Con espíritu circense Los animales de la selva son perseguidos más que nunca en esta nueva aventura que se pasea por diversos escenarios europeos. Alex, el león; Marty la cebra; Gloria, el hipopótamo y Melman, la jirafa, escapan de África y quieren volver al zoológico de Nueva York. Sin embargo, sus planes se alteran y quedan varados en Monte Carlo, en medio del vértigo de la ciudad y en una aventura que los une a un circo ambulante que perdió su brillo (y sus estrellas), y que pasa por Roma y luego llega a América, lo que constituye la última oportunidad para regresar a su hogar. El film, que lleva el sello de los mismos realizadores de las entregas anteriores, tiene un ritmo endemoniado que no da respiro al espectador. A diferencia de otras producciones de animación, Madagascar 3: Los fugitivos aprovecha al máximo los recursos del 3D, no sólo potenciando figuras que salen de la pantalla, sino también aprovechando el vértigo en las alturas. El nuevo pilar del relato es, sin dudas, la villana de turno, la Capitán Chantel DuBois, una policía cazadora de animales que hace que Cruella De Ville parezca un poroto. En este nuevo personaje y en la "troupe" del circo itinerante que forman el Tigre Zaragoza (en su rutina ya no puede pasar por el aro); Gía, el jaguar y Stefano, el lobo marino, se encuentran los momentos más disfrutables de este tercer eslabón cinematográfico que juega a recuperar el espíritu festivo y mágico del circo. Los gags que acumula la trama dan en el blanco, entre robos de diamantes y persecuciones policiales, trapecios y una osa que cautiva al público. ¿Qué más se puede pedir?.
Animaladas en Europa La historia de los animales más queridos del zoológico vuelve en esta tercera entrega de la serie, Madagascar 3: Los Fugitivos (Madagascar 3: Europe's Most Wanted, 2012) con nuevos personajes y esta vez con la ya dominante tecnología 3D para teñir de pura diversión una fuga arriesgada que arranca en África. En esta oportunidad, Alex el león, Marty la cebra, Melman la jirafa y Gloria la hipopótamo tratan de volver al zoológico de Central Park de ‘La Gran Manzana’ con un circo ambulante que va recorriendo ciudades de Europa, como Roma y Londres, durante una trama que, con música, baile, gags, y comentarios de los protagonistas, entretiene a cada instante. En definitiva, el hilo argumental de esta película es dinámico, no decae en ningún momento. Sin embargo, la travesía de estos famosos animales neoyorquinos será interrumpida esporádicamente al dejar África. Cuando deciden ir al Casino de Monte Carlo para encontrar a los pingüinos y así “volver a casa”, comienzan a ser perseguidos por una funcionaria de Control de animales- experta en la materia desde hace veinte años-: Madame Chantel Dubois. Este obstinado personaje de Monte Carlo –al que los directores reconocieron una inspiración en Marlene Dietrich- logra captar la atención del público y enriquecer el conflicto de la historia puesto que, con un rostro de gestos malignos, su acento francés, un olfato único y una destreza increíble, parece no estar dispuesta a parar hasta conseguir la cabeza de Alex y colgarla en su pared. Las escenas de comicidad desbordan con esta enemiga que por momentos representa una parodia de la trilogía de Matrix. Cuando uno ve a esta agente de control de animales con su deseo de capturar al león, recuerda al agente Smith persiguiendo a Neo. Los efectos de las luchas marciales de las películas de los hermanos Wachowski, que cambiaron el cine de acción, aparecen aquí encarnados en la agente Dubois, sobre todo durante la escena en la cima del Hotel Ambassador de Mónaco; pero esta vez para imprimirle humor a la persecución. La música -a cargo del talentoso Hans Zimmer, conocido por la banda sonora de Gladiador (Gladiator, 2000), Batman Inicia (Batman begins, 2005) y Batman: el caballero de la noche (The Dark Knight, 2008)– se configura como la herramienta perfecta para acompañar el relato. En este sentido, se destaca un momento romántico durante la trama con el tema de Andrea Bocelli, Con te partiró y también el homenaje a Edith Piaf en una nueva versión del clásico Non, Je ne regrette rien, interpretado por la policía francesa Dubois para recomponer a los policías que habían quedado maltrechos tras una misión fallida. Dos de las escenas más divertidas del largometraje. “El circo nos da libertad” es una de las frases que se escucha entre estos animales y quizás sea la que refleja la única inconsistencia del argumento. Lo único que Alex, Marty, Melman y Gloria desean es dejar África para volver al zoo, mientras que en la vida real la elección seguramente sería la opuesta. La magia del cine todo lo hace posible.
Una animación que entretiene con creces a pesar de sus inconsistencias narrativas. Si hay algo que podemos apreciar de todo esto, es que Madagascar se convirtió en una saga sin darse cuenta. La historia de estos animales en cautiverio que se encuentran con una inusual libertad por obra y gracia de los deseos de uno de sus protagonistas, era algo que imaginábamos tendría resolución para la primera película. Pero aunque los guiones nunca fueron ingeniosos, si lo fueron en encontrar maneras de demorar el regreso de los personajes a la Gran Manzana. Aunque, la verdad sea dicha, ese chicle no se podía estirar más y en esta película se nota. No obstante aquí la comedia se hizo más presente que en las tres entregas anteriores. ¿CÓMO ESTÁ EN EL PAPEL? El guión es todo trama, nada de tema y exige una suspensión del descreimiento enorme por parte del espectador. Las situaciones cómicas están tan logradas que el espectador va a estar muy ocupado riéndose para notar cualquier bache de verosímil, los cuales son grandes incluso para un género que siempre fue poco exigente en este apartado. Los pingüinos prácticamente se roban la película, muchas veces a expensa de los protagonistas que no están tan desarrollados ni otorgan tanta profundidad. Si buscan la misma, la encontraran en los integrantes del circo que acoge al cuarteto de cuadrúpedos. Cabe destacar que su peculiar villana, a pesar que en muchas ocasiones llega a ser una parodia del T1000 de Terminator 2, le otorga algo que a esta saga le faltaba desde hace mucho: Una antagonista fuerte y desarrollada. Sabemos de donde viene, sabemos su determinacion y sabemos que no va a parar ante nada para conseguir su objetivo; como corresponde a un buen villano. ¿CÓMO ESTÁ EN LA PANTALLA? Técnicamente la película está muy lograda. Buen balance de colores cálidos y de sombras; más lo primero que lo segundo, teniendo en cuenta la temática circense que predomina la trama. El 3D está bastante logrado, no para recomendar su visionado en este formato, pero sí para decir que está bastante por encima de la media. Hay un espectáculo circense en el tercer acto que haría que el Cirque du Soleil vomite de envidia, y a quienes, de paso cañazo, burlan en algún momento del metraje. CONCLUSIÓN 85 minutos que pasan volando a pura carcajada. Los chicos la van a disfrutar. Los grandes no se van a aburrir. Dreamworks Animation no es Pixar; no tiene su profundidad. Ellos siempre apuntaron más a la risa que a la solidez y, a pesar de eso, uno no puede dejar de reconocer que en esta época de tráileres rimbombantes que ––más seguido que no–– resultan ser promesas vacías, da gusto ver que una película cumpla con lo que se propone por mínimo e indispensable que sea su objetivo.
Aprovechando al máximo las posibilidades expresivas de esta saga infantil, la tercer entrega de Madagascar ofrece lo que los espectadores (niños o no tanto) esperan y aún más. Eric Darnell y Tom Mc Grath, creadores y guionistas del brillante film original y asimismo de la secuela, retoman los mismos y formidables personajes de aquel zoológico de Nueva York, trasladándolos esta vez a Europa, donde vivirán dinámicas peripecias en las que están incluidas una carpa cirquence que redondea estética y narrativamente la aventura. Madagascar 3: los fugitivos mejora argumentalmente a una parte 2 no tan lograda y propone una trama en la que, inesperadamente, el cine de espionaje europeo y el espíritu del circo se dan la mano. El león Alex, la cebra Marty, la jirafa Melman, la hipopótamo Gloria y los inefables pingüinos mantienen su protagonismo, pero se irán sumando otros cuadrúpedos recreados que forman parte de la troupe ambulante. Y en esta oportunidad también un personaje humano toma importancia: la funcionaria de la policía francesa Madame Chantel Dubois, experta en el control de animales. Una suerte de frenética Cruella De Ville que perseguirá sin descanso a los amigos del zoo. Una propuesta imaginativa y repleta de diversión entre gags, música, baile, parodia al cine de suspenso y otros elementos disfrutables, todo enmarcado en un 3D muy bien utilizado.
