La historia comienza con un hombre en sus 40 (Jorge Drexler) que decide hacerse una vasectomía en pos de tener libertad sexual que no derive en una posible futura y nueva familia (ya tiene dos hijos). El inesperado encuentro con un viejo amor cambiará en algo sus planes. Burman juega con los actores a solidificar sus personajes mediante la creación de un vínculo notablemente delineado. Hay algo de fresco en Drexler (en su debut actoral) que a la vez remite a los personajes que Daniel Hendler ha compuesto para el mismo director. En este sentido están cortados por la misma tijera con lo cual, la búsqueda de empatía con el espectador está a la orden del día. Hay una relación del personaje con la adicción al juego “controlada” cuya relación con sus acciones es difícil de determinar. De todos modos sigue siendo Burman marca registrada en tanto la mirada sobre la sociedad desde la intimidad de sus criaturas. Rosario y Buenos Aires ofician de polos extremos para contar lo mismo. Grandes ciudades, con gente que les da vida.
Se (re)fuerza la máquina Tradición Burman. Religiosamente, Daniel Burman se ha autoimpuesto estrenar una película con un promedio de dos años de diferencia, aproximadamente entre Marzo y Abril, y por ahora cumple con lo que propone. De esta manera, deja abierto su juego. Mostró sus cartas en Esperando al Mesías, y desde entonces controla el azar. Cambia de productores (no de socio), de guionista, pero Burman ha encontrado regularidad en su cinematografía, y no solamente desde un punto de vista industrial, sino también cualitativo. Ha encontrado una línea temática para desarrollar y profundizar trabajo tras trabajo, la mantiene. Puede cambiar un poco el tono, pero es fiel a una estética y a un tono que le permita movilizarse entre un cine de autor, con historias que se conectan mas no se unen, y al mismo tiempo comercial, con un público que lo sigue, generando pequeños éxitos comerciales, que lo ayudan a seguir manteniendo su productora, que muchas veces ayuda con la financiación de trabajos independientes de noveles autores, más experimentales y riesgosos (como fue el caso de Anahí Berneri). Ese equilibrio, del que también forman parte en cierta forma, otros contemporáneos de la generación 01 como Caetano y Trapero, sumado a dos realizadores más veteranos como Campanella y Sorín, que encontraron sus mayores éxitos dentro de la misma época, es lo que se necesita para afirmar que autoría y búsqueda de público pueden ir de la mano. Todos ellos, aún hoy, consiguen ser fieles y llevando público gracias al apoyo de nombres de actores, que se han vuelto “importantes” en la “industria” cinematográfica. Es cierto que de tan efectiva, la fórmula encontró una mecanicidad, que podría no atraer tanto a festivales extranjeros, que buscan siempre algo “nuevo” (leer las últimas reflexiones de Thierry Fremaux). Bueno, acá no hay innovación. Y aún así sigue funcionando. E incluso, hay una contradicción, porque a pesar de ser cine clásico y de género, La Suerte en tus Manos, fue seleccionada para competir oficialmente en Tribecca. En su óctavo largometraje, Burman retoma los temas que más le interesan: familias distanciadas, el duelo patriarcal, la búsqueda del verdadero amor, las segundas oportunidades, el lugar que ocupa la religión, el azar y la suerte, todo esto en un contexto urbano porteño. Uriel es un adicto al juego y al sexo, pero mantiene su vida ordenada y controlada. Sabe cuando retirarse de una mesa de poker y si va a relacionarse con varias mujeres al mismo tiempo, prefiere hacerse una vasectomía para que no haya “accidentes”. Tiene dos hijas, una ex esposa ausente de su vida y una empresa financiera que funciona como relojito. Esta rutina se rompe cuando se reencuentra con Gloria, quien acaba de regresar de Francia, tras el fallecimiento de su padre, con un novio francés barba candado. Ambos tuvieron una relación pasional en el pasado, pero cuando salían de los albergues transitorios, no lograban conectarse. Ahora, los dos van a tratar de construir una nueva relación; el problema es que Uriel, además es un mitómano, y su método de seducción se basa únicamente en decir una mentira tras otra. Después de dos films casi crepusculares como El Nido Vacío y Dos Hermanos, Burman regresa con un personaje con el que siente mucha más empatía. Uriel es una versión un poco más exitosa y carismática que el Ariel (Daniel Hendler) de Esperando, El Abrazo Partido y Derechos de Familia. Es un acierto de parte del director, apostar por un intérprete menos taciturno e introvertido para la representación del personaje. La elección de Jorge Drexler, por un lado le permite alejarse un poco del modelo Hendler, es más cálido pero a la vez, es cierto que se nota, que el cantautor uruguayo (que ya había participado con Burman en la banda de sonido de El Nido Vacío), no tiene la seguridad ni la profundidad interpretativa del actor (también uruguayo), ahora convertido en director, y que ha puesto fichas en la televisión. Aún así, lo interesante es la construcción del personaje, no solamente cada faceta que se va conociendo de su personalidad, sino también esa percepción e interés por describir los detalles que lo caracterizan. Burman, siempre se fija en los detalles. Algo que lo une por ejemplo con el cine de Gustavo Taretto. De que forma influye el vestuario, los objetos, la mirada, los gustos en el desarrollo que tiene el personaje, incluso los gustos musicales. Si hay algo que siempre he criticado en Burman desde Crisantemo hasta Dos Hermanos, es que esa percepción no era equilibrada entre personajes masculinos y femeninos. Con la llegada de Sergio Dubcovsky, los personajes femeninos encontraron mayor desarrollo y profundidad dramática. Como había sucedido con el personaje de Susana (Graciela Borges) en el film anterior, Gloria, no es solo una acompañante y complemento del personaje masculino. Tiene una historia propia, una meta que se va desarrollando en forma independiente y aislada de la de Uriel. Incluso, y gracias a la gran versatilidad expresiva de Valeria Bertuccelli, más contenida que en otros trabajos, el personaje resulta mucho más atractivo que el de Uriel. Durante la trama, hay varias situaciones que se tornan un poco repetitivas y previsibles. Aún así el ritmo de la acción no cae en ningún momento, generándose un producto entretenido y efectivo. A diferencia de Dos Hermanos, su trabajo más oscuro y denso desde Esperando al Mesías, La Suerte en tus Manos, recobra el espíritu más lúdico y la energía más optimista y positiva de Derechos de Familia. Sin apostar por golpes bajos o sentimentalista, se convierte en un obra querible, amable, romántica, donde se realzan los valores familiares. Visualmente impecable, se puede criticar que Burman ha limpiado un poco su estética, la volvió más transparente y accesible, pero también se toma algunos instantes para incluir secuencias más surrealistas, aún en un contexto verosímil, que forman parte de su firma personal. El humor no siempre es ingenioso, y las citas a algunos símbolos de la cultura musical pueden resultar un poco obvios, pero esto no ensucia la historia. Además de Drexler y Bertuccelli, hay un interesante elenco secundario, que aporta presencia y naturalidad a sus personajes. Si bien, no logran brillar ni son tan profundos como los protagónicos, Norma Aleandro y sobretodo Luis Brandoni tiene roles divertidos y fundamentales para el desarrlollo de Uriel y Gloria respectivamente. Gabriel Schultz no desentona, aportando humor sin desbordar, y sin duda es muy destacada la labor de los chicos Paloma Álvarez Maldonado y Lucciano Pizzichini. En roles más técnicos, la fotografía de Daniel Ortega, la música de Nico Cota y el diseño sonoro de Jessica Suárez tienen una influencia en la creación de los climas de la obra. La Suerte en tus Manos es una obra un poco más ligera y menos trascendente que otras de Daniel Burman, pero no tiene mayores pretensiones. La máquina sigue funcionando.
Superficies Uriel tiene una vida que podría considerarse normal. Dos hijos y un trabajo, que son suficientes para tenerlo continuamente en movimiento. Su única salida a tanto agobio está detrás del póker, quien juega por puro placer. A diferencia de él, Gloria parece estar estancada.
Se fuerza la máquina... En principio (y no digo nada nuevo), creo que Daniel Burman es un tipo inteligente y sensible, un sólido narrador y un (co)guionista con múltiples inquietudes. Sus películas están llenas de ideas (búsquedas, disparadores, preguntas, propuestas) en un mundo como el del cine en el que precisamente ninguna de todas esas cosas abundan. Durante su primera etapa, con Daniel Hendler como actor-fetiche y alter-ego, consiguió en Esperando al Mesías (2000), El abrazo partido (2003) y Derecho de familia (2005) construir un universo distintivo. Admiro y celebro esa "trilogía". Por diferentes motivos que no conozco (intuyo que son personales, comerciales y artísticos) decidió cerrar ese mundo propio y probar con otras historias, con personajes no tan cercanos en lo generacional. Llegaron entonces El nido vacío (2008), que me convenció más que Dos hermanos (2010), el mayor éxito de su carrera gracias al impacto popular de la dupla Antonio Gasalla-Graciela Borges. Con La suerte en tus manos, Burman da una media vuelta, construye un regreso parcial. No retomó a Hendler (aunque Jorge Drexler, también uruguayo, podría ser algo así como un hermano mayor) ni recuperó del todo esa idiosincracia judía que estaba tan arraigada en su producción del quinquenio 2000-2005, pero por la edad de sus protagonistas y el tipo de conflictos íntimos que aquí desarrolla bien podríamos decir que se ubica a mitad de camino entre aquellos tres títulos y sus dos últimos trabajos. El film tiene como "héroes" románticos a dos "antihéroes". Por un lado, está Uriel (un Drexler que no desentona pero tampoco logra brillar), cuarentón divorciado, padre de dos hijos, responsable de una financiera que heredó, músico frustrado y adicto al póquer. Abrumado por las responsabilidades, harto de los compromisos, decide practicarse una vasectomía para disfrutar de su recientemente adquirida soltería. Por el otro, aparece Gloria (Valeria Bertuccelli, sólida como siempre, pero lejos de sus mejores trabajos), recién llegada de París para cumplir un último deseo de su padre y con la idea de terminar de una vez por todas su relación con un patético novio francés. Esta mujer cínica y bastante frustrada trata también de correrse de la sombra de una madre dominante y bastante despótica (Norma Aleandro), que es una eminencia cultural en la radio. Película sobre las segundas oportunidades, La suerte en tus manos describe el reencuentro -20 años después- entre estos dos seres que fueron novios en la juventud y en principio no saben (o no se animan) si volver a serlo. Hay, por lo tanto, mentiras, condicionamientos, contradicciones que se acumulan y se interponen entre ambos. Más allá de las dudas y los reproches, ambos apostarán por momentos y a su manera para que "la cosa" funcione. La película hace un buen uso de las locaciones (hoteles-casinos de lujo) y da un golpe de efecto con una subtrama que tiene que ver con (otra vez las segundas oportunidades) la reunión de la Trova Rosarina de Baglietto-Goldín-Garré-Abonizio y que no me convenció, como tampoco me entusiasmaron del todo los personajes secundarios (un fuerte del cine de Burman) de Luis Brandoni (un médico y confidente del protagonista bastante parecido al que hacía en la miniserie El hombre de tu vida), Aleandro, o Gabriel Schultz (el amigo "gracioso" de él). La película se inspira y fluye sólo por momentos, se arriesga con (picotea en) muchos temas y por momentos peca de superficial (igual, son punzantes las pinceladas sobre la "inconsistencia" masculina, esa inmadurez que deviene en falta de compromiso). Me costó más que otros trabajos de Burman disfrutarla como un todo, la noté más forzada. Sin embargo, aún con estos u otros reparos, con sus hallazgos parciales, me parece un largometraje que merece ser visto, analizado y discutido. No tenemos demasiados cineastas de su talla y, aún cuando pueda ser considerada un film algo fallido, tiene -como apuntaba en la introducción- muchas aristas interesantes. Creo que Burman está en un momento de renovación y cambio y, en ese sentido, esta parece una película "de transición", algo tironeada entre entre las búsquedas personales y las necesidades de un director industrial de llegada masiva. Sólo él tiene la respuesta sobre su futuro. La suerte está en sus manos.
