Hollywood selon la France. Así como Déjala Morir Adentro (Julie Darling) o ¿Me la Saca Doctor? (Compromising Positions), films exitosos con títulos argentinizados gracias a la consciente avivada de Jose María Domínguez, la reciente Polvo de Estrellas (Maps to the Stars) o El Otro Lado del Éxito (Clouds of Sils María), constituyen dos nuevos ejemplos/ engendros de cómo rebautizar un proyecto con el mero fin de acaparar mayor público. Este cambio de título se relaciona en cierta medida con la intención de vendernos algo para que lo miremos por lo que no es. En gran parte, esto es lo que Assayas impone en Clouds…, una visión sobre qué es Hollywood hoy en día, a partir de su mirada francesa y conservadora. A modo de crítica y denuncia, Assayas sepulta la idea del 3D y el resurgimiento de films de superhéroes, y se propone mostrar que el término -tan “mal utilizado”- de “cine arte” es lo que realmente vale la pena ver. Juliette Binoche interpreta a María, una consagrada actriz que junto a Valentine (Kristen Stewart), su asistente, emprende un viaje. El motivo es ensayar para la reposición de una obra con la que María debutó en tablas muchos años atrás, con la diferencia de que debe componer otro rol. De esta manera, se plantea un espejo subrayado con la realidad actual de María, una mujer que debe integrarse a una nueva forma de hacer cine y teatro y a los nuevos proyectos cinematográficos demandados por los estudios, interpretando el rol de una actriz devenida en años que es reemplazada por otra de menor edad interpretada por Chloë Grace Moretz. ¿Coincidencia? En cierta medida, la película puede verse como una versión relajada de La Malvada, con el agregado de que para lograr un éxito cinematográfico, hoy en día, pesan los escándalos mediáticos para promocionar un film. Clouds… se queda a mitad de camino en varios aspectos. Sin mayores explicaciones, el personaje interpretado por Kristen Stewart desaparece del film dejando a libre albedrío del espectador imaginar qué puede haberle sucedido. La diferencia entre continentes es visible a partir de la interacción entre las dos actrices protagónicas, tanto dentro como fuera de escena. Los métodos de trabajo de ambas son muy diferentes, según lo que relataron al público presente en la conferencia brindada tras concluir la proyección. Se apela a un cierre poético para una obra que inició con tono de denuncia. Un buddy movie femenino, al que Assayas le proveyó su mirada francesa.
Un cambio de perspectiva. A decir verdad la nueva película de Olivier Assayas parecía no estar destinada a alimentar demasiadas esperanzas, o por lo menos no de las positivas, y esto principalmente por dos razones: en primera instancia está el devenir errático del mismo realizador (quien continúa preso de un ciclo laboral que suele responder al encadenamiento de un film desastroso, otro mediocre y uno interesante), y luego tenemos un elenco muy heterogéneo que a priori abría un interrogante sobre los resultados finales (Juliette Binoche, Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz son las protagonistas excluyentes del convite). Por suerte de este mejunje surge un producto relativamente ameno que si bien obedece a la lógica arty típica del francés, no se toma tan en serio a sí mismo y relaja ese pulso entre preciosista y ensoñado. Con resonancias lejanas de propuestas de meditación intra industria como La Malvada (All About Eve, 1950) o El Ocaso de una Vida (Sunset Boulevard, 1950), y de clásicos del séptimo arte acerca del paso del tiempo como Cuando Huye el Día (Smultronstället, 1957), El Otro Lado del Éxito (Clouds of Sils Maria, 2014) conjuga una dialéctica de espejos invertidos en torno al eje “realidad/ ficción” desde una multiplicidad de perspectivas que abarcan la estupidez del Hollywood actual, el periodismo basura que rodea a las estrellas, la hipocresía de muchos integrantes del ámbito artístico, el rol de las cinematográficas periféricas -en especial, la europea- en esta mélange y finalmente los cuestionamientos profesionales, éticos y humanos vinculados a los límites entre la carrera y la esfera privada. La trama comienza con Maria Enders (Binoche), una afamada actriz con unos cuantos años a cuestas, en pleno viaje junto a su asistente Valentine (Stewart) para aceptar un premio en nombre de su mentor Wilhelm Melchior, un dramaturgo que décadas atrás la ayudó a impulsar su carrera al darle uno de los papeles centrales de La Serpiente de Maloja, sobre la atracción y el juego de influencias entre una mujer mayor y una jovencita. Rápidamente se entera de la muerte repentina de Melchior y recibe un ofrecimiento por parte de un director de renombre para volver a protagonizar la obra, pero interpretando a la señora en vez de a la adolescente. La respuesta afirmativa de Maria generará una crisis de mediana edad y la obligará a ensayar con Valentine, así de a poco irá surgiendo una extraña tensión lésbica. A pesar de que Binoche y Moretz están perfectas en sus respectivos roles, ésta última como la contrafigura de Maria en la nueva adaptación, aquí la que se roba la función es Stewart, cuya naturalidad y encanto constituyen el verdadero corazón del relato y la alejan del modelo de “damisela sufriente” que patentó en la saga Crepúsculo (Twilight). Hoy las dispersiones narrativas habituales de Assayas le juegan a favor y hasta permiten que la obra sostenga sus dardos -para con la patética moda de los films de superhéroes de Hollywood- mediante un desarrollo dinámico y en ocasiones hilarante. Lamentablemente la falta de profundidad de algunas escenas y un epílogo innecesario conspiran para que el opus supere en serio el promedio cualitativo de tantas reflexiones metacinematográficas similares…
Estrellas en conflicto Esta película ofrece no uno sino varios interesantes juegos de espejos. No cuesta demasiado darse cuenta de que el personaje de Maria Enders, encarnado por Juliette Binoche no es otro que el de ella misma, una actriz entrada en años que continúa siendo una estrella internacional y a quien le llueven los contratos (es increíble el azaroso parecido que se ha dado entre este personaje y el de Julianne Moore en Polvo de estrellas, de Cronenberg). Por otro lado, hay dos actrices jóvenes que la circundan; en primer lugar, Kristen Stewart, auténtica celebridad que se catapultó a la fama con su protagónico en la saga Crepúsculo, y que interpreta aquí a su secretaria personal, la ayudante que oganiza su agenda y le acompaña para aprenderse los guiones. Luego, la notable Chloë Grace Moretz, nueva estrella de Hollywood que aquí interpreta a un símil, aunque con el matiz de que se trata de una muchacha envuelta en escándalos y rodeada de paparazzi pese a su prematura notoriedad. Lo curioso con ambas actrices es que parecerían estar cruzadas; mientras Kristen Stewart sí estuvo implicada en ruidosos y tempranos líos mediáticos, Grace Moretz por ahora ha sabido mantener un bajo perfil y parecería al margen de los escándalos públicos. Los juegos de espejos se continúan. Enders (Binoche) atraviesa una crisis, ya que debe interpretar a un personaje manipulable, inestable, patético desde su perspectiva, que la lleva a cuestionarse aspectos de su propio devenir vital. Durante las lecturas del guión que tiene con su joven ayudante se refleja vívidamente el vínculo laboral y afectivo que ellas mismas atraviesan en ese momento. El paralelismo llega a tal punto que el espectador confundirá de a ratos si el diálogo que están llevando es propio de los personajes o de esos otros pertenecientes a la obra que están ensayando. Y como bien han señalado varios cronistas, esta película a su vez evoca varios históricos duelos actorales femeninos existentes, como el de Bibi Andersson y Liv Ullman en Persona, o el de Bette Davies y Anne Baxter en All About Eve. Como en esos casos, la confrontación supone también una extraña simbiosis, ya que una puede verse como la otra más joven y viceversa, y vale decir que, por asombroso que parezca, Stewart se mantiene a la altura de las circunstancias (compartir protagonismo con Binoche no debe ser fácil). El director Oliver Assayas (Irma Vep, Los destinos sentimentales) suele desempeñarse en un cine muy francés; cerebral, sugestivo, multirreferencial, especialmente bien logrado en lo que refiere a plasmar situaciones cotidianas, con diálogos en apariencia casuales y situaciones coloquiales. En definitiva: se trata de un gran director de actores y de un maestro del artificio. Así, esta película supone una agradable experiencia y un ejercicio recargado de significados, aunque queda la impresión de que, como el que mucho abarca poco aprieta, el guión se pierde un poco en ese juego y no se logró profundizar en el conflicto y darle la carga dramática necesaria. Es de suponer que, con tan buen material humano, se podría haber obtenido un mayor vuelo emocional o audiovisual, y es algo que quedamos esperando.
Juliette Binoche es una de esas actrices que realmente ponen en juego aquella famosa frase de Godard que dice que toda película es un documental de sí misma. En este como en otros materiales, uno podría olvidar la narrativa y pasarse la película entera deteniéndose únicamente en la apreciación de su trabajo actoral: en lo genuino de los cambios en su mirada, en la intensidad de su voz, en la frescura relajada de su cuerpo en relación a la cámara. Assayas la dirige con maestría; la pone en dificultades que ella sortea con profesionalismo y elegancia pero sin perder jamás la fuerza dramática: debe resultar mágico fotografiar a alguien con esa capacidad de entrega y autenticidad, que resulta una belleza extraña dentro del mundo de la afectación, la hipérbole continua y las operaciones para modificarse el rostro y el cuerpo al que estamos acostumbrados. La Binoche es un alivio en su adultez y ambigüedad. Justamente por eso resulta perfecta para El otro lado del éxito, donde interpreta a María Enders, una actriz muy famosa que debe viajar para recibir un premio en nombre de su mentor Wilhelm Melchior, escritor y director responsable en gran medida de su prematuro salto a la fama. María viaja a todas partes con Valentine, su asistente personal, que se encarga de administrar su vida y de ayudarla para aprenderse los textos de memoria. Es también su conexión más evidente con el mundo de la prensa en internet, el chusmerío de espectáculo, los escándalos mediáticos de los actores jóvenes y un modo de hacer cine supuestamente “poco-serio” vinculado a “colgarse de una soga adelante de un telón verde”, como ironiza María al explicar su rechazo a un papel en la secuela de una saga de súper héroes. Kristen Stewart, la actriz que interpreta a Valentine, es en la realidad la protagonista súper estelar de la saga Crepúsculo: representa realmente ese recambio generacional. La película se estructura entonces en un juego de espejos entre la realidad y la ficción, y va abriéndose como quien juega con matrioshkas, esas muñecas rusas que se esconden una adentro de la otra. Frente a la muerte de su mentor, María acepta volver a ser parte de la obra de teatro que la llevó a la fama: La Serpiente de Maloja. Es un texto sobre una empresaria que se enamora locamente de una jovencita que la utiliza y manipula, haciéndola perder todo y desbarrancar su vida. En la primera versión María contaba con diecisiete años e interpretaba a la joven y seductora Sygrid, pero ahora la convocan para el papel de Helena, la empresaria casi inducida al suicidio por su amor maldito. María y su asistente viajan a una casa en las montañas donde se dedican a la lectura de los diálogos de la obra y a la creación del personaje, y es allí donde el relato se interna en sus temas centrales: la pérdida de la juventud, el miedo a la madurez, la inclusión de la puesta en escena en la vida cotidiana, la relación entre creación y deseo. ¿Es posible salirse de ciertos personajes que nos hemos creado y en los que hemos creído? Pienso en Birdman, en esa mirada absurda sobre el mundo del espectáculo donde todos son una especie de monstruos grotescos. Aquí la “famosa” es una mujer de carne y hueso, con sus batallas ganadas y perdidas, su encanto y sus neurosis, humana y movida por algunas emociones que puede confrontar y por otras que ni siquiera conoce. Es un personaje complejo y comprensible atravesando una crisis, pero no en función de algo que va a pasar luego, no en función de la resolución del problema. No importa mucho qué pasa después, sino la voluntad de detener nuestra mirada en lo que pasa ahora, en ir más y más hondo en la contemplación y la comprensión de un pedacito de tiempo en una vida, en un vínculo. Incluso, si bien la película opina en la voz de sus personajes sobre el cine de súper héroes,la evolución de los códigos de actuación o la relación con los medios de comunicación, siempre lo hace de modo ambiguo, planteando preguntas más que respuestas, eligiendo ilustrar los espacios de reflexión y discusión con varias voces disímiles. La relación entre actriz y asistente va creciendo en intensidad con sutileza, ayudándose por un montaje muy fresco y caprichoso, lleno de errores de continuidad, donde cada escena termina casi aleatoriamente con un fundido a negro. Esta estructura en viñetas separadas brinda a la película un ritmo peculiar, lento, con una cadencia precisa que se acompaña muy bien con poca música y mucho sonido ambiente cercano al silencio. Es como un rompecabezas ultra sofisticado, como en el mejor Assayas (pienso en Clean y en Demon Lover) porque los personajes se piensan a sí mismos de un modo perezoso e inconcluso, abriendo una gran brecha entre su conciencia y sus acciones; sus contradicciones más hondas aparecen, como en la vida, en pequeños gestos y palabras, en la manera en que se paran una frente a otra, en las tonalidades de la voz. El ámbito de las montañas aporta una aislada y honda belleza, sirviendo como marco simbólico para el deseo que comienza a surgir mientras practican los diálogos de la obra, comparten diferentes puntos de vista, se ríen, descubren, interpretan, se pelean y consumen una en la otra. La narrativa prácticamente se detiene y el mundo real, con otros personajes y conflictos (sobre todo el de Chloë Grace Moretz como la nueva Sygrid) sirven como irrupción en ese universo de ensoñación entre ficción y realidad que no deja demasiado lugar para nada más. Hacía mucho tiempo que no veía contar el paso de la tarde con un plano tan hermoso como el de Juliette Binoche y Kristen Stewart durmiendo en la montaña. No logro dar con las palabras, pero intento transmitir que quienes disfrutamos plenamente de discusiones estéticas y artísticas, o hemos participado de procesos de creación colectivos, podemos encontrar en esta película una pintura fiel de lo entreveradas que son las relaciones que giran en torno al trabajo sensible, y cómo la autoridad, los roles de poder y los vaivenes del deseo se entremezclan y se cuelan por todos lados. Me da gracia que tantas personas hablen de esta película como “cine arte”, o “cine muy francés”, desmereciéndola por eso, como si eso fuera un motivo de desprecio, como si eso fuera “algo” concreto. Lo que sé es que encontré un material lleno de guiñadas, construido con un trabajo ensimismado y genuino, y si bien el contexto puede resultar “banal”, no es menos banal un personaje por ser pobre o por ser esclavo o lo que sea: depende de cuán interesante resulte la forma en que está elaborado y actuado. Y dejo de escribir porque siento que este texto no logra nada más que un retrato confuso; no sé, tal vez esté bien así. Al fin y al cabo, intenta reflejar una película llena de trampantojos: esos efectos de las pinturas barrocas en los que una imagen se repetía adentro de otra hasta el infinito.
