Ataque a la Casa Blanca ofrece entretenimiento garantizado, un gran despliegue visual, un gran sonido y mucha acción. Excepto por la secuencia del comienzo, todo el relato gira alrededor de la toma de la Casa Blanca y del secuestro del presidente de los Estados Unidos junto a su equipo. Pero lamentablemente creo que...
Antoine Fuqua, el director de Día de Entrenamiento, y Gerard Butler, la estrella de 300, unen fuerzas en una superproducción ultranacionalista y no del todo original que, si se la acepta tal cual es, termina siendo una muy entretenida manera de pasar dos horas. Mi único héroe en este lio Mike Banning (Gerard Butler) es parte del Servicio Secreto y jefe de la Guardia Presidencial, pero luego de un fatídico accidente donde la Primera Dama pierde la vida, es removido de su cargo y trasladado a uno de menor relevancia. Dieciocho meses después, en un día como cualquier otro, un grupo de terroristas procedentes de Corea del Norte toma por asalto a la ciudad de Washington DC y capturan al Presidente de Estados Unidos (Aaron Eckhart) junto con gran parte de su gabinete, dejándolos prisioneros en la Casa Blanca. Pero los terroristas no contaban una cosa: Mike Banning. El hombre es un ex soldado de las Fuerzas Especiales y no va a dejar que arruinen su día tan fácilmente. Usando todo su conocimiento y con la ayuda de Seguridad Nacional, Banning se interna solo en la Casa Blanca con una clara misión: rescatar al Presidente. Con los terroristas En Ataque a la Casa Blanca, Gerard Butler se calza el traje de John McClane y sale a repartir tiros, trompadas, patadas y cuchillazos a cualquier norcoreano que se cruce por su camino. Butler definitivamente no es Bruce Willis, carece del humor acido que identifica a este último, pero así y todo hace una buena pseudo imitación del personaje principal de la saga Duro de Matar. Porque al fin y al cabo, Ataque a la Casa Blanca no es más que una Duro de Matar situada en un contexto un tanto más exagerado. Antoine Fuqua se toma su tiempo para establecer el conflicto. La película comienza con una secuencia durante la Navidad, donde la Primera Dama muere en un accidente y el personaje de Butler solo logra rescatar con vida al Presidente. Luego de esto comienza lo que realmente quiere contar la película: el ataque a la Casa Blanca. En una secuencia de acción por demás de espectacular, terroristas procedentes de Corea del Norte toman el control de aposento Presidencial y, como es costumbre, planean destruir a Estados Unidos. Esta secuencia de alrededor de 10 minutos esta fantásticamente filmada y, aunque los efectos especiales no son de lo mejor, logra su propósito. El inconveniente aquí es que nada de lo que ocurre durante el resto de la película logra si quiera acercarse a esa intensa secuencia de acción, por lo que la película poco a poco comienza a desinflarse. Butler está acompañado por un gran elenco, entre ellos Aaron “Dos Caras” Eckhart y Morgan Freeman, y a fuerza de carisma y acertadas actuaciones, logran sostener el film para que nunca termine por caer. El guión a cargo de los primerizos Creighton Rothenberger y Katrin Benedikt no es Shakespeare, pero es lo suficientemente inteligente para no meterse en lugares donde no debería ni plantear cuestiones que van más allá de una película de acción donde terroristas extranjeros toman la Casa Blanca. Rothenberger y Benedikt saben muy bien lo que están escribiendo y se divierten con el material. Conclusion El director Antoine Fuqua y su elenco, encabezado por Gerard Butler, hacen de Ataque a la Casa Blanca una película ultranacionalista hasta la risa y tremendamente exagerada, que lo único que pretender hacer es entretener y lo logra. Está claro que este film debe ser tomado como de quien viene y nunca debe tomarse en serio, dos cosas que son indispensables para su disfrute. Si logran coincidir en estos dos puntos, no tengo dudas que van a poder dejar de lado sus problemas por dos horas y divertirse.
Tiros y explosiones con un presidente de rehén en el medio En Ataque a la Casa Blanca no hay nada que no se haya visualizado en films con este tipo de temática. Y eso es un problema para el público que busque aunque sea un toque de distinción en alguna escena. Pero, probablemente para el target pochoclero y fanático de la acción, sea un pasable entretenimiento. Y no más que eso. Tras un accidente de autos que deriva en la muerte de la esposa del presidente, Gerard Butler (cumpliendo otra buena actuación) es removido de su cargo de Jefe de Seguridad del máximo mandatario para ocupar un cargo menor. El punto crítico y eje central de la película radica en la captura del mencionado gobernante a manos de un servicio norcoreano áspero y con buen respaldo de armamentos. Con un comienzo atrapante y con un dramatismo bien logrado, todo parecía indicar que la cinta portaba un buen relato, pero inmediatamente después de dicha secuencia, todo recae en un sinfín de explosiones y disparos, acompañados de las típicas banderas estadounidenses flameando a la par de un nacionalismo exacerbado ya percibido en otras tantas historias de esta índole. Exagerada, previsible y bastante inverosímil en sus resoluciones, Ataque a la Casa Blanca cumple en lo que respecta a entretener, pero lejos queda de siquiera acercarse a otorgarnos un despliegue narrativo diferente o recordable. LO MEJOR: los primeros diez minutos. Butler cumple. LO PEOR: todo el tiempo nos da la sensación de que no veremos un giro distinto. Típico film en donde sabemos el final hora y media antes de que termine. PUNTAJE: 5,5
God bless America Ataque a la Casa Blanca (Olympus Has Fallen) es una película necesaria. El cine de Hollywood nos tiene acostumbrados a señalarnos a los enemigos de turno de la humanidad. En este caso nos advierte de la amenaza que representa para la justicia, la democracia y la libertad (todos estos valores representados por la bandera de los Estados Unidos de América), la nación de Corea del Norte. Es que la Corea mala heredó de los soviéticos ese gen que los hace buscar el caos cueste lo que cueste, son malos porque no saben ser de otra manera. Y si bien lo son hace tiempo, ahora tienen armas de destrucción masiva, y Estados Unidos teme que se atrevan a utilizar una bomba atómica contra poblaciones civiles ¿Pero a quién se le ocurriría hacer algo semejante? A una nación malvada, claro está. Es que Corea del Norte ganó tanto poder con el tiempo, que ahora pueden invadir Estados Unidos y secuestrar a su presidente sin problemas. Así es como, en la película de Antoine Fuqua, un grupo terrorista de Norcorea invade la Casa Blanca sin mucha resistencia del ejército más poderoso del mundo. Los coreanos del norte contaron con la ayuda de un avión, aunque no sabemos muy bien como llegó hasta la Casa Blanca, un ejército de turistas con poderosas armas, jóvenes entusiastas suicidas, espías infiltrados y americanos colaboracionistas. Ataque a la Casa Blanca toma un poco de todas las películas de acción y hace un collage desprolijo de repeticiones sin criterio. No hay escena, diálogo o chiste que no haya sido visto en otra película. Quizás el mayor plagio sea a Duro de Matar, pero sin Bruce Willis... paso. Es que a una película como esta solo la puede salvar del desastre, mas no del fracaso, un protagonista con algo de carisma y personalidad. La autoconciencia y la autocrítica salvó a muchos héroes de acción de esos valores pasados de moda que perseguían. El problema de esta película (además de la película en si y sus valores) es que la protagoniza Gerard Butler, un actor que se hizo con justicia una muy mala reputación. Algunos dirán que es preferible verlo en una película de acción que en una comedia romántica, pero en todo caso eso sería un triste consuelo. Lo siguen Aaron Eckhart como el presidente secuestrado y Morgan Freeman como el presidente interino, cuya voz institucional hablándole al pueblo se convirtió en un lugar común, que combina con el resto de la película. El héroe individual que salva a Estados Unidos de la destrucción, los líderes peleando por la salvación de su pueblo, la música indicándonos el clímax emotivo, los aplausos, la bandera de la libertad flameando, God bless America!
Nadie va a discutirle pergaminos a Antoine Fuqua. Es un gran director y sabe como hacer buenos productos de acción. Entendiendo esa premisa, hay que entender este nuevo opus, “Olympus has fallen” sólo como un intento de género clásico, donde el marco político que se presenta como trasfondo, sirve apenas para acompañar la propuesta y no hay que tomárselo demasiado en serio. ¿Por qué decimos esto? "Ataque a la Casa Blanca" es discutida por la situación que presenta (sí, está bien, esto es cine pero...): un grupo terrorista norcoreano toma la Casa Blanca, secuestra al Presidente y pone a América, prácticamente de rodillas. No es que Estados Unidos no haya sufrido atentados violentos y sangrientos en estos últimos trece años, sí, que justamente ha extremado precauciones para que los mismos sean fácilmente controlables. Así que despejemos cierto aire de “credibilidad” de la situación, dejemos de lado el costado patriótico exacerbado que nos propone, y evaluemos su impacto como un simple ejercicio de aventuras con balas, explosiones y muertes a granel. Tenemos a un custodio presidencial venido a menos, Mike Banning (Gerard Butler), quien fue separado de su trabajo por no haber podido salvar a la esposa del primer mandatario (Ashley Rudd), en un accidente en las afueras de Camp Davis, en una fría noche de invierno. Al hombre más importante de los EEUU, (jugado por Aaron Eckhart) ver a Mike le trae malos recuerdos y prefiere que haga un trabajo de escritorio, lejos de su presencia. La tensión en la península coreana es alta, una delegación del sur viene a una audiencia presidencial a la Casa Blanca y resulta que, tal encuentro era sólo una fachada, Kang (Rick Yune) el villano oriental (jefe de la custodia del mandatario), tiene claro lo que quiere: la máxima potencia del mundo deberá desarmarse y ponerse a sus pies. Para eso, tiene en su poder al presidente, al vice y a varios secretarios de Estado. Mike siente los primeros escarceos (trabaja cerca) y sin dudar va hacia la White House a auxiliar y acompañar a sus ex compañeros, pero pronto descubre que el plan es bastante macabro y solo él, logra sobrevivir de una masacre en el jardín mismo del lugar, transformándose en la única esperanza para recobrar el control de la situación. O sea, Mike versus los terroristas, solo… simplificando… “Duro de matar en la Casa Blanca”. Fucqua no se cuestiona cuanta violencia presentar: usa todos sus recursos y no se guarda nada. Es un escenario de destrucción y con la entrada, como souvenir, deberían darnos un chaleco de balas. El guión no tiene demasiadas luces, apela siempre al abnegado valor supremo de defender la nación (americana) e intenta ser verosímil como puede, potenciando el arsenal tecnológico que se pondría en juego en esa situación. Pero cuanto menos, es desparejo y no logra transmitir tensión (ya sabemos, Bruce Willis hay uno solo). Si te gustan los productos de acción de alto impacto, seguramente tenés que verla. En cambio, si preferís thrillers más elaborados conceptualmente y con sustento, quizás este rescate no sea todo lo que vos esperás.
