El sistema educativo hollywoodense. En muchas ocasiones al momento del análisis de los productos del “sector fecalofílico” de la industria se tiende a confundir ficción con documental, homologando la representación de determinado tópico por parte del mainstream norteamericano con la praxis concreta, el devenir del sustrato temático de turno en la realidad. Contextualicemos la hipótesis con la ayuda de un ejemplo circunstancial: que Hollywood considere que todos los estudiantes universitarios estadounidenses son unos imbéciles alienados no quiere decir que de hecho lo sean, por más que encontremos una y otra vez esta “concepción” en una catarata de propuestas insufribles que retrasan décadas en lo referido a un “destape” por hoy vetusto. Por supuesto que estamos pensando en Buenos Vecinos (Neighbors, 2014), el último mamarracho de la lista, en esta oportunidad combinando la “comedia de fraternidades” con la centrada en conflictos entre moradores contiguos. Sin el más mínimo dejo de sutileza, inteligencia u originalidad, la enorme torpeza del film sólo consigue poner al descubierto el óxido detrás de las fórmulas y la incapacidad del realizador Nicholas Stoller para escapar de los clichés y aggiornar dos subgéneros que tienen su obituario escrito desde hace tiempo. Si bien aquí no hay ánimos de remake, hubiese sido interesante que se tuviese en cuenta a la maravillosamente enajenada película homónima de 1981, el opus final de John Belushi. La anodina trama se focaliza en los problemas que Mac Radner (Seth Rogen) y su esposa Kelly (Rose Byrne), la típica pareja de atolondrados con una bebé de pocos días, tienen con sus nuevos residentes de al lado, el clan Delta Psi Beta y su presidente Teddy Sanders (Zac Efron), un bobo obsesionado con la organización de la fiesta “más grande de la historia” con vistas a quedar inmortalizado en un muro de reventados por el alcohol y demás “héroes”. Lo que debería ser una escalada de agresiones símil humor negro nunca llega más allá de una farsa inofensiva y hueca, que para colmo aburre desde el inicio en función de chistes malogrados y ese tono inmaduro estándar destinado a captar al público adolescente. Así como el “sistema educativo hollywoodense” pretende crear un ejército de infradotados que se sientan identificados y celebren la levedad conformista, sostenida a su vez en ídolos “excretados” como el insoportable Rogen o el “infante Disney” Efron, la obra queda atrapada en un círculo de idiotez inconducente en el que la ensalada de lugares comunes y el desconocimiento absoluto de la dialéctica de la ironía provocan indiferencia y/ o hastío, en especial gracias a la unidimensionalidad de los protagonistas y un relato que se pasa de previsible. Alguien debería avisar a los productores aniñados actuales que el “orden explícito” de la comicidad ya sabe a rancio y se acerca al colapso discursivo definitivo…
Buenos vecinos es una comedia carente de ingenio y chispa sólo para fans de los protagonistas y de la grosería a pleno, aunque de todas formas puede resultar bastante divertida para aquellos que estén entrando en contacto con sus primeras "películas prohibidas para menores", ya que tal como digo siempre, todo es nuevo para ellos. El problema no es que se abuse de estas características, sino que se...
Son como niños (y con niños) Figura clave de la segunda ¿o tercera? camada de la denominada Nueva Comedia Americana, Nicholas Stoller fue otro descubrimiento de la factoría de Judd Apatow, ese Rey Midas que suele bendecir y lanzar a tantos realizadores e intérpretes para luego dejarlos en libertad de acción para que desarrollen de forma independiente sus carreras. Pese a los múltiples elogios recibidos, ninguno de los tres largometrajes previos de Stoller (tiene también un telefilm) se estrenaron en los cines argentinos, aunque sí llegaron con no poca demora al DVD (y, claro, circularon por todas partes en la web) con curiosos -por decir algo- títulos locales: Cómo sobrevivir a mi novia/Forgetting Sarah Marshall (2008), ¿Cómo sobrevivir a un rockero?/Get Him to the Greek (2010) y Eternamente comprometidos/The Five-Year Engagement (2012). Así como para dos de sus films apelaron al “Cómo sobrevivir a…”, en este caso bien podrían haberlo titulado “Cómo sobrevivir a los vecinos”, pero finalmente quedó el Buenos vecinos (el original es el aún más simple Neighbors). Mac y Kelly (Seth Rogen y la australiana Rose Byrne) son una pareja que está tratando de poner fin al período de abstinencia sexual luego de haber tenido una beba. El tiene un trabajo que no le gusta, pero que les ha logrado conseguir un techo propio. Ambos desean regresar de a poco al mundo “real”, recuperar ciertos hábitos de cuando eran jóvenes solteros, pero el sentido de la responsabilidad y, sobre todo, el cansancio hacen que se sientan bastante frustrados. Más o menos las mismas problemáticas de cualquier matrimonio con hijo... Pero a los pocos minutos ven cómo la adorable pareja gay de la casa de al lado se muda y, en su lugar, llegan decenas de adolescentes que conforman una cofradía fiestera denominada Delta Psi Beta, una hermandad de muchachos cuya único objetivo en esa etapa de la vida parece ser la parranda eterna. Mac y Kelly intentan convivir con sus bulliciosos vecinos liderados por Teddy (Zac Efron) y Pete (Dave Franco), primero por las buenas y luego, por supuesto, por las no tan buenas, dando lugar así a una guerra que generará todo tipo de enredos, confabulaciones y víctimas de ambos bandos. La película no es particularmente sorprendente ni inspirada, pero sostiene durante casi toda su hora y media de duración una innegable e irresistible simpatía (salpimentada por algunas irrupciones de humor absurdo que sí tienen efecto hilarante). Aun en sus momentos más mediocres (cuando no logra trascender los estereotipos a-lo-Adam Sandler o apela a los viejos chistes escatológicos de siempre), Buenos vecinos nunca cae por debajo de una medianía muy llevadera. Y, cuando logra conectar con ese síntoma social de la angustia de hombres inmaduros incapaces de asumir responsabilidades y compromisos (el personaje de Rogen), se convierte en una mirada bastante punzante y descarnada. No es una gran película (ni pretende serlo), pero bien vale acercarse a este primer desembarco de Stoller y compañía en los cines argentinos.
¿El pasto es más verde del otro lado de la cerca? Nicholas Stoller (The Five-Year Engagement, 2012) vuelve a recalar en el universo de jóvenes adultos en etapa de transición con Buenos vecinos (Neighbors, 2014). Mac y Kelly Radner (Seth Rogen y Rose Byrne) son padres primerizos que experimentan de primera mano los pormenores del descontrol juvenil cuando la fraternidad Delta Psi Beta -esos clubes sociales de los que forman los estudiantes universitarios yanquis- se convierten en sus nuevos vecinos, y la relación entre dichas partes se dirija hacia un camino sin retorno de “vos me hacés una, ¡yo te hago otra peor!”. Si bien por momentos la película maneja un humor que juguetea al límite de lo escatológico –pero políticamente correcto tratándose de un lanzamiento comercial- y abundan los guiños a las drogas blandas, los órganos reproductores masculinos y las mamas en etapa de lactancia, dichas cuestiones están lo suficientemente bien distribuidas a través de las escenas para evitar caer constantemente en el chiste fácil o el golpe de efecto. Cada shot de tequila y cada momento de descontrol busca hacer avanzar la historia más que servir como gag inconexo y autoindulgente. A pesar de un primer acto un tanto básico, conforme avanza la trama en clave “jóvenes vecinos fiesteros universitarios” versus “padres primerizos típicos de clase media yanqui”, la interacción entre los personajes se va aceitando a fuerza de ingesta de sustancias y bebidas blancas, escenas de la vida joven matrimonial y una dosis bien regulada de slapstick. Zac Efron se luce como Teddy Sanders -el líder de la fraternidad- un fiestero fuera de control en pie de guerra contra Mac Radner, ese típico post-adolescente que no termina de hacer pie en la adultez que tan natural le sale a Rogen, vale recordar a su personaje auto paródico de Este es el fin (This Is The End, 2013). Los mejores momentos de ambos actores suceden cuando comparten escena, sacándose brillo y explotando cualidades que podemos haberles visto en papeles previos pero que saben manejan de forma efectiva. Rose Byrne también sale airosa de su incursión en el terreno cómico. Y cuando todos pensamos que el quid de la cuestión girará entorno a dos facciones enfrentadas que no logran convivir en armonía intercambiando palo y palo, la película se toma sus momentos para desarrollar algunas reflexiones sobre los alcances de ser joven e irresponsable, asumir el rol de adulto y saber disfrutar en la medida justa aquellas cosas que se nos presentan en las diferentes etapas que nos toca vivir. Sumémosle un poroto a Nicholas Stoller, quién podría haber hecho una comedia pasatista hecha y derecha para vender butacas y pochoclo –que seguramente venderá de todos modos- pero también parece haber querido que el espectador abandone la sala con un poquito más en la cabeza que ruido de fiesta y olor a cigarrillo. Bien vale su intento.
Damas en guerra. Lo nuevo de Nicholas Stoller como director se traduce en una comedia ciclotímica, por momentos ingeniosa pero un tanto dispersa, que naufraga cuando se estanca en una suerte de planicie visual y narrativa durante los monólogos a cargo de Teddy (Zac Efron) o la repetición de un chiste hasta agotarlo, como sucede con el del airbag, que en una primera visión resulta explosivo e inesperado (aunque lo hayamos visto en el trailer), pero luego la reiteración termina por desgastarlo. Como una suerte de híbrido entre Proyecto X, el microuniverso de Kevin Smith y esa cualidad de cine prismático-antropológico que abarca todas las etapas atravesadas por un ser humano, símil Apatow, Stoller -al igual que la figura central de la NCA- explora las zonas oscuras de esa institución denominada “familia” en tono de comedia fumona, alocada, lisérgica y escatológica. Por eso Mac (Seth Rogen) y Kelly (Rose Byrne) tienen sexo como los personajes de Apatow: de manera ridículamente incómoda, azotada por la rutina y la pérdida de la pasión post paternidad. Así como Pete y Debbie abrían Bienvenido a los 40 con una escena de sexo frenético en la ducha, Buenos Vecinos comienza con la humillación sexual característica del cine de Apatow: la pareja protagonista intenta tener sexo delante de su hija recién nacida, mientras la pequeña los mira fijamente a pesar de no entender lo que está sucediendo. La confirmación de que Mac y Kelly ya no son jóvenes llegará con la mudanza de sus nuevos vecinos: la fraternidad Delta Psi liderada por el macho alfa, Teddy. Es que Mac y Kelly son los padres exhaustos que eran Pete y Debbie en Ligeramente Embarazada, esos que se quedan dormidos en el suelo mientras se preparan para una salida nocturna que nunca llegan a concretar. Son dos jóvenes fiesteros atrapados en los cuerpos de unos padres treintañeros y se rehúsan a crecer, a madurar, y por eso viven en una constante lucha contra el tiempo. Es que ser padres primerizos de treinta y tantos no es compatible con ser cool en el film. Como bien indica el slogan publicitario del poster estadounidense, “familia vs. fraternidad” es el enfrentamiento al que asistiremos durante 97 minutos. Buenos Vecinos mantiene el tono realista asociado a la idea de una pareja que acaba de tener un hijo y cómo su vida tal cual la conocían ya no existe. Así como a Debbie en Ligeramente Embarazada le negaban la entrada a un boliche por ser “vieja”, el líder de los Delta Psi, no invita -en principio- a sus nuevos vecinos a enfiestarse con ellos. Pero estos padres no se comportarán como personajes de su edad y todo el tiempo estarán revelándose contra el comportamiento que la sociedad impone como el correcto. Pero, al igual que en las comedias de Apatow, cuando uno comienza a rascar la superficie queda al descubierto un fondo extremadamente conservador; lo que no sería un problema. De hecho no lo es en las comedias de Apatow. Pero sí lo es aquí, sumado a la imprecisión del guión en cuanto al timing, lo que produce una pérdida de agilidad en los diálogos. Es que el guión de Andrew J. Cohen y Brendan O´Brien no es lo suficientemente ingenioso ni posee la profundidad y la sensibilidad de Apatow para narrar, pero sí un talento algo discontinuo, que funciona como una suerte de entremés hasta que aparezca otra genialidad de la comedia.
