Manipulación y secretos de alcoba Luego de finiquitar su participación como director en los últimos eslabones de la franquicia de Los Juegos del Hambre (The Hunger Games), Francis Lawrence retoma su senda variopinta de siempre, esa que en el pasado lo llevó a encarar proyectos tan disímiles como Soy Leyenda (I Am Legend, 2007) y Agua para Elefantes (Water for Elephants, 2011) y que ahora lo pone al frente de un muy buen thriller de espionaje con algunos toques de erotismo y romance hollywoodense old school. De hecho, Operación Red Sparrow (Red Sparrow, 2018) esquiva el facilismo narrativo canchero y la catarata de secuencias de acción de la enorme mayoría de las realizaciones semejantes de nuestros días para abrazar en cambio un devenir meticuloso -y bastante bien administrado, por cierto- basado fundamentalmente en el desarrollo de personajes y sobre todo en la gran presencia escénica de Jennifer Lawrence. El film gira precisamente en torno al derrotero que atraviesa la pobre Dominika Egorova (Lawrence), una bailarina del Bolshói que ve trunca su carrera cuando su compañero de danza le quiebra un tobillo. Enterada de una confabulación por parte del susodicho y su reemplazante, gracias al dato que le pasa su tío Vanya Egorov (Matthias Schoenaerts), nada menos que uno de los jerarcas del servicio secreto de la “madre patria”, Dominika muele a golpes a la parejita responsable de destruir su futuro en el ballet. Frente a la necesidad de conservar la casa familiar y la atención médica para su progenitora enferma, Nina (Joely Richardson), ambas provistas por el Bolshói, Vanya la convence de llevar a cabo una misión que deriva en un asesinato de alto perfil y en el pronto reclutamiento de la chica por parte del estado ruso para utilizar su cuerpo e intelecto a la par en operaciones encubiertas. Su primera tarea es acercarse a Nate Nash (Joel Edgerton), un agente de la CIA que estuvo trabajando durante años con un topo en Moscú y que eventualmente tuvo que salir del país al desenmascararse a sí mismo cuando confundió a unos policías con agentes del servicio secreto, lo que lo hizo huir hacia la embajada norteamericana. Emplazado en Budapest para retomar contacto con su informante, el hombre y Dominika comienzan una relación en la que los puntos en común serán más numerosos que las discrepancias y la atracción física probará ser un lazo para garantizar un “mutuo beneficio”. A pesar de que a priori la obra parece estar volcada al tópico de las asesinas gélidas y maquinales símil Nikita (1990), el neoclásico de Luc Besson, y la reciente La Villana (Ak-Nyeo, 2017), aquella pequeña maravilla de Jung Byung-gil, la verdad es que la historia es mucho más sutil porque privilegia los secretos de alcoba, la manipulación y las dobles intenciones ocultas a nivel de la progresión de una trama en la que el sexo es tanto sinónimo de sometimiento vinculado a la prostitución lisa y llana como un ardid para controlar a la contraparte desviando el foco de atención del objetivo de fondo, asimismo -casi siempre inevitablemente- quedando al descubierto y transformándose en la presa de un tercero que pretende sacar rédito también. Aquí el director, a partir de un guión de Justin Haythe sobre una novela original de Jason Matthews, construye un relato pausado y algo esquemático pero que jamás aburre, manejando con inteligencia la tensión y en ocasiones colocando en primer plano unos chispazos de violencia hardcore que le hacen muy bien a la experiencia en su conjunto. Desde ya que el film no brilla por su originalidad y tampoco aprovecha del todo la generosa anatomía de la protagonista, sin embargo resulta innegable que Operación Red Sparrow cuenta con un elenco fantástico (que incluye además a Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker, Ciarán Hinds, Jeremy Irons y Bill Camp) y en términos generales funciona como un soplo de aire fresco para aquellos que creemos que bodrios como Atómica (Atomic Blonde, 2017) o Kingsman: El Círculo Dorado (Kingsman: The Golden Circle, 2017) responden al arquetipo más superficial del cine de espionaje, con sus “sicarios automáticos” y extra cool, por lo que debemos celebrar una creación como la presente que pone el énfasis en el peligro latente del horror estatal y sus personeros y burócratas ventajistas de turno, una estirpe que se mueve como una oligarquía tétrica para la cual sólo importan las apariencias y el poder acumulado a la fecha, con la familia convertida en carne de cañón lista para el sacrificio…
Operación Red Sparrow: Guerra Fría, Película Helada. Si alguien pensó que este filme podría llegar a ser algo similar al origen de del personaje femenino de Los Vengadores, Black Widow, desde ya les digo que no. Y no solo no es un filme de espías trepidante, sino que Operación Red Sparrow se toma su tiempo para declarar su cometido. Y cuando digo “se toma su tiempo”, es literal, ya que la cinta tiene una increíblemente extensa duración de 2:20 hs. Comenzar así una review quizás me eche los perros en contra, pero para ser francos y objetivos, ¿qué tiene de interesante la variopinta carrera del realizador Francis Lawrence? ¿La saga de “Los Juegos del Hambre (The Hunger Games)”? Vamos, que ni siquiera pudo adaptar bien un cómic como el gran Hellblazer en esa bazofia llamada “Constantine (2005)”. Sin más preámbulos les voy a contar de qué va Operación Red Sparrow (¿por qué razón las distribuidoras se empeñarán en ponerle como prefacio el término “Operación” a cualquier filme de espías?): Dominika Egorova (Jennifer Lawrence) es una bailarina destacada del Ballet Bolshoi ruso. Durante una función, su compañero de baile “accidentalmente” quiebra una de sus piernas, y también sus sueños. Embargada por la tristeza y por no poder mantener a su madre enferma, Dominika acepta el trato que le propone su tío, un alto mando del servicio secreto de Rusia, como si esto fuese un buen trabajo. Dicho esto, ese “trabajito” sale mal (en realidad era una prueba para para determinar si era capaz de someterse al riguroso entrenamiento) y nuestra rubia rusa comienza las clases para ser una “Sparrow (Gorrión)”, que vendría a ser un agente secreto que usa su seducción, fuerza y manipulación psicológica para extraer información y completar misiones para su país. En este contexto, el agente de la CIA Nate Nash (Joel Edgerton) estuvo varios años “secreteando” con un topo ruso, pero en un último intercambio de información algo salió mal y casi se va todo al tacho. Ahora, Dominika deberá probar su lealtad a la patria que le dio todo, pero también exige total sumisión y, sobre todo, ser una esclava del Gobierno y no tener nunca más la libertad que, paradójicamente, es inherente en las aves. Como anticipé, Operación Red Sparrow es un filme que se toma su tiempo. Si bien la narración es sólida, peca de demasiada solemnidad en el trato de la acción, llevándola al campo más realista. Esto quiere decir que hay 3 o 4 escenas en las que las peleas y lo gore son en extremo, pero en una cinta de espías que se precie, debe haber un balance entre narración y acción. Sino, no se puede hacer tan larga la historia; y no lo digo por las actuaciones que son soberbias (a pesar de los acentos rusos forzados), ni por la fotografía, o el enrome uso de la iluminación, sino que parece que el realizador falla de nuevo en la adaptación: Operación Red Sparrow está basada en la novela del mismo nombre de Jason Matthews, que se publicó en 2013. En ella, Matthews (el cual su estilo de narración, dicen, se acerca más a John le Carré que a Ian Fleming) acompaña el desenlace de cada capítulo con una receta de cocina. No es casual ni arbitrario, ya que Dominika es una persona Sinestésica: nuestra protagonista femenina tiene una capacidad especial para “ver” la música, absorbiéndola como si fuera un flujo de colores que le permiten aumentar su desempeño en el escenario y le aportan una memoria prodigiosa. Una vez impedida para el ballet, comenzará a explotar esta cualidad para comprender las verdaderas intenciones de quienes la rodean, ir más allá de sus palabras y casi escanear sus pensamientos. Un poco de género fantástico no hubiese estado de más para una narración que no solo se hace pesada, sino que en mucho momentos parece que se metió en un laberinto sin salida, dando vueltas a un mismo tema con diferentes visiones. Lamentablemente, y pese a ser un gran filme en la parte técnica, Operación Red Sparrow no logra entretener como esta clase de filmes necesitan que lo hagan. En cambio, no dista de ser otra propaganda contra el sistema ruso (por más que haya una mención obligatoriamente crítica al sistema capitalista), el trato hacia las personas y, sobre todo, hacia sus mujeres. No hay nada nuevo bajo el sol.