Aclaremos desde el comienzo que si alguno entra a ver Ataque a la Casa Blanca y se sorprende por ver una "yankeada", merece se el community manager de Karina Jelinek. Esta película simplemente se hizo para meter unos cuantos tiros y ver si Gerard Butler califica para la tercera parte de Los indestructibles. O sea sería la reserva de un super clásico esta película. Y así está bien, cumple. Tiene efectos digitales en algunos momentos espantosos, como lo del obelisco o el Hércules "aterrizando". Pero se compensa con buenas escenas mano a mano, donde no hay efectos y Gerardito se la banca. Además no tiene ninguna sutileza y no es algo común en Hollywood mostrar tanta sangre y crueldad. Que es algo que seguro entra a ver quien compra una entrada para esta película. El guión es un rejunte de muchas cosas. Tiene frases casi calcadas de Pearl Harbor, y de hecho hasta la película se imagina una situación similar a esa de la segunda guerra mundial, pero mezclando terroristas norcoreanos, que queda claro tienen para un par de años de exclusividad en ser los malvados de Hollywood. Si dentro del capítulo yankeada tendrás momentos "casi de sketch de Saturday Night Live". Tienen varias de manual! Igual la película tiene buen ritmo y su duración no se nota, y sin lugar a dudas si entrás sabiendo lo de la yankeada y sin el ojo clínico en los efectos especiales... la vas a pasar bien. Y si yo fuera jurado de Balaceando por un sueño, le daría el pase a Los Indestructibles a Butler. Se lo merece.
En un mundo ideal películas como Ataque a la Casa Blanca terminarían directo en dvd y obras memorables como La redada, una joya reciente que brindó la producción de Indonesia, tendrían que llegar a la pantalla grande para ser disfrutadas por los amantes del cine de acción. Sin embargo en el mundo real las cosas se dan de otra manera. Este film representa el trabajo más bochornoso en la carrera del director Antoine Fuqua, quien en el pasado brindó propuestas copadas como Día de entrenamiento, Rey Arturo, Tirador (muy buena película con Mark Wahlberg) que estuvieron impecablemente realizadas. Su última producción directamente no parece dirigida por él y en este caso abordó la acción con un enfoque radicalmente distinto a lo que fueron sus filmes anteriores. Siempre disfruté mucho de este director pero en esta no lo puedo bancar. De todos modos es necesario separar bien los tantos. En su defensa podría alegar que Fuqua tuvo que remar un guión muy complicado que en más de una escena da vergüenza ajena por el exceso de patrioterismo yankee. Demasiada agitación de banderitas que atrasan 30 años. Hasta la saga de Desaparecido en acción, con Chuck Norris, fue más sutil en este aspecto. Hay escenas y algunos diálogos, sobre todo al final, que no tienen nada que envidiarle a la infame Batalla: Los Ángeles. Tal vez ese es el gran problema de este estreno que desde lo argumental se toma demasiado en serio a sí mismo. Todo lo contrario de Batalla Naval que se burlaba descaradamente de este tipo de historias y eso la hacía divertida, algo que muchos medios pasaron por alto. La película parece haber sido construida con un guión desechado de una secuela de Duro de matar, con la particularidad que el personaje de Gerard Butler no tienen ningún tipo de carisma y atractivo. Ataque a la Casa Blanca desde lo argumental está sostenido por un exceso de lugares comunes. Tenés al ex agente del servicio secreto en desgracia que no pudo salvar una vida en el pasado y vuelve a tener su revancha. Algo que vimos 20 años atrás con Clint Eastwood y su film En la línea de fuego. Ronnie Yu otra vez interpretando a un terrorista de Corea del Norte (los villanos hollywoodenses de moda), que no tiene diferencias con el que encarnó en Otro día para morir, con Pierce Brosnan. Lo peor de todo no es esto sino lo que hizo Fuqua con algunas secuencias de acción. A diferencia de sus filmes anteriores que se destacaron por el realismo, acá abusó de los efectos digitales donde hay algunos momentos que son vergonzosos de ver. Especialmente al comienzo de la historia. Los efectos se ven totalmente truchos y están al nivel de lo que fue la última película de Crepúsculo. La escena en que se destruye el famoso obelisco de Washington es tan berreta que ni en una película del canal Syfy encontrás algo tan mal hecho. Hasta Paka Paka tiene programas con efectos digitales mejor trabajados. Estoy convencido que el propio director debe sentir vergüenza al ver esa escena en el cine porque sabe que es un desastre lo que hicieron. Lo mismo sucede con las escenas de peleas cuerpo a cuerpo que están tan editadas que no se entiende nada. Defender esta película porque tiene muchos tiroteos y explosiones es faltarle el respeto al género de acción. En el verano pudimos ver El último desafío, con Schwarzenegger, donde el director coreano Kim Jee-woon dio cátedra de cómo se filman secuencias de acción. Ahí tenías una película bien hecha. Ataque a la Casa Blanca si bien te entretiene un rato como propuesta de este género es una producción mediocre. Lo único rescatable es Morgan Freeman, quien rema como los dioses su personaje sin salir mal parado. En unos meses se viene otra película con atentados en Washington. Ojalá sea un poco mejor que esto.
Bajada de línea Cuando se creía que el recalcitrante patriotismo norteamericano había sido superado, llega Ataque a la Casa Blanca (Olympus has fallen, 2013) como un retroceso conservador lamentable en todas las líneas. Una propaganda pro yankie a lo Chuck Norris de la era Reagan, o peor, similar a la utilizada en los films bélicos de reclutamiento de la década del cuarenta. Ver para creer… Mike Bening (Gerard Butler) es un agente del servicio secreto encargado de la custodia del presidente de los Estados Unidos, con el cual tiene una excelente relación. Un accidente en el que no puede evitar la muerte de la primera dama, lo aleja de las armas y traslada a un trabajo de oficina. Cuando los norcoreanos (enemigos de turno de los ideales americanos) invaden La Casa Blanca, es la oportunidad ideal de Mike para resarcirse entrando nuevamente en acción, siempre con actitud de paramilitar y con cuadros de presidentes americanos detrás. Es increíble que hoy en el año 2013, un film comience y cierre con la bandera norteamericana. Y peor, que todo lo que haya entre medio sea nada más que una bajada de línea de patriotismo barato tan tosca. Ataque a la Casa Blanca es una suma de clichés en cuanto a película de acción: el héroe que da su vida armado y con la bandera americana siempre cerca, la idea de familia puesta en peligro, los “malos” sin cara (no tienen gestos, no vaya a ser cosa que uno se identifique con ellos), y la lista podría seguir eternamente. Pero rescatemos sólo algunos donde queda en claro la bajada de línea: el presidente es blanco, rubio y de ojos claros (al igual que el héroe). Cuando es secuestrado asume uno de color negro (Morgan Freeman) y el cartel dice “presidente interino”, como si se tratase de un problema pasajero a solucionar. El del presidente claro. Por otro lado, todo el conflicto con Corea del Norte se resume a “un grupo de terroristas que atentan contra las buenas costumbres americanas”. Ni hablar de las menciones a Dios, que el primer terrorista muera a golpes propiciados por un busto de Lincoln, o que se siga reiterando hoy en día que la presencia bélica de Estados Unidos en aguas coreanas es para promulgar la paz. En definitiva, lo que podría ser una película ridícula pero divertida termina siendo una tomada de pelo pretensiosa en su discurso, que termina volviendo progresista hasta al más conservador de los espectadores. Sabemos que el cine de acción norteamericano siempre estuvo ligado al patriotismo, y esto asume una posición conservadora de antemano. Lo inaudito es que estando en el año 2013 no se le haya buscado una vuelta de tuerca para solapar de algún modo tremenda ideología. Ataque a la Casa Blanca hubiese sido protagonizada por Chuck Norris -pensemos en Chuck quebrando cuellos a los asiáticos como pollos en Desaparecido en acción (Missing in Action, 1984)-, Bruce Willis -la película bien podría llamarse Duro de matar en la Casa Blanca- o Harrison Ford -que hizo una pavada similar con Avión presidencial (Air Force One, 1997) en los noventa- si no estuvieran viejos y ocupados en auto parodiarse, señal de que sus figuras cayeron en desuso. Lo cierto es que hoy, Ataque a la Casa Blanca es un film que no tiene razón de ser.
Otro duro de matar Casi siempre ridícula y por momentos disfrutable, Ataque a la Casa Blanca es un producto menor con un presupuesto mayor (70 millones de dólares). Despiadados terroristas norcoreanos con sofisticados armamentos invaden a sangre y fuego el mismísimo centro del poder estadounidense y secuestran al presidente (Aaron Eckhart). Un agente del Servicio Secreto (Gerard Butler), quien había custodiado al mandatario hasta que un accidente automovilístico terminó con la vida de la Primera Dama, tendrá la oportunidad de redimirse y de reencauzar su carrera. Por esos previsibles caminos (testosterónicos, adrenalínicos, pateaculos) transita este remedo de Duro de matar dirigido a pura violencia y efectos visuales por Antoine Fuqua, quien había hecho bastante mejor los deberes en, por ejemplo, Día de entrenamiento. Por si se quedan con las ganas, en poco tiempo más se viene una propuesta muy similar: El ataque (White House Down), de Roland Emmerich… Hay un par de secuencias de acción bien resueltas y no poca tensión, pero también una enorme cantidad de banderas norteamericanas flameando y apelaciones múltiples al patriotismo en este film que juega con la paranoia post-11/9/2001. Y tenemos a un gran elenco (Morgan Freeman, el malvadiísimo Rick Yune, Dylan McDermott, Angela Bassett, Melissa Leo, Robert Forster, Ashley Judd) que se ganan unos cuantos miles de dólares apelando al piloto automático de su enorme profesionalismo en secundarios que no pasarán a la historia. La película, está claro, tampoco.
