¿Magos cometiendo estafas millonarias mediante trucos? A primera vista la idea suena interesante. De la mano de un elenco que derrocha carisma, el director Louis Leterrier (El Increíble Hulk, El Transportador) logra con Nada Es lo que Parece una película entretenida, pero que se limita a si misma debido a un guión muy poco trabajado. Abracadabra Cuatro magos callejeros son convocados por una misteriosa figura para formar Los Cuatro Jinetes, un equipo de ilusionista que mediante trucos de magia realizarán robos millonarios y regalarán ese dinero a su público. Los robos de Los Cuatro Jinetes parecen tener blancos específicos y los benefactores resultan ser siempre gente golpeada por la crisis económica. Pero luego de un acto en Las Vegas donde consiguen robar un banco en Paris sin siquiera moverse del escenario, llamarán la atención del FBI y la Interpol y así comenzará una cacería para intentar capturar a los Jinetes antes de un último y definitivo acto. Pero las cosas no serán para nada fácil, porque como dice el título del film, nada es lo que parece. El guión desaparece Desde los primeros avances Nada es lo que Parece llamó mi atención. Tiene una historia que promete una buena dosis de entretenimiento, dirigida por una persona que ,si bien no todo lo que toca es oro, logra divertir con sus películas, y por ultimo tiene un elenco de grandes figuras conformado por Jesse Eisenberg, Mark Ruffalo, Woody Harrelson, Mélanie Laurent, Isla Fisher, Dave Franco, Michael Caine y Morgan Freeman. Entonces ¿Qué puede salir mal? Quizás en depender demasiado de esos factores y no trabajar un poco más en el guion esté la respuesta. Verán, Nada es lo que Parece no es una mala película. Simplemente es una película poco inspirada y perezosa. Fuera de la breve sinopsis que pudieron leer más arriba, no hay absolutamente nada original en este film. En un comienzo los trucos y los giros de la trama tienen una explicación sensata, pero pareciera que a la mitad de la película los guionistas dejaron de intentarlo. Las cosas suceden porque suceden, por más que no haya ninguna lógica detrás o porque fue necesario meter un nuevo giro en el guión para mantener a la trama corriendo. El desarrollo de los personajes es casi nulo, por lo cual cuando llega la resolución final con el último gran giro, es casi imposible no ponerse a buscarle algún sentido a lo que acaba de pasar. ¿A caso me perdí de algo? No, para trazar un paralelismo con magia, podríamos decir que los guionistas sacaron esta resolución de la galera. Y si, al igual que la película es divertida, pero sin ningún tipo de sentido. Si algo hace que Nada es lo que Parece nunca termine de caer, es su gran elenco. Esta película, como pocas, avanza a fuerza de carisma. Aunque el guión no los exige demasiado, la simple presencia de Jesse Eisenberg, Mark Ruffalo y Woody Harrelson, al igual que la del resto de los actores, es suficiente para que el espectador no quiete los ojos de la pantalla. La acertada dirección de Louis Leterrier es también algo que mantiene a la película de pie, el hombre no pierde el tiempo y mantiene al film en movimiento, aunque a veces no separa para que lado agarrar. Conclusión Cuando comienzan a correr los títulos uno se cuestiona si realmente valió la pena lo que acabamos de ver. Nada es lo que Parece no tiene nada nuevo para ofrecer, a pesar de que en un primer momento pareciera lo contrario. Hay peor manera de pasar dos horas que esta, pero resulta inevitable (al menos para quien critica) lamentarse por la inigualable oportunidad que se acaba de perder. Quienes vayan a buscar un entretenimiento puro y sin sentido no van a salir defraudados, pero al segundo que uno comienza a cuestionarse sobre la lógica detrás del film, la película comienza a derrumbarse como un castillo de arena.
Ahora son cuatro Qué decepción cuando uno quiere seguirle el juego a un thriller y la película hace trampa. Uno suspende su incredulidad, sigue voluntariamente pistas que sabe que son falsas, acepta los giros y las volteretas de la trama… y al final resulta que los realizadores tenían menos imaginación que el espectador, y han hecho trampa con tal de terminar la película. Nada es lo que parece (Now You See Me, 2013) es un thriller divertido mientras abre juego, pero el desenlace es un cero al as. El primer acto nos presenta a cuatro ilusionistas: Atlas, un prestidigitador (Jesse Eisenberg), McKinney, un mentalista (Woody Harrelson), Henley, una escapista (Isla Fisher) y Jack, un estafador (Dave Franco). Son convocados por separado a un departamento abandonado, donde los recibe un holograma. “Es un plano”, dice uno. “Qué increíble”, dice otro. Un año después, los ‘Cuatro Jinetes’ presentan su show en Las Vegas, que consiste en teletransportar tres millones de euros de una bóveda de París y distribuirlos entre la audiencia. Vaya que era un buen plano. La investigación queda a cargo del escéptico agente del FBI Rhodes (Mark Ruffalo). Los Cuatro Jinetes son interrogados, Eisenberg le desprecia con su habitual insolencia esnob (¿sabrá que se está cavando su propio estereotipo?) y son liberados porque, quién lo diría, arrestarlos sería reconocer la existencia de la magia, cosa que al FBI le daría vergüenza. Es una movida algo idiota, considerando que el robo se efectuó y los cuatro son sospechosos de una ofensa federal e internacional, pero ahí lo tienen. Rhodes será escéptico pero no muy inteligente, y contrata a un tal Bradley (Morgan Freeman), experto desmitificador de magia, para que le explique por favor cómo ha sido posible el robo. Y en cuestión de minutos hace precisamente eso, con la dulce condescendencia de Freeman de yapa. ¿No se le ocurrió buscar una explicación racional al crimen antes de liberar a sus únicos sospechosos? Es entendible, la película duraría poco. ¿Entonces va a ir a arrestarlos ahora que entiende cómo tal robo sería improbable pero posible? De vuelta, no: la película duraría poco. Rhodes conduce la “investigación” de los Jinetes junto a la improbablemente joven y apuesta agente de la Interpol Dray (Mélanie Laurent, alias ¡Shosanna!). Él odia la magia y ella la ama. Se establece entre los dos una dialéctica de la fe y la lógica que pretende ser el corazón de la película, aunque la revelación del final anula su valor. Puede que haya un romance burbujeando por debajo, pero parece ser más por obligación que por necesidad: hay que mantener a esta dupla interesante. Nos damos cuenta que la película es sobre ellos y no sobre los Jinetes. Es una pena que se les abandone tan pronto y la perspectiva quede anclada en el otro bando. Los Jinetes son meticulosamente caracterizados en sus primeras escenas, a través de sus oficios y un poco de humor. Una película en la que ellos fueran los protagonistas no hubiera sido mucho más inteligente pero sí más divertida. Cuando la “investigación” comienza, desaparecen casi por completo. Les vemos exclusivamente sobre el escenario y jamás detrás de él – lo cual es la mitad de la gracia de una película de robos. ¿Cuál es su motivación? No sabremos hasta el final sorpresa, que esconde un segundo final sorpresa, que hace Trampa con mayúscula.
Desprestigiados El Gran Truco. Acaso uno de los mejores y más subvalorados films de Christopher Nolan. Una obra personal, compleja, meticulosa, que además de hablar de magia… habla de cine. En ella, Michael Caine – intérprete fetiche del realizador – nos introducía en la película y en el mundo de las ilusiones relatando, los tres actos que tiene un truco de magia: la presentación, donde el mago nos muestra algo ordinario, pide que lo examinemos y nos demos cuenta que exactamente se trata de algo normal. La actuación, el acto en sí, donde el mago convierte eso ordinario en algo fantástico o extraordinario… y el prestigio. Esta es la parte más difícil, porque el mago debe convertir lo extraordinario nuevamente en ordinario. Reaparecer las cosas, por así decirlo.
Mientras más cerca mires, menos verás. Ésa parecería ser la clave de Now You See Me, extraña mezcla de la saga de Danny Ocean de Steven Soderbergh y del tan apaleado subgénero de la magia y la prestidigitación. Un combo raro, que no se ve todos los días, y por una buena razón: tramposa como pocas en su ejecución, bastante CGI e hilos descolgados en el guión hacen que se la observe como mero disfrute sin buscarle las vueltas, porque por arte de magia no se encuentran a la vista. Es fácil hacerle la vista gorda a Louis Leterrier cuando su filmografía tiene títulos tan adrenalínicos como entretenidos: The Transporter y su secuela, The Incredible Hulk, Danny the Dog. El francés tiene un estilo visual rápido e incesante, abomba los sentidos. No importa que su libreto flaquee, te envuelve con su narrativa y finalmente te suelta cuando terminó de contar su historia. ¿Es hacer trampa? Para nada, simplemente y tal como hace el grupo de prestidigitadores en el film, utiliza ases bajo la manga para llegar al cierre casi intacto. Casi una especie de The Da Vinci Code por su facilidad de resolver problemas mediante trucos imposibles -y la gran mayoría con un uso casi criminal de efectos computarizados-, el guión de Ed Solomon, Boaz Yakin y Edward Ricourt juega a ser un poco de Robin Hood moderno, aunque sin moraleja a la vista. Rebobinando una vez que Now You See Me ha concluido uno puede quedar a la deriva, porque no hay nada de peso que justifique un posterior desmenuce de la trama, pero el sentimiento conflictivo de haber pasado unas dos horas más que potables de entretenimiento se siente. Parte del encanto radica también en su atractivo elenco, con ligeras reuniones que resultaron vistosas en el pasado -Jesse Eisemberg y su verborragia con Woody Harrelson en Zombieland, los veteranos Michael Caine y Morgan Freeman de la trilogía del Caballero Oscuro- y adiciones como Dave Franco y la belleza de Isla Fisher. Sin embargo, quien se lleva las palmas es el desesperado agente que encarna con mucho tino Mark Ruffalo, que se carga su papel al hombro y los lleva hasta las últimas consecuencias. Su versatilidad fluye a mares y es uno de los pilares sobre los que se recarga la película, y con mucha razón. El haber seguido de cerca el material promocional y los avances de Now You See Me es una gran señal de lo que termina siendo el producto final: una ligera y amable combinación de magia, trucos imposibles y dirección vertiginosa que esconde fehacientemente un guión al que le faltan pulir sus ideas. Le damos el visto bueno a Leterrier.
