Cuando los grandes directores están varios años sin filmar, el público que los idolatra nunca deja de extrañarlos y los espera con ansias. Tal es el caso de Cameron Crowe. Este año regresó por partida doble: primero, Pearl Jam Twenty, documental sobre la mítica banda de Seattle, y ahora, su nueva obra de ficción: Un Zoológico en Casa.
Ya no alcanza con el perro, el gato o la tortuga ¡Es hora de más! Benjamin Mee (Matt Damon) es un hombre que luego de la muerte de su mujer, debe afrontar la vida junto a sus dos hijos: una niña adorable y un adolescente rebelde que aún mantiene el duelo por su madre, generando que sus conductas no apropiadas lo expulsen del colegio. Con una necesidad imperiosa de volver a empezar, Mee decide mudarse y encuentra el lugar indicado para que todo renazca. Salvo que el tan ansiado lugares un Zoo que al morir su dueño dejó explicito que quién compre la casa deberá hacerse cargo de los animales en peligro de extinción que ahí viven aún bajo el cuidado de un equipo muy especial, entre los que se encuentra su directora Kelly Foster (Scarlett Johansson). El guión es una adaptación de la novela autobiográfica del propio Mee, y es una muestra constante de lucha, entereza y puesta en marcha cuando parece que es difícil poner primera y avanzar. Sin dudas, su director Cameron Crowe (“Jerry Maguire”, “Casi Famosos”) es un experto en darle puntapiés a los personajes y sacarlos a flote. En Un zoológico en casa, los búsqueda por la soluciones sean económicas y/o emocionales están siempre latentes y son tratadas en un tempo lento como si nosotros los espectadores estuviéramos viviendo las transformaciones internas del personaje o de algunos de ellos. Las escenas vinculadas a la madre muerta son lo mejor del film. Más allá de los lugares comunes que nutren la misma, que cualquiera puede percibir con ver su tráiler o su sinopsis, encontrará una película entretenida para ver en familia. Matt Damon tiene sus altibajos y Johansson no logra deslumbrar en ningún momento (no sé que le pasa pero últimamente viene de mal en peor con la elección de sus papeles y ni hablar de su performance). Quienes logran un gran destaque son Maggie Elizabeth Jones y Colin Ford, ambos como hijos de Damon en la historia. Y Elle Fanning que nació para estar frente una cámara y cada día, actúa mejor. Una gran gran promesa de Hollywood.
Hollywoodland La cosa es así: la historia de Un zoológico en casa está basada en un caso real ocurrido en 2007 en Inglaterra. El protagonista, Benjamin Mee, la convirtió luego en un libro y ahora Cameron Crowe la llevó al cine. Crowe es, para mi gusto, un gran director con muy buenas películas (Digan lo que quieran, Vida de solteros, Jerry Maguire: amor y desafío, Casi famosos, el reciente documental Pearl Jam Twenty) y otras olvidables, aunque siempre con algunos grandes momentos. Vamos al film: En otras manos, Un zoológico en casa podría haber caído bajo, muy bajo. Es una historia sentimental, edulcorada, terapéutica, new age y casi religiosa (sí, con algo del Arca de Noé). Pero Crowe -sin llegar a las alturas de sus mejores trabajos- y ese notable actor que es Matt Damon la mantienen a flote, con una saludable brisa de dignidad. Crowe es un romántico y un cultor del cine clásico de Hollywood (aquí hay mucho del cine-a-lo-cuento-de-hadas de Frank Capra) y, por lo tanto, no le teme al ridículo (aquí, cuando Damon habla con un felino que sufre una enfermedad terminal, estamos muy cerca de eso, de un film de Tim Allen o del Dr. Dolittle de Eddie Murphy). Pero -una vez aceptadas las convenciones del caso- disfruté bastante de la película, que va desde el melodrama familiar lacrimógena a la más ligera comedia de enredos. Aquí va la trama (tranquilos: no hay spoilers): Damon es Benjamin Mee, un periodista de Los Angeles que luego de la muerte de su esposa Katherine (Stephanie Szostak), renuncia a su trabajo en un diario y se muda con su rebelde hijo de 14 años (Colin Ford) y su querible hija de 7 (Maggie Elizabeth Jones) a una casona con… zoológico incorporado. Allí se encontrará con un staff liderado por la bella Kelly Foster (Scarlett Johansson), un par de freaks (Patrick Fugit y Angus Macfadyen) y la pequeña Lily (la genial y aquí no del todo aprovechada Elle Fanning). El malvado de turno (el inspector que debe habilitar el zoológico) está interpretado por un simpático John Michael Higgins. Pero, más allá de los desniveles y excesos que se le pueden encontrar, hay otros elementos que hacen de Un zoológico en casa un film nada desdeñable: 1- La actuación de ese scene stealer que es Thomas Haden Church, aquí como Duncan, el hilarante hermano contador de Damon. 2- La fotografía del mexicano Rodrigo Prieto, el mismo de Secreto en la montaña y Los abrazos rotos. 3- La banda sonora compuesta por Jónsi, lider de Sigur Rós, acompañada por la catarata de temas (una fonola interminable) de Bob Dylan, Tom Petty, Neil Young y siguen las firmas. Es decir, con el sello de ese director/melómano que es Cameron Crowe.
Rugidos y lágrimas El director Cameron Crowe logra un relato emotivo de gran impacto que habla sobre los vínculos familiares, el amor a los animales y las ausencias que marcan la vida de los personajes. Basada en las memorias de Benjamin Mee, Un zoológico en casa recorre la vida de un aventurero y redactor (Matt Damon) que intenta sobrellevar la pérdida de su eposa, mientras convive con su pequeña hija, su hijo adolescente y mantiene un estrecho vínculo con su hermano (Thomas Haden Church). Benjamin se gasta todos sus ahorros al comprar una propiedad que tiene un ruinoso zoológico con más de doscientos animales. Aunque la ficción se ambienta en el Rosemoor Wildlife de Los Angeles, el verdadero zoológico, el Dartmoore Zoological Park, se encuentra en Londres. El ciclo de la vida y de la muerte queda plasmado con convicción por el realizador de Jerry Maguire, Casi famosos y Todo sucede en ElizabethTown, que encontró el material adecuado y a los intérpretes ideales para emocionar al espectador. Al buen diseño de los personajes, como el hombre de familia en busca de la superación personal y familiar o la presencia de la directora del zoo, encarnada por Scarlett Johansson; se suman oportunos toques de humor a cargo del equipo que comanda el zoológico o el estricto funcionario que tiene que habilitar el lugar para su reapertura. Entre rugidos y lágrimas, cada pieza encuentra el tono adecuado en esta película pensada para la familia.
Cameron Crowe no hace películas todos los años, pero cuando regresa a los cines sus historias nunca pasan desapercibidas. Inclusive cuando el estudio Fox en Latinoamérica vende su trabajo como si fuera una comedia familiar de Guillermo Francella. La verdad que cuando leí por primera vez sobre este proyecto de Crowe no me entusiasmé demasiado, ya que no se trataba de una historia original de él, sino de la adaptación del libro de memorias de Benjamín Mee, “We Bought a Zoo” que tuvo repercusión en Estados Unidos. Era una película por encargo para un estudio de Hollywood. Esto no es algo necesariamente negativo. De proyectos por encargo salieron filmes como El Padrino, El Exorcista y Superman que hoy son clásicos del cine. Inclusive cineastas tan personales como Richard Linklater hace unos años hizo para los estudios Paramount, Escuela de Rock, que en mi opinión es una de las mejores comedias estrenadas en la última década. Este estreno en particular con el que cerramos el 2011 originalmente fue escrito por Aline Brosh McKenna, responsable de la “Chandler movie”, El Diablo viste a la moda, la horrible remake de Fama y la más espantosa todavía, No se cómo lo hace, con Sarah Jessica Parker que se estrenó hace poco. Afortunadamente (y esto no lo supe hasta después de ver la película) Cameron Crowe aceptó hacer este film para Fox con la condición que le dejaran reescribir el guión otra vez. Gracias Cameron por eso. De esta manera el director tomó algo que no era suyo y lo hizo propio al trabajar la narración y el desarrollo de los personajes con su estilo personal. Un Zoológico en casa yo la definiría como una prima de otras películas de Crowe como Jerry Maguire y Elizabethtown donde hay temáticas que se vuelven a trabajar, pero en esta oportunidad tienen un enfoque distinto producto de la situación personal del protagonista, que en este caso tiene hijos. Benjamín Mee en un punto no es tan distinto a Jerry Maguire, ya que ambos deciden apostarlo todo por un sueño y un proyecto complicado lleno de obstáculos que valen la pena ser enfrentados. Lo que cambia es el contexto que rodea al protagonista, quien tiene que lidiar con la muerte de su esposa y la manera en que sus hijos intentan adaptarse a ese hecho. La relación entre padres e hijos es otra temática importante en este proyecto que el cineasta no había abordado con tanta fuerza en el pasado. Con una maestría absoluta en la narración, Crowe ofrece una historia muy emotiva que combina como los dioses el drama con el humor. A diferencia de la gran mayoría de las historias de amor que se hacen en Hollywood, la relación sentimental de los protagonistas en este film fluye naturalmente, sin la necesidad de forzar el romance para concretar en 90 minutos el típico final feliz. Pocas películas de estos días ofrecen personajes tan realistas como los que crea este director, con los que uno puede conectarse y sentir las emociones que viven en sus historias. En este caso se suma también la construcción de un reparto brillante donde cada actor, inclusive los que tienen un rol secundario, están perfectos en su rol. Una mención especial merece Maggie Elizabeth Jones, quien a sus siete años ofrece una interpretación dulce, madura y espontánea como pocos niños pueden hacerlo. Por otra parte, Matt Damon brinda uno de sus mejores trabajos actorales que se vieron de él en el último tiempo. En este film es el corazón de la historia y le dio mucha humanidad a su personaje. Por supuesto una película de Cameron Crowe no estaría completa sin una banda de sonido decente donde suenan los eternos Tom Petty, Neil Young y Bob Dylan que ya son clásicos infaltables en su filmografía. Es como que a través de la música también le deja su sello personal al film. Un zoológico en casa es una gran película familiar con la que se cierra a lo grande la cartelera de este año y que no va a defraudar a los seguidores de este director.
