Los hijos de la tierra Que el cambio climático que se avecina (o mejor dicho que ya sufrimos) va a destruir muchas cosas es algo tan real y palpable como que La niña del Sur salvaje es una de las mejores películas que se han rodado en el último lustro. Inspirada por algunas comunidades de pesca independientes, amenazadas por la erosión, huracanes y la subida de los niveles de agua en la Parroquia de Terrebonne en Luisiana, este magistral film nos explica las peripecias de Hushpuppy (algo así como cachorro de Husky), una niña de seis años (impresionante Quvenzhané Wallis, quien con su pelo ensortijado y su simpatía innata ha embelesado entre otros a los miembros de la Academia que la han nominado como mejor actriz en la próxima Edición de los Oscars), quien vive con su padre Wink en una pequeña comunidad bayou ficticia, rodeada por agua creciente, llamada popularmente La Bañera. Wink le enseña a sobrevivir por sí misma, preparándola para cuando llegue el día en que él no pueda protegerla más. La fuerza de la niña es puesta a prueba cuando su padre contrae una misteriosa enfermedad y además una tormenta inunda la comunidad. En la rica imaginación de Hushpuppy, estos acontecimentos están conectados al deshielo de los icebergs, que liberan a jabalíes gigantes, los Aurochs, extinguidos en la época prehistórica. A pesar de los intentos por parte del gobierno de convencer a la comuna de que abandonen su precario hábitat, ésta se opone y vuelven a sus casas. El padre bebe en exceso; grita mucho, actúa en determinadas circunstancias con violencia inusitada y su condición física está decayendo progresivamente. Quiere enseñar a su hija a defenderse de las formas severas de los pantanos de Lousiana y cómo contener sus lágrimas en el interior, aunque ella en ocasiones desoye los consejos de su padre y deambula libremente por la marisma sin miedo a perecer. A ambos les une el dolor por la pérdida de un ser querido, alguien que constantemente es recordado mediante sueños e imágenes evocadoras. Wink y sus cohortes de La Bañera no quieren tener nada que ver con las interferencias del gobierno y los refugios que le prometen para guarecerse de los destrozos producidos por las inminentes inundaciones. Existe un momento en el film en el que son obligados a ingresar en un hospital para evaluar su nivel de salud tras la devastadora inundación que les sorprende, pero su simple presencia en un entorno que ni les pertenece ni pueden hacer suyo será un contraste demasiado difícil de digerir. En una apología del hedonismo impropio de los tiempos que corren, ellos sólo quieren pasarse todo el día bebiendo, comiendo cangrejos y evitando las sutilezas de la vida moderna, que les proporciona los Estados Unidos de América (en una secuencia se llega a decir: “en La Bañera hay más vacaciones que en el resto del mundo”. De entrada nos hallamos ante una propuesta visual de una fuerza inusitada. Las esplendorosas imágenes de paisajes desolados y trabajos comunitarios se clavan en nuestra retina como auténticas obras de arte filmadas, constituyendo una auténtica bocanada de aire fresco que nos reconcilia con un tipo de cine donde priman las locaciones exteriores. En este sentido se trata de un trabajo que nos acerca de una manera plausible a algunos films de cineastas tan personales como el Werner Herzog de Fitzicarraldo o el Hayao Miyazaki de La Princesa Mononoke. El director de fotografía Ben Richardson utiliza la textura de su película de 16 milímetros para impregnar de aspereza escenas como la de la tormenta nocturna (un verdadero prodigio de fuerza y energía, sobre todo cuando el padre se enfrenta cara a cara con el diluvio vociferando a los cuatro vientos que nadie conseguirá moverlo de su casa), la ferocidad de un incendio casero (que se produce cuando la protagonista quiere cocinar algo por su cuenta) o la simple exuberancia natural de una niña sosteniendo fuegos artificiales a través de la noche (imagen en la que se sobreimpresionan los títulos de crédito iniciales, toda una declaración de intenciones). El equipo de sonido también merece elogios por dotar al film a través de sus sonidos de una visceralidad, cercanía y realidad parejas a la que nos propone el mismo director. Con su obstinación desenfrenada, su representación paradójica de vulnerabilidad y fuerza, el film de Zeitlin (en la que resulta ser su apaballunte y altamente recomendable ópera prima, aunque anteriormente ya había filmado un par de cortos sobre el mar y los orígenes de la electricidad) se resuelve como una alegre y original celebración de la humanidad, no importando cuáles sean nuestras faltas. La moraleja del film va más allá del finimundismo y viene a decirnos que si el fin del mundo está cerca, las enseñanzas vienen condicionadas por enfrentarse a él de cara, y no huyendo por no tener los recursos suficientes para luchar contra él. Debemos cuidarnos los unos a los otros, a la vez que debemos conservar y respetar los elementos naturales que nos rodean. Y es que, como dice la protagonista en un momento dado: “el Universo entero depende de que las cosas encajen a la perfección”. Las primeras imágenes del film ya nos muestran que la verdadera educación no la vamos a encontrar en los herméticos libros de texto sino en el contacto real con la naturaleza. La niña, protagonista, interactúa con los animales de la granja en la que habita y su peculiar profesora no tiene complejo alguno a la hora de enseñar una lección levantando su falda y exhibir un pícaro tatuaje donde se aprecia una pintura rupestre. “Todos somos carne, y nos devoramos los unos a los otros”, comenta. Habrá quien pueda achacar un tono un tanto pseudocumental a la propuesta, o incluso quien no comulgue con un tipo de cine que apuesta por el sentimiento, sin tapujos, sin caer en ningún instante en el sentimentalismo, pero todo aquel que tenga un mínimo de sensibilidad cinematográfica se congratulará con una experiencia que desde luego se debe disfrutar en pantalla grande y sin necesidad de efectos digitales utilizados tan sólo cuando el guión lo requiere, y no como una avalancha de efectismos gratuitos.
Anexo de la crítica Una parábola sobre el aprendizaje y la madurez de una niña de 6 años, a cargo de un padre alcohólico y enfermo en el distópico micro universo del Mississippi, castigado por la fuerza de la naturaleza y los cambios climáticos que ponen en vilo a la humanidad o por lo menos a una gran parte de ella, son los elementos que predominan en esta ópera prima La niña del sur salvaje - Beasts of the Southern Wild- de corte netamente independiente, dirigida por Benh Zeitlin, ganadora en Sundance y sensación en Cannes y que este mes subirá al podio en la terna de películas nominadas al Oscar. El realizador debutante apela a la fuerza de sus personajes para resaltar tanto las cualidades negativas como positivas sin ahogarse en un océano de lágrimas o sentimentalismos pero exaltando siempre las emociones, el vigor y la voluntad. Quvenzhané Wallis carga sobre sus espaldas con la enorme responsabilidad del protagonismo y lo hace con tanta prestancia y personalidad que su mundo, tanto interno como externo, se vuelve gigante como esas bestias portadoras de los malos presagios, que sin embargo la respetan en su carácter de heroína, cuando el agua parece haberse llevado todo allá en el sur de los Estados Unidos Post Katrina y pro Obama.
Hay algo de pintoresquismo en esta historia de vida de un grupo de, digamos, gitanos que vive casi entre la basura en los pantanos de algo que parece ser Louisiana, me fascinó la construcción de ese mundo casi imaginario, el universo místico y extraño de la niña, la relación con la “salvaje” ciudad del otro lado del dique, la curiosa mezcla de realismo (literalmente) sucio y mágico. Por momentos la película se excede en su apilada de “extrañezas y extravagancias”, en cierta pomposidad, pero nunca deja de ser original, rara, personal. No tiene mucha relación con nada, salvo a las viejas películas de Emir Kusturica.
Esta ópera prima venía de ganar hace pocas semanas el Festival de Sundance con la historia de una niña negra de 6 años que sobrevive prácticamente sola (su padre es tan abusivo como ausente) en situación de extrema pobreza y en un contexto geográfico (una zona permanentemente inundable) muy riesgoso. Se trata de un film potente y por momentos conmovedor, aunque demasiado solemne y ampuloso (sobre todo desde la banda de sonido), que dialoga con otros títulos del nuevo cine independiente norteamericano como Ballast, Río congelado y Lazos de sangre.
Una mirada infantil y salvaje La niña del sur salvaje (Beasts of the Southern Wild, 2012) es una película épica narrada desde el punto de vista de una nena de seis años. El uso de recursos fantásticos en la trama y ciertas decisiones estéticas en la realización, la convierten en una leyenda posmoderna. Dramática pero con final feliz, mantiene al espectador atento en su butaca imantado en gran parte por Quvenzhané Wallis, la gran pequeña actriz que tiene sólo 9 años y está nominada al Oscar. En una isla al sur del mundo Hushpuppy, una nena de seis años, vive con su papá. Un día se anuncia la tormenta que puede hacer desaparecer la isla pero a pesar de que algunos se autoevacúan, Hushpuppy y Wink deciden resistir en su casa. De allí en adelante la vida les cambiará para siempre y juntos tendrán que encontrar las formas para adaptarse. Con cámara en mano durante la mayor parte de la película, la puesta en escena genera una tensión casi constante que se alterna con algunos momentos de reposo vinculados a la fantasía y al juego. En claro paralelismo con la trama, el espectador se mantiene expectante y desconcertado; y como Hushpuppy también advierte, intuición mediante, la progresiva desaparición de las estructuras lógicas. Así, a la par que la niña va perdiendo parte de su hogar y viéndose obligada a reconstruir su identidad, el espectador, como testigo de los hechos, se siente impotente e inquieto ante la inminente sucesión de los acontecimientos que se vuelven previsibles. Durante todo la película el punto de vista es el de la niña. Es a través de los ojos de ella que se muestra el mundo en el que vive, y las relaciones que lo componen. Una mirada que no juzga, y construye verdades estructurantes a partir de reelaboración de relatos y leyendas. Sin dudas, un juego posmoderno muy contemporáneo. Inspirándose en las metáforas y el universo poético, La niña del sur salvaje muestra la particular relación entre un padre y una hija que, con sus múltiples contradicciones y complejidades, pendula entre la protección y el amor, entre la ira y la violencia. Reflejos el uno del otro, los une la ternura y la desesperación. La ambivalente sensación de sentirse asfixiados, y a la vez imprescindibles el uno para el otro. Nominada al Oscar como mejor Actriz, Quvenzhané Wallis con tan sólo 9 años, es sin dudas una de las nuevas promesas de Hollywood. No sólo por su carisma y ese "no sé qué" que algunos llaman "ángel", sino también por su gran presencia escénica y su contundente fuerza expresiva. Es notable su enorme capacidad para lograr matices en un personaje complejo que atraviesa distintos estados emocionales y momentos de condensado dramatismo. En este mismo sentido es digno de destacar el trabajo de dirección de Benh Zeitlin así como también la brillante y audaz decisión del casting.