Por más acelerado que uno venga, al comenzar esta película de Louis Leterrier el espectador sentirá que la actividad realizada antes de entrar al cine era lenta hasta la exasperación. Leterrier (francés, pero que estudió y filma en inglés) tiene como norte exacerbar los movimientos de los personajes y los de la cámara. Leterrier, el mismo de El transportador 1 y 2 , guía con mucho ritmo a estos magos primero separados y luego juntos, con un misterioso plan. Misterioso porque se desconoce quién los ha juntado, pero no por la exposición. No hay bajo perfil en absoluto: los cuatro magos (bah, uno es mentalista y no todos tienen las mismas habilidades) hacen espectáculos gigantes, globales, virales, bombásticos. Gran juego para la cámara y el montaje comandados por Leterrier: muchas posibilidades para ejercitar movimientos circulares, grúas, steady-cams y caminatas cool de los protagonistas. Y para usar a los actores mediante la intensificación de sus cualidades más sobresalientes. Leterrier es un insolente. Hace que Jesse Eisenberg hable aún más rápido y con mayor soberbia que en Red Social . Que Mark Ruffalo sea un investigador aún más decidido que en Zodíaco . Que Isla Fisher exhiba escotes y una cualidad sexy vulgar incluso más visibles que en El gran Gatsby . Que Woody Harrelson disfrute aún más que en 2012 de la excentricidad de su personaje. Que Morgan Freeman y Michael Caine jueguen su juego habitual con intensidad cercana a la parodia: Freeman como sabio experto calmo; Caine con su acento inglés barriobajero aunque sea un millonario. Leterrier es un insolente que junta un elenco con numerosos atractivos y le agrega a la francesa Mélanie Laurent, la de Bastardos sin gloria , para un contrapeso actoral extraordinario. Alma Dray, su personaje, desde el nombre ya es distinto: no parece estar jugando, parece vivir de forma más genuina. Dueña de una belleza singular y de una innegable fotogenia, Mélanie Laurent es el pivote de la narración, es la que puede proveer algunas mínimas pausas (la cámara parece detenerse en su rostro, rendida) entre cortes bestiales para revelar detalles que se nos habían pasado por alto (que la película nos había hecho pasar por alto mediante la distracción del entretenimiento flamígero) y secuencias de acción furibunda y también montadas a enorme velocidad. Revelaciones sobre revelaciones, las parciales y la final. Las revelaciones parciales son enormemente atractivas en su osadía, en sus cambios de rumbo, en su acumulación festiva de situaciones inesperadas. La película avanza así como un torbellino. La revelación final es un tanto forzada en términos lógicos, aunque hay que decir que en términos estructurales no es tan chirriante. De todos modos, entrar en mayores análisis sería develar ese final que no es especialmente sólido pero está lejos de aguar y arruinar Nada es lo que parece , ejemplo especialmente logrado de narrativa frenética y de diversión venerada con una devoción conmovedora. Leterrier juega en las grandes ligas con una película sobre engaños, planes y grandes golpes con un entrañable espíritu clase B, lo que permite que olvidemos sus inconsistencias, sus trucos menos perfectos. Hace tantos que no es grave que veamos dónde estaba alguno de los conejos antes de aparecer en la galera..
Una película irresponsablemente feliz Tiene un gran elenco, mucha desvergüenza, espíritu ganador, la visible intención de inaugurar una nueva franquicia, tanto respeto por la verosimilitud como el de un gato por un ratón y le importa tres pitos lo que debería ser la regla básica del cine de estafadores. Una que le dice al espectador: “Te voy a engañar y lo sabés, pero vamos a hacer de cuenta que estás en condiciones de descubrir el engaño”. Desde el primer truco, cuando un ilusionista callejero hace aparecer el dibujo de una carta sobre el frente de un edificio –“como por arte de magia”, se diría– para hacer que la cosa cierre Nada es lo que parece se vale de las trampas más descabelladas. En términos lógicos nada cierra, y la desfachatez de la película consiste en hacerlo evidente. Por eso mismo, por el modo en que exhibe y ejerce su carácter tramposo, Nada es lo que parece logra ser una película irresponsablemente feliz. Lo cual permite predecir (en Argentina se estrena un día antes que en Estados Unidos) una respuesta igualmente gozosa por parte del público masivo, que suele amar el caradurismo. Un tipo con tanta plata como Robert Downey Jr. en Iron Man decide reunir a cuatro de los mejores ilusionistas del mundo, poniendo de nombre al supergrupo “Los cuatro jinetes” (son como los superhéroes del show de magia) y presentándolos en esos casinos de Las Vegas donde todo es más grande, más ostentoso y más feo que la vida misma. En su primer espectáculo y mediante un dispositivo que es como los shows de David Copperfield, pero a volumen 11 (de hecho, los títulos de crédito incluyen un agradecimiento al mago bronceado), los tipos logran teletransportar a un espectador a las cajas de seguridad de un banco parisiense, de donde el hombre volverá con tres millones de euros, en billetes que llueven sobre el público como lluvia dorada. Ahí la cosa recién empieza, claro, ya que los tres muchachos (Jesse Eisenberg, el gran Woody Harrelson y David Franco, hermano de James) y la chica (la pelirroja Isla Fisher) no sólo no confiesan el truco a la policía, sino que avisan que van a dar un golpe aun mayor. Con Mark Ruffalo y la gélida francesita Mélanie Laurent (la Shosanna de Bastardos sin gloria) como investigadores de buddy movie (primero se odian, pero está claro que van a amarse), con Michael Caine como el hiperrecontramillonario al que los magníficos van a hacerle un violento ooolee, con Morgan Freeman como desbaratador de mitos mágicos, el espectador a quien no le importe mirarla de afuera, sin otra cosa para hacer que mirar y aceptar, la puede llegar a pasar bomba. Siempre desdeñoso de todo lo que sea buen gusto, moderación y fineza, Louis Leterrier (cuya foja incluye la segunda Hulk, las dos primeras El transportador y, faltaba más, el cambalache digital de Furia de titanes) usa todo lo que tiene a mano con tal de consumar la manipulación, haciendo del coolismo alla rat pack de los cuatro protagonistas un efecto especial equivalente a las explosiones, persecuciones, choques automovilísticos y ases de todos los palos que, por supuesto, no faltan debajo de ninguna de las infinitas mangas de esta camisa chillona, brillosa y abierta hasta la altura del esternón cinematográfico.
El inevitable castigo de las películas ingeniosas Las películas no terminan hasta que terminan. Es decir que sus méritos totales se tienen que evaluar al final. No en los últimos segundos, pero sí en el último tercio. Si las promesas deslumbrantes del comienzo, como las que hace Nada es lo que parece, se convierten en una aburrida resolución poco interesante y demasiado ridícula, entonces el film no funciona. Nada es lo que parece es, ay maldito defecto, una película muy ingeniosa. No es inteligente, no es brillante, es ingeniosa. Cuatro magos extraordinarios –algunos en problemas– son convocados misteriosamente para realizar el acto más extraordinario jamás realizado. Estos cuatro magos (Jesse Eisemberg, Woody Harrelson, Isla Fisher y Dave Franco) son financiados por un multimillonario (Michael Caine), observados por un develador de trucos (Morgan Freeman) y finalmente perseguidos por un policía del FBI (Mark Ruffalo) y una policía de Interpol (Mélanie Laurent). Con este elenco espectacular y con el esperable gran despliegue de producción, el director Louis Letterier (El transportador, Furia de titanes) arma una primera parte divertida y deslumbrante. Cuanto más grande es el interrogante, mayor es la expectativa que genera. Por eso, durante los treinta minutos del comienzo todo será interesante y divertido. Aun con la simpática inverosimilitud del relato, las cosas avanzan y el espectador disfruta del descomunal trabajo de tantos actores importantes. Pero se hacen preguntas, se abren interrogantes, se plantean temas. Y comienzan los giros, continúan las sorpresas, y a esas sorpresas le seguirán otras que se volverán previsibles y ya no nos importará nada. Para cuando llega el tan esperado desenlace y se resuelve el conflicto, es mayor la decepción que la alegría. No son buenas noticias, porque salvo por el guión, todo lo demás en la película parece funcionar. Pero arruinada la historia, se arruina todo, y no tiene solución. En El gran truco, aquella película de Christopher Nolan con Hugh Jackman, la resolución iba a hacia lo fantástico. Acá no diremos a dónde va, no es correcto contar los trucos de los magos ni los finales de las películas.
Nada por aquí, todo por allá Un thriller con ilusionistas que roban bancos a distancia, y un elenco multiestelar. Si el cine es el marco perfecto para la ilusión, qué mejor que no uno, ni dos, ni tres, sino cuatro ilusionistas se apoderen de la pantalla y en la trama de Nada es lo que parece roben un banco (cerca de la Opera de París) desde un escenario en Las Vegas... y hagan caer los millones de euros sobre la platea. Y si la política es el arte de lo posible, el cine lo es de lo imposible. Y aquí no por los trucos cinematográficos, si no por las estratagemas que los Cuatro Jinetes realizan cual modernos Robin Hoods mientras un agente del FBI y una de Interpol (ella francesa, tres chic ) están tras ellos. Dicen que para que un truco de magia logre su efecto hay que estar bien predispuesto. Pues bien, con el elenco que reunió el francés Louis Leterrier (39 años, director de El transportador y la última El increíble Hulk) no hay más que acomodarse en la butaca. Y sentirse, engañado o no, como con El socio del silencio, aquella maravilla de 1978 que tenía guión de Curtis Hanson y a Elliott Gould y Christopher Plummer como protagonistas. Los cuatro ilusionistas (Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Isla Fisher y Dave Franco) son contratados por un multimillonario empresario (Michael Caine) para una serie de shows impresionantes. El público no sabe con qué se va a encontrar en cada espectáculo. El millonario, tampoco, los agentes (Mark Ruffalo y la parisina Mélanie Laurent -Shosanna en Bastardos sin gloria-), menos, y los espectadores en el cine son los más privilegiados. No porque puedan desenredar la trama -no es un filme de aquellos en los que haya pistas de movida para saber cómo se resuelve el enigma-, sino porque ven todo y a todos desde cierta perspectiva... objetiva. Las películas con magos, como El ilusionista o El gran truco cuentan a su favor con ese handicap que les da saber que el público se deja engañar. Y más en el cine, donde por la edición todo puede realizarse. Lo bueno de Nada es lo que parece es que la intriga no se queda solamente en cómo hacen para robar un banco, o lo que luego hagan, sino que además suma qué motiva a los personajes. El guión es, en ese sentido, ingenioso, al margen de diálogos chispeantes, la clásica competencia entre magos, mentalistas y afines, los celos y los intereses románticos. Si parece mucho, es como con el título en castellano. Y además se agrega otro personaje, un ilusionista que trata de desenmascarar las artimañas del cuarteto, cual émulo del de Detrás de la magia por TV. Que, interpretado por Morgan Freeman, oscila entre la soberbia y el sombro. Como casi todo en esta película recomendable, en la que las vueltas de tuercas finales le dan otro toque de magia a un filme plenamente disfrutable.
