¿Pisando el acelerador? Si hay algo que deberíamos decir de esta tardía -muy tardía- adaptación cinematográfica de un videojuego extremadamente popular y con dos décadas largas en el mercado, es que el convite resultante podría haber sido mucho peor. Aquí el realizador Scott Waugh y el guionista George Gatins decidieron fusionar la esperable colección de persecuciones/ carreras/ escapes automovilísticos con una historia genérica y boba pero también bastante más apaciguada de lo que suele ser el promedio del Hollywood contemporáneo, factor que le juega esencialmente a favor a la película porque aporta una mínima sorpresa contextual. Desde el comienzo, Need for Speed (2014) balancea sus componentes negativos y positivos con vistas a satisfacer, aunque sea en parte, a la gama más amplia posible de su público potencial. Todos los lugares comunes dicen presente: están el mecánico/ corredor taciturno, el villano multimillonario y codicioso, un ardid y posterior venganza entre ambos, la aparición amenazante de un tercero en discordia (la policía), la chica bonita pero “piola”, y la necesidad de recorrer Estados Unidos de punta a punta -para llegar a tiempo a la carrera definitoria- con un vehículo “tuneado” (en este caso, un muy apetecible Ford Mustang). El subgénero del asfalto y la velocidad ha cambiado con los años, pensemos en clásicos nihilistas del “período de oro” como Bullitt (1968), Two-Lane Blacktop (1971), Vanishing Point (1971) y The Driver (1978). Lo que vino luego fue la proverbial estupidización progresiva de los 80, el vaciamiento de contenidos críticos y todo ese barniz ridículo post MTV que derivó en mamarrachos insufribles como la saga iniciada con Rápido y Furioso (The Fast and the Furious, 2001), y engendros infantiloides similares. Nuestro film en cuestión comparte algunos elementos con la susodicha franquicia y puede ser confundido con un exploitation indirecto, sin embargo logra apartarse de caminos tan superficiales. Respetando a rajatabla la lógica de “una de cal y una de arena”, el dramatismo de cotillón y la pretendida seriedad del relato efectivamente se alejan de manera concienzuda del esteticismo de plástico de los últimos años, no obstante al mismo tiempo resulta innegable que no están lo suficientemente apuntalados ni nos llegan con la convicción necesaria para despertar empatía (el cúmulo de clichés, diálogos paupérrimos y una duración excesiva conspiran para que un elenco bienintencionado pueda levantar el nivel de la propuesta). A pesar de que las secuencias sobre ruedas y con el acelerador a fondo son prolijas y de espíritu retro, tampoco consiguen rescatarnos de una mediocridad amable y pasatista…
Indudablemente una saga de videojuegos que vende más de ciento cincuenta millones de copias, es una veta interesante para probar en la pantalla grande. Si hubo títulos con menos "tradición" que llegaron allí, por qué no pensarlo para "Need for Speed", emblema de Electronics Arts, justo cuando hay una veta en el género de acción merced al buen rendimiento en la taquilla de la franquicia "Fast & Furious"? Ese fue el punto de partida para pensar un pasaje que claramente, necesitaba un buen guión y producción acorde a la empresa. Hoy, el standard para este tipo de film es alto: alto octanaje, espectacularidad visual, camaradería en el cast y por sobre todo, fibra al conducir (que se vea) y cierto nivel dramático que sustente la acción. Aquí, hay que reconocer que Scott Waugh no era un nombre mal elegido para la dirección. Ex doble de acción de mucho prestigio (trabajó del 82 al 2005 cuando se retiró), el hombre es conocedor del paño. Entiende que quiere el público y va por él sin dobles discursos. No habrá en los diálogos pensados por George y John Gatins mucho para destacar, pero al menos no pierden el tiempo en caminos sin salida. Todo aquí es autovía. Y a alta velocidad. Tobey Marshall (Aaron Paul con algo de la energía de la mejor serie de todos los tiempos, Breaking Bad) es un gran piloto, que vive con sus amigos y tunea autos en un pueblo casi rural. La hermana de uno de ellos, le presenta a su novio, Dino (Dominic Cooper) quien le ofrece un gran negocio con el reacondicionamiento de un auto especial. Como la situación financiera es mala para Tobey, su grupo toma el trabajo y logra posicionar el vehículo para la venta. El problema es que, en una apuesta posterior, Dino y Jesse corren junto a Little Pete (Harryson Gilbertson) con autos europeos ilegales y este último tiene un trágico accidente que marca a fuego esa relación. Nuestro piloto va a la cárcel por dos años y saldrá de allí dispuesto a vengarse de Dino (razones no le faltan, te digo) a su manera: venciendolo en su propio terreno. Cuál es? Una competencia de 6 autos muy prestigiosa convocada por un DJ llamado Monarch (Michael Keaton quien parece estar de regreso en producciones de porte, sino recuerden "Robocop" hace un par de semanas), llamada "La De León". Claro, a un ex convicto no se lo invita a una carrera cuyo premio son más de 6 millones de dólares en autos. No señor. Hay que hacer méritos para ser convocado y llamar la atención. Eso hace Tobey y su crew, recorriendo el país de punta a punta, para posicionarse como revelación, entrar en la competencia y lograr enfrentar a Dino en la carrera final. Lo cuento en pocos pasos pero la peli se toma su tiempo en llegar ahí. Hay que decir que la historia es la de una vendetta clásica, con todas las de la ley. Agregar que Paul le pone mucha garra a su rol (tanta que a veces nos cuesta creerle, sinceramente) y que quienes jugaron alguna vez a alguno de los "Need for Speed" se van a sentir como en casa. La apuesta por recrear el espíritu del juego funciona y si bien no hay mucha profundidad en las subtramas a lo largo de esta "fake" road movie (la verdad, atraen poco), la adrenalina de algunas persecuciones y los encuadres que Waugh propone para ubicarnos dentro del juego, están logrados. Si, Cooper no da la altura del villano, Keaton parece sólo aportar carisma y nada más, Imogen Poots desperdicia su encanto natural cada vez que aparece....pero... no entramos a sala para ver carreras desenfrenadas y autos que vuelan por el aire? En eso, "Need for Speed" no defrauda. No le podés pedir mucho más. Sí, tiene menos encanto que "Rápido y Furioso" y seguramente compararlas no sea buena idea pero... cuántas películas hay para los amantes de la velocidad en este tiempo? En ese espacio, se encuentra la clave para darle el aprobado a esta propuesta.
¿A quién ama Tobey Marshall? Llevar el videojuego Need For Speed al cine es como hacer una película sobre Tetris: ni los autos de carrera ni la lluvia de cubitos multiformes esconden ninguna historia. Que Need for speed (Need For Speed, 2014) se base en “una de las series de juegos más exitosas de todos los tiempos” no significa nada, excepto que se pagó buen dinero por el título. Aaron Paul (el canijo desaforado de Breaking Bad) es Tobey Marshall, un mecánico/corredor de carreras sin ninguna ambición en la vida excepto pagar las deudas de su padre. Una noche llega a sus puertas Dino Brewster (Dominic Cooper), que le ofrece una tajada millonaria si le ayuda a construir un Ford Mustang que sea un poco más rápido y más azul que otros Ford Mustang. ¿Quién es Dino? El malo de la película. ¿Ven que usa chaqueta de cuero y encima un cuello de tortuga? Pura maldad. Tobey, dios bendiga sus dos neuronas, accede a mezclarse con Dino. Sus amigos desaprueban. Entre ellos está “el pequeño Pete” (Harrison Gilbertson), que se parece un poco a un joven Leonardo DiCaprio y a su personaje en ¿A quién ama Gilbert Grape? (What’s Eating Gilbert Grape, 1993), en el peor sentido que podría sugerir esta comparación. El pequeño Pete muere – inevitablemente – en una carrera, Tobey va a prisión injustamente y dos años luego busca venganza participando en una ultra secreta carrera clandestina llamada De León patrocinada por el “Monarca” (Michael Keaton). Así que ésta es una historia de carreras, y las carreras se ven muy bien, montadas con prolijidad y encuadradas frecuentemente en primera persona, posiblemente en referencia a los orígenes interactivos del material. A excepción de algunos choques imposibles que envían autos volando en 3D, los realizadores parecen haber mantenido el contenido de imágenes computarizadas a un mínimo, lo cual resulta crucial para películas de este estilo. El género entero nace de la atracción hacia las escenas de riesgo “auténticas”. El problema fundamental de la película es cuan frívola se siente. No por la plétora de secuencias de alta velocidad, sino por cuan innecesarias resultan. La venganza supuestamente nutre la motivación del protagonista, pero todo lo que hace resulta inconducente e impráctico. Camino a la carrera clandestina – que se encuentra a 2 días de manejo, al otro lado del país – corre picadas, causa accidentes y desafía a la policía por ningún motivo aparente excepto justificar la siguiente secuencia de velocidad. ¿Saben cuántas carreras hay en Rápido y furioso (The Fast and the Furious, 2001)? Más o menos las mismas. Pero ahí cada secuencia de máxima velocidad se desenvuelve naturalmente a partir del carácter de sus personajes: el robo inicial que presenta a la banda de Toretto, la carrera en la que Brian se infiltra en su círculo, la carrera en la que Jesse cae por su hubris, etc. Y resulta cómico Need for speed tenga la necesitad de citar a Bullitt (1968), cuya única secuencia de alta velocidad servía para ilustrar la férrea determinación de su protagonista, así como Contacto en Francia (The French Connection, 1971) haría años después. Secuencias como éstas no quedan en la memoria sólo por la técnica empleada en ellas, sino porque significan algo dentro de las historias que cuentan. No hay tal cosa en Need for speed, donde la única consigna es acelerar indiscriminadamente hasta que termine la película. De hecho van tan rápido que el guión tiene que encontrar formas de atrasarlos, por más estúpidas que resulten. Por ejemplo: Tobey decide cargar combustible en pleno movimientoa más de 200 km por hora con la ayuda de sus compinches y un camión surtidor, todo con tal de ahorrarse los 15 minutos que tomaría cargar en una estación. Hazaña loable, pero más tarde decide parar para llenar el tanque. ¿Por qué? Porque su acompañante Julia (Imogen Poots) quiere maquillarse en la estación de servicio. Prioridades, muchacho.