La niña del sur salvaje es una propuesta imperdible para todos aquellos que ya creen haberlo visto todo y que ya no hay películas que puedan sorprenderlos. La interpretación increíble que realizan especialmente Quvenzhané Wallis y Dwight Henry es algo para emocionarse hasta lo más profundo del alma. La niña hace valer la entrada del cine más que...
Nominado para el Oscar está un raro film independiente, entre los más originales de los indie, impulsado y premiado en Sundance pero también ganador en un festival tan distante como Cannes, y otros más. En su opera prima, Benh Zeitlin -un director de Nueva York instalado en Nueva Orleans- ha construido una fábula apocalíptica, suerte de cuento de hadas o historia fabulosa con una protagonista única en esta clase de films. Más allá de los márgenes de la ciudad de Nueva Orleans residen Winki y su hijaHushpuppy, sin madre a la vista. Pertenecen a una comunidad de marginales que habitan La Bañera, una isla en medio de los pantanos bajo el nivel el mar, detrás de un muro o dique que los separa de la zona industrial. La Bañera constituye un mundo originario, donde los humanos viven en estado semi salvaje y libertad total, sus viviendas están construidas precariamente con restos de otras construcciones, pedazos de vehículos y otros detritus, y comparten comida y habitación con los animales. Padre e hija forman parte de un grupo social que vive el carpe diem en situación de fiesta permanente, ajeno a las presiones del consumo, de las exigencias de la vida burguesa convencional, pero sin embargo en estado de extrema vulnerabilidad, todos presos del alcohol y de la carencia, con la constante amenaza del agua. Winki, por otra parte, está muy enfermo y vive la urgencia por enseñarle a su hija de 7 años los elementales medios de supervivencia en el pantano. Hasta que llega el diluvio anunciado y sobreviene la catástrofe. En su fantasía, Hushpuppy la atribuye a culpas propias, que causaron el descongelamiento de los hielos. En adelante, la niña deberá lidiar con la inundación, con su padre enfermo, con quienes los intiman a evacuar y, no menos importante, con los uros, unos animalesprehistóricos que han surgido del deshielo y la acosan calladamente. Sólo encuentra refugio en la evocación de la madre. Quvenzhané Wallis y Dwights Henry -como el resto del elenco- son actores no profesionales oriundos de Nueva Orleans. Hushpuppy es una verdadera heroína, negra, una de las más extravagantes que ha dado el cine de su país. La historia está vista a través de sus ojos, ella oficia de narradora en off de esta épica, y al tiempo que la pone en palabras, intenta encontrar un sentido a ese caos que se ha abatido sobre ella. Como toda gesta heroica, la de Hushpuppy es una tarea de autoconocimiento, de entrada a la madurez, mientras busca encontrar alguna explicación en el orden universal. El personaje del padre es ambiguo: arrastra un viejo dolor, una experiencia frustrante, y sus sentimientos hacia su hija son contradictorios, disputados entre el intento de protegerla en un ambiente hostil y una rabia apenas contenida, exacerbada por el alcohol. Filmada con una inquieta cámara en mano, a puro primer plano, el film se apoya en un montaje inteligente de planos breves, que compensa las actuaciones ásperas de ese elenco poco habitual. Zeitlin sabe articular el naturalismo con el realismo mágico, propios de ese espacio primigenio, sin caer en el regodeo ni estetización de la pobreza.En contraste con la fuerza de la imagen, resulta pomposa, blanda y reiterativa la banda sonora que compuso el mismo Zeitlin, en colaboración con Dan Romer. Toda la crítica ha visto las huellas de Terrence Malick en este film, pero también es heredero de mucho de la cultura de los Estados Unidos, notablemente de la obra de Mark Twain y Henry David Thoreau. Cuando la TV de Estados Unidos transmitió las consecuencias del huracán Katrina, con las víctimas que habían perdido sus viviendas precarias, o aferradas a ellas, su única posesión, una amiga nativa, profesional de Chicago, me dijo: yo no sabía que existía eso en Estados Unidos. Las condiciones de miseria en que vive el Sur profundo son desconocidas por la opinión pública. Katrina posibilitó su difusión, les dio visibilidad a estos ciudadanos que viven en los bordes, alejados del mundo civilizado y por tanto fuera del orden social. En el film, la historia apocalíptica y el tono algo pastoral de la narradora remiten a las mitologías del origen, y al tomar la voz ella opera como conciencia del grupo. El diluvio e inundación constituyen un arquetipo en las diferente culturas, y está claro que todo puede ser visto como una gran parábola, una metáfora de la realidad social de su país. Varios films están revisando la historia y política de los Estados Unidos desde dentro. Sin embargo, Zeitlin no tiene la cuestión política como prioritaria, sino que parece más entusiasmado con el carácter fantástico de esta narración mítica.
Esta conmovedora cinta de espíritu independiente logra tocar las fibras más intimas del espectador, y lo hace a base de una historia pequeña pero contundente, que abraca varios géneros, una puesta en escena fulminante y actuaciones tan viscerales como convincentes. Narrada desde los ojos de su protagonista, el director logra a través de su frágil protagonista encontrar belleza y humanidad donde solo parece haber miseria. Cine de autor y de calidad para dejarse atrapar.
Premio a mejor película y fotografía en Sundance, ganadora de la Cámara de Oro a la mejor ópera prima del Festival de Cannes y sus cuatro nominaciones en los Oscar (mejor película, dirección, guión y actriz), enmarcan este film visualmente cautivante que no atrapa tanto por la historia sino por la sincresis lograda a través de su interesante propuesta visual, su maravillosa banda sonora y sobre todo, la fuerza de su personaje principal, que nos muestra una dura realidad con los inocentes ojos de una niña que sabe encontrar la belleza detrás de la miseria material. La historia se centra en Hushpuppy (Quvenzhané Wallis), una niña de seis años que vive con su padre en una precaria comunidad de una región pantanosa rodeada por el rio y aislada del resto del mundo por un dique. Una feroz tormenta cambia su realidad por completo y ambos elijen sobrevivir en el mundo en el que ellos decidieron vivir, lejos de la medicina, de las reglas sociales y de sus desigualdades. El film es narrado desde la mirada alucinada de esta niña, criada de forma primitiva y preparándola para poder valerse por sí misma en un entorno que así lo demanda, pero con su optimismo infantil y una extraordinaria imaginación que permite combinar durante el relato las acciones de sus protagonistas con metáforas visuales muy bien logradas. Con una estética y fotografía realista y cuidada, que recuerda a varias de las producciones surgidas del nuevo cine Argentino, y con movimientos de cámara constantes combinados con planos subjetivos, la voz en off de la niña, que por momentos sobra y en otros le aporta significación a la historia, y una banda sonora que funciona a la perfección, Zeitlin consigue intercalar momentos de una rara intensidad con otros poéticos sin perder el equilibrio entre la atmósfera realista y las metáforas visuales, logrando transmitir visualmente la realidad de unos personajes que viven un drama humano y social que eligen afrontar a su manera. Tal vez el acierto más importante de este director sea que no juzga ni cae en la denuncia social sobre el progreso que devora toda naturaleza. Su historia es una fábula sobre el crecimiento, sobre la necesidad de desarrollar un instinto de supervivencia ante la vida y sobre la libertad. Un relato que promueve la defensa de una forma de vida, personas que aún en condiciones miserables, ven en su hábitat un paraíso. Exceptuando la enternecedora, pero inverosímil, escena donde Hushpuppy y las niñas llegan a un burdel en búsqueda de su madre y algún que otro momento del relato que resulta un poco lento, la película no pierde frescura y cautiva hasta el final. Mucho tiene que ver en ello su ágil y carismática protagonista de solo seis años, Quvenzhané Wallis, que sobrelleva su peso dramático con soltura y sorprende con la naturalidad con que maneja su cuerpo para transmitir la personalidad de su papel. Mención aparte para esa metáfora fantástica donde un grupo de bestias prehistóricas, que resucitada de los hielos por la imaginación de la niña, va en su búsqueda cual civilización avanza inexorablemente sobre los pueblos, y es enfrentada finalmente cuando la niña, superando al miedo y lista para enfrentarse a la vida, impone su destino.
Es perfectamente entendible que La niña del sur salvaje haya funcionado muy bien en Sundance y Cannes, pero que haya recibido tal atención de la Academia como para ser nominada a mejor película y mejor director es inexplicable. Más si se tiene en cuenta que quedaron afuera films y directores tales como El vuelo (de Robert Zemeckis) y Ben Affleck (por Argo, que sí está nominada). Esta observación no quiere decir que el estreno en cuestión es una mala película, porque no lo es. Sino que está totalmente sobrevalorada. Vale aclarar que el director Benh Zeitlin hizo un gran trabajo en su ópera prima si se tiene en cuenta los pocos recursos a los que pudo aspirar en esta producción independiente. Incluso logró que los elementos fantásticos que presenta la trama sean bastante creíbles (sería injusto comparar con una película con un presupuesto multimillonario). El realizador crea un mundo sucio y violento en donde los protagonistas viven por voluntad propia en una marginalidad extrema pero si se analiza un poco más surge la pregunta: ¿Tenían opción?. El gran atractivo del film es la interpretación de Quvenzhané Wallis, quien con tan solo nueve años se transformó en la actriz más joven en obtener una nominación al Oscar. Su trabajo es excepcional y es imposible no sufrir con ella y que al espectador no le den ganas de rescatarla de ese mundo, incluso luego de comprender de que ese es su lugar. Las charlas que tiene con su madre (muerta o desaparecida), las ganas de encontrarla y la problemática relación con su padre alcohólico (otra magnífica interpretación por parte de Dwight Henry) logran estremecer. Sin embargo, pese a la calidad actoral y la buena producción y dirección, el film falla en lo narrativo y por momentos aburre bastante. No es una película para las masas y da la sensación de que se pretendía mucho a nivel guión (otra nominación no merecida) pero se queda en el camino. Dentro de todas las opciones que hay en cartelera, y entre ellas todas las nominadas, La niña del sur salvaje no justifica la entrada del cine al igual que no justifica sus nominaciones (salvo por la actriz). Está ahí porque la Academia tenía que meter una película independiente.
