Cuidemos a nuestros viejos. Parece que la avalancha de remakes provenientes de Hollywood no tiene fin; y si a los productores la idea de tomar películas de otros países o viejos clásicos –o no tanto- y contextualizarlos en la actual Norteamérica les gustó, al parecer el género del terror es el preferido de todos. O quizás el más fácil de poder llevar a pantallas. En esta ocasión se rescata del pasado a la brillante La Hora del Espanto, un clásico de 1985 y de las primeras películas en mezclar la parodia con el homenaje, una delgada línea que pocas películas posteriormente lograron transitar sin caer en la mediocridad. En esta ocasión no solo se cambió el contexto social de donde transcurre el film, sino que también se actualizaron varios arquetipos de personajes utilizados en la cinta original, ubicándolos en el ideal colectivo que se tiene hoy en día. Un ejemplo muy claro es el de Jerry el Vampiro, interpretado originalmente por Chris Sarandon y ahora por un cada vez más sólido Colin Farrell. En 1985, el imaginario popular sobre la figura de un vampiro era la de un hombre maduro, cuarentón, de presencia impoluta y con clase. En los tiempos que corren el vampiro es mucho más joven, haciendo mucha más gala de su atractivo físico en lugar de su elegancia. Otro personaje que sufre un cambio radical es el de Peter Vincent. En aquella ya vieja película, Vincent era un presentador televisivo de films de terror de dudosa calidad. Ahora es un ilusionista de Las Vegas con muchas similitudes a Chris Angel. Si bien el cambio de profesión de Vincent es justificado, ya que ahora esos shows de medianoche ya casi desaparecieron, le quita bastante magia al personaje ya que recordemos que el Peter Vincent original, además de ser conductor, era actor de los films que presentaba, y el nombre del personaje hacía referencia a dos grandes actores del cine de terror, como lo son Peter Cushing y Vincent Price. La nueva contextualización también logra desperdiciar a un personaje, o mejor dicho a un actor. Estoy hablando de Christopher Mintz-Plasse (Supercool). Su sola presencia en pantalla de por sí ya causa gracia, pero su nueva versión de nerd está bastante desdibujada y no logra empatizar con el espectador cuando es un loser total al que nadie quiere, ni con su nueva vida de chupa sangre. Sería bastante obvio mencionar que en esta ocasión los efectos especiales son por ordenador, en contraposición a los artesanales de la original. Pero sí hay que enfatizar que en determinados momentos –aquellos en que los vampiros se parecen a Baraka del Mortal Kombat- el CGI es muy evidente y desconcentra al espectador. Bastante pobre es el uso del 3D, en contadas ocasiones logra transmitirse profundidad, además de la repetición de los ya cansinos planos forzados donde objetos van hacia la pantalla. Una de las pocas cuestiones que se mantienen firmes es la mezcla de situaciones de terror vampírico, bien logradas en esta nueva versión, combinadas con momentos cómicos, estos últimos no tan efectivos como se podría esperar. En conclusión, Noche de Miedo (3D) es una nueva versión del clásico que todo fan del género debería conocer, donde los aciertos del original pasan desapercibidos aquí gracias a esta moderna versión saturada de elementos del cine de género de terror-suspenso, resultando un producto opacado y claro ejemplo de constituir otra tediosa remake hollywoodense.
En 1985 se estrenó una de las más logradas combinaciones de horror y comedia: La Hora del Espanto. En esta película dirigida por Tom Holland, Charley Brewster (William Ragsdale), un adolescente fanático del cine de terror, descubre que Jerry (Chris Sarandon), su nuevo vecino, es un vampiro responsable de las misteriosas desapariciones del vecindario. El muchacho y sus amigos acudirán a Peter Vincent (Roddy McDowall), un actor y presentador de film de miedo —al estilo Peter Cushing y Vincent Price, justamente— en el programa Fright Night (de ahí el título original en inglés). Aunque Peter resulta no ser un especialista en matar chupasangres, él, Charley y su novia deberán arreglárselas para enfrentar al ser de las tinieblas. La Hora del Espanto se convirtió en un clásico menor, generó una secuela en 1988... y tampoco escapó al ataque de las remakes: Noche de Miedo. El argumento y la esencia siguen siendo las mismas, pero hay varios cambios. Ahora la acción transcurre en un pueblito de Nevada, cerca de Las Vegas, donde es común que la gente duerma de día y trabaje de noche. También hay diferencias en las características de los personajes. Charley (ahora interpretado por Anton Yelchin) pasó a ser un ex nerd convertido en un chico popular del colegio, y no es el primero en descubrir la verdadera cara de Jerry (ahora Colin Farrell), sino Evil Ed, su amigo. Este personaje —autor de la memorable frase “You're so cool, Brewster”—, inmortalizado anteriormente por Stephen Geoffreys y esta vez encarnado por Christopher Mintz-Plasse, tiene el mismo destino que en la original, pero menos participación. La madre de Charlie (Toni Collette) aparece más en la historia que en la versión anterior... pero el cambio más radical es el Peter Vincent modelo 2011 (David Tennant): un mago onda Chris Angel, bien roquero, arrogante, alcohólico y experto en lo oculto; los fanáticos de Roddy McDowall tendrán sentimientos encontrados, ya que el trabajo de Tennant es muy bueno. La guionista Marti Noxon parecía destinada a escribir este refrito: trabajó en la serie Buffy: La Cazavampiros y en el spin off Angel. Además de las modificaciones mencionadas, hizo otro cambio en la trama: ahora Jerry ya no se interesa en Amy, la novia de Charley, porque le recuerde a un amor del pasado. En cambio, agrega una relación previa entre Jerry y Peter, lo que le da más profundidad al personaje del cazador de vampiros. El director Craig Gillespie demostró que sabe hacer comedias dramáticas (Lars y la Chica Real) y comedias más tradicionales (Enemigo en Casa, con Sean William Scott y Billy Bob Thorton). Esta vez también incursiona en territorio sobrenatural y violento. Logra imprimirle un ritmo imparable a determinadas secuencias, como una dentro de un auto en medio de una persecución, muy al estilo de la de Niños del Hombre. Sin embargo, en la versión de Holland, cuando la película se ponía terrorífica, era muy aterradora, y en la versión actual, Gillespie falla en ese aspecto. La utilización de efectos por computadora tampoco ayuda, pese a que no hay abuso de dicha tecnología. Aunque no es un film extremo, es un poco más crudo que los films de Crepúsculo, a los que inevitablemente se hace referencia en un chiste. Curiosamente, el director de fotografía Javier Aguirresarobe viene de iluminar Luna Nueva y Eclipse. En cuanto a la tarea actoral, Colin Farrell se destaca por sobre el resto, dejando en claro que sabe hacer de villano. Su Jerry es tan sensual y peligroso como el de Chris Sarandon (quien tiene un divertido cameo), incluso con un sex appel postmoderno. Por su parte, la inglesa Imogen Poots le pone su cuota romántica como la nueva Amy, que resulta más bella y atrevida que la de Amanda Bearse en el ’85. Noche de Miedo será comparada inevitablemente por quienes aman La Hora del Espanto, pero no deja de ser una buena excusa para ir al cine y distraerse un rato... y no pensar si el vecino nuevo de tu vecindario es un monstruo dispuesto a arrancarles la yugular.
La historia, que va a atrapar en mayor manera a los jóvenes y adolescentes que a los adultos, no está del todo mal, aunque creo que hubiera sido más efectivo si se hubiera explotado mejor a los personajes de Jerry el vampiro (es un desperdicio que Colin Farrell haga tan poco) y de Peter Vincent, y no haberse basado tanto en...
Sangre fresca en bandeja Ajo. Cruces. Estacas. Todos sabemos de qué se trata. La fiebre de la vampiromanía muerde otra vez la pantalla grande y acierta con esta remake de La hora del espanto, un clásico de los años ochenta. Dirigida por Craig Gillespie (Enemigo en casa), la acción se ambienta en un barrio de Nevada, muy similar a los que vimos en E.T. y Poltergeist, un lugar adecuado para sembrar el espanto. El adolescente Charlie Brewster (Anton Yelchin, el actor de La doble vida de Walter) es uno de los estudiantes más populares del colegio, vive con su madre (Toni Collete, la de Sexto Sentido) y está de novio con la chica más codiciada (Imogen Poots). Pero las cosas se complican cuando un nuevo vecino, Jerry (Colin Farrell), se muda a la casa de al lado. La película ofrece una visión moderna y estremecedora del mito vampírico, aunque no deja de lado los toques de humor (la madre de Charlie aparece rodeada de cruces y no precisamente por ser "demasiado religiosa") y cambia espejos por grabaciones en las que las criaturas de la noche no quedan registradas. Con algunas escenas similares a la de la versión original, ésta cambia el escenario (un moderno edificio) en donde vive Peter Vincent, el showman ahora algo traumado y también mago (al estilo Chris Rock) del programa televisivo Fright Night que da título a la película, y al que recurre el joven Charlie para formar el equipo de cazadores de vampiros. Entre amigos "nerd", agua bendita y una espectacular secuencia en una carretera, el peligro dice presente y la sangre fresca se sirve en bandeja.
Vampiro, macho y semental Remake de la ultra ochentosa La hora del espanto (Fright Night, 1985), Noche de miedo (Fright Night, 2011) se adapta perfectamente a los tiempos que corren. En esta oportunidad, el vampiro es sinónimo de súper macho, condensando “lo masculino” frente al físicamente débil protagonista. Charlie Brewster (Anton Yelchin) vive el pasaje de la adolescencia a la adultez. En otros términos, dejó de jugar con sus amigos para tener una novia hermosa, de ésas que andan con los chicos populares del barrio, nada que ver con él. Su nuevo vecino resulta ser un rudo y musculoso muchacho, además de vampiro (un genial Colin Farrell), quien intentará seducir a la madre de Charlie, a su novia, e imponer su excedente hormonal, del cual su joven vecino carece. El vampiro aquí representa una amenaza sexual para Charlie, quién hace sus primeras armas en el campo de la seducción. Frente a la ternura e inusitada bondad del protagonista, el vampiro se presenta como una máquina de sexo. Lo mismo sucede con Peter Vincent (David Tennant ), una suerte de estrella de rock glam, que se proclama bomba sexual con su secretaria. El personaje del vampiro, Jerry, que interpreta Colin Farrell es un semental a la antigua. El tipo usa remeras y jeans ajustados para resaltar sus tríceps, botas y cinturón de tachas, peinado bien corto y porta una mirada intimidante. Disfruta de ver TV mientras toma cerveza y, de tanto en tanto, se “come” una víctima. Es el estereotipo de virilidad en todos sus sentidos. El tipo es todo un peligro para Charlie, amén de que sea vampiro. Pero además, Charlie sale con la chica más sexy del pueblo, nadie puede creerlo y menos él, por ello deberá reafirmar su hombría y enfrentar sus miedos adolescentes de no sentirse a la “altura” de las circunstancias. El miedo de Charlie –que le roben su objeto de deseo- está muy bien representado en la escena de la discoteca (ya presente en la película original), que viene a resumir la idea del film. Hay que aclarar, que si uno ve Noche de miedo como un film de terror quizás salga decepcionado. La película nunca se toma en serio a sí misma -tampoco lo hacía La hora del espanto- pero funciona en su resignificación de época. Todo es artificio: el pueblo hecho con maquetas, los escenarios realizados en estudio y los movimientos de cámara (en especial un plano secuencia dentro de un automóvil en medio de una persecución) que terminan por promover el efectismo explotado por el 3D, para dejar de lado el realismo y entender al film como pura representación.
