Excelente! Un film magistral que no te podés perder. El protagonista de esta producción es el actor Christopher Plummer con 88 años, y el director es Ridley Scott con 80 años, pero a pesar de la edad de ambos, este film increíblemente es por lejos.....
La mezquindad como doctrina cotidiana Ridley Scott sigue con la excelente racha que lo viene acompañando desde Prometeo (Prometheus, 2012) ya que su última película, Todo el Dinero del Mundo (All the Money in the World, 2017), explota con una enorme inteligencia el secuestro en Roma en 1973 de John Paul Getty III, nieto de Jean Paul Getty, un ricachón aborrecible y por entonces el hombre más rico del planeta, poseedor de una fortuna que amasó gracias a la extracción petrolera y sus vínculos con los jeques del desierto saudita. El film entrega un pantallazo muy interesante y detallado de la negociación con los captores, de los pormenores de la investigación para dar con el paradero del muchacho y de las internas del clan protagónico, en función de lo cual tenemos un cóctel en verdad apasionante que pone en evidencia el llamativo hecho de que recién ahora semejante historia haya llegado a la pantalla grande. En esta oportunidad la esplendorosa fotografía de Scott, tan habitual en sus propuestas, se unifica de maravillas con la crudeza del guión de David Scarpa, ejemplo perfecto de cómo se deben encarar los policiales sobre raptos para mantener la tensión alta en todo momento y al mismo tiempo no “transar” con los estereotipos edulcorados del cine contemporáneo en lo que al retrato del crimen organizado y las matufias de la oligarquía capitalista se refiere. El director no maquilla la esencia de ninguna de las partes que intervienen en el incidente: el magnate es un ser egoísta y miserable hasta la médula, la madre del secuestrado una pobre mujer que se desespera cuando Getty decide no pagar el rescate, el lugarteniente del susodicho y la policía demuestran ser unos inútiles y finalmente la víctima es un joven indolente que tuvo que soportar la adicción a las drogas de su padre, el hijo del millonario. La trama comienza con la abducción del adolescente (en la piel de Charlie Plummer) por parte de una brigada un tanto improvisada de italianos que definitivamente tenían el dato de la fortuna del anciano (Christopher Plummer) pero desconocían su tacañería, detalle que deriva en días y días de negociaciones entre la progenitora, Gail (Michelle Williams), y la voz principal de los captores, Cinquanta (Romain Duris). Frente a una concepción inicial centrada en la posibilidad de un engaño del propio John para sacarle dinero a su abuelo, esquema avalado por el jefe de la seguridad de Getty y su delegado en el asunto, Fletcher Chase (Mark Wahlberg), con el transcurso de las semanas va acrecentándose la angustia de la madre porque el chico continúa sin aparecer. Todo termina de implosionar cuando llega a un periódico la oreja cercenada de John y una foto suya mutilado y en un estado desastroso. Considerando que hablamos de la famosa realización en la que los productores decidieron reemplazar a Kevin Spacey con Plummer por las denuncias de acoso sexual contra el primero (una jugada bastante hipócrita ya que Hollywood posee un historial larguísimo en estos temas y hasta ahora nunca les asignó la más mínima importancia), la verdad es que el enroque sale perfecto porque Plummer ofrece una actuación extraordinaria que combina la frialdad amoral y una distancia a conciencia en relación a todos, regalándonos un ser más despiadado aún que los secuestradores (la meticulosidad del retrato a cargo del canadiense cumple un papel fundamental en el éxito de la película). Williams en segunda instancia y Wahlberg en tercer lugar son los otros pilares de la experiencia, un dúo que logra lucirse corriendo detrás de los cruentos acontecimientos y las miserias subyacentes al episodio. Sin duda el opus de Scott se impone como una semblanza acerca de la codicia repugnante de los humanos y su desapego para con la vida, una doctrina basada en un ventajismo caníbal que en el caso de Getty llega a la extorsión intra rapto para conseguir la custodia de todos los hijos de Gail y a la deducción de impuestos sobre el rescate vía un préstamo, utilizando como puente al padre del cautivo. La inoperancia de siempre de las instituciones, el maquiavelismo corporativo y sus muchos puntos en común con el submundo criminal constituyen los ejes de un convite muy vigoroso e inusualmente crítico -tratándose del mainstream- hacia la mezquindad risible de una casta de especuladores que concentran prácticamente toda la riqueza del régimen capitalista. La vida y la muerte se deciden según el poder adquisitivo de la víctima de turno, justo como en el trajín cotidiano tradicional…
Los ricos también lloran El gran realizador de origen británico Ridley Scott (Blade Runner, 1982) regresa a la pantalla con Todo el Dinero del Mundo (All the Money in the World, 2017), la reconstrucción ficcional del secuestro de John Paul Getty III, el nieto preferido del multimillonario empresario y líder de industria, Jean Paul Getty, fundador de la empresa Getty Oil, en julio de 1973 por parte de un grupo de campesinos calabreses en Roma. Con un magnifico guión de David Scarpa (The Last Castle, 2001) basado en la novela homónima del escritor inglés John Pearson, autor de The Life of Ian Fleming (1966), el film busca crear una pintura grandiosa y general sobre el secuestro, presentando las posiciones y los sentimientos de todos los involucrados como en un cuadro del pintor holandés Bruegel, el viejo o El Bosco (Hieronymus Bosch). El secuestro de Paul (Charlie Plummer) es el punto de partida para rever la relación que el magnate establece con su hijo, su nieto y su familia y explorar en el divorcio de Gail Harris (Michelle Williams) del padre de Paul, John Paul Getty II (Andrew Buchan), sobre las intromisiones del patriarca, su relación con Paul, el particular y peculiar interés del abuelo para con su nieto, lo que va estableciendo el terreno para trabajar y analizar sobre los acontecimientos posteriores. El film se destaca por la quirúrgica dirección de un Ridley Scott que encuentra en la extraordinaria actuación del veterano Christopher Plummer el espíritu de un Getty soberbio y tacaño dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de imponer su predominio o capricho por sobre todo y todos. Michelle Williams también realiza una labor impresionante en un papel demandante interpretando a Gail Harris, una madre desesperada por el bienestar de su hijo secuestrado, indignada por el egoísmo y la avaricia sin límites de su rapaz ex suegro. También se destaca la actuación de Charlie Plummer como Paul, Mark Walberg, como el negociador Fletcher Case y Romain Duris como Cinquanta, uno de los secuestradores. La gran fotografía de Dariusz Wolski se centra en la acción y la relación entre los personajes y sus gestos y diálogos pero también hace hincapié en una mirada atenta y contemplativa de las obras de arte que Getty coleccionaba vorazmente en un film sobre la codicia insaciable y el afán por evadir impuestos que tienen los millonarios. La música a cargo de Daniel Pemberton crea una gran banda sonora con los temas que predominaban en los círculos que los protagonistas frecuentaban para ambientar esta obra que desnuda las relaciones entre los campesinos del sur de Italia con las mafias y las estrategias de negociación de los empresarios que tratan un negocio, un secuestro o una obra de arte con las mismas tácticas. Todo el Dinero del Mundo construye así una historia sobre la avidez por el capital, la acumulación, la formación de un imperio petrolero mundial, el nepotismo alrededor de este mundo, las contradicciones del dinero y el poder, la imposibilidad de compatibilizar el rol empresarial con el rol familiar para los protagonistas y los peligros que acechan a la riqueza obscena rodeada de la pobreza que ella misma causa.
Retrato de un avaro Tal vez este opus de Ridley Scott reciba mayores comentarios por la anécdota entre bambalinas cuando los productores optaron por reemplazar a Kevin Spacey, elegido para interpretar al magnate petrolero Jean Paul Getty, por el veterano y experimentado Christopher Plummer, a quien realmente le sienta muy bien este desafío, que por los méritos de un film con todas las características para ser considerado un excelente policial como los de antes. Y es que la solidez de Todo el dinero del mundo se concentra en tres pilares básicos: Trama, Contexto y Personajes. La trama nos remonta a un hecho ocurrido en Roma en 1973 cuando un grupo de secuestradores, varios de ellos calabreses, realizan el secuestro de uno de los nietos de Jean Paul Getty. El rescate requerido era de 17 millones de dólares, cifra sumamente insignificante para la billonaria billetera de quien viviera a expensas de la lluvia de petro dólares pero que dada su avaricia implicó el primer obstáculo al negarse a poner un centavo para rescatar con vida a Getty Junior. Por un lado, estamos en presencia de una película de secuestro, investigación y desenlace incierto, pero por otro el grado de complejidad de la trama aproxima diferentes lineas narrativas en las que Ridley Scott se encarga de exponer todas las aristas de la condición humana. Desde la miserable actitud del billonario, inconmovible incluso al recibir como prueba de vida la oreja cercenada de su nieto hasta la angustiante tarea de su madre (Michelle Williams), quien al no contar con el dinero requerido para el rescate necesitaba imperiosamente del apoyo de un avaro suegro. El nexo entre estos dos personajes lo constituye el tercero en discordia (Mark Wahlberg), encargado por Jean Paul Getty de los negocios con Jeques y también de la seguridad al tratarse de un millonario, a quien se le encomienda la investigación y el control indirecto de las acciones de la madre en su desesperada búsqueda del paradero de su hijo secuestrado. Sin embargo, no deja de ser menos relevante el rol de los secuestradores y sobre todas las cosas del interlocutor apodado “Cincuenta” en la piel del gran actor francés Romain Duris. La tensión del thriller a expensas de un ritmo que no atosiga con información sino que encuentra el timing justo para que cada situación acople dramatismo en una carrera no declarada contra el tiempo se yuxtapone con el minucioso retrato de la avaricia de Jean Paul Getty y su maquiavélica idea de negociación para evadir impuestos y sacar provecho del drama familiar y así quitarle poder a una nuera combativa, quien no callaba ante ninguna presión y que estaba dispuesta a luchar con un gigante, aunque le costara un estatus o al menos cierto lugar que ocupaba en el entorno de quien en ese momento era el hombre más rico del mundo. A medida que avanza el relato también crece la expectativa sobre el desenlace del secuestro, la suerte de los captores y claro está el destino del damnificado, de quien al comienzo se sospechaba haber sido autor intelectual de su propia pesadilla para quitarle algo de dinero a un abuelo sin corazón.
Hay algo en “Todo el dinero del mundo” (2017) de Ridley Scott que hace ruido. Al comenzar la proyección y ver por primera vez a Christopher Plummer como el multibillonrio Getty, un misterioso mecanismo comienza a operar en la cabeza del espectador cinéfilo que se pregunta cómo hubiese sido esta película con Kevin Spacey en este papel. Porque si bien Plummer está soberbio y contundente, como ese magnate avaro que no desea desprenderse de su dinero ni siquiera para salvarle el pellejo a uno de sus nietos, la duda de cómo hubiese sido todo con Spacey queda latente. “Todo el dinero del mundo” fue la primera producción que se vio envuelta en la ola de denuncias sobre acoso que impera al momento en Hollywood. La producción de la película prefirió remover a Spacey del film y convocar a Plummer para que interpretara al empresario petrolero, dueño de la fortuna más grande de todos los tiempos. Y el resultado está a la vista, Plummer demuestra con solvencia el oficio que a lo largo de los años supo conseguir, construye a Getty de una manera sublime (de hecho ha sido reconocido con nominaciones en la temporada de premios el enorme esfuerzo que ha hecho) y se convierte en el ícono de la película. Así y todo la pregunta sobre Spacey queda latente durante toda la proyección. “Todo el dinero del mundo” marca el retorno a las pantallas de Ridley Scott, un realizador que se toma su tiempo para narrar, y que en esta oportnidad vuelca su oficio en la dirección de actores y en la puesta en escena más que en el virtuosismo de dirección. El guion, de estructura clásica, sigue de cerca el caso del secuestro de John Paul Getty III (Charlie Plummer) en medio de la lucha de la madre de éste (Michelle Williams) por lograr que el rescate, de 17 millones de dólares, sea abonado por el abuelo (Plummer). En medio de la historia Fletcher Chase (Mark Whalberg), un especialista en negociaciones, acompañará a la mujer a entender los motivos del secuestro, la gente involucrada, y también la acercará al magnate para conseguir una solución ideal para todos. Scott despliega la historia en un registro cuasi televisivo, sin grandes estridencias, apoyándose en la construcción e interpretación de los actores. Al hacer esto, descansa en ellos todo el poderío de la historia, la que a minutos de arrancar se convierte en un simple recorrido por las tapas de los periódicos de la época, sin reflexionar sobre aquello que narra. Hay un interesante trabajo con la paleta de colores, la que, sumada a la decisión de trabajar casi en penumbras, termina por configurar una atmósfera ominosa, propicia al personaje de Getty y a sus manejos y decisiones sobre el dinero. Por momentos, resalto, por momentos, “Todo el dinero del mundo”, tiene algo de aquellos capítulos de “Los Simpsons” en los que el Sr. Burns intenta obtener por nada algo de los demás, destacando la figura del millonario y mostrando su lógica utilitaria aún para con sus seres “queridos”. Y entre esa dicotomía, de relato histórico, intento de biopic con trazo exagerado y grueso, y la falta de pasión en el guion, “Todo el dinero del mundo” no logra sorprender o impactar con la obviedad de su propuesta, y mucho menos su mensaje sobre la mezquindad y avaricia.
