Un lugar donde refugiarse es una película que los amantes del amor y de las telenovelas no pueden dejar pasar. A pesar de que unos cuantos minutos menos le hubiera venido muy bien, la buena química entre los protagonistas y el desenlace pensado especialmente para los muy románticos de corazón, seguramente...
Un Lugar Donde Refugiarse es igual de ridículamente cursi, incoherente, risible y edulcorada que la anterior película de Hallström, Un Amor Imposible, y la anterior a ésta, Querido John. El hecho de estar basada en una novela de Nicholas Sparks, más que un gancho para publicitarla, -ya a esta altura- funciona como un ancla. Hallström, que alguna vez hizo una película interesante y con cierto encanto como Chocolate, se ha acostumbrado a entregarnos películas-fórmula. Ésto no es otra cosa que un padecimiento sentimentaloide más de la factoría Sparks que a medida que avanza, se encarga de suicidar cualquier atisbo de verosimilitud que pueda existir en la trama, si hubiese tal cosa. Por supuesto no pueden faltar los planos postales del pueblito portuario y ésta vez, dos líneas narrativas: la romántica y el patético intento de suspenso a lo "thriller".
Un lugar llamado Southport Un Lugar donde Refugiarse (Safe Haven) es la nueva novela del popular Nicholas Sparks, autor de los escritos en los que se basan películas como Cuando te Encuentre (The Lucky One), Diario de una Pasión (The Notebook), entre otras, que llega a los cines de la mano del sueco Lasse Hallström, director de Chocolate (Chocolat) o Un Amor Imposible (Salmon Fishing in the Yemen), y con las actuaciones principales de Julianne Hough y Josh Duhamel. Esta adaptación se centra en la figura de Katie (Hough), una muchacha con un misterioso pasado que llega al pequeño pueblo de Southport en búsqueda de reiniciar y darle un nuevo rumbo a su vida. Allí se cruzará con el viudo Alex (Duhamel) y a pesar de que al comienzo ella no deseaba tener una relación, ambos se dejarán llevar y comenzarán un feliz romance aunque el turbulento pasado de Katie volverá para no dejarla en paz. Un Lugar donde Refugiarse tiene a una joven y bella muchacha que necesita/quiere cambiar de aire como protagonista y posee a un apuesto viudo de gran corazón que anda con ganas de apapacharla. También en ese camino se encontrará con un pueblo con los habitantes más buenos del universo y una extraña vecina que aparecerá en momentos claves para dejarle todo tipo de frases aleccionadoras y oportunos consejos. Toda esa típica y harta conocida "melositud" la hereda de la marca autoral de Sparks, ya que la suerte, el excesivo romanticismo y la falta de matices (o sos bueno o sos malo, no hay grises) son parte de la línea que manejó este escritor a lo largo de su carrera. La cuestión es que estas traslaciones a veces funcionan, como con Diarios de una Pasión, y a veces no, como sucede con Un Lugar donde Refugiarse. ¿Y por qué no funciona? Básicamente porque Hallström no deja nada en el desarrollo de la historia librado al azar, todo parece puesto allí de manera mecánica para que sea convocado en algún momento para tocar alguna fibra generando una previsibilidad y una poca espontaneidad. Desde las abundantes frases aleccionadoras y superadoras, pasando por el niño "conflictivo y rebelde" (pongo las comillas porque es pura postura y efecto), hasta las extrañas apariciones de Jo encarnada por Cobie Smulders parecen ser parte de un majestuoso plan para enternecernos y llenarnos de amor. Nada en Un Lugar donde Refugiarse, o en realidad muy poco, es llevado adelante con naturalidad y logra que un film mediocre como Cuando te Encuentre nos parezca una absoluta obra maestra ya que allí se encontraba un "romance de película" que al menos se podía tocar y sentir. Es que acá todo está tan automatizado, impostado y calculado que no hay espacio para la imaginación, para que la química entre los protagonistas brote, conmueva y contagie naturalmente nuestros duros corazones. Julianne Hough y Josh Duhamel podrían ser la pareja perfecta. Por un lado la tenemos a ella con su corto cabello rubio, su dulce sonrisa y unos ojos que parten el cielo, mientras que él tiene su altura, su flequillo al viento y su cara de buen tipo. Ambos aparentan tener todo para corrompernos de afecto, pero sin embargo su relación carece totalmente de química y empatía para conseguir ese resultado. La principal culpable de esto es sin dudas la hermosa pero terriblemente anodina Hough, aunque el querido Duhamel tampoco se destaca demasiado para evitar el inminente fracaso.
Un poco de suspenso para enamorarse Con libro de Nicholas Sparks (Diario de una pasión y Un amor para recordar), la nueva película del director sueco Lasse Hallström (Chocolate y Querido John) no defrauda a los seguidores del género romántico, pero tampoco sorprende demasiado. Un lugar donde refugiarse (Safe Haven, 2013) plantea una historia de amor en la que el pasado también es protagonista. Una situación extrema obliga a Erin (Julianne Hough) a dar una vuelta de página en su vida, razón por la que desembarca en la pequeña localidad de Southport bajo el nombre de Katie y comienza a trabajar de camarera. Instalada en una modesta casa ubicada en medio del bosque, la nueva Katie intenta pasar desapercibida y no entablar comunicación con los pobladores. Pero todo cambia al conocer a Alex (Josh Duhamel), un joven viudo que vive junto a sus dos pequeños hijos (Noah Lomax y Mimi Kirkland). A partir de ese momento los protagonistas deberán concluir sus historias pasadas para poder aprender de ellas y pensar en el futuro que desean. Una tarea que en ocasiones los pondrá en riesgo y los hará dudar del amor que sienten. La primera escena de Un lugar donde refugiarse promete más de lo que finalmente resulta: una típica película romántica con vestigios dramáticos y de suspenso que, por momentos, son efectivos. Su argumento incluye a dos desconocidos que dejan de serlo a través de diversas situaciones, una historia paralela que los atraviesa y un hermoso lugar que oficia de escenario perfecto. El film de Hallström es llevadero, pero presenta un cierre que apunta a la emoción y, en cierto sentido, al golpe bajo. Si bien el nudo de la historia no está mal planteado, tampoco aporta nada nuevo al género. Hough y Duhamel interpretan bien sus papeles y logran una linda complicidad que se complementa con las actuaciones de Lomax y Kirkland. Con el sello indiscutible de Sparks, Un lugar donde refugiarse posee algunas escenas que hacen recordar instantáneamente a Diario de una pasión, como el paseo de los protagonistas en canoa o la infaltable lluvia que los une. Numerosos momentos en los que la fotografía de la película destaca la belleza del paisaje. Nada nuevo bajo el sol. Quizás el punto clave sea la mezcla de romance, misterio y drama. Diferentes aristas en las que se sostiene una película ideal para los eternos románticos.
Suéltame pasado El sueco Lasse Hallström tiene en su haber algún que otro título digno y muchos otros que pueden pasar al olvido. Entre los rescatables claro está se impone Chocolate (Chocolat, 2000) sencillamente por contar con Johnny Deep y la francesa Juliette Binoche que hacían el deleite del espectador en una historia romántica e insulsa, pero al fin y al cabo llevadera. No cabe ninguna duda que con esta adaptación de otra novela de Nicholas Sparks (Querido John), frecuentemente llevado al cine con relatos de amor edulcorados, nos encontramos ante un producto menor que marca sin dudas una caída en el nivel del realizador sueco. La diferencia con otros films inspirados en el universo Sparks es que en esta ocasión se ha buscado introducir un elemento de suspenso, con pretensiones de thriller en una trama que jamás avanza hacia un lugar no predecible, pese a que la protagonista intente esconderse. Podría decirse, siguiendo este planteo, que la descubrimos en el primer minuto y también las intenciones del guión (si se lo puede llamar guión) así como el esquemático juego de simetrías entre los amantes, el tufillo maniqueo de buenos y malos y la ingenuidad más absurda que eleva a niveles irrisorios situaciones y desenlaces al servicio de un romanticismo hueco y meloso. Un lugar donde refugiarse es el título elegido por la distribuidora local para el original Safe Haven (algo más acorde a lo que realmente ocurre más allá de la referencia geográfica) para adentrarse en el derrotero de la joven Erin (Julianne Hough) en plan de huída para tomar la personalidad de Katie, una dulce muchacha que se enamora del viudo Alex (Josh Duhamel), quien se encuentra a cargo de dos niños pequeños Josh (Noah Lomax) y Lexie (Mimi Kirkland) en un pequeño pueblo cercano a Atlanta. Ella se instala en una cabaña en el bosque e intenta recomponer y rehacer su vida como camarera, al tiempo que comienza a enamorarse del vulnerable y sensible Alex, mientras el detective Tierney (David Lyons) sigue sus pasos porque existe entre ellos un vínculo relacionado a su pasado. El relato transita por todos los lugares comunes habituales pero lo más preocupante aparece cerca del final con un cúmulo de torpezas, golpes bajos y revelaciones que no sorprenden ni siquiera a aquellos espectadores que se durmieron durante el desarrollo de la película, cansados de ver a la parejita feliz en sus paseos en bote o los escarceos amorosos en plena lluvia. Tanto Julianne Hough (la chica de La era del rock) como Josh Duhamel cumplen en sus roles, aunque la química entre ambos no explota jamás en pantalla pese a los fuegos de artificio del 4 de Julio, imagen hartamente utilizada en el cine.
