Sacrificio en la intimidad A esta altura del partido bien podemos afirmar que si Roman Polanski, Ira Levin y William Castle hubiesen cobrado unos billetes por cada clon de El Bebé de Rosemary (Rosemary's Baby, 1968), podrían haber sido millonarios con facilidad dentro de un ciclo de nunca acabar que se extiende por décadas de opus que intentan recuperar alguna faceta -o todas- de aquella obra maestra irrepetible del rubro “madre acosada que debe defender a su recién nacido a toda costa”. Sinceramente el susodicho debe ser uno de los subgéneros del terror que menos satisfacciones artísticas nos ha regalado porque resulta imposible nombrar por lo menos una propuesta potable en serio, a diferencia de lo que ocurre con otras ramas de la comarca de los sustos que sí han producido duplicados de impronta exploitation aunque relativamente disfrutables por derecho propio, bien orientados al consumo cultural pasajero. El Demonio Quiere a tu Hijo (Still/ Born, 2017) es otro trabajo hiper olvidable acerca de una madre primeriza que sufre un caso grave de hostigamiento por momentos homologado a la paranoia y/ o al deseo sublimado de asesinar al infante, cóctel que asimismo permite a la narración combinar las diversas posibilidades en torno a la cuestión, a saber: en esta oportunidad los ruiditos extraños, las luces que se prenden solas y las figuras que acechan en las sombras pueden deberse a un cuadro de depresión post parto, a que el marido de la mujer le está siendo infiel con una vecina, a que la protagonista ya no soporta más el llanto del crío y finalmente a la insistencia de una entidad diabólica adepta a fagocitar apetitosos bebés (el -para nada sutil- título elegido para el estreno en Argentina lamentablemente se encarga de eliminar toda conjetura al respecto, aguando la fiesta antes de que comience). La enferma psiquiátrica inducida de turno es Mary (Christie Burke), una chica que estaba embarazada de gemelos y que en el parto pierde a uno de los niños. Junto a su esposo Jack (Jesse Moss) y el pequeño que sobrevivió, bautizado Adam, la joven se muda a una casona de “nuevo rico” -ascenso de Jack mediante- y desde el vamos empieza a percibir cosas raras que sólo ella ve y que la convierten en una persona inestable a ojos de los que la rodean, quienes llegan a considerarla peligrosa e incapaz de cuidar a Adam. Más allá de El Bebé de Rosemary, la película también toma mucho de Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), una vez que la pareja instala cámaras en el hogar para determinar si es verdad que un fantasma anda detrás del pobre nene, y de Ju-on (2002), por nombrar sólo un representante del J-Horror de espíritus sádicos, testarudos y fanáticos del contorsionismo. La primera mitad del convite está enmarcada en una catarata de clichés relativamente bien ejecutados por el director y guionista Brandon Christensen, aquí ofreciéndonos su ópera prima, y la segunda parte apuesta a un -a priori- interesante volantazo hacia el campo del sacrificio en la intimidad, en consonancia con el descubrimiento de Mary de que puede salvar a su hijo entregando un sustituto símil “ofrenda de sangre”, por lo que el bebé de la vecina burguesa se transforma en el candidato ideal. A pesar de las buenas intenciones, la prolijidad de la fotografía y hasta la presencia del gran Michael Ironside como el psiquiatra de la protagonista, el film en realidad nunca puede remontar vuelo y se queda muy pegado al suelo que todos conocemos, léase ese de las oportunidades desperdiciadas, la falta de imaginación y las mismas recurrencias de siempre del horror mainstream contemporáneo…
NADA NUEVO BAJO EL BRAZO. Still/Born es una película de terror que parte de premisas bastante conocidas. Como ocurre con docenas de estrenos de ese género por año, todo lo que nos interesa como espectadores es saber si esta película conseguirá ir más allá de los lugares comunes y la mediocridad general a la que desde siempre el género nos tiene acostumbrados. Siempre han existido demasiadas películas de terror, así como siempre el género ha dado obras maestras dignas de figurar entre lo mejor de la historia del cine. El problema no es la ausencia de buenas películas de terror, sino todas las que transitan por caminos ya demasiado gastados y no logran aportar nada nuevo. Cada década tiene su estilo de película adocenada y los últimos veinte años han reinventado, usado, agotado y estirado algunos recursos que ya todos hemos visto. El demonio quiere a tu hijo cuenta la historia de Mary y su marido, un matrimonio a punto de ser padres de gemelos. Al momento del parte uno de los bebés muere y Mary es diagnosticada con depresión post parto. Pero en realidad ella cree que sus angustias están vinculadas con una ente siniestro que intenta robarle a su bebé. Toda la película juega con la dualidad entre la posible locura de ella y la presencia de un verdadero monstruo al que debe combatir para salvar al recién nacido. La ambigüedad de la historia, que también sirve para reflexionar sobre la angustia, de una madre en particular y de las personas en general, con respecto al mundo incomprensible que nos rodea. Como ocurre siempre con el género, la premisa no alcanza, se necesita además de la idea original un desarrollo de la misma, la creación de un clima, la resolución novedosa que demuestre talento por partes de quienes hicieron la película. Nada de eso está ahí y las muchas posibilidades de drama, emoción y también terror que la película tenía quedan reducidas a imágenes ya muchas veces vista, como la ya clásica cámara de seguridad en los cuartos. Es hora de renovar el terror y encontrarle nuevos caminos para transitar, aun para quienes quieran hacer películas pequeñas y sin demasiadas ambiciones.
La maternidad fantasmal El bebé de Rosemary (Rosmary’s Baby, 1968) de Roman Polanski sentó las bases para las posibilidades del cine de Terror cuando cruza su camino con la maternidad y los miedos de las madres primerizas. El temor a la perdida, la fragilidad de la nueva vida y la falta de resolución en momentos críticos son tropos que atraviesan el subgenero de terror materno en prácticamente todos los relatos. El demonio quiere a tu hijo (Still/Born, 2018) intenta afinar su melodía utilizando acordes similares, pero el resultado no es óptimo. Todo comienza con Mary (Christie Burke) en la sala de partos. Una madre primeriza que espera mellizos, pero uno de ellos muere durante el parto. La flamante casa que comparte con su exitoso marido se vuelve el refugio para poder estar con un hijo mientras cura el dolor por la pérdida del otro. Pero con el pasar de los días Mary siente que algo no está bien, percibe una fuerza extraña que quiere apoderarse del niño. Una vez planteada la problemática inicial, el relato nos llevará por todos los lugares comunes imaginables: Apariciones fantasmagóricas en el monitor de vigilancia del niño, voces de ultratumba sonando en el baby call, puertas que se cierran solas y una larga lista de clichés extraídos del más usado manual. Por supuesto nadie creerá lo que Mary está experimentando, se hará presente el personaje canónico del “el sabio” que tendrá las respuestas para sus preguntas y todas aquellas que el guión considere que el público puede llegar a necesitar a pesar de una progresión tan derivativa, y el film nunca escapará de su propio tedio ni tendrá la rebeldía suficiente para salirse aunque sea un poquito del molde. Al ritmo lento del relato se le suman malas actuaciones, situaciones inverosímiles incluso para el nivel que maneja el propio universo del film y un bajo presupuesto que intenta justificar de manera liviana porqué prácticamente todo el conflicto sucede dentro de la casa. Somos conscientes que gran parte de los films de Terror no serían posibles sin que sus personajes tomaran malas decisiones en pos del argumento, motivo por el cual muchas veces nos encontramos hablándole a la pantalla y diciendo cosas como “¡No entres ahí!” o “No abras esa puerta!”... Pero hacer que tu hijo primerizo de apenas días de vida, cuyo hermano mellizo murió al nacer, duerma solo en su habitación cuando sospechas que una fuerza maligna esta tras él, debería ser una acción penada por los servicios sociales con quita de tenencia, ¿no? La falta de profundidad sobre los orígenes del mal en cuestión y el desarrollo tosco de su universo lo convierten en un antagonista descartable, indistinguible de cualquier otro, con las mismas características que cualquier ser sobrenatural estándar al que nos tiene acostumbrados el cine comercial más pasteurizado. Un cierre que busca impactar pero no sabe qué hacer más allá del shock sangriento, que termina poniendo el último clavo al ataúd de una película que al igual que su espectro titular, hace poco o prácticamente nada por justificar su existencia.