Mujeres frente al espejo Son varios los espejos que reflejan el universo femenino de este nuevo opus del francés Olivier Assayas, El otro lado del éxito (Clouds of Sils Maria, 2014), que cuenta entre su elenco dominado por féminas de carácter con la experimentada Juliette Binoche, junto a las promesas hollywoodenses Kristen Stewart y Chlöe Grace Moretz. Las tres en representación de distintos tipos y arquetipos femeninos, que a veces bajo la mirada impiadosa del cine mainstream refractan los achaques del tiempo pero sobre todas las cosas las consecuencias de someterse a la tiranía de la industria, siempre que el objetivo sea mantenerse vigentes en el cambiante firmamento cinematográfico. Es así como el director francés se las ingenia a partir de la introducción de una anécdota que involucra a la actriz desvalorizada, María Enders, en la piel de Binoche, en compañía casi constante de su joven y ambiciosa asistente Valentine, personaje que le queda como anillo al dedo a Stewart, para dejar plasmadas sus enormes diferencias de criterio y críticas al Hollywood industrial, responsable, entre otras cosas, de una homogeneización y achatamiento cultural en general que el cine francés ha sabido superar con armas propias, pero que en la actualidad hace verdadera mella en muchas propuestas europeas que se acoplan cada vez más a los modelos de representación norteamericanos. Se trata, en definitiva, de exponer una mirada y discurso crítico a cierto tipo de lenguaje para preservar desde términos creativos y sin concesiones, rasgos de identidad de una cinematografía sobre otra. Para ello, qué mejor que enfrentar dialécticamente a dos actrices con una propuesta que expondrá por un lado la vulnerabilidad de la olvidada María Enders, en plena crisis de transición por el paso del tiempo y la competencia con actrices mucho más atractivas y jóvenes como la que le toca en suerte a la enigmática Chlöe Moretz, quien se encargará de interpretar un personaje que otrora había catapultado a Enders al éxito teatral durante su juventud. La obra de teatro La Serpiente De Maloja traza las coordenadas de una relación un tanto enfermiza entre una joven y una mujer madura. Juego de espejos que se distorsiona al reproducirse una situación paralela entre la actriz María Enders y su ya mencionada asistente Valentine, quien la ayuda también en el repaso del texto y la contiene emocionalmente durante sus ataques y crisis a lo largo del relato. Hasta dónde la manipulación entre una y otra se materializa es otro de los encantos que propone Assayas en este juego que se torna mucho más eficaz al entrar en escena el tercer personaje, desde la ambigua y perturbadora Jo-Ann Ellis (Moretz), quizás una relectura muy personal de La Malvada (1950) pueda explicar de manera más concreta las verdaderas intenciones del realizador francés, quien logra extraer lo mejor de cada una de sus actrices para quienes reserva escenas o momentos de alta tensión dramática. Pese a esta calibrada dirección y prolija puesta en escena, por momentos El otro lado del éxito se muerde igual que la serpiente su propia cola y se estanca en el retrato intimista de una relación cuasi lésbica bastante predecible en cuanto a los gestos que le quitan espesura a la trama y por ende a la película, en términos generales, con un último acto por demás cuestionable, siempre teniendo en cuenta la propuesta desde el inicio hasta promediar la segunda mitad del film.
Quienes recuerdan el debut del modelaje al cine de Juliette Binoche en aquella “Mala sangre” de los 80 saben que siempre llenó la pantalla, que nació para ello. Lo sabe también uno de los más importantes realizadores franceses, Olivier Assayas, que tiene habilidad para el melodrama, el cine de género y la mirada sobre el propio cine desde una perspectiva humana. Justamente el film narra cómo una actriz madura cercana al retiro (Binoche) reacciona cuando el rol que la llevó a la fama se vuelve el trampolín para una joven estrella (la excelente Chlöe Grace Moretz). Hay un tema interesante además de la consabida reflexión sobre el paso del tiempo: si las criaturas que crea un actor le pertenecen o tienen una vida autónoma. Sostenido en un tono que recuerda a “La malvada”, es también un soberbio retrato femenino, de esos que escasean en el cine cotidiano.
Maria Enders es una actriz veterana no se encuentra atravesando su mejor momento. Todo empeora cuando acepta el papel de una mujer madura en la misma obra que ella interpretó en el comienzo de su carrera. Así comenzará a ver su vida reflejada en el personaje. Sueño con serpientes ¿Cuantos actores no vieron reflejados su presente en algún papel que hayan aceptado? Si nos preguntamos ya mismo quien se nos viene a la mente diríamos que Riggan Thomson, interpretado por Michael Keaton en Birdman. Aunque este no sea el caso de Juliette Binoche, si lo es el papel que interpreta en El Otro Lado del Éxito. La historia que se nos presenta es al menos, interesante, la protagonista, Maria Enders (interpretada por una gran Binoche) acepta el papel de Helena, una mujer madura que se enamora de una joven llamada Sigrid. En la cinta, Kristen Stewart (muy bien en su papel) es la asistente personal de Enders, y es en los ensayos y en las vivencias que tienen ambos personajes que se nota el paralelismo interesante que existe entre la vida personal de la actriz y el personaje que interpreta. La entrada en escena de Chloë Grace Moretz es sumamente genial al igual que su performance, por desgracia el rol que ocupa en la película no le dejó mucho margen de tiempo en la pantalla privándonos de poder disfrutar más de su personaje. El humor no falta, y los chistes pop, auto-referenciales, y la burla hacia las banalidades de los actores están presentes a lo largo de toda la película. La fotografía es sumamente espectacular y muestra en toda su magnitud el imponente paisaje de los Alpes Suizos, y la escena en la que podemos observar a la serpiente de Maloja abriéndose paso entre las montañas es hermosa. La película se divide en tres actos. Por lo que podríamos dividir también a la cinta en tres momentos: uno más aburrido que el otro. Porque, a pesar de que el filme tiene un buen comienzo, una vez que conocemos a los personajes, sus historias y el conflicto está planteado, solo es una serie de escenas que se suceden una detrás de otra carentes de interés. Basta con decir que una de las mejores escenas en medio de tal soporífera dirección, es el momento en que vemos la película muda y en blanco y negro de la Serpiente de Maloja, fenómeno que -supuestamente- ocurre en Sils Maria, Suiza. Por suerte el personaje de Chloë es un soplo de aire fresco en medio de tanto dialogo poco interesante y de un relato aburrido, solamente sostenido gracias a la sublime interpretación de Juliette Binoche y la negación de su personaje a aceptar el paso del tiempo. Conclusión Tan pretenciosa como aburrida, El Otro Lado del Éxito (vaya uno a saber por qué eligieron ponerle nombre de documental chimentero) es un requeche de diálogos de dudoso interés, que se salva únicamente por las interpretaciones de su actriz principal, una hermosa Kristen Stewart que acompaña muy bien y una fotografía deslumbrante. Si quieren aburrirse vayan a verla, pero se los advertimos.
Con una trayectoria que comenzó en los ’80, Olivier Assayas es uno de los nombres más fuertes del cine francés, europeo y mundial. En El Otro Lado del Éxito, su nuevo film, apostó a un nuevo desafío: rodar en inglés, pero sin perder la audacia de siempre. María Enders (Juliette Binoche), una actriz veterana, viaja al poblado Sils María, en los Alpes Suizos, junto a Valentine (Kristen Stewart), su asistente, con el fin de prepararse para su próximo papel teatral: Sigrid, una mujer que se enamora de otra, más joven. María ya había participado en esa obra, 20 años atrás, en el rol de la muchacha. Adaptarse a su nuevo papel no será fácil. Y pronto se sumarán dos cuestiones fuertes: la muerte del director que la descubrió y la presencia de Jo-Ann Ellis (Chlöe Grace Moretz), una joven y bonita estrella de Hollywood propensa a los escándalos, quien ahora interpretará a la joven. Además de funcionar como una historia sobre el mundo del espectáculo, con sus miserias, envidias y locuras varias, la obra de Assayas habla sobre la relación entre dos generaciones, el deseo y el paso del tiempo. Temáticas muy similares a las de la reciente y muy oscarizada Birdman, de Alejandro González Iñárritu. Sin embargo, esta producción apuesta a un estilo menos vistoso y más contenido, pero siempre honesto. Entre María y Valentine se genera una interesante tensión sexual que difumina la diferencia entre la preparación actoral y el mundo real. El mérito se debe al dúo protagónico. Juliette Binoche, siempre excepcional, en un personaje que tiene mucho de su vida profesional (entre otras cosas, alterna papeles en películas intelectuales con superproducciones de Hollywood). Kristen Stewart se luce en otro rol que le permite alejarse cada vez más de la saga Crepúsculo. Su verdadero talento puede apreciarse en films más intimistas y atrevidos, como The Runaways y Camp X-Ray. No por nada, gracias a su interpretación de Valentine, obtuvo el premio César a la Mejor Actriz de Reparto, logro nunca antes conseguido por una estadounidense. En cuanto a Chlöe Grace Moretz, aparece poco en pantalla, pero su intervención forma parte de una suerte de parodia de Hit-Girl, la superheroína políticamente incorrecta que inmortalizó en Kick-Ass y su continuación. El Otro Lado del Éxito es una sátira intimista a cargo de uno de los realizadores más notables del cine moderno.
La intimidad femenina desde una óptica masculina Uno de los directores franceses más prestigiosos como Olivier Assayas (de 59 años durante el rodaje), una de las actrices más talentosas de ese origen como Juliette Binoche (50) y dos estrellas juveniles de los Estados Unidos como Kristen Stewart (24) y Chloë Grace Moretz (de apenas 17) conformaron una extraña pero virtuosa sociedad artística para Sils Maria, rebautizada para su estreno comercial en la Argentina como El otro lado del éxito. El director de Irma Vep (1996), Los destinos sentimentales (2000), Demonlover (2002), Clean (2004), Las horas del verano (2008) y Carlos (2010) retoma aquí uno de los temas que lo obsesionan: el paso del tiempo. En este caso, lo hace a partir de la historia de María Enders (Binoche), una actriz que está en el pináculo de su carrera y en pleno proceso de divorcio. Acompañada por su joven asistente (y algo más) interpretada por una muy solvente Kristen Stewart, María viaja a Suiza para participar en un homenaje a su trayectoria y luego empieza a desarrollar un extraño proyecto ligado con su pasado. Más de dos décadas antes, cuando era una desconocida actriz de 18 años, se había consagrado en el papel de Sigrid, una joven ambiciosa y encantadora que provoca el suicidio de una mujer madura llamada Helena. En la actualidad, le ofrecen protagonizar la misma obra teatral (que tiene mucho del universo de Rainer Werner Fassbinder), pero -claro- encarnando a Helena. Para hacer de Sigrid en la nueva versión, se contrata a JoAnn (Moretz), una figura en ascenso en Hollywood (Assayas incluye en un momento una divertida parodia a los films de X-Men). Con bellas imágenes de fondo tomadas en el pueblo del título ubicado en las alturas de los Alpes suizos, con impecables actuaciones del trío protagónico, con el habitual talento de Assayas para la puesta en escena, con incisivas observaciones sobre las miserias y códigos del mundillo artístico y con la sensibilidad infrecuente de una mirada masculina respecto de la intimidad femenina, El otro lado del éxito resulta una propuesta quizás un poco ardua en algunos pasajes, pero casi siempre atrapante e incluso fascinante. Bienvenido sea, pues, este algo demorado estreno.