¿Existe la suerte? ¿Cuánto se puede decir que influye en nuestra vida? ¿Es posible decodifcar el azar y ponerlo de nuestro lado? ¿Hay una matriz determinista en la existencia que llevamos, de carácter inmodificable? Llega a salas argentinas, la nueva película de Daniel Burman, y todos estos cuestionamientos toman forma en ella. Si bien a primera vista, "La suerte en tus manos" parece ser una comedia romántica, lo cierto es que la curiosidad ontológica, está y atraviesa el film, de punta a punta. El envase puede ser visualmente atractivo, pero la cuestión es medular en la construcción del relato. Burman es uno de los nombres fuertes del Nuevo Cine Argentino. Su fuerte, ya sabemos, es la caracterización de universos familiares cercanos, combinados con una ácida mirada sobre el judaismo (al menos en sus trabajos hasta 2005) y un sutil sentido del humor que funciona siempre como andamiaje de sus historias. Viene de un trabajo con fuerte repercusión como "Dos hermanos" (tremenda dupla Gasalla-Borges) y en esta oportunidad eligió asociarse con productores nuevos para tener mayor llegada. Este octavo opus de Burman, es el más cuidado en ese aspecto. "La suerte en tus manos" es un film acerca de las segundas oportunidades, dice el director. Presenta un intersante conflicto principal, el de dos personas que están en su madurez y sienten la necesidad de replantearse su vida relacional, a la luz de resultados poco satisfactorios a todo nivel. En los primeros minutos conocemos a Uriel (el músico y debutante Jorge Drexler), divorciado y con dos hijos, quien consulta a su urólogo y confidente (un gran Luis Brandoni), acerca de la necesidad de hacerse una vasectomía. El está viviendo una etapa plena de su soltería donde el sexo casual es protagonista, por lo que su preocupación mayor es no tener más hijos, ya que siente que "no quiere elegir más". Le va bien en su trabajo (una financiera) y además de ser papá el tiempo que puede (y como puede), tiene un hobby (bueno, más que eso no?) particular: juega al poker. Y se toma en serio su pasatiempo. Gloria (Valeria Bertuccelli), regresa de Francia (falleció su padre), a arreglar unos papeles y resolver asuntos pendientes. Tiene novio galo, pero está en crisis: la verdad es que no tienen mucho que ver y la frialdad que reina en la pareja ya no le cierra a ninguno de los dos. El azar, en un casino de Rosario, la pondrá frente a un ex novio de su adolescencia que dejó huellas en su pasado: Uriel (quien participa en torneos de su juego favorito en dicho lugar). Los años han pasado, pero la atracción se encuentra intacta. Claro, el caballero es medio mitómano y eso le juega en contra, pero ahí estará el color de las mejores escenas de la película. Ya no son chicos, tienen mucha años vividos y conocen sus límites y posibilidades: esto funciona como natural obstáculo para relacionarse. Burman elige mirar a sus personajes con ternura, los pinta inseguros, atropellados y conmovidos por lo que les pasa. El haberse encontrado pudo haber sido azar o no, pero la manera en que ellos resuelvan lo que les pasa, será exclusiva obra de sus decisiones... Y eso se ve claro, incluso desde la mesa misma donde se juega al poker... Bertuccelli (una de las mejores actrices de la actualidad) entrega, una composición contenida pero sólida, llena de puentes invisibles que sostienen a Drexler, su compañero de aventuras. El intérprete hace un buen debut aunque se percibe cierta falta de química en la pareja. No importa, el director lo compensa con agudas observaciones sobre la masculinidad en crisis y divertidas notas sobre la renovación ideológica de algunos rabinos que tienen lo suyo! El aporte de los secundarios (con una gran Norma Aleandro como la madre de Gloria, a la cabeza) es también importante para equilibrar la mano: no todos los naipes pueden estar en el mazo, pero la habilidad de los buenos jugadores es obtener lo máximo sin depender de la suerte... Decididamente, uno de los trabajos más accesibles y directos de la filmografía de Burman: una película para pasarla bien, correcta, ideal para un sábado por la noche.
La mala suerte Después de ver la nueva película de Daniel Burman cierta desazón nos inunda. ¿La suerte en tus manos (2012) es de él? La respuesta es un claro y rotundo sí, aunque el film esté más cerca del desastre que de la obra de un experimentado realizador cuya filmografía se caracterizaba por mantener cierta lógica y coherencia narrativa. La trama nos presenta a dos personajes principales. Él, Uriel, interpretado por el cantautor uruguayo Jorge Drexler, y ella, Gloria, en la piel de la siempre correcta Valeria Bertuccelli. Ambos, que tuvieron una relación en el pasado, vienen de varios fracasos. La casualidad hará que vuelvan a encontrarse y tengan una nueva oportunidad para construir lo que no fue. La suerte en tus manos tiene algunos logros y muchos infortunios. Desde lo actoral todo funciona a la perfección. Valeria Bertuccelli, sin brillar como en anteriores trabajos, logra darle los matices necesarios que Gloria necesita. Pero es sin duda Jorge Drexler quien desde la naturalidad construye el típico cuarentón con todos esos tics tan característicos del hoy. Burman es un realizador que sabe dirigir actores captando la naturaleza de sus personajes para poder transmitirla tras la pantalla. Una virtud un tanto ausente en el cine argentino donde los directores se preocupan más por lo visual que por lo actoral. Más allá del virtuosismo actoral, La suerte en tus manos falla en lo narrativo. Aunque parezca mentira viniendo de Burman, ávido a la hora de presentar historias bien contadas que conjugan a la perfección el cine comercial con el de autor. El peor error es abrir un abanico de subtramas que no conducen a ningún lado. Así se mezcla “la trova rosarina” con la adicción al póker, los hijos con una financiera heredada, Rosario con Buenos Aires, y la extravagancia que bordea la historia del personaje de Norma Aleandro con la vasectomía con la que se presenta al personaje de Uriel. Situaciones que no están bien desarrolladas, que desvirtúan la esencia del contenido y que si se hubieran quedado afuera serian beneficiosas. Para qué rellenar cuando lo esencial es la historia de ellos y la relación con el fracaso. La suerte en tus manos es una película muy menor, sobre todo si tiene la firma de Daniel Burman, realizador del que siempre se espera algo más que lo mediocre o al menos un poco de coherencia. Un film superfluo con uno de los peores finales de la historia del cine argentino, un desenlace tan incoherente que da más lástima que risa. Véala y saque sus propias conclusiones.
Una agradable y entretenida comedia con el clásico sello de Burman Daniel Burman es uno de los mejores cineastas argentinos de los últimos 25 años y el que mejor supo entender y sacarle provecho al género de la comedia, siendo Esperando al Mesías, El Abrazo Partido y Derecho de Familia,vitales ejemplos de esto.
El juego y el amor en las mismas manos El nuevo trabajo de uno de los precursores del llamado Nuevo Cine Argentino, y que lanzara a su vez la carrera cinematografía de su actor fetiche Daniel Hendler, parece haber encontrado un punto de inflexión. SI bien es cierto que La suerte en tus manos mantiene los temas distintivos de aquel universo construido a partir de Esperando al Mesías (2000), El abrazo partido (2003) y Derecho de familia (2005), en el que conflictos existenciales, familias distanciadas, la búsqueda del verdadero amor y las segundas oportunidades eran el eje de un relato capaz de capturar una perspectiva profunda y cotidiana a la vez, este octavo largometraje con producción argentino-española presenta ligeros cambios que, lejos de sumar, llevan a preguntarse los porqué del cambio. Así es como los afectos, el amor y la religión quedan librados al azar y la fortuna del destino en una comedia romántica de reencuentros y segundas oportunidades que profundiza muy poco en dichos temas volviendo reiterativas y previsibles muchas de las situaciones. Llamativamente, Burman se distancia un poco de la construcción de los personajes, algo que llevó a distinguirlo del resto en sus comienzos, y lo reemplaza por la naturalidad y jerarquía de un gran elenco. Esta vez sin Daniel Hendler, pero con un descubrimiento muy parecido que marca el debut actoral de Jorge Drexler (reconocido cantante uruguayo que adquirió popularidad al recibir el Oscar por la canción "Al otro lado del río" por la película "Diarios de motocicleta") más extrovertido y carismático que aquel; una Valeria Bertuccelli, cuyo registro actoral invariable a lo largo de su carrera pareciera posicionarla siempre en el mismo papel, logra en esta oportunidad interesar más que el protagonista; y un gran elenco secundario conformado por Norma Aleandro, Luis Brandoni, Lucciano Pizzichini entre otros, que aportan presencia y naturalidad a sus personajes pero no logran crear una empatía con el espectador y terminan siendo indiferentes. A pesar de la excelente factura técnica y visual a la que ya nos tiene acostumbrados, puede verse algunos cambios estéticos en cuanto a luz y claridad en la puesta, así como algunos cambios de registro a lo largo del relato que logran confundir un poco hacia donde va su estilo. (Al comienzo, la charla del protagonista con su médico y la escena del entierro, con saltos de cámara sobre el eje, por ejemplo, o la innecesaria incorporación de cierto homenaje musical para reforzar la idea de las segundas oportunidades con “la Trova Rosarina de Baglietto-Goldín-Garré-Abonizio”). Tampoco aportan nada dramáticamente ciertas escenas surrealistas, aunque si forman parte de su firma personal. Por momentos este film remite a Y si la cosa funciona, una de las ultimas producciones de Woody Allen que no se caracterizó por presentar grandes atributos, pero aun así lejos está de aquella. La suerte en tus manos es una película con muy poco de aquella idiosincrasia judía tan arraigada en sus primeras producciones, algún que otro momento de humor, poco atractiva narrativamente y sin mayores pretensiones que fluye gracias a la gran dirección de actores. Merece ser discutida tal vez, pero sólo “la próxima mano” nos develará el destino del estilo Burman.
Entre distancias y segundas oportunidades Las distancias, las geográficas que marcan recorridos, definen tiempos y oportunidades y las otras que van de la mano de los afectos y los vínculos que se reciclan en el devenir de la vida, operan en el universo de La suerte en tus manos, nuevo opus del realizador Daniel Burman que vuelve a apostar a la comedia romántica como plataforma de lanzamiento, tal como en un pasado lo intentase con su film Todas las Azafatas van al Cielo (2002). La otra gran apuesta –nunca término más propicio para definir una decisión importante en un film sobre azar y decisiones- está concentrada en la revelación actoral del músico uruguayo Jorge Drexler en un co protagónico junto a Valeria Bertucelli, con quien no sólo existe la química necesaria para este tipo de propuestas sino el complemento para que ambos se luzcan en sus respectivos roles, que van creciendo en el desarrollo de la historia. El destino y el azar son las ideas rectoras sobre las que Burman bucea a partir de las reacciones y acciones de sus personajes en una dialéctica atractiva de encuentros y desencuentros entre ambos en un microuniverso, que marcan el ritmo de la trama donde se reproducen situaciones particulares en escenarios particulares también: cuarto de albergue transitorio, el casino, las calles de Rosario, etc. Por un lado, la ciudad de Rosario, definido dentro del relato como el espacio de menos exposición tanto para Uriel (Jorge Drexler) como para Gloria (Valeria Bertucelli), quienes se reencuentran allí luego de muchos años en que habían intentado en la juventud estar en pareja, plan que fracasó y los alejó durante largo tiempo modificando el rumbo de sus vidas. Ella, en Francia con un novio al que no ama y él, divorciado y con dos hijos, protagonista de relaciones fugaces pero sin sentar cabeza y aterrado por volver a ser padre al punto de querer someterse a una vasectomía. Sin embargo, el azar lleva a que Gloria deba regresar desde Francia tras el fallecimiento de su padre para arreglar unos asuntos familiares con su madre Susan (Norma Aleandro) y por casualidad aparezca en el camino de Uriel, un extrovertido y verborrágico ex amante que tiene la compulsión de no decir la verdad y la afición por el juego del póker a niveles casi obsesivos pero controlables. Quizás para salir de la rutina de la financiera en la que trabaja continuando el negocio de su padre, de prestar dinero a cambio de un interés, o para decidir sin riesgo y dejar todo en manos de la suerte. El conflicto central que atraviesa el derrotero de Uriel es que ya no quiere tomar decisiones sobre su destino porque es consciente de que cada una de ellas atrae consecuencias indeseadas y en el caso de Gloria haber decidido sobre su vida amorosa también trajo aparejada la desilusión. Por eso, cada uno volverá a jugar al juego del amor con las cartas que le tocan en suerte, no las mejores del mazo sino aquellas salidas del reparto de los azares y los encuentros fugaces para torcer el rumbo del destino en un film que fuerza el verosímil a consciencia porque en definitiva de eso se trata: de una película sobre segundas oportunidades, que Daniel Burman desarrolla con frescura, humor y un elenco impecable que incluye buenos secundarios también.
Volverte a ver es todo lo que quiero hacer La segunda oportunidad para una ex pareja. Daniel Burman ha construido sus últimas películas sobre personajes que ante un momento específico de sus vidas, deben pegar un volantazo para no claudicar o ver cómo sus existencias se pierden sin remedio. En su filmografía también hay un claro quiebre entre sus primeras películas y las más recientes. Algunos le endilgan que se ha vuelto más comercial, como si eso fuera un pecado. Otros extrañamos la credibilidad casi ciega que teníamos en sus protagonistas y lo redondas que eran sus pequeñas historias. De El abrazo partido a esta La suerte en tus manos han pasado dos títulos ( El nido vacío y Dos hermanos ) por cierto dispares entre sí y con su filmografía anterior, y no sólo por la edad de sus protagonistas. Como si con La suerte... Burman volviera a su primera época, a insistir con el judaísmo, paródico o no, pero no pudiera hacer que la trama -ingeniosa en el caso, prometedora en su primera hora- despegue, levante vuelo. Como si correteara todo el tiempo por una pista bien mantenida, cuidada, lustrosa. Agradable. Pero a Burman sabemos que podemos pedirle más. Uriel (Jorge Drexler, como un primo no muy lejano de los personajes que hacía Daniel Hendler, también uruguayo) llega a los 40 separado y con hijos, y desea hacerse una vasectomía como para arrancar una vida distinta. Gloria (Valeria Bertuccelli, impecable como suele estar) viene de enterrar a su padre en Francia y en Buenos Aires se cruza con Uriel. Han sido novios hace añares, pero cuando ella se cansó de “los telos” y que no la tratara como a una novia y la sacara a la luz, lo dejó. Se entiende. Uriel tiene sus bemoles: es un mentiroso casi compulsivo, y con tal de agradar a Gloria no le dice que trabaja en la financiera que heredó de su papá, y le miente que está preparando un show de regreso de la Trova rosarina. Otro guiño a las segundas oportunidades. Los personajes secundarios, que siempre han rendido bien en el cine de Burman, aquí tienen a Luis Brandoni repitiendo -como el médico de Uriel-, su personaje de cura en El hombre de tu vida . Entre un irresponsable, que le compra una pecera, pero no los pececitos a sus hijos, y que se esconde para jugar al póker en un casino, y una mujer que siente que su pareja no lo acompaña ni la atiende como debería, los protagonistas de La suerte en tus manos aspiran a más. La sensibilidad y la ternura con que Burman trata a sus criaturas sigue siendo su marca de fábrica.
