Sobre la liturgia pública. Hubo una época en la que las comedias italianas satíricas constituían una verdadera fuerza de choque a nivel cultural, siempre disparando dardos contra distintos ingredientes de la idiosincrasia local y europea. Todo aquel cine apuntalado en el grotesco y la ironía costumbrista de a poco corrió la misma suerte de gran parte de la producción del viejo continente, ya que las sucesivas generaciones de artistas que dominaron el panorama desde fines de la Segunda Guerra Mundial terminaron de desaparecer entrada la década del 90, lo que nos dejó huérfanos de comediantes en particular y de autores talentosos en general. Lamentablemente durante los últimos lustros los herederos de aquella troupe no estuvieron a la altura de las circunstancias y apenas si se debatieron entre la nostalgia sin sustento o la imitación lisa y llana de las fórmulas de siempre de Hollywood, fallando en ambos campos. Dentro de este estado de las cosas, ¡No Renuncio! (Quo Vado?, 2016) funciona como una interesante anomalía porque si bien se ubica lejos de la jerarquía cualitativa de los grandes clásicos de los 50, 60 y 70 de Italia, por lo menos hace un intento más que digno por recuperar el tono de las parodias sociales más desquiciadas y hasta se sirve con inteligencia de elementos contemporáneos como un ritmo narrativo veloz símil sitcom y un esquema anímico que abraza esa ciclotimia policultural y bastante ridícula de nuestros días. El film se toma en solfa un tópico furiosamente actual, léase la desregulación laboral y los despidos en el Estado, con el objetivo de atacar -de manera difusa- la soberbia de los empleados del sector público y las estrategias sumamente crueles a partir de las cuales los esbirros de la tecnocracia pretenden suprimir los derechos ganados con abnegación a lo largo del tiempo. El gran protagonista es Checco Zalone, a quien en la ficción se le respeta su nombre real, hoy un adalid de los “puestos fijos”: con un pasar más que cómodo como un funcionario dentro del Servicio de Caza y Pesca de un pueblito, Checco es un egoísta que mantiene con la correa corta a su familia y que considera que el mayor tesoro del mundo es gozar del privilegio central de los trabajadores estatales en planta permanente, eso de no poder ser despedido. Cuando el gobierno decide reducir la burocracia y presiona en pos de renuncias masivas a cambio de indemnización, Zalone se pone firme y comienza a soportar una serie de traslados como represalia por no abdicar. La encargada de echar a los elegidos, la Doctora Sironi (Sonia Bergamasco), termina enviándolo a una estación científica en el Ártico, donde el susodicho se enamora de la investigadora Valeria (Eleonora Giovanardi). Para aquellos que no lo sepan, vale aclarar que ¡No Renuncio! es la película italiana más taquillera a nivel del mercado doméstico, superando a un sinfín de tanques de Hollywood. La propuesta del realizador Gennaro Nunziante, en su cuarta colaboración consecutiva con Zalone, cuenta con un planteo cómico muy simple aunque sin duda divertido, gracias a una combinación atinada de chistes costumbristas, delirio de base, bufonadas clásicas, romance, disputa cultural, obstinación y actuaciones de lo más efervescentes. En este sentido, el simpático desempeño de Zalone -aquí también en el rol de guionista, junto al director- moviliza la narración a pura levedad y éxtasis, retomando algunos detalles sardónicos de la comedia popular italiana y unificándolos con las paradojas de una liturgia administrativa en la que cohabitan los buenos empleados, los parásitos y los eficientistas más inhumanos…
Atado a un puesto. Lejos de alcanzar los niveles de jocosidad y profundidad de comedias italianas de otras décadas, ¡No renuncio! (2016) cuenta con la particularidad de tratarse de un éxito rotundo de taquilla que desplazó a varios tanques extranjeros en su país de origen. Se concentra básicamente en el histrionismo de su protagonista, también guionista Checco Zalone, y en ciertos apuntes satíricos sobre la problemática de la desregulación laboral.
La italianidad al palo Es difícil ver “No renuncio” sin ignorar el contexto local de achicamiento del Estado que ocurre en nuestro país. También es increíble como los chichés y los gags, con los cuales castiga a los empleados del Estado, remiten al imaginario local. Como si en el resto del mundo no tuvieran los mismos prejuicios. Sin entrar en la discusión sobre la verosimilitud, o no, de lo que expone la película, “No renuncio” trata el tema disponiendo de un efectivo humor “fácil”. No por nada, la cuarta colaboración entre Checco Zalone (humorista, guionista y protagonista del film) y el director Gennaro Nunziante fue la comedia más exitosa de los últimos tiempos en Italia. Desde el principio, Checco nos hace reir con sus desgracias, luego de ser capturado por una tribu africana, a la cual le debe contar su historia de vida para safar de la muerte. Se trata de un personaje que desde el principio de su vida sabía que quería ser un funcionario del Estado, para aprovecharse de las claras ventajas que ese trabajo tiene. Tiene quince años de servicio expidiendo las licencias de caza y pesca. Vive feliz en la casa de sus padres, está “enamorado” de su madre, y está de novio con una chica con la cual no está interesado en formalizar nada. A menos que haya un interés mutuo de por medio. El problema empieza cuando el Estado italiano tiene la intención de modernizar (¿les suena?) el sistema y restablecer todo el sistema de empleados públicos. Y el protagonista no está dentro de las excepciones establecidas, por eso lo invitan a renunciar con una jugosa indemnización o a aceptar traslados a regiones remotas de Italia. Incentivado y motivado por el Senatore Binetto (Lino Banfi), que acomodó a toda su familia durante generaciones, Checco acepta y desafía al sistema actual aceptando un incomodo traslado a Noruega para trabajar como guardián de una estación científica italiana en el Polo Norte. Allí conoce a Valeria (Eleonora Giovanardi) que genera un cambio en su vida en todo sentido. Más una crítica que un festejo de lo que significa ser italiano. Una aceptación de lo que es Italia como país. Por eso se explica su éxito y su gran taquilla, porque toma muchos aspectos del sentido común de Italia como su machismo a ultranza, o la diferencia con la vida en los países nórdicos “civilizados”. También se trata de una burla al italiano que se va. Y una clara referencia al kilombo diario y el poco respeto de las normas de los italianos, o a la fuerte burocracia estatal y la influencia de la mafia del sur del país. Tantas cuestiones que no tiene sentido mencionar y muchas que quizás siendo extranjeros nos perdamos, pero que todas ellas juntas hacen al italiano y, en cierto modo, al ser occidental en general. El film no se destaca en otra cuestión que no sea la humorística. Incluso al protagonista le alcanza con hacer un papel modesto para generar las continuas risas. “No renuncio” se destaca por sí misma. Sobre el final el film se cae con la cuestión amorosa y la moraleja que debe dar. Pero sin dudas se trata de una película de humor simple y que hace reir. Y mucho.
La italianidad al palo El popular cómico Checco Zalone ofrece una crítica (tibia, liviana y bastante obvia) a la burocracia y otras miserias de su país. Con casi 10 millones de entradas vendidas y 73 millones de dólares de recaudación (récord histórico en Italia), esta nueva película de la dupla Gennaro Nunziante-Checco Zalone tras los éxitos de Cado dalle nubi, Che bella giornata y Sole a catinelle es una exaltación del típico chanta que vive de las ventajas de ser empleado público. Con algunos chispazos divertidos, pero demasiados estereotipos, parece más un film de consumo interno que una propuesta de eficaz llegada internacional. Cómico, músico, presentador, guionista y actor, Checco Zalone es una mezcla de Marcelo Tinelli con Guillermo Francella. A ese nivel llega su popularidad en Italia. Aquí -manteniendo para el personaje su nombre (artístico)- interpreta a un empleado vitalicio de la administración pública. La vida relajada, llena de privilegios y escasa en obligaciones (tiene 38 años y aún vive con sus padres), se empieza a desmoronar cuando un recorte en el presupuesto del Estado lo enfrenta a la posibilidad de perder el tan cómodo “puesto fijo”. Las ofertas para un retiro voluntario son cada vez más tentadoras, pero él se niega. La funcionaria que “debe” conseguir su salida lo traslada de su pueblo natal a los lugares más exóticos e inhóspitos, pero él no renuncia, como sostiene el título de estreno local. Hasta lo mandan a Bergen, Noruega, y terminará adaptándose (por un tiempo) a las costumbres locales y a la extravagante familia de su nueva pareja. El humor de Zalone es bastante obvio, subrayado más de la cuenta, pero hay que admitir que se mueve bastante bien en el terreno del absurdo y disfruta del ridículo. De todas maneras, esta mirada a la italianidad al palo está más cerca de apuestas como las que en España se hizo con Ocho apellidos vascos y su secuela Ocho apellidos catalanes que a la "sofisticación grasa" del Paolo Sorrentino de La grande bellezza. La película se ríe todo el tiempo de la corrección política (lo cual regala pasajes simpáticos como las escenas de nuestro antihéroe en la eficiente y tolerante Noruega), pero a sus lugares comunes le suma una resolución demasiado torpe, complaciente y, sí, políticamente correcta. La crítica más punzante, así, queda enterrada casi por completo por un desenlace concesivo y tranquilizador.
