LA MUERTE DE ARTURO Tal vez El Rey Arturo no sea la peor película del mundo, seguro no lo es, pero es un verdadero ejemplo de cómo se puede producir con mucho dinero y una enorme producción, una película vacía, tonta, carente de sentido y temas. Guy Ritchie no tiene la más remota idea de qué hacer con un material bueno, previamente creado por el talento de otras personas o por una larga tradición cultural. Las películas de época no son lo suyo y toda su fama de director se origina en películas que son puro movimiento, probablemente vacuo también, pero donde el movimiento en sí mismo y el esteticismo eran en sí mismo el sentido de sus films. La gracia de aquellos primeros títulos desaparece en sus nefastas adaptaciones de Sherlock Holmes y ahora con este mamotreto bobo construido en base al nombre del Rey Arturo. Juegos, trampas y dos armas humeantes, Snatch: cerdos y diamantes y, un paso atrás, Revolver y Rocknrolla pertenecen a un mundo cinematográfico que particularmente no me gusta pero al que reconozco como propio del director. En los dos films de Sherlock Holmes se busca conectar al personaje creado por Arthur Conan Doyle con ciertos aspectos estéticos de los films mencionados, y por breves instantes, aun disparatados, se logra. En El Rey Arturo todo es tan forzado, carente de coherencia y fuerza, que en los primeros minutos ya nos damos cuenta que todo el proyecto ha sido un desastre. La maldición del cine es que cuando las cosas salen mal hay que seguir adelante, vender y promover un monstruo sin cabeza por todo el mundo, aun cuando sea una vergüenza para todos los que participaron de ella. No es condenable, e incluso es saludable, que El rey Arturo: La leyenda de la espada no tenga la más mínima intención de respetar la Mitología Artúrica. De hecho, la propia mitología tiene contradicciones y diferentes versiones a lo largo de los siglos, desde la Vulgata en el Medioevo –que abrevó de una larga tradición oral- hasta el respetuoso Arturo de John Steinbeck o la versión feminista de Marion Bradley y Las nieblas de Avalon. La versión libre no tiene ninguna consecuencia en los resultados artísticos, esto, simplemente da cuenta de que no hay intención de adaptación fiel o cercana. La batalla del inicio, fea en todo aspecto, con efectos especiales muy poco auténticos, se nota que la desmesura absurda e inverosímil (aun para el género, aclaremos) busca acercarse a films como El señor de los anillos pero sin pie estético o moral alguno. Queda claro que nunca se sabe hacia dónde va el film. Ni la posible raíz histórica oculta detrás de las leyendas de Vortigern y Arturo es utilizada o explorada. Luego veremos a un Arturo criado “en las “calles”, un pícaro, un autodidacta, un marginal que podría haber salido del mundo contemporáneo. Ritchie busca emparentar al personaje con el de sus films, no hay duda y no es en sí mismo algo malo. El problema es que no funciona. El Rey Arturo no es el personaje para que esto sirva, este pastiche no logra obtener identidad ni vida propia. El afán de modernizar la historia y volverla anacrónica no se consigue. Un buen ejemplo de cómo hacer esto bien sería Corazón de caballero de Brian Helgeland, comparar El Rey Arturo con este film es la mejor manera de ver que sí se puede hacer algo creativo, moderno y con buenos resultados. Aunque quiera poner algún chiste, la película de Ritchie está llena de solemnidad en su afán de ser explicativa y llevar a Arturo a terapia más que al mundo de la épica. Las explicaciones son tan tristes y pobres que se vuelven patéticas. Lo que si respetaron fue la presencia de la espada Excalibur, aunque que, mal de males, el momento de la espada en la piedra es posiblemente el menos logrado de toda la película. Hacés un film del Rey Arturo y no podés resolver el momento de la espada en la piedra… no se diga más, la historia no tiene arreglo a partir de ese instante. Y finalmente la catástrofe estética de toda la película es el uso bobo de flashbacks, flashfordwards, cuya utilidad es nula y solo consigue que sean gags narrativos. Las secuencias de montaje, también son torpes, televisivas, y en un momento vale la pena preguntarse si no le hubiera quedado mejor a esto ser una serie de televisión, tal vez algún día lo sea. Dicen que el plan era hacer seis películas. Es mi esperanza que no pase, pero eso está solo en manos de la taquilla, no depende de opiniones. A veces simplemente las películas salen mal, incluso para sus propios planes, El Rey Arturo es una catástrofe cara, fea, torpe, veremos qué lugar ocupa en la historia.
(También emitida en AM 910, Radio La Red y en www.partedelshow.com.ar) Guy Ritchie se caracteriza por un particular estilo pop-rock en el cine. Como hizo con Sherlock Holmes, toma aquí una historia clásica de la cultura inglesa para contarla desde su impronta. Y es cierto que la película tiene un despliegue impactante, que consigue deslumbrar y generar vértigo a partir de un montaje notable, pero también abruma por sus pasajes densos, en los cuales narrativamente no pasa demasiado. La historia del Rey Arturo, tan conocida como atractiva, no tiene una real vuelta de tuerca sino un intento de demostrar la importancia de una producción y su inmenso presupuesto que, claro, no determinan que un film sea bueno o no. Entretenimiento desparejo que desaprovecha una historia antigua sin vencimiento.
El Rey Arturo y la leyenda de la espada: Por el poder de Excálibur. El británico Guy Ritchie vuelve a las andanzas, esta vez de la mano del Rey Arturo, en la historia mítica sobre su ascenso al trono. Con una saga garantizada, que incluye a los caballeros de la mesa redonda, uno de los directores de estilo más modernos viaja al pasado medieval para su nueva aventura. La leyenda sobre el Rey Arturo tiene suficiente peso narrativo, como para imponerse como una historia atrapante, la cual es muy difícil no saber contar. Este rey, destacado personaje de la literatura inglesa se encuentra ahora en manos de otro destacado de sangre británica, el siempre interesante director Guy Ritchie. Quien con películas como Snatch, cerdos y diamantes, Rocknrolla, Sherlock Holmes y Juegos, trampas y dos armas humeantes, entre otras ha sabido alcanzar un lugar privilegiado en lo que se considera la elite de los buenos, y por qué no, distintos, directores actuales. Para llevar a la pantalla esta historia reunió una dupla de actores más que interesante, en el rol de Arturo, Charlie Hunnam, y como su malévolo tío Vortigern, Jude Law, quien hay que decirlo, es uno de los puntos más interesantes que propone la película. La historia se centra en Arturo y como ha sobrevivido en las calles, luego a temprana edad quedar huérfano, luego de ver morir a su padre (siempre correcto Eric Bana) a manos del ambicioso Vortigern, quien desea más que nada en el mundo el trono de Rey y hacerse de todo el poder posible para gobernar un pueblo bajo su tiranía. Corre en paralelo, la historia sobre la famosa espada Excálibur, aquella que ha quedado enterrada en una piedra, y quien solo aquel que sea el heredero legítimo al trono podrá sacarla de allí. Por supuesto, el protagonista llega a tal situación y logra hacerse de la ansiada espada, destinado entonces a convertirse en algo que rechaza constantemente, el nuevo rey de Londinium. Un dato interesante, no por lo prodigioso sino por lo cuasi vergonzante de la escena donde logra sacar la espada, es que uno de los soldados del ejército negro, más precisamente el que le ordena que lo intente, es el jugador de fútbol David Beckham, a quien ni todo el maquillaje del mundo lo puede ayudar a componer una caracterización más o menos digna, y termina rosando el ridículo con un cameo, que obedece solo y exclusivamente a la amistad entre el deportista y el director inglés. Retomando el argumento, Arturo, a pesar de no querer ocupar el lugar para el cual ha nacido, se enfrenta por un lado a la persecución por parte de su tío, quien no podrá seguir reinando si no elimina al verdadero rey, y por otro lado a un grupo de extraños quienes quieren enseñarle como dominar el poder de su espada y como encontrar el camino correcto para dar fin a la tiranía establecida. Las actuaciones, salvo el cameo mencionado, son correctas, destaca por supuesto Jude Law, en un papel que lo encuentra cómodo sin demandar mucho de todo el caudal versátil que puede demostrar. Como mencionábamos al principio, la historia se vale por sí misma, y quizás el hecho de que el director haya hecho uso y abuso de un montaje extremadamente histriónico, dotando algunas escenas de un vértigo que no resultaba necesario, deja a mitad de camino lo que podría haber sido una conjunción perfecta de una excelente historia contada por un gran director. El hecho es que alguna escenas parecen más del mundo del comic o de un símil de artes marciales que desentonan con el relato épico, aunque vale decir el riesgo y vértigo que siempre propone Ritchie es digno de ver, y con seguridad garantiza el entretenimiento del público, pero no pidan más que eso, y alguna que otra escena de con una fotografía y arte que merece ser vista en pantalla grande.
Más Armando que Arturo. Arthur es un joven que crece en las calles de Londinium administrando un burdel. Un día es arrestado y enviado a una isla donde consigue sacar la famosa espada de la piedra. Se le revela que esto es posible por ser el heredero de sangre del fallecido Rey Uther, cuyo hermano Vortigern ha usurpado el trono. Arthur debe confrontarlo para reestablecer el linaje real y salvar a Inglaterra del yugo de su tío. Rey Arturo tiene una clara estructura tradicional con sendas escenas de acción bien establecidas y ejecutadas. Una de esas historias que el espectador puede anticipar su desarrollo pero también disfrutar de su recorrido. No obstante, debo aclarar que la película hace un fuerte abuso del flashback y el flashforward (adelantándose a los eventos), que al inicio parece interesante pero su exceso termina por quitarle todo el misterio de cómo va a terminar la historia. Aparte, en materia dialogo, no pocas veces incurre en formas de hablar que ni a cañonazos podrían haber existido en la época Artúrica. También debe decirse que incurre en la reiteración de ciertos recursos, más como relleno que recordatorio. Todas estas falencias se acrecientan pasada la segunda mitad de la película, donde la duración dos horas parece alargarse cada vez más. No obstante la película trata de establecer un tema sobre el poder, con Arthur y Vortigern como las dos contracaras del deseo por el mismo. Vortigern es capaz de hacer lo que sea, mientras que Arthur no está interesado en tenerlo. A menudo la narración se vale de este desarrollo temático, pero no pocas veces lo olvida. Si bien los decorados y efectos visuales son impecables por su sola presencia, la manera en las que son usados fotográficamente es donde más se nota el estilo de su realizador. Pasándoselos en limpio, la primera mitad de la película es Snatch en la época Artúrica y la segunda es Sherlock Holmes en la misma época, por lo menos visualmente. Charlie Hunnam, en lo que a las escenas de acción refiere, lleva con dignidad el protagónico, pero cuando la escena tira más para el lado del dialogo salta a la vista que no se mimetiza con el lugar y el tiempo en donde está ambienta la historia; parece un joven de la actualidad llevado a esa época. Jude Law entrega un decente trabajo como el antagonista de esta leyenda, aunque por momentos sucumbe a unas exageraciones que no dejan un buen sabor de boca. No obstante, debo destacar a Aidan Gillen (Littlefinger de Game of Thrones), en un carismático desempeño como uno de los aliados de Arthur. Conclusión: Rey Arturo es una película que promete acción y aventura, y las entrega al menos en secuencias específicas. Pero las escenas que guían a esos momentos son las que le restan puntos a la película como un todo. Estoy completamente a favor de que no se abuse del romanticismo a la hora de retratar una época. Pero es muy distinto que, al desear retratar cierto realismo (al menos desde el punto de vista de la mitología), se incurran en anacronismos y preciosismos visuales que, en vez de complementar, terminan por desviar la atención de la historia que se cuenta.
