No hay lugar cómodo para el espectador convencional en Essential Killing. De hecho no hay lugar cómodo en absoluto. Paisajes áridos, secos, fríos, sirven de contexto para la fuga de un hombre sin nombre, interpretado por Vincent Gallo (una cara poco cómoda de ver), que en un comienzo, híbrido entre película bélica, drama carcelario y thriller de fuga, parece estar huyendo de la ley para terminar revelando un camino por el laberinto interno de este hombre que, como todo personaje, es la síntesis de una idea. Éste es quizás el Hombre ante toda ley natural, religiosa y espiritual. Discusiones con Dios, el retorno al origen, la madre como símbolo de redención (en quizás la escena más incómoda de todo el film), la convierten en una película de tono mítico, y a un fugitivo Afgano en una mártir.
Con algunos flashbacks que explican el pasado del protagonista, con un muy buen uso de los planos generales y detalle y con una realista utilización de la cámara subjetiva, "Essential Killing" es una película fuerte, casi muda, muy verosímil, bien dirigida y con un excelente trabajo realizado por el actor protagónico.
Antes de que comenzara la primera proyección de Essential killing (Asesinato esencial) en el festival de Mar del Plata, uno de los programadores subió al escenario para presentarla y anunciar que su director, el polaco Jerzy Skolimowski, daría una conferencia de prensa al finalizar el film. El presentador también dijo algo así como que estábamos a punto de ver una obra que “no pretende ser una película política”, intención que luego reforzó el mismo realizador en su exposición, indicando que sólo quiso contar la historia de un hombre desesperado que debe convertirse en animal para sobrevivir. Esta insistencia en el supuesto carácter apolítico de Essential killing resulta inverosímil y sólo puede comprenderse desde una voluntad sardónica, la misma que sacude la película y nos baña con esquirlas desorbitadas, relegándonos al páramo del desconcierto. Porque la mera posibilidad de la supervivencia ya es una cuestión política, y el director sabe que no puede convencernos de lo contrario. Por eso sólo resta pensar que lo que la película propone es una excursión por el absurdo. Un absurdo al que le faltó radicalidad. El film abre con soberbios travellings que barren las montañas de un desierto. Un hombre apunta su bazuca y despedaza a un par de soldados yanquis. Es una secuencia impresionante. Un habitante de las cavernas con un arma moderna que vuela en pedacitos a los otros. Enseguida lo atrapan, lo torturan, lo humillan. Un día deben trasladarlo junto con otros detenidos a otra dependencia militar, lejos de los médanos y más cerca del frío. Entonces ocurre un accidente y el hombre se escapa, totalmente desprotegido en medio de un paisaje helado. El núcleo del film es el relato de esa huida. ¿Dónde está el personaje exactamente? Este enigma impone un aura de abstracción a la película, lo que se potencia con la decisión de enmudecer a Vincent Gallo y dejar que sea pura reacción física. El hombre tiene aspecto de musulmán y a la vez tiene un aire a Jesús, aunque también podría ser un norteamericano devenido talibán (atractiva hipótesis que circuló en algunas reseñas del film). Cuando todo amenaza con limitarse a la aventura de un Rambo post 9/11, la narración introduce desvíos que perforan el realismo, y a partir de determinado momento se sugieren posibles alucinaciones, como esos perros que le ladran al fugitivo pero no lo delatan (¿?), o esa madre nutritiva que se le cruza en plena nada. Pero hay algo todavía más extraño que se filtra en el relato desde que el protagonista es capturado: esos seudo flash-backs que lo muestran en otra vida, flotando entre rituales y esbozos de una mujer, con imágenes chillonas y una voz densa que reitera: “Todo sea por Alá”. Y no. Está claro que Alá no lo va a salvar. La fe religiosa queda explícitamente ridiculizada. De hecho, Skolimowski parece afirmar que no hay nada que pueda rescatar al sujeto si el mundo sigue girando en función de las guerras y los fundamentalismos. Mientras el hombre no supere este estadio tan esencialmente primitivo, la más elemental discusión política carecerá de cauce. Essential killing es una fábula nihilista que no termina de redondear sus motivaciones, como si no quisiera abandonar su refugio de “película seria” para lanzarse a un absurdo realmente desafiante. Skolimowski mencionó a Quentin Tarantino en la conferencia posterior a la proyección. Dicen que hay "pica" entre ellos desde que Essential killing compitió en el festival de Venecia, donde Taratino fue presidente del jurado que le otorgó el premio principal al nuevo film de Sofia Coppola, Somewhere, decisión polémica ya que ella fue pareja del director de Kill Bill. El polaco finalmente se vio compensado en Mar del Plata y se llevó el Astor de Oro. Pero no puedo dejar de imaginar qué delirante festín nos habría regalado Tarantino con la historia del talibán en fuga.
Sin filtros Algunas situaciones de la vida pueden resultar muy duras, y a partir de esto el realizador polaco Jerzy Skolimowski con Essential Killing, su nuevo film, muestra una potencial realidad de la manera más cruda posible, ya sea desde lo visual como de lo narrativo...
Skolimoski hace una película desesperada, sobre alguien que debiera ser en su lugar, y que, por obra y gracia de una potencia imperialista y sus cómplices, es desapropiado de todo lo que lo constituye. Jerzy Skolimowski propone un viaje difícil de soportar y por momentos alucinado que penetra con profundidad una de las situaciones más injustas y violentas que se desarrollan en el ámbito de la política internacional. Partiendo de un hecho que no requiere mayores explicaciones, un enfrentamiento en el desierto probablemente afgano, un combatiente es atrapado, golpeado, torturado y sacado en avión por las fuerzas estadounidenses hacia alguna de las muchas bases clandestinas, donde miles permanecen encarcelados ilegalmente. Sin embargo, en el traslado, el vehículo donde viaja vuelca y él queda libre. Se esconde y comienza a correr en medio de un bosque nevado. Todo allí le es hostil. El terreno, los soldados que lo buscan, los escasos hombres con los que se encuentra, la falta de alimentos y agua, su propio cuerpo. Lo que relata la película es una situación mucho más profunda que la propia huída. En el centro está la irracionalidad de un ejército que penetra un lugar que le es ajeno. Ajeno en un sentido absoluto. Con sencillez y profundidad el realizador cuenta la invasión a partir de lo geográfico y lo cultural y como desmonta el poder y el terror en la primera secuencia de la película. Lo que hace el ejército estadounidense con la invasión militar, además de apoderarse de los bienes y los cuerpos de las personas, es violentar la totalidad de la relación entre los hombres y su vida y su lugar. Por ello la película cuenta algo mucho más complejo que la supuesta huída. No hay escape en tanto no hay ningún destino posible, real o imaginario, para este hombre. El corre pero no huye, no existe el delante y el atrás. Ya no tiene presente, tan solo pasado. Skolimoski hace una película desesperada, sobre alguien que debiera ser en su lugar, y que, por obra y gracia de una potencia imperialista y sus cómplices (la sutileza es un arma esencial de este notable director), es desapropiado de todo lo que lo constituye. Desprovisto de toda subjetividad ¿dónde queda el hombre?
Solo contra todo El realizador polaco Jerzy Skolimowski construye en Essential Killing (2010) un relato cuyo epicentro es un único personaje. La composición de Vincent Gallo (premiado, al igual que el realizador, en los festivales de Venecia y Mar del Plata) es sencillamente magistral. Casi dos décadas completas pasaron para Jerzy Skolimowski sin hacer cine, dedicándose a su otra pasión: la pintura. En 2008 regresó con Cuatro noches con Ana (Four Nights with Anna), pero con la repercusión de Essential Killing ha vuelto a destacarse como uno de los directores polacos más relevantes, sin dejar de considerar a Andrzej Wajda y Roman Polanski, su amigo personal. En su último film, Mohammed ha sido capturado por las tropas estadounidenses. Las voces altivas, el mismo espacio, y el tratamiento tortuoso con el que es tratado, dan cuenta de una tensión que excede a esos personajes y es tan sólo la cara de un enfrentamiento mayor. Trasladado hacia otra dependencia, un accidente automovilístico le permitirá al reo escapar de sus captores y comenzar una lucha por la supervivencia. Esa lucha, la de un hombre que deviene animal (metafóricamente, claro está), es el núcleo dramático de Essential Killing. Si debiéramos escoger un adjetivo que mejor describa a la propuesta estética de Skolimowski, “minimalismo” sería el más indicado. Un minimalismo que constriñe la acción a la lucha (pura y dura) por la vida, potenciando así la tensión dramática del relato. A partir de aquella huída, el espectador seguirá el penoso trayecto de Mohammed. ¿Hacia dónde escapa? ¿Cuán consciente está del lugar a donde se dirige? ¿Qué motivaciones lo llevan a aferrarse tanto a la existencia? Sin responder de forma objetiva ninguna de estar preguntas, la película se transforma en un tour de force de acciones centradas en mantenerse vivo. A tal punto, que el espectador sentirá al personaje en su respiración, en los pasos que poco a poco se hacen cada vez más dolorosos, en suma, en la fisicidad que lo define. En ese mínimo desarrollo argumental, la película consigue generar una empatía directa con el personaje, como si se vaciara de su sentido político para ingresar a uno más elemental. En ese sentido, la puesta en escena emplea al travelling como principal herramienta de construcción espacial, generando la sensación de que ese calvario se extenderá hacia el infinito. El espacio que Mohammed transita es el de un bosque nevado, que pone a prueba su resistencia permanentemente. Gallo logra transmitir toda la entrega y pulsión vital para mantenerse en pie, y alcanza una actuación visceral y conmovedora sin recurrir a la palabra. El contraste entre la pulsión vital y la muerte le da sentido a la trama, pero en ésta aparecen otros contrastes: lo bestial y lo humano, la tecnología de guerra y el despojamiento, el desierto y el bosque nevado. Sobre esos pares antitéticos Skolimowski centra la tensión Essential Killing. Son, al mismo tiempo, oposiciones que de algún modo neutralizan el espacio, reduciéndolo a un campo de combate en donde el enemigo es el espacio mismo. Si bien no hay un vaciamiento del sentido histórico, es complejo asignarle una nacionalidad específica a Mohammed, o una pertenencia geográfica y política en particular a su propio martirio. Algunos flash-backs atentan contra esta idea, restándole a la película su potencia dramática. Menos débil y más alegórica resulta la parte final, en donde el hombre ingresa a una cabaña y toma contacto con una mujer (Emmanuelle Seigner), quien instaura la paradoja de encontrar un halo de humanidad en medio de un contexto que carece de ella.