La segunda película en competencia oficial de Cannes 2014 centrada en el mundo del cine y, más específicamente, en el universo de las actrices tras la de David Cronenberg, EL OTRO LADO DEL EXITO plantea una suerte de ejercicio complejo que va del cine al teatro, de la verdad a la ficción y, apoyándose en las internas del mundo del espectáculo, habla también de un tema caro tanto a Hollywood como a, bueno, la gente normal: la edad. Más que nada, la nueva película de Olivier Assayas se centra en el paso del tiempo y en cómo una mujer (una actriz, para ser más preciso) lo vive. Juliette Binoche encarna a María Enders, una muy famosa actriz que ya promedia los 40 y que viaja a Suiza para recibir un premio que le dan a un director recluso que se niega a aparecer en público. Viaja con Val (Kristen Stewart), su asistente personal, quien maneja su agenda. En camino hacia el lugar descubren que el mítico director ha muerto y la situación se vuelve más amarga. En paralelo, a María le han ofrecido actuar en una versión para teatro de una película sobre la relación entre dos mujeres que hizo a los 18 años, pero solo que esta vez la quieren para el otro rol, el de la mujer mayor, ya que la joven será encarnada por Jo-Ann Ellis (Chloe Grace Moretz), un muy joven actriz permanentemente envuelta en escándalos en Hollywood, muy a la manera de Lindsay Lohan. sils_maria_3María acepta el rol un poco a regañadientes y buena parte de la película se centrará en la estadía de ella y su asistente en una casa en un bello paraje suizo en el que sucede un extraño fenómeno meteorológico que da al filme su título original, “las nubes de Sils Maria”. Allí ensayarán los roles, y los diálogos que mantendrán irán de la “realidad” a la “ficción”, haciendo que la relación entre ellas, de algún modo, imite a la que tendría en la obra de teatro. Así como no siempre se distingue cuando conversan o cuando ensayan, hay una sensación permanente de que tampoco se sabe cuánto de esto es cierto y cuánto es parte de la imaginación o de otra ficción que las envuelve. La película es compleja en su estructura pero muy clara en su búsqueda temática, ya que tanto las conversaciones entre las dos mujeres (y en las que tienen luego con Moretz y algunos personajes secundarios) siempre giran en torno de la edad, del paso del tiempo y de cómo eso es complejo de manejar en una industria que vive siempre pendiente de “la nueva cara”, de la frescura, del escandalete y la promoción salvaje. Con Stewart en uno de los roles principales, es imposible no pensar que por momentos es la actriz la que habla y no tanto sus personajes. Curiosamente, su Val es la que mejor se lleva con la idea de que Jo-Ann, a quien Maria no conoce pero le parece muy poco apropiada a juzgar por sus trabajos previos (que vemos, en breves y simpáticos clips paródicos), trabaje con ella. Val considera que esas películas “pochocleras” son más serias de lo que María cree y que Jo-Ann está muy bien en ellas. silsmariaSu estructura me hizo recordar en parte a los más recientes filmes de Alain Resnais, con sus juegos teatrales, sus actores trabajando en diversos niveles de representación y los diálogos siempre trabajando en el filo del artificio como si todo fuera una puesta de una puesta de una puesta. Assayas deja toda la narrativa en una nebulosa similar al fenómeno meteorológico mencionado, pero lo que sí prioriza –acaso demasiado, ya que todas las conversaciones giran obsesivamente sobre el mismo tema– son las discusiones sobre la edad y cómo soportar el “cambio de guardia”. Para una actriz seria que ronda los 50 implica entender que la escandalosa chiquilina de 20 puede no ser tan boba y mucho más talentosa de lo que parece. Para los que no somos actores, es exactamente lo mismo… EL OTRO LADO DEL EXITO es un filme dispuesto para el lucimiento de las actrices y en algún punto todas juegan con su circunstancia real. Binoche, con la idea de la respetada y elegante gran dama del cine. Moretz y Stewart, por su parte, se relacionan más claramente con las idas y venidas del estrellato hollywoodense y cómo lograr separar los escándalos de la vida privada y el comportamiento “zarpado” con la realidad de esas jóvenes actrices que, por debajo de esa cáscara, tratan de vencer a su manera al sistema que las levanta y luego descarta con ensayada sistematicidad.
Se podría hablar de “El otro lado del éxito” (Francia, Suiza, Alemania, 2014) de Olivier Assayas sin pensar en aquellos melodramas que toman el cine y el teatro como punto de partida para crear una historia profunda, emotiva, sobre los lazos que se forjan mientras se prepara una puesta? Seguramente la respuesta sea negativa, y menos en un filme que posee un inicio abrumador, en el que Marie (Juliette Binoche) una actriz con gran trayectoria, se dirige hacia un homenaje a un dramaturgo con el que dio sus primeros pasos en la carrera y recibe por parte de Valentine (Kristen Stewart) su asistente, la noticia que éste ha fallecido repentinamente. En el tren, desesperada, mientras los teléfonos de su ayudante explotan, con pedidos de notas, reclamos de abogados, ex maridos enojados, Marie tiene que asumir la partida de su mentor en medio del profundo dolor que le genera la confirmación de su propia mortalidad. Pero mientras viaja, y antes de llegar al lugar en donde el homenaje en vida ahora se transformó en un homenaje póstumo, Marie comienza a pensar en algunas contradicciones relacionadas al momento de su vida y cómo la agarra la noticia sentimentalmente. Valentine quiere aggiornar a Marie, acercarla a las nuevas generaciones, aquellas que llenan las salas y que determinan qué está in y qué está out en la farándula, y ella se resiste, desde su formación tradicional y estructurada nada de aquello que se está haciendo en cine con efectos y la utilización del 3D le sirve. Surge la posibilidad de participar nuevamente en la obra que la catapultó a la fama, la que mayor prestigio le brindó, no ya en su papel anterior sino en el contrapuesto, una mujer madura, que termina desluciéndose con el avance de los minutos. Ante la disyuntiva Marie se deja llevar. Llega al homenaje. Choca con un ex compañero. Recibe al director que tiene la propuesta de recrear la obra pero en otro papel. Piensa. Llora. Se derrumba. Pero siempre está Valentine para sostenerla. O eso es lo que ella cree. El filme está dividido en dos partes. Una primera que trabaja sobre los pormenores detrás del duelo de Marie, su acercamiento con la mujer del dramaturgo, su relación con Valentine ante la insistencia de ésta por introducirla en el siglo XXI, todo con un ritmo trepidante, que agobia, casi tanto como la asfixia que siente ella ante el mundo. En la segunda parte vemos a Marie ensayando de mala gana la obra con Valentine, con una tensión y una carga dramática casi similar a la que la obra despliega en sus páginas. Además Assayas trabaja con el fuera de campo, conociendo a la futura posible compañera de Marie, Jo-Ann Ellis (Chloë Grace Moretz) a través de imágenes mediatizadas y videos virales que sólo hablan de su mal comportamiento y falta de profesionalismo y recién media hora antes de finalizar la película las pone a interactuar entre sí. “El otro lado del éxito” se pierde en laberintos que ella misma se genera y de los que no sabe cómo salir. Crea una innecesaria tensión en esa espera eterna entre el encuentro entre Marie y Jo-Ann y en los choques con Valentine, emulando casi la misma obra que ensayan, y que seguramente con otro elenco protagónico el resultado podría haber sido mucho peor. Tensión sexual, violencia contenida, mentiras calladas, una narración primero vertiginosa y luego lenta, muy lenta, atentan con un producto que bucea en las miserias de la fama para demostrar que todos somos iguales ante cada decisión que se nos presenta.
La sensibilidad por las nubes La nueva película del director de Irma Vep, protagonizada por Juliette Binoche y Kristen Stewart, confirma que el de Assayas –como el de Truffaut– es un cine de las emociones y que su clasicismo está atravesado por la modernidad. Se ha escrito muchísimo sobre el cine del francés Olivier Assayas, de sus relaciones directas e indirectas con la nouvelle vague –de la cual, puede discutirse pero no tanto, es uno de sus herederos dilectos–, de sus pasiones cinéfilas y de su pasado como crítico en la legendaria Cahiers du Cinéma. Y si se piensa nuevamente en el concepto de “autor cinematográfico” acuñado por algunos cahieristas de antaño, una reflexión sobre su último largometraje, El otro lado del éxito, permite adivinar filiaciones no sólo con su propia obra sino con una parte significativa del cine de François Truffaut. Como muchas películas del director de Los cuatrocientos golpes, Clouds of Sils Maria (su menos prosaico título original) reconstruye el cine de género a partir de un posible neoclasicismo narrativo –un clasicismo no salpicado, sino atravesado por la modernidad– y se apega a los personajes, los piensa y construye como alguien cercano y querido, y así los presenta al público. El cine de Assayas, como el de Truffaut, es un cine de las emociones, materia prima de la mayoría de sus películas.En este caso, como en Irma Vep –una de sus obras maestras indiscutibles– hay cine dentro del cine. Aunque en mayor medida hay teatro y una actriz en el centro de la escena. Se habla de teatro, se ensaya una obra, se piensa en las intenciones de su autor y sobre el accionar de los personajes. Y lo dicho: hay actrices. Más de un espectador pensará, en particular durante el último tramo de proyección, en ese clásico del teatro en el cine, La malvada; de nuevo la cinefilia como faro, nunca como tótem, la cinefilia como punto de anclaje para relacionarse con el mundo. Juliette Binoche, una de las grandes actrices de su generación y de otras también es Maria Enders, una gran actriz del cine y del teatro, “descubierta” cuando aún era muy jovencita por el gran dramaturgo Wilhelm Melchior, quien acechará la pantalla de principio a fin a pesar de nunca aparecer en ella.Rodada en idioma inglés a conciencia –elección relativamente justificada en la trama–, El otro lado del éxito comienza sobre un tren en movimiento, con llamados a varios celulares que se cortan constantemente, como en un thriller. Quien atiende es Valentine, la asistente de Enders, una chica que tiene las facciones de Kristen Stewart y que demuestra nuevamente –ya lejos de la compañía de los chicos vampiros– talante, presencia y talento. Hay un homenaje al gran Melchior esa misma noche, pero antes de que el tren se detenga el viejo hosco y algo ermitaño se muere. No habrá cambio de planes (el show siempre debe continuar), aunque Enders y Valentine serán invitadas por la viuda a pasar unos días en la enorme casa alpina del autor, en una de esas bellísimas regiones montañosas de Suiza, Sils Maria, en el distrito de Maloja, donde el mismísimo Nietzsche pasó varias temporadas de verano antes de su descenso a la locura y el geólogo y cineasta Arnold Fanck –el creador del “film de montaña” alemán– filmó un documental sobre las particulares formaciones de nubes que recorren el paisaje de tanto en tanto. Nuevamente la cinefilia: algunas imágenes de ese corto documental y su contrapunto, un registro actual del fenómeno climático, forman parte esencial del desarrollo dramático de la película.El “conflicto” en términos de dramaturgia tradicional es previsible: ¿accederá Enders a subirse nuevamente a las tablas, décadas más tarde, ya no para interpretar a esa joven que seduce a su superiora en la oficina sino al personaje mayor, la mujer fatalmente enamorada? Hay otros conflictos, ya sin comillas: el paso del tiempo y las edades (Assayas pone en escena una magnífica y nada gratuita escena de desnudo en el lago), las relaciones y choques de egos, la vida privada y la pública, el pasado que regresa, el cine popular versus el Arte con mayúsculas, que la película pone en tensión pero, afortunadamente, no termina de tomarse del todo en serio. Las lecturas de algunos diálogos de la obra están entre lo mejor de la película: la interacción entre Binoche y Stewart, antes de la aparición da la joven promesa (Chloë Grace Moretz), resulta tan sólida desde lo actoral que algunos de los detalles más obvios en la relación especular entre los personajes de la obra, los del film e incluso los de la vida real pueden pasarse por alto.El relato abandona en la última media hora el concepto volátil que la sucesión de escenas y temas mantenía hasta ese momento, jugados a un tono que nunca llega a ser del todo melodramático ni del todo realista, y apura los motores, al tiempo que gana en una gravedad casi bergmaniana. A partir de ese momento, Clouds of Sils Maria pierde un poco de su gracia y se torna algo banal y caricaturesca, como si Assayas desconfiara de la fuerza de lo construido hasta ese momento.