Soy fuerte y resisto Es una suerte de enunciado, de homenaje a la resistencia a los que no quieren abandonar lo que sienten que les pertenece, enfrenten un huracán, una inundación o designio divino. Opera prima, rodada en digital con un estudiado tratamiento rústico, las acciones de esta hiper- independiente candidata al Oscar transcurren en el delta de Louisiana, en La Tina (o Bañadera) donde sus habitantes, que viven de forma bastante precaria, están como aislados del resto de la civilización. Allí, Hushpuppy (Quvenzhané Wallis, a sus 9 años la más joven candidata al Oscar como mejor actriz protagónica) vive en una casilla apenas separada de la de Wink, su padre enfermo. Su madre falleció, se viene una tormenta que probablemente los deje sumergidos y deban marcharse. Pero no. Papá es duro de roer. Filme de climas -lo que no quiere decir que no pase nada en su trama-, la película se ve sucia, como el lugar que retrata. La trama tiene a la niña creando en su imaginación personajes, ya sean las bestias del título original, o a su madre muerta, a quien ve o adivina en una camiseta de básquet. El debutante Benh Zeitlin confronta la ilusión y el realismo mágico de Hushpuppy con la materealidad poco y nada gratificante que la circunda. Pero no es La niña... un filme que deprima sino todo lo contrario. La poesía que emana de las imágenes, las ventanas que deja abiertas a la imaginación le dan una bocanada de aire fresquísimo al anquilosado y atrofiado cine estadounidense al que nos vamos acostumbrando. El caos natural en el que avanza la historia -la tormenta llega, y los obligan a ser evacuados- está también ligado a las interpretaciones de los los actores no actores -el excelente Dwight Henry, el padre, es panadero; Wallis surgió de un casting entre 3.500 niñas-. La gente, el pueblo, los personajes son reales, y se sienten como tales. Aunque cueste imaginarlo, el origen de La niña... es una obra de teatro, Juicy and Delicious. La emoción genuina que surge de cada aparición de Hushpuppy vuelve querible, apreciable al filme. Una joyita.
El sur salvaje del título es un lugar al que llaman la Tina, un remoto sector de pantanos de Luisiana prácticamente alejado del resto de la civilización moderna, donde no ha llegado la tecnología, la pobreza es permanente y la educación es la que resulta de la propia experiencia cotidiana y del contacto con la naturaleza que la pequeña comunidad celebra mientras intenta preservar su modo de vida y transmitir sus saberes y sus creencias. Allí se come lo que se consigue: lo que proporcionan los animales domésticos con los que se comparte la precaria vivienda o el producto de la pesca; por otro lado, la creciente es una amenaza constante, lo mismo que la inminente llegada de unas criaturas mitológicas que el calentamiento del planeta liberará de sus cárceles de hielo. En esta suerte de realismo mágico, el retrato social crítico se manifiesta a través de lo documental, sin subrayados ni discursos; la lección panteísta se filtra en las experiencias de la protagonista y el drama más duro se sobrelleva con la fantasía. Especialmente para Hushpuppy, la inocente e imaginativa nena de 6 ó 7 años que es la gran sorpresa de este film ganador de la Cámara de Oro en Cannes y ahora aspirante a cuatro Oscar, incluidos los correspondientes a mejor actriz para la pequeña Quvenzhané Wallis; mejor película y mejor director. Ella convive menos de lo que querría con su padre, un hombre tosco y de mal carácter que suele maltratarla porque quiere que se haga fuerte y aprenda a sobrellevar los rigores de ese mundo que, sin embargo, es para ella el más lindo. Los hombres y mujeres de la Tina han sido dejados a su suerte. Para chicos como Hushpuppy significa crecer sin controles; para su padre, Wink, significa beber sin medida. Se quieren, sin embargo, más allá de los reclamos de ella y de las frecuentes ausencias de él. Los habitantes de una zona tan abandonada y tan expuesta a bruscos fenómenos meteorológicos se preparan para lo peor y se aprestan a cambiar sus viviendas por botes. Para padre e hija las cosas son todavía peores: él ha contraído una enfermedad grave. Uno de los grandes aciertos del debutante Behn Zeitlin reside precisamente en haber elegido el punto de vista de la chica para exponer la historia de estos dos personajes y de su mundo, dejando a un lado las convenciones de un relato tradicional y optando por hacer evolucionar la historia como resultado de un mosaico de situaciones diversas de las que surge una rara energía vital y la convicción de que, no importa en qué condiciones, siempre se puede aprovechar la vida. El componente mágico se suma al clima ominoso de la tormenta que se aproxima y envuelve al pantano en imágenes fantásticas, algunas de elocuente vuelo poético, como las de la fiesta o el funeral. Es cierto que no siempre le inserción de la pequeña historia dentro del abarcador cuadro que apunta a temas más trascendentes en clave de fábula alegórica se logra fluidamente e incluso hay momentos en que suena forzada. Esta voluntad de decirlo todo suele ser pecado de cineastas debutantes. De todas maneras, ni esa acumulación ni alguna esporádica concesión a lo pomposo restan mérito al film, que en cambio desecha el miserabilismo y el discurso. Quvenzhané Wallis es una presencia fundamental. Si a los 8/9 años puede considerársela una actriz, se trata de un prodigio.
Un primitivismo rancio Este film independiente está nominado a cuatro Oscar porque toca las teclas adecuadas en los momentos precisos, mientras se debate entre el cuento de hadas y el regreso del realismo mágico. Muy mimada esta niña del sur. Desde su estreno el año pasado en el Festival de Sundance, Beasts of the Southern Wild (rebautizada sin razón aparente como La niña del sur salvaje) viene levantando premios y críticas laudatorias en cuanto evento cinematográfico se presenta. El film, realizado de manera independiente con un presupuesto de apenas dos millones de dólares, está nominado a cuatro premios Oscar, incluidas las categorías de Mejor Película, Director y Actriz protagónica. Es entendible, en algún punto, ya que esta ópera prima idiosincrásica parece tocar las teclas adecuadas en los momentos precisos, aunque es precisamente esa cualidad en la ejecución –su programa estilístico y las curvas que describe la historia– la que aleja los resultados finales de la frescura y el ímpetu de sus primeros minutos. ¿Cuento de hadas o triunfal regreso del realismo mágico? La mirada casi excluyente de la protagonista, una chica de seis años, parecería señalar hacia la primera de las opciones, pero hay algo (mucho, en realidad) en el debut de Benh Zeitlin que hace inclinar la balanza fuertemente hacia el otro costado. Hushpuppy (Quvenzhané Wallis, oriunda de Louisiana, como casi todo el resto del reparto) vive junto a su padre en una región nunca nombrada del sur de los Estados Unidos, una suerte de Waterworld hiperrealista que los lugareños llaman, afectuosamente, Bathtub (bañadera). Es que la erección de un dique cercano ha abandonado a sus propios recursos a un reducido grupo de habitantes, aferrados con uñas y dientes a su lugar de pertenencia. Casas de chapa derruidas, animales correteando, alto consumo de bebidas alcohólicas, naturaleza exuberante. Y el agua, siempre el agua. La chica parece feliz en su entorno bayou, desconocedora del mundo que existe del otro lado del espigón, resguardada en la cercanía de su padre y sus vecinos. Es un mundo diferente, primitivo, con reglas propias, en precario equilibrio. El padre de Hush-puppy, se sabe desde temprano, está muriendo, y su hija ha sido elegida depositaria de ese estilo de vida en extinción. No tardará en aparecer la tormenta, que el espectador no puede más que relacionar con el huracán Katrina. La tempestad cambia la vida de Hushpuppy y del resto del clan, quienes a pesar de todo intentan resistir y sobrevivir. A las fuerzas naturales pero también a las reglas humanas. Hay dos aspectos de La niña del sur salvaje que impactan desde un primer momento. La cámara del director de fotografía Ben Richardson hace un excelente uso técnico de la película de Súper 16mm utilizada como formato de rodaje, logrando unas tonalidades y un grano original que difícilmente pueda emularse con un equipo digital (mal que les pese a los exegetas de las bondades de los bits). El otro es la música, compuesta por Dan Romer y el propio realizador, que acompaña los minutos iniciales con fausto e insistencia, contrapunto de la suave voz en off de la protagonista. Pero con el correr de los minutos, las imágenes comienzan a estar más cerca de la pericia untuosa que de lo oportuno y la banda de sonido se revelará algo machacona y pretenciosa. Que el relato entrelace imágenes de un grupo de bestias prehistóricas –referidas en el título original– como metáfora infantil (¿del miedo?, ¿del mundo adulto?, ¿de lo aparentemente inevitable?) no hace más que agregarle una pizca extra de fantasía a un film que va abandonando el ideario poético para acercarse cada vez más al universo de la sensiblería. Es que la película de Zeitlin, con sus pobres bellos y tozudos, termina apostando por una idea de primitivismo algo rancia, en una operación cinematográfica que no puede esconder del todo cierto aire oportunista, tal vez inconsciente, que se esconde entre sus pliegues. No hay dudas de que la crítica o el retrato social nunca figuraron entre las intenciones originales del realizador. Y no hay necesidad de dudarlo: La niña del sur salvaje es original en su planteo y la ejecución es tenaz y bien intencionada. Pero es difícil no sentirse algo traicionado por un film que llega a sus últimas escenas –cada vez más esquemáticas y dislocadas– con aire cansino, y cuya carga de emoción, lejos del aire mítico de sus primeras imágenes, es insuflada por métodos tan tradicionales como el llanto en primer plano de una nena.
“La ley de la misma” Salir de la sala en donde se proyectó Beast of the Southern Wild y evitar pensar y amar a su protagonista es tan dificultoso como intentar no revelar la trama general con sus salientes y particularidades en la presente reseña. Porque la pequeña Quvenzhané es el tópico primordial en el bello entramado de detalles y giros dramáticos que hacen de esta pieza una de las más hermosas y conmovedoras de los últimos tiempos. Con la cita tipo diccionario no queremos caer en la comparación, en este caso inútil, con lastimosos conceptos tales como los presentados en Lo Imposible (The Impossible, España, 2012), sino solo dar cuenta de la grandeza y sinceridad del filme de Zeitlin en donde todo sentimiento gestado y provocado no es víctima de una tijera subjetiva sino fruto de la objetivación conjunta de “lo humano” y empático como motor principal...