Con tres films que se nutrían de la propia experiencia y reflexionaban en torno de la paternidad - Esperando al Mesías , El abrazo partido y Derecho de familia -, Daniel Burman desarrolló un estilo personal y abrió una vía inteligente y afortunada hacia la armoniosa convivencia entre el cine de autor y la buena respuesta comercial. Siempre en busca de ese delicado equilibrio -que no le resultó tan asequible cuando intentó transitar por terrenos menos familiares, incluida la muy exitosa Dos hermanos -, apuesta con La suerte en tus manos por la comedia sentimental, un género para el que le sobran sensibilidad, espíritu jovial, sentido del humor, dominio del ritmo y talento para extraer lo mejor de sus actores. Sin embargo, y aunque varias de esas virtudes están presentes también esta vez, los resultados no son tan felices como cabía esperar. La historia -que curiosamente se inicia con la decisión del protagonista de practicarse una vasectomía- carece de la necesaria consistencia, se dispersa en varias tramas secundarias que interrumpen la continuidad del relato y lo estiran sin agregar demasiado, y, sobre todo, carece de eje, lo que fatalmente desdibuja a los personajes e impide que se establezca con ellos la indispensable empatía, un rasgo que distingue al mejor cine de Burman. Con su drástica decisión, Uriel (un Jorge Drexler que asume con bastante soltura el compromiso de heredar la función de álter ego de Burman, inevitablemente asociado a los tres Arieles de Daniel Hendler), se ha separado recientemente y quiere evitar que la hiperactiva vida sexual que lleva en su nueva soltería lo sorprenda con otro nacimiento (ya tiene dos hijos) y, sobre todo, con otro compromiso. Adicto al póquer y a las mentiras, descontento consigo mismo y con su ocupación, ya tiene, a su juicio, bastantes responsabilidades. Como con los naipes, cree que puede jugar a conducir el destino. Hasta que de Francia (y de su pasado) llega Gloria, y le cambia los planes. Ella fue una pasión de juventud que él perdió por inconsistente, y ahora puede ofrecerle una segunda oportunidad, pero para eso Uriel deberá madurar, atreverse otra vez a decidir. Los aciertos (diálogos picantes desarrollados a buen ritmo, réplicas ingeniosas, aprovechamiento de los ambientes y del buen desempeño de los actores) se verifican en ese sector central del relato, donde a cada rato asoma la mirada irónica de Burman, pero la cohesión se sacrifica bastante en beneficio de otros elementos -presuntamente destinados a sumar más atractivo comercial al cuento-: el rescate de parte de la Trova Rosarina (con derecho a una secuencia musical algo forzada pero sin duda eficaz para darle al final una inyección de energía y un grato tono evocativo; la presencia de dos figuras del peso de Norma Aleandro y Luis Brandoni, en dos papeles que pueden resultar simpáticos (los dos esconden algún secreto) a pesar de que no pasan de ser personajes accesorios y responden menos a las necesidades de la trama que a la voluntad de brindarles a los actores ocasión de lucimiento: ella es la madre de Gloria, respetada autoridad en la difusión cultural por radio; él, médico, consejero y casi compinche del protagonista. Otra subtrama más tenue encuentra en unos rabinos rockeros y la precoz vocación musical de uno de los chicos la excusa para incorporar el ámbito judío. Y hay todavía algunas escenas visualmente atractivas que sólo funcionan como (innecesario) relleno. Sí se perciben los temas aunque abordados de una manera superficial: la intervención del azar, las segundas oportunidades, el temor al compromiso, la búsqueda de cierta lucidez para distinguir el momento en que el destino invita a tomar decisiones. Claro que sumar no es lo mismo que concertar y en ese equívoco a la película se le extravía más de una vez el foco. Prolija y atractiva en lo formal, se reconoce en La suerte en tus manos la marca de Burman -en su tono amable y ligero, en sus ironías, en su afecto por los personajes. Y como es habitual, en el impecable desempeño del elenco. Cada espectador decidirá si eso es suficiente.
Saga de la dama y el fullero Valeria Bertuccelli y Jorge Drexler encuentran papeles a medida y una buena historia para llevarlos, aunque es cierto que, puesta en la perspectiva de su filmografía, no es ésta la película más lograda del realizador de El abrazo partido. A esta altura puede decirse que Daniel Burman es el más prolífico de aquella generación de directores que explotó a finales de la década del ’90 con los cortos reunidos para la primera versión de Historias breves. De ese proyecto participaron varios de los directores que pocos años después se convertirían en los más importantes del cine nacional de los últimos 25 años, como Lucrecia Martel o Adrián Caetano, a quienes por diferentes motivos habría que sumar a Trapero, Campanella, Alonso y algún otro. Sin embargo, ninguno de ellos logró mantener la asombrosa constancia de estrenar un nuevo film cada dos años, con un estándar cualitativo alto y homogéneo. Siguiendo con esta tradición que comenzó en 1998 con su debut Un crisantemo estalla en cincoesquinas, Burman presenta La suerte en tus manos, film en el cual vuelve a insistir con ciertos temas que, extendiéndose a lo largo de su filmografía, ya pueden calificar como obsesión. Interesado en retratar núcleos sociales cerrados, micromundos siempre vueltos sobre sí mismos, o en abordar la complejidad de las relaciones y los vínculos amorosos y de familia, Burman logra en cada título aportar un nuevo ángulo para observar sus objetos de interés. Si en la trilogía integrada por El abrazo partido (2004), Derecho de familia (2006) y El nido vacío (2008) intentaba (y conseguía) deconstruir y reconstruir la compleja red de lazos paterno-filiales, yendo de hijos a padres de ida y de vuelta, en Dos hermanos, su film de 2010, optó por salir de los sistemas de vínculos verticales para sumergirse en la relación horizontal de los hermanos del título, una vez que ellos se veían liberados del peso simbólico de la generación anterior, tras la muerte de la madre. En La suerte en tus manos todos estos tópicos regresan pero, además, con el propio director ya próximo a cantar sus 40, hace su aparición la crisis de la mediana edad. Uriel (el cantautor uruguayo Jorge Drexler, en su debut como actor) es un cuarentón recién divorciado y padre de dos hijos preadolescentes, con una marcada tendencia a las obsesiones y las compulsiones. Dentro de las primeras se cuentan su firme decisión de practicarse una vasectomía y su fijación con los albergues transitorios y hoteles en general. Dentro del segundo grupo pueden mencionarse el poker y la mentira, dos costumbres que parecen llevarse bien entre sí. Aunque en apariencia menos neurótica, Gloria también tiene lo suyo. Con residencia en París, de novia desde hace años con un francés estreñido que ya ni le toca un pelo, y conmovida por la muerte de su papá, ella decide volver a Buenos Aires, donde la espera (es un decir) su madre, una intelectual pretenciosa, fría y dominante. Uriel y Gloria salieron juntos años atrás y ella lo dejó por aburrimiento, por lo que suponía una falta de compromiso de parte de él. Pero el destino vuelve a cruzarlos en Rosario, a donde él fue a matar dos pájaros de un tiro: hacerse la operación y jugar un torneo de cartas profesional. Como en una suerte de versión concentrada del díptico del norteamericano Richard Linklater Antes del atardecer / Antes del amanecer, Uriel y Gloria caminarán por Rosario, volverán a conectarse, pero él no querrá confesar que sigue trabajando en la financiera que heredó de su padre y se inventará el rol de promotor artístico a cargo de reunir a la trova rosarina, con Baglietto, Garré, Goldín y Abonizio. Todo marchará bien hasta que el juego de la mentira se le vuelva imposible. Hay algo woodyallenesco en la metódica producción cinematográfica de uno y otro, pero esa familiaridad también se traslada a las historias, protagonistas y detalles que componen las películas de Burman, mucho más allá de la permanente referencia al imaginario judío. De las criaturas de Burman, el Uriel compuesto por Drexler es sin dudas el que más se acerca al personaje estereotípico del director estadounidense. El uruguayo sale airoso en su debut como actor y parece evidente que para su composición por un lado se ha inspirado en los trabajos de Allen, pero también en los de su compatriota Daniel Hendler, “Chico Burman” de El abrazo partido y Derecho de familia. Hábil para hacer rendir cada recurso, Burman aprovecha la labor de Drexler que, junto al carisma natural de Valeria Bertuccelli (en otro papel a su medida), son la base para que la película resulte un cuento agradable aunque más lineal que otros de sus trabajos. Incluso en los últimos 20 minutos cede a los mecanismos del realismo mágico norteamericano, para recargar la felicidad de un happy ending casi a la Disney Channel. En el balance final y puestos a comparar, La suerte en tus manos se queda algo atrás de la trilogía integrada por sus películas de 2004, 2006 y 2008, que continúan siendo lo mejor de su filmografía.
Las segundas oportunidades Tras Dos hermanos, Daniel Burman volvió a coincidir con la edad de sus personajes. Son pocos los directores argentinos que pueden mostrar una carrera tan sólida como Daniel Burman. El responsable de películas inolvidables como Derecho de familia, El abrazo partido y Dos hermanos fueron parte de esa camada de realizadores del Nuevo Cine Argentino, pero también el que desde el comienzo mostró su obsesión por ofrecer un cine industrial con una realización cuidada que tuviera algo que decir. Esta capacidad de contar historias acompañó su crecimiento y si se quiere, cada uno de sus films respondió a una etapa de su vida. Sin embargo, a partir de El nido vacío, la narrativa de Burman da un salto con personajes cincuentones en crisis y se profundiza con Dos hermanos, una comedia irregular con dos protagonistas maduros como Graciela Borges y Antonio Gasalla. Con La suerte en sus manos, protagonizada por el músico uruguayo Jorge Drexler y Valeria Bertuccelli, vuelve a coincidir con la edad de sus criaturas, en un relato que se asienta sobre el tópico de las segundas oportunidades desde un cuarentón divorciado, sobrecargado de deberes y responsabilidades –dos hijos, una financiera– que decide someterse a una vasectomía para eliminar cualquier posibilidad de volver a ser padre y la relación que retoma 20 años después con el personaje de Bertuccelli, que vuelve al país desde Europa, termina un noviazgo que no va a ninguna parte con un francés y se reencuentra con su madre (Norma Aleandro), que la sigue ahogando como en su adolescencia. La posibilidad del amor en la edad madura, aun con las manías y costumbres de personajes con una vida recorrida –el poker como refugio acogedor en impersonales casinos de provincia, la obsesión por los hoteles alojamiento, el cinismo frente a una relación estable, algunos de los síntomas de la neurosis urbana– son los elementos con los que el director construye una historia deshilachada, que se rodea de una subtrama molesta como el regreso a los escenarios de la mítica trova rosarina de los años ochenta –con Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Rubén Goldín y Adrián Abonizio incluidos– y no logra darle entidad a personajes secundarios perfilados a medias, como el de Gabriel Shultz como amigo del protagonista y en menor medida el médico que interpreta Luis Brandoni. E incluso la judicidad porteña como recurso eficaz de la comedia, un recurso que Burman maneja como nadie, aquí muestra una alarmante falta de timing. En definitiva, La suerte en tus manos no es una mala película, pero se podría especular que Burman no confió en su propio talento para contar una historia sencilla sobre el miedo al compromiso y sobrecargó al relato de elementos innecesarios.
Un reencuentro para nada esperado Uriel intenta rehacer su vida, ya cumplió los cuarenta años y ha pasado poco tiempo de su divorcio. Es empleado de la financiera famiiar, le gusta el póker, las mujeres y decir mentiras no demasiado importantes. Parece que nunca creció y estuvo cómodo hasta ahora que algo le está molestando. Gloria, un poco menor que Uriel, tampoco está muy contenta con su vida. Al borde de terminar una relación que no va para atrás ni para adelante, llegó de España y nota que las relaciones afectivas no son su fuerte y en su casa, en su ausencia, nada cambió, sigue teniendo la madre sabelotodo a la que el hogar no le interesa demasiado y parece preferir hacer una entrevista a un escritor conocido que hablar con su única hija. LOS ANTIHEROES Uriel y Gloria fueron novios en una época, tenían mucha "piel" como decían, pero el asunto era entenderse hablando, proyectando, ahí empezaron los problemas. Pasaron los años, los dos ganaron en experiencia y ahora se encontraron. De casualidad y en Rosario, ¿valdrá la pena intentarlo? Nuevamente Daniel Burman ("El abrazo partido", "Dos hermanos") y sus pequeños personajes de la calle, urbanos, dubitativos, esta vez no tan concentrados en disquisiciones judaicas, como en otras películas (sólo alguna duda sobre el derecho que puede tener un rabino de dedicarse a juegos de azar) y simplemente presentando a sus antihéroes en el intento de madurar un poco. Todo es muy simple, poco elaborado, bastante plano. Los caracteres de cada uno de los personajes los define de un plumazo y no presenta ningún conflicto particular, salvo el de vivir, nada más y nada menos. Ese vivir, no es tan fácil como jugar póker, ya que uno conoce las reglas básicas y sólo le falta ver la jugada y elegir la carta correspondiente. ENTRE RABINOS Como otra historia dentro de la historia, el pasado feliz representado por la Trova Rosarina, de la que él dice ser representante con una de sus habituales mentiras (afán de figurar, necesidad de asociarse a un recuerdo querido y famoso) y que dará un alegre broche cuando se la homenajee y se asista al recital de Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Rubén Goldin y Adrián Abonizio con los Azmuts, un grupo musical de judíos ortodoxos que en la película son llamados "Los rabinos de la nada". "La suerte en tus manos" es una película bien narrada, para pasar un rato agradable viéndola, con una buena interpretación del cantante Jorge Drexler, con mucho de Daniel Hendler, el actor fetiche de Burman. Junto a él, la muy profesional Valeria Bertucelli, Norma Aleandro, Salo Pasik y el debutante Gabriel Schultz, como el amigo de Uriel. También aparece Luis Brandoni, en el papel del médico de la familia.