El show debe continuar. Tras pasar por muchas aventuras en las junglas de África, el equipo de Alex (voz de Ben Stiller), Marty (Chris Rock), Melman (David Schwimmer) y Gloria (Jada Pinkett Smith) decide volver al zoológico de Nueva York. Pero para poder hacerlo, los animales necesitan la mano de sus amigos los pingüinos, quienes se encuentran en Monte Carlo. Con la ayuda de los lémures y los chimpancés, los cuatro tienen todo listo para viajar a Europa, reunirse con el resto de sus compañeros y planear la vuelta a América. Pero, por desgracia para los peludos personajes, la vuelta a casa no será tan sencilla como esperaban, ya que la temible Chantel DuBois (Frances McDormand), una imparable oficial de control animal (piensen si Terminator se cruzara con Cruella de Vil, y van a tener una idea de como es), se pone a perseguirlos sin descanso. Sin lugar a donde escapar, el grupo se escapa de DuBois al subirse al tren de un circo, encabezado por el tigre Vitali (Bryan Cranston), la jagüar Gia (Jessica Chastain) y el león marino Stefano (Martin Short). Ahora, para poder regresar a Nueva York, los amigos tendrán que viajar por el viejo continente y fingir ser artistas del espectáculo, todo esto mientras DuBois se les acerca rápidamente. Después de dos entregas que ganaron el corazón de la gente, Madagascar 3: Los Fugitivos (Madagascar 3: Europe's Most Wanted, 2012) aparece para darle un cierre a la franquicia animada, haciendo que los animales aprendan sobre la amistad y el verdadero hogar durante el camino a Central Park. Si bien la historia es muy familiar, los personajes tienen la chance de divertir bastante, lo que distrae y entretiene. Podríamos meter como ejemplos al rey Julien (Sacha Baron Cohen), que tiene un apasionado romance con una gigantesca osa del circo, o la feroz DuBois, que en un momento inspirado canta a todo pulmón ‘Non, je ne regrette rien’, el famoso tema de Édith Piaf. Una buena decisión del film fue enfocarse en el humor y en el aspecto visual del film, que es veloz y deslumbrante. Mientras que los chistes vuelan uno detrás del otro, dando apenas un respiro, las escenas centrales del film (como una persecución destructiva que atraviesa las calles de Monte Carlo, o una función circense llena de luces y colores al ritmo de Katy Perry) están repletas de rapidez y brillo, dando un espectáculo que definitivamente debe ser visto en 3D. Los films de Madagascar siempre apuntaron a la diversión para grandes y chicos, y esta tercera entrega es la que más exito tiene al hacerlo. En resumen, Madagascar 3 es un show que puede ser disfrutado por toda la familia. Completa de chistes redondos y escenas vibrantes de sonido e imagen que hacen un gran uso de las tres dimensiones, esta conclusión es una buena oportunidad para reirse, asombrarse e, incluso, poder mover el bote.
Para alegría de los padres, empieza a renovarse la cartelera infantil. El primer aterrizaje es la tercera película de la saga de Madagascar, con todos sus habituales personajes, pero en una nueva aventura. De movida, hay que decir que el equipo técnico que hizo las anteriores se mantiene en número aceptable (con Eric Darnell a la cabeza) y eso garantiza cierto respeto a la esencia de la franquicia. La película comienza donde terminó la anterior: Marty, Alex, Melman y Gloria están en Africa, esperando que lleguen los célebres pingüinos con su avión para llevarlos de vuelta a su casa, el zoológico de Nueva York. El problema es que los pingüinos, que se fueron a Montecarlo, no tienen en sus planes volver, así que los "africanos" deciden ir a buscarlos, "cruzando el charco". Así llegan a Europa, y ubican a quienes buscaban en el Casino. Hasta ahí, la parte más fácil. El problema es que, por el alboroto que causaron, son perseguidos por la desquiciada Capitana Dubois (en la voz original la interpreta Frances Mc Dormand), de Control de Animales, cuyas intenciones son bastante más oscuras que sólo restablecer el orden. De esta manera, se convierten en fugitivos. Al principio huyen en el avión fabricado por los pingüinos, pero cuando éste cae destruido, no les queda otra que unirse a la gira de un circo, donde conocen a nuevos personajes. El film es muy divertido, en mi opinión el mejor de la saga. Paradójicamente, es en el que los animales (tanto los que conocemos como los del circo) están menos cerca de su "naturaleza animal". Y es que el problema argumental de las anteriores era la contradicción entre la cuasi-humanidad de estos animales criados en cautiverio, y la naturaleza (donde se espera que desplieguen sus instintos). Eso provocaba una inconsistencia que no convencía, como en la primera, cuando el león, Alex, que estaba a punto de comerse a sus vegetarianos amigos, termina comiendo pescado... En cambio en esta ocasión, se da rienda suelta a la urbanidad de los protagonistas, se deja de lado el conflicto interno, y eso genera situaciones de mucha más acción y comicidad. En cuanto a "cómo hacen para", bueno, esa pregunta ya quedó obsoleta en el momento en que los pingüinos levantaron tanto vuelo como protagonistas (tienen su propia serie animada en televisión). Ellos pueden hacer de todo, sólo necesitan dinero, pero saben cómo conseguirlo, por eso la aparición de objetos e invenciones geniales ya es verosímil dentro de esta historia. Cabe destacar un muy buen uso de la tecnología de 3D, con juegos con el "afuera" de pantalla: vale la pena ir a las funciones en las que se lo pueda apreciar. Llena de guiños cinéfilos (hay toda una escena dedicada a escapes carcelarios)que los padres o "adultos responsables" enseguida encontrarán, más un homenaje a Edith Piaf con la capitana Dubois cantando "Rien de rien", y un gran despliegue visual en las partes del circo, la película es amena y entretenida, incluso para los grandes. Y para los chicos, una fiesta.
Circo, afro, circo, afro... Las películas de animación digital para toda la familia son uno de los últimos refugios seguros (junto con las películas de superhéroes) a los que puede acudir la industria hoy para tener un éxito relativamente garantizado. Estas películas cuestan mucho, pero también recaudan mucho, sobre todo desde que se instaló nuevamente el 3D. Y más seguro todavía para garantizar taquilla que una película digital animada para toda la familia es la secuela de una película digital animada que ya haya tenido éxito en sus entregas anteriores. La multiplicación de partes 3, 4, 5... suele llevar al estancamiento. Por más interesantes que puedan llegar a haber sido las primeras partes de estas sagas, las siguientes suelen ser (con la honrosa excepción de Toy Story) gradualmente peores. Se trata de una apuesta fundamentalmente conservadora: por más alocada y disparatada que haya sido la primera película, las secuelas son necesariamente un esfuerzo por repetir algo que se percibe como la fórmula que permitió el éxito inicial. Y en cine las fórmulas pueden resultar muy peligrosas. Por eso es todavía más llamativo el caso de Madagascar 3: Los fugitivos. Aunque siempre con un producto digno, Madagascar no fue ni la primera ni la más interesante ni la más exitosa de la familia de películas que se le parecen, pero ahora, al llegar a su tercera parte, de pronto adquiere una identidad y una soltura que nunca antes tuvo. El hilo de las secuelas parece haber llegado ya tan lejos de su origen que al alcanzar la estratósfera Madagascar encontró por fin la libertad que necesitaba. Los personajes siguen siendo los mismos: aquellos de la primera Madagascar que atravesaron la segunda como si casi no hubieran pasado por África. El conflicto sigue siendo, en teoría, el mismo: la lucha de estos animales de zoológico por volver a su viejo hogar en Nueva York. Pero lo que vemos en esta película es otra cosa. Y el espectador se da cuenta de entrada. Madagascar 3 arranca donde había quedado la anterior: el león Alex despide a los pingüinos, que se alejan volando en uno de sus inventos para ir a Montecarlo y ganar suficiente dinero en el casino como para volver y llevar a todos de vuelta a Nueva York. Es el arco que venía desde la primera parte. Pero al minuto de película vemos que Alex se empieza a poner nervioso porque los pingüinos no vuelven a buscarlos y entonces, desesperado, reúne a todos sus amigos y los convence de que tienen que ir a Montecarlo a buscar a los pingüinos. Corte. De pronto aparecen los cuatro frente a las costas de Montecarlo. ¿Qué pasó en esa elipsis? Madagascar 3 se despide de todos sus lastres y se lanza a la diversión. ¿Cómo llegaron los animales ahí? Tienen esnorquel. ¿Vinieron buceando desde África? ¿Importa realmente? Por supuesto que no. Pero la consecuencia es evidente: si pudieron llegar buceando de África a Montecarlo por su cuenta, por el mismo mecanismo podrían llegar alegremente a Nueva York y ahorrarnos toda esta película. Pero no lo hacen. No lo hacen porque en ese corte, en ese salto de África a Europa Madagascar decide dejar atrás todo parámetro geográfico realista (un elemento que había sido fundamental en la dos entregas anteriores) y lanzarse a los colores, la diversión y la aventura. Lo que sigue (que es toda la película) es una serie casi inconexa de pequeñas aventuras pintorescas, cargadas de personajes nuevos, de estereotipos como solo los estadounidenses son capaces de generar sin ningún tipo de vergüenza, de persecusiones con el gran hallazgo del personaje de la malvada policía francesa que los persigue de forma obsesiva a lo largo y ancho de dos continentes. Todo estalla, finalmente, con los hermosos números de circo: pura abstracción y color, felicidad y música como solo la animación liberada de cualquier preocupación realista es capaz de generar. Libre hasta de su propia nostalgia por el hogar, Madagascar por fin se divierte con lo que tiene y nos lleva en un viaje divertido y liberador.