El tema de la infancia amenazada por fuerzas sobrenaturales ha sido abordado en varias oportunidades por el cine y esta producción canadiense -con la poco sutil traducción local de Still born a El demonio quiere a tu hijo- recuerda el cuento La habitación del niño, que integra Películas para no dormir, del español Alex de la Iglesia. Mary -Christie Burke- es una madre primeriza embarazada de gemelos que pierde en el parto a uno de ellos y comienza a percibir extraños acontecimientos que amenazan al otro bebé luego de mudarse con su esposo Jack -Jesse Moss- a su nueva casa. Entre la depresión post parto diagnosticada por su psiquiatra -el siempre inquietante rostro de Michael Ironside- y el juego de la realidad mezclado con las alucinaciones y el terreno sobrenatural, se construye este relato que crea un clima de suspenso que va perdiendo intriga y fuerza con el correr de los minutos. El director Brandon Christensenprepara el terreno de una atmósfera tenebrosa alimentada por sobresaltos y jugando con el "off" para que la protagonista quede como una paranoica ante el marido y la nueva vecina -que también tiene un bebé-. Su narración sigue el camino de los clásicos del género pero peca cuando muestra lo que el espectador imagina desde el comienzo: el demonio con rostro monstruoso de mujer anciana y con alas pequeñas, que intentará alimentarse y poseer la energía vital del recién nacido. Hay escenas logradas como la de la entidad que se hace presente en el cuarto del niño a través de un juego de cámaras instaladas por la pareja para lograr la seguridad del "hogar dulce hogar", al estilo de Actividad paranormal. La parquedad dramática de la pareja protagónica le resta verosimilitud a este incansable juego en el que conviven la realidad y un mundo desconocido habitado por una criatura sedienta de sangre con el sacrificio como única opción para poder terminar con el horror.
Hay un territorio donde el cine de terror puede entregarse por completo a la impresión y al susto de una manera muy sencilla. Allí se puede ser muy efectivo si es que la propuesta se limita a cargar de una constante tensión al espectador. Se trata de una zona donde siempre se está al borde del golpe bajo, y consiste en poner niños pequeños (o bebés, como en este caso) en un visible peligro de muerte. Es una herramienta, aunque muy cercana al comodín. De esto se nutre casi todo lo que vemos en esta película, que juega con la tragedia de una madre de mellizos al nacer muerto uno de ellos. Mary intenta reacomodar su vida cuando comienzan a aparecer indicios de una presencia diabólica, que amenaza con quitarle el otro bebé, llamado Adam. La arbitrariedad de los nombres bíblicos no llega a ser suficiente para hacer crecer una trama que oscila constantemente entre la presencia fantástica y una simple mirada de loca. Quizás allí resida el principal problema de El demonio quiere a tu hijo, en la carencia de decisión. ¿Asistimos a las visiones paranoicas de un personaje con la mirada y la psicología distorsionadas? ¿O acaso todo el discurso científico está para tapar una genuina amenaza diabólica? El psicólogo interpretado por un desaprovechado Michael Ironside (Scanners, Visiting Hours) adjudica el conflicto a un trauma post-parto, como si lo tomara de un manual. La evidencia llega, entonces debemos acatar esa versión. Sin embargo, ante cada aparición fantasmal, el verosímil del film se va quebrando, como si no existiera voluntad de hacer un relato consistente. Como si nos dijera: al final era esto, pero también podría ser esto otro… El universo que se arma, en un principio, es claro. La pareja acaba de mudarse a una zona suburbana residencial acomodada. El marido está intentando conseguir un nuevo ascenso, y la vida que los espera es la de un estándar de conformismo burgués similar al que se aprecia en el personaje de la vecina, una típica ama de casa desesperada. Dado este contexto y las ausencias del marido, la película tiene todas las herramientas para jugar en un territorio polémico: la exploración de los terrores en la familia burguesa con respecto al lugar del “hogar”. William Friedkin lo hizo magistralmente en The Guardian (1990), donde una pareja de yuppies debía enfrentarse a una niñera realmente diabólica. Pero El demonio quiere a tu hijo parece no animarse a entrar en ese territorio, haciendo de su espacio un mero contexto para el desarrollo de la acción. Aunque se trate de una traducción no literal, tal vez el título termine resultando acorde, pues expresa con claridad el único objetivo del film. Así entonces es como se desarrolla el repertorio de situaciones con el bebé en peligro: estar a punto de ser ahogado en una bañera, ser amenazado con un cuchillo sin cortes de montaje, etc. Ese tipo de tensión es inevitable y es lo que se come toda la película, llegando a extremos completamente innecesarios, como la aparición fantasmal de un bebé despedazado en un charco de sangre. Es una toma que dura apenas un breve segundo, lo suficiente para causar repulsión y evidenciar la falta de límites en la representación.
En la previa del lanzamiento de alguna película de terror, siempre se generan determinadas expectativas. Es un género que atrae a mucha gente, pero muy pocos largometrajes se mantuvieron a la altura de aquel deseo de deleitarse con un buen film de este estilo. “El demonio quiere a tu hijo”, dirigido por Brandon Christensen y escrito a la par con Colin Minihan, es un producto más que falla en este mundo donde es increíblemente difícil buscar originalidad alguna. Mary (Christie Burke) y Jack (Jesse Moss) son padres primerizos. En el parto, uno de sus hijos salió al mundo sin vida y ésta será una carga con la que tendrán que lidiar desde el inicio de la película. Esta pareja se muda a un barrio de clase alta, donde se ubican en una casa lujosa. Rachel (Rebecca Olson) es su nueva vecina y entabla una relación con los recién llegados, vinculándose por el hecho de que ella también es madre primeriza. Ella se presenta ante Mary, transformándose en amigas, ya que Jack pasa sus horas en el trabajo. En ese lapso, entonces, es cuando una presencia satánica empieza a perseguir al bebé de la pareja protagonista. La música contribuye al misterio y a la creación de momentos donde el objetivo principal es el susto. La fotografía también está en tono con la película y la apariencia de este demonio genera ciertos escalofríos. Igualmente, el film se derrumba con su guion. Hay un vacío argumental clarísimo en el medio y, además, el final deja mucho que desear. No logra comprenderse cómo concluye la trama y, en este género, no aplica aquel recurso. El final abierto, sin dudas, no tiene sentido ni utilidad en una película de terror. Sin embargo, no todas son pálidas. La actuación de Jesse Moss es aceptable, pero el trabajo de Christie Burke, en un largometraje débil, debe rescatarse. Su actuación es lo único que hace liviana la película, ya que a veces se siente algo lenta y carente de avance. Además, el vestuario y sus gestos coinciden de manera muy acertada según el estado psicológico que debe representar. Es notorio y satisfactorio cómo puede verse aquel desarrollo mental (o deterioro) en su personaje. Con cámaras estacionarias (léase: las cámaras de “Actividad paranormal”) y argumentos reciclados, “El demonio quiere a tu hijo” es una película que retoma cosas de otros largometrajes que marcaron una época en el género de terror. Con sus flaquezas en el argumento, y a pesar de la buena actuación de la pareja protagonista, éste es otro producto fallido que, si bien logra asustar, decepciona.
