Una película sumamente entretenida, pero totalmente delirante e imposible de suceder en la vida real. Por lo tanto hay que verla relajado sin buscarle la lógica y disfrutar simplemente del show que se ofrece. El que no haya visto la primer entrega seguramente le va a...
La secuela de Nada es lo que Parece, retoma la historia de nuestros magos, Los Cuatro Jinetes, 18 meses después del final de la primera cinta. Dispuestos a desenmascarar a un magnate tecnológico, son sorprendidos por alguien que los expone y, aparentemente, sabe todo de ellos, poniéndolos en el lado opuesto al que están acostumbrados: ellos son el blanco. Hasta ahí, la historia suena divertida, sino fuera por un pequeño detalle. La película es básicamente una sucesión de escenas en las que deben resolver situaciones imposibles, cuasi quijotescas inclusive, y la manera en las que las resuelven son inverosímiles. Todos suspendemos un poco la lógica al entrar a ver este tipo de películas, son divertidas, entretenidas, y no deben tener demasiado sentido las cosas que pasan, pero deben tener, cuanto menos, la apariencia de tenerlo. Aquí, el director, los guionistas, y los actores, han dejado de tratar directamente. Escenas de pelea que son resueltas con trucos de magia, cortes de cámara para imprimir una supuesta velocidad a hechos que son, de otra manera, imposibles de realizar, y la frutilla de la torta: cambian a Isla Fisher por Lizzy Caplan, sin siquiera explicar que paso con el cuarto jinete, excepto en un dialogo menor que pasa desapercibido. Repitiendo todos los personajes de la primera, con un guión que básicamente se basa en cuatro secuencias claves que se unen por escenas notablemente escritas solo para lograr una cohesión, actuaciones forzadas o desganadas, y locaciones internacionales, cabe destacar una cosa: Woody Harrelson. Sigue intacto, sino fuera por el, la película no hubiera logrado mantenerme despierto. Una lastima, sobre todo porque ya están preparando la tercera, y me estaría dando pánico.
Ojo por ojo. La secuela de Nada es lo que Parece (Now You See Me, 2013) continúa, a pesar del cambio de director, por los mismos carriles que su predecesora (salvo por el cambio del personaje femenino de turno, que en esta oportunidad es interpretado por Lizzy Caplan). Con el mismo elenco de la propuesta original y a cargo nuevamente del guionista Ed Solomon, el opus del realizador californiano Jon M. Chu (Jem and the Holograms, 2015) busca transformar cada escena en un efecto ilusionista que sorprenda al espectador con el estilo de los espectáculos de David Copperfield durante los años ochenta. La historia discurre algunos años después de que los “cuatro jinetes”, bajo el mando del agente del FBI Dylan Rhodes (Mark Ruffalo), encarcelaron al ilusionista Thaddeus Bradley (Morgan Freeman) y expusieron públicamente a la compañía de seguros de Arthur Tressler (Michael Caine) por una estafa. Los cuatro magos amateurs, Daniel Atlas (Jesse Eisenberg), Merritt McKinney (Woody Harrelson), Lula (Caplan) y Jack Wilder (Dave Franco) regresan ahora a los escenarios para denunciar a un empresario de la tecnología cuya aplicación pone en riesgo la privacidad de los usuarios. El truco es previsto por alguien más y todo el plan se viene abajo. Los jinetes caen en la trampa, son expuestos como un fraude en medio del caos y deben intentar salir de la confusión mientras Rhodes encuentra en Bradley, su antiguo enemigo, a un dudoso aliado que parece saber mucho de su padre. Aunque inferior a la primera parte en su narración, y por momentos ambigua y confusa en su trama, Nada es lo que Parece 2, es un exponente aceptable que se propone como un entretenimiento comercial sin pretensiones con un bagaje de trucos de ilusionismo representativos de la actualidad de los espectáculos de magia multimedia. La propuesta se apoya mucho en la versatilidad del elenco, en el que Caplan (al igual que Isla Fisher en la primera parte) desentona especialmente promediando la mitad por problemas en el guión, que busca más un tono de comedia ligera ajeno a la trama policial. A pesar de esto, la película no decae del todo y mantiene el interés a través de las técnicas ilusionistas y una buena historia. Lo mejor del film es el espíritu de denuncia -desde el espectáculo artístico- de la avaricia de las corporaciones millonarias que viven de destruir vidas y la utilización de la paranoia que sobrevuela Estados Unidos respecto de la privacidad, debido al avance inmoral de las nuevas tecnologías de incomunicación sobre la información con el fin de influenciar y controlar los consumos de los entumecidos y adormecidos ciudadanos. El fantasma del control social sobrevuela el Primer Mundo nuevamente y parece que a veces la vigilancia sí es lo que parece.
Summit Entertainment presenta esta secuela dirigida por Jon M. Chu (Step Up 2). Nada es lo que Parece 2 trae de vuelta al elenco original, con una nueva incorporación al equipo de los Cuatro Jinetes, debido a que Isla Fisher no pudo rodar ya que estaba embarazada. Lizzy Caplan (Cloverfield) interpreta a la nueva integrante Lula May, que resultó ser una sorpresa y que no desentonó con el resto de sus compañeros, aportando cuotas de humor durante todo el film. También, está Daniel Radcliffe (Harry Potter) que esta vez no hace de mago, sino que toma el papel de un excéntrico millonario, Walter Mabry, que contrata a los Jinetes para que puedan robar un poderoso chip de computadora; un personaje que queda un poco desdibujado y que no logra desarrollarse mucho en pantalla. El resto del elenco mantiene la química ya instaurada, pero no hay mucho desarrollo de los personajes, excepto algunos detalles como la incorporación del hermano gemelo de Merrit McKinney (Woody Harrelson), que logra crear dos personajes diferentes, interpretado por un mismo actor. Esta nueva aventura de los magos/ladrones transcurre un año después de la primera película y los protagonistas están a la espera de las próximas indicaciones del grupo secreto de magos “El Ojo”, pero no reciben información alguna desde hace meses. La incorporación de Lula al grupo los reactiva y deben realizar un nuevo show para desenmascarar a un importante CEO de una marca de smartphones. A partir de ahí, los Cuatro Jinetes se verán amenazados por un viejo enemigo quien tratará de atraparlos y deshacerse de ellos. Con un poco más de dos horas de duración, esta película mantiene la esencia de la primera, pero con más humor y recargada con nuevos trucos de magia, algunos deslumbrantes y otros que ya pasan a otro nivel más fantástico, logrado con animación digital. Vale destacar la escena del robo del chip con forma de carta, en la que se destaca por cómo está contada visualmente y la “coreografía” que realizan los personajes para poder lograr su cometido. Este film trata de seguir la estructura de su predecesora de dejar una revelación final impactante, pero aquí es donde falla y el mismo desilusiona un poco, ya que es predecible. A pesar de esto, la película cumple su objetivo de entretener y de responder algunas preguntas que surgieron en la primera entrega. Párrafo aparte para el trabajo de Brian Tyler (Rápido y Furiosos 7; Thor: Un Mundo Oscuro), que una vez más brinda una magnífica banda sonora, cargada de tintes de espía y acción que emulan por momentos a las películas como Misión Imposible o James Bond, un estilo ya impuesto en su antecesora y que acompaña perfectamente cada escena y secuencia mágica. En referencia a la fotografía, es correcta pero no brinda nada fuera de lo que ya hemos visto. Como se mencionó anteriormente, las secuencias de los trucos de magia son las que más se destacan debido al dinamismo brindado por los movimientos de cámara rápidos y, también, por el uso de la cámara lenta como recurso para mostrar detalles importantes, logrando una tensión en el espectador por saber si los magos lograrán realizar su truco. En conclusión, Nada es lo que parece 2 es una buena película que entretiene y que brinda una buena historia que no decepciona, con un elenco correcto y una banda sonora impresionante.
Now You See Mee 2 es una secuela que nadie pidió en forma explícita, pero que gracias a un buen boca a boca logró cuadruplicar su presupuesto en la taquilla mundial. La historia de los Cuatro Jinetes y sus inverosímiles trucos de magia multitudinarios lograron convencer a su público de que un momento entretenido sumaba más que una trama sólida, con lo que tres años después presentan el Segundo Acto de sus andanzas. Con un pequeño cambio estructural detrás de bambalinas -sale el director Louis Leterrier y entra Jon M. Chu, mientras que Ed Solomon es el único guionista en esta ocasión- y el enroque de las protagonistas femeninas -la talentosa comediante Isla Fisher le deja paso a la igualmente talentosa Lizzy Caplan– las aventuras robinhoodescas del grupo se ven truncas cuando un nuevo enemigo los agarre desprevenidos y el equipo termine separado, con su líder por un lado y el resto en la vistosa ciudad asiática de Macau. Chu, que viene de dirigir el fracaso Jem and the Holograms y tiene en su haber un par de conciertos de Justin Bieber, un par de Step Up y la muy entretenida G.I. Joe: Retaliation, tiene una mente y visión cinética a la hora de dirigir este curioso subgénero que es el arte de la magia y la prestidigitación en la pantalla grande, y sale airoso cuando mezcla los trucos imposibles con las escenas de acción y persecución que pueblan la trama. El guión de Solomon puede que ahonde en la vida del agente el FBI Rhodes, del siempre alucinante Mark Ruffalo, y en la conexión entre los personajes que ya conocemos para traer a todas las caras conocidas a una vuelta más, pero la extensión del plan del villano no siempre se sostiene en las casi dos horas de función de magia. Si en la primera entrega el dicho “creer o reventar” era el mayor credo que ponía a prueba, dicho mantra es verificado más de una vez en la secuela, con situaciones aún más descabelladas que antes y un ambiente lúdico entre el elenco, que saca a flote contadas situaciones muy forzadas a prueba de una química insondable. Dave Franco y Woody Harrelson la pasan fantástico cada vez que aparecen en pantalla, en especial el segundo, que tiene la labor doble de construir dos personajes al mismo tiempo en esta ocasión. Jesse Eisemberg deja la apatía usual de sus personajes de siempre y se dedica a jugar en equipo, mientras que Ruffalo no decepciona y Caplan rellena el lugar femenino con mucho tino. Hay un gran regreso en la dupla de los inmortales Morgan Freeman y Michael Caine, mientras que la nueva adición de Daniel Radcliffe le permite seguir esquivando el encasillamiento de Harry Potter, con un papel diferente y divertido. Now You See Me 2 se ha estrenado en muchos lugares del mundo ya y ha capturado la atención de una gran masa de público, logrando triplicar su ingente presupuesto de $90 millones. La clave del éxito es clara: hay buenos personajes, una historia decente y una idea detrás que engaña a la imaginación, si uno deja la mente en blanco para que el ardid sea corpóreo. El Tercer Acto de los Cuatro Jinetes está en preparación temprana, y vale la pena volver a disfrutar de sus extravagantes aventuras.
Truco cantado Nada es lo que parece 2 (2016) pasa a engrosar esa interminable lista de secuelas innecesarias. Los problemas son tantos, las inconsistencias de guión se cuentan minuto a minuto y a pesar del guiño de ofrecerle a Daniel “Harry Potter” Radcliffe un personaje ligado a la magia, pero en el rol villano, eso no termina por salvarla del aplazo. Si una película pierde tiempo en explicarse, esa señal a las claras representa la falta de criterio en el manejo narrativo, la poca confianza en el guión y toda la responsabilidad en la pirotecnia visual que no hace otra cosa que tapar los huecos desde el primer minuto y hasta el último.
Más grande, menos irreverente Más grande, menos irreverente Una secuela “obligada” por el éxito del film original con muchos más recursos, pero con menos sorpresas. Nadie esperaba el éxito comercial que significó, hace tres años, Nada es lo que parece. Ni siquiera sus propios hacedores, que habían dejado todo tan cerrado que una secuela resultaba, al menos en términos narrativos, difícil de imaginar. Pero en Hollywood, se sabe, mandan los números y ahora estamos ante una segunda parte más grande, con más despliegue y desarrollo, pero con menos irreverencia. Con Jon M. Chu (G.I. Joe: La venganza) en reemplazo del francés Louis Leterrier (El transportador, Furia de titanes) en la dirección, Nada es lo que parece 2 vuelve a unir a “Los cuatro jinetes” (Woody Harrelson, Jesse Eisenberg, Dave Franco y Lizzy Caplan en lugar de la colorada Isla Fischer) para un nuevo golpe que consiste en evidenciar los verdaderos planes de un empresario de las telecomunicaciones. A partir de ahí, habrá decenas de enredos y vueltas de tuerca, viajes de un continente a otro a velocidades sobrehumanas, buenos que al final no lo son y un villano que, como en casi todas las películas del subgénero “ingeniosas”, develará sus verdaderas intenciones bien avanzado el metraje. Menos desfachatada y festiva que su predecesora, y más volcada a las explicaciones psicológicas sobre las motivaciones de sus personajes, Nada es lo que parece 2 prodiga giros y contragiros narrativos durante dos horas. El resultado es, por un lado, un relato que se sigue con interés, pero que termina agotándose y cayendo por el propio peso de su (único) recurso. Al fin y al cabo, el film de Chu es de esos que reiteran una y otra vez su truco hasta volverlo evidente, Como si un mago escondiera sus palomas en una jaula transparente a la vista de toda la platea.