Vagancia que divierte Quizás el mayor éxito comercial del cine italiano radique en reírse de los defectos de la sociedad representados en la película. Defectos estereotipados, llevados al extremo como si se tratase del sketch de Antonio Gasalla de la empleada municipal. Mucho imaginario circula alrededor de los empleados estatales y el film logra extraer esos casos paradigmáticos que el público reconoce para ponerlos en pantalla y sacar sus mejores momentos. Checco (Checco Zalone) es un vago, pero no uno natural o de nacimiento, sino uno formateado por su trabajo que le permite gozar de beneficios extraordinarios y abandonar el espíritu de esfuerzo. Beneficios a los que el hombre se niega a renunciar cuando una remodelación del Estado quiera dejarlo en la calle pero sin echarlo por su frondosa indemnización. De esta manera el tipo es cambiado de oficina hasta ser derivado a lugares inhóspitos con el fin de que presente la afamada renuncia. La película se presenta como una comedia romántica cuya fantasía e imaginarios están presentes en todo momento. No hay ningún tipo de representación de la realidad sino la clara intención de elaborar un imaginario que pueda darle una curva de transformación al personaje principal de un extremo al opuesto en hora y media de duración. El tono de comedia explota los estereotipos al máximo siendo la primera mitad, la de Checco vago, parásito del Estado, mostrándose un mediocre feliz, la más divertida. Divierten las referencias certeras y efectivas a esos rasgos “criticables” de los empleados estatales (la que se pinta las uñas, el que habla por teléfono “gratis”, etc.). La buena comedia italiana siempre fue ácida en graficar aquellos personajes surgidos de las grietas del sistema: Los inútiles (I Vitelloni, 1953) o El cuentero (Il bidone, 1955), de Federico Fellini, entre los clásicos, o El arbitro (L'Arbitro, 2014) para ir más cercanos en el tiempo. Sino ver la figura del político (chanta, corrupto) cuya representación no cambia en el cine italiano desde Milagro en Milán (Miracolo a Milano, Vittorio De Sica, 1951). La segunda mitad del film muestra la historia de amor y redención moral del protagonista. Aquel que en la exigencia por sobrevivir de otro modo que no sea achanchado en su cómodo trabajo de oficina lo obliga a ser mejor persona y salir de la mediocridad en la que se encuentra estancado. Si nos separamos del tema del “empleado estatal vago” del film, podemos ver que la curva moralmente redentora es más que habitual en este tipo de comedias. ¡No renuncio! (Quo Vado, 2015) maneja los tiempos muy bien para mostrarse novedosa en ese camino ya transitado. El otro punto a favor es el carisma y gracia de Checco Zalone, ideal para balancear los momentos cómicos y emotivos con la misma frescura y atractivo. No por destacar sus valores hay que dejar de reconocer que el momento social en el que la película se estrena en Argentina es muy desacertado, donde se estigmatiza a diario en los medios de comunicación a los empleados estatales como excusa para echarlos sin ningún tipo de justificación. Que el cine estigmatice situaciones sociales para hacer una crítica es una cosa, que un gobierno utilice imaginarios para llevar a cabo políticas de achicamiento del Estado es otra muy distinta.
La nueva comedia de Gennaro Nunziante, No renuncio, fue el mayor éxito de taquilla de la historia del cine de su pais. Una propuesta absurda y crítica hacia la sociedad italiana. Si hay algo que distingue a los italianos es que se ríen de sus propias miserias, y en la tradición de Mario Monicelli, Dino Risi y Ettore Scola, Gennaro Nunziante satiriza la pereza de los empleados burocráticos con No renuncio, una comedia liviana pero absurda, que recupera el tono popular del cine de los años ´70. Checco Zalone –interpretado por Checco Zalone, también co guionista y músico del film- es el típico empleado fijo del gobierno de un pequeño pueblo italiano. Como todo administrativo estatal, su puesto es inamovible. No lo pueden echar. Porque para un buen italiano un puesto fijo es como un tesoro. Lo que en Argentina se denomina “un ñoqui” del estado. Pero cuando sube un nuevo partido político al poder y quiere renovar a todos los empleados del gobierno, a Checco se le complica un poco la vida. El Ministro Magno designa a la Dra. Sironi –Sonia Bergamasco- a cargo de la reestructuración de los nuevos empleados, quién le ofrece a los antiguos trabajadores la posibilidad de renunciar a cambio de una generosa indemnización o tener un puesto en algún sitio recóndito de Italia. Como a la mayoría la opción de mudarse no les apetece, agarran la indemnización, pero Checco vive con sus padres, es un mantenido, y sigue al extremo el consejo de su padre de no renunciar. De esta forma, se le van asignando diversas tareas completamente ridículas hasta llegar al Polo Norte para defender a los científicos del ataque de los osos polares. Allí, no solamente cumplirá efectivamente la tarea, sino que además encontrará el amor. Comedia absurda y extremadamente inverosímil, No renuncio apunta satirizar la misoginia, racismo y ego del ciudadano promedio italiano, que no difiere demasiado del retrato del argentino de tres o cuatro décadas atrás. Y aunque el humor no sea para nada sutil, vale la pena destacar que en ningún momento termina cayendo en la vulgaridad o la comedia picaresca. El absurdo se convierte en parte del lenguaje natural del film, cuyo tono no decae durante los ágiles 86 minutos de duración. Nunziante evita la trampa sentimentaloide y golpe bajo a la hora de dar un giro narrativo, por el contrario, se mantiene fiel a la misma premisa ridícula de principio a fin. Por otro lado vale destacar el trabajo de Checco Zalone, un comediante de timing televisivo con varias características del estilo humorístico del primer Adam Sandler. Divertida y limitada, superficial pero efectiva en su crítica hacia los estereotipos italianos -llevada a extremos poco ortodoxos- No renuncio es un entretenimiento pasajero, liviano y popular. Una costosa superproducción que recorre el mundo, pero que básicamente nunca deja de reflejar la corrupción innata de su sociedad.
Bodrios hay en todas partes La única cosa positiva que se puede sacar de una película tan mala como ¡No renuncio! es el permitirnos recordar que en todos los países del mundo se hacen películas horribles y que las mismas a veces son capaces de ser terriblemente exitosas. Esta nueva comedia del actor, presentador, músico y guionista Checco Zalone está dirigida por Gennaro Nunziante. Ambos han trabajado juntos varias veces y son un fenómeno de taquilla en Italia. La historia que cuenta ¡No renuncio! es -como lo subraya el título de estreno en Argentina- la de un empleado público que ama la comodidad de su trabajo y se niega a abandonarlo frente a un recorte presupuestario. No importa lo que lo ofrezcan, no importa como traten de disuadirlo, él quiere seguir siendo empleado público. Este es el puntapié inicial para una comedia sin chistes graciosos, que arremete desde el primer minuto con bromas que ya estaban gastadas en el cine y la televisión hace treinta años. Este personaje nefasto es visto con simpatía y alegría, a la vez que se adivina una crítica tibia al sistema que lo cobija, pero siempre desde la ligereza y el doble discurso. Apelando a una demagogia insufrible –tal vez la razón de su éxito- la película multiplica clichés, trazos gruesos y gags de “como son los italianos” que insultan a la inteligencia de cualquier ser humano que sienta algo de afecto por el cine, la comedia o el ser humano. Comedias malas hay en todas partes, hoy nos llegó a nosotros una pésima, hecha en Italia.
