Foster (Natalie Portman). Pero esa es una de las escenas del comienzo, las otras dos presentan a los otros protagonistas. Gorr (Christian Bale) pierde a su hija, lo que lo enemista con su dios y lo termina convirtiendo en un carnicero de dioses. Él no era malo, se convirtió en malo. Ningún pibe nace carnicero de dioses. Y el tercer personaje es el regreso de Jane Foster. La doctora tiene un cáncer avanzado y con pocas posibilidades de sobrevivir. Excelente idea para meter en una película de Thor, un manotazo de ahogado del guionista y director Taika Waititi. Una mala señal. La película se debate entre una comedia cínica y una drama lleno de golpes bajos, ambos son dos caras de la misma moneda. Waititi había convertido a Thor en una comedia al dirigir la tercera parte, Thor: Rangarok (2017) lo que generó felicidad masiva pero no unánime. Ahora insiste sobre ese punto, pero en el medio hizo Jojo Rabbit (2019) donde combinó comedia y abyección en una versión mejor filmada de la abominable La vida es bella. Especulación en esta puro, un daño sin retorno para el realizador de una gran película, What We Do in the Shadows (2014). Todo deja una marca y es Amor y trueno donde despliega todo ese costado sobrador y pretencioso, el peor de los escenarios. Algunas escenas se resuelven mejor que otras y varias son insufribles. Estéticamente tiene varios momentos bellos pero también aparecen algunos que hubieran sonrojado al creador de los poster Pagsa. Waititi no tiene sentido del humor, solo practica el viejo arte de la burla, que no es lo mismo. La burla puede producir algo de risa, pero a la larga es cruel e inútil. En eso claramente se diferencia del espíritu de Guardianes de la galaxia, la versión no cínica del revisionismo de los héroes. No soy fan de ninguna de las dos series, pero el tiempo le juega a favor a una mientras hunde a la otra. Thor: Love and Thunder tiene como máximo hallazgo abusar del uso de Guns N’ Roses en la banda de sonido y en cada lugar que entra. Tiene la agenda woke completa, sin un solo casillero libre y el empoderamiento femenino menos creíble de la década. Las contradicciones del relato y su mirada del mundo llegan hasta el último segundo de la secuencia final de títulos. En eso es coherente: es un incoherente hasta el final.
La segunda de la saga dirigida por Taika Waititi iva la joda! Era el latiguillo de un personaje popularmente conocido como Alakrán, interpretado por Rodolfo Samsó en el recordado programa de TV De la cabeza, en la época en la que aún nos sentábamos a ver televisión como la conocimos, en clara referencia a una forma de definir el humor. «¡Viva la joda!» se podría exclamar aquí también, en el caso de Thor: Amor y Trueno. La vertiente elegida por el buen director que es Taiki Watiti para la cuarta entrega de Thor (segunda para el realizador) puede estar alineada con los puntos narrativos que el personaje atraviesa prácticamente desde el inicio del MCU tal como lo conocemos; lamentablemente estos puntos se profundizaron de tal modo que le fueron quitando a Thor toda posibilidad de evolución dramática. Extra spoiler, sobre todo para los fanáticos y los curiosos que irán a investigar: las ideas que forman parte del guion de la nueva entrega de Thor tienen su nacimiento en los comics publicados a partir de 2015 (en una serie individual, The mighty Thor) y en Thor, volumen 4. Estas historias siguen los pasos de Jane Foster y su nuevo rol en aparente reemplazo del dios del trueno. En Thor: Amor y Trueno, para hacer frente a la amenaza de Gorr (Christian Bale), Thor (Chris Hemsworth) solicita la ayuda del Rey Valkiria (Tessa Thompson), de Korg (Taika Waititi) y de su ex novia Jane Foster (Natalie Portman) que, para sorpresa de Thor, empuña inexplicablemente su martillo mágico, Mjolnir, como la Poderosa Thor. Juntos, se embarcan en una aventura cósmica en la que tendrán que descubrir el misterio de la venganza del Carnicero de Dioses y detenerlo antes de que sea demasiado tarde. El elenco es interesante y posee buena química, lo que obviamente es un punto a favor. Portman, Bale, Thompson y Pratt son los nombres que se encuentran entre los principales, y desde ya me reservo algunas sorpresas porque algo hay que guardarse, viejo. Si no, no hay misterio. Tal vez este ritmo y este modo de definir las historias del Dios Vikingo se haya constituido a estas alturas en su forma básica y necesaria. Habrá que ver de cara al futuro qué le depara al personaje interpretado por Hemsworth, y cómo encajará en el universo que se viene. En tanto film clásico del estilo Marvel, en tono de comedia (en este caso tomando el 90% del tiempo de su duración), Thor: Amor y Trueno funciona para los seguidores, para quienes no quieren perder el hilo de la historia y, para no dejar afuera a nadie, a los que deseen elegir un buen momento de entretenimiento.
From Her to Eternity Cerca del final de Thor: Love & Thunder, hay una escena que manifiesta cabalmente el ímpetu de toda la película y termina siendo una declaración de intenciones. En la batalla final contra Gorr -el asesino de dioses que interpreta Christian Bale-, Thor (Chris Hemsworth) le otorga sus poderes a un grupo de niños que están secuestrados por el villano. Usando como armas lo que encuentran (piedras, palos, hasta un peluche de un conejito), los niños acometen contra un ejército de monstruos y los vencen con los poderes del Dios del Trueno. Esa euforia infantil, esa emoción por agarrar los muñecos y hacerlos chocar haciendo ruidos de explosiones, esa fe que puede convertir objetos cotidianos en armas de poder divino, es lo que permea toda la película. Sin dudas, el responsable de que Thor: Love & Thunder -la vigésimo novena película de la franquicia corporativa más exitosa de nuestros tiempos- todavía pueda darse el lujo de respirar frescura, es Taika Waititi. Podemos especular con que Thor: Love & Thunder posiblemente sea su primera película con libertad creativa total dentro de la fábrica Marvel, después de haber revivido al alicaído personaje en su película anterior, Thor Ragnarok (2017). Posiblemente, Love & Thunder no existiría sin aquella aventura anterior, que por un lado cumplía con el mapa trazado por Kevin Feige y compañía y por el otro reinventaba al personaje haciendo uso extensivo de la vis cómica de Chris Hemsworth, un actor invaluable y -hasta ese momento- desaprovechado. Ragnarok también convertía a Thor en un rockstar: el estandarte de aquella película era la “Immigrant Song” de Led Zeppelin; en esta ocasión es “Sweet Child O’ Mine” de los Guns N’ Roses, cuya estética es una referencia constante. En Love & Thunder, Waititi luce menos comprometido por la mochila de una narrativa ya trazada pero hay dos que le pesan mucho. Por un lado, la necesidad de conseguir una película bigger and louder que Ragnarok. El guion -coescrito con la realizadora Jennifer Kaytin Robinson- nos pasea por muchos escenarios, nos presenta un puñado de nuevos personajes y toma ocasionales desvíos, algunos para hacernos reír y otros para completar los baches que necesita llenar para contar lo que viene a contar. El resultado es un primer acto bastante caótico para una película que parece no arrancar nunca, como una ventana de Google con muchas pestañas abiertas que hay que ir cerrando de a poco. Por otro lado, el uso -y abuso- del humor, que en Ragnarok permitía desanquilosar a un héroe algo adusto, amenaza con volverse en contra de las intenciones de la película. En los últimos años, el chiste que detona cualquier asomo de solemnidad se ha convertido en la marca del universo cinematográfico de Marvel al punto de convertirse en un gesto evitativo. Esto resulta especialmente nocivo en la medida en que Love & Thunder procura alcanzar una mayor profundidad emocional que la de su predecesora. Sólo en el último acto la película pareciera poder sacudirse el miedo a emocionar, dando como resultado uno de los finales más sentidos de esta larga franquicia. Si el clímax de la película resulta emocionante y resuena con una profundidad cada vez más inusual en el cine de gran presupuesto, es porque el guion de Robinson y Waititi vuelve a poner en el centro de la escena -o al costado, o a la izquierda, porque el desorden del primer acto resulta difícil de sacudir- al gran ausente del cine de aventuras de los últimos años: el amor, la trama amorosa, complemento irremplazable de cualquier gran aventura. Si Ragnarok rescataba a Hemsworth como actor, Love & Thunder hace lo propio con un personaje todavía más maltratado: Jane Foster (Natalie Portman). Casi diez años después de la última vez que la vimos acompañando al Dios del Trueno, Jane enfrenta problemas mucho más terrenales: un cáncer terminal dictamina que le queda poco tiempo. Mientras busca una cura fuera de los límites de la razón, Jane resulta ser digna portadora del Mjolnir, el martillo que anteriormente empuñara Thor. Los antiguos amantes se reencuentran y, junto a Korg (el propio Taika Waititi) y a Valkyrie (Tessa Thompson), emprenden una aventura para detener a Gorr, un asesino de dioses. El rescate de Jane Foster es un éxito, por lo menos dentro de los límites de la propia película. Portman brilla, como brilla cualquier gran actor cuando tiene material para trabajar. Waititi hace un esfuerzo titánico por renovar el interés en el personaje, aunque a veces parece que está tratando de sacarle agua a las rocas, cuando intenta construir un pasado de la pareja con el cual podamos conectar (que nunca se contó, que jamás tuvo peso), o cuando da por sentada la química entre Portman y Hemsworth, que es más bien poca y demandaba más escenas para que el espectador la acepte. En este punto, la narrativa patina y obliga al director a reposar en el interminable semillero de estímulos que pueblan la película. Algo similar ocurre con Gorr, el villano que interpreta un muy comprometido Christian Bale. Si su aspecto parece importado de una película de terror, constantemente parece tratado con actitud timorata, como si la película no quisiera dejarnos demasiado tiempo en la misma habitación con él. Cuando finalmente Bale tiene espacio para dominar el último acto, es que la película puede ahondar en los temas que le preocupan: esto es, la pérdida de la fe, y el amor como la única respuesta posible para la desesperación. Gorr es un padre que ha sufrido la pérdida de su hija porque los dioses desoyeron su llamado; algo de su desamparo resuena en el Dios del Trueno, que puede atestiguar cómo los dioses se han recluido en sus palacios y alejado de las necesidades de la gente. Llamativamente, uno de los textos más reveladores de la película aparece en una de las dos escenas poscréditos de la película. Zeus (un divertidísimo Russell Crowe) se hace cargo de la pérdida de fe de los hombres en los dioses, y su reemplazo por los superhéroes. El relato narrado, de tradición oral, aparece varias veces en las palabras de Korg, que se encarga de contarles a los niños las aventuras del Hijo de Odín y los suyos. Si los superhéroes son los nuevos dioses, eso significa que, eventualmente, también tendrán su período de declive. Ya podríamos hablar de eso cuando hablamos de la fatiga que estas películas están empezando a generar en los espectadores después de 15 años de éxito sostenido. ¿Cuál es, entonces, el secreto para que la leyenda perdure, para convertirla en mito? Para Love & Thunder, la respuesta parece estar en ese poder que se comparte, que se entrega a un grupo de niños para que puedan luchar a la par de sus héroes. Un Dios vulnerable, como aquella Jane Foster que finalmente logra entrar por las puertas de Valhalla, aceptando la muerte para abrazar la vida; un Dios piadoso, como ese Thor que termina como tutor de la hija de su enemigo. Un Dios que escucha y se ofrece.
Ha pasado casi una década desde que Chris Hemsworth se puso por primera vez en la piel del mitológico Thor, y en ese paso del tiempo, de maduración, y de evolución del MCU, el maridaje con Taika Waititi le ha permitido, hoy por hoy, potenciar una saga que se vale del humor para reírse de sí misma. Basta de películas de superhéroes dramáticas, intensas, densas, oscuras, y bienvenido el desparpajo y locura con la que Thor: Amor y Trueno termina por consolidar su propuesta. Como si el guion por sí solo se hubiese tomado cantidades industriales de LSD, la psicodelia y el rock and roll se apoderan de esta película en la que se revalida la firma de Waititi para consolidar su propuesta. Hemsworth encarna una vez más, y cada vez mejor, a este blondo personaje que se vale de su poderoso martillo, y que tras los sucesos de Avengers Endgame lo han puesto en una posición muy complicada en cuanto a sus vínculos y, particularmente, su bella ex mujer (Natalie Portman). Llanto, subidón de peso para él, poderes y misticismo para ella, incorporándose como una nueva Thor que, tras el autoexilio del hombre, asumirá la tarea de defender al mundo de la siniestra llegada de un nuevo villano (Gorr) que desea convertirse en el nuevo amo de todo. Y en el reencuentro de ambos, esa pareja que se saca chispas, pero también lágrimas, comienza una travesía y lucha por reestablecer el orden, y, quién sabe, ese amor. Thor; Amor y Trueno es una verdadera fiesta en la que se homenajea a la cultura pop más bizarra, pero también la más elevada, y con directas referencias a propuestas como Flash Gordon, que, terminaron de pegar la vuelta y convertirse en objetos de culto. Apoyándose en una gran banda sonora que elige a clásicos del rock de Guns N’ Roses, entre otros, y un elenco secundario en el que se destaca un Russel Crowe con bucles a lo Shirley Temple, y dos cabras gritonas, Thor Amor y Trueno es la película que necesitábamos y no lo sabíamos hasta ahora.
El próximo 7 de julio llega a los cines argentinos la nueva entrega de la saga de Thor Odinson y aquí te adelantamos algunas opiniones del film dirigido por Taika Waititi.
Cuando Marvel lanzó el primer trailer de Thor: Love and Thunder, los fanáticos y no fanáticos de la franquicia comenzaron con sus especulaciones. Sin ir más lejos, aquella primera presentación de la película no dejó nada librado a la imaginación. Para empezar, el papel de Russell Crowe como Zeus, que promete un rol secundario con aires de protagónico. También causó toda variedad de comentarios la inserción de Christian Bale en esta historia como Gorr, un villano ominoso con su inamovible objetivo de asesinar dioses. Por último, lo que probablemente cosechó la mayor cantidad de expectativas alrededor de esta cinta: la vuelta de Natalie Portman en su papel de Jane Foster. Entre tanta ansia por conocer la trama enteramente develada, hay una pregunta que todos se hacen y que el trailer deja en suspenso. ¿Encontrará Thor su verdadero propósito de ser? La respuesta no es tan clara como aparenta ser a simple vista. Desde el primer segundo Thor se debate entre los ejes en los que también basculan muchas figuras de Marvel. El eje humano y el eje “superhéroe”. El eje social y comunitario por un lado, y el que pertenece a la individualidad y a la intimidad por el otro. Dichos extremos son especialmente presentes en el hijo de Odín, que forjó una relación indisoluble con los humanos y muy específicamente con la astrofísica Jane Foster. La novedad en esta entrega de Thor es que esos extremos ya no son blancos o negros. Ahora, con la revelación de Jane Foster como Mighty Thor, el dios del trueno se verá obligado a reestablecer sus límites y prioridades que apenas estaba volviendo a analizar en pos de descubrir su individualidad. En esa busqueda de la individualidad se entrecruzan todo tipo de personajes y entidades. Los Guardianes de la Galaxia, pueblos amenazados por la desaparición de sus dioses, el carnicero que los hace desaparecer con una motivación profundamente asentada en la venganza, y que al principio de la cinta se encamina a lastimar Nueva Asgard. En el cumplimento de sus obligaciones como protector, Thor se va desvaneciendo entre el protagonismo de los personajes secundarios y una cantidad desmedida de chistes que en cierto punto se fatigan y que, tristemente, lo ridiculizan durante gran parte de la película. Por suerte, este punto debil de Thor: Love and Thunder puede verse como un vaso medio lleno. En el protagonismo de los personajes secundarios que recien mencionamos, Christian Bale y Natalie Portman son las verdaderas estrellas de la historia. Es seguro decir que ambos logran explorar y reorganizar su individualidad mucho más de lo que a Thor se le permitió. Jane Foster no solo se muestra indecisa por adoptar su parte mítica o proteger su parte humana, sino que además se ve anclada a su yo terrestre por un hecho de fatal urgencia. Por su parte, Gorr lleva adelante su promesa de asesinar a todos los dioses por su vanidad inherente, argumentando que “está construyendo un mundo justo”. A medida que la cinta se desarrolla, Gorr observa como la vanidad que busca destruir se apodera de sus acciones y se refleja en él mismo. Entonces, hacia el final de la cinta, el espectador queda al borde de la butaca, ansioso, en espera de las decisiones finales que tomarán los personajes de Bale y Portman. No es así con Thor, que una vez más queda enteramente sujeto al desarrollo de sus seres queridos y no queridos.