El Demonio Quiere a tu Hijo: Pánico embarazador. Se estrena una tradicional película de terror, con un bebe, una entidad desconocida que atormenta a la protagonista y jump scares, entreverados por un drama intenso e interesante. En un año con grandes estrenos en el género del terror/suspenso como Hereditary o A Quiet Place, ahora llega el turno de El Demonio Quiere a Tu Hijo (Still/Born), una película sin mucha originalidad al igual que el nombre doblado al castellano que le otorgaron, pero tiene sus puntos fuertes. El título, “El Demonio Quiere a tu Hijo” desgraciadamente nos obliga a tener un solo punto de vista del film, descartando gran parte de la trama que nos presenta el guion. Que empezamos con un parto de gemelos que sale mal. Deducimos que uno de los bebés muere debido a que una de las cunas está vacía. A la par concemos a la protagonista, Mary, que tiene visiones relacionados a sus hijos, el fallecido y el que está vivo, que teme perder. Vive ella con su pareja, Jack, el clásico y flamante hombre de empresa que debe trabajar mucho y casi nunca está en casa. Por lo tanto Mary sola, lidia con una creciente neurosis, siendo diagnosticada con depresión postparto y con el temor de perder a su hijo en manos de un ente demoníaco. Esto nos deja a nosotros, el espectador, con la duda de saber si es real o no lo que sucede en pantalla, o sí solo es una invención de la protagonista. ¿Será un demonio que amenaza a la madre con llevarse a su hijo, o serán sus conflictos internos lo que atormentan a Mary? Pero esto no se sostiene durante toda la película y mucho menos con este título. Brandon Christensen es el nombre del director y guionista (Junto a Colin Minihan como co-guionista) que presenta, esta película en cuestión, como su debut en largometraje, ya que ha realizado varios cortos y una miniserie en su carrera. Al no arriesgarse mucho, el director termina saliendo satisfactoriamente de este film de terror que tiene momentos de susto importantes, ayudados por una aceptable edición y una muy buena banda de sonido, con efectos que generan jump scares dignos de estimular músculos de tu cuerpo que no pretendías mover. Como también una buena actuación de la protagonista Christie Burke (Black Fly) que sostiene la película con su rostro bastante expresivo, mostrándonos un personaje frágil con pequeños momentos determinantes. Existen varios huecos en la narración, como por ejemplo la falta de justificación en porque los personajes no le cuentan al otro lo que les pasa o ven, sirviendo como una vaga excusa para que los sucesos que se manifiesten luego. El conflicto amoroso entre la pareja protagónica parece que precede al tiempo que nosotros apreciamos, pero no nos dan ni una pista sobre eso. De pronto no se cuentan las cosas, no confían entre ellos, entregándonos una protagonista que pareciera no saber de qué trabaja su pareja. El cual debe irse de viaje por su ocupación. Así se presentan lagunas tanto en la construcción de los personajes como en el guion. Aunque por instantes recuerde a películas como Actividad Paranormal, Poltergeist e Insidious, el verdadero punto fuerte es ver como el miedo de perder a su hijo se vuelve aterrador tanto para la protagonista como para nosotros. A pesar de que existan escenas innecesarias que aparentan que el film fue alargado para que llega a la casi 1 hora y media de duración, El Demonio Quiere A Tu Hijo entretiene y cumple con creces lo poco que nos ofrece desde el principio. Solo un film de terror pequeño, común y corriente, que juega con nuestra percepción de lo que sucede hasta el hartazgo, y que resulta agradable en el tiempo que transcurre, si dejamos pasar algunas circunstancias mencionadas anteriormente.
El bebé en peligro “El Demonio Quiere a tu Hijo” (Still/Born, 2017) es una película de terror que constituye el debut como director de Brandon Christensen, que también la co-escribió junto a Colin Minihan. El reparto incluye a Christie Burke (Renesmee de adolescente en Amanecer – Parte Dos), Jesse Moss, Rebecca Olson, Sheila McCarthy, Grace Christensen, Michael Ironside, entre otros. La historia se centra en Mary (Christie Burke), una joven mujer embarazada de mellizos que está en pareja con Jack (Jesse Moss) y se acaban de mudar a un nuevo vecindario. Al dar a luz solo uno de los bebés nace con vida, lo que genera una gran tristeza en Mary al punto de que no quiere deshacerse de la segunda cuna. Desde el nacimiento de Adam (Grace Christensen), cosas raras comenzarán a suceder en el hogar, dándole la sensación a Mary de que alguien está intentando llevarse a su hijo. ¿Son alucinaciones o algo sobrenatural ataca a la criatura? Se podría definir a Still/Born como “un film que agarra la idea de Rosemary’s Baby (1968) para armar una trama llena de clichés”. Por empezar, nada resulta original en esta película: la parejita que está en una casa nueva, las luces que se prenden y apagan solas, los ruidos en la noche, el hombre que por trabajo deja sola a su mujer durante días, la vecina “amigable” que también acaba de convertirse en madre, ventanas que se rompen, el monitor de bebé que parece no funcionar, las imágenes borrosas de las cámaras de seguridad y la lista continúa… Teniendo en cuenta que todo esto ya lo vimos en otras cintas del mismo estilo, la de Christensen a pesar de durar sólo una hora y media se hace muy larga ya que pareciera que nada nuevo va a ocurrir. Lo que puede llamar la atención del espectador consiste en la posibilidad de que la protagonista sufra de psicosis postparto, lo que la lleva a perder el sentido de la realidad y cambiar de forma repentina su comportamiento. Este aspecto podría volver interesante al relato, sin embargo el título que se le decidió darle aquí a la película logra que cualquier duda que tengamos quede aclarada de antemano. Por otro lado, la actuación de Christie Burke deja mucho que desear. La actriz se la pasa sollozando, gritando o haciendo siempre la misma expresión facial de susto, lo que genera que el miedo no traspase la pantalla salvo en algún que otro jump scare. Aparte, las escenas que ya estamos acostumbrados a ver vuelven a hacerse presentes: la madre deja solo al bebé, ya sea en la bañera o a la hora de dormir, la puerta se cierra sola y nadie recurre a ayudarla. “El Demonio Quiere a tu Hijo” se convierte en otra producción cero innovadora que quedará en el olvido ni bien termines de verla. Ya es hora de que quede claro que nunca se podrá igualar el terror que genera “El Bebé de Rosemary”. Sí se pueden construir buenas historias teniendo en cuenta lo indefenso que es un bebé, lamentablemente éste no es el caso debido a la previsibilidad y mala interpretación protagónica.
El demonio quiere a tu hijo no es una película malísima de terror, hemos visto cosas peores, pero es tan corta (apenas 87 minutos) que no te sentaste en la butaca cuando enseguida se terminó. Una característica que podría postergar su visionado para la comodidad del hogar. La ópera prima de Brandon Cristensen si bien no consigue darle un enfoque diferente al tema de las posesiones satánicas tiene momentos muy sólidos de suspenso en la primera mitad del film. A lo largo del conflicto la narración del director mantiene la intriga por saber si la crisis sobrenatural que enfrenta la protagonista es real o se trata de un invento de su mente, a raíz de la trama que le generó la pérdida de un hijo. En ese punto encontramos el gancho principal de esta propuesta que compensa su puesta en escena austera con un reparto decente. Se destaca especialmente la labor de la protagonista Cristie Burke (de la saga Crepúsculo) y una participación especial de Michael Ironside, el recordado y querido Ham Tyler de Invasión extraterrestre, además de clásicos como Scanner y El vengador del futuro. La película dentro de todo se deja ver y sin grandes méritos visuales logran brindar un pasatiempo decente.
Dirigida por Brandon Christensen, llega una nueva película de terror con una temática muchas veces vista. En “Still/Born” una joven madre llamada Mary (Christie Burke) que esperaba mellizos sólo vuelve con un bebé a casa, Adam, ya que su otro hijo, muere en el parto. Esto desencandena una depresión post-parto mucho más aguda y una felicidad a medias por su único hijo, aunque su marido Jack (Jesse Moss) hace todo lo posible por ayudarla a salir del pozo. El está tratando de obtener un ascenso y debe viajar. Luego del nacimiento, se mudan a una casa muy grande en las afueras y aunque ella está reticente, debido a unos ruidos extraños, voces, puertas que se cierran y todo lo típico que ocurre en toda película de terror que se precie de tal, Jack instala cámaras en toda la casa para vigilarla. Como Mary va empeorando acepta una entrevista con un psiquiatra (Michael Ironside) al que no le hace caso, así que, da lo mismo...y mientras tanto la protagonista de ésta historia sigue pensando que una presencia demoníaca quiere llevarse a su bebé, y sólo aceptará un “sacrificio” a cambio, A su vez, conoce a Rachel (Rebecca Olson) su vecina, con quien entabla una suerte de amistad. Ella también es madre primeriza y cobrará importancia en la vida de la paranoica Mary. Por supuesto, la historia va ganando en intensidad, pero, ya la vimos...así que, no alcanza. Algo para rescatar, buenas actuaciones y buena fotografía. ---> https://www.youtube.com/watch?time_continue=18&v=h0joiKyFuUo ---> TITULO ORIGINAL: Still Born ACTORES: Christie Burke, Jesse Moss, Rebecca Olson. GENERO: Terror , Suspenso . DIRECCION: Brandon Christensen. ORIGEN: Canadá. DURACION: 87 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 09 de Agosto de 2018 FORMATOS: 2D.
