HUNDIDO “En el Corazón del Mar” es un viaje decepcionante. La película está basada en el libro de Nathaniel Philbrick del mismo nombre, sobre la malograda expedición ballenera de 1820 que inspiró el “Moby Dick” de Melville. Ron Howard captura bien la era, que conste. El negocio de la grasa de ballena fue esencialmente la primera industria petrolera, y la Nantucket del siglo 19 que vemos (y casi olemos) tiene el bullicio, la codicia y la suciedad de cualquier ciudad en auge. “Sin ella, el mundo se sumerge en la oscuridad, el aceite alimenta las máquinas de la industria y evoluciona nuestra especie“. Por supuesto, como veremos más adelante en el film algunos miembros de la especie son más evolucionados que otros. Benjamin Walker es el capitán George Pollard Jr., un líder sin experiencia promovido por nepotismo. Chris “Thor” Hemsworth es un descamisado de la case trabajadora, el compañero Owen Chase. Los problemas del film empiezan y terminan en la figura de Melville (Ben Whishaw) que busca localizar y entrevistar al último tripulante vivo, Thomas Nickerson (Brendan Gleeson) del ballenero hundido Essex. Los intercambios entre estos dos personajes resultan forzados, acartonados y fuera de registro, como de obra escolar. La narración en constante retrospectiva tampoco ayuda. El jovencito Nickerson era un personaje nada central para la historia, su participación es un tropo para usar su relato fuera de campo que se justifica sólo para poner a Melville. Y llega la ballena, la tragedia, la locura, la obstinación, la arrogancia, la naturaleza explotadora del hombre y la metáfora que tomará Melville. Sin escenas fascinantes, el espectáculo se reduce a ballenas, mares digitales y un conflicto dramático que sucede demasiado rápido para que nos haga sentir algo. Paradojicamente en algún momento el espectador se ve alentando a las ballenas. La falta de carnadura de los personajes hunde a filme sin remedio en el mar de la mediocridad.
La ambición en tamaño XXL Ron Howard no logra explotar la temática y el concepto sobre la lucha del hombre con la ballena blanca, en su mirada sobre Moby Dick. El traspié puede dividirse en dos aspectos: el poco peso de la figura del escritor Herman Melville -Ben Wishaw-, autor de la novela Moby Dick, y por otra parte la mala idea del recuento a partir del testimonio de uno de los sobrevivientes –Brendan Gleeson-, el grumete Tom Nickerson. Los efectos digitales son funcionales a la historia y en ese sentido su utilización no sobra, porque lo mejor de la película, sin lugar a dudas es lo que ocurre durante la travesía marina protagonizada, claro está, por Chris Hemsworth –Thor-, en este caso un ambicioso buscador del aceite y la grasa de los cetáceos, quien además de rivalizar con el Capitán Pollard -Benajmin Walker- descree las leyendas marinas sobre la ballena blanca y sus dimensiones y voracidad a la hora de atacar o, mejor dicho, defenderse. A la idea de ambición sin proporciones se le superpone la propia de la ballena en una lucha por sobrevivir tanto de un lado como del otro. El derrotero de la tripulación del Essex encuentra en su camino, además de la ballena, el hambre, las tormentas, las gigantes corrientes y toda calamidad antes de avizorar tierra o sucumbir en altamar. Sin embargo, en lo que hace a la propuesta integral, todas estas peripecias no tienen la duración merecida, tal vez el defecto de arrastre se lo lleva la idea de introducir como subtrama la figura de Melville, receptor de la aventura en consonancia con el espectador, quien también vive en carne propia la tragedia y la redención. No es creíble en ningún momento el personaje y tampoco pasa desapercibido el escueto papel reservado al grumete, que para la etapa de enfrentamiento en el mar queda a cargo del ascendente Tom Holland (futuro Spider-Man), personaje que sin lugar a dudas daba para mucha más tela y queda opacado por la presencia de Thor, ahora en plan caza-ballena. Un punto a favor de este opus del director de Apollo 13 -1995- sin lugar a dudas lo constituye la ambientación de época con una Nantucket de 1820 al detalle y el contexto ideal para desarrollar la dialéctica entre el capitalismo, el individualismo, el progreso industrial, tres ballenas gigantes e invisibles que nadie se atrevió a cazar aún.
En el corazon del mar es un producto visualmente atractivo y entretenido pero con personajes débiles que no logran la empatía necesaria e indispensable para este tipo de relato. El interés del espectador no decae gracias a la buena técnica y a las espectaculares escenas del barco, como las de...
La vieja escuela se niega a naufragar El director y el equipo de Rush: Pasión y gloria recuperan el clasicismo hollywoodense para narrar una épica de aventuras con la historia que sirvió de inspiración para Moby Dick. Aunque durante mucho tiempo se habló de este proyecto como una suerte de remake de Moby Dick, En el corazón del mar es, en verdad, la reconstrucción de un hecho real que sirvió de inspiración para que Herman Melville escribiera una de las grandes novelas de todos los tiempos. La película arranca con el joven Melville (Ben Whishaw) visitando en 1850 en la isla de Nuntucket a Tom Nickerson (Brendan Gleeson), sobreviviente del naufragio del barco ballenero Essex ocurrido 30 años antes. Nickerson se niega a contar la historia (el alcohol le ayuda a ahogar las penas y a olvidar las secuelas de aquella tragedia) hasta que su esposa lo convence de que es mejor sacarse de encima toda esa angustia interna, ese dolor acumulado. Así, a partir de largos flashbacks, el director de Apolo 13, Una mente brillante y El luchador va narrando la preparación de la expedición, el largo viaje de dos años y medio por las costas de Sudamérica con el objetivo de llenar barriles con aceite de ballena, la catástrofe posterior y una supervivencia que incluyó hasta canibalismo. Con un presupuesto de 100 millones de dólares, imponentes efectos visuales y la espectacularidad del 3D, Howard construye una épica de aventuras old-fashioned y moderna a la vez. Una película de la vieja escuela (con algunos problemas de guión y ciertos excesos solemnes) que se queda por momentos a mitad de camino, pero que quienes disfutamos del clasicismo en estos tiempos de cine efímero concebido a puro impacto agradecemos. Los protagonistas del film son el experimentado primero comandante Owen Chase (Chris Hemsworth) y el por entonces aprendiz Tom Nickerson (Tom Holland), quien funciona como narrador y dueño del punto de vista, mientras que el tercero en discordia a bordo del buque es el capitán George Pollard Jr. (Benjamin Walker). Howard trabajó otra vez con Hemsworth (que venía de interpretar a un irresistible James Hunt) y con el mismo director de fotografía (Anthony Dod Mantle) y los mismos editores (Mike Hill y Dan Hanley) de Rush: Pasión y gloria. Si bien los resultados esta vez no son tan sólidos como en aquella incursión en el universo de la Fórmula Uno, el amor del director por el cine noble y bien narrado se mantiene inalterable. Aunque no del todo convincente, se trata de un tipo de producciones en vías extinción. Como las ballenas...
Ron Howard nos cuenta una dramática aventura marina, basada en hechos reales, que terminó inspirando uno de los clásicos más celebrados de la literatura. Los egos, la ambición humana, la perseverancia y el instinto de supervivencia se ponen a prueba en este grupo de hombres que lucha por volver a casa. Arrancamos en 1850. Un joven (y bastante desesperado) Herman Melville visita al avejentado Thomas Nickerson (Brendan Gleeson), el último sobreviviente del trágico destino del ballenero Essex. El autor le ofrece todo lo que tiene para que le cuente su historia, un dramático relato que jamás ha compartido con nadie, ni siquiera con su esposa. Así nos vamos hacía atrás en el tiempo, a 1820 donde una de las grandes compañías balleneras de Nantucket (Massachusetts) ha puesto a punto uno de sus mejores navíos para emprender una nueva travesía, la cual consiste en pasar varios meses en el mar en busca del preciado aceite de cetáceo. Owen Chase (Chris Hemsworth) espera conseguir el merecido puesto de capitán, pero queda relegado a primer oficial bajo el mando de George Pollard (Benjamin Walker), un tipo con poca experiencia, pero proveniente de una de las mejores familias de la zona. La relación, obviamente, comienza con el pie izquierdo y se va a prolongar por un largo, largo tiempo. Entre la tripulación se encuentran muchos de los fieles hombres de Chase, así también como el pequeño Nickerson (Tom Holland), un huérfano de 14 años dispuesto al trabajo duro y la aventura. Los conflictos entre Pollard y Chase casi logran que el barco naufrague, pero ambos deciden dejar de lado sus diferencias y concentrarse en su misión: volver a puerto cargados con el valioso aceite. La caza de su primer espécimen levanta el espíritu de la tripulación, pero pronto ya no quedan animales a la vista en el Océano Atlántico. Tras meses sin un cetáceo a la vista, el Essex rumbea hacia el Pacifico donde los marineros de la zona aseguran que existe un lugar aislado plagado de estos mamíferos. La leyenda resulta ser verdadera, pero también los dichos sobre una enorme ballena blanca vengativa que ataca a cualquier nave que se le atreva. La ambición de Pollar y Chase se pone a prueba cuando se encuentran con esta bestia marina que embiste y destruye el barco dejando a la mayoría de sus hombres a la deriva y lejos del resguardo de la costa. Acá en donde empieza la verdadera odisea para estos hombres curtidos que deberán buscar los medios para sobrevivir en mar abierto, sin agua ni comida. La desesperación los llevará a tomar medidas extremas y espantosas, cosas que guardarán en sus almas y que los atormentarán por el resto de sus vidas. Ron Howard muestra su enorme maestría detrás de las cámaras –y su habilidad para cargarse cualquier género al hombro- y nos cuenta una historia terrible, un poco diluida, como si fuera ese relato “más romántico” recreado por Herman Melville. Las escenas acuáticas son impresionantes, al igual que los naufragios, las embestidas y la cacería de los animales, pero al desaturar los colores, todo parece menos violento y “realista”, algo que se agradece (la matanza de la ballena no es para estómagos blanditos) y que le otorga un estilo visual único. El problema pasa por la construcción de los personajes y, más que nada por sus actuaciones. No hay nada que nos conmueva y nos obligue a empatizar con ellos, lo que termina siendo el error más grande de la película. El guionista Charles Leavitt toma como punto de partida la novela histórica “In the Heart of the Sea: The Tragedy of the Whaleship Essex” (2000), escrita por Nathaniel Philbrick, y eso es lo que parece, un recuento de acontecimientos que no envuelve ningún tipo de emoción humana. La culpa es de Hemsworth y Walker, responsables de llevar adelante la historia que no logra atraparnos. Tampoco trasmitir ese sentimiento de “concientización ambiental” o amor hacia los animales (o la naturaleza vengativa, imparable e impredecible, en todo caso), que se queda por el camino como gran parte de la trama. “En el Corazón del Mar (In the Heart of the Sea, 2015) no deja de ser una aventura muy bien filmada. Un poco larga tal vez y carente de emoción, pero se ajusta bastante bien al drama histórico y biográfico. Dirección: Ron Howard Guión: Charles Leavitt Elenco: Chris Hemsworth, Benjamin Walker, Cillian Murphy, Tom Holland, Ben Whishaw, Brendan Gleeson, Michelle Fairley.
En el corazón del mar recrea los hechos reales que inspiraron Moby Dick, uno de los libros más aburridos y agobiantes que se escribieron en la historia de la humanidad. Se requiere un enorme esfuerzo del espíritu humano terminarlo y si tenés la fortaleza para hacerlo, cuando llegás al final sólo deseás que la ballena mate de una vez a los bastardos que intentaban cazarla, así abandonás la obra de Herman Melville para siempre. El director John Huston narró con más entusiasmo en el cine este conflicto en el clásico de 1956, protagonizado por Gregrory Peck, en el rol del famoso Capitán Ahab. Por el contrario, la nueva película de Ron Howard, a diferencia de lo que venden los pósters, no se centra tanto en la ballena, sino en el conflicto de dos marinos por el mando de un barco que sufrió una tragedia en noviembre de 1820. Estos hechos luego inspiraron a Melville a crear la novela de Moby Dick. Chris Hemsworth es un marino curtido que desea tener el mando de capitán y Benjamin Walker (Abraham Lincoln: Cazador de vampiros), un capitán de la marina que no cuenta con gran experiencia en el mar. Ambos hombres, que provienen de distintas clases sociales, deben aprender a colaborar entre sí cuando una enorme ballena destruye el barco que tripulaban y los deja a la deriva en el océano. Moby (obviamente no se llama así en el film) aparece en un par de escenas pero no es un elemento clave del conflicto. La historia se centra más en el esfuerzo de los náufragos por regresar con vida a sus hogares que la amenaza de la ballena. Sin embargo desde los trailers promocionales se vendió una propuesta diferente. Creo que después de esa soberbia película que fue Rush quedaron muy altas las expectativas por ver otra gran producción de Ron Howard y En el corazón del mar resultó una experiencia diferente. No es para nada una película mediocre pero la historia no enamora ni entusiasma como lo hizo la biografía de los automovilistas Niki Lauda y James Hunt. Rush fue apasionante por la naturaleza del conflicto y la personalidad de los protagonistas que estaban impecablemente desarrollados. El nuevo trabajo del director lamentablemente está construido con personajes que no despiertan ningún tipo de entusiasmo y la historia termina siendo olvidable. No ayudó tampoco el enfoque narrativo que eligió Howard para desarrollar el relato. Toda la aventura de los marinos es un largo flashback que surge en una conversación que tiene un sobreviviente de la tragedia con el escritor Herman Melville, interpretado por Ben Winshaw, el nuevo Q de la saga Bond. Desde la primera escena ya se le revela al espectador el destino que tuvo la tripulación del barco Essex y eso atentó muchísimo con el suspenso de la trama. Durante los 122 minutos que dura el film, Howard brinda algunas secuencias de acción interesantes que mitigan el aburrimiento, pero en general gran parte del conflicto gira en torno a la relación entre los náufragos y la odisea que enfrentan luego de perder el barco. Una experiencia con la que es difícil conectarse emocionalmente como espectador debido a que los personajes no son atractivos. No obstante, cabe destacar la interpretación de Chris Hemsworth, quien nuevamente tuvo la oportunidad de mostrar su talento en un rol más dramático donde toma distancia de los héroes de fantasía que lo hicieron famoso. Desde los aspectos técnicos En el corazón del mar tiene las cualidades que uno está acostumbrado a ver en la obra de este director. La fotografía es fantástica, hay un uso decente de los efectos digitales y el formato 3D, y las pocas secuencias de acción están muy bien realizadas. Por lejos, los momentos más destacados del film. Sin embargo, la película brinda una historia que rápidamente queda en el olvido y no te inspira a volver a verla como ocurre con los mejores trabajos de este cineasta.