La caída de los símbolos de poder Si hay algo claro en esta película, más allá de su intención política propagandística, es que se trata de un buen entretenimiento conducido por el mismo realizador de Día de entrenamiento y Tirador, el experimentado Antoine Fuqua. Como una suerte de John Mc Clane que está en el lugar equivocado en el momento menos oportuno, el agente del servicio de segurdiad Mike Banning (Gerard Butller en su doble rol de actor y productor) protege al Presidente de los Estados Unidos, Benjamin Asher (Aaron Eckhart) y a su familia, pero es relegado de su cargo por un hecho que ocurre al principio y no conviene adelantar. Obligado por las circunstancias, debe volver al ruedo cuando un grupo de terroristas coreanos toma la Casa Blanca (la escena del avión y de la masacre para ingresar a la famosa casa presidencial es impresionante a nivel visual) y se enciende una sangrienta negociación con el gobierno de los Estados Unidos. En una trama plagada de acción e intriga, repleta de traiciones, el realizador entrega un eficaz producto de acción donde el "falso culpable" (al igual que en Tirador) debe recuperar el cargo que le pertenece y es el único con vida que está en el lugar (lo conoce como la palma de su mano) mientras el Primer Mandatario y otros rehenes se encuentran aislados con los terroristas en el bunker presidencial. El juego del gato y el ratón, con un héroe enfrentando a hombres fuertemente armados, es el motor de la realización que también cuenta con Morgan Freeman como el Portavoz del Presidente. Afuera la batalla campal dejó cientos de víctimas sobre el césped de la Casa Blanca, y Banning debe además encontrar al hijo del Presidente, que está escondido en algún lugar del edificio. Atrás quedaron los tiempos de enemigos rusos y ahora los infiltrados que toman el poder son coreanos con muchas exigencias. Los símbolos del poder norteamericano caen una vez más como en otras tantas películas y el caos está servido.
Yo quiero a mi bandera La bandera estadounidense agujereada a balazos, chamuscada. Un símbolo fuerte, o un recurso repetido para sensibilizar y forzar el drama de un atentado. El director Antoine Fuqua (Día de entrenamiento) tuvo de su lado con Ataque a la Casa Blanca un toque de actualidad: la delicada situación entre Corea del Sur y Corea del Norte. La constante amenaza nuclear de este último, se enlazó de casualidad con el argumento donde el presidente de los EE.UU., Benjamin Asher (Aaron Eckart), viene de mal en peor. El mandatario primero sufre la muerte de su esposa luego de un misterioso accidente donde el vehículo oficial cae desde un puente. Allí asoma la estelar figura de Mike Banning (Gerard Butler, el épico Leónidas de 300), custodio presidencial y agente de seguridad que no puede rescatar a la Primera Dama del coche. Siempre cargará con esa muerte, se apartará de las armas y recluirá en una oficina. La segunda parte del trágico devenir de Asher se da cuando una comitiva de Corea del Sur visita a la Casa Blanca. Peeerooo, parte del equipo diplomático -que acompaña al primer ministro oriental- esconde a ¡terroristas norcoreanos! Desde ese momento Ataque a la Casa Blanca toma un carácter bélico (se utilizan todas las armas que imaginen) y destila un patriotismo irritante: la bandera por doquier, “que Dios bendiga a los Estados Unidos”, un terrorista muerto con un busto de Lincoln, etc. Lo que brilla en este filme es Butler, quien luego de que los norcoreanos copan la sede y secuestran al mandatario, adopta el rol de “yo contra el mundo” al mejor estilo Bruce Willis en Duro de matar. Gerard desarrolla un personaje brutal, rápido, intimidante, no duda en romper cuellos, degollar y disparar a la cabeza. Se mimetiza con su enemigo que exagera la crudeza de algunas muertes con ejecuciones en primer plano. Párrafo aparte para la “logística” gubernamental a cargo del presidente interino Allan Trumbull (un desaprovechado Morgan Freeman) y el buen papel de Rick Yune (Kang, el líder terrorista), quien desde el bunker presidencial por momentos hará retroceder a una nación que, sí, a veces cede.
La Casa Blanca es uno de los edificios más protegidos del mundo, pero, sin embargo, puede ser convertido en un montón de escombros y hierros retorcidos. Tal es la historia que cuenta esta película, en la que un grupo de terroristas atacan la residencia del presidente norteamericano y lo toman de rehen. Mike, el único miembro del servicio secreto que aún sigue con vida, deberá luchar en soledad contra todos esos malos de turno. El héroe ha quedado reducido a simple administrativo por sus errores del pasado, pero su suerte cambiará cuando deba demostrar su valía, armado hasta los dientes, mientras las autoridades gubernamentales van marcando a la distancia los pasos de ese Mike que tratará de sortear los más insólitos peligros hasta lograr su objetivo. Sobre la base de una historia en la que sobresalen la tensión y el heroísmo, el director Antoine Fuqua logró un válido entretenimiento en el que nada es demasiado nuevo, pero en el que se destacan las buenas labores de Gerard Butler, Aaron Eckhart y Morgan Freeman que, apoyadas por un muy correcto rubro de efectos especiales, convierten a esta producción en una peligrosa aventura que no da ni pide respiro.
Barras y estrellas para combatir al terrorismo Desde que los Estados Unidos sienten su poder amenazado (con la caída de las Torres como derrumbe emblemático), la usina ideológica llamada Hollywood trabaja más a destajo y con menos sutileza. En las pantallas las banderas flamean, los discursos patrióticos pululan, los llamados a servir a la nación se hacen risibles de tan burdos. Hubo que soportarlo en la mismísima “película del 2012” (Argo, la misma que la derecha ilustrada de la crítica consideró lo más) y hasta en la entrega de los Oscar, con una Michelle Obama tamaño Dios. Ahora uno va a ver un simple y corriente thriller de entretenimiento y se encuentra con el presidente de la nación largando un speech que parece escrito por algún Aldo Rico de allá. Eso, al final, una vez que la Tierra de los Valientes se salvó de irse al tacho para siempre, empujada por unos asquerosos terroristas norcoreanos. Antes de eso había, como se dijo, un thriller que no sería nada del otro mundo, pero tampoco daba vergüenza. Hasta que empieza a darla. Olympus Has Fallen es el título original. Olimpo cayó. El Olimpo es la Casa Blanca, obviously. El lugar donde habitan los dioses. Esos que se empeñan en salvar el mundo y no los dejan. ¿Quiénes no los dejan? Los terroristas, claro. Norcoreanos, en este caso. En algún momento, seguramente para evitar más bolonquis de los que ya tienen, se aclara que el gobierno del loco de Kim Jong-un no está detrás de esto. Con aclaraciones y todo, sigue asombrando la celeridad con que Hollywood profetiza, desde el formato de entretenimiento aparentemente más inofensivo, las fantasías que mañana mismo se apresta a cumplir. Pero bueno, por mucho que convenga estar alertas para que a uno no le metan el mensaje por el ojo, cinematográficamente hablando ése no es el problema de fondo de Ataque a la Casa Blanca. El problema es que aun en los momentos en los que mejor funciona (la primera mitad), la película dirigida por Antoine Fuqua no supera la condición de thriller eficiente. El afroamericano Fuqua lo había hecho mucho mejor en Día de entrenamiento y Tirador y mucho peor en Asesinos sustitutos y Lágrimas del sol. Su buen pulso y sentido narrativo permiten mantener la tensión, durante el planteamiento y nudo de Ataque a la Casa Blanca. La secuencia del ataque está magníficamente concebida y ejecutada, con varios núcleos de atención que revelan de a poco, prolija e implacablemente, el objetivo y la escala del operativo. Hay una toma a sangre y fuego, un secuestro del más alto nivel y la demanda de que el comité de emergencia –presidido por... ¡el jefe de prensa de la presidencia!– devele los códigos nucleares top secret. De no hacerlo, los rehenes irán cayendo de a uno, incluyendo al presidente y la vicepresidenta. Y ojo que los captores no son gente de no cumplir lo que promete, como empiezan a demostrar en vivo y en directo. El héroe, un ex comando y ex guardaespaldas presidencial que parece un John McClane sin sentido del humor, es el típico hijo pródigo, que para redimirse de una culpa relativa terminará abatiendo él solo al completo ejército rival, a la vez que rescata al hijo del presi. Musculoso sin pinta de patovica, al escocés Gerard Butler lo respalda un súper elenco, encabezado por el inevitable Morgan Freeman e incluyendo al siempre perfecto Aaron Eckhart, como Mr. President. Es de celebrar el regreso de la fibrosa Angela Bassett, que hace de ministra de Defensa. Cuando todos empiezan a competir para ver quién es más leal, patriota y corajudo, la cosa empieza a ponerse molesta. Hasta que se pone lisa y llanamente ridícula, entre lágrimas épicas, bravatas e inflamados recordatorios de que we are the ones and onlys, for ever and ever. Igualito que en Argo.
Contra todos los males Mike Banning (Gerard Butler) es un agente del servicio secreto, encargado de la custodia del presidente de los Estados Unidos en un film con todos los chiches de los famosos tanques. A los pocos minutos del comienzo de Ataque a la Casa Blanca, es probable que el espectador asocie la espectacularidad de las escenas de acción a Duro de matar. Y si bien el recuerdo es correcto, la cuestión si la película de Antoine Fuqua (Los mejores de Brooklyn, Tirador, Lágrimas del sol, Día de entrenamiento) logra el nivel de efectividad que demostró la saga protagonizada por Bruce Willis. En el comienzo está Mike Banning (Gerard Butler), un agente del servicio secreto encargado de la custodia de Benjamin Asher (Aaron Eckhart), el presidente de los Estados Unidos. Pero en un accidente en una ruta resbaladiza por el hielo los intentos desesperados de Mike para salvar a la esposa del primer mandatario son inútiles y la mujer muere cuando el auto oficial se cae en un precipicio. El fortachón entonces es trasladado y languidece detrás de un escritorio hasta que por la ventana de su despacho, cercano a la Casa Blanca, observa que la residencia oficial está siendo atacada por tierra y aire. En paralelo, las noticias dan cuenta de que un comando norcoreano –el nuevo y temible enemigo de Occidente– atacó a sangre y fuego el lugar, tomó como rehén al presidente y mientras va ejecutando prisioneros, también va superando las defensas informáticas y se acerca al acceso del arsenal nuclear de la potencia del norte. Pero a no desesperar, ahí está Mike, con la testosterona a tope y dispuesto a hacer lo que sea necesario para salvar a su ex jefe, a su hijo que está escondido en algún lado de la casa y claro, al mundo libre de los villanos. Con un nivel de violencia inusitado, incluso por producciones similares, tal vez lo más rescatable y por qué no, divertido, sea el desparpajo y la falta de contención de la que hace gala la película de Faqua para desplegar una batería de patrioterismo berreta (con el combo infaltable de discurso motivador y fundante más las banderas estrelladas por doquier, por supuesto), con el axioma, también obsoleto, de que un hombre bien puede ser la reserva moral y el brazo armado necesario de una nación en peligro. El realizador, bien lejos de la sólida Día de entrenamiento, no duda en montar un espectáculo en base a efectos especiales, situaciones previsibles, frases cancheras del héroe en cuestión, moderado dramatismo y suspenso ídem, que da como resultado un producto vacío pero bastante entretenido. Como las decenas de películas de este tipo que fatigan las carteleras de todo el mundo año a año.