Con frecuencia, la maternidad no deviene en ese estado de gracia que la mitología popular le adjudica. Y el puerperio, mucho menos. Qué decir, entonces, de lo que le toca atravesar a Mary: a la fragilidad emocional de haber parido, se le suma que uno de los mellizos que esperaba nació muerto. La depresión post parto le queda a la vuelta de la esquina. Y en ese diagnóstico que efectivamente le hace un psiquiatra se apoya la película para hacernos dudar de si lo que esta mujer ve es real o producto de su mente dañada: aunque su marido no lo cree, parece haber una entidad que quiere arrebatarle a su bebé. Las imágenes de circuito cerrado funcionaron en la primera Actividad paranormal, y Alex de la Iglesia nos dio escalofríos en La habitación del hijo gracias a los sonidos y las imágenes extrañas de un baby call. Pero estos recursos ya están gastados por el uso. O no son utilizados con eficacia por este director debutante llamado Brandon Christensen. Tampoco falta otro clásico: la misteriosa sobreviviente de un caso igualito ocurrido en el pasado y que puede ser la clave para desentrañar lo que está sucediendo. Y la Rosemary de Polanski, que acaba de cumplir 50 años, sigue siendo una referencia: como ella, esta Mary es un ama de casa de clase alta muy sola y con mucho tiempo libre. Pero aquí el jugueteo entre imaginación y realidad entra en un espiral de demencia grotesco, que termina rozando el ridículo.
Con como mínimo un par de estrenos mensuales, lo que importa en las películas de terror contemporáneas no es su carácter original sino la manera de disponer elementos conocidos por todo el público; es decir, si va más allá del cúmulo de lugares comunes habituales o si elige transitarlos con el mismo automatismo de siempre. El diablo quiere a tu hijo se inclina por la segunda opción. El film arranca con el parto de mellizos de Mary (Christie Burke). Sólo uno de los bebés sobrevive, lo que empuja a la madre a una depresión que, claro, pronto se convertirá en otra cosa. Con un marido que vive de viaje por trabajo, ella queda al cuidado del único hijo. Lentamente las cosas empezarán a enrarecerse, con dos llantos proviniendo de la habitación y una misteriosa figura apareciendo en las imágenes de las cámaras de seguridad instaladas en toda la casa. Cosas que sólo Mary ve y escucha. El problema con El demonio quiere a tu hijo es que nunca se arriesga a salir de los carriles de lo esperado. A cambio, se contenta con entregar los sustos de rigor (siempre a fuerza de golpes de sonido, nunca a través de la creación de una atmósfera enrarecida) en medio de una historia cuyo interés pasa por saber si Mary está efectivamente loca o no. Un interés que se resuelve de manera obvia con una vuelta de tuerca igual de automática que el resto de la película.
Tras perder a uno de los gemelos que esperaba en el parto, una madre primeriza es internada con un diagnóstico de depresión posparto. Teniendo en sus brazos al pequeño recién nacido sobreviviente es trasladada a un hospital donde, entre misteriosos individuos, comenzará a sospechar que lo que creía una condición clínica tras el trauma no es más que una herramienta para su supervivencia y la de su pequeño hijo, ya que está convencida de que un demonio no parará hasta arrebatarle a su bebé para poseerlo. Sombras amenazantes, gritos nocturnos y misterioso ruidos comenzarán a rondar a la mujer, hasta caer en un final inesperado. Todo parece envolverla en su ansia por salvar a su hijo recién nacido, pero nada es posible ya que el miedo la va consumiendo lentamente. El director Brandon Christensen, experto en este tipo de relatos, logró con ese material construir un thriller pleno de suspenso y de intriga en el que lo real y lo imaginario se combinarán a la perfección pera ilustrar este entramado que ofrece un nivel de extrema tensión. A la muy buena labor de Christie Burke como la joven madre se suma una excelente fotografía y una música que otorga el exacto clima a esta muestra del cine de terror que, sin duda, dejará más que satisfechos a los seguidores del género.
“El demonio quiere a tu hijo”, de Brandon Christensen Por Ricardo Ottone De las películas de terror con casas embrujadas/poseídas/habitadas por entidades hostiles que llegan de manera incansable y a veces cansadora a nuestras carteleras, cuesta encontrar rasgos que hagan la diferencia, algo que distinga en algo una de otra. El demonio quiere a tu hijoes el título local de Still-Born, cuya traducción más literal sería No nato o No nacido. A lo mejor esa traducción se descartó por temas de la coyuntura presente. Nunca se sabe, los misterios de la distribución y retitulación son insondables. En cualquier caso este film canadiense, opera prima de su director Brandon Christensen, no se escapa demasiado de lo esperable. Pero si bien no es original y su visión provoca una constante sensación de deja vu, el film es relativamente efectivo y no apela demasiado a los sobresaltos repentinos o los trucos más baratos a que las versiones en serie del género nos tienen acostumbrados, y eso es algo rescatable. El film arranca con un parto fallido de mellizos. Fallido porque uno de los bebe se queda en el camino y el restante Adam (¿referencia bíblica?) llega finalmente al mundo como hijo único. El trauma es demasiado fuerte para la madre, Mary (Christie Burke) quien no soporta la pérdida y se niega incluso a desarmar la cuna destinada al no nato a pesar de los esfuerzos del padre, Jack (Jesse Moss), que insta a todo el tiempo a su esposa a que se rearme para poder atender al niño que sí consiguió llegar entero. Con el tiempo el bebé la va sacando del retraimiento pero entonces Mary empieza a experimentar la presencia amenazante de una entidad, una especie de fantasma o el espíritu de una bruja, que amenaza con llevarse al pequeño Adam con ella. Mary se desespera y trata de hacer lo posible por averiguar quién es y qué quiere esta entidad y contrarestarla. Sus esfuerzos y reclamos, dados sus antecedentes, son tomados como una muestra de desequilibrio y, en el mejor de los casos, depresión post parto. Lo más interesante del film es la forma en que logra mantener a lo largo de casi todo el relato la ambigüedad acerca de si lo que está pasando está en la mente de la protagonista o es realmente una manifestación sobrenatural. Algo similar a lo que ocurría en The Babadook, uno de los film del género más logrados de los últimos años, aunque la resolución acá es más simple y expeditiva por no decir perezosa. Gran parte del asunto se sostiene en la angustia de Mary porque nadie le cree y en la falta de empatía que genera al principio porque uno no simpatiza con ella de movida y hasta compadece al pobre y paciente marido. A medida que el relato avanza y las cosas se empiezan a poner más difíciles, esos términos se van invirtiendo. Por lo demás, la cosa se limita a reconocer el retorno de lo ya visto. Ya sea en la forma de citas explícitas como en el caso de una escena que remite a El resplandor como en el uso de recursos ya probados como los espíritus pelilargos y quebradizos del horror japonés o la proliferación de cámaras de seguridad hogareña como en Actividad paranormal. El realizador intenta generar algunos sustos con pocos y sobrios FX y algunas atmósferas, cosa que a veces logra y a veces no. Mientras, la pareja protagónica sostiene de manera creíble. Lo que sí es un pecado es llamar a un histórico como Michael Ironside (Scanners,El vengador del futuro), a quien siempre da gusto ver aun en sus versiones más trash, para un papel tan breve como irrelevante. EL DEMONIO QUIERE A TU HIJO Still/Born. Canadá. 2017. Dirección: Brandon Christensen. Intérpretes: Christie Burke, Jesse Moss, Rebecca Olson, Jenn Griffin, Sheila McCarthy, Michael Ironside. Guión: Brandon Christensen, Colin Minihan. Fotografía: Bradley Stuckel. Música: Blitz//Berlin. Edición: Brandon Christensen, Colin Minihan. Producción: Colin Minihan, Chris Ball, Kurtis David Harder. Diseño de Producción: Mike Kasper. Distribuye: Energía entusiasta. Duración: 87 minutos.