El circo de los animales Deslumbramiento visual, personajes simpáticos y humor: lo esperable. Y sí: Madagascar 3 deslumbra y mucho desde lo visual, tiene personajes con un carisma construido y asentado en las anteriores películas de la saga, más algunos nuevos, ritmo ultravertiginoso y chistes en general logrados. ¿Alcanza para decir que estamos ante un filme fuera de lo común? No. Alcanza para decir que estamos frente a una lograda superproducción de Dreamworks: lo que se esperaba. Pero también que, detrás y después del despliegue animado abrumador, en 3D, apenas nos queda una historia sencilla, bastante convencional y previsible. Casi podría decirse que una historia que se disuelve después de su esplendor estético y formal, como la mejor pirotecnia. En el comienzo de la película, que sumó como guionista al cineasta Noah Baumbach ( Historias de familia ), cuando los animalitos todavía están en Africa, hay una secuencia ominosa, casi pesadillesca, en la que Alex el león se imagina en una suerte de apocalipsis senil. En ese instante, Madagascar 3 amaga con tomar un sendero rabiosamente creativo, casi timburtoniano , pero no. La luz, la mansedumbre, los códigos (supuestamente) infantiles se apropian del filme, para que éste cumpla -con profesionalismo primermundista y mucho dinero- con lo que se esperaba. La aseveración incluye chistes de los personajes sobre los clichés, en una película con más de un lugar común. Alex, la cebra Marty, la jirafa Melman y la hipopótamo Gloria parten hacia su zoológico en el Central Park. Pero, en el camino, pasarán por varias ciudades europeas, huyendo de una villana francesa: una policía cazadora de animales (como si se tratara de inmigrantes) llamada Chantel DuBois, suerte de Cruella De Ville con toques de Marlene Dietrich. Para escapar de ella y de sus esbirros, nuestros (anti)héroes se unirán a un circo, en el que aparecerán -entre otros personajes- la seductora jaguar Gia y la simpática foca Stefano. La geografía europea y los números estilo Cirque du Soleil serán dos importantes fuentes de impacto y sofisticación. Pero si el Cirque du Soleil se maneja sin animales, este circo es sólo de animales. Su lugar de libertad. Una premisa un tanto discutible.
En 2005, los vimos escapándose del zoológico del Central Park de Manhattan. Tres años más tarde, las aventuras fueron en plena jungla africana. Ahora, en esta tercera entrega de la exitosa saga animada, es tiempo de que el león Alex (Ben Stiller), la cebra Marty (Chris Rock), la jirafa Melman (David Schwimmer) y la hipopótamo Gloria (Jada Pinkett Smith) -acompañados como siempre por pingüinos, lémures y otros simpáticos animales- pisen tierra europea. El marketing y la diversidad geográfica así lo exigen. La larga, vistosa y adrenalínica secuencia inicial no deja dudas respecto de lo que propondrá el film en sus 93 minutos: los protagonistas desembarcan en la distinguida Costa Azul y a los pocos segundos generan un enorme caos en el mismísimo Casino de Mónaco y en las calles de Montecarlo, esta vez perseguidos por la despiadada policía Chantel DuBois (Frances McDormand). Lo que sigue es un recorrido a puro vértigo por distintas ciudades de Europa (Roma y Londres incluidas) con nuestros antihéroes sumados a una compañía de circo ambulante. En este terreno, las escenas sobre la pista regalan un virtuoso despliegue de corte surrealista de movimientos, formas y colores que se ubica entre lo mejor de la propuesta. En esta saga -así como el resto de las apuestas de la productora DreamWorks- el eje está puesto en el ritmo (de la acción, de la música), en el gag verbal (gana mucho ver la versión original subtitulada para apreciar el talento de las estrellas que prestan sus voces) y en la belleza indiscutible, en la perfección de su animación. No hay aquí demasiado tiempo y espacio para la contemplación, la sensibilidad, la audacia y el lirismo de esa rara avis que es el estudio Pixar. Sin embargo, con su fórmula y con sus recursos (que no son pocos), este tercer episodio de Madagascar logra lo que busca y, seguramente, satisfará las exigencias de sus millones de fans.
Los salvajes Debo reconocer que no soy un gran fanático de la saga Madagascar. Esos animales neuróticos de la ciudad que terminan en aquella isla del título no habían logrado divertirme en demasía en ninguna de sus dos anteriores incursiones cinematográficas. Entiendo que la saga es un vehículo para los niños (y había funcionado con creces) pero como excusa es poco, suficientes películas de animación supieron satisfacer al público infantil sin dejar de conformar algo que valiera la pena ver. Sin siquiera nombrar al sagrado Pixar ahí están Lluvia de Hamburguesas y Cómo entrenar a tu Dragón como claros ejemplos de eso. Por eso Madagascar 3: Los Fugitivos fue toda una sorpresa. Es que la película gana en libertad logrando desenvolverse con diversión y un descaro alejado de sus, por momentos, irritantes films pasados. Ya no resulta solo en una fórmula de animales gritando para imponer la idea de "fiesta", ni una historia burda y edulcorada como "lección de vida". A no confundirse, están, pero dosificados como complementos para la aventura. La historia comienza cuando el león Alex, todavía anhelando su regreso a Nueva York, decide junto a sus amigos ir buscar a los pingüinos que partieron a Montecarlo. ¿Cómo hacen para llegar? Simplemente salen del agua en las costas de Montecarlo. Así de sencillo. El film nos regala la certeza de saber que cualquier cosa puede pasar y que todo va a estar bien. Eso es una fiesta. Entonces ante esta irrupción en el orden y lujo de Montecarlo aparece la fuerza de control para enderezar las cosas: la comandante de control animal, una fuerza tan cruenta como implacable. Ella es quién los perseguirá sin piedad como una versión francesa de terminator. Este aditamento de persecución suma vértigo al film y le otorga un riesgo creíble, permitiendo sumar empatía por la turba de animales en fuga. Para esa escapatoria (e intentar pasar desapercibidos) deciden comprar un circo que va recorriendo Europa. La irrupción de nuevos personajes (integrantes del circo) permite que esa concentración en los esquemas ya conocidos y mohines gastados de sus personajes (con un bagaje de las dos primeras partes) se diluya, rompiendo el egocentrismo de sus personajes principales. Otro punto a destacar es el de la animación. La aventura al ser más desenvuelta da lugar a una velocidad visual más alocada que de costumbre, favorece también al disfrute visual el cambio constante de locación por el viaje en tren del circo que, sumado al 3D, conforman un festival en donde uno no puede dejar de sonreír. Grata sorpresa la de Madagascar 3: Los Fugitivos, una saga que mejoró a pura insistencia.
“Madagascar 3”, con ronco acento francés Que una capitana de la policía de Monte Carlo, que una mujer despiadada sin más sensiblidad que la de trasmutarse en Edith Piaf y cantar, roncamente, «Je ne regrette rien» para hacer que revivan sus maltrechos subordinados, parece de antemano imposible en un film de animación de Hollywood, pero eso es lo que ocurre en este tercer «Madagascar», una belleza de imaginación y diseño. La tridimensionalidad de esta secuela, absolutamente recomendable por sobre la versión plana, alcanza ya un grado de hi tech notable tanto en la textura de algunas imágenes, como la melena del león Alex (sería interesante un ejercicio de comparación de esa melena, desde la primera parte de 2005 y la secuela de 2008 hasta la actual, para observar los avances técnicos) como en las escenas de persecuciones y acción o en las secuencias del circo. Sin embargo, no es por lo técnico que «Madagascar 3» se impone como la más lograda de sus partes sino por su regocijante trama que no descuida a ninguno de los públicos a los que va dirigida. Así, los más chicos seguirán la historia como tal, el reencuentro de los animales-estrella, su nostalgia y deseos por regresar a Nueva York y la fuga, desde Monte Carlo, a bordo de un tren de carga que transporta un circo de mala muerte, que permite incorporar nuevos y logrados personajes: el tigre ruso Vitaly, la seductora jaguar Gia, el león marino Stefano, etc. Pero los más grandes no dejarán de advertir la permanente red de parodias y juegos que este film establece con la memoria del cine: desde las referencias más antiguas, como la de «Para atrapar al ladrón» de Hitchcock, hasta las más recientes como la ya clásica escena del robo de «Misión imposible», resuelta acá en un casino de la Costa Azul de una manera grotesca y desopilante. Hay algo más: las sutiles citas a la tradición del film circense, con personajes melancólicos, perdedores y anclados en algún dolor del pasado, que aquí -cuento de hadas al fin- siempre es posible superar y redimir. Y, a propósito de Hitchcock y su convicción de que una buena película siempre está sujeta a la calidad de su villano, la aparición de la cruel jefa de policía Chantel DuBois (voz de Frances McDormand en el original) es decisiva, sobre todo por esa vibrante encarnación de la Piaf, combustible de sus maldades y su sed por obtener la cabeza del león.
Fugitivos de la Gran Manzana Sobresale por las canciones y el espectáculo, que esta vez nos permite conocer el Casino de Montecarlo y maravillas del circo de animales, convertido ya en una curiosidad. El 3D enriquece la creatividad de guionistas y deliciosas criaturas animadas. Los encantadores protagonistas de la saga están de regreso y emprenden un viaje por Europa. Alex, el león, Marty, la cebra, Mellman, la jirafa y Gloria, la hipopótamo, felices habitantes del zoológico del Central Park y embarcados en aventuras internacionales, luego de las vicisitudes en Madagascar y disgustados por las travesuras de los pingüinos, cambian de rumbo y aparecen en Montecarlo. En el principado tienen una aventura en el Casino con gran susto de los presentes y desgraciadamente, se ganan una enemiga por toda la película, la inspectora Dubois, una pesadilla francesa, pelirroja y malvada, experta en artes marciales y carreras en moto. Su sueño, la caza de animales y la taxidermia, al menos eso testimonia su casa adornada con cabezas embalsamadas de todo tipo de bestia andante. LA INSPECTORA Después vendrá el núcleo de la historia, cuando los animales traten de volver a su "querido zoo del Central Park" y tropiecen con el circo ambulante de un imponente tigre siberiano, amargado por el paso del tiempo y las glorias perdidas. "Madagascar 3: Los fugitivos" es un divertido entretenimiento con bromas inteligentes, importante presencia de la música, que alude a distintos momentos cinematográficos de conocidas películas (el desopilante momento de la inspectora Dubois cantando "Non, je ne regrette rien", que popularizara la inolvidable Edith Piaf, es un punto alto de la historia). Su éxito pasa por la original creación de personales caracteres, los romances impactantes (el limur apasionado y la osa tonta, el tigre siberiano y la jaguar equilibrista) y las aventuras divertidas y de buen ritmo. "Madagascar 3..." sobresale por las canciones y el espectáculo, que esta vez nos permite conocer el Casino de Montecarlo y maravillas del circo de animales, convertido ya en una curiosidad. El 3D enriquece la creatividad de guionistas y deliciosas criaturas animadas.
