John Carter es la producción live action de Disney más lograda e importante desde el estreno de Tron en 1982. Tuvieron que pasar 80 años y centenares de proyectos frustrados para que este glorioso héroe tuviera la película que se merecía, pero la espera valió la pena. Tal vez esta sea la primera vez en tu vida que te enterás de su existencia, pero lo cierto es que Carter tuvo una influencia descomunal en infinidades de películas e historietas queridas y populares como Star Wars o Flash Gordon. El personaje fue creado en 1911 por quien es en mi opinión uno de los tres más grandes escritores de aventuras (junto con Robert L. Stevenson y Emilio Salgari), como fue el maestro Edgar Rice Burroughs. Su novela “Una princesa de Marte” (ver reseña del libro) representó una bisagra en el género de ciencia ficción y marcó a fuego la vida de muchísimo escritores, directores de cine y científicos. Por culpa de Tarzán (lo explico en la nota de la novela), otra gran creación de Burroughs, John Carter luego quedó en el olvido dentro de la cultura popular hasta que lo resucitó Marvel en 1977 con una gran serie de cómics (ver John Carter:Warlord of Mars) y hace poco el cine bizarro clase z brindó la primera adaptación cinematográfica de esta obra (ver Princess of Mars) que resultó un bochorno desopilante. El director de Wall-E y Buscando a Nemo, Andrew Stanton, hizo una película memorable que sobresale por haber capturado a la perfección el espíritu de aventura, acción y romance que siempre caracterizó a la obra literaria de Burroughs y en especial a la saga de Carter . Si no conocías a este personaje lo que vas a encontrar en este film es una gran propuesta pochoclera que evoca el cine clásico de aventuras de Hollywood. En películas como El planeta de los simios, Star Wars o la serie de Indiana Jones siempre estuvo muy presente el espíritu de John Carter porque el personaje marcó fuerte a los directores que brindaron esas obras y frente a este estreno uno se encuentra con la misma emoción que tenía cuando vio esa clase de películas por primera vez. Se trata de una de las adaptaciones literarias más logradas que se vieron en mucho tiempo. Por el respeto y la fidelidad a la esencia de la historia que tuvo el director Stanton, su labor en este campo está al mismo nivel de excelencia que El Señor de los Anillos. Es muy interesante lo que hicieron con el guión, porque presenta varios cambios, pero son modificaciones que enriquecieron la historia. Por ejemplo, en la novela de Burroughs el motivo por el que Carter termina en Marte es un bolazo de aquellos que el autor nunca profundizó demasiado. John se escondía en una cueva y cuando se despertaba estaba en Marte. Así de simple. Había una complicidad entre el autor y los lectores para aceptar esas cosas porque sí. De la misma manera que compramos que en Metrópolis nadie se aviva que Clark Kent es Superman. En esta película los guionistas elaboraron un poquito más esta cuestión sin distorsionar la trama central. Es interesante lo que hicieron porque conectaron este conflicto con personajes que más adelante, si hacen la secuela, tendrán mayor importancia. El personaje de Mark Strong, Matai Shang, es el villano principal de las historias que siguen, sobre todo en el tercer libro, “El señor de la guerra de Marte”. Otros de los cambios notables que presenta el film eran más esperables. La gran heroína de esta historia, Deja Thoris, en la obra original anda prácticamente en pelotas por la vida. Su vestimenta se limita a una tanga y unos parchecitos que cubren sus pezones. Esto tiene que ver con que en la cultura marciana las mujeres consideran un acto repugnante “cubrir sus cuerpos con telas”. En un film producido por Disney esto era inadmisible y es muy gracioso que en las primeras escenas en las que aparece la princesa, a la actriz Lynn Collins la taparon como si fuera una monja. Después esto cambia un poco en la historia y Deja recupera su sensualidad. El casting de Carter y Deja Thoris estuvo excelente. Taylor Hitch, sobre todo, capturó a la perfección la personalidad y actitudes del protagonista y se desempeña muy bien como héroe de acción, mientras que Lynn Collins resultó una gran elección para la heroína. A nivel visual el film es extraordinario y el director brinda una cátedra de cómo usar la animación computada sin saturar ni contaminar con artificios la película. El trabajo que hicieron con los escenarios, las naves espaciales, las razas alienígenas y el mundo de Marte es impresionante y estuvo muy influenciado por el universo que describía Burroughs en su novela. Me encantó también que incluyeran al propio autor dentro de la historia que es un gesto cariñoso de los realizadores a este gran clásico. En “Una princesa de Marte” Burroughs narra la trama como si fuera un hecho real y John Carter es su tío que le dejó un manuscrito con sus experiencias. Está muy piola como en la película incorporaron esta cuestión. Los últimos cinco minutos son geniales. Ojalá este estreno no quede relegado a convertirse en el futuro en un film de culto como ocurrió con todas mis obras favoritas de Disney (como Tron, Aventuras de una bruja y El Caldero Mágico), así se pueden hacer las secuelas. Esta es una historia sobre el origen del protagonista y las continuaciones son mucho más emocionantes, pero para concretar eso el guerrero de Marte va a necesitar el aguante de la gente. Como fan de la saga de John Carter no tengo más que palabra de agradecimiento hacia el director Andrew Stanton por hacerle justicia este personaje con una gran película pochoclera de aventuras que te transporta a ese maravilloso mundo de fantasía que creó Edgar Rice Burroughs.
Inhumano Es un espejismo. Se parece a algo que, claramente, no lo es. Comienza de forma similar a WALL-E, el anterior trabajo de Andrew Stanton. A partir del espacio, se adentra hacia un planeta. Mientras que la primera narra las aventuras de un robot en la Tierra, John Carter concentra casi todo su relato en Marte.
El soldado que viajó al espacio "Si creen que en Marte no hay vida, se equivocan" es una de las frases que lanza el narrador de este peculiar relato de aventuras que mezcla diferentes épocas y géneros para transportar al espectador al planeta Barsoom. Con innegables influencias de Avatar, Conan y La guerra de las galaxias, la trama (muy descabellada) transporta a John Carter (Taylor Kitsch), un soldado de caballería, desde Virginia hasta el planeta Marte, donde se verá inmerso en una cruel batalla por el poder librada entre sus habitantes, Tars Tarkas, y la Princesa Dejah Thoris. Sólo una boda (con el enemigo claro) parece poner tregua al enfrentamiento que incluye naves espaciales, extrañas criaturas y hombres con poderes de dioses. John Carter: entre dos mundos descoloca en su primera parte por la cantidad de elementos que entran en juego: la historia de Edgar Rice Burroughs, el autor de Tarzán, que deja un diario íntimo a su sobrino (Daryl Sabara, el ex niño de la saga Mini Espías) antes de morir. Entre el western y el tono fantástico, la historia se estructura a partir del flashback y explora además el tema del "doble" (el protagonista se va desde el lejano oeste a otro planeta) y de los poderes adquiridos por el personaje central para cumplir una misión en la Tierra. En su segundo tramo, el director Andrew Stanton (quien viene de la animación con Buscando a Nemo y Wall-E) hace gala de su imaginación y explota al máximo el nivel visual lo que le ofrece la trama. Grandes escenarios creados digitalmente, luchas con espadas, criaturas con cuatro brazos y gigantescos "monos" blancos que salen a matar en una suerte de circo romano. La acción y la construcción de un nuevo héroe está servida en universos paralelos.
Entre dos puntas A dos años del lanzamiento de El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo, Disney vuelve a la carga con el género de aventuras por medio de John Carter: Entre dos Mundos logrando un resultado más regular principalmente por basar su narración en un juego constante y conciente entre dos puntas: la solemnidad y el humor. John Carter: Entre dos Mundos nos contará como un veterano soldado de guerra de los Estados Unidos es transportado por una extraña fuerza y sin planearlo a Marte, donde termina interponiéndose en un terrible conflicto entre dos poblaciones que determinará el futuro de aquel planeta. Para conseguir un resultado superior a las anteriores producciones dentro de este rubro Disney, ni lerdo ni perezoso, recurrió al realizador de Wall-E y Buscando a Nemo, Andrew Stanton, consiguiendo que el humanismo de Pixar logre colarse en esta mega producción cargada de secuencias digitales y pantallas verdes o azules. Si bien el mencionado humanismo no carga por completo a la cinta, le da un valor agregado que termina por redondear una entretenida película. Stanton logra en las más de dos horas de duración, que por momentos se vuelven injustificables, transmitir sentimiento a través de la pantalla entre medio de tanta escena digital y actores actuando en piloto automático. De alguna manera es el ejemplo totalmente contrario a otro film (más antiguo, es verdad, pero su reciente estreno en 3D lo trae nuevamente a escena) que se reestrenó hace unas semanas llamado Star Wars: Episodio I - La Amenaza Fantasma. En esta última encontramos solemnidad, falta de humor, poco desarrollo de los personajes, secuencias de acción mal llamadas y un largo etcétera que hacen que su visionado sea una tediosa experiencia, mientras que en John Carter: Entre dos Mundos (sin ser una obra maestra) todo se desarrolla con mucha más limpieza y encontramos una narración fluida donde las espectaculares escenas de acción son invocadas en los momentos justos por la trama y donde el humor (la escena del escape con la persecución del "perro" es tan tierna como cómica) ingresa para bajar la carga de solemnidad que posee una historia donde el futuro de un planeta se encuentra en juego, además de poseer actuaciones mucho más cargadas de sentimientos entre tanta insensibilidad digital como en la mediocre película de George Lucas. Obviamente que si la mayoría de las películas épicas de ciencia ficción se compararan con Star Wars: Episodio I - La Amenaza Fantasma serían una obra maestra, pero de alguna manera en este caso su cercanía era tal que no se puede evitar una comparación. Taylor Kitsch, Lynn Collins, Mark Strong y James Purefoy logran concretar cuatro actuaciones estereotipadas y poco originales, que más allá de eso terminan cumpliendo con la carga emocional necesaria en los momentos donde la cinta lo demandaba. John Carter: Entre dos Mundos demuestra que es posible hacer una buena película de aventuras y ciencia ficción si se balancea la solemnidad con el humor y si las actuaciones aportan el humanismo necesario a tanta frialdad digital.
Crónicas marcianas Desde hace muchos meses se viene hablando en blogs y redes sociales de John Carter como una de las producciones más problemáticas de los últimos tiempos. Luego de múltiples e infructuosos intentos por llevar a la pantalla grande el clásico relato de Edgar Rice Burroughs, finalmente Disney se arriesgó a financiarla y contrató -en lo que constituye el segundo debut al hilo de un ex Pixar en el cine live-action luego de Brad Bird y su Misión: Imposible-Protocolo Fantasma- a Andrew Stanton, el creador de Buscando a Nemo y una joya absoluta como WALL-E. Con un presupuesto que se desbordó hasta los 250 millones de dólares y un material que presenta no pocas dificultades (dura 132 minutos, es apto para mayores de 13 años y tiene un guión errático que es difícil de seguir para los habituales consumidores del cine de Disney), se la ha presentado como la nueva Waterworld (un recordado fracaso comercial con Kevin Costner a la cabeza). No tengo idea de cómo podrá funcionar (tiene que recaudar mucho dinero, cerca de mil millones de dólares en todo el mundo, para recuperar la inversión en producción y lanzamiento), pero lo cierto es que es una película llena de problemas y… de hallazgos. Los problemas, quedó dicho, no son menores: cuesta seguir y entender -incluso cuando en varios pasajes se nos vuelven a explicar elementos básicos de la trama- el derrotero de John Carter, un veterano (renegado) de la Guerra de Secesión que termina en medio de otra guerra civil, pero en este caso del planeta Marte. La película es pretenciosa por donde se la analice (y no es malo que así sea), pero en muchos terrenos y momentos no está a la altura de esas ambiciones. El despliegue visual (el diseño retrofuturista es del mismo de Batman: El Caballero de la Noche), el uso de las locaciones de Utah para ambientar allí el desierto de Marte, las escenas de masas, los movimientos (saltos) del protagonista son asombrosos y hablan a las claras del sentido plástico, de la categoría estética de Stanton. El problema es que -salvo un par de logradas set-pieces que Disney adelantó como para contrarrestar la mala prensa previa- el film no termina de funcionar: la escenas dramáticas, románticas y hasta varias batallas resultan demasiado largas, anodinas, intrascendentes (y eso que Stanton ha demostrado ser un buen guionista y contó aquí con la colaboración de, por ejemplo, un premio Pulitzer como Michael Chabon). El film -haciendo honor al apellido del protagonista- está muchas veces al borde de lo kitsch, pero al mismo tiempo tiene algo de simpático, y hasta de querible, ver una producción de estas dimensiones (gigantescas) construida sin tanto cálculo y con búsquedas casi desmedidas para los cánones y fórmulas del cine de entretenimiento familiar a gran escala. Sí, podemos definirla como un pastiche o un cocoliche (tiene algo de Flash Gordon, Superman, Star Wars, Gladiador, El vengador del futuro, Cowboys vs. Aliens o Avatar), pero también como una rareza con pasajes audaces y divertidos, que nunca va a lo seguro y que jamás tiene miedo al ridículo. ¿Si la recomiendo? Creo que es interesante verla con su mixtura de géneros y registros (western, superhéroes, ciencia ficción, gladiadores, comedia, romance), con sus grandes momentos cinematográficos y sus múltiples incoherencias. La fui a ver a una avant-premiere con tres niños (dos de ellos, mis hijos), que apenas se encendieron las luces me dijeron: “No entendimo nada”. Sin embargo, a los pocos minutos, coincidieron: “Es de las mejores películas que vimos ¿Cuándo vamos de nuevo?”. No tengo 5 ni 9 años, como ellos, y mi función aquí es la de analizar un film en su conjunto, pero John Carter deja esa sensación ambigua, contradictoria. No está bien, pero tampoco está mal. Está muy lejos de ser un producto redondo, pero genera una atracción, casi, irresistible. Una experiencia rarísima. Júzguenla ustedes mismos.