La vuelta de Cameron Crowe no es una buena noticia per se, pero que el realizador de la excelente Casi Famosos esté de regreso con una gran propuesta, como lo es Un Zoológico en Casa, si es una novedad que merece ser destacada. Luego de la vapuleada en exceso Todo Sucede en Elizabethtown, Crowe decidió tomarse un descanso para volver con esta gran historia que en manos de otro realizador hubiera sido un fiasco infumable. Luego de enviudar, Benjamin Mee decide dar un vuelco drástico en su vida, que realmente no va para ningún lado, comprando una casa que queda en medio de un zoológico abandonado con el objetivo de reconstruirlo y así poder recomponer nuevamente su existencia y la deteriorada relación que tiene con su hijo mayor adolescente. Cameron Crowe tiene una tremenda facilidad para hacerte vivir sus películas y Un Zoológico en Casa no es la excepción. El dolor por la pérdida de su esposa, la tirante relación con su hijo, la dificultad de afrontar un nuevo amor, la hermosa relación con su hija y la inseguridad que genera arriesgar todo en una jugada, son todas las sensaciones que experimentaremos al conectarnos con este film. Más allá de ser una historia real no era sencillo imprimir credibilidad a esta apuesta, aunque justamente la especialidad de Cameron es vender historias palpables y reales, donde uno termina creyendo que todo es posible si uno se lo propone con verdadera convicción. A tal punto llega el compromiso con el film que uno termina creyendo que con 20 segundos de loca valentía se puede hacer lo que uno quiera. Para que comprendamos un poco al enfoque que Crowe le da al personaje principal, es como si Jerry Maguire hubiera enviudado de Dorothy Boyd y decidiera comenzar de nuevo con su vida. La esencia de ambos personajes es la misma, "dale pa' adelante y no te rindas ante nada". Esto lo digo porque el mensaje que transmite el realizador de Casi Famosos es el de la superación personal ante todas las piedras que podamos encontrar en el camino hacía la realización propia. Jerry tiene que transitar muchos obstaculos para lograr la felicidad, al igual que Benjamin, salvando la diferencia que el primero es empujado a esa realidad, mientras que el segundo decide meterse en ese lindo quilombo por su cuenta buscando un profundo cambio que lo conecte nuevamente con lo mejor de si. Siguiendo con los parecidos con Jerry Maguire, Crowe nos cuenta con total simpleza, naturalidad y realismo el inicio/desarrollo/concreción de una historia de amor. Nadie en su sano juicio puede dudar que el amor que sienten Jerry y Dorothy "es real", como tampoco podrán negar la pasión que existe entre Benjamin y Kelly. Incluso hay intercambios de miradas que tienen mucha similitud con la pareja protagónica que inmortalizaron Tom Cruise y Renée Zellweger. Matt Damon sigue demostrando que es un actor sensacional, donde su versatilidad es su don más preciado. A priori tenía mis dudas con la elección de Scarlett Johansson como compañera del actor de Bourne, debido a como viene repitiendo su papel de "sexy ingenua" que por suerte acá deja de lado para interpretar a una mujer hecha y derecha que no teme en besar al hombre del cual está profundamente enamorada. Por último quería mencionar la gran labor del elenco secundario donde se destaca la sonriente Elle Fanning, y el "emo dark" llevado adelante por Patrick Fugit, además de la hermosa y tierna interpretación de Maggie Elizabeth Jones. Un Zoológico en Casa representa una gran vuelta de el querido Cameron Crowe, que se mete a último momento entre las Mejores Películas del 2011. Gracias Cameron por esta vuelta, por acá se te extrañó bastante.
Papá se volvió loco ¿Qué le pasó a Cameron Crowe? es la pregunta que surge inevitablemente a menos de 10 minutos de comenzado el filme. Es que parece mentira que el director de "Casi famosos" sea el mismo que dirigió este compendio de lugares comunes, al servicio de un guión basado muy (pero MUY) libremente en la historia real de Benjamin Mee, periodista viudo y con dos hijos, hoy co-propietario de un zoo modelo en Gran Bretaña. La acción aquí se traslada a un zoológico estadounidense, en un suburbio californiano, al que se mudan el protagonista (Matt Damon) y sus dos hijos, el adolescente Dylan (Colin Ford) y la pequeña Rosie (Maggie Elizabeth Jones), responsable, además, de las líneas de diálogo más efectistas e inverosímiles en boca de un personaje de siete años, en toda la historia del Cine contemporáneo. Benjamin es un viudo guapetón que de inmediato se gana la simpatía de sus nuevos empleados, entre ellos la atractiva directora del Rosemoor Park, Kelly (Scarlett Johansson) a fuerza de pura voluntad y mucha improvisación. Esa improvisación, ese sentido de aventura que exuda el personaje de Damon, está resumida aquí en una serie de gags previsibles, cuyo remate invariable son las sonrisas de aprobación de Johansson y Elle Fanning. Algo escandalosamente innecesario en un director de recursos y una guionista como Aline Brosh McKenna, que evidentemente tenía pocas ganas de pensar (o un material más pobre del que se creía). Qué decir del elenco infantil. Los que deberían ser un pilar de la trama (los adolescentes Ford y Fanning componiendo una pareja despareja) se notan forzados, inverosímiles. Fanning exagera su faceta "chica-simpática distinta de su hermana Dakota", a fuerza de sonrisas, como si fuera un pálido reflejo del personaje que compuso para "Somewhere", de Sofía Coppola. Ford compone a un adolescente desganado con igual desgana. Y la pequeña Jones está allí para convertirse en deus ex machina de cualquier situación que se pueda resolver derritiendo a la audiencia con su sonrisa de cachetes redondos. Los conflictos, lógicos y previsibles, tienen un adicional inesperado: las intervenciones de Thomas Haden Church en el rol del hermano mayor de Benjamin descomprimen las obviedades con humor menos forzado que el del resto de los diálogos y situaciones, en especial cuando aparecen en escena los flashbacks de la vida anterior del viudo y los niños, es decir: cuando mamá Katherine vivía. Haden Church es el único al que se lo nota cómodo en todo momento y consigue transmitir algo de esa comodidad al espectador. Con todo y previsibilidades, "Un zoológico en casa" es una película cumplidora para cualquiera que se acerque al cine con ganas de pasar dos horas en intimista aventura familiar, de vuelo bajito y con miras a un mensaje optimista en fechas donde siempre es bienvenida la esperanza. Nada más.
Animalada Benjamin se ha dedicado toda la vida al periodismo de aventura. Pero hoy, viudo y con dos hijos pequeños debe reorganizar su vida laboral, familiar y afectiva. Con ese espíritu adquiere un zoológico abandonado. Esta experiencia le permitirá reencontrarse con sus hijos y hallar nuevamente el amor. Un zoológico en casa es un relato bastante bien llevado. Las actuaciones son correctas y el argumento –dentro de la verosimilitud que propone- es efectivo. Sin embargo, no es recomendable para aquellos que gustan especialmente de las sorpresas y las líneas narrativas imprevistas de último momento, etc. Es un film previsible, que no obstante, se disfruta más por su proceso y modo de desarrollo, que por el asunto a desarrollar. Para aquel público que disfruta de un entretenimiento sin grandes pretensiones de originalidad, el film resultará satisfactorio. Matt Damon encarna aquí el papel de un padre, viudo reciente, que debe reencauzar su vida familiar, con una hija muy pequeña y un hijo adolescente con problemas de conducta, quien ha sido expulsado del colegio. En estas condiciones, Benjamín decide comprar un zoológico cerrado y en decadencia, con todos los animales y una pequeña troupe de empleados, entre las cuales destaca la directora Kelly, encarnada por la dolorosamente bella Scarlett Johansson. Entre los actores que completan el elenco están Thomas Haden Church (Ned & Stacy), quien encarna al hermano mayor de Benjamín, contador y hombre responsable de la familia, junto a Colin Ford, Angus Macfayden, entre otros. El film de Cameron Crowe tiene dos defectos importantes: un estereotipo excesivo sobre el personaje antagónico principal (el Supervisor Ferris en la piel de John Michael Higgins), y una coda narrativa innecesaria desde todo punto de vista. Un personaje extremadamente estereotipado produce en el conjunto narrativo un efecto de inverosimilitud en el conflicto que plantea el argumento. Generalmente el recurso a estereotipos excesivamente marcados está asociado a los recursos de la comedia, donde el asunto conflictivo no está generalmente puesto en ese personaje antagónico, sino en una situación cómica, y donde el personaje estereotipado no pasa a ser más que una caricatura dentro del argumento (extraído de La estructura subversiva de la comedia, Buenos Aires, Centro de Estudios sobre Cinematografía-Sociedad Argentina de Información. Samaja, Bardi; 2010). Sin embargo, el film no se enmarca en una estructura decididamente cómica, más allá de algunos gags puntuales, sino que se aboca mayormente al conflicto serio de la relación problemática entre Benjamín y su hijo adolescente y su imposibilidad de salir adelante en su vida amorosa. En este contexto, el personaje antagónico resulta extremadamente disonante, y le quita todo el peso narrativo que podría haber desarrollado, aún sin haberse volcado a una situación excesivamente melodramática. La coda no sólo no agrega al relato ningún beneficio, sino que incluso contradice parte importante del núcleo dramático: la depresión en la que está sumido Benjamín. Si en la escena anterior se dejaba entrever una luz de esperanza en la relación con la directora del zoológico, en esta última escena todo ese impulso erótico que había tomado la relación con Nelly se desvanece para retomar una tónica ñoña y familiar, políticamente correcta.
Anexo de crítica: Si bien Un Zoológico en Casa (We Bought a Zoo, 2011) está repleta de estereotipos y carga con la imaginería más cursi de las pequeñas epopeyas familiares, también resulta innegable que Cameron Crowe administra con destreza los resortes de la narración y hasta consigue un par de escenas muy logradas, redondeando una propuesta simple pero eficaz…-
¡Compramos un zoológico! Cameron Crowe, a pesar de su escasa filmografía, es uno de los realizadores más destacados que surgieron en el cine estadounidense en los últimos veinte años, quién produjo un quiebre en su carrera con Jerry Maguire, una lograda comedia que recibió cinco nominaciones a los premios Oscar...
En los papeles -por lo menos en los del guión que Cameron Crowe y Aline Brosh McKenna concibieron a partir de una suerte de libro de memorias-, lo que se vislumbra es un producto pensado a la medida de ese sector de público que Hollywood llama familiar, y lo que se teme, un derroche de sensiblería. Si algo cabe reconocerle al director de Casi famosos es que haya podido controlar en buena medida ese desborde, aunque eso no significa que también haya logrado desprenderse de los clichés, convencionalismos y trampitas manipuladoras contenidos en la historia. Aquí hay chicos, un papá joven que debe sobreponerse a su reciente viudez, animales de todo tipo, pelaje y tamaño, un poquito de aventura, mucha gente de buen corazón, un villano que en el fondo no lo es tanto, algunos indicios de conflicto que se resuelven pronto y fácil, algunos romances que se ven venir casi desde el principio, algún humor y una historia improbable pero lo suficientemente inocua y simpática como para que haya quien le perdone los lugares comunes. El público suele ser generoso. Un zoológico en casa es una típica, bienintencionada e ingenua fábula tipo Hollywood: cualquier parecido con la realidad es puramente accidental. Lo paradójico es que todo parte de una historia real. El inglés Benjamin Mee, ex columnista de The Guardian y actual director del Zoológico Dartmoore, en Devon, Inglaterra, ha contado en entrevistas, en documentales y en el libro que inspiró esta película la pequeña epopeya de su familia: hace cinco años, los Mee compraron ese parque de 250 hectáreas al que se mudarían Ben, su esposa (que falleció tiempo después) y los dos hijos de la pareja, además de la abuela (viuda reciente, pero muy animosa a los 76 años) y el sensato tío Duncan. El guión introdujo modificaciones: cambió Inglaterra por California, olvidó a la abuela y convirtió a Benjamin en viudo, pero conservó algunos episodios vividos por el grupo en su afán por recuperar ese zoológico privado que estaba fuera de servicio. Esos episodios fueron volcados en el molde del film familiar, lo que quiere decir que hay material para complacer a todos. A todos los que acepten la convención. Los animales y los chicos, claro, tienen mucho que ver: unos aportan su exotismo y sus travesuras; los otros alimentan los momentos tiernos o dan motivos para deslizar algún mensaje edificante. Crowe se esfuerza por evitar la sobredosis de azúcar y a veces lo consigue. Ya se sabe de su sensibilidad para abordar historias sencillas de gente común y de la generosa mirada que suele echar sobre los humanos. Aquí, ya que es una fábula, puede distribuir felicidad a manos llenas. Nada será demasiado grave, ninguna situación dramática pasará del susto, habrá soluciones milagrosas para los apuros financieros y bastará la buena voluntad y el trabajo responsable para sacar al zoológico de su decadencia. En cuanto al vacío sentimental del joven viudo (al que Matt Damon dota de algún espesor humano a fuerza de convicción) y la rebeldía del hijo mayor que no supera la pérdida de su madre (Colin Ford), no hay por qué preocuparse: para algo andan por ahí Scarlett Johansson (siempre sonriente) y Elle Fanning, su linda sobrinita. Todo muy liviano y aleccionador ("Siempre es posible empezar de nuevo"), pero el film agrega poco y nada al currriculum de Crowe.
