8 Minutos Antes de Morir narra la aparición repentina del Capitán Colter Stevens, un piloto militar de helicópteros, en un tren lleno de pasajeros frente a una muchacha que, a pesar de nunca haberla visto, asegura que lo conoce, haciendo caso omiso a las constantes negaciones del protagonista. Es así que Colter se encuentra encarnado en un cuerpo extraño y en una situación que desconoce, por lo que pretenderá descubrir el por qué del entorno y de su misterioso despertar ajeno. Confundido y alterado recorre el tren ante personajes que encuentran su andar sospechoso hasta que una explosión arrasa con el tren todo y sus viajantes incluidos. El Capitán Stevens, entonces, vuelve en sí dentro de una cápsula cerrada en su verdadero cuerpo con un único contacto con el exterior: una pantalla por donde habla una mujer que le dice que se encuentra dentro de una misión para prevenir un ataque terrorista y que no será liberado hasta descubrir al autor del accidente del tren y las claves para detener un posterior ataque nuclear. Como si fuera poco y para sumar complejidad al reto, le informan que será enviado al tren nuevamente, a ese cuerpo ajeno en que se vio otro y tendrá solo ocho minutos para resolver el misterio antes de que su vida sea borrada. Destino y tecnología se unen en 8 Minutos Antes de Morir para dar luz a una historia por demás rebuscada, en donde el viaje mental de un cuerpo a otro será la clave para resolver los misterios de las materializaciones, pasando por universos paralelos y estados que remiten a lo onírico de El Origen (Inception, EE.UU. 2010), el cuarto de los post-mortem de la historieta Gantz (Gantz, Japón 2000) y a las conexiones inter/intra-personales de mundos simultaneos de Avatar (Avatar, EE.UU. 2009) y Matrix (The Matrix, EE.UU. 1999, influido brevemente por la catástrofe emmerichiana.. En su segunda entrega cinematográfica, Duncan Jones, autor de la personalísima e introvertida Luna (Moon, Reino Unido 2009), nos brinda un escenario cibernético dentro de lo mundano de la cotidianeidad, acercándose a obras magistrales como la gélida Ghost in the Shell (Ghost in the Shell, Japón 1995). Si bien el componente psicológico del filme es de carácter personal, al igual que en su ópera prima, el hijo de David Bowie, narra un thriller de ciencia ficción en donde el espacio y el tiempo son corrompidos constantemente a favor de una progresión que no hace caso de linealidades temáticas. Planos magistralmente compuestos y un arte fotográfico que deslumbraría al propio Brian Slade de Velvet Goldmine (Velvet Goldmine, EE.UU. 1998), 8 Minutos Antes de Morir nos ofrece multiplicidad de géneros interconectados que hacen a una red dramática impecable, donde su punto débil y descenso de la cuestión, recae en la innecesaria y exagerada sensibilidad impresa en la obra resultando incluso empalagosa para el genero tocado. Más allá de este detalle”comercial” para abarcar un mayor espectro en términos numéricos y taquilleros, Duncan retrata las ofertas que el celuloide presenta en la actualidad sin utilización del efectismo fácil de atracción/distracción visual (ustedes verán), pero con un uso del recurso repetitivo que alimenta el relato desde la conformación unificadora del material. Innovación old school con recursos actuales, sumado al protagonismo fuerte y ágil de Jake Gyllenhaal, componen el esquema de una obra de exquisito control de técnica (tanto cinética como fotográfica), acompañado por un correcto empleo del sonido y del montaje dando cuenta, en comunión, del suspenso que la mente directiva imprimió y se encargó de diseminar; como así también esa frialdad cibernética que solo es graduada y equilibrada por el “factor humano” en justas dosis de anti-locura que contrastan y abren terreno a la reflexión más allá de lo puramente abstracto de lo imposible, transmutado en realidad bajo la influencia de la lente que captura el tiempo. La realidad inconforme nos recrea en el filme a una nueva de su naturaleza, brindando eternas posibilidades de reivindicarnos, de reencarnar en eternos “yo(s)” que justifican esa vida inconclusa, trunca, de héroes incompletos devenidos en aquello que forma un co-relato que nos involucra, nos construye y nos representa aunque ya no seamos parte de ese paisaje que creemos existente.
Cuando el cine pone el pie en el embarrado subgénero de la amenaza terrorista (particularmente envalentonado desde el ataque de 2001 contra las Torres Gemelas) suele hacerlo, en el último tiempo, con cierta búsqueda de originalidad en lo formal, quizá para no aburrir, quizá para cambiar todo sin que nada cambie. El caso de Source Code obedece a ese planteo, a la idea de que hay que reforzar la paranoia popular, y si hay que acudir al sci-fi, pues que se haga, que para eso están las explicaciones científicas y el texto siempre explícito, como para que uno crea entender eso que al salir de la sala de cine se resumirá en un pixel más de miedo al otro, en una nueva cara del ellos-o-nosotros. El film nos muestra a un militar que despierta en un tren (Jake Gyllenhall), el cual, a los pocos minutos, estalla. Corte. Luego, vemos al mismo hombre en lo que parece ser una cápsula de hierro, reforzada y comunicada con una base de operaciones a través de un monitor y un micrófono. Del otro lado, lo que parece ser una operadora (la bellísima Vera Farmiga, cada día más parecida a Inés Estévez) le comunica que se encuentra en medio de una misión especial y que volverá al tren en el que acaba de morir para encontrar la bomba que lo hizo explotar y, después, al autor del atentado. Y para todo eso tiene tan solo ocho minutos. A partir de allí la película se mete de lleno en una estructura cuadrada, de relato sincronizado y en plan Groundhog Day, pero sin el humor y con la correspondiente muesca de suspenso e intriga. Duncan Jones (también conocido como el hijo de David Bowie, a la vez que director de la muy apreciable Moon) apuesta aquí por cierta linealidad, más allá de la ruptura que supone el hecho de tratarse de una narración fragmentada por las idas y venidas (no en el tiempo, sino en términos de física cuántica, como se encarga de subrayar más de lo necesario el omnipresente científico de turno), con un personaje que sufre el infame derrotero al que lo somete un sistema de inteligencia perverso. El discurso, en tanto, es más interesante que el planteo formal, ya que pone en juego más de un cambio de paradigma sobre la amenaza terrorista, al menos en lo que respecta al eje del mal. Por supuesto, la bajada de línea no llega a cambiar de carril ni se desvía del camino ya tan transitado del peligro que representa el otro, casi siempre malo, muy malo, escondido entre la bondad de los nuestros, los de bien. En lo estrictamente cinematográfico, Source Code es una pieza correcta de arquitectura de guión, por momentos pretenciosa y en ocasiones básica frente a otros trabajos del subgénero (Unthinkable, para no ir lejos), que quizá hubiera sido infalible como cortometraje, sin la necesidad de alargar pasajes o agregar situaciones que justifiquen 90 minutos de proyección. Sin embargo, un buen inicio y una ajustada resolución alcanzan para que el saldo sea positivo, y sin daños colaterales.
La idea del filme es una interesante propuesta que no aburre y engancha desde la primera escena, aunque es posible que el final no te cierre del todo ya que es muy cliché en comparación con lo que se venía narrando. No está mal, pero quizás con otro giro más original la película hubiera ganado puntos, en vez de...
Tras el reconocimiento recibido con su opera prima "Moon", el realizador Duncan Jones (hijo de David Bowie) no eligió como segundo trabajo un proyecto personal y profundo como aquel protagonizado por Sam Rockwell, sino un film de mayor presupuesto que solo se limitó a dirigir. Continuando en el género de la ciencia ficción, Duncan presenta un thriller interesante, original y atrapante en donde un hombre, que forma parte de un avanzado programa militar, debe tomar el cuerpo de un pasajero en un tren a punto de explotar y repetir sus últimos 8 minutos de vida hasta lograr identificar al autor del atentado terrorista. En cada uno de estos viajes en el tiempo y espacio, irá descubriendo algo nuevo que le permitirá acercarse un poco más a la verdad, pero algunos conflictos personales interferirán con su misión. Se podría comparar esta idea con la de aquella comedia de 1993 protagonizada por Bill Murray, "Groundhog Day", pero lo cierto es que este relato es muy diferente y apunta hacia otro lado. Combinando suspenso, acción e intriga, acompañado por una intensa banda sonora, "Source Code" se destaca por un gran trabajo de dirección y edición que evita hacer repetitivo, aburrido o cansador una situación que se reitera una y otra vez. Si bien no falta la típica cuota de patriotismo norteamericano, ni el final un tanto complaciente y emocional, "Source Code" es una propuesta muy entretenida y recomendable que (al igual que lo que propone su historia) vale la pena ver más de una vez.
Un viaje con escalas Los viajes en el tiempo (de cuerpo y mente como ocurre en este film) y la paranoia por atentados terroristas son los pilares en los que se basa el director Duncan Jones para contar esta historia que juega con el suspenso, el cambio de identidades y la ciencia-ficción. El realizador de Moon, e hijo de David Bowie, centra la acción en un tren en el que viaja el militar Colter Stevens (Jake Gyllengaal, el actor de Secreto en la montaña y El príncipe de Persia), quien despierta en el cuerpo de otra persona, ante una joven que desconoce pero que ha visto antes (Michelle Monaghan). Su misión: evitar en ocho minutos un atentado en el tren que marcha a toda velocidad hacia Chicago. Con recursos desplegados con mejor suerte en Matrix, El origen y en la reciente Los agentes del destino, el film coloca a un hombre común en una situación extraordinaria. El espectador vuelve una y otra vez al lugar, junto al personaje, e irá obteniendo información sobre lo que alllí ocure. La narración fragmentada se vuelve reiterativa y quita suspenso al asunto en medio de una trama alimentada por misiones secretas (una cápsula conecta al protagonista con un complejo centro de operaciones y una mujer encarnada por Vera Farmiga comanda todo como si fuera un videojuego), muchos cables y poca intriga. Un relato que tenía todo para crispar al espectador (a pesar de sus efectos visuales antiguos) y se transforma en una cansadora travesía con escalas.
IDENTIDAD SUSTITUTA (EXTRAÑO EN UN TREN) Luego de su multipremiado y aclamado debut con el film de ciencia ficción La Luna (Moon), el hijo de David Bowie rodó este thriller sobre un militar (piloto de helicópteros), cuyo último recuerdo es haber estado en una misión en Afganistán y que, al despertarse, percibe que es enviado al (y se siente en) el cuerpo de otra persona que está a bordo de un tren de la ciudad de Chicago en compañía de una atractiva muchacha (Monahan). Eso no es todo: al poco tiempo todo vuela por los aires producto de un atentado con explosivos. Sin embargo, no muere sino que vuelve a su estadio anterior, donde es instruido por los responsables del proyecto Source Code (Jeffrey Wright) para regresar al mismo lugar y tratar de descrubrir al culpable y de desactivar la bomba. La idea de regresar una y otra vez al mismo lugar y revivir una situación determinada (con los sucesivos cambios que el protagonista puede imprimirle) no es nueva (hasta fue utilizada en una notable comedia como Hechizo del tiempo), pero sí efectiva, ya que sirve para generar una buena de dosis de suspenso y de identificación porque el espectador sabe cómo arranca el conflicto, pero no cómo puede modificarse su resolución. La extrañeza, la sensación de "invadir" un cuerpo ajeno, la realidad virtual, el poder de una maquinaria mucho más poderosa que la fuerza de un simple humano son elementos que Duncan Jones ya había elaborado en La Luna. Aquí, la cosa resulta menos lírica e intimista, pero quizás más sólida en una mezcla entre la ciencia ficción y el thriller hitchcockiano que funciona con solvencia durante los (in)tensos 93 minutos de relato. Un muy buen segundo paso para un artista con vuelo propio (cada vez más lejos del degrandante "hijo de" al que yo también suelo apelar). Sin dudas, un director a seguir.