Sobrevalorada desde la Tierra hasta Marte. Lo primero que logra John Carter es resaltar una vieja duda: ¿es bueno realmente que el 3D sea un negocio casi totalitario en el cine de Ciencia ficción y acción? Esta incógnita surge nuevamente al ver los desastres que esta técnica cinematográfica puede causar. En el ultimo tiempo no fuimos impresionados demasiado por los efectos tridimensionales que usan las películas, cansa la vista, genera situaciones ridículas solo para que algo resalte de la pantalla, no consta de efectos demasiado impresionantes y, en el caso de John Carter, arruina visualmente un filme entero. No hay objetos que salgan de la pantalla ni escenas ridículas para mostrar hasta que nivel puede llegar el 3D, pero lo que si da es un contraste horrible donde el fondo se vuelve opaco y los personajes se sobreponen haciendo parecer todo como un mal montaje de una vieja película. Sacando todo esto la película si consta de buenos efectos especiales que conforman buenas texturas combinadas con buenos modelajes de cuerpo sobre las especies alienigenas presentadas en el filme. Pero a la hora de hacer escenas de acción "descomunales" o efectos de mucho movimientos, John Carter, vuelve a fallar rotundamente, la animación del personaje principal, un humano pasado a computadora, son bastante nefastas y hacen valorar mucho mas los trabajos antiguos antes vistos en el cine. La trama tiene sus buenos momentos, donde puede llegar a tener cierta intensidad en su ritmo, pero decae inmediatamente y se vuelve incoherente, rebuscada e incluso trillada. En cuanto los componentes se van presentando en su recorrido, la pelicula, parece un gran mejunje de cosas. Alienigenas, magia, ciencia, acción y soldados vestidos de romanos. Eso si, es remarcable que sus escenas de acción llegan a buenos niveles a veces, donde puede disfrutarse un buen espectáculo visual y un par de golpes que van y vienen. Un ítem notable son los giros de comedia que ocasionalmente se encuentran, tal vez no para grandes carcajadas pero si lo suficientemente graciosas para cortar la densidad del ambiente y poner un poco de jovialidad al asunto. La cinta fue y es vendida como uno de los grandes estrenos de este año e incluso en los trailers anteriormente vistos se mostraba algo totalmente distinto al resultado final. Algunos han osado incluso a decir que John Carter seria La Guerra de las Galaxias de esta generación, y aunque los que hicieron posible esta película pueden soñar, están muy lejos de pisar los talones de ese sueño. La vida de John Carter se presenta en un libro otorgado a su heredero, su joven sobrino, tras su muerte, en el cual cuenta las aventuras que vivió a través de sus años y los misterios que existen mas allá de la imanación. Con esto se relata que en su juventud era un forajido atrapado en el medio de la Guerra Civil, que buscaba una mina de oro donde no solo pensaba hacerse rico si no encontrar un misterio de otro mundo. Así es como John Carter tras un accidente es transportado a ese otro mundo en el cual está atrapado no solo físicamente si no en una lucha moral sobre ayudar en la terrible guerra librada allí o volver a su hogar natal. El cambio de planeta le otorga a Carter una fuerza descomunal y la habilidad de saltar a grandes distancias lo cual lo convierten en el único legendario héroe que puede acabar con los conflictos del planeta Barsoom. Lejos de los giros de la historia John Carter presenta mas clichés que innovación en cuanto a su guión. El falso antiheroe, la chica en problemas, y un hombre que deja su arrogancia por el amor de su vida. El reparto es básicamente terrible, Taylor Kitsch (John Carter) se desempeña como puede, el gran Bryan Cranston (Powell) hace una presentación demasiado corta para su magnitud actoral, y Mark Strong (Matai Shang) entre los otros personajes son sencillamente parte de la película. Ahora simplemente y apartado del resto se encuentra la damisela en peligro: Lynn Collins (Dejah Thoris). Su actuación es deplorable, no solo eso, si no que su cara no tiene movilidad alguna en la película, solo representa dos facetas, desesperación o alegría. Definitivamente ella es uno de los grandes errores del filme y la cual resta muchos puntos al nivel de goce que esta podría, repito podría, llegar a tener. El reconocido director de la película, Andrew Stanton, responsable de las grandes joyas de Pixar, nos demuestra que debería quedarse en el negocio de la animación y seguir haciendo lo que tanto nos gusta y realmente puede entretener tanto a grandes como chicos. @TadeoMD
Disney y el Planeta rojo no se llevan bien, ya se lo había comprobado hace casi un año con el estreno de Mars needs moms, aquel fracaso de dimensiones épicas que supuso cuantiosas pérdidas para el estudio. No es que John Carter corra de forma obligada su misma suerte, pero no es difícil tomar consciencia de que hay preocupación en torno a sus resultados en la taquilla. Al ser un lanzamiento mundial en simultáneo, su presentación llega despojada de cifras previas que anticipen su fortuna, no obstante la gran campaña de difusión montada a su alrededor dice más de lo que a la compañía le gustaría admitir. Que la película "está condenada", que necesita recaudar 400 millones de dólares solo para quedar a mano, que será la Waterworld de la década, mucho se ha volcado en torno a esta super-producción, menos por lo que respecta a sus méritos que al morbo masivo por ver a los gigantes tropezar. "¿Tu eres John Carter de la Tierra?". Basada en la primera de las novelas de Edgar Rice Burroughs dentro de la serie marciana, la historia cuenta la llegada del personaje del título a Marte, en donde se convierte en la única posibilidad de salvación de sus habitantes gracias a su fuerza sobrehumana y su capacidad de saltar grandes distancias. Dos notorias falencias se imponen por sobre cualquier aspecto destacable del proyecto y lo ponen de rodillas. La primera corresponde a un Taylor Kitsch todavía algo verde como para hacerse cargo de semejante rol protagónico, algo que se ve irremediablemente vinculado al segundo problema, el del guión. Cuesta entender como del trabajo conjunto entre el director ganador de dos Oscar Andrew Stanton, guionista de Toy Story y su secuela, y Michael Chabon, acreedor de un Premio Pulitzer, pueda resultar un producto tan limitado. Un eterno retorno sobre los mismos temas, una tendencia a la sobreexplicación y, por encima de todo, diálogos completamente mecanizados, la trillada frase que da comienzo al párrafo es solo un ejemplo, se combinan para ofrecer un somnífero fruto difícil de digerir. Por supuesto que es necesario resaltar el espectáculo visual que el film propone, en un adecuado uso de los exagerados 250 millones a disposición. En los saltos de su protagonista o en sus numerosos combates se da cuenta de una importante labor en materia de efectos, con secuencias que, de tan logradas, parecen naturales. Por otro lado el gran elenco de secundarios, muchos de ellos enmascarados con el digital aunque realzando a un Mark Strong cuya enigmática figura se vuelve una presencia cada vez más grande en el cine, es un elemento que sin duda favorece a una película que combina ciencia ficción, western y comedia, no siempre de la mejor forma. El cuidado con que se transpone la obra original, con especial atención en la creación de otro mundo, a los personajes y sus detalles, vuelve evidente la influencia que la obra del escritor tuvo en el futuro del género, desde muchos superhéroes hasta la saga Star Wars creada por George Lucas. La pobreza de su guión puede llevar a pensar lo contrario, pero lo cierto es que las aventuras del héroe espacial han sido fundamentales para el desarrollo de figuras hoy ampliamente reconocidas. Los logros de esta demorada adaptación contrastan duramente con el sabor agridulce de su resultado. Mejor suerte con La Luna…
Renegado de otro planeta Para tener una dimensión aproximada de esta nueva apuesta de los estudios Disney a una franquicia con posibilidades reales de perdurar cinematográficamente hablando, debemos comenzar por decir que John Carter es un personaje proveniente de la literatura, creado por el padre de Tarzán, el escritor Edgar Rice Burroughs. Protagonista de lo que se denominara las series marcianas (no confundir con Ray Bradbury), su primera aparición data del año 1911 en las entregas periódicas, publicadas en la revista All Story Weekly capítulo por capítulo con el título Una princesa de Marte, que luego daría lugar con el correr de los años a un conjunto de novelas hasta completar la serie en 1964 con John Carter de Marte, que luego en el año 77 volvería a resurgir con un comic de la Marvel llamado John Carter:Warlord of Mars. Siempre ubicándonos en el contexto histórico, el valor de este relato, que mezcla algunos elementos de ciencia ficción con fantasía -nutriéndose de características de novelas medievales con caballeros y princesas en apuros- se debe en mayor medida al aspecto visionario de su autor, quien imaginó que mediante un viaje en el plano astral su personaje, un renegado del ejército confederado que descubre una mina de oro, podría viajar interplanetariamente con la particularidad que tanto en un plano como en otro existe una copia idéntica de sí mismo. Así las cosas, el extraño aparece espontáneamente en medio de guerras planetarias en el planeta Barsoon conocido en la tierra como Marte, cuya aridez y sequedad obedece a la desaparición de los océanos. Este antihéroe terrícola convertido en salvador del planeta rojo se enamora de una princesa marciana y lucha codo a codo junto a los nativos verdes de cuatro brazos (voces de Willem Dafoe, Samantha Morton) para librarse del yugo de un poderoso villano que busca desposar a la princesa Dejah Thoris bajo la amenaza de destruir su reino, Helium, a las órdenes de su padre el rey Tardos Mors, en caso de que ella no acepte casarse. A grandes rasgos de eso se ocupa el primer capítulo de esta saga cinematográfica John Carter entre dos mundos, dirigida por Andrew Stanton (Wall E), quien también escribió el guión junto a Mark Andrews y Michael Chabon, donde en una primera mitad un prólogo bien desarrollado nos introduce en la historia de un joven, el mismísimo Edgar Rice Burroughs (Daryl Sabara), que hereda de su tío John Carter una misión y un diario íntimo en donde revela pormenores de su extraña historia de vida para luego trasladarlos a la época de la guerra civil en la que se aventura como soldado desertor de la causa que lo obliga a aniquilar a los indios Apaches y que por un hecho fortuito termina escondido en una cueva para luego aparecer en el planeta ya citado donde cuenta con una ventaja física al no existir gravedad, la cual le permite saltar a grandes alturas, así como desarrollar fuerza muscular por su anatomía. Los parecidos de esta primera parte con Pocashontas (también ocurría algo similar con Avatar) no son casuales, básicamente por la intención de mostrar el choque de culturas entre nativos y un extraño de otro planeta como es el caso de este oriundo de Virginia –lo apodan Vorginia- devenido guerrero por abrazar una causa que sí considera noble: la liberación de un pueblo sojuzgado por el poder de un tirano bajo la mirada atenta de unos seres superiores que parecen digitar los hilos de los destinos de la historia de la humanidad desde sus orígenes hasta sus extinciones planetarias. Estos seres, llamados therms, operarán como equilibrio de fuerzas entre buenos y malos, en una trama rica en aventuras y peripecias para todo público (cabe aclarar que el original literario era mucho más oscuro que esta versió atp) que es justo decir no gana valores cinematográficos extras por el uso del 3d -teniendo en cuenta que su presupuesto arañó la cifra de 250 millones de dólares- más allá de los convencionales, aunque eso no significa que no pueda disfrutarse de la imagen, la profundidad, los decorados y sobre todo del despliegue visual a la hora de resolver escenas de pura acción y adrenalina. Tal vez el elenco elegido no termine de convencer en cuanto al protagonista Taylor Kitsch al que le queda bastante grande el personaje de John Carter (pasó lo mismo con Harrison Ford cuando George Lucas lo eligió para interpretar a Han Solo en la mítica Stars wars que debe mucho a esta serie), así como su interés amoroso Lynn Collins en el rol de princesa Dejah Thoris, quien más allá de su belleza natural dice muy poco en materia interpretativa. Mark Strong como siempre aporta el sello distintivo con un personaje que seguramente dará que hablar en las próximas entregas. Por ahora resta por decir que nace un nuevo producto con pretensiones de convertirse en épica cinematográfica en el futuro, de la mano de un director que sabe de sobra cómo entretener al público menudo y no tan menudo también.