Insustancial, pero disfrutable Un viudo reciente ve una casa que le gusta y la compra, por más que la casa venga con zoológico incluido, funcionando y derruido. El zoológico está quebrado, pero ¿alguien duda de que el nuevo dueño va a sacarlo adelante, aunque tenga tanta experiencia en el tema como Mauricio Macri en literatura marxista? La directora del zoológico resulta ser Scarlett Johan-sson, que no sólo anda soltera, sino que nomás conocerlo al tipo se ve a la legua que se le caen las medias. Para hacerla completa, por allí anda Elle Fanning, que en cuanto ve al reclusivo hijo del nuevo dueño de casa le tira los galgos. ¡Y todo resulta estar basado en una historia real! Pero uno no va a ver una película de Hollywood como quien mira un documental, sino para encantarse, maravillarse, pasar un par de horas en un mundo mejor que éste. En ese terreno, puede decirse que más allá de sus limitaciones y su naiveté (es una película para toda la familia, y no de las disfuncionales), Un zoológico en casa cumple y dignifica. ¿Poca cosa para Cameron Crowe, director de Casi famosos? Bueno, es temporada de fiestas y las fiestas no suelen ser de vacas gordas para el cine, así que tampoco es cuestión de andar poniéndose demasiado exigente. Un zoológico en casa es totalmente insustancial. De un día para otro, Matt Damon abraza la causa zoológica y larga todo. Todo es la escritura, que se supone que a eso se dedica. Podría ser oficial de la Fuerza Aérea, mecánico dental o cocinero thai: sería igual. La película parece no poder concebir una chica que no sea linda, soltera y bien dispuesta. La condición de viudo del protagonista no pasa del cliché: algunos recuerdos (en forma de flash-backs, faltaba más), algunas lagrimitas, la persistente negativa a volver a enamorarse. La rivalidad con el hijo, de manual (de manual de Hollywood). Las correspondencias entre el mundo animal y el humano, lo mismo (el tigre depresivo, básicamente). El malo –un inspector antipático, encargado de subir o bajarle el pulgar al remozado zoológico encabezado por Damon–, como salido de una de Disney. Los personajes están dibujados y eso es tal vez más notorio en los secundarios, la barra de empleados del zoo, que se supone deberían conformar un grupo hawksiano (algo que sí lograba Twister, para poner un ejemplo notorio), pero no tienen el menor relieve. Y sin embargo... Sin embargo, Un zoológico en casa tiene lo que toda película para toda la familia tiene que tener: buena leche, calor humano, personajes crédulos y bienintencionados, y un director tanto o más crédulo y bienintencionado. Para no hablar, claro, del genial Thomas Haden Church, ese Lee Marvin cómico que no necesita “hacer” de cómico, porque la comicidad la trae puesta (recordar la serie Ned and Stacey, la segunda George de la selva, Entre copas) y que aquí hace del hermano sensato del presuntamente alocado protagonista. No se trata simplemente de que los mejores chistes de la película estén en su boca, aunque eso ayuda. Haden Church es esa clase de actor a quien le basta aparecer en el plano para que uno ya se esté riendo. O, más precisamente, sonriendo: más que comicidad, el tipo genera una densa, continua, inquebrantable corriente de empatía, que no se interrumpe ni cuando desaparece.
Disfruté mucho ver Un zoológico en casa y agradezco que se haya estrenado. Es de esas películas que por tener un target de edad medio confuso, cuando llegaban a nuestro país solo lo hacían en castellano, confundiendo más al público. Porque esta película no es una historia para los más chicos. En esto puede confundir un poco el espantoso póster que le hicieron. Es una clásica película con la leyenda "basada en hechos reales", que sirve más para conocer esas historias de superación personal, que por lo general a menores de 10 años pueden aburrir. Cameron Crowe, el mismo director de Jerry Maguire y Casi famosos, entrega un relato muy bueno, con grandes climas, que lleva adelante con comodidad una historia que con otro director hubiera terminado en cualquier lado. Nunca deja de ser la historia de una familia, para pasar a ser la historia simpática de un zoológico. Los animales son el entorno, no la trama de la película. El casting que tiene es genial. Desde la adolescente Fanning, que ya había deslumbrado en Super 8, hasta esa nenita que ojalá siga apareciendo, pasando por un Mat Damon que se pone a todos los animales al hombre y sale victorioso, como así también todos los empleados del zoo que incluyen a la "acá no sexy" Scarlet Johansonn. Un zoo en casa tiene que ser vista por quienes disfrutan las buenas historias. El laburo del director apunta a ese lado, y sale ganando con creces. Es para disfrutar una buena salida al cine.
Animales sueltos La filmografía de Cameron Crowe siempre incluye temas basados en hechos reales. Desde la autobiográfica Casi famosos (Almost Famous, 2000), pasando por Jerry Maguirre (1996), hasta la novísima Un zoológico en casa (We Bought a Zoo, 2011), el cineasta se las ingenia para tratar tramas ríspidas pero con un tono de comedia en los que la ironía no se halla ausente. Un zoológico en casa cuenta la historia de un joven periodista (Matt Damon) que al morir su mujer debe hacerse cargo de sus dos púberes hijos. Tratando de mirar hacia adelante y dejando el pasado atrás es que deciden mudarse a una nueva casa. La búsqueda comienza pero no hay nada que satisfaga a la pequeña mujercita de la familia. A kilómetros de distancia encontrarán lo que buscan: una casa espléndida pero con la contra que viene con un zoológico incorporado. A partir de ese momento y de la decisión que tomen sus vidas podrán cambiar para siempre o no. Cameron Crowe utiliza la historia real de este hombre que tomó un zoológico en ruinas y lo convirtió en un modelo admirado en todo el mundo para hablar sobre el valor. No en vano la frase fetiche del protagonista será:”Veinte segundos de valentía te pueden llegar a cambiar el resto de tu vida”. Es en estas palabras donde radica la esencia de Un zoológico en casa. Una historia que si bien se bifurca hacia diferentes subtramas, su eje central estará puesto en como la vida de cada uno puede virar bruscamente si nos animamos a tener sólo unos segundos del coraje necesario para hacerlo. Uno de los logros en esta comedia dramática suburbana es la ductilidad que tiene Crowe para caer en el golpe bajo y sacarnos de él con un remate impensado. Es cierto que continuamente nos llevará a situaciones lacrimógenas, pero también es cierto que nos sacará de ellas con una buena dosis de humor e ironía. Otro punto fuerte y una característica insoslayable es la banda de sonido. El también realizador de Pearl Jam Twenty (2011) logra que sus películas sean un deleite para los oídos de aquellos que se consideren melómanos o amantes de la buena música. Un zoológico en casa trae de regreso a un Cameron Crowe un poco más efectista y condescendiente con el público pero sin haber perdido su esencia. Sin ser su mejor obra cumple con las premisas que uno puede esperar: entretener, emocionar y divertir. Vale la pena para comenzar unas vacaciones en casa o en un zoológico.
Todos unidos triunfaremos Matt Damon convence a sus hijos y los empleados de un zoo cerrado que sí, se puede. Cuando se trata de combinar, de aunar distintos públicos, si lo que se estimula es precisamente buscar la fórmula perfecta, algo falla. Siempre. Las mejores películas “para la familia” son aquéllas en las que nada parece forzado, no están escritas para infradotados, pero no subestiman a nadie, y su mensaje lo tienen tan pero tan bien camuflado que está, sí, pero no se lo enrostran al espectador. Son películas Apta para todo público, pero sin pretenderlo. El director Cameron Crowe tomó las memorias de Benjamin Mee, un periodista que se cansó de que en su diario le tuvieran condescendencia luego de la muerte de su esposa, y de que a su hijo lo expulsaran del colegio y decidió barajar y dar de nuevo. Decidido a cambiar hasta de hogar, terminó comprando una casa... que quedaba en el medio de un zoológico. El director le confió la redacción del guión a Aline Brosh McKenna, y -Hollywood mediante- Benjamin y su hijo adolescente y su pequeña niña pasaron de vivir en Inglaterra a California. Benjamin, entonces, debe hacerse cargo a) de sus hijos; b) del zoológico; c) de los empleados del zoológico; y podríamos agregar un d) de su propia existencia, esto es, su corazón maltrecho y del recuerdo persistente de su esposa. La película tiene varios puntos en común con la más popular del director de Casi famosos : Jerry Maguire . Es la historia de una redención, ante situaciones adversas que se van sumando y apilando una tras otra. El sentimentalismo aflora allí, en la medida justa y no llega a derramarse. La manipulación de esos momentos lacrimógenos está tan bien realizada en el guión que nos olvidamos de esa maniobra. Como Benjamin llamó a Matt Damon, que tiene el rostro del norteamericano típico, de buen padre de familia y del vecino de al lado. Siempre es fácil identificarse con él, también por su simplicidad de recursos. Para Kelly, la “directora” del zoo, pensó en Scarlett Johansson, que, seamos sinceros, podría ser ella u otra actriz. Como el hermano que quiere convencerlo de que desista de gastar sus ahorros en reabrir el zoo, Thomas Haden Church, con el chiste a flor de piel. Y como la parienta de Kelly, Ella Fanning, hermanita de Dakota y que desde Super 8 viene demostrando la fuerza de una estrella. Las películas para la familia son así: tienen sus clisés, su almíbar y su azúcar. la presentación es lo que cuenta, y Crowe logra que Un zoológico en casa la disfrutemos, sanamente y en familia.
El sueño de tener un zoológico propio Por pura y cinematográfica casualidad, la temporada local 2011 comienza y termina con Matt Damon en dos historias sobre la elaboración del duelo por los seres queridos: la excelente «Más allá de la vida», de Clint Eastwood, y la comedia sentimental que ahora vemos, de Cameron Crowe. Las mismas difieren en riesgo artístico e intensidad filosófica y dramática, pero, cada una a su manera, coinciden en una misma intención consoladora (y en alguna otra cosita que no corresponde anticipar). Y Damon actúa debidamente en las dos. Y está muy bien que terminemos el año con la más suave. «Un zoológico en casa» adapta con estilo de viejo y buen Hollywood la experiencia del inglés Ben Mee, columnista de «The Guardian» que, tras haber enviudado, decidió mudarse a alguna casa rural donde vivir con su madre, su hermano y sus dos hijos, y terminó comprando un zoológico en quiebra. El hombre escribió su experiencia en un curioso libro, «We Bought a Zoo», subtitulado «The Amazing True Story of a Young Family, a Broken Down Zoo, and the 200 Wild Animals That Changed Their Lives Forever», y la Fox le compró los derechos. Por supuesto, hizo algunos cambios: pasó la historia del sudoeste de Inglaterra al sudeste de California, eliminó el personaje de la madre, agregó el de la atendible jefa que hace Scarlett Johansson, metió un típico conflicto de hijo adolescente y malcriado, y transformó al periodista original en uno más fotogénico. El original es un pelado tipo Pepín Cascarón que aparece con sus hijos en la escena de reapertura del zoológico. También los chicos lucen distintos, y algunos animales. Pero las intenciones permanecen: defensa de los zoológicos como resguardo de criaturas en riesgo, elogio del amor que tiene el personal por los bichos a su cargo, descripción de los ingentes gastos que todo eso requiere, y, sobre todo, particular pintura del amor y el desgaste que un viudo tiene por sus recuerdos y su familia. En esto la película tiene algunas escenas de inesperado halo poético. Y en todo, una equilibrada mezcla de penas y sonrisas, estas últimas generalmente a cargo de la pequeña y compradora Maggie Elizabeth Jones y de Thomas Haden Church, que hace de hermano inicialmente escéptico. El resultado es previsible, pero mejor de lo que podría esperarse. Director, Cameron Crowe, el de «Jerry Maguire» y de la serie documental «American Masters», dedicada a grandes artistas populares. Coguionista, la flacucha Aline Brosh MacKenna, que, siguiendo el camino de nuestro recordado Abel Santa Cruz, primero se graduó con todos los honores en Harvard y después se reveló como eficaz libretista de comedias. En su caso, «El diablo viste a la moda», «Las reglas de la seducción», «27 bodas», «¿Cómo lo hace?» y siguen los éxitos.