Acción y nacionalismo Mike Banning (Gerard Butler) es un agente de seguridad de la Casa Blanca que luego de un accidente es trasladado de su puesto, y pasa de estar a cargo de la seguridad presidencial a ocupar un puesto menos riesgoso, sentado en un escritorio. Aún no repuesto de los incidentes que transcurren en los primeros minutos de la película, Banning se ve de repente en medio de un ataque terrorista hacia la Casa Blanca; probablemente la parte más interesante de la película, ya que el ataque es por aire, por tierra, e incluso dentro mismo del edificio. Los ataques se convierten en una masacre en cuestión de minutos, y la Casa Blanca cae en manos de los violentos infiltrados, quienes secuestran al presidente (Aaron Eckhart) y a su personal, a quienes toman como rehenes en el bunker donde habían ido a refugiarse. Pero en medio de las ruinas se encuentra Banning, el único que ha sobrevivido y que de pronto se ha convertido en la única esperanza de los Estados Unidos, ya que logra comunicarse con el Pentágono, y con su ayuda intentará rescatar al presidente, y cargarse a cuanto coreano se le ponga por delante, haciendo uso de todas sus habilidades, y su conocimiento, en detalle, de cada rincón de la Casa Blanca. Si bien la primera mitad de la película es muy entretenida, especialmente por todo el despliegue de acción y efectos especiales durante el ataque, luego que el héroe se encuentra dentro del lugar, con la firme misión de rescatar a todos, el tono del filme se vuelve solemne, y cae en los típicos lugares comunes del género, algo así como "nos atacan porque somos la tierra de la libertad", y todo se torna nacionalista y dramático, al punto que la acción ya no entretiene tanto, y el final es más que previsible. Todos están correctos en sus actuaciones, especialmente Gerard Butler, quien tiene sobre su espalda casi todo el peso de la película, y Morgan Freeman, quien es casi imposible que no este impecable cada vez que aparece en pantalla. Con todos los recursos visuales necesarios para atrapar al espectador, técnicamente excelente y dinámica, la historia tiene un guión muy flojo, que no va más allá de un entretenimiento simple y bastante violento, previsible, y con un discurso tan básico y nacionalista, que por momentos hasta resulta gracioso.
Terroristas de ojos rasgados La película de Antoine Fuqua está muy bien filmada, tiene un logrado manejo de la tensión y el suspenso y cuenta con un presupuesto generoso y bien aprovechado, pero argumentalmente se mueve dentro de los habituales clichés de los filmes de género. De acuerdo con la situación internacional, la ficción creada por un guionista de Pennsylvania y una chica de Islandia, Creighton Rothenberger y Katrin Benedikt, plantea un hipotético asalto a la Casa Blanca por un comando terrorista proveniente de Corea del Norte. Una desgracia familiar vivida por el presidente de los Estados Unidos Benjamín Asher (Aaron Eckhart), hizo que Mike Banning (Gerard Butler), miembro del servicio secreto de la Casa Blanca, fuera un poco relegado de sus funciones, a pesar de que el hombre mantenía un cierto acercamiento afectivo con el mismo presidente y con su pequeño hijo Connor (Finley Jacobsen). Pero cuando un comando guerrillero invade la residencia presidencial y pone cabeza abajo a toda la estructura política, Banning no duda en ponerse al frente, para defender al jefe de Estado y su familia. De este modo el agente secreto se convierte en el engranaje esencial de una misión que tiene por objetivo preservar la vida de los estadounidenses. TENSION Y SUSPENSO La película de Antoine Fuqua está muy bien filmada, tiene un logrado manejo de la tensión y el suspenso y cuenta con un presupuesto generoso y bien aprovechado, pero argumentalmente se mueve dentro de los habituales clichés de los filmes de género. No obstante, el director Antoine Fuqua revela un enérgico pulso para las escenas de acción y cierto naturalismo violento. El héroe de turno es el escocés Gerard Butler (Mike Banning), un actor con atractiva imagen y buenos músculos, más algunas excelentes actrices como Melisa Leo, en el papel de Ruth McMillan, la subsecretaria de defensa, o Angela Basset como Lynn Jacobs, la directora del servicio secreto, bajo las órdenes del presidente, a cargo de Aaron Eckhart. A ellos que se suma la correcta actuación de Robert Forster, como el general Edward Clegg. Para cerrar habría que decir que de "Ataque a la Casa Blanca" provoca cierta molestia la trivialidad de algunos de sus discursos y la ingenuidad de un excesivo nacionalismo.
“Duro de domar” solemne y patriotero Esta película puede describirse fácilmente como un "Duro de matar" en la Casa Blanca, con el Presidente atrapado por unos norcoreanos malísimos y un héroe fuera de lugar convertido en su única salvación. Sólo que las "Duro de matar" son irónicas, combinan perfectamente la acción con el humor, mientras que "Ataque a la Casa Blanca", que tiene un planteo mucho más descerebrado, se toma a sí misma terriblemente en serio y, encima, se toma en serio patrióticamente, lo que lleva todo el asunto a niveles abismales. Y por si esto fuera poco, sus dos horas de duración se vuelven eternas, empezando por el largo e innecesario prólogo dedicado a mostrar cómo Gerald Butler, el heroico principal guardaespaldas del Presidente, no puede hacer nada frente a un accidente trágico de la familia del mandatario que interpreta Aaron Eckhart. Todo para dejar al personaje estelar fuera del servicio secreto y darle un toque melodramático a la protección del hijo del Presidente, cuando los norcoreanos necesiten un elemento de presión adicional para lograr algo de este último. El ataque inicial a la Casa Blanca promete al menos una divertida película de superacción del nivel más violento, pero justamente el doble problema del film de un buen director como Fuqua es que el guión, al tratar el asunto con tal seriedad y chauvinismo, se toma su tiempo para el melodrama patriótico entre luchas a patadas y tiroteo salvaje. Estos tiempos son más muertos que la pila de terroristas que va dejando a su paso Butler, y convierten a este "Duro de matar" patriotero en una experiencia insoportable, aun cuando no se pueda negar que un par de escenas de acción están bien resueltas.
Si vieron alguna vez a: John Rambo en “Rambo”; John Mc Clane en “Duro de matar” y pensaron que ya lo vieron todo, no es así, porque aquí el personaje de Gerard Butler (además productor), se podría decir que es una mezcla de ambos, fuera de los temas políticos y ser propagandista. Su realizador es Antoine Fuqua “Día de entrenamiento”; “Tirador”, “El rey Arturo”, el film cumple muy bien con el género. La primera parte se desarrolla en Navidad, el presidente estadounidense, Benjamin Asher (Aaron Eckhart) y su familia se dirigen a un evento. Van en caravana con una fuerte custodia, y ese viaje se enmarca dentro de una gran tranquilidad. Ellos se entregan sus regalos durante ese viaje de Nochebuena, pero aquellos conocedores del género suponemos que algo va a pasar y así es, sufren un atentado y la primera dama muere. El agente del servicio secreto Mike Banning (Gerard Butler) después de aquel hecho quedo fuera del servicio, fue culpado por no haber realizado bien su trabajo. Un año y medio más tarde, Leah (Radha Mitchell -"Silent Hill") su esposa le pide unas vacaciones juntos pero él aun continua con los fantasmas del pasado. Mientras en la Casa Blanca hay una reunión muy importante, el Presidente Asher y el Ministro surcoreano Lee Tae-Woo (Keong Sim, "El último maestro del aire") para hablar sobre la creciente amenaza nuclear de Corea del Norte. Rápidamente, la Casa Blanca es atacada y toda la custodia lleva al presidente, la secretaria de Defensa Ruth McMillan (Melissa Leo), otros funcionarios y a sus invitados al bunker subterráneo debajo de la Casa Blanca. Pero allí algo falla, algunos terroristas se encuentran entre ellos, y el villano de turno es Kang (Rick Yune, Rápido y Furioso). En las calles crece el miedo y el caos, y el ex agente del Servicio Secreto Mike Banning (Butler) se infiltra en la Casa Blanca y logra contactarse con el Presidente interino Trumbull (Morgan Freeman). Llega esta gran oportunidad para Mike salvar las vidas de varias personas, entre ellas la del Presidente, a Connor (Finley Jacobsen, "Marley y yo") el hijo del mismo, la de varios funcionarios y a su país. Las actuaciones son correctas y algunas mas aprovechadas que otras. Es brutalmente golpeada la secretaría de Defensa Ruth McMillan (Melissa Leo), quien está dispuesta a dar la vida por la Patria y su Presidente. Pero existe un único héroe es el personaje de Butler que juega constantemente al gato y el ratón con el villano de turno (como lo hacía con otra gracia y carisma John Mc Clane). Es una película de acción muy bien construida, su historia es sencilla, entretiene en todo momento al espectador, más de una hora y media de: explosiones, disparos, peleas, persecuciones, intriga, suspenso. Tiene efectos, y mucha tensión. Una escena increíble: Detrás del obelisco de Washington pasa un avión y cae como el ataque del 11 de septiembre de 2001, cuando se desploman las torres gemelas. Se encuentra llena de símbolos que muestran una vez más el poderío norteamericano. ¿Es previsible? Si, lo es, bien pochoclera y cumple con el género.
