Cuando la compensación no llega Estamos ante uno de esos casos en los que la película en cuestión es tan buena como lo es el o la protagonista principal, en esta oportunidad una prodigiosa Diane Kruger, porque si bien el relato cuenta con un vigor discursivo importante y evita las típicas convenciones del cine de Hollywood en cuanto al carácter estereotipado de los personajes y la andanada de escenas de acción, lo cierto es que En Pedazos (Aus dem Nichts, 2017) adopta un formato retórico ya viejito e hiper utilizado por una infinidad de géneros que van más allá del policial negro, léase el asesinato de un ser querido y la posterior revancha por parte de un familiar que pretende cobrarse el dolor lo más pronto posible frente a la negligencia de un estado obtuso que no cumple con su deber de administrar justicia en tiempo y forma (por lo general las autoridades hacen exactamente lo contrario, martirizando a la víctima sin cesar). Combinando la debacle familiar, el courtroom drama y el thriller de venganza, el opus de Fatih Akin respeta precisamente esa secuencia narrativa con vistas a retratar el calvario de Katja Sekerci (Kruger), una alemana casada con Nuri (Numan Acar), un ex narcotraficante de origen turco con el que tiene un pequeño hijo, Rocco (Rafael Santana). El mundo de la mujer se viene abajo cuando explota una bomba casera -confeccionada con fertilizante, gasoil y clavos- en la puerta de la oficina de Nuri, matándolo junto a Rocco. Al inicio la policía sospecha, prejuicio mediante, de las mafias de Europa del Este no obstante pronto se confirma la suposición de Katja en torno a que los autores del ataque son miembros de grupos neonazis, circunstancia que conduce al arresto de una pareja xenófoba conformada por André (Ulrich Brandhoff) y Edda Möller (Hanna Hilsdorf), quien plantó el explosivo. La influencia lejana del film -y la madre de todo el gremio en su conjunto- es la mítica El Vengador Anónimo (Death Wish, 1974), de Michael Winner, la cual a la par de su primera secuela de 1982 sentó las bases para la vertiente más seria del enclave, esa que luego mutaría en la desproporción risueña de la no menos legendaria El Vengador Anónimo 3 (Death Wish 3, 1985), aquel canto al desatino homicida gratuito de las décadas del 80 y 90. En Pedazos bebe de la opción taciturna de la justicia por mano propia y realmente sale muy bien parada en su doble pretensión de fondo, una orientada en simultáneo a satisfacer las exigencias de rigurosidad de las obras destinadas al circuito de los festivales internacionales (de hecho, la faena le valió a Kruger el premio a la Mejor Actriz en la última edición del Festival de Cannes) y a mantener bien alta la tensión de manera permanente para que la propuesta sea también vendible al público mainstream (el director abraza la arquitectura y la angustia del drama pero sabe volcar el asunto al suspenso cuando la situación lo amerita). Como señalábamos anteriormente, es la actuación de Kruger la que lleva adelante el film y la que le permite volar con alas propias más allá de los resortes tradicionales del terreno de turno: la germana, recordada por Desconocido (Unknown, 2011) y por su maravilloso desempeño en la pueril y esquemática Bastardos sin Gloria (Inglourious Basterds, 2009), aquí ofrece un trabajo digno de las grandes actrices de antaño ya que a pocos minutos de comenzado el metraje la mujer se queda sin hijo y marido, tragedia que es retratada en toda su magnitud por el guión de Hark Bohm y el mismo director, haciéndonos atravesar el duelo, la furia subsiguiente, el juicio a los sospechosos y finalmente el momento de “ajustar las cuentas” (en el cine contemporáneo es inusual el nivel de detallismo y paciencia de En Pedazos, basta con decir que la mayoría de las películas similares de nuestro presente pasa de A a B en un santiamén y a puro automatismo cursi, convencidas de que lo único que desean ver los espectadores es la descarga de la presión acumulada vía escenas de acción). Definitivamente el mérito central del opus, en este sentido, es construir a una protagonista real, con los pies en la tierra, que no se transforma en una adalid del castigo ni en una máquina asesina estereotipada ni en una damisela que reclama la ayuda de un macho alfa, dejándonos a nuestro criterio -en tanto adultos pensantes- el dilucidar qué pasa por la mente de Katja en esos momentos finales cuando la compensación institucional no llega, ella decide hacer algo al respecto y sin darse cuenta termina frente a los perpetradores del delirio homicida (vale aclarar que la mujer permanece casi muda durante el desenlace y no da mayores pistas sobre cómo leer su derrotero del último acto de la historia). Tanto un alegato en contra del ascenso de la derecha fascista al poder en los regímenes del Primer y Tercer Mundo como una epopeya acerca de la desilusión para con la sociedad, En Pedazos funciona como un excelente ejemplo del modo en el que se deberían encarar las obras de género en nuestros atribulados días: sin tanta ornamentación y privilegiando lo humano…
Las secuelas del odio Titulada en inglés In the Fade, al igual que el tema de la banda de rock californiana Queens of the Stone Age, liderada por Josh Homme, que no casualmente es el responsable de las composiciones musicales del film, la película trabaja sobre el ajamiento de la vida cuando la tragedia toca a la puerta en forma de explosivos caseros. De esta manera, En Pedazos (Aus dem Nichts, 2017) indaga en la psicología de una mujer alemana que pierde a su esposo y su hijo en un atentado neonazi de carácter xenófobo contra la comunidad turca en Hamburgo, ciudad natal del realizador Fatih Akin, director del film y coautor del guión junto al veterano realizador alemán Hark Bohm. Akin construye su último film a partir de una duda, que viene a representar los prejuicios acerca de los atentados, una cuestión muy presente en Europa y principalmente en Alemania tras el preocupante ascenso electoral de los partidos de extrema derecha y el aumento de los atentados de carácter xenófobo que se registran en el país germano. Para mimetizar y analizar esta situación, el opus juega alrededor del pasado de una de las víctimas, Nuri Sekerci (Numan Acar), el esposo de Katja (Diane Kruger), la protagonista. En breves escenas el film muestra el casamiento de Nuri y Katja en la cárcel, el presente del ex narcotraficante reformado con su propia oficina trabajando mientras juega con su hijo de seis años, Rocco (Rafael Santana). Pero una bomba colocada por una pareja neonazi termina con la vida de Nuri y su hijo iniciando la obra de tres actos de Akin sobre el odio, el sistema judicial, la justicia por mano propia, la xenofobia y la solidaridad nacionalsocialista en la actualidad. Para la fotografía Akin continuó, al igual que en Tschick (2016) y The Cut (2014), con la magnífica colaboración del director de fotografía Rainer Klausmann, responsable de la cinematografía de dos grandes películas del cine actual alemán, El Experimento (Das Experiment, 2001) y The Baader Meinhof Complex (2008). Aquí Akin y Klausmann trabajan cada escena a partir del cuerpo y las emociones de Diane Krueger como ejes del relato. El film se centra en las etapas del sufrimiento de la protagonista por su pérdida, en los recuerdos que se hacen cada vez más dolorosos y en el proceso del duelo principalmente analizando los gestos de la acongojada Katja, interpretada de forma maravillosa por Kruger, una actriz versátil que descifra la síntesis entre la angustia que la mujer siente ante la muerte de su familia y la furia contra los psicópatas neonazis que perpetraron el cobarde asesinato. En Familia, Justicia y El Mar, los tres capítulos de la obra de Akin, En Pedazos construye una verdadera odisea de una mujer para encontrar un sentido ante tanta locura, primero en los recuerdos, después en la búsqueda de la verdad y más tarde en un intento de venganza. La banda sonora de Homme, que incluye un gran tema de Courtney Barnett, Anonymous Club y uno de los mejores temas de la cantautora sueca Lykke Li, I Know Places, busca en la condición de la furia de los temas la semblanza con los sentimientos de Katja, creando una fiera mirada sobre la realidad que por momentos se transforma en melancolía introspectiva llena de desasosiego. En Pedazos puede ser analizado así en base a la letra de In the Fade, el tema compuesto por Homme y Mark Lanegan para el segundo disco de Queens of the Stone Age, Rated R, como una alegoría sobre la despedida y el duelo, una metáfora poética sobre vida expuesta a la muerte constantemente, sin nada que salvar, tan solo los sentimientos que se marchitan y se desvanecen con la pérdida.
“En Pedazos” se centra en Katja, una mujer casada con un hijo que, luego de una explosión en el comercio de su marido ubicado en el barrio turco de Hamburgo, pierde a su familia. Es así como deberá pasar por la búsqueda de los sospechosos, el tribunal de justicia y el deseo de venganza. El film alemán ganador de un Globo de Oro y preseleccionado para el Oscar (que no consiguió estar finalmente entre los cinco ternados) aborda una temática tan realista como actual: el terrorismo en Europa y el regreso de grupos neonazis en Alemania que se manifiestan en contra de los musulmanes y el crecimiento de los refugiados extranjeros. Y a su director Faith Akin no le tiembla el pulso a la hora de narrar este argumento de una forma cruda e incómoda para acentuar la autenticidad de los hechos. Su búsqueda de veracidad también se encuentra expuesta en las cuestiones técnicas, donde prevalece el sonido ambiente por sobre la música (aunque también tenemos momentos de acompañamiento) y filmaciones caseras que nos acercan más a la vida íntima de la protagonista. La historia está estructurada de una manera clásica y dividida en tres actos: la presentación de la familia y el suceso en sí, el desarrollo en el tribunal de justicia y el desenlace final. Si bien dentro de cada parte nos encontramos con un dinamismo en la trama, falta una conexión más armoniosa entre cada una de ellas para darle una mayor fluidez al relato. Diane Kruger, protagonista de la cinta, encarna perfectamente a Katja, poniéndose en el lugar de una mujer que lo perdió todo, con una dicotomía entre el desgano y la fortaleza de la lucha por obtener justicia. La actriz compone de una muy buena manera a su personaje (también la ayuda el gran guion que le permite crear un desarrollo interno y psicológico), brindándole tanto el cuerpo como el alma (y una gran cuota de sensibilidad). Sin embargo, no todos los secundarios que conforman el resto del elenco tienen el mismo peso, haciendo que se desdibuje la figura de algunos de ellos. En todo momento nos encontramos con un clima crudo, inquietante y gélido (literal y metafóricamente), donde las escenas provocan tensión e incertidumbre. No sabemos en ningún instante qué hará concretamente la protagonista y hacia el final del relato observamos una decisión polémica por parte del guion, que está totalmente justificada dentro de la trama pero que puede dejar una sensación ambigua en el público. Si bien genera esa impresión de que pudo haber sido mucho más impactante, “En Pedazos” es un film que sobresale por la realidad y actualidad del argumento que se aborda y por la impecable interpretación de su protagonista Diane Kruger, quien nos permite ponernos en su piel y debatir posteriormente qué hubiéramos hecho en su lugar. Una historia cruda que se retrata de una forma correcta, exponiendo al espectador a que afloren sus sentimientos.