De la guerra acá a la guerra en Marte Un humano del siglo XIX lucha en un Marte dividido. Basada en la obra de Edgar Rice Burroughs. Máxima futbolera: no hay que confundir dinámica con vértigo. John Carter... tiene lo segundo: avanza, aluvional, sin que nadie haga una pausa. Alguien podrá decir que se trata de una película de acción pura. Bien, el problema es que su trama, que no es lo mismo que su acción, se bifurca a un ritmo que no parece del todo justificado y que no permite mayor empatía con los personajes. En este aspecto, esta megaproducción termina siendo plana. Claro que hablamos de un producto de uno de los fundadores de Pixar, Andrew Stanton, director de Buscando a Nemo y Wall-E , que hace su debut en un filme que combina animación y actores. La película tiene, como podríamos esperar, hallazgos visuales -más vinculados a la ambientación “retrofuturista” que al uso del 3D- y búsquedas, como la de combinar géneros y estilos, y encarar una historia en la que los marcianos no son invasores sino seres en conflicto interno, autodestructivos: una suerte de espejo nuestro. John Carter..., personaje creado en 1911 por Edgar Rice Burroughs, autor de Tarzán , empieza como un western y se transforma en un filme de ciencia ficción; tiene mucho de películas de gladiadores y también de fábula de guerreros y princesas; oscila entre la Tierra y Marte; podríamos decir, también, que entre el siglo XIX, el XX y, por qué no, el XXI; se apoya de lleno en la acción, pero no carece de destellos de lirismo. En definitiva: un eclecticismo que por momentos causa fascinación y, por otros, la sensación de estar ante un híbrido, una especie de pegatina de distintos episodios de un cómic (esta obra de Burroughs fue publicada como serial por entregas y como libro). La historia empieza cuando un veterano de la Guerra de Secesión, el capitán John Carter (Taylor Kitsch, que saltó a la fama en la serie Friday Night Lights ), se esconde en una caverna, en medio de un enfrentamiento entre soldados y apaches. Un rato después, aparece en Marte. Como si no pudiera escaparse de su destino, deberá seguir participando en guerras internas. En su nuevo planeta se enfrentan seres muy parecidos a los humanos, y también criaturas raras que alternan -como nosotros- entre lo noble y lo miserable. Carter, un renegado en la Tierra, irá transformándose en un héroe extranjero y extraño. La épica bélica, y la romántica, transcurrirá en una geografía polvorienta, abierta, natural, en la que los efectos especiales no lucirán abrumadores ni impostados: un acierto.
Marcianos terrícolas John Carter: Entre dos mundos (2012), basado en las novelas fantásticas del escritor Edgar Rice Burroughs, mantiene la estructura épica de films como la saga de La guerra de las galaxias pero desde una visión más acorde a los tiempos que corren en donde se intercalan la ciencia ficción con la lucha por los ideales sin descuidar el entretenimiento. La historia nos sitúa en dos planetas: Tierra y Marte. John Carter, un habitante de la tierra, veterano de guerra, misteriosamente es conducido a Marte. Una vez allí se verá envuelto en una sucesión de batallas de las que no solo dependerá su vida sino también la de los habitantes del lugar. Andrew Stanton, director de películas como Wall-E (2008) y Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003), nos sumerge en un mundo onírico con marcianos de carne y hueso. Con una estructura épica, el film nos va conduciendo por las tradicionales luchas entre el bien y el mal. Aunque esta vez la situación de se da en otro planeta el paralelismo con lo que pasa en la tierra es el mismo. Un mundo extraño y desconocido sirve para entablar una serie de relaciones en la lucha por el poder en un mundo imaginario del que se podría realizar una traslación a un hecho contemporáneo como la guerra de Irak, para bajarlo a la realidad. John Carter: Entre dos mundos es además entretenimiento y a pesar de la mirada más literata que Edgar Rice Burroughs ofrece en la historia original, el realizador supo captar la esencia y mezclarla con el efectismo que le otorga tener a su cargo una mega producción hollywoodense. El uso del 3D combinado con las grandes batallas y la construcción de los escenarios que intercalan modernismo con medioevo le brindan a la historia esa grandilocuencia que atrapa a aquellos que quieren ver una película pochoclera. Con final abierto para una posible secuela, John Carter: Entre dos mundos adopta la espectacularidad del cine con la visión más pensante de la literatura en una película que entretiene pero que además tiene un contenido, aunque para muchos éste sea vacío.
Un guerrero se verá envuelto en una fantástica guerra para salvar al planeta Marte Conocido mundialmente por la novela Tarzán , el escritor Edgar Rice Burroughs dejó además otras obras que, sin tener la repercusión de aquélla, lograron no obstante hacer impacto en varias generaciones de lectores. Una de ellas es John Carter , una aventura en la que lo fantástico se asocia con la acción y el suspenso. Aquí, el protagonista es un veterano de guerra que se había desempeñado como capitán en las duras batallas de principios de las contiendas norteamericanas y que, ya convertido en un civil, transita su vida con placidez y alegría. Su existencia cambia cuando por causas ignoradas es transportado a Marte, donde, pese a su reticencia, se verá inmerso en un conflicto de proporciones épicas con los habitantes de ese planeta. Allí conocerá a fantásticos seres que se hallan en constantes conflictos bélicos y tomará contacto con una bella y cautivante princesa dispuesta a salvar a los suyos de una hecatombe en la que intervienen monstruosos individuos que desean adueñarse de ese planeta, llamado allí Barsoon. Carter redescubrirá su humanidad al advertir que la supervivencia de ese planeta y de su gente está en sus manos. Ya convertido en audaz guerrero, debe enfrentar a extraños individuos montados en extravagantes animales y constructores de naves voladoras. Muchas son las dificultades en que se verá envuelto ese ex militar en medio de una población que desea la paz, pero héroe al fin logrará imponer su astucia y su valentía para que ese lejano planeta vuelva otra vez a su tan buscada tranquilidad. Rodado en 3D, el film se transforma en un muy válido pasatiempo sobre la base de imponentes escenarios en los que imperan las constantes luchas de esos bandos constituidos por estrambóticos seres que hallan en el visitante a un salvador cada vez más comprometido con su necesidad de lograr que el planeta vuelva a ser un lugar habitable y pacífico. Taylor Kitsch logra imponer su autoridad como ese hombre que, sin desearlo, pondrá todo su esfuerzo en salvar a una humanidad en peligro, en tanto que el resto del elenco, la excelente fotografía y la muy buena música apoyan con fervor esta aventura en la que la ciencia ficción se da la mano con el más puro entretenimiento.
Aventuras en las que falta el espíritu pulp Escrita por Edgar Rice Burroughs, autor de Tarzán, la novela por entregas Una princesa de Marte –en la que se basa John Carter: Entre dos mundos– es casi la definición misma de pulp. Primero, porque se publicó a comienzos del siglo XX, época en la que esa clase de relatos populares y baratos, publicados en diarios o revistas, alcanzaron su apogeo. Pero además porque mezcla espacios, géneros y verosímiles de lo más diversos, con todo impudor y a todo vapor. Habría que leer aquel viejo folletín para ver cómo se amalgamaba todo eso allí. La película –cuya tríada de guionistas incluye al novelista de culto Michael Chabon– funciona como una mescolanza, que no termina de hacerse cargo de lo pulp que hay en ella. No hay humor, guiño o disparate asumido en esta primera película con actores de Andrew Stanton (que cuando estaba en Pixar dirigió Buscando a Nemo y WALL-E), sino un copy & paste que parece hecho en automático, poniéndola más cerca de Flash Gordon (la película) que de Flash Gordon (el serial). Empieza como enigma de época, sigue como western de posguerra civil y deriva en una variante de ciencia ficción que transfigura distintos tipos de relatos, desde las aventuras selváticas hasta las películas “de romanos”, pasando por las intrigas cortesanas. Todo ello en un planeta exótico, en el que la gente convive con monstruos de variado pelaje (y tamaño). Después de publicada la novela, ese guisado inauguró, según dicen, un género al que se llamó de “planetas y espadas” (sic). A fines del siglo XIX, y por efecto de la famosa “puesta en abismo”, un jovencito llamado Edgar Rice Burroughs (Daryl Sabara, el ex chico de la serie Miniespías) es convocado a la mansión de su tío, John Carter, que acaba de morir sorpresivamente, dejando para él, como legado, el relato que explica esa muerte. La novela del tío se inicia en el sur de los Estados Unidos, poco después del fin de la Guerra de Secesión, cuando Carter –un verdadero rebel, capaz de querer asesinar al tipo que lo juzga, a los soldados que lo detienen y a los guardias que lo cuidan– termina eyectado, por obra de cierto sortilegio, al planeta que el título de la novela anticipa. En ese planeta, un rey bueno (Ciarán Hinds) combate contra un líder malo (Dominic West, de la serie The Wire), con su hija, la princesa Dejah (Lynn Collins, que viste como Raquel Welch en Un millón de años a. C.) como prenda entre ambos. Pero no en el sentido gauchesco del término. Dotado, gracias a la diferencia gravitatoria, de la capacidad de saltar como una hiperlangosta, el terrícola (Taylor Kitsch, cero presencia) intentará proteger, espada en mano y sin un pelo de lerdo, a la poderosa morocha, enfrentando a malos y monstruos. A algunos de ellos, en arenas como de circo romano. Si al frente de John Carter hubiera estado un Robert Rodríguez, incluso un Patrick Lussier (el de Infierno al volante), este cambalache pudo haber sido divertido, despatarrado, asumidamente pulp. Como si nunca hubiera pasado por Pixar, como si Buscando a Nemo y WALL-E las hubieran dirigido otros, Mr. Stanton se comporta, en cambio, como administrador de un despiporre que nunca es tal. Una princesa de Marte dio lugar a una saga de diez novelas, así que habrá John Carter de acá a la próxima década.
Aventuras y ciencia ficción en el planeta rojo Grande es el misterio detrás del fracaso estético de una película. Cuando un film como John Carter: entre dos mundos, que tenía todo para convertirse en un clásico, termina siendo un film irrelevante, es necesario y hasta saludable preguntarse acerca de cuál es el motivo por el cual las cosas no funcionaron. La película cuenta la historia de un ex soldado de la Guerra Civil estadounidense que descubre un portal hacia Marte, y de las aventuras del western termina metido de lleno en la ciencia ficción. Claro que esto no es un invento del cine actual, sino que parte de una novela (finalmente una serie de libros) escrita por Edgar Rice Burroughs, el mismo que entre otros personajes supo crear a Tarzán. Esta combinación de aventuras y ciencia ficción es una inmejorable plataforma para un film, pero el problema no es la historia, sino la forma torpe con que el director resuelve las situaciones dramáticas y cómo filma a los protagonistas. No es terrible que los actores sean inexpresivos, sino que están mal encaminados y los primeros planos de cada uno de ellos están insertados con una falta de criterio que hasta se podría sospechar que fueron impuestos. Las imágenes que mejor funcionan son las de las batallas, los momentos espectaculares y los personajes virtuales. Es notorio que los personajes creados sean más expresivos que los actores. Es notorio y lamentable, no por lo magnífico de los efectos, sino por lo precario de la dirección actoral. Es así que cuando John Carter se vuelve una película interesante, se apaga, y esto ocurre a lo largo de todo el metraje. El director de la película es Andrew Stanton, alguien cuyo nombre pocos conocen pero tiene en su haber dos premios Oscar a mejor film de animación, por haber dirigido Buscando a Nemo y Wall-E y cuatro nominaciones a mejor guión, por esos dos títulos y también por haber coescrito Toy Story y Toy Story 3. Con esos antecedentes, es aun más triste ver que su paso al cine con actores no haya podido alcanzar los méritos de su filmografía anterior. En una época donde los cineastas de animación están tratando de trascender el género, el viaje entre dos mundos de Andrew Stanton no parece ser tan apasionante y revolucionario como del personaje de su película. Aun así, el espectáculo por momentos funciona.
Aventura marciana para fans del fantástico Edgar Rice Burroughs escribió otros relatos además de «Tarzán», pero en Hollywood casi se olvidaron de que su obra podía ser una verdadera usina de historias para películas fantásticas. O tal vez no se olvidaron, solo que sus relatos, como la saga marciana iniciada con «Una princesa de Marte», eran demasiado complejos para ser llevados al cine. De hecho, distintos estudios han estado intentando desarrollar esta novela marciana desde más o menos el período mudo. Ahora, convertida en «John Carter» se entiende la dificultad, que no solo tiene que ver con los efectos especiales (complicadísimos sin duda, y muy bien resueltos por el experto en cine digital Andrew Stanton de Pixar), sino también por los delirantes conceptos que mezclan lo más obtuso de la fantasía heroica con las más alocadas ideas de la ciencia ficción de principios del siglo pasado. Luego de un espectacular pero bastante confuso prólogo marciano, la película abre en la Tierra en el siglo XIX. El capitán John Carter (Taylor Kitsch) ha muerto, y dejó extrañas instrucciones para su albacea, incluyendo un mausoleo que solo se abre por dentro, donde debe ser enterrado sin velorio ni embalsamamiento, y una cuantiosa herencia que queda solo en manos de su sobrino, igual que su diario, que nadie más debe leer. La lectura del diario es la historia en sí misma, que empieza en Arizona luego del fin de la guerra civil, y tiene tonos de western (excelentes, por cierto) hasta que en una extraña cueva, donde se esconde de los pieles rojas, Carter descubre una puerta cósmica que lo lleva a Marte. El planeta rojo está en una dura guerra civil entre dos clanes de humanos, uno humanista, científico y compasivo, y otro cruel y despiadado. Por supuesto este último es el que va ganando una guerra ya casi finiquitada con la ayuda de unos raros seres cósmicos que son los que abren la puerta entre distintos planetas y se alimentan de la energía de cada uno de ellos (Mark Strong pone todo su talento al servicio de este extrañísimo personaje que puede adoptar la forma de cualquier persona). Pero Carter no cae en medio de la guerra entre humanos-marcianos, sino que aparece en medio de unos marcianos verdes con cuatro brazos que lo toman como trofeo. Estos seres, bajo el mando de un líder interpretado por un Willem Dafoe digital, se mantienen aparte de las guerras entre humanos, aunque podrían cambiar el destino de su planeta si tomaran alguna decisión al respecto. A Taylor Kitsch le va bien la superacción, y su princesa marciana Lynn Collins no solo es super sexy, sino que está muy bien entrenada con la espada y las artes marciales. Pero cuando se ponen a hablar de los destinos del universo, utilizando palabras marcianas cada dos por tres, el asunto se enfría demasiado. La película tiene dos o tres escenas de este tipo que deberían haber quedado para los extras del dvd, pero en cambio utiliza muy bien las confusiones idiomáticas cuando la raza marciana de cuatro brazos habla en su propio idioma (con subtítulos, por supuesto), lo que lamentablemente desaparece pronto por culpa de un brebaje que hace que todos los personajes se entiendan entre sí. Pero más allá de estos detalles, la creación de este mundo marciano no tiene desperdicio, y Stanton logra imágenes que quitan el aliento. Hay algo de Conan, Indiana Jones y Flash Gordon en la descripción de este universo fantástico, y también en el diseño de las escenas de acción que, por momentos, redimen al film de cualquier otra falencia, empezando por una lucha increíble entre Carter -que gracias a la diferencia de gravedad salta por todos lados como un verdadero superhéroe- y dos gorilas albinos gigantes de seis patas. Despareja y todo, esta «John Carter» es algo que merece verse, muy especialmente por los fans del cine fantástico.