La película de la que fue echado Kevin Spacey: así será recordada Todo El Dinero del Mundo. El motivo: las decenas de denuncias por abuso que parecen haber terminado con la carrera del actor, justo cuando había alcanzado su cenit, de la mano del Frank Underwood de House of Cards. Antes de resultar eyectado, se descontaba que por el papel de Todo el Dinero del Mundo Spacey sería nominado al Oscar. Y ahora es su remplazante, el veteranísimo Christopher Plummer (88 años), quien resultó nominado al Globo y al Oscar por ese rol. Como si el papel viniera ya con la nominación puesta y el actor que lo asumiera, no importa quien fuera, resultara nominado. “Mire, le ofrecemos este papel, que va a ser nominado al Globo y al Oscar. ¿Lo acepta?” Palito Ortega acepta… y resulta nominado. El de John Paul Getty es, en verdad, uno de esos papeles por los cuales cualquier actor daría una libra de carne. “No fue sólo el hombre más rico del mundo”, aclara un cartel, “sino el más rico en la historia de la humanidad”. Heredero de un emporio petrolero familiar, su soledad radical, producto de una hijoputez visceral, lo lleva a comprar a carradas obras maestras de la pintura universal, desde Mantegna hasta Vermeer, como si fueran caramelos, y coleccionarlas junto con bustos y esculturas igualmente invaluables (“no inapreciables”, aclara, pues “no hay nada sobre la tierra que no tenga precio”), en gigantescos depósitos de su propiedad. Todo ello, se supone, para llenar imposiblemente el vacío interior al que su infinito egoísmo, avaricia (el tipo se lava la ropa interior para no gastar en lavadero), ambición y desprecio por sus semejantes lo condenan. En otras palabras, Getty es la perfecta combinación entre Mr. Burns, Rico McPato y Charles Foster Kane, el personaje de Orson Welles en El Ciudadano. O, si se prefiere, una encarnación monstruosa (lo de “monstruosa” queda claro sobre el final de la película) del capitalismo o de los Estados Unidos. Lo que viene a ser lo mismo. Pero John Paul Getty no es el protagonista de. Aunque el propio título de la película parezca desearlo. El protagonista de Todo el Dinero del Mundo no es en realidad ningún ser humano (suponiendo que JPG lo fuera) sino una situación, la del secuestro de su nieto en Italia, y lo que ese secuestro genera. Quienes tengan algunos años recordaránque allá por 1973, además del triunfo del Tío Cámpora y el campeonato ganado por el sensacional Huracán de Brindisi, Babington, Houseman & Cia, por estas tierras se habló mucho del secuestro en Roma de Paul Getty, por entonces de 16 años. Los secuestradores son una pandilla de salteadores calabreses (o eso parece, en primera instancia), que levantan el teléfono y tiran la cifra del rescate: 17 millones de dólares. ¿Puede negarse un abuelo, para quien esa cifra equivale al costo de una pelusa en el living, a pagar el rescate de su nieto secuestrado a miles de kilómetros de distancia? Si se llama John Paul Getty, puede. “Tengo catorce nietos. Si pago lo que piden no van a dejar de pedirme rescate por los otros trece”, argumenta el abuelo, no sin cierta lógica. La película de Ridley Scott, escrita por David Scarpa y John Pearson en base al libro de ambos, trabaja sobre una oposición que apunta a una igualación. De un lado, el paese calabrés, donde un grupo de secuestradores indiferenciados, seguramente hijos de campesinos, armados con fusiles que parecen de la Primera Guerra, Segunda cuando mucho, y a los que la producción imagina por algún motivo siempre transpirados y con los rostros sucios como mineros del carbón, esperan noticias del otro lado del Atlántico (una licencia del relato, ya que a esa altura hacía rato que el presidente de Getty Oil vivía en Inglaterra). Del otro lado del charco se libra una guerra entre la madre del chico (Michelle Williams) y un hombre de confianza de Getty “dado vuelta” (Mark Wahlberg, impávido hasta que estalla), que intentan negociar telefónicamente con los secuestradores, contra su suegro y su ejército de leguleyos, consejeros, asesores y lamebotas, que no quieren ceder un solo dólar. Algo semejante sucede en Calabria, donde el rehén es “vendido” de unos secuestradores a otros, que finalmente deciden mandar por correo una oreja del chico como prueba de que están dispuestos a todo. La idea subyacente es muy interesante: ese grupito de carasucias, sobre los cuales en algún momento asoma la figura de un mafioso, es peligroso para el chico; el viejo petrolero yanqui, en cambio, es peligroso para la humanidad. El problema es que a Scott esta igualación teórica se le desequilibra en términos dramáticos, por la sencilla y obvia razón de que Getty, como personaje, deja chiquito a cualquier otro. Y Scott no logra compensar ese desbalance construyendo acciones que den interés a la situación del nieto. No tiene relieve el personaje de éste, y el realizador de Alien y Blade Runner no sabe generarle interés a su relación con los raptores, que no pasan de ser una masa indiferenciada. Salvo el que oficia de contacto telefónico. Y allí el problema es que el francés Romain Duris (¿por qué un francés hace de calabrés?) está todo el tiempo sacado, no se entiende por qué. El resultado es que pudiendo haber sido una película tensa y angustiosa (todo relato de secuestro lo es), con puntos de vista cruzados y enfrentados y un personaje de rasgos monstruosos en el centro, da por resultado un film desparejo, interesante de a rato y lagunero en otros.
“Todo el Dinero del Mundo” cuenta la historia de Paul Getty III (Charlie Plummer), que fue secuestrado en los años 70 por un grupo paramilitar italiano y llevado a un paradero desconocido. Su abuelo, el multimillonario Paul Getty (Christopher Plummer), se niega a pagar el rescate bajo varias excusas. Su madre, Gail Harris (Michelle Williams), extremadamente preocupada por la seguridad de su hijo, le ruega por su ayuda, pero éste vuelve a negarse. En su lugar, envía a su mejor negociador, Fletcher Chase (Mark Wahlberg). Juntos intentarán resolver el secuestro y convencer al viejo y avaro Getty de pagar la recompensa para salvar a su nieto. La controversia principal de esta película es que el personaje del viejo Paul Getty iba ser interpretado originalmente por Kevin Spacey y debido a los acontecimientos ya conocidos, las escenas que habían sido filmadas fueron realizadas nuevamente con Christopher Plummer como reemplazante. Más allá de esto, la cinta se pierde en lugares comunes, realmente es demasiado larga para la historia que quiere contar, hay muchas escenas innecesarias, el guion se torna pesado y hay veces que no llega a ningún punto importante. Las actuaciones tampoco son impresionantes, más allá de la nominación obtenida por Christopher Plummer, quien interpreta bien su papel, ya que el espectador verdaderamente llega a sentir bronca contra el personaje de Getty que está ciego de avaricia y poder. Lo que se destaca por encima de lo demás es el excelente trabajo de fotografía, con momentos muy bien filmados, que aportan algo de emoción a la trama que le falta al relato. La película se queda a mitad de camino y teniendo tan buenos actores y actrices es un lástima lo poco que fueron aprovechados. En fin, no es una película destacable y entre tantos estrenos importantes este mes seguramente “Todo el Dinero del Mundo” quede olvidada, siendo opacada por otros films con una historia con más contenido.
En los años 70 el secuestro del nieto de 16 años de Paul Getty, uno de los hombres más ricos del mundo, o el más rico, fue primera plana en todos los rincones del planeta. Pero lo que mas llamó la atención es la negativa de ese hombre a pagar el rescate, con la excusa de que así secuestrarían a sus otros nietos. Pronto saltó a la luz de las noticias su codicia, su locura de avaro y la brutalidad de los secuestradores que le cortaron una oreja a adolescente y se la enviaron a un diario para acelerar el pago del rescate. En la película de Ridley Scott, con guión de David Scarpa y John Person, basado en el libro de este último, todo comienza con ese secuestro y luego establece la confrontación entre el empresario envilecido por su condición de amarrete, la desesperación de la madre del chico, acostumbrada a vivir sin muchos recursos y obligada por las circunstancias a depender de la voluntad de su ex suegro déspota, perverso y autoritario. Y además un personaje inventado pero basado en alguien real que es primero una suerte de negociador con los secuestradores para defender los intereses del millonario y luego terminará en otro lugar. Los actores elegidos son otro tema. Christopher Plummer reemplazo de apuro a Kevin Spacey borrado del film, una decisión que Scott calificó de empresarial, para evitar que el film fuera rechazado por la ola de denuncias de abusos en su contra. La justicia poética es que el director eligió primero a Plummer y los estudios le impusieron a Spacey. Lo cierto es que su trabajo es excelente y logro una nominación al Oscar que probablemente gane. Michelle Williams es exacta entre la vulnerabilidad y la dignidad, y Mark Walhberg demuestra que una vez su calidad. Entre el suspenso, la gran reconstrucción de época, el melodrama y la crueldad, el film tiene todo los ingredientes para agradar al público, mas toda la publicidad extra del cambio de actor (¿alguna vez veremos al Getty de Spacey?) y la diferencia brutal de cachet cuando hubo que refirmar las escenas entre Williams y Wahlberg.
Todo el dinero del mundo (All the Money in the World, 2017) está basada en hechos reales: en 1973 uno de los hombres más ricos del mundo rehusó reiteradamente pagar el rescate de su nieto. El dato es tan increíble que la historia se vende sola. La película fue dirigida por Ridley Scott y escrita por David Scarpa. Dramatiza los sucesos entorno al secuestro de John Paul Getty III, nieto del multimillonario petrolero J. Paul Getty. Inmediatamente el conflicto es atractivo porque está forzado por dos extremos: los secuestradores rehúsan devolver al chico, y su abuelo rehúsa pagar por él. Ambas posiciones son implacables. En medio se encuentra la madre del chico (Michelle Williams), desesperada por conmover a su suegro o en su defecto negociar con él. ¿Por qué no pagaría el hombre más rico del mundo el equivalente a una propina por la vida de su nieto? La primera parte de la película provee una serie de vistazos a su persona que humanizan a Getty lo suficiente como para no quedar en una simple caricatura de la avaricia capitalista. Interpretado por un excelente Christopher Plummer, Getty parece querer genuinamente a su familia (aunque sea por una cuestión de orgullo dinástico) pero su patología lo obliga a negociar el precio de todo, ya sea un Vermeer o la vida de su nieto. Realmente parece incapaz de comprender otra moral. La historia alterna entre tres líneas narrativas. La más interesante concierne a Getty, la bestia exótica de la trama. La película no se cansa de inventar formas entretenidas para que el personaje demuestre su opulencia y contraste la mezquindad con la que desestima el secuestro de su nieto. Getty es el tipo de millonario capaz de instalar una cabina telefónica en medio de su fastuosa Xanadu y cobrarle al que quiera hacer una llamada (su mayordomo vende bolsitas con cambio). La caricatura saborearía la humillación del huésped; la versión de Plummer está orgullosa de su responsabilidad fiscal. Los otros dos tercios de la película son menos llamativos y responden a las necesidades de cualquier otro thriller criminal. Se muestran escenas del cautiverio del joven Getty (Charlie Plummer) y sus secuestradores en la recóndita campiña italiana; Getty va perdiendo valor día a día y sus secuestradores la paciencia. Uno de ellos, Cinquanta (Romain Duris), sufre una especie de Síndrome de Estocolmo a la inversa y comienza a velar por el chico. Son escenas reglamentarias pero están bien actuadas (Duris en el papel de malandra simpático probablemente sea la mejor parte de la película después de Plummer) y Ridley Scott las imbuye de una perversión implícita que recuerda a la de Hannibal (2001). Al director le gusta imaginar Italia como un sitio siniestro que opera bajo leyes oscuras y confusas. Por otra parte la trama sigue los pasos errantes de la madre del chico y su aliado, un ex CIA y negociador profesional interpretado por Mark Wahlberg. Williams está muy bien como una madre a la vez empedernida y vulnerable; Wahlberg no deja impresión. Su actuación es blanda y su papel es banal, el tipo de figura heroica y moralizante que un estudio inventaría para su película por desconfianza o superstición. El resultado es un thriller criminal e histórico entretenido, aunque la película jamás se vuelve más fascinante que cuando se centra en la figura de Getty, lo cual es menos seguido de lo deseable. Una versión de la historia más interesante lo hubiera tenido de protagonista y hubiera prescindido de los destapes moralizantes, que de todas formas probablemente son ficticios.