El título lo dice todo, terroristas norcoreanos que camuflados de funcionarios atacan la Casa Blanca y toman de rehén al mismísimo presidente. Despliegue de ataques y efectos especiales, pero a la hora del rescate, solo un hombre, Gerard Butler, que también es productor, podrá salvarlo, hasta límites ridículos. Entretiene, sí, y le pone rostro a los nuevos malos.
Un ejército de un solo hombre Uno puede imaginar que, haciendo limpieza en la pila de guiones descartados para alguna de las secuelas de DURO DE MATAR, alguien pudo haber encontrado la trama de ATAQUE A LA CASA BLANCA, una película que tranquilamente pudo haber sido parte de la serie protagonizada por Bruce Willis pero que probablemente no lo haya sido porque, bueno, porque no es un muy buen guión que digamos… De cualquier manera, un guión malo de los ’80 o ’90, con el tiempo, se convierte en un guión retro y tal vez es por eso que alguien decidió que era un buen momento para traerlo de nuevo a la vida y, de una vez por todas, filmarlo. No me tomen del todo en serio: seguramente se trata de un guión flamante, escrito hace poco tiempo, pero tiene claramente ese espíritu. Olympus-Has-FallenEs que ATAQUE A LA CASA BLANCA recuerda en su estructura a DURO DE MATAR -es la saga de un agente del Servicio Secreto que tiene que rescatar al Presidente de los Estados Unidos secuestrado en un bunker de la Casa Blanca-, pero también trae a la memoria otras películas ochentosas como RAMBO o LOS JOVENES DEFENSORES (RED DAWN), de John Milius, o más de una película de Arnold Schwarzenegger de esa época, como COMANDO. En la puesta en escena, los bastante berretas efectos, el formato de héroe descarnado y canchero, y hasta por la propia situación que narra, ATAQUE… bebe mucho más de ese cine que de las superproducciones actuales. Y no, no es una muy buena película, pero es muy divertida. Dirigida por Antoine Fuqua, un muy efectivo narrador de policiales y filmes de acción (DIA DE ENTRENAMIENTO y TIRADOR, entre ellos), la historia arranca contando el accidente que le cuesta la vida a la esposa del presidente de los Estados Unidos y el trabajo a Mike Banning (Gerard Butler), responsable de su seguridad personal, que por salvarlo a él (Aaron Eckhart) no pudo evitar la muerte de ella (Ashley Judd). Olympus has Fallen 1Relegado a un trabajo de seguridad menor, Banning es testigo de una violenta y muy poco creíble toma a la Casa Blanca por un grupo de norcoreanos que entran al edificio haciéndose pasar por sus vecinos del Sur (que eso suceda y que puedan haber entrado armados hasta los dientes es bastante poco plausible) y que luego son apoyados desde fuera con camiones explosivos y ataques aéreos. Llegando tarde al lugar, pero muy conocedor de la Casa, Banning logra meterse y tendrá la misión de desbaratar el asunto avanzando por los pasillos y oficinas del edificio y liquidando rivales en el camino. El muy buen elenco se completa con Morgan Freeman, Angela Bassett y Robert Forster como los responsables políticos/militares con los que Banning debe coordinar la recuperación del palacio presidencial. Es una película cuyo nacionalismo exaltado recuerda los tiempos de Ronald Reagan, por lo que quedan avisados todos aquellos a los que ver flameando la bandera de los Estados Unidos agujereada, personajes recitando la Constitución o algún otro diciendo “hablá en inglés, motherfucker, que estamos en Estados Unidos” les molesta o espanta. Si logran superar eso -lo digo porque en la función de prensa a la que fui había muchos colegas fastidiados que no podían ver por encima de eso, como si fuera algo nunca visto-, se van a encontrar con una película inusualmente sangrienta, con mucho más combate mano a mano que efectos digitales (los que hay son tirando a berretas) y con escenas de acción y suspenso bien construidas que no le hacen asco a ninguno de los recursos clásicos de este tipo de situación. Olympus-Has-Fallen-2Es cierto que Butler con los cachetes inflados de botox no es el colmo del carisma, pero el elenco que lo circunda cubre buena parte de ese problema, especialmente Freeman en un rol que, si bien es común en él (como Portavoz del Congreso está a cargo del país ante el secuestro del presidente y el vice) lo hace mostrando las dificultades de este hombre, que no está acostumbrado a tamaña responsabilidad. Por el lado de los secuestrados, un plus es la presencia intensa allí de Melissa Leo, como la Secretaria de Defensa. A contramano de las superproducciones a escala global (se estrena mundialmente unos meses antes que EL ATAQUE, película de Roland Emmerich que comparte mismo tema), ATAQUE A LA CASA BLANCA no es una producción de los estudios sino un filme, en cierto modo, independiente, casi la versión siglo XXI de aquellos títulos del estudio Cannon que, en los años ’80, nos traían a Chuck Norris aniquilando invasores como mosquitos…
Una cinta de acción pura y dura, con reminiscencias del cine de acción de los 80, con malos muy malos y héroes en busca de redención. GERARD BUTLER se pone la película al hombro para cargarse a todos los villanos de turno a fuerza de balas, piñas y explosiones. La paranoia post 11 de septiembre permite que un genero y un argumento tan anacrónica se desarrolle con total naturalidad, más allá de lo inverosímil del argumento. Amena, entretenida, pochoclera, da lo que promete, y esta bien!
SE VIENEN LOS COREANOS Gerard Butler se calza el traje del Bruce Willis de “Duro de matar” para salvar a Estados Unidos de un ataque de terroristas coreanos, los flamantes villanos de Hollywood. Es la misma fórmula: un tipo solitario, algo arisco, que solito se encargará de salvar al país, rescatar al presidente y poner en caja a unos desalmados invasores que, hasta allí, le venían ganando por goleada a un ejército norteamericano que llega tarde o tiene mala puntería o se equivoca en el diagnóstico. Sobran efectos especiales y golpes de efecto, sobra clima patriotero y afirmación del coraje y la entrega, pero como película de acción –de eso se trata- funciona. El comienzo es muy bueno y el resto, arrollador. Eso sí, Butler podrá con los coreanos pero no con Bruce Willis.
Solo contra el mundo En tanto producto de la industria “Ataque a la Casa Blanca” es impecable y coherente. Impecable en su dirección, guión, montaje, actuación y recursos técnicos. Coherente porque ofrece exactamente lo que se espera de ella: dos horas de tensión, suspenso y acción. Si, además, deja alguna reflexión, no se le puede pedir más a un filme que, si bien no difiere demasiado de otros en su fondo, sí lo hace en la forma. En el fondo, porque reivindica valores apreciados por Hollywood, como el amor y la lealtad al país, la dignidad, el heroísmo y el coraje para hacer lo que se debe. Nada que cualquiera no pretenda preservar o practicar para y por su propio país. Y en la forma, porque narra una anécdota que, por casualidad, tiene puntos de contacto con la actualidad como es la tensión entre las dos Coreas y Estados Unidos. A eso le sumó un hecho inédito en las ficciones de este tipo, como es el secuestro del presidente de Estados Unidos por parte de un comando terrorista que pretende borrar del mapa a ese país. Y aquí sí, es Hollywood en estado puro: un solo hombre, un ex agente del servicio secreto, el encargado de enfrentarse a los malos. En ese punto es el escocés Gerard Butler el que se carga la película al hombro y corre como loco para salvar al presidente y a su hijo, mientras intenta conservar a su novia y sobrellevar la culpa por una tragedia del pasado que en realidad no le corresponde. El actor es capaz de algunas proezas como pasar de la gesta de “300” a la excelente “RocknRolla, pasando por algunos traspiés como “La cruda realidad”, pero con la fibra necesaria para retomar el rumbo con este Mike Banning de “Ataque a la Casa Blanca”, capaz de salvar a su país y con eso preservar el orden geopolítico. Inverosímil, pero eficaz.
Los asesinos del presidente Las películas sobre presidentes, Washington y la Casa Blanca son para la industria del cine de Estados Unidos una tradición regular, como armar el arbolito de Navidad cada año. Muchos indicios señalan que, para el público norteamericano, deben ser como cantar el himno nacional en un acto escolar, o durante un feriado: avivan un sentimiento compartido de pertenencia, confraternidad y valor. También parecen funcionar como un termómetro de cierto humor social dentro de esa superpotencia. Los creadores de estos filmes tratan de poner en imágenes, y tal vez hacer una catarsis colectiva con ellas, las pesadillas del ciudadano común respecto a la política exterior de los EE.UU., un tema muy sensible para ellos desde siempre por las guerras libradas en el extranjero, y desde el año 2001 también por la acción de grupos terroristas dentro de sus fronteras. Largometrajes como Avión presidencial, En la línea de fuego, Días de furia, son sólo algunos de los que previamente exploraron las posibilidades de una crisis política y militar semejante. Ataque a la Casa Blanca, lamentablemente, es una versión no muy feliz de la costumbre recién mencionada. Pese a su muy buen director Antoine Fuqua, es una producción sin el ángel necesario para capturar en alta frecuencia el interés. Uno de sus puntos más flacos es el de los efectos especiales. Una película de acción estadounidense del siglo 21 no puede poner helicópteros de combate que parecen stickers pegados por un niño sobre una fotografía de la Casa Blanca. Otra sintonía errada es la del argumento. El relato comienza con un claro intento de manipulación: la mujer del presidente muere en dudosas condiciones, después de un accidente automovilístico. La intención, obviamente, es poner al espectador de parte del mandatario, tal vez porque su imagen pública no es demasiado amigable. Pero no es lo más reprobable en términos cinematográficos. Posteriormente, un grupo de terroristas coreanos del norte atacan el edificio emblema de la democracia norteamericana, con el político número uno dentro. Y aquí aparece otra falencia más. Ataque a la Casa Blanca parece una película de hace cinco o 10 años atrás. Es lenta (sí, aunque sea de acción) para la norma de los días que corren. La única manera de sacar con vida de ahí al presidente y a los demás rehenes, y no ceder a las extorsiones del enemigo, es confiar en un miembro de la seguridad del líder que ha conseguido infiltrarse en el edificio. La figura del héroe sigue intacta, y en el actor Gerard Butler encuentra a un buen continuador de la tarea realizada anteriormente por hombres como Harrison Ford o Clint Eastwood.