Perdidos en Europa a puro circo La tercera entrega de esta saga protagonizada por animales que escaparon del zoológico de Nueva York, encuentra a los protagonistas recorriendo varios países con un circo. Nuevos gags para una historia conocida. El cine de animación es, desde hace ya varios años, uno de los lugares donde la taquilla estalla año tras año, produciendo éxitos enormes que se siguen multiplicando por todo el mundo. Madagascar forma parte de una de esas series de animación que se han convertido en las favoritas del público. Aquellos animales del zoológico de New York que terminan en verdadera tierra salvaje africana, conformaban una clásica comedia de “gente” de ciudad llevada a un universo hostil, peligroso y, en muchos casos, cómico. Alex (Ben Stiller), Marty (Chris Rock), Melman (David Schwimmer) y Jada Pinkett Smith (Gloria) conformaban un cuarteto ideal para la comedia. El primer film, recibido con críticas dispares, se estrenó en 2005 y el segundo en 2008. Gracias al 3D, casi todas las sagas que no tenían más cuerda regresan para una nueva oportunidad y, taquilla mediante, tal vez una cuarta. En Madagascar 3, no hay absolutamente nada nuevo bajo el sol, aun cuando las aventuras se trasladen a Europa y las locaciones (animadas, claro) ofrezcan un fondo distinto para las aventuras de los personajes. Cada país incluye sus propios clichés, tal vez ofensivos si alguien se los tomara en serio, y a través de las aventuras en un circo y esos recorridos por ciudades es que se sirven todos los gags posibles. El ritmo alocado y demencial que toda la serie se repite pero, al igual que en los films anteriores, los chistes son bastantes mediocres y obvios. Hasta los pingüinos, inquietantes y verdaderamente chiflados, ya se han convertido en algo previsible. Aquellos que deseen repetir la experiencia de los films anteriores, encontrarán algo bastante parecido. Incluso, alguna escena más arriesgada al comienzo y un universo visual más rico y renovado también les producirá placer. No hay muchas cosas realmente malas en la película, pero definitivamente no hay nada para destacar como verdaderamente bueno. Cómo siempre en estos casos, son los personajes nuevos los que captarán la mayor atención. Esta vez la policía francesa malvada (con la voz de Frances McDormand en el original) es posiblemente el gran hallazgo en ese sentido. Nada más. Canciones hay, colores hay, chistes tontos hay. Si eso puede conformar a alguien, no saldrá defraudado, ahora si se busca un buen film animación con algo más allá de la superficie, Madagascar 3 no es la película adecuada.
Afro circo! En esta tercera entrega de Madagascar, Alex el león (Ben Stiller), Marty la cebra (Chris Rock), Melman la jirafa (David Schwimmer) y Gloria la hipopótamo (Jada Pinckett Smith) tienen un nuevo plan para volver a su amado zoo de Nueva York, ir a buscar a los pinguinos que los abandonaron para ir a jugar al casino de Montecarlo, y luego de reprenderlos por el abandono y obligarlos a que los lleven de vuelta a casa. Ya en Monte Carlo las cosas se complican cuando se topan con una funcionaria del control de animales que está decidida a capturarlos. La villana en cuestión es la capitana Chantel DuBois (Francis McDormand) que además de terriblemente malvada parece indestructible -es una mezcla entre Cruella DeVille y el villano de Matrix- no hay pared que no pueda atravesar, ni obstáculos que no pueda esquivar con tal de conseguir su objetivo. Huyendo de la malvada capitana, los protagonistas se topan con un circo, el cual terminan dirigiendo gracias a la intervención económica de los pingüinos. Ya en el circo aparecen los nuevos personajes, Vitaly, un tigre que ha perdido el rumbo (Bryan Canstron), Stefano (Martyn Short) una foca que nunca pierde el entusiasmo, y Gia (Jessica Chastain) un jaguar que conquista el corazón de Alex. Ahora la misión de los protagonistas es doble, por un lado huir de la capitana de control de animales, y por el otro lograr la confianza y el optimismo de los animales del circo para que el próximo show en Londres sea un éxito y un productor que estará en el publico los lleve de nuevo a su amada Nueva York. La historia es simple, no es lo mejor que se ha inventado para niños, pero no está ahí su atractivo, sino en la enorme cantidad de toques de humor, muchos de ellos más accesibles a los padres que a los hijos, y en esta tercera en particular un toque de surrealismo con algo de bizarro realmente increíble, como las escenas de amor de Julien (Sacha Baron Cohen) con la osa del circo, o las estrategias de los pingüinos manipulando a los monos para ganar en la ruleta del casino. Todos los personajes son extraordinarios, acá no se limita a la típica película infantil con un malo, un bueno y una linda, los personajes son complejos, irónicos, exagerados, y la perfección con la que están animados en 3D les aporta un expresionismo grandioso. La malvada DuBois merece un capitulo aparte; no solo es mala, tiene una pasión por su trabajo y una fortaleza ante las adversidades, que si su rostro no diera tanto miedo hasta querríamos que ganara. Los nuevos personajes del circo aportan lo necesario para esta tercera aventura, están ahí para que los protagonistas de siempre los ayuden a vencer sus debilidades, y juntos encontrar su destino, porque el final sí es digno de una pelicula de niños. Tal vez lo único que no termina de cerrar es lo ambiguo del mensaje de la película, el juego entre la libertad deseada y la aceptación de una realidad en sentido contrario. Visualmente todo lo que se pueda decir de la película es poco, al final en los créditos no dejan de aparecer interminables listas de ilustradores, animadores, modeladores, y demás, que dieron vida a esta compleja producción visual que por momentos parece que hay que verla más de una vez para poder apreciar todos los detalles que ya sobre el final, en el show circense, marea un poco. La nueva Madagascar es aún mas rica visualmente que las anteriores, y tiene esa mezcla de personajes histrionicos, como Marty o Gloria, y surrealistas como Maurice o el rey Julien, que la transforman en algo más que una película infantil. A eso se le suma música pegadiza, escenas de acción interminables, y algún que otro toque meloso, y entonces tenemos una película para chicos, que además -se descuenta- será un éxito taquillero.
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La diversión total. Esta vez, el grupo de animales más queribles, Alex, Marty, Melman y Gloria, con los terribles pingüinos, se meten en una delirante huida con un circo en el que aparecen otros adorables personajes. Con más show que nunca, con buenas ideas, mejor que la segunda, llega este pasaporte a una fiesta del deleite.
Canción animal Como los peces de El Espantatiburones o los guerreros de Kung-Fu Panda, los personajes de Madagascar 3: Los fugitivos son estereotipos metidos a presión en cuerpos de animales. Alex, Marty, Gloria y Melman, el cuarteto protagónico, se comportan como humanos y muy rara vez lo hacen como animales. Es lo que tienen las películas de Dreamworks: nunca terminan de jugar del todo con los materiales con los que cuentan, siempre tienen que humanizar y sacar de contexto. Alex es un león pero en toda Madagascar 3 no realiza una sola acción de león; eso sí, es capaz de idear (aunque después le salga mal) una misión en el casino de Montecarlo a la manera de un caper film, o de aprender trapecio y hasta de inventar un estilo nuevo para ejecutarlo. Uno no les pide a los personajes que sean como los pingüinos de Happy Feet (que bailan pero continúan siendo rigurosamente pingüinos) o la mayoría de las criaturas de Pixar, pero es inevitable preguntarse el por qué de la elección de animales para contar una historia que prácticamente no habla de ellos. Quizás la premisa haya tenido más sentido en la primer película, y un poco todavía en la segunda (un grupo de animales salvajes que viajaba a África y no se adaptaba ni por asomo a su ambiente natural; era un buen chiste eso), pero la tercera deja ver una total falta de interés por explorar las posibilidades de la animalidad y, claro, de respetar sus límites. En este sentido, otro problema es la plasticidad absoluta que los directores profesan como credo último. Los personajes pueden hacer, físicamente hablando, lo que quieran; no hay demasiadas reglas para seguir, y entonces en Madagascar 3 se puede ver una cebra que vuela y flota sobre el aire, un león y una leona que hacen trapecio, un tigre que lanza cuchillos o unos pingüinos-soldados-de-elite-medio-violentos-y-fachos (siguen siendo lo mejor de la serie, lejos). Sobre todo, se dedican a cantar, bailar y hacer coreografías: a todo eso se le dedica una buena cantidad de escenas, a reforzar el costado musical del relato y los personajes. Así, los protagonistas no solo no son animales sino que, además, pueden ser (y hacer) cualquier cosa. Y de eso depende, en buena medida, el slapstick un poco torpe, gratuito y siempre acelerado que signa todo el relato, como pasa en casi cualquier película de Dreamworks; depende, decía, de esa elasticidad y tirantez máximas que son capaces de soportar los cuerpos en el cine dreamworksiano. El número del tigre Vitaly (en el que atraviesa un anillo en llamas pequeñísimo) o, mejor, el acto multitudinario del circo, son buenos ejemplos de esa total maleabilidad y ausencia de restricciones que termina generando un espacio y una sin narración verdadera tensión: donde no hay reglas tampoco puede haber peligros reales. Sin tener muy presentes las películas anteriores, se puede notar cómo Madagascar 3 exhibe los síntomas de un malestar (narrar una historia con animales que no lo son) con la inclusión de dos personajes que, no por nada, son de lo mejor y más cómico de la película. Uno es el de la osa; una osa hecha y derecha, con cuerpo, actitudes y gestos de oso. Encima es bastante fea, babea y no habla. Sus apariciones construyen un humor que apuesta, esta vez sí, al trabajo con el cuerpo y con el hecho de ser animal. El otro personaje es el de la encargada de seguridad DuBois que, a diferencia de los protagonistas y sus amigos, hace cosas como detectar olores, seguir huellas o caminar sigilosa con la panza pegada al piso. DuBois es otro de los aciertos de la tercera entrega: además de implacable, ella es una mujer un poco desagradable que actúa, literalmente, a lo bestia (no es casual que sea DuBois la que termine encerrada en la jaula de Alex). Madagascar 3 no viene a sumar demasiado al universo de las películas anteriores: en ese mundo siguen habitando los mismos animales que se comportan como gente y el humor continúa siendo el paródico y de slapstick repetitivo que abunda en el cine de Dreamworks. Como siempre, los pingüinos soldados hacen desmanes memorables y uno quisiera que salgan en todas las escenas.