El género “Catástrofe” le ha servido al cine para expresarse de muchísimas maneras, justamente esta semana tenemos dos exponentes del mismo, "El vuelo" y nuestra película en cuestión. Se puede ser más o menos grandilocuente, mostrarse como film de acción o aventuras (al estilo que tanto le gusta a Rolland Emmerich) o recargar las tintas del drama (Lo Imposible) con más o menos golpes bajos. "La niña del sur salvaje", en cambio, utiliza la catástrofe como puente, se eleva para hablar de algo más; de estilos de vida contrapuestos, y de las vicisitudes que los “desclasados” deberán vivir para mantenerse en su “postura”. Nos ubicamos en una comunidad pequeña, La Bañera, pesquera, en Louisiana. Una comunidad en contacto permanente con la tierra y el agua, alejada de la gran civilización, y que da su propio sentido a los ataques que recibe de la naturaleza. La protagonista es Hushpuppy (sí, como la marca de zapatos y haciando referencia a los cachorros), una niña de seis años que no conoce otra cosa que su entorno. Ahí vive con su padre, Wink, y ambos parecen apoyarse mutuamente; Hushpuppy es la fuerza para sobreponerse a la pérdida que ambos sufrieron, y Wink es la enseñanza de la supervivencia, de valerse por uno mismo. Pero la tranquilidad no dura demasiado, y al mismo tiempo que Wink cae enfermo, una inmensa tormenta inunda toda La Bañera poniendo a toda la comunidad al riesgo de la desaparición. Hushpuppy, con toda la simpleza, inocencia, y simpatía de los seis años, pero con una fuerza increíble, no está dispuesta a rendirse, y va a ayudar a su padre y a los suyos para salir adelante. El gobierno, la civilización, intentará prestar su ayuda a los lugareños, pero estos se niegan hasta donde pueden, no pertenecen al mismo mundo, y no quieren abandonar su lugar (que en el fondo sabem, pronto deberán abandonar). Es la exposición de dos modos diferentes, los Bayou saben que nada tienen que hacer junto a la gran ciudad, y por eso resisten su ayuda, quieren valerse por sí mismos. También hay un componente místico si se lo quiere llamar, Hushpuppy cree que la inundación desarrollada por el deshielo y la aparición de animales prehistóricos; y todos los pertenecientes a la comunidad mantienen la idea del mensaje de la naturaleza, una suerte de devolución por el trato recibido y un mensaje apocalíptico, para ellos puede ser el fin del mundo, y puede que sea el de su mundo. En su ópera prima Benh Zeitlin crea una película que no por independiente del cine más comercial deja de ser impactante visualmente. La manera en que los paisejes son tomados, la “belleza” triste de la destrucción, y las tomas de ensoñación (Hushpuppies y su padre tienen sueños bastante vívidos y místicos) son asombrosas, y le otorgan mucha calidez al relato. En un elenco destacado de “personas normales y creíbles”, la niña Quvenzhané Wallis interpreta una Hushpuppy impactante, definitivamente se carga la película al hombro y otro sería el resultado sin ella; no por nada es la candidata más joven al premio a Mejor Actriz en la historia de los Oscars; sentimos todo lo que ella pasa. En una historia fuertemente dramática (aunque esperanzadora) como esta, es inevitable cieta acumulación de golpes bajos, momentos para el pañuelo, y ahí se resiente un poco; también al momento de remarcar ciertas enseñanzas; en las sutilezas es dónde mejor encuentra su punto. Wink y la comunidad Bayou entregan constantes moralejas a Hushpuppy, y apuntan directo al espectador. Es de su estilo de vida simple, desinteresado, y conectado con los valores primarios lo que deberíamos aprender, la sensación al ver "La niña del sur salvaje" es que ojalá lo hagamos pronto antes de que sea tarde.
Las grandes bestias salvajes alguna vez dominaron al mundo… nosotros, los humanos, hemos tomado ese lugar vacante. Un relato sobre la marginalidad, de la pobreza que duele, apenas azucarado con algo de realismo mágico es lo que propone esta zambullida dentro de una de las poblaciones más pobres y desamparadas del sur norteamericano. Allí las pequeñas comunidades sobreviven con los animales que logran criar en sus ranchos, con lo que la escasa pesca les provee y con la recolección de hierbas. Todos estamos hechos de carne, todos los seres vivos formamos parte del buffet del universo. Hushpuppie una niña de ocho años, de ojitos tristes y expresivos nos invita a descubrir su universo, su mundo carente de fantasía. Quvenzhané Wallis, ganadora del Critics Choice Award y la actriz más joven en ser nominada al Oscar en una actuación protagónica, sus tonos para relatar lo que siente, su cuerpito indefenso frente a tanta desolación y su exclusión del mundo conmueven y hieren en lo más profundo. Los animales salvajes saben cuándo tenemos el corazón débil y allí comienzan a perseguirnos para cazarnos, lo importante es no demostrarle al mundo lo abatidos que estamos por dentro. De lo contrario, terminamos siendo consumidos por ese mismo mundo
"POÉTICO CUENTO SOBRE LA SUPERVIVENCIA" El pueblo norteamericano se encuentra en una situación difícil desde hace algunos años, donde la pobreza ocupa mayor espacio en el terreno social y geográfico. Una niña y su padre viven en una fracción de tierra rodeada por el mar que en cualquier momento puede inundarse y desaparecer, un lugar al que ellos llaman "bañadera". Él, enfermo, intenta enseñarle a la pequeña cómo sobrevivir en el mundo ultra precario al que pertenecen, una zona marginal más allá de cualquier civilización, donde las necesidades primarias son las únicas que existen. Ella, bautizada como “Hushpuppy”, adopta cada una de sus palabras para crecer de forma independiente, anhelando constantemente a una madre que tal vez murió, o se fue... no se explicita. Criada casi como un varón, la pequeña y su padre coexisten en una selva de mugre, proveyéndose la comida de cada día como pueden. "La niña del sur salvaje", con grandes avales de crítica y público en reconocidos festivales como el de Sundance o San Sebastián, sobresale por su originalidad, pero comete el “pecado” de hacer hablar en off a la niña protagonista, apoyándose demasiado en su relato, que acompaña las espeluznantes imágenes de la vida en ese marginal espacio. El problema no sería mayúsculo si no fuese por otro motivo adicional: la pequeña declama ciertas descripciones y reflexiones que parecen más salidas de la boca del guionista que de ella misma. El cine suele incurrir en estas torpezas de hacer hablar a los niños como si fuesen adultos; no está mal hacerlo en una disparatada comedia, pero en este caso se ha abusado en cantidad y en calidad, o sea: mucho (en cantidad) e inverosímil (en calidad). Al margen de ello, la naturalidad que se respira en todo momento es uno de los enormes aciertos de la puesta en escena: se vive la sensación permanente de que lo que vemos en pantalla parece un descarnado documental sobre la vida precaria de una colonia, y un enorme mérito se lo llevan las actuaciones de todo el cast, especialmente de su pequeña protagonista Quvenzhane Wallis. Gracias a una prodigiosa banda sonora musical, compuesta entre Dan Rohmer y el propio director Benh Zeitli, la película crece casi a niveles épicos, constituyéndola casi como un filme de héroes que le hacen frente a la vida con uñas y dientes, a pesar de tener todas las de perder. Esto hace que resulte muy difícil quedar exento de la emoción que provoca la lucha constante de una inocente que tiene que vivir la vida que le tocó, que no eligió, pero que, sin embargo, enfrenta con el valor de un adulto, sin victimizarse en ningún momento. Estamos, sin lugar a dudas, ante un filme que ocupa el lugar que el año pasado fue de “El árbol de la vida” de Terrence Mallick: un filme inusual que sumará detractores y alabadores por igual, con una mirada casi poética sobre este grupo de gente que vive naturalmente en una descarnada pobreza. En este caso, frente a todo lo expuesto, me coloco en el lugar de los que la alaban, recomendando fervientemente esta poderosa cinta que, a pesar de las debilidades antes apuntadas, resulta necesaria, para permitirnos una reflexión sobre la condición humana.
El debut cinematográfico de Benh Zeitlin no es más que una intensa representación de la defensa de una forma de vida, con una fotografía muy arriesgada, con un gran trabajo realizado en el elenco, en especial en la pequeña protagonista, y con una historia que toca con profundidad la pérdida de un ser querido, las desigualdades sociales, la enfermedad y la búsqueda de la libertad.
Una heroína en miniatura La ópera prima del director Benh Zeitlin viene cosechando premios y elogios desde su presentación en el festival de Sundance. Atención al trabajo de la joven Quvenzhané Wallis. El Oscar autoriza año a año una película “diferente” que se sale de los moldes previsibles, la corrección política, el sello patriotero, los reciclajes y homenajes y el recuerdo permanente de que Estados Unidos es el centro del mundo. Este año le toca a La niña del sur salvaje, opera prima de Benh Zeitlin, que obtuvo algunos premios de importancia en el Sundance Festival, el encuentro de cine organizado por el millonario Robert Redford. Pero el hecho de participar y ganar en tal evento no es un dato menor. El Sundance, plataforma de lanzamiento de reconocidos directores, es el paso previo al arribo a las grandes ligas del cine industrial. Y vaya si el festival parió a nombres de importancia con sus títulos iniciales: Tarantino y Perros de la calle; Soderbergh y Sexo, mentiras y videos; los Coen y Simplemente sangre; Todd Haynes y Poison; Jarmusch y Extraños en el paraíso y la lista sería interminable. Por lo tanto, aquello de película “diferente” habría que tomarlo con reservas y esperar qué será en un futuro no demasiado lejano de Zeitlin y de su maravillosa protagonista Quvenzhané Wallis. En todo caso, podría decirse que el Sundance lanzó al mercado a una buena película y a un director a seguir sus próximos pasos. Otra película sobre la supervivencia, como Una aventura extraordinaria, pero muchísimo más barata, con otro paisaje y menos manipuladora y espiritual que la parafernalia tecnológica de Ang Lee y su tigre de bengala. La niña del sur salvaje tiene un logrado uso de la voz en off de la protagonista, un excesivo peso de la banda de sonido y una historia que se divide en dos planos: la niña y la vegetación y las inundaciones que la rodean junto a su afán por sobrevivir al día a día, y por otro lado, la relación entre la criatura y su padre, acaso el punto más oscarizable de los dos, el segmento emotivo que complace a la Academia de Hollywood. Pero Zeitlin mezcla ambos ítems con inteligencia, sin cargar las pilas en ninguno, como si su cámara, en constante movimiento, tuviera una actitud de espía, de mirar por el ojo de la cerradura, descubriendo cada uno de los rincones de esa naturaleza selvática. Hay un pasaje de La niña del sur salvaje donde la película quiere pensar en voz alta, al arribar al momento donde lo primitivo del paisaje y de su dupla protagonista se cruza con la posibilidad de conocer la civilización, ese otro mundo que intenta domesticar a ambos. Pero el director, otra vez valiéndose de su astucia, esquiva los lugares comunes con mano maestra, replegándose en la sentida emoción, sin golpes bajos, que manifiestan las imágenes finales. Se verá si en el futuro Zeitlin y la niña protagonista podrán gambetear las luces del Hollywood industrial, ya alejados de una opera prima valiosa debido a sus acotadas pretensiones. «
Potente fábula de crecimiento en un mundo apocalíptico Imagine el lector una pequeña comunidad casi primitiva, y orgullosa de serlo, en las afueras del Dock Sur, o en la tercera Sección del Delta, con el fondo no tan lejano, pero ajeno, de la vida urbana y fabril. Otro mundo, a pocos kilómetros del que transitamos cotidianamente. Para el caso, un villorio de cajunes y afines en una isla de Louisiana, frente a las refinerías y una represa que están allá en tierra firme, y las aguas del Golfo ahí nomás. Cuando se derritan los hielos polares ese pequeño mundo va a desaparecer. Quizá no falte mucho. Así más o menos lo enseña la maestra en la escuelita de la isla, y enseña también otras cosas, en ilustraciones escolares pintadas donde menos se espera. Tampoco uno espera, ni se imagina, que la niña de esta historia encienda la cocina del modo en que lo hace (no se recomienda llevar chicos inquietos al cine, no sea que luego quieran imitarla). Esa escena deja a cualquiera estupefacto, muerto de risa y espanto. Y no es la única. Los niños de un lugar semejante no se crían igual que los de otros lugares más civilizados. A propósito, el título de estreno local es bastante amable. El original habla de bestias, entendiendo por tales tanto a los enormes uros que la niña teme en sus fantasías, como a los propios habitantes del lugar. Que beben y hablan y se la aguantan a lo bestia, y se niegan al socorro de la Asistencia Civil. Pero en el fondo son unos tiernos. Potente fábula de crecimiento en un mundo apocalíptico, fuerte retrato de seres casi primitivos a pocos kilómetros del mundo moderno, intensa y singular historia de amor entre una niña y su padre enfermo. Eso, y todavía algo más, es en pocas palabras la película que acá vemos, asombrados, regocijados, ocasionalmente emocionados, y estremecidos, con un estremecimiento que sigue hasta el final, bajo los efectos de una música de raíces también primitivas. No corresponde contar más. Solo decir que es una obra singular, que seguramente exagera y estiliza la realidad del lugar pero no la traiciona, y que está hecha con intérpretes irrepetibles de la comunidad cajun de Louisiana, y con sus músicos (los Balfa Brothers, The Lost Bayou Ramblers y algún otro). Protagonistas, un taponcito de garra actoral impresionante y nombre enrrevesado, Quvenzhané Wallis, y un hombre que en la vida real es panadero, Dwight Henry, que para alivio de tantos troncos ya dijo que no piensa ser actor profesional. Autor, con todo el ingenio, el sentido artístico y la habilidad para dirigir no actores, el debutante Benh Zeitlin. Pero a este "Beast of the Southern Wild" conviene encontrarlo en la pantalla grande. Coguionista, Lucy Alibar. A ella le debemos el cuerpo básico del drama familiar que universaliza la obra.