El costumbrismo como una nota al pie. Quizás no sea demasiado conocido por estas latitudes, pero en Italia –gracias a sus trabajos para la televisión, sus discos y sus películas– Checco Zalone es casi tan famoso como la pasta al dente. Unido al realizador Gennaro Nunziante, el pelado Zalone viene encabezando una serie de películas que poco y nada le deben a la tradición de la commedia all’italiana y sí bastante más a la comicidad de la pantalla pequeña (el viejo e inoxidable sketch) y al trasplante de usos y costumbres de algunas comedias estadounidenses. ¡No renuncio!, con su título original Quo vado? –cuarta de esas colaboraciones en la pantalla grande– acaba de romper todas las expectativas comerciales en su país natal, y viene a ser al cine italiano lo que el díptico Ocho apellidos… al español. Al menos en parte: la idea del italiano en tierras lejanas y culturalmente diversas forma parte del núcleo de la comicidad del film, jugando el juego del reconocimiento de virtudes y defectos de origen. Como su padre en la ficción, Checco (indistinguible separación entre actor y personaje) tiene un posto fisso, esto es, forma parte de la planta permanente de los trabajadores estatales de un pequeño pueblo de pescadores. Pero no es un ñoqui. Apenas –como soñaba con serlo el joven checo de Trenes rigurosamente vigilados– un oficinista aplicado, culo en la silla, al sellado de carnets de aprobación. Es a partir de una purga de empleados, ejecutada por una villana neoliberal de manual, y su negativa a aceptar la consiguiente indemnización, que comienzan las aventuras de Checco en los puestos más aislados posibles. Polo Norte incluido. La estructura episódica, la subtrama romántica que se establece a partir de su encuentro con una bella bióloga, la idea del crecimiento/maduración tardía recuerda sin demasiados esfuerzos a la temática central de muchas comedias made in USA, más allá del consciente y constante énfasis en la italianidad del personaje y sus actitudes. Hay chistes objetivamente hilarantes, como el brevísimo momento en el que la mamma le ofrece, como vendedora de tienda de joyas, una caja aterciopelada con decenas de variedades de pastas para el almuerzo. O aquel otro en el que la aparición sucesiva de los hijos de su amada culmina en un gag visual de perfecto timing. La estadía en una ciudad noruega permite, nuevamente, poner en choque frontal el griterío y la puteada con el respeto extremo por los límites y la tolerancia absoluta a los tiempos de espera. Pero la suma, como suele ocurrir, no hace al todo y ¡No renuncio! se pone demasiado blanda cuando debería aplicar algo de oscuridad y el lugar del costumbrismo irónico es finalmente usurpado por el voluntarismo de la historia y los personajes. Ejemplo contemporáneo de la comedia nacional y popular del país con forma de bota, lo de Nunziante/Zalone es apenas una nota al pie de la industria que supo hacer de la comedia un arte rico, recio y orgulloso.
UN ITALIANO AL BORDE DEL ATAQUE DE NERVIOS Una comedia italiana que tiene como principal atractivo al famoso, en su país, Checo Zalone, dirigido por Genaro Nunciante. Un gancho que para nosotros no existe. Pero el film resulta atractivo, porque desde el humor se mete con los paraísos perdidos de muchos italianos. Un puesto fijo en la administración pública, que garantiza derechos, poco trabajo y no pocos abusos. Y si bien todo comienza en broma, este hombre que con la reforma del estado quiere ser obligado a renunciar, se aferra aunque lo manden a los destinos más disparatados y peligrosos. Y entre tanta aventura mostrará la idiosincrasia italiana al desnudo y una espiral delirante y efectiva en cuanto a entretenimiento.
¡No renuncio! cuenta la historia de Checco, un empleado estatal que cae en desgracia y debe hacer frente al acoso de sus empleadores que quieren echarlo. El hombre hará lo que sea para conservar su puesto laboral, incluso aceptar un puesto en el Polo Norte para enfrentar el ataque de osos polares. Sátira italiana hecha y derecha, una comedia que se vale del grotesco para generar momentos de diversión pura. Los clichés de los funcionarios públicos son retratados con maestría por el director Gennaro Nunziante que se vale de un comediante enorme y súper histriónico como Checco Zalone, para cargarse la trama al hombro y llevarla a buen puerto. Hilarante, buena fusión entre humor clásico y ritmo de sitcom.
Un italiano que sabe reírse de sus defectos Tomar en broma los defectos propios. Exagerarlos hasta la caricatura. Con un ligero propósito autocrítico, sí, pero antes que nada con la finalidad de reírse y hacer reír. El cine peninsular lo supo hacer inmejorablemente en los tiempos en que brillaba la commedia all'italiana, quizá con una mirada más afilada y cáustica en el retrato satírico de la realidad, en el dibujo humorístico de los personajes y en la aguda ironía que podía aplicarse a los cambios de costumbres de la época, con cierta herencia visible del neorrealismo. El mundo que hoy observa Checco Zalone (Luca Pasquale Medici según sus documentos), venido de la Puglia y dueño de una popularidad a la que contribuyeron la música y su múltiple condición de cantautor, actor cómico y showman de TV y que consolidó el cine con los arrolladores éxitos de sus films Cado dalle nubi, Che bella giornata y Sole a catinelle, ninguno estrenado aquí y todos dirigidos y coescritos, como éste, en colaboración con Gennaro Nunziante. El cuarto -y el que superó todos sus récords anteriores (y también el de Avatar)- es este ¡No renuncio!, que en Italia convocó a más de 9 millones de espectadores. Un debut tan demorado puede tener sus desventajas, pero también sus beneficios, sobre todo los que acompañan a un actor cómico a cuyos recursos no estamos habituados. Checco Zalone es aquí un casi cuarentón al que la vida le sonríe. Ha conseguido todo lo que hasta ahora se propuso. Es empleado municipal, lo que supone un generoso número de privilegios. El más importante, según lo ha aprendido en casa y de los certeros consejos de un veterano senador con años de experiencia en el Estado, constituye su condición de empleado municipal, es decir, un puesto fijo asegurado de por vida. Tiene muy poco que hacer: como pertenece a la oficina municipal de Caza y Pesca, todo lo que está obligado a hacer es sellar las autorizaciones que la gente presenta sin moverse de su escritorio. Vive con sus padres, lo que le asegura casa y comida además de los mimos y la adoración de la mamma (y los de una novia que ya desistió de llegar alguna vez al registro civil). Todo el mundolo envidia. Hasta que una inoportuna reforma de la administración pública lo pone en foco. Nadie más apropiado que él, soltero, sin nadie a su cargo, sin compromisos de familia, sin especialización alguna, para que pueda aplicársele la movilidad laboral. Puede no aceptar la indemnización, o pedir sumas disparatadas. Pero tiene que luchar contra el empecinamiento de una superior capaz de inventar cualquier traslado, el más lejano, el más incómodo para trastornarle la vida y hacerlo aflojar. Con lo único que no cuenta es con la invencible versatilidad del empleado, capaz de adaptarse a cualquier molestia con tal de conservar su empleo. Y como en este caso, el empleador es el mismísimo Estado el nuevo destino que le ofrezcan puede estar en cualquier parte. De toda Italia, e incluso más allá. Por ejemplo en alguna base polar o en el África ecuatorial. Buena parte del film se centra en esa incansable persecución. En el principio, a muy buen ritmo, las situaciones cómicas y los chistes se suceden. Y el humor satírico se sigue sosteniendo a pesar del brusco cambio que el guión impone en la parte central, con el inesperado encuentro que vincula al protagonista con una científica hiperliberal con la que se cruza entre la nieve y los osos polares. Sólo en la parte final el tono cáustico afloja un poco y cede a un happyend biempensante, quizá para que todos salgan del cine con una sonrisa, aunque el cambio de tono resulte un poco forzado y relativamente convencional. Lo importante es que ¡No renuncio! consigue entretener y divertir un buen rato sin tener que perdonar los muy pocos baches que se perciben sobre todo cuando va acercándose el remate. Y que todo esto se logre sin recurrir a la vulgaridad ni la grosería que tan frecuentemente asoma en las comedias. Checco Zalone puede no estar a la altura de los grandes actores cómicos de la tradición italiana, pero su eficacia y su considerable ingenio están más allá de toda duda.
Italianidad al palo Checco Zalone es un eficaz comediante, que se destaca entre gags efectivos y chistes tontos. ¡No renuncio! llega con un récord a cuestas: es la película italiana más vista de toda la historia en Italia (más de nueve millones de espectadores). Se entiende el porqué: básicamente, se toma a risa la esencia del ser italiano. Algo que puede funcionar muy bien por estas tierras: esa burla es fácilmente extrapolable a la identidad de los argentinos y, sobre todo, de los porteños, tan parecidos -para bien y para mal- a los italianos. El eficaz comediante Checco Zalone -también guionista de la película, y autor e intérprete de su principal canción-, encarna a un oportunista, un vivillo que cumplió el sueño que tenía desde su más tierna infancia: ser un burócrata y pasarse la vida poniendo sellos. Pero después de quince años de servicio, llegan los recortes presupuestarios al Estado, con los consiguientes retiros voluntarios. Checco -así se llama también el personaje- se resiste con uñas y dientes a firmar su renuncia y agarrar la indemnización, ante la desesperación de la funcionaria encargada del ajuste, que lo someterá a todo tipo de traslados para forzarlo a dejar su posto fisso (puesto fijo), toda una institución en Italia. Muchos tendrán que dejar de lado prejuicios ideológicos para disfrutar de lo mejor de la película, que es la cargada a los empleados públicos. Y al proteccionismo estatal: puede leerse como una despedida nostálgica a tiempos mejores o una crítica con tufillo neoliberal; parece lo segundo, porque Checco es un chanta que abusa de todos los pequeños privilegios que le confiere su estatus de funcionario. Siempre intercalando buenos momentos con chistes pavos, gags efectivos con tonterías, ¡No renuncio! también se mofa -a la vez que reivindica- del desapego italiano por las leyes, del culto a la mamma, de la obsesiva puntillosidad gastronómica. ¿Les suena?