Remake del film de mediados de los 80 que en nuestro país se llamó La hora del Espanto, se estrenó a 16 años de su salida Noche de Miedo que en este caso fue adaptada por Craig Gillespie, realizador de Lars y la Chica Real. Charlie Brewster es un adolescente que luego de pasar varios años en la zona más baja de la popularidad ha conseguido superar el anonimato conquistando a la chica más deseada de su escuela, Amy. Agrandado por las maravillas que le regala la vida, Charlie deja de lado a sus amistades de toda la vida para no perder ese bien tan preciado, la popularidad. Todo parece ir sobre ruedas hasta que se muda junto a Charlie un misterioso vecino que resulta ser un vampiro que se está cargando poco a poco a todas las personas que conoce. Con menos comedia que la versión citada al comienzo de esta crítica, Noche de MIedo representa un entretenimiento que basa sus principales pilares en el vertiginoso ritmo narratorio y en la construcción de las secuencias tensionantes de la mano, principalmente, de una perturbadora actuación de Colin Farrell. Su director Craig Gillespie no se anda con chiquitas y nos regala 106 minutos de diversión terrorífica, que de no tomarse tan en serio podría haber figurado como uno de los mejores estrenos del año. Quizás justamente ese es el mayor pecado de Noche de Miedo, debido a que no aporta la necesaria cuota de humor que tuvo su antecesora, aunque hay que destacar que promediando hacía el final del metraje, con la incursión de Peter Vincent, el film reputa en esa asignatura dejando un resultado positivo. Si bien el elenco del film se conforma por un reparto plagado de juventud que lleva sus actuaciones sin demasiados sobresaltos, hay ciertos roles que se encuentran bastante desaprovechados. El primer y principal ejemplo es la poca cámara que se le da a Christopher Mintz-Plasse, cuya sola presencia en los insuficientes minutos que aparece levanta el film. Otro claro desaprovechamiento que se hace en Noche de Miedo es en la labor de esa gran actiz llamada Toni Collette, que si bien posee varias secuencias, podrían haber elaborado un personaje más sofisticado para aprovechar las bondades de su talento. Sin dudas quien merece ser destacada por encima de ese reparto compuesto por muchos adolescentes es la inglesa Imogen Poots, que presenta una caracterización que posee la cuota justa de romance y sensualidad que precisaba su personaje. Noche de Miedo puede ser opacada por su versión original de culto, pero no por eso deja de ser un buen film de terror, que con sus aciertos y sus errores, representa una propuesta que merece ser vista.
Mi vecino es un vampiro Basado en el clásico ochentista La hora del espanto, este film de Craig Gillespie (Lars y la chica real, Enemigo en casa) combina con bastante ductilidad, fluidez y elegancia dos subgéneros de moda: las historias de vampiros y las comedias sobre desventuras de adolescentes en pleno despertar sexual y con conflictos (de autoestima) en su etapa de colegio secundario. El protagonista es Charlie (Anton Yelchin), un nerd que quiere dejar de serlo. Para ello, se rebela contra su madre soltera y sobreprotectora (la gran Toni Collette), cambia de amistades (abandona a su impresentable compañero de aventuras interpretado por Christopher Mintz-Plasse) y hasta consigue una novia linda y piola (Imogen Poots). El film -que se aleja bastante (por suerte) del modelo Crepúsculo- encuentra en Jerry (Colin Farrell), el nuevo vecino de enfrente de nuestro antihéroe, al malvado necesario: intimidante y risible a la vez. Es que esta película pendula todo el tiempo entre el horror y la comedia (allí está el farsante cazavampiros Peter Vincent que interpreta David Tennant), entre la identificación con los códigos del terror y la distancia irónica. El resultado no será extraordinario, pero le pasa el trapo a buena parte de la producción hollywoodense del rubro.
¿Qué harías si un vampíro se muda junto a tu casa? Charlie Brewster solía ser un nerd. Pero no un nerd cualquiera: un hardcore nerd, de esos que hacen películas en super 8 con amigos, representando combates entre sus personajes favoritos o imitando alguna escena memorable de alguna película en especial. Pero ya no. Ahora Charlie es un chico popular, que se junta con los “bien vistos” de su escuela y que sale con la hermosa Amy, una chica tan o más popular que él. Pero, en el fondo, sigue siendo un nerd. Pero su pasado a veces sale a la luz, por más que quiera ocultarlo, y es que él era el mejor amigo de Ed, un nerd que se mantiene nerd y que todavía quiere muchísimo a su amigo, aunque sufra permanentemente sus desplantes. Él será quien le advierta que su nuevo vecino, Jerry, es un vampíro y que también es responsable de un gran número de desapariciones misteriosas que azotaron el estado de Las Vegas, en donde viven. Charlie sabe que algo no va bien, y decide investigar. Ahora él es quién es mirado de costado por todos, porque lo que Ed le dijo es verdad: Jerry es un vampíro, y-para colmo- sabe que Charlie lo sabe. Por eso, el adolescente decide pedir ayuda, y se la pedirá a el mejor: Peter Vincent, un mago que tiene montado un espectáculo en un casino de Las Vegas y que, asegura, es el mayor cazador de vampíros del mundo. La colección de objetos malditos que posee es inacabable y, según él, puede enfrentar a cualquier criatura. Pero vieron como dice el refrán: mucho ruido, pocas nueces. Ellos dos, más Amy y la madre de Charlie, serán el blanco de Jim, que no descansará hasta que su secreto vuelva a quedar en su lugar: enterrado y en la oscuridad, para siempre. Noche de miedo 3D es la remake de La hora del espanto (1985). La dirección corrió a cargo de Craig Gillespie y en el elenco podemos ver a Anton Yelchin, Colin Farrell, Christopher Mintz-Plasse, Imogen Poots y Tony Collete, entre otros. Un parrafo aparte merece David Tennant, que interpreta a Peter Vincent, definitivamente el mejor personaje de la película. Esta especie de Chris Angel vive en la riqueza, pero en el fondo es un pobre tipo del que todos se burlan. Una gran, gran interpretación. La película mantiene el espíritu de la original, pero se podría decir que son muy diferentes. Gillespie no realizó una remake ciento por ciento, sino que tomó el esquema de la de los ’80 y realizó algo nuevo, moderno, en donde ningún actor está de más ni se desperdició un segundo de cinta en alguna escena de relleno. En esos ciento y algo de minutos de película nos asustamos bastante, nos reimos mucho y, por sobre todo, nos divertimos. En definitiva, Noche de miedo 3D es más que una remake: es una comedia de terror novedosa, con una estética interesantísima y un trabajo actoral envidiable. Muchos podrán decir que es algo menor, una película pasatista; y puede ser, pero este tipo de pasatismo menor, con calidad y con buenas ideas (pese a no ser originales), es lo que le hace falta al cine.
La Hora del Espanto, como siempre se conoció popularmente a esta historia, es uno de los clásicos de terror más grande de los años ´80. Creo que si nos referimos a historias de vampiros realizadas por aquellos años, las dos más queridas y populares por lejos son The Lost Boys y esta. El film original del director Tom Holland, quien años después nos presentó a Chucky, el muñeco diabólico, fue una propuesta que se destacó por el modo en que combinó el terror con el humor. (ver crítica) Después de ver grandes filmes del género arruinados por las remakes que se hicieron en los últimos años, creí que esta película iba a correr por el mismo camino y por suerte me equivoqué. La nueva versión mantiene el espíritu de la historia original pero presenta a los personajes trabajados con un enfoque diferente. El director Craig Gillespie (Mr Woodcock), quien viene del género de la comedia, se tomó a los vampiros en serio y su trabajo presenta muy buenos momentos de suspenso, que se construyeron también con una gran interpretación que brindó Colin Farrell como el gran villano del cuento. Su trabajo como el recordado vampiro Jerry es excelente, ya que lo convirtió en una figura peligrosa y seductora pero sin exagerar ni presentar una copia de lo que había hecho Chris Sarandon en la película de 1985. Sarandon, por cierto, tiene una divertida participación hacia el final de la historia. Otro personaje que presenta un cambio notable es el de Peter Vicent, el aliado del héroe que en la versión original era un homenaje a la era de la productora Hammer. De hecho el nombre de ese personaje nació como una referencia a Vicente Price y Peter Cushing don grandes actores del género. En la remake, Peter Vicent, interpretado por David Tennant, es un ilusionista que parece inspirado en el famoso mago Criss Angel, protagonista del programa Mindfreak. No sé si será porque fue producida por Disney pero esta remake tiene menos desnudos y referencias sexuales que la original, algo que me llamó la atención. El trabajo del director Gillespie hizo más hincapié en el misterio, que en definitiva es el género que inspiró esta historia. La Hora del Espanto básicamente fue La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock, pero narrada con vampiros. Con un buen uso del formato 3D, la verdad que esta versión moderna de un clásico del cine de terror ochentoso brinda un gran entretenimiento. En estos tiempos donde la figura del vampiro quedó humillada por telenovelas descerebradas como la saga Crepúsculo está bueno encontrarse con una película que rescata a estos personajes como las grandes figuras que son dentro del cine de terror.