Cameron Crowe es un realizador que viene del guión y del periodismo. Hay algunas películas donde ha logrado crear algo así como una emoción diferente de las que están escritas (Casi famosos, digamos), pero por norma se atiene demasiado a la letra y, por el encorsetamiento que ello representa, termina anestesiando las posibilidades de sus temas. Aquí se trata de una familia que compra un zoológico para vivir y está basada en una historia real. Cuando Hollywood toma una historia real para transformarla en ficción, puede resultar una genialidad (El juego de la fortuna) o una zoncera (este film): la diferencia reside en si el director prefiere aleccionar a simplemente mostrar y dejar fluir. Y aquí sucede, desgraciadamente, lo primero. Sin embargo, algo contrapesa: los personajes son simpáticos y no nos aburrimos de verlos, aunque nos interesa poco lo que hacen. Se lleva las palmas Matt Damon, que es de esas figuras de las que la fama llama a desconfiar, pero que saben de qué se trata actuar frente a la cámara. Lástima que Scarlett Johansson dejó, hace mucho, de cumplir con la promesa interpretativa que representó cuando niña.
Anexo de crítica: El film de Cameron Crowe funciona básicamente porque el director de Casi famosos moviliza los resortes narrativos con prolijidad y agita las fibras sensibles del público sin caer en excesos melodramáticos pese a que siempre camina al borde de la cursilería y de las comparaciones más obvias entre animales y personas. No obstante, por tratarse de una película para toda la familia (animales y niños siempre son una fórmula imbatible) Un zoológico en casa cumple con todas las condiciones de emoción, mensaje positivo, rescate de valores, elementos que la galaxia Hollywoodense ha sabido transmitir aunque sea en una película más orientada hacia los chicos que a sus acompañantes.- Pablo Arahuete (6 puntos)
Cameron Crowe es un director (ex periodista) con una visión particular de las cosas que goza de mucho prestigio en la industria. "Jerry Maguire", "Almost famous", "Elizabethtown" son tres ejemplos de la calidad de su trabajo. En general, se ha destacado por contar como personas comunes, se enfrentan a la adversidad o a lo diferente y logran realizar sus metas luego de costosos recorridos. "We bought a zoo" comparte esa línea pero su universo es distinto: hay chicos de por medio y eso direcciona el relato en otro sentido, sin dudas. La guionista original detrás de la historia era Aline Brosh McKenna ("Morning Glory","27 dresses"...) pero Crowe metió mano (no lo culpo!) y enriqueció bastante la trama, de manera que el libro original de Benajmin Mee cobró bastante más forma cinematográfica que la esperada a priori. En caso de que no hayan visto el trailer, esta es una historia de superación personal, entrega, convicción... Les suena? Benjamin (Matt Damon) es periodista. Le gustan los desafíos y el peligro, pero vive una etapa de crisis porque enviudó hace menos de un año. Tiene dos hijos: Rosie (Maggie Elizabeth Jones) y Dylan (Colin Ford) quienes viven la tragedia familiar de distinta manera, mientras la primera apoya a su padre incondicionalmente, el segundo tiene serios problemas de incomunicación. Benjamin sabe que necesita un cambio en su vida, extraña mucho a su esposa y no tiene mejor idea que mudarse. Luego de una visita con el agente inmobiliario de la zona, elige comprar una propiedad muy especial: una casa que tiene zoológico. El lugar exige sus condiciones, es un espacio que necesita inversión. Dinero y trabajo. Dentro del equipo que intenta sostener el lugar, se encuentra Kelly (Scarlett Johanson), quien dirige lo que queda del sitio. Este zoológico debe generar ganancias para poder sobrevivir, y para ello debe poder reacondicionarse para recibir visitantes. Es asi que todas las energías de Benjamin y su flamante grupo será llevar adelante semejante cuestión. Desde ya, imaginen llevar adelante un zoológico, cuando ustedes no son especialistas en el tema. La película propone acompañar a esta familia en su camino de reconstrucción de este lugar, externo e interno, iniciando una nueva etapa en la vida de todos. Lo primero que llama la atención, es que todos están bastante en papel. Damon transmite emoción y sus hijos en la ficción (en especial la encantadora M.E.Jones) son laderos de lujo: hay mucha conexión entre ellos y el soporte familiar es creíble en sus intercambios. No sucede lo mismo con Johansson, quien está enfundada en rol de veterinaria en jefe y se esfuerza todo el tiempo por dejar su lado sexy (el que le nace naturalmente) sin mucho resultado. Acompaña y aporta el poco humor que hay en la cinta, Thomas Haden Church como Duncan, el hermano de Benjamin quien juega al opuesto con bastante resultado. El resto del equipo que mueve los hilos en el zoo está correcto pero no luce. Desde lo argumental, siento que al film le falta fuerza. Es decir, la situación ofrecía un escenario ideal para el despegue de situaciones más jugadas, dentro de las que se ven en la cinta. Crowe dedica mucho tiempo a regodearse con la figura de la esposa ideal, fallecida en la plenitud de la vida y en cómo eso afecta la vida de la familia y pierde de vista que lo que a la audiencia más le interesa, es lo que pasa en la reconstrucción de ese zoológico. Por ende, la película oscila en esas dos frecuencias, o nos deprimimos y elaboramos el duelo de los protagonistas o presenciamos el armado precario que prepara el resto de cara a la presentación en sociedad del lanzamiento. No tiene la convicción de una película de Cameron Crowe, si me dejan decirlo en voz alta. Más allá de eso, se deja ver y tiene sus momentos. Podría funcionar si el tema los atrae, aunque a los más pequeños de la familia quizás les cueste más.
Inspirado en la historia, y en el best seller, del periodista Benjamin Mee, Cameron Crowe vuelve al cine con la titánica misión de mantener y reconstruir una familia tras la inesperada muerte de la madre de los niños y esposa del ahora hombre orquesta que trata de satisfacer todas las necesidades de los más disímiles flancos. Con la intención de comenzar de cero y tratar de borrar el dolor del día a día, Benjamin decide vender la casa en la que se criaron sus dos hijos y adquirir, a un precio de remate, un zoológico casi en ruinas y hacerse cargo de parte del plantel estable del mismo. Con la doble responsabilidad de lograr que su pequeña familia se adapte al nuevo contexto y que los empleados puedan cobrar su sueldo regularmente todos los meses, Mee emprende la misión de reciclar el zoo y dejarlo a punto para las próximas vacaciones. Aunque la tarea no será nada sencilla, allí se encuentra toda la convicción de Matt Damon para ponerse al hombre el protagónico casi excluyente de esta cinta, en la que Scarlett Johansson vuelve a recuperar parte del carisma extraviado en sus últimos trabajos y en donde Elle Fanning y la pequeña Maggie Elizabeth Jones terminan quedándose con los momentos más auténticos y emotivos. Un filme ideal para cerrar una exitosa temporada cinematográfica en nuestro país.
Un paseo por el lado salvaje A primera impresión, el mismo título de la película Un zoológico en casa parece hacer referencia a una película más de aventuras y temática familiar, con algunos planos tiernos de animalitos salvajes y mensaje emotivo al final. Bueno, es todo eso. Pero la calidad de sus actores, la narración y la música elegida, hacen que entre la marea de filmes similares, este sea uno de los más logrados del género. El director Cameron Crowe logra sostener un filme ATP con el tono emocional de otros de sus filmes, como Elizabethtown. La historia es sencilla: Benjamin (Matt Damon) es un periodista intrépido que enviuda y debe cuidar de su hijo adolescente y de una pequeña hija. Desorientado ante la idea de sostener casa y familia, herido por la pérdida y sin metas laborales, decide empezar de cero. Y no tiene mejor idea que comprar una casona vieja que tiene un zoológico. Y los animales vienen por contrato en la adquisición. Allí, se conectará tanto con los animales como con el personal del zoo, y descubrirà una veta nueva en su existencia y la de los suyos. Damon le da a su personaje más densidad de la que un filme para niños normalmente tiene, como un hombre quebrado que quiere salir adelante sin sacrificar su felicidad. Y el elenco que Crowe convocó aporta carácter: Scarlett Johansson como la directora del zoo (raro verla de botas de goma, barriendo estiércol de mono y que aún siga siendo una sex symbol); el genial Thomas Hayden Church (Entre copas) como el hermano sesudo; y Elle Fanning (Super 8) como la adolescente que enamora al hijo de Benjamin. Mención aparte para la pequeña Maggie Elizabeth Jones, que interpreta a la hija de Damon y se hace cargo de la ternura infantil (que veces empalaga un poco). La aventura emocional de Benjamin será sostener la quimera del zoo propio y las bases de la tranquilidad del hogar, mientras se acerca de a poco a la directora del zoo. Y si bien las metáforas del filme son sencillas y efectivas, la sensación es que tanto actores como director se tomaron bastante en serio la tarea de hacer un producto digno. Hay lugares comunes, claro, como moralejas previsibles, pero la historia se sostiene sola, el relato sobre la fuerza de la comunidad está intacto y, como todas las películas de Crowe, la banda de sonido elegida se destaca cuando se la necesita. Una curiosidad: está basada en un hecho real, relatado por el mismo Benjamin Mee en un libro. Un buen plan si uno quiere ir a ver una película que disfruten los niños y no aburra a los adultos.