Supervivencia humana al extremo En el 2010, el director Jerzy Skolimowski, estuvo en el país precisamente en el marco del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata para presentar su última producción Essential Killing la cual ganó el premio mayor. Vincent Gallo es el protagonista silencio de esta historia. Él es un prisionero en manos de las fueras armadas norteamericanas, mientras que es trasladado, quién sabe a donde, el vehiculo sufre un accidente y logra escapar internándose en un bosque rodeado de nieve, de manera progresiva el frío, el hambre y los recuerdos se irán apoderando de él. La única opción para sobrevivir es matar. Con su cuerpo entumecido por las bajas temperaturas y algunas heridas como rastro de su supervivencia encuentra una casa como un oasis en medio del desierto. Quién mantiene el fuego encendido es Margaret (interpretado de manera maravillosa por la esposa de Roman Polanski, Emmanuelle Seigner) que al descubrir su presencia le da cobijo por unas horas. No cuestiona la presencia de sangre en la ropa, no pregunta sobre la existencia de un revolver, Margaret, simplemente, es un respiro. El momento más cálido del metraje. Skolimowski propone una bella película desde el silencio de los protagonistas, de un ambiente árido y polvoriento nos traslada al más helado de los paisajes y logra que seamos acompañantes de este andar de Gallo, permitiendo escuchar el entorno con su misma sensibilidad.
Atrápame si puedes El gran maestro polaco ratifica que, a los 72 años (y con casi cinco décadas de carrera), está atravesando un gran momento (su regreso luego de una larga ausencia había sido con la también muy interesante Cuatro noches con Anna). El director de joyas como El grito y Trabajo en negro narra, con una enorme potencia visual, absoluta crudeza y un tono alucinatorio que prescinde casi por completo de diálogos, la persecución por parte de soldados estadounidenses a un luchador talibán, un afgano inmerso en la Yihad (Vincent Gallo) que se ha fugado de una de las bases ubicada en Europa del Este. El film apela a lo más instintivo, visceral y descarnado de un ser humano en permanente lucha por la supervivencia en medio de las condiciones más inhóspitas. Es, por lo tanto, una épica física y emocional que Vincent Gallo -actor habituado a soportar situaciones extremas en pantalla- sobrelleva con absoluta convicción. Para quienes esperen una fuerte dimensión política o sociológica, puede que Essential Killing resulte algo decepcionante. Para quienes, en cambio, se sumerjan en el denso entramado dramático y estético que propone Skolimowski vivirán una experiencia provocativa y fascinante en medio de los bosques nevados de Polonia. Ganadora del Premio Especial del Jurado y del galardón a mejor actor en la Mostra de Venecia y del Astor de Oro a la mejor película en el Festival de Mar del Plata 2011.
Un talibán en la nieve Con un estilo muy particular el director polaco Skolimovski nos introduce en la piel de un talibán que es capturado por los militares de EE.UU. en Afganistán y logra huir de un centro secreto de detención en Europa. Los bosques nevados, en una especie de cuento de hadas pero sin magia donde el peligro acecha silencioso en la naturaleza, es el escenario donde el protagonista emprende su huida. Así como en Viven, el núcleo del relato se centraba en la odisea de los sobrevivientes, aquí el centro del film será el relato de dicha huida. Filmada con mucho detallismo, en un registro muy realista y casi sin diálogos, procura mostrar visual y visceralmente lo que el protagonista debe padecer para sobrevivir en un entorno hostil (desorientado, confuso, famélico y descalzo en la nieve) y perseguido por sus captores. La majestuosidad de los bosque nevados y la muy buena interpretación de Vincent Gallo en el papel de este prófugo que se va mimetizando con su entorno, con el salvajismo de los paisajes y convirtiéndose en un animal más que habrá de ingeniárselas para sobrevivir a toda costa, son los elementos que hacen que el espectador más que compenetrarse en el relato lo contemple. Un relato de desarrollo lento que con cámaras subjetivas y muy buen uso de los planos generales observa sin juzgar un hombre, cuya imposibilidad de comunicarse y desesperado por sobrevivir, debe recurrir a la violencia, aun cuando ésta deba alcanzar a personas que no representen para sí mismo una amenaza a su libertad. Pero a pesar de la tragedia y lo imponente de la puesta, la narración introduce desvíos que rompen con el realismo (las alucinaciones por ejemplo) y por momentos desconectan al espectador de la tragedia. Una pequeña historia sobre el instinto de supervivencia de un fugitivo que huye a ninguna parte y cuyo final condice con la realidad. PD: Aunque su director lo niegue, una suave crítica política está presente. Ya que nos pone en la piel de un enemigo colectivo (flashbacks que explican el pasado del protagonista, flotando entre rituales y una voz densa que reitera “Todo sea por Alá”) y nos desafía a medir hasta dónde puede llegar nuestra empatía por ese ser humano.
Llega a cartelera, la película ganadora del "Astor de Oro", en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata del año pasado. Un film con una exitosa trayectoria festivalera que aterriza en nuestras salas finalmente (data del año 2010). Hay que decir, apriori, que esta película es, en primera instancia, difícil de ver. Casi no tiene diálogos y el personaje se encuentra al borde de la vida y la muerte todo el tiempo. Ni qué decir de la visual donde todo es reducido al mínimo para que cada plano construya y sea sugerente. Por lo pronto, hay una guerra en Afganistán y el personaje es atrapado en una redada por helicóptero. No estamos seguros de que él no haya querido colaborar con el interrogatorio, es que estaba sordo por las detonaciones y no podía reaccionar. Ni hablar cuando puede escaparse que pasa del infierno caliente al infierno helado. Vincent Gallo (el hombre en cuestión) se carga la película a los hombros. No debería ser novedad considerando que ganó La Copa Volpi del Festival de Venecia por este papel (también venció en solitario en la Feliz). Muchos lo han criticado por su falta de versatilidad, yo no sé cuántos gestos esperaban de un hombre muerto de frío, solo en un bosque. Su trabajo debe ser reconocido, sin dudas. El polaco Jezy Skolimowski articula este relato plagado de silencios, de gestos, que va construyendo tensión a cada paso del camino. Los símbolos como la mujer y el niño que nos muestran la decadencia del personaje cuando se debilita (y un poco quién era antes de que lo conozcamos) y después como salvación están muy bien articulados. No es la típica historia del hombre versus la naturaleza, tampoco es una película bélica, la intención del director es marcar la supervivencia como hecho crucial y posicionarse junto a su protagonista, en busca de transmitir su lucha y desesperación en el contexto en que se presenta la historia. Es, en definitiva, un relato de un hombre que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado y terminó en uno peor por una desgraciada circunstancia. No se intenta probar su inocencia o culpabilidad: es un objetivo y punto. Podemos pensar esta película como una hora veinte de lo más salvaje, cruel y primitivo que se puedan imaginar. Sobrevivir muchas veces es una tarea compleja, definitivamente.
Un talibán (o eso suponemos), cansado, asustado, acorralado, es capturado en Afganistán luego de matar a tres estadounidenses (o eso parece por cómo habla y actúa) en el desierto. Es torturado (eso queda claro) y, prisionero, es trasladado en avión y luego en un vehículo que desbarranca en un camino nevado de Polonia (eso indica el idioma que se escucha). Así, Mohammed (eso dicen los créditos, porque en el relato no se lo nombra) iniciará un raid de supervivencia y escape en el frío invierno de Europa del Este, entre bosques y grandes espacios nevados. Mohammed es Vincent Gallo, que no tuvo que estudiar líneas de diálogo para este papel porque no habla. Más allá de este detalle, que se integra sin arbitrariedad al relato, es en el físico donde su personaje cobra vida o, más que vida, un deseo primitivo de sobrevivir en circunstancias que llamar adversas es quedarse corto. Essential Killing es una violenta película de aventuras solitarias en un ambiente nada hospitalario, protagonizada por un extraño en una tierra extraña (en la primera Rambo el protagonista, al menos, no era tan ajeno al clima y al terreno). Una película esencial, en el sentido de primitiva, destilada: no hay adornos, no hay grandes informaciones (y las pocas que hay, las de "formación teocrática", son un tanto gruesas), no hay mucho más que supervivencia filmada de forma por momentos espectacular (las imágenes aéreas, la amplitud de los espacios nevados, una caída trepidante) y por otros de forma alucinante y/o alucinada (el burka azul, los perros iguales, la lecha materna). El director de Essential Killing es Jerzy Skolimowski, figura clave del cine polaco desde la década del 60, como Andrzej Wajda y Roman Polanski; puede considerarse un guiño a este último la fascinante aparición de su musa Emmanuelle Seigneren. Entre 1991 y 2008, Skolimowski no dirigió películas porque, entre otros motivos, se dedicó a la pintura, actividad en la que ha tenido éxito. También actor, algunas de sus últimas apariciones fueron en Promesas del Est e, de Cronenberg, e incluso Los Vengadores (el gran éxito, actualmente en cartel). Como bien notó Tony Rayns en la revista inglesa Sight &Sound , tanto Essential Killing (premiada en Venecia y Mar del Plata 2010) como la película que marcó el regreso de Skolimowski, Four Nights with Anna , plantean diálogos temáticos con dos películas clave de otro polaco clave: No matarás y Una película de amor , de Kieslowski. Temáticos pero no estilísticos: Skolimowski es más crudo, y su mirada, antes que al catolicismo del autor de Bleu , tiende en Essential Killing al nihilismo. Por último, un detalle: en los que se podrían ver como flashbacks de Mohammed hay en realidad evidencia del control y hasta la manipulación del narrador. En uno de esos segmentos puede verse una imagen que adelanta lo que vamos a ver como "acción" unos segundos más tarde. Pequeña marca de un autor que trafica su mirada y su osadía en una película de apariencia sencilla y seca, pero que puede llegar con fuerza al espectador dispuesto a dejarse llevar emocional y hasta físicamente.
