Crítica publicada en YouTube
Para mantener la calma Antes de Un Lugar en Silencio (A Quiet Place, 2018), su tercera película como director y guionista luego de las muy olvidables Breves Entrevistas con Hombres Repulsivos (Brief Interviews with Hideous Men, 2009) y Los Hollar (The Hollars, 2016), John Krasinski en esencia era conocido por su faceta actoral y sobre todo por su rol de Jim Halpert en La Oficina (The Office, 2005-2013), remake de la serie británica del mismo nombre que fue transmitida originalmente por la BBC entre 2001 y 2003 y creada por Stephen Merchant y Ricky Gervais, este último también protagonista -Merchant actuaba pero tenía un papel más secundario/ de reparto- y al igual que Krasinski asimismo probando suerte a posteriori en la dirección con propuestas cómicas en sintonía con La Mentira Original (The Invention of Lying, 2009), Los Buenos Tiempos (Cemetery Junction, 2010) y Corresponsales Especiales (Special Correspondents, 2016), las tres visiblemente mejores o más dignas que las faenas de su homólogo norteamericano. Un Lugar en Silencio fue el primer éxito del realizador, tanto en taquilla como en crítica, y no sorprende a nadie que el señor y el estudio detrás del film, la gigantesca compañía Paramount Pictures, hayan decidido convertir en franquicia a un producto interesante aunque bien lejos de ser novedoso o mínimamente complejo más allá de su sencilla metáfora acerca de una paternidad homologada a la existencia monástica y silente, sacrificio perpetuo en pos de mantener con vida a esos vástagos en un ambiente peligroso que no ameritaba más purretes pero aún así nos topábamos con otro embarazo. La primera secuela, Un Lugar en Silencio: Parte II (A Quiet Place: Part II, 2020), sigue al pie de la letra el camino trazado por la aventura original, hablamos de una suerte de versión invertida, léase conservadora o incluso derechosa, del reciente cine de izquierda de terror simbolizado en los tres grandes directores del presente del género, Robert Eggers, Ari Aster y Jordan Peele, todo a través de una fórmula retórica que combina la necesidad de mutismo absoluto para combatir a un enemigo ciego de No Respires (Don’t Breathe, 2016), pequeña maravilla de Fede Álvarez, un regreso a aquella ciencia ficción apocalíptica/ alegórica/ claustrofóbica/ irónica de La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone, 1959-1964), una raza de monstruos que mezclan a los zancudos de El Cristal Encantado (The Dark Crystal, 1982), de Jim Henson y Frank Oz, y la enorme dentadura del xenomorfo de Alien (1979), de Ridley Scott, y finalmente ese contexto semi bucólico que impuso en el mainstream y en el indie The Walking Dead desde 2010 y que ha generado convites como Hidden (2015), de los hermanos Matt y Ross Duffer, The Survivalist (2015), de Stephen Fingleton, Avenida Cloverfield 10 (10 Cloverfield Lane, 2016), de Dan Trachtenberg, y Viene de Noche (It Comes at Night, 2017), de Trey Edward Shults, panorama que por cierto nos deja el asunto servido para aclarar que en un principio se pensó en englobar a Un Lugar en Silencio dentro de la saga que comenzó con Cloverfield (2008), aquel exponente del found footage de Matt Reeves acerca de un monstruo incontrolable que arrasaba Nueva York a lo kaiju de Oriente. A rasgos generales la trama continúa justo donde terminaba el eslabón previo, con la casa de la familia destruida y el patriarca muerto luego de inmolarse para salvar a los suyos de las garras de las criaturas no videntes aunque con un gran sentido de la audición, a través del cual cazan para alimentarse. Luego de un mínimo prólogo retrospectivo que transcurre durante el primer día de los ataques en un juego de béisbol y que le permite a Krasinski volver a calzarse los zapatos de Lee Abbott, la historia arranca con un nuevo peregrinaje de la parentela, ahora compuesta por la madre Evelyn (Emily Blunt), la hija adolescente sorda Regan (Millicent Simmonds), el muchacho Marcus (Noah Jupe) y un bebé recién nacido al que suelen colocar en una caja aislada/ acolchonada con oxígeno para que no se ahogue y sus llantos no atraigan a los engendros asesinos, todos eventualmente terminando en una fundición abandonada en la que vive un otrora amigo del clan que perdió a toda su familia, Emmett (Cillian Murphy), un ermitaño al que -respetando la lógica melodramática y/ o sensiblera de la franquicia- terminan convenciendo para que se convierta en una especie de sustituto del patriarca fallecido. Cuando Regan se marche en pos de descubrir qué oculta una transmisión radial repetitiva de Beyond the Sea (1945), canción compuesta por Charles Trenet e interpretada por Bobby Darin, la cual proviene de una isla, Emmett recibirá un encargo urgente de parte de la hembra, Evelyn, orientado a que le traiga de nuevo a la cría díscola que aún cree en la humanidad y tiene problemas en materia del sigilo obligatorio. Como suele ocurrir con los productos industriales en los que la dimensión creativa está un poco por encima de las decisiones de marketing, publicidad y regiones aledañas, Un Lugar en Silencio: Parte II cuenta con buenas intenciones, pretende recuperar algo del suspenso acechante de antaño e incluso deja entrever un par de ideas potables que buscan aportar algo de novedad a la premisa, nos referimos al detalle de que los monstruos no pueden nadar, planteo discursivo que ha generado una comunidad de burgueses civilizados de isla en oposición a los salvajones del continente, y al plan de la chica de llegar a la estación de radio para transmitir la gran arma contra los enemigos, ese feedback de alta frecuencia que había descubierto Lee y que puede incapacitar a los monstruos para que los siempre cobardes seres humanos se aprovechen del momento de indefensión y les vuelen la cabeza de un escopetazo, precisamente como hacen todos los bípedos con cualquier animal al que juzgan dañino. Más allá de esos puntos a favor, más la buena actuación del elenco y la estupenda incorporación de un Murphy que sabe bastante de apocalipsis, recordemos films como Exterminio (28 Days Later, 2002), de Danny Boyle, Sunshine (2007), también de Boyle, y Retreat (2011), de Carl Tibbetts, la película en última instancia se siente como un espasmo sin demasiada vida o lógica de la primera parte porque la sorpresa desapareció por completo al igual que el misterio que rodeaba a los monstruos, ahora en pantalla con todo su repugnante CGI de manera permanente y generando un cansancio que no se puede negar ya promediando el metraje, cuando la catarata de clichés del “yermo inerte post debacle mundial” llega a la saturación narrativa. Entre la artificialidad involuntariamente hilarante del acervo digital en una obra que desea ser naturalista y la repetición de situaciones de peligro que no se diferencian en casi nada de sus homólogas de las cientos de realizaciones similares del nuevo milenio, salvo en lo que respecta al presupuesto inflado de Un Lugar en Silencio: Parte II, el opus de Krasinski pronto se convierte en una experiencia agridulce que acumula tantos pros como contras para finalmente caer en el olvido porque está destinado al espectador conservador y bien imbécil de nuestros días que siempre quiere más de lo mismo porque la verdadera novedad le genera rechazo y en el fondo sólo conoce estos tanques del mainstream más castrado, uno que reniega del sexo y la sangre y prefiere el sustrato higiénico pro “familia tradicional” del statu quo para siempre mantener la calma…
“CINEMA is back”, tuiteó William Friedkin hace unos días –así, en mayúsculas cinema. El director de El exorcista se refería concretamente a esta película, la secuela del sleeper más grande los últimos años. Es probable que Don Guillermo exagere un poco respecto a este blockbuster de acción y terror. De todos modos, como es mandato, ustedes seguramente le creerán al autor de aquella película de terror con curas y vade retro satanases que produjo ríos de escalofríos en los setentas y hasta hace unos minutos nomás, como así también de un par de obras maestras de la Acción como mínimo, como Contacto en Francia y Vivir y morir en Los Angeles, ambas, al máximo del confín expresivo de este cineasta. Yo también le creería a él, porque, además, ¿qué daño hace darle la derecha a este troesma viviente que goza de un inesperado trono de 140 caracteres, al que seguimos como ratones de Hamelin? Creo que, inmersos sincrónicamente en un malestar de impaciencia y frustración, estamos esperando que este dragón octogenario eructe columnas de fuego sagrado una vez más, y que el tuit que se viralice devuelva la gentileza: “Regresa William Friedkin. CINEMA is back”. Pero a donde deberíamos volver es a Un lugar en silencio. Parte II. O a la meteórica y precoz consagración como Master of horror de última generación de John Krasinski. Para recapitular brevemente, el actor, guionista y director remó al último peñón de poder del cine “fantaterrorífico” del Hollywood con menor grado de huella autoral surgido del mainstream puro, junto, diríamos, a Andrés Muschietti (It) o a Jordan Peel (Get Out!), propulsado por el cheque global –aunque hecho efectivo en los Estados Unidos– del éxito mapamundial de 2018, Un lugar en silencio. Primero hay que consignar que la soledad del primer título ha quedado obsoleta en cuanto esta secuela la ha convertido en primera parte de una trilogía que no esperábamos, aunque tampoco haya que por ello renegar de la misma (además, por cierto, en una trilogía como mínimo, consignando que existen novedades hasta una tercera parte). Esta Parte 2 suscribe información útil para el devenir de su preanunciada continuación, A Quiet Place: Part 3 (2023), que dirigirá Jeff Nichols, el virtuoso artesano de culto detrás de ese doble uppercut del 2016, Midnight Special y Loving, entre otras. Nos referimos a que deja entrever un mundo post apocalíptico gobernado por la misantropía y la ley selvática de depredación, un detalle no menos misántropo que instauró el maestro George A. Romero con La noche de los muertos vivos en 1968 y que volvió a popularizar, si bien nunca se hubo ido del todo, el cómic y la serie The Waking Dead. Ya saben, eso de que el verdadero monstruo grande que pisa fuerte en la Tierra no son tanto las amenazas que provienen del espacio exterior como las iniquidades del ser interior. Somos una lacra, bah. En lo que podemos convenir con Friedkin es que Un lugar en silencio. Parte II supera a su predecesora, por lo menos, en recursos estéticos y en fricción narrativa. El elemento sentimental, instaurado en esta trilogía mediante la presencia institucional de la familia como núcleo ético de la historia, aquí es casi paroxístico: el árbol genealógico en fuga contempla ahora tres generaciones mediante el protagonismo mayor del bebé, que más que protagonista es un eslabón de manipulación del suspenso hasta el último aliento, presente en cantidad de tomas, pero ausente de una tridimensionalidad caracterológica por razones obvias. La táctica de insonorizar el relato cada vez que Krasinski nos quiere transmitir la angustia de la adolescente sorda en situación de indefensión inminente, se usa a un grado ad nauseam ya en el campo de acción del Reliverán. Vamos, Krasinski, que vos podés. Esta rémora estética de baja categoría, de baja categoría en cuanto a que se introduce como una trampa para asustar, como una especie de recurso de amparo expresivo, pudo ser, transferida al proceso de construcción edilicio del pavor sobre el que se sostiene la película, una virtud narrativa. Con permiso de JK, como mera ocurrencia: sustituir con silencio lo que la imagen satura por sobreexposición informativa hubiera redundado en una estrategia más honesta. Esperemos que Nichols en la tercera parte de esta saga hiperrentable se inscriba entre los desalentadores de pronósticos drásticos del porvenir creativo del Terror, que busque posicionarse entre los verdaderos artífices de imaginación refrescante dentro del género, como Robert “El faro” Eggers o Ari “El legado del diablo” Aster, quienes, si bien al fin y al cabo son producidos por las mismas corporaciones que concretan las obras de los Peele, los Wan o los Muschietti, aquellos están preparados para, y determinados a cristalizar una búsqueda plástica mayor, una cuya intensidad derrita los blandecidos estándares territoriales de la hiperzona de influencia transversal que comprende el Terror, un manto de oscuridad que se presta con arrogancia genética a macular cada género con su firma de nebulosa malsana. Por lo antes dicho, Krasinski no es un director pretencioso, pero adolece de ambición creadora. Aunque probablemente sea pronto para afirmarlo. En entrevistas promocionales de Un lugar en silencio. Parte II le faltó poco para confesar con todas las letras haberse sentido superado pánicamente por los acontecimientos del porvenir, y que esta presunción de humildad lo haya precipitado a endosar el trabajo a alguien como Nichols. Con lo hecho hasta hoy, Krasinski no desmantelará el orden establecido en el universo del miedo ni debe exagerarse su importancia en la tradición de este cine. Pero lo abracemos como a un primo copado por no dejarse abismar en la estofa más baja de la especulación financiera, caer al subsuelo donde se reúnen los principales responsables de cosas como La monja. Sólo nos queda ver películas, y que sean buenas, o hechas por buscadores de la verdad diegética: ese CINEMA inasible y resbaladizo al que aludía Friedkin, el que construyen realizadores con el valor para violar las normas contemporáneas y sentar precedente destituyendo la supremacía del pasado. Ya lo dijo otra voz coleccionable, Jean Epstein: “Es que existen influencias tan dominadoras que sólo cabe esperar librarse de ellas asesinándolas un poco”.