En Pedazos: El vacío de perderlo todo. El drama alemán ganador del Globo de Oro a Mejor Película Extranjera trae una historia de pérdidas y fortalezas, liderada por una inmensa Diane Kruger. En temporada de premios es inevitable perder de vista algunos estrenos de menor tamaño, lamentablemente puede pasarle incluso a una película galardonada con el Globo de Oro a Mejor Película Extranjera. Ignorada completamente por una academia que le negó siquiera una nominación a los Oscars, tenemos el estreno de un drama alemán destacado por el protagonismo de una Diane Kruger sufriendo un dolor personal terrible. Una joven madre ve su vida destrozada cuando una explosión reclama la vida de su esposo e hijo. Durante la cinta seguiremos el camino de su duelo, pasando por una interminable lucha contra la tristeza y adicciones que terminaran culminando inevitablemente en una lucha por justicia. En las últimas dos décadas, en Alemania han ocurrido de forma constante distintos atentados por parte de grupos identificados con el nazismo y apuntados a gente de origen extranjero. El director Fatih Akin, alemán de ascendencia turca, siempre tuvo como eje en su filmografía la vida de la población turca-alemana. En esta ocasión la propuesta es traer una historia dramática con el calibre cinematográfico a la altura de una inmensa Kruger, que logra hacer sentir la tensión racial que al día de hoy aqueja a Europa. Con un guion que supo estar a la altura, de todas maneras la mayor falencia del film es no lograr pasar del aceptable. Hay muy poco para reprocharle, pero al mismo tiempo uno podría decir que en todos sus aspectos la película se queda corta en entregar un drama memorable al mismo tiempo que hacer justicia a una tan dramática realidad europea. La narrativa se divide en tres capítulos marcados por títulos, y es una división completamente natural para la historia. En una época dónde la gente se acostumbra a consumir su ficción en forma episódica gracias a la irrupción de la comodidad máxima en forma de streaming acompañado por un nivel de calidad excelente en las producciones que antes no podían competir con el gigante de HBO, nos encontramos con una película que parece fácilmente adaptable a la TV si esa fuese la intención en la sala de edición. Pero afortunadamente esta interrumpida historia nunca pierde el ritmo, aún cuando su división es clara y definitiva. La dinámica homogénea del film es un gran logro teniendo en cuenta la cantidad de recursos elegidos especialmente para hacer sentir al mismo como una recopilación de momentos: la cámara en mano y celular con las memorias de la familia, la cuidada elección de las ocasiones para utilizar música, y por supuesto los títulos ya mencionados que dividen sus capítulos. La dirección de Akin destaca especialmente por permitir a Kruger brillar en un papel que le requirió a la actriz entregarlo todo, y aún así tener tiempo para entregar destellos de imaginación por parte del trabajo de cámara. El guion lleva a Kruger por toda etapa imaginable cuando una persona sufre una tragedia tal, y la actriz satisface con creces toda demanda que el papel le pedía. Aunque algunas luces estaban apuntadas a Josh Homme (frontman de la banda alternativa Queens of the Stone Age), el cruel silencio es lo que domina un film que elige unas cantadas ocasiones para implementar su banda sonora. Como resultado, los momentos elegidos para acompañar con música se vuelven inmediatamente intensos. Sobria y muy sentida, En Pedazos ofrece una experiencia que aunque no dejar mayores destellos, muestra todo lo que se propone entregando una pequeña historia que logra reflejar un drama humano en medio de una realidad cada vez menos identificada solo con la ficción.
En pedazos, de Fatih Akin Por Hugo F. Sanchez Katja está casada con Nuri, tienen un hijo y según parece la vida marcha razonablemente bien para la familia. Pero en la oficina del hombre ponen una bomba que acaba con su vida y la de su pequeño niño hijo que estaba con su padre. Katja debe superar el tremendo dolor de la tragedia acompañada por sus padres, sus suegros de origen kurdo y una amiga. Rápidamente la investigación se dirije hacia el pasado de Nuri como traficante, una pasado que se muestra a través de módicos flashbacks en donde se lo ve a Nuri en prisión cuando se casa con Katja. Para la policía podría tratarse de un ajuste de cuentas entre traficantes, pero no, la mujer sospecha que se trata de una cuestión racial, un crimen de odio y la investigación le da la razón, el atentado tiene que ver con la cuestión racial y logran capturar a dos sospechosos neonazis que según el relato, sin duda son los responsables del atroz crimen. Tragedia, luego el courtroom drama, más adelante el trhiller y por último la venganza/martirio. Así se podría resumir los caminos que toma En pedazos, presentada inexplicablemente en la competencia oficial de Cannes, una producción que centra su mirada sobre el tema de la inmigración y la reacción de los grupos ultra que les atribuyen todos los problemas que sufre Europa. Con un gran trabajo de Diane Kruger como la mujer que sufre la pérdida de sus seres queridos, el relato pretende indagar sobre el complejo panorama político de Europa frente a los desplazados de Oriente, pero el director Fatih Akin (Contra la pared) apenas araña la cuestión y se dedica a construir una historia con un buen pulso en cuanto a la tensión, pero abandona rápidamente los temas que pretende retratar y lo que es peor, encamina la historia hacia un terreno cenagoso. Una y otra vez se toman decisiones cuestionables y el dilema moral sobre la justicia por mano propia al que le opone una solución intermedia, no tiene nada de media, menos de solución y si un alto componente de miserabilidad. EN PEDAZOS Aus dem Nichts. Alemania/ Francia, 2017. Dirección: Fatih Akin. Guión: Fatih Akin y Hark Bohm. Intérpretes: Diane Kruger, Denis Moschitto, Numan Acar, Samia Muriel Chancrin, Ulrich Tukur, Johannes Krisch, Ulrich Brandhoff, Hanna Hilsdorf, Yannis Economides, Rafael Santana. Producción: Fatih Akin, Ann-Kristin Hofmann, Nurhan Sekerci-Porst y Herman Weigel. Distribuidora: Mirada Distribution. Duración: 106 minutos.
Katja es una mujer alemana promedio, con un marido y un hijo a los que ama. Lo que parecía un día normal en su vida, termina siendo el peor de todos cuando la tragedia la golpea de lleno, debido a un atentado que mata a sus seres queridos. Ahora Katja debe enfrentar el juicio contra los presuntos asesinos, y sobre todo, la mirada de una sociedad que es bastante más retrograda de lo que parece. Caso extraño es el de En pedazos, film que nos toca comentar hoy, ya que fue quien se llevó el Globo de Oro a Mejor Película de Habla No Inglesa, pero en la misma terna de los Oscar, de hecho, ni siquiera estaba ternada… Sacando ese dato de color, estamos ante una de las películas más crudas de estos últimos meses; donde el verdadero significado de drama como género, cobra todo el sentido de la palabra, y nos enfrentaremos a poco más de una hora y media observando a una mujer pasando una de las pérdidas más grandes que podría vivir una persona. Y si esta sensación incomoda nos cala tan hondo, es por obra y gracia de Diane Kruger. La actriz alemana nos da una actuación impecable, pasando por todos los estadíos que suponemos, transita alguien que pierde a sus seres más queridos: tristeza, desolación, impotencia, ira y posteriormente la búsqueda de justicia. Pero la película dista bastante de ser tan redonda como suponemos. Ya que a partir de determinado hecho argumental, el film da un giro y se transforma casi más en una película de venganza al uso y ya; con su protagonista mostrando dotes de detective y una inteligencia y determinación digna de Frank Castle o Liam Neeson cuando le secuestran a alguien. Y si bien a mucha gente esto le puede llegar a gustar, rompe bastante con el verosímil que se nos venía construyendo en base a esta mujer. En pedazos tiene mucho para ofrecer, con los primeros dos de sus tres actos siendo impecables, y una Diane Kruger que bien podría haber sido nominada a Mejor Actriz Protagónica en la ya finalizada temporada de premios. Pero por desgracia el final “a loPunisher” le resta muchísimo al film. Y quizás sea ese hecho, el factor clave del porqué terminó quedándose afuera de la terna de Mejor Película de Habla Extranjera en los recientes Oscar, siendo que había ganado el Globo de Oro por lo mismo. O al menos esa es la única explicación que nosotros podemos encontrar.