PROBLEMAS DE RICOS Ridley Scott sigue filmando sin parar, pero no le sale nada memorable. La última película de Ridley Scott levantó más polvareda por sus “escándalos mediáticos” que por su argumento en sí. Todos nos enteramos de que Kevin Spacey fue reemplazado por Christopher Plummer tras las denuncias de abuso sexual, o que Mark Wahlberg cobró significativamente mucho más que su compañera de reparto Michelle Williams, a la hora de los reshoots, sumando más leña al fuego. Estas circunstancias resultan casi más interesantes que la historia de “Todo el Dinero del Mundo” (All the Money in the World, 2017), un drama policial basado en hechos reales sobre el secuestro de John Paul Getty III (Charlie Plummer), nieto del magnate petrolero multimillonario Jean Paul Getty (Christopher Plummer) quien, debido a sus “convicciones”, de entrada se negó a pagar el rescate. Estamos en Roma, en el año 1973, y tras secuestrar al jovencito mientras disfrutaba de la vida nocturna de la ciudad, los captores finalmente se contactan con la familia para pedir un cuantioso rescate. En un principio, Gail (Williams), madre de John, cree que se trata de una broma, pero al entender la gravedad del asunto recurre al único lugar que conoce: la fortuna de su ex suegro, tan audaz para los negocios como avaro. El patriarca de la familia se rehúsa a soltar un solo billete aunque se trate de la vida de su nieto favorito. En cambio, recurre a los servicios de Fletcher Chace (Wahlberg), hombre de confianza y encargado de la seguridad, que ahora tiene la tarea de negociar con los secuestradores y descubrir que extraña trama se esconde detrás de este crimen, suponiendo que la haya. Scott se centra mucho más en la figura de Gail, que lucha constantemente por recuperar a su hijo, y el trabajo en conjunto con Chace, más que en los pormenores del secuestro y el padecimiento del chico. Básicamente, convierte el relato en un tire y afloje entre ella y el viejo Getty, mucho más apegado a su dinero que a su parentela. “Todo el Dinero del Mundo” termina siendo la historia de esta “relación”, con algunos vistazos al pasado para entender el peso de papá Getty y su fortuna. Gail y su esposo vivían bastante alejados de los lujos y la familia, pero en épocas desesperadas tuvieron que recurrir al dinero del patriarca a cambio de que el hijo se uniera a la empresa familiar. Obviamente, el matrimonio se fue al tacho y la mujer renunció a cualquier indemnización para poder quedarse con la custodia de sus hijos, la única ‘propiedad’ de la que Getty, en definitiva, no pudo echar mano. Estos resentimientos vuelven a aflorar en la actualidad y en vísperas del secuestro, un hecho que la policía y Chace intentan minimizan, pero que no deja de inundar todas las primeras planas de los diarios internacionales. Scott explora el circo mediático, la actitud impasible de Getty, las banales motivaciones de los “malos” y el callejón sin salida al que se enfrenta Gail, pero nunca logra que empaticemos con ninguno de los protagonistas, arquetipos sin alma en una historia aún más fría. Ni el drama familiar, ni el calvario del adolescente, ni siquiera la trama policial tienen suficiente peso para llevar adelante el conjunto de un relato que nos atrape. Nada resalta realmente, aunque la ejecución es correcta, ni siquiera la celebrada actuación de Plummer, reemplazando a Spacey en tiempo record. “Todo el Dinero del Mundo” es una historia tan banal como sus personajes, un hecho anecdótico que intenta bucear en justificaciones, pero siempre se queda a mitad de camino. Su metraje es demasiado largo, incluso denso y cíclico; y más allá de la autenticidad de los hechos, termina en una nota demasiado hollywoodense. Scott se esfuerza para mostrarnos este mundo tan particular y alejado de la realidad: el de los ricos y sus problemas, pero no logra humanizar a sus protagonistas, en definitiva, lo que tienen que convencernos para que invirtamos emociones en sus dramas personales. Y es ahí donde más falla el conjunto.
Publicada en edición impresa.
Citizen Getty perdido en su laberinto El gran actor canadiense, que a último momento debió reemplazar al caído en desgracia Kevin Spacey, es el centro gravitacional alrededor del cual gira la nueva película del director de Alien, ahora dedicado a narrar el famoso secuestro de John Paul Getty III. Un director de amplísima trayectoria e intérpretes conocidos al tope de la marquesina; una historia basada en hechos reales que entrevera secuestros, dramas familiares, una investigación policial de largo aliento y la disputa por los billetes de un magnate petrolero; un Globo de Oro ganado y una nominación para el Oscar….Los ganchos de venta Todo el dinero del mundo son múltiples y variados, y así y todo una buena porción de público se acercará a ella menos por lo que tiene que por lo que no. La historia es conocida: las denuncias contra Kevin Spacey por abusos sexuales empezaron a llover durante la etapa final de la edición y a pocas semanas del estreno, obligando al director Ridley Scott y a los productores a tomar una de las decisiones más drásticas que recuerde la industria, borrando la participación de la ex estrella de House of Cards y volviendo a rodar todas las escenas de su personaje con otro actor, Christopher Plummer. Con los resultados finales a la vista, deben decirse dos cosas. La primera es que, a excepción de alguna escena resuelta a puro plano y contraplano, el ensamblaje entre las tomas “originales” y las “agregadas” es perfecto, invisible, digno de un realizador de indudable eficiencia y pericia como Scott, que a sus ochenta años filma con una velocidad y constancia que envidiaría más de un sub-40. Y lo segundo es que Plummer, a los 88 años, cumple y dignifica. El gran actor canadiense funciona como uno de los centros gravitacionales del relato interpretando Jean Paul Getty, quien ganó un lugar en la historia de los magnates por haber sido el primero en convertirse en híper multimillonario allá por los primeros años 70, cuando la crisis del petróleo abrió nuevas vetas comerciales con los países árabes. Pero el foco del último film del realizador de Alien: el octavo pasajero y Blade Runner no recae en su persona ni en los métodos que le permitieron agregarle varios dígitos a la fortuna familiar, sino en el rol durante el secuestro de su nieto “preferido”, John Paul Getty III, ocurrido en la ciudad de Roma en 1973. Las comillas se deben a que tan preferido no debía ser. O no en términos convencionales, puesto que ni bien llegó el pedido de 17 millones de dólares del rescate, Getty Sr. se negó con la excusa de que, si efectivamente pagaba, incentivaría a que sus otros trece nietos se conviertan en un potencial botín de intercambio para las bandas delictivas. Con la billetera abroquelada, inició así una Guerra Fría con negociaciones, desgastes, tires y aflojes similar al que aplicaba para cerrar sus siempre beneficiosos acuerdos, con la salvedad que aquí el beneficio no es otro que la prolongación de su sangre. ¿Al empresario le importa más el dinero que la familia, o hay algo detrás? Plummer asoma, en principio, como un escollo racional, frío e inteligente tanto o más temible para la supervivencia que los propios secuestradores, cuya cara visible y voz en el teléfono es Cinquanta (el francés Romain Duris hablando en inglés con acento… italiano). Pero durante las poco más de dos horas de metraje, el guión de David Scarpa –basado en el libro Painfully Rich: The Outrageous Fortunes and Misfortunes of the Heirs of J. Paul Getty, de John Pearson– es lo suficientemente ambiguo para dejar a Getty flotando en la nebulosa de la dualidad y la contradicción, moldeando sus aristas con partes iguales de excentricidad, ambición y avaricia, pero también de soledad, fragilidad y aislamiento ante una de las pocas situaciones cuyo control está más allá de su radar. No por nada vive encerrado en una mansión digna de Charles Foster Kane, el recordado protagonista de El ciudadano. A la que tampoco puede controlar es a su ex nuera Gail (Michelle Williams, toda una especialista en roles dolientes). Poco le importan los números y la racionalidad a esa madre que sólo quiere a su hijo con vida. Sin diálogo directo con Getty ni con su ex marido –el hijo de Getty–, Gail tiene como único nexo a Fletcher Chase (Mark Wahlberg), un empleado multiuso del emporio que tiene la consigna de recuperar al nieto con el menor costo económico posible. Con los tres en escena, y después de una larga introducción con saltos temporales que ilustra los métodos de negociación de Getty y la relación con su nieto, el relato arranca una marcha a velocidad constante –toda una marca de las películas de Scott, que podrán ser mejores o peores pero difícilmente mal narradas– que no se detiene hasta el inicio de los créditos. En el ínterin abraza la investigación policial clásica, con infinitas pistas y la creciente sospecha de un grupo de anarquistas, el thriller político/empresarial que transcurre en la gélida propiedad del magnate y hasta el drama familiar detrás de todas las acusaciones cruzadas entre esa mujer tenaz y aquel hombre con puño de hierro dispuesto a todo con tal de ejercer su voluntad.
Todo el dinero del mundo: la codicia, la culpa y la soledad En julio de 1973 el nieto mayor del multimillonario J. Paul Getty fue secuestrado en las calles de Roma y sus captores exigieron un rescate de 17 millones de dólares. Ese es el punto de partida de la nueva película del veterano, prolífico y siempre talentoso director británico Ridley Scott. Más allá de un envoltorio típico de thriller (las negociaciones con un secuestrador que interpreta el francés Romain Duris, los distintos operativos policiales para dar con el lugar de encierro), Todo el dinero del mundo es, en realidad, un drama familiar que aborda cuestiones como la codicia, la manipulación, la culpa y la soledad del poder. El film tuvo mucha publicidad no deseada cuando, ya con el rodaje terminado, se decidió eliminar a Kevin Spacey y reemplazarlo por Christopher Plummer, en el papel de Getty. Con unos días de filmaciones adicionales y la magia de los efectos visuales se logró en tiempo récord un cambio no menor. El resultado, en este sentido, es admirable: Plummer (nominado al Premio Oscar por este trabajo) luce a sus 88 años como uno de los malvados más crueles, despreciables y al mismo tiempo creíbles del cine reciente. Charlie Plummer (como el adolescente cautivo), Michelle Williams (como la madre del joven raptado) y Mark Wahlberg (como el experto en seguridad enviado por Getty para ocuparse del conflicto) completan el elenco central de un film con un guion bastante elemental que el vuelo visual y narrativo de Scott logra disimular y potenciar.
El abuelito que no largaba un dólar El secuestro del nieto de John Pasul Getty, en manos del director de Alien, tiene sangre, pero no eriza la piel. Este es un jueves en el que dos de las películas más esperadas son realizadas por directores octogenarios: Clint Eastwood y 15:17 Tren a París, y Ridley Scott, con ésta, Todo el dinero del mundo. Que no están, ni por asomo, lejos de sus mejores años. El inglés Scott tomó con entusiasmo el secuestro del joven John Paul Getty en Italia, en 1973, pero más que por el hecho en sí y todas las circunstancias que lo rodearon en su momento -la mafia y el terrorismo en Europa- para hablar del abuelo del secuestrado. John Paul Getty fue un multimillonario, el hombre más rico del planeta en su momento, pero también un ser al que no era fácil verlo con simpatía. Amasó su fortuna destapando pozos de petróleo en Asia menor, pero era incapaz de tener un acto de amor con los suyos. Traducido en pocas palabras en el filme de Scott: cuando piden 17 millones de dólares para dejar en libertad a J.P. Getty III, el abuelo se niega a entregar un dólar. La avaricia por un lado, el hecho de que su nuera contaba con la tenencia de los hijos que había tenido con J.P. Junior (incapacitado de sostener a los suyos, adicto a las drogas), el magnate le hace la vida imposible a su nuera… Y con ello, a su nieto. Mucho se ha hablado del reemplazo de actores que sufrió el filme, a sólo seis semanas de su fecha de estreno. Las acusaciones contra Kevin Spacey por acoso sexual decidieron a Scott, que también es productor, a desechar todas las tomas en que aparecía el hoy malogrado actor de House of Cards y ganador de dos Oscars, y llamar a Christopher Plummer para interpretar a Getty. Y si es cierto que lo mejor del filme es la actuación de Plummer (a sus 88 años es de nuevo candidato a un Oscar, como actor de reparto), el metraje se hace algo extenso, y denota una falta de ritmo. Hasta en las escenas de acción -sin spoilear, el momento en el que los secuestradores quieren dar una prueba de que tienen con ellos al joven, tampoco es que erice la piel-. Michelle Williams y Mark Wahlberg, un tanto acorsetado como el ex agente de seguridad que ayuda a Getty, primero, y se decide por acompañar al personaje de Williams después, cumplen en esta película que termina siendo una más de un realizador que supo atrapar a su público -desde Los duelistas, su magnífica opera prima, pasando por Alien y Blade Runner y hasta Misión rescate, un par de años atrás.