La selva vuelve a la ciudad En la tercera de Madagascar, los personajes sufren tantos golpes que el espectador termina convencido de que son indestructibles. Más de mil millones de dólares de recaudación solamente por taquilla de las dos primeras partes hacían impensable que DreamWorks (la compañía de Steven Spielberg y socios) no se tomara el trabajo de hacer la tercera parte. La titularon Madagascar 3: los fugitivos, y cuenta la historia de los cuatro principales animales de la saga, el león, la cebra, el hipopótamo y la jirafa, tratando de regresar desde África hacia el zoológico de Nueva York, donde comenzó toda la historia. En el camino, harán escala en Montecarlo, la por excelencia de la localidad marítima francesa del juego y el refinamiento, y allí encontrarán a una policía de animales implacable que los perseguirá hasta las últimas consecuencias y los obligará en mitad del viaje a camuflarse dentro de un esperpéntico circo. Esta Madagascar tiene más polenta, es más vistosa en sus colores y más atrevida en su explotación del slapstick, es decir, en la bufonada, en la utilización de la violencia física de una manera tan exagerada, que resulta absurda y por ello cómica. Tom McGrath, director de las tres Madagascar y también de Megamente, tiene una teoría al respecto. Opina que en Megamente, que involucra a los típicos superhéroes norteamericanos, y transcurre en Nueva York, fueron sumamente cuidadosos con la utilización de la violencia, para no remitir a los atentados terroristas, y no utilizaron el slapstick para que los espectadores sintieran que el protagonista “realmente” salvaba a alguien. En Madagascar ocurre directamente todo lo opuesto. Los personajes sufren tantos tipos de golpes que el espectador termina seguramente pensando que son indestructibles o que la violencia no produce consecuencias serias. La Real Academia Española da tres definiciones de la palabra paroxismo. Una es “exaltación extrema de los afectos y pasiones”. Otra, “exacerbación de una enfermedad”. La tercera: “Accidente peligroso o casi mortal, en el que el paciente pierde el sentido y la acción por largo tiempo”. Un poco de cada una de ellas hay en algunos pasajes de esta película que dos o tres veces se pasa de rosca en su persecución de la acción.
No es habitual encontrar en una tercera parte el signo de que una saga se ha fortalecido. En el común de los casos, el film que completa la trilogía tiende a verse deslucido, como una repetición de las formas originales que no obtiene los mismos resultados. DreamWorks ha visto desde un costado como Pixar se burlaba de esa tendencia con Toy Story 3, una película enorme a la que Shrek Tercero o La era de hielo 3 tienen mucho que envidiarle. Con los personajes del zoológico neoyorquino, el estudio revierte aquello que colaboraron a instalar con las secuelas en productos de animación, con un trabajo fresco, ágil y cargado de humor absurdo. Uno de los mayores logros de esta película es que, en los 85 minutos que dura, no se permite bajar la intensidad. El ridículo ha quedado demostrado que no es para todos, las secuelas del ogro verde son el ejemplo, pero en esta oportunidad se lo explota como corresponde, en la forma de un chiste detrás de otro. Este ritmo frenético obliga al espectador a colgarse del trapecio y dejarse llevar por los animales. No hay posibilidad de detenerse a pensar por qué no funciona el primer canto de la cebra Marty, con un despliegue de la a veces insoportable voz de Chris Rock… si el intento fue fallido, se rebota en la red de seguridad y se vuelve al ruedo. El balance acabará por dejar una lista interminable de secuencias cargadas de gracia, algunas muy cómodas en lo obvio, otras sencillamente geniales, como la historia del tigre Vitaly (una lástima no poder oír la voz del gran Bryan Cranston) o la notable conversión de la capitana Chantel DuBois en la mítica Edith Piaf. Con Eric Darnell y Tom McGrath nuevamente detrás de cámaras, esta vez junto a Conrad Vernon (Shrek 2), el gran cambio corre por cuenta de Noah Baumbach, escritor de films como The Life Aquatic with Steve Zissou, The Squid and the Whale, Fantastic Mr. Fox y Greenberg. El guionista, que ha trabajado una variada gama de tópicos a lo largo de su carrera, ha sabido cómo abordar personajes en crisis, de aquellos que no terminan de definir su rumbo en la vida, así como también formaciones dispares, que funcionan cuando todos apuntan hacia un mismo lado. Esa experiencia aplicada sobre el grupo de animales y un humor constante que surge de cualquier acción, hacen que esta tercera parte sea la mejor. Madagascar 3: Europe's Most Wanted es la vencida.
Sin llegar nunca al nivel de excelencia visual y narrativa de Pixar, Dreamworks Animation siempre se las arregla para darnos productos entretenidos, con varias dosis de incorrección política y criaturas simpáticas para el deleite de los niños. La empresa no se arriesga demasiado, y por eso gran parte de estos films son secuelas de sus mayores éxitos: Shrek, Kung Fu Panda y, como en este caso, Madagascar...
Una de las mayores sorpresas de este año: Madagascar 3 – Los Fugitivos es una película fulgurante. Por ahora la vi una vez, en castellano y no en 3D. El 3D, intuyo, es fundamental para hacer crecer los momentos de mayor juego de colores saturados sobre fondos plenos. Y las voces originales seguramente generen aún más chistes (¿la darán en idioma original?). En Madagascar 3 hay tanta inventiva plástica, humorística y en cuanto al vértigo narrativo que se hace imposible de captar en una primera visión. Entre humor multicapa (no meramente referencias gastadas para los adultos), juegos casi abstractos con los colores y las formas, personajes que se delinean cada vez mejor (esos pingüinos son un invento seguramente perdurable) y musicalización desatada, Madagascar 3 pide (o me pide, al menos) por lo menos una segunda visión. Allá voy.
Creo que es prácticamente imposible que alguien se aburra con Madagascar 3 los fugitivos. Es un entretenimiento 100% garantizado para todos los amantes de la animación tengan la edad que tengan. Es imposible no pasarla bien con esta nueva entrega que te hace reír constantemente con sus gags visuales, verbales y sus excelentes diálogos. La incorporación de los animales del circo...