Deconstruyendo a un superhéroe. Thor: Amor y trueno es la cuarta entrega de la saga del vikingo cósmico del MCU. A diferencia de sus predecesoras, en esta oportunidad el director Taika Waititi apostó por hacer una película dedicada casi plenamente a la comedia para narrar la nueva aventura de Thor (Chris Hemswhorth), que vuelve a la pantalla luego de los acontecimientos de Avengers: Endgame. Con una vida rutinaria, solitaria, sostenida en la batalla y la amistad con los Guardianes de la Galaxia, así como con su compañero Korg (Taika Waititi), Thor pasa sus días sin encontrar un horizonte, casi como un ente, que se dedica a ayudar a otros planetas de los ataques que sufren por enemigos eventuales. Pese a esto, prontamente se presentan dos puntos de inflexión para el héroe. Primero la aparición de un nuevo villano, Gorr, el carnicero de los Dioses (Christian Bale), quien representa una verdadera amenaza para el protagonista, así como a su vez la inclusión de Jane Foster (Natalie Portman) científica y ex novia de Thor, que, tras sentir el llamado del Mjolnir, tomará el rol de protectora de Nueva Asgard en la tierra ante la ausencia de su fundador y en ayuda de su rey, Valquiria (Tessa Thompson). Un acierto de Waititi es haberle dado el rol del dramatismo y la seriedad al personaje de Bale, presentado desde el comienzo como un hombre defraudado por su Dios, que dejó morir a su hija por inanición en medio del desierto. Tal motivo, sumado a su “fortuito” encuentro con el simbionte All-Black, en forma de espada, que le permite matar a los Dioses y utilizar y llevar la oscuridad adonde vaya, lo convierten en un villano más que interesante. La actuación de Bale compuesta de oscuridad y dolor, con el claro objetivo de venganza, se nota claramente en su gestualidad escena por escena, capaz de transmitir el miedo y el odio a los dioses haciendo que se luzca en su nuevo papel. Es atrayente también la selección de los colores para definir los momentos en la película, dado que Gorr vive en una oscuridad inmersa en su interior, hay escenas en blanco y negro que van a reflejar la intensidad de algunas situaciones y demostrar el dolor en diálogos señalados. Lo que a su vez dota al villano de un gran poder. La contraparte de esta oscuridad se da desde la aparición de Thor con quince minutos de comedia plena, donde tanto el protagonista como personajes de reparto, encarnados por actores y actrices muy conocidos, harán estallar de risa a cada persona en la sala. Los gags que se producen tanto con los guardianes de la galaxia como la diversión en Nueva Asgard van a ser los propulsores de las carcajadas. Hemsworth tiene algunos puntos altos en su actuación, más que nada teniendo en cuenta que no es fácil representar un personaje del cual se espera prácticamente que corte al medio todo lo que tenga a su paso. Sin embargo, por momentos se nota ese vacío sentimental al inicio de la película, como a su vez su contento y alivio al encontrarse con Jane y su padecimiento ante Gorr. Pero tal lo escrito previamente, el otro punto de inflexión es la llegada de Jane Foster, lo que le otorga a la película el sedimento de un romance que dejó recuerdos y heridas en la expareja. Natalie Portman realiza muy bien su papel, al principio de dureza y desinterés fingido, como sucede con dos ex que se encuentran después de mucho tiempo, y a su vez tomando la posta del martillo de Thor y pasando de ser una simple humana a convertirse en una heroína digna de la trama y demostrando una gran altura, llevando a cabo un guion que es duro para su personaje que requiere fortalezas y debilidades. Las idas y vueltas entre ella y Hemsworth, obviamente se tornarán central en la película, sumada a su complicidad con Valquiria, que traerá muchas escenas de comedia, junto con los flashbacks, tanto de la relación, como de Thor, ayudarán mucho a reforzar estos pasajes. La pregunta entonces es: ante tanto drama, tanta comedia e incluyendo el romance… ¿dónde está la acción en una película de superhéroes? Sinceramente son contadas las escenas de lucha y pelea en esta realización. Lo cual no hace que su calidad sea mala, pero comparando con otros films del mundo Marvel, da la impresión de que se queda corto. Siempre insistiendo en que por lo general es lo más buscado en este tipo de subgénero. Otro punto aparte de todo esto es la musicalización de la película, casi enteramente compuesta por canciones de Guns N’ Roses, que se puede tomar como una buena conjunción de la simbología del amor y el trueno. Sobre todo, teniendo en cuenta las power ballads que determinan al Hard Rock, que esta banda representa, con canciones de gran intensidad instrumental y letras nostálgicas. Sin dudas es un muy buen complemento, sobre todo para acompañar escenas puntuales. Por todo esto podemos señalar a Thor: Amor y trueno, como una entretenida comedia romántica con una complejidad emocional muy bien lograda en su guion en general, donde la acción es un componente que se desarrolla por momentos, como medio para llegar a un fin. En conclusión, particularmente en este film, el foco no está puesto en lo trepidante sino en el desarrollo de otros aspectos de los personajes.
Una deidad pesada En algún punto de la posmodernidad el nihilismo impregnó absolutamente todos los espacios y el mundo se volvió gris, monotemático, insulso, indoloro e incoloro. Solo la inercia de seguir haciendo cosas sigue en pie, hacer cosas sin un propósito, en una autoparodia permanente. Esa es la única explicación para el continuo éxito de cada film de Marvel, que comenzó revolucionando el cine de superhéroes con algunas películas de gran calidad para luego caer en un ciclo de repetición de lo mismo sin ningún sentido, intentando encontrar el norte con un despropósito tras otro y alguna notable excepción a la regla. La última entrega de la franquicia de Marvel es el regreso del Dios del Trueno, Thor, tan venerado por la cultura nórdica y germánica como denostado y demonizado por el cristianismo, nuevamente de la mano del realizador neozelandés Taika Waititi, que ya había dirigido Thor: Ragnarok (2017), la película anterior basada en el mismo personaje. Manteniendo el tono hilarante de todas sus obras, Waititi parodia los films de superhéroes constantemente con el humor sardónico que caracteriza al director. En esta oportunidad Thor (Chris Hemsworth) enfrenta a un nuevo enemigo, Gorr (Christian Bale), un acólito de un Dios menor reconvertido en apóstata que tras perder su fe, debido a la cruel muerte de su hija en el desierto, decide intentar exterminar a todos los Dioses para acceder al deseo que concede la Eternidad al primero que llega a ella, no sin antes comprobar que los Dioses no tienen ningún carácter benévolo ni magnánimo y que no merecen vivir. Thor, por su parte, adolece por la ruptura con Jane (Natalie Portman) de varios años atrás mientras viaja por el universo junto a los Guardines de la Galaxia y busca infructuosamente una esquiva paz interior. Cuando regresa a la Tierra, Thor descubre que Jane, su antigua novia, se ha convertido en una heroína como él y ha logrado reconstruir su preciada arma, el martillo Mjolnir. Gorr secuestra a los niños del nuevo Asgard para atraer a Thor al mundo de las sombras para quitarle su arma y abrir así el portal hacia la Eternidad. Thor, Jane y la Reina de las Valquirias (Tessa Thompson) se embarcan en la búsqueda y el rescate de los niños hacia el mundo de las sombras para enfrentar a Gorr, que buscará eliminar a los Dioses con su espada, que le da el poder para continuar con su quimera mientras lo consume. Basada en los cómics de Stan Lee y Jason Aaron, Thor: Amor y Trueno (Thor: Love and Thunder, 2022), aún más que su predecesora, es una parodia del cine de superhéroes y de los panteones de deidades, a la vez que critica la transformación de lo auténtico en caricatura turística. Durante todo el film los Dioses son retratados como caprichosos, estúpidos e insensibles, Thor incluido. Además, la nueva Asgard es ahora un complejo turístico en la Tierra al que arriban los cruceros con cientos de visitantes para acceder a un espectáculo patético que relata la muerte de Odín y la intrusión de Hela. La banalización socarrona de las creencias religiosas va de la mano con la burla de las mitologías, y de paso, del mundo de los superhéroes. Además del tono mordaz hay un juego con la música de la banda norteamericana de rock Guns & Roses, que surge en momentos específicos para exacerbar el tono paródico del film y recargarlo de una diversión desbocada. El nuevo trabajo de Waititi, también protagonizado por él como Korg, al igual que en Thor: Ragnarok, incluye a Russell Crowe como Zeus y a Matt Damon como un actor de Asgard que interpreta a Thor y Loki, figuras que le agregan más humor a una propuesta que rebalsa de comicidad hasta el hartazgo. El realizador de What We Do in the Shadows (2014) no da respiro aquí con los chistes en una catarata que no termina nunca y que promete regresar con más Dios del Trueno, dado que a esta altura el ciclo de Marvel apuesta al infinito. El personaje de Gorr es una especie de metáfora de la conciencia humana de la muerte de Dios, de un despertar que es también una nueva muerte, una obsesión por una nueva metafísica que no resuelve nada. Los únicos pocos momentos de seriedad tienen que ver con las enfermedades y el óbito, ya que el resto de la película se ciñe a la comedia lisa y llana, lo que logró una cierta frescura en la propuesta anterior que convenció a los fanáticos de la agotada fábrica de superhéroes, que veían demasiada seriedad y agradecieron un poco más de liviandad. Waititi tuvo aquí mucho más control que en Thor: Ragnarok y hasta pudo participar del guión, coescrito junto a Jennifer Kaytin Robinson, para ofrecer una versión más acorde a su gusto, con algo de romance, una estética de rock pesado de los ochenta y mucho kitsch, que apunta a engrandecer lo ridículo y rimbombante. Aunque todo funciona, a Waititi se le va la mano con la exageración, que por momentos genera diversión pero a veces cansa un poco con la repetición del recurso narrativo. Al igual que Sam Reimi en Doctor Strange en el Multiverso de la Locura (Doctor Strange in the Mutiverse of Madness, 2022), Marvel apuesta a un giro de género para salvar un poco del aburrimiento, pero esto funciona parcialmente y siempre y cuando la propuesta tenga un sustento. Los cambios de escenarios son constantes y vertiginosos como en casi todas las películas de superhéroes y la apelación al amor como única respuesta ante la pérdida de la fe, el sinsentido de la vida y la soledad resulta loable, no obstante es aquí donde más falla la obra, al no llegar al corazón del espectador ni por asomo con ninguna de las resoluciones de la trama. Con esta nueva película de Thor hay una apuesta a una combinación de público adulto e infantil que apela a la maduración temprana de los niños en la actualidad, que contrasta con la infantilización de los adultos, que se niegan a crecer y asumir responsabilidades, dos caras de este mundo absurdo en el que vivimos. Los niños se convierten en verdaderos protagonistas del film en otra metáfora sobre el rol de los mayores, ahora en busca de empoderarlos para que puedan crecer en lugar de tratarlos como pequeños indefensos a los que hay que proteger, otra actitud de muchos adultos en la actualidad que contrasta con las ideas de generaciones anteriores en relación a sus hijos. La principal fortaleza del cine de Waititi, aquí levemente reflejada, es la sabiduría de que no siempre los temas serios deben ser abordados con solemnidad, lo cual demostró sobradamente en sus films anteriores, especialmente Jojo Rabbit (2019), pero a veces la seriedad de los temas tratados se diluye en la parodia de los superhéroes, con actores hartos de personajes sin profundidad, guionistas cansados de giros absurdos y directores que trabajan en piloto automático pensando en su próxima película. Por supuesto, nada de esto les importa a los espectadores de estas obras, que tal vez poco conozcan y les importe Waititi o cualquier tipo de temática que escape al mundo de los superhéroes. Thor: Amor y Trueno es otro eslabón de la ya insoportable catapulta de películas de Marvel, que en lo narrativo va en caída libre y sin paracaídas a estrellarse. Waititi logra salvar con su originalidad estética y narrativa la propuesta y al personaje de Thor, que encontró en Helmsworth a un protagonista a medida, pero la trama recuerda a la de todas las películas de superhéroes de Marvel. Lo que sorprendería y generaría interés se diluye como una película más de una cadena de montaje que nunca se detiene y que rápidamente se despide de su predecesora para dejarla en el olvido.
La saga de Thor regresa con una cuarta entrega (segunda consecutiva dirigida por Waititi) que, más allá del despliegue visual propio de un tanque de 250 millones de dólares de presupuesto y alguna cuestión trágica, apuesta casi siempre por un tono de ligera comedia de enredos y espíritu autoparódico. Tras un arranque bastante más solemne y con ínfulas “shakespeareanas” con Thor (2011), de Kenneth Branagh, la saga dedicada al dios del Trueno proveniente de Asgard fue mutando hacia la comedia autoparódica primero con Thor: Un mundo oscuro (2013), de Alan Taylor; y en especial con Thor: Ragnarok (2017), de Taika Waititi. La tendencia se consolida de forma definitiva con Thor: Amor y trueno, secuela que repite a Waititi como director y ahora también como uno de los dos guionistas. Luego de un prólogo en el que vemos la conversión del mortificado Gorr (Christian Bale) en villano vengador (“El carnicero de dioses”, lo definen) tras la muerte de su hija por inanición en pleno desierto, empieza la película con Thor convertido en el eje de una comedia de enredos que apuesta por la exageración, el humor físico y bromas no demasiado elaboradas pero que el carisma de Chris Hemsworth logra sostener y hacer casi siempre eficaces. Por supuesto, desde los primeros minutos sabemos que habrá un elemento (melo)dramático porque la científica Jane Foster de Natalie Portman sufre de un cáncer terminal, pero eso no impide que ella se convierta en el campo de batalla en una versión femenina de Thor y que el espíritu lúdico, por momentos infantil, y de humor zumbón se mantenga durante las dos horas de relato. La primera parte de Thor: Amor y trueno es decididamente graciosa y tira “toda la carne al asador”: desde la presencia de todos los Guardianes de la Galaxia hasta cameos en el marco de una representación satírica de los personajes de la saga con Matt Damon como Loki, Luke Hemsworth como Thor, Sam Neill como Odin y la aparición de Melissa McCarthy como Hela; además de la posterior presencia de Russell Crowe como un Zeus panzón y decadente. Sin embargo, poco a poco el disfrute se va difuminando y en la segunda mitad, Thor: Amor y trueno -musicalizada sobre todo con grandes éxitos de Guns N’ Roses como Welcome to the Jungle, Paradise City, November Rain y Sweet Child O’ Mine- se contenta con una historia de duelos y romances con un trasfondo de sentimientos de culpa y redenciones bastante genérica y convencional. El resultado no deja de ser simpático y por momentos convincente, pero la sensación es de un retroceso respecto de la cima (de la saga) conseguida por el propio Waititi en Thor: Ragnarok. Lo cierto es que -aun sin incidir demasiado en el destino del MCU- y tras las dos escenas post-créditos de rigor, un cartel indica lo que ya todos sabíamos: “Thor regresará”.
Ya hablamos largo y tendido del agotamiento que está sufriendo la oferta cinematográfica actual con la sobrepoblación de películas de superhéroes. No obstante, el fenómeno parece ampliarse e incluso ir creciendo con una gran cantidad de películas por año cada vez mayor (3 o 4 de Marvel, y otras tantas de DC, sumadas a las series que se producen como desprendimientos de estas). «Thor: Love and Thunder», es el más reciente film de Marvel Studios que representa la cuarta aventura en solitario del dios vikingo más popular, la segunda dirigida por Taika Waititi tras una primera incursión dirigida por Kenneth Branagh y una secuela encargada a Alan Taylor. Probablemente las películas del hijo de Odín hayan sido las menos celebradas y más perjudicadas del MCU, ya que fueron mutando y variando el tono de las aventuras del personaje relato a relato tratando de encontrar un rumbo con el cual el público conectara. Tras un primer intento algo solemne y shakesperiano por parte de Branagh, llegó una propuesta algo más oscura de Taylor que tampoco hacía resaltar al personaje por sobre sus compañeros Vengadores. Sin embargo, la tercera entrega pareció ser la elegida por Kevin Feige y sus colaboradores como la más acertada para el grupo de películas que realizan con el tono y el estilo de Taika Waititi. El director neozelandés responsable de aquella gran comedia de vampiros, «What We Do in the Shadows» (2014) y la provocativa y agradable comedia dramática sobre la Segunda Guerra Mundial, «Jojo Rabbit» (2019), parece que fue el encargado de marcar el camino de Thor tanto para sus aventuras en solitario como para sus apariciones con el resto de los personajes de la factoría Marvel. «Thor Ragnarok» (2017) tomó la cuestionable decisión de cambiar la esencia del personaje, y así fue como el dios del trueno pasó a estar más vinculado a la comedia. Aquel film parecía un cúmulo de contradicciones tratando de ser gracioso pero oscuro a la vez brindando un producto menor y hasta sinsentido dentro del camino que transitó el protagonista hasta aquel momento. Ahora bien, de ahí en más esa pasó a ser la nueva imagen de Thor y parece que llegó para quedarse. El público pareció conectar con la nueva aproximación que le dieron tanto Waititi como Chris Hemsworth al personaje y por eso no resulta llamativo que hayan vuelto a convocar al director para la nueva aventura del asgardiano. Este nuevo largometraje, nos trae a un Thor insatisfecho con su vida, luchando junto a los Guardianes de la Galaxia salvando distintos planetas y pueblos que necesitan de la ayuda de los héroes. Su vida alejada del planeta tierra y de la que fue su gran amor, su ex novia Jane Foster (Natalie Portman), lo tienen en una constante misión sin rumbo con la que trata de llenar su vacío. Pero esta especie de retiro de Thor se ve interrumpido por un asesino galáctico conocido como Gorr el Carnicero de Dioses (Christian Bale), que busca la aniquilación de todas las deidades existentes. Para hacer frente a la amenaza, Thor contará la ayuda de la Reina Valkiria (Tessa Thompson), de Korg (Taika Waititi) e incluso de su ex que, para sorpresa de Thor, empuña inexplicablemente su martillo mágico, Mjolnir, como la Poderosa Thor. Tras un prólogo algo más serio que el resto de la película, se nos presenta al villano de turno, un comprometido Christian Bale, el cual presenta sus justificaciones para convertirse en el principal adversario de Thor y sus amigos. De ahí en más comenzará un relato con el clásico tono satírico, cómico y autoconsciente de Waititi, haciendo que aquello que pudimos ver en «Ragnarok» sea llevado a la enésima potencia aquí en «Love and Thunder». La comedia que incluye humor físico, irreverente y absurdo se sostiene por el compromiso de Hemsworth, Portman, Thompson e incluso el mismo Waititi poniéndole su voz a Korg, pero también con varios secundarios que parecen estar bien orientados respecto a lo que desea el director. También se nota la mano del propio Taika formando parte de la dupla que se encargó de escribir el guion, ya que el timing para la comedia también queda efectivamente demostrado. Lo que sí resulta llamativo es que se haya buscado explotar ese costado paródico con uno de los villanos más oscuros a los que se enfrentó Thor, pero claramente esa fina línea entre la comedia y el drama (algo que el director ya explotó en «Jojo Rabbit») parece ser el terreno que más le gusta al neozelandés. A veces esa lucha parece dar justo en la tecla y a veces parece desembocar en terrenos algo conocidos y poco motivados del MCU. La primera mitad parece ser muy avasallante repleta de gags, colores y una estética pop ensalzada por una banda sonora superhitera que incluye varios de los temas más reconocidos de los Guns N’ Roses y la segunda cae indudablemente en tratar de brindar ese entretenimiento de manual con enfrentamientos épicos, romances y revelaciones, entre varias otras cuestiones. «Thor: Amor y Trueno» a esta altura no representa una novedad dentro de las más de dos decenas de largometrajes que nos brindó Disney, pero sí se exhibe como un entretenimiento digno, que sigue la línea de «Doctor Strange in the Multiverse of Madness» de Sam Raimi, en eso de dejar (al menos momentáneamente) atrás ese universo despersonalizado y ascético que venían planteando para darle carácter distintivo por medio de directores que tengan cierta impronta. Dicha impronta podrá gustar más o menos, pero al menos sirve, en esta ocasión, para dar la cara más divertida y acertada del personaje.
