Paramilitares del nuevo milenio Y aquí tenemos otra película conservadora/ derechosa/ fascistoide de Peter Berg, un actor que de a poco fue armando una carrera como director desde su simpática ópera prima Malos Pensamientos (Very Bad Things, 1998), punta de lanza para una ristra de films entre los cuales encontramos propuestas hiper olvidables como El Tesoro del Amazonas (The Rundown, 2003) y Juego de Viernes en la Noche (Friday Night Lights, 2004), mamarrachos insoportables como El Reino (The Kingdom, 2007) y Hancock (2008), trabajos amenos en sintonía con El Sobreviviente (Lone Survivor, 2013) y Horizonte Profundo (Deepwater Horizon, 2016), y más cosillas infumables como Día del Atentado (Patriots Day, 2016) y el opus que nos ocupa, Milla 22 (Mile 22, 2018). Toda la trayectoria del señor está repleta de personajes estereotipados y muy unidimensionales que no aportan nada al género de turno. Ahora el realizador se tira de cabeza en una pileta bastante vacía que unifica los thrillers contemporáneos de espionaje y el cine de acción de las décadas del 80 y 90, generando una experiencia de lo más mediocre que no sólo no aprovecha el potencial de ambas comarcas sino que se vuelve francamente tediosa a los pocos minutos de comenzado el metraje: en su pretensión de “apostar a seguro”, el film por un lado se asemeja a lo que sería una especie de caricatura triste de la franquicia de Jason Bourne (Matt Damon), desde ya reemplazando el sustrato de izquierda por un chauvinismo yanqui horrendo, y hasta se sabotea a sí mismo de manera grosera porque embadurna el único interés que podría tener el convite, léase la colección de masacres y escenas vertiginosas, con esa típica edición caótica y demencial símil Michael Bay que no deja apreciar/ comprender absolutamente nada de lo que ocurre. El meollo del asunto, o mejor dicho la excusa de turno para que empiecen a volar las balas y explote un poco de todo, pasa por la premisa del “testigo en peligro” aunque en vez del contexto judicial en esta ocasión tenemos a un tal Li Noor (Iko Uwais), un policía de Indonesia que se presenta en la Embajada de Estados Unidos y solicita ser sacado del país a cambio del código para desbloquear un disco rígido externo con la localización en el globo de distintos cargamentos de cesio destinados a la fabricación de armas (el disco además se autodestruirá en ocho horas si no se introduce la contraseña). El encargado de transportar al susodicho y esquivar los infaltables intentos de asesinato, cubriendo las 22 millas del título hasta el aeropuerto para la “extracción”, es el paramilitar James Silva (Mark Wahlberg), quien trabaja con Alice Kerr (Lauren Cohan), el vínculo yanqui con el doble agente Noor. La película desperdicia a Wahlberg haciendo que se dedique a soliloquios egocéntricos de “macho alfa” más que a disparar en sí, no aprovecha a una Cohan que no tiene oportunidad de sacar a relucir la intensidad que demostró en The Walking Dead y -esto es lo más trágico- asimismo no saca partido de la presencia de Uwais, protagonista de las placenteras The Raid (Serbuan Maut, 2011) y The Raid 2 (Serbuan Maut 2, 2014), un coreógrafo extraordinario cuyo desempeño queda tapado bajo ese montaje innecesariamente veloz y videoclipero al que nos referíamos con anterioridad. Aquí Berg pareciera que no se termina de decidir entre construir tensión en serio, para ello debería haber aflojado un poco con los diálogos bobos, exagerados y remanidos del flojísimo guión de Lea Carpenter, o apostar por un producto afable de acción en torno a los paramilitares del nuevo milenio, para lo cual tendría que renunciar a la cámara movediza, el promedio de un corte por segundo y la repetición sin fin de secuencias agitadas y ruidosas en las que no pasa nada memorable…
Mark Wahlberg y la acción es una combinación bastante conocida. Lauren Cohan es, a su vez, familiar a este género o, siendo más específico, a los momentos donde necesita luchar. Por último, Ronda Rousey fue llamada para acoplarse como tercera integrante de este pequeño grupo de inteligencia americana que buscan trasladar un paquete especial y, así, evitar un desastre bélico. Li Noor, llevado a la vida por Iko Uwais, es aquel paquete que debe ser llevado hacia el aeropuerto para extraditarlo. Para eso, Sam Snow (Rousey), Alice Kerr (Cohan) y James Silva (Walhberg) tendrán que sobrepasar distintas dificultades donde necesitarán de sus habilidades de lucha para vencer a otro grupo que quiere atrapar a Noor. Walhberg encarna a James Silva, una persona que perdió a su familia durante la niñez y que desarrolló una inestabilidad mental bañada por violencia. Éste es un rol que le sienta muy bien al actor: dicción rápida y nerviosa, además de la típica personalidad egocéntrica a la cual ya nos tiene acostumbrados con sus múltiples papeles. Luego, Cohan se acopla muy bien a esta película y no hay palabras más que decir que su desempeño está aprobado. Las escenas de pelea protagonizadas por Uwais, en verdad, están muy bien. La pregunta se encuentra en otro lado: ¿eran necesarias tantas? Y, por último, Ronda Rousey casi que no habla, pero, al final, ese no es su rol. Ella se incorporó a este film dada las múltiples escenas de acción en las cuales formó parte y es notoria su comodidad en las mismas. En relación con el guion es donde se encuentran las críticas principales. Hay cosas sin sentido, ya que se les da cierta relevancia en algunas escenas pero que, al final, no cumplen ningún objetivo. Además, ciertos conflictos dentro de la película que hacen a su trama, quizás, se encuentran tan mal tratados hasta el punto en el que parecen ser problemas infantiles. El guion escrito por Lea Carpenter, debido a estos aspectos, se desarma a medida que se desarrolla. “Milla 22”, en resumen, es una película pasatista que entretiene y que, sin dudas, pudo ser un largometraje mucho más interesante con un mejor desarrollo del guion acompañado de una extensión en su duración. El final queda abierto para una secuela y que, ojalá, se lleve a cabo. El material, la historia y el elenco está. Es cuestión de manejar mejor una historia que al menos en esta parte, se quedó en una promesa.
Una misión arriesgada Milla 22: El escape (Mile 22, 2018) es una película de acción dirigida por Peter Berg y escrita por Lea Carpenter. El reparto está compuesto por Mark Wahlberg, Lauren Cohan (Maggie Greene en The Walking Dead), John Malkovich, Iko Uwais, Sam Medina, Ronda Rousey, Carlo Alban, entre otros. La película marca la cuarta colaboración entre Berg y Wahlberg luego de El sobreviviente (Lone Survivor, 2013), Horizonte profundo (Deepwater Horizon, 2016) y Día del atentado (Patriots Day, 2016). En Indocarr (ciudad ficticia), sudeste del continente asiático, el grupo de agentes estadounidenses conformado por James Silva (Wahlberg), Alice Kerr (Cohan), Sam Snow (Rousey) y William Douglas (Alban) tienen una complicada tarea encomendada por el jefe de operaciones Bishop (Malkovich). Esta consiste en trasladar a Li Noor (Uwais), agente de inteligencia extranjera, desde la embajada norteamericana hasta una pista de aterrizaje que se encuentra a 22 millas de distancia. Li Noor es el único sujeto que sabe un código que da acceso a información sobre un peligroso cargamento de cesio. Él está dispuesto a decir la clave solo si el equipo de Bishop logra sacarlo del país. No obstante el extenso recorrido estará lleno de complicaciones ya que Axel (Medina), líder de la agencia de inteligencia de Indonesia, está dispuesto a todo por conseguir al activo. Estamos ante una película a la que no hay que analizar mucho por su verosimilitud: se disfruta bastante y cuando termina se pasa a otra cosa, no hay otra pretensión. Aunque el conflicto central tarde en arrancar, cuando lo hace resulta todo un festín ya que tendremos un ritmo aceleradísimo que no da respiro al incluir una cantidad infinita de tiros, peleas cuerpo a cuerpo, cuchillazos, corridas, explosiones de coches, negocios y viviendas, etc. En muchas partes el film llega a lucir como un videojuego, en especial porque tenemos a “Overwatch”, un grupo comando que tiene cámaras por toda la ciudad y se dedica a resolver los problemas al instante para que los agentes puedan completar exitosamente la misión. Es decir que contamos con tres equipos: el que se desenvuelve por la ciudad, los que supervisan que todo ande bien y los enemigos inteligentes que pueden truncar el plan en cualquier momento, más de una vez. Aunque el film se pase rápido por sus entretenidas escenas de acción, tan violentas que un par pueden llegar a impresionar, el guion no es acertado. El protagonista se la pasa dando monólogos sobre la diplomacia, los militares, terrorismo, su trabajo que nunca debe ser descubierto e incluso el patriotismo. Lo bueno es que el propio director se burla de ello y no se lo toma en serio, mostrando que los compañeros de James Silva, como el espectador, también se aburren de sus extensos discursos aleccionadores. Por su desenlace inesperado, todo parece indicar que Milla 22: El escape tendrá una secuela. Si se mantiene el nivel de adrenalina y se acortan los diálogos aburridos, será más que bienvenida.
Hay un género televisivo que supo aprovechar el tiempo como impulsor narrativo a partir de “24”, en donde la conspiración y el engaño, además, servían para construir un relato apasionante y tenso. El ascetismo del guion, en donde priman la acción y las situaciones en las que la confusión predomina, construye una película aburrida y predecible a pesar de los denodados esfuerzos por parecer inteligente y contar con grandes actores en el elenco.