Accionar a partir de la pérdida En pedazos (Aus dem Nichts, 2017) es una película dramática alemana dirigida, escrita y producida por Fatih Akin. Está protagonizada por Diane Kruger (La buscadora en The Host), siendo el primer film que realiza en su país natal. Completan el reparto Numan Acar, Rafael Santana, Denis Moschitto, Samia Chancrin, Ulrich Brandhoff, Hanna Hilsdorf, Ulrich Tukur y Johannes Krisch. La película ganó, tanto en los Globos de Oro como en los Critics Choice Awards, la categoría de Mejor Película de Habla No Inglesa. Además en el Festival de Cannes, Kruger se llevó el galardón por Mejor Actriz. Katja (Diane Kruger) vive en la ciudad de Hamburgo, está casada con Nuri (Numan Acar), un hombre kurdo ex traficante de drogas, y tiene un hijo pequeño con él llamado Rocco (Rafael Santana). Una mañana como cualquier otra deja a su hijo en la oficina donde trabaja Nuri. Cuando anochece va a buscarlos en auto para regresar a su hogar pero nota que las cosas no andan bien: la gente está amontonada, las calles bloqueadas y la policía presente. Al acercarse le comunican lo peor que podría escuchar: una bomba estalló en el lugar y se llevó consigo las vidas de dos personas. Destruida, Katja hará lo que sea para que los culpables paguen. Nos encontramos ante una historia durísima en la que a una mujer le es arrebatada su familia en un abrir y cerrar de ojos, sin explicaciones. Fatih Akin decide que la temática central no sea el terrorismo neonazi sino cómo alguien lidia con la pérdida de las personas que más ama, cómo actúa a partir de ello y se recompone (o no). La película está dividida en tres etapas con diferentes títulos (“la familia”, “la justicia” y “el mar”). En la primera veremos el suceso detonante, seguido de la investigación, donde Katja debe soportar preguntas sobre si su marido era de alguna religión, si era activo políticamente o si continuaba vendiendo drogas. Invaden su espacio personal y la hacen sentir como si el fallecido no fuera la víctima. En el segundo tramo seremos testigos del juicio, un juicio que nunca decae y cada vez se pone más intenso. La fotografía pulcra y de un blanco aplastante, junto a los diferentes ángulos de cámara, consigue que, como Katja, también nos sintamos encerrados. Diane Kruger es protagonista absoluta y brinda una de las mejores interpretaciones de su carrera. Resulta imposible que no suframos con ella al ver cómo el juez de los acusados da vuelta los hechos (gran trabajo actoral de Johannes Krisch). La elección de casting de los neonazis es otro acierto: se muestran impasibles, sonríen cuando las cosas están a su favor y tienen un odio inexplicable en su interior. La bronca de Katja, que por momentos no puede controlar, también es la nuestra. Al inicio de cada acto podemos ver en pocos minutos algunos de los videos familiares de Katja. Esos momentos, junto al ínfimo pero enternecedor tiempo en pantalla del pequeño Rocco, logran que comprendamos el vínculo familiar y por ello sintamos tanta empatía hacia la protagonista. Durante el último tramo la película toma otro rumbo: pasa a tener toques de thriller. Esto la hace aún más atrapante de lo que ya era, hasta el punto de no querer pestañear para no perderse ningún detalle. Pero si hay algo por lo que se destaca este film es por su poderoso e inesperado final. Golpea fuerte al espectador, lo deja boquiabierto y con todos los sentimientos a flor de piel. Sin dudas es controversial, lo que da paso a reflexionar sobre el estado de la justicia en la actualidad. En pedazos tiene muy merecido los premios que cosechó e incluso debería haber estado nominada al oscar. Diane Kruger se carga al hombro un papel complicado que logra interpretar a la perfección. Si buscás cine del bueno, que te llega y se queda con vos, no la dejes pasar.
El director Fatih Akin, alemán, de familia turca, toca el tema de la justicia por mano propia, cuando los jueces fallan en sus veredictos, pero con una vuelta de tuerca muy especial. En el argumento, escrito por el realizador con Hark Bohm se tocan muchos temas sensibles, las chicanas legales de abogados con pocos escrúpulos, el resurgimiento de grupos neo nazis, con gente joven entre sus filas, el cuestionamiento de cómo reaccionaria cada espectador frente a una situación que involucre directamente a un hijo y a un marido. Eligió como protagonista a Diane Kruger, que filma por primera vez en su país y que sostiene la película con una actuación digna de los mejores elogios. Gano como mejor actriz en Cannes y el filme tuvo su Golden Globe y otros premios. La primera parte esta dedicada a mostrar un casamiento en la cárcel, con el hombre que cumplió su condena como traficante de drogas, y el personaje de Diane. Luego la vida cotidiana con su pequeño hijo y como el atentado con una bomba borra a la familia de la protagonista. El director se toma su tiempo para mostrar lo devastada que esta esa mujer, luego de manera convencional muestra los entretelones del juicio con los culpables, y por fin como una mujer puede convertirse en una vengadora pero con dudas y sorpresas. No es un gran film, pero mantiene la tensión, vale por el gran trabajo de la Kruger, y para quedarse discutiendo sobre el contenido final.
El director de En julio, Solino, Contra la pared, Al otro lado, Cocina del alma y The Cut estrenó en Cannes 2017 este manipulador film que le valió a Diane Kruger el premio a Mejor Actriz en ese festival y ganó el Globo de Oro. El más reciente trabajo del realizador alemán arranca con una situación casi imposible de soportar: Katia (la estrella germana Diane Kruger) sufre la muerte de su marido y de su pequeño hijo cuando una bomba estalla frente al negocio de su esposo en el barrio turco de Hamburgo. Los supuestos autores (pertenecientes a un grupo neonazi en la línea del NSU) son absueltos en el juicio y ella deberá no sólo hacer el duelo sino también debatir internamente cómo sobrellevar semejante tragedia e injusticia. El film no tiene la más mínima sutileza: todo está (sobre)explicado, subrayado, puesto en primerísimo plano, como subestimando a un espectador que parecería no ser capaz de entender si los personajes no lloran, no dicen, no ven todo de manera obvia. Dividida en tres grande partes (presentación y tragedia, batalla legal y desenlace por demás impactante), ninguna de ellas funciona y los golpes bajos abundan. Perturbadora y procativa, sí, pero a partir de recursos con en varios momentos resultan muy poco honestos, En pedazos resultó el ejemplo más acabado de una programación de Cannes 2017 dominada por películas recargadas, solemnes y pretenciosas sobre las peores miserias humanas expuestas de la manera más obvia y brutal que pueda imaginarse. Si quieren enfrentarse a semejantes excesos, allá ustedes.
La traducción de In the Fade se corresponde más a estar en desvanecimiento, que a un estado de ánimo como el que viene a decirnos el título local En pedazos. Es muy probable que Katja (Diane Kruger, mejor actriz den Cannes 2017 por este papel) lo esté. De hecho, lo está. Un atentado terrorista, una bomba colocada al frente del negocio que manejaba su marido, estalla y termina con la vida de él, y de su hijo. A partir de allí, Katja enfrentará, al comienzo no con entereza, cómo por vía judicial el caso comienza a empantanarse. Hasta que llega un punto en el que Katja decide buscar justicia. Pero por mano propia. Los momentos más dramáticos del relato -el descubrimiento del hecho; la recepción en su casa- están construidos con fiereza y algo de devastadora fuerza por el director Fatih Akin. El realizador de Contra la pared venía de unos cuantos fiascos en su haber, y aquí levanta mucho la puntería. El hecho de que el marido de Katja sea turco y musulmán, ella alemana y el atentado haya ocurrido en Hamburgo da los parámetros para analizar también la realidad y la actualidad germana. El juicio que sigue hasta el veredicto tiene sus puntos en común con centenares de películas, pero lo que viene después es lo que marca el punto de inflexión en el filme. Akin sabe cómo mostrar el ambiente social -lo ha hecho en casi todas sus realizaciones-. Como el marido había sido traficante de drogas, los detectives huelen algo entre terrorismo islámico y guerra de pandillas. Pero Katja, que es una mujer de llorar tanto como de actuar, es inflexible. “Los nazis mataron a mi marido”, repite. Los acusados son una joven pareja casada y su defensor tiene los tips de los villanos de las Cortes. Salvo esto, no hay demasiados clisés, aunque el lector pueda entender como uno que el deseo de justicia se contraponga o vaya por el mismo camino que el de venganza cuando lo primero no se “consigue”. Diane Kruger (Bastardos sin gloria) es movida de la pasividad al duelo y una posterior toma de posición. Con la que se podrá estar o no de acuerdo, lo mismo que con el desenlace de esta película que lo que hace, en definitiva, es poner en discusión temas tan transitados -pero no por ellos claros- como el de la condición humana, la venganza y el dolor sin remedio.
El director alemán de origen turco Fatih Akin encuentra en la Alemania contemporánea un territorio fértil para abordar la xenofobia y la violencia que atraviesan a Europa desde una mirada no exenta de subrayados y maniqueísmo. La explosión de una bomba en un barrio de inmigrantes de Hamburgo no solo destruye la vida de Katja (Diane Kruger), tras la muerte brutal de su marido y su hijo, sino que la sumerge en una oscuridad emocional cuya puesta en escena tiene más de calculado efectismo que de rigor y sutileza. Akin divide su película en tres partes. En la primera conocemos a la familia de Katja antes y después de la tragedia: las raíces kurdas y el pasado carcelario de su marido, la felicidad perdida. La puesta en escena combina la tensión de la cámara en movimiento y la cercanía de los recuerdos familiares con la opresión de los espacios vacíos y la soledad de Katja en sus horas de mayor desolación. En la segunda y tercera, el juicio y sus consecuencias, esa inquietud originaria se extiende casi al límite de la explotación al exhibir el llanto y la sangre como golpes dirigidos al espectador antes que como instancias claves de la devastación existencial del personaje. Diane Kruger expresa los ecos de un interior fracturado en una historia que deriva hacia el cinismo de los villanos, el retrato pasivo de las comunidades afectadas e incurre en la irresponsable estética -eso sí, sin el disfrute culposo- del melodrama de venganza.