La segunda entrega de A Quiet Place empieza con un flashback. Estamos en el “día 1”, minutos antes de la catástrofe, y la familia Abbott disfruta de la tarde en el pueblo, asistiendo al partido de béisbol de uno de sus hijos. La secuencia viene a recordarnos el elemento fundamental de este universo, que es el funcionamiento de la familia. Si algo nos queda resonando en la memoria va a ser esto, porque ambos films giran en torno a este núcleo. La familia Abbott está muy lejos de ser uno de esos grupos, ahora tan comunes, de personajes sobreviviendo al Apocalipsis desde un sentimiento individualista de supervivencia. Por el contrario, de su unidad depende el futuro de la humanidad y se vuelve esencial poder acceder a su carácter conjunto. Así lo vamos a poder encontrar en esta escena, de cuando todos aún vivían. El partido es un juego, tiene sus reglas y sus señas, pero la familia tiene acá sus otros propios códigos. Marcus, desde el partido, está nervioso, inseguro de si podrá batear bien, y allí es cuando el juego se expande, incorporando a un juego segundo. Evelyn, su madre, puede también participar, tranquilizando a su hijo desde el público porque como ya sabemos, los Abbott, en algún momento de su vida tuvieron que, todos juntos, aprender lenguaje de señas, ese es su primer factor de unión: encontrar maneras de sobrellevar la discapacidad de Regan, su hija mayor, y continuar viviendo. Aún cuando no es estrictamente necesario, aunque se trate del padre llegando tarde al partido y su esposa señalándole el reloj con el dedo, el lenguaje de señas es una constante, insistentemente marcada desde la puesta. No es gratuito, hay algo que los hace especiales, y en esto, que es cine, no pasa tanto por los gestos en sí, sino por lo que implica ese silencio: la mirada. Más adelante, Regan será la que le explique a Emmett, que antes había sido su vecino, de qué se trata todo. “Enunciá”, le indica, si querés ser entendido. Porque el que “escucha” va a tener que poder mirar a quien “hable”, y el que “hable” tal vez pueda ser preciso con su modulación o con las señas que intente sacar de la galera, pero lo que va a necesitar, desde su postura y forma de moverse, es poder expresarse, como si se tratara de una cuestión de emociones. Para los Abbott enunciar es hacerse parte de lo dicho, es expresar el tono, la declamación, el pedido, el miedo o el amor. En las señas queda lo que ya no pueden gritar. En un mundo cuyo destino peligra por las bestias que han llegado, la humanidad pierde una de sus formas de comunicación, pero la forma que queda necesita ser una vuelta a lo primitivo, o mejor dicho, al origen. Tal vez por esto le quede tan bien a esta familia transitar el posible fin del mundo. Al ser ellos nuestra única esperanza en el despliegue de la humanidad pasan a ser el grupo ejemplar, el clásico, y todas su tensiones y conflictos adquieren la posibilidad de volverse mitológicos, como ya vimos en la primera entrega en dos de sus más logradas secuencias: el nacimiento del nuevo niño (con una simbología en los fuegos artificiales, tanto como herramienta de distracción como festejo glorioso), y el sacrificio del padre, haciendo de su grito la “enunciación” del amor que siente por su hija. La segunda entrega continúa y completa lo construido en la primera. Evidentemente hay un legado del padre, que toma forma principalmente en los actos de Regan, y en Emmett hay una suerte de doble negativo. Es otro padre, pero uno que no hizo lo suficiente para salvar a su familia. Tal vez no alcanzó, o no fue lo suficientemente bueno, pero esa es su herida. Así como el niño que moría trágicamente al principio de la primera película abría una ventana para el niño por venir, en Emmet hay una fuerza paterna que necesita reconducirse. El suyo pasa a ser un camino que tiene como horizonte a Lee Abbott. Es cierto que la película contiene una repetición estructural de la precedente. Pero eso no es ninguna falencia si se sabe conducir. Es más bien lo contrario, y en este caso la repetición formal da cuenta de una ampliación: ambas películas cuentan con una serie de tres secuencias donde todo peligra y vemos a los personajes funcionar en paralelo, puestos a prueba, pero si antes terminábamos con el audífono conectado al equipo de la casa, ahora terminamos con el audífono conectado a una estación de radio. Es apenas un McGuffin, pero la familia Abbott avanza, va reparando heridas y conquistando territorios. Lo que se despliega lentamente y paso a paso es la voluntad de vivir que los Abbott vienen a instalar. No hay que olvidar que aunque en la condición trágica se acepta lo perdido, también se reconoce la fuerza que existe detrás, porque la tragedia no termina en la fatalidad. El punto de regreso al origen es claro: tal vez si cortamos la desesperación y hacemos silencio empecemos a mirar, y tal vez si miramos encontremos la posibilidad de movernos. Eso sí, tal vez implique llevar las cosas hasta el final, porque al final del día, ¿se puede salvar al mundo sin entregarse?
John Krasinski se ha revelado como un director exquisito con un formidable futuro por delante. Si la primera A Quiet Place era una obra maestra – y estaba pensada como estamento único, no como iniciador de alguna franquicia -, que las presiones del estudio para armar una secuela del inesperado éxito taquillero del 2018 haya resultado en una obra sólida, tensa y enteramente disfrutable sólo reafirma los quilates de Krasinski como libretista y director. Wow!. El tipo no la embocó de casualidad la primera vez: lo suyo es auténtico talento que bordea lo hitchcockiano. Lo de Krasinski es admirable porque, de la nada, tuvo que armar una secuela con poco tiempo y pocas ideas. La historia en sí es mas chica que la de la primera película y, si antes había que describir un escenario y sus reglas, lo del segundo capítulo es mas un ejercicio de estilo que un auténtico avance de la historia. Pero, rayos: qué ejercicio de estilo!. Lo mas substancial de la segunda parte – en términos de historia – es el racconto del primer día de la invasión, lo que da pie para un cameo de Krasinski con todo el sabor y la altura que el tipo le sabe dar. Krasinski se ha convertido en un actor sutil y carismático y el inicio – con toda su familia desperdigada por el pueblo un típico domingo pueblerino y viéndose forzado a improvisar en el momento cómo reencontrarse y sobrevivir en el medio del caos – es una secuencia excelsa con acción interminable y montones de detalles inquietantes que transcurren en segundo plano. La escapada de Emily Blunt por la avenida hasta toparse con un autobús sin control que se le viene de frente – y que trae algunos pasajeros extra – es formidable. Y el resto del filme es igual. Actuaciones intensas, credibilidad a full, excelsas secuencias plagadas de tensión. El truco que practica ahora Krasinski es poner dos o tres situaciones extremadamente tensas en simultáneo, saltando de una a la otra como si fuera un exquisito ballet macabro. No solo las dos largas secuencias (orquestadas así en el filme) funcionan sino que son muestra cabal del lujo que es Krasinski como director. Este sí es un tipo que sabe de suspenso, que no cae en clichés, que maneja fluidez y timing de manera natural y que puede convertirse en una figura formidable dentro del escenario actual del cine fantástico. Si hay cosas que no funcionan son un par de momentos vinculados especialmente con el encuentro de la gente de la isla – especialmente el personaje de Djimon Hounsou, que es mas un mecanismo del libreto para que los protagonistas obtengan las llaves que buscan antes que un ser humano real con sentimientos verdaderos respecto de la catástrofe que les toca vivir -, que se ven artificiales. Idem con el personaje de Cillian Murphy – generalmente el inglés hace personajes que rebosan clase y acá se transforma camaleónicamente en un granjero bruto, de voz gruesa y modales toscos – que suena a guardaespaldas metido con calzador por parte del libreto ya que la supervivencia por su propia cuenta de la Blunt con dos pibes y un bebé no suena demasiado creíble por mas de que Mary Poppins sea una auténtica badass con la escopeta. A Quiet Place Part II es una secuela super sólida y super recomendable. Krasinski ha hecho lo imposible, que es sacar de la galera en corto tiempo otro producto tan sólido e inspirado como el producto original. Enteramente disfrutable, es un ejemplo de gran cine por parte de un gran director. Quizás la saga se caiga en el tercer capítulo – que Krasinski anunció que escribirá pero no dirigirá – pero, hasta ahora, lo que tenemos son dos partes que bordean lo memorable dentro del género del terror de los últimos años.
Ha pasado más de un año desde mi última crítica. Ustedes pensarán que en plena pandemia este humilde autodenominado crítico de cine miro muchísimas películas y no le daba le tiempo para escribir. No fue así. Simplemente estuve alejado del cine. Pero basta de hablar de mí, vamos al motivo por el cuál llegaron a mi blog. Son pocas las secuelas que superan o están al nivel de la primera película. Esta es una de esas pocas. No la supera, pero si está al mismo nivel. Logra mantener el mismo nivel de suspenso durante sus 97 minutos de duración, al igual que su predecesora, la cual mantiene la tensión a un nivel tan alto como esta. Krasinski vuelve a demostrar lo capaz que es como director, y esta vez además como escritor, siendo él la persona encargada del guion esta vez. No es necesario agregar que verlo actuar siempre es un plus. Las actuaciones de Emily Blunt, Cillian Murphy, Millicent Simmonds y Noah Jupe están a un gran nivel. La actriz sordomuda Simmonds transmite tantísimo con sus silencios y miradas que uno puede ver el gran futuro que tiene como actriz. En Jupe logramos ver una gran evolución de personaje a lo largo del film. Haciéndole caso a su madre y tan solo respirando, logra mostrar dicha evolución del personaje tan bien capturado por el pequeño actor. La historia es interesante. La transición entre el flashback de la primera escena (no es spoiler, está en uno de los tráileres) es impecable. Nos lleva a una continuación de la primera película, que si la viste unos minutos antes de ver la segunda parte vas a sentir que no hubo un corte. El desarrollo y conclusión está muy bien logrado, y por momentos parece que nos estuvieran contando tres historias distintas, pero con la misma tensión y mucho paralelismo entre ellas. La banda sonora o “no” sonora es espectacular. Si viste la primera sabes que el silencio es vital en este film, y esto esta muy bien logrado. Es costumbre en el cine que nos muestren algunas escenas desde la perspectiva de un personaje o de otro. En este caso logran lo mismo, pero nos lo muestran auditivamente y es muy interesante como uno puede sentir, vivir, escuchar lo que le pasa al personaje interpretado por Simmonds. Mi recomendación: Si viste la primera parte, tenes que ver la segunda. Si no viste la primera que está en Netflix, anda a mirarla y si donde vivís hay cine, anda a verla al cine. Mi puntuación: 8/10 Zona de spoilers: Lo único negativo que tengo para decir es sobre la primera escena. Los protagonistas se dan cuenta muy rápido que los extraterrestres siguen, o atacan lo que escucha, es decir que son ciegos. No hubo mucho desarrollo, más allá que ya lo tuvimos en la primera parte, nos están mostrando el “día uno” y parece que fuera el día 100 cuando ya saben el comportamiento de estos bichos.
Shhhh. “Un lugar en silencio: parte 2” de John Krasinski. Crítica. El dicho popular establece que las segundas partes nunca son buenas, a menos que las dirija James Cameron. Si bien se retrasó su estreno por causa de la pandemia, el próximo jueves 22 de julio llega a las salas de cine “Un lugar en silencio: parte 2”. El director John Krasinski realiza la secuela de su película más exitosa, volviendo a una realidad llena de monstruos espaciales y silencios. Una experiencia digna de una sala de cine. El cast se repite, con Emili Blunt, una breve participación de John Krasinski y Cillian Murphyv para remplazarlo. Retomamos la historia apenas unos instantes después del final de la primera parte. Evelyn, ahora sola con sus dos hijos y el bebe recién nacido, decide abandonar la casa en ruinas en busca de un refugio mejor. Dirigiéndose hacia una de las señales de fuego que Lee señalaba por las noches, la familia llega a una fábrica abandonada. La misma está llena de trampas y habitada por Emmet un amigo de la pareja antes de la llegada de los monstruos. Juntos buscarán la mejor manera de sobrevivir. Lo primero que notamos con esta nueva entrega es el cambio de género. Deja de ser una película de terror, para pasar a ser una de monstruos. Similar a lo que ocurre con “Alien” (1979) y “Aliens” (1986). Una despampanante secuencia de acción, enmarcada en un flashback, nos contará cómo comenzó todo. Las criaturas cayendo del cielo y los humanos sucumbiendo ante su poder. Definitivamente la coreografía, está muy bien lograda y el despliegue visual y de efectos es asombroso, hasta el punto de generar un subidón de adrenalina. En contraposición, la narrativa vuelve al presente y se llena de silencios y susurros. El manejo del plano sonoro es lo mejor que tiene el audiovisual. Jugando con diferentes momentos, donde podemos escuchar el aleteo de una mosca y luego una explosion. O incluso alterar la percepción del sonido, según que personaje elija posicionarse la historia, sobre todo en Regan, quien es hipoacúsica. Por otro lado, la estética en la que se engloba todo lo que respecta a lo visual es muy atrayente. Rememorando a la utilizada en “The last of us”, el reconocido juego del estudio Naughty Dog. Una distopía sucia y descuidada, desarrollada en ambientes donde la naturaleza se abre paso dia a dia, sin ningun humano que la moldee a su gusto. Un futuro que sin energía eléctrica, deriva en algo casi prehistórico. Radios a pila, lámparas de aceite, combinado con frondosos bosques y arquitecturas desgastadas. Cabe aclarar que el nombre en esta ocasión, fue seleccionado correctamente. No es posible quitarse la sensación de estar viendo la segunda parte de una película larga, a la cual los productores dividieron en busca de mayor rédito económico. No se aporta aquí ninguna información nueva para el universo del audiovisual, más que una nueva debilidad de las criaturas y lo que pasó con la familia Abbott. Tomando además una controversial decisión de separar al grupo de personajes. Generando así dos líneas narrativas que solo se vuelven a entrelazar, superficialmente, sobre el final. Generando una trama/narrativa, más propicia para un videojuego, más que de una película. Parece que Paramount encontró una nueva franquicia a la que explotar. John Krasinski logró crear un universo más que interesante, donde pueden llegar a ocurrir un sin fin de historias. En esta ocasión se perdió el encanto de película de encierro y claustrofobia, en busca de expandir dicho universo con algo más macro. Decisiones arriesgadas que se deben tomar para crecer, pero que no necesariamente terminan bien. “Un lugar en silencio: parte 2”, pareciera el inicio de una saga de secuelas de dudosa calidad. Esperemos que dicho presentimiento sea incorrecto.
El silencio de los inocentes En el 2018 John Krasinski nos agarró a todos por sorpresa con una premisa original y que planteaba cuestiones nuevas e interesantes con personajes tan queribles y unas secuencias que se nos quedaron en la retina. Y es por eso que nos quedamos con ganas de más. Aunque originalmente no estaba en los planeas una secuela, la parte 2 de Un lugar en silencio plantea nuevas variantes y nuevos personajes con una historia que nos toca el corazón. Esta historia inicia cuando toda la sociedad vivía en plena tranquilidad y en el medio de un partido la misma se transforma en muerte y destrucción. Un gran diseño de sonido nos lleva a tener el corazón en la boca en todo momento. Krasinski vuelve a dirigir y escribir el guion para esta segunda parte, donde conocemos cómo empezó todo esto. Sin dudas el espíritu de esta secuela es Millicent Simmonds, quien junto a Cillian Murphy se pone al hombro la película y entregan juntos unas excelentes actuaciones: ella con la mirada y los gestos logra ganarse toda el film. Es sensible y cuando lo requiere se pone súper “Bad”, y aún teniendo un actor de un calibre muy grande como Murphy, él no le hace sombra, para nada. Y aunque aparezca muy poco en escena, Emily Blunt entrega una buena actuación como una madre que está dispuesta a todo con tal de salvar a sus hijos. Todo lo que plantea la primera parte en esta a continuación lo expande de una manera muy satisfactoria y con una dirección y fotografía muy buena y decisiones sobre algunos planos que parecen a simple vista raros, pero el director lo hace funcionar de una manera que ayuda a la narrativa de la historia que se está contando, aunque también hay algunas cosas que me hicieron ruido y que por algunos minutos no aportan nada a la trama Sin dudas Un lugar en silencio: Parte 2 es es una película que hay que ver en el cine, porque estás al borde del asiento en todo momento y nuevamente es necesario destacar mucho el diseño de sonido de esta secuela, porque ayuda mucho y es una experiencia única que hay que vivir dentro de una sala (escuchá ACÁ su soundtrack). Además el diseño de los monstruos mejora mucho. Nos encontramos algunas cuestiones que probablemente en futuras secuelas (o precuelas) veamos más desarrolladas, como es el origen de estos monstruos que dan mucho miedo. Para mí esta película ya ingresa en el top del año, porque mucha de esa mítica que mantuvo la primera parte acá redobla la apuesta, y no necesariamente se vuelve cliché. La saga está en un punto muy bueno y si se expande en contar historias más chicas, funcionaría mucho. Si tienen un cine cerca, vayan corriendo a ver Un lugar en silencio: Parte 2, porque entrega todo lo que promete y mucho más: es una película visceral, muy terrorífica y con mucho corazón.