Un triste tigre Que Cameron Crowe es un buen constructor de diálogos, ya lo sabemos. Y aquí le alcanza un poco de su pluma para sacar adelante algunos pasajes de Un zoológico en casa. Mejor constructor de diálogos que director: Crowe -que goza del beneplácito de cierta generación cuarentona gracias a la regular Casi famosos- como director es de esos que ponen la cámara y listo, sin demasiados lujos en el encuadre y sin saber muy bien para qué utiliza la imagen. Esto pasaba tanto en sus mejores películas (Jerry Maguire) como en las peores (Vanilla Sky), a Crowe le interesa el decir y su simbolismo: “¡show me the money!”. En ese plan, aquí tenemos ese final con árbol caído y manos que se enlazan, como cima del simbolismo de manual. Ante esto, me atrevería a decir que es un mejor constructor de diálogos que guionista. Pero hay otra cosa que al director le interesa, y es contar con los actores clave para el rol que les toque protagonizar, que sepan decir esas líneas que él tan amablemente elabora. Y ahí es donde entra a jugar Matt Damon, quien junto a Thomas Haden Church y John Michael Higgins hacen su juego de detalles para que la película crezca un poco por encima de la medianía a la que ella misma se somete: algunos desde la pulcritud y la supresión de guiños (Damon), otros desde la más pura comicidad (Haden Church) y otros desde la exageración divertida y la caricatura digna (Higgns). Que Matt Damon es un excelente actor, ya lo sabíamos. Este año debe ser uno de los actores que más apareció en pantalla, con la particularidad de que inauguró el año allá por enero con Más allá de la vida y ahora lo cierra. Tanto en estas dos películas, como en Contagio o en Los agentes del destino, se puso a disposición de su personaje, aportándole los elementos que el film requería, sin tomarse protagonismos desmedidos ni aparecer en escena al grito de “eh, soy Matt Damon”. Ya sea la pesadumbre del film de Eastwood, la flagrante fantasía de Los agentes del destino, la pasividad de la de Soderbergh o el naif Ben Mee de Un zoológico en casa, todos contaron con la amabilidad de un actor que día a día parece más sólido y sereno. A veces me siento como aquel personaje de Virgen a los 40, que mirando en la tele una escena de la saga Bourne, se da cuenta que no sólo es un blandito que puede hacer de noviecito ideal, sino que es un gran actor y con una presencia clásica. Y básicamente es su presencia la que hace que esta película de Cameron Crowe pueda ser tolerada, aceptada como el cuento blanco y familiar que es: el de un tipo que larga todo en su vida y se abandona a la suerte de un zoológico, esperando que ese nuevo emprendimiento lo modifique y mejore de alguna manera. Damon lleva estas dos horas sobre los hombros con bastante hidalguía. Crowe y Damon se toman Un zoológico en casa más o menos como una cruza entre el cuento a lo Capra y el trabajo en equipo a lo Hawks, pero definitivamente como una forma de volver al Hollywood clásico, ese de las buenas personas poniéndose objetivos superadores, y cómo todo termina cerrando en un final feliz y americano. Y lo hacen de manera desvergonzada, con una intrusión excesiva de la banda sonora, con una búsqueda constante del golpe emotivo, con una apelación a las lágrimas del espectador en las 400 líneas narrativas que propone. El problema de Un zoológico en casa es que el cine no se inventó hace dos semanas y todo lo que la compone no son más que lugares comunes. Y ante esto, Crowe no tiene mejor idea que arrodillarse y avanzar fielmente en su calvario de emociones primarias, sin siquiera reflexionar sobre el dispositivo que hace funcionar su narración. Pero esto también tiene una parte positiva: Un zoológico en casa es una película cristalina en su desfachatez por acumular emociones, es grasa con consciencia y en eso no falla, lo hace con una lógica inquebrantable, pero exige un público que ingrese en su mundo y lo acepte tal cual es. Y en su abanico de emociones epidérmicas, permítanme sincerarme y reconocerles que hay una subtrama, la del tigre Spar y su depresión crónica, que me emocionó porque logra hacer brillar esa desfachatez exacerbada de la película toda y a la par elabora su reflexión más interesante: por más cambios que intentemos en nuestra vida, cuando duele, el dolor permanecerá allí. Un zoológico en casa está tan concentrada en su nivel de berreteada, que incluso se permite algunas ideas no descartables.
Mucho más que un simple film de entretenimiento Benjamin Mee todavía no pudo hacer el duelo de la muerte de su mujer, victima de una enfermedad terminal. Incluso él, un reportero que tuvo muchas aventuras cubriendo noticias, no sabe como manejar la aventura de vivir solo con sus dos hijos. Es por ello que decide mudarse a una casa que no le traiga tantos recuerdos de su esposa., un lugar donde el vivir con su hijo adolescente en plena rebeldía y su hija pequeña no le resulte tan difícil. Es por ello que elige una casa en las afueras. Una casa que en incluye un zoológico. Un zoológico que tuvo sus días de esplendor y que ahora, por diferentes desmanejos, está cerrado. El zoo tendrá que superar una inspección para poder abrir nuevamente. Benjamin se embarca junto a Kelly, la directora del zoo, sus hijos y los cuidadores en la difícil tarea de poner de pie de nuevo ese paseo tan especial. Este film está basado en una historia real, incluso la verdadera familia Mee aparece en el film. Contando la historia de forma sintética parece ser una simple película de verano pero “Un zoológico en casa” es demasiado profunda para ser interpretada de esa manera. Cuenta la historia de un hombre que no solo trata de salvar unos animales y un lugar, trata de un hombre que trata de vivir con todo lo que eso conlleva, con la difícil relación con un hijo adolescente que se siente solo, con una pequeña que trata de ser feliz y con sus propios recuerdos. Además de todo eso tiene la responsabilidad de salvar la fuente de trabajo de la gente que trabaja en el zoo y de la vida de varias especies de animales es extinción. Cameron Crowe es un gran director que ya lo ha demostrado en “Jerry Maguire” y “Almost famous” entre otras, y lo sigue demostrando haciendo de un mero divertimento un film profundo sin dejar de ser divertido. Matt Damon interpretando a Benjamin Mee logra una interpretación sencilla y sin estridencias uno de sus mejores trabajos. Lo mismo Scarlett Johnson y el resto del elenco. “Un zoológico en casa” es mucho más que una simple película de verano, es un film divertido y profundo que alegrara yt emocionará a toda la familia
En Un zoológico en casa Cameron Crowe hace su mejor película desde Jerry Maguire (1996). Y como en esa película (y como en la menos lograda Elizabethtown*), Crowe vuelve al tema de la refundación de una vida. En Un zoológico en casa, de forma explícita, relaciona –por medio de un diálogo que dice Matt Damon– el desafío individual, el volver a empezar personal y familiar con la aventura, el sueño americano. Un zoológico en casa utiliza tantos recursos para emocionar con facilidad que es difícil decir que se excede en ese uso. Los excesos sensibleros y emocionales son la lengua de la película, y gracias a un actor como Matt Damon el relato se mantiene cohesionado (Jerry Maguire descansaba en Tom Cruise, y Elizabethtown no podía descansar tan cómoda sobre Orlando Bloom). Por supuesto, como siempre, Crowe hace de cineasta disc jockey, enamorado de las canciones de Tom Petty, Bob Dylan y un largo etcétera. La película de Werner Herzog muestra a un Herzog casi siempre contenido, y la de Cameron Crowe a un Crowe desatado. La que mostraba a Crowe contenido, impostado, era Casi famosos, en donde quería ser más cool de lo recomendable para su cine que, a fin de cuentas, fue siempre mucho más de sentimientos cálidos y de cierta ñoñería que de áspera actitud rockera. Herzog, en el que suele aflorar el asombro frente al mundo, en La cueva de los sueños olvidados se mantiene casi siempre dentro de la buena educación y corrección científica, y de esa forma no siempre está a la altura de los sueños –o, mejor dicho, pesadillas– que suele ofrecer como el cineasta superior que es. Y hablando de educación científica y terminología correcta, no puedo dejar de decir que Cameron Crowe se ha ido al carajo –estilísticamente hablando– y eso no es del todo una mala noticia. *Después de escribir los párrafos anteriores y mientras revisaba unos números viejos de El Amante, encontré este texto breve que escribí hace seis años, sobre Elizabethtown. Creo que se aplica bastante a Un zoológico en casa: “Si la cursilería amenazaba el cine de Cameron Crowe desde Jerry Maguire, en esta comedia romántica very american, mezcla con drama familiar y relato de aprendizaje, directamente lo toma por asalto. Si las películas de Crowe ya eran en buena medida unos ‘grandes éxitos musicales’, acá pasa lo mismo, pero de manera más descarada, al punto de que unos CDs compilados con indicaciones cursis se comen el cuarto final del asunto. Con todo, hay algo extrañamente atractivo aquí. Tal vez sea porque Crowe decidió que podía hacer todo eso convencido y sin sonrojarse.” Y ahora, sin sonrojarme, y convencido al menos del primer puesto, las mejores películas de mi año de estrenos: 1. Más allá de la vida (Clint Eastwood) / 2. Damas en guerra (Paul Feig) / 3. Copia certificada (Abbas Kiarostami) / 4. Larry Crowne (Tom Hanks) / 5. Amigos con derechos (Ivan Reitman) / 6. Super 8 (J.J. Abrams) / 7. La piel que habito (Pedro Almodóvar) / 8. Los Marziano (Ana Katz) / 9. Habemus Papa (Nanni Moretti) / 10. El estudiante (Santiago Mitre). Y fuera del top ten pero con ganas de entrar: 11. Imparable (Tony Scott) / 12. Piraña 3D (Alexandre Aja). Y no consideré para el top ten porque se estrenaron en formatos de menor jerarquía a Alamar (Pedro González-Rubio) y Carlos (Olivier Assayas), pero quería destacarlas. Y que tengan un feliz 2012.
Cursilería al Palo Lo voy a decir sin tapujos. Si hay un director que considero sobrevaloradísimos en el cine contemporáneo, ese es Cameron Crowe. Sigo sin entender que le ven a Jerry Maguire. Película aburrida, monótona, interminable, con pésimas interpretaciones (solo se salva Bonnie Hunt en mi humilde opinión). No me gusta el guión, me parece cursi, demasiado sentimental, y que finalmente no hace más que confirmar que la única manera de ser feliz es tener dinero y estar con una rubia de ojos claros. ¡El sueño americano es posible en las películas de Cameron Crowe!...