Cine de acción de la vieja escuela. Esta es una película basada en el videojuego de autos más grande de todos los tiempos que en materia de realización evoca el espíritu que solían tener las producciones clase B de H.B.Halicki (60 segundos, The Junkman), Richard C.Sarafian (Vanishing Point) y Hal Needham (Smokey and the Bandit). Si bien decayó en los últimos años en sus ventas, porque los productores del juego se alejaron de la esencia que tenía esta propuesta, Need for Speed sigue siendo el superclásico del género de autos. El primero que salió en 1994 era increíble y ofrecía una experiencia distinta que elevó la calidad de lo que eran los juegos de este estilo en aquellos días. La película adapta muy bien los elementos clásicos que hicieron famoso a Need for Speed en una producción que se destaca principalmente por su realización. Sí, la historia es un catalogo de lugares comunes y es bastante predecible, pero este no es un film que se hizo para debatir en las universidades. Las grandes estrellas son los autos y las persecuciones están filmadas como se hacía en los años ´70, cuando el cine de acción dependía exclusivamente de los dobles de riesgo para impactar a los espectadores, ya que no se podía acudir a la animación computada. La película no presenta las infames carreras artificiales de Meteoro ni secuencias bizarras que desafían las leyes de la física como en las últimas entregas de Rápido y furioso. Queda claro que el director Scott Waugh intentó alejarse de la comparación con los filmes de Vin Diesel al brindar una propuesta distinta en materia de realización. Acá no hay tiroteos, peleas, ni grandes despliegues de pirotecnia ya que la acción pasa exclusivamente por los autos, los escapes y las carreras. Salvo por un par de momentos donde es obvio que tuvieron que acudir a los efectos digitales, en general la acción se abordó como en las películas de antes. El director Waugh había hecho previamente el film ultra patriotero, Act of valor, que Chandler comentó en su momento, y que fue elogiado por el realismo con el que retrataba los operativos de los comandos militares de Estados Unidos. Salvo por Aaron Paul (Breaking Bad), Dominic Cooper (Capitán América) y una participación de Michael Keaton no hay grandes caras conocidas en el reparto y la verdad que en esta producción no era necesario. No hay que darle muchas vueltas al asunto. Si querés ver una película profunda con contenido argumental te va a interesar conocer Her, de Spike Jonze. Si por el contrario, sólo querés disfrutar un entretenimiento decente en materia de acción, esta es una gran opción que se suma a la cartelera.
“Rápido y furioso” le saca ventaja Ya era raro que en plena época en la que cualquier best seller adolescente, juguete, serie y/o juego de PC puede adaptarse a la pantalla grande, nadie se hubiera fijado en la saga Need for Speed. Hasta que alguien entrevió el negocio detrás y lo hizo. El problema del traspaso al cine del simulador de carreras de autos más famoso del mundillo gamer, creado a mediados de los ’90 por la compañía EA Sports, es justamente ese: la obviedad de la concepción mercantilista, la creencia en el poder de atracción y evocación de una marca reputada como título, el consecuente descuido por las formas ejemplificado en una narración espástica y una serie de escenas de acción que de acción tienen poco y nada, la marginación de la esencia de la materia basal. Porque una adaptación de este tipo pedía a gritos un grado de octanaje, fisicidad y explosividad que aquí no hay. Lo que hay, en cambio, es una historia de revancha con un dramatismo de pacotilla insuflado a fuerza de música y sobreactuaciones, que comienza con el hijo (Aaron Paul en plan emo símil Jesse Pickman) de un reconocido piloto recientemente fallecido a punto de perder su taller mecánico por una deuda a priori imposible de saldar. Esto hasta que otro piloto, ex amigo devenido en traidor, le ofrece un negocio imposible de rechazar: reparar –y tunear– un poderoso Ford Mustang. Y de paso arreglar viejas diferencias pisteando un rato. El malo es tan pero tan malo –el maniqueísmo es norma– que no vacila en generar un accidente fatal para uno de los buenos, empujando al protagonista a la cárcel. Dos años después, y a más de una hora de los créditos iniciales, llega, al fin, el planteamiento del conflicto central: ver quién la tiene más larga corriendo en una prestigiosa carrera de autos lujosos. Carrera que se disputará exactamente en la otra punta del país, convirtiendo al film en una road movie. Dirigida por el desconocido Scott Waugh (su único antecedente es la patriotera y aquí inédita Acto de valor), NFS luce anacrónica y envejecida, sobre todo a causa de la autoconciencia emanada por la saga Rápido y furioso. Es cierto que en ambos casos la hidalguía se emparda con la capacidad de maniobra y las cosas se arreglan con hechos detrás del volante antes que hablando, pero mientras Vin Diesel y el resto de la troupe se pasean con gracia y despreocupación en películas vaciadas de cualquier sentido más allá de la pulsión física del destroce de fierros, el ex Breaking Bad y sus camaradas lo hacen apresados en el psicologismo barato de una serie de sucesos traumáticos de cajón según los cuales la conducción es un medio expiatorio antes que un fin en sí mismo. Aburrido y eterno (¡130 minutos!), el film preanuncia, desde su mismo título, cuál es su principal necesidad insatisfecha.
A mil por hora El asunto en Need for Speed es la velocidad, pero la película llega tarde: a meses del estreno de Rush, esta queda como un juego de niños. De hecho, es así literalmente: se trata de la adaptación al cine de un videojuego que fue creado en 1994 y, desde entonces, tuvo una veintena de versiones. Para dejarla a salvo de las odiosas comparaciones, habría que protegerla bajo el paraguas de las intenciones y suponer que está destinada a un público infanto-juvenil. Pero al verla, es inevitable no extrañar la rivalidad entre Niki Lauda y James Hunt que tan bien contó Ron Howard. Acá, como no podía ser de otra manera, también hay dos archienemigos. Pero sin matices: son el buenísimo, pobre y noble Tobey (Aaron Paul, el coprotagonista de Breaking Bad) y el malísimo, rico y detestable Dino. Los separa una mujer, un amigo muerto y el ego por demostrar quién es el más rápido. Ese asunto, más otros de índole moral, se dirimirán en la De Leon, algo así como el súmmum de las carreras clandestinas. Su creador, Monarch (Michael Keaton), un excéntrico y demente millonario que transmite la competencia por Internet, es el único personaje interesante, pero sólo hace apariciones fugaces. Es que Need for Speed-dirigida por un ex doble de riesgo, Scott Waugh- es una oda a las picadas callejeras: son divertidas, cool y están organizadas con todo profesionalismo (hasta tienen una avioneta de apoyo). La adrenalina de la película no pasa tanto por ver cómo estos pilotos rompen los velocímetros, sino que lo hacen en calles y rutas, donde no está permitido superar ciertos kilómetros por hora. La gracia es que ponen en riesgo a todo el que pasa por ahí, desde un homeless con su carrito hasta un micro escolar lleno de chicos. Aunque milagrosamente nadie resulta herido más que los corredores, la conclusión es que aquí no hay héroes, sino solo villanos. Por suerte, al final un cartel nos indica que no debemos imitar esas maniobras. O terminaremos como Paul Walker.
Heredera de la saga RAPIDO Y FURIOSO, estamos ante una de las mas adrenaliticas cintas con autos de competición. Sin renegar de su origen, el filme contiene secuencias que parecen extraídas de una consola, momentos de puro vértigo, filmados con pericia y buen gusto. Acción, espectacularidad, personajes empáticos, NEED FOR SPEED es puro entretenimiento, cine pochoclero 100% garantizado.
Película de autos y lealtades Need for speed es la versión cinematográfica de un popular videojuego, pero no se necesita ningún conocimiento previo del mismo para entender o disfrutar del relato. El protagonista es un mecánico con gran habilidad para conducir autos preparados, aunque su taller corre riesgo de cerrarse y dejarlo a él y a sus amigos en la calle. Un viejo conocido, devenido en enemigo y exitoso piloto de autos, vuelve para hacerle una propuesta comercial que no lo convence pero que a su vez no puede rechazar. Este largo prólogo será la puerta que se abre para desatar los verdaderos conflictos de la película. Ese conflicto, fuerte, claro, interesante, irá acompañado por espectaculares y deslumbrantes autos de todo el mundo. Aunque no se necesita ser amante de los autos para disfrutar de Need for Speed, los fanáticos tendrán para hacerse un show con los que aparecen en pantalla. Claramente la película tiene una tensión rara entre dos ideas. Por un lado asume su incorrección política, exponiendo la irresponsabilidad y los peligros para terceros que representan los personajes de la película, pero por el otro reivindica la lealtad y la nobleza de sus protagonistas. No será tan fácil como en Rápido y furioso sentirse a gusto, esta película es más incómoda y dramática, pero cierta crudeza de las escenas de acción le sienta muy bien y le otorga algo de originalidad. Need for Speed logra, a pesar de estar llena de efectos especiales, un realismo de las escenas de acción –aun las inverosímiles– que engancha al espectador. Los actores, buenos actores, también le dan al relato credibilidad para que lo absurdo se haga plausible. Si las cosas le salen bien a esta película, todo está servido para iniciar una nueva saga para los amantes de la acción y los autos. Pero también para quienes buscan héroes nobles, con valores y lealtades inquebrantables.