Una de princesas y monstruos Todo se transforma. En las tradicionales películas de acción y aventura, el héroe se enfrentaba con el villano en distintas locaciones y luchaba contra los mas extraños obstáculos y todo tipo de enemigos. Cumplía su objetivo y ratificaba su condición de héroe. Pero la imaginación sigue desbordándose. Es el caso de "John Carter: entre dos mundos". Un joven capitán del ejército, durante una histórica contienda en Estados Unidos, es abducido, y llevado a Marte, aunque sus habitantes lo denominan Barsoon. Allí, con poderes extraños como el de saltar a distancias increíbles, comienza a integrarse con un mundo que está muriendo, donde los seres de cuatro brazos muy verdes, como la hojas de la tierra en la primavera, luchan con enemigos imponentes y asumen una crisis galáctica. Carter recuerda su apuesta por la libertad y la no sumisión al enemigo. Armado, entra en lucha. POR EL AZAR Basada en una serie del popular Edgar Rice Burroughs (creador de "Tarzán"), John Carter revitaliza la historia del héroe enfrentado a la aventura y el azar. La serie, luego transformada en libro, que tenía sus mayores adeptos entre los adolescentes, ya en su formato película, está dirigida a ese mismo tipo de público. Tiene un buen ritmo narrativo, atractivos efectos especiales, bellas locaciones y una estética que se renueva con inéditos tipos de monstruos (la imponente escena del campo de guerra, con semejanzas respecto del Circo Romano, donde luchan monstruos gigantes, custodiados por extraños cuidadores). El filme, aunque no innova en cuanto a temática, recrea mundos de cuidados diseños, en los cuales que extrañas criaturas. CINE DE BARRIO El director, siempre con el apoyo de la serie original, "John Carter de Marte", es ayudado en la ficción por un equipo que aglutina a Taylor Kitsch y la bella Lynn Collins (Dejah Toris), la tradicional princesa, esta vez con una cuota de desparpajo y picardía que le sienta bien y recuerda a la Catherine Z. Jones de los relatos cinematográficos iniciales. Entretenida, a veces con repeticiones, "John Carter en Marte" recicla un cine que teniendo como protagonistas a "Simbad el Marino", "El príncipe valiente" o "Aladino", continúa atrayendo con su carga de aventura y fantasía, como en la época del "cine de superacción" televisivo, o las míticas matinés de los cines de barrio.
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La guerra de los marcianos Múltiples anécdotas conviven detrás de esta película de 250 millones de dólares, que le hace justicia a la figura de Edgar Rice Burroughs, su autor y también el creador de un héroe atemporal, Tarzán, que en sus orígenes compartió casi la misma popularidad literaria. La historia de ciencia ficción John Carter fue publicada por primera vez en 1912, y, según los estadísticos, logró un nada envidiable récord al tardar más que ninguna otra película en ser llevada a la pantalla desde el primer intento: 79 años. Si lo hubieran logrado quienes se propusieron realizar una adaptación animada en 1930, le habrían arrebatado a Walt Disney el privilegio de que Blancanieves y los sietes enanitos fuera la obra inaugural de los dibujos animados, en 1931. Por suerte, la demora no fue en vano. El filme dirigido por Andrew Stanton (Buscando a Nemo, Wall-E) sobresale por su pulso argumental, por su intenso simbolismo y por sus magníficos efectos especiales, llevando al conjunto a la categoría de superproducción, capaz de mostrar un estilo propio dentro de un género como la fantasía y la ciencia ficción, en el que a veces pareciera estar todo inventado. El guión merece elogios también. Es zigzagueante pero casi perfectamente inteligible, sorprendente, e imprevisible. El personaje, bien lineal, John Carter, es un científico y buscador de oro de la época inmediata posterior a la guerra civil norteamericana, que descubre un medallón que lo hace viajar al planeta Marte. Allí, al principio, es capturado por una tribu de fibrosas y verdes criaturas de más de 3, 50 metros de altura, y empieza a entender las nuevas reglas, mientras descubre la gran pugna que se está librando entre el último pueblo digno de ese mundo, y un ejército de exterminadores deseosos de poder absoluto. En el medio, hay una princesa a la que quieren casar por conveniencia, con el líder de la comunidad hostil, buscando una tregua. La fotografía y el montaje también son lucidos, y los escenarios, están entre lo mejor de las últimas épocas en cuanto a imaginación y realización.
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Mientras aun está fresco el recuerdo de la Guerra Civil, el capitán John Carter se encuentra tras la pista de un inconmensurable tesoro dorado. Dentro de una cueva del lejano oeste norteamericano, un talismán lo transportará de modo inexplicable hasta Marte. Barsoom (como llaman los habitantes a su mundo) se encuentra al borde del colapso y Carter se verá involucrado en este conflicto que incluye enorme seres verdes con seis brazos, humanos y princesas en peligro. La paz y la supervivencia del planeta rojo se encuentran ahora en manos de un terrícola. La combinación del espíritu western con la ciencia ficción ya nos había decepcionado en la reciente “Cowboys & Aliens”, y aquí –con la incorporación de la faceta gladiadora- vuelve a hacerlo. Los personajes son chatos, inexpresivos. Simpatizamos tan poco con ellos que no llega a interesarnos el éxito o fracaso de su descomunal misión. El guión desparrama parlamentos solemnes dichos con una afectación en desuso desde hace décadas. Incluso, que un matrimonio por conveniencia sea la solución a todos los problemas de un planeta, trasluce lo arcaico y naif de esta propuesta. Un dato: si bien el 3D maximiza la experiencia, resulta muy cansador usar los anteojos polarizados por más de dos horas.
Un cowboy –ni más ni menos– es trasportado inadvertidamente a Marte, donde su diferente contextura física le permite ser una especie de Superman menor. Unos seres inmortales dominan el planeta y hacen que los villanos lo saqueen con una ciudad andante (sic). En Marte hay, además, una raza belicosa, un reino pacífico, y una princesa científica con la que quiere casarse uno de los villanos, y Carter termina enamorándose, uniendo a los buenos contra los malos y aceptando su destino de héroe. Carter es un invento de Edgar Rice Burroughs, el “padre” de Tarzán, y el film intenta rescatar ese espíritu de aventura disparatada y de invención exótica del autor. Lo logra en más de un momento, así como hacer creíbles a la mayoría de los personajes. Sin embargo, en este paso al –casi– cine con actores, el realizador Andrew Stanton no logra mostrar la precisión narrativa de “Buscando a Nemo” y “Wall-e”, sus films anteriores. Sí la idea de que es necesario salir al mundo para aprender de él, aunque aquí aparece de modo más bien lavado. Lo mejor lo constituyen los momentos de acción y ciertos personajes (el líder de los marcianos de seis brazos, por ejemplo) realmente atractivos. Pero el espectador notará que en John Carter aparecen elementos que ha visto en “Flash Gordon”, en “La guerra de las galaxias”, en “Avatar”. No es culpa de este film, sino de que la saga de John Carter fue saqueada repetidas veces desde los años `20. Stanton lo sabe y por eso es que juega a exagerar motivos y decorados, a rescatar cierto aire camp de aquellas ficciones. El resultado no va más allá de un simpático anacronismo.
Del mismo autor de Tarzán, Edgard Rice Burroughs, la historia de un veterano de la guerra civil de los EEUU que llega casi sin escalas a Marte, debe luchar contra opresores, seres monstruosos, salvar a una princesa. El planteo de una aventura que gustará especialmente a los que gustan del comic y la fantasía desatada.
Andrew Stanton, entre dos mundos Curiosamente en el lapso de los últimos dos meses, hemos visto el debut en el cine de acción en vivo de dos directores que han hecho sus carreras en el cine de animación y que, especialmente, han pasado por la escudería Pixar. En primera instancia vimos a Brad Bird (El gigante de hierro, Los increíbles, Ratatouille) con Misión imposible: protocolo fantasma y ahora nos toca ver lo que ha hecho Andrew Stanton (Buscando a Nemo, WALL-E) con el texto de Edgar Rice Burroguhs, John Carter: entre dos mundos, a un siglo de su publicación. Lo interesante es que si bien ambas películas son prodigiosas en la utilización de efectos especiales, Bird se introdujo en un mundo real, con personajes de carne y hueso, donde la tecnología aparece para connotar lo fantástico del mundo, el elemento descabellado que hace de la experiencia en la Tierra algo formidable. En el caso de Stanton, lo humano se mezcla con lo extraterrestre, lo fantástico toma la textura del CGI, y los efectos especiales ya no sirven para connotar lo fantástico de este mundo, sino para hacer posible lo increíble de otros universos distantes. Tal vez Bird haya logrado transpolar efectivamente la anarquía de formas del dibujo animado en lo humano, mientras que Stanton ha disimulado con la presencia de lo humano la constante forma de lo animado. Con sus fallas a cuesta, especialmente en el ritmo cinematográfico, ambos realizadores dieron un paso acertado y preciso en este lado del universo del cine, continuando con sus temas y sus obsesiones formales, a la vez que han re-impulsado amablemente el cine de acción y aventuras. Pero centrémonos en Stanton y su John Carter: entre dos mundos. Antes que nada, una curiosidad: en sus tres películas a la fecha, el nombre del personaje central aparece en el título: Nemo, WALL-E, John Carter. Esto, que puede ser una casualidad, es algo fundamental en las historias que le gustan a Stanton. Si tenemos en cuenta estas tres obras, está por demás claro que el director siente muy fuerte esa gran herencia del cine clásico de Hollywood, donde el héroe individual es quien marca el camino para la rebelión de la comunidad. Por eso el director trabaja el mito, el nombre propio entendido como la clave cristiana que llevará al salvador. De alguna manera Nemo, WALL-E y Carter lideran a los suyos, ya sea un grupo de peces encerrados en un acuario, la raza humana a la deriva o marcianos que sufren la violencia de una comunidad superior y beligerante. También está claro que Stanton ha visto muchísimo cine y que los géneros aparecen citados, regurgitados, transformados en otra cosa: Buscando a Nemo es una de fugas imposibles, WALL-E asalta la ciencia ficción con 2001: odisea del espacio como ejemplo más depurado, y John Carter, tal vez la más compleja y elaborada en eso de mezclar, fusionar y hacer un pastiche, contiene al western, pero también a las películas de gladiadores, las de intrigas palaciegas y las aventuras kitsch, a la usanza de un Flash Gordon. Sí, también hay que decir que John Carter: entre dos mundos es una película fallida por momentos, pero de una notable intensidad por otros, una aventura que no desatiende el humor y la diversión, y donde un espíritu de nobleza y ligereza campea todo el relato. Hablábamos de ese “transformar en otra cosa”, y eso evidentemente tiene un fuerte lazo con la animación, que es el mundo del que viene el director. En Stanton, el saber cinematográfico nunca es pedantería (ver las referencias al musical y al cine mudo en WALL-E) y sí un juego: de hecho, WALL-E relee y mejora hasta hacerla querible a esa porquería solemne y tonta en sus simbolismos que fue la 2001: odisea del espacio de Stanley Kubrick. Y el juego en John Carter: entre dos mundos es múltiple, porque por un lado el director adapta un texto que sí es de aventuras pasatistas, pero de un autor “importante”; y por el otro narra como por segmentos que son un recorrido por la historia del cine de acción, aunque nunca hace del guiño una presencia consciente o autocelebratoria. John Carter: entre dos mundos es una película libre en ese sentido, grácil, fluida, como el trazo del dibujo animado, y eso causa un placer irrepetible si pensamos que costó más de 200 millones de dólares y debería estar pensada como un divertimento infalible. El film es dueño de una ambición extraña, que pasa más por la necesidad de hacer lo que uno quiere de la forma que se le plazca, más que por la elaboración de un producto perfecto en sus métodos. Está claro, también, que con un material similar al que contaba James Cameron en Avatar, Stanton carece -por ahora- de la mirada de un creador de imágenes imponentes, aunque hay un par de momentos impecables, como la llegada de Carter a Marte, o ese montaje paralelo entre cierto acontecimiento del pasado terrestre de Carter y una matanza de criaturas en Marte, o la escena péplum, con Carter peleando contra gigantescas criaturas. Tal vez el mayor error de la película y del director, y acá retomamos la relación con Brad Bird y su Misión imposible…, es que Stanton logra recién en los últimos diez minutos que el conflicto humano nos importante. Antes, por más de dos horas, resultaban más interesantes los personajes animados (el “perro” Woola es un hallazgo) que Carter o las razas humanas. Esta falencia no es sólo de construcción de personaje, sino que tiene que ver con la habilidad que posee el director para trabajar mejor el trazo abstracto de las criaturas digitales (una modernización del dibujar) que la implicancia física de los actores. Eso que lograba Bird con Ethan Hunt en lo alto de un edificio o en medio de una tormenta de arena, Stanton no puede o no sabe hacerlo. En ese “entre dos mundos” que plantea inconscientemente el subtítulo en castellano que le han puesto por estas tierras, está parte del nudo central de la película: Stanton todavía se siente más libre en el mundo inventivo de la animación que en el tangible de lo real, donde las emociones se deben desarrollar por medio de otros códigos. No hay nada malo en eso, sólo que limita las posibilidades de un relato como este, divertido, ágil, amable, imaginativo, generoso en emociones y trepidante en la aventura.