NI CON PLATA. El título de la película se refiere, entre otras cosas, a la figura del millonario John Paul Getty (Christopher Plummer) es uno de los hombres más ricos del mundo. El más rico de todos los tiempos como se dice al comienzo del film. Cuando su nieto de dieciséis años, al que él quiere mucho, es secuestrado y piden un rescate, se desencadena un conflicto extra inesperado. El millonario se opone a pagar el rescate. De forma brutal le explica a la madre del joven que él tiene catorce nietos y que no puede pagar diecisiete millones de dólares por cada uno. La historia es la de la lucha de la madre (Michelle Williams) por hacer que Getty cambie de opinión y salvar así la vida de su hijo. Para lograrlo, ella busca aliarse con el gerente de negocios de Getty y ex agente de la CIA Fletcher Chase (Mark Wahlberg) para convencer a Getty de que decida tener otra idea del conflicto y pague el rescate. Ridley Scott tiene una probada y extensa trayectoria que comienza en la década del setenta y que tiene grandes títulos hasta la actualidad. También ha filmado muchos bodrios, algunos asombrosamente malos en comparación con sus mejores títulos. Acá estamos frente a uno de sus títulos mediocres, esos que no terminan nunca de encontrar el tono adecuado. Cómo policial, la película tiene buen ritmo narrativo, pero cae tantas veces en trazos gruesos y subrayados que nos queda claro que el director quiere decir algo importante sobre el mundo. Para lograrlo tiene demasiados momentos de forzada idealización de una banda de secuestrados cuya crueldad se nota simplificada. Nadie pide que se ajuste a la realidad de los hechos, pero queda claro que hay una mirada entre clase alta y clase baja de la cual esta película es un borrador torpe. Los actores que interpretan a los secuestrados compiten a su vez en un torneo por saber quién es capaz de actuar peor, la competencia es dura, todos pierden pero todos dan vergüenza ajena. Todo el dinero del mundo elige una historia extraordinaria y la convierte en un film menor. Lo mejor incluso, la historia posterior al secuestro, lamentablemente no forma parte del relato.
Todo el dinero del mundo, de Ridley Scott Por Hugo F. Sanchez En los setenta, antes de que los ranking de millonarios se pusieran de moda en los medios, Jean Paul Getty era considerado el hombre más rico del mundo gracias a sus inversiones en el negocio del petróleo, que se remontaban a la época en que tejió vínculos con los países árabes. Lo cierto es que la excentricidad de Getty superaba los límites de su mansión en Inglaterra y se sabía que coleccionaba obras de arte solo para ser disfrutadas por él y además, que cuidaba cada petro-dolar de sus cuentas bancarias con fiereza. Es decir, que era un avaro de proporciones míticas. Lo cierto es que el secuestro en Roma de uno de los nietos de este señor en 1973, fue la noticia de tapa de los diarios del mundo, primero por el hecho en si pero después, porque el magnate se negaba a ceder ni un dólar de los 17 millones que pedían los secuestradores. La película de Ridley Scott es un artefacto raro. En principio por todo lo que se supo del rodaje, que concluyó y que estaba lista justo para el momento en que estalló el escándalo Weinstein, apenas el iceberg de numerosas estrellas denunciadas por acoso sexual, entre ellas Kevin Spacey…, la estrella de Todo el dinero del mundo. Rápido de reflejos, Scott cortó (literalmente) por lo sano eliminando a Spacey del film (¡al protagonista!) y reemplazándolo por Christopher Plummer. Ahora bien, más allá de lo arriesgado de la apuesta y que la jugada da cuenta de los parámetros despiadados con que se maneja el negocio del cine a gran escala, el relato transita el trhiller, el biopic oblicuo, un estudio sobre el poder, el drama familiar y la política. La enumeración de estos elementos -enraizadas en las diferentes líneas narrativas- en general sirven para demoler alguna película que peca de dispersa, demasiado ambiciosa y hasta confusa. Pero el director británico logra sostener y encauzar todas las variables, aunque no deja de ser una producción industrial manejada con todo el oficio de que es capaz el veterano y prolífico Ridley Scott. El relato se estructura sobre tres personajes: Getty (Plummer), la madre del joven secuestrado (Michelle Williams) y un ex CIA en tareas de negociador con los secuestradores (Mark Wahlberg), más el nieto cautivo (Charlie Plummer) y el principal secruestrador (Romain Duris). Más allá del buen elenco, es indudable que el trabajo de Christopher Plummer es el que concentra los mejores momentos de la película dándole vida a un millonario desalmado, feroz y a la vez humano, una labor que sin la posibilidad de ver la primera versión del film -¿algún día se filtrará?-, deja rápidamente en el olvido que originalmente el papel estuvo a cargo de Spacey. TODO EL DINERO DEL MUNDO All the Money in the World. Estados Unidos, 2017. Dirección: Ridley Scott. Intérpretes: Michelle Williams, Christopher Plummer, Mark Wahlberg, Charlie Plummer, Timothy Hutton y Romain Duris. Guión: David Scarpa, basado en el libro de John Pearson. Fotografía: Dariusz Wolski. Música: Daniel Pemberton. Edición: Claire Simpson. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 132 minutos.
Clint Eastwood convocó a los héroes reales para interpretarse a sí mismos en The 15:17 to Paris y Steven Spielberg filmó y completó The Post, una contendiente en los Premios de la Academia, mientras que estaba en post-producción de su siguiente trabajo, pero sin duda la hazaña cinematográfica que se lleva los aplausos del 2017 es lo que Ridley Scott hizo con All the Money in the World. No por la película en sí, dado que es un thriller de poco vuelo como otros que integran la filmografía del realizador, sino en términos del trabajo que hizo para tomar control de la conversación en torno a ella.
Radiografía del famoso secuestro de Paul Getty III La historia del secuestro del nieto de Paul Getty, el hombre más rico del mundo que, sin embargo, se negaba a pagar el rescate ni aun luego de que le mandaran una oreja del sufrido Paul Getty III, fue una de las noticias internacionales de la década del 70 y sigue siendo un modelo de los niveles a los que puede llegar la avaricia de algunas personas. Y, justamente por eso, el relato tiene como villano principal no tanto a los delincuentes que cometen el secuestro, sino al millonario al que le piden que pague el altísimo rescate. El personaje iba a estar interpretado por Kevin Spacey, que en una decisión inédita en Hollywood fue borrado del film y suplantado por Christopher Plummer, quien realmente podría haber sido la primera opción, dados su talento y edad, perfecta para el papel. Si bien se supone que Ridley Scott retomó cada escena con el personaje de Getty durante las más de dos horas de film, por momentos se extraña la presencia de este personaje clave que aparece bastante menos que el de Michelle Williams, la desesperada madre del adolescente secuestrado. Por eso, "Todo el dinero del mundo" luce como un gran thriller dramático en busca de un protagonista que refleje adecuadamente el nudo del relato. Detalle que no impide que una historia atrapante como ésta, filmada por un obsesivo como Ridley Scott, funcione extraordinariamente bien. Todas las actuaciones son notables (incluyendo a Charlie Plummer, que no es pariente de Christopher, como el joven secuestrado), y hay imágenes atractivas, y también algunos momentos esteticistas en los que el director parece querer aprovechar que la acción transcurre en Italia para copiar clásicos de Bertolucci.Pero más allá de esos detalles es un film digno de verse.
Todo el Dinero del Mundo parecía ser una de esas películas que podían tener una convocatoria por lo menos moderada considerando quiénes son su director y sus actores. No obstante, esa moderación se convirtió en una gran expectativa cuando uno de sus intérpretes, Kevin Spacey, fue acusado de agresión sexual y Ridley Scott, temiendo el rechazo del público, refilmó en tiempo récord las escenas de Spacey reemplazándolo por Christopher Plummer. El hecho concreto es que, con escándalos o sin ellos, esta es una propuesta de destacados valores narrativos. Todo por la Pasta Todo el Dinero del Mundo cuenta la historia del secuestro de John Paul Getty III, nieto del magnate del petróleo J. Paul Getty, y los desesperados intentos de su madre (y un especialista en seguridad) de negociar tanto con los secuestradores como con su ex-suegro, quien se rehúsa a pagar el rescate. En materia guion, fluye con gracia entre trama (cómo lidian con el secuestro) y subtrama (cómo lo experimenta el secuestrado), planteando sendos obstáculos en ambas instancias. En todo momento se duplica la apuesta y se complican las cosas para los protagonistas a cada paso del camino, lo que conduce a un tercer acto donde juegan ambos elementos a la vez, haciendo un notable uso de la tensión. También es de destacar que tiene un sólido desarrollo de personajes. En el progreso de la trama, todos cambian de alguna manera u otra. Para bien o para mal. Manteniéndose fiel a sus principios o, nunca mejor dicho, negociándolos. Cabe destacar que la película no se limita sólo a ser un thriller eficiente, sino que desarrolla el tema del valor que nosotros le damos a las cosas e incluso a los seres humanos. La actitud que tenemos ante el dinero y los límites de la misma en cuanto a la prioridad que se le da. Claro ejemplo de esto es una escena donde Getty conoce a su nuera y a sus nietos por primera vez. Una escena plagada de detalles importantes en cuanto a puesta en escena, sobre quién es Getty y cuál es su actitud ante la vida. Te ilustra a Getty como alguien que sinceramente quiere a su familia tanto como a su imperio, pero que si tuviera que elegir, sería a lo segundo. Entender la lógica que mueve a este personaje es un componente fundamental que contribuye a la tensión de la película. Esa simple pregunta de si salvará a su nieto o no. En materia actoral, es necesario hablar del gran elefante en la habitación y es la interpretación de Christopher Plummer como J. Paul Getty, no tanto por reemplazar a Kevin Spacey sino por competir, en el momento de este escrito, por el Oscar al Mejor Actor de Reparto. Su labor es adecuada, eficiente y creíble. Es un testimonio a la lucidez y profesionalismo de este actor que tuvo que preparar el personaje con muy poco tiempo de antelación. Hay instantes donde su talento consigue que lo veamos como el personaje que interpreta, pero hay otros donde el espectador no va a poder evitar pensar lo que hubiera sido esa escena con Spacey. Cuando se ven unos flashbacks durante el establecimiento del personaje de Getty, que datan de 25 años antes de los eventos del film, salta a la vista el por qué, inicialmente, eligieron maquillar de octogenario a un actor en vez de conseguir a uno que lo sea. Porque en estos flashbacks, por mucho maquillaje o labor de efectos visuales que haya, es como si el Getty de 1973 hubiese viajado en el tiempo a 1948. Dicho esto es necesario dejar en claro que si bien Plummer entrega un buen papel, el punto alto de Todo el Dinero del Mundo a nivel interpretativo es Michelle Williams, en su papel de la sufrida a la vez que determinada madre del secuestrado.Mark Wahlberg no se queda atrás, si bien no se aleja del rol de muchacho rudo y contestatario en el que se lo acostumbra a ver, consigue bordar con naturalidad las instancias más emocionales del guion, que le demandan alejarse de ese molde. Mención especial para Romain Duris, en el papel de uno de los secuestradores, planteando interesantes capas de gris para un personaje que por su sola definición no da lugar alguno para empatizar. En el apartado técnico, la película es sobria en cuanto a fotografía y dirección de arte, lo que es mucho decir para un realizador propenso a engolosinarse con lo visual como lo es Ridley Scott. Cuenta con un montaje digno, considerando que tuvo la difícil tarea de empatar el material refilmado con el que ya estaba producido. Si el espectador afila el ojo en repetidos visionados hallará las diferencias, particularmente en las escenas con Mark Wahlberg. Sin embargo los cortes consiguen evocar la emoción. Conclusión Más allá de la controversia que rodea a su realización, Todo el Dinero del Mundo es una narración más que eficiente sostenida por notables interpretaciones. Es uno de esos trabajos donde Ridley Scott demuestra que, cuando se lo propone, es un jugador de toda la cancha, cinematográficamente hablando, y no sólo un mero visualista. Un título recomendable.