"Need For Speed" es una peli para los amantes de la velocidad, los autos y las carreras. Es una adaptación del famoso videojuego y llega a pantalla grande la primera de las entregas (seguro se vengan varias). La semana que viene vas a poder ver mi entrevista con Aaron Paul (Jesse Pinkman, de Breaking Bad) y Ramón Rodriguez, donde además de hablar de la película, te cuentan algunos detalles del rodaje. Un punto a favor es que "Need For Speed" no tiene dobles, y eso es para aplaudirlos a los realizadores, que quisieron volver al inicio del género y hacer esta historia con los mismos actores conduciendo y demás. Aaron Paul funciona a la perfección y le aporta el profesionalismo actoral que tanto vimos en Breaking Bad. Dominic Cooper, Imogen Poots y el resto, suman en cada segundo de la película. Eso sí, los momentos espectaculares y mas recordables están a cargo de los tremendos autos que chocan y hacen de las suyas durante las casi dos horas que dura la peli. Comprate pochoclo y anda con ganas de subirte a una aventura imperdible... eso es "Need For Speed".
Una carrera con alto voltaje Muy buen humor y un efervescente ritmo acompañan a las vedettes del desfile, los mejores modelos en cuatro ruedas. Desde un Mustang modelo 2013 Shelby Gt500 a un Ford Gran Torino 1969, o un Chevy Camaron 68. El argumento es elemental y fácil de seguir. El héroe, Tobey Marshall (Aaron Paul) es joven, lindo y con no mucho efectivo. Mecánico de autos, maneja el negocio de la familia con su grupo de amigos. Para salvar el taller familiar, hipotecado, Tobey se asocia a un ex piloto de Nascar, bastante engreído, Dino Brewster (Dominic Cooper), tan joven como él, pero capaz de traicionarlo. Y lo hace frente a la broker automovilística Julia Bonet (Imogen Poots) con la que Tobey podría haber concretado un negocio. El traicionero ex piloto trae a cuento un accidente relacionado con Tobey, que ocasionó una muerte. Y el bueno del joven mecánico caerá en la trampa del ex piloto y es enviado a la cárcel por dos años. Tobey jura venganza y libre, dos años después, decide derrotar al mal tipo en la famosa carrera De León, célebre dentro del circuito clandestino. La final será de alto voltaje y Tobey contará con la ayuda de su equipo de amigos y de Julia, una experta en carreras de alto octanaje. PAREJA JOVEN El filme de Scott Waugh está basado en los videojuegos de carreras más exitosos de la historia, los que vendieron hasta ahora ciento cuarenta millones de copias y tiene una pareja joven al frente del reparto que funciona, Aaron Paul (Tobey Marshall) -el muchacho de la teleserie "Breaking Bad"- y la chica a la que se vio en "Jane Eyre", Imogen Poots, como el conductor del auto y su co-piloto. A su lado, el malo, a cargo de Dominic Cooper y nada menos que Michael Keaton, como el anfitrión de la carrera, transmitiendo para la web. En cuanto al director, aggiorna el recordado tipo de películas de la cultura automovilística de los "60 y "70, con viajes de carretera incluídos y periplos de costa a costa. Es imposible dejar de pensar en filmes como "Gran Prix" (1966) de John Frankenheimer, consagrando las carreras de Fórmula 1, o "Las 24 horas de Lemans" (1971) protagonizada por el fallecido Steve McQueen. LOS MODELOS Con muy buen ritmo y un bien construído guión de los hermanos John y George Gatins, que están en el rubro automovilístico en la vida real, el filme se luce durante la carrera de De León, cuando los mejores autos trepidan en el logro de la recta final, mientras un coche es salvado de caer al rio Colorado por un helicóptero. Muy buen humor y un efervescente ritmo acompañan a las vedettes del desfile, los mejores modelos en cuatro ruedas. Desde un Mustang modelo 2013 Shelby Gt500 a un Ford Gran Torino 1969, o un Chevy Camaron 68.
Vértigo bien logrado con superacción 3D Créase o no, esta adaptación al cine del exitoso videogame "Need for Speed" es una de las mejores películas de carreras callejeras ilegales que se haya filmado en décadas. Es que, a diferencia de las más famosas y taquilleras muestras del género, esta película no incluye policías juveniles infiltrados en pandillas dedicadas al culto por las "picadas", sino que se las arregla para que sus personajes sean criminales que infringen la ley y pongan en peligro a la gente que se les cruza. Detalle que no le impide al argumento marcar la diferencia entre héroes y villanos, por más que los protagónicos sean unos bastardos dedicados a satisfacer su necesidad de vértigo sin reparar en los riesgos que su pasatiempo pueda generarle al prójimo. La película dura más de dos horas lo que podria parecer demasiado extenso para un entretenimiento de superacción basado en un juego de video- y de manera consciente se toma el tiempo necesario para arrancar en serio. Esto resulta un poco irritante durante la primera media hora, que sólo se luce en las primeras excelentes escenas de autos vertiginosos en 3D, oportunamente intercaladas por una minuciosa presentación de los conflictos de personajes poco interesantes cuando están lejos del volante. Pero aun en esas escenas, el guión se ocupa de marcar que estos simpáticos fans de los fierros podrían llevarse por delante algún peaton al doblar en cualquier esquina. Incluso llama la atención que los conductores no se molesten en usar el cinturón de seguridad aun al correr a toda máquina autos preparados para superar los 200 km. por hora. La historia es la de un corredor que va a la cárcel falsamente culpado de haber provocado la muerte de su amigo en una picada, por lo que salir viola la libertad condicional para vengarse del verdadero responsable en una legendaria carrera ilegal en la que el ganador se queda con los carísimos autos del resto de los competidores, aunque por supuesto en este caso la carrera es por vengar al amigo muerto. Cuando las motivaciones se vuelven mas dramáticas, en una escena clave queda claro que los personajes deben abrocharse el cinturón de seguridad, dando comienzo a una persecución imposible para atravesar territorio estadounidense eludiendo tanto a la policía como a los esbirros del villano, que harán lo posible para detenerlo (en este sentido hay una escena que casi parece un pequeño homenaje a "Mad Max"). No es el tipo de película donde el punto fuerte son las actuaciones, aunque el elenco es correcto, y mas que el héroe, Aaron Paul, sobresale el villano de caricatura Dominic Cooper, el personaje que aporta el toque cómico interpretado por Scott 'Kid Cudi' Mescudi y un soprendente y vivaz Michael Keaton como el organizador de la carrera. El director Scott Waugh viene de una familia de stunts, y por si mismo tiene un curriculum impresionante en el rubro (incluyendo películas para Michael Mann y John Carpenter), además de haber dirigido el ultraviolento film sobre marines verdaderos todo un hito de la acción realista dado que utilizó munición auténtica- y obviamente las escenas de persecuciones logran algo tan raro como devolver al cine los viejos choques de autos con realismo y la menor cantidad de efectos digitales posible, pero además filmados especialmente para aprovechar las posibilidades del 3D. Hay muchas escenas para la antología, que ningun fan querra perderse.
Efectiva road movie de acción Tras el inmenso éxito de la saga de Rápido y furioso, y aprovechando -claro- la popularidad de la franquicia de videojuegos de carreras homónima (150 millones de copias vendidas), llega Need for Speed, una película básica y al mismo tiempo bastante eficaz. Lo de básica tiene que ver con que el guión de George Gatins está construido de manera consciente a partir de estereotipos y clichés del cine popular: el chico de clase media-baja en problemas, pero bienintencionado, versus el rival rico y despiadado; el protagonista que es acusado de un crimen que no cometió y luego sale en busca de la venganza (que deberá ser una reivindicación moral antes que una del tipo ojo por ojo); la historia de amor entre el antihéroe con su corazón endurecido y la muchacha (inglesa para más datos) excéntrica, entusiasta y finalmente mucho más valiente y desprejuiciada de lo que parecía. Si el cinéfilo está esperando un film que les haga honor a clásicos como Reto a muerte o Bullit, o que tenga el desparpajo de las películas con Burt Reynolds y la más reciente A prueba de muerte, puede que esta experiencia resulte un poco frustrante. Es que estamos en el imperio de las convenciones, los diálogos elementales y hasta un poco torpes, con ese cuentito clásico y -por qué no- algo demagógico para un público adolescente y juvenil que no pretende complicarse con los vericuetos de una trama con demasiadas curvas y contramarchas. A cambio, este film de Scott Waugh -que antes de dirigir fue doble de riesgo- regala un puñado de set-pieces (esas escenas de acción que de alguna manera definen la contundencia del producto) construidas con todo el vértigo, la adrenalina y la espectacularidad necesarias para impactar y fascinar. El protagonista del film es Tobey Marshall (Aaron Paul, la revelación de la serie Breaking Bad), un mecánico y corredor de carreras callejeras que deberá enfrentar al cruel y arrogante Dino Brewster (Dominic Cooper), mientras sobrelleva el duelo por la muerte de uno de sus mejores amigos (de la que es injustamente culpado) y una crítica situación económica que pone en riesgo el funcionamiento de su taller. Pero no todas serán penurias para Tobey, ya que en su vida aparecen la bella Julia (Imogen Poots) y un promotor de carreras (el aquí desatado Michael Keaton), que lo acepta en la De León, una competencia exclusiva que puede cambiarle la vida. Lo que sigue es una típica road movie llena de contratiempos y aventuras en busca de la ansiada reivindicación y la redención final.