El duelo Recientemente ganadora del Globo de Oro a la mejor película extranjera y acreedora del premio a la mejor actriz de la última edición del Festival de Cannes, En Pedazos (In the fade, 2017), del realizador Fatih Akin (Cocina del alma) propone un duro viaje al duelo y búsqueda de venganza de una mujer apenas sostenida por sus recuerdos. En lo que creía que iba a ser un día más, con las mismas rutinas de siempre, Katja (Diane Kruger) se prepara para sorprender a su marido e hijo en el local que éste posee en el centro de la ciudad, pero a metros del mismo es testigo de cómo una bomba explota en él dejándola sin su familia en un instante. Mientras atraviesa el dolor por la pérdida de los suyos, Katja, además, deberá enfrentarse a su familia, a los policías, y a la sociedad, que cree ver en el atentado y la muerte algo más que un simple hecho fortuito, algo que ella también presiente, y que se asocia al origen extranjero de su marido. Desarmada, en pedazos, como el título local, desde las sombras, como el original, deberá desandar los oscuros caminos y tiempos de la justicia, el darse cuenta de la manera más dolorosa que nada volverá a ser como antes, por lo que buscará explicaciones en cada recuerdo que aún mantiene y que le permiten, de alguna manera, seguir adelante. Dividida en capítulos y sosteniendo la acción a partir de una presencia casi totalizadora de Kruger en la pantalla, la narración de En Pedazos se fraccionará en dos instancias bien diferenciadas entre sí. Una primera etapa, post atentado y muerte, en la que el guion del propio Fatih Akin buceará en el relato del toparse con la vida sin su familia de la protagonista. La cámara allí funcionará como un testigo silencioso de cada paso que dé, como así también de cada decisión desfavorable que tome y cada juzgamiento al que será sometida. En esta etapa la construcción de la otredad por parte de la película posiciona a la protagonista en un lugar incómodo, siendo víctima de la mirada retrógrada de gran parte de los vínculos que posee, y juzgando ella también a cada uno que se le acerque. La segunda parte del film traiciona la visión política del relato, que de enfocarse en un análisis sobre el multiculturalismo de Alemania, inevitable y urgente, profundizando en sus prejuicios, sus rechazos, y sus preconceptos, pasará a una exacerbación de la búsqueda de venganza de Katja al conocer a los asesinos de su familia para saciar un impulso que hasta el momento desconocía que poseía. Así En Pedazos pierde en efectividad, acercándose a clásicos relatos de búsqueda de venganza por mano propia, una especie de film de acción estereotipado, pero que sobrevive gracias a la sólida, exultante y potente actuación de Kruger, todos aquellos lugares comunes terminan por ceder el lugar a una tensión in crescendo hasta el desenlace final. La irregularidad de la narración imposibilita que la totalidad de la denuncia sobre los rebrotes neonazis en Alemania sea un tema principal, convirtiéndose en un tópico más del relato. Akin así resuelve de manera precipitada el vacío de Katja, obviando el vínculo creado con ella desde su desgarro y silencios, posicionándonos en un nuevo paradigma del personaje, uno que no tiene tiempo para la reflexión ni la calma. Kruger ofrece una descomunal actuación, a pesar de los vaivenes narrativos, posicionándose como el alma y el motor de la historia.
Cuando Diane Kruger apareció en Troya, de Wolfgang Petersen, en el 2004, la actriz, que ya era conocida como modelo, adquirió fama internacional y en ese momento se perfilaba como una nueva figura prometedora de Hollywood. Sin embargo, con el paso del tiempo el cine norteamericano luego la encasilló en roles menores donde se limitaba a ser la chica linda que acompañaba al protagonista masculino de turno. Quentin Tarantino le dio la posibilidad de destacarse un poco más en Bastardos sin gloria y luego pudo mostrar otra faceta como artista en producciones europeas, como Adiós a la reina, donde encarnó a María Antonieta. Su nueva labor en el film alemán En pedazos representa la mejor interpretación de su carrera hasta la fecha y pone en evidencia el modo criminal en que la industria del cine la subestimó todo este tiempo. Por este trabajo se llevó el premio a la Mejor Actriz el año pasado en el Festival de Cannes y merecía estar nominada al Oscar este año. En pedazos presenta una historia muy interesante que lidia con una temática de actualidad como es el avance del neo nazismo en Alemania. Si bien la película narra una historia de ficción, el conflicto está basado en una serie de incidentes que se registraron en los últimos años en ese país, donde ciudadanos inmigrantes fueron asesinados por grupos fundamentalistas de ultra derecha que todavía promueven las ideologías del pasado. A través de una drama intenso el director turco Fatih Akin expone la impunidad con la que se desenvuelven estos grupos y las fallas de un sistema judicial que parece operar en favor de los delincuentes. Diane Kruger brinda una interpretación dramática a través de un personaje complejo en el que transmite con mucha convicción los sentimientos de duelo y frustración que atraviesa su rol. Lamentablemente en el tercer actor de la historia, el director convierte a En pedazos en la versión “cine arte” de El vengador anónimo y una serie de hechos inverosímiles atentan contra el realismo que tenía el film hasta ese momento. La paradoja de esta situación es que es justamente en esa parte final donde la protagonista brinda sus escenas más impactantes. Aunque el director no termina por explorar del todo las temáticas los dilemas morales que trabaja, En pedazos merece su visión por la labor de Diane Kruger, quien finalmente pudo demostrar su talento como actriz.
UN THRILLER QUE HACE FOCO EN LAS VÍCTIMAS El cineasta alemán Fatih Akin es hijo de inmigrantes turcos y ha comentado en varias entrevistas las recurrentes veces que ha sufrido el racismo en carne propia. Por eso toma esta temática actual, basándose en un caso ficticio de un atentado con bomba de Clandestinidad Nacionalsocialista (CNS), y la ubica en el núcleo central de la trama de su nueva película. Protagonizada por Diane Kruger (a quien vemos por primera vez actuando en su idioma nativo, el alemán), En pedazos se inspira en los asesinatos xenófobos que tuvieron lugar en Alemania por el grupo neonazi NSU entre los años 2000 y 2007, que durante bastante tiempo quedaron impunes debido a que la policía atribuyó los crímenes a venganzas por asuntos de droga o juego. En su película más famosa Contra la pared (2004) y en Soul kitchen (2009), que si bien son distintas a este último film giran también en torno a inmigrantes en Alemania, Akin nuevamente vuelve a poner sobre la mesa de manera cruda los hechos de racismo en un momento donde la ultraderecha ha escalado posiciones en Alemania convirtiéndose en la tercera fuerza política del país. Aún así, En pedazos no es una película política, sino más bien una película personal en donde el director deja muy en claro su punto de vista, poniendo el foco en las víctimas de los atentados. Estructurada en tres partes, la historia va transformándose de un drama familiar donde Katja, la protagonista, atraviesa el proceso de duelo en sus diferentes estados que se manifiestan emocional y físicamente, hasta el desenlace más cercano al thriller. En pedazos se convierte en un film extremo, que se involucra de lleno en mostrar el recorrido de búsqueda de justicia frente a los asesinatos xenófobos. Lo hace desde un punto de vista crítico (en el sentido más duro de la palabra) y de modo filosófico ahondando en el dolor y en la incertidumbre de qué pasaría si uno pierde lo que más ama de un momento a otro.
A mi me gusta el cine de Fatih Akin. Y si bien reconozco que este es un trabajo muy controversial (hay aquí algunos elementos que promueven discusión en la crítica internacional), yo elijo tomarlos como licencias creativas, puestas al servicio de una historia y dejo para el final (en los créditos confirmo este pensamiento) la intencionalidad política que subyace en "In the fade", donde comenzamos a mirar quienes son las verdaderas víctimas detrás de los atentados terroristas. En ese universo, Akin elige una víctima de daño colateral y propone un universo de dolor, intriga policial y resolución de tono sorprendente. Quizás desacertada, pero llamativa. La historia nos presenta a Katja (Diane Kruger), una feliz mujer que lleva una vida normal en Alemania. Está casada con Nuri (Numan Acar) y tiene un hijo de nombre Rocco (Rafael Santana). Tienen un local comercial en un barrio de Hamburgo y todo parece ir bien hasta que la desgracia se abate sobre ellos. Cierto grupo neonazi realiza en esa cuadra, un potente atentado con explosivos y Katja, pierde a su familia en el mismo. Destruída y desconcertada, comenzará a transitar por espacios de combustión interna donde abrazará adicciones que tenía que en el pasado e intentará explicarse qué sucedió y quiénes fueron los responsables. La policía comenzará la investigación centrandola en su marido, sin ver otras cuestiones que parece más relevantes. Sin embargo, Katja logrará dar con pistas que pueden conducir a la búsqueda de manera más rápida. Aparecen los culpables finalmente, y van a juicio. Pero ahí, no todo sale como se espera. Lo que queda en el último tramo del film es el abordaje de la búsqueda de justicia personal que ofrece Kruger. Duro, crudo y ciertamente, discutible. Akin ofrece ciertas incorrecciones (creo yo) cuando explora algunas conductas de su personaje principal... y fundamentalmente tiende a sobre explicar algunas cosas que son visibles. No es un tratado sobre el terrorismo en el primer y cuidado mundo. No. Es justamente un emergente de algo que sucede ideológicamente, que desde lejos, se ofrece como una disputa de intereses, pero desde lo humano, tiene una dimensión distinta. Hay en "In the fade", un espíritu de transgresión y denuncia válido y establecido y si bien no es un film redondo, la actuación descollante de Diane Kruger hace necesario su visionado.