El tiempo no para Sí en La luna (Moon, 2008) Duncan Jones ponía en conflicto el tema de la clonación humana en 8 minutos antes de morir (Source Code, 2011) toma elementos de su ópera prima para volver hablar sobre biotecnología e impacto social. Colter Stevens (Jake Gyllenhall), un capitán del ejército de los EE.UU despierta en un tren desconociendo las razones de cómo terminó en ese lugar. Minutos más tardes una bomba volará la formación y repentinamente despertará en una unidad de aislamiento tecnológico. Colter deberá regresar mentalmente al tren cada vez que sea necesario para descubrir en un término de ocho minutos quien fue el verdadero culpable del atentado y así evitar otros desastres terroristas. El debut cinematográfico del hijo de David Bowie resultó ser uno de los más atractivos dentro de la camada de nuevos directores ante la forma de mantener tensión dramática poniendo en escena un solo personaje, Rodrigo Cortés lo hizo más tarde con Enterrado (Buried, 2010). A partir de un argumento que recurría a la ciencia ficción creó un debate sobre la manipulación biotecnológica. En su segunda película reconfirma no sólo su talento para concebir una obra mezclando los más variados géneros cinematográficos - thriller, ciencia ficción, drama romántico, acción- sino también su interés personal por el tema. En este caso Jones ya no pone en escena a sólo un personaje aunque, en cierta forma, sí se encontrará a su merced frente al peligro. El capitán Stevens estará rodeado de personajes pero que en el fondo funcionaran como objetos y que presentes o ausentes no modificaran el relato. Otra similitud entre ambas obras puede encontrarse en el personaje manipulador. Mientras en La luna era llevado a la perfección por Kevin Spacey en 8 minutos antes de morir el rol será asumido por Vera Farmiga (Amor sin escalas, 2009), encargada de llevarlo al pasado o devolverlo al presente con el sólo fin de, según sus propias palabras, ser una ayuda para la humanidad sin importar razones personales. Mientras en La luna había una construcción minimalista del espacio, todo pasaba más por los diálogos que por la acción, en 8 minutos… ambos elementos se conjugan a la perfección y ya no habrá únicamente palabras sino escenas de alto impacto visual, que además de entretener servirán para reflexionar sobre una realidad que bien podría estar ocurriendo en el presente, a pesar de que para muchos sea nada más que ciencia ficción. Duncan Jones incursiona en el cine hollywoodense con una historia para nada alejada de lo que la industria pretende pero sin traicionarse a sí mismo. Un brillante thriller futurista que habla del presente y sus consecuencias sobre cada uno de nosotros de manera individual y como sociedad.
El pasado que vuelve Jake Gyllenhaal viaja en el tiempo para evitar un atentado en este intenso thriller. Como decía una canción de Talking Heads, un día podés levantarte y preguntarte: “¿Que estoy haciendo acá?”. Algo así le sucede a Colter Stevens (Jake Gyllenhaal) cuando se despierta de lo que parece ser un sueño en un tren que viaja a Chicago. La mujer frente a él le habla como si lo conociera, pero él no tiene idea quién es, ni dónde está, ni por qué. Ni siquiera la ropa que tiene puesta es suya. Enseguida irá al baño y, al mirarse al espejo, notará que la imagen que ve allí tampoco es la suya: es la de otro hombre, un desconocido. Y, encima, mientras trata de descifrar la situación, el tren explota y todos vuelan por el aire. En 8 minutos antes de morir veremos esa situación repetirse varias veces, pero siempre con variantes. En esta suerte de versión ciencia ficción de Hechizo del tiempo sabremos que Colter es un soldado apostado en Afganistán que es parte de un experimento. Para descubrir al autor de ese atentado, es enviado a través del tiempo -mediante un complejo código científico- ocho minutos antes de la explosión a tratar de evitarla. Pero el hombre no viaja realmente. Lo hace... mentalmente. Y tampoco viaja al pasado real: viaja uno posible, a un vector, a... bueno, ya verán, pero tiene que ver con la física cuántica o algo por el estilo. Lo interesante del filme de Duncan Jones ( Moon ) es que no se enreda mucho, como El origen , en explicar su sistema. Lo hace rápidamente y confía que el espectador no se pondrá a hacer cálculos científicos para probar si es posible, porque seguro que no lo es. Es una película mucho mas pequeña que aquélla. Son dos escenarios: el tren donde debe investigar y el extraño lugar en el que Colter está como encerrado recibiendo ordenes de una pantalla (¿es una prisión? ¿una cápsula espacial? ¿un lugar imaginario?). Pero, a su vez, la apuesta es más alta (evitar una explosión que volará Chicago) y sus conflictos vitales/emocionales están puestos en el centro de la acción. Es que, a través de cada uno de sus ocho minutos en el tren, y mientras busca al sospechoso, Colter irá conociendo a la gente que viaja y a trazar relaciones con ellos, en especial con Christina (Michelle Monaghan), la chica que lo mira con cariño y que no conocía. Paralelamente se relacionará con la agente que le da órdenes (Vera Farmiga) e intentará descubrir qué es ese otro extraño lugar donde todo es también muy raro. Con puntos de contacto con Los agentes del destino , pero con una lógica interna más consistente y narrativamente mucho mas intensa, Jones plantea una situación “hitchcockeana” de manera notable y lo hace con mínimos recursos, un pequeño grupo de actores (además de los citados esta Jeffrey Wright, como el creador del “código”, y otros pasajeros del tren) y mucho ingenio para ir encontrando ejes narrativos distintos (y no sólo sospechosos) en cada “viaje”. Como en los grandes filmes que homenajea ( La ventana indiscreta e Intriga internacional ), Jones hará como Hitchcock: pondrá el eje más en las relaciones y menos en el mecanismo. Si bien se reserva una serie de sorpresas que modificarán la trama, lo que más le importa es la situación emocional del personaje y su relación con los demás. Como en Hechizo del tiempo , de ese momento que se repite una y otra vez no se sale aprendiendo de memoria las rutinas. Se sale encontrándole algún sentido a lo que se hace. O bien, teniendo un buen motivo para salir.
Esta película es de esas que al final los que la vieron en grupo o en pareja se ponen a ver "¿que entendiste vos?". No porque sea complicada, pero es de las que dejan ese mini debate posterior. 8 minutos antes de morir es un pequeño cuento fantástico, mezcla de Avatar con Hechizo del tiempo (o El día de la marmota). Suena rara la mezcla, pero cuando la vean lo entenderán. No es para ver cansado, pero tampoco hace falta una inyección de adrenalina. Está armada para que uno sea testigo del juego que hace el director con el guión. Bien llevada, con sólido elenco, y buenas situaciones. Es redondita, y dura lo justo, porque el jueguito de mostrar todo de nuevo lo van achicando con el correr de los minutos, y eso es un acierto. Una buena película de suspenso, con un Jake Gyllenhaal que demuestra que está para mucho más que ser un Príncipe de Persia.
El hijo de David Bowie, Duncan Jones, hace poco sorprendió a la industria del cine con su ópera prima, Moon, una historia de ciencia ficción protagonizada por Sam Rockwell que recibió excelentes críticas en todo el mundo e inclusive obtuvo el reconocimiento de la NASA. Lamentablemente no consiguió distribución en Argentina. A partir de este film Jones comenzó a recibir ofertas de los grandes estudios de Hollywood e inclusive fue uno de los principales candidatos de Warner para dirigir la próxima película de Superman, que finalmente quedó en manos de Zack Znyder. Este año presentó su segundo trabajo, 8 minutos antes de morir, donde volvió a trabajar con la ciencia ficción pero con un presupuesto seis veces mayor al que tuvo en su debut. Su nuevo film trae al recuerdo el clásico de Bill Murray, El día de la marmota, con la particularidad que acá los problemas con el tiempo son más oscuros y están relacionados con el suspenso y la acción. El director ofrece un film que cumple con lo que se propone transmitir, que no es ni más ni menos que un entretenimiento bien hecho. No es una historia emocional como Moon, pero si una película de acción que no insulta la inteligencia del espectador y te mantiene enganchado hasta el final. La historia, que tranquilamente podría haber sido un capítulo de La Dimensión Desconocida, está muy bien construida y Jake Gyllenhaal se destaca en el rol protagónico con una muy buena interpretación. Otro muy buen trabajo del cineasta Duncan Jones, quien tiene por delante una carrera muy prometedora.
La reasignación del tiempo Luego de aquella pequeña maravilla intitulada En la Luna (Moon, 2009), el británico Duncan Jones ratifica su talento en 8 Minutos antes de Morir (Source Code, 2011), otra remarcable exploración en el terreno de la ciencia ficción aunque en esta oportunidad con un presupuesto mucho más generoso detrás. De hecho, el realizador transforma lo que podría haber sido un típico producto industrial en una obra lúcida que funciona a la perfección tanto dentro de las fronteras del género específico como en lo que respecta a las inclinaciones definitivamente humanistas de un señor que hasta hace poco sólo era registrado por su condición de ser el primer hijo del siempre extraordinario David Bowie. El Capitán Colter Stevens (Jake Gyllenhaal), un piloto del ejército estadounidense en Afganistán, despierta frente a Christina Warren (Michelle Monaghan) en un tren hacia Chicago. A pesar de que ella lo conoce bajo el nombre de Sean Fentress, él no sabe cómo llegó hasta allí y cuando comienza a investigar de pronto la formación ferroviaria estalla a los ocho minutos exactos. En ese momento Stevens parece viajar y vuelve a recuperar la consciencia en una suerte de cápsula desde la cual Colleen Goodwin (Vera Farmiga) y el Doctor Rutledge (Jeffrey Wright) no dejan de interrogarlo sobre lo ocurrido y le anuncian que se encuentra en una misión y deben regresarlo al tren las veces que resulten necesarias. Como el film presenta un planteo enigmático y sucesivas vueltas de tuerca conviene no adelantar más acerca de la trama, basta con la secuencia inicial. Mientras que En la Luna proponía una mixtura muy peculiar de 2001: Una Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) y Solaris (Solyaris, 1972), 8 Minutos antes de Morir combina la estructura narrativa de Hechizo del Tiempo (Groundhog Day, 1993), algunos detalles de 12 Monos (12 Monkeys, 1995) y una intriga de espionaje símil Alfred Hitchcock: en ambas películas descubrimos un cuestionamiento sutil a la insensibilidad contemporánea, en la primera apuntando a las mega corporaciones energéticas y en la segunda al estado norteamericano. A decir verdad sorprende el trabajo meticuloso de Ben Ripley, un guionista con escasa experiencia y ningún mérito previo que merezca ser señalado. El proyecto se preocupa por acoplar de modo armonioso todas las dimensiones de la historia y especialmente privilegia el desarrollo de personajes y la progresión dramática por encima de la rutina de las escenas de acción y los artilugios visuales, ingredientes cinematográficos por antonomasia a nivel mainstream: el clasicismo y la mesura que encauzan al relato obedecen a las inquietudes de Jones (no cabe la menor duda que con el mismo material cualquier asalariado de los estudios hubiese edificado otro mamotreto estándar de esos que pasan sin pena ni gloria). La química entre Gyllenhaal y Monaghan constituye un contrapunto inmejorable para los vericuetos de la pesquisa detectivesca y las preguntas del dúo compuesto por Farmiga y Wright, rectores máximos del “código fuente” del título en inglés, un programa informático a testear que controla esa cíclica reasignación temporal que padece el protagonista. Más allá de la banda sonora retro de Chris Bacon y la minuciosa edición de Paul Hirsch, las grandes estrellas de 8 Minutos antes de Morir son la naturalidad e inteligencia en función de las cuales se ejecuta una compleja premisa central vinculada a la manipulación de nuestro devenir cotidiano en beneficio de poderes que nos otorgan “cero margen” de autonomía…
Morir mil veces La mezcla de patrioterismo, alusiones a ataques terroristas y una incipiente necesidad de encontrarle un sentido a la muerte de los soldados de Afganistán resulta inocua e inofensiva frente a esta entretenida e ingeniosa propuesta de ciencia ficción 8 minutos antes de morir. Pareciera que tras la exitosa serie Lost y en estos momentos desde la serie Fringe, tomar elementos prestados de la física cuántica es una buena excusa para argumentos que lavan -por decirlo de alguna manera- las concepciones filosóficas sobre la finitud y el destino a partir de la creencia –casi religiosa- de la existencia de realidades alternas y universos paralelos donde las coordenadas espacio-temporales no guardan una relación lineal ni cronológica, existiendo bucles o brechas donde confluyen pasado, presente y futuro. ¿Por qué pensar entonces que con la muerte acaba todo cuando cualquiera puede estar viviendo en otras realidades simultáneamente? Esa es la explicación superficial de una de las teorías de la física cuántica que forma parte de la trama del film, protagonizado por Jake Gyllenhaal, quien es sometido a un experimento por el cual gracias a su memoria, que puede registrar los últimos minutos de sus experiencias, revivirá una y otra vez una situación donde deberá en el lapso de ocho minutos -en los que muere y vuelve a vivir- resolver un enigma para salvar de futuros ataques terroristas en suelo americano a un montón de personas inocentes. No diremos más que eso para mantener el atractivo del relato que el director Duncan Jones (Moon -En la luna-) dirige con solvencia gracias al aporte de un buen elenco que cuenta con las participaciones de Michelle Monaghan y Vera Farmiga en los roles femeninos y Jeffrey Wright, entre otros. Tratándose de un film de ciencia ficción que introduce tanto elementos de la realidad, el melodrama y las chances de redención para dejar todo en orden antes de partir, la insistencia por parte de Duncan Jones y equipo por reforzar cualquier costado humano y emocional le quitan a la historia la frialdad y solemnidad que todo film ‘serio’ debería tener, de a cuerdo a los códigos hollywoodenses.