James Silva (Mark Wahlberg), un experimentado oficial de elite del servicio de inteligencia norteamericano, lidera a su equipo, el cual deberá conseguir extraditar de Indonesia a un doble agente que posee información sobre la desaparición de cuatro kilos de isótopos radiactivos. Ese es el punto de partida del film Milla 22 de Peter Berg, tal vez un tanto simple y que recae en los lugares típicos del género de acción. Sin embargo, dentro de todos los lugares comunes a los que apela, Berg demuestra lo que sabe hacer: acción pura y dura. Milla 22 no será ni por cerca la mejor película de acción del año, y es más que probable que pase bastante desapercibida por la cartelera, pero vale reconocerle los méritos que tiene dentro del género. Son estos los que, si se le presta atención, la hacen destacarse entre el gran compendio de estrenos similares que se pueden encontrar mes tras mes en los cines. El film tal vez sufra de un personaje de escaso carisma, algo que queda remarcado por el fallido intento de aportarle actitudes y diálogos graciosos basados en su tempestivo carácter. Esto hace que el tono cómico no cuaje del todo con el resto del ritmo que maneja el film. Pero cuando no acude a ello o al vacuo trasfondo de los personajes, la narrativa logra ser un verdadero disfrute que se sirve de una pulsión acelerada, vertiginosa, ofreciendo una perfecta ejecución de variada y buena acción. El film funciona como una suerte de road movie infernal donde, en el transcurso del viaje que emprenden para llevar a destino sano y salvo a Li Noor (Iko Uwais), una sucesión de ataques pondrá en peligro toda la operación. De esta manera la tensión se vuelve un recurso constante a lo largo del film. Una vez que los personajes están metidos de lleno en la misión, la historia no da respiro en ningún momento entre las grandes secuencias de acción que se van sucediendo (sobretodo las notables coreografías de los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, puntualmente las protagonizadas por Uwais). La originalidad de la construcción de las escenas de acción hace que Milla 22 se sienta ágil e innovadora. Su rápida edición es la responsable también de darle una atmósfera cambiante, una sensación de movimiento y adrenalina que solo amaina pocas veces a lo largo de la historia. Berg toma lo mejor del cine de acción asiático y lo emplea con la precisión adecuada para que su film transmita la adrenalina latente en todos los enfrentamientos que Silva y los integrantes de su equipo deberán afrontar. El film de Peter Berg no busca más que cumplir ofreciendo una más que buena dosis de efectiva acción, y logra su cometido. Es cierto que tal vez en sus aspectos más argumentativos o en su mirada política manchada por los colores de la bandera norteamericana termine pecando de ser simplista y poco honesta, pero lo que termina prevaleciendo es su experta ejecución de la acción y su buen entender del cine de entretenimiento. A la hora de sentarse a ver este film, ¿qué más que eso puede importar?
La guerra permanente Es sabido que el director Peter Berg tiene una predilección por el pro militarismo yankee. También que trabaja cómodo cuando cuenta con Mark Wahlberg en el reparto y más si se trata del género acción. Milla 22 no es la excepción a la regla: Berg y Wahlberg vuelven con todo pero el problema consiste en lo desprolijo a la hora de tomar minuciosamente las secuencias de acción que ocupan el centro de una trama sencilla, sobre dialogada y con una fuerte dosis explicativa promediando el último tercio del film. La destreza física de Iko Uwais (experto coreógrafo de artes marciales), en un rol de doble agente que debe ser trasladado al aeropuerto para rebelar la contraseña de un dispositivo y así evitar futuros ataques nucleares, es uno de los puntos de mayor debilidad de la propuesta por impericia del director. Cualquier película asiática de características parecidas supera a la de Peter Berg, quien no comprende la importancia de entender lo que pasa entre tanto movimiento frenético de cámara en el que no basta sostener el ritmo. Ahora bien, en el apartado de secuencias de acción, tiroteos y persecuciones, la película gana en adrenalina y vértigo. No así desde una historia sumamente hueca y predecible, con un Wahlberg verborrágico, denso, pero muy físico. Los secundarios cumplen, sobre todo la partenaire femenina a cargo de Lauren Cohan (Ya vista en la serie The walking dead). Al juzgar por el desenlace, ¿nacerá un nuevo héroe americano con licencia para matar en pos de la guerra permanente contra el terrorismo internacional?
Proyecto de vanidad Milla 22: El escape (Mile 22, 2018) es un thriller de acción con una premisa sencilla y efectiva que no tarda en sabotearse a sí mismo con un montaje que promedia planos de uno a dos segundos y vuelve ininteligibles todas las escenas, ya sean simples conversaciones o enrevesadas secuencias de acción. El director Peter Berg ha sintetizado las peores costumbres del thriller post-9/11 en una película que las reúne todas, desde lo formal y lo estético hasta lo ideológico. El principio es aunque sea prometedor porque evoca la destreza de un Michael Mann al orquestar una sofisticada redada en la que agentes encubiertos sitian una guarida rusa. Otra escena, un extenso tiroteo a mitad de la calle, parece ser una cita directa a Fuego contra Fuego (Heat, 1995). Evidentemente hay una buena coreografía detrás de las secuencias de acción - en especial las que involucran a la estrella de La redada (The Raid, 2010), Iko Uwais - pero Berg ha cometido el equivalente a rayar su propia película al montarla de manera tan confusa. Como en Búsqueda Implacable 3 (Taken 3, 2014), en la que Liam Neeson no puede saltar una cerca en menos de 15 cortes, Milla 22: El escape tritura indiscriminadamente todas sus escenas en cientos de pequeños y nerviosos planos en un equivocado intento de falsificar emoción e intensidad. Se deduce que el frenético montaje enmascara un producto mundano y poco atractivo. La película está poblada por personajes gritones y desagradables - con Mark Wahlberg a la cabeza - que más que hablar deliran, y sus diálogos son tan prescindibles que no pueden completar una oración sin que la cámara se distraiga con cualquier otra cosa. Tal es la desesperación de la película por alentar una llama que no está ahí. La trama no provee un contexto claro o fuerte, y la película demora alrededor de una hora en resumir todo lo que ha pasado, aclarar qué está ocurriendo y determinar cuál es el objetivo. El quid esencial es que una peligrosa substancia ha caído en las manos equivocadas y un equipo de agentes encubiertos está cargo de recuperarla. Liderados por Silva (Wahlberg), el equipo llega a un país tercermundista genérico con la misión de escoltar al informante Li Noor (Iko Uwais) las 22 millas que lo deparan de un avión a cambio de información clave. Conste que esta premisa es en realidad la consigna del tercer acto, y que nada de lo que lo antecede importa al público o a efectos de la trama, salvo por un detalle del principio que prepara un giro. El mismo no es particularmente sorpresivo pero es lo más parecido que la película tiene a un momento interesante, por irónico. El final en sí es insatisfactorio y cae como una necia apuesta a que algún día una secuela proveerá a la película una conclusión. Con un protagonista insufrible (nunca mejor descrito cuando su superior le ordena a gritos “Deja de monologar, maldito bipolar”), un elenco de personajes mal caracterizados, un talentoso artista marcial sacrificado en el altar de un montaje nauseabundo, diálogo puramente expositivo y un guión flojo e incoherente, el producto final queda al nivel de un proyecto de vanidad del peor Steven Seagal.
Es la cuarta vez que Mark Wahlberg y Peter Berg se unen y prometen más, ya están listos para Netflix y “Wonderland”. Antes hicieron juntos “Horizonte Profundo”, “Día del atentado” y “El sobreviviente”. Y como son exitosos repiten fórmula. Ahora se meten en el traslado de un señor con información precisa que podría evitar atentados con desastres peores que Hiroshima y Nagasaki juntas. Por eso, para llevarlo sano y salvo a los largo de poco mas de los tres kilómetros del título, ponen en marcha un equipo de elite que comanda un señor malhumorado y hablador (Walhberg) capaz de convertir todo en un demonio de acción y efectividad, mezclado con el poder de la CIA, agencias particulares y por supuesto pasar por encima toda ley. El director fue afinando su estilo de acción vertiginosa, montaje ultrarrápido y escenas coreografiadas al extremo para pocos segundos. En este caso el resultado es confuso para el espectador que sin embargo no objetará que la acción no tenga respiro y pasemos de misiles a motos, explosiones a tiros, y todo lo que se supone en acción trepidante aunque perdamos el hilo argumental y la lógica. Lo que menos importa, mal que le pese a la guionista Lea Carpenter que ubica la acción en el sudoeste asiático, en un país de fantasía. Muchas veces se ha publicado que el director y protagonista, productores también, son patrioteros y destacan la superioridad norteamericana, sin embargo, la visión de lo que ocurre siempre es oscura, hasta dice Wahlberg en personaje que ya no sabe quienes son los buenos y malos, vive en la oscuridad siempre. Para los amantes del cine pochoclero y de intensa acción esta es su película.