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Romance con el buen toque Burman A cierta altura de esta agradable comedia romántica de Daniel Burman con toquecitos lúdico-filosofales, el protagonista encuentra un rabino en el lugar menos pensado, y aprovecha a preguntarle por ciertas cosas del azar y la predestinación en el juego y los afectos. El rabino bien podría responderle, siguiendo a Homero Manzi en «Monte criollo», «40 cartones pintados con palos de ensueño, de engaño y amor. La vida es un mazo marcado, baraja los naipes la mano de Dios». Pero no es un rabino tanguero, sino rockero, y le ofrece otra respuesta. Sí señor, es rockero, y hay más sorpresas todavía. Se sabe que una comedia romántica tiene tres pasos: la gente se encuentra, se desencuentra y se reencuentra. Y ésta los cumple, pero con variantes y agregados. Por ejemplo, ¿cuántas comedias románticas conoce el lector, donde el enamorado sea dueño de una financiera? ¿y cuántas donde alguien elogie con buenos argumentos el trabajo al frente de una financiera? Aun así, nuestro héroe es medio vergonzoso, dice dedicarse a otras actividades, y por ahí viene uno de sus problemas: él siempre dice una «verdad alternativa». Lo que le viene bárbaro para jugar al poker. En sintesis, ésta es la curiosa aventura de un tipo del Once que encuentra en Rosario un viejo amor de adolescencia, un contacto indirecto con el mundo musical que soñó de chico, y un contacto directo con una mesa de poker, porque hasta ese momento sólo es un hábil jugador online. A su vez, el viejo amor encuentra, por ejemplo, el legado de su padre, la ocasión de ponerle límites a la madre y patear al novio pelmazo, el regreso al hogar, y el reintento con aquel noviecito de adolescencia al que le siguen gustando los albergues transitorios, las verdades transitorias, y escabullir el bulto. Agil el comienzo, con el cliente que hace un singular elogio de los albergues. Entretenido el resto, con simpático elenco. A toda máquina el final, con la Trova Rosarina que también se reencuentra y de paso participa de la enésima mentira de nuestro héroe, pero al fin y al cabo una mentirita blanca, de esas que ayudan al amor. Se pasa el rato, se disfruta, hasta hay un par de diálogos reveladores como el del rabino con el financiero. No tiene la emoción de «Dos hermanos», ni la abierta reflexión moral de «Derecho de familia» (donde también había un héroe macaneador), pero no desmerece. Como tampoco desmerecen los debutantes Jorge Drexler, Gabriel Schultz y los niños Luciano Pizzichini y Paloma Alvarez Maldonado, frente a las estrellas ya consagradas Valeria Bertuccelli, Norma Aleandro y Luis Brandoni. Mano del director, ya se sabe.
El cine de Daniel Burman, como el de muchos cineastas argentinos del último tiempo, ha seguido un camino de evolución que la mayoría puede considerar lógico. De las historias no convencionales, arriesgadas, se ha pasado a proyectos masivos, encabezados por actores con el reconocimiento del público. Este rumbo que el director eligió en el 2008 con El Nido Vacío y luego profundizó con Dos Hermanos, alcanza su punto más elevado con La Suerte en tus Manos que, si bien es su apuesta más comercial hasta la fecha, pone de manifiesto que la primera etapa de su carrera no está concluida definitivamente. Esperando al Mesías, El Abrazo Partido y Derecho de Familia conforman una trilogía dentro de su filmografía que ya se cerró, por lo que esos rasgos muy marcados que estas compartían ya no se perciben de la misma forma. Su cine ha "crecido", por eso no se encontrará a Daniel Hendler como alter ego del realizador en películas personales en las que se explora la relación con la figura paterna. Hoy Ariel, es Uriel. Y ese parecido que evoca el nombre se verá replicado en distintos fragmentos de su última película, los cuales provocan cierta cercanía con los trabajos de aquel período, a la vez que señalan la importante distancia que hay entre un Burman y otro. Uriel, un hombre de hablar atropellado como aquellos que el director sabe construir, es un sujeto que se plantea entre dos mundos, el de la primera etapa del realizador y el de la nueva, y es ese tironeo el que hará que la película se quede a mitad de camino. La historia que Burman sabe contar es la de un mentiroso, fanático de los albergues transitorios y gran jugador de póker, algo que nunca termina de plantearse en serio como una adicción. Se reconocen no obstante ciertos detalles que buscan la cercanía con la mencionada trilogía, a la vez que, por así decirlo, "traicionan" esas primeras búsquedas. Aspectos como la relación paterna o el judaísmo, claves en los films anteriores, se perciben como superficiales, en el primer caso como una excusa para favorecer una mentira del personaje, en el segundo como un cliché detrás de otro, más orientado al humor que al sentido profundo de sus comienzos. La Suerte en tus Manos se compone de una serie de platos fuertes que ponen en evidencia que el todo es menos que las partes. Hay una buena historia de reencuentro romántico entre Valeria Bertuccelli y Jorge Drexler (uruguayo también, "coincidencia" que refuerza lo de párrafos anteriores), cada uno con problemas familiares que el director ha demostrado sabe manejar. En medio de esto hay subtramas que no terminan de cerrar o integrarse a lo anterior, como el protagonista como una estrella del póker (literalmente no pierde nunca) o la forzada inclusión de La Trova Rosarina. Quizás sí se trate de un film con resoluciones azarosas que no demuestran lo mejor que el realizador tiene para ofrecer, pero el saber que las inquietudes primigenias no están del todo superadas es un premio más que suficiente.
Con poca fortuna Con todo derecho, después de películas con el peso de El abrado partido, El nido vacío o Derecho de familia, emotivas y redondas en el plano narrativo, con personajes tan humanos como los vínculos y las problemáticas que pintaban, Daniel Burman decidió tomarse licencia para entretener y rompió su propio molde con La suerte en tus manos, una comedia dramática de casi 120 minutos, en la que cuesta encontrar la buena fortuna. La película, además de redefinir la óptica del lente de Burman, significó el (correcto) debut actoral del músico Jorge Drexler, otro uruguayo igual de querible que el Daniel Hendler que brilló en sus primeros filmes. Aquí Drexler es Uriel, un cuartentón separado y mujeriego, padre de dos hijos y adicto al póquer, dueño de una financiera heredada de su padre, que se hace una vasectomía para no correr más riesgos de paternidad, y que un día, y de un modo bien inverosímil, se encuentra con la siempre solvente Valeria Bertuccelli, que aquí es Gloria, aquella que fue su novia de la joventud, que volvió de Europa a levantar la casa de su padre muerto y en esa misión confirma el desastre de su vida en pareja y redefine la relación con su omnipotente madre. Así de barroco resulta el relato de la película y con cada giro y cada subtrama, el argumento se fuerza tanto como la máquina de la Trova rosarina (que también aparece en pantalla) y redunda en un concierto desafinado de personajes secundarios. La película, no obstante, nos lleva de la mano por Buenos Aires y por Rosario y regala calidez y buenos momentos en actuaciones solventes y en los diálogos sobre el amor a los 40, los hijos y las relaciones. Sobre los temas que habla Burman, claro.
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Daniel Burman eligió una historia de amor de seres que saben de fracasos, desilusiones y errores. Un divorciado adicto al juego y las mentiras. Una mujer separada que se sorprende con el encuentro de un amor que fue sólo de deseo. Elegir a Jorge Drexler como protagonista fue un riesgo. Cuando se une a actores de la talla de Valeria Bertucelli, Norma Aleandro, Luis Brandoni, al principio hace ruido, pero su encanto termina por imponerse. La historia, agridulce, con buenos diálogos y apuntes de amor. (
Anexo de crítica: -Lamentablemente la producción de Burman no ha estado a la altura de las expectativas. El film presenta un sinnúmero de situaciones, personajes y elementos gratuitos y antojadizos que no terminan de relacionarse de modo orgánico alrededor de una trama, de por sí inconsistente en su conflictividad narrativa. Es inentendible que la presencia insistente del tema del poker (que está incluso presente en el afiche publicitario) no haya sido incorporado más estructuralmente el relato, dejándolo meramente como un escenario de fondo. Por otra parte la muy pobre actuación de Drexler, no tanto debido a la ausencia de dotes actorales sino por no haber estado a la altura de la expresividad que el personaje requiere, empaña las muy buenas labores de los actores secundarios como Brandoni y Aleandro e incluso la de la propia Bertuccelli. Los personajes que encarnan Salo Pasik y Tomás Sala, que podrían haber tenido mejor consideración en el guión, terminan teniendo menos peso en la trama que los músicos de la trova rosarina, quienes aparecen en ese especie de deus ex machina a los efectos de resolver un conflicto que nunca pareció haber empezado y que no resulta claro que se haya resuelto completamente.-
La suerte en manos de Valeria Bertuccelli Valeria Bertuccelli es una de las mejores cosas que le han pasado al cine argentino en los últimos años. Notable actriz, comunicativa y graciosa, es capaz de divertir con sus réplicas malhumoradas y, al mismo tiempo, expresar tristeza e inspirar compasión, combinando temperamento y fragilidad a través de precisos gestos y modulaciones de voz. El cine es el medio que le ha permitido revelar estas aptitudes, un poco como ha ocurrido, también, con su par masculino y algo más joven, Daniel Hendler. Precisamente Hendler fue quien sirvió de impulso a la obra inicial de Daniel Burman (1973, Buenos Aires): con El abrazo partido (2003) la dupla había logrado una singular repercusión en el Festival de Berlín ocho años atrás, obteniendo dos importantes premios. Indudablemente, la elección de los actores no es un detalle menor en la obra de Burman como director y productor. Y aunque últimamente se lo vea tentado de caer en el facilismo –muy hollywoodense– de armar proyectos a partir del armado de parejas con figuras populares, en sus películas sigue habiendo síntomas de honestidad y de calidad que las ubican a considerable distancia de las que hacen Adrián Suar y otros (que no hacen cine porque, simplemente, no saben de cine). Bertuccelli es lo mejor de La suerte en tus manos, una película con algunos momentos felices pero, también, muchos condimentos antojadizos y convencionales. En algunos diálogos chispeantes o emotivos de Gloria (Bertuccelli) con Uriel (un antiguo amante, jugador y poco confiable), su madre o sus amigas, se intuye verdad. Tampoco están nada mal algunas irónicas observaciones sobre el uso de Facebook. Por otra parte, y como ya lo decíamos al referirnos a Derecho de familia (2005), el estilo de Burman, mezcla de soltura, frescura y liviandad en la conducción de la cámara y de las historias, hace que sus películas sean un mosaico de momentos dispersos en los que, ocasionalmente, asoma cierto encanto. En La suerte en tus manos una pecera, un pelotero y juegos en un parque le imprimen colorido y excitación infantil a una historia de interés vacilante, sumándose algunos condimentos musicales y registros de lindas zonas de Rosario. Entre los méritos, cabe agregar, también, las eficaces intervenciones de Norma Aleandro, Luis Brandoni e incluso de Gabriel Schultz. Pero no todo fluye con la madurez esperable. El tramo final –en el que todo parece encauzarse por un capricho del guión– recuerda la alegría impostada de las películas pasatistas de Enrique Carreras. Todos los elementos relativos a la presunta vuelta a los escenarios de la trova rosarina y al contacto de Uriel con el ambiente judío resultan inverosímiles, y varios personajes secundarios (el novio francés, el pibe rockero, el becario) son como injertos discordantes. Tampoco Jorge Drexler tiene la presencia de sinvergüenza seductor que hubiera sido deseable para encarnar a Uriel (por ahora su mejor aporte al cine de Burman es la canción Un instante antes, para El nido vacío), además de andar por la vida casi sin parientes ni amigos a la vista. Finalmente, resulta cómodo que ningún personaje atraviese problemas económicos o laborales de algún tipo. Si quisiera, Daniel Burman podría ocupar dignamente el lugar del estudio de costumbres y tipos urbanos que, en nuestro cine, permanece semivacío desde hace mucho tiempo, terreno que sólo algunos transitaron con sinceridad (Sergio Renán, Eduardo Mignogna, cargando un poco las tintas Juan José Campanella). Por ahora, lo suyo siguen siendo irregulares, estimables esbozos.