Come de noche, duerme de día La hora del espanto es un clásico ochentero clase B que despierta la nostalgia de muchos cada vez que aparece en la memoria como esa película que supo mezclar terror y humor como pocas, pero que sinceramente resulta discutible si resistió al paso del tiempo. Claro que algunos dirán que el tema vampírico, ultra-archi utilizado y absolutamente bastardeado por la saga Crepúsculo (película que en esta remake será objeto de burla por parte del guionista Marti Noxon), no da para más. Sin embargo, series como True blood y la película existencialista Criatura de la noche (2008) pueden desmentirlo y siempre habrá algún título o producto que sorprenda a más de uno en un afán reivindicatorio de los chupa sangre. Ese es el caso de Noche de miedo, remake de la original del año 1985 creada por Tom Holland, que cuenta con la dirección de Craig Gillespie y los protagónicos del irlandés Colin Farrell en el rol de vampiro, acompañado por Anton Yelchin, Toni Collette, Christopher Mintz-Plasse, David Tennant, Imogen Poots en los papeles principales. El director de Lars y la chica real por un lado respeta la esencia del film de los ochenta mezclando altas dosis de humor con climas de terror clásicos, sin un exceso de truculencia gore pero aggiornándose a los tiempos modernos. El lado de la parodia está cubierto de antemano con la premisa: mi vecino de al lado es un vampiro, contextualizada en un barrio residencial de Las Vegas, ideal para resaltar la vida nocturna y crear las condiciones adecuadas para hacer verosimil al personaje. Así las cosas, una serie de desapariciones de estudiantes y lugareños despiertan las sospechas de Ed (Christopher Mintz-Plasse), quien intenta convencer a su amigo Charlie (Anton Yelchin) sobre la existencia de un vampiro en la zona cuando todo indica que se trata nada menos que de su vecino Jerry (Colin Farrell), solícito y seductor que ya ha ganado la confianza de la madre de Charlie (Toni Collette) y su novia Amy (Imogen Poots). Jerry espera, como todo vampiro, ser invitado a la casa. El descubrimiento no tarda en llegar y a partir de ese instante la trama toma el rumbo de la lucha entre el improvisado joven que deberá proteger a su familia y a su novia de las garras del monstruo de colmillos, quien adaptándose a la nueva era no duerme en ataúdes; no se espanta con el ajo y tampoco se debilita con invocaciones o crucifijos. No obstante, por más moderno que resulte ser este nuevo modelo de chupasangre sexy no es inmune a las estacas ni al contacto con la luz del sol. Sin grandes ideas ni innovaciones en la materia, la trama de Noche de miedo fluye y sabe dosificar tanto las escenas para los gags donde se lucen Christopher Mintz-Plasse y David Tennant interpretando a Vincent, un ridículo caza vampiros mediático bastante gracioso; los guiños cinéfilos de siempre así como aquellas escenas en las que el suspenso prevalece con una inteligente utilización de los recursos cinematográficos. Tampoco falla el director en la planificación de las secuencias de acción donde realmente se aprovechan los efectos visuales y un digno 3D que si bien resulta rústico y elemental en cuanto a sus prestaciones se ajusta perfecto a los parámetros exigidos por la película. Párrafo aparte merecen la fotografía del español Javier Aguirresarobe, utilizando de manera constante un tratamiento de imagen que apunta al contraste entre la luz y la oscuridad y la banda sonora incidental a cargo de Ramin Djawadi propicia para crear las atmósferas al servicio del suspenso y el terror.
Una de vampiros protagonizada por Colin Farrell La receta que combina adolescentes y vampiros parece ser una de las pocas que circulan por los estudios de Hollywood en estos días. Interpretada como drama romántico en la saga Crespúsculo o profundo estudio de época en la versionada Déjame entrar , la fórmula consiguió un nuevo giro gracias a Noche de miedo . Teniendo como punto de partida La hora del espanto , un film de 1985 que sin pretensiones rupturistas se reía -con nostalgia- de los estereotipos del cine de horror y lograba asustar bastante, esta película consigue lo mismo aunque sus referencias sean muy distintas. Para los adolescentes de Noche de miedo , que el vecino de al lado pueda o no ser un vampiro no es tanto un imposible como una ridiculez que pertenece al mundo de los bestsellers y las películas taquilleras protagonizadas por galanes británicos. Los chupasangre forman parte de su cotidianeidad aunque sea desde la ficción, pero ninguno tiene un nombre tan prosaico como Jerry. Al menos eso es lo que piensa Charley (Anton Yelchin), un chico que vive con su mamá (Toni Colette, desperdiciada) en un barrio de casas idénticas de Las Vegas. Con un pasado de nerd y un presente que incluye a una novia linda y popular y excluye a su amigo de siempre, Charley elegirá no creer que detrás de tantas desapariciones en la zona se esconde un vampiro que no es otro que su nuevo vecino Jerry. Interpretado por Colin Farrell, el villano de este film que se estrena en 3D -recurso que la historia no aprovecha ni necesita-, es un depredador con igual capacidad para la seducción y la destrucción. Posiblemente en manos de otro actor el personaje hubiera causado más risas que tensión y sin embargo, gracias al carisma de Farrell, este vampiro es tan monstruoso como atractivo. Claro que el resto de los personajes, Charley, su novia Amy (Imogen Poots), su ex mejor amigo Ed (Christopher Mintz-Plasse) y el ilusionista experto en los descendientes de Drá cula que interpreta David Tennat, logran sostener la historia sin que se transforme en un festival del "robaescenas" Farrell. Gracias al sólido guión de Marti Noxon (experta en lo sobrenatural desde de los tiempos en que escribía la notable serie Buffy, la cazavampiros ), el relato entretiene y asusta bastante. Un buen resultado que resulta un poco menos disfrutable hacia el final, cuando el exceso de explicaciones perjudica el cierre de otra buena historia de colmillos extralarge y héroes con ortodoncia.
Viejos trucos que vuelven a funcionar A mediados de los ’80, La noche del espanto supo encontrar una variable al ya remanido cine de terror. Por eso son tan valiosos los méritos de esta remake, que tantos años después consigue ponerle chispa y encanto al antiquísimo cuentito de los vampiros. Tan gastados están los viejos mitos del terror, tan reproducidos en serie, que lo que a esta altura importa no es tanto el efecto (¿alguien puede asustarse aún con un zombie, un monstruo, un vampiro?), sino el modo en que se los usa, el contexto, las variaciones que se practican con ellos. A mediados de los ’80, Fright Night (estrenada aquí como La noche del espanto) arrancaba a los chupasangre de sus polvorientos castillos góticos para incrustarlos en el lustroso mundo contemporáneo. Un mundo de total escepticismo ante cualquier entidad sobrenatural, juvenilismo cultural, música disco y sociedad del espectáculo. No se trataba tanto de asustar como de parafrasear. La cosa funcionaba. Y vuelve a hacerlo ahora. Filmada en 3D, como manda la época (una vez más la tridimensionalidad no está muy justificada), la nueva Fright Night –estrenada, ahora sí, como Noche de miedo– reproduce los logros del original, devolviendo su carácter funcional a lo que un cuarto de siglo atrás se sobredimensionaba: los efectos especiales, que hacían abrir las bocas a los vampiros hasta tamaños dignos de Graciela Alfano. Todo tiene lugar en el típico barrio residencial estilo maqueta. Allí vive Charley, un chico de secundario (Anton Yelchin, que como su nombre lo indica nació en la Unión Soviética, meses antes de su caída), junto a su madre (la infalible Toni Collette) y mucho no se sabe del padre. A mamá la tienta Jerry, vecino que acaba de ocupar la casa de al lado (Colin Farell, desplegando testosterona). Aunque a la mujer le llama la atención que después de una semana el tipo siga llenando un volquete con paladas y paladas de tierra. “¡Es un vampiro!”, le grita a Charley su ex amigo, el pesado de Ed (Christopher Mintz-Plasse, el anteojudo de Supercool). Charley no le cree, pero cuando Ed engruesa la creciente lista de desaparecidos del cole, revisa sus cosas y encuentra una grabación en la que Jerry llega de noche a la casa, estaciona su 4 x 4 y se baja... pero no se lo ve. Mientras tanto, el tipo, que suele castigar musculitos en musculosa, no puede dejar de olfatear a Charley, a la vez que se relame por su mamá y su novia (Imogen Potts, una inglesita que ya había llamado la atención en Un hombre solitario). Charley no, pero la mamá y la novia se relamen también por el nuevo vecino, a quien los colmillos se le salen de la vaina. Noche de miedo no apuesta al misterio, al suspenso o el susto, porque todos saben de antemano que si es una de vampiros, vampiros tiene que haber, y además ya se vieron tantos colmillos clavarse en tantos cuellos que nadie va a andar impresionándose por ello. Por suerte, tanto o más que los espectadores todo esto lo sabe el director Craig Gillespie, que antes había dirigido una indie bastante enfermita (Lars y la chica real, editada aquí en DVD, donde el protagonista se enamoraba de una muñeca de goma) y una comedia mainstream bastante mala (Enemigo en casa, con Billy Bob Thornton y Susan Sarandon). Que no apueste al susto no quiere decir que Gillespie descuide el factor genérico: la escena introductoria es bastante impresionante, hay alguna muy buena combustión instantánea y el resto no desentona. Lo que no hace Gillespie es exagerar el factor ¡bu!, queriendo asustar cuando no da, palito que hasta John Carpenter pisa en Atrapada. En lugar de eso y ayudado por un elenco magnífico, construye personajes con vida propia, pone cartas a la tensión sexual, echa leña al fuego del escepticismo (“¿Dónde viste un vampiro que se llame Jerry?”, pregunta Charlie) y le saca todo el jugo al que ya en la original era el mejor personaje. Pariente notorio del ocultista de El día de la bestia, Peter Vincent es un showman de Las Vegas que posa de cazador de vampiros y a quien Charlie va a consultar, suponiendo, en su credulidad adolescente, que el tipo es lo que representa. Lo que encuentra es una suerte de rock star decadente que se rasca los huevos, prepara un traguito de su bien surtida bodega y se despega la barba, la peluca y el bigote, mientras la chica-Tinelli que lo acompaña en su fortaleza kitsch le echa en cara que no se la curta como es debido. En La noche del espanto, Peter Vincent era el veterano Roddy McDowall. Aquí lo hace el escocés David Tennant, casi un clon del gran Steve Coogan (¿qué se hizo de la vida?). El truco es, claro, que el tipo no cree en vampiros ni nada de eso... salvo que lo convenzan de que hay uno merodeando por Las Vegas. En eso caso se calzará el equipo completo de cazavampiros y partirá, ballesta al hombro, a hacerle la pata al héroe en peligro. Por más que sea más cobarde que Coraje, el perro del dibujito animado. Es que cuando se trata de ir a la aventura, no hay escepticismo o cobardía que valgan.