En una noche estrellada, un grupo de chicos se congrega alrededor de una pequeña hoguera o fogata para escuchar con atención historias y leyendas que fortalecen la identidad de una comunidad o glorifican las hazañas de sus grandes héroes. Un legado transmitido a través de las generaciones y de manera oral, como lo indica la tradición. Esta narración nos lleva en principio hacia tiempos lejanos porque su protagonista es Thor, el dios del trueno en la antigua mitología nórdica. Pero también mucho más próximos, porque el rubio y musculoso personaje es el último baluarte de la primera gran generación de héroes de Marvel, que últimamente le fue dejando lugar en el cine a nuevas camadas, a veces sujetas a la confusión (esa desgracia llamada multiverso) o la solemnidad. Y lo que se cuenta tiene otras reminiscencias bastante cercanas: hay toda una tradición de comedias (románticas, de aventuras, de iniciación con toques dramáticos) de los años 80 mentadas a lo largo de la trama que llenan de gracia e ingenio Amor y trueno, cuarta película de Thor y segunda dirigida por Taika Waititi. Es el propio realizador neozelandés quien se hace cargo del relato desde la voz en off de Korg, uno de los compañeros de andanzas de Thor (Chris Hemsworth, impecable). Korg parece construido a partir de la suma de varios trozos de piedra que pueden estallar en mil pedazos, lo mismo que había ocurrido con el arma esencial de nuestro héroe, su martillo Mjölnir, en Thor: Ragnarok (2017). La recuperación de esta herramienta tendrá mucho que ver con la nueva peripecia, pero mucho más cuando se conecta con el regreso de Jane Foster (una espléndida Natalie Portman). Una de las proezas que logra Waititi en esta entretenidísima película, la mejor de Marvel desde Ant Man and the Wasp (2019), es mostrar en toda su magnitud el proceso que lleva al máximo el empoderamiento de Foster sin necesidad de mensajes, proclamas o declaraciones explícitas. Lo mismo pasa con las referencias a la inclusión. Cada alusión funciona como dato esencial de una trama en la que se equilibran todo el tiempo de manera virtuosa la comedia zumbona (una especialidad de la casa para Waititi), las clásicas fórmulas de acción de Marvel, el melodrama y la tragedia, porque la muerte (o su cercanía) se hace presente desde el principio y se convertirá en motor del relato. Es una pérdida muy dolorosa la que transforma en “carnicero de los dioses” a Gorr, un caminante con atuendo de monje budista y la cabeza calva surcada de cicatrices, al que un pálido Christian Bale no consigue darle la estatura de un villano poderoso y temible. A pesar de esos obstáculos, Waititi se las ingenia para activar el deseo de venganza de Gorr, que tiene a Thor y a sus aliados como destinatarios. Su objetivo está puesto en Nueva Asgard, transformada ahora en una especie de parque temático que incluye representaciones en broma de las sagas mitológicas (aquí hay un par de cameos sorpresa muy divertidos). Gorr se apodera de un grupo de chicos y obliga a Thor a rescatarlos, disparando entre otras cosas un viaje de nuestros héroes en busca de ayuda al Palacio Dorado de Zeus, encarnado con ánimo juguetón, extraño acento y unos cuantos kilos de más por Russell Crowe. Esa larga secuencia lleva a su máxima instancia la continuidad del espíritu autoparódico con el que Waititi había envuelto las andanzas de Thor y sus amigos en Ragnarok. Además de esta ratificación, la nueva aventura del dios del trueno también deja algunas otras enseñanzas valiosas: el regreso de la centralidad del héroe en tiempos y espacios reconocibles (lejos de las insustanciales variaciones del multiverso), la apelación al recurso mitológico sin caer en solemnidades (en este sentido, Amor y trueno funciona como opuesto del vacío de Eternals) y la convicción de que un Thor cada vez más humanizado puede funcionar como puente ideal entre toda la historia previa de Marvel y sus futuros posibles en el cine. Un prólogo del que participan los Guardianes de la Galaxia también nos ayuda a entenderlo. Hay sobre el final una batalla memorable contra un verdadero ejército de las sombras de la que Waititi se vale para decirnos que la leyenda continúa. Y que un Thor capaz de enternecerse, enamorarse y reírse de sí mismo puede mantener esa llama encendida (y, por extensión, la idea misma de lo que significa ser un héroe) en el universo Marvel, que hoy vacila demasiado entre sostener su propio mito o cuestionarlo en un diván de psicoanalista.
Thor: Amor y trueno nos recuerda que una película de Marvel tiene que ser divertida. Dirigida por Taiki Waititi (la anterior del Dios del trueno, Thor: Ragnarok, y ganador del Oscar al mejor guion original por Jojo Rabbit), estaba claro que, si él mismo se encargaba, también, de coescribir el libreto de Amor y trueno iba a conjugar la comedia con la acción y la aventura. Agréguenle al cóctel la presencia de un Chris Hemsworth que se siente tan cómodo y que parece tan relajado interpretando a uno de los superhéroes de Marvel como ningún otro, y que regresa Jane Foster (Natalie Portman), el amor de la vida del rubio pelilargo y ojos azules, y bueno, está todo listo. Todo listo, todo preparado, como dice el propio protagonista, para “una clásica aventura de Thor”. Ah, faltaba el villano, que en la piel viscosa, cortada y blanquinegra de Christian Bale es el balance más que perfecto. Porque Thor: Amor y trueno, como decíamos al comienzo, nos devuelve algo que algunas producciones de Marvel, no es que habían dejado de lado, pero digamos que se habían preocupado más por el entramado, el Multiverso, que por brindar una de acción y risas hecha y derecha. ¿Risas dijimos? Thor arranca la película junto a los Guardianes de la galaxia, que si hay algún grupo de personajes de Marvel que den más para la comedia que ellos, me avisan. Pero luego, cuando Gorr o el Carnicero de dioses (Bale) se ponga precisamente a eliminar a las deidades como venganza por la muerte de su pequeña hija, y tome la necroespada, ahí Thor se las tendrá que ver en serio. Nah. Es broma. Mencionábamos la muerte de la pequeña hija de Gorr. Como en ninguna otra película de Marvel, la muerte es tan tangible y real. Sí, en todas las películas de Marvel mueren decenas, y decenas de personajes secundarios y alguno que otro de peso. Pero aquí, la muerte es más cercana y real que nunca. La de la pequeña y el riesgo de muerte que enfrenta Jane. Porque Jane (ni Jane Fonda ni Jodie Foster: Jane Foster) enfrenta un cáncer y no tiene mucho para sonreír. Hasta que toma un libro sobre mitos vikingos, abre justo, pero justo donde dice que el martillo de Thor, el Mjölnir da vigor y buena salud, porque tiene poderes cósmicos. Pero estaba destrizado, ¿se acuerdan, no? ¿O qué clase de fans de Marvel son? Y Jane va por él, abandona la quimioterapia (Jane está en la Etapa 4… de 4), y… No es poco. Contar más de la trama no tiene sentido, mejor ingresar a la sala y disfrutar de la película, que tiene varios cameos, abundancia de gags, alguna escena a lo Mad Max, música y referencias a los Guns N’ Roses, un tema de Abba, a Thor con los ojos plateados saltando con el hacha Rompetormentas, y a Russell Crowe como un Zeus regordete. Y que está poco a la altura de la deidad. La escena en la que desnuda a Thor, bueno, es rematada por el humor de Waititi. Obvio que hay que estar atentos al director neozelandés, que no para de trabajar y que ya avisó que la próxima de Star Wars, que Lucasfilm le encomendó, será muy distinta y que no tendrá a ningún personaje con el apellido Skywalker en su trama. Por supuesto que hay, no una sino dos escenas postcréditos. Igual, la película no es de las largas de Marvel, y no llega a las dos horas.
Texto publicado en edición impresa.
Luego de "Thor, Ragnarok, llega "Thor, Amor y Trueno" nuevamente con la dirección de Taika Waititi. Que me pasó con esta película tan esperada, que pueda contar sin spoilear demasiado? Thor Odinson (Chris Hemsworth) está en búsqueda de paz interior, pero su objetivo se ve truncado cuando Gorr (Christian Bale) pierde a su hija al no recibir la ayuda de un Dios y se transforma en el Carnicero de los Dioses. La aventura se desarrolla en diferentes planetas, incluida la Tierra y para llevar a cabo su misión Thor abandona a Los Guardianes de la Galaxia, quienes aparecen al principio para luego desdaparecer y recurre a Valkira (Tessa Thompson), ahora Reina de Asgard, y Korg (Taika Waititi) para derrotar a Gorr, el villano de turno. El tiene un motivo para querer destruir a los Dioses que se sabrá oportunamente. También irrumpe en escena luego de su alejamiento, su ex-novia Jane Foster (Natalie Portman), ahora portando el martillo Mjölnir, y un gran secreto que será decisivo en su vida. También cuenta con superpoderes para luchar junto a su ex amor. Hay participaciones estelares aunque la mejor es la de Russell Crowe como Zeus. Lo que me gustó: Hay buenas escenas de acción, tiene buen ritmo, no es tan larga, los efectos visuales siempre son espectaculares, y las actuaciones de todos son buenas, pero, acá vienen los excesos: demasiados chistes, sí...aunque en otros films de Marvel hay humor, no es una comedia, y eso choca un poco con lo que se quiere contar...Otro exceso, la música de "Guns & Roses" es buena, pero es casi un recital, y el director mezcla géneros (fantasía, romance, acción, comedia) sin definirse por ninguno. Como siempre, hay dos escenas post-créditos, así que, a tener paciencia. En resumen, entretenida. Podría haber sido mucho mejor.
Uno sabe muy bien que va a encontrar cuando viene a ver este tipo de películas. El bien contra el mal, personajes que se mueven por celos, envidia o la venganza por lo sufrido como motor o en su defecto el amor, etc. Muchas veces, de ser una saga, es necesario haber visto las anteriores, eso establecería una falla en el nuevo texto. No es lo que ocurre exactamente en esta nueva entrega del Dios del trueno. Si bien es verdad que reaparecen personajes de las anteriores, son explicadas las razones de su presencia y el origen de las mismas. Tal el caso de la Dra. Jane Foster (Natalie Portman). El filme presenta una trama y dos subtramas, por un lado nos presenta a Gorr (Christian Bale) en la primera secuencia, posiblemente lo mejor del filme, quien en medio de un desierto desolador reclama ayuda de su Dios, pero la ayuda no llega
Thor: Amor y Trueno es una mezcla de película de aventuras convencional con comedia romántica, con una luminosa estética steampunk que recuerda a films de los 80 como Flash Gordon, una gran banda sonora compuesta en su mayoría por canciones de los Guns N’ Roses
Llega a nuestras salas la nueva película del dios nórdico de Marvel, llamada Thor: amor y trueno, con el mismísimo Taika Waititi repitiendo en la silla de director. Veamos que tal salió esta expansión del MCU. Luego de unirse a los Guardianes de la Galaxia y de bajar de peso, Thor sigue sin encontrar un rumbo en su vida; hasta que tiene que volver a Nuevo Asgard por el ataque de un peligroso enemigo, que juró destruir a todos los dioses del universo. Pero esa no va a ser la mayor sorpresa de Odinson al regresar a la Tierra. Voy a ser honesto, Thor: Ragnarok no me gustó casi nada. Entiendo que Waititi tiene un estilo muy particular de dirigir y escribir, pero sentía que en dicho proyecto estuvo totalmente desatado y por ende, nadie le decía cuando bajarle un cambio con el tema del humor absurdo, o cuando tomarse enserio una escena dramática para no rematarla, justamente, con un gag que provocaba vergüenza ajena. Y para mal o para bien, y dependiendo de si ese proyecto les había gustado, Thor: amor y trueno es muy consecuente con su predecesora. Esto lo podemos decir porque de nuevo tenemos una banda sonora (no confundir con el score original, esta vez Michael Giaccino nos queda bastante a deber) es espectacular, centrándose en el rock noventero, y en especial, en los Gun´n Roses para darle epicidad a las escenas, algo que con los planos igualmente bien planteados de Waititi, dan quizás de lo mejor que ofrece la película. Se nota que, en este sentido, el realizador se siente cada vez más cómodo, aparte de ser consciente de que es lo que mejor le sale. Pero, así como tenemos eso, también tenemos el bendito humor. Y antes que me tilden de cualquier tontería, no soy de los que reniegan del Humor Marvel. Pero es que hay gags que harían sentir vergüenza ajena a Los Tres Chiflados, y esto vuelve a repetirse; sobre todo en el caso de Korg y de las dichosas cabras que vemos en el trailer. Insoportables es quedarse corto con el cringe que dan estos personajes. Pero volviendo a lo bueno, podemos mencionar a dos actuaciones que destacan por sobre las demás. La primera de ellas es la de Natalie Portman; quien nos cerró la boca a más de uno de los que pensábamos que solo volvió por el cheque y que le iba a poner el mínimo de onda posible. Por suerte esta vez Portman se lo tomó en serio y da quizás su mejor interpretación en el MCU. Otro a mencionar es Christian Bale. Si bien su personaje no está tan bien escrito, el actor sin demasiado esfuerzo demuestra que es el mejor de todo el elenco y dota a su villano de una personalidad y excentricidad, que lo pone por sobre la media de los malos de Marvel. En conclusión, Thor: amor y trueno es una extensión de Thor: Ragnarok. Si la disfrutaron, genial, con esta la van a pasar igual de bien. Si la padecieron, mejor vayan planteándose si van a ver este proyecto del MCU.
En nuestro semanal nos compete hablar de Thor: Amor y Trueno, la última producción de la franquicia Marvel y nuevamente dirigida por Taika Waititi. El elenco incluye a Chris Hemsworth, Natalie Portman, Christian Bale, Russell Crowe y Tessa Thompson. Thor: Amor y Trueno, sigue la historia de nuestro asgardiano favorito quien continúa buscando el sentido de su existencia junto a Los Guardianes de la Galaxia, todo cambia cuando Gorr, el carnicero de dioses, comienza a masacrar a las deidades desperdigadas por el universo, ahí es cuando Thor se reúne con su vieja amiga Valkiria y vuelve a encontrarse con Jane Foster, su verdadero amor, para enfrentar a este siniestro villano. Lo primero que debemos decir sobre Thor: Amor y Trueno es que probablemente sea una película que divida aguas, ya que estamos ante un producto potenciado con respecto al film anterior dirigido por Taika Waititi, es decir, aquellos que les gustó Thor: Ragnarok seguramente disfruten mucho esta nueva cinta, pero aquellos que no les gustó, probablemente les ocurra lo mismo con Thor: Amor y Trueno. Sin embargo, e intentando ser objetivos, hay que aclarar que esta vez estamos ante un mejor producto. Pasemos ahora al análisis del film. Ya sabemos que Taika Waititi es un director con sello propio y tiene la característica de pasar del humor más absurdo a un tono dramático en pocos segundos, Thor: Amor y Trueno no es la excepción a la regla y hay momento que nos hace pasar de la carcajada al llanto sin mediaciones. En este sentido, el peso cómico recae principalmente por parte de la dupla Thor y su amigo Korg, y el peso dramático en los personajes de Gorr y Jane Foster. Sobre lo primero debemos decir que continúa con ese estilo tonto de humor de la película anterior, sin embargo, en esta cinta, el drama es mucho mayor creando un muy buen trasfondo en las historias de Gorr y Jane. La actuación de Christian Bale como el antagonista de Thor: Amor y Trueno es realmente maravillosa, hacía tiempo que Marvel no presentaba a un villano de este calibre, y con respecto al crecimiento del personaje de Jane…bueno, es mejor no decir nada para no arruinar sorpresas. En tanto actuaciones quienes se llevan los laureles son Natalie Portman y Christian Bale, por lejos. Aunque todos cumplen muy bien sus roles, destacamos al desagradable Zeus protagonizado por Russell Crowe y, sin ánimos de spoiler, los hilarantes cameos de Matt Damon, Sam Neil y Melissa McCarthy. En fin, Thor: Amor y Trueno es una obligada al cine para los fanáticos de Marvel, estamos ante un mejor producto en comparación con la anterior entrega, hay más risa, más acción y más drama. Les recordamos que el film tiene dos escenas postcréditos y ambas son importantes, así que no se levanten de sus asientos hasta verlas.
