El marketing político del macrismo Si hay algo de lo que carece el cine argentino actual es del sentido de la oportunidad, ese saber qué tipo de película puede “calzar” en determinado momento o situación de nuestro simpático país. Lo paradójico de todo el asunto es que en otros períodos de la industria -con una impostación verdaderamente ridícula a nivel del relato y muchas menos herramientas formales que hoy en día- sí se contaba con esta intuición a mitad de camino entre los campos de lo social y lo comercial: mientras que antes teníamos artesanos que narraban con todas las horrendas características del cine vernáculo del pasado (diálogos declamatorios, actuaciones exageradas, metáforas muy evidentes, poco desarrollo, etc.) pero a la vez conseguían productos que interpelaban a su época, hoy nos encontramos con cineastas que resolvieron aquellos dilemas aunque sin saber cómo hablarle de frente a nuestro presente. La segunda película como realizador de Daniel Hendler, El Candidato (2016), funciona como una singular excepción dentro de este panorama y además supera con creces al opus anterior del uruguayo, Norberto Apenas Tarde (2010), y al desempeño promedio del señor en su rol de actor… mal que le pese a quien le pese. La propuesta que nos ocupa ofrece una experiencia rarísima para los estándares de las comedias locales, lo que no hace más que engrandecer el sustrato discursivo del film y sus intenciones paródicas para con el tópico en cuestión: el director y guionista se mete de lleno en la construcción comunicacional de la “campaña de lanzamiento” de un empresario devenido en político que se asemeja bastante a Mauricio Macri por su vacuidad, estupidez, corrupción, prácticas mafiosas y obsesión con el marketing basado principalmente en las redes sociales y las tristes encuestas de opinión. Toda la trama se centra en una reunión durante un fin de semana en la casa de campo de Martín Marchand (Diego De Paula), el susodicho, en la que se intentará delinear los rasgos de los spots audiovisuales que servirán para situarlo dentro de la contienda electoral. Más allá del “no perfil” del candidato y la creación de sus preocupaciones/ plataforma básica como una ficción lisa y llana que busca un posicionamiento en lo que se considera un mercado y no una sociedad, la historia se explaya en el patetismo del protagonista, sus asesores, sus esbirros y finalmente los técnicos y publicistas que contrata para el armado general de la estafa pública, léase su candidatura. La contrafigura del relato, por llamarla de alguna forma, es Mateo Borrás (Matías Singer), un diseñador gráfico apolítico que en su levedad se da cuenta que no hay ningún contenido que rellene las imágenes y los eslóganes. Entre el absurdo, la mundanidad y el humor negro, Hendler va redondeando una pequeña joya que coquetea con el minimalismo del indie norteamericano y aquellas comedias políticas de Europa de tiempos pasados. El realizador le saca el jugo al autoritarismo y los delirios de estos millonarios decadentes y anodinos, a los cuales a su vez sigue una horda de esclavos de distinta índole y un cúmulo de parásitos/ profetas de una comunicación cada día más devaluada, en la que la ideología está ausente y sólo prima la lógica de construir un perfil hueco para llegar al poder y hacer negocios personales valiéndose del Estado, los recursos del país y la suprema ignorancia de las masas locales. Aquí la sarta de mentiras y la manipulación se unifican con los tiempos muertos de estas camarillas a las que no les tiembla el pulso al momento de matar y que para colmo están infiltradas por rivales…
Como ocurrió con El Estudiante (2011), El Candidato quiere ser una película al mismo tiempo concreta y abstracta. Es decir, alude a nuestra realidad histórica, pero sus protagonistas no se identifican con ninguna posición o partido. Ambas critican nuestro presente de grietas y diferencias irreconciliables, pero sus argumentos pierden fuerza porque nunca apuntan a nadie en especial. Por eso sus títulos comparten la misma estructura: el estudiante y el candidato son seres indeterminados, difusos. Son la función que cumplen.La comedia de Daniel Hendler –que en este caso cumple los roles de director y guionista, como en Norberto apenas Tarde (2010)– es divertida y liviana. Todos los actores están en sintonía con el tono y el ritmo de la película, y el guión es ligero y económico. No hay un solo minuto aburrido. Su único problema es uno de los más graves que hay: la falta de ambición. Hendler, es cierto, indaga justamente en la imprecisión de su propio personaje, un empresario con problemas de identidad, que no sabe si es de izquierda o derecha, aunque suponemos imposible la primera opción. Nos recuerda a cierto presidente hijo de un ejecutivo nacionalizado argentino. Pero el análisis político e ideológico no avanza más allá de estas resonancias. Es un film demasiado amable. Los primeros minutos son auspiciosos. Martín Marchand (Diego De Paula) quiere lanzar su candidatura, pero para lograrlo deberá alejarse de la figura de su padre y comprobar que no es solamente un niño mimado nacido en una cuna de oro. A su alrededor hormiguean asesores, técnicos, músicos, creativos y un diseñador gráfico, Mateo (Matías Singer). Ellos son los encargados de armarle una identidad al candidato. Estos primeros tramos son los más potentes: vemos cómo se construye al político, con qué símbolos se lo identifica, con qué liviandad el mismo empresario plantea ocupar algún –o cualquier– extremo del espectro político. Pero la trama se pierde por las ramas menos interesantes. Descubrimos a unos “naturalistas” infiltrados, que sabotean la campaña de Martín para protestar los negocios inescrupulosos de la familia Marchand, poco amiga del medio ambiente. Pero el terrorismo informático de los espías se convierte en una excusa para generar un conflicto dramático. Las idas y vueltas de los personajes en la casona de campo donde transcurre la acción, y la suma de malentendidos e infortunios que determinan sus destinos, se devoran cualquier planteo político. El resultado es más parecido a Mi Primera Boda(2011) que a La règle du jeu (1939), la clásica farsa de Jean Renoir que se ganó el oprobio de la burguesía francesa de su época. El Candidato nunca apunta tan alto. Más que volcarnos a la reflexión nos hace pasar un buen rato. No está mal y es muy entretenida, pero es una oportunidad perdida.
Elegir desde un pájaro hasta un árbol. Un color que identifique y una tipografía. Decidir si es de derecha o de izquierda. Eliminar las asociaciones de lucro personal, el imaginario de que por ser “hijo de…”, se es un inoperante. También esas pueden ser las decisiones que se tomen en la mesa de reunión organizada en una chacra, donde creativos, técnicos, asesores y asistentes conviven por dos días con el fin de armar la campaña de un exitoso empresario decidido a virar hacia la política.
El director uruguayo realiza una sátira aséptica y despojada, sobre la puesta en escena de un candidato y su campaña política. Varias personas alrededor de una mesa opinan sobre distintos especímenes de pájaros y árboles: que significa cada uno, a que aluden, etc. Así comienza esta comedia, que versa sobre la construcción de un candidato político. Asesores, expertos en redes, diseñadores gráficos y hasta un músico, se reunirán en una mansión de campo para llevar a cabo un cometido: ayudar a formar la imagen y el partido político de Martin Marchand. Martín es un cincuentón millonario un tanto extravagante, que quiere despegarse de su padre. Un hombre indefinido, sin inquietudes ni una postura ideológica clara. Pareciera que le atrae más cobrar protagonismo frente a las cámaras que la idea de formar una vocación política. En este contexto de paisajes bucólicos, Hendler construye una comedia negra de enredos. Con un guion y una puesta en escena milimétricamente pensada, erige un film que oscila entre situaciones inauditas y tragicómicas, que dan cuenta de un estilo de humor ácido que se mofa del esnobismo y la hipocresía que hay alrededor de la invención de un candidato y su carrera política. Cualquier parecido con la realidad ¿es pura coincidencia?