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Juliette Binoche muestra todo su talento en esta perturbadora visión de una estrella del espectáculo, María Enders, que no quiere asumir que su carrera está en declive por su edad, el no reconocimiento de espectadores más jóvenes y lo que más la inquieta: su negación a tener que interpretar a la otra cara de la moneda en la obra que la llevó a la cima. Ella está en camino a un homenaje al escritor que la hizo famosa como actriz. En medio del trayecto recibe la peor noticia: su creador murió, se suicidó y justo en el lugar donde se escribió la historia de Helena y Sigrid, "La Serpiente de Maloja", María Sils. La encargada de darle la noticia es su asistente personal, Valentine (que es interpretada por Kristen Stewart, fuera totalmente de sus personajes entre vampiros y hombres lobo) y también en una performance destacable. La película está estructurada en episodios, tal cual una obra de teatro y "La Serpiente de Maloja", que es un fenómeno meteorológico, explica de cierta manera las transformaciones de ánimo y figura de la protagonista. El mayor desafío que dejó el escritor es hacer una secuela en donde Sigrid, la joven a la que encarnó María Enders a sus 18 años, tiene la edad de Helena, una mujer de 40 años que, en la primera obra, es manipulada por Sigrid, se enamora de ella pero la chica la deja y esa decepción termina con la vida de Helena.María dice que nunca interpretaría a Helena, que quiere seguir siendo Sigrid, pues es sinónimo de libertad mientras que la mujer mayor está condenada desde el primer momento al triste desenlace. Valentine, tratará de hacer lo posible para que María entre en el papel de Helena humanizándola, ya que muerto el escritor de la secuela, llega un director que le insiste a la estrella a tomar este papel. En medio de imponentes paisajes, se desarrolla este drama que además incluye el tema de los nuevos públicos, los fans, los paparazzi y cómo los actores mayores tienen prejuicios sobre las nuevas generaciones y que las producciones de ciencia ficción y de acción de ninguna manera pueden tener contenidos profundos. En algún punto, para el proyecto que debe afrontar, tiene razón ya que hay una tercera en discordia que es Jo-Ann Ellis, quien fue elegida para el papel de Sigrid y tiene todas las cualidades para pasar sin ningún problemas el casting. Ha salido de rehabilitación de alcohol, fue metida en la cárcel y tiene de amante a alguien bien complicado. María disfruta de la intensidad de esta actriz pero la envidia en su juventud y todo este combo de antecedentes, hasta que se produce el primer encuentro con Jo-Ann, se lo hará sufrir a Valentine, a quien utiliza para los ensayos del papel de Helena. La autorreferencia al backstage del mundo del espectáculo no es para nada una cuestión ajena al director y guionista de la película. Olivier Assayas, es hijo de Jacques Rémy, seudónimo de Raymond Assayas, también director y guionista. Olivier comenzó su carrera como ayudante de su padre, luego se anima con algunos cortometrajes y además, escribe algunas críticas en la prestigiosa revista "Cahiers du cinéma". Uno de sus mayores éxitos es "Irma Vep" (1996). "El otro lado del éxito"/"Sils María" fue seleccionada para competir por la Palma de Oro en la sección principal de la competición en el Festival de Cine de Cannes de 2014 y Juliette Binoche ganó el premo ICS Cannes (Sociedad Internacional de Cinéfilos) a la mejor actriz. Dos puntos en contra: una corta escena que queda descolocada en el conjunto en la que vemos el hallazgo del cuerpo del escritor y cuando lo llevan a la casa de los Alpes, donde luego, pasarán un tiempo María y Valentine, mientras María va madurando de Sigrid a Helena. Interpretación mía es que en este momento los fantasmas quedan reptando en el ambiente de la casa como La Serpiente De Maloja y trayendo malos presagios. Si es por esto, punto para Olivier Assayas, sino, son unos instantes sin sentido. El segundo punto mal resuelto a mi gusto es el personaje de Valentine (no puedo contar por qué pues estaría revelando algo importante de la trama). Creo que a quienes hicieron alguna sinópsis de esta película este detalle también los confundió pues en la balanza de los personajes Valentine tiene mucho peso y Jo-Ann, es sólo una excusa y una exaltación de lo que María dejó de ser pero no debería importarle. Es una película interesante, sobre todo, por su puesta en escena dramática. Vuelvo a resaltar el impecable desempeño de Juliette Binoche y de Kristen Stewart. Un plato fuerte de cine europeo.
Las estrellas y sus complejas particularidades La película se asienta en las dos obsesiones de su director Oliver Assayas, el paso del tiempo y el cine. Juliette Binoche interpreta a una actriz que, a raíz de un episodio fortuito, comienza a reflexionar sobre su carrera y su futuro. Las horas del verano, Clean, Los destinos sentimentales e Irma Vep son sólo algunas de las películas de Olivier Assayas que abordan de manera directa o tangencial el paso del tiempo. El otro tema clave en la filmografía del director francés es su mirada sobre el cine, con Irma Vep como el ejemplo paradigmático. El otro lado del éxito se asienta en estas dos obsesiones a partir de la historia de María Enders (Juliette Binoche), una actriz madura que viaja a Suiza junto a su asistente Val (Kristen Stewart) al homenaje que se le hará a un importante realizador. En pleno traslado llega la noticia que el director murió, lo que provoca que la Enders (el trato está ligado a su celebridad, un guiño a la propia Binoche considerada la Gran Dama del cine francés) comience a reflexionar sobre su carrera y el futuro, lo que la lleva a un estado de incertidumbre que bordea el hastío, que se profundiza cuando le llega la propuesta de una obra de teatro basada en una película que interpretó cuando tenía apenas 18 años -y que la instaló como una de las grandes promesas de la interpretación-, en un rol que la enfrentaba con una mujer madura y que desencadenaba una tragedia. Pero la idea de los productores es que en la adaptación, María tome el papel de la mujer mayor, mientras que el de la chica está reservado para Jo-Ann Ellis (Chloe Grace Moretz), una actriz hollywoodense con una relación tormentosa con los medios. Ayudada por su secretaria Val, la protagonista avanza en los ensayos de la obra recluida en los Alpes suizos y así, se establece un interesante juego de espejos, primero en la relación entre ambas mujeres que se va profundizando en un camino en donde además de la atracción mutua se hace presente la diferencia de edad y la percepción que cada una de ellas tiene sobre el arte, la exposición pública y los medios. Pero además, Assayas confronta dos escuelas de actuación, de historia y de orígenes, en un duelo amable pero contundente Binoche vs. Stewart. Y para complejizar aun más el relato, suma a Moretz, que parece poder lidiar con su costado Lindsay Lohan y a la vez, certifica su talento frente a las cámaras. Como Enders, cuando tenía su edad. Si bien es cierto que la puesta algunas veces es demasiado autoconciente a la hora de parodiar y mostrar las agachadas, inseguridades y el negocio de ese pequeño universo, El otro lado del éxito es una película que transita la reflexión cerebral, trágica y a la vez divertida, pero también ensaya una idea sobre el mundo femenino desde la perspectiva de un intelectual, que una vez más, da cuenta de que posee la herramientas y la sensibilidad para hacerlo.
Atrayente juego de espejos El paso del tiempo, el arte del actor, sus máscaras y sus inseguridades, los complejos lazos entre su ser real y los personajes de ficción que representa o con la imagen que ha ido construyendo de sí mismo en su relación con el mundo, más una observación crítica del ambiente (el del cine) en que se desarrolla este fascinante juego de espejos son algunos de los elementos con los que Olivier Assayas ha construido en Clouds of Sils Maria, aquí rebautizada El otro lado del éxito, un film en el que el autor de Los destinos sentimentales, Irma Vep y Las horas del verano se muestra particularmente inspirado. Pocas historias exhiben tantas capas y subtextos como ésta, y pocas pueden articularlos (y entretejer tantos niveles de ficción o de realidad con tanta precisión y equilibrio). El complejo relato gira básicamente sobre una actriz famosa y ya madura que se ve desafiada a interpretar la misma historia de su debut, veinte años atrás, pero ya no en el papel que la convirtió en estrella, el de la jovencita ambiciosa, Sigrid, cuyo encanto seduce a una mujer madura hasta el punto de conducirla al suicidio, sino en el de la que termina siendo su víctima, Helena. El film comienza en un tren, donde la actriz Maria Enders, en la plenitud de su gloria (Juliette Binoche, admirable), y su asistente- secretaria-confidente, dama de compañía y compañera de tragos Valentine (Kristen Stewart, justa ganadora de un César), viajan a Zurich para asistir a un homenaje a Wilhelm Melchior, el director de aquel film, y por lo tanto también el Pigmalión de la protagonista. Allí a Maria le propondrán la nueva versión y, dada su edad, el obligado cambio de rol. Para el ensayo de las escenas, que domina el medular segundo tercio del film, contará con la servicial Valentine, que le dará las réplicas como Sigrid en una rara mezcla de amabilidad y celos. Puestas en el compromiso de representar a Helena y Sigrid, la puesta en abismo gana aquí otro espesor; ya no son solamente los personajes, sino las propias actrices (la prestigiosa y consagrada Binoche y Kristen Stewart, la juvenil estrella de la serie de Crepúsculo) a las que se sumará poco más tarde quien encarnará a la nueva Sigrid, la conflictuada Jo-Ann Ellis (que ha ganado notoriedad en el Hollywood de la ficción como intérprete de superproducciones y grandes éxitos de acción o historias de vampiros) y es representada por Chloe Grace Moretz, vista entre nosotros en 500 días sin ella. A través de ellas, Assayas no sólo enriquece su retrato de la protagonista, sino que se interna en la descripcion de las relaciones entre mujeres, expone sus puntos de vista sobre el cine de hoy, multiplica los ecos y las referencias cinematográficas entre las que no faltan Bergman (Persona), Antonioni (La aventura), Mankiewicz (La malvada) ni una -paródica- a los X-Men. También extiende las dimensiones de su historia (el juego entre un nivel y otro es incesante) y lleva la puesta en abismo hasta hacerla infinita, algo que evoca el efecto de poner un espejo frente a otro espejo. Es cierto que el espesor de sus contenidos (las citas, incluida la de un cortometraje de 1924, Phénomène nuageux de Maloja, de Arnold Fanck) o la repetida apelación a toda clase de tecnologías actuales: iPod, iPhone, Skype, YouTube y la tendencia al palimpsesto que muestran muchas de sus escenas se arriesga al sobrepeso, pero no puede sino destacarse la inteligente construcción del relato, la fluidez de la puesta en escena y la imponente belleza de las imágenes que la sensible cámara de Yorick Le Saux sabe captar en el imponente enclave suizo de Sils Maria, donde Nietzsche pasó varias temporadas en busca de alivio para sus neuralgias.
Parada en el medio de la vida Binoche interpreta una actriz que ya no cuenta con los privilegios de la juventud. El deber ser, en magnífica alegoría. ¿Se puede recuperar la inocencia? ¿La juventud es mejor que la madurez? Es gratificante ver cómo la vida y el arte se entrecruzan y enlazan en El otro lado del éxito. Como un drama dentro de otro, con una actriz adulta parada en el medio de la vida, es de esas películas que crecen a medida que la trama se desarrolla, hasta arribar a una conclusión que cierra a la perfección. Olivier Assayas escribió el papel de María pensando en Juliette Binoche, a quien conoce desde hace veinte años y mantiene una amistad con ella. Cuánto hay de la actriz de Bleu es una incógnita, pero mucho más atractivo es sumergirse en la psiquis de María, sus contratiempos, las dudas de un personaje femenino que se debate entre el deber ser y el hacer, como mujer, y como actriz, que no es precisamente lo mismo. Allí está María, en estos tiempos modernos en los que los preadolescentes, los escándalos e Internet gobiernan lo que debe ser, o al menos debe ser visto. Pero “los gustos se gastan como los deseos”... Básicamente María está haciendo papeles para los que su edad no sería la correcta. Ya no cuenta con los privilegios que da la juventud. La punta del ovillo es la oferta para interpretar en teatro, en Londres, una adaptación del filme que, cuando joven, la volvió famosa. Pero ya no como Sigrid, la joven asistente de una empresaria a la que seduce y manipula, sino ser Helena. El reflejo de María es Val (Kristen Stewart), su asistente personal, la que la atiza para aceptar el rol de Helena, pero dándole a entender las diferencias entre su pasado y el presente. ¿La crueldad es genial, y el sufrimiento “no da”? Los momentos que comparten ambas actrices, son, lejos, lo mejor de esta gran película de Assayas, que como Francois Ozon sabe dilucidar qué es el alma femenina y se dedica a escudriñar a María sin temores. El director de Los destinos sentimentales invita de manera constante a la reflexión. “El texto es un objeto, varía según el punto de vista”, dice sabiamente Valentine, la joven... madura. Cuando ambas discuten sobre la actuación, el cine y las maneras de comprender, primero, e interpretar un personaje y un texto no tienen desperdicio, además de una cuota de humor. Cómo los jóvenes pueden encontrar en el cine de masas una vertiente filosófica, es una sabia manera de hacer converger y contraponer nuevas y antiguas maneras de ver el fenómeno que es el cine, y también el teatro. Porque ¿no es irónico que Val sea Stewart, y salgan de su boca diatribas contra el Hollywood que ella misma interpreta? Sí, lo es, y está muy bien que haya sido la elegida. El desdoblamiento, la metáfora con las nubes que recorren un valle en los Alpes suizos en forma de serpiente, todo, alegóricamente o no, está allí para disfrutar.
Una de las grandes sorpresas de esta semana es la nueva película de Assayas, que logra que seamos un testigo más en la vida de Maria Enders, una actriz multireconocida en el mundo, quien tiene que tomar algunas cuantas decisiones que mágicamente, gracias al desarrollo de los personajes, uno se siente en conexión desde los primeros cinco minutos. Juliette Binoche es hermosa y talentosa, eso ya lo sabemos, pero en combinación con Kristen Stewart (a quien comienzo a respetar desde esta película) la fórmula es imparable y soberbia. Gran dupla, buena dirección de actores, un guión que apunta al paso del tiempo en todo sentido y donde todo lo que le sucede a esta actriz está encuadrado en un relato bien construido, profundo y que, aunque no pertenezcas al mundo de la actuación o las celebrities, te va a encantar ser parte de la cocina del día a día. Chloë Grace Moretz le pone el toque final, es la frutilla del postre, a una realización más que destacable de su director, Olivier Assayas.