AMORES TRABAJOSOS A Florencia Bertucelli el amor le da trabajo. En el cine. A sus personajes siempre les cuestan. Su rostro y gestualidad transmiten esa incesante búsqueda. No es fácil el amor. Y Daniel Burman la convoca para darle esperanza a esta Gloria más desilusionada que rota. Vivía en París con un novio insoportable. Y vuelve a Buenos Aires tras la muerte de su padre. Y aquí se reencuentra con una madre distante y manejadora y con un ex medio veleta, mentiroso y seductor. Y bueno, todo vuelve e empezar. Filme sobre las segundas oportunidades (para él también, divorciado, jugador de póker, inseguro). Burman respeta sus personajes, no los deja caer en ridículo, los defiende. Pero el filme está lejos de sus mejores películas ("El nido vacío"). Le falta gracia, chispa, más compromiso con el tema, ingenio. No está mal, pero es demasiada liviano. Ella necesita creer en todo. El aprendió en el póker que no hay que mostrar las cartas ni el juego. Y que una buena mentira, en la timba y en el amor, siempre ayuda. El final feliz a toda música parece prometerle algo de esperanza a una Gloria desconcertada que, en la piel de una encantadora Florencia Bertucelli, parece decirnos que en el amor siempre hay que estar empezando. Y que en los afectos y en el naipe, en tus manos está la suerte.
La historia gira en la vida de Uriel (Jorge Drexler-reconocido cantante uruguayo, recibió un Oscar por la canción “Al otro lado del Río por la película “Diario de motocicleta”), compone a un hombre de unos 40 años, mentiroso compulsivo, que trabaja en una financiera herencia de familia, es un adicto al juego y al sexo, actualmente se encuentra divorciado es padre de dos hijos y para tener una vida con cierta libertad en lo sexual decide realizarse una vasectomía con su médico y consejero (Luis Brandoni, compone un personaje sensacional a su medida). Sucede lo inesperado el encuentro con un viejo amor, sus vidas se cruzan y se encuentra con Gloria (Valeria Bertuccelli), quien acaba de llegar desde Francia, fallecimiento de su padre, ellos ya no son los mismos, pero como es de prever vivirán un romance, en el mundo del juego y la mentira es en lo que se basa su forma de seducir, porque como dice el dicho "El zorro pierde el pelo, pero no las mañas" y este viejo amor cambiará algunos planes. En algún punto del film tiene cierta similitud a las producciones de Woody Allen, toca temas de la religión el judaísmo, las relaciones entre padres e hijos, el trabajar con los mismos actores y en algún momento como este buscar a Drexler uruguayo al igual que Daniel Hendler, quien tiene un fresco debut actoral al igual que Gabriel Schultz y Valeria Bertuccelli, una buena comediante, que parece comenzar a sentirse cómoda casi siempre los mismo papeles y el mismo registro actoral. Un gran elenco secundario conformado por Norma Aleandro (una madre intelectual, dominante y frívola), Luis Brandoni, Lucciano Pizzichini entre otros, que le dan jerarquía; variedad de personajes bien delineados, habla de las segundas oportunidades y la búsqueda del verdadero amor, algunos toque de humor, visualmente impecable, una muy buena idea el haber convocado a “la Trova Rosarina de Baglietto-Goldín-Garré-Abonizio”, (es como un homenaje), pero su narración resulta poco atractiva y hay escenas que quedan sin dramatismo.
Daniel Burman podría ser catalogado como el más metódico director argentino de los últimos quince años. Esto lo verifica el hecho de que cada dos años, y siempre en la primera mitad del correspondiente año (par), estrena una nueva película. Esta notable regularidad la logra al ser, junto a Sergio Dubcovsky, el productor de sus propios films pero también al tener un público que lo sigue fielmente. Varias de sus mejores obras fílmicas (“Esperando el Mesías”, “El abrazo partido”, “Derecho de familia”) giraban alrededor de un personaje central de la colectividad judía, interpretados regularmente por Daniel Hendler, quien parecía encarnar a un “alter ego” del propio Burman. “Dos hermanos”, su película inmediatamente precedente, se alejó de la temática anterior al apelar a Graciela Borges y Antonio Gasalla, dos figuras mayores de nuestro cine y televisión, logrando un producto más comercial pero con sobrados méritos. “La suerte en tus manos” se encuentra a mitad de camino entre su obra precedente y las antes mencionadas. Por un lado se trata de un producto que no oculta su costado comercial al incluir a actores de renombre y gran popularidad. Por otra parte, la temática vuelve a mostrar a un joven judío y su entorno y nos sorprende al no recurrir nuevamente a Hendler. En su lugar aparece el músico Jorge Drexler, también uruguayo, en lo que constituye un riesgo al ser ésta su primera aparición protagónica. Debe señalarse que el desafío que planteaba esta situación se constituye en un logro del director ya que el personaje de Uriel es todo un acierto. El guión, compuesto por Burman y Dubcosky, es un punto débil al transitar una temática algo reiterada como es el reencuentro de una ex pareja, luego de varios años. Uriel está separado y tiene dos hijos de su primer matrimonio, mientras que Gloria (Valeria Bertucelli), acaba de regresar de Europa acompañada de su novio francés, en momentos en que ha muerto su padre. El reencuentro se produce en Rosario, lugar elegido por el realizador seguramente para justificar la aparición hacia el final de los miembros de la famosa Trova Rosarina (Baglietto, Garré, Goldin, Abonizio). Ya una de las escenas iniciales es un poco tirada de los pelos, al menos para este cronista, cuando Uriel visita a un doctor con la intención de hacerse una vasectomía, para evitar dejar embarazada a alguna de sus usuales conquistas. No por casualidad, sus compañeros laborales y amigas/os lo designan “el rey de los telos”. Todo parece por momentos pensado para justificar la presencia de Luis Brandoni en el rol del médico especialista y los juicios y consejos por éste emitidos están impregnados de cierta innecesaria solemnidad. Aún más débil resulta el personaje de la madre de Gloria a cargo de Norma Aleandro, que trabaja en un medio radial como locutora con aires de intelectual. Resulta forzada la ocultación por parte de Uriel a Gloria de su trabajo en su propia financiera y casi un golpe bajo que ella se entere de la mentira a través de la hija del también fanático del poker y jugador empedernido. Un encuentro con un rabino dentro de un Casino y las opiniones del mismo sobre que está “prohibido jugar creyendo en el azar” y de que “suerte está en nuestras manos” sólo agregan menor verosimilitud a la historia. El final remonta un poco al transcurrir en un teatro (IFT) donde se presenta la Trova uruguaya, precedida por un show musical de un grupo de rock (los Azmuts) que aquí se autodenominan “los rabinos de la nada”. Esas escenas finales están bien filmadas aunque uno podría haber esperado del conjunto mayor sutileza que la que exhibe este desigual largometraje. Algunas curiosidades a señalar incluyen el coro que aparece a mitad de película y que pertenece al Colegio Pestalozzi. Otra es un nuevo “cameo” del perseverante Pascual Condito, quien ha dejado de ser el distribuidor de las películas de Burman, pero cuya aparición parece ser producto de un amable reconocimiento a una figura que tanto ha hecho en pos de la distribución de películas nacionales. Unite al grupo Leedor de Facebook y compartí noticias, convocatorias y actividades: http://www.facebook.com/groups/25383535162/ Seguinos en twitter: @sitioLeedor Publicado en Leedor el 31-03-2012
Barajando la suerte Uriel (Jorge Drexler) es un divorciado y padre de dos hijos. Es un experimentado en hoteles alojamientos y gran jugador de póker. Pero de la misma manera que oculta su rostro cada vez que se sienta a jugar también oculta su realidad. La suerte en tus manos se centra en Uriel, en su entorno y cómo lo redescubre. A diferencia de las películas anteriores de Daniel Burman donde las relaciones eran padre-hijo, ahora la conexión se ramifica. El protagonista cambia su perspectiva cuando se reencuentra con una novia del pasado. Ella es Gloria (Valeria Bertuccelli) y regresa a Buenos Aires para desalojar la casa donde vivió su padre recién fallecido y encontrarse con su madre. Uriel vive de mentiras, de falta de compromisos y miedos. Que se realice una vasectomía es por la comodidad, ante un posible embarazo, de no tener que volver a empezar otra vez. Su rol como padre ya está completo. Y de esta manera teme volver a empezar una relación por miedo a que lo abandonen. Él, no se juega o lo hace apostando muy poco, a la hora de empezar un noviazgo. Teme ser abandonado y como mecanismo de defensa, miente. "Vos te fuiste y me dejaste..." esta frase surge en reiteradas ocasiones ante planteos realizados por Gloria. Norma Aleandro, como madre de Bertuccelli, es una mujer proactiva que abandonó a su esposo porque se dio cuenta que no iba a progresar, porque su futuro se cerraba en la juguetería que administraba. Y esto mismo es lo que le sucede a Uriel, él sigue trabajando en la financiera que era de su padre y ante la mirada juzgadora de la gente –porque la plata está mal vista o la comodidad de transitar un camino ya realizado por otro- inventa ser productor de espectáculos. A medida que avanza la película cada personaje se va redescubriendo y este cambio de perspectiva afecta de manera positiva a su entorno. La suerte puede estar en sus manos pero mejor es saber donde apostarla.
Un full de corazones Daniel Burman sabe crear personajes verosímiles. Así ocurrió sobre todo en "Esperando al Mesías", "El abrazo partido" o "Derecho de familia". En su último filme decidió acentuar con gracia y sutileza el perfil pintoresco para contar el reencuentro de un fanático del poker con fobia a las responsabilidades y una mujer que huyó de él hace años (Jorge Drexler y Valeria Bertucelli). Así aparecen una madre dominante (Norma Aleandro), un rabino rockero o un médico que es también sicólogo involuntario (Luis Brandoni). Lo mismo ocurre con la trama, en la cual participan los miembros de la Trova rosarina. Burman parece divertirse haciendo zozobrar el eje narrativo, incorporando giros inesperados, espacio a los personajes secundarios y sorprendiendo con destalles que pivotean entre el disparate, la ternura y el ingenio.
Burbujeante y salpicada de variados estímulos expresivos, La suerte en tus manos es una comedia romántica con el sello distintivo de un cineasta inquieto como Daniel Burman. Con una inesperada pareja protagónica compuesta por Valeria Bertuccelli, una actriz súper requerida en los últimos tiempos por el cine argentino, y el cantautor uruguayo Jorge Drexler, la película atraviesa distintos facetas del sentimiento y del humor mientras se interna en unas cuantas apuestas, tal como adelanta su título, rubricado por las cartas de póker que forman parte de las alternativas de la trama. Porque Burman tomó riesgos dignos de un jugador audaz, no sólo ubicando como protagonista al autor de Todo se transforma, sino por incorporar también a otros debutantes. Como por ejemplo al periodista Gabriel Schultz, al niño Lucciano Pizzichini (eximio guitarrista infantil), e incluir como parte de la trama a integrantes de la movida musical de Rosario que signaron la década del 80, Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Rubén Goldín y Adrián Abonizio, que no sólo cantan sino que hasta hacen algunos pasos actorales. La trama gira alrededor de un hombre joven en permanente desafío consigo mismo, con las mujeres, con sus tareas, con su tendencia al juego y hasta con su propio físico, ya que se somete a una particular intervención quirúrgica. Cuando surge un viejo-nuevo amor, originará renovadas apuestas en su vida. La suerte en tus manos no es la pieza más lograda de su director, pero vale la pena acercarse a un film con momentos de franca diversión y toques de nostalgia (entre los que se incluye la trova rosarina). Una verdadera sorpresa, por su empatía y naturalidad, alcanza la performance actoral de Drexler, dentro de un llamativo y ecléctico elenco.