El Candidato: La política de crear un personaje. Esta semana se estrena el segundo largometraje como director de Daniel Hendler que nos cuenta un poco en forma de sátira política, la candidatura de un político que se separa de su partido. Daniel Hendler es un actor/director que si bien actuó y colaboró en la realización de proyectos de distinta índole y género, siempre se sintió más cómodo cuando se dedicó a proyectos de comedia. En esta oportunidad nos trae su segundo largometraje detrás de cámaras que cuenta con la producción de Daniel Burman (Con quien colaboró en el guion de El Nido Vacío) y Hernán Guerschuny (El Critico). El film representa una sátira a la conformación de las campañas políticas, el grupo de producción que se encarga de lanzar una carrera y la postulación de un político de manera independiente separándose de su partido. Para esta difícil tarea, el director contó con varios actores que no son ajenos al mundo de la comedia, ellos son: Diego de Paula (Que también trabajó en la opera prima de Hendler, Norberto Apenas Tarde), Ana Katz (Hijos Nuestros, Whisky), Alan Sabbagh (La Última Fiesta, El Rey del Once), Matías Singer (Norberto Apenas Tarde) y Verónica Llinás (Soy Tu Aventura, La Patota). La película cuenta la historia de Martín Marchand que decide lanzarse a la contienda política. Por su desempeño en las redes sociales, una estructura política tradicional le invita a integrar su lista. Martín convoca a técnicos y asesores para crear su imagen de campaña. Durante un fin de semana, estas personas deberán convivir en la casa de campo del candidato, con el objetivo de construir la imagen del político y toda su campaña. Pero un infiltrado que intenta recabar información sobre la inminente alianza electoral instalará un clima de desconfianza. El film tiene cuenta con una realización técnica correcta y efectiva, así como también la historia resulta interesante y se dan algunos momentos de humor bastante efectivos gracias a la gran experiencia de sus protagonistas. Sin embargo, en algunos tramos el guion comienza a tambalear al incluir algunas situaciones un tanto forzadas y poco trascendentes, al igual que algunos personajes que no llegan a desarrollarse del todo. No obstante la cinta tiene algunos momentos ingeniosos y nos da una representación aguda y perspicaz sobre la construcción de la imagen de una persona que decide presentarse como candidato político. Otra cuestión interesante es el hecho de que se ve a la figura del candidato como una persona con falta de personalidad y un vacío ideológico importante, que incluso se plantea cínicamente a que corriente política debería pertenecer su candidatura. Resumiendo, El candidato resulta ser un relato interesante que le aporta una cuota de humor al mundo de la política y que a su vez ahonda en la oscura farsa que a veces presentan sus partícipes.
¿Qué se esconde detrás de un candidato político? ¿Cómo se prepara para enfrentar una votación o presentación pública? ¿Quiénes forman parte del equipo encargado de realizar una campaña exitosa? Estas son algunas de las cuestiones planteadas en el segundo largometraje de Daniel Hendler. “El Candidato” cuenta la historia de Martín Marchand (Diego De Paula), hijo de un exitoso empresario, que se lanza a la política. Para ello, reunirá a sus asesores (comunicadores, músicos, diseñadores gráficos, creativos) durante un fin de semana en su casa de campo para elaborar una campaña efectiva. Sin embargo, algunos estarán dispuestos a ir más allá de su tarea. El film uruguayo nos presenta una historia atrevida, una sátira política, donde se retrata la tibieza y conveniencia de los políticos: lo que se debe hacer para caer mejor en el público votante, aunque las convicciones propias sea otras; el backstage de una campaña. El tono de la trama es irónico y efectivo; en ciertos momentos podemos encontrar cierta similitud con nuestros políticos y gags creativos e inteligentes, que provocan varias risas. Los personajes se encuentran en sintonía con esta propuesta (cada uno de ellos es distinto y tiene sus propias ambiciones y motivaciones), y sus actores los encarnan de gran manera. Además de Diego De Paula, el elenco está formado por Alan Sabbagh, Ana Katz, Verónica Llinás y Matías Singer, entre otros. Sin embargo, en ciertas ocasiones nos encontramos con situaciones forzadas o giros que no tienen razón de ser, generando algunas incongruencias en el guion. Tal vez se podría haber profundizado la historia en otro sentido, pero de todas maneras la película cumple con su objetivo. Otro de los puntos fuertes del film es el sonido y la fotografía. Se pone gran énfasis en retratar a la naturaleza, un elemento importante del argumento, y lo que podemos ver y escuchar es muy correcto. En síntesis, “El Candidato” es una película arriesgada e irónica acerca de la política y los candidatos que se ven involucrados en ella. Posee una correcta fotografía y una historia que generará risas entre los espectadores, gracias a la gran labor de sus actores. Puntaje: 3.5/5
Actor fundamental del nuevo cine rioplatense con films como 25 watts, Sábado, El fondo del mar y varias colaboraciones con Daniel Burman, Hendler se convirtió en su momento gracias a la tira televisiva Graduados en una figura de inmensa popularidad. El multifacético artista uruguayo estrena ahora su segundo largometraje como director tras su valiosa ópera prima Norberto apenas tarde (2010) y el resultado de esta amarga comedia sobre la contracara más absurda de la política es decididamente valioso. Comedia de enredos negra y asordinada. Thriller minimalista. Drama existencial con tintes trágicos. Acido ensayo sobre el avance de la publicidad, el marketing y la desideologización en la política. Un poco de todo eso es El candidato, película tan desconcertante como fascinante en su formulación y en su concreción. La acción transcurre durante un par de jornadas en el amplio casco de una vieja estancia. Allí, entre el canto de los pájaros y la naturaleza exuberante, Martín Marchand (Diego De Paula), un exitoso empresario cincuentón con ganas de lanzarse como candidato político, reúne a un amplio equipo de asistentes personales, asesores, especialistas varios (en seguridad, sonido, diseño gráfico) y creativos publicitarios para definir los lineamientos de una inminente campaña basada en frases huecas o trilladas y propuestas bastante absurdas. En principio, la película apela a situaciones cercanas a lo patético (sin caer en la dictadura del gag "eficaz"), pero poco a poco se va enrareciendo con sospechas y confabulaciones cruzadas que involucran de distintas maneras a todos los presentes. El principal mérito de Hendler como guionista y director es haber construido una narración ágil y coral en la que cada personaje tiene su peso dramático y sus motivaciones. Desde el cínico candidato del título obsesionado por los pájaros y los actores de Hollywood como Tom Cruise o Ethan Hawke hasta el diseñador gráfico sincero e inocentón que encarna Matías Singer (hermano menor de Hendler y también responsable de la música del film). Para conseguir el tono (narrativo y visual) de esta tragicomedia Hendler contó con dos aliados de lujo: el DF Lucio Bonelli y el sonidista Daniel Yafalián, que trabaja varias capas que hacen “dialogar” los sonidos del exterior con los que genera el caos interno en la casona. Lejos de la bajada de línea subrayada, El candidato apuesta por el humor, la acidez y la negrura para exponer el cinismo, la hipocresía, el esnobismo, la egolatría y el vacío de la comunicación y la política, tanto de sus protagonistas como de aquellos que la conciben detras de las bambalinas.
(También emitida por AM 910, Radio La Red y publicada en www.partedelshow.com.ar) Daniel Hendler construyó una ficción con un fuerte anclaje en el marketing político: cómo se construye un candidato, cómo se construye su pasado, su identidad, a partir de lo real y lo falso. Con un elenco convicente (en el que se destaca Verónica Llinás, como siempre), desnuda el rostro oculto de la gesta política. Las pujas de poder, lealtades y traiciones aparecen en este film en el cual Hendler demuestra una admirable solidez como director, pese a que el guión podría haber ido más allá todavía. Vale la pena verla para entender éste, nuestro tiempo de fórmulas políticas en pugna por triunfar.
Esta curiosa comedia que va tomando forma de liviano thriller transcurre totalmente en el interior de una estancia, en la que vive el hijo de un empresario (exitoso aunque de pocas luces) que busca abrirse camino en la política. La reunión con un grupo de diseñadores y publicistas para idear la campaña será el punto de partida para disparar ironías y desembocar, finalmente, en un clima de amenaza y persecución. Como guionista y director, Hendler –tras el antecedente de la discreta Norberto apenas tarde (2010)– se muestra hábil, proponiendo un film con varios momentos eficaces, aunque hubiera resultado deseable más velocidad en los tramos humorísticos y un ritmo que generara mayor tensión en su última parte. Hay profesionalismo y astucia, buenos desempeños actorales (ajustadísimo Diego De Paula como el candidato en cuestión, excelentes Ana Katz y Verónica Llinás); de todas formas, algunos elementos no parecen encontrar el tono justo: la fotografía de Lucio Bonelli, por ejemplo, que priva de presagios al lugar, o la caracterización de Matías Singer como un adolescente ingenuo y sin posición tomada ante los hechos (sólo reacciona, en un único momento, para defender a su novia). Sus mayores méritos están en el logro de divertir moderadamente sin apelar a recursos gruesos y de llegar a ese fin burlándose de ciertos tópicos del momento político actual. Fernando G. Varea
El segundo film de Daniel Hendler en rol de director es urgente. Interpela al espectador con el detrás de escena del armado de una campaña política que no se sabe en qué terminará. La agudeza de Hendler radica no sólo en rodearse de un gran cast (Ana Katz, Verónica Llinás), sino en ofrecerles la oportunidad de lucirse con diálogos y situaciones inmejorables para retratar el cinismo de la política y sus mecanismos de producción.