Ballena a la vista Llamadlo Herman Melville. Hace unos años -no importa cuántos exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que le interesara en tierra, pensó que se iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Terminó escribiendo Moby-Dick, uno de los grandes clásicos de la literatura. Sin duda Melville se inspiró en parte en el naufragio del Essex, un ballenero que en 1820 fue arremetido y hundido por un leviatán cetáceo. En el corazón del mar (In the Heart of the Sea, 2015), de Ron Howard, imagina el encuentro entre Melville (Ben Whishaw) y uno de los sobrevivientes del Essex, Tom Nickerson (Tom Holland de joven, Brendan Gleeson e viejo), y utiliza la entrevista a modo de marco narrativo para contar “la verdadera historia detrás del libro”. La trama propone oponer a dos personalidades fuertes: Owen Chase (Chris Hemsworth) y George Pollard (Benjamin Walker). Chase es un hombre de pueblo y un héroe de acción – apuesto, gallardo, querido por la tripulación. Pollard es un esnob friolento que procede de un renombrado linaje marítimo. Ambos desean capitanear el Essex. El puesto va para Pollard, cuya falta de tacto o mérito importa menos que su sangre azul. Chase accede a ser su contramaestre, pero no sin antes sembrar la discordia entre los dos hombres con algunas palabras que hieren el orgullo del capitán. En principio parece que la historia va a retomar el ritmo narrativo de Rush pasión y gloria (Rush, 2013) – la película anterior de Howard – y alternar entre las perspectivas de dos profesionales enemistados por el capricho. El ballenero zarpa y la riña pasivo-agresiva entre ambos comienza a poner en juego las vidas de sus tripulantes. Entonces aparece Moby Dick, o su equivalente histórico, y la partida se suspende indefinidamente. El guión olvida por completo su enemistad – la que debería ser el eje de la película – y se dedica a cubrir el terrible suplicio de los náufragos, entrando en modo docudrama. Esto no es del todo indeseable; las mejores partes de la película son las dramatizaciones de las peripecias históricas de los marineros – las tormentas, las cacerías, la amenaza del naufragio, de la deriva, la enfermedad, el canibalismo. La secuencia en que los marineros filetean un cachalote y uno de ellos entra en su hueco cadáver para extraer aceite cual minero en una cueva es espeluznante. Howard es un director que, independientemente de los guiones que elige – y no siempre elige los mejores – sabe exactamente lo que cada escena quiere lograr, y dónde poner la cámara para lograrlo. Es un gran conjurador de emoción épica, a lo Steven Spielberg, y en este aspecto su nueva película no decepciona, desplegando una gran aventura con todos los artificios de la vieja escuela. Vivimos el peso de la historia junto a los personajes. En ningún momento, no obstante, sentimos que forman parte de algo más importante que sí mismos – que hay otra cosa en juego que su supervivencia. Allí yace la mayor diferencia entre En el corazón del mar y la historia que supuestamente está gestando en la imaginación de Melville: la profundidad. La película ahonda poco y nada en problemáticas que descarta demasiado rápido o inventa demasiado tarde. No trata realmente sobre el conflicto de clases. Ni siquiera podría decirse que trata sobre la obsesión o la vanidad del hombre, que deberían ser temas obvios a la hora de adaptar Moby-Dick, o pretender inspirarla.
Blanca como el alabastro. Definitivamente Moby-Dick de Herman Melville es una de las novelas más peculiares del romanticismo norteamericano: durante gran parte de su extensión se asemeja más a un tratado acerca de la caza de ballenas que a un retrato de la lucha del hombre contra la naturaleza o la simple crónica de aventuras, las cuales a su vez están relatadas con una infinidad de floreos discursivos con reminiscencias de William Shakespeare. Muy pocos saben que el neoyorquino de hecho se inspiró en varios casos similares, entre ellos el más importante y afamado fue el del hundimiento del Essex, uno de los tantos navíos que se dedicaba a la extracción de aceite de cachalote o espermaceti, una de las actividades más prósperas del siglo XIX gracias a los múltiples usos de la sustancia en cuestión (en especial se lo utilizaba como base de muchos productos de las industrias energética y farmacéutica). La nueva película de Ron Howard, En el Corazón del Mar (In the Heart of the Sea, 2015), está basada en el libro homónimo de Nathaniel Philbrick, un trabajo de “no ficción” que narra los pormenores del derrotero del Essex, no obstante el guión de Charles Leavitt -en otra de esas típicas estrategias comerciales de Hollywood- recurre a su condición de “tragedia que inspiró a Moby-Dick” e introduce al propio Melville dentro de la historia (interpretado por Ben Whishaw), mediante el ardid de estar escribiendo su mítica novela y de solicitar un repaso de los acontecimientos a Thomas Nickerson (Brendan Gleeson), un señor mayor en la actualidad de 1850 y un joven tripulante del Essex en 1820. Hasta cierto punto duele reconocerlo pero lo que podría haber sido una digna sucesora de la genial Rush (2013) termina cayendo en los mismos inconvenientes de los opus de antaño del realizador. El film desde el comienzo aclara que todo se reduce a la tensa relación entre el Capitán George Pollard (Benjamin Walker), perteneciente a la aristocracia ballenera de la Isla de Nantucket, en Massachusetts, y el Primer Oficial Owen Chase (Chris Hemsworth), de familia campesina y con muchísima experiencia en alta mar. Mientras que la primera hora del metraje abarca las pugnas entre ambos en el marco del periplo y el ataque del cachalote de rasgos psicopáticos de turno, la segunda mitad es un relato de supervivencia centrado en los tripulantes del barco que lograron salir con vida del “percance”. Si bien Howard, un verdadero veterano del séptimo arte, aprovecha su talento a nivel visual, ese que ha ido puliendo de manera escalonada a lo largo de las décadas, lamentablemente no le alcanza para compensar la insignificancia de la dimensión conceptual y la pobreza de los diálogos. Salvo escasas excepciones como sus colaboraciones con el guionista Peter Morgan -la susodicha Rush y Frost/Nixon (2008)- y alguna que otra anomalía que nos regaló con el transcurrir de los años -pensemos en la maravillosamente desquiciada Willow (1988) o en la poderosa Las Desapariciones (The Missing, 2003)- el director por lo general tuvo una carrera prolífica que promedió hacia abajo, no tanto por su desempeño específico detrás de cámaras sino más bien debido a su predilección por los productos mainstream melosos o conservadores y la poca carnadura de la mayoría de los guiones que le ha tocado filmar. El trabajo en papel de Leavitt desperdicia la interesante dinámica entre los personajes de Walker y Hemsworth (éste último está excelente como el líder natural de la expedición) y presenta muchas secuencias sin conexión dramática entre sí (la odisea se termina licuando). Teniendo como precedentes películas de la talla de Moby Dick (1956) de John Huston o Capitán de Mar y Guerra (Master and Commander: The Far Side of the World, 2003) de Peter Weir, el equipo responsable de En el Corazón del Mar debería haberse molestado en construir una epopeya más coherente y menos morosa en su desarrollo, caracterizada por baches en los que no se define la idiosincrasia de los marineros. Otro problema, si se quiere menor, pasa por la falta de equilibrio entre las escenas “tradicionales” y las de acción sustentadas en CGI, un obstáculo que el británico Anthony Dod Mantle corrige con inteligencia desde una fotografía de colores furiosos. En suma, estamos ante una alegoría trivial y fallida sobre la inconmensurabilidad de la naturaleza, representada en esa ballena tan blanca como el alabastro, ejemplo del castigo que merece el hombre por su codicia…
“Llámenme Ismael”. Con esa frase empieza Moby-Dick, la voluminosa novela de Herman Melville publicada en 1851. Un clásico de la literatura, que supo ser llevado al cine por John Huston, poco más de cien años después, con Gregory Peck como Ahab, el capitán obsesionado con una terrible ballena blanca. La historia vuelve a la pantalla grande, pero con una particularidad: ahora se trata del relato verídico que inspiró el libro. Ambientada en 1820, En el Corazón del Mar presenta a Owen Chase (Chris Hemsworth), temerario marino que aspira a capitanear su propio barco y ganarse por fin el respeto de la Isla de Nantucket. En su nueva expedición le toca ser Primer Oficial de George Pollard (Benjamin Walker), inexperto Capitán que sólo llegó al cargo por cuestiones familiares. Un vínculo que comienza tenso a bordo de ballenero Essex, pero durante el viaje aparecerán amenazas más grandes y feroces. Para empezar, un cachalote pálido que parece querer hacerles la vida imposible, como el brazo ejecutor de la mismísima naturaleza en su respuesta a los ataques del hombre. El director Ron Howard y Hemsworth venían de trabajar juntos en Rush, excelente film sobre la rivalidad entre los corredores de autos James Hunt y Niki Lauda (Daniel Brühl). Ambos, junto al director de fotografía británico Anthony Dod Mantle, buscan imprimirle a esta epopeya marítima la misma fuerza que a aquella historia ambientada en el mundo de la Fórmula 1. Y lo logran en varias secuencias, sobre todo a la hora de plasmar la caza de ballenas y los ataques del denominado “demonio acuático”. Sin embargo, esta vez no está el guionista Peter Morgan (también responsable de Frost/Nixon, otra de las grandes películas recientes de Howard), y se nota: las relaciones entre los protagonistas y los personajes secundarios, así como las caracterizaciones de cada uno, quedan superficiales, y la mayoría de las escenas intimistas -incluyendo los enfrentamientos que ponen en jaque a la tripulación y las luchas de poderes- no dejan de ser esquemáticas. De todas maneras, el espectador logrará involucrarse con personajes como Chase, el Segundo Oficial Matthew Joy (Cillian Murphy) y Thomas Nickerson (el narrador de lo sucedido, el Ismael original, encarnado por Tom Holland de joven y por Brendan Gleeson en la edad más avanzada), especialmente cuando deben tomar decisiones difíciles para sobrevivir. Hemsworth pone todo en la composición de su rol y, al igual que cuando encarna a Thor en las películas de Marvel, sigue siendo una presencia imponente. Pero ni su trabajo ni el de sus compañeros de elenco sobresalen de lo esquemático. A los navegantes se le suma Ben Whishaw como Melville, en pleno proceso de investigación para su obra cumbre. En el Corazón del Mar (que, de ser filmada décadas atrás, hubiera tenido a Kirk Douglas o a Peter O’Toole entre sus protagonistas) pudo ser mejor de lo que es, pero le alcanza para ser una odisea vibrante y entretenida. Además, permite conocer la leyenda detrás de una ficción que jamás dejará de acechar en las aguas de nuestra imaginación.
Un barco sin brújula Todos los mitos o fábulas tienen un comienzo, como así ocurre con En el corazón del mar y el fenómeno de Moby Dick. En el corazón del mar narra los acontecimientos de supervivencia que padecieron los tripulantes del navío inglés Essex luego de enfrentarse a una colosal y gigante ballena blanca. La desesperación por el hambre, la desesperanza y hasta la duda moral y ética de su trabajo en el mar, deja a los navegantes al borde de la locura en su búsqueda por continuar con vida para llegar a casa. Los hechos ocurridos en este film van más allá de lo que la novela de Herman Melville detalló en su relato. El director Ron Howard, quien ya había dirigido a Chris Hemsworth en Rush (2013), promueve un desarrollo ejemplar sobre la vida en altamar, con sus contrapuntos y matices, y logra una adaptación más fiel en lo que respecta al océano y sus misterios, comparado a otras películas como, por ejemplo, Piratas del Caribe (2003). Por otro lado, se destaca en su labor por optimizar planos en detalle de las distintas maniobras que eran necesarias para viajar en barco, mostrando las dificultades que surgían en una encomienda de tal importancia. El buen apartado visual, con un uso medido y cuidado del CGI, acompañado de una gran calidad de imagen en 3D, deja al descubierto un guión flojo que no entra en sintonía con el relato. La fotografía por parte de Anthony Dod Mantle saca lo mejor de estos escenarios por la combinación de luces y contrastes. Las diferencias tan notorias entre el primer oficial Owen Chase (Chris Hemsworth) y el Capitán (Benjamin Walker), ya sea por cuestiones de clases sociales (entre otros temas cliché) desaparecen ante distintos acontecimientos provocando un cambio en el foco de la historia. Además, no se observa un movimiento de timón que desprenda alguna sorpresa en cuanto a su desarrollo final o argumental. En cuanto a las actuaciones, Hemsworth se corre de su papel de niño bueno de Hollywood y destaca a su personaje Owen como una persona de carácter, que busca el beneficio personal ante cualquier cosa. A Benjamin Walker le cuesta defender un personaje que carece de convicciones reales frente a los problemas que acontecen, además de una forzosa resolución en el final que contradice lo que profesa durante todo el film. Tom Holland, a quien veremos en Civil War (2016) en su debut como Spider-man, demuestra que está a la altura de papeles dramáticos y difíciles, al ponerse en la piel del joven Nickerson, narrador que cuenta la historia en su versión adulta, personificado por Brendan Gleeson. Por otro lado, Cillian Murphy queda totalmente desaprovechado y fuera de la atmósfera que recubre a la película. Hasta se hace malicioso el intento de compatibilizar su personaje con el de Hemsworth, buscando generar un momento emotivo que no se desarrolla en profundidad en ningún momento de la película. Gleeson se muestra como un punto fuerte del film, a pesar de los pocos minutos que aparece en pantalla. El resto del elenco actúa de manera acorde y aceptable, sin llegar a destacarse en lo absoluto. En el corazón del mar entretiene y deja disfrutar mucho su aspecto visual, como un bien logrado 3D, pero decae estrepitosamente en su historia y en la forma de desarrollarla, a pesar de buenas interpretaciones y una propuesta diferente de conocer las vivencias, algunas agridulces, de recorrer los mares.