Una historia de amor interplanetaria es la base del conflicto de “John Carter: entre dos mundos”. Basada en la novela “Una princesa de Marte”, de Edgar Rice Burroughs, el autor de “Tarzán”, la película apela a una historia en la que se mezcla el arrojo de un soldado desertor del ejército de los primeros años de la independencia de Estados Unidos devenido buscador de oro. Carter no había tenido suerte hasta ese momento. Y tampoco la tendrá cuando entre en una cueva donde encontrará el metal, pero también un curioso objeto que lo transportará a otro planeta. Allí cae prisionero de unos extraños seres y conoce a una princesa empeñada en salvar a su mundo en ruinas de la mezquindad de un gobernante rival. La aventura sin límites y la intención de entretener impulsan el relato, además del inevitable y eficaz apoyo de la tecnología utilizada para generar los miles de seres fabulosos que acompañan a los actores. La historia está impregnada del clima inquieto de su época, lanzada en 1912, con una estética que es tanto una evocación de las maravillas de la Revolución Industrial como un tributo al ingenio de Da Vinci, y también de la Roma antigua, con sus costumbres brutales y su coliseo, todo en una aventura épica y desbordante que, en el cine, no termina de aprovechar su potencia.
Realmente me alegra que el cine de aventuras este devuelta en boga. Que a alguien se le haya ocurrido adaptar a la pantalla grande un clásico de aventuras como John Carter. Y la adaptación casi hace justicia con todo el material de Edgar Rice Borroughs. "John Carter" nos cuenta la historia de un valiente y habilidoso soldado de la guerra civil norteamericana, que buscando oro en una cueva, es teletransportado a Marte (o Barsoom como es realmente su nombre) quedando atrapado entre dos ciudades marcianas enemigas y peleando por salvar a la hermosísima princesa marciana Dejha Thoris. "Una Princesa de Marte", la obra en la que esta basada la película, fue publicada en 1917, el escritor Edgar Rice Borroughs (que anteriormente había publicado "Tarzan") creo flora, fauna, civilizaciones de Marte e invento todo un mundo, en esa época (que luego seria "choreado" elegantemente por el señor James Cameron con "Avatar"). Andrew Stanton, recrea casi todo lo que describía Borroughs de manera impecable. Pero con un impedimento, la producción es de Disney. Generalmente ustedes dirán, "pero que te produzca Disney es genial!". Si obvio que es genial, comparto, pero creo que acá es donde esta la principal flaqueza de la película. Como todos saben Disney tiene ciertos estándares que respetar con respecto a algunos temas en sus películas. La violencia, y el erotismo, no pueden ser demasiadas por razones de imagen que debe cuidar la empresa. Yo estoy de acuerdo en eso, el sello de Disney tiene que estar en productos que tengan que ver con su imagen, pero creo que John Carter, no era material como para Disney. Stanton aun así, se las ingenia para hacer una película, con momentos de violencia que nunca se vieron en una película de la empresa del ratón, pero aun asi se queda en medio de dos mundos. Las novelas de Borroughs, son lo que se conoce como novela "Pulp", que están cargadas con violencia y erotismo. Stanton al adaptarlas queda atrapado entre el Pulp y una producción Disney, y eso es lo que hace que "John Carter" nunca vuele libremente, si no que se convierta en una película contenida, que no termina de explotar nunca y nos deja siempre a medio camino. Si bien tiene momentos geniales (como un enfrentamiento de Carter contra una horda de Tharks, completamente solo, o la batalla con los simios blancos), la peli no termina de volarnos la peluca. Y creo fielmente que las restricciones fueron lo que generaron eso. Andrew Stanton, hace su debut como director de acción en vivo, demostrando que es de esos directores clasicos. Cada plano esta estrictamente planificado, y toda la acción es limpia, y comprensible. Algunas escenas en el oeste tienen esa sensación de western de los 40, y la parte de en Marte de esas de aventuras de finales de los 50 de Fritz Lang. Las actuaciones? bien, Taylor Kitsch lleva bien el personaje, demuestra fortaleza, quizás sus peores momentos son cuando esta en la tierra, pero cuando el personaje florece en Marte, lo lleva genial. Lo mejor reside en Lynn Collins, que construye una Dejha Thoris, fuerte, con carácter, pero femenina y de algún modo muy sutil, sensual. Mark Strong, realiza un buen trabajo como uno de los villanos. Los efectos especiales son muy buenos, las criaturas están exquisitamente realizadas, los Tharks están tan bien hechos que uno se olvida que son CGI. William Dafoe, interpreta al rey de los Tharks y realmente uno siente su presencia y se olvida del personaje generado por computadora. Woola, que es como una especie de perro extraño, es un sidekick genial, y Stanton lo explota correctamente usándolo como comic releif pero con buen gusto. Lo extraño es que la peli falla en algunos efectos simples, como personas volando, o algunas imágenes en movimiento con fondos en pantalla azul que se notan demasiado. En resumen, "John Carter", es una buena película de aventuras que podría haber sido genial, si se hubiese soltado un poco mas. Buen debut para Andrew Stanton, y espero una oportunidad mas para John Carter, pero me gustaría a los Weinstein como productora.... PD: al lado les dejo ilustraciones de las novelas de Edgar Rice Borroughs, para que vean a lo que me refiero. Observen la vestimenta de la princesa, y vean las diferencias con la adaptación mas Disney.
Basada en la obra literaria escrita por Edgar Rice Burroughs, esta película dirigida por Andrew Stanton ("Wall-e" y "Buscando a Nemo") es una correcta y fiel adaptación de los materiales originales, con increíbles efectos visuales, muy buenas escenas de acción, pero con personajes humanos y transiciones que carecen de interés y de atractivo para complementar las grandes puestas en escena de los últimos 40 minutos.
John Carter es una película imperdible para todos los amantes de las aventuras y la ciencia-ficción, tengan la edad que tengan. El espectáculo visual es de primera y es el complemento de una gran historia que parece que no aporta nada nuevo, pero lamentablemente no es así pues la novela original es de 1917, por lo tanto si se hubiera filmado varias décadas atrás el público...
Con mucho secreto de sumario en las funciones previas, y una importante parafernalia de publicidad, se estrenó “John Carter: entre dos mundos” en nuestro país. Creo haberlo mencionado alguna vez, cuando era chico fui al cine a ver “Invasión Junk” (1982) con Marc Singer, el de la serie televisiva “V Invasión extraterrestre” (1983/85). Era la de un guerrero que tenía el poder de ver y actuar a través de os animales. En aquel tiempo la película me fascinó y jamás me fijé en todos los errores narrativos, los pésimos efectos especiales o las desacertadas actuaciones empezando por el mismo Singer. Lo bien que hice, porque me permitió disfrutarla sin condicionamientos, poniendo todo de mí para que me guste y poco podía importarme lo que dijeran los críticos. A lo mejor le pasa lo mismo a los chicos que vayan a ver John Carter, con lo cual sólo queda advertir dos cosas a los abuelos, tíos, padres y demás parientes: Las dos horas y cuarto de duración (lo menciono porque hay chicos que a lo mejor no se bancan tanto tiempo sentados), y la regular calidad de la obra en cuestión (lo menciono porque para los chicos puede andar pero Ud se va a pegar una siesta de novela). Luego de una introducción narrada que suena a cuento viejo, veremos bastante acción en el planeta Marte. Sab Than (Dominique West) está dispuesto a reventar todo el planeta a partir del descubrimiento de un arma especial, con la anuencia de tres sujetos bastante fanáticos del caos. Marte se presenta como un planeta seco, desértico, sin plantas ni agua. La acción pasa al nuestro. John Carter (Taylor Kitsch) es un ex soldado de la guerra civil a quién el ejército insiste en re-reclutar para seguir matando. Pero John ya no cree en nada ni en nadie, lo único que quiere en esta vida es oro. Por razones de la casualidad, huye de soldados e indios y termina en una cueva donde se producirá, ¿traspaso?, ¿transportación?, bueno algo así, al planeta rojo. Allí, porque al autor del guión se le canta, puede saltar muy alto y lejos. Todo el resto no. Conocerá una tribu de cigarras gigantes, flacas y altas como los habitantes de Pandora en “Avatar” (2009), pero en vez de cola tienen un par de brazos de más y una princesa obligada a casarse con Sab sin su consentimiento. Como se ve, Shakespeare es, efectivamente, universal. Toda la historia girará alrededor de este conflicto. La producción es un concierto de redundancias, prácticamente sin subtramas, que aporten al crescendo dramático, es más, por momentos parece que son dos historias distintas que eventualmente chocarán entre sí. Los rubros técnicos son difíciles de analizar. Por momentos los efectos especiales y visuales, de sonido, junto con la dirección de arte, son correctos, en tanto en otros se nota la falta de presupuesto para CGI y demás, especialmente en las escenas en donde Carter pega esos saltos inverosímiles. Lo único librado a la imaginación son los cheques que Willem Dafoe, Thomas Church o Bryan Cranston se llevaron por participar en esta película. De hecho la dirección de arte trata de seguir a rajatabla la descripción hace como un siglo y pico realizó Edgard Rice Burroughs, el padre de la criatura, cuando lo que están pidiendo a gritos el guión, su realización y los espectadores. Es un aggiornamiento de todo. Para colmo el autor de Tarzán escribió como diez historias más con estos personajes, así que si funciona bien en boletería ya sabe lo que le espera. Por suerte de usted, cuando se estrene la quinta o sexta parte los chicos van a poder ir solos al cine.
Así como algunas veces nos ha tocado recibir de mundos lejanos a seres que terminaron siendo héroes locales (Superman, Thor, la Mujer Maravilla), esta vez somos los terrícolas quienes llevamos un representante a salvar otro planeta. Bueno, en realidad, no lo llevamos, pero dejen que les explique mejor la historia. John Carter (interpretado por Taylor Kitsch) es un veterano de la guerra civil de los Estados Unidos que, tras sufrir una dolorosa pérdida, se convierte casi en un marginal, obsesionado por encontrar una cueva llena de oro, siguiendo la promesa de las leyendas indígenas. Sin embargo, el ejército de su país lo necesita para luchar, ahora contra los indios, y lo capturan con la idea de convencerlo de que vuelva a sus filas. John no acepta, enarbola su bandera de neutralidad (él dirá que no va a pelear por nadie, acá, ni en otros mundos), y logra escapar. En su huida, encuentra la famosa cueva, y en ella aparece una suerte de sacerdote con un talismán que Carter toma. Por repetir la palabra que estaba pronunciando ese sacerdote, John es transportado a un extraño mundo, con criaturas no menos extrañas, y un lenguaje incomprensible. Aquí aclaro, para quienes vayan a ver la versión doblada, que hay unas escenas subtituladas, pero enseguida le ofrecen a John un líquido que lo deja entender el idioma, y volvemos al doblaje. El planeta en cuestión se llama Barsoom, y está siendo asolado por un déspota que pretende llevarlo a la destrucción. Además de las criaturas extrañas, en Barsoom hay otra ciudad, Illium, donde viven seres como humanos, cuyo gobernante decide casar a su hermosa e inteligente hija, Dejah (Lynn Collins), con el déspota para salvar a la ciudad. La muchacha se opone al matrimonio, escapa, y así se topará con Carter, y sus sorprendentes poderes. Lo interesante de la creación de John Carter como superhéroe, es que sus destrezas sólo las debe a las propiedades físicas que cualquier terrícola tendría en Barsoom, que resulta ser nuestro vecino Marte. Así, por la diferencia gravitacional, Carter puede dar saltos gigantes, y tiene una fuerza superior a la de los barsoomitas, o marcianos, como los llamaríamos nosotros (aunque no son enanitos verdes). Como ya prometió en la Tierra, Carter sólo quiere volver a su cueva de oro, y dejar las luchas internas para otros, pero finalmente se decide a pelear por la buena causa. Es imposible ver este planeta, sus desolados paisajes y criaturas, y no pensar de inmediato en la serie de Guerra de las Galaxias. Al final de los créditos, aparece una dedicatoria a Steve Jobs, pero también deberían haber hecho una para George Lucas. La película está dirigida por uno de los nombres famosos de Pixar, Andrew Stanton, director de Buscando a Nemo, Bichos, y la maravillosa Wall-E. Ésta es la primera vez que dirige a humanos, y, se percibe en que el aspecto actoral no es lo más destacable de la película, podemos decir que es apenas correcto, y acompaña lo fuerte del film: la historia, las animaciones, y el uso de 3D. Hay bastante acción en esta historia sobre un héroe solitario que lucha en un mundo en decadencia (si les suena a Mad Max, es que también un poco de eso hay). Lo que no cierra mucho es que, aunque arranca fuerte, y termina muy bien, en el medio se hace un poco larga. Hay líneas que no son para nada brillantes, y un par de diálogos extensísimos que, si bien intentan explicar un poco la situación, no aportan demasiado, y aburren. Tampoco se entiende mucho cuál es el motivo de estos sacerdotes que interfieren en los gobiernos de los planetas. Su líder, interpretado por Mark Strong, esboza una justificación, pero no queda clara. Desde este punto de vista, el guión en general hace un poco de agua, pero de inmediato aparecen secuencias de acción, que logran que no se preste tanta atención a ese punto. Me hubiera gustado un poco más de humor. Hay algunos intentos, hasta una mascota muy simpática, pero, por el tipo de película que es, podría haberse jugado más con ese aspecto. Lo cierto es que John Carter, si bien se toma unos cuantos minutos de más, y sin excesivas sorpresas, entretiene. Y para eso está.