LA PARADOJA RIZZUTO En 2013 Nada es lo que parece, una película menor pero de ritmo sostenido y elenco eficiente, se transformó en un éxito de taquilla bastante sorpresivo. El grupo de magos que eran convocado para llevar adelante un acto justiciero era además una especie de puesta al día de la historia de Robin Hood, un relato que mostraba una buena cantidad de trucos y un elenco altamente carismático encabezado por Mark Ruffalo, que contaba con la participación de un par de veteranos venerables de esos que te hacen creer todo lo que pasa en la pantalla, Michael Caine y Morgan Freeman. Tres años después de aquel éxito llega la segunda parte, que retoma la historia un año después, nuestros héroes están en el exilio, los villanos de la historia cumplen su castigo pero algo está por pasar que va a poner en movimiento de nuevo a Los Jinetes. Sobra decir que como corresponde a una buena segunda entrega, se trata de volver a contar a la misma historia porque Hollywood sabe la gente quiere ver una y otra vez lo que ya conoce de memoria. Lo cierto es que lo que en el primer film resultaba fresco y novedoso, en esta resulta más de lo mismo. Una de las cosas que no funciona en Nada es lo que parece 2 son las historias personales, que dicho sea de paso tampoco funcionaban demasiado en la primera, solo que si esperan sostener lo zaga lo más lógico sería que los guionistas se preocuparan por darle a los personajes algún desarrollo, pero no, el foco está centrado en la parafernalia, con mucho ritmo y nada de sustancia. Mientras miraba a Los Jinetes llevar adelante su historia me puse a pensar en cuál era el problema de una película que teniendo la magia como tema carece de ella. Es que ademas de la famosa suspensión de la incredulidad que pregonaba Samuel Taylor Coleridge, la magia necesita cierta honestidad del mago. Y eso no aparece por ningún lado. También me acordé mientras veía la película –¿se nota que daba para perderse en disquisiciones varias?- de la historia del mago Rizzuto que solía contar Alejandro Dolina. Rizzuto andaba con una galera en distintos escenarios tratando de sacar una paloma de ella. No tenía ninguna cosa preparada, ningún doble fondo, ningún artilugio y por supuesto, ninguna paloma. El resultado de sus presentaciones era que la gente lo abucheaba porque cuando llegaba el momento, no salía ningún ave de su galera. Una noche, después de que varios magos hicieran sus gracias, Rizzuto salió a escena y esa noche sí salió una paloma de su galera, había ocurrido el hecho mágico real pero el público apenas le dedicó un aplauso tibio y desganado. La conclusión de Dolina era que las muchedumbres prefieren un arte hecho de trampas aparatosas que los milagros puros. Tal vez eso explique la existencia de películas como Nada es lo parece 2. NADA ES LO QUE PARECE 2 Now You See Me 2. Estados Unidos, 2016. Dirección: Jon M. Chu. Intérpretes: Mark Ruffalo, Woody Harrelson, Jesse Eisenberg, Dave Franco, Morgan Freeman, Michael Caine, Lizzy Caplan y Daniel Radcliffe. Guión: Ed Solomon. Fotografía: Peter Deming. Música: Brian Tyler. Edición: Stan Salfas. Diseño de producción: Sharon Seymour. Duración: 129 minutos.
Cuando en 2013 se estrenó Nada es lo que parece nos encontramos con una gran película que daba un punto de vista diferente (y muy entretenido) sobre el mundo de la magia y el ilusionismo. Su gran aceptación y éxito aseguraron una secuela de forma rápida pero lamentablemente la misma no está a la altura. Me da la sensación de que era una historia que no debía continuarse aunque parecía lo contrario porque aquí nos damos cuenta que los personajes no daban para más y cae en la repetición. No se generan los climas que se buscan y en consecuencia aburre un poco porque el punto fuerte de la primera parte era deslumbrar con lo que podían hacer estos personajes y si bien aquí se continúa con eso también se apela un poco al drama y desarrollo de Atlas (Jesse Eisenberg) y no transmite lo suficiente como para empatizar. El director Jon M. Chu, quien viene de adaptar de forma desastrosa Jem & The holograms (2015) y documentales de Justin Bieber no estuvo a la altura del gran laburo que había logrado Louis Leterrier en la primera entrega. Es muy fácil darse cuenta de eso a través de una escena clave bastante larga en donde tienen que robar un dispositivo de un lugar muy custodiado y ni de casualidad se genera la tensión que los actores expresan con sus caras. Y hablando de los actores, no es que estén mal pero al no estar acompañados por el guión no se nota un crecimiento en sus papeles más allá de lo intentado (y no conseguido) con Eisenberg. Que Isla Fisher no forme parte del elenco y sea reemplazada convenientemente por Lizzy Caplan con una leve explicación y solo por mantener el cupo femenino es muy de manual. Lo mismo con la incorporación de Daniel Radcliffe buscando un guiño muy tonto que encima quemaron en los trailers. Amén de ello, siempre da placer ver a Michael Cane y Morgan Freeman. Nada es lo que parece 2 es otra secuela vacía hecha a las apuradas que no hace más que manchar lo entretenido de la original.
Llega a la argentina Nada es lo que parece 2, secuela de la película homónima del año 2013 que como viene pasando, no llega al nivel de su predecesora y falla también al momento de entretener. Luego de haber sido aceptados por El ojo, Jack, Daniel y McKinney viven en la clandestinidad (ya sin Henley, por razones nunca explicadas) y están ansiosos por volver al ruedo. Perseguidos por las autoridades, se esconden a la espera de las instrucciones que a cuenta gotas les acerca Dylan Rhodes, su contacto en el FBI. Finalmente la oportunidad de volver se presenta pero, cuando los magos (con el agregado de la nueva integrante Lula) están en medio de su improvisado show, son intervenidos por una potencia que parece tener las mismas herramientas que ellos, quien los expone. Así, son secuestrados al mismo tiempo que protegidos por Walter, un millonario que los traslada a la otra punta del mundo para que ellos roben algo por él, y así recomienza el juego de misterios, traiciones, y sorpresas (ya no tan) inesperadas. Sin caer en el cliché de “segundas partes nunca fueron buenas” realmente en este caso el producto queda tan alejado de los logros de su predecesora que el espectador no sabe muy bien por donde apreciar el film. Nada es lo que parece no era una genialidad, pero en el juego de descubrir y entender como habían hecho los trucos y como todos los peones del ajedrez estaban perfectamente entrelazados, el espectador veía un producto disfrutable. En este caso, por alguna razón que excede mi entendimiento, el guion decide contar por anticipado cual es el truco a realizar y luego mostrar como lo realizan. No teniendo el efecto sorpresa de su edición anterior, la película termina siendo un mero pasatiempo que no deja mucho lugar para el disfrute. La fotografía sigue siendo impactante, la música no tanto. Los efectos de la banda sonora se repiten igual que en el film anterior, pero en Nada es lo que parece 2 no sirven, porque ya no hay nada para sorprenderse. Algunas actuaciones son buenas, particularmente siempre es un gusto divertirse con el carismático Woody Harrelson (haciendo dos papeles esta vez) pero esta entrega atrasa muchos años en un guion que no parece haber sido demasiado trabajado. La nueva integrante del elenco hace un personaje al límite de lo soportable y Jesse Eisenberg ahora parece estar siempre haciendo de Luthor, lo cual no es bueno… no es nada bueno traerle ese recuerdo a la mente a ningún espectador. Nada es lo que parece 2 no deja un buen sabor al final de la proyección y no habilita mucho interés para continuar con los personajes, realmente una película que puede dejarse sin ver sin ningún problema.
Juego de naipes Con el éxito de taquilla que significó Nada es lo que parece (Now You See Me) en 2013 y a pesar de que la historia no era la indicada para una secuela, se decidió hacer una segunda parte. En esta ocasión Louis Leterrier (figura como productor ejecutivo) no es quien está detrás de cámaras de Nada es lo que parece 2 (Now You See Me 2), sino Jon M. Chu. Pasaron 18 meses de los sucesos de la primera película, Daniel Atlas (Jesse Eisenberg), Merritt McKinney (Woody Harrelson) y Jack Wylder (Dave Franco) no han recibido órdenes de la sociedad secreta de magos conocida como El Ojo hasta que el agente Dylan Rhodes (Mark Ruffalo) les presenta no solo un plan sino a Lula May (Lizzy Caplan), una nueva compañera que reemplazará a Henley (Isla Fisher). El plan consiste en apropiarse de la presentación de un nuevo teléfono celular de una empresa cuyo CEO tiene poco respeto por la privacidad de sus usuarios y sus datos pueden ser vistos y vendidos. Pero cuando todo parece ir bien alguien los expone y en su huida, inexplicablemente, terminan en Macao, China. Atraerlos hasta Asia es parte del plan de Walter Mabry (Daniel Radcliffe), un empresario tecnológico que les pide que roben un chip que permite vulnerar cualquier sistema. En esta entrega vuelven casi todos los actores a excepción de Isla Fisher que no pudo filmar dado que estaba embarazada; en este caso su reemplazo es Lizzy Caplan, quien hace un buen trabajo como una ilusionista que se mantuvo trabajando en el under hasta que es reclutada para la misión. Otra de las faltas es la de Melanie Laurent como la agente de Interpol que en la primera película había terminado relacionada con uno de los personajes, y no justifican su ausencia de ninguna manera. Daniel Radcliffe como el villano de turno alterna momentos buenos y malos pero parece no decidirse si ser un solemne villano o una caricatura/parodia de estos. En cuanto al guion la película, explica cosas por demás mientras que las que sí debería explicar para despejar dudas no lo hace o no termina de hacerlo. Aunque hay algunas vueltas de tuerca interesantes hace abuso de ellas, le agrega una a un personaje que no debería y se nota un tanto forzada. Nada es lo que Parece 2 no supera a su antecesora pero tampoco baja demasiado, es un entretenimiento eficaz que tiene como gran aliado al muy buen despliegue visual. A pesar de sus fallas logra mantener la intriga las poco más de dos horas de duración y se solventa en la química entre sus protagonistas. Hace más de un año y aún sin haber sido lanzada esta entrega desde Lionsgate y Summit habían dejado abierta la posibilidad de una tercera película, pero habrá que esperar la respuesta del público ya que en Estados Unidos no tuvo la recepción esperada y muchas veces el éxito internacional es el que determina el futuro de una saga.