Aprender a vivir en soledad La película tiene una admirable actuación de Quvenzhané Wallis -nominada al Oscar por su papel de Hushpuppy-, quien parece mimetizarse con el árido entorno que forma parte de su vida. Una niña negra, de unos seis años, que vive en contacto con la naturaleza y dialoga con sus mascotas, es la protagonista de esta película filmada en la zona pantanosa de Terrebonne Parrish, en Louisiana, Estados Unidos. El director neoyorkino Ben Richardson quiso registrar esa zona de su país, prácticamente ignorada por el resto de los norteamericanos, en la que numerosas familiares viven en casas armadas con materiales de deshecho, cartones, o chapas y sus vidas transcurren en la más absoluta pobreza y en contacto con el agua y la tierra húmeda del lugar. A Hushpuppy (Quvenzhané Wallis) la abandonó su madre. La niña vive con Wink (Dwight Henry) su padre enfermo, el que trata a la chica como si fuera un varón, e intenta que adquiera cierta resistencia física, para poder soportar el lugar en el que viven, una zona de huracanes e intensas tormentas. "La niña del sur salvaje" muestra a Hushpuppy en soledad, prácticamente en estado de abandono. Se la ve en el que fuera el cuarto su madre hablándole en voz alta, o intentando preparar algo para comer. EL ENTORNO Poco después una intensa tormenta termina destruyendo la mayoría de las precarias viviendas y deja a la chica y su padre, aislados y en improvisadas embarcaciones, junto a otros lugareños. Más tarde llega una patrulla del gobierno a socorrerlos, los trasladan a un hospital y los médicos descubren que Wink, el padre de la niña, tiene una enfermedad terminal. Poco tiempo después él muere y la chica queda irremediablemete sola. "La niña del sur salvaje" es un filme curioso, extraño, del que puede decirse que tiene ciertos elementos del llamado "realismo mágico" de la literatura latinoamericano. El director Benh Zeitlin muestra de manera descarnada, dolorosa, la infancia de esa niña, que a partir de la muerte de su padre debe aprender a sobrevivir y también a asumir su soledad. La película tiene una admirable actuación de Quvenzhané Wallis -nominada al Oscar por su papel de Hushpuppy-, quien parece mimetizarse con el árido entorno que forma parte de su vida.
Una infancia salvaje Hushpuppy es una nena de seis años, que vive con su papá, en una pequeña y aislada comunidad en una zona pantanosa, que la mayoría del mundo consideraría inhabitable. Vive entre latas, desechos, en una casa a la que parece que en cualquier momento se la va a llevar el viento o el agua. Tanto su papá como el resto de la comunidad la alientan a valerse por sí misma, a ser fuerte, a vivir de la naturaleza. En una época en la que tanto se habla de comida orgánica, reciclaje, y cuidar el planeta -mientras todo lo vemos muy cómodos por televisión-, nos resulta casi increíble, ver la relación de Hushpuppy con la naturaleza, nos damos cuenta de que no tenemos la menor idea de lo que es la relación directa con ella, que si nos dejaran cinco minutos en ese pantano, solos, no haríamos otra cosa que llorar. La película está narrada desde la visión de esta nena casi salvaje, que a una edad en que los chicos ya no se despegan de la computadora, ella es una experta cazadora, cocina, tiene una curiosidad poco común, y todo el tiempo y desde su imaginario hace referencia a los antiguos habitantes del planeta, y quiere dejar su propia huella, para que quienes vengan dentro de muchos años sepan que hubo una nena llamada Hushpuppy que cuido a su papá en un pantano. Luego de una tormenta el agua crece, y la pequeña ve como todo comienza a derrumbarse, como la naturaleza arrasa, y sin embargo ella quiere ser parte de ese todo, y sobrevivir en ese lugar. La comunidad es evacuada obligatoriamente por más que se resistan, y el choque que vemos entre ese pequeño grupo y el mundo civilizado, que quiere protegerlos en uno de esos refugios montados en enormes gimnasios, es terrible. No hay manera de que un mundo pueda adaptarse al otro. Los niños de la comunidad son los primeros en resistir, en escaparse en volver a su mundo, que por más salvaje que nos parezca es mucho más equilibrado que el nuestro. La película está narrada desde la visión de la niña, refleja su enorme imaginación y su extraordinaria manera de ver el mundo, y si bien el contexto es salvaje, y hasta visceral, la naturalidad con la que ella lo vive, hace que ese lugar inhabitable, se transforme en algo hermoso. Las actuaciones de Quvenzhané Wallis y Dwight Henry como padre e hija, en ese lugar inhóspito, y con esa relación tan poco común, y supuestamente incivilizada son extraordinarias.
Una película sorprendente, un joven director Benh Zeitlin, y una poderosa historia de sobrevivientes en el profundo sur, en una zona de pantanos destinada a desaparecer por la construcción de una represa. Una niña que todo lo observa, que tiene un padre enfermo mental y que se transforma en una tierna y fuerte heroína. La actriz elegida y nominada gana al espectador con su fuerza y talento. Llega al corazón.
No es excusa alguna que la Academia haya nominado en ternas más que importantes a Beasts of Southern Wild sólo porque necesita un chivo expiatorio, sino que realmente el cuento de hadas sureño del director nos permite sumergirnos en un mundo fantástico y rudimentario a la vez que la historia de supervivencia de un personaje querible y sensible como el de una aguerrida niña de nueve años cala hondo el el espíritu feral de cada uno. Difícil de enmarcar en un solo género (aunque apunta mucho por el lado del cine social apocalíptico) Beasts... nos sumerge en un microuniverso entre lo candoroso y lo terrible visto a través de la óptica de una pequeña líder nata destinada a hacer frente a las penurias del mundo con el valor y el coraje que tan sólo la mágica inocencia de la infancia nos permite tener. La mirada de Hushpuppy es la de una Quvenzhané Wallis que ha sido nominada al Oscar con solo nueve años, pero que aporta toda la fragilidad y determinación que su personaje necesita: una criatura que tanto sabe comer a lo bruto marisco y destrozar la casa como llamar afectuosa y tiernamente a su madre o cuidar de su padre enfermo. Suyo es el foco protagónico en este proceso acelerado de maduración en el que tiene que prepararse para la vida y para la muerte, hasta ser capaz de hacer frente a esos animales salvajes cuando haya vencido el miedo y aprendido a encajar su pieza en un mundo que tiene que arreglar cuidando a los suyos. Hushpuppy tiene toda la energía que le da Quvenzhané, y también la que le proporciona una banda sonora que llega cargada de emoción y unas imágenes poderosas e impactantes, como ese deshielo devastador o esos jabalíes gigantes que nos trasladan al imaginario infantil hasta alcanzar una verdadera poesía visual. El film, primer largometraje de Benh Zeitlin, no se lamenta de las condiciones de pobreza extrema ni juzga las actitudes de unos personajes que bordean actitudes suicidas, sino que delimita el espacio residual —y probablemente para muchos, inspirador— en el que la unión comunitaria y la fraternidad entre vecinos son valores consecuentes del vive como quieras. Uno de los méritos de Zeitlin está en saber mirar la miseria material y encontrar detrás toda la belleza y atractivo humano, hasta el punto de que esa chabola se convierte en un hogar o ese club nocturno se transforma en lugar idóneo para encontrar a su mamá. También resulta extraordinariamente sutil y hermosa la manera en que llega la muerte, tan humana como mágica y placentera, porque para la reina de la Bañera no es más que el comienzo para una nueva vida en la que sentirá siempre la compañía de los que se han ido. Beasts of Southern Wild es una potente y visceral propuesta muy indie que ha logrado colarse a la fuerza en los premios anuales gracias a una puesta en escena minimalista pero loable, y un discurso que pone en contraste a la escasez material contra la imaginación y el impulso de la supervivencia.