Cuando lo esencial es conservar la vida Física y visceral, la película que marca el regreso triunfal del recordado director de El alarido ostenta una narración puramente visual, que no tiene necesidad de un solo diálogo para narrar la odisea de un fugitivo en lucha por su supervivencia. Premio Especial del Jurado y Copa Volpi al mejor actor para Vincent Gallo en la Mostra de Venecia y Mejor Película en el Festival de Mar del Plata 2010, Essential Killing confirma el regreso en su mejor forma del veterano director polaco Jerzy Skolimowski. Formado junto a Roman Polanski, con quien colaboró en el guión de su primer largo, El cuchillo bajo el agua, Skolimowski comenzó a labrarse su propio nombre con Barrera (1966) y tuvo su consagración con El alarido (1978) y Proa al infierno (1985), premiadas en Cannes y Venecia. Pero a partir de entonces fue abandonando el cine a favor de la pintura, al punto de que estuvo más de quince años sin filmar. En el 2008 hizo su reaparición triunfal en la Quincena de los Realizadores con Las cuatro noches de Ana y ahora Essential Killing ratifica que Skolimowski volvió para quedarse. Realista y abstracta a la vez, Essential Killing comienza en unos impresionantes cañones de piedra y polvo labrados por el viento en el que podría ser el desierto de Afganistán. Allí, un hombre que quizá sea un combatiente talibán (una composición insólitamente creíble de Gallo) es apresado, después de una larga persecución, por tropas del ejército de ocupación estadounidense. Primero sometido a torturas (el terrible “submarino”) y luego trasladado con grilletes a un campo clandestino de detención en Europa central, el hombre aprovecha un accidente del vehículo que lo transportaba para fugarse. De allí en más, como un animal herido, guiado únicamente por su instinto, intentará sobrevivir en un medio que le es ajeno: un bosque nevado, en plena montaña, perseguido por un ejército fantasma. Y para seguir con vida no le quedará otro remedio que matar. Física y visceral, Essential Killing ostenta una narración puramente visual y no tiene necesidad de apoyarse en un solo diálogo (aunque el sonido tiene una importancia dramática fundamental, considerando que el fugitivo ha quedado casi sordo, por causa de una explosión). Arena primero y nieve después son los elementos que le dan un imponente marco escenográfico al film de Skolimowski, que parece haber planteado su película como un ejercicio extremo: experimentar cuánto tiempo es capaz de sostenerse un relato en el que cada escena –incluso la primera– podría ser la última, la definitiva. Esa intensidad de Essential Killing está, por supuesto, en íntima correspondencia con el enorme desafío que enfrenta el protagonista, como si ambos no pudieran ser otra cosa que un único cuerpo, donde film y personaje se imbrican y se mimetizan hasta configurar una unidad inquebrantable. Hay algo auténticamente esencial en la película de Skolimowski y no se trata solamente del hecho de estar ante la odisea de un hombre que debe luchar y matar por su supervivencia. Essential Killing es esencial también porque se trata de una película que prescinde por completo de diálogos, que tiene en su núcleo aquello que hace al mejor cine de género (un hombre en peligro) y que utiliza los contrastes de la naturaleza –desierto versus bosques, arena contra nieve, calor abrasador frente a frío extremo– como ya casi nadie lo hace, un poco a la manera del mejor cine mudo, con una impresionante expresividad dramática. Su carácter deliberadamente abstracto, a su vez, le da a Essential Killing una dimensión que no le daría una mera película de acción o un panfleto crasamente político. Se intuye que el fugitivo es un árabe, que sus perseguidores son estadounidenses, que se están violando todas las garantías y convenciones de guerra, pero como Skolimowski –también productor de su propia obra– se cuida muy bien de identificar específicamente estas presunciones, el film adquiere de pronto una cualidad universal, que va más allá de un momento y una circunstancia precisas para hablar en cambio de víctimas y victimarios y del impulso vital más básico, que es el de permanecer con vida, siempre, aunque más no fuere un día más.
Sólo se trata de sobrevivir Viejo zorro del gran cine polaco de los ’60 y ’70 y que más adelante tuviera difusión internacional a través de algunos títulos más que recordables (El alarido; Proa al infierno; Trabajo clandestino), Jerzy Skolimovski propone en Essential Killing un ejercicio de estilo donde las lecturas políticas, todas válidas de por sí, actúan de manera periférica y secundaria. En efecto, un soldado afgano (Vincent Gallo en otro logrado esfuerzo interpretativo) será perseguido por un ejército en un paisaje nevado, agreste y primitivo. Desde este mínimo argumento, Skolimovski narra un acoso permanente y una historia de supervivencia de un personaje relacionado a su paisaje, escarbando en la energía de Mohammed y en la obsesión de sus perseguidores. En principio, Essential Killing sólo es eso: un grupo de mercenarios siguiendo los pasos de un soldado que logró escaparse, por puro azar, de un destacamento de militares estadounidenses. Pero la película, aferrada a una única acción, se nutre de un par de escenas simbólicas, también válidas, para aligerar la concentración de espacio y tiempo que propone su ínfima historia. Simbolismos que atraerán a algunos y despreciarán otros y que tiene su máxima representación en la última parte del film cuando Mohammed se encuentre con una atractiva mujer sordomuda (Emmanuelle Seigner, esposa de Roman Polanski) donde el director se anima a construir un momento que atraviesa a La piedad en versión sexual y angustiante. En esos minutos finales, Essential Killing abandona su estupendo formalismo para arrimarse al terreno emocional, casi imposible de encontrar en una historia con un personaje solitario escapándole a la muerte. Multipremiada en festivales, incluyendo el galardón principal en la edición 2010 de Mar del Plata, las imágenes permiten intuir a Skolimovski en plena forma con sus 74 años a cuestas. Como si encarnara en un estudiante de cine, acaso el mejor, elaborando su propio ejercicio de estilo.
Huida a ninguna parte Essential Killing venía avalada por los premios cosechados en Venecia y las alabanzas recibidas en el pasado Festival de Cannes, sobretodo en cuanto a la interpretación de Vincent Gallo se refiere. Aquí, da vida a un combatiente (¿afgano?), quien tras deshacerse de forma violenta de quienes lo hostigan, emprende una presurosa e instintiva huída hacia ningún lugar. Aunque en un momento determinado es atrapado y confinado, vuelve a huir de sus captores tras un accidente en el que queda a la intemperie, todavía esposado, en mitad de un paraje inhóspito, con sus pies descalzos, completamente desorientado y sufriendo un zumbido incesante en los oídos, causado por la detonación de un misil estadounidense, mientras que hombres armados y uniformados, perros y helicópteros no cesan en su empeño por capturarlo. A medio camino entre El Malvado Zaroff (y sus incontables secuelas tipo Blanco Humano que jamás le llegaron a la altura) y la más reciente La Carretera nos encontramos ante un film en el que casi no existen los diálogos (el protagonista no abre la boca en la hora y media de metraje) ni falta que le hace. Es un ejercicio de cine instintivo, donde lo único que importa es la lucha por la supervivencia, unida a la propia confusión existencial del individuo. Vincent Gallo luce soberbio en su rol tan convincente de alimaña perseguida que habrá de afrontar todo tipo de riesgos para mantenerse con vida, si es que realmente consigue mantenerse. Durante parte de la acción lo vemos corriendo sin parar, tratando de no congelarse ni morirse de hambre. Para ello, no dudará a la hora de matar si es necesario, comer insectos o corteza de árboles, e incluso atacar a una mujer que está lactando para robarle un poco de su leche, aunque en el transcurso de su trepidante huida acabará encontrando instantáneo cobijo en los brazos de una mujer tan parca en palabras como él (una enigmática Emmanuel Seigner, en una aparición tan fugaz como fascinante). El único reparo que habría que ponerle a este estimable film es la intersección de unos molestos flashbacks que no aportan absolutamente nada al relato, pero se trata de peccata minuta en un trabajo en el que las luces ganan por goleada a las sombras. Una obra tan imperfecta como poderosa, virtuosa en el plano visual y auditivo, que vuelve a poner en primera fila al polaco Jerzy Skolimowsky, un realizador un tanto olvidado que durante su vasta carrera nos ha ofrecido trabajos tan interesantes como El grito (1978); Trabajo clandestino (1982) o El año de las lluvias torrenciales (1989), aunque empezó a conocer cierta fama gracias al guión de El cuchillo en el agua, que escribió para Roman Polansky. Lo que sorprende de su puesta en escena es la forma en que el realizador se las compone para ganarse la simpatía de un villano esencial, porque ¿hay alguna figura más odiada para el público estadounidense que la de un terrorista árabe?. Sin embargo, una vez que comienza la lucha por su vida, ya no lo vemos como un villano o una figura política, sino un ser meramente humano. También vale la pena destacar las argucias utilizadas por el cineasta para captar la atención del espectador desde el primer instante. Se trata de un cine de omisiones, donde se nos da la mínima información con el único objetivo de dotar a la narración de una confusión y misterio en una situación ya de por sí irreal. Esta experiencia se ve agravada por el hermoso telón de fondo, pero alienante de los bosques de Europa, donde la mera presencia de Mahoma parece una fantasía absurda. Esperemos que la avanzada edad del director (setenta y cuatro años recién cumplidos) no le impida seguir estrenando películas, aunque ya se ha anunciado la que será su próxima producción en la que tendrá un papel protagónico y que llevará por título September Eleven 1863. En esta ocasión trabajará bajo las órdenes del cineasta italiano Renzo Martinelli (Barbarroja, 2009). En cuanto a Vincent Gallo, verdadero baluarte que carga en sus espaldas con toda la fuerza del film, lo podremos disfrutar próximamente en Loosies, una comedia romántica en la que actúa junto a Peter Facinelli y Michael Madsen, y La Ligenda de Kaspar Hauser, sobre el conocido caso del individuo alemán que creció en cautiverio en completo aislamiento, personaje a la medida de los roles extremos que suele interpretar el actor americano.