Un Rey respetado y temido o un Príncipe callejero y querido Ha llegado a la pantalla grande otra interpretación de la leyenda del rey Arturo, la cual es precedida tanto por las múltiples versiones cinematográficas como literarias. El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada (2017) posee reiterados elementos de uno de los relatos que propagaron el mito, Historia de los reyes de Britania (1130-1136) de Geoffrey de Monmouth. Esto se evidencia en las constantes menciones a Merlín, el mago que ha dotado de poder la espada Excálibur, pero él no está presente físicamente en el relato como sí lo está su discípula, una joven maga (que en originalmente era un hada, pero al igual que ella ésta habita en el bosque). Es decir, que la figura del mago Merlín aquí es reemplazado por una figura femenina que es la guía espiritual de Arturo. En esta historia épica dirigida por Guy Ritchie –Snatch: Cerdos y Diamantes (2000) y RocknRolla (2008)- la fantasía y la presencia musical reinarán desde las primeras secuencias en donde un mago maligno se enfrenta al Rey Uther -padre de Arturo- interpretado por Eric Bana. La elección de dicho actor para el personaje no es casual, puesto que ya lo hemos visto como rey en La otra Bolena (2008), interpretando a Henry Tudor o en Troya (2004) representando a Héctor príncipe de Troya. Es pertinente dicha mención al universo de la antigua Grecia, ya que en Arturo: La Leyenda de la Espada está construida bajo el relato clásico del camino del héroe haciendo foco en el autoconocimiento del protagonista, desde la niñez hasta la adultez de Arturo, interpretado convincentemente por Charlie Hunnam. Además de tener vínculo con las epopeyas clásicas, la película tiene una relación intertextual con la biblia: el pequeño Arturo, tras su padre ser injustamente destituido del trono, es colocado en un bote para salvar su vida, al igual que Moisés vagará por el agua hasta tierras seguras, para cumplir posteriormente su predestinación. Tras una inteligente utilización de la elipsis y la condensación del crecimiento de Arturo, observamos que ha sido criado por prostitutas, y ha aprendido a pelear en las calles. Asimismo, es una especie de Robin Hood que ayuda a los indefensos. Mientras tanto, en su castillo natal su tío Vortigern, el villano del filme, ocupa la corona. A partir del encuentro entre ambos, la película desplegará la tradicional dicotomía entre buenos y malos. Incluso diferenciando sus esencias desde el color de sus ojos en los enfrentamientos: rojos de inframundo para Vortigern y celestiales para Arturo. También son opuestos desde una simgología del color en su vestuario tradicional, negro para Vortigern y tonos blancos para Arturo. El texto que atraviesa Arturo: La Leyenda de la Espada es El Príncipe (1513) de Nicolás Maquiavelo cuya tesis está encarnada en el personaje que interpreta Jude Law. Los parlamentos de Vortigern evidencian dicha relación intertextual, por ejemplo al reflexionar si desea ser un rey “querido u odiado pero respetado”, éste elige la segunda opción. El Príncipe tenía el objetivo de aconsejar a los príncipes acerca de cómo gobernar según las circunstancias con el fin de que estos conserven su poder. De allí se desprendió erróneamente el término “maquiavélico” como una lectura peyorativa del mismo. Retomando el filme, Vortigern con tal de conservar su poder estará dispuesto a realizar ofrendas, tal como se hacía en la antigua Grecia a los dioses, pero aquí los sacrificios son para criaturas de un mundo subterráneo y marítimo encaradas en un isomorfismo de pulpo-sirenas, que remiten automáticamente a Úrsula, la villana de La Sirenita (1989). También Vortigern será caracterizado como cruel realizando castigos públicos mediante la figura medieval del verdugo. Con respecto a los aspectos visuales situados en el medioevo, tanto el vestuario como la caracterización de los personajes, se encuentra algo fuera de época o visto de otro modo posee un medievalismo aggiornado. Una interpretación posible es que esto es adrede para evidenciar el despojo y simpleza del heredero Arturo frente a los lujos del presente rey, Vortigern. De aquí, se desprende la interpretación principal del filme, éste es una crítica a la tiranía, pero no a la monarquía, y todo ello está atravesado por la lectura sutil de El Príncipe de Maquiavelo. Parafraseando el capítulo XXVII del texto: de ser el principado democrático, aceptado por los ciudadanos, va a ser considerado una monarquía. Si el principado democrático, no es aceptado por los ciudadanos, va a ser considerado una tiranía. En la literatura europea el rey Arturo era representado como el monarca ideal, tanto en la guerra como en la paz, lo cual se mantiene en esta versión cinematográfica. Lo que difiere de esta transposición es la caracterización de Arturo como un “rey del pueblo”, un rey que se ha forjado en las calles y no en las comodidades de un palacio. Este nuevo rey será querido por el pueblo, ya que sigue los planteos de Maquiavelo, parafraseando su texto: un príncipe nuevo debe ser cauto en sus acciones, esto es lo que diferencia a Arturo de su tío. “la fortuna es amiga de los jóvenes ya que se le imponen con más audacia”. En conclusión, si se lee intertextualmente la película posee algunos elementos interesantes pero no es lo suficientemente audaz ni original, sin embargo, es entretenida. Ficha Técnica Ficha técnica: Título original: King Arthur: Legend of the Sword / Año: 2017 / País: Gran Bretaña, Estados Unidos / Dirección: Guy Ritchie / Guión: Joby Harold, Guy Ritchie, Lionel Wigram./Música: Daniel Pemberton/Fotografía: John Mathieson/ Dirección de Arte: Gemma Jackson /Elenco: Charlie Hunnam, Jude Law, Eric Bana, Aidan Gillen, Astrid Bergés-Frisbey, Djimon Hounsou./Producción: Steve Clark-Hall, Guy Ritchie, Tory Tunnell, Lionel Wigram. /Distribuidora: Warner/ Duración: 126 minutos / Estreno en Argentina: 11-5-2017.
Una espada en primer plano moviéndose de una punta del cuadro a otro, una pierna estirada cruza el plano, zoom out al cuerpo del Rey Arturo sosteniendo la espada, corte a su rostro, música. Así de vertiginoso es “El Rey Arturo: La leyenda de la espada”, un film de Guy Ritchie, protagonizado por Charlie Hunnam y Jude Law. Muchas fueron las versiones inspiradas en la leyenda. Esta vez, nos encontramos con una con gran ritmo, que entretiene. La película está muy bien filmada, con una fotografía e imágenes que son un placer visual. Una edición muy clippera, con música presente. Una cuota de fantasía, con monstruos y poderes. Casi un superhéroe del siglo VI. Simpático. Las actuaciones de Jude Law y Charlie Hunnam son correctas. Un film, entretenido de ver desde lo visual.
Demasiados artilugios sin sustancia Al director británico Guy Ritchie le encomendaron hace casi una década reciclar la historia de Sherlock Holmes y, ahora, la del rey Arturo. Si en el primer caso la apuesta salió bastante bien (se filmó una segunda parte y se habla de una tercera entrega), en este caso la clara búsqueda por iniciar una saga (todo queda servido aquí para al menos una continuación) puede complicarse para una película sin brillo que costó más de 100 millones de dólares. El problema principal de El rey Arturo no pasa tanto por su escaso rigor histórico, sus licencias y caprichos o sus momentos ridículos, sino porque la habitual parafernalia visual de Ritchie no encuentra demasiado sustento entre conflictos elementales y personajes sin espesor ni carisma. La apuesta es clara: filmar una épica histórica en la línea de El señor de los anillos (batallas con escenas de masas, caballeros, magos y hechiceras), pero con esa estilización, efectos de montaje y ritmo taquicárdico que son la marca de fábrica de Ritchie desde Juegos, trampas y dos armas humeantes. Más allá de la catarata de estímulos y la falsa modernidad que a esta altura propone el director, la mayor carencia en este caso no es sólo suya, sino también de los otros dos guionistas. Así, en un contexto de personajes estereotipados y diálogos trillados, es poco lo que pueden hacer el galán Charlie Hunnam como Arturo y un malvado de manual como el despótico rey Vortigern que interpreta Jude Law.
El hombre que sería rey Si uno se deja llevar y olvida lo que sabía de Arturo, la espada y los caballeros, puede llegar a disfrutar esta película bombástica. Personaje legendario, probablemente basado en una o más de una persona real, Arturo es mucho más que un mito. Es el hombre que pudo sacar la espada de la piedra, que con Excalibur doblegó a los malvados y que constituyó la no menos mítica Mesa Redonda de los caballeros. Guy Ritchie es británico como Arturo, pero aquí no se muestra demasiado caballero. Es más, el director de Snatch: Cerdos y diamantes se olvida de mucho de lo que se ha escrito desde hace siglos y filmado desde hace menos para construir una historia, digamos, propia, debida a él y a sus cuatro coguionistas y autores de la trama. Está el nacimiento de Arturo, príncipe heredero que es despojado de ese derecho cuando su tío asesina a su padre y a su madre. Criado en un burdel (!), Arturo logrará sacar la espada de la piedra, sí, pero todo lo que Ritchie muestre tendrá más que ver con un héroe de comic siglo XXI que un caballero siglo VI. ¿Es éste el Arturo que esperan ver las audiencias de videogames, o las sagas medievales? El tiempo lo dirá. Lo que muestra El rey Arturo: La leyenda de la espada es una superproducción en la que las hazañas de Neo en Matrix son juego de niños. Todo es bombástico, espectacular e increíble -este último término, en todas sus acepciones-. Hay maga (la francesa Astrid Bergès-Frisbey), hay un Ejército oscuro, hay serpientes, elefantes más grandes que los de El Señor de los anillos, y hay buenos actores. Jude Law, que fue Watson en las Sherlock Holmes de Ritchie, como Vortigern; Eric Bana, el padre de Arturo; Djimon Hounsou, uno de sus files laderos, que secundan a un Charlie Hunnam que merece un párrafo aparte. Y lo merece porque es una cruza que le permitirá ser, con suerte y guiones a favor, el nuevo Brad Pitt, u ocupar el espacio que no llegó a llenar del todo Channing Tatum. El actor de Sons of Anarchy tiene presencia, físico, sabe actuar -aunque aquí eso mucho no se lo requieran- y puede sostener y llevar por sí solo adelante un blockbuster. Volviendo a la película, parece tener demasiadas producciones como inspiración, con 300, de Zack Snyder, a la cabeza. A veces está bien dejarse llevar por el frenesí de la acción, despreocuparse de la credibilidad y lanzarse de lleno, como al balde de pochoclo. En ese sentido El rey Arturo, abrumadora, con su espectacularidad del comienzo y su estilo videogame del final, puede atraer a su público. Pero los que busquen algo de clasicismo enfilen para otra sala. Los popes de Disney quizá se pregunten si hicieron la elección correcta al proponerle que dirija la adaptación de Aladdin con actores. Ya está.
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RocknCamelot Lo mejor y lo peor que se puede decir de El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada (King Arthur: Legend of the Sword, 2017) es que está dirigida por Guy Ritchie, un director que inyecta su propio estilo indiferentemente de si la película se beneficia de él o no. Bien por los que recuerdan Snatch: Cerdos y diamantes (Snatch, 2000) con afecto, mal por los que quieren ver una película sobre el Rey Arturo. El “estilo” de Guy Ritchie comienza por su incapacidad de imaginar otros personajes que no sean matones y diálogos que no sean pura bravata, lo cual mella muy bien cuando sus proyectos involucran al bajo mundo criminal (siempre a la merced de la suerte y la estupidez) pero no tanto en el contexto del ciclo de leyendas artúricas, que supuestamente celebran conceptos de honor, nobleza y galantería. Si Ritchie y su co-escritor Lionel Wigram tenían el capricho de hacer una épica de capa y espada, ¿por qué no elegir a Robin Hood? Va de la mano con todo lo que el director idolatra y produciría una experiencia más auténtica que la que Ridley Scott legó en 2010. Arturo (Charlie Hunnam) es Robin Hood bajo otro nombre, un malviviente que comienza robando por afán y termina uniéndose a un grupo de guerrilleros que traman en las profundidades de un bosque contra la tiranía del rey de Inglaterra. “Termina” es la palabra correcta, porque el protagonista pasa la mayor parte de la historia ignorando el proverbial llamado del Camino del Héroe y desmayándose cada vez que ase la espada Excalibur. Estos desmayos van de la mano con visiones que lo remontan a la escena de la muerte de su padre Uther (Eric Bana), racionadas a lo largo del film como si fueran a revelar un gran misterio al final. No hay tal satisfacción. Arturo no es un personaje muy interesante ni Hunnam un actor que brinde gran presencia a la pantalla; de más interés es su tío Vortigern (Jude Law), que usurpa la corona en el primer acto, luego de una intrigante batalla entre Camelot y hechiceros invasores. Law ha demostrado una y otra vez lo bien que le sale proyectar desprecio y odio propio al mismo tiempo. A través del personaje, por más caricaturesco que sea, hay rastros de Shakespeare: el tío filicida de “Hamlet”, el padre desdichado de “King Lear” y el ambicioso iluso de “Macbeth”, que consulta su futuro con tres brujas. Es tan divertido de ver como probablemente fue de interpretar para el actor. Del lado de Arturo hay una maga (Astrid Berges-Frisbey), supuestamente emisaria de Merlín pero dado que la película no le da nombre salvo “la maga” ella misma podría ser Merlín. También hay una cantidad extraordinaria de personajes secundarios apenas distinguidos uno del otro por nombre y raza (la anacrónica Inglaterra de Arturo incluye caballeros africanos y karatecas asiáticos), y cuando uno de ellos peligra de muerte resulta difícil conmoverse por él. Arturo tiene tan solo otras dos docenas de camaradas igualmente chistosos y subdesarrollados a mano. Sobre la cuestión de la hechicería, la inclusión de elementos fantásticos parece extraña en principio pero pronto se descubre como una de las pocas vetas creativas de la película, incorporando mitología celta y reimaginando con algo de ingenio el mito detrás de la espada en la piedra. A raíz de esto la historia está llena de pequeños misterios, de rutas que podría seguir si tuviera más curiosidad y momentos que podrían despegar en algo más entretenido, pero jamás se desvía del sendero más obvio y lineal de todos. Hay incontables versiones fílmicas sobre el Rey Arturo, Excalibur y sus caballeros; lo único que Guy Ritchie logra aquí es forzar su impronta en una de ellas.