Un caso extraño es el del cineasta Ron Howard. Tiene los instintos clásicos del gran Hollywood de antaño y eso se nota en cada plano de sus películas. Pero, a la vez, se trata de un cineasta que parece depender mucho, demasiado, de los guiones que tiene a su cargo, que no siempre están a la altura de su talento como director. Es por eso que ha armado una carrera despareja, en la que se cruzan muy buenas películas (SPLASH, APOLLO 13, EL DIARIO, THE MISSING, RUSH) con otras bastante flojas (EL CODIGO DA VINCI, ANGELES Y DEMONIOS, WILLOW, UN HORIZONTE LEJANO, UNA MENTE BRILLANTE, LLAMARADA) y muchas más, como es el caso de EN EL CORAZON DEL MAR, que podrían definirse como correctas: con algunos buenos momentos, otros decididamente flojos, excitantes en partes, fallidas en otras. Esta es una respetable ilustración de una de las historias que dio origen a MOBY DICK, pero lamentablemente no es una película que esté a la altura de la ambición de la propuesta. Y lo que falla, principalmente, es el guión. Revisando su larga filmografía da la sensación que a Howard se le complica cuando sus filmes se vuelven demasiado serios y solemnes. Y este es uno de sus casos. Es cierto: la difícil y trágica historia del barco Essex no da para demasiado humor, pero por momentos Howard trata la historia de una manera demasiado reverencial y sin la frescura que hizo de RUSH una película intensa y vital desde EL DIARIO. Aquí es difícil sacarse la sensación de que uno está repasando una especie de libro de historia bien ilustrado pero un tanto falto de vida y, especialmente, de emoción. in-the-heart-of-the-sea-2La película está narrada como una entrevista que el joven y por entonces casi desconocido escritor Herman Melville (Ben Whishaw) le hace, en 1850, al último sobreviviente del Essex, Tom Nickerson (Brendan Gleeson9. El Essex era un barco que viajó de Nantucket al sur del Océano Pacífico en busca de aceite de ballenas y que se vio enfrentado a un animal más brutal y agresivo de lo normal. Nickerson, que en ese entonces era un novato, hoy es un alcohólico torturado por lo que le tocó vivir allí y Melville lo convence (dinero mediante) de contarle todos los secretos del trágico viaje. Adaptada por Charles Leavitt del premiado libro homónimo de Nathaniel Philbrick que refrescaba esta poco conocida historia, la película está armada de una manera tradicional, recordando similares filmes de los años ’40, hasta con sus típicos personajes: el capitán inexperto y presuntuoso puesto por los dueños del negocio (Benjamin Walker), el marino ex alcohólico (Cillian Murphy) y, principalmente, el navegante Owen Chase (Chris Hemsworth, cuyo look de modelo siempre parece jugarle en contra a su innegable capacidad actoral), quien es el que verdaderamente maneja los hilos en el Essex. El propio Nickerson –un adolescente, entonces– está interpretado por el joven Tom Holland, protagonista del inminente y enésimo reboot de EL HOMBRE ARAÑA. intheheart4Al Essex le cuesta encontrar ballenas y es por eso que tienen que cruzar por el Estrecho de Magallanes y adentrarse en el Pacífico Sur. Pero hasta llegar a Ecuador, es muy poco lo que encuentran. Allí escuchan historias de una enorme colonia de ballenas –y una aparentemente “demoníaca”– que circulan bastante lejos de la costa. Y allá irán los ya desesperados marinos del Essex, que llevan meses sin conseguir lo que buscan. Se imaginarán ya que lo que encuentran allí es mucho más grande y peligroso de lo que suponen, en especial por la presencia de una ballena blanca (una de las inspiradoras de Moby Dick) que parece tener algo personal con ellos. Lo que sigue es lo que no se sabía de la historia y tampoco revelaremos aquí. Solo diremos que las cosas empeoran y empeoran para los muchachos una vez que se enfrentan a la ballena. Y la historia que narra Nickerson se vuelve más y más densa, más y más oscura. Pero la película jamás pierde la compostura de cuento tradicional aún en sus zonas más cruentas. La decisión estética y de modo narrativo no es un problema en sí mismo –hay algo de la historia que llama a ser contada a la manera de una novela del siglo XIX, empezando por la inspiración en Melville– pero la película no vibra lo necesario, pocas veces atrapa y casi nunca emociona. No tiene demasiado espíritu de aventura: parece estar más hecha pensando en los premios que en la taquilla. EN EL CORAZON DEL MAR, en cierto modo, es como el relato del sobreviviente: un cuento narrado por alguien que recuerda bien los hechos pero que no tiene demasiadas ganas de contarlos o no sabe bien cómo. Esa reticencia del narrador parece trasladarse a la puesta en escena en sí, que se vuelve algo tediosa. Es recién a partir del encuentro con la ballena (promediando la película, que dura más de dos horas) que la tensión crece y las situaciones se vuelven un tanto más vividas, pero no llega a ser suficiente para validar todo el proyecto. No es una película mala EN EL CORAZON DEL MAR. No, al menos, en un sentido de factura técnica. Visualmente, también, el director de fotografía Anthony Dod Mantle, logra espectaculares escenas en el mar (aunque el innecesario 3D las arruina un poco) y tiene una historia con suficientes elementos dramáticos como para merecer ser contada. Pero pocas veces logra salir del mismo letargo que le toca vivir a los tripulantes del Essex: parecen meses y meses tediosos en el mar hasta que, de golpe, algo impactante sucede, para luego volver a la calma chicha. Y así…
La historia de Moby-Dick ha atraído a millones de personas alrededor del mundo. La idea de una ballena gigantesca, invencible y casi malévola resulta fascinante. El director Ron Howard, quien ha dirigido grandes películas como Rush, Frost/Nixon y Una Mente Brillante, decide contar los entretelones detrás del clásico libro de Herman Melville. La verdadera historia que inspiró al escritor, la del ballenero Essex. Owen Chase (Chris Hemsworth) quiere ser Capitán de su propio barco y aunque tiene la experiencia necesaria es obligado a ser Primer Oficial del inexperto y acomodado George Pollard (Benjamin Walker). Aunque se detesten, deberán trabajar juntos con su tripulación para conseguir cientos de barriles de aceite de cachalote. Después de todo, las peleas quedan en segundo plano cuando se encuentran con la terrible ballena blanca que los perseguirá hasta los confines del mundo. Los desastres, los dramas y los conflictos que el grupo de marineros encontrará en el viaje son narrados por el único sobreviviente, Thomas Nickerson, quien es interpretado por Tom Holland cuando era tan sólo un niño en el Essex y por Brendan Gleeson cuando le cuenta la historia al joven Melville (Ben Whishaw). A pesar de la presencia de actores como Hemsworth y Cillian Murphy, terminan siendo más interesantes los personajes de Melville, como un joven escritor desesperado por ser recordado y temeroso de transformarse en otro artista del montón, y del viejo Nickerson, que sigue acechado por los fantasmas del pasado y por las traumáticas experiencias que atravesó cuando tenía apenas catorce años. La película se destaca por algunas grandes escenas dramáticas y vertiginosas. La primera es durante una tormenta terrible con la que los marineros se topan mientras navegan, y el resto de las secuencias se centra en el enfrentamiento con la gigantesca ballena asesina. Pero a pesar de los buenos intentos de Howard por entretener e impresionar, el guión básico y el desarrollo casi inexistente de los personajes hace que la película sólo logre ser atrapante en las contadas escenas de acción. A diferencia de la obra maestra de Melville, que aun hoy sigue vigente, estamos ante un film que pasará rápidamente al olvido.
El origen de un clásico, en un film ambicioso Basada en el libro de 2000 de Nathaniel Philbrick que contaba el hundimiento del ballenero Essex en el siglo XIX y sostenida también -y engalanada- con el origen de Moby Dick de Herman Melville, En el corazón del mar es una película de tremendas memorias marítimas que no quieren emerger con facilidad, y también es una película sobre economía americana del siglo XIX, sobre las clases sociales, la luz, la escasez, el valor, el coraje, el respeto y un largo y ambicioso etcétera. Además, aunque de forma un tanto esquemática, el film tiene cosas que decir sobre la cocina de la literatura, con ese joven Melville interpretado por Ben Whishaw. Pero, sobre todo, es una película sobre aventuras en el mar y sobre la supervivencia. Cuando el relato sigue esa línea es fascinante: cada búsqueda de ballenas, cada cacería, cada tormenta, es un ejemplo de aprovechamiento de la tecnología digital en función de la espectacularidad no reñida con la inteligibilidad de las acciones. La película se mueve en el agua de forma grácil y convencida, bien plantada en la velocidad de las acciones en alta mar. Trabajo mortal Ron Howard demuestra una vez más que en ese ritmo sostenido se luce. En las superiores El diario y Frost/Nixon, con la velocidad de sus diálogos, o en la memorable Rush: pasión y gloria con las carreras, Howard brillaba (y, por el contrario, encallaba en cosas como El código Da Vinci, Ángeles y demonios o Una mente brillante). Director impredecible, Howard ha mantenido desde sus inicios una relación fluida con las posibilidades tecnológicas, desde hace décadas. Lo desparejo de su carrera se pone de manifiesto en En el corazón del mar, en la que los diálogos centrados en el trauma del marinero que recuerda, y la interacción entre Owen Chase (Chris Hemsworth, un actor de una fotogenia y presencia descollantes) y su mujer tienen cierto óxido, mientras que las interacciones del propio Chase en el barco con George Pollard (Benjamin Walker) y Matthew Joy (Cillian Murphy) son ejemplos de brío y fluidez. Afortunadamente, la película se centra mucho más en el mar y la supervivencia -y apenas de costado, en la obstinación que regía a la Moby Dick de John Huston- que en las escenas más intimistas. Incluso las conversaciones laborales sobre navegación y negocios marítimos tienen una potencia que se iguala con las dedicadas a las aventuras en el mar. Esto indicaría que Howard es otro director estadounidense que se enciende especialmente en el mundo del trabajo, ya sea el de un periodista y el de un político, el de los corredores de autos o el de marineros en busca de grasa de ballena.
Cómo surgió “Moby Dick” La historia del barco que sufrió el ataque de la ballena blanca, contado con efectos, grandilocuencia y algunos lugares comunes. La nueva película de Ron Howard -un realizador tan ecléctico que puede hacer maravillas pequeñas como El diario, filmes de consumo masivo con pretensiones artísticas como Apollo 13 y Rush, colocarle peluquín a Tom Hanks y azotarnos con bodrios comerciales como la saga de El código Da Vinci- cuenta el viaje del barco ballenero Essex, en 1820, que inspiró a Herman Melville para escribir Moby Dick. La película se incluye entre esas epopeyas marítimas que tanto le gusta(ba)n a Hollywood, historias de entereza, de hombres abandonados a su (mala) suerte, a kilómetros de todo y de nada, y que deben subsistir como sea. Hay algo de Una aventura extraordinaria y de Inquebrantable, claro. Tal vez usted leyó sobre En el corazón del mar hace unos cuántos meses, cuando la película iba a estrenarse internacionalmente y luego se postergó. Y es, junto a Steve Jobs, el otro estreno de este último día del 2015, otro ejemplo de buenas realizaciones, pero que no han sido apoyadas por el público, al menos en su país de origen. Howard contactó a Chris Hemsworth, a quien había dirigido como James Hunt, el piloto de Fórmula 1 en Rush, y le confió el papel de Owen Chase, primer oficial del ballenero Essex, a cuyo mando parte el acomodado George Polard (Benjamin Walker), nombrado capitán por una cuestión de linaje y no de capacidad en ultramar. Estamos hablando de 1820, cuando el aceite de ballenas servía para iluminar ciudades enteras, antes del apogeo de la industria del petróleo. Howard cuenta dos historias a bordo de ese barco, y la combina con una tercera. La del océano, que tiene que ver con la lucha entre los hombres y la ballena, que parece tener ansias de venganza humana, y ataca repetidas veces el Essex; la segunda es la de la supervivencia cuando el barco naufraga; y la tercera es la que une a Melville con Thomas Nickerson (Brendan Gleeson), sobreviviente de la tragedia, a quien visita más de 30 años después del naufragio, interesado en conocer de primera mano qué fue lo que sucedió. Por un lado está lo ampuloso, lo magnífico, el deseo de Howard por hacer una película majestuosa. Entonces apelará al 3D para sentirnos como los marineros, en medio de una tempestad, o vibrar con los ataques de la ballena. Los efectos visuales son muy buenos, y no puede reprocharse absolutamente nada a la ambientación, la fotografía de Anthony Dodd Mantle, y hasta la música del español Roque Baños, que acompaña y no se pone adelante de las acciones, algo que egoístas compositores suelen realizar. En esto también hay un punto que enlaza a En el corazón del mar con Una aventura extraordinaria, ya que lo que sucede en alta mar es contado en una entrevista. El poder de la naturaleza ante el hombre, la capacidad de éste por realizar actos que van más allá de los límites imaginables, también son centrales. Pero Hemsworth está lejos de lograr compenetrarnos en su papel de cazador de ballenas, como lograba Robert Shaw a la pesca del escualo en Tiburón. No está de más recordar que Howard ya tuvo su bautismo de fuego en el agua con otra película con un ser que se sumergía y emergía. Era Splash, con Daryl Hannah como una sirenita. En fin, que el tiempo pasa para todos.
Una de aventuras que se basa en un libro que indaga el hecho que inspiró la escritura de Moby-Dick a Melville. El hundimiento del Essex a raíz del encuentro con una ballena enorme. Una manera de enfrentarse a la fuerza de la naturaleza indomable. Con mucha acción, una estructura clásica, buenos efectos especiales y un 3D que se luce. Chris Hemsworth y Brendan Gleeson, para un mismo personaje en distintos tiempos. Vale.