Un thriller vertiginoso que mezcla ciencia ficción y suspenso a lo Hitchcock Además de monstruos, extraterrestres, dramas posapocalípticos, cataclismos y viajes interplanetarios que alimentan la espectacularidad del 3D o curiosas innovaciones tecnológicas que suelen demandar mucha explicación y a veces incitan a reflexiones pseudofilosóficas, en el cine de ciencia ficción puede haber también lugar para films inteligentes que, sin descuidar el entretenimiento, sepan incluir el suspenso a la Hitchcock, el vértigo del thriller y hasta algunas cuestiones vinculadas con la identidad. Como 8 minutos antes de morir , que puede ser calificada como una obra cerebral y cuyo final puede admitir más de un reparo, pero cuya acción en continuo avance atrapa de punta a punta. A su talento visual el realizador Duncan Jones suma un ritmo que jamás decae y una construcción impecable sostenida en el sólido guión de Ben Ripley y en el vigoroso desempeño de Jake Gyllenhaal, protagonista absoluto de la historia. Gyllenhaal es el sargento Colter Stevens, que aparece dormitando apoyado en la ventanilla de un tren a punto de arribar a Chicago y no con su unidad en Afganistán, lo último que recordaba. Cuando despierta, la muchacha sentada frente a él lo llama Sean y lo trata familiarmente. Su desconcierto aumenta cuando comprueba que el documento (con su foto) corrobora tal nombre, y mucho más cuando a los pocos minutos, tras una explosión que destruye el convoy y mata a todos los pasajeros despierta otra vez encerrado en una oscura cabina y desde el monitor de una computadora una oficial le explica sucintamente la situación en que se encuentra. Un sofisticado y secretísimo experimento le permitirá regresar al cuerpo ajeno que ocupaba, tomar la identidad prestada y volver a vivir los últimos 8 minutos antes del estallido: deberá aprovecharlos para descubrir al terrorista que colocó el explosivo, dar con éste y desactivarlo para evitar la tragedia y sobre todo prevenir los ataques que se avecinan. Son varias carreras contra el tiempo y muchos interrogantes los que se plantean, pero el film corre a la velocidad del tren, y en lugar de detenerse en explicaciones, que irán filtrándose a lo largo de la historia, invita a compartir la intrigante aventura del hombre perdido en fragmentos de tiempo, obligado a hacer de conejillo de Indias y buscando a tientas el sentido de su propia identidad, a la vez que vive un fragmentado romance con la encantadora compañera de viaje. Cualquier riesgo de reiteración es sorteado por la habilidad narrativa de Jones: el entretenimiento está asegurado.
Juegos de la mente En su primera y magnífica película –Moon, 2009, editada aquí en DVD con el título En la luna–, el británico Duncan Jones abordaba, con sólo un hombre en el espacio, lo que podría llamarse “tragedia de la distancia”, que es también distancia de uno mismo. Ahora, Mr. Jones –que acaba de cumplir 40 y no es otro que el hijo de David Bowie– vuelve a abordar cuestiones semejantes, otra vez desde un formato de género pequeño y modesto, casi íntimo. Pero en esta ocasión trabaja sobre un guión ajeno, típico mecanismo de relojería estilo “juegos de la mente”, a la manera de películas como Abre los ojos, Memento o El origen. Como la última de ellas, el “rompedero de cabeza” de 8 minutos antes de morir empieza resultando atractivo e intrigante, pero va quedando irremediablemente atrapado en su propia mecánica. El comienzo es bien raro. Como en un episodio de Dimensión desconocida, un hombre (Jake Gylenhaal) se despierta de golpe en un tren, sin saber quién es ni dónde está. En el asiento de enfrente hay una chica (Michelle Monaghan) que, se supone, viaja con él y lo conoce bien. Pero lo llama por el nombre de otro. Desesperado, el tipo va al baño a lavarse la cara, y cuando se mira al espejo... allí hay otro. Mientras busca en los otros pasajeros respuestas al intríngulis, la chica le sonríe con sospechosa insistencia. En medio de todo eso, una bomba explota. ¿Murió el protagonista? ¿Qué pasó, quién era, cómo y por qué fue a parar a ese tren? Como si se tratara de un cuento de Philip Dick leído a los saltos, las respuestas a esas preguntas dan por resultado preguntas bastante más enrevesadas. Estas tienen que ver con experimentos secretos científico-militares, la supervivencia cerebral a la muerte, la implantación de identidades ajenas y el reiterado traslado hasta una suerte de situación-matriz, “código de origen” al que el título original hace referencia. Para que esta clase de mind games funcione, debe despertar preguntas más interesantes que el propio jueguito. Jueguito que, por muy oscuro que sea el planteo de arranque, a la larga debería resultar inteligible. Ninguna de ambas cosas sucede aquí. Mientras intentamos entender, sin mucho éxito, cómo funciona el asunto, sabemos que –versión explosiva de Hechizo del tiempo– habrá que volver una y otra vez a la misma situación, para intentar, en esos ocho minutos contrarreloj que indica el título, que el vagón no vuele por los aires. Para eso hay que descubrir quién pone la bomba y desactivarla. Es como jugar al Clue, un sábado a la tarde en casa, pero fusionando física cuántica y cálculos parabólicos (de todo eso habla el director del experimento) con el coronel Mostaza y la señorita Escarlata. La única forma de desbanalizar el asunto sería darle desarrollo al factor humano, encarnado aquí en dos personajes trágicos: el protagonista y la capitana de uniforme que le da instrucciones (Vera Farmiga, lo mejor de la película). Pero ellos no crecen lo suficiente y la versión cuántica del Clue termina por imponerse.
Para servir a la patria, aún muerto Hace un par de años vimos en "G.I. Joe: Rise of the Cobra" cómo un personaje intentaba recuperar las últimas imágenes almacenadas en el cerebro de un enemigo muerto con un aparato creado para tal fin. El guionista Ben Ripley ahora va un poco más allá, pero basándose en la misma premisa. Según él, el cerebro de una persona es capaz de guardar los últimos ocho minutos vividos y gracias a un programa desarrollado por el gobierno pueden aprovechar eso para, en este caso, investigar un atentado en un tren. Basicamente se trata de ahondar en un universo paralelo donde viven aquellos que ya están muertos pero que puede ser modificado para obtener la información necesaria. Más allá de lo que tiene que ver con la ficción que propone el filme, no es posible desentenderse del nefasto mensaje que presenta. En primer lugar, el uso de personas como si fueran un pedazo de carne, algo que el director muestra explícitamente, y cuyos derechos están por debajo de los intereses de la nación y su lucha contra el terrorismo. No alcanza que el personaje de Vera Farmiga muestre cierta piedad, su interlocutor durante el filme la desautorizará y afirmará el controvertido mensaje. El director Duncan Jones, hijo del cantante David Bowie, desarrolla la trama con agilidad y sin fisuras en el trato del tiempo, algo que por momentos nos traerá el recuerdo de la genial "Groundhog Day" protagonizada por Bill Murray.
La finitud de la vida como luz verde La película 8 minutos antes de morir tiene una de esas premisas de guión que enseguida enganchan a cualquier espectador. El soldado Colter Stevens (Jake Gyllenhaal) ha sido –sin previo aviso– reclutado para un programa llamado Source Code. Este programa le permite adoptar la identidad de otra persona en los últimos ocho minutos de su vida. En esos ocho minutos él deberá encontrar una bomba en un tren que va rumbo a Chicago. Pero a la vez deberá lograr que quien colocó ese artefacto no haga explotar una bomba mucho mayor en plena ciudad. El soldado es enviado una y otra vez y en cada período de ocho minutos irá encontrando nuevas pruebas. Cualquier narración donde el protagonista tenga que resolver algo en pocos minutos alcanza un clímax de tensión y esta película se sirve de dicho clímax varias veces, cuando una y otra vez se logra captar la angustia de esa carrera contra reloj. La original trama posee, como si no fuera suficiente, una historia de amor, lo cual aumenta el compromiso emocional del espectador con el relato. El personaje debe aprender de cada nuevo período de ocho minutos algo nuevo que le servirá para el siguiente. En ese aspecto, la película recuerda a dos comedias, Hechizo del tiempo, con Bill Murray y Andie McDowell, y Como si fuera la primera vez, con Adam Sandler y Drew Barrymore. Pero en aquellos relatos el aprendizaje era visto con humor, a diferencia de aquí, donde la desesperación es lo que marca todo el proceso. Sin embargo hay pequeños instantes donde el personaje actúa como los protagonistas de aquellos films. La construcción dramática de todos estos relatos tiene algo en común, la idea de que la conciencia de la finitud nos hace valorar la vida más que nunca, en el género cinematográfico que sea.
Como “Hechizo del tiempo”, pero serio Lo único que impide considerar a este thriller fantástico una obra maestra es el recuerdo del antecedente de Harold Ramis, «Hechizo del tiempo» («Groundhog Day») esa comedia negra de culto en la que Bill Murray vivía una y otra vez el peor día de su vida, que intentaba mejorar sin mucho éxito en cada repetición. Pero «Ocho minutos antes de morir» no es una comedia en absoluto, sino una compleja historia de ciencia ficción donde un soldado, desde una hipertecnológica instalación militar, debe interactuar dentro de un mundo virtual, o realidad paralela, para evitar que el mismo terrorista que ha volado un tren haga explotar una bomba radiactiva en el centro de Chicago. Duncan Jones, hijo de David Jones, es decir David Bowie, que ya habia sorprendido con la excelente «Moon» (que solo conocimos en DVD) hace entrar al espectador en un juego complicado, que durante un tercio de proyección hasta puede resultar un tanto irritante, Es que la constante y repetida aparición del protagonista en el mismo tren que en ocho minutos va a volver a explotar una y otra vez -debido a las extrañas características del proyecto que se describe- convierten al film en un tour de force narrativo que, entre intervalo e intervalo en la cápsula donde está atrapado el desorientado protagonista, va transformando paulatinamente el sentido del relato hasta convertirlo, ya casi al final, en algo mucho más profundo que un thriller de lucha contra el terrorismo. «Ocho minutos antes de morir» está muy bien actuado (Jake Gyllenhaal vuelve creíble un personaje que pasa por fases terribles, más allá de lo que supone experimentar su propia muerte varias veces de distintas formas), pero sobre todo excelentemente filmado y brillantemente escrito. Con esta película, Duncan Jones demuestra que su vocación no es para nada el capricho de una estrella de rock, y que es un muy buen director del que se pueden esperar grandes cosas.