Milla 22: La diversión de los conflictos bélicos internacionales. Poca intriga y patriotismo en una cinta con sobredosis de acción, Mark Wahlberg, el director de Battleship y el autismo como superpoder inconsecuente. El director Peter Berg solidificó su nombre en 2012 cuando se estreno su gigantesco blockbuster Battleship, una película anticipada por muchos como un “porqué existe esto” que solo se vieron en aumento conforme la gente fue viéndola (oda al cine de Michael Bay). Por un tiempo estuvo en boca de todos, porque fue realmente una sorpresa encontrar un producto gigantesco y ambicioso; pero aburrido y lamentable como ese, viniendo del director que unos años antes nos había regalado la tan interesante Hancock, con Will Smith. No sería el último sorprendente giro en la carrera de Berg, siendo que tan solo un año después, se estrenó Lone Survivor (su primera colaboración con Mark Wahlberg), una biopic dramática de guerra que logró muchas reacciones positivas. Un par de proyectos más tarde, llega ahora la cuarta colaboración del dúo Berg-Wahlberg, y el primero de ellos que no esta basado en un hecho real. Al contrario, se trata de una cinta de acción estilizada que no da más de ficción, y que busca mezclar un estilo similar al de “Sicario” con la adrenalina y “entretenimiento” de un cine tal del estilo de Berg como, al parecer es, de Michael Bay. Además de todo esto, viendo que Wahlberg se encuentra escudado esta vez por nombres como John Malkovich y Ronda Rousey, solo una cosa es segura… nadie puede estar seguro de como pueda salir esto. El espionaje nunca fue tan ridículo: un grupo de paramilitares expertos utiliza las habilidades del grupo Overwatch (muchos hackers en una habitación con aún más monitores viendo unos cuantos mapas y gritando coordenadas) para realizar misiones secretas de la máxima importancia. Su última tarea es llevar a un extraño con demasiados secretos a un avión ubicado (justamente) a 22 millas, o 35 kilómetros. Esta relativamente corta distancia va a convertir las calles llenas de civiles en un campo de guerra y todos esperan que el líder de la operación. Un Mark Wahlberg interpretando a un súper genio, en el espectro de autismo, que viene con un cupón gratis de pochoclo. Y cuyo personaje se sostiene casi completamente en un tic y una banda elástica, que prácticamente desaparecen de la película una vez arranca la acción. Uno podría pensar en thrillers cuando escucha la palabra espionaje, pero la realidad es que se trata 100% de una cinta de acción. Aunque siendo todavía más realistas, y manteniéndonos en los porcentajes; por más que su intención es esa, la cinta termina generando una gran cantidad de risas… de las cuales aproximadamente un 25% de estas son buscadas. El resto de la comedia de esta bendita película viene por parte del hilarante estilo, seriedad y contenido que la misma ofrece. Se trata de un film con la capacidad de generar carcajadas con una mera decisión narrativa o visual, una lástima que sea en su gran mayoría algo no buscado, porque se trata de un gigantesco halago si de comedias hablamos. En las manos correctas puede venir como anillo al dedo a personajes muy particulares, pero en este caso Wahlberg entrega una de las actuaciones más paupérrimas de los últimos tiempos. No ayuda que su personaje sea tan superficial y ridículamente profundo a la vez, con un background complejo que pide toda la seriedad que su interpretación no tiene. Como resultado termina infectando todo el film, que queda atrapado entre el mundo de las intenciones y los resultados. En cada uno está el interpretarlo como algo a lamentar o algo que disfrutar lo más posible. ¿El resto del elenco? Un Malkovich innecesario que trabajó sólo unas pocas horas por ese, seguramente, jugoso cheque. Una Ronda Rousey (luchadora profesional) que por supuesto tiene 0 secuencias de pelea (una realmente increíble costumbre en la mayoría de sus papeles) y finalmente Lauren Cohan (Walking Dead) que se encuentra en el mismo limbo maldito que Wahlberg, con un personaje horrendo y una interpretación que le hace justicia de la peor manera posible. Sacando las nimiedades como “trama” y “personajes“, vamos a lo que el film prioriza: la acción. Para los estándares de Hollywood se trata seguramente de uno de los ejemplos positivos de la acción estática, filmada con cámara en mano para transmitir una falsa sensación de adrenalina. Tampoco es que en ningún momento se esconda demasiado como para crear un horrible efecto Taken, porque incluso abundan las secuencias que realmente evidencian el rodaje en locaciones con los actores realizando varias de las escenas de riesgo. Lo más lamentable de todo es que la misma energía de los tiroteos parece intentar utilizarse en escenas con personajes charlando en una mesa. Berg demuestra que tiene una adicción a sobre-estilizar, de la peor manera, sus obras con elecciones de planos realmente impresionantes (de la peor manera) y elige otorgar a toda secuencia banal una sobredosis de edición, como si de la peor versión de Tony Scott se tratase. Aunque es necesario realizar la única salvedad, en más de un sentido, de la película: la persona que están escoltando durante toda esta odisea no es ni más ni menos que Iko Uwais, lejos uno de los mejores actores y coreógrafos de la actualidad. Conocido por su trabajo en la saga The Raid. Es además, evidente que Uwais se encargó de sus coreografías en la película, porque cada secuencia de acción, con el maestro indonesio, se encuentran más de un cuerpo por encima de cualquier intento lamentable de la industria Hollywoodense. Lamentablemente, su inventiva y excelente coreografía termina manchada por la usual técnica de la acción barata de occidente, donde la prioridad esta lejos de mostrarla, sino más bien esconder la inexistente habilidad de sus interpretes. Por suerte de todas maneras hay al menos una gran secuencia que logra sobrevivir esta matanza, una escena que Uwais arranca esposado a una camilla y seguramente no tarde nada en llegar a Youtube. Justamente hablando de ver la mejor escena de la película en Youtube, suena a un buen lugar para ir cerrando esta reseña. Resulta difícil encontrar a la persona adecuada para recomendarle esta película, un film que es malo de la forma adecuada para pasar al otro lado y convertirse en una cinta disfrutable para el paladar que sepa apreciarla. Pero, si uno no es alguien que regularmente disfruta de las malas películas, verdaderamente es una producción para evitar. Por mi parte, espero que esta lamentable y realmente desastrosa película consiga una secuela que le de continuidad al épico desastre nacido del mórbido romance cinematográfico de Berg y Wahlberg.
Milla 22 tiene fallas de guión por todos lados, las actuaciones no le imprimen ningún tipo de sello distintivo y la trama pareciera ser igual a las últimas películas de su director. Peter Berg, ha encontrado en Mark Whalberg su actor fetiche, sin lugar a dudas. A lo largo de toda su filmografía, que consta con no más de seis películas, todas tienen algunos ítems en común, por ejemplo, la trama, la vertiginosidad y sobre todo, su protagonista. Whalberg, quien se presta siempre a hacer los mismos papeles, encontró en Berg su aliado para hacer películas que a ambos le sientan cómodas. Poco desarrollo, muchas balas y armas de gran poder entre situaciones inverosímiles en las cuales el héroe del día sale increíblemente ileso y sin un solo rasguño. Estas son las mismas características que se pueden observar en las filmografías de ambos artistas, Día del Atentado (2016), Horizonte Profundo (2016) y El Sobreviviente (2013) son las últimas tres pelis en las que trabajaron juntos, y para ponerle un asterisco más a sus carreras, llega Milla 22. La nueva peli de esta dupla cuenta los problemas diarios de James Silva (Mark Whalberg) un agente del servicio de inteligencia norteamericano, que cuando las cosas se ponen más bravas de lo que se piensa en un momento, él es el encargado de romper todo tipo de reglas con su grupo Overwatch para lograr el cometido. Este grupo, que opera por fuera de la ley, pero con el consentimiento de las autoridades norteamericanas, se verá comprometido de gran manera cuando, en un país del sureste asiático, aparece Li Noor (Iko Uwais), un informante de su compañera de escuadrón Alice Kerr (Lauren Cohan), y las cosas se van a poner realmente feas. A cambio de intercambiar información sobre un material radioactivo robado, Noor les pide asilo político. Con el objetivo de recuperar ese peligroso cargamento de una sustancia devastadora, comenzará una carrera a contrarreloj y el escuadrón de James pronto se verá en una encrucijada. Serán 22 millas de persecución y tiros. Milla 22 tiene algunos aspectos positivos y muchos negativos. Para empezar, la forma vertiginosa de filmar que tiene Berg, ya es una muestra clara de que él solo pretende hacer grandes películas de acción. Hay veces que la cámara puede moverse más o menos, para mostrar la subjetividad de un personaje, intentar algún truco para despistar al espectador o dar un toque de autor al film. Berg hace todo lo contrario y ese movimiento ya lo tiene incorporado y es natural, para no hacer absolutamente nada, salvo poner incomodo a quien vea la película, porque no da respiro con la velocidad ni con la cantidad de cosas que pasan en pantalla. Teniendo en cuenta que no suelen ser películas largas, en una hora y media, el director pone tantos temas como puede y si se desarrollan bien y sino, bueno, no importa. Resoluciones sin sentido, exageraciones sin igual y escenas de peleas en las que los personajes principales no reciben golpes, hacen que la película sea totalmente entretenida pero sin ningún tipo de veracidad. Donde sí destaca esta vez, es en el tercer acto, inesperadamente el error que venía sosteniendo de cerrar los filmes de manera casi casual, se toma su tiempo para que el guion se fortalezca en el desenlace. A nivel actuación, se lo nota a Mark Whalberg en su zona de confort total. Ese lugar en el que se siente más cómodo empezó a desarrollarse cuando en 1998 protagonizó Equipo Mortal, una película de acción en donde hacia de un agente encubierto, malo en aquel caso, donde las balas tenían más momentos que las palabras y las coreografías de acción nunca le dejaban ninguna secuela en su cara. ¿Coincidencias? Creemos que no. Sin dudas a Mark no le interesan otros papeles y él ha adoptado esta peculiaridad de siempre intentar hacer lo mismo. Se nota en la saga Transformers e incluso se notó en la nominada al Oscar Todo el dinero del mundo, en la que también su relación en la historia tenía que ver con armas, protocolos secretos y demás. Ni hablar del abuso constante de insultos, no tiene una sola línea de dialogo en la que no diga por lo menos un insulto, al mejor estilo de Samuel L. Jackson en Pulp Fiction (1994). Un poco de esto también se ve en Lauren Cohan, quien se ve que en todos sus años de The Walking Dead le agarró el gustito a las patadas fuertes, cuchillazos inesperados y balaceras por doquier, pero su personaje no logra ser para nada solido y ésta sufre más el guion del director, que su compañero de elenco. La sorpresa de la peli es la actuación del indonesio Iko Uwais, un artista marcial y actor que demuestra como si se debe pelear en cámara, aprovechando su don de pelea trabajada frente a la pantalla. Milla 22 tiene fallas de guión por todos lados, las actuaciones no le imprimen ningún tipo de sello distintivo y la trama pareciera ser igual a las últimas de su director, sin embargo, se ofrece un entretenimiento garantizado para aquellos que busquen despejarse un rato. Calles llenas de balas, persecuciones en altas velocidades y la puerta abierta para futuras secuelas, es la invitación de Peter Berg para que se junten a ver su nuevo trabajo y disfruten de acción de la vieja escuela.