En 2018 fuimos testigos del salto al estrellato de John Kransinski (Jim en «The Office») como director. El mismo había dirigido previamente dos largometrajes («Brief Interviews with Hideous Men» de 2009 y «The Hollars» de 2016) que habían pasado por debajo del radar con escasas repercusiones. Fue la primera entrega de «A Quiet Place», la cual a través de un high concept bastante atractivo y seductor, que el realizador estuvo en boca de todos y que prácticamente tras ese exitoso estreno se planteó la idea de hacer una secuela. Por lo general, el problema con las secuelas de este tipo de películas es que no suelen estar a la altura del film original y encima repiten dinámicas de la primera, pero sin el efecto «sorpresa» o la novedad, algo de lo cual «A Quiet Place» tampoco puede escapar. La secuencia de apertura del relato se remonta al origen de la invasión de los extraterrestres como excusa para ver una vez más al personaje de Lee Abbott (Krasinski) junto a su familia y también para presentar a Emmett (Cillian Murphy), un vecino y amigo de la familia que no apareció en la película anterior y que tomará un rol preponderante en esta aventura. Luego de ese prólogo, los eventos se sitúan inmediatamente después de los fatales incidentes ocurridos en la primera parte, donde Evelyn (Emily Blunt) y sus hijos (Milicent Simmonds y Noah Jupe) deben enfrentarse nuevamente a los peligros del mundo exterior para buscar ayuda de los sobrevivientes que se encuentran en las cercanías de su granja familiar. Forzados a aventurarse a lo desconocido, pronto se dan cuenta de que las criaturas que cazan orientadas por el sonido no son la única amenaza que acecha, sino que pueden ser incluso más humanas y terrenales. Por un lado, podríamos decir que la película es correcta, brinda un entretenimiento sólido en sus 97 minutos de duración y el elenco puede sobrellevar la historia con altura. Asimismo podemos agregar que se tomaron algunas decisiones que no le juegan del todo a favor a la obra y que terminan de comprometer lo que podría haber sido una interesante secuela. Mientras que la primera entrega era un prolijo y contenido thriller que presentaba algunos mecanismos del terror para generar climas avasallantes y una tensión que iba creciendo cada vez más, aquí se diluye un poco esto volcándose más a la acción en ciertos pasajes. Además, si bien este «gimmick» o recurso de hacer que el diseño sonoro esté al servicio de la narración por medio de la particularidad del poder de escucha privilegiado de los aliens, aquí se ve un poco disminuido y ya no están tan trabajados los sonidos en yuxtaposición con la ausencia de estos. El concepto de «silencio» para generar momentos de tensión y suspenso, ya no son algo en lo que se profundice tanto como en el largometraje anterior y termina siendo algo que le juega más en contra que a favor. Por otro lado, lo que se planteaba interesante en esta secuela era ver cómo el personaje de Evelyn se arreglaba sola para vivir en ese contexto apocalíptico con un bebé recién nacido y sus dos hijos, pero le agregaron el personaje de Cillian Murphy para que «acompañe» y/o ocupe ese espacio que había dejado Lee Abbott, e incluso en esta oportunidad Evelyn pasa a un segundo plano. Igualmente, sí es un acierto que el personaje de Regan (Simmonds) tenga mayor protagonismo, ya que no solo había demostrado ser interesantísimo para la trama, sino que además sirve para demostrar lo buena que es la joven actriz. Probablemente la determinación de Regan y su actitud de hacerle frente a las amenazas terminen de compensar (en parte) lo que pasó con su madre que quedó más relegada. Otra de las cosas que hacía más convincente al film anterior era esa decisión de no mostrar demasiado a los monstruos y de «sugerir» más que «revelar», algo que queda totalmente descartado en esta oportunidad y donde terminamos viendo continuamente a estos bichos, que, a decir verdad, tienen un diseño bastante genérico. «A Quiet Place: Part II» es un film entretenido y efectivo en lo que se propone contar, con grandes interpretaciones de parte de su elenco y algunos momentos de tensión bien construidos. Habiendo dicho eso, la innovación respecto a la primera entrega es poca y Krasinski termina jugando un poco a lo seguro, sentando las bases para seguir expandiendo el universo y preparar los siguientes capítulos de este mundo en silencio.
Volvió el cine, colvió la pantalla grande, con aforo, con distancia y todo eso que ya sabemos. La llegada de Un lugar en silencio- Parte II, cuyos productores esperaron para estrenarla a que se fueran abriendo las salas para que la gente pudiera verla de la mejor manera. La primera parte fue presentada como una aventura de la pareja protagónica, Emily Blunt y John Krasinski, que son estrellas exitosas y pareciera que todo les sale bien. Dice la historia que Krasinski no tenía pensado continuar contando nada más pero cuando algo tiene éxito, en Hollywood se las ingenian para vencer a las voluntades más férreas, así que luego de negarse -supongamos que no demasiado enfáticamente-, aceptó e incluso se sentó en la silla de director. Blunt sigue como protagonista y los chicos, un poco más grandes que en la anterior, también se sumaron. Las premisas de la historia se mantienen intactas, unos extraterrestres horribles se han adueñado del mundo sin otro plan que destruir todo y comernos a todos. Los invasores son ciegos pero se guían por el sonido, así que los seres humanos resisten en silencio y escapan como pueden. Aquella primera película de 2018 sorprendía bastante por su ascetismo y el relato concentrado en ese grupo familiar, los Abbot, mientras que esta segunda parte se abre un poco. La familia que ha sufrido los avatares que ya vimos se ve obligada a salir de su hogar buscando otros sobrevivientes. La invasión ha provocado estragos y una de las incógnitas es ver si la solidaridad sigue siendo una de las virtudes del ser humano. En el camino se van a cruzar con Emmet (Cillian Murphy) que es un conocido de antes de la invasión. Un lugar en silencio- Parte II es fiel al comienzo de la saga, muchas de las mejores cosas de esta entrega ya estaban en la primera pero todo queda abierto como para que la historia pueda seguir adelante. Quizás ya no haya tantas sorpresas, pero la tensión y esas cuestiones que fascinan a los amantes del terror y en la ciencia ficción están asegurados mientras Krasinsky siga al mando. UN LUGAR EN SILENCIO – PARTE II A Quiet Place – Part II. Estados Unidos, 2021. Guion y dirección: John Krasinski. Intérpretes: Emily Blunt, Millicent Simmonds, Noah Jupe, Cillian Murphy, Djimon Hounsou y John Krasinski. Música: Marco Beltrami. Fotografía: Polly Morgan. Edición: Michael P. Shawver. Distribuidora: UIP (Paramount). Duración: 97 minutos.
Una secuela ruidosa La segunda parte del éxito de 2018, sigue las andanzas de los protagonistas en su huída de los monstruos, incorpora nuevos personajes y mantiene la línea efectiva de la original. La secuela de Un lugar en silencio (A Quiet Place, 2018) parte con dos desventajas: conocemos el aspecto de los monstruos invasores (y si no, un prólogo cargado de acción hace de recordatorio) y sabemos definitivamente si tienen una vulnerabilidad o no. Ya familiarizados con el sabor de este apocalipsis en particular, nos embarcamos en un viaje cargado de suspenso pero sin grandes sorpresas por delante. A segundos de concluir el primer film, Evelyn Abbott (Emily Blunt) escapa junto a sus hijos de los escombros de su antigua guarida y se embarca en una travesía sin dirección segura. La orden del día es sobrevivir a monstruos que atacan raudamente cualquier cosa que haga el más mínimo ruido, ya sea un paso en falso o un grito de dolor. Pronto se les une Emmett (Cillian Murphy), un viejo pero enigmático conocido que aporta el contrapeso moral de la historia. Dirige John Krasinski, cuyo guión separa y aísla a los miembros de la familia Abbott a lo largo de tensas secuencias que suelen entrar en crisis simultáneamente. La construcción del suspenso es diestra y efectiva, con una cámara que se concentra más en el detallismo y las limitaciones de perspectivas individuales en vez del espectáculo que sugiere el fin del mundo (o la asociación con Michael Bay, uno de los productores). Otra fuente de tensión son las estrictas reglas con las que los monstruos oyen y cazan, las cuales ponen al espectador en el papel de árbitro (¿cuánto ruido es demasiado ruido?) porque a veces son menos consistentes de lo que prometen. Son reglas imposibles de romper pero fáciles de doblar. De lo que no cabe duda es que, llegado el caso, el talante emocional de una escena sobresee cualquier tecnicismo de la trama inventado en su contra. Con Krasinski y Blunt relegados a un segundo plano, la historia halla su núcleo emotivo en la relación y las sutiles actuaciones de Murphy y Millicent Simmonds (Regan, la hija sorda de los Abbott). Son ellos quienes portan la antorcha temática de la primera película, guían la trama y terminan adueñándose de ella a lo largo de un recorrido más bien predecible pero no menos efectivo. El acallado horror del film original ha sido suplantado en parte por dilataciones genéricas de acción, y su sensación de urgencia se ha diluido por motivos evidentes, pero Un lugar en silencio: Parte II (A Quiet Place Part II, 2020) retiene la delicadeza de su fórmula intacta al minar temores primordiales y enfocarse en sus personajes. Cuanto más se aleja de los personajes, menos convincente resulta; cuanto más se pega a ellos, su historia se siente más valiosa.
Alzando la voz. ¡Los Abbot no tienen paz! Nos sumergimos en la secuela de Un lugar en silencio, para saber más acerca de esta atrapante historia donde el mutismo es uno de los protagonistas. Si bien la primera parte tenía un corte más experimental, por el tema del sonido para no alarmar a los alienígenas, aquí entramos en acción desde la escena de apertura. O sea, la mentada “normalidad” dura solo minutos. Desde el vamos sabemos lo que le ha sucedido a esta amorosa familia compuesta por Evelyn (Emily Blunt), el bebé, su hija hipoacúsica Regan (Millicent Simmonds), su hijo Marcus (Noah Jupe) y su esposo Lee Abbott (John Krasinski, también director de ambas cintas). Y nos situamos en el día que comenzó todo, el día 1, en un apacible partido de baseball donde juega Marcus, para de repente ver como una enorme bola de fuego cae del cielo. El caos abunda, y en poco tiempo comienzan a atacar los temibles monstruos alienígenas (muy parecidos a los demogorgons de Stranger Things). De allí, el salto temporal y nos ubicamos en donde culminó la primera entrega, y con las terribles perdidas acarreadas en el camino. Evelyn y sus hijos, ya están acostumbrados al silencio para sobrevivir, recordemos que los bichotes se guían por los ruidos, dado que son ciegos. Y erran por el bosque sin rumbo fijo, hasta toparse en una especie de bunker con Emmet (Cillian Murphy), ex amigo del matrimonio Abbot, y ahora un poco reticente a ayudarlos y darles cobijo. Mientras Marcus está herido por caer en una trampa para animales, su hermana Regan logra descifrar a través de una canción que sintoniza la radio, la posible clave para encontrar una escapatoria a este infierno. Un posible lugar libre de los monstruosos. Cobrando bastante protagonismo Regan, desde su perspectiva no audible, la película toma dos historias paralelas: lo que sucede en la búsqueda hacia el “utópico” lugar con Regan y Emmet; a su vez como Evelyn se las arregla para ir a buscar medicamento para su hijo herido. La tensión no da respiro en ninguno de los relatos. La necesidad de derrotar a los invasores hace que la voz se eleve cada vez más, ya hay cansancio y a los demonios hay que enfrentarlos. Una secuela con mucho nervio narrativo, con pocas explicaciones, donde nuestros protagonistas ponen el cuerpo para hacer frente a la situación, para cambiar sus destinos. La empatía con la familia se palpita, esta continuación funciona casi de manera orgánica, con total naturalidad. No hay desfasajes groseros, el universo creado se respeta añadiendo nuevos personajes y circunstancias. Un lugar en silencio 2 toma el buen camino, cerramos la boca mientras esperamos ansiosos la parte tres.
Después de posponerse su estreno debido a la pandemia, y esperar como se merece su estreno en las salas de cine, ha llegado la secuela de A Quiet Place. Nuevamente la dirección es de John Krasinski quien vuelve a sorprendernos mediante un excelente manejo de la intriga y la tensión. Por esa misma razón, elegí este fotograma, puesto que la opresión que allí se observa, es la que constantemente sentirá el espectador en este universo distópico que fusiona el género del terror con la ciencia ficción. Sin embargo, es una incertidumbre disfrutable de principio a fin. En cuanto al guión, nuevamente escrito por JK (basado en los personajes de Scott Beck y Bryan Woods, quienes sí habían participado del guión en la entrega del 2018), no introduce mucha información nueva, a excepción del prólogo del relato. Éste narra mediante un flashback el "Día 1" previo al punto cero del relato de la Parte I, con una estética del western y un interesante uso variado de la ocularización y auricularización, según el punto de vista de los personajes. Luego, se vuelve al presente para continuar el devenir de la familia Abott. En este caso el héroe ya no será el padre, sino que los momentos heroicos pasan a la siguiente generación: sus hijos. Si bien el relato se apoya en el común uso del montaje alterno, según los tres integrantes de la familia Abott, para incrementar el suspense, este recurso se vuelve algo reiterativo y dilata los obvios hechos. Aunque hay que admitir que es efectivo para dar dinamismo al film y mantener la atención del espectador. Por otro lado, la clausura, que si bien deja con ganas de más al público, por otro lado, aunque podría cerrar su historia así, tiene la clara intención de continuar en una próxima entrega, cuando en términos de cantidad de acciones podría haberse extendido un poco más y poner fin a la historia aquí
"Un lugar en silencio: parte 2": a la manera de Spielberg. Hay algo del director de "Tiburón" en la manera de filmar de Krasinski, que juega sus mejores cartas poniendo en la mesa un suspenso por momentos insoportable. Estreno en salas únicamente. La industria cinematográfica pos-pandemia, con las nuevas lógicas de distribución y exhibición conquistando terrenos hasta ahora inexpugnables, será muy distinta a la que supo ser. Un cambio de paradigma que debería llevarse algunas máximas tan viejas como inexactas. El de que las segundas partes no son buenas, por ejemplo, como han demostrado decenas de secuelas a la altura, o incluso superiores, a las primeras. La última de ellas es Un lugar en silencio: Parte 2, que retoma las acciones casi en el mismo lugar donde había terminado la película de 2018, aunque con un breve e intenso prólogo que describe cómo era la vida de la familia Abbott antes de la llegada de las misteriosas criaturas, de fisonomía de reptiles gigantes, que sumirán a la humanidad a una interacción silente. Porque estos bichos, como casi todos, corren rapidísimo, a lo que le suman un desarrollado sistema auditivo que les permite detectar a sus víctimas apenas hagan ruido. Una frase dicha en un tono superior al de un susurro, una herramienta que cae en el piso, el crujir de la vegetación seca ante una pisada desatenta, una respiración agitada: cualquier error puede significar la muerte en medio de una dinámica diaria tremenda, salvaje y oscura. Nada nuevo para un relato de supervivencia en un contexto a priori imposible, podría pensarse, salvo por el detalle que John Krasinski –el recordado Jim Halpert de The Office, repitiendo aquí el rol de director– hace del miedo un elemento ubicuo, presente incluso cuando parece reinar la calma, valiéndose tanto del trabajo sonoro como de una puesta en escena por la cual el fuera de campo juega un rol fundamental. Hay algo spielbergiano en su manera de filmar, un estilo patente desde una secuencia introductoria en la que los Abbott asisten al partido de béisbol infantil de uno de los hijos. Todo marcha sobre los carriles habituales del deporte, hasta que en el cielo empiezan a dibujarse figuras extrañas. Krasinski, como Spielberg con el vuelo en bicicleta de E.T. o el primer encuentro con dinosaurios en Jurassic Park, no dirige directamente la atención hacia lo que ocurre a cientos de kilómetros de altura, sino que primero clava la cámara en los rostros extrañados de Lee (Krasinski) y Evelyn (Emily Blunt) mirando así arriba. Y es la versión de 2005 de La guerra de los mundos, nada casualmente dirigida por Spielberg, la que asoma como referencia rítmica, narrativa y visual más clara, aunque sin las resonancias sociopolíticas que habilitaban los por entonces recientes ataques a las Torres Gemelas. Allí eran un padre y su pequeña hija quienes, intentando sobrevivir a los ataques externos, se cruzaban con personas tan peligrosas como las criaturas. Algo similar ocurre aquí con Evelyn, los pequeños Regan (Millicent Simmonds), Marcus (Noah Jupe) y su hermanita bebé. Casi quinientos días después del partido, y con la herida por el sacrificio de papá Lee todavía abierta, la familia parte con lo puesto en busca de nuevos horizontes, un camino que los lleva hasta una fábrica abandonada donde vive Emmett (Cillian Murphy) desde que perdió a los suyos. Entre los (pocos) elementos que los Abbott llevaron consigo hay una vieja radio a pilas con la que escuchan una canción repetida a intervalos irregulares. El significado de la letra, sumado a una pista sobre la procedencia de la señal, enciende la mecha de un nuevo desplazamiento, esta vez a cargo de Regan y Emmett, mientras Marcus y Evelyn quedan a la espera del regreso. O al menos así estaba planeado. Conviene no adelantar más acerca de qué aventuras deparará la travesía, en tanto Krasinski juega sus mejores cartas poniendo en la mesa un suspenso por momentos insoportable que se vale principalmente de un montaje paralelo que divide la atención (y la tensión) en varios escenarios. Mucho más inteligente en su andamiaje narrativo que la primera parte, y dueña de una sofisticación formal digna de manos expertas, la película culmina alistando las piezas para una continuación. A seguir derribando prejuicios, entonces, que las terceras partes también pueden ser buenas.