La vida y la muerte en 8 cíclicos minutos El inglés Ducan Jones es uno de mis directores británicos favoritos de este último tiempo. No tiene una filmografía extensa (dos títulos y un corto), de hecho, yo sólo ví "Moon", su primer largo, premiadísimo thriller de ciencia ficción en el que con pocos elementos logra traer una historia atrapante. Para quienes no la vieron, pondré en el perfil público del espectador avezado, el trailer de la película en un rato porque creo que junto a "Source code", van de la mano, no forman una unidad, pero la manera de narrar de Jones este tipo de género es fresca y poderosa. En "Moon", hay un sólo personaje a lo largo de toda la historia (Sam Rockwell en seguramente uno de sus mejores trabajos) pero es de tal magnitud el conflicto que plantea y la atmósfera que crea, que el film, a pesar de ser pausado logra una intensidad pocas veces vista con tan pocos recursos físicos. "Ocho minutos antes de morir", en cambio, es más vertiginosa, pero tiene comparte el espíritu por cuestionar lo establecido y abordar estrategias extremas cuando el sujeto debe enfrentarse a situaciones límites que desestructuran su centro. El director cuenta (otra vez) con un gran actor para el rol central y obtiene de Jack Gyllenhaal otra lucida actuación que lo posiciona como uno de los más sólidos intérpretes con que cuenta la industria en este último tiempo. Cuando me acomodé en la butaca y ví los primeros minutos, ratifiqué mi alianza con Jones, es un realizador en el que hay que confiar. En su enorme debut, lo único que me pareció como algo a reformular era el tempo de la historia. Si bien el contexto propiciaba ese tipo de narración, lo cierto es que para el espectador corriente, esto jugaba en contra y a pesar de la gran actuación de Rockwell, eso se percibía en el cuerpo. Aquí, con otro guión (mención para Ben Ripley, que si bien escribe sobre ciencia ficción hace tiempo, sus últimos trabajos fueron bastante discretos), pudo probarse en un ritmo más marcado, incitando a su equipo a generar un clima trepidante, donde cada segundo es vital para el desarrollo de los hechos. En esa transición, está probado que el hombre tiene futuro ya que logra mover su registro y adaptarse a contar una historia que acelera el pulso de la previa. "Source code" es una película nacida a la sombra de "Inception". Propone al espectador un viaje (menor, convengamos que la de Nolan es una obra maestra) por planos y realidades virtuales y materiales que se interrelacionan de acuerdo a leyes que están pautadas por cierta lógica metafísica. Quiero decir que es una película que tiene varios niveles de trabajo y en la que hay que estar atento para entender el código que propone, de manera de lograr acceso a su capa interior (core). Si crees que es una simple película de ciencia ficción, puede que los interrogantes finales (abiertos) que ofrece el film te pasen desapercibidos y honestamente creo que son lo más valioso que la cinta puede dar. Más allá de hacernos pasar un buen rato, aquí la idea que prima es la de pensar, cuántos universos paralelos podrían coexistir con el nuestro en este momento (y aquí ya hay estudios serios de física cuántica que teorizan sobre ellos) y cuales son las maneras en que podríamos acceder a los mismos. Jack Gyllenhaal es Colter Stevens. Por alguna extraña razón, se encuentra en una situación límite. Está viajando en un tren hacia Chicago, en compañía de su novia, Chrtistina Warren (la dulce Michelle Monaghan), a quien desconoce por completo. Todo le parece raro en su entorno y mucho más cuando a los 8 minutos de tratar de entender donde está, el tren en el que viaja vuela por los aires, generando una explosión atómica con todas las de la ley. Al despertarse, se encuentra en una especie de cápsula en la que por una pantalla le dan parte de la información que necesita para su misión: el es marine, está en la mente de alguien que falleció en ese vagón y han logrado "insertarlo" en ese momento porque intentan descubrir la identidad de quien puso la bomba en el lugar. La máquina que logró hacer eso sólo puede llevarlo a ese lugar, ocho minutos antes del desastre, por lo que una vez que transcurra ese tiempo, el sistema resetea (el muere, junto a los demás) y vuelve a cargar la misma escena. La tarea no es sencilla, Colter debe buscar en el tren pistas para dar con el responsable del atentado y su tiempo es escaso. Ante cada error, volverá atrás y deberá volver a intentarlo: forma parte de un programa científico militar y debe obedecer la orden de la superioridad. El es marine (y no contamos más sobre su vidal porque sus zonas grises son lo más rico del film) y tiene entrenamiento para poder llevar a cabo el objetivo... Aunque las emociones se van haciendo carne y comienza a relacionarse con Cristina y el resto del pasaje de manera especial. Eso provoca que agudice sus sentidos y asuma la tarea con compromiso real...Eso sí, cada ocho minuto, reset y volver a empezar si no pudimos descubrir al terrorista... Ustedes dirán..."¿no es repetitivo? ¿no cansa?"... En este caso no, porque cada vez que Colter regresa, aprende de sus errores y comienza a cuestionarse los límites del mundo en el que se mueve, con lo que incluso un final como el gobierno quiere, tampoco le garantiza su éxito personal, así que agudizará el ingenio para poner a prueba incluso, las leyes cuánticas que generan los mundos paralelos... Es una película alejada de las clásicas blockbuster del género. Está hecha con un presupuesto más acotado y no verán costosas escenas de animación digital aquí (la mayor parte del tiempo las acciones transcurren dentro del tren) por lo que "Source code" se sostiene exclusivamente del carisma de Gyllenhaal y las solventes actuaciones de sus secundarios, la operadora militar a cargo de la comunicación con él, Collen (Vera Farmiga, excelente) y la tozudez del doctor Rutledge (Jeffry Wright), el creador e ideológo del dispositivo. Entre ellos hay buen feedback y los contrapuntos filosóficos que se despliegan, merecen la atención del público. En definitiva, un film interesante, alejado de los tanques que caracterizan a las películas de ciencia ficción, pero con valores que atraen con armas nobles.
Hechizo del tiempo Puesta en marcha la creación, el tiempo resulta irreversible, incluso para Dios. Este es un viejo problema teológico, más lateral que central en la tradición filosófica, un dilema teórico cuya traducción práctica es la reconocible fantasía que cualquier mortal experimenta ante un hecho trágico, no deseado e ineluctable. La ecuación en 8 minutos antes de morir es comprensible, más allá de si uno tiene conocimientos de mecánica cuántica y cálculos parabólicos: un hombre, un soldado involucrado en una operación militar en Afganistán, despierta en un tren. Los detalles que implica la interacción con los pasajeros constituyen una experiencia fenoménica. Una mujer le habla pero no lo llama por su nombre. Inquieto, desesperado, irá al baño y al mirarse en el espejo su semblante será otro. Unos minutos después la detonación de una bomba terminará con todo. Así, el hombre despertará en una cápsula y una bellísima militar se comunicará con él para reprogramar su identidad y seguir con la misión, que implica volver al tren y averiguar quién es el responsable del atentado, primero entre muchos que están por venir. Como si fuera Sísifo (o Bill Murray en Hechizo del tiempo ), volverá una y otra vez al mismo escenario hasta descifrar quién es el asesino, es decir que en la repetición tendrá que hallar una diferencia esencial. ¿Una viaje en el tiempo? ¿Una realidad paralela? El capitán Stevens es un cobayo de un científico militar; quizá ya no esté con nosotros aunque su cerebro aún permanece activo entre sus memorias y la simulación de una realidad experimentada en el cuerpo de otro a través de un software denominado “código de origen”. Pero no todo está programado, y tal vez la realidad sea múltiple y abierta. Más allá de la inconsistencia científica que articula la propia lógica del relato, Duncan Jones, en su segunda película, dispone su material al servicio de una meditación filosófica pop sobre la irreversibilidad del tiempo, la identidad y la soledad (masculina), tópicos que ya estaban en En la luna, una película mucho más consistente. Tal vez las inclinaciones filosóficas de Duncan sean más afines al paisaje lunar que a los suburbios y la ciudad de Chicago en el contexto paranoico militar del tiempo presente estadounidense: de allí la futilidad política del filme, cuyas repetitivas y geométricas panorámicas iniciales sobre la ciudad son en materia formal el acierto visual de una película cuya idea sobrepasa a su puesta en escena. El hijo de Bowie es un cineasta interesante. Su legítima curiosidad está por encima de una industria en la que el pensamiento es una interdicción y el entretenimiento un imperativo categórico. La soledad de sus personajes no es muy distinta de la suya.
El capitán Colter Stevens se despierta en el cuerpo de un hombre desconocido y toma conocimiento de que está en plena misión de encontrar una bomba en un tren. Allí descubrirá que es parte de un experimento del gobierno, un programa que permite que adopte la identidad de otra persona en los ocho últimos minutos de su vida. Source Code parte de una idea que no es original y que debe ser algo recurrente entre los cultores de la ciencia ficción. No obstante tiene el mérito de ser desarrollada en forma hábil, sin dejar cabos sueltos y con el equilibrio justo entre complejidad y sencillez, evitando en su mayoría ser confusa sin caer en un tratamiento en exceso simplista. La historia no se da muchas vueltas, explica el conflicto en forma rápida y no se pierde en giros innecesarios. El piloto al que Jake Gyllenhaal interpreta debe encontrar a quien plantó la bomba en el tren, no para salvar a quienes ya murieron, sino para proteger a las víctimas de un futuro atentado que este terrorista llevará adelante en otro lugar. Eso es todo y game over. Este aspecto se destaca aún más en comparación con otro filme de ciencia ficción que en este momento se encuentra en cartelera, The Adjustment Bureau. Aquella se trata de una película romántica inserta dentro de un relato fantástico, mientras que en este filme el romance es algo circunstancial, lo importante es la misión y después habrá tiempo para lo demás. Una historia potente que se lleva adelante en forma ágil y sin distracciones, avanza con soltura hasta que tropieza en el final, enredándose en forma complaciente pero innecesaria con un confuso mensaje que genera más preguntas que respuestas. Fuera de este obstáculo, se trata de un filme fresco, entretenido y que no se extiende, que cuenta con un buen guión, con sólidas actuaciones, especialmente la de su actor protagonista, y que supone otro paso más en el camino hacia la gloria de su director. Duncan Jones, con sólo una película en su haber, la muy lograda Moon, da cuenta una vez más de su capacidad detrás de cámara y se presenta como un realizador al que, si sigue encarando proyectos de esta naturaleza, habrá que seguir de cerca.
VideoComentario (ver link).
8 Minutos Antes de Morir es el nuevo trabajo de Duncan Jones, el hijo de David Bowie que tuviera un espléndido debut con Moon (2009). Las buenas nuevas es que Jones ha vuelto a confirmarse como director de calidad, y se trata de uno de esos talentos que vale la pena seguir. Este es un thriller inteligente y prolijo, lo cual equivale a encontrar diamantes en el barro considerando los tiempos de pobreza creativa que últimamente dominan a Hollywood. En sí, 8 Minutos Antes de Morir no deja de ser mas que una sofisticación de Hechizo del Tiempo (1993), sólo que ahora la premisa está tomada en serio y está salpicada con toques de Phillip K. Dick. Imaginen despertarse en el medio de una situación irremediable, sabiendo que dentro de 8 minutos va a explotar una bomba, y que uno deberá vivirla una y otra vez hasta que logre dar con el responsable del atentado. Por supuesto la trama avanza y comienza a sofisticarse con detalles inquietantes: en el sueño no somos nosotros mismos sino tomamos la personalidad de una de las víctimas del atentado; y a pesar de todo nuestro esfuerzo por desarmar la bomba, descubrir al culpable o intentar advertir a las victimas, la explosión ocurre de manera inevitable. Lo que al principio parece onírico - ser otra persona; estar atrapado en un bucle temporal imposible de alterar, en donde los eventos ocurren y se reinician de cero de manera automática - pronto se revela como algo mas standard y propio de la sci fi: el protagonista está corriendo una simulación de realidad virtual basada en los recuerdos de los últimos 8 minutos de vida de una de las víctimas del atentado. La situación ha sido real - la bomba explotó hoy a la mañana -, y ha sido recreada hasta el más minimo detalle en una computadora a la cual estamos conectados. Por supuesto el mismo argumento termina por caer en una falacia - de que el pasajero fallecido es poco menos que Dios, ya que sus recuerdos son tan completos que es posible simular cualquier cosa que ocurriera en cualquier parte del mundo en el momento de la explosión como, por ejemplo, lo que sucedía fuera del tren -, pero eso es lo de menos. El tema es encontrar al terrorista en menos de 8 minutos, caso contrario habrá que vivir nuestra propia muerte una y otra vez. Cuando el filme devela que se trata de una simulación, 8 Minutos Antes de Morir entra en carriles más standard y, de algún modo, permite anticipar el giro de tuerca final del guión - al menos los espectadores experimentados pueden preverlo desde leguas de distancia -. Esto termina por diluir el impacto del climax sin que uno deje de reconocer que toda la obra está construida de manera inteligente. Lo que uno podría reprochar, en cambio, es que los operadores militares del proyecto están escritos como clichés inflexibles. Aún conociendo las circunstancias en las que opera Jake Gyllenhaal, a estos científicos le tendrían que haber dado unas nociones tipo Sicología 101 como para tratar - y especialmente, guiar - a los sujetos con los cuales están experimentando. Dar órdenes a alguien y tratarlo como si fuera un robot es chocante, y es el primer indicio de que las cosas no son lo que aparentan. Ciertamente la revelación final, cuando uno la analiza en detalle, termina siendo una pavada - ¿el mundo virtual de la simulación en realidad es un mundo paralelo y conectado al real? -, pero el resto del filme es sólido, prolijo e inteligente. Revelar más datos es arruinar la experiencia y, a mi juicio, 8 Minutos Antes de Morir es un filme que merece verse.