Durante más de dos horas de maquillaje visual, el inglés Guy Ritchie, echando mano de dos o tres recursos que se repiten, propone revivir, en clave clipera y moderna, la leyenda del Rey Arturo. Decir entonces que lo mejor de esta película es su historia es decirlo básicamente todo. El foco argumental está en el origen de Arturo (el poco expresivo Charlie Hunnman), criado como niño anónimo luego de que su malvado tío Vortigern (Jude Law) matara al rey, su padre (Eric Bana). Y el camino que lo lleva a convencerse de su legitimidad, luego de desincrustar la espada Excalibur de la roca, para finalmente recuperar Camelot. Ritchie acierta al dar a la hechicería, blanca y negra, el espacio que merece en esa historia, a través de lo cual su rey Arturo es un film fantástico, visualmente apabullante y deudor del viejo clase b, a la Simbad el marino, con serpientes gigantes y elefantes enloquecidos. Pero las escenas de acción sólo parecen funcionar traccionadas por la música maquinera, siguiendo un único esquema. Y el montaje de escenas paralelas, con diálogos en un lugar que se contestan con los del otro, marca de este director de demostrada medianía, en lugar de aportar frescura y desenfado petrifica las situaciones, dejando en evidencia lo forzado de todo el asunto. Hacer de la leyenda histórica una comedia de acción tipo Snatch, Cerdos y Peces -su mejor film-, no tiene nada malo. Pero Ritchie, concentrado en mostrar la cantidad de ideas que se le ocurren para cada secuencia, se olvida de poner esas ideas al servicio de contar una historia, al menos de manera tal que atrape al que está mirando.Este Rey Arturo con impronta de tanque, consigue apenas entretener por momentos. No hay pirotecnia visual, ni presencias de actores de Game of Thrones, ni guiños cancheros, ni espalda musculada de Hunnam capaz de disimular la falta de alma de todo el asunto.
El Rey Arturo (Arthur en inglés) es una de las figuras emblemáticas de Inglaterra, aún con dudas sobre su existencia, el mito del rey “hábil tanto para los tiempos de paz como los de guerra” prevalece y fue centro de muchas historias y leyendas. En el cine fue adaptado y versionado varias veces, algunas de ellas más fieles a la leyenda como Los Caballeros del Rey Arturo (Knights of the Round Table, 1953), Camelot (1967) basada en un exitosa obra musical de Broadway y Excalibur (1981), una parodia de la historia a cargo de los Monthy Python como Monthy Python and the Holy Grail (1975) y adaptaciones animadas como La espada en la piedra (The Sword in the Stone, 1963) de Disney. En 2004 salió El Rey Arturo (King Arthur) dirigida por Antoine Fuqua y protagonizada por Clive Owen como Arturo y Keira Knightley como Ginebra. También la TV lo tuvo a Arturo: en los últimos años se lo pudo ver en las series Merlín (2008-2012) y Camelot (2011). Ahora llega una nueva versión del personaje, esta vez a cargo del director inglés Guy Ritchie, conocido por Juegos, trampas y dos armas humeantes (Lock, Stock and Two Smoking Barrells, 1998), Snatch: Cerdos y diamantes (Snatch, 2000) y las dos adaptaciones de Sherlock Holmes con Robert Downey Jr (2009 y 2011). Esta versión del Rey Arturo reúne muchas de las características de esas películas de Guy Ritchie y es una de las cosas que le juega en contra. En la primera mitad parece un antepasado de los personajes de Juegos… o Snatch, mientras que durante la segunda y usando hasta el hartazgo el recurso del flashforward hace recordar a Sherlock Holmes cuando contaba los hechos que los llevaban a deducir los casos pero sin ser tan buenas como las del detective. Los pocos momentos dramáticos que tiene no funcionan dado que siempre hay una escena de acción o de comedia inmediatamente que corta con el tono. En las actuaciones no hay mucho para destacar, salvo la actuación de Jude Law que vuelve a colaborar con Guy Ritchie luego de haber sido el Doctor Watson. El Rey Arturo: La leyenda de la espada no funciona como adaptación, como entretenimiento tiene sus puntos pero llega a aburrir. Un tono que le hubiese sentado bien es el de aquella Macbeth (2015) que protagonizó Michael Fassbender. Ritchie le da su toque personal y pierde, tal vez llegaba a mejor puerto si inventaba un héroe medieval con sus condimentos.
JUEGOS, TRAMPAS Y UNA ESPADA LEGENDARIA Si con El agente de C.I.P.O.L. Guy Ritchie había alcanzado su mejor forma, a partir de poner en tensión su propio cine con una estética y narrativa más cercana al clasicismo, El rey Arturo: la leyenda de la espada parece ser una vuelta a las fuentes, que en este caso resta más que suma, aunque no deje de tener ciertos elementos interesantes. Más que nada, porque hay en el realizador un dejo de coherencia (y hasta algo de terquedad) que le permite ser fiel a sí mismo, con sus virtudes y defectos, lo que le agrega unas cuantas mutaciones propias al mito artúrico. Los cambios no sólo vienen por el lado de lo pirotécnico, con las dosis extras de efectos especiales y criaturas mitológicas. Ritchie es consciente de que la leyenda que aborda es un molde maleable, que hay una base fuerte pero sobre la que se puede improvisar y, apoyándose en un proyecto inicialmente escrito por Joby Harold, convierte al Arturo que encarna Charlie Hunnam en un pandillero de origen noble pero criado en las calles. Las intrigas palaciegas están (focalizadas principalmente en el villano interpretado por Jude Law) pero lo que se impone es la fisicidad de la calle, donde priman las pandillas, jugarretas y estafas. De hecho, por momentos da la impresión de estar viendo una reversión en clave medieval de Juegos, trampas y dos armas humeantes, o de Snatch: cerdos y diamantes. Esa apuesta de Ritchie no deja de ser atractiva, especialmente cuando se suelta por completo y deja que el film se transforme en una comedia de aventuras donde todo va a mil por hora. El problema surge cuando el cineasta no sabe detenerse apropiadamente en los dilemas que afronta el protagonista, la relación que entabla con el grupo de gente que lo acompaña en su misión para recuperar el trono y sus propios orígenes, prefiriendo seguir acelerando a fondo. Durante la mayor parte de su metraje, El rey Arturo: la leyenda de la espada es puro guiño y superficie, como si a Ritchie no le importara la leyenda, la magia o Arturo, sino demostrar que puede trasladar su vértigo en el montaje y sus rulos narrativos -que incluyen flashbacks y flashforwards– a una iconografía clásica. Sólo en determinados paisajes Ritchie se toma un respiro y les da a los personajes una mayor capacidad de decisión, para dejar que sean ellos -y no la edición- los que lleven adelante el relato. Allí surge algo de humanidad y nobleza en un film que es mayormente un pastiche algo avasallante y demasiado canchero. El cierre deja la puerta abierta para futuras secuelas -se supone que hay un plan para un total de seis entregas- y una muy cautelosa esperanza: hay material para que la saga sea realmente atrayente, pero se necesitan balancear mejor las herramientas puestas en juego. El rey Arturo: la leyenda de la espada es una apertura que se sostiene por sí misma, pero donde los formalismos se comen a los personajes.
Ningún personaje ficticio medieval tiene tanto arraigo en la cultura popular británica como el Rey Arturo. El monarca inglés existe en la literatura céltica, inglesa y galesa desde el Siglo VI y hasta el día de hoy se discute si el legendario Rey es pura ficción o si su leyenda está basada en un líder verdadero. Sus cuentos y leyendas plagados de aventuras mezclan la fantasía, la magia y la historia verdadera sobre la conformación del imperio británico, con personajes entrañables como los Caballeros de la Mesa Redonda, el mago Merlín, la Dama del Lago y la legendaria espada Excalibur. Después de una guerra entre magos y humanos el reino de Londinium ha caído en las manos de Vortigen (Jude Law) hermano del fallecido legítimo Rey Uther Pendragon (Eric Bana), la reina ha sido asesinada y su hijo ha desaparecido. Arturo (Charlie Hunnam) es un joven que se hizo en las calles, criado por las prostitutas de un burdel que él mismo llegó a administrar años después. Grande será su sorpresa al descubrir que puede empuñar la espada Excalibur y sacarla de la piedra, cosa que nadie podría hacer a menos que comparta el linaje de Pendragon. Junto a un grupo de guerreros, conspiradores, espías y una misteriosa hechicera (Astrid Bergès-Frisbey) Arturo deberá superar sus miedos e inseguridades para reclamar el trono que le pertenece, aunque tal vez la responsabilidad sea demasiado grande para él. La historia del Rey Arturo ya se ha adaptado muchas veces al cine, tv y al teatro, con diversos realizadores imponiendo su estilo a la reconocida leyenda. En este caso, con Guy Ritchie (Lock, Stock and Two Smoking Barrels 1999, Snatch: Cerdos y Diamantes 2001) ocupando la silla del director, el cineasta lleva al extremo el relato clásico con todos sus trucos narrativos que a esta altura son su marca registrada. Escenas de pelea con momentos slow-motion aplicados con precisión quirúrgica, montajes rápidos con una edición frenética y buena música de fondo que resumen grandes arcos narrativos a secuencias de unos pocos minutos, toda la impronta de Ritchie está presente a lo largo de la película. Esto no es para nada malo, pero el problema es que ese estilo moderno y vertiginoso es demasiado disonante con respecto a su trasfondo antiguo y medieval. La dirección de Ritchie no es mala sino incorrecta, no es la que esta historia necesita. Por el costado interpretativo Charlie Hunnam hace un trabajo bastante aceptable, teniendo en cuenta que no es uno de los actores más talentosos e histriónicos que hay. Jude Law cumple en el rol del villano embriagado de poder y dispuesto a todo para mantener la corona sobre su cabeza. Eric Bana, Djimon Hounsou y Astrid Bergès-Frisbey están correctos en sus sendos roles secundarios pero la nota destacada se la lleva Aidan Gillen (Littlefinger en Game of Thrones) en el papel de Goosefat Bill. La ambientación es correcta, los efectos especiales se ven muy bien, el diseño de producción y vestuario no es malo y la acción es vibrante. El Rey Arturo funciona bien como entretenimiento pochoclero pasatista, pero se habría beneficiado mucho más si contara con un enfoque más clásico y épico. Ojos atentos al cameo de un reconocido futbolista.
Bajo la dirección de Guy Ritchie llega una nueva adaptación del relato folclórico del Rey Arturo y la legendaria espada Excalibur. Charlie Hunnam (Titanes del pacífico) se pone en la piel de un joven Arturo que creció entre los burdeles y las calles de Londonium sin los beneficios ni comodidades de la clase alta. Su destino ligado a la gran espada deparará una gran aventura que lo pondrá palmo a palmo con su tío Vortigern (Jude Law), rey e usurpador del trono. El Rey Arturo: La leyenda de la espada (2017) repasa la historia del mítico personaje ya vista varias veces en el cine, pero en esta ocasión desde una perspectiva no tan explorada: el costado de la fantasía que envuelve al relato.. En sintonía con su trayectoria, Guy Ritchie marcó una manera de filmar con películas como Snatch (2000), Revolver (2005), RockaRolla (2008) y Sherlock Holmes (2009) en la que los diálogos rápidos, un humor seco, directo y el uso del flashback marcaban la dirección del film y su desarrollo. Ritchie marca el pulso narrativo de el Rey Arturo desde el aparato sonoro, las diferentes tomas y la acción. A veces, este uso constante en la forma y manera de filmar recrea un efecto opuesto: el film se torna más denso y poco fluido. Sin embargo, El Rey Arturo propone su idea y esencia desde la primera escena: acción, espectacularidad visual y fantasía para elevar cada vez más al mito de Arturo y las hazañas que aglomeran a su reino. Ya planteado desde lo visual, el guión sobre una historia tan conocida necesitaba un giro diferente para no ser una más del montón. Charlie Hunnam se pone en la piel de un chico malo de los bajos barrios que roba, pelea y esquiva a la ley junto a la pandilla que lo acompaña en sus proezas por las zonas carenciadas de Londenium. Una nueva faceta, lavada de cara o punto de vista para la historia de Arturo y como llegó a ser rey y proclamarse como Excalibur. El Rey Arturo entretiene y explora su historia pero utilizando a la magia y la tiranía del rey Vortigern como impulso y motivación para su desarrollo. Uno de los puntos donde más flaquea el film está en tratar de hacer cada más más espectacular un enfrentamiento o combate, además el uso y abuso del CGI (Computer-generated imagery) hace que el relato que se está contado pierda consistencia. Son tan notorios los efectos realizados por computadora que muchas veces se pierde la coherencia narrativa que expone la película. También el CGI se rige por las normas establecidas del director para su estética: oscura, sucia, tenue y poco glamorosa. La fotografía de Ritchie sigue los tintes de Snatch y RockNRolla para recrear un ambiente caótico entre ladrones, asesinos y traidores, aunque en este caso se extiende en otro escenario diferente. Así y todo, El Rey Arturo cumple con su objetivo y entretiene también gracias al elenco. Hunnam, conoce el papel de badboy desde su protagónico en la serie Sons Of Anarchy (2008) y le sienta a la perfección esa naturaleza de anti-héroe. En su complemento, tanto Jude Law como Eric Bana se apegan a sus personajes de manera eficaz y contundente, con esencias tan distintas y dispares entre ambos. Law encarna de manera correcta a un personaje consumado por sus ansias de poder y motivado en controlarlo gracias a la tiranía y el miedo que promueve. El rey Arturo: la leyenda de la espada (2017) cumple con su cometido y entretiene desde la atenta mirada y toque diferente de Guy Ritchie, con grandes escenas de acción, diálogos ásperos y una mirada diferente sobre un relato clásico. Lamentablemente, Ritchie se queda con la espectacularidad que busca imponer en la película pero finalmente carece de contenido en lo que respecta a su composición final.