Usted los ha visto (al menos en una pantalla de cine). Son tipos que trabajan para el Gobierno estadounidense, pero lo hacen supuestamente sin su autorización. No son muy difíciles de detectar. Por lo general hablan poco, tienen el cabello corto, sus movimientos son muy estudiados, son capaces de dar la vida por un compañero. Y hacen el trabajo más sucio. Matan oponentes, liquidan a quienes pueden poner en peligro al Gobierno. Esa clase de gente. Por qué el espectador debería sentirse atraído, o al menos, tener empatía con un personaje así, es una cuestión subjetiva, o al menos muy personal de cada uno. En Milla 22, Jimmy (Wahlberg) integra un grupo de elite blablablá, y debe mantener con vida a un ciudadano de un país de Oriente, al que el gobierno corrupto (el del país oriental, eh) quiere eliminar. El suyo, el de Jimmy, lo quiere salvar. El título refiere a la distancia que dista entre la embajada de los EE.UU. en ese país corrupto y la pista de aterrizaje adonde arribará un avión para llevarse a Li Noor. Que es interpretado por Iko Uwais, visto en el Episodio VII de Star Wars: El despertar de la Fuerza. Un dato de color. En Milla 22: El escape, Mark Wahlberg vuelve a trabajar dirigido por su amigo Peter Berg. Juntos hicieron filmes basados en personajes reales, heroicos, como El sobreviviente o Día del atentado. Esta es su cuarta colaboración conjunta. Y habrá más (Wonderland, se titulará). Se conocen bien, y Wahlberg se nota que se siente a sus anchas dirigido por él. Aquí lo que hay es acción, cuando no violencia en extremo. Masacres con armas de fuego o a puñetazo, patada y lo que venga limpia (o no), abundantes malas palabras, sobre todo en boca de Jimmy, pero su colega Alice (Lauren Cohan) no le va en zaga, y se las dirige a su ex -que es interpretado por el director Berg en un breve cameo-. Por momentos la película hace acordar esa producciones de mega acción de los ’80 y ’90 protagonizados por Schwarzenegger o Steven Seagal. Si esto habla bien, o mal, del filme, lo dejo a su criterio.
La dupla Berg-Wahlberg (el primero en la dirección, el segundo como protagonista) ha dado algunos de los mejores thrillers de los últimos tiempos. Aquí deciden narrar la historia de una unidad de élite ultrasecreta de la CIA. El lado bueno es que la acción es buena, tiene la fuerza suficiente como para conmover al espectador y sostiene en gran medida lo que vemos en la pantalla. El lado malo consiste en que la trama es bastante enrevesada, como si se hubiera querido contar algo diferente de lo que al final quedó en el metraje.
Una de acción, pero en la era Trump Todo es ojo por ojo en esta película en la que los rusos vuelven a estar en el foco de la tormenta. Pero más allá de que el director tiene fama de conservador que ensalza a los Estados Unidos, aquí los buenos no son tan buenos, ni los malos, tan malos. Señoras y señores, volvieron los rusos. Nunca se fueron, en realidad, pero con Milla 22 regresan al viejo y querido rol de némesis de los norteamericanos luego de casi veinte años en los que el mefistofélico enemigo a combatir vestía turbantes, hablaba árabe y empuñaba AK-47 desvencijadas. Aquellos tiempos pos 11-S empiezan a quedar atrás, abriendo las puertas a la gente del país de Putin para que nuevamente sobrevuele –literal y metafóricamente– los primeros planos del cine de acción en esta nueva colaboración del realizador Peter Berg con Mark Wahlberg, una comunión artística que con ésta ya suma cuatro películas consecutivas con uno detrás de cámara y el otro delante. En todas el actor interpreta a laburantes que intentan hacer su trabajo de la mejor forma posible, con la notable –y absolutamente sobrevalorada– Horizonte profundo como ejemplo más depurado. Al cine de Berg se lo ha tildado de conservador y derechoso por ensalzar a los Estados Unidos como vigilantes del mundo y cultores insobornables de la paz mundial, la libertad y la democracia. Pero, ¿qué pasa cuando la bondad de sus protagonistas muta en locura? ¿Y si los buenos no son tan buenos ni los malos, tan malos? Sucede algo poco habitual en Milla 22, y es que su personaje central está bien lejos del carácter bonachón y noble del “hombre que pelea por la patria”. Al contrario, James Silva (Wahlberg) es un agente desquiciado y agresivo al que sus compañeros definen como “neurótico”, “obsesivo compulsivo” y “bipolar”. El director de Hancock toma la sabia decisión de aplicar ese carácter a toda la película, convirtiéndola en una larga sucesión de peleas frenéticas –pero no confusas: Berg tiene, junto con Jaume Collet-Serra, uno de los mejores pulsos contemporáneos para las secuencias de acción– y violentísimas donde cada golpe se devuelve con otro golpe sin pensar demasiado. Quizá la primera película de acción abiertamente “trumpeana”, todo es ojo por ojo y diente por diente en esta creciente espiral de locura que explota en una última media hora que entrevera el exceso estilizado de Tony Scott con un montaje veloz en la línea de Michael Bay, con la salvedad que aquí se entiende quién pelea contra quién y es posible ubicarse geográficamente en los distintos escenarios. La primera secuencia es sintomática de todo lo anterior. Allí un grupo paramilitar que opera fuera de los radares oficiales y al margen de la ley (más del otro lado que de éste) entra a una casa con el objetivo de boletear a todos sus locadores, una familia que en realidad son infiltrados del servicio secreto ruso. Todo ante la atenta mirada desde un centro de operaciones hi-tech de un jefe tanto o más extremista que sus súbditos (John Malkovich, mágister en el arte de la locura y el desajuste) y que emite la orden de que no quede nadie vivo. Una orden que se respeta a rajatabla rematando a los sobrevivientes con un tiro en la cabeza. Los créditos iniciales funcionan como recorrido por el expediente médico de Silva, reforzando así la idea de que lo suyo no es amor a la patria ni a Dios ni al Tío Sam, sino lisa y llana locura. Corte a unos meses más adelante, con el grupete afincado en un país ficticio del sudeste asiático. Ficticio e innominado, porque aquí la única referencia ubicable en el mapa –y el renacido fantasma de la era Trump, desde ya– es Rusia. Hasta la base de operaciones llega un policía díscolo con información sobre la ubicación de varias bombas de cesio cuyas explosiones dejarían agujeros donde ahora hay grandes ciudades. El arrepentido (el indonesio Iko Uwais, conocido por La redada) quiere, a cambio, asilo en Estados Unidos. Chequeo va, chequeo viene, parece que la información es auténtica, por lo que el objetivo será trasladarlo a un aeropuerto ubicado a la distancia del título. Nada fácil cuando detrás está la policía local totalmente sacada y con ánimos de boletear al soplón. Casi como una carrera de obstáculos, el recorrido los lleva incluso a parapetarse en un monoblock donde cada piso implica más dificultades, siguiendo así una lógica de videojuego muy similar a la ya mencionada La redada pero con el acelerador todavía más a fondo.
Texto publicado en edicion impresa.
Milla 22: El escape es la cuarta colaboración entre el director Peter Berg y el actor Mark Wahlberg en apenas cinco años. Tras las más que aceptables El sobreviviente, Día del atentado y Horizonte profundo, llega la primera decepción: un film con un planteo inverosímil, personajes sin profundidad ni magnetismo, resoluciones forzadas y una apuesta a que el vértigo y el ruido de las escenas de acción tapen los baches narrativos. Wahlberg es el líder de un grupo de élite que trabaja de incógnito para la inteligencia de los Estados Unidos que deben actuar en el sudeste asiático custodiando a lo largo de las 22 millas del título a un testigo clave que, claro, intentará ser cazado por decenas de soldados enemigos. Desde la secuencia inicial (cuando los protagonistas irrumpen en una casona habitada por terroristas rusos que han robado cesio 137, que podría ser utilizado para armas nucleares) queda claro que aquí no hay demasiado espacio para elaboraciones dramáticas. Entre los colaboradores de Silva están Alice Kerr (Lauren Cohan) y -a la distancia- unos expertos en tecnología liderados por Bishop (John Malkovich, a reglamento). En definitiva, aquí todo se resuelve a los tiros, en medio de persecuciones automovilísticas contra reloj. En el estilo de Berg confluyen elementos del cine de Michael Mann, Kathryn Bigelow y Paul Greengrass con esa sensación de urgencia, nervio, inmediatez y tensión. Claro que con un guion más desarrollado su virtuosismo formal tendría bases más sólidas para lucirse.