Después de la inmensa Moon, Duncan Jones dirige otra gran película de ciencia ficción de bajo presupuesto. El hijo de David Bowie vuelve a apoyarse en la repetición como eje central de una historia, pero esta vez no hay clonación sino que se recrean los últimos 8 minutos antes de un ataque terrorista en un tren mientras Jake Gyllenhaal busca al responsable. Si Moon estaba saborizada con el Kubrick de 2001, 8 minutos antes de morir está sazonada por el cine de Hitchcock, sin ese mágico toque del hombre común en una situación extraordinaria, pero con el aura romántico de Hechizo del tiempo.
REVIVIENDO LA MUERTE Luego de la muy buena propuesta titulada "Moon", Duncan Jones vuelve a la dirección, ahora con un proyecto que él no escribió, que mantiene una prolijidad excelente, con actuaciones muy buenas y un juego argumental que le aporta dinamismo, interés y calidad a la propuesta. Un hombre tiene una misión que cumplir con el ejército de los Estados Unidos, tiene que revivir los últimos 8 minutos de la vida de un pasajero de un tren, para encontrar al responsable que ocasionó una explosión allí y que promete un atentado mucho mayor en el centro de Chicago. El tiempo corre, y él, encarnando una identidad diferente a la suya, va a tener que hacer todo lo posible por cumplir con su objetivo. La película nunca se preocupa por que el espectador pueda entender qué es lo que está sucediendo, aunque por supuesto se dan las razones necesarias para que el mismo pueda comprender por sí solo cada una de las actitudes de los personajes. Pero, la cinta no se centra en contar cómo se logró dicho experimento ni cómo se supone que se va a continuar en el futuro, no hay intención de hacerlo ni mucho menos largas escenas en las que los personajes cuentan qué está pasando. Es aquí donde aparece la parte subjetiva del film y donde cada uno de los espectadores lograrán tomar un aspecto diferente de la historia y sentirla mucho más que el resto. A su vez, se llega a un final que hará pensar y que invita al posterior debate. Se nota desde el primer minuto que el director de esta película es Duncan Jones, ya que se mantiene la misma coherencia y el misterio narrativo que predominó en "Moon" y principalmente se invoca a la emoción como principal fuente dramática de la película. Aquí hay un personaje que tiene un pasado problemático y que quiere resolverlo siendo parte de un experimento del gobierno, una cuestión que está muy bien lograda en la historia y que le aporta mucho sentimiento al relato del protagonista y al trasfondo político que el mismo tiene. Pero, la característica que aquí más se destaca, es la vuelta de tuerca que se decidió hacer para desarrollar el argumento. Cada uno de los viajes a esa realidad paralela, las actitudes del protagonista y ese maravilloso final están logrados con una calidad técnica impresionante, con un ritmo que nunca decae y con una inteligencia que vale la pena resaltar. Todo lo que aquí va apareciendo presenta una delicadeza y una prolijidad milimétrica, no solo visualmente, sino técnica y argumental; no faltan los planteos filosóficos que dejarán pensando al espectador y no sobran los momentos de tensión y emoción. Una dirección que consagra a Duncan Jones como uno de los realizadores de Hollywood a seguir más interesantes de los últimos años. Las actuaciones son muy buenas. Jake Gyllenhaal logra exponer su parte emocional en el papel, lo hace creíble y explora varios matices que son acordes a cada uno de los pasajes de la película. En los momentos de acción está muy correcto y en los dramáticos también, una buena interpretación. Michelle Monaghan también está bien, aunque su personaje no tiene el desarrollo necesario como para hacerlo destacable. De todos modos, cumple con su parte y logra crear una química muy buena con el protagonista. Quienes más se destacan, son los que están del otro lado del experimento, o sea, Vera Farmiga y Jeffrey Wright. La primera con una seriedad y una frialdad impresionante, pero que va mostrando, muy lentamente, su factor humano, sin duda alguna el mejor personaje y la mejor actuación de la cinta. El segundo, aportándole una rudeza y una incertidumbre muy buena al creador del "Código fuente". Muy buenas actuaciones. "Source Code" es una cinta rebuscada, con un estilo visual y argumental muy particular, con buenas interpretaciones y una dirección que logra destacarse en todo momento. Una propuesta para pensar y debatir, una película inteligente, entretenida y muy bien lograda. El segundo film de Duncan Jones, un director que, hasta el momento, no defrauda y vale la pena seguir. Imperdible. UNA ESCENA A DESTACAR: final.
Ocurre con cierta frecuencia que el título local de una película difiere significativamente del original. A menudo son razones comerciales las que explican tales modificaciones. No es el caso de “Source Code”, que aquí se conoce con el nombre mucho más explícito de “8 minutos antes de morir”. Podrá quizás criticarse esta denominación que devela ya antes de ver el film algo de la trama. Pero no se trata de nada muy grave puesto que apenas transcurridos unos pocos minutos ya se menciona dicho lapso de tiempo. Por otra parte era razonable el cambio de nombre dado que el original, que se refiere a un programa de computación, sería de muy difícil traducción. Se trata una vez más de una obra de ciencia ficción, aunque roce elementos de nuestra realidad actual. La dirigió el inglés Duncan Jones, cuyo padre es nada menos que David Bowie. El personaje central, muy bien interpretado por Jake Gyllenhall, es el capitán del ejército norteamericano Colter Stevens del que pronto conoceremos cuál ha sido su suerte en Afghanistan. La película lo encuentra al inicio viajando inexplicablemente en un tren que se acerca a Chicago. Junto a él se encuentra una joven (Michelle Monaghan), que parece ser su pareja y al que ella llama Sean, nombre que para el militar no tiene ningún significado como identificación personal. Pronto aparecerán otros dos personajes centrales que se comunicarán con la mente del capitán Stevens. Se trata de Goodwin, una mujer con rango militar y de su jefe el Dr. Rutledge, interpretados respectivamente por Vera Farmiga (“Amor sin escalas”) y Jeffrey Wright. Algún espectador podrá sentir que aportan algo de confusión a la historia ya que son ellos quienes, manipulando el tiempo, harán que la escena en el tren (que dura unos ocho minutos) se repita una media docena de veces. Lo interesante es que cada vez la situación será diferente por motivos que es preferible no revelar pero que tienen que ver con la seguridad del país. Lo que si se puede garantizar es que el todo está dotado de una gran coherencia, lo que en definitiva gratificará a quien este buscando una propuesta original y distinta. Pese a que situaciones repetidas en el tiempo y a la vez diferentes se daban en “Hechizo del tiempo”, un film muy citado por varios críticos locales y del exterior, no existen en verdad muchos puntos de contacto con “8 minutos antes de morir”. Aquí se trata de un tema fantástico que incluso hace referencia a la mecánica cuántica y a “cálculos parabólicos”, que no deben desanimar a quien no conozca esos temas. Y si usted es una de esas mentes que cree en universos paralelos, lo invitamos a consultar la base de datos más popular del cine (IMDB), donde encontrará un análisis que alude a ese tipo de cuestiones. Para el resto, valga la recomendación de ver esta original propuesta.
Explosiones reiteradas, amor a primera vista, y conceptos ya antes vistos en el cine. Para comenzar con esta película debemos entender que es un gran popurrí. Desde “la primera mirada”, en los trailers, podemos descifrar varios aspectos casi obvios de la trama. La historia no es muy compleja y sus giros no son para nada cataclísmicos. Podemos decir que Source Code (8 minutos antes…) es uno de esos filmes de fácil lectura. La historia es simple. El Source Code es un proyecto creado por el doctor Rutledge (Jeffrey Wright) que puede revivir los últimos 8 minutos de la vida de una persona, como si este momento fuese el ultimo resplandor en su cerebro que puede ser extraído tras la muerte. Así, aplicando este nuevo proyecto, Colter Stevens (Jake Gyllenhaal) es sometido a vivir los últimos ocho minutos de la vida de Derek Frost, muerto en un ataque terrorista a un tren. La trama se va volviendo truculenta cuando el objetivo principal de Stevens es vivir incesablemente esos últimos ocho minutos una y otra vez hasta encontrar el responsable de tal accidente. Comandado y ayudado por Colleen Goodwin (Vera Farmiga), Stevens ira descubriendo nuevas verdades, entre ella un romance con Christina Warren (Michelle Monaghan), tanto en “el mundo real” como en el sistema de códigos. Si hemos de objetar algo desde el principio (además de la obviedad de varios tópicos de la película) es su densa historia fuera del lado policial de encontrar al responsable de que la bomba este en el tren. Desde el comienzo, en donde se muestra la historia paralela y “real” del personaje principal, es cuando el filme se pone molesto de digerir. La trama externa al policial se vuelve espesa y larga quitando así cierto sabor tanto a la trama principal como a la película en si, convirtiéndola en varias ocasiones simplemente aburrida. “Ocho minutos antes de morir” es la típica película que al salir del cine uno piensa: “Podría haber sido mas corta” o “Podría no haber tenido tanto relleno”, porque al fin y al cabo Source Code esta lleno de relleno innecesario que solo traba y desvía el objetivo principal del film. Volviendo a la idea del popurrí, “Ocho minutos antes…” se siente como una suerte de “Johnny Got His Gun” (Johnny Fue a la Guerra de Dalton Trumbo) moderno atrapado en un mundo a lo “Inception” (El Origen de Christopher Nolan), pero sometido mucho mas a la realidad y los recuerdos que a los sueños perdidos, e integrando un cuasi eterno “Día de la Marmota” (de Harold Ramis) en el que todo se repite una y otra vez sin respiro alguno. Todo esto se mezcla espesamente, creando básicamente la formula (muy idéntica, por si acaso) de Deja Vu, con Denzel Washington, que todos ya vimos, no aportando nada en su proceso que sea nuevo de observar. Mediante el transcurso de la cinta de “Ocho minutos antes de morir” nos encontramos con varias cosas perdidas o con falta de sentido común. Estas cosas son mas que evidentes y no hace falta nombrarlas por que el espectador, con un poco de atención, descubrirá en el correr del tiempo estos pequeños grandes detalles faltantes o inconexos. Jake Gyllenhaal esta casi perfecto en su actuación, y vuelve a calzarse el personaje de soldado una vez mas aunque centrándose en la actuación dentro de la actuación, pretendiendo ser alguien que no es. Acompañado de un bonito y escaso elenco protagonista que cumple un rol acompañando a la figura de la película. Hay una increíble química en pantalla entre Gyllenhaal y Christina Warren en la que ambos se encuentran casi en todo el correr de la cinta. Una vez mas tenemos en manos de esta película a un director poco experimentado en el mundo del cine, que como historial tiene un cortometraje llamado Whistle y una película titulada Moon de la cual se planea una segunda parte, ambas tanto escritas como dirigidas por el. Duncan Jones, hijo de David Bowie, deja un muy buen comienzo en la gran producción hollywoodense y si bien no se enfrenta a un guión sumamente sólido y complejo, no deja nada que desear en cuanto a su filmación. En conclusión, “Ocho minutos antes de morir” es una película pochoclera para pasar el momento, que, si buscamos una trama divertida y fácil de ver nos servirá, pero a la hora de ver algo de un nivel mas complejo, como podría ser vendida, nos deja muchas cosas que desear.
Un kamikaze futurista Su padre hizo una canción cuando nació, "Kooks". Quién sabe si imaginó que el chico, Duncan Jones, podría convertirse en un excelente director, mientras él triunfaba en el rock británico con el nombre de David Bowie. "8 minutos antes de morir" es un relato de suspenso donde el capitán Colten es enviado en el tiempo hacia Chicago, a bordo de un tren, para impedir que éste sea volado por un atentado con explosivos. La ciencia del futuro permite congelar, en un código encriptado, los ocho minutos anteriores a la muerte de un individuo y utilizarlo con fines puntuales. O sea que Colten es un pobre kamikaze que una y otra vez es enviado al lugar donde se cometerá el "crimen", para ubicar a los culpables e impedir la tragedia. CIENCIA FICCION No hay nada nuevo en lo temático desde que Julio Verne se apropió del futuro, pero este realizador inglés sabe lo que hace. Tiene un buen proceso de síntesis, narra con excelente ritmo, maneja con cuidado los detalles que van apareciendo en las sucesivas idas hacia el pasado y arma una atmósfera de suspenso atractiva. También supo elegir los actores y los extras. Ahí está el estupendo Jake Gillenhaal, que hace de capitán con varias misiones en Afganistán, sí, el mismo actor de "Hermanos", donde Afganistás también pesa como tema, la chica Michelle Monaghan, acostumbrada al peligro con películas como "El regreso de Bourne" y "Mision Imposible III" y la gran actriz Vera Farmiga, que ya no acompaña a George Clooney (Amor sin escalas) en el aire y se dedica a hacer cumplir órdenes al pobre Capitan Colten de esta historia. El filme utiliza varios flashbacks, que ya casi en el final, se hacen un poco reiterativos. Pero logra con casi ninguna subtrama, que condensa el núcleo central de la acción, mantener la tensión y el interés del filme. "8 minutos antes de morir" es un filme disfrutable, con suspenso, un muy buen equipo de actores y un director del que, sin lugar a dudas, veremos sorpresas agradables en los próximos años.