Dominika Ergorava (Jennifer Lawrence) es una brillante bailarina hasta que en una de sus presentaciones sufre una lección irreversible que la deja fuera de los escenarios. Desesperada por mantener a su madre enferma, Dominika acepta el ofrecimiento de trabajo de su tío Vanya Egorov (Matthias Schoenaerts), que la envía a una escuela de espías, donde es entrenada para mentir, seducir y asesinar. Debido a un asunto comprometedor, Dominika deberá ocuparse del agente Nate Nash (Joel Edgerton), un agente de la CIA encargado de negociar con un topo dentro del servicio secreto de Rusia. Esto terminará desencadenado una serie de eventos, que determinarán el destino de Dominika. Si bien la premisa es interesante, los eventos de la misma se van extendiendo demasiado hasta llegar a un punto donde la trama se pierde y se vuelve cansador seguir el hilo del relato. Con respecto a las actuaciones, no son malas, pero tampoco las mejores. Teniendo en cuenta el nivel de algunos de los participantes deberían haber estado un poco más atinadas. Pero también quizás sucede que la historia da poco lugar al desarrollo de los personajes. La estética y la fotografía están muy bien logradas, acompañan a un relato que se vuelve monótono en algunos sentidos y hacen más amena la experiencia del espectador. En pocas palabras, “Operación Red Sparrow” podría haber sido una gran película de espías, pero es demasiado larga, le sobra historia y termina volviéndose pesada a los ojos del espectador.
La historia no es la más original, aunque el director logra narrarla de manera entretenida con tintes oscuros. Jennifer Lawrence hace un trabajo fino increíble para interpretar a una mujer de nacionalidad rusa que es sumamente creíble. La nueva película dirigida por Francis Lawrence (The Hunger Games) está basada en una novela de Jason Matthews llamada Red Sparrow. En la misma se retrata la vida de la rusa Dominika Egorova (Jennifer Lawrence), una bailarina exitosa que debido a una lesión debe dejar su profesión para convertirse -en contra de su voluntad- en una espía muy particular. A partir de su trágica lesión, Dominika se ve obligada a trabajar para su oscuro tío (Matthias Schoenaerts). Se inicia en la Escuela Gorrión, un lugar donde las personas deben dejar de lado los prejuicios para aprender a controlar la mente humana a través de los deseos. Es muy interesante el trabajo psicológico por parte del guión. Una vez convertida oficialmente en espía, trabaja para los servicios secretos de Rusia con el objetivo de desenmascarar a un supuesto infiltrado que está en contacto con Estados Unidos. De esta forma Dominika se relaciona con Nathaniel Nash (Joel Edgerton) un agente de la CIA. Como suele pasar en las buenas películas de espías, Dominika parece ser una espía doble, donde el espectador no logra descifrar de qué lado está, siendo esto es uno de los mayores logros del film, ya que mantiene expectante al público a la espera de una resolución. La historia no es la más original, aunque el director logra narrarla de manera entretenida con tintes oscuros. Pone en discusión como un servicio de inteligencia cosifica a las mujeres poniéndolas en una lugar donde son el objeto de deseo para lograr un objetivo en particular. No deja lugar a la imaginación. Deja a la vista cada acto de violencia por más morboso que sea: muertes trágicas o formas de tortura. También filma de forma explícita el sexo y las escenas eróticas (tiene mucho, ya que combina la belleza física y el sexo con el deseo, la psicología y el poder de manipulación). Por el lado de la fotografía (Jo Willems) el trabajo en notable, la puesta de cámara, la iluminación y los planos son fascinantes. Por parte del guión (escrito por Justin Haythe) es para remarcar que todo objeto o situación de la primera mitad se vuelve relevante para poder cerrar el círculo de incógnitos que se genera a lo largo del film. Lo negativo es que la historia se alarga de forma innecesaria, haciendo que la película dure 139 minutos cuando podría durar 120, como máximo. Párrafo aparte merecen las destacadas actuaciones. Jennifer Lawrence hace un trabajo fino increíble para interpretar a una mujer de nacionalidad rusa que es sumamente creíble (sobretodo cuando la protagonista se tiñe el pelo). Joel Edgerton con su sensibilidad y carisma hace que Lawrence parezca una auténtica ciudadana fría del norte. Lo de Matthias Schoenaerts recreando a un mandatario ruso de alto rango, con una personalidad soberbia y desagradable es realmente increíble.
Entrenada para seducir Operación Red Sparrow (Red Sparrow, 2018) es una película estadounidense de espionaje dirigida por Francis Lawrence. Es la cuarta vez que trabaja con Jennifer Lawrence como protagonista luego de Los juegos del hambre: Sinsajo Parte II. El guion corre por parte de Justin Haythe, basándose en la novela homónima de Jason Matthews. Completan el reparto Matthias Schoenaerts (Gabriel Oak en Lejos del Mundanal Ruido), Joel Edgerton, Charlotte Rampling, Mary Louise Parker, Joely Richardson (Anita en 101 Dálmatas), Jeremy Irons, Thekla Reuten, Douglas Hodge y Kristof Konrad. Ambientada en la era post Guerra Fría, la historia se centra en Dominika Egorova (Lawrence), una joven bailarina rusa que no puede seguir su pasión por haber sido herida en una presentación. La compañía de baile le proveía los medicamentos necesarios para la salud de su madre (Joely Richardson) y el dinero para el alquiler. Al ya no poder continuar su carrera y estar próximas a quedar en la calle, Dominika acepta la oferta de su tío (Matthias Schoenaerts), miembro del servicio de inteligencia exterior ruso. Debido a que en su primera misión no pueden quedar testigos, Dominika prácticamente es obligada a entrar en la Escuela Sparrow. Allí aprenderá a usar la seducción como arma para conseguir lo que su superior le pida en el futuro. Pero cuando tenga que establecer contacto con Nate Nash (Joel Edgerton), oficial de la CIA, las lealtades cambiarán. Filmada en Budapest y Viena, la película se destaca en sus encuadres prolijos de bellos paisajes y lugares lujosos así como en su banda sonora compuesta por James Newton Howard. Jennifer Lawrence tiene la presencia necesaria para cautivar pero en este caso lamentablemente no llega al nivel actoral que logró con Madre! (2017). Y esto sucede debido a lo notorio que resulta su esfuerzo por hacer un acento ruso creíble, aparte de que su personaje solo produce empatía por lo que le toca sufrir. Dominika no tiene la profundidad que requería este tipo de rol, nunca llegamos a conocerla al 100% lo que hace que sus decisiones se tornen confusas para el espectador porque no sabemos qué es lo que pasa dentro de su cabeza. El film dura 140 minutos y esto le juega muy en contra ya que no cuenta con dinamismo, lo que da paso a que el relato en muchos momentos sea aburrido. Es como que se van intercalando escenas densas (donde hay mucho diálogo poco interesante) con situaciones que captan la atención y nos dejan tensos por el nivel extremo de violencia y/o sexualidad. La tortura, sangre y desnudos impactan cuando llegan, pero luego la película vuelve a caer. Aunque no está dividida por partes, el largometraje se siente así: primero la danza, luego lo que le encomienda el tío, el ingreso a la Escuela Sparrow y la misión real. De todos estos diferentes tonos el más atrapante sin lugar a dudas es el adoctrinamiento que se da en la academia: en las clases que imparte Matron (Charlotte Rampling) cualquier cosa puede suceder porque, según ella, el cuerpo humano no le pertenece a cada uno sino al Estado. Sus creencias dan disgusto y el sometimiento está bien construido, sin embargo no nos cierra del todo que las enseñanzas sólo se basen en cómo seducir (nunca vemos a los alumnos aprender a usar armas). El crecimiento de la protagonista no convence, tampoco lo hace su relación con Nate Nash. A pesar de que visualmente cumple con creces, Operación Red Sparrow solo será recordada por su brutalidad.
Es una de espías según la novela de un ex agente de la CIA, Jason Matthews, que imagino un grupo especialmente entrenado en Rusia para aprender todas las técnicas de seducción y deducción de las necesidades emotivas y sexuales de quien se le ponga enfrente. Las chicas se llaman “gorriones” (sparrows). Y lo que cuenta la película es lo que le ocurre a una primera bailarina de ballet que sufre un horrible accidente en escena, y luego se ve obligada por su tío, a convertirse en una espía por una noche, ( para mantener el departamento y el tratamiento de su madre que le pagaba el Bolshoi) que se transformará en obligado trabajo permanente, con su transformación en eficiente agente en la citada “escuela de seducción” Luego con muchas vueltas de tuerca tendrá que descubrir a un agente doble, un “topo”, que fue salvado por un agente de la CIA, con el que tendrá onda enseguida, y de ahí con soñar escapar. Claro que nada será sencillo, la duración de la película lo demuestra, dos horas veinte, donde no todo encaja con lógica. El director Francis Lawrence, que trabajo con la protagonista en “Los juegos del hambre” centro toda su atención en Jennifer Lawrence ( no son familia) porque es ella, con su magnetismo, su seducción y su belleza la única que puede justificar un argumento tan delirante. La acompañan buenos actores, Joel Edgerton, de buena química con Jennifer, Jeremy Irons, Charlotte Rampling, Mary Louise Parker. Quizás con los aires actuales en la política externa de EEUU donde los rusos volvieron a ser los malos de la película, un especie de regreso a tiempos de la guerra fría, pueda justificar la burda pintura de los agentes rusos, torturadores, despiadados, sádicos, sin ninguna virtud. Y los norteamericanos como los chicos buenos, seductores, preocupados por salvar a la chica linda que quiere su libertad. Abundan las escenas de tormentos perversos y mutiladores, engaños y simulaciones y mucha seducción para una actriz al que el personaje le queda chico y merece mejores films. Para los que aman el genero de espías esta es su película. Haciendo caso omiso de ideologías y algún giro no muy convincente, la película entretiene casi todo el tiempo.