El nuevo filme dirigido y escrito por Brandon Christensen, y protagonizado por Christie Burke, Jesse Moss, y Rebecca Olson, es una película de terror más que no sorprende ni asusta, cayendo en lo predecible en varias escenas. Mary (Christie Burke) y Jack (Jesse Moss), son un joven matrimonio que recibe a su hijo recién nacido, con el dolor de haber perdido al otro durante el parto. Mary, debe desdoblar el dolor por la perdida, con la fuerza necesaria para poder darle al otro niño todo su amor y dedicación. Afectada por lo que está viviendo, y con un esposo ausente por trabajo, Mary comenzará una amistad con su vecina, Rachel (Rebecca Olson). A través de diferentes situaciones perturbadoras, Mary comenzará a descifrar que sus alucinaciones, no tienen que ver solo con ella, sino también con la existencia de un ente vil que quiere llevarse a su hijo (tal como se encarga de anunciar el titulo de la película en nuestro país). La “lucha” entre el demonio y Mary para salvar a su hijo, no logra alcanzar tensión ni mucho menos terror, el planteo del filme es superficial, y no logra tomar vuelo ni aún en las escenas que potencialmente podrían haber marcado un punto de inflexión en la historia. Con pocos elementos de los cuales se pueda profundizar, la película se encarga de mostrar y explicar con detalles todas las situaciones que muestra. El resultado del filme quizás entusiasmará a los jóvenes que quieran asustarse y saltar del asiento, efecto producido claro, por sus propias motivaciones, y no por lo que la película exhibe.
No debe haber trauma mayor que la pérdida de un hijo. Para una madre es un dolor inexpresable, y para Mary (Christie Burke) es aún mayor al dar a luz a uno de sus mellizos, para acto seguido perder al siguiente incluso antes de los créditos iniciales. El primer largometraje del canadiense Brandon Christensen abre entonces su narrativa de manera contundente, pero tiene varios problemas a la hora de navegar las tortuosas aguas de la depresión post-parto, aderezada fuertemente con un condimento sobrenatural que daña más de lo que ayuda.
El terror en las salas argentinas funciona. Siempre. Sea una película muy buena, regular o directamente mala. Es así, tenemos la costumbre de consumir este género sin importar qué. Es por ello por lo que la cartelera se inunda, de manera constante, de todo tipo de estas propuestas. Y es así como una película canadiense (bastante mediocre) llega a estrenarse. El demonio quiere a tu hijo, título bien directo (y medio spoileador) que se le puso a Still born (Todavía nacido), es un rejunte de un sinfín de películas que ya hemos visto y que se han copiado unas a las otras varias veces. Aquí tenemos elementos clásicos de El Bebé de Rosemary (1968), cosas burdas de Actividad Paranormal (2007), y varias decenas de ejemplos más. Y claro no es una buena conjunción. El debutante Brandon Christensen no hace un buen trabajo en generar climas, no crea sobresaltos, ni se destaca en ningún aspecto técnico. Solo hay un par de planos que zafan, pero no mucho más que eso. Lo mismo ocurre con los protagonistas: “zafan”. Sin embargo, lo peor de todo ocurre en el climax. No solo no se entiende bien, sino que también se contradice con el argumento. En síntesis, El demonio quiere a tu hijo es una pobre película de terror.
Es una de terror que funciona bien: asusta decentemente, sin golpes bajos que insultan la inteligencia del espectador, mantiene la tensión casi constantemente y funciona mucho mejor en la sutileza y el equívoco que cuando lo sobrenatural aparece y siempre, eso no falla, se siente demasiado visto. En este caso es una madre que da a luz a mellizos pero solo uno de ellos sobrevive, entre ocuparse del recién nacido en una casa enorme a estrenar, su depresión post parto, su duelo por el que murió, todo lo que le sucede, como percibir ruidos extraños, voces, presencias, juega con la dualidad de una explicación psicológica que con el verdadero terror. Por lo tanto la tensión se duplica. La elección de Christine Burke como protagonista es acertada, su trabajo entre la preocupación maternal y la locura es notable. Igual que la labor del director Brandon Christiansen, Da miedo y les encantará a los fanáticos del género.
Mucho llanto, poco susto Títulos tan mediocres como este para el género no hacen otra cosa que subir la vara y el listón a la insuperable El bebé de Rosemary. De aquella joya a toda la galería de películas de terror que buscaron relecturas sobre las depresiones post parto, las vulnerabilidades de madres que se enfrentan a sus propios demonios dejan en claro la falta de profundidad y la pereza para seducir a un público fiel pero no tonto. La pareja protagónica de este relato dirigido por Brandon Christensen se encuentra en la etapa de duelo por la pérdida del primer gemelo y la chance de que el segundo finalmente sobreviva. Todos los lugares comunes de los miedos en la temprana etapa de un recién nacido dicen presente en la trama. Muy malo el elenco empezando por la protagonista que no transmite angustia sino todo lo contrario. El carisma del querible Michael Ironside en un papelito supera con creces la pobreza actoral y por supuesto la falta de timing a la hora de explotar la conflictiva entre la pareja cuando el hombre aprecia la locura de su mujer. Pero no estamos frente a una película de terror psicológico, sino en apariencia a una de terror al agregar la presencia ambigua de un ente maligno que escapa a la simple depresión post parto en principio y busca sin lograrlo desplazar la trama hacia zonas más oscuras. Claro que todo esto da risa más que miedo.
Una mujer, embarazada de mellizos, da a luz, pero sólo uno de ellos nace vivo. El proceso puerperal, instalada con el bebé y el marido en su enorme caserón, es difícil. Al punto que se niega a deshacerse de la segunda cuna instalada en la habitación, mientras se dedica, amorosamente, a su pequeño hijo. Rodeada de artefactos sonoros y visuales, baby call y cámaras ubicadas en las habitaciones, la mujer, que pasa buena parte del tiempo sola, empieza a escuchar ruidos extraños. Primero, el llanto de un segundo bebé, pero pronto sombras y figuras que se acercan a la cuna de su hijo. La presencia amenazante se hace cada vez más densa, mientras la joven madre, que ya ni duerme ni cree en su propia salud mental, contacta con alguien que vivió una experiencia parecida y se convence de la existencia de un ente que pretende arrebatarle al hijo. Pero la duda -¿se volvió loca?- también es una amenaza. Sobre musicalizada en sus golpes de efecto, con bastantes desprolijidades y algunas actuaciones débiles, la de terror de la semana tiene algunas ideas, pero las esconde bajo un manto de sustos a reglamento y esquemas vistos mil veces.