Que ocurre cuando un empresario tiene ganas, por ego o conveniencia económica de convertirse en un candidato a un cargo político. Esto es lo que se pregunta y responde tanto desde el guión como en la dirección Daniel Hendler. En una quinta fastuosa, su protagonista se rodea de todo un equipo de técnicos que con un hombre poderoso y gordito que dice parecerse a Ethan Hawke o Tom Cruise, construirán desde la nada a un postulante que debe seducir a las masas. Están los que primero se ocuparan de borrar su pasado, especialmente la relación con su padre, que inventaran sus fotos para evidenciar una juventud ideal, que lo relacionaran con algún árbol o con un pájaro porque la relación con la naturaleza es esencial, que le pulirán los gestos, la postura, el discurso. Con mucha ironía, con humor negro, con un tono tranquilo que busca disimular y lo logra el discurso político o la postura combativa, para llegar mas profundamente a un fenómeno actual que no le resultará extraño al espectador. Una propuesta coral con personajes muy bien definidos y con actores elegidos a la perfección para cada uno de ellos: Diego de Paula, Ana Katz, Verónica Llinás, Alan Sabbagh, Matías Singer, en un extenso elenco. Lo que parece absurdo y calmo vira al humor, a la crítica, a los siniestro y conspirativo, a lo peligroso y despreciable. Muy interesante.
El candidato: lúcida y cargada de ironía Martín Marchand se prepara para triunfar en la política. Cuenta con un pintoresco grupo de asesores que se reúne con él en una fastuosa estancia para elaborar una campaña más apoyada en las estrategias de marketing que en propuestas tangibles. Todos los datos que circulan abierta o solapadamente en El candidato conducen al mismo destino: las iniciales del político, que además tiene un padre poderoso que lo presiona constantemente a la distancia, las tres letras que identifican al espacio político al que pertenece (NEO, en este caso), el nombre de la colega más experimentada que podría ser su aliada en la campaña (Eloísa). Es difícil no encontrar paralelismos con la actualidad argentina. Pero este segundo largometraje de Daniel Hendler excede el marco de las referencias evidentes y funciona a la perfección como comedia lúcida y cargada de ironía, apoyada en ese humor agudo e inteligente que Hendler suele imprimirle a sus personajes cuando actúa. La película se beneficia notoriamente de la solidez de un elenco muy ajustado (es excelente el trabajo del protagonista, Diego de Paula). Más cerca del final, la película se zambulle imprevistamente en el terreno del thriller, un giro que parece destinado a señalarnos que, más allá de su visible patetismo, los discursos presumiblemente vacíos también pueden derivar en consecuencias muy peligrosas.
La era del duranbarbismo En su segunda película como director, Daniel Hendler muestra la construcción de un político en clave de comedia. En tiempos de candidatos prefabricados, del marketing, los focus groups, la “big data”, las redes sociales y etcéteras varios como herramientas políticas fundamentales, la trastienda de una campaña es terreno fértil para la ficción. ¿Cuáles serán los consejos que los gurúes de la imagen les darán a sus clientes? ¿De qué detalles imperceptibles para la mayoría de los mortales, pero imprescindibles para ganar una elección, están al tanto los duranbarbistas? El disparate está ahí, al alcance de la mano y de la cámara- En su segunda película como director (después de Norberto apenas tarde, de 2010), Daniel Hendler propone una inmersión en el laboratorio de gestación como candidato político del empresario Martín Marchand: un par de días en la estancia del ricachón que, reunido con su equipo de asesores, trata de empezar a armar una carrera electoral desde cero. Todo está por definirse: el nombre del partido, sus eslóganes, las propuestas, los spots publicitarios. La mesa está servida para una sátira urticante, empezando por un elenco de eficaces comediantes: Ana Katz, Diego De Paula, Alan Sabbagh, la cada vez más grande Verónica Llinás… Y, en efecto, hay momentos divertidos, personajes sólidamente construidos y tabién actualidad: es imposible no pensar en la Argentina al ver a ese heredero tirando frases vacías y discutiendo telefónicamente con su padre, sombra omnipresente que lo tortura vaya uno a saber desde dónde. Pero cuando parece que la trama va madurando de a poco, tomando un rumbo efectivo, aparece una subtrama de espionaje que no funciona, le resta potencia al conjunto y todo termina a mitad de camino. Queda la sensación de que se podía haber dado una vuelta de rosca más hacia lo cómico, llevando el tono al límite del absurdo. En cambio, lo que se ve es un intento de equilibrio entre el humor y el mensaje “serio”, entre la parodia y la reflexión, con la tibieza como resultado.
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En el momento justo En el momento justo llega este largometraje, el segundo dirigido por el actor Daniel Hendler (Norberto apenas tarde), sobre la campaña de marketing que impulsa el hijo de un poderoso empresario para lanzarse en política. Martín Marchand (Diego de Paula) piensa lanzarse en política de manera independiente al partido que apoya su padre. Para eso contrata un equipo que ingresa casi en secreto en la inmensa casa de campo propiedad de su familia. Entre ellos, el sonidista Leo Mardones (Roberto Suárez), la coordinadora general Laura Ambrosio (Ana Katz), especialistas en redes y el diseñador gráfico Mateo Borrás (Matías Singer). Ellos son observados por el equipo asesor del futuro candidato (Alan Sabbagh, César Troncoso) con rigurosidad, hasta por el siniestro mayordomo (José Luis Arias), propio de un cuento de Edgar Allan Poe. La coproducción uruguaya-argentina El candidato (2017) es de una actualidad arrolladora. Sin dar nombres –el MM de las iniciales del candidato- está hablando con claridad de la política en tiempos de redes sociales, en donde la imagen construida por el político vale más que cualquier listado de promesas de campaña. En ese punto la película es incisiva, haciendo foco con gracia en las distintas cualidades marketineras propuestas: el spot al aire libre, la figura descontracturada, la ausencia necesaria de ideología, etc. Situaciones que invitan a la sonrisa del espectador que entiende la referencia. Pero con el mismo énfasis que el film elabora pequeños y efectivos momentos de humor, también desarrolla un temor latente. La casona donde suceden los hechos junto a sus funestos personajes demuestra que la imagen construida por el spot dista absolutamente de la realidad política, en la que los métodos mafiosos de extorsión siguen imperando detrás de una amigable sonrisa. La hipocresía llevada al límite contrapone la imagen ideal construida con detalle para TV con un modus operandi similar al utilizado por las estructuras de poder más primitivas. Daniel Hendler produce un discurso fílmico alejado del panfleto y la denuncia explícita. Con un argumento inteligente y suspicaz, con algunos toques simbólicos, establece una mirada contundente sobre la política contemporánea y sus víctimas (los idealistas) en un particular año electoral en Argentina.
En su segunda película como director, el actor uruguayo Daniel Hendler entrega una sátira política tan valiosa como original. El Candidato es también un thriller, y también una comedia, negra y amarga, que se ríe, con un humor absurdo -capaz de mantener la sorpresa y el desconcierto a lo largo de sus 82 minutos- de los peores vicios de la política de esta parte del mundo, probablemente más uruguaya que argentina, con ese candidato de la oligarquía rural llamado Martín (Diego de Paula) que bien podría ser del Partido Blanco, un tipo con pocas luces y ninguna vocación, excepto el de su propio sueño de gloria. Hendler reunió, en una casona rodeada de parque, a un estupendo elenco uruguayo-argentino (Ana Katz, Alan Sabbagh, Roberto Suárez, Verónica Llinás) para interpretar a los integrantes del equipo de campaña de Martín. Todo, desde el principio, es absurdo, con reuniones de lluvia de ideas que giran en torno al canto de un pájaro que identifique al producto político o el tipo de árbol que hay que elegir para un logo. No hay, en toda la película, referencias a algo que suene a contenido, a programa político real. El desarrollo deriva en una rara comedia de enredos, que va revelando subtramas ocultas, lealtades y personajes que no son exactamente lo que parecen. Todo mientras el impávido candidato sigue escuchando ideas sobre cuál es su mejor perfil. Comedia excéntrica entonces, disparatada pero al la uruguaya: acotada, sobria, implosiva, El Candidato divierte, sí, pero menos de lo que cree. Acaso, su mayor logro está, justamente, en lo inclasificable de la propuesta misma, una mirada poco convencional a las rancias convenciones que llevan a la fabricación de un político latinoamericano.
