Hay veces en que Steven Soderbergh decide incursionar en terrenos más comerciales como para generar algunas ganancias y seguir manteniéndose independiente. Pasó con la trilogía de La Gran Estafa y con Un Romance Peligroso, y ahora pasa con Indomable. Este es un thriller de espionaje muy en la onda Jason Bourne, sólo que con faldas. Mientras que la acción es brutal e impresionante, la trama resulta artificialmente complicada y no es todo lo satisfactoria que debiera. Aún así, Haywire está por encima de la media, y es mucho más competente que el 90% de los filmes de acción que circulan hoy en día por los cines. Desde la invasión a Irak que sabemos que hay agencias de seguridad que funcionan más como ejércitos privados que como simples vigilantes del orden. Falta que se sofistiquen un poco y se transformen en una especie de corporación de mercenarios. Algo de ello es lo que ocurre aquí: hay un operativo sucio - concretamente el rescate de un periodista chino en España - y la CIA decide mandar al frente a un contratista (Ewan McGregor), el cual tiene su propio cuerpo de élite de compuesto por chicos duros. Entre ellos se encuentra nuestra protagonista (Gina Carano, ex artista marcial y ex gladiadora televisiva), una mujer maciza y pechugona que parece la versión wrestler de Nia Vardalos. La Carano va al frente en el operativo de rescate y pareciera que todo va bien, pero... Lo que sigue es una trampa. Cuando la chica está por irse de la agencia, la mandan a otro operativo. Desconfiando de la pareja que le asignaron (Michael Fassbender), decide rastrearlo y termina poniéndose alerta cuando encuentra el cádaver del chino que rescató el día anterior. ¡Euh! ¡Qué trabajo llevarlo de España a Irlanda para incriminar a la pechugona!. Como sea, las cosas se ponen espesas, Fassbender se va a cantar tangos al otro barrio, y la Carano entra en Matt Damon full mode, exterminando a cualquiera que se interponga a su paso, y rastreando a su ex-amante / ex jefe / inminente fiambre McGregor. Un teléfono pinchado por ahí, algún hackeo por allá, y pronto tenemos una lista de direcciones de la gente de la cual queremos vengarnos. En cuanto a atmósfera, Haywire está cargada de tensión. Hay persecuciones y hay situaciones explosivas que uno espera que detonen de un momento a otro. Y, cuando lo hacen, son brutales. Las peleas son largas y sanguinarias y, sobre todo, se vean realistas. Los enemigos tardan en caer. La Carano recibe más trompadas que Schwarzenegger y Stallone juntos en toda su carrera. Las resoluciones son violentas en la misma onda shockeante de Steven Seagal. Quizás el tema es que la acción se alarga demasiado y, aún así, el filme llega boqueando a una hora 26 minutos de duración. Es como que le falta trama - la que hay es demasiado corta y no es muy clara que digamos -. Y a esto se suma que el climax es anticlimático, demasiado limpio y breve en comparación con las expectativas creadas. Sin dudas Indomable es competente y tiene sus momentos, pero no es todo lo pareja que debiera. El problema es el libreto, que es minimalista. Por lo demás, Soderbergh se encarga de disfrazar muy bien la falta de substancia, y eso salva el filme. Lo otro es la presencia de la Carano - que se defiende bastante bien actuando junto a un desfile interminable de enormes estrellas, y que pelea como los dioses -, la cual precisaría tener un filme más para confirmar (o no) si tiene cualidades de estrella.
Sin grandes efectos especiales, con una banda sonora muy particular, actuaciones muy bien logradas, un manejo de las cámaras impresionante y muy delicado por momentos, y con una sutileza visual que siempre se mantiene intacta, Steven Soderbergh le brinda al espectador una interesante y diferente propuesta de acción, con múltiples giros narrativos.
Llega la última película de Soderbergh, aquel muchacho peladito de lentes que hizo 3 películas de robos a casinos que tanto nos gustan y obviamente las 2 partes del CHE. SODERBERGH STYLE Si hay algo que nos enseñó Soderbergh es darle otra mirada a los géneros y a los subgéneros también, recordemos un poco películas como Contagio (2011) o la particular Solaris (2002) géneros tan marcados que pensabamos que no se podía llegar a hacer nada original, sin embargo este muchacho logra con su forma de filmar, retratar esa diégesis desde otro ángulo. ARGUMENTO ALTA PELI Mallory Kane es digamos una minita que está muy buena y que trabaja para una compañía secreta de mercenarios que a su vez es contratada por diferentes compañías como la CIA y MI6 para realizar trabajos sucios fuera de tierras norteamericanas. Después de rescatar a un periodista chino en Barcelona su trabajo es custodiar con otro agente a un empresario en Dublín, pero esta segunda misión resulta ser una trampa para inculparla del asesinato del chino que ella misma liberó. Digamos que ahora tiene que escapar y al mejor estilo Mel Gibson en Payback no tiene que dejar ningún cabo suelto si quiere salir con vida. ACCION? El film es un hallazgo en lo que respecta a técnicas de filmación. La verdad que estamos acostumbrados a ver películas de acción donde por ser un poco irónico la acción casi no la vemos por la velocidad de cortes, movimientos de cámara e inclusive sonidos que están agregados falsamente sin respetar un poco la realidad de lo que vemos y escuchamos. En este caso Soderbergh se centra en lo que serían peleas perfectamente ejecutadas, inclusive mejores que las peleas de la saga Bourne, Gina Carano (Molly) es una excelente atleta y lo demuestra de forma excelente en este film, donde solo a veces se necesita un plano general fijo para mostrar lo que es capaz frente a su oponente. Prestenle atención a la escena de persecución en Barcelona. La banda de sonido particularmente no me pareció lo mejor, inclusive la sentí muy similar a la trilogía de La Gran Estafa. Pensando en este cambio de género quizás era mejor algo que se diferenciara de lo anterior. LARA CROFT ESPIA El casting de esta película es impecable y sus actuaciones están acorde a la película, Gina Carano es simple y se le cree su papel de mujer dura, (creo que no tuvo que actuar mucho esto). Creo que muchos cineastas tenemos que aprender de Soderbergh a no poner en papeles principales a celebridades que solo venden, sino poner un personaje principal creíble que sepa lo que está haciendo y ahí rodearlo de otros personajes. Cuando veía la película me imaginaba que si Simon West hubiera elegido a Gina Carano para que hiciera de Lara Croft todo habría terminado mejor. CONCLUSION La Traición, es un film que se aleja de la típica película de acción, dejando algo más ahí haciendo ruido, pero ruido para bien. Sin embargo mi calificación no es la mejor debido a la falta de originalidad en la trama, digamos que un espía que es traicionado por otro es algo que lo hemos visto miles de veces, no importa como está contado, ya lo sabemos. Por lo pronto espero que Soderbergh pueda seguir haciendo este tipo de películas porque trae un aire fresco a cosas que ya vimos y tenemos totalmente incorporadas.
La muerte como trabajo El realizador norteamericano Steven Soderbergh, quien supo cosechar éxitos como El rey de la colina, Erin Brockovich, Traffic, y Contagio, entre otros, se mete de lleno en el mundo del espionaje. El cineasta coloca en el centro del relato a Mallory Kane (Gina Carano, quien aparece como Crush en Los gladiadores americanos de la NBC y posee varias luchas reales sobre el ring), una joven agente que busca alejarse de su último caso para ver qué es lo que realmente está pasando en la organización en la que sobran mentiras y secretos. El caso la llevará por lugares como San Diego, Barcelona, Dublín, Nuevo México, Veracruz y casi termina en Buenos Aires. Vertiendo un relato en primera persona, Mallory debe enfrentar a conocidos y ocultos rivales que mueven los hilos para lograr que ella desaparezca. Con ritmo sostenido, Soderbergh traza una tela de araña donde todos pueden quedar presos. Y, como es su costumbre, se muestra hábil con la cámara, para generar tensión. La música respalda el clima dell film. Cabe destacar que las peleas cuerpo a cuerpo son impresionantes y furtivas, al igual que los escapes y persecuciones, aprovechando el potencial natural de Gina. Con un elenco encabezado por Channing Tatum, Michael Fassbender, Ewan McGregor, Michael Douglas y Antonio Banderas, La Traición (Haywire) cuenta con todos los elementos para un verdadero thriller.
La traición es la típica película pochoclera ideal para los que disfrutan más con lo visual antes que con una historia bien armada. El mayor problema que tiene La traición es que la historia en sí es muy corta, por eso todo el film está basado más en la acción que en un buen guión. Además las secuencias de lucha con artes marciales se reiteran demasiado. La primera vez que....
A los bifes... Había visto La traición en un avión (la escala más baja del consumo cinematográfico) y me había parecido un producto menor, concebido con oficio por Steven Soderbergh al servicio de Gia Carano, popular luchadora de artes marciales mixtas (MMA) y kickboxing en la vida real, que aquí concreta su debut absoluto en cine. Como criticar una película vista en un monitor de ¿10? pulgadas, entre azafatas que cruzan bandejas y paneras delante de tu cabeza o bebés que lloran en el asiento de al lado, es indigno de un análisis "profesional", decidí que La traición se merecía una segunda oportunidad y, claro, en cine. La cosa cambió bastante. No es que ahora me haya parecido la gloria del cine de acción, pero vista como corresponde (calidad de imagen, formato de pantalla, música y sonido tal como el director la concibió) la película resulta un muy noble entretenimiento en plan clase B. Reitero: no será Drive, pero Carano y Soderbergh nos regalan unos cuantos momentos de genuino disfrute. Gina es Mallory Kane, una mercenaria que es contratada (y luego perseguida) por una corporación que se dedica (a veces al servicio del gobierno, a veces al mejor postor) a todo tipo de tareas sucias: secuestros, asesinatos y un largo etcétera. Casi sin descanso, Mallory -en medio de una narración que va y viene en el tiempo- deberá arriesgar su vida por las calles de Barcelona o Dublín (buen uso de las locaciones reales), por los bosques nevados del estado de Nueva York o en la cálida Mallorca, en un típico juego de gato y ratón (a veces será "gata" y en otras "ratoncita"). En este sentido, es cierto, puede verse a La traición como un exponente sub-Bourne. Carano no es un dechado de expresividad, pero es bastante bonita, tiene su "presencia" en cámara y, a la hora de demostrar sus cualidades para la lucha cuerpo a cuerpo, se luce (y Soderbergh sabe cómo hacerla lucir). El director de Traffic y La gran estafa apela a su marca de fábrica: planos-secuencia y encuadres virtuosos conseguidos con cámaras digitales que le dan a la película esa veta documentalista, urgente, espontánea, que a él tanto le gusta. En otros momentos, en cambio, apela a la combinación de escenas de acción y música como una suerte de videoclips, de coreografías que permiten acercarse al arte de Carano ya no desde los visceral sino como una experiencia contemplativa de cómo un director puede filmar a su heroína dejando en ridículo a sus contrincantes. En un mundo de hombres (en distintos papeles secundarios desfilan Michael Fassbender, Ewan McGregor, Antonio Banderas, Michael Douglas, Bill Paxton y Channing Tatum) surge, sobrevive y se impone una mujer. El poder es masculino, nos dice y nos muestra Soderbergh, pero a la hora de los bifes -literalmente- siempre nos quedará Gia. Larga vida a la reina (de las trompadas).
La belleza del movimiento… Son muy pocas las escenas en las que esta película se detiene, y cuando lo hace es porque tiene algo importante -en términos argumentales- para revelar. Pero cuando esto no ocurre, el film adquiere una velocidad supersónica. Ver La Traición es tratar de seguir los movimientos de su protagonista, una agente que busca venganza tras ser víctima de una jugada sucia. Mallory (Gina Carano) se sube a un auto, corre, pelea y se arroja de un edificio. Estas acciones recubren al film de un dinamismo extremo, casi mayor que el exhibido en Misión Imposible 4: Protocolo Fantasma. La diferencia entre ambos es que en Soderbergh las acciones se extienden a lo largo de la película gracias a una trama que se basa, casi en su totalidad, en la constante persecución por parte del personaje femenino...