Una actriz bajo influencia Olivier Assayas, es sin duda uno de los grandes directores del cine contemporáneo actual. Si en la ambiciosa megaproducción Carlos (2010) ponía toda la carne en el asador para retratar la vida del terrorista homónimo, en El otro lado del éxito (Sils María, 2014) se vuelca a un cine más intimista sobre el lado b de la fama. En Sils María, ubicado en el valle suizo de Engadina, se da un extraño fenómeno meteorológico que predice el mal tiempo, una nube nacida del aire húmedo de los lagos invade todo el valle: la serpiente de Maloja. Ese fenómeno es seguido por un viento típico de la noche que, sin embargo, aparece en pleno día. Esos fenómenos serán los que regirán a cada uno de los personajes de El otro lado del éxito, una película donde el otro será el espejo en el que cada uno deba mirarse. Tras la muerte de Wilhelm Melchior, la actriz Maria Enders (increíble actuación de Juliette Binoche) iniciará un viaje hacia su pasado reflejándose en su presente. La historia comienza cuando en el tren que la lleva hacia un homenaje a su mentor se entera que éste ha muerto, María no puede evitar los recuerdos del pasado, y menos aun cuando le llega la propuesta para volver a poner en escena la obra que le dio fama y prestigio, aunque está vez cambiando los roles. María deberá interpretar a la mujer madura que emprende un viaje suicida, fascinada de su propio descenso. María se reclutará unos meses en la casona del recién fallecido Wilhelm Melchior para ensayar el personaje con su asistente Valentine (una irreconocible Kristen Stewart). Poco a poco, la realidad de las dos mujeres se verá atrapada por la ficción del texto, al tiempo que aparece cada vez con mayor presencia la futura compañera en el escenario de María, la joven Jo-Ann Ellis (Chloe Grace Moretz). Assayas trabaja la dualidad en su sentido más amplio. Fusiona y opone el pasado con el presente, la vejez con la juventud, la fama con el anonimato, la ficción con la realidad, el cine con el teatro, y lo moderno con lo clásico, trabajando los conceptos de ambivalencia y falsas apariencias, cuyo ejemplo más notorio se da en el contraste Juliette Binoche-Kristen Stewart y Juliette Binoche-Chloe Grace Moretz. El otro lado del éxito es una película sórdida, en la que el director trabaja un guión de personajes en movimiento continúo, que actúan como deberían y no como quisieran hacerlo. Personajes que contienen la violencia y exteriorizan la hipocresía. Donde cada uno será el reflejo del otro y tal vez hasta de nosotros mismos.
El director de cine francés, Oliver Assayas, conocido por “Irma Vep” (1996), “Los destinos sentimentales” (2000), “Las horas del verano (2008)” y “Carlos” (2010) entre otras, que juntas hacen más de treinta años de carrera, nos trae en ésta oportunidad a un tridente de actrices femeninas, de tres generaciones diferentes y las pone trabajar juntas, para mostrar la diferencia que hay a la hora de trabajar e interpretar el mundo. Juliette Binoche, con cincuenta años y más de cincuenta películas en su carrera, Kristen Stewart, con veinticuatro años y casi cuarenta proyectos en su espalda, son las principales caras de éste film. Juliette le da vida a María Enders, una actriz reconocida, en el medio de un divorcio, que se había alejado de sus raíces para poder seguir creciendo, debe volver a Suiza, en donde le ofrecen hacer, veinte años más tarde, la misma obra de teatro que la hizo famosa pero en el personaje opuesto al de ella. Cuando tenía dieciocho años María interpretó a Sigrid, una joven trepadora, seductora, que logró entrar en el mundo de Helena, una empresaria dura y respetada, haciendo que ésta se enamore ella, la haga ascender en el mundo empresarial y llevándola al suicidio luego de abandonarla. María Enders está acompañada por su joven asistente, Valentine (Kristen Stewart). Valentine, ama el arte y ama Hollywood, pero tiene una interpretación del mundo totalmente diferente a la de su jefa y eso hace que choquen muchas veces. Pero eso sólo hace que siga siendo una gran compañera en éste viaje. Para interpretar a Sigrid, llaman a una joven adolescente, que vive rodeada de escándalos y problemas de todo tipo. Jo-Ann Ellis (Chloë Grace Moretz) es además una típica actriz “teen” que en su última película interpreta a una mutante en una parodia a X-Men. Oliver Assayas, trata de mostrar el paso del tiempo, las nuevas costumbres y las diferencias generacionales. Deja todo muy bien ordenado, crea una relación muy linda y natural entre María y Valentine que casi refleja todo lo que María no quiere de su vida. “El otro lado del éxito” es una película que busca hacerte entender que llega un momento de la vida en el que hay que aceptar que el mundo cambió, pero éste cambio puede o no cambiarte a vos también. El film cuenta con grandes actuaciones por parte de las tres mujeres y de todos los hombres que aparecen. También hay muchos paisajes hermosos, que junto a la gran capacidad de Oliver Assayas para mostrar imágenes, hacen que la película sea algo que se disfrute.
Quien mejor que una Juliette Binoche para darle vida a una actriz que se enfrenta al paso del tiempo, a volver a una obra que marco su consagración, pero para hacer el papel de adulta, la negación, los divismos, la soledad. Una fábula charlada con inteligencia y muy bien actuada, personajes con muchas capas. Acompañan bien Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz. Guion y direccion de Olivier Assayas
Crítica emitida por radio.
El paso del tiempo nos afecta a todos. Tarde o temprano envejecemos y vamos dejando atrás una parte de lo que fuimos. No hay lección más dura que aprender y menos para los actores, que ven pasar los años pero han quedado inmortalizados para siempre en las películas que filmaron cuando eran jóvenes. La aceptación es uno de los tantos temas que toca Cloud of Sils Maria, el último film de Olivier Assayas que comparte ideas y lugares en común con una compañera de festival, ya que se presentó en Cannes 2014 junto a Maps to the Stars, de David Cronenberg. Mucho más filosófica y menos abrasiva que la del director canadiense, Sils Maria explora a través de la relación de dos mujeres muy diferentes entre sí pero más similares de lo que creen la no muy coherente idea de aferrarse al pasado y no soltarlo. Asiéndose de un metacomentario delicioso y malicioso a partes iguales, Assayas construye desde un guión propio a Maria Enders, una actriz cuarentona que sobrevive al cenit de su carrera aceptando papeles en proyectos pochocleros de alto vuelo -mención muy subrayada a la saga X-Men de por medio- lejos de sus inicios en el teatro y al cine de autor. Maria sigue muy en contacto con ese papel que la lanzó al estrellato y la noticia de una reimaginación de esa obra no tardará en llegar a sus oídos. Lo que sigue a continuación es una introspección a la carrera de la actriz, una oportunidad para volver al escenario e interpretar a la otra parte de un affaire femenino devastador, un giro en la vida de Maria que no puede y no quiere aceptar ni explorarlo. El tour de force de Juliette Binoche no es menos poderoso ni relevante, ya que la francesa logra captar cada momento y cada sentimiento de Maria con una potencia demoledora. Y si al lado de Binoche se encuentra Kristen Stewart como su contrapartida, el resultado es impresionante. Hay algo hipnótico y fascinante en la interpretación de Stewart, se mueve como un pez en el agua a través de los cuadros del film, con una soltura impresionante, diametralmente opuesta a vehículos suyos como Twilight. Kristen se asfixia con grandes producciones y los proyectos indies sacan lo mejor de ella. Sin ir más lejos, Assayas la exprime en cada escena, y esa energía escondida le valió a la americana un premio César -los Oscars franceses- como Mejor Actriz secundaria, la segunda vez que un actor estadounidense lo obtiene y la primera que una mujer americana es galardonada con el mismo. No es detalle menor sino todo lo contrario, es una demostración plena que cuando se quiere, se pueden romper barreras y prejuicios. La relación entre Maria y Valentine, su asistente encarnada por Kristen, poco a poco se va asemejando a la relación malsana y de aristas sexuales que tienen las protagonistas de la obra teatral La serpiente de Manoja, donde alguna vez Maria fue la joven Sigrid y ahora le toca interpretar a la adusta y correcta Helena. Quizás se note demasiado la mano de Assayas de querer difuminar la existencia de la obra con la realidad de Maria y Val cuando ensayan en los hermosos páramos silvestres de Suiza, pero no le quita fuerza ni verdad al poderío actoral que demuestran ambas actrices. A ellas se les une la inesperada Chloë Grace Moretz como la turbulenta Jo-Ann Ellis, una radiografía viviente de esas actrices jóvenes que tienen todo el potencial del mundo pero lo van ahogando poco a poco en alcohol, drogas y escándalos varios. El de Chloë es otro punto a favor del director, que saca a relucir lo mejor de ella desde la primera hasta la última escena. Assayas se despacha también con una escenografía impactante, donde el ambiente montañesco resulta muy inmersivo y un personaje más en el viaje de estas mujeres, todo filmado con un gran ojo clínico y una hermosura inconmensurable. Apoyar un soberbio estudio de personajes con semejante paisaje es uno de los motivos por el cual Clouds of Sils Maria sobrevuela por sobre cualquier minucia narrativa que se le puede objetar.
"Al final de la actuación" El director Olivier Assayas ya es un rostro conocido en el Festival de Cannes, y especialmente en su Selección Oficial. En esta oportunidad, vuelve con un drama protagonizado por Juliette Binoche con dos contrapartidas bien diferentes una de otra: Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz. Tres mujeres protagonizan “El otro lado del éxito”, un guión dotado de meta lenguaje al que nos será un poco difícil ingresar. Pero una vez hecho el esfuerzo, encontramos una joya sin descubrir. Esta película se trata de la actriz María Enders (Juliette Binoche), una artista que supo ser muy exitosa en tiempo pasado y ahora aunque respetada, todos saben que no es lo que era. Acepta un papel en el reestreno de la obra que la hizo famosa, pero ahora le toca el papel de la antagonista. La lógica del guión muestra la obra dentro de otra obra, mientras los personajes del texto teatral reflejan los diferentes momentos de cada personaje. En la obra Sigrid era la dominante, joven y exitosa; mientras Helena representa todo lo que María odia: la vejez, el fracaso, el reemplazo. Ahora que María es Helena, encuentra su Sigrid en su asistente Valentine (Kristen Stewart), cuyo cast fue meticulosamente pensado. La ex protagonista de Crepúsculo representa el nuevo cine que María desprecia, vampiros, superhéroes y CGI; un personaje además inexpresivo hasta lo incómodo. Pero su papel se verá relegado cuando María conozca a su verdadera Sigrid, la joven actriz Jo-Ann Ellis (Chloë Grace Moretz), que compartirá el protagonismo con ella en la obra. María, a pesar de sus ensayos, no logra conectarse con su personaje de Helena. Y claro, es más fácil identificarse con el éxito que con el fracaso, mientras ella ve en el personaje su propia decadencia. Esta película forma parte de una triada que apareció en la pasada temporada de premios y se llevó las mejores miradas. No es la primera vez que un actor vea su propia decadencia en un personaje, como ha ocurrido en “Birdman“, la gran ganadora del Oscar. Y por el otro lado está Cronenberg con su “Polvo de Estrellas”, quien presentó también el año pasado en Cannes su retrato del lado oscuro de Hollywood. En todos estos casos vemos una obra dentro de otra, con obvias referencias a la realidad, en un guión que funciona a niveles múltiples. Merece mención aparte la dirección de fotografía de las escenas en exteriores. Mientras María Enders se interna para ensayar en Sils María, un pueblo de Suiza donde fue escrita la famosa obra, podemos apreciar todo el esplendor de los Alpes. Esto incluye un fenómeno climático que da nombre a la obra, las nubes que forman la “serpiente de Maloja”. Imágenes dignas de documental, que ilustran el ánimo de los personajes y los puntos álgidos del guión a través del clima. Sin embargo, lo mejor de la película son las escenas en las que María ensaya. Una Juliette Binoche superior interpreta a una actriz que interpreta otro personaje. Es notorio como puede salir de un personaje y de otro con total facilidad, y con una salvedad: María Enders es una pésima actriz. Un desafío interpretativo para Binoche que cumple a la perfección. La actuación chata y carente de expresividad de Stewart la hace destacar, igual que en la obra la mala interpretación de Helena había destacado a Sigrid. Una película que también es un desafío interpretativo para el espectador, cuya referencialidad llega a altos niveles de abstracción. Pretende ser una fortaleza, pero probablemente es una debilidad al tratarse de un guión difícil de entender del todo. Pero ojo, en una segunda visión entenderemos más, e incluso más cada vez que la veamos. Allí radica el interés del guión, que no se agota rápidamente. Pero seguramente acabará siendo una obra para un público selecto. Agustina Tajtelbaum
En la sinopsis de El otro lado del éxito resuena la trama de aquella otra película del director Olivier Assayas que fue, en muchos casos, nuestra puerta de entrada a su filmografía: Irma Vep, extraordinaria, con la hongkonesa Maggie Cheung haciendo de sí misma. Pero en esta historia de una actriz veterana que ensaya un papel complicado en un pueblito de Suiza con la ayuda de su asistente hay menos de Irma Vep que de, por ejemplo, Persona, de Ingmar Bergman, y aunque El otro lado del éxito es más luminosa que el dramón oscuro del sueco, en última instancia también habla de las mujeres, lo femenino y el paso del tiempo. Maria Enders (Juliette Binoche) acaba de aceptar un papel en la misma obra que veinte años atrás la lanzó al estrellato, aunque obviamente en otro rol. La obra cuenta la relación tortuosa entre una mujer madura y una joven ingenua de la que se enamora. Hace veinte años ella era la joven ingenua; hoy es la mujer madura. La actriz que hace veinte años hizo de mujer madura se suicidó poco después. Dicen que su método de actuación anticuado contrastaba con el de la fresca y moderna Maria. Con todas las dudas y las inseguridades, sin terminar de aceptar del todo que ahora es ella la que sucumbe ante la juventud inasible de su objeto de deseo, ensaya el papel con la ayuda de su asistente Valentine (una mágica y misteriosa Kristen Stewart). Las dos interpretan los diálogos de la obra y conversan también acerca de los personajes y de la vida. Casi toda la película -lo mejor de la película- es la relación entre ellas dos. La puesta en escena de Assayas nos lleva a confundir por momentos cuándo están dialogando ellas y cuándo están interpretando los diálogos de la obra pero no hay ambigüedad: es claro el juego de espejos, las similitudes, las diferencias entre la vida y la obra, la tensión sexual. Es tan potente el dúo Binoche-Stewart que opaca un poco a la tercera pata de la historia: la actriz que interpretará el papel que hizo Maria Enders de joven, la que volverá loca a su personaje con su juventud impetuosa. Se trata de una hermosa actriz norteamericana, una estrella de Hollywood con una vida turbulenta, víctima y protagonista de la prensa amarilla, que actúa en blockbusters de superhéroes pero tiene interés en el teatro. Su nombre es Jo-Ann Ellis y la interpreta Chloë Grace Moretz, en una decisión audaz de casting, que entra en escena con un delicioso conjunto de clips que mira Maria en YouTube pero hacia el final se desinfla. La película es Binoche-Stewart. Assayas es tan honesto y confía tanto en lo que quiere contar, que hasta se da el gusto de poner en boca de Valentine una defensa al cine de superhéroes, al cine que supuestamente es el opuesto al que está haciendo. “Su personaje es estúpido”, dice Maria después de ver la película que protagonizó Jo-Ann. Y Valentine, con una remera de Batman, le contesta: “¿Porque transcurre en una nave espacial? Si fuera en una granja o en una fábrica, te encantaría.” A diferencia de ese mexicano de cuyo nombre no quiero acordarme, Assayas tiene la inteligencia de plantear preguntas en lugar de propinar respuestas sin temor a que su discurso parezca endeble porque confía en él, confía en nosotros y confía en el cine.