A veces miramos una película y deseamos vivir en su mundo. Por ejemplo, nos gustaría vivir en la Tierra defendida por Los Vengadores, en el mismo barrio de Larry Crowne o transitar el subte de Nueva York topándonos con las pandillas de The Warriors. Mundos que no son perfectos sino incluso peligrosos e injustos pero que tienen el encanto de lo vital. Un Lugar Donde Refugiarse, de Lasse Hallström, presenta un universo propio pero éste no puede ser más aburrido. Bello sí, pero tan poco emocionante como los personajes que lo pueblan. La historia de Un Lugar Donde Refugiarse sigue a Katie (Julianne Hough), una misteriosa joven (con un pasado oscuro e incluso un policía que la persigue) que llega a un pueblo costero de Carolina Del Norte. En realidad, su destino es incierto pero luego de diez minutos ahí decide quedarse. Al rato -con una rapidez incluso inverosímil para el entusiasmo general de la gestión Obama- consigue trabajo y una hermosa vivienda (una cabaña en un bosque bastante bien mantenida). Es que Southport es el lugar ideal: hermosos barquitos, un lindo atardecer, el sonido de las gaviotas, dulces niños y el más apuesto empleado de un mercado que se recuerde en el cine (Josh Duhamel). No tarda mucho, entre irritantes idas y vueltas, llegar el amor.
Éste es el octavo film basado en una novela del escritor norteamericano Nicholas Sparks en llegar a la pantalla grande. Y probablemente sea el que menos entusiasmo logre generar en el espectador interesado en el drama romántico, un público que suele tolerar tramas poco originales, pasajes melosos y resoluciones con giros sorprendentes que no sorprenden a nadie, pero que no perdona que la pareja en el centro del relato no funcione. Una alquimia que ni los mejores directores y guionistas pueden garantizar, pero si deberían colaborar en intentar construir. Pero aquí ni el experimentado Lasse Hallström ( Chocolate , Un amor imposible ) consigue que la pesada pluma de Sparks se transforme en una película interesante. Algo que después de ocho intentos sólo logró el irregular director Nick Cassavetes con Diario de una pasión , mucho más que un festival de llanto -que también lo es-, gracias a las conmovedoras actuaciones de los veteranos Gena Rowlands, James Garner y los por entonces novatos (la película es de 2004) Ryan Gosling y Rachel McAdams. Lamentablemente, nada de aquel corazón y esos carismas aparece en Un lugar para refugiarse, que cumple con los requisitos de la "fórmula Sparks" y no mucho más. A saber: en el centro del relato hay un misterio que lleva a una bella joven a escapar de su lugar y terminar en una pintoresca aldea costera donde conocerá a un tierno e igualmente bello viudo que lucha por superar su duelo y ayudar a sus pequeños hijos a hacer lo mismo. Tarde o temprano, estos corazones en conflicto se reunirán aunque más no sea porque son las personas más hermosas en miles de kilómetros a la redonda y eventualmente la tragedia de ella se desplegará en un supuesto giro inesperado sobre otro giro con ambiciones de dejar al público con la boca abierta y no precisamente por el mareo de tanta forzada marcha y contramarcha del relato. Los protagonistas no aportan más que su fotogenia, aunque en el caso de Josh Duhamel, como el joven viudo, al menos intenta superar los límites del galán romántico para construir un personaje con un poco más de aristas..
Que no sea éste Aunque no es necesario hablar de la obra previa de un director cada vez que se hace una crítica, en el caso de Lasse Hallström no viene mal mencionar un par de títulos que, por carácter transitivo, pueden dar una idea bastante cercana de su obra completa y permite hacer proyecciones sobre sus trabajos futuros. Basta mencionar Chocolate y ¿A quién ama Gilbert Grape? para comprender que este director sueco se siente cómodo con el melodrama y el romance, géneros sobre los que se desarrolla gran parte de su filmografía. Pero también pueden mencionarse sus esporádicas incursiones en el suspenso, la comedia y el policial, habida cuenta de que hay de todo eso en Un lugar donde refugiarse, su último trabajo. En este caso el relato alterna entre el thriller policial y una historia de amor pueblerino, con una vuelta de tuerca final que ya quisiera el mismísimo M. Night Shyamalan. Y en principio la cosa no le sale tan mal. La película empieza con una joven escapando ensangrentada y aturdida por la calle, presa del pánico. El estado de sus ropas indica que ha sido agredida. Lleva un cuchillo en una mano y no tarda en ser asistida por la dueña de una casa en la que pide ayuda con desesperación. Enseguida se la ve con el pelo más corto y teñido de rubio, con la cabeza escondida bajo la capucha de un buzo, escapando de la policía en una terminal de ómnibus. Aunque el cerco policial es rápido, su micro consigue partir sin que la descubran. Katie, que así se llama ella, dejará el viaje a la mitad cuando decida quedarse en uno de esos pueblitos de provincia a orillas de un lago, con su muellecito y su gente campechana. Alquilará una vieja cabaña en mitad de un bosque y comenzará una tierna relación con Alex, padre viudo de dos nenes. Hallström se muestra medianamente profesional en el juego de idas y vueltas entre la nueva vida de Katie y la obsesión con que un policía continúa con su desaforada y violenta pesquisa. Y no ahorra en flashbacks turbios en los que se revela poco de lo que pasó aquella noche al comienzo. Tanto el pueblito tranquilo a orillas del lago como la cabañita en medio del bosque encarnan esos mismos paraísos del imaginario estadounidense que son continuamente subvertidos y violados por el cine de terror, de asesinos y de fantasmas. La paz del sueño americano subvertida por la irrupción de lo siniestro. De hecho, algunas escenas por allí se encargan de subrayar esta posible lectura. Claro que para hacer que Un lugar donde refugiarse se convierta en La niebla, de Carpenter, sería necesario que... que la dirigiera Carpenter. El elemento sorpresa que el guión introduce al final de la trama es un deus ex machina lo suficientemente brutal como para convertir una película hasta entonces mediocre, en una bastante mala. Un giro que pone literalmente en escena el espíritu manipulador que habita dentro de este director pasado de rosca.
Perdida y encontrada Nicholas Sparks vende sus libros por millones. El autor de The Notebook (aquí, Diario de una pasión) Querido John, Noches de tormenta y La última canción suele tener suerte dispar con las adaptaciones de sus best sellers. Por lo general, las tramas incluyen una pareja que por h o por b se distancia, se encuentra, se ama, se pelea y así. Y un personaje muere. No es que Sparks sea un adicto a escribir fórmulas exitosas y repetirlas. En las adaptaciones a veces las tensiones crecen, cuando no el romanticismo. Veamos qué sucede con Un lugar donde refugiarse. Comienza con una joven que huye de Boston, no sabemos por qué, salvo por algún flashback o pesadilla que Katie tendrá más adelante. Se sube a un ómnibus mientras un policía bajo la lluvia la busca desesperadamente. Ella en vez de llegar al destino final, se baja en un pueblito con las 3 P (pintoresco, pesquero y pequeño) en Carolina del Norte. Allí cambia de nombre, consigue un trabajo en un bar y conoce a Alex. Porque si no, esto sería un mero thriller y no un thriller romántico. La trama va pendulando entre la actualidad de Katie y Alex, un viudo musculoso con dos hijos pequeños, y la del policía que parece obsesionado con esta mujer. Y cuando a uno se le viene a la mente Durmiendo con el enemigo, pasa lo que tiene que pasar. Allí la adaptación cumple al pie de la letra. El sueco Lasse Hallström ha logrado traspolarse a Hollywood, y luego de ¿A quién ama Gilbert Grape? y Las reglas de la vida, abocarse a filmes con parejitas románticas. De Chocolate a Un amor imposible, hasta la mencionada Querido John y ahora Un lugar donde refugiarse. Los clisés son menos virulentos, y si los personajes no crecen demasiado es porque así como están -pintados- es como lucen mejor. No hay vuelta de hoja. Lo que sí hay es vuelta de tuerca, con dos revelaciones que no hay que adelantar, pero que si se están atentas, capaz que las damas entre lagrimones logran percibirlo. Julianne Hough -la despampanante rubia de La Era del rock- está casi todo el tiempo en pantalla (para alegría del público masculino) y Josh Duhamel (para el femenino) se mide y nunca pega un grito de más.