En medio de tanta pobreza, la mirada de una niña que lucha por sobrevivir. Esta es la ópera prima del director de cine estadounidense, compositor y animador Benh Zeitlin (30). Este film ya ganó la Cámara de Oro premio en el Festival de Cine de Cannes, entre otros galardones y este año se encuentra con cuatro nominaciones a los premios de la Academia: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actriz (Quvenzhané Wallis) y Mejor Guión Adaptado. Vale aclarar que es una producción independiente y no contó con un presupuesto multimillonario. La historia se desarrolla en una región pantanosa: allí vive una niña Hushpuppy (Wallis) de unos 6 años de edad, con su padre Wink (Dwight Henry) un pescador, gritón, algo violento y alcohólico, no tiene madre no se conoce mucho, solo que se marcho, ellos viven rodeados de pantanos, aislados, rodeados por el Río Mississippi, separada del resto de la civilización por un dique y otros pobladores denominan la zona como "Bathtub" (la tina o el baño). Ellos, como tantos otros , viven en medio de la nada con casas construidas con objetos de los alrededores en medio de una pobreza total, el lugar poco a poco comienza a ser inhabitable, una tormenta arrasa nuevamente todo y sigue poniendo a todos en riesgo, hay que hacer algo urgente, en medio de todo esto Wink se enferma. La niña desde su mirada le pondrá la cuota de fe, se arregla casi por sí sola, vive en una especie de cabaña y en varias escenas vemos como aprender a cazar y a comer ciertos tipos de animales. Su padre le va enseñando como subsistir y le dice que no debe llorar porque el hacerlo la hace débil. Ella comienza a crearse un mundo mágico, tiene la costumbre de escuchar el corazón, se ve rodeada de animales mitológicos, como Aurochs, (mezclando la realidad y la fantasía) y una escena como tantas otras bien jugadas cuando ella habla en su imaginación con su madre. Hay que saber interpretar cada una de las escenas de la niña porque tienen en ellas explicaciones y mensajes, como también en su título “Bestias del sur salvaje”. Es un film sencillo, es cine de autor, quizás no atraiga a todos los públicos debido a lo citado anteriormente, es poética, llena de fantasías, sin golpes bajos, narrada como un cuento, con pocos diálogos, nos habla del amor, de las perdidas, incertidumbre, su ritmo es lento y tierno y uno de sus mensajes es el de la superación. Buenos planos, fotografía (Ben Richardson), Música de Dan Romer y Benh Zeitlin y un interesante movimiento de cámara. Realizada con actores desconocidos, entre ellos, Quvenzhané Wallis, quien en el momento de la filmación tenía cinco años, (Hollywood pide que tengan como mínimo seis años pero sus padres en el casting mintieron), ahora con tan solo nueve años se transformó en la actriz más joven en obtener una nominación al Oscar compartiendo el rubro con Jessica Chastain, 35 años (La noche más oscura), Jennifer Lawrence (El lado luminoso de la vida) 22 años, Naomi Watts , 44 años (Lo imposible) y la actriz francesa Emmanuelle Riva, quien el día de la entrega cumplirá 86 años. (Amour).
Una pequeña y gran historia Sin duda alguna, los niños en los films tienen de antemano una buena aceptación por parte del público. A los chicos actores se les perdonan más cosas que a los adultos porque tienen en sí un desafío mucho mayor que es trabajar a la par de un grande, aún teniendo su vida de niños. Sin embargo, no hay que hacer a un lado algo que es mucho mayor que el propio entendimiento del público y esto es la calidad actoral de los chicos que llegan a la pantalla. No son muchas las películas de tono dramático las que tienen a un niño como protagonista porque esto requiere de un trabajo sumamente delicado. Films como La niña del sur salvaje nos hace ver que el trabajo en conjunto de un buen director y una pequeña gran actriz puede hacer que surja un gran largometraje. Hushpuppy (Quvenzhané Wallis) es una niña muy especial de tan sólo seis años. Para empezar son pocos los momentos en que parece niña, tiene la mirada de un adulto. Tan sólo en algunos pasajes, como cuando recibe el abrazo de una mujer, nos damos cuenta de lo pequeña que es. Ella es integrante de una comunidad que se encuentra en lo que denominan La tina, situada en Estados Unidos. Su familia más íntima es su padre y de su madre sólo tiene algunos recuerdos que le proporcionan las prendas que han quedado en el lugar. Ellos y los vecinos, de todas maneras, forman parte de una familia más grande, unida por las costumbres del lugar (una relación más íntima con la naturaleza) y su amor por el agua. La vida allí vista desde una óptica urbana resulta ser bastante paupérrima. Si nos centramos únicamente en las pertenencias estamos al frente de una comunidad pobre que ha construido sus hogares con partes de elementos desechados en la urbe. Todos ellos se verán forzados a doblar sus esfuerzos por vivir allí luego de que el lugar fuera azotado por una gran inundación. Hushpuppy, por su parte, tendrá que sobrellevar además la enfermedad que promete la muerte a su padre. Lo más llamativo e importante de la actuación de la pequeña Quvenzhané Wallis es que su actitud y forma de ser logra adentrarnos en las costumbres de su comunidad. A pesar de la historia trágica que vive la pequeña y aún siendo ella la protagonista, la película nos lleva a algo mayor. La niña sirve como vínculo de conocimiento de una sociedad con otro tipo de valores y objetivos de vida. Hushpuppy no hace más que acentuar la importancia de las costumbres de la comunidad en la que vive. Ella nos hace chocar con una realidad distinta. Nos muestra la dificultad que tiene de ser entendido el que piensa y vive distinto. Lo vemos bien cuando los que viven en la ciudad obligan a los habitantes de La tina a dejar sus hogares “para estar a salvo”, sin tomar en cuenta sus propias decisiones. Haciendo hincapié en otro aspecto, el agua toma un papel importante en la película. Gran parte del vocabulario de los protagonistas está fuertemente vinculado a este elemento. El relato de la niña, a su vez, nos da una idea de cómo es vivir allí pero no se trata de descripciones formales, sino de pequeñas acciones que dan cuenta cómo es La tina. La niña del sur salvaje no contiene una gran historia y sin embargo se luce como tal. No cuenta tampoco con grandes clímax, sino que se va alimentando de cada momento, sin dejar de llamar la atención del espectador. Es de esas películas en las que el final lo que hace es reafirmar todo un buen desarrollo.
Cuento de hadas y retrato social “hiperrealista” llevan necesariamente a la alegoría. En este film donde una nena de seis años se enfrenta a la disolución de su mundo (mensaje ecológico mediante, de paso cañazo) no se registra excepción. Pero cuando lo fantástico e irreal irrumpe sin atenuantes, el film adquiere una dimensión mayor. Como se sabe, ninguna ensalada es original del todo y esto es eso, una ensalada que, en más de una secuencia, contiene ingredientes sabrosos. Sí, sí, la nena es adorable.
Lo que el agua no se llevó Confiar en el criterio del jurado del Festival de Sundance no es garantía de calidad. La sobrevalorada Preciosa, demuestra que el festival de cine independiente más prestigioso del mundo es muy adepto a las historias golpebajistas, a películas que se ocultan en el bajo presupuesto para contar las mismas cosas que se cuentan en Hollywood con menos dinero y estrellas afeadas...
Conmovedor relato sobre el peso del origen y el arraigo en la existencia humana La realización de cualquier película en la cual el mundo se ve a través de uno o más niños supone un arma de doble filo a la hora de analizar la instalación del discurso, más allá de si la realización es buena o no. El artista puede suponer que los ojos de un niño justifican todo, y por ende no termina siendo la obra lo importante sino lo que quiere decir su autor. Hay muchos ejemplos de ello en tantos años de estrenos. “La niña del sur salvaje” se instala con mucha solvencia al costado de lo discursivo y centra todo en la historia de Hushpuppie (Quvenzhané Wallis, nominada al Oscar este año), una niña que habita en una pequeñísima comarca/islote llamado “La bañadera”. Este lugar, situado al sur de Louisiana, está expuesto constantemente a inundaciones, especialmente con una terrible tormenta a punto de desatarse. Allí vive con Wink (Dwight Henry), su padre, un hombre osco, solitario y con una afección cardiaca. Los otros habitantes son personajes con mucho de aquellos gitanos de Kusturica, y algo de “feos, sucios y malos” a la hora de comer. Todos viven en casas precarias de chapa y cartón montadas sobre lo que venga, desde viejos autos a maderas amontonadas. Sin embargo ninguno de ellos reniega de su condición, ni de sus orígenes. Aquello que se ve muchas veces en lo noticieros en conmovedoras imágenes de zonas anegadas, aquí se vuelve contexto. “La bañadera” va a quedar inundada, pero nadie se quiere ir. Ese arraigo al terruño donde uno vive, ese lugar en el mundo, decanta en la médula espinal del guión, pues Hushpuppie explica el mundo su existencia y su lugar en el círculo de la vida a partir de la aldea constituida en su propio universo. La protagonista tiene muy clara la ausencia de su madre y la reemplaza con su imaginación, aunque a partir de un suceso específico, no cesará de buscarla. Estéticamente la película fue rodada en un formato HD de baja calidad para darle a la textura, lo mismo que muestran las imágenes: precariedad. Es destacable la dirección de fotografía que en los interiores transmite la misma sensación de abandono del exterior. Benh Zeitlin construyó un mundo en el que se permite jugar transformando la realidad en fantasía. Como si Hushpuppie se ocupara de encontrar en la miseria (un recurso que ya se está agotando) la belleza que no vemos. “La niña del sur salvaje”, nominada también a mejor película, dirección y guión, tiene como característica principal la de ser una historia bien contada, con valores universales, no siempre tan consistentes de ver en el cine, y el hallazgo de contar con actores no profesionales bien dirigidos. Una mención sobre la nominación al Oscar a mejor actriz. Quien esto escribe no deja de reconocer en Quvenzhané Wallis a una niña cuyo talento principal es no tener miedo de encarar este oficio. Está realmente muy bien casteada por la producción, y se notan varias condiciones. Hecha la salvedad, mi simple opinión es un total desacuerdo con una nominación al Oscar. En todo caso la Academia podría inaugurar una categoría para premiar trabajos destacados de los chicos, porque actuar es mucho más que estar naturalmente frente a una cámara. Las carreras de las actrices nominadas este año están claramente emparentadas con mucho estudio, ensayos, búsquedas internas y todo lo concerniente a la profesión. Una terna que le da lugar a una nena de nueve años, en lugar de prestigiar la carrera de actuación, la coloca en un lugar distinto. Hay varios trabajos en 2012 que merecían nominaciones (no vienen al caso enumerarlos), pero esta en particular no abre un espacio para los más chicos entre los adultos; sino que lo cierra a otros talentos con una carrera en serio.