Huellas de Moby Dick “Hay escritores –señaló Borges– cuya obra no se parece a lo que sabemos de su destino; tal no es el caso de Herman Melville, que padeció rigores y soledades que serían la arcilla de sus alegorías.” En el corazón del mar nunca se propone como una biografía del autor de Moby Dick, pero abjura de sus aventuras de juventud, como el temerario grumete que desertó de un ballenero siniestro y que convivió en una isla del Pacífico con aborígenes caníbales. Lo único que se sabe del Melville que presenta la película de Ron Howard (basada en una novela de investigación histórica de un tal Nathaniel Philbrick) es que se trata de un hombre inseguro y obsesionado con el rumor que escuchó en el puerto de Nantucket sobre un naufragio causado por una bestia marina sobrenatural. Y que está dispuesto a pagar todo su dinero con tal de escuchar esa historia de primera mano, de un viejo sobreviviente de ese antiguo naufragio, que se resiste a recordar. Esa y no otra habría sido la simiente de su monumental Moby Dick, dice esta superproducción en 3D, que reduce el origen de la obra maestra de Melville a las afiebradas notas que –como un sumiso escribiente– toma en una única noche y que sirven para que la película, trajinados flashbacks mediante, enfile su proa hacia los mares del sur y dé cuenta de aquel misterioso hundimiento.Mientras Melville (Ben Whishaw, el flamante Q de la saga Bond) le va extrayendo –no sin dificultad, casi como un terapeuta– los traumáticos recuerdos de juventud a ese marino retirado y borracho (Brendan Gleeson), va cobrando vida, a la manera de un libro ilustrado, la historia del navío Essex, de su orgullosa partida hacia 1819 de las costas de Nantucket y del fantasmal regreso de unos pocos sobrevivientes de la tripulación, tres años después.En esa historia, son otros dos hombres quienes enfrentan sus voluntades. Por un lado, está el primer oficial Owen Chase (Chris Hemsworth, el musculoso Thor de la saga Marvel), experto marino e imbatible cazador de ballenas, a quien la compañía naviera le había prometido la capitanía de la expedición. Y por otro, el advenedizo George Pollard (Benjamin Walker), hijo del propietario de la nave, quien finalmente será el comandante. Ya con la primera tormenta se verá quién es quién a bordo del Essex, pero para cuando el velero atraviese ese finis terrae que era por entonces el Cabo de Hornos los recelos irán cediendo ante una naturaleza despiadada, que tiene su apogeo cuando una ballena de dimensiones gigantescas se ensaña con esa cáscara de nuez que a su lado parece el Essex.Si en su película inmediatamente anterior, Rush (2013), el director Ron Howard ponía en escena la rivalidad de los pilotos de fórmula uno Niki Lauda y James Hunt (interpretado también por Hemsworth), aquí el esquema se repite, pero a una velocidad más moderada. Sin embargo, la grasa del producto es un poco la misma: en Rush provenía de los motores de los autos de carrera y parecía impregnar todo el relato; en In the Heart of the Sea, el sebo de las velas y el espeso aceite de ballena dan toda la impresión de prestarle su pringosa pátina visual a toda la película.Los recursos técnicos de los que dispone el director de Apolo 13 semejan –como es cada vez más frecuente en Hollywood– desproporcionados, o al menos utilizados a una escala incongruente: la reconstrucción digital de la Nantucket de comienzos de siglo XIX luce más falsa que un cuadro de consultorio, el novedoso sonido Dolby Atmos está esencialmente al servicio de la cavernosa voz de galán de Chris Hemsworth y la tridimensionalidad es incapaz de superar el impresionante realismo del que hacía gala en un modesto 2D Capitán de mar y guerra (2003), de Peter Weir, ambientada en las mismos mares y aproximadamente para la misma época.Sin embargo, mientras la película se olvida de esos dos hombres del comienzo que le prestan su trabajoso relato y se dedica lisa y llanamente a la más crasa aventura, se vuelve disfrutable. Es una pena que el espíritu de nuestra época quiera darle a la historia de esos marinos del siglo XIX y su enfrentamiento con la ballena mitológica, un cariz ecológico y absolutamente extemporáneo, haciendo de ese Leviatán que imaginó Melville una suerte de justiciero acuático que lucha por la preservación de su especie.
En el corazón de Moby Dick Hay dos cosas que Ron Howard no debería hacer más: adaptaciones de novelas de Dan Brown y alejarse de la senda virtuosa que marcaron algunas de sus buenas películas como Frost/Nixon – La entrevista del escándalo (2008) o Rush – pasión y gloria (2013). Con En el corazón del mar se aleja de la buena senda, sobre todo porque insiste en subrayar el lazo obvio entre el hecho histórico y la ficción (Moby Dick). Además parece pensar, al igual que Homero Simpson, que la gigantesca novela de Melville esconde una enseñanza, que es “sé tu mismo”. En el corazón del mar es la historia del naufragio del ballenero Essex de Nantucket en 1820, que fue hundido por un cachalote, y del martirio de sus sobrevivientes, que pasaron 90 días a la deriva, con hambre y sin agua, debiendo recurrir al canibalismo. En paralelo, Howard se empecina en contarnos cómo llega esta historia a Melville, que luego la convertirá claramente en su novela Moby Dick. El director intenta disolver los límites entre el hecho histórico y la novela, fundiendo la trama en un pastiche poco probable. La historia del Essex es una tragedia de miseria y redención, mientras que Moby Dick es no sólo la historia de obsesión individual que todo lo que toca lo destruye, sino también la radiografía de la oscura metafísica norteamericana. En todo caso, esta mala decisión de Howard nos termina dejando sin capitán Ahab, pero con un Ismael (el personaje llamado Thomas Nickerson, interpretado por Tom Holland cuando es joven y Brendan Gleeson cuando es viejo), y con dos chicos lindos que se pelean por el mando del Essex, Owen Chase (Chris Hemsworth) y George Pollard (Benjamin Walker). Son personajes de un solo conflicto, que pasean por el mar su cuestionable humanidad. Sin embargo, la que más sufre en esta sangría de significado es la ballena blanca. Mientras que este cachalote blanco gigantesco e implacable es la gran alegoría de Melville, en la película de Howard es un monstruo digital imposible y arbitrario, que por alguna razón está obsesionado con borrar a Hemsworth de la faz de la tierra, como si no le pudiera perdonar su interpretación de Thor. Es cierto que En el corazón del mar no es un desastre absoluto: gana cuando está en movimiento, y más allá de que sus caros efectos digitales son extrañamente burdos, contiene algunas secuencias bien diseñadas e impactantes. En algún momento podemos llegar a sentir que estamos en un western marino de hombres duros que se enfrentan a la intemperie. Pero luego sucede algo que casi nunca pueden evitar las películas de naufragio: no saber cuánto dosificar lo que duran en el metraje esos meses a la deriva. En un momento sentimos que asistimos a la tortura interminable de unos hombres quietos dejándose morir. Ron Howard se encuentra aquí en su versión más berreta, logrando un film caro pero de aspecto y profundidad televisivos en el mal sentido, tan sólo porque despoja de sentido y un mínimo de verosimilitud las dos historias que intenta combinar.
Semana rara para los estrenos porque el mismo día que se renueva la cartelera llega fin de año y la mayor parte del 31 de diciembre y 1ero de enero los cines no están abiertos. Lo mismo sucede con el nuevo film de Ron Howard: raro. La película está basada en los hechos reales que inspiraron Moby Dick. La irregularidad siempre ha dominado la trayectoria de Ron Howard y esta película, con el estreno de su nueva obra, prueba esa afirmación. En el Corazón del Mar (In the Heart of the Sea) no es un buen film, no es de los mejores del director de Apollo 13, pero tampoco es malo, tiene puntos altos y puntos bajos. Por momentos atractiva, por momentos aburrida al extremo. La nueva película de Ron Howard, mal vendida por la elección de los planos y las imágenes que seleccionaron para los pósters, no cuenta mucho sobre la enorme ballena, sino que se destaca por lo conflictivo de las relaciones humanas y cómo surge lo mejor y lo peor en una tragedia como la del Essex en 1820. Esta embarcación viajó de Nantucket, una isla ubicada a unos 50 km al sur de Cape Cod, Massachusetts, hacia el sur del Océano Pacífico en busca de aceite de ballenas y se vio enfrentado a una bestia agresiva y malvada que quería destruir la embarcación y dejar a la deriva a los tripulantes del Essex. Estos hechos inspiraron a Melville a crear la novela de Moby Dick menospreciada en su lanzamiento. A diferencia de Rush, un film apasionante por sus personajes y el conflicto entre ellos: la personalidad de los protagonistas y su afán por triunfar, el nuevo trabajo de Howard no está en el nivel esperado. Lo que no quiere decir que sea una mala película. Solo que el director, en su andar irregular, venía de una excelente exhibición de arte, de escuela de cine y su nivel cayó en este film. Chris Hemsworth es un marino curtido que desea tener el mando del Essex, pero George Pollard Jr., interpretado por Benjamin Walker (Abraham Lincoln: Cazador de vampiros) es quién toma el mando de la embarcación sin una experiencia concreta en el alta mar. El film, por el contrario de lo que se vendió y promovió el film, cuenta la historia de estos dos hombres que provienen de distintas clases sociales y deben aprender a colaborar entre sí cuando una enorme ballena destruye el barco que tripulaban y los deja a la deriva en el océano. La ballena, la cual quedó bautizada como Moby, no tiene grandes apariciones, más que la de generar el conflicto principal. Como se mencionadaba antes, al contrario de lo que fue vendido en tráilers y gráficas, la bestia no tiene tanta presencia ni es tan diabólica, solo es un animal que defiende lo suyo, su hábitat y su existencia. Una de las cosas más interesantes, pero que no ayuda mucho a la fluidez del relato, es como está narrada esta historia. Todo comienza con una entrevista que el joven escritor Herman Melville (Ben Whishaw) le hace, en 1850, al último sobreviviente del Essex, Tom Nickerson (Brendan Gleeson). Nickerson, que en ese entonces era un novato y al momento del encuentro con Melville es un hombre torturado que se entrega al alcohol debido a le tocó vivir en aquella aventura, no posee verdaderas ganas de abrir sus pensamientos ni a su mujer, y mucho menos al desconocido escritor. Este lo convence (dinero mediante) y los secretos del trágico viaje comienzan a fluir. Los 122 minutos que dura el film no son tan tortuosos gracias a las secuencias de acción que Howard filmó con toda la clase que lo caracteriza: hermosos encuadres y gran montaje, pero en general, gran parte del film gira alrededor del conflicto entre los náufragos y la odisea que enfrentan luego de quedar a la deriva. Hay escenas innecesarias que no aportan mucho a la historia y es donde más flaquea el metraje. Desde los aspectos más técnicos, la cámara toma un papel protagónico cuando, en varias escenas, se mete adentro del mar para mostrar un poco que sucede allí abajo donde las ballenas son atacadas. Por el lado de la fotografía, hay un uso decente de los efectos digitales y el formato 3D, y las pocas secuencias que se aferran al recurso están muy bien realizadas. Si quieren ver algo similar y con más riesgos y aventuras, el director John Huston narró este conflicto en el clásico de 1956, protagonizado por Gregrory Peck, en el rol del famoso Capitán Ahab y el inolvidable Orson Welles cómo padre Mapple. El film, como se anunció en un principio, no es bueno ni malo, solo es un reflejo de la carrera de Howard: tiene momentos muy buenos e intensos y otros que son innecesarios, que no aportan nada a la historia. En ese marco, Ron consigue una obra decente pero, comparada a otras de su filmografía, debería quedar, como se dice en el fútbol, mitad de tabla para abajo.
Moby Dick, clásico de la literatura americana, escrito por Herman Neville, es unas de las obras que por más que no hayas leído, el nombre y lo básico de la historia te viene a la mente. Lo que no todos saben es que las historia fue basada en una historia real. En 1820 la embarcación Essex fue atacada por una cachalote enorme y hundida, matando a casi toda la tripulación. La película básicamente cuenta esta historia que dio origen a la leyenda de Moby Dick, con un director del calibre de Ron Howard, y con buenos actores esperábamos algo digno del libro en el que se inspiró, pero lo que conseguimos es una buena historia de pescadores, con todas sus mentiras y falsedades. “Es la historia de dos hombres”, comienza la narración del viejo Thomas Nickerson (Bredan Gleeson) para el escritor Herman Melville (Ben Whishaw), así es el punto de partida de la historia que cuenta la división que pasará por toda la película, entre el primer oficial Owen Chase (Chris Hemsworth) y el capitán George Pollard (Benjamin Walker), tradición vs merito, riqueza vs pobreza, hombre vs naturaleza. Chase es un primer oficial de carrera con experiencia y admiración de la tripulación y Pollard hijo de la aristocracia de la época que ganó el comando del barco por su familia y riqueza. Básicamente mostrando un cliché atrás de otro sobre ese asunto es donde se centra el comienzo de la historia, pero increíblemente esta primera parte es la mejor de la película. La primera secuencia sobre cómo ellos empiezan a navegar al mar, genera la esperanza de que va a ser una buena película, pero dura poco. Cuando empieza la historia propiamente dicha de la ballena, la trama cambia de rumbo hacia una historia de supervivencia, que también se llena de clichés, cosas que básicamente ya vimos en una buena cantidad de películas sobre el tema, dejando el final extremadamente arrastrado y burocrático. El otro problema de la película es la parte técnica, casi toda filmada en estudio, se nota demasiado la artificialidad de todo, en algunas buenas escenas eso terminan tirándola abajo. En la parte de supervivencia se usó mucho maquillaje para mostrar el deterioro de los marineros, pero quedo muy mal logrado, termina “hundiendo” la película. Una lástima que con semejantes actores y director, se entregue una película burocrática que en momentos parece que es usada para impactar y conseguir premios, pero quedando totalmente artificial en su presentación. Una verdadera historia de pescadores mal contada, que no hace justicia al libro en el que se inspiró.
La ballena contraataca Para la época en que Melville publicaba Moby Dick, la naturaleza aun guardaba una buena cuota de misterio, y por esa misma razón existía un contundente respeto por los fenómenos que todavía escondía el mundo. En ese sentido, la novela decimonónica funcionó desde entonces como una metáfora de la necedad del hombre en su intento de dominar fuerzas que lo excedían, representadas en el libro por la mítica ballena. El corazón del mar no es un nuevo intento de trasladar al cine el famoso libro, menos aún de homenajear al clásico de John Huston protagonizado por Gregory Peck. En realidad, de lo que se trata es de contar la historia real que escuchó el escritor y que le sirvió de base para Moby Dick. Thomas Nickerson (el gran Brendan Gleeson) vive los últimos años de su vida acosado por sus demonios interiores, que tienen una relación directa con lo que pasó hace más de tres décadas, cuando hacía sus primeras armas como ballenero. En una larga noche que tienen mucho de confesión, va desgranando su historia frente a un joven y ansioso Melville (Whishaw), que toma apuntes para su futura novela mientras a través de un largo flashback surge el viaje que emprendió desde el puerto de Nantucket, en Massachusetts, el ballenero Essex comandado por el inexperto capitán George Pollard (Benjamin Walker) y el veterano primer oficial Owen Chase (Hemsworth), la travesía, el descubrimiento en los mares del sur de una ballena gigantesca que hizo naufragar la nave y las terribles decisiones que tuvieron que tomar los sobrevivientes para regresar a su hogar. El irregular Ron Howard (Rush, Frost/Nixon: la entrevista del escándalo, El código Da Vinci, Una mente brillante, Apolo 13) prescinde de la pesada herencia de la raíz filosófica del enfrentamiento entre el hombre y la bestia, y ancla su relato en la época donde todavía había mucho por descubrir, y como en Rush, pasión y gloria vuelve a confiar en el cada vez más efectivo Chris Hemsworth para encarnar al protagonista, un héroe clásico enfrentado por historia, ambición y hambre de gloria con el aristocrático capitán, que también tiene lo suyo a la hora de validar sus privilegios de cuna. Con esos elementos, además de efectos especiales que no saturan y por el contrario, son un elemento decisivo en una película que se enrola sin complejos en el viejo cine de aventuras, más allá de algunas dispersiones, En el corazón del mar es un film entretenido y que cumple con el género con nobleza.