¡No Renuncio! es la película italiana más taquillera del país, superando a películas como "Intensa-Mente", "Minions", "Star Wars" y algunos tanques de Hollywood más. Checco Zalone, actor protagonista, quien además es el guionista, vuelve a colaborar con Gennaro Nunziante, director, y la combinación es explosiva. Puede o no gustarte la película, sobre todo por los varios chistes, un poco pasados de moda para nosotros, pero hay que reconocerle que lo intenta minuto a minuto y por momentos uno siente que está viendo una serie, de esas que tienen un chiste detrás del otro. La historia es muy divertida y para nada antigua, en todos los países pasa lo mismo: reducciones laborales y en este caso nuestro Checco no quiere aceptar una indemnización y sufre varios traslados a distintos lugares de Italia hasta que le toca llegar a Noruega para ser guardián de una estación científica italiana en el Polo Norte... Sí sí, todo eso pasa en "¡No Renuncio!", que eleva a la máxima potencia todo lo que sucede y es por eso, quizás, que en su país de origen fue un éxito indiscutible. Te la recomiendo porque es algo diferente a lo que estamos acostumbrados, pero te advierto, el casi setenta por ciento de los chistes, al menos a mí, no me divirtieron.
Costumbres italianas Checco (Checco Zalone) tiene 38 años y un trabajo estable como funcionario de gobierno, vive con sus padres y disfruta de ser un niño mimado sin preocupaciones. Además tiene una novia con la cual evita formalizar. Pero su vida “ideal” se verá trastocada cuando por la crisis el Estado decida centralizar todo, por lo cual Checco deberá elegir si aceptar una jugosa indemnización o ser trasladado. Guiado por el corrupto senador Binetto (Lino Banfi) decide que la actitud no se negocia y acepta ser trasladado. Pasa por los lugares más réconditos de Italia hasta que la despiadada Dr. Sironi (Sonia Bergamasco), una funcionaria de segunda línea que busca llegar al nuevo gabinete nacional, lo envía al Polo Norte y lo que parece una pesadilla para Checco será un paraíso cuando conozca a Valeria (Eleonora Giovanardi), una investigadora que le mostrará un modo de vida más simple cuando lo lleve a su casa en Noruega. Llega a las salas argentinas la comedia italiana más taquillera de la historia de ese país, una crítica al sistema con algunos puntos más divertidos que otros. La película cae en clichés que abundan en el género por lo que es algo predecible. Algunos chistes bien construidos y el choque de culturas ente Italia y Noruega son de las mejores cosas de la película que no es tan larga pero hay cosas estiradas que hacen que se sienta un poco pesada. Checco Zalone es un actor, humorista y presentador italiano de los más exitosos en Italia, que en esta película no solamente es el protagonista sino que escribe y hace la música (con un seudónimo). Es su cuarta película en colaboración con el director Gennaro Nunziante. ¡No Renuncio! es una película decente para aquellos que quieran reír un rato, no aporta nada pero tiene momentos divertido y vale la pena para aquellos que quieran indagar un rato en un cine que en Argentina no es tan popular.
Mucho más que una buena sátira sobre empleados públicos De algún modo, el viaje del protagonista de la comedia satírica de Gennaro Nunziante lleva a pensar en el viaje de un país que cada tanto cae en la molicie, o pierde el rumbo. En plena selva un italiano es llevado ante el brujo de una tribu salvaje. Para salvarse, debe justificar su vida. Este prólogo es fundamental. Si no, la película no pasaría de ser una buena comedia satírica sobre los empleados públicos. Ah, pero, ¡qué sátira! Incluye hasta el político que orienta a sus fieles sobre el derecho a tomarse licencia tras licencia, y el tipo que por sellar papeles reclama dolores de muñeca, como esos que acá hicieron huelga porque marcar los tickets les esguinzaba un dedo. De pronto hay reforma administrativa y al protagonista de esta historia le ofrecen un retiro voluntario bien pagado. De ahí el título de estreno entre nosotros: "¡No renuncio!". Lo cambiarán de destino, irá al Val de Susa, a Lampedusa (donde hay un esquicio tan ácido como real), irá hasta al Polo Norte, y a Bergen, con tal de mantener el puesto fijo. Pero algo empieza a cambiar, cuando conoce otra clase de gente, en distintos lugares. Y aunque a veces recaiga en sus viejos vicios, aunque afirme poco civilizadamente su itálica idiosincrasia, dejará de pensar sólo en sí mismo. Orientará su accionar de otra manera. De ahí el título original: "Quo vado?" De algún modo, el "viaje del héroe" lleva a pensar en el viaje de un país que cada tanto cae en la molicie, o pierde el rumbo, pero guarda dentro suyo una gran nobleza. Todo esto, sugerido "por la contraria", con "malos ejemplos" de ancestral simpatía, con gracia mantenida y un momento musical contagioso, de fondo irónico ("La Prima Reppublica", celebración de épocas y mañas ya imposibles de sostener), y, hasta con una inesperada pizca de emoción, antes del remate, que es pura farsa. En el reparto, el veterano Lino Banfi, el onorevole político amado por los haraganes, y Sonia Bergamasco, la dottoressa que quiere echar a un empleado mientras su despacho se llena de asesores y demás burócratas de mayor sueldo. Coguionistas, el director Gennaro Nunziante y el protagonista Checco Zalone, que tiene cierto aire entre Adriano Celentano y Darío Grandinetti, y al que vale la pena tener en cuenta. Lo que hace esta gente va más allá del mero chiste. Y dura menos de 90 minutos.