¿Un lugar donde refugiarse es una película que contiene todos los clichés imaginables y previsibles del género? La verdad que si. ¿Entonces es malísima? Para nada, se deja disfrutar y la historia es llevadera. Si bien es verdad que el autor Nicholas Sparks se repite así mismo en sus novelas y en consecuencia las adaptaciones cinematográficas no pueden escapar de ello, hay que concederle al hombre que sabe hacer su trabajo muy bien y que satisface a su público. Es dudoso que vuelva a publicar algo tan bueno (y tan bien adaptado al cine) como Diario de una pasión (2004), lo viene intentando sin éxito desde hace una década pero en esos esfuerzos logra generar total empatía con las mujeres que suspiran por sus personajes y los hombres que las acompañan a veces se sorprenden. Este estreno contó con la dirección del sueco Lasse Hallström, quien supo brindar peliculones como Las reglas de la vida (1999) y hacer llorar a todo el mundo con Hachi, siempre a tu lado (2009). Esta es la segunda vez que adapta una de las novelas de Sparks. En 2010 hizo lo propio con Dear John, film aniquilado por la crítica pero que aún así logró sacar a Avatar -luego de siete semanas consecutivas- del primer puesto y fue un éxito teniendo en cuenta de que se trataba de un drama romántico. Aquí la formula se vuelve a repetir pero con un poco más de hincapié en la protagonista femenina: Katie, interpretada por la bella actriz/cantante Julianne Hough, a quien conocimos el año pasado en el genial musical La era del rock. Hough aporta carisma y sencillez y aunque todo el tiempo se encuentra caminando en la fina línea entre lo aceptable y el ridículo sortea muy bien esos obstáculos y queda bien parada. Casi lo mismo ocurre con su partenaire Josh Duhamel pero su actuación es bastante tosca. Sin embargo cumple con su cometido de que la platea femenina fantasee con el tipo fachero, buen padre y viudo. Completamos con el personaje de Cobbie Smulders (famosísima por la serie How I met your mother) quien desde un principio está cantado su lugar en la historia aunque se intente sorprender. La fotografía, ritmo y música son casi un calco de Dear John y no porque el director no tenga otro estilo o versatilidad sino por el material que tenía que adaptar. Y está bien que así sea porque como producto final cumple con la identidad buscada. Seguro que Un lugar donde refugiarse va a ser bastardeada por la crítica y por la mayoría de esposos/novios que acompañen a sus parejas a ver esta propuesta, pero los más sensibles pasarán un buen rato aunque no lo admitan y las chicas largarán más de un suspiro.
Tras "Querido John" (2010), el realizador sueco Lasse Hallström ("Chocolate", "Un Amor Imposible"), vuelve a dirigir una adaptación cinematográfica de una novela best-seller del exitoso escritor Nicholas Sparks ("Mensaje de Amor", "Un Amor para Recordar", "Diario de una Pasión", "Noches de Tormenta", "La Última Canción" y "Cuando te Encuentre"). En esta ocasión se trata de "Un Lugar Donde Refugiarse", un típico drama romántico pero que presenta elementos de suspenso y misterio. Obligada a dejar atrás su pasado en Boston, una joven llamada Katie (Julianne Hough) emprende un viaje a través del país y decide quedarse en Southport, Carolina del Norte, en busca de una nueva y tranquila vida. Allí comienza a trabajar como camarera de un restaurant y se instala en una cabaña en el medio del bosque. Su precipitada llegada genera muchos interrogantes, ya que la pequeña ciudad costera es generalmente un lugar de paso. A pesar de las barreras emocionales casi impenetrables que ha construido para protegerse, mantenerse inadvertida y evitar cualquier relación demasiado personal, poco a poco Katie aprende a confiar de nuevo. Entabla una amistad con Jo (Cobie Smulders), su nueva vecina, y comienza un romance con Alex (Josh Duhamel), un joven viudo que vive junto a sus dos pequeños hijos (encarnados por Noah Lomax y Mimi Kirkland) y que atiende uno de los negocios locales. Él es quien le enseñará a experimentar las alegrías del amor una vez más. Pero nada es tan sencillo como parece y su nueva felicidad se ve amenazada cuando un misterioso desconocido (a cargo del actor David Lyons) llega a la ciudad haciendo preguntas acerca de Katie y los secretos de su pasado amenazan con resurgir. A medida que avanza la trama, el espectador se va enterando qué esconde la protagonista por medio de una sucesión de flashbacks. Con buenas interpretaciones de la bella pareja protagónica, "Un Lugar Donde Refugiarse" es entretenida (aunque por momentos no pasa demasiado) y lo que tiene de interesante el film, es que rompe levemente con la "fórmula Sparks", ya que innova al adherirle cierta intriga policial. Los que conocen las obras literarias de este autor -principalmente el público femenino- saben a lo que me refiero (una historia de amor con tintes melodramáticos que se desarrolla en un pueblito costero, una enfermedad terminal, un final trágico, etc.). Pero es en el desenlace en donde nos volvemos a encontrar con el sello que caracteriza al escritor.
Basada en una novela del afamado escritor del género romántico Nicholas Sparks, el film centra su historia en un idílico pueblo costero de Carolina del Norte, al que llega una atractiva mujer, Katie, decidida a empezar una nueva vida y arrojar por la borda todo su pasado. Allí conocerá a Alex, un padre viudo y con dos hijos pequeños con quien iniciará una intensa amistad y le permitirá cumplir su objetivo. Con un comienzo que sirve para introducir el único atisbo de misterio que propondrá el film a lo largo del relato, incluso a mi parecer, el único motivo por la cual el espectador llegue a tolerar casi hasta el final esta previsible historia romántica que alberga todos los ingredientes habituales del género, Un lugar para refugiarse intenta despistar al espectador con una escena inicial que coquetea con el thriller para abandonarlo rápidamente. Luego, solo asistiremos a la clásica formula “Chico conoce chica, se enamoran, algo los distancia pero finalmente se dan cuenta que su destino es estar juntos”, aderezados con "mujer que trata de dejar atrás un misterioso y oscuro pasado, padre viudo de buen corazón con duelo no resuelto y un tenaz detective que recuerda constantemente a la protagonista que el pasado puede encontrarla". Lasse Hallström, quien dirigió buenas películas como La gran estafa o Siempre a tu lado (Hachiko) cuida con decoro los aspectos técnicos, pero erra su camino en ésta oportunidad al confiar solo en la belleza paisajística, la ambientación y actores bonitos que no logran transmitirnos nada para contarnos una historia recreada hasta el hartazgo. No basta una casa aislada en el bosque con alguna que otra subjetiva de alguien merodeándola, ni unos flashback que a manera de ayuda memoria vuelven más previsible la historia, para intentar adentrarse en el thriller. Tampoco con la acumulación de personajes arquetípicos y poco elaborados que acumulan todos los tópicos de las novelas rosas. Solo hasta respondernos ¿por qué la protagonista huye desesperadamente a ninguna parte hostigada por la policía?, es que mantenemos el interés en un film que sobre el tramo final introduce un elemento tan disparatado como inverosímil que aniquila cualquier atisbo de credibilidad, velando por un Happy End que contente hasta los espíritus.