Y la bandera siempre flameando... Para Hollywood lanzar dos o más películas con similar concepto en la misma temporada se ha convertido en casi una obligación. Volcanes que entran en erupción, invasiones extraterrestres, asteroides o cometas a punto de destruir la Tierra y algunas figuras clave de la historia o la cultura son sólo unos pocos ejemplos para refrescarles la memoria. Este año le ha tocado el turno a la Casa Blanca de ser pisoteada por cerdos terroristas extranjeros (desde luego) para luego reconquistar ese bastión nacional a sangre y fuego gracias a la gestión de un patriota que apela a su entrenamiento militar para ganarse su propio mote de duro de matar. La primera en estrenarse es Olympus has fallen (Olympo ha caído), que acaba de llegar a las salas de la Argentina con el más explícito título de Ataque a la Casa Blanca. Para los próximos meses nos reservan El Ataque (White House Down), enésima demostración de lo bajo que puede caer el alemán Roland Emmerich en su afán por complacer al público estadounidense. Ataque a la Casa Blanca anduvo muy bien en la taquilla de su país y para ser objetivos hay que admitir que la película supera las expectativas en todos los aspectos si hacemos la vista gorda a la ideología que trasunta (misión nada sencilla coincidiremos). Los factores aglutinantes para el éxito del relato no son nada extraños: un director competente especializado en el género (Antoine Fuqua), un guión asquerosamente chauvinista pero inapelable por su ritmo e intensidad dramática, un presupuesto generoso de 70 millones de dólares para que la producción no escatime en escenas de acción explosiva de todo calibre, y sobre todo la contratación de un elenco espectacular. Hasta papeles de pocos minutos fueron confiados a grandes profesionales como Ashley Judd, Cole Hauser o la australiana Radha Mitchell. Perdido entre las decenas de actores incluso nos encontramos con una brevísima participación de un ex astro del cine de acción: Michael Dudikoff, el protagonista de la saga de El Guerrero Americano. Si a estos nombres le agregamos otros rutilantes, de mayor peso en la trama, como Morgan Freeman, Melissa Leo, Angela Bassett, Robert Forster o Dylan McDermott demás está decir que la calidad actoral está asegurada. La historia escrita por Creighton Rothenberger y Katrin Benedikt es bien trillada y mezcla un poco de En la línea del fuego (1993) con el esquema de la primera (y mejor) Duro de matar (1988). Mike Banning (un creíble Gerard Butler) es el agente responsable de la seguridad personal del Presidente de los EE.UU. Benjamin Asher (Aaron Eckhart) y su familia. En un prólogo contundente Banning no puede evitar una pérdida dolorosa para el Jefe de Estado quedando su vida y carrera marcadas por el desgraciado suceso. Año y medio después Banning se encuentra trabajando en el Departamento del Tesoro haciendo tareas administrativas como “castigo” por su error. En esta posición el ex Fuerzas Especiales es testigo de como un grupo fuertemente armado de norcoreanos aprovecha una reunión diplomática para sacar ventajas y tomar por sorpresa la Casa Blanca dejando en el camino un tendal de muertos, heridos y cuantiosos daños materiales. El presidente Asher es capturado así como su nutrido grupo de colaboradores por el líder de los terroristas, Kang (Rick Yune, otro villano más para su colección personal). Banning se mete en la residencia presidencial como si nada bajo una lluvia de balas y explosiones con la intención de averiguar qué sucede, ayudar en el rescate del primer mandatario y restablecer el orden a cómo dé lugar. Lo que logra, obviamente, no por nada esto es Hollywood y cualquier fantasía violenta en la que se reivindica el nacionalismo está bien visto. Pensemos que por algo estas películas se siguen produciendo… El amante del cine de acción al que lo discursivo le resbala, probablemente disfrute de Ataque a la Casa Blanca: excepto la sutileza, aquí nada falta....más bien sobra. El altísimo nivel de crueldad y violencia que ostentan los terroristas es casi inédito en una obra de estas características y sólo se justifica desde el espíritu revanchista: cuanto más doloroso es el perjuicio mayor resulta el goce cuando el héroe despacha a los villanos con la patriótica y exageradísima música del canadiense Tevor Morris de fondo. Los que creían que la banda sonora de David Arnold para Día de la Independencia (1996) era imposible de superar pueden llegar a cambiar de opinión. Tengan en cuenta que Ataque a la Casa Blanca abre y cierra su historia con un primer plano de la bandera de los Estados Unidos. Pobre del séptimo arte cuando es usado con estos fines espurios…
El corazón del poder en las garras del enemigo El presidente de los Estados Unidos, Benjamin Asher (Aaron Eckhart), y su esposa, Margaret (espléndida Ashley Judd), se preparan para asistir a un importante acto de gobierno, pero algo inesperado sucede en el camino que cambia los planes de todos. Ese episodio es nada más que el prólogo de una historia que tendrá como principal protagonista a Mike Banning (Gerard Butler), un agente del servicio secreto que estaba a cargo de la seguridad personal del presidente y su familia y que a raíz de aquel suceso, pierde su trabajo. Resulta que algún tiempo después, ocurre algo mucho peor. La Casa Blanca y sus alrededores son atacados por un avión fantasma de origen desconocido, mientras el presidente recibía a una delegación de Corea del Sur. El ataque toma a todos por sorpresa y pone en jaque a las fuerzas de seguridad estadounidenses hasta que logran derribar al intruso. Pero cuando parecía que ahí terminaba todo, en realidad, recién estaba comenzando... De un momento para otro, empiezan a aparecer por tierra unos guerrilleros de rasgos orientales, fuertemente armados con explosivos y ametralladoras. ¿El objetivo?, invadir la Casa Blanca y tomar al presidente de rehén, junto con sus más estrechos colaboradores. En Washington, reina la confusión durante unos interminables minutos, hasta que consiguen movilizar a las fuerzas de defensa. La muerte y la destrucción se adueñan de la misma cabecera del poder, que pierde contacto con el Pentágono, donde se nombra de manera urgente a un presidente interino: el veterano Allan Trumbull (Morgan Freeman). Los guerrilleros, que dan muestras de una crueldad extrema y una determinación implacable, reclaman los códigos secretos para acceder al sistema de misiles nucleares diseminados por todo el territorio estadounidense, con la idea de hacerlos estallar en sus silos y provocar una devastación completa del país. Mientras, Banning, que andaba cerca cuando se produce el ataque, consigue entrar a la Casa Blanca, y gracias a sus conocimientos exhaustivos del lugar, se convierte pronto en el único contacto que el Pentágono tiene en el escenario del conflicto. Tensión al por mayor Las cosas se ponen muy feas, los muertos se acumulan por todos lados y el edificio se convierte pronto en casi una ruina arrasada por las explosiones y los disparos. Para colmo, ha desaparecido el hijo del presidente y hay que evitar que los invasores lo encuentren. Para eso está Banning y también para tratar de rescatar al mismo Asher, que está sufriendo todo tipo de maltrato y de humillaciones por parte de los guerrilleros, que se identifican como norcoreanos. Un caos total, nervios tensionados al extremo, alerta máxima y las fuerzas estadounidenses, sorprendidas en su propia casa, muestran una confusión y una lentitud para reaccionar que casi las dejan en el ridículo. Pero gracias al coraje y la eficiencia del exonerado Banning, aunque no sin pagar un alto costo, el Ejército de los Estados Unidos logrará retomar el control. Tensión al por mayor, un infernal tiroteo que parece interminable, explosiones, torturas, traiciones y mucho heroísmo, en una película que no se destaca por su brillo pero que entretiene.
Para entender y apreciar (o quizás repudiar) la nueva película de Antoine Fuqua hay que analizarla como la suerte de homenaje a ese cine de acción muchas veces descerebrado que vivió su apogeo allá por las décadas de los ochentas y noventas cuando Stallone, Schwarzenegger y Bruce Willis se habían convertido en los héroes de turno habituales. Ataque a la casa blanca se alza como un revival de todos los clichés que componían ese tipo de películas. En este caso el héroe de turno es el apático Gerard Butler que se desempeña como el guardaespaldas de un presidente de Estados unidos (Aaron Eckhart) al mejor estilo de Harrison Ford en Avión Presidencial. Ya la primera escena los presenta a ambos en un ring de box teniendo una práctica amistosa de un deporte que debería estarle prohibido a un funcionario de semejante envergadura, y aun así el guardaespaldas cumple el sueño de más de un ciudadano acertándole un buen par de golpes al mismísimo presidente de los Estados Unidos. A medida que avanza la narración, se ponen de manifiesto todos los lugares comunes a los que un film como este puede apelar, resultando en cierto punto grotesco y simpático. Y eso es en parte gracias a que fue catalogada como Rated (aquí en Argentina, apta para mayores de 16) lo cual le permite mostrar más violencia de lo habitual. Resulta gracioso por ejemplo que luego de dos horas de muerte, explosiones, golpes y violencia, el presidente y su guardaespaldas aun tengan ganas de tener diálogos como estos: Ambos protagonistas caminan alejándose de la Casa Blanca mientras se ve de fondo el edificio completamente devastado decorado con cadáveres por doquier: - Guardaespaldas: Señor, lamento mucho lo de su casa. - Presidente: No te preocupes amigo, creo que está asegurada. Música heróica ascendente. Plano de una bandera norteamericana flameando. Funde a Créditos. Y aquellos insaciables del género y la acción a puro tiro se contentarán de saber que como si Ataque a la casa blanca fuera poco, prontamente la nueva producción de Roland Emmerich (con el triple de presupuesto que esta) llegará a las carteleras de todo el mundo prometiendo otra historia sobre un nuevo ataque al recinto presidencial norteamericano. ¿Qué más podemos pedir?