También vi 8 minutos antes de morir, de Duncan Jones, un interesante thriller de ciencia ficción que entre otras cosas (como la reelaboración de Hechizo del tiempo en otro género y a otra velocidad) materializa la fantasía de los americanos de reescribir la historia y evitar el 11 de septiembre de 2001. Podría seguir hablando de la película, pero quería destacar la belleza de Michelle Monaghan, la belleza de Michelle Monaghan, la belleza de Michelle Monaghan, la belleza de Michelle Monaghan, la belleza de Michelle Monaghan…
Un viaje a otra dimensión El capitán Colter Stevens despierta sobresaltado en un tren que se dirige a Chicago, tiene enfrente a una hermosa joven que le habla amistosamente y no entiende nada. Debería estar en Afganistán luchando contra talibanes y sin embargo... La joven lo llama por otro nombre y la confusión es total. Pero la mente del capitán está entrenada, muy entrenada para afrontar situaciones difíciles y asumir lo desconocido en un abrir y cerrar de ojos. Le sigue el juego a la chica (después de todo el cambio de escenario parece prometedor) y anda de aquí para allá haciendo una que otra rareza para tratar de descubrir qué está haciendo allí, hasta que de repente el tren se convierte en una bola de fuego y el militar aparece encerrado en una especie de cápsula oscura, aislado del mundo pero conectado mediante algún sofisticado método de comunicación con alguien que a través de una pantalla le da órdenes. Poco a poco se va a ir aclarando la situación. Se trata de un experimento de los servicios de inteligencia y de seguridad de los altos mandos para tratar de descubrir quién fue el autor del atentado al tren que voló en mil pedazos sin dejar sobrevivientes y así tratar de evitar el próximo ataque que sería peor. Mediante una compleja manipulación científica de las coordenadas tiempo-espacio, pasando por algunos cálculos de mecánica cuántica (supuestamente), la mente de Stevens es capaz de transportarse, ocupar el cuerpo de otra persona y actuar donde sea que vaya con ese cuerpo. A Stevens no le gusta este nuevo trabajo, quiere recuperar su vida anterior, volver a casa, pero sus superiores le dicen que no pierda tiempo en eso y que se concentre en el objetivo de la misión. Stevens se somete y aunque parezca raro le encuentra algún gustito al asunto y cada vez que regresa (porque el experimento debe repetirse varias veces) a intentar descubrir al terrorista, tiene ganas de quedarse y conseguir algo más, que tiene que ver con la chica y tratar de salvarla y por qué no salvar a todos y etcétera. Pero ése no es el plan original así que Stevens deberá enfrentar varios problemas a la vez, además de lidiar con sus emociones. “Source Code” es el segundo largometraje de Duncan Jones, más conocido como “el hijo de David Bowie”, después del elogiado por los críticos “Moon”, también de ciencia ficción. Entretenimiento puro En esta oportunidad el relato combina acción, intriga, romance y algunas insinuaciones que no dejan muy bien parados a los servicios de inteligencia de Estados Unidos, por lo menos, desde el punto de vista humano. Mucha tecnología, mucho armamento, pero quedan picando dudas acerca de las verdaderas intenciones. Con esa pizca de crítica, la película se sostiene gracias al ritmo narrativo y las actuaciones respetables de Jake Gyllenhaal (Stevens), Vera Farmiga (su contacto con los altos mandos) y Michelle Monaghan (la chica del tren). No es nada más que un entretenimiento sin demasiados alardes, cosa que hay que agradecer porque así los 90 minutos que dura se pasan volando y uno se va del cine tan fresco como llegó. Sin ánimo de ofender a nadie, mucho menos al padre de la criatura, “Source Code” tiene más de telefilme que de cinemascope.
2011: odisea en el tren Un hombre despierta en un tren. Según su memoria, debería estar combatiendo en Afganistán para el ejército estadounidense. Pero no. Está sentado en el tren, y frente suyo se encuentra una bella joven quien asegura conocerlo. El tren está entrando a Chicago. Enseguida, el tren explota en medio de una bola de fuego y el mismo hombre despierta en una gélida cápsula. Desde una pantalla una mujer intenta hacerle entender quién es él y por qué no ha muerto con la explosión, qué está haciendo allí, cuál es su misión. El escenario de "8 minutos antes de morir" es acotado: el interior de un tren y de una cápsula espacial o algo así y pocos exteriores. Parece inspirada en las series futuristas de los 80 basadas en relatos de Asimov o Philip Dick. Lo mismo la película logra seducir y atrapar, a partir de la trama, de la creíble actuación de Gyllenhaal y desde la dirección del desconocido Ducan Jones, hijo de David Bowie.
Enamorándose en un tren Lo que exige verdadera concentración a la hora de analizar 8 minutos antes de morir no es tanto su trama, enredada pero pequeña a la vez, que presenta a un capitán del ejército (Jake Gyllenhaal) asignado a un programa llamado Source Code (cuyo traducción sería “Código Fuente”), que le permite ser durante ocho minutos una de las personas que murieron en un atentado en un tren, con el objetivo de encontrar al terrorista responsable; ni el desempeño de un elenco siempre en el tono justo, compuesto también por Michelle Monaghan, Vera Farmiga y Jeffrey Wright; sino su director, Duncan Jones. El hijo de David Bowie tuvo un debut que fue toda una revelación con Moon, que contaba una historia de ciencia ficción que era casi una pieza de cámara, con un espléndido Sam Rockwell en el protagónico. 8 minutos antes de morir da toda la impresión inicial de ser su primer paso hacia las grandes ligas, abandonando todo intento intimista, pero no es tan así. En primer lugar, por la repetición de espacios y la escasez de personajes. Pero más que nada porque Jones vuelve a abordar la historia de un hombre prácticamente prisionero en un lugar determinado, sin poder irse, condenado por un contexto espacial opresivo y manipulado por una autoridad que ejerce su poder de manera hipócrita, aunque con la chance de escapar y salir de los esquemas a partir del impulso que le da la ambigua presencia –porque está presente a la vez que no lo está- de una mujer a la que amar. En 8 minutos antes de morir se nota la presencia de un realizador al que le interesa más contar la historia de un hombre persiguiendo un romance, o más bien una felicidad imposible, que el típico relato de suspenso. En su trabajo del tiempo, el filme podría parecerse perfectamente a Puntos de vista –donde la repetición terminaba siendo tan arbitraria como cansadora-, pero termina pareciéndose a Deja Vú, otra película que conseguía fluir en buena parte a partir de su vertiente romántica. Claro que el guión de Ben Ripley para 8 minutos antes de morir no tiene la misma solidez que el de Bill Marsilii y Terry Rossio para la cinta de Tony Scott. Por eso las vueltas de tuerca que se van dando hacia el final del filme de Jones suenan un poco forzadas, como si se quisiera arribar a un happy ending innecesario e impuesto por las convenciones del mainstream. No deja de tener cierta lógica, no sólo porque esta segunda película de Jones es su entrada a los marcos hollywoodenses, sino también porque Moon también tenía esas características en cuanto se dirigía a su resolución. Y sin embargo, a partir del desarrollo sintético pero cuidadoso de sus personajes, 8 minutos antes de morir consigue hacer creíble su disparatada premisa. Sin ser extraordinaria ni mucho menos, termina ubicándose un poquito por fuera de la media de Hollywood. Eso, en tiempos cinematográficos tan esquemáticos y poco arriesgados, no deja de ser todo un mérito.
Digo yo, ¿para qué se complican de más los guionistas? Está bien tejer una telaraña de situaciones e imágenes para mantener al espectador al borde del asiento, pero si no se tienen todas las neuronas puestas en la historia se corre el riesgo de caer en su propia red. Para explicarle mis razones al decir esto debo revelar instancias claves de la trama escrita por Ben Ripley entonces… ¿Cómo hacer para comentar esta producción? A ver si puedo. Colter Stevens (Jake Gyllenhaal) está en un tren urbano de pasajeros en plena marcha. Habla con la bellísima Christina (Michelle Monaghan) o, mejor dicho, ella habla con él como si lo conociera, sin embargo Colter jamás la había visto en su vida. Algo raro ocurre porque Christina insiste en llamarlo Sean. Él se levanta, va hacia el baño, entra, y para su sorpresa (y la nuestra) la imagen que el espejo devuelve no es la que vimos. No hay mucho tiempo para que reaccionemos porque el tren vuela en millones de pedazos. Ahora Colter está con uniforme de soldado atascado en una especie de cápsula sin entender un rábano. Sin embargo la agente Goodwin (Vera Farmiga) lo insta, a través de un monitor, a recordar todo lo que vio en esos minutos. Colter está desorientado, nosotros también, y en ese momento comienza un juego interesante planteado por el realizador Duncan Jones. El manejo de la información. O sea para que Colter (y el espectador) obtenga respuestas, él debe darlas también. Pero cuando empezamos a seguir el desarrollo narrativo, y vivir la situación del protagonista, no sabíamos que había que estar atento a todos los detalles, por ende, todo vuelve a empezar. Ahora estamos nuevamente en el tren buscando algo, y ya sabemos que sólo tenemos 8 minutos para encontrarlo. Menos mal. Pensé que no iba a lograr engancharlo con el planteo sin revelar piezas clave del relato. “8 minutos antes de morir” trata de una historia que vuelve sobre sus pasos en una carrera contra el reloj, planteada desde una base simple que se va complicando merced al suministro de información, a cuentagotas, para mantener la tensión de la historia principal y de las dos sub-tramas que la apoyan. Los tres personajes principales funcionan como una suerte de triángulo escaleno, cuya desigualdad de los lados va equiparándose, dependiendo del lugar que los personajes ocupan cada vez que se vuelve al punto de partida en estos viajes de ocho minutos. Una virtud notable del director, lograr un equilibrio ideal entre los tres. Hay un costado anímico de Colter, Christina y Goodwin en el que se apoyan mutuamente. Los tres encuentran su cable a tierra en medio de la tensión. No insista. No le voy a contar nada más, pero es justo aclarar que si bien el entretenimiento es genuino, hay un par de escenas que incurren en errores fácticos respecto del planteo del propio guionista (si se los cuento le quito sorpresa) Por otro lado, esta producción parece de ciencia ficción, pero tiene más ficción que ciencia. Seguramente el “nuevo invento” le va acordar a “Deja Vu” (2006), aquella de Tony Scott, con Denzel Washington tratando de volver a una realidad paralela. “8 Minutos antes de morir” agrega cierta incorrección política y un villano de manual. Me guardo, para reír por lo bajo, el lugar en donde queda parado el ejército estadounidense. Más allá de la manipulación de sus hombres, parece que el reciclaje mental es la próxima frontera, pero no se puede llegar a esta conclusión sin reparar en una ridícula paradoja. El proyecto tiene sentido si mueren soldados propios. Cualquier reminiscencia al fuego amigo consulte el archivo de CNN sobre la guerra de Irak. Por si no quedó claro, sí, es entretenida, el valor del pochoclo está justificado, pero no se sorprenda a usted mismo si a los quince minutos de terminada la proyección su mente comienza a masticarla y empieza con: “un momentito… en la escena del andén…”
¿La hija de "El Origen"? Source Code o 8 Minutos Antes de Morir, es un film que trata sobre un soldado norteamericano que debe descubrir quien fue el responsable de causar una explosión en un tren que dejó más de 200 muertos, para lo cual deberá volver en el tiempo a través de la memoria de una persona que estuvo en la escena del crimen, recreando en lapsos de 8 minutos toda la situación, lo que hará que de esta película un viaje vertiginoso y entretenido. Personalmente le encontré una estética y parte del guión con aires de "El Origen" (con Leo Di Caprio), como si se hubieran basado en ella para construir una historia nueva exhibiendo características que marcan la influencia, cuestión que me parece muy bien ya que Inception es un buen referente para inspirarse. Dirige en este caso Duncan Jones (hijo del cantante David Bowie) que también estuvo a cargo de "Moon", producción que fue muy bien recibida por la crítica; y protagonizan el film Jake Gyllenhaal (Secreto en la Montaña, Zodiaco) como Colter Steven, Michelle Monaghan (Misión Imposible III, Eagle Eye) es Christina, Vera Farmiga (Los Infiltrados, Up in the Air) como Goodwin y completa Jeffrey Wright (Casino Royale, Syriana) como el Dr. Rutledge. La historia es un tanto absurda es su premisa, pero está encarada con inteligencia y ritmo, lo que hace que se pueda disfrutar como un thriller de buena ley. Nunca llegamos a entender que es el "Código Fuente", pero esto no es casual, sino que lo que se pretende es que el foco del espectador esté en otras cuestiones, como las relaciones que va entablando el protagonista con Goodwin y Christina en los escenarios paralelos. No es de esas películas que van a quedar en la memoria de todos, pero si es un clásico instantáneo de esos que cuando los encontramos en la programación de algún canal del cable nos acordamos que estaba buena y nos sentamos a ver de manera casi hipnótica. La acción está muy bien lograda en mi opinión, utilizando ciertos recursos comunes en la publicidad, como mostrarnos el mismo spot televisivo que ya hemos visto, pero recortándolo de una manera que se resalta el concepto principal del anuncio. En Source Code sucede lo mismo cuando nos recortan parte de esos 8 minutos que se van recreando para que nos concentremos en el concepto y no perdamos tiempo en imágenes que ya vimos y tenemos almacenadas en la cabeza. Es un thriller recomendable para pasarla bien y quedarse con los amigos discutiendo un poco sobre lo que interpreta cada uno de la historia mientras se toma una cervecita. Muy buen despliegue visual y buena composición del soundtrack.