La cartelera argentina de esta semana abre paso a una nueva cinta de terror que de novedosa no tiene absolutamente nada. En esta ocasión, la temática de la maternidad vuelve a repetirse para entregarnos un historia hiperpredecible y colmada de clichés que se hunde en su propia mediocridad. El Demonio Quiere a tu Hijo(Still/Born) sigue a Mary (Christie Burke) una joven ama de casa que acaba de dar a luz a su primer hijo. Mary esperaba gemelos, pero en el parto uno de ellos falleció, originando en la protagonista los síntomas de una depresión post-parto. Mientras cuida del pequeño Adam, Mary percibe como una fuerza sobrenatural maligna asecha al bebé. Su neurosis la llevará a descubrir una perturbadora historia sobre un demonio que se alimenta de los recién nacidos. La película del debutante Brandon Christensen ahonda en una de las cuestiones favoritas del cine de género de finales del siglo XIX: los temores y traumas del embarazo y la maternidad. Desde clásicos como El Bebé de Rosmary (1968), hasta la sátira independiente Prevenge (2016) donde un embrión incita a la protagonista a cometer sangrientos asesinos por doquier, el terror se ha animado a mostrar como ningún otro el lado oscuro de aquella edulcorada experiencia de ser madre. En tiempos donde el debate feminista ha logrado instalarse en todas los hogares, programas de TV, series y entregas de premios, resultar más que oportuno una ficción que, de una manera metafórica, invite a la reflexión acerca de la maternidad impuesta y los avatares de ser madre en una sociedad moderna atravesada por la cultura machista. Esta película claramente no es el caso. Durante los casi 90 minutos que dura esta cansina historia, asistimos a un sin fin de lugares comunes condimentados por los aborrecibles jump scare y efectos musicales dignos de una generación de cineastas y espectadores crecidos bajo el velo de películas como Actividad Paranormal. Situaciones inverosímiles- como escapar de un hospital psiquiátrico y llegar a tu casa lo más campante antes de que suceda una tragedia- aquí obviamente dicen presente. Infaltable la atractiva vecina y amiga de la protagonista que no duda en exponer su abierta vida sexual, motivo suficiente para que la paranoia de Mary desbloquee otro nivel y la mujer se convenza de que su marido está engañándola. Por que claro, la amistad femenina siempre será ese vinculo endeble repleto de celos y mentiras. El Demonio Quiere a tu Hijo es una fotocopia de la mayoría de las película de terror sobre espíritus demoníacos post 2000. Un desperdicio de una temática fuerte y sugestiva, que podría haberse enriquecido gracias a todos aquellos mitos alrededor de los hermanos gemelos y una exploración profunda e innovadora sobre los trastornos mentales.
Atenti, que ahora Lucifer tiene cara de mujer “El demonio quiere a tu hijo” podría ser la consigna de una marcha antidrogas de ultramontanos, pero es el título elegido para el estreno nacional de Still/Born. La mezcla de sensacionalismo ganchero, búsqueda de identificación e inquietante advertencia en la “traducción” haría sonrojar hasta al mismísimo Claudio María Domínguez, quien mucho tiempo antes de convertirse en referente de la espiritualidad televisiva fue un avezado distribuidor con una pluma afinadísima a la hora de salpimentar títulos apelando a la picaresca y el doble sentido. Fue así que, por ejemplo, Julie Darling (1983) se convirtió en Déjala morir adentro y Compromising Positions (1985), en ¿Me la saca, doctor? Claro que aquéllos eran otros tiempos, y ante el deseo de una buena porción de los espectadores argentinos de ver de piel y sexo en la pantalla después de años de censura dictatorial, los títulos debían prometer eso. Que después las películas cumplieran o no, es otra cuestión. Ahora, con el cine de terror convertido en uno de los pilares del negocio cinematográfico, el demonio presta alguno de sus nombres a nueve de cada diez exponentes del género, incluso a aquéllos donde las acciones tengan poco y nada que ver con la criatura de cuernos. Still/Born cumple a medias lo que dice el título argentino, pues quien quiere al hijo –ojo, no al tuyo, sino al de la pobre protagonista– es, efectivamente, una entidad proveniente de las tinieblas más oscuras del infierno, aunque no un demonio sino una “demonia”. Ella acosa Mary (Christie Burke) después de haber parido mellizos y que uno muriera durante el parto. Con un marido que, como buen macho proveedor, se la pasa trabajando mientras ella está en el caserón familiar conviviendo solita y sola con su angustia, las cosas empiezan a enrarecerse. El primer indicio es un llanto doble proveniente del intercomunicador de la habitación del bebé sobreviviente. La chica corre desesperada pero, claro, no hay dos sino uno. ¿Alucinaciones por depresión? Eso piensa el médico que la empastilla hasta el caracú para calmarla. También ese marido que, en una escala en casa antes de volver a irse, no tiene mejor idea que instalar un circuito de cámaras por toda la casa para “vigilarla”. La explosión de una ventana marcará la irrupción definitiva de la “denomia” en el relato, un personaje construido con efectos especiales que, si la película se asumiera como el refrito de lugares comunes y sustos de rigor que es, o al menos como una réplica más berreta, casi satírica de El bebé de Rosemary, serían divertidos. Pero aquí todo es grave y serio, y por lo tanto la película empuja a la Mary a una investigación (“Algo trata de llevarse a mi bebé”, googlea) en la que nadie más cree. Los sucesos sobrenaturales que sólo ella ve y siente se irán sumando a intervalos regulares, creciendo en intensidad y en consecuencias físicas, al tiempo que para el resto se trata de un síntoma de la creciente depresión. Aun cuando la búsqueda de suspenso se asiente en la módica anécdota de saber si ella está chifladísima o si efectivamente hay una auténtica presencia del más allá, Still/Born nunca aumenta su tensión pero sí los efectos sonoros para movilizar a la platea.
Christie Burke es una madre que acaba de dar a luz a dos gemelos, de los cuales sólo uno sobrevive. Pronto empieza a tener horribles visiones y empiezan a ocurrir cosas extrañas que la llevan a tener las sospechas más siniestras. El director canadiense Brandon Christensen utiliza con cierta astucia los miedos propios de la maternidad y, especialmente, hace buen uso de las posibilidades para un relato fantástico de la depresión post parto; por eso, en sus mejores momentos, "El demonio quiere a tu hijo" es un film de terror de bajo presupuesto con un nivel de tensión muy aceptable. Además, durante buena parte de la proyección (la película llega raspando a los 90 minutos), la progresión argumental está matizada con más de un buen par de sustos, algunos de los cuales están vinculados a las cámaras para cuidar a los bebés. Lamentablemente, el guión no está a la altura de la premisa, y la película va cayendo en pedazos mucho antes de alcanzar el bastante poco convincente desenlace. Eso sí, la actuación de la protagonista es muy buena y era digna para un film mejor que éste.
Uno de los dilemas que recorre la historia del cine del terror es el núcleo del argumento de El demonio quiere a tu hijo. ¿Las experiencias que viven los personajes son psicológicos o sobrenaturales? ¿Provienen de alucinaciones o de entidades metafísicas? Hay obras maestras del género que se giran sobre ese eje, desde El bebé de Rosemary hasta Sexto sentido. El primer largometraje de Brandon Christiansen está lejos de esos títulos clásicos, aunque tal vez sea más fiel a la potencia del dilema de lo que fueron Roman Polansky y M. Night Shymalan en sus respectivas ficciones. Y es que, por lo general, los guiones tienden a inclinarse hacia un lado o hacia el otro, con un final que invierte lo que sugirieron a lo largo de toda la narración. Si bien El demonio quiere a tu hijo utiliza la misma fórmula y repite mecanismos ya probados, siempre se mueve por la línea de mayor ambigüedad y prefiere dejar abierto el signo de interrogación antes que cerrarlo con una respuesta concreta. Esa apuesta y un manejo muy eficaz de la cámara son las máximas virtudes de la película. Mary acaba de tener gemelos: uno nació vivo y el otro muerto. La felicidad y el duelo son visibles en el cuarto de los niños, donde todavía está la cunita del difunto. Se supone que tanto la presencia del bebé sobreviviente como el amor de su marido y la buena situación económica que tienen deberían bastar para que ella supere el episodio traumático. Pero a través de una serie de indicios cada vez más inquietantes, se verá que la vulnerabilidad de la protagonista crece y que por momentos ni siquiera ella misma está segura de la verdadera naturaleza de lo que sucede en su casa. La actriz Christie Burke, que encarna a Mary, demuestra una enorme versatilidad para pasar de manifestaciones de ternura maternal a gestos de mujer trastornada. Su cara y su cuerpo son el complemento ideal de la historia bien planteada y bien filmada que propone, sin demasiada estridencia y casi sin golpes bajos, El demonio quiere a tu hijo.