Hay un momento de la película, no vamos a decir cual, donde Zeus, Rusell Crowe, se pregunta, “¿Cómo fue que los dioses nos convertimos en un chiste?”, y al margen de inquietudes y promesas que plantea la película, la respuesta puede ser muy simple: desde que Taika Waititi se metió con ellos. Primero fue un gran innovador con Thor Ragnarok,y en esta entrega con el guión que escribió junto a Jennifer Kaytin Robinson, buscó deliberadamente el aire fresco burlón y juvenil y mucho humor, a veces burdo y otros francamente logrado. El filme comienza con el dolor de un hombre cuya hija muere de hambre y sed en una tierra agotada, abandonado por los dioses, que se convierte en Gorr, el carnicero de todas las deidades. De ahí arranca el tono comedia, aparece el equipo de “Guardianes de la Galaxia” y el Thor de Cris Hemsworth se banca bien ese tono a veces infantil e ingenuo, con sátiras permanentes y burlas de las que nadie se salva. Pero a medida que avanza la historia comienza lo melodramático, en especial la relación del dios con la reaparición de Jane Foster, una Natalie Portman que en un plano real está muy enferma y en el fantástico es “The mighty Thor” con el uso del martillo recauchutado que también la perjudica. No faltan los duelos y los enfrentamientos, algunos un poco desaprovechados como la conversión de los chicos de Asgard en dioses para una última batalla demasiado corta. El resultado es de mucho entretenimiento y gracia, aunque no innovador, pero de seguro éxito. Christian Bale le da espesura y oscuridad a su personaje. Muchos cameos de famosos. No irse con los títulos. Dos agregados nos traen anuncios.
"Thor: amor y trueno": una película bipolar. La falta de una transición que justifique el tono grave presionando para resquebrajar la corteza cómica hace de "Amor y trueno" una película a la que no le vendría mal un tratamiento psiquiátrico. Thor: Ragnarok fue un oasis de libertad, divertimento y relajación en medio del desierto grave y trágico que atravesaba Marvel un lustro atrás. Desde entonces pasó de todo: el cierre a toda orquesta de la era hegemonizada por Capitán América e Iron Man en Avengers: Endgame (2019), las series para plataformas que incidirían en el desarrollo de las películas posteriores –imposible entender la enredadera narrativa de Doctor Strange en el Multiverso de la locura sin ver la serie WandaVision–, el intento de abrir más kiosquitos con personajes hasta ahora ausentes (Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos), el desplazamiento del multiverso al centro de la escena (Spider-Man: sin camino a casa) y, último pero no menos importante, una pandemia que puso freno de mano a la ultra diagramada hoja de ruta de Disney. Pero Thor: amor y trueno deja en claro que al menos una cosa no ha cambiado, y es la obligación de responder a la lógica macro del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) aun cuando esto implique ir a contramano del rumbo que un director con una impronta personal como el neozelandés Taika Waititi querría tomar. Waititi saltó a los primeros planos con la serie de HBO Flight of the Conchords (2007-2009) apelando a un humor que pendulaba entre lo paródico, lo infantil y el absurdo, tres pilares sobre los que recostó Ragnarok, su primera colaboración con Marvel. Mismos tres pilares sobre los que recuesta gran parte de Amor y trueno, sumándole una banda sonora con hits de Guns N' Roses y una bienvenida impronta kitsch, cortesía principalmente de los vestuarios y el arquetipo de villano colorido a cargo de un irreconocible Russell Crowe, a quien le toca ponerse en la piel de ni más ni menos que el dios Zeus. El problema, como ocurría antes y todo indica que seguirá ocurriendo, es la imposibilidad de sostener un tono a lo largo de toda la película, como si las escenas de su último tercio se hubieran filmado con un ejecutivo de Marvel chequeando en el set qué cosas eran necesarias para saciar a los fans y continuar con el UCM y cuáles no. Waititi observa las peripecias del pasado de Thor con la distancia justa para no tomárselas demasiado en serio. No por nada una de las primeras secuencias muestra lo ocurrido con el dios del trueno durante la última década y pico: la huida de su planeta Asgard, una vida en la Tierra en la que se enamoró de una prestigiosa científica (Natalie Portman) con la que vivió experiencias románticas y mundanas (¡Thor vestido de pancho en una fiesta de disfraces!), las peleas posteriores por el choque de responsabilidades (difícil eso de salvar el mundo a cada rato), la explosión del planeta natal, la depresión que lo llevó a engordar decenas de kilos, las muertes de papá Odín y de su hermano Locki, la segunda muerte de Locki, la tercera… El subrayado de los múltiples fallecimientos de Locki refuerza la idea de una meta discursividad ejecutada ya no a través de guiños y referencias (que los hay), sino de una mirada sardónica y con ínfulas de superioridad. En esa línea se entiende que en Nuevo Asgard –el lugar fundado con los sobrevivientes de la diáspora, gobernado por Reina Brunilda (Tessa Thompson)– haya un teatro escenario callejero donde el mismísimo Thor recrea de manera muuuy artesanal los hitos de su vida, con Matt Damon y Melissa McCarthy a cargo de representar a Locki y a su hermana. Y también las cabras gigantes y gritonas que recibe como regalo luego de salvar a una comunidad y que operan como grandes disparadores humorísticos. Pero la cosa se pone seria cuando adquiera relevancia dramática un villano apodado “El carnicero de dioses”, pues su objetivo es asesinar a todos los dioses para vengar la muerte de su hija. El humor, entonces, pasará a un segundo plano, al tiempo que la tragedia irrumpe en la vida de un (otra vez) sufrido Thor. La ausencia de relación entre las dos partes, la falta de una transición que justifique el tono grave presionando para resquebrajar la corteza cómica, hace de Amor y trueno una película bipolar a la que no le vendría mal un tratamiento psiquiátrico.
Más irreverencia de Taika Waititi con Chris Hemsworth “Thor: Amor y Trueno” es más de lo mismo pero aún más ridículo y menos gracioso, repitiendo los chistes de “Thor: Ragnarok” (2017) y alargando los pocos nuevos que tiene. Con Thor: Ragnarok (2017) el director Taika Waititi reinventó al superhéroe vikingo de Marvel, apostando a las dotes cómicas de Chris Hemsworth y apartando al personaje de sus ínfulas shakesperianas hacia algo más irreverente y entretenido. Thor: Amor y Trueno (Thor: Love and Thunder, 2022) es más de lo mismo. Waititi no tiene el ojo de Sam Raimi para el encuadre ni el oído de James Gunn para el diálogo, pero dentro del establo de realizadores de películas Marvel es el más adepto para decorarlas. Su visión de Thor es una colorida fusión de heavy metal y glam rock, edulcorada por la varita de Mickey Mouse, pero simpática en su intento por afectar el estilo. Lo que le juega en contra es su compulsión por desbaratar cualquier riesgo y deshacer todo momento emocional casi al instante. La historia tiene un corte infantil. Es narrada por Korg, la criatura rocosa de Ragnarok, ante una audiencia de niños que refleja la de la película. El conflicto también tiene que ver con un grupo de niños, jóvenes Asgardianos que son secuestrados por un ser siniestro llamado Gorr, “Carnicero de los Dioses” (Christian Bale). Gorr se ve tan atemorizador como suena su apodo pero nunca se le permite más maldad que la de un antagonista en una película para niños, ni trasciende la típica problemática Marvel de crear villanos cuyo accionar se opone a lo que supuestamente los motiva. Del lado de los buenos está Thor, habiendo recuperado su físico herculino pero siempre firme en su papel de hazmerreír. No hay un solo personaje que no lo humille o trate de idiota, ni hay oportunidad en la que no les dé la razón, empezando con los mismísimos Guardianes de la Galaxia (no ven la hora de sacárselo de encima). En su misión por rescatar a los niños se le suman dos aliadas: Valkyrie (Tessa Thompson), habiendo heredado el trono de Asgard de Thor, y su ex novia Jane Foster (Natalie Portman), quien ha heredado su nombre (“Mighty Thor”), martillo y poderes. Ausente en Ragnarok, Jane regresa esta vez tanto como heroína como interés romántico, aunque no es un papel que se preste a mucha diversión. Tiene cáncer estadio cuarto (no hay quinto) y lo único que la mantiene viva es blandir el martillo de Thor. La relación entre los dos supone el eje emocional de la historia pero la realidad es que la pareja no tiene química que la salve. La poca fricción que atraía al arrogante guerrero y la humilde científica en la primera película ha desaparecido hace varias secuelas. A la altura de Amor y Trueno son personajes intercambiables, capaces de pensar, decir y hacer lo mismo, sin los matices de la atracción mutua. Tan insípida es la conexión entre los personajes que el narrador se ve obligado a pausar la historia para repasar una relación que parece haber transcurrido totalmente fuera de cámara. En tres películas Thor y Jane apenas han sido capaces de producir, a último minuto, un montaje apurado de una relación que florece y se desintegra con el calibre de una romcom mediocre. Menuda historia de amor. O trueno.
Ahí está el chiste ¿De qué va? Tras los sucesos de Avengers: Endgame, Thor Odinson atraviesa un conflicto espiritual sobre su persona. Pero la aparición de un asesino de dioses y el regreso de un viejo amor hacen que el Dios del Trueno se calce nuevamente a Stormbreaker al hombro para salvar el día una vez más. Es curioso como Taika Waititi en Thor: Ragnarok logra establecer las bases de un personaje que estaba a la deriva. Gracias a las puertas que abrió James Gunn con sus Guardianes…, la comedia aparecía en la saga marvelita no solo como recurso que preestablecía a las películas para ser disfrutadas por un público de masas, sino como un género. De esta forma, contando con dos entregas que pecan de olvidables, Waititi decide hacerse con sus propias armas para moldear a este Thor que sufría de falta de personalidad.Como resultado, Ragnarok presenta a un Thor aún más canchero, pero no por eso menos amigable y comprensible. Desde Infinity War a Endgame, la presencia de Chris Hemsworth como el Dios del Trueno es catalítica y descontracturante, acompaña al conflicto sin involucrarse en demasía y logra su prometido; auto parodiarse. Es en esta autoparodia que se para Thor: Amor y Trueno, acrecentando las falencias del personaje, como el narcisismo y la falta de compañerismo. Desde el inicio, presenciamos una voz en off del mismo Waititi que nos relata el crecimiento y las odiseas de este Dios rodeado de dilemas existenciales. Apoyándose en el personaje de Korg, el mismo director es el que presenta, de forma directa, su “creación”, exuberante y multicolor. Pero, tras un primer acto que se dedica a presentar al nuevo villano y los héroes que acompañarán al protagonista en su aventura, la película se pierde en la repetición autoral, dejando entrever la falta de originalidad y de trascendencia. Con una planificación que no busca más que la espectacularidad inmediata -repitiendo planos no solo en el mismo film, sino de la entrega anterior-, Waititi parece no ejercer el mínimo esfuerzo, confiando en que “su” Thor es lo suficientemente carismático y poderoso para llevar adelante una trama que peca de predecible. A esta altura, que el espectador revele los hilos del plan maestro del villano o del clímax por delante no es un problema mayor, pero sí lo es cuando el cómo -el relato, lo que le da forma a la historia- no se preocupa en esconder aquellos mecanismos tan ruidosos y estridentes. Confiando en los gags fáciles y los remates absurdos, la película termina de hundirse cuando la Dra. Jane Foster – ahora Mighty Thor – recurre al mismo humor que sus compañeros, cancelando todo tipo de tridimensionalidad. De esta forma, todo el grupo parece estar parado detrás de una pared de ladrillos, esperando las risas de un público que se satisface con la más mínima estupidez. Ni siquiera Gorr, el “carnicero de dioses” interpretado por el siempre enorme Christian Bale, logra traer el diferencial con su sed de venganza interplanetaria. Su poderío queda relegado a la mera presencia de un villano genérico que no ofrece más que risas malévolas y un plan tan obvio como ingenuo. Thor: Amor y Trueno es el claro ejemplo de que esta saga infinita se encapricha más en sacar a relucir la vasta galería de personajes comiqueros que tiene la casa productora que en contemplar cuál de ellos tiene un potencial a desarrollar. Thor, un personaje cuya involución se traduce como la mera presencia de Hemsworth esforzándose en hacer reír bañado en aceite de bebé, termina por demostrar que no es apto más que para ser el secundario de alguna que otra aventura superheroica que ronda por ahí. Lo que logra en entregas anteriores, situaciones catalíticas que cumplen con lo justo y lo necesario, acá se repite hasta el hartazgo, haciendo que el espectador transforme su risa en un leve suspiro de compromiso.
Una aventura que pone el humor por encima de la acción Luego de la celebrada Thor: Ragnarok, Taika Waititi dirige la cuarta entrega de la saga del dios del trueno y sale victorioso en su búsqueda poco definida que entremezcla géneros y propone un fenomenal despliegue de efectos especiales. Thor: Love and Thunder es una película que genera contradicciones. En su afán por superar -en términos de ambición fílmica y despliegue visual- a la celebrada Thor: Ragnarok, el director Taika Waititi propone una aventura que intenta escapar de la solemnidad en la que suele caer Marvel, pero no responde a un género determinado - es un salto continuo del drama al humor, y de ahí a la acción- y eso hace que su desarrollo narrativo no sea prolijo. Es otra clásica película que alimenta las vibras del fandom acérrimo, con una fórmula de éxito demostrado y resultados satisfactorios. La premisa del filme nos sitúa en un momento de búsqueda de paz interior del dios del Trueno (Chris Hemsworth). Pero su retiro es interrumpido por un asesino de la galaxia conocido como Gorr, el Carnicero de Dioses (Christian Bale), cuya misión es la extinción de los dioses. Para combatir la amenaza, Thor solicita la ayuda del Rey Valquiria (Tessa Thompson), Korg (Taika Waititi) y su ex novia Jane Foster (Natalie Portman), quien, para sorpresa de Thor, empuña inexplicablemente su martillo mágico, Mjolnir, como la Poderosa Thor. Juntos se embarcan en una terrorífica aventura cósmica para descubrir el misterio de la venganza del Carnicero de Dioses y detenerlo antes de que sea demasiado tarde. Si de efectos especiales se trata, Marvel tiene una maestría en montajes alucinatorios, que llevados al mundo de Thor se vuelven muy coloridos y apabullantes. Un barullo de luces y chispazos que encantará a la masa fanática, que poco cuestiona los huecos argumentales con tal de un momento de diversión asegurada. Particularmente, dicho factor es el caballo de Troya que hace de Thor: Love and Thunder una cinta especial, abierta a reírse de ridiculeces y apostar al humor como carta segura. Cuando sale del registro que domina a la perfección, se abre una ramificación de problemas en la historia: la parte dramática (que ocupa toda la segunda parte del filme) no termina de unirse con plasticidad en la tonalidad que Waititi plantea. El villano -el mejor personaje de Love and Thunder- encarnado por el oscarizado Christian Bale, es un plus que ayuda en la promoción de un filme que a pesar de sus flaquezas y obviedades, entretiene. Y tranquilos todos los nostálgicos que vayan pensando esta como la última aventura del rubio carilindo: hay Thor para rato.