Binoche, en una versión light de “La malvada” Una actriz vuelve a la obra que la consagró de joven, cuando encarnó a una chiquilina de 18 capaz de envolver y destruir a una mujer grande. Ahora interpretará a esa mujer grande. Su papel de aquel entonces lo hará una estrellita loca, ya consagrada, que viene de hacer una megafantasía en Hollywood. La obra que han de interpretar se llama "La serpiente de Maloja", y aplica con sentido premonitorio la mala fama de un fenómeno atmosférico propio de Maloggia, en los Alpes de predominio romanche-italiano. Parte del film transcurre allí, más precisamente en un lugar llamado Sils Maria, como lo destaca el título original. El fenómeno se ve, es hermoso y está dramáticamente bien colocado, aunque luce más dramático en un documental de 1924 que la actriz mira en cierto momento de la historia, "Das WolkenphTMnomen in Maloja", del doctor Arnold Fanck, el gran poeta del montañismo cinematográfico (dicho sea de paso, se lo puede ver completo en Youtube). Pero antes aparecen otros personajes. En primer término, la secretaria de la actriz, muchacha capaz, segura de sí misma y conocedora de los puntos débiles de su jefa. Entre ambas mantienen unos diálogos bastante entretenidos acerca del negocio de la representación, sus trasfondos y también sus chismorreos, lo que a veces coloca a esta película como una suerte de parienta lejana y muy light de "La malvada" ("All about Eve"). Luego, un viejo galán todavía canchero, la viuda de un dramaturgo, un director teatral medio pomposo, y un director de cine que da con la palabra justa para definir a la actriz, y también a su intérprete, Juliette Binoche. La trama es interesante, cargada de subtextos y reflexiones sobre el paso del tiempo, el ego de los artistas, los espejos figurativos, las personificaciones más allá del escenario, y pinta de forma verosímil ese mundillo de las actrices, los directores, los actos de homenaje, las asistentes, etcétera. Olivier Assayas, el director, conoce a fondo todo eso y lo expone con buen estilo. Cabe lamentar, sin embargo, el exceso, la extensión y reiteración de los diálogos. Por suerte también cabe apreciar la actuación de todo el elenco encabezado por Binoche y Kristin Stewart. Párrafo aparte, los ya veteranos Angela Winkler, a rostro despejado, y Hanns Zischler.
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La nueva película de Olivier Assayas, El otro lado del éxito, propone una mirada intimista sobre la mujer y su lugar en un negocio como es el de Hollywood, con una Juliette Binoche casi interpretándose a ella misma. Maria Enders es una reconocida actriz pero ya pasó la barrera de los 40. Reconocida internacionalmente, le ofrecen actuar en teatro una obra que ya hizo a los 20, pero en el papel de la “veterana” Helena. La película está compuesta principalmente por un trío de personajes femeninos: por un lado, la mencionada actriz, a quien acompaña su joven asistente (en el papel de Kristen Stewart que gracias a esta película se convirtió en la primera actriz norteamericana en ganar un Cesar –premio equivalente al Oscar francés-) y su mirada frívola sobre Hollywood, y la nueva, la actriz que debe encarnar al personaje que Maria interpretó allá en su juventud, una Chloe Moretz como una escandalosa y exitosa comercialmente actriz que vive en boca de todos más que nada gracias a la viralización de lo que hace. Si bien la película parte de una premisa atractiva, el lugar que ocupa la mujer en un negocio como el de Hollywood, donde las actrices del momento siempre son mujeres de menos de 25 años, el director juega con su guión hasta el punto de llegar a momentos cuestionables, algunos por lo subrayado de su paralelismo y otros por lo innecesario. Si a eso le sumamos una extraña edición (hay cortes que se perciben apresurados) y unos fundidos a negro muy recurrentes, el film termina pareciendo algo más bien amateur, extraño para el caso de un director con una filmografía tan extensa y variada como lo es Olivier Assayas. Quizás lo más interesante de esta película no sea siquiera el reflejo que propone entre la actriz reconocida y su nueva sucesora, sino la relación que mantiene con su asistente personal. Las conversaciones, los ensayos y otros momentos compartidos están entre lo más destacado de una película más bien pretensiosa. Vale resaltar que cada una de sus tres actrices están muy bien, siendo especialmente sorprendidos por una Kristen Stewart relajada y fresca, alejada de la imagen que uno suele tener de ella. Juliette Binoche es más que la actriz principal, fue ella la que le llevó al director la idea de esta historia que luego él convirtió en guión y en esta película, respectivamente. Chloe Moretz no puede evitar quedar ensombrecida tras ellas dos pero no está mal. Por momentos recuerda a Maps To The Stars, de David Cronenberg, otra película con una mirada particular sobre el cine de Hollywood, desde sus entrañas. Pero mientras Assayas intenta ser más intelectual (incluso parece introducirse en el film él mismo cerca del final cuando Brady Corbet aparece como un joven director que le escapa al cine comercial), el guión falla especialmente en su tercer acto y al finalizar uno queda con gusto a poco.
Premio Garrote En cuestión de esnobismo, cursilería y confusión, pocas industrias culturales son tan dadivosas como el cine. Y el francés Olivier Assayas, como tantos de sus compatriotas, es un experto en eso de vender ideas sin ton ni son, ni siquiera delirios, que la intelligentzia de la crítica transforma en milagros artísticos. En Sils Maria, título original que alude al poblado alpino donde transcurre la acción (y que juega, intencionalmente o no, con el nombre de la protagonista), Maria (Juliette Binoche), una celebrada actriz, recibe la oferta de revisitar una obra teatral a la que debe parte de su fama. La obra es un drama pasional entre dos mujeres de distinta generación; en su momento, Maria hizo a la joven; ahora, le toca el rol de la señora, que encima se suicida. Mientras Maria ensaya los diálogos con su joven asistente Valentine (Kristen Stewart), se desatan sus celos hacia Jo-Ann Ellis (Chloë Grace Moretz), una ascendente coprotagonista y estrella pop, a lo Lady Gaga, y la película se desenvuelve en una anomia trepidante. Cierta crítica sesuda ha visto, en cambio, una genialidad, que va del drama shakespeariano a reflexiones filosóficas relativas a Nietzsche y Carl Jung (dos que habitaron Sils Maria). Quizá nadie haya visto la misma película.
Si bien hemos visto unas cuantas películas que han desnudado el mundo de los actores, las estrellas, sus vidas y la fama, estas no son siempre muy elocuentes y bien actuadas. Tuvimos ejemplos muy grossos tales como la Reciente Birdman (2014) o la brillante pero no tan reconocida Somewhere (2010). Aquí nos metemos en la vida de una actriz que brilló en su juventud (Juliete Binoche) y que ahora afronta una crisis porque se encuentra ante la posibilidad de interpretar un papel que para ella marca el paso del tiempo. Con un buen contenido dramático y toques sutiles de humor la historia avanza y se hace llevadera. La relación entre el personaje de Binoche y su asistente, una gran Kristen Stewart, quien vuele a demostrar que su participación en la Saga Crepúsculo es solo una mancha en su carrera. Y a nivel actoral el film se engrandece aún más cuando entra en escena Chloë Moretz. Pese al gran elenco y las geniales performances, muchas de las escenas se quedan cortas y da la sensación de que no se llega plasmar lo que realmente se quería. El experimentado director y guionista Olivier Assayas se quedó corto en ese sentido pero no en el planteamiento de la historia y conflicto central. La fotografía es muy buena y se aprovechan muy bien los lindos paisajes que proporcionan los majestuosos Alpes Suizos. En definitiva, El otro lado del éxito es una buena película con grandes actuaciones pero que no le llegará a todos de la misma manera. Será disfrutada mucho más por el público cinéfilo.
Recuerdos del pasado, miedos del ayer El otro lado del éxito (Clouds of Sils Maria) es la nueva película del parisino Olivier Assayas, quien se nos ha presentado anteriormente en las salas locales con films como Clean (2004) y Las horas del verano (2008), pero posiblemente sea más recordado por el cortometraje ¨ Quartier des Enfants Rouges¨, que formó parte del proyecto cinematográfico Paris, je t'aime (2006). Si bien Assays no se caracteriza por ser un director con grandes films, esta vez apuntó fuerte al internacionalismo de su nueva película para lograr más notoriedad. Un plan que funciona por sí solo con las muy buenas interpretaciones de las actrices principales Juliette Binoche (Bleu, The English Patient), Kristen Stewart (Saga Twilight, Snow White and the Huntsman) y con la introducción de la joven Chloë Grace Moretz (Let Me In, Kick-Ass). Pero el film guarda un problema desde el principio, que no es ni más ni menos que la misma dirección de Assays, la cual peca de desprolija y bastante problemática por momentos, haciendo de algunas escenas dignas de un estudiante de cine en sus primeros pasos. Es realmente llamativa esta falta de técnica y desorden ante algunas situaciones que parecen no haberse podido solucionar ni siquiera en la sala de montaje. Sumado a esto la estructura del film se torna por momentos un tanto caótica al verse segmentada constantemente por cortes abruptos e inesperados que no suman en lo absoluto a la narración. Aun así, con todos estos puntos en contra el film es disfrutable y se torna como una bella historia de perseverancia y perpetuación en el tiempo, allí cuando los fantasmas del miedo y la muerte acechan nuestras Vidas. La película es una buena opción para espectadores asiduos a films de narrativa calmada y acostumbrados a un tipo de cine más europeo.
La película de Olivier Assayas es una ficción cerebral sobre el paso del tiempo en la vida de una actriz. Tal vez el cine no sea el medio más adecuado para reflexionar sobre el tiempo. Y tal vez tampoco los vaivenes emocionales de una actriz famosa sean un tema atractivo para un espectador medio. Si a esos obstáculos iniciales se les suma la dificultad que implica insertar dentro de la historia principal el ensayo de una obra de teatro cuyo argumento refleja y distorsiona a la primera historia, entonces la película parece directamente inviable. La buena noticia es que Olivier Assayas (el autor de la magnífica miniserie Carlos, sobre el terrorista venezolano) consigue superar casi todas esas dificultades y llegar a la última escena con la dignidad de quien ha estado a la altura de sus ambiciones. El resultado, por cierto, es una ficción demasiado cerebral, que va perdiendo calor dramático a medida que avanza por el sinuoso camino que se ha trazado a sí misma. Pero esa frialdad se ve compensada por la intensidad de las actuaciones de sus dos protagonistas: Juliette Binoche, en el rol de la actriz famosa Maria Enders, y Kristen Stewart, que interpreta a su joven asistente, Valentine. El desafío del tiempo le llega a Maria Enders en la propuesta de volver a actuar en la obra de teatro que la lanzó a la fama cuando tenía 18 años. La diferencia es que ahora debe interpretar a Helena, la empresaria de 40 años que se enamora de Sigrid, una joven empleada seductora, que fue el papel original de Maria y que en esta nueva versión será asumido por una jovencísima estrella de Hollywood (Chloe Grace Moretz). Este personaje le permite a Assayas compartir su visión irónica y a la vez fascinada del cine norteamericano. Maria siente que los años le ponen un espejo frente a la cara sólo para mostrarle lo que ya no es, lo que ya nunca volverá a ser. El ensayo de la obra teatral y los diálogos que mantiene con su asistente son el contenido fundamental de El otro lado del éxito, todo enmarcado en el tremendo paisaje alpino de Sils María, que si bien está perfectamente integrado a la trama, más de una vez se impone por su propia presencia y rebaja la tensión dramática a mera contemplación. En términos cinematográficos, la virtud de Assayas es retratar ese universo artificioso con un naturalismo sutil. Su cámara no persigue la cruda verdad, sino que explora la materialidad de las cosas y revela que también son ilusorias. En todo caso, cuando expone los cuerpos de ambas mujeres (los kilos de más de Binoche desnuda o un rollito inesperado de Stewart, por ejemplo) traspasa el fetichismo (el propio y el de los espectadores) y se sumerge en la belleza como si esta fuera el agua en la que se bañan sus dos protagonistas en la escena más memorable de la película.