Un buen trailer que no defrauda no es algo tan habitual. Con Nada es lo que parece por suerte cumplen lo que "vendieron" y uno pasa un muy buen rato en una sala de cine. Es una buena historia, con personajes muy particulares, pero que todo está llevado de manera muy prolija y entretenida por su director. El elenco es de lujo en todos los niveles y el aporte de grosos como Freeman y Caine suman lo necesario. Y banco a Ruffalo, un eterno secundario que acá se pone la película en el hombro, ya que su presencia en pantalla es superior a la de los 4 magos, ya que el se ocupa de perseguirlos y entender que es lo que hacen. Seguramente si le buscás la quinta pata al gato, veas ocho más... pero como un buen truco de magia, la idea de la película es que disfrutes de todos los engaños que tiene. Se deja ver y se disfruta. Y eso es para aplaudir.
Una propuesta diferente del director francés Louis Leterrier, un discípulo de Luc Besson que siempre estuvo vinculado con el cine de acción y aventuras. Leterrier debutó con El transportador que catapultó al pelado Jason Statham como un nuevo héroe hollywoodense. Por lejos, su mejor trabajo hasta la fecha para mí es Danny the dog, TREMENDA película con Jet Li, Morgan Freeman y un genial Bo Hoskins, que representó en su momento un rol distinto para el actor chino. En los últimos años el realizador fue responsable de Furia de titanes y El increíble Hulk, con Edward Norton, que hace unas semanas el propio Leterrier aniquiló en los medios. Considera que ambas películas son un desastre porque las filmó sin un guión concreto y pidió disculpas por esos trabajos. Disiento con el amigo francés sobre Hulk, no estuvo mal y estaba bien hecha. No es para nada una película horrenda. Ghost Rider 2 fue mucho peor. Distinto es el caso de Furia de titanes y el lamentable 3D que sí es mejor olvidarla. En su nuevo film, Leterrier se alejó de los efectos especiales y las grandes secuencias de acción para ofrecer una historia de ladrones cool e ingeniosos que es similar en su temática a varias películas que vimos en los últimos años. La ventaja que tiene No es lo que parece es el elenco, que reúne muy buenos actores con buena química entre sí, quienes lograron hacer entretenido este tipo de relatos que fue trabajado por Hollywood reiteradas veces. Jesse Eisenberg (Zombieland), otra vez interpreta el típico personaje Eisenberg que se repite en todos sus filmes con distintos nombres. Acá por lo menos está rodeado de grandes figuras como Morgan Freeman, Woody Harrelson y Mark Ruffallo, que son los actores que más sobresalen en el film. Letterier lamentablemente nunca ahonda en el desarrollo de los personajes y se concentra en el misterio del conflicto que apunta a brindar un entretenimiento sin demasiadas pretensiones. Nada es lo que parece no es una propuesta imperdible pero zafa si la película que realmente querías ver tiene las entradas agotadas y sólo te queda esta opción.
Pura (des)ilusión... El francés Louis Leterrier comenzó su carrera con buen pie (o buena mano) al dirigir las dos primeras entregas de la saga El transportador. Luego vino un film construido para el lucimiento de Jet Li (Danny the Dog) y dos incursiones en el mainstream (Hulk y Furia de titanes). Ahora, le llegó el turno de sumergirse en un subgénero bastante de moda en los últimos tiempos como el de los magos (El gran truco, El ilusionista y siguen las firmas). El resultado -sin ser del todo frustrante- no deja demasiado espacio para el entusiasmo (aunque sus productores sí deben estar bastante conformes con el resultado comercial tras su reciente buen arranque en el mercado norteamericano). En esta historia concebida por Ed Solomon, Boaz Yakin y Edward Ricourt tenemos a cuatro magos que se unen para conformar un grupo (The Four Horseman se hacen llamar) capaces de robar un banco desde… ¡el escenario de un teatro-casino de Las Vegas y a la vista del público! En efecto, J. Daniel Atlas (Jesse Eisenberg), un arrogante experto con las cartas (¿un émulo de René Lavand?); Merritt McKinney (Woody Harrelson), un mentalista algo cruel que se especializa en hipnosis; Henley Reeves (Isla Fisher), especializada en escapismo; y Jack Wilder (Dave Franco), un “virtuoso” ladrón (desde carterista hasta abridor de cajas fuertes) irán (tele)transportándose y dando golpes cada vez más audaces y sorprendentes. El film -que parece inspirarse en los shows de David Copperfield- tiene toques a-lo-Robin Hood y entrega un festival de sofisticados efectos visuales. Pero la acumulación de vueltas de tuerca (¿creías que todo era así? Ahora vas a ver…), de CGI y de bromas termina por abrumar y desconcertar más que por fascinar. La película pretende ser graciosa, canchera e ingeniosa, pero se torna un ejercicio de manipulación por parte de sus realizadores hacia un espectador que, indefenso, queda a merced de los sucesivos golpes de efecto y los no pocos caprichos de una narración con múltiples agujeros en su construcción. Hay, por supuesto, un inevitable juego de gato y ratón, con el agente del FBI Dylan Rhodes (Mark Ruffalo) y la oficial de Interpol Alma Dray (la francesa Melanie Laurent) tratando de seguirle los pasos a los cuatro maestros del engaño y dos grandes actores en papeles muy menores para sus carreras: Michael Caine (el financista de los shows) y Morgan Freeman (experto en “desenmascarar” los trucos de los ilusionistas). Dos decepciones más para una película que no irrita, pero que tampoco estuvo tocada por la varita mágica.
La gran distracción El mundo de la magia y el ilusionismo siempre resulta fascinante para ser llevado a la pantalla. La película de Louis Leterrier, un experimentado realizador en el terreno de la acción, dice abracadabra en esta historia plagada de apariencias engañosas. Quizás demasiadas. Nada es lo que parece (Now you see me en el original) va moviendo su eje de distracción, al igual que lo hacen los personajes, para confundir al espectador y lo logra a través de escenas plasmadas con vértigo, acción y ritmo de show. Estructurada en tres grandes ilusiones, el relato captura el interés desde el comienzo, pero los excesivos datos que tira (al igual que los naipes lanzados como balas) y las vueltas de tuerca que acumula le juegan en contra. Un equipo del FBI liderado por Dylan (Mark Ruffalo) intenta capturar a los Cuatro Jinetes, un grupo formado por los mejores magos del mundo: un ilusionista (Jesse Eisenberg), una escapista (Isla Fisher); un mentalista (Woody Harrelson) y un experto en cartas (Dave Franco). Ellos se dedican a robar bancos mientras realizan sus presentaciones y reparten el dinero entre el público. A la cacería se suman una agente de Interpol (Mélanie Laurent) de quien Dylan desconfía, y Thaddeus (Morgan Freeman), un mago repudiado por otros por revelar sus trucos. La trampa está servida, las sospechas a la orden del día y muchas situaciones resultan forzadas a nivel argumental para ser verosímiles: lo que sucede en la autopista o en la bóveda del banco. Si bien son magos, tampoco hacen milagros. Sus móviles son el dinero y el arte del engaño a gran escala. Pero hay más. La película está construída como un castillo de naipes que puede derrumbarse en cualquier momento, como un espejo deformante que oculta otras cosas y con fugas vertiginosas (como la escapista que puede liberarse de un estanque lleno de pirañas). El guion de Ed Solomon y Boaz Yakin no se aparta tampoco de lo fantástico, complejiza algunos tramos y da innumerables vueltas argumentales como la calesita de la escena final. Sin embargo, los personajes siguen adelante con su plan en un film entretenido que tiene escondidos varios conejos bajo la galera.
Hacia mucho que un thriller no resultaba tan innovador y fresco como NADA ES LO QUE PARECE. Una cinta que es puro entretenimiento, con una premisa original a la que el director francés Luis Leterier sabe sacarle el jugo. El elenco de grandes figuras, se mueve a la perfección en esta historia que funciona con la mecanica de los mejores trucos de magia. Sin descuidar el humor y el sarcasmo, la cinta avanza apelando a constantes giros argumentales, hasta desembocar en un clímax logrado, efectivo y sorprendente. Moderna, en su relato y puesta, es para pochoclear al ritmo de un abracadabra.