El cine norteamericano se mantiene firme con su tendencia de narrar historias ya conocidas por el público, siendo una apelación a la nostalgia y al rédito económico seguro. Así es como llega un nueva versión del mito sobre el modelo ideal de rey británico, Arturo Pendragón y su Excalibur, la espada mágica que extrae de una piedra. Guy Ritchie se ubica al mando de King Arthur: Legend of the Sword y la historia del monarca de Camelot se transforma en una exhibición de luchas, estallidos, cámaras lentas, chistes y todo lo que hace que la potencial complejidad y densidad del mito inglés vire hacia un trivial film de acción.
Juegos, trampas y una espada en la piedra Espadas y reyes… castillos y ejércitos, calabozos y dragones. En su mayoría estos elementos suelen ser la base de la épica fantástica medievalista y su narrativa. Gran parte de ellos están presentes en El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada (King Arthur: Legend of the Sword, 2017) la más reciente aventura del director Guy Ritchie, en un terreno no del todo familiar para el inglés. Como podrán imaginar, la que se cuenta es la historia del mítico Rey Arturo (Charlie Hunnam), ese personaje de la literatura inglesa destinado a hacerse del trono de Inglaterra tras sacar de la piedra la famosa espada conocida como Excálibur, el arma a la cual el mago Merlín dotó de un poder especial. El guión nos presenta a un Arturo que es despojado de su herencia monárquica, alejado de su familia y forzado a criarse en las duras calles de la antigua Londinium. Su tío Vortigern, interpretado por Jude Law, es quien está detrás de todo esto y quien se hace del trono en su ausencia. Siguiendo el tan mentado camino del héroe a rajatabla, Arturo hará un largo viaje tanto geográfico como mental en pos de recuperar su lugar y liberar al pueblo de la opresión de Vortigern. El gran acierto de Ritchie reside en dotar a la historia mil veces narrada de ese espíritu posmoderno y vertiginoso por el cual se hizo conocido el director gracias a films como Juegos, Trampas y dos Armas Humeantes (Lock, Stock and Two Smocking Barrels, 1998) Snatch: Cerdos y Diamantes (Snatch, 200o) y RocknRolla (2008). El desdoblamiento temporal de las secuencias y el tono “urbano” con el que se manejan los personajes dentro de la pantalla son algunos de los puntos más atractivos de la película, logrando una frescura y un espíritu que son muy bien recibidos dentro de un género que necesita este tipo de innovaciones para seguir siendo relevante. El Arturo de Hunnam es más un peleador callejero y un “busca” antes que un legítimo heredero del trono. Su inteligencia y su ardid por momentos -y salvando las distancias- recuerdan al Ulises de Homero, ese tipo de personajes que saben el modo de conseguir lo que necesitan sin utilizar obligatoriamente la fuerza. Sin dudas, Jude Law disfruta el papel de villano y se lo ve muy cómodo en el rol. Al igual que con la estructura narrativa, el diseño de producción también hace un buen trabajo balanceando el estilo medieval combinándolo con detalles modernos, sumando porotos en lo que refiere a la estética visual. Si bien muchos son adeptos al principio de “Si no está roto, ¿para qué arreglarlo?”, El Rey Arturo… se presenta como la relectura de una historia clásica, a la cual agrega matices que actualizan su narración desde lo cultural y a través del lenguaje propiamente cinematográfico del nuevo milenio. Y de paso -porque no hay que olvidar la pata comercial de todo esto- funciona como introducción para una potencial saga de films de Los Caballeros de la Mesa Redonda. ¿Le quedará grande la corona? Por lo pronto, esta entrega inicial sugiere que el trono está en buenas manos.
Desde la época medieval que existen historias sobre el Rey Arturo. La mayoría de ellas se mezclan entre la ficción y la realidad, pero en general cuentan que Arturo fue un líder británico que llevó a su país a luchar contra los invasores en el siglo V y VI antes de Cristo. Los detalles de su vida, sus luchas, Excalibur y los Caballeros de la Mesa Redonda fueron evolucionando con el correr del tiempo. Pero el Rey Arturo no tuvo solamente gran popularidad en la Edad Media, sino que fue un personaje atractivo durante los siglos que le siguieron y es por eso que su historia se siguió contando hasta la actualidad. Guy Ritchie fue el director encargado de llevar nuevamente al Rey Arturo a la pantalla grande, con un argumento que dista mucho de las bases históricas conocidas. En “El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada” nos encontramos con una época en la cual convivían humanos y magos en paz, hasta que un mago villano subió al poder y comenzó una guerra. Es así como el entonces rey, Uther Pendragon (Eric Bana), debe proteger a su gente y matar a su enemigo. Pero tras su muerte, su hermano, Vordigan (Jude Law), sube al poder y reina de una manera muy distinta. Lejos de allí, Arturo crecerá bajo el cuidado de dos mujeres que trabajan en un burdel, sin saber sus verdaderos orígenes. A simple vista podemos decir que “El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada” no es un film que busca adaptar fielmente la realidad histórica, sino proveer un argumento atractivo y entretenido, a través de su acción, toques de humor y un gran elenco. Esto lo logra sin inconvenientes, ya que en su hora y monedas de duración, el público quedará atrapado en las garras de Guy Ritchie. Se nota el toque del director, proporcionándonos maneras alternativas de presentar las peleas y las escenas de acción, aunque algunos tal vez prefieran una forma más tradicional de hacerlo. La fotografía y la ambientación de la época es una belleza. El elenco cumple no sólo por su renombre sino también por su calidad actoral. Si bien la mayoría de la historia se centra en la fortaleza, testarudez y liderazgo de Charlie Hunnam (Arturo) y en la malicia y la constante búsqueda de poder de Jude Law, el elenco coral se comporta de manera simbiótica para acompañar a la historia. Entre ellos se encuentran Eric Bana, Djimon Hounsou, Àstrid Bergès-Frisbey, Aiden Gillen, entre otros. La cinta falla un poco al no introducir de manera explícita a la figura de Merlín, que, si bien se encuentra en las tinieblas, debería ser un personaje con mucha más fuerza, independientemente de la calidad de la adaptación del relato. En ciertos momentos el film nos genera una sensación de que se concibió más como una franquicia que como una película en solitario y es por eso que mantiene el misterio con ciertos personajes o arcos narrativos. Incluso deja la puerta abierta para una posible secuela. De todas maneras, nunca se sabe a ciencia cierta cómo le irá a una película en cuanto a la crítica y a la taquilla y si el origen de la historia no impacta, no habrá lugar para continuaciones. En síntesis, “El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada” es una película poderosa, que propone acción constante y una técnica impecable. No es un relato para quienes quieran conocer la “verdadera” historia de Arturo o algo más cercano a la realidad medieval, sino que es pura ficción. Con un gran elenco, el film cumple con lo que busca, aunque espera convertirse más en una franquicia que entregar un gran producto de calidad. Puntaje: 3,5/5
Larga vida al rey... y a Guy Ritchie El rey Arturo debe ser uno de los personajes más retratados tanto en cine como en televisión, directa o indirectamente, con actores reales o de forma animada. Es el monarca ideal por excelencia, y tal vez la fascinación por él nazca por la duda que hay de si realmente existió o no. Proviene de la literatura y el folclore, pero si se cree que pudo haber sido alguien real, o que el personaje haya sido basado en alguien que caminó por este mundo, bienvenida su leyenda. Y una nueva obra que lo tiene como protagonista llega a las salas de los cines: hablamos por supuesto de “El rey Arturo: La leyenda de la espada” (King Arthur: Legend of the Sword, 2017) Uther (Eric Bana) es el justo y benévolo rey que defiende a su pueblo de sus más acérrimos enemigos: los magos. Claro, puede enfrentarse al poder que tienen gracias a su poderosa espada mágica Excálibur. Pero lo que el soberano no sabe es que será traicionado desde su círculo más íntimo, ya que su hermano Vortigen (Jude Law) aspira a la corona y no dudará en asesinar a cualquiera ni cometer los peores actos para alcanzar su objetivo. Es así que Uther y su esposa son víctimas de su codicia, pero el rey logra salvar a tiempo a su bebé recién nacido llamado Arturo. El niño es encontrado por unas prostitutas en la ciudad de Londinium y será criado por ellas en un burdel, desconociendo quién es en realidad ni sus orígenes. Arturo (Charlie Hunnam) crecerá en las calles, se educará en ellas, aprenderá a sobrevivir y, por supuesto, se nutrirá de cada treta que le depare algo de dinero. Con el tiempo y junto con su grupo de amigos será el que imponga el orden en los callejones de la ciudad hasta que, por obra del destino, un día será puesto a prueba y sacará a Excálibur de la piedra. Ahora, y con la ayuda de una extraña hechicera (Astrid Bergès-Frisbey), se verá obligado a tomar algunas duras decisiones, deberá aprender a manejar la espada, vencer a sus demonios y unir al pueblo para derrotar al tirano Vortigern y vengarse de quien robó su corona y asesinó a sus padres. Para entrar en clima tienen que saber que esta película pertenece al director Guy Ritchie, el mismo de, entre otras, “Juegos, trampas y dos armas humeantes” (1998) y “Snatch: Cerdos y diamantes” (2000). Por lo tanto tiene una edición frenética, mucha voz en off relatando la historia, música vibrante, el recurso del flashback. En resumen, una obra que exuda energía y adrenalina la mayor parte del tiempo. A esto súmenle efectos especiales a lo grande y lo que tienen es la leyenda del rey Arturo como nunca la vieron, exagerada pero tremendamente entretenida. Es que casi toda la obra de Ritchie es así y acá está como desatado, pero le sienta bien al filme y lo que hubiese podido convertirse en un aburrido largometraje de peleas de espadas se traduce en algo completamente maravilloso y nuevo para el género. Hunnam está perfecto en el protagónico, y miren que movió cielo y tierra para conseguir el papel (se puso en forma físicamente y pidió pelear por el rol con los otros dos finalistas: Henry Cavill y Jai Courtney). Más allá de esto, hace al personaje sumamente atractivo y tiene un buen desempeño. Otra gran elección fue Jude Law como el malo, trae a la mesa esa elegancia, maldad y encanto de los villanos clásicos ingleses pero con un toque perverso. Ah, estén atentos a cameos de figuras que conocen. La gran noticia es que ésta es la primera entrega de una serie de seis películas que tienen planeadas. Demos gracias por ello. “El rey Arturo: La leyenda de la espada” vuelve a reivindicar a este entrañable personaje y le da vida y frescura en este nuevo siglo. ¡Dios salve a Guy Ritchie!
Un inicio espectacular, con elefantes gigantescos y sin respiro, presagia una película casi épica. Conoceremos los inicios de Arturo, al cual su malvado tío Vortigern envía a asesinar a sus padres, él sobrevive y es criado por unas prostitutas y ya crecido finalmente logra quitar la espada de la piedra y convertirse en el ¨elegido¨. Hasta aquí todo bien, pero en un momento, con diálogos muy largos, y la marca del director Guy Ritchie, con un montaje y diálogos que nos dejan sin respiro, sumado a los subtítulos, con cámaras espectaculares pegadas al cuerpo para generar más vértigo, y por la incontable y abusiva utilización de los efectos visuales (CGI), es que se vuelve un poco monótona hasta que llega un gran final al estilo superhéroe, que con un solo movimiento de la espada puede derrotar ejércitos, y creo ahí es donde no convence, donde la historia se diluye ante la enorme cantidad de personajes y efectos que redundan para generar un final grandilocuente. Y queda abierta para una secuela… Eso si, la película tiene un malo Vortigern , muy malo que es elogiable en su actuación, que lo lleva adelante Jude Law. Arturo está muy bien en su rol, interpretado por Charlie Hunnam, y una convincente maga a cargo de Astrid Bergés-Frisbey. Tiene un plus de atracción con la primera aparición en la pantalla grande del ex–futbolista David Beckham, que pasa desapercibido en medio de tantos personajes. En definitiva es casi la aparición de un nuevo superhéroe, comparándola con las películas del Rey Arturo que teníamos conocidas hasta ahora, muy fuera de los estilos clásicos, esta tiene una carga muy fuerte de vértigo visual. Entretiene.