De la pluma del edulcorado autor Nicholas Sparks nos llega esta nueva variación de sus típicas novelas rosas, plagadas de lugares comunes y momentos melodramáticos. Una cinta que parece estar confeccionada para el lucimiento estético de sus protagonistas (siempre bien fotografiados) y de los paisajes dignos de las postales mejor iluminadas. Lo demás, la historia, los conflictos y hasta los climas resultan burdos, falsos y dignos de la peor telenovela de la tarde. Un folletín solo para incondicionales del género.
Alcohólicos y Anónimos. Cuando uno se siente identificado con una historia, lo más probable es que la viva de manera muy diferente que quien no la sintió así. No importa si esa historia sale de una canción, de una novela o de una película, lo importante es lo que te significa. Justamente ese detalle es el fuerte de este film, que si bien no se destaca en su originalidad, tiene ciertos condimentos que lo convierten en un plan digno para un domingo a la tarde. Lo que sí te aclaro de antemano, es que se trata de un compendio de tristes realidades que tranquilamente te puede tocar vivir. Katie (Julianne Hough) es una fugitiva escapando de un terrible pasado. En ese escape, llega a un lugar más que tranquilo de Carolina del Norte, en donde descubrirá un hogar de ensueño. Su nuevo lugar en el mundo incluye, no sólo casa a estrenar en el medio del pacífico bosque, sino también a un hombre viudo, sus adorables hijos y a una amiga muy especial. Juntos reconstruirán la vida de Katie, y a pesar de que ella tiene ya sus días ocupados trabajando como camarera en un restaurante del muelle, los fantasmas de su pasado la perseguirán hasta el último rincón colmado de gaviotas. Sin escrúpulos, el miedo invade a la joven día a día y noche a noche, mientras nosotros tratamos de descubrir por qué debió escapar de su antigua casa en Boston y llegar hasta este En el camino de la película, sabemos que hay un tal Tierny; oficial que la persigue cual sabueso por cada ciudad. Aparentemente, Katie es culpable de homicidio, pero cuesta dilucidar por qué. Un Lugar Para Refugiarse (Safe Haven, 2013) es un drama romántico con actuaciones aceptables y momentos emotivos. Basada en una de las tantas novelas del exitoso escritor estadounidense Nicholas Sparks, seguramente tenga mucho más color leer la historia directamente desde sus páginas originales. Lo que más destaco de la película, es que mantiene (aunque con algunas fallas) una suerte de suspenso y necesidad de alivio desde el comienzo, causados por el despliegue actoral del malo (David Lyons). Con el fin de que nadie me malinterprete, cuando al principio hablé de sentirse identificado, no hablaba de que soy una fugitiva de la ley, sino de que el film tiene un tinte espiritual que le sienta muy bien. Personalmente me gusta que las historias tengan un trasfondo de ese tipo, como sucede en Un lugar para refugiarse. No se compara con la historia de Diario de una Pasión (The Notebook, 2004), ya que ni siquiera alcanza ese nivel en las actuaciones o el despliegue escenográfico, pero lo cierto es que todo aquél romanticón que disfrute de los amoríos de este novelista, de seguro va a encontrar algo para disfrutar del film. Me pasó que en la sala de cine escuché a algunos quejarse del final, pero mi opinión es que su redundancia no hace más que acentuarlo, por si acaso alguien no nota el detalle importante en cuestión y se queda sin una linda pieza suvenir, cortesía del autor. En fin, nada grave; no me molestó. ¿Pasa lo que esperamos? Sí. Tampoco es un relato tan complejo. ¿Cumple con su cometido? Yo creo que también. Animate vos ahora a verla y descubrí por tus propios medios por qué dije todo lo anterior. Y por las dudas, escondete bien, a ver si todavía ligás al ‘Boston PD’. Por último: reflexiono que definitivamente, Sparks tiene algo con los paseos en canoa por lagunas desoladas.
Mujer en fuga busca Una joven (Julianne Hough) huye de una casa, ensangrentada, mientras la policía (al menos un detective) la busca afanosamente. Cuando el ómnibus en el que viaja se detiene en un pequeño pueblo costero, ella decide quedarse; y allí conoce a un joven, viudo y padre de dos niños (Josh Duhamel). La historia de amor que sucede a esta introducción es tan obvia como el abecedario, incluso cumple con todos los clichés del caso: la chica recién llegada, el hombre cuyo corazón aún no se repara de la pérdida, la histeria inicial, y hasta la escenita de rigor bajo la lluvia. Si la película sostiene de alguna manera el interés del espectador durante casi dos horas es por ese detective que cada vez se muestra más oscuro, y que constituye el único suspenso disponible. El guión es la adaptación de una nueva novela de Nicholas Sparks, un autor habitual en el cine (también escribió "Diario de una Pasión", y "Mensaje en una Botella", entre otros libros de género romántico que fueron llevados a la pantalla grande). No hay nada demasiado novedoso en lo que se cuenta, y las actuaciones cumplen ajustadamente con lo que se espera de personajes muy planos, casi sin matices. De todos modos, como es de suponerse, la producción está cuidada, el escenario de ese pueblo boscoso en las costas del Atlántico también seduce al espectador, y eso hace que sea al menos un filme agradable de ver. Sin embargo todo se derrumba en un final obvio con un giro caprichoso y por demás innecesario, que hasta bordea el ridículo. Es incomprensible la necesidad del autor y guionistas de darle ese toque. Pero a veces alguien intenta pecar de originalidad, y la penitencia la paga el espectador que se enfrenta a este final de melodrama tratando de contener la risa.
Nuevo traspié del gran director Lasse Hallström Una chica sale corriendo de su casa, toma un ómnibus de larga distancia, al otro día encuentra un lindo pueblito, se cambia el nombre, enseguida consigue trabajo, casa, y un pretendiente amable, pintón, viudo con hijitos agradables y negocio instalado. Inicia una nueva vida, los vecinos son encantadores y todo eso. Pero el marido, del que había escapado, es un violento que no para hasta encontrarla. Si, señor, esta novela reconoce, o debería reconocer, unos lindos ingredientes de "Durmiendo con el enemigo". Amén de todas las anteriores de Nicholas Sparks, que casi siempre se repite. Este hombre, prolífico escritor de novelas románticas, dueño de la Nicholas Sparks Productions y otros kioskos, es el responsable original de ésta y otras películas como "Mensaje de amor", "Un amor para recordar", "Diario de una pasión", "Noches de tormenta", "La última canción", "Querido John" o "Cuando te encuentre". Quien haya visto alguna, ya sabe de qué se trata. Y quien haya visto todas, ya sabe con quién se trata. Porque seguro que tiene diabetes. Sabe también que hay versiones más afortunadas que otras. No es lo mismo "Diario de una pasión", basada en "Diario de Noa", que el disparate de "Cuando te encuentre", que era mala de nacimiento. La que ahora vemos fue dirigida por Lasse Hallström, que ya se había encargado de "Querido John". Hallström es un señor director, autor de joyas como "El año del arco iris" (Mi vida como un perro), "¿A quién ama Gilbert Grape?", "Las reglas de la vida" y "Siempre a su lado", la del perro con Richard Gere. Pero ultimamente anda de capa caída. Y esta película no es de las que levanten su carrera. Quizá dentro de un tiempo ni siquiera los fanáticos la recuerden demasiado. Tampoco la desdeñarán demasiado. La parte policial refuerza bien a la romántica, que es previsible y adocenada, salvo una cursilería típicamente sparksiana con el espíritu de la finada esposa. El pueblito donde transcurre la historia, Southport, de North Carolina, es lindo. La chica Julianne Hough es linda. Los tipos no son feos, ni siquiera el que hace de malo. La fotografía es linda, y la música empalaga un poco, que es lo que cabía esperar. La verdad, nadie esperaba otra cosa. O si, pero queda mal decirlo: mucha gente espera que no hagan más películas basadas en novelas de Nicholas Sparks.