nada-es-lo-que-parece-1-locoxelcine In your face, David Copperfield. Si bien la temática relacionada a la magia es abordada en muchas películas, siempre tiene un trasfondo de fantasía muy marcado. Hablo de casos como el de Harry Potter y hermanas. Hoy en día, la magia ya no es considerada como uno de los shows más atractivos del mundo (en especial de este lado del ‘Ecuador’), cuando sí lo era en los años ’90 bajo supervisión del famoso David Copperfield y su sexy ayudante, super modelo del momento y también novia, Claudia Schiffer. Es más, existen programas que se encargan pura y exclusivamente a develar y arruinar los secretos de los trucos más increíbles, empobreciendo a ilusionistas como el excéntrico Chris Angel. Lo que sé, sin lugar a dudas, es que si yo asistiera a un espectáculo de las características de los que ofrecen estos cuatro jinetes en Nada Es Lo Que Parece (Now You See Me, 2013), de seguro me quedaría con la boca abierta y absolutamente desorientada. Pero no exactamente por lo que sucede frente a mis ojos, sino por lo que pasa después. Resulta que este team de magos aficionados es reclutado uno por uno y citado a reunirse en un mismo lugar a la misma hora. No sabemos quién los juntó, pero sí para qué. Pronto el equipo se transforma en el mejor y más grande espectáculo de ilusionismo que haya recorrido los Estados Unidos y el mundo. Pero lo increíble yace en el verdadero propósito de sus trucos: robar. Tan sencillo lo hacen ver, que uno llega a su casa y desea intentar aunque sea liberar un conejo de la galera. Sin embargo estos cuatro, ahora profesionales, tienen más de un as bajo la manga; tiene todo un mazo de naipes. Está bien, no estamos hablando de nada realista, ya que esto nunca ocurrió en la vida, pero lo hacen ver tan real, que estoy segura de que el FBI, la Interpol o Scotland Yard no tendría nada que hacer contra ellos. Daniel Atlas (Jesse Eissenberg), Merritt McKinney (Woody Harrelson), Henley Reeves (Isla Fisher) y Jack Wilder (Dave Franco) son los protagonistas y comparten espectaculares habilidades en este orden: Especialidad en naipes, lectura mental, escapismo e ilusionismo. De más está decir que juntos son dinamita en este misterioso plan que consta de tres instancias, en tres locaciones diferentes y burlando la seguridad y el orgullo de distintas instituciones millonarias. Así, los magos más famosos le dan al pueblo lo que el pueblo quiere: plata. Completan el elenco Mark Ruffalo, Mélanie Laurent, Morgan Freeman y Michael Caine. ¿Ahora la ves? Pero… La verdadera pregunta es: ¿Para quién trabajan los 4 jinetes? Podrá finalmente el FBI descifrar todos los códigos que requiere el desenmascarar a este astuto equipo de atracos, o quedará mal parado y deberá tragarse el orgullo. Eso es algo que vas a tener que averiguar vos mismo, mi pequeño aprendiz. Y mientras el arruinador de carreras Thaddeus Bradley (Morgan Freeman) sigue intentando resolver cualquier tipo de truco para luego venderlo en video, yo te cuento que las actuaciones son prácticamente impecables, al igual que la musicalización y los efectos visuales, que ya directamente en este film pasan a ser una ironía; cómo no vamos a tener un buen engaño visual en un film que se trata de ilusionismo. Siempre es lindo ir a ver al cine una película que te atrapa de principio a fin, con una temática de suspenso original. Porque si bien hemos visto magia y robos, nunca se habían juntado, lo cual lo hace mucho más excitante. Practicá un par de trucos y andá a chequear si de verdad funcionan pero, lo que sí te recomiendo, es que vayas con los bolsillos vacíos, no vaya a ser cosa que te vuelvas sin nada. Ahora… No me ves. @CinemaFlor
Cuanto más ve menos mira, cuanto más mira menos ve Cartomagia, escapismo, prestidigitación, mentalismo, son solo algunas de las especialidades que puede elegir un mago para presentarse en público. Esta es la historia de cuatro ilusionistas, cada uno de ellos notable en su rubro, quienes son reclutados por un desconocido, y que un año después aparecen como celebridades listos para asombrar al público de Las Vegas con un acto nunca antes realizado: Robar, teletransportación mediante, un banco ubicado en París. Los cuatro jinetes, tal como se los conoce, inmediatamente pasan a estar en la mira del FBI e Interpol, y más precisamente del agente Hobbs (Mark Ruffalo) y la francesa Alma Dray (Mélanie Laurent). Lamentablemente, los tiempos del cine hoy en día no permiten sutilezas ni un supenso demasiado extendido, así que la trama se precipita un poco y todo el relato se presenta como si fuera una carrera hacia el final. En este sentido, y si vamos a usar ejemplos mágicos, mal no les hubiera venido ver a René Lavand. Todo el filme funciona como una gran ilusión, distrae mientras arma la trampa, juega con el espectador igual que los magos lo hacen con sus perseguidores y finalmente, la ilusión principal, a modo de grand finale, se presenta, sorprende. Y ante la sorpresa, el espectador podrá actuar igual que ante un acto de magia presentado ante sus ojos; relajarse y disfrutarlo, o pretender verlo de nuevo, algo a lo que cualquier buen mago que se precie de tal jamás accedería. El inquieto querrá ver de nuevo la película para descubrir algún fallo en la trama, la grieta; que por cierto, el guión no está exento de algunas fisuras. Pero ante la sorpresa final, lo más recomendable es, como ante la ilusión, relajarse, disfrutarla y no contárselo a nadie.
La magia y el ilusionismo son fascinantes, más aún si te regalan dinero. Ingresar al mundo de la magia y del ilusionismo es bastante atractivo en cualquier lugar donde se exhiba. Muchos hemos visto los grandes shows de los magos como Coperfield, Tamariz, Houdini, entre otros. Conocimos en la pantalla grande historias combinando este atractivo y ahora una vez mas pero con otros ganchos para el espectador. Todo gira en torno a cuatro magos que se unen: J. Daniel Atlas (Jesse Eisenberg) el carismático y guía, Merritt McKinney (Woody Harrelson) el hipnotizador y lector de mentes, Henley Reeves (Isla Fisher) la experta en escapes, Jack Wilder (Dave Franco) el doblador de metales y carterista, ellos se encuentran protegidos por un importante empresario Arthur Tressler (Michael Caine). Son conocidos en sus espectáculos como “Los Cuatro Jinetes” y se encargan de robar bancos mientras desarrollan su gran show. Son los mejores magos de todo el mundo, montan sus espectáculos acompañados con dispositivos y elementos de alta tecnología, luces, música, un gran despliegue y el carisma de cada uno de los integrantes a su medida y uno de los momentos que más agradan al público presente es cuando el dinero que obtienen lo reparten entre ellos. Sin ninguna duda estos conquistan rápidamente a todos, resulta muy atractivo quitarle el dinero a los bancos y repartirla entre los espectadores. Ahora arman un gran espectáculo en Las Vegas, el truco consiste en robar un banco en Francia, este es un gran golpe sorprendente para todos. Ingresar a la bóveda con un espectador y traer millones de euros a pesar que los separan varios kilómetros de distancia. Pero esto debe terminar y un agente especial del FBI Dylan Rhodes (Mark Ruffalo) lleva algún tiempo persiguiendo a estos ilusionistas, es tiempo de detenerlos y que paguen sus delitos antes que continúen con otro golpe aún más importante. Todo lo va llevando a reunirse con un importante mago Thaddeus Bradley (Morgan Freeman), ya retirado y entrado en años, pero es un conocedor de todos los trucos. El oficial Dylan se siente incomodo porque lo obligan a trabajar con Alma Dray (Mélanie Laurent), una representante de la Interpol. Él viene buscando hace mucho tiempo la manera de detener a Los Cuatro Jinetes y que paguen por sus delitos. Cada día le resulta más difícil y se va transformando como el juego entre el gato y el ratón. Cuenta con un gran apoyo del público que espera ansioso el gran golpe. Este film viene de la mano del director francés Louis Leterrier un conocedor a la hora de realizar historias entretenidas, llena de efectos y con mucha acción conocemos: "Hulk: El hombre Increíble", 2008; "El transportador", 2002;"Furia de titanes", 2010; "El transportador 2", 2005. Y esta no es la excepción, contiene un ritmo vertiginoso, efectos especiales con muy buenos trucos, muy atractiva, un buen montaje y un gran movimiento de cámara, un muy buen elenco con personajes a la medida de cada uno (se trabaja mucho con las expresiones), el humor no falta y el suspenso tampoco, enigmas, tensión, sin golpes bajos, estupenda fotografía, sorprendente, y con una buena vuelta de tuerca.
Divierte una original comedia policial al borde de lo fantástico Cuatro magos callejeros son convocados por un personaje misterioso para realizar el mayor acto de magia jamás visto: roban bancos en vivo, y le entregan el dinero del botín al público. Un agente del FBI y una agente de Interpol están a cargo de la investigación, tan imposible como los trucos que sacan de la manga estos anarco-prestidigitadores llamados Los Cuatro Jinetes. Louis Leterrier es conocido por películas de superacción como la saga de "El transportador" o fantasías como "Furia de Titanes", y esta vez el discípulo predilecto de Luc Besson se mete con un género difícil, el de los magos, que nunca ha dado films demasiado interesantes, salvo la famosa biografía de Houdini protagonizada por Tony Curtis o la tal vez demasiado terrorífica para ser conocida "Lord of Illusions" de Clive Barker, que ni siquiera tuvo estreno en los cines argentinos. Pero esta "Nada es lo que parece" es el tipo de simpática comedia policial al borde de lo fantástico que tiene algo para agradar a todo tipo de público. En realidad se podría sintetizar diciendo que es un policial, sólo que los trucos son tan inverosímiles y complicados que hacen girar el tono hacia lo fantástico, lo que no deja fuera de juego elaboradas escenas de acción propias del director, incluyendo una brillante persecución automovilística y, sobre todo, mucho humor, que es lo que vuelve especialmente recomendable este original producto. Hay mucho cuidado en la elección del elenco, y brillan muy especialmente Woody Harrelson y Jesse Eisenberg como dos de los magos, Michael Caine como el hombre de negocios que los contrata, Morgan Freeman cono un famoso showman especializado en revelar los trucos de los magos y Mark Ruffalo como el sufrido agente del FBI que no da pie con bola en la investigación, siempre dos o tres pasos más atrás que los populares delincuentes que tiene que atrapar. El punto débil de la trama es la revelación final del personaje misterioso, ya que prestándole atención a los detalles previos, la película no cierre del todo bien. Pero la verdad es que a esa altura no importa demasiado, ya que es divertida hasta lo vertiginoso, está muy bien filmada, y tiene uno de esos scores formidables de Brian Tyler que sigue sonando en la cabeza del espectador mucho después de terminada la proyección.
El film justifica los medios "El cine no procede de la pintura, literatura, escultura, teatro, sino de la antigua magia popular. Es la manifestación contemporánea de la historia evolutiva de las sombras, el disfrute de las imágenes que se mueven, la creencia en la magia." Jim Morrison, The Lords. El cine de Louis Leterrier tiene pulso. Uno rápido y que siempre parece estar a punto de colapsar. El montaje y la cámara al igual que las coreografías de peleas que componen sus obras parecieran tener el ritmo más rápido que permite la lectura. Esta vez el director de El Transportador y Danny The Dog elige como excusa un argumento que combina dos tradiciones en principio más que atrayentes para el cinéfilo: La Magia y el Cine de Robos. Las relaciones entre estos dos factores son tan evidentes como lo es su irreconciliable diferencia y es justamente esa uno de los errores que privó a Nada es lo que Parece (Now You See Me) de ser una joya memorable. En el Cine de Robos hay un momento crucial en donde el film expone al público "la revelación", o más precisamente, expone como se llevó adelante el atraco que por definición siempre parece imposible (o perfecto). Este tipo de revelación dentro de la magia es imperdonable. A pesar de este punto y de lo subrayadora que se pone la película en varios momentos Leterrier sigue manteniendo lo que son sus dos virtudes más destacables como realizador. Sabe entretener y elegir elenco. En cuanto a lo primero la cinta dosifica magníficamente los giros que estructuran el género haciendo que estos tres actos marcados por los tres shows de "Los Cuatro Jinetes" no dejen de atraer en ningún momento. En cuanto al segundo apartado el film nos presenta sobre todo dos duplas que en los momentos en que comparten escena derrochan química. Me refiero a un Jesse Eisenberg tan verborrágico que en más de una oportunidad se hizo imposible subtitular literalmente lo que decía y un Woody Harrelson que hace reír sólo con una mueca. Ambos repitiendo la fórmula de Zombieland que aún no pareciera estar agotada. Por otro lado, la gran dupla entre Morgan Freeman y Michael Caine en cuyos diálogos se percibe la maestría actoral que permite que cuando la discusión se caldea en vez de elevar la voz, la bajen cada vez más. El film de Leterrier nos propone ampliar la barrera del verosímil (algo que si somos sinceros siempre hizo el director) para dejarnos fascinar. Al final, un antiguo carrusel servirá como invitación formal para no olvidar que al igual que el ilusionismo, ir al cine es dejar que nos engañen por algunos minutos para recibir a cambio un entretenimiento. En este sentido Nada es lo que Parece cumple con esta noble premisa.