¡Poder peludo! Caso emblemático el de Madagascar: cuanto más avanza la saga, mejores son las películas. La primera, allá por 2005, tenía el germen de algo que podía ser bueno -una serie de interesantes personajes neuróticos, un trazo que emulaba al cartoon clásico, cierto gusto por el ritmo desenfrenado, momentos musicales y visuales que explotaban la creatividad-, pero el lastre del conflicto psicológico empantanaba las situaciones y cierto tufillo nacionalista (el 2001 estaba demasiado cerca) no ayudaba para sentir empatía total por el producto. Las piezas se movieron, y en la segunda parte los realizadores se hicieron cargo de algo que resulta una tara para la gente de Dreamworks -más allá de algunos casos esporádicos-: sus películas carecen de profundidad y tienen como único objetivo ser artefactos divertidos, aunque perecederos. Pero Madagascar 2 tenía un humor más lunático, un ritmo imparable y la diversión estaba garantizada, incluso quitándole a los personajes el corset neoyorquino y dejándolos libres en medio de la sabana africana. Ante una tercera parte, eran muchos los reparos que podíamos tener, sin embargo esta Madagascar 3: los fugitivos justifica cada minuto en pantalla con una solidez inhabitual a partir de una apuesta total por el desenfreno, el desquicio, la construcción de una serie de piezas maestras que se encastran unas con otras y construyen una narración donde el sentido está puesto en el ritmo, la forma y la apología de un nonsense mayúsculo. En definitiva, si la animación es la búsqueda de lo humano por la vía de lo fantástico, Madagascar 3 cumple el objetivo homenajeando a la mejor animación con exceso de creatividad, y se convierte en una de las películas más divertidas en años. Muchos creen que las películas que celebran el ritmo y el vértigo no pueden ser inteligentes. Vean Madagascar 3 para refutar esa teoría. El film tiene un falso comienzo, y un recomienzo posterior, donde ahí sí alberga su tema de fondo: cuando los protagonistas se cruzan con un circo ambulante bastante decadente, el asunto gira en torno al fracaso y el éxito, al placer que genera el arte, la necesidad de intentar las cosas por más que fracasemos, y la diversión como forma de vida. Uno intuye que la presencia de Noah Baumbach como guionista es fundamental aquí: su puño evita que la película caiga en la moralina habitual de Dreamworks, haciendo que el subtexto se interprete por medio del ritmo y el movimiento, y sin mucha necesidad de andar diciéndolo por ahí en voz alta. Pero antes que todo eso (que en definitiva tampoco es lo mejor de la película), hay un comienzo demoledor, una secuencia de acción descomunal a lo James Bond por las calles de Monte Carlo. Y cómo se llega hasta allí, es una pura arbitrariedad que amaga con convertir todo en un desastre: en menos de cinco minutos los pingüinos se van de Africa hacia Monte Carlo, y los protagonistas deciden seguirlos. Hay elipsis gigantescas y el mensaje que parte desde la pantalla hacia el espectador, es: “gente, acá van a ocurrir cosas increíbles, no pregunten mucho, déjense llevar”. Y justo cuando uno comenzaba a confirmar las dudas y a pensar en la intrascendencia del asunto, en su vacuidad de tercera parte, Madagascar comienza de pronto a estallarle en la cara con miles de colores alegres, con una vivacidad desquiciada que el cine de animación mainstream parecía haber perdido, y con una potencia humorística que avanza con mil caballos de potencia. Madagascar 3: los fugitivos es todo lo superficial, lustrosa y divertida que Cars 2 quiso ser, y no pudo. La búsqueda histórica de Dreamworks ha sido homenajear la potencia humorística de los personajes clásicos de la Warner. Lo logró con algunos momentos de la segunda Shrek, con aquella ardilla de Vecinos invasores, con la segunda parte de Madagascar, con algo de Megamente, pero hasta ahora no había podido construir un producto que estuviera a la altura de las circunstancias en su totalidad. Tal vez porque teniendo a Pixar como principal contrincante, Dreamworks quería ser lo lunático pero también lo pensante, sin nunca llegar a imbricar ambos caminos de manera satisfactoria. Madagascar 3: los fugitivos es maravillosa, precisamente, porque abandona esa necesidad del peso psicológico y se entrega a la más pura diversión con total placer. Y lo hace con mucho talento y con una evidente precisión en sus formas: si la secuencia de inicio es descomunal y desaforadamente física, tanto que dan ganas de pararse en la butaca, lo bueno es que siempre la apuesta va a más, no pone el pie en el freno y tiene la suficiente inteligencia como para no agotar al espectador. Madagascar 3: los fugitivos incluye momentos visuales de alto impacto, fundamentalmente uno ambientado en el circo, donde las formas se licúan y las imágenes se vuelven experimentales, plásticas, surrealistas. Ese ballet cósmico y cómico es una sola de las tantas apariencias que adquiere este film camaleónico en sus diferentes búsquedas humorísticas, que evita casi totalmente la recurrencia a la referencia pop, marca constante de la casa. Otra de esas búsquedas son los personajes: están los protagonistas, los protagonistas de segundo plano, los de relleno, los comic relief, los nuevos personajes (notable la osa enamorada del lémur), los complejos y los que son pura superficie, una villa excepcional, todos con su instancia y su importancia dentro del relato, en una variedad asombrosa. Madagascar 3: los fugitivos es la película definitiva de Dreamworks, la que a la búsqueda habitual le da un destino seguro y placentero, que no es otro que el del humor divertido, desprejuiciado, carismático, intrépido, y que hace de la animación el medio natural para ponerlo en imágenes.
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El mundo es un circo Los carismáticos animales que en la primera parte de la saga huyeron de un zoológico neoyorquino quieren volver a su casa; desde Africa, emprenden el retorno que los llevará a la Costa Azul europea, a Roma y a Londres, siempre huyendo de la implacable policía Chantel DuBois. A partir del éxito y de la popularidad de las anteriores entregas, los realizadores de esta nueva etapa del gran viaje de los animales fugitivos por el mundo optaron por dar rienda suelta a la creatividad y explotar a fondo las posibilidades estéticas de la animación digital y de las técnicas del 3D. A partir de una historia sencilla y, sobre todo, apoyándose en el enorme carisma de los personajes ya conocidos y en el de los nuevos que se introducen en este episodio, la acción salta por distintos escenarios y, sazonada con oportunos gags y guiños para los mayores, termina por conformar un entretenimiento superlativo para grandes y chicos. Después de una secuencia inicial en Africa, en la que queda en claro que no hay límites para la imaginación de los realizadores, la acción salta a la Costa Azul, donde comienza la persecución que llevará adelante a lo largo de todo el filme uno de los personajes más interesantes de la película: la malvada inspectora Chantel DuBois. En la huida, los animales se unen a un circo, con el cual viajarán por Europa y, finalmente, regresarán a Nueva York. Los números circenses y el ambiente en el seno de la pintoresca "troupe" brindan un marco ideal para el desarrollo de secuencias de una riqueza visual sorprendente, que en algunos casos bordea el surrealismo. Sin embargo, los realizadores no descuidan el ritmo narrativo; por el contrario, la historia está contada con claridad y con oportunos toques de humor. En ese sentido, la escena en la que la inspectora DuBois reconforta el espíritu de sus seguidores con una canción "a lo Piaf" resulta antológica. Mientras tanto, los más pequeños disfrutan con la acción y con los chistes visuales, que contribuyen a consolidar las características de cada uno de los personajes de la saga. La propuesta, entonces, es más que atractiva: una película entretenida, divertida y amena, estructurada sobre un guión sencillo y al alcance del público de todas las edades, y con un nivel superlativo en la resolución visual de cada una de las escenas.
Justo cuando parecía que ya no había mucho que agregar a la aventuras de Alex, Marty, Melman y Gloria, la dupla de Eric Darnell y Tom Mcgrath nos regala la entrega más divertida de la saga, que se contagia por momentos del espíritu anárquico e irreverente de los hermanos Marx. Los personajes de siempre (mención especial para los pingüinos) se complementan muy bien con los nuevos en una trama que esta vez los lleva a una persecución por todo el continente europeo para generar el vértigo bien entendido de los productos Dreamworks, que si bien no alcanza la profundidad de los de Pixar acierta sumando talentos como el guionista Noah Baumach y las voces de Martin Short (un muy expresivo león marino con acento italiano) y Frances McDormand como una temible villana dispuesta a todo por atrapar al cuarteto protagónico (aunque como siempre hay que lamentar que la mayoría de las funciones sean habladas en español). Ejemplo de una saludable tendencia actual del cine de animación a cuidar las secuelas que comenzó con "Toy Story". La propuesta de pan y circo esta vez funcionó.
Relato ameno, rico en imágenes, efectivo en humor, para disfrute de chicos y adultos Dentro de la enorme cantidad de películas animadas que se producen alrededor del mundo quizás haya dos sagas fundamentales e insoslayables: “Shrek” (2001) y “Toy Story” (1995). Todas las demás se ubican en una segunda, tercer, y cuarta línea en términos de recaudación y aceptación por parte del público. Allí se instalan “La era del hielo” (2002) y, claro está, la serie de “Madagascar” (2005 y 2008), no sólo con los largometrajes; sino también con la producción de dibujos de los pingüinos sabelotodo que se desprenden de ellos. Si es por la cantidad de dólares producidos en las boleterías todo indica que tendremos varias más durante los próximos años, esperando que no vayan en desmedro en cuanto a su calidad. En el caso de “Madagascar 3: Los fugitivos”, los guionistas Eric Darnell y Noah Baumbach, y los realizadores Eric Darnell, Tom McGrath y Conrad Vernon ya conocen de memoria a sus criaturas: Marty (la cebra), Alex (el león), Melman (la jirafa) y Gloria (la hipopótamo). Es saludable porque saben hasta dónde se puede tirar de la cuerda para no caer en la extravagancia, o en la exageración de situaciones forzadas. Los animales siguen en África (como siempre), quieren regresar a Nueva York (como siempre) y a falta de la propia astucia dependen de la de los pingüinos para lograrlo (como siempre). Pero esta vez se animan a más cuando ven que las aves se las toman por su cuenta, y deciden poner garras y pezuñas a la obra para seguirlos hasta Francia, y allí convencerlos de emprender el ansiado regreso al zoológico de Manhattan. En el ínterin tratarán de escapar de la temible capitán Chantel DuBois (una policía con olfato infalible y coleccionista de cabezas de animales) uniéndose a un circo que compran con las ganancias del casino. “Madagascar 3: ...” es rica en imágenes deslumbrantes, con un notable diseño de sonido, mucho color y mucha música pop, además de la extraordinaria banda de sonido de Hanz Zimmer, tal vez en su mejor trabajo desde “Gladiator” (2000) Pero quizás el mayor acierto se lo puede encontrar en haber evitado a toda costa el centrar la historia sólo en los cuatro personajes citados, sino proceder a introducir a DuBois, uno de los mejores villanos de la década en este género, brillantemente pensado y construido, ante el cual el espectador percibe la sensación de querer verla más tiempo en acción (la escena en donde canta un tema de Edith Piaf es memorable). Algo similar sucede con los tres, o cuatro, principales integrantes del circo: una chita, un tigre, y una osa que jamás habla... pero dice mucho. La característica principal de la tercera parte es el humor. Abundan las situaciones cómicas, muchas de ellas originales y bien mezcladas, con los remates algo más obvios, pero igualmente efectivos. Como sucede en las dos anteriores, podría hacer algún ruido a los adultos el hecho de instalar si las únicas opciones para los animales son el zoológico o el circo, sin mencionar que, en cualquier caso, el resto de los seres vivientes está destinado a entretener a la raza humana. A lo mejor es hilar muy fino. El punto que a usted puede interesarle más es si vale la pena llevar a los chicos. Pues sí, hágalo tranquilo sabiendo que no serán ellos los únicos en salir del cine con una sonrisa luego de 93 minutos realmente entretenidos.