La risa, ese gran elemento terapéutico Seth Rogen, Rose Byrne y Zac Efron se lucen en una de esas películas en las que no hace falta esforzarse para encontrarle diversión, con la base de un conflicto imposible de resolver entre un matrimonio y sus salvajes vecinos fiesteros de high school. Buenos vecinos es una película divertidísima. Una de las más divertidas en bastante tiempo. Eso tiene que ver con varias cosas. El enfrentamiento que plantea, entre un matrimonio con una nena de meses y los veinteañeros que acaban de mudarse a la casa de al lado, viviendo de fiesta en fiesta (a cuál más ruidosa), es básico, pero también fatal. No hay solución, y eso comunica a la película la desesperación que sienten los protagonistas. Uno es Seth Rogen, uno de los pocos actores (ni qué hablar en Hollywood) capaz de transmitir la sensación de que no está actuando, sino que es él el que vive lo que le pasa, que suele ser incómodo, y dice las cosas que dice, que suelen ser graciosísimas. Y la dirige Nicholas Stoller que, aunque esta vez no escribió el guión, es un tipo muy gracioso, tal como demostró en la anterior The Five Year Engagement (2012) y sobre todo en Cómo sobrevivir a mi novia, uno de las mejores exponentes de la Nueva Comedia Estadounidense (Forgetting Sarah Marshall, 2008, ambas editadas en DVD). ¿Que Buenos vecinos es una película conservadora? Ese es otro tema, que enseguida se verá. “Parece un tipo diseñado para gays”, dice Mac (Rogen), cuando junto con su esposa Kelly (Rose Byrne) espían desde la ventana a Teddy, uno de sus nuevos vecinos (Zac Efron). “Tu torso es como una flecha que parece señalar hacia tu pija”, completa más tarde. Rodeado de decenas de chicos y chicas que descargan un camión entero provisto de cantidades industriales de six packs de cerveza (idénticos al six pack que a Teddy se le dibuja en el torso torneado), el ex High School Musical es, notoriamente, el líder de esa fraternidad. Fraternidad que, como todas las de los high schools, lleva por nombre letras griegas. Alfa Delta Pi o algo así. Cuando pongan el cartel identificatorio en la casa que acaban de comprar, al lado de la de Mac y Kelly, debajo del nombre pondrán su distintivo: una planta de Cannabis sativa. Los pibes (y pibas, aunque la película hace más hincapié sobre ellos que sobre ellas) hacen todo un culto de la historia de wild parties de la fraternidad, que incluye el invento de vomitar-y-tomar, vomitar-y-tomar. Historia que en la fiesta de todas las fiestas ellos aspiran a honrar mediante tachos estratégicamente ubicados, en los que se queman kilos de yerba, para aromatizar el ambiente. La mecánica de Buenos vecinos es muy sencilla: los chicos hacen fiestas salvajes todas las noches hasta cualquier hora, y Mac y Kelly, que ya de por sí duermen poco por cuestiones de amamantamiento (una escena en la que Kelly le pide a Mac que la “ordeñe” es para ver), necesitan que los chicos la corten. Primero intentan la vía diplomática, que incluye participación en una de las fiestas. No hay caso: a la noche siguiente, vuelta al quilombo. Denuncia anónima a la policía, que se convierte en pública, por culpa del agente a cargo. Recrudecimiento a full de las hostilidades. Denuncia ante la decana del high school, a cargo de una no muy lucida Lisa Kudrow, que explica que mientras la cosa no derive a escándalo nacional no piensa mover un dedo. Intento de vender la casa, con agente inmobiliaria que explica, con la mayor impasibilidad, que los únicos que pueden comprar una casa que tiene por vecinos a miembros de una fraternidad son... los miembros de otra fraternidad. Buenos vecinos es parejamente desternillante. ¿Que es conservadora? Puede entenderse así, teniendo en cuenta que los héroes de la película son un matrimonio middle class: desde su punto de vista se organiza la narración. Hay más de un atenuante. El primero es que lo que defienden Mac y Kelly no es el american way of life, sino el derecho al sueño. El segundo es que, en tren de promover identificaciones fáciles, los chicos de Alfa Delta Pi no están cargados de elementos negativos. Son fiesteros y promiscuos, con algún atisbo de homoerotismo asomando por ahí. No son jodidos, ni perversos, ni idiotas, ni malos bichos. O sea que conservadurismo, hasta ahí nomás. Y diversión de punta a punta.
Uno de los más sólidos directores de comedia del momento, Nicholas Stoller, ha logrado el gran éxito de su carrera con Buenos vecinos. Una recaudación de 130 millones de dólares solamente en los Estados Unidos, con un presupuesto de sólo 18 millones puede cambiar una carrera para siempre (Stoller venía, además, de un fracaso con la muy buena The Five-Year Engagement, no estrenada en la Argentina). Forgetting Sarah Marshall y Get Him to the Greek son otras de sus comedias también recomendables. Ninguna de esas tres tenía un esquema argumental muy transitado. Con Buenos vecinos, Stoller apeló a la fórmula de los vecinos en conflicto, ya usada muchas veces en Hollywood (Los vecinos, con John Belushi y Dan Aykroyd por ejemplo). La película trata de una pareja con una bebe y de los que llegan a la casa de al lado, una fraternidad universitaria en plan fiesta sobre fiesta. La pareja está integrada por el canadiense Seth Rogen (uno de los mejores comediantes de la actualidad) y la excelsa australiana Rose Byrne (de Damas en guerra); los vecinos están comandados por Zac Efron. Si Rogen es una fuente abundante de comicidad, aquí Efron demuestra que bien marcado puede ser muy efectivo. Contar detalles argumentales no tiene sentido -ya demasiado adelanta el trailer- pero la descripción del humor de esta película debería hacer notar que hay diálogos cortantes, veloces; chistes sobre y desde los modos de hablar (en eso brillan Rogen y Byrne); humor físico con efecto sorpresa perfecto; crudeza en los chistes sexuales; salvajadas varias en términos de humor con drogas y escatología diversa. Hay chistes, gags, golpes, tácticas y estrategias en un entramado humorístico elaborado, y la película adquiere velocidades diversas: cuando muestra la guerra entre vecinos es pirotécnica, pero fuera de la batalla y las fiestas la película es menos energética. Stoller sabe manejar diferentes compases cómicos, y al desacelerar evidencia por un lado un defecto (el exceso de música que explica la situación, habitual en tantas comedias de Hollywood) y por otro una virtud: su capacidad para contar una segunda historia por debajo de la primera, tan habitual en la tradición clasicista del cine estadounidense. Stoller decide que su film con más apariencia de ser una mera sucesión de chistes no será sólo eso. A esos chistes, que son muchos y no pocos son extraordinarios, Stoller los dispone por encima de una historia sobre el paso de los años, sobre la expectativas sobre el futuro y, sobre todo, sobre diversos límites y posibilidades. Esa es la magia de una película como Buenos vecinos: diversión salvaje y escatológica con humor adolescente en medio de una mirada que siempre se sabe adulta. De esa combinación nace una película en la que la risa fuerte y la diversión bestial no dejan de lado la lucidez, incluso cierta amargura. Los grandes cómicos siempre tienen zonas oscuras. La película propone una excursión a algunas de las idiosincrasias más polémicas del sueño americano (el suburbio como encierro doméstico y barrial y la fraternidad como encierro en la adolescencia eterna), las hace chiste y desde el chiste presenta no una sino dos pinturas generacionales, las definidas por los Batman de Michael Keaton y Christian Bale.
Aires de nueva comedia americana Con dosis medidas pero devastadoras de humor escatológico e incorrección política, el director Nicholas Stoller (el mismo de Eternamente comprometidos) logra fusionar un poco de Qué pasó ayer con la obra de los hermanos Farrelly. En apariencia, Marc (Seth Rogen) y Kelly (Rose Byrne) están satisfechos por como salieron las cosas. Están en el inicio de su vida de casados, son padres flamantes, se sienten enamorados y cómodos en su rol de esposos y bastante lejos de lo que se supone que significa la fiesta permanente de los días como despreocupados estudiantes. Sin embargo, el perfecto equilibrio empieza a dar muestras de inestabilidad con la llegada a su nuevo barrio de una fraternidad –esos clubes universitarios de gente afín, dedicados a pasarla bien–, con su habitual menú de fiestas, ruido y excesos varios. Dispuestos a no arruinarles nada a nadie, el matrimonio llega a un cierto entendimiento con Teddy (Zac Efron), el presidente de la fraternidad, y parece que casa sector puede vivir sin molestar al otro. Pero algo sale mal y empieza la guerra entre los jóvenes padres –que se ven a si mismos como cool pero responsables– y los jóvenes en serio, con todo lo que eso significa. Una vez más, Rogen interpreta a esa especia de niño grande, de un corazón enorme y un poco bobalicón (como hizo en Ligeramente embarazada o Hazme reír, solo por citar dos de sus trabajos), acompañado por la eficaz Rose Byrne (la misma de La boda de mi mejor amiga), y del otro lado Zac Efron, que luego de High School Musical lo intentó con varios dramones olvidables, estuvo más que aceptable en Hairspray y finalmente parece que encontró su lugar en el mundo cinematográfico en la comedia, interpretando a un joven vengativo y bastante perverso. Cruza de géneros entre las películas centradas en el desenfreno estudiantil y las historias de jóvenes en tránsito hacia el mundo adulto, Buenos vecinos es sin lugar a dudas parte de la llamada nueva comedia americana, con un director como Nicholas Stoller (realizador de Eternamente comprometidos y Misión Rockstar), formado en la cantera de Judd Apatow, algo así como el patriarca del género, que para muchos se domesticó y se puso más conservador. Por el contrario, Stoller parece reivindicar la ferocidad perdida con dosis medidas pero devastadoras de humor escatológico e incorrección política, pero cuidando que cada uno de los personajes tenga un desarrollo completo, que dentro del planteo de subir la apuesta más y más con chistes groseros o situaciones incómodas, esté justificado por el perfil de los protagonistas, dando como resultado un relato que de alguna manera se las ingenia para fusionar con éxito el "legado" de la saga de Qué pasó ayer con la obra de los hermanos Farrelly.
Buenos vecinos más que una película es un parte médico que describe el estado de agonía en que se encuentra el género de la comedia en el cine norteamericano. Parecería que los grandes estudios fueron tomados por el club de fans de Jackass y no pueden desarrollar películas de este estilo sin repetir los mismos chistes sobre penes, pedos y drogas. No pasó un mes del estreno del último film de Seth MacFarlane que llega otra bazofia incapaz de generar situaciones graciosas sin caer en vulgaridades obvias. Es deprimente porque ya ni siquiera son creativos con el supuesto "humor zarpado" que trabajan. La irreverencia de la historia, en el caso de este estreno, se limita a mencionar centenares de veces la palabra "fuck", mostrar gente desnuda y un bebé comiendo un preservativo. Sigo sin entender que tiene esto de desopilante. Escenas que encima se repiten en todos los spots televisivos y pierden la gracia cuando las ves en el cine. En Bueno vecinos te encontrás con Seth Rogen interpretando al mismo perdedor de siempre (que es lo único que sabe hacer) y Zac Efron en su intento por ser comediante, que es tan efectivo como Channing Tatum en Comando especial. El mensaje de la historia es viví drogado y dejate abusar por tus compañeros universitarios, ya que después cuando te cases y tengas hijos tu vida va a ser completamente miserable. Desde que Warner la pegó con ¿Qué pasó ayer? todas las comedias norteamericanas se repiten en el tratamiento del género y llegó un punto en el que terminaron por saturar con el humor retardado que proponen. En el caso de esta película, las situaciones graciosas que presenta el director Nicholas Stoller resultan forzadas y no funcionan porque ya vimos escenas parecidas en las últimas producciones de este estilo que llegaron al cine. Un film que se quedó en el tiempo y atrasa como mínimo 30 años. Las comedias con universitarios descontrolados fueron divertidas en los años ´80 . Hoy son propuestas que están completamente quemadas. Buenos vecinos la podés remar mejor como espectador si la ves gratis en una avant premiere, pero la entrada al cine la verdad que no vale la pena.