Anexo de crítica: -El director polaco nos entrega un intenso film de supervivencia e instinto sin concesiones y con una fuerte carga de reflexión política despojada de toda bajada de línea pero siempre concentrado en el retrato agudo de la condición humana, con una mirada humanista pero no por ello esperanzadora que encuentra su mejor exponente en la deslumbrante actuación del norteamericano Vincent Gallo. Un relato que nunca pierde ritmo y cobra intensidad por la carencia del diálogo y la violencia contenida detrás de una lucha desigual entre un hombre y un ejército como parte de la moneda corriente de un mundo hostil, absurdo e injusto.-
Después de trabajar en varios bodrios infumables consecutivos Vincent Gallo finalmente presenta un gran film que se puede recomendar y encima llega al cine. Gallo es un tremendo actor pero su filmografía está llena de pajas pseudo intelectuales y producciones pretenciosas que por lo general terminan siendo más huecas y vacías de contenido de lo que parecen. En Essential Killing no sólo brinda una de las mejores interpretaciones de su carrera sino que es el primer film decente que hizo desde su ópera prima Buffalo ´ 66, de 1998. Realmente hace mucho tiempo que no se podía asociar a este sujeto con una buena propuesta cinematográfica. El mérito de esta obra corresponde también al director polaco Jerzy Skolimowski, quien suele aparecer cada tanto en el cine como actor. Actualmente lo podemos ver en Los Vengadores como uno de los mafiosos rusos que amenaza a la Viuda Negra (Scarlett Johansson ) al principio de la trama. El hombre estuvo alejado mucho tiempo del cine porque se dedicó a la pintura y volvió con todo en el 2010 con esta historia tremenda. La trama es muy sencilla. Un hombre encarcelado y torturado por realizar un atentado contra el ejército de los Estados Unidos logra escaparse al mejor estilo Richard Kimble y desde ese momento vive una tremenda odisea para sobrevivir. Ahora bien, hasta acá podría ser una película que vimos un millón de veces pero lo interesante es lo que hace Skolimowski con este concepto y la manera en que te cuenta el relato. El director convirtió este cuento en una experiencia visceral de supervivencia donde el espectador acompaña al protagonista en un ambiente árido y desolador, donde la única salida que tiene es convertirse en un animal para poder vivir en una hábitat al que no pertenece y encima es acechado por los soldados yankees que lo buscan como si fuera una presa de caza. El trabajo de Gallo es impresionante y no se cuantos actores se hubieran bancado llevar adelante un personaje tan desgastante desde lo físico y emocional como el protagonista de esta historia. Prácticamente sin decir una sola palabra en toda la trama Gallo logra que nos conectemos con las emociones y las cosas terribles que vive su personaje a través de los que manifiesta con su expresión corporal y sentimientos. Algunos flashbacks nos permiten indagar un poco en el pasado del fugitivo pero tampoco llegamos a conocerlo a fondo. Lo interesante de Essential Killing es que el director Skolimowski no brinda un panfleto político sobre la invasión de Irak o las torturas que hacen los soldados norteamericanos tratando de hacer el gran film definitivo de denuncia. Claro que la historia trabaja en un punto esos temas, pero el corazón de la película es la experiencia de este hombre que debe despojarse de su humanidad para poder continuar con vida, lo que no deja de ser una gran paradoja. Con un trabajo espectacular de fotografía y la narración del director que te envuelve por completo en la trama, Essential Killing es una muy buena película que se incorpora a la cartelera.
Un condenado a muerte se escapa Jerzy Skolimowksi es un artista obstinado. A veces elige pintar. Otras veces se desliza a la perfección en la piel de un actor. Y cuando decide ponerse detrás de la cámara, es incapaz de hacer otra cosa que grandes películas. Essential Killing es el fruto monstruoso del cruce entre su radicalidad autoral y la eficacia de una película de acción. Un torturado que se escapa, un hombre que intenta salvar su pellejo, un fugitivo que se va deshumanizando mientras es perseguido por un grupo de soldados americanos en un paisaje siberiano impávido y hostil. El personaje, la película y el cineasta despliegan un extremismo explosivo. Las etapas de la aventura se suceden casi sin palabras, con una increíble fuerza primitiva. No saber nada es una excelente condición para experimentarlo todo. Los datos históricos y geográficos están genialmente cifrados y se transmiten con un mutismo explícito y deslumbrante. Los procedimientos de tortura podrían ser los de Guantánamo, el decorado evoca la montaña afgana y el fugitivo resulta ser un Vincent Gallo irreconocible que entrega una impresionante performance masoquista. Skolimowski filma a la víctima expiatoria con una curiosa mezcla de distancia y empatía. El cineasta nos hace compartir el calvario del fugitivo, recurriendo por momentos a la cámara subjetiva, pero se desentiende de toda psicología. Desconocemos la identidad del talibán (recién en los créditos finales sabremos que se llama Mohammed) y sus pensamientos son accesibles sólo a través de acciones que parecen dictadas por impulsos: el miedo, el hambre, el frío, el cansancio y la desesperación. La elección de Gallo como personaje principal favorece la identificación, el chasquido de sus pasos sobre la piedra o la nieve genera la impresión física de estar participando del caótico recorrido junto al magnético protagonista. La ausencia de interioridad sólo se ve amenaza por algunos pocos flashbacks tan inútiles como toscos. De todas maneras, estas torpes evocaciones y algunos momentos en los que la violencia sistemática se torna casi gratuita, se diluyen con el tiempo en una película que persiste como un bloque helado y cristalino. François Truffaut decía que no hay buenas o malas películas, sino simplemente directores buenos y malos. Jerzy Skolimowski es uno de los mejores cineastas del mundo y cada una de sus películas está habitada por la misma energía nerviosa que durante mucho tiempo liberó sobre los cuadriláteros como boxeador aficionado. La puesta en escena de Essential Killing tiende a la abstracción, con sus acantilados desnudos y sus bosques nevados. El agudo sentido del espacio le permite al director extraer de estos escenarios casi irreales, planos de una belleza inquietante. El mártir musulmán (que da pasos paradójicamente crísticos) cambia su uniforme de preso por uno naranja y luego por otro blanco que se ensucia rápidamente con barro y sangre. El personaje pierde el color y la vitalidad hasta fundirse de nuevo en el paisaje. Por momentos las imágenes convocan el universo Anselm Kiefer, el artista plástico alemán que anuncia la desaparición del hombre con la misma audacia y destreza que el cineasta polaco. Este mundo violentamente privado de sentido lleva el rastro de los largos años que Jerzy Skolimowski le dedicó a la pintura. Para sobrevivir, el guerrero se transforma en el mismo material sus cuadros abstractos.
UNA HISTORIA SOBRE LA VIOLENCIA Breve y silenciosa, por momentos intencionadamente abstracta, y también dura. Así es ESSENTIAL KILLING, la película dirigida por el polaco Jerzy Skolimowski y protagonizada por Vincent Gallo. El film, que tiene más de drama que de película de acción, cuenta la historia de Mohammed, un talibán que es capturado por el ejército de Estados Unidos en Afganistán y después torturado en una prisión. Durante un traslado, el vehículo en el que es llevado el cautivo sufre un accidente: el protagonista queda libre y debe huir por bosques nevados. Allí, mientras es perseguido por los militares, descubrirá de todo lo que es capaz con tal de sobrevivir. Esta no es sólo una historia violenta, también es una historia sobre la violencia. Además de la obvia crítica política, ESSENTIAL KILLING trata otros temas, como la invasión como concepto, es decir, la existencia de un elemento en un medio que le es extraño y el resultado que esto tiene desde dos puntos de vista diferentes: por un lado, el ejército de Estados Unidos como una fuerza invasora y avasalladora en Afganistán; por el otro, el personaje principal, obligado a sobrevivir en medio de la crudeza de lo salvaje, rodeado por un ambiente totalmente desconocido para él. Así, el talibán se verá forzado por sus perseguidores a degradarse, a bajar escalones evolutivos y a actuar sin tener en cuenta las consecuencias morales de lo que hace. Otro gran protagonista del film es el escenario donde se desarrolla la historia: nieve, viento, frío, montañas, ríos de agua helada, árboles y más árboles. La naturaleza simplemente está allí, sosegada, no expulsa a Mohammed ni busca dañarlo, algo que se evidencia con las muchas escenas en las que vemos a diferentes animales contemplando pasivamente al protagonista. La naturaleza no responde a las agresiones (por ejemplo, se ve cómo los leñadores cortan árboles): los únicos que atacan son los seres humanos. También hay una escena con una trampa para animales que muestra cómo la humanidad daña incluso sin estar presente. La raza humana es presentada como una entidad agresiva, que penetra con violencia, que interviene, que modifica: que haya ciertos gobiernos que actúan de esa misma manera no es pura coincidencia. Si bien la película plantea ideas interesantes, la forma de presentarlas no es demasiado atractiva. Aunque es bastante corta (no llega a la hora y media), ESSENTIAL KILLING puede resultar algo lenta y su estructura es bastante lineal (aunque hay algunos flashbacks y también atractivas secuencias de alucinaciones): se muestran sucesivamente los momentos en los que Mohammed va perdiendo su humanidad, cada vez con mayor intensidad, como si el personaje fuera un palo que se va afilando hasta convertirse en una lanza. Algunos puntos a favor del film son una bella fotografía, la actuación de Gallo (que logra transmitir la desesperación de su personaje a base de silencios y miradas) y un final desolador. Pero nada de esto alcanza para redondear la película. Lo que ESSENTIAL KILLING busca es mostrar que la violencia sin sentido es un producto exclusivo del género humano. El hombre tiene en su esencia algo que lo diferencia del resto de los animales: sólo nosotros somos capaces de responder a la violencia con más violencia, en un espiral infinito y absurdo. La naturaleza (inmóvil, inmutable, majestuosa) contempla, sin entender, cómo la raza humana se sigue desangrando a sí misma.
Essential Killing es una película que no pierde el tiempo presentándonos una historia compleja sino que, ni bien comienza, la acción ya está servida y no detiene su lento pero inexorable camino hasta su final, un viaje de ida tanto para el protagonista como para el espectador. Presentando unos paisajes cálidos en el comienzo pero congelados por el resto del metraje, el director y guionista Jerzy Skolimowski presenta a su antihéroe sin nombre, contando su historia en pequeños y reducidos flashbacks, enfocándose principalmente en el momento actual del mismo, en el escape que ocupa prácticamente toda la película. No se puede definir a Essential Killing como una película de acción. Los elementos están ahí, un hombre en plena fuga (de qué escapa originalmente, vaya uno a saber) que utiliza todos los recursos disponibles para no dejarse atrapar, aunque en el camino deba aniquilar todo lo que le suponga un obstáculo a su seguridad. Por momentos hipnótica, por momentos densa, Essential Killing sobresale con una actuación sorprendente por parte de un entregado Vincent Gallo, un tour de force imperdible desde cualquier punto de vista. Poco y nada ayudan los secundarios, a excepción de realzar sus momentos en contraste con el otro, aunque Emmanuelle Seigner (The Ninth Gate, La Vie en Rose) aporte su talento en una pequeña pero importante escena. Todo gira en torno a Gallo, un polémico actor que, cuando quiere, puede. La dirección de Skolimowski entremezcla inspiradoras tomas aéreas en donde la arena y la nieve están presentes, y el viaje del musulmán, un viaje crudo en el cual el director no le hace asco a mostrar cómo el protagonista tiene que recurrir a cualquier fuente de alimento para sobrevivir, o cómo elimina todo lo que se encuentre entre sí mismo y su libertad. Se trata de una extraña pero cautivadora obra que atrapa, potenciada por una inquietante interpretación por parte de Vincent Gallo, que sólo por él vale la pena su visionado.