No se metan con una madre. Ganadora del Globo de Oro a mejor película extranjera y obviada, incluso de la nominación, por los Oscar en esa misma categoría y a pesar de todos los pronósticos, En Pedazos es la nueva obra de Fatih Akin protagonizada por Diane Kruger en uno de los papeles más comprometidos de su carrera. La película comienza con una estructura clásica de presentación de los personajes en un estilo prácticamente de “había una vez”. Pero esto está lejos de ser una fábula inocente propia de Esopo o Samaniego. Con quien nos encontramos es con Katja (Kruger), una madre de familia de mediana edad que supo tener su pasado oscuro, con temas de adicción a las drogas de por medio, pero que en el último tiempo ha encontrado la estabilidad emocional con base pura y exclusivamente en su marido y su pequeño hijo. La tragedia se hará presente en su vida cuando un atentado en el centro de Hamburgo acaba con las vidas de su esposo Nuri y su hijo Rocco. En un análisis segmentado de la obra de Fatih Akin hay que decir que los méritos aparecen y en cantidad. Ahora bien, cuando la mirada sobre la película pasa a ser integradora es que aparecen algunas discordancias. Tenemos distintos momentos y ese adjetivo aplica en todas sus acepciones. Empezamos con la mencionada presentación de los personajes, siempre con el foco en Katja, pero con el cuidado suficiente para dejar en claro que esta reformada madre tuvo un problema de drogas en su juventud, que su esposo es de origen turco y cuando la conoció estaba en prisión por tráfico de drogas también, que los padres de Katja no aprobaron esta unión y que el actual es un contexto de gran violencia en Europa con atentados a pequeña, mediana y gran escala que están a la orden del día. Este fragmento inicial con pocas escenas logra cimentar magistralmente todo lo que vendrá. Y lo que viene son otros momentos completamente distintos del inicial en cuanto a climas pero igual de efectivos individualmente. Primero con el período de dolor que Katja experimenta tras la muerte de su familia (aquí el foco puesto en el excelente trabajo de Diane Kruger), luego con el cariz policial que toma la película a partir de la investigación que se realiza para encontrar al o los culpables del atentado (la pista de odio racial y el pasado criminal de Nuri son dos elementos fundamentales para esto que vuelven a resaltar la importancia del inicio de la película), más adelante cuando la obra se convierte por momentos en uno de esos relatos de género que transcurren enteramente dentro de una corte con su juicio correspondiente (y esto tiene que ver con los avances de la investigación de la policía) para ulteriormente desembocar en el tramo final que encuentra a la protagonista bastante recuperada de su shock emocional y lista para conducirnos al desenlace donde su ubica la verdadera tesis de la historia. Y será en esta última parte donde aparecerán los principales problemas. Porque a partir de la decisión final que Katja toma respecto de su situación y del proceso que experimenta para llevarla a cabo es que llegamos a una resolución que desde el punto de vista narrativo y de peso simbólico resulta algo banal, entendido esto como un tramo final que no está a la altura dramática de esos cuatro o cinco momentos previos que parecían prepararnos para algo más. Están presentes los planteos, están las formas que nos generan tremendo interés por las temáticas que abordan y la manera que tienen de hacerlo, están los personajes adecuados, están los climas, está el ritmo. Falta ese broche de oro que termine de amalgamar todo lo previo y tal vez ahí, por un pequeño detalle que no lo es tanto, reside la diferencia entre un Globo de Oro y un Oscar.
La primera escena, hermosa, nos presenta a un lindo flaco de pelo negro, largo, y traje blanco impecable, saliendo muy feliz de la celda entre los vítores de los demás presos. A él lo veremos siempre contento. Pero a la mujer la veremos sufrir, y mucho. Esta es la historia de un amor destruido por el odio, y más aún la historia de una búsqueda de justicia, por las vías legales o por las otras. La acción comienza en Hamburgo, siempre húmeda, y culmina en un bosque griego, de suelo seco. La resolución también es seca. Y tremenda, de esas que dejan mudo al espectador. Las reflexiones vendrán después, porque acá hay mucho para pensar, sobre todo nosotros, que tan fácil resolvemos las cosas ante el televisor, y tan habituados estamos a las soluciones "a la americana" del cine de entretenimiento. Cierto, aquí hay una escena de seguimiento un poco inverosímil, evidentemente hecha para apurar el camino al desenlace, pero es una escena breve y no desbarranca. Simplemente nos va a hundir a todos. No corresponde contar más. Salvo que la protagonista Diane Kruger tiene una fuerza interpretativa impresionante, y encima es linda (ya la hemos visto en "Adiós a la reina" y "Bastardos sin gloria"). Que el resto del elenco también es muy bueno, con puntaje extra para Johannes Krisch, el aborrecible abogado defensor. Y el autor es el alemán de origen turco Fatih Akin, el de "Corto y con filo", "Contra la pared" y otras películas fuertes. También hace comedias.
Una tesis obligada a dar respuestas En diálogo con el presente a través del énfasis en la alegoría, la infatuación y la crueldad, el film parte del asesinato de la pareja y el hijito de una ex narcotraficante, quien termina ejecutando una acción que desprende el olor más rancio de la fábula revanchista. Todos los grandes eventos cinematográficos tienen un tema de agenda que los atraviesa. Sin ir más lejos, en la última ceremonia del Oscar fue el rol de la mujer dentro de la gran industria, con el escenario ocupado por discursos contra los abusos sexuales y la poca representación tanto en la pantalla como en el historial de los premios. En el Festival de Cannes de 2017, el centro había estado en la compleja situación geopolítica de Europa. De allí que su Competencia Oficial haya registrado varios títulos que dialogaban con el presente apostando “al énfasis en la alegoría, la infatuación y la crueldad”, tal como describió Luciano Monteagudo en su crónica para este diario. Ganadora del Premio a Mejor Actriz, En pedazos pertenece al núcleo más duro de esta tendencia. Un núcleo donde las películas son concebidas como tesis que deben dar respuestas en lugar de ensayar preguntas, y donde esas respuestas son muy parecidas aun cuando sus responsables provengan de puntos opuestos del globo terráqueo: la vida es una cadena de atrocidades impulsada por factores externos; el mundo, un lugar imperado por la barbarie, y los mecanismos de contención del Estado, una ausencia que debe llenarse como sea. Ganador del Globo de Oro a Mejor Film Extranjero, el último trabajo del realizador alemán de origen turco Fatih Akin (Contra la pared) arranca con la felicidad de un casamiento, como para que quede clarito, a puro contraste, que lo que viene después es horrible. Katja (Diane Kruger) y Nuri (Numan Acar) viven tranquilos y en armonía después de haberse alejado del mundo de las drogas. Tienen un hijito que los mantiene sobrios, por el sendero de la vida familiar y rutinaria. Hasta que asesinan a papá y al nene con una bomba casera en la puerta del local familiar. ¿Quiénes podrían ser los autores? Todos menos la pobre viuda y su entorno cercano, básicamente. La policía cree que se trató del “cobro” de una deuda por parte de algún viejo cliente de Nuri, que antes de terminar tras las rejas había hecho una sólida carrera como narcotraficante. Una carrera que pudo haber seguido, teoría avalada por un paquetito de cocaína encontrado durante un allanamiento que la policía, igual de mala que todo, incauta para una causa. Katja, en cambio, sostiene desde el principio que fue un grupo de xenófobos no muy contentos con que un hombre de origen kurdo se empareje con una mujercita bien rubia como ella. Narcos kurdos o neonazis arios: esa es la cuestión. Como en el 99 por ciento de las películas de qualité sobre “temas importantes”, las referencias a situaciones y agrupaciones contemporáneas son moneda corriente. Lo mismo que la obligación de cada personaje de encarnar una posición moral definida y explicitada, nunca un punto intermedio, nunca algún indicio de matiz que ponga en abismo los valores que debe encarnar. Al bando del Bien pertenecen Katja y el amigo de su marido que oficia de abogado durante el juicio, proceso que ocupa el segundo y más extenso de los actos. Parece que las cortes en Alemania son un show de lucha libre retórica, con hinchada aplaudiendo los discursos más punzantes, y una defensa encabezada por un abogado más malo que sus clientes y William Boo juntos, un tipo con pinta de jerarca del Tercer Reich, socarrón, sobrador y canchero que hasta se da el lujo de dormir en plena faena. Conviene no adelantar cómo culmina el proceso, aunque no es muy difícil suponer que mal, muy, muy mal. Sí es sorprendente lo que viene después, cuando Akin redondea su película empujando a la pobre Katja a ejecutar una acción que desprende el olor más rancio de la fábula revanchista.