Es una historia apasionante representada en diversas ocasiones hasta para el público infantil. En esta ocasión llega a los cines esta superproducción cargada de aventuras y fantasía en la que se invirtió aproximadamente unos 100 millones de dólares. El protagonista es el actor británico Charlie Hunnam (“Titanes del pacifico”, “La cumbre escarlata”, próximamente “The Lost City of Z”) quien interpreta correctamente a Arturo, que debió huir para salvar su vida, perdiendo su herencia, creció en las calles y luego se convirtió en Rey. Completan el elenco: Jude Law, Astrid Bergès-Frisbey, Djimon Hounsou, Aidan Gillen, Annabelle Wallis y Eric Bana, entre otros. Cuenta con una gran estética, llena de criaturas fantásticas, hay magia, hechicería, mitología, una trama oscura, medieval, grandes batallas, buena dirección de arte y visualmente tiene todos los toques que Ritchie le sabe dar a este tipo de tramas. Presten atención al cameo realizado a un ex futbolística británico que también participó en la película “El agente de C.I.P.O.L”. Entretenida y pochoclera. Este es el inicio de una nueva saga. Cuenta con una buena promoción a través de un camión itinerante donde tenes que sacar la espada y demostrar que sos el legítimo Rey, si lo logras hay un importante premio y además tus fotos se van a poder ver en la web.
El rey Arturo: La leyenda de la espada, de Guy Ritchie El cine de Guy Ritchie suele ser bastante criticado por la artificialidad de su manufactura, pero es la exteriorización del hacer cinematográfico la que le dio (entre otros aspectos) un sello reconocible a su carrera como director. Es su montaje frenético y la velocidad de planos y palabras las que hacen de su cine una experiencia contemporánea muy ligada al pastiche y la hibridación de géneros. Y su último film, El rey Arturo, la leyenda de la espada, no sólo no revierte esta tendencia, sino que la potencia transformando la tradicional épica vikinga en un tour de force con aires rocanroleros. Dada la codicia de su tío Vortigem (Jude Law), el pequeño Arturo (hijo de los reyes) es expulsado del castillo y obligado a criarse como un bastardo fuera del apaño de la vida real. Pero gracias a la brujería y el dominio de la naturaleza, las aguas de los mares descienden dejando al descubierto a Excalibur, la poderosa espada que sólo responde a las manos de sus verdaderos dueños: los reyes de sangre. Es por eso que Vortigem no puede dominarla, y la única opción que tiene es la de, mediante un extenso casting de jóvenes, encontrar a aquel que alguna vez desterró con el único fin de robarle el poder de la Excalibur y ponerle fin a su vida para reinar hasta el fin de los tiempos. El mito de Arturo es visitado por distintos lenguajes artísticos aportando cada uno su punto de vista. La versión de Ritchie es no sólo hiper estilizada, sino moldeada a su propio estilo, ofreciendo un contraste entre la épica natural del relato y la hechura de un cine contemporáneo preocupado por una representación verosímil dentro de los parámetros de: una fotografía impecable, y un diseño de sonido digno de las mejores películas de batallas, donde cada sonido cobra importancia creando el efecto de realismo que tanto impacta al espectador. Así el mito continúa y promete (seguramente) ofrecer una secuela porque el film culmina con la introducción de un pacto con los vikingos y la presentación de la Mesa Redonda. ¿Cuál será la próxima aventura de Arturo ahora que dominó a Excalibur? EL REY ARTURO. LA LEYENDA DE LA ESPADA King Arthur: Legend of the Sword. Estados Unidos, 2017. Dirección: Guy Ritchie. Guión: Joby Harold, Guy Ritchie y Lionel Wigram. Intérpretes: Charlie Hunnam, Astrid Bergès-Frisbey, Jude Law, Djimon Hounsou y Eric Bana. Fotografía: John Mathieson. Edición: James Herbert. Duración: 126 minutos.
Del burdel al palacio La variedad de experiencias cinematográficas que ha habilitado la figura del Rey Arturo ha sido de lo más vasta, con films extraordinarios como Lancelot del Lago (Lancelot du Lac, 1974) y Excalibur (1981) y películas fallidas en la línea de Camelot (1967) y El Rey Arturo (King Arthur, 2004). Ahora le toca el turno a Guy Ritchie en esto de intentar exprimir una mitología hiper conocida por el público: si tenemos en cuenta que el señor viene aplicando el “tratamiento Ritchie” a cuanta franquicia le ofrezcan los estudios norteamericanos, no es de extrañar que este nuevo proyecto caiga una vez más por debajo de lo que fue su estándar máximo, léase el del inicio de su carrera, aquellos años en los que se hizo célebre gracias a la dupla compuesta por Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, 1998) y Snatch: Cerdos y Diamantes (Snatch, 2000), dos joyas redondas Recordemos que luego de los éxitos del comienzo, el británico sorprendió con las muy flojas Insólito Destino (Swept Away, 2002) y Revolver (2005), de las que se recuperó con RocknRolla (2008), un opus arrollador que podemos calificar como su última gran obra a la fecha. Si bien en su momento Sherlock Holmes (2009) cayó simpática por su lectura descontracturada del clásico personaje de Arthur Conan Doyle, lamentablemente Sherlock Holmes: Juego de Sombras (Sherlock Holmes: A Game of Shadows, 2011), El Agente de C.I.P.O.L. (The Man from U.N.C.L.E., 2015) y la epopeya que hoy nos ocupa, El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada (King Arthur: Legend of the Sword, 2017) constituyeron todas una enorme decepción a pura redundancia, cancherismo vacuo y falta de ideas novedosas que nucleen y den sentido a la pirotecnia visual “marca registrada” de Ritchie. Como no podía ser de otra forma tratándose de un producto con el sello de conformidad de los gigantes de Hollywood, aquí nos narran los primeros pasos del protagonista en un trayecto que va desde el burdel al palacio: cuando el buen Rey Uther (Eric Bana) termina depuesto por su hermano Vortigern (Jude Law) y asesinado sin ningún miramiento, su hijo Arturo logra escapar y va a parar -bote en un río mediante- a Londinium, la primera encarnación de Londres. Criado por prostitutas y haciéndose fuerte bajo la lógica de las calles, el Arturo adulto (interpretado por Charlie Hunnam) de improviso descubre su linaje cuando extrae la legendaria “espada en la piedra”, esa que perteneció a su padre, y así todo el asunto lo lleva a luchar contra Vortigern con la ayuda de Bedivere (Djimon Hounsou), un súbdito de Uther, y de La Maga (Astrid Bergès-Frisbey), una joven que responde a Merlín. A lo largo del metraje encontramos dos únicas marcas formales que de tanta intermitencia cronometrada terminan desdibujando la leyenda del monarca en cuestión: por un lado tenemos las fastuosas escenas de acción con monstruos tan enormes como innecesarios y esa infaltable cámara lenta -hoy vetusta- a la Matrix (The Matrix, 1999), y por el otro lado está la edición videoclipera, veloz y no lineal que tanto le gusta a Ritchie, esa que por lo general viene acompañada de un humor seco y diálogos entrecortados entre personajes del submundo criminal. El espíritu de la aventura y hasta los detalles melodramáticos de la fábula anglosajona quedan sepultados debajo de la catarata de floreos estéticos, estrategia que no genera un producto insufrible aunque tampoco alcanza para un “aprobado” a último minuto. Los tics del realizador y guionista, los mismos que alguna vez lo emparentaron con el indie de la década del 90, le sirven para construir un trabajo que supera la media actual del mainstream pero a la vez lo siguen dejando muy expuesto -con razón- a la crítica de que se la pasa filmando la misma película sin que importen en algo los personajes centrales…
Redundante nueva versión para el cine del Rey Arturo La leyenda del Rey Arturo, los Caballeros de la Mesa Redonda, la espada en la piedra y el mago barburdo han sido filmados demasiadas veces como para que tenga sentido seguir haciéndolo ad eternum, sobre todo si se tiene en cuenta que de las múltiples versiones, ya sean hollywoodenses o británicas, las pocas que han sobrevivido al paso del tiempo son la magnífica "Excalibur" de John Boorman, y la divertida película animada que marcó, en los 60, el final de los films de dibujos de los estudios Disney. Pero ahora Guy Ritchie también quiere empuñar la espada de Arturo y, tratando de hacer algo diferente, lo único que logra es armar un tremendo hibrido, sólo por momentos divertido, ya que el film se toma a sí mismo más en serio de lo que hace falta. Tal vez este detalle sea el más delirante, ya que entre los nuevos caballeros hay anacronismos como el conocimiento de artes marciales. Ritchie es un experto en cine urbano y, tal vez, lo más interesante de su film sea la visión de una extraña y populosa Londinium, que se disfruta al igual que algunos momentos épicos filmados con vistosos recursos visuales. En cambio, Charlie Hunnam es un Arturo plebeyo no muy convincente, a diferencia de Jude Law que compone un villano temible.
Guy Ritchie (Sherlock Holmes, El agente de C.I.P.O.L.) incursiona en la fantasía medieval y pone su propio sello en la nueva versión de El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada. Charlie Hunnam (Sons of Anarchy, Titanes del Pacífico) es Arturo, antes de que fuera Rey. La historia comienza cuando su tío Vortigern (Jude Law) traiciona a su padre el rey Uther (Eric Bana) y toma el reino para sí mismo. El joven Arturo queda perdido y crece en las calles, entre prostitutas y tramposos. Cuando la famosa espada Excálibur queda expuesta nuevamente a la vista de todos, el pueblo clama por el retorno del legítimo heredero, que será aquel que pueda desprenderla de la roca en la que está clavada. Muy pocos directores pueden mantener su impronta cuando los grandes estudios les proponen proyectos de presupuestos enormes. Guy Ritchie confeccionó un particular Sherlock Holmes con Robert Downey Jr. y Jude Law en una atmósfera steampunk moderna pero a su vez clásica y repitió su éxito con El agente de C.I.P.O.L. manteniendo el respeto por la serie original y dotando de humor y carisma a la cinta. En El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada el terreno de la fantasía y lo épico lo pierde un poco, pero Ritchie hace de las suyas con varias escenas de su factoría. En primer lugar el espectador que no conozca al director no entenderá qué pasa en el principio del filme. El ritmo de edición (que en general tienen sus trabajos) resume veinte años de la vida de Arturo en pocos minutos. Las escenas son narradas anticipando lo que va a pasar, intercalando presente y futuro, algo también visto en películas anteriores del director. A Charlie Hunnam le cuesta despegarse del héroe rebelde sin causa y la premisa que construye el director sobre la construcción de este nuevo rey Arturo, parece armada alrededor de él y no en base a la historia original. Por momentos aquellos que seguían la serie Sons of Anarchy van a ver a Jax Teller manejando su banda en la época medieval. Algo que no vuelve a conseguir con éxito el director es la inclusión de un sidekick. Los personajes secundarios no tienen peso en la historia, no producen empatía con el espectador y muy pronto sus nombres se pierden alrededor de las idas y vueltas del guion. Viniendo del videoclip y siendo un hábil conocedor de la música, el filme se nutre de una banda sonora rítmica y muy a tono con la velocidad de los cortes en la historia. En cuanto a los efectos especiales, quedan fuera de tono y forzados en la película que apuesta más al estilo ya mencionado de Ritchie y sus juegos de diálogos.