La topo Operación Red Sparrow (Red Sparrow, 2018) es una película de espionaje que tiene la disciplina de atenerse a los principios del género sin buscar auxilio de escenas de acción o romance. El problema es que la historia por sí sola no es tan inteligente como se cree ni es tan interesante como debería ser. Jennifer Lawrence hace de Dominika Egorova, una bailarina del Bolshoi que sufre una fractura y en su temor de obsolescencia termina esclavizándose para su tío Ivan (Matthias Schoenaerts), un oficial del Servicio de Inteligencia Extranjera. Ivan usa a su sobrina libremente como femme fatale, la envía a un instituto para formarla como espía (“escuela de putas” la llama Dominika, entrenada grotescamente a seducir extraños por una dictatorial Charlotte Rampling) y luego forma parte de una operación para descubrir un topo que está colaborando con la CIA. Dirige Francis Lawrence, otrora realizador de la pueril serie Los juegos del hambre. La película representa el más nuevo esfuerzo de Jennifer Lawrence de finalizar su salto hacia un tipo de cine más “adulto”. Efectivamente Operación Red Sparrow reduce a la heroína de acción a una víctima harto torturada y humillada, constantemente a medio desnudar y magullada desde hace dos o tres escenas; el consuelo es la posibilidad de que está aguardando al momento perfecto para deshacerse de sus enemigos. Una vez Dominika se recibe de “puta” (sus palabras) cruza caminos con la CIA y mantiene una ambigua relación con Nash (Joel Edgerton), el agente de la CIA a cargo de proteger al topo ruso que Dominika debe descubrir. Se sucede una extensa colección de escenas propias del género: se pasa lista a todo tipo de traiciones, castigos y ejecuciones. Dada la relativa calma con la que se mantiene el resto de la cinta - en definitiva trata sobre gente negociando información - los exabruptos de violencia se sienten tanto más dolorosos. La película es competente en el nivel más formal de todos; narrativamente todo depende del personaje de Dominika. Es cierto que Lawrence tiene el halo de una auténtica estrella y posee suficientemente magnetismo como para cargar cualquier película sobre su cuerpo (expresión más literal que nunca en Operación Red Sparrow), pero su personaje se siente a medio cocer y a pesar de sus numerosas humillaciones y varias escenas de supuesta intimidad nunca forma una conexión emocional con el espectador. Falta algo. Quizás es que tanto de la película depende de la relación entre Dominika y otros personajes que deberían ser clave pero también quedan indefinidos, su impacto en la trama más teórico que otra cosa. No resuenan como deberían: la extraña relación entre Dominika y su manipulador tío, entre ella y el caballero en apuros Nash, entre ella y su lisiada madre (Joely Richardson), que motiva sin gran convicción la trama. Los personajes se sienten más elementos que personajes; elementos que cumplen su función pero nunca alcanzan el nivel de significancia que deberían.
El baile de la muerte. Jennifer Lawrence y Joel Edgerton protagonizan esta historia de espías que retoma muchos conceptos del viejo cine de espionaje para combinarlos con temáticas, tecnologías y estilos muy actuales. Lawrence vuelve a reunirse con el director de las últimas tres películas de Los Juegos del Hambre, Francis Lawrence, quien cuenta además con un elenco que incluye a la nominada al Oscar Charlotte Rampling y al ganador del Premio de la Academia Jeremy Irons. Y esa actualidad tiene que ver con el personaje principal. Jennifer Lawrence interpreta a la rusa Dominika Egorova, una hermosa joven que debe asistir a una especie de escuela de espías conocida como Red Sparrow para luego poder servir a su país en misiones de altísima complejidad. Pero su entrenamiento quedará trunco dada la urgencia de una tarea en particular que la inteligencia rusa necesita realizar y que solo Dominika puede conseguir. Su objetivo se llama Nate Nash (Edgerton), quien vendría a ser el equivalente de Dominika en el mundo del espionaje pero para el bando contrario, los Estados Unidos. Resulta que Nash ha logrado infiltrarse en los más oscuros secretos rusos para dar con el nombre de un topo, un traidor que está pasando información confidencial a los americanos y es tarea de Dominika seducir a Nash para hacerse con el nombre del desertor. Ya desde esa premisa la película aborda la temática de la belleza femenina como un instrumento para lograr un fin y esto lo hace con la estética, los giros inesperados y el suspenso característico de ese cine clásico de espionaje aunque muy lejos de su faceta machista y anticuada en su tratamiento. Ya en esa etapa de aprendizaje y a partir del personaje de Charlotte Rampling, una especie de institutriz para los alumnos de Red Sparrow, es que la película aborda el tema, minimizando el valor superficial que se le da a la estética, al sexo y a todo lo que tenga que ver con la carne, entendida como algo ajeno tanto a la mente como a lo que verdaderamente define a una persona. Y esta mirada general estará presente durante el resto de la trama que tiene que ver con el trabajo de inteligencia y supervivencia que la protagonista encarará cuando se vea atrapada entre su gobierno que la utiliza, no la valora y de hecho la amenaza con matar a su madre si no cumple con sus cometidos y el bando contrario que le ofrece asilo y protección a cambio de traicionar a su patria. Su decisión se tornará todavía más difícil cuando empiece a desarrollar sentimientos que van mucho más allá de lo laboral por su objetivo, el agente Nash. Pero en medio de esto falta algo. La película no empieza con agentes secretos ni con persecuciones a alta velocidad o un tiroteo en las calles de Moscú. Empieza en el Bolshoi. Lo primero que sabemos de Dominika es que es bailarina clásica y está protagonizando las primeras funciones con el ballet Bolshoi, tal vez el más prestigioso del mundo. Todo esto le permite pagar las cuentas de la casa y mantener a su madre enferma. Pero el final de su primera función termina en tragedia cuando la estrella masculina del espectáculo aterriza luego de un salto particularmente difícil sobre el gemelo izquierdo de Dominika en pleno escenario, arruinando la función, la pierna de su compañera y su promisoria carrera. Ese desencadenante, que de la noche a la mañana arruina la vida de la protagonista, es el que da pie a lo ya dicho cuando el tío de Dominika, funcionario del gobierno ruso, le propone servir a su país (y continuar aportando plata al hogar) mediante el programa Red Sparrow. Que sea su propio tío el instrumento de la corrupción y extorsión del gobierno ruso es lo que termina de moldear al personaje de Dominika y su lucha contra el abuso del que fue víctima en todas las etapas de su vida. Red Sparrow combina una buena historia de espionaje clásico con la complejidad de un relato moderno con buena carga de compromiso social. El elenco principal, las vueltas de tuerca sobre el final y el permanente clima opresivo que la película mantiene de principio a fin terminan de darle forma a una gran propuesta de cine de suspenso, con toques de policial negro y escenas de una crudeza estremecedora.
La primera mitad de la película, donde Lawrence interpreta a una joven rusa, ex bailarina, que debe aprender a usar el sexo como arma en el sinuoso campo del espionaje, es extraordinaria, una auténtica teoría respecto de la actuación y la ficción, con una Charlotte Rampling tremenda. La segunda, se sumerge en el lugar común del género, aunque la Lawrence sigue mostrando que es una actriz tan extraordinaria como para darle brillo a la rutina. Una rareza dentro del gran espectáculo reciente.