Mi vecino es un vampiro En el extremo opuesto de los clichés de películas de vampiros como la saga de Crepúsculo, esta remake de un recordado film de 1986 sobresale por manejar un clasicismo narrativo. Noche de miedo es una remake. Sí, otra remake. En este caso del clásico de los ’80, La hora del espanto (Fright Night, 1986) dirigida por Tom Holland. Aquel recordado film, que no era una obra maestra, funcionó muy bien en su combinación de terror y humor, sin que fuera en ningún momento una parodia del género. Se convirtió sin problemas en un film muy querido por los espectadores y hasta tuvo una secuela en el año 1988. La nueva versión sorprende por no alejarse del estilo sencillo y directo de los films de aquella década. En medio de la moda de los vampiros en el cine y la televisión, Noche de miedo está en las antípodas de films como los de la saga de Crepúsculo. La historia es la de Charlie (Yelchin), un adolescente que tiene una novia hermosa (Potts), una madre divorciada (Collette), unos amigos tontos, un viejo amigo nerd algo despechado y finalmente un vecino (Farrell). En el pueblo aislado donde vive, Charlie termina aceptando una verdad insólita: su vecino es un vampiro. Lamentablemente, el humor de La hora del espanto aquí no aparece en todo su esplendor, excepto en el caso del nuevo cazador de vampiros, que aquí es un mago de Las Vegas (David Tennant). Pero lo más interesante del relato es que a pesar de la modernidad de los efectos especiales, la película conserva una clasicismo narrativo que no se pierde en detalles menores y esto beneficia a todo el largometraje, que resulta siempre divertido y atrapante. Pocos personajes, un despliegue visual exacto, escenas bien logradas y buenos actores, producen una pequeña sorpresa cinematográfica. Es irónico que Noche de miedo se destaque no sólo por lo que hace, sino por lo que no hace. Aunque la película tiene sangre, nunca se vuelve excesiva ni morbosa en ese aspecto, aunque es un film de vampiros en una época donde el género ha vuelto, no cae en los nuevos clichés a la moda actual. Y finalmente, cuando tiene elegir como actualizar un film que tiene 26 de antigüedad, lo hace con buen criterio, con ideas acorde a los tiempos que corren, pero sin arruinar la naturaleza del tema y la historia a tratar. Finalmente, para los que vieron el film original en su momento, habrá alguna visita sorpresa que les dará un sobresalto, pero no de miedo, sino de alegría.
Entretiene más si se olvida el original Es verdad, no era «El ciudadano», «Casablanca», ni «Psicosis», ni siquiera algún Drácula de la Hammer. Pero «La hora del espanto», es decir la «Noche de miedo» de 1985, era una muy buena película de vampiros suburbanos, con un don especial para mantener el equilibrio entre la parodia, el homenaje al género, y el auténtico terror. Teniendo esa película en mente, con esta nueva «Fright Night» está todo mal. La remake es un producto típico de la fiebre de nuevas versiones de films de terror de los 70 y los 80. El guión realmente es pésimo, empezando por el hecho de arruinar todo el suspenso hitchcockiano surgido del conflicto del adolescente que sabe que su vecino es un vampiro, sin que nadie le crea ya que, ahora, desde el vamos el vampiro revela sus malas intenciones, y no hay margen alguno para sutilezas. Pero si bien esta nueva «Noche de miedo» está armada como una especie de estudiantina televisiva teenager con vampiros, por más descerebrada que sea, la verdad es que nunca aburre. Hay mucha acción, chorros de sangre y algún crucifijo arrojado al espectador en la version 3D, formato por momentos utilizado de modo realmente creativo para describir la desolación del suburbio semi abandonado de Las Vegas al que se muda el vampiro protagónico. Una vez entendido que el guión es malo -lo que es evidente aun no habiendo visto el film original-, se puede disfrutar de escenas aisladas con buenos gags, imágenes fantásticas super imaginativas y hasta interesantes aportes a las reglas de la mitología vampírica. También se aprecia el recurso de convertir al antiguo presentador de films de terror/cazador de vampiros Peter Vincent (inolvidable Roddy MacDowall) en un mago dark al estilo Chris Angel, un buen trabajo de David Tennant. De hecho, hay muy buenos actores que logran volver interesantes a sus personajes más allá del flojísimo guión: Anton Yelchin es un gran paranoico, y el talentoso Christopher Mintz-Plasse (el de «Super Cool» y «Kick Ass») debería haber tenido más escenas como nerd vampirizado, mientras que la beldad adolescente Imogen Poots realmente logra transmitir el auténtico conflicto que subyace en todo relato de vampiros. Y Toni Colette (la protatonista de «El casamiento de Muriel» o la madre del atormentado chico de «Sexto sentido») logra salir ilesa de algunos de los diálogos mas ridículos del film. Mientras que «La hora del espanto» era una buena película, esta «Noche de miedo» es un desastre bastante divertido, que puede calificar como placer culposo. El lado bueno es que debe haberle dado buenos dividendos al injustamente olvidado director y guionista del film original, Tom Holland (el papá de Chucky) que no filma nada hace añares. En la película también aparece brevemente el chupasangre original, Chris Sarandon, cuya actuacion parece haber sido estudiada de cerca por Colin Farrell, que logra que su vampiro sea bastante mejor que la película.
Risueña historia color sangre El filme se ubica dentro de la comedia juvenil con momentos de miedo y de risa, con intérpretes atractivos, buenas situaciones de enredo y las actividades del tradicional cazavampiros (David Tennant, el de "Dr. Who"), presente en todo tipo de película de este género que se precie. En viejas épocas, las películas de vampiros en su mayoría eran dramáticas. A partir de los "60 ya empezaron a tomar colores menos rotundos y algunas intercalaron el elemento humorístico. Esta "Noche de miedo", que responde al esquema terror-humor, se basa en la dirigida por Tom Hollland, que se hizo en 1985. En ella un vampiro le robaba la novia a su joven vecino, un adolescente. Trabajaba Chris Sarandon como el vampiro ladrón y Roddy Mac Dowall era Peter, el caza-vampiros. PARA ADOLESCENTES En este caso, la película tiene un tono adolescente y el protagonista es un muchacho, Charlie, que se rebela contra la autoridad materna. Criado por una madre soltera, que vive sólo por su único hijo, es natural que pase los límites y se convierta en controladora y ligeramente inaguantable. Por supuesto sus gustos chocan con los de su hijo y sospecha de todo lo que lo rodea y puede lastimarlo. Justo en este momento cuando el chico hace esfuerzos por independizarse y logra que una linda chica lo tome en serio, un muchacho nuevo se muda al vecindario y comienza a ser un peligro no sólo para Charlie. Sí, Charlie (Anton Yelchin) decide espiarlo y lo que vé lo hace pensar que el vecino es un vampiro. "Noche de miedo" es una película que se ubica dentro de la comedia juvenil con momentos de miedo y de risa, con intérpretes atractivos, buenas situaciones de enredo y las actividades del tradicional cazavampiros (David Tennant, el de "Dr. Who"), presente en todo tipo de película de este género que se precie. De narrativa fluida y buen ritmo, el filme, destinado a entretener, tiene un buen plantel de actores. Anthony Yelchin es Charlie, el chico que se ve atacado por el nuevo espécimen y Toni Collete, la misma de "Pequeña Miss Sunshine" protagoniza a la madre con su solvencia profesional, mientras Colin Farrell hace las veces de Vampiro y es creíble.
La ciudad de las venas abiertas Buenos efectos especiales, buenos actores, buen guión. Todos los factores ayudan a la película Noche de miedo , que en este caso es muy recomendable y se suma a lo mejor y mucho del género de terror y risas nerviosas que el cine norteamericano ha sabido filmar. Noche de miedo tiene el sello de los años ’80, y el que no tenía el dato de antemano, después descubrirá que eso es porque se trata de una remake de otro largometraje de 1985, y los nuevos autores han logrado en eso también respetar el espíritu de aquélla. Aquélla era una película “pequeña” que se convirtió en objeto de culto de los amantes del terror cómico, pero para algunos mereció una suerte todavía mejor, pese a que logró la segunda mejor recaudación de una obra del género aquel año en los Estados Unidos. El argumento es remanido, pero en manos de los buenos contadores de cuentos logra su objetivo: asustar, hacer reír, sorprender, mantener en vilo, generar repulsión (en el sentido divertido de la palabra). Un nuevo vecino de Los Ángeles se mudó a la casa de al lado del protagonista. Parece un tipo encantador, pero en palabras de su madre separada, “es demasiado apuesto para estar soltero a esa edad”. Claro, esa edad es la juventud eterna de la que gozan los vampiros desde hace cuatro siglos a costa de succionar yugulares. A Charley se lo advierte su mejor amigo, que está obsesionado con el tema, pero él no se lo cree. Hasta que lo ve con sus propios ojos. La actual versión de Noche de miedo se reforzó muy bien para rendirle honores. Un elenco compacto, en el que sobresale Colin Farrell, dándole un lunático carisma a su personaje, y la estupenda todoterreno Toni Colette en el rol de la progenitora del chico. En el guión está Marti Noxon, con pasado en la serie Buffy, la cazavampiros , que también se hizo de una legión de televidentes fans de los cuellos cortados durante los años ’90 (y de la que se rumorea que también llegaría al cine). Y los efectos, ayudados por el 3D, hacen que las venas abiertas de las víctimas salpiquen hacia las butacas.
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Vampiros eran los de antes Época dorada de Hollywood, ¿dónde estarás? Vivimos en una sequía casi mortal de la gran factoría americana donde las únicas opciones están en rehacer y rehacer. Sabemos que pocas remakes han logrado superar su original, otras han hecho un trabajo limpio y digno, las más han sucumbido por completo al desgaste. Noche de miedo, en 1985 estrenada como La noche del espanto (Fright night su original) es un flan a medio camino que seguramente disfrutarán mucho más quienes no hayan visto su original y no puedan tentarse con las comparaciones. No es mi idea empezar a establecer paralelismos, pero siendo aquella de 1985 una de las pioneras del género del terror en mi vida, que me dejó con mis lejanos ya 14 añitos enamoradísima de Chris Sarandon, no puedo menos que nombrar algunas y hacerle justicia. Hay que dar gracias que al menos este tipo de films alientan a volver a lo que era antes la figura del vampiro: un monstruo sediento de sangre que mete miedo. Hay que valorar que esta versión siglo XXI tenga sus momentos bien logrados; pero el principal problema que tengo- al menos personal- con esta, es Colin Farrell. La presencia de aquel Jerry Dandrige que interpretaba Sarandon, en Farell no deja de ser un psicokiller más que no necesariamente deba llevar colmillos a cuestas. Su carita de Jaimito picarón me inspira más para un thriller o comedia que para el terror. Y si nos ponemos a pensar en el resto de los personajes, no tiene ni pizca de comparación la locura desmedida- e incluso el protagonismo- de Evil Ed interpretado por Stephen Geoffreys, con el interpretado aquí por un desabrido Christopher Mintz-Plasse. Por último el personaje de Peter Vincent, pierde en esta toda la genialidad de Roddy McDowall para terminar siendo una especie de rock star en decadencia, casi parecido por momentos al pirata de Depp. Pero poniendo fin a las comparaciones, como film de terror el género quizá le quede un tanto grande, hubiese estado genial que mantuviese los toques de humor de aquellos años '80; al menos asó se le disculparían las falencias en razón del famoso "tributo". Es entretenida, tiene momentos de tensión, hay acción por momentos bastante bien logradas pero no repunta más allá para una peli que unos cuantos ya esperaban ansiosos. Noche de miedo es el típico film para ver entre amigos, para pasarla bien sin exigir demasiado.