Hay que ir a ver esta ópera prima norteamericana con una estética cuasi documental, de raro género utópico apocalíptico que entre otras recibió la nominacion a mejor película para los próximos Premios Oscar. Dos cosas llaman la atención desde los primeros minutos de La niña del sur salvaje: lo primero es que se duda que esas primeras imágenes que estamos viendo, más relacionadas con algún país del tercer mundo, sean de EEUU, (la estetica de miseria documental no parece linkear con la sociedad del ultraconsumo) lo otro, es la presencia de una voz en over infantil que marca cierta linea sensible, y centralmente narrativa: ”Todos los seres tienen un corazón que habla, nos dice cosas” dice esa voz. Un pollo va a terminar asado, un perro esquelético, un cerdo, peces, cangrejos, incluso la visión de ciertos animales prehistóricos frecuentan algunos planos de esta ópera prima apocalíptica y bestial, que, aunque lleva como título el dulcificado La niña del sur salvaje, se titula en su original Beasts of southern wild, respondiendo más a una referencia a lo irracional de la supervivencia básica de una comunidad al margen de todo. ”La gente le tiene miedo al agua” dice en voz over Hushpuppies, mientras bordea con su padre una muralla que rodea una de las ciudades castigadas por el Katrina: parece ser el signo de una doble resistencia: a la pérdida del territorio propio y a ese extremado y sistémico consumo. La Tina o La bañadera, es un sector en medio del agua donde conviven “las bestias”, animales y gente, y se nos aparece en una panorámica bien descriptiva con la voz de Hushpuppie (la niñita sorpresa Quvenzhane Wallis). Esa comunidad “salvaje”, residuo del capitalismo salvaje, mejor dicho: desclasados, en estado depredador que seguirán pescando y cazando hasta que se terminen los animales domésticos, pescar con la mano, buscando lo que no hay, navegando el resto de la tormenta con un bote-camioneta. Cámara de oro en Cannes, Gran Premio del Jurado en Sundance 2012, nominada a 4 Oscars para el 2013, incluida mejor película, La niña del sur salvaje es un raro exponente de un cine independiente, que no por ser de origen norteamericano es menos independiente y que a su vez entra al mainstream de premios mundiales por esa cámara de oro de Cannes dándole visibilidad a su vez para sus 4 nominaciones al Oscar. Probablemente su incorrección política se “corrije” con esa inserción. La mirada de Hushpuppie, una niña negra de 6 años, sostiene narrativamente la película de Benh Zeitlin, y contrariamente a lo que pueda pensarse lejos de los juegos de infancia esos ojos escépticos, rodeados de la dura violencia, de los restos que deja la tormenta, arman una película que orilla la utopía. Aunque está todo mal, Hushpuppie irá en busca de su madre (la secuencia del baile de los niños con las prostitutas) y en los brazos de una posible madre encontrada hallará respuestas que quedan para el final. El sur es el lugar de las bestias, con vuelta incluída al “buen salvaje” del que la civilizacion moderna no parece poder desprenderse: un buen salvaje apocalíptico que camina por caminos imposibles. Podemos seguir pensando en ese imaginario. Mientras tanto, por las preguntas que instala, por la potencia emotiva y fílmica de esta película rara, insistimos, hay que ver La niña del sur salvaje.
No llores Una niña de 9 años vive el margen de la sociedad junto a su padre alcohólico que también la mantiene al costado de su vida y quien a pesar de encargarse de ella al darle de comer y enseñarle a sobrevivir, no abundan sus expresiones de afecto o incluso siempre la conserva en habitaciones/casas separadas. La historia arranca con la llegada del padre enfermo y la caída de un temporal provocando que la niña se quede sin respaldos ante el mundo. A través de su mirada cálida e inocente conjugada con la propia imaginación de la niña, la película encuentra un tono mágico y atrapante. Sin embargo, la trama presenta un núcleo muy frágil ya que al no explotar sus conflictos sino decantarlos provoca que cualquier imperfección, por más chica que sea, aburra o se vuelva densa. No obstante, sus altibajos nunca impiden que el espectador disfrute de esta verdadera rareza cinematográfica. La película se desarrolla a través de dos ejes centrales sumamente interesantes: la relación entre una niña con su padre agonizante y la pobreza extrema mirada desde la cotidianidad con orgullo. Dentro del conflicto familiar se despliega una importante trama donde la hija observa y padece de forma consciente como su padre se va muriendo, ya que al inicio ella enfatizó su deseo de que él muriese. Si bien los diálogos anuncian más que nada su padecer por la supuesta responsabilidad, la mirada de la hija si muestra desencanto y angustia. Mientras tanto, la pequeña comunidad en la que viven se mantiene entre el júbilo alcoholizado y las desgracias de su situación. Aunque es en realidad más un ambiente que una historia, los hechos de la lluvia, la explosión de la represa y la aparición de la civilización moderna la vuelven un ente poderoso por si mismo. Un conflicto basado en el orgullo de pertenencia a un lugar combatido a cualquier costo cuyo oponente podrá ser visto de manera opresiva, pero racionalmente no esconde ninguna maldad hacia los protagonistas. Sin embargo la trama encierra algunos problemas como los enormes animales imaginarios de la niña o sus diálogos en off que a pesar de brindar un lado poético a la trama, nunca se asocia de manera natural al relato y parece estar siempre muy forzado. Incluso los momentos con el pueblo inundado tampoco revelan demasiado y la trama se estanca en situaciones bastante diluidas que aburren bastante. No es hasta que el agua desciende cuando la película se saca la máscara de incertidumbre para mostrar su cara más cruel y conmovedora. "La niña del sur salvaje" es una historia rara ya que se sitúa en un lugar olvidado por la sociedad: un sitio sin tiempo ni ubicación en las que sus habitantes se mueven a su ritmo y deseos. En ese lugar aisladoel mundo, un niña demuestra toda su ternura a la vez que recibe el rápido asenso a la adultez. Un relato inteligente, fuerte y muy emotivo.
Take a walk on the wild side Una curiosidad que, en el marco de los Oscar, saludablemente no se inscribe en lo que habitualmente se premia, y que muestra una gran habilidad de su director, el debutante Benh Zeitlin, para no caer en ninguna de las trampas que se podían presentar en una apuesta riesgosa que combina un registro semi-documental con efectos visuales y fantasía, y un gran trabajo de la niña protagonista y otros no-actores que la rodean. Cuento de hadas marginal, a mitad de camino entre el neorrealismo y el realismo mágico, mezcla rara de De Sica y Miyazaki conviviendo con Mark Twain y Kusturica, la película se parece a muchas cosas para no parecerse a nada, se destaca por sus climas y su permanente sensación de peligro.
Pequeña pero necesaria pieza del universo Cuando la televisión transmitió las consecuencias del huracán Katrina, con las víctimas que habían perdido sus viviendas precarias, se visibilizó ante la opinión pública las condiciones de miseria del sur profundo estadounidense. Esas imágenes mostraron personas alejadas del mundo civilizado y fuera del orden social. En su opera prima, Benh Zeitlin -un joven director de Nueva York instalado en Nueva Orleans- ha construido una fábula apocalíptica y al mismo tiempo esperanzada, con el singular protagonismo de una niña de seis años, que vive junto a su padre en un bañado sin tiempo ni nombre geográfico real pero con referencias suficientes como para vincularlo con esas pequeñas comunidades pesqueras de Luisiana, aisladas y amenazadas por huracanes y mareas, donde sus habitantes han aprendido a sobrevivir en forma autosuficiente. Fuertemente vinculados con su lugar, a pesar de las condiciones precarias en las que se encuentran, estos seres disfrutan de una libertad que los mantiene independientes del consumo de las ciudades y las fábricas que miran desde lejos y con recelo. La vuelta de tuerca de la película consiste en que temas muy crudos como la miseria, el abandono y las amenazas despiadadas de la naturaleza son transformados por la narración de la niña Hushpuppy (Quvenzhané Wallis), quien interpreta todos los hechos que le ocurren como una especie de aventura épico-mágica y los transforma en una fábula poética y delicadamente dolorosa. El padre de la niña además está muy enfermo y se encarga de enseñarle a su pequeña hija las elementales formas y medios de supervivencia en el pantano, donde ante todo se impone una regla: ser fuerte y valerse por sí mismo. Como el relato va de la mano de Hushpuppy, constantemente escuchamos la voz en off de la niña y podemos conocer sus pensamientos, ideas y visiones de la realidad que vive y observa. Este elemento es vital para la narración en general del film, porque a través de la perspectiva de la niña experimentamos la división de la historia, entre lo que ocurre realmente y lo que se desarrolla paralelamente en su imaginación. Realismomágico Filmado con una inquieta cámara en mano, con abundancia de primeros planos, el film se apoya en un montaje inteligente de tomas breves con las que registra a un elenco de actores no profesionales, la mayoría originarios de Louisiana. Zeitlin sabe articular el naturalismo con el realismo mágico, propios de ese espacio primigenio que crea, sin caer en el regodeo ni estetización de la pobreza. En contraste con la fuerza de la imagen, resulta reiterativa la banda sonora que es efectista por su uso exagerado. En cambio es excelente la utilización de las locaciones naturales que transmiten el encanto del espíritu sureño. Hay algo de pintoresquismo en ese universo místico y extraño de la niña que amalgama realismo sucio y mágico. Como toda gesta heroica, la de Hushpuppy es también una tarea de autoconocimiento, de entrada a la madurez, mientras busca encontrar alguna explicación en el orden universal. Las películas que mezclan poesía y realismo descarnado difícilmente funcionan, pero Zeitlin, en su prometedor debut en la dirección, lo alcanza con asombrosos resultados que captan el espíritu sureño, lo carga de poesía visual y simbolismo al tiempo que no aborda la denuncia social en forma convencional. La constante brecha entre la urbanización y su antítesis -que marca todo el recorrido de la película- eclosiona cuando la muralla física entre los ambientes opuestos se derrumba y la comunidad se ve arrastrada hacia ese otro mundo que no comprenden ni los comprende. Allí, la historia se torna circular, porque Hushpuppy buscará un viaje de ida y vuelta en pos de la recuperación de todas las piezas de ese mundo roto en pedazos pequeños pero evidentemente necesarios y que el film se empeña siempre en rescatar.
La belleza marginal Que valioso que es para el mundo del cine cuando se logran crear trabajos como "La niña del sur salvaje", una película que mezcla la cruda realidad que enfrentan algunas personas en el día a día con las fantasías más estimulantes que se pueden ver en la gran pantalla. El director Benh Zeitlin hace un gran debut en largometrajes ofreciendo una historia de producción chica pero con un corazón enorme. Hablando con amigos y conocidos me di cuenta de que pocos tenían alguna información certera acerca de la temática del film, no sabían bien si se trataba de algún tipo de fábula fantástica (en cierta forma lo es) al estilo "El laberinto del fauno" o si se trataba de un drama de corte independiente con ritmo europeo. Esto habla un poco acerca de la pobre promoción comercial que suelen tener los films independientes en nuestro país. Bueno, siguiendo con la reseña, diría que "La niña del sur salvaje" es un ensayo personal y reflexivo que hacen los escritores, Lucy Alibar y el mismo Benh Zeitlin, acerca de los desafíos que nos impone la vida, el desafío de madurar, de enfrentar las adversidades y aprender a sobrevivir en un mundo bello pero hostil, todo esto desde la mirada de una niña de 6 años que vive en un asentamiento muy humilde en las afueras de Nueva Orleans, al sur de Estados Unidos. La pequeña actriz Quvenzhané Wallis es quien interpreta a Hushpuppy, protagonista de esta historia y gran motor de la propuesta de Zeitlin. El personaje ya de por sí es increíble, inspirador, renovador, pero al combinarlo con el carisma y la naturalidad de Wallis, cobra un nuevo sentido y maravilla al punto de generar risas por regocijo involuntarias. Hushpuppy actúa como pilar de la historia, sostén de un relato que innova y nos viene a decir que hay belleza en la marginalidad, una belleza salvaje que convive entre la humildad y la tragedia. La narración no es de lo más convencional y entremezcla los aspectos reales con los fantásticos, pero ¡ojo!, no tiene el nivel de fantasía de "El laberinto del fauno" por ejemplo, por lo que si estás esperando algo al estilo, con muchas intervenciones fantasiosas, quizás te decepciones. Aquí los aspectos de fantasía son más sutiles, más austeros, pero de todas maneras se las arregla para llevarte a un mundo hipnótico del cual resulta difícil no enamorarse. La fotografía del film y los primeros planos de esas caras salvajes, bien curtidas, bien del sur pantanoso estadounidense, son muy buenos. Quizás la historia no le parezca cosa del otro mundo a algunos espectadores, pero en lo técnico es realmente irreprochable. Una aventura en miniatura que vale la pena disfrutar, que bien puestas tiene sus 4 nominaciones a los Oscars 2013 y que te va a sumergir, aunque sea por un ratito, en un mundo marginal y atractivo plagado de bestias salvajes.