No es para nada usual ni común que una estrella de Hollywood, como Jennifer Lawrence, en el caso, participe de un proyecto que contenga escenas fuertes de sexo y violencia. Hay excepciones, y la actriz de 27 años ganadora de un Oscar aceptó volver a trabajar bajo las órdenes del austríaco Francis Lawrence -no tienen parentesco-, que la dirigió en tres de las cuatro Juegos del hambre interpretando en Operación Red Sparrow a una bailarina del Bolshoi que se convierte en una espía y asesina letal. Basada en el best seller de Jason Matthews, ex agente de la CIA, la película tiene una carga de morbo inusitada. Todo arranca con una actuación de Dominika (Lawrence), a quien ya antes de salir a escena en el Bolshoi un hombre “importante” aprieta al tomarse una foto con ella. Sufrirá, Dominika, un accidente -le quiebran una pierna- que la obligará a abandonar su carrera, pero no será ese incidente ni el dolor que sufrió el más duro de su vida. No saben lo que le espera. Con una madre enferma (Joely Richardson), como el Bolshoi ya no le paga la casa ni tampoco los cuidados médicos, el tío de Dominika, que tiene trabajos turbios en el gobierno ruso, le ofrece uno. No vamos a adelantar cómo Dominika se transforma en lo que termina siendo en el medio y en el final de la película, pero digamos que el nombre del tío (Vanya) lejos está de tomar referencia con cualquier obra de Chejov. Ni se les ocurra pensarlo. El elenco es internacional y extenso, entre los que interpretan a los rusos y a los estadounidenses. E incluye a Charlotte Rampling exigiendo a los gorriones del título entregar su cuerpo en más de un sentido (y pueden pensar lo que se les ocurra), sacrificio y ver pornografía, a Jeremy Irons como un militar, el irlandés Ciarán Hinds, el belga Matthias Schoenaerts -Metal y hueso- como el tío Vanja y al australiano Joel Edgerton (Bright, de Netflix, Loving) como el agente estadounidense que escapa de Rusia y regresa porque hay un topo en el gobierno soviético al que resguardar. La violencia hará entrecerrar los ojos a más de un espectador, desprevenido, claro. Lawrence, con o sin peluca, no es que esté irreconocible, pero sí cuesta reconocerla en este filme que le exige mucha más exposición que la que haya tenido hasta el.
Cómo disfrutar del exceso y el disparate Una espía del servicio secreto ruso juega a varias puntas, tanto con las agencias de espionaje como con los hombres, en una película con varios actores famosos jugando en el barro. Para apreciar una película como Operación Red Sparrow deben aceptarse dos presupuestos. Uno es que el género de espionaje entraña necesariamente, tanto en la novela como en el cine, un montón de giros y vueltas de tuerca, incluso hasta el punto del mareo. O sea que advertencia 1: la clase de espectador al cual le gusta anticiparse a lo que va a suceder acá va muerto, porque en su afán de sorpresa la película protagonizada por Jennifer Lawrence no repara demasiado en haber dado o no pistas previas para resolver sus enigmas. El segundo presupuesto es el de la existencia del cine trash, que se llama así (basura) por lucrar con materiales como, básicamente, el sexo (turbio) y la violencia. Advertencia 2, entonces: quienes exijan al cine los más altos sentimientos y emociones, más vale que sigan derecho hasta la próxima película auspiciada por la Iglesia católica y el Consejo por la Paz entre los Pueblos. El trash entraña un verosímil distinto al del realismo. Más lúdico, menos circunspecto. Así es como debe tomarse a Red Sparrow, basada en la novela homónima de un tal Jason Matthews y dirigida por Francis Lawrence, cuyo único parentesco con Jennifer es haberla conducido en la serie Los juegos del hambre. Lo más estimulante de aquella saga era cuando se le iba la mano en su cuota de violencia, poniendo en peligro la ansiada calificación de SAM 13 (aquí en Argentina; PG-13 en Estados Unidos). En Operación Red Sparrow (en Argentina, a las películas de espionaje siempre se les agrega la palabra “operación”, para que se sepa que son de espionaje) sucede lo mismo, pero ahora sumándole sexo retorcido al asunto. Bailarina del Bolshoi, a Dominika Egorova (Lawrence) la sacan de la cancha la noche en que su partenaire, en lugar de pas de deux, le parte en deux, por un “error de cálculo”, la tibia izquierda. Fin de la improbable carrera de étoile de Dominika, que tiene más físico de campeona de lucha libre que de bailarina clásica. Después de que ella ponga los puntos sobre las íes sobre los responsables de esa lesión, dándole a su bastón un uso más que ortopédico, su tío Vanya (¡sí, tiene un tío llamado Vanya!) le hará una oferta que no puede rechazar: o se queda en la calle cuando el Bolshoi las eche del departamento prestado, a ella y a su pobre viejecita enferma (esta zona de Red Sparrow es un tango ruso hecho y derecho), o se convierte en espía a su servicio. Vanya (el belga Matthias Schoenaerts), que tiene un alto cargo en la SIE, logrará convencer a sus superiores, Zajarov (el irlandés Ciarán Hinds, con las comisuras cada vez más caídas) y el General Korchnoi (tocayo del jugador de ajedrez, interpretado por Jeremy Irons) de la utilidad que su sobrina puede prestarles como espía. Dominika concurrirá a la Escuela del Estado para jóvenes espías, conducida por una Charlotte Rampling machona, que parece homenajear a la Coronel Rosa Klebb de De Rusia con amor, y donde todos lucen el más canónico gris plomo soviético. No se sabe si por libido de la Matrona (Rampling) o por una política específica, la enseñanza de la escuela tiene la fijación sexual de un valijero. A una alumna se la obliga a practicarle una fellatio a un prisionero, y a Dominika, a cumplir con los deseos de un compañero. Para lo cual Mrs. Lawrence se quita meticulosamente prenda por prenda, hasta quedar desnuda por completo, humillar al compañero y sumar algunas entradas en boletería. En ese punto, algunos espectadores dirán que Operación Red Sparrow es una basura. Otros, los que saben disfrutar del exceso, lo fuera de lugar, lo imposible de creer, pensarán lo mismo, pero frotándose las manos. De allí en más, la grieta entre espectadores correctos e incorrectos no hará más que profundizarse. Preparada para seducir y atrapar al enemigo, Dominika no podrá resistir sin embargo la atracción que le produce Nate Nash, agente de la CIA (nombre totalmente de comic, encarnado por el serio Joel Edgerton). De allí en más la alternativamente castaña o rubia agente del SIE jugará a dos puntas entre ambos poderes, hasta una notable escena de tortura con un killer ruso, que se especializa en despellejar a sus víctimas con un dispositivo especial. ¿Está Dominika del lado del torturador o del torturado? Y el topo al que Nash protege, ¿quién es? Esta última pregunta, que supuestamente guía la trama, es lo que Hitchcock llamaba un macguffin, una mera excusa para hilar la acción, que en sí misma no importa nada. A propósito de Hitchcock, hay un largo y trabajoso crimen de a dos que recuerda el de Cortina rasgada. Claro que el genio británico tenía un respeto por el rigor y el pudor al que Mr. Lawrence no aspira en lo más mínimo. Uno hacía alto cine. El otro, cine-basura. Ambos son divertidos.
Operación Red Sparrow, de Francis Lawrence Por Jorge Bernárdez En el comienzo de Operación Red Sparrow, una integrante del ballet del Bolshói sufre un horrible accidente que por su gravedad la deja fuera del mundo de la danza. Al mismo tiempo que Dominika (Jennifer Lawrence) queda lesionada de por vida, en el Parque Gorky un agente de la CIA y su topo dentro del servicio secreto soviético escapan a duras penas de una redada de la policía rusa. Tiempo después Dominika recibe información clasificada en donde descubre que su lesión no fue realmente un accidente sino un atentado perpetrado por su pareja de baile junto a una bailarina que esperaba la oportunidad de ocupar su puesto en el ballet. Lo cierto es que las parejitas de conspiradores entenderán de manera violenta que se metieron con la bailarina equivocada y el espectador se entera además del carácter violento de Dominika, que rápidamente es contactada por su tío para que se olvide del ballet y se meta en un programa de espías que funciona desde los días de la Guerra Fría. Hermosos jóvenes rusos de ambos sexos son entrenados para ser armas letales cargadas de sensualidad y capaces de llevar adelante operaciones de infiltración o de seducción de espías o funcionarios del enemigo capitalista. Dominika además de haber perdido la capacidad de bailar, tiene una madre gravemente enferma que necesita tratamiento, así que no duda mucho en aceptar la propuesta y entrar al programa para canalizar el carácter violento que anida en ella. Su primera misión será ubicar al agente de la CIA que aquella noche de su accidente huyó pero que espera en Budapest que su contacto reaparezca. Operación Red Sparrow combina un poco de las clásicas novelas de espías con algo de los cómics ultraviolentos con dosis considerables de sexo. Lawrence asume el papel de Dominika con soltura y se transforma en una máquina de seducción y venganza. No importa demasiado que nunca esté claro en que época se desarrolla, hay extrañas combinaciones tecnológicas cómo que en una escena conviven un teléfono celular de última generación con un grupo de disquetes que contienen información vital para los servicios de inteligencia de Occidente y de Rusia. Pero ni algunos huecos o incongruencias de guión atentan contra la película, que atrapa al espectador con altas dosis de acción, violencia y escenas de sexo de alto voltaje. El “cine que le gusta a la gente” (ja) vuelve a la pantalla de la mano de Jennifer Lawrence y un elenco que se luce jugando el rol que la película necesita para que nunca afloje la acción. OPERACIÓN RED SPARROW Red Sparrow. Estados Unidos, 2018. Dirección: Francis Lawrence. Guión: Justin Haythe. Elenco: Jennifer Lawrence, Joel Edgerton, Matthias Schoenaerts, Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker, Ciarán Hinds, Jeremy Irons, Joely Richardson, Bill Camp, Douglas Hodge. Producción: Steven Zaillian, Jenno Topping, David Ready y Peter Chernin. Distribuidora: Fox. Duración: 139 minutos.