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Perfecto homenaje Colin Farrell se luce en esta remake de “La hora del espanto”. Es sabido: ser vampiro hoy implica reconocer, quizás más que nunca, los varios sabores en que ha sido multiprocesado el mito del chupasangre. Los más vendidos vienen siendo el teen moralismo de Crepúsculo y sus vampiros que hacen del sexo un temazo (en el sentido “charla de madre que te habla de sexo a los 18”) y, en menor medida, vampiros que sí se ponen (y ponen al género) en pelotas, como los televisivos modelitos de True Blood . Ahora, llega, bien con ese sabor a macho alfa grasa que solo él exuda, el vampiro versión Colin Farrell. Pero la gracia, divina, viene siendo que ese vampiro Farrell de Noche de miedo viene envuelto a su vez en la remake de un clásico (bien de esos que definen cofradías) como La hora del espanto (1985). Entonces, la maravilla del original, de jugar con el género pero respetándolo como si fuera un cuchillo, se hacía dueño de cierto cinismo, de cierta alegría y de cierto aire a película para ser vista en un autocine. Aquí, Farrell, antes que ser esa cosa barroca modelo Entrevista con el vampiro (la matemática galancete más carisma chupasangre) es un vampiro común y corriente (o todo lo común y corriente que puede ser Farrell jugando a ser vampiro) que vive y se alimenta en un suburbio de Las Vegas y que, de repente, ve sacudida la modorra de siglo a siglo por un vecinito (Anton Yelchin) que empieza a sospechar que algo pasa con esas chicas que entrar y salen de la Casa Farrell. El duelo entre el vampiro Farrell, (Jerry) y el vecinito enojado porque le relojean la madre (Toni Collette) y la novia (Imogen Potts) es, en manos de Craig Gillespie, una delicia de autoconciencia. Como en un Tetris perfecto, todo cuaja: el respeto por las leyes básicas del género, la ironía del original, la grasa de Farrell, el guión de Marti Noxon (egresada con honores de la serie de culto Buffy la cazavampiros ), el 3D usado travieso y no abusado. Así, sin jugar con la ambigüedad, Noche de miedo se convierte en el perfecto homenaje y ejemplo de un cine hecho con más sonrisa de canchero a la Colin Farrell que con jeta de actorcete de color blanco heladera jugando a ser leyenda. Y eso, se agradece, con una sonrisa bien diabólica, como la de Farrell.
Anexo de crítica: Noche de Miedo (Fright Night, 2011) es una remake respetuosa -aunque algo rutinaria- que de tanta preocupación por condimentar al relato con salidas cómicas circunstanciales termina descuidando el desarrollo de personajes. Un desenlace correcto redime en parte a la propuesta pero definitivamente la original de 1985 de Tom Holland era superior...
El disfraz de los vampiros Noche de miedo, en parte, recupera el encanto y la nostalgia por films como La hora del espanto (Fright Night, 1985). Aquella era una de las últimas películas sobre los monstruos clásicos (agotados ya por tanto cross-over y auto-parodias) antes del advenimiento de las slasher movies (cuando los asesinos seriales ocuparon el puesto de los clásicos seres de Universal y Hammer). En este caso, Noche de miedo es una película más dentro de la época de las remakes. Por suerte está hecha con suficiente cariño y respeto como para saber congeniar secuencias de suspenso genuino con situaciones cómicas. La primera media hora del relato combina el estilo cómico de las películas de adolescentes norteamericanos con el suspenso in-crescendo que provoca la llegada de un misterioso vecino. No es casualidad que uno de los amiguitos del protagonista sea Christopher Mintz-Plasse (McLovin de Supercool), y que ahora los jóvenes sean los típicos nerds sufridos de la Universidad. Charley, el chico que descubre que su vecino es un vampiro, podría haber sido Michael Cera o Jesse Eisenberg. Es Anton Yelchin, que cumple con el psyche du rol. La madre es Toni Collette y la novia, Imogen Poots. Atención: porque las mujeres aquí son de armas tomar. Nada de salir gritando histéricas cuando haya peligro. Hay muchas persecuciones, hectolitros derramados por aquí y allá, y aunque los efectos visuales "baratos" probablemente produzcan la sensación de nostalgia que produce el film original, en unos cuantos años más, los efectos de maquillaje de la película de 1985 se ven todavía más creíbles que los vampiros por computadora. Si hay algo en lo que esta remake sale favorecida en comparación con la original es en el elenco. Además de los ya mencionados, Colin Farrell pone el carisma y la gracia que el villano de la película original no supo tener. Está bien: es un vampiro afectado por la moda de Crepúsculo (¡había una época en que los vampiros eran feos!), pero hay que admitir que aquí funciona. El otro gran pilar del film es David Tennant, es que una suerte de Chris Angel mezclado con el Peter Vincent (personaje nombrado en homanaje a Peter Cushing y Vincent Price, eternos cazadores de vampiros). La mejor secuencia de todo el film cuando este estafador se va sacando todos los disfraces que lleva encima. Es casi un comentario sobre las películas de terror moderna: pura estética, nada de corazón. Noche de miedo es pura estética: pero también tiene corazón.
En los '80 “La hora del espanto” fue un clásico menor. Una película que narraba cómo un adolescente, a la par de descubrir el sexo y los problemas familiares, tenía como vecino a un vampiro que, obviamente, le hacía la vida imposible. Era un gran film, fue un gran éxito. Por extraño que parezca, esta remake (“Noche de miedo” es el título original también de la primera) resulta pertinente. Aquí el vampiro es un adecuado Colin Farrell y –signo de los tiempos– la sangre es más abundante. Pero lo que importa es que se ha respetado algo sustancial del original: la “comedia” no era satírica, sino fruto de que incluso en el mundo más terrible el humor es posible. Aquí también, aunque el personaje del amigo nerd (un gran Christopher Mintz-Plasse, aquel McLovin de Supercool) es un poco más cómico, también es más trágico. Aquí, de paso, el vampirismo vuelve a ser cosa seria, y no esa estupidez melosa de “Crepúsculo”. Se trata de que algo inasible, primitivo, sustancialmente malvado, vive al lado nuestro y, para peor, somos capaces de invitarlo a entrar. Como dijo Baudelaire, la estrategia del Diablo es hacernos creer que no existe. De eso se trata este film, que es mucho más que el mero entretenimiento de una fábula bien narrada: es, ni más ni menos, una precisa descripción en clave de miedo y suspenso de lo que nos acecha cada día. Un mentís a la paranoia estadounidense, aliens mediante: aquí el Mal es parte del propio barrio.
Cuidado con los colmillos El tema de los vampiros ha vuelto a ponerse de moda. La saga de "Crepúsculo" y algunas series televisivas reinstalaron a los chupasangre inmortales en la consideración de (sobre todo) el público joven. Este filme de Craig Gillespie intenta abordar el tema desde otra perspectiva, ya que mezcla la eterna búsqueda de sangre fresca por parte de los vampiros con los conflictos personales de los adolescentes y su siempre difícil relación con el mundo de los adultos. El problema es que el guión de la película no está a la altura de la propuesta ni de las posibilidades interpretativas del elenco, en el que hay figuras de peso como Toni Colette (la madre) o Colin Farrel (el vecino vampiro) e interesantes promesas como Anton Yelchin (Charley) e Imogen Poots (su joven novia). Las situaciones que propone el libreto resultan absurdas, la conexión de los hechos aparece forzada y, casi permanentemente, los personajes recitan textos muy poco creíbles. El autor de la historia es Tom Holland, precisamente quien dirigió "La hora del espanto", un filme de 1985 en el que se basa esta película; sin dudas, fue el guionista Marti Noxon el que no estuvo a la altura de las circunstancias. El personaje de Peter Vincent (en el filme original, el presentador de un programa televisivo de terror; en este versión, un mago de Las Vegas especializado en vampirismo) resulta desaprovechado, al igual que el de la madre del joven protagonista. Tampoco termina de entenderse el enfoque que pretendió darle al vampiro mayor un buen actor como es Colin Farrel, que aparece a medio camino entre la farsa y la sobreactuación. Si bien es cierto que la película intenta (y en gran medida logra) una mirada fresca y desacartonada sobre el tema de los vampiros, también lo es el hecho de que la propuesta no termina de balancear exitosamente la mezcla de horror y humor en la que se basa. En ese sentido, sigue siendo inalcanzable el nivel que marcó, allá por 1967, "La danza de los vampiros" de Roman Polanski.
En 1985 “Noche de miedo” vino a ponerle un poco de humor a un género que se regodeaba con los desmanes de Michael Myers, Jason y Freddy Krugger. Y rescataba del olvido a uno de sus actores más emblemáticos. Roddy McDowall encarnaba a un presentador de TV en decadencia, conductor del ciclo que le da nombre a la peli. Hasta él llega Charlie, un joven en busca de ayuda para matar a un vampiro que vive en la casa de al lado. Por supuesto que nadie le cree hasta que el monstruo muestra sus colmillos. Y ésta es la innecesaria remake de aquel filme, hoy considerado “de culto”. Sin la sorpresa propia del relato de terror, con un Colin Farrell demasiado preocupado por parecer lindo y con efectos especiales nada especiales, la cinta no consigue ni asustar ni divertir. No la salva ni el 3D.
En 1985 se estrenó uno de los mejores homenajes al cine de terror que se han hecho de ese año a la fecha. Su título era “La hora del espanto”, estaba dirigida por Tom Holland y protagonizada por William Ragsdale, Amanda Bearse, Chris Sarandon (como el vampiro Jerry Dandrige), y un genial Roddy McDowall como el anfitrión de un show televisivo de películas de horror clase B (justamente “La hora del espanto”). Para la época esa producción era todo un hallazgo de efectos de maquillaje, pero sobre todo (y a lo mejor sin proponérselo) traería nuevos aires al género que entonces estaba en decadencia. Por caso, fue una de vampiros en la que empezaba a vislumbrarse la necesidad de la industria de mirar a un público adolescente que ya no se interesaba por la temática terror con gente “vieja·. Muchos años después Hollywood extrapoló esta idea para llevar a los chupasangre a la estética de la historieta (la saga de Blade), o al melodrama romántico con los vampiros emo-andróginos de la saga Crepúsculo. En el medio quedan casos aislados como los “Vampiros” de John Carpenter (1998), o el caricaturesco “Van Helsing” (2004). Agotado casi todo, en 2011 Hollywood se propuso volver a las fuentes con una remake (ojo que hasta de Footloose se viene una). La historia era sencilla. Charley, un joven de colegio secundario, se da cuenta que al lado de su casa se mudó un vampiro. Ante la incredulidad de amigos y de su mamá recurre a un conductor / actor de TV para que lo ayude a matarlo y a rescatar a su novia. “Noche de miedo”, la versión de 2011 de “La hora del espanto”, está despojada de muchos de los elementos que convirtieron a su antecesora en un clásico. Por otro lado tiene algunos cambios intrascendentes para los que no vieron la original, pero molestos para los que sí lo hicieron, entre los cuales me incluyo. La comparación es inevitable. La trama, o sea la historia que se cuenta, sigue siendo la misma, sólo que con mayor vértigo de compaginación y efectos más modernos. El vampiro en cuestión no es otro que Colin Farrell, un actor con el porte seductor que le exige el personaje. El resto del reparto cumple, y apenas si servirá para impulsar alguna figurita nueva como Imogen Poots encarnando a Amy, la novia. La producción en sí, funciona bien. No hay mucho que reprochar. Hay cierto respeto por la original, la mitología vampirica y la generación de algunos sustos genuinos. En todo caso insisto con que no vaya al cine a buscar la mística de la original. Sería un error. En cambio, vaya a ver una de vampiros bien hechita.