Una fantasía terrorista La bandera estadounidense ya no flamea en el horizonte de la Casa Blanca. Está desgarrada, pisoteada y atravesada por municiones que quemaron sus insignias, cayendo al suelo bajo un cielo rojizo y apocalíptico que tiene a la Casa Blanca como un testigo silencioso que fue completamente socavado e invadido. Alguien finalmente saliendo de la nada se ha hecho con los emblemas más distinguibles de Estados Unidos y amenaza al mundo “democrático y pacífico” con fanatismo, locura y armas de destrucción masiva. Las calles son barridas de plomo y explosiones, dejando sangre y gritos a su paso, y también cae derrumbado el Obelisco de Washington sobre el National Mall. Un mundo de imágenes y símbolos se viene abajo y esta vez el mal viene desde Corea del Norte, logrando amenazar la paz capturando al presidente en su mismísimo bunker. En el medio de tanta poética solemne y folletinesca se envuelve esta película de acción que de no haberse tomado tan en serio su fantasía masoquista habría sido más entretenida. En su lugar tenemos un exponente mediocre (más) de Antoine Fuqua, del cual estoy cada vez más convencido que Día de entrenamiento debe haber sido una alucinación oportunista. La cuestión es que el mapa geopolítico de la película es poco menos que infantil, casi se puede sintetizar en las palabras del agente traidor interpretado por Dylan McDermott, achacándole al presidente Asher (AaronEckhart) la existencia de la corrupción y Wall Street (¿?), llevándolo a ser ese el móvil de su traición. Por lo demás, aparentemente Corea del Sur no tiene defensas soberanas y Medio Oriente es un enorme país que festejaría de forma homogénea cualquier tragedia ocurrida en Estados Unidos. Estos coreanos del norte no joden para nada, están furiosos y a todo costo quieren amenazar la paz mundial, contando con suficiente armamento para destrozar cualquier ejército. La película parece tan focalizada en mostrar la destrucción que no muestra ni insinúa si existió algún plan, con lo cual lo que vamos a ver va a parecer un tanto rústico e incoherente, y aún más cuando con el desarrollo del film desaparecen más de la mitad de los terroristas norcoreanos inexplicablemente. Es gracioso antes que nada, casi una comedia involuntaria. Pero esto es lo que hay que resaltar: pienso en Los indestructibles, una película con un escenario político fantasioso, casi del pulp de los ´50, que funcionaba efectivamente como película de acción porque, además de que contaba con buenas secuencias de acción jamás se tomaba en serio el asunto. Aquí con todo el melodrama y tono de poesía trágica la película cae en un pozo contradictorio: por un lado plantea un escenario político infantil con personajes que son estereotipos caminantes en un teatro de efectos especiales y por el otro es de una solemnidad que raya el melodrama novelesco. Ataque a la Casa Blanca pedía a gritos (y creo que Gerard Butler y su personaje también) algo más lúdico, algo más de Duro de matar. Como se queda en el medio y apenas logra conformar al espectador que vaya a ver lisa y llanamente acción, lo que sale es un panfleto mediocre con algunas buenas actuaciones que se pierden en un caos del realizador. La crisis terrorista nunca había sido tan aburrida.
La productora Millennium Films es lo más funcional, económicamente hablando, por lo propagado desde el Hollywood actual, con trabajos muy del orden de lo producido en los ochenta con el sólo fin de abarrotar de estupidez en los cada vez menos videoclubs con infinidad a las realizaciones de pura acción brutal, glamorosa. Una productora que propugna la autoeliminación de sus productos a los cinco segundos de salir de la sala, tal cual las de misiones imposibles. Por supuesto que no del discurso reaccionario que ampara, que además tiene muy claras las razones económicas que justifican la producción, y sobre los que debe apuntalar la industria cinematográfica como negocio, o sea obtener el superior bien mercantil con la menor erogación de dinero posible, lo que daría como resultado una perfecta ecuación gasto/beneficio. Con la misma intención ha producido e invadido el mercado del cine con filmes como “El Mecánico” (2011), con Jason Statham, entre otras, y que sobresalió con la saga de “Los Indestructibles” 1 y 2 (2010/2012). Toda esta introducción serviría para poner en plano objetivo el origen de “Ataque a la Casa Blanca”, una producción con intenciones de obtener réditos económicos muy rápidamente, utilizando recetas extensamente experimentadas. En fin, una película a disposición de héroes como Mike Banning (Gerard Butler), un ex agente del Servicio Secreto con mucha potencia ruda, que abre la historia presentándolo como un eximio boxeador. La narración propiamente dicha comienza 18 meses después de que Mike consiguiera salvar al Presidente de EE UU Benjamin Asher (Aaron Eckhart), de un accidente de coche en el que no puede impedir la muerte de la Primera Dama Margaret Asher (Ashley Judd), como máximo a los 10 minutos de empezado el filme, situación que hará entrar en desgracia al marido, dejará en estado de orfandad al hijo de ambos, le cambiara la vida a Mike y le arruinara la velada al público de la sala. (Aguante, Ashley Judd) Mike quedará fuera de la seguridad del presidente, su sola presencia lo deprime, pero es la única persona que queda, en realidad circulaba por las inmediaciones, luego que una facción de extremistas norcoreanos se infiltre, arrebate el control de la Casa Blanca, colocando a la madre patria en peligro de destrucción nuclear. Pero los terroristas no contaban que iba a reaparecer en escena del duro de matar John McClane, perdón, del impiadoso Casey Rybak, perdón nuevamente, digo del creativo e inteligente Tony Mendez, pido piedad, quiero decir Mike Banning, otro héroe más mezcla de todos los nombrados que algo original y distintivo. Por suerte tuvieron el tino de contratar a grandes como Morgan Freeman, Melissa Leo, Angela Bassett, Robert Forster quienes, como idóneos secundarios, cumplen con la función de dar respiro a la catarata de violencia y acción que adopta el filme. Saben que después de esto deberían, al menos por un tiempo, desistir de mostrar sus nominaciones y/o estatuillas del premio Oscar. El realizador Antoine Fuqua que había comenzado promisoriamente con “Asesinos Sustitutos” (1998) o “Día de entrenamiento” (2001), parece haber caído en las redes de lo chabacano sin esfuerzo, hasta convertirse en un director técnico del montón, eficaz como cualquier otro para este tipo de propuesta, ya que en este caso son más importante los productores, entre ellos Gerard Butler. Los actos de acción, cómodos en cuanto a violencia, persistencia y arqueo de muertos y heridos, son el único atributo de un supuesto guión empleado al reconocimiento predecible de tópicos típicos de estos productos. Sí hay tiempo y esmero para algún que otro gag, como la utilización de un busto de Abraham Lincoln como eficaz arma antiterrorista. Filme viejo por donde se lo mire, pero muy nuevo desde la tecnología, los efectos especiales y la destrucción de la Casa Blanca. Ahora para la factoría de Hollywood los malos son los norcoreanos. Ni los indios, los japoneses, alemanes, rusos/soviéticos y vietnamitas, sin haber dejado de lado a los musulmanes, tenemos a estos como los más malos de todos. Quienes se atreven a invadir la Casa Blanca, tomar como rehén al presidente de los EEUU, y a casi todo el gabinete, sólo se olvidaron del ex jefe de seguridad del presidente. Las democracias del mundo están en peligro, pero siempre habrá un héroe que retorna para poner las cosas en su lugar. Si usted busca algo de suspenso, de intriga política, de denuncia de corrupción, o de manipulación por parte del poder, busque otra película, si en cambio va al encuentro de la acción y violencia glamorosa, estará en su salsa.
En una nueva ola de revisionismo por parte de la industria cinematográfica, en este año van a salir dos films en donde la Casa Blanca es atacada, el primero de esos films en estrenarse es protagonizado por Gerard Butler, Morgan Freeman y Aaron Eckhardt, dirigido por Antoine Fuqua, responsable de trabajos como “Día de Entrenamiento” “Tirador” y “Los Mejores de Brooklyn”. “Ataque a la Casa Blanca” fue moldeada a la manera de “Duro de Matar” y “Avión Presidencial”, con sus elementos clásicos de film de acción sin una mirada irónica o despectiva. El guión no tiene ninguna cuota de originalidad pero el director Antoine Fuqua se mantiene fiel a la narrativa y no esconde los elementos más violentos que este tipo de premisa contiene, dándole a “Ataque a la Casa Blanca” una impronta menos juvenil de lo usual (léase película de acción a lo “Transformers” donde nunca hay un cadáver). Por otro lado uno debe aceptar la premisa que este film presenta, ya que al ser un high concept (la idea es simple y fácil de identificar y tiene gran atractivo para el público, por ejemplo: Romeo y Julieta en un barco = “Titanic”) la cuota de absurdo se incrementa considerablemente. También al haber tenido poco tiempo en terminar la película en cuestión, los efectos generados digitalmente son de mediocre calidad, pero la pericia en el montaje por parte de Fuqua y sus editores hacen que el film se mueva a buen ritmo y la desprolijidad de las imágenes digitales sea pasajera. Al comparar esta película con la reciente “Duro de Matar: Un Buen Día para Morir”, “Ataque a la Casa Blanca” es claramente superior, ya que no sólo cumple con los ingredientes esenciales de film de acción sino que también tiene pausas adecuadas, una dirección más clara, su violencia es más brutal y sus personajes mejor delineados, en especial su villano de turno, si se comparan ambos largometrajes. En definitiva, el largometraje de Antoine Fuqua no subestima ni deja insatisfecho a su público ya que también les entrega escenas de acción coherentes y espectaculares. “Ataque a la Casa Blanca” tiene como target al público masculino, quien disfrutará del mismo y sus méritos, en especial con su honestidad a la hora de retratar la brutalidad de dicho film.