Un zoológico en casa es parte de un complejo comercial, industrial y financiero y contribuye en el sistemático trabajo de instalación de sentidos que realizan los medios de la corporación FOX, promoviendo el orden religioso, nacionalista y conservador. Un zoológico en casa cuenta una más de las tantas historias personales que reafirman la consistencia del “sueño americano”. Basada en la historia real de Benjamín Mee, un periodista que solía basar sus notas en un modo aventurero de encarar la noticia, la película comienza cuanto él queda viudo, y la necesaria dedicación al cuidado de sus hijos le impide viajar y ausentarse de su hogar. Lo que lo lleva a renunciar a su trabajo, pues no tolera la idea de permanecer pasivamente en la redacción. La convivencia le revela una cuanto menos pobre relación personal con sus niños, especialmente con Dylan, su hijo adolescente. Expulsado este del colegio por sus inconductas, Benjamín decide cambiar de barrio y de estilo de vida. Será por eso que comprarán una hermosa finca, cuyo único detalle peculiar es que alberga un zoológico, que funcionó alguna vez con un magro presupuesto, pero que estaba a punto de cerrar, con todo y sus animales. Benjamín, aventurero al fin y confiado en que esto servirá para mejorar la relación con sus hijos, decide reponer el funcionamiento del parque. En esa tarea será asistido por el escaso personal que trabajaba allí, especialmente la bella Kelly Foster. Las situaciones que ocurrirán serán las esperables – todas esperables – para este tipo de comedia melodramática trillada. Sentimentalismo soso, limitaciones narrativas, actuaciones pobres cuando no definitivamente malas (Matt Damon tiene una de las peores escenas del cine cuando llora mirando fotos de su mujer en la computadora), simplificación absoluta de los conflictos (todo lo que puede ser un problema no se resuelve por el crecimiento dramático de los personajes o su esfuerzo, sino por milagros inesperados o una tonta frase salvadora), chistes simplotes y previsibles, y un discurso fuertemente conservador connotado por sentidos religiosos que, sumado a una inevitable referencia política explícita al comienzo de la película, hacen de esta película un construcción prototípica de una de las factorías más importantes en la distribución de sentidos de extrema derecha en el mundo: la nunca bien ponderada Fox. Sorprende como se pretende presentar este producto como parte de la obra de un director, Cameron Crowe, a quien se promueve como un “autor”, cuando es un típico y efectivo hombre de la industria cinematográfica hollywodense. Y se nota en Un zoológico en casa, pues aquí adscribe a un modelo narrativo que combina protagonistas con valores sólidos e inquebrantables, el camino del héroe individual, relaciones que se afianzan casi mágicamente, personajes secundarios simplotes pero graciosos, melodrama y comedia más el lógico y razonable final feliz, propicio para el público de familias. ¿Cuál es la condición distintiva de este realizador más allá de su conocimiento de la música y manejo efectivo de la banda sonora? En esta forma de presentar esta película, distinguiendo al realizador como un “autor”, la corporación pretende disimular este producto industrial potentemente político (los valores conservadores que promueve son fuertemente políticos). Me interesa aprovechar esta película para introducir una consideración personal acerca de la tarea que me incumbe. En lo personal me encuentro, al ver Un zoológico en casa ante un producto cinematográfico que es parte de un complejo comercial, industrial y financiero, que no puede –ni debe en mi parecer– ser aislado como objeto puramente estético. Más allá de que en este orden, el “puramente estético” la película es a criterio de este humilde escriba muy pobre, la misma se inscribe en el sistemático trabajo de instalación de sentidos socialmente compartidos que realiza cotidianamente y por gran parte de medios la corporación, los que promueven el orden religioso, nacionalista y conservador. Ni siquiera es ingenuo que esta película se estrena en Navidad. Fox es uno de los cuatro principales productores de contenidos audiovisuales del mundo, y es un aliado consecuente y estratégico de los sectores de derecha de Estados Unidos. Un zoológico en casa sostenido en tópicos clásicos del cine industrial y de “entretenimiento” es una pieza clave en la organización de ese mundo de sentido. Y como para muestra basta un botón, permítanme comentar una escena sutil, que me sorprende no haya sido cuestionada por la prensa en general. Al narrar las peligrosas aventuras en las cuales Benjamín Mee se embarca en su búsqueda de la nota perfecta, se cuentan el vuelo en medio de un huracán sin temor alguno, el internarse en un enjambre de abejas agresivas y el entrevista a uno de los dictadores más terribles del mundo. ¡Chan! Cada una de estos comentarios está ilustrada por una escena que lo representa textualmente (¡qué director creativo!). El dictador o tirano temible es ni más ni menos que Hugo Chávez. Y esto no es una interpretación o asociación por parecidos. Más allá de que el sangriento dictador es morocho, robusto, tiene pelo corto, acento caribeño y usa camisa roja, mientras produce un discurso sobre el petróleo, los chinos y los yanquis – y es burlado fácilmente por el intrépido estadounidense – la producción no tiene pruritos en incluir en los títulos finales a Roberto Montesinos interpretando a Hugo Chávez. Aquí se refuerza la idea que sostenemos en estas líneas. En un simple filme familiar, lejos de parodiar a un supuesto tirano sangriento, Fox le pone nombre y apellido. Fox, en una entretenida película sobre la voluntad personal y los valores familiares asegura que Hugo Chávez, que ganó todas las elecciones en las que se presentó, que fue víctima de un golpe de estado que la cadena Fox apoyó – legitimando al presidente de facto Carmona – es un sangriento dictador. Sin embargo el presidente venezolano nunca invadió otro país, nunca sometió a cientos de personas extranjeras al secuestro y a la cárcel sin proceso alguno, nunca asesinó sin juicio previo y en territorio foráneo a nadie y mucho menos produjo en invasiones injustificadas la muerte a millones de personas como EEUU en Irak, Afganistán y Libia, solo por nombrar los casos más recientes. Pido que quien esté dispuesto a sostener la ingenuidad de esta pieza de sentido, me tire la primera piedra. Aunque aseguro que no soy de los que ponen la otra mejilla.
Benjamin Mee es un periodista inglés que se compró un zoológico y que inspiró el rol protagónico de este filme en la piel de Matt Damon. Así aconteció hace cinco años en Devon, al suroeste de Inglaterra, y así sucede en California, hacia donde Hollywood trasladó este relato de comedia y aventura con profundísimos toques de racionalidad y sentimentalismo. Síntesis: un viudo joven quiere salir del lugar que compartía con su esposa y se muda a un ex zoo. Decide remozarlo y reabrirlo con la ayuda de sus dos hijos y los empleados del predio. No faltarán imprevistos, decisiones odiosas, ingenio ni risas para alcanzar el objetivo. Pero mientras tanto, el filme reflexiona sobre la posibilidad de rehacer una vida tras la muerte de un ser querido, y sobre la muerte misma. Lo interesante en realidad es la forma que toma esa mirada en relación a los chicos (los de la pantalla y los de la platea): natural y decidida a no darle tregua a la desesperación pese al dolor. Tampoco se puede desdeñar el mensaje racionalista, atado a la ecología claro, donde el hombre está obligado a controlar el ciclo de vida de los animales. Con actuaciones aceptables, una historia simpática contada con algunas elipsis (con más pinta de tijera que de guión), bichos de todas las layas, lágrimas de alegría y de las otras, y perlitas de fino humor, eso de tener un zoo puede ser increíble, pero absolutamente real.
Nos compramos un zoológico. De alguna manera tengo que paliar la muerte de la madre de mis hijos y esta aventura (de todas las que viví) parece ser la más arriesgada Nos compramos un zoológico, no importa que ningún espectador sepa de donde salió la plata, lo que importa es que en medio de esta crisis que atañe a mi país (Estados Unidos), la gente vea que todavía se puede ir tras el sueño americano y que no todo está perdido en la tierra de las oportunidades. Total todavía queda guita en el banco. Nos compramos un zoológico. ¿Que otra manera extrema hay de fortalecer los lazos familiares sino sacando a los chicos de su hábitat natural (incluidos sus amigos)? Nos compramos un zoológico. Lejos de casa. Ese lugar en donde todavía el recuerdo de mi amada esposa y devota madre sigue vivo en todos los rincones. A enterrar el pasado se ha dicho. Y a otra cosa. Un argumento como este es sólo sostenible desde Hollywood, y desde el país más poderoso del planeta atravesando la clara decadencia del sistema capitalista (al menos si se sigue lo planteando ante al mundo de esta manera) Hechas todas las lecturas (acaso improcedentes) que se me ocurrieron al terminar la proyección, “Un zoológico en casa” se la disfruta desde principio hasta el fin. No sólo porque nunca reniega del discurso en donde se posa; sino porque redobla su apuesta en función de ir a fondo con su propuesta. Los valores de una sociedad sólida (bien o mal entendidos) empiezan por casa. Y es exactamente donde el guión de Aline Brosh McKeena y Cameron Crowe (basados en el libro de Benjamin Mee) hace hincapié: Las relaciones familiares. Ben (Matt Damon) ha sido un aventurero toda la vida. Ha hecho cosas que ninguno de nosotros haría en muchos años, pero ahora se enfrenta a una viudez prematura y a cargo de los chicos que tenían un evidente anclaje emocional en su difunta madre. Luego, decide mudarse del lugar común para comprar una propiedad con la dificultad de ser una especie de mini zoológico, cuyo dueño anterior (también difunto) dejó establecido a sus herederos que la pueden vender, pero a condición de que el futuro comprador se haga cargo de todos los animalejos (y del staff de especialistas) no pudiendo, en ningún caso, destinar la propiedad a sembrar...soja, por ejemplo. Así, Ben encara su última misión que es la de fortalecer los lazos con sus hijos Dylan (Colin Ford, un muchacho con muchas condiciones) y Rosie (encantadora Maggie Elizabeth Jones), a riesgo de perder todo su respeto (además de toda su plata) en una empresa, como mínimo, imposible: reflotar el Zoo y vivir de su explotación. Entretanto conocerá al staff permanente del lugar, cuatro o cinco personajes, entre los que se destaca Kelly (Scartlett Johansson) como la jefa, en definitiva la mujer que planteará la posibilidad que Ben de también su vuelta de página emocional. Cameron Crowe, el realizador de “Vanilla Sky” (2001) y “Elizabethtown” (2005), deja en claro desde el minuto uno que no habrá personajes conflictivos ni antagónicos como en sus producciones anteriores, salvo por el inspector municipal de cuya última palabra depende la habilitación del lugar para los turistas (alguna dificultad tiene que haber). Esta comedia familiar sólo transita por el agradable camino de solucionar un problema a todos juntos y en eso reside su mayor virtud. En ningún momento el discurso socio-económico deja de estar presente, porque Duncan (Thomas Haden Church), hermano de Ben, viene a oficiar como el contador bancario que a cada rato recuerda a su hermano de la locura financiera en la que está a punto de meterse, sin que esa razón (y vaya si tiene fundamentos en la USA hoy) signifique renunciar al lazo familiar que los une. El realizador, con un gran timing para manejar la relación intrínseca que se da entre el ser humano y el mundo animal, deja fluir la historia acompañada por la inocencia infantil de Rosie y el descubrimiento del amor de Dylan cuando conoce a Lily (Elle Fanning (ya una actriz para tomar en serio, recordada por su presencia este año en “Super 8”). Todo enmarcado en una dirección de fotografía (Rodrigo Prieto) que logra momentos muy interesantes cuando los encuadres buscan disfrazar una naturaleza ficticia (es un zoo cerca de centros urbanos), y la compaginación de Mark Livolsi que da lugar a extender un par de segundos algunos planos de los actores que aportan a la expresividad que requiere el momento. El ejemplo contrario sería “Una noche en el museo” (2006) donde la relación padre-hijo queda desdibujada por los efectos especiales. “Un zoológico en casa” es una producción que por no plantear conflictos narrativos reales podría caer fácilmente en superficialidades, o situaciones melodramáticas, sin embargo la discusión entre Ben y su hijo (por poner un ejemplo) dan cuenta de una gran dirección de actores. Acaso el elemento fundamental en donde se apoya esta agradable comedia familiar con la que Hollywood cierra bien un año flojo en esta materia.
Todos unidos por una causa justa Con las actuaciones de Matt Damon y Scarlett Johansson, la nueva película del prestigioso director Cameron Crowe (Jerry Maguire, Casi famosos, Vida de solteros) va más allá de su apariencia de film para chicos o comedia pasatista. Resulta curiosa una película como Un zoológico en casa, debido a los riesgos que toma y a la multiplicidad de tonos y géneros que aborda en sus dos horas. En principio, parece un film para chicos con una familia de protagonista y una importante fauna como soporte argumental pero, debido a sus bienvenidas intenciones, la trama va más allá de un producto Disney o de una comedia pasatista donde los humanos hablan con los animales, y también de un producto concebido por un Steven Spielberg adictivo a los momentos lacrimógenos con mayor o menor fundamento. Tal vez esto ocurre porque Cameron Crowe es el que está detrás de las cámaras, el mismo que hiciera Jerry Maguire y Vida de solteros, pero también la autocelebratoria Casi famosos, que hacía anclaje en el mundo del rock desde la óptica de un joven periodista, profesión que el director conoce al detalle por haber trabajado en la revista Rolling Stone. Dentro de esos códigos que ubican al realizador en una zona difusa del mainstream, la historia de Un zoológico en casa era digna de temer: un padre que enviudó hace meses (Matt Damon), junto a su hijo adolescente y su hija de siete años, decide mudarse a un lugar que viene acompañado de un zoológico… donde aún no hay jirafas. De ahí en más este particular clan se cruzará con los cuidadores del zoo (allí aparece Scarlett Johansson, que parece estar de visita turística durante la película), cuestión que llevará a que todos, unidos por la causa, se enfrenten con el inspector de turno que debe habilitar el lugar destinado a hacer felices a grandes y chicos. La película está basada en una historia real, la de Benjamin Mee, un inglés con su propio zoológico en el patio trasero de su casa, que aún está a cargo del predio junto a sus hijos. Se desconoce si Mee vio las películas de Frank Capra, por ejemplo el clásico ¡Qué bello es vivir! (1950), pero Crowe en más de una oportunidad se ha confesado admirador de aquel mundo edificante que fluctúa entre el voraz optimismo y una solapada negrura. Dentro de esa extraña cruza transcurre el film donde la viudez del protagonista, el costado oscuro de su hijo y la intención por recomponer a esta particular familia conviven con personajes que sonríen a pesar de los problemas, discutibles momentos donde el relato descansa en una atmósfera new age y un guión que hace hincapié en frases inteligentes y simpáticas de la pequeña hija del atribulado Mee. Pero Crowe, si se pasa por alto algún toquecito lacrimógeno y la invasiva banda de sonido de Jönsi, sabe cómo navegar en aguas tumultuosas. Para hacerlo de la mejor manera contó con un todo terreno como Matt Damon y un grupo de animales que en algunas escenas interactúan con placer con la familia Mee y los cuidadores del zoológico. Si hasta da la impresión de que también ellos van a sonreír a cámara.