En el 2013, Ron Howard, director de "En el Corazón del Mar" nos sorprendía con "Rush", un peliculón que si no viste, hacelo... o más lejos aún: "Una Mente Brillante", "Cocoon", "Splash", "Apolo 13" y varias más. Este 2015 es momento de adentrarnos en el mundo acuático y en la visión de Ron para contar la historia de Melville, quien escribió "Moby-Dick", libro que todos - de pequeños - hemos leído. ¿Funciona la peli? A mi parecer, para nada... Aburre en varios momentos y si sos impresionable, y estas a favor de la naturaleza (que deberíamos estarlo todos) te recomiendo que la veas preparada/o porque matan muchas ballenas y el director se encarga de mostrarte los ojos de dolor de las mismas... ¿Hacía falta? Y sí, él tiene que demostrar la crueldad de lo que están haciendo, pero - te repito - es un poco fuerte. Los personajes no terminan de explotar, se quedan en la superficie y tienen diálogos cero profundos. La peli dura 2 horas y pufff que se sienten. En síntesis, muy desbalanceada... Queda en vos tomar la decisión de verla o no. Como te digo siempre: ¡yo te avisé!
Brillante vuelta de tuerca a “Moby Dick” de Melville Más allá de que la última parte de su filmografía tiene que ver con las conspiraciones vaticanas de Dan Brown, con "En el corazón del mar" vuelve al tipo de cine que más le interesa y que más se disfruta. La película es una atractiva vuelta de tuerca a "Moby Dick", con un viejo marino (Brendan Gleeson, brillante como siempre) contándole al futuro escritor Herman Melville (Ben Wishaw) la durísima crónica de su enfrentamiento con una gigantesca ballena blanca. "En el corazón del mar" tiene un furioso climax en el hundimiento del Essex por la tremenda ballena, y tambien ofrece una crudísima historia de la crueldad del mar cuando cuenta los terribles esfuerzos para sobrevivir de los náufragos del buque, que entre otras cosas deben recurrir al canibalismo (esta parte del film trae ecos de la única novela de Edgar Allan Poe, "Narraciones de Arthur Gordon Pym", que por algún motivo nunca fue filmado). Pero Howard tambien se ocupa de los detalles y sobre todo de las hipocresías e injusticias de la industria ballenera hacia 1820, cuando transcurre la acción, describiendo la necesidad de los magnates del negocio po ocultar lo que pasó con el Essex, debido a la lógica necesidad de no mostrar que tales riesgos pudieran llegar a existir. Ron Howard logra una película que no se parece mucho al "Moby Dick" de John Huston; en realidad no se parece demasiado a nada salvo algunos pasajes de "Capitán de mar y guerra" de Peter Weir. "En el corazón del mar" es una película mucho más cruda y fuerte, y en particular las escenas de la caza de los balleneros a la ballena, y viceversa, tienen una fuerza que quita el aliento, no tanto por la parafernalia de efectos digitales utilizada sino por cómo sabe utilizarla el director, que la combina inteligentemente con soberbios efectos de sonido. El resultado es que las escenas más logradas tienen una contundencia única que casi convierte a este brillante film en un raro ejemplo de terror surgido de una historia real. Tal vez los fans de "Moby Dick" esperen aquí una ballena tan malvada como la que describió Melville. Pero nadie podrá dudar que aquí algo que no falta es furia marina.
Luego de su trabajo juntos en la excelente “Rush: Pasión y Gloria”, Ron Howard vuelve a dirigir al australiano Chris Hemsworth en esta épica reconstrucción cinematográfica de un hecho real que sirvió de inspiración para que el escritor estadounidense Herman Melville escribiera la novela “Moby-Dick”. Esta película está basada en el bestseller de Nathaniel Philbrick sobre la dramática travesía del barco ballenero Essex, que el 20 de Noviembre de 1820 fue atacado -en el Océano Pacífico- por una ballena albina gigante (cachalote) con un sentido de venganza casi humano y que formó parte de la mitología universal como Mocha-Dick. La historia se inicia en 1850 en la isla de Nuntucket. El joven Melville (Ben Whishaw) visita a Tom Nickerson (Brendan Gleeson), uno de los pocos sobrevivientes del naufragio del barco, para entrevistarlo con el objetivo de escribir una novela de ficción basada en hechos reales. Él se niega a abrirse a contar lo sucedido porque la tragedia lo dejó un poco traumado; pero ante la insistencia de su esposa (Michelle Fairley), y la necesidad de dinero, poco a poco comienza a narrar la experiencia. La entrevista es la excusa y el marco para narrar los hechos sucedidos hace más de30 años. A partir de flashbacks de larga duración, el film no sólo se centra en preparativos de la expedición de dos años por las costas de Sudamérica con el objetivo de llenar barriles con aceite de ballena, sino también en la rivalidad entre dos hombres muy opuestos con un mismo objetivo: ser el capitán del Essex. Uno es Owen Chase (Hemsworth); el otro George Pollard Jr. (Benjamin Walker). El primero es un hombre de campo, con una vasta experiencia marítima, y el segundo es el hijo acomodado de una familia de renombre sin ninguna capacidad en ultramar y que obviamente es quien lidera el comando del ballenero cuya tripulación también estaba compuesta por el segundo oficial Matthew Joy (Cillian Murphy) y el marinero Thomas Nickerson (Tom Holland en versión joven). La enemistad, y los cuestionamientos entre ambos en cuanto a ciertas decisiones a tomar en alta mar, quedan de lado cuando lo que más adelante los lectores conoceremos como Moby-Dick, aparece con furia para hacer naufragar a la embarcación que se vio forzada a hacer lo impensable durante 92 días para mantenerse con vida mientras se encontraban a la deriva en el Pacífico entre tormentas oceánicas: la hambruna, la deshidratación, el pánico y la desesperación los llevó a cometer actos de canibalismo. Con actuaciones correctas (ninguno de los actores destaca más que el otro), “En el Corazón del Mar” es un relato de aventura y supervivencia bastante entretenido y con espectaculares escenas que requieren verla en 3D. Una imponente y aterradora epopeya.
La ballena original Se estrena "En el corazón del mar", con el actor Chris Hemsworth, basada en el clásico "Moby Dick". El último sobreviviente de un naufragio será convencido para que cuente lo que nunca antes había confesado. Cuando las ideas no surgen, pero existe el intento de proponer algo nuevo, aparecen las secuelas, precuelas y “spin off” (historia que protagoniza algún personaje secundario de un relato raíz), con la propuesta de llevar algo novedoso y a la vez conocido para los ojos y oídos de la audiencia. Con esta premisa nació “En el corazón del mar”, basada en la historia en que se inspiró Herman Melville para escribir su clásico “Moby Dick”, poniendo en contexto justamente a Melville (Ben Whishaw) cuando viaja a un pueblo a convencer al último de los sobrevivientes de un naufragio (Brendan Gleeson) para que cuente lo que nunca había confesado, ni siquiera a su esposa. El marco narrativo será la entrevista que tiene el escritor con el ex marinero, y esa situación servirá de envión para el relato del viaje de Owen Chase (Chris Hemsworth) y George Pollard (Benjamin Walker), primer oficial y capitán de barco respectivamente. Mientras que Owen es un hombre con alma de marino que se ganó el lugar que tiene en los botes pesqueros, George es un novato descendiente de capitanes, que debe seguir el linaje en la conquista de altamar. Con esas grandes diferencias deberán mantener el mando del “Essex” y llevar aceite de ballena en grandes cantidades a su puerto estadounidense, pero, al no encontrar cetáceos en aguas cercanas y conocidas, deberán llegar hasta el Pacífico (recorriendo todo América central y Sur sin suerte) por el Atlántico. Su fortuna cambia cuando ven un grupo de ballenas del que podrían sacar provecho, pero el gigante blanco hace su aparición y los reta a muerte, provocando el naufragio del “Essex”. Hasta este punto se da lugar la acción, para cambiar rotundamente el ritmo del filme en las escenas siguientes, hasta el final. De mayor a menor La lucha por la supervivencia cobra preponderancia, pero debido a su estado famélico, y la perspectiva superficial de esta parte de la trama, la fuerza con la que comenzó el largometraje se apaga minuto a minuto. Habrá drama, secuencias llenas de horror humano, pero visto muy desde lejos, sin entrar en las cabezas de los personajes, por lo que queda un vacío de simpleza en un lugar que podría haber sido aprovechado por la complejidad de los protagonistas. El escritor Melville dirá que sólo utilizará en parte la historia que le contó Nickerson, motivo que da mucho sentido a por qué Moby Dick fue un gran éxito literario y este filme, una historia pequeña que se pierde en grandilocuencias innecesarias.
En el corazón del mar se desarrolla en 1820, un barco ballenero de Nueva Inglaterra parte hacia alta mar y en aguas profundas es atacado por una gigantesca ballena blanca. Una criatura que parece pensante y vengativa y que será responsable de una catástrofe marina de proporciones. Basado en el caso real que inspiró a Hernan Melville a escribir su clásico Moby Dick, el filme dirigido por Ron Howard es una aventura marítima atrapante. Chris Hemsworth, arpón en mano, encarna a un héroe humano en una situación límite. Lo acompaña un sólido elenco de secundarios en medio de una puesta creíble, que a base de efectos visuales contundentes nos lleva a lo profundo del océano. Cada aparición de la ballena, hiela la sangre. La interacción entre los actores y el gigantesco cetáceo funciona en cada una de las secuencias plagadas de tensión y de momentos de hondo dramatismo. Y si bien el hilo argumental tarda en resolverse, y la trama parece por momentos no avanzar, en líneas generales es una película que se disfruta y mantiene al espectador al filo de la butaca.
Como el carro de precuelas a las historias que ya todos conocemos tiene un impulso constante estos días, no faltaba mucho para que directores como Ron Howard probaran su suerte en el terreno. Howard es el último director a inmiscuirse en la moda, y el resultado a simple vista es In The Heart of the Sea, una aventura marítima que hubiese funcionado mucho mejor siendo una adaptación pura y dura de Moby Dick en lugar de contarnos la verdadera historia detrás de la creación de uno de los libros más venerados de la Literatura. A excepción de la saga de Robert Langdon, es difícil ver a Howard como un director taquillero. Una película de este calibre no está fuera de sus límites, por supuesto, pero Ron se entrega de lleno a una aventura marítima enmarcada en la historia que un sobreviviente de la misma le narra al mismísimo Herman Melville para inspirarlo a escribir. Talento no le falta, y producción tampoco, sino que el cuento es a lo que, curiosamente, le falta aceite. Volviendo a repetir con Chris Hemsworth como protagonista luego de la exitosa Rush, Howard toma como punto de partida al barco ballenero Essex, donde Owen Chase, el personaje de Hemsworth, es el segundo de mando. Quizás fuese capitán, de no se porque la compañía ha designado como capitán al inexperto marinero George Pollard - Benjamin Walker - para vigilar los bienes en juego. De más está decir que los diferentes puntos de vista podrán a Chase y Pollard en diferentes esquinas del cuadrilátero, y sus decisiones les costarán caro a la vida de toda la tripulación, más cuando una extraña criatura marina se les cruce en el camino y los ataque ferozmente. Ya deben saber de qué criatura les hablo... In the Heart of the Sea funciona mejor con las aventuras en altamar y las tareas cotidianas que cuando está naufragando y se convierte en otra película más de supervivencia. Aunque duras por las imágenes que muestra, Howard nunca le hace asco a mostrar las actividades curriculares del ballenero, en escenas grotescas y muy detalladas, pero también muy bellas por la manera en la que están contadas, filmadas y acompañadas por música. Técnicamente, es una gloria absoluta verla en la pantalla grande, porque no se puede decir que Howard sea un director que haya las cosas a la mitad. La aventura en alta mar se vive a toda adrenalina en la sala de cine, y mientras haya un equipo de sonido envolvente, el barco Essex hará su parte para entretener. Por desgracia, la historia no trabaja otras líneas de la que ya se han visto en decenas de películas. El Owen Chase de Hemsworth es un personaje inspirador para el joven marinero Nickerson que interpreta Tom Holland, los choques para con el Pollard de Walker es la misma batalla de egos de siempre, y los efectos de la inanición apenas se le notan al australiano que está acostumbrado a ser una mole de músculos en la saga de Marvel. Verlo delgado es verlo como una persona normal, y sí en cambio afecta muchísimo ver el pésimo estado de salud del Capitán Pollard, una jugada por parte de Walker que se acerca mucho al territorio de Christian Bale en El Maquinista. El marco general de la historia, narrada por un Nickerson crecido encarnado por el grande Brendan Gleeson al joven Melville de Ben Wishaw tiene peso dramático, pero prácticamente sabemos hacia donde va la historia siempre. In the Heart of the Sea es un agradable paseo en alta mar, con efectos impresionantes y un virtuoso elenco, pero queda a la deriva con un cuento que ya todos conocemos.