El cine italiano está pasando por un buen momento. En el primer trimestre, según los datos de Cinetel, que releva la información proveniente al 93 por ciento de la concurrencia de público a las salas del país transalpino, entre enero y marzo se vendieron casi 40 millones de entradas. Entre los títulos más exitosos está Qua Vado?, superando los 59 millones de euros recaudados y convirtiéndola en la película más taquillera del cine italiano. El film es la cuarta apuesta del tándem Gennaro Nunziante – Checco Zalone (Luca Medici). Una relación que supo potenciarse desde su primera película con la autocrítica suficiente para reírse de ellos mismos. Desde Caída de las nubes (2009) hace alusión a la vieja dialéctica Norte/Sur; en Qué día hermoso (2011) habla sobre las diferencias y el racismo a partir de un ataque terrorista, y en El Sol en cubos (2013) aborda la crisis económica italiana. En sintonía con una obra de carácter localista y nuevamente a través de la sátira sobre su idiosincrasia y los problemas de su país, Quo vado?, no es la excepción. La película narra las vicisitudes de un empleado público (Checco) a cargo, hace quince años, de una administración provincial dedicada a expedir las licencias de caza y pesca. Su única tarea es sellar las licencias. Sin otra perspectiva, más allá de su rutinaria labor, Checco es feliz en casa de sus padres, malcriado por la madre, y con una novia con la cual no tiene intención de casarse ni tener hijos. Pero todo cambia cuando el ministro de turno decide modernizar el sistema burocrático eliminando puestos de trabajo. Él deberá optar por aceptar una indemnización o ser traslado donde sea, y a cualquier precio, con tal de no perder el añorado “puesto fijo”. Con alta dosis de humor, gags que autoparodian el costumbrismo y los malos hábitos, el film tiene influencias de la mítica commedia all’italiana enarbolada por Monicelli, Dino Risi y, más cercano en el tiempo, al trabajo de Moretti, donde la comicidad surge y se logra a expensas de la realidad, conocida también como “la apoteosis del fracaso” que abarcaba muchos temas locales como el desempleo, la corrupción, la exaltación de la mujer, el machismo, la política y la guerra, entre otros. LA COMEDIA NO DESCARTA LA POLÍTICA El realizador Gennaro Nunziante define su película como “una reconciliación necesaria con viejos problemas”, y continúa: “hoy Italia es el país más dividido en el mundo. Nos dividieron entre la izquierda y la derecha, entre el Norte y el Sur, entre ricos y pobres, la élite y el pueblo, cada vez más. Y sobre todo entre jóvenes y viejos, ocupados y desocupados, de una manera dramática. Acá el puesto permanente sigue siendo la máxima aspiración de muchos, nuestra película es un verdadero homenaje a la inseguridad, por lo que el nomadismo que te empuja a mirar a su alrededor y conocer otras realidades. Nuestro objetivo es que coexistan con ligereza y seriedad, la ironía, el humor, la diversión y la reflexión más seria. La comedia no descarta la política”. Una de las escenas donde se traduce la obsesión de trabajar en el Estado, lo muestra a Checco de niño en el colegio. Cuando su maestro le pregunta que quiere ser cuando sea grande, él contesta: “Quiero ser un puesto fijo”. Luego lo vemos en su casa imitando la conducta de su padre cuando juega a ser burócrata, sella papeles y al levantar el teléfono, dice: “Te llamo yo, que no pago”. El personaje de Checco Zalone encarna al típico funcionario de medio de pelo, lleno de vicios y mal acostumbrado a la seguridad de su empleo. La imagen da cuenta de la aún vigente inoperancia de ciertos ámbitos gubernamentales dejando al descubierto la mediocridad del italiano ventajero, intolerante y egocéntrico frente al resto del mundo. Un mundo, en el cual, hasta el mismo personaje se siente “incivilizado” frente a otros tan distintos como los Noruegos. El guión de Nunziate-Zalone y la banda sonora compuesta por el propio Lucas Demici, aportan una dosis de dinamismo a un relato que, con escenas reiteradas como las llamadas al senador (típico clientelismo) o situaciones inverosímiles frente a una tribu, logra sostener el humor durante casi ochenta y seis minutos. En No renuncio! no aplica el dicho se non è vero, è ben trovato (aunque no sea verdad, está bien compuesto), porque parte de su propia coyuntura para cuestionarla. El resultado es una comedia hecha a la medida de su realizador y dirigida a un espectador que se verá a si mismo como espejo del sistema. Altamente recomendada para empleados estatales. No digan que nos les avisamos. ¡NO RENUNCIO! Quo Vado? Italia, 2015. Dirección: Gennaro Nunziante. Intérpretes: Checco Zalone, Eleonora Giovanardi, Sonia Bergamasco, Maurizio Micheli, Lino Banfi, Massimiliano Montgomery, Angelica Napa, Adam Nour Marino, Fabio Casal. Guión: Gennaro Nunziante, Checco Zalone. Fotografía: Francesco Di Giacomo. Música: Checco Zalone. Montaje: Pietro Morana. Duración: 86 minutos.
Aquí está el ejemplo de que cuando el cine toma un tema del cotidiano y lo explora en profundidad se puede alcanzar, desde la simpleza del tratamiento, una propuesta interesante y que además funcione universalmente. “¡No Renuncio! “ (Italia, 2015) de Gennaro Nunziante, trabaja con lo popular desde el conocimiento del espectador de una creencia sobre los empleados públicos y la lleva al límite en la figura de Checco (Checco Zalone), el encargado en un perdido ministerio de producción que se pasa la mayor parte del día recibiendo “regalos” de aquellas personas que se acercan para solicitarle un permiso. Detallado con trazos gruesos y con la clara convicción de dejarlo parado como un parásito, que no sólo vive del Estado sin hacer nada, sino también de sus padres y de su novia, la acción del filme arranca cuando, perdido en el medio de la selva africana y abordado por el jefe de una tribu que sólo le salvará la vida si comprende que su historia de vida lo amerite, Nunziante, elige el flashback para relatar los hechos por los cuales Checco llegó ahí. Así, el hombre comienza a detallar cómo es que una decisión de “limpieza” en el Gobierno terminó con su sueño de trabajo sin trabajo eterno y puso en vilo su continuidad como empleado estatal al proponérsele una suerte de retiro voluntario que él, como lo avisa el nombre del filme, no aceptó. Pero esa tarea de no renunciar no le será fácil, ya que la fría y distante encargada de Recursos Humanos (Sonia Bergamasco), además de intentar negociar con él la salida del Estado, ante cada negativa de Checco decidirá redoblar la apuesta y enviarlo a los lugares más distantes de Italia en los que una dependencia Estatal pueda requerir un “ñoqui” como él. Y en ese deambular eterno por lugares, algunos más acogedores que otros, Checco, sin darse cuenta encontrará el amor (Eleonora Giovanardi) en la figura de una mujer libre de ataduras físicas y mentales que lo transformará casi sin esfuerzo. “¡No Renuncio!” se inscribe en una línea de cine popular italiano del que pocas veces llegan a estas latitudes propuestas, y evoca a la imaginería de filmes que desde lo cotidiano logra empatizar con el espectador sin propuestas ambiciosas, sino, todo lo contrario. El carisma de su protagonista (Zalone) y su capacidad para hacer de su personaje un ser entrañable, a pesar de todos los componentes detestables que posee (misógino, retrógrado, corrupto, ambicioso, etc.), es uno de los hallazgos del filme. La estructura de comedia clásica, con el agregado de humor que linda lo bizarro, lo escatológico y lo soez, además, dota al filme de un acercamiento desde lo narrativo y su guión a la nueva comedia americana, pero sin perder su identidad como producto. En cada gag y punchline, en cada línea que Checco dice a sus padres, su ex novia, y en la negativa a renunciar por un mandato que le ha sido impuesto y a la vez delegado en el mismísimo momento en el que aceptó ser parte de la burocrática e inmensa estructura estatal, hay una profunda reflexión sobre la exageración en la construcción de los equipos de trabajo gubernamentales, en los que siempre, como el personaje, hay uno (o varios) que sólo quieren sacar rédito a su posición. “¡No Renuncio!” no da respiro con su atiborrado guión y la exposición total del protagonista para componer a este Checco, ejemplo de lo peor de todo aquello que se puede encontrar en cualquier dependencia estatal, y como bien ha sido reflejado por varios productos locales (“La Clínica del Dr. Cureta”, “Relatos Salvajes”, etc.), necesita más allá de un trabajo de un equipo de recursos humanos, de la extirpación total para sanear los Gobiernos.
Es una historia sencilla, resulta volver un poco a las clásicas comedias italianas. Fresca, amena y bien interpretada su protagonista expresa bastante con su rostro y cuerpo, con buenos gags, algunas escenas de sátira, situaciones emotivas y románticas, para pasar un buen momento pero también resulta reflexiva.
Esta es la historia de un empleado público. Dicho de otro modo: esta es la historia de un tipo cuya vocación es ser empleado público y que, con tal de no perder un puestito cómodo, su vida con padres (es bastante grande el hombre) y la ausencia de compromiso, es capaz de llegar al absurdo absoluto, a una incomodidad mayor que la de conseguir otro empleo. El gran mérito del film consiste en llevar su supuesto a fondo y en que sea esto lo que causa, naturalmente, la risa.
Comedia a cualquier precio "¡No renuncio!", la taquillera megaproducción italiana acaba entreteniendo a la fuerza, sin dejar reflexión alguna. Nada más deserotizante que una comedia desesperada por hacer reír, usando toda la artillería desde un principio para mantener al espectador en lo alto. ¡No renuncio!, de Gennaro Nunziante, es un sketch televisivo millonario que funciona por atropello, dejando la gracia en evidencia. El chiste, cuando se anticipa como chiste, genera una mueca complaciente, inclusive vergüenza ajena. La mendicidad de la risa es el principal defecto de este filme. Existe una lógica de marketing: el protagonista, el actor Checco Zalone, es un comediante reconocido en Italia, especie de Guillermo Francella, y ¡No Renuncio! es la cuarta colaboración con el director Gennaro Nunziante. Cada unión de esta dupla fue un hit, y tales antecedentes otorgaron impunidad a la hora de producir otro éxito. ¡No Renuncio! sorprende con un ritmo desaforado, posibilitado más por infinidad de planos en infinidad de locaciones con infinidad de actores, que por criterio de dirección. Estamos ante un colosal videoclip que, de tanto proponer, de a ratos engancha. La trama busca ser una sátira de la burocracia italiana, con guiños desintonizados para un público extranjero. Checco Zalone interpreta a un empleado municipal cínico, acostumbrado a la comodidad de su trabajo, pero un cambio de gestión lo pone en la encrucijada de aceptar una indemnización o seguir con su "puesto fijo" a como dé lugar. Y ése es el motor del filme: Zalone, con tal de no renunciar, soporta cargos en un pueblito mafioso, en África o en el polo norte. Su travesía sobreactuada será narrada ante una tribu de salvajes, a modo de metarrelato: el antihéroe replantea su función en el mundo, conoce el amor y cambia de valores. Todo sucede a velocidad formidable, con secuencias de montaje que logran elipsis mágicas y una sobremusicalización que le estampa a la película su sellito cool.