La versión cinematográfica de un exitosísimo videogame, que es lo suficientemente rápido y furioso, en versión joven y pasteurizada, que promete y brinda con creces todo tipo de acción sobre ruedas, con venganzas, buenos y malos y una trama que gustará a los fanáticos de autos: el protagonista, Aaron Paul (Braking bad). Si le gustan mucho, pero mucho los autos.
Póximamente se estrena en nuestro país la película basada en la serie de juegos Need For Speed; romances conflictivos, amistades peligrosas y carreras de autos son los complementos que juegan alrededor del film. Videofilm Antes que nada vamos a aclarar que lo único que tiene la película del videojuego es la idea de carreras de autos, después de eso, bien podría haberse llamado de cualquier otra manera. El argumento de la película gira en torno a Tobey Marshall, un joven que debido a la muerte de su padre queda a cargo de su taller mecánico, y que aprovecha su tiempo libre para preparar autos de carrera que luego el mismo maneja. Marshall, es contactado por un antiguo chico de su pueblo que se ha convertido en uno de los más famosos pilotos de autos actuales, Dino Brewster, quien le ofrece la posibilidad de un negocio que brindaría mucho dinero para ayudar a mantener abierto el taller mecánico. Dicho negociado finalmente se realiza y, luego de varios movimientos turbios del villano del film, tiene como consecuencia la muerte del mejor amigo de Marshall, quien ademas era el hermano de su ex novia, que es la actual novia de Brewster. Need for Speed o Rápido y Furioso? Las mejores partes de Need for Speed se desarrollan cuando Marshall se encuentra en viaje hacia la carrera en la cual se vengara de Brewster; acompañado de una inglesa naif y simpática, convierten una película de acción en un roadtrip de pareja con algunos momentos de persecuciones, saltos, y demás acrobacias que son la delicia del espectador pistero. Need for Speed, es el primer protagónico de Aaron Paul, y esa es una de las razones principales que impulsa a gran parte del publico a ir a verla. Lamentablemente si el actor dijo más de diez lineas es mucho, la película se queda corta en guión y muchas cosas del argumento están explicadas mal o de manera muy vaga. Esta bien, es solo una película de carreras de autos, pero podría haber dado mucho más y no quedarse en lo básico. Una joyita oculta es la participación de Michael Keaton en Need for Speed, un papel pequeño pero concreto, que aporta diversión y frescura a la película, sumando efectividad y logrando la sensación de estar viendo una carrera real. Conclusión Paul, esta bien acompañado por un elenco que cumple con lo justo y necesario; podríamos decir que es una película correcta, cumple con lo que promete pero no va a sorprender a nadie. Con carreras de autos, trucos y mucho ruido se transforma en un buen plan para un domingo de lluvia.
Rápidos y heroicos Need for Speed es un popular videojuego de carreras callejeras y esta adaptación de DreamWorks resulta fiel, con la justa sintonía para volver las picadas aptas para todo público. Tobey Marshall (Aaron Paul) es el gran campeón del circuito De León; tras la muerte de su padre, su taller mecánico acumula deudas y, para saldarlas, deberá aceptar retos diversos de su rival Dino Brewster (Dominic Cooper). Primero Dino, un ex corredor de Nascar, ofrece a Tobey un cuarto del valor de un Ford Mustang por dejarlo a nuevo; luego sube la oferta a cambio de una carrera mortal, que acaba con Tobey en la cárcel. Dos años después, Marshall rompe su libertad condicional y atraviesa el país de costa a costa para derrotar a Brewster en De León. Con todos los condimentos de un film de heroísmo, acción y romance, pese a personajes y diálogos genéricos, Need for Speed consigue entretener gracias a escenas bien resueltas y un manejo efectivo, casi discreto, de los efectos especiales. Un strip tease de oficina, picadas en el Golden Gate y la caza del Mustang en el Cañón del Colorado justifican a esta nueva aventura de DreamWorks.
Venganza Sobre Ruedas Hay películas que tienen bien en claro su target desde antes de proyectarse en una pantalla, y seguramente los productores de “Need For Speed”(USA, 2014) saben que su público ingresará en hordas a las salas a buscar la intensidad y la adrenalina de las carreras de autos, las mismas que hasta hace nada podían jugar en sus hogares. Entonces, cómo atraer al público y mantenerlo en vilo durante dos horas narrando algo que ellos mismos creaban en cada partida de “Need for Speed”. El resultado es el esperado y aún más. No sólo contrataron a una de las estrellas del momento (Aaron Paul) sino que construyeron una épica historia de venganza y redención en la que la sublimación de la honestidad y el rescate de clásicos valores como amistad, lealtad y objetivos a largo plazo son los promotores del dinamismo del filme. Toobey, el chico que vive en un pueblo chico (Paul) y se queda allí por convicción, versus Dino (Dominic Cooper) el cosmopolita que se escapó para triunfar en las grandes ligas. Entre ambos se encuentra un ex amor de Toobey (actual de Dino), Anita (Dakota Johnson). Y si bien todo empieza por una rivalidad por una pollera, luego todo se complicará cuando Dino asesina en una carrera a Benny (Harrison Gilbertson), hermano de Anita, y Toobey es acusado del crimen. Al regresar de la cárcel Toobey arriesgará todo en una carrera en la que más allá del triunfo está en juego la vuelta a la vida y la honestidad de alguien que se ha manejado siempre dentro y fuera de las pistas de manera correcta. Paul compone a Toobey con las limitaciones propias de un actor formado en la TV, pero encuentra el punto justo en algunas escenas (aunque no puede quitarse algunas expresiones muy utilizadas en Breaking Bad). La dirección de Scott Waugh es correcta y por momentos (zoom in/zoom out) logra plasmar la adrenalina necesaria para este tipo de filmes. No esperen un nuevo Rápido y Furioso, sólo la historia de amor y venganza que un juego como “Need for Speed” necesitaba. Entretenida PUNTAJE: 7/10
Need For Vendetta Que difícil tarea es hacer un guión sobre algo que no necesita guión, hacer una película sobre un video juego de carreras que no tiene más historia que "elegí un auto y sé más rápido que el resto" parece a priori innecesaria. Sin dudas las adaptaciones de video juegos a películas jamás han dado grandes films o mejor dicho, que sean considerados grandes obras. Decir que Need For Speed: The Movie mantiene el espíritu del video juego es ser, por lo menos, complaciente, obvio, pero para nada tonto. Need For Speed: La Película mantiene el espíritu de ese video juego. Aquí como en las consolas o la PC hay que probar que uno puede ser más rápido que otro, poniendo la vida de los otros en riesgo, porque, pequeño detalle, estos corredores juegan carreras en las calles de forma clandestina con el resto de los autos comunes y transportes públicos a su merced. Y como en el simulador, también lo que menos importa son los autos, es lo mismo si se conduce un Shelby Mustang, un Lamborghini Murciélago, una Ferrari F50 o aquellos autos cuyas marcas y modelos sólo los multimillonarios conocen. Tal como en el juego de video la idea es ser veloz y si hay que cambiar de auto para nada importa. Si este film intenta emular aquellos grandes clásicos que hicieron de las películas sobre autos un género con muchos adeptos y fanáticos, se equivoca. Y si alguien cree que esto es una vuelta a eso comete el mismo error. Si el film de 1971, Vanishing Point, de Richard Safarian hizo que varias generaciones se enamoraran de la idea de tener un deportivo americano y salir a la rutas, en ese caso un Dodge Challenger blanco, aquí no encontraremos eso. Los autos pierden su batalla con la venganza. Si la titulaban Need for revenge o vendetta, hubiese tenido sentido. Esta es una historia de traiciones y venganza, muy bien justificada la necesidad de vengarse por cierto, aunque poco más que incoherente es su resolución. O su necesidad de resolución. El personaje de Aaron Paul quiere hacer justicia sobre el asesinato de su amigo, del que fue injustamente acusado y condenado. Vuelve para buscar su vendetta, salvar su honor y ajusticiar al malo, su archienemigo. Poco conocemos de su pasada rivalidad, más allá de robarle a su chica en circunstancias que el film no se detiene a explicar. Pero se odian y solo la necesidad los hace unirse para derivar en una rivalidad aún más grande y con resultados peores: ahora no sólo le quitó a su chica sino que también le mató al amigo que es el hermano de esa chica. Malo no, malísimo. Definitivamente el guión quiere que tomemos partido. Cabe destacar la actuación de Michael Keaton, al que siempre vemos sentado en su escritorio bajo cámara y micrófono. Personaje que daría la sensación de intentar ser como aquel DJ de la radio que guía al "último gran héroe americano" Kowalski en la formidable epopeya de Safarian. Keaton también sirve de guía al que deberíamos considerar nuestro héroe encarnado por el ex Breaking Bad. A pesar de lo incoherente y exacerbado de algunos detalles (como la necesidad de poner escenas con humor) el film cumple en su propósito de entretener. Lejos de aquellas grandes películas que tenían como protagonista a los autos, Need For Speed se convertirá en un clásico: nos cansaremos de verla en algún canal de cable los domingos a la tarde.