Cuando John Krasinski concibió Un lugar en silencio probablemente nunca imaginó que su película se convertiría en uno de los grandes éxitos de la taquilla en la temporada de estrenos del 2018. Realizado con un presupuesto de apenas 22 millones de dólares, el film recaudó más de 350 millones de dólares alrededor del mundo, además de cosechar muy buenas reseñas. Como suele ocurrir en estos casos el estudio Paramount enseguida apuró la continuación, con la particularidad que esta vez el actor y cineasta también se hizo cargo del guión. El resultado es una producción decente que consigue brindar un entretenimiento ameno si bien no llega a estar a la altura de la entrega previa. Esta debilidad se relaciona con la ansiedad de Paramount por acelerar la continuación donde Krasinski no tuvo demasiado tiempo para pensar un argumento que superara al del film original. Una cuestión que se siente muchísimo en esta propuesta que funciona como una especie de interludio a lo que será seguramente una continuación superior. El director abre el relato con una introducción muy sólida que revela el origen de la invasión alienígena que se cargó a gran parte de la humanidad. En esos primeros 12 minutos se encuentran las mejores escenas de esta producción que luego se limitan a repetir recursos narrativos ya vimos en la primera parte, con el fin de generar momentos de tensión y suspenso. La realidad es que la historia de la familia Abbott no avanza demasiado y el trabajo del director por momentos cae en un refrito de lo que hizo en el 2018. Algo que es comprensible por el hecho que no tuvo tiempo para preparar esta película, cuya producción se gestó semanas después del estreno del primer capítulo. Si tenemos en cuenta esta circunstancia su labor es más que decente y se ve favorecida por la buena dirección del reparto, donde se suma esta vez Cillian Murphy, quien rara vez decepciona con sus interpretaciones. Un lugar en silencio Parte 2 me dejó la sensación que es una obra donde Krasinski cumplió con un contrato comercial para Paramount mientras se toma el tiempo para pensar una mejor película en el próximo episodio.
No hablés más fuerte, si no te escuchan Los monstruos de oídos agudos y sin ojos siguen acechando a los Abbott, que deben salir a buscar otro refugio. Luego del muy buen gusto que nos quedó tras la primera Un lugar en silencio, un thriller que se tocaba con el filme de horror, y en el que apenas había unas pocas líneas de diálogo, ¿qué esperar de una continuación? ¿Hacía falta? Los fans querían ver en qué quedaba la familia Abbott, atacada por siniestros monstruos que atacan ante el menor sonido, y los productores, recaudar más dinero (la original costó US$ 17 millones y cosechó 350 millones en todo el mundo). Cillian Murphy ("Peaky Blinders", por Netflix) se suma a Emily Blunt en la secuela. Foto UIP Cillian Murphy ("Peaky Blinders", por Netflix) se suma a Emily Blunt en la secuela. Foto UIP Como Regan, la hija mayor, es hipoacúsica, los Abbott resolvieron de antemano esto de comunicarse sin emanar sonidos, y por el lenguaje de señas. Se la estuvieron arreglando bastante, bastante bien. El implante coclear de Evelyn, por ejemplo, también sirve para alejar a las bestias si se amplifican sus frecuencias sonoras. Mejor que no lo pierda. La granja ya no es un lugar seguro, y hay que buscar otro refugio. Foto UIP La granja ya no es un lugar seguro, y hay que buscar otro refugio. Foto UIP Ya no está papá Lee (Krasinski, esposo en la vida real de Emily Blunt, y director de la primera y de esta segunda parte) y el final de la primera parte nos había dejado en suspenso. Suspenso es lo que abundaba en el estreno de 2018, y también en éste. Claro que el efecto no es el mismo, porque lo que parecía original, al volverse sobre el mismo asunto, no cansa, para nada, pero tampoco tiene el mismo resultado. Blunt ("El regreso de Mary Poppins") con Noah Jupe ("The Undoing", "Ni un paso en falso"). Foto UIP Blunt ("El regreso de Mary Poppins") con Noah Jupe ("The Undoing", "Ni un paso en falso"). Foto UIP Empiezan en el mismo lugar Las dos películas se inician casi en el mismo lugar, pero en dos líneas de tiempo diferentes (los que vieron la primera, presten atención cuando el padre pasa por el mercado, lo que se ve en un estante…). Estos alienígenas de los que escapan los Abbott, los Costello y todas las familias en el pueblo y más allá, tienen oídos muy agudos, por lo que no hay que hacer ningún sonido ni ruido, porque al no tener ojos, se manejan por lo que escuchan para atrapar y matar a sus presas. Son depredadores sin ojos, porque provienen de un planeta en el que no habría luz. Y llegan a partir de meteoritos, huyendo de su planeta cuando éste queda destruido. Millicent Simmonds, que es sorda, había actuado en "Wonderstruck", de Todd Haynes. Foto UIP Millicent Simmonds, que es sorda, había actuado en "Wonderstruck", de Todd Haynes. Foto UIP El primer ataque -que es anterior a lo que vimos cuando empezaba la primera película, o sea que la Parte II empieza como una precuela de la Parte I, y luego se convertirá en secuela- comienza cuando los Abbott están viendo cómo Marcus, el que era el hijo menor, está al bate de un partido de béisbol. Lo que sucede es, casi, calcado del ataque del Tiburón de Spielberg en la playa de Amityville, el feriado del 4 de julio. Todos a correr. En esta secuela los hijos de la familia tienen un rol preponderante. Foto UIP En esta secuela los hijos de la familia tienen un rol preponderante. Foto UIP No se puede decir que los Abbott no hayan vivido en una burbuja (sanitaria o no), pero ha llegado el momento de salir a buscar otro albergue. Ahora, en los que sería el tiempo presente, Evelyn (Emily Blunt), Regan (Millicent Simmonds), Marcus (Noah Jupe) y el bebé recién nacido, salen a buscar un nuevo lugar en el mundo. Y allí es donde se cruzarán con Emmett (el irlandés Cillian Murphy, Thomas Shelby en Peaky Blinders), que tiene más recaudos que ellos, porque la gente se está volviendo loca. El encierro también es uno de los temas que aborda el filme de John Krasinski. Foto UIP El encierro también es uno de los temas que aborda el filme de John Krasinski. Foto UIP Nadie confía en nadie. Y habrá muestras de sobra. Emmett (el irlandés Cillian Murphy) ¿esconde algo? Foto UIP Emmett (el irlandés Cillian Murphy) ¿esconde algo? Foto UIP Lo dicho, en voz baja o susurrando: Un lugar en silencio Parte II no llega a entusiasmar tanto como la primera, pero depara alguna que otra sorpresa como para asustarse y esperar a ver la tercera (y última de la saga) y antes, el spin-off que estrenará en dos años.
Competente secuela que envuelve una nueva metáfora sobre la paternidad La segunda entrega de la película dirigida por John Krasinski vuelve sobre la invasión de monstruos que acaba con gran parte de la civilización y salta en el tiempo hacia el presente de la familia protagónica Un lugar en silencio fue una anomalía: una película de terror protagonizada, coescrita y dirigida por un actor asociado habitualmente a la comedia (John Krasinski, “Jim” en The Office) que, con un presupuesto de solo 17 millones de dólares, recaudó casi 350. Sin explicaciones, la película nos ubica en un futuro inmediato donde hay monstruos que atacan todo lo que produce ruido, al punto de arrasar con, aparentemente, gran parte de la civilización. ¿De dónde provienen? ¿Cómo destruyeron todo? No lo sabemos y no importa. El planteo minimalista adelgaza el relato hasta lo único que realmente necesita: una amenaza convincente y un protagonista (una familia aislada con una madre a punto de dar a luz) cuya supervivencia nos interesa. Esta inevitable secuela abandona la reducción a lo indispensable y repone toda la historia que acertadamente se venía esquivando: desde el origen de las criaturas hasta el estado de cosas entre los grupos de sobrevivientes. Paradójicamente, mientras más sabemos de este mundo, más inconsistente resulta. Si se nos dice que los monstruos llegaron a nuestro planeta en un asteroide que impactó en Estados Unidos es inevitable que nos preguntemos, además de cómo sobrevivieron a la colisión, cómo hicieron unas criaturas apenas más rápidas, fuertes e inteligentes que un animal salvaje para conquistar a una civilización tecnológica y global en pocos meses. Quizás haya mucho más por descubrir (ya se anunció una tercera parte) pero, al momento, el argumento presenta agujeros por los que un asteroide pasaría limpiamente. Si bien la primera parte recibió algunas críticas en clave ideológica (¿en la era Trump una película nos dice que tenemos que callarnos?), su metáfora parecía más orientada a expresar los terrores ante la paternidad que ante la política: a qué lugar hostil traemos a nuestros frágiles hijos. Esta segunda parte retoma ese tema y el horror canaliza la ansiedad del momento en que los hijos deben enfrentarse solos al mundo. Las buenas actuaciones, en particular de Emily Blunt y la actriz sorda Millicent Simmonds, potencian la empatía con ese problema. Las escenas de acción preservan su efectividad, pero esta vez alcanzan su pico demasiado rápido: el momento más dinámico de la película es el prólogo, un flashback que cuenta el primer día de la invasión y que guarda cierta similitud con el primer acto de La guerra de los mundos de Steven Spielberg. Desde ahí, todo va ligeramente cuesta abajo.
Reseña emitida al aire
Volvimos a las salas de cine con el estreno de “UN LUGAR EN SILENCIO 2”, que continúa la historia del film de 2018. Terror, suspenso y ciencia ficción, de la mano del director John Krasinski. La película sigue contando cómo una familia sobrevive en un mundo lleno de depredadores que ven con los oídos: cualquier golpe o grito significa atraerlos y morir. En este contexto, Evelyn Abbott (Emily Blunt), luego de las grandes pérdidas (del primer film) que la obligan a dejar su refugio, junto con sus dos hijos pequeños (Millicent Simmonds y Noah Jupe) y su bebé recién nacido, se embarca en la búsqueda de un nuevo lugar para sobrevivir, y gente que quizás puedan ayudarlos. El reencuentro con un amigo del pasado (Cillian Murphy) resulta clave para enfrentar los numerosos desafíos que los personajes van enfrentando. Desde una perspectiva general, la película cumple con el género, y sirve como secuela. Los matices que tiene hacen que uno esté constantemente pendiente: el director tiene un excelente manejo de los momentos de tensión. Sin embargo, algunas situaciones son forzadas, o predecibles, en donde no queda clara la razón de una acción o decisión de cada personaje. Se usan situaciones cliché, pero de una forma que encajan bien en la historia, y la enriquecen. Las pocas fallas en el guion no eclipsan los buenos momentos del film. Las interpretaciones continúan siendo excepcionales, ya que el casting es perfecto, y cada actor se fusiona exitosamente con su personaje y entornos. Sus desarrollos son algo desparejos, y las tramas principales transcurren en un lapso de tiempo relativamente corto, por lo que no se muestra un gran avance en la historia; esto, por un lado, sigue dejando inconclusos temas que están pendientes desde la primera película. Sin embargo, por otro lado, hace que nos quedemos con ganas de más. Algo que es muy destacable, además, es que ya desde la primera parte, se destaca la comunicación mediante lengua de señas, que demuestra ser un gran recurso de supervivencia. Teniendo en cuenta el aspecto técnico, la edición y mezcla de sonido siguen siendo el fuerte de este film y ayudan a construir los momentos de tensión y el ritmo de la película. Por otro lado, en mi opinión, la fotografía es correcta, pero no enfatiza lo suficiente las actuaciones de los personajes; por lo tanto, no se continúa con el meticuloso trabajo realizado en la primera entrega. Los colores y la iluminación, sin embargo, son consistentes, y forman imágenes atractivas y entretenidas. A pesar de no llenar los zapatos de su antecesora, me parece una película fabulosa, sobre todo para ver en cines que tengan una buena instalación de sonido que enriquezca la experiencia. Y atención fans: ya está confirmada la tercera parte. Por Carole Sang
Con Un lugar en silencio, John Krasinsky se quiso probar como algo más que actor y dirigió y escribió una sólida película de terror sobre un planeta asediado por alienígenas entre los que sólo se puede sobrevivir en absoluto silencio. Para eso la familia protagonista tuvo que armarse una vida en el bosque, aunque el peligro siempre acecha porque hay cosas que no se pueden controlar. Después del éxito de aquella película y tras más de un año en pandemia llega a salas con retraso su secuela, que ubica la historia apenas días después donde terminó la anterior. La parte II, escrita y dirigida una vez más por Krasinsky, empieza con un prólogo que nos muestra el primer y definitorio ataque de estas criaturas, cómo la cotidianeidad es rota a pedazos en cuestión de minutos. También sirve para presentar un personaje que terminará siendo acá uno de los protagonistas, interpretado por Cillian Murphy. En algunos aspectos la secuela consigue explotar alguno de los recursos que funcionaron antes pero hay otros tantos que no generan el mismo impacto, quizás porque todo se siente más forzoso y calculado. Como por ejemplo sucede con el uso del montaje paralelo que funciona mejor en las últimas escenas y no tanto en otras anteriores, donde más bien molesta. Nos introduce un personaje del que hubiésemos querido saber un poco más, un ermitaño reacio a trabajar en equipo, pero con los personajes previos obtiene resultados desparejos: mientras en la película anterior las mujeres terminaban siendo las protagonistas, aquí sí sucede con Millicent Simmonds (hipoacúsica en la vida real y quien debutó ni más ni menos que en Wonderstruck de Todd Haynes), que mueve la historia hacia un lugar nuevo, pero no con el de Emily Blunt, cuyas escenas se sienten innecesariamente alargadas y no le hacen justicia como supo suceder antes. A lo largo del relato, se generan buenos momentos de tensión incluso cuando ya no hay muchas sorpresas. Excepto por el uso de banda sonora incidental, aspecto que se siente fuera de lugar, se nota una mejora en comparación a la anterior con respecto a lo técnico. Otro detalle que vale resaltar: en la primera la acción cobraba tal importancia que apenas había líneas de diálogos en toda la película mientras que en esta buscan resolver ciertas escenas de una manera que parece más fácil y perezosa. Acerca de la trama no conviene adelantar mucho pero se puede decir que hay una búsqueda interesante por abrir posibles líneas argumentales y es el personaje de la hija la que mueve la historia hacia una tentadora esperanza. Pero se le perciben los hilos al guion y parece más bien prepararse para una tercera parte, que por cierto está confirmada y se nota sobre todo cuando la película termina. En resumen estamos ante una buena película de terror, con momentos de tensión logrados y personajes que ya conocemos en su mayoría, pero a la que le falta chispa. Si bien funciona dentro de su género y se la siente honesta y con buenas intenciones, parece deslucida ante su antecesora que supo provocar mayor sorpresa e impacto. Quizás porque acá apela a la repetición de situaciones parecidas a las que vimos y porque el monstruo aparece más en pantalla y siempre genera mayor terror aquello que no vemos. De todos modos volvió el cine y es una buena propuesta porque seguro se disfruta más en una sala oscura y, lo más importante, silenciosa.