Inclasificable película de Skolimowski es cine puro A Jerzy Skolimowski siempre le gustó expresar sus ideas de la manera más épica y dinámica posible. Lo hizo con su superproducción «Faraón» y también con la curiosa «The Light ship» (estrenada aquí como «Proa al infierno»). Ahora lo vuelve a hacer con una película inclasificable, que empieza con temible humor negro e imágenes épicas en Afganistán, dado que el tema es el secuestro de un talibán que, luego de ser llevado a un lugar de detención en el norte de Europa, intenta escaparse sabiendo que tiene todo en su contra, empezando por el desconocimiento absoluto del lugar donde está. Luego de la formidable escena bélica inicial, Skolimowski simula algo parecido a un film testimonial y realista acerca de los horrores de Guantánamo, por decirlo de algún modo (hay momentos terribles en este sentido). Luego, poco a poco va llevando a su protagonista, y al espectador, a una fuga imposible que paulatinamente se aleja de toda situación realista. A medida que la película se vuelve más extraña y difícil de describir, Skolimowski se ocupa de ofrecer imágenes más alucinantes y situaciones más imprevisibles. Lo que el director tiene para decir no lo dice a través de sus personajes -que prácticamente no hablan- sino a través de la acción. Por más despareja y extraña o pretenciosa que pueda parecer, en sus mejores momentos, «Essential Killing» es cine puro.
Y sobran las palabras El polaco Jerzy Skolimowski tiene a su protagonista, Vincent Gallo, huyendo y sin abrir la boca. No habla. A lo sumo, grita. El protagonista de Essential Killing podría ser la síntesis del apotegma justicialista, aquel de hechos y no palabras , pero bastante problemas tiene para escapar de quienes, armados, lo persiguen en medio de un territorio helado. En la nueva película de Jerzy Skolimowski -uno de sus filmes más recordados es, paradójicamente, El grito -, el héroe o antihéroe es un talibán, quien estaba escondido en una cueva en Afganistán y asesina a tres norteameri canos. Prontamente es apresado (y torturado) y más rápido todavía logra escapar y emprender la huida. ¿Hacia dónde? No se sabe. Como tampoco se conoce su nombre, ni sus intenciones y por qué hizo lo que hizo. El por qué no habla parece una extensión de por qué no responde al interrogatorio. Una explosión cercana le ha dejado un extraño zumbido. Enseguida se comprende que los datos son aleatorios. Para Skolimowski el por qué interesa menos que el cómo. El dolor del prisionero es lo que prima. Y la convincente actuación de Vincent Gallo es, entonces, fundamental para generar enmpatía con el espectador. El prisionero está solo, malherido, perseguido por hombres cuando no atacado por lobos. Como no habla ni siquiera con quienes lo atacan, el relato es casi estrictamente visual. Es cierto que al pobre tipo le pasa de todo. Cuando no está por congelarse en medio de la nieve, mete la pata literalmente en una trampa para osos. Las expresiones de Gallo van más allá del tormento por el calvario que atraviesa. En su virtual agonía se adivina la lucha por la supervivencia. Las implicancias de la historia hacen que poco interesen la nacionalidad del perseguido y las motivaciones de unos y otros. Cuando recibió el guión, el actor de Tetro debe haberlo meditado antes de aceptar el papel. Egocéntrico o no, Gallo supo que su personaje estaría prácticamente todo el tiempo en pantalla desde que sale de su cueva a matar a los tres extraños forasteros. Su rol le demanda extrema contención y exageraciones, tan disímil es lo que afronta. Entre la introspección y la exteriorización de su drama -el director también apela a raccontos, flashbacks de su pasado- navega y no naufraga el personaje, y con él, el actor. Una curiosidad es la voz que se escucha diciendo que, casi proféticamente, y antes del 11 de septiembre de 2001, tres hombres iban a encontrar al Anticristo en Afganistán... Para alimentar más interpretaciones y/o polémicas. La película contiene escenas que pueden resultar chocantes para gente sensible. Es un filme, si se quiere, de acción pura, pero también un drama bien envuelto en un thriller como Dios manda. Y sobran las palabras.
Vincent Gallo perdido en la nieve El afgano Mohammed (Vincent Gallo) que se encuentra bajo tutela de militares de Estados Unidos, es conducido a un centro secreto de detención en Europa. Sin embargo, el vehículo en el que es transportado sufre un accidente y el prisionero recobra, al menos parcialmente, su libertad, lo que motoriza un escape hacia ningún lugar en medio de un bosque tapizado por la nieve. Esta intensa película del realizador polaco Jerzy Skolimowski se alzó con el premio mayor del festival de Mar del Plata, el Astor de Oro, en la edición del año 2010. El dato es anecdótico en relación a los valores del film pero ayuda a comprender la importancia de un opus que con pocos diálogos y una cámara inquieta, logra una dinámica visual de alto impacto, acorde a la historia del guionista del primer largo de Roman Polanski, El cuchillo bajo el agua. Por su parte, Vincent Gallo, superhéroe de la actuación del método, de la performance interpretativa pero también tanto del matiz (Buffalo '66) como del alto contraste (Tetro), ofrece un trabajo formidable, en el que cada cuadro, cada fotograma es la posibilidad de encontrar un gesto destacable. La marca personal que establece Gallo con este trabajo (que a nivel mundial para el gran público pasó casi desapercibido) justifica los conflictos que mantuvo con el director durante el rodaje, no solo económicos (en relación a su cachet) sino también en la relación con quien lo dirigió con mano firme. Essential Killing habla de una guerra contra el terrorismo que lleva varios años, muchos más que los que pasaron desde los brutales atentados contra las Torres Gemelas. Pero también habla de la irracionalidad a la hora de combatir al enemigo, de elegirlo y de terminar con él. El afgano que protagoniza el relato está más allá de su culpabilidad presunta y de sus actos de violencia a la hora de esquivar una condena. El Mohammed que corre en zig zag contra un destino inesquivable transita la desesperación de un laberinto de final escrito y minotauro acechante. Como relato de época y como mirada sobre una globalización que se relaciona cada vez más con la mirada siempre presente del Big Brother de turno, Essential Killing es tanto una película urgente como un pequeño gran clásico de su tiempo. Podría hablarse de cine "necesario", de obra "importante". Pero quedémonos simplemente con que se trata de una de esas (pocas) películas que hay que ver más allá del pochoclo y el combo con gaseosa.
Dura necesidad de sobrevivir El filme habla de la supervivencia. De la lucha por la vida, de la posibilidad de un hombre de convertirse casi en un animal con la sola esperanza de la permanencia. Aunque no hay demasiadas alusiones a espacios geográficos, sabemos que alguien es capturado en Afganistán por militares estadounidenses y enviado a Europa detenido. Hay un accidente y la libertad es un bosque nevado, la soledad y la posibilidad de sobrevivir a pesar de todo. Con mucho de epopeya, una naturaleza implacable que trata sin quererlo, de tragar al que huye, se llame como se llame, sea o no Mohammad, talibán o quién haya huído, "Essential Killing" se convierte en casi una leyenda de lo que puede arriesgar el hombre en procura de la libertad. ESTETICA EXQUISITA Su director pertenece a la "aristocracia" de la intelectualidad polaca. Esos como Wajda, Zanussi o Munk que conmocionaron la pantalla dando una vuelta al cine del Este. Se trata de Jerzy Kawalerowicz, el gran director de "El Grito", el guionista de "El cuchillo bajo el agua", la recordada película de Polanski. Como en la mayoría de los filmes del realizador polaco, su protagonista es alguien que no forma parte del sistema, algo así como un desclasado, un antihéroe, casi suspendido en medio de una naturaleza bella pero hostil. Película de exquisita factura estética, cuidada banda sonora y la ausencia por parte de su protagonista de una voz que lo identifique. Sólo podemos rastrearlo por sus arrastres sobre la nieve, sus actitudes casi animales y la persistencia de su deseo de vivir. Película nada concesiva, austera, casi cruda, pero simbólicamente capaz de manifestar la ilimitada capacidad del hombre por continuar en la tierra. Excelente actuación de Vincent Gallo.
El fugitivo sangriento Un hombre corre en medio del desierto, mientras soldados inspeccionan la zonoa. El sujeto huye y antes que ser capturado mata a quienes amenazaban su huida. desde el aire, un poderoso helicóptero del ejército estadounidense vigila y emprende la persecución. El hombre es capturado y sometido al maltrato que las tropas del imperio acostumbran a dar a su prisioneros. Es durante el traslado de los reos que sucede un accidente. La camioneta que los llevaba cae por un barranco y al abrirse las puertas nuestro protagonista decide escapar. Sí, la escena remite claramente a la serie televisiva "El Fugitivo", solo que este prisionero no busca a ningún manco, para él todos son enemigos y así emprende una huida signada por la sangre. Filme de pocos diálogos, ni siquiera los nombres de los personajes son presentados. El contexto de la guerra y los abusos por parte de los estadounidenses parecen apenas una excusa para contar la historia de un hombre que huye, de un oprimido que sin rumbo y absolutamente confundido corre hacia adelante, enloquecido y cegado por la sin razón que es su propia existencia. "Essential Killing" no llega a hablar sobre la condición humana, sino más bien sobre la condición de un humano, sobre el que no sabemos demasiado, pero que a través de la mirada del director adquiere la condición de víctima. El relato mezcla la violencia más cruda con cierto lirismo, representado en la visiones que el fugitivo tiene, tal vez visiones de un futuro deseado, o imágenes de un pasado perdido. Alcanza su máxima relevancia gracias un actor desbordante como es Vincent Gallo, su trabajo impresiona y permite al director desarrollar su pequeño cuento sin altibajos. Con tomas subjetivas, buen manejo de la tensión y el uso del sonido al servicio del relato -como complemento antes que como efecto-, el polaco Jerzy Skolimowski nos brinda un filme personal, breve y nada pretencioso, aunque acaba tan errático como su protagonista.
VideoComentario (ver link).
La supervivencia es lo que importa Finalmente se estrena en el circuito comercial el ganador del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata de 2010: Essential killing, de Jerzy Skolimwski. El film es el traslado y huída de un prisionero, que queda varado en medio de un paisaje nevado y debe sobrevivir. Es eso, con mínimas explicaciones y palabras, pero es mucho más a partir de todo lo que deja connotar esa situación, en apariencia, misteriosa. Hay muchas capas de interpretación más allá de que se puede sintetizar como los intentos desesperados de un hombre (interpretado por Vincent Gallo) por sobrevivir. El relato comienza “in media res”, en el medio de un hecho sin contexto alguno, donde nuestro protagonista huye desesperadamente a través de un cordón montañoso de, suponemos, Afganistán, aunque no sean las precisiones geográficas algo indispensable para comprender el film. El continente, el territorio en el relato es el individuo y su entorno, cómo interactúa con ese entorno. Hay una construcción kantiana donde intuimos los elementos que se aparecen a priori, pero esta construcción no resulta completamente fluida y es más bien forzada para que aparezca la problemática moral que Skolimowski busca: en su huida desesperada escuchamos, antes de que nuestro protagonista mate necesariamente a un soldado norteamericano para emprender su huida, que tiene un hijo que nació recientemente; también vemos un intento desesperado que lo lleva a abalanzarse sobre una madre con su hijo y, sobre el final, vemos que el personaje femenino de Emmanuelle Seigner abre necesariamente la puerta a nuestro protagonista, tanto para acogerlo como para dejarlo ir. En estas intuiciones que propone Essential killing, uno puede adivinar la presencia de un paradigma, pero desde lo cinematográfico exclusivamente es imposible que no nos resulte forzada de alguna manera la aparición de un perro o la caída de un árbol en una poco memorable secuencia ¿Dónde gana sin lugar a dudas la película? En la construcción visual de esa supervivencia, en subjetivas frenéticas, en la actuación física y cruda de Gallo, y en planos donde la inmensidad y la vacuidad del paisaje, con ese infinito blanco, terminan redondeando la desolación que experimenta el ser humano, sea terrorista, revolucionario o político. En todo caso, un film atendible.