Born to run El popular Need for Speed se suma a las decenas de adaptaciones de videojuegos que ha hecho Hollywood en los últimos 10 años. El ignoto Scott Waugh, que tiene como único antecedente Acto de Valor (Act of Valor, 2012), se encargó de dirigir la traslación haciendo una interesante mixtura entre las clásicas roadmovies de acción y el espíritu del videojuego creado por Electronic Arts. Tobey Marshall (Aaron Paul, a.k.a Jesse Pinkman de Breaking Bad) es un eximio corredor de carreras callejeras que se encuentra con algunos problemas económicos para subsistir. La posible salvación llega de la mano de un viejo enemigo: Dino Brewster (Dominic Cooper), quien le ofrece restaurar un ¿extinguido? y valioso auto a cambio de una suculenta suma de dinero. Dino y Tobey se cruzaron en las calles de su pueblo cuando eran jóvenes pero el muchacho de nombre de origen italiano logró consagrarse en el mundo profesional de las carreras de autos, mientras que el bueno de Tobey quedó varado en el taller de su difunto padre junto a un grupo de amigos. Hasta ahí todo viene bien de manual: chico de clase media baja con valores que es “tentado” a salvar su negocio por el muchacho rico y exitoso que le robó su gran amor de la infancia. Todos saben que ese arreglo va a salir mal pero las deudas hay que pagarlas. Se nota demasiado rencor en la mirada de ambos y el continuo juego de “quién la tiene más grande” dejaba entrever que algo malo iba a pasar. Y algo malo pasó, pero no lo voy a contar. Sólo voy a decir que Tobey termina preso por un crimen que no cometió y luego de dos años tras las rejas sale dispuesto a vengarse de Dino. Una misteriosa carrera será la excusa para cobrarse lo que le quitaron. Y Need for Speed seguirá transitando la ruta de los lugares comunes pero hay en ella un espíritu de sinceridad que la hace querible. La película en ningún momento pretende salir de ese destino. No toma riesgos. Va por donde se siente segura. No pega volantazos, aunque por momentos hay varios giros dramáticos que resultan un poco impostados. Need for Speed sólo quiere circular bajo el sol y convertirse en un entretenimiento pasatista con la lealtad como principal vehículo. Y es esa demostrada seguridad para andar la carretera deseada la que termina por hacerla disfrutable de principio a fin. Si bien no encontraremos en este film los aires de incorrección política, violencia y soltura que tenían Vanishing Point, Bullit o la fallida pero entrañable Death Proof dirigida por Quentin Tarantino, sí encontraremos en Need for Speed varias suculentas secuencias de acción que por su sentible y realista puesta en escena apuntan a recordar las mencionadas películas. Lo mejor con esta adaptación es subirse al auto y dejarse llevar, porque como dijo el inmenso Bruce Springsteen en Born to Run y también un hermosamente desatado Michael Keaton en un pasaje de la cinta los vagabundos como nosotros hemos nacido para correr.
Need for speed es un entretenimiento fantástico y 100% pochoclero si lo único que te interesa es ver escenas automovilísticas rebosantes de adrenalina y unos cuantos momentos impactantes. Este film es casi como una película pornográfica, donde lo que menos interesa es la parte actuada pues lo único que uno quiere ver es la "acción". Estoy segura que si...
Basada en la franquicia de videojuegos de carreras homónima, Need for speed prácticamente carece de historia y prioriza fundamentalmente el tratar de reproducir los tips y referencias del video juego tanto en los escenarios como en las situaciones de los personajes, algo que logra fehacientemente con solo ver los circuitos, paisajes y situaciones (como el auto que vuela por los aires o el helicóptero que aparece delante del automóvil), a las cuales se agregan frases típicas del videogame. La trama narra como un mecánico corredor de carreras ilegales, interpretado por el actor Aaron Paul que trascendió por su personaje “Jesse Pinkman” en Breaking Bad, es acusado injustamente por la muerte de su amigo y va a prisión. Al salir intentara recuperar su taller mecánico y, a la vez, vengar la muerte de su amigo. Sin las maravillas y excentricidades del mundo del automovilismo con las que la saga Rápido y Furioso supo conquistar a los fanáticos (autos tuneados, motores al desnudo, bellas mujeres voluptuosas y acción constante con un ritmo frenético de edición), una previsible historia de amor (que pareciera haber sido guionada por el mismísimo Opus Dei) y pocas persecuciones y carreras, Need for speed termina siendo un film sin sorpresas, aburrido y solo apreciable por los seguidores del videojuego. Una película de autos donde lo más sobresaliente visualmente son los paisajes.
Need for speed toma la posta de las películas pisteras, con una historia de amor, venganza y velocidad que prioriza la adrenalina y la intensidad de las tomas. Difícil escribir sobre esta película. Y calificarla. Las reglas de la industria del cine están claras. Entretener es una de las prioridades. Y eso está bien. Pero, ¿Qué pasa cuando en medio de la diversión se glorifica a criminales? Rambo era un asesino, pero los soldados norteamericanos pelearon en Vietnam, muy lejos de aquí. Los capataces de la droga o los ladrones de guante blanco saben seducir, pero su realidad se mezcla directamente con la nuestra. ¿Y los corredores de picadas? Asistimos regularmente al llanto de los familiares destrozados por esa conducta criminal. Entonces, separar la película de lo que le pasó al vecino, o al pariente, o al amigo, es más complicado. Utópico pero bueno sería que Steven Spielberg, productor con su empresa DreamWorks de Need for speed, y genial cineasta por otra parte, se careara con esas víctimas. ¿Acaso no sabe él, con su inmensa inteligencia, que el cine sí puede cambiar la realidad? ¿Qué la velocidad puede ser una adicción? Empuja a un dilema de conciencia, Need for speed, como se expresa aquí. Aunque no será bueno quedar atrapado en esas redes. Despejando el planteo moral de la ecuación, la película de Scott Waugh es casi virtuosa. El director conoce muy bien la fórmula del éxito. Y todavía más el secreto de la adrenalina. Entrega con placer escenas aceleradas a fondo, filmadas desde múltiples ángulos, con cámaras lentas, o lentes que viajan empotrados en los vehículos, aportando imágenes de tipo documental a las carreras. Need for speed (Necesidad de velocidad) es una película de carreras ilegales, como Rápido y furioso. Tobi Marshall es un mecánico de pueblo aficionado a las carreras, cuya novia se fue detrás de otro chico más exitoso, a vivir a la ciudad. Pero un día los citadinos están de vuelta, con una propuesta especial y muchos recuerdos en las valijas. Tobi entonces prepara un auto para su ex contrincante, pero es traicionado y acaba en la cárcel. Al salir, querrá vengarse del tipo que además mató a su amigo, pero el tipo que mató a su amigo, le pondrá precio a su cabeza. Recompensa para quien lo pise con sus neumáticos. Los autores despliegan talento en tomas aéreas, en coreografías pisteras, en el montaje de detalles, en los efectos sonoros. Por ese costado, Need for speed funciona como una máquina confiable de cine.
VideoComentario (ver link).
Ponete el cinturón ¿Qué es Need for speed? Esa es la pregunta que debe haberse hecho más de un espectador que fue a ver “una de autos” al cine. Pero gran parte del público en sus veintes debe saber lo que es: una saga legendaria de juego de carreras de Electronic Arts (EA, los mismos del FIFA) que ha trascendido a todas las consolas y sistemas operativos desde hace casi 20 años (la primera entrega es de 1994). El asunto es que, salvo algunas de las últimas entregas, no cuentan con un “argumento” que las caracterice, teniendo el film sólo algunos puntos de encuentro con Need for speed: the run. Se trata de juegos donde el asunto es correr, conseguir mejores autos, eludir a la policía que, naturalmente no está a gusto de que conduzcas a más de 200 km/h en la calle y mejorar tu auto comprando partes o dándole el aspecto que más te guste -según la edición-. No hay muchas más vueltas que darle. Por eso resultaba al menos llamativo que se adapte para el cine un juego que es jugabilidad pura y que tiene poco de marco narrativo para explotar en una película de 130 minutos. El resultado de esta adaptación que se fue gestando a lo largo de varios años, es un film anárquico, caótico y plano con algunas buenas persecuciones que se imponen en el delirante guión donde un elenco desigual hace lo que puede. Dirigida por el desconocido Scott Waugh, que tiene en su haber solamente una película, Acto de valor, que es pura propaganda militar norteamericana, Need for speed: la película tiene una historia sencilla: un cuento de traición y venganza que implica a una mujer y la muerte de un personaje que debe ser vengado. Este eje narrativo que se resuelve prácticamente en su integridad en los primeros 20 minutos da lugar a incontables minutos de persecuciones arbitrarias a lo largo de Estados Unidos, con más minutos de carreras que la integridad de la saga de Rápido y furioso. El prácticamente nulo desarrollo de personajes deja a Aaron Paul (el héroe, Tobey Marshall), Dominic Cooper (el malo, Dino Brewster) e Imogen Poots (la linda, Julia Maddon) usando sus dotes actorales para sostener estereotipos que no ofrecen demasiado para sus carreras profesionales. Por otro lado, difícil que personajes que se encuentran al volante corriendo casi tres cuartas partes de la película puedan tener algún desarrollo. Pero más allá del cuento de venganza, en el medio hay secuencias románticas, contemplativas y dramáticas que poco tienen que ver con el tono general de la película, apareciendo aún más dispersa. Extraño, por ejemplo, el plano de Tobey y su antiguo amor, Anita (Dakota Johnson), en el Golden Gate, con la cámara reposada, en un encuadre digno de cualquier otro tipo de película. Otro punto controvertido del film es la violencia que se filtra inexplicablemente en el relato. Pensemos que se trata de carsploitation, films donde los autos estallan, chocan y desaparecen extrañamente sin que habitualmente se vean consecuencias demasiado claras en el asunto. En esta fantasía que forma parte del exploitation el montaje es la herramienta para que creamos esto. Pero en Need for speed extrañamente toman la decisión de mostrar las secuelas de un choque, a menudo desde el punto de vista de quien es chocado. Esta decisión desafortunada le da un inesperado sentido moral a la película, entrando en sintonía con las propagandas de prevención de accidentes de tránsito antes que con un film donde un multimillonario insta a corredores a ir a más de 200 km/h entre calles repletas de civiles. O donde la policía es capaz de llegar a utilizar una llave mecánica sobre el acelerador para usar un auto como si se tratara de un proyectil. Se puede argüir lo caótica e irrelevante que resulta, pero no se le puede negar que en particular la última carrera en San Francisco tiene momentos intensos y logrados. Por supuesto, una película es mucho más que la suma de sus partes, y más aún cuando la mayoría de ellas restan. En todo caso, puede pasar como un buen entretenimiento si no se la piensa demasiado.