UN DIGNO HEREDERO La comedia italiana es uno de los conceptos más maltratados en la historia del cine, principalmente porque lo televisivo ha avanzado notablemente sobre la cinematografía de aquel país y porque la falta de autores importantes ha terminado por convertir al género en un reservorio de lo más rancio y conservador de la sociedad. De ahí, también, el notable éxito comercial: un poco, digamos, como sucede con buena parte de la comedia que se hace en Argentina. Pero de repente un producto como ¡No renuncio! aparece como una anomalía, y sin correrse demasiado de la estructura convencional demuestra que con un par de gestos la comedia puede recuperar su mejor tono. ¡No renuncio! tiene el elemento fundamental que estas comedias precisan: el capo-cómico. Y Checco Zalone, bajo la batuta del director Gennaro Nunziante, es el ejecutante perfecto de una serie de bufonadas que retoman algunos de los puntos claves de las históricas comedias de Mario Monicelli o Dino Risi. Es decir, una mirada crítica y descarnada sobre el propio ser nacional, que si abusa un poco del costumbrismo tiene la virtud de hacerlo sobre la base de un sincericidio muy divertido. Zalone interpreta aquí a un empleado público, un tipo aferrado a su puesto casi de manera patológica, que con tal de no aceptar el retiro voluntario (y rechazando importantes indemnizaciones) prefiere ser trasladado a los destinos más inhóspitos del mapa italiano. Incluso, acepta ser trasladado al Polo Norte. Si hay algo por lo que ¡No renuncio! sorprende, y de ahí su carácter contemporáneo, es la velocidad: eso le permite no sólo tener un ritmo sostenido en base a situaciones humorísticas que se acumulan a otras, sino fundamentalmente amortiguar el efecto nocivo de aquellos chistes malos o rancios con otros mucho más ocurrentes que están por venir. Hay situaciones decididamente inventivas, y lo positivo es que muchas de esas situaciones están compuestas por ideas que sirven para profundizar la burla sobre ese burócrata machista y xenófobo, que es Zalone, por extensión, el italiano medio. La otra cosa acertada que hace la película, más allá de abusar de ciertos chistes recurrentes aunque con la capacidad de agotar todas las instancias de un posible gag, es la de sostener el punto de vista del protagonista, un punto de vista bastante problemático, pero sin por eso ponerse de su lado. Obviamente Zalone terminará siendo un buen tipo y es más un pelele que un corrupto cínico, pero la película tiene la habilidad para reírse de su mirada sobre los otros más de lo que lo hace sobre los otros. Su paso por Noruega, enfrentando la civilización a la barbarie italiana, es un gran ejemplo de esto; también la forma en que soluciona un conflicto entre dos de los hijos de su novia. ¡No renuncio! acepta también el chiste incómodo, jugando en un peligroso filo sobre la corrección política. Por eso es que el film se resuelve de una manera bastante insatisfactoria, ya que abandona su maldad caricaturesca para caer rendida ante un voluntarismo y una bondad exacerbada. Hasta los personajes más odiosos tienen su espacio de redención, pero eso no sucede como en las comedias de Adam Sandler (a quien más se le parece Zalone de los comediantes contemporáneos) de una manera fluida, sino por la más rudimentaria manipulación. Con estos reparos, ¡No renuncio! es casi una joya dentro del decadente panorama de la comedia industrial italiana.
Comedia social a la italiana No Renuncio juzga con humor a la sociedad italiana en general. El protagonista tiene un puesto fijo en el estado, lugar del que no pueden echarlo, y por eso hace de todo menos trabajar. Al no aceptar un retiro voluntario, lo transfieren lejos de su hogar y allí encontrará el amor. Los gags serán siempre simples, pero provocarán un rumor de risa en la audiencia. Este filme se transformó en la película más taquillera del cine italiano, con un éxito que viene arraigado de su carácter social y crítica al italiano promedio y la sociedad italiana en general, juzgándolo con humor. Checco Zalone (interpretado por el actor Checco Zalone, curiosamente) es un hombre que vive su sueño de pequeño: tener un puesto fijo en el estado, lugar del que no pueden echarlo, por lo que durante sus días hace de todo menos trabajar. Desde el otro lado de la pantalla se intenta dar la impresión de que es una situación común en Italia, por lo que la comedia fluye sin mucho argumento y con chistes simples, pero efectivos. Debido a los recortes en el presupuesto del gobierno, Checco es convocado al ministerio para dejar su amado puesto de trabajo a cambio de una indemnización, también llamado “retiro voluntario”, aunque más que nada obligado. Como no quiere aceptar el dinero que le ofrecen, a sus empleadores sólo les queda transferirlo lejos de su hogar, con el fin de que afloje en su oposición: es enviado al Polo Norte noruego, para hacer un trabajo de campo, donde se enamora de la investigadora a cargo, Valeria (Eleonora Giovanardi). Desde allí comenzará un conocimiento de su propia personalidad y al conocer otra cultura, saber qué defectos y virtudes tiene la suya. Los gags serán siempre simples, pero provocarán un rumor de risa en la audiencia, que se verá satirizada hasta el hartazgo durante todo el largometraje.
Se supone lógico el escepticismo frente a una película que se anuncia como “la más taquillera”, en lugar de “la mejor” (si esto fuese posible). Por ejemplo, hace dos años tuvimos la desagradable presencia de “la película mexicana más taquillera de la historia en Estados Unidos”, y si bien se sabe del gusto poco refinado del cinéfilo norteamericano promedio, aquella “No se aceptan devoluciones” (2013) era demasiado burda para ser cierta. Pues bien, así se anuncia éste estreno proveniente de Italia. “La comedia italiana más taquillera de la historia”. Separemos los tantos. El cine comercial (llámese al que lleva público masivo a las salas, independientemente de sus virtudes artísticas) de Francia, Italia, Holanda, España, Peruano, etc, etc; es de una manufactura doblemente tamizada. Primero por un lenguaje narrativo claramente yanqui, y segundo por un ritmo cuasi televisivo tirando por la borda, en la mayoría de los casos, la posibilidad de interpelar la capacidad decodificadora del espectador, el uso de las metáforas, la sutileza o siquiera establecer un vínculo lúdico entre la obra y el que la mira. Es todo directo, sin filtros, rápido. Como si hubiese un switcher master en lugar de un compaginador. En este contexto se inscribe “¡No renuncio!”. Pero fuera de aquello señalado anteriormente, resultará realmente divertida para quien se deje llevar por el código y el registro actoral del personaje principal. Checco (Checco Zalone) es la perfecta definición del chantún argentino salido de los años locos. Además es misógino y vulgar e italiano. Hace de la comodidad un culto y de la circunstancia una ventaja. Los primeros diez minutos enteros son para un monólogo sobre el empleado público, tanto por lo que se dice como por las imágenes. Para Checco tener un puesto fijo es el máximo logro al cual se puede aspirar por la enorme cantidad de ventajas que da chupar de la teta estatal. Cobrar sin hacer nada. O casi nada. Y eso se traslada a su vida personal, viven en la casa de sus viejos, la madre le cocina y plancha, la novia ocupa un lugar mientras no moleste, etc. Sí. Nuestro protagonista es ñoqui y se vanagloria de ello. De tal palo tal astilla, porque el padre lo llevaba de pequeño a la administración pública mostrando que desde hace mucho tiempo el Estado ha creado una dependencia enfermiza, anquilosada y estructuralmente obsoleta. Los ñoquis (y los empleados estatales que trabajan de verdad también) andan horrorizados porque el cambio de gobierno trae consigo, un recorte violento que amenaza con despidos y otras menudencias (teléfono para el Presidente). Algunos aceptan retiros voluntarios, otros;, algún traslado a cargo de la Dra. Sironi (Sonia Bergamasco), quien termina manteniendo una cruzada personal contra el único que no acepta arreglo alguno, aunque lo trasladen a lugares realmente insólitos, actitud que, por otra parte, explica el título vernáculo. Con una impronta absolutamente televisiva, gags que funcionan por montaje y un apoyo exclusivo en el histrionismo de Checco Zalone, el director Gennaro Nunziante mantiene vivo a lo largo de 90 minutos, el mejor elemento dramático con el que cuenta: la doble moral. El guión apuesta a una fórmula ilógica consistente en saber construir un personaje detestable y querible a la vez. Como cuando vemos esos ladrones simpáticos y entradores, pero dispuestos a poner una bomba para robarse la guita de un banco. En el caso de Checco es conocer por dentro algunas de las razones para entender la burocracia de las instituciones públicas a partir de un tipo “vivo”, pícaro, ventajero, pero a la vez cínico, cretino, y aprovechador. Ese es el punto de equilibrio que lleva a “¡No renuncio!” a ser una comedia muy efectiva cuando se ocupa del personaje y sus contradicciones, y demasiado liviana cuando vira hacia el lado de la historia del amor que todo lo cambia o lo transforma. Son demasiados los puntos de contacto con nuestra sociedad como para entender por qué éste será probablemente un gran éxito en la Argentina. Aportará poco a la originalidad de la forma, pero el contenido alcanza y sobra para reírse con ganas.