Una película distinta, personal, de autor, para no dejar pasar, especialmente a los quieren ese tipo de cine. Un hombre y su lucha por la supervivencia. Eso en primer plano. La circunstancia histórica también impresiona: los norteamericanos en una tarea encubierta, apresan a un supuesto terrorista, lo tratan con los polémicos métodos de esa lucha. Cuando ese prisionero se escapa (un jugado e impresionante Vincent Gallo) él hace todo por sobrevivir en la helada Polonia, tan lejana de su desértico lugar de origen. Un hombre reducido a su instinto, una potencia que actúa con anuencia de paéses que miran para otro lado.
El polaco Jerzy Skolimowsky siempre fue un caso aparte en las cinematografías de Europa del Este: cuanto más ideologizado era el cine de su país (aquel de Andrej Wajda o Krysztof Zanussi), mayor era el uso de la fábula narrativa clásica, de la aventura, en su cine. Así, ha logrado una obra –con films como “El grito” o “Proa al infierno”– mucho más universal y cuya vibración permanece a través del tiempo. “Essential Killing” es uno de esos films que parte de una circunstancia muy precisa para volverse universal. Vincent Gallo interpreta a un combatiente afgano hecho prisionero por la coalición liderada por los EE.UU. (que integró también Polonia) que, trasladado a Europa, logra escapar –o lo intenta– en medio de un paisaje hostil, de un bosque invernal. El film carece casi de diálogos, y muestra las aventuras –no se les puede llamar de otra manera– de un hombre sometido a una situación límite que, poco a poco y solo por necesidad de supervivencia, se envilece. El clima es tenso, con un notable uso de los exteriores y el suspenso de cualquier buena obra narrativa. Skolimowsky logra algo notable: utiliza el contexto político solo como punto de partida, y finalmente hace que ese personaje, del que todo nos separa, nos despierte una enorme empatía. Hay momentos molestos, un notable uso de la violencia –que aparece solo en los momentos necesarios– y una transfiguración del actor en un ser salvaje, mitad víctima y mitad victimario. De esto trata, finalmente, la humana aventura.
Vincent Gallo es un musulmán anónimo que tiene que sobrevivir al invierno montañés del este de Europa mientras es perseguido por un escuadrón secreto norteamericano. Jerzy Skolimowski aprovecha una historia sencilla para decir demasiado sin que el protagonista de su película emita palabra alguna. El personaje de Gallo se degrada a medida que pierde energías hasta convertirse en un animal y ahí, en los momentos más físicos y primitivos de esa transformación, Essential Killing cobra una fuerza que la convierte en una agradable rareza para la cartelera.
Sin contar “Cuatro noches con Anna” (2008), Jerzy Skolimowski había estado más de 15 años sin filmar como realizador, aunque sí actuó en varias producciones. Recuerdo un corto papel en “Promesas del este” (2007). El polaco se despachó en 2010 con “Essential killing” que recién se estrena ahora entre nosotros y que, como su nombre lo indica, habla de lo esencial, lo indispensable, lo básico. Lo hace desde un no-comienzo, o sea que las primeras imágenes muestran a un talibán (Vincent Gallo) de quién sabremos dos cosas (y sólo dos) a lo largo de la narración,: que tiene miedo y que escapa desesperadamente. El por qué importa poco (pero importa), y el cómo es la fuerte soga sobre la que se sostiene la acción dramática, gracias también a la superlativa entrega física y emocional del actor protagónico. Toma aérea desde un helicóptero (perseguidor) de un hombre que corre. Corre hasta el más tremendo de los cansancios por un rocoso y desértico valle hasta llegar a una cueva. Allí tomará una bazooka y volará en pedazos a tres estadounidenses, uno de los cuales es militar. Es apresado y llevado del desierto a la fría Polonia para seguir siendo "interrogado" (espero se entienda el eufemismo), pero lograr escapa hacia otra geografía, y a la vez a ninguna parte. Todo lo que sucede tiende, cada vez con más creces, a revelar la verdadera intención del realizador: mostrar a un hombre que, a medida que transcurre la huída, va despojándose de todo signo de civilización hasta transformarse en una bestia acorralada por el miedo y por ende peligrosa para él y para los demás. El espectador acompaña este proceso lógico hacia el salvajismo, principalmente porque el director conoce muy bien a quién está retratando. No hay una sola escena en donde la acción pierda credibilidad o no esté justificada. Los procesos por los que el talibán atraviesa van colaborando con su dolor físico y psíquico en donde la adrenalina juega un papel fundamental. Jerzy Skolimowski, que alguna vez trabajó con Andrej Wajda, propone un relato en el cual ni siquiera busca una relación empática entre el espectador y el protagonista. Vincent Gallo asume un personaje ideal para desplegar entrega física pocas veces vista en el cine. Cuerpo y mente al servicio de un personaje sufrido e inagotable. “Essential Killing” trata sobre el hombre y su circunstancia. Una carrera sin principio ni fin, pues lo que importa es el recorrido.
Una historia intensa que con pocas palabras de su protagonista, hará que la platea se sienta atrapada en su relato. Este es un thriller centrado en las vicisitudes que debe pasar un soldado talibán Mohammed (Vincent Gallo) este ataca a tres americanos con un misil y es capturado, luego interrogado y trasladado en un camión. En el camino sufre un accidente: cae en la nieve al mejor estilo del film “El Fugitivo-1993”donde este inicia la huida, su única esperanza es escapar de sus captores y comenzar una lucha por la supervivencia. El relato nos va introduciendo a todas las peripecias, desventuras e infortunios que debe vivir este talibán que es perseguido sin cesar por soldados y perros, la búsqueda es intensa, también sufre el ataque de lobos hambrientos, cae en una trampa y unos de sus pies queda mal herido, entre otros hechos, tan efectivo es el movimiento de la cámara y su relato, que va inquietando en cada momento al espectador, y cada situación logra impactarlo y lo hace formar parte de su desgracia. Esa la lucha de un hombre por vivir que va ingiriendo todo lo que encuentra a su alcance, se encuentra en un enorme bosque con poca población a su alrededor, bajo un clima inhóspito mucha nieve y frío, llevado por el hambre, come la corteza de los árboles, hasta unas moras que le dan alucinaciones y en un momento crucial solo con la necesidad de alimentarse, succiona uno de los pechos de una madre cuando esta amamantando a su bebé y entre tantos obstáculos se topa con un sordomuda (Emmanuelle Seigner) quien tal vez sea la única ayuda que encuentre. La historia es simple pero tiene una gran tensión dramática, se van creando diferentes climas y el espectador capta cada secuencia y sus diferentes planos, contiene una gran solvencia en sus imágenes y música, es convincente la actuación de Vincent Gallo, y en su narración hay poco diálogo pero las vicisitudes lo hacen por si solas.
Una huida desesperada El título de la película, “Essential Killing”, concentra el sentido que le quiso dar el realizador polaco Jerzy Skolimowski. Es un relato que apunta a lo esencial de la experiencia criminal, en un contexto de conflicto bélico. Pero seguramente el film dejará insatisfechos a los que reclaman análisis, explicación, trama, intriga, razones o interpretaciones políticas. Nada de eso, lo que muestra Skolimowski es simplemente visceral. El protagonista es un combatiente presuntamente talibán, que es arrestado por las fuerzas norteamericanas en algún país árabe y trasladado a un centro de detención en Europa del Este. El actor Vincent Gallo tiene a su cargo este papel, que pone de relieve su extraordinaria capacidad expresiva, porque mantiene en vilo al espectador con su sola presencia, sin pronunciar una sola palabra. Casi no hay palabras a lo largo de todo el film en realidad, por lo que las imágenes y los sonidos llevan toda la carga expresiva de la narración. El personaje es sometido a torturas y a través de tomas subjetivas se entiende que está aturdido y que su cabeza es un constante rechinar de ruidos. Su actitud es de terror y agresividad. Parece que solamente piensa en escapar y sobrevivir. Un accidente en una carretera montañosa, durante un traslado, permite su huida y ahí seguirá su raid, su fuga permanente, su escape hacia la nada. Ahora, en un ambiente diferente, ha pasado de deambular entre cavernas pedregosas en el desierto a escapar por montañas nevadas, con renos y alces, y árboles desconocidos. El ejército lo persigue con perros rastreadores, helicópteros y vehículos terrestres; sin embargo, el instinto del evadido hace que se escabulla cada vez, aunque siempre de manera desesperada, y no lo puedan atrapar. Y además, demuestra ser muy peligroso porque no duda en matar al primero que se le acerque. Su destino es irreversible, pero él busca y busca una salida. Por imágenes que aparecen en oníricos flash backs se supone que tiene una esposa y un hijo en algún lugar, y quizás lo único que quiere el hombre es regresar a casa, aunque ya no sepa dónde está ese sitio. Sufre hambre, frío, heridas de todo tipo. Hasta que ya casi en el límite de sus fuerzas, llega a una casa de campo donde una mujer solitaria, sordomuda, le cura la enorme herida que tiene en el pecho, le da ropas limpias, alimentos calientes y un caballo para huir sobre la nieve. Ese gesto no alcanzará para salvarle la vida, pero hará más digno el último trayecto. Esa mujer parece reconciliarlo con la humanidad, cuando ya parecía haberse convertido en algo peor que una bestia rabiosa. Skolimowski ha logrado lo que se propuso, contar una historia atemporal, abstracta en el sentido de que no importan las referencias históricas, no importan las precisiones de raza, nacionalidad o motivos para la guerra, sino simplemente se trata de mostrar a un hombre que mata y huye, al que lo persiguen para atraparlo o matarlo. Sin otro asunto en mente, ni nada a qué aferrarse. Mientras, la naturaleza parece ser un testigo mudo del drama humano, siguiendo sus ciclos, indiferente.