A mediados de los años 70, el realizador italiano Gillo Pontecorvo descubrió que se podían contar hechos políticos con tensión narrativa, suspenso, violencia y emoción. En otras palabras: en formato de thriller, invención narrativa de la nación imperial. La película en cuestión es La Batalla de Argelia (1965) y se trata de una obra maestra hecha y derecha. No solo por sacarle el jugo al máximo a todos los recovecos del género, sino por virturdes que el género no suele tener y que se corresponden con el estilo semidocumental y en blanco y negro con el que el cineasta italiano decidió mixturar el thriller: crudeza visual, sensación de “vivo” y nervio narrativo. Con el thriller político sucede algo semejante a lo que pasa con el spaghetti western, otra creación italiana: comienza con una obra maestra (en el caso del spaghetti western con varias, todas firmadas por Sergio Leone) y de allí en más languidece. Notorios cineastas de izquierda filmaron, en algún momento de sus carreras, al menos un thriller político, formato que permite fusionar el “cine de ideas” (de ideas políticas, en este caso) con una expectativa de mercado: el thriller vende, es un género instalado y tiene su público. Ken Loach lo practicó con fortuna diversa. Bien en Agenda Secreta (1990) y de manera más bien fofa en Route Irish (2010, estrenada en Argentina hace unas semanas, con el título La Verdad a Cualquier Precio). Bernardo Bertolucci lo reinterpretó desde las coordenadas del decadentismo viscontiano en La Estrategia de la Araña (1972, basada en “Historia del traidor y del héroe”, de Borges) y El Conformista (1973). El productor español Gerardo Herrero podría decirse que se especializó, durante años, en este subgénero, con una serie de películas dirigidas por él mismo o por otros. Todas malas: Territorio Comanche (1997), El Misterio Galíndez (2003) y Heroína (2005), entre muchas otras. Tiempo de Revancha (1981) y Últimos Días de la Víctima (1982), ambas de Adolfo Aristarain, son thrillers políticos. Pero buenísimos, por la sencilla razón de que a Aristarain, a diferencia de la mayoría de quienes incursionan en este subgénero, le interesa tanto narrar como darle un sentido político a la narración. Ahora es el alemán de familia turca Fatih Akin el que se aventura en el subgénero. Conocido en Argentina sobre todo por Contra la Pared (2004), y también por Al Otro Lado (2007) y Soul Kitchen (2009), se asocia a Akin con una voluntad de denuncia política (del racismo y la xenofobia antiinmigratoria de la población alemana) y una visceralidad de puesta en escena que se hacían presentes en Al Otro Lado. Frente a En Pedazos (Aus dem Nichts / In the Fade, 2017) conviene olvidar todo eso. O lo último, más precisamente. La historia de En Pedazos es elemental. Katja, rubísima aria (Diane Kruger), vive en feliz matrimonio con Nuri, extraficante de origen turco, y con el hijo de ambos, hasta que una bomba hace estallar todo por los aires. Katja está convencida de que se trató de un atentado neonazi. Tras superar el dolor de la pérdida y enfrentar a policías que sospechan más de la víctima que de los victimarios, y a jurados muy dispuestos a absolver a aquellos a los que las pruebas incriminan, intentará como último recurso la justicia por mano propia, casi como versión femenina del vengador solitario (el de Charles Bronson o el de Bruce Willis, lo mismo da). Hay una diferencia entre los thrillers estadounidenses y estos thrillers hechos por cineastas de izquierda. Más allá de las fórmulas y de las repeticiones, los estadounidenses suelen estar bien narrados. Al menos en términos de tensión, de violencia, de vueltas de tuerca que mantengan un poco el interés. En Pedazos es un thriller lineal, básico, ante el cual en lugar de persecuta o adrenalina se siente sopor. Durante los largos interrogatorios a los que el jefe de policía (un tipo con pinta de lumpen triste, de ceño fruncido, barba crecida y arrugas en la frente), la propia Diane Kruger (que está magnífica, por cierto) parece a punto de quedarse dormida. Después viene una media hora de tribunal, semejante o inferior a la de cualquier serie del montón, y finalmente la parte “vengadora solitaria”, que transcurre en Grecia, donde un miembro del partido de ultraderecha Aurora Dorada sirve de anfitrión a los autores del atentado. Allí, Katja desactiva una bomba con la que pensaba cobrarse venganza… para no matar a un pajarito. No es una manera de decir: es así nomás. Con notable coherencia humanista, se niega a matar a un pajarito pero no a… no podemos decir más, que quien quiera lo vea por sí mismo. En el medio aparecen algunos personajes, sobre todo la madre de la protagonista, que le sirven a Akin para volver a denunciar el microfascismo cotidiano de la sociedad alemana de aquí y ahora. Pasa algo curioso con esta clase de películas de cineastas “consagrados”: el nombre del realizador funciona casi como extorsión en relación con el público, la prensa especializada y todo el establishment cinematográfico de festivales y premiaciones. “No se te ocurrirá hablar mal de una película de Fatih Akin, ¿no?”. Entonces sucede que esta película muy mala se presenta en Cannes, Diane Kruger gana allí la Palma a Mejor Actriz (un premio justo), después empieza todo su recorrido por festivales, montones de asociaciones de críticos estadounidenses la consagran como Mejor Película Extranjera 2017 (extranjera al interés cinematográfico, podría ser) y termina ganando el Globo de Oro en la misma categoría. Con lo cual, de aquí en más su realizador podrá dedicarse a hacer películas iguales a esta, con la garantía de seguir siendo considerado un “autor” a seguir. No se te ocurrirá hablar mal de una película de Fatih Akin, ¿no? Sí, si es mala sí.
Un atentado terrorista deja a Katia sin marido y sin su pequeño hijo. Es un preámbulo desgarrador, difícil de soportar como espectador, frente al rostro desencajado de Diane Kruger, la bella y talentosa actriz alemana, en un papel que le valió el premio a la mejor actriz en Cannes. Es una crónica del duelo desesperado que no ahorra detalles, como el regreso de ella a la pared ensangrentada después del atentado o los cambios físicos que experimenta por el golpe. Una especie de segundo acto se ocupa del juicio, en el que los autores del crimen, neonazis, son increíblemente absueltos. Semejante injusticia, por parte de una corte que tampoco los admite como culpables, sino que dicta sentencia por falta de pruebas contundentes, deja a Katia al borde, del suicidio o la venganza, y da paso a una clara tercera parte de la película que no hay que contar. Un film duro para un tema duro, cuya narración podría haberse beneficiado de una mayor sutileza. Y uno que utiliza un asunto, el de la violencia ultraderechista contra los extranjeros y migrantes, para contar su cuento sórdido, sin meterse de veras en lo político y mencionando su correlato con el horror del terrorismo islámico actual así, como al pasar.
La historia comienza con una introducción muy romántica a partir del casamiento de Nuri Sekerci (Numan Acar, La gran muralla) y Katja (Diane Kruger, una gran interpretación de la protagonista, se luce en cada detalle y muy merecido el premio en Cannes a la mejor actriz) en la cárcel. Luego lo vemos trabajando en una oficina y como su pasado como narcotraficante quedó atrás. Una tarde en ese lugar se queda con su hijo Rocco (Rafael Santana) que tiene unos 6 años por la noche se encontrarán con Katja. Cuando esta mujer alemana Katja llega a buscar a su familia, su vida se rompe en mil pedazos ante la muerte de su hijo y esposo, estos fueron víctimas de un atentado neonazi, xenófobo contra la comunidad turca en Hamburgo. El director divide el relato en tres partes: familia, justicia y el mar. La cámara va siguiendo a esta mujer en su dolor, en su pérdida, en su duelo, por momentos se encierra en sus recuerdos y el odio que siente ante los psicópatas neonazis, que cobardemente mataron a sangre fría a sus seres queridos. El director Fatih Akin, es hijo de inmigrantes turcos y ha sufrido en carne propia el racismo, él nació en Alemania y a lo largo de su filmografía siempre se preocupó por las diferencias entre la población turca-alemana. Este film se relaciona con atentados neonazis ocurridos entre 2000 y 2007. Su ritmo es dinámico, ágil, con una banda sonora y un paisaje que acompaña cada escena, si bien tiene un fuerte contenido que puede llevar al debate, ya se vieron muchas historias similares. Recordemos que “En pedazos” fue ganadora en el Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera e ignorada en la nominación a los premios Oscar donde la dejaron fuera de la competencia.
Empecemos por las cosas buenas: Diane Kruger -que fue premiada en Cannes por esta actuación- está excelente, y por momentos Fatih Akin logra transmitir la intensidad de su drama. La película narra el conflicto interior y la sed de justicia (que se vuelve sed de venganza) de una mujer a la que un atentado terrorista deja sin su marido y su hijo pequeño. Hay un juicio, las cosas se complican y entonces Akin empieza a hablar del racismo, de la violencia, de una cierta cantidad de cosas que opacan la trama y disuelven el punto más interesante: el análisis de caracteres, especialmente el de la protagonista. Dicho de otro modo: el film podría contarnos cómo se llega al odio y a la necesidad de venganza de tal modo que nos permita tomar libremente partido, pero decide decirnos alguna perogrullada como que la violencia engendra más violencia y que el racismo es malo en cualquier sentido, etcétera. A las obvias virtudes de narración fílmica se le superponen subrayados tales que hacen de esta película una clase B (mediocre) con pretensiones. Pura confusión.
El director Fatih Akin (“En julio”, “Contra la pared”), nos presenta a través de este filme, quien se llevó las estatuillas como mejor película de habla no inglesa en los Critics Choice Award y los Golden Globes, un cruel y potente relato basado en hechos reales, en donde la tragedia es la principal protagonista. Katia (Diane Kruger), vuelve de pasar un día de spa con su mejor amiga cuando se enfrenta al peor de los hechos que le puede acontecer a cualquier persona: una bomba estalló en el barrio turco de Hamburgo (Alemania), acabando con la vida de su marido y su hijo. La película escrita por el mismo Akin y Hark Bohm, se fragmenta en tres grandes segmentos (“La familia”, “El juicio” y “El mar”), tornando al relato excesivamente ordenado, ya que todos los acontecimientos que se suceden responden, como un examen, al título que lo precede. El dolor insoportable que atraviesa la protagonista se exhibe, claro está por lo sucedido, como golpes bajos constantes en donde, sobre todo durante la primer parte de la película, abundan las escenas lacrimógenas. El trabajo de composición y entrega de Diane Kruger es sublime y es, junto con el guión, lo más valioso para destacar. La actriz, ganadora en Cannes por este papel, lleva sobre sus hombros un compromiso de una gran exigencia emocional. Su trabajo es de una complejidad notable , sin fisuras. Quizás necesaria para mostrar que la discriminación etnica esta lejos de extinguirse, “En pedazos” propone adentrarse en una historia sin matices, incomoda, dolorosa, con un mensaje tan cruel como cierto.