Como ya dijimos hasta el cansancio, el género necesita mucha producción porque tiene llegada en todo el mundo. Cintas de presupuesto modesto son distribuidas como pan caliente en todo el mundo, pero la mayoría con un denominador común: poca originalidad. Sólo un puñado de títulos, escaso, sobrepasan esta línea y se posicionan como potentes exponentes. Hay algunas sagas que se repiten ("Saw", "Insidious" y las versiones que se suceden de "Leatherface", por ejemplo) y en ese escenario cada vez que llega un jueves con novedades, nos preguntamos: ¿esta vez llegará un exponente relevante? Cómo este es un espacio de reflexión sobre cine, debemos decirles que "Still born", a pesar de estar precedida por aceptables reseñas en el Primer Mundo, no nos parece un ejercicio exitoso. Es una película fría, con problemas en el guión, que no logra sostener la atención del público ni crear atmósfera a lo largo de todo su metraje. Brandon Christensen, debuta en la dirección con una propuesta más bien clásica, donde tenemos una pareja que vive un evento trágico (aunque no conozcamos en profundidad esta situación), en el cual pierden un hijo, y luego el desarrollo de un episodio de posesión y acoso espiritual, que sucede en una casa, y no es nada distinto a otros casos del género. Incluso aquí, hay elementos que se replican de films como "Paranormal Activity", en algún tramo. Mary (Christie Burke) y Jack (Jesse Moss) son la pareja que atraviesa ese momento. Ella parece ir lentamente hacia un cuadro de depresión post-parto, cuando comienza a percibir cosas que la intranquilizan (y hay una breve actuación del legendario Michael Ironside aquí) y él, viaja por trabajo seguido, sin explicar demasiado porqué o qué lo desconecta de su esposa. Son una pareja joven y primeriza, pero no se nota que haya pasión ni conexión entre ellos. Su interacción pareciera abrir el espacio para traer los problemas de la pareja. Pero no. O eso creemos entender. De a ratos, "El demonio quiere a tu hijo", se vuelve glacial. Hay mucho blanco en las paredes, escaso movimiento y una iluminación que ayuda poco. El uso del tiempo en el relato también ofrece dificultades, sucede poco. Hay muchos tiempos en los cuales sólo contemplamos la rutina de una mamá con su recién nacida. Tenemos una vecina a la que no sabemos si creerle en su preocupación o no... y no hay ni personal de limpieza permanente en la casa. Nadie ayuda. Lentamente seremos testigo de apariciones y señales sospechosas de que algo sucederá con el hijo que le queda a la pareja, y parece, no ser bueno de ninguna manera. Burke es de lo más rescatable del film, porque lleva todo el peso del relato. Para bien o para mal. Tenemos jump-scares, por supuesto, rubros técnicos solventes, aceptable banda de sonido. Pero la más pronunciada dificultad, está dada por el guión. Parece haberse preocupado por lo estético y el conflicto de la protagonista, que por lo que la trama intenta establecer, para todo ese universo. Es así que "Still born" en su última media hora ofrece desconcierto y velocidad, buscando cerrar ideas que no han sido siquiera, abiertas antes... En definitiva, a pesar de su look elegante y sus primeros intrigantes minutos, el resultado dista de lo esperado a priori. No hay problema. Otra vez será.
La mala costumbre de estrenar películas de género con títulos modificados para sólo atrapar al espectador cautivo y que debe decidir en una multisala qué ver en tres minutos. El título ganchero local no hace honor al despropósito de una película vista millones de veces, con resoluciones obvias y con el susto por efecto como motor narrativo.
LA MUJER EN CUESTIÓN Algunos críticos mencionan que muchos de los relatos literarios, que dan comienzo a las bases de lo que hoy consideramos el terror, tienen de trasfondo una mirada crítica a las atrocidades sociales de la época. El maltrato hacia la mujer aparece como el grito de ese castillo enorme en el que rechinan las puertas. Es así como desde la ficción se ha logrado inmiscuirse en lo privado para hacerlo público. ¿Y por qué esta inducción para esta película de apariencia liviana y llena de clichés? Justamente porque detrás del terror que propone encontramos una mirada pensativa sobre el rol de la mujer. El demonio quiere a tu hijo nos acerca a una pareja que está a punto de tener dos hijos, pero que en el parto sólo sobrevive uno. Y hasta ese momento podemos hablar de pareja, porque luego, el enfoque se traslada a la madre, el hijo y la casa. Y si bien el lugar donde viven no es el causante de ningún problema sobrenatural, sí se presenta como un lugar nuevo, bastante grande y desconocido, datos que bien podrían relacionarse con la maternidad de una primeriza. La casa es un factor esencial en esa triada porque la protagonista, dada su condición, casi no tiene contacto con el exterior mientras está al cuidado de su bebé. El encierro físico está también bastante vinculado con el desorden mental que sufre la protagonista. El hecho de tener que quedarse en la casa al cuidado de su hijo, sin casi ninguna ayuda de su pareja, la somete a una rutina de estrés y de poco descanso. Aparece entonces una mirada del post parto, al que se le suma la muerte de un hijo, en la que el foco está puesto en la mujer, pero que ofrece una interesante mirada hacia el resto de las personas que les rodean. El vínculo madre-padre es uno de los más trabajados, en muchas de las ocasiones el rol del segundo se construye por la ausencia. En otros momentos la figura del padre se construye como un espectador de lo que sucede en su propia casa. Una de las escenas que funciona muy bien es en la que aparecen en la cocina, él entra y la encuentra a ella cocinando con el bebé en brazos, vestida muy prolija con un vestido amarillo, muy bien peinada y maquillada, todo con un estilo muy parecido al manual de la buena esposa de los años ‘50. Esta escena toma relevancia por el contraste que hace su figura, en ese momento, con la forma de vestir de la mujer que vemos en todo el film. Otra de las escenas, que es bastante llamativa y simbólica en cuanto a la relación de la mujer y su entorno, es en la que ella está por cometer un acto atroz y es observada por la ventana por una gran cantidad de gente. La tensión que se genera en este momento, no sólo presenta una imagen memorable sino que permite observar literalmente cómo la mujer es observada. Y este momento, en el que todos la miran, es quizás la situación cúlmine que podemos ver de un film que todo el tiempo nos está mostrando cómo la protagonista es señalada y juzgada por sus tareas. Es posible encontrar un diálogo con otras películas del género. Podemos observar cómo funcionan las cámaras en la casa al estilo Actividad paranormal. Pero también hay algunos guiños a La noche del demonio cuando la protagonista decide ver las grabaciones y esta especie de demonio, que fue captado por la cámara, se da vuelta para mirarla. Estos son sólo algunos de los ejemplos que podemos nombrar, también vemos escenas que siempre se repiten como la búsqueda de una victimaria anterior y las poses o gesticulaciones que realizan por el padecimiento que llevan consigo como carga. Todo esto está, pero aquí toma importancia cómo funciona en relación al estado de confusión que padece la madre. Esto da lugar a un gran juego entre una explicación con herramientas de nuestra realidad, la locura y otra apoyada en la fantasía, lo demoníaco. Pero lamentablemente, la resolución a este binomio y el final que proponen no está a la altura del planteo estructural. Por último, es interesante resaltar la actuación de Christie Burke. Su personaje logra una “metamorfosis”. Muestra la perturbación y deterioro que padece.
Este film de terror canadiense va construyendo una atmósfera inquietante, mezclando elementos sobrenaturales y de alucinaciones. Durante los primero minutos su desarrollo logra ir creando interesantes climas de suspenso e intriga mediante un buen juego de cámara y escenas logradas. Pero a medida que van pasando los minutos se vuelve convencional, con algunas escenas innecesarias y que resultan poco efectivas. Tiene cierto hilo conductor a “Actividad Paranormal” y “Poltergeist”, entre otras, pero a pesar de estos datos puede generar intereses en aquellos espectadores poco pretenciosos y las nuevas generaciones.