El afroamericano Antoine Fuqua es un eficiente artesano del cine. Lo demostró en Día de entrenamiento y Tirador. En este caso juega con un elemento urticante: un ataque terrorista a la Casa Blanca, que actualiza el miedo que persiste como secuela del 11-S. El punto de partida y el desarrollo de la historia remiten a dos películas que hicieron historia en el cine norteamericano: En la línea de fuego (1993), de Wolfgang Petersen, con Clint Eastwood; y Duro de matar (1988), de John McTiernan, con Bruce Willis. El escocés Gerard Butler interpreta a Mike Banning, agente de seguridad asignado a la Casa Blanca, que logró salvar al presidente Benjamin Asher (Eckhart) en un accidente automovilístico, pero no consiguió hacer lo mismo con la Primera Dama. Eso ocurrió hace un año y medio. Acomplejado, Banning abandonó sus funciones y se recluyó en una oficina administrativa, pero espera la oportunidad para redimirse. La ocasión se le presenta cuando terroristas norcoreanos copan a sangre y fuego la Casa Blanca, "el edificio más seguro del mundo", según un personaje, y un grupo comando toma como rehenes a las máximas autoridades del país, incluido el presidente. Al igual que Bruce Willis, el oportunista Banning asume la improbable tarea de rescatar a los rehenes y liberar el edificio. Lo hace en contacto con el portavoz de la Casa Blanca (Freeman), que tuvo que hacerse cargo interinamente de la presidencia. El ya clásico "yo contra el mundo", mientras los funcionarios invocan la protección de Dios. El actual conflicto entre Corea del Norte y Corea del Sur añade un toque de actualidad a esta historia. Las operaciones de los norcoreanos son conducidas por un tal Kang, un conocido terrorista de amplia actuación en distintos países. Kang cuenta con la ayuda de un agente traidor y es el reverso perfecto del protagonista, aunque sin adquirir, empero, la categoría de espejo deformado. Porque Banning fue entrenado para defender y Kang para atacar. Lo mejor es la primera parte, donde Fuqua hace alarde de su pulso narrativo, con varios puntos de atención que van revelando los objetivos y la dimensión del ataque terrorista. También las actuaciones de Butler, Freeman y Yune, a pesar que en algunos tramos se asumen autoparódicos. Lo peor son los tópicos utilizados por el director para rellenar la historia o extender el suspenso, además de algunas de las variantes típicas de la iconografía made in USA. Por estos andariveles el relato destila patrioterismo y deviene en "americanada". El título original (Olympus has fallen ) es una ironía, en cuanto alude a la caída de la Casa Blanca (el supuesto Olimpo), donde habitan los "dioses" norteamericanos. Pero según muestra la película, son dioses muy vulnerables. Cabe acotar que este tema será abordado en un filme de próximo estreno, dirigido por el alemán Roland Emmerich, titulado Asalto al poder.
¿White House Down? "Ataque a la Casa Blanca" es un film de acción del realizador Antoine Fuqua, que en esta ocasión parece haber sido poseído por el Roland Emmerich de los '90 y nos brinda una historia un tanto chata pero con mucha pirotecnia y adrenalina fílmica. El Fuqua de "Día de entrenamiento" le cede bastante lugar al Fuqua de "Tirador" y las cosas se ponen violentas, bastante violentas. Se agradece la crudeza de ciertas secuencias y la acción que se imprime al film durante todo el metraje, pero con el tema de la trama se quedó un poco corto, hay que decirlo. El problema con este tipo de producciones es que ya podrían formar parte de un subgénero de acción de existencia tácita llamado "acción patriota", un subgénero que nos ha cansado bastante. A Hollywood le encanta poner en peligro a su presidente y demostrar, a través de una figura simbólica encarnada en héroe de acción, el poderío bélico de USA y el amor a su país, cosa que no estaría mal, pero el problema es que ya nos cansamos un poco... La historia del policía retirado, que vuelve para redimirse y salvar a su país de la amenaza extranjera es una figurita repetida, que se ha editado con ex agentes de la CIA, del FBI y hasta con guarda espaldas, como es el caso de este trabajo. Ya cansó muchachos... Encima todavía falta la versión de Emmerich donde también atacan la Casa Blanca y al presidente, posta, no estoy jodiendo. Se estrena en breve. Espero que haya un poco de karma y el Fuqua de "Día de entrenamiento" lo posea a Emmerich y se cierre este círculo cinematográfico. La peli empieza bastante bien, dinámica, con bastante acción, pero a medida que va pasando el tiempo cada vez se va poniendo un poco más inverosímil. Que el guardaespaldas retirado le indique qué hacer al equipo de seguridad nacional de una país como Estados Unidos es un tanto ridículo, al igual que la forma en que plantean la toma del "Olimpo". Es verdad que también a medida que avanza el metraje crecen los momentos de tiros, trompadas y quebraduras de huesos, que no nos engañemos, ocupa una porción bastante importante dentro de las razones por las que iríamos a ver un producto como este al cine. Estoy seguro que si se hubieran un sentado un rato más a pensar alguna vuelta de tuerca más inteligente, habrían conseguido mucho más éxito que el que cosecharon. En el cast con el que contaron, se destacan nombres como Morgan Freeman, Melissa Leo, Aaron Eckhart y el mismísimo Gerard Butler, pero da la sensación de que se los desperdició un poco. Una de acción con fórmulas repetidas que cubrirá las expectativas del espectador que la da mucha prioridad a los disparos, los golpes y las explosiones, pero que no se destaca entre toda la fauna del género de acción.
Algo les pasa a los estadounidenses con sus símbolos de poder, o bien lo que sucede es que el miedo del 11/S aún está presente y requiere de la catarsis del arte. El otrora pésimo y hoy correcto Roland Emmerich ha logrado aquí, combinando elementos de Avión presidencial, Duro de matar, su propia Día de la Independencia y más o menos todas las películas de acción que se han filmado en los últimos treinta años, un entretenimiento notable, con algo de filo e ideas políticas, cuyo mayor mérito es un logrado suspenso. Después, es cuestión de preguntarse qué trauma se está purgando y de ver que, debajo de la apariencia de buenos y malos, se esconde la desconfianza contra las propias instituciones, un síntoma mucho más amargo que merece un análisis -o una crítica- más largo. Algo sucede para que ya no haya terreno sagrado para Hollywood y para que el propio Estado sea poco confiable. Pero si no quiere pensar a la salida del cine, no importa: recibirá por su entrada exactamente lo que fue a buscar.
En Hollywood escasean las ideas y, cuando encuentran alguna interesante, empiezan a copiársela (por no decir robársela) sin asco. Así como los estudios vomitaban estrenos simultáneos de películas sobre el rey Arturo, Robin Hood, y pedazos gigantes de roca estrellándose contra la Tierra (léase Armageddon o Impacto Profundo), ahora ha tocado el turno de filmes sobre ataques terroristas a la Casa Blanca o, mejor dicho, clones de Duro de Matar situados en el edificio de más alta jerarquía del gobierno norteamericano. Además del filme de Antoine Fuqua que ahora nos ocupa, pronto tendremos a la vista el estreno de la versión que Roland Emmerich nos tiene reservada sobre el mismo tema. Odio cuando los filmes prometen pero se desmoronan, y eso es lo que ocurre con Ataque a la Casa Blanca. El primer tercio es realmente excitante, aunque soberanamente improbable - de pronto Washington se encuentra atestado de coreanos, sean diplomáticos, turistas, terroristas o basureros, y toda esta gente tiene el mismo punto de reunión que son los alrededores de la Casa Blanca; ¿donde está la CIA o el FBI cuando se lo necesita? -. Hay un ataque masivo compuesto por fuerzas suicidas procedentes de Corea del Norte, las que se han infiltrado en la capital de los Estados Unidos y proceden a desarmar las defensas de la Casa Blanca. La misión diplomática de Corea del Sur está infestada de agentes de Corea del Norte (¡por Dios!: ¿es que nadie lee los curriculums de la gente cuando los reclutan como agentes secretos? ¿o siquiera chequean si los datos que ponen son ciertos?; especialmente cuando ponen en la hoja de méritos "futuro traidor a la Patria"), los cuales atinan a secuestrar al presidente de los States mientras departen amablemente en el salón oval, a la vez que afuera hay una verdadera guerra campal entre terroristas y agentes del orden. El grupo interno se encierra en el bunker del Presidente, y pronto comienza a torturar autoridades del gobierno para sonsacarles los códigos de seguridad de un programa que desactiva los lanzamientos y hace detonar en sus silos a los misiles nucleares intercontinentales que están desperdigados por toda Norteamérica (insisto: ¿a quién se le ocurriría inventar un software capaz de hacer explotar centenares de bombas atómicas en el patio de tu casa?). Además empiezan a demandar que los yanquis se retiren de Corea del Sur, de manera que los norcoreanos avancen sobre la frontera y pasen a cuchillo a sus odiados enemigos connacionales. Desde ya que todo esto es una cantidad mayúscula y ridícula de demandas - ¿tanto vale la vida del Presidente como para mandar al sacrificio a millones de surcoreanos, y poner en riesgo a todos los Estados Unidos? -, pero aquí deciden darle pelota y acceder a los pedidos. Sí, sí: la próxima vez no pongan a Morgan Freeman a negociar una situación de rehenes. Mientras que el escenario tiene su cuota importante de tonterías, los problemas más importantes empiezan en el acto II, en donde Ataque a la Casa Blanca empieza a regurgitar textualmente pedazos enteros de Duro de Matar I. El agente renegado oculto en el edificio en ruinas. El traidor que se hace pasar por amigote, y al cual el héroe lo detecta al toque (¿recuerdan el encuentro entre John McClane y Hans Gruber en la azotea?; hay algo similar entre Dylan McDermott y Gerard Butler). El raid aéreo sobre el edificio asediado, el cual puede terminar en una masacre si el héroe no interviene pronto y desactiva las letales medidas de defensa que tienen reservadas los villanos para situaciones como ésta. Caerse por un agujero del techo después que se estrellan varios helicópteros sobre el edificio. Los engaños de los malvados sobre la hora. El intercambio de amenazas radiales entre el bueno y el villano... y un largo etcétera. Ok, la puesta en escena es potable y la acción está bien filmada, pero uno echa de menos un poquito más de originalidad. Para aquellos que hemos visto como diez veces Duro de Matar, es facílisimo anticipar los pasos que va a dar el libreto, y es aún más indignante descubrir que son exactamente los mismos - clonando diálogos y secuencias enteras - sin variarles ni siquiera una coma. Sustituyan al costoso casting por estrellas menos rutilantes y verán cómo todo esto no es más que una típica cinta directa a video, sólo que sobreproducida. Como héroe, Gerard Butler es bueno, brutal y efectivo, pero carece de la simpatía de Bruce Willis. Como villano, Rick Yune es anónimo. El cast está compuesto de demasiada gente vieja y deforme - como Ashley Judd, y los avejentadísimos Robert Forster y Morgan Freeman, el cual carece de energía y se pasea por el escenario como un sonámbulo -, y la acción es pasable aunque no memorable. Y es que en realidad Ataque a la Casa Blanca es un filme de acción ok pero carente de originalidad. Sirve para pasar el rato pero es excesivamente previsible y carece de alguna vuelta de tuerca que sirva para sacarla de la rutina. Simplemente queda como un pasatiempo tolerable, el cual posee algunos buenos momentos pero que carece de personalidad suficiente como para dejar un impresión mental que sea siquiera fugaz.
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