El juego de la sinapsis. Muy lejos ha quedado el período más interesante de la carrera de Luc Besson, aquel primer lustro de la década de los 90, y hoy debemos resignarnos a propuestas correctas que incluyen chispazos aislados de genialidad, detalles que ponen de manifiesto su inventiva. La trayectoria del francés, desde su regreso a la dirección con la noble Angel-A (2005), fue y sigue siendo un subibaja en el que ese primer mojón del “segundo capítulo” permanece firme en la punta del ranking junto a La Fuerza del Amor (The Lady, 2011), en especial considerando la merma cualitativa de la trilogía de Arthur, Les Aventures Extraordinaires d'Adèle Blanc-Sec (2010) y la sinceramente bizarra Familia Peligrosa (The Family, 2013). Ahora bien, un signo de adultez es el andamiaje autoreferencial al que echa mano en Lucy (2014): aquí tenemos una heroína que experimenta una transformación en sintonía con la de su homóloga de Nikita (1990), hay un contexto de ciencia ficción entre metafísica y enajenada símil El Quinto Elemento (The Fifth Element, 1997), y finalmente nos topamos con un villano desalmado que remite al personaje de Gary Oldman de El Perfecto Asesino (Léon, 1994), interpretado por el inmenso Choi Min-sik, protagonista de las maravillosas Old Boy (Oldeuboi, 2003), Sympathy for Lady Vengeance (Chinjeolhan geumjassi, 2005), I Saw the Devil (Akmareul boatda, 2010) y New World (Sin-se-gae, 2013), entre otras joyas. Scarlett Johansson es la encargada de ponerse en la piel de la señorita del título, una joven que pasa de entregar inocentemente un maletín en nombre de su pareja a ser secuestrada y obligada a servir de “mula” con una bolsa de una nueva droga sintética introducida en su abdomen. Por supuesto que la golpean, la susodicha CPH4 se disemina por su cuerpo y Lucy termina adquiriendo capacidades de lo más variadas (telepatía, autocontrol sensorial, precognición, telequinesis, dominio sobre los dispositivos eléctricos, etc.). El film resulta algo derivativo pero por lo menos saca provecho de su condición de mejunje genérico, con elementos de la fantasía existencialista, el thriller de acción y la parodia de los superhéroes. De hecho, Besson relaja la “seriedad” del convite y sus disquisiciones acerca de la frontera del desarrollo cerebral con intertítulos e inserts documentales y de CGI que subrayan la ironía de escenas concretas o ilustran un análisis que comienza con los juegos de conocimiento que facilitan la sinapsis y el binomio “inmortalidad/ reproducción” para luego desembocar en el determinismo del tiempo y las limitaciones de la síntesis perceptual humana. Mención aparte merece Johansson, una de las pocas actrices contemporáneas -a la par de Eva Green- cuya belleza se equipara a su talento y carisma, factores centrales al momento de mantener el interés y esperar el siguiente giro de una obra amena y delirante…
Scarlett, ese diamante Lucy (Scarlett Johansson) es una atractiva estudiante que disfruta de unos días de agite nocturno en Taipei. Lleva apenas una semana de romance con Richard (Pilou Asbæk), un típico chanta que le pide (y luego la obliga a) que entregue un maletín a unos mafiosos liderados por el cruel Mr. Jang (el coreano Min-sik Choi). El portafolio tiene varios paquetes de CPH4, una poderosa droga sintética diseñada a partir de sustancias humanas (generadas por embarazadas para más datos). La cuestión es que a la inocente Lucy la obligan a transformarse en mula para llevar a los Estados Unidos uno de esos paquetes oculto dentro de su cuerpo. Tras recibir unos cuantos golpes en el estómago, el contenido empieza a esparcirse por su organismo convirtiéndola en poco menos que una superheroína digna de Marvel (sí, ya sabemos que ScarJo también es La Viuda Negra de los Avengers). "Siento todo", dice ella, mientras su cerebro se expande del 10% que usa cualquier ser humano hasta el mismísimo 100%. Así, no sólo empieza a tener una fuerza descomunal sino también la capacidad para mover elementos y hasta manipular el accionar de otras personas: Lucy in the Sky with... Guns. Si esta premisa puede sonar ridícula, todavía más lo son las conferencias que da un experto en la materia (el profesor Norman que interpreta Morgan Freeman) y ni que hablar los "documentales" que resumen las miserias, catástrofes, hallazgos y milagros de la sociedad con el correr de los siglos (editados que tienen algo de filosofía barata y toques new age) ¿Importa? ¿Molesta? Claro que no. Lucy -la película- es premeditada, obscenamente absurda y berreta, pero al mismo tiempo decididamente graciosa y disfrutable. Besson no se toma demasiado en serio, se ríe de sí mismo, juega al cine clase B, apuesta por el humor negrísimo, acumula excesos sangrientos, regala un par de set-pieces memorables (como en todo tanque francés hay una notable secuencia automovilística) y se regodea con Scarlett como diva y mujer de acción (¿recuerdan Nikita?). Por lo visto en la taquilla (es la película más exitosa de su carrera), la apuesta a Besson le salió muy bien. Y hasta se dio el gusto de inaugurar el muy cinéfilo Festival de Locarno. Negocio y prestigio. Más no se puede pedir.
La mula lisérgica Si partimos de la base de lo ridículo de la premisa de Lucy, tenemos dos opciones: o nos relajamos para dejarnos llevar por las incongruencias de un guión que no se sostiene, o indagamos con mayor seriedad sobre la necesidad de introducir temas interesantes en un relato absurdo e inverosímil, con el pretexto de querer esquivar el sayo de entretenimiento pasatista a secas. No necesariamente esta hipótesis se sustente por tratarse de un proyecto de Luc Besson, pues el realizador francés, en su calidad de productor, ha dado muestras acabadas de que el género o, mejor dicho, la mixtura de géneros, como la acción y la comedia, le resultan atractivos o al menos muy rentables. Pero si tenemos en cuenta que también Besson, en sus épocas doradas fue responsable nada menos que de El perfecto asesino y Nikita, ninguno de estos ejemplos –hay otros- abrazó de una manera tan cabal la ridiculez y los excesos en la trama. Formulada esta idea de contrastes, debe destacarse que las escenas de acción de Lucy cumplen pero no deslumbran y que la actuación de Scarlett Johansson, como nueva heroína, alcanza a satisfacer a fanáticos y no tanto, por contar con la ductilidad de manejar el cuerpo en escenas físicas cuando se lo requiere y, por otra parte, aportar la cuota dramática en los momentos donde el relato busca un respiro. Así las cosas, tras cumplir con un pedido de su novio para entregar un maletín a un villano oriental (Min-sik Choi), cuyo contenido es una droga artificial elaborada en base a sustancias humanas de embarazadas, la protagonista se ve obligada a convertirse en mula para hacer llegar la droga de China a los Estados Unidos. Sin embargo, luego de una golpiza (violencia de género, presente) que le provoca a su organismo la dispersión de la droga CPH4, desarrolla una hipersensibilidad; su coeficiente intelectual se incrementa descomunalmente (del 10 al 100%) hasta adquirir habilidades como la telepatía, la telekinesis, sujeto siempre a las reglas de todo comic de superhéroes, en el que el accidente otorga beneficios extraordinarios a la víctima. El problema de Lucy en su concepción de película de entretenimiento, blockbuster hecho y derecho, es que se toma demasiado en serio a sí misma, aunque esté presente el apunte irónico de Bresson sobre tópicos de los superhéroes o ciertos códigos del género. Prevalece, en los intentos de introducir ideas metafísicas o conflictos de carácter existencial en una historia básica de villanos contra una chica superpoderosa, la innecesaria solemnidad que desacredita el divertimento llano que no requiere ninguna reflexión extra por parte del espectador. Pero eso no sería una falla estructural o formal, en la medida en que lograra un desarrollo con el peso suficiente frente al cúmulo de escenas de acción, aspecto que desequilibra desafortunadamente la balanza. En síntesis, Lucy se queda por su propia vanidad a medio camino del entretenimiento bien filmado y la pretensión de película seria a lo The Matrix, a pesar de los ojos electrizantes de Scarlett Johansson y su fotogenia imbatible.
Todos hemos escuchado más de una vez que los seres humanos usamos el 10% de nuestro cerebro. Y que es esa capacidad, por muy pequeña que parezca, es la que nos diferencia de los animales, lo que nos da la capacidad de hablar, de pensar, de ser nosotros mismos. Aunque investigaciones recientes aclaran que, en realidad, si usamos todas las neuronas de nuestro cerebro, la diferencia es que no todas las neuronas pueden hacer sinapsis unas con otras: las de adelante no conectan con las de atrás y así sucesivamente dependiendo de la distancia que exista entre ellas. A pesar de ello, los creyentes de la ciencia ficción establecen que si realmente pudiéramos usar un poco más de ese 10%, empezaríamos a descubrir más cosas: telequinesis, control mental, otros campos de visión y una sorprendente capacidad de aprender nuevas cosas. Así, Lucy (Scarlett Johansson) por accidente, al ser usada como transporte de droga ilegal dentro de su cuerpo, absorbe parte de la droga experimental y comienza a experimentar cambios que la llevan a tener mayor acceso y control de su cerebro. Sin embargo, esa misma conciencia, le advierte que morirá (o al menos desaparecerá) en cuanto alcance el 100% de uso, por lo que debe apresurarse a encontrar el sentido de la vida antes de que su destino la alcance. Aunque en principio y por el avance, pareciera un thriller de acción, el nuevo filme de Luc Besson (el Quinto Elemento, El Profesional), es ciencia ficción. Quizá más ficción que ciencia. Porque aún cuando las teorías que maneja no están comprobadas (al fin y al cabo eso es la ciencia ficción, jugar con ideas acerca de lo que no conocemos), conforme avanzamos de porcentaje, el filme se llena cada vez más de incoherencias. Y lo más triste de todo es que el conflicto se quiere resolver en 1 hora y media, corriendo contra el tiempo, en lugar de darse su espacio para plantear mejores preguntas filosóficas. Corre como con prisa de que se termine el guión y la gente vea todas las fallas que tiene, incluyendo su falta de acción y la falta de sentido común. Quizá algún día una idea parecida resulte un mejor producto
Lucy es un entretenimiento más que válido dentro del thriller de ciencia-ficción para disfrutar en pantalla grande. Lo que si, lamentablemente, te deja con ganas de ver más escenas de alta acción física protagonizadas por Scarlett Johansson, ya que como todo lo que desea hacer lo logra con la mente, a medida que avanza la proyeccion la vemos en menos enfrentamientos...
La chica en el asiento de atrás. En una de las tantas secuencias placenteras de este film, un taxista temeroso por su vida observa por el espejo retrovisor a Lucy. Ella acaba de subirse a su auto, con una bata de hospital y el rostro salpicado con sangre. Hay demasiado miedo y respeto en su mirada, irregular y entrecortada ante cualquier respuesta visual de la protagonista. Sin embargo, ¿de qué otra manera se puede observar a una chica joven, sensual y con un arma que parece fabricada únicamente para ser acariciada por sus manos? La alocada trama de Lucy es conocida desde el momento en el que los críticos de todo el mundo se codearon con complicidad entre sí y escribieron entusiasmados sobre ella. Por si no sabés de qué se trata, más o menos la historia es así: una joven es usada de mula para transportar una poderosa e innovadora droga desde Taiwán. Antes de subirse al avión, Lucy es golpeada, lo que produce que el contenido se desparrame dentro de su cuerpo. En pocas palabras, estos pequeños cristales violetas le permiten usar la mayor capacidad de su cerebro, lo que le proporciona, entre otras cosas, controlar su propio organismo y el del resto de las personas. Si esto te parece demente y sin demasiada seriedad, tenés razón. El estilo de Besson es de todo menos magro: hay ralentís, colores, montajes pseudo intelectuales (en particular uno con animales, como lo hace Szifrón en Relatos Salvajes) y efectos especiales puestos más al servicio del entretenimiento que al de la historia. Sin embargo, en medio de este frenesí, Besson a veces encuentra la forma de detener la avalancha que el mismo ha generado para centrarse en algunos detalles. Si toda la película se centra alrededor de Johansson, ella lo sabe perfectamente: su belleza puede cambiar de ruda a delicada con la facilidad con la que uno enciende la luz del baño. En la primera escena, la vemos con el look de una adolescente aniñada pero consiente de sus pecados, rebelde pero ansiosa por recibir su castigo. Su manera de pararse frente al chanta de su pareja es de una joven que ha sido criada en una cuna de oro y que su lugar en el mundo no es tanto Taiwán como sí un shopping de Miami. La ropa es su mayor evidencia: un tapado de piel encima de un vestido blanco -que a su vez simula, tímidamente, la corteza de una cebra- manchado con un rojo en la parte superior de su pecho. Cuando Lucy esté más cerca de ser un prodigio de los estupefacientes que una fanática de los frappuccinos, solo usará una remera blanca y unos pantalones aptos para cualquier movimiento brusco. Por otra parte, ¿qué otra cosa necesita vestir una mujer con ganas de vengarse? Los momentos más divertidos de Lucy son aquellos en los que se muestra la capacidad cerebral que alcanza la protagonista con el correr de las horas. Parte de un mundano 10% (el que usamos todos, según la convincente voz de Morgan Freeman) para llegar a otros niveles. Ante cada incremento, la película se contorsiona de euforia, como si Besson le inyectase a su propia obra una dosis de la droga alojada en el cuerpo de Lucy. En este sentido, todo es menos un crecimiento de la capacidad de su protagonista que la cuenta regresiva al desquicio absoluto. El gran mérito del director acá es borrar los hilos de lo que sería el típico entretenimiento que no debe ser tomado demasiado en serio. En este sentido, Lucy se eleva por sobre otros films que se construyeron en el suelo del disparate (la buena-pero-tampoco-tanto Terror a Bordo, por ejemplo). Recordando la película, creo que en Lucy (¿la respuesta femenina al universo de Nick Ray?) hay poca acción pero no por ello la experiencia es menos disfrutable. Es un film que de alguna manera se encarga de que le prestemos atención a lo que sucede en la pantalla porque eso será único e irrepetible. ¿Cuántas veces vas a ver a Scarlett Johansson tan bella y universal? Besson te obliga a que, en vez de usar el espejo retrovisor, veas a Lucy de frente y con los ojos bien abiertos.