LA MANO QUE MECE LA CUNA "Hubieras cerrado las piernas". Uno podría creer que en materia de terror está todo dicho, escrito y filmado, pero por suerte siempre viene alguien a sumar su granito de sustos. “El Demonio Quiere a tu Hijo” (Still/Born, 2018) tiene unas cuantas fallas argumentales, pero logra crear buenos climas y esa incertidumbre incómoda de no saber, con certeza, si lo que estamos viendo se trata de algo estrictamente sobrenatural. El ignoto Brandon Christensen debuta en la pantalla grande dirigiendo y coescribiendo esta historia que nos mete de lleno en la vida de Mary (Christie Burke), madre primeriza que da a luz a gemelos, pero lamentablemente, uno de los bebés no sobrevive al parto. La chica y su esposo Jack (Jesse Moss) se mudan a barrio coqueto y tratan de seguir adelante con su vida disfrutando de la dicha del pequeño Adam. Todo es amor y felicidad mientras mamá se queda en casa a cuidar al bebé y papá debe volver al trabajo porque las cuentas, y este nuevo hogar, no se pagan solos. Al principio todo bien, más allá de que el dolor por la pérdida del gemelo sigue flotando en el aire. Mary intenta acomodarse al ritmo del pequeñín, hacer alguna que otra amiga en la cuadra, y sobrellevar los cambios, aunque se le hace un poco difícil. Entre el cansancio y el tiempo que pasa sola en la casa con el bebé, Mary empieza a imaginar cosas y sentir que su hijo corre peligro; para muchos que la rodean, síntomas de estrés post parto, lo que la lleva a acudir a un especialista (un Michael Ironside que NO hace de malo). La medicación no hace mucha diferencia y los hechos extraños se empiezan a suceder a su alrededor. Mary llega a la conclusión de que hay “algo” en la casa que quiere apoderarse de Adam, algún tipo de ente sobrenatural que no piensa detenerse ante nada. Lo bueno de Christensen es que toma nota del terror más clásico como “El Bebé de Rosemary” (Rosemary's Baby, 1968), “El Exorcista” (The Exorcist, 1973) y “La Profecía” (The Omen, 1976), pero deja flotando en el aire la duda constante de si se trata verdaderamente de un ente demoníaco o la atrofiada psique de la protagonista. “El Demonio Quiere a tu Hijo” flota alrededor de esta incógnita hasta el mismísimo final y atrapa con ese suspenso tan simple, lo que suma puntos para una trama que, lamentablemente, se va desbalanceando a medida que crece la locura de Mary. La exageración del personaje, la estupidez de los que la rodean, los lugares comunes y la “inverosimilitud” de ciertos momentos rompen el clima que crea el realizador en la primera parte de la película. Acá no se trata de casa ni artefactos embrujados, nunca sabemos de dónde viene este demonio, ni por qué se metió con esta joven familia. Y esa incertidumbre ayuda a la atmósfera del film, que echa mano de cada uno de sus recursos, escasos (sobre todo, económicamente), pero bien utilizados. A Burke le calza perfecto lo de madre estresada que ama a su bebé, aunque las pocas horas de sueño empiecen a hacer estragos en su persona pero, al final, le gana la exageración y algunas actitudes que, hasta ahora, no entendemos demasiado. Igual, es la gran protagonista, junto con el pequeñito (en este caso, pequeñita) de turno. El resto es un decorado que poco aporta, más allá de convertirse en plot devices para generar más drama o confusión, en la ya desbalanceada emocionalidad de la protagonista. “El Demonio Quiere a tu Hijo” no carece de jump scraes y algunos momentitos gore bien acomodados. Nos engaña pensando que va a ser una montaña rusa llena de tensión y algún que otro giro, y a pesar de que mantiene sus climas hasta último momento, se va tropezando por el camino con una trama demasiado estirada, personajes y situaciones forzadas y cierta incoherencia que borra el interés de un plumazo. Es como si Christensen hubiera realizado dos películas en una: la primera con una atmósfera cuidada, un argumento bien claro y una protagonista que le pone onda. Con una buena banda sonora y una fotografía que ayuda, aunque tenga un par de tomas extrañas, siempre poniendo como eje central la bonita (y medio terrorífica) casa de la pareja y el cuarto de ese bebé convertido en víctima. La otra es un tanto más desprolija, apresurada, incoherente y exagerada. Todo lo malo que le podemos achacar al terror, sobre todo, después de tantos exponentes berretas. “El Demonio Quiere a tu Hijo” tiene muy buenas intenciones y, en su mayoría, queda muy bien parada. Nos entrega una historia llena de suspenso y sobresaltos con ese airecito a clásico del terror que, de a ratos, se mezcla con los recursos “tecnológicos” del bien/mal usado found footage. Es llevadera, aunque le sobren minutos, y aunque un tanto predecible por momentos, se destaca por su atmósfera de misterio que prevalece hasta que empiezan a correr los títulos finales. Eso sí, te saca un poco las ganas de convertirte en madre. LO MEJOR: - Que pone en juego nuestros nervios… - … Y nuestras dudas. - A pesar de sus fallas, cumple el cometido. LO PEOR: - Viene bien, hasta que desbarranca un poco. - Cuanto personaje cliché y medio al pedo, ¿no?
La pareja feliz esperaba a dos bebés, pero el que venía segundo murió al nacer. Con todo el dolor por la pérdida, en especial por parte de la reciente madre, a quien no le resulta fácil aceptar los hechos, se instalan en una coqueta y amplia casa de un barrio residencial para comenzar la vida en familia. Los primeros días de Mary (Christie Burke) y su marido Jack (Jesse Moss) criando al nene transcurren con las alteraciones lógicas en este tipo de situaciones, como no pudiendo dormir ni tener un tiempo tranquilidad y relajación, para estar todo el día pendiente del bebé, etc. Pero la lógica se rompe cuando en el baby call se escuchan ruidos raros, y luego, con uno más moderno, también transmite imágenes, Mary percibe la presencia de algo que no puede explicar razonablemente. Como tantas otras producciones de terror utilizan aquí también los más modernos dispositivos tecnológicos con un propósito determinado, pero que en realidad es útil para ver lo que los ojos humanos no alcanzan a detectar. Lamashtu (Diane Snape), el ente que va incrementando sus visitas a la cuna del bebé, no es nada amigable y no se sabe por dónde entra, qué es lo que quiere, pero está y asusta. Brandon Christensen en su debut como director transita los caminos firmes y conocidos de una película de éste género. Hay ciertos momentos bien logrados que sorprenden al espectador, otros son más esperables. La trama hasta el segundo punto de giro está bien articulada. Todos los personajes hacen su parte, destacándose el de Christie Burke, que transita eficientemente por todos los estados de ánimo posibles. Porque Mary pasa mucho tiempo sola, su marido se va a trabajar todo el día o tiene que viajar a otra ciudad para cerrar un contrato, y ella está sobrepasada con la responsabilidad. Las dudas flotan en el ambiente. ¿Estará alucinando? ¿Todo lo que ve es producto de su imaginación? Nadie le cree, ni siquiera Jack. Pero la protagonista sufre, se encuentra cada vez peor. ¿Su mente la estará traicionando? Pero lo que parecía que iba a llegar a buen puerto, con un epílogo coherente a lo que estamos viendo, se desbarranca al transformarse todo en una gran locura dramática y policial, quitándole las sorpresas y los escalofríos necesarios en este tipo de film.
Ronaldinho tenía la habilidad de hacernos creer que iba a hacer algo y terminar haciendo otra cosa más genial y más efectiva. El demonio... es una “película Ronaldinho”: parece que (solo) nos va a contar la posesión diabólica de un niño recién nacido y la pelea de su madre por vencer al demonio, pero lo que en realidad hace es tomar todos los temores irracionales e irrefrenables de la maternidad y concentrarlos en una trama fantástica. Así, podemos ver la película por lo que es en la superficie, pero seguro que va a quedar funcionando, en algún lugar de nuestra cabeza, aquello que opera de modo profundo. Una madre va a tener gemelos; solo uno sobrevive y comienza a temer que una malvada presencia sobrenatural va a por el hijo. Es cierto que los momentos más “terroríficos a reglamento” son triviales, pero como lo que en realidad importa es cómo se comunica ese miedo absoluto e infinito de una madre por la vida de sus hijos o la tristeza inenarrable de la pérdida, esa insatisfacción es lo de menos. Una película mejor de lo que parece a simple afiche.