El director Ron Howard, conocedor de todos los tecnicismos, es tan ecléctico en su filmografía como responsable final de una producción que sería difícil encasillarlo desde un género especifico, aventura, comedia, drama, Thriller al mismo tiempo, que se hace imposible catalogarlo desde lo discursivo. Es mucho más evidente su propensión a la construcción clásica, de la formula establecida por la industria hollywoodense que le ha dado muy buenos resultados económicos, algunas nominaciones al premio “Oscar”, que sólo obtuvo en la categoría de mejor película en el 2002 por “Una mente brillante”. En esta oportunidad arremete desde un texto que se divide en dos tramas, el problema es que lo que le falta a una le sobra a la otra, y viceversa. El filme ficcionaliza el encuentro entre Herman Melville (Ben Whishaw), el autor de “Moby Dick”, con Tom Nickerson (Brendan Gleeson) quien supuestamente fuera uno de los sobrevivientes del barco que inspiro la escritura de lo que terminaría siendo el mayor éxito post mortem de Herman Melville, y todo un clásico de la literatura de aventuras del siglo XIX, recuperado a principios del siglo XX. Entre estas dos variables el encuentro del escritor con su narrador y la historia contada va construyéndose el texto fílmico. La buena cimentación y desarrollo de los personajes de la primera variable, sobre todo en Tom Nickerson, desparece en la segunda en la que toma importancia la acción, el ritmo, y la imagen misma, apoyándose esta en las virtudes del 3D y en un diseño sonoro de última generación que le agrega un plus de mucha cualidad y calidad. La primera, nos muestra a un mortal falto de una gran leyenda para lograr su gran novela, opuesto a otro individuo casi muerto en vida, privado de goce por guardar secretos en su alma que lo atormentaron durante toda su existencia. La otra, es un relato ceñido a lo tópico de las formulas narrativas cinematográficas más arraigadas en la meca del cine, en el que muy de vez en cuando se interponen creaciones desde lo meramente visual, que sólo hacen sentir que durante la filmación el director y su equipo tuvieron destellos de ideas originales o de otra competencia. Si en esa especie de confesión de medianoche, con una copa de por medio, debería haber primado el enfrentamiento de dos personajes a partir de su construcción y disensión que no termina de producirse por la diferencia de recursos entre los actores, todo lo verosímil que presentifica Brendan Gleeson empieza a diluirse cuando el sostenimiento cae en manos de Ben Whishaw. La historia que narra Nickerson la presenta como el antagonismo entre otros dos hombres, el capitán Pollard (Benjamin Walker) y el oficial Owen Chase (Chris Hemsworth), enfrentamiento que al no poseer sustento desde los personajes pierde todo tipo de interés en el espectador y sólo queda nuestra querida gran ballena blanca, en este caso un cachalote. Son las secuencias en las que aparece el animal en las que el filme cobra ritmo vertiginoso, con escenas de muy buena factura en las que el director no debe preocuparse de los personajes, si de la historia de una ballena que sin temor alguno enfrenta al Essex, el barco pesquero, y luego a su tripulación casi con ánimo de venganza, se podría decir. Luego al tramo del relato de la tripulación a la deriva en el mar le falta tensión dramática y pierde el ritmo que venia sustentando. Un buen relato, bien narrado. con una muy buena construcción de época, muy buena dirección de arte, sobre todo desde la fotografía y el anteriormente mencionado diseño de sonido. Si espera encontrar algo del héroe romántico, llámelo Ismael, o del Capitán Ahab, le recomiendo el filme de 1956 “Moby Dick”, protagonizada por Gregory Peck, escrita por Ray Bradbury, y dirigida por John Huston. ¿Le gusta el trío?
Esta historia llevada al cine una vez más resulta apasionante, porque se encuentra basada en hechos reales, fue fuente de inspiración de Herman Melville para escribir una novela increíble sobre la ballena conocida como “Moby Dick”. Ahora bajo la dirección de Ron Howard (“Una mente brillante”).Muestra los conflictos personales de los protagonistas, las clases sociales, las experiencias en alta mar, en cuyo embarque surgen distintas diferencias, a cada instante está presente, el valor y la supervivencia y luego la honestidad. Resulta visualmente deslumbrante gracias a una fotografía muy pintoresca de Anthony Dod Mantle (“127 horas”) y la música de Roque Baños (“Celda 211”) es maravillosa. Resulta tan espectacular logrando que el espectador se sienta a bordo del “Essex” como si fuera parte de la tripulación. El australiano Chris Hemsworth, se luce con su presencia (“Thor”), Cillian Murphy está algo desaprovechado, Brendan Gleeson, tiene mucho oficio, el joven británico Tom Holland (“Billy Elliot the Musical Live”) y Benjamin Walker, están correctos. Contiene algunos toques del film “Una aventura extraordinaria” de Ang Lee.
Basado en la tragedia real del ballenero Essex, que inspiró la más famosa de las novelas de Melville "Moby Dick", "En el corazón del mar" propone una historia que sobresale en el plano visual pero falla en lo emocional. Ron Howard toma la -supuesta- tragedia real del ballenero Essex, en Nantucket Massachusetts, alrededor del cual surge el mito de Moby Dick y que inspirara al escritor Herman Melville a dar luz en 1851 a su novela más famosa, y elige reconstruir dicho mito a través de una historia en la que un el único superviviente del barco ballenero Essex es visitado por un escritor que se gana su confianza y lo convence de contar la verdad de aquel accidente. A través de flashback, entre el presente del escritor y el sobreviviente y los hechos que éste va narrando, En el corazón del mar no solo pone el acento en develar el mito sino también en reconstruir, de alguna manera, como podría haber sido ese encuentro entre el escritor Herman Melville y aquel sobreviviente de la tripulación. En el corazón del Mar es un relato de supervivencia previsible pero de gran espectáculo visual, donde los efectos especiales no se perciben como tal, ayudando esto a mantener el equilibrio entre la potencia de las imágenes y la historia de una obsesión y como el orgullo y la codicia afectan a la condición humana. Ron Howard ha sabido recrear muy bien la atmósfera portuaria e imprimir la fuerza necesaria al relato con escenas marítimas brillantes y manteniendo el interés a lo largo del film, pero nunca genera momentos de emoción, suspenso, terror o asombro, salvo en dos o tres pasajes del film, entre los que se destaca la caza de ballenas inicial, que genera desde suspenso hasta repulsión. En el corazón del mar es una película muy visual y entretenida que lleva al público a las vicisitudes del mar abierto, pero que falla en la conexión emocional del espectador con los protagonistas, demasiado básicos y superficiales desde el perfil psicológico hasta las relaciones entre ellos. Todos cumplen con su papel pero ninguno sobresale, salvo en el tramo final cuando el viejo narrador Nickerson -Brendan Gleeson- revele su predecible secreto.
Una pesadilla heroica "Moby Dick", la historia en el trasfondo de "En el corazón del mar", sigue ofreciendo para nuevas generaciones el poder de la buena literatura clásica de aventuras. El director Ron Howard, un gran relator de historias épicas -"La misión", "El luchador", "Una mente brillante", "El código Da Vinci"- vuelve a dar una lección de oficio y estilo. Darle vida y hacer creíbles personajes del siglo XIX es uno de los méritos (al cual no siempre acompañan alguno de los actores) y el otro es transmitir intactos los temas que atraviesan la obra literaria. La puesta en escena y la eficacia en el rodaje de escenas de catástrofe completan un filme sobre un relato que trasciende el tiempo. "En el corazón del mar" es en realidad dos películas en una ya que cuenta la historia de la gran ballena blanca que asolaba el Pacífico, pero el guión tiene como punto de partida "In the Heart of the Sea: The Tragedy of the Whaleship Essex", la novela escrita en 1820 por Nathaniel Philbrick, uno de los sobrevivientes del barco ballenero Essex, destruido a principios del 1800 por la que debía ser su mayor presa. El filme comienza con una reconstrucción de aquellos hechos reales, con Melville (el versátil Ben Whishaw) entrevistando a un hosco Philbrick (el siempre eficaz irlandés Brendan Gleeson). Melville insiste hasta que ex marino accede a contarle una anécdota que podría haber acabado con su vida cuando era casi un adolescente. El otro sobreviviente fue Owen Chase (Chris Hemsworth), que un año después que Phillbrick, en 1821, escribió "Narrative of the Most Extraordinary and Distressing Shipwreck of the Whale-Ship Essex" (Narración del naufragio más extraordinario y angustiante del barco ballenero Essex). A partir de esas fuentes el autor -y ahora también Howard- recrean como un grandioso espectáculo heroico aquello que en realidad fue una tragedia. Con el tiempo y las suscesivas interpretaciones que hizo el cine aquella historia de supervivencia de un grupo de náufragos se transformó en un muestrario de las mayores virtudes y contradicciones de un grupo de hombres llevados al extremo y enfrentados a su insignificancia, en circunstancias donde afloran la codicia y la nobleza, el drama y el pragmatismo y también el terror.
Salven las ballenas En el corazón del mar (In The Heart of the Sea) se basa en el libro homónimo de Nathaniel Philbrick acerca de la expedición ballenera de 1820 que inspiró el libro Moby Dick de Melville. Ron Howard nos muestra en el siglo XIX la época y codiciosa sociedad en la cual el negocio de la grasa de ballena era la primera industria petrolera fuerte. Tenemos por un lado al Capitán George Pollard Jr. (Benjamin Walker), líder inexperimentado y que tan solo es promovido por portación de apellido. Y por el otro a Owen Chase (Chris Hemsworth), trabajador, hombre de mar preparado, quien espera ser el próximo capitán. Ambos estarán enfrentados desde un principio por sus distintas realidades. En una época más cercana se encuentran Melville (Ben Whishaw) quien busca entrevistar al último tripulante vivo, Thomas Nickerson (Brendan Gleeson) del ballenero hundido Essex. Y acá es donde a priori tenemos el primer inconveniente del film: la negativa de Nickerson por ser entrevistado y la insistencia de su mujer, hacen de esta primera parte toda una secuencia forzada y sin ritmo. La narrativa comienza a tomar vuelo de a poco, pero los flashbacks hacen que el relato vuelva a caer constantemente. Ya en altamar llega el momento de ver en acción a la ballena, y lejos de contener escenas fascinantes, es lo más validero del film: la venganza de la naturaleza, la locura, la supervivencia, el canibalismo puro. E inevitablemente nos ponemos del lugar del más grande, que por momentos resulta ser el más débil. El gran problema de En el corazón del mar es la falta de un fuerte conflicto dramático: lo poco que sucede resulta demasiado rápido y no logra explotarse la contracara entre ambos protagonistas. Y se suma a que el Nickerson de niño no es lo suficientemente importante dentro del conflicto. La película no nos ofrece nada nuevo sobre el horizonte de películas de este estilo, y aunque intente evitarlo, se termina hundiendo en la nada.
Historias que persiguen ballenas Con una construcción formal que apela a la espectacularidad, la película zarpa para buscar su ballena blanca. Una de las mejores del director: aventura, diversión y clima intimista. A Hollywood se le pueden reprochar muchas cosas, y al cine de Ron Howard prácticamente todas. La vacuidad de los estrenos habituales tiene en sus películas antecedentes claros: Apolo 13, Ed TV, Una mente brillante, El Código Da Vinci, entre otras. También es cierto que hay cierta vena narradora que le vuelve, a veces, disfrutable. Sólo por eso puede verse Rush: pasión y gloria, pese a la corrección política que la corona. Si bien esto está más o menos presente en En el corazón del mar, será justo decir que tal vez sea una de sus mejores películas. A propósito, vale recordar que otra de ellas es Frost/Nixon: La entrevista del escándalo. Pero a diferencia de ésta encerrada entre cuatro paredes de match televisivo En el corazón del mar zarpa para transcurrir en aguas abiertas. Hacia fuera pero, sobre todo, hacia dentro. Sucede que Herman Melville (Ben Wishaw) viene tras el rastro de una historia oída a medias. Se trata del hundimiento del ballenero Essex en 1820, víctima de un cetáceo gigante. Lo sucedido está guardado muy adentro de quien fuera el grumete, ahora casado pero solitario, con el tiempo dedicado a armar barquitos dentro de botellas. Melville insiste, necesita que el barquito salga de la botella. Pero hay un límite, le advierte Nickerson (Brendan Gleeson), que una vez alcanzado hará interrumpir la historia. De esta manera, tan clásica, la película desoculta lo que anida en el narrador, mientras el espectador se zambulle en la búsqueda de aceite y esperma de ballenas. Varias aristas, a la vez: el negocio, por el lado industrial; la aventura, para Nickerson; el trabajo, para el primer oficial Owen Chase (Chris Hemsworth); la literatura, para Melville. Si la relación entre narrador y narratario es la que posibilita que el Essex vuelva a zarpar, a bordo suyo el dilema replicará entre Owen y el capitán Pollard (Benjamin Walker): sea por las procedencias sociales diferentes, como también por las decisiones tomadas y las respuestas a sus órdenes. El primer oficial está en un brete, entre los reclamos de su mujer embarazada de un hijo que él no verá nacer y las promesas raídas de su empleador. La confianza de Chase en ser el capitán del Essex es rápidamente desoída, mejor el nombre Pollard, con alcurnia en la tarea y estatus de etiqueta. Chase, en cambio, vive en el campo, tiene una granja modesta, sueña ser patrón de sí mismo. El duelo entre ambos esencia del cine norteamericano tendrá uno de sus primeros combates en alta mar, durante un cielo tormentoso, para que capitán y primer oficial disputen y den pie a una escenificación espectacular: el Essex contra la furia de Neptuno. El guión hace replicar cuantas veces necesita el duelo primero, entre Nickerson y Melville. De esta manera, una vez salido el barquito de la botella soplo vital para las velas de la historia, el relato se multiplica como ondas expansivas. El límite de altura lo marcará la aparición de la ballena, precedida por momentos más gratos, que dicen sobre lo que será su reverso. Llegado el film a la instancia mayor, podrá entonces comenzar su descenso, sea desde lo espectacular, sea desde lo numérico: las muertes crecen y el alimento decrece. Así, la película de Howard se inscribe, en un primer momento, en un género cinematográfico de esplendores que remiten a piratas y aventureros, luego decae decidido en otro terreno, de a poco insondable. El límite alertado por Nickerson está cerca. Ahora bien, será fundamental decir lo que hasta ahora se alude. En el corazón del mar sólo araña el espíritu de Moby Dick. En todo caso, se trata de un film conciente de esa empresa imposible. Sólo un Ahab reencarnado, como lo era John Huston, pudo haberla acometido: en 1956, con Gregory Peck (tironeado entre Huston y Ahab), y Ray Bradbury en guión (autor del sermón con el cual el sacerdote que compone Orson Welles despide a los marineros que se hacen a la mar. Magnífico. Bradbury relata su experiencia en Sombras verdes, ballena blanca). En este sentido, no puede pedírsele a Ron Howard una versión del libro de Melville sino, en todo caso, una mirada empática. Puesto que Hollywood es el cine de la simplificación y esto no es un desmérito, cuidado, su película tiene aventura, diversión, gran espectáculo, y un clima intimista que va bien porque lo compone ese otro ente gigante que es Brendan Gleeson, justo contrapunto para Ben Wishaw, otro grande precoz. Una vez transpuesto el umbral que Nickerson anunciaba como límite, hay un par de momentos uno de ellos sobresale que ponen en riesgo la normativa habitual en el cine de Howard; esto es: su corrección y blandura. La crudeza se siente y los ecos del Arthur Gordon Pym de Poe están por allí, con sus horrores. Sólo sobre el desenlace, con la tierra bajo sus pies, la película remitirá por fin a la complacencia. Con un "mensaje" que toca el respeto por el medio ambiente, casi como un acto de conciencia que busca hacer sentir la ballena perseguida. Y esto es muy interesante, porque si Hollywood no puede menos que ser correctísimo ante algo hoy condenable subsumiendo la fascinación por contar historias a la moralina, se sabe que antes no lo era. Al respecto, quien firma la nota no olvida el impacto que le produjo Infierno bajo cero, vista por la tele alguna vieja tarde (así como Rinkel, el ballenero, de Tulio Lovato, leída en Anteojito): las imágenes documentales de la faena ballenera, incrustadas como parte del relato, eran terribles. Y el asunto no era de ningún modo atenuado, sino sobrevalorado. Alan Ladd era el protagonista. En el guión figuraba Max Trell, el "adaptador" de varios libros del Príncipe Valiente de Hal Foster. Esos libros se editaron en Argentina en la colección Robin Hood, de Acme. Allí también figuraba Moby Dick: la tapa de Pablo Pereyra recreaba el rostro del Ahab de Gregory Peck. Sólo la ballena de Melville permite estos virajes temporales.