El candidato, de Daniel Hendler El casco de una lujosa estancia en la Provincia de Buenos Aires es el escenario elegido para desarrollar una historia sobre un hombre que decide salir del closet y dedicarse a la vida política. ¿Cómo se construye el perfil de un candidato? ¿Quiénes están detrás de su campaña? De esas preguntas partirá El candidato, segundo film del actor uruguayo Daniel Hendler (Norberto apenas tarde, 2010), recientemente exhibido en el BAFICI (aquí la entrevista). Una comedia sarcástica que descree de los políticos y del aparato mediático que los crea. Martín Marchand (Diego de Paula) es hijo de un terrateniente que prepara su candidatura política a través de un nuevo partido: NEO. Para hacerlo, contrata a la responsable de una agencia Ana Katz (esposa de Hendler) y sus colaboradores: un grupo de jóvenes expertos en imagen. Instalados en su casa del campo, el grupo de creativos es controlado e investigado por el servil y oscuro mayordomo (José Luis Arias), dado el alto grado de paranoia del candidato. El futuro dirigente no entiende ni sabe nada de política, pero quiere aparentar serlo a través de un arduo trabajo sobre su imagen. Su nuevo partido se opondrá al de su opositora, la habilidosa Eloísa (Verónica Llinás, luciéndose como siempre). Una candidata que financia su padre (a quien no vemos, pero está muy presente sobre el hijo) y del cual intentará desvincularse. Pero en ese camino de desconfianzas y secretos, ¿quién será el verdadero impostor? A lo largo de la película, la crítica de fondo sobre los manejos e intereses detrás de la política, se matiza con personajes pintorescos y escenas que rozan el humor absurdo, bien al estilo actoral de Alan Sabbagh (que se ocupa de manejar las redes sociales de Marchand) y del mismísimo Hendler. Algo similar sucede con el ritmo narrativo, que si bien es ágil no es del todo parejo. El peso de la trama recae en el grupo heterogéneo que rodea al candidato, entre ellos Matías Singer (su hermano y encargado de la banda sonora), pero la intriga que rodea el desarrollo de la historia no resulta muy sólida para el avance narrativo. Si todo lo sólido se desvanece en el aire, basta ver a Marchand pendiente de emular a una estrella de Hollywood, obsesionarse con un pájaro como símbolo de campaña y aportar una idea para el spot publicitario: prohibir a los perros rottweiler salir a la calle. Más allá de toda parodia y del manejo de estereotipos, El candidato escapa a cualquier clasificación de género y Hendler demuestra una gran libertad en la puesta en escena. Con un gran elenco, al que se incluye César Troncoso, Roberto Suárez y Fernando Amaral, la película busca ridiculizar y exponer el esnobismo, la simplicidad y la hipocrecía de quienes deciden dedicarse “al bien público”, nada más cercano a la moda de despolitización que intenta imponerse en el mundo. EL CANDIDATO El candidato. Uruguay/Argentina, 2017. Dirección y guion: Daniel Hendler. Intérpretes: Diego De Paula, Matías Singer, Ana Katz, Alan Sabbagh, Verónica Llinás, Cesar Troncoso; Fernando Amaral, José Luis Arias, Roberto Suárez. Producción: Micaela Solé, Daniel Hendler, Pablo Udenio, Hernán Guerschuny, Daniel Burman. Dirección De Fotografía: Lucio Bonelli /Sonido: Daniel Yafalián. Edición: Andrés Tambornino. Dirección De Arte: Mariana Pereira. Duración: 83 minutos.
Un tema viejo y tratado sin gracia Sobre el armado de un representante político ya existen dos films igualmente llamados "El candidato". Uno, de Fernando Ayala, 1959, con gran elenco encabezado por el uruguayo Alberto Candeau, pinta el fracaso de un viejo partido y el consecuente declive de una familia tradicional. Otro, de Michael Ritchie, 1972, con Robert Redford y Peter Boyle, describe los artificios de un asesor profesional en la formación de un nuevo rostro, y sólo un rostro, para el electorado, que lo vota alegremente sin pensar mucho. Ambas obras son agudas, incisivas, precisas e inquietantes. En cambio la que ahora vemos es exactamente lo contrario. Además le falta tensión, humor y verosimilitud. Eso que tenía una llamativa pauta inicial: el personaje es un empresario que convoca a supuestos asesores de imagen para armar un partido con el cual distinguirse de su padre. Pero ni el personaje ni la película tienen gran cosa que decir.
DE QUÉ LUGAR ESTÁS En El candidato, el film dirigido por Daniel Hendler, el hijo de un empresario quiere lanzar su candidatura y con tal objetivo reúne a un grupo de asesores de marketing para que armen un spot e ideas de campaña para cambiar su imagen. Reunidos los personajes en un casco de estancia, la película avanza generando un clima tenso y paranoico: es que alguien quiere boicotear la imagen de Martín Merchand, y él piensa que es alguno de los que participan del encuentro. La película de Hendler tiene actuaciones realmente convincentes, como por ejemplo la de Diego de Paula (Martín) y la de José Luis Arias, en un personaje singular: interpreta a un jefe de seguridad con una voz finita que observa constantemente los movimientos de cada uno de los integrantes del equipo de trabajo. Además se luce Matías Singer como un diseñador gráfico que dice ser apolítico. Del humor negro al thriller psicológico, El candidato acierta en cada registro buscado gracias a una serie de diálogos y situaciones bien planteados. Por ejemplo, la escena en que un asesor de imagen le enseña a Martín cómo moverse y que lo delata de sus expresiones hace pensar en varios políticos actuales. Desde su film, Hendler pone el foco en los que quedan en el medio, los que no comparten ni un lado ni el otro; aunque en algún pasaje quede bien explicitado en qué lugar se pone.
En El candidato sólo dos personajes dicen no saber nada de –o no estar interesados en– política. Uno lo hace para reducir el impacto de una intervención desafortunada en pleno brainstorming de una incipiente campaña proselitista. Otro, en realidad otra, para declararse inocente ante una acusación de boycott. De esta manera la naturaleza o condición apolítica aparece en la película de Daniel Hendler como equivalente a la expresión “Yo no fui”. Sin dudas, ese Yo no fui es constitutivo del prototipo de candidato que el actor devenido en realizador imaginó para su film recién estrenado en las salas porteñas. De hecho, el personaje que encarna Diego de Paula vislumbra una especie de alter ego en uno de esos jóvenes que se posicionan bien lejos de la cosa pública y de la militancia. Aunque haya decidido incursionar en la política, Martín Marchand tampoco es de ese palo. El Yo no fui se convierte en un Yo no soy extensible a los asistentes privados y asesores profesionales que acompañan este bautismo de fuego. Por si cupiera alguna duda al respecto, uno de ellos señala la conveniencia de posicionarse en un acomodaticio Centro. El candidato es un compendio de pequeñas –a veces pícaras– invitaciones a pensar en la cuestión política más allá del mencionado Marchand, sobre todo de las eventuales similitudes con los ricachones que en la vida real deciden disputar (más) poder desde una plataforma partidaria, en general montada para la ocasión. Acaso por eso, el film de Hendler activa el recuerdo de Desde el jardín, que el estadounidense Hal Ashby filmó en 1979. En aquella adaptación de la novela Being there de Jerzy Kosinski, Peter Sellers encarnó a un jardinero con un leve retraso madurativo que, por una serie de casualidades y causalidades, se convierte en una suerte de gurú, incluso para el Presidente de los Estados Unidos. Aunque Chauncey Gardiner tiene muy poco en común con Marchand, Desde el jardín también invita a pensar en la factura eminentemente mediática de algunos referentes políticos, y en la atracción que estos propotipos ejercen entre los ciudadanos apolíticos y/o hastiados de la tradicional idiosincrasia militante/partidista. Más atrevido que Kosinski y Ashby, Hendler inocula una dosis de violencia (regulada) en la crónica del fin de semana que Merchand comparte con sus asesores de campaña, en su estancia. De esta manera, el realizador uruguayo opaca la pretendida transparencia y nobleza de la neopolítica. El guión co-escrito con el porteño Alberto Rojas Apel es ocurrente e inteligente, tan encomiable como las actuaciones del mencionado De Paula y demás integrantes del elenco: Matías Singer, Verónica Llinás, José Luis Arias, Alan Sabbagh, Ana Katz, Roberto Suárez, César Troncoso. Sin dudas, El candidato es una película imperdible para el público interesado en conocer la evolución de Hendler como director. La disfrutarán además los espectadores atentos a la combinación entre política y mercadotecnia.