Luc Besson está de regreso (en el mejor de los sentidos) con Lucy, una película cuanto menos se analiza mejor funciona. Lucy vive en Taiwan y es convertida en “mula” a la fuerza. Su trabajo es transportar una bolsa de una nueva droga sintética que fue escondida quirúrgicamente dentro de su abdomen. Pero cuando la bolsa se rompe y la droga entra en contacto son su organismo, comenzará a desarrollar la habilidad de aumentar capacidad cerebral mucho más allá de lo que es posible en un ser humano. Bienvenido otra vez, Monsieur Besson Mi primer pensamiento al segundo que se prendieron las luces de la sala y comenzaron a correr los títulos finales fue: ¿Cuanto hace que no veía una buena película de Luc Besson? No me refiero a una película espectacular en la linea de El Perfecto Asesino, pero sí a una que me entretuviera desde el primer plano hasta el último. Tuve que hacer memoria, y mucha. En los últimos años el director francés se dedicó a escribir guiones de cintas como Búsqueda Implacable y El Transportador (y de todas sus secuelas y derivados) pero su faceta como director parecía ir para otro lado. Dedicó su tiempo a dirigir varias películas de Arthur y los Minimoys que nunca llegaron a nuestro país, así como tambien la fallida comedia negra Una Familia Peligrosa con Robert De Niro y la “no-tan-fallida-pero-aflojale-al-golpe-bajo” La Fuerza del Amor. Recién en el año 2005 podemos encontrar la particularmente hermosa Angel-A y antes de eso, en 1997, El Quinto Elemento, quizás la obra más cercana en espíritu pochoclero a Lucy, la cinta que nos importa aquí. En un año donde en mi opinión vimos algunos interesantes tanques llegar desde Hollywood como Capitán América: El Soldado de Invierno, Guardianes de la Galaxia y Al Filo del Mañana, Lucy viene a patear el tablero. Luc Besson entrega una película como ningún otra. Pero al mismo tiempo, esta singularidad de seguro le jugará en contra con mucha gente. De hecho creo que recomendar Lucy es una tarea bastante complicada. La realidad es que a pesar de una historia que no resistiría ningún tipo de análisis, Lucy funciona por varias razones. El guión parte de un giro interesante que lentamente comienza a irse al demonio, y eso no lo digo como algo malo. Besson sabe exactamente lo que tiene entre sus manos y en todo momento se adelanta a la reacción del espectador, dejando en claro que, al fin y al cabo, esto es cine pochoclero y no una versión violenta de El Árbol de la Vida de Terrance Malick. Acá venimos a divertiros. Por otro lado, la dirección de Besson es sencillamente brillante y sin temor al ridículo. El director inserta breves analogías que representan el destino de los personajes en medio del relato y hasta se da el lujo de despacharse con escenas sumamente imaginativas, incluyendo una persecución por las calles de París que no tiene desperdicio. Lucy llega tambien para confirmar que Scarlett Johansson es una de las mejores heroínas que tenemos hoy por hoy y que merece un film en solitario de Black Widow ya mismo. Su interpretación es siempre creíble sobre todo en el momento de quiebre de su personaje, tambien hace un buen trabajo cargandose la película sobre sus hombres y brilla en esos momento de acción que son los que en definitiva terminan vendiéndonos la película. El actor coreano Choi Min-shik (el mismo de Oldboy y I Saw the Devil) es sin dudas otra de las joyitas que se reserva Lucy y su actuación como el villano de turno, Mr. Jang, es sádicamente divertida. Por otro lado Morgan Freeman se pone en modo piloto automático y rinde de la mejor manera como lo hace usualmente. Conclusión Con acción constante y buenos toques de humor, Lucy es pura diversión garantizada siempre y cuando no se tomen muy en serio su mensaje “new age”y hagan la vista gorda a ciertas inconsistencias del relato. Besson entrega una película sumamente visual, ágil y entretenida, como ninguna otra que puedan ver este año. Pero aun con esta crítica positiva, estoy seguro de que Lucy es un film que va a dividir las aguas.
Lucy es 89 adrenalínicos minutos y un deleite visual para cualquier espectador. Si bien no es lo mejor que ha hecho Luc Besson, ni tampoco lo más original porque ya se ha jugado mucho en cine y tv con la idea de lo que pasaría si una persona fuese capaz de utilizar más capacidad cerebral, el enfoque que se le da aquí es compacto, dinámico y al grano pero al mismo tiempo un delirio espectacular. La fotografía y el montaje son tan rápidos que por momentos no dan respiro, y tanto las secuencias de acción como los efectos visuales son muy buenos. Ahora bien, en cuanto a la historia -sin entrarle al debate de que si es muy volada o no- le falta un poco de sustancia como consecuencia de esa rapidez y eso es algo que se nota. ¿Scarlett Johanson? ¿Qué decir de esta diosa que camina entre los mortales que no se haya dicho? Al igual que siempre está excelente y una vez más demuestra que es la heroína de acción de ésta generación. Su presencia en pantalla es tan fuerte (más aún con este personaje) que opaca al resto del elenco incluso a Morgan Freeman, que prácticamente se encuentra ahí por el cheque. Otra cosa buena son conceptos que se arrojan, que si bien no son ninguna novedad tal como se marcó unas líneas más arriba, son esos temas que quedan picando en la cabeza y que luego uno googlea para informarse más, y ese es un plus de la película. Lucy es puro entretenimiento muy bien realizado que pasa volando con demasiada velocidad y que se disfruta a pleno cuando no se es demasiado quisquilloso.
La Supremacía Scarlett Y un día finalmente Luc Besson decidió volver a lo que mejor le sienta. Después de deambular a través de la pantalla con pseudo comedias, biografías y films animados un tanto anodinos, el franchute amigo de los tiros y de esas chicas tanto lindas como letales vuelve al género que lo hizo un nombre reconocible dentro de la industria: el género de acción. Lucy (2014) es lo nuevo del director –en esta caso también escritor- que vuelve un poco a sus raíces con esta apuesta en clave reminiscente de Nikita, la cara del peligro (La Femme Nikita, 1988), El perfecto asesino (León, 1995) y El quinto elemento (The Fifth Element, 1997). La historia arranca de sopetón y sin mucho preámbulo cuando Lucy (Scarlett Johansson) -una norteamericana que por algún motivo se encuentra viviendo y trabajando en Taiwán- se transforma en víctima de una red de traficantes que la utilizan para transportar ilegalmente una sustancia en su cuerpo. La cuestión se pone interesante cuando Lucy descubre que dicha sustancia comienza a expandir sus capacidades mentales. En teoría el cerebro humano sólo utiliza un 10% de su capacidad y cuando la sesera de nuestra protagonista comienza a crecer a un ritmo exponencial, busca la ayuda del Profesor Norman (Morgan Freeman) para tratar de comprender que sucederá si alcanza su máximo potencial. No es necesario hacer hincapié a propósito de la presencia magnética de Johansson en pantalla, quien tiene la responsabilidad de llevar adelante el film a pura sensualidad, disparos y algún que otro truco telequinético cuando la situación así lo amerita. Una suerte de Jason Bourne en versión femenina y sin control anti doping. Pero esperen…hay más –como dicen en los infomerciales-, cuando inicialmente parecería que la blonda nos lleva de paseo por una montaña rusa de acción de la A a la Z, Besson se encarga de sazonar la cuestión con una pizca de inquietudes de orden moral y biológico respecto del origen del ser humano, la propia condición humana, el poder que encierra el verdadero conocimiento y su función a través del tiempo y los tiempos. Tal vez el costado “intelectual” de la película llegue algo tarde después de tanta acción y no resista un análisis pormenorizado, pero alcanza para elevar por sobre el resto de las obras del género un film cuya historia –a no olvidarse- nace de un enorme What If, dicho en castellano una suerte de “¿qué pasaría si…?”. Y se nos invita a jugar con esta idea, ¿qué pasaría si las Scarletts del mundo tuviesen un intelecto supremo y estuviesen un escalón por encima del resto? Probablemente pocas cosas nos excitarían y espantarían tanto al mismo tiempo, pero no deja de ser divertido regodearse y jugar con la idea.
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Scarlett Johansson es la nueva heroína en problemas de un filme del director de “Nikita”. Luc Besson tiene predilección por las mujeres como heroínas, que suelen contar con pocas armas para salir adelante, y ver cómo se las ingenian. Lo de pocas armas es en sentido figurado, porque si uno recuerda a Nikita, o advierte cómo se desenvuelve la Lucy de su nueva película, son mujeres de armas tomar. Al director de El perfecto asesino y Juana de Arco también le agradan los filmes de acción, con muchas balaceras, un malo muy malo, la contraposición que impera y actos supremos de epopeya y hazaña difíciles de conseguir en la vida real. Bueno, Lucy es capaz de todo. Y más. Scarlett Johansson no siempre se encuentra cómoda en Oriente. La joven actriz de Perdidos en Tokio aquí tiene que hacer un encargo en Taiwán, y termina contra su voluntad como una “mula” para transportar una droga. Todo sale peor que mal, y el estupefaciente comienza a surtir efectos en ella. Básicamente: si los seres humanos utilizamos sólo el 10% de nuestra capacidad cerebral, Lucy en pocas horas alcanzará el 100 %. Y querrá vengarse. Y querrá curarse. Y querrá muchas cosas más que en sólo 89 minutos Luc Besson nos contará con lujos de detalles, violentos, sanguinolentos y así. Morgan Freeman es el científico que baja línea, y que intentará ayudar a Lucy, en tanto Amr Waked (el actor egipcio de Syriana y Un amor imposible) es el agente del orden y que intenta poner el ídem. Pero en una producción de Besson ya sabemos que eso es, casi, imposible. Y Choi Min-sik, el gran actor surcoreano de la Oldboy original, es el mafioso de la droga que de-sata una batalla en la que Lucy es una guerrera que, segundo tras segundo, descubre más y más poder en su mente, en sus manos, en su cuerpo. Y, es el cuerpo de Scarlett. Entretenidísima, Lucy se resiste a la lógica. Si las persecuciones automovilísticas en el centro de París son reales en un 90 % (el resto se hizo por computación) como afirmó Besson, habrá que aferrarse de la butaca. Johansson ya se probó como la Viuda negra de Los Vengadores, así que este papel no le queda holgado de ninguna parte de su ceñida ropa.
Rocambolesca, disparatada y profunda Productor de más de 100 películas, guionista de unas 50 (algunos de estos créditos son por películas basadas en personajes que él creó), director de 16 largometrajes, Luc Besson es una figura de primer orden en el cine mundial. ¿Eso lo convierte en un director de los mejores? No. ¿Hace un cine con sello personal? Sí, y no sólo por ser director y único guionista de muchas de sus películas (también de esta flamante Lucy) y por trabajar habitualmente con los mismos colaboradores en la fotografía, la música y la edición. Besson está interesado en la potencia: la potencia, entendida como vigor y como posibilidad. La fuerza, el profesionalismo y la mujer fuerte son otros núcleos recurrentes de sus películas. ¿Esto lo convierte en un autor cinematográfico? No, sus películas no son intransferibles en su forma. Besson filma pero no firma, o al menos no completamente. Con Lucy, Besson vuelve a un cine de alto impacto, uno que no había explorado como director en el siglo XXI. Lucy es una mezcla, potenciada, de su Nikita y de su Juana de Arco. Lucy tiene fuerza y tiene la capacidad de ver (mucho) más allá. Lucy es ciencia ficción además de acción: explora las posibilidades de desarrollo cerebral por los efectos de una droga sintética, en dosis masivas, en el cuerpo de una mujer. La mujer es Scarlett Johansson, la estrella de Hollywood puesta en el centro de esta película mayormente actuada por europeos y asiáticos. También está Morgan Freeman, que hace otra vez de científico confiable. Y como villano está Min-sik Choi, el actor surcoreano de Oldboy y tantas otras. Besson hace un cine global desde las procedencias de sus actores, desde la geografía (Taipei, París), y expande su relato hacia los orígenes de la evolución humana desde ahí empieza y hasta se anima con los dinosaurios. Porque Lucy, desde el principio, cuenta su historia principal, en la que Scarlett Johansson es la chica común metida en circunstancias extraordinarias. Y también cuenta-comenta-explica (mucho) con inserts de la naturaleza y otras intromisiones gráficas, y se desata al proponer derivas visuales de amplitud cósmica y de conexión de todo con todo. Si hasta es comparable por algunas imágenes y por la pretensión de decir algo acerca de lo más profundo, de aquello que nos hace humanos con El árbol de la vida de Terrence Malick. Pero allí donde Malick se perdía en solemnidades, símbolos gastados y un alarmante encierro solipsista, Besson imprime movimiento, violencia, apetito por la diversión y -como su protagonista por absorber el mundo y devolverlo en una película rocambolesca y disparatada. Un film contundente que, mientras pone en escena de forma visualmente fea la preocupación por el conocimiento absoluto, nos muestra un enfrentamiento a los tiros entre franceses y surcoreanos (quizás una metáfora bestial acerca de dos cines fuertes en su mercado interno). Besson no tiene problemas con mezclar, y de esas combinaciones un tanto irresponsables puede salir una película altamente estimulante como Lucy, en la que asistimos al proceso por el cual Scarlett Johansson pasa del miedo a la acción y de ahí, a meter miedo. Y todo en menos de noventa minutos. Lo breve, si contundente, dos veces impactante.
Lucy en China con falopa Algo está por cambiar para Lucy (Scarlet Johansson), este no es un día como cualquier otro y el hecho de andar con cualquier gamberro que se le cruzara alguna vez iba tener consecuencias. Pues, hoy es el día. Con un maletín esposado a su muñeca, Lucy ve en pocos minutos todo el horror que no vió antes en su vida. Aterrada, acaba convirtiéndose en mula para traficar una poderosa y nueva droga al servicio de un mafioso chino. Pero el gran cambio en la vida de Lucy no era el convertirse en traficante, el cambio llega cuando la droga que carga en su cuerpo se libera y la convierte en un fenómeno difícil de clasificar. Luc Besson parte de una premisa muy difundida pero poco analizada, la que asegura que los humanos solo usamos el diez por ciento de nuestro cerebro. Lo que nunca se dice es el diez por ciento de cuánto. Se especula con un poder mental del que se ignora su tamaño, pero se asegura que de ese total desconocido solo aprovechamos como mucho el porcentaje citado. Ok, sigamos el juego. A la buena de Lucy ese porcentaje le va creciendo y así gana poderes sobrenaturales; domina objetos, personas, se convierte en una máquina asesina y al mismo tiempo en una especie única capaz de sintetizar todo lo desconocido en materia de evolución. El filme comienza con todo el buen pulso que Besson tiene para la acción y encuentra en Johansson a alguien muy apropiada para su colección de protagonistas femeninas. Dentro de su propia lógica la trama se presenta interesante, pero no tarda en conspirar contra sí misma al meterse en vericuetos existenciales que atentan contra el relato, volviéndolo denso por momentos, ridículo en otros, pretencioso al final. Eric Serra, como de costumbre, acompaña con una buena banda de sonido las trepidantes escenas de acción que son de lo mejor que tiene para ofrecer la atractiva Lucy.