Nadie apostaba demasiado en 2018 por Un lugar en silencio, pero la película post apocalíptica dirigida por Krasinski y protagonizada por él y su esposa (tanto en la ficción como en la vida real) Emily Blunt se convirtió en la sorpresa comercial (y en muchos casos también de crítica) de ese año con una recaudación solo en cines de más de 340 millones de dólares. La secuela, si bien se ubica un escalón por debajo del film original, mantiene buena parte de los mejores atributos de esta atractiva e inteligente combinación entre el terror y la ciencia ficción. Tres años después de la notable entrega inicial llega esta secuela escrita y dirgida por un Krasinski que aquí cede el protagonismo en pantalla. De todas maneras, su Lee Abbott aparece en la extraordinaria secuela inicial junto a su esposa Evelyn (Emily Blunt), su hijo Marcus (Noah Jupe) y su hija Regan (Millicent Simmonds). Ese “Día 1” nos mostrará el inicio de la invasión de esas criaturas alienígenas ciegas, pero con una audición tan desarrollada que el más mínimo ruido puede terminar con cualquiera de las bestias destrozando a uno o varios humanos. Mientras el pueblo disfruta de un partido de béisbol infantil, se empieza a percibir en el cielo algo parecido a una lluvia de meteoritos, pero no... es el preludio del arribo de decenas de estas aterradoras “langostas” extraterrestres. De allí al “Día 474” y con un nuevo personaje, el Emmett de Cillian Murphy (un viejo amigo y vecino de los Abbott), para una épica de supervivencia en esta algo menos sutil pero igualmente eficaz combinación entre la ciencia ficción apocalíptica, el terror y el drama familiar. Un poco más clásica y concesiva que su predecesora, Un lugar en silencio - Parte II ratifica de todas maneras la categoría de Krasinski como guionista y narrador para una saga que hace del inteligente uso del sonido y del fuera de campo dos de sus principales aliados. También es un hallazgo la utilización con fines dramáticos de Beyond the Sea, el tema cantado por Bobby Darin que en verdad es una adaptación al inglés del clásico francés La Mer, de Charles Trenet. Más allá de ser todo sigilosos que puedan, no hay demasiado que puedan hacer los protagonistas en su lucha contra los invasores: solo la técnica descubierta por Regan (un audífono, un amplificador y una distorsión que les afecta la audición) y/o, claro, un buen escopetazo. Esta Parte II ya no genera el mismo impacto que la sorprendente entrega original, pero también es cierto que Krasinski y su elenco están a la altura de las expectativas y circunsttancias; así, esta secuela, con su impecable manejo del suspenso y la tensión, termina convirtiéndose en un atractivo y logrado exponente de cine de género. No se trata en absoluto de un mérito menor.
Una segunda mirada a uno de los grandes estrenos del año. Ya saben cuál es el punto débil de los monstruos, saben que hay más gente allá afuera y saben por sobre todas las cosas, que tienen que sobrevivir. “A Quiet Place” no solo dejó la vara muy alta para el género y el cine en un año que nos llenó de maravillas, también hizo que la tarea de hacer una secuela pareciera casi imposible. Al menos si se intentaba mantener la calidad en todos los sentidos de la anterior. Pero John Krasinski nos vuelve a sorprender y a demostrar que es un cineasta genial y con una sensibilidad increíble a la hora de contar historias. Mientras la anterior se basaba en la ausencia de sonido y el silencio, “A Quiet Place: Part II” juega con el sonido. Con el ruido, con el lidiar con el mismo problema en el mismo universo pero de una manera diferente. La película empieza con un flashback al día que lo cambió todo, a la invasión. No solo sirve para mostrarnos acerca del mundo que quedó atrás y cómo eran sus vidas antes de la tragedia, también permite introducir al nuevo personaje que ocupará un gran rol en esta historia: Emmett (Cillian Murphy). Además, no resta el poder ver una vez más a Krasinski como un padre genial que llama a los perros que se cruza, señal clara de que es un tipazo. Después de esa escena que muestra cómo fue la llegada de estos monstruos y con una transición sensacional al final de la primera película, la nueva historia de los Abbott empieza. Desolados por la pérdida de Lee, se dan cuenta de que tienen que buscar a otros sobrevivientes y la película se pone en marcha al instante. En su pequeña travesía no solo demuestran que ya tienen manejado el tema de cómo utilizar el audífono de Regan (Millicent Simmonds) para enfrentar a estos seres, también que la que llevará adelante la trama principal será Simmonds, que si ya en la anterior había demostrado ser una actriz impresionante, acá lo confirma. Se encuentran con Emmett, una persona que solían conocer de su vieja vida, pero las cosas ya no son lo que parecen. “La gente que quedó, no es gente que valga la pena salvar”, dice en un momento el personaje de Murphy. Pero sin necesidad de ahondar en detalles específicos de la trama que podrían arruinar la experiencia de quién vaya a verla, puedo resumir en que es una maravilla de película que logra mantenerte al borde del asiento, con los nervios de punta y que es una de las pocas cintas a las que le celebro todos los jumpscares, porque están bien utilizados. En la primera entrega, la edición de sonido nos asombró a todos, algo que se da por sentado en muchas producciones, pero cuando está hecho de esta manera, no se puede hacer más que destacarlo. En “A Quiet Place: Part II”, vuelven a utilizar el recurso porque es parte inherente de este universo, pero son conscientes de que ya están en el exterior, salieron de la granja y ya las cosas no son iguales. Hay más sonidos, conversaciones y elementos que pueden acompañar y sumar a algo que parecía insuperable. Las actuaciones, así como en la anterior, son sensacionales. Algo que no sorprende cuando pensamos que Cillian Murphy o que Emily Blunt son sus actores. Pero son los chicos los que se roban la atención, ambos en lugares muy diferentes y con arcos que parecen diametralmente opuestos pero que concluyen de la misma manera en uno de esos finales que logran conmover hasta las lágrimas y que transmiten épica. Esto no se logra solo con un guion ajustado, preciso y genial; llega gracias a que Simmonds y Noah Jupe, el actor que hace de Marcus, son dos intérpretes sensacionales que emocionan con solo una mirada. “A Quiet Place: Part II” no deja nada que desear y está a la altura de su antecesora sin necesidad de repetir la trama o exprimir por demás los recursos. Presenta una nueva historia dentro del mismo universo, una especie de aventura y un gran crecimiento para dos personajes brillantes. Solo queda decir que John Krasisnki lo hizo de nuevo y que no puedo esperar para ver qué es lo próximo que hará.
Tras los sucesos de la primera parte, la familia Abbot debe enfrentarse al peligro que los acecha, ahora fuera de su destruido hogar. Luego de cruzar camino con un personaje que los ayudará a transitar la aventura, la amenaza inminente fuerza a la familia a tomar una decisión que puede darle una chance a la humanidad. El cielo claro y los rayos de un sol de media tarde invaden las calles de un pueblo tranquilo y silencioso. Mientras, Lee Abbot (John Krasinski) recorre el mercado de turno de forma automática agarrando los víveres de siempre. Tras la compra rápida y con paso ligero, se acerca a la gran atracción que junta el bochinche de una comunidad dominguera; un partido de béisbol en donde juega su hijo Marcus (Noah Jupe). Desde las gradas, tanto Evelyn (Emily Blunt) como Regan (Millicent Simmonds) apoyan al niño, asustado. Antes de su turno, el pequeño es contenido por su hermanito Beau, rebosante de esperanza. Tras un par de bateadas fallidas, los brazos de Marcus se desestabilizan por el miedo a la bola que vuela hacia él, hasta que los mismos quedan totalmente petrificados al evidenciar cómo el tranquilo cielo es interrumpido por una bola de fuego que cae lenta pero imparable. Luego, el caos. Entre rezos y desesperación, la aparición de lo desconocido marca el inicio del día 1 dentro de esta apocalíptica historia. Tras estos intensos títulos, comienza el segundo acto de esta historia que hizo, irónicamente, mucho ruido allá por el 2018. Día 474, una familia destrozada por el sacrificio del padre, un audífono que representa una pequeña oportunidad hacia la amenaza que los acecha y una escopeta que se recarga, reiniciando el reloj que le da unos minutos más de vida a lo que queda de este grupo sobreviviente. Recuperando el tubo de oxígeno para el recién nacido y prendiendo una llama en lo alto del silo, la familia abandona la casa hecha cenizas, retornando con pasos silenciosos esta aventura hacia el interior del bosque. Krasinski, encargado de coescribir -junto con Bryan Woods y Scott Beck-, dirigir y protagonizar la primera parte, vuelve a sus roles en esta secuela peligrosa. Cuando digo esta palabra, me refiero a que ante semejante proyecto presentado hace años, en el que el arco argumental tanto de los personajes como de la trama cerraba a la perfección, no había un motivo real para recaer en el plan desesperado hollywoodense de hacer una secuela y, por ende, una tercera parte que dé fin a una historia que ya estaba concluida. Con un clímax que da fin a los conflictos tanto externos como internos, A Quiet Place brindó un recorrido inteligente y desesperante, y es esa inteligencia, tanto la de sus autores como la de sus personajes creados, que posibilitan que esta segunda entrega no solo sea real, sino que sea potente. Al hablar de una parte dos, y no simplemente de una “2” al final del título, comprendemos de entrada que esta segunda película funciona como una continuación directa del conflicto principal del primer film, y no cómo una nueva aventura con nuevos protagonistas. Dicho esto, y relacionándolo con lo mencionado anteriormente, ¿Cómo puede llegar a funcionar la extensión de un conflicto ya cerrado? Krasinski hace el camino fácil, pero no por eso menos efectivo: presenta a este film como un segundo acto de la historia inicial. Entonces, ¿Es correcto armar toda una película que en realidad es un acto lleno de repercusiones arrastradas de un film anterior? Cómo fan acérrimo de historias que en 90 minutos hacen más que sagas de horas y horas, no tengo la respuesta, pero si puedo decir que esta extensión del mundo se siente muy, pero muy bien. El hecho de que nuestra protagonista, Regan, haya abrazado el amor de su padre al entrar en el último acto del primer film, el enfrentamiento final contra las criaturas gritonas pone en pausa el duelo ante semejante sacrificio. Es ahí, en donde la culpa y el valor se pelean por salir a flote, que esta película hace enfoque. Consciente de que la aparición de las criaturas en primer plano ya no son la novedad, y de que la búsqueda de obstáculos novedosos y enfrentamientos espectaculares son el camino más obvio a seguir, Krasinski hace trascender a la obra con su punto más fuerte; la transformación de Regan, cómo también del pequeño Marcus, personaje que toma las astas en muchas partes de esta secuela. Es en estos caminos “fáciles” que Jim Halpert demuestra su talento. En el poster no solo vemos a lo que quedó de la familia Abbot, sino que evidenciamos la presencia de Emmet (Cillian Murphy). Ahí decimos: “listo, la nueva figura paterna”. Sí y no. Sí el personaje es introducido como el nuevo ayudante de esta familia que apenas se recuperó de las heridas sufridas. Es el guía hacia el mundo exterior, es la fuerza bruta culposa y responsable de que el objetivo de Regan se cumpla, pero es en la focalización de la pequeña, y del duelo que transita, que la figura paterna de Emmet se transforma en la figura del perdón en si misma. Recordemos a Regan y Lee. En la primera parte, éramos participes de como la niña se culpaba por la muerte de Beau, y de cómo su padre, perseguido por el dolor y la insuficiencia de proteger a su familia, era incapaz de demostrar sentimentalismos. Luego de los eventos del film, Lee logra decirle a su hija que la ama al sacrificarse para salvarla. ¿Qué hace Regan con este sentimiento nuevo, imposible de compartir? ¿Qué hace ante una nueva presencia masculina, corrompida por un pasado conocido? Uno de los retos principales de la niña es comprender que su lugar no está por debajo de la sombra protectora de este hombre, sino que ella es la sombra. Regan es ahora Lee, responsable del poder que conlleva, y de aceptar que en este viaje no está sola, sino que queda en ella aceptar la mano ayudante de esta humanidad agonizante. Es así que el film, a través de sus casi 90 minutos, logra no solo posicionarse como un gran ejemplo de secuela y expansión de un mundo rico en posibilidades, sino que trasciende como una cinta necesaria para comprender que la transformación de los personajes es continua, tridimensional e infinita. A Quiet Place: Parte 2 nos habla de hacerse cargo, sobre tomar el lugar que se necesita para afrontar las adversidades, y el que necesitamos para sacar a relucir nuestro propio ser. Cuando la primera parte nos narraba sobre el arreglar los vínculos, esta segunda es sobre qué hacer con ellos, comprendiendo que lo aprendido debe ser puesto en práctica, ahora más que nunca. Los niños, frente a una realidad irreparable, deben abrazar el miedo para dejar de tenerlo, y la madre tiene que soltar para desproteger, ya que, en esa exposición ruidosa y letal, es dónde se puede alcanzar el verdadero silencio.
Crítica publicada en Youtube
UN SEGUNDA PARTE CON CALIDAD Y UN SUSPENSO QUE NO SUELTA AL ESPECTADOR La primera película estrenada en el 2018, fue muy exitosa, llego a recaudar 340 millones de dólares y se trataba de una realización casi independiente donde el director , guionista y protagonista, John Krasinski junto a la talentosa ( su esposa) actriz Emily Blunt se daban en gusto de redondear una producción con aliens ciegos pero de oído prodigioso, que obligaba a una familia al silencio absoluto, donde la caída de un objeto era sinónimo de muerte. Era prácticamente imposible que no llegara una segunda parte, que comienza con una precuela, en una larga escena muy bien lograda y el primer ataque extraterrestre. Luego la acción continua a la primera película con la viuda, sus hijos más grandes y el peligro de acarrear con un bebe que no debe llorar. La hija adolescente es sorda y con el aparato de su implante coclear descubre que tiene un “arma” eficaz contra los invasores y que también hay otro humanos que ofrecen refugio. En ese momento el argumento se divide y permite acciones paralelas que aumentan el suspenso en algunos momentos casi insoportable. La madre, su bebe y su hijo preadolescente quedan en un refugio que puede dar resguardo pero a la vez peligroso para sobrevivir. El vecino , un siempre eficaz Cillian Murphy, primero reacio a recibirlos y luego compañero de ruta de la joven encarnada por Millicent Simmonds emprende otro derrotero que demuestra que los humanos pueden ser tan peligrosos como los bichos letales. El director vuelve a demostrar que maneja muy bien los hilos del terror, la tensión, las situaciones límite, cuenta con efectos de sonido que aportan lo mejor para remarcar cada escena, y los actores son expresivos y exactos. Mientras dura la película lo que ocurre se percibe como una experiencia inmersiva que no suelta al espectador en ningún momento. Horas después uno puede recordar que quedó por ahí algún cabo suelto, pero el entretenimiento en esta segunda parte sigue siendo redondo.