Un entretenimiento módicamente efectivo. El título de la crítica de este diario de Nada es lo que parece fue “una película irresponsablemente feliz”. Vaya si era acertado: los cuatro ilusionistas sobre los que giraba la acción le hacían pito catalán a cualquier atisbo de lógica imaginando los trucos de magia más descabellados, saltando de una geografía a otra con una destreza que los mismísimos Jason Bourne o James Bond envidiarían y perpetrando el robo más inverosímil que se recuerde, todo con un tono entre desfachatado y canchero que la volvía irresistible. Que esta secuela inicie con un extenso flashback situado a mediados de los ‘80 destinado a profundizar en el pasado y las motivaciones de uno de los personajes centrales muestra que aquí importará menos la irreverencia y la inventiva que la lógica y la psicología. Y así difícilmente pueda hablarse de “una película irresponsablemente feliz”. A lo sumo, de una que genera el efímero placer de un entretenimiento módicamente efectivo. Con Jon M. Chu (G.I. Joe: La venganza) reemplazando a Louis Leterrier (El transportador, Furia de titanes) en el sillón de director, Nada es lo que parece 2 vuelve a unir al grupo autodenominado “Los cuatro jinetes” (Woody Harrelson, Jesse Eisenberg, Dave Franco y la incorporación de Lizzy Caplan en lugar de la colorada Isla Fischer) para un nuevo golpe movido ahora no por la satisfacción robinhoodiana de quedarse con una parva de dólares de un multimillonario, sino por la idea de desbaratar los planes de un empresario de las telecomunicaciones. El plan falla porque debe hacerlo: en realidad todo se trata de una pantomima similar a la que ellos montan en sus shows, y los ilusionistas terminan huyendo por un ducto cuya desembocadura está en….Macao (?), donde los recibe uno de los ¡tres! malvados de turno (Daniel Radcliffe) con una propuesta que, obvio, no podrán rechazar. Mientras tanto, de este lado del Atlántico, el descubrimiento del agente infiltrado en el FBI (Mark Ruffalo) pone patas para arriba la logística del grupo, y un desbaratador de trucos (Morgan Freeman, cada película más de vuelta de todo) mueve los hilos de la vendetta desde la cárcel. Como en la primera entrega, todo aquí es deliberadamente absurdo. La diferencia es que antes era uno festivo y ahora uno culposo, como si a Chu y al guionista Ed Solomon les interesara menos el despliegue creativo que la validación de reglas físicas. Menudo objetivo para un relato pródigo en escenarios, viajes a velocidad aparentemente ultrasónica y que ata y desata no menos de una docena de enredos y engaños durante el metraje. Enredos y engaños que Solomon utiliza como salvoconducto para airear el relato. Paradójicamente, los que mejor resultado obtienen, al menos en términos cinematográficos, son aquellos más simples y directos en su confección: ver sino los pases del naipe con el microprocesador para sacarlo de la bóveda ultravigilada o la capacidad de hipnosis de un Woody Harrelson que a falta de uno interpreta a dos personajes, convirtiéndose en el único que parece haber entendido que magia y el espíritu lúdico son partes constitutivas de cualquier truco.
Publicada en edición impresa.
EL REGRESO DE LOS ILUSIONISTAS Si la primera recogió buen numero de fans, esta segunda ya tiene un público cautivo. Aquí repite casi todo el elenco Mark Ruffalo, Woody Harrelson, Jesse Eisenberg, Dave Franco, Morgan Freeman, Michael Caine., y se agregan Lizzy Caplan y Daniel Radcliffe (que no es mago y si villano). El guión se complica, la acción es mas intensa y cierran algunas incógnitas. Esta vez los “cuatro jinetes” de la magia desenmascaran conspiraciones y no regalan dinero, pero entretienen legítimamente. Ya no hay sorpresa, pero las dos horas pasan volando y los seguidores no se sentirán defraudados.
Nada es lo que parece 2 es la secuela de la interesante película que presentaba a un cuarteto de magos justicieros conocidos como "Los cuatro jinetes". En esta continuación, los ilusionistas quieren exponer a un perverso magnate tecnológico. Sin la frescura ni originalidad de la primera entrega, el conflicto principal parece muy rebuscado. Teniendo en cuenta que se trata de un thriller y no de una cinta fantástica, el guión apela demasiado a la magia para solucionar problemas humanos, atentando contra la verosimilitud del filme. Más allá de este detalle, el elenco cumple, la puesta es excelente y tiene un ritmo sostenido.
Crítica emitida por radio.
Al que le gustó la primera le va a gustar. Al que no, no espere nada nuevo, pero sepa que se va a entretener. ¿Cómo responder ante la supuesta verosimilitud de la explicación de un truco imposible? El espectador la tiene difícil, sabe que los movimientos de los Cuatro Jinetes son inexplicables pero se encuentra con la resolución mecánica y el fundamento de sus actos. La primera parte de Nada es lo que parece ahondó en esta cuestión, resumiéndose en un conjunto de shows cinematográficos que, de alguna que otra manera, podrían llegar a entenderse mediante argumentos de los personajes. En esta segunda parte todo se fue por la borda. Mas parecida a una película de la saga Misión Imposible que a la sutileza de The prestige, Nada es lo que parece 2 cuenta con escenas de acción más frecuentes que en su antecesora. Situaciones desfachatadas y espectáculos visuales desmesurados hacen que el film del director Jon Chu remarque un intento de explotación de recursos ya utilizados. Los Cuatro Jinetes -aunque ya develado el quinto- reaparecen en escena. Thaddeus Bradley (Morgan Freeman) quiere salir de la cárcel a toda costa y Dylan (Mark Ruffalo), Daniel (Jesse Eisenberg), Merrit (Woody Harrelson), Jack (Dave Franco) y Lula (Lizzy Caplan) combaten los caprichos de un joven multimillonario en las calles de la abultada Macao. Dos aspectos de la trama que asomaron en la primera entrega funcionan para que el nombre de los protagonistas vuelva a sonar en el mundo: el confuso episodio de la muerte del padre de Dylan, relacionado directamente con Thaddeus, y la importancia de “El ojo”. Estados Unidos, China y Londres son las locaciones que recorren los ladrones con el fin de hacer quedar mal a los malos y, a su vez, salvar su vida. El factor cómico y la inclusión de nombres pesados son las correctas novedades del film. La aparición de un personaje que en la película del 2013 es descrito en solo dos líneas es fundamental para delimitar el alto grado de comedia de este híbrido: el hermano gemelo de Merrit, o sea, de Woody Harrelson. Si no bastó con que el actor sea el más destacado del primer film, en esta entrega aparece en partida doble. Dos personalidades bien diferentes confluyen con el resto de los personajes con un grado de sorna capaz de darle al film la identidad de comedia. Tampoco hay que dejar de lado la expectativa de apreciar a Daniel Radcliffe nuevamente en un papel de mago. El espectador, acostumbrado a ver al actor británico en la piel del archifamoso, talentoso y ético Harry Potter, se llevará una sorpresa al descubrir su incidencia en esta película de ilusionistas ladrones contra mafiosos y multimillonarios. Caplan hace olvidar a la desaparecida Isla Fisher como participante femenina del elenco y Michael Caine, lamentablemente como en la anterior, posee una participación casi nula. El resto de estrellas, ambas con algunas gemas en el cine independiente tanto como en el comercial, cuentan con características bien denotadas y un trato equitativo en incidencia. Chu apuesta por segunda vez a la conducción de un film fuera del género musical. En 2013 dirigió G.I. Joe: El contraataque, una secuela no muy afortunada del tampoco muy afortunado film de ciencia ficción del 2009. La falta de Louis Leterrier, el director de la primera película de los magos, hace notar el sutil cambio que sufrió esta secuela. El film del 2013 se mostró más solido, serio y cauteloso, mientras que la segunda parte se desmadra en gags cómicos como en la utilización de los efectos especiales y grandes coreografías. Aunque el resultado haya sido de un notorio abultamiento visual, el producto “Nada es lo que parece” sigue siendo el mismo. La sensación de figurita repetida está latente, algo que el espectador gustoso de la antecesora puede aceptar y que el pretencioso puede tomar solo por un pastiche de impactantes imágenes visuales, aunque no por eso poco entretenidas.
Vídeo Comentario
Ilusiones apenas sostenidas ante el abismo de la redundancia Nada es lo que parece (2013) resultó una simpática propuesta que combinó el concepto de justicieros sociales en plan de Robin Hood modernos a partir de artistas de la magia escénica. En aquella oportunidad la estructura argumental -si bien fallida, aunque interesante y dinámica- implicaba un frenético juego del gato y el ratón representado en la búsqueda de un agente del FBI (Mark Ruffalo) dedicado a desenmascarar a los ilusionistas justicieros, quienes desde sus presentaciones en público, desenmascaraban las artimañas de magnates y corporaciones. Claro que la película se reservaba en su desenlace una revelación a modo de una sorpresiva vuelta de tuerca que cambiaba todo lo figurado hasta entonces. En esta oportunidad, Nada es lo que parece 2 (2016) resulta una secuela redundante, sostenida desde el mal hábito de la sobreexplicacion, pecando de falsa modestia en la pretensión de otorgar nuevas dimensiones de aquella idónea vuelta de tuerca trabajada en el desenlace de la película precedente. En esta oportunidad mundo del cuarteto mágico formado por Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Dave Franco y Lizzy Caplan, se pone de cabeza con la irrupción de un villano de turno, interpretado por Daniel Radcliffe -lejos del simpático Harry Potter- como un infame ingeniero informático con aversión por el mundo de la magia. En tanto que Dylan Rodas ( Mark Ruffalo ) líder oculto del grupo de magos e ilusionistas justicieros continua trabajando como agente del FBI, utilizando su influencia para crear pistas falsas con el fin de poner la investigación lejos del paradero de sus colegas. Con el fin de exponer un adelanto tecnológico que será utilizado por una corporación para disponer de la totalidad de la información privada de los usuarios, el accionar precipitado de Daniel Atlas (Jesse Eisenberg) será el que traiga de regreso al grupo de ilusionistas. El caso es que la esperada presentación pública de los justicieros resulta un fracaso que los expone públicamente derribando todas y cada una de sus coartadas, incluso develando la identidad de su líder Dylan Rhodas ante el FBI. Lo más interesante de esta confusa trama resulta a partir de la imperiosa necesidad del grupo de artistas justicieros por volver a tomar contacto con su público en busca de aplausos y reconocimiento, lo que conduce a un duelo de machos alfa entre los personajes de Mark Ruffalo y Jesse Eisenberg , instancia que atenta con erosionar la unidad que existe entre el grupo. El gran problema de Nada es lo que parece 2 es que toda escena está ligada o anclada a elementos de aquello que funcionó en la entrega precedente, y que ahora pierde eficacia cayendo inevitablemente en una revuelta argumental que solo genera confusión el espectador. Resulta necesario mencionar que la dirección de Jon M. Chu adolece de legibilidad en su narrativa visual, oficiando en favor una estética de videoclip volcada de lleno al parpadeo de confusas coreografías de acción que atentan contra todo indicio lúdico del suspenso y tensión dramática en el relato. De nuevo tenemos una trama que involucra la puesta en escena de artilugios del mundo del ilusionismo con el fin de perpetrar un golpe maestro de características imposibles. Pero este no es el problema, dicha situación extravagante resulto la esencia de la primera película: lo que antes funciono de manera idónea, ahora se ejecuta como una fórmula de características idénticas que no hace más que anticipar y poner en evidencia un vuelco de la trama en los últimos minutos del desenlace, perjudicando la totalidad del argumento. Con la imperiosa necesidad de implementar una suerte de astucia en la deconstrucción de los sucesos concluyentes presentados en la primera película, el gran problema de Nada es lo que parece 2 obedece a su razón de ser como una franquicia de poco vuelo y sin objetivos bien definidos.
Divertidas maniobras para un robo imposible El afán del director por recordar personajes y situaciones del film original crea cierta confusión en el espectador, pero todo mejora cuando se desarrolla la nueva trama animada por buenos actores. En la anterior "Nada es lo que parece", varios magos callejeros se unían para dar un gran golpe criminal en las narices de las autoridades, aunque su intención era la de hacer justicia contra un magnate corrupto y devolver el dinero a la gente común. Dado que la trama tenía muchos personajes, todos con historias bastante complicadas, pedirle al espectador que recuerde cada uno de estos detalles al momento de sentarse a ver esta secuela es absurdo. Sin embargo esto es exactamente lo que hace el director Jon M. Chu y lo único que logra es cierta confusión en cualquier espectador que no haya visto el film original la semana pasada. Apelando a recordar estos detalles la película demora más tiempo de lo necesario en presentar nuevos y viejos personajes y en armar una trama en la que los Jinetes -el grupo de magos integrado por Jesse Eisenbeg, Woody Harrelson y varios colegas- caen en una trampa, son secuestrados y llevados a Macao, y ahí son obligados por el villano Daniel Radcliffe (el ex Harry Potter hace un buen aporte al film) a cometer un robo imposible. Las escenas del robo están entre lo mejor de una película divertida y llena de buenos actores (a los nombrados hay que sumar nada menos que a Michael Caine) pero pierde demasiado tiempo en hilvanar historias pasadas.