Crítica emitida por radio.
Crítica emitida por radio.
Con "Lucy" chocamos de frente con la dupla Besson - Johansson, y wow que son geniales... Ahora, hablando de la película... y sí, es extraña, alocada y tiene un trayecto que por momentos es confuso pero que uno quiere seguir viendo... Scarlett sorprende con su belleza (no es novedad) y como heroína. Sabé que es una peli especial, por eso, cuidado cuando la vayas a ver... Besson tiene una forma muy particular de contar las cosas, por eso, preparate y vivilo, pero sabé que puede no gustarte (o fascinarte). Una interesante propuesta en todos los cines del país.
Disparate al que redimen sus escenas de acción Con "Lucy" vuelve al thriller fantástico con chicas superpoderosas del tipo de "Nikita" y "El quinto elemento", sólo que esta vez los aspectos fantásticos están muy exagerados y ponen al conjunto al borde del ridículo. Lucy es una chica común que, por una mala compañía que apenas conoce, termina encadenada a un misterioso portafolio que debe entregar a cambio de 500 dólares a un no menos misterioso coreano que no habla inglés. La transacción se complica y Lucy termina con una nueva droga cosida a su vientre en una horrible operación quirúrgica que se vuelve imprevisible cuando algo sale mal y la sustancia toma contacto con su cuerpo. A partir de ese momento, Lucy ve cómo su cerebro es llevado al 100 por ciento de la evolución humana posible, logrando poderes sobrehumanos que, por ejemplo, le dan todo tipo de cualidades telekinésicas y de infiltrar computadoras y teléfonos celulares. A medida que sucede eso la protagonista se vuelve en contra de los mafiosos coreanos y vuela a París para dejar el legado de su transformación a la humanidad con la ayuda de un científico, el mayor experto en las capacidades no exploradas del cerebro. Luc Besson logra algunas sólidas escenas de acción, por ejemplo, cuando el personaje de Johansson, que nunca manejó un auto, le quita el volante a un policia francés (Amr Waked) y hace estragos con sus nuevos superpoderes sobre ruedas. También hay algunos insólitos tiroteos contra los mafiosos coreanos resueltos en formas sorprendentes y originales pero también un poco absurdas, sobre todo cuando los enemigos son puestos a flotar hacia el techo debido al control de la heroína sobre la gravedad. En todo caso, la parte más delirante del film tiene que ver con la presencia del personaje de Morgan Freeman, el científico con el que se comunica Lucy, que pone todo el conocimiento humano al servicio de este disparate. Freeman tiene generalmente el rol de ser el personaje que explica todo en una película, y aquí hace exactamente eso como en una especie de parodia de sí mismo. A favor de "Lucy" se puede decir que es original, está muy bien filmada y no deja de ser entretenida. Luego, su eficacia depende del nivel de delirio que pueda aceptar cada espectador.
El director y guionista francés Luc Besson, en Lucy, mezcla ideas con explosiones y se hunde en el ridículo. Propone que los seres humanos sólo usan el diez por ciento de su cerebro, un mito comprobadamente falso. La realidad es que, aunque no lo hacemos todo el tiempo y en todo momento, a lo largo de un día, aprovechamos casi la totalidad del cerebro. Pero esto a Besson no le interesa. Nadie pide que una película sea una clase magistral de ciencia. El problema, justamente, es que Lucy pretende serlo. Morgan Freeman interpreta al Profesor Norman, quien brinda una ponencia sobre el tema del diez por ciento. No lo expone como un mito sino que lo presenta como una posibilidad científica, y sus oyentes lo toman absolutamente en serio. Las alucinadas palabras del profesor, tan sinceras como disparatadas, están yuxtapuestas con imágenes de animales salvajes, maravillas naturales, proezas de la ingeniería humana y las peligrosas aventuras de Lucy, la protagonista. En las primeras escenas, es capturada por mafiosos coreanos, torturada, cuestionada y adormecida. Mientras permanece inconsciente, sus secuestradores insertan en su abdomen una bolsa con una droga experimental, que ella estará obligada a contrabandear. Sin embargo, al despertar, Lucy se pelea con uno de los guardias y recibe una patada en la panza. La bolsa se rompe, la droga infiltra su sistema sanguíneo y, sorprendentemente, activa las áreas latentes de su cerebro. Con las horas, aumenta su poder mental y adquiere asombrosos poderes: telekinesis, hipnosis, memoria infinita (como el Funes de Borges) y la posibilidad de interactuar con computadoras y electrodomésticos, espiar a través de las paredes, visualizar las señales de los celulares y viajar a través del tiempo, que ella manipula como si la vida misma fuera una pantalla táctil. Los diálogos, solemnes y lapidarios, cuestionan lo que sucedería si desencadenáramos los rincones inutilizados de nuestro cerebro. Pero como tales rincones no existen, las reflexiones se pierden en un vacío. En otros tramos del film, Lucy, convertida en súper-heroína, descubre que ya ni siente ni piensa como un ser humano. Pero sus dudas existenciales son triviales comparadas, por ejemplo, con las del Dr. Manhattan en Watchmen. El autor de aquel genial comic, Alan Moore, entendió que la (improbable) ciencia detrás de la transformación atómica de su personaje no era muy interesante, y decidió resaltar, en cambio, las implicancias filosóficas y políticas de un hombre-dios. Besson hace lo contrario: desatiende las implicancias y destaca la (pseudo)ciencia. Despilfarra millones de dólares en explicar e ilustrar (didácticamente) una idea estrafalaria y desarrollar sus extravagantes e imposibles consecuencias. Y lo hace a través de un emocionante operativo de efectos especiales y acrobacias digitales. Los antecedentes genéricos de Lucy son los mismos que los de El Quinto Elemento, aquella comedia de ciencia ficción que Besson filmó junto a Bruce Willis. En ambas se nota la influencia de la revista Metal Hurlant y los comics europeos de los setenta y ochenta, como los ilustrados por Moebius y escritos por el místico Alejandro Jorodowsky: protagonistas arquetípicos, mujeres voluptuosas, tramas absurdas y una imaginación visual incuestionable. Lo que importa es el viaje, el “ultimate trip”, como en 2001: Odisea del Espacio, aunque sin el rigor científico. Lucy es una divertida catástrofe. A pesar de todos sus defectos -o, mejor dicho, gracias a ellos- nunca podría ser categorizada como simplemente mediocre. Alcanza niveles de esquizofrenia y sinsentido para nada comunes en el circuito comercial. Es una mala película que vale la pena ver.
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Lucy es un nombre más en la lista de mujeres fuertes que Luc Besson ha sabido trasladar a la gran pantalla. El guionista y productor de Taken y The Transporter, franquicias por excelencia del sujeto dotado de un conjunto de habilidades letales capaces de eliminar a todo aquel que se cruce en el camino, siempre ha tenido una debilidad por las protagonistas femeninas a la hora de sentarse en la silla de director. Nikita, Juana de Arco, la Leeloo de The Fifth Element, la Aung San Suu Kyi de The Lady o la Mathilda de Léon son ejemplos del empoderamiento femenino que el francés siempre profesó, el cual lleva un paso más lejos con Lucy, su primera superheroína. Es imposible de ocultar el hecho de que su film guarda un parecido notable con Limitless (2011), semejanza que se acrecienta con la cercanía temporal de uno con otro. Aún así, hay una diferencia fundamental y tiene que ver con el tono elegido. Con la premisa del uso del 100% del cerebro, Neil Burger apuntó a hacer un thriller creíble con los pies sobre la tierra. Besson, por su lado, aspira al terreno más lúdico, a un film explosivo con toques de comedia negra, una celebración de la figura de Scarlett Johansson como la diosa de armas tomar, un aliciente para la película en solitario de Black Widow que por lo pronto no llega. El francés se refugia en la pretendida ciencia y en la filosofía barata para darle una justificación a lo que propone, algo que se pone en boca de un actor siempre identificado con la sabiduría como es Morgan Freeman, aunque lo cierto es que alcanza con tener a la actriz en pantalla, dándole su merecido a todo aquel que lo requiera. El gran problema de Lucy está en la mera concepción del proyecto o en su ejecución. El acceso al 100% de la capacidad cerebral es gradual, por lo que poco a poco el personaje se vuelve menos emocional, más frío y calculador, a la vez que parece ser capaz de hacer cualquier cosa que se proponga, como controlar la totalidad de su organismo o conectarse con la historia del mundo. La cuestión es que mientras más se desapega Lucy de su entorno, más distancia toma de la audiencia. De ser una joven vulnerable y usada, alejada de una familia que necesita, pasa a ser una máquina con la que es imposible sentir empatía. Así, su destino parece no ser importante. Si vive o muere es indiferente a un público condenado a contemplar su accionar, pero sin realmente preocuparse por él. Como cualquier producción tocada por el cineasta francés, Lucy goza de algunas destacadas secuencias de acción, como la clásica persecución en auto que puede hallarse en la mayoría de sus thrillers. El montaje de imágenes documentales para reforzar lo que la joven atraviesa y una fotografía brillante que aprovecha toda la paleta de colores, ayudan a delinear un film dinámico de 89 minutos hiperquinéticos que transcurren a una velocidad pasmosa. No hay una gran pretensión detrás de la película, que se siente más como un film clase B de alto presupuesto. Y como tal, sobresale.
Este thriller de acción de Luc Besson, fusiona como en muchas de sus películas distintos tópicos del cine de género más pochoclero. Pero además resulta original desde la concepción, con una JOHANSSON que se luce en su papel de heroína de comic, sensual, peligrosa y cautivante. BESSON no tiene miedo al ridículo y se desata haciendo gala de su oficio detrás de cámaras. El resultado es un producto divertido, audaz, vertiginoso y muy entretenido.
Una mula convertida en superpoderosa Scarlett Johansson interpreta a la heroína de este film de Luc Besson que sufre la violenta transformación en una joven con varias aptitudes sobrenaturales. Morgan Freeman será el especialista encargado de este curioso caso. Hace 20 años Luc Besson estuvo por Argentina difundiendo El perfecto asesino, aquel policial con el imperturbable Jean Reno y la adolescente Natalie Portman. En sus expresiones, el director deseaba conocer el mundo Hollywood, sus películas de acción y las superproducciones de ese entonces. De más está decir que lo copió muy bien si se recuerda la pirotecnia visual hinchada de presuntuosidad temática que rondaban las imágenes de Juana de Arco y El quinto elemento, dos obras del realizador ya metidas de lleno en un sistema de producción de millones de dólares invertidos. Luego vendrían otros títulos –uno peor que el otro– hasta que se llega a Lucy, con una estrella internacional como intérprete principal, que se convirtió en un éxito de taquilla y hasta inauguró el Festival de Cannes en mayo último. Algo debe andar mal, por lo tanto, si Luc Besson es tomado como referente de un cine industrial que complace las arcas de su país y las boleterías de todo el mundo. La historia de Lucy (Scarlett Johansson, claro), cuenta sobre el violento cambio de una chica utilizada como mula que, por múltiples motivos, se convierte en una superheroína con aptitudes varias que van de la telepatía a la telequinesis y del amplio dominio sobre la tecnología hasta un auntocontrol sensorial que sorprende a propios y extraños. La primera sorprendida es ella misma, ya que una poderosa droga sintética se expande por su cuerpo, en tanto, otro de los azorados por tal cambio resulta ser el personaje que encarna Morgan Freeman, un experto en el tema, que profiere una serie de conferencias expresando cuestiones (de manera seria) que provocan el efecto contrario. En realidad, Lucy vampiriza el cine de John Woo, a los referentes del cine oriental que aun no pasó por Hollywood, lo mejor de Tarantino y hasta a la heroína del videojuego cinematográfico Tomb Raider. Más aun, la presencia de Choi Min-sik, el actor de Old Boy y Sympathy for Lady Vengeance corrobora los guiños cinéfilos de Besson, un adolescente de más de 50 años imposiblitado de hacer otra cosa que no sea una versión nueva siglo de su Nikita (1990) apelando a intertítulos redundantes, efectos CGI de última generación y fragmentos documentales. En cuanto a la vampirización de referentes anteriores, no está mal que Lucy recurra a ellos con exceso y delectación. El problema es que su acotada trama siempre pierde en la comparación, agregando un plus que caracteriza a la obra del director: su manía por ubicarse en una zona difusa entre la levedad y la solemnidad que termina siendo perjudicial para las historias. Eso es Lucy y el cine de Besson: un triunfo rotundo de la hibridez.
Entretenimiento garantizado con buena actuación de Scarlett Johansson No hay que tomarse muy en serio “Lucy”, la nueva película del multifacético Luc Besson, que alterna y combina su actividad cinematográfica en la producción, con la escritura de guiones y la dirección como en este caso. A lo largo de más de 30 años ha dirigido quince largometrajes, con algunos títulos memorables como “Subway”, “Azul profundo” y “Nikita” hasta 1990. “El perfecto asesino”, su siguiente película fue su debut filmando en los Estados Unidos, al que siguió “El quinto elemento” en que incursionó por primera vez en la ciencia ficción. De allí en más su carrera fue bastante irregular con varios films fallidos (“Juana de Arco”, “Angel-A”, “Familia peligrosa”). La que ahora nos ocupa es de un género difícil de definir, a medio camino entre el cine fantástico y el de acción y cuyo principal sostén es la muy buena actuación de Scarlett Johansson. Comienza con ella en Taipei, nuevamente en el Lejano Oriente (recordémosla en “Perdidos en Tokio”). Su impresentable novio la envolverá en el tráfico de una muy poderosa droga que maneja la mafia surcoreana cuyo jefe es el señor Jang (Min-sik Choi de “Oldboy”). En paralelo se lo verá al profesor Norman (Morgan Freeman), un científico explicando a una nutrida audiencia que el ser humano normalmente sólo utiliza un diez por ciento de su capacidad cerebral y que un aumento de dicho porcentaje le permitiría dominar a otros de su especie. Lucy será el conejito de indias al ser la receptora de una droga cuyo efecto será el señalado por el profesor. Y a medida que la película progresa, el porcentaje de utilización de su capacidad cerebral irá aumentando. Claro que el incremento de su percepción sensorial y fortaleza física vendrá acompañado de efectos no deseados. Será el doctor Norman quien le revele, ya en Paris, lo que le puede pasar mientras que un policía francés (Amr Waked) se convertirá en su inesperado aliado. Este último comprobará los poderes instalados en Lucy cuando ella conduzca su auto por conocidos lugares de la ciudad luz y le revele que nunca antes había manejado. Los efectos especiales (digitales) con decenas de vehículos destruidos están bien aprovechados pero quien pretenda hacer un análisis más científico o riguroso de la historia seguramente se verá defraudado. Como se señalaba al inicio de esta nota no conviene tomar seriamente la trama de “Lucy” que en algún momento hasta puede parecer algo pretenciosa. Pero si sólo se busca diversión, el entretenimiento está garantizado.