Si hay algo que el cine industrial ha venido perdiendo con fuerza y de forma sostenida en los últimos años, es la capacidad de sorprender desde el uso de las buenas armas, desde la legitimidad del relato bien construido y sin apelar a estruendos baratos o tics nerviosos construidos a fuerza de clichés. En ese sentido, la llegada a las carteleras de esta reversión del clásico ochentoso Fright Night oxigena, aporta buen entretenimiento en la línea del Grindhouse, aunque en tiempos de 3D y high definition. La trama de Noche de miedo nos dice que al barrio de casas en medio del desierto se ha mudado un hombre de mediana edad (Colin Farrell), guapetón y de mirada ganadora, cuya vivienda se ubica al lado de la del joven Charley (Anton Yelchin), quien vive solo con su madre (Toni Collete), dupla a la que se suma de forma intermitente su novia (Imogen Poots). Pero that is not all, falks. Porque uno de los compañeros freaks de Charley descubrió que el nuevo vecino es nada menos que un vampiro sediento de la sangre del pueblo, algo que no tarda en hacerse explícito en pantalla porque el público espectador tiene el dato desde el momento mismo en que el trailer del film se dio a conoce. Precisamente, el principal acierto de Noche de miedo es, en medio de un contexto mainstream de sorpresa tan forzada como previsible, que el centro del relato no pase por descubrir que el malo es malo, sino por focalizar en lo que sucede alrededor de ese ser de las tinieblas que llegó para sembrar muerte, destrucción y no-muertos. Craig Gillespie (el mismo de la brillante Lars and the Real Girl y la buena serie United States of Tara) construyó un relato montado en un guión de hierro (de la siempre precisa Marti Noxon, que supo dar lo suyo en las series catódicas Mad Men y Buffy), que pone los puntos en todas las íes que se lo paran enfrente, incluídas las del humor cínico y hasta la sátira del género hemoglobínico al que pertenece el film. Tenemos un gran, enorme villano compuesto por el cada día más sólido Farrell, y un héroe promedio que no deslumbra pero recorre el camino al cielo de la épica con lo justo y necesario. Pero sobre todo contamos con un personaje que de a poco se coloca como central y excluyente, Peter Vincent (David Tennant, de la serie Dr. Who), caza vampiros de escenario, farsante profesional y, de paso, homenajeador de refilón de los queridos Cushing y Price a través de su seudónimo, y de la idea pop de rockstar, en plan cinéfilo kitsch. Una gran película, de terror, con humor, a pura militancia posmo, que subraya la idea de que el quid ya no está en la remanida idea del final inesperado sino en la buena factura general y en una historia redondeada con fluidez y oficio. Con o sin 3D (las cenizas que dejan los vampiros al explotar al sol parecen estar ahí, casi rozando la retina), pero sin duda con noble artesanía digital, algo que ya podemos empezar a enteder que existe y que vale la pena valorar cuando se hace presente.
Colmillo desafilado (pero sexy eh!) Seguimos con la moda de remakes sostenida con la que Hollywood nos inunda este año. Una tras otra y sin pausa. Esta vez, le toca a aquella cinta del 85 llamada "Noche de espanto", cuyo protagonista era Chris Sarandon. Clásica y de alguna manera, pionera en eso de mezclar el terror con lo absurdo y bizarro, aquella "Fright night" fue transformándose en objeto de culto para las generaciones siguientes hasta llegar a nuestros días, donde es hora de barajar y dar de nuevo. Bah, de refritarla, lisa y llanamente. Esta bien, hay muchas cosas cambiadas, digo, los roles principales. Ha sido "aggiornada" a nuestra época: nerds, ilusionistas, antagonista musculoso y sexy... Pero debajo de esa pátina que eligió su director, Craig Gilliespi (que hizo cosas muy buenas como "Lars and the real girl" y otras malas como "Mr Woodcock"), la esencia sigue siendo la misma. Es una película clase B de principio a fin. La ví en 3D y hasta diría que es innecesario, más allá de algunas secuencias aisladas donde los vampiros explotan ante la luz solar...Esta "Noche de miedo" es una película apenas correcta cuyos mayores méritos son el trabajo de un par de secundarios y no mucho más. La historia comienza cuando Charlie Brewster (un deslucido Anton Yelchin), joven y popular chico de la preparatoria local en una pueblito cercano a Las Vegas, se pelea con su amigo de la infancia, Ed (Chrispother Mintz-Plasse, de "Superbad"). De chicos, ellos dos eran inseparables, pero ahora, para poder ganar nuevos amigos, Charlie evade la compañía de su ex compañero de juegos y se niega a hablar con él de algo grave: hay chicos en el vecindario que están desapareciendo. La hipótesis de Ed es que algo tiene que ver el nuevo vecino de Charlie, el fibroso y atlético Jerry (Colin Farrell). Al parecer, es un vampiro. Y responsable de lo que está pasando en el lugar: todo comenzó con su mundanza. El hombre en cuestión trabaja de noche, se lo ve nada durante el día y atrae todas las miradas de las damas del pueblo, elemento que lo ayuda a la hora de alimentar su sed de alimento y diversión. Charlie comenzará a notar con el tiempo que la idea que Ed tiene puede no ser tan loca y deberá proteger a su madre, Jane (Toni Colette) y a su bellísima novia, Amy (Imogen Poots) de la influencia de Jerry y su apetito por la sangre humana... Decía antes que dos son los actores de reparto que se lucen aquí, Mint-Plasse hace un rol muy divertido (ya verán porqué) y más tarde aparece el ilusionista y showman Peter Vincent (alusión exacta a Criss Angel) quien parodia a esos espectáculos enormes que hacen los magos de jerarquía en los grandes hoteles de Las Vegas con acierto... Por su parte, Colin Farrell luce un poco esquemático, firme y simpático... pero el problema es que seduce mucho y asusta poco... Y quizás por ahí vaya la reflexión final sobre los valores de esta remake... "Fright night" es una mirada desde nuestros días, al tiempo en que el terror y el humor negro se comenzaban a dar la mano. Entretiene, tiene ritmo y está bien editada, pero no aporta mucho más que eso: si la intención era revitalizar la historia y ponerle nafta al tanque, se quedaron ahí. Quizás sea muy exigente mi posición, pero espero que cuando uno recrea un original de tanta envergadura, sea sobre las bases de cambios originales y profundos que aporten una nueva visión a su antecesora. De lo contrario, sólo termina por convertirse en una anécdota para la estadística de los fanáticos del género...
Nostálgica noche de terror El cine de terror es comparable al rock en la música, en el sentido de que ambos son géneros añejos, cíclicos, que entran en crisis y se reinventan constantemente. Además, nunca caen en el olvido o en el desuso por demasiado tiempo, como por ejemplo el western. Hoy vivimos en una época donde el cine de terror ha agotado varias aristas, y busca desesperadamente nuevos aires haciendo una relectura de su pasado reciente y glorioso. Esto, en su forma más explícita, se ve en los constantes estrenos de remakes de películas de los setentas y los ochentas. La Noche de miedo original de Tom Holland, es un exponente de ese cine de terror “ochentoso”, que tenía mucho de comedia, con ritmo, gore y música estridente. Una estética propia y reconocible de un género que, en aquellos años, ya era absolutamente autoconsciente y tenía entre “ceja y ceja” el entretenimiento como principal fin, más que sólo provocar emociones de terror o de risa esporádicas. Craig Gillespie, director anteriormente de Mr. Woodcock y Lars y la chica real, además de haber dirigido algunos capítulos de United States of Tara, juega aquí con el homenaje y la parodia, no sólo a la película de Holland, sino del cine que se hacía en los ochenta. Sin embargo nunca se olvida de hacer su propia película, es decir, de contar a su manera la historia del vampiro Jerry (Colin Farrel) y su némesis ocasional Charlie (Anton Yelchin). Recurre si, a elementos típicos de la vieja escuela de películas para adolescentes, la música incidental presente y efectista por ejemplo, o los personajes estereotipados y funcionales, pero todos utilizados con fluidez y matices. El director demuestra saber lo que está haciendo, equilibra perfectamente las dosis de humor, miedo, gore, homenaje, referencias y del ¡maldito suspenso! Tiene claro como mantener el interés en un film poco original desde lo temático y argumentativo, y aprovecha de gran forma los momentos de tensión que disparan la historia hacia adelante sin atenuantes, lo cual ayuda a mantener el ritmo. El casting es otro acierto de Noche de miedo. Los protagonistas, Anton Yelchin y Colin Farrel, son una dupla de enemigos muy interesante con cruces que son divertidos y vertiginosos. Ambos demuestran oficio y talento para darles vida a personajes diametralmente opuestos, además, imprimiéndoles matices y personalidad. Tenemos también a un histriónico Christopher Mintz-Plasse haciendo de un amigo de Charlie (el personaje de Yelchin), un poco nerd y bastante obsesivo, y también al mago Vincent interpretado en muy bien por el gritón de David Tennan, un falso cazavampiros coleccionista, que a su vez es un mago que hace ilusionismo a todo trapo. Imogen Poots y Toni Collette interpretan a Amy y a Jane, novia y madre de Charlie respectivamente, sus personajes son los más arquetípicos, y sin embargo funcionan y encajan perfectamente en el film. Además el personaje de Poots es clave en la trama, con lo que cumple con creces. En fin, Noche de miedo es una linda sorpresa, una buena combinación de elementos de los de antes y de los de ahora. Nos manda el gastado espíritu de los ochenta para que lo veamos con la actitud de hoy y sale bien parada. Quizás pierde un poco por su falta de originalidad, pero gana por la calidad de su forma y por el talento de los involucrados. Y junto con Scream 4 y La noche del demonio, demuestran que el género se está revisando y pensando a sí mismo, a ver que sale.