Armando un político new age. Aunque Hendler es uruguayo, varios personajes aluden de forma directa al infierno de la política argentina, en una comedia ácida y lacónica en torno del protagonista y la red de criaturas que lo rodean, que de a poco se va convirtiendo en una tensa intriga política. Construida sobre el ineludible molde de la realidad, la segunda película como director del actor Daniel Hendler, El candidato, cuenta la historia detrás de la construcción de un candidato político. Pero no de uno surgido de las entrañas de la política misma, de sus aparatos generadores de cuadros, sino de otra especie, una muy de moda en estos tiempos: la del extraño, el hombre que llega desde afuera, no sólo libre de los vicios de la política tradicional (la vieja política), sino bien dispuesto a despegarse de ella, a renegar incluso de sus aristas ideológicas formales en pos de generar el espejismo de una alternativa de apariencia novedosa. Pero ese es apenas el disparador de una historia que recorrida sotto voce (aunque no tanto) por otros relatos que la van complejizando en lo narrativo, pero que también enriquecen su imaginario cinematográfico. Porque si bien El candidato empieza como una comedia ácida y lacónica en torno del protagonista y la red de criaturas que lo rodean, de a poco se va convirtiendo en una tensa intriga política que nunca se resigna a perder la gracia. No sorprende que Hendler maneje con soltura los hilos que mueven ese tipo de comedia a cara de perro. Ya había mostrado algo de eso, pero en una versión más amable, en su opera prima Norberto apenas tarde. Pero se trata además del género en el que él mismo se ha hecho famoso como actor, desde que en una famosa publicidad de principios de la década de 1990 le diera vida a Walter, un chico criogenizado en los 80 como parte de un experimento. La gracia de aquel spot residía en el hecho de que Walter se despertaba en los primeros años del menemismo y no entendía qué era lo que estaba pasando, por qué en tan pocos años las cosas habían cambiado tanto. La campaña pertenecía a una de las compañías telefónicas recién privatizadas que promocionaba, tempranamente, los beneficios de un cambio que hoy no sólo es el motor del protagonista de su película, sino de aquellos políticos en los que Hendler se ha inspirado para crearlo. Más sorpresivo resulta su buen manejo de la trama de intriga que, aunque es cierto que se va tejiendo a partir de los códigos y recursos de la farsa, no carece de tensión y se sostiene de forma verosímil hasta el final de la película. Martín Marchand es hijo de un empresario famoso, nene bien que ya pasó hace rato la barrera de los 40, quien con su decisión de impulsar un nuevo espacio político también intenta generar un camino que lo saque de la sombra agobiante de su padre pero sin perder los beneficios del poder, sino más bien lo contrario. Para ello contrata a un grupo de especialistas en comunicación para comenzar con la tarea de construir su nuevo perfil público. Ya en la primera reunión, que se desarrolla en la palaciega estancia de la familia Marchand, se produce el choque inevitable, cuando un joven diseñador gráfico intenta profundizar con una franqueza que parece inocente (pero quizá no lo sea tanto), en el perfil político que impulsará la iniciativa del candidato. El episodio, breve pero inquietante, no sólo aporta en términos de construcción dramática, sino que pone en evidencia que el principal objetivo en el trabajo de construcción de una imagen no pasa tanto por saber qué es lo que hay que mostrar, sino más bien en cuáles son las cosas que se quieren ocultar. Curiosamente, aunque el eje de su construcción está puesto en la cuestión de las apariencias, de lo que se oculta y lo que se muestra, e incluso sobre la oposición entre lo abierta y lo veladamente ideológico, El candidato es una de esas películas en las que si algo ladra y mueve la cola, seguro es un perro. Aunque Hendler es uruguayo y su relato tanto puede estar ambientado a uno u otro lado del Río de la Plata, lo cierto es que las características de los personajes aluden de forma directa al infierno de la política argentina. Incluso el director y guionista se ha encargado de dejar pistas elocuentes, como las iniciales del nombre de este empresario que apoya su candidatura en la idea de lo nuevo como virtud (Neo es el nombre de tres letras que ha elegido para su partido). O llamar Eloisa a la verborrágica madrina política de Marchand, quien a pesar de esa letra que sobra se parece bastante a la gran Doña Corleone de la política argentina. Aunque las referencias no carecen de gracia, tal vez en esa disimulada explicitud se encuentra el punto más flojo de una película que consigue hacer de lo ambiguo su mejor bandera.
Este film se exhibió en los festivales de Miami, Málaga y el reciente BAFICI. Pone al desnudo, haciendo una interesante crítica, a ciertos empresarios que buscan llegar a ser presidentes. Visibiliza el marketing, las redes sociales, como se elabora un spot publicitario para efectuar su lanzamiento y como tienen que asegurarse los votos. Con muy buenos toques de sátira política y de comedia negra bien ácida, además de jugar con el absurdo y varios símbolos. Personajes muy bien construidos: Diego de Paula excelente; Verónica Llinás desopilante, genial; Alan Sabbagh y Matías Singer ambos graciosos; Ana Katz acorde a las circunstancias y eficaz; y el resto del elenco responden a sus personajes. Hay enredos, thriller y suspenso. Es ágil, dinámica, tragicómica y hace una buena lectura de ciertos políticos.
La era del vacío El Candidato, segunda película de Daniel Hendler como director -recordemos que su ópera prima fue Norberto Apenas Tarde (2010)- se centra en los pormenores del mundo de la política, específicamente en la construcción de imagen de un candidato a un cargo legislativo. Martín Merchand (Diego De Paula) es un hombre de negocios, hijo de un importante empresario, quien en la mitad de su vida decide virar de rumbo e introducirse en la política. Como es nuevo en el ambiente, convoca a un equipo de jóvenes asesores -comunicadores, diseñadores web y creativos- a su casa de campo para diseñar su nueva imagen y perfil de líder. Si bien a priori todo parece ir bien, poco a poco la trama irá develando que algunos de los miembros del equipo en realidad tienen otros objetivos. De esta manera, El Candidato se presenta como una amarga sátira -aunque fiel en muchos aspectos- del universo de las figuras políticas más enfocadas en la estética que en lo ideológico y hacia la mitad del film, el tono de comedia vira hacia el thriller a partir de diversos sucesos que ponen bajo sospecha a los nuevos asesores. Con excelentes actuaciones -especialmente del ya mencionado Diego De Paula, y de Matías Singer-, y una perfecta labor de dirección de fotografía, Hendler genera una película dinámica, interesante y suficientemente ácida, mientras se permite -y nos invita- a reflexionar sobre el marketing, la crisis de la comunicación política y periodística y el vacío que caracteriza a muchos discursos políticos que conciben a sus líderes más como estrellas de cine, que como verdaderos cuaros políticos.
Político para armar El candidato, escrita y dirigida por el uruguayo Daniel Hendler, es una película en la que se muestra la vida de Martín (Diego de Paula), un futuro candidato a ocupar un cargo político. Es interesante poder analizar varios puntos de la historia en relación a la política. Podemos ver cómo el protagonista puede formar su propio partido sin tener mucha idea de lo que eso conlleva, y sin siquiera desearlo. También decide cambiar trabajos terminados por ideas de él, como la mayoría de los líderes, un egocéntrico más. La relación que se forma entre Martín y Mateo (Matías Singer) es buenisima. El político se ve reflejado en la juventud y tranquilidad del diseñador gráfico. Y a partir de eso como intenta cambiar su foco para mostrar una imagen más descontracturada y prolija de sí mismo. Tanto la dirección como la fotografía (ésta a cargo de Lucio Bonelli) son excelentes. Los movimientos de cámara constantes hacen que veamos las escenas desde puntos de vista diferentes. Es un elenco extenso pero muy bien casteado. Puede que falle minimamente el guion, dando situaciones por sentadas que el espectador no logra captar. Pero es una muy buena opción para ver este fin de semana en cines.
Ni chicha ni limonada No queda del todo claro cuál es la intención del realizador Daniel Hendler en su segundo largometraje como director. Todo lo contrario ocurre cuando Hendler ocupa el lugar de la actuación, su reconocible estilo y austeridad de gestos marca una diferencia importante respecto a otros colegas de su misma nacionalidad y generación, en cada intervención deja la huella “hendleriana”. Ahora bien, es esto trasladable al cine cuando está detrás de la cámara. El interrogante lejos de encontrar una pronta respuesta, ya sea a favor o en contra, supone agregar un nuevo problema que nos remite a la idea de intención. En El Candidato la digresión es la regla y no la excepción como muchas veces sucede en el cine. Por eso, el término de “a medias” le calza perfecto: es a medias todo, es decir, comedia asordinada, sátira política, cinismo revestido de humor y hasta nostalgia por un tipo de política caduco, asincrónico pero no por ello innecesario en épocas donde la imagen define plataformas más que rostros con buenas o malas intenciones, cualquier similitud con la realidad argentina es a medias una mera coincidencia.
Daniel Hendler presenta su nueva película El candidato: comedia negra que retrata la tesitura a la hora de crear un político. Martín Marchand (Diego De Paula) está armando una campaña política en una casa de campo. Lo acompañan los que trabajan junto a él, además de un músico, un diseñador y una publicista. Mientras presentan algunas ideas sobre el proyecto, el pasado de Martín comienza a relucir: la relación con su padre y el choque que tiene con los naturistas. El poder y la política van de la mano y mientras que algunos intentan atacarlo con insultos por las redes sociales, por el otro el ataque es más físico y directo. La película de Hendler apuesta a la comedia, y a esa risa que, al salir de la sala, el espectador se plantea si es correcta o no. Martín vive en otro mundo, desinteresado por aquellos que lo rodean y que espera representar (algo claro queda en cómo se acerca y se aleja finalmente del personaje de Matías Singer). Trabaja el doble discurso como todo político y esto se acopla con la doble línea que Hendler impone a la cinta: por un lado, una comedia de situaciones con unos increíbles diálogos y remates y por el otro, el drama en donde el espectador entiende la manipulación de los medios frente a una figura. De Paula no usa muchas palabras, ni siquiera puede armar un discurso improvisado, pero no lo necesita; su rostro lo dice todo, de la prepotencia a la indiferencia. Un excelente trabajo del actor para componer el personaje. Caben destacar también los personajes secundarios muy bien construidos por Ana Katz, Matías Singer, José Luis Arias, Roberto Suárez, César Troncoso, Alan Sabbagh y Verónica Llinás. El director y el guion les brinda el espacio justo a cada uno de ellos.