Cameron Crowe nos sorprende con esta estupenda peli familiar inspirada en un caso real. Ese pequeño factor de que haya realmente sucedido, junto con la narración de la historia típica del director, hace que desde un principio nos veamos atrapados por la situación especial que le toca vivir a esta familia. Benjamin (Matt Damon) es un escritor que se ve atrapado en una situación difícil luego de la reciente muerte de su esposa. Intenra avanzar en su vida, pero simplemente no puede. Algunos acontecimientos, como la perdida de su empleo o el mal desempeño de su hijo en la escuela, hacen que se vea forzado a replantear su vida para intentar encontrar una salida. Es así que se propone encontrar un nuevo hogar para volver a iniciar, lejos de todo lo anterior. Luego de varias casas logra dar con la que él cree que es la indicada, pero resulta que esa casa tiene una condición particular y es que su dueño la vende junto con el zoológico que está en la propiedad. Es así que Ben, junto con sus hijos Dylan y Rosie, emprende la aventura de reabrir el zoológico y al mismo tiempo fortalecer la relación de su familia. La historia de los personajes es lo que atrapa mas a uno, mucho mas cuando puede identificarse con ella. La situación familiar de Ben de cierta forma puede tocarnos a todos y es ahí donde la peli se destaca. De a poco vamos descubriendo, de principio a fin, todo lo que le sucedió a Ben y a su familia durante su “aventura”. Gradualmente lo malo termina convirtiéndose en bueno y nuevos personajes, como los de Scarlett Johansson y Elle Fanning, dan un giro a la situación de los personajes ofreciendo una alternativa y posible felicidad lejos de la tristeza antes vivida. El director, quien también trabajó en el guión, logra ofrecernos una buena historia de esas que pocas veces se ven y de las que uno en un principio tiene desconfianza pero luego termina disfrutando. Ademas la elección del elenco es buena haciendo que la historia realmente pueda apreciarse por lo que realmente es. Matt Damon y Scarlett Johansson encabezan los roles, pero no hay que olvidar al joven elenco que también aporta bastante a la historia, como Colin Ford, Maggie Elizabeth Jones y la talentosísima Elle Fanning. Creo que por ser fin de año es la mejor opción actualmente en cartelera, mas que nada teniendo en cuenta las alternativas, y definitivamente es una buena historia que se disfruta de principio a a pesarb de que la duración del film sea de dos horas. Sin duda es una peli que en un futuro usaremos de refecrencia cuando hablemos de los éxitos de Cameron Crowe, asi que si tienen la posibilidad no se la pierdan. A tener en cuenta: No se dejen engañar por la falsa publicidad que le está haciendo la gente de Fox. Es una peli familiar pero no una comedia.
Desde que irrumpió con Say Anything, una buena comedia romántico-juvenil a fines de los 90 con John Cusack, Cameron Crowe entregó películas que, aún abordando temáticas e historias lineales lograron ser diferentes gracias a sus ideas expresivas y su buena mano como realizador. Jerry Maguire, Casi famosos y Todo sucede en ElizabethTown son ejemplos inmejorables de esta premisa y Un zoológico en casa se inscribe perfectamente en esta tendencia, a pesar que la carrera de Crowe parece haberse estancado en los últimos años. Basada en un caso real ocurrido en Inglaterra, se vuelve aquí una amena, sensible y emotiva pieza cinematográfica. A través de una clásica historia de vida de superación y temple frente a la adversidad, con un reciente viudo y periodista de aventuras que nunca las vivió en carne propia, que decide renunciar a todo y mudarse con sus niños a una casa con zoo incorporado, el realizador logra apartarse de los lugares comunes y aportar en cada escena condimentos que la diferencian de productos fílmicos afines. Alternativas de fuerte contenido sentimental y humano sostienen cada uno de los minutos que demanda narrar la trama, enriquecidas por un elenco fenomenal, en el que no sólo se destacan Matt Damon y Scarlett Johansson sino también secundarios estupendos y un par de consumados pequeños actores.
El rock es mi forma de ser El signo distintivo del director Cameron Crowe es el rock. Esa palabra figura de manera destacada en su escudo de armas, la lleva pegada en el pecho para que el mundo sepa, de un solo golpe, con qué bueyes ara el hombre. A veces, en su cine el rock es una contraseña y una marca genética, como el plano de Vanilla Sky que se congela y termina calcando la tapa del disco The Freewheelin´ Bob Dylan; o la frase “does anybody remember laughter?” que alguien grita al pasar en Casi famosos, sacada del disco en vivo de Led Zeppelin The Song Remains The Same. En muchas ocasiones resulta ser el modo en el que sus protagonistas se paran frente a lo que los rodea y se protegen y preservan del miedo y el dolor: “Guau, así que te pusieron Dylan por Bob Dylan”, le dice una chica deslumbrada al chico más introvertido y más visiblemente desprotegido de la familia que acaba de mudarse al pueblo, nada menos que para comprar un zoológico a punto de ser rematado. Después resulta ser mentira, pero que en el siglo veintiuno un adolescente quiera impresionar a una chica de doce o trece años diciéndole que su nombre viene de Bob Dylan lamentablemente solo suena creíble en el entrañable contexto cultural de las películas de Crowe. Cameron Crowe es un realizador bastante vulgar que encuentra siempre un instante de gracia particular uniendo con inusual precisión el encuadre con el comentario musical. Sus guiones pueden exhibir una escritura deshilachada y poco convincente; sus actores no siempre dan la talla y a menudo sus historias se ven amenazadas por una sombra de sensiblería y flojera. Sin embargo, la fuerza genuina del elemento más o menos autobiográfico consigue imponerse en sus mejores películas con una autoridad y una categoría de raro esplendor. El plano que en Casi famosos se acerca en ralenti al rostro de Patrick Fugit, mientras un delicioso puñado de ociosas groupies adolescentes bailotea a su alrededor con la intención declarada de arrojarse sobre él para desvirgarlo, podría ser un buen ejemplo de cierta cualidad empática que el director sabe encontrar para describir un universo de manera sintética y emocionalmente coherente. El chico ingresa en el mundo adulto y se enfrenta a su complejidad; el chico encuentra una familia propia, las chicas están casi siempre solas, dobladas bajo un aburrimiento y una insatisfacción que constituyen la cara menos glamorosa del rock como montaje del mundo del espectáculo. Crowe suele hacer movimientos parecidos para indicar que algún personaje siente que atraviesa un momento definitivo en su vida, y su cine tiene muchos de esos momentos, como si sus películas fueran a veces una sucesión de escenas en apariencia sin mayor importancia pero que preparan silenciosamente al espectador para hacerlo compartir con los protagonistas esas especies de tomas de conciencia cruciales. En Un zoológico en casa se trata, como tantas veces en sus películas, de dejar una vida atrás para empezar otra, entrar en una dimensión diferente en la que las heridas apenas restañadas siguen repiqueteando como imágenes que tiemblan, ecos secretos que se esparcen por el ánimo de los personajes moldeando de algún modo sus conductas. Un joven periodista acaba de perder a su mujer y decide partir con sus dos hijos del pueblo donde han pasado toda su vida en común y en el que cada rincón le trae un recuerdo de la esposa desaparecida. El hombre compra una propiedad enorme a un precio misteriosamente conveniente que al final resulta ser un zoológico venido abajo, con animales y todo. El padre y la niña pequeña rebalsan de entusiasmo pero el chico adolescente no las tiene todas consigo. El estupor y la tristeza implacable del personaje parecen retomar parte del aire autobiográfico de Casi famosos, incluyendo un atisbo de romance en el que la mujer es más sabia y con mayor iniciativa que el varón. La presencia en un papel lateral del actor Patrick Fugit, del que prácticamente no se sabía nada desde aquella película, viene a reforzar ese leve rasgo de familia. Algunas aperturas de las películas del director anuncian una fluidez y una fuerza que después no se cumplen del todo, y cierta porción importante de su cine resulta por momentos una descorazonadora seguidilla de promesas truncas, como en Todo sucede en Elizabethtown, donde solo la perfecta selección de canciones consigue darle (y no siempre) una estructura emocional potente y cohesionada. En Un zoológico en casa el rockófilo consumado que es Crowe –hay que recordar su pasado como cronista musical en la revista Rolling Stone– disminuye bastante su propensión a meter canciones por todos lados. En cambio, quizá como nunca antes, se dedica a observar bien de cerca el drama de los protagonistas, se vuelve íntimo en un espacio abierto. Pero no hace un drama sino una comedia tristona, una cosa ligera y aireada que oscila entre la película de familia y la fábula del pionero que debe vencer un obstáculo tras otro para afirmarse como ser humano y conquistar una cierta tranquilidad de espíritu. La conclusión de Crowe es que el dolor nunca queda del todo en el pasado y debe ser integrado y reconducido en el presente. La película trae el costado más ñoño y a la vez más gentil de Crowe, está hecha con los sentimientos a flor de piel y el director debe recurrir a toda su capacidad de maniobra para que las cosas no se descalabren en un arranque de lágrimas y conmiseración. El triunfo sorprendente de Un zoológico en casa consiste en saber disminuir la tensión, administrando la emotividad mediante el acto de intercalar breves toques humorísticos, cortando cada secuencia en el momento justo con la aplicación de un golpe de rock para el comienzo de la siguiente (nótese que Crowe nunca usa una canción para los momentos lacrimógenos y reserva su uso para trasmitir alguna clase de vitalidad, aunque se una vitalidad teñida de un sentimiento melancólico) o deslizándose con infrecuente placidez por planos desbordantes de aire y de luz. En una escena notable, Matt Damon queda cara a cara con un oso peligrosísimo que acaba de escaparse y anda suelto por ahí. Crowe no humaniza al oso pero consigue que las dos figuras se encuentren en un punto común de extraña comprensión y empatía: son dos bestias sorprendidas que se miran en el paisaje agreste, cada una con su química interna desbordada en un rapto de parálisis mutua. Afortunadamente casi nadie se toma muy en serio a Crowe y así él puede montar escenas disparatadas como esa y seguir haciendo con toda tranquilidad estas pequeñas obras llenas de fervor por la cultura popular, que destilan amor y respeto por la vida en general y una sincera preocupación por la suerte de nuestros semejantes.