Thriller, fantasía y amor en progreso Del mismo director de ¿A quién ama Gilbert Grape?, ahora llega una extraña combinación de estilo, donde nunca queda definida la línea argumental, y el resultado termina navegando en el limbo de los films inocuos. Hace casi 20 años, el director sueco Lasse Hallström asomó la cabeza y logró cierta exposición mundial con ¿A quién ama Gilbert Grape? , protagonizada por Johnny Depp y Leonardo DiCaprio. Y desde ese momento se instaló como un artesano de Hollywood, es decir, un tipo confiable para proyectos pensados por otros. Así se hizo cargo de producciones rutinarias como Chocolate, El poder del amor, Atando cabos y Querido John, un puñado de títulos que recorren ciertos caminos vinculados con el amor, un pasado más o menos turbio (¿cómo no?) y las segundas oportunidades. En ese sentido, los "temas" de Lasse están bien presentes en Un lugar donde refugiarse, un raro artefacto que mezcla el thriller, una historia de amor en progreso y si se quiere, hasta algo del género fantástico vía Osho. La película comienza con Katie (Julianne Hough), perseguida por un policía. La chica aparentemente cometió un asesinato o algo así, que se va revelando de a poco, a través de flashbacks que van completando el supuesto crimen a medida que avanza el relato. En la fuga, el micro en el que sacó un pasaje a cualquier parte se detiene en un paradisíaco pueblito costero y Katie decide que es un buen lugar para empezar una nueva vida. Allí, mientras que el inspector Tierney (David Lyons), en plan Samuel Gerard en El fugitivo, se obsesiona con la búsqueda, Katie se repone, consigue trabajo y establece una relación amorosa con Alex (Josh Duhamel) padre de dos hijos adorables y viudo reciente. Así como Tierney se va acercando a su presa y en el intento se entrega al alcohol y alguna conducta inapropiada, Katie mantiene su pasado oculto y comienza a creer que el pueblito es su lugar en el mundo. Junto a Alex y sus hijos, claro. Con una vuelta al final que en el público poco sensible puede hasta provocar una sonrisa socarrona, el último opus de Hallström nunca termina de decidirse por un género o al menos por una línea argumental definida y navega en el limbo de las películas inocuas, esas que son correctas pero definitivamente destinadas al lánguido olvido.
Comedia romántica, con todos los ingredientes del género; atardeceres en un lugar soñado, el hombre justo para una mujer que huye de la violencia de su expareja, un policía alcohólico y persistente. Más suspenso y un ingrediente mágico. Entretiene hasta ahí.
GOLPES Y MIMOS Melodrama meloso y previsible, ambientado en una pequeña ciudad de Carolina del Norte. Katie viene huyendo de una pareja golpeadora y vengativa y en el manso pueblito encontrará a Alex, un viudo buenísimo, pintón, con dos hijos encantadores y un maxiquiosco. Y bueno, lo que empieza con tironeos, como siempre, de a poco se irá afianzando, aunque el ex ande al acecho y esa nueva vecina guarde el secreto de su pasado violento bajo siete llaves. Antes de arribar al anunciado desenlace, la pareja deberá pasar por las pruebas de fuego que el género exige: desilusiones transitorias, enfrentamientos sangrientos, peligros por todos lados. La dirigió el sueco Lasse Hallstrom que ya había dado muestra de su falso romanticismo y su gusto por los lugares comunes en títulos olvidables, como “Chocolate” y “Querido John”. Aquí reitera esas flaquezas, mezcla sin suerte el thriller con la novelita rosa y encima se atreve a chapalear por el realismo mágico al convocar a ese fantasma que llega desde el más allá (¡la infortunada señora de Alex!) para ayudar a la nueva pareja. Además, hay bosques, flores, lagos y gente buena.
Durmiendo con el enemigo La filmografía de Lasse Hallström es por demás de despareja. Hace tiempo brilló con “El año del arco iris” y “¿A quién ama Gilbert Grape?”, pero en los últimos años apostó (muy mal) por un cine superficial y anodino. “Un lugar donde refugiarse” viene a sumar al balance negativo. Basada en una novela de Nicholas Sparks (el mismo de “Mensaje de amor” y “Diario de una pasión”), la película termina siendo una copia de “Durmiendo con el enemigo”, aunque más estilizada y rebuscada. En el centro de la escena hay una joven que escapa de un marido golpeador y termina buscando una nueva vida en un pequeño pueblo costero. Allí va a conocer a un viudo que está tratando de superar el duelo mientras cría a sus pequeños hijos. Lo previsible: el romance. Lo imprevisible: la figura de un obstinado policía que busca a la protagonista por asesinato. Hallström se mueve bien en el melodrama, pero esta mezcla de romance y thriller light no le sienta bien. Tal vez el principal problema es que la historia de amor no termina de cuajar, y la falta de química entre los protagonistas no ayuda para nada. Para rematar, los cinco minutos finales se reservan un giro sorpresa tan cursi como irritante.
Sólo para cursis No es un mal comienzo. Una chica escapa de una casa a los gritos, lleva un cuchillo y sangre en las manos. Se refugia en lo de una vecina. Elipsis. Ahora tiene el pelo de otro color, está en una estación de ómnibus y lleva una panza falsa de embarazada. La sigue un policía. Se sube a un micro y parte. El policía no logra capturarla, se queda parado en medio de la calle, viendo el micro alejarse. Decíamos que no era un mal comienzo si pensamos que estamos ante una película basada en un libro de Nicholas Sparks (el autor exitoso más cursi de la actualidad) y que el director es Lasse Hallström, alguien del que ya dije que me gustaron varias de sus primeras películas en los Estados Unidos pero que hace como 15 años que no mete una más o menos decente. En ese comienzo, entonces, hay un misterio, una situación de thriller bastante bien construida en materia de planos y montaje, y una tensión y crispación que podría traducirse en un relato de suspenso nada novedoso pero al menos profesional en su factura. Parece esos thrillers de los 90’s protagonizados por Ashley Judd, tipo Doble riesgo. Pero ni bien ese prólogo culmina, el siguiente plano ya nos da una idea del horror que seguirá: el micro mencionado avanza por la ruta, es una jornada soleada, la pradera fotografía bien y la música -un tema pop en la senda Disney Movie- asciende progresivamente por los parlantes. Sí, ese plano ya se parece a una de Sparks, a esta altura ya todo un subgénero dentro del cine, como alguna vez lo fueron las películas basadas en novelas de John Grisham. Esa textura, lo soleado, lo vacuo, ya nos da una idea de relato lavado y bucólico, como el pueblito costero ese en el que recae la protagonista, ese lugar donde refugiarse del título. Ahí comienza otra película, que es la que uno sabía que iba a ir a ver. Lo otro, en tanto, es un aire de policial que dos por tres retoma el relato para darle un poco de energía a la historia romántica que queda en primer plano. La fugitiva de la ley, Katie, se relaciona y enamora del dueño de un mercadito, un hombre viudo y con dos hijos: la nena adora a la nueva novia de papá, pero el hijo no. El hijo la rechaza, claro está, porque todavía recuerda a su madre muerta. Sin embargo el romance avanza, con ella ocultando su pasado criminal (luego se sabrá bien qué fue lo que pasó), y con ambos vinculados a partir de una casa: la desvencijada vivienda que ella alquila en medio de un bosque, una locación nada ideal para una chica un poco paranoica y con miedo que se siente perseguida (de hecho Un lugar donde refugiarse parece jugar allí a satirizar los clichés de las películas de terror ubicadas en pueblos pequeños), pero que es crucial para lo que la película quiere decir: el hogar, el espacio, la casa, donde sentirse seguro. De hecho, cada giro del relato tiene que ver con un hogar: la casa que el policía inspecciona, la otra donde Katie protagonizó un hecho sangriento, esta que ella recupera de alguna forma y aquella en la que vive el protagonista y está llena de recuerdos de la esposa muerta. Todo esto, que es romanticismo de manual, un 2+2 = 4 típico del escritor de Diario de una pasión, ofende pero tampoco lo suficiente ya que uno sabe más o menos qué se puede encontrar. Para colmo, Sparks y Hallström ya colaboraron en Querido John y las cosas tenían el mismo nivel de vacuidad: sólo cierto oficio y pericia del director hace que estas historias funcionen y mantengan un ritmo que impide la evasión total. Sin embargo, una vez que ambas líneas argumentales confluyen -la policial y la romántica- y todo se soluciona, Un lugar donde refugiarse se guarda una carta magistral, la cúspide absoluta de la estupidez. No vamos a revelar aquí qué es lo que ocurre, pero ese giro final del guión es de lo más inverosímil desde la puesta en escena que se haya visto en mucho tiempo, sólo disfrutable si usted -como yo- tiene algo de humor como para tomarse la moraleja aleccionadora como algo kitsch. Divertido, además, si imaginamos el nivel de cursilería del público al que va destinado.