EL OTRO LADO DEL ÉXITO, de Olivier Assayas.- La actriz María Enders (Binoche) vuelve a la obra que la consagró de joven, cuando encarnó a Sigrid, una chiquilina de 18 capaz de envolver y destruir a Helena, una mujer grande. Pero ahora la convocan para que interprete a Helena. Y desde ese cambio se replanteara muchas cosas. Todos llevan sus máscaras en esta drama sobre la identidad, la búsqueda existencial, el paso del tiempo y sobre la ficción, como escape y fuente reveladora. Es muy interesante el abordaje que hace Assayas. La que ensaya con ella, su secretaria, (Kristen Stewart, en otro gran trabajo) aprovecha el texto de Sigrid para fijar posiciones y ajustar cuentas con su empleadora. María duda. Le cuesta revivir una historia en la que fue joven y hoy deberá ser una mujer sufrida y madura. Las dos aprenden desde sus personajes. Y en ese juego de espejos invertidos, aparecen inseguridades, reproches, las dudas, el temor al fracaso, la soledad, el egoísmo, el desencuentro generacional. El film empieza en un tren (todos quieren escaparse). Allí María se entera que murió un director amigo y querido. ¿Qué hacer? ¿Ir al funeral? Y ¿qué decir? Ella parece estar siempre a merced de la actriz que lleva dentro. Los paparazzi, los paseos por senderos prohibidos, sus temores, el texto teatral que no la suelta, subrayan esa despersonalización. Desde esas máscaras que tanto pesan, las dos se pierden, se desnudan, se confiesan y se reprochan. Al film le falta más intensidad y un mejor final. Pero la historia es sugerente, el texto es inteligente y reflexivo sin ser abrumador y las actuaciones con magníficas. Realidad y ficción, verdad y mentira, soledad y fama, personas y personajes. De todo esto habla este inteligente trabajo de Assayas.
La batalla del tiempo El tiempo, ese movimiento irrefrenable y lineal, desde el pasado hacia el futuro donde el presente inasible sucumbe constantemente. En El otro lado del éxito el ahora es la presencia espectral y cautivante de Kristen Stewart, quien se encuentra en medio de la tensión inevitable entre el pasado (Juliette Binoche) y el evidente futuro que representa Chloë Grace Moretz. Esta interpretación simple o –también- este trazo grueso está presente en toda la película de Olivier Assayas, pero insertado con talento en un mar de sutilezas que dan la apariencia de apenas sugerir. BINOCHE Francia es un pueblo obsesionado con el tiempo en sus diferentes formas. Desde la melancolía que Woody Allen le pide prestada al Hemingway de París era una fiesta para Medianoche en Paris, a las medidas desesperadas en las que tuvo que caer Marcel Proust para recobrar su tiempo perdido, pasando por lo que sea que haya querido decir Sartre. Francia ha querido adueñarse del tiempo. Maria Enders la actriz de edad madura que interpreta Juliette Binoche está enfrentando en primera línea el fin de su época. Va a interpretar luego de 20 años el papel del pasado en una obra que la consagró en su juventud interpretando, obviamente, al futuro. Desde esta premisa, Assayas despliega una serie de alegorías y reflejos que dialogan con los diferentes moldes en los que puede encontrarse la forma del tiempo. La muerte de Wilhelm Melchior, escritor de la obra que interpreta la protagonista, consecuencia fundamental del tiempo; el ciclo de la serpiente de nubes en Sils Maria, fenómeno extraño y eterno; referencias e intromisiones que van engrosando de capas y complejidad el tema de la película que es más bien fríamente simple. STEWART Y MORETZ Estados Unidos, el pueblo que posee el tiempo, al menos durante algunas décadas ha sido presente y futuro a la fuerza e indiscutible. Valentine, la asistenta de Maria Enders interpretada por una muy interesante, o digámoslo, brillante Kristen Stewart, es durante casi todo el film el presente. El contrapunto de su relación con el personaje de Binoche es uno de los momentos más altos de El otro lado del éxito. Una relación enfermiza, dependiente y destructiva disfrazada de amistad relajada y abierta. Aquí aparecen los diálogos sobre cine y arte, que despliegan lo que tiene para decir Assayas, a quien podríamos acusarle de caer en algún lugar común, pero quien también nos demuestra su total autoconciencia en algún dialogo en una noche de casino y bebidas. Y aparece Jo-Ann Ellis (una quizás demasiado convencional Chloë Moretz) la joven súper-estrella que quiere ser tomada en serio, y que va a interpretar el personaje que Enders hizo hace 20 años. El único movimiento posible para Valentine es admirarla e idealizarla, Ellis es lo que viene y deviene. Para María Enders y para todos nosotros queda la aceptación de la derrota.
Paraíso perdido El último film de Olivier Assayas (Irma Veep, Clean, Carlos, entre otras), que además tiene la particularidad de estar filmado en inglés, se presentó durante 2014 en el Festival de Cannes y trece meses después, llega a los cines argentinos. El realizador francés nos introduce a María Enders (Juliette Binoche) una actriz con gran trayectoria y prestigio que luego de enterarse del fallecimiento de su mentor teatral, emprende junto a su asistente Valentine (Kristen Stewart) un viaje a los alpes suizos, más específicamente a Sils María para encarar un proyecto teatral de la mano de un joven director. Sin embargo, tal propuesta no es un trabajo más para María, sino que se trata de una nueva versión de la obra que la consagró como actriz, veinte años atrás, al interpretar a una joven audaz que seducía -y abandonaba- a una madura cuarentona. Con más dudas que certezas, Enders acepta este proyecto en parte por la presión que ejerce Val, primero al insistirle que se reúna con el director, y luego al impulsarla a aceptar el papel, diciéndole que debe adaptarse a nuevas propuestas y a los requerimientos de las nuevas generaciones. Al encarnar ahora el rol de Helena, un personaje que representa todo lo que María odia: vejez, fragilidad, dependencia y abandono, las resistencias se hacen presentes. Así el paso del tiempo es el eje central del film, como de los dilemas que se le presentan a la madura protagonista, tanto al tomar esa decisión, como al momento de ensayar los parlamentos de su nuevo personaje junto a Val, mientras aguarda por los ensayos reales con su co-protagonista: Jo-Ann Ellis (Chlöe Grace Moretz), nueva promesa actoral envuelta en distintos escándalo mediáticos. De alguna forma, Assayas satiriza al mundo de las estrellas: diálogos de Binoche hacer referencia a su propia carrera actoral, al igual que Moretz parodia a Hit Girl, su archi famoso personaje en Kick Ass, mientras que Stewart defiende las indiscreciones de Jo-Ann y su trayectoria en films mainstreams que apuntan a público adolescente; a la vez que propone una reflexión sobre la complejidad de pertenecer a una industria tan célebre como cruda que constantemente busca lo nuevo y joven, invisibilizando a los que que se alejen de ese tipo de promoción. A la par que esto se va logrando, desde la segunda parte del film, se ve como crece la tensión laboral y sexual entre la legendaria actriz y Val, quien por momento es asistente, por otros confidente o terapeuta contenedora, e incluso hace las veces de co- protagonista de la obra La serpiente de Maloja, mientras crece lo agobiante y enfermizo de una relación, que encuentra su prisión en esos paisajes soñados. Con actuaciones efectivas que se complementan a la perfección, destacándose la interpretación de la siempre genial Juliette Binoche, Assayas crea un universo teatral cinematográfico dentro de otro, y sale airoso de tal desafío, generando un film que si bien puede resultar tedioso por ser tan dialogado, es disfrutable en muchos niveles. El otro lado del éxito resulta un cruel retrato de la vida, los vínculos y el temor al olvido, en el que se destaca la fabulosa fotografía a cargo de Yorick Le Saux, en especial cuando se nos presenta la famosa serpiente blanca, que no hace más que remarcar el agobio que sufren, de distinta manera, estas tres mujeres.
Bergman siglo XXI Una actriz madura enfrentada a los recuerdos de un personaje que interpretó veinte años atrás, al actor con el que mantuvo una relación conflictiva, a la nueva (joven y aparentemente frívola) actriz que encarnará ahora aquél rol, a un reciente divorcio, a la muerte imprevista de un director que aprecia y … al paso del tiempo. De eso se trata esta nueva obra de uno de los directores en actividad más interesantes: Olivier Assayas (1955, París, Francia), el mismo de las excelentes Irma Vep (1996), Clean (2004), Las horas del verano (2008) y Carlos (2010). “Me obsesionan las mujeres fuertes”, declaró hace poco Assayas, lo cual es evidente conociendo algunas de sus películas, e incluso otras de las que fue coguionista (como Toda una mujer y Apasionados, de André Techiné). También le interesa, claramente, lo que se vive en los recodos de la preparación de una obra cinematográfica o teatral. En El otro lado del éxito (rústico título en castellano que reemplaza al original, relativo a un misterioso fenómeno que ocurre con las nubes en una bella zona alpina), una suerte de puesta en abismo introduce al espectador en las dudas, miedos y conflictos personales de aquella actriz y su joven asistente-confidente. A través de la intervención de algunos personajes secundarios se suman, asimismo, otras miradas sobre ese mundo condicionado por el asedio a la intimidad, viajes, contratos y negociaciones. En algún punto el film se toca con Irma Vep, y así como allí asomaban fantasmales imágenes de un extraño film mudo, aquí se recurre a otro (Phénomène nuageux de Maloja, de Arnold Fanck), que se ve en la pantalla de un televisor mientras un personaje desliza en voz alta una reflexión que deja en evidencia la devoción cinéfila de Assayas. En los diálogos entre María (la actriz) y Valentine (su asistente) –sinuosos, a veces descarnados– en la morada invernal que comparten circunstancialmente, hay ecos del cine del sueco Ingmar Bergman (1918/2007), aunque aquí la cámara, en vez de detenerse en primeros planos sobre máscaras femeninas, prefiere seguir elegantemente sus movimientos: así se despliega una secuencia notable como la de la desaparición o huída de uno de los personajes principales, cerrada con un fundido a negro y una elipsis que elude explicaciones. El micromundo aparece surcado ahora, además, por teléfonos celulares que suenan o se cortan con frecuencia, computadoras donde se googlean nombres y videos, e incluso estimulantes discusiones assayanas, como esa oposición películas pochocleras-películas serias que surge entre entre María y Valentine. Habrá quien se fastidie por el exceso verborrágico o por cierto giro benévolo que asoma hacia el final, pero las porciones de intensidad y agudeza de El otro lado del éxito son sustanciosas. A la pasión puesta por el guionista-director se agrega un correcto desempeño de sus intérpretes, incluyendo Kristen Stewart (a pesar de esa hosquedad que suele transmitir), Chloë Grace Moretz (aquella nena de La invención de Hugo Cabret), Ángela Winkler y, claro, Juliette Binoche, lanzando sonoras carcajadas bañándose desnuda en un lago, emocionándose febrilmente ensayando su personaje, o exponiendo a cara lavada su rostro angustiado. Y es que tanto en la obra de Assayas como en las actuaciones de Binoche no suele haber divismo o glamour sino, en todo caso, chispazos de ese cruce de emociones y contradicciones que llamamos vida.
El espejo Algo del orden de la perfección, sobre todo desde el casting, se ostenta en la primera escena, en aquella en la que se presentan a los personajes: Valentine (Kristen Stewart) es la asistente de María Ender (Juliette Binoche), una actriz famosa en viaje a recibir un premio otorgado a Wilhelm Melchior, autor y director teatral, quien fuese su mentor en los albores de su carrera hace más de 20 años. Todo cambia con la noticia de la muerte repentina de quien fuera su maestro, ahora devenido en su amigo. En esta sola escena los cambios de registro y de humor en ambos personajes anticiparan lo que terminará siendo un duelo actoral de altísimo vuelo. Valentina no sólo es la asistente para cuestiones de índole administrativa y organización de la vida de la diva, es su correlato con la realidad, su barrera protectora con la prensa, la del buen criterio para la selección de personajes para el desarrollo profesional de María, y al mismo tiempo es su “sparring” en el aprendizaje de los textos de los personajes a interpretar. En ese devenir llega la propuesta de realizar esa obra de teatro que la lanzara a la fama, pero ahora en el papel de la mujer mayor. “La Serpiente de Maloha” trata de la relación entre Helena, una mujer poderosa ya entrada en años quien cae subyugada por la joven Sigryd, que termina por posicionarse como imprescindible para Helena. Es a partir de esta premisa que el filme termina por estructurarse como en un juego de dobleces y de relación especular entre los ensayos de la obra y la realidad que viven ambos personajes. Si en la producción iraní, “El Espejo” (1997) lo especular de la vida dentro del cine o viceversa se daba por un posible quiebre narrativo pero no de la historia que está contando, aquí todo se construye como en un juego de espejos donde la realidad y la ficción se entremezclan, se confunden y va desplegándose como una gran caja de Pandora, o como quien juega con matrioshkas, las famosas muñecas rusas unas adentro de otras hasta que la pequeñez se hace indivisible, y este es el tema subyacente del texto que el director Olivier Assayas intenta radiografiar con su obra. También utiliza, en pos de su intención, la relación que se establece entre María y la joven estrella Jo-Ann Ellis (Chloe Grace Moretz), quien interpretará al personaje que otrora la lanzara a la fama a ella, casi en las antípodas una de la otra. De esta manera da pie a expandir a otros temas de vital importancia para el desarrollo de la narración, esos que hacen que la trama avance sobre seguro, a priori no aparecen como temas centrales, como la pérdida de la juventud, el miedo a la madurez, la inclusión de la puesta en escena en la vida cotidiana, la relación entre deseo, goce y creatividad, todo termina por ser un gran reflejo de la realidad cotidiana de los personajes. Es así que la dependencia entre actriz y asistente va escalando en energía, al principio con sutilezas para luego asentarla de manera violenta, el espectador no sabrá si pensarlo como que es un ensayo de la obra o si se está estableciendo otros códigos entre ambas mujeres. El director elige montar su película de manera heterodoxa, casi caprichosa, donde las escenas se acaban porque ya expusieron todo, en el que los cambios de escenario sirven para un impasse, para darle otra cadencia, las escenas en Sils Maria, un lugar majestuoso dentro de los Alpes Suizos, no sólo le dan otro tono y otro ritmo al filme, sino que da nombre a la obra de teatro y al nombre original del filme, sin dejar de lado el doblez discursivo. “La Serpiente de Maloha” es el nombre que se le otorga a una formación de nubes que recorre la base de las montañas algunas veces al año, es un fenómeno que termina teniendo la forma de una serpiente. María quiere ser testigo de esto, por lo que se instala en ese recóndito lugar de Suiza. El realizador utiliza estos espacios naturales de gran belleza, y es en los únicos momentos donde se hace presente de manera fehaciente la música, toda una selección de temas barrocos que generan mucha paz, tanto para los personajes como para el espectador. En el resto del metraje el silencio es su mayor apoyo, o mejor dicho, el sonido ambiente que esta trabajado de manera tal que aparezca como ensordecedor. El relato casi se detiene, se encierra en estos dos personajes, los otros, incluido el de Jo-An Ellis sirven como parámetro, como enunciado de que aquello que están viviendo no es sólo su propio universo construido en una posible ficción. Un obra atrapa por su estructura, por los diálogos, por los temas que desarrolla, por las bellísimas imágenes en fotografías con excelso gusto, y por las actuaciones de las tres mujeres, ya que si bien el papel de la joven Chloe es menor en cuanto al tiempo en pantalla, no queda relegada en cuanto a performance.