Ensamble de actores acartonados Para empezar hay que aclarar que La suerte en tus manos, junto a su predecesora Mi primera boda, de Ariel Winograd, nos lleva a replantearnos un nuevo rumbo en las comedias argentinas. Ambas plantean un estilo diferente de film, abandonando esa cuasi implícita lástima o compasión que uno como espectador tenía que tenerle a las producciones nacionales por sus bajos presupuestos. Es importante decir que cuando hago este tan despectivo comentario, excluyo muchas de las películas que no han entrado en el círculo comercial y también poseen nacionalidad argentina (ya personificando y dándole entidad de humano al film). En fin, a lo que quiero referirme es a la prolijidad con la que ha trabajado el director Daniel Burman. Se nota y deja una marca ese esfuerzo porque se respeten los enfoques y los estilos de música. Parece un tanto conformista resaltar que da una sensación de armonía. Pero considerando que desde hace ya mucho tiempo convivimos con la desprolijidad de los directores, parece buena la oportunidad de resaltarlo. Más allá de todos estos halagos debo decir que el contenido del film es bastante pobre. Los actores resultan acartonados y absolutamente distanciados de sus sentimientos. Es Jorge Drexler una de las grandes incertidumbres. ¿Qué hace una persona que no sabe actuar siendo protagonista? Sabe cantar (es más, lo hace muy bien) pero en ningún momento su papel es ese. Demás esta decir que Valeria Bertuccelli hace siempre de ella, aunque debo resaltar que en películas como Un novio para mi mujer su papel es mucho más atractivo que el que se le da aquí. Existe últimamente en el cine y en la televisión esa suerte de costumbre de poner a dos o tres actores reconocidos para que salven o nivelen la poca calidad de los demás. Esto también se ve en La suerte en tus manos. Pero, como es de esperarse, el resultado no varía mucho al incorporar a Luis Brandoni y Norma Aleandro. Cuando la argumentación y los actores no acompañan, difícilmente un parche como tal conduzca a la salvación. Pero son estos dos últimos quienes aportan (más que nada Brandoni, porque Aleandro está medio pintada) ese tono de chascarillo y humor al producto. El argumento es una historia de amor con un toque de comedia y drama (si se puede decir que se logra). Uriel, interpretado por Drexler, es un cuarentón separado y con dos hijos. Hace una vida de galán encontrando aventuras con cuanta mujer se cruce por su camino. Como todo galán, miente para lograr que sus chicas escuchen lo que quieren escuchar. A esto se le agrega su afición al póker: es un amante de las fichas y las cartas. Para todo esto, del otro lado aparece Gloria (Valeria Bertuccelli). Ella recién llega de España y su situación es de absoluta desolación. Su padre ha muerto y con su madre no mantiene una buena relación. Peor que eso, porque se ven pero no congenian en nada. La suerte los encontrará en un evento de póker. Allí recordarán la relación que tuvieron de jóvenes e intentarán conocerse más. Así de vacía, como este resumen del argumento, es la película. Sin más que entretener un rato, está destinada al olvido. Es de esos films correctos (en lo que refiere a imagen y sonido) pero que no dejan absolutamente nada.
La válvula de escape Más comedia y menos drama es lo que predomina en esta nueva obra del director Daniel Burman, uno de los mejores realizadores que ha dado el cine nacional en los últimos años. Y como ocurre (y está bien que así sea) en cada autor con sello definido, se reconocen una vez más algunos temas recurrentes de su cine, como la relación padre/hijos, los conflictos de pareja y las preguntas metafísicas y existenciales sazonadas con un humor especial. Sin embargo, la historia busca esta vez otros climas, alejados del tono más bien crepuscular de sus dos últimos filmes “El nido vacío” y “Dos hermanos”. Los protagonistas principales de “La suerte en tus manos” están generacionalmente sobre el filo de los cuarenta, con ex parejas a sus espaldas y con hijos para convivir los fines de semana (en el caso de él) o (como en el caso de ella, hasta ese momento cerrada voluntariamente a la idea de ser madre), transitando las últimas posibilidades biológicas para serlo. Uriel/Drexler y Gloria/Bertucelli han sido novios cuando eran muy jóvenes y después la vida los llevó por distintos caminos, hasta que se reencuentran en situaciones no demasiado diferentes, ya que tienen en común -además del pasado- una presente cuota de alta soledad y un disconformismo camuflado de seudoadaptación a un sistema al que no parecen incorporarse ciegamente. El efecto optimista Es evidente que el relato busca circular por aguas superficiales y en lo posible gozosas, a pesar de que por debajo se intuya cierta melancolía persistente. Los personajes de Burman nunca son totalmente conformistas y siempre están a la búsqueda de señales, al menos a través de preguntas o de acciones contundentes, para construir o mejor dicho re-construir su destino. En medio de los gags de puro efecto cómico, quedan suspendidas explicaciones a preguntas fundamentales, como la que contesta el rabino sobre la postura de la religión ante el azar y que da origen al título de la película. La actitud de juego, para la que siempre están dispuestos los niños y difícilmente los adultos, parece ser la clave, o mejor dicho el umbral para saltar hacia un futuro con mucho a reconstruir, para disfrutar con lo que quede. La puerta abierta Desde el punto de vista actoral, Drexler cautiva con un rol de antihéroe inseguro pero simpático versus una contundente Valeria Bertucelli como una Gloria anticonformista frontal y explosiva, en tanto que en torno a la dupla estelar hay un interesante elenco secundario, que aporta presencia y naturalidad a sus personajes, principalmente Norma Aleandro y Luis Brandoni. Los personajes, tanto principales como secundarios, tienen en común la bienaventuranza de no pasar por los mismos problemas económicos que han desplazado a la tradicional clase media argentina. Y también que todos ellos tienen alguna válvula de escape, una salida particular y secreta para seguir adelante. La película hace un buen uso de las locaciones en Buenos Aires y Rosario (hoteles-casinos de lujo) y da una vuelta de tuerca con una subtrama que tiene que ver con el leitmotiv de las segundas oportunidades: la reunión de la Trova Rosarina: Baglietto-Goldín-Garré-Abonizio que se reencuentran ya cincuentones sobre el escenario rosarino, desplegando la misma energía que cuando los acordes de “Se fuerza la máquina” surgían en los años ochenta. Desde un punto de vista formal, la película es visualmente impecable con una estética más transparente y accesible, aprovechando las posibilidades surreales de un contexto verosímil como son los peloteros o los juegos de agua. El vestuario, los objetos, las miradas de los personajes, la banda sonora, todo suma encantamiento en esta comedia más ligera y menos trascendente pero también menos pretenciosa, por lo cual resulta contundentemente sincera y convincente, donde todo lo que inicialmente parece gris devuelve finalmente un brillo disfrutable, un guiño de complicidad donde es posible sentirse identificado.
Todo es reversible La suerte en tus manos es la nueva y más comercial comedia de Daniel Burman, director de algunos títulos como "Todas las azafatas van al cielo", "El abrazo partido" (muy recomendable) y "Dos Hermanos". En esta ocasión vuelve con una película de humor irónico, que mezcla acidez y suavidad en una justa media para ofrecer un entretenimiento, que sin ser de lo mejor de su carrera, logra el objetivo de hacerle pasar un buen momento al público que quiere ver una comedia de calidad "made in Argentina". La dupla Drexler/Bertuccelli funciona muy bien, aportando frescura por parte del 1ro y el talento cómico de la 2da. Como debutante de la actuación, se puede quedar tranquilo el cantautor uruguayo ya que compone un personaje más que interesante, con bastantes problemas personales y una manera tragicómica de ver la vida. ¿Le falta un poco más de expresión?, seguro, pero eso no quita la credibilidad de su rol. El cast secundario sigue la línea cuasi bizarra de la historia, con una fauna actoral que incluye a Norma Aleandro, Luis Brandoni, Gabriel Schultz, Silvina Bosco y Tomás Sala entre otros, que hacen un buen aporte a la dinámica y al espíritu del film. La trama tiene un poco de cine norteamericano sin perder las raíces argentinas, proponiendo protagonistas complejos que se pasean entre lo convencional y lo bizarro, pero aún así, termina cayendo varias veces en los típicos clichés del género. En la variedad exagerada de situaciones y personajes que se ven incluidos en la trama se evidencia un desorden que por momentos dificulta el ritmo narrativo. No me malinterpreten, incluso, la peli es buena, pero podría haber sido mucho mejor, más divertida y enfocada para pelearle el puesto a la recordada "Un novio para mi mujer". El fuerte lo tiene en el planteo de 2 personas con fracasos personales que se dan cuenta que todo puede revertirse, incluso sus vidas. Para los que disfrutan del nuevo cine argentino, la comedias románticas y buscan pasar un momento agradable lejos de los tanques hollywoodenses.
El director Daniel Burman tuvo un ingreso más que promisorio en el mundo del cine con su primer muy buen largometraje “Un Crisantemo Estalla en Cinco Esquinas” (1998), cuyo guión le pertenecía. Luego construyo una filmografía entre buena, correcta, y con grandes intentos fallidos. En la primera categoría se podría incluir “Esperando al Mesías” (2000) y “El Abrazo Partido” (2004) Pero en la última categoría es que se encuentra su novísimo trabajo, otra vez en la doble función de director y co-guionista, aunque además se haya dado tiempo para ser uno de los productores. La narración se centra en la historia de Uriel (Jorge Drexler), un cuarentón separado de su mujer, padre de dos hijos, dueño de una financiera heredada, con lo que tiene bastante como para no aburrirse. Pero él tiene un hobby y una preocupación. La segunda, es no traer más hijos al mundo (una vez que lo conocemos le damos la razón), para ello quiere, desea, realizarse una vasectomía en pleno siglo XXI, con la cantidad de métodos anticonceptivos menos invasivos, menos peligrosos. Uno debería decirle: usá profiláctico, forro. Pero esa es una de las diferencias con el teatro, en el cine el espectador no tiene la posibilidad de gritárselo. La primera, el hobby es jugar al póker por Internet, todo un intelectual el hombre. En la otra punta de la historia encontramos a la joven Gloria (Valeria Bertuccelli). En las antípodas el uno del otro. Él, infantil, superfluo, amargo, enojado con la vida sin motivo, ni aparente ni mostrado. Ella, alegre, divertida, inteligente, adulta pero juguetona, que no perdió su capacidad de asombro y sus ansias por crecer. El mayor problema radica en la cantidad de elementos, tramas y subtramas, que plantea el relato, y que en su mayor parte no están desarrolladas ni concretadas. Situación que promueve desde la confusión hasta el hastío. Con el agregado de su excesivo metraje, cartón lleno. Jorge Drexler no es actor, es un muy buen cantautor, pero aquí no lo puede demostrar. Su Uriel es pobrísimo, no se sabe si por su incapacidad histriónica o debido a una mala dirección de actores. En cuanto específicamente a la realización, el resultado es un texto fílmico que repite lo peor de las comedias estadounidenses: previsible, aburrida, y con muy poco humor, para nada inteligente. Lo rescatable es la naturalidad y frescura con que Valeria Bertucccelli construye no sólo éste personaje, sino todos los que le ví encarnar en su carrera, pues se trata de una gran actriz, y aquí lo vuelve a demostrar, y la escena final con la música de la trova rosarina, con Juan Carlos Baglietto a la cabeza.
Una comedia burguesa -que no se lea en esto ninguna descalificación- donde un padre divorcidado, casi adicto al sexo y con una vasectomía en proceso (Jorge Drexler) se reencuentra con un viejo amor físico (Valeria Bertuccelli) sin hijos, recién separada, que acaba de enterrar a su padre. Pasan muchas otras cosas, y hay secuencias directamente cursis hasta que adivinamos que es la imaginación (necesariamente cursi) de uno de los personajes. Pero más allá de sus múltiples hilos -que incluyen un campeonato de poker y el “regreso de la trova rosarina”- lo más interesante es que no deja soluciones simples: no podemos adivinar si, luego de su final, las cosas seguirán el curso feliz que parecen tener. El problema básico del film es técnico: en cierta parte de su desarrollo, tantas ideas no cuajan entre sí, y algunos personajes pierden peso. Por otra parte, no es poco mérito que Norma Aleandro logre el trabajo más equilibrado y cinematográfico de su carrera. De apariencia tersa y simple, hay algo más en esta película, incluso a pesar de sus debilidades.