A los 80 años el director Ridley Scott presenta una de las películas más atractivas de de su filmografía reciente, donde recrea un apasionante caso policial que tuvo una enorme repercusión mediática en 1973. Cuando un grupo de la mafia calabresa en Italia secuestró al nieto del empresario petrolero J.Paul Getty lo último que imaginaron los delincuentes fue que el millonario se negaría a pagar un rescate que representaba un gasto menor en su economía. Guetty fue probablemente la encarnación humana más real que existió del señor Burns de los Simpson. Como lo indica el título de este film, el hombre en su momento tenía todo el dinero del mundo pero sus miserias personales le dieron una reputación infame debido a sus actitudes mezquinas, tanto en el mundo de los negocios como en su círculo familiar. Al ver esta película queda claro que el director no tenía ningún interés en filmar un docudrama que recreara con exactitud los hechos reales, sino más bien construir un thriller inspirado por esta historia. Una cuestión que por cierto se le aclara al espectador en los créditos finales. Si bien muchas situaciones que se muestran en la película sucedieron en la vida real, Ridley Scott alteró varios eventos en su relato para darle más emoción a la trama. Algo que no ocurría por ejemplo en La caída del halcón negro que retrataba con fidelidad la cronología de esa fallida operación militar. En este caso el cineasta no pierde tiempo en su narración y en los primeros dos minutos establece el conflicto central para luego desarrollar la historia de los personajes centrales. Hace unos meses esta película fue noticia por el hecho que eliminaron todas las escenas protagonizadas por Kevin Spacey, quien interpretaba al millonario Paul Getty, a raíz de las denuncias que tuvo por situaciones de abusos sexuales. A pocas semanas del estreno Scott decidió volver a filmar las escenas del personaje con Christopher Plummer, algo que no tenía precedentes en la historia de Hollywood. Nunca sabremos como hubiera sido la película con la versión de Spacey pero Plummer logra destacarse con una de las mejores interpretaciones que brindó en los últimos años. El papel que abordó no era precisamente secundario y con muy poco tiempo de preparación, más la presión que generaba esta situación particular, el actor brinda un trabajo extraordinario. Su nominación al Oscar es más que merecida ya que su labor tiene un peso importante en el film y junto con Michelle Williams integran el corazón de la película. En roles más secundarios también tienen sus buenos momentos Mark Wahlbergh, como un negociador representante de la familia Getty y el actor francés Romain Duris (Las muñecas rusas), quien encarna a uno de los secuestradores. Más allá del atractivo que tienen todos estos personajes, la historia es intensa y el director consigue mantener el suspenso del conflicto hasta el final. Hay un momento en particular donde Scott se excede con la violencia gráfica en una situación que probablemente impactará a los espectadores más impresionables. La verdad es que la escena tranquilamente se podría haber manejado sin tanto énfasis en los detalles sangrientos. Sin embargo, a los 80 años Scott está más allá del bien y el mal y sería inútil pedirle que a esta altura de su carrera rectifique su afición al morbo. Mi única objeción con esta película es que el director dejó afuera del relato las consecuencias que generó el secuestro para la familia Getty con el fin de darle a la película un cierre hollywoodense más convencional. Tal vez podamos conocer esos detalles en la serie de televisión que el cineasta Danny Boyle (Trainspotting) estrenará muy pronto sobre el mismo tema. De todos modos, aunque Todo el dinero del mundo no sea una recreación exacta del caso real es una muy buena película que sobresale entre los mejores trabajos que brindó Ridley Scott en el último tiempo.
El magnate y multimillonario John Paul Getty tiene todo el dinero que puede imaginar. E incluso empieza a llevarse bien con su distanciado hijo y el resto de su familia. Pero cuando secuestran a su nieto de 16 años, Getty deberá poner en la balanza que aprecia mas en este mundo, si el efectivo, o su propia sangre y descendencia. Hoy nos toca hablar de Todo el dinero del mundo, una de las películas que mayor controversia trae en esta época de premios, por todo lo sucedido y comentado con Kevin Spacey y su posterior despido del proyecto, y con Christopher Plummer ocupando su lugar y re filmando todas las escenas del primero. Y es que si bien lo que pasó fue bastante importante para la industria, si nos ponemos a fijar los atributos que tiene Todo el dinero del mundo, empezamos a encontrar muy pocas cosas que destaquen este film, por sobre otras películas promedio y que pasan sin pena ni gloria en la etapa de las premiaciones al cine. De Ridley Scott ya sabemos que es la irregularidad personificada en un director. Nos da una gran película como The Martian, para el año siguiente seguir hundiendo a los xenomorfos con Alien: Covenant. Y acá su dirección no pasa de lo correcto; demostrando que pese a tener peliculones en su espalda, no vemos un estilo claro en su filmografía. A esto hay que sumarle que la narración de la cinta si bien es correcta, no propone ningún reto al espectador, y veremos una película lineal. Solo debemos seguir lo que sucede y ya; como si estuviéramos ante un film convencional de secuestros. Por suerte dentro de todo esto, tenemos a Michelle Williams, quien se carga toda la película en sus hombros, y da una interpretación que si es digna de las nominaciones que viene cosechando. La actriz logra transmitir toda la desesperación que padece una mujer ante el secuestro de su hijo; pero también la determinación para que se haga justicia y todo se resuelva; enfrentando a los investigadores, y por sobre todo, a su nuero para que pague el dichoso rescate. Definitivamente Williams es la única nominación entendible que tenemos en este film. Todo el dinero del mundo es una película que si bien no es mala, tampoco es demasiado destacable en líneas generales. Y es por eso mismo que nos parece extraño que tenga tantas nominaciones a varios premios; cuando en realidad, terminó siendo más conocida por el escándalo con uno de sus actores, que por sus propias virtudes.
Muerto el rey, viva el rey En Todo el dinero del mundo (2018), Ridley Scott recrea en la gran pantalla el secuestro de John Paul Getty III en Italia durante 1973 y cómo su madre hizo lo imposible para que su abuelo, Paul Getty Sr., considerado uno de los hombres más ricos del mundo, se hiciese cargo del pago del rescate. Scott se aleja de la ciencia ficción de films como Alien: Covenant (2017) para sumergirse en un drama y un thriller cargado de tensión. A pesar de la polémica que provocó la sustitución de Kevin Spacey (House of Cards) -debido adenuncias de acoso- por Christopher Plummer (The Exception), el film obliga al espectador a olvidarse de ese detalle gracias al constante llamado de atención que genera en sus espectadores. A medida que se desarrolla el film, se empiezan a concebir las distintas capas de la personalidad del Sr. Getty y cómo fue que logró su fortuna, en manipulaciones utilizando su poder económico como factor determinante. Todo el dinero del mundo retrata las ambiciones por el dinero y el poder que genera en las personas y que tan difícil es desprenderse de él, a pesar de estar en juego algo tan relevante como una vida. Ridley Scott repliega su repertorio mediante una gran narrativa cinematográfica, dinámica que no baja la intensidad en sus 132 minutos de duración. Acompañado por un buen guión por parte de David Scarpa, la película no genera grandes impactos argumentativos pero sí lleva a la reflexión y tensión en cada una de sus escenas. Más allá de las buenas actuaciones de Michelle Williams (El gran showman) y Mark Wahlberg (Guerra de papás 2), el factor determinante es Christopher Plummer, quien apareció como rueda de auxilio ante los inconvenientes con Spacey y terminó por realizar una de las mejores performances de su carrera, logrando una nominación al Oscar como Mejor actor de reparto. Plummer es el centro de la película, el antagonista y villano esencial que termina de mostrar todas sus facetas cuando los créditos ya aparecen en pantalla. Soberbio, egoísta e indescifrable, la actitud de Plummer como Getty nunca permanece estable entre el amor-odio que genera con el espectador. Todo el dinero del mundo (2018), dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Michelle Williams, Mark Wahlberg, Christopher Plummer es un film basado en hechos reales donde la avaricia, el control y poder sobre los demás utilizando el dinero serán los factores determinantes para resolver el secuestro John Paul Getty III, el nieto del hombre más rico -y avaro- de esos tiempos.
INCOMPRABLE Inspirada en hechos reales y a través de la mirada del gran Ridley Scott, Todo el dinero del mundo es uno de esos filmes que coquetean con las ventajas y desventajas de ser o estar relacionado con el hombre más rico del mundo, en este caso el magnate norteamericano Jean Paul Getty (Christopher Plummer). La película explora, una vez más, el lado más oscuro de la riqueza, la avaricia. Sin embargo, logra presentar el tema de una forma diferente. A raíz del secuestro del nieto predilecto del “viejo millonario”, Jhon Paul Getty lll (Charlie Plummer), se activa el mecanismo de negociación más grande de la historia: los secuestradores piden 17 millones, pero Getty no está dispuesto a mover un solo centavo de su fortuna en pos de liberar al muchacho. El problema es sencillo aún, teniendo todo el dinero del mundo, no será para nada fácil el regreso de Paul a su hogar junto a su madre y hermanas. Además de ser un filme de acción ambientado en los años setenta, la película navega por cuestiones sensibles como la soledad y el desamor. Es muy sintético Getty cuando explica cómo amasó su fortuna: con un bolsillo tacaño, un poder de negociación extraordinaria y una adicción por la compra de objetos invaluables como obras maestras del arte y propiedades. Según él sólo los objetos serán los que siempre permanecerán idénticos a su estado al momento de haberlos adquirido y por ello jamás podrán decepcionarlo, no así su propia familia. A grandes rasgos el filme está bien narrado, pero se demora por demás cuando desarrolla las idas y vueltas del mecanismo de negociación. El ritmo decae considerablemente una vez que las cartas están sobre la mesa y los participantes sólo tienen que hacer sus jugadas. Los aspectos técnicos son correctos, pero lo que se destaca es la ambientación y la actuación de Michelle Williams en el rol de Abigail Harris, la madre del joven Paul Getty lll. Será el rol de la mujer el que a través del desarrollo de la trama vaya en crecimiento hasta lograr un final inesperado y con más de un matiz irónico. Todo el dinero del mundo es una pequeña muestra del comportamiento al interior de la mente de un millonario quien en una profunda soledad y rodeado de potenciales traidores sólo piensa en cómo obtener más dinero teniendo en cuenta que para él esta palabra ya perdió todo significado, pues no hay nada que pueda hacer para evitar su destino, aun siendo el hombre más rico del mundo. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
Antes de su estreno, el director Ridley Scott debió suspender la Avant Premiere que tenía programada y el 8 de noviembre se anunció que el actor Kevin Space no formaría parte de la película debido a un escándalo que lo vinculaba con acoso y abuso sexual y quien haría su personaje sería el actor Christopher Plummer. Debió rearmar todo. Este film cuenta con la gran actuación de Christopher Plummer (88 años) un gran profesional y a esta altura de su vida no tiene nada que demostrar pero tiene un gran merito porque en muy pocos días se metió en la piel del multimillonario Jean Paul Getty y esta grandioso, logra que los espectadores lo odien, como ese anciano tacaño, huraño, frio, mezquino, avaro, en fin un ser despreciable. Lo gane o no es digno de encontrarse este año nominado a los premios Oscar. Muy sólida en su interpretación como la madre del joven y nuera del magnate se encuentra Michelle Williams (“Mi semana con Marilyn”), en el caso de Wahlberg (“El sobreviviente”) interpreta a un ex agente de la CIA y está correcto pero cuando le toca compartir escenas con Plummer queda opacado. Dentro el elenco secundario se encuentran el actor francés Romain Duris y Charlie Plummer, ambos están correctos, tiene interesantes y duros momentos entre el secuestrado y quien debe cuidarlo que forma parte de la banda de secuestradores. Su relato es inquietante y posee: suspenso, tensión, intriga, situaciones de un potente dramatismo, buena ambientación de época, goza de buen ritmo aunque algunas escenas se alargan un poco y resultan un poco reiterativas. El elenco se encuentra muy bien dirigido por el impecable británico Ridley Scott quien ya tiene ochenta años y fue cuatro veces nominado y nunca ganó un Oscar.