Con un elenco de estrellas, Jesse Eisenberg, Mark Ruffalo, Woody Harrelson, Michael Caine, Morgan Freema, una historia de la unión de cuatro magos expertos que fascinan con sus trucos pero que se dedican a robos espectaculares que mantienen en jaque a la policía y el FBI. Un desafío constante que mantiene en vilo al espectador, para no perderse detalle. Un entretenimiento logrado.
La gran ilusión Una anécdota pertinente: el famoso físico Niels Bohr tenía en la entrada de su casa una herradura de caballo para la suerte. Un amigo le preguntó si creía realmente en eso. El premio Nobel de Física de 1922 le respondió: “Por supuesto que no, pero me han dicho que funciona incluso con los que no creen”. La nueva película de Louis Leterrier (Hulk) es, si sólo se ve lo que parece, puro vértigo, ritmo y diversión, pero es también, si se mira a través de las apariencias de una noble película clase B, un extraordinario ejercicio filosófico pop sobre el lugar y el funcionamiento de las creencias y la voluntad misma de creer. Un mentalista, un mago callejero, una escapista y un carterista son reclutados por un misterioso hombre para una misión y un par de robos antológicos e increíbles concebidos como espectáculo de masas, financiados por un millonario inescrupuloso. Todo empieza con una especie de show televisivo en vivo en Estados Unidos: los “cuatro jinetes” teletransportan a un miembro de la audiencia a París y con él roban más de tres millones de euros en pocos minutos. El médium va y vuelve en pocos minutos y es recibido por una lluvia de euros y el festejo de todos los presentes. En esa maravillosa metáfora lúdica del capitalismo como fantasía colectiva, el testimonio del “ladrón” será poco confiable, pues su viaje ha sido en estado de hipnosis. Pero hay un robo, y la policía, el FBI y la Interpol intentarán entender cómo ocurrió para dar con la evidencia. En una palabra, se trata de resolver un robo millonario y de prevenir los próximos. El agente Dylan y Alma, una oficial francesa, con la ayuda de un “cazador” de ilusionistas llamado Thaddeus, tratarán de atrapar a estos delincuentes, que son una especie de mezcla entre David Copperfield y Robin Hood. Uno de los placeres de Nada es lo que parece es el paralelismo entre la situación de los detectives y la de los espectadores: el afán por descifrar se entrecruza con el deseo de creer. Si bien Leterrier y sus guionistas explicarán demasiado, no todo será del orden de la evidencia. El famoso “El ojo” al que le rinden culto los magos y jinetes, representado aquí por un viaje-trance en una calesita, permanecerá poéticamente en lo indeterminado. Extraña operación narrativa para un filme que no renuncia al espectáculo, pero que no abdica frente a la inteligencia. Para nosotros, singulares animales lingüísticos, creer es un acto de supervivencia.
La cosa es saber mirar y no distraerse Hay tan poco ingenio en el cine de acción de estos días que una película como ésta, apenas sugerente, pero forzada, califica como algo distinto en una cartelera superpoblada de secuelas y de filmes francos, toscos, que apuntan al sobresalto más que a la inteligencia. Bueno, el filme dice que lo que se ve no es lo que sucede, que cuanto más cerca estamos de los hechos, menos podemos entenderlos, que el truco como la vida consiste en mostrar una cosa para ocultar lo que realmente vale. Y por ese lado andan estos cuatro jinetes, magos súper estelares convocados por un desconocido que juega al gato y al ratón con la policía, con los empresarios abusadores, con la magia y hasta con un racionalista dedicado justamente a dejar mal parados a los magos que deslumbran el mundo. Con todo eso el francés Louis Leterrier logro un filme vertiginoso, efectista, vistoso y entrador, que tiene suspenso, persecuciones, sorpresas y trampas. A diferencia de los buenos exponentes del género, la narración es inconsistente y antojadiza. Los trucos están allí para seguirnos diciendo que hay que saber mirar y no distraerse, porque este mundo es un gran engaño.
El encanto del artificio La magia para ingresar en su culto sólo nos pide un sacrificio a realizar en su altar de adoración, una sola ofrenda debe ser realizada para lograr ser parte: la entrega incondicional del verosímil. Inútil es asistir a una función de magia o ilusionismo con la pendenciera actitud de ver los hilos que se mueven detrás del escenario o el doble fondo de la caja en la que habita temporalmente el conejo. Poco disfrutaremos de la propuesta. Con el cine de ilusionismo ocurre lo mismo, verlo buscando la factibilidad de sus trucos es casi tan inservible como fútil. De modo que la propuesta del film del director Louis Leterrier (encargado de las cintas de acción Hulk y El transportador I Y II) nos propone un viaje lleno del brillo y la majestuosidad que sustentan el engaño mejor planteado. Primero entonces iremos conociendo uno a uno a los encargados de llevarnos en este viaje de magníficos y grandilocuentes engaños: J. Daniel Atlas (Jesse Eisemberg); Jack Wilder (Dave Franco, el hermano del consagrado James); Merritt McKinney (Woody Harrelson) y Henley Reeves (Isla Fisher) son reclutados por un misterioso desconocido que dándoles una carta a cada uno los cita en una misteriosa dirección y les encomienda una misión que el espectador no conocerá hasta el final. La acción nos lleva entonces a Las Vegas donde los “Cuatro jinetes” presentan un espectáculo que se propone una meta por demás ambiciosa: robar en vivo y en directo y delante de toda la audiencia presente un banco en París. Un miembro de la audiencia, elegido al azar es teletransportado hasta una bóveda de la ciudad parisina y allí se lleva a cabo la maravillosa hazaña frente a la mirada incrédula de todos. Cuando el cuarteto es apresado e interrogado por Dylan Rhodes (Mark Ruffalo en un gran papel) con la colaboración de Alma Dray (Melanie Laurent) no sólo no obtiene respuesta válida alguna sino que sabe que pronto vendrá un golpe aún mayor que dejará en ridículo a las fuerzas policiales. Así comienza un juego del gato y el ratón donde constantemente ambas partes miden sus fuerzas, y como suele ocurrir en los últimos tiempos tanto en el cine como en las series, la incompetencia de las fuerzas del orden se hace más y más evidente. Completan la situación como dos mentores en veredas opuestas: Arthur Tressler (Michael Caine) un magnate benefactor de los cuatro jinetes y Thaddeus Bradley (Morgan Freeman) en el papel del eterno encargado de desenmascarar a todos los ilusionistas que se crucen en su camino. "Cuando más cerca estés menos verás", es el lema principal de este grupo de ilusionistas y el film hace justamente eso con el espectador: lo abruma de tal manera con sus luces de neón, con su artilugio tan magistralmente llevado a la enésima potencia que en medio del aturdimiento poco puede hacer para entender y sólo le queda una opción. Más tarde vendrán las explicaciones de cada uno de los trucos (tal vez demasiado en detalle y menospreciando la capacidad del espectador), pero tras cada artilugio develado vendrá uno mayor, que responde al plan de la mente maestra que los jinetes aún no conocen. Si algo puede criticársele al film es su falta de verosímil pero convengamos que tal vez ese sea el basamento principal de la ilusión: un avezado ejecutor y un espectador dispuesto a dejarse seducir por su arte. El cine al igual que la magia son unas de las únicas maneras posibles que posee el hombre común de vencer la rutina y la falta de control que la vida le impone. Por un momento olvida su condición de mero individuo para poder sentirse parte de un universo mágico y luminoso pero nada de esto puede ser posible si el mismo no realiza su propia alquimia. Del público depende disfrutar de este film desprejuiciadamente lúdico o salir de la sala contando los hilos que vieron detrás o el doble fondo de la caja del conejo.
Billetes de la galera No hay dudas que el director Louis Leterrier aprendió algo de cine al codearse en su carrera con un maestro de la talla de Luc Besson. A él le debe su posicionamiento en el séptimo arte con películas de culto como “Danny, the dog” y de éxitos comerciales, como “El transportador” y su saga. En “Nada es lo que parece”, Leterrier apostó a un dream team en el elenco, en el que se desaprovecha el potencial de Woody Harrelson y se privilegia demasiado a un mediocre actor como lo es Mark Ruffalo. Quizá por la ausencia, precisamente de Besson en los créditos. Pero, hay que decirlo, de éste cotizado guionista, director y productor francés Leterrier incorporó cierta dinámica y el vértigo necesario para las películas de acción. En esta historia, cuatro magos (tres varones y una dama) apodados “Los cuatro jinetes” irrumpen en el mundo del espectáculo con sorprendentes trucos. Pero cuando deciden robar un banco la magia muta en delincuencia, y allí los agentes del FBI los tomará como una zanahoria que, pese a que está delante de sus narices, no pueden atraparla. El filme tiene un arranque un tanto soporífero, pero cuando se lanza la acción no se detiene hasta los títulos finales. Una película entretenida, con un mensaje políticamente correcto y un toque de romanticismo. Demasiado redondita, como un truco de magia.