Una de las sorpresas del cine de terror de los últimos años fue Un lugar en silencio, debut en la dirección del actor de The Office, John Krasinski, que, con un presupuesto modesto (22 millones de dólares) logró un éxito de taquilla extraordinario (340 millones, solo en cines). Pero también un logro artístico, con un film postapocalíptico cuya premisa puede definirse en una línea: una familia, los Abbott, intenta sobrevivir en un mundo invadido por monstruos de extraordinario oído. Con inteligencia, Un lugar en silencio (2018) le sacó partido a todas las posibilidades audiovisuales de esa idea. Una película casi muda, pues la familia, interpretada por Krasinski; su mujer en la vida real, Emily Blunt; y sus tres hijos deben hacer silencio a toda costa para no morir. El “ejercicio” redundó en un impactante tour de force en el que los buenos efectos visuales estaban al servicio de una historia a flor de piel, con la vida y la muerte en juego todo el tiempo y con chicos que hablan en lenguaje de señas como núcleo central vulnerable, entre otras cuestiones delicadas que estallaban hacia el desenlace. El silencio (y el ruido capaz de convertirse en arma salvadora contra estos bichos que lo escuchan todo), asombraban con las posibilidades que ofrecían, junto al uso del fuera de campo, para una narración ingeniosa y llena de inusuales sutilezas para un film de acción y horror. Esta segunda parte, que llega tres años después, ha vuelto a convertirse en éxito de taquilla pospandémica. Una secuela que arranca con una larga y extraordinaria secuencia de precuela, es decir, lo que pasó cuando el mundo apacible en el que vivían los Abbott se fue al diablo. Desde ese momento catástrofe al presente, en que la supervivencia continúa de manera aislada y parece haberse instalado la desconfianza del sálvese quien pueda. La presencia de Krasinski es reemplazada aquí por la del irlandés Cillian Murphy (Peaky Blinders), otro sobreviviente, viejo amigo de los Abbott. Con los personajes en huida permanente, los realizadores y el elenco consiguen mantener un suspenso notable que no decae nunca, desde la primera hasta la última escena. Pedirle a esta segunda parte el nivel de sorpresa de la primera sería injusto, pero aún con una puesta menos imaginativa, Un lugar en silencio: parte 2 es una continuación a la altura de las circunstancias. Con la tensión al palo. Ideas para una tercera parte ya se anunciaron.
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Es un día tranquilo en el pequeño pueblo donde vive la familia Abbott. Todos están reunidos viendo el partido de beisbol infantil. Aplausos, gritos de alegría y charlas se suceden. La normalidad de lo cotidiano. Pero el caos irrumpe con la caída de unas criaturas provenientes del cielo. Así comienza UN LUGAR EN SILENCIO – PARTE II, secuela de la extraordinaria cinta dirigida, escrita y protagonizada por John Krasinski en 2018. Krasinski elige partir del día 0. Un prólogo que nos remonta a los tiempos pasados, cuando todo era normal. ¿Por qué al pasado? Para introducir mayor información sobre el origen de los bichos, contrastar los dos modelos de vida, y también, con el fin de presentarnos a un personaje que luego será vital para el transcurso de la historia, un amigo de la familia interpretado por Cillian Murphy. Los oídos tapados del niño Abbott sirven de enlace temporal unificando ese pasado, con el presente inmediato, donde concluyeron los hechos de la primera entrega. Es decir, un gesto que unifica tiempos. UN LUGAR EN SILENCIO 2 retoma desde ahí. Ya sin Krasinski como actor, pero sí con la continuidad de la supervivencia de esta familia. En un Hollywood donde predomina el estruendo por sobre las ideas, lo de UN LUGAR EN SILENCIO no deja de ser genial. Krasinski tiene sus prioridades claras. Esta segunda parte es, primero una película sobre humanos, y luego, una de monstruos. Lo que abunda aquí es humanidad. Krasinski narra una historia a la mejor tradición Spielbergiana, con una familia quebrada, que debe salir adelante para sobrevivir. Una película sobre redención y segundas oportunidades, básicamente, sobre eso que nos hace humanos, lo que nos separa de esas criaturas. El personaje de Cillian Murphy se incrusta perfecto en la narración para completar un poco el casillero del padre de familia ausente, pero también para recomponer su propia existencia, algo que va escaseando en ese mundo ya barbárico. Por supuesto, como en la primera entrega, se sucederán situaciones que activan el peligro de todas las formas posibles, incluso cuando estas “excusas” narrativas resulten un tanto insólitas. Lo que hace Krasinski es jugar siempre a favor del suspenso. El factor sorpresa de la original ya no está, pero esta secuela encuentra la forma de ser igual de lúcida y eficaz en su ejecución, el director se mueve con la destreza de un realizador que lleva años filmando. Hace uso de todos los recursos posibles, en favor de su narración. Nuevamente, el fuera de campo y el trabajo sonoro se destacan, pero esta secuela es verdaderamente una oda al montaje paralelo. Una vez que la familia llega a este refugio subterráneo, el film se ramifica en dos direcciones, o, mejor dicho, dos misiones. Otra gran excusa que los expone a un necesario peligro inminente. Krasinski pone en movimiento a sus personajes. Lejos de caer en una adrenalina atolondrada, Krasinski lo construye con un espesor raro en la industria. UN LUGAR EN SILENCIO 2 no regala monstruos ni gritos, todo parece medido milimétricamente. Lo que sucede es lo justo y necesario. El montajista Michael Shawver despliega estas dos líneas que siempre trabajan cierta unión. Hay gestos, elementos y situaciones sonoras, que unifican las líneas. Y eso es interesante, porque complejiza mucho más la estructura. Algunos dirán que hay algo de cobardía de Krasinski por ceder, aún más que en la primera, a la música extradiegética (música que no pertenece al mundo que se relata) en vez del silencio absoluto. Y si bien es cierto que aquí hay una mayor cantidad de momentos musicalizados, también hay pasajes muy extensos que apelan pura y únicamente al silencio. Quejarse de esto, expone un cierto desconocimiento sobre cómo funcionan las cosas en Hollywood. La música está asociada con la noción de ritmo, algo elemental para cualquier producción realizada dentro del corazón de la industria. Ningún film sin musicalizar, atravesaría las puertas de financiación de un estudio norteamericano. Bastantes son los minutos que el director utiliza en afán del suspenso más puro y eso lo convierte lejos de un director que cede, en uno que toma riesgos. Krasinski no necesita de la música más que para escenas de transición, esas que implican algunos traslados largos de los personajes, o bien, la necesita de forma diegética, como indicio de que hay vida más allá. La canción “Beyond the Sea” es el hilo que conduce a los personajes hacia una de las travesías. UN LUGAR EN SILENCIO 2 ratifica todas las grandes cualidades de la primera parte. Krasinski anula, por una hora y media, la lógica, en favor de un suspenso asfixiante. Una obra humana y sensible, que se carga de mayor valor en los tiempos que vivimos. Calificación: Muy buena.
REVISITANDO UN MUNDO SILENCIOSO No faltaban razones para encarar una secuela de Un lugar en silencio, película que triunfó en taquilla, juntando aproximadamente $340.939.361 con sus $17.000.000 de presupuesto, y también entre los críticos, obteniendo un 96% en Rotten Tomatoes y un 82% en Metacritic. También era tentador agrandar un universo cuya exposición, sabiamente, se había limitado a la perspectiva de los protagonistas. No tardaría en llegar una secuela, y -pandemia de por medio- ya se ha estrenado. Como toda secuela, Un lugar en silencio: Parte II se ve en la obligación de realizar un doble movimiento, aparentemente contradictorio: hacia atrás y hacia adelante. El segundo, porque debe ampliar el planteo estético de la primera, expandir el universo narrativo y continuar el arco narrativo de sus personajes. El primero, porque tiene que invocar el éxito de la primera; tratar de reproducir el aura que la hizo destacar. De lo primero, la película se hace cargo en la escena inicial, en la que conjura fantasmas y conecta lo que estamos por ver, la continuación de la historia, con su origen. Luego se libera, introduciendo nuevos personajes que tejen nuevos contrapuntos para los personajes que ya conocemos. Por otro lado, si la primera parte concentraba la acción en un lugar específico y mantenía a sus personajes juntos y estáticos, esta segunda los pone en movimiento y los separa, para encontrar allí nuevas etapas en sus desarrollos narrativos, así como escenarios y secuencias renovadas. Hay que decir, sin embargo, que no por ello Un lugar en silencio: Parte II se deja de sentir por momentos como que emula a la primera. El ritmo general es el mismo; se repiten las herramientas gramaticales de la primera, salvo por alguna pequeña variedad; los conflictos generadores de suspenso, partiendo siempre de la lógica del contraste entre ruido y silencio, son muy similares. Se trata, resumiendo, de una secuela conservadora, que pretende repetir la experiencia de expectación de la primera pero introduciendo algunas variaciones que la diferencie lo suficiente como para sostener cómodamente su hora y treinta y siete minutos de duración. Si en algo despega (e, irónicamente, pero también afortunadamente, lo hace tal como la primera) es en su ejecución técnica, en la cual se observa cuidado y diligencia. Tras el éxito relativo de esta secuela, queda ahora abierto el interrogante sobre cómo encarar una tercera parte, justificada también desde lo narrativo. A sabiendas de que es difícil que se desafíe una fórmula que ya probó ser exitosa dos veces, lo que resulta interesante desde el punto de vista del espectador tal vez no sea la posibilidad de encontrarse con la apuesta por una diferencia estética significativa, pero sí, al menos, por saber la conclusión de la atrapante trama de invasión alienígena, y el rol que estos protagonistas tendrán en ella.
El silencio tiene que ser total La secuela de la aclamada ópera prima de John Krasinski llega a los cines. Después del furor inmediato y casi unánime que causó A Quiet Place en 2018, mucho se especuló con la continuación de la historia pensada, dirigida y, en ese momento, protagonizada por John Krasinski. Una sensación que en principio no convencía por el buen resultado que la, ahora, primera entrega había ofrecido y continuar esa historia parecía poco necesario. Pero secuelas van y secuelas vienen y finalmente la Parte II ya está entre nosotros. En esta segunda entrega, ya sin la presencia de Lee (Krasinski), la familia Abott ahora liderada por Abby (Emily Blunt) deberá empezar a trasladarse por la ciudad para encontrar un nuevo rumbo luego de que su hogar se viera destruido. En la búsqueda de nuevos horizontes para establecerse e intentar vivir de una forma normal, Abby, Regan (Millicent Simmonds) y Marcus (Noah Jupe) encontrarán a Emmet (Cillian Murphy) un viejo conocido de una vida que ya no existe y que ambos intentarán acoplarse para sobrevivir el mayor tiempo posible. Desde el vamos, la simple idea y concepción de que la historia de Un Lugar en Silencio continuará tenía un sabor agridulce. A favor de la realización de esta secuela se encontraban sobre la mesa la gran puesta que logró Krasinski manejando el terror como hace tiempo no se veía y el gran laburo en la composición de sonido y en su edición. Del lado que hacía dudar a sus fanáticos estaba el hecho de que la historia parecía agotada, o por lo menos, con una continuidad bastante dudosa o cuanto menos complicada de seguir sin perder la sorpresa y que los recursos narrativos no se agotaran. Y a fin de cuentas la película termina siendo una gran combinación de las dos cosas; Las cuestiones técnicas vuelven a dar que hablar siendo la gran apuesta del director y aprovechando su, ya gran, mano para provocar sustos en pleno silencio. Al mismo tiempo la historia pareciera no aportar nuevas ideas e incluso el destino de los personajes es bastante confuso, no en cuanto a lo que se proponen sino a cómo lo llevan a cabo. Por momentos también la trama se torna demasiado previsible e incluso es más similar a juegos de supervivencia del estilo The Last Of Us o, incluso, a The Walking Dead, la famosa serie de zombies. Pero claro, ¿se podía esperar otra cosa? La verdad que no, pero las formas son el gran gancho que tiene para con el público. Es tan buena la generación de suspenso y angustia que genera el director con su propuesta técnica que todas las falencias de guion que se puedan tener se dejan de lado para “disfrutar” pasarla mal agarrado a más no poder a la butaca. Y decimos butaca porque la experiencia está pensada exclusivamente para verse en cine y la sensación de verlo en silencio, valga la redundancia, y en la oscuridad es algo que sólo puede lograrse en una sala. Las actuaciones del elenco pueden llegar a verse un poco desdibujadas por algunas de las decisiones que toman sus personajes y hay una decisión, que luego se ve en pantalla, de darle más lugar a los jóvenes y ellos son la gran aparición que tiene el film. Millicent Simmonds y Noah Jupe son la grata sorpresa de la película y no tienen problemas en llevar la trama en sus hombros. La incorporación de Cillian Murphy le da un poco de aire fresco y de renovación a la ya ahora franquicia y se acopla bastante bien a la química que hay entre los intérpretes pero no de destaca demasiado y Emily Blunt, que tiene una calidad probada en todos los géneros y de un curriculum irrefutable, queda un poco fuera de foco con menos minutos en pantalla y participación en la trama. Un Lugar en Silencio Parte II es una correcta continuación de su predecesora pero que en su búsqueda por ampliar su universo no consigue cautivar con nuevas historias o personajes, sino que lo más destacable de la película vuelve a ser el aspecto técnico. A futuro, y es obvio que lo tendrá, la saga deberá encontrar un rumbo certero de a donde apunta y sino es probable que ya la cuestión técnica no salve a Krasinski y compañía. Es hora de hacer un poco más de ruido, John.