En Nada es lo que parece 2, los magos quieren divertirse Nada es lo que parece 2 es una película llena de escenas y personajes ridículos, lo cual no quiere decir que no sea divertida y pueda ser disfrutada con quien tiene afinidad con este tipo de cosas. Su mayor problema no es el delirio que abunda en esta secuela sobre las aventuras de un dream team de magos, sino los momentos en que se quiere profundizar en los aspectos más dramáticos de la historia y se reniega de la propia naturaleza. La primera Nada es lo que parece se tomaba más en serio a sí misma. La película dirigida por Louis Leterrier (Furia de titanes) era canchera, sobre todo con su cuestionable vuelta de tuerca final, pero apuntaba a ser un entretenimiento ingenioso y elegante, aunque no lo consiguiera del todo. En esta segunda parte, los guionistas y el director Jon M. Chu (G.I. Joe: El contraataque) parecen haber renunciado a esas pretensiones, entregándose a un espíritu más cercano a la idea de que si tenían que hacer una secuela, al menos iban a divertirse con ella. El resultado es un film que tiene una lista de elementos absurdos y varios clichés: el actor de Harry Potter como un malo que quiere hacer un gran truco de magia para su beneficio (magia? Harry Potter? guiño); el gemelo malvado de uno de los protagonistas (no diremos quién, pero es quien mejor podía hacerlo); un antiguo negocio de magia en Macau atendido por una mujer mayor china (¿será un personaje lleno de sabiduría? La respuesta no los sorprenderá). Con el humor indicado todo esto resulta divertido. El desacierto de la película está en la historia de origen del personaje de Mark Ruffalo y las consecuencias que tiene en toda la historia. Ahí se intenta ir a un plano más dramático y darle pinceladas de explicaciones psicológicas a una película que está en otro registro. Dentro de lo mejor de Nada es lo que parece 2 está Woody Harrelson aportando su toque de locura usual; Lizzie Caplan actuando su personaje de comedia a la perfección, y Radcliffe y Caine, que son de los que más se divierten en sus papeles de villanos de parodia de Bond que, entre la ejecución de sus planes malvados, se hacen de un tiempito para tomarse un té.
En el año 2013 se estrenó Nada es lo que Parece, un entretenido título con personajes adecuadamente desarrollados, una trama con mucho misterio y -guardando coherencia con el mundo de la magia- con más de una sorpresa en la manga. Tres años más tarde y con algunos cambios en el reparto nos llega Nada es lo que Parece 2, una secuela que tiene (entre otras carencias) la ausencia de sorpresas de la original. No fue magia… pero se suponía que debía serlo El cuarteto de magos conocido como los cuatro jinetes (con una nueva incorporación femenina) intentanNada es lo que Parece 2 2 exponer la estafa de un magnate del software, solo para que sus identidades sean expuestas por un genio de la tecnología que los secuestra y los obliga a usar sus dones realizando un robo de alta tecnología en la ciudad china de Macao. El cuarteto tendrá que buscar la manera de realizar la hazaña e intentar exponer en el proceso a dicho genio para limpiar su nombre. El guion de la película durante su primera mitad es bastante fluido, cayendo en una densa meseta en su segunda mitad. Hay relaciones y subtramas que no se desarrollan del todo, y si lo hacen es forzado; se les acababa la película y tuvieron que terminar como podían lo que empezaron. Aparte, cabe aclarar que incurre en situaciones que no son solo incoherentes dentro de la lógica interna de la película, sino dentro de la lógica establecida en el film original. La primera cinta tenía unos cuantos secretos y sorpresas, un halo de misterio que en la segunda brilla por su ausencia. Como si esto fuera poco, la trama trata de meter escenas de humor que resultan ser tan forzadas como carentes de gracia. Por el costado de la técnica, goza de una fotografía decente y una dirección de arte que hace énfasis en las locaciones asiáticas donde se encuentran los protagonistas. A esto se le suma un pronunciado uso de la música incidental, como si de un espectáculo de magia se tratara. En el costado de las actuaciones, tenemos correctos trabajos interpretativos de todos los actores involucrados (Mark Ruffalo, Michael Caine, Morgan Freeman, Woody Harrelson, Jesse Eisenberg) pero destaco a Daniel Radcliffe como el villano en cuestión, quien a pesar de algunos histrionismos que no lo ayudan en nada, entrega un esfuerzo noble y ratifica el compromiso (por el momento exitoso) de querer trascender más alla de Harry Potter. No obstante, debo señalar que Lizzy Caplan (quien viene a ocupar el lugar que era de Isla Fisher en la original) lleva la naturaleza insoportable de su personaje más allá de las simples exigencias del guion. Conclusión: Nada es lo que Parece 2 es un título que perdió, irónicamente, la magia de su original con una secuela que empieza dinámica, pero se acaba desgastando por un ritmo cansino, situaciones incoherentes y un intento de humor notoriamente forzado que no produce los resultados deseados.
“Nada es lo que Parece 2”: algunas segundas partes sí son buenas Hace tres años llegaba a la pantalla de los cines “Nada es lo que Parece” (Now You See Me, 2013), un filme que contaba la historia de cuatro magos con distintas habilidades –J. Daniel Atlas (Jesse Eisenberg), Henley Reeves (Isla Fisher), Jack Wilder (Dave Franco) y Merritt McKinney (Woody Harrelson)– que eran reclutados para formar un grupo llamado Los Cuatro Jinetes. El cuarteto realizaba increíbles espectáculos de magia e ilusionismo con la única finalidad de cometer robos. Por supuesto eran perseguidos por la ley, en este caso por el agente del FBI Dylan Rhodes (Mark Ruffalo). Finalmente se descubría que todos estos hechos delictivos tenían una finalidad: por un lado, la persona que los reclutó tomaba venganza de un hecho ocurrido muchos años atrás, y por el otro el cuarteto podía acceder a una sociedad secreta de magos llamada El Ojo. Dinámica, sorprendente y bien ejecutada, la película cerraba redondita y tenía un final digno de sonrisas y aplausos. Y ahora tenemos la chance de disfrutar, en grande, “Nada es lo que Parece 2” (Now You See Me 2, 2016). Ha pasado un año desde que Los Jinetes desaparecieron, y durante todo ese tiempo se han estado preparando para estar al servicio de El Ojo. Dylan sigue trabajando para el FBI, desviando la atención de las autoridades para que no puedan dar con ellos. Ahora, ha llegado el momento de que vuelvan a aparecer –con la incorporación de una nueva integrante llamada Lula (Lizzy Caplan)– para que desenmascaren a un magnate tecnológico. Pero algo sale mal y alguien boicotea el espectáculo, revelando la identidad de Dylan como líder del grupo y además secuestrando a los magos. Ese alguien es Walter Mabry (Daniel Radcliffe), el socio supuestamente muerto del empresario que iban a exponer ante el público. Para recuperar su libertad y su reputación, los obligará a robar un chip capaz de acceder a todas las computadoras y dispositivos del mundo que tiene su exsocio. Mientras tanto, Dylan se tendrá que asociar con Thaddeus Bradley (Morgan Freeman) para tratar de encontrarlos y ver quién es el que realmente está detrás de todo lo que está pasando. No la tenían fácil los realizadores de este filme. La primera película había sido un gran éxito, particularmente porque era compacta, con actuaciones estelares (reunía a un elenco increíble), con una trama que mantenía al espectador más que atrapado todo el tiempo y con el atractivo de los trucos de magia. Salió el francés Louis Leterrier y entró como director Jon M. Chu, que venía de cosas como “G.I. Joe: El Contraataque” (G.I. Joe: Retaliation, 2013). Nada muy promisorio, pero acá sale mucho más que airoso. La mayor contra que tenía este largometraje era que los puntos fuertes de la primera eran difíciles de superar (la sorpresa, la frescura, la originalidad, la vuelta de tuerca) porque el espectador iba a estar atento y advertido de todas esas cosas. Pero increíblemente sale airosa y logra superar esas “contras” con creces e, incluso, redoblar la apuesta. Desde que arranca, el film vuelve a captar la atención del público y no lo suelta, en una vorágine que hace que la gente pida más y más. Estén atentos a la escena del robo del chip que es estupenda. Si se preguntan por qué Isla Fisher no aparece, simplemente es porque estaba embarazada pero estará en la tercera parte. ¿Tercera parte? Sí, se anunció que habría otra incluso un año antes de ésta, y que saldrá en 2017 o 2018. Bienvenida sea. Si tienen planes de ir al cine, no lo duden ni por un instante: “Nada es lo que Parece 2” es su película. Además, aparece Harry Potter, y eso hace que la magia esté asegurada.
La secuela del inesperado éxito de 2013 reúne a un notable grupo de actores –Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Mark Ruffalo, Daniel Radcliffe, Michael Caine y Morgan Freeman, entre otros– para una nueva aventura internacional de este extravagante grupo de magos e ilusionistas. Con un elenco de grandes nombres que parece sacado de una película de superhéroes de Marvel o DC Comics, NADA ES LO QUE PARECE 2 intenta, nuevamente, combinar un tipo de entretenimiento más clásico y de engaños con el –aparentemente requerido por alguna ley– espectáculo de acción y efectos especiales. No es que la película no los requiera, pero en su formato un tanto más humano, como el del primer filme, los resultados eran un tanto más efectivos. La secuela del sorprendente éxito de 2013 vuelve a reunir a los cuatro magos e ilusionistas (con el no del todo aclarado reemplazo de Isla Fisher por Lizzy Caplan) y los sigue a lo largo de una serie de situaciones en las que, bueno, como dice el efectivo título local, nada es lo que parece ser. Reunidos para detener a una suerte de Steve Jobs que tiene una compañía telefónica que habilita a los smartphones a espiar a sus usuarios, los magos terminan siendo desviados a Macao –la versión china de Las Vegas, que es como aquí la describen– para continuar la historia de la película anterior. Convendrá estar al tanto de la primera parte para tener una idea de lo que está pasando. Si no lo hicieron, el director Jon M. Chu (G.I. JOE: EL CONTRAATAQUE) se ocupará de explicar lo necesario a través de la voz en off del inimitable Morgan Freeman. Los magos en cuestión (Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Dave Franco, Caplan y, ahora ya abiertamente, Mark Ruffalo) son perseguidos por los despistados del FBI, por el propio Freeman –quien fue el único que terminó en la cárcel luego del primer filme y quiere vengarse de ellos– y por un millonario que encarna Daniel Radcliffe y que tiene que salvar el honor de su padre (Michael Caine), una de las víctimas del engaño del filme original. El ritmo narrativo es veloz y, aunque su trama es completamente implausible, la película logra ser ligeramente entretenida, si bien no logra sostenerse durante las dos horas que dura. Trucos sobre trucos sobre trucos, engaños sobre engaños sobre engaños, suerte de NUEVE REINAS en versión James Bond, el filme cuenta con escenas intensas en una antigua tienda de magia de Macao, en las callejuelas de esa ciudad y en su museo de ciencia (acaso la mejor de todas) para tener su “grand finale” alrededor de Londres. Si la primera película, dentro de su enorme gama de implausibilidades, mantenía un tono juguetón y hasta se limitaba en sus excesos, en NADA ES LO QUE PARECE 2 todo se vuelve gigante, al punto que los magos en cuestión bien podrían ser superhéroes y tener algún tipo de poderes ya que no hay demasiada diferencia entre lo que unos y otros pueden y logran hacer. Solo que aquí, al menos, no tienen nombres absurdos… El sólido elenco muchas veces logra superar las limitaciones del guión y de los malos chistes (no en todos los casos, como sucede con el personaje del mellizo que uno de ellos resultará tener) y ofrece algunos momentos de quimica y camaradería bastante simpáticos. Es como si el elenco le guiñara un ojo al espectador respecto a lo que está sucediendo. Chu –quien también dirigió un par de documentales sobre shows en vivo de… Justin Bieber– no tiene una particular marca estilística pero logra que la acción y las vueltas de tuerca se sigan con cierta eficiencia. Nada de lo que sucede, finalmente, tiene mucho sentido. Pero su habilidad, como la de sus protagonistas, está en tenernos pendientes de un largo truco y mostrarnos una cosa por otra a lo largo de dos horas.