Una película avergonzada de una sencillez que pudo haberla favorecido. Las películas de acción tienen un solo objetivo: ser entretenidas y que los personajes nos preocupen. Tan simple y noble como parece. No tiene nada de malo que una película de género quiera intentar dejar un mensaje, el problema es cuando se nota ese deseo y lo forzado que está. Caminando la Milla James Silva supervisa una unidad militar de elite que debe recuperar un químico peligroso antes de que sus enemigos puedan convertirlo en un arma. Para fortuna de ellos un policía indonesio tiene la información de dónde está ese material. Para desgracia de ellos exige que se lo saque del país a cambio de la información. A regañadientes el gobierno acepta, siendo 22 millas las que lo separan de la Embajada Norteamericana y el avión que lo llevará. Un recorrido que aprovecharán ciertos individuos que desean que esa información no se dé a conocer. El guion de Milla 22 parece ser uno simple e incluso entretenido. El riesgo está, y las consecuencias también, para que el espectador se preocupe por el destino de los personajes. Las escenas, tanto de acción como las de pelea, están bien diseñadas y ejecutadas. No obstante, esta película tiene tres cruces que cargar. Primero, la reiteración de ciertos recursos narrativos, por ejemplo la bandita que lleva en la muñeca el personaje de Mark Wahlberg. Se nos explica que estira y golpea esta bandita contra su muñeca cada vez que está nervioso, un recurso que introducen, explotan y agotan antes de terminar siquiera el primer acto. Una repetición que lamentablemente bordea lo insoportable. Segundo, un patrioterismo que oscila entre la parodia y el orgullo, y en realidad el espectador no termina de apreciar o entender ni una cosa ni la otra. Como si esto fuera poco, la incorporación de este concepto es uno de los elementos más forzados que tiene Milla 22, no tanto por repetición sino por escasez y por conveniencia, apareciendo solo al principio y al final. Y si hablamos de forzado, tenemos que hablar del constante rol de expositor en el que ponen a Wahlberg, explicando cada cosa a cada paso del camino. Tercero, un clímax explosivo pero no muy inteligente, esencialmente por valerse de un recurso que pudo haber sido utilizado en cualquier momento. Amén de un final sorpresivo que no lo es tanto. Por el costado actoral Lauren Cohan entrega la que es quizás la interpretación más empática de la película. John Malkovich se desempeña decentemente a la altura de lo que es un actor de su trayectoria. Mark Wahlberg, quien se ha distinguido por sus papeles de “bad boy” a lo largo de su carrera pero siempre fueron queribles o por lo menos comprensibles, no cosecha ese encanto en este título, cayendo no pocas veces en lo peor de ese espectro. En el aspecto técnico, la fotografía y el montaje responden a como se narra (o como se cree que debe narrarse) el género de acción en la actualidad: una cámara demasiado agitada cortada por un montaje impulsivamente breve entre plano y plano. El espectador puede ver la acción, pero es como si quisieran darle más intensidad a algo que ya puede trabajar bien con lo que tiene.
James Silva un agente enviado a un país extranjero para vigilar las actividades nucleares. Cuando se produce el robo de material radioactivo. La clave la tiene el funcionario Li, alguien con información sobre el robo pero que solo está dispuesto a darla a cambio de ser transportado a los Estados Unidos con seguridad. James junto con su equipo tiene que llevarlo a salvo durante 22 millas. Milla 22: El Escape ( Mile 22, 2018) es una película de acción escrita por Lea Carpenter y dirigida por Peter Breg. Con Mark Wahlberg (Ted, Shooter) , Lauren Cohan (The Walking Dead, The Boy), John Malkovich , Ronda Rousey, Iko Uwais y Sam Medina, entre otros. James Silva (Mark Wahlberg) está al frente de un comando de elite ultra secreto del gobierno de los Estados Unidos, que se conforma por Alice (Lauren Cohan), Sam (Ronda Rousey) y William (Carlo Alban) . Dicho comando trabaja bajo la supervisión de Mother , una oficina llena de hackers de primer nivel quienes ponen en funcionamiento satélites y demás ayuda informática. Todo marchaba “tranquilo” hasta que Li Noor (Iko Uwais) aparece en algún lugar del sureste asiático, un ex policía que servía como informante de Alice y clama tener acceso a un disco encriptado con información sobre la ubicación de una sustancia radioactiva letal que fue recientemente robada, a cambio de asilo político. Es cuando empezarán una carrera contra el tiempo para trasladar a Li hasta el avión, pero sus compatriotas no se la dejarán fácil y darán cuerda a una espectacular persecución al escuadrón de James. Si bien, las películas de acción son moneda corriente en las pantallas grandes Milla 22 se destaca por un par de motivos. Primero, las coreografías de pelea que protagoniza Iko Uwais son espectaculares. Luego, hay tiros, bombas y explosiones por doquier ,lo que hace que el espectador se olvide por momentos de la trama y sólo piense en cuántos cargadores usará alguno de ellos. Un guión poco acertado, pero un agujero que se llena con escenas de acción muy bien logradas.
En un atrapante comienzo Milla 22, cuarta colaboración entre Mark Wahlberg y Peter Berg, presenta lo que sería la “última defensa de gobiernos”: un equipo de agentes especializados – black ops – que cumplen cueste lo que cueste toda misión que se les brinda. El primer problema de Milla 22 es que este “supuesto” equipo de expertos sufre del síndrome cinematográfico “psicópata con arma”, pueden ser buenos en lo que hacen pero no resulta creíble que estos locos sean la opción 3 cuando todo está perdido. Mark Wahlberg se carga la película sobre sus hombros utilizando la combinación de “máquina de hablar armada”. Su personaje es el líder del equipo, el tiene que mantener la paz y el orden a la hora de la acción, pero su inestabilidad mental no da siquiera una posibilidad de que el espectador se crea el cuento que intenta trasmitir; Lauren Cohan cumple correctamente a la hora de acompañar la misión, la bella actriz conduce miradas internas hacia lo que es la vida personal de un soldado, funciona por un momento pero al finalizar la película el motivo de su historia queda perdido sin importancia alguna; Ronda Rousey vuelve a probar la actuación y nuevamente no llega a la altura de las circunstancias; finalmente tenemos a John Malkovich accionando como jefe de operaciones de una forma sosa y poco inspiradora. Todas estas historias sobre personajes e introducción a un mundo de espionaje quedan perdidas en una cortina de humo impenetrable. Realmente duele ver en esta película cómo la experiencia se arruina por un pésimo montaje. Resulta tan confuso y desalentador ver las escenas de acción en Milla 22 que la esperanza de disfrutar esta película – que introduce al espectador a la acción de fina manera – se ve frustrada por un aberrante uso de montaje y dirección, y sí, Berg tiene la culpa. Milla 22 llega a interesar por su premisa directa y su corta duración (95 mints) aún así falla como un producto completo e impide que el espectador mantenga el interés después de ver la primera – y penosa – coreografía de pelea (en cierta forma funciona como advertencia). Valoración: Regular.
En estos últimos años las colaboraciones entre el director Peter Berg y Mark Wahlberg brindaron excelentes películas que en lo personal recomendé con entusiasmo. El sobreviviente, Deep Water Horizon y Día del atentado fueron excelentes reconstrucciones de hechos reales donde Wahlberg tuvo grandes momentos. Milla 22 representa la cuarta colaboración entre los artistas y esta vez ofrecen una propuesta diferente. Se trata de la primera entrega de una nueva saga del género de acción que tiene planificada una serie para internet y una continuación en el cine. Siempre que funcione comercialmente en la taquilla internacional, ya que en Estados Unidos tuvo dificultades para generar ganancias. Debido a que me gustaron mucho los últimos trabajos del director tenía grandes expectativas por esta producción, sobre todo por el hecho que incorporaba en el reparto a Iko Uwais, la estrella de La redada. Uno de los mejores actores de artes marciales que sobresalen actualmente en el género. Si bien el resultado final no llega nunca al nivel de mediocridad de Batalla Naval (uno de los peores filmes de este director), dentro de las colaboraciones que brindaron Berg y Wahlberg esta es la más flojita y no termina de convencer. La premisa argumental retoma un concepto que ya vimos en otros recordados filmes de acción como Ruta suicida (1977) con Clint Eastwood y 16 calles (2006), la última obra de Richard Donner protagonizada por Bruce Willis. Al igual que en los títulos mencionados, el personaje de Wahlberg debe escoltar a un individuo (Uwais) que cuenta con información importante para el gobierno de Washington y en las 22 millas que dura el trayecto hay un montón de gente que intenta matarlos. La obra de Berg tiene algunos elementos interesantes que merecen ser destacados. En principio el director construye su relato con dos protagonistas que cuentan con serios desequilibrios emocionales. El militar James Silva califica probablemente como el personaje más insoportable que encarnó Wahlberg en su carrera. Se trata de un hombre con un trastorno bipolar que vive constantemente ansioso y no es un héroe que despierte simpatía. Lo mismo ocurre con el rol de Lauren Cohan (Maggie de The Walking Dead), quien lidia con el litigio legal por la custodia de su hija tras un divorcio. Berg desarrolló el film con personajes antipáticos y ese fue un riesgo que otros realizadores tal vez hubieran evitado. Otro punto interesante es que Milla 22 es una historia donde los villanos están permanentemente adelantados a los protagonistas, que en más de una ocasión quedan como un grupo de perdedores. Esto no es habitual de ver en el cine de acción Hollywoodense y desde ese aspecto argumental intentaron hacer algo diferente. La gran decepción de esta producción pasa increíblemente por el tratamiento de la acción, un campo donde el director había sobresalido en sus filmes previos. No sé qué pasó con Berg en esta ocasión pero en Milla 22 arruinó las secuencias de tiroteos y peleas con una edición frenética en la que no se puede distinguir bien lo que ocurre en la pantalla. Una elección artística que afectó especialmente a las peleas de Iko Uwais. Los constantes cortes durante los combates del actor impiden que sus movimientos sean retratados con fluidez y su talento quedó desperdiciado por completo. Ese recurso técnico por lo general se usa para maquillar el trabajo de los actores cuando no son artistas marciales y la edición ayuda a retratarlos como héroes de acción. La labor del protagonista de la serie de Netlix, Iron Fist, es un claro ejemplo de esta cuestión. Ahora abordar las secuencias de peleas de esa manera cuando lo tenés en el reparto a Uwais es un sacrilegio. Milla 22 zafa como propuesta de acción para desconectarse un rato con una historia de este tipo, sin embargo, por los buenos antecedentes del director y el reparto reunido, la película no explota con solidez el potencial que tenía.