El juego de los espejos. Un hombre está atrapado en un tren y tiene sólo 8 minutos para encontrar una bomba y salvar a todos los tripulantes. Falla y muere. Vuelve a intentar. De nuevo: 8 minutos. Esto que podría ser la sinopsis de algún videojuego es la carta de presentación de Source Code (8 minutos antes de morir) la nueva película de Duncan Jones, el director de la película de ciencia ficción Moon (2009). Si Moon tenía como principal referencia a 2001: Una odisea del espacio, esta película baraja muchos homenajes y guiños a películas de acción, fantasía y en menor medida, ciencia ficción. En este caso las referencias más obvias son películas mayores: Matrix (de la que compra la filosofía barata) y Minority Report (de la que alquila el debate sobre al abuso de la tecnología y de la autoridad). El protagonista (Jake Gyllenhaal) en el héroe de la historia: un hombre que controla su propia figura en una realidad virtual. Cada vez que muere siente el violento sacudón de la explosión. Despierta y se encuentra en una suerte de cubículo frío, donde recibe órdenes de una mujer muy prolija y seria (Vera Farmiga) quien le advierte que él está en un cuerpo ajeno, ya muerto. Los 8 minutos son una recolección de la memoria de la víctima y durante ese período de tiempo, su deber es encontrar al culpable que pronto hará un ataque a escala mayor. ¿Por qué un terrorista detonaría una bomba en un tren para anticipar un ataque mayor? No lo sabemos. Quizás sea porque en el fondo quiere que lo detengan. O porque es uno de los tantos villanos genéricos que sirven para impulsar la trama. El foco no está puesto en él sino en el protagonista, encerrado en dos (o tres) realidades diferentes. La realidad intermedia, donde se comunica con la científica por medio de una cámara, recuerda a los desesperantes llamados telefónicos entre Ryan Reynolds y la operadora en Enterrado (Buried, 2010). El hombre manipulado por compañías mucho más grandes que él. Aunque las intenciones por humanizar el relato son buenas, no dejan de ser como el villano de la historia: bastante regulares. Ya saben: en el tren está el fanático del baseball, los sospechosos de siempre, el nerd, etcétera. Como en El origen (Inception, 2010) la forma importa más que el contenido. Sin embargo, se nota que aquí hay un esfuerzo genuino por emocionar al espectador, aún así sea a base de trucos clásicos (clichés, dirán aquellos a los que no les guste la película). Ya saben: el hombre que entiende que está a merced de un sistema frívolo e inhumano, la mujer robótica que se empieza a humanizar, el científico "malo" que ansía poder (un correcto Jeffrey Wright). No está mal, pero más nos interesa saber cómo se resolverán las cosas los siguientes 8 minutos. En ese sentido, la película es un acierto: suspenso y adrenalina constante. El otro acierto del film es esporádico, pero igual de efectivo. Es cuando Duncan Jones deja de poner todo en boca de los personajes y empieza a utilizar recursos más cinematográficos para dar a entender ideas más complejas. En este caso, se trata de la manipulación del destino (es curioso ver cómo una creencia más bien oriental es la base fundamental de una película norteamericana) y del juego de espejos. Vemos al protagonista frente a un gran óvalo, que deforma la realidad que él cree percibir. De eso se trata el cine y es lo que esta película pone en juego. Diferentes formas de percibir la misma realidad.
En el 2009 se estrenó Moon, opera prima de Duncan Jones. Aquel film, que lamentablemente aquí fue directo a DVD, tuvo una gran aceptación por parte de la crítica, que le valió lo suficiente para que consiguiera financiar su nueva película llamada Source Code, que en nuestras pampas se tituló como 8 Minutos Antes de Morir. 8 Minutos Antes de Morir narra la misión que debe llevar adelante el capitán Colter Stevens que consiste en encontrar a un terrorista que voló el tren en el cual se encuentra viajando. Si si no está mal escrito, Stevens debe encontrar al terrorista que detonó una bomba en el tren en el que actualmente se encuentra a bordo. Y cómo sabe que ese tren va a explotar, se preguntarán ustedes? Gracias a un programa llamado "Source Code" que lo envia a "vivir" los últimos ocho minutos de la vida de una de las víctimas. La labor de Stevens, que no recuerda absolutamente nada de su pasado e irá aprendiendo el funcionamiento del sistema a medida que vaya "muriendo", es encontrar al terrorista en el pasado y así los agentes del presente pueden evitar que termine de finalizar su plan macabro que incluye detonar una bomba atómica. El hijo de David Bowie, Duncan, decidió contarnos una historia que se caracteriza por tener un gran ritmo y una importante intensidad en el relato, aunque sin dudas uno de los detalles más interesante es la poca explicación del programa, como si Jones hubiera tomado nota de lo que tanto le han críticado a El Origen. El problema, por lo menos es lo que me ocurrió a mi, es que se dejó demasiado en exposición al culpable de las reiterativas muertes en algunas oportunidades, generando una desconexión y un tedio que solo se ve disimulado por el buen ritmo mencionado arriba y la corta duración del film. Paralelamente al cumplimiento de la misión, Stevens se va enganchando con Christina, que vendría a ser la acompañante del cuerpo que él está ocupando, agregando así la trama amorosa y desviando por momentos nuestra atención de la misión que tiene que llevar adelante. Esto es un gran acierto por parte de Jones, debido a que logra una mayor compenetración en el relato y una profundización adecuada para los protagonistas. Jake Gyllenhaal y Michelle Monaghan son la pareja protagónica, y a ellos se suman unas divinas intervenciones a cargo de la siempre correcta Vera Farmiga. Tanto Gyllenhaal como la radiante Monaghan sortean con buenos resultados sus dos papeles, dotando a sus repetitivos diálogos de la química necesaria para que uno pueda creerse la historia que está viendo. 8 Minutos Antes de Morir es otro paso adelante en la filmografía de Duncan Jones, convirtiéndose así en un director a seguir en el futuro.
De milagros y videojuegos. A diferencia de películas que hablan de alguna clase de realidad virtual como Matrix o El origen, que son cine que tiene que explicarse a sí mismo constantemente o correr el riesgo de perder a su público, 8 minutos antes de morir es una tragedia que pide ser vivida, experimentada en carne propia. Como siempre, todo termina siendo una cuestión de puesta en escena: el director Duncan Jones nos coloca en el lugar exacto de Colter Stevens, el protagonista que debe cumplir con una misión urgente de la que no se le brinda mayor información salvo que de su éxito depende el evitar un ataque nuclear. Estamos incondicionalmente con Colter, a la par suyo descubrimos pistas, adivinamos posibles culpables, sospechamos de la misión que se le asigna. Pero también, y lo más importante, compartimos con él la incertidumbre acerca de su futuro: a Colter solamente se le informa (y después de pasado mucho tiempo) que el helicóptero que manejaba en Afganistán fue derribado y que el soldado solamente conserva intacta una parte de su cerebro que es la que le permite formar parte de la misión virtual en la que se encuentra. Una imagen terrible lo va a confirmar después, pero la duda se instala definitivamente: ¿Colter está vivo o muerto? Según le dicen los directivos del proyecto, vive, pero solo su cerebro continúa activo porque su organismo es sostenido por mecanismos artificiales. ¿Colter podrá reponerse y vivir plenamente algún día, por fuera del código fuente? O, en el caso de que el deterioro de su cuerpo no tenga vuelta atrás, ¿será posible vivir dentro del código, más allá de los ocho últimos minutos arrancados de la memoria de otra persona a los que el soldado parece estar condenado a habitar eternamente? La tragedia, que se respira en cada minuto de película a pesar del ritmo y de la tensión dramática, es instilada lentamente de la manera más humana posible a través de Collen Goodwin, el enlace entre Colter y los administradores del código. En un mundo signado por la técnica y la frialdad de los protocolos militares, la cara de Goodwin no puede dejar de reaccionar frente a las preguntas de Colter, y sus gestos (cálidos, sufrientes, femeninos) dejan entrever cada vez con más evidencia la precariedad de la situación del soldado. Un plano terrible pero necesario, dirigido solamente a nosotros, lo confirma más adelante: el cuerpo real de Colter está destrozado, en una cápsula especial solamente se conservan el tronco, un brazo y la cabeza. Esa imagen contiene unas dosis de horror inenarrables; entonces, de golpe sabemos mucho más que Colter y nos colocamos por encima suyo (es inevitable, tenemos información vital que él desconoce) y ese alejamiento marca necesariamente el tono trágico. Ya no somos sus compañeros de investigación sino espectadores ubicados del otro lado de la pantalla, y asistimos a un sacrificio moral que tiene poco de heroico y mucho de resignación y de derrota. Cuando Colter conoce con certeza su posible destino (trabajar eternamente dentro del código fuente luchando contra el terrorismo) toma una decisión: después de terminar su primera misión, elige morir. Pero hay algo más que vemos junto con Colter y que Goodwin y el jefe del proyecto, Rutledge, no alcanzan a vislumbrar. El código fuente es una herramienta que reproduce los últimos ocho minutos de vida de alguien (extraídos de la memoria de la persona ya muerta) y que brinda la posibilidad, mediante cálculos cuánticos, de habitar ese tiempo y ese lugar y de interactuar con el entorno como si se tratara de la realidad misma. Dentro del código uno puede morir y volver a empezar desde el principio (el minuto ocho) una y otra vez, así hasta el infinito. Es lo que le pasa a Colter cuando trata de saber cómo fue colocada la bomba que hizo estallar un tren que se dirigía a Chicago e intenta descubrir al culpable para prevenir el próximo ataque: la búsqueda del terrorista y del dispositivo nuclear lo llevan a morir muchas veces, como en un videojuego. Y, como en un videojuego, cada muerte carga con el suspenso y la tensión de las anteriores; como si estuviera atrapado en una especie de infierno digital, Colter padece de manera traumática una serie de muertes violentas y dolorosas que solamente acaban por devolverlo constantemente al inicio, donde lo que le espera al final de los ocho minutos siempre será otra muerte similar. Pero no es el cumplimiento de la misión nada más lo que hace que Colter soporte semejante sufrimiento. Lo que él observa (y que sus superiores no ven) es a Christina, pasajera del tren que estalló y de la que el soldado se enamora perdidamente. Entonces, cada intento de desenmascarar al terrorista se confunde con las charlas con Christina, una Christina que, como todo el mundo que rodea a Colter, no es más que la sombra de un recuerdo, una imagen construida matemáticamente de alguien que murió en el atentado. Colter cree poder habitar el código fuente junto a ella, desbaratar el atentado, salvarla y, quizás, compartir una vida virtual juntos. A pesar de las muchas explicaciones de Rutledge y Collen acerca del carácter de reconstrucción digital del código y del límite temporal e infranqueable de los ocho minutos, Colter no cede en su decisión de salvar a Christina. En una conferencia sobre cine (más bien pobre) dada hace algunos años por Alain Badiou, el filósofo francés aseveraba (de manera mucho más poética que filosófica) que el cine tiene la capacidad de filmar un milagro. Bastante de eso hay en 8 minutos antes de morir, película que se levanta sobre una base material puramente tecnológica pero que tiene una fe, que cree en un más allá esperanzador. Después de salvar el tren y encontrar al culpable (previniendo el ataque nuclear sobre la ciudad real de Chicago) Colter es desconectado por Collen y muere en el acto. Pero ese momento en el que su vida se detiene, dentro del código fuente es experimentado de otra manera, como una pausa, un silencio que corta el aire solamente para reanudarse después como si nada hubiera pasado. Colter no solo salva a Christina y empieza una vida junto a ella, sino que, justo al final del plazo temporal y después de evitar la explosión del tren, una imagen congeladamuestra a los pasajeros (las víctimas fatales del atentado real) riéndose y festejando al cómico del vagón. Esa imagen es recorrida por la cámara en su totalidad y pinta un último cuadro de ellos felices, plenos, vivos. Me acuerdo de Badiou y pienso que hay algo de milagro en términos cinematográficos en ese plano que corre un riesgo enorme de caerse hacia el lado de lo grasa y el exceso de sentimentalismo. Pero por varios motivos (el paneo, los cuerpos detenidos, la fiesta que se improvisa) el gesto de dar otra oportunidad a Colter (esta vez, junto a Christina) y, de paso, al resto de los pasajeros del tren virtual, termina produciendo un momento emotivo fortísimo en el que parece estar respirándose un cierto clima religioso: sabemos que Colter murió y que la vida dentro del código fuente no puede traspasar los ocho minutos, pero sin embargo lo vemos recorrer la ciudad junto a Christina, los dos contentos. ¿Jones se está atreviendo a filmar el paraíso, una especie de más allá al cual se arriba mediante un salvataje en clave virtual? ¿La única forma de llegar a ese paraíso personal, entonces, se cifra en el éxito obtenido en un mundo digital con reglas similares a las de un videojuego? Estas preguntas (podría haber más) suenan pomposas y complicadas, cuando lo que hace el director es bastante más simple. Como Rosellini, como Dreyer en Ordet, Jones filma algo muy parecido a un milagro. Y en los milagros se cree o no se cree, pero no se los cuestiona.