Tras los trabajos realizados en Contra la pared y Al otro lado, el director alemán de raíces turcas Fatih Akin ha sido reconocido como uno de los cineastas más comprometidos políticamente con los conflictos sociales en su país surgidos a partir de la inmigración y el racismo. Los vejámenes sufridos por la población turca en Alemania están siempre presentes en mayor o menor medida. En pedazos, como es de esperarse, no es la excepción. Estrenada en Cannes en la edición anterior obtuvo el reconocimiento hacia Diane Kruger como la mejor actriz y los Globos de Oro la consideraron como la mejor película de habla extranjera del año. - Publicidad - Incorporando un acontecimiento tan sensible como actual como lo son los atentados dentro del territorio europeo, Akin se basa en sucesos transcurridos en Colonia, donde la representación del inconsciente colectivo acerca de los terroristas es sustituida por la figura emergente del movimiento neonazi en Alemania. Un narcotraficante turco recompuesto socialmente -trabaja en una oficina y contrajo familia con su esposa alemana- es masacrado junto a su hijo en la oficina donde trabaja. Las sombras de los difuntos retornarán reiteradamente bajo los espectros registrados en videos en el teléfono de Katja, viuda de esposo e hijo. “En algún momento de la escritura del guión estuve tentado de acercarme más a los neonazis, pero decidí quedarme con las víctimas. Cuando ocurre un atentado en las noticias nos cuentan todo sobre los asesinos, de dónde vienen, quiénes son sus padres, qué tipo de educación han tenido. Sabemos mucho sobre los terroristas, pero muy poco de las víctimas y sus familias” afirma el director. Efectivamente los asesinos en En pedazos son apenas profundizados y el relato se circunscribirá al dolor de una mujer que perdió lo más valioso de su vida y que debe afrontar el duelo para facilitar la aplicación de la justicia para los criminales. La película se divide en 3 fragmentos, el tercero mucho más breve que los precedentes. En el primero Katja sufre los prejuicios de la policía -dado el pasado criminal de la víctima- quienes conjeturan que Nuri mantenía vínculos con el narcotráfico y relacionan a la mafia turca. El hallazgo de drogas que adquirió Katja luego del siniestro para mitigar su dolor agrava esta sospecha. No solo es el apremio de la policía sino también el racismo pasivo de su propia madre que suscribe a las hipótesis del inspector. También sus suegros -turcos de pura cepa- la culparán de haberlos abandonado y no haber ejercido el rol maternal de proteger a su familia. Katja, sin motivo aparente, cree firmemente que fueron los nazis. La segunda parte, “La justicia”, se ciñe precisamente al proceso judicial una vez encontrado a los culpables. El tercer y último episodio transcurre en Grecia, ante la mirada del Mediterráneo, hacia donde acude Katja para paladear su venganza. Dado el componente personal que gana la película bajo el ala de Akin y las nobles intenciones de exponer un conflicto racial abominable En pedazos tiene todos los atributos para erigirse como un fuerte filme de denuncia, susceptible de sobrecoger al espectador ante una historia tan desgarradora. “Tuve un jefe que era nazi, de adolescente me enamoré de una chica alemana que no me quería porque era turco y a los 15 años unos skin-head me dieron una paliza en el metro” revela Akin sus experiencias sobre la discriminación racial. ¿Puede entonces objetársele cosas a la película? ¿Puede ser puesta en duda sin que por eso el emisor de esta crítica sea automáticamente ganado por la frivolidad de no juzgar el costado humano del discurso del filme y sí su forma o tratamiento? ¿Puede alguien compadecerse de las experiencias sufridas por ese sector social, suscribir ideológicamente a esa lucha contra el nazismo new age y sin embargo no infundir en halagos a la película? En pedazos es una película objetable desde todo punto de vista por el mero hecho que sus decisiones formales repercuten -y debilitan- el contenido representativo e ideológico de la trama. La alusión a estos hechos lamentables y la administración de la información para conformar un thriller de riesgo devenido en un drama judicial quedan dispersos ante la necesidad del realizador de querer decir todo lo que piensa en letras mayúsculas en cada plano. La lluvia más que simbolizar el estado de ánimo del personaje y la decadencia del mundo que la rodea es una literalización mundana que embarra cualquier atisbo poético o sensible de abordar la problemática. La recurrencia al primer plano -fotogénico- de Katja llorando y gimiendo son muestras débiles de querer sobreimprimir el estado decadente del Sistema en ella en lugar de esmerarse en ideas visuales que puedan corporizarlo de otra manera. Durante el pasaje en que se mencionan los síntomas físicos que sufrió su hijo en el momento de la explotación, el cineasta recurre a una lentilla partida (que sirve para poner en foco un elemento muy cercano a cámara con otro muy lejano, a lo Ciudadano Kane) para unificar innecesariamente a la oradora forense con la penosa Katja y verla padecer ante los crujientes detalles de la médica. El abogado rival, quien probablemente audicionó para hacer de jerarca de la Gestapo en La caída, es aun más perverso que los terroristas nazis. Akin acude a estos y otros recursos para suscitar el odio en el espectador; un odio tan homogéneo y unilateral que termina volviéndose vacío. Como sucede con The Square, Loveless, las películas de Von Trier, Lanthimos y en algunos casos Haneke la asunción del discurso de la película como una tesis que expone los males y crueldades del mundo contemporáneo -siempre desde una mirada altanera y autoindulgente- hunde al film a causa de un exceso de solemnidad, que fuerza a escindir a los personajes dentro del bando moral del Bien y del Mal. El Mal por supuesto triunfará porque el mundo es una peste en la que no hay esperanza de redención. Condicionada en este caso por la identificación cultural y política de su director y guionista En pedazos no llega a pertenecer de lleno al grupo del “cine de qualité misántropo” de los citados anteriormente, pero indudablemente la mirada uniforme del director vuelve a la película un alegato panfletario, sin el atrevimiento de incluir matices que le den mayor dinamismo a la crisis de valores que denuncia película. En En pedazos todo está señalado con un trazo grueso donde se vislumbran los hilos maniqueos de la enunciación. Por supuesto a los grandes festivales europeos, quienes suelen promocionarse como el paradigma del progresismo intelectual, En pedazos es una película que cae como anillo al dedo, porque al esforzarse en ser explícitamente incómoda no termina incomodando a nadie.
Fatih Akin, director de la multipremiada Al otro lado, estrena su nueva película En pedazos, protagonizada por Diane Kruger como una madre que pierde a su esposo y a su hijo en un atentado. Kruger interpreta a Katja una mujer casada con Nuri Sekerci, un kurdo de procedencia turca que vendía drogas y estuvo preso. Juntos tienen un hijo llamado Rocco. La historia comienza cuando Nuri, que estudió administración de empresas en la cárcel, va a su oficina con su hijo y son asesinados en un atentado terrorista. La investigación de la policía por momentos deriva en los negocios de Nuri pero Katja asegura que eso quedó en el pasado. En pedazos se apoya principalmente en la figura de Diane Kruger (que recibió el premio como mejor actriz en el Festival de Cannes). La historia se divide en tres capítulos, el primero es el atentado, luego la investigación y juicio a los responsables del mismo. Aquí la actriz hace uso de toda su fisonomía para expresar el dolor de una perdida. La cámara se queda todo el tiempo con ella pero no se involucra en los hechos, el espectador se convierte en un testigo más de los eventos. La historia comienza a explorar las relaciones familiares de los protagonistas y es a partir de estos conflictos que Akin recrea el pasado de Katja, tratando de justificar su postura y las acciones que realiza en el segundo capítulo. El juicio funciona como un análisis sobre las diversas culturas que conviven en la Alemania moderna. Mientras que el espectador sabe cuál es la verdad de los hechos, se siente igual de impotente que Katja frente a los tecnicismos y prejuicios que se sostienen y reafirman en el lugar. Finalmente el relato se centra más en la venganza. Aquí es cuando el film cambia el drama y el agobio por la tensión de las acciones de su protagonista. Aunque de menor duración, este desenlace deriva en un lugar común de justicia por mano propia y, de alguna manera, pone en relieve el vacío emocional del personaje. Akin, que se tomó su tiempo para construir ante nuestro ojos a su protagonista, concluye que no hay otra posibilidad para ella y que este final abrupto revela cómo todo puede cambiar de un momento a otro.