Jennifer Lawrence presta su cuerpo y alma a una película que atrasa años en materia de disparadores narrativos y que intenta acercar a grandes audiencias un género que ya ha quedado en desuso: películas de espías. Francis Lawrence recupera a su heroína de Los Juegos del Hambre para actualizar el relato de saga juvenil a ligas mayores, configurando en el relato del devenir de una joven bailarina en espía todos los lugares comunes de propuestas ya presentadas. A favor, las escenas de tortura a las que se presta Lawrence y otros miembros del elenco.
La primera media hora de Operación Red Sparrow amaga con presentar la verdadera adaptación de la Viuda Negra de Marvel en el cine. Un anti-heroína del cómic fascinante y compleja, cuya oscuridad fue atenuada en los filmes de Iron Man y Los Vengadores para que pudiera ser incluida dentro de una propuesta familiar. El personaje que interpreta Jennifer Lawrence en este film, al igual que la Viuda Negra, es rusa, tiene el mismo corte de pelo, cuenta con una formación como bailarina y también terminó involucrada en un programa especial de espías. Lamentablemente el trabajo del director Francis Lawrence (Los juegos del hambre) luego de una buena presentación de la protagonista se convierte en una historia aburrida que no consigue ofrecer nada interesante dentro de este género. Operación Red Sparrow es una producción desesperada por brindar un relato de espionaje inteligente y provocativo en la línea de lo que suelen ser las historias de John Le Carré (El topo). Tiene un buen primer acto donde se establece el conflicto principal pero después decae con una intriga tediosa que se vuelve interminable. A esto se suma una subtrama romántica que no tiene razón de ser y se ve afectada por la ausencia de química entre Jennifer Lawrence y Joel Edgerton. El director optó por evitar las secuencias de acción elaboradas para trabajar la violencia a través de escenas de tortura, dirigidas en su gran mayoría a los personajes femeninos. En este punto encontramos el gran problema de Operación Sparrow y el motivo principal por el que la espía Dominika Egorova no resulta atractiva como personaje. Francis Larwrence y el guionista Justin Haythe (El llanero solitario) a lo largo del film confunden el empoderamiento femenino con la degradación física. La película intenta vender a la protagonista como una heroína fuerte cuando se trata de una mujer miserable que es permanentemente vejada y manipulada por los hombres que la rodean. Dentro de los hechos terribles que sufre, ella intenta sobrevivir como puede pero eso no la convierte en la femme fatale que busca retratar la trama. A diferencia de Lorraine Broughton (Charlize Theron en Atomic Blonde), la Viuda Negra de Marvel o la agente de Salt de Angelina Jolie, quienes escogieron encaminar su vida por el espionaje, Doninika es forzada a vivir situaciones extremas donde asume el rol de víctima. Durante el desarrollo de la trama la protagonista es violada y golpeada y esos hechos no tienen ningún tipo de secuela emocional en el personaje, ya que el director aborda la violencia de un modo superficial. Sin ir más lejos, hay un momento donde torturan al personaje de Jennifer Lawrence y la composición estética de la escena parece salida del libro de fotos erótico de Madonna. Aunque en ocasiones el arquetipo de la femme fatale se trabajó en el cine con el perfil de la víctima acorralada en una situación sin salida (como Rita Hayworth en La dama de Shanghái o la Nikita de Luc Besson), en Red Sparrow el director Lawrence estanca a la protagonista en situaciones traumáticas y no hay ninguna virtud en el personaje, más allá de su capacidad de sufrir abusos por “el sacrificio a la patria”. Hay un elemento sexista en esta producción bastante jodido que me hizo mucho ruido y no puedo ignorar. Pese a todo, Jennifer Lawrence se entrega por completo a un rol que representaba una enorme demanda física y brinda una correcta labor, más allá de su acento ruso, que es tan forzado como el reclutamiento de la bailarina en los servicios de inteligencia. Los estudios Fox hicieron esta producción con la intención de lanzar una nueva saga y la verdad que cuesta bastante imaginar más relatos con el personaje de esta supuesta espía rusa. Si bien no llega a ser un film completamente malo y se beneficia con un reparto decente, dentro del género Operación Sparrow resulta una propuesta olvidable.
Jennifer Lawrence lo hizo de nuevo. Una vez más demostró su debilidad para elegir de tanto en tanto alguna película que no la exija demasiado en términos actorales. Renovó su capacidad por participar de films fácilmente olvidables y efímeros. Tan efímeros como sus diálogos e intervenciones como protagonista de Operación Red Sparrow (2018), su último trabajo. En la película Lawrence interpreta a una pseudo espía de nacionalidad rusa, que poco tiene de espía y mucho menos de rusa. Dirigida por Francis Lawrence (Los juegos del hambre, 2013) Operación Red Sparrow cuenta la historia de Dominika Egoroba (Jennifer Lawrence), una bailarina de ballet con mucho talento y futuro, pero que por una lesión intencional por parte de uno de sus compañeros de elenco debe retirarse de la actividad para siempre. Angustiada por las deudas y la enfermedad de su madre, Dominika – que era bailarina de ballet hasta el momento- acepta la oferta laboral de su tío, un alto mando del Servicio Secreto Ruso, y se enlista en una especie de escuela para espías. Allí le enseñan a matar, manipular y seducir para cumplir con sus misiones. El primer problema es la lánguida y pesada espera. Una historia que se dilata y que, al igual que una sesión de sexo mecánico, frío y sin acción, nunca llega al orgasmo. No hay explosión, sólo algunas escenas de gore, pero sin tensión. No hay nada de la historia que corté el aire. Más de dos horas de amagues y coqueteos. Por otro lado, Lawrence deambula y lleva sin fuerza a su personaje. No es creíble su posición dentro la historia, rompe el pacto con el espectador en esa truncada mutación de bailarina de ballet a agente secreto. La actriz deja el acento ruso en su casa, y por varios pasajes de la película se le olvida por completo el pequeño detalle de la nacionalidad. Invisible. Operación Red Sparrow cuenta con una buena fotografía y algunos destellos técnicos, pero no logra excitar. Sin buenas escenas acción, poco gore y con media hora completamente de más. Efímero, como todo últimamente.
Francis Lawrence (Las secuelas de Los juegos del hambre, Soy leyenda, Constantine) dirige esta adaptación de la novela de Jason Matthews que escribe Justin Haythe ("Revolutionary road", "El llanero solitario", "La cura siniestra"). En ella, Jennifer Lawrence es Dominika Egorova, una bailarina de ballet a la que en pleno escenario su compañero le rompe “accidentalmente” la pierna y a partir de ahí también ve rotos todos sus sueños. Dominika vive con su madre enferma a quien su carrera le permitía una buena vida. Ahora, sin ella, corre peligro de perderlo todo. Y entonces aparece su tío, quien le demuestra que adentro suyo hay un ser más oscuro de lo que imaginaba, que sale a flote en las situaciones límite, y entonces le propone, o mejor dicho no le deja otra opción que, trabajar con él. Su rol debía ser el de seducir y de repente se encuentra desnuda bajo un hombre al que desprecia y cubierta de sangre. Como las cosas no salieron del modo que se suponía que tenían que salir, este tío no encuentra otra opción para que su sobrina siga con vida que llevarla a una escuela donde entrenan “Sparrows”. Un lugar donde te enseñan a distanciarte de todas tus emociones para poder utilizar tu cuerpo y seducción con el fin de cumplir diferentes asignaciones de parte del Estado. Dominika ya no tiene control, poder sobre su cuerpo, sobre su vida; ahora es del Estado. Nate Nash es un agente norteamericano que tiene un topo en Rusia, y Dominika será asignada para descubrir ese nombre. Dominika y Nate son el mismo eslabón de dos gobiernos muy distintos: los fríos y destemplados rusos para los que las mujeres no son más que objetos, y los cálidos norteamericanos que se preocupan además por la seguridad de sus agentes. La idea de "Red Sparrow" podría haber resultado algo mucho más interesante bajo los ojos de quizás alguien como David Fincher. Acá, la solemnidad se apodera del relato que para el colmo dura más de dos horas. Y en su intención de ser un relato perverso y oscuro, muchas veces se torna algo ridículo, como varias de las escenas de la escuela que entrena a Dominika. Hay un gran elenco detrás. Jennifer Lawrence queda totalmente deslucida con su falso acento ruso, su rostro sin emociones (como su personaje, esto no es crítica), y poniéndole el cuerpo (muchas veces desnudo) a este ave atrapada. Joel Edgerton logra aportar algo de calidez a una película muy fría y distante aunque su personaje no tenga mucha dimensión. Matthias Schoenaerts (el perverso tío, con familiares así quién quiere familia), Charlotte Rampling, Jeremy Irons, Joely Richardson, Mary Louise Parker. Rodada en locaciones reales como Moscú, Budapest y Londres, el film cuenta con una fotografía cuidada y elegante a cargo de Jo Willems, quien ya trabajó con el director en las películas de "El juego del hambre" que Lawrence dirigió (o sea todas menos la primera). A la larga, "Operación Red Sparrow" (agreguémosle la palabra "Operación" para que sepamos que es una de espías) es un relato de espías clásico en su estructura pero que pretende ser más oscuro y violento que muchos de ellos. Con un tono monocorde y muchas vueltas de tuerca especialmente en el último tercio, el film además pone en foco un mundo donde las mujeres son humilladas y tratadas como objetos. Pero también juega a retratar dos tipos de patriotismos bien diferentes: el ruso y el norteamericano. Entre tanta oscuridad y rojo, se podría haber jugado un poco más con las diferentes tonalidades. El resultado termina siendo bastante plano.