Parodia y cinismo bien aceitados Zac Efron y Seth Rogen encabezan el elenco de esta muy divertida comedia con la inmadurez en el centro de la escena. Malditos prejuicios. Todo en Buenos vecinos, el nuevo filme de Nicholas Stoller (uno de los responsables del regreso de Los Muppets) hace presagiar que se trata de un blef , de una típica comedia yanqui con argumentos gastados y triviales. Otra de vecinos enfrentados que no divierte a nadie. Error. Aunque la película camine a veces por la cornisa, nunca se cae. El tono paródico del argumento, la mirada cínica del director, un reparto con roles bien aceitados, más una serie de guiños ocurrentes y bien logrados la convierten en una pieza fresca, rara avis para la comedia actual. Lisérgica por donde se la mire, la historia arranca con Mac (Seth Rogen) y Kelly (Rose Byrne) asumiéndose y reconociéndose cual pareja de recién casados y flamantes padres. Bien conectados, sobreactúan su falta de espontaneidad hasta cuando tienen sexo y van relatando casi todo lo que hacen con la naturalidad de lo ficticio. Son ellos mismos, pero también son una sátira ocurrente de una pareja media en un momento bisagra, el de asumir ciertas responsabilidades. A partir de allí el argumento ya no existe. O más bien se reduce a un enfrentamiento disparatado con sus nuevos vecinos. Una logia, una fraternidad cuidadosamente descontrolada que vive de fiesta en fiesta y ocupa justo la casa de al lado. A la cabeza de Delta Psi, que así se llama la fraternidad, están Teddy (Zac Efron) y Pete (Dave Franco). Son jóvenes, desenfrenados y capaces de hacer los mil y un chistes sobre penes o desfilar en los jardines en una hilarante fiesta Robert De Niro, parodiando los éxitos del actor. Sí, hasta eso logra Buenos vecinos, recurrir al lenguaje metacinéfilo sin perder el rumbo (Mientras maduran como pareja, Mac y Kelly arman un calendario disfrazando a su bebita de Heisenberg, rodeado de anfetaminas azules, la que cocinaba Walter White en Breaking Bad). Visto con un prisma social, la inmadurez está en el centro de la escena. El contagioso descontrol de sus vecinos adolescentes desafía a la joven pareja. Oh novedad, en el siglo XXI la adolescencia puede ser eterna. Vamos a exagerar un poco, pero la versión nada trágica y menos literaria de esta comedia ofrece una mirada sobre un tema universal como lo hace desde otro lugar Los años de peregrinación del chico sin color, una de las últimas novelas de Haruki Murakami. Puede ser trágica o cómica la situación de saltar de una etapa de la vida a otra, el duelo por lo que ya no seremos. Y acá da para reírse y para lecturas varias. ¿Quién no se niega a admitir que parte de su vida se acabó? Anárquica, la película está en la saga de películas sobre las vecinos, en la no menos extensa lista sobre logias juveniles, y en la también ultraexplorada del fin de la juventud. De todas sale bien.
Producida y protagonizada por Seth Rogen, la película está a su servicio desde su estilo de humor que tiene sus seguidores. Chispazos de ironías e inteligencia y muchos chistes sobre sexo, drogas y descontrol. O la despedida de ese mundo para un matrimonio joven, formado por él y la eficaz de Rose Byrne, para combatir y envidiar a la banda de Zac Efron y los suyos. Graciosa, con altibajos.
Vecinos X Seguramente conocen aquel chiste de la mujer que le dice a otra "Mi marido está hecho un bebé! - Por lo jovial? - No, está hecho un bebé. Se mea encima, duerme todo el día, se caga..." El chascarrillo en cuestión sirve para hablar de la nueva comedia estadounidense, esa a la que algunos le atribuyen un carácter novedoso, osado, políticamente incorrecto; y donde en verdad solo hay chistes pubertos, jeropas, plagados de referencias culturales propias y exaltación de lo más degradado de su sociedad. Hay que decirlo, de la comedia con estilo creada durante décadas por grandes humoristas ya no queda nada. En 1981, Dan Aykroyd y John Belushi protagonizaron un filme titulado "Neighbors", igual que este. En aquel filme, un matrimonio adulto de clase media pasa los días con tranquilidad hasta que la casa de al lado es comprada por una pareja de vida alocada, y sin demasiados motivos se desata una rivalidad entre los hombres que alcanza ribetes delirantes. Treinta y tres años después, aquella idea base es tomada para esta nueva producción donde un joven matrimonio -interpretado por Rogen y Byrne- con un bebé ve amenazada su paz y la del barrio por sus nuevos vecinos, una fraternidad universitaria decidida a quedar en la historia por sus fiestas descontroladas. Obvia, predecible, y para colmo moralizante, así es esta "Buenos Vecinos" plagada de chistes sobre drogas, sexo y fluidos corporales, que no alcanzan a despertar carcajada alguna. Seth Rogen saca provecho de su obesidad y cara de nabo, mientras Christopher Mintz-Plasse es totalmente desaprovechado. Rose Byrne le pone el cuerpo a su rol y se convierte en lo único destacable de este producto más propio para la venta directa que para su exhibición en sala.
SETH ROGEN experto en comedias para adultos plagadas de escatología y chistes sexuales, logra uno de sus mejores trabajos en mucho tiempo. Y es que el filme, irreverente de principio a fin, resulta una verdadera montaña rusa de bromas extremas, efectivas y sumamente originales. Tremendo trabajo actoral de ZAC EFRON, quien no teme auto-parodiarse en un papel que lo lleva a la adultez actoral.
Vecinos que contagian Dentro de la catarata de comedias políticamente incorrectas de los últimos años, esta "Buenos vecinos" muestra cierta originalidad, y de manera irónica, por partir de una premisa de lo mas común, digna del cartoon clásico sobre vecinos en guerra. Lo que le da originalidad es la elección de los personajes, ubicando una ruidosa y juerguista fraternidad universitaria junto a una pareja de padres primerizos que aún no tienen del todo asumidas sus nuevas responsabilidades, y de hecho extrañan sus más alocados tiempos de estudiantes. Nicholas Stoller, guionista de las dos recientes excelentes películas de los Muppets, aquí se limita a dirigir, y cuando da en el blanco con sus delirantes y a veces casi ofensivos gags, logra hace reír. En especial durante el planteo de la historia, cuando la pareja formada por Seth Rogen y Rose Byrne, al ver que deberán aguantar como vecina a una fraternidad de energúmenos, van a visitarla haciéndose los "buena onda" para que bajen el nivel de volumen de la fiesta, y terminan participando del festejo consumiendo todo tipo de drogas junto a los recién llegados. Lo que luego, por supuesto, no impide que una noche después puedan hacer una denuncia convincente a la policía cuando queda claro que las fiestas de los vecinos no se detendrán jamás. En cambio, la escalada de hostilidades que sigue a esta primera denuncia no tiene siempre un nivel parejo, aunque hay que reconocer que el director se las arregla para hacer algo difícil, como volver divertidas las tres fiestas claves en el guión, y que funcionan como presentación, nudo y desenlace del conflicto (lo difícil en estos casos es que el atractivo estético y musical de este tipo de escenas no interrumpan el desarrollo narrativo, algo que aquí no ocurre en absoluto). Las buenas actuaciones de todo el elenco incluyen a los jefes de la casa estudiantil Zac Efron y Dave Franco, decididos a ser parte del cuadro de honor de juergas memorables a nivel histórico de su fraternidad. Lisa Kudrow también tiene un muy buen par de apariciones como la decana de la universidad a la que pertenecen los fiesteros. El problema es que, como en toda comedia, el resultado depende de la eficacia de los gags, y aquí a lo largo de la película, cuando la trama se desvía mínimamente del conflicto esencial, hay cierta repetición de situaciones que se vuelven cansadoras y que estiran la película, dando la sensación de que dura más de sus 97 minutos. Con todo, "Buenos vecinos" tiene buenos chistes y barbaridades de todo tipo y calibre como para entretener tanto al publico que se identifique con los juerguistas como con los padres semirresponsables.
Si algo tiene "Buenos Vecinos" son las excelentes actuaciones de Seth Rogen, Rose Byrne (genios absolutos) y el joven - ahora adulto - de Zac Efron, quien entrega una de sus mejores interpretaciones. Las fraternidades en EEUU son moneda corriente, quizás nosotros no estamos en esa sintonía, pero si se habla de fiestas, alcohol, vicios y música, todos nuestros adolescentes seguramente saquen su entrada para, al menos, disfrutar de las cosas que pasan en la peli. Hemos visto películas con vecinos insoportables, y películas de fraternidades, pero faltaba la que las una... en síntesis, dos pesadillas, que es lo que viven Mac y Kelly en "Buenos Vecinos", que absolutamente propone diversión durante 1 hora y media. Debo reconocer que hay gags que a mí no me funcionaron (lo mejor son los momentos "airbag" - cuando la veas me vas a entender -), pero lo genial es que la película cierra de principio a fin, te hace divertir y eso es positivo. Ya sabes, peli pochoclera para pasar un muy buen rato.
Una comedia que cumple con lo que promete. La comedia americana contemporánea se distingue en la actualidad por títulos, en donde si bien el contenido de sus secuencias cómicas sigue apuntando a lo sexual y/o a lo escatológico, hay un notorio intento de subtexto en donde se trata de abarcar y plantear, a partir del subtexto, ciertas cuestiones que el espectador siente como cotidianas y que títulos de décadas anteriores abarcaban con liviandad. Buenos Vecinos es la más reciente adición a esta escuela de Comedia cinematográfica. ¿Cómo esta en el papel? Mac (Seth Rogen) y Kelly (Rose Byrne) son un matrimonio con una hija recién nacida que se mudan a una casa comprada con mucho esfuerzo. Pero el verdadero esfuerzo es el que tienen para demostrarse a si mismos en que, a pesar de tener una responsabilidad tan grande como la de ser padres, pueden salir de joda como si todavía fueran veinteañeros. Esta coexistencia de conceptos será puesta a prueba cuando una fraternidad, presidida por Teddy (Zac Efron), se mude al lado. Inicialmente, los flamantes nuevos padres asisten a las fiestas de la fraternidad, con la idea de hacer buenas migas y pedirles que mantengan bajo el volumen de la música. Todo sale a pedir de boca, hasta que una noche, tras ignorar sus reclamos sobre el volumen, a Mac no le queda otra alternativa que llamar a la policía. Dicha intervención genera que la fraternidad se comporte de manera totalmente desconsiderada para con ellos, generando que Mac y Kelly hagan lo que sea para que los echen del vecindario. El guion es el compendio de situaciones que uno esperaría de una comedia de esta naturaleza. Todas las bromas típicas en películas sobre las fraternidades universitarias las van a encontrar acá. A pesar de tener un desarrollo predecible, las secuencias de comedia son abundantes y muy bien ubicadas. También pueden apreciarse ciertas secuencias en donde está cantado que son improvisadas por los actores. Puede apreciarse el hecho de que la película intenta abarcar el tema de la madurez, pero desde ambos lados del espectro. Por un lado, el matrimonio conformado por Rogen y Byrne, que intentan ser joviales pero progresivamente evolucionan a entender que cuando uno crece, empieza a buscar otras cosas en la vida. El personaje de Efron, por otro lado, tiene en el fondo un enorme temor a madurar, porque en el fondo significa, que la joda y la despreocupación se están terminando, y ese final va a llegar más temprano que tarde. ¿Cómo esta en la pantalla? Por el costado técnico, mucho no me voy a meter, porque es un apartado sobrio sin muchos detalles que destacar. Por el costado actoral, aunque Seth Rogen interpreta a un padre de familia y nos entrega al mismo fumón que venimos viendo en diversos títulos, entrega un rol a la altura del desafío. Zac Efron aunque da vida a un nene carilindo no muy distinto de sus anteriores trabajos, podemos decir que la comedia, en particular una como esta, le sienta bastante bien. Conclusión Buenos Vecinos es una comedia a la cual difícilmente le siente el calificativo de “imperdible”, pero es uno de esos títulos que si el publico los elige, mal no la van a pasar.