Gladiador en Marte John Carter es lo último de Disney en materia de live-action que debo decir, me dejó sensaciones encontradas, una mezcla de "me gustó" con "le faltó picante". Esperaba más, que me dejara boquiabierto, que me convenza de estar frente a una nueva saga épica de calidad, pero en vez de eso, se me plantearon bastantes dudas acerca de cómo adaptaron la obra de Edgar Rice Burroughs y los actores que seleccionaron para darle vida a la historia. Como cuestiones positivas resalto en 1er lugar la forma de presentar la visión del escritor, poniendo en pantalla un mundo marciano colorido, rico y diverso, con un muy buen trabajo en los aspectos visuales y por eso los aplaudo a Andrew Stanton (director de animaciones fundamentales como "Buscando a Nemo" y "Wall E") y a su equipo. La premisa también es atractiva y le da ese carácter "épico" que lleva sin dudas el sello Disney. En contraste a esto último, la elaboración del film en cuanto a sus diálogos, dinámica y picante narrativo es bastante pobre. No entiendo porque sucedió de esta manera ya que el proyecto contó con el trabajo grupal de muchos talentos del "script" y con el mismísimo Stanton, pero la realidad es que el resultado fue un híbrido medio confuso que se hace querer y odiar en magnitudes similares. Lo mejor es sin dudas el mundo virtual, los Taraks magníficamente elaborados y actuados por Willem Dafoe, Thomas Haden Church y Samantha Morton, mientras que la pareja protagónica de Taylor Kitsch y Lynn Collins resultó acortonada y poco carismática, sobre todo ella que a mi parecer, actuó horrible. Deberían haber invertido los roles y poner a los que actuaron de Taraks como actores principales y poner a los más novatos a hacer de marcianos. Creo que es un comienzo accidentado y mal condimentado que logra de alguna manera salir un airoso de un posible desastre cinematográfico. Si sos un incondicional del cine fantástico y las historias épicas seguramente la disfrutes más allá de sus evidentes carencias de guión e interpretación.
Aventuras descabelladas y entretenidas Lo bueno de esta película es que, por el precio de una, se ven alternativamente una de cowboys, una de ciencia ficción, una de gladiadores, una de misterio y varias más. El director Andrew Stanton (es el mismo de las excelentes "Buscando a Nemo" y "Wall-E", pero en esta oportunidad no está a la altura de esos ilustres antecedentes) y sus guionistas apelan deliberadamente a la mezcla de estilos y se refugian en la licencia para incurrir en arbitrariedades narrativas que les concede el hecho de que la historia que cuentan proviene de un texto fantástico ya centenario, con todas las características de un cómic. Las escenas van saltando (junto con el protagonista, que ha adquirido mágicamente la capacidad de dar brincos de cientos de metros gracias al viaje interplanetario) desde la Guerra Civil norteamericana a otro enfrentamiento, esta vez en Marte (que los nativos llaman Barsoon). La película encuentra entonces el tono (y el aspecto) de aquellos viejos filmes de Flash Gordon; después se verá un desfile nupcial con ecos en "Cleopatra", una persecución de naves voladoras claramente tomada de "La Guerra de las Galaxias" y un duelo que, sin los monstruos extraterrestres en la arena y en las gradas, bien podría haber formado parte del metraje de "Gladiador". Mientras tanto, Carter aprovecha sus nuevos poderes para imponer respeto entre los nativos, pero se rehusa a tomar parte en el conflicto en el que éstos están envueltos, hasta que la bella princesa Dejah Toris lo cautiva. La trama, entonces, se complica en demasía, sobre todo para los espectadores más chicos, Y a todo eso se suma un prólogo y la resolución del conflicto en los que aparece el propio autor del cuento original, Edgar Rice Burroughs (el autor de "Tarzán"). Los actores cumplen con el tipo de actuación estereotipada y excesiva típica de estos productos. Pero con todo, el despliegue visual y la realización técnica son de tal excelencia que los 132 minutos no alcanzan para aburrir; todo lo contrario.
Si uno pudiera ser implacablemente objetivo con el cine, diríamos que John Carter no es más que una historia bastante conocida, una mezcla sutil y obvia a la vez entre Star Wars, Prince of Persia y aunque muy distanciada, por suerte, Cowboys & Aliens. Esto en cuanto a lo estético si se quiere, cosa que admito fue lo que me impulsó a verla. Argumentalmente no estamos ante otra cosa que la típica historia del héroe por accidente, aquel que termina involucrado en una guerra que no pidió pero que luchará para rectificar errores pasados. Pero lo bueno del cine es que justamente no se puede ser objetivo del todo, que siempre algo terminará por conquistarnos o no, terminará convenciéndonos o no, y en este caso John Carter hace alarde de un muy buen entretenimiento, un film que derrocha, sobre todo, adrenalina gracias a su grandiosa puesta en escena y que aunque tenga fallos o se parezca a otras termina contando con buen ojo simplemente aquello que pretende: una historia de héroe y heroína que acaban por enamorarse, sin pretensiones o experimentos extraños. Como cierta vez comentaba una amiga en relación a Avatar, “la verdad es que yo prefiero que un guión tenga anticipaciones y cumplimientos, por muy predecible que hagan el final, a que saquen cosas después debajo de la manga o no resuelvan planteamientos. Supongo que Lost ha malcriado a muchos espectadores…” ¡Gran verdad! Esto es lo que sucede después de todo con esta película basada en un relato de Edgar Rice Burroughs, más conocido por su personaje número uno, Tarzán. La dirección de Andrew Stanton cumple con todo, se toma su tiempo para presentar al personaje con algunos elementos de suspenso e intriga para luego ponerlo en situaciones cómicas que realmente hacen a la gracia del film al menos en su primera hora. Posteriormente no veremos más que el enfrentamiento entre los malos y los buenos, los tiranos y los sometidos y en medio el pobre Carter tratando de volver a casa mientras pelea contra unos y otros y, por supuesto, se enamora de la muchachita de turno. Al film quizá le sobren algunos minutos para lo que cuenta, eso hay que aceptarlo, pero la narrativa siempre dinámica difícilmente duerma al espectador que al menos vaya a verla sabiendo de antemano que tiene ante sí una historia al mejor estilo Disney en su época de gloria. Es que básicamente si John Carter fuese un film realizado en los tardíos ochenta seguramente hoy sería una cinta de referencia. Algunos de sus personajes, como esa especie de perro veloz que lo acompaña por tierras marcianas, recuerda un poco incluso el rostro del famoso Falkor, aquel mezcla de perro y dragón de The NeverEnding Story. Este bicho termina por seducir a todos en cada escena en la que interviene reafirmando aquello de que este año efectivamente los perros parecerían ser las vedettes del cine. Algo sí hay que remarcar como sobresaliente en este film y que pareciera que no todos logran en el Hollywood de hoy en día: su estructura narrativa. No he leído el relato de Burroughs pero me atrevería a decir que está muy bien adaptado. La película tiene excelentemente muy bien estructurada su introducción, su nudo y su desenlace tiñendo su esencia con los elementos de aquellas aventuras que uno leía de chico, apelando al lado aventurero pero a la vez clasicista de lo narrativo. Cuando digo clasicista lo digo apelando a aquellos clásicos del propio Burroughs o de Verne, no tanto al academicismo que evidentemente esta película no cuenta. Y si hay algo estupendo cuando uno concurre a las salas a ver un film como John Carter es que salga con ganas de ver otra, cosa que a pesar de su muy buen y sorpresivo final seguramente ocurrirá si se toma en cuenta que los realizadores venían desde hace rato con las ganas de lanzarla como la primera de una franquicia que por el momento intentan tantear. Disney ha sabido cómo remontar vuelo y lo ha hecho nada más y nada menos que con un film en live action a Dios gracias que si hubieran recurrido a la animación esta vuelta no sé si hubiera resultado de la misma manera. Entretenida, divertida y visualmente espectacular. Muchos la tildarán de medianamente palomitera, puro cine comercial, pero después de tanto cine de estas características, bienvenido sea uno que al menos cumple efectivamente.
Basada en el primero de una serie de libros del gran Edgar Rice Burroughs, John Carter: entre dos mundos contiene elementos de legítima imaginación pero también recuerda a otros films y personajes. Su espíritu épico y fantástico la emparentan con sagas como la de Star Wars, El señor de los anillos, y a films como El último samurai o Avatar. Aunque hay que decir que este personaje y su epopeya pueden haber sido una inspiración previa a esos títulos y no al revés. Esta historia de un militar de la época de la secesión transportado a un planeta retro-futurista en el que adquirirá poderes inusuales y será parte de luchas entre distintas especies, quiere ser el inicio de una nueva saga, más allá que la película sea muy ambiciosa, lo que la hace caer en excesos. De solemnidad, como si se tratara de la recreación de un texto demasiado honorable y asimismo de una violencia y crueldad incesantes, que no siempre son sinónimos de acción (en la premiere doblada al castellano un par de niños salieron llorando). Desbordes que alcanzan la utilización de la animación digital (más allá de algunos excelentes logros) y su extensión. Andrew Stanton, director de la notable WALL-E, no logró una calidad semejante en este traspaso suyo al cine de acción viva, pero su film atrapa, y se puede esperar más de él en el futuro (en principio, una secuela).
John Carter de Marte es un título influencial de la ciencia ficción, y data de 1912. Precisamente es la primera novela popular que escribió Edgar Rice Burroughs - a quien todos conocemos como el padre de Tarzán -. En sí, John Carter no es sci fi clásica - en donde abundan las descripciones científicas y elaboradas teorías alternativas sobre el funcionamiento del universo - sino que se trata de una fantasía maquillada de aventura espacial. En ese sentido John Carter no difiere demasiado de relatos como Sandokan o El Ladrón de Bagdad; lo único que varía es el escenario y un par de excentricidades como para decir que la acción transcurre en otro planeta. Después de mucho trajinar llega esta adaptación a la pantalla grande, proyecto por el que pasó una tonelada de gente durante las décadas que demoró su gestación - desde Ray Harryhausen, John McTiernan y Robert Rodriguez hasta Kerry Conran y Jon Favreau -, y que recién pudo encaminarse en el 2007, cuando la Disney adquirió los derechos. En el interín aparecieron los estudios The Asylum - especialistas en rodar mockbusters o "títulos sospechosamente parecidos a los blockbusters del momento, pero disponibles ya en el estante de su video club" - , los cuales aprovecharon el detalle de que los derechos de la novela eran de dominio público y decidieron mandarse con su propia versión - La Princesa de Marte - en el 2009, la cual es bastante fiel al libro pero termina siendo un engendro a medio cocinar. Ahora la Disney ha logrado materializar su propia y suntuosa versión, poniendo al animador Andrew Stanton (Wall-E) al frente del espectáculo. Pero el resultado final es un mix de grandes escenas y problemas narrativos, y aunque las virtudes superan a los defectos, el conjunto no termina por ser satisfactorio. Hay que considerar que el proyecto tenía una gran cantidad de obstáculos desde el vamos. El más importante de ellos es su falta de originalidad frente a los ojos del espectador moderno. Las generaciones modernas han devorado centenares de filmes entre los que se incluyen Superman, Flash Gordon y, especialmente La Guerra de las Galaxias - todos ellos, títulos que han mamado conceptos y estilos del original de Rice Burroughs - con lo cual, cuando vemos a John Carter montado en un bicho en el desierto, inmediatamente decimos "esto lo sacaron de los guerreros Tusken de Star Wars" (y, como ello, se podrían citar cientos de referencias en cada fotograma de la película). Es difícil poder analizar en solitario una historia que es muy antigua y a la que cientos de filmes posteriores depredaron masivamente sus ideas. Aún así, John Carter: Entre Dos Mundos se las ingenia para inyectar energía a cosas que uno siente como recicladas, como las batallas con los navíos aéreos o la arena de combate en donde aparecen un par de monstruos enormes y peludos (más de uno dijo "eso lo copiaron a Episodio II, El Ataque de los Clones"). Esas escenas son espectaculares y están bien rodadas. El otro obstáculo a vencer es la obsoleta ciencia que impregna al relato original, que va desde la presunción que Marte es habitable y tiene ríos, hasta el viaje "mental" que hace Carter para llegar al planeta rojo. La Disney ha intentado camuflar esto, sacando el "de Marte" del título "John Carter" (o reemplazándolo en castellano por el "Entre Dos Mundos"), pero ello no evita que la gente lo tome como ridículo (nadie analiza tomar esto como una aventura de fantasía de antaño). El tercer problema es la estampa del mismo sello Disney en el poster de la película, lo que suele equivaler al beso de la muerte en la taquilla para cierta clase de filmes. La Disney vende muy bien dibujitos animados y aventuras de Julio Verne, pero aquí el objetivo que se plantean es muy grande - se gastaron 250 millones de dolares en esto, esperando que se transforme en la próxima Star Wars -, y el logo del ratón Mickey solo termina por espantar a aquellos que tienen más de doce años. Hubiera sido mejor que la Disney comercializara el producto por otra vía (como tenía el sello Buena Vista en una época) que con su chapa oficial, la cual no atrae al público para el cual fue específicamente orientado el filme. Y el cuarto problema es el excesivo respeto por la historia. El director Andrew Stanton debería haber simplificado varios aspectos cruciales, como es la crónica inicial de los sucesos que llevan a Carter a Marte (se podría haber contado en un flashback en vez de apelar a algo tan elaborado y largo), o la compleja relación que mantienen las razas entre sí en el planeta rojo. Hasta la causa de los Therns no termina siendo muy clara que digamos - son unos interventores divinos que establecen el orden que se les place en un planeta determinado para luego aprovecharse de ello -. Todo esto se traduce en algunos momentos de confusión o escenas demasiado alargadas, o cortes al relato (como los flashbacks de la esposa de Carter) que no terminan por aportarle substancia. Es posible que mi review sea injusta con un clásico que ha sido transcripto de manera respetuosa. El problema es que todo lo visto en pantalla parece copiado de filmes que uno ya conoce, precisamente porque éstos se inspiraron en el original literario de Burroughs. Pero también es cierto que da la impresión de que al director Stanton el relato se le escapa de las manos en determinados momentos. Como sea, el filme no es tan redondo ni todo lo emocionante que debería ser, y no va a llegar a ser la próxima Star Wars. Eso es seguro aunque, en el fondo, sea una verdadera lástima.