Publicada en la edición digital de la revista.
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Fuga sin palabras La palabra "esencial" en el título es la clave de esta película de Jerzy Skolimowsky que se estrena en la Argentina dos años depués de haber sido premiada en el festival de cine de Mar del Plata y de haber obtenido el Gran Premio del Jurado en Venecia. Lo único que hay decir sobre esas distinciones es que son merecidas. Essential Killing es una obra maestra, un tratado acerca de cómo el cine puede ir más allá de circunstancias políticas o históricas particulares y entregar una versión depurada de la lucha de un hombre por sobrevivir en las condiciones más adversas imaginables. La reducción a lo esencial empieza con la sustracción de datos básicos. No sabemos cómo se llama el protagonista, interpretado por Vincent Gallo (también premiado en el Festival de Mar del Plata), aunque en los créditos figure como Mohammed (el más genérico de los nombres musulmanes). ¿Es un talibán? ¿Un guerrillero? Lo cierto es que huye y seguirá huyendo hasta el final. En la primera escena lo que se impone es la mirada de un helicóptero sobre un panorama desierto y rocoso de Afganistán. Sin embargo, esa perspectiva militar y maquínica no impide apreciar la belleza del paisaje, una belleza que de algún modo es resaltada por la persecución que allí se desarrolla. Ese tipo de visión se repetirá más tarde cuando el escenario sean los bosques nevados de Polonia. Luego de matar a tres soldados norteamericanos, el guerrillero musulmán es atrapado y conducido a un centro de detención donde lo torturan para interrogarlo. Pero el hombre no habla, no hablará durante toda la película, y esa es otra de las sustracciones esenciales que realiza Skolimowsky. Lo único que saldrá de la boca del personaje son gritos de dolor o de furia. La ausencia de palabras es una forma de traspasar el límite donde lo humano se vuelve inhumano. La huida continuará en un paisaje completamente extraño: Polonia en invierno. Es que el prisionero es trasladado a ese país en avión y luego a un centro de detenciones clandestino en un camión que sufre un accidente y se desbarranca en la nieve. En ese momento aprovecha para huir y unos instantes después asesina por la espalda a un soldado que acaba de enterarse de que va a ser padre de gemelos. La escena parece concebida para que el espectador corte cualquier reflejo de simpatía o identificación con el guerrillero, pero el vínculo, sin embargo, se vuelve más fuerte a medida que se hace abstracto y se despersonaliza. Es que en ese punto, aun cuando falta una buena parte de la persecución sobre la nieve, ya no se trata de un hombre, sino de una fuerza, un vector, una línea de puntos suspensivos que avanza en dirección a ninguna parte. La estructura de Essential Killing, no obstante, no es totalmente líneal y episódica. A la recta que traza la fuga se le superpone una figura sinuosa: los sueños y alucinaciones del personaje, algunos recurrentes, como una mujer que viste un burka azul, y otros lindantes con el delirio, como cuando el frío y el hambre le hacen ver una jauría de perros que se multiplican y corren a su alrededor y le ladran. Skolimowsky, autor de la maravillosa Proa al infierno, vuelve demostrar su grandísima ambición y su maravilloso talento a la hora de contar una historia con los elementos básicos del cine.
El gran director polaco Skolimowski, a quien se lo puede ver en Los vengadores en un papel menor, en su impugnación de la política exterior estadounidense no está muy lejos de hacer un Rambo arty de izquierda. Essential Killing, de Jerzy Skolimowski, un film que parece despertar adhesiones incuestionables, merece, naturalmente, ser discutido. ¿Qué es exactamente? Según Skolimowski, una meditación sobre el devenir animal de un ser humano. Conceptualmente abstracta y formalmente elegante, Essential Killing consiste en la persecución, captura y escape de un posible talibán (aquí legítimamente humanizado) frente a un grupo de soldados americanos cumpliendo órdenes y siguiendo el procedimiento habitual frente a casos semejantes. Vincent Gallo, el talibán en cuestión, no hablará en toda la película, pero su interpretación física –se dirá- resultará admirable. ¿Lo es? Quizás. Gallo corre, soporta un par de torturas (casi siempre en planos generales), sobrevive a un accidente automovilístico y a una caída en un río congelado. También comerá hormigas, degustará la corteza de un árbol y se alimentará de la teta de una madre. En su devenir salvaje tendrá un par de recuerdos, flashbacks espantosos que, de no estar firmados y filmados por Skolimowski, resultarían un escándalo ante cualquier mirada entrenada. Así, Gallo, nuestro talibán sin nombre y habla matará para sobrevivir hasta que una mujer se convierta en su ángel de la guarda; luego cabalgará en la nieve y el misterio y la alegoría cerrarán la película. No faltarán quienes sostengan que Essential Killing es un film visceral, radical, políticamente astuto. A mi juicio, se equivocan. La trivialidad filosófica del film consiste en postular un estado de naturaleza alterado por la vileza de la guerra y la barbarie estadounidense; en ese sentido, el carácter kitsch de los flashbacks es el correlato invertido de la transformación del fugitivo en una entidad animal que huye y quiere perpetuar su vida. Su indolencia política consiste en proponer un modelo abstracto y ahistórico del conflicto. Es un film sin tiempo y sostenido en obviedades y vaguedades. El plano en el que trasladan en un avión a varios prisioneros mientras que un soldado camina y los patea no revela grandes sutilezas sino la repetición mecánica de un imaginario. No obstante, el responsable de la genial Barrera y la interesante Cuatro noches con Ana, es capaz de componer una gran secuencia en donde unos perros salvajes rodean al fugitivo, o un construir un gag cómico gracias a la idiotez intrínseca de un GPS. Y no mucho más.
El hombre y su animalidad El mejor estreno del fin de semana pasado estuvo nuevamente lejos de las carteleras comerciales cordobesas, ya que el paseo turístico de Woody Allen por Roma no constituyó el mejor homenaje al séptimo arte que pueda esperarse. Curiosamente, lo fue en parte un filme bien de género, estrenado en el Cine Teatro Córdoba, por lo tanto fuera de cartelera al momento de salir esta nota (aunque se volverá a proyectar entre el 19 y 22 de julio en el Cineclub Municipal Hugo del Carril). Essential Killing, celebrado regreso del polaco Jerzy Skolimowsky tras las cámaras, es un verdadero ejercicio de estilo en un universo poco acostumbrado a ello: seco, directo, formalmente impecable, el filme del director polaco retrata un tour de force como pocos, protagonizado por un posible guerrillero talibán que escapa del ejército norteamericano en las heladas estepas polacas. Galardonado con el premio mayor del Festival de Mar del Plata 2010, además del Premio Especial del Jurado y la Copa Volpi a Mejor Actor (Vincent Gallo) en la Mostra de Venecia del mismo año, Essential Killing ostenta una cualidad un tanto paradójica: consigue esquivar todo posicionamiento político en el planteamiento de su conflicto central, a pesar de que por momentos apele a los estereotipos más gastados en su narración. Puede ser tanto una virtud como un defecto, pues Skolimowsky utiliza la coyuntura política internacional simplemente como disparador, como punto de partida urticante para explorar lo que verdaderamente quiere relatar; la condición humana en su fase más primitiva: el hombre reducido a su animalidad en la carrera desesperada del protagonista para sobrevivir ante condiciones naturales radicalmente extremas. De allí que la verdadera película empiece recién cuando nuestro protagonista sin nombre (es identificado como Mohamed en los títulos) ni palabra (ya que no habla en toda la película), esté en el helado contexto de los bosques polacos, escenario filmado de una manera subyugante, deliberadamente onírico a veces, sutilmente impiadoso otras. Todo comienza con una persecución. En bellos planos cenitales, asistimos desde la mirada de un helicóptero norteamericano al rastrillaje de tres soldados en un escenario desértico y montañoso, presumiblemente es Afganistán: ellos se toparán con el protagonista, que terminará matándolos. Pronto será apresado por la bestia mecánica, que con una bomba lo dejará sordo, y será trasladado a un campo de concentración donde será torturado. Si bien Skolimowsky filma la violencia con cierto pudor y contención (a veces queda parcialmente fuera de cuadro, otras lo hace en plano general), tampoco esquiva el subrayado grueso en la caracterización de los personajes: los marines son frívolos y brutales, el talibán mata fríamente a un soldado que por teléfono se está enterando que será padre de mellizos. Como sea, cuando sea trasladado a otro centro clandestino de detención, tendrá la oportunidad de escaparse por un accidente automovilístico: allí comenzará su verdadera odisea porque en su huída sufrirá accidentes, será herido, pasará hambre y caerá a un río helado (comerá algún fruto venenoso que lo hará alucinar y atacará a una madre para tomar leche de su pecho). Experimentará, como se dijo, un devenir animal en un contexto feroz, hasta que aparezca una mujer salvadora, especie de ángel mariano que le brindará refugio, atención y una última esperanza, un caballo para poder escapar con su cuerpo ya muy deteriorado. Casi unánimamente se ha afirmado que Skolimowsky realiza una depuración de las herramientas cinematográficas hasta dejar solamente lo esencial: puede ser cierto, aunque por momentos ocurre lo contrario. El notable uso del sonido es un ejemplo, ya que a veces reproduce la subjetividad del personaje (junto a la cámara que adopta su mirada), mientras en otras funge como un elemento climatizador, ya sea con cacofonías sonoras o incluso temas musicales. Otro, son los recurrentes (e inútiles) sueños del personaje que a la manera de flash back explican su entrenamiento ideológico y religioso, así como también un pasado feliz con familia. Eso sí, el director sabe explorar la relación entre los cuerpos y el espacio: ya sea con cámara al hombro (con mayoría de planos medios) o algún plano general (que patentiza la desmesura de la empresa del personaje), Skolimowsky dota de una fisicidad inusual a la película, que hace del mundo material su ethos cinematográfico. Sin embargo, el diagnóstico político del director es simplón y estereotipado, así como también la exploración de la psicología de los personajes, que invariablemente tienden a la caricatura, lo que termina menguando la efectividad del filme. Por Martín Iparraguirre