Siempre se dice que los argentinos somos iguales a los italianos, y esta nueva comedia es para que más de uno se mire al espejo. Checco (el comediante Checco Zalone) es un empleado municipal de 38 años que vive con sus padres y tiene a sus beneficios de “empleo fijo” (vacaciones pagas, aguinaldo, etc.) como un orgullo, algo que arrastra de tradición familiar (como muchos empleados estatales en nuestro país, su padre es un jubilado municipal). Pero a Checco le tiembla el piso cuando aparece un funcionario neoliberal que ofrece “retiros voluntarios” para achicar el Estado. Aconsejado por el político que lo “acomodó”, Checco rechaza toda oferta de indemnización y en reprimenda es trasladado a un remoto puesto en un fiordo noruego, como asistente de tareas ecológicas. Allí, el protagonista no solo descubre formas civilizadas y remotamente distintas a las latinas, sino también a una italiana europeizada de quien se enamora. Aun en condiciones idílicas, Checco se resiste al cambio, a renunciar al empleo fijo, y ahí está la interesante moral, con ecos en nuestras costumbres, de esta discreta comedia italiana.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
¡No renuncio! es una parodia repleta de malos gags, de chistes reciclados, y de actuaciones exageradísima. ¡No renuncio! vendida con una tagline rimbombante – “la comedia italiana más taquillera de todos los tiempos”- y con un afiche horrible, es una película que intenta hacer una caricatura del empleado público sin causar demasiada gracia. Explorar en la burocracia estatal, puede ser interesante, pero cuando a los quinces minutos de película se devela el chiste del “sello” –universalmente conocido- y se chicanea con señoras – benditas empleadas públicas- que se toman el té y se hacen la manicura en horario de trabajo todo resulta paradójico o sin sentido. La risa dura, lo que dura ese chiste, o sea quince minutos, momento en donde el protagonista Checco Zalone – dicen que en Italia es un capo/cómico- , un pelado de treinta y pico se describe como un ferviente, orgulloso y “aburguesado” empleado público. No es detalle menor que el personaje del Sr. Zalone, quien además de actuar es guionista de la película, también se llame Checco. Esto es bien de telefilm, o sea el “cómico” de moda interpreta un trípticos de comedias populares – Che bella Gionata, Cado dalle nubi, etc que por suerte no ví.- con diferentes temáticas telúricas. La estética de televisión se atesora desde la primera escena. Todo funciona con la liturgia de la tele. Checco es secuestrado por una tribu en Africa (¿?) quien amenaza con matarlo. Pero, acto seguido, le da como opción de “salvación” escuchar su historia de vida, si el jefe de la tribu cree que su vida es relevante le da la suerte de seguir viviendo. De ahí una historia facilista, poco original y débil de guión se adueña de un metraje que aburre. El delirio, sumado a la verborragia insoportable de Checco, demuele una película que no tiene ni un gag hilarante (bueno el del sello me hizo reír un poco). La ironía se usa de un modo poco inteligente, de manera soez. Checco es visualmente desagradable generando rechazo en los espectadores. Zalone intenta reírse de sí mismo, pero ese auto boicot se vuelve incluso presuntuoso. La desmedida y recurrente muletilla del tano bruto, ventajero, malcriado por la “mamma”, y egoísta irrita. Checco cuenta su historia de vida, que va desde una viaje a Noruega hasta enamoramiento con Valeria – Eleonora Giovanardia es lo único bueno de la película- quien intenta hacerlo cambiar. Pero ¿se puede cambiar la idiocracia italiana?, por ahí va ¡No renuncio! – el título alude a perpetuarse en la planta permanente del estado- una película burda, y con un personaje principal que cae mal. Uno sale del cine con ese ánimo de gastada, como si le hubieran librado una broma pesada, si puede evítela.
Es la historia de Checco, quien parece tenerlo todo, un puesto vitalicio en una oficina pública provincial “el servicio de caza y pesca”, vive con sus padres y así ahorra dinero, y como está casado no tiene responsabilidades. Pero un día debido a los recortes de presupuesto del gobierno es citado al Ministerio para ofrecerle una jugosa indemnización a cambio de renunciar a su puesto de trabajo fijo ya que sino será transferido lejos de su hogar. Como Checco considera sagrado su trabajo, tal como le ha enseñado su padre y según le ha aconsejado un viejo conocido involucrado en la política, decide no renunciar y aceptar el traslado. Y por ello se verá obligado a trabajar en los peores lugares posibles, porque como el gobierno desea su renuncia a toda costa, es la única manera que tienen de forzarlo a ceder, creyendo que Checco se doblegará a la primera incomodidad, pero no será así, ya que este peculiar personaje encontrará algo bueno en cada extraño puesto laboral, y esto pondrá de cabeza a la Dra. Sironi, la agente del Ministerio encargada del caso, quien se jugará su última carta para convencerlo enviándolo al Polo Norte, a un centro de investigación italiano cercano a un pueblo noruego, donde deberá defender a los científicos de posibles ataques de osos polares. Pero cuando a punto de claudicar conocerá a Valeria, una científica que estudia a los animales en peligro de extinción, y esta relación cambiará en gran parte su manera de ver la vida. Una comedia desopilante, alocada, y original, que intenta recuperar el tono de las parodias sociales del cine de hace unos años, con chistes costumbristas, pero a la vez con una temática de mucha actualidad en relación a la crisis laboral existente en varias partes del mundo, marcando las diferencias entre italianos y otros europeos, porque como dice la canción de los créditos finales Italia es “la prima reppublica”. El film posee buen ritmo narrativo, y se destaca el trabajo actoral del comediante Checco Zalone, cuyo personaje lleva su propio nombre. El realizador Genaro Nunziante dirige esta película, siendo la cuarta colaboración entre Nunziante y Zalone, quienes también escribieron el guión. Completan el elenco: Sonia Bergamasco, Eleonora Giovanardi, Lino Banfi, y Antonino Bruschetta. “No renuncio” ha sido la película más taquillera de la historia del cine en Italia, y con ella el espectador no podrá parar de reír.
Nuevo y exitoso producto (por lo menos en Italia, donde batió récords) de la dupla Gennaro Nunziante-Checco Zalone. Es, más allá de sus trazos gruesos, un homenaje al empleo público. Esa es la esencia de esta comedia liviana y estereotipada, muy tana y gritona, que tiene como protagonista a un hombre inmaduro y alocado que vive con sus padres. Está enamorado de su escritorio, del seguro social, de las vacaciones, sobre todo de la seguridad que le garantiza el Estado. Pero llega el achique a su oficina y recibirá un ultimátum de sus superiores: o renuncia y acepta una jugosa indemnización o deberá ir a prestar servicio a lugares impensados. Pero el tipo no renuncia. Y la película se apoya en esa larga puja entre una jefa que quiere que renuncie y este personaje que ha hecho de su “¡no renuncio!” una filosofía de vida. A veces divierte.
El empleado eterno Checco Zalone es un cuarentón que lleva una vida muy cómoda y feliz como empleado público. Vive en la casa de sus padres... Checco Zalone es un cuarentón que lleva una vida muy cómoda y feliz como empleado público. Vive en la casa de sus padres, su madre lo atiende como a un rey, tiene una novia que lo consiente, y su único trabajo es sellar autorizaciones en una pequeña oficina municipal de Caza y Pesca. Pero todo cambia cuando el gobierno impone una reforma laboral y decide reubicar a algunos empleados. Soltero y sin familia, a Checco se le viene encima el traslado: puede ser a un lugar remoto (hasta una base polar), pero a él no le importa, resiste a todas las presiones y no renuncia, rechaza miles de euros del retiro voluntario porque su cultura y su educación siempre le indican que el "puesto fijo es sagrado". "No renuncio", que batió récords de taquilla en Italia, está protagonizada por Checco Zalone (sí, mantiene su nombre en el personaje), un cómico y animador de televisión muy popular en su país. La película trata de recuperar el espíritu de la commedia all'italiana, y en algunos pasajes lo consigue, pero en general se queda corta porque le falta irreverencia y filo, y por otro lado le sobran gags más pensados para un formato televisivo. La comedia arranca con un tono satírico sobre el mandato social del empleado público que es hilarante (el niño que sueña con el "puesto fijo" en la Municipalidad, todo un "privilegio"), pero lentamente va perdiendo este tono cuando al protagonista lo trasladan a distintas partes de Italia y del mundo, y allí comienzan a desfilar distintas facetas de la "italianidad al palo" (el tano como gritón, maleducado, etc), que están subrayadas con un humor tan obvio que se vuelve grotesco. También es llamativo que la película se burle de la corrección política y sobre el final se vuelva políticamente correcta y complaciente.