La Aventura supermillonaria Edgar Rice Burroughs(1875–1950) fue un prolífico escritor de género fantástico célebre por sus series de historias ambientadas en Marte, de Pellucidar -que tienen lugar en el centro de la Tierra- y, en especial, por la creación del mundialmente famoso Tarzán. Entre sus celebridades de personajes es indudable que el más popular fué este último, vertido miles de veces en filmes y series de tv, pero también "La princesa de Marte", en la cual se basa esta nueva propuesta de la productora Disney. Aquí el héroe John Carter que es militar en la Guerra de Secesión y que huye de una horda de apaches se esconde en una extraña caverna y por un hecho fortuito se vé trasladado de una a Marte. Allí lo aguarda una fantástica aventura con criaturas llamativas -el encuentro primero entre éste y ellas es formidable-, son habitantes rarisimos de 4 metros de altura y con un idioma que luego de (otro) hecho le será entendible. Pronto se hallará con una princesa y en el medio de un batalla entre pueblos marcianos. El genuino sabor de la aventura a lo grande -tipo saga "Star wars", donde indudablemente abrevó George Lucas y unos cuantos más- se hace presente y pese a uno que otro reparo que no la determinan como fuera de lo común en su propuesta, es lo suficientemente disfrutable como para engancharse en la historieta con buenos efectos especiales y maravillosa fotografía entre otros valores fílmicos. Cuanta boludez en 3D y mega promoción de otras pelis actuales caen en un bodrio impresionante, aquí en cambio si uno quiere disfrutar cual niño que cree en la posibilidad de un guión lleno de géneros entremezclados -del western a lo épico, de la CF a la más absoluta fantasía-, la oferta puede superar a lo esperable. Andrew Stanton, director de "Buscando a Nemo " y "Wall-E", se las ingenia para montar esta aventura demasiado costosa (250 palitos verdes, y algunos aseguran más sumando tema promoción) que seguramente no recaudará la inversión, razón por la cual está verde la continuación de la saga, lo cual sería un lástima pero el cine tampoco es perfecto en conjunción industria-números.
MARTE NECESITA HÉROES Si no fuera por John Carter no tendríamos la saga STAR WARS ni todo el género de ciencia ficción en general. Teniendo en cuenta esto como punto de partida, podemos permitirle algunas indulgencias a JOHN CARTER: ENTRE DOS MUNDOS (JOHN CARTER, 2012) y comprar un boleto de ida al entretenimiento, libre de prejuicios. Después de todo, fue la base para generaciones y generaciones de autores, directores y hasta científicos. Solo un ignorante diría que el universo en el que se desarrolla la película y la rica cultura marciana creada para este, son algo poco originales y que ya vimos una y otra vez. Eso es lo que creen aquellos que nunca antes habían oído hablar del personaje creado hace más de 100 años por el novelista Edgar Rice Burroughs (el mismo de Tarzán). Por supuesto, parece un cuento ya contado, porque así lo es. Muchos se inspiraron en la travesía de John Carter (un soldado de la Guerra Civil de la Tierra que es transportado al planeta Marte, donde encabezará una guerra por el destino de ese mundo), pero fue su historia la que moldeó al género. Así es como podríamos simplemente decir que JOHN CARTER: ENTRE DOS MUNDOS es una de las primeras (y más originales) películas de ciencia ficción, solo que se demoró varios siglos en llegar. Pero ya está aquí para intentar reclamar lo que es suyo. El proyecto empezó a principios de la década de 1930. En esa época, la idea era hacer de los libros de Burroughs un largometraje animado. Esto era pre-BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS (1937), por lo que iba a ser la primera cinta de animación. Sin embargo, el proyecto se vino abajo y estuvo guardado e intentando resurgir más de una vez. Hasta que lo agarró de nuevo Walt Disney Pictures y el director Andrew Stanton (BUSCANDO A NEMO, WALL.E). La buena noticia era que al fin estaba preparándose el gran salto de John Carter a la pantalla grande. La mala, que era Disney el estudio detrás de la cinta. Desde que se empezó a producir en 2010, hasta ahora que se estrenó, esto siguió siendo una mala noticia. Si bien de chicos era algo que nos encantaba, ahora de grandes nos damos cuenta de que todo lo que toca la productora del ratón Mickey lo convierte en una pomposa y simpática aventura familiera, estructurada y canónica, en la que no pueden faltar los mismos elementos de la fórmula clásica, presentados todos para espectadores no mayores de 13 años: el héroe bueno, el villano malo, la princesa, el fiel y baboso perro, algo sobre la paternidad, la confrontación de los miedos, enseñanzas de vida, humor inocente, drama exagerado, el beso y la boda, y un “etcétera” que ya todos conocemos. Lamentablemente, JOHN CARTER: ENTRE DOS MUNDOS tiene todo eso, pero aun así se da el lujo presentar algunas pequeñas alternativas para la formula Disney que ayudan a formar este épico espectáculo visual que - si bien los más chicos apreciarán al 100% - entretiene, impacta con sus efectos y escenas de acción, hace reír, deja algunas buenas ideas, emociona de a momentos y presenta una sorpresa final que se agradece. No es un film de grandes actuaciones (creo que el mejor sería el gran Willem Dafoe, interpretando a Tars Tarkas bajo un montón de maquillaje digital), de grandes diálogos o de una progresión narrativa novedosa - de hecho, varias escenas, personajes o giros en la trama están de más, mal desarrollados o desperdiciados -. El 3D rara vez funciona como debería y las múltiples historias y personajes sobrecargan al espectador de información -¡dura dos horas y diez minutos! -. En resumen, esta es una película más bien de efectos especiales deslumbrantes y diseños asombrosos, que no llega a convertirse en un film trascendental a pesar de su procedencia. Narrativamente, el guión no se destaca más allá de la evolución de su protagonista - de John Carter a “John Carter de Marte” (los mismos títulos al principio y al final de la cinta lo ponen en evidencia) -, y la transformación de un rebelde que no pelea por nada ni por nadie, a un héroe listo para una secuela. Solo lo encontrará verdadero valor al film si conocía previamente al personaje y todo lo que gracias a él tenemos. Si no, es solo puro entretenimiento para toda la familia. Y si a usted, espectador, no le molesta la formula Disney y la siente más como un relato clásico, vaya a ver JOHN CARTER: ENTRE DOS MUNDOS. La pasará muy bien. Pero si usted, espectador, cree que ya está demasiado crecidito como para ver un leal perro alienígena baboso, una historia romántica algo forzada, naves y marcianos en guerra, creo que en la sala de al lado están exhibiendo una pequeña cinta muda llamada EL ARTISTA (THE ARTIST, 2011).
FUGAZ TRATADO SOBRE MICHAEL GIACCHINO Cuando mi irritación llegaba al límite, imaginaba el set de filmación de John Carter antes de disparar toma. Me resultaba fácil visualizar 50 técnicos estresados para convertir a Taylor Kitsch en el hombre más sexy del mundo. Peluqueros insistiendo en el brushing. Depiladores contando cada bello pectoral y resolviendo cuántos extraer para lograr la síntesis perfecta entre lo agreste y lo gay friendly. Maquilladores recortando la barba mediante ecuaciones faciales y acomodando manchas de tierra sobre el rostro como si estuvieran ante un lienzo impresionista. Entrenadores caminando cejijuntos en círculos alrededor del cuerpo desnudo de este chico para concluir, tras breve asamblea, que necesitan reforzar urgente el abdominal inferior izquierdo.
Publicada en la edición digital de la revista.
Un héroe para las rojas arenas Analizar esta resurrección cinematográfica de John Carter es bastante complejo. Porque el personaje creado por Edgar Rice Burroughs es el ancestro de muchas cosas que vinieron después: por eso no es raro que el filme dirigido por Andrew Stanton (quien adaptó junto a Mark Andrews y Michael Chabon la novela “Una princesa de Marte”) recuerde a muchas cosas que uno ha visto o leído. El terrícola devenido paladín en otro mundo, como el “Flash Gordon” de Alex Raymond; el Marte seco y decadente, como el descubierto en las “Crónicas marcianas” de Ray Bradbury; los guerreros y princesas semidesnudos desarrollados por los ilustradores (y los adaptadores cinematográficos) de los personajes de Robert Erwin Howard, como “Conan El Bárbaro” o “Sonja la Roja” (los mismos ilustradores que hicieron las portadas de las diferentes ediciones de las novelas sobre Carter); el ejército inesperado que viene a decidir una batalla, como los Ents, los Rohirrim o los guerreros fantasmas en las diferentes partes de “El Señor de los Anillos” (con su diversidad de razas y sus monarcas virtuosos). Ahí está el dilema: para el espectador desprevenido, este filme puede representar un refrito del último siglo de ciencia ficción y fantasía, cuando en realidad adapta historias creadas hace cien años. Otros lo han acusado de simplismo, cuando su embrión es anterior a todas las complejidades temáticas que vinieron después (valga el recuerdo de que el filme de “Flash Gordon” también quedó encerrado en la clase B, recordado especialmente por la música de Queen). Campeón inesperado El comienzo del relato muestra a un John Carter en la tierra, a finales del siglo XIX, que telegrafía apresuradamente a su sobrino, curiosamente llamado Edgar Rice Burroughs. Cuando el joven llega, el tío ha muerto, lo ha nombrado heredero, y le deja un diario que sólo él puede leer. Como en un giro borgeano, la acción comienza con el muchacho leyendo el diario. Así, el joven se adentra en la historia de Carter, ex soldado sudista en la Guerra Civil devenido en buscador de Oro. Perseguido por el ejército para que se sume a la lucha contra los apaches, termina encontrando una cueva con oro, un extraño personaje y un medallón que lo lleva a otro mundo, que no es otro que Marte, o Barsoom, como le llaman allí (la Tierra es Jasoom). Allí descubre que, por cuestiones de la diferencia de gravedad, puede saltar largas distancias, y tiene una fuerza mayor. Capturado por los tharks, una de las razas de ese mundo, pronto se verá involucrado en una batalla entre las fuerzas de la ciudad móvil y devastadora Zodanga, y las de Hellium, la única ciudad que ha contenido a los planes de aquella. Lo que ha pasado es que los therns (los seres ocultos como el que se encontró Carter en la Tierra) le han dado una superarma a Sab Than, el Jeddak (rey) de Zodanga, lo que ha roto el equilibrio de un mundo seco y bastante despoblado, surcado por canales que rememoran antiguos mares hoy desaparecidos. Carter salva en la refriega a Dejah Thoris, la hija del Jeddak de Hellium, reclamada como esposa por Sab Than. La muchacha (guerrera y científica) ve en el terrícola al paladín que su mundo necesita por lo que terminará involucrándolo en la guerra y en una relación afectiva (que obviamente se sospecha desde el minuto cero), aunque algo contenida por hechos del pasado del héroe que se irán revelando con el correr de la historia; los que lo alejan de cualquier compromiso social y sentimental. Despliegue visual Stanton muestra habilidad en la dirección, habida cuenta de que todos sus trabajos anteriores se dieron en el campo de la animación (“Bichos”, “Buscando a Nemo”, “Wall-E”). Sin embargo puede hacerse cargo de un filme grande, con centenares de extras y mucha posproducción digital. También logra desplegar el relato en un ritmo acertado a lo largo de poco más de dos horas, siempre un desafío en esta clase de filmes que requieren explicaciones sobre las lógicas intrínsecas del mundo en el que se ambientan. No es casual que esté Stanton a cargo: el estudio Pixar estuvo atrás del desarrollo visual, que recurrió a la técnica de reconocimiento corporal y facial (al estilo de Weta Digital) para subir actores a zancos y ponerlos a interpretar a los tharks. El detallismo estuvo puesto en la contratación de Paul R. Frommer (el lingüista que creo el Na’Vi para “Avatar”) para que haga un lenguaje thark, a pesar de que se lo habla muy poco. La dirección de arte no inventa nada nuevo, pero construye una estética retrofuturista, que huele a “ciencia ficción vieja” y sobre todo a las precuelas de “Star Wars” (desde las criaturas a las naves y vestuarios). Nombres y rostros Como suele ocurrir en estos casos, el aporte de los actores está más en su physique du rôle que en sus dotes actorales, pero en general no desentonan. Taylor Kitsch está bien como el paladín, algo más flaco y delicado que las representaciones pulp a lo Conan. Lynn Collins luce muy bien como Dejah Thoris, aguerrida y llenando muy bien su escueto vestuario. Los villanos quizás estén un poco aguados, pero ahí están Dominic West como Sab Than y Mark Strong (Matai Shang, frío líder de los therns). Los otros actores en carne y hueso son Ciarán Hinds como Tardos Mors (el padre de Dejah), Daryl Sabara (un asombrado Edgar Rice Burroughs) y James Purefoy como el general Kantos Kan (comodísimo en un papel menor pero necesario). En cuanto a los actores reconstruidos digitalmente, están Willem Dafoe como Tars Tarkas (el Jeddak de los tharks, con su compleja personalidad), Samantha Morton como su hija, la rebelde y solidaria Sola, y Thomas Haden Church como el usurpador Tal Hajus. El escaso rendimiento en taquilla quizás mate la posibilidad de las secuelas previstas, que adaptarían otras novelas del ciclo de Barsoom. Pero no está mal este homenaje a Edgar Rice Burroughs y un personaje menos famoso (a la sombra de Tarzán), el primer héroe que caminó las rojas arenas de Marte.