Un grupo de personas (publicistas, un diseñador, algunos técnicos) se reúnen con un candidato político para diseñar la campaña y al propio candidato. El candidato es un hombre de la elite, un hijo de empresarios, y no hay “ideología” en juego. Es claro de qué se trata, pero Hendler está preocupado por las pequeñas acciones, lo no dicho, el costado ridículo y aleatorio que se esconde detrás de la “gran trama” política. Eso es loable aunque, a veces, cae en el lugar común.
La fábrica de políticos Martín Marchand es un empresario con ambición de trascendencia que pretende lanzarse como candidato a diputado. Con ese objetivo, convoca a un equipo de expertos en comunicación para delinear su perfil de líder. Todos convivirán durante un fin de semana en la estancia de campo del empresario, y tendrán que decidir desde el nombre del partido hasta los spots de campaña. Este es el tentador punto de partida de "El candidato", la segunda película como director de Daniel Hendler. El guión refleja un tema actual y con referencias puntuales: los candidatos prefabricados y la desideologización total de la política. Hendler explota muy bien el humor absurdo de esta situación, en un tono de comedia ácida y pausada, sin subrayados ni exageraciones. El director se detiene en las frases huecas, las propuestas disparatadas, la hipocresía de los slogans y la egolatría y el cinismo de un ricachón que se cree un actor de Hollywood. Sin embargo, sobre el final, en lugar de apostar de lleno a la comedia amarga, Hendler da un giro con elementos de thriller que no están realmente logrados y que le quitan peso al planteo inicial de la película. Para destacar queda la interpretación impecable del protagonista, Diego De Paula, que está muy bien acompañado por Alan Sabbagh, Verónica Llinás y Matías Singer.
Los candidatos, sobre todo, también bailan por un sueño El marco referencial es demasiado evidente: la sombra del presidente Macri, al menos en sus aspectos más conocidos, surge de manera explícita en esta comedia paródica que deja al descubierto las artimañas de los constructores de imágenes, pero también la mirada superficial y poco exigente de un electorado que a esta altura compra, más que buenas ideas, candidatos bien vendidos. El film cuenta los primeros pasos de un empresario que sobrevive como puede bajo el manto protector y destructor de un padre poderoso. El es Martín Marchand (MM, como el que te dije), quien tiene como aliada peligrosa a Eloísa (Elisa Carrió) a una señorona de lengua filosa más preocupada por la comida que por escuchar las propuestas de este empresario que busca diferenciarse en la política y en casa. Todo sucede en la casona de la estancia familiar. El film se abre con MM escuchando a un equipo de expertos en comunicación que fue contratado para su lanzamiento. Allí, en un par de buenas escenas, Martín ajustará su vestuario y su labia, escuchará sugerencias sobre aspectos más insólitos y se encargará de elegir nombres, logos y colores de su nuevo partido (NEO). Ya de entrada el actor Daniel Hendler, en su segunda película como realizador, muestra su buen pulso. Hay clima, se evitan los subrayados, la respuesta actoral es óptima, y cada personaje y cada detalle, están bien presentados. El film muestra que en estos tiempos lo accesorio pasó a ser lo esencial. Los asesores están allí para satisfacer los mínimos requerimientos de un candidato, más interesado en disimular sus orígenes que en formular ideas nuevas. Y ellos irán reconstruyendo y deconstruyendo los perfiles de un personaje que deberá ajustarse a las exigencias de un escenario político sobrealimentado de gestos banales y ocurrencias momentáneas. Con verosimilitud y sarcástica gracia, Hendler va desnudando de a poco las intenciones de todos. Porque no sólo el candidato falsea su personalidad. También estos expertos se revelan al final -en un volantazo poco creíble- como un engañoso equipo de expertos que está al servicio de otra idea y quizá de otro patrón. Y la gracia acabará en tragedia. Como para advertir que no sólo los que están más arriba disimulan y que hoy, en medio de un escenario donde todo se graba, se espía, se reacomoda y se usa, lo más sano es desconfiar. Porque la violencia de estos días suele inundar todo. Al final, nos recuerda que las coordenadas donde mueven los políticos tiene como modelo el manual ideológico de Tinelli: el supremo objetivo es enseñarles a bailar a los candidatos. Y hacerles creer que sólo importan los coach y la coreografía.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
La segunda película como director del reconocido actor es una comedia dramática centrada en las preparaciones para la campaña presidencial de un empresario que tienen lugar en una casa de campo. Diego De Paula, Ana Katz, Alan Sabbagh y Verónica Llinás protagonizan esta película que ironiza sobre los oscuros y un tanto absurdos manejos de la política. La segunda película del reconocido actor uruguayo tiene un planteo inquietante y un tono de comedia oscura que la hace aún más curiosa. En una estancia enorme (nunca se aclara si es en Uruguay o en Argentina, aunque tomando en cuenta que comen “pulpón” como corte de carne en un asado vamos a suponer que es Uruguay) un grupo se reúne para preparar el lanzamiento de la campaña política de un empresario. Si bien cualquier parecido con la realidad puede ser pura casualidad (?), digamos que se trata de un empresario millonario que no tiene pasado político ni una ideología muy definida y que una de sus obsesiones principales es despegarse lo más posible de su padre, a quien claramente pertenece la fortuna familiar. Muy bien interpretado por Diego De Paula, este personaje un tanto extraviado en sus propios pensamientos (o en la nada, o en las estrellas de Hollywood que tanto le fascinan) y que apenas conecta, y de las formas más extrañas, con quienes lo rodean, se somete a su manera a las decisiones de este grupo de publicistas y ayudantes (la directora de campaña, un diseñador gráfico, un sonidista, un jefe de campaña, un hitchcockiano asistente, etc.) y a sus ideas respecto a cómo transmitir su imagen a los votantes. En esas bizarras discusiones –en las que se debaten, además de tipografías, tipos de pájaros o de árboles que mejor representan la idea del candidato, aunque no haya una idea real que representar– queda en claro que el aparato puede estar en marcha, pero nadie tiene mucha idea de qué quiere, políticamente hablando, el candidato en cuestión. “¿Usted es de centro?”, pregunta el recién llegado, joven y más inocente diseñador. “No, no me gusta el centro –contesta–. Prefiero extrema izquierda o extrema derecha, el centro es aburrido”. En medio de las un tanto absurdas idas y vueltas de la preparación de la campaña, es evidente que hay algunos manejos internos y fidelidades no del todo claras dentro del grupo, conflictos que saldrán a la luz cuando, en un asado preparado para recibir a la hermana del candidato (una mujer con más experiencia en política de la que él se quiere alejar para formar su propia agrupación), se descubran algunos secretos. Seca sátira política, la película de Hendler no da nombres pero deja evidente espacio para una lectura por ese lado hecha desde el ámbito local. Con un elenco que completan Ana Katz, Verónica Llinás y César Troncoso, entre otros, el que verdaderamente se luce es De Paula, entendiendo a la perfección esa suerte de cómica alienación con arranques de bonhomía o de infantiles caprichos (la discusión sobre qué cortes de carne usar en el asado es clara al respecto) de aquellas personas que parecen funcionar más allá del bien y del mal. Como cierto políticos, empresarios y celebridades.