Este thriller, protagonizado por Diane Kruger, se centra en una mujer alemana que busca a los culpables de un atentado en el que mataron a su marido de origen kurdo y a su hijo. Lo que la película gana en tensión lo pierde en cierta irresponsable y banal lectura política. Su mejor carta es la actuación de la actriz de “Bastardos sin gloria”. El realizador alemán de origen turco Fatih Akin (CONTRA LA PARED) se suma al grupo de cineastas que, en la competencia de Cannes, intentaron de uno u otro modo reflejar la complicada realidad sociopolítica en Europa a partir de situaciones de odio y violencia. Akin va directo al grano y lo que produce es un thriller con fuertes repercusiones políticas en el que, lamentablemente, toma un par de decisiones erradas que le impiden cumplir del todo con lo que promete en el principio. EN PEDAZOS arranca con la boda, en la cárcel, entre un hombre de origen kurdo, Nuri (Numan Acar, de HOMELAND), ex traficante de drogas, y una mujer alemana, Katja (muy bien interpretada por Diane Kruger), y sigue, muchos años después, cuando el hombre ya está libre, la pareja está casada y tienen un hijo. Pero cuando todo parece funcionar en sus vidas, una bomba explota frente al negocio de Nuri, quien en ese momento estaba con su hijo, y ambos mueren. Katja queda devastada: vuelve a las drogas que había dejado años atrás, se pelea con su familia y se deprime profundamente. En tanto, la investigación corre por una zona incómoda, casi buscando culpar a la víctima, con la policía mirando, en apariencia, para el lado equivocado. Ella está segura que son neo-nazis los que pusieron la bomba en un barrio que es fundamentalmente de inmigrantes y recuerda haber visto a una chica rubia sospechosa con una bicicleta, pero la policía apunta a que Nuri nunca abandonó del todo el negocio de las drogas y que buscaron matarlo a modo de venganza por algo. No diremos quiénes son ni de dónde vienen, pero la policía encuentra a los presuntos culpables. Y el juicio corre bien para Katja, pese al dolor que le produce tener que revivir los hechos trágicos y dolorosos. Pero todo se empieza a complicar a partir de ahí y la trama da un par de vueltas de tuerca que no solo no funcionan dramáticamente sino que parecen bastante irresponsables tomando en cuenta la situación política actual respecto a los inmigrantes en Europa. Los problemas del filme son las pobres decisiones narrativas de sus últimas etapas. EN PEDAZOS se divide en tres partes, claramente marcadas con títulos (el atentado, el juicio y lo que pasa después). La segunda parte falla por obvia. La tercera, como dije antes, por irresponsable (además de obvia). De todos modos si se lo toma como un thriller que busca cierto grado de entretenimiento y no como una película política –Akin no se decide por que clase de filme tiene entre manos– es innegable que el relato por momentos es atrapante y tenso y que la actuación de Kruger –potente en todo sentido– le da un plus emocional y de desgarro que la película necesita. Pero no más que eso…
Sin salida La variedad de nominaciones, en tanto nombres, que ha recibido el presente filme, ya sea en su presentación en festivales como en estrenos comerciales, da cuenta justa de la imposibilidad de ser encuadrado. Su titulo original en alemán, “Aus dem nichts”, se podría traducir “De la nada”, tal como se conoció en algunos festivales, también presentada con su titulo en ingles “In the fade”, en español sería “En desvanecimiento”. Del mismo modo en países hispanoparlantes como “En la sombra”, o con el titulo con el que se conoce en nuestras playas “En pedazos”. El problema es que debe ser la primera vez que todas las posibilidades son correctas, aunque en realidad ninguna le hace total justicia, ni puede definirla de manera contundente, menos completa. “De la nada”, el titulo original, hace anclaje en la ausencia de explicación y menos justificación que se plantean los porque sucede “En desvanecimiento”, “En la sombra” o la misma “En pedazos” hacen pie desde distintos ángulos de observación, en el personaje propiamente dicho Estructurada en tres episodios, o capítulos, casi de manera independiente uno de otro, siendo constituido en unidad por la presencia de su actriz en todos los fragmentos, como en la continuidad de una historia, que se aúna en el espectador y que se presenta de nunca acabar. La locura se hace presente desde un primer momento, desde lo general hasta lo particular. La primera, es la presentación del personaje y sus circunstancias de vida, desde su casamiento hasta, elipsis de por medio, el atentado en el que mueren su esposo y su hijo. La seguido, por la búsqueda, descubrimiento de los responsables del atentado, y el juicio que se lleva a cabo, con todas las argucias legales a disposición , con la idea de justicia como bandera, ella solo quiere castigo a los culpables de haber transformado su vida en un infierno. La tercero, el desenlace de la historia de una mujer que no puede elaborar el duelo al que es expuesta, a la que le cercenaron su proyecto de vida y no tiene consuelo. El filme se sostiene. por sobre todas las cosas, a partir de la empatia que genera Katja Sekerci (Diane Kruger), sin embargo el director, Fatih Akin, el mismo de “Contra la pared ” (2004) o “Al otro lado” (2007), sabe como utilizar el texto para denunciar la actualidad de una sociedad que parece no haber aprehendido de su pasado, tan discriminadora como siempre, en este caso con los inmigrantes y la arbitrariedad a la orden del día. La estructura del mismo, si bien es lineal y progresiva, mantiene el interés, nunca decae, posiblemente por los cambios estéticos que se van mostrando a partir del uso de la luz y el manejo de la cámara cada vez más cercano al protagonista principal. Dando una sensación de claustrofobia interna del personaje de la que el espectador no queda excluido ni indemne, esto debido a la maravillosa actuación de Diane Kruger, ganadora como mejor actriz en Cannes por esta performance quien se pone el texto sobre sus hombros y lo soporta de maravillas. Podría suponerse que la dureza del tratamiento, sin edulcoramiento de ninguna naturaleza, hace mella sobre los espectadores hasta los planteos del orden de lo moral, pero en realidad sólo le deja interrogantes. Todos muy molestos, tanto que nadie podría responder desde la certeza absoluta. Una posible, nunca buscada ni deseada, es la que se le presentó a Katja Sekerci. (*) Realización de Rogel Donaldson, 1987
En Pedazos es la nueva película del realizador alemán de ascendencia turca Fatih Akin, recordado por la dirección de cintas celebradas y galardonadas como Contra la Pared y Al Otro Lado, en donde Akin pone en foco el malestar que pueda aquejar a los turcos, tanto en su territorio, como en países vecinos, en los casos mencionados en Alemania. En ese sentido, podemos decir que el cineasta alemán sostiene en este film esa marcada tendencia, haciendo mella en la discriminación. La protagonista de la película en cuestión es la actriz alemana Diane Kruger, quien ganó un Premio en Cannes por dicha interpretación. La historia de En Pedazos se centra en la familia de Katja (Kruger), compuesto por ella, su marido Nuri, de origen turco, y un hijo pequeño llamado Rocco, Unos pocos minutos le alcanzarán a Fatih Akin para introducirnos en la felicidad que la familia goza, empezando por la celebración del casamiento de la pareja, y llevándonos luego hasta la actualidad. Tan solo horas más tarde de despedirse de ambos, llegará el hecho que representará un quiebre para la vida de Katja; se entera de que fallecen en un atentado, del cual no hay muchas razones que lo expliquen. El hecho negativo sin duda golpeará a la joven mujer, quien estallará en llanto. Aún quebrantada por la dolosa instancia que Katja atraviesa, será sofocada por los encargados de la investigación, quienes sospechan que su marido, encarcelado y vinculado al negocio de las drogas hace mucho tiempo atrás, había vuelto a las andanzas, y que por algo alguien tuvo la intención de matarlo. Pese a que el dolor mismo la sacuda, llevará con ayuda de un abogado amigo las instancias hasta donde sea posible, encontrando a los supuestos culpables del atentando e incluso lograr llevarlos a juicio. Una vez allí la tensión crece, y la actitudes que se verán por parte de los acusados y el mismo defensor, generarán aún mas enojo tanto en Katja, como en su abogado, ambos convencidos de la culpabilidad de los acusados. Si bien en la película se entrecruzan dos temáticas harto conocidas, la existencia de defensores del nazismo y la discriminación, y muchos de los elementos habituales en estas ocasiones, Fatih Akin logra enhebrar una historia con personalidad, dejando en claro rasgos que se han visto en cintas anteriores. Las cosas están en su lugar, y eso hace que el film fluya sin entorpecimientos, dotado de un ritmo pertinente, y sosteniendo la atención en todo momento, generando la empatía necesaria con el espectador. Ayuda mucho la forma en que Diane Kruger desarrolla su personaje, llevándolo hasta donde la historia lo pide, así como la aparición de una figura que siempre suma como Ulrich Tukur, o la actuación de Johannes Krisch. Todo lo referido a fotografía, puesta en escena y dirección, termina de imprimir la fuerza necesaria en lo que concierne a la narración de los sucesos. El cuestionamiento a la forma en que funciona la justicia está presente, así como una fuerte crítica a ciertas tendencias discriminatorias, de las que los alemanes claramente no pueden despojarse, siempre latentes al menos en sectores de su población. Por tanto, no podemos negar la naturaleza de cierta parte del público a esquivarle a determinados dramas en donde están presentes fuertes emociones e instancias dolorosas que pueden a uno tocarlo, En Pedazos es una película a ver, siempre y cuando uno esté preparado para presenciar esos momentos.
La última del director turco-alemán Fatih Akin es una venganza anti neo-nazi, algo así como lo hubiese sido Unglorious Bastards si en lugar de haber sido fecundado por el cráneo alterado de Tarantino hubiese estado en manos de alguien cuyas intenciones fuesen más pragmáticas, humanas, dispuestas a extender la discusión en torno a los ataques terroristas por parte de grupos de extrema derecha contemporáneos. En definitiva, una crítica anti-nazi sin tanto vuelo ficcional y más arraigada a las víctimas periféricas que provoca el odio racial. Tomando como puntapié una serie de atentados perpetuados por la organización Clandestinidad Nacionalsocialista donde fueron asesinados un total de nueve inmigrantes, En pedazos expone sin miramientos el duelo de Katja (Diana Kruger), quien sufre la pérdida de su hijo y su marido kurdo durante una explosión en el barrio turco de Hamburgo. Akin toma la decisión de estructurar la película en tres pedazos. Un comienzo que inicia con la peor noticia que puede recibir una madre y su cruenta batalla por mitigar el dolor dejando en claro que por más manos complacientes que le apoyen en la espalda nadie le dará el impulso necesario para seguir con su vida. En criollo: si no se rescata ella, no la rescata nadie. Y justo cuando está a punto de tocar el fondo de la bañera, un llamado interrumpe su fatal decisión. Le avisan que apresaron a quienes ella creía que eran los principales victimarios y Katja renace ensangrentada. A partir de aquí la trama se reactiva y el filme transitará del drama familiar al drama judicial y luego al thriller, sin decaer jamás en tensión -por cierto, muy lograda la banda sonora compuesta por Josh Homme-. Sin embargo, la posición tomada por el director y su maniqueísmo por hacer que empaticemos con la protagonista oblitera cualquier profundización sobre el neo-nazismo en estos tiempos. Los sospechosos son planos, chatos, están a dos frases de ser bolos, simplemente portan con orgullo su rostro ario haciendo que el plano ideológico resulte igual de superficial. A fin de cuentas da lo mismo si la causa fue por odio interracial o por un ajuste de cuentas entre narcos (primera presunción que toman los investigadores debido al pasado criminal de su esposo), el crimen es solo el telón de fondo de una historia moldeada a la psicología ultra temperamental de su protagonista. Durante el extenso juicio que dura casi un tercio de la película -sostenido gracias al inteligentísimo truco y retruco de los abogados- en un momento se describe con detallismo forense el estado de los cadáveres. Se explican las causas de muerte, se mencionan las extremidades desmembradas y los ojos derretidos de su hijo, una imagen macabra que Katja tendrá presente cuando se enfrente al vacío legal. Si el sistema judicial fracasa, habrá que seguir por la banquina. Se podrá decir que por mas tatuajes que le dibujen, por más que el negro del luto le calce perfecto para resaltar su perfil de madre rockera, cuesta imaginársela sola, tras los pasos de una micro-célula nazi, jugando a ser Kill Bill. Aunque eso ya corre por cuenta del director. Lo que queda claro es que sobre la actuación de Diana Kruger -premiada como mejor actriz en Cannes- preferible callar y entregarse por completo al despliegue torrencial y explosivo con que encara sus acciones. Por Felix De Cunto @felix_decunto