En su faceta como guionista, Nicholas Stoller ha sido parte de un proyecto brillante (The Muppets), de otros aceptables (Fun with Dick and Jane, Yes Man) y de alguno muy pobre (Gulliver's Travels), sin embargo en su trabajo como director el hombre sembró una breve pero lograda filmografía que con Neighbors está lista para darle todos sus frutos. Con costos de producción moderados, no le fue difícil a Forgetting Sarah Marshall, Get Him to the Greek y The Five-Year Engagement superar esas cifras en la taquilla mundial, no obstante ninguna puede considerarse un verdadero éxito y la última estuvo más cerca del fracaso. Su comedia más reciente, por el contrario, tuvo el presupuesto más bajo de toda su carrera y a esta altura del partido –queda por estrenarse en varios territorios- ya ha generado más del doble que su film más recaudador. El dinero no es todo, claramente, pero con un film valorado por la crítica y apreciado por el público, las puertas para el realizador deberían abrirse más fácilmente. No es casual que sea Seth Rogen el protagonista de una película que, conociendo a Stoller, pudo haber encabezado Jason Segel. Sin nada que objetar al segundo –en verdad es uno de mis rostros favoritos dentro de la lista de figuras que catapultó Judd Apatow-, es innegable que el primero es la cara más conocida y exitosa dentro del ámbito de la llamada Nueva Comedia Americana y su nombre se ha vuelto una suerte de garantía de calidad. En este caso en particular, se trata de un film cuyo éxito de taquilla y críticas está justificado. A diferencia de todas las películas que ponen en escena un perpetuo enfrentamiento con una fraternidad, Neighbors tiene el buen tino de enfocarse una y otra vez tanto en las víctimas como en los victimarios. No solo pone el acento en la pareja adulta que acaba de tener un bebé y aún quiere aferrarse a su costado juvenil, sino que humaniza a ese grupo de estereotipos ambulantes dedicados al alcohol, las fiestas y las novatadas. Puertas adentro hay quienes demuestran sus problemas, inseguridades y debilidades, lo que ayuda a generar empatía con un público capaz de entender las motivaciones de uno y otro. No hay una visión de túnel para acercarnos a Zac Efron –en una de las mejores interpretaciones de su carrera-, a simple vista el típico líder del grupo, y a su segundo al mando Dave Franco, los dos muestran varios matices que los perfilan no solo como los salvajes de la casa de al lado, sino que como chicos cuyas preocupaciones exceden la guerra con sus vecinos. Del mismo modo, los personajes que interpretan Seth Rogen y Rose Byrne no son el clásico matrimonio víctima de las circunstancias. Aún son jóvenes, quieren algo más de emoción en sus vidas y, en reiteradas oportunidades, son ellos los que incitan la batalla con los de la fraternidad. Ahí reside el otro punto a favor del guión de Andrew J. Cohen y Brendan O'Brien, productores de films destacados como Funny People y Virgen a los 40, el proponer a un grupo de adolescentes en camino a la madurez y a una pareja de adultos que no quieren aceptar del todo que sus vidas ya no son las de antes. La amistad masculina y las historias coming of age han sido aspectos fundacionales de la comedia de la generación Apatow y cada vez se los trata mejor, con cualquier locura que se le pueda ocurrir a la banda pero con esos elementos en el centro de gravedad. Además de estas cuestiones que favorecen el panorama general, no hay que olvidar que Neighbors es una comedia y como tal es sumamente divertida, en ocasiones hilarante. A días de la llegada de A Million Ways to Die in the West, cuyos recursos para hacer reír eran bastante limitados, esta encuentra el humor en todo tipo de situaciones, con un timing notable y con un excelente manejo de los ritmos, capaz de ser dinámica cuando necesita serlo o levantar el pie del acelerador cuando corresponda, pero sin que esos altibajos obligados la afecten. Como la otra, también es una comedia no apta para todo público, pero por el hecho de tener esa calificación no se sienten autorizados a mostrar cualquier tipo de exceso en cámara en pos de un humor efectista. Los diálogos, gags y comedia física que se proponen bastan y sobran. El objetivo es divertir y se lo logra con creces, esté la cámara dentro de una casa o de la otra. Es, en resumidas cuentas, el gran acierto que Stoller necesitaba para una carrera que ya se destacaba, el cual le permite ubicarse dentro del selecto grupo de los grandes realizadores de producciones del género en la actualidad.
Una pareja muy dispareja Cuando los comediantes suelen cambiar de género, la sorpresa por parte del público es positiva, pasó con Jim Carrey en Número 23 (Number 23, 2007) o Ashton Kutcher en El efecto mariposa (Buterfly effect). Esta es una de las pocas excepciones donde el cambio no favoreció, no porque no lo haya podido hacer sino porque se confunde al espectador, una actuación indefinida que está entre ser gracioso o serio. Este resultado trae como consecuencia que el personaje no tenga credibilidad y no esté a la altura de otros personajes anteriormente encarnados, de los cuales ahora se me viene a la mente el de Virgen a los 40 (Virgin 40, 2004) o Ligeramente embarazada (Break-up, 2005). Realmente este no es uno de sus mejores trabajos y termina siendo un personaje completamente plano que sólo debe acatar lo que un guión pobre dice. Por otro lado, tenemos a Zac Efron, una joven promesa que muchos lo proyectan como el nuevo Leonardo Di Caprio. Sin embargo, este trabajo lo aleja más del protagonista de Titanic. En esta película, Efron encarna a un universitario insufrible que solamente piensa en cómo va a ser la siguiente fiesta, nada más que eso. El personaje sufre los mismos síntomas que el de Seth Rogen, vacío y completamente plano, sin matices por explorar. A Efron se lo nota actuando de mala gana y que quiere mostrarle contantemente al público que ya no es ese chico Disney, grave error, renegar de tu pasado no es una de las mejores formas para expresarlo al menos frente a las cámaras, y eso es evidente. Su personaje no sólo es un estereotipado universitario sino que parece un nene caprichoso cuando no tiene fiesta. Creo que parte del problema se debe a la pobre idea del director Nicholas Stoller, quien tuvo sus bolos en Cómo sobrevivir a mi novia (Forgetting Sarah Marshall, 2008) y su secuela Cómo sobrevivir a un rockero (Get Him to the Greek, 2010). Esta nueva producción, Buenos vecinos (Neighbors, 2014) ya cuenta con una idea vacía desde el vamos que gira en torno a una pareja de padres primerizos (Rogen y Rose Byrne), quienes deben soportar a sus nuevos vecinos: la fraternidad Delta-Psi, liderada por Teddy (Zac Efron) y Pete (Dave Franco). La convivencia que empieza bien, pronto se tornará insostenible debido a las reiteradas fiestas de la fraternidad en horarios nocturnos. La duración del film es justa y necesaria (97 minutos), falta desarrollo en personajes, que es como se sostiene una historia así. El director encara el argumento sin sub-tramas, que muchas veces son importantes para un mejor desarrollo de la historia. En este caso no lo hizo y como conclusión estamos ante una producción olvidable por parte de un maestro en la comedia o sátira como Seth Rogen o un joven que tiene un futuro por delante como Zac Efron. Resulta inexplicable el éxito en su país de origen, tanto que inclusive se está evaluando hacer una secuela.
La premisa y un avance pésimo prometían lo peor: otra película de la post-post-Nueva Comedia Americana que deja de lado las locuras pasadas de los noventa para hablar de la inexorabilidad de la familia y sus sinsabores cotidianos. Por suerte, Buenos vecinos no tiene nada que ver con películas como Ligeramente embarazada o las últimas de Adam Sandler. De hecho, la cuarta de Nicholas Stoller realiza algo curioso: se hace cargo de manera explítica de la tensión libertad-juventud/crecer-responsabilidad que parece atravesar una buena parte de las últimas comedias estadounidense. Es como si la propia películas tratara de decirnos: mis personajes ya no pueden ser los dementes, irresponsables, freaks que signaron los inicios del movimiento con Wil Ferrel, Sandler o Ben Stiller y que revivieron algunos años después Jonah Hill, Michael Sera o Seth Rogen, pero tampoco quiero que se transformen en las criaturas adocenadas de Judd Apatow, esas que demuestran apenas algún que otro estallido de rebeldía antes de aceptar resignadamente su destino; o que sean como las del último Sandler, que parecen haber olvidado sus comienzos alocados para encerrarse en el estrecho círculo de la familia y algunos pocos buenos amigos (que traen a su vez a las suyas). Stoller no hace borrón y cuenta nueva, no ignora que la tendencia de la comedia norteamericana más interesante en el presente, salvo excepciones como las películas dirigidas por Ben Stiller o algún ovni inclasificablemente feliz como Este es el fin, es la que encabezan unos cuantos comediantes y escritores que tienen alrededor de cuarenta años y que quieren hablar de la vida en familia, de la rutina, de qué significa ser padres. Buenos vecinos toma esos dos polos y los hace convivir, los pone a discutir, como si de ese debate pudiera salir algo que iluminara en parte el camino de una forma de hacer comedia que fue de lo más radical, novedoso y placenterlo que el cine estadounidense haya dado. La operación del director es lo suficientemente clara como para que nadie se engañe acerca de su proyecto: a la casa de al lado de una pareja absorbida por los cuidados de su beba y por el día a día, se muda una fraternidad de adolescentes fiesteros. Lo que sigue es la colisión obvia de velocidades, volúmenes y horarios que regulan la actividad de cada casa. Pero el director de Get Him to the Greek (lanzada directo a DVD con el título espantoso de Cómo sobrevivir a un rockero) no se queda en ese choque previsible, porque el guión va mostrando de qué manera un grupo influye en el otro, cómo uno anhela (o teme) la circunstancia del otro. Los diálogos lo plantean de manera explícita, pero hay otras cosas, como el cuerpo de Seth Rogen, blanco, fofo, con kilos de más que trata por sí solo, con la aprobación de su dueño o sin ella, de integrarse en las fiestas y los rituales de los chicos de Delta Psi Beta, como si se activara una memoria muscular de películas anteriores. En el fondo (y no tan en el fondo), él y su esposa se mueren de ganas de estar junto a sus vecinos bailando, escuchando música fuerte, tomando alcohol, drogándose y haciendo payasadas. Mac y Kelly no terminan de adaptarse a su nueva vida familiar (como sí hacen los últimos personajes de Sandler) ni resignan del todo la posibilidad de felicidad en pos de cumplir con un mandato que en otras películas (como las de Apatow) se siente irreversible y se vive como una fatalidad. Kelly y Mac no se rindieron todavía, y la primera escena, con los dos tratando de coger con la beba en la misma habitación, muestra la resistencia de la pareja tanto como de la propia película, que reparte una buena cantidad de groserías en unas pocas líneas de diálogo, reclamando para sí el linaje de la NCA más guaranga y desacatada. Pero la película no se queda con la pareja, también se traslada a la casa de al lado y explora un poco la vida de Teddy y Pete, los líderes de la fraternidad. Stoller se detiene un poco en los rituales, excesos y vida despreocupada de los iniciados y de los aspirantes como quien mira con nostalgia imágenes de un pasado distante. Las actividades de los Psi Delta Beta bien podrían haber sido el tema de alguna de sus primeras películas, en especial de Get Him to the Greek, donde el músico reventado de Russell Brand se las ingeniaba para arrastrar al tímido de Jonah Hill por los caminos del vicio y el descontrol. Si bien el guión hace foco en la pareja de Mac y Kelly, conforme pasa el tiempo la historia se fija cada vez más en Teddy y lo revela como alguien inmaduro, detenido en el último año de facultad, incapaz de imaginar un futuro o de conseguir un trabajo. La película no oculta su incomodidad frente la situación de cada uno de los grupos y se revela fracturada, casi no pudiendo elegir del todo entre uno y otro. Un diálogo final en la cama y la resolución de la trama, sin embargo, dejan ver que Stoller opta por una de las dos opciones. El director sutura una de las dos grandes líneas narrativas (y morales, y filosóficas casi) que alberga su película y permite que continúe la otra, la única que parece poder aspirar a un futuro verosímil. Pero el caso es que la película no fuerza ese camino por sobre los demás, no plantea que uno es impracticable y que el otro parece el único posible. La forma en que Mac y Kelly sobrellevan la paternidad es una muestra de que Buenos vecinos no obliga a sus criaturas a elegir, sino que les deja un margen de libertad para madurar y ser padres pero también para hacer pavadas y comportarse como dos adolescentes fiesteros y drogones. Seth Rogen nunca abandona su pose de gigante torpe y miedoso pero de buen corazón, y Rose Byrne puede aunar el rol de madre apetecible (sobre todo cuando saca a relucir todo su acento australiano) y de mujer poco apta para las demandas de la vida familiar, que incluso padece físicamente los signos de la maternidad. El sexo interrumpido y accidentado pero no exento de complicidad y cariño de los dos hace surgir algunos de los mejores gags de la la película. El Mac de Rogen se presta como pocos de sus personajes para el slapstick (las escenas con los airbags son antológicas) y el cruel acoso de los estudiantes también dispara algunos chistes muy buenos, como el de la “Robert De Niro’s Party” en la que no falta un Al Pacino infiltrado. La agilidad con la que la película administra la comedia, un gag tras otro, con diálogos veloces (en especial en los intercambios de Rogen y Byrne) y la colaboración siempre justa de los amigos de la pareja y de los miembros de la fraternidad, le imprime a Buenos vecinos un dinamismo y una gracia que revitaliza el tema y no permite que degenere en una película de tesis sobre el hecho de madurar o en un simple comentario acerca de la importancia de la familia.