Querida, voy a buscar al responsable y vuelvo: Un capitán despierta en un tren, y desconoce todo, en donde está, porqué está allí, y con quien está. Casi como un capítulo de la memorable "Twilight zone" (Dimension desconocida), todo el tiempo me hizo recordar el capítulo inicial de esta famosa serie de tv, titulado: "Where is Everybody?" con Earl Holliman. Bien, aquí tambien no se sabe porque esta persona, ni tan siquiera se vé reflejado en un espejo -tiene la cara de otro, como así su identidad cambiada-, pero cuando sucede un atentado al tren, allí si será transportado a extraño y misterioso sitio donde recibirá órdenes e irá desmadejando el ovillo de la trama argumental. Nosotros espectadores también claro, pero el tipo deberá revivir una y otra vez, esos 8 minutos con el fin de identificar al terrorista que causó tamaño atentado, asi este thriller intrigante por momentos nos recuerda también a aquella comedia "Hechizo de tiempo" con Bill Murray -en lo de reiterar situaciones para averiguar el porqué de las cosas-, o a aquél bodrio infernal que fué "Deja Vú" de Tony Scott, ya que como en este último querrá no provocar el desastre, y por desentrañar la cosa se involucrará en lo personal con la belleza plus que es Michelle Monaghan -la pasajera que lo acompaña y parece conocerlo-, el filme de director Duncan Jones es atendible y entretenido, como para estar al filo de la butaca, aunque hay que reconocer que a veces se torna confuso con el tema de la supervivencia cerebral, y el sentido del experimento al cual es expuesto el protagonista, que bien conduce Jake Gyllenhaal, y que muy bien acompaña el resto, sobre todo la linda Vera Farmiga como la mujer militar que le exige su misión.
Hechizo del tiempo 2.0 Días pasados, se me cruzó la lista de las "10 mejores películas del 2011" de acuerdo con la revista Rolling Stones (chusmear todo el listado, aca!). Obviamente, una de mis mayores manías es tratar de "tildar" listas cinematográficas y de las diez nombradas justamente "8 minutos antes de morir" era la perlita que me faltaba. Aún a sabiendas que este tipo de cine es el que me resulta menos atractivo, rápidamente traté de conseguirla y zambullirme en el mundillo de viajes en el tiempo, universos paralelos y virtuales y dimensiones múltiples que plantea Duncan Jones (el director de la aclamada pero desconocida en nuestro país "Moon") en su segunda incursión en la pantalla grande. Si bien en un principio la trama se presenta como bastante liviana, nada es lo que parece y poco a poco todo se irá complicando. Pero arranquemos, al menos, por el principio de la historia -como corresponde-, en donde Jake Gyllenhaal es un solado americano que tiene como misión encontrar al terrorista que hizo estallar una bomba en un tren que se dirigía a Chicago, atentado inicial de una cadena de atentados que aparentemente están planeados. Pero lo interesante o lo particular es el método con el cual el protagonista, el capitán Colter Stevens, tendrá que develar la identidad del pasajero que viaja en ese tren y que ha puesto la bomba que hará volar todo en pedazos: y así aparece en la historia, la trama del "viaje en el tiempo". Lo último que Stevens recuerda es estar volando un helicóptero en su misión en Irak y repentinamente se encuentra en el cuerpo de otra persona, sentado frente a Christina (Michelle Monaghan, de "Todo un parto" "Desapareció una noche" y "Quiero robarme a la novia" con Patrick Dempsey) quien parece conocerlo aunque cuando él vea su reflejo en el vidrio de la ventanilla se dará cuenta que evidentemente algo está fuera de lo previsto. Tendrá solamente 8 minutos (los ocho minutos previos antes de morir por medio del código fuente del título original) para develar el enigma, enigma que en un primer momento ni siquiera él sabe a ciencia cierta de qué se trata. En caso que no lo logre, el tren explotará y todo volverá a empezar. Recién ante su primer intento fallido, él sabrá que forma parte de la misión "Castillo Asediado" y con muy pocos datos concretos, Colter tendrá la oportunidad de volver una y otra vez -aunque se sabrá posteriormente que sus oportunidades, obviamente, no son ilimitadas- al escenario del hecho. Así podrá ir ampliando datos, sacando diferentes conclusiones e irse acercando a la identidad del asesino a medida que en cada "viaje" vaya recopilando la mayor cantidad de información. Con un tremendo déjà-vu a esa comedia hermosa que fue "Hechizo del tiempo" con Bill Murray y Andie Mc. Dowell, Colter verá como ciertos "tips" se repiten en cada uno de sus viajes y una vez que quede alejado del efecto sorpresa, va a poder ir descubriendo ciertas actitudes dentro de los pasajeros, detalles, gestos, elementos que le irán permitiendo armar el rompecabezas. Con mucha acción, un guión veloz y dinámico que en cada viaje vuelve a atrapar al espectador con nuevos elementos, el film tiene todos los ingredientes para llamar poderosamente la atención, pero a medida que avanza, lamentablemente, opta por el camino más dificil en su momento de cierre. Colter pide un viaje más ya que él no solamente quiere develar la identidad del terrorista sino que en este último viaje va por más. Contará en ese caso con la ayuda de quien ha sido su guía dentro de toda la misión la Capitán Coleen Goodwin (papel a cargo de Vera Farmiga de "Amor sin Escalas") y ahí la película dará su última vuelta de tuerca. Demasiado veloz quizás, demasiado rápida, demasiado engañosa, como para salir volando una vez que termine el DVD a participar de los tantos foros de opinión que hay sobre la interpretación de un final tan intrincado como sorpresivo y desalentador. PD: Demás esta decir, que si bien dentro del género es una película interesante, en mi modesta opinión no entraría jamás en el listado de las mejores del año...
Ultimo tren a Londrés Recuerdo cuando vi el trailer de Source Code en el cine. Mi primera impresión era que se trataba de otra de esas grandes películas de viajes en el tiempo donde un aventurado se transporta a otras épocas para cambiar la historia. La realidad que la película no trata de viajes en el tiempo. La trama de la película comienza cuando Gyllenhaal aparece en un tren acompañado por Monaghan, sin recordar nada de su pasado salvo que su nombre es Colter Stevens, un soldado del ejército. Ocho minutos más tarde, el tren es victima de una tentado y todos mueren. Es allí donde Colter se da cuenta que es parte de un experimento del Gobierno y su verdadera misión es encontrar al terrorista que lo originó. Las cosas se complican cuando Colter se da cuenta que algunas cosas cambian y otras definitivamente no pueden ser alteradas. Para esta película me sorprendió la actuación “adulta” de Jake Gyllenhaal que habíamos visto en otras en el papel de hombre rudo como en Broke Back Mountain o Jarhead. No obstante, Jake parece estar siempre relacionado con este tipo de películas con conceptos extraños y viajes en el tiempo (no olvidemos que Jake inmortalizó a Donnie en la película de culto DONNIE DARKO). El resto del cast es realmente olvidable. No tenemos performance destacables. Si bien Gyllenhaal actuó bien, no fue una de sus mejores actuaciones y tampoco le ayudaron sus compañeros de elenco ni el contexto de la historia. La película me gustó, tiene apenas algunas escenas de acción destacables y el concepto está bueno. Más aún un final abierto que invita al espectador a generar un autoconclusión sobre el significado mismo de lo que relata la película como mensaje final. El gancho definitivamente es el concepto. pero lamentablemente, no está lo suficientemente bien desarrollado y aprovechado en la película. La recomiendo para verla pero en dvd, un sábado a la tarde con facturas y mate. Mirala si te gustan las películas de viajes en el tiempo.
Explosiones cíclicas Aquel que haya visto la película El día de la marmota (Groundhog Day) protagonizada por Bill Murray, recordará la vida de Phil Connors, el meteorólogo de un canal televisivo quien acompañado por la novata periodista Rita (Andie MacDowell) se dirigen a Punxsutawney, una pequeña población de Pennsylvania para hacer la cobertura de una festividad local que se celebra cada 2 de febrero. Hasta allí todo normal, excepto porque cada día sucesivo se repetirá inexorablemente tal cual y Phil, para no enloquecer, comenzará a cambiar el curso de cada jornada a su gusto, experimentando hasta con su propia muerte. El film 8 minutos antes de morir (con su título original Source Code o Código Fuente?)?, es una versión extrema, futurista y terrorista de El día de la marmota, mechado con pizcas de la trilogía Matrix. En esta película, su director Duncan Jones (hijo de David Bowie), cranea un film donde el capitán estadounidense Colter Stevens (Jake Gyllenhaal) se despierta en un tren. Y en la piel de Derek Frost quien no se explica porqué está allí. Lo último que recuerda -de su vida real- es haber comandado un helicóptero en la guerra de Afganistán. Frente a él está su amiga Christina Warren (Michelle Monaghan) con quien comienza a entablar una relación amorosa. Pero ese no es el eje del film sino que hay un atentado terrorista que cambiaría la vida de ambos y la de todos los pasajeros que viajan junto a él hacia Chicago. Y desde una unidad de aislamiento de alta tecnología -creada por un el doctor Rutledge (Jeffrey Wright)- le ordenan volver una y otra vez a la escena del tren pero con un pequeño detalle: tiene sólo ocho minutos para resolver el problema antes que el tren estalle. Esa cantidad de tiempo es, según los expertos, el lapso temporal en que una persona mantiene estertores de recuerdos que pueden ser rescatados tras el deceso. Desde una cabina televisada, la uniformada Goodwin (Vera Farmiga), monitorea su comportamiento y lo interroga para que "retorne" al tren e identifique a un terrista y desactive la bomba que se encuentra en el medio de transporte ferroviario: un argumento sencillo que encontrará la variación según la acción que decida tomar Colter. Lo que sucederá de allí en adelante, será una confusa trama de hipótesis, aciertos y desaciertos, desde interrogar a cada uno de los pasajeros (agarrándose a golpes incluso) hasta poder dar con el terrorista. No esperen un thriller original, sino una película asfixiante que demostrará como en ocho minutos se pueden aprovechar al máximo. Y nos daremos cuenta como perdemos el tiempo diariamente.