La traducción literal del titulo original no presenta mayores dificultades: “Necesidad de velocidad”. Digamos que si bien era muy previsible, valga la redundancia, respecto de la previsibilidad del relato, nadie podía suponer que la velocidad iba estar dada únicamente por alguna carrera de autos, y no por necesidad en la progresión dramática, ni por la construcción de los personajes. ¿O estaré pidiendo demasiado? Llegados a este punto, debo aclarar que a los 55 minutos de proyección se produce el segundo punto de quiebre del relato por lo que, clásicamente hablando, debería entrar en la resolución del conflicto o, lo que es paralelamente lo mismo, el cierre de la narración. Para desarrollar estas cuestiones el filme se alarga hasta los interminables, 130 minutos de los cuales sólo 15 están a disposición de mostrarnos una carrera de autos, ¿solo eso? No, por supuesto que, como manda el libro best seller de los lugares comunes, hay el intento de una trama de tanta originalidad como factura se puede esperar de éste subproducto audiovisual cuyo origen es un video juego. La historia gira en torno a Tobey Marshall (Aaron Paul), un mecánico que compite con automóviles re-armados por él, de gran potencia en circuitos no autorizados, el de las carreras callejeras. Su padre ha muerto y le dejo como herencia un taller mecánico y muchas deudas bancarias en su deseo por mantener el taller de su familia con vida,. Tobey termina por asociarse con su contrincante de toda la vida, el ahora adinerado y arrogante piloto de NASCAR Dino Brewster (Dominic Cooper), pero no sólo eso, vive en la gran ciudad con la ex novia del bueno de Tobey, y por si fuera poco le dejaron al hermanito de la ninfa para que lo cuide, ok ¡!!!cartón lleno… bingo!!!! Cuando Tobey está por salvar económicamente su vida, concretando una gran venta con una compradora de automóviles especiales, en una tonta carrera Dino es responsable de un accidente, pero logra tenderle una trampa e inculpar a nuestro héroe Asi, sobre llovido mojado, va a parar con toda su osamenta a la cárcel por un delito que no cometió, y que todos los espectadores sabemos que no cometió. Dino continúa expandiendo su negocio pues la ambición no tiene límites. Dos años más tarde Tobey es liberado, ergo inicia el plan de la venganza, pero sabe que la única posibilidad de lograrlo es derrotarlo en la carrera más popular y de más alto riesgo conocida como De León, la competencia más emblemática del circuito de carreras clandestinas. ¿Adivine cómo termina? ¿Cuánto suspenso, no? De hecho, las escenas esta bien filmadas, el audio es bueno, pero no es más que tecnicismo vacuo, no hay sostén de ninguna naturaleza, ni desde el guión, ni desde las actuaciones, y no se le ocurra pedir cortes epistemológicos desde lo estético. Ya fue, paso de largo, velozmente.
Toda la acción sobre ruedas, gran tensión, venganza, amor y pura adrenalina. Esta es la adaptación fílmica de un popular videojuego creado en 1994, ahora gira en torno a Tobey Marshall (Aaron Paul, “Misión Imposible III”)), un mecánico que tiene un gran taller en el cual prepara autos para competir en un gran circuito no autorizado de carreras callejeras, pero alguien le tiende un trampa, lo involucran en un delito que no cometió, es acusado por la muerte de su amigo Pete (Harrison Gilbertson) en un accidente automovilístico, su taller está en quiebra y termina preso; Dino Brewster (Dominic Cooper, "Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros”), es el villano, un ser oscuro , malvado, rico, arrogante y que además le quitó a su chica, la dócil y dulce Anita (Dakota Johnson, "Comando especial"). Años más tarde, Tobey vuelve en busca de venganza, pero sabe que la única posibilidad de rebajar a su rival, Dino, es derrotarlo en la carrera de alto riesgo conocida como “La De León”, la competencia más emblemática del circuito de carreras clandestinas, lo acompañan un grupo de amigos y luego se suma la atractiva joven Julia Maddon (Imogen Poots), rebelde e incorregible, todo transmitido por un relator de radio interpretado por Michael Keaton, que le pone entusiasmo, interés y vértigo. La cinta se encuentra realizada por un conocedor del género como lo es el director Scott Waugh ("Acto de valor", "Step Into Liquid", "El hombre araña") , posee algunos toques de humor, autos de lujo, escenas filmadas desde distintos ángulos, cámara lenta, maniobras asombrosas, helicópteros que hacen a la historia, un muy buen montaje, acción, adrenalina, efectos sonoros, fotografía increíble, coreografías en la pista muy logradas, explosiones, la carrera en la montaña con las curvas es fantástica, inquietante, abrumadora, el formato en 3D le da otros toques y hace más espectaculares las maniobras. A este film le dejó un buen techo la saga de "Rápido & Furioso", “Carrera mortal”, “Rush” (2013) de Ron Howard, entre otras. La historia cae en lugares comunes, es bastante predecible, llena de clichés, abundan los sponsor, cien por cien pochoclera, si te gustan las carreras de autos o el videojuego te va a entretener, después de los títulos hay escenas extras y una leyenda que recomienda no imitar las secuencias.
Adicción a la velocidad Jóvenes y rápidos, los protagonistas de esta película basada en el famoso videojuego “Need for Speed” no pierden tiempo en pensar nada dos veces, y se lanzan desde el principio a correr autos como si de ello dependiera su vida. Hasta que literalmente su vida pasa a depender de ello. Todo comienza cuando Tobey debe aceptar un trabajo encargado por un viejo enemigo, para salvar su taller mecánico de la bancarrota. Una cosa lleva a la otra, y termina corriendo una carrera poco afortunada en la que las cosas saldrán muy mal. No sólo deberá enfrentar las duras consecuencias de esto, sino que además pagará por un crimen que no cometió. Pero Tobey no tiene vocación de sufrimiento (a diferencia de su intérprete, Aaron Paul) y hará lo imposible por limpiar su nombre y desenmascarar a los verdaderos responsables. Comparada inevitablemente con “Rápido y Furioso“, esta adaptación viene a hacerse un lugarcito entre los fanáticos de los fierros y la velocidad. Pero también viene a hacerse un lugarcito entre los que nunca jugaron al videojuego y no tienen idea de autos, con un ritmo extremadamente entretenido y actuaciones frescas de los nuevos jóvenes favoritos de la industria. Con un guión salido de premisas muy básicas, y giros bastante predecibles, tiene el mérito de escapar a los estereotipos a los que nos tiene acostumbrados este género. Hacia la mitad de la película, la historia va tomando una forma bastante original, y nos mantiene clavados en el asiento entretenidos hasta el final. Para tomarla como lo que es: un film pasatista que viene de la mano de Disney, con muy buenas actuaciones y una excelente banda de sonido. Todo lo demás es autos deslumbrantes, proezas de cámara, piruetas de extras, y efectos visuales al estilo del videojuego original que dejarán contentos a los fans más exigentes.
Basada en una celebérrima serie de videojuegos, esto es una carrera de autos a través de los EE.UU., pura ruta y adrenalina. No es, claro, lo que solía hacer el gran Monte Hellman (Two-Lane Blacktop sería su obra maestra) y todo es más fashion y más “ya existió Rápido y furioso”. Y si no es una gran performance actoral, al menos es veloz y ligera, con buenas demostraciones de manejo. A veces el cine puede ser solo eso y funcionar.
¿Valió la pena? Sobre el final de la película, un personaje pregunta de manera retórica, “¿Valió la pena todo esto?” ante una carrera callejera cuyo derrotero en términos monetarios parece haber sido un despilfarro. La pregunta queda picando, pero no tanto para el personaje al que va dirigida, sino para todos nosotros como espectadores, a punto de terminar estos 130 minutos de persecuciones, choques y motores rugientes. Need for Speed tiene una ventaja prácticamente única: entrega lo que promete. Desde el punto de vista comercial, se trata de un filme que fue concebido pensando en un tipo de espectador específico, el fanático de los automóviles, las carreras y la velocidad. Y ese público, el que vibra con tan solo mirar una carrocería y se emociona al escuchar el ruido de los escapes, difícilmente salga decepcionado luego de más de dos horas que transcurren casi completas al volante de sorprendentes bólidos. A menos que al espectador le interese un poco el relato que sirve como excusa para este largometraje. La primera mancha de Need for Speed aparece en su propia concepción: se trata de la adaptación a la gran pantalla de una franquicia de videojuegos que en 20 años de lanzamientos jamás tuvo un personaje ni algo ni siquiera similar a un argumento o una historia que contar. Cada vez más los videojuegos proponen historias complejas y muchas veces guionistas y actores de Hollywood colaboran con esta industria. No es el caso de Need for Speed, en donde lo único que importó siempre fueron los autos y las carreras.