Magos, engaños y billetes Con un tráiler netamente dinámico y demoledor y con un reparto tan envidiable como carismático, Now you see me ya conseguía atraer al público, más aún a aquel que gusta y se divierte con la magia. A cada uno de los “cuatro jinetes” le llega una enigmática carta de convocatoria en un sitio en particular. Los mejores ilusionistas del mundo reunidos para brindar en sus shows un truco maestro mediante el cual asaltan bancos y se despiden haciendo llover el dinero robado sobre los espectadores. El FBI debe intentar enfrentarlos y conseguir pruebas certeras para inculparlos, a manos de Mark Ruffalo y Mélanie Laurent , enviada por la Interpol (Shosanna en Bastardos sin gloria). Además de ellos, el personaje encarnado por Morgan Freeman, un sujeto dedicado de lleno al desenmascaramiento de magos (aquel que suele descubrir el as bajo la manga de cada artimaña). La película arranca con mucha fuerza y ritmo, presentando a cada uno de los cuatro prestidigitadores junto con sus características: Jesse Eisenberg como el “capo” de los naipes y juego de manos; Woody Harrelson como un mentalista e hipnotizador súper sarcástico; Isla Fisher y Dave Franco. Lo interesante está dado en lo que suelen proveer las narraciones que involucran a la magia como temática: esa intriga que acecha al observador acerca de cómo se hizo semejante truco. Lo bueno de ello es que todo tiene una explicación o develación detallada, quedando a criterio del público qué tan verosímil o realizable pueda resultar. En Now you see me el aburrimiento está prohibido, la cinta es un espectáculo visual entretenidísimo que goza de una agradable bocanada de diálogos graciosos, irónicos y chispeantes. Para deleite de quienes buscan algo que se salga un poco más de la vaina, la historia nos trae unas ingeniosas vueltas de tuerca que elevan el nivel de la película un escalón más. Sumamente recomendable, Nada es lo que parece enlaza, divierte y provoca una buena sensación en el espectador pero sin lograr trascender, quizás por algún que otro manejo que lo encasillan más como un producto comercial y pochoclero. LO MEJOR: el reparto, particularmente Eisenberg, Harrelson y Freeman. Un ritmo vertiginoso que no da lugar al bostezo. Buenos giros. Buena fotografía. LO PEOR: queda un sabor extraño que no termina de llenar al espectador. Le falta algo. PUNTAJE: 7,6
Yo creo y con eso basta El cine es el truco de magia perfecto, y hay más cine en este producto de entretenimiento “menor” que en en los ampulosos mecanismos de relojería de Christopher Nolan. El gran truco está en disfrazarse de película del montón, y desde ahí estar siempre un paso adelante (no más) del espectador que cree cómodamente que puede leer el juego. Es un placer dejarse engañar de esa forma. Un mega espectáculo de Las Vegas promete un número final en el que se robará un banco en París por arte de magia. El show montado es espectacular, y al mismo tiempo en el banco francés “efectivamente” desaparece el dinero. Lo virtual se vuelve real. Y si la realidad atenta contra el capitalismo se vuelve extremadamente preocupante. La policía trata de arrinconar a los ilusionistas, pero la única explicación parece ser confiar en la magia. Con más velocidad que ingenio la historia avanza esquivando caprichos narrativos. Casi todos los trucos se terminan explicando, pero queda un bienvenido espacio ciego para colar un poco de ambigüedad en una calesita perdida en medio del Central Park. Louis Leterrier, eficaz realizador habitualmente al servicio de pavadas como Furia de Titanes acierta un pleno con el vértigo que le imprime a una trama que no da respiro en su afán de atontar con armas nobles. Y lo hace de la mano de un grupo de actores con mucho oficio y encanto como Michael Caine, Morgan Freeman, Woody Harrelson, Mark Ruffalo, Isla Ficher y Jesse Eisenberg. Párrafo aparte para Melanie Laurent. Se que en realidad está actuando, pero creo en su magia.
Anexo de crítica. El director francés Louis Leterrier ha demostrado a lo largo de sus películas de acción como las dos El transportador –The transporter, 2002, 2005- oficio y a la vez desparpajo en lo que a manejo de cámara y dirección se refiere. Su cine maneja el mismo verosímil que las películas clase B pero con presupuestos diez veces mayores a los que puede aspirar un film de esas características y siempre en función al espectáculo cinematográfico como sello personal. Cabe preguntarse cuándo un truco de magia es eficaz para responderse si Nada es lo que parece –Now you see me- es igual de eficaz y entonces no queda más remedio que admitir que, a pesar de las trampas de Leterrier y compañía, la digitación del plan maestro queda perfectamente oculta en las numerosas maniobras de distracción, las cuales conducen al espectador por diferentes caminos para que nunca reconozca el verdadero atajo y así llegar a resolver dónde está la falsedad ante los hechos que suceden a gran velocidad frente a sus ojos. Nada es lo que parece apela al recurso de la rapidez tanto en la narración como en el montaje para potenciar la distracción y camuflar las enormes falencias del guión, así como las arbitrariedades en función al propósito buscado: sorprender, engañar, burlarse tanto del público como de sí misma. Parte de ese objetivo lo cumple por contar con un reparto muy calibrado y afiatado para esta aventura entre quienes debe destacarse a Jesse Eisenberg y Mélanie Laurent por encima del resto del elenco integrado por Mark Ruffalo, Woody Harrelson, Isla Fisher, Dave Franco, Morgan Freeman y Michael Caine.
Nada es lo que parece es un muy buen espectáculo visual que, te guste mucho o poco, te va a mantener entretenido durante toda la proyección gracias a las brillantes vueltas de tuerca que trae la historia. El ritmo es trepidante y el guión está muy bien construido como para mantener al espectador expectante. La premisa es original y refrescante y el descenlace va...
Como por arte de magia Nada es lo que parece podría ser una fábula ligera y aireada acerca del estatuto de realidad de lo que vemos. Ver es una cosa; creer en lo que se está viendo es otra cosa distinta. Un grupo de magos extraordinarios, cada uno de ellos experto en su metier, se ve envuelto en una serie de maniobras delictivas comandados por la figura esquiva de un excéntrico multimillonario. En los primeros minutos de película el director Louis Letterrier tira toda la carne al asador en lo que a un gran espectáculo se refiere. Se trata de ver y creer en lo que se ve. El espectador es zamarreado con una felicidad que se reserva para los juegos de ingenio, para las maniobras violentas del circo y para algunas películas frente a las cuales nos quedamos mirando con una sonrisa bobalicona en la cara. Detrás de la cara que sonríe puede haber siempre un resto de infancia que demora su partida, quizá una suspensión de la capacidad analítica, un rapto de credulidad que flota como un globo y también, quizá, una entrega resignada sin la cual la película tiende a desaparecer sin remedio. Nada es lo que parece pide a gritos ese espectador. Y si no lo encuentra, deja de existir, se disuelve por efecto de una falta de fe. Sus armas son la velocidad y el ingenio: el cine, para la película, es un montaje entre esos dos elementos, un par de ideas de guión que se estiran y repiten a toda máquina para que no se note tanto la estrechez de su contextura ni su carácter gaseoso, insuficiente para cubrir todas las áreas con demasiada solvencia. La película cumple bien en un tercio de su metraje. Con buena voluntad tal vez un poco más. Los actores lucen iluminados de regocijo en sus papeles, como si fueran un grupo de amigotes divirtiéndose en mutua compañía, probablemente estimulados por el vértigo de una faena que se podría definir como de “actuar al cuadrado”, montar una escena hacia el espectador en la que se monta a su vez una escena hacia dentro de la película. Nada es lo que parece distribuye sus estocadas felices con una conciencia plena de estar entregando burbujas maravillosas que no están hechas para durar sino para flotar candorosamente ante nuestros ojos solo durante unos instantes cruciales. Si de pronto las explicaciones sobran, si los agujeros en la trama lógica de la película se suceden o si no se puede mantener el mismo nivel de diversión todo el tiempo, en realidad nada de eso importa demasiado. Nada es lo que parece habla solamente de sí misma, y carece de coartadas para simular un espesor cinematográfico que trascienda su carácter de mero entretenimiento. De modo que lo que nos pide es un último impulso para llegar a la meta, sumergidos en la embriaguez proporcionada por ese baile de gracia e ingenio puros, donde no parecen existir las leyes de la física. Al mismo tiempo que afirma su condición de objeto destinado al deleite inmediato, la película ofrece la evidencia de su propia naturaleza volátil, acaso como espejo melancólico de una clase de cine para el que quizá ya no haya cabida.
Ladrones de bancos con estilo “Nada es lo que parece” se trata de una coproducción entre Estados Unidos y Francia, pura acción, adrenalina y magia. Según definen sus protagonistas, la magia es deleite, ilusión, entretenimiento, pero si se usa para engañar y provocar un daño, es crimen. ¿Quiénes son los protagonistas? Son cuatro magos profesionales que viven de sus trucos, que a veces son callejeros y otras veces, se exhiben en antros donde se cultiva el espectáculo circense. Pero no son unos magos cualquiera, ellos tienen sus códigos y una férrea amistad que los une. Un buen día, reciben una misteriosa convocatoria, mediante un mensaje cifrado. Alguien, desde las sombras, los quiere juntos para una misión. Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Isla Fisher y Dave Franco tienen a su cargo representar a “Los cuatro jinetes”, quienes desplegarán una serie de shows, ante numeroso público, en los que usarán sus habilidades para robar a los malos y compensar a sus víctimas. Los malos son una empresa de seguros que estafa a sus clientes y un banco que se queda con los beneficios. Ellos están representados por los veteranos Morgan Freeman y Michael Caine. Por supuesto que las andanzas de Los cuatro jinetes son tan llamativas y escandalosas que tienen en jaque al FBI y a Interpol, porque si bien actúan en Estados Unidos, sus estafas tienen alcances internacionales. Los magos son una especie de banda de ladrones justicieros, ladrones que roban a ladrones para repartir el botín entre los desfavorecidos. Así, se hacen muy populares y el público los adora. La película es una sucesión de hechos despampanantes a un ritmo enloquecedor, un juego permanente entre el gato y el ratón. De un lado, los policías, encabezados por Mark Ruffalo y la bella Mélanie Laurent, y del otro, los resbaladizos bandidos, que siempre van adelante y se burlan de sus perseguidores. En ese plan, hay de todo, transportaciones de cuerpos, gigantografías callejeras, carreras alocadas, disfraces, distracciones, pistas falsas, objetos que desaparecen sin dejar rastros... en fin, un enorme abanico de actividades, que implican un gran esfuerzo de producción, una disposición aparentemente infinita de recursos y una impunidad desmesurada. Al mismo tiempo, la intriga va dando un giro tras otro, desorientando al espectador, hasta que al final, no quedarán preguntas sin responder, aunque la lógica no siempre acompañe. No importa. La propuesta es lanzarse a la aventura de la imaginación y divertirse, con buenos actores en juego y una moraleja que justifica todas las transgresiones y provocaciones de esta banda algo esotérica, que se parece un poco a un grupo de super héroes sui generis. El director, Louis Leterrier, pone en escena todos los efectos que la tecnología tiene a disposición de la industria cinematográfica y consigue montar un espectáculo visual cautivador, con rasgos de cine clase B, aunque de alto presupuesto.