El poder del engaño 2.0 Los cuatro jinetes están de regreso, con algunas novedades y muchas expectativas multiplicadas para esta secuela que presenta a Daniel Radcliffe (el ex Harry Potter que sigue asociado a la magia) como uno de sus interesantes guiños. El resto, más de lo mismo pero a la altura de las circunstancias. Nada es lo que parece (Now you see me, 2013) presentaba una banda de ilusionistas que realizaban shows multimedia presentándose ante el público como estrellas de rock. El ritmo arrollador que incluía cámaras movedizas e imágenes computarizadas daban la experiencia de estar en una montaña rusa de emociones. La banda estaba compuesta por Atlas, un prestidigitador (Jesse Eisenberg), McKinney, un mentalista (Woody Harrelson), Henley, una escapista (Isla Fisher) y Jack, un estafador (Dave Franco). En esta segunda parte Henley es reemplazada por Lula (Lizzy Caplan) y nos trae a los cuatro reapareciendo en escena con la ayuda de Dylan Rodhes (Mark Ruffalo) del FBI. Pero son engañados por Walter (Daniel Radcliffe), un magnate de la tecnología aficionado a la magia, y obligados por él a recuperar un chip. También retornan los personajes de Morgan Freeman y Michael Caine. Lo novedoso que presentaba la primera película deja de sorprender en esta secuela. Combinar magia, asaltantes de bancos y conspiraciones policíacas fue una gran idea que sumada a su multiestelar elenco revitalizaba este tipo de historias trilladas. La fusión de fórmulas preexistentes era y es funcional a los tiempos de híper conectividad. Sin este valor pero con un par de elementos fuertes, la continuación se mantienen a flote: la dupla compuesta por Woody Harrelson (aquí por partida doble ante la aparición de su hermano gemelo) y Jesse Eisenberg, logra el feeling suficiente para hacer efectiva la trama y seguir sus aventuras más allá de todo verosímil. La incorporación de Daniel Radcliffe como un desaforado aprendiz de trucos es interesante, mientras que trasladar la acción a China termina por darle el matiz estético adecuado. Recordemos que su director Jon M. Chu (G.I. Joe: El contraataque) es de descendencia asiática. ¿Nada es lo que parece 2 (Now you see me, 2016) podría estar mejor? Si, del mismo modo que sucedía en la primera parte se deslizan situaciones interesantes que el mismo vértigo del relato las olvida sin retomarlas nunca: la privacidad en la era tecnológica y los jinetes en el rol “Robin Hood”, robando a los ricos para darle a los pobres. Sucede que en su incesante zigzagueo la trama trata de engañar al espectador del mismo modo que los ilusionistas a los malhechores. En definitiva, importa más el efecto generado que aquello que se narra. Justo ahí, cuando la forma olvida el contenido aparece ese gran y poco valorado actor que es Woody Harrelson, para darle humanidad y carisma a la historia, tomándose no muy en serio su personaje del mismo modo que los siempre solventes Michael Caine y Morgan Freeman, tipos que aportan su rostro y las escenas se elevan con su mera presencia. No mejoran una película que cumple, pero le dan el salto de calidad que necesita.
Un traumático episodio de bullying al gordito de la clase sirve como prólogo para esta buddy movie, comedia de compinches que se reencuentran muchos años después. El gordito se ha transformado en un musculoso espía, metido en problemas y con corazón de niño; el amigo, que fue el ganador del colegio, lleva un presente gris. Es un esquema algo transitado para desarrollar el argumento, que incluye aventuras a los tiros, huídas y un baile de ex alumnos como corolario. La gracia la ponen los protagonistas, Dwayne "La Roca" Johnson y Kevin Hart, con buena química y capacidad para reírse de sí mismos. Y no ta vayas apurado de la sala, que hay bonus.
Un elenco de lujo, con poca magia Nada es lo que parece 2 no logra estar a la altura de su antecesora. Quien se luce y sorprende es Daniel Radcliffe, cada vez más afilado como actor. Divertida y con acertados cruces conceptuales entre la ilusión inherente del cine y el arte del engaño, o para decirlo más amablemente: de la magia. Así fue la primera entrega del 2013, que ahora se convertirá en trilogía. Louis Leterrier dirigió aquel filme inaugural, un realizador con escaso IQ pero que en ese entonces contó con un guion chispeante y un diseño de producción estruendoso que disimuló su déficit. Lo bendecía, además, un elenco de primera línea. Quien se puso al mando de esta esperada secuela es Jon M. Chu. En su prontuario, encontramos los documentales de Justin Bieber, G.I. Joe: La venganza, y Jem y los Hologramas. El guionista es el mismo de la primera, esta vez con varios colaboradores tratando de darle coherencia a una propuesta que se quedó sin cartas sobre la mesa. Allí está el conflicto central de Nada es lo que parece 2: las vueltas de tuerca se cantan antes de que sucedan; cada mirada y situación ambigua alerta impúdicamente al espectador y le arrebata su ingenuidad. Quizás el modus operandi de la primera, con trompos de engaños y revelaciones, no debería haberse replicado, al menos que la apuesta se subiese con elegancia y dosis de autoparodia. Semejante inverosimilitud pretende despistarse bajo un ritmo aparatoso. Ante las insistentes incoherencias, Jon M. Chu apela a un montaje paralelo y confuso que resuelve las secuencias a puro capricho, quizás exceptuando aquella del robo de una tarjeta que guarda los datos privados de la población mundial (?), único momento cinematográficamente eufórico y relajado. Las motivaciones de los personajes convierten a estos magos en parapléjicos emocionales: Mark Ruffalo lidia con la muerte de un padre ahogado, Jesse Eisenberg destroza su carrera con sus habituales gestitos de loser cool, Woody Harrelson enfrenta a un hermano gemelo vengativo y Lizzy Caplan –nueva incorporación femenina porque Isla Fisher se fugó del proyecto–, se parece más a una groupie de Marama que a una maga talentosa. Morgan Freeman deambula por el set para explicarnos con voz radial los cabos sueltos, mientras Michael Caine ejecuta sus ademanes de gentleman en piloto automático. Pero quien sobrecarga de auténtico carisma sus escenas es Daniel Radcliffe, dignificando líneas de diálogo absurdas y encontrando el equilibrio justo entre cancherismo y sutileza dramática. He allí el único mago en este truco fallido de más de dos horas.
La primera aventura de los cuatro magos ladrones-justicieros fue un bálsamo original para el cine de acción y gran espectáculo. Tenía una linda historia, tenía personajes atractivos y, sobre todo, hablaba del cine a través del ilusionismo. Y era enormemente divertida. Esta segunda parte tiene muchos de los elementos de la primera (especialmente la enorme simpatía de todos los actores involucrados) y momentos espectaculares. Le falta la linda historia, que era lo que terminaba justificando todos y cada uno de los trucos sobre los que se sostenía el impacto visual del film original. Dicho esto, hay algo que hace de este film algo más querible de lo que podría considerarse a primera vista: es evidente que los intérpretes se divierten mucho con lo que están haciendo. ¿Recuerdan La gran estafa 2, de Soderbergh, donde en realidad el gran “robo” era afanarse una mochila en un tren? Esa película funcionaba porque los actores estaban divirtiéndose todo el tiempo. Pues bien, aquí sucede lo mismo: son una banda de comediantes mostrándonos por qué es divertido y alegre hacer películas. Es cierto que en muchos casos parece una especie de broma interna, de esas que deja afuera a los no enterados, pero ahí es donde aparece la exhuberancia visual. Probablemente algunos espectadores salgan decepcionados u olviden las alambicadas peripecias del asunto pocos segundos después de dejar la sala, pero la honestidad del film y su intento de confiar en el ingenio del espectador le otorgan un plus que otros grandes espectáculos no tienen.
¿Y la magia dónde está? En "Nada es lo que parece 2" los cuatro jinetes vuelven a la luz pública pero un nuevo enemigo se propone arruinar su golpe más espectacular. Si bien las actuaciones protagónicas encuadran en el estilo y ostenta un pobre guión, el filme se salva gracias a Mark Ruffalo. Por algún motivo incomprensible llega a las salas esta secuela de los magos en clave "superhéroes", justicieros o Robin Hoods. Sin la intención de ser peyorativo, "Nada es eso lo que parece 2" es innecesaria porque ni siquiera desde el final de la primera parte se asume que la historia podría continuar. De todas maneras, la apresurada réplica del filme colma las salas haciendo gala de sus trucos de magia, que antes caían simpáticos pero ahora sólo demuestran falta de ideas. Todo transcurre un año después de que Los cuatro jinetes (Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Dave Franco, Mark Ruffalo) y el reemplazo de Isla Fisher, Lizzy Caplan consigan la admiración pública tras “ajusticiar” al empresario Arthur Tressler. Walter Mabry (Daniel Radcliffe) se presenta como un fan del grupo -pero no oculta para nada que tiene malas intenciones - y los amenaza de muerte si no roban un proyecto que él dice haber creado junto a un amigo, que se robó todo el crédito. Dylan Rodhes (Mark Ruffalo) deberá rescatar a su equipo antes de que sea demasiado tarde, sin demasiada intervención en toda la película más que mostrarse como el jefe. El de Rhodes es el “papel principal” más secundario que se vio en el cine, pero se entiende porque su juego ya fue descubierto en la primera parte. Malas ideas Si bien las actuaciones protagónicas encuadran en el estilo y ostenta un pobre guión, el filme se salva gracias a que Mark Ruffalo en pocas palabras puede trasmitir incluso más que lo que la intención del filme propone, resulta inadmisible desaprovechar a Morgan Freeman y Cane, casi un pecado. En cambio se pondera a la nueva generación como Radcliffe, que sale airoso en una película de magos mostrándose como villano y afortunadamente no nos recuerda a su rol de Harry Potter (punto para él). El sorpresivo éxito de "Nada es lo que parece" le jugó en contra a una producción que quiso repetir la fórmula y devino en la clásica rutina: congelar a los protagonistas (inventar un hermano gemelo a uno de ellos no es innovador) sin dar un desarrollo a sus personajes, obligándolos a ser igual de soberbios, inocentes y ¿graciosos? que en la anterior entrega. Desgraciadamente, el truco de desviar la atención para maravillarnos cual mecanismo de mago, en esta ocasión no funciona simplemente porque todo el tiempo esperamos ese quiebre, genera expectativa, y el desenlace mágico es bastante ordinario. Lo asombroso es la falta de imaginación para inventar algo más contundente, más si nadie espera lógica y en un caso así (filme de ilusiones) es preferible pasarse de ridículo que de pacato.
Podría decirse que el titulo en español es preciso en relación al producto final expuesto, luego de la interminable extensión de más de 2 horas que dura la película, es sólo un refrito. Si el primero fracasaba desde el lugar en que se quería presentar, esto es algo así como un homenaje al cine, donde se establece que todo no es más que una ficción sin negar su realidad. No llegando nunca a lo establecido por, como ejemplo valga, “Mentiras verdaderas” (1994). Sin embargo terminaba resultando entretenida, pues su apuesta más fuerte, en cuanto a mantener la atención del espectador, residía no sólo en la magia por si misma, articulada en las imágenes espectaculares, sino que radicaba principalmente en la presentación, desarrollo de los personajes y sus relaciones.. Un año después los 4 jinetes, como fueron conocidos, retornan a la luz, convocados por el mismo mentor. Dylan Rhodes (Mark Ruffalo). pero no todos están de regreso. El ilusionista Daniel Atlas (Jesse Eisenberg); el hipnotista Merritt McKinney (Woody Harrelson), y el mago callejero Jack Wilder (Dave Franco). La ausencia de Henley Reeves (Isla Fisher) se hace notar, pues su reemplazante Lula (Lizzie Caplan) no puede ni desde el personaje ni desde la interpretación hacer que nos olvidemos de la bella y talentosa pelirroja. Agregado a estos también repite en los antagonistas malos por antonomasia, Thaddeus Bradley (Morgan Freeman) y Arthur Tressler (Michael Caine), a quienes se le adosa Walter Mabry (Daniel Radcliffe) quien personifica a un excéntrico millonario, malévolo por definición, aplicado como el promotor del accionar de los jinetes a través de una supuesta manipulación de los hechos, ocultando un tema de la venganza. Sólo establece que el bueno de Daniel cree seguir siendo Harry Potter, quien ahora con cara de enojado cada vez que su rostro aparece en pantalla, tal si fuera un rictus facial. Si bien la trama central es esta, la sub trama, aquella que debe funcionar en paralelo, es la que termina por imponerse como determinante en la progresión dramática, Dylan Rhodes de niño fue testigo presencial de la muerte de su padre, un emulo fallido desde todo punto de vista, de Harry Houdini. Esto se debe a la capacidad actoral de Mark Ruffalo y no al guión, la chatura en este respecto de los personajes se debe a dos razones, la primera es que no hay conflictos internos en los personajes, la segunda es que no hay dobleces ni nada nuevo. La otra variable de interés es el juego especular que intenta establecer a partir del personaje de Merritt McKinney, desplegando el reverso de él mismo en el cuerpo de su hermano gemelo, en quienes recae los momentos de comedia, pero también se queda en la mera presentación. No exento de muy buen montaje, esto dicho desde la yuxtaposición de los planos, pero no en tanto necesidad de dar cierta cadencia o ritmo al relato, buena fotografía, buen diseño de sonido y algunas muy buenas actuaciones. Todo termina siendo, además de aburrido, explicado verbalmente, el engaño, los trucos, hasta el referendo histórico infantil de Dylan. El director John M. Chu (“G.I. Joe 2”, 2013) conjuntamente con sus guionistas, supuestamente hay y es más de uno, sólo logran refrendar el primer filme, pero de mala manera y por momentos muchísimo más confusa, ntentando no transmutar nada, por lo que explica la sensación permanente que todo es una excusa financiera. La primera tuvo un gran éxito de taquilla y la segunda cierra abriendo la posibilidad de una tercera entrega.