Reciclado Ochentero Fright Night o Noche de Miedo en su título latino, es una remake de la película de 1985 que lleva el mismo nombre y que tuvo bastante éxito al combinar los géneros de Terror y Comedia en una misma historia. En 2011 vuelve renovada de la mano del director Craig Gillespie, cuyos trabajos anteriores en la gran pantalla no han sido de lo más destacable, como es el caso de "Mr. Woodcock". En esta ocasión creo que hace un buen trabajo al actualizar esta historia ochentosa, reuniendo un cast interesante y dándole un toque de acidez a la comedia. De manera muy inteligente, los estudios DreamWorks recuperan este clásico, justo en un momento en que los vampiros están super de moda, basta con sólo mirar el fenómeno "Crepúsculo", que estrenará su capítulo final a fines de 2011, divido en 2 partes para generar más expectativa comercial, o las nuevas series vampíricas como True Blood (premiada serie de la pantalla chica) y The Vampire Diaries. Lo interesante u original que plantea este film es el mix de comedia y terror, que resulta muy atractivo para algunos espectadores, aunque para otros no les será fácil conciliar los 2 géneros. El que va esperando una película de terror puro... puede que se decepcione, ya que claramente los momentos de miedo no son los elementos más importantes de la cinta, sino que se configuran como accesorios a una historia más encasillada en el género Aventura. Los actores están muy bien, resaltando la presencia de Colin Farrell como el vampiro Jerry que es de lo mejor del film, lejos. Por otro lado están el joven Anton Yelchin (Star Trek, The Beaver) como Charly Brewster, ¿acaso el relevo de Shia LeBouf?, la veterana Toni Collette (Sexto Sentido, Pequeña Miss Sunshine) como la madre de Charly, David Tennant (Dr. Who, Barty Crouch en Harry Potter y el Cáliz del Fuego) es Peter Vincent, el excéntrico experto en vampiros e Imogen Poots (Jane Eyre) como la novia sexy de Charly. Para redondear, no es una película para todo el mundo, ya que trata sobre vampiros, esas criaturas de la ciencia ficción tan gastadas últimamente, y además porque es una remake de una peli de hace casi 30 años, por lo que puede haber elementos que en esa época funcionaban pero que no sean eficaces en estos tiempos. A los que vieron la original y les gustó, se llevarán una grata sorpresa con esta, al igual que aquellos que aman los vampiros y disfrutan de los mixes de género como entretenimiento pochoclero.
Me gusta el cine No solo veo películas en las privadas o el día del estreno para escribir aquí o en otros medios. Muchas veces veo películas varios días después de su lanzamiento, ya sea por recomendaciones, curiosidad, ganas de no perderme nada relevante o, simplemente, porque me gusta ir al cine. En este sitio tengo libertad de escribir sobre lo que me dé la gana, incluso he escrito algunas columnas que no eran sobre cine. Hoy comento dos películas que no se estrenaron esta semana, alguna incluso que queda en pocos cines. Las dos son del mismo género. Las dos son remakes. Y recomiendo las dos. Se trata de No le temas a la oscuridad, remake de un telefilm de los setenta y Noche de miedo, remake de la película de los ochenta conocida en la Argentina como La hora del espanto. No vi No le temas a la oscuridad en su versión de telefilm de los setenta. Y no recuerdo casi nada de La hora del espanto, salvo que la vi dos veces en el cine, la segunda en el Electric en doble programa junto a Karate Kid (creo que la 2). En los ochenta fui mucho al cine: a partir de 1982 empecé a ir solo. Claro, no siempre fui solo, pero si a los nueve años uno decide que puede ir solo (y lo dejan) se está mucho menos condicionado y se puede ir más. Y siempre tuve predilección por el cine de los setenta en VHS y en DVD. Sí, este texto contiene autobiografía: toda crítica de cine lo es en mayor o menor medida, de forma más o menos explícita. En primera o en tercera persona, al hacer crítica estamos escribiendo fragmentos, más o menos oblicuos, de nuestra relación personal con el cine. No soy especialmente nostálgico, pero las nuevas versiones de No le temas a la oscuridad y Noche de miedo me hicieron añorar esas películas de los setenta y los ochenta que eran relatos de género orgullosos de serlo. Y que no prepoteaban narrativamente, es decir, que podían presentar el tema, los conflictos, avanzar y llegar a la resolución sin amontonar clímax y querer refundar (más bien refundir) a golpes bombásticos la idea de entretenimiento. Tanto No le temas a la oscuridad como Noche de miedo son modestas, centradas, nobles. La primera es un relato sobre miedos infantiles en caserón en Nueva Inglaterra, y los miedos se fundan en una amenaza muy material, concreta: es una película angustiante, que transmite un miedo intenso, que proviene de terrores profundos, de lo reprimido (la lectura freudiana está bastante a la vista). La segunda es un relato de vampiros que transcurre en un suburbio de Las Vegas, o sea en un artificio habitacional en función de una ciudad injertada en el desierto; el miedo que trasmite es más bien seco, con un dejo irónico –a eso ayuda un actor con gran capacidad sardónica como Colin Farrell– pero no por eso menos efectivo. Las dos son de esas películas que nos recuerdan porqué nos gusta el cine, o al menos me lo recuerdan a mí: por esa capacidad de contar historias, muchas historias, por comprometernos con esos personajes que conocemos hace pocos minutos. Y por saber que existen más películas que podremos ver. Eso, No le temas a la oscuridad y Noche de miedo son películas que no intentan agotar el cine ni abrumar al espectador, que parecen estar felices de que existan otras como ellas, de su mismo género y también de otros. Brindo por esa felicidad.
LA ABSURDIDAD DEL MAL Remake de la recordada La hora del espanto (1986), este film de horror con toques de humor, se destaca por su estructura clásica y por devolverle a la figura del vampiro su maligna y aterradora esencia. El vampiro es un arquetipo, un mito. Por eso siempre está. Pero según el signo de los tiempos, la suerte de sus representaciones. Hoy día podríamos decir que estamos frente a un auge, o moda, del tema vampírico, y esto pude notarse en la literatura, el cine y la televisión. ¿La suerte que corre tal tema? Nada buena: es muy poco lo rescatable, ya que la mayoría del material colabora al vaciamiento del mito, maquillando a las malignas criaturas con cursilerías varias, poses cool, romanticismo mal entendido, naderías adolescentes, parodias y alegorías sociales. El vampiro vuelto fetiche, ni más ni menos. Pero –decíamos- el arquetipo, el mito, siempre está, así que no resulta extraño que en alguna de sus actuales representaciones sea capaz de aparecer en su dimensión correspondiente. Noche de miedo (Fright Night), remake de un pequeño clásico de los 80, es el film-lugar donde el vampiro vuelve ser lo que siempre fue: esa criatura primitiva y aterradora. Una otredad absoluta y diabólica. Una fidedigna representación del mal. >br> La historia se centra en Charlie, un adolescente a quien no le queda más remedio que aceptar que el seductor hombre que tiene como vecino, y que en principio despierta el interés de su madre y de su novia, es un vampiro. Esta situación le es advertida en primera instancia por un compañero de colegio, antiguo amigo cuya condición de nerd los ha distanciado. Cuando este viejo amigo desaparece (a manos del vampiro), comienza la “aventura” de Charlie, un camino que lo llevará por tres estadios: el de descubrimiento, el de supervivencia-escape, y finalmente el correspondiente contraataque para eliminar al vampiro y rescatar a su novia. Una estructura clásica tanto en su faz narrativa como en la simbólica: el camino del héroe puesto en escena como el otro arquetipo (representante del bien) necesario para contraponer al del vampiro. Y es ese transitar por estructuras clásicas lo que le permite a Noche de miedo ser una lograda película de género, que invita al espectador a recorrer el camino junto al héroe, identificarse con él, y experimentar –vicariamente- como propias todas las experiencias terroríficas que se presentan en la pantalla. Un tren fantasma, un laberinto ilusorio repleto pruebas. Eso y no otra cosa ha sido siempre el buen cine de terror. Y esto se logra no por la espectacularidad ni cantidad de efectos especiales, sino –sobre todo- por la rigurosidad de la puesta en escena y la narración. Otra virtud de Noche de miedo es la inclusión de momentos cómicos, algo que ya estaba presente en el film original, y que aquí resaltan por el buen manejo que se hace de ellos. En primer lugar porque escapan de la parodia, y así el tema del vampiro y el terror que se genera alrededor nunca dejan de ser tomados y representados en serio. Hay más de una ocasión en las que se produce un clima raro, producto de la irrupción de detalles graciosos en medio de situaciones de espanto. Entonces, lo que se ve resulta absurdo. Tan absurdo como lo es en sí la presencia de un vampiro, del mal más puro, en un mundo donde tal cosa es imposible de creer, y por lo tanto –y sobre todo- imposible de identificar y, faltalmente, de combatir. Charlie no tiene la menor idea de cómo enfrentar al vampiro, y apenas si conoce ciertos lugares comunes, como que nunca se lo debe invitar a entrar al hogar o que le repelen los crucifijos. En uno de los grandes momentos de la película, el vampiro le dice, mientras el protagonista trata de espantarlo con una cruz, que si no tiene fe, no sirve de nada. Esa declaración es una clave: Charlie, en su perfecto pueblito norteamericano, vive una realidad totalmente secularizada, y por lo tanto no tiene con qué enfrentar a esta encarnación diabólica, que, como decíamos al principio, es mostrada como tal y sin vueltas. Este vampiro, como todo ser demoniaco, se muestra como un gran tentador que se sirve de las debilidades humanas y sus deseos. Así, al amigo nerd, antes de morderlo, lo seduce recordándole todo el remordimiento que este tiene por haber sido siempre el blanco de burlas y abusos, y a la novia de Charlie, que nos fue mostrada con claras apetencias sexuales, directamente la posee a través del erotismo. Cabe destacar la escena en la que transcurre esto último, donde en medio de un boliche el vampiro puede hacer de las suyas mientas el resto del mundo –que goza y ríe- es incapaz de notar los terribles hechos que allí suceden. Y algo más. En el instante en que su novia está siendo poseída, a Charlie lo echan del lugar por ser menor de edad. Otra vez el absurdo: mientras que alguien es apartado por ser menor de edad, en mismo lugar, y a pocos metros, una chica, también menor, puede montar una escena erótica con un hombre mayor sin que nadie lo note. El mal presente en lo cotidiano parece ser el tema central Noche de miedo. Lo absurdo se presenta también a través del personaje que aportará la solución. Una especie de showman que monta espectáculos de temas vampíricos en los casinos de Las Vegas. A él recurre Charlie, y en él encontrará la forma para matar al vampiro y recuperar a su novia cuando le provea un objeto sagrado y primitivo, totalmente ajeno al mundo en el que viven los personajes de la película, y única herramienta capaz de terminar con el monstruo. Esto refuerza, por si hacia falta, la gran virtud de Noche de miedo: devolverle a la criatura de colmillos afilados su verdadera esencia maligna. Quedará en cada espectador la tarea de leer o interpretar este mal según pueda, quiera o le convenga. Ya sea como metáfora de algo contingente (como del despertar sexual o crecimiento del protagonista, por ejemplo) o como una visión de algo más raigal y primario. Allí están las manzanas que tan llamativamente come el vampiro en cuestión para orientarnos.