Zac Efron y Seth Rogen se divierten, entre las riñas de un padre primerizo y un vigoroso universitario. La historia se centra en una pareja joven. Mac Radner (Seth Rogen) y Kelly Radner (la actriz australiana Rose Byrne, "La noche del demonio") tienen una bebe de nombre Stella (Elise y Zoey Vargas) de unos siete meses, lograron el sueño de comprar su casa en un suburbio muy tranquilo, solo tienen algunos inconvenientes a la hora de salir o realizar alguna actividad con la pequeña, viven en armonía en su hogar, sus días se alteran cuando llegan nuevos vecinos que se instalan justo al lado de su casa, una fraternidad universitaria llamada "Delta Psi Beta" encabezada por Teddy Sanders (Zac Efron) y Pete (David Franco) estos son muy ruidosos, escandalosos y todas las noches están de fiesta. La vida de todos cambia cuando este matrimonio va a la casa de sus vecinos a pedirles que bajen la música y terminan involucrándose en la fiesta, entre música, luces, excesos de drogas y bebidas ellos participan de todo, Mac y Kelly terminan muy borrachos y drogados a tal punto que no pueden concretar el acto sexual y hasta quedan descompuestos. Llega la noche siguiente y sus vecinos continúan con las fiestas, los llaman varias veces por teléfono pero estos no escuchan nada, este matrimonio habían prometido no llamar a la policía pero lo hacen aunque después no quieran reconocerlo y a partir de ese momento se desata una guerra entre vecinos y aunque acá sea en otros términos, quien no tuvo algún vez problemas con un vecino. De esta forma se declara una guerra de vecinos, en la cual se verá una lucha constante entre los personajes masculinos, Seth Rogen que saca todos sus habilidades de buen comediante, no es un galán, en cambio todo lo contrario es Zac Efron, es galán y siempre jugó al adolescente rebelde; ahora ya con sus 26 años hace un papel diferente y no tiene problema en parodiarse ya que ambos juegan con los torsos desnudos. Dentro del elenco secundario se encuentran: Carla Gallo (“Mission: Imposible III”; además trabajo en la serie "Bones"), Halston Sage (Son como niños 2”), Christopher Mintz-Plasse ("Super cool"), Brian Huskey ("Este es el fin") y el resto en el que observamos que no todos son actores conocidos pero sus personajes resultan respetables. Esta comedia adulta se encuentra llena de situaciones escatológicas, chistes sexuales, gags, bromas de todo tipo, todo acompañado con muy buena música, fuegos artificiales y fotografía. Todo es tan descontrolado que termina agradando a los espectadores que busquen este tipo de humor. Los protagonistas tienen buena química, varias secuencias son muy cómicas como por ejemplo: ante un frustrado acto sexual Mac debe sacarle la leche de los pechos a Kelly, le pide que la ordeñe y este no sabe cómo, entre otras. Se hacen referencias a algunas series y películas: “Girls”; “Batman”; "Juego de Tronos";"Breaking Bad" y películas en las que participó Robert De Niro; entre otras. Esta película se estrenó el 9 de mayo de 2014 en Estados Unidos y solamente en este país obtuvo ya una recaudación de 130 millones de dólares, con un presupuesto de tan sólo 18 millones.
VideoComentario (ver link).
Una pareja de treinta y pico, padres de un bebé, se encuentra viviendo al lado de un par de postadolescentes que viven de fiesta en fiesta. Primero hay amabilidad, después hay quejas, después, guerra. Sin embargo, el film no es precisamente un constante viaje al disparate cómico, sino que balancea sus posibilidades de provocar risas con una atención inusual hacia los personajes. No es que hablen a la pantalla y expongan largos monólogos sus más profundos pensamientos: lejos estamos de Bergman (por suerte). Pero la historia sacrifica las posibilidades de humor mecánico y disparatado para que podamos comprender por qué hacen lo que hacen cada una de sus criaturas. Seth Rogen le saca aún más punta a su personaje típico, el tipo que se negó a crecer mucho tiempo y finalmente tomó la decisión. Y la sorpresa de la película (para quienes solo lo tienen por High School Musical, algo ya prehistórico a estas velocidades) es Zac Efron, que en lugar de parodiarse a sí mismo explora lo que todo sex symbol tiene de perverso y desagradable. El resultado es cómico e interesante, combinación ganadora.
La comedia es infinita Por Mex Faliero (@mexfaliero) neighbors unoDe Nicholas Stoller, por estas tierras, apenas se habían estrenado en salas tres películas guionadas por él. Pero Cómo sobrevivir a mi ex, Misión rockstar y Eternamente comprometidos, aquellas en las que tomó el rol de director, habían ido directo al dvd. Hasta ahora, una de las mejores voces de la comedia norteamericana actual era apenas un comentario en el submundo de la distribución internacional de cine. Sin embargo, gracias a la presencia del notable Seth Rogen, es que con Buenos vecinos el gran público puede acercarse al encantatorio universo cómico de este tipo que, al igual que Paul Feig (Damas en guerra), transita territorios más o menos conocidos para asestar una catarata de chistes de todo tipo y calibre, y encontrarle esa vuelta de tuerca necesaria para hacer de lo revulsivo algo novedoso. Si anteriormente Stoller había trabajado la comedia romántica con esmero (sobre todo en la excelente Eternamente comprometidos) y había aportado su cuota de salvajismo con la potente Misión rockstar, es aquí donde concibe su relato más complejo al tener que reelaborar un subgénero más que trillado y plagado de estereotipos nocivos como son las películas de fraternidades universitarias, y agregarle corazón y humanidad como para que el asunto no se termine cocinando en la mofa fácil. Se sabe: sexualidad, drogas, humor fálico, todo entra en el cóctel de las fraternidades; cóctel que mal mezclado, termina o en la vulgaridad por la vulgaridad misma o en la celebración de la misognia. Claro, Stoller y Rogen son tipos capaces de ir más allá. Y van. Buenos vecinos, en verdad, transita dos subgéneros. Uno, el ya mencionado de las fraternidades universitarias, pero además el de la vida en los suburbios. Esa vida tranquila norteamericana, de casas con jardín y matrimonios con hijos simpáticos, que en un cine satírico como este ha orientado habitualmente hacia la comedia negra (en los 80’s hay algunos ejemplos para ver). Pero ahí donde la comedia podía caer en lugares comunes para ganarse fácilmente al espectador, el film tiene algunos giros sorprendentes que ponen patas para arriba las expectativas. Si hay algo valorable en Buenos vecinos, es que la película -híper concentrada en su conflicto central- construye personajes con vida y dimensiones. Ni los de la fraternidad son un colectivo de estupidez, ni los vecinos molestos con el ruido que hacen aquellos son la perversión andante; hay, en ambos bandos, fiereza para defender su postura, honestidad para esgrimir sus puntos de vista, y a la vez una melancolía por aquellos tiempos que se fueron o que están por irse cuando el conflicto real de la película es el invariable paso del tiempo y aquellas cosas que nos sometemos -o no- a hacer por su culpa. Si algo bueno viene demostrando la comedia norteamericana actual (hablamos de las buenas, que de las otras hay y a montones), es que se puede permitir plantear este tipo de asuntos y no por eso perder el humor. Buenos vecinos es un ejemplo cabal de cómo una comedia puede ser efectiva de punta a punta, sacando a relucir un arsenal de chistes para todos los gustos: hay ordinariez, hay diálogos filosos, hay humor físico brutal y sorpresivo, hay inteligencia, hay referencias culturales que construyen miradas, como aquel diálogo sobre Batman que luego se replica sobre el final en una secuencia memorable. Es, en un sentido estrictamente humorístico, un verdadero festín. Y ahí cabe otra vez más la mano del director. Stoller sabe trabajar alrededor de la estrella (antes Jason Segel o Jonah Hill, aquí Rogen) y construirle un universo que le sienta cómodo, a la vez que explora nuevas posibilidades. Si Rogen a veces cae en cierto machismo involuntario, el director lo trabaja para que su protagonismo se mengue en pos de la pluralidad de voces. Ahí ingresa el talento de Rose Byrne para elaborar al lado del protagonista un personaje tanto o más perverso que los otros, pero escondido en sus modismos de buena gente, y Zac Efron para sorprender con la osadía lejana del carilindo que venía trazando hasta el momento. En una última instancia, la película es también el estudio de un grupo de gente que sabe de comedia, que la piensa en un sentido político y generacional, aludiendo no inocentemente en su matrimonio protagonista a la idea de que ya estamos viejos para algunas monigotadas, pero qué bien la pasamos mientras las hacemos. Precisamente eso: qué bien se la pasa viendo Buenos vecinos.
"Buenos Vecinos reúne el descontrol estudiantil de Proyecto X con el humor sobre la paternidad y madurez de comedias como Ligeramente embarazada. No es un choque tan explosivo como el que se podría esperar al mencionar esos referentes, y quizás sea un film chico para la pantalla grande, pero no deja de ser un efectivo entretenimiento". Escuchá el comentario. (ver link).