Más que justificados son los miedos y prejuicios ante el estreno de secuelas que surgen, más que por necesidad narrativa, porque la original funcionó. Doble es el mérito entonces de aquellas películas que logran estar a la altura. Este es el feliz caso de Un lugar en silencio 2. ¿De qué se trata? La familia protagonista de la primera entrega sigue intentando sobrevivir en un mundo donde si hablás o hacés ruido, un monstruo te caza. Mientras que en la película de 2018, ella (Emily Blunt) está embarazada (andá a dar a luz sin gritar), en la segunda siguen su camino con el bebé (que como todo bebé llora a grito pelado). Un lugar en silencio 2: ¿terror o suspenso? Suelo decir que no me gusta el cine de terror, pero en realidad creo que no me agradan las películas de zombies, posesiones, casas embrujadas y todo eso. Un lugar en silencio, tanto la 1 como la 2, es terror de monstruos, pero tiene mucho de suspenso. La mayor parte del tiempo no hay monstruos, solo temor a que alguien haga ruido. Segundas partes que sí son buenas Si bien esta segunda película no agrega ni amplía mucho, tampoco parece forzada. La historia sigue y se siente natural. John Krasinski (director de ambas y esposo de Emily Blunt en la historia y en la vida) consigue incluir el personaje de Cillian Murphy perfectamente, pero a la vez apoya buena parte de la historia en los hijos de la familia. Me gustó mucho la relevancia que tienen, sobre todo hacia el final. Fanáticos de la primera no saldrán decepcionados. Un lugar en silencio 2 es una secuela digna, que sigue poniendo el foco justo en cada personaje al tiempo que maneja el sonido con astucia. El fuera de campo le gana al morbo del monstruo, entregando una película de gran nivel en todo sentido. ¡Súper recomendada! Un lugar en silencio 2 (A Quiet Place 2) Puntaje: 8 / 10 Duración: 97 minutos País: Estados Unidos Año: 2021
La secuela de la exitosa película de suspenso y terror de 2018 continúa las aventuras de la familia Abbott tratando de resistir los ataques de unas peligrosas y violentas criaturas con impecable sentido auditivo. El concepto generado por John Krasinski y los creadores de UN LUGAR EN SILENCIO era tan efectivo que la película se transformó en un suceso internacional inesperado allá por el lejano 2018. Y no sorprende que se haya realizado una secuela a partir de ese éxito. Ahora bien: ¿se puede replicar el impacto una vez que uno ya descubrió los secretos y trucos que hacen al film lo que es? ¿Existe la posibilidad de imaginar nuevas y originales situaciones que no obliguen a repetir hasta el cansancio lo que en un momento fue original? Tras ver UN LUGAR EN SILENCIO 2 habrá que de decir que sí y que no, que se pueden imaginar nuevas situaciones pero que quizás no alcancen para replicar el impacto. Sigue siendo, claro, un dispositivo eficaz para crear suspenso. Y, en épocas como ésta, es más que suficiente… Casi una película muda (o susurrada) durante largos trechos de su desarrollo, UN LUGAR EN SILENCIO funcionaba a partir del suspenso que se podía generar con el más mínimo ruido debido a la presencia de unos monstruos que atacaban en función del sonido. Abrir una lata de gaseosa podía significar una muerte segura. Y ni hablar el llanto de un bebé. La única opción para sobrevivir fue y sigue siendo el silencio más absoluto, algo que la familia Abbott maneja mejor que muchos ya que su hija mayor es hipoacúsica y todos están acostumbrados a hablar con lenguaje de señas. La secuela arranca como precuela. Su intención es contar el día en el que las criaturas arribaron destruyendo todo a su paso, con los Abbott como una de las pocas familias en sobrevivir a la violenta invasión a su ciudad en pleno partido de béisbol de su hijo. En la brutal y spielberguiana escena de apertura conoceremos también a Emmett (Cillian Murphy), padre de otro chico del lugar, quien reaparecerá cuando la película continúe los eventos de la anterior que culminaron, entre otras cosas (SPOILER ALERT si no vieron la primera parte) con la muerte de Lee (Krasinski), el arriesgado patriarca Abbott. Su ahora viuda Evelyn (Emily Blunt), su hija Regan (Millicent Simmonds), su hijo Marcus (Noah Jupe) y el recién nacido bebé cuyo llanto los pone siempre en peligro (y al que hay que callar de maneras no recomendables por los pediatras) marchan ahora en silencio tratando de encontrar un nuevo lugar donde refugiarse de las criaturas. Ya han aprendido algunos trucos –como amplificar las frecuencias sonoras que emanan del implante coclear de Evelyn para alejarlas– pero el peligro está latente. Además, claro, están los seres humanos que –como va quedando más claro cada día que pasa– pueden ser más peligrosos que los virus (perdón, que los monstruos) a la hora de obligar a los protagonistas a tomar recaudos y a resolver problemas con inteligencia. Emmett, el primer ser humano con el que se topan en su recorrido, los complica ya que no quiere saber nada con recibir gente y les tiende trampas. Los ruidos que se generan por esos dolorosos «sistemas de defensa» atraen la atención de los monstruos. Pero los Abbott demuestran sus habilidades sonoras para liquidarlos y el depresivo Emmett, un poco a regañadientes –hay algunos traumas del pasado con los que lidiar ahí–, termina dándoles lugar en su propio búnker, aún más asfixiante que el del film anterior. Pero pronto todos se dan cuenta que va a ser muy difícil la subsistencia de cinco personas en ese espacio sin aire y hasta el propio Emmett se niega a darles cobijo allí. La que parece encontrar una solución es Regan, que toma una vibración sonora que escucha en una frecuencia radial como prueba de que hay sobrevivientes en otro lado y sale decidida a encontrarlos. Evelyn le pide a Emmett que la traiga de regreso pero la chica lo convence de acompañarlo en la misión. Y de ahí en adelante la trama se dividirá –muchas veces mediante un montaje paralelo al borde de lo excesivo– entre las desventuras de Regan y Emmett en los espacios abiertos, y las de Evelyn, Marcus y el bebé en la zona que rodea el bunker, cada uno con diferentes problemas y complicaciones específicas. La lógica de UN LUGAR EN SILENCIO 2 tiene algo del cine de M. Night Shyamalan pero, a su vez, coquetea con mecanismos seriales como los de THE WALKING DEAD. Si bien el minimalismo de las acciones generan un clima tenso y el miedo puede explotar con el más mínimo ruido en el momento más incómodo, a la vez la secuencia de acciones da a pensar que este tipo de aventuras pueden estirarse por temporadas y temporadas de una serie. De algún modo, al terminar de verla, uno tiene la impresión que Krasinski se encargará de una tercera película y que de allí en adelante algún showrunner se dedicará a explotar la franquicia hasta lo insoportable. Pero mientras el realizador esté a cargo del asunto, la saga parece estar en buenas manos. Como un experto director de género, el bueno de Jim Halpert de THE OFFICE sigue demostrando su talento para generar suspenso con mínimos movimientos, ruidos incómodos, apariciones sorpresivas y sonidos abrasivos que de golpe lo sacuden todo. A eso le agrega una indudable empatía con los protagonistas y su devenir. Y la película gana puntos extra al hacer que Regan termine siendo la gran protagonista: la más valiente, la que mejores ideas tiene y la que se las ingenia para imaginar soluciones a todo tipo de problemas. La trama puede seguir teniendo sus «agujeros» y sus situaciones un tanto inexplicables (los espectadores se quedarán pensando, igual que en el film anterior, cuáles son las reales capacidades de los invasores y cómo ciertas ideas que aparecen a nadie se les ocurrió antes), pero un poco como pasa con los films de Shyamalan, lo importante es que el espectador se meta adentro del mundo tenso y angustiante que se crea mediante la imagen y, especialmente, el sonido, manejado con absoluta y enervante pericia. Es cierto. La lógica puede ser un tanto implausible especialmente en algunas secuencias, pero se trata de un asunto un tanto secundario cuando la puesta en escena convence y el terror atrapa. Minutos, quizás horas después, uno podrá dudar sobre ciertas inconsistencias lógicas. Pero la magia del cine pasa por aquel viejo truco de lograr que, al menos durante lo que dura una película, suspender la incredulidad del espectador. Y eso, en UN LUGAR EN SILENCIO 2, está más que logrado. Uno entra de lleno en la propuesta. Y la atraviesa tapándose la boca… por las dudas.
Uno de los mayores éxitos de cine terror de los últimos años vuelve con su secuela, ¿A Quiet Place 2 está a la altura de la original? Con A Quien Place, traducida acá como Un lugar en silencio, John Krasinski se transformó en el último actor en pegar exitosamente el salto de delante a atrás de la pantalla, cosechando éxito de crítica y taquilla por igual. Claro, algo ayudo que su esposa, la talentosísima Emily Blunt, se prestara al protagónico. Acá regresa con una secuela, en lo que claramente se perfila como, mínimo, una trilogía. Si bien han pasado cuatro años desde el estreno de Un lugar en silencio, en parte gracias a la pandemia, en la narrativa no ha pasado ni un minuto, comenzado la película exactamente donde comenzó la otra. (No voy a decir spoiler alert, qué haría alguien leyendo la reseña de la parte dos si no vio la primera). Luego de una apertura muy efectiva, que nos invita mediante un flashback como comenzó la invasión, nos encontramos nuevamente con la familia Abbott, sacudida por el sacrificio del padre Lee (Krasinski), quien dio la vida para que su esposa (Blunt) e hijos, incluyendo el recién nacido bebé, pudieran seguir viviendo. Destruida la granja que les había servido de hogar durante un año entero, los Abbott comienzan una peregrinación en busca de otro refugio y más sobrevivientes. Pero cuentan con una nueva arma a su disposición, pues en el tercer acto de la primera parte Regan (Millicent Simmonds) descubrió una frecuencia alcanzada por su audífono que enloquece e incapacita a las criaturas. Los fuertes de A Quiet Place 2 son en gran medida los mismos que los de la primera parte. Primero, la buena mano de Krasinski, quien no solo dirige, sino que también escribe, para tomar la premisa de monstruos ciegos que imponen hacer todo en silencio para construir sustos y suspenso. Los elementos que se suman a la mitología de los bichos son también usados efectivamente en este sentido, como se ve en la secuencia del muelle. En segundo lugar, le vuelve a agregar volumen dramático el casteo de actores solventes, sumándose esta vez Cillian Murphy, veterano de películas de filozombies siendo el protagonista de la clásica 28 Days Later o Exterminio, que aquí hace de amigo de la familia atravesado por una tragedia y que a lo largo de la película deberá recuperar su humanidad. Que buena parte de las acciones que dinamizan la trama se centren en el viaje que emprenden su personaje Emmett y Reagan hace que los ecos de The Last of Us, una de las mejores historias posapocalípticas de la década pasada, que casualmente es un juego exclusivo a las plataformas Playstation, no parece casual y parece casi un intento de ganarle de mano a la adaptación que prepara HBO. A Quiet Place Si funciona no es solo porque Murphy es bueno, sino también porque el casting de los niños actores Simmonds y Noah Jupe, gran acierto de la primera parte, sigue pagando dividendos. De hecho, Reagan es presentada como la clara protagonista del film, carga que lleva con solvencia. De tener que señalar puntos flojos, diría que su peor enemigo es justamente la sensación que fue Un lugar en silencio. Si bien acá se cumple con el mandato de expandir el mundo construido en la original, mostrándonos más de los personajes por lo que aprendimos a preocuparnos, no se da el salto que distingue a las grandes secuelas, esas que superan a la original, sea por redoblar la apuesta en términos narrativos o romper directamente y salir con un giro inesperado. No ayuda que el recurso del final con cliffhanger utilizado en la primera, de terminar la película en lo que se siente in medias res, acá sea utilizado con tanto énfasis que podría sentirse que la resolución del conflicto se guardó para la inevitable tercera parte. En definitiva, A Quiet Place 2 es una segunda entrega que gustará a los fans de la primera, ofreciéndole un vistazo más expansivo al mundo del que se enamoraron. Es, también un thriller, una de terror eficiente en términos propios. Pero quien busque aquí un salto superador, algo más en términos narrativos o formales que redoble la apuesta a la opera prima de Krasinski, va a tener que esperar a la Parte III.
Aquello que destilaba originalidad y sorpresa en su predecesora, en esta nueva, e innecesaria entrega, propone el clásico juego de caza entre gatos y ratones, los que, una vez más, intentarán huir, en silencio, del espacio habitado por seres extraterrestres. Que el sonido sea parte desde las primeras escenas, ya subvierte las premisas originales, debilitando la propuesta en una remake de su primera parte.
Repite fórmulas pero mantiene la intriga asfixiante El actor y director John Krasinski vuelve a sorprender con un perfecto manejo de los silencios para crear tensión y generar terror. La ingeniosa A quiet place (2018) se posicionó como un refrescante blockbuster moderno, garantizando que el actor John Krasinski -en su debut como director- obtuviera el merecido respeto de la crítica especializada. Repitiendo la fórmula del éxito, A quiet place 2 ofrece la misma cantidad de intriga asfixiante que encanta a los amantes del terror pese a tener una historia de corte más predecible. Después de los eventos mortales sufridos en su hogar, la familia Abbott (Emily Blunt, Millicent Simmonds y Noah Jupe) ahora deben enfrentar los terrores del mundo exterior mientras continúan su lucha por la supervivencia en silencio. Forzados a aventurarse en lo desconocido, se dan cuenta rápidamente de que las criaturas que cazan por medio del sonido no son las únicas amenazas que acechan más allá del camino cubierto de arena. No hay grandes incorporaciones en la secuela pero sí se refuerza el protagonismo de los jóvenes actores, a quienes se les otorga el arco dramático más maduro y que -eventualmente- podría seguir evolucionando en una tercera parte. Krasinski forma parte de una camada de espectadores que crecieron con el cine de Steven Spielberg y eso puede verse en las decisiones artísticas u homenajes al director que yacen en la saga: la exploración en los vínculos de padre e hijos (E.T, Encuentros cercanos del tercer tipo, Indiana Jones y la última cruzada) y una referencia calcada a aquella épica escena de Jurassic Park con los niños escapando de los velocirraptores son algunas de las influencias spielbergianas más notables de esta aventura. Potenciando y perfeccionando todos los recursos que ya funcionaron -la profundidad emocional con la que se construyen los personajes o la perfecta habilidad para crear climas de tensión asfixiante en total silencio- A quiet place 2 vuelve a ser una experiencia inmersiva en la que uno casi interactúa con la película. Un gancho lo suficientemente inteligente para correr a sacar una entrada de cine.
Hay una tendencia a sobrevalorar el trabajo de los actores cuando se convierten en directores. Más aun sí el actor es famoso por hacer comedia y su película no lo es. Así es como John Krasinski consiguió que su película de terror Un lugar en silencio recibiera toda la atención que tal vez no le hubiera proporcionado un director no famoso. Pero la película estaba realmente bien y la taquilla también la acompañó. Lamentablemente decidieron hacer una segunda parte y de alguna manera arruinar aquella experiencia. Está claro que Krasinski eligió como director la opción de ser clásico, respetaron los géneros, y salir más que airoso del compromiso. Una película sobria y bien narrada con una secuela que repite el concepto. Se luce y responde a su fans con un gran prólogo donde aparece su personaje y luego vuelve a contar de forma eficiente otra historia en el mismo universo devastado con alienígenas especialmente sensibles en su audición. Si alguien dice que está bien, no se equivoca, si alguien dice que es menos de lo mismo, también tiene razón. Es ver el mismo truco una y otra vez, pero para mí un escalón abajo. Esperamos otra historia del mismo director y no más secuelas.
Una secuela que disminuye el peso dramático tan presente en su antecesora y que apuesta por el suspenso a cada momento. Lo mejor es la inclusión de Cillian Murphy cargando con todo el protagonismo. A William Friedkin le encantó.