Cuarta entrega solista de Thor, el Dios del trueno, el hijo de Odín, el hermano de Loki, el vikingo galáctico o como quieran decirle. Si hace diez años alguien vaticinaba que Thor iba a tener cuatro películas como protagonista exclusivo además de sus participaciones en las historias de Los Avenger, seguramente le hubieran recetado un paracetamol y lo hubieran mandado a descansar. Recapitulemos un poco el historial del personaje que interpreta Chris Hemsworth para entender ese camino. Thor tuvo una película inicial muy divertida y una segunda parte medio lograda, la primera tuvo como director a Kenneth Branagh y el actor y director le transmitió a esa película el tono shakespeareano que todos esperaban y que es muy afín a un personaje que es un dios, menor, hijo nada menos que de Odín. La mitología nórdica estaba presente en aquella película y conformó a todos. En la segunda Marvel cambió de director y el resultado no fue tan convincente así que mientras pensaban qué hacer con el personaje se desarrollaban las historias de lo que se conoce como la Fase 3 del MCU. Cuando llegó el momento de darle una nueva oportunidad, el director elegido fue Taika Waititi y la historia elegida fue un comic book llamado Ragnarock, que es una de los libros más vendidos y trágicos de Thor, si el comienzo cinematográfico de Thor tenía tono de drama la historia original de Rgnarock estaba llena de pérdidas para el héroe. Mueren todos en esa historia pero el director elegido eligió un tono ligero para esa película que además abría la puerta a lo que fue el final de la fase tres con dos películas- evento como Avenger: Infinity war y End game. Lo conocedores de Thor odiaron Ragnarock y casi que se escandalizaron con el arco dramático dentro de los Avenger, donde directamente el hijo de Odin renunció a ser el rey de Asgard y entró en un pozo depresivo del que apenas pudo ser rescatado al final de por una asociación con Los guardianes de la galaxia. La última vez que vimos a Thor el vikingo, se plegaba a ese grupo variopinto para salvar al universo en otros confines y eventualmente volver a la Tierra. La Fase 4 de Marvel arrancó y la película de Thor venía anunciándose con imágenes de los sets y también en una Comic.con (convenciones multitudinarias de los comics) en la que Taika Waititi se mostró nada menos que con Natalie Portman. La actriz había participado de las dos primeras películas y la información era que después de la segunda la relación con Marvel había quedado dañada. Jane Foster, el personaje de Portnam, era el interés amoroso de Thor, pero sugestivamente Thor apenas la nombraba en las películas posteriores diciendo simplemente: me dejó. En la película Avenger end Game la actriz volvió para una pequeña participación pero era una obligación de guion. Así llegamos a Thor, Love and Thunder la cuarta película que arranca con un prólogo potente presentando al villano invitado que es nada menos que Christian Bale. Con un tono sorpresivamente austero y dramático, Waititi nos avisa que está dispuesto a ponerse oscuro si es necesario. Gorr (Bale) camina por el desierto con su pequeña hija buscando al dios en que cree, su planeta ha sido destruido, es el único que que queda de los fieles de su Dios y cuando lo encuentra resulta que a su Dios no le importa nada del destino de sus fieles ni se compadece de Gorr. Así nace «El carnicero de los dioses» que se empieza a pasear por la galaxia haciendo lo suyo. Tremendo comienzo que hiela la sangre pero esto es Marvel y dirige Taika Waititi, así lo que sigue es una aventura de Thor y Los Guardianes de la galaxia que siguen en su extraña alianza salvando planetas en peligro. Esta segunda escena es el regreso del tono que el director le había impreso a Thor en la tercera película, volcado a la comedia, herido que no muestra sus emociones, en fin, el humor de Waikiki que muchos veneran y que otros odian. En el desarrollo de esa aventura Thor se enterará de la existencia de una asesino de Dioses que lo está buscando, Thor al ser hijo de Odin tiene su parte divina. Así que en este punto se podría decir que empieza en serio la aventura, Mientras todo esto pasaba en las galaxias muy, muy lejanas, acá en la Tierra está Jane Foster lidiando con su propios problemas. Jane buscando una solución y un poco azarosamente se reencuentra con el martillo destruido de Thor que se vuelve a rearmar ante su presencia y así nace Mighty Thor (La versión femenina de Thor existe en los comic y de hecho las aventuras que se han editado en esta época son las de esa versión del personaje). Por supuesto que ambas versiones de Thor se van a encontrar y ese será uno de los temas de la película. A esta altura uno descubre que Waititi como director tiene que manejar distintos temas, lo hace de manera solvente pero la realidad es que el tono lúgubre y metafísico de la historia de «El carnicero de dioses» va por un lado y permite el lucimiento de un Bale que realmente da miedo cada vez que aparece en pantalla, pero hay también otra película que es la de Jane Foster y otra épica en la que Gorr secuestra a los niños Asgardianos para lo cual Thor, Jane Foster y Valkiria se van a buscar a otros Dioses para que los ayuden a matar a Gorr. La escena con Zeus (Russell Crowe) en Ciudad Omnipotencia es un gran momento que termina en una batalla tremenda y que desemboca en el tramo final donde la película se concentra y todo confluye para darle un final digno a todo, cerrar arcos dramáticos y anunciar lo que viene. Para los seguidores de Marvel hay muchos guiños pero una buena noticia es que al menos Thor parece desentenderse del tema de los Multiversos que viene apareciendo en la Fase 4 de la productora. La música de Guns N´Roses es a esta película lo que ACDC fue para Iron Man 2. Está claro que las distintas películas que existen en las casi dos horas de Thor: Love an Thunder crean alguna tensión y que cada espectador se quedará con lo que más les gusta. Para rescatar quedan lo de Christian Bale, que entra en la galería de villanos de Marvel como uno de los más temibles y dramáticos pero también hay que aplaudir el regreso de Natalie Portnam para desarrollar a Jane Foster y quedamos a la espera de la próxima película de Thor a ver que le espera al Dios del trueno. THOR: AMOR Y TRUENO Thor: Love and Thunder. Estados Unidos/2022). Dirección: Taika Waititi. Intérpretes: Chris Hemsworth, Natalie Portman, Christian Bale, Tessa Thompson, Russell Crowe, Jaimie Alexander, Chris Pratt, Karen Gillian y Dave Bautista. Guion: Taika Waititi y Jennifer Kaytin Robinson. Fotografía: Barry Baz Idoine. Edición: Peter S. Elliot, Tim Roche, Matthew Schmidt y Jennifer Vecchiarello. Música: Michael Giacchino y Nami Melumad. Distribuidora: Disney (producción de Marvel Studios). Duración: 125 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Qué bien le hizo Taika Waititi a las películas de Thor, qué bien le sienta ese humor juguetón y esa puesta en escena plagada de efectos especiales inverosímiles. Qué bien le hizo también a la saga del Dios Trueno estar protagonizada por Chris Hemsworth, el blondo musculoso con más presencia del universo Marvel. Y qué grande el cine norteamericano, que siempre deja claro qué es lo importante. Thor: amor y trueno es la segunda película del personaje que dirige Taika Waititi (también dirigió la anterior, Thor: Ragnarok) y nuevamente apuesta por un entretenimiento descontracturante, en el que se toma plena conciencia de su función lúdica y del público al que tiene que dirigirse: los niños. Son los niños los verdaderos protagonistas de Thor: amor y trueno, como si Waititi nos dijera que no hay que olvidarse de jugar, pero sin olvidarse de priorizar algunos valores esenciales. Una de las tantas cosas interesantes de la película es que funciona como un relato oral, contado a la orilla de un fogón por el más viejo de la tribu a un grupo de niños ávidos de escuchar aventuras del hijo de Odín, el dios del martillo poderoso de Asgard. Y lo que cuenta es cómo nace Thor para luego narrar lo que le sucede en el presente, cuando se lo ve un poco triste, intentando superar a su exnovia Jane Foster. Otro elemento destacable, y que es un regocijo melómano para los más grandes, es el homenaje a Guns N’ Roses. La acertada utilización de sus canciones es una vuelta al corazón rockero de la década de 1990, detalle que sin dudas nos está diciendo algo, como si se tratara de recuperar algunos principios que se perdieron a partir de ahí. La película arranca con un prólogo extraordinario. Gorr (Christian Bale) está a punto de perder a su hija (interpretada por India Hemsworth, hija de Chris) y le pide a su dios Rapu (Jonny Brugh) que la salve. Cuando Gorr ingresa al paraíso de Rapu, le pide recompensa eterna por haber confiado en él, lo que provoca la risa burlona de Rapu y el odio vengativo de Gorr, quien después de matar a su dios quiere llegar a Eternidad, esa entidad cósmica que concede un deseo al primero que la descubre, para pedir por la muerte de todos los dioses. Una vez presentado el villano, interpretado de manera apabullante por Bale, la película vuelve a Thor. Primero, hay una presentación de los guardianes de la galaxia, a quienes despide rápidamente para hacer frente a Gorr en compañía de la guerrera Valquiria (Tessa Thompson) y de Korg (voz de Waititi). En eso aparece Jane (Natalie Portman), el viejo amor de Thor, quien tiene poco tiempo de vida. La presentación de Jane convertida en Poderosa Thor es un logro de Waititi. El personaje de Portman es indispensable para entender el sentido de la historia. Luego van a pedirle ayuda a un bizarro Zeus (Russell Crowe), en un momento en el que tiran un par de chistes que distan mucho de la corrección política reinante. Eso, los elementos políticamente correctos están más para cumplir con la cuota obligatoria que como elementos necesarios de la trama. La película cuenta con escenas de acción que respetan los cómics en los que está basada, logrando una acción más de trazo grueso, más para niños y para decir que lo que importa es lo que está en el centro del relato: la necesidad de los dioses, la importancia del amor y lo fundamental que es la figura paterna.
Thor: Love and Thunder es la cuarta entrega del dios del trueno y llegará a los cines argentinos el 7 de julio. Con el sello registrado de Taika Waititi y un Thor más poderoso y decidido. Dirigida y escrita por Taika Waititi y producida por Kevin Feige. Mientras que el elenco está compuesto por Chris Hemsworth, Christian Bale, Natalie Portman, Tessa Thompson, Taika Wititi, Jaimie Alexander, Russell Crowe, Chris Pratt, Pom Klementieff, Dave Bautista, Karen Gillan, Sean Gunn, Vin Diesel y Bradley Cooper. Amor y Trueno En esta cuarta película Thor se encuentra con Los Guardianes de la Galaxia realizando misiones a lo largo del universo. Hasta que un llamado de Sif, lo hace separarse del grupo dirigido por Sar Lord. Esto es debido a que Gorr El Carnicero de Dioses está sembrando caos, volviéndose una amenaza cada vez más grande y está por dirigirse al nuevo Asgard. Para esta entrega nos muestran un Thor más cómico y poderoso, con la ayuda de Korg, Valkiria (la nueva reina de Asgard) y Jane, la cual se vuelve la poderosa Thor gracias al Mjolnir. En este caso a pesar del sentimentalismo de Thor hacia Jane, ambos funcionan muchísimo mejor juntos que en las anteriores películas. Con Jane tratando de amoldarse a sus nuevos poderes y con Thor adaptándose a trabajar nuevamente con el amor de su vida, la química de los dos funciona mucho mejor y es más sólida. Por el lado de Valkiria, el personaje siente un vacío inmenso, debido a que ser la reina del nuevo Asgard no era lo que ella esperaba. Aun así, eso no le impide ayudar a sus aliados y detener a este poderoso villano antes de que asesine a más dioses y destruya su nuevo hogar. Una aventura al estilo Thor Odinson sigue mostrando una faceta muy cómica con todas sus acciones, desde su preparación para volver a su forma atlética, hasta la manera de desarrollar los planes en sus misiones. Porque a pesar de que Gorr se presenta como una amenaza muy grande para él y todos los asgardianos, continúa aportando el mismo humor de siempre, incluso en las situaciones tensas. Taika Wititi, marca por demás su estilo de los ´80 y ´90, con muchas escenas coloridas y bien definidas. Además, la banda sonora le aporta más fuerza a la aventura, con los Guns N’ Roses sonando a tope. Korg (prestando su voz Waititi) es quien nos relata las historias para estar al tanto de una forma muy cómica. El villano trágico Gorr lamentablemente, no funge como el villano en sí para esta película, debido a que todas sus acciones son cometidas por el desinterés y frivolidad de los dioses. El poder que obtiene, es debido al sufrimiento y la agonía de haber sido fiel a alguien que no tenía ni el más mínimo interés en ayudarlo. Esto no quiere decir que el antagonista sea un desacierto, para nada, es solo que el personaje tiene más ansias de venganza que de maldad pura, algo que incluso el mismo Thor puede reconocer, debido a que los dioses han caído muy bajo. Podríamos decir Gorr toma las riendas como Kratos en Godo of War para eliminar a todos los dioses, a causa del desinterés y la burla hacia sus seguidores. La interpretación de Christian Bale como es excelente, quizás hasta puede llegar a recordar un poco al Heath Ledger en el Caballero de la Noche, más cuando habla de una forma sínica o siniestra. Su reputación creció en muy poco tiempo, lo que hace que su apodo de El Carnicero de Dioses sea muy apresurado, ya que hubiera sido mucho mejor darle más tiempo para forjar su nombre y llevar más años para presentarse como una amenaza muy fiera para Thor. Su desarrollo se sintió un poco apurado, pero igualmente funcionó. En resumen Thor: Love and Thunder tiene todo lo necesario para romper la taquilla en julio y darle más camino al poderoso dios del trueno por unos años más. Con muy buenas interpretaciones, un guion al estilo Kevin Feige, el sello de Taika Waititi, una Jane Foster que puede seguir dando para más y probablemente nuevos villanos. Un poco decepcionante fue la escasa participación de Los Guardianes de la Galaxia, pero teniendo en cuenta que la aventura se centraba en Thor y no en ellos, hace que la película siga un solo hilo conductor. Muy probamente las misiones de Thor y Los Guardianes de la Galaxia se vean en la tercera entrega de los mismos, ya que parece que llevaban varios trabajos juntos. Una aventura llena de acción e ideas disparatadas, que provocan que sea lo suficientemente atractiva y divertida, que continúa explotando la mitología nórdica y que ahora, se cruzará con la griega en el universo de Marvel. El final de la película y las dos escenas post créditos, definen el futuro de la franquicia para seguir explotándola y abrir más caminos, para Thor o hasta incluso, otros personajes.
Crítica de “Thor: Love and Thunder” (and fury). Después de verlo algo deprimido y flojo en Avengers:Endgame, esperábamos el regreso de nuestro Dios nórdico (y apuesto), dueño de unos martillos envidiables. La música de los Guns N´ Roses, suena a puro ritmo, mientras Thor (Chris Hemsworth) se enfrenta a todo tipo de criaturas junto a los Guardianes de la Galaxia. Un breve racconto da cuenta cómo nuestro héroe, centrado en una búsqueda espiritual, vuelve a ponerse en forma para seguir protegiendo a los suyos. También nos cuenta como se desgastó la relación con la doctora Jane Foster (Natalie Portman), quien en esta instancia padece una enfermedad terminal. Por lo que recurrirá al folclore nórdico, y gracias a una promesa de protección, logrará la reconstrucción del Mjolnir para adoptarlo como su arma, y convertirse en una superheroína. Es así que se reencontrará con el hijo de Odín, para juntos combatir a un nuevo y temible villano: Gorr (Christian Bale), el carnicero de los Dioses. Por supuesto que también renacerá ese amor que se mantuvo intacto, a pesar de la rutina y el temor a enfrentar conflictos. Lo bueno de esta entrega de Thor es que está dirigida, nuevamente, por Taika Waititi. A pesar de que se mantienen las peleas épicas marvelitas, el desparpajo y la incorrección se cuela en toda la película, llegando a sostener el realizador un tono paródico, alivianando el drama con humor, con mucha comedia. Los personajes son conscientes de sus defectos y se ríen de ello, sin por esto restar importancia al tópico de aventura y la oscuridad del archivillano. El grupo funciona de maravilla, con mucha química, a caballo de una narrativa que no da respiro, que se desarrolla a toda velocidad. A destacar la sensacional aparición de Russell Crowe en la piel, nada menos que, de Zeus. Y prestar mucha atención a las escenas post créditos de Thor: Amor y Trueno, habemus nuevo personaje. Se agradece la antisolemnidad de Waititi en una película de superhéroes, quién aporta un punto de vista atrevido y autoral.
Reseña emitida al aire en la radio.
El que me lee y/o me sigue sabe que Thor Ragnarok (2017) me parece una abominación. Así que esta nueva entrega a cargo de Taika Waititi no me despertaba ningún interés, pero debo decir que esperaba un clon de su antecesora y me encontré con algo entretenido. ¿Por qué? Porque acepté el código de entrada y la narrativa no se fue tan a lo ridículo. Mi mayor problema con Ragnarok fue que plantearon tremendos dramas y problemas (un mundo entero fue destruido) y los personajes principales al minuto siguiente estaban haciendo chistes. Aquí no sucede lo mismo. Porque si bien hay una situación dramática grave que atraviesa a todo el film, ese personaje encara de una manera muy empática. Pero más allá de eso, tiene todos los vicios que detesto y aún así me divertí. Es rápida y es concisa. Pretende lo que te da: entretenimiento del más básico con Thor cuasi comediante y su entorno. Y pese que no me gusta su cine, Waititi tiene sello propio aquí y utiliza la fórmula Marvel a su favor y no al revés como suele suceder. También destaco a Christian Bale, porque ese sujeto siempre hace todo bien, al igual que Tessa Thompson. En definitiva, Thor Amor y Trueno (cuya explicación de título me pareció muy linda) será muy disfrutada por los que gustaron de la anterior y los fans de MCU en general.
La nueva película del querible asgardiano tiene muchos guiños para que los amantes de la saga disfruten – aún más – de la historia. La búsqueda de paz interior de Thor (Chris Hemsworth) es interrumpida por Gorr (Christian Bale), conocido como el Carnicero de Dioses. Para detenerlo, el superhéroe se embarca en una aventura junto a Rey Valquiria (Tessa Thompson), Kong (Taika Waititi) y su ex novia Jane Foster (Natalie Portman). Dirigida por Taika Waititi, al igual que la tercera entrega, Thor: Amor y Trueno (2022) no defraudará a los seguidores de Marvel y tampoco les va a ser ajena a aquellos que no lo son tanto. Presenta un argumento poco ambicioso, pero efectivo, que se consolida con guiños risueños ubicados en los momentos precisos. Las actuaciones le agregan un plus extra a la historia y la reaparición del personaje de Natalie Portman se transforma en central. Con mucha producción y una acertada banda sonora, Marvel vuelve a hacer de las suyas con un film entretenido y bien logrado. Recomendación: no perderse las dos escenas post créditos.