No fue magia El punto de partida de Nada es lo que parece 2 resulta tan bueno que funciona casi en forma automática, independientemente de lo que la película haga o deje de hacer: unos ladrones, maestros en el arte de los trucos y la manipulación, son dirigido por una organización misteriosa con el fin de desenmascarar grandes estafas en público. Todo marcha bien hasta que los protagonistas resultan engañados y obligados por un gángster a robar un chip. Los delincuentes de buen corazón, cooptados por el villano, tienen que efectuar un golpe imposible mientras piensan cómo burlar su control: no importa qué tan gastada parezca, la fórmula mantiene intacto su encanto cinematográfico. El problema es que en Nada es lo que parece 2 la magia no es solo un tema, sino también un procedimiento. La mentira elaborada pasa de los hechos de la ficción a la manera en que la película diseña su relato: la narración misma deviene un engaño encargado de desviar la atención para sorprender al espectador con soluciones inesperadas. Pero magias hay muchas, empezando por la negra y la blanca, y también existe el ilusionismo. Se me ocurre que la diferencia entre uno y otro tiene que ver con los materiales puestos en juego: el mago cuenta con un aparataje reducido, muchas veces limitado solo a su propio vestuario, y con su destreza para mostrar y ocultar, como pasaba en los actos de prestidigitación de René Lavand, que eran impresionantes justamente por la precariedad de los recursos disponibles, por lo general solo un mazo de cartas, una mano y un paño. En cambio, el ilusionismo, que puede hacerse aparecer (o desaparecer) cualquier cosa, por ejemplo, un avión, como hizo alguna vez David Copperfield, es claramente otra cosa: un espectáculo a gran escala. Una proeza semejante es de carácter técnico y ya no depende de la habilidad o el carisma de la persona, sino de un complicado dispositivo que lo excede. Nada es lo que parece 2, al igual que sus personajes, gusta de esta clase de show, y el relato se construye a partir de giros narrativos y cambios repentinos en la trama que tratan de llevar la conmoción propia del ilusionismo a la experiencia de la sala. El efecto es contraproducente: la película pierde tiempo explicando sucesos como si fueran trucos (aunque se sabe que un mago jamás devela sus secretos), y la seguidilla de vueltas de tuerca hace que ese mundo se resienta: si los personajes pueden desvanecerse prácticamente de un lugar, liberarse de cualquier trampa con apenas un movimiento de manos, o anticipar y desmontar ingeniosamente cada uno de los contratiempos que se les presentan, la historia pierde afectividad y los protagonistas, humanidad. La película atenta contra sí misma: el guion acostumbra a su público a esperar siempre el giro, la vuelta de tuerca impensada, y eso genera una expectativa que se trata de satisfacer sobreexigiendo el relato y perdiendo de vista a los ladrones, todos personajes interesantes y bien compuestos que podrían soportar el peso de la película por sí solos. La dupla de Jesse Eisenberg y Woody Harrelson, por ejemplo, puede construir casi cualquier cosa: comedia, drama y todo lo que hay en el medio (pero esto ya se sabía desde Zombieland); Daniel Radcliffe hace a un villano hiperkinético y pasado de rosca; Mark Ruffalo se muestra sobrio y, algo raro, sin sus tics. Nada es lo que parece 2 habla de la magia, pero en verdad le interesa la espectacularidad del show, el golpe de efecto; Jon M. Chu es un ilusionista. Sobre el final, los héroes realizan trucos en distintos lugares de la ciudad, y el de Daniel Atlas (Eisenberg) consiste en controlar el agua de la lluvia a voluntad, como lo haría Dios: aunque después se revele el artificio, la película presenta ese momento deteniendo las gotas y moviéndolas de acuerdo con las órdenes del personaje. La falsedad del truco y el peso de lo digital son evidentes desde el comienzo: el trabajo visual se nota y el truco nunca es creíble (como las cientos de palomas que salen del vestido del personaje de Lizzy Caplan al mismo tiempo en otra parte de la ciudad). No es casual que los mejores momentos de la película sean justamente los que obligan al director a contar en profundidad una única situación y lo liberan de la necesidad de jugar a la sorpresa con la historia, como la escena del robo del chip, donde los personajes burlan la seguridad del lugar prácticamente violando las leyes de la física: allí la película encuentra un ritmo notable y un gran timing para la comedia y el suspenso. Pero, al igual que la primera aparición (frustrada) del grupo, se trata de momentos esporádicos: el resto del tiempo, el guion está demasiado ocupado en producir novedades y chispazos narrativos como para atender a cualquier otra cosa.
DEMASIADOS DOBLECES Mientras la veía, a medida que iba desarrollándose el argumento de Nada es lo que parece 2 me preguntaba: ¿cuántas veces se puede doblar una servilleta de papel sin que esta se deforme y convierta en algo irreconocible? Sin pretender un número como respuesta se me antojó un resultado similar a lo que sucede con esta película; da demasiados giros, demasiados intentos de sorpresa, demasiados artilugios que terminan desvirtuando el sentido de la historia y acabando con lo que debía ser la magia de una ilusión bien planificada. Una servilleta doblada tantas veces pierde su elegancia, su forma y su razón de ser, y aquí pasa lo mismo. Hay que recordar que la primera entrega de Nada es lo que parece contaba las andanzas de Los cuatro jinetes, una suerte de escuadrón de ilusionistas contratados por el magnate Arthur Tressler (Michael Caine), que decidieron dedicarse a desbaratar a estafadores hasta que se meten en problemas cuando van tras quien los contrata. En ese equipo lideraba Daniel Atlas (el entonces melenudo Jesse Eisenberg), seguido por el experimentado hipnotizador Merritt McKinney (Woody Harrelson), el pícaro principiante Jack Wilder (Dave Franco) y la bella del team, Henley Reeves (Isla Fisher). Su máxima travesura, la de robar un banco en París mientras daban un show en Estados Unidos y luego repartían el dinero entre su público, provocaba que el agente del FBI Dylan Rhodes (Mark Ruffalo) los persiguiese como un sabueso con la ayuda de su colega parisina, le hermosa Alma Dray (Mélanie Laurent) y un desmitificador de magos interpretado por el eterno Morgan Freeman. Todo transcurría con un escape ingenioso tras otro hasta que llegaba el desenlace que por supuesto “no era lo que parecía”. Hay que reconocer que esta primera parte tenía cierta “magia” y lograba que el espectador entrara en el juego y se dejara ilusionar como si fuese parte del truco y acompañara sin chistar los rebusques del guión y a las vueltas de tuerca aplicadas más allá de lo aconsejable. Los avances prometían algo que finalmente cumplía. Pero en el caso de su secuela, estos giros son mucho más inverosímiles, carentes de lógica y auto expuestos como artífices de un engaño que satura. En Nada es lo que parece 2 la historia se retoma con algunos cambios; el personaje de Ruffalo es cómplice de los jinetes aunque intenta seguir ayudando desde dentro de la fuerza, su ex compañera ya no está así como tampoco la jinete interpretada por Isla fisher que esta vez es reemplazada por la graciosa aunque un poco sobreactuada Lizzy Caplan, encarnando a la incansable Lula. Hay personajes nuevos, como el gemelo de Harrelson interpretado por él mismo como si fuese un villano del Batman de los 60, y una implacable agente del FBI que viene a ser la nueva sabueso que le pisa los talones a nuestros héroes. Retoma Bradley (Freeman), el maestro del engaño que comienza encerrado en prisión tal como quedó en la anterior y vuelve Tressler (Caine), afianzando a su villano a la vez que lo hace más pintoresco. La sorpresa la da Daniel Radcliffe, que hace de un joven millonario deslumbrado por las hazañas de los Jinetes y decide contratarlos, algo que, por supuesto, tampoco será tan simple como parece. Pero ni los agregados al casting ni los giros de la historia logran enganchar lo suficiente. Del mismo modo, los trucos pierden su gracia al servirse demasiado del método digital. Como ejemplo pongo la escena del naipe volador, en la que el espectador puede ver cómo una carta de baraja que contiene algo valioso sirve de transmisor entre los miembros del equipo, quienes van arrojándosela para burlar constantemente a la vigilancia y poder extraer de un lugar de máxima seguridad su contenido. Es tan burda y extensa la animación del naipe que termina aburriendo y borrando cualquier atisbo de sonrisa cómplice que se intente esbozar. Y como ese hay unos cuantos trucos más que pierden la gracia, ya que la ilusión fue retocada e imperdonablemente se le ven todos los hilos. El final también es lamentable en cuanto a lo retorcido y predecible con respecto a quién es quién. Tanto como las hordas de fans que acompañan a estos jinetes y que parecen estar al tanto al detalle y en masa de cómo realizan todos sus trucos para zafar, y logran así estar, hasta ellos, un paso más adelante que sus poderosos enemigos. Pero no cuestiono al verosímil, algo muy subjetivo y propio de quien desea ser convencido para disfrutar, sino a la lógica de ese universo que de tanto que va y viene y se retuerce, termina despedazado y con las piezas del rompecabezas puestas con calzador. Tienen razón ambos títulos, tanto el “Ahora me ves” si traducimos literalmente al original Now you see me que presume que luego y como en cualquier truco viene el “ahora no me ves”, como el “Nada es lo que parece”, porque parece divertida y una digna continuación y nada de eso es. Incluso da para sumarse al exitismo deportivo y decir que si viviera René Lavand y con una sola mano, a estos pibes se los come crudos. Sin post-producción, claro está.