Caricatura farsesca del espíritu italiano ¿Cómo fue un italiano a caer en manos de una tribu salvaje en algún lugar de África profunda? Mientras Checco, el protagonista de “¡No renuncio!”, debe exponer su situación ante el brujo de la comunidad para salvar su vida, el espectador se irá enterando, al mismo tiempo que los integrantes de la tribu, de quién se trata y cómo llegó ahí. Checco, un hombre de 38 años, vivía una vida cómoda, como hijo único y soltero, en la casa de sus padres, en alguna ciudad de Italia. Tenía un trabajo en la administración pública provincial, más precisamente en la Secretaría de Caza y Pesca, donde se pasaba el día sellando papeles. Tenía una novia vitalicia con quien nunca llegaba a formalizar y gozaba de múltiples prebendas, como la gran mayoría de los empleados públicos de su país. Pero un día, la administración provincial decidió descentralizar sus oficinas, lo que trajo como consecuencia algunos ajustes de personal. Por ser soltero, sin familia a cargo ni contar con otros atenuantes, Checco resultó seleccionado para ser removido de su puesto. En consecuencia fue obligado a elegir entre ser trasladado a algún lugar remoto, lejos de las comodidades a las que estaba acostumbrado, o acogerse al retiro voluntario. Checco, hijo de un empleado público ya jubilado, no se imagina otra vida y se niega a renunciar. Es así que el gobierno lo transfiere a distintos lugares, mientras insiste en presionarlo para que renuncie. El periplo lo lleva a Val de Susa, luego a Lampedusa (donde debe controlar el ingreso de inmigrantes africanos), después irá hasta al Polo Norte (a proteger a científicos italianos de los ataques de los osos polares) y también pasará una temporada en Noruega, donde intentará acomodarse a una vida “más civilizada”, con tal de mantener el puesto fijo. Siempre acosado y perseguido por la implacable Dra. Sironi, la funcionaria que tiene a su cargo el plan de ajuste y quien se juega su propio puesto tratando de conseguir la renuncia de Checco. El relato del joven es completamente delirante, en tono de comedia satírica, en la que hace una desopilante descripción, sin una pizca de autoindulgencia, del sistema burocrático al que pertenece, con todos sus vicios y sus malas costumbres, y también del modo de ser de su típica familia italiana, con una madre que lo malcría y un padre mediocre y sin ambiciones. Pero durante su exilio conoce a una joven, Valeria, científica-militante-ecologista-ferviente, de quien se enamora. La apertura mental de ella, su sentido de la responsabilidad y su educación influirán en Checco de tal modo que experimentará un cambio trascendental en su vida, llegando a tomar decisiones y a asumir compromisos jamás imaginados. “¡No renuncio!” abunda en gags de estilo programa-cómico-televisivo (solamente le faltan las carcajadas grabadas de fondo), pasando de un lugar común a otro, sin solución de continuidad, con la supuesta intención de hacer una crítica humorística del típico ciudadano italiano, holgazán y corrupto, colgado del Estado y de la mano de algún político influyente. Dicen las crónicas periodísticas que Checco Zalone, el actor protagónico (y coguionista junto al realizador Gennaro Nunziante, además de autor de la música), goza de enorme popularidad en su país, donde es un éxito de taquilla tan extraordinario que habría superado en número de espectadores a algunas superproducciones hollywoodenses. Verdad o exageración all’italiana, conviene advertir que el éxito comercial no siempre es garantía de calidad. “¡No renuncio!” es un compendio de humoradas insulsas, previsibles y precocidas, una serie de estereotipos más cercanos a la mueca sarcástica que a la gracia. Cabe agregar que el título original de la película, “Quo vado...?”, es una parodia de “Quo vadis?”, una película estadounidense de 1951 del género histórico basada en la novela del escritor polaco Henryk Sienkiewicz. La película, dirigida por Mervyn LeRoy, fue candidata a ocho premios Oscar, pero no obtuvo ninguno. El título, en latín, significa “¿Adónde vas?”, y alude a un encuentro entre San Pedro y Jesús en la Vía Apia referido en los Hechos de Pedro. Según este libro extracanónico, cuando el apóstol estaba escapando de la persecución a que eran sometidos los cristianos de Roma por el emperador Nerón, tuvo una visión de Cristo. Pedro le preguntó: “Quo vadis, Domine?” (¿Adónde vas, Señor?), a lo que Jesús contestó: “A Roma, la ciudad que tú abandonas, para hacerme crucificar de nuevo”.
Checco, es un hombre italiano que vive en un pueblo pequeño y cuasi paradisiaco de Italia, y tiene algo que todos sus vecinos quieren: Un puesto fijo. Su trabajo en la administración pública tiene la característica de ser perpetuo, convirtiéndolo, en su mente y en la que los rodean, en un semi dios. Todo esto se ve amenazado por una reforma estatal, y el, bajo ningún concepto, va a renunciar a su titulo de “nobleza”. Esta comedia es, al momento de su estreno, la más taquillera de la historia de Italia. Y esto se debe a que toca temas muy cercanos a esa sociedad, que a su vez, son muy cercanos a la nuestra. Esa idea del trabajo perpetuo, del cual no te pueden echar sin importar lo que hagas, es inentendible para alguien que no viva en Italia, Argentina, o algún lugar con una sociedad similar. Y en eso se ancla la historia, un hombre que bajo ningún concepto renuncia a su preciado tesoro: su puesto fijo. Siempre cercana al absurdo, la película es muy divertida. Si bien se repite varias veces en los gags, no deja de ser entretenida, y a medida que pasan los minutos, nos vamos de alguna manera encariñando con Checco, al punto de ponernos de su lado, en esta suerte de cruzada ideológica. En resumen, una manera entretenida de pasar una hora y media, y de alguna manera, sentirnos identificados, o por lo menos, reconocer a alguna persona cercana, ya que todos tenemos un Checco cerca.
Trabajador ejemplar... El amor es un agente que hace que las cosas cambien en ¡No renuncio! (Quo Vado, 2016), película dirigida por Gennaro Nunziante y protagonizada por Checco Zalone. Desde chico, Checco (Checco Zalone) soñó con ser igual a su padres y tener un trabajo fijo en una oficina pública. El deseo se le concede y cree tener todo lo que quiere: el empleo y una relación de pareja obsecuente, completamente alejada del compromiso (al menos por parte de él). Pero todo se transforma cuando una nueva reforma estatal decide acabar con los trabajos fijos, a cambio de una indemnización. Checco no accede, entonces lo trasladan a distintos lugares para convencerlo. El último destino elegido es el Polo Norte, pero lejos de atormentarlo, allí conoce a Valeria (Eleonora Giovanardi), de quien se enamora perdidamente. ¡No renuncio! es una comedia que tiene todos los ingredientes del género. Además, utiliza la comicidad para ridiculizar a la política italiana y al sistema estatal. El resultado es una sátira de la realidad llevada a la pantalla grande, pero no por eso deja de ser crítica a través del humor. Zalone interpreta a un personaje exagerado en sus actitudes. Y es ese histrionismo lo que permite que la película sea efectiva, con excepción de escasos momentos en los que la atención decae. Desde el inicio, el espectador que puede esperar cualquier reacción del protagonista (aspecto que recuerda al famoso Torrente de Santiago Segura, pero sin llegar a esos extremos). El film de X asegura un momento distendido, signado por el entretenimiento. Una historia de ficción con bastante realidad y, especialmente, mucho humor.
La película dirigida por Gennaro Nunziante abunda en gags efectivos sobre la vida de un funcionario público, apoyados en la excelente caracterización y performance del actor Checco Zalone (sí, usa el mismo nombre para el personaje, pero es su pseudónimo), labrando un personaje tan patético que es ceracano a cualquier cultura…incluso la nuestra.