Mac y Kelly tienen una pequeña hija y trabajos fijos y se han mudado a los suburbios, a lo que –suponen– será un barrio tranquilo en el cual cuidar, proteger y educar a la niñita. Lo que no se esperan es que la casa de al lado se convierta en el hogar de una fraternidad universitaria, con constantes fiestas y un ruido ambiente tal que la vida allí no resulta muy parecida a la que soñaban. Pero –y aquí está el asunto que hace que BUENOS VECINOS sea una muy interesante película– Mac y Kelly andan por los treintaypico y no solo no se sienten del todo lejanos al estilo de vida de sus barderos vecinos universitarios sino que, considerando las dificultades (y, en el caso de ella, agotamiento y hasta hastío) de estar todo el día pendientes de la niña, tal vez tener a esta banda descontrolada de vecinos sea lo mejor que les pasó en mucho tiempo. Esa es la bizarra energía que da vida a esta película de Nicholas Stoller, el director de las muy buenas FORGETTING SARAH MARSHALL y THE FIVE YEAR ENGAGEMENT. Sí, es otra película de alumnos de la Factoría Apatow acerca de un montón de hombres que no se atreven a crecer y a madurar, pero en la mecánica de las relaciones que hay entre los personajes del filme, esa propia lógica de arrested development entra en conflicto consigo misma. Crecer, luchar contra el aburguesamiento, superar etapas en la vida: cuestiones con las que la película de Stoller lidia más allá que en primera instancia trabaje sobre bromas que incluyen pedos incómodos, pijas gigantes y sillones que explotan. neighbors1Las películas de la camada Apatow se caracterizan por trabajar sobre este tipo de temáticas, pero aquí la originalidad está puesta en la dualidad de los protagonistas. Seth Rogen ya no es un universitario jodón, pero parte de él quisiera seguir siéndolo. Y Rose Byrne ya está lejos también de sus días de andadas juveniles, pero es claro que cuando tiene que cuidar a la niña todo el día parte de ella quisiera estar de fiesta. Pero en la práctica, es una guerra declarada. Tras unos intentos de “hacerse amigos”, la constante joda nocturna hace que la pareja termine por denunciarlos a la policía. Y es la torpeza de la misma policía la que termina dejándolos en evidencia por lo cual la parejita amable se convierte en los enemigos públicos de la fraternidad, liderada por un vicioso y sacado líder que encarna con mucha energía y miles de horas de gimnasio Zac Efron. Broma va, abuso viene, todo se convierte en un ida y vuelta de agresiones en las cuales se ponen en juego esas diferentes lógicas generacionales. Stoller hace lo posible por dejar en claro que Mac y Kelly se diferencian también de los “adultos convencionales”, pero es o no les impide hacer similares reclamos, solo que con culpa. También se ocupa en aclarar que no es sólo Mac quien quiere algo de diversión y Kelly la que lo reta, sino que ambos están involucrados en esa zona de conflicto. Es, en definitiva, casi una comedia de rematrimonio con la lucha contra la fraternidad como el impulsor de la mecha. Lo que surge a partir de ese combate es una serie de situaciones cómicas, algunas más divertidas que otras (la primera media hora, en especial, es muy muy graciosa, luego decae un poco la intensidad o el porcentaje de aciertos), pero que en todos los casos dejan entrever los conflictos personales de sus tres protagonistas y los que los rodean, amigos o enemigos. neighbors3Hay muchos cameos (se destaca el de Lisa Kudrow como la peculiar decana de la Universidad) y un montón de bromas (auto) referenciales, pero como en otras películas de Stoller (incluyendo sus guiones para LOS MUPPETS y LAS LOCURAS DE DICK Y JANE) lo central está siempre en la pareja protagónica y en la química que mantienen entre ambos integrantes, siempre compinches y, como tales, embarcados en la misma aventura. Más allá de sus diferencias y sus conflictos, las comedias de Stoller rescatan algo central al funcionamiento de las parejas: la capacidad de divertirse juntos. Y eso es algo que celebra esta muy buena comedia.
Cuando una idea que años atrás sonaba fresca y dio sus buenos dividendos es repetida hasta el cansancio, los primeros síntomas de agotamiento llegan cuando buscando nuevos recursos disfrazados se mezcla esa misma idea con otras que causaron furor en temporadas pasadas. Esto es lo primero que uno advierte en "Buenos Vecinos", la nueva película de Nicholas Stoller, uno de los pilares de la llamada Nueva Comedia Americana, o simplemente NCA. Con gente como Judd Apatow, Greg Motola, Todd Phillips y Stoller a la cabeza, la NCA ponía en el centro de la escena a los eternos adolescentes, gente de más de 30 años, con una vida supuestamente ya establecida que continuaba comportándose en diferentes aventuras como jóvenes adolescentes guarros y zafados; y precisamente eso es lo que extraña el matrimonio protagonista de "Buenos Vecinos". Mac y Kelly (Seth Rogen y Rose Byrne) son ese matrimonio de suburbio, padres primerizos recientes, que parecen ver su vida truncada ante las nuevas responsabilidades. Ellos quisieran seguir manteniendo un ritmo de vida “joven” y alocado (entiéndase atravesado por el sexo desenfrenado), pero lo que el destino puso delante de ellos, llámese trabajo, rutina, bebé, cansancio físico, se lo impide. Aquí viene el mix con otro estilo anterior de comedia; en la casa en venta vecina a la de Mac y Kelly llega a instalarse una fraternidad universitaria, comandada por Teddy y Pete (Zac Efron y Dave Franco) con el sólo lema de diversión toda la noche. Sí, es la clásica de película de estudiantina que EE.UU. nunca parece abandonar, desde Animal House hasta American Pie pasando por Porky’s. Claro, el estilo de vida de Mac y Kelly contrasta con el de la fraternidad, y así se emprenderá una batalla de acción y revancha entre los dos lados, con el condimento de que uno de los bandos añora ser como el otro… y quizás el otro anhela en un futuro llegar a establecerse como este; en fin, el mensaje conservador que siempre se esconde en estos productos detrás de tanto “libertinaje”. Buenos Vecinos ofrece precisamente eso, un choque entre dos estilos que guardan más en común de lo que aparentan. Mac y Kelly (con ayuda de un matrimonio divorciado amigo) planean todo tipo de estrategias para hacer que los chicos traviesos abandonen la vivienda, y estos chicos cuando se enteran planean su venganza frente al matrimonio, recordando así a otro estilo, el de la guerra de vecinos. Esto asegura una emisión de gags efectivos que despertarán la gracia del espectador que va a buscar nada más que eso, pasar un rato entretenido sin ningún otro tipo de vuelo. Por supuesto, la marca de la NCA sumada a la estudiantina está bien marcada en el tenor de los chistes, la mayoría de grueso calibre y sin temerle a lo escatológico y a lo supuestamente provocativo desde lo sexual (incluyendo una reiterativa cantidad de erecciones). El trío protagónico se muestra con oficio (sumémosle a Franco que tiene mucho para ofrecer), y quien más sobresale es Rose Byrne, quizás la única que no parece estar en “piloto automático” y despierta varios momentos de gracia natural. La bella actriz australiana está necesitando de un protagónico absoluto que le haga pegar el gran salto. El resto, el verdadero dúo de enfrentamiento se ve atado a un guión no muy sólido, con varios agujeros argumentales, y que se sostiene dependiendo de la efectividad o no de sus chistes. Stoller sin dudas tiene mano para la comedia y la maneja de modo ágil y destellante, casi como si fuera uno de los tantos hip hop que suenan en la película; y utiliza a Seth Rogen ubicándolo en un rol casi de remplazo del que hasta ahora fue su actor fetiche Jason Segel, más acostumbrado y efectivo en ese rol de “nuevo habitante de suburbio”. Efron intenta despegarse de su rol de galán Disney buscando productos zafados, y se le nota buen feeling para la comedia; pero mientras tenga la necesidad (personal o de guión) de mostrar su torso – o más - desnudo básicamente porque sí, esa tarea parece difícil. En definitiva, "Buenos Vecinos" cumple su objetivo de ser graciosa y medianamente zafada; aunque denote cierto agotamiento de fórmula, de ver una y otra vez lo mismo por más que sea mezclado con otra fórmula gastada. Como una advertencia, quizás ya sea hora de ir buscando nuevos esquemas antes de caer en esa palabra prohibida y catastrófica, el aburrimiento.
Vecinos. ¿Pesadilla o ensueño de la vida moderna?. Donde termina mi medianera comienza del otro lado un mundo completamente diferente y ajeno a mí. Pero ¿qué pasa si además de no llevarme con el resto del barrio o, por el contrario, intentar mantener una relación cordial con ellos, justo al lado se muda una fraternidad universitaria con el único y claro objetivo de molestar y “parrandear” toda la noche mientras intento hacer dormir a mi bebé? Así es el planteo, simple, de “Buenos Vecinos”(USA, 2014), que bajo la dirección de Nicholas Stoller y las actuaciones protagónicas de Seth Rogen, Zac Efron, Rose Byrne y Dave Franco, construye uno de los discursos más divertidos e irreverentes del año. Si en 2013 “Este es el Fin” fue el exponente total del reviente y la escatología, “Buenos Vecinos” es la candidata a sacarle el cetro, y con méritos propios, principalmente porque, al igual que la anteriormente mencionada, no se toma en serio lo que narra. Mac (Rogen) y Kelly (Byrne), son una pareja de treinta y tantos que luego de cumplir su sueño de tener descendencia y comprar una casa, comienzan a ver cómo la rutina los aplasta en cada paso y decisión que tomen. La llegada de la madurez, las obligaciones, y principalmente la imposibilidad de poder salir a despejarse juntos hace que, la angustia y el aburrimiento, comiencen a pesar sobre la relación extremadamente ideal que hasta el momento tenían. Pero con la llegada de la fraternidad Delta Pi, con Teddy (Efron) y Pete (Franco) a la cabeza, todo sus miedos de convertirse en “viejos” no sólo se derrumbarán, sino que además verán cierto “resurgimiento” sexual entre ellos. Pero el idilio entre la pareja y la fraternidad durará tan sólo un instante. Todo lo que en un primer momento fue congeniar y compañerismo, terminará en una guerra desatada por el quiebre de una promesa por parte de Mac y Kelly, la de nunca llamar a la policía para denunciar ruidos molestos. El sólo hecho de haber denunciado a los Delta Pi terminará por torcer la suerte de este pequeño núcleo familiar, el que deberá acudir a las trampas y engaños más sofisticados para poder recuperar algo de la tranquilidad que antes de la venta de la casa vecina tenían. Stoller, con un logrado y dinámico guion de Andrew J. Cohen y Brendan O’Brien, logra mantener el interés en esta historia de batalla entre vecinos, principalmente por la incorporación de gags y punchlines en cada escena. La cultura popular dice además presente con múltiples referencias que encuentran en la “fiesta temática de Robert De Niro” el punto más alto de la intertextualidad entre filmes. La música, la utilización de paneos y ralentíes, como así también la clara utilización de stops en la acción para remarcar situaciones cómicas, no hacen más que reforzar el delirio generalizado en el que los grupos rivales (Delta Pi, Mac y Kelly) convivirán hasta derrotar al adversario. Logradas actuaciones de Rogen, Byrne (la desaforada madre osa que contrasta con la delicada dama de compañía que interpretó en “Damas en Guerra) y Efron para una historia que lo único que busca es divertir y entretener y lo logra.