A esta altura la literatura de Nicholas Sparks presagia indefectiblemente una adaptación a la pantalla grande. El hombre no para de vender libros románticos. Una versión moderna de Corin Tellado (1927-2009), con alguna dosis de intriga por algún pasado sombrío en alguna de sus criaturas. Con más o menos éxito el público ha soportado somníferos que supuraban miel de la pantalla tales como “Diario de una pasión” (2004), “Mensaje en una botella” (1999), o la estrenada el año pasado “Cuando te encuentre” (2012). En el caso de esta última, el editor impartió justicia y como el año pasado la crítica le correspondió a otro colega, este año me encajó Sparks a mí. Se llama “Un lugar donde refugiarse”, y en el afiche hay una mujer y un hombre a punto de besarse. Ya tiene la primera media hora de película adelantada en un póster. Katie (Julianne Houghs) viene huyendo de un policía de Boston (luego sabrá por qué). La cuestión es que en su huída llega a un pueblito de atardeceres sonrosados y gente linda. Conoce a Tierney (David Lyons), un hombre salido de un afiche perfumes o relojes caros. Además de facha, reúne todas las condiciones ideales: buen padre, buenos ingresos, casa, coche, y además es viudo. O sea, anda libre nuestro héroe que, ¡adivinen de quién se enamora!… El problema con todas estas películas es que provienen de la mente de un escritor que no le teme al ridículo a la hora de plantear vueltas de tuerca en las tramas que vomita. Entonces, cuando a los actores les toca decir lo que está escrito y actuar, todo parece parte de la campaña del chocolate Tofi. El conflicto va perdiendo importancia al acercarnos a los finales y luego todo cae en un abismo negro de la ridiculez y la contradicción. Algo así como si tuviéramos una mujer sin útero que luego queda embarazada. Lo explico así por respeto a los que irán al cine y no desean más adelantos de la trama (trama es una manera de decir) Por supuesto que los rubros técnicos aportan su parte de edulcorante y la banda sonora pasa de la pantalla a la computadora de Aspen 102.3. Eso sí, tal cual sucede con esta radio, este estilo de cine tiene su público, y aquellos que encuentren placer en temas tratados muy por arriba y elencos lindos supongo que pueden ir tranquilos, después de todo Sparks tiene en mente dos o tres novelas más.
Ante la escasez patológica de films románticos y melodramas, uno nuevo es buena noticia. Claro, si es bueno. Aquí hay una chica linda y atormentada que inicia una nueva vida en un pueblito perdido, se enamora y zas, se ve alcanzada por su pasado. No sería un problema la previsibilidad si no fuera por el estilo siempre plano y carente de la pasión -que hace falta en estos casos- del sueco Lasse Hallstrom, apenas un empleado al servicio del productor que venga.
Basta de damiselas en apuros Otra historia con espíritu de telefilm llevada a la gran pantalla con adornos técnicos y fantásticos para hacernos creer que estamos viendo una historia de amor fabulosa. El director sueco Lasse Hallström ("¿A quién ama Gilbert Grape?", "The cider house rules", "Chocolat" y "Querido John") es un tipo con mucha experiencia en dirección, que ha entregado títulos recordados y premiados, pero en los últimos años se ve que le ha pintado más el cuento de amor pegajoso que las tramas profundas o interesantes. "Dear John" preparó el terreno, pero incluso al lado de aquel título, "Safe Haven" es bastante floja. Otra cuestión no menor a tener en cuenta es que la trama que aquí se expone es una adaptación de la obra literaria de Nicholas Sparks, autor de "The Notebook", "Noches de tormenta", "The lucky one" y la ya nombrada "Dear John", por lo que se podrán imaginar cuál es la intensidad del elemento "romance" y el perfil azucarado que tiene el producto. Debo admitir que soy un gran fan de las películas románticas (sí, ya se, no parece), pero sólo cuando están bien contadas y generan sensaciones fuertes y trascendentes que van más allá del "amor" de panfleto y lo meloso. El problema con este último trabajo de Hallström es que encaja muy bien con el perfil pegajoso, donde el romance interesante queda relegado para dar lugar a lo que pareciera ser una publicidad extendida de pinturas para el hogar. Hay una historia de fondo, por supuesto, pero es muy cliché y aburrida, no aporta nada nuevo, nada creativo. Tampoco logra ese efecto lacrimógeno que podría salvarla con las/os espectadoras/es más gustosos del lloriqueo cinematográfico, es como si se hubiera quedado a la mitad del camino entre querer ser una historia sentimental seria y ser una historia de golpes bajos que busca el llanto. En estos tiempos que vivimos, seguir planteando la premisa de la damisela en apuros que sólo puede ser salvada por el amor de un hombre ya no va, ya cansó, es parte de algo que queremos dejar atrás como sociedad. Es retroceder. Los actores hacen un trabajo correcto pero olvidable, ya que tanto el guión como la narración que usa el director no están a tono y no les permite sacar una interpretación creíble de los personajes que intervienen en el film. Un peli novelesca que tendrá su mayor porción de simpatías entre los espectadores adictos a las historias de amor, más allá de que esas historias sean o no interesantes.
Un romance fugaz y lejos de lo esperado Lejos y olvidado hace tiempo, parece el sello que el director sueco Lasse Hallström puso en títulos como Mi vida como perro; A quién ama Gilbert Grape --que produjo la revelación para el cine de un adolescente Leo Di Caprio--, e incluso la romántica Chocolate , que unió los carismas de Johnny Depp y Juliette Binoche. Distante, también, resulta la regia adaptación de El diario de Noah , de Nicholas Sparks, que firmó Nick Cassavetes y que a nuestros lares llegó como Diario de una pasión. Como si se tratara de recomponer infructuosamente la ilusión del amor perdido, Un lugar para refugiarse se construye como un relato romanticón, de traza conocida y con nada nuevo que agregar para distinguirse de otros olvidables. Katie, una bella muchacha, huye de la persecución policíaca subiendo al primer colectivo que encuentra y lanzándose a un viaje que la lleva hasta Southport, un pueblito de playa en Carolina del Norte. Con poco que decir para ocultar mucho, la chica consigue un empleo en un café para sobrevivir; entabla amistad con una vecina con cero pelos en la lengua y cruza miradas con Alex, un "príncipe" ojos azules, joven, padre de dos hijos, y sin romances a la vista desde que enviudó, dos años atrás. Almas necesitadas de orientación y amor son las suyas y, como tales, están destinadas a encontrarse, no sin luchar contra las adversidades que llegan como fantasmas del pasado, aunque con ayuda de la oportuna "Celestina". Vaivenes no le faltan a este guión que, por enredado, comienza a producir fastidio cuando debería provocar pasión. Eso sí, todos enmarcados en un paisaje, literalmente, de película, con música motivante y prometedora. Pero ni las convenciones del género, ni la belleza de los protagonistas y escenarios, logran enamorar para siempre y --en todo caso y a diferencia de filmes antes mencionados-- Un lugar donde refugiarse no alcanza con el espectador, incluso con el más amante del género, entablar más que un romance fugaz.
Idilio oscuro No es recomendable ir al cine con prejuicios, pero si en los créditos coinciden un director como Lasse Hallström y un escritor como Nicholas Sparks, lo mejor es preparar el estómago para digerir un suculento melodrama. Por cierto, "melodrama" es una palabra perfecta: música y drama. Aplicada en términos irónicos significa que la banda sonora subraya lo que se debe sentir ante cada situación concreta. Eso ocurre todo el tiempo en Un lugar donde refugiarse. Pero hay una buena noticia: no es lo más grave. Pasan cosas peores. El grado de extorsión emocional al que puede llegar la sociedad Hallström y Sparks supera los niveles admitidos en una telenovela, lo único que se puede alegar a favor de ellos es que lo hacen seriamente, convencidos de que están elaborando un producto de calidad. Quieren ser artísticos, comprometidos, filosóficos y dejar un mensaje trascendente. Lo máximo que consiguen es un aforismo estampado sobre la fotografía de póster de la película. La historia es simple: una joven mujer huye de la ciudad, aparentemente después de cometer un crimen, se sube a un colectivo rumbo al sur de los Estados Unidos, y decide quedarse en un pueblo costero llamado Southport. Allí conoce a un viudo, padre de dos hijos, con quien emprende una nueva vida, aunque el pasado sigue acosándola y tarde o temprano tiene que enfrentarlo definitivamente. La trama, en cambio, es compleja, porque el guión está construido sobre la premisa de esconder información sólo para manipular la expectativa de los espectadores y no porque sea esencial a la narración o la mentalidad de los personajes. Así, la combinación entre idilio y thriller se desequilibra y el tiempo que se le concede a las peripecias del romance, la relación con los hijos del viudo y la feliz integración al pueblo resulte excesivo y cargado de escenas remanidas que ilustran el relato en vez de contarlo.