“Milla 22”, de Peter Berg Por Jorge Bernárdez Mark Wahlberg es hoy uno de los mejores actores de películas de acción que se pueden conseguir en el presente, mientras que Iko Uwais es una estrella de cine y maestro de artes marciales nacido en Indonesia. Wahlberg y Uwais juntos son dinámica, tanto que no termina de estrenarse en distintos mercados la primera película que filmaron juntos y ya se asegura que habrá secuela. Pero ocupémonos de Milla 22 que es la producción que los unió, una millonaria aventura que junta productores occidentales con Huayi Brothers Media Corp, una enorme empresa de multimedios nacida en Beijing. James Silva (Wahlberg) es el principal integrante de un grupo comando experto en operaciones de guerra en teatros de operaciones donde se supone que no hay guerra. En el comienzo se muestra una misión en tierra estadounidense que termina bastante mal y enseguida pasamos a una operación que se lleva a cabo 18 meses después de aquella. El equipo de Silva viaja a Indonesia donde un agente de seguridad de ese país asegura tener la clave que desconecta un aparato explosivo. Pero el trabajo se transforma una verdadera trampa donde el pequeño equipo comando se ve obligado a luchar contra todos para sacar a Li Noor (Uwais), el agente asiático en cuestión. El clima de sospechas crece y las acciones de acción, con buena coreografía, corridas y explosiones, copan la parada. Si bien el relato de Peter Berg puede tornarse confuso, Milla 22, es deudora del clima de paranoia que al público de esta clase de historias ya se le ha vuelto común a partir de la serie de las películas de Jason Bourne y de series como Homeland y 24. El enemigo está en todos lados y lo que se ve no siempre es precisamente la verdad y en ese sentido, Milla 22 cumple y dignifica, MILLA 22 Mile 22. Estados Unidos, 2018. Dirección: Peter Berg. Guión: Lea Carpenter. Intérpretes: Mark Wahlberg, Lauren Cohan, Iko Uwais, John Malkovich, Ronda Rousey, Carlo Alban, Natasha Goubskaya, Sam Medina, Keith Arthur Bolden, Jenique Hendrix. Producción: Peter Berg, Mark Wahlberg y Stephen Levinson. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 94 minutos.
Las películas de Peter Berg (las últimas, por lo menos) son objetos de un cálculo y una precisión infrecuentes. No me refiero a Battleship: Batalla naval ni a una buena parte de El sobreviviente, donde un tono exagerado y un poco grueso toma la escena, recordando por momentos a la épica hiperbólica de colores saturados del cine de Michael Bay. Milla 22: El escape, justamente, empieza como una película de Bay; un montaje acelerado yuxtapone dos líneas temporales: en una se narra el inicio de una operación de inteligencia, mientras que la otra transcurre después y tiene a uno de los protagonistas comentando retrospectivamente los hechos. El relato no devela el resultado de la misión y trata de jugar con ese misterio, pero las irrupciones de James Silva (Wahlberg), en tono canchero y dando cátedra sobre los mecanismos insondables del poder, arruinan cualquier posible intento de retratar el mundo material de los personajes; un mundo gobernado por el secreto, la tecnología de punta y una rígida jerarquía que la película introduce mal y a los tumbos porque todo el tiempo trata de darle espacio a Silva y a sus frases hechas. No se sabe bien qué busca el director con eso, por ahí escandalizar al espectador develándole un fragmento de la complicada trama de fuerzas en pugna que subyacen bajo la fachada de los Estados y la diplomacia. Una tontería con pretensiones, bah. La buena noticia es que de a poco, casi sin que nos demos cuenta, de esa película un poco atolondrada surge otra, esta sí, pareciera, del mejor Berg; una película que se fija con atención en la realidad física de sus personajes, en la tensión que los cuerpos y los rostros acumulan durante la misión, en los músculos que se mueven frenéticamente, en la liberación de energía y miedo que sobreviene al inicio de los enfrentamientos. Pero Milla 22 es como un caleidoscopio que deja ver cosas distintas en diferentes momentos: el grupo debe custodiar a un informante de la policía local que pide asilo en Estados Unidos a cambio de las coordenadas para encontrar cargamentos de cesio. Del suspenso del principio, el trayecto se se transforma en una trampa llena de peligros, disparos, bombas y vehículos: la violencia y la velocidad de la acción es tal que hace acordar a otra película, a Mad Max, que hacía de una persecución eterna un subyugante ballet de destrucción donde las imágenes, a fuerza de montaje y movimiento, devenían casi abstractas, como si lo que hubiera no fuera una serie de escaramuzas mortales en un desierto sino una colisión de formas, de planos y de sonidos. La adrenalina del conjunto es potenciada todo el tiempo por un Mark Wahlberg de una energía descomunal que parece haber aprendido con Bay a utilizar en su favor el desborde interpretativo como pocos (seguramente haya sido en Sangre, sudor y gloria, que seguro sea la película más libre y vital de Bay). El tipo vive nervioso y preparado para la acción, no se permite ni un segundo de respiro: el relato explica a su protagonista con un autismo infantil, pero más allá de este psicologismo, es sencillo reconocer en Silva a otros personajes interpretados por Wahlberg, todos soldados, policías o agentes exaltados, fuera de sí, que van sembrando el caos por las escenas. Berg, que viene trabajando con Wahlberg desde hace varias películas, sabe que ese registro actoral se adapta sin problemas tanto al drama como a la comedia y le regala al comienzo algunos gags para un breve lucimiento personal. Fuera de esos momentos, Silva pertenece a la insigne estirpe de los hombres fuertes solos y monotemáticos cuya vida gira exclusivamente alrededor de su trabajo: un plano fugaz, uno de los más inteligentes de la película, muestra velozmente a Silva en su casa mirando las noticias; el lugar es chico, solo hay un televisor y armas y gadgets revoleados por el suelo; al lado del televisor, un rifle quedó apoyado contra la pared. Una clase de narración: cómo contar la vida de un personaje solo con tres planos de su casa. Por algún motivo, Berg permite que aparezcan, además, brotes de una película de artes marciales algo torpe: las peleas a cargo de Iko Uwais, pobremente filmadas, con muchos planos que impiden que el actor haga sentir su destreza, confirman que el director está fuera de su territorio; las secuencias con Uwais revoleando patadas y acrobacias hacen pensar que alguna película como The Raid (con Uwais) se coló sin avisar en la trama del thriller de espionaje. La persecución termina, finalmente, con una buena dosis de realismo, sacrificios y combates espectaculares, pero es seguida por una vuelta de tuerca inconducente. Milla 22 está lejos de la precisión de obras maestras como Horizonte Profundo o Detroit: Zona de desastre (ignorada por la crítica local), pero la película exhibe sin embargo algo de la habilidad de Berg para volver creíble e interesante, que no es poca cosa, el universo inverosímil de estos tipos muñidos de las mejores armas y dispositivos tecnológicos del planeta.
La acción transcurre en el Sudeste Asiático. Allí está James Silva (Mark Wahlberg, el de "El día del atentado") y sus hombres, el grupo de elite Overwatch, que se ocupa de tareas de espionaje (incluida una mujer, Alice Kerr). Son los que según lo aclara la voz en off ""realizan una forma superior de patriotismo"" y ahora están abocados a una misión de protección de un informante relacionado con un cargamento de Cesio 137, fundamental en la composición de armas nucleares. Por supuesto, el tal informante, consciente del peligro que lo acecha, representado por interesados en tan peligroso material, pide ayuda a la Embajada que decide la extradición desde Indonesia. En tanto, el grupo de elite, supervisados tecnológicamente por Bishop ("El Obispo", un John Malkovich, por ahora alejado de "La sombra del vampiro" o "El juego de Ripley") se pone en movimiento cuando la cosa se pone espesa para uno y otro bando. "Milla 22. El escape" es un tradicional filme de acción y espionaje con diálogos pomposos y elementales (""nadie entra a una guerra pensando que va a perder""), donde el ritmo es vertiginoso, las situaciones de acción con tanta persecución, disparos y tensión evitan pensamientos de cualquier tipo y el guión hace aguas por todos lados. Esta no es película para los que buscan algo más que el movimiento imparable. Eso sí, es filme para los que disfrutan del vértigo elemental entre disparos, golpes de karate y estallidos sonoros que aturden y obnubilan.