Protagonizada por Jennifer Lawrence y a cargo de Francis Lawrence (Los juegos del hambre), llega a las salas de cine Operación Red Sparrow, un thriller de espías lleno de sexo, violencia y, como no podía faltar, amor. La historia gira en torno a Dominika Egorova, una bailarina que debe abandonar su carrera luego de que un compañero le quiebra el tobillo durante una presentación en el Teatro Bolshoi de Moscú. Sumida en la desesperación por no saber cómo podrá pagar los gastos que conlleva la enfermedad de su madre, acepta una propuesta de su tío Vanya Egorov (Matthias Schoenaerts): trabajar para el Estado ruso. Luego de una prueba, que finaliza con el asesinato de un hombre de alto perfil, la joven deberá asistir al Sparrow School, una institución que enseña a dominar las artes de la manipulación psicológica y sexual, para así participar de las operaciones encubiertas. Una vez fuera del instituto, su tío le ofrece la primera misión: acercarse a Nate Nash (Joel Edgerton), un agente de la CIA que mantenía contacto con un topo dentro del gobierno ruso. El objetivo de la protagonista será que Nate le revele quién es el hombre en cuestión. Si bien todo parece marchar en un principio, las cosas dan un giro (in)esperado: ambos personajes se involucran sentimentalmente. El papel de Nate Nash parece tener una única función: ser el príncipe azul que rescata a la dama en apuros de las aterradoras garras de los villanos, en este caso, los rusos. La relación que mantiene con la protagonista surge de la nada, ambos parecen estar dispuestos a dar la vida el uno por el otro. Esto a pesar de que los momentos que comparten en la pantalla son escasos y poco convincentes para dar lugar a un lazo amoroso. En pocas palabras: relación forzada. Si bien la película cuenta con los típicos elementos que se ven en una película de espionaje (misterio, suspenso, engaños), se deja de lado la acción propiamente dicha -algo casi infalible en este tipo de género-. Las escenas tan típicas de persecución o de explosión brillan por su ausencia. Operación Red Sparrow es una película más psicológica que física. Toda la tensión se centra en el factor psicológico de los personajes. A pesar de los intentos de alejarse de los lugares comunes y dar giros que buscan ser inesperados, Operación Red Sparrow cuenta con personajes que constantemente caen en el clisé: espía estadounidense de buen corazón, antiheroína enamorada de su contrincante -por decirlo de alguna manera-. Los personajes secundarios también cometen el mismo pecado, desde el villano más malo de la historia, hasta la compañera envidiosa que buscará destruir la carrera de la protagonista. Como si todo eso fuera poco, la película cae en el mayor tópico de este estilo de películas hollywoodenses: estadounidenses buenos, rusos malos. Constantemente se esfuerzan por mostrar cómo los yanquis son personas generosas que sólo buscan el bien, mientras que los rusos son seres crueles y desalmados. Ni hablar del hecho de que los personajes rusos son interpretados, al fin y al cabo, por estadounidenses.
Como a Angelina Jolie ( Lara Croft: Tomb Raider), Scarlett Johansson ( Lucy), Charlize Theron ( Atómica) y muchas otras estrellas de Hollywood, a Jennifer Lawrence le llegó la oportunidad de ser una espía implacable, una mujer de armas tomar, una heroína de acción. Y lo hace de la mano de otro Lawrence (Francis), quien ya la había dirigido en las tres últimas entregas de la saga Los juegos del hambre. Lawrence (Jennifer) es Dominika Egorova, una primera bailarina del Bolshoi que sufre una grave lesión. Con su madre (Joely Richardson) postrada y ante la perspectiva de quedarse sin el departamento que le otorga el Estado, acepta la propuesta de su tío (Matthias Schoenaerts) de convertirse en una agente entrenada para seducir, manipular y engañar a eventuales enemigos. El film -narrado con pulso seguro por el realizador de Soy leyenda- remite por sus innumerables vueltas de tuerca a las trasposiciones de novelas de John le Carré, pero -claro- en este caso potenciado con buenas dosis de erotismo y provocación. En este juego de gato y ratón nada es lo que parece y, si bien los múltiples giros argumentales que nos pasean por Moscú, Budapest, Londres y Viena pueden marear un poco al espectador, la solvencia del director y la categoría de un elenco plagado de grandes intérpretes (Joel Edgerton, Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker, Ciarán Hinds, Jeremy Irons) terminan convirtiéndolo en un digno exponente de género.
Esta adaptación de la novela homónima de Jason Matthews, centrada en la escuela de agentes sumisos y reemplazables al servicio del estado Ruso durante la Guerra Fría, propone un buen Thriller de espías clásico que rescata el ambiente de intriga, deslealtad y traiciones existentes en ambos bandos y la caracterización de los rusos y americanos estereotipada de los films de los 80, pero sin el grado de acción y tensión que caracterizaban a aquellos, ni las persecuciones y explosiones propias de Hollywood como Nikita o la reciente Atómica. Operación Red Sparrow se centra mas en el factor psicológico de estos atormentados personajes, con una cautivante Jennifer Lawrence sufriendo vejaciones físicas y psicológicas, un gran reparto que incluye a Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker, Jeremy Irons y Ciaran Hindsentre otros, y cierto atributo del director Francis Lawrence para filmar sin escrúpulos algunas escenas de violencia. Dominika, una retirada bailarina del Ballet Bolshoi con sus sueños destruidos y su madre enferma a cargo, sucumbe a los favores de su tío que la envía a un funesto lugar en el que aprenderá el arte de la seducción aplicado al espionaje de Estado. Con la misión de extraer información a un agente de la CIA-Joel Edgerton-, comenzara una espiral de amenazas, engaños y atracción sexual que pondrá en peligro tanto su vida como la seguridad de sus respectivas naciones. Operación Red Sparrow brilla en la superficie, con una elegante puesta en escena; la opulencia de palacios y hoteles; una fotografía plomiza que junto a la crudeza del invierno ruso y la banda sonora contribuyen a crear esa atmósfera tan particular de misterio e incertidumbre que pesa alrededor de todos los personajes de la película; y principalmente por una solemne Jennifer Lawrence que se debate entre el bien y el mal en su conversión de inocente joven a femme fatale impredecible, para terminar imponiendo su libre albedrío a la voluntad del estado Ruso. Pero mas allá de la protagonista y la puesta en escena con eficaces y un tanto sádicas escenas de violencia, que incluyen múltiples intentos de violación y una maquina para filetear piel humana, Operación Red Sparrowse hace larga. La intriga simplemente no sostiene el interés con fuerza suficiente durante dos horas y veinte de metraje, sumado a la falta de vertiginosas escenas de acción y que falta un poco mas de química entre sus dos protagonistas. Sobre el final, una vuelta de tuerca vuelve a despabilar al espectador de este film que aparentaba especialmente retorcido en el comienzo y que termina quedándose solo en un buen Thriller de espías. Mención aparte para la incomprensible, aunque deliberada claro esta por su director, decisión de ambientar la historia en la Rusia actual, cuando en la puesta observamos que las intenciones son otras, teniendo que recurrir incluso a tres escenas -casi como si fueran de otro film- para justificar la contextualidad de actualidad. ¿Hacían falta celulares?