Concierto de palizas Steven Soderbergh es posiblemente uno de los directores más versátiles de Hollywood. Su nuevo film, La traición (Haywire, 2011), parece ser difícil de ubicar en uno de todos sus perfiles. En la mayoría de sus películas el componente de acción está subordinado a la trama, pero en esta, la acción es la trama. Entre su filmografía se cuentan desde películas con una alta dosis de contenido social e histórico como Erin Brockovich (Erin Brockovich, 2000), Che, el argentino (Che, 2008) o Traffic (Traffic, 2000), hasta desbarajustes de acción como La gran estafa (Ocean’s Eleven, 2001). Se maneja con gracia al dirigir tanto películas experimentales independientes a la manera de Confesiones de una prostituta de lujo (The girlfriend experience, 2009) como superproducciones prefabricadas del estilo de Contagio (Contagion, 2011). La traición sigue a Mallory Kane, una agente secreta de una empresa que se dedica a llevar a cabo trabajo sucio por encargo y que, luego de ser traicionada por sus empleadores, busca venganza. Para conseguirla, tiene que enfrentarse a una seguidilla de atentados: intentan asesinarla una y otra vez. Más allá del trayecto de la fugitiva, el argumento no se complica demasiado, de hecho, las peleas entre Mallory y sus contrincantes están mucho más pormenorizadas que la historia en sí. Las secuencias de acción no están sobrecargadas de explosiones y disparos en una edición tan rápida que marea y es imposible de seguir, como suele pasar, sino que son enfrentamientos meticulosamente coreografiados de manera que se vuelven creíbles. Gina Carano, la actriz que encarna a Mallory, es campeona de artes marciales y despliega todas sus maniobras noqueando a todo hombre que la desafíe, y así logra posicionarse como una nueva bad-ass chick, de esas que abundan en el cine: Lara Croft, Beatrix Kiddo, Sarah Connor. Si bien el desarrollo argumental brilla por su ausencia, La traición no es una de esas películas de acción que presupone al diálogo como innecesario, por el contrario, abunda e incluso tiene algunos grandes momentos de comicidad. Tampoco hay un desarrollo importante de los personajes, es decir, si bien se percibe un cierto proceso de “desmoralización”, Mallory Kane no tiene un gran nivel de profundidad, no es una Erin Brockovich con revólver ni mucho menos, pero sí logra constituirse como heroína y llevar la película, aunque más no sea a través de sus asombrosas piruetas. En ese sentido, lo que permite el desenvolvimiento de la historia y lo que genera interés son las escenas de acción altamente rítmicas que interrumpen los diálogos, como las secuencias de canto y baile en un musical.
Rápida y mortal El prolífico y próximo a retirarse (aunque sigue sumando proyectos a más no poder) Steven Soderbergh vuelve a las carteleras nacionales con La Traición, un thriller de acción que posee un gran reparto para contener y dar brillo a la conocida luchadora de kickboxing y también de artes marciales mixtas Gina Carano, destacando que este film representa su primer protagónico en la gran pantalla. Mallory Kane es una especie de mercenaria que trabaja para una compañía que se dedica a realizar el trabajo sucio que el gobierno de los Estados Unidos y algunas empresas privadas no quieren hacer. Luego de un trabajo en Barcelona, Kane viaja a Dublin para cumplir un nuevo contrato siendo allí donde descubre que alguien la ha traicionado y que la única forma de limpiar su nombre es volviendo a su país y vengarse de quienes quisieron asesinarla. Lejos de la indiferencia y la frialdad de Contagio, Soderbergh impone con una vertiginosa narración una declaración de amor hacía la protagonista de este film. Al igual que con The Girlfriend Experience, donde hizo debutar en el cine comercial a la hermosa actriz porno Sasha Grey, Soderbergh plantea un universo sencillo que haga las mejores aptitudes de su inérprete otorgando bastante vigor y contención a su "figura invitada". Carano es la estrella absoluta de la obra y es ella realmente la encargada de mandar en el contexto que impone la película, porque a pesar de recibir órdenes de distintas personas en varias ocasiones es la bella protagonista la encargada de poner las situaciones en su lugar por medio de sus justicieros puños y vengativas patadas, algo que queda totalmente demostrado al comienzo de la cinta cuando le parte la cara a Tatum en su encuentro. Varios virtuosos planos secuencias, una deliciosa y poco invasiva musicalización, giros narrativos muy bien llevados, numerosos flashbacks y excelentes coreografías con un aura estética de video clip, son algunos de los recursos que utiliza el experimentado realizador de La Gran Estafa para darle un salto de calidad muy importante a este thriller de acción que a priori solo presentaba como detalle interesante el debut como protagonista de una gran luchadora de artes marciales. Por otra parte Soderbergh sigue conformando elencos plagados de figuras y La Traición con las participaciones secundarias de Michael Fassbender, Channing Tatum, Michael Douglas, Antonio Banderas o Ewan McGregor no es la excepción. Todos estos intérpretes se encuentran al servicio de la luchadora para contenerla y acompañarla para hacer más sencillo su desempeño en la película y aunque si bien Carano no realiza una labor donde se despilfarre expresividad logra imponer una atrapante pasión, algo de carisma y sensualidad, una escultural belleza y obviamente que también una espectacular capacidad física a una promisoria actuación que seguramente será el puñetazo inicial para una larga carrera en el cine de acción, que ya la tiene contratada para la sexta entrega de Rápidos y Furiosos y rumoreada para participar en The Expendables 3. La cuidada labor de Gina Carano y los grandes recursos narrativos y estéticos implementados por Steven Soderbergh son algunos de los elementos que convierten a La Traición en una película de acción que supera ampliamente la media de las producciones que han llegado a nuestras carteleras dentro de ese rubro.
Bourne con faldas Cuando su carrera parecía destinada a estancarse en el circuito de festivales y cine arte, Steven Soderbergh tuvo la astucia de correrse de ese sitial limitante para incursionar en el mainstream. Su primer intento (Un romance peligroso, 1998) fue un gran éxito y desde entonces no paró. Su estrategia de intercalar filmes de corte popular con otros más independientes y orientados a espectadores con inquietudes ha sido un ejemplo para otros realizadores aunque pocos han seguido su huella. Esa versatilidad vuelve a ponerse de manifiesto con La Traición, producto de acción que sirve de carta de presentación para la señorita Gina Carano, una atractiva morocha con experiencia en ese salvaje “deporte” denominado artes marciales combinadas. La Carano no lo hace nada mal pero pese al excelente plantel de actores (que deben haber cobrado un contrato muy inferior al habitual para colaborar con Soderbergh) y al profesionalismo de todos los involucrados, esta Haywire defrauda con ganas. Lem Dobbs escribió un guión confuso que no genera ningún tipo de interés cometiendo además la gaffe de no desarrollar ni mínimamente a sus personajes que se mueven como títeres. Y como tales los sacude la buena Gina a pura patada y golpes de puño porque la gran mayoría del reparto se enrola en la banda de los antagonistas. “¡Qué lindo ser mujer y fajar a los machistas de turno!”, podría ser el súperobjetivo de esta espía entrenada para machacar huesos casi sin transpirar la camiseta. Debido a todos los condicionantes de género que han existido desde siempre en Hollywood, se entiende que un rol como el de Mallory Kane sea por demás subyugante para las actrices. Claro, se trata de una inmejorable oportunidad para demostrar que pueden estar a la altura de los hombres y hacer lo mismo con igual prestancia. El asunto es que un rol tan duro y físico como el de Mallory –suerte de contrapartida femenina de Jason Bourne- no lo hubiese podido encarar cualquier figurita de moda en la industria. Soderbergh se encontraba en una disyuntiva: o elegir una actriz que fuera capaz de sacar afuera toda esa agresividad sin pasar vergüenza en el proceso; o bien lo que finalmente decidió: buscar una deportista fotogénica que se ponga la película al hombro y cuya interpretación no haga “ruido” al interactuar en escena con monstruos como Ewan McGregor, Michael Douglas o Michael Fassbender. Este objetivo el creador de Sexo, Mentiras y Video lo superó sin dramas. Gina se desenvuelve con cierta naturalidad para alguien tan inexperta y si su rostro no es el más expresivo del mundo hasta se siente lógico en un papel de estas características. En esto La Traición triunfa: veamos ahora en dónde fracasa… Una de las claves para enganchar al público radica en la habilidad con la que se planta y dosifica la información. La primera Bourne, aquella magnífica Identidad desconocida dirigida por Doug Liman, se ocupó impecablemente de introducir a su héroe y convertirlo en una figura empática. Cuanto más sabíamos sobre Bourne más lo entendíamos y lo apoyábamos en su búsqueda de la verdad. Era un personaje que iba descubriendo su pasado a la par que el espectador. La Traición es otra clase de filme de acción: comparte algunas cuestiones (una agenda oculta, asesinatos encubiertos, agentes entrenados para aniquilar a quien se les cruce en el camino) pero se decanta por una línea argumental tan obvia como la venganza. Mallory trabaja para una “compañía” especializada en todo tipo de “intervenciones”. Tras completar una misión en Barcelona que comparte con su colega Aaron (Channing Tatum), Mallory vuelve a ser requerida por su jefe directo, Kenneth (Ewan McGregor), para que viaje de inmediato a Irlanda. Su contacto allí es Paul (Michael Fassbender), colega de muchos recursos que desata un infierno al intentar asesinarla. Mallory no entiende por qué pero se ha convertido de un momento para el otro en el blanco de la misma organización que la empleó durante tres años... La trama de Lem Dobbs bordea lo ininteligible, los diálogos carecen de ingenio, el humor brilla por su ausencia y el oficio de Steven Soderbergh aún sólido (también acapara la dirección de fotografía y el montaje, ambos con seudónimo) no compensa la suma de debilidades aludidas. Los actores, todos ellos muy conocidos, están desaprovechados (a los ya mencionados agreguemos la presencia de Antonio Banderas, Michael Angarano, Bill Paxton y el francés Mathieu Kassovitz) y la música de David Holmes no se ajusta al registro que le exige más de una escena. El distanciamiento que provoca este hecho, sospecho no buscado, es el detalle que le faltaba para desbarrancar del todo a esta fallida propuesta clase “B” del por lo general atendible realizador de Traffic.
Una chica indestructible Gina Carano se luce como una violenta mercenaria. Ya se ha dicho una y mil veces que Steven Soderbergh es una cineasta prolífico y versátil, capaz de hacer una película tras otra y de estilos muy diferentes entre sí. En los últimos tiempos -tras la ambiciosa Che - se dedica a experimentar en géneros populares como el cine catástrofe, el filme de espionaje y el thriller. Tras la frenética pero densa Contagio , el director de La gran estafa vuelve con La traición , filmada en realidad antes que aquélla. Con una intensidad y un ritmo aún mayores, pero con poco de la pesada carga dramática de aquel filme, Soderbergh parece querer ejercitar aquí modos de filmar escenas de peleas en el marco de un thriller de intriga internacional que tiene muchos puntos de contacto con las sagas de Bond, Bourne y del gran inspirador del género: Hitchcock. La existencia del filme se apoya en un gran descubrimiento: Gina Carano, una luchadora de artes marciales que el director vio y, fascinado, quiso hacer una película con ella. Es que Gina, a diferencia de muchas mujeres a las que se pone a encabezar filmes de acción (caso Angelina Jolie), es una experta en lo suyo, lo que permite que Soderbergh se deje llevar por sus preparados movimientos. Si gran parte del cine de acción se basa en hacernos creer, mediante muy bien colocados cortes, los golpes y patadas que se dan los personajes, Soderbergh logra gracias a Carano lo mismo que lograban los directores de musicales contratando, por ejemplo, a Gene Kelly. Aquí no hace falta “disfrazar” nada: lo que ves es lo que hay. Soderbergh armó una trama de espías internacionales, disidentes chinos, viajes de San Diego a Barcelona, de Dublín a Nueva York, mientras Ewan McGregor, Michael Fassbender, Michael Douglas, Channing Tatum y Antonio Banderas tratan de engañar a la violenta mercenaria en cuestión, sólo para darse cuenta de que la chica puede liquidar a cualquiera de ellos. En algunos casos, sin despeinarse. Las notables secuencias de peleas de Gina con Tatum y Fassbender, las persecuciones en Dublín y Barcelona, la celeridad y nervio que Soderbergh y su cámara digital le imprimen a una película filmada, por momentos, casi como un noticiero, son los placeres que otorga este filme poco pretencioso y muy efectivo. Eso, y el descubrimiento de una gran heroína de acción -y actriz bastante pasable- a la que habría que sumar a futuras entregas de Rápido y furioso . O ponerla a pelear con Van Damme en Los indestructibles 7 ...