A las películas de acción cuya justificación de existencia es tomar premisas archiconocidas (grupo de ex boinas verdes en misión de rescate, un solo policía contra toda una mafia, o un solo tipo sobreviviendo balaceras y convirtiéndose en héroe, etc), parecen quedarle un sólo camino posible al dirigirse irremediablemente a ese callejón sin salida de la obviedad: tener guión bien escrito y dentro del mismo una construcción perfecta del personaje central (acá es crucial el casting). Sin eso, por más que se suba el volumen, aumenten las explosiones y se potencie el diseño sonoro, no hay nada. “Milla 22: El escape” hace apuesta por el protagonista y le sale bastante bien. James Silva (Mark Whalberg) ha sido un niño dotado de una inteligencia superior a sus pares, lo cual derivaba en una conducta disruptiva y a veces violenta. Hoy ya es grande y ha canalizado su energía convirtiéndose en el líder de un grupo comando de táctica, estrategia y performance perfecta. Así lo quiere él y sino sale de esa manera bueno, digamos que uno no quisiera estar en el medio. Frío, decidido, intrépido, despótico, algo soberbio, obsesivo… las tiene todas éste muchacho. Ese manojo de nervios controlados le cabe a la perfección a Mark Whalberg. Un papel similar al de Matt Damon con Jason Bourne. Más que hecho a su medida, da la sensación que el personaje fue quien encontró al actor. Y así le responde en el set. Entregando todo. Generando en el espectador el mismo nivel de empatía que de rechazo, la misma cantidad de risas que de broncas, y esto se debe a un guión (de Graham Roland y Lea Carpenter) ocupado en tener al líder constantemente al borde de un ataque de nervios. Al tener al espectador concentrado en como James Silva se vincula con el mundo y con sus pares, el hecho de tomar (o calcar) los argumentos de “Ruta suicida” (Don Siegel, 1977) y de “16 calles” (Richard Donner, 2006), pasa casi desapercibido. En aquellas referencias un policía decide ir contra todos los obstáculos y cumplir la orden de trasladar a un prisionero de un lugar a otro, pese a que son sus propios superiores quienes por conveniencia necesitan que el objetivo no se cumpla (además de un chivo expiatorio). En este caso la tensión y circunstancia política de un país del sudeste asiático hace que este grupo de elite tenga que trasladar a un posible desertor que pide asilo político a cambio de delatar dónde se encuentra una gran cantidad de químicos que sirven para detonar una hecatombe nuclear. Peter Berg dirigió su mejor película en 2008, se llamaba “Hancock” y la protagonizaba Will Smith haciendo de un super héroe que renegaba de serlo convirtiéndose en el arquetipo de anti-héroe. “Milla 22: El escape” quedaría ahí nomás sino fuese por su poca originalidad, pero donde falta imaginación sobran diálogos picados y picantes, acción sin pausa, brillantemente filmada y compaginada, con un personaje que se pone al hombro todo esto y lo justifica. En este sentido la química delante y detrás de cámara funciona como nunca. Se conocen mucho y se nota, ya que es la cuarta producción que hacen juntos. Berg y Whalberg (hasta en los apellidos se mimetizan un poco), vienen de hacer primero “El sobreviviente” (2013), luego “Horizonte profundo” y “Día del atentado” (2016), el estreno que nos ocupa. y ya preparan una quinta para el año que viene. Es una de tiros que tiene el ritmo de esta época, pero también remite a viejos artesanos del género. Tal vez habría que definirla como esas épocas: Acción bien filmada que no le da respiro al espectador.
La carrera de Mark Wahlberg ha cambiado notablemente a lo largo de esta última década. Creo que el actor tocó fondo en el 2008 con las pobres The Happening y Max Payne, y empezó un proceso de reinvención en el 2010 con la gran The Other Guys, su primera reunión con Will Ferrell en la que demostró que tenía sentido del humor –el mismo año en que llegaría The Fighter, uno de sus mejores papeles-. Desde entonces, empezó a variar un poco con los proyectos que elige, entre comedias, comedias de acción y películas de acción pura, con algún que otro drama para estirar su rango. Ted, Pain and Gain, 2 Guns o Daddy’s Home son ejemplos de que al oriundo de Boston le hace bien la risa, no obstante el trabajador incansable no quiere restringirse a eso y todavía quiere esos papeles patrióticos y heroicos de años atrás, y en el último tiempo parece haber acotado su búsqueda en dos realizadores: Michael Bay, con su franquicia Transformers, y Peter Berg. Mile 22 es la cuarta película que encabeza a las órdenes del segundo –que lo ha llamado en forma consecutiva para sus últimos trabajos- y es un buen indicio de que esta colaboración poco fructífera debería tomarse un respiro.
Toda la acción se desarrolla en un lugar ficticio. Cabe destacar que dentro de los personajes se encuentran: Mark Wahlberg (él es James Silva, un agente que perdió a su familia), Lauren Cohan (es Alice Kerr) y John Malkovich (es Bishop), entre otros. Un grupo de soldados se encuentra a cargo de una misión que como su titulo lo indica consiste en recorrer 22 millas para llegar a destino por una causa muy importante. En el transcurso de la travesía se enfrentaran a una serie de persecuciones, hallando tensión, una lluvia de explosiones y tiros, bastante acción a pura adrenalina, pelea de artes marciales, momentos bien coreografiados y hasta vamos a encontrarnos con algo de videojuego; todo eso se encuentra bien realizado pero la falla está en que posee un flojo argumento y montaje. El resultado es entretenido aprovechando una buena sala cinematográfica y un buen combo de pochoclos. La cinta queda con un final abierto para una próxima entrega.
UN RARO (Y FALLIDO) EXPERIMENTO Ya antes del estreno, Peter Berg y Mark Wahlberg manifestaron que Milla 22: el escape estaba destinada a ser el comienzo de una trilogía. Hay que reconocer que el intento de franquicia que realizan es raro y se aparta de la norma a partir de su estructuración narrativa, las tonalidades y construcción de personajes, pero eso no quita lo fallido del experimento. Estamos ante un film que elude deliberadamente las expectativas creadas a partir del trailer pero que a cambio no llega a construir algo realmente productivo. En esencia, el argumento de Milla 22 es extremadamente simple: una unidad táctica de élite y ultra-secreta debe transportar desde la Embajada estadounidense al aeropuerto de un país del sudeste asiático a un informante que posee información vital sobre un potencial ataque terrorista, en un recorrido de 22 millas repleto de obstáculos y enemigos. La diferencia radica en que tanto a Berg como Wahlberg no parece importarles tanto esa misión por cumplir, o la ven como una simple excusa para algo más: una especie de análisis psicológico y conductual de esos agentes altamente entrenados que son –como varias veces se repite a lo largo del relato- el último recurso del cual dispone el gobierno estadounidense a la hora de enfrentar las amenazas provenientes de diversos enemigos. Claro que ese retrato no pasa tanto por un estudio del profesionalismo –algo que el dúo ya exploró de diversas formas en El sobreviviente, Horizonte profundo y Día del atentado– sino de las obsesiones y hasta patologías que marcan a los protagonistas. Ahí es donde surgen los principales defectos de Milla 22: en los personajes, que esta vez no están basados en hechos reales (o al menos reconocidos de manera oficial) y no son gente de la clase trabajadora enfrentando hechos extraordinarios. No, tenemos tipos con enormes capacidades y recursos, acostumbrados a desempeñarse en situaciones extremas, lo cual crea una enorme distancia con el espectador. Berg juega un poco con el distanciamiento, con la contemplación un tanto cínica y superada de gente acostumbrada e incluso adicta al peligro, pero lo hace casi siempre de manera equivocada y contradictoria: si por un lado el personaje de Wahlberg es un líder verborrágico que asume ser un tipo maltratador e insoportable (mecanismo que solo funciona de a ratos); el interpretado por Lauren Cohan quiere generar empatía desde sus dificultades para ejercer su rol materno pero nunca lo logra; y los encarnados por Ronda Rousey y John Malkovich son meros accesorios para dejar en claro un par de convicciones. El único personaje realmente interesante es el interpretado por Iko Uwais (que por algo se lleva el último plano del film), pero más por lo que esconde o calla que por lo que dice, y porque el director tiene la suficiente inteligencia para dejarlo expresarse desde el cuerpo, a patadas y piñas, aprovechando las habilidades del actor de La redada. A todo esto, Milla 22 le agrega una variedad de superficies formales y discursivas que empantanan enormemente la narración: la acción está casi siempre interrumpida desde el montaje por planos distanciados de todo tipo que restan en vez de aportar claridad a lo que se observa; hay idas y vueltas en el tiempo que sirven a su vez de vehículo para un curso acelerado y repetitivo de militarismo, intervencionismo y geo-política; y una autoconsciencia demasiado canchera e improcedente, como si Berg quisiera retornar a una tonalidad parecida a la de su ópera prima, Malos pensamientos, pero a destiempo. Quizás eso se deba a que hay algo que Milla 22 sí comparte con otros intentos de franquicias: lo que en verdad le interesa contar no está en esta primera entrega, sino en su hipotética (y poco probable, dado su fracaso comercial) continuación. La vuelta de tuerca del final sienta las bases para el duelo de fondo y que a priori podría resultar atractivo. Pero para eso hubo que afrontar una hora y media demasiado caótica, sin un rumbo claro.