Ridley Scott vuelve a las pantallas con una de sus películas más oscuras y desangeladas de toda su producción. Si bien en Blade Runner —por tomar un ejemplo de estética oscura y desapasionada— los personajes se movían en un mundo lúgubre, lluvioso y apocalíptico, existía una cuota de humanidad y poesía en sus pensamientos y acciones. La paloma soltada por uno de los androides segundos antes de morir, es una de las escenas más bellas de todos los tiempos. En Todo el dinero del mundo (2017), no estamos en el futuro, no es una distopía rupturista, ocurre en los álgidos años 70 —precisamente en el año 1973— y sin embargo todo sucede dentro de un clima opresivo y asfixiante. No hay redención ni para unos ni para otros de los protagonistas de la historia. Es como si el dinero contaminara todo parea corromper el alma misma de la película. Por eso su frialdad, claro que eso es lo que se propone Ridley Scott: un film en donde los billetes pasan a formar parte de la misma existencia, metafórica y literalmente hablando, ensuciando todo a su paso. La historia está basada en Painfully rich: the outrageous fortune and misfortune of the heirs of John Paul Getty del escritor John Pearson algo así como “Dolorosamente rico, la desorbitante fortuna y las desgracias de los herederos de John Paul Getty”. Y eso es preciosamente lo que merodea toda la película: el dolor. El dolor existencial de J. Paul Getty en desear todo el dinero del mundo —de hecho llega un punto en que se convierte en el hombre más rico del planeta— para darle un sentido a su vida. Toda obsesión por algo o alguien demuestra como ese algo o alguien lo domina y pasa a formar parte de una meta: el querer más de lo mismo. Como una droga, el dinero inoculado en grandes dosis por el negocio petrolero pasa a convertirse en su único horizonte. El dinero y los objetos, no así la empatía con las personas, que para él siempre terminan defraudándolo. La historia comienza cuando al nieto de J. Paul Getty (Charlie Plummer) es secuestrado. Una secuencia presentada en los primeros cinco minutos de proyección. Aún no sabemos nada de la familia de Getty. La película los irá presentando mediante el recurso de varios flashbacks en donde vemos a un Getty mucho más joven negociando la extracción de petróleo con los árabes —es a partir de allí en que comienza a amasar toda su fortuna—, la vida en pareja de su hijo John Paul Getty Jr. (Andrew Buchan) con Gail Harris (Michelle Williams), la declinación de esta pareja que parece tenerlo todo y a la vez no tiene nada más que un apellido ilustre, la separación, la vida bohemia de quién sería luego John Paul Getty III, hasta que llegamos al momento en que comienzan las negociaciones por el pago del rescate del joven secuestrado en Roma, por un grupo de raptores italianos que piden nada menos que 17 millones de dólares para devolverlo sano y salvo. Lo que nadie sabe —el grupo de secuestradores, la prensa, el común de la gente— es que la madre del joven secuestrado no tiene el dinero que le exigen, es más, no tiene dinero alguno. “Yo no soy una Getty, solo me casé con uno”, dice en algún momento. El padre del chico no es más que un espectador y permanece al margen, sumido en su mundo de adicciones. Por lo que todas las miradas son dirigidas al magnate —el abuelo— dueño de un imperio difícil de calcular. “Si eres capaz de poder contar cuánto dinero tienes, entonces no eres multimillonario”, dice en una entrevista para la revista Palyboy. Una persona que en el transcurso de la película —y de las negociaciones— se hace más y más invulnerable a toda demostración de clemencia de parte de su nuera. Para Getty su hijo es un fracasado consumido por las drogas, su nuera una inservible que le sacó la custodia de su nieto. Según su lógica empresarial, si hay alguien que tiene que llevar a cabo la negociación —porque para él todo es negocio— es él. Contrata a su hombre de confianza y asesor en seguridad para que investigue el caso y lo solucione siempre y cuando no se exceda en los gastos, esto incluye el pago del rescate. La angustia de la madre (una actuación demasiado medida de Michelle Williams para el drama por el que atraviesa), se acrecienta con el correr de los días. Getty parece insobornable. “Tengo 14 nietos, si pago el rescate de uno de ellos, tendría 14 nietos secuestrados”, declara en una improvisada rueda de prensa. La madre desesperada por conseguir el dinero, el agente de seguridad, quien a mitad de la película y a espaldas del propio Getty, decide ayudarla, el nieto que ve peligrar su integridad física a medida que los reclamos de los captores son desoídos —de hecho van bajando la suma hasta llegar a los 4 millones de dólares, claro que para Getty es como pedirle 100— van sumando nuevos y nuevos fracasos, tanto desde el lado de los raptores como desde el lado de la familia. “¿Cuánto está dispuesto a pagar por el rescate de su nieto? Nada”, dice a una prensa azorada que logra acorralarlo cuando la situación toma estado público. Lo cierto es que esta maraña de situaciones y conflictos familiares obedecen a una única razón: saber quién tiene el poder de dominar al otro. ¿Gail a su suegro? ¿Getty a su nuera y a los secuestradores de su nieto? ¿El grupo de secuestradores a Getty? ¿La opinión pública al imperio Getty? Ridley Scott, acostumbrado a filmar monstruos de otras galaxias, nos presenta uno bien terrenal. La monstruosidad teñida de verde dólar, la del desapego total de una mente rencorosa por haber sido vencido en el pasado. No olvidemos que Gail ganó la custodia de su hijo a cambio de renunciar a la fortuna de su suegro. Si bien en su momento a Getty esto le pareció un buen negocio, no pudo olvidar que fue engañado. “Siento que me está estafando, pero no sé de qué manera”, dijo en la audiencia para discutir si el pequeño Getty III se quedaba con su padre devastado por las drogas y el alcohol o con su madre. Un thriller sórdido, con una fotografía de Dariusz Wolski sombría y deprimente y la música de Daniel Pemberton que acompaña con buenos temas de la época. Merece una mención especial el increíble trabajo de Christopher Plummer, que fue contratado a último momento para ocupar el papel que tenía Kevin Spacey —borrado de la película por los escándalos de abuso sexual que se filtró en la prensa— y que logró una nominación al Oscar por su caracterización de un personaje totalmente despreciable. Mark Whalber, en el papel de Fletcher Chase, el jefe de seguridad que se encarga de las negociaciones, protagoniza las secuencias en donde se transmite un poco de nervio cuando decide tomar partido por la sufrida Gail Harris. Una historia, en definitiva, que siempre tuvo todos los elementos para ser llevada al cine y que a más de 40 años logra hacerlo un director que, entre la saga de Alien y Blade Runner, logra movilizarnos una vez más con una película de alto impacto psicológico, aunque no logra deslumbrar por el lado pasional. “Ser un Getty es algo extraordinario. Tenemos su aspecto, pero no somos como ustedes. Es como si fuéramos de otro planeta, donde la fuerza de la gravedad es tan potente que doblega la luz”, dice la voz en off del nieto de John Paul Getty antes de ser secuestrado. Ridley Scott, sin darse cuenta filmó otra gran película sobre extraterrestres, aquellos que se creen superiores a la raza humana y que gravitan algunos centímetros por arriba del suelo. Sus alas están hechas de billetes, claro que siempre habrá alguien dispuesto a encender uno de sus bordes.
El personaje del magnate petrolero J. Paul Getty –muy bien interpretado por Christopher Plummer, quien refilmó todas las escenas que había hecho Kevin Spacey– es lo más interesante de este thriller centrado en el secuestro de su nieto en Italia en 1973 y su controvertida negativa a pagar el rescate. La nueva película de Ridley Scott logró una curiosa fama extra cuando el director anunció, tras los escándalos ligados a Kevin Spacey por acosos sexuales, reemplazarlo en la película por Christopher Plummer. Si alguno no se enteró de lo que pasó, lo llamativo es que no lo reemplazó antes ni durante el rodaje sino con la película concluida, cerrada y a semanas de estrenarse. En un veloz despliegue de producción refilmaron las escenas (quizás algunas fueron recortadas, no sé si alguna vez lo sabremos) con Plummer, quien tiene un rol bastante importante en el filme. Y pocas semanas después TODO EL DINERO DEL MUNDO estaba lista y estrenable. Sin entrar en la discusión de otro orden ligada a si es o no correcto borrar a un actor de una película más allá de lo que haya hecho (no se discute acá sus actos sino las implicancias éticas de “borrar la historia”), lo cierto es que Plummer se convierte en el mejor motivo para ver la película de Scott ya que, cuando desaparece de la pantalla, es poco lo que hay de interés en la trama en sí. Es que Plummer (y antes Spacey, ¿se verá su versión en alguna edición aniversario del filme?) interpretaron a un personaje extraño y fascinante, de esos cuya estirpe podría retrotraerse a la de William Randolph Hearst (o su alter-ego en EL CIUDADANO, Charles Foster Kane) o similares magnates excéntricos y solitarios (¿Trump, quizás?), en apariencia completamente desconectados del mundo real. Me refiero al billonario J. Paul Getty. La película tiene una estructura narrativa extraña, al principio, ya que a través de una serie de flashbacks vemos por un lado cómo Getty se convirtió en un magnate petrolero, por otro la historia familiar de uno de sus hijos que casi no tiene relación con su padre hasta que él lo llama, ya de grande, para trabajar a sus órdenes en Italia; y, ya en el presente narrativo (1973), el secuestro de uno de sus nietos, Paul, un adolescente capturado en Roma por un grupo de asaltantes calabreses. Así es que, de un modo un tanto trabajoso, llegamos a entender una serie de cosas: que los padres de Paul están separados y él está perdido en plan hippie en Marruecos por lo que la madre (Michelle Williams) es la encargada de lidiar con los secuestradores, que el rubiecito Paul es por algún motivo no del todo claro el favorito de su abuelo y, fundamentalmente, que pese a eso el viejo Getty no quiere saber nada con pagar los 17 millones de dólares que los secuestradores piden. Getty tendrá su peso al principio y al final del relato pero el resto del tiempo la película se centrará en los intentos de la madre, Gail, con la “ayuda” de un ex agente de la CIA que trabaja para Getty (Mark Wahlberg), para recuperar a su hijo, tanto mediante la investigación policial como intentando negociar económicamente con los secuestradores. El problema es que la investigación casi no existe (la policía italiana no parece hacer mucho al respecto, el propio agente duda que sea un secuestro real y casi todo se reduce a tensas conversaciones telefónicas entre Williams y Romain Duris, el actor francés que por algún motivo encarna a un calabrés) y la química entre ella y Wahlberg es inexistente. Más interesante es entender a un personaje como Getty, quien dice amar a su nieto pero no está dispuesto (¿o no puede?) pagar su rescate. Con fama de tacaño, dice que lo hace para no fomentar otros secuestros extorsivos pero Gail no le cree y se frustra, además, porque los medios creen que ella tiene dinero y tampoco quiere pagar, lo que no es el caso ya que tras el divorcio no recibe nada de la familia Getty. El enfrentamiento real en el filme es entre ellos dos, ya que el secuestro –salvo por una cruda escena de mutilación que obligará a taparse los ojos a muchos– no produce demasiado en lo que respecta a tensión o emociones, más allá de los típicos conflictos internos entre los indistinguibles secuestradores cuando se dan cuenta que no recibirán la plata que quieren. La película subirá un poco en interés en su última parte (dura 133 minutos) pero no lo suficiente para generar una real tensión, ni siquiera cuando –como me pasó a mí, que no quise leer sobre el caso real– uno no sepa cómo termina la historia. Algo raro viniendo de Scott, de quien se puede discutir muchas cosas (y películas) pero es innegable que suele ser un eficiente narrador. Para un thriller con secuestro, TODO EL DINERO DEL MUNDO está llamativamente desprovista de tensión, nervios, sensación de peligro. Y si había otra película ahí, más ligada al drama familiar y a la relación con el dinero, Scott tampoco llega a explorarla a fondo. Así como está, la película no profundiza ni por un lado ni por el otro. Es un producto fallido en el que lo que más se destaca es la curiosa y extravagante personalidad de Getty, un personaje oscuro y solitario que vive en un enorme y gótico caserón rodeado de obras de arte que compra compulsivamente, y quien tal vez merecía una biografía hecha y derecha y no una artificialmente disfrazada de thriller.