El paso del tiempo María Enders (Julliette Binoche) es una actriz de más de cuarenta años, que ha alcanzado fama y prestigio. A los 18 años le dieron su primer papel, en una obra llamada "La Serpiente De Maloja", donde interpretaba a una ambiciosa joven que seducía a una mujer mayor llamada Helena. Ahora un insistente director quiere que vuelva a interpretar esa obra en Londres, pero esta vez en el papel de Helena. Para Sigrid ha llamado a una joven actriz hollywoodense en ascenso (Chloë Grace Moretz), de esas con mucho talento y varios escándalos a cuestas. María tarda en aceptar la propuesta, ya que el personaje de Helena le resulta difícil, aún no puede verse así misma como una mujer mayor, que al final de la obra se siente quebrada y se suicida. Para ensayar el papel se refugia en un cabaña alejada junto a su asistente (Kristen Stewart) quien no solo lleva su agenda y la ayuda a ensayar, sino que es la receptora de todas sus reflexiones e inseguridades. Assayas explora el mundo de la actriz de forma íntima; cómo la afecta el paso del tiempo, las miradas y las presiones de su profesion, también la relación con su asistente, quien por momentos funciona como su espejo, y con la joven actriz en ascenso que la admira profundamente pero a quien María ve como una amenaza. La película tiene una hermosa fotografía, que aporta el marco perfecto para los largos, y por momentos densos diálogos. Juliette Binoche y Kristen Stewart se lucen en una interesante y compleja historia sobre el lugar de la mujer en el cine y el implacable paso del tiempo.
Un premio, una muerte y el cíclico viaje a donde todo comenzó Maria Enders (Juliette Binoche) recibe la propuesta de volver a actuar en “La serpiente de Maloja”, una obra de teatro que veinte años atrás la llevó a la fama por su interpretación de Sigrid, una joven, bella y cruel pasante. La diferencia es que ahora debe interpretar a Helena, la empresaria de 40 años que se enamora de Sigrid, y quien sufre un desenlace dramático. Instalada en la antigua casa de Wilhelm Melchior, autor de la obra y mentor de la actriz, recientemente fallecido, monta los metódicos ensayos de los diálogos junto a Val (Kristen Stewart), su joven y moderna asistente. Con cada escena, María comienza a enfrentar un espejo de aquello que ya no es. El paso del tiempo y el cambio generacional hacen que tome resistencia de la interpretación. El nuevo director nombra en el papel de Sigrid a Jo-Ann Ellis (Chlöe Grace Moretz) una jovencísima, bella, fresca y famosa actriz que se destaca por protagonizar películas taquilleras en interpretaciones menos artísticas y con puestas espectaculares. Internet, shows en vivo y vídeos online, todo eso marca de forma detallada lo que representa actualmente la fama inmediata de la joven estrella. el-otro-lado-del-exito Como un magnifico telón, el paisaje alpino parece contener secretos milenarios. La “Serpiente de Maloja” hace referencia a la formación de nubes que se desplazan desde Italia hacia los Alpes suizos, y que gracias a un fenómeno climatológico, toman forma de una culebra que se traslada a lo largo de la cadena montañosa y puede ser vista desde el pueblo de Sils María. En el Film de Olivier Assayas, “Clouds of Sils Maria”, titulada en español “Las nubes de María o El otro lado del exito(en Argentina)”, se destacan las actuaciones de una esplendida Juliette Binoche y una fresca Kristen Stewart, con una naturalista forma de interpretar el paso del tiempo, y su aceptación. Assayas representa el tiempo de manera poética en esa nube que se arrastra solemne entre majestuosas y eternas montañas, la va despojando a su paso de su papel principal. Lo efímero y lo etéreo, frente a lo robusto, lo ancestral, lo establecido. Lo vaporoso frente a lo sólido, eso es lo que capta toda la escena.
Juliette Binoche es una de las pocas actrices francesas contemporáneas que ha tenido la oportunidad de trabajar con grandes realizadores a lo largo de su carrera y que aún en el día de hoy lo sigue haciendo. Hou Hsiao-Hsien, Godard, Doillon, Malle, Kieslowski, Haneke, Cronenberg, Kiarostami, Dumont y Assayas, son algunos de los directores que la han elegido para sus películas. Olivier Assayas le propuso a Binoche encarnar un papel donde la realidad y la ficción del actor se mezclen y dialoguen entre sí. Del Otro Lado del Éxito (Clouds of Sils Maria) habla precisamente de eso, de quién es la persona que está detrás del personaje y qué personaje crea el actor cuando está perdiendo su fama. Juliette Binoche compone a María, una actriz que logró un renombre al interpretar un importante papel cuando era más joven y ahora es convocada para representar el rol de la antagonista en la misma obra. Las cuestiones por las cuales María acepta este desafío están más relacionadas con su ego que por la falta de contratos. Su asistente, Valentine (Kristen Stewart), es quién le muestra la existencia de otro tipo de cine, de ese que se realiza con grandes presupuestos y fondos verdes, en donde los actores son más conocidos por sus problemas de drogas y alcohol que por sus brillantes interpretaciones, y de este cine prefabricado proviene la actriz con la que trabajará. Olivier Assayas actualiza el discurso de Persona. Paradójicamente, el personaje de Valentine es interpretado por Kristen Stewart quién conoció la popularidad por andar entre vampiros y ahora intenta formarse como una buena actriz, como ya se ha visto en un rol similar -y con esto me refiero a su falta de matices- en Siempre Alice. En tanto, Chole Moretz es la intérprete que pone en vilo al personaje de Binoche, dejando en evidencia que está fuera del sistema y que ya no absorbe los flashes. Assayas logra en El Otro Lado del Éxito jugar con las mismas máscaras que Bergman utilizó en Persona. Esa dualidad que proyecta el pasado y el presente en mínimos ambientes donde la representación se confunde con la realidad.
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Una combinación de clasicismo y modernismo Olivier Assayas (1955) es un realizador francés a quien se le reconocen más de quince títulos de películas como director, pero inició su carrera primero como guionista y también como crítico de cine, oficios que se complementan con estudios de arte y literatura en su juventud. Assayas es lo que se dice un intelectual que parece filmar por el gusto de satisfacer algunos deseos personales y no tanto por encargo, una cuestión que para los profesionales es un dato significativo. Clouds of Sils Maria, la película que escribió para Juliette Binoche, su protagonista, surgió, dice, de un llamado de ella quien le propuso hacer algo “en serio”. Ambos, Assayas y Binoche, tienen un pasado en común, pues el francés fue el guionista de “Apasionados” (1985), el film de André Téchiné que consagró a la actriz y a él le permitió hacerse conocer y debutar como realizador al año siguiente. Son cosas del mundo del cine, que, como se sabe, es una gran familia donde todos se conocen y si bien compiten por los favores del público, también comparten anécdotas, preocupaciones y gustos, así como todos se sienten herederos de los grandes maestros de todos los tiempos. En Clouds of Sils Maria, Assayas cuenta la historia de una actriz consagrada, Maria Enders (Binoche), que si bien goza de las mieles del éxito, atraviesa por un período crítico: su carrera ha llegado a una meseta, en donde la edad parece ser el obstáculo insalvable, y afronta un divorcio conflictivo. Sin hijos, Maria se replantea cómo encarar su trabajo de ahora en más, mientras es seducida por un curioso desafío. Un reconocido autor teatral, Wilhelm Melchior, a quien ella considera su maestro, le ha solicitado que asista a un homenaje que le harán en la ciudad Suiza de Sils Maria. La actriz comenzó su carrera a los dieciocho años interpretando un personaje en una obra de teatro precisamente escrita por Melchior, y entre ellos surgió una amistad que se ha mantenido por más de veinte años, relación afectiva que incluye también a la esposa del dramaturgo, Rosa. Enders está en viaje a Sils Maria, en compañía de su asistente personal, la joven Valentine (Kristen Stewart), quien le filtra los mensajes, le controla la agenda y también le sirve de partenaire al momento de estudiar el guión del próximo film, que se trata, ni más ni menos, que de una versión para el cine de aquella obra con la que debutó siendo joven, solamente que ahora le proponen hacer otro personaje, una mujer mayor. La película de Assayas es un caleidoscópico juego de espejos, en el que la ficción y la realidad se entremezclan permanentemente, y se van enlazando historias en una trama compleja, donde las protagonistas son las emociones y trata de mostrar cómo el mundo del arte, la cultura y el espectáculo se nutre de ellas, para bien o para mal, generando pasiones, conflictos y dramas que nacen entre bambalinas y se retroalimentan de un modo que tiende a borrar los límites entre la vida pública y la privada. La mayor parte del tiempo, el film transcurre en la ciudad suiza, un lugar turístico en los Alpes, de referencia para los intelectuales europeos porque fue frecuentado por grandes figuras como Nietzche, Hesse, Jung y Thomas Mann, entre otros. Con ese trasfondo que remite a la cultura germana como gran referencia para todos los europeos, Maria Enders vive una crisis personal que pone en cuestión varios aspectos, ya que no solamente tiene que enfrentarse a las consecuencias del paso del tiempo sino también a las nuevas generaciones que vienen abriéndose paso en un escenario en el que ella logró ocupar un lugar destacado pero que hoy, muy probablemente, tenga que dar un paso al costado y encontrar nuevas maneras de sobrevivir, en un mercado que tiende a mezclar los géneros con una irreverencia impensada años atrás. El film es una combinación de clasicismo y modernismo, en el que la Binoche se destaca como la gran figura, el paisaje pone un marco imponente de belleza natural y en apariencia perenne, y los conflictos humanos tienden a reeditarse en dramas que se repiten y donde los que cambian son los actores. El resultado es una película interesante, elegante y de buen gusto, que invita a pensar en diversos asuntos, pero sobre todo en la relación siempre compleja entre arte y vida.
La fama, como todos ya sabemos a estas alturas gracias a Hollywood, puede ser tu mejor amiga o tu peor enemiga. Todo depende de la gente que tengas a tu alrededor y de la manera en que manejes tu carrera. Olivier Assayas (París, Te Amo) refleja una vez más este tema a través de los ojos de María Enders (Juliette Binoché), una actriz en edad madura que en medio de un homenaje a un escritor y guionista que le dio su primer papel importante, le ofrecen actuar en el "remake" de la misma obra. Y es que la historia del remake, es una mujer en edad madura que se enamora y a la vez teme a una adolescente que tiene la intención de quitarle su empresa y su vida. María en su juventud interpretó a la adolescente, y ahora, en su madurez, le ofrecen interpretar a la mujer en edad madura. En medio de la lectura del guión con sus asistente (una sorprendente Kristen Stewart) conoce quien interpretará el papel de la adolescente, Jo-Ann Ellis, interpretada por una maravillosa Chloe Grace Moretz a quien le hizo falta más tiempo en pantalla, mientras atraviesa la crisis de los 40 como mujer y como actriz. Si bien la historia parece interesante, el trailer de la película nos presenta todo lo necesario que debemos saber y la película nos deja con ganas de mucho más. La mayor parte del tiempo se enfoca en la relación de María con su asistente y de los homenajes al guionista, pero profundiza poco en la relación tensa existente entre ella y Jo-Ann, mientras ésta última enfrenta los peligros de la fama en la adolescencia. Aunque para algunos podría valer la pena su visionado gracias a Binoché, lo cierto es que, en general, es una historia mucho más ambiciosa que lo que logra contar y falla en su intento por mostrar esa crisis de una actriz al mismo tiempo que se ve reflejada en la historia que interpreta.