Se ha formado una pareja. Eso podríamos decir del director Peter Berg y de su intérprete Mark Walhlberg, quienes van por su cuarto proyecto juntos, y se nota para vuelven a elegirse a cada paso del camino: hicieron juntos "The lone survivor", "Deepwater horizon" y "Patriot's Day" hasta llegar a "Mile 22". En todos los casos, films de acción, con presupuestos importantes y una característica general básica: ninguno ofrece guiones ingeniosos y su fuerte se apoya en el carisma de Walhberg, como ariete taquillero. Y se ve que Mark se siente bien en las atmósferas sencillas que Berg le recrea. Mucha gente siente que este muchacho rueda al estilo Michael Bay. Y con todo lo que se le puede objetar al prolífico productor y cineasta, Berg todavía no aprendió cosas básicas del oficio. Tomó lo que todos le discutimos a Bay: su tendencia a recargar los ambientes al punto que nadie entiende que sucede y sus libretos vacíos, sin nada de interés para el espectador inquieto. Si, mejoró la duración promedio: aquí todo se resuelve en hora y media. Lo que a priori atraía de "Mile 22" era la presencia de Iko Uwais, el tremendo peleador de "The Raid" I y II, obras maestras de lucha callejera y artes marciales. Curiosamente y teniendolo en el equipo, Berg no lo utiliza en su plenitud y lo confina a algunas escenas, lejos de lo que esperamos de semejante coreógrafo. Y la historia se puede explicar en un par de oraciones. Un comando de elite (Wahlberg), que lidera un grupo parapolicial (Overwatch) que se ocupa de misiones donde el estado americano no quiere quedar expuesto. Hay una situación compleja porque un asiático , Li Noor (Uwais) se presenta en la embajadada norteamericana de un inexistente país (sorry, era necesario?), para informar que es el único sujeto que puede detener un cargamento nuclear robado, a través de un código que posee. El tipo pide que lo saquen como sea del país a cambio de esa valiosa información. Claro, hoy en día, nada es fácil. Drones, espías digitales, francotiradores, digamos que la cosa está complicada para el equipo que pretende sacar a Li Noor y llevarlo a su puerta de salida: que está a... 22 millas de distancia. Transportarlo, es la historia del film. Como en aquella "16 blocks" de Richard Donner (con Bruce Willis), el camino hacia la supervivencia, no es ni fácil ni director. En cuanto a quienes secundan, no aportan demasiado (Lauren Cohan, William Dourglas y John Malkovich entre los más conocidos) al escenario (tampoco tienen demasiado que decir), pero si prestan su intención para dotar al film de credibilidad. Su resultado es irregular. Hay cierta dosis de humor extraño y un clima de película de sábado a la tarde que no se corresponde con la inversión en este largometraje. Si la pregunta es si hay acción.. Si, la hay. Tendremos armas, secuencias desbordantes de adrenalina, muchos gadgets y tres equipos enfrentados por un mismo hombre: llegará Li Noor a escapar ? Berg ofrece mucho movimiento de cámara, cierta concepción vertiginosa de los ángulos para mostrar los combates urbanos y una cadena de diálogos, cuando menos discutibles (ya los escuchamos en "Patriot's Day" y la verdad no me hace gracia) sobre el terrorismo, la libertad y... Olvidables. Yo espero más de Wahlberg. Y creo que Hollywood tiene que adoptar a Iko Uwais. No podemos dejar que semejante acróbata del cine de acción no mejore su repertorio de films con capital occidental. Creo que esta fue una oportunidad perdida de hacer una cinta memorable, sin dudas. Ojalá en la segunda entrega (por qué creo que habrá otra?), esto se de. Y si no, siempre podremos anhelar "The Raid 3" no?
James Silva (Mark Wahlberg) es un agente de inteligencia con problemas de manejo de la ira, pero un genio en su campo, que lidera un equipo táctico de operaciones encubiertas, compuesto por Alice (Lauren Cohan), Sam (Ronda Rousey), William (Carlo Alban) y Axel (Sam Medina). Cuando un cargamento de cuatro kilos de isótopos radiactivos se pierden en una operación, aparece un agente del gobierno Coreano que clama saber dónde están a cambio de extradición. Overwatch, nombre del equipo táctico, debe obrar para sacarlo del país antes de que la información se pierda para siempre. Esta premisa es la que mueve los hechos narrados en esta película. Mark Wahlberg prácticamente se carga al hombro toda la narrativa, y con un personaje desequilibrado y verborrágico (en extremo) lleva adelante la acción. John Malkovich representa a "Bishop" el director a distancia de la unidad que controla todo con monitores.
James Silva (Mark Wahlberg), un irritante soldado de gran coeficiente intelectual y habilidades de combate excepcionales, deberá proteger a un joven genio (Iko Uwais) portador de información exclusiva sobre un cargamento radioactivo robado. Para esto el escuadron tendrá que cruzar la ciudad central de Indonesia y dejar al testigo en un punto de extracción libre de rusos malignos. En lo personal lo que suelo esperar de una película es que me genere sensaciones agradables o interesantes, que el desarrollo me atrape generandome satisfacción en el transcurso que la historia se va desenlazando. Con “MILLA 22” salí del cine contracturado, molesto y con sabor a nada. El montaje de la película es en mayor medida bastante agitado, se puede ver a contra luz que el director Peter Berg quería hacernos vivir la estresante vida militar de una forma cruda, pero con esos personajes y ese guión, la idea no llego a buen puerto. El libro cuenta con personajes en mayor medida irritantes, en especial Silva. Wahlberg es un actor que si o si necesita tener un director competente detrás, sino cae en sus modismo propios de el actor mediocre que suele ser. Su personaje es un maldito imbecil con TODOS … es un tipo al que deseé ver morir en todo momento de la película. Los secundarios son bastante de relleno, el mejor personaje es el que interpreta Lauren Cohan ya que es el que más logra generarnos cierta empatia con su subtrama familiar. Para escribir la sinopsis de la review honestamente tuve que ir a google y buscar algunas para tomar de ejemplo, ya que la historia de “MILLA 22” no genera ningún interes y tampoco nos la ponen fácil para ser medianamente comprendida. El giro final es interesante e inesperado, pero aconsejo que dejen pasar ésta película y esperen alguna de mayor calidad.
Si hay algo – o alguien – que casi aniquila los méritos de Milla 22, es Mark Wahlberg. Honestamente, no sé como es que consigue laburo. No tiene carisma, es petiso, no es siquiera un buen actor. El drama es que acá quisieron darle profundidad a su papel y le pusieron un desorden mental – no sabemos si es hiperactivo, esquizofrénico o bipolar -, y el tipo es detestable interpretándolo. Porque Marky Mark es una máquina de hablar bobadas y agredir a los tipos con los que trabaja, y no puede cerrar la maldita boca ni aún encubierto. Es un papel que haría dormido Vince Vaughn en sus viejas épocas (ahora no, que se está reinventando como actor serio), una maquina de disparar groserías que es tan gracioso como pasarle las uñas a un pizarrón. Honestamente, es el peor héroe que pudieron haber encontrado. Porque, salvando a Wahlberg, el resto de Milla 22 funciona muy bien. Es una especie de Misión Imposible de segunda mano, con equipo ultrasecreto llamado para misiones super peligrosas en donde el mundo está a punto de irse al diablo. Al principio tenemos una misión corta y super sangrienta que funciona como teaser (y muestra la eficiencia del equipo), y después saltamos al trama central, ubicada en una versión ficticia de Indonesia. Iko Uwais es un ex agente del gobierno local que tiene datos secretos sobre la localización de cinco paquetes con polvo radiactivo, capaces de aniquilar ciudades enteras como si fuera bombas atómicas sucias (no explotan, matan por contaminación). La condición de Iko es obtener el asilo en EE.UU, y a cambio de eso le dará a los agentes de inteligencia la clave para desencriptar un disco duro donde figuran los lugares donde están los cinco paquetes. El drama es 1) que los seudo Indonesios no quieren dejarlo salir del país y 2) hay un equipo secreto ruso monitoreando todo el operativo de escapatoria. Porque los tipos tienen que recorrer con Uwais las 22 millas infernales del título, que es la distancia entre la embajada americana y el aeropuerto donde, para colmo, el avión para la fuga solo puede estar estacionado no mas de diez minutos. Y el reloj corre… y los ejércitos de sicarios también. Las persecuciones en auto y las balaceras son una delicia, y el director Peter Berg sabe de lo que habla. Apostando a la calificación R (para adultos de 18 años), el tipo no escatima gore, en especial cuando Iko Uwais – tomando nota de sus épocas con Gareth Edwards y la saga de The Raid – bajaba monos a manos limpia y de la peor manera posible. Los operativos estadounidenses están ok, pero Uwais encandila cuando le llega el turno. Lástima que el estúpido de Wahlberg tiene que abrir la bocota para decir una estupidez tras otra. Como película de acción, Milla 22 es mas que potable. La secuencia en donde se refugian en un edificio de departamentos y deben salir a sangre y fuego es muy buena. Si hay peros – aparte de un Wahlberg pasado de rosca – es que Ronda Rousey está de adorno y no muestra sus talentos físicos. Y la otra es que el final anticipa una secuela… la que puede aparecer aún cuando apenas recaudó menos de 70 palos verdes (una miseria!) y solo costó 35. John Wick tuvo un comienzo similar, pero ahí el talento rebosaba por los cuatro costados y se volvió un ítem caliente en los videoclubes. Dudo que Milla 22 se convierta un objeto de culto como John Wick, pero no me desagradaría ver la secuela, al menos para que me termine de cerrar una parte (o toda) la historia.
Una película de acción con mucho potencial, pero que se queda a mitad de camino.
Critica emitida por radio