La música del azar Daniel Burman viene trazando su trayecto dentro del cine nacional, con un estilo propio. Aunque los resultados no siempre sean sobresalientes, hay una temática y un interés por ciertos temas que el director revisita en cada una de sus películas y que el público celebra como marcas de un auténtico Burman así como otros cineastas consagrados como Trapero o Caetano tienen las suyas propias. En el caso de su última película "La suerte en tus manos", volvemos a encontrarnos al barrio de Once como escenario excluyente de muchas de sus escenas (al igual que como sucedía en "El abrazo partido" y el típico emprendimiento familiar que ha quedado como legado), diferentes tópicos de la cultura judía -y hasta una deliciosa banda guiada por un rabino, teloneros en un show que se llaman "Los rabinos de la nada"-, los lazos familiares y más particularmente los lazos filiales, cómo encarar la paternidad en tiempos modernos (tema que comparte con "Derecho de Familia" quizás una comedia mucho más lograda) y haciendo foco también en el tema de la pareja en las diferentes generaciones (tema en común con "El nido vacío" y su conflicto generacional). Burman ya nos tiene acostumbrados a que habrá que ir enhebrando pequeños detalles que se van deslizando, pequeñas marcas por donde nos sugiere que abordemos la historia a través de los cuales nos cuenta lo que les va pasando a sus personajes (un novio de la mamá que abraza a los chicos "ajenos", promesas incumplidas por un pececito que falta en la pecera, un persona que extraña a su pareja fallecida de la que hace añares que se encuentra separada, una conversación de amigas en donde se ríen de la falta de sensualidad en la pareja, los chicos que dicen "pero pa, hoy no nos tocaba con vos" en alusión a la naturalidad con que los hijos toman la separación de sus padres y la adaptación a los tiempos que corren ... y así tantos otros). En el caso de esta historia en particular, el protagonista es Uriel -el cantante y compositor Jorge Drexler en una actuación que realmente sorprende por su corrección e incluso porque el cantante le puede sacar el jugo en más de una oportunidad- un separado con dos hijos, en plena crisis de los cuarenta, mentiroso (compulsivo?), amante de los "telos" y con algunas otras obsesiones. Juega Poker -mucho-, atiende la financiera que es el negocio de la familia y le preocupa, en cierto modo, el arrollador éxito que tiene con las mujeres a partir de su separación. Así arranca la narración de "La suerte en tus manos", cuando justamente Uriel visita a su médico de confianza (simpatiquísimo Luis Brandoni en un papel pequeño pero al que le saca el mayor provecho) planteándole la necesidad de hacerse una vasectomía para no poner en juego su parternidad una vez más. Todo es nada, finalmente, y por más que haya muchas mujeres a su alrededor, el espíritu de Uriel no pareciera necesitar cualquier mujer, sino UNA mujer, más precisamente Gloria, a quien había conocido hace tiempo atrás y de la que se separó sin que mediara de parte de ella ninguna explicación. Ella (Valeria Bertuccelli) por esas vueltas del destino -y del guión, por supuesto- reaparece en la vida de Uriel para poder dar una nueva oportunidad a formar una pareja, a establecer un vínculo ya más maduro y encarar las cosas desde otro lugar. Para ella es un momento particular, porque esta recién llegada de Europa debido a asuntos que viene a arreglar en Buenos Aires a raíz de la muerte de su padre. Por lo tanto, no solamente tendrá que reacomodar a Uriel dentro de su historia sino que también tendrá que revisar sus vinculos familiares -lazos a los que el director parece sucumbir en todo momento- y lidiar con una madre completamente ególatra que dificilmente puede mirarla, personaje a cargo de Norma Aleandro. El planteo inicial tiene mucha fuerza y los guionistas parecen saber exactamente de lo que están hablando a la hora de retratar a un cuarentón dispuesto a "barajar y dar de nuevo". Pero a lo largo del desarrollo el dúo Burman-Dubcovsky no logre dar con el impacto inicial y comienza a desplegarse una segunda parte donde a raíz de una de sus mentiras, Uriel necesita contactar a alguno de los integrantes de la trova rosarina, en su recital-regreso en Buenos Aires donde pierde la potencia y la efectividad del retrato de la primer mitad del filme. Si bien todo lo relacionado con este recital y su mentira de "manager" del grupo es la parte más floja del film porque diluye ese planteo inicial en donde se ponía acento en la búsqueda del amor y la necesidad de darse la oportunidad de construir una nueva pareja (donde justamente Burman tiene un bisturí detallista que se evidencia en las lineas de diálogo y en los comportamientos de sus personajes), gana para algunos de nosotros en el recuerdo de poder volver a escuchar alguna de las grandes canciones de nuestra adolescencia, plena de un sabor nostalgiosamente ochentoso -"El témpano" "Canción del Pinar" "Se esfuerza la máquina" entre otras y disfrutar de Baglietto / Garré / Goldin / Abonizio-. Drexler realmente sorprende positivamente soportando el peso de un protagónico a sus espaldas. Valeria Bertucelli vuelve a demostrar su timing y su talento para la comedia, la frescura y la espontaneidad con la que suele jugar sus diálogos, pero lamentablemente no aparece nada nuevo en el personaje de Gloria que ya no nos haya mostrado en sus trabajos anteriores -y eso realmente es algo que resta autenticidad porque todo el tiempo parece un personaje ya visto en alguno de sus otros films-. La pareja se muestra solvente en sus trabajos en forma individual pero no logra transmitir la fuerza del encuentro que el guión plantea. Hay algo que no aparece cuando ambos intentan complementarse en pantalla. Pareciera que falta un poco más de química, un poco más de sintonía aunque sin embargo es creíble la pareja que forman -aún cuando hay momentos en que se muestra algo "forzada". Sin duda que más allá de la pareja protagónica, los roles secundarios condimentan las situaciones y hacen la diferencia. Tanto Norma Aleandro como Luis Brandoni conocen de sobra su oficio y sacan partido de cada una de las escenas que les tocan en suerte. Eugenia Guerty como una de las amigas de Gloria nuevamente muestra su chispa para la comedia y Gabriel Schultz y Salo Pasik completan un elenco secundario sin fisuras y con excelentes momentos. Con algo más para contar que su opus anterior "Dos hermanos" en donde lo dicho no tenía un lugar tan preponderante, sino que se nutría más de los climas que se iban generando entre los personajes que eran casi excluyentes en la trama (dupla Borges-Gasalla) en este caso, en "La suerte en tus manos", Burman retoma vuelve a poner el énfasis en los diálogos. Esos diálogos que siguen imbuidos del espíritu de un Woody Allen vernáculo, volver a los guiños sobre el judaismo y la religión, ganar con el ritmo de sitcom y la frescura de la pintura costumbrista para hacer de sus personajes, seres queribles y creibles. Quizás se vuelque hacia un final demasiado desacompasado con el tramo inicial donde presentaba un cierto tono melancólico y un dejo más amargo que la hacía más interesante. Opta por darle a los personajes una solución más simple y facilista durante el último tramo que no tiene el nivel con el que se venía desarrollando la historia pero logra de todos modos una comedia (romántica?) que sobresale del promedio por una muy buena factura técnica y por una historia dinámica que cumple con el sano objetivo de entretener sin abandonar una mirada inteligente y experimentada.
Fábula televisiva El cine de Daniel Burman viene experimentado una continua transformación que parece directamente relacionada con su éxito comercial: mientras más repercusión ha conseguido en el público, sus películas han bajado notablemente de calidad, llegando a constituir verdaderos subproductos de la industria televisiva, cada vez más impersonales y predecibles. Bastaría citar su penúltima película, Dos hermanos, para certificarlo, ya que no sólo se trató de su mayor éxito en la taquilla, sino también de su peor película. Pero lo curioso es que a lo largo de su filmografía se puede constatar también la existencia de un mismo núcleo conceptual más o menos claro, un universo propio desarrollado a través de sus películas, ciertas preocupaciones recurrentes que unifican su obra (y que trascienden su famosa trilogía sobre Ariel, el personaje interpretado por Daniel Hendler, integrada por Esperando al Mesías, El abrazo partido y Derecho de familia); lo que parece insinuar la existencia de una mirada autoral. ¿Es Burman un autor en el sentido estricto de la palabra (como lo son sus contemporáneos Lucrecia Martel, Adrián Caetano o Lisandro Alonso)? ¿Ha conseguido, a través de su filmografía, construir una visión propia del mundo (lo que implica también un posicionamiento ante el cine)? ¿O su derrotero cinematográfico desautoriza esta apreciación? No sería prudente ofrecer una respuesta concluyente al asunto, más bien al contrario, la pregunta funge como un simple disparador para el lector, ya que la última película del director, La suerte en tus manos, vuelve a actualizarla. Hay una certeza que parece clara: no estamos ante el mismo Burman de aquella trilogía, aunque su parentesco resulta también inobjetable. Pero es como si la estética televisiva hubiera fagocitado lentamente el cine del director: en La suerte en tus manos, todo resulta mucho más predecible y explícito, mucho menos riguroso que en aquellas películas, incluso parece haber una especie de aceleración en el montaje y los tiempos narrativos de su cine, como si su nuevo filme estuviera intencionalmente dirigido a otro espectador (de otro tiempo y de otra cultura, la televisiva). El problema es que todo esto redunda en otra obra fallida, que tiene poco para aportar a la cinematografía del director, y que parece muy alejada de aquella promesa que alguna vez supo constituir Burman (que precisamente en su momento despuntó como una posible síntesis entre el Nuevo Cine Argentino y el cine netamente industrial). Su protagonista es un cuarentón llamado Uriel (el músico uruguayo Jorge Drexler, en su debut actoral), que rememora levemente al personaje de Hendler, otrora alter ego del director. Como aquél, Uriel es un hombre inseguro y lleno de manías, aunque tiene algún rictus de oscuridad: dueño de una financiera, recién divorciado y padre de dos hijos preadolescentes, parece interesado sólo en disfrutar de aquello que no pudo hacer en su existencia previa. Mentiroso compulsivo, adicto al póker, Uriel comienza la película anunciándole a su médico que se hará una vasectomía para poder disfrutar del sexo libre sin preocupaciones. Para ello viajará a Rosario, donde se encontrará casualmente con Gloria (Valeria Bertuccelli, nuevamente la mejor), antiguo amor de la juventud que ha regresado al país por la muerte de su padre, y busca superar una triste relación que tuvo en Francia. Claro que al primer contacto, Uriel recaerá en sus vicios: se hará pasar por un productor artístico que quiere volver a reunir a la trova rosarina (fulgurante aparición de Baglietto, Abonizio, Garré y Goldín), y desde entonces la película se estructurará alrededor de su patología, o la imposibilidad de relacionarse con sus hijos y el amor de su vida. Como se verá, temas caros a Burman: el amor, las relaciones familiares, los miedos, la maduración, hasta el judaísmo vuelve a aparecer de tanto en tanto, aunque siempre como guiño irónico o caricatura un tanto negra. Narrador más que probado, Burman vuelve a poner el acento narrativo en los diálogos, que algunas veces recuperan su lucidez previa (ver la escena del primer beso de la pareja), pero en la mayoría parecen desajustados: no es problema de las actuaciones (incluso Drexler está correcto, y hay que sumar los aportes de Norma Aleandro y Luis Brandoni), sino de cierta liviandad en la construcción dramática que se verá pronunciada a medida que avance el filme. Y es que lo más curioso son los problemas narrativos de la película: la aparición de subtramas innecesarias, la resolución abrupta de los conflictos, incluso cierta crueldad en el tratamiento de los personajes (hay algo de misoginia también) que tiene poco que ver con el Burman de sus inicios. Todo esto se ve acompañado por un planteamiento estético televisivo, a pesar de que se mantengan ciertas marcas formales del director (el uso de la cámara en mano, por ejemplo), donde se enfatiza un montaje acelerado (con cortes abruptos incluso de las escenas, ver el final), correspondido por la lógica del plano-contraplano y la aparición de videoclips (aunque nunca con la música de Drexler). El cierre, por supuesto, será un happy ending bien al estilo de hollywoodense, tan inverosímil como expresivo del derrotero que ha adoptado el cine del director. Por Martín Iparraguirre
Podría decirse que, si bien La suerte en tus manos no es una mala película, tampoco es del tipo que uno calificaría como excelente. El último film de Burman estaría ubicado, más bien, en aquel peligroso lugar intermedio en el que surge tan poco entusiasmo por los reproches como por los elogios. La historia es sencilla: Uriel (Jorge Drexler), un hombre fana del póker, los telos y las mentiras, intenta recuperar a su ex novia Gloria (Valeria Bertuccelli), una mujer sensible y sincera que se debate entre el deseo de un novio serio y el de una relación sin hijos que la ate eternamente. Aunque, como puede verse, los personajes constituyen el núcleo de la película, ni Drexler en su condición de turista cinematográfico ni la frecuente protagonista Valeria Bertuccelli parecen cargar con responsabilidades a la hora de identificar las fallas. A los fines de una distinción más clara que la de simplemente nombrar a Burman y el conjunto de decisiones tomadas por su equipo, yo diría que la culpa es del pelotero. Sí, ese de pelotitas color celeste que no sólo aparece en la historia, sino que también se pasea orgullosamente por el cartel y el tráiler de La suerte en tus manos. La escena en cuestión se encuentra en medio de una secuencia que muestra la incipiente reconciliación de Uriel y Gloria, y se acompaña de otra inseparable dupla que frecuentemente funciona como garantía de contemplación sentida: cámara lenta y música. En esta serie de planos, el director expone casi inconscientemente la raíz del problema: las grietas de un mecanismo de construcción del relato que le da coherencia pero que a la vez resulta desventajoso. Lo que en ese mecanismo se juega es, justamente, el afán por cierta cohesión temática e incluso estética: los juegos, la niñez, la química cuasi adolescente entre los protagonistas. Sin embargo, y más allá de los esfuerzos, lo que trasmite es una imagen forzada, impuesta, coordinada. La huella de una búsqueda visual se hace explícita casi a la misma vez que devela una funcionalidad exclusivamente ilustrativa y, sobre todo, desprovista de todo aspecto espontáneo o azaroso que lo disimule. Burman construye, entonces, un film prolijo pero con la evidente marca de un cauce narrativo que obedece a unir ciertos motivos y temas antes que a producir o generar algún tipo de dinámica al menos aparentemente causal y amoldada a las circunstancias de sus protagonistas. El virus del pelotero finalmente se propaga hacia diversas partes y elementos: personajes como el que interpreta Gabriel Schultz, el gran show de La trova rosarina, e incluso las diversas analogías con el póker también lo sufren. Después de todo, La suerte en tus manos sigue siendo un relato correcto y redondo, donde las diversas piezas que la componen encajan casi perfectamente. Pero la forma en que sus fragmentos se estructuran quita, sistemáticamente, el valor de los efectos que ese conjunto podría llegar a crear.