Martín vos sos abogado” le dice un asesor al futuro candidato, Martín se encoge de brazos, saca su mejor sonrisa, la más prefabricada y le responde con absoluta inocencia “No me acuerdo de nada”. Martin Marchand tiene ese dejo de chico bien de barrio norte, su tono de voz alusivo a su zona de residencia lo delata. No es el candidato del pueblo, sino que Martín es una construcción marketinera de lo que sería un candidato, hijo de un conocido empresario, a Martin le gusta el campo y la cacería, pero tampoco es tan despierto para entender por qué le gusta, quiere ser político, pero no tiene sangre de político. La cepa de la vieja camada de militantes, esos “zorros” embaucadores, políticos de oficio, manipuladores de la palabra, sonrisa eterna que seducen o infieren odio, amantes del poder, esos que la tiene clara o de “taquito”, bueno esa vibra esa misma, Martín no la tiene. Marchand estudió en la universidad, posiblemente en esa que queda en Puerto Madero, se recibió y guardó el título el mismo día de su jura. Su padre, el Señor Marchand despunta en él sus ganas de llegar a la política, pero él es empresario y necesita manejar los hilos desde el anonimato. Martín cree que puede lograrlo, su ego de fantasía, esa autoestima inflada por una billetera abultada y una cuna de oro, literal, lo muestran confiado. Pero en el fondo, cuando la luz se enciende, cuando tiene un minuto de lucidez dentro de su estrechez política, infiere o le soplan que sólo no puede hacer nada, que necesita un equipo que lo prepare, que le de impulso, que le diseñe las ideas, le infle la oratoria, le peine el jopo, le invente frases cursis y estiradas para la red del pajarito, le haga el asado, pero asado de lomo, nada de tira. Martin no puede solo, obvio. Por eso Martin, ese Martin de camisa celestita y pantalones pinzados, contrata una “agencia” que construye candidatos, gente que viene de la publicidad, generalmente viejos publicitarios que encontraron en la “política” un nicho voluntarioso y con dádivas generosas. Porque Martin, paga bien, por supuesto. Daniel Hendler, director uruguayo, el pibe que actúa bien y que lo vimos en películas como Esperando el mesías, El abrazo partido, El fondo del mar, Mi primera boda, Los paranoicos, entre otras, dirige su segunda película – recomiendo su opera prima Norberto Apenas tarde- El candidato. La claridad con la que describe a Martin, el aprendiz de candidato, el pichón de cardenal, el “nene” de papá, es admirable. La comedia surge del detalle, porque El candidato es una película que cuida hasta el último detalle, la descripción minuciosa de los personajes causan risa. El eco de los chistes que surgen de las frases de Martín – brillante Diego de Paula- y cada conversación con los miembros de la agencia, con su entorno más cercano y con su papá por teléfono generan gracia. Martín, junta a la agencia y a los lame botas de turno (todo candidato tiene un séquito que lo sigue) en su palacete suntuoso estilo artdecó, quiere que le diseñen su campaña, porque Martin quiere despegarse de su “mentora política” (Verónica Llinas) una doña adinerada – esta sí con viveza política- que lo tiene de “hijo” dentro del partido. En el medio de toda esa gente, en la casona, está el diseñador gráfico, la contracara de Martin, el otro candidato, pero este a diseñar el logo, un pibe de barrio que se convertirá en el héroe de la historia. Porque en esa reunión, en la mansión de Martín, ese fin de semana, pasará de todo. El candidato es muy buena, describe con humor las alianzas políticas, la construcción de un cabecilla desde el marketing, la desconfianza dentro la hechura electoral. Es una sátira bien hecha, bien pensada, no es arrebatada, sino que es silenciosa, usa la metáfora de una manera perfecta y además cada uno de los personajes es una engranaje en la historia. Martín, el candidato, – el debate de lo que es la izquierda y la derecha es de lo mejor de la película- es el ejemplo clave del nuevo político, y buscar las coincidencias es en un juego astuto que propone el director. Con un plano final bellísimo y aterrador, El candidato es una de las mejores películas argentinas del año.
El círculo rojo La segunda película de Daniel Hendler es una comedia sobre la construcción de un candidato que elige el absurdo por sobre la crítica política. La segunda película de Daniel Hendler es desconcertante. Cuenta la historia de un candidato político y su equipo de comunicación, recluídos durante un par de días en una casona de un campo para armar un spot de campaña. Una de las primeras escenas parece que va a marcar el tono de la película: todos reunidos alrededor de una mesa, con el candidato (Diego De Paula) en la cabecera, tirando ideas. Pronto vamos a saber que el candidato es un outsider de la política, hijo de un empresario, y que la intención de todos es alejar su imagen de la de los negocios de su padre. Las discusiones giran en torno a cosas simbólicas, como “si fueras un pájaro, qué pájaro serías”, hasta que el diseñador gráfico (Matías Singer, lo mejor de la película) hace una pregunta inocente: pero, ¿cuáles son las propuestas? ¿Sos de izquierda o de derecha? La referencia parece bastante obvia a políticos del estilo de Mauricio Macri (el nombre del partido, bautizado en ese mismo momento, será NEO) y si bien la propuesta no es muy original, con su crítica a la superficialidad de la videopolítica y al cinismo de los publicistas, Hendler tiene pulso para el humor y el grupo de actores comparten su sensibilidad. Además de Singer y De Paula están Alan Sabbagh, Ana Katz, César Troncoso, José Luis Arias y Roberto Suárez, todos muy efectivos en la parte que les toca. Pero después Hendler pareciera optar por el camino del absurdo. Quizás justamente para apartarse de la crítica elemental, los diálogos, los silencios y las expresiones de los personajes viran a un humor más cercano al de películas uruguayas como Whisky o al de algunos de los cuentos más absurdos de Leo Maslíah. La decisión podría ser saludable si no fuera que el humor acá funciona menos en sí mismo. De hecho, los mejores momentos de la película siguen siendo aquellos en los que se burla del vacío propositivo del candidato. (El mejor, cuando en el medio de la grabación del spot el personaje de Troncoso interrumpe y dice: “¿Qué pensamos de Dios? ¿Estamos a favor o en contra?”.) Y cuando como espectadores estamos tratando de entrar en esta propuesta extraña, que no era la que imaginábamos al comienzo, entra el personaje de Verónica Llinás, una especie de “madrina política”, y la historia vuelve a dar un giro: ahora vemos que nuestro protagonista es menos un Macri que un patético candidato a quinto diputado que no tiene ni voz ni voto. Ahí empieza una mezcla de comedia de enredos con thriller político (siendo muy benévolos) y más allá de un par de buenos momentos (en especial con Chiara Hourcade, que interpreta a la novia del diseñador que hace Singer) la cosa nunca deja de ser confusa y demasiado esforzada.
Crítica emitida por radio.
Anexo de crítica por Fernando Sandro Segunda película como director del conocido actor Daniel Hendler, El candidato es una hábil sátira política con referencias que parecen explícitas, y que lentamente vira hacia un argumento mucho más sórdido. Hablar de Daniel Hendler es hablar de buena parte del Nuevo Cine Argentino nacido a principios del Siglo XXI, también es sinónimo del crecimiento del cine uruguayo (su país natal) y su gran despegue en los últimos años. Desde sus inicios se posicionó como un rostro recurrente para el cine independiente, convirtiéndose en uno de los actores con mayor crecimiento de estas últimas dos décadas. Pero también construye una carrera como director, y si bien su ópera prima Norberto apenas tarde tuvo un resultado y recibimiento más bien tibio, con su segunda obra, El candidato logra dar en el blanco de sus propósitos. La historia, co-guionada por el experimentado Alberto Rojas Apel, presenta una sola locación, una casa quinta alejada, en medio del campo; mayormente sus interiores, y ocasionalmente el enorme parque que la rodea. A ese lugar llega una comitiva con un fin concreto, crear la campaña política para Martín Marchand (Diego De Paula) camino a las próximas elecciones. Encerrados en ese lugar, la idea es que cada uno arroje sus ideas avocadas a mejorar, o mejor dicho crear, la imagen de este candidato que puede ser todo un desafío. Claro, Marchand no es un candidato más, es el heredero de una familia acaudalada, de linaje empresarial, y con algunos manejos en sus negocios un poco turbios. Pero eso no le preocupa a Martín, un hombre al que le gusta vivir su vida y que pareciera querer buscar algo de popularidad. Por supuesto que esas relaciones que no preocupan a Martín, sí preocupan a sus asesores que deberán ingeniárselas para limpiar esos antecedentes cercanos a negocios perjudiciales con el medio ambiente; por ejemplo, hacerlo ver a Marchand como un candidato amigo de la naturaleza, de los pájaros y los árboles. Esta “anécdota” le permite a El candidato presentar una fauna de personajes que ni tardarán en desplegar sus aristas. Están los más relacionados al mundo de la política, los que tienen que ver con el mundo publicitario, y los que a plena inocencia solo quieren cumplir la labor encargada sin involucrarse con Marchand candidato. En este sentido, es una elección inteligente que el punto de vista casi en su totalidad sea el de Mateo Borrás (Matías Singer), un técnico que ve todo el entramado desde afuera y es tan inocente como para hasta traer a escondidas a su novia Rocío (Chiara Hourcade) pensando en pasar un día campestre. Si bien hay situaciones que sobrepasan algún límite, El candidato mayormente elude caer en el grotesco directo, quizás sí más sutil, logrando una sátira que también logra esquivar varios (no todos) estereotipos peyorativos. Es imposible no trazar algún paralelismo con la coyuntura actual, más siendo este año un año electoral en nuestro país. Pensar que desde hace algunos años nombres como el de Jaime Durán Barba se hicieron popular en nuestro país nos trae de inmediato a reflexionar sobre lo real que pueden ser los hechos como los muestra El candidato; con alguna similitud con la mini serie local Milagros en campaña. No solo eso, en varios de los personajes podemos encontrar un reflejo de muchas de nuestras personalidades políticas, algunas más obvias, otras más imaginativas… ¿o será que en todo el mundo los asuntos políticos se manejan de igual forma? Hay algún quiebre en El candidato, no muy puntual, luego de un pequeño estancamiento en el segundo acto, en el que la historia comienza a girar más en torno a cuestiones de espionaje político, siempre manteniendo la clave humorística, pero más turbia, y si bien consigue mantener un firme interés, culminará con resoluciones a las que les falta algo de peso. La puesta en escena es sencilla, y hasta no sería muy difícil imaginar a El candidato como obra teatral, más allá de que se consigue el aire necesario y el tono narrativo sea cinematográfico. El peso importante estará en un elenco conformado por los citados (con un De Paula afiladísimo), más Ana Kataz (esposa de Hendler y gran interprete además de aguda realizadora), Alan Sabbagh, César Troncoso, Roberto Suárez, José Luis Arias, y Verónica Llinas (desopilante como de costumbre), todos en niveles altos y a disposición del juego satírico que propone la película. Más allá de algunas imperfecciones, El candidato es un film que respira actualidad y una mirada certera para observar todo con la lejanía necesaria como para disparar dardos hacia todos lados. Con un guion inteligente, esta vez Hendler logra una realización como director, tan ácida como simpática. El resultado es una carta verde para esperar su próximo proyecto.