Sin saberlo Uther, su hermano Voltigern lo enfrenta por la corona de Inglaterra; a Uther (Eric Bana) lo asiste Excalibur, la espada fraguada por el mago Merlín, pero a Voltigern (Jude Law) lo beneficia un pacto con la magia oscura, y derrota a su hermano, echando la espada al mar. Del conflicto escapa, cual Moisés, el pequeño Arthur en una balsa, que navegará toda la noche hasta encallar en Londinium, el nombre que tuvo Londres en tiempos romanos e inmediatamente posteriores. Arthur crece en una aldea de truhanes, un grupo de rebeldes que le provocan tirria a Voltigern; pero Arthur desconoce su origen, sólo cuando una maga (Astrid Bergès-Frisbey) le presenta la espada, irá redescubriéndolo, cada vez que toma su empuñadura. Hay algo gastado en los flashbacks, en los momentos en que Arthur reconstruye la historia volviendo al pasado, pero Guy Ritchie (Snatch; Juegos, trampas y dos armas humeantes) tiene estilo para salir airoso de todo lo trillado. Lo mismo ocurre con las batallas, los duelos de espada y los monstruos pantagruélicos: no hay nada que no se haya visto, pero Ritchie logra hacer vibrar la butaca. La historia es igualmente conocida (otro británico, John Boorman, la contó en Excalibur, otro film fantástico), pero Ritchie presenta a un Arthur rebelde y hasta poco amistoso, de mal carácter, capaz incluso de escapar tirando la espada, que le será rescatada y devuelta por una sirena. Las mujeres del film tienen un rol especial. La bella Maggie (Annabelle Wallis) es una doble espía, y la maga es aquel personaje que aparece cuando todo está mal, pone los ojos negros, se posesiona (casi como un scanner del film de David Cronenberg) y hace aparecer criaturas (aves, serpientes gigantes) que complican el terreno al rival. JudeLaw está impecable como villano; Charlie Hunnam está ok como Arthur. El film es entretenido y saca a Ritchie del bochorno que fue su adaptación a la pantalla de El agente de CIPOL (2015). Ah, y el final deja todo abierto a una secuela, así que a esperar novedades de los caballeros de la mesa redonda.
Vídeo Review
Pocos personajes como el Rey Arturo y Tarzán lograron tener una filmografía tan extensa y diversa en el cine y la televisión. En el caso puntual de esta leyenda se hicieron tantas producciones en los últimos 75 años que en la actualidad no es sencillo trabajar a estos íconos de la cultura popular con un enfoque fresco y original. Por ese motivo el nuevo trabajo de Guy Ritchie sobresale como una de las mejores interpretaciones del mito artúrico que Hollywood brindó en los últimos tiempos. El director inglés tomó numerosos elementos clásicos relacionados con la mitología de Camelot y los abordó a través de un enfoque diferente que no contaba con precedentes similares. La trama no se basa en ninguna película anterior, saga literaria o cómics, sino que ofrece un mundo de fantasía especial que se creó especialmente para este proyecto. Ritchie le aportó dos elementos interesantes a este relato que a mi entender le dieron una identidad especial a su obra. En principio la característica principal de esta película es que aborda el mito artúrico a través del cine gángster. En esta oportunidad Arturo no crece protegido por la guía de Merlín, sino que se cría en las calles junto a delincuentes y prostitutas que se encargan de formar su carácter. Durante varios momentos de la historia el protagonista y sus compañeros por momentos parecen parientes antiguos de los gángsters que vimos en Juegos, trampas y dos armas humeantes y Snacht. En varias escenas podemos ver a Arturo resolver o negociar situaciones como un típico personaje mafioso de los filmes clásicos de Guy Ritchie. En este punto encontramos una característica muy particular que se relaciona con otra gran virtud de esta producción: El perfil del héroe. Un problema que tuvieron siempre los filmes de esta temática es que Arturo por lo general solía ser retratado como un hombre extremadamente amable y compasivo. Por esa razón, en la mayoría de las viejas películas de Hollywood, los personajes que más se destacaban eran Lancelot, el Caballero Negro, Perceval o Gawain. Ellos eran los grandes héroes mientras que al líder de Camelot se lo representaba como un monarca anciano que lideraba su reino sin participar de la acción. Salvo por algunas brillantes excepciones que se registraron en el musical Camelot (1967), la serie de la BBC de 1972, Excálibur (1980), de John Boorman, y la versión que brindó Clive Owen en el 2004, por lo general Arturo se pasaba de bueno y terminaba por ser aburrido. Esta versión que encarna Charlie Hunnam es mucho más compleja y trabaja el personaje como un antihéroe. Ninguna otra producción puso tanto hincapié en los orígenes de Arturo como los hizo Guy Ritchie y resulta un detalle que no se puede ignorar al analizar este film. El director logró además explotar el talento de Hunnam, quien finalmente encontró el papel adecuado para sobresalir en el cine. En esta película está increíble y ofrece una encarnación muy interesante de uno de los máximos íconos del género fantástico. Por otra parte, Ritchie nunca pierde su integridad como artista y nos traslada al mundo de Arturo con su particular estilo narrativo. Desde las primeras escenas queda claro que él estuvo detrás de cámaras por el tono que tienen los diálogos, la edición y el modo en que se aborda la acción. El prólogo de la trama que se presenta antes de los créditos iniciales remite bastante al memorable animé del Rey Arturo de 1978, que tenía un origen similar, pero luego el film adquiere su propia identidad. Todos los elementos clásicos están ahí con la diferencia que en este film los encontramos en un mundo de fantasía diferente a las cosas que vimos en el pasado. La película por momentos se vuelve algo bizarra cuando entra en el terreno de la magia pero el espectáculo es fabuloso y nunca deja de ser entretenido. Si sos amante de la fantasía es difícil encontrar algún motivo para no disfrutar de esta película que además cuenta con un gran elenco. Jude Law tiene muy buenos momentos como la versión Macbeth del Rey Vortigen, que es mucho más oscura que la encarnación que interpretó Rutger Hauer en la miniserie Merlín de 1998. Sin embargo, uno de las grandes figuras de este film resultó ser Hermione Corfield (Orgullo, Prejuicio y Zombies), quien revindica en el cine las raíces celtas de Morgana Le Fay, antes que el catolicismo en Irlanda la convirtiera en una villana, por ser un personaje que representaba el culto a las diosas paganas. En esta producción el personaje de Corfield es una hechicera llamada Syren que se convierte en guía y protectora de Arturo, tal cual ocurría en las primeras encarnaciones literarias de Morgana. Otra sorpresa de Rey Arturo es que el director Ritchie relegó a un lugar muy secundario el tratamiento del humor para darle un enfoque más dramático a la historia, algo que no tenía antecedentes en su filmografía. La película tiene algunos diálogos divertidos pero en general el tono del film es bastante serio, algo que se establece en la tremenda secuencia inicial. Hasta la fecha una de las películas más celebradas de esta temática era Excálibur del director John Boorman. Ese film presentaba una adaptación clásica de La muerte de Arturo, de Thomas Malory, que es la obra literaria más famosa relacionada con estos personajes. Por el contrario, la película de Ritchie ofrece una historia original muy diferente con un lenguaje cinematográfico moderno que hace imposible comparar a estas producciones. Si tuviera que objetarle algo pasaría por cuestiones técnicas. Me quedó la sensación que el clímax del tercer acto se resolvió con demasiada rapidez y el director tuvo que acortar en dos horas lo que era una producción mucho más larga. Al margen de esta cuestión, nos encontramos ante una película que brinda un gran entretenimiento que no decae en ningún momento. La puesta en escena, el tratamiento de la acción y muy especialmente la música de Daniel Pemberton hicieron de esta producción un espectáculo fascinante. Un excelente regreso del Rey Arturo que no defraudará a los amantes de esta leyenda y en especial el cine de fantasía.
En fin, el director Guy Ritchie, después de haber imprimido vértigo de videoclip a tramas tarantinescas en sus primeras películas, parece dedicado a tomar mitos ingleses (o no tanto) y convertirlos en masas de ruido y furia. Es cierto que le fue muy bien –estéticamente hablando– con “El agente de C.I.P.O.L.”, que no está mal. Pero esta mega ultra producción sobre la leyenda de Arturo, “Excalibur” y una de las mitologías basales de todo relato de héroes en los últimos mil años es una especie de pastiche difícil de comprender. Por un lado, Richie trata de generar imágenes icónicas a la fuerza (“La Dama del Lago”, por ejemplo); por otro, crear una especie de historia a la manera de “El Señor de los Anillos” (que, dicho sea de paso, se inspira bastante en el mito artúrico, entre otras cosas) para presentar toda clase de pirotecnias visuales. Lo que sucede es que ambas cosas nunca se integran en una: por un lado, tratar de convertir una tradición en imágenes; por otra, divertir al espectador con masivo uso digital. Lo mismo que ya había hecho, después de todo, con su “Sherlock Holmes”, pero ahí estaba Robert Downey Jr. para rescatarlo, mientras que el eficaz Charlie Hunnam no tiene ese peso icónico e irónico del gran actor estadounidense como para insuflar algo de humanidad a la prepotencia visual. Por cierto, aún la mejor película sobre Arturo es “Excalibur”, de John Boorman, donde menos era más y aparecía la fuerza salvaje del mito arcaico.
Una leyenda vertiginosa Guy Ritchie lleva la leyenda del Rey Arturo a la pantalla grande con una versión que deslumbra por su ritmo vertiginoso, fiel a la impronta cinematográfica del director ex marido de Madonna. El filme relata -de forma no cronológica y con flashbacks constantes- la historia de Arturo, cuyo padre fue asesino por su tío Vortigern para usurparle el trono. Pero cuando Arturo crece en la antigua Gran Bretaña y es obligado a extraer la espada de la piedra, su vida cambia drásticamente y se debe enfrentar su legado. Lo cierto es que la película cautiva por su impacto visual y efectista, su inquietante banda sonora, sus luchas grandilocuentes y sus criaturas fantásticas que emergen del agua y de la Tierra. Hasta por momentos parece que fuera un trailer constante o un videoclip. Sin embargo, ni los personajes (con un elenco encabezado por Jude Law en la piel del villano que no logra transmitir nada en todo el filme) ni la trama alcanza a estar a la altura de la parafernalia que se ve durante los 140 minutos del filme, lo cual resulta insustancial y poco atrapante. ¿Conclusión? Una película para los amantes de las luchas de masas, caballeros, magos, hechiceras y paisajes escoceses donde la fantasía se convierte en realidad de las manos de Ritchie, el encantador del séptimo arte.
Una versión moderna que mantiene el espíritu mágico de la historia original Cuando el padre de Arturo es asesinado, y el trono de Inglaterra es tomado por el malvado Vortigern, el legítimo heredero de la corona debe crecer y sobrevivir escondido en las peligrosas calles de Londres. Pero ya adulto, Arturo descubrirá su destino cuando logre sacar "la espada de la piedra". Guy Ritchie es el responsable de esta nueva versión de uno de los mitos británicos más importantes de todos los tiempos. Como hizo con su visión de Sherlock Holmes, el realizador montó la película al ritmo de una banda de sonido estridente y frenética, dotando al metraje de una edición digna de un video clip. La fotografía y los encuadres modernos no desentonan con la estética medieval, aquí condimentada con personajes y criaturas de fantasía. Por supuesto, conviven en el filme las clásicas escenas de "capa y espada" con los enfrentamientos de hechicería que incluyen personajes mitológicos, elefantes gigantescos y magos temibles. Charlie Hunnam es el Arturo ideal de Ritchie. Su postura no es solemne como la de versiones anteriores, es más bien un rebelde pendenciero que debe hacer frente a desafíos que no ha buscado. Jude Law, el villano de turno, disfruta de una sobreactuación muy acorde a su personaje, y junto al resto del variopinto elenco, funcionan a la perfección en el desarrollo de la historia. Con buenos efectos y una dirección de arte prodigiosa, la película avanza a paso firme hasta un climax que es pura acción. Disfrutable de principio a fin, es una tremenda opción pochoclera, que augura el inicio de una nueva saga. Los Caballeros de la Mesa Redonda han llegado a la pantalla para quedarse.