La fuerza del amor ¿puede vencer todos los obstáculos? ¿Existe un ángel protector? Este drama romántico es del director, guionista y productor sueco Lasse Hallström (62), fue revelación internacional con “My life as a dog” (1985), comedia dramática sueca que le valió una nominación como mejor director y otra como mejor guionista y Ganador del Globo de Oro a la Mejor Película en lengua no inglesa . Luego llegan algunas románticas y para emocionarse: “Un amor imposible” (2011) con Ewan McGregor y Emily Blunt basada en una novela de Paul Torday; “Querido John” (2010), era una relación romántica entre un soldado y una estudiante universitaria los protagonistas: Channing Tatum y Amanda Seyfried; “Siempre a su lado” (2009) " basad en un hecho real, la historia en la fidelidad de un perro a su dueño el protagónico de Richard Gere; entre otras. En parte a este cineasta (aunque incursiona en otros géneros) le gusta incursionar en aquellas historias a las que les puede dar un toque reflexivo y sentimental, relacionando a los personajes con vinculaciones familiares y situaciones afectivas que son claves y va haciendo vivir al espectador relatos con un tono romántico que gira al melodrama o al drama familiar. “Un lugar donde refugiarse” está basado en la novela de Nicholas Sparks (“Diario de una pasión, “Cuando te encuentre””. Acá la historia gira en torno a una Joven Katie ( Julianne Hough, "La era de rock") que llega a la pequeña ciudad costera de Southport, Carolina del Norte, en busca de una nueva y tranquila vida. Por las primeras imágenes sabemos que algo terrible le sucedió y no quiere relacionarse con nadie, a tal punto que consigue una casita alejada de todos, luego encuentra un trabajo de camarera. En uno de sus regresos a casa comienza a relacionarse con una joven mujer, Jo (Cobie SmuldersThe Avengers: Los Vengadores), ambas disfrutan del silencio y la soledad. Aunque Katie no quiere vincularse con nadie en esa zona, conoce al apuesto Alex (Josh Duhamel, “Transformers”), viudo y padre de dos hijos pequeños Josh (Noah Lomax, "Jugando por amor") y Lexie (Mimi Kirkland). Ambos en un principio no quieren mantener una relación, pero ellos se dan una oportunidad en el amor, ella siente que debería volver a confiar y él que ya es hora de reconstruir su vida. Suceden una serie de escenas románticas y el comportamiento como dos adolescentes frente a un amigo de él, pero llegan las complicaciones el pequeño Josh no acepta en un principio que otra mujer ocupe el lugar de su madre, por supuesto luego llega la aceptación. A la hora de empañarse la felicidad existe un problema mayor Katie tiene un pasado y un secreto, (el espectador sabe un poco más a través del flashback), esto se incrementa mas cuando aparece en el pueblo una foto de ella como buscada por la policía y un hombre misterioso que husmea en el lugar, a tal punto que los puede poner en peligro a todos y el pasado toma mucha fuerza. La historia es sencilla, y si bien no es una gran película y es bastante predecible, logra entretener y emocionar, y si sos romántico la vas a pasar bien. Con una buena fotografía y temas musicales, contiene un poco de suspenso, tensión y un final con sorpresas, aunque le sobran algunos minutos. Una vez más Julianne Hough, realiza un personaje inocente, simple y atractivo; Josh Duhamel; su actuación es pobre pero nació agraciado, galán y buen mozo; la actriz y ex modelo, Cobie Smulders (31) cumple bien su papel aunque está un poco desaprovechada. El resto del elenco bien.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Hay dos responsables fundamentales para que "Safe Heaven" sea como es; su director es el sueco Lasse Hallström, personalidad que comenzó de modo más que correcto su carrera en Hollywood con escasos títulos en casi 10 años como ¿A quién ama Gilbert Grape?, Chocolate, Las reglas de la vida o Atando cabos, para luego convertirse en un todoterreno especialista en películas almibaradas como Un amor dos destinos, Casanova, Siempre a tu lado, o la reciente Un amor imposible. El otro factor es el escritor Nicholas Spark, autor de moda para adaptaciones hollywoodenses de novelas románticas, de su pluma salieron la exitosa Diario de una pasión, y también Cuando te encuentre, Mensaje de amor, Noches de tormenta, Un amor para recordar y La última canción entre otras, casi al ritmo de una adaptación por año convirtiéndose en una suerte de marca registrada. Hallström y Spark ya habían unido fuerzas en Querido John, otro drama romántico al estilo de Safe Haven, por lo cual hablamos de un producto probado. Katie Feldman (Julianne Hough) llega a un pequeño pueblo costero llamado Southport, buscando pasar desapercibida para huir de un pasado tormentoso y rehacer su vida. Consigue trabajo de camarera en una cafetería y alquila una cabaña algo distante del centro del pueblo. Pronto conoce a Alex (Josh Duhamel), dueño del supermercado, y sus dos pequeños hijos. Lentamente Katie aprende a sonreír nuevamente y a disfrutar las peripecias de la vida tranquila y sin sobresaltos… pero la fiesta se ve interrumpida por la aparición de una sombra del pasado. Lo que comienza como una historia de amor y reconstrucción de vida, pasará a tener otros tintes, previsibles, pero intensos (aunque a la medida de la propuesta) La película se filmó en Wilmington y Southport, Carolina del Norte y algunas partes en Louisiana. Hay un interesante trabajo de locaciones, y una fotografía respetable, que le da mucha atmósfera a la película y hace sentir al espectador, cómodo y predispuesto. La primera hora es entretenida, luego la película decae poco a poco hasta el final: sensiblero, predecible y melodramático. Pero como en todo relato, lo importante es el viaje, no el punto de llegada. Es decir, nos podemos dejar llevar por la trama de misterio y romance empatizando con la protagonista y encariñándonos indefectiblemente con Josh Duhamel, que es pura ternura. Hay muy buena química entre él y Julianne Hough, por lo que la pareja resulta creíble y agradable. Un film que posiblemente cosechará mayores adeptos entre el público femenino, entretiene sin demasiadas pretensiones. En conclusión, nos ofrece lo que estamos acostumbrados a ver en películas románticas de este tipo. Un buen envase, una pareja con química y una historia esquemática. Nada más (y nada menos) que eso.