Un Soderbergh menor, aun éste -que él definió como homenaje a los films de clase B y que se propone imponer como heroína de acción a una reconocida luchadora de artes marciales mixtas vastamente popularizada vía YouTube-, no deja de ser un Soderbergh, es decir que, como mínimo, lleva la marca de un maestro del entretenimiento. Puede abordar un género aparentemente agotado, tomarse libertades en cuanto a la cohesión narrativa y hasta descuidar alguna vez la continuidad, pero siempre habrá alguna estilización, más de una prueba de su inventiva en lo visual y señales claras de un lenguaje hábilmente concebido a partir del estrecho vínculo entre cámara, edición y empleo de la música. Hay más de un ejemplo en La traición en que la sola selección de los planos tomados desde distintos ángulos (de frente, de arriba, por sobre el hombro, desde donde miraría un presunto voyeur) genera por sí misma la tensión de una escena: tal el caso de una persecución que puede ser real o sólo fruto de la paranoia de alguien que acaba de escapar de un atentado contra su vida. La variedad de recursos que Soderbergh pone en juego en el tratamiento de la imagen -el uso de filtros, del blanco y negro, de colores desteñidos, de la cámara en mano- dan al film una fisonomía particular que lo diferencia de los rutinarios relatos de acción y espionaje y es uno de sus dos grandes atractivos. El otro es Gina Carano, la atlética y vigorosa luchadora que Soderbergh colocó al frente de un elenco superpoblado de estrellas masculinas no porque haya apostado a sus condiciones de actriz (difícilmente ganará un Oscar, aunque impone su presencia y se desenvuelve con bastante convicción), sino para explotar sus llamativas destrezas. Carano es en la ficción una cotizada agente de elite que trabaja para una poderosa corporación (y de manera indirecta para algún gobierno) contratada para resolver misiones oscuras y complicadas. El problema es que la heroína ha sido traicionada por sus superiores. La implacable y metódica venganza (hay unos cuantos responsables con los que deberá saldar cuentas) comienza con el film mismo que pasa por diferentes escenarios (Dublín, Barcelona, Nueva York) y da abundantes oportunidades para que la estrella desarrolle su repertorio de técnicas. El guión escrito por Lem Dobbs (el mismo de Vengar la sangre) dispone que la acción vaya y venga en el tiempo, de modo que la mayor parte de la historia se desarrolle en flashbacks y se genere algún suspenso hasta llegar al final sin dejar demasiados cabos sueltos. Cuando éste llega es para confirmar que el poder podrá estar en manos masculinas, pero conviene no exponerse al enfrentamiento cuando la representante del sexo opuesto tiene las condiciones, la determinación y la potencia de Gina Carano.
Modelo perfecto de cómo hacer cine de género El opus 21 del realizador de La gran estafa es en verdad su primera película. No sólo eso: es una de las mejores que la industria haya producido en bastante tiempo, un film de acción que restituye al cine de acción su carácter físico. Hace rato que el tipo dio con la fórmula para filmar rápido, barato y variado. La clave: el formato digital, que permite economizar costos y tiempos. Como además él mismo hace cámara y edita, termina cada jornada con las secuencias procesadas y faenadas. La combinación velocidad-practicidad-ductilidad, sumada al prestigio entre sus pares, que le permite sumar al elenco al famoso que se le antoje, lo convierte en apuesta segura para la industria. Lo que Steven Soderbergh no había logrado hasta ahora era crear películas vivas. Sexo, mentiras y video era tan desafectada como el díptico Che, Traffic tan maquinal como la trilogía La gran estafa, Vengar la sangre tan indiferente como Contagio. Para no hablar de los trabajos crudamente alimentarios, como Erin Brockovich, o los bodrios lisos y llanos, como Kafka, su versión de Solaris o la infumable Full Frontal. Todo ello permite aventurar que La traición, opus 21 de Steven Soderbergh, es en verdad su primera película. No sólo eso: es una de las mejores cosas que la industria haya producido en bastante tiempo. Y tampoco eso solo, ya que Haywire (título original) es un modelo perfecto de cómo hacer cine de género aquí y ahora. Desde el momento en que la morocha, sentada a la mesa de un bar rutero, putea para adentro al ver al tipo que baja de un auto, se instala –sin necesidad de grandes gestos o efectos dramáticos– una tensión que ya no va a decaer. La morocha es Gina Carano, estrella de las artes marciales que debuta en cine. Soderbergh dice haber hecho la película por ella y para ella, y da toda la sensación de ser cierto. Por más que las peleas a trompada y patada limpia se reduzcan a apenas tres o cuatro en todo el metraje, sin Carano hubieran sido imposibles. Por una razón sencillísima: Soderbergh las filma exactamente al revés de como lo hacen los grandes burros del cine de acción. Guy Ritchie, Luc Besson o Michael Bay, pongámosle. En lugar de mil planos cortos por segundo, Soderbergh lo hace casi sin cortes, en planos largos, de modo que se puede ver cómo dos cuerpos pelean. Lo cual es esencial, en tanto restituye al cine de acción (al cine, en general) lo que a ese cine le es más básico y el combo clip-digitalización le hizo perder: el carácter físico. Que Carano sea una capa en el arte de la trompada y la patada, y que Soderbergh sepa cómo filmarla, no quiere decir que el realizador pise el palito y haga una de artes marciales, género limitado si los hay. La traición es una de acción con intriga de espionaje y grandes escenas de artes marciales. Todo eso junto es lo que mantiene el interés. Por un lado, la incerteza propia del cine de espionaje, que hace que nunca se sepa quiénes son los amigos y quiénes los enemigos y que pone al espectador en estado de alerta permanente. Carano es Mallory Kane, pesadísima ex marine y agente encubierta, que trabaja para una agencia privada. Su jefe directo, Kenneth (Ewan McGregor), alguna vez su amante, la recomienda para rescatar a un periodista chino, secuestrado en Barcelona, a quien un funcionario del gobierno yanqui (Michael Douglas) y un español que no se sabe bien qué pito toca (Antonio Banderas, que después del receso de La piel que habito vuelve a actuar horriblemente) quieren sano y salvo. De allí en más vendrán los dobles juegos, las traiciones, las cartas marcadas. Lo propio del espionaje, en suma. ¿Que todo suena entre remanido, trillado y rocambolesco? ¡Obvio! La traición es una clase B, y en la clase B el oro se fabrica con barro. El oro de Soderbergh es la seguridad, cadencia y sentido del ritmo (no confundir con velocidad, que es lo que haría la tríada Ritchie-Besson-Bay) con que avanza de un plano a otro, de una secuencia a otra, de un tiempo a otro. Como suele hacerlo, el realizador de Un romance peligroso (de sus películas, la que por clasicismo y placer narrativo más tiene que ver con ésta) narra en tiempos fragmentados, avanzando y retrocediendo. Pero sin que nunca deje de entenderse qué pasa y cuándo. Aunque todas las escenas de acción son modélicas –empezando por la inicial, en la que Carano y su contrincante parecen a punto de tirar abajo una cafetería–, sin duda que el gran momento de La traición es ese en el que ella y Michael Fassbender (ésta y Prometeo: dos estrenos en la misma escena para el omnipresente actor de Shame) se cagan a patadas (perdón, no hay otra forma de decirlo) a lo largo y a lo ancho de un cuarto de hotel. Gran escena por la ferocidad, la fisicidad, la verosimilitud, la dinámica. Pero también por estar filmada como si se tratara de un polvo, con “orgasmos” incluidos y todo. Soderbergh dice haber seguido a Hitchcock esta vez, y otra vez no miente. Como aquél aconsejaba, Soderbergh filma aquí el crimen como si fuera sexo y el sexo como crimen. De hecho, esta escena es la versión artes marciales del famoso beso por toda la habitación (de hotel, también) de Tuyo es mi corazón.
Cine de género hecho por un autor El célebre director Steven Soderbergh armó un elenco de lujo para una película de acción y espionaje casi standard, donde el mayor atractivo es la presencia de actores de la talla de Michael Douglas, Antonio Banderas, Ewan McGregor y Michael Fassbender. La traición es una película de acción y espionaje protagonizada por Gina Carano, una campeona de artes marciales y modelo de fitness que aquí obtiene su primer protagónico clase A dentro del mundo del cine. Alrededor de la deportista y actriz aparece un elenco enorme formado por Michael Douglas, Ewan McGregor, Antonio Banderas, Michael Fassbender, Channing Tatum, Mathieu Kassovitz, y Bill Paxton. Una película de acción con un elenco de lujo y con una heroína de acción que aprovecha su fama previa como deportista no es lo más común que se pueda ver en el género. Este elenco multiestelar y esta producción esconde un secreto: el director es Steven Soderbergh, que saltó a la fama como gran director independiente cuando en 1989 dirigió Sexo, mentiras y video. Luego siguieron otros proyectos personales que se fueron alternando con películas de género taquilleras. Así, obtuvo el Oscar por Traffic y creó éxitos como La gran estafa. Esta agente mercenaria, que acepta trabajos de diferentes gobiernos, es traicionada y comienza una persecución internacional donde ella intenta sobrevivir pero también vengarse. El cine de género, el cine popular, no tiene nada de malo, y aunque los héroes provenientes de las artes marciales no suelen tener mucho prestigio, no son pocas las películas entretenidas e impactantes que han realizado. Sin embargo Soderbergh no proviene del cine popular. Y en cada uno de estos proyectos, algunos más efectivos, otros más fallidos, siempre transmite en imagen y en las historias, la idea de que él tiene un pie afuera de todo esto. Sí, hay un virtuosismo y recursos ingeniosos y refinados en varias escenas. Pero no tiene el director esa convicción que necesita quien realmente ama el cine de acción. Si no nos avisaran que la dirigió Soderbergh, La traición sería lo que es, sin sumarle puntos extras. Una película un tanto pretenciosa, anticlimática, con varias escenas buenas y con gusto a poco al final del relato. El elenco indudablemente ayuda a mantener el interés y Gina Carano es una actriz muy carismática, ideal para esta clase de roles. La traición ocupa un espacio mayor al que le corresponde, no se trata de un film pequeño pero efectivo, sino de una película berreta en envase de lujo. Ya nos volveremos a encontrar con Carano en otra película, mientras que a Soderbergh lo encontraremos en un film más cercano a sus verdaderos intereses.