La ilusión desde la ilusión La magia, el arte del engaño, tiene mucho en común con el cine. Ambos se construyen sobre la noción de aquello que podemos ver, pero en ambos casos es igual de valioso aquello que no podemos ver. Tanto la magia como el cine se valen de todos los artilugios necesarios para que el relato sea coherente, evitando que se filtre la posibilidad de la destrucción del verosímil: en el caso del cine de ficción sería un grave problema de guión, mientras que en la magia se pondría en evidencia la naturaleza parcial o total de la falsedad del truco. En Nada es lo que parece ambas artes se encuentran dejando varias sensaciones encontradas pero, también, un relato entretenido que se sostiene en el carisma de sus actuaciones. Pero, ¿qué es lo que produce esas “sensaciones encontradas”? La cuestión del punto de vista que se corresponde con la magia, precisamente. El director juega un “truco” con el espectador, le da a la trama dos giros bruscos que nos obligan a replantearnos todo lo que vimos previamente. El relato nos pone bajo puntos de vista donde lo que se oculta es, precisamente, todo aquello que nos pueda hacer prever el giro, con lo cual mucho del desarrollo pierde peso cuando se piensa a la película en su conjunto. Esto no sólo hace que, por ejemplo, pierda peso la impecable química que hay entre los ilusionistas de Jesse Eisenberg, Isla Fisher y Woody Harrelson, sino que nos hace cuestionarnos para que el director nos ponga la lupa bajo esos personajes sin que haya un testigo, una excusa para hacerlo. Esto es porque el relato se maneja desde un omnisciente al que el director utiliza conveniente y fragmentariamente para hacer el “gran truco” final, que está lejos de estar presentado con la lucidez que lo haría un Shyamalan en, por ejemplo, El protegido. Pero más allá del engaño final hay mucho más en esta película que giros. La introducción es trepidante y el complemento del carisma de los ilusionistas sobre el escenario nos permite ver cómo un talentoso grupo de actores emula la conducción televisiva durante los shows, gracias a la puesta en escena de Leterrier. Sí, quizá algunos clásicos puedan argüir que la cámara nunca para de moverse, pero lo cierto es que en la película se emula la puesta en escena televisiva, con toda esa espectacularización de paneos desprolijos y zooms medidos. No se puede medir con la misma vara las persecuciones, que pecan por ser confusas, hecho llamativo si se tiene en cuenta que Leterrier dirigió las dos primeras partes de El transportador. Entretenida pero algo deshonesta, Nada es lo que parece parece explotar algunas buenas ideas que son ejecutadas en el frenesí de la acción, pero cuando tiene que contar parece dispersa y fragmentaria, forzando un giro final que justifique el aura de magia de la película.
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El cruce entre los mundos de la magia y el cine suele ser agradable, tal vez por la facilidad con la que puede relacionares a las dos disciplinas. Nada es lo que parece es más un film sobre el placer de la magia que una película de estafas, por más que su historia se centre en un grupo de ilusionistas que, con unas pocas presentaciones, quieren llevarse puesto el mundo. Louis Leterrier, creador de la saga El transportador y director de Furia de titanes, se aleja un poco de su acostumbrado cine de acción y, como buen ilusionista, consigue que su narración sea atractiva en todo momento, más allá de cualquier sorpresa que pueda guardarse para el final.
Hace algunos años se estrenaron en la Argentina dos filmes cuyos personajes principales eran magos, ambos durante el año 2006, una era “El Ilusionista” dirigido por Neil Burger y protagonizado por Edward Norton, que utilizaba su sapiencia y habilidades en procura de conquistar al amor de su vida, con trama de poder y política entremezclada. El otro “El Gran Truco” dirigido por Christopher Nolan con Hugh Jackman y Christian Bale, que competían por poseer el mejor truco e intentar destruir al otro. Ahora los magos son cuatro, y todo está puesto al servicio del robo de un banco, casi una mixtura entre las nombradas con “La Gran Estafa” (2001) y “La Estafa Maestra” (2003) Todo esto usted podrá ver en este nuevo producto planeado para entretener en las casi dos horas de duración. Y lo logra en la mayor parte del metraje. EL problema se suscita al cierre. A las apuradas y con giros imprevistos, pero no sorprendentes, casi todo el tiempo se le plantea al espectador que vaya descubriendo lo que sucede, y esto lo atrapa, pero al final la mentira y no el engaño es lo que quiere hacer producir la sorpresa. La historia se centra en cuatro ilusionistas callejeros: Daniel Atlas, un prestidigitador (Jesse Eisenberg), Merrit McKinney, un mentalista (Woody Harrelson), Henley Reeves, una escapista (Isla Fisher) y Jack Wilder, un estafador (Dave Franco). Durante los primeros minutos nos presentan a estos personajes con un despliegue de variables cromáticas, rítmicas, en diferentes espacios. Sólo se repite una imagen, la del encapuchado disimulado por transitar entre la multitud que rodea a todos y cada uno de los digamos, prestidigitadores, que al inicio confunde, pero luego se justifica. Estos cuatro son convocados por un misterioso y desconocido personaje, del que a la postre se develara la identidad. Entre ellos se conocen, o al menos cada uno saben de la existencia del otro, la novedad develada es que la finalidad de reunirlos es robar un banco, aunque al cierre de la historia la verdad es otra, con la mascarada de un show de magia de niveles increíbles, casi alucinante como distracción presentado en Las Vegas, sólo que el banco se encuentra en Paris. Todos saben que fueron ellos y al frente de la investigación se coloca al agente del FBI Dylan Rhodes (Mark Ruffalo), un escéptico respecto de la magia, ayudado por Thaddeus Bradley (Morgan Freeman), ex prestidigitador que ahora se encarga de desenmascarar los fraudes de la magia, y le incorporan a la policía novata francesa Alma Dray (Melanie Laurent). A todos ellos se les suma un socio capitalista que produce el espectáculo Arthur Tressler, (Michael Caine), sólo para confundir un poco más al espectador. Fíjese la cantidad y calidad de primeros actores, también justificando la co-producción franco estadounidense, hay plata en la producción y se nota. De cómo se lleva adelante la investigación y la persecución de los sospechosos trata el filme. La vedette es el trabajo con los efectos especiales, (hay más de 10 minutos de créditos al final del filme). En cuanto a la trama termina con una excusa diferente a la presentada y sostenida en todo su desarrollo, como giro narrativo, ya adivinado por el espectador, por lo cual el suspenso queda en deuda, y el exceso de explicaciones verbales implican un pecado cuando durante el transcurso de la narración todo era expuesto a través de las imágenes. Entretiene y punto.
La magia de la magia por la magia Películas sobre magia se han hecho muchas. Sobre todo usando la magia como medio para resaltar la imagen del mago. Por eso es que cuando en un film se muestra a los magos que hacen su trabajo por amor a la magia, a tratar de mantenerla y realizarla cada día mejor, es realmente hermoso. Es como crear magia para mostrar la magia por el inmenso amor a la magia. De esto se trata “Nada es lo que parece” un fantástico thriller que cuanta la historia de “Los 4 Jinetes” un grupo de 4 fantásticos magos que se hacen famosos cuando en pleno show en Las Vegas roban un banco y regalan el botín a la audiencia. A partir de ahí un policía, con una agente de la Interpol que le imponen como compañera trataran de atrapar a los magos, pero para ello no tendrán que entender lo que hacen los magos, sino tratar de entender porque lo hacen. El director Louis Leterrier (El transportador) le infiere muchísimo ritmo a un film donde el público tratara, no de saber quién es el culpable como en cualquier thriller, sino en cual será el truco y show siguientes que realizaran a continuación y el porqué regalan los botines al público. Leterrier eligió un cuarteto de actores con un increíble talento para los cuatro jinetes. Tanto Jesse Eisenberg como Daniel Atlas, el que sería el líder del grupo, Isla Fisher que interpreta a Henley Reeves, la fantástica escapistas, que alguna vez había sido asistente de Atlas, Woody Harrelson como un mentalista y especialista en hipnotismo y Dave Franco, como el más joven del grupo, conforman un verdadero póker de talentosos actores que además transmiten 8una excelente química al publico que enseguida los convierte en sus personajes más queribles. Mark Ruffalo, Melanie Laurent, Morgan Freeman y Michael Caine conforman el grupo protagónico que lleva a este film a convertirse seguramente en uno de los éxitos de esta temporada. “Nada es lo que parece” es un film maravilloso, un verdadero homenaje a la magia en un thriller con un ritmo impresionante y que el publico disfrutara desde principio a fin.
Esta es la clase de películas que hacen que uno salga del cine alegre y con ganas de volver a ver films. Tiene sus imperfecciones y sus ligerezas, pero la suma total supera sus debilidades. Cuatro magos, reunidos por alguien a quien no conocemos, se vuelven famosos en Las Vegas. Sus últimas tres presentaciones implican, a través de los trucos, tres golpes o estafas magistrales que tienen, además, un oculto propósito. A medida que los crímenes se desarrollan, el FBI, Interpol y toda agencia de seguridad los persigue. Por cierto, final sorpresa. Ahora bien: la película es en sí misma un acto de prestidigitación donde se nos distrae constantemente para que el truco funcione. Y, por cierto, en los minutos finales sabemos que puede pasar cualquier cosa y ya no estamos seguros de nada. Aparece un personaje “nuevo” y ya pensamos que es otro truco (aunque no) y desaparece un personaje “viejo” y pensamos qué lástima (pero es un truco). Ese febril estado de indefinición sería catastrófico para una película, si los actores no fueran todos muy simpáticos y generaran un halo de confianza para sus personajes. Así, en el fondo y a pesar de las vueltas de tuerca necesarias dado el tema, sabemos quiénes son los buenos y quiénes los malos. Un cuento divertido que vale la pena.