REY DE REYES Guy Ritchie se pone medieval y se mete de lleno a reinventar a este mítico héroe. Imagínense “El Señor de los Anillos” (The Lord of the Rings) dirigida por Guy Ritchie. ESO es exactamente lo que tiene para ofrecernos “El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada” (King Arthur: Legend of the Sword, 2017), una nueva versión de la mítica historia que ya conocemos hasta el hartazgo, pero con todo el espíritu “callejero”, el hiperquinético estilo visual y la verborragia a la que el director inglés nos tiene tan acostumbrados Nos es la primera vez que Ritchie se mete a reimaginar clásicos literarios (¡Hola Sherlock Holmes!), y tienen que ser muy abiertos de mente para disfrutar de esta aventura fantástica que intenta reflotar el género de espadas y hechicería, en este caso, mucha hechicería, aunque adaptado para las audiencias del siglo XXI. Guy quería, justamente, cruzar el clásico de J. R. R. Tolkien con su propia “Snatch: Cerdos y Diamantes” (Snatch, 2000). Claro que lo logra con creces, aunque se sale del molde del típico relato medieval y la leyenda artúrica que viene inundando el cine y la TV desde hace varias décadas. Charlie Hunnam, el ex Jax Teller de “Sons of Anarchy”, es el joven Arthur, un rufián huerfanito criado por prostitutas en un burdel de Londinium (la antigua Londres), que se gana la vida con sus chanchullos, desconociendo su verdadero origen real y el mito que pesa sobre él. Años atrás, papá Uther (Eric Bana) intentaba mantener la paz del reino ahuyentando a sus enemigos con todo el poder de Excálibur de su parte; pero el tío Vortigern (Jude Law) tenía sus propios planes, y no dudó en asesinarlo para quedarse con la corona. Tras años de ausencia, la espada decide revelarse una vez más ante el mundo para que el legítimo heredero de los Pendragon acepte su destino y detenga el reinado de terror de Vortigern. Como se podrán imaginar, todo esto a Arturo le importa un bledo, pero el resultar ser el único capaz de remover a la mítica Excálibur de la piedra. Incapaz de controlar el poder de la espada, Arthur logra escapar con el auxilio de varios hombres fieles a su padre, sus compañeros de fechorías y una hechicera (Astrid Bergès-Frisbey) que lo ayudaran a abrazar su destino y enfrentar al déspota de su tío, aunque no tenga pasta de héroe. Lo que sigue es una aventura hecha y derecha plagada de caballeros, luchas de todo tipo, criaturas, extrañas visiones, una banda sonora increíble y la acción más desenfrenada. A Hunnam le sienta muy bien el cancherismo de Arturo, un personaje que suele repetir en la mayoría de sus papeles. Ritchie toma nota de todos los clásicos del género y los adapta a su estilo tan particular, amado por muchos y odiado por otros que no van a ver con buenos ojos esta versión remozada y modernosa del mito. “El Rey Arturo” es ‘over-the-top’ desde cada uno de sus ángulos. Una aventura fantástica para disfrutar sin sobreanalizarla, llena de épica y el particular sentido del humor del director inglés. Es un ‘tómalo o déjalo’ cargado de excesos visuales y un montaje vertiginoso que va, viene y revuelve cada una de sus escenas. Sí, un Ritchie en estado puro. No todos los efectos son tan copados, y algunas escenas de pelea se parecen más a un videojuego, pero compensa con un elenco carismático, un villano odioso pero vulnerable, y un par de cameos muy simpáticos. “El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada” carece de la solemnidad de sus congéneres. Es puro entretenimiento, más cercano a la franquicia de “Rápido y Furioso” que a la clásica trilogía de Peter Jackson, pero tiene espíritu aventurero y mucha magia para ofrecer, y desde acá esperamos sus secuelas con los brazos abiertos.
Esta última versión fílmica de la leyenda del Rey Arturo y su famosa espada en la piedra, tira por tierra todo aquello que lo constituyo como héroe romántico, haciendo desaparecer todo ese universo más mítico que novelesco. Simultáneamente es, al menos a mí entender, la más alejada de la leyenda.Lo cual no es un calificativo en si mismo. El problema de esta producción, una de tantas, escrita y dirigida por Guy Ritchie, no es que nunca se establece en ese universo, ni se acerca desde ninguna de las variables del lenguaje cinematográfico, lo que es peor. Sólo la recreación de época, en tantos espacios físicos utilizados, responde al origen desde donde se intenta narrar esta versión, demasiado libre. En el transcurso de las insostenibles más de dos horas de película, se hace demasiado evidente que el director no le cabe hacer lo que no le pertenece y su sello estético no puede aplicarse a cualquier texto. Ya había tenido algunos problemas con las traslaciones de “Sherlock Holmes” (2009/2011), allí salvados por un buen guión, del que el ex de Madonna no fue partícipe, sumado al talento de Robert Downey Jr, Jude Lawy y Rachel Mc Adams. En este caso las dificultades que se exhiben ya en la presentación, descripción y desarrollo de los personajes, diversos conflictos, el central y los de las subtramas, lentifican hasta la exasperación ya que de manera paralela todo es previsible. Creer que siempre los mecanismos de aceleración o ralentización de la imagen darán ritmo al filme es la trampa en la que cayó el director. El guión es el principal problema llevado el extremo por los diálogos, que circulan desde la vacuidad absoluta a la banalidad extrema. Cuando no, están en función explicativa, redundante como si se necesitara, o palabras de una solemnidad patética que producen risa, el efecto contrario al buscado, supongo. La primera secuencia nos instala sin preámbulos en aquello que en algunos casos después desarrolla, y en otros o se olvido o ni siquiera se dio cuenta que lo había emplazado. Dicho de otra manera, el filme abre con una batalla entre los magos y el ejército del rey, donde no faltan los monstruos o animales gigantescos, la acción está servida. El momento y espacio de la épica que se establece en las acciones del rey Uther (Eric Bana) para luego olvidarse de lo épico de la historia, o será que esta concluye con la muerte del rey Uther en manos de su hermano Vortigern (Jude Law). Digamos que narrativamente hasta podría ser una versión antojadiza del recordado “El Rey León” (1994). Esta simple comparación es ya una falta de respeto, ni por asomo hablar de equiparla a “Hamlet”, en cualquiera de sus versiones. Desde lo visual la estética muy de videoclip, con la velocidad que le imprime a la acción misma de los personajes, o el lentificarlas como si ello por si mismo, le otorgara un plus a la producción. El infante Arturo logra escapar en un pequeño bote, acaba siendo el único sobreviviente de la matanza pergeñada por su tío. Criado por un grupo de prostitutas de la “gran” ciudad se convertirá en una especie de Robin Hood, hasta que termina preso y la sucesión de hechos inesperados y aleatorios lo coloquen frente a “Excalibur”, la legendaria espada clavada en la piedra. En ese preciso instante en que nuestro héroe Arturo (Charlie Hunnam) logra extraer la espada de la piedra, es que le cae encima su origen y se instala como antagonista de su tío, el malvado rey, que lo creía muerto. El texto nunca se erecta, nace aplastado, nada ayuda para que logre seducir al espectador, la incoherencia se hace presente. La intención de modernizar el cuento apelando a la inclusión de personajes imposibles, como “La Maga” (Astrid Bergès-Frisbey), algo así como el reemplazo del mago Merlín, que si aparece, pero mínimo, lo cual ¿podría suponerse que la maga sin nombre se terminará convirtiendo en Guinevere? También en un papel de compañero del rey Arturo aparece Sir Bedevere (Djimon Hounsou). Paréntesis necesario: Perdóname negro, cariñosamente se entiende, ¿no?), pero recuerdo a Sir Bedevere interpretado por Terry Jones en “Monty Python and the Holy Grail” (1975), una muy buena sátira, no una burla. Tampoco aparecen como rescatistas los efectos especiales que, si bien no son de mala factura, no están a la altura de la superproducción que quiere representar. Ni las actuaciones, Charlie Hunnam no da nunca con el personaje, en las escenas de acción sale un tanto airoso, cuando debe mostrar las complejidades y contradicciones internas del personaje no lo logra en lo más mínimo, digamos sintéticamente que su lucha interna es que no desea el poder que le pertenece. En las antípodas aparece Jude Law quien hace lo que puede, con el personaje que desea el poder por sobre todas las cosas, construido desde lo siniestro mezclado con cinismo lo que cae bien, pero no alcanza al salvar al filme. Nadie a esta altura dudaría de la credibilidad que le da a sus personajes Djimon Hounsou, pero depende de la escritura del mismo, esto mismo ocurre con la bella catalana Astrid Bergès-Frisbey, ambos, además, tienen poco tiempo en pantalla. Finalizando cabe volver a aclarar, el filme es previsible y aburre, al mismo tiempo que es una versión libre. ¿Alguien debería ir preso? Uno de los discos que más me gustaban en mi adolescencia era “Mitos y Leyendas del Rey Arturo”, compuesto por Rick Wakeman, en él la canción “Guinevere” era una de las más bellas, pero eran otros mitos, otras leyendas. ¿Seré yo el romántico?
Guy Ritchie, director de peliculones como Rocknrolla o la intensa Revolver, se carga a cuestas una nueva adaptación del mito de El Rey Arturo y la espada en la piedra. En ella, el cineasta aprovecha su inconfundible y excitante estilo para brindarnos unas secuencias de acción magníficas, pero desaprovechadas en una historia que deja bastante que desear. El joven Arturo (Charlie Hunnam) es un pinta de las calles de la antigua Londres (Londinium, para ser más exactos) que tras sacar la inamovible espada mágica de excálibur de la piedra en donde yacía clavada, descubrirá en su sangre un linaje real que lo llevará a una confrontación con las fuerzas del oscuro Voltigern (Jude Law) para reclamar el trono. Ahora el héroe de esta trillada historia aprenderá a controlar el poder de la legendaria espada y se unirá a una resistencia que colaborará con su misión. Soy de esos tipos a los que una película le tiene que entrar por lo visual sí o sí. Por esta preferencia casi me trago la mentira que este nuevo film nos presenta, con escenas de acción delirantes muy a lo Snatch y guerras con una onda muy Tolkien filmadas con la audacia que sólo Ritchie puede construir en sus proyectos. Las tomas y la modernidad callejera de Rey Arturo: La Leyenda de Excálibur logran captar nuestra atención, al menos hasta que notamos que ese exceso queda bastante desubicado con la idea que están intentando transmitirnos. La historia abusa de los ida y vuelta en el tiempo, los cuales son masacrados por diálogos que se tornan bastante innecesarios, con chistes que pueden sacar alguna que otra risita por pena de vez en cuando. Claro que al tratarse de un film dirigido para el público joven es imposible negar que hay un aire bastante pintoresco. Hunnam está bien acompañado, gracias a un cast integrado por Astrid Bergès-Frisbey, Eric Bana, Djimon Honsou, Aidan Gillen y hasta el propio David Beckham (¿). Todos nos aportan interpretaciones decentes, las cuales se notaron bastante motivadas por la excelente puesta en escena que nos distrae de ese guión cliché. No les aseguro que vayan a divertirse como locos si eligen ver el film, pero lo que sí tengo que admitir que el apartado visual del proyecto lo hace digno de ser visto en pantalla grande. Claro que el cine cuesta un como un ojo de la cara hoy en día, por lo que es lógico exigir una historia contundente y digna de ser recordada. En ese caso, les aconsejo que dejen la espada clavada en la piedra y sigan caminando en busca de algo más conciso. Por cierto, en junio llega la quinta entrega de Transformers, y en esta se re visitará el mito del Rey Arturo, sólo que ahora mostrarán a los autobots formando parte de los caballeros de la mesa redonda… ¿Conclusión? No esperen ver algo mejor sobre esta leyenda al menos por un año o dos.
La historia del Rey Arturo se ha contado varias veces. Camelot, la mesa redonda, Merlin, caballeros y todo eso. No recuerdo haber oído el “nacimiento” del Rey, es decir como llego hacerlo. Guy Ritchie nos muestra una versión de esta historia, con la fantasía de los magos latente en todo el film. Una película (por momentos) volátil. Esa palabra define lo que es este último film de Ritchie. Escenas de acción que entre tanto movimiento de cámara y de personajes podes llegar a perderte un poco. Escenas típicas de Guy donde vas y venís en el tiempo enérgicamente. Una banda sonora elegida a la perfección, poniendo esas canciones donde deben estar y logran captar aún más la atención. Las actuaciones (poco demandantes) están bien. Por momentos se torna lenta la película, con resoluciones fáciles a conflictos que quizás merecían un poco más de tiempo, y no tanto otras escenas que no hacían a la historia, historia que es alterada a gusto y placer del director y sus guionistas, pero nos deja en claro de que no va a ser la última película de El Rey Arturo de la mano de Ritchie. Mi recomendación: Tiene buenos efectos que merecen ser vistos en el cine, no decepciona al público pochoclero.
La nueva película de Guy Ritchie es, para mal o para bien, la película donde finalmente el director da rienda suelta a todo lo que le gusta, pero con un pequeño problema: no encaja ni en la historia, en el genero, ni en el tono de la película. La historia del Rey Arturo y Excalibur todos la conocemos. Ahí no hay sorpresas. El tema es que la película parece dirigida por dos personas, o por alguien con dos personalidades, que alternan intermitentemente, cada uno tomando posesión del tono, historia, y hasta podría decir, estilo de película. La primera media hora es un mamarracho. No se entiende nada, y en el afán de parecer inteligente, lo único que hace es perder a la gente, que se sentó dispuesta a ponerse los lentes 3D, comer pochocho y ver como explotan cosas. De ahí en mas la película pasa de escenas de acción oscuras a lo Zack Snyder, en cámara lenta, con abundantes efectos especiales bien hechos, pero sin ninguna intención de no notarse, a secuencias estilo el señor de los anillos con grande ejércitos y locaciones exóticas, a montajes de entrenamiento emulando un hibrido entre Dr. Strange y El tigre y el Dragón, para pasar por el cine ingles clásico, casi Shakesperiano, salpicado por un humor plano, que sinceramente no suma nada (se ve que trataron de imitar a Corazón de Caballero y se quedaron cortisimos) y terminar en escenas que parecen extraídas del trailer de un video juego. Toda esa esquizofrenia se apila en las dos horas de la película, para darnos un resultado que sinceramente no se sabe que es, pero lo que si queda claro, es que no alcanza a la promesa del reparto, el equipo técnico, la historia original, y la carrera del director. Sinceramente, una oportunidad desperdiciada, y tal vez, la pérdida del inicio de una franquicia que antes de esto, parecía prometedora.