Hay personas que en la adolescencia y luego en la facultad, tal vez acompañando a alguien, ingresan al centro de estudiantes. Otros comienzan a militar en algún partido político porque están convencidos de las bases que predican, de lo que se puede hacer, etc. Muchas veces también dicen que lo hacen por vocación, pero en el caso tratado en su segundo largometraje Daniel Hendler aborda la temática de la “construcción” de un candidato a diputado llamado Martín (Diego De Paula), quien no tiene ideología política, ni un partido que lo represente, ni siquiera una propuesta, aunque sea de las más populares y que siempre queda bien decirlas. Sólo se candidatea porque es rico, está aburrido de su actividad, y no tuvo mejor idea que crear una agrupación política, con personería jurídica, para intentar ser elegido en las próximas elecciones. Su equipo de trabajo está conformado por siete personas, que son convocadas por el interesado a pasar un fin de semana en un antiguo casco de estancia de su propiedad, que tiene todas las comodidades como para desarrollar un plan y crear una idea innovadora del perfil del candidato. En clave de comedia se desarrolla este film, que está llevado al otro extremo de lo que suponemos son las reuniones para candidatear a alguien. Aquí roza lo absurdo, en especial el protagonista y uno de sus colaboradores que se dedica a diseñar en la computadora logos e imágenes animadas para la campaña, que cuando hablan con un tono monocorde, tranquilo, delicado, llega un momento que exasperan con su decir. El armado de la estrategia de la imagen del empresario se desmorona, cuando hay dos personas del equipo que espían a su jefe. Aquí radica un error en la estructura del guión porque nunca se sabe a quién responden esos “infieles”, y si no hay información previano se justifica lo que pasa en el resto del relato, porque la historia vira hacia otro tipo de género y Martín sigue tan relajado como siempre. La idea primogénita es original, tiene ritmo, se convierte en una sátira a lo que es el mundo político y partidario, donde se destacan los personajes de Laura (Ana Katz), como la coordinadora del grupo, y Sebas (Alan Sabbagh) que es el encargado de llevar y administrar las redes sociales del futuro político. Definitivamente es una película que ridiculiza a los políticos y a los que quieren serlo. Hay momentos que llegan a irritar ciertas situaciones y lo que provoca el desenlace de este film es uno de ellos.
EN BUSCA DEL POLÍTICO PERDIDO La trama presenta a Martín Marchand (Diego de Paula) hijo de un millonario, quien quiere correrse del ala protectora de su padre y comenzar un nuevo partido político. Para lograr dicho cometido, llevará durante todo un fin de semana, a su casa en el campo, a un equipo completo de expertos, para dar imagen, forma y propuesta a su nueva figura pública. Entre asesores, diseñadores y hasta un músico, intentarán hacer que este desconocido y vale decirlo, ignorante personaje logre un lugar en el mundo que tanto ambiciona. El estereotipo que compone De Paula, sobre un hombre que poco conoce de política, que ni siquiera sabe si su partido será de derecha, centro o izquierda, (aunque claramente esta última opción es muy poco viable), dice todo. Su preocupación por cada tema a definir es banal, solo quiere dar con un buen spot publicitario que venda aquello que no es. La coincidencia posible con el hijo de un millonario que ha llegado al poder político, parece no haber encontrado mejor momento para estrenar El Candidato en las pantallas nacionales. Hendler conoce y maneja bien los tiempos de suspense en este trhiller, el cual podría, en un primer análisis, considerarse liviano o que no apuesta a fondo a mostrar el oscuro y patético mundo del marketing político, pero cumple a la perfección el objetivo que planeta desde el inicio. El guión es preciso, metódico y no tiene fallas, todos los personajes secundarios componen una actuación coral versátil y natural, todo aquello que busca el protagonista y no logra. Verónica Llinas, como una mujer ambiciosa amiga del padre de Martín, es el punto más alto a nivel interpretativo, el cual dota de un humor negro, que flota en el filme casi todo el metraje, pero encuentra su punto álgido de la mano de la actriz. Estamos ante una muy buena propuesta que reafirma las condiciones de Hendler como director, donde la fluidez narrativa nunca se detiene y el resultado es más que satisfactorio. Por María Paula Putrueli @mary_putrueli
El filo de la ironía El candidato, segundo largometraje de Daniel Hendler -Norberto apenas tarde en 2010 fue el primero- exhibirá desde el comienzo una serie de disposiciones narrativas conectadas a una realidad de inmediato reconocible. En la mansión de una estancia de campo del sur, Martín Marchand (Diego De Paula), un empresario de cincuenta años que desea presentarse a elecciones, reunirá a un equipo de creativos, asistentes técnicos y asesores para realizar el spot inaugural de su campaña política. Durante un fin de semana trabajarán juntos en el diseño de su perfil, caracterización elaborada con lúcida ironía que determinará el tono grotesco del relato. Martín es un tipo acomplejado, inseguro de sí, aunque arrogante en relación con su apariencia, en cuanto a su posición de clase acomodada. Adorador de estrellas de Hollywood, mental y emocionalmente limitado, querrá desmarcarse de la pesada influencia de su padre mediante la creación de un partido propio. A partir de una dosis pequeña de irreverencia soft manifestará su intención de renovar “la política”, la cual considera empobrecida y contaminada. Será indiferente al sustento ideológico de su plataforma, pero prestará celosa atención al manejo de sus redes sociales. Buscará con especial énfasis verse distinto, más descontracturado y sencillo. A todas partes, cuidando su espalda, lo acompañará Gabriel (José Luis Arias), su asistente personal, un hombrecillo gris y malicioso siempre atento a los movimientos de los huéspedes. Estará a su vez rodeado por un asesor político, representante cabal del oportunista político, un coach profesional para mejorar su postura y modificar su afeminada voz, un equipo de creativos liderado por Laura (Ana Katz), que le recomendará omitir su procedencia empresaria ligada al lucro personal y la necesidad de modificar la imagen habitual que suele tenerse del hijo de un millonario: su casi nula disposición al trabajo. La referencia a nuestra realidad política más próxima será inevitable, lo que no llegará a perturbar su trayectoria mayor de sentido. Durante la permanencia en la estancia se producirán ciertos comportamientos extraños. Entre los visitantes se encontrarán impostores que buscarán en secreto información confidencial para alterar los planes del candidato y la familia que representa. El candidato es una comedia dramática muy efectiva que funciona como alegoría sobre las nuevas tendencias de representación política: la figura del empresario que decide incursionar sin demasiadas ideas en la política como forma de realización y redención personal, mediante la contratación de una troupe de expertos en comunicaciones y marketing. Mediante el trabajo notable de Diego De Paula, a partir del despliegue ligero de divertidas escenas –las reuniones de equipo donde se irán definiendo las líneas conceptuales del spot son formidables-, sin cargar demasiado sobre los lineamientos que sostienen una trama sencilla y con la mira puesta principalmente en ajustar, sin pretensiones ni arrogancia, el filo de la ironía, el film de Hendler logra mofarse de las tantas veces ridículas, pero increíblemente efectivas prácticas que llevan adelante los políticos de turno. Tipos cuya medianía intelectual no les impide medir su posición y acudir a la violencia cuando alguna parte de su propiedad, por más nimia que esta sea, pueda verse comprometida.