Vaya uno a saber si realmente fue una ballena desquiciada la que hundió al mítico Essex (el dato es concreto y, de acuerdo a los testimonios de la nave comandada por el Capitán Pollard, certero, aunque puede que exagerado), pero lo fáctico del asunto no tiene demasiada importancia: más allá de la hipérbole, el incidente supo generar un clásico literario como “Moby Dick” de Herman Melville. Ron Howard, el irregular gran director de clásicos modernos como Apollo 13 y Rush, así como de piezas olvidables como El Código Da Vinci y Ángeles y Demonios, sabe que detrás de la leyenda de la ballena vengadora hay una gran historia, y que a su modo la de Melville también lo fue. Asi, se desarrolla un juego de inspiración por partida triple: el accidente del navío inspiró un libro que a la vez ahora inspiró una película. En El Corazón Del Mar es narrada por Tom Nickerson, uno de los pocos sobrevivientes del Essex (interpretado por el siempre correcto Brendan Gleeson), que rememora con lujo de detalle los catastróficos hechos que hundieron al barco, a medida que un joven Melville (Ben Whishaw) toma notas para su futura novela. La preocupación del corroído Nickerson pasa por no querer asomarse demasiado al pasado, que le revuelve el estómago a medida que los recuerdos traen memorias que su psiquis preferiría olvidar. sta fragmentación de la narrativa cinematográfica tradicional, que parte de un presente que se interconecta con largos flashbacks (la acción principal, aquella que tiene como protagonista a la ballena, transcurre en el pasado de la película) no siempre funciona, pero otorga merecidos momentos de descanso cuando el espectador siente ya que la acción terminará inundando la historia. Howard, hábil capitán de escenas épicas, sabe por suerte cuándo dar un respiro y simplemente contemplar el mar junto con la audiencia. Es allí justamente donde el film mejor navega, a medida que también despliega su espectacularidad visual y se impone como una de las mejores interpretaciones del mito de la leyenda de Moby Dick.
Esta película es una ficción dentro de otra ficción: se inicia con Herman Melville pidiéndole al sobreviviente de un naufragio legendario que le cuente su historia, esa que involucra una ballena gigante, que se convertirá luego en Moby Dick. Lo que vemos es, pues, esa “historia real” detrás de la historia no real que todos conocemos. Y lo que vemos, también, es una especie de historieta que recupera la textura y los colores de viejos grabados e ilustraciones de los libros de aventuras. En los momentos de mar, de tormentas, de cacerías, de ataque, todo es casi perfecto, con Chris Hemsworth como la personificación exacta del héroe clásico. Claro que una parte importante de la película implica ver gente a la deriva muriendo de hambre o de sed, y esa parte del film, sin ballena y con el único peligro de la Naturaleza avanzando sobre el cuerpo, resulta larga en extremo. Se notan, de paso, algunas inconsistencias en el guión y en el montaje. Pero hay también un apólogo moral en la película, otra condena a la acumulación de capital (y esto es importante: las grandes películas americanas están en contra del mercantilismo mecánico) y la idea casi religiosa de la confesión como camino de redención. Que la redención sea la escritura de un libro -o el rodaje de un film- es también parte de esa declaración de clacisismo que define esta un poco fallida pero muy bella película.
A principios del siglo XIX, cuando no existía la electricidad y todavía no se sabía del petróleo, la historia de la humanidad se iluminaba con aceite de ballena. Calles, casas, ciudades enteras podían ver en la oscuridad gracias al aceite del mamífero más grande de la tierra. En el Corazón del Mar nos sube a bordo del barco ballenero Essex, y lo que empezó como un viaje en busca del preciado aceite, terminará convirtiéndose en un desastre producto de la codicia. Sálvese quien pueda poster en el corazon del marUna vez más, el prolífico director Ron Howard (Rush, Apollo 13) nos trae una nueva cinta basada en hechos reales. Esta vez, el cineasta de cabellera colorada nos contará el naufragio del Essex acaecido en 1820 por nada más y nada menos que un cachalote de tamaño descomunal, y que parecía tomarse venganza contra el Essex y su tripulación por todos los cetáceos muertos en pos del mercado del aceite de ballena. Mientras los hombres del Essex naufragaban por el desierto de agua del océano Pacifico, debieron cometer actos espantosos para sobrevivir. En el Corazón del Mar es una cinta con el clásico sello de Howard, y si bien ya la fórmula es archiconocida, aun así funciona de maravilla. La historia comienza con un Thomas Nickerson ya bastante entrado en años (interpretado por Brendan Gleeson), quien tendrá una reunión con Herman Melville (interpretado por Ben Whishaw). De ese encuentro entre el escritor y el marinero nacerá la novela Moby-Dick. Melville decidió usar solamente la primera parte de la historia, hasta el hundimiento del Essex, y es aquí donde En el Corazón del Mar aprovecha para contarnos la historia completa. El hecho de que la cinta está narrada en retrospectiva es un aliciente, puesto que los saltos temporales no son bruscos, sino que cada vez que el narrador interrumpe la historia para agregar algo, es ahí donde se produce la elipsis temporal. Si bien la cinta tiene momentos en donde el ritmo cae y se vuelvo un poco tediosa, todo se olvida en los momentos en los que aquel cachalote albino hace sus apariciones esporádicas. Los efectos especiales están a la altura de la historia junto con una hermosa fotografía, y a pesar de que Moby no sea la protagonista, su presencia marca la película y obviamente con cada aparición que hace, el aire se tensa. Todo el reparto de la cinta cumple a la perfección, destacándose Chris Hemsworth por sobre el resto, ya que aparte de ser el protagonista, se despega del rol de Thor al que tanto se lo asocia, ya que, a pesar de que su interpretación sigue esa línea de pibe rudo, al verlo en pantalla no pensamos que estamos viendo al dios asgardiano. El resto del elenco acompaña muy bien tanto Gleeson como Holland y Cillian Murphy. Conclusión En el Corazón del Mar es una historia de amistad, codicia y supervivencia, con el aliciente de contar con aquel cachalote albino que tantas pesadillas causó. Una epopeya que nos hundirá hacia lo profundo del océano y nos traerá de regreso no sin antes enseñarnos quien es el que reina en el mar. La cinta nos brinda actuaciones impecables, una fotografía hermosa que realza la belleza del mar y una trama cargada de dramatismo y aventura. La cinta nos permite cerrar el 2015 de una gran forma y si bien no será la película del año ni mucho menos, el film cumple con creces. Recomendada para todos y todas.
Naturaleza indómita En 2000, Nathaniel Philbrick se metió en camisa de once varas al realizar en formato nonfiction la reconstrucción de un mito de la marinería: el hundimiento del ballenero Essex tras un par de encuentros con un cachalote bastante feroz. Decimos que el desafío no era menor, porque uno de sus dos insumos principales, la crónica del primer oficial Owen Chase, inspiró nada menos que a Herman Melville y su célebre “Moby-Dick”, “una epopeya homérica” según Nathaniel Hawthorne, un referente para el autor. Casi un siglo después se encontró un manuscrito del grumete del Essex, Thomas Nickerson, que se convirtió en la segunda fuente para Philbrick. En ese cruce de personajes se encabalga la cinta de Ron Howard: Melville va al encuentro de un veterano Nickerson en busca de una inspiración para su novela. Con dinero y espíritu confesional, este Melville ficcional lo convence y abre un relato que se estructura en flashback, con oportunos regresos al presente de la narración (en términos precisamente narrativos: qué se muestra, qué se rememora); algo que recuerda por momentos a la estructura (salvando las diferencias obvias) de “Una historia extraordinaria”, de Ang Lee. El vengador Los ejes de la historia están puestos en algunas contraposiciones. La más obvia se la que se da entre el aristocrático capitán George Pollard Jr. y el “campesino” Chase: marino de cuna versus lobo de mar. Pero la principal termina siendo la refriega entre el hombre, pretendido como “rey terrenal” del globo, y una naturaleza que no se deja dominar tan fácilmente. Entramos de lleno en el espíritu de una época positivista (evolución de la humanidad, dominio sobre la naturaleza, apropiación de recursos) cuyos coletazos nos colocan en la crisis ecológica que hoy vivimos (ahí clavaría los dientes Naomi Klein, desde “Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima”), y se puede ver en la lucha por el aceite de ballena la virulencia por conseguir otro “oil” más negro y espeso. Así, el cachalote gigante deviene en vengador más que monstruo. Con lo que nos metemos de lleno también en la ola revisionista de los últimos años, en la que el cine coquetea con las lecturas historiográficas de mitos y ficciones clásicas, o relecturas de versiones primigenias de cuentos clásicos. El timonel Sabida es la maestría del colorado Howard para la épica, y acá no se queda corto; utiliza toda la batería visual para abrir las perspectivas (las tomas subacuáticas son claves, al igual que el impacto y el realismo del cetáceo, como así también las vistas urbanas “de época” de Nantucket), combinada con el océano de las Canarias, usada con eficiente fotografía para reconstruir las islas y la vastedad del Pacífico ecuatorial. La mano del director (y de un guión balanceado) permite mantener una tensión dramática pareja en una odisea que ofrece variedad de tonos (conflicto interpersonal, acción, catástrofe, naufragio, cierta crítica social). Navegantes Chris Hemsworth ya demostró, para envidia de muchos, que es buen actor además de fachero: por eso no le cuesta ponerse al hombro a Chase como héroe, con el Pollard de Benjamin Walker como antihéroe rescatable. Es interesante ver a Cillian Murphy como el segundo oficial Matthew Joy, un papel raro en su filmografía, con sus luces y sombras. Entre ellos, un correcto Tom Holland como el joven Nickerson y un vistoso Frank Dillane como Henry Coffin, el primo del capitán. En el otro plano histórico, Brendan Gleeson le pone su rotunda presencia al viejo Nickerson, confrontando al Melville de Ben Whishaw (podría tener un poco más de intensidad), y la personalidad escénica de Michelle Fairley (aunque le toque la única línea cursi del texto) como la señora Nickerson (junto al veterano Donald Sumpter como el empresario Paul Mason, cumplen la regla de que una película en busca de taquilla tiene que tener un par de actores de “Game of Thrones”). Hay un poquito por ahí de Charlotte Riley como Peggy Chase, y una aparición de Jordi Mollà. “¿Qué habremos hecho para que Dios nos castigue de esta manera?”, pregunta Chase en algún momento. La pregunta sigue vigente siglo y medio después, cuando la naturaleza se sigue rebelando.
Llega el fin de año y con ella las ultimas películas, como En el corazón del mar. En el corazón del mar se desarrolla en 1820, donde un barco ballenero parte con el fin de realizar un buen trabajo de captura de ballenas. Toda la historia es contada por un sobreviviente de ese viaje, ya que en su travesía se encuentran con una criatura vengativa que ayuda a salvar a las demás ballenas. Basado en el caso real que inspiró a Hernan Melville a escribir su clásico “Moby Dick”, En el corazón del mar dirigido por Ron Howard es una aventura de gigantescas proporciones. Chris Hemsworth encabeza este elenco muy bien trabajado y con efectos visuales maravillosos. Vale la pena aclarar, que no es una película de Moby Dick, si no la historia que inspiro dicha novela. Los momentos de la caza de ballenas son fuertes visualmente, pero también necesarios de mostrar para comprender mejor por que esa bestia blanca gigantesca decide vengarse y defender a su raza. En el corazón del mar no es lo mejor del director, de eso estamos seguros, pero la película funciona. La trama se resuelve, por mas que tarde su tiempo en hacerlo. Por momentos la historia de la ballena es secundaria y nos concentramos mas en los conflictos de estos marineros en alta mar, pero eso se pierde pasado el tiempo y algunas cosas no terminar de resolverse.