Yo no lo voté En el 2015 Guy Ritchie estrenó The Man from U.N.C.L.E. y muchos nos sorprendimos: resultó ser buena. Después de años haciéndose el piola con su camarita espástica, ralentis innecesarios y diálogos pronunciados a los pedos para que quizás no se notara lo idiota, el tipo fue y dirigió una película encantadora y divertida de verdad. En su momento, al escribir sobre la película, hasta me permití ser optimista por el futuro de su filmografía. Qué iluso. El Rey Arturo: La leyenda de la espada es una nueva adaptación de la leyenda artúrica que, siguiendo la regla máxima del mainstream actual, prepara todo para que sea el comienzo de una saga. Esta necesidad de dejar puertas abiertas para aprovechar en más películas tiene como resultado una buena cantidad de personajes ausentes: no hay Lancelot ni Ginebra ni Morgana, y Merlin es apenas mencionado sin jamás dar la cara. En cierto sentido, es el opuesto de la versión 2004 de Antoine Fuqua, que abordaba la leyenda con algo de realismo histórico y un Arturo ya grande, cansado y con varios de sus caballeros descansando tres metros abajo de la tierra. La de Ritchie narra el origen de Arturo y su camino al trono en un mundo abiertamente mágico en el que los magos fueron prohibidos y el poseedor de Excalibur es casi un superhéroe, lo que sería mucho más entretenido si estuviera dirigida por alguien capaz de filmar escenas de acción en las que se entienda lo que está pasando. La secuencia de Arturo peleando con muchos bichos raros es el mayor ejemplo de este desinterés por todo; una seguidilla de animales atacando al protagonista en que no se entiende cuál es el riesgo ni el orden de los eventos. Ritchie, lamentablemente, repite sus peores vicios. No solo la acción es confusa, la trama es tan caprichosa y desprolija que solo queda preguntarse si habrán utilizado los guiones como algo más que papel higiénico. Hay personajes que uno nunca sabe bien quiénes son (la rubia que botonea), personajes repentinamente presentados a las apuradas en los últimos cinco minutos de película (la hija del Rey malo) y personajes que simplemente desaparecen (el milico interpretado por Roose Bolton). Y, ya con una irresponsabilidad narrativa absoluta, la Dama del Lago aparece un segundo como deus ex sin que nunca se la explique. Todos los personajes son humanos normales, magos o bichos creados por magia, esas reglas del mundo están claras. Pero de repente también hay una señora debajo del agua dando espadas, y ni un puto diálogo que provea de sentido a su aparición. En su campaña por hacer que todo sea más horrible, Ritchie trae a El Rey Arturo: La leyenda de la espada su cariño por los personajes del inframundo criminal y Arturo es acá el líder de una banda callejera con base en un prostíbulo. Es un Arturo con calle, que se hizo desde abajo, mucho más canchero que los caretas de Camelot. Este cambio nos lleva a tener, en lugar de los míticos Sir Gawain o Sir Galahad, a los más mundanos Escurridizo Bill y Sir George (que, como vivimos en un mundo globalizado, es chino). No es por herir los sentimientos de los Bills y Georges de este mundo, pero esta insistencia de la película por insertar en la fantasía épica un costado “del tipo común” interfiere constantemente con cualquier posibilidad de inmersión en el relato. La leyenda del Rey Arturo tiene numerosas fuentes y aún más adaptaciones artísticas. Como todos los mitos, sus formas cambian con el tiempo y los autores. Pero casi todas comparten algo: el respeto por lo que se está contando, la creencia de que esas historias son inmortales. El Rey Arturo: La leyenda de la espadasolo cree en una cosa: que hay guita en las franquicias. Después de todo, no es por nada ese interés de Guy Ritchie por los personajes chantas.
Crítica emitida por radio.
Una película irregular que no consigue atraer por completo. El que piense que va a ver algo de historia, que se olvide por completo, ya que como tal lo indica el título con la palabra leyenda, esta película pertenece al género puro de ...
Los caballeros de la mesa redonda; Arturo, Lancelot, y Ginebra; Merlín; Excalibur. Las leyendas que narran la historia del mítico Rey Arturo y sus valientes caballeros se encuentran dentro de las historias medievales que más veces han sido adaptadas a la gran pantalla, aún más que el propio Robin Hood. No nos alcanzaría estas líneas para enumerarlas todas, pero han pasado por todo tipo de géneros y estilos, desde los más fantásticos, a los más realistas, dramáticas, aventureras, románticas, animadas, con un personaje actual que viajaba en el tiempo, en clave paródica; en fin hay reyes Arturo en el cine como para empacharnos, a posibilidad de esta historia que originalmente fue contada de boca en boca y no necesita respetar ningún asevero con una historia real fue inspiración para realizadores de la talla de John Boorman, Antoine Fuqua, Gary Goldman y Don Bluth; y en esta ocasión el inglés Guy Ritchie. Hubo una época allá hace casi veinte años en que Ritchie se hizo de un nombre inmediatamente con su ópera prima Juegos, trampas y dos armas humeantes, eran tiempos en el que el cine inglés y el de gánsteres estaba teniendo un renacer de la mano de estilos ágiles, videocliperos, gancheros, e historias que podían atrapar a un público joven. El tiempo pasó, Ritchie quiso asumir otros riesgos, no le fue tan y pareciera desde entonces querer emprender un eterno regreso a sus fuentes, sea cual sea el material de base con el que cuenta. Lo hizo con los dos Sherlock Holmes, lo hizo con El Agente de C.I.P.O.L., y lo vuelve a hacer en esta Rey Arturo: La leyenda de la espada que probablemente ostente el dudoso honor de ser una de las peores adaptaciones de esta historia… si es que con la cantidad de licencias que se toma se puede seguir considerando una adaptación. El guion, escrito a ocho manos entre el propio Ritchie, Joby Harold (cuyo mérito es haber realizado la curiosa Bajo anestesia), Lionel Wigram (colaborador en El agente de C.I.P.O.L.), y David Dobkin (cuyo prontuario adjudica los guiones de R.I.P.D. policías del más allá y la simpática y bizarra Demencia Macabra); presenta a primera vista el típico relato de camino del héroe. Uther (Eric Bana) y Vortigern (Jude Law) son hermanos, Uther es rey, Vortigern lo envidia, traiciona y asesina, quedándose con el trono y hundiendo al pueblo bajo su tiranía. Arturo es el hijo de Uther, que crecerá hasta convertirse en un líder natural (Charlie Hunnam), y ante la presencia de la mítica espada Excalibur revelará su destino llevar a cabo su venganza y terminar con el malvado Vortigern. A grandes rasgos, la historia es esa. Claro que en el medio están los caballeros, las damas… y una extraña necesidad por evitar nombrar a los personajes clásicos que todos conocemos. Lancelot, Ginebra, y Merlín puede que estén, pero costará un poco identificarlos a los menos hábiles. La espada Excalibur marca su destino, está clavad en la piedra, pero lejos de ubicarse en el centro de la historia (como podría indicar su título) es desplazada como un elemento más, si hasta se decide cortar e lplano de la escena que todos queremos ver en una historia del Rey Arturo y Excalibur. Rey Artur: La leyenda de la espada sería una precuela de la historia clásica, cuenta los hechos previos ¿?, pero, de todos modos, no se entendería así la presencia de algunos datos que deberían ser narrados cuando en una eventual continuación nos cuenten la historia clásica. Ritchie es el de Snatch, cerdos y diamantes, y se empeña en demostrárnoslo en cada escena. Arturo y su grupo funciona como una pandilla, son marginales, sucios y mal hablados, tienen una postura “cool”, y cortes de pelo y vestimentas que nos hacen pensar que realmente la moda es cíclica. La banda sonora (sumamente irritante y anti climática) y el montaje – el elemento clásico del director de RocknRolla que mezcla la ralentización seguida por cámara rápida a puro martilleo visual – también transitan el mismo camino de tono moderno. No es la primera película ambientada en la época medieval que mezcla elementos actuales, recordemos la simpática Corazón de Caballero; pero en esa ocasión la intención era abiertamente realizar un híbrido entre la aventura clásica y la cultura pop; Rey Arturo: La leyenda de la espada, se lleva la aventura clásica a marzo, quizás hubiese funcionado mejor introduciendo un personaje actual en épocas antiguas al estilo de En el nombre del rey 2. Tampoco funciona bien la mezcla entre una historia de gánsteres que quieren retomar su lugar en las calles, con los elementos fantásticos sobrecargados aún para una historia con espadas superpoderosas y hechiceros ancestrales ¿Cuándo vieron sirenas en la historia del Rey Arturo? ¿Era necesario que Vortigern termine siendo tan similar a Darth Vader? La mezcla de tonos, con efectos digitales que tampoco son los mejores, y escenas de acción torpemente realizadas, llevan a una historia dispersa por demás a la que cuesta prestarle atención y comprender lo que está sucediendo. Su duración de algo más de dos horas puede parecer eterna. Rey Arturo: La leyenda de la espada es un film fallido en varios aspectos, quizás se pueda rescatar la interpretación de Jude Law que se divierte con su pérfido personaje, del resto es poco lo que se puede rescatar. Guy Ritchie tiene un estilo muy propio, debería entender que no todas las historias se adaptan bien a ese estilo.
Ritchie, el revisionista. A la crítica en general le da urticaria cuando a Guy Ritchie le da por reversionar los clásicos de la ficción anglosajona. Ya sucedió con Sherlock Holmes y ahora ocurre con esta nueva versión de una pieza esencial de la literatura medieval, que probablemente muy poco tenga que ver con la leyenda original, pero no por eso deja de ser un excelente entretenimiento. El sello de Ritchie está impreso en la cinta. Su célebre y creativo modo editar distingue a la película del resto en el género, tanto en la narración como en las escenas de acción. Rey Arturo es un filme dinámico y vivaz que entusiasma con la construcción de la historia e impacta con sus secuencias de combate. No se trata de la película perfecta, ni mucho menos, pero cinematográficamente es una entrega que difícilmente defraude a aquellos que se sienten a verla sin prejuicios. Luego de una presentación impecable, quizás a nivel argumental la película decaiga un poco a partir del nudo, pero lo cierto es que logra mantener un muy buen ritmo hasta arribada la conclusión, que tampoco defrauda. La versión de Guy Ritchie del Rey Arturo y sus caballeros dista enormemente de la historia original, humanizando y aggiornando a sus protagonistas a tiempos más modernos. Quienes quieran ver una película fiel y reverente a la clásica leyenda, seguramente deban evitarla. El resto de la audiencia muy probablemente la disfrute.
Una epopeya que pierde fuerza en el show off La versión del "King Arthur" de Guy Ritchie era una propuesta que se venía muy fuerte, generando grandes expectativas luego del éxito y lo que el director había hecho con una historia clásica como la de "Sherlock Holmes". Lamentablemente en esta ocasión se quedó un poco corto en el resultado final y ofrece una película que si bien tiene todos los elementos que nos gustan de los trabajos de Ritchie como esa atmósfera rockandrollera, los ambientes oscuros, la acción y las conversaciones filosas, no convence del todo desde su historia y la dinámica narrativa que le imprimió. Esta reimaginación del popular personaje del folclore británico se toma varias licencias y eso me parece está muy bien. Nuestro héroe es muy distinto de cómo se lo suele presentar y proviene del bajo mundo inglés, algo que resulta fresco aunque no demasiado original. La historia también tienen tintes mágicos como en los relatos de antaño que dieron vida al Rey Arturo, pero aquí se la carga con toda la locura de Ritchie que la hace épica. Profecías, demonios, hechiceros, brujas, elefantes titánicos y demás elementos fantásticos que se agradecen. Entonces, ¿cuál es el problema con este film? El tema es que nos ofrece una historia de origen que al inicio sucede muy rápido, de manera un tanto insípida y con algunos baches de guión. Esto trae como consecuencia la falta de empatía del espectador para con los protagonistas, tanto Arturo en la piel de Charlie Hunnam, como el villano Vortigern interpretado por Jude Law. Ambas labores actorales son muy buenas, pero las fallas narrativas les sacaron credibilidad. Por momentos se torna un poco aburrida, algo impensado para tamaña aventura cargada de acción y fantasía, pero la verdad es que a veces Ritchie se descarrila en detalles y sub historias que no tienen demasiada importancia. Son más un show off del director que lo que realmente aportan al relato. En fin, creo que los espectadores que han disfrutado mucho de otros trabajos de Ritchie como "Snatch", "Rock N Rolla" y "The Man from U.N.K.L.E." encontrarán que si bien "King Arthur" no es de sus mejores películas, se deja disfrutar de manera liviana. El espectador ocasional en cambio, puede que se sienta abrumado y en un conflicto interno que lo lleve del entretenimiento al aburrimiento durante el metraje.