Una experiencia familiar, pero sorprendentemente immersiva, profunda e imaginativa. John Carter es, o solía ser, un soldado de Caballeriza en las ultimas décadas del 1800. En búsqueda de un tesoro en medio del desierto, y en medio de la guerra entre los nativos y los yanquis, termina siendo transportado a Barsoom, conocido por nosotros como Marte. Ahí se encuentra con otra guerra, pero una por la que vale la pena ponerse el uniforme y salir a pelear. Empecemos diciendo lo obvio. Esta pelicula de aventuras va a dejar a muchos diciendo “es igual a Avatar” y a otros pensando “se re copiaron de Star Wars”. PERO, mis queridos lectores, esta historia precede a todas estas pelis a las cuales la estamos comparando. Esta novela, escrita por Edgar Rice Burroughs (el genio detrás de Tarzan), fue escrita hace casi ya 100 años. El tipo escribió de cosas que están pasando ahora, escribió de cosas que van a venir, es un verdadero visionario y todas las películas que se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en John Carter, TODAS, sacaron su pedacito de ahí. Se podría decir que esta película es la que tuvo el infierno de producción mas largo de la historia (cuando la producción de una película se extiende demasiado), con mas de 80 años de producción. Pasando por las manos de , Robert Rodriguez, John Favreau, hasta que llego a manos de Andrew Stanton. Andrew Stanton es un groso. (PUNTO). El tipo hizo Buscando a Nemo, desp hizo la genialidad de Wall-E y esté es su primer largometraje Live Action. Su espíritu Pixar se nota en la peli. algunos chistes por aquí, buenas escenas por allá, pero lo mas importante, escenas movidas por una emoción, por un objetivo sentimental de los personajes. Andrew logro hacernos parte de la cultura Marciana y nos presenta personajes a los cuales terminamos queriendo. Yo creo que es muy meritorio su trabajo en esta peli, y como logro hacerme creer que Marte realmente es así como lo pintan. Toda la cultura, toda la ciencia detrás de cada cosa, la tecnología, las razas, las mascotas , Todo esta retratado de tal manera que sentís que estas conociendo un mundo que de verdad está ahí. Yo la vi en 3D. Al principio me molestaban un poco los anteojos, soy medio antipático con el 3D, pero para el final de la peli, sentí como si fuera un artefacto que me habilitaba a ver este mundo “oculto” como si fuera una pieza de tecnología que me dejaba ser parte de este universo creado por el Sr. Burroughs. “bueno, bueno, nos fuimos de tema un poco”, dirán, pero vean la peli, y cuando termine, piensen si en algún momento se les cruzo algún pensamiento que no tuviese que ver con la historia, piensen si no se olvidaron por un momento que viven en el planeta tierra. Las actuaciones están bien. no son ni memorables, ni desastrosas. creo que lo mejorcito son los Tharks, unas criaturas verdes que son interpretadas de manera genial con la misma tecnología que usaron en Avatar. Willem Dafoe es lo que más me gustó. Y Mark Strong es siempre genial. En definitiva, la peli me encantó. No es lo mas espectacular que va a haber este año. ese puesto ya lo tiene “Dark Knight Rises” , pero definitivamente vale la pena ver. En cine. quizás no tanto en 3D. Está muy prolija y de verdad es un mundo muy interesante que vale la pena conocer.
"Saltando alto" Estas son la clase de películas con las que a uno le cuesta ser objetivo. Alguien dijo alguna una vez en una critica la frase “Esta película libera el niño que todos tenemos dentro” y creo que no hay mejor ejemplo, en lo que va del año, como “John Carter” para aplicar dichas palabras. La Disney logró nuevamente ampliar su publico. Llamar la atención de niños con distintos personajes y aventuras lo hizo siempre bien. Cuando quiso apuntar un poquito más alto tuvo éxito, como es el caso de “Piratas del Caribe”, que si bien no son pelis de mi agrado, se convirtieron en una gallina que pone huevos de oro en lo que respecta a lo económico. Y cuando quiso apuntar más alto todavía ,siempre hablando, claro, de los últimos años, llegó la que para mi fue la mejor película del 2010: “Tron: El Legado“. Aquella secuela del clásico de 1982 me dejó sin palabras; una peli de ciencia ficción oscura, con una trama de la cual se pueden hacer múltiples lecturas (entre ellas políticas, religiosas, etc), unos efectos especiales soberbios y con un elenco y un director casi desconocidos (a excepción de Jeff Bridges y Michael Sheen). Un riesgo absoluto, teniendo en cuenta que el presupuesto de aquella producción fue de 300 millones de dolares, algo que ni las más grandilocuentes películas pueden igualar. El tiempo y el resultado le dieron la razón; “Tron: El Legado” fue todo un éxito en el publico, en la critica y en lo económico. Ahora solo resta esperar por una nueva entrega. Esperemos que no se retrase nuevamente 28 años. Con “John Carter” tenemos un panorama casi idéntico; actores semi-desconocidos, director que realiza su primer trabajo con actores reales, presupuesto de 250 millones de dolares, efectos especiales revolucionarios y una historia que merece ser contada en la pantalla grande. Pero aquí la historia podemos decirlo, casi sin temor a equivocarnos, lo es todo. “Una princesa de Marte” fue el primero de los nueve libros que escribió Edgar Rice Burroughs de las aventuras en “Barsoom“. El tipo habló de vida en marte, conflictos entre razas marcianas, vidas paralelas y guerras extraterrestres en 1912, algo que no solo lo convirtió en todo un fenómeno por aquel entonces, sino que ademas lo dejó como un adelantado para la época. John Carter es un capitán de Guerra que en plena huida de un ataque de indios de piel roja descubre un pasaje al mismisimo planeta rojo, conocido como Barsoom. Allí no solo tendrá que lidiar con la raza marciana de los tharks, sino que se cruzará en el camino de la princesa de ese planeta en un momento crucial. Esta aventura fue una creación gloriosa por aquel entonces. Como dije antes, incluso adelantada para su época. A tal punto que cuando Burroughs creó a Tarzán el éxito de este dejo un poco relegado al viajero espacial. Si bien ambos fueron recibidos con los brazos abiertos por el publico, con el paso de los años, una historia fue opacando de a poco a la otra. Obviamente fue aquella que resultaba, a priori, más creíble; la del hombre criado por monos en la selva. Repito, esto no quiere decir que John Carter haya sido olvidado, sino que la adaptaciones a nuevos medios (como la tv y el cine) lo dejaron relegado y esto hizo que sus aventuras se limitaran a libros y cómics. Años después, la Marvel le dedicaría una serie de cómics que alimentarían más la pasión por este personaje, tanto en adultos como en niños. Posteriormente también lo hizo la casa de “Hellboy”, Dark House Comics, convirtiéndose, obviamente, en otro éxito. En el año 2009, cuando la famosa casa del ratón Mickey compró, en lo que representó todo un suceso económico e histórico, la editorial Marvel, por la friolenta suma de 2.800 millones de dolares, adquirió los derechos de todos sus personajes tanto en los cómics como en las adaptaciones cinematográficas. La unión sin precedentes dio también resultados inigualables en materia cinematográfica; adaptaciones que jamas creímos posibles, como es el caso de “Los Vengadores” y “John Carter“, tuvieron luz verde y se desarrollaron casi sin problemas. Si bien este hecho definió el camino que iba a seguir la adaptación cinematográfica del personaje de Burroughs, es cierto también que Disney había intentado durante años llevar adelante una adaptación de John Carter a la pantalla grande pero nunca pudo lograrlo. Más que nada por impedimentos técnicos y económicos. Impedimentos legales nunca tuvo. Los derechos del personaje son de dominio publico, debido a que su autor cedió sus derechos sobre el mismo. Una locura para los tiempos que corren, pero por aquel entonces Burroughs lo que menos imaginaba era que lograría tamaño éxito, aunque también hay que decir que no lo buscaba. En el 2009 Andrew Stanton fue el elegido de Disney para llevar adelante el proyecto, detrás de cámaras y también en el guion. Y el ganador de dos premios Oscar(por mejor película animada con “Buscando a Nemo” y “Wall-E”) no defraudó en ninguna de sus dos funciones. Como director esta al frente del que es, sin dudas, el proyecto visual más grande que la Disney haya realizado. Por lejos. Jamás habíamos visto una película de esta envergadura visual que provenga de este estudio y gran parte de eso quizás se debe a que Pixar estuvo en el medio. Para los desprevenidos, “John Carter” es la primera película live-action del estudio creador de “Toy Story” . Visualmente esta producción solo se podría comparar con “Avatar” de James Cameron, lo cual ya es decir mucho. Y estoy seguro de que si “John Carter” se hubiera estrenado antes, hubiera causado la misma revolución y el mismo impacto que aquel film del 2009. “John Carter” no cae en ningún momento en el despilfarro visual sin sentido. Todo esta perfectamente justificado por su guion, pero igual ofrece un espectáculo enorme que merece ser disfrutado en una pantalla de cine, y en 3-D claro. La historia del film de por sí es interesante y no deja que el espectador le quite los ojos de encima. Eso es clave. Es lo que tiene que tener una peli de aventuras de este tipo ya que no alcanza solo con lo visual. Pero claro, como toda película que dura alrededor de dos horas, no puede ofrecer un ritmo frenético durante toda su duración. Quizás la primera parte del film, la que tiene lugar en la tierra, es el mejor ejemplo de esto. Sin ser aburrida y siendo necesaria, atrasa todo lo que verdaderamente queremos ver; nuestro protagonista haciendo de las suyas en Marte. Ahí es donde la peli realmente arranca y casi no decae nunca, ofreciendo algunos momentos memorables, muy altos en comparación al resto de la peli. La primera batalla en solitario de Carter con los habitantes de Barsoom es de las escenas que pone la piel de gallina y de las que recordaremos por un largo tiempo. Y la última hora es el mejor ejemplo de lo mucho que tiene para ofrecer esta historia, con final inesperado que coloca las fichas para lo que podría venir en las próximas películas. El elenco es correctisimo; Taylor Kitsch en el rol de Carter transmite toda la arrogancia y el espíritu aventurero del personaje. Lyn Collins como Dejah Thoris, la princesa de marte, aporta belleza y credibilidad en casi todo el relato. Quizás Mark Strong en la piel de Matai Shang este algo flojo, pero creo que se debe mas a que el personaje no tiene un rol muy clave en el film. Después tenemos personajes para tirar para arriba, pero no nos podemos olvidar de los que verdaderamente se roban la película; los marcianos barsoomianos, los Tharks. Esa raza barbarie, verdes, con cuatro brazos y un espíritu casi espartano, transpiran la camiseta durante toda la película, haciendo que realmente valga la pena disfrutar del espectáculo. Aportan sus voces a estos bichos grandes actores; Willem Dafoe, Thomas Haden Church y Samantha Morton, entre otros. La música de Michael Giachinno es soberbia. Sigue la linea de los mejores trabajos de este compositor que verdaderamente la rompe. En definitiva, “John Carter” lo tiene todo para convertirse en una peli de aventuras digna de estar al lado de los grandes clásicos del genero; “Indiana Jones”, “Star Wars”, “Volver al Futuro”, etc. Es de esas películas que vamos a ver hasta el hartazgo una y otra y otra vez en la televisión, los sábados a la tarde y que nos va a entretener igual que la primera vez. Puede caer en algunos lugares comunes, como también puede tener sus errores (no tan grandes) pero así y todo lo que para muchos podría ser solo una peli muy buena, para mi, adquiere la categoría de excelente. ¿Por qué? porque esta clase de pelis ya no se hacen y estaría muy bueno (y creo yo que hasta seria necesario) que el cine de aventuras vuelva a ser grande como lo fue en su momento. Es un riesgo que corrió la Disney/Pixar y que, a mi parecer, ofrece una de las mejores pelis de aventuras de los últimos años. Esa sensación de disfrutar como un personaje canchero, gracioso y valiente se enfrenta a retos imposibles, personajes increíbles y aventuras que parecen no tener fin, es simplemente maravillosa. La disfrutábamos de pequeños con otras pelis y ahora, cuando ya pasaron varios años y la niñez quedo atrás, “John Carter” aparece por primera vez en el cine, para sacar al niño que todos tenemos dentro. Nunca mejor dicho. Ojalá que tengamos más aventuras de Barsoom en los próximos años. Seria muy justo.