El amor en seis cuotas y sin intereses Las propagandas de Sprayette me producen intensos sentimientos encontrados: por un lado, me indigna pensar que existen en el planeta tierra seres humanos que creen en ese ridículo, y hasta burlesco, discurso publicitario; esa parafernalia de artificio puesta al servicio de la idiotez absoluta. Lo paradójico es que todo aquello que aborrezco, es lo que en el fondo me atrae como un imán que no deja escapar a mis pupilas de la caja boba -en este caso, bobísima. El registro interpretativo de los "actores" parece obedecer, paso por paso, a una receta de sketch de comedia; sólo faltan los reidores de piso porque los otros, habitan en la sala. Pero lo más inquietante de todo este asunto televisivo es cómo la pantalla refleja la relación que tiene el personaje con el objeto a consumir: primero se presenta al sujeto -¿o debería decir objeto?- como un individuo desdichado, empobrecido, desilusionado de la vida y de la falta de tecnología práctica: el pincel de brocha gorda tiene sus pelos deshilachados y no se desliza como ambiciona por la pared, el incómodo sostén le hace doler los pezones, la excesiva cantidad de zapatos no le entran en las mínimas dimensiones del placard, la mesita de solterón para mirar T.V. a "lo Homero Simpson" no se arrima lo suficiente al sillón, el GYM domiciliario se ha convertido de la noche a la mañana en un armatoste oxidado y vetusto, y así podría seguir por hojas y hojas. Hasta que, rayos y centellas!, se hace carne el genio del consumismo y le entrega al ente, la lámpara mágica de Aladdin para poder cumplirle sus deseos consumistas. Y, entonces, patapufete!; el nuevo producto vestido de frac aparece en el living como el príncipe azul de Cenicienta, listo y dispuesto a ofrecerle fidelidad y pasión hasta el fin de sus días. Claro que es un tanto irrespetuoso de mi parte comparar a los cuentos de hadas con la frivolidad de las publicidades de Sprayette, pero la fantasía que nos venden es exactamente la misma. Un lugar donde refugiarse intenta seducirnos con la misma estrategia: una bella e insulsa mujer rubia llamada Katie (Julianne Hough) huye de un pasado angustiante y tormentoso, básicamente de su ex pareja Tierney -aunque eso lo sabremos avanzado el relato-, que vendría a ser como el producto defectuoso y primitivo. Se toma un micro escapando de la policía con un supuesto destino a Atlanta, pero en la primera parada abandona el transporte para desconcertar a la ley. Llega a un pequeño pueblito y cuando ingresa al diminuto almacén del puerto, santos protones!; se topa con el Ken de pelo castaño, con bíceps rígidos y abdomen de ravioles de calabaza con queso. Muy parecido al hombre que protagonizaba el comercial ochentoso de Colbert; "Colbert, subraya en cada hombre esa cuerda que lo hace simplemente… dueño". La chica Barbie lo mira a Alex (Josh Duhamel) mientras se le cae la baba como si estuviera observando ese preciado par de zapatos a base de piel de cocodrilo detrás de la vidriera, mojando sus bragas de la excitación que le produce pensar cómo se siente ese objeto rozando la alta temperatura de su piel transpirada. Y está claro que entre la venta de la pintura amarilla para piso color ¨rodaja de limón" y el préstamo de la bicicleta del macho hacia la hembra, ocurrirá el contacto físico y/o genital entre las partes. Digo contacto y no amor, porque básicamente eso es lo que transmite el director sueco de veinticuatro largometrajes filmados: una radiografía de corazones hechos de látex y silicona, 100% resistentes al riesgo del sufrimiento amoroso ¡Quién pudiera! No obstante, y con todo el desmesurado peligro emocional que conlleva enamorarse apasionadamente de un sujeto, sigo prefiriendo sentir las palpitaciones rítmicas exacerbadas del órgano que se encuentra en el interior del tórax, temblando de miedo por imaginar un posible síncope afectivo, que enterrar bajo tierra la posibilidad de germinar una innumerable cantidad de mariposas con trastorno de déficit de atención. El erotismo entre Katie y Alex es tan nulo como el sexo tántrico que pueden gozar una aspiradora y un lavarropas, porque la relación entre los muñecos protagónicos, nunca deja de ser un amor entre objetos consumibles, ausentes de vitalidad. Como ya nos tiene acostumbrados Lasse Hallstrom, el responsable de películas come-coco como Querido John (2010), Siempre a tu lado (2009), Chocolate (2000) y A Quién ama a Gilbert Grape? (1993), la manera de construir sus personajes radica en ponerle etiquetas para que el espectador pueda ubicarse y reconocer el producto en la góndola: la "víctima", el "héroe", el "villano" y los artículos de segunda mano. El papel del villano le corresponde al policía Tierney (David Lyons), quien, para que podamos reparar en que es "el malo de la película", se comporta como un hombre sumamente violento, cuasi espástico y, como si fuera poco, adicto a la bebida blanca. Vacía la botella de agua mineral para llenarla con whisky barato, pero para el director de "la-película-del-perro-que-se-muere-de-tristeza-por-esperar-una-vida-entera-a-su-finado-amo", no es suficiente información para que un espectador comprenda, interprete, que es un ser humano despreciable que está a segundos de contraer cirrosis. Como un flashback a esas propagandas noventosas de alcohólicos anónimos que pasaban en los canales de aire, chupiman siempre tiene los ojos exageradamente colorados, bien de "loco-desquiciado-partidario-de-la-violencia-de-género" -ah, sí, porque además la faja a bofes a la chica Barbie- ,su rostro sudado y su camiseta empapada en transpiración; dándonos la sensación de que huele tan mal como un zorrino que acaba de revolcarse en un queso roquefort rancio. La pantalla está fría, helada, porque los personajes se comportan y se relacionan como la publicidad de los cigarrillos Jockey Club Light del año 1995: "nada, nada más suave". Una fotografía delicada y estética para encuadrar a "modelos" de personas, a proyectos inconclusos de seres humanos. Y de las tandas tabacaleras, pasamos al momento Kodak: la pareja corretea por la playa con los risueños infantes de Alex, fruto del amor con su difunta esposa, posando para la cámara como si hubieran fotógrafos de la revista "Hola". Con la misma lógica del arte del siglo XXI -la publicidad- , Lasse Hallstrom se desentiende completamente de los móviles de la narración, de la necesidad de organizar la información dentro del relato, de la empatía que deberían provocarnos los personajes de la historia y, simplemente, se las rebusca para arrojar los spoilers como promociones que salen de la galera. Cada spoiler funciona exactamente como esa exaltación festiva que nos produce el día de rebajas con la tarjeta de crédito porque, la indignación y el rechazo que sentía desde un comienzo, se fue poco a poco transformando en una sádica adicción placentera. La falsedad emocional de los personajes es tan pornográfica que, como esas benditas y jocosas publicidades de Sprayette, termina provocándome un inexplicable deseo lastimoso de que la maqueta fílmica sea eterna. Esa carcajada desenfrenada que culmina, felizmente, en un orgásmico dolor abdominal no se vivencia todos los días.
Basta de majadería Hay que ver lo insulso, repetitivo, inverosímil y aburrido que puede volverse un drama romántico filmado en Hollywood. Acá tenemos al enésimo enlatado de chica que conoce chico, en entorno amable y paradisíaco. Ella (Julianne Hough, una versión insalubre de Jennifer Anniston) prófuga de la justicia pero de buen corazón, chica risueña que atravesó malas experiencias, va a parar a un pueblito tranquilo, de gente agradable, en el que sin dificultad alguna obtiene un trabajo y puede alquilar una cabaña a orillas del mar. Para mejor, conoce a un buen partido (Josh Duhamel) el típico tipo lindo, buena persona, atento y maduro, que casualmente atravesó también infortunios recientes. Como para dar muestras de que es un hombre serio, es además un joven padre que se hace cargo solo de dos críos, luego de la muerte de su esposa. Hay que ver los recursos baratos integrados como para intentar acercar este meloso pastiche al thriller: la casa filmada desde tomas distantes, los sonidos en la noche, las falsas alarmas, las esporádicas apariciones de oficiales de policía. Todos artificios a los que se echa mano pretendiendo aportarle algo de suspenso a una trama intrascendente. Un tono empalagoso y bobalicón recorre toda la película y son presentados personajes carentes de profundidad psicológica: a la protagonista no le cuesta nada enamorarse y confiar en un hombre al poco tiempo de haber salido de una relación violenta y traumática; el viudo da muestras de haber superado plenamente el reciente fallecimiento de su esposa, y los hijos de él aceptan más tarde a la nueva integrante de la familia sin dar muestras de celos ni de molestia alguna. No hay matices, no hay conflictos internos, no hay dudas, sólo sentimientos inmaculados, puros, unidireccionales. Probablemente como consecuencia de esto y de la mala dirección de actores, la “química” entre los personajes, -ese encanto peculiar tan difícil de construir- se vuelve inexistente. Cabe preguntarse si al director sueco Lasse Hallström le estará irrigando bien la sangre al cerebro, porque últimamente sólo ha filmado cosas intragables. Parece mentira que un director que supo hacer un par de buenas películas en su país natal y alguna más en Estados Unidos (Quién ama a Gilbert Grape, Las reglas de la vida), haya perdido hoy cualquier atisbo de inquietud, gracia o creatividad. Quizá el único mérito de esta película es que integra dos vueltas de tuerca, de esas que resignifican sustancialmente la trama, una a la mitad del metraje y otra al final, que no se ven venir. Pero finalmente quedan como dos pequeños puntos aislados que de ninguna manera podrían mejorar una película cuya calidad serpea constantemente a niveles subterráneos. Publicado en Brecha el 30/8/2013
Publicada en la edición digital #252 de la revista.