Vuelve al cine más atractiva que nunca, ahora los adultos tienen la excusa perfecta para acompañar a los chicos y ellos también sentirse asi. Recordemos que la primera se estrenó en el 2005, cuenta con las voces originales de: Ben Stiller, David Schwimmer, Chris Rock, Jada Pinkett Smith, entre otras, y la recaudación fue de más de 532 millones de dólares en todo el mundo y el éxito continuo. Los personajes principales: el león Alex (Ben Stiller), la cebra Marty (Chris Rock), la jirafa Melman (David Schwimmer) y la hipopótamo Gloria (Jada Pinkett Smith), se encuentran en África y desean regresar a Nueva York, y, de manera accidental, por los inefables pingüinos terminan en Europa. Una serie de hechos locos y divertidos terminan en circo itinerante y se encuentran con nuevos personajes, como un tigre ruso Vitaly (Bryan Cranston) gruñón de mal genio, un jaguar latino Gia (Jessica Chastain), seductora y un lobo marino italiano Stefano (Martin Short). Pero nuestro simpáticos animalitos serán perseguidos por una funcionaria de la policía francesa Madame Chantel Dubois (voz de Frances McDormand), experta en el control de animales, una verdadera perra de caza, (nos recuerda aquella villana de Cruella De Ville), los persigue sin descanso y el animal que le falta en su colección la cabeza del león y ese será el blanco. Esta propuesta es muy divertida, tierna, repleta de situaciones, acción, gags, colorida y baile, hasta se parodia al cine de suspenso y terror, muchos guiños al cine de Hitchcock, y “Misión Imposible”, entre otros. La extraordinaria música de Hans Zimmer, un gran despliegue visual, para grandes y chicos, hasta se le hace un homenaje a Edith Piaf y cinematográficamente es una verdadera fiesta. Se estrenó subtitulada y doblada al español en 3D y 2D esta historia da para una cuarta entrega y más también.
Es imposible negar que con el paso de los años la saga de "Madagascar" ha mejorado en ciertos puntos: lo que en la primera película fue simplemente un entretenimiento familiar que no se destacó demasiado, en su secuela se elevó al ridículo, se profundizaron las extrañas personalidades de los roles, todo acompañado con una bella animación y una muy buena banda sonora. En esta oportunidad, el humor es divertido, la perfección visual es muy atractiva y los personajes secundarios le aportan dramatismo y un poco de locura a la propuesta. Todos los condimentos necesarios para que grandes y chicos pasen un grato momento en el cine.
¿Qué es lo que tienen de bueno las pelìculas de la serie Madagascar? Son, por cierto, mejores que la media, y tienen por lejos uno de los mejores diseños para un dibujo animado digital. Justamente en el diseño es que reside el encanto: los personajes de Madagascar no son “realistas” sino perfectas caricaturas que interpretan de modo transparente el estilo de los comediantes que les otorgan las voces. No es que se parezcan fìsicamente, sino que el movimiento de Alex el león es similar al de un Ben Stiller con disfraz de león. El otro acierto es la libertad: nunca se toman en serio, cuando aparece la oportunidad de un gag en la trama, se aprovecha y los dibujantes tienen el tiempo justo para ejecutarlo. Por último, los pingüinos están dentro de las mayores invenciones cómicas del cine reciente. Aquí los animales de siempre (cuatro monos, cuatro pingüinos, dos lemures, una llama más león, cebra, hipopótamo y jirafa) siguen tratando de llegar a Nueva York, entran a Europa por Montecarlo y se vuelven perseguidos de la justicia (o algo así) para terminar escondidos en un circo. Cada etapa del relato es la excusa para un momento de humor desaforado en la vieja tradición del cartoon clásico, aquel que -no se sorprenda, así era- no se hacía para chicos sino para burlarse de la realidad en un mundo donde podía pasar absolutamente cualquier cosa. Eso mismo es Madagascar 3: mostrarnos en pie de igualdad con los animales, como los animales que somos.
Afro Circus Llega la 3ra entrega de Madagascar con muchísimo humor y más aventuras, conformando ya no un cuarteto de protagonistas, sino un gran equipo de personajes disfuncionales que hacen girar la rueda cinematográfica con una suavidad casi perfecta. Lo que comenzó como las aventuras de Alex, Marty, Gloria y Melman fuera del Zoo de NY, evolucionó y sumó personalidades que son realmente fundamentales, sin las cuales, la rueda encontraría más resistencia en el camino por el que transita. ¿Alguien se imagina Madagascar sin los pingüinos? ¿o sin el bizarrísimo "Rey Julien"? En este sentido creo que los directores Tom McGrath y Eric Darnell han hecho un trabajo formidable en la búsqueda de la química correcta para seguir ofreciendo una franquicia tan exitosa y entretenida como esta, que de seguro tendrá un par de oportunidades más para acrecentar el éxito y las arcas de Dream Works. Como resalté al principio, el gran fuerte de esta 3ra entrega es el humor, que combina ternura y malicia de una forma magistral, creando una sonrisa ininterrumpida de 93 minutos tanto en los más chicos como en los más grandes que se animan a ir a verla. En esta ocasión, el grupo está intentando volver a casa (NY) pero como adivinarán, tendrán miles de problemas comiquísimos que se interpondrán con su objetivo, como por ejemplo andar como fugitivos por Roma, Londres y París con una loca agente de policía tratando de cazarlos. En el camino conocerán unos animales de circo que les cambiarán la concepción que tienen acerca de la vida. Lo mejor a mi criterio fueron los pingüinos lejos.... y después el rey Julien que realmente logró comprarme con su personalidad tan bizarra y carismática. Por supuesto los 4 protagonistas tienen lo suyo, pero sinceramente, el éxito no sería el mismo sin este grupo de secundarios locos. Concuerdo con algún comentario que leí en otro sitio que decía que es una de las pocas franquicias que realmente ha logrado ir evolucionando con el pasar de las secuelas y no al revés como suele suceder con la mayoría. Quizás un de los puntos más débiles de esta última peli tiene que ver con el guión, que sin ser malo es un poco más básico que los anteriores. Para disfrutar de 1 hora y media a pura risa y color con una banda de animales tan locos y simpáticos como lo fueron en su comienzo. Una franquicia que todavía tiene cuerda para rato.
EL SHOW DEBE CONTINUAR Cuando se tienen las herramientas necesarias y el único límite es la imaginación, entonces todo es posible. Esa debe ser una de las creencias de las mentes detrás de MADAGASCAR 3: LOS FUGITIVOS (MADAGASCAR 3: EUROPE’S MOST WANTED, 2012), la nueva película de DreamWorks AnimationStudios que representa dos cambios muy importantes para la compañía productora creadora de SHREK. Primero, el cierre de la trilogía de los animales neoyorkinos, que obviamente volverán pero con aventuras muy distintas. Segundo, una forma nueva y fresca de repensar sus películas animadas, apostando al espectáculo, a la belleza visual y al muy buen aprovechamiento de la tecnología 3D. Porque a nivel narrativo, MADAGASCAR 3: LOS FUGITIVOS no es de lo mejor. De hecho, cae una y otra vez en uno de los lugares más comunes y gastados de la narración del cine infantil: ese en el que los protagonistas mienten para obtener algo, luego son descubiertos y rechazados, para al final volver en busca de redención y perdón. Pero la historia importa poco, ya que MADAGASCAR 3: LOS FUGITIVOS es, mas que nada, una divertida y alocada serie de chistes para grandes y chicos, intercalada con secuencias visualmente asombrosas, a cargo de una simpática pandillas de personajes que ya se ganaron un lugarcito en el corazón de los espectadores. La película empieza como terminó MADAGASCAR 2 (MADASCAR: ESCAPE 2 AFRICA, 2008), la flojísima entrega anterior: Los Pingüinos parten en un avión a Monte Carlo, mientras el cuarteto se quedaba por una temporada en África. Todos contentos. Pero ni bien empieza MADAGASCAR 3: LOS FUGITIVOS, descubrimos que Alex extraña mucho Nueva York y que quiere regresar a toda costa. Es así como el león arrastra a su manada (la cebra Marty, la jirafa Melman, la hipopótamo Gloria, el rey lémur Julien y sus dos “súbditos”) hasta Mónaco. Después de un incidente en el hotel donde estaban los Pingüinos, los animales se convierten en fugitivos cuando empiezan a ser perseguidos por la infalible capitana de Control Animal, Chantel DuBois. Para escapar de ella sin ser vistos, se unen a un circo que viaja por toda Europa, con la esperanza de volver a casa. La historia es simple y predecible, pero al menos se aleja del ambiente selvático. Además, nunca deja de entretener y tiene mucho más sustento que MADAGASCAR 2. Sus viejos personajes cumplen de manera sobresaliente las mismas funciones que cumplían en las entregas anteriores, aunque no crecen sino hasta la secuencia final y algunos (Marty y los Pingüinos) están desaprovechados. A excepción de Chantel DuBois, los nuevos personajes no aportan mucho y serán necesarias varias secuelas para que nos encariñemos con ellos. Pero nada de eso es el punto fuerte de MADAGASCAR 3: LOS FUGITIVOS. DreamWorks no es Pixar y nunca lo será, así que no podemos esperar mucho de sus guiones. Pero en lo que este estudio es realmente bueno - además de sus innumerables y bien usadas referencias a la cultura pop - es encontrando ese punto medio entre una idea completamente loca y una idea graciosísimo. A partir de ese encuentro surgen secuencias geniales (la de la fuga de Mónaco, la del “Circo Americano”), tan delirantes como originales, en las que sus animadores supieron volcar un arsenal visual realmente único. Estando este al servicio de la narración, y esta a su vez servicio del 3D, el resultado es una buena película animada, no tan memorable como la primera, pero igual de divertida. Les prometo que dejarán la sala riendo, amando el 3D y queriendo mover el bote al ritmo de “Tata tara rara rata circo, tata tara rara rata afro”.