Antes que nada, debo decir que Thor: Ragnarok (2017, Taika Waititi) es, a mi parecer, la mejor película basada en cómics de superhéroes que se haya hecho desde las Spiderman de Sam Raimi. Los motivos son muy sencillos y el primero de ellos es el hecho de que comprende el texto sobre el cual se escribe la historia, es decir que Taika Waititi comprende que la fantasía épica que le impuso Walter Simonson a los cómics del Dios del trueno en los cómics en cámara luce aburrido y bordea lo ridículo. Este problema es algo que le sucede a la mayoría de los productos basados en cómics lo cual lleva a despojarlos demasiado de la realidad para darles sentido a los personajes, es decir tratar de escapar al genero fantástico o de ciencia ficción para darle un tono realista solo ha hecho mas aburridas e inverosímiles a estas historias. Por otro lado, Ragnarok recupera el concepto de divertimento y eso es lo más importante, desde finales de los años ochentas el cómic se volvió una lectura para intelectualoides perezosos, ya que intentan encontrar la crítica trascendente en revistas de veinticuatro páginas en lugar de explorar la filosofía o la literatura clásica. Es decir la filosofía y la comprensión del mundo en que se vive debería venir de vivir la vida o de leer el pensamiento original de un genio no desde la relectura edulcorada y tendenciosa de un relator que tamiza sus interpretaciones de Hegel, Ayn Rand, Nietzsche, Foucault o Shakespeare en historias contadas con dibujitos. Los cómics se vieron plagados de artistas más o menos talentosos que trataron de llevar su visión nihilista o fascista de la vida a los textos de los cómics. Esto de alguna manera volvió a los cómics más interesantes pero pretenciosos y aburridos. Los cómics desde su nacimiento han sido creados para entrenar, para divertir y en el mejor de los casos para transmitir un mensaje. A partir de la década del 2000 muchos productos para cine basados en cómics comenzaron a copiar ese tono atentando contra la esencia de los personajes y sobre todo contra la posibilidad de divertirse, Thor más que nadie sufrió de esta tendencia y más que ningún otro producto del UCM fue criticado por ello. Thor Ragnarok recupera esa posibilidad y sobre todo nos da la pauta de que una buena historia, con hechos que cambian al personaje pueden ser contados sin aburrir y sin quitarle interés al personaje. Thor: Love and Thunder (2022, Taika Waititi) es una consecuencia de Ragnarok y desde ese punto de partida todo el camino del personaje hasta donde lo encontramos al principio de la película está justificado. Love and Thunder es una historia sobre Thor (Chris Hemsworth) enfrentando a un villano, Gorr el asesino de Dioses (Interpretado por Christian Bale) y no la historia de un villano que casualmente se topa con el héroe y es ahí donde la historia es todo un acierto ya que sin el villano de turno la historia igualmente sería interesante. La sinopsis es simple: luego de años viajando con los Guardianes de la galaxia, Thor decide volver a la tierra para buscar información sobre un villano que está masacrando Dioses, en su retorno se reencuentra con su gran amor Jane Foster (Natalie Portman), quien está atravesando la fase 4 de un cáncer, el villano es secundario y lo importante es el desarrollo del héroe. Sobre la construcción del villano el guión permite que el trabajo lo haga el actor encargado de personificarlo, quien desde su postura y sus tonos de voz nos permite empatizar con él a pesar de no ser el eje de la historia. Otro gran acierto de Love and Thunder es que como ha pasado con las películas de James Gunn y Doctor Strange in the multiverse of madness nos encontramos con un director con voz propia, Waititi plasma en esta película su estilo el cual se nota en el aspecto visual, en el montaje y en la forma de contar la historia ya que este director puede llevarnos a momentos muy altos de comedia e inmediatamente mostrarnos una escena que rompe con ese tono, creando una situación de extrañeza que no nos permite aburrirnos. Waititi nos muestra esa capacidad de romper el tono de lo que estamos viendo sin quedar fuera de lugar. En esta película el director nos presenta una extraña mezcla entre épica y comedia que al estar bien narrada no desentona y es ágil. En Thor: Love and thunder recuperamos el carácter heroico de los dioses del trueno ya que el dilema que les plantea el villano los lleva a enfrentarlo a pesar de los riesgos que implica para sus destinos esta pelea. En algún momento de la película Zeus (Russell Crowe) les propone un salvoconducto, pero la esencia de ser un héroe épico esta en aceptar el tener que hacer sacrificios en nombre de un bien mayor. La cuarta película del dios del trueno es una obra ágil y divertida que mezcla la comedia y drama con la epicidad al mismo tiempo que nos hace conocer la voz de su director, quien no se equivoca en ninguna de las decisiones que toma. Al final de la misma logramos comprender que su tema no es la venganza ni el destino del universo sino la forma en que se construyen las relaciones y la verdadera importancia que se les da.
UNA HISTORIA DE HERMANDAD Se podría definir a Thor: amor y trueno con apenas una palabra: “recargado”. Pero ese término puede ser engañoso: no es tanto Thor: Ragnarok recargado, sino Taika Waititi -y un poco Chris Hemsworth- recargados, lo cual no es exactamente lo mismo. Especialmente el realizador, y en buena medida el protagonista, son figuras que no parecen conformarse con apelar a las herramientas que suelen dominar con mayor facilidad (como la comedia absurda y disparatada), sino que también procuran explorar nuevas superficies narrativas y estéticas. Es lo que hacen aquí, con resultados estimulantes, aunque ciertamente desparejos. A medida que pasan los minutos, va quedando claro que Thor es posiblemente el único personaje relevante de Marvel que sigue haciendo la suya, apartado de la trama principal en la que está ocupado el Universo Cinemático de Marvel, es decir, el Multiverso. Thor está en su propio universo, casi literalmente, aunque más que nada psicológicamente: para lidiar con sus tragedias (personales, afectivas, incluso morales), se construye una realidad paralela donde él es un héroe alocado y egocéntrico, aunque también sensible, y casi inverosímil. Esta nueva entrega lo encuentra teniendo que enfrentarse con Gorr (Christian Bale), un villano que, a partir de la muerte de su hija, busca vengarse de todos los dioses y ha emprendido una misión para aniquilarlos a todos. Frente a ese enemigo, contará con una aliada inesperada: Jane Foster (Natalie Portman), convertida en Mighty Thor y en la nueva portadora de su martillo roto, ahora reconstruido. Lo llamativo de Thor: amor y trueno es cómo, por un lado, es una continuidad de las tonalidades pop de Thor: Ragnarok, introduciendo elementos que la vinculan con referentes de la aventura ochentosa como Conan el bárbaro y Flash Gordon, pero a la vez utiliza esa base conceptual para ir hacia otro lugar. Un lugar que está lejos de ser el relato feminista que podía esperarse: no se trata de mostrar que las mujeres también pueden pelear o de delinear una bajada de línea woke (por más que haya referencias puntuales a la sexualidad de varios personajes), simplemente porque el film no lo considera necesario y a lo sumo deja, inteligentemente, que sean las acciones las que expresen un discurso ideológico. En cambio, progresivamente, va construyendo un drama romántico, casi trágico incluso, que se complementa y retroalimenta con el pasado trágico de Thor. Y que, a su vez, dialoga con las motivaciones de Gorr, un antagonista que, más que un ser maligno, es uno desgraciado, alguien que, frente a la ingratitud e indiferencia de los dioses, con su fe quebrada, solo encuentra en la venganza un sentido existencial. Al fin y al cabo, en Thor: amor y trueno, está sobrevolando permanentemente el miedo a la pérdida y el dolor, que encuentran en la aventura desenfrenada una mascarada que les permite seguir adelante a sus protagonistas. Y decimos protagonistas porque ese temor aqueja a Thor, pero también a Jane Foster, la Reina Valkyria (Tessa Thompson) y hasta a Korg (Waititi). Para sostener ese ensamblaje narrativo y temático, la película no elige volcarse a un género en particular, sino ensamblarlos un poco a todos, la cual es una elección arriesgada y que no termina de tener toda la solidez necesaria. A eso se suma que la trama posee una estructura algo repetitiva, de sucesivos enfrentamientos que desgastan algo la narración. Asimismo, se nota de manera cabal que Portman -cuyo personaje es una parte fundamental de la historia, desde sus dilemas internos y cómo conecta con los de Thor- no está cómoda en la comedia, lo cual le resta credibilidad al espíritu aventurero que pretende preservar el film. Pero, a cambio, Thor: amor y trueno ofrece una honestidad apabullante en su propuesta, además de una sumatoria de ideas -el Zeus lascivo de Russell Crowe, el improvisado ejército de niños en la batalla final- tan desquiciadas como atractivas. A la vez, si bien podemos dudar sobre qué más tiene para contar y dar el Dios del Trueno, también deja una puerta abierta que ratifica que está, al menos por ahora, en un lugar distinto al resto de los Vengadores. Lo mismo se puede decir de Waititi y Hemsworth como co-creadores de la saga. Y todo eso, en contexto tan estructurado y planificado como el de Marvel, no deja de ser muy saludable.
La “divina” comedia Con gran expectativa de los fans de Marvel ha llegado a las salas de cine la película Thor: amor y trueno, protagonizada por Chris Hemsworth, Natalie Portman y Christian Bale. Por Denise Pieniazek Actualmente se encuentra en la cartelera de los cines argentinos la película perteneciente al género de superhéroes Thor: amor y trueno (Thor: Love and Thunder, 2022), la cuarta entrega de la saga que tiene como protagonista al “dios del trueno”. Recordemos brevemente que los largometrajes de Thor están basados en los comics creados en 1962 por el ilustrador Jack Kirby y escritos por los hermanos Stan Lee y Larry Lieber, los cuales a su vez estaban inspirados en la mitología nórdica. Dicha saga que pertenece al grandilocuente MCU (Marvel Cinematic Universe), es integrada por Thor (2011, Kenneth Branagh), Thor: The Dark World (2013, Alan Taylor), Thor: Ragnarok (2017, Taika Waititi). En esta última, el director ya había comenzado a imprimirle su impronta personal, lo cual será enfatizado en la cuarta y presente secuela. De este modo, el realizador se aleja cada vez más del tono sobrio de las primeras entregas y se acerca cada vez más a la comedia y la autoreferencialidad. Lo cual puede compararse a la actitud del artista Kirby, quien ha explicitado: "Hice una versión de Thor para D.C. en los años cincuenta antes de hacerlo para Marvel (…) Conocía muy bien las leyendas de Thor, pero quería modernizarlas. Sentí que podría ser algo nuevo para los cómics, tomar las viejas leyendas y modernizarlas". Lo mismo puede aplicarse a los dos filmes de Thor dirigidos por Waititi. Puesto que, Thor: Amor y trueno se centra en el nuevo Asgard, lo cual le permite en cierta forma comenzar de nuevo y desprenderse de los acontecimientos narrados previamente con Avengers, para así poder centrarse en el devenir del “dios del trueno” con un tono narrativo distinto. El largometraje comienza con un prólogo que presenta al villano de turno, Gorr (interpretado por el siempre convincente Christian Bale), quien luego de un acontecimiento trágico y al no encontrar reparo en el dios que creía, es sumido por unas fuerzas tenebrosas y al transformarse proclama que “todos los dioses morirán”. Subsiguientemente, sabremos que él irá por Thor, y el resultado será el de un logrado maligno, posiblemente debido a su componente humano y sus claras motivaciones. El héroe, luego de un viaje espiritual de autoconocimiento y la búsqueda de un nuevo rumbo frente a la falta de motivación, al enterarse de la existencia del “carnicero de dioses” formará un equipo para enfrentarlo. Por otro lado, luego de la ausencia del personaje de Jane Foster (Natalie Portman) en la obra anterior, aquí reaparecerá más empoderada que nunca encarnando a Mighty Thor, a tono con la relevancia que el género cinematográfico de superhéroes quiere darles merecidamente a las mujeres dejadas de lado por largo tiempo. Por otro lado, las características actuales de la pareja sentimental del protagonista complican las intenciones cómicas de la narración de Waititi. Foster padece un avanzado cáncer, un tema que difícilmente pueda ser tratado desde el humor, por ende, el tono lúdico y banal de la película por momentos incómoda al confrontarse con la enfermedad, a pesar del atinado gesto de realismo en su desenlace. En consecuencia, Thor: Amor y trueno carece de cohesión, lo cual le quita solidez y no permite que el espectador se entregue totalmente ante la propuesta planteada por el universo diegético, debido al contraste de la carga humorística en Thor y la solemnidad presente en Jane. La película recurre constantemente a la metadiscursividad y la comicidad para burlarse de sí misma. Sin embargo, carece de inteligencia por lo que no alcanza a realizar una parodia al género al que pertenece. Si bien algunos chistes son eficaces o poseen referencias cinéfilas, la mayoría resultan bastante básicos y fáciles, pareciendo subestimar la inteligencia del público. De igual modo, la ridiculización de Zeus, y en consecuencia a la mitología de la antigüedad griega, no termina de convencer. Después de todo, de esa clase de relatos populares proviene gran parte de la inspiración para la creación de los superhéroes contemporáneos. Paradójicamente, algo de ello manifestará incluso uno de los personajes en una de las dos secuencias post créditos que posee el filme. Respecto a la metadiscursividad, la película recurre principalmente a dos elementos por un lado una obra de teatro (tal como ya lo había hecho Waititi en Thor: Ragnarok, es decir que se produce una representación dentro de la representación misma, y por otro lado mediante el relato de Korg (personaje que posee la voz del propio director) que narra la historia como un cuento para niños. Ambos recursos aportan comicidad y momentos de distensión. Otro aspecto en el que se desea reparar es en la clara similitud estética de Thor: Amor y trueno para con las series animadas de los´80 He-Man and The Masters of the Universe (1983-1985) y su spin-off She-Ra, Princess of Power (1985-1987). Recordemos también que Kirby (dibujante de los comics de Thor) trabajó en el diseño de producción de la serie animada Thundarr the Barbarian (1980). Ya desde la campaña de marketing previo al estreno, los posters tenían similitud visual con las series animadas: la pose enaltecida de los personajes -tanto en la versión masculina (He-Man/Thor) como femenina (She-Ra/Mighty Thor)- con sus elementos de poder en una cima (al igual que los gemelos hijos de la realeza de la animación alzando su espada), el color bien ochentero en degradé del cielo al fondo, la tipografía del título o el caballo blanco que monta Valkyrie (similar al Swift Wind de She-Ra). Asimismo, en la primera escena después del prólogo en un planeta se observa un castillo de cristal rosado cuya forma torzada y en tres partes remite muchísimo al diseño escenográfico de She-Ra. Por último, la caracterización del villano Gorr es similar tanto desde su tonalidad cromática como desde el vestuario con capucha y fisionomía de cabeza calva y casi esquelética a Skeletor, el antagonista malvado de He-Man. De igual modo, pueden destacarse visualmente los usos por momentos del blanco y negro y ciertos encuadres que automáticamente homenajean a la historieta, incluso existe un comic titulado A black and white Thor story publicada en 1977. Asimismo, la atinada musicalización con principalmente éxitos de la banda musical Guns N´Roses (una vez más la conexión cultural con la década del ́80) logra enaltecer la acción tal como lo hacía en la tercera entrega de Thor con “Immigrant Song” de Led Zeppelin. En conclusión, esta cuarta entrega de Thor resulta entretenida, pero carece de unidad debido a sus irregularidades. Seguramente a lo largo del tiempo, no sea de las películas más recordadas del MCU. Finalmente, es claro debido a su desenlace y a lo que se ha observado luego de Avengers: Endgame (2019), que algunos personajes emblemáticos de la saga comienzan a despedirse y dar paso a otros más jóvenes, otorgando el mando a las nuevas generaciones para futuras explotaciones.
La última entrega de Thor es la cuarta que centraliza al personaje nórdico y la película número 29, me dice Imdb, de esta seguidilla de fases de Marvel que siempre parece estar por agotarse pero evidentemente todavía tiene un enorme público fiel que celebra siempre el mismo tipo de películas que ya no aportan mucha novedad. Si bien no estamos ante uno de los Vengadores más populares es el que más películas protagonizó de manera central y acá Taika Waititi aprovecha con éxito el costado cómico de Chris Hemsworth que ya aparecía en la entrega anterior (pero descubierto por Paul Feig de todos modos). En esta segunda entrega que dirige y esta vez escribe, Waititi decide apostar al humor, a ese humor que lo caracteriza: simplón, burlón, aniñado, que a veces funciona (como en What we do in the shadows, quizás la mejor película que logre hacer en toda su carrera); y a la emoción, a través de situaciones predecibles, cursis y un poco de golpe bajo aunque siempre seguido de algún chiste. La historia encuentra a Thor junto a los Guardianes de la Galaxia, como sin rumbo desde lo personal. Cuando una amenaza a diferentes dioses del universo se presenta, se separan y él regresa a la Tierra y al nuevo Asgard ahora comandado por Valkiria, se encuentra con su ex novia, la doctora Jane Foster. Como si un encuentro con un ex no fuese lo suficientemente desestabilizador, Jane ahora tiene en su poder el martillo Mjolnir reconstruido y éste le brinda la oportunidad de ser una Thor femenina. En medio de esa rom-com, una noche los niños son secuestrados por el villano Gorr, a quien se lo presenta en una especie de prólogo que nos cuenta cómo y por qué se convirtió en este masacrador de dioses, y esto los lleva a embarcarse en busca de ellos para rescatarlos. Quizás de estas películas sea la que mayor entidad se le da a los niños. Desde lo estético, se intenta plasmar varias ideas. Por un lado, en lo narrativo, el personaje de Korg (al que le pone voz una vez más el propio Taika) y la representación de escenas en teatro como se acostumbraba en Grecia, sirven para resumir y poner al día a quienes se pierden entre tanta línea y personaje a lo largo de la casi treintena de películas. Son dos maneras originales y entretenidas de narrar qué pasó en la entrega anterior o qué pasó entre Thor y Jane. Con respecto a las imágenes, en general se presenta una película muy colorida y llena de efectos especiales creados en pantalla verde, como siempre, y se intenta contrastar esto con la oscuridad del villano que incluso los arrastra a un mundo de grises. Pero ambos lucen superficiales y se desaprovecha la oportunidad de jugar mejor con el terror que el villano insinúa; se siente plano desde lo estético. Los hitazos de los Guns and Roses le aportan una veta rockera que le sienta bien en especial a Thor, con un Hemsworth cada vez más confiado y capaz de llevar adelante otra película con mucho más que un cuerpo musculoso. Uno de los grandes problemas que viene teniendo Marvel es que, salvo por Thanos y antes Loki, la mayoría de los villanos se convierten en personajes bastante olvidables aun estando interpretados por actores de renombre. Y en este afán por reclutar a todo Hollywood que parece tener Marvel, Christian Bale interpreta a un villano al menos creíble, con una motivación poco original pero fuerte como para querer destruir a todos los dioses. Russell Crowe y su Zeus en cambio quedan caricaturizados y, aunque esa sea la idea, lo cierto es que tanto el actor como el mítico personaje quedan reducidos a eso y es una pena. Las presencias femeninas de Natalie Portman y Tessa Thompson aportan lo suficiente y sobre todo ésta última tiene carisma y dan ganas de verla más. Pero la línea narrativa que gira alrededor de Portman, su ascenso como heroína, podría haber sido icónica y sin embargo la acompaña una historia cursi como todo lo que la película quiere contar: a la larga siempre es sobre el amor, y nada más aburrido que una película que toma un tema tan grande y universal y lo simplifica, aún con todo el humor del universo. Thor: Amor y Trueno es tan Marvel que duele, el Marvel en el que se ha convertido, siempre un poco más de lo mismo con una pequeña vuelta (como en la última de Dr. Strange hacia el terror, por ejemplo): historias poco originales pero grandes despliegues visuales, un humor que le resta seriedad a cualquier situación (aquí la puesta a la comedia es total y hay mucho de parodia fallida) y el escenario por el que parece ir pasando todo actor o actriz de renombre. Atrás quedó la época en que Marvel «descubría» a una estrella (¿quién sería Chris Hemsworth sin Thor? ¿Chris Evans sin el Capitán América?) o le brindaba una oportunidad de regreso como la que fue con Robert Downey Jr. De todos modos hay que decir que en la primera de las dos infaltables escenas post créditos se presenta a un personaje conocido por cualquier cultura popular y con el rostro de un actor que quizás estaba necesitando dar el gran salto para cobrar una mayor popularidad. Por supuesto no voy a spoilear pero su presencia es lo único que me convence de antemano de querer ver una próxima entrega. También resulta lindo el guiño final que resignifica el título de la película. Para quienes se encuentren hastiados o se sienten próximos a eso, esta nueva entrega no aportará más que una razón. Pero si aún disfrutan las películas al mejor estilo Marvel, coloridas y con mucho humor, sin muchas más pretensiones que ver a actores favoritos interpretando a personajes de los cómics, al menos esta película tiene un estilo un poco más propio (todo lo que Marvel permite; a la larga siempre parecen dirigidas por un algoritmo), ese estilo aún en construcción que está gestando Waititi con su carrera, con menor o mayor éxito. Es una buena opción también para los más jóvenes en estas vacaciones de invierno, porque aunque irregular es entretenida; ya lo dijo Scorsese y me disculpo por citarlo acá: estas películas se han tornado como parques de atracciones. Y en este camino de deconstrucción que tienen las grandes ligas, su elenco la definió como una película muy gay solo por algunas referencias y menciones light, quizás sí un poco más riesgosas contrastándolas con las de otra época.