Que se puede decir que no se haya dicho de este tipo de producción cinematográfica que no caiga en la misma dificultad que plantea el producto, la repetición hasta el hartazgo de escenas y gags, y establecer una constante que intenta instalarlo dentro del género de la comedia políticamente incorrecta. Pero que falla en todo lo referente al guión, a las actuaciones, principalmente al discurso moralizante que instala, pero no ocurre lo mismo en lo que respecta a la manufactura de la película, situación que por si sola no transforma en nada el resultado final. Dicho de otro modo, el filme esta bien contado, respecta a rajatabla el sistema de construcción del cine de Hollywood; los tiempos narrativos son correctos, pero su contenido no solo es vacuo, es burdo, chamaco y extremadamente predecible. La historia se centra en una pareja joven de clase media que vive en un barrio de los suburbios de una gran ciudad, tienen una hija que les ha cambiado la vida, como ocurre con todo primer hijo, que trastoca irreversiblemente las prioridades de las personas. Ya desde la primera escena, donde la intención es presentar a la pareja, los Radner, Mac (Seth Rogen) y Kelly (Rose Byrne), cae en querer transformar en simpática una situación que de por si está más en el orden de la estupidez que de la irrealidad. Nada sabemos de ellos, pero nos los exhiben intentando mantener una relación sexual en un ámbito que, según ellos mismos expresan, no es el ámbito habitual, pero están siendo observados (ahí el filme cae en su primer lugar común) por su propia hija sentada en un andador, una bebe de alrededor de un año de edad, entonces la giran para que no los vea, ¡Que gracioso! Esta familia verá alterada la supuesta armonía del hogar cuando llega al vecindario una hermandad estudiantil, lo que siempre fue mostrado por el cine de esos lares, como un gran catalogo de especimenes iconos de la estupidez humana, casi descerebrada, con la sola finalidad de producir algo que se asemeja al humor, pero no lo es. Estos referentes de la pavada tienen como sola intención el realizar fiestas alocadas para quedar en los anales de la historia de esa hermandad, lo que incomodará sobremanera a la pareja feliz A partir de ese momento estarán enfrentados a Teddy Sanders (Zac Efron), el líder del grupo estudiantil, y los problemas de convivencia y la lucha por demostrar quien tiene más poder se sucederán de manera irremediable, no por eso contada con acciones y escenas que tengan alguna chispa de originalidad. En esta fallida comedia todo lo que se impone es ver la indefectible decadencia del género por parte de la factoría hollywoodense, la que apela al simple muestreo de imágenes sin sentido narrativo, con sexo, droga y rock and roll muy mal emplazados, por momento con representaciones visuales escatológicas sin justificación alguna (como un bebe que se lleva a la boca un profiláctico): espere un poquito, no puedo seguir, recuerdo la escena y me destornillo de risa. Vuelvo. Diálogos del mismo orden donde las palabras pene, culo, teta por si solas debieran llevar al espectador a revolcarse en su butaca por lo hilarante. Y todo por el estilo. Tampoco ayudan demasiado las actuaciones, hasta podría decirse, salvaguardando las responsabilidades de los intérpretes. Los personajes están poco desarrollados, y mal construido: Zac Efron intentando ser comediante, Seth Rogen con el rostro de siempre sin el más mínimo intento de demostrar algo del orden de lo expresivo histriónico, sólo Rose Byrne se salva del incendio, más por sus condiciones de buena actriz que por el papel que le toco interpretar. A todo esto se suma un final con discurso moralista que ni Bergoglio se lo cree. Lo dicho, tonto, previsible, sin humor, sólo cuestiones groseras, por ende aburrido.
Ruidos molestos Seth Rogen fue descubierto por el gran público en 2005, con un destacado rol menor en el debut de Judd Apatow, Virgen a los 40. Consagrado comediante (del stand up, la televisión y el cine), Rogen protagoniza el nuevo film de Nicholas Stoller (Forgetting Sarah Marshall) al estilo Apatow, en un tête à tête con Zac Efron, nueva estrella del canto devenido comediante. Quizá porque la promesa es mucha, el resultado suena tan tibio. Rogen es Mac Radner, padre de familia que no ve con buenos ojos la llegada al barrio de una fraternidad de estudiantes fiesteros. Mac y su mujer Kelly (Rose Byrne, la linda mala de Bridesmaids) primero se persignan y luego se someten a una noche de drogas y alcohol para ganar la amistad de los vecinos. Por supuesto, no funciona. A la segunda noche el ruido es imposible; Mac telefonea su queja al cabecilla, Teddy (Efron), después llama a la policía y la guerra está declarada. La contienda empieza por discutir quién fue el mejor Batman (Mac prefiere a Keaton, Teddy a Bale) y termina con una lucha al estilo 3 Chiflados blandiendo condones. Con el asedio grotesco de vecinos sicóticos, medio extrapolados de Straw Dogs de Pekinpah, la película nunca deja de ser una buena idea llevada al absurdo.
Final de fiesta Buenos vecinos, de Nicholas Stoller, enfrenta a una pareja de padres treintañeros y a una fraternidad universitaria hedonista, y extrae de ese contraste sus gags y chistes generacionales. Alero eficaz de Judd Apatow, Nicholas Stoller ha aportado un par de dignos ejemplares a ese fenómeno tan nutrido como indefinido que se dio en llamar Nueva Comedia Americana. Así y todo, tal vez su mayor aporte cinematográfico no fue como director sino como productor y coguionista de la maravillosa Los muppets (2011). En la exitosa Bueno vecinos, Stoller vuelve con un tema recurrente del género, el temor a la adultez. Mac (Seth Rogen) y Kelly (Rose Byrne) viven su recién estrenada vida de padres jóvenes en un apacible suburbio estadounidense, alternando entre trabajos desgastantes, sexo feliz pero poco frecuente y una dedicación doméstica que tiene a su bebé como centro. Hasta que a la casa de al lado se muda una fraternidad universitaria liderada por el musculoso Teddy (Zac Efron), que comienza a atosigar a la pareja con su loop de fiestas ruidosas y hedonistas. Suerte de precuela treintañera de Bienvenido a los 40 dividida por un cerco de Spring breakers, el filme de Stoller extrae de ese contraste y roce de medianeras sus gags y chistes intergeneracionales. “De repente parpadeás y sos el más viejo de la fiesta”, se queja Mac con voz ronca, que junto a su mujer amagan con boicotear la juerga de al lado a la vez que añoran la diversión sin límites de las viejas épocas estudiantiles. Su rutina de hecho es exigua y el foco se pone en la más atractiva casa de al lado, con un vengativo Efron como fundamental hallazgo. El mérito de Buenos vecinos es captar ese quiebre absoluto en la vida actual, una alternativa cerrada y excluyente entre hormonales fiestas zombies y el porvenir árido y sobrecargado de responsabilidades que viene después, que tampoco será benigno con el poco adepto al estudio Teddy. Y, con ello, el no juzgamiento y la aceptación cómicamente comprensiva de que cada edad tiene lo suyo, y que ya sea con pectorales o grasa de más siempre hay una lección que aprender, otra aventura por enfrentar. Lo decisivo es la existencia de esa cerca fabulosa, que nos permite espiar cómo fuimos y cómo seremos.
La comedia zafada ya cansa. Los mismos chistes, los mismos personajes sacados, las mismas situaciones desorbitadas. Irreverencias de estudiantina, humor escatológico, largos parlamentos, lenguaje tribunero, sexo suburbano, mucho bobo, mucho torpe y sobredosis de exageraciones. Cuesta encontrar una línea de dialogo rescatable, un gag que haga reír, un personaje chispeante. Todo lo que se ve ya se vio. Y los filmes sobre estudiantes pasados de rosca, ya fueron. Pasó. Cuenta la historia de una pareja con una hijita que verá alterada su vida cuando se muda al barrio el líder de una fraternidad estudiantil que organiza fiestas descomunales. ¿Cómo sacárselo de encima? Drogas, condones, groserías varias amenizan un filme que también enseña que los hogares, sin barullos ni amenazas, pueden aburrirse. El reencuentro al final de esos dos vecinos peleados a muerte, demostrará que la cosa esta en el término medio: ni tan zarpado ni tan correcto, ni tan vago ni tan hogareño. Y que siempre habrá lugar (¿en el barrio y en el país?) para los vecinos raros.
Hay comedias que se quedan y comedias que van más allá. Durante la última década, la Nueva Comedia Americana se caracterizó por promover un tipo de vínculo entre personajes masculinos. Centrándose en el amor –no literalmente de hermanos- fraternal (“bromance”) y con la dificultad de madurar como idea matriz, grandes películas ilustraron la pantalla siendo sumamente atractivas para una gama amplia de audiencias: de la adolescencia a la adultez; de “Supercool” a “Drillbit Taylor”. Eso es ir ‘más allá’: construir una visión cómica del mundo con un diferencial. No estamos –espero- ni cerca del final de esta tendencia. El año pasado nomás Seth Rogen nos trajo “Este es el fin”; nada menos que el cierre inteligente de una etapa (la etapa Apatow) y la apertura de un universo (dentro de otro) con voz propia. El lugar de Nicholas Stoller (director de la película que hoy reseño) en todo este menjunje de nombres está todavía por descifrarse. Yo siempre le otorgué una pertenencia media y, para entender mejor esto, lo empariento con Jason Segel. Segel escribió el primer film de Stoller, “Forgetting Sarah Marshall” (2008), que supuso un comienzo dentro de la familia (la familia Apatow), pero luego ambos pusieron un pie afuera para guionar “Los Muppets” (2011) y darle vida a esa maravilla llamada “The Five Year Engagement” (2012). De estos dos recorridos, “Buenos Vecinos” no encaja en ninguno. Tiene el “bromance” y hay amor de pareja, teje el “síndrome Apatow” (ver link: http://lossospechososdesiempre.blogspot.com.ar/2009/07/la-comedia-que-dispersa.html) pero lo hace sin profundidad; sin ese ‘más allá’. Lo que queda es una comedia de situaciones, graciosa aunque anecdótica, en torno a la siguiente premisa: fraternidad (liderada por Zac Efron) que no para de hacer fiestas se instala en la casa aledaña a la de un matrimonio con bebé recién mudado (Seth Rogen y Rose Byrne) que hará lo imposible para deshacerse e los jóvenes. Le doy crédito a Stoller por sostener hora y media de relato sobre esa premisa única, pues no hay nada más allá del enfrentamiento vecinal que genere interés o tenga el mínimo desarrollo. Le doy crédito a sus actores (fina selección, excepto Dave Franco; un droopy que sigue sin convencerme), que comentan absolutamente todo, buscando siempre el chiste. No pueden venir todas esas ideas del guión, aunque a los guionistas si les reconocemos el planteo de personajes breves y extrañamente originales e hilarantes, como el policía de Hannibal Buress o la decana de Lisa Kudrow. En esas escasas ocurrencias está el jugo de una película que no tiene nada que resuene, que se pegue. Propongo que no nos engañemos tan fácilmente. El paquete viene diseñado de manera ganadora en todas sus esquinas: Rogen siempre cumple, Efron se saca la remera para las chicas y las risas se quieren presentar a cada instante pero… ¿nos da risa de veras? Manifestado este reparo, puedo ponerle una ficha a la capacidad de contagio de la sala de cine (no es lo mismo ver “The Hangover” en pantalla grande que solo en tu casa). Párrafo aparte para Rose Byrne, incapaz de quedar mal parada y colándose ya en el podio de las mujeres más sexys del cine. Recordemos que lo sexy no está marcado por la edad. Quién mejor que Byrne como parámetro, que puede ser Jackie Q en “Get Him to the Greek” (también de Stoller) y luego una madre que amamanta a su bebé o tiene sexo atolondrado en el piso sin perder una pizca de sensualidad. Eso es más sexy que la mierda. Byrne SI, las nenas de la fraternidad NO; Leslie Mann SI y Megan Fox NO; Mary Louise Parker; Ashley Judd; Diane Lane…¡Drew Barrymore! ¿Me siguen?