Como dos caras de una misma moneda, los estrenos de “Un Lugar en el Silencio” (2018) y su segunda parte, de flamante cosecha 2021, entregan miradas tan dispares como contrastante resulta el panorama del género del terror, a lo largo de los últimos veinte años. Un territorio permeable a la repetición, a la síntesis de recetas argumentales ya probadas, a la recurrencia de mecanismos propulsores del miedo bajo efectos archi conocidos y, sobre todo, a la proliferación de sagas, secuelas y remakes, en detrimento de un auténtico valor, un tanto subestimado por estos tiempos: la originalidad. Para muestras basta una prueba incontrovertible: pensemos en la innecesaria, forzada e irrisoria “El Conjuro 3”, que compartió cartelera en simultáneo con el film que nos ocupa. Originalidad era una virtud que exhibía la primera parte de esta historia, anteriormente mencionada. A su llegada a los cines, vimos con buenos ojos una provocativa y singular propuesta que, en tiempos de sobreestimulación y vértigo parecía inclinarse por una concepción más minimalista: por las evidentes elecciones argumentales, que serán por completo familiares a quienes conozcan la trama, es sustraído el valor ‘sonido’. Un acontecimiento fatal colocará a los protagonistas en total indefensión ante los peligros de un mundo exterior que acecha, implacable. La aventura los deposita en las garras de un enemigo desconocido, una auténtica amenaza latente que se mueve por instinto. Ser humano versus bestias, la pugna del más fuerte se dirime en una lucha en donde la orientación sensorial dictaminará al vencedor. Con el ruido llega la aniquilación, y la distopía garantiza una posibilidad de escape, siempre y cuando nos mantengamos en la total quietud. Y en esa pérdida, existió una consabida ganancia a la hora de hacer de dicho artilugio narrativo, un factor preponderante para crear climas de suspenso. Al igual que el grupo familiar librado a la suerte de su existencia en parajes en absoluto ideales, al cine de terror buscaba refugio…y lo encontraba, al menos de modo provisorio si analizamos la película original. La novedad deja de serlo demasiado pronto y esta precuela, de exclusivos fines comerciales, está francamente de más. No existe factor llamativo que el paradigma apocalíptico pergeñado por John Krasinki, hace tres años, pueda revitalizar aquí. Más allá de una puesta en escena identificable y planificada con obsesiva precisión, sus recursos para provocar genuino impacto parecen visiblemente agotados. Por momentos, pareciera que estamos viendo la misma historia antes contada. Y hasta podemos adivinar los habituales escondites, el oportuno ingenio infantil, la frecuencia audible que despierta el apetito asesino de estas bestias de pesadilla y también el destino que tendrán tan horripilantes criaturas, víctimas de decibelios de onda reproductora de sonido utilizada como arma y trampa mortal. Ejemplar del cine de terror de supervivencia, “Un Lugar en el Silencio – Parte II” justifica su existencia enlazando determinados pasajes con eventos ocurridos en la primera película. No obstante, con relajada previsibilidad, tira más allá de la cuerda de lo digno, amparándose en su otrora fórmula exitosa. Lo nuevo, ya es viejo y conocido. Y asusta poco y nada. Poco pueden hacer excelentes intérpretes (Cillian Murphy, Emily Blunt), librados a su suerte en fútil lenguaje de señas. Vivimos tiempos de simulación virtual y clonación de ideas.
Tras haber sobrevivido más de un año al apocalipsis, es destruida la granja que le había servido de refugio a la familia Abbot. Evelyn (Emily Blunt) decide llevar lo que queda de su familia hacia un nuevo lugar seguro. Siguiendo las señales que varios vecinos solían encender cada noche para darse ánimos, llegan hasta una fábrica abandonada donde esperan encontrar ayuda. Pero allí solo encuentran a Emmet (Cillian Murphy), un antiguo vecino que no desea compañía. Con un bebé a cuestas y su segundo hijo herido, Evelyn no puede evitar que su hija mayor (Millicent Simmonds) abandone el refugio siguiendo la pista de una estación de radio, desde donde espera compartir con el resto de los sobrevivientes la nueva arma que descubrieron contra las criaturas que los acechan. Apelando a la amistad que supo tener con su marido Lee, Evelyn convence a Emmet de salir a buscarla para traerla de regreso: encontrarla y convencerla de regresar van a ser dos cosas muy diferentes. Un lugar en Silencio 2, el regreso coclear. Nuevamente con la dirección de John Krasinski, que además no se pierde la oportunidad de revivir a su personaje por un rato en una escena introductoria que no aporta nada a la historia de Un lugar en Silencio 2, más que justificar la existencia de Emmet, esta secuela retoma exactamente un minuto después de donde se había quedado la impactante primera parte (ver REVIEW) que supo mantenernos al borde de la butaca generando tensión en el más profundo silencio. Pero Un lugar en Silencio 2 no repite la fórmula al pie de la letra y prefiere presentar una historia más enfocada a la acción que al suspenso, que no deja de ser lineal por estar separada en dos partes concentradas en cada pareja de personajes. Por un lado, es entendible la decisión de apuntar a algo diferente antes que repetirse con una propuesta que difícilmente pueda tener el mismo impacto, pero al deshacerse de lo más emblemático que tenía el resultado final termina siendo algo decepcionante. Aunque entretiene tanto como otras películas similares, Un lugar en Silencio 2 no ofrece nada nuevo o superador sobre lo ya visto. Su mayor problema es lo alta que le dejó la vara la primera parte, que justamente se distinguía por esconder a sus monstruos y no recurrir a los sobresaltos efectistas para construir tensión o provocar miedo. Justamente es todo lo que no hace Un lugar en Silencio 2, tiene muchas más ganas de mostrar a sus criaturas revoleando humanos como si fueran muñecos de trapo, que verlos rastrear sus escondites con su oído implacable capaz de detectar una respiración demasiado agitada. Las acciones se suceden sin mucho fundamento en Un lugar en Silencio 2, empujadas por caprichos y coincidencias que aparecen cada vez que hace falta seguir avanzando aunque ya no nos importe mucho lo que le pueda pasar a esta familia que supo tenernos en vilo con algo tan simple como un clavo. No solo Un lugar en Silencio 2 está muy lejos de construir tensión y suspenso con la misma intensidad que su predecesora, también el carisma que tenían los personajes se ve deslucido en esta secuela que parece hecha con muy pocas ganas y más por una necesidad de aprovechar un éxito que de tener algo que contar o que aportar al universo propuesto. Es una crítica que es más fácil perdonarle a una película pensada para ir directo a streaming, de presupuesto modesto y elenco acorde, pero Un lugar en Silencio 2 tenía unos zapatos mucho más grandes que llenar y quedó lejos de estar a la altura.
Un Lugar en Silencio 2, de John Krasinski. Una terrorífica segunda parte que supera a la primera. miguel angel Silva miguel angel Silva Following Jul 24 · 4 min read Cuando estaba a punto de estrenarse la segunda parte de Un Lugar en Silencio — allá por Marzo del 2020 — nos cayó del cielo como una plaga bíblica — o como el meteorito de la película — la pandemia por Covid 19. De pronto, como una gran metáfora de lo que aconteció a partir de ese momento, los cines se convirtieron en esos lugares silenciosos que anunciaba la cartelera, carteleras que se fueron destiñendo con el paso de los meses en salas cerradas y en completo silencio. El director John Krasinski nunca dudó: su película tenía que proyectarse en cines y no en plataformas de streaming. Por fin, en esta especie de tregua que estamos atravesando, Un Lugar en Silencio 2 se pudo estrenar en pantalla grande y, lejos de resultarnos una película a la que la espera le jugó en contra, ocurrió todo lo contrario. La espera valió la pena y echó por tierra la conocida frase: “nunca segundas partes fueron buenas”. De hecho, en algunos aspectos como el montaje y la tensión dramática, esta película es superior a la primera. La familia Abbot, compuesta por Lee Abbott (John Krasinski, sí el mismísimo director), su esposa, también en la vida real, Evelyn Abbott (Emily Blunt) y sus dos hijos, Regan Abbot (Millicent Simmonds) y Marcus Abbot (Noah Jupe) siguen sufriendo en esta suerte de aventura post apocalíptica desde el mismo momento en que terminó la primera parte. De hecho, Un Lugar en Silencio podría ser tranquilamente una sola película de tres horas de duración. El pie lastimado y vendado de Evelyn por un clavo traicionero en las últimas escenas de la primera parte la acompañará en toda la segunda. Todo sigue igual…, es decir, horrorosamente igual. Las criaturas que asolan el planeta como aliens despiadados siguen masacrando a sus habitantes ante el menor ruido, susurro o atisbo de sonido que puedan producir. Si bien el factor sorpresa ahora no existe, el mérito es mantener la tensión — en algunos momentos en tres espacios diferentes, por lo que esa tensión se triplica — hasta límites que nos eximen hasta de respirar. El director plantea que si las cartas ya están echadas, es decir, si ya sabemos que estamos ante una invasión de alienígenas despiadados, ahora la cuestión es saber qué hacemos para sobrevivir. Esta segunda parte tiene la inteligencia narrativa de contarnos cómo empezó todo a través de un flashback que nos hace acordar al mejor Steven Spielberg, el de Tiburón (1975), aunque también al Spielberg de La Guerra de los Mundos (2005) e incluso al de Jurassic Park (1993). Todo un homenaje al Rey Midas, el artífice del mejor cine de entretenimiento de todos los tiempos. La estructura narrativa empieza como Tiburón y una amenaza que se visibiliza en los rostros de las víctimas más que en la presencia de los victimarios, sigue como en La Guerra de los Mundos — la huida desesperada entre multitudes de autos, gritos y caídas cuando estos seres llegan a la Tierra — y termina a lo Jurassic Park y la depredación aterradora de estas criaturas que no sabemos de dónde vienen, para qué vinieron y cómo terminarán. Tampoco hace falta saberlo. Una de las premisas del género del terror es que el misterio nunca tiene que ser revelado. Y esto, lejos de parecer una concatenación de plagios al brillante Steven, se convierte de la mano del director en una gran virtud. “Un clásico instantáneo del terror de culto”, dijo William Friedkin sobre esta película en un mensaje por twitter. Y si algo sabe el director de El Exorcista (1973), es precisamente saber lograr atmósferas terroríficas, por lo que su comentario es, por demás, valioso y digno de atención. Parte del “encanto” de esta película — de las dos — es la gran interpretación de sus protagonistas. Una continuamente aterrada hasta las lágrimas Evelyn Blunt se convierte en una nueva Ripley, o quizás en una nueva Sarah Connor, pero Evelyn es más humana por lo tanto la percibimos más cercana a nuestros propios sufrimientos, aunque igual de letal que las heroínas del Alien (1979) de Ridlet Scott y Terminator (1984) de James Cameron. La acompaña un correcto Emmett (Cillian Murphy), el nuevo integrante de esta familia que se quedó sin Lee Abbot, muerto en la primera parte, y por supuesto la superlativa actuación de Millicent Simmonds en el papel de Regan Abbot, una niña hipoacúsica — lo es en la vida real — que se convierte en la estrella de la trama. En varias escenas, el director nos sumerge de lleno en el punto de vista de Regan, es decir, en un mundo insonoro. Un gran acierto. Porque si hay algo de suma importancia en esta película es el manejo del sonido en todos sus niveles, tanto el caótico y ensordecedor cuando aparecen las criaturas — no exento de algunos jump scares — como la ausencia de ellos hasta niveles minimalistas. Un Lugar en Silencio 2 nos recibe en el cine de la mejor manera posible: la magia de la gran pantalla sigue latente, aunque en este caso tengamos que mantener la respiración durante 90 minutos seguidos.
Esta es la segunda parte de aquella película de 2018 que nos contaba la forma en que una familia debía sobrevivir en un entorno rural luego a la invasión de seres de quienes, en ese momento, no podíamos asegurar si venían de otro planeta o cual era su real su verdadera procedencia. El director John Krasinski se guarda la información sobre el origen de estas criaturas como parte de su muy buen trabajo como constructor de un clima de misterio y una atmosfera que constantemente anuncia peligro. En un mundo que nos ha acostumbrado a sagas con secuelas intrascendentes y descolgadas de la original esta película es una segunda parte en toda regla y no una secuela forzada ya que retoma exactamente dónde nos dejó la primera, es decir nos hace lidiar con las consecuencias básicas de lo sucedido en esos últimos instantes de la película anterior: el nacimiento del niño y la revelación sobre cómo acabar con estos seres extraños. En esta segunda parte nos encontramos con seres más rotos de que los se nos presentó en la original y que por lo tanto lidian con las consecuencias personales de aquellos acontecimientos. Krasinski que fue incluido por la crítica dentro del grupo de directores englobados en aquella falacia llamada elevated horror; falacia porque nadie puede elevar aquello que desprecia. El director demuestra en esta película que está más cerca de su colega Jordán Peele que de directores carentes de capacidad narrativa como Robert Eggers y Ari Aster ya que lo que prioriza es la historia por sobre el virtuosismo visual intrascendente. Krasinski narra de forma simple y eficaz porque tiene algo que contar sin hacer exhibición de sus conocimientos técnicos, no porque no los tenga sino porque no es necesario hacerlo y sobre todas las cosas porque no aportarían nada a la trama. A Quiet Place es una película y parece una película a diferencia de otras obras del género que parecen ser tesis de jóvenes tímidos que tratan de defender su punto de vista con todos los fundamentos necesarios para sentar una tesis, pero olvidándose de aquello que en realidad quieren contar. Krasinski tiene la suficiente madures y seguridad como para no recurrir a trucos burdos para adornar su historia. Es aquí donde la película y este estilo de terror en general me recuerdan a aquella definición dada por Gustavo Cerati y Ricardo Mollo en una entrevista en 2003 con motivo del lanzamiento de «Let It be naked», aquel álbum de The Beatles en el cual se despojaba al clásico «Let it be» de todos los arreglos impuesto por el productor Phil Spector. En aquella entrevista los músicos decían sobre Spector: «utiliza la pared de sonido y una serie de recursos de sonido que maquillan la composición original para encubrir sus propias inseguridades y falencias». Trasladando esas inseguridades y falencias al ámbito audiovisual puedo decir que Krasinski evita ese tipo de adornos y desviaciones porque está seguro de lo que narra y de la forma en que lo hace. En cuanto a lo ideológico esta película surge en un momento en el cual la paranoia y las rispideces políticas entre oriente y occidente están puestas en primer lugar lo que nos hace recordar a aquellos clásicos de la década de 1950 y 1960 en los cuales las amenazas eran seres desconocidos, venidos de otro mundo y que amenazan el estilo de vida de las personas, pero muy en línea con las ideas contemporáneas la amenaza de alguna manera a infiltrado el territorio propio. Tal vez esto solo sea una casualidad, pero aun así no dejan de coincidir aquel momento histórico de tensión política con este. A Quiet Place 2 nos presenta la historia desde el día uno de esta invasión de seres extraños, usando de forma narrativa este comienzo para presentarnos a los personajes sobre los que girara la trama de la película. En este film debemos seguir las tramas que se abren en torno a Regan (Millicent Simmonds), quien quiere compartir con el mundo la solución a la invasión que ha descubierto en la primera parte de esta historia, y Emmeth (Cillian Murphy) quien decide acompañarla y protegerla no solo de monstruos sino también de otros humanos; por otro lado, la historia nos presenta a Evelyn Abbott (Emily Blunt) quien debe proteger a su niño recién nacido y a Marcus (Noah Jupe) su segundo hijo quien ha sido gravemente herido en un accidente. La película transcurre de forma dinámica, con un muy buen montaje que mantiene siempre atento al suspenso creado en cada escena. En el rubro técnico la película es más que correcta, pero eso algo positivo porque nos permite s centrarnos en lo que realmente importa, es decir la historia que se nos cuenta.
Un Lugar en Silencio: Parte II sigue manteniendo un buen nivel de suspenso y concentra casi toda la acción en la primer y última escena, dejando todo servido para una continuación. No parece tanto una secuela sino un epílogo de la anterior o un capítulo. Pero de todas formas, la historia sigue siendo interesante y por sobre todo sigue funcionando.