Se esperaba que la cuarta entrega de Thor sea un éxito de taquilla y lo fue. El segundo film de la franquicia dirigido por Taika Waititi (Jo Jo Rabbit, Thor, Ragnarok) fue un éxito en recaudación que llegó a los cines con un elenco notable: Christian Bale, Natalie Portman, Russell Crowe y por supuesto Chris Hemsworth en el papel principal. En el caso de Thor hay un traspaso en el personaje a lo largo de su historia: De Dios del trueno todo poderoso a una especie de superhéroe bromista. Si bien esto puede sumarle cierto matiz gracioso a las películas, es una decisión que a la larga resta más de lo que suma a nivel artístico. En Love and thunder hay un exceso de chistes, colores y estímulos innecesarios y por momentos bizarros que atraviesan todo el film, aún cuando la trama tiene más carga dramática que humorística: Gorr (Bale) es un villano que busca venganza por la muerte de su hija y está decidido a asesinar a todos los dioses, mientras que Jane (Portman) decide enfrentar su enfermedad terminal de una forma diferente: lejos de hacer reposo, se convierte en una especie de Thor Woman y ayuda a su enamorado a derrotar el mal. Waititi busca compensar el drama de la enfermedad de Jane y la oscuridad muy bien lograda de Gorr (excelente actuación de Bale), con un Thor «cool» y gracioso por demás que debe buscar la ayuda necesaria para poder vencer al villano de turno. Con ese fin acude sin éxito a Zeus, personaje compuesto desde el absurdo (olvidable performance de Russell Crowe). Si bien muchas decisiones de Waititi como director y coguionista son cuestionables, como la innecesaria adopción de la temática LGBT en varios personajes del filme, debe destacarse la ejecución de ciertas escenas de acción, la utilización del blanco y negro en momentos puntuales, y la construcción del personaje de Gorr. Las actuaciones de Christian Bale y Natalie Portman son excelentes, Chris Hemsworth defiende con gracia a un Thor en exceso gracioso, pero que aún así logra entretener. La música de Guns n’ roses es un gran acierto técnico y artístico en la historia. Una entrega que apenas logra entretener a los devotos seguidores del MCU.
¿Novedades? Pocas en el sentido estético del término: esta cuarta película del superhéroe dios nórdico sigue el camino de sitcom vertiginosa de Thor:Ragnarok, la anterior intervención del comediógrafo Taika Waititi en el campo de los superhéroes. Por lo tanto, van a divertirse mucho y reírse mucho, y van a notar que el despliegue gigantesco de efectos especiales tiende más al absurdo y a jugar con la pose heroica de las historietas que a asombrarnos (aunque también asombre). Porque en última instancia, la película trata (como Dr. Strange en el Multiverso de la Locura) sobre la pérdida. En este caso, Thor, interpretado con muchísimo humor por Chris Hemsworth, de la pérdida de sentido: ¿qué hace que Thor sea Thor? ¿Qué hace que un superhéroe sea un superhéroe? Y para el villano -un gran Christian Bale divirtiéndose- con aliento trágico, es parecido: ¿qué sentido tiene que haya super tipos si las cosas malas van a pasar igual, si incluso los super tipos pueden ser “malos”? De hecho, el humor de la película es un vehículo para preguntarse por qué nos cautivan estos cuentos llenos de ruido y furia, o de amor y trueno. Hay amor también y la relación entre Natalie Portman y Tessa Thompson hace más por el feminismo y la igualdad entre los géneros que mucha declamación a reglamento. En medio del caos, una película para disfrutar como un chico, y la falta que hace.
Thor – Amor y Trueno: el cine de autor en tiempos de franquicias Ser o no ser un dios nórdico de cientos de años Taika Waititi vuelve al MCU para continuar con la epopeya de Thor (Chris Hemsworth) en la franquicia más longeva hoy en este universo, y la primera en llegar a una cuarta parte. Dioses, asesinos de idem y el culo nórdico al desnudo en Thor: Amor y Trueno. ¿De qué va? El Dios del Trueno se embarca en un viaje diferente a los que realizó en el pasado, un viaje de autodescubrimiento. Pero su recogimiento es interrumpido por un asesino galáctico conocido como Gorr el Carnicero de Dioses, cuya misión es la extinción de todas las deidades. Para combatirlo, Thor solicita la ayuda de Rey Valquiria, Korg y su ex novia Jane Foster que, para su sorpresa, inexplicablemente es capaz de blandir el martillo mágico Mjolnir, convirtiéndose en la Poderosa Thor. Juntos se embarcan en una inquietante aventura cósmica para descubrir el misterio de la venganza del Carnicero de Dioses y detenerlo antes de que sea demasiado tarde. Luego de los eventos de Avengers: Endgame, uno de los pocos sobrevivientes de la primera ola fue el Asgardiano definitivo, ese que vio morir a su hermano Loki demasiadas veces, a su madre a su padre, a su pueblo… demasiadas pérdidas. Luego de relegar su lugar como Padre de Todo en Nueva Asgard en manos de Valquiria (Tessa Thompson), decide irse de viaje con los Guardianes de la Galaxia y retomar su senda. Thor es sin dudas un personaje trágico, que parece no encontrar su status definitivo debido a las elecciones creativas de cada uno de los directores que tomaron el control de su devenir dramático (¿será necesaria una voz femenina?). Con cientos de años en su haber (como cuentan en Avengers Infinity War, en donde -a pesar de la tontera que muestra- hasta conoce el idioma de Groot) Odinson debería ser sabio y menos pasional. Sin embargo, el despilfarro, la falta de ubicación o responsabilidad política y emocional, se contradicen con ello. Luego de una primera parte bipolar (con un Asgard increíble por un lado y un humor pacato y soso en la Tierra por otro) y una segunda parte oscura pero que se desinflaba, llego Taika para Thor: Ragnarok y redefinió el personaje hacia un viraje humorística y bastante metatextual (además de olvidar al interés romántico de Jane Foster). Y así llegamos a una cuarta parte, repitiendo por primera vez dirección y calando más hondo en las decisiones estéticas y narrativas. La aparición de dos hechos separados llevan a la acción, haciendo regresar a un más-inflado-que-nunca Thor de su viaje interestelar: el regreso de Jane Foster (Natalie Portman) como Poderosa Thor, y la aparición de Gorr el Carnicero de Dioses (Christian Bale). ¿Cómo que Jane es Thor? ¿Dónde estuvo todo este tiempo? ¿Por qué justo ahora? Bueno, todo eso se explica en la película. Si leyeron el arco de Jason Aaron en los comics, es posible que se sientan UN POCO decepcionados. Lo de Bale como Gorr suma bastante, aunque con sus pocos minutos en pantalla, queda desdibujado y se siente como si se hubiese podido mostrar más. También se destacan: la ya nombrada Valquiria (con una prestancia y personalidad que traspasa la pantalla), Korg (con la voz del director) y las dos cabras intergalácticas. Ahora, da gusto encontrar una búsqueda unificada: la cuarta parte es una continuación clara y lógica de Ragnarok. El tipo de humor, la caracterización de los personajes… es una lástima que eso choque con lo que vimos en las dos últimas partes de Avengers, porque nos hace preguntarnos ¿entonces cuál de estos es Thor? Sí es inteligente comenzar a posicionar a nuevas generaciones o buscar nuevos perfiles frescos que ayuden a que este Universo siga existiendo. Los niños y las niñas de Nuevo Asgard es un claro ejemplo de esto. Y bueno, lo de Portman siempre es un diez, el ángel que tiene, su compromiso con el tipo de humor y sobre todo el trabajo físico, realmente no es necesaria mucha explicación: ella está ahí porque tiene que estar, es claramente una de las grandes estrellas de Hollywood. Thor: Amor y Trueno (que su título se explica en la última escena de la película) es una vuelta a las bases del personaje en su modo Ragnarok, y a la vez una flecha apuntada hacia lo que viene más adelante. Con una caterva de personajes secundarios al nivel del protagonista, y un gran antagonista que cae en la maldición del MCU, esta cuarta parte se hace divertida y pasatista pero nos hace pensar “¿cuánto más puede avanzar este personaje?”. La escena post-créditos puede dar algunas señales hacia donde, y si eso entra en conflicto con los peligros multiversales de esta fase del MCU puede llegar a ser muy interesante de ver.
Taika Waititi, señores: tómenlo o déjenlo. El tipo nunca va a pasar desapercibido. Es una mente salvaje, un gran cineasta, un tipo que se decanta por hacer lo que se le dé la gana… y siempre con mucha pasión. El drama con Waititi es que sus historias carecen de fluidez emotiva: salta tanto el tono de una escena a la otra que sus filmes se transforman en auténticas montañas rusas. Cuando es melodramático, es devastador – ¿se acuerdan de los zapatitos de Scarlett Johansson en Jojo Rabbit? -. Cuando es cómico, te morís de la risa. Y cuando es delirante, te da vergüenza ajena de hasta dónde puede llegar. El problema es que el tipo combina las tres cosas en casi todas sus películas y no siempre de la manera mas pulida posible, lo cual muchas veces termina bordeando lo chocante en muchas ocasiones. Si Thor: Ragnarok era la aventura suprema de Thor – con Chris Hemsworth siendo tan cómico como heroico -, Thor: Amor y Trueno es un Ragnarok remix menos pulido pero, no por eso, no menos entretenido y emotivo. El drama es que acá Waititi se pasa de rosca demasiadas veces y aunque uno termina por aplaudirlo, el incremento porcentual de lo ridículo termina desdibujando las partes serias del filme… que las hay y que Waititi maneja de manera maestra. Yo creo que el día que haga un filme totalmente dramático, sin comedia, puede dar lugar a algo monumental, memorable y multipremiado. Pero su naturaleza de bufón es salvaje, indomable e impredecible y siempre termina ganando la partida. Thor: Amor y Trueno es así. Hay momentos para llorar – Jane Foster descubriendo su cáncer terminal; la devastadora odisea de Gorr al descubrir que el dios al cual ha adorado durante toda su existencia es un cretino egoísta que ha abandonado a su plebe (para colmo en un momento de hambruna que lo ha convertido en el último de su especie y lo ha forzado a presenciar la muerte de su adorada hija) -, hay momentos épicos – como Waititi no hay nadie en el MCU que traslade la épica de los superhéroes de la viñeta a la pantalla grande; acá las peleas masivas están orquestadas en cámara lenta con Guns N’Roses de fondo, una variación de la genial movida que hizo con Led Zeppelin en Ragnarok y que convirtió a todo el mundo en su fan -… y hay momentos de ridiculez extrema. Verlo a Russell Crowe – super gordo y sobreactuando sideralmente – te hace chillar los dientes, aunque el gag termine dando sus frutos; las espantosas cabras gigantes parecen salidas de los Looney Tunes, y Korg (Waititi en persona) es un narrador tan entretenido como atroz. Cada escena funciona en sus propios términos y, por supuesto, todo esto es mucho mas entretenido y movido que la pretensiosa Doctor Strange en el Multiverso de la Locura… pero una pulida general podría haber dado lugar a algo épico y memorable en vez de un acolchado de retazos que no siempre tiene coherencia interna en cuanto al tono. Christian Bale está genial como Gorr y es imposible no sentir empatía por él y su drama personal. El inglés se relame con el look decrépito del personaje y es de los mejores villanos que ha dado el MCU. Al fin Natalie Portman no se siente como un adorno y puede flexionar sus músculos dramáticos (y físicos! guau, qué tubos…) en una película Marvel a la vez que divertirse como loca como la versión femenina de Thor. Hemsworth cada día está mejor actor, no solo sigue brillando en la comedia sino también cuando le toca ser serio, dramático y romántico. Pero quizás la mayor ganancia le corresponda a Tessa Thompson, la cual la vi sobreactuada en Ragnarok y acá fluye con una naturalidad pasmosa. Es cínica, mujeriega, decidida… su Valkiria es un personaje mucho mas redondo en esta ocasión. Es posible que la estructura del MCU no siempre haga feliz a Waititi – no sabe muy bien qué hacer con la alianza de Thor y los Guardianes de la Galaxia (impuesta por el final de Endgame) así que termina despachando a los mercenarios del espacio a los 20 minutos de iniciada la película – pero, con Thor en soledad y con los aliados de siempre, no tarda en volver a las andadas. Thor: Amor y Trueno es un muy buen espectáculo aunque está plagado de desniveles. Es la furia creativa de Waititi y Hemsworth lo que mantiene viva la película pero el script, en cuanto a tonos según las escenas, bordea lo esquizofrénico. El epílogo tiene un tufo a pisada en falso, no parece integral con el resto de la historia, pero son cinco minutos en un show de dos horas. Desde ya tendrá sus detractores y defensores, pero en ningún momento es un filme que solo va impulsado por la rutina y la inercia. Pero, si uno acepta el aburrimiento propio y el deseo que otro lo entretenga (para bien) durante 120 minutos, bien puede relajarse y disfrutar los disparates que Waititi ha cocinado para nosotros, aunque a veces algunos tengan un sabor mas intenso que otros.
Thor: Amor y Trueno es la cuarta entrega de la franquicia de Thor en Marvel, es la peor, y denota el desgaste del personaje, la desorientación de la Fase 4 de Marvel y es la más hereje con la mitología del dios nórdico. En el link, la crítica escrita; más abajo la crítica radial completa en los reproductores de audio solo, o de YouTube con video. Thor: amor y trueno es una película qué profundiza el estilo que habíamos visto en thor: Ragnarok, donde el género se iba más hacia la comedia en vez de mostrar solemnemente al dios del trueno. Aparentemente le habrían dado el visto bueno a Taika Waititi para que siga en esa línea, y que inclusive vaya más allá, lo cual hace funcionar a la película como una comedia bastante bien, pero a la vez, eso hace que el film sea bastante hereje a lo que es la mitología del dios del trueno, al cual ridiculiza en numerosas ocasiones, a los fines de lograr el efecto cómico. Eso puede generar un efecto de ver al filme como una herejía en muchos de los fans de este personaje; el cual es uno de los más poderosos héroes de Marvel, y debería ser en cierta forma uno de los más respetados; cosa que en esta película no sucede, y no solo se queda en eso el filme, sino que agrega otros elementos de comedia absolutamente absurdos, y en cierta forma delirantes, como por ejemplo el regalo qué le hacen a thor de dos llamas gigantes, que hacen un ruido muy particular y las tiene que llevar de un lado para otro. Sí nuestra idea es entretenernos en el cine, y vale todo a los fines de la comedia, puede ser una película muy válida; pero si nos molesta la ridiculización del personaje, quizás podamos rechazar la película de lleno. Además a diferencia de las anteriores, que si bien es cierto tenían cierta subtrama romántica; en este caso, la trama romántica quizás es el corazón de la película, y toma un enorme protagonismo; al punto tal que ya no es una película solamente de thor, sino también de la poderosa thor, interpretada por Natalie Portman, e inclusive se agrega el sustantivo amor en el título, eso le da un efecto melodramático también a la película, e inclusive, curiosamente al contrario de lo que es el efecto cómico buscado, por otro lado, la película trata sobre que uno de los personajes principales está muriendo de cáncer, lo cual genera como una disonancia con ese objetivo de hacerla más cómica, porque a la vez por otro lado la hace más dramática, y ese tema, que es bastante amargo, puede tocar a mucha parte de la audiencia, ya que casi todas las personas han perdido a alguien debido a esa enfermedad. El argumento es más o menos simple, thor y la poderosa thor se deben enfrentar a un villano interpretado por Christian bale, el cual al ser abandonado por los dioses en una situación donde su pueblo murió de hambre, consigue unos poderes y empieza a matar dioses; obviamente thor al ser un dios, se va a tener que enfrentar con él junto a su novia, con la cual se reencuentra luego de mucho tiempo, y ella previamente al reencuentro consigue los poderes de thor, por una cuestión no del todo bien explicada, gracias al martillo destrozado que estaba en exhibición como en un museo del nuevo Asgard. La película es entretenida, es bastante graciosa en numerosas partes, es bastante hereje, como ya se ha mencionado, y no logra ser una comedia delirantemente graciosa, ni tampoco una película épica, ni una gran historia de amor. Es como que carece de un objetivo claro, al igual que lo que es la fase 4 del universo cinematográfico de Marvel, dónde en algunos casos parece que no se sabe que van a hacer con los personajes, y en ese sentido la película coincide con cierta crisis de la mediana edad que tiene thor, el cual en cierta forma busca su destino, primero en los guardianes de la galaxia, luego andando solo, luego con su novia recuperada, y luego en otras cosas que no revelaremos también. Si a uno le gustan las películas de superhéroes vale la pena verla, es entretenida, pero no es gran cosa tampoco, y sin lugar a dudas es la peor de todas las películas de thor y la más olvidable; lo cual no significa que sea una mala película, pero sí es una película divisiva que puede gustar, o puedes disgustar bastante. Si la quieren ver ya están advertidos, si no la ven, no va a venir el espíritu de Stan Lee al reclamarte: Che, no viste Thor: Amor y Trueno.