La mano que se vuelve hormiguero Minimalista desde su planteo, Essential Killing redimensiona los vejámenes de la guerra en Medio Oriente. Va aún mucho más allá. Allí donde la palabra ya no tiene sentido. Un afgano que huye perseguido por tropas norteamericanas. Que sean muchos los títulos, buenos y variados, que no llegan a la exhibición comercial en Rosario es noticia lamentable. Emilio Bellon supo dar cuenta de ellos en una nota no muy lejana, al señalar el privilegio que acompaña, en este sentido, a los denominados blockbusters. Es por eso que la posibilidad del dvd permite saldar deudas, apenas, respecto de lo que supone el espectáculo cinematográfico, pensado para la pantalla grande y la sala oscura, aspectos si no perdidos al menos negados para muchas películas recientes. El malestar es todavía mayor cuando, dado el film que aquí se reseña, hubiese significado la oportunidad de volver a ver a un gran director, devuelto al cine en pleno ejercicio de su mejor hacer, rodeado de reconocimientos y críticas elogiosas. Essential Killing ha sido premiada en Venecia así como, por ejemplo, en el Festival de Cine de Mar del Plata 2010 dentro de los rubros Mejor Película y Mejor Actor (Vincent Gallo), lo que equivale a una paradoja todavía mayor, dada la publicidad que, se supone, el mismo festival argentino debiera provocar de cara a la distribución de cine en el país. En cuanto a la tarea del polaco Jerzy Skolimowski, recordar que, superado el hiato que lo alejara del cine durante diecisiete años hasta Cuatro noches con Ana (2008), su quehacer lo ha reconocido como parte de la renovación cinematográfica de los '60, a partir del trabajo conjunto con Roman Polanski ?fue guionista de El cuchillo bajo el agua (1962)? y como director de films de relieve como Walkover (1965), Barrera (1966), El alarido (1978), o la traslación al cine de la novela de Arthur Conan Doyle Las aventuras de Gerard (1970), películas que la amabilidad cinéfila de la señal televisiva Europa Europa suele tener en cuenta. Essential Killing es, dado el recorrido del cineasta, lección de maestro, sabiduría de cine, planteo minimalista. Vincent Gallo interpreta aquí a un afgano envuelto en una persecución, víctima del ejército norteamericano. Unos soldados muertos, él el responsable, y desde una instancia casi fortuita. A partir de allí la captura, la huida, la carrera por vivir, en el marco de un "essential killing" cuya semántica de origen dice y esconde: asesinar por mandato religioso, matar para sobrevivir, muerte/vida como esencia sola, todo esto y tanto más. ¿Es un terrorista? Poco importa. Hay algo anterior, más inmediato, profundo, que trasluce desde el jadeo, los gritos de dolor, la mirada perdida, las visiones místicas. O a través del cine dentro del cine. Es decir: los dedos de Vincent Gallo escarban la montaña de tierra helada para encontrar hormigas. Las hormigas caminan en su mano durante unos instantes. Un lapso breve, surreal, de referencia cinéfila obligada. Luego son comidas. Cine dentro del cine pero, también, cine que se come al cine. La película de Skolimowski devora a Buñuel y Buñuel, así, revive en Skolimowski. También cuando el fugitivo, que no habla durante toda la película, con un pitido de explosión que le tortura los tímpanos, encuentre asilo en la casa de la sordomuda (Emmanuelle Seigner). O al decidir beber del pecho materno, mientras madre y bebé gritan, lloran. Desde un mismo proceder, también cuando los norteamericanos "confunden" reiteradamente sus diálogos bélicos con insinuaciones sexuales. Excitación, ganas de matar, deseos de eyacular, y una llamada telefónica que habla de gemelos por nacer para una voz que se emociona y dice estar "contento". Sin olvidar, claro, la tortura con sus "juegos previos". Todo esto como transgresión pero, sobre todo, como denuncia ?en suma? de un estado de cosas delirante, aterrador. Instrumentado por fuerzas vivas, ciertas, que sobrevuelan en helicópteros, burlan al "tercer mundo", justifican muertes por precios más baratos de mercado, y esconden bases militares en Europa del Este. (Nada de esto como retórica vacía sino que, antes bien, el film lo refiere desde lo apenas dicho o, mejor, desde lo no dicho/lo no mostrado). Essential Killing adquiere una puesta en escena dual, repartida entre el calor primero y el frío de la nieve después. En el caso inicial, serán las grietas entre las rocas y sus cuevas el hábitat fugitivo, para dar luego paso a los pies ralentizados por la nieve, con trampas para animales. En este pasaje climático la lengua cambia ?él sigue sin hablar? pero permanece un mismo clima de escape hacia ningún lado. Así como les pasaba a Robert Shaw y Malcolm McDowell en Figuras en un paisaje (1970), del gran Joseph Losey. O como le sucede al espectador, sometido a vivenciar la huida en tanto prófugo él también, de acuerdo con el proceder narrativo que el film profiere. Lo surreal aludido tendrá en las ensoñaciones místicas otro de sus aspectos, a través de visiones que dejan entrever un pasado, un legado, una misión, una promesa. En este sentido, flashbacks y flashforwards retraen y adelantan lo que sucede. De una manera casi profética por poética. Frutos que alucinan, una herida que sangra, el manto celeste en la nieve, la mujer, Alá, el espejo, el reflejo, el caballo blanco. Y la sangre. Todo blanco, pacífico, pero con sangre. Hermoso caballo blanco manchado de sangre. La visión y la realidad se miran desde un espejarse literal. En el primer caso, la mancha roja desde un costado. En el segundo, desde el otro costado. ¿Dónde comienza uno y dónde termina el otro? ¿Cuál de los dos lados es el más cierto? ¿Se trata del término de la huida o del término de la cacería?
El privilegio de la narración visual Después de diecisiete años sin filmar, en 2008 el director polaco Jerzy Skolimowski retomó su oficio de cineasta con Las cuatro noches de Ana. Dos años después realizó Essential killing , que ganó el Premio Especial del Jurado y la Copa Volpi al mejor actor para Vincent Gallo en la Muestra de Venecia, y el de mejor película en el Festival de Cine de Mar del Plata de 2010. En esa ocasión, el director manifestó al periodismo que sus películas suelen tratar sobre los que están "afuera", los que no pertenecen o no encuentran su lugar en la sociedad, los rebeldes que terminan sublevándose contra el sistema. Essential killing también se inscribe en este cuadro. Skolimowski estudió en la famosa Escuela de Cine de Lodz, donde fue compañero de Roman Polanski, con quien trabajó en la escritura del guión de su ópera prima, El cuchillo bajo el agua. Debutó como director con Barrera (1966) y luego realizó, entre otros largometrajes, Deep end (1970), Alarido (1978) y Proa al infierno (1985). Por una deliberada decisión del director, Essential killing no brinda certezas sobre los países donde se desarrolla la historia, aunque por las geografías que se observan puede presumirse que el relato comienza en Afganistán y concluye en Polonia. Según los créditos del filme, el protagonista se llama Mohammed, presuntamente un combatiente talibán, que es apresado por fuerzas extranjeras (¿norteamericanos?), torturado y luego trasladado a Europa del Este. Pero el hombre aprovecha un accidente del vehículo que lo transportaba para fugarse. Como un animal acosado y guiado sólo por su instinto, se introduce en un bosque nevado, donde pone al límite su capacidad de supervivencia, mientras es perseguido por un ejército fantasma. El fugitivo no habla, para evitar que sus palabras pudiesen ser asociadas con algún idioma de Medio Oriente. El director privilegia la narración visual por sobre los diálogos, y concreta una minuciosa elaboración de la banda sonora, que adquiere una relevancia dramática fundamental. Otras bazas decisivas de este filme son la ambientación escenográfica y la convincente actuación de Vincent Gallo como el hombre que huye, mata para sobrevivir y encarna a la perfección la escalada de suspenso con el que Skolimowski involucra al espectador.
Publicada en la edición digital #2 de la revista.
Publicada en la edición digital #2 de la revista.
Un hombre solo con un turbante en la cabeza, pelo largo y barba, se oculta en una cueva. Vemos a un helicóptero dando vueltas por la zona y lo escuchamos como si estuviera en un furioso primer plano. Tres soldados se sientan cerca del lugar, se fuman un faso, se ríen y conversan entre ellos. En un momento se escucha un ruido, proveniente del interior de la cueva. Los tres hombres buscan, sin saberlo, al hombre solo. Este los mata con una bazuca que tenía oculta. Vemos y escuchamos una violenta persecución, guiada por el helicóptero, que culmina con la captura del hombre solo. La película nos sugiere que el lugar es Afganistán y que los soldados son norteamericanos, pero poco sabemos sobre las coordenadas exactas. Poco sabemos – y poco sabremos – sobre el protagonista. Al final de la película se nos informa que su nombre es Mohamed, algo que no se menciona nunca. Lo que sí sabemos, porque esta película informa a partir de acciones concretas, es que en el medio de un traslado de prisioneros el coche en el que viaja Mohamed se desbarranca y permite que este se escape. A partir de allí, la película del polaco Jerzy Skolimowski se transforma en un vertiginoso trayecto de un hombre solo que corre para sobrevivir. Fuera de este breve resumen no hay grandes movimientos narrativos. Ni siquiera diálogos. A Mohamed no se lo escucha pronunciar una sola palabra en toda la película fuera de alaridos de dolor. Skolimowski erradica cualquier elemento o anécdota que no tenga que ver directamente con la necesidad primaria de sobrevivir. En Essential killing la violencia está ahí, en su máxima pureza, para salvar la vida de un hombre, para enfrentarse a cualquier elemento, persona o animal que la amenace. La nieve unifica el espacio y lo transforma en una mole blanca que empuja todo para adentro, hacia la intimidad del protagonista. El escenario juega un papel fundamental para aislarlo, para que no quede otra cosa que una experiencia puramente física. Lo que vemos y lo que sentimos en esta película vital es su dolor y sus alucinaciones. Allí, entre imágenes borrosas, aparece una mujer (¿su mujer?) detrás de un velo. Sin embargo, la película no se estanca en esa dimensión íntima. La pureza que adquiere, insinuada ya desde su mismo título, pareciera buscar un carácter universal postulando a la violencia como algo esencialmente masculino. El universo femenino, en cambio, aparece siempre vinculado a la vida. Además de la mujer de las alucinaciones, especie de bálsamo imaginario, aparece una mujer en bicicleta a la que un Mohamed hambriento detiene para extraer leche de sus senos. Hacia el final, también surge de entre las sombras una mujer muda que contiene y protege al protagonista, antes de su último trayecto. Ella le ofrece un caballo que servirá de soporte para las gotas de sangre que se desprenden de su cuerpo. El lento transitar del animal dejará atrás la violencia y se encontrará, entre la nieve, con tímidas vetas de pasto verde. Desde 1991 hasta 2008, Jerzy Skolimowski se dedicó exclusivamente a la pintura. Essential Killing es su segunda película después de ese largo período. Quizás en esos años el director encontró imágenes poderosas y sintéticas como estas, que reúnen a una pequeña grieta de luz en medio de tanta violencia.