Si bien el género de espionaje tiene más años en la historia del cine de los que realmente aparenta, fue precisamente durante la Guerra Fría que creó a sus arquetipos más identificables. Aunque basada en una novela de alguien con sendas vivencias de ese periodo, Red Sparrow toma el modelo, intentando darle un molde más dramático y no tan aventurero, incluso si las promesas que hace se vuelven difíciles de cumplir. El Cisne Rojo Dominika Egorova es la prima ballerina del Ballet Bolshoi, una vocación y un trabajo que le permiten mantener a su madre, quien se encuentra en un estado de salud delicado. Todo esto es puesto en riesgo cuando en plena función su compañero de baile le daña accidentalmente la pierna, impidiéndole permanentemente el poder bailar. Es aquí donde su tío, un jerarca del servicio de inteligencia ruso, le ofrece una solución a su problema: ser una Sparrow, alguien que se vale de su cuerpo como arma para obtener secretos de facciones extranjeras. No obstante, el entrenamiento y sobre todo su primera misión, probarán ser más desafiantes de lo que ella esperaba. Red Sparrow propone ideas interesantes tales como que “todos somos un rompecabezas de necesidad” o que esta es una historia de empoderamiento sobre cómo Dominika le hace frente a todos los hombres que tienen o desean tener poder sobre ella. Pero ese es el punto, son ideas; de ahí a una ejecución apropiada ya es harina de otro costal. Acá lo que tenemos son dos películas: una de 50 minutos que es el entrenamiento de Sparrow del personaje, y otra de 90 que es la misión de espionaje en si misma. La motivación del personaje es clara; el problema es cómo lo mueven de un punto a otro. El conflicto debe estar siempre presente, pero entre la longitud del metraje, el tedio con que se desarrolla, y el divague de los objetivos narrativos, terminan por convertir este conflicto válido en algo olvidado, cuando no una mera excusa. Como la gran mayoría de las películas de espionaje el tema es el de la confianza, aunque no consiguen ese clima de incertidumbre que le impida al espectador confiar en ningún personaje. Aparte de que intenta, con no muy buenos resultados, establecer giros sorpresivos, los cuales generan una completa indiferencia. Si bien se tiran tiros, esto es más una película de intrigas que de otra cosa. Son muy pocos los momentos de verdadera tensión y aún menos las escenas que le resultarán al espectador verdaderamente incómodas por su contenido. En particular una escena donde un hombre es despellejado con un aparato aplicado a dichos fines, y una escena de desnudo que tiene lugar en un aula repleta de personas. Red Sparrow se estuvo vendiendo prometiendo un coctel intenso de sexo y violencia. Una propuesta arriesgada para una película de estudio y protagonizada por una estrella de renombre, sobre todo considerando que estamos en tiempos donde algo así podría recibir un tamaño repudio. Pero los hechos concretos son otra cosa. Prometieron exceso y entregaron suficiencia. No significa que la película en ningún momento empuje los límites. Lo hace, pero ese es el punto: sólo en lo suficiente. Después de todo no es un film serie B, sexploitation o slasher. La sutileza nunca es un problema. El problema es vender una cosa por otra. En materia actoral, podemos decir con seguridad que este es uno de los papeles más jugados de la carrera de Jennifer Lawrence. La actriz puso el cuerpo como pocas veces lo hizo. Aunque en honor a la verdad, el endeble desarrollo de personaje que le otorga el guion lamentablemente no la ayuda, lo que sumado al forzado acento ruso acaba por echar por tierra las pocas buenas intenciones que su interpretación tenía para ofrecer. Joel Edgerton provee un acompañamiento apropiado, mientras que Jeremy Irons está en un piloto automático que no suscita muchas emociones. En materia técnica tenemos una prolija propuesta fotográfica y de diseño de producción. El realizador Francis Lawrence sabe cómo crear un clima, pero lamentablemente la falta de ritmo en el montaje no lo ayuda y consigue que sus 140 minutos de duración, aunque claramente segmentados, pesen y mucho en la paciencia del espectador. Conclusión Una propuesta de espionaje que apenas cumple con sus promesas de arriesgar en el tono, mientras que como narración repta y tropieza. Aunque tiene una protagonista que parece persistir con salirse de su zona de confort, por loables que sean sus intenciones, no bastan para salvar a Red Sparrow de la zozobra.
El director de cine y videoclips estadounidense Francis Lawrence (“Los juegos del hambre”) y el guionista Justin Haythe (“Sólo un sueño), se van tomando sus tiempos para ir presentando a sus personajes y una trama atrapante. Una joven bailarina del Bolshói Dominika Egorova (Lawrence, en un personaje que se luce, esta deslumbrante, la ganadora del Premio Oscar por “El lado bueno de las cosas”) sufre un accidente, que la lleva a dejar los escenarios, bajo una vida humilde en Rusia con una madre enferma Nina (Joely Richardson) hasta que aparece en su vida un tío poderoso Vanya Egorov (Matthias Schoenaerts), y la lleva para que se una a la “Escuela gorrión rojo” o Escuela Sparrow. Es entrenada hasta convertirse en una espía rusa, donde pone su cuerpo y mente para ayudar a su nación, la instructora es Matron (Charlotte Rampling), obliga a sus alumnos a desnudarse, a sufrir torturas, a usar su cuerpo como un arma y se expone a relaciones sexuales entre otras actividades. Tendrá una importante misión en la cual le puede ir la vida, se vincula con el agente de la CIA Nathaniel Nash (Joel Edgerton), a quien con mucha habilidad le deberá sacar el nombre de un topo que pertenece al Servicio de Inteligencia Extranjera. En el elenco secundario también se destacan: Mary-Louise Parker, Ciarán Hinds, Jeremy Irons y Bill Camp. Nos encontramos con un thriller lleno de intriga, espionaje, acción y romance, con todos los clichés que le dan vida al género, le sobran algunos minutos porque no se sostiene a lo largo de su extenso metraje. Nos encontramos con buenos giros y vueltas de tuerca. Tiene algunos puntos de coincidencia con Nikita (1990), de Luc Besson, La Villana (2017) y Atómica (2017) protagonizada por Charlize Theron, entre otras.
Cine negro de espionaje de antaño, la moda nostálgica de la que bebe el siglo XXI. La Guerra Fría, más presente que nunca, todavía no ha terminado. Esta adaptación de la homónima novela de Jason Matthews, dirigida por Francis Lawrence y protagonizada por Jennifer Lawrence y Joel Edgerton, revive esa tendencia “yankee bueno vs. comunista malo”. Hay personajes rusos hablando inglés entre ellos, erotismo y vueltas de tuerca, solo por nombrar algunos sellos distintivos del género. Red Sparrow tiene la estructura de un clásico, pero sin llegar a dicho nivel ni por asomo.
Jennifer y Francis Lawrence no tienen parentesco entre sí pero llevan recorridas muchas horas de rodaje juntos. La actriz y el director trabajaron codo a codo en las tres últimas películas de Los Juegos del Hambre y ahora se reencuentran en Operación Red Sparrow (gorrión rojo). En el filme, una bailarina clásica en Rusia se ve obligada a trabajar encubierta para el servicio de seguridad de su país. Dominika Egorova (Jennifer Lawrence) deja de lado sus zapatitos de ballet y se somete a un entrenamiento durísimo y humillante cuyo objetivo es convertirla en un arma de “seducción y manipulación”: una Red Sparrow. Ese es el punto de partida de este thriller de espías al que le sobran veinte minutos pero que igual mantiene la tensión (y atención), en gran medida gracias a los giros de la trama. Los diálogos de la cinta por momentos son naif y contrastan con el evidente deseo de hacer una película para adultos, con mucha desnudez y violencia. El entrenamiento y las “clases” a las que asiste la protagonista parecen sacados de una saga juvenil, casi como si se tratara de una parodia. Sumado al hecho de que resulta difícil imaginar la transformación de una bailarina clásica en la espía más picante en menos de lo que canta un gallo. Al comienzo la película sorprende con una cruda escena de abuso sexual y violencia. De ahí en adelante el recurso se profundiza y hay más desnudos, sangre y tortura sin sutilezas. Jennifer Lawrence le pone el cuerpo a la película en todos los sentidos, y una vez más demuestra ser una gran actriz. Sin embargo, de a ratos no parece sentirse cómoda como femme fatale, uno de los roles que deben tener las Red Sparrow. En este sentido y por más odiosa que sean las comparaciones, el papel de Charlize Theron en Atómica resulta mucho más impactante, sexy y empoderado de lo que “los Lawrence” (actriz y director) logran con Dominika Egorova. Operación Red Sparrow es una película de las que se olvidan poco después de abandonar la sala de cine, pero cumple como un filme de espionaje entretenido y sorprende por su nivel de perversidad. Están avisados.
Como todo el cine, el cine de espías también cambia. Atómica y ahora Operación Red Sparrow ponen patas para arriba los esquemas del género: protagonistas mujeres que tienen que abrirse paso en mundos gobernados por hombres y pelear a la par de ellos. El planeta sigue cruzado por las mismas intrigas diplomáticas que siempre, las mismas guerras de inteligencia (la rivalidad de Estados Unidos y Rusia sigue proveyendo un escenario ideal, incluso después de terminada la Guerra Fría), los mismos juegos de engaños, las mismas persecuciones silenciosas. Pero ese universo ahora es atravesado por rasgos del drama femenino que llegan desde otras latitudes fílmicas: la competencia internacional por fragmentos de información ya no es motorizada por hombres entregados a su oficio (como en El Topo), sino por mujeres que son arrojadas a esa pelea contra su voluntad para sobrevivir. Las películas, cada una con sus matices, conservan el nervio y el suspenso del género, pero no dejan de insinuar, como si fuera un rumor permanente, que las protagonistas están ahí por culpa de una sociedad desigual que inviste a sus integrantes masculinos con el poder que las aplasta a ellas. No es nada muy nuevo, tampoco, sino algo común que suele llamarse con un poco de pereza resignificación o relectura. Operación Red Sparrow narra la seguidilla interminable de abusos y desgracias que sufre Dominika, bailarina principal del Bolshoi que se mantiene a ella y a su madre gracias al apoyo del teatro. Dominika se quiebra la pierna justo al final de un acto, deja el baile y un tío sombrío la busca para ofrecerle trabajo. Una cosa lleva a la otra y en poco tiempo Dominika está en una escuela de espías perdida en la nieve en la que se enseña a sus miembros tácticas de seducción y de manipulación psicológica. Dominika supera las pruebas como puede y le asignan una misión: ganarse la confianza de un agente de la CIA y averiguar el nombre de un topo que opera en el gobierno ruso. Todo está más o menos dispuesto para el comienzo de la intriga, entonces, pero a los secretos habituales del género, Operación Red Sparrow le agrega el drama de Monika, una chica común tironeada de un lado para el otro por un tío vicioso y un gobierno inescrupuloso. Una mujer atrapada en un mundo de hombres despóticos y crueles; una película de espías que esconde una woman’s picture. Francis Lawrence dirigió a Jennifer Lawrence en la trilogía de Los Juegos del Hambre. El hombre sabe perfectamente con qué escenario proveer a la actriz para su lucimiento personal: un relato lleno de adversidades, un desafío tras otro, abusos de toda clase, sufrimiento físico y mental, golpes, sesiones de tortura. De ese calvario emerge un personaje femenino que parece estar de moda: la mujer lastimada que se sobrepone a la adversidad sin perder la compostura, que a pesar de todo se mantiene entera y que hasta lleva sus moretones con elegancia, casi con orgullo. Lawrence entiende de estos asuntos: en Los juegos del hambre le pone el cuerpo a la típica heroína involuntaria que carga con el peso de salvar a otros, en Joy hace a una madre incansable que se ocupa de hijos, exmarido, novio y padres por igual. Desde Lazos de Sangre (Winter’s Bone) que la chica rara vez la pasa bien en una película. La espía de Red Sparrow es, como sus personajes anteriores, una mujer de escala humana que nada sabe de las proezas físicas o cerebrales de sus pares de X o La Villana. Dominika no está particularmente dotada para nada que no sea el engaño y la atracción. Entre ella y otro hombre apenas si pueden matar a un asesino profesional (de nuevo, por enésima vez, se escuchan ecos de la escena filmada por Hitchcock en La Cortina Rasgada). De fondo, un retrato divertido sobre una Rusia con ecos de su pasado soviético hecha de edificios grandes y grises que exhiben la nostalgia de una arquitectura envejecida demasiado rápido. Los altos mandos del servicio secreto evocan el porte duro y malévolo que el cine supo darles a los jerarcas de la KGB. Contra esos monstruos de otra era se mite la protagonista mientras va y viene por hoteles, pasillos y hospitales que parecen anclados en otro tiempo.
El director Francis Lawrence por cuarta vez vuelve a ponerse detrás de cámara para dirigir a la oscarizada Jennifer Lawrence, recordemos que ambos ya trabajaron con anterioridad en tres entregas de la franquicia “Los Juegos del Hambre”, pero en este caso nuestra protagonista se verá envuelta en thriller de espionaje cargada de atracción sexual. Dominika Egorova tiene un futuro más que prometedor dentro del Ballet Bolshoi, pero desgraciadamente todos sus sueños se destruyen cuando en pleno baile tiene un accidente a la vista de todos los espectadores que presenciaban su perfomance, lamentablemente su carrera como bailarina finaliza, tras una dura e intensa recuperación debe tratar de seguir adelante con su vida mientras que también cuida de su madre enferma, su tío Ivan, un poderoso hombre que trabaja para el gobierno ruso le propone un trabajo más que arriesgado en donde Dominika tendrá que utilizar su belleza como un arma letal, nuestra bella protagonista ingresa en una institución en donde les enseñan a perfeccionar los métodos de seducción que se encuentren a su alcance, una vez recibida ella deberá seguirles las pistas a Nat Nash (Joel Edgerton), un agente de la CIA, pero Dominika no se percata que poco a poco se siente atraída por él, dicha atracción no debe ser permitida ya que traería serios problemas en su vida. “Operación Red Sparrow” está basada en el best-seller escrito por Jason Matthews, un ex agente que estuvo durante más de 30 años al servicio de la CIA, que mejor manera de aportar parte de su experiencia sino es en un libro. La película maneja muy bien las cuestiones de espionajes, la primera mitad del film se encarga de cómo la protagonista poco a poco va entrando en un lugar del que posiblemente no vuelva a salir nunca más, personalmente creo que esta instancia inicial es lo más entretenida de la cinta ya que aborda mucho la crudeza y la reacción de la protagonista al someterse a duras pruebas difíciles de soportar, gran trabajo por parte de Jennifer Lawrence quien en determinado momento se anima a un desnudo nunca antes visto en su filmografía, ya en la segunda parte la cosa se pone densa haciendo que la película sea lenta, demasiado lenta y con un final no del todo agradable. La química entre Jennifer Lawrence y Joel Edgerton por momentos es bastante correcta, pero por momentos también es algo distante, pero definitivamente ella logra ser el foco de atención. Como dije antes, “Operación Red Sparrow” es un thriller de espionaje que se cocina lentamente, la película no está mal, pero uno esperaba al menos algunas secuencias de acción como las vistas en “Atómica” con Charlize Theron, pero no, Red Sparrow apuesta más por el thriller cargado de suspenso, quizá este sea uno de los motivos por el cual se noten sus casi 2 horas y media. En definitiva, “Operación Red Sparrow” no es una gran película pero tampoco es el desastre que algunos esperaban, Jennifer Lawrence es el centro de atención de la cinta, la falta de acción y duración es el gran problema, si te gustan este estilo de película seguramente salgas más que satisfecho de la sala.
A pocos meses de estrenarse Atómica, en la que Charlize Theron interpretaba una agente británica que se abría paso por una Berlín de cómic a puño y patada limpia, ahora tenemos la que podríamos considerar la versión más seria y solemne de esa película, Operación Red Sparrow. La heroína aquí no es una experta en el combate y las artes marciales sino una exbailarina rusa devenida agente gubernamental que debe utilizar su belleza y su capacidad de seducción para sobrevivir en el mundo del espionaje internacional. “A partir de ahora sus cuerpos pertenecen al Estado”, proclama a un grupo de aspirantes a espías una Charlotte Rampling con rostro gélido y parco. Dejando en claro que para el Hollywood actual la Guerra Fría esta más activa que nunca dadas las recientes tensiones entre Estados Unidos y Rusia, Operación Red Sparrow se vale de los climas helados de Moscú para ofrecer un relato (que tranquilamente podría haber sido adaptado de una novela de John Le Carré) en el que tanto la CIA como la inteligencia rusa utilizan a sus “topos” como piezas de un complejo juego de ajedrez en el que no faltaran traiciones, engaños y giros de último minuto. En el centro del relato está Dominika, quien tras un grave accidente en pleno ballet se ve obligada a formar parte de un programa del gobierno en el que se le enseñará a despojarse de todo tipo de humanidad y a hacer de su cuerpo y de su sexualidad un arma para cumplir los objetivos de la madre patria. Colocados en la piel de Jennifer Lawrence, veremos con sus ojos el proceso de deshumanización de Dominika y sus intentos para sobrevivir en un ambiente hostil en el que los hombres siguen siendo quienes imparten las órdenes y deciden el destino del mundo. El director Francis Lawrence se encarga de hacer pasar a su criatura por todos los estados emocionales posibles: la muestra desnuda bajo una serie de terribles torturas y la filma de la forma más erótica posible, vistiendo un traje de baño sexy para atraer a un agente de la CIA o un vestido escotado para seducir y engañar a un político corrupto. Pero si bien Lawrence actriz exhibe la vulnerabilidad de Dominika escondida detrás del disfraz de