Con acierto, Ridley Scott traslada a la pantalla grande un caso real mundialmente conocido. Michelle Williams se destaca en un personaje que le valió la nominación a los Premios Oscar. Cuando John Paul Getty III (Charlie Plummer) es secuestrado, su madre Gail (Michelle Williams) intenta covencer a su multimillonario ex suegro Jean Paul Getty (Christopher Plummer) para que pague el rescate. Ante la negativa, y con la vida de su hijo en riesgo, la mujer y el consejero de Getty (Mark Wahlberg) harán lo imposible para conseguir lo que les piden. Todo el dinero del mundo (All The Money In The World, 2018) acerca al espectador a una historia que probablemente conozca o, al menos, haya sentido nombrar alguna vez. Los datos que aporta la película sirven para completar la información previa y conocer los “entretelones” de la negociación familiar. Scott ofrece un film interesante, que mantiene la expectativa a través de diálogos tensos, escenas bien logradas y una banda sonora que acompaña cada clima. Las actuaciones de Williams, Plummer y Wahlberg le aportan mucho a un argumento en el que las emociones están a flor de piel. Y los contrapuntos que se generan entre sus personajes son admirables. Avaricia, poder y lucha son los estandartes de una historia que cuesta creer que sea real. Pero vale la pena verla para ejemplificar lo que produce el dinero en el ser humano.
Todo el Dinero del Mundo: El poder de la codicia. Ridley Scott vuelve a demostrarnos su poder narrativo luego de la floja Alien Covenant. En esta oportunidad, utiliza una historia basada en hechos reales para exponer el poderío de un multimillonario y el contraste con la avaricia y el ámbito familiar. Todos conocemos la historia detrás de All The Money in the World, no precisamente por su importancia histórica sino por todos los problemas que trajo aparejado el film de Ridley Scott. La película de Diamond Films corrió el riesgo de no ser estrenada debido a la participación de Kevin Spacey (House of Cards) que tras el escándalo en el cual se vio envuelto, la producción del largometraje decidió despedirlo y volver a filmar con otro actor, el enorme Christopher Plummer (Remember). Es así que los costos subieron excesivamente, haciendo que los actores y demás profesionales involucrados resignasen honorarios para poder llevar la cinta a buen puerto. Esto también trajo otra polémica en relación a lo que cobró la protagonista Michelle Williams (My Week With Marilyn) en contraste con lo que recibió Mark Whalberg (The Departed) por las mencionadas regrabaciones. Finalmente, el film pudo estrenarse e incluso conseguir una nominación a los Oscars 2018 en la categoría Mejor Actor de Reparto por el trabajo de Plummer componiendo al personaje que originalmente era para Spacey. La cinta cuenta la historia basada en hechos reales del secuestro en Italia en 1973 de John Paul Getty III (Charlie Plummer) y los desesperados esfuerzos de su madre (Williams) por conseguir que el abuelo del joven, el magnate del petróleo John Paul Getty Sr. (Chirstopher Plummer), considerado uno de los hombres más ricos del mundo, pagase el rescate. La propuesta de Scott es más que interesante. Si bien por ahí desde el punto de vista del guion no se nos presente nada que no hayamos visto previamente, la forma en la que el director nos exhibe el argumento es más que atractiva como para justificar el visionado de la obra. La dinámica y el ritmo con el que se nos exponen los hechos hacen que el relato presente una tensión inherente a la narrativa que nos muestra las distintas partes y cómo éstas interactúan con las otras. Se va alternando entre la visión detestable de John Getty Sr sobre la familia, el dinero y la avaricia en contraste con el enfoque maternal de Gail Harris Getty, y también se puede apreciar la relación entre el hijo cautivo y los secuestradores. De esta forma, la película no ofrece ningún tiempo muerto o escena de transición que no haga a la construcción del relato. Otra gran atractivo del largometraje lo presenta la fotografía de Dariusz Wolski (The Martian, Alien: Covenant), que eleva el aspecto visual de la obra en cuestión para generar esa atmósfera angustiante producto del rapto y la situación contextual. Por el lado interpretativo, se destaca con una actuación soberbia el señor Plummer que está muy bien acompañado por Michelle Williams y Mark Whalberg. Todo el Dinero del Mundo nos propone un relato vibrante, bien actuado y con una reconstrucción de época excelente, producto de un enorme diseño de producción y una bella dirección de fotografía. Una película que pese a ciertos convencionalismos y algunos giros predecibles, logra salir adelante por el talento que hay tanto detrás como delante de cámara.
La codicia, cuando se basa en hechos reales, es dos veces más miserable. Una ejemplificación de eso más la polémica del caso Kevin Spacey, el actor omnisciente, caído en desgracia, se unen en Todo el dinero del mundo, lo nuevo de Ridley Scott. Basada en hechos reales que tuvieron lugar a principios de los años 70, Todo el dinero del mundo cuenta un episodio en la vida de John Paul Getty, uno de los hombres más ricos del planeta. Uno de sus nietos de 18 años es secuestrado en Italia. La madre del joven, Gail Harris, intentará por todos los medios que el abuelo pague el rescate, pero el magnate se niega a cooperar con la extorsión. Entonces entra en juego el ex agente de la CIA, Fletcher Chase, quien intentará convencer a Getty antes de que sea demasiado tarde. Si bien es innegable la pericia del director de Blade Runner para narrar historias, Todo el dinero del mundo se resiente al no tener claro el foco de cuál es el aspecto más interesante de lo que cuenta, que es, sin duda, la vida de John Paul Getty. Un hombre que fue de los primeros en el mundo en superar la fortuna de 1.000 millones de dólares, que formó una colección de arte antiguo a la manera de Charles Foster Kane (el magnate de El Ciudadano, que a su vez se basaba en otro magnate, pero real, William Randolph Hearst). Getty era terriblemente avaro, a tal punto que hizo instalar en su mansión una cabina de teléfono público para que sus visitas no abusaran del de su casa. Él mismo lavaba su ropa interior para no gastar en lavandería. Y ni hablar en poner un peso para liberar a su nieto secuestrado. Ridley Scott y el guionista David Scarpa eligen decantarse por el thriller de secuestro al que le falta tensión. O una investigación salpicada de hechos pintorescos. Y con ribetes sangrientos, propias del cine gore. A la banda de secuestradores se la muestra como un grupo de campesinos improvisados con poca capacidad de negociación, en un asunto que los excede. A Gail (Michelle Williams), la ex nuera de Getty, la madre del secuestrado, la vemos como una pobre mujer que no tiene nada que ver con la familia de la que forma parte (aunque en el momento del secuestro estaba separada del hijo de Getty, que al parecer era un bueno para nada). Y al negociador Fletcher Chase (Mark Wahlberg) como un personaje que podría no estar y no cambia nada, salvo en un par de líneas de parlamento que, dichas por un actor que no sea una estrella, podrían causar el mismo efecto. Y para mayor pintoresquismo hay uno de los secuestradores italianos, encarnado por un actor francés, hablando en inglés (Romain Duris), que sufre una extraña fascinación por el joven secuestrado, como si tuviera el síndrome de Estocolmo, pero al revés. Mas un médico de la banda de delincuentes que parece un remedo de Menguele. Quizás de no haber sufrido la publicidad extra de ser la película en la que Kevin Spacey fue borrado de un plumazo por el escándalo de sus abusos sexuales y reemplazado por Christopher Plummer, que dicho sea de paso está excepcionalmente brillante, Todo el dinero del mundo hubiese pasado sin pena ni gloria. A lo que hay que agregar, además, las diferencias salariales al momento de efectuarse las tomas extras, por las cuales Mark Wahlberg habría cobrado un millón y medio de dólares cuando su compañera de reparto, Michelle Williams, sólo mil dólares.
EL DINERO ES ALGO MALO, MUY MALO No deja de ser llamativo que Ridley Scott necesite de más de dos horas para volcar ideas extremadamente básicas, del tipo “el dinero no hace la felicidad”, y no pueda ir más allá de esa superficie biempensante. Todo el dinero del mundo, que cuenta la historia del secuestro del joven John Paul Getty III y los intentos de su madre para convencer a su millonario abuelo Jean Paul Getty de pagar el rescate, se queda con un punto de vista obvio, previsible, que lleva al relato a atmósferas definitivamente anodinas. No debería ser difícil preguntarse por qué Scott eligió llevar a la pantalla grande esta historia, ya que los hechos reales son apasionantes, complejos en su explicación, seguramente con unos cuantos agujeros negros –que son terreno fértil para el abordaje ficcional- y una muestra de cómo pensaba y accionaba Getty. Pero a la vez es difícil indagar en el por qué de la concreción del proyecto, porque es un tanto asombroso el desgano con el que filma Scott, que filma todo con un nivel de frivolidad digno de la revista Gente (porque la verdad que Caras tiene algo más de qualité) y hasta un tono sensacionalista en clave Crónica TV pero bastante más aburrido. Lo cierto es que no debería sorprender esto en Scott, un realizador que tuvo un arranque notable en su carrera –entregando en sucesión tres clásicos como Los duelistas, Alien, el octavo pasajero y Blade runner-, para luego ir convirtiéndose en un artesano apenas efectivo. Ya lo habíamos visto desganado en films como Los tramposos y Un buen año, y sensacionalista en películas como Hannibal y Hasta el límite, aunque acá no aparece ese narrador funcional que rodó Gángster americano o Misión rescate. En Todo el dinero del mundo no hay nada que uno no pueda averiguar por Wikipedia o algún artículo periodístico mínimamente inquisitivo. Y, al igual que Getty –que más que coleccionista, era un acumulador de cosas y hasta personas-, el film se dedica a practicar la acumulación: de ahí que se expongan de la manera más banal todas las anécdotas comunes sobre el suceso en cuestión, como la cabina telefónica que tenía el millonario petrolero en su mansión o el momento en que los secuestradores le cortan la oreja al joven Getty (secuencia donde Scott demuestra que el pudor no es lo suyo). Por eso es que Todo el dinero del mundo solo termina teniendo como recurso legítimo las actuaciones, ya que Michelle Williams aporta cierto equilibrio a un rol maternal que se prestaba al desborde; Mark Wahlberg trabaja con efectividad el profesionalismo del jefe de seguridad Fletcher Case; y Christopher Plummer –acertado reemplazo luego de las denuncias contra Kevin Spacey por acoso sexual- le brinda humanidad a un Getty al que la película casi siempre pretende retratar desde los estereotipos y esquematismos esperables. El resto son obviedades y el film, de manera casi lógica, termina funcionando mucho mejor cuando se apoya en el molde genérico del thriller a partir de las idas y vueltas del secuestro. Allí es donde resurge el Scott más virtuoso, ese que sabe ponerse al servicio de la narración y contribuir con algo de nervio y fisicidad al relato. Sin embargo, lo que se impone en Todo el dinero del mundo es el trazo grueso y la manipulación, que no solo se extiende a su mirada sobre la codicia y sus implicancias, sino también a otros aspectos de la historia, como toda la subtrama alrededor de Cinquanta –el secuestrador a cargo de las negociaciones-, que roza lo inverosímil. Aún así, lo peor es su timidez y apatía, la poca convicción con la que explora las diferentes violencias –físicas, pero también psicológicas y financieras- puestas en juego, que llevan a que la saga de los Getty sea un objeto tan calculador como soporífero.