Entretenimiento mágico Gran entretenimiento este último trabajo del director francés Louis Leterrier, que además de presentar una trama interesante sobre el mundo de la "magia", convierte a la película en una ilusión en sí misma. Recordemos que Leterrier ha tenido algunos altos y bajos durante su corta carrera, como por ejemplo "Danny the dog" y "El Transportador" en el plano de los altos y "Furia de titanes" y "El Transportador 2" en lo bajos. "Nada es lo que parece" se puede ubicar claramente entre lo mejorcito de su filmografía y marca su vuelta al entendimiento de lo que el espectador quiere ver cuando decide hacer una salida al cine. La crítica internacional no fue para nada benévola con este producto que fue acusado de ser nada más que una linda caja, con un buen diseño y muchos adornos que en su interior no guardaba más que un simple vacío. No concuerdo. Si bien la resolución final no tiene la profundidad de "El gran truco" de Christopher Nolan, es efectiva y definitivamente no deja la sensación de haber perdido el tiempo como leí por ahí. El desenlace no es de los más creativos que se han visto en los últimos tiempos, pero si hay algo que se puede resaltar de este film, es que tiene una manera muy inteligente de llevar al público en la dirección que desea proponiendo una narración super dinámica. Es el ejemplo claro de una puesta en escena ingeniosa, cuidando muy bien los aspectos técnicos, narrativos e interpretativos. Todo sucede con un ritmo muy aceitado, sin frenarse mucho en las historias particulares de los protagonistas y esto está bien, ya que el espíritu de la cinta se encuentra en la sinergia del equipo como un todo y no a través de sus individualidades. Todos los actores hacen un buen trabajo, destacándose la labor de aquellos que por su trayectoria ya tienen una presencia especial en pantalla, como por ejemplo Morgan Freeman, Woody Harrelson y Michael Caine. Por el lado de lo visual y sonoro no hay quejas de ningún tipo, tanto la fotografía como los efectos visuales están utilizados con mesura y elegancia. Es verdad que suceden algunos acontecimientos que nunca son explicados o se hacen trucos que bajo la etiqueta de "ilusión" pasan de inverosímiles a posibles en un pestañar de ojos, pero esto no es lo importante del planteamiento. Es como ver un truco de magia en la vida real, si uno está dispuesto a ver sólo donde estuvo el engaño de la ilusión, lo más seguro es que no lo disfrute, en cambio si se deja llevar por la "magia", seguramente se divierta y hasta sorprenda. La propuesta es pochoclera y no pretende en ningún momento ser un thriller a lo Nolan o una película que se toma demasiado en serio a sí misma. Es conciente de sus limitaciones y se divierte con ellas. Un thriller liviano, fresco, que logra su objetivo con creces y mantiene hipnotizado hasta el final.
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Cuando en plena temporada de blockbusters, te encuentras con una película que no es anunciada con bombo y platillo salvo por el elenco que tiene, y se encuentra uno con una sorpresa agradable, es más que satisfactorio recomendar esa película, que cumple lo que promete. Ahora Me Ves, título en latinoamérica (no en México, en donde quisieron ponerle Los Ilusionistas, nada es lo que parece, que termina siendo uno de esos casos extraños en donde el cambio de título resulta más apropiado para explicar la película) nos cuenta la historia de los 4 jinetes (Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Isla Fisher y Dave Franco -este si tiene talento-) quienes pasan de ser magos de poca monta, que trabajan en la calle, a ser reclutados por un personaje misterioso quienes les otorga dinero para montar espectáculos de mayor envergadura en Las Vegas y otras ciudades, cuya finalidad es actuar como un Robin Hood moderno: robando a los ricos para darlo a los pobres. Louis Leterrier (Furia de Titanes, El Increìble Hulk), nos entrega un thriller de magia entretenido, de esos que vale muchísimo la pena ver, por el simple hecho de que no entrega más de lo que promete, y que resulta ser una agradable sorpresa de la que no muchos -incluido yo- esperábamos resultara un producto infumable. Es cierto que tiene sus fallas, como no desarrollar bien a los personajes, de los que nos quedamos con ganas de saber más, y cuyo giro final resulta un tanto desconcertante porque pareciera que no está bien sustentado. Y sin embargo, con el apoyo de los grandes Michael Caine y Morgan Freeman, Nada Es Lo Que Parece es un filme altamente recomendable y sencillo que nos dejará con el ojo cuadrado.
La cámara es más rápida que el ojo El mundo de la magia es fascinante. El cine, muchas veces, es mágico. La conjunción de ambos no puede dejar de ser interesante. Sobre esta base se mueve el correcto director de origen francés Louis Leterrier para narrar un ingenioso guión, apoyado en un elenco de caras más que conocidas. El resultado es un filme atrayente, divertido y de a ratos, sorprendente por los giros originales de la trama. Es cierto que sobre el final declina la potencia de la historia, pero para llegar a este punto el público ha sido conducido con mucha habilidad precisamente por donde el director y los guionistas habían decidido llevarlo. Los cuatro magos que protagonizan la historia son presentados en las primeras escenas como habilidosos y exitosos (cada uno en su disciplina) pero casi desconocidos. Son misteriosamente (mágicamente) reclutados para realizar una serie de megashows, el primero de los cuales termina en un espectacular robo a distancia de la caja fuerte de un banco de Francia y con la lluvia del producto del atraco sobre los felices espectadores. Esto desencadena la participación del FBI y de Interpol, quienes se niegan a ser meros testigos de cómo estos cuatro ilusionistas delinquen sin temor a terminar entre rejas. Se suceden entonces los tramos más divertidos del filme. La presencia del personaje de Morgan Freeman (un "desmontador" profesional de los trucos de los magos) aporta la explicación "racional" ante los sorprendentes efectos mágicos; la trama entonces sufre una serie de vueltas de tuerca y de revelaciones que la hacen muy atractiva. Cada uno de los actores y actrices le da matices propios a los personajes, y toda la estructura del filme se fortalece con estos aportes. Tal vez la resolución final de la trama puede decepcionar a algunos, pero también es cierto (se dice en alguno de los diálogos) que todo aquello en que la magia esté involucrada exige una cuota de fe y de entrega por parte del público. Bajo esa premisa, la película es altamente recomendable.
Un entretenimiento por arte de magia Continúa esta semana en cartel la película de acción y suspenso del director francés Louis Leterrier ( El transportador 1 y 2 ), una propuesta que reúne excelentes nombres en cartel para ofrecer un entretenimiento sin pausa a cambio de mucha atención. Película con varios giros para distraer y vueltas de rosca inquietantes, opera en el desarrollo de su trama como los trucos de magia que pone en pantalla, en manos de cuatro magos de medio pelo que son convocados por un misterioso personaje para convertirlos en Los 4 Jinetes, los protagonistas del show más fabuloso y arriesgado que jamás se haya visto en el mundo del espectáculo. Tres hombres y una mujer son la cara visible de un plan que incluye el robo a la caja de seguridad de un banco en París, la quiebra de una compañía de seguros y la puesta en jaque de dos hombres aparentemente ubicados en veredas opuestas: el productor del espectáculo que gana masas de adeptos por donde circule y un ex mago que realiza un programa en la web donde descubre los trucos de los más famosos ilusionistas y factura con las visitas. Detrás de la movida de Los 4 Jinetes, parece esconderse el accionar de El Ojo, una antigua secta de magos destinada a guardar los secretos de la verdadera alquimia. Siempre al borde de la ley, estos showmans viven asediados por el FBI, en especial por un desacreditado agente, quien cae como un "Pierre no doy una" en la trampa de estos magos de poca monta llevados a la fama por una fuerte inversión en parafernalia, y lo peor, ante la mirada de una novel y atractiva agente de Interpol Francia que llega para sumarse a la investigación. Los artilugios para despistar, aunque poco originales, funcionan y muy bien, y son de destacar las actuaciones de un reparto que parece haberse divertido tanto como el público y que se apoyó con fuerza en su carisma. Los vertiginosos movimientos de cámara, las panorámicas de escenarios gigantes, corridas por pintorescas y pobladas calles de Nueva Orleans y persecuciones en automóviles con las debidas derrapadas, vuelcos y explosiones, más un guión narrado con pericia de quien sabe divertir, aún con graves atentados a la perfección, convierten cada secuencia de esta película en un juego que mantiene al espectador con la adrenalina en alto.
Publicada en la edición digital Nº 6 de la revista.
"Magos superpoderosos" La regla numero uno al ver una película de Louis Leterrier es “Lo tomas o lo dejas”. Así de sencillo. El realizador francés, responsable de las dos primeras entregas de “El Transportador”, “Danny The Dog” (su mejor película hasta la fecha) y “El Increíble Hulk” siempre te propone desde el inicio de sus relatos que te abstengas de preguntarte demasiado acerca de su trama y también de los giros extraordinarios y fantásticos que a veces suelen tomar estas. Es decir: Hay que comprar que Jason Statham persiga con una moto de agua a un criminal por medio del asfalto como sucedía en “El Transportador 2”. O que Jet Li es una especie de perro guerrero humano capaz de vivir como esclavo tantos años sin animarse a una venganza o escapar de sus dueños. O simplemente hay que dejar pasar el hecho de que Edward Norton es ni más ni menos que Bruce Banner en “El increíble Hulk”. Para evitar que el espectador caiga en esos cuestionamientos que pueden desmoronar por completo sus mundos irreales, Leterrier lo que hace es acribillarte con secuencias de acción perfectamente coreografiadas con un ritmo frenético en donde no podes sacar los ojos de la pantalla y efectos especiales cuidados al servicio de su historia. Con “Now You see me” el ahijado artístico de Luc Besson explota al máximo todas sus cualidades como director y ofrece un producto entretenido de principio a fin que alcanza unos niveles de ingenuidad y fantasía como pocas veces habíamos visto en películas con magos como protagonistas. Producida por Roberto Orci y Alex Kurtzman, la dupla de guionistas más pochoclera de los últimos años en Hollywood, “Nada es lo que me parece” cuenta la historia de un grupo de magos interpretados por Jesse Eisenberg, Isla Fisher, Woody Harrelson y Dave Franco. quienes conforman una especie de “Liga de la Justicia” que realiza actos increíbles durante sus shows, como por ejemplo robar un banco sin que nadie los atrape ni pueda culparlos por ello. Este grupo de ilusionistas rápidamente llamará la atención, por razones obvias, de los agentes del FBI interpretados por Mark Ruffalo y Michael Kelly, quienes ayudados por la agente del Interpol interpretada por la bella Mélanie Laurent, empezaran una persecución frenética para evitar una seguidilla de asaltos cuya lógica supera los límites de la imaginación. Así es como “Nada es lo que parece” no se detiene ni un solo segundo de su relato para tratar de ofrecer las explicaciones necesarias para saber lo que está sucediendo (ya que ni sus protagonistas lo saben) y deja todas las explicaciones para una última media hora final en donde la película da tantos giros argumentales como le fueron posibles insertar a los guionistas en esta historia. Por eso hay que aprovechar las primeras dos partes del film, en donde todo está relativamente dentro de los parámetros de lo imprevisible pero dentro de un marco realista, inclusive las actuaciones donde sobresalen Melanie Laurent (no solo por su belleza) y los experimentados Morgan Freeman y Michael Caine. Después viene el cierre donde se intentan responder todas las preguntas de esta increíble aventura que si bien no convence demasiado, gracias al ritmo frenético plasmado por la edición de Robert Leighton y Vincent Taballion, ayudado a su vez por la música compuesta por Brian Tyler y la cámara de Leterrier que nunca se queda quieta, “Nada es lo que parece” ofrece dos horas de entretenimiento bastante pretensioso, pero entretenimiento certero al fin. Al igual que un truco de magia si te pasas demasiado tiempo tratando de buscar la lógica en lo que se hace te perdes la oportunidad de disfrutar un buen espectáculo.