El regreso de Steven Soderbergh al policial Mallory Kane (Gina Carano) es una joven y bella damisela de armas tomar, una agente encubierta todo terreno, cuyo jefe (Ewan McGregor) la ofrece a agencias de inteligencia gubernamentales para trabajos secretos (e inconfesables). Luego de una misión de rescate en España, el destino de nuestra heroína es Dublin, donde se une a otro agente (Michael Fassbender). Pero las cosas no salen como estaba previsto y Mallory debe hacerse cargo de una situación de alto peligro para su vida, además de encarar una operación de venganza. El regreso del Steven Soderberg al policial duro después de más de una década (su última incursión fue la excelente The Limey, en 1999) llega con la renovación propia de una posmodernidad un tanto tardía. El protagónico de la luchadora profesional Gina Carano es una incorporación interesante a su filmografía, en general plagada de estrellas y/o buenos intérpretes, pero a la sombra de películas como la ya clásica Nikita o la reciente e hiperefectiva Salt, de Philip Noyce, dijeron tanto sobre el subgénero que podría decirse que, a su manera, establecieron las bases para lo que en este caso el director de Traffic llevó a cabo de forma correcta. Es un buen film, un policial con formidables escenas de acción, con una trama de guión que no escapa a las complejidades de la intriga con formato de rompecabezas, aunque sin dejar de lado su clarísima pertenencia al cine de acción y aventuras. No es casual, entonces, que el responsable del texto sea el mismo que acompañó al director en la mencionada The Limey. Hay vértigo, personajes fuertes (empezando por Mallory) y otros centrales con el peso específico de las figuras que los interpretan (Douglas, McGregor, Banderas) y sobre todo un oponente de peso, el nuevo suceso del cine con espíritu indie, Michael Fassbender (el mismo de Shame). Soderbergh sabe rodearse y conformar un elenco sólido para contar lo suyo y que fluya, esta es otra de esas oportunidades en las que el curriculum no miente y los hechos ratifican los diplomas.
Corre, Mallory, corre Cuando Mallory Kane (Gina Carano) ve quién viene a buscarla al bar en el que se refugió, sabe que va a tener que defenderse. Y es que sólo ella conoce la verdad de lo que está pasando. Logra escapar, se lleva a un rehén de buena voluntad con ella y, mientras escapan en el auto de él, le explica su situación. No sólo al pobre muchacho, que la mira azorado; también al espectador. Así comienza esta película narrada casi en un 80 por ciento mediante flashbacks, ya que la trama central se desarrolla antes de esa escena en el bar. Con un reparto que no escatima en nombres famosos, ni en locaciones -Barcelona, Dublin, y varios lugares de los Estador Unidos-, Steven Soderbergh, el prolífico director de "Traffic", intenta contarnos la historia de esta marine que se desempeña como free-lance para una agencia que hace los trabajos de inteligencia que los gobiernos no se quieren adjudicar. En uno de esos episodios, la permanentemente desconfiada Kane se da cuenta de que la quieren implicar en un crimen y, para protegerse, debe empezar a correr. Sin la complejidad emocional de películas como "Nikita" de Luc Besson, en la que se atreven a involucrarse con los sentimientos de los protagonistas, "La Traición" resulta en un superfluo relato de escape y venganza al mismo tiempo. Los motivos de los interesados, tanto en deshacerse de la víctima del crimen en cuestión como de Kane, son apenas justificados, y no alcanza con las caras conocidas para darle esa profundidad que debería tener, pero no logra. Gina Carano compone a un personaje que no trasmite otra idea más que la de "chica recia", y los actores conocidos, como un Ewan Mc Gregor que no sale de la sonrisita, o Fassbender con sus gélidos veinte minutos de pantalla, no aportan mucho más. Lo mejor de la película son las persecuciones: a pie por los techos dublineses, o en auto por caminos nevados. Acción es algo que a esta película no le falta, y al principio, incluso mediante el particular uso de cámaras, intercalando planos más generales con primeros planos de encuadres desprolijos, logra atrapar. Pero decae pronto, cuando se logra entrever la debilidad de base del guión. Kane se irá vengando de quienes la incriminaron, uno tras otro, conformando una película algo insulsa, y que al final, cuando mediante otro flashback se devela la trama completa, deja sabor a nada.
Una película de acción, con una protagonista femenina, Gina Carano, que pega y recibe, en multiplicadas escenas de acción, con elegancia y rudeza. Una agente secreta traicionada que no parará hasta lograr su venganza. Sólo con eso se resume un argumento que basa su atracción en el suspenso, persecuciones, luchas, siempre muy bien filmadas. Nada más. Sólo para amantes del género.
¡EN LA CARA NO! Escribir sobre LA TRAICIÓN (HAYWIRE) es como pelear contra alguien que no parece un luchador. Es como si al ring se subiera un tipo vestido con traje y zapatos caros. Lo primero que uno siente es incertidumbre. Es que se trata de una película demasiado cool para la premisa de una mercenaria que busca venganza a base de piñas, tiros y patadas. El director Steven Soderbergh logra un film atractivo desde lo visual, y la mezcla entre elegancia y brutalidad clase B no deja de ser interesante, pero no convence. El principal inconveniente está en un argumento insustancial y con pocos atractivos: se trata de una producción más preocupada por la forma que por el contenido. Para decirlo en otras palabras, el hecho de que una pelicula este filmada con mucha personalidad no alcanza. Hay, además, un elenco con varios nombres importantes, la mayoría desperdiciados. Anoten: Ewan McGregor, Antonio Banderas, Michael Douglas, Michael Fassbender, Bill Paxton. Pasa que la protagonista exclusiva es ella, Gina Carano, la luchadora de Artes Marciales Mixtas, en su debut cinematográfico. La atleta se defiende y reparte golpes de lo lindo. El problema es que todo se ve demasiado limpio, demasiado elegante, demasiado fifí: las peleas son violentas y realistas, pero se notan coreografiadas, preparadas, maquilladas, encorsetadas. No fluyen. Carano interpreta a Mallory Kane, una especie de mercenaria rápida y furiosa que es sub-contratada por gobiernos para realizar operaciones encubiertas de esas bien difíciles y/o sucias. Es buena en lo que hace. Muy buena. Pero así y todo, le tienden una trampa: luego de sobrevivir a un intento de asesinato, Mallory se pondrá a buscar uno por uno a quienes la traicionaron. El argumento se va armando, pieza por pieza, a partir de flashbacks. Es la misma protagonista quien cuenta su historia a un joven que tomó de rehén: un recurso medio nabo, la verdad. Después, el relato confluye con el presente y avanza hasta un pobre desenlace. Merecen ser destacadas la edición y la genial banda sonora compuesta por David Holmes, un habitual colaborador de Soderbergh. La música del film (que recuerda a la de LA GRAN ESTAFA) es muy cool, pero no pega con lo que vemos en la pantalla. Del mismo modo, el director no logra conjugar satisfactoriamente su estilo canchero con el guión (que, de por sí, es bastante pobre). Es que las piñas no se llevan bien con la elegancia: la película pedía a gritos sangre y sudor y le dieron perfume (de los caros). No me malinterpreten: Carano se la banca y hubiera aguantado más. No es culpa de ella. Acá hubo un director que se jugó y no le salió tan bien. Así, lo que queda es un producto que se ve lindo (está bien filmado y hay algunas “caras bonitas” de Hollywood), pero que no tiene mucho para ofrecer. El tipo de traje y zapatos caros que se subió al ring al comienzo de este texto no tiene idea de pelear (obviamente). En el piso, cubriéndose el rostro, lo único que puede hacer es suplicar: “¡En la cara no, en la cara no!”. Que pase el que sigue.
La traición es una película clase B de lujo. Para el espectador ocasional esta puede resultar una propuesta más que probablemente la dejarían para el dvd. Sin embargo, para el amante y fanático del buen cine de acción estas son las producciones que uno agradece tener disponible en la cartelera Se trata de esos gustos que cada tanto se da Steven Soderbergh. Al tipo le pinta hacer un film de peleas brutales y tiros y debido a la reputación que tiene en Hollywood cuenta con el privilegio de reunir un elenco de figuras de renombre que aceptaron ser parte de este proyecto porque el director estaba a cargo. Si la hubiera dirigido otro ni a palos trabajaban en esto. Lo hermoso de La traición es que presenta una historia absolutamente trillada que vimos 80 mil veces. Un cuento conocido. Asesino a sueldo que trabaja para agencia federales es traicionado. Fallan al matarlo y el protagonista busca venganza. Charles Bronson ya tuvo problemas similares en el super clásico de 1972, The Mechanic, de Michael Winner. Desde entonces se hicieron infinidades de películas en la misma línea y últimamente vimos argumentos parecidos en Machete y Salt, con Angelina Jolie. Esta es la parte dónde viene la pregunta del millón. ¿Y entonces por qué recomendás esta película? Por dos motivos contundentes. En primer lugar la extraordinaria dirección del maestro Soderbergh que brinda una cátedra de cómo se narra un thiller de acción. No pasa tanto por el cuento que narra sino cómo lo cuenta. La escena de la operación en Barcelona para rescatar a un periodista tiene más tensión que los 124 minutos que dura Prometeo. La traición es una propuesta que está más cerca de lo que eran los filmes del género clase B en los años ´70 con Bronson, Lee Marvin o Robert Forster, que el espectáculo pirotécnico al que nos tiene acostumbrado Hollywood. .Estilo que banco por supuesto, pero no es la onda de este estreno. El director en este casó optó por desarrollar la acción con un enfoque más brutal y realista, apoyado por su particular estilo de narración no lineal y una banda de sonido cool 100 por ciento Soderbergh que nos remite a La gran estafa y Un romance peligroso (George Clooney). Lo cierto es que el cineasta no sólo dirige esta historia como los dioses, sino que además le saca agua a la piedras y logra que Channing Tatum actúe bien!! Lo que hizo acá realmente es un milagro. A Tatum en este caso no se le puede objetar nada porque pese a tener un rol secundario está muy medido y correcto. El segundo motivo por el que recomiendo este film es la protagonista. Gina Carano es lo más. Claramente se destaca como la gran revelación del género de acción de los últimos años. Si algunas ves los Expendables incorporan al grupo un miembro femenino, la única actriz que hoy puede estar a la altura de Jason Stathan o Chuck Norris es esta mina. Carano es una reconocida artista de las artes marciales mixta que se destaca en su primer rol protagónico y opaca por completo a otras actrices que pasaron por el género como Angelina Jolie o Milla Jovovich. La escena de pelea que tiene con Michael Fassbender es de antología. Son esos momentos que cuando los ves en el cine querés rebobinarlo para disfrutarlo otra vez. Más allá de su tremendo desempeño físico es una mujer que tiene una fuerte presencia en la pantalla y demuestra que puede actuar. Para ser su debut actoral la verdad que está muy bien y seguramente la vamos a encontrar más seguido en el cine. Me encantó La Traición y creo que es una gran alternativa para el fan del género que quiera disfrutar una buena película de este estilo, algo que no es fácil de encontrar por estos días.
Steven Soderbergh es ese director indescifrable que aseguró que iba a realizar sus últimas 2 películas luego de Contagio, para poder dedicarse de lleno a la pintura ya que la industria cinematográfica lo cansó. En sus propias palabras: "cuando llegás al punto en el que pensás que si tenés que volver a subirte a una camioneta para encontrar locaciones te pegás un tiro, es el momento de dejar que otros se suban a la camioneta, otros que tengan la ilusión". Por lo tanto estamos en presencia de una de las probables últimas aventuras cinematográficas del director de obras tan distintas como Traffic, Erin Brockovich, La gran estafa y Che: Parte I y Parte II). Precisamente luego de haber filmado su biopic sobre la vida del líder revolucionario Ernesto Guevara, todo lo que vino después fueron películas menores, casi ejercicios cinematográficos. Contagio (la inmediatamente predecesora de La traición) resultó ser una interesante historia que de alguna manera nos dejaba con ganas de más, pero que indudablemente mucho distaba de sus mejores obras como Traffic o Erin brockovich. Tan buena fue la reputación de Soderbergh (este director que alguna vez fue reconocido como el niño prodigio de Hollywood) que en la actualidad un buen número de actores de renombre como Ewan McGregor, Antonio Banderas y Michael Douglas se ofrecieron para acompañar a la protagonista interpretada por la fisicoculturista, modelo de fitness, campeona de artes marciales mixtas y bonita (aunque algo machona) Gina Carano. El problema esta vez pasa por un guión muy tópico sobre algo que ya se ha contado y de la misma manera en muchas ocasiones. Sí es interesante a nivel técnico denotar la diferencia de dónde pone la cámara un hábil director como Soderbergh y cómo logra cautivar con las escenas de acción a diferencia de otros realizadores. No obstante el objeto final del film es sumamente intrascendente. Analizando la filmografía de tan ducho director extraña que esta vez sus inquietudes artísticas se inclinen hacia un tipo de cine de acción mucho más simple e irrelevante repleto de piñas, patadas, carreras, explosiones y disparos que hacen echar de menos todo aquello que había filmado hasta ahora. Solo queda esperar que al menos entre las pocas películas que le quedan por contar elija mejor su argumento y haga uso de sus excelentes aptitudes cinematográficas.
Ciertas mujeres nos dan miedo ‘La traición’ es una película en la que Soderbergh consigue una muy buena dosis de suspenso, un ritmo de acción intenso, pero no abusa de los efectos especiales y ese es uno de sus mayores logros. El director Steven Soderbergh que ha hecho películas tan disímiles como ‘Traffic’ o ‘Sexo, mentiras y video’, eligió el ‘thriller’ de acción, para hacer debutar a la experta luchadora en artes marciales, la norteamericana Gina Carano. La Carano es bella, quizás no acierta demasiado en las escenas de amor, pero su cuerpo, su agilidad y su certeras trompadas y ‘llaves’ maestras con piernas y brazos hacia sus contrincantes, la convierten en una temible enemiga. AGENTE SECRETA En ‘La traición’ la muchacha hace el papel de una agente secreta, a la que justamente luego de una misión especial, terminan traicionándola, por lo que la mujer intentará vengarse a cualquier precio. Lo curioso de esta película de Soderbergh es que cuenta con un equipo de grandes actores -como Ewan McGregor, Michael Douglas, Michael Fassbender y Antonio Banderas-, que se ponen al servicio de la luchadora, para que esta se luzca en la pantalla grande. Lo concreto es que Gina Carano entró por la puerta grande del mejor cine, porque Soderbergh logra contar una historia con buen sustento dramático, en la que ella hace de una agente especial, llamada Mallory Kane, que tiene un jefe, de nombre Kenneth (Ewan McGregor), cuyos servicios son contratados por los gobiernos de Europa para llevar a cabo algunos trabajos sucios. Un día en que la chica lleva a cabo una misión en Barcelona, en la que debe rescatar a un hombre tomado como rehén, se suceden una serie de hechos en los que ella termina siendo delatada a sus enemigos y todo se complica. ‘La traición’ es una película en la que Soderbergh consigue una muy buena dosis de suspenso, un ritmo de acción intenso, pero no abusa de los efectos especiales y ese es uno de sus mayores logros. Con un estilo austero, el director aprovecha muy bien las cualidades de gimnasta de la experta en el sesgo de artes marciales conocido como Muay Thai, para rodar prácticamente sin coreografiar las peleas. Un buen ejemplo de lo dicho es lo que sucede en un hotel con Gina Carano (Mallory Kane) y Michal Fassbender (Paul). Con escenas de planos cortos, o contundentes travellings, el filme también cuenta con las eficaces actuaciones de Michael Douglas y Ewan McGregor.
El Soderbergh más duro está de regreso De vez en cuando Stevn Soderbergh se ocupa del cine negro sin los toques de comedia de la saga de «La gran estafa». En este género ha logrado algunos de sus mejores films -tal vez no precisamente los más conocidos- como «Vengar la sangre» o «The Underneath». Esta veta también es la de este nuevo thriller con una trama que le permite al director experimentar con un grado de violencia inédito -y difícil de encontrar en cualquier film hollywoodense con semejante elenco- sino también con un ritmo narrativo realmente vertiginoso, ya que básicamente toda la película es la historia de una larga fuga de una agente secreta traicionada por su agencia y acusada de crímenes que no cometió. Gina Carano se luce como una heroína capaz de liquidar al peor asesino armada solamente con sus manos -sin olvidar sus terribles patadas y el uso intensivo de cualquier elemento que tenga cerca, al estilo de Jackie Chan, sólo que sin la menor pizca de humor-. Esta agente, ex marine, trabaja para una agencia privada que hace trabajos sucios de algunos gobiernos, pero el que la contrata es su ex (Ewan Mc Gregor), quien no piensa perdonar su deserción. Así es como luego de un trabajo en Barcelona donde debe rescatar a un periodista secuestrado, las cosas empiezan a complicarse debido al complot para hacerla quedar como asesina del rehén y luego poder eliminarla sin mayores explicaciones. Sólo que la gran cualidad de esta chica es no dejarse matar así nomás, lo que la lleva a huir desde Dublin a Nueva York perseguida por todas las fuerzas de seguridad, ya que ha sido incluida en la lista de los terroristas mas buscados. Si bien el director maneja sus códigos habituales de narración no lineal y cambios cromáticos para señalar distintos niveles de flashbacks, una vez que se centra en las escenas de acción la película logra un ritmo endemoniado no sólo dada la naturaleza de la historia, sino también gracias a la elaboradísima puesta en escena que tiene momentos realmente brillantes, especialmente durante la extenuante fuga de la protagonista por los techos de la capital irlandesa. Obviamente el film sería imposible sin el talento de la campeonas de artes marciales Gina Carano (a la que Soderbergh logra hacer actuar, no sólo dar patadas) pero en medio del elenco con grandes nombres (muchos solo en apariciones breves, apenas mas que un cameo) hay actores que deben estar a a la altura de la protagonista, empezando por Michael Fassbender que hace lo que puede para salir airoso de una de las escenas más violentas que haya tenido que filmar en su carrera. La película quizás sea demasiado para quienes esperen un típico film intelectual de Soderbegh, pero realmente se lo puede recomendar como un raro ejemplo pensante de suspenso y acción.
Una super hiper recontra espía es traicionada por sus empleadores/creadores y busca venganza. OK, ya la vio unas cuántas veces y el hecho de que el personaje central sea mujer (¿recuerda Salt?) no es una originalidad, precisamente siempre con Steven Soderbergh, toma los elementos de un género o un tipo de films y lo mira “desde arriba”, sin involucrarse demasiado, como si jugara solo a la ironía. Y el problema es que ese desapego conspira contra cualquier emoción real.
Steven Soderbergh no es un director que me vuelva loca, pero le reconozco una gran habilidad en realizar films realmente entretenidos, de buen ritmo y, aun cuando lleno de clichés, bien resueltos. También es un hombre bastante inteligente a la hora de elegir quién interpretará a los protagonistas de sus cintas. Cuando se promocionaba Haywire y entre nombres como el de Michael Douglas, Ewan McGregor, Michael Fassberder y Antonio Banderas, entre otros, aparecía una tal Gina Carano, muchos sentían que algo podría desentonar en un film cuyo reparto parecería ser, en versión acción, una especie de New Years Eve. Y creo que no se han equivocado pues tanto una como otra son películas con un reparto totalmente desaprovechado y un guión de por más insufrible. De acuerdo, no seré tan mala con una actriz que apenas debuta en pantalla grande con un reparto de actores ya asentados en su carrera y con un director de trayectoria, sobre todo considerando que viene del mundo de las artes marciales y que posiblemente hará futuro como la nueva versión Van Damme femenina con una inmensa fila de fans a sus espaldas. Soderbergh se esfuerza, al menos da esa impresión, que cualquier excusa argumental es buena para tratar de elevar a Carano a una especie de Jolie, pero evidentemente le falta aun la gracia, sensualidad, belleza y soltura de esta. No he de subestimar a Carano que hace lo que puede con un guión que, como muchos últimamente en Hollywood, parecería haber surgido tal cual reza el teorema de los infinitos monos, algo así como que un mono pulsando teclas al azar sobre un teclado durante un periodo de tiempo infinito casi seguramente podrá escribir finalmente cualquier libro que se halle en la Biblioteca Nacional Francesa. Suena fuerte, lo sé, pero es que da un poco de impotencia que un escritor como Lem Dobbs que ha brindado obras nada desdeñables como Dark City, Kafka o The Score ahora nos regale un guión que no solamente hemos visto un millón de veces- el agente traicionado que posteriormente buscará venganza y agarrense porque es el mejor entrenado y está muy enojado- sino que al menos no les da un giro de gracia, un interés y un ritmo que nos haga olvidar, o no nos importe, que verdaderamente ya hemos visto y ya sabremos como termina lo que se nos está contando. Y si Dobbs no era garantía suficiente para ver el film, pues teníamos de respaldo el estar dirigida por Soderbergh, un hombre que últimamente ha dividido aguas entre los incondicionales seguidores de siempre y aquellos que aseguran que su carrera viene en picada, pero que con sus más y sus menos siempre ha cumplido en hacernos pasar un rato agradable. Pienso por ejemplo en films como los de Ocean’s eleven, y sus posteriores secuelas, y no puedo imaginar quien niegue que los personajes están muy bien planteados, que la historia, aunque quizá antes vista, no deja de tener un ritmo impresionante que siempre nos termina poniendo frente a la tele cuando la repiten en la pantalla chica. Pero con Haywire esto no pasa. Tiene una historia muy atada con alambres, flojamente expuesta y con personajes sin ningún tipo de mínima psicología evidente. La película se divide entre los malos, que serían básicamente todos los del film, y Carano que huye de ellos. El verdadero por qué, los motivos de la traición que genera la acción en realidad no importan porque todo es una gran lista de tópicos del género puestos al servicio de ver a Carano pegando patadas en, para colmo, coreografías realmente pésimamente logradas. En 93 minutos que dura la película veremos por lo menos 50 de ellos repartidos en persecuciones de auto, a pie y en peleas entre la protagonista y alguien más. El final, que no he de contárselos, no se desesperen, deja en claro que quizá tengamos alguna especie de intención de trilogía con un look al mejor estilo Salander por parte de Carano. Es que parecería que las heroínas duras deben vestir de cuero negro y andar en moto que sino no lo son. En fin, quizá ahora que se las tiré tan abajo vayan a verla y les guste un poco, quizá no sean tan exigentes con un género que tanto nos ha dado. Digamos que llanamente es un film de acción, que no destaca, que posiblemente quizá les guste algo. Pero está ciertamente muy lejos de ser una referencia al cine de Soderbergh o de Dobbs. Avisados están.
Pegame Gina, que me gusta Steven Soderbergh es de esos directores bastante emblemáticos y representativos del Hollywood de los últimos veinte años. Su capacidad para alternar entre la senda independiente y la mainstream sin perder demasiado estilo lo hizo relevante dentro del medio sin necesidad de romper la taquilla. Por otro lado, muchas veces su eclecticismo a la hora de abordar diversos géneros va acompañado de una frialdad y distanciamiento excesivo, que hace que no se compenetre con los personajes y los relatos, lo que conduce a una superficialidad incluso indignante, como en Traffic. Con todo, varias de sus películas, como Solaris, Erin Brockovich, Che: el argentino, Che: guerrilla y Contagio tienen unos cuantos elementos rescatables, y El desinformante es toda una revelación: una cinta incómoda desde lo insólito, que le agrega un nuevo significado al patetismo y que fue totalmente malentendida en su momento, tanto por la crítica como por el público. La traición (Haywire es su título original) viene a funcionar como un ejemplo bastante distintivo de la filmografía de Soberbergh: un dispositivo por el cual el cineasta vuelve a explorar los mecanismos y variables de los géneros y subgéneros, deconstruyéndolos de una manera bien posmoderna. En este caso, con los films de espías, repletos de agentes de inteligencia, asesinos entrenados, agendas ocultas y negocios oscuros. Pero a pesar de lo que pueda creerse, las referencias aquí desplegadas no remiten tanto al cine de los setenta, cuando explotó ese género, sino el cine de directores más cercanos en el tiempo, como Michael Mann o Paul Greengrass, que pueden referenciar a productos de décadas pasadas, pero cuya fisicidad y despliegue visual es claramente contemporáneo. Soderbergh, realizador del presente, bien contemporáneo en muchas de sus características -la atención a las nuevas tecnologías, por ejemplo- repite algunos tópicos de Contagio, como el análisis de los procedimientos o el funcionamiento de las instituciones encumbradas en lo más alto del poder. Aunque hay un par de (no tan) sutiles diferencias. La primera es que aquí las instituciones no son redimidas, sino todo lo contrario: traicionan y persiguen al individuo, amparan al criminal, no protegen al ciudadano, no cumplen con sus deberes. La segunda y principal es que la heroína es mujer, lo que separa al relato del resto de las películas relacionadas. Y la heroína no es cualquiera, sino una tal Gina Carano, quien saltó a la fama como una de las mejores luchadoras del mundo, y que en su primer protagónico interpreta a la perfección a la que le tienden una trampa, sobrevive y luego va a buscar, uno por uno, a todos los tipos que la traicionaron. La actriz (porque no es una simple luchadora, sino también una actriz) pone al servicio de la trama toda su fisicidad combinada con una llamativa elegancia y sensualidad que, por suerte, Soderbergh aprovecha al máximo. De ahí que La traición se convierta casi inesperadamente en un film feminista, donde la protagonista demuestra tanta elegancia como capacidad de lucha. Sin alcanzar grandes alturas, con una frialdad un tanto innecesaria, La traición se destaca primariamente por ofrecer un show a toda orquesta de Carano, una figura a seguir. ¿Nace una estrella?
Nace una Rompestrellas A Steven Soderbergh no le gusta encasillarse. Se le pueden criticar muchas cosas: es pretencioso, superficial, ambiguo con sus mensajes políticos, pero hay que admitir que el realizador de Traffic nunca se ató al cine de Hollywood, siempre fue por la vereda de enfrente, tratando de correr riesgos estéticos y narrativos, aún con sus films más de género e industriales como la trilogía de La Gran Estafa, donde la fotografía, el montaje y el uso de flashbacks tienen mayor arbitrariedad y anarquía de lo que muchos piensan. En cambio, las películas más importantes, con temas potentes y críticos, terminan siendo más pretenciosas y menos llamativas. Lejos del rumor de retirada (rumor que divulgó en forma de chiste Matt Damon supuestamente) Soderbergh en el último año trató de mostrar sus dos facetas: la política y aleccionadora (Contagio) y la otra, la menos solemne y pretenciosa, la cinéfila, donde el interés pasa por una cuestión estética más que narrativa, con La Traición. El guión parece un calco de las películas de Bourne, pero versión femenina: Mallory, una agente entrenada con los marines es contratada para recuperar a un rehén en Barcelona. Dicha misión se complica y un agente, supuestamente del servicio de inteligencia británico, la trata de asesinar, lo que será el principio de una persecución a lo largo de varios países, evitando que la asesinen nuevamente, y tratando de descubrir quién y por qué la traicionaron. Las respuestas, por suerte no son demasiado complicadas, porque la historia, el Mac Guffin es lo que menos le interesa al realizador. En La Traición, todo surge de la figura de Gina Carano. Campeona mundial de Kickboxing y artes marciales combinadas, Carano se pone la película sobre el hombro y corre, pelea, pega, salta por todas partes, destrozándole la cabeza a tipos duros como Michael Fassbender, Channing Tatum y haciéndole frente a grandes intérpretes Michael Douglas, Bill Paxton, Antonio Banderas, Matheu Kassovitz o Ewan McGregor en roles olvidables. Esto forma parte del chiste interno que le gusta hacer a Soderbergh con las “estrellas” de sus películas: destrozarlas, reírse indirectamente de la fama. Steven rompe un poco con la estructura, creando varios flashbacks, algunos innecesarios, pero dándole un uso similar al que tenían en la saga de La Gran Estafa: puramente explicativos. De hecho, la música de David Holmes es similar, la fotografía de Peter Andrews (el mismo Soderbergh) pasa arbitrariamente de colores fríos a cálidos, y la cámara en mano (al igual que Paul Greengrass en Bourne) le impone ritmo a las persecuciones. ¿Qué es lo más original que presenta La Traición? Las peleas cuerpo a cuerpo. El realizador de Vengar la Sangre, no abusa de disparos, evita completamente las explosiones y en cambio exprime al máximo el talento para la lucha de Carano. Las coreografías son precisas y las filma en forma cercana pero tamaño entero, para poder apreciar la lucha, en tiempo real; que se note que no se utilizaron trucos de cámara ni se apela al montaje. No hay realentados ni efectos especiales. Ni siquiera una música o efecto sonoro que incremente el impacto de los golpes. Riesgoso pero efectivo. Las peleas se ven reales, aun cuando se nota que Fassbender y McGregor tienen dobles de riesgo (estoy en duda con Tatum). Definitivamente Carano es ella misma, y eso queda en claro en todos los planos. Cada vez que se pone discursiva, logra levantar con las escenas de peleas (especialmente la de Fassbender, que demuestra una vez más su versatilidad como sólido intérprete, aún si ser protagonista). Siempre me pareció que Soderbergh es un realizador que pretende ser europeo, no solamente porque le encanta filmar ciudades del viejo continente como publicidades francesas, sino porque elige no usar una estética típicamente industrial. Rehusa el plano contraplano en los diálogos, hace mucho uso del zoom, planos secuencia de seguimiento, corta de planos muy cerrados a otros muy abiertos. Y se agradece que con La Traición haya usado esta estética porque el impacto visual, el ritmo, y la acción se destacan sobre lo narrativo. Un film menor, pero entretenido.
Anexo de crítica: -En lo único que acierta y arriesga Steven Soderbergh es en haber apostado a la atleta Gina Carano para darle la responsabilidad de un protagónico en donde pueda demostrar su destreza física y el dominio de las artes marciales combinadas. Todo el resto es pura espuma: un elenco de lujo que hace el ridículo; una premisa básica que pretende complejizarse inútilmente y una banda de sonido insufrible que a veces golpea más fuerte que la propia Carano.
Cuando uno ve semejante elenco siempre parece que tiene garantía. A mí me genera lo contrario: siento que son muchos nombres y probablemente falle la historia. Tan mal no estuvo mi instinto. La película se trata de una ex marine que se dedica ahora a servir a una empresa privada que terceriza cositas que no le gustan mucho a la CIA o MI6. La chica en cuestión es muy resistente, tiene ese costado felino por el que todos los hombres caen y resulta que desde que empieza el film sabemos que la persiguen. Mientras se desarrollan ante nosotros las escenas mejor coreografiadas que vi en mucho tiempo, la trama se va complicando. Y es que ese es el tema: la paranoia de ella (que es la que narra las imágenes que vemos estilo flashback) hace que todo personaje que introduce sea un posible sospechoso. El personaje de Mallory (la chica en cuestión) lo hace nada más y nada menos que Gina Carano, la misma chica que es la tercera mejor luchadora en artes marciales combinadas del mundo. Esto hace que si el resto de los actores parecen buenos luchadores al lado de ella, realmente las coreografías son muy buenas. El desfile de casting es impresionante, pero no aparecen más de diez minutos. Si te atraen las estrellas y nada más, no sé si vas a sentirte muy cómodo. Me sorprende que Ewan McGregor se prenda en una peli así, pero después me doy cuenta que es de Steven Soderbergh y es el tipo al que yo nunca le diría que no para hacer una peli. Con su estilo innegable, nos lleva por esas calles y esas persecuciones casi como si se tratara de un videojuego, donde la música prima sobre el diálogo para dar velocidad y esa paleta casi en sepia del flashback versus la azul y metálica del presente funciona muy bien. De alguna manera me recuerda a lo que usó en Traffic. Ahora bien, la peli se cae cuando después de ver que ella lucha contra todo el mundo igual sigue sin haber una temática lo suficientemente fuerte. Me pareció que en vez de partir de cero, buscaron partir de una temática Bourne y ahí a lo mejor funcionaba. Por otro lado, a mí me encanta Steven, pero si te vas a buscar una peli de acción, ésta tiene poco ritmo y usa mucho el recurso de fragmentar situaciones de manera que veas como si fueran flashes para completar la historia. No es de género, es de Soderbergh.
El director Steven Soderbergh, ganador el premio de la academia de Hollywood por “Trafic” (2001), pero que realmente había sorprendido al publico desde su ópera prima “Sexo, mentiras y video” (1989), demuestra que nada le es esquivo, dando lugar a pensarlo como un hombre construyéndose a sí mismo con definición por su arte, que no vacila en incursionar en el cine de género, precisamente de acción, muy alejado de las mencionadas, o de aquellas dos producciones en que se ocupó de darle carnalidad y humanidad al mito del Che Guevara.. Pero acá otra es la historia, o es la misma. Un agente del gobierno de la “madre patria”, esto es los EEUU, siente que lo han traicionado, pero no sabe cuantos están prendidos en el complot ni las razones del mismo, sabe, en cambio, que no es culpable de lo que se le acusa, aunque el espectador tampoco nada sabe. Esto dará lugar a que todo el filme sea un gran flashbacks narrado por el personaje principal a otro que acaba de conocer, a quien utiliza, medio como escudo, medio como secuestrado, para seguir escapando hasta lograr reunir las pruebas que lo exoneren. ¿Esta historia ya se la contaron? Me viene rápidamente a la memoria “Misión Imposible” (1996) de Brian de Palma. ¿A usted no? Por supuesto que hay muchas más. Pero hay varios elementos que la pueden llegar a distinguirlo del resto. En principio el director reunió un”Dream Team” de actores cuya característica principal es ser taquilleros, Michael Douglas, Ewan Mc Gregor, Antonio Banderas, junto a otros no tanto, pero muy buenos y están actualmente de moda, Michael Fassbender, Bill Paxton y Chainning Tatum. Pero las diferencias no se quedan allí. El héroe, tal como viene sucediendo desde los claros mensajes de la igualdad de los sexos, en este caso es una heroína personificada por la desconocida para el gran público Gina Carano, una deportista de elite, karateka para ser más precisos, que interpreta a la agente Mallory Kane. El filme es todo un catalogo de clisés, muy bien decididos y construidos, que le dan un ritmo vertiginoso a las escenas, sustentadas en el montaje típico y clásico para producciones de estas características, con planos trabajados como intersticios de tranquilidad para darle alguna información adicional al espectador, cuyo resultado termina siendo una gran excusa para mostrar las habilidades marciales y pugilísticas de la deportista devenida actriz. Sin desmerecer nada de ella, y sin querer descubrir la pólvora, hay que valorar la mano que tiene el realizador para dirigir a sus actores, lo que refuerza la credibilidad. Asimismo la elección de planos enteros en las escenas de pelea, donde se puede observar el movimiento de los cuerpos, es sólo posible al contar con Gina Carano, diferenciando a este producto de los restantes del género. No se trata sólo de escenas de acción, pues su dinámica está cargarlas de un muy detallado trabajo coreográfico que por momentos hasta puede leerse como erotizante. Lo dicho, de muy buen ritmo, muy bien montado, con buenas actuaciones, lo que falla un poco es el guión, previsible desde la primera secuencia.
Mallory Kane es una agente encubierta que lleva a cabo trabajos que los gobiernos no pueden autorizar y de los cuales los jefes de estado preferirían ni siquiera conocer. Sus habilidades la han llevado a todos los rincones de planeta, sin embargo, la misión en Dublín fracasará y Mallory terminará por descubrir que ha sido traicionada. Ahora deberá escapar de sus atacantes y regresar a los Estados Unidos para cobrarse venganza. Steven Soderbergh es un realizador curioso y prolífico: jamás se queda en una zona de seguridad y comodidad, constantemente cambia el género y la temática de sus realizaciones. Gina Carano, experta en artes marciales, no será una gran actriz protagónica, pero como heroína de acción es de temer. Las escenas de violencia son crudas y de una veracidad asombrosa. La historia (que mediante sucesivos flashbacks nos transporta a los hechos ocurridos en San Diego, Washington, New York, Dublin, Nuevo México y Mallorca) le permite desarrollar toda su destreza para los deportes, la lucha cuerpo a cuerpo y la resistencia física. Que figuras como Michael Douglas, Ewan McGregor, Antonio Banderas, Channing Tatum, Bill Paxton y Michael Fassbender hayan decidido formar parte de esta cinta (en pequeños roles y por módicos sueldos) demuestra el interés que la comunidad actoral hollywoodense tiene por el estilo independiente de Soderbergh.
El reconocido cineasta norteamericano Steven Soderbergh, nos hace conocer a una estrella de las artes marciales: Gina Carano. Cuando llega a la pantalla grande un film de Soderbergh siempre llama la atención por los temas que aborda y además la diversidad de géneros: “Sexo, mentiras y video”, “Erin Brockovich”, “Traffic”, “Contagio”, “Che”, entre otras; también logra reunir un gran elenco como en esta ocasión: Gina Carano, Channing Tatum, Michael Fassbender, Ewan McGregor, Antonio Banderas, Michael Douglas, Bill Paxton, entre otros. Todo gira en torno a una agente secreta Mallory Kane (Carano) una joven, bella y seductora, eficaz en sus misiones y de quien podríamos decir que es un arma letal. Su jefe, Kenneth (McGregor), le ofrece trabajo que proviene de diversas corporaciones. Cumple una importante misión en Barcelona para rescatar a un rehén, luego Mallory es enviada por Kenneth a Dublin; en esa ciudad irlandesa debe realizar una misión importante, para eso se reúne con Paul (Fassbender, actor de “Bastardos sin gloria”; “Prometeo”), otro agente algo meticuloso, pero como alguna vez escuche todo lo que brilla no es oro, todo parece que se encamina para ser una operación gloriosa porque todo termina fracasando y Mallory descubre que fue traicionada. Esta agente secreta termina siendo perseguida por un equipo SWAT entero, demostrando todas las habilidades intenta escapar y volver a Estados Unidos, poner a salvo a su familia y lograr su venganza contra los traidores. La historia tiene acción, persecuciones, mucho ritmo, tiros, peleas, artes marciales al estilo de Bruce Lee, buenas coreografías, este personajes sería el James Bond en mujer, a lo largo de sus misiones recorremos varios lugares como San Diego, Barcelona, Dublín, Nuevo México, entre otros, y contiene todos los elementos de los géneros de acción y thriller.
Bourne by Soderbergh "La Traición", como se tituló en nuestro país, es una peli de acción del reconocido director de cine Steven Soderbergh, que últimamente viene apuntando a un estilo minimalista con el cuál no estoy tan a gusto. Toma historias que ya han sido presentadas en la gran pantalla como es el ejemplo de su anterior producción "Contagio", y les imprime su sello narrativo para contarla de una manera particular, minimalista y fría. Es elegante en su puesta, eso no se puede negar, tiene un ojo profesional que lo destaca de entre tantos directores mediocres y lo coloca por encima de la media, pero podría ser mucho más interesante si propusiera algo distinto. "La Traición" es una película de espionaje con muchas similitudes a la saga Bourne protagonizada por Matt Damon, ya que su trama se centra en una super espía que es traicionada por sus empleadores que ahora la persiguen por todos lados para desaparecerla del mapa. Por supuesto, como es un espía prácticamente inmortal, los irá buscando uno por uno para vengarse y poner la casa en orden. ¿Te suena conocido?? Bueno, eso es lo que ofrece Soderbergh. Creo que al director se le ha subido un poco el éxito a la cabeza y se ha propuesto seguir cosechando prestigio sólo con darle su sello narrativo a historias que claramente no tienen mucho ingenio por detrás. Es como si dijera... "Tengo muchos amigos famosos que me cobran 2 mangos por participar en mis films, pongamos 3 o 4 figuras famosas más $30.000.000 de presupuesto y saquemos $45.000.000" Tan así de fría percibo la ecuación. Lo mejor de la propuesta es la heroína Gina Carano, luchadora profesional devenida en actriz, que sin tener mucha experiencia en la gran pantalla logra llenarla con su carismática presencia, como si fuera una estrella de acción que conociéramos desde hace muchísimo tiempo. Otro aspecto interesante es la presencia de grandes talentos como Michael Douglas, Michael Fassbender o Ewan McGregor, que con sólo pocos minutos en pantalla te suben 1 o 2 puntos el promedio general del film. Por último, las peleas son también realistas y muy atractivas a la vista, con buenas coreografías y golpes durísimos que despiertan la tensión. Lo demás es historia conocida y recontra gastada en el celuloide. Ojalá entregue algo más original con su nuevo trabajo "Magic Mike"
Steven Soderbergh es un cineasta difícil de encasillar. Desde dirigir auténticos tanques hollywoodenses con repartos multiestelares (Traffic, la saga de La gran estafa, Contagio) hasta films extraños de bajo presupuesto (Full frontal, The girlfriend experience, Gray’s Anatomy), rodeado de luminarias o de perfectos desconocidos a la hora de elegir sus actores, pocos aspectos parecen dar cuenta de una determinada política autoral en su filmografía. Principalmente conocido por dichas superproducciones que revientan la taquilla, no siempre se recuerda que Soderbergh ganó la Palma de Oro en Cannes hace veintitrés años con su primera película, la estupenda Sexo, mentiras y video. Dicho en otras palabras, cada nuevo proyecto suyo es una incógnita. El hombre no se priva de nada, ni siquiera de una remake (bastante fallida, por cierto) de Solaris. La traición podría inscribirse en la línea más comercial de Soderbergh si no fuera porque su estrella no es actriz sino luchadora de artes marciales. El director podía recurrir a cualquier bomba sexy del celuloide, ya que trabajar con estrellas siempre fue una de sus especialidades, pero en vez de eso optó por algo más cercano al cine clase B, y acertó. Gina Carano la rompe en un elenco de pesos pesados que incluye a Michael Douglas, Ewan McGregor, Michael Fassbender, Bill Paxton y Antonio Banderas. Como suele suceder en estos casos, sólo el estilo puede lograr que una trama abrumadoramente convencional se torne interesante. Mallory (Carano) es una ex marine y agente secreto al servicio de una agencia privada cuyo cliente, oh sorpresa, es el gobierno de Estados Unidos. Luego de terminar con éxito una misión en Barcelona, descubre que su jefe (McGregor) le tendió una trampa. Señalada como terrorista por aquellos para quienes solía trabajar, Mallory debe mantenerse viva, vengarse de los villanos y probar su inocencia. Las acciones, como en toda aventura de espías (por si hacía falta aclararlo, La traición es cine de género con todas las letras), transcurren en varias ciudades europeas y estadounidenses. El resultado es una carrera frenética, pero frenética en el mejor sentido de la palabra. A diferencia de algunos farsantes de nuestra era (Guy Ritchie, sin ir más lejos), Soderbergh sabe hacer cine de acción puro y duro, con secuencias respetuosas del lenguaje y sin recurrir a esos cortes espásticos dignos de una publicidad de celulares. A esto contribuyen la fuerza y la elasticidad de su protagonista. Un salto, una piña, una patada y hasta un gesto mínimo de Carano entregan, aun tomados de manera aislada, más adrenalina que toda la filmografía de Ritchie. El combo Soderbergh-Carano, a fin de cuentas, hace que la cosa funcione. Resulta difícil encontrar en la actualidad películas de acción más efectivas –al menos hasta el próximo trabajo de Tony Scott, otro maestro del entretenimiento–. Incluso la duración (poco más de una hora y media) le queda bien. El final, con un Banderas caricaturesco y una última pelea que jamás vamos a ver, nos deja pidiendo más. Si bien seguramente pase inadvertida en la voluminosa obra de su director, La traición cumple con todas y cada una de sus premisas.
Relax temerario Cuando Soderbergh no se pone "serio" y "comprometido", como lo hizo en Traffic o la reciente Contagio, filmes gélidos y un tanto pesados si los hay (incluso con el ¡plop! de esta última), le salen cosas como La traición, equiparable en soltura a aquella The girlfriend experience en que actuaba la pornstar Sasha Grey. En este caso, la heroína es Mallory Kane (una sobria fusión entre Lara Croft y Lisbeth Salander), que interpreta la experta en artes marciales Gina Carano. La actriz destaca entre un elenco estelar que reúne a unos amortiguados Michael Fassbender, Antonio Banderas, Michael Douglas, Ewan McGregor y Channing Tatum, quienes se mueven como calculadas piezas de ajedrez en una trama de género que prioriza el espionaje, la acción y las persecuciones, pero donde el personaje principal es la forma: los ralentis, las breves secuencias en blanco y negro, los planos caprichosos, las luchas naturalistas y la música chill de suspenso hacen de La traición un exploitation de autor a lo Assayas, manierista y sofisticado. Y, también, intenso. Como un Woody Allen jamesbondiano, más conspirativo que turístico, Soderbergh salta de Barcelona a Dublín, de Canadá a Nuevo México, acompañando la vendetta de la incansable Mallory, quien busca al orquestador de la traición por la que casi es asesinada. Las escenas de combate son lo más atractivo de la cinta, teniendo en cuanta que el director se reserva el efectismo especial y se contenta con mantener la cámara fija, registrando las piñas, acrobacias y patadas absolutamente creíbles que despliega Carano. Lo mejor: el enfrentamiento no tan solapadamente sexual entre ella y Paul (Fassbender), contracara realista del destructivo encuentro cómico entre Barnabas y la bruja Angelique en Sombras tenebrosas. Aunque no reúna los méritos de un filme sobresaliente, La traición detenta a un Soderbergh aplacado y de buen gusto que se da el lujo de hacer lo que quiere, sin someterse necesariamente a las reglas de Hollywood. En un pasaje, Aaron (Tatum) le pregunta a Mallory, en clave de reproche irónico: "¿Es esta es tu manera de relajarte? ¿Armas y vinos?". Soderbergh, sin dudarlo, contestaría "sí".
Patadas, mentiras y video Steven Soderbergh es un realizador inclasificable y versátil que en esta oportunidad se mete con un género devaluado como el de acción sin traicionarlo, y demostrando un fervor tarantinesco por el cine clase B de los años setenta. En esta película no se podrán encontrar ni rastros del director de “Che, el Argentino”, pero sí del de “La gran Estafa”. El guión es apenas un marco de referencia para desarrollar un thriller estilizado, autoconciente y autoindulgente, tan trivial como placentero, con una realización de bajo presupuesto en formato video, con buen aprovechamiento de locaciones reales como Dublín o Barcelona y una saludable ausencia de efectos especiales. Parecería que todos los recursos económicos se concentraron en rodear a la protagonista (la eficaz y ágil Gina Carano, popular luchadora de artes marciales y aquí una suerte de versión femenina de Jason Bourne) con actores muy reconocidos (Ewan McGregor, Michael Douglas, Antonio Banderas, Channing Tatum, Bill Paxton y un Michael Fassbender que ya va por su quinta película en el año), para redondear un producto elegante y poco novedoso que apuesta a lo esencial de un género, donde todo ha sido muy visto pero es igualmente disfrutable.
Artes marciales al ritmo de música invisible Por esta película, por las hechas y las que vienen, es que Steven Soderbergh sigue como realizador irresistible, irritante, mejor, peor. Contagio fue soporífera. Erin Brokovich, de política correcta. Traffic, casi fascistoide. La trilogía La gran estafa, mero ejercicio de "estilo" (circa años '70 pero vacío, vacío). Un vaivén que, a veces, deja de lado la pura cáscara. Desde este criterio: Sexo, mentiras y video, el díptico sobre Che Guevara, la admirable Vengar la sangre, y el dúo compuesto por El desinformante y Confesiones de una prostituta de lujo, ambas muy buenas y muy raras para el "canon" -si es que hay algo así- hollywoodense. Si en aquélla el realizador daba pie protagónico a la actriz porno Sasha Grey, en La traición hace otro tanto con Gina Carano, experta en artes marciales y apenas protagonista secundaria en otra película. Carano es Mallory Kane, agente secreta, con funciones para el gobierno y privados, envuelta ahora en una trampa disfrazada de misión. Desde allí no más que decir, porque tampoco hay mucho por referir, a excepción -y aquí el sello soberberghiano- de la habilidad de montaje, con saltos temporales que desdibujan el "presente". Así como en la mayoría de su cine (menos Traffic, que por fascistoide es no casualmente la más lineal), hay una mezcla de piezas sueltas que de a poco cobran forma desde el espectador. Aquí desde maneras cinematográficas que remiten al presupuesto bajo, a una puesta en escena de tono realista, con cámaras móviles, peleas con golpes repentinos y sin montaje, que suceden durante el mismo plano donde se está tomando un café o cuando se ingresa en la habitación de hotel. Estas sorpresas son impacto al espectador y hacen creíble la sucesión de patadas y piñas, coreografiadas desde la posibilidad cierta que el arte marcial de la actriz expone. Verismo que se conjuga con un diseño sonoro diegético, sin intromisión musical, así como desde la ausencia de sangre que salpique. Casi como si de un baile se tratase, con una música invisible dada a partir de los golpes y el montaje. Pero todo este mirar, que el film provoca y tan bien, se escribe desde una historia tan mínima que, parece, termina también por recordarse como tal. La traición termina y no termina, y no se sabe muy bien si todo lo visto fue para filmar de una manera caprichosa y nada más. En este sentido, no deja de ser otro ejercicio de estilo. Con un eco pretendido como para resultar marginal, casi como las películas de artes marciales con las que más o menos se inscribe. Pero tal pretensión hace que, inevitablemente, se distinga de ellas tanto como Indiana Jones lo hacía de los serials de los '30 y '40. De todos modos, mejor este Soderbergh que otros films de prédica grandilocuente o mensajes de bienestar moral. No es poco, pero... a esperar entonces el estreno de Magic Mike y The Bitter Pill, la primera ya terminada, y la segunda casi a punto.
Avanti Morocha Todas, pero todas las pelis de espionaje, dobles agentes y agentes encubiertos muestran un guiòn sobre la base de la desconfianza, haciendo que el espectador intente desenmarañar quiènes son los buenos y quiènes los malos. Lo que trae esta nueva propuesta del laborioso Steven Soderbergh -carrera extensa que va desde "Sexo, mentiras y videos" en los años 90 a "Contagio" (2011), y en el medio: buenas y regulares como "Erin Brockovich", "Traffic", la saga de "Ocean`s eleven", las dos del Chè Guevara, etc, es el desafìo de conducir un cine de gènero con todos los lugares comunes del mismo: persecuciones, peleas cuerpo a cuerpo -la de la protagonista con Fassbender en la habitaciòn del hotel es memorable-, unas secuencias formidables cuando la chica Gina Carano -experta en lucha y peleas- huye a travès de los techos, y claro todo mèrito de un director que ademàs es un notable editor. Digamos que la historia es obvia, recurre a cientos y cientos de guiones similares, lo que decìamos màs arriba. La chica agente que es traicionada en una misiòn y decide hallar a los culpables de ello, enigma a descifrar entre sus propios compañeros de trabajo pesado. Una trama que va por paisajes diferentes: Barcelona, Irlanda, Nueva Mèjico, etc, donde hay un reparto complementario de nombres famosos: Michael Douglas, Banderas, los muy actuales Michael Fassbender y Channing Tatum, y un Ewan McGregor calificado. Si esta peli la dirigìa otro, con actores desconocidos, hubiese sido estrenada directamente en DVD, no obstante se puede entretener y divertir un rato con el compendio de patadas voladores, golpes de hacha y puñetazos directos al bajo vientre.
Publicada en la edición digital de la revista.
Un realismo estilizado El mundo está pendiente del estreno de la última entrega de Batman (con los medios de comunicación obsesionados con sacar el rédito que puedan a la masacre de Colorado), pero mientras tanto una buena película de acción pasa desapercibida en la ciudad: La traición, último opus de Steven Soderbergh, estrenado únicamente en dos complejos (Showcase y Patio Olmos, en pocos horarios), es un gran ejemplo de lo que la tecnología y una conciencia detrás de cámara pueden hacer con un género cada vez más bastardeado por el culto desenfrenado a los efectos especiales. Uno diría incluso que La traición es la contracara perfecta de las grandes producciones que semana a semana dominan nuestras salas: mínima en sus recursos, sin grandes pretensiones argumentales o temáticas, casi sin efectos especiales, el filme de Soderbergh se destaca por apostar a la forma como único medio para llegar al espectador, y el resultado es un secreto tratado sobre la materialidad en el cine, o mejor dicho sobre cómo el género de acción encuentra su ethos cinematográfico en el mundo físico (y por tanto reclama una forma acorde a él). Claro que a esto el director le suma un verdadero seleccionado de estrellas (Ewan McGregor, Michael Fassbender, Michael Douglas, Channing Tattum, Antonio Banderas), pero todos supeditados a la protagonista, la experta en artes marciales Gina Carano, en su debut cinematográfico. Pese a sus vueltas, el argumento es simple y clásico (por no decir trillado): una agente secreta será traicionada por sus propios empleadores, y a partir de allí emprenderá una cruzada contra ellos, que más que venganza buscará simplemente salvar la vida. Como tal vez se intuya, Soderbergh dará una dimensión política a su película, aunque esta vez será lateral, con poca relevancia: ocurre que Mallory Kane (Gina Carano) trabaja para una agencia de seguridad privada que es subcontratada por el gobierno norteamericano, y en una misión descubrirá que le han tendido una trampa. Si bien los personajes se multiplicarán (hay algún millonario oriental metido en el conflicto, un reportero molesto, algún intermediario que aprovechará para hacer su negocio, espías ingleses y norteamericanos, incluso algún amor traicionado), el argumento es también lo de menos: en realidad, todo el filme parece ser más bien un ejercicio de estilo, una propuesta lúdica donde Soderbergh se propone jugar con los elementos del género y concentrarse en la puesta en escena. Porque lo mejor aquí está en la forma, en el modo en que el director registra la odisea de Mallory Kane, que desde la primera escena deberá enfrentar no sólo tremendas peleas cuerpo a cuerpo con hombres más fuertes y entrenados, sino también varios escapes por las calles de Barcelona, Dublin o México, filmadas siempre con un naturalismo cercano ideológicamente a la nouvelle vague, contrario al cine de postal turística que tanto se ha expandido en estos tiempos. Hay entonces una posición estética en la película, que apuesta al realismo extremo pero sin llegar al explotation: las pelas son filmadas en planos medios fijos, encuadrando la totalidad de los cuerpos en lucha para permitirnos ver esas coreografías virtuosas, cuyo propósito no es montar un espectáculo de danza sino crear un realismo estilizado, que se verá acentuado por el sonido (Soderbergh corta en esos momentos su casi omnipresente música ambient de contrabajos, trompetas y baterías -como en la serie Ocean Eleven-, para dejar escuchar los sonidos secos de los golpes). Por eso resulta significativo que entre tanta violencia casi no se vea sangre en la película: no se tratará tal vez de una posición ética, pero ahí sí hay una decisión conciente de no seguir los parámetros de un género que suele ceder ante los imperativos del morbo. La traición no sorprenderá por los efectos especiales ni por el impacto de la sangre, sino por la capacidad de sus intérpretes para, esta vez sí, “poner el cuerpo”. Una virtud posible sólo con el planteamiento formal de Soderbergh, que decide desechar el montaje acelerado de planos detalle para apostar al plano secuencia, a la profundidad de campo, a los planos medios y generales. Hasta se permitirá mezclar formatos utilizando el blanco y negro, algunos lentes o la sobreexposición (aunque siempre con cámara digital) o también jugar con la estética de videoclip, pero sin respetar sus tiempos. Quizás esa libertad se confunda a veces con ligereza, o quizás se pueda ver allí una lección. Por Martín Iparraguirre
Semper Fi Excitante película sobre una asesina a sueldo quien al ser traicionada lo único que busca es la venganza. A pesar de tener una trama demasiado floja, lo destacado de la cinta es la impactante interpretación de Gina Carano quien expone sin restricción alguna toda su habilidad como experta en las artes marciales mixtas. Todo en "La traición" gira en torno de la protagonista. Gina Carano hace un labor impecable donde con sensualidad y dureza crea un personaje fuerte, decidido y muy humano. El resto de los demás actores, todos de primera línea, también están excelentes. En definitiva, la calidad del reparto es incuestionable. Soderbergh supo aprovechar con éxito las habilidades de Carano. Cada pelea es una obra de arte en si misma y aunque por momentos la coreografía delata artificialidad, es algo que no se ve todos los días en el cine contemporáneo. Incluso, Soderbergh filma con enorme talento cada movimiento y sabe cuando acercarse o alejarse. De esta manera, Carano se luce considerablemente. Sin embargo, la película tiene horribles problemas de guión donde mientras más avanzan los minutos peor se van resolviendo las escenas. Las revelaciones no son sorpresas o giros argumentales, simplemente son explicaciones. Desde un comienzo resulta inverosímil la participación de un joven secuestrado al cual la protagonista utiliza sin ningún objetivo claro. Al final el rol de Michael Douglas es completamente irrelevante. Ewan Mcgregor pasa de un inteligente y peligroso jefe lleno de contactos a un cobarde quien a pesar de estar en peligro de muerte se va a la playa sin custodia. Por ende, el guión no tiene pequeños bache, tiene pozos inmensos que lamentablemente le impiden a la película crear una tensión constante y progresiva en el espectador.
Una de espías con el estilo de Soderbergh Hoy por hoy Steven Soderbergh se da el gusto de encarar el género que se le antoja. Su independencia se lo permite. En este caso transita una historia de espías internacionales y lo hace con una notable transparencia de estilo. Aunque un poco a la manera de la saga Bourne. Además de dirigir, Soderbergh también tomó a su cargo la fotografía y el montaje. Por lo tanto, se puede decir que estamos frente a un filme de autor. Las acciones se desarrollan en Barcelona, Dublin y Nueva México y el director utiliza una iluminación diferente, ajustada a cada escenario. Aun así, el conjunto posee una notable unidad formal y una estructura narrativa sustentada sobre flasbacks según un simple orden mental. La historia comienza en un bar situado sobre una carretera de la zona norte del Estado de Nueva York. Allí una joven se encuentra con un muchacho, pero la conversación concluye abruptamente cuando él le arroja a ella, en su rostro, una taza de café, lo que deriva en pelea brutal. Luego sabremos que la chica se llama Mallory Kane, que es una ex marine, experta en artes marciales y un agente secreta que se ocupa de tareas que los gobiernos no pueden autorizar o realizar a la luz del día. La "agenda laboral" de Mallory es manejada por un tal Kenneth (McGregor), quien alguna vez fue su amante. Y el padre de la muchacha es un afamado escritor de novelas. Mallory conduce una operación destinada a rescatar a un periodista chino secuestrado en Barcelona, a quien un funcionario norteamericano de nombre Alex Coblenz (Douglas) y un español (Antonio Banderas) quieren sano y salvo. Apenas regresada, Mallory es convocada por Kenneth para realizar otra misión, en este caso en Dublin, en complicidad con el elegante agente secreto Paul (Fassbender). Pero allí es traicionada y a partir de ese momento debe hacer valer todas sus habilidades para escapar de las persecuciones ejecutadas por sabuesos de diverso pelaje, y de paso tomarse venganza de quienes la traicionaron. Y en esta tarea es implacable. El relato va y viene en el tiempo y puede confundir al espectador desatento. Posee un ritmo sostenido, al estilo de las películas clase B de otras épocas. Incluye un inteligente uso de la música en función de la historia, y aun tratándose de un filme de acción, Soderbergh optó por recurrentes planos secuencia, que permiten apreciar en toda su magnitud las escenas de persecuciones y luchas cuerpo a cuerpo. Hay un elenco de primeras figuras del cine actual, pero la historia tiene como eje a Gina Carano, quien es una actriz mediocre, pero excelente en su especialidad, que son las artes marciales.