Cada año, las nominaciones de los Oscar incluyen películas que representan a otros sectores ajenos a Hollywood, que jamás ganarán nada, pero cumplen con esa corrección política de la representatividad: una comedia, un filme europeo, uno independiente. Entre estos últimos, este año el elegido fue La niña del sur salvaje, ópera prima del director Benh Zeitlin, que decidió contar una historia sobre ese lado B de Estados Unidos, un pantanal de Luisiana donde vive una comunidad en situación de marginalidad extrema. El relato está contado en primera persona, desde la óptica de una niña de seis años, Huhspuppy, que vive en una situación casi de orfandad, en unas construcciones derruidas, con un padre enfermo y ausente, rodeada de perros, gallinas y otros animales que convierten lo doméstico en salvaje. En ese contexto, una inundación no hace más que empeorar las condiciones extremas en las que vive. Sin embargo, para narrar ese universo triste y urgente, Zeitlin elige un velo fantástico que tiñe la mirada de la niña, un realismo mágico cuyas imágenes funcionan como metáfora que hacen narrarle (y mirarle) el horror. Así, desde la óptica de la protagonista, unas bestias salvajes similares a jabalíes proyectan su sombra sobre ese hogar derruido, bestias a las que ella aprenden a enfrentar, a medida que su infancia se acaba por fuerza mayor. Como algunos han señalado, Bestias del sur salvaje es un relato tan duro como el de Preciosa (aquel otro filme nominado en 2010 sobre una joven pobre, analfabeta y abusada) contado con el tono naif de Donde viven los monstruos. La particularidad del filme es que ese aura mágica de sus climas convive con un realismo documental de la fotografía, que encuentra en sus planos y colores el caos preciso, que recuerda que todo eso que se muestra como un cuento de hadas es también una realidad. Merecidos fueron todos los reconocimientos a la joven Quvenzhané Wallis, otro hallazgo del director, que buscó que hasta el casting refleje una genuina realidad de Luisiana. El filme es original y coherente, tanto en su propuesta estética como en sus decisiones narrativas, pero su ritmo se vuelve pretencioso y ensimismado a medida que avanza, aunque la voz de Hushpuppy vuelva todo a su eje.
ENSAMBLES La mirada inocente Esa frase comprime casi la totalidad de la ópera prima de Benh Zeitlin. Como si a propósito quisiera retomar el Neorrealismo italiano, el incipiente director hizo que en su universo fílmico encastraran tanto la técnica de actores inexpertos, una cámara de 16 milímetros y un bajo presupuesto de una manera más que correcta. Tomando como base el cuento de Lucy Alibar Juicy and Delicious, reescribieron juntos el guión para esta primera pieza cinematográfica, que no solo fue muy aclamada por la crítica sino también por varios festivales de cine. Sin embargo, hay que destacar que no sólo rompe con los esquemas convencionales del cine hollywoodense, sino que al mismo tiempo rompe otra de las reglas del cine, no usar ni agua, ni animales, ni niños. Quvenzhané Wallis, la joven protagonista del film. De esta forma Zeitlin nos muestra dentro de un mundo ficticio, sellado tanto de manera física como metafórica dos mundos distintos desde un mismo punto de vista; la percepción de la infancia y la capacidad de un grupo de personas de sobreponerse al dolor emocional y a su vez poder continuar con sus vidas sin que éstas sean vividas de forma miserable. Entre el realismo y el cuento popular, La niña del sur salvaje, que desde un principio parece un documental por su imagen granulada y el efecto de cámara en mano, nos cuenta la historia de Hushpuppy (la niña Quvenzhané Wallis) y su padre Wink (Dwight Henry) junto con otros habitantes del “Bathtub”, una zona pantanosa que se ve empeorada por un huracán y las posteriores consecuencias del mismo. Asimismo, no es sólo eso lo que se nos cuenta. Desde el punto de vista de Hushpuppy, su voz en off nos narra de forma indirecta la historia; nos adentramos en esa sociedad, en su forma de vida y también en su relación con ese entorno. Conocemos así a una sociedad que renuncia a la civilización moderna y se apega a sus afectos, tanto materiales, en el sentido de querer quedarse en esas tierras- sus tierras- como en el sentido de unión que hay entre ellos. Acá nuevamente el uso de la cámara con sutiles movimientos, pero dando esa impresión de cámara en mano adentrándose en un mundo tan real como fantasioso, nos guía en esa zona pantanosa, en la vida de sus habitantes. Así presenciamos la relación de Hushpuppy con su padre, quien está gravemente enfermo, y cómo ella debe aprender a hacer las cosas cuando él no está y donde sus acciones, por momentos maduras para su edad, también reflejan todos los miedos e inquietudes de un niño de seis años. De esta forma, se nos presentan las reflexiones que esta niña hace sobre la naturaleza y su lugar en el cosmos. La relación que establece con los animales, cada vez que ubica su oreja junto a sus corazones para intentar descifrar el código en el que hablan, o la relación que tiene con su madre ausente. Las bestias, símbolo remarcado- metáfora viva de lo desconocido. Hasta ahora no parece que la fantasía sea una gran parte de la historia, pero la visión de Zeitlin va más allá, para mostrarnos ese lado infantil de la protagonista; es así como junto con sus reflexiones también vemos cómo su imaginación ilumina nuestra pantalla: en conjunto con la voz en off se nos presentan con un montaje alternado imágenes de deshielo, grandes icebergs que traen consigo la aparición de temibles monstruos prehistóricos, muy bien logrados, con efectos especiales que no destruyen y a su vez aportan en toda esa lograda imagen granulada. Y no es sólo imaginación sino también metáfora, la visión de un mundo, o mejor dicho de dos mundos, o quizás más, donde confluyen la niñez, los juegos infantiles, los descubrimientos, la vida de los adultos y los sentimientos frente a las hostilidades del mundo en el que se vive, la imaginación, la historia; y hasta en cierto punto una denuncia hacia la sociedad en que vivimos. Es así que La niña del sur salvaje no sólo nos presenta un drama crudo y tajante; sino grandes actuaciones, especialmente la principal, la debutante Quvenzhané Wallis, un excelente uso de la fotografía y por sobre todas las cosas un ritmo excepcional. Puesto que, sin perderse en el camino de la historia, ni dejándonos a la expectativa de algo para lo que necesitamos formular hipótesis de cómo va a acaecer; se nos está constantemente mostrando algo. Es un ritmo acompañado no sólo por el montaje, la voz en off y la banda sonora; sino también por la cámara, que imprime en nuestra pantalla y frente a nuestros ojos ese mundo al cual nos adentramos en los momentos más intensos, y esa paz, necesaria en algunos instantes, que hacen que uno al mismo tiempo que reflexiona sobre lo que acaba de ver pueda seguir apreciando esos paisajes cubiertos casi en su totalidad de agua, iluminados, como puro desprendimiento, por los rayos del sol.
Publicada en la edición digital Nº 5 de la revista.
Los que viven al margen en el primer mundo "Cuando yo me muera, los científicos del futuro van a encontrar todo. Van a saber que existió una Hushpuppy que vivió con su papá en La Tina". Esto lo dice en off la protagonista de esta historia, de nueve años, interpretada por Quvenzhané Wallis. En la vida real, Wallis es hija de una maestra y de un conductor de camiones y por cierto una niña prodigio, que fue nominada por la Academia de Hollywood en el rubro de mejor actriz. Con posterioridad ya intervino en otras dos películas que aún no fueron estrenadas. La niña del sur salvaje es una producción independiente, con un presupuesto que apenas superó los dos millones de dólares. Se filmó en Terrebone, una comunidad de pescadores de Louisiana, que sufre periódicas inundaciones. En la película ese sitio casi primitivo, alejado de la civilización y expuesto a bruscos cambios climáticos, se denomina Isla de Charles Doucet, pero es más conocido como La Tina. Allí viven de manera precaria la niña Hushpuppy con su padre Wink, un hombre tosco, de mal carácter, bebedor y afectado por una enfermedad. Pero a pesar de eso y de las periódicas ausencias de Wink, padre hija se quieren. La madre falleció tiempo atrás. En la película no hay actores profesionales. Los personajes son interpretados por los habitantes de esa región. Cuando ocurre una inundación, se niegan a ser evacuados, porque prefieren su libertad a los beneficios que le ofrecen las autoridades de la "tierra seca". Se trata de la ópera prima de Benh Zeitlin, quien demuestra un excepcional talento creativo, una producción atípica en el marco de la industria norteamericana, más cercana al denominado "cine de la marginalidad". Un cine que introduce en la escena pública los "sujetos incompletos" que viven al margen de las instituciones sociales y negados por el discurso de la modernidad. Por los mismos motivos, es un filme más afín a muchas de las expresiones testimoniales del cine latinoamericano. Otra variable utilizada por el director, entroncada a su vez con la literatura latinoamericana, es el realismo mágico. La niña "habla" con su madre, en particular en los momentos de peligro. Y también incluye animales mitológicos llamados "uros", que en la película proceden de la desglaciación de los hielos polares, asociada al crecimiento de las aguas de los océanos. Por esta vía, el director plantea un alerta ecológico. Zeitlin elude el discurso "miserabilista" o político-panfletario, pero tampoco ensaya una crítica social, más allá de lo que ofrecen imágenes, que son testimoniales y elocuentes en sí mismas. La zona donde se desarrolla la historia y el modo de vida de los habitantes pueden despertar la curiosidad, pero el principal atractivo de este filme es la presencia de Quvenshané Wallis, quien se desenvuelve con una naturalidad que merece el mejor de nuestros aplausos.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Publicada en la edición digital #248 de la revista.