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Luego del sorpresivo éxito en 2013 de Nada es lo que parece la posibilidad de una secuela era casi una obviedad. Pues bien, tres años después, el grupo de magos ilusionistas justicieros reales regresa para una nueva aventura contra la ley y a favor del espectáculo. Cambio de director mediante, se va Louis Leterrier entra Jon M. Chu, la historia se sitúa un año y un par de meses de los hechos ocurridos antes. Ya se sabe, Los Cuatro Jinetes encarcelaron al ilusionista timador Thaddeus Bradley (Morgan Freeman) y descubrieron que quién movía los hilos desde las sombras era su presunto captor, el Agente Rodhes (Mark Ruffalo). Ahora están otra vez frente a la luz pública, planean realizar otro show grandilocuente, y mediante él deschavar la maniobra de un magnate informático que manipula la información privada de los usuarios. Las cosas no salen como las planearon, son nuevamente expuestos, y la cacería hacia sus personas vuelve a comenzar. Cada uno seré expuesto a desafíos acordes que deberán resolver para revelar la verdad; o algo así. Nada es lo que parece 2 debería ser presentada en los manuales de cine como ejemplo de secuela que busca repetir “los logros” de la primera entrega. Todos, todos los lugares comunes de las secuelas sin vida propia son visitados aquí. Aumenta la cantidad de personajes, aumenta la cantidad de secuencias “mágicas”, pareciera manejar una escala más grande en cuanto a escenarios (internacionales) y parafernalia, y repite todo lo que los seguidores quieren ver. Si la premisa del filme original mantenía un verosímil muy delgado y se sostenía gracias al carisma de sus protagonistas; Ed Solomon (también guionista de la original) fuerza tanto ese verosímil en la secuela que termina logrando romper el fino hilo. El carisma del equipo, expuesto a repetir todo lo que ya le vimos hacer, esta vez no soluciona el asunto. ¿Son ilusionistas, pero tienen poderes especiales reales? Este interrogante también es más confuso esta vez; porque los desafíos a los que son expuestos los jinetes no tienen ni un planteo ni una resolución demasiado clara desde lo factible, aún con trucos de magia. Jon Chu (cuyo último trabajo antes de este fue dirigir la vergonzosa ¿adaptación? Al cine de Jem & The Holograms) decide otorgar presunto ritmo a través de un montaje rabioso y convulsivo, acelerar los diálogos, y multiplicar las luces aún más que lo hecho por Leterrier. En cuanto al elenco, tres de los cuatro jinetees son los mismos, Merritt (Woody Harrelson), Jack (Dave Franco), y Danie (Jesse Eisemberg), todos sabiéndolo que tienen que hacer, bien, casi de modo automático “imposible de fallar”. En cuanto al cuarto integrante, el ingrediente femenino, Isla Fisher es remplazada en esta ocasión por LIzzy Caplan en plan hiperkinérica y verborrágica comic relief que resulta anti climática y de por más molesta, lejos de la sensualidad de Fisher. También se suma Daniel Radcliffe, que de magos con poderes algo sabe, en el rol del desafiante, correcto, aunque algo incómodo. Hasta aquí todo pareciera ir cuesta abajo para esta secuela, sin embargo, nobleza obliga, vale aclarar, que el resultado que entrega es para el placer puro de los fans de la original, que los tuvo y varios. El problema es que no aporta nada nuevo, busca una excusa para poner a los personajes otra vez a rodar, les busca un nuevo villano, y listo, es ver otra vez la misma historia con nuevas pruebas. Quines hayan disfrutado de la primera entrega y se quedaron con ganas de más, tendrán su alma satisfecha, quienes esperaban que esta vez las cosas mejoren, pues no, todo está ahí. Más espectacular, más rítmica, más apoyada en el humor, menos original; Nada es lo que parece 2 es como ir a ver ese show del mago con trayectoria a punto de retirarse, ya le conocemos todas sus trampas, sus mañas y sus lugares secretos; pero mantiene ese timing de la práctica para saber cómo hacerlo y darle a su público seguidor lo que vinieron a ver, más de su persona. Con una pequeña diferencia, estos magos no están a punto de retirarse, pese a no haber alcanzado los niveles en taquilla local de su predecesora, la tercera entrega ya está asegurada; esperemos que para esa oportunidad se hayan aprendido algún truco nuevo.
Otra secuela que abusa de su fórmula inicial Con "Now you see me 2" me pasó algo que suele pasar con la mayoría de las secuelas de buenas películas originales que no se arriesgan y refritan su fórmula inicial para mantenerse dentro de los márgenes seguros de recaudación. Algunos casos puntuales de este fenómeno pueden ser "¿Qué pasó ayer? 2", "Men in black 2" o "Sinister 2". Ofrecen una continuación que si bien mantiene elementos que hicieron exitosa a la película en primer lugar, no aporta nada nuevo a la escena y potencia la pirotecnia visual olvidándose de mejorar el guión inicial. El caso de los carismáticos ilusionistas justicieros no escapa a este problema. Para empezar, hicieron oídos sordos a una crítica fuerte que tuvo la primera entrega y que tenía que ver con la viabilidad de ciertos trucos que mostraban en pantalla. Lo ideal hubiera sido que para esta secuela buscaran trucos igual de sorprendentes que en el primer film pero con un mayor sustento científico que permita explicarlos. Acá pasó prácticamente lo contrario. Se incluyeron ilusiones más sorprendentes pero a la vez más inverosímiles. Eso en mi opinión, le quita atractivo a la historia. Por otro lado, se hicieron algunas incorporaciones al elenco que no me convencieron demasiado. Caso del hermano del personaje de Woody Harrelson que directamente parece una tomada de pelo. Otros casos flojos son el personaje de Daniel Radcliffe y Sanaa Lathan. Los tres me parecieron sobreactuados y con personalidades para nada seductoras, por el contrario los tres resultaban muy estereotipados e irritantes. Lo que creo que mantiene a flote a esta franquicia es el peso y el carisma del reparto original que incluye nombres como Mark Ruffalo, Jesse Eisenberg, Morgan Freeman, Woody Harrelson y Michael Caine. También está la cuestión de ver nuevas aventuras y trucos de ilusión que parecen imposibles (de hecho varios de ellos lo son), pero justamente me parece que esto es lo que está en mayor riesgo de perder su poder. El impacto de ver estas ilusiones en la primer entrega se disipa un poco y da más lugar al escepticismo. Lo que atontaba y convencía originalmente ahora está visto sin el efecto sorpresa y analizado con mayor ojo crítico. Me parece que la franquicia puede sobrevivir a una tercera entrega pero sólo si reinventa y presta más atención al guión. El que aprobaron para esta segunda entrega es demasiado básico y exagerado.
Los ilusionistas Dirigida por Jon M. Chu, Nada es lo que parece 2 (Now You See Me 2, 2016) es una buena segunda parte que no decepcionará a los espectadores que disfrutaron de la primera. Los cuatro jinetes que consiguieron despistar al FBI vuelven para conquistar al público con sus característicos shows. Ahora deberán utilizar muy bien su magia porque hay un poderoso enemigo dispuesto a arruinarles su presentación. Uno de los aspectos más destacable son los actores que reúne Nada es lo que parece 2. Continúan Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Dave Franco, Morgan Freeman, Michael Cane y Mark Ruffalo. Y en esta ocasión no está Isla Fisher, pero se agregan Daniel Radcliffe y Lizzy Caplan. Además de ser intérpretes reconocidos, el hecho de que se mantenga la mayor parte del reparto es un atractivo para cualquier segunda parte. A eso se le suma una línea argumental bastante sólida que desarrolla aspectos de la primera película, y agrega datos que permiten concluir otros. Las escenas espectaculares, de ritmo acelerado y con un gran despliegue, son el denominador común de la película de Jon M. Chu. Sin embargo, también consigue algunas fundamentales y reveladoras, protagonizadas por Freeman y Ruffalo. Nada es lo que parece 2 (al igual que su antecesora) permite que el público ingrese en un mundo paralelo en el que todo es posible. Y lo que se traduce en pantalla puede ser inverosímil, pero es aceptado sin cuestionamientos en el contexto que plantea el film. Un rato entretenido, con aventura asegurada.
Segundas partes nunca fueron buenas, y esta continuación de aquella sorprendente película con el marco de la magia termina por convertirse en una parodia de la original con el agregado de una serie de personajes hiperbolizados que afectan al filme. Hay un pequeño malvado, interpretado por el otrora Harry Potter (Daniel Radcliffe), que desea que “el ojo” se sume a sus planes mientras manipula un artefacto que le permitirá controlar al mundo. Alguien del pasado es quien en realidad lo dirige y mientras los jinetes intentan acomodarse a la nueva situación y miembros, todo se transformará en un gigantesco truco sin gracia. Jon M. Chu dirige el filme de memoria, y excepto algunas bellas escenas, todo termina por convertirse en una mala jugada para el elenco y los espectadores.
Un truco que se reinventa La primera película de la saga, dirigida por el francés Louis Leterrier (elegido por Luc Besson para arrancar la saga de “El Transportado”), tenía una fórmula: un relato trepidante, un equipo de personalidades contrapuestas de justicieros, una chica de armas tomar, un ilusionismo espectacular que se justificaba en el ego de los magos (que siempre solucionaban las cosas de la manera más complicada), la existencia de cerebros en las sombras y revelaciones hacia el final, donde varios no eran lo que parecían. En la segunda entrega, Leterrier se pasó a la producción y cedió el sillón a Jon M. Chu (que filmó un par de cintas de franquicias), en el primero de una serie de cambios en el staff: Ed Solomon sigue en el screenplay y firma la historia junto a Peter Chiarelli, reemplazando a Boaz Yakin y Edward Ricourt, que habían escrito la primera. En pantalla, lo que se echa en falta es la presencia de Isla Fisher como Henley Reeves -la cuarta “Jineta”-, debido a problemas de agenda con otros proyectos. Así que hubo que forzar su reemplazo por Lula May, una ilusionista de humor peculiar, como parte de la situación en la que se encuentran los Jinetes. En problemas La cosa viene más o menos así: han pasado 18 meses desde los sucesos de la entrega original. J. Daniel Atlas se impacienta por un retorno, y su ego lo hace desafiar interiormente el liderazgo de Dylan Rhodes, el agente del FBI que es el líder secreto del grupo; se dice que Henley lo abandonó y pidió salirse del grupo, y que Dylan sume a Lula no parece mejorar el cuadro. Jack Wilder, el joven del grupo, sigue fingiendo su muerte, y aprende hipnotismo de Merritt Mc Kinney. Finalmente, Rhodes, intermediario con la sociedad secreta llamada El Ojo, trae una nueva misión: desenmascarar a un magnate que está por lanzar una línea de celulares que en realidad sirven para robar información de los usuarios. Danny, Lula y Merritt hacen su aparición (con Jack disfrazado), pero alguien hackea las pantallas, los denuncia al FBI y desenmascara a Dylan y a Jack. Así, los Cuatro Jinetes terminan en Macao, a merced de Walter Mabry, joven magnate que también fingió su muerte, ex socio del que estaban deschavando, que quiere recuperar un chip de su rival, un dispositivo que sirve para crackear toda seguridad informática, y quiere usar las habilidades de los magos para obtenerlo. Mientras, Dylan quiere pistas y va a ver a Thaddeus Bradley, el desenmascarador de ilusionistas que llevó a su padre al incidente fatal y a quien habían puesto en la cárcel en la película anterior. En el borde A partir de allí, arranca una sucesión de engaños en uno y otro sentido, un clímax en Londres y ciertas revelaciones sorprendentes en el final donde también algunos demuestran ser otra cosa. O sea, todo más o menos dentro de la fórmula. Por ahí, el problema es que ya la conocemos y, como en los trucos de los magos, hay que redoblar la apuesta para sorprender con un truco ya visto. Quizás por eso, los guionistas están más al límite del exceso: los problemas tienen que ser más grandes, al igual que las resoluciones; los volantazos argumentales tienen que ser más pronunciados; los secretos develados tienen que ser más sorprendentes. El cambio de chica se nota un poco forzado, a pesar de que hay indicios de que Henley pueda volver. En todo caso, lo interesante del guión está en poner a los protagonistas a la defensiva, perseguidos desde todos lados y engatusados por otros. En lo que respecta a la realización, Chu cumple bastante eficientemente con el objetivo de una narración trepidante, que mantenga altas la tensión y la suspensión de la incredulidad. Se ve que convenció a varios, porque ya suena como director de una tercera entrega. Identidades En cuanto al elenco, los que repiten ya venían elegidos por su perfil: el Atlas de Jesse Eisemberg es egomaníaco y controlador, entre el Mark Zuckerberg de “Red social” y el Lex Luthor de “Batman vs. Superman”. El Rhodes de Mark Ruffalo es buenazo y entrañable como el Mike Rezendes de “En primera plana” o el Bruce Banner de “Los Vengadores”. Woody Harrelson como Merritt se mueve entre una línea medio tontorrona, que viene trabajando desde “Cheers”, y el cinismo de personajes como Haimitch en “Los Juegos del Hambre” (tiene varios momentos entretenidos cuando interpreta a Chase, el detestable gemelo de Merritt). Y como dijimos hace unos días en estas páginas al reseñar la remake de “Ben-Hur”, se cumple otra vez la teoría dolineana: el Bradley de Morgan Freeman termina siendo el más vivo de la película. Dave Franco como Jack sigue explotando su onda de “el pendejito del grupo” (y la onda “soy más lindo que mi hermano James, pero menos langa”). Vuelve también David Warshofsky como el envenenado agente Cowan. Y el último en reaparecer es Michael Cain como Arthur Tressler, pero no tiene mucho margen para desplegarse. De los nuevos, la más importante es Lizzie Caplan como Lula, y aunque explota menos el costado hot que Fisher (justo ella, que interpretó a Virginia Johnson en “Masters of Sex”), está muy bien como chica de armas tomar, teniendo que convencer a todos esos muchachones de que es parte del equipo. Del otro lado, Daniel Radcliffe se pone en la piel de villano algo insoportable como Mabry, y parece disfrutarlo. A ellos se les suman Jay Chou como Li y Tsai Chin como su abuela, los encargados de la tienda de magia, y Sanaa Lathan como la subdirectora del FBI, Natalie Austin, nueva contracara de Rhodes. Las cartas están echadas: la película funciona y entretiene, pero le cuesta alcanzar a su predecesora. ¿Podrán hacer algo todavía más grande para la tercera, para que siga funcionando? De lo contrario, es posible que al truco se le empiecen a ver los piolines.