“NEED FOR SPEED”: ENCIENDAN SUS MOTORES La mayoría de los videojuegos generan distintas sensaciones en el hombre como odio, amor, tristeza, felicidad, y por sobre todas las cosas, una gran ira. Y si llevamos todo eso al plano de la vida real, parece ser que lo único en que se diferencian es que las posibilidades de perder no son tres sino que quedan reducidas a una, y de esa manera, la vida como juego no parece resultar tan divertida. Haciéndole honor a esa idea, llega desde la consola a la pantalla grande la adaptación de “Need for speed”, uno de los clásicos de carreras con más fanáticos alrededor del mundo. En esta ocasión, quien agarra el mando es Aaron Paul (Jesse de “Breaking Bad”) y bajo el nombre de Tobey Marshall, inicia una larga travesía al mando de un Ford Mustang plateado, reparado en su propio garaje. En ese camino no sólo luchará por su futuro sino también por recuperar su dignidad y saciar una fuerte sed de venganza. La trama de la historia comienza a partir de un importante negocio que vincula a Tobey con Dino Brewster, su archienemigo y rival número uno a vencer. El trato desenvuelve en una carrera con apuestas de por medio en la que el mejor amigo de nuestro protagonista es asesinado. Sin embargo, él es el único sospechoso por lo que es condenado y obligado a cumplir una condena en la cárcel. Tras su salida, acompañado por la bella Julia Maddon (Imogen Poots), comienza un largo trayecto contrarreloj hasta San Francisco en el que deberá enfrentarse a todos los que quieren impedir su avance hasta la gran De Leon, la carrera clandestina más importante de todas. Sin embargo, lo más relevante de este film dirigido por Scott Waugh, quien había hecho su debut en largometrajes con "Act of Valor" (2012), no se centra en lo sorprendente de la historia, que ya de por sí es bastante obvia y lineal, sino por el impacto que generan las imágenes que hay en ella. Al parecer, a los productores no les alcanzó con toda la acción vista en la saga de “Fast & Furious” e invierten nuevamente en adrenalina y peligro sobre cuatro ruedas. Pistas alrededor de las rutas estadounidenses, maniobras increíbles a alta velocidad, autos literalmente volando y prendiéndose fuego, cámaras por todos lados que la hacen aún más fiel al videojuego, policías que ganan en cantidad pero no en calidad y escenas de alto vértigo que no dejan de impresionar, además de la excelente edición de sonido, son los encargados de convertir a esta historia en una película imperdible para fanáticos y amantes de la acción. Por otro lado, el reparto no deslumbra aunque sí se pueden destacar algunas actuaciones, entre ellas la del amigo del querido Walter White. A él se suma el gran relator y organizador de las carreras, encarnado por Michael Keaton, que ya había estado relacionado al entretenimiento cinéfilo automovilístico haciendo de padre de Maggie Peyton en “Herbie Fully Loaded” (2005) y dándole vida a Chick Hicks de “Cars” (2006). También, cabe felicitar a los olvidados dobles de riesgo por sus grandes maniobras. En el polo opuesto, encontramos al pobre moreno Scott Mescudi, quien seguramente no tenga la culpa de otorgarle pequeños tintes de comedia a la historia que terminan resultando innecesarios ya que desdramatizan el poder del relato. En conclusión, para ver “Need for speed” hay que ir mentalizados sabiendo que lo más importante es abrir bien los ojos y los oídos para dejar ingresar la velocidad, los efectos especiales y las escenas de acción al cuerpo. Es una buena película para aquellos que les gusta el vértigo, para los amantes de los autos lujosos y para todos los que alguna vez en su vida hicieron del videojuego un vicio que se transformó en rutina.
En videojuegos, quizá la saga Need For Speed sea la mejor en cuanto a autos se refiere. Ni Forza Motorsport ni alguna otra saga puede lograr lo que entrega tras entrega NFS logra, a pesar de que la premisa sea simple: carreras callejeras que permiten ganar dinero para mejorar y/o comprar otros autos. Ahora, Scott Waugh (Act Of Valor) toma la cámara para entrar al ruedo con la primer película de EA, compañía de videojuegos que posee los derechos de la marca. Aaron Paul es Tobey Marshall, un mecánico/corredor que debe vengar a su hermano en una carrera peligrosa e ilegal, la De León, mientras intenta que la policía -y el mundo- descubra la verdad tras el niño rico Dino Brewster (Dominic Cooper). El problema con NFS no es su guión -flojo pero entretenido- sino que las comparaciones son inevitables. Y aunque Rápido y Furioso no está basado en videojuegos ni nada por el estilo, sí lleva 6 películas y miles de millones de dólares y de fans, que surgieron primero y que son mejores que ésta. Repetimos, es mala que hasta termina siendo entretenida, pero para adaptar un videojuego que por sí solo no tiene una trama definida mas que carreras ilegales y ganar dinero, no es suficiente con meter autos icónicos o la persecución de policías o saltos fantasiosos. Insisto, todo eso ya lo hemos visto y no es nada novedoso. Quizá, y sólo quizá, si no existiera Rápido y Furioso, NFS podría haber ganado un poco de cariño. Pero ni así.
"Acto de justicia" Trasladar a la pantalla grande uno de los videojuegos más exitosos de todos los tiempos no era, a priori, una tarea para nada sencilla. Sobre todo si tenemos en cuenta que desde hace varios años existe una saga cinematográfica que explota una temática muy similar (por no decir idéntica) a la que todos nosotros disfrutamos en las consolas. Frases hechas si las hay: “Las comparaciones son odiosas”. Sin embargo, en este caso es más que necesario recurrir a dichas palabras para establecer una clara diferencia y dejar bien en claro una cosa: Sin el juego “Need for Speed” no habría existido jamás “Rápido y Furioso” y el éxito de aquella copia de “Point Break” (el clásico film de acción protagonizado por Keanu Reeves y Patrick Swayze) jamás hubiera sido tan grande. Por eso, el desembarco a la pantalla grande de “Need for Speed” es un tardío acto de justicia que encuentra su mayor virtud precisamente en haber dejado correr suficiente agua bajo el río y así aprovechar el cansancio del espectador habitué de esta clase de producciones para ofrecerle algo que está lejos de ser original pero se destaca por ser distinto. No tardaremos mucho tiempo en darnos cuenta que la película de Scott Waugh (cuyo único antecedente es el film bélico “Act of valor”, el cual resultó ser todo un éxito en los Estados Unidos) transita un camino completamente opuesto al que en su momento propuso Rob Cohen en la primera entrega de “Rápido y Furioso”. Si en el film protagonizado por Paul Walker y Vin Diesel, además de autos impresionantes, había grises entre los buenos y los malos y las relaciones entre sus personajes eran un poco más complejas, en “Need for Speed” la premisa es básica, sencilla e infantil. Tobey Marshall (un más que agradable y simpático Aaron Paul) es un joven corredor de carreras clandestinas (muy organizadas, por cierto, ya que tienen como propósito de no causar accidentes) y administra un taller de autos que heredó de su padre junto a un grupo de amigos. Cuando su lugar de trabajo está al borde de la quiebra, decide aceptar un trabajo por encargo de un viejo rival llamado Dino Brewster (Dominic Cooper) que consiste básicamente en armar un Mustang Shelby GT 500 para posteriormente venderlo. Obviamente, como aquí está bien claro quiénes son los buenos y los malos, la traición está a la vuelta de la esquina y el destino de Tobey se reescribirá con un solo objetivo: vencer a su rival únicamente dentro del mundo de las carreras. Waugh construye sin demasiados inconvenientes un sólido film de aventuras filmado a la vieja escuela, ofreciendo impactantes y coordinadas secuencias de acción a bordo de autos que a toda velocidad deleitaran al espectador. Con evidentes guiños a clásicos del cine de tuercas como “Bullit” de Peter Yates y “Vanishing Point” de Richard C. Sarafian, el punto más alto son las impecables persecuciones que aprovechan al máximo el apartado técnico (la edición de sonido y la musicalización sobresalen del resto) para transmitir esa adrenalina que producen la velocidad y el peligro tras el volante. Apoyándose también en un par de personajes cómicos y una historia romántica entre los personajes de Aaron Paul y la bella Imogen Poots, “Need for Speed” no deja de ser una vertiginosa y entretenida road movie con los autos más veloces que el cine haya visto.