Hasta la ficción debería tener límites ¡Que alguien pare a Luc Be-sson! A juzgar por los casi diez meses que ya pasaron de 2014, el más norteamericano de los directores del cine francés –que además es un productor serial– parece padecer un improbable trastorno al que podría bautizarse como filmorrea, kinorragia o, sin vueltas, síndrome de incontinencia cinematográfica. Véase: al inicio de la temporada se estrenó Familia peligrosa, con Robert De Niro y Michelle Pfeiffer, y al promediar el año fue el turno de 3 días para matar, estelarizada por Kevin Costner, y Brick Mansions, con el fallecido Paul Walker. De las dos últimas fue productor y director de la otra, rol que vuelve a ocupar en Lucy, protagonizada por Scarlett Johansson con el apoyo de ese mercenario de lujo que es Morgan Freeman. Cuatro películas en nueve meses, cantidad y tiempo que mueven a la exclamación asombrada: ¡Que lo parió! De las cuatro puede decirse que son genuinos productos bessonianos: mecanismos formulados apegados a los géneros, hechos a imagen y semejanza del cine estadounidense, pero reproducidos a velocidad de Fast Forward. Claro que hay películas suyas que quisieron ser otra cosa, como la producción para chicos Arthur y los Minimoys (2006), la insoportablemente kitsch Angel-A (2005) o su relamida versión de Juana de Arco (1999), que se cuentan entre lo menos logrado de su filmografía, en especial las últimas dos. Si bien es cierto que están lejos de ese piso, puede decirse que de las cuatro películas modelo 2014 las más efectivas son aquellas en las que Besson decidió no ocupar la silla del director y eso ya es decir algo de Lucy. Besson no pierde tiempo con detalles y va directo al punto de una historia que, de Nikita a El quinto elemento, remite a los dispositivos básicos de su cine. La chica del título es secuestrada por un mafioso oriental para usarla de mula, implantándole en el vientre una bolsa con medio kilo de una nueva y potente droga sintética que pretende introducir en el mercado europeo. Al ser golpeada por uno de los malos, el paquete se rompe dentro de su cuerpo provocándole una sobredosis que deriva en un inmediato y progresivo aumento en el uso de su capacidad cerebral. Ventaja que supone un poder sin límite pero que al mismo tiempo la irá degradando físicamente. Aun siendo ágil en lo narrativo, ingeniosa desde lo visual y hasta entretenida, Lucy está cargada de puntos ciegos, baches argumentales, inconsistencias y artilugios de guión cuestionables que obligan a pasarse toda la película discutiendo con las decisiones y el recorrido que Besson le va dando al relato. ¿Por qué alguien que llega al grado de iluminación al que accede Lucy se comportaría a veces de manera tan torpe o impostadamente salvaje? Podría argumentarse que se trata de un relato fantástico en donde las reglas las pone el que imagina. Pero hasta las fantasías más irreales tienen un límite marcado por la coherencia interna del universo creado, una raya que el director cruza a mansalva. Por momentos con desaprensión, como encaprichado en no cambiarle ni una coma a la fórmula de protagonista inocente + justicia por mano propia + persecución en auto + final feliz, a la que tanto se aferra y parece considerar la panacea del éxito.
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Amazona 2.0 Luc Besson, que tiene debilidad por las heroínas, seguramente no ignora los dos últimos roles de Scarlett Johansson en films de ciencia ficción. Tanto la inteligencia artificial de Her como la alienígena de Under the Skin se combinan en Lucy junto a (guste o no) la propensión del director por la desmesura. La historia empieza en Taipei, cuando Lucy (Johansson) se involucra involuntariamente en una operación con un mafioso chino. La organización la secuestra, inserta en su abdomen una droga experimental y la devuelve junto a un grupo de mulas a sus países de origen. En paralelo, el profesor Norman (Morgan Freeman) diserta sobre las limitaciones del hombre, que apenas usa el 10 por ciento de su cerebro. Y mientras un estudiante pregunta qué ocurriría de utilizar el 100 por ciento, Lucy recibe golpes en el estómago que liberan la droga, convirtiéndola en un ser superior. Besson usa la vieja, ni comprobada ni descartada teoría del escaso uso cerebral para crear un film de acción. Su Lucy se torna siniestra, al filo de la abductora en Under the Skin, y si bien sus procedimientos no son tan inquietantes como en el film de Jonathan Glazer, Johansson lleva adelante el film, con sus innegables dotes para construir un personaje encantador.
El director Luc Besson es conocido por haber dado al cine creaciones como Nikita (La Femme Nikita), Leelo (El Quinto Elemento), Leon (El Perfecto Asesino) o Frank Martin (El Transportador), pero ha estado lejos de su mejor momento en los últimos años, con esporádicos trabajos como realizador, incluyendo films como Familia Peligrosa (The Family) o La Fuerza del Amor (The Lady) que pecaban de insulsos. Todo esto cambió con la llegada de Lucy, con Scarlet Johansson (Los Vengadores) como protagonista. Últimamente se han estrenado productos que trataban el mito del uso total del cerebro humano, como Trascendence: Identidad Virtual o Sin Límites, con resultados más que deplorables en casi todos los casos. En cambio, Lucy triunfa sobre sus antecesores al no tomarse la premisa en serio, sino que la utiliza como excusa para explotar la imaginación combinando un montaje alocado, espectaculares y exageradas escenas de acción con secuencias absurdas como el big bang, imagenes de animales en la naturaleza, divisiones de células, etc. Besson no intenta justificar o darle una lógica científica a su historia, tampoco impone un tono serio o solemne, sino que mantiene al largometraje en constante movimiento, con una atmósfera ligera y pasatista. Lo que logra Besson es uno de sus mejores trabajos en años, que recuerda los mangas o animés japoneses, obras en donde se pierde rápidamente el contacto con la realidad cotidiana (Ayuda a que parte de la película suceda en una ciudad asiatica, aunque en este caso sea Taipei). Es en Lucy donde Besson suelta su imaginación y sus instintos cinematográficos, haciendo de este producto un excitante estado psicodélico que, a medida que avanza la cinta, se suelta de las ataduras a la realidad y va a un universo purante cinematográfico. Es importante destacar que gracias a una estructura ajustada, el film se mueve a buen ritmo y que nunca decae, también sirve que las tomas o escenas hechas por el equipo creativo son claras y nunca apelan a confundir al espectador con el uso de la cámara en mano o cortes rápidos. Nada de esto funciona sin el reparto, que ha sido bien elegido, tanto Johansson como Morgan Freeman o Min-sik Choi. Lucy no es un film para todo el mundo ya que su infantil premisa puede alejar a cierta parte de los espectadores, pero logra ser, con un gran uso del absurdo y toques de humor, un seguro entretenimiento con cierta sofisticación audiovisual difícil de igualar por momentos. Luc Besson ha regresado luego de una largas vacaciones con algo digno de su ilustre carrera.
Lucy in the sky with diamonds Dejando un poco de lado el cine europeo, la semana del cine alemán y todo lo que se consigue por internet de latitudes extrañas y ajenas -de excelente calidad cinematográfica-, vi en "LUCY" de Luc Besson la posibilidad de dejarme llevar por ese cine a pura velocidad, con mucha acción y con ese irresistible aroma a pochoclo cinéfilo. Claro que, a veces, la memoria de uno es frágil a la hora de "cobrarse cuentas pendientes" y nunca recordé que Luc Besson ya me había decepcionado enormemente con un pastiche de proporciones múltiples como fue "Familia Peligrosa / Malavita" en donde De Niro y Michelle Pfeiffer trataban de tornar creíble un guión completamente revuelto y sin sentido con un sutil dejo de humor negro pero con enormes desprolijidades. Eso mismo pasa, a mi entender, con "LUCY" una película donde el guión se agota en las primeras escenas y entonces es más fácil "rellenar" con lo que se haya tenido a mano en ese momento sin elaborar demasiado ninguna trama más allá del esqueleto inicial. Pareciera intuirse que Luc Besson ante la falta de nuevas ideas se dispone a mezclar en una multiprocesadora Moulinex, bien ochentosa como el aire que se respira en sus mejores películas, algunos elementos de su gran éxito mundial que fue "Nikita" tomando de ésta todos los elementos de la heroína de super-acción, un aire impostado futurista alla "El quinto elemento" con la ciudad de Taiwan como marco exótico en las secuencias iniciales (luego estará la mágica y hermosa Paris de fondo) y la acción desmesurada que volcó en sus guiones para "Taxi" y todas sus secuelas. Lucy se ve envuelta en un asunto de tráfico de drogas cuando su novio-de-hace-una-semana la obliga a entregarle un maletín al Señor Jang (Choi Min-Sik, sin duda uno de los grandes aciertos de la película tanto en el casting como en incluirlo como imágen icónica que tenemos de este gran actor, protagonista de la tremenda "Old Boy"). En un abrir y cerrar de ojos el Sr Jang la someterá a ser "mula" de una potentísima droga que deberá transportar en su estómago. Como para que la trama se complique un poco más todavía, Lucy es golpeada y la droga sintética CPH4 -pensada como futuro furor en el mercado por lo que deben distribuirla por todo el mundo- se desparrama por todo el cuerpo y comienza un otorgarle un poder completamente impensado. Esto conecta con una disertación del profesor Samuel Norman (Morgan Freeman) que venimos viendo en paralelo a medida que Lucy se va metiendo en problemas. En esta disertación, Norman habla sobre la capacidad cerebral apuntando que generalmente los humanos no acceden a usar más de un 10% de la misma con billones de neuronas sin utilizar y un cerebro trabajando con capacidad ociosa, subrayando que esos billones de células envían más de mil mensajes por segundo por lo que el tráfico cerebral es impresionante y no tenemos ni en forma aproximada, la verdadera dimensión de ese fenómeno. Pero esto SI le está pasando a Lucy al esparcirse la droga en su organismo (oh sorpresa!): logra escuchar voces a mucha distancia (es una especie de Mujer Biónica?), puede leer carteles en idiomas que desconoce, manejar computadoras a toda velocidad, usar la telekinesis para mover objetos (y personas!) y otros tantos múltiples superpoderes que le permite a Besson hacer de las suyas con las herramientas digitales y los efectos especiales. A esta altura del partido seguir pidiendo que el guión guarde una mínima coherencia es demasiado. La historia ya se ha puesto en marcha, y el enorme talento y la versatilidad de Scarlett Johansson -además de su belleza y su fuerte presencia en pantalla- hacen que todo el vértigo bajo la piel de esta "batichica" sea lo suficientemente creíble como para seguir adelante con la historia. El guión delira y va in crescendo en acción y desmadre por más que Besson ha planteado en entrevistas que la mitad de las cifras y de las teorías que se incluyen en la película son reales -da el caso por ejemplo de que los delfines identifican un pez a 5 kilómetros, algo que el ser humano podría hacer si utiliza esa capacidad residual de su cerebro-. De todas formas, irrita que Besson intente darle una mirada científica a semejante disparate proponiendo fragmentos documentales (o documentales apócrifos) para imbuir la historia de un halo de cierto rigor científico tanto con el uso de una voz en off semi-libro de autoayuda y de las disertaciones del personaje de Freeman, para intentar convencernos de que todo lo absurdo que plantea en su historia y su guión, tienen visos de coherencia. Demasiado pretencioso. Tal como pasaba en "Familia Peligrosa", Besson pierde el timón a mitad de la película y la historia deja de ser la protagonista para dejar lugar a un festival de acción vertiginosa pero no mucho más que eso. Tal como apuntamos anteriormente, un acertado casting (Johansson - Freeman y el villano de turno encarnado por Min-Sik) junto con la excelente factura técnica con la que se maneja el director en todas sus producciones salvan las papas del fuego a un guión completamente intrascendente, adocenado, sin alma y por sobre todas las cosas, sin nada nuevo que aportar.
El próximo paso de la evolución Hace 15 años atrás Luc Besson, había declarado que se retiraba del cine. El niño que revolucionó el cine comercial francés con su mirada épica y fantasiosa, grandilocuente, pretenciosa, pero a la vez con verdaderas herramientas artísticas, quería pasar el resto de sus días escribiendo libros infantiles. Para algunos fue un alivio, para otros fue una noticia triste. Besson había arrancado su carrera con un interesante thriller que mezclaba acción, suspenso y humor llamado Subway. Christopher Lambert en su cumbre artística corría por las calles de París, y de manera frenética y adrenalínica, Besson empezaba a imponerle otro ritmo al cine francés. Sin embargo, su segunda obra, fue más profunda. Un drama sobre un hombre que ama el mar y los delfines, Azul Profundo. Le siguieron Nikita, El Perfecto Asesino – película que le dio fama internacional a Jean Reno - y El Quinto Elemento. Todos grandes éxitos comerciales. Besson era un director que no temía llevar a Francia a estrellas de Hollywood como Roxana Arquette y Bruce Willis o viceversa, poner en Nueva York a su asesino favorito. Fue el descubridor de una joven Natalie Portman e incluso le dio la oportunidad a Milla Jovovitch de calzarse el traje de Juana de Arco. A la hora de su retiro, Besson tenía seguidores y retractores, pero pese a todo era respetado. Sin embargo, el descanso duró poco y no pudo dejar pasar la tentación de llevar a la pantalla grande las adaptaciones animadas de sus cuentos Arthur y los Minimoys. Fue un regreso con sabor a poco que estuvo acompañado de Ángel A, film romántico y de acción en blanco y negro, que si bien se dejaba ver, fue destruido por la crítica internacional. Y mientras sus producciones y guiones de films meramente de acción como la saga de Taxi, Búsqueda Implacable, El Transportador, sumado a un par de obras de artes marciales con Jet Li, cosechaban millones en todo el mundo, sus propias películas eran fracasos rotundos. Incluso la adaptación de Las Aventuras de Adele Blanc-Sec, mítico personaje de la literatura joven francés que ni siquiera pasó por las pantallas argentinas. Poca repercusión tuvieron obras más pretenciosas dirigidas a un público más adulta como La Fuerza del Amor – la historia real de Aung San Suu Kyi, líder de Burma – o Familia Peligrosa – otra sátira mafiosa con Robert De Niro. Y así llegamos a Lucy, que sin lugar a dudas, es la película con la que Besson logra combinar lo mejor – y lo peor – de su filmografía. La protagonista de esta historia es una chica a la que Besson desea presentar como la típica rubia tonta estadounidense que viaja a Taiwan acompañada por un amante, sin entender demasiado porque lo acompaña. El chico está parado frente a un hotel 5 estrellas y le pedi a su novia de turno que le lleve el maletín a un magnate coreano. De pronto empiezan los tiros y Lucy es obligada de la noche a la mañana a ser una mula de una droga en forma de piedras azules. Tras una pelea con uno de sus guardias, la droga se esparce por el cuerpo de Lucy, posibilitando que las neuronas de la pobre niña se multipliquen y que en menos de 48 horas, pase de usar el 10% (o menos) de su cerebro, a usar el 100%, convirtiéndose en una especie de diosa capaz de controlar la gravedad, el tiempo, el espacio. lucy_movie_3 Mientras la protagonista sigue su proceso de evolución solo piensa en vengarse del millonario que la obligó a meterse en esta aventura y poder transmitir el conocimiento que va adquiriendo al resto del mundo a través de la figura de un catedrático universitario, que explica a la audiencia lo que podría suceder si los hombres usáramos el 100% de nuestras capacidades. Parece que Besson se la pasó un año entero viendo Discovery Channel y analizando revistas sobre ciencia, medicina y evolución. De todo eso, sacó de su cráneo este delirante guión con teorías científicas que no parecen demasiado inverosímiles en el contexto del film. Aplicó una buena dosis de acción de su factoría – las persecuciones por China y Paris parecen plagiadas de El Transportador o Taxi – y agregó a Scarlett Johansson. Y aquí vale la pena detener el tiempo un minuto. La viuda negra de Los Vengadores es el tesoro del film. Así como lo fue Milla Jovovich, Natalie Portman o Anne Parillaud, la Lucy de Scarlett es la típica heroína que se lleva a todos los matones por delante. Las heroínas de Besson se van endureciendo durante el transcurso de sus films, perfeccionando sus destrezas físicas y evolucionando a nivel intelectual (también se puede ver esto en Ángel A o La Fuerza del Amor). Scarlet interpreta a Lucy con sensibilidad, sensualidad y soberbia. La acompaña Morgan Freeman, nuevamente como la voz de la razón y la representación científica – repitiendo el estereotipo que interpretó en la saga de Batman o Trascendence – y Ming-sik Choi – el actor de Oldboy – como el villano de turno. Besson sabe entretener, sabe narrar, sabe divertir. Los efectos especiales están a la orden del día y el film se aprecia mejor en pantalla Imax, dado que en los últimos 20 minutos, el director decide que la protagonista viaje a través del tiempo y el espacio, se reencuentre con sus ancestros y así emular al mismísimo Stanley Kubrick de 2001, odisea del espacio o el Terrence Malick de El Árbol de la Vida. Acaso un thriller con toques de ciencia ficción convertido en un relato existencial sobre los orígenes del hombre, la Tierra y la evolución celular. Sí, todo eso es Lucy, y a pesar de todo, nos reencontramos con un Luc Besson, nuevamente en la cúspide de su creatividad.