Para el enemigo no hay piedad Una fraternidad universitaria se instala junto a la casa de los Radner. Mac y Kelly son padres de la pequeña Stella y sólo quieren paz. Imposible, teniendo en cuenta que a los flamantes vecinos sólo les interesa vivir de fiesta. La convivencia durará poco y nada. Al contrario; pronto se desatará una guerra. Mac y Kelly Radner pretenden quedar bien con sus flamantes vecinos, la banda de una fraternidad universitaria que llega al barrio con toda la fiesta encima. Y para demostrar que son cool, Mac y Kelly les regalan su provisión de marihuana. Pero a los ojos de los nuevos vecinos, los Radner son un anacronismo: mayores de 30 años y con una bebé a bordo. Así que cuando la pareja llama a la Policía para quejarse por el alto volumen de la música estallan las hostilidades. Esa dualidad de los Radner, la necesidad de sentirse más jóvenes de lo que son hasta el punto de la negación, sazona el corazón de “Buenos vecinos”, comedia mucho menos estúpida de lo que parece a primera vista. Sí, hay chistes fáciles -entre escatológico y sexuales, un paradigma de la comedia contemporánea hollywoodense-. Sí, hay retazos de películas que vimos infinidad de veces, la mayoría pertenecientes al subgénero “fraternidades”. Y sí, hay pasos de comedia física no muy bien logrados. Pero tambien se escuchan diálogos chispeantes (muchos de los cuales se pierden en el subtitulado) y se nota un juego con el absurdo bastante bien manejado. La “fiesta de los Robert de Niro” -foto- es uno de esos pasajes hilarantes. Seth Rogen no es John Belushi, protagonista junto a Dan Aykroyd de la magnífica “Mis locos vecinos”, pero se ajusta muy bien a esta condición de padre de familia primerizo que, de repente, aparece en la trinchera que nunca había ocupado. Pero es Rose Byrne la que vampiriza la película gracias a la soberbia amplitud gestual que le añade a su belleza. “Buenos vecinos” es un éxito fenomenal en Estados Unidos, con secuela asegurada. La crítica dividió aguas al momento de barajarla. Andrew Stoller condujo su comedia con brío pero sin descarrilar, Frenando en los momentos justos. Así llegó con acierto a la meta.
Para desalquilar balcones. Esa loca idea de la juventud norteamericana llamada: Fraternidades. Una forma de unirse en hermandad y creerse los mejores, o creerse cool porque nada importa más que el aspecto físico, las fiestas descontroladas, el alcohol y la yerba. Incluso el debut sexual pasa a segundo plano, cuando todos los universitarios juntos entablan una relación que va más allá del aspecto amistoso. Lo hemos visto en miles de películas, incluida ‘Monsters University’ (2013), pero nunca tuvimos en cuenta los sentimientos de quienes están a su alrededor. No de sus familiares, nada de eso; sino de sus vecinos… Es que imagínense vivir al lado de una docena de jóvenes que comparten casa y organizan fiestas todos los santos días, paseándose por el patio sin camiseta y practicando extraños rituales de grupo. Seth Rogen vio potencial en todo eso, y decidió no sólo producir, sino también protagonizar una loca comedia basada en la dificultosa convivencia barrial entre una pareja de padres primerizos y una fraternidad llamada ‘Delta Psi’, recién llegada al vecindario. Con esa premisa, salió una película cuyos momentos más divertidos son gracias al encanto de él como comediante, y a esos descabellados (y gritados) diálogos que entabla, que no parecen ni ensayados. Mac y Kelly Radner son jóvenes, felices y comparten una bella beba de un año. Pero en cuanto Teddy (Zac Efron) y los suyos arriban al caserón de junto, sus ruidosos comportamientos desatarán una batalla entre vecinos. Al principio sin dejar de aparentar ser guay, pero con el paso de los días, la pequeña bebé se despierta todas las noches. Así no hay familia que aguante, y la buena onda se irá por la borda cuando los Radner le declaren la guerra a la molesta Fraternidad. texto Pese a lo que aparentan, esos grupos raros son tan sólo un par de chicos inmaduros que quieren comprimir sus últimos momentos de diversión en un único año, antes de que verdaderamente les llegue la hora de ‘crecer’. No son ni tan malos, ni tan locos. En este caso, respaldan el verdadero humor de la película, el cual viene de la mano de Seth Rogen y Rose Byrne, con sus divertidas ocurrencias para eliminar a Delta Psi cueste lo que cueste. También se destaca la labor de Dave Franco, quien sólo necesitaría unos minutos más en pantalla para estar sin remera y así deleitar al público (femenino) con el nivel que lo hace Zac Efron. Por momentos divierte mucho, aunque no deja de ser el típico humor escatológico y atropellado que presenta la mayoría de las comedias dirigidas a la juventud adolescente. Sólo engaña con algún que otro momento dulce o “serio” cuando la balanza se inclina hacia el lado de los vecinos “experimentados”, para luego caer en el chiste fácil. texto2 Buenos Vecinos (Neighbors, 2014) seguramente llenará las salas, por sus complementos tanto para la platea masculina (Rogen), como para la femenina (Efron). Ah y, por si no quedó claro… VALE RING RAJE.
Publicada en la edición digital #263 de la revista.
Guerra de veredas Seth Rogen y Zac Efron se enfrentan en la comedia Buenos Vecinos, una propuesta con muchos lugares comunes. Hay una especie de subgénero en el universo de las comedias norteamericanas que engloba un fenómeno extendido por aquellos pagos: el de las fraternidades de estudiantes universitarios, que conviven en una misma casa haciendo de su periodo académico una maratón de jodas, alcohol y sexo. Por lo general, se retrata a los especímenes que viven esa etapa como grandes descerebrados, y algo de eso hay en Buenos Vecinos, uno de los estrenos de esta semana en las salas locales. Protagonizada por el ex chico Disney Zac Efron y por uno de los representantes de la comedia fumeta americana, Seth Rogen, la película es un rejunte de lugares comunes picoteados de innumerables filmes de trama similar. Una pareja joven con una bebé se las tiene que ver con lo que indica el título, es decir con los vecinos, aunque claro que de buenos no tienen nada, porque se trata precisamente de uno de estos grupos de chicos, para más datos los Delta Psi Beta. El tema es que comienza entre ambos bandos una guerra sin cuartel para ver quién se impone: si el desenfreno de los pibes o el tipo que hace poco dejó su época juvenil y ahora está estrenando paternidad. Escalada. Una vez que el argumento propone cómo están dadas las cosas, se desencadena una sucesión de agresiones y hostilidades entre los personajes de Rogen y Efron. Pero aquí hay que tener en cuenta que en ocasiones, el tratamiento de lo bizarro o lo escatológico se termina fagocitando en un redundar vicioso sin llegar a ningún lado. No son muchos los que pueden manejar el absurdo de manera tal que logre la risa y además redondee algo pasable, como lo han hecho en más de una oportunidad los hermanos Farrelly (Tonto y retonto, Locos por Mary, por citar un par de sus trabajos). Aquí, Nicholas Stoller (un tipo que tiene sobrada experiencia en la "nueva" comedia, como escritor y director) se pierde en la maraña de gags, algunos acertados por supuesto, pero no le aporta algo más de sustancia a un guión endeble. Por esto es que Buenos Vecinos termina como una simple continuidad de situaciones en las que conviven el humor negro, fiestas descontroladas y hasta algo de melodrama. Si hay que buscarle una vuelta un poco más profunda, lo que muestra la cinta es el choque entre dos generaciones: una que ve frente a sus ojos lo que dejó de ser hace muy poco tiempo y que debe apechugarle a la "adultez", y la otra que se encuentra en el medio de ese estado casi autista de irrealidad bañada con hectolitros de cerveza. Encima hay que pasar el chubasco siendo padres, cosa que está bastante alejada de tener un manual de instrucciones. Pero incluso desde esta perspectiva, Buenos vecinos peca de meter en la bolsa algunos estereotipos. En definitiva, es una propuesta para ese público que no se cansa de ver comedias juveniles con ese toque de humor pesadito que ya se instaló como un tópico recurrente.
Riéndose de la adultez Nueva comedia zarpada de uno de los directores protegidos de Judd Apatow, Nicholas Stoller ("The Five-Year Engagement"). La verdad que no fui con muchas expectativas al cine, ya que otros productos de la onda me habían decepcionado bastante, como por ejemplo "The Hangover" (2 y 3) o "The change-up", pero terminé pasándola muy bien y riéndome mucho. Es verdad que el film tiene algunos gags un tanto trillados y hasta descerebrados por momentos, pero si nos ponemos a comparar con por ejemplo las películas citadas anteriormente, "Neighbours" es bastante superior, sobretodo por su capacidad de presentar situaciones políticamente incorrectas y hacerlas ver de manera inocente y hasta bien intencionadas. La pareja conformada por Seth Rogen ("Ligeramente embarazada") y Rose Byrne ("Damas de honor") hace un muy buen trabajo humorístico como padres primerizos que se debaten entre aceptar su condición de adultos o seguir de joda como sus nuevos vecinos, los jóvenes de una fraternidad universitaria que llegaron para llevar a cabo las fiestas más salvajes. A partir de su esfuerzo por tratar de ser vecinos "cool" y a la vez cumplir con sus responsabilidades, se desata una guerra con la fraternidad que incluirá peleas físicas, manipulaciones y traiciones varias manejadas de una manera muy dinámica y divertida. Debo admitir que el niño lindo, Zac Efron ("High School Musical"), hace un buen trabajo también en el plano humorístico, componiendo un personaje que resulta atractivo por su mezcla de estupidez y a la vez inocencia. Lo mejor de la propuesta se apoya en la satirización de situaciones tan cercanas como el ser padres por primera vez, la cuarentena luego del embarazo para volver tener sexo, la incomodidad de tener vecinos ruidosos y aceptar la adultez entre otras cosas. Es una comedia dirigida claramente a un público más bien adulto, de 25 años a 40 años aproximadamente, que son los que se pueden sentir más identificados. El humor físico también toma buen vuelo, sobre todo con secuencias como las que involucran los airbags del auto de Rogen. Son salvajemente entretenidas, es lo único que voy a decir al respecto. En general no es la comedia más inteligente del año ni la más original, pero es tremendamente efectiva en lo que a diversión se refiere. El juego entre chistes super incorrectos y el mensaje bien intencionado es una fórmula que, bien utilizada como en este caso, logra un combo explosivo de risas que no hace sentir tan incómodo al espectador como puede pasar con un "The Change-Up" por ejemplo. Un verdadero gol de la nueva camada de directores humorísticos.
Buenos Vecinos: una guerra sin tregua Aunque parezca increíble, Seth Rogen maduró. O por lo menos eso es lo que nos quiere hacer creer. Ya no es el vago fumanchero de Knocked Up, Pineapple Express, This is the End y, bueno, casi toda su filmografía. El actor que vimos crecer desde su concepción humorística en Freaks & Geeks regresa a la pantalla grande interpretando a un padre primerizo con una comedia a la que, a pesar de la falta de un hilo narrativo coherente, no le faltan sus momentos épicos. Buenos Vecinos (Neighbors) es una comedia sobre una pareja – Rogen y Rose Byrne, de Bridesmaids- con una bebé recién nacida que buscan afrontar como adultos la rutina en familia sin abandonar su espíritu joven. Pero de pronto sus vidas darán un vuelco cuando se muda a la casa de al lado una fraternidad conformada por universitarios drogones y fiesteros, liderada por Teddy, interpretado por Zac Efron, que hace rato dejó atrás su pasado de carilindo en High School Musical y es ahora considerado como una de las jóvenes promesas de Hollywood. Dirigida por el heredero humorístico de Judd Apatow, Nick Stoller -Forgetting Sarah Marshall, Get Him to the Greek, The Five-Year Engagement- Buenos Vecinos utiliza los recursos cómicos de siempre y que le quedan bien a Rogen, como la marihuana y las venganzas que salen mal, pero los combina con elementos típicos de films para toda la familia –como el sexo después del embarazo y la rutina de un trabajo poco satisfactorio y de la ama de casa- pero desde una perspectiva masculina y extremadamente osada, como se podía esperar del dúo Stoller-Rogen. El miedo a crecer y la incertidumbre del futuro luego de la universidad son dos de las temáticas centrales de la película, escondidas detrás de chistes de consoladores y mágicas erecciones instantáneas. Buenos Vecinos no es una comedia para todos: quizás sea material para los fanáticos de Virgen a los 40 y Superbad, pero no por eso priva al resto de los mortales de un par de risas y de disfrutar de una de las comedias más potables de lo que va del año.