Madagascar es una franquicia animada de Dreamworks, esa misma que se adentró al mundo de la animación hace muchos ayeres y que ha tenido la mala suerte de entregarnos primeras partes deliciosas (Shrek, Como Entrenar a Tu Dragón), y que cuando llegamos a las secuelas, decae muchísimo el producto (esperemos que no pase con la última mencionada) Madagascar no es la excepción, pues después de una ágil y entrañable primera parte, la segunda decayó mucho al presentar una historia tan plana como los personajes nuevos, y con reminiscencias a películas infantiles (El Rey León principalmente) que la película se sentía cansada y aburrida. Sin embargo, llegamos 4 años después, con una nueva entrega, donde ahora Alex, Melman, Marty y Gloria quieren volver a casa y lo hacen infiltrándose en un circo que recorre Europa con la promesa de por fin llegar a su amado zoológico en Nueva York. Si algo le podemos justificar y aplaudir a esta saga, mas que tratarse de animales con personalidades tan extrañas como incompatibles, es su animación que tiene una calidad innegable. Y la creación de esos personajes tan entrañables, adorables y divertidos como Cabo, Rico, Kowalski y Skipper. ¿Quién no disfruta todo lo que hacen esas pequeñas aves? Siempre rescatan la película de las garras de la aburrición. Y afortunadamente para nosotros, en esta tercera parte hay muchos más elementos rescatables. Hay que señalar, para empezar, que el desarrollo de los nuevos personajes es un poco más elaborado. Hay motivaciones y hay psicologías humanas. Hay, como en todas las películas infantiles, situaciones que son idealistas, y al principio de la película pareciera que estamos ante un producto comercial que los pequeños disfrutarán, pero que a los mayores aburrirá. Sin embargo, cuando llegamos a Montecarlo, la historia cambia y se vuelve una explosión de risas y colorido. Mención especial para la MAGNÍFICA secuencia del circo. Colorida, musical, explosiva y ampliamente recomendable en 3D (la mayoría de los escenarios son disfrutables en 3D). Básicamente, y para resumir, estamos ante un buen producto que los pequeños disfrutarán y que los padres no lo pasarán tan mal. Comparándola con la segunda parte, que fue más de lo mismo; Madagascar 3 refresca esa situación, le da un giro de tuerca bastante loco y nos deja con un buen rato de entretenimiento. Habrá cosas que criticarle al guión, pero por animación y risas no nos quedamos atrás.
Como los Cars, estos animales siguen los dibujos de viaje. Lo exigen los argumentos y lo impulsa la posibilidad de una nueva tecnología que le da realismo y relieve a sus escenarios. Tras escaparse del Zoo de Manhattan, el león, la cebra, la jirafa y el hipopótamo, junto a su selecto equipo de acompañantes, aparecen en Europa y no les quedará otra que sumarse a un circo para escapar de una implacable poli francesa. Ya se sabe que para los animales de circo, los del zoológico son medio serviles. Así que hay que huir, disfrazarse y aprender cosas de circo. La apuesta no es otra cosa que un paseo simpático con muchos enredos y algunas sorpresas que concluye en el Zoo de siempre. Dibujo para chicos, sin otras lecturas. Vistoso, con aciertos parciales, ritmo vertiginoso, acción y aventuras. El esquema funciona, aunque también muestra señales de cansancio y algunas reiteraciones.
Animaladas a full Se sabe que las secuelas son continuaciones a veces innecesarias de un título exitoso, suele ocurrir que ante la originalidad de una, devenga una segunda parte tan torpe como olvidable -quizás el mejor ejemplo sea "Kug Fu Panda" en su versiones 1 y 2. En esta ocasión nos llega la tercera aventura de la saga "Madagascar", donde los simpáticos personajes del león, la cebra, la jirafa y la hipopótamo, parten de Africa hacia el continente europeo (a Montecarlo, Roma Y Londres), convirtiéndose en fugitivos, ya que atrás los sigue una policía de control de animales, y ellos solo quieren regresar a su Zoo en Nueva York. Por los avatares de las corridas terminan enganchándose en una caravana cirquera, allí se sumarán tres nuevos personajes de la fauna: un león marino italiano, un tigre ruso y un jaguar hembra latino. Si bien los gags son multiplicatorios, y hay consistencia de guión con bastante humor disparatado, esta versión 2012 cumple su cometido de entretener plenamente a la familia, aunque ya nada es tan original por supuesto. El momento plus sin dudas es cuando el personaje de la policia femenina (en el original, la voz de Frances McDormand) intenta reanimar a sus subordinados, y hace una versión del clásico de Edith Piaf: "Je ne regrette rien".
Publicada en la edición digital de la revista.
Publicada en la edición digital de la revista.
La nueva entrega de la saga de estos bichos de la selva que no saben si quieren volver a vivir en cautiverio o aprovechar su libertad es una película ideal para los más chicos, pero curiosamente funciona muy bien con gente grande. La más lisérgica de todas las partes de la franquicia de Alex, Marty, Melman y Gloria está mucho más cerca de Vecinos invasores que de películas más tradicionales del género de animación que los tiene como estrellas. Con un guión al que no le interesa en lo más mínimo tener una continuidad lógica, el realismo o las explicaciones de los eventos que se van sucediendo, se dedica directamente a hacer reír por la vía más bizarra, desde una canción zonza, coreografiada y que repite Circo-afro, Circo-afro hasta una enorme y poco antropomorfizada osa que enamora al rey Julian (gran apuntalador de la saga), la búsqueda del humor es constante y no se detienen jamás a pensar en el sentido de los hechos anteriores o posteriores. Para que se den una idea, el filme comienza con los muchachos en la selva, en donde los habían dejado los pingüinos abandonados mientras huían en su avión y los animales liderados por Alex, deciden ir a buscarlos para vengarse. Acto seguido, se encuentran nadando en el Mediterráneo, con las antiparras puestas. La magia del dibujo animado les permite alejarse de todo convencionalismo y de todo atisbo de verosimilitud para centrarse en la acción pura de lo que diga el guión, sin importar que esto tenga sentido o no. Ideal para un niño, como dijimos, pero si uno es lo suficientemente "niño" como para dejarse llevar por esos sinsentidos y simplemente relajarse, se va a dar cuenta de que la puede pasar mucho mejor. En este caso, el grupo de simpáticos animalitos va a llegar a Europa y será perseguido hasta el hartazgo por una implacable funcionaria de control de animales que es casi un X-Men o -por qué no- el T-1000 de Terminator 2, con capacidades olfativas, visuales y físicas absolutamente desaforadas. En sus intentos de escape, se encontrarán con un circo itinerante manejado por una bella felina, un elefante marino parlanchín y cuya figura -un tigre ruso- ha perdido la confianza. Madagascar 3 tiene las aventuras que se esperan de ella, las risas predecibles que pueden generar cada uno de los personajes principales que tan bien han sido desarrolladas en las pasadas entregas (Alex, con su vanidad y su nostalgia constante del zoológico; Marty, con sus ocurrencias y su espíritu constantemente festivo; Melman, con sus neurosis e hipocondrias; Gloria con su toque femenino; y el infaltable Julian, ese delirante autoproclamado rey de la selva con sus aires de grandeza) pero es el personaje de la osa y su enamorado quienes se roban todas las carcajadas con escenas completamente desopilantes, sacadas de contexto y casi ajenas al resto de la historia. Cada escena en donde aparecen ellos dos, en especial esa particular osa, la única que no habla el mismo idioma que el resto, la única que no tiene cara y movimientos humanos, con un ridículo moñito color rosa, elevan la diversión a niveles incalculables. En una película en donde casi nada tiene razón de ser, con mucho color, música, fantasía, pero también con un humor que se va para los extremos, Madagascar 3: los fugitivos es probablemente la peor de las tres películas de la franquicia (si nos ponemos estrictos con el guión, la narración inconexa, la historia intrascendente) pero seguramente es la más divertida de todas, si uno se deja llevar.