En Hollywood no entienden lo que significa una remake. Esto es, básicamente, tomar algo que todos conocemos y adoramos, y pulirlo, expandirlo y mejorarlo. Pero hay una diferencia muy grande entre mejorar y cambiar; el tema pasa porque, en el cambio, se pierde la identidad del producto. En esta remake de La Hora del Espanto (rebautizada ahora como Noche de Miedo), le han hecho tantas modificaciones al original que termina siendo prácticamente irreconocible. No sólo han aplastado la premisa original (y todos los mecanismos que funcionaban en ella), sino que la han reemplazado por una historia que resulta corta tanto en humor como en terror. Es un caso similar a la serie remake de Kolchak, el Cazador Nocturno, en donde los nuevos creativos se la dan de genios y engendran un bofe que no satisface a nadie; y, lo que es peor, dan sobrada muestra de que son unos ignorantes que no entendieron (ni entenderán nunca) cuál era la esencia y cuáles eran los elementos por los cuales el público amaba el filme original. Seamos sinceros. La Hora del Espanto no era una maravilla pero era (y es) un pequeño clásico de culto ya que todo el mundo que ama este género (¿hace falta decir cuál?) la ha visto y se ha deleitado con ella. Desesperados por revivir marcas que puedan generar cualquier tipo de franquicia rentable, los cráneos hollywoodenses han decidido resucitarla, esta vez con más plata y con un equipo de creativos notable. Ciertamente Noche de Miedo es superior al original en los aspectos técnicos (no así en las criaturas, en donde sigo prefiriendo al maquillaje tradicional en vez de esos deformes y poco convincentes CGI), y en el elenco. Ver al quinteto principal en acción - Anton Yelchin, Colin Farrell, Toni Colette, David Tennant e Imogen Pootts - es una delicia y dan muestras de sobrada química entre ellos. El problema es la historia y la dirección. Noche de Miedo pierde demasiado tiempo con la caracterización de personajes, lo cual no sería tan malo si no fuera porque, cuando llega la hora de los sustos o de los chistes, el filme la pifia de una. Es como si fuera un capítulo extendido de Desperate Housewifes, sólo que con vampiros como los nuevos vecinos tétricos de turno. La historia está muy cambiada, demasiado para mi gusto. El protagonista ahora es un escéptico que sólo comienza a creer cuando desaparece su amigo. A los 15 minutos - y totalmente de la nada - el relato tira la teoría de que Colin Farrell es un vampiro... y así como eso, hay varios saltos abruptos en la historia - la idea de contactar al cazador de vampiros (que es una ocurrencia surgida en cuestión de segundos), o el cambio de actitud de Farrell, quien a los 50 minutos del filme abandona su fachada y empieza a perseguir implacablemente a Anton Yelchin, su novia y su madre -. Para colmo el vampiro de Colin Farell es demasiado vulgar, en contraste al aristócrata que encarnaba Chris Sarandon en el original (y que acá tiene tiempo para un brevísimo cameo). Come manzanas, ve realitys por TV y maneja una pickup. Oh, que groncho... Toda esta gente habla y habla... y habla demasiado. No es que lo que hablan no sea interesante, pero no es exactamente la cúspide del entretenimiento. El genio del guionista tiene la brillante idea de masacrar al personaje Peter Vincent, trocando al veterano actor de películas por un mago recargado de efectos especiales a lo David Copperfield (sinceramente, me hubiera gustado ver a Robert Englund reemplazando a Roddy McDowall). Gracias a Dios David Tennant (uno de los ultimos Doctor Who) se relame con el papel, y es el único que aporta comicidad a un relato burocrático y chato. Quiten a Tennant y no hay nada en el filme que lo califique como "comedia". Y, en cuanto al horror, las cosas tambien vienen muy flojas. Al menos el maquillaje intenta ser respetuoso del original, pero en un momento pasan directamente a CGI... y las cosas se van al diablo. Farrell disfruta mucho del personaje y se nota, pero no es exactamente una amenaza sino mas bien un chico malo con colmillos largos. El combate final es demasiado rebuscado y, en sí, todo el relato tiene problemas de fluidez. La gente hace cosas abruptas o cambia de postura de un momento a otro, y sin dar ningún tipo de explicaciones. Si uno se olvida del original, quizás Noche de Miedo le resulte una buena película. O simplemente sea un filme demasiado chato, tanto para la gente que no conoce la historia como para los seguidores del original. No terminó por entretenerme ni asustarme, con lo cual se queda a mitad de camino de lo que debe cumplir un espectáculo para ser considerado eficiente. Yo creo que es algo a medio cocinar, que abandona el espiritu del original y que prueba con su propia receta... la cual no termina siendo muy exitosa que digamos.
Colmillazos de placer El estudiante Charley Brewster (Anton Yelchin) es un pibe con suerte, uno de los más populares en el colegio y el que sale con la más linda del curso: Amy, interpretada por la bella inglesa Imogen Poots. Pero su vida da un giro crucial cuando conoce a Jerry (Colin Farrell), un inquietante hombre que se muda al lado de la casa familiar. El misterioso perfil del nuevo vecino despierta la atención de Ed (Christopher Mintz-Plasse), un geek de aquellos y viejo amigo de Charley. Obsesionado con las leyendas urbanas y las cofradías de vampiros, el curioso nerd se entromete más de lo debido y termina bajo las garras de Jerry, que como en cualquier película de terror de los ochenta, lo que se sospecha, tarde o temprano es realidad. Pero volvamos a Farrell, quien desde su sombría imágen busca conquistar a Jane (la australiana Toni Collette), madre de Charley como así también le tira onda a su blonda noviecita. Pero nada de esto funcionará y dará a luz (vaya paradoja) a su instinto criminal en búsqueda de la vida eterna. Ed le había advertido a Charley acerca del oscuro personaje de Farrell, pero el joven protagonista ignora sus acusaciones como así también trata de filtrarlo y borrar su pasado friki. Pero día a día, sus compañeros de banco desaparecen misteriosamente y Brewster comienza a sospechar de la leyenda upir. Y tiene la mágica idea de recurrir al ilusionista Peter Vincent (David Tennant), un émulo de Criss Angel versión alcohólica. Este personaje muestra la cruda realidad del negocio del entretenimiento: chicas histéricas, mucha peluca, falsos tatuajes, maquillaje y cero onda (¿les suena?). Y lo enfrentarán. La película de Craig Gillespie no se mueve mucho del argumento original de La Hora del Espanto, con la diferencia que este clásico de 1985 causó mucho más impacto que lo que hoy ofrece Noche de miedo: los ojos negros de Jerry, lo sórdido de su vivienda y la trama del linaje vampírico, con objetos coleccionables más que interesantes. Una cruz prendida fuego, agua bendita, balas de plata (para hombres lobo, ¡ops!), son cliches que no faltan. Una peli más del tema, y van....
Depende… Durante su último año en el instituto, Charlie Brewster (Anton Yelchin) parece que por fin ha alcanzado todos sus objetivos: es uno de los estudiantes más valorados y sale con la chica más deseada del centro. Su popularidad es tal que ha comenzado a dejar de lado a su mejor amigo. Sin embargo, cuando Jerry (Colin Farrell) se convierte en su vecino, aunque, al principio, le parece un tipo genial, con el paso del tiempo empieza a percibir en él algo extraño. Desgraciadamente nadie, ni siquiera la madre de Charlie (Toni Collette), se da cuenta de nada. Después de observar que en la casa de Jerry pasan cosas extrañas, Charlie llega a la conclusión de que su vecino es un vampiro que se sirve del vecindario para cazar a sus presas. Ante la incredulidad de los demás, el protagonista deberá ingeniárselas para deshacerse del monstruo por sí solo en esta moderna versión del clásico de la comedia y el terror dirigida por Craig Gillespie. Depende como la miremos, creo que es la forma más adecuada de comenzar esta crítica. Depende como la miremos, esta película puede ser una excelente remake o una pésima película de terror. Y seguramente será complicado de entender estos extremos comparativos, pero realmente depende de cómo la miremos. Si uno entra al cine con expectativas de ver una buena película de terror, se va a encontrar con un filme bastante bizarro, rozando la estética del cine clase B (aunque con un poco más de postproducción) y menos énfasis en los personajes terroríficos. Sin dudas, saldrá decepcionado. Pero si uno recuerda “La Hora del Espanto” del año 1985, y sabe que se va a encontrar con una remake de este filme las cosas cambian. De repente, esta falta de énfasis en el género del terror y mezcla con la comedia, nos comienza a introducir en el lenguaje narrativo de aquella película original. “Noche de Miedo” es una remake interesante, bastante bien adaptada a los tiempos que corren y a los estereotipos que Hollywood y el cine de vampiros nos viene vendiendo. En 1985, los vampiros solían ser señores elegantes que vestían opulentos trajes y actuaban caballerosamente, conquistando con una sola mirada o gesto a las mujeres. En 2011 las cosas cambiaron y el estigma Edward Cullen (Crepúsculo) ha atravesado por completo la pantalla grande, para mostrarnos vampiros sexis, musculosos, desbordando hormonas y fatalidad. Nadie mejor que Colin Farrel para asumir este rol en muy buena hora, y dejar atrás aquel estigma de Alejandro Magno. En cuanto a la estética, tiene algunas cosas muy interesante, como ser las locaciones y luces y sombras del filme. Sin embargo, por momentos se torna demasiado oscura, y el 3D es una terrible mentira. Sería interesante analizar un poco más sobre esto del 3D, pero no sería el primero ni el último, y no cambiaríamos nada de la exitosa industria de Hollywood. Los personajes están bastante bien protagonizados, y las personificaciones y estereotipos logrados conviven armónicamente con esta idea de insertar el humor en el filme. Tanto así el amigo nerd de Charlie, como la hermosa novia y el temible vampiro. En cuanto a la trama, no tiene muchos vericuetos, pero la verdad que es lo menos interesante, porque el filme es bastante llevadero y nos mantiene todo el tiempo atados a lo que va a pasar. De momentos de tensión y saltos en las butacas, pasamos a risas y murmullos entre los espectadores, lo que demuestra que la mezcla terror – comedia adoptada de “La hora del espanto” original sigue funcionando. Es una película para ver, y como les anticipaba, el resultado depende de cómo la miremos…