UN HOMBRE VALIENTE La suerte en tus manos, la nueva película de Daniel Burman se posiciona como la mejor de toda la filmografía del director argentino. En esta oportunidad, el realizador ofrece una nueva lectura de todos los temas que ya son marcas propias de su cine. Uriel (Jorge Drexler) expone sus dudas al Dr. Weiss (Luis Brandoni) acerca de la vasectomía a la que desea someterse. La presentación de nuestro protagonista es en un plano medio, corto, se ve una pequeña referencia del Dr. Weiss, todo el resto lo ocupa el cuerpo de Uriel, o su abundante discurso, lleno de elucubraciones, confesiones, reafirmaciones existenciales. Lo notorio de esta introducción es el montaje, el paso de plano a plano es mediante corte sobre el eje. Este tipo de enlace es llamativo, al principio puede resultar poco armónico, en las antípodas de una concepción clásica de cine, pero cobra importancia y atino al final de La suerte en tus manos. En ese despliegue verbal Uriel se oculta, encubre su temor a formar una nueva familia (ya tiene dos hijos), a encontrar una relación que lo descubra. Toda la película está atravesada por la tensión que Daniel Burman, director y co-guionista, arma entre los pares opuestos verdad-fin de la vida y azar-mentira. En hebreo, emet, verdad, conlleva un aspecto dinámico, una acción de sustento, de protección para que algo no se quiebre, no se caiga. Para pensar el fin de la vida, aquello a lo que tiende todo lo que existe o acontece, tenemos que realizar una prolepsis hasta Grecia, donde lo pensaron todo, allí este concepto aparece relacionado a alguna cosa que nos sea propia. A un bienestar, acompañado necesariamente del placer. Esa especie de actividad apropiatoria nos lleva directamente a los personajes de La suerte en tus manos: tanto Uriel como Gloria (Valeria Bertuccelli) tienen algo que “se guardan”, en realidad los personajes que los rodean también, Germán (Gabriel Schultz), amigo de Uriel, una novia; el Dr. Weiss, jugar al poker. Susan (Norma Aleandro), madre de Gloria, el canto. Uriel le oculta a Gloria su verdadero trabajo, se esconde con capucha, lentes, en las mesas de poker. Cuando Gloria descubre que Uriel no es productor de eventos artísticos, Sara, la hija de Uriel, le pregunta, para defender al padre, si no hay algo que se guarda porque todos nos guardamos algo. Esa condición de ocultar algo está relacionada, en Uriel, con lo que él puede manipular. Son interesantes los planos dentro del casino, casi planos detalle, cuando Uriel toca las fichas, el sonido también intensifica esta acción ya que escuchamos de manera nítida el sonido de las fichas que van y vienen de las manos de Uriel. Todo aquello que Uriel puede dominar es lo que lo fragmenta, así como aquel corte sobre el eje, cada jugada, cada apuesta por crearse un ser que no es lo divide, lo lleva a la tristeza. Dentro de este plano del ocultamiento-manipulación entramos en la otra parte del par: azar-mentira. Siguiendo con el esquema griego, el azar es considerado como aquello que no sucede la mayoría de las veces. Si bien Uriel juega al poker, y así como dispone sus cartas sobre la mesa, controla la posibilidad de una paternidad futura con la intervención, pero a esta fuerza que Uriel ejerce sobre el azar (tanto en la partida como en encontrar o descubrir a la mujer de su vida) se le suma otra que podríamos llamar la del agape. Nuevamente La suerte en tus manos se vuelve a estructurar entre los pares antes mencionados pero la soga de la que ambos pares se sostienen es esta nueva fuerza que se le empieza a develar a Uriel y a Gloria como los protagonistas principales de esta lucha. Esta soga a la que llamamos agape es la reunión, la familia, en ella todo es verdad, unidad. Fuera del agape (amor en griego) está eso que está por atrapar a Uriel: el azar, la división, la soledad. Por eso, quizás en uno de los planos más bellos de todo el cine de Burman seis personas caminan, al anochecer, en plano general hacia el horizonte, en paz, amistad, religados por ese amor que hará que los pares se relajen, que no haya tanta tensión y los personajes puedan caminar hacia la misma dirección, hacia un mismo fin con la firme convicción de que la realidad no es una cosa manipulable y que lo que está en sus manos es la elección que podemos hacer, la apuesta por algo, por alguien. Todo esto sostenido por el coraje de Uriel, que pudo comprender que un hombre valiente puede sentir temor pero eso sí se puede dominar y avanzar junto a su nueva familia, eso sí es lo que está en sus manos.
De Amor y otras Adicciones Vuelve Burman, el mismo de las notables "Esperando al Mesías", "El abrazo partido" y "Derecho de familia", que luego renovó bríos con una curiosa "El Nido vacío" (2008) y dos años más tarde acometió un genuino exitazo de boletería con "Dos Hermanos", filme que observaba su mayor calidad en el dueto interpretativo Borges-Gasalla. Quizás esta vez estemos ante su filme menor, tampoco digamos que la propuesta no deje de tener algunos méritos, Burman filma prolijamente, aunque también se note aqui que existió un recorte de escenas y diálogos que estaban en el guión original. Tomando al popular y siempre agradable Jorge Drexler, cantante pero no actor, que está discreto pero no escapa a lo convencional de la actuación (caso marcado, cuando descubre a Brandoni en el Casino, su gesto lo dice todo), él es Uriel, una suerte de mitómano, decidido a realizarse una vasectomía "lejos de su domicilio" (¿?) y por ello marcha a Rosario, donde se hospeda en el Hotel del Casino y ergo todo sirve para mostrar al "City center" local en parte de su esplendor, allí a la vez convergen su ex novia (Valeria Bertuccelli) junto a su madre (Aleandro), hay reencuentro algo accidentado y luego la trama sigue en Buenos Aires. La licuación total trae la consabida impronta de humor judío y escenas a lo Woddy Allen (como aquella inicial de la cena en "El nido vacío"), algunas aquí son festejadas otras no tanto.Hay escenas no carentes de cierta cursilería (los protagonistas revolcándose en un pelotero, jugando dentro de unas esferas gigantes sobre el agua, etc), Bertuccelli algo repetitiva con sus personajes -siempre de mina histérica-, Aleandro es una madre desdibujada y Brandoni es el especialista que aconseja cambiando esta vez su sotana de "El hombre de tu vida" de la TV por un delantal. Lo de la "trova rosarina" es algo que no termina de cerrar, como colgado con alfileres, pero igualmente es lindo verlos juntos sobre un escenario a Baglietto, Garré, Goldín, Abonizio, Perone, etc. En resumen una comedia romántica con sus pro y sus contras, apenas discreta.
Jorge Drexler, protagonista de La Suerte entre tus Manos (2012, Daniel Burman), decía en una entrevista con Liniers (creo que si están leyendo esta página no es necesario aclarar quién es), que pueden ver aquí, que: “Me he dado cuenta de que la originalidad no es una variable que me interesa demasiado…Prefiero emocionar que asombrar. Que se te ericen los pelos, que se te humedezcan las órbitas de los ojos”. Esa frase es totalmente aplicable a la película: una típica comedia romántica que no asombra, que no es original. Después cae en la subjetividad de cada uno la posibilidad de emocionarse, la capacidad de abrirse y sentirse identificado en pequeños detalles. Uriel es divorciado, con dos hijos y encargado de una especie de agencia de dinero. Está teniendo un insospechado éxito con las mujeres y quiere hacerse una vasectomía. Gloria acaba de volver de Francia a causa de la muerte de su padre y no tiene “piel” (diría su madre) con su actual novio, con su característica barba candado que tantos pies dará para algunos chistes. Entonces se reencuentran en Rosario después de un pasado como mínimo apasionado y es cuando empiezan los problemas. Puede describirse como una comedia de enredos, pero de comedia tiene poco. Mas que risas, el film genera sonrisas. No sólo con las pequeñas secuencias en cámara lenta en plan lúdico que propone Burman en la película se puede entrever la buena planificación y la brillante dirección de fotografía: hay que prestarle especial atención a los movimientos de cámara y cómo con ellos se imprime significado al montaje. Quizás apelando todo lo que supone Drexler, a lo que genera en el público, abusa de los primeros planos a él, con sus largos monólogos que recuerdan, como todo el cine de esta generación, a Woody Allen. Creo que ya es díficil crear un galán contemporáneo creíble sin pensar en los personajes que el neoyorquino encarnó. También los diálogos dan un toque distintivo al film, tal como los juegos de palabras que utiliza el cantautor uruguayo en sus canciones. Ingeniosos e inteligentes, no creo que quieran captar la cotideaneidad, sino que sabiendo de que el cine es un artificio, se abocan a tirar la mayor cantidad de postas posibles. Se resigna naturalidad para la complejización. Y nosotros que fuimos al cine desprevenidos, maldecimos por no haber llevado un anotador. Creo que las actuaciones son lo más flojo de la película. Ya sabemos que Valeria Bertuccelli se quedó en el personaje de “La Tana” de Un novio para mi mujer (2008), simpático largometraje de Juan Taratuto, pero muestra una rigidez insospechada, inesperada en su interpretación. También parece que Gabriel Schultz como amigo de Uriel está desaprovechado, podría haber tenido más líneas, más protagonismo. Lo que es realmente destacable son las actuaciones de los personajes secundarios, como lo son Luis Brandoni y Norma Aleandro. Personificando la voz de la experiencia, son los más humanos que guían de alguna manera los caminos de los protagonistas. Un poco traída de los pelos la inclusión de la Trova Rosarina. Podrían haber sido esos artistas como también cualquier otros. Sirven sólo para crear una situación bisagra en el guión pero no aportan significación nueva a la película. Debe tener que ver (arriesgo) con cierto fanatismo de Drexler con ese movimiento artístico. Y siempre está esa tensión que genera la duda sobre si cantará, si lo podremos ver en acción al uruguayo, pero no voy a extenderme en este tema para no dar spoilers. Las grandes películas, las que marcan un después en la historia, o en nuestras vidas, son las que luego de terminar de verlas quedamos en shock, quedamos como luego de una experiencia religiosa. Y hay otro tipo de películas que al salir del cine te tatúan una sonrisa por el resto del día, y esta es una de ellas.
When luck is not on your side Daniel Burman’s La suerte en tus manos comes across as overwhelmingly repetitious When the same theme keeps cropping up — at an relentlessly steady pace — in an author’s work, is it just revisiting the same old subject and staying true to a trademark peculiarity, or is it tantamount to an incapacity to outgrow the same old issues? In the case of screenwriter-director Daniel Burman, whose Messiah trilogy justifiably earned him critical accolades and positive public response, the issue in question boils down to identity crises of sundry kinds (community, paternal, filiation) and a young man’s understandable need for approval. In his latest production, the overhyped La suerte en tus manos, premièring today in Argentina, a young man’s idiosyncrasy is at the core of the story. Once again, Burman writes a clearly identifiable alter ego as the male lead: Uriel, played by Oscar-winning Uruguayan singer-songwriter Jorge Drexler (début) with a healthy dose of charm that translates his musicmaking talent into a seamless blend of candour and unapologetic selfassurance. Kudos for Burman as casting director and kudos for Drexler, whose presence illuminates the screen to the point of turning the trite into affable, obliging spontaneity. Drexler gets under the skin of Uriel, a successful financial entrepreneur in his mid-to-late 30s, unable to settle down to the point of considering a vasectomy and actually having it performed lest his proclivity to short-lived affairs lead to unwanted paternity. He has an 11-year-old daughter, but that’s where he has drawn the line. Oh, there’s also 8- year-old Otto, who may have been the result of a moment’s distraction in Uriel’s amorous life. But a vasectomy alone is not the solution if you want a human approach to relationships, like warning a potential partner or fiancée, “Hey, there’s no procreation here, just boudoir fun.” Not bad as the starting point for a situation comedy with a dramatic edge to it. Actually, it’s a good excuse to get the action going. The ensuing situations may be predictable as they come, but, if well handled, entertainment and food for thought are served on the same plate. At the opposite end of La suerte en tus manos is Gloria, played by the great stage and screen actress Valeria Bertucelli. Like Drexler, Bertucelli’s face and demeanour alone suffice to fill the screen with a potent mixture of innocence and natural, unaffected ways. Gloria is an old flame of Uriel’s, who dumped her for someone with less urgent aspirations. Yet, in Uriel’s view it was Gloria who dumped him for unknown reasons. Be that as it may, Uriel has abandoned all pretense of a self-charted future — probably in the volatile music industry — for a more profitable, stable position in the world of finance. He is a successful broker and an unbeatable poker player, to boot. And yet, he’s clearly afraid of approaching middle age, that stereotyped moment in life when men opt out Viagra pills for a red Porsche. Travelling to the city of Rosario to have the vasectomy performed — keeping it a secret is a key issue for him — Uriel stays the night at a luxurious hotel which Gloria, as chance would have it, has also chosen for a reunion with her mother (Norma Aleandro). From this point on — and this is not meant as a scathing remark — everything is predictable, as is normally the case with good comedy. The old scheme boy-meets-girl (chances on old flame), boy-loses-girl (refuses to take another chance), boy-gets-girl-back (decides to take a dive) is certainly unavoidable and what audiences rightly expect from this kind of product. In La suerte en tus manos, however, the string of comedy situations interspersed with moments of quiet or funny reflection are sloppily handled, even if, presumably, the screenplay was chockfull of promises of a perfectly choreographed and executed feelgood story. Good will permitting — massive amounts of it — you may try to dig deeper into the theme of La suerte en tus manos. You may argue it goes well beyond the restricted subject of identity, human fear of emotional bonding and commitment, the works. It may also be argued that chance — the way we mere mortals know it and the way better equipped Rabbis understand it through thorough study of the Torah — plays heavily on the storyline of La suerte en tus manos. However, revising Mr. Burman’s filmography, it may well be the case that, under a different format, he’s treading on safe, familiar territory. This may be comfortable for himself as writer and director, but a dud for audiences who’ve seen his previous movies. Which is very likely the case with filmgoers who run to watch “the new Burman.” Will they find something new, or at least something fresh by way of story and genre treatment? Doubtful. When it comes to box office, though, La suerte en tus manos is likely to do rather well, provided the right demographics turn to this formulaic dramedy.
Publicada en la edición digital de la revista.
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