Cuarta entrega en solitario del ‘Dios del Trueno’, escrita esta vez por Jason Aaron. Un elenco poblado de estrellas (Chris Hemsworth, Natalie Portman, Christian Bale, Russell Crowe, Tessa Thompson) se une aquí a un director afín a la comedia, Taika Waititi, conocido por el éxito de su subversivo film “Jo Jo Rabbit” (2020). El extraño abordaje emprendido apuesta aquí por una estética colorida, depurando la fórmula cómic de la forma más salvaje un futuro inesperado para una leyenda con nombre propio en el séptimo arte moderno. Con omnipresente música de los imperecederos Guns n’ Roses (<<Sweet Child O’ Mine>>, <<Welcome to the Jungle>>, <<Paradise City>>), el plato parece estar servido para garantizar entretenimiento: se nos presenta una sinfonía visual. Sin embargo, toda espectacularidad que asoma carece de sustento. Pareciera representarse, de manera más abstracta, a un universo Marvel regidor de leyes del cine comercial contemporáneo. No obstante, contaremos más balas gastadas que acertado potencial. El tono caricaturesco, aventurero y ligero se inclina por un estilo de adaptaciones cimentadas que innova en cuestiones de diversidad de género, aunque con poca profundidad por explorar; una superpoblación de subtramas acaban quedando insatisfactoriamente desarrolladas y un viraje hacia instancias serias no inciden en un desarrollo introspectivo favorecedor. El trayecto de «Thor» en la gran pantalla comprende tres películas previas de fantasía, superhéroes y ciencia ficción, pertenecientes al inagotable universo cinematográfico que Marvel ha tramado en paralelo: “Thor” (2011), “Thor: The Dark World” (2013) y “Thor: Ragnarok” (2017), cimentaron un sendero que ha involucrado a directores de gran talla, como Kenneth Branagh (dirigió la primera película), Alan Taylor (se hizo cargo de la segunda) y el citado Waititi (detrás de cámaras en la tercera y cuarta entrega). La trilogía inicial recaudó más de mil millones de dólares, duplicado el presupuesto con el que fuera rodada. Luego de un lustro de silencio, “Thor, Love & Thunder” ofrece el típico show fragmentario y relampagueante que supera las dos horas de metraje en anecdótica narración y rebosantes baldes de pochoclo.
Amor y Trueno y Arcoiris en la Oscuridad En el medio de este film festivo, o más allá del medio y más cerca del fin del film, de repente caemos en la cuenta de que estamos viendo una película en blanco y negro que parece haberse tirado de cabeza -o de panza y con ruido- en el universo de Ingmar Bergman. O, para decirlo con los términos que les gustan a ustedes los jóvenes, Thor: Amor y Trueno hace chistes con multiversos sin comerse el verso. Así las cosas, o porque así nos convocó con alegría Taika Waititi, Christian Bale hace de la muerte y nos trae a la memoria El séptimo sello mientras pensamos en Persona y en Gritos y susurros. Pero no nos burlamos de Bergman sino que lo homenajeamos con Waititi. Y todo esto en una de superhéroes que es una grandísima comedia, como Thor: Ragnarok pero incluso mejor. Así como en algún momento de nuestras vidas hemos pensado que toda gran canción debía ser versionada o multiversionada por los Ramones y Johnny Cash, uno está tentado de decir que todos los temas del cine -es decir todos los temas, para recordar a Horacio Quiroga- deberían serle ofrecidos a Taika Waititi para que los haga comedia, para que los haga rodar con frenesí cómico, ese que no niega el dolor pero que, final y felizmente, se lo lleva puesto, en aras del arte superior de la risa. Recordemos, ahora mismo, a Jojo Rabbit y su filmografía anterior (acá tienen algo sobre ese asunto: link). El autor Waititi hace su segunda película de Marvel pero en realidad hace una -otra- de Waititi. Una que imagina por todo lo alto, que cuenta, que hace comedia firmada: una película de autor. Y lo hace en un momento en el que los nombres de los directores han desaparecido de muchos carteles (Frank Capra mira desde el cielo con desaprobación). “Una película de Netflix”, “una película de Amazon”... vemos en mails y en las calles, en afiches no demasiado bonitos. En los mails es casi siempre posible encontrar el nombre del director de la película en cuestión, en los afiches no aparece ni en tipografía mínima, ¡devuelvan a los directores! En estos tiempos, entonces, Waititi se apropia -con fuerte singularidad- de Marvel, de Thor, de Shakespeare, de Guns ‘n Roses, de Enya, de Dio y su canción clave, del nombre Axl, de martillos, de lechuzones, del color y del blanco y negro, y de decidir qué hacer ante “la salud”. Se apropia otra vez de la capacidad de Chris Hemsworth para la comedia, de cameos gloriosos, de las capacidades intensas de Natalie Portman y Mr. Bale. Y de Zeus interpretado por el gordo, por Tutatis. Taika Waititi hace una de Taika Waititi. Taika, el actor, director y guionista que vino del sur, de Oceanía. El que interpretó a un vampiro, a Hitler y a Korg. Que se mandó una -otra- de luces y colores y una reunión de dioses. De dioses sin hombres, solo dioses. ¿Le gustará esta Thor a los seguidores más solemnes de los súper héroes? No tengo ni idea, no tengo el disgusto. Thor: Amor y Trueno. Me molestan las mayúsculas porque sí -o las aún más caprichosas- pero a esta película, a su tipografía -a su decisión tipográfica- se le podría permitir eso e incluso más, y ese título es tan desafiante, tan heavy metal... (además, de todos modos, en la película Amor y Trueno son finalmente nombres propios). Las formas de las letras elegidas son, también, una fiesta. Y también lo es la explicación del “agujero de gusano”: pocas películas se ríen así de bodrios solemnes y paspados como Event Horizon e Interstellar; con brevedad, certeza y un lápiz y un papel. La canción del final, la canción clave, de Dio, es “Rainbow in the Dark”. De hecho, la película podría haberse llamado Thor: arcoiris en la oscuridad. Porque eso y mucho más es esta comedia, que es tan comedia que tiene dentro de sí las más diversas tragedias y enfermedades terminales, y a Bergman como uno de sus referentes… y sigue siendo una comedia. Taika tiene claras las tradiciones, sus tradiciones y sus traiciones, y le gusta el cine -aunque no esté de moda que te guste el cine-, y por eso puede meter unos cuantos “temas contemporáneos” dentro de los temas de siempre, esos asuntos eternos del amor, el trueno, los dioses, la oscuridad y el arcoiris.
Graciosa pero despareja, la nueva película de la saga asgardiana de Marvel marca el reencuentro del protagonista con su ex pareja para combatir a un brutal y vengativo asesino de dioses. Con Chris Hemsworth, Natalie Portman, Tessa Thompson y Christian Bale. El otro día veía una entrevista que Taika Waititi daba en un talk show nocturno de la TV estadounidense. Como sucede siempre que aparece en circunstancias así, uno tiene la sensación de estar ante un entertainer consumado, más un actor-comediante –rápido para las ocurrencias, inteligente y un tanto extravagante– que un director de cine. Sus peculiaridades y obsesiones personales tienden a aparecer en sus entrevistas y en sus películas se mantienen idénticas. Uno ve THOR: LOVE AND THUNDER (o Thor Four, que sin duda era mejor título) y no duda que está viendo a alguien jugar con la idea de hacer una película de superhéroes, un tipo que se toma el trabajo con liviandad y alegría, y trata de adaptar la maquinaria Marvel a sus deseos personales. ¿Lo logra? No siempre, no todo el tiempo. Pero trata. Y si uno analiza la película en relación al tronco corporativo en el que se inserta, no hay dudas que es un film personal. No sé si es bueno, realmente, pero es inequívocamente suyo. La extrañeza de esta THOR es que en ella parecen convivir tres películas a la vez, todas radicalmente distintas entre sí. Y no siempre es fácil que la transición entre unas y otras sea fluida. Por un lado tenemos un film Waititi puro: casi una parodia de una película de superhéroes, algo que se parece por momentos más a un sketch de Monty Python que a cualquier otro título de Marvel (bueno, salvo la anterior de THOR, que era suya también). Por otro lado tenemos un grave drama que incluye, entre otras desgracias, a niños muertos, niños secuestrados, personas con cáncer terminal y situaciones emocionalmente densas. Y la tercera pata del asunto es la película de acción que se toma en serio a sí misma y que nos recuerda que, pese a las aparentes diferencias, esto sigue formando parte del Universo Marvel. La combinación no funciona demasiado bien –es difícil pasar de un chiste grueso o el cameo absurdo de algún famoso a ver a una persona en quimioterapia o a otro enterrando a su niña–, por lo que THOR se disfruta de modo esporádico, por momentos, cuando algún gag sale bien o cuando el carisma y talento para la comedia de su elenco permite momentos de lucimiento. Y por más que Natalie Portman esté un poco a la cabeza promocional de este título claramente woke de Marvel (la empresa hace todos los esfuerzos posibles por emparejar su universo que arrancó siendo muy masculino), el que se roba la película sigue siendo Chris Hemsworth, alguien que entiende el timing cómico y el humor de Waititi como pocos. La película arranca en frío, directamente, con una escena trágica que explica el origen de Gorr, el villano de turno, el «Carnicero de Dioses» interpretado por Christian Bale con su seriedad e intensidad acostumbrada. Y de ahí pasa a mostrar que uno de los personajes principales del film está en la etapa cuatro de un cáncer. Si uno vio el gracioso trailer pensará que se equivocó de película. Pero no. Dos minutos después, Waititi nos introduce en un tono de cuento infantil. Es Korg (el amigo de Thor, que interpreta, vocalmente al menos, el propio director) el que le relata a unos niños la leyenda del ex Rey de Asgard, resumiendo en tono de broma las mil desventuras de la musculosa deidad, acompañado en esos flashbacks por otros personajes del MCU. Y de ahí llegamos al llamado Nuevo Asgard, convertido en un disparatado parque temático de variopintas leyendas nórdicas, con una actividad más absurda que la siguiente. Durante un buen trecho –y salvo por una primera y larga escena de acción que conecta a los distintos personajes–, la película irá más que nada por el lado de la comedia, con Waititi apostando a las confusiones entre Thor y su ex pareja, la Dr. Jane Foster (Portman) que, como han visto en todos los adelantos, tiene acceso y control del poderoso martillo Mjölnir, con el aporte de Tessa Thompson como Valquiria, la actual reina de Nuevo Asgard, un título que es más administrativo que otra cosa. Junto a Korg, el trío viajará de una manera un tanto extravagante (aunque fiel, aparentemente, a ciertas leyendas nórdicas) a buscar y a derrotar a Gorr, que ha secuestrado a unos niños de la ciudad y se dispone a usarlos para cumplir su cometido: vengarse de los Dioses que dejaron morir a su hija y lo engañaron con falsas promesas. Y así, a lo largo de dos horas, THOR: AMOR Y TRUENO irá de la comedia más pura y dura (una convención de dioses, con un veterano y célebre actor en un papel clave, es la escena más absurda y divertida de todas) a enfrentamientos casi programáticos de la línea Marvel en los que Waititi parece dar un paso al costado y cederle la dirección al equipo de efectos especiales, para volver de ahí al humor disparatado y, en la escena siguiente, a alguna situación dramática potente. Es un estilo que se acerca al de James Gunn en la saga GUARDIANES DE LA GALAXIA –la mezcla de drama y absurdo, la música retro ochentosa, el uso de personajes bizarros– pero aún más idiosincrático y personal, ya que Waititi siempre parece jugar como un niño con las reglas y convenciones de los mitos nórdicos, cuya impostura y gravedad los hace muy aptos para la parodia. No muy distinto, de hecho, a lo que ha hecho en WHAT WE DO IN THE SHADOWS y hasta en JOJO RABBIT: elegir personajes que se toman muy en serio a sí mismos (dioses, vampiros, nazis) y ridiculizar su pomposidad. Pese a sus evidentes desniveles, al menos THOR 4 ofrece momentos divertidos y gags que van más allá de las bromas verbales de guionista cool que plagan las películas del MCU. Waititi sabe usar el absurdo verbal, pero también el visual, y sus yuxtaposiciones a veces funcionan muy bien. Buena parte del mérito es de Hemsworth, que lleva esas contradicciones como bandera: su look y figura heroica se chocan con su humor autoparódico y su personalidad un tanto insegura. Es más difícil para Portman, que no es una actriz que usualmente trabaje en este tipo de estilo de comedia tan ampuloso, por lo que la parte más dramática/romántica de la película se debilita un poco, pierde peso en el balance final. La saga de THOR, desde que la tomó el realizador neocelandés, se ha vuelto la más simpática, personal y accesible de las puertas de entrada al MCU. No será un logro demasiado memorable pero, en el monotemático ecosistema cinematográfico en el que vivimos, peor es nada.
Se estrenó en salas lo nuevo de Marvel Studios, “THOR: AMOR y TRUENO”, dirigida por Taika Waititi (“Jojo Rabbit”, “THOR: Ragnarok”), continuando la historia de uno de los más queridos Avengers para estas vacaciones de invierno. Thor (Chris Hemsworth), el Dios asgardiano del Trueno, recorre la galaxia resolviendo conflictos bélicos con su hacha RompeTormentas. Esta vida, más allá de serle satisfactoria, se siente vacía, y el Vengador recuerda nostálgicamente a Jane Foster (Natalie Portman), la científica de quien él se había enamorado en la primera entrega de la saga. Ésta, por otro lado, se encuentra lidiando con problemas ante los que se siente impotente. El llamado de una importante reliquia puede convertirse en la solución que ella está buscando. Por otro lado, Gorr, el Carnicero de Dioses (Christian Bale), ejecuta un plan gestado por un rencor profundo y la corrupción de una espada maligna. ¿Cumplirá su objetivo de aniquilar a todos los dioses? Esta película es un torbellino de colores y música enfocado en la experiencia del espectador, y es consciente de sí misma. Es acompañada por la armoniosa narración de Korg (Waititi, el director), que es aliado del protagonista en sus aventuras y ayuda a darle un toque épico a relatos que por momentos pueden ser triviales. La performance individual de cada actor es buena, y cada uno de ellos posee algo especial que es demostrado y, en su mayoría, aprovechado por la dirección: Hemsworth usa su carisma interminable, Portman, su presencia actoral entrañable y ni hablar de Bale, con su enorme versatilidad corporal y expresiva. Todo esto brinda valor, pero faltan química e interacciones relevantes, sobre todo entre Jane (Portman) y Thor (Hemsworth), en donde su relación se ha vuelto completamente estéril y aburrida. El film es muy estimulante, como si fuera un desfile de producción, actores formidables, efectos, colores, música, pero se los halla inconexos, mucho más al principio. Toma todo el primer acto para acomodarse y asentarse. En lo que respecta al guion, funciona a duras penas, más que nada gracias a las decisiones estéticas y las interpretaciones actorales (especialmente la de Christian Bale), pero si hay que ser completamente sinceros, se cae a pedazos. El conflicto principal no es suficiente y no hay obstáculos: todo está facilitado para los protagonistas, o al menos eso parece, volviendo a la audiencia un simple receptor de estímulos coloridos, que no requiere ningún tipo de proceso mental o emocional (al menos durante los dos primeros tercios de la cinta); funcionando como película infantil. Sin embargo, sorpresivamente, en las escenas finales, el film - y, sobre todo, Hemsworth - pega un vuelco inesperado y nos brinda emociones reales y vulnerables, no superficiales. Bale nos ofrece un villano ruin, oscuro y corporalmente interesante, trabajado de una forma muy visceral, pero la poca profundidad del film lo desaprovecha. Sí hay que recalcar que, a pesar de que la historia no es relevante para su integración con el MCU y que el primer acto nos entra por un oído y nos sale por el otro, se ven muchos guiños a las batallas pasadas de los personajes -contra Thanos, por ejemplo - que aportan remates cómicos disfrutables. Finalmente, cabe resaltar las excelentes decisiones estéticas, en donde Guns N’ Roses, entre otras bandas de rock, musicalizan escenas en cámara lenta, explosiones, peleas y coreografías épicas - en las que a veces lamentablemente falla un poco el CGI. Es una buena película “touch and go” para las vacaciones de invierno: para pensar poco, divertirse (en una forma súper apta para todo público) y olvidarse. Por Carole Sang
Otro capítulo intrascendente dentro de la factoría Marvel y van. Quiere ser la comedia romántica de la saga pero se queda a mitad de camino en cada escena. Ni siquiera con todo el esmero que le pone Christian Bale sale a flote. Que pase el que sigue.