Lo que lamentablemente me molesta de este estilo de películas basadas en la vida real y usando nombres verdaderos, son las licencias que se toman, ya que en este film hay muchísimas cosas que no son verdad. Cuando Benjamín compra el zoológico no es viudo: su esposa no sólo participó en la compra, sino que llegó a vivir en ese mismo lugar y más tarde...
Volver a empezar El director Cameron Crowe (recordado por filmes como "Jerry Maguire" o "Casi famosos") recibió el encargo de dirigir esta película acerca de la nueva vida de un viudo reciente que compra un zoológico en ruinas para reconstruirlo, al mismo tiempo que trata de edificar nuevos puentes en la relación con su hija pequeña y con su hijo adolescente, profundamente golpeado por la muerte de su madre. Crowe aceptó y, además, se hizo cargo del guión; esto le permitió tener un control total sobre la historia, que tranquilamente podría haber sido un compendio de lugares comunes y de golpes bajos. El director, por el contrario, trata permanentemente de conducir la narración con tono emotivo pero sin usar la brocha gorda en el trazo de las situaciones o en la pintura de los personajes. Es cierto que todo resulta bastante previsible y que no hay demasiadas sorpresas a lo largo de las más de dos horas de metraje, pero hay que reconocer también que el tono de la historia convence y atrapa al espectador. Las reflexiones sobre la muerte de un ser querido y el tratamiento de los problemas que surgen cuando se intenta seguir adelante con la vida después de experimentar una situación trágica están expresados con mucha inteligencia y con enorme sensibilidad. Y cuando uno piensa que se trata una vez más de las fórmulas edulcoradas a las que apela el cine de Hollywood, es bueno recordar que la historia está basada en hechos reales ocurridos hace cinco años en Inglaterra. Matt Damon concreta un buen trabajo actoral en el papel protagónico y se complementa adecuadamente con Maggie Elizabeth Jones (su hija) y Colin Ford (el hijo adolescente); el resto del elenco no desentona (correcta Scarlett Johansson como la directora del zoológico), sobre todo en los aportes humorísticos de Angus Macfayden (el excéntrico colaborador de Mee en el zoológico), John Michael Higgins (el "malvado" funcionario del que depende la habilitación del predio) o Thomas Haden Church (el afligido hermano del protagonista). Otro punto a favor es la elección de la música, tema en el que el director es un verdadero experto. El filme seguramente no va a revolucionar la historia del cine, pero está hecho con espíritu sensible y con dignidad, se deja ver con agrado y seguramente será una propuesta interesante para público de todas las edades.
La Aventura Sanadora Un Zoológico en Casa es la última producción del famoso director de cine Cameron Crowe, responsable de películas como "Almost Famous", "Jerry Maguire" y la reciente "Pearl Jam 20" (muy recomendable). En esta ocasión saca su lado más Spielberiano para ofrecernos un drama/comedia familiar que saca nuestro niño interno, recurso que maneja a la perfección el gran Spielberg. Así mismo, el director californiano deja impreso su sello en el ida y vuelta de las diversas situaciones del film, que muchas veces son dramáticas pero abordadas con humor y toques de ternura que alivianan la carga respetando la esencia de la cinta como entretenimiento familiar. Otro sello particular es la musicalización excelente que incluye en sus trabajos. La historia se centra en Benjamin Mee, personaje que en realidad existe y sobre el cual se basa la película. Luego de que su esposa muriera de cáncer, Mee decide renunciar a su trabajo como editor y dedicarse más a la relación con sus hijos que se encontraba un tanto desgastada. En su búsqueda de una nueva vida, decide invertir y comprar una propiedad que viene con una mochila particular... un zoológico con staff y todo. A partir de esto, el film trata sobre las dificultades de la interacción familiar luego de una pérdida importante, la sanación, las segundas oportunidades y la búsqueda de la felicidad, todas cuestiones totalmente convencionales en el cine, pero que en este caso adquieren una fuerza distinta debido en gran parte, al manejo de su director. Otro pilar importante de We Bought a Zoo pasa por las interpretaciones, en 1er lugar de un cada vez mejor Matt Damon, actor recontra versátil que ha venido trabajando sin parar en los últimos años. Thomas Haden Church aporta su gran talento para la comedia, mientras que la joven Elle Fanning llena la pantalla de frescura. Scarlett Johansson también cumple muy bien, pero no es lo mejor del film. Es un entretenimiento familiar liviano pero trabajado de manera estupenda. Es entretenida, emociona, hace reír y deja la sensación de haber disfrutado de 2 horas bien invertidas. Si no vamos al cine por eso, ¿para qué vamos?.
LA FAMILIA ESTÁ EN PROBLEMAS Compremos un zoológico Un zoológico en casa está basada en la historia de Benjamin Mee, un periodista inglés ex columnista del diario The Guardian. Buscando una casa más grande a la cual mudarse, en la que hubiera espacio para su madre recientemente enviudada, se encuentra con el ofrecimiento de una gran residencia en Devon, Inglaterra. El terreno tenía una superficie de 12 hectáreas de colinas y bosques. Ah, y venía adosado con 250 animales semiabandonados. Casi instantáneamente se enamora de la idea de la compra, la restauración y del negocio. Luego de superar los obstáculos económicos, de inexperiencia y legales (entre otros) que una persona común y corriente se encuentra cuando se propone hacerse cargo de un zoológico venido a menos, Benjamin consigue abrir nuevamente las puertas al público y así renace el Dartmoor Zoological Park. A partir de esta experiencia escribe la novela “Nos compramos un zoo”. Colin Ford y Matt Damon, hijo y padre respectivamente. 20th Century Fox decide comprar los derechos del libro y producir una película a partir de él. A pesar de la aclamación inicial que se observa en el avance “Película basada en hechos reales”, se han introducido numerosas variaciones para intentar realizar un drama de superación familiar con tintes cómicos, manteniendo el contexto del zoo como una mera excusa para hacer de esta obra algo llamativo y diferente. El nudo principal en el que se centra es la búsqueda de una solución por parte de Benjamin Mee, encarnado por Matt Damon, para recomponer su familia luego de la pérdida de su esposa. En ella el protagonista decide hacer un cambio radical en su vida, dejar atrás un pasado doloroso para él y para sus dos hijos, Dylan de 14 años y Rosie de 7 interpretados por Colin Ford y Maggie Elizabeth Jones respectivamente. Renuncia irresponsablemente a su trabajo de periodista (jamás considera su no tan holgada situación económica, ni parece preocuparle su incierto futuro) y decide mudarse, encontrando en un zoológico abandonado en medio de las colinas californianas el hogar ideal para alejarse y tener un nuevo comienzo. El staff del establecimiento, con una siempre bella Scarlett Johansson haciendo de directora bajo el nombre de Kelly Foster, recibe con cierto escepticismo a los nuevos e inexperimentados dueños, pero rápidamente congenian y emprenden las obras para la reapertura. El objetivo es conseguir la aprobación del riguroso inspector antes del inicio de la temporada alta de visitas. El transcurso de la película se ve marcado por una cierta ingenuidad con la que surgen y se solucionan los distintos traspiés, todo parece fluir con una extraña facilidad que no llega a ser convincente, hecho que también se puede transportar a la manera en que se van dando las relaciones entre los distintos personajes. Asimismo, a través del desarrollo, cobra una importancia excesiva la problemática relación entre Benjamin y Dylan, el cual está en plena etapa de rebeldía adolescente y chocan constantemente. El padre no tiene la seguridad de estar cumpliendo su rol en forma correcta y el hijo en una continua crisis emocional. En el zoo Dylan encuentra en Lily (Elle Fanning), la joven prima de Kelly, una amistad con altibajos, la que sin embargo no ayuda a sacarlo de su rechazo a la idea de alejarse de su antigua vida y de la ciudad. La adorable Maggie Elizabeth Jones como la hija menor. Los números musicales acompañan adecuadamente los distintos momentos. Las actuaciones son aceptables en general aunque no se denota un gran dinamismo. Se destaca Maggie Jones, que presenta una adorable Rosie que logra el objetivo de enternecer al espectador. Sin duda lo más remarcable es el armado del set del zoo y las apariciones de los numerosos animales de variadas especies, factor que otorga una singular belleza a la obra. No obstante el producto es insatisfactorio. Buscó y logró ser la película taquillera de la temporada navideña presentando una trama atractiva en apariencia para los grupos familiares, con grandes pretensiones sentimentalistas, pero que no termina dejándole demasiado al público. La entrega de Cameron Crowe parecía prometer más, y fue poco.
Alejados de los papeles en los que usualmente solemos verlos, Matt Damon y Scarlet Johansson encabezan el reparto de esta comedia familiar dirigida por Cameron Crowe (conocido por sus trabajos en las cintas "Jerry Maguire", "Casi Famosos", "Vanilla Sky" y "Todo Sucede en Elizabethtown") que se basa en las memorias del periodista británico Benajamin Mee, titulada "Nos Compramos un Zoológico: La Increíble Verdadera Historia de un Zoo en Bancarrota y de los 200 Animales Salvajes que Cambiaron a Una Familia Para Siempre". Co-escrita por el propio Crowe junto a la guionista Aline Brosh McKenna ("El Diablo Visate a la Moda", "27 Bodas", "Cómo lo Hace?"), esta inspiradora película nos presenta la historia de un padre soltero (un versátil Damon), quien tras enviudar (su esposa se enferma y muere antes del inicio del film) decide que es el momento de un nuevo comienzo para él y sus dos hijos, Dylan (Colin Ford), de 14 años, y Rosie (Maggie Elizabeth Jones), de 7, quienes aún se encuentran atravesando el duelo de perder a su madre a tan temprana edad, cosa que parece difícil de superar. Luego de renunciar a su trabajo en Los Ángeles, como columnista y escritor de aventuras, y con la esperanza de que un nuevo estilo de vida restauren su espíritu familiar, Benjamin adquiere una antigua casa rural de 7 hectáreas, ubicada en las afueras de la ciudad y que viene acompañada con un singular extra: está rodeada por un zoológico donde docenas de animales (entre ellos un depresivo oso Grizzly y un envejecido tigre de bengala) viven bajo el cuidado de Kelly Foster (Johansson) y su dedicado equipo (interpretado por Angus Macfadyen, Elle Fanning, Patrick Fugit y Carla Gallo). Como el Rosemoor Wildlife Park corría peligro de desaparecer si alguien no lo compraba, y cerca de la mitad de los animales hubieran tenido que ser sacrificados, el protagonista se embarca en su propia aventura (ya no la está reportando como solía hacerlo) y comienza un arduo trabajo para sacar adelante el zoológico y reabrirlo al público a pesar de no contar con un gran presupuesto ni con conocimientos previos de cómo llevar adelante semejante negocio. Al mismo tiempo que la cinta nos muestra todo el proceso por el que Benjamin, su familia y sus empleados atraviesan para devolverle a la propiedad el estado glorioso que alguna vez tuvo (todo depende de pasar una evaluación a cargo de un antipático inspector encarnado por el actor John Michael Higgins), desarrolla la transformadora experiencia que sana la relación entre este padre con su hijo mayor, quien -al principio- no está muy feliz con la mudanza, hecho por el cual lo confronta contínuamente. La película, entretenida, divertida pero a la vez emotiva, esperanzadora y que nos infunde un profundo amor a la vida, tanto humana como animal (según propias palabras del director), cuenta con logradas actuaciones de la dupla protagónica, una bonita fotografía de Rodrigo Prieto ("21 Gramos", "Babel", "Secreto en la Montaña"), y desarrolla -de una manera muy acertada- su premisa: el poder de la familia para perseverar y sobreponerse a retos extraordinarios.