Un tema apasioanante y el transfondo de una novela extraordinaria no alcanzan para sacar a flote una película que debería haber sido inolvidable. Ni es esta la primera ocasión en que se intenta filmar Moby Dick (o algo que se relacione con esa novela magnífica) ni será la última en que en el intento los intrépidos del cine se hundan en el abismo. Del mismo modo que en la novela esa entidad marítima de proporciones insólitas, avatar de una vileza cósmica, avasallaba a los hombres en su afán de capturarla, algo así sucede con quienes pretenden hacer cine a partir de la sustancia de aquella obra literaria. Nadie pudo salir airoso hasta ahora, y si bien Ron Howard parte de los hechos que inspiraron a Herman Melville a escribir esa novela, el resultado es desalentador. Todo comienza con un encuentro: en 1850, Melville visita a Thomas Nickerson, un marinero que en su juventud estuvo en el famoso barco ballenero Essex, que partiera al mando del capitán George Pollard en 1820 en búsqueda de aceite de ballena, boom económico del momento, y terminara hundido en altamar tras el obstinado ataque de una ballena gigante. La escena no deja dudas: la atribulada alma de Nickerson esconde secretos inconfesables, recuerdos propios de aquellos que frente a la supervivencia tuvieron que optar por transgredir sus principios para poder seguir con vida. Más que por el dinero ofrecido, el reluctante marinero le contará su historia al escritor, acaso como conjura de su vergüenza moral; esas memorias suponen ser entonces la materia literaria de la novela. El filme no será otra cosa que una ilustración mecánica y lineal de esa confesión. En efecto, En el corazón del mar arrancará en 1820, con la partida del Essex del puerto de Nantucket, a cargo del cuestionado liderazgo del capitán Pollard y su carismático primer oficial Owen Chase. De ahí en más, la película se conformará con delinear la confrontación inicial entre los personajes principales para luego sustituir ese choque inicial por el que importa: el de los hombres con la bestia marítima (o el capitalismo contra la naturaleza). Si bien lo primero que se escucha en el filme es una afirmación acerca de querer conocer lo inescrutable, quien espere cierta agudeza descriptiva y filosófica tendrá que ir al libro de Melvilla o a las memorias publicadas por Chase y Nickerson. La poética de Howard consiste aquí en una deliberada acentuación del lugar común por todos los medios: la musicalización ubicua de las escenas, la dinámica grupal en el navío, la estética instagram de cada panorámica en el océano convocan al póster de la sala de espera del odontólogo. Además, el hinchazón óptico de las imágenes en 3D tampoco ayuda, pues la relación entre lo pequeño e inmenso, algo que un filme que transcurre en el mar impone, no se beneficia del dispositivo estereoscópico digital, que con frecuencia trastoca la armonía en las proporciones. Y eso no se compensa con los cientos de primerísimos planos de objetos que, siguiendo la moda visual de las cámaras GoPro, simulan ingenio estético donde solamente existe innovación técnica. Después de un veloz plano inicial de un perro devorando un choclo desde una cercanía insólita, se puede esperar cualquier cosa. Luego de una película tan hermosa como Rush: pasión y gloria, las expectativas eran altísimas, pues en su filme precedente Howard había brillado como nunca; pero este es el Howard de Ángeles y demonios, un director con oficio que no siempre elige el riesgo y el camino menos recorrido. Lo cierto es que tan solo el párrafo inicial de Moby Dick tiene más vitalidad que este filme de 122 minutos, en el que el diseño visual y la trivialidad ilustrada de los grandes temas del espíritu humano sofocan el espíritu de aventura.
Seguramente el 95% de las personas que leerán esta review leyeron “Moby Dick”. No importa la edad que tengas, siempre hay una versión de la historia sobre la ballena blanca que creó Herman Melville allá por 1951 que hayas leído o quizás, hayas visto algunas de las versiones que se crearon para la pantalla grande, desde 1956 en adelante. “En el corazón del mal” va más allá de eso y nos cuenta la historia de la cual Herman Melville se inspiró para crear su libro. Un grupo de cazadores de ballenas sale en una misión al océano en el Essex y en el camino se encuentran con una ballena blanca enorme y ahí comienza su aventura.
¿Cómo sería experimentar Moby Dick sin la presencia de “lo maravilloso”? Lamentablemente la respuesta está en el nuevo film de Ron Howard y por supuesto no es satisfactoria. Más allá de sus reflexiones políticas, filosóficas y religiosas la novela de Melville tenía a lo maravilloso y lo fantástico como estandarte, hasta diría como ideología. Ese gesto honorable había sido venerado por John Huston y es la punta de lanza de su obra maestra de 1956. Debemos decir que esto no fue innovador, hasta hace no mucho tiempo, íbamos al cine para maravillarnos, pero progresivamente el impulso del CGI empezó a estar acompañado por un exceso de jerarquización de las escenas descriptivas. Ir al cine por estos días lamentablemente es, en la mayoría de los casos, caer en un conjunto de secuencias en donde abundan detalles técnicos absolutamente irrelevantes por sobre la acentuación dramática. Esto pasa en Misión Rescate (The Martian), donde Scott se preocupa demasiado por hacernos saber cómo se cultivan papas en Marte y también en En el Corazón del Mar (In the Heart of the Sea). Parece que la épica se volvió una idiotez y por consiguiente es necesario sumergirla debajo de la tecnocracia para que los films tengan un aire más grave. Incluso estoy seguro que la mayoría de estos directores (entre los que se destaca Nolan) creen que de esta forma los films se vuelven “humanos y realistas”. Grave error, no hay nada más humano que la épica, ni experiencia parecida a entrar a una sala de cine a maravillarse. En su intento por contar “la historia real” En el Corazón del Mar se convierte en una película tan falta de espíritu como las locaciones digitales en las cuales transcurre. No es una cuestión de géneros cinematográficos, está claro desde el vamos que la película no es una remake de Moby Dick, el error es no creer que puede apelarse a la épica y lo maravilloso contando historias con bases históricas. Kon-Tiki: Un Viaje Fantástico (Kon-Tiki) resulta estimulante en estos términos y parte casi con las mismas herramientas. El problema tampoco es Ron Howard, cuyas películas siguen manteniendo la simpatía del primer Spielberg, sino una nueva consciencia surgida hace tiempo y legitimada con premios a películas como Una Aventura Extraordinaria (Life of Pi) en donde se alienta a confundir profundidad con alegoría y se usan los efectos digitales para generar un distanciamiento respecto a lo material aun sabiendo que, justamente, el poder de lo fantástico reside en la posibilidad de su existencia material. No hay que volver a contar historias con decorados, animales y escenografías reales, hay que volver a contar historias. Punto. En el Corazón del Mar no es una película sobre la superación de las adversidades o sobre la grandeza del ser humano, estos temas están planteados pero no resueltos o profundizados mediante la narración. La película parece tratar sobre como un gran escritor puede encontrar lo maravilloso dentro de un relato anecdótico. Eso sigue haciendo a Howard un tipo simpático, aunque la película sea la anécdota y nunca pretenda dejar de serlo. Si como espectador te interesa ver una versión de La Tormenta Perfecta ambientada en el siglo XIX esta es tu película. Si tenías esperanzas de ver algo relacionado a Moby Dick vas a ver a Ben Whishaw haciendo de Melville, no mucho más.
Ron Howard tiene cada vez más ambición cuando filma. Y eso no es malo, sino, todo lo contrario, ya que en sus últimos filmes, y principalmente en la imponente y menospreciada "Rush" (2013), su habilidad de narrador ha llegado a niveles insospechados, y más como en el caso de ese filme que en el momento en el que la prometida financiación no apareció tuvo que apelar a construir un relato mucho más psicológico de los protagonistas que a una superproducción con miles de escenas de carrera. En el caso de "En el corazón del mar" (USA, 2015), película que trae una vez más a la pantalla grande el mito de Moby Dick pero desde un lugar diferente (punto de vista, soporte de la historia, realismo y verosímil del cuento) que fundamenta la tensión de la lucha del hombre con la naturaleza desde un cuidado y preciso enfoque. En "En el corazón del mar" todo inicia cuando un joven Herman Melville (Ben Whishaw), encaprichado con conocer más detalles de una épica aventura de hace años se presenta en la casa de Thomas Nickerson (Brendan Gleeson) para conocer más detalles. Si bien en un principio el anciano es reticente a brindar información, el dinero que Melville le pone arriba de la mesa es suficiente para que comience a relatar la odisea en la que se vio envuelto cuando se subió al barco ballenero Essex y compartió la epopeya con los marineros que intentaron desafiar al mar y a la ballena más grande que se conoció por ese entonces. "En el corazón del mar" posee dos instancias narrativas, una asociada a Melville y su intento por conocer cada vez más detalles de la épica epopeya y otra relacionada a los tripulantes del Essex, a sus historias personales y ambiciones. Así, conoceremos el enfrentamiento entre Owen Chase (Chris Hemsworth) y George Pollard Jr. (Benjamin Walker), uno un humilde marino que supo hacerse desde abajo y lograr un nombre en los más afamados balleneros y el otro el heredero de un linaje de marinos que a último momento le quita el puesto de capitán a Owen en el Essex. Entre ambos intentarán, cada uno con sus órdenes y pensamientos, organizar las tareas del barco hasta que la tragedia los golpee en forma de inmensa ballena que, cansada, se supone, de ver como diezman a sus compañeras decide hacer justicia y hundir al Essex. Desde allí otra historia, una de supervivencia al mejor estilo "Naufrago" en la que, divididos en dos botes, uno con cada personaje principal, intentarán sobrevivir en medio de la nada y las olas que acechan. Es interesante el juego de Howard con la cámara, sobre todo al inicio del filme, ubicándola en altura o por detrás de objetos para generar ese efecto voyeur necesario para compenetrarnos con el relato. Luego hay un estilismo que potencia la travesía por las aguas, el que, sumado a los efectos especiales y tomas submarinas, todo hace que funcione la historia. Hay minutos que sobran, como también largos parlamentos que funcionan como fundamento de los argumentos de cada una de las posiciones que se tomarán ante la tragedia, pero nada hace decaer una aventura en la que la fuerza del hombre ante la naturaleza será la guía del relato.
La verdadera Moby Dick El consagrado director Ron Howard recrea la historia real que inspiró a Herman Melville a escribir una de las novelas más leídas de toda la historia. "Y llegaría el día en que no sólo se adapten novelas famosas al cine y la TV sino también el "making off" de las mismas". La película Descubriendo el País de Nunca Jamás protagonizada por Johnny Depp abrió el juego hace unos años y desde entonces hemos tenido la biopic de J.K.Rowiling, autora de Harry Potter, y otras tantas que pretenden mostrar detalles inéditos hasta el momento, y muchas veces se quedan en el camino. Le tocó en suerte al multipremiado director Ron Howard, responsable de Apolo 13 (esa de "Houston, tenemos un problema" ¿se acuerda?), así como también de Una Mente Brillante, El Luchador, El Código Da Vinci y, por sobre todo, de la vertiginosa Rush: Pasión y Gloria, que recrea la rivalidad entre los pilotos de Fórmula 1 Niki Lauda y James Hunt. Fue precisamente en este último filme, en el que Howard encontró a su nuevo actor fetiche, que llega a tomar el relevo de Russel Crowe y Tom Hanks: Chris Hemsworth, más conocido por su trabajo interpretando a Thor en las películas de ese personaje y Los Vengadores. La trama de En el Corazón del Mar nos lleva a fines de la década de 1840 cuando un joven Herman Melville (Ben Whishaw, el nuevo Q de los filmes de 007) visita a uno de los sobrevivientes del buque ballenero Essex, hundido en 1820, para que éste le relate las verdaderas causas del naufragio. El hombre, llamado Thomas Nickerson (Brendan Gleeson) al comienzo reticente, le explica a Melville que, lejos de la versión oficial, el buque fue hundido por una descomunal ballena blanca que incluso los persiguió por meses en el mar diezmando a los sobrevivientes y obligándolos a cruzar más allá de sus límites con el único fin de sobrevivir. En base a este relato, Howard construye un relato clásico con el ida y vuelta del protagonista, Tom, entre el presente y el pasado (donde lo intepreta Tom Holland) en el que revive las alternativas que precedieron y continuaron al incidente del Essex, y cómo actuaron los máximos responsables del buque: el capitán (Benjamin Walker) y el primer oficial Owen Chase (Hemsworth), mucho más preparado que el primero merced a su vasta experiencia. La película responde a los paradigmas clásicos de los filmes de este ganador del Oscar: un alto presupuesto, un elenco plagado de estrellas en el que también se incluye a Cillian Murphy, y un gran despliegue técnico y escenográfico. En el Corazón del Mar, por lo pronto es una de esas películas ideales para el verano (mucho mar, mucho aire libre) pero no así para todo público ya que contiene algunas escenas de crudeza que Howard maneja muy bien pero los hechos lo superan. Consejo: si no está asociado a Greenpeace, vaya tranquilo.
Un buen homenaje a Moby Dick "In the heart of the sea" es la nueva película del gran director Ron Howard, responsable de títulos clásicos como "Splash", "Willow", "Apollo 13" y "Una mente brillante". En esta ocasión nos cuenta la historia que supuestamente inspiró la famosa novela de Herman Melville, "Moby Dick". El film es un claro homenaje al escritor e incluso a la película de 1956 de John Huston que protagonizó Gregory Peck. La trama comienza con un joven Melville (Ben Whishaw) yendo a visitar a Tom Nickerson (Brendan Gleeson), uno de los sobrevivientes de la tragedia del Essex, un barco pesquero del siglo XIX que fue destruido junto con gran parte de su tripulación por uno de los monstruos marinos más imponentes, una ballena blanca asesina. La película tiene una dinámica cercana al cine de aventuras con muchos toques de dramatismo, quizás más de los que una película del género aventurero puede soportar. Es decir, creo que Howard y el guionista Charles Leavitt no logran conciliar totalmente estos dos géneros, lo que deriva en que por momentos el espectador se sienta un poco agobiado y hasta aburrido con la solemnidad de la propuesta, y en otros se emocione y compenetre con las situaciones que los protagonistas se ven obligados a vivir. Creo que se les fue un poco la mano con el drama, o mejor dicho, con la suntuosidad de la propuesta. Además si analizamos un poco más a fondo la esencia de la trama, no tiene la profundidad suficiente como para ponerse tan seria. En "Moby Dick" se tocan temas trascendentales como la condición del ser humano, la política y las diferencias sociales, en cambio aquí estos mismos temas son repasados de manera un tanto superficial para darle más protagonismo a la épica de supervivencia. Por el lado de las interpretaciones, el cast es muy sólido y logra que el público realmente los vea como los personajes a los que dan vida. Para resaltar las labores de Chris Hemsworth ("Thor", "Rush") y Brendan Gleeson ("Troya", "Corazón Valiente") que aportan talento y mucha presencia en pantalla. Por el lado de los aspectos técnicos, los efectos audiovisuales están muy bien logrados, ofreciendo secuencias de acción y desesperación cada vez que la ballena decide arremeter contra los náufragos. El monstruo que inspiró Moby Dick aquí cobra vida y nos atemoriza con sus intenciones violentas. En conclusión, creo que "In the heart of the sea" es una buena propuesta de aventuras a la que por momentos se le pasa de rosca el drama solemne. Si pueden superar esta cuestión, van a poder disfrutarla bastante.