La historia es floja, el nudo emocional es débil, los personajes son superficiales y no sólo porque disfrutan los autos y la velocidad; las escenas no permiten un desarrollo y un lucimiento mayor que el deben cumplir para la trama. Los famosos “personajes accesorio”, por ponerles un nombre: un héroe rebelde y con todas las de perder; un malo demasiado malo; los ‘sidekicks’ como comic relief, generando algunas –tibias- risas; y el interés romántico. Hay detalles de la trama que no cierran aunque el final se vea venir desde la primera escena. Si les cuento algo, les conté todo. Si ven el trailer, se encontrarán con una voz en off arbitraria que plantea cosas que en la película no aparecen de esa misma forma. Una operación extraña y descuidada de la producción del film. Así las cosas, “Need For Speed” llega bañada de una calidez irresistible. El brillo de sus protagonistas y el impacto visual del paisaje que recorren en su aventura vuelven irrechazable lo que se ha repetido hasta el hartazgo. Es un viaje que no nos hace saltar de la butaca pero tampoco nos desdibuja la sonrisa. Técnicamente, el planteo visual de las persecuciones y las carreras puede verse como una suerte de cruce entre la estilización y precisión de “Drive” (Nicolas Winding Refn) y la comprensible adrenalina de “Rápido y Furioso” (Justin Lin, en sus últimas entregas). Algunos movimientos se entienden más que otros pero hay una clara decisión de reducir el choque y los golpes, dejando de lado los estruendos fuertes para dar lugar a la contemplación de la velocidad. Acá no hay vuelta: el mejor auto es el más rápido y todo lo demás es adorno. Los diálogos tampoco se detienen mucho en información automovilística; es una pasión que está sobreentendida para los personajes y debería funcionar como contrato implícito con el espectador que, viendo el film, recibe lo que fue a buscar. Yo la vi doblada al español, pero a juzgar por sus gestos y expresividad, puedo asegurar que Aaron Paul –estrella absoluta- sale airoso de la operación pochoclera. Y más le vale, porque en este momento, post “Breaking Bad”, está en la cresta de la ola y no sería lindo caerse desde tan alto. ¿Da para secuela? Mi respuesta sería un no, pero yo no controlo la taquilla mundial
La versión aburrida de Rápidos y Furiosos Hace mucho que no veía una peli tan ridícula y aburrida como ''Need for Speed''... Cuando uno va a al cine a ver un film pochoclero como este, sobre todo si trata de picadas y fierreros, no espera encontrarse con un gran guión ni una historia filosófica sobre la velocidad y los autos, pero sí espera mínimamente un trama decente que enganche y justifique tanta nafta y motores rugiendo. Acá no hay nada con cerebro. La trama está 100% repleta de clichés, los protagonistas no logran empatía con el espectador, el villano es pésimo y la resolución es tan previsible como básica. Sí, está Aaron Paul que es un buen actor y super de moda debido al éxito de ''Breaking Bad'', pero debo decir que su participación en esta peli es bastante deslucida y no pega con su perfil. Tratar de convertir a Aaron Paul en un héroe de acción es un tanto raro... no va con su personalidad en pantalla. El resto del reparto, le pone ganas, pero nada más. No tienen mucho carisma y sus roles se ven mucho más secundarios de lo que realmente son. Eso no es bueno. Para que se den una idea, tenemos por un lado a nuestro héroe, un renegado que alguna vez fue un groso, quebrado económicamente, sin la chica que ama porque se le fue con su archi enemigo. Él, humilde, trabaja en un taller y corre carreras clandestinas por la noche para pagar las deudas. Esto sucede hasta que recibe una oferta de negocio; adivinen de quien! Sí, sí, su némesis es quien le ofrece hacer las pases y ganarse unos mangos. Qué sucede luego? Oh, sorpresa, su enemigo lo traiciona y lo incrimina para que vaya a la cárcel. Esta cuestión es tan previsible como estúpida, trillada y poco original. Luego, nuestro héroe en busca de venganza, lo va a buscar cuando recupera su libertad y ahí se desata el duelo de picadas. Esto ya lo hemos visto, muchas veces. La dinámica del film es bastante extraña también. Se le imprimió una onda demasiado seria y aburrida, que por momentos se vuelve artificial y cansa. Quiere ser más ondeada que la saga ''Rápidos y Furiosos'' pero falla de manera épica. Por otro lado el humor no llega a divertir realmente, con excepción de uno o dos gags a cargo de los secundarios. En conclusión, creo que más allá de que puede haber buenas intenciones, el resultado es bastante malo. No recomendable.
Las palabras se agolpan en mi garganta (y en mis dedos) y pujan por salir. La cantidad de epítetos que se me ocurre es abrumadora, y ninguno es demasiado amable. ¿Acaso era tan difícil escribir una película de carreras de autos siquiera pasable?. Need for Speed: La Película es la última abominación que se suma al vapuleado subgénero de filmes basados en videojuegos. Vamos, che, no se trata de armar una tesis ganadora de un premio Nobel, sino de reciclar algunos clichés y poner a un tipo habilidoso detrás de cámara. En vez de generar alguna rutina mediocre hecha con suficiente oficio como para pasar el rato, lo que tenemos en cambio es un bodrio compuesto de carreras aburridas, algunos de los diálogos mas horrendos que he escuchado en la historia del cine, personajes molestos, y estupideces al por mayor. En sí, Need for Speed: La Película es como una versión lobotomizada de Rapido y Furioso, sólo que dirigida por Hal Needham. ¿Se acuerdan de esas bobadas de los años 70 en donde Burt Reynolds conducía un TransAm negro y lo perseguía una horda de palurdos?. Al menos esas películas tenían cinco minutos de comedia efectiva y el protagonista era simpático. En cambio, aquí todo está mal cocinado. Muy mal cocinado. Yo me niego a aceptar el prejuicio de que los filmes basados en videojuegos sean necesariamente malos. Los hay potables (como los primeros de la saga Resident Evil), e incluso uno puede tomar la premisa como base para hacer algo realmente diferente e innovador (vean sino La Gran Aventura Lego!). Todo depende del talento que haya detrás de cámaras. Pero aquí las cosas van mal detrás y delante del lente, con lo cual tenemos un engendro consumado. Hay un montón de bobos liderado por un enano cabezón (Aaron Paul, el cual puede despedirse de hacer carrera en el cine si va a seguir aceptando papeles como éste), el cual es bardeado por un mal actor de cejitas arqueadas (Dominic Cooper). El flaco no sólo tiene toda la plata del mundo sino que le ha soplado la novia al enano, la cual resulta ser Dakota Johnson (la que es igual a su papá Don Johnson, sólo que con peluca y tajito). Ciertamente la Johnson es tremendamente insípida (¿y ésta es la chica que va a protagonizar el thriller ultraerótico 50 Sombras de Grey??). Como la cosa viene de duelo de gallos, millonario y mecánico deciden jugar a quién la tiene mas grande corriendo una carrera con unos bólidos alemanes (chiches que salen cerca de 4 millones y medio de dólares), los cuales abundan en la mansión del millonario como si fueran caramelos. La carrera sale mal, uno amigo del enano perece (precisamente el hermano de la Dakota, el cual es un vomitador serial de tonterías), y nuestro amigo del cráneo de cinco metros de alto resulta imputado del accidente. Años mas tarde sale de la carcel y decide tomar revancha del millonario, ganándole en una carrera ilegal - organizada por un oscuro discjockey protagonizado por Michael Keaton -, y la cual parece salida de una de las aventuras de Meteoro. Es impresionante la cantidad de bobadas que el libreto acumula para que la historia avance. Millonarios que están dispuestos a prestarle un super costoso auto a nuestro protagonista, simplemente porque le cae simpático. La desaparición de un millón de testigos que casi perecieron arrollados por la competencia entre los tres super autos alemanes, y que afirman haber visto sólo dos coches. Nadie que chequeó los papeles en la aduana si este tipo importó tres deportivos alemanes. El flagrante mega aviso de la Ford, en donde todos sus productos le ganan a los de la General Motors, Chrysler y vehículos europeos de las mas variadas marcas. El insufrible moreno que se cree el próximo Will Smith, que se pasa haciendo chistes malos y es mas desabrido que una verdurita hervida. El mismo moreno, que es capaz de robarse / llevarse aviones y helicópteros de todos lados (de las cadenas de TV, del ejército) y actúa con una impunidad acalambrante. Los policías que sólo aparecen cuando le queda bien al libreto. Ni siquiera son capaces de detener al Ford Mustang cuando llega a la ciudad, aún cuando se pasa todos los semáforos en rojo, está todo ametrallado y le faltan las luces traseras. Oh, Dios, la cantidad de imbecilidades que el filme acumula supera a lo tolerable, pero... Hay algunas cosas que amenazan mejorar la puntuación de Need for Speed: La Película, aunque de última no le alcanzan. Michael Keaton le inyecta algo de su locura característica al personaje (tremendamente mal escrito pero, en fin...). La inglesita Imogen Poots arranca mal en el filme pero después se vuelve adorable. Incluso Aaron Paul comienza a mover sus músculos faciales en la segunda hora y da muestras de vida. Hasta las carreras parecen mejor filmadas en esos últimos 60 minutos. El problema es que, por cada mérito que hace el filme - como si el director hubiera encontrado el tono adecuado para encarar un relato ridículo -, aparece alguna abominación de la naturaleza, como el dichoso moreno charlatán que aparece en un helicóptero del ejército y se lleva el Mustang literalmente colgado del techo, las ocurrencias estúpidas de la policía para detener la carrera ilegal (como soltar patrulleros vacíos con el acelerador trabado en trayectoria de colisión directa contra los autos concursantes), tipos intentando cargar nafta en un auto en movimiento a 300 km/h, o flacos volando por los aires y cayendo en medio de una autopista sobrecargada de tráfico sin que el coche sufra una magulladura. Eso sin contar la impresionante cantidad de accidentes de tráfico causados por los protagonistas - que aquí se ven mas violentos y letales que los choques colaterales ocasionados en otras sagas como Rapido y Furioso -, lo que ameritaría un par de cadenas perpetuas, una tras otra. Need for Speed: la Película es tremendamente idiota. Cuando habla esta gente, irrita los esfínteres de la audiencia, ya no sus oídos. Las carreras tampoco son tremendamente excitantes - y eso que esta gente tenía material de sobra para estudiar, sea Grand Prix, Ronin, Bullitt, incluso la saga de Rápido y Furioso, Carrera Contra el Destino, o A Prueba de Muerte del maestro Tarantino - y, si en una película de coches las carreras fallan, estamos todos en el horno. De más está decir que es un filme para evitar, el cual es capaz de ofender incluso a los fans mas acérrimos de un venerado videojuego cuya leyenda existe desde hace dos décadas a esta parte.
Publicada en la edición digital #260 de la revista.