Cuando llegó Now You See Me (Nada es lo que Parece en su versión local) en el 2013, era claro a dónde apuntaba y qué podíamos esperar de ella. El hecho de situarse en el mundo del ilusionismo era en parte una metáfora interna sobre el cine de entretenimiento: espectacularidad y grandilocuencia visual con fines recreativos. En esa oportunidad, de la mano de Louis Leterrier, gran parte de la tensión pasaba por ciertos secretos e intrigas, que fueron oportunamente revelados. La pregunta es, sabiendo las cosas que ahora sabemos, qué mas podría ofrecernos una secuela. Y la respuesta es que no mucho. Situada un año después de su predecesora, los tres Jinetes varones, Daniel "Danny" Atlas (un Jesse Eisenberg menos canchero y más adulto), Merritt McKinney (Woody Harrelson) y Jack Wilder (Dave Franco), tienen que mantenerse en la clandestinidad porque son buscados por el FBI después de los sucesos que todos conocemos [conste que estamos haciendo malabares para no spoilear la primera parte siendo que los que están en falta son ustedes al no haberla visto; no, de nada]. La cuarta Jinete original, Henley Reeves, no está presente por motivos que son vagamente explicados; la posta es que la actriz Isla Fisher estaba embarazada durante el rodaje y el papel femenino lo tomó Lizzy Caplan, dando vida a una Lula que, si bien es un personaje muy alegre y dinámico, no termina de encajar en el equipo y se siente prescindible todo el tiempo. Los cuatro son enviados por El Ojo a salir a escena nuevamente, con el objetivo de denunciar una aplicación tecnológica que expone y negocia con la privacidad de los usuarios. Ese regreso triunfal a los escenarios, a hacer lo que mejor saben (justicia a través de un show de ilusionismo), resulta ser una trampa que termina, por un lado, revelando ciertos secretos de los Jinetes, y por el otro, desemboca en una segunda misión que deberán cumplimentar para seguir con vida. Porque Arthur Tressler, el magnate interpretado por el enorme Michael Caine, está buscando venganza, esta vez apoyado por su hijo Walter, un Daniel Radcliffe que se va desinflando conforme avanza la trama. Y completando este bando antagonista, en un recurso de guión quizás forzado que no termina de cerrar (sobre todo porque aparece de la nada y se explica en pocos segundos) pero aún así, y a pesar de sentirse como una imposición, termina siendo una de las mejores cosas de la película: Chase, el gemelo de McKinney, interpretado por el mismo Harrelson con peluquita. Por supuesto que en otro orden de cosas, siguen más o menos con el mismo tire y afloje el agente del FBI Dylan Rhodes (Mark Ruffalo) y Thaddeus Bradley (Morgan Freeman), una especie de Mago Enmascarado que revela los secretos de la magia; relación entre ambos es completamente funcional a la trama principal, pululando entre ser oponentes o ayudantes de los protagonistas. Claramente estamos ante una película para dejarse llevar, la cual hay que mirar con los mismos ojos incrédulos con que los niños miran a los magos en los cumpleaños. Si pretendemos atar los cabos por nuestra propia cuenta, más allá de las explicaciones que los personajes van dando en pantalla, vamos a llegar a la conclusión que la trama es una pavada atómica. Apoyada firmemente en el carisma y en lo asombroso de sus trucos, la secuela no propone nada nuevo. Repite su fórmula de hacer justicia (en este caso el objetivo final es desenmascarar a los Tressler) a través de un espectáculo de magia, un show al aire libre, en este caso en el contexto de una Londres a minutos de recibir un Año Nuevo. Pero hay problemas, claro. Jon M. Chu (responsable de la infame adaptación de Jem & The Holograms que significó una de las cintas más aberrantes del año pasado) no logra contar la historia. Por momentos sentimos que necesitamos más ritmo u otro tamaño de plano. Por ejemplo, hay una secuencia en la cual, mediante trucos por supuesto, los jinetes deben robar un chip: se nota que se empezó a generar un clima y una complicidad en los actores, pero está completamente arruinada desde la dirección. No se genera tensión, no se explota el carisma, nada; se limita casi a contar de manera obvia y desganada cómo tratan de esconder el elemento mientras unos insistentes guardias los palpan y revisan. Harrelson con su doble papel es, por lejos, lo mejor de la película. El hermano no tiene mucho sentido, pero el protagonista de True Detective nos brinda una interpretación tan maravillosa que perdonamos, incluso, que la composición digital en los planos conjunto sea de dudosa calidad. A pesar de las falencias de forma, el contenido sigue manteniendo un perfil de crítica tanto a las grandes corporaciones económicas como a las paranoias que suele atravesar la población con respecto al manejo de sus datos privados. El tema es que uno pierde un poco el foco y se distrae haciendo hipótesis sobre el funcionamiento de los trucos o intentando seguir las múltiples tramas secundarias, que son un poco esquizofrénicas y nunca van en una misma dirección. Pero la intención es noble: ¡una vez que tratan de hacer una película de entretenimiento que no es una pavada hueca, no vamos a quejarnos justamente de ello! VEREDICTO: 7.0 - ESPERANDO EL TERCER ACTO Con mucho potencial desperdiciado por una dirección amarreta y desganada, Nada Es Lo Que Parece 2 no está a la altura de su predecesora pero logra momentos muy buenos tanto visuales como en sus toques de comedia. Esperemos que para la tercera parte ya anunciada regresen Leterrier y Fisher.
Voy a ser sincero: entre mis filmes favoritos no figura Ciudadano Kane, Ben Hur o 2001, Odisea del Espacio. Por contra, se encuentra una fallida pero apasionante aventura protagonizada por magos devenidos ladrones e involucrados en una misión de venganza y justicia. No puedo contar la cantidad de veces que he visto Now You See Me, ni dilucidar del todo qué es lo que me encanta de ella. Será su música épica, sus carismáticos personajes, su intriga, sus sorpresas... el punto es que la encuentro sensacional. Del mismo modo que me apasiona profundamente el filme de Louis Leterrier, me siento con la autoridad suficiente como para hundir a su secuela hasta el centro mismo de la Tierra. Es imposible describir el desastre bíblico que es la historia, llena de complicaciones, arbitrariedades, deus ex machina, y cambios de bando inexplicables. Desde el FBI montando camionetas de vigilancia en Londres (y haciendo arrestos como si le importara un pito la jurisdicción local de la policia) hasta el gemelo malvado de Woody Harrelson, sin contar a la irritante Lizzy Caplan (flaco reemplazo de la deliciosa Isla Fischer), la cual es tan agradable como un enema de agua helada. Con Morgan Freeman preso, los magos justicieros están listos para una próxima misión - con ayuda de su líder oculto, Mark Ruffalo -; el problema es que, lo que le encargan, tiene menos que ver con la magia que con un escrache a una firma tecnológica durante la presentación de su último y ultra top celular, el cual roba los datos privados de las personas (como si los actuales móviles - y sus apps - no lo hicieran!). Todo ello resulta ser una trampa para atraparlos y mandarlos a la otra parte del mundo en donde un millonario - Daniel "Potter" Radcliffe, el cual creo que es lo mejor del filme - les explica que es el dueño oculto de la empresa de celulares y quiere traicionar a su socio visible, robando la matriz del chip que afana datos. Esto da lugar a una rebuscada escena de robo en donde los tipos atachan el chip a una carta y se la pasan de uno a otro de manera increíble. Mientras que las dos o tres primeras veces está bien, uno termina odiando la secuencia al ver que los tipos siguen haciendo lo mismo por casi cinco minutos. A esto se suma que el resto del elenco - léase Ruffalo y Morgan - aparecen mágicamente en Macao para ayudar a los chicos antes que los fileteen, lástima que todos tienen dobles intenciones y los planes no sale como es debido. Desde el momento en que el gemelo malo de Woody Harrelson entra en escena, Now You See Me 2 se clava de nariz y nunca logra recuperarse. Todo está tan pegado con saliva que resulta detestable: hablan demasiado de El Ojo - la organización secreta que los apaña - pero apenas aparecen dos tipos a ayudarlos, los magos van a encargar sus trucos a una tienda como si fuera un WalMart, Morgan Freeman sale y entra de escena inauditamente sólo porque al libreto se le canta, eso sin hablar de Mark Ruffalo, el cual es un fugitivo de la justicia pero puede entrar a una cárcel de máxima seguridad con una identificación falsa, retirar a un preso (Freeman) y salir del pais con la mayor impunidad. descarga de programas gratis Ok, el elenco (salvo Caplan) destila carisma y gracia, pero esto se parece a La Gran Estafa 2, ésa que tenía un bodrio de historia y apenas se salvaba de la lapidación gracias al carisma del formidable cast. Acá pasa lo mismo: la historia es un asco, es como una Misión Imposible escrita a las apuradas y con explicaciones del caso tan ridiculas que te dan ganas de empalar a los libretistas. Now You See Me era una franquicia con un enorme potencial...¿por qué la arruinaron de esta manera?. Mi recomendación mas ferviente es que evite el filme a toda costa. Es indignante lo que hicieron con un cast rebosante de talento. Ok, el filme tiene sus momentos pero son como gags aislados en una cinta afectada por una trama aberrante. Nada es creible, ni los trucos ni la historia ni las motivaciones, con lo cual Now You See Me 2 flota con el viento de cola que le otorga la gracia natural de sus talentosos protagonistas... y nada mas que eso.
Juegos, trampas y dos cartas humeantes El inesperado éxito de Nada es lo que Parece, a cargo del efectivo Louis Leterrier, trajo la obvia secuela a nuestros cines. Hollywood no iba a dejar pasar tamaña oportunidad de convertir en franquicia a los famosos Cuatro Jinetes. Daniel, Merritt, Jack, la recientemente incorporada Lula y el topo/agente/mago Dylan Rhodes vuelven a subirse al escenario luego de un buen tiempo en la clandestinidad. ¿El motivo de su regreso? Desenmascarar a un joven millonario que se encuentra detrás de un chip que podrá decodificar y liberar la información de cualquier dispositivo (celular, computadora, etc.) del mundo. El problema para los famosos magos se da cuando se ven envueltos en un truco del cual no parecen tener escapatoria. Jon M. Chu, director de la fallida G.I. Joe: El Contraataque (G.I. Joe: Retaliation), reemplaza al realizador galo detrás de las cámaras. Chu no es Leterrier y se nota. La primera entrega tenía un ritmo vertiginoso, no paraba nunca, pero jamás abrumaba. Su velocidad no entorpecía la narración, todo fluía con naturalidad, acelerada, pero naturalidad al fin. En Nada es lo que Parece 2 es evidente que Chu quiso seguir el ritmo impuesto por Leterrier, pero sin una historia atrapante, medianamente “comprable” o una narración ajustada. El resultado final del film no es el esperado comparado con su querible y por momentos fascinante predecesora. Se aprecia de lejos que Eisenberg, Ruffalo, Harrelson, Franco, Caplan y Freeman se llevan bien delante y detrás de las cámaras. El comienzo de esta secuela es errante, la película va de Estados Unidos a China, apurada, sin pausa. En el medio de esa corrida hay bocha de inceptions (no sé si existe la palabra pero quedaba linda) de engaños y fraudes, algunos más ingeniosos y mejores desarrollados que otros. Promediados los 40 minutos, la segunda parte se asienta, deja de correr sin control y empieza a desarrollar lo que tan bien funciono en la cinta originaria: La química entre sus protagonistas. Es ahí donde Nada es lo que Parece 2 encuentra sus mejores momentos y su pulso porque se aprecia de lejos que Jesse Eisenberg, Mark Ruffalo, Woody Harrelson, Dave Franco, Lizzy Caplan y Morgan Freeman se llevan bien delante y detrás de las cámaras. Lamentablemente para Chu, en la entrega del 2013 la historia potenciaba y evidenciaba esa química, mientras que acá la trama de juegos y trampas le juega en contra. Lamentablemente Nada es lo que Parece 2 no consigue plasmar del todo el querible tono de su predecesora. La historia (si bien la primera también era bastante inverosímil) no resulta tan comprable aún dentro del mismo universo de fantasías y enredos espectaculares que plantea la franquicia. Más allá de las cuestiones mencionadas, cuando Jon M. Chu endereza la nave y sus protagonistas pasan al frente de la propia historia, la secuela funciona, y entretiene, algo que no es poco por estos días.