Todo el dinero del mundo, es una muy buena película que demuestra que la codicia es una de las peores características que tiene el ser humano. A pesar de los contratiempos sufridos por temas personales, el film puede olvidarse de una situación tan compleja y reinventarse en sí mismo. Después de los escándalos protagonizados por Kevin Spacey, el director Ridley Scott logró lo que parecía casi imposible: volver a filmar todas las escenas del personaje de Spacey con Christopher Plummer antes de la fecha de estreno. El papel del que se hizo cargo el actor canadiense, era ni más ni menos que el de Jean Paul Getty, uno de los primeros y más famosos magnates petroleros de Estados Unidos que, en su momento de máximo esplendor, fue considerado como el hombre más rico de todo el mundo. Todo el dinero del mundo (All the money in the world) es la historia de uno de los acontecimientos que sacudió de pies a cabeza no solo a Estados Unidos, sino que también al mundo entero. Este hecho no es otro que el secuestro de Paul Getty III (Charlie Plummer) uno de los nietos del multimillonario, a manos de una pandilla de secuestradores italianos. El film consta de mostrar la carrera contrarreloj que la madre de Paul, Gail Harris (Michelle Williams) y uno de los oficiales de seguridad del viejo Getty, Fletcher Chace (Mark Wahlberg) deben hacer para lograr recuperar a Paul sano y salvo, siempre con el menor apoyo posible, y hasta el desinterés, de su “querido” abuelo. Para aquellos que no conocen ni un poco del señor Getty, traten de imaginarlo como la mezcla perfecta entre el Sr. Burns de Los Simpsons y Charles Foster Kane (Citizen Kane, 1941), habiendo hecha esta aclaración pueden sacar sus propias conclusiones de la cantidad de dinero del hombre. A la hora de la dirección de esta película, hay varias cosas a favor de Scott y otras tantas en contra. Partiendo por lo bueno, el primer gran acierto fue haber cortado del metraje a Kevin Spacey, cuando la noticia explotó en todos los portales del mundo, desde un primer momento Ridley se deshizo de sus escenas. Esta es una cinta que imprime un drama desde el momento inicial con diálogos sumamente tensos y un tipo de relato que no es el convencional en cuanto a las clásicas historias de secuestros. No hay una sobredosis de drama, y no se busca crear suspenso innecesario, por lo que el balance acaba manifestándose. La fotografía es excelente, en muchas de las escenas el dramatismo que se quiere transmitir queda impreso en cada toma y plano y hace que esta obra no sea algo tan “robótico” y automatizado como venia pasando con las anteriores del director. El guión es aceptable y bastante clásico, si bien tiene algunas fallas, todo lo demás logra tapar estas deficiencias. Una mancha que tiene esta película, son los estereotipos, sobre todo de parte de los secuestradores italianos. Con un tono incluso burlón, por momentos llega hasta un punto en que queda super a contramano con lo que se nos quiere transmitir. Lo más destacable de las actuaciones es sin dudas, la majestuosa actuación de Christopher Plummer, que es de no creer como no fue casteado desde un primer momento para su papel. Luego de haber remplazado a Spacey, la expectativa era mucha sobre cómo había quedado la edición del film y el corte final. Con algunos días de trabajo adicional, se puede decir que quedo fantástico. Pareciera que él nació para interpretar a este personaje, su trabajo es sencillamente grandioso. Otros que tuvieron un muy buen desempeño son Charlie Plummer y Michelle Williams, imprimiendo el dramatismo adecuado y logrando la empatía necesaria para este tipo de producciones. Por el lado de Wahlberg, siempre da la sensación que puede actuar mejor si se anima a salir de su zona de confort, pero de una forma u otra, siempre se las arregla para actuar mas o menos de lo mismo, claro que esta vez sin osos que putean o autos que se transforman. En resumen, Todo el dinero del mundo, es una muy buena película que demuestra que la codicia es una de las peores características que tiene el ser humano. A pesar de los contratiempos sufridos por temas personales, el film puede olvidarse de una situación tan compleja y reinventarse en sí mismo. Gracias a este papel, Plummer tiene la chance de ganar el Oscar a Mejor Actor, siendo que hace un par de meses ni estaba en el elenco, el gran acierto de Ridley Scott.
Crítica emitida en Cartelera 1030 por Radio Del Plata (AM 1030), sábados de 20-21hs.
Agudo perfil de de un poderoso con pies de barro Una persona que ambiciona ser millonaria lo hace por varios motivos, como, por ejemplo, darle una mejor calidad de vida a su familia, para destacarse por sobre los demás y hacerlo notar, también sólo para acumular dinero, al que viene adosado al prestigio, respeto y poder u otra razón más loable, como para hacer beneficencia. Pero al personaje del que trata esta historia, verídica, únicamente le interesaba acumular más y más dinero, y con eso comprar, principalmente, obras de arte que, según su criterio, siempre están, nunca lo van a traicionar ni solicitarle nada, como hacen los seres humanos. La narración comienza en 1973, en la ciudad de Roma, pero recorre varias épocas anteriores de la vida de Getty (Christopher Plummer), considerado en esos momentos como el hombre más rico del mundo, porque fue sagaz, negociador implacable, usurero, y especulador, ante quien finalmente los demás tenían que, indefectiblemente, aceptar las propuestas y condiciones económicas por él impuestas para lograr cerrar un trato, de cualquier valor y tenor que fuere. En el año que se desarrolla la mayor parte del film, dirigido por Ridley Scott, fue cuando secuestraron a uno de sus nietos, Paul (Charlie Plummer), exigiendo por su rescate diecisiete millones de dólares, generando un caso que conmocionó a la opinión pública mundial durante varios meses. Lo que podemos apreciar en esta realización es un duelo de poderosos, por un lado el rico avaro e insensible, y por otro, los secuestradores implacables en su decisión.. Nadie quiere claudicar en sus exigencias, y en el medio, tratando de convencer tanto a su suegro como a los delincuentes, está la madre del chico, Gail (Michelle Williams), quien intenta actuar con equilibrio pero sin decaer en su fortaleza. La ambientación de la Italia de aquellos tiempos es excelente. Pese a la duración que tiene la película el ritmo del relato la hace amena y entretenida. La crudeza y el maltrato que sufre Paul es extremadamente detallado. Un párrafo aparte merece la actuación de Christopher Plummer, que maneja con maestría todos los matices, desde el aplomo para comandar personalmente casi todas las transacciones, hasta su prestancia al representarse con una mediana edad, y luego, la lentitud de sus movimientos al transitar la vejez. Pero aquí habría que cuestionar verdaderamente cuál de las dos partes le provoca más dolor al adolescente, si los apropiadores o su afamado abuelo que no quiere, ni le interesa, dar el brazo a torcer, pues el dinero para él es todo, y la mezquindad comanda su existencia. Siempre está a la defensiva al relacionarse con otras personas porque siente que todos quieren pedirle algo, sólo se siente cómodo, cuando es jefe y ordena a los demás. Lo que no sabía era que su poder podía ser desafiado y contrarrestado de otro modo, que ponga en juego no sólo sus millones sino, fundamentalmente, sus sentimientos
Una historia poderosa con grandes actores Basada en una historia real, esta película es sin dudas la mejor que ha hecho Ridley Scott en años Ambientada en los setenta, la película narra el secuestro del nieto del multimillonario John Paul Getty a manos de una organización mafiosa italiana. La madre del joven, desesperada, trata que el magnate pague, pero este se niega a ceder ante la extorsión. Es entonces cuando entra en escena un ex agente de la CIA que intentará que cambie de opinión antes de que sea demasiado tarde. Este atrapante thriller combina una historia poderosa, grandes actores, una fotografía impactante y un ritmo que crece en intensidad a medida que avanza el largometraje. Play Lo primero que hay que decir, cuando se trata de ahondar en los puntos altos del filme, es que el cambio de Christopher Plummer por Kevin Spacey en el rol de Getty, ha sido beneficioso. Más allá de las circunstancias que llevaron a dicho reemplazo, Plummer tiene el rostro, la prestancia, la cadencia de voz y la impronta justa para componer a esta especie de Sr. Burns de carne y hueso. Cada vez que el actor aparece en pantalla la atmósfera se vuelve densa, su mirada aguileña y poca sensibilidad lo transforman en uno de los personajes más repulsivos que ha dado el séptimo arte. Y sin necesidad de un artificioso maquillaje, parece increíble que no haya sido la primera opción del director para este papel. Y si Plummer es la parte oscura y sanguinaria de la película, Michelle Williams como la devota progenitora del secuestrado es el lado luminoso: una mujer desesperada e indignada a la vez por ver en primera persona de lo que es capaz la avaricia humana. Es menester, también, mencionar que el filme no es solo una historia de suspenso con malos y buenos, se trata además de una metáfora sobre el capitalismo, la codicia y la pérdida de los valores humanos. Ridley Scott, octogenario y prolífico, se toma su tiempo para narrar un filme en el que hay espacio para el drama, la tensión y hasta la acción. La película mantiene al espectador al borde de la butaca, y además lo pasea por diferentes sensaciones y sentimientos, momentos en los que la rabia e incomprensión se darán la mano con la tristeza y la bondad, experiencias que ni todo el dinero del mundo puede comprar.
En un pasaje del irregular, a veces cautivante y asimismo anodino film del veterano Ridley Scott, uno de los personajes dice: “Es como si perteneciéramos a otro planeta en el que la fuerza de gravedad es tan poderosa que curva la luz”. La descripción autoconsciente del joven John Getty III recae sobre la figura de su abuelo, un hombre millonario, uno de los descaradamente millonarios del siglo XX, centuria que configuró a una nueva especie de ricos, disociados de las monarquías y afines. El abuelo no es solamente rico: “Es el hombre más rico de la humanidad”.
El valor real de las cosas El film, que iba a ser protagonizado por Kevin Spacey hasta que se conocieron las denuncias de acoso en su contra, narra el secuestro de uno de los nietos de un magnate. ¿Qué precio tiene el dinero? ¿Es un papel para conseguir bienes, o es algo más que una cifra? Para algunos, significa poder, es una cuantificación de supremacía. Así lo pinta Ridley Scott, director de “Todo el dinero del mundo”. La historia, con un guión simple, se basa en el secuestro de uno de los nietos del magnate y empresario de petróleo Jean Paul Getty. La narrativa va al punto de cuando el adolescente rebelde (Charlie Plummer), llamado igual que su abuelo, es secuestrado y muestra la desesperación de su madre (Michelle Williams) por recuperarlo. Por ello, acude a su ex suegro, pero a pesar de contar con los 17 millones de dólares que le exigían para liberar al joven, Getty (Christopher Plummer) acusa que “si pago un centavo ahora, tendré 14 nietos secuestrados mañana”. El tironeo por pagar o no y la búsqueda del joven a cargo del mediador Fletcher Chase (Mark Wahlberg) llevan la película del drama al policial. Pero lo llamativo es la manera en que se trata ese poder ejercido a través del dinero. Por un lado, parece condenar al anciano por tacaño y poco afectivo, pero en otras escenas se trata de comprender el significado que Getty les daba a sus recursos económicos, casi desde un lugar benévolo. La referencia popular que hay de “Todo el dinero del mundo” es que se trata de la película que habría protagonizado Kevin Spacey, pero a raíz de las denuncias en su contra de haber abusado de varios actores adolescentes, la producción decidió sacarlo del filme y volvieron a rodar sus escenas. Por las tomas nuevas volvió a crearse polémica porque Mark Wahlberg cobró 1,5 millones de dólares para volver a hacerlas, mientras que su compañera Michelle Williams recibió un cheque por tan sólo 1.000 dólares. Ante la ola de críticas por el machismo y la brecha salarial que existe entre actores y actrices en Hollywood, Wahlberg decidió donar lo ganado para evitar quedar en el ojo de la tormenta. En lugar de Spacey, el protagónico estuvo a cargo de Plummer, que interpretó en esta nueva versión al multimillonario Getty. Si bien está impecable en su rol, padece ante el juego mental que todos querrán hacer al ver la película, intercambiando rostros y pensando cómo lo habría hecho el otro actor. Es decir, a pesar de la buena prensa de la música, estos aspectos de detrás de cámara van en detrimento de la producción, como si se hubiesen visto mucho los hilos, y desconcentran el foco del tema principal del largometraje.
Sensatez y sentimiento Ridley Scott pone en el centro de la escena dos atributos opuestos: la codicia y la sensibilidad. Esta idea que podría haber resultado maniquea, en la perspectiva de Scott se transforma en un acercamiento a intentar comprender el comportamiento de Paul Getty, quien en su momento fue considerado el hombre más rico del mundo. El filme se inspira en la historia real del secuestro en la década del 70 de Paul Getty III, nieto preferido del millonario. Cabe aclarar que el personaje del anciano que estuvo a cargo de Kevin Spacey y ahora es interpretado magistralmente por Christopher Plummer. El hecho conmocionó a los medios y la atención se focalizó en el pedido de rescate de 17 millones de dólares -suma que según se dice en el filme, Getty podría ganar en un día- y su negativa a pagar. "¿Cuánto está dispuesto a pagar por la vida de su nieto?", le pregunta un periodista. "Nada", responde con una media sonrisa quien es capaz de regatear centavos con un vendedor ambulante y de gastar millones de dólares en una pintura. Sin embargo no se desentiende y pone a cargo de la investigación y una eventual negociación secreta a su jefe de seguridad, un ex agente de la CIA, interpretado por Mark Wahlberg, mientras Scott no emite juicios sobre los personajes y deja esa responsabilidad al espectador.
Scott desapasionado… La última entrega de Ridley Scott es una propuesta bipolar que intenta, por un lado, realizar una crónica de un secuestro y, por el otro, retratar íntimamente a una de las personalidades más ambiciosas de la historia. Pese a la buena cinematografía, la película falla en ambos objetivos. All the money in the world es caótica, insensible e inocua, al extremo de parecer más un documental que una ficción. Muy lejos del promedio de Scott. Lo peor: la absoluta incapacidad del filme de despertar emoción alguna en el espectador.
Crítica emitida por radio.