Todo o nada El director francés Luc Besson, reconocido por su estilo casi hollywoodiense mezcla de John Woo con Michael Bay más una pizca de citas a otros films, donde el ritmo frenético y la acción son verdaderos protagonistas, y que cuenta en su filmografía con grandes éxitos como Nikita, León, el profesional (considerada por muchos película de culto) o El quinto elemento, explora nuevamente el género de ciencia ficción con Lucy, película que escribe, dirige y produce, Lucy parte de una idea original y sugerente propia de un género que pretende llevar al espectador a otros mundos u otros planos imaginarios, una premisa científica con una base más o menos real que puede ser falsa o no pero es verosímil, en el sentido de que debe parecer posible. Una chica común y corriente se ve involucrada en una red mafiosa de narcotraficantes asiáticos, que le obligan a hacer de “mula” de un nuevo tipo de droga que aumenta la capacidad cerebral, abriendo las puertas de la percepción y llevando al cerebro humano a niveles de operación desconocidos. Lucy adquiere superpoderes de forma inesperada y buscará consejo en el Profesor Norman (Morgan Freeman), cuyas teorías sobre el aprovechamiento de la capacidad cerebral del ser humano son refrendadas con el ejemplo de la joven y su accidental descubrimiento. Tras un comienzo, en el que Morgan Freeman (una reencarnación de su personaje en Transcendence) comienza a explicar los inexplorados límites de la mente humana haciendo honor al eslogan de la película: “Una persona normal utiliza el 10% de su capacidad cerebral. Imagina lo que ella puede hacer con el 100%”, y donde Scarlett Johansson se ve involucrada en una serie de escenas repletas de tensión y violencia (incluidas las poco sutiles pero efectivas metáforas visuales estilo ''Animal Planet'' de la captura de la protagonista) que terminan con la droga tomando posesión de Lucy, el relato ingresa en una montaña rusa que colecciona a un ritmo frenético y en partes iguales secuencias tan absurdas como deslumbrantes. Lucy se convierte en una mezcla de Nikita con Terminator, sin sentido del humor, gestualmente inmutable y sin alma, que además de venganza emprende una carrera contra el tiempo por alcanzar el máximo de su capacidad cerebral y así el conocimiento supremo, eliminando el único apoyo emocional decente que teníamos, dando lugar a un cambalache con Lucy enfrentada a la mafia taiwanesa, controlando todos los aparatos electrónicos a su alcance (casi bizarro), poderes sobrehumanos al estilo súper héroes, sed de venganza, efectos especiales, tiroteos, grandes persecuciones y accidentes espectaculares por las calles de París, mezcladas con alegorías sobre la naturaleza y el proceso evolutivo con unas cuantas reflexiones sobre la vida, el conocimiento y el universo a ritmo vertiginoso y sin dar respiro. Fiel a su estilo Beson incorpora “guiños” de otros films, como Matrix (en la manipulación de información, visibilidad de las líneas de comunicación, efectos especiales), Atlas de las nubes y El árbol de la vida (cuestiones metafísicas sobre el papel del ser humano en el mundo, su origen y su destino), Kill Bill (la mujer que emprende un viaje de venganza) con auto referencias de Nikita y hasta 2001 Odisea del espacio de Stanley Kubrick (con el encuentro entre Lucy y su análoga en la prehistoria). El delirante final donde todo vale, con viajes en el tiempo incluidos, cierra un relato que se origina sobre una base pseudocientífica pero de la que nunca pretende tomar parte ni desarrollar ni mucho menos convencer de su veracidad, para dar lugar a la evolución de Lucy, con personajes unidimensionales y arquetípicos propios del genero de acción y la síncresis lograda entre la espectacularidad de las imágenes y el ritmo vertiginoso impuesto por la banda de sonido a puro techno (a cargo de Eric Serra). Pese a sus absurdos (no tiene mucho sentido la escena del avión en la que poco a poco se va deformando y desintegrándose – ¿Para qué necesita al cirujano coreano? – ¿Si califica de rudimentarios los estudios del científico para que necesita su ayuda? - ¿Si puede decodificar el sistema binario de los ordenadores y conectarse mentalmente a internet por qué utiliza ordenadores portátiles? - ¿Si puede manipular el tiempo, los seres vivos y cualquier tipo de materia con un dedo, para qué pide concentrarse al final? - ¿Entran todos sus conocimientos en un Pendrive?, y podría seguir.), la película absorbe al espectador y fluye tan bien que cuando uno quiere ver todo lo que está mal ya habrá terminado y disfrutado de la acción, comprobando una vez más que Scarlett puede hacer de todo.
De Spielberg a Tarantino, como si nada A Lucy la obligan a actuar como “mula”, llevando una nueva droga desde Oriente a Europa. Por accidente, el paquete que le habían introducido en el vientre se rompe, y la sustancia se esparce por el cuerpo provocando efectos inusitados. Lucy comienza a experimentar un increíble desarrollo de su mente. La comunidad científica se pregunta qué sería de nosotros si utilizáramos el 100% del cerebro. Luc Besson tiene su propia teoría y la desarrolla a su manera. “Lucy” es trepidante, desmesurada, colorinche, tan implacable como Scarlett Johansson dando en el blanco casi sin apuntar. Besson plantea dilemas existenciales, corta y en el siguiente plano propone una masacre tarantinesca. Corte y regreso a Morgan Freeman teorizando sobre el origen y el destino de la especie humana. Así de ambivalente es “Lucy” en su discurso. Y en el medio, Besson alimenta la narración con toda clase de metáforas visuales, algunas precisas, otras prescindibles. El cuerpo de Lucy -nombre que no tiene nada de casual, ya verán por qué- es invadido por una droga sintética que va directo al cerebro. No sólo los sentidos de Lucy se expanden; también sus habilidades físicas y, sobre todo, su capacidad de almacenar y procesar conocimiento, hasta abarcarlo todo. Esa es la hipótesis de Besson: el día que seamos capaces de emplear el máximo potencial de la mente accederemos a otro plano de la vida. Pero esta no es una obra de Terrence Malick, sino un thriller con mafiosos chinos, liderados por el extraordinario Min-sik Choi (“Old Boy”). A Besson le salen muy bien los villanos, empezando por Gary Oldman en “El perfecto asesino”, su mejor película. Besson salta de género en género tomando riesgos y eso deriva en éxitos (“Nikita”), fiascos (“El quinto elemento”) y formidables metidas de pata, a la altura de “Juana de Arco”. Viene de rodar una muy buena comedia negra con el tándem De Niro-Pfeiffer (“Una familia peligrosa”) y antes había buceado en la vida de la activista Aung San Suu Kyi. No se priva de nada. “Lucy” es una máquina de pensar, pero también de matar. Extraña y seductora combinación planteada en clave de filme. En otros tiempos la hubiera encarnado Milla Jovovich, pero estos son los años de Scarlett Johansson y hacia ella fueron Besson y su ambiciosa película. Tómenla o déjenla.
Mamá, siento todo Hay muy pocas escenas memorables en Lucy y entre esas pocas se destaca un parlamento de la protagonista (Scarlett Johansson) quien llama a su madre por teléfono móvil y le dice: "Mamá, siento todo". Todo es todo: desde el sabor de la leche materna hasta los besos que sus padres le dieron en las mejillas. Ese momento, obviamente, no puede ser otra cosa que una distracción poética en un producto de acción y ciencia ficción diseñado por Luc Besson. Sin embargo, el prolífico director y productor francés parece pecar de solemne de forma voluntaria, como si hubiera querido combinar el guion de Nikita con el espíritu de Azul profundo, lo cual hace que sea bastante difícil definir el resultado. Desde el principio, está claro que intenta hacer algo distinto, pero también enseguida salta a los ojos que los procedimientos para realizarlo son estéticamente dudosos. En la primera escena, por ejemplo, las imágenes del momento en que un novio trata de convencer a Lucy de que entregue un maletín cerrado se yuxtaponen con fragmentos documentales del ataque de un leopardo a un venado. Ese tipo de comentarios visuales o verbales a situaciones que se entienden por sí mismas abundan en Lucy y terminan pesando como un lastre, más allá del interés de la ciencia o de la filosofía que trata de divulgar. El propio Besson ha demostrado que cuanto menos distancia hay entre la acción y la reflexión más adecuada es la fórmula narrativa(véase, si no, El perfecto asesino). Por la vía del exceso constante, se viola varias veces la frontera del ridículo y de la coherencia interna. Una vez asumido en la ficción que una personaje tiene la capacidad mental de imponerse a las leyes de la física, como es el caso de Lucy, ya no es posible volver atrás en la imaginación y considerarla vulnerable. Hay que saltar de nivel y ahí es donde se evidencian las fallas argumentales. La trama tropieza una y otra vez y cae en sus propias trampas, si bien cada tanto se despabila con alguna escena energizante (una persecución o un tiroteo impecables) y con uno o dos villanos memorables (que lamentablemente se diluyen en la historia). Salvando algunas distancia, Lucy se ubica en la categoría de película futuristas y espirituales, como Trascendence, identidad virtual o La fuente de la vida, que le deben demasiado a esa nueva religión norteamericana llamada "new age", la cual tiende a manifestarse como una reconciliación alucinada entre la naturaleza y la tecnología (electrónica y química). Los ojos de enajenada con los que mira el mundo Scarlett Johansson durante casi toda la película son el mejor comentario posible a esa clase de ideas.
Scarlett encendida Lucy es una película con un argumento muy rebuscado pero que funciona gracias a la mano de Luc Besson y al protagónico de Scarlett Johansson. Absurdamente entretenida. Esa podría ser una buena síntesis de Lucy, cinta dirigida por un tipo que ya de por sí es bastante extraño en lo que a su producción se refiere, tanto en su rol de guionista como de realizador. Y este último trabajo refuerza esa idea, porque redondeó una película que de haber tenido otro director y otra protagonista, seguramente habría sido lapidada por la crítica. Incluso en tiempos donde los filmes pochocleros de puro entretenimiento tienden a estirarse en el metraje para durar unas dos horas o más, Besson regresa al estándar de 90 minutos para resolver todo el argumento. Y para ser sinceros, el argumento es rebuscado a más no poder: una bella joven es obligada a hacer de “mulita” para transportar una poderosa droga sintética. Pero todo sale mal, y luego de una golpiza la droga se le desparrama por su cuerpo provocándole una inesperada transformación. El efecto que le provoca es el de expandir las capacidades del cerebro al 100 por ciento, y no solo le trae aparejada una feroz inteligencia, sino también la posibilidad de mover objetos con la mente y la de influir en los comportamientos. Toda ella. Lucy es Scarlett, y Scarlett es el principal y casi único motor de esta película bizarra en su trama, tirada de los pelos, pero que tiene una dosis de desfachatez tan grande y osada, que lo que en otras condiciones hubiera dado vergüenza ajena, aquí tiene un aire de frescura, ingenuidad y rebeldía (en el sentido de “hago lo que se me canta y al que no le guste me importa un comino”) que la hacen llevadera. Lucy tiene condimentos que se han visto en anteriores realizaciones de Luc Besson. Hay algunas escenas de acción que están bien resueltas y serán del agrado de los fanáticos de las balaceras y las persecuciones. Llama la atención, quizá por descolocada o fuera de contexto, la participación del veterano Morgan Freeman en el rol de un científico especialista en las capacidades del cerebro, aunque no desentona. En determinados segmentos se nota la decisión de querer terminar todo en 90 minutos, y puede parecer que la narración se atraganta, pero no deja de ser una queja de aquellos que prefieren estirar un poco más para clarificar las resoluciones. Lucy es la excusa perfecta para los espectadores que gustan de la acción y sobre todo para los que gustan del rostro y del físico de la sensual rubia.
Besson canta la posta Luc Besson se levantó un día con más pretensiones que de costumbre. Pretensiones al estilo Hermanos Wachowski con esa idea de que el cine está hecho para explicar filosóficamente el universo. Entonces junta todos sus prejuicios científicos, como la idea de que el ser humano usa sólo el 10% de su cerebro o su curiosa interpretación de la teoría de la evolución que implica el concepto de inmortalidad (¿?) y le dice a Morgan Freeman que lo explique a cámara. Mientras tanto, en Taipei, capital de facto de la República de China y nueva capital de la colonización cultural, vemos a una chica con pocas luces interpretada por Scarlett Johanson y que se llama Lucy, que comete un par de errores imbéciles que hacen que termine siendo utilizada como mula para transportar en su vientre medio kilo de una droga nueva que luce escandalosamente parecida a la metanfetamina azul del querido Walter White de Breaking bad. La bolsa se rompe e ingresa en el torrente sanguíneo de Lucy una gran cantidad de sustancia azul que por alguna razón en lugar de matarla hace que pueda usar su cerebro al máximo y adquirir poderes como inmiscuirse en las redes 4G o paralizar a las personas. Y esto es sólo la premisa inicial. En adelante se sucederán una cantidad casi ilimitada de arbitrariedades inverosímiles, y sí, estará quien me pregunte por qué aceptamos que un suero transforme a un pelele en el Capitán América y no nos gusta que una droga transforme a Lucy en alguien poderoso, y yo le respondería que Besson hace trampa porque pretende explicar todo lo que sucede mediante la ciencia -en realidad con lo que él sugiere que es ciencia-, dándole a todo un aire de solemnidad muy extraño si pensamos que en la escena siguiente aparecerán un montón de mafiosos taiwaneses estereotipados a los gritos, tirando misiles a una puerta de madera perfectamente regular y sin ningún refuerzo. Besson pretende transmitirnos constantemente el valor del conocimiento, esa idea ridícula y gastada que suena bien acerca de que la redención del ser humano se alcanzará mediante el saber científico. Filosofía de hace cien años que sonaba interesante para una civilización que no había vivido algunas cosillas como el Holocausto y la bomba atómica. Mientras estaba viendo Lucy, me aterró pensar la posibilidad de no estar entendiendo el mecanismo de la película, porque no me estaba gustando y sentía que Besson se estaba moviendo en el límite entre el entretenimiento despreocupado y disparatado y la pavada Wachowski. Entonces pensé en Lucy, personaje cuyas acciones jamás están justificadas. Cuando era común, era manipulable y tonta. Cuando adquiere poder, se convierte en un ser sentencioso, salvaje y sin alma. Luego pensé en Milla Jovovich y los personajes con capacidades diferentes que Besson le hace interpretar en Juana de Arco o en El quinto elemento. Me dije que Luc tiene algunas cuestiones ideológicas que resolver, sobre todo con respecto a las mujeres que aparecen en su obra. Así que yo, que también tengo algunas cuestiones ideológicas que resolver, no me voy a avergonzar tanto si me equivoco cuando digo que Lucy sólo cumple el cometido de entretener mínimamente, pero que en general es una injustificada pelotudez.
Disparatado entretenimiento El universo de Luc Besson no es para todos los gustos. El francés que fue más reconocido por las masas por productos como Leon y El Quinto Elemento, no venía concibiendo proyecciones netamente convincentes. Aquí, con Lucy, desparrama sobre la mesa unas cuantas fichas sobre esta propuesta tan entretenida como desfachatada. Lógicamente, funciona mucho mejor para quienes bancan la parada y se identifican con el peculiar estilo del director. La acción y la ciencia ficción se entrelazan al servicio de una película que se pasa rápido por su corta duración y por su agilidad a la hora de plasmar los acontecimientos a la pantalla. Lucy (Scarlett Johansson), es obligada a transportar una bolsa de drogas plantada en su abdomen. El punto de inflexión se da cuando el embalaje se rompe y los narcóticos se ponen en contacto con su organismo, permitiendo que Lucy comience a desarrollar, progresivamente, poderes sobrenaturales asociados a una utilización del cerebro cada vez más superior al común que implica sólo el 10%. El film nos enlaza rápidamente con un arranque dotado de adrenalina. Entre medio de cada secuencia, pequeñas muestras de locura cinematográfica comienzan a asomar, previniendo o quizás avisando al espectador lo que luego puede llegar a emerger con mayor fuerza, con ráfagas de alboroto y desconcierto. A medida que avanzan los minutos y cuanto más poder adquiere la figura central, Lucy gana en entretenimiento pero pierde, en instancias, por su previsibilidad. Besson acierta cuando monta un relato en el que es mejor no ahondar en explicaciones profundas que intenten fundamentar la mutación y lo que va experimentando el personaje de Johansson. Existen momentos en los que el realizador pierde el control y se va por las ramas, apelando a una serie de eventos en los que prima el sinsentido. Es allí donde esta suerte de ilógica no encuentra aclaración o clasificación posible ni siquiera desde algún tipo de simbolismo. Sin embargo, el francés es consciente de ello y utiliza esos elementos de naturaleza indescriptible en pos de un espectáculo anodino y meramente orientado hacia el esparcimiento, permitiendo así que el observador simplemente se deje llevar y no se detenga demasiado en poner la mente en funcionamiento. Vale destacar la gran actuación que lleva a cabo Scarlett, primero como una simple mujer que no sabe en qué la han metido y luego, con el rotundo cambio, como una especie de máquina que arrasa con todo lo que se tope en su camino (mención especial a la vertiginosa escena de autos). Lucy acaba resultando una película que mantiene, en líneas generales, la dinámica. Delirante y disparatada, se mueve bien en el ámbito de la distracción llevadera, en donde la acción también encuentra ciertas pizcas de humor como un componente aliado. LO MEJOR: entretenida, despreocupada. Se pasa rápido. Scarlett Johansson, de muy buen papel. LO PEOR: cuando el delirio se extiende un poco más de la cuenta. PUNTAJE: 6,7
La nueva película de Luc Besson, el mismo realizador de "Nikita", "El Perfecto Asesino" y "El 5° Elemento", nos cuenta la historia de Lucy, interpretada por Scarlett Johansson . Ella trabaja en Taiwán como "mulita" transportando droga dentro de su cuerpo. Un día, uno de esos estupefacientes se revienta dentro de su organismo y desarrolla super poderes. El cerebro del ser humano es utilizado solo en un 10%, con ésta droga corriendo por sus venas, ella los desarrollará en un 100%. Morgan Freeman ocupa el co protagonico de ésta violenta y alucinante aventura.Hiper pochoclera!!!!
Oh, Lucy, dónde quiera que estés, ¿podés oírme? Me acuerdo, en otro siglo, de una película que no era buena pero impresionaba discretamente a su manera: sus colores, su sintaxis de aviso publicitario, su estrategia emocional (una chica misteriosa, en cierto modo perdida aunque inalcanzable, objeto de veneración de todo el mundo); la preocupación, ciertamente conmovedora, de “conectar” con una idea de la ciudad moderna, en la que la violencia de los seres amontonados contrasta con el entusiasmo babélico de encontrar una clase de belleza escondida entre el cemento y el metal, en el ruido, en la despersonalización que produce para el cine criaturas abandonadas y libres que hablan solas, cada una en su idioma. La película se llamaba Diva y su director era Jean-Jaques Beinex. ¿Por qué pienso en Besson y en Beinex al mismo tiempo, como si fueran una unidad, una especie de deidad menor del cine francés con dos cabezas? Probablemente porque Besson, la parte que nos ocupa de ese binomio impensado, comparte con su compatriota la vulgaridad estética, la pasión por el público, la predilección por los escenarios urbanos y la ambición temprana de ir a posicionarse como representante de un “nuevo cine francés”, cosmopolita y amnésico, que les hiciera creer a todos que las películas francesas podían hacer saltar la taquilla local y de paso venderse bien en el resto del mundo. Un par de años después, Besson contestaba con Subway, una película ambientada en el sistema de subtes y protagonizada por un hada madrina buena caída en desgracia que tenía una pistola por varita mágica. Beinex descubrió a Béatrice Dalle (con 37° 2 le matin), pero Besson dirige desde entonces sin parar, escribe, produce y diseña franquicias. Ahora ya sabemos a quién de los dos le fue mejor. Lucy es otro producto de la fábrica Besson, que a veces larga al mundo cosas más o menos entretenidas y olvidables, juguetes caros destinados a engrosar una filmografía sostenida con un orgullo de maratonista. Lucy es una banalidad querible, filosóficamente balbuceante, muy tosca en su aspecto formal pero llena de vida: la historia breve de una mujer perseguida por hombres malos, engañada, golpeada, desencantada, que mediante un vuelco del destino adquiere el poder suficiente para escaparse y volver sobre sus opresores, ahora para demostrarles de qué materia está hecha una chica. Lo malo es que ese poder es también su perdición. La película luce siempre urgente, chirriante y bañada de una frialdad descorazonadora que el ritmo machacón de la banda de sonido se encarga de acrecentar y resignificar. ¿Estamos delante de un thriller drogón en el que una party girl termina envuelta en una trama policial por culpa de las malas compañías? ¿O Besson pretende, además, reflexionar mediante sus imágenes cursis y sus metáforas de jardín de infantes acerca de la capacidad de adaptación de esas criaturas de Dios llamadas humanos? Parte de la gracia inesperada de la película es que se encuentre jugando todo el tiempo al borde del ridículo, exhibiendo de a ratos una enjundia que nunca termina de convertirse en parodia y disparando sobre el espectador momentos tan risibles como inclasificables. La elección de Scarlett Johansson parece increíblemente adecuada y justa. La verdad es que hacía mucho que Scarlett no lucía con tanta autoridad delante de la cámara. Cuando unos matones la tiran al piso y la patean dan ganas de dejarlo todo, atravesar la pantalla y rescatarla. Cuando la llevan por un pasillo a la rastra, los primeros planos se abalanzan sobre su mirada extraviada de miedo, y el abismo de las ojeras parece crecer y condensar, en un rapto de milésimas de segundo, una melancolía de millones de años que encuentra su culminación en esa encerrona absurda en la que una vida despreocupada se hace añicos. De pronto, advertimos que la inspiración verdadera de la película podría ser la pregunta acerca de cómo se sobrevive en un mundo que se ha vuelto inhumano, con la buena de Scarlett como núcleo central y víctima propiciatoria: en realidad Besson no necesitaba firuletes retóricos, ni necesitaba, tampoco, esa gravedad impostada en la figura del personaje de Morgan Freeman que destila un discurso de autoridad irrelevante. Lo único indispensable de verdad era una chica hermosa perseguida y castigada. Cuando Lucy cae en la cuenta de que va a morir, la ciudad maldita, como una Babilonia contemporánea, ni siquiera parpadea. El movimiento sigue, las luces de neón siguen. La película no llega a hundirse en la tristeza porque el montaje, la música y los colores chillones siguen también, tan inmutables, como en una fiesta de la que Lucy se retira siendo todavía demasiado joven.
Visualmente alucinante y efectiva. Siempre es bien recibida por sus seguidores una película del cineasta francés Luc Besson (55).entre sus obras se destacan: “Azul profundo”,” Nikita”, “El quinto elemento”, “The Transporter”, entre otros. En esta oportunidad mezcla la acción, Ciencia Ficción y Thriller y se encuentra protagonizada por la estupenda actriz, cantante y modelo Scarlett Johansson (29) y la acompaña Morgan Freeman, entre otros. La bella Lucy (Scarlett Johansson) se encuentra en Taipei y conoce una noche a Richard (Pilou Asbæk) quien al otro día la obliga a que entregue un maletín del cual desconoce su contenido y ante su negativa la esposa al mismo, ahora debe entregarlo al misterioso Sr. Jang (el coreano Min-sik Choi) y sus hombres la obligan a convertirse en una mula para transporte de una droga sintética nueva y poderosa. Sin desearlo y contra su voluntad se transforma en mula (algo similar a lo que ocurría en el film “María llena eres de gracia”, 2004), ante un ataque el cuerpo de Lucy se transforma en una máquina de matar y solo desea vengarse, tiene la velocidad de un rayo, una memoria extraordinaria, no siente dolor, puede detener el tiempo, mover objetos con su mente, en una palabra tiene poderes sobrenaturales, al estilo “Carrie”. La trama va mezclando la ciencia ficción, el thriller y la Ciencia Ficción, con una dosis de teorías biológicas, filosofía y algo de metafísica, visualmente resuelta atrayente, no solo por lo que explica el Profesor Norman interpretado por el buen actor y creíble Morgan Freeman, cuando va combinando tomas de animales salvajes y otros en su hábitat con una buena banda sonora que colabora con las imágenes y no falta el toque de humor. Contiene algunas similitudes con “Nikita” y está muy bien elegida como la heroína Scarlet Johansson, es divertida, salvaje y se luce en todo momento, está bien el coreano Choi Min-Sik como villano y gánster, y el capitán de la policía francesa Pierre Del Río (el actor egipcio Amr Waked, “Syriana”). La filmación resulta deslumbrante, entretiene del principio al final, llena de: efectos especiales, persecuciones, luchas cuerpo a cuerpo, todo vuela por el aire, la acción es constante, tiene ritmo, logrados efectos especiales, bien pochoclera, no contiene un gran guión pero cumple.
El filme de Luc Besson no es chica ni limonada, no es ni claramente un filme de acción, ni es una fantasía interesada en la especulación científica de la ciencia ficción. Para ser un filme de acción es demasiado filosófico, para ser sci fi, le falta desarrollo y le sobran escenas innecesarias. Si quieren ver un filme sobre Black Widow no lo van a encontrar, y van a encontrar algo más parecido a Trascendence. Además el hecho de que venda incesantemente el mito del uso del 10% del cerebro como cierto no ayuda. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
"Sin ser su mejor película, Lucy se disfruta desvergonzadamente. Un Luc Besson al 100%, con edición frenética, sangre, humor negro y sus típicas persecuciones de autos por callecitas de París. ¿Lo mejor? Scarlett Johansson entregando palo y palo en cada escena para consolidarse como una de las grandes femmes fatales del cine moderno". Escuchá el comentario. (ver link).
Estupendo trabajo de Scarlett Johansson a las órdenes de un cineasta que sabe contar historias Desde hace rato sabemos de la devoción de Luc Besson por el papel que la mujer juega en la vida de un mundo excesivamente masculino. Es tan grande la influencia de la mujer que ésta termina convirtiéndose en el catalizador servil a poner orden en la vida de los hombres, ya sea para redimirlos como en “Angel-A” (2005) o “El perfecto asesino” (1994); salvarlos en “El quinto elemento” (1997) o directamente enfrentarlos para ocupar su lugar de igualdad superadora como en las biográficas”·Juana de Arco” (1999) o “La fuerza del amor” (2011). Hasta en “Una familia peligrosa” (2013) la esposa y la hija funcionaban como factor de contención afectiva aplicando una contra-violencia acorde al contexto. Sin dudas, la primera mujer en rebelarse contra los mandatos machistas, a la vez que exponiendo fragilidad, fue “Niñita” (1990). Por ese lado va este último opus sobre damas devenidas en heroínas. Comienzo. Lucy (Scarlett Johansson) es turista en Taiwan. Anduvo de joda a la noche, conoció a un tipo y ahora está en la puerta de un hotel de lujo con él, negándose a entrar con un maletín de misterioso contenido para entregárselo a un tal Sr. Jang (Choi Min Sik). Esposas mediante, es obligada a realizar la tarea. Un minuto después, su ocasional “chongo” es baleado y ella llevada varios pisos arriba, en donde éste capo (violentísimo), de una suerte de cartel de drogas asiático, la somete a preguntas cuyas respuestas, por supuesto, desconoce. Lucy será forzada a trabajar de mula para transportar lo último en super-drogas. En un montaje paralelo a estos hechos, el profesor Norman (Morgan Freeman) da una cátedra sobre una hipótesis respecto a la supuesta capacidad de telequinesia, telepatía y otros poderes, que el cerebro humano tendría si utilizara su cerebro al cien por ciento. En este montaje aparece un humor seco que da pie a lo que viene después. Así como ocurría con Nikita, el personaje de Lucy sufre una metamorfosis que invierte los roles de dominada en dominadora, y de presa en cazadora. Mientras tanto, el guionista y realizador va profundizando y llevando al extremo la teoría científico-filosófica que ayuda a instalar el verosímil de manera inapelable. El estupendo trabajo de Scarlett Johansson potencia las características del personaje, otorgándole una constante impronta de belleza y frialdad a medida que su Lucy va adquiriendo más poder. Tal vez uno de los mayores méritos de Luc Besson, además de confiar en su equipo habitual (la banda sonora de Eric Serra es brillante), sea la dinámica de la compaginación hecha por él mismo, en concordancia con el ritmo que pide el guión. Lucy no da respiro ni lugar para pensar lo cual, tratándose de una película que habla de la capacidad del cerebro, es una de las grandes ironías. El francés sabe contar una historia de este tipo porque respeta a rajatabla los preceptos de la narrativa clásica. Es cierto: se va alejando inexorablemente de aquel poeta que supo mostrar como pocos el amor fraternal en aquella entrañable “Azul profundo” (1988), pero también es verdad que como cineasta está abocado a otro tipo de cine donde de vez en cuando se da un lugar para la fantasía visual, como por ejemplo toda la escena en la cual Lucy trasciende en el ejercicio de la memoria genética.“En realidad nunca morimos”, dice en un momento. El buen cine tampoco.
"Lucy" es una interesante y divertida propuesta. Con un relato que se pasa minutos dando discursos sin mucha profundidad, pero con un muy buen trabajo actoral y con algunas secuencias que recuerdan a los mejores años de Besson en la silla del director. No alcanza para ser una cinta redonda e inolvidable, pero sí para pasar un agradable y entretenido momento en la sala del cine.
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Una de las películas más sabrosas del año. Si lo que busca es un gran entretenimiento lleno de acción, de aventura, de humor y de fantasía, aquí está. Pero si busca otra cosa, una meditación sobre la vida, sobre la trascendencia o sobre el mismo cine, también: aquí está. Lograr ambas cosas al mismo tiempo no es sencillo y requiere de un realizador totalmente libre y alocado, irresponsable en el mejor sentido del término para lograrlo, es decir un Luc Besson, que cuando imagina sin límites logra rarezas como esta. Lucy es una joven –extraordinaria Scarlett Johansson– a quien un muchacho engaña y mete, inadvertidamente, en una mafia de drogas sintéticas. Termina con un kilo de una extraña sustancia en el cuerpo, la sustancia se libera y ella se transforma primero en una superheroína y luego en algo más. O, más bien, en mucho más. Besson mete en la licuadora de los géneros desde el 2001 hasta “El árbol de la vida”, pasando por todo el cine de superhéroes, las grandes películas de acción orientales –hay tiroteos que recuerdan a John Woo o Johnny To–, y hasta la comedia romántica. Pero se justifica: el film se pregunta por qué somos como somos y hacia dónde vamos, si existe realmente la muerte y qué significa la vida. Besson tiene sus respuestas y, sin darse cuenta, nos cuenta por qué nos gusta tanto el gran espectáculo cinematográfico. Puede pensarse que se trata de una gran ensalada, pero le aseguramos que cada ingrediente tiene su razón.
Habrá que preguntarle a Luc Besson que le disparo la idea de Lucy (Francia, 2014) una película que revisita sus anteriores filmes, con una inevitable referencia a "Nikita", y una potencia y desparpajo inicial que se va diluyendo conforme avanza la acción. La oportunidad de reflexionar sobre la capacidad cerebral y la pequeña porción del mismo que a diario utilizamos y que solo nos ubica por encima de algunos animales y por debajo del delfín, esto en manos de un científico interpretado por Morgan Freeman, y hace que la acción del filme se enmarque de una manera diferente. Hay una joven, rubia, bella, muy ingenua, que es capaz de enamorarse de la persona equivocada tantas veces sea necesario llamada Lucy (Scarlet Johansson), y que para nada suscribe a eso de no tropezarse dos veces con la misma piedra, eso no cuenta, más bien al contrario. Y en uno de esos romances se topa con Richard (Pilou Asbaek), lo peor de lo peor, y termina envuelta en una red de narcotráfico que la utilizará como mula para distribuir una nueva droga sintética que altera todos los sentidos. Pero lo que no tendrán en cuenta los traficantes es que la droga que Lucy posee en su interior accidentalmente se fusionara con su organismo aumentando sus niveles de actividad cerebral y sensorial a un punto insospechado. La absorción de la droga funciona como bisagra en el filme, y lo dota de características sobrenaturales, haciendo que Lucy pueda, por citar solo un ejemplo, comunicarse con otros seres telepáticamente y obtener beneficio de ellos. La acción arrasa, y transforma a la protagonista de un cuerpo dócil, sumiso, a una vorágine de acción y aventura capaz de liquidar a quien se ponga en su camino, pero esa transformación no se refleja más que como una nueva conciencia incapaz de sobreponerse a su nueva realidad. Lucy sabe que no es la única "mula" que transportaba la CPH4 (nueva droga), por lo que decide, con la ayuda de un policía (Amr Waked) encontrar al resto, contactar al doctor Norman (Freeman) y además liquidar a Mr. Jang (Choi Min-sik) la cabeza de todo este negocio. “Lucy” es una película ambigua y ambiciosa, que arranca con una buena idea pero que lamentablemente no encuentra un sostén, más allá de la interpretación de Johansson, y que intenta darle un marco existencial a unos personajes simples, escritos con trazos gruesos, y que solo en la exageración de algunas situaciones no encuentra un rumbo marcado. Lucy podría haber sido otra cosa, un entretenimiento valido que además denuncie una práctica que día a día atenta la vida de miles de personas, pero ese punto lo ridiculiza y no llega a generar nada nuevo sobre la temática. Besson envuelve muy bien su producto, elige correctamente a los actores y coreografía escenas de acción y persecución impactantes, pero le falta cohesión y continuidad, como así también ritmo, algo que desde "El quinto Elemento" los seguidores y cinéfilos le pedimos.
El guionista y director Luc Besson dejó macerar durante 10 años el concepto a desarrolar a partir de que tuviera contacto con el guiòn de “Lucy” para lograr presentarnos una mas de sus chicas, fisica y mentalmente vulnerable, pero que luego descollarà con rudeza y determinación durante el avance de la cinta. "Lucy,” su mas reciente realización; logra durante sus 90 minutos acaparar la atención del espectador, la narracion sucede a una velocidad que no te permite despegarte de la pantalla. Aquì la protagonista es encarnada por la sensual Scarlett Johansson, quien domina la funciòn siendo el hilo conductor de una exhibicion visual que gravita sobre una base cientifica, para secundar a la evoluciòn de Lucy como trama central. La pelicula no pretende dar respuestas a dialecticas existenciales, mas bien toma estas cuestiones como elementos disparadores (de la imaginacion), utilizando si, terminos e informacion especificamente del campo de la ciencia, (algunos ficcionalizados) que podrian (si se quiere) hasta hacerlo creible, y, desde este punto de partida, focaliza la mirada en que pasarìa si tal fenòmeno aconteciera. La evolucion del personaje sufre cambios, la Lucy que inicia el relato, nada tendrà que ver con la del final. La interpretacion omnipresente de Scarlett de un ser humano que va dejando en el camino todo aquello que nos hace tales. La idea de evolucion aquí, maximiza la posiblidad de expansion y conexión sin limites, y que por ende, nos borra todo el encuadre emocional que nos sostiene. Sin dudas la inventiva y creatividad del Luc, le dan los matices que uno espera encontrar un thriller de accion. El film no desarrolla ningún personaje más de lo que Besson considera necesario, lo cual es escaso. Sin embargo, el director logra ofrece una pelicula vertical, con un travelling deslumbrante, cadenciosa y con estilo. En todos los aspectos de la cinta se puede ver la mirada Bessoniana, más pendiente de la acción que de la ficción, con secuencias de alto octanaje. Las espectativas con las que el espectador acuda a su encuentro, serán los condicionantes para poder disfrutarla o no. Si bien hay algunos puntos flojos dentro de la trama, la narracion discurre sin dificultad, ofrece entretenimiento simple y directo.
Lucy, lo nuevo de Luc Besson Lucy es una nueva película escrita y dirigida por Luc Besson, creador de las reconocidas Nikita, El perfecto asesino y El quinto elemento. La actriz Scarlett Johansson, (Vicky Cristina Barcelona, Her, Hitchcock, Capitán América, Under the skin) es la encargada de interpretar a la protagonista quien lleva el nombre de la película. La joven Lucy está de vacaciones en Taipei, en busca de diversión y nuevas experiencias. Su nuevo novio está involucrado con negocios ilegales y la presiona hasta lograr que entregue un maletín a unos mafiosos coreanos. Allí empiezan los problemas. La pequeña valija contiene varios paquetes de una nueva droga llamada CPH4. Un polvo azul que se aspira y produce sintéticamente sustancias químicas que, en grandes cantidades, permiten ampliar el desarrollo del cerebro. Entonces ella es secuestrada por los narcotraficantes, quienes la obligan a transformarse en mula para llevar dentro de su cuerpo uno de estos paquetes hasta Estados Unidos. Antes de partir, enfrenta a uno de los secuestradores que intenta violarla, éste la golpea en el estómago y el CPH4 se expande por todo su cuerpo. Lucy comienza a sufrir transformaciones y aumentan todas sus capacidades sensoriales, físicas y mentales. Amplía potencialmente sus conocimientos, no siente el dolor y puede dominar los movimientos de personas y objetos. Su porcentaje de capacidad cerebral comienza a crecer hasta acercarse al 100% y los cambios que transita ponen en peligro su propia vida. Se convierte así en una superheroína, que al tiempo que busca una solución científica para su situación, enfrenta con toda la violencia y mucha acción a la banda de narcotraficantes que manipuló su cuerpo. En paralelo, Morgan Freeman interpreta a un científico que investiga las capacidades del cerebro en humanos y animales. Sus clases magistrales se van intercalando con la historia de Lucy para intentar dar un sustento científico a lo que está viviendo. Según su teoría las personas utilizamos solamente el 10% de nuestra capacidad cerebral, y todas las grandes obras y descubrimientos de la humanidad serían una pequeña muestra de nuestras posibilidades. Freeman será convocado por Lucy para intentar comprender lo que está viviendo. Las aristas del argumento y el tratamiento cinematográfico combinan distintos elementos. Por lado, un thriller de acción alucinógena acompañado por un especial tratamiento de efectos visuales y sonoros, que incluyen células y neuronas expandiéndose a todo color en la pantalla. En otra línea emerge un clásico de género, esta vez con las mujeres al frente: superheroínas y X-woman, y aquí Luc Besson retoma su camino de protagonistas con chicas de acción como Nikita y la valiente Matilda de El perfecto asesino. Se agrega una línea de ciencia ficción que tiene una débil argumentación de los elementos de análisis. El director no se detuvo en buscar detalles científicos para convencer al público sobre los supuestos mínimos porcentajes de capacidades utilizadas por el cerebro. Hay una teoría planteada de forma general, la seriedad que emana del personaje de Freeman y un montaje de imágenes al estilo Discovery Channel, que son los elementos para fundamentar. Para compensar esta debilidad suma una reflexión mística sobre las particularidades del ser humano. Según revistas científicas en Lucy hay mucha más ficción que ciencia, pero para disfrutar una película esto nunca fue un problema. La película no pretende convencer de su veracidad, sino construir los argumentos que aporten a su propio desarrollo, y en esto los elementos encajan. Sobre el final se impone la acción y se despliegan todas las habilidades técnicas para lograr una toma de persecuciones por las calles de Paris, de las que aseguran haber utilizado solamente un 10% de trabajo digital de la imagen. Lucy no es un diamante que brille en el cielo, ni lo mejor de la obra de Luc Besson, es una película entretenida y con un buen despliegue visual, que ayuda a ejercitar la imaginación más allá de su hora y media en las pantallas.
Fumada. Absurda. Tonta. Pero tan exagerada que resulta compulsivamente mirable. A veces los directores logran sacar a flote libretos ridículos pero, en este caso - cuando el cineasta y el libretista son la misma persona -, uno deduce que la trama ha sido concebida así desde el vamos, y que se trata de un esfuerzo adrede. Si uno tuviera que definirla, podría decir que Lucy es una especie de versión no oficial de Akira, con menos formalidad y mas disparate y tetas, la cual termina saliendo a flote gracias a la impresionante energía que logra inyectarle Luc Besson en cada uno de sus fotogramas. El comienzo es glorioso y tarantinesco. Dos extranjeros enredados en Taiwan, de los cuales el muchacho convence a la chica que le cumpla un encargo aparentemente sin importancia. Cuando las cosas se ponen espesas, uno se da cuenta que la trivial encomienda resulta ser una tarea tremendamente peligrosa... especialmente cuando al chico lo masacran en las afueras del hotel y frente a los ojos de la protagonista. En medio de toda esa escena tenemos un montón de cortes rápidos e intercalados con la trama principal, los cuales muestran una secuencia paralela en donde un montón de leopardos se aprestan a cazar un venado desprevenido en medio de la sabana africana. Las interrupciones de la cacería de los leopardos da el tono justo para el filme - que es cómico, inesperado y que súbitamente se pone sangriento -, porque todo lo que empieza a padecer la muchacha dista de ser bonito. Golpizas, asesinatos frente a su vista, llanto, tortura, demasiada sangre. El jefe de la mafia china (Min-sik Choi, el mismo de Oldboy) volándole la cabeza a un drogadicto frente a los ojos desorbitados de una desesperada Scarlett Johansson, como para que entienda que sus intenciones van en serio. La chica siendo raptada y forzada a portar, en su abdomen, una bolsa enorme de una droga azul, tan peligrosa como experimental. Y un montón de maltrato físico en la celda en donde espera el momento de ser despachada de vuelta a su casa en Norteamérica - oficiando como mula para pasar la droga por la aduana -, el cual accidentalmente rompe la bolsa y desparrama la droga azul en su corriente sanguínea... convirtiéndola en algo que no es de este mundo. Mientras que la premisa pareciera terminar en una de superhéroes - la Johansson pateando traseros y usando sus superpoderes mentales para vengarse -, el filme intenta ir mas allá y explicar que la chica se ha convertido en una entidad tan hiperpoderosa y sobrehumana que es capaz de absorber todo el conocimiento humano, reelaborarlo y borrar de un plumazo todas las teorías científicas creadas por la civilización en los últimos 500 años. El problema es que, para ello, se precisa un clima de asombro - un escenario de seriedad científica como el de Transcendence, en donde las explicaciones suenen racionales y originales -, el cual es canibalizado por las balaceras y los tremendos poderes mentales de la Johansson. Toda la explicación científica inspirada del final - que las matemáticas no son el lenguaje común del universo sino de que se trata del tiempo - perece sepultada ante la batalla campal que mantienen los mafiosos con las fuerzas policiales en el corredor contiguo. Son como dos películas pegadas y contrapuestas: Lucy castigando a los malos, y Lucy convirtiendose en un semidios capaz de cambiar la historia de la humanidad. Y Besson dirige con mayor entusiasmo la primera que la última. Desde ya, todo está plagado de absurdos y errores científicos. Como que todos los humanos sólo usamos el 10% del cerebro y que la Johansson, a causa de la droga, empieza a usar la capacidad remanente hasta alcanzar el 100% sobre el climax del filme. En ese sentido, Lucy es como Limitless pero recargado de testosterona: en vez de los pavos devaneos de Bradley Cooper para demostrar su superinteligencia, Scarlett Johansson parece Carrie en medio de su período menstrual, aniquilando gente con la mirada y siendo capaz de realizar proezas físicas imposibles. La chica blandengue y lloricona se ha convertido en una especie de robot rebosante de lógica pura, capaz de conectarse con los aparatos electrónicos, leer todo tipo de telecomunicaciones sin necesidad de dispositivos, apagar los cerebros de sus perseguidores mediante un chasquido, mover cosas gigantescas a la distancia, e incluso moverse en el tiempo y el espacio cuando su mente gana mayor potencia debido a las sobredosis de la droga azul que la chica sigue inyectándose para mantener el ritmo y la integridad de su hiperactivo cerebro. Lo que evita que Lucy caiga en el ridículo es el nivel continuo de sorpresas que nos reserva Besson en cada una de las escenas, en donde nada es imposible. Son esos delirios los que mantienen vivo al filme, ya que los dos conflictos principales - la deidad en que se está transformando la chica (lo cual jamás está explicado de manera profunda), y la batalla con los criminales (la cual no deja de ser una pelea entre humanos y gusanos - parafraseando a Tim Robbins en La Guerra de los Mundos -, ya que Lucy es tan superpoderosa que resolta imposible creer que esté en algún momento en serio peligro) - no son resueltos de manera satisfactoria. En todo caso, uno debe tomar a Lucy como una especie de road movie metafísica. Es mas interesante el viaje que el destino, y los delirios que se le han ocurrido a Besson para entretenernos durante la travesía. Es posible que el enfoque exagerado del francés sea el mejor para encarar semejante historia, ya que la formalidad hubiera hecho crujir la credibilidad de la trama; aquí, en cambio, Besson decide volar la credibilidad por los aires y se dedica a bombardear los sentidos con un monton de truculencias, las cuales son tan disparatadas qe resultan inmensamente entretenidas. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/lucy.html#sthash.aZdBLBo0.dpuf
Parafraseando a un gran amigo, Lucy es una hermosísima boludez. Es impactante, vertiginosa y muy, pero muy criticable. Luc Besson y cia. parten de premisas básicas como ser, la mafia china, el narcotráfico, la mula, la causalidad, y hete aquí el detonante de: el poder de la mente, el ser humano, el propósito de la existencia y el primer motor; entrelazándolas con autoridad para concluir de forma soberbia, una producción que siempre sube la apuesta. Lucy_EntradaLucy entra en esa categoría de películas perturbadoras (Mr. Nobody, El Árbol de la Vida) que te dejan atontado, si se quiere meditabundo. Pasada la introducción, ya definido el escenario y los personajes, te zambulle en el apabullante in crescendo del poder sin límite. De comprender el cómo, el donde y el porqué. No es un film para encontrar respuestas. Te hace cómplice, pero nunca participe. Sin embargo, es una película que no deslumbrará al público en general. Para aquellos espectadores quisquillosos, familiarizados con la teoría del multiverso (especialmente Bubble universes) que hayan cursado introducción a la filosofía, saldrán del cine muertos de risa por la liviandad con la que se entremezclan estos temas. Pero para aquellos que alucinaron con Poder sin Límites (Chronicle), Sin Límites (Limitless) o Akira será la mejor entrada utilizada en meses. Quizás para los fanáticos de la acción Lucy adolezca de un rival hecho a medida, pero como en otras producción de Besson el contrapunto solo sirve de catalizador para un conocimiento interior. El contrapunto de Lucy solo sirve de catalizador para un conocimiento interior. Scarlett Johansson (lejos de ser su mejor interpretación) esta sexy y cumplidora, como es su costumbre. El personaje de Morgan Freeman no tiene un rol decisivo en la trama y por momentos se pierde en la vorágine de la historia, pero nada por reprochar pues la protagonista indiscutida es Lucy. La mafia da sustancia a las escenas de acción, en especial su enfrentamiento con la interpol. La puesta en escena y la producción queda pendiente para alguien que sepa del tema. Finalizando, Lucy es una película comercial, que te puede volar la gorra, con muchas incoherencias y sin sentidos, pero que se disfruta de principio a fin.
Scarlett Johansson ha pasado por un variopinto de personajes durante este 2014, primero aportando su disfonica voz para humanizar al encantador Sistema Operativo del que se enamoraba Joaquin Phoenix en HER de Spike Jonze. Prácticamente fue la co-protagonista de Chris Evans en Capitán América y el Soldado de Invierno, en tanto que recientemente en Under the Skin de Jonathan Glazer fue una sensual alienígena, presurosa por desatar su libido ante la raza humana. En el caso de LUCY , Scarlett Johansson , va por el camino inverso, ya que en esta oportunidad compone a un personaje al que la humanidad se le escapa, adquiriendo minuto a minuto una mayor capacidad cerebral que la encamina hacia una inexorable “transhumanidad”, quedando desprovista de cualquier rasgo emocional. Luc Besson, autor de obras maestras como Nikita y The Professional/El perfecto asesino, viene ejerciendo a través de los años un cine que pone de manifiesto poder de la figura femenina, que esto no se interprete como un discurso demagogo, sino que resulta el común denominador de personajes como Juana de Arco, Nikita, Matilda y Leeloo, capaces de sobreponerse ante la adversidad, para redescubrirse extasiadas en superar límites propios o impuestos. Lucy ( Scarlett Johansson ) es una joven ingenua, forzada a toparse con un grupo de mafiosos, que la forzaran a ser una suerte de “camello” para el transporte de una droga sintética experimental que revolucionara el mercado. Sera entonces que un accidente con la mencionada sustancia prototipo, hará que los químicos tomen contacto con el organismo de Lucy, desarrollando la totalidad de su capacidad cerebral, pudiendo controlar absolutamente todo a su alrededor. Lucy es una historia de venganza, su protagonista no es motivada por el altruismo de pretender librar al mundo del tráfico de drogas, o de las mafias internacionales, simplemente ejerce una venganza por razones puramente personales. Besson se permite un mínimo espacio en la primera escena de la película para ejercitar la sutileza, mediante un “montaje ideológico” que trabaja como subtexto de una mujer todavía frágil (Lucy), aplicando imágenes de un ciervo que esta a punto de caer como presa de de una manada de leones, referencias simples y directas que refuerzan esta alegoría, enfatizando la entrada del personaje a un escenario dominado por sus enemigos. Lucy es la promesa implícita en toda película de Besson, un subidón de adrenalina, del que jamás hubiésemos imaginado que nos depararía un relato tamizado por una mixtura de filosofía pseudo- existencialista y cultura Pop , que actúa en favor del entretenimiento y transita exento de imposturas pretensiosas, como el simple ejercicio de etilo narrativo y visual de una apuesta artística sorpresiva y por demás vertiginosa. Lucy es una película sin pretensión alguna, pero absolutamente delirante, que se pasea cómodamente entre el genero de acción y la ciencia ficción.
“El que mucho abarca poco aprieta” Cuando uno entra a ver una película de Luc Besson realmente no espera que el relato sea absolutamente lineal, o que cumpla las leyes de la física, ni que sea demasiado realista. Esto se debe a que las películas del director francés se caracterizan por sus escenas “exageradas” de acción, piruetas imposibles y guiones incongruentes. Y como era de esperarse, todo eso vuelve a repetirse en Lucy. Esta película fantástica de acción nos cuenta la historia de Lucy, quien es engañada por su novio para que entregue un portafolio con un contenido desconocido al Sr. Jang. Resulta que este misterioso Sr. Jang es el capo mafia de una organización china narcotraficante y lo que contiene ese portafolio son cuatro bolsas de plástico con un kilo de droga cada uno. Una vez allí, Lucy es forzada a llevar una de esas bolsas dentro de su cuerpo para luego entregarla en Estados Unidos. Pero antes de cumplir su objetivo, es golpeada salvajemente en el estómago por uno de los mafiosos y el contenido de la bolsa comienza a esparcirse en su interior. Esto causa que sus neuronas se reproduzcan a una velocidad inhumana y pueda utilizar una mayor capacidad cerebral que el común de los humanos, que sólo utilizamos el 10% (hipótesis que se sostiene a través de la película). Utilizar todo su cerebro le da poderes casi sobrehumanos, por lo que puede manipular la materia, los campos magnéticos, la gravedad de la tierra e incluso el tiempo. En lo positivo, podemos decir que viendo Lucy no se van a aburrir. La película va al grano inmediatamente, lo que la hace muy dinámica y entretenida, con escenas que se suceden rápidamente condimentadas con una banda sonora aceptable. En lo negativo, se podría sostener que abarca demasiado y consigue poco. La película incluye tantas cosas y habla de tantos temas que termina por no hablar de nada. Empieza con la física cuántica, con las matemáticas aplicadas, con el sentido de la vida, con lo que nos hace humanos y el misterio de la muerte y luego lo mezcla con mafias chinas, tiros y persecuciones que desentonan en gran manera. Todo esto sin contar los graves errores en el guión, como por ejemplo, ¿Por qué le van a poner una bolsa en el estómago y luego la van a patear justo en el estómago los mismos miembros de la mafia, que son quienes están interesados en que esa droga llegue intacta a destino? Si realmente utilizar por completo su capacidad cerebral le da el poder de hacer lo que quiera, ¿por qué necesita la cooperación de la policía para parar a los mafiosos? ¿Porqué dejar que éstos mueran en una balacera cuando ella puede con un solo movimiento de mano despojarlos de sus armas? Hay muchas cosas que no se terminan de entender y que parecen forzadas. De todas formas no podemos dejar de nombrar a Scarlett Johansson, quien se pone la película al hombro y si bien su actuación podría haber sido mejor, es buena y acorde al tono de la historia. La acompaña un Morgan Freeman vacilante en el papel del catedrático que explica la ciencia detrás del film pero que no aporta demasiado (amamos a Morgan Freeman, pero en esta película es intrascendente). Y por último el Sr. Min-Sik Choi (Old Boy), que encarna al jefe de la mafia china y que pasa sin pena ni gloria. En conclusión, si al ver Lucy se olvidan de analizarla y se despojan de cualquier prejuicio que puedan tener, quizás pasen un buen rato.
Inflada de más Mucho se habló de este film de ciencia ficción y hasta estuvo incluido en el top ten de películas del 2014 de una reconocida publicación de entretenimiento... ¿Es para tanto? Creo que se infló bastante de más este producto que si bien proponía una premisa super interesante, termina siendo un film de acción y ciencia ficción de medio pelo. Por un lado teníamos el trailer promocional que prometía abordar un tema tan atractivo como las capacidades inexploradas del cerebro humano haciendo uso del suspenso y la acción. Nos presentaron a la carismática Scarlett Johansson ("El gran truco", "Los Vengadores") en el rol protagonista y el producto iba con el sello del director y escritor Luc Besson ("León, el profesional", "El quinto elemento"). Hasta acá todo bien, parecía que se venía una gran película que iba a patear el tablero. El problema fue que todo lo fantástico que ofrecía el trailer a nivel trama se vio diluido en el metraje real, con muchos momentos básicos y diálogos que parecen haber sido escritos por un amateur (con todo respeto Sr. Besson). El otro elemento groso que nos brindaban en el trailer era el despliegue de grandes secuencias de acción y situaciones de ciencia ficción originales como el manejo de las tecnologías, el espacio-tiempo y hasta la telekinesis. El inconveniente es que lo mejor está expuesto justamente en ese avance. Lo que se ve luego en el metraje no aporta mucho más y da la sensación de que podrían haber explotado mucho más todo el fenómeno. Si la comparamos con "Sin Límites" de Neil Burger, con la cual varios habrán notado una similitud, podemos apreciar como todo lo copado del poder adquirido de la protagonista en "Lucy" resulta mucho menos atractivo que los poderes copados que tenía Bradley Cooper en "Sin Límites". Las nueva habilidades, los poderes, tienen un tratamiento que los deja muy en segundo plano, y en un producto como este, eso en un pecado grave. Finalmente la trama es bastante boba. Ya sé, estamos frente a un film de acción pochoclero, pero eso no quita que le hubieran puesto un poco más de ganas a la escritura. Cuestiones incoherentes como que los poderes vengan de una droga que se supuestamente se iba a comercializar masivamente, que la sobredosis de la droga no te mate sino que en realidad te haga más inteligente, que el villano no tenga motivo alguno para ser el villano, etc. Se quedaron bastante cortos con esto y en cambio le pusieron más atención a la acción y al elemento ciencia ficción, lo cual no está para nada mal, pero deberían haber acompañado todo con una historia de fondo un poco más relevante. Como conclusión, puedo decir que "Lucy" me parece una película tibia que fue ensalzada sin mucho sentido por algunos críticos. La pusieron de moda digamos. Lo bueno tiene que ver con la temática y el carisma que tienen sus personajes, todos actores consagrados como Scarlett Johansson, Morgan Freeman y Min-sik Choi. Lo negativo tiene que ver con la trama floja y la falta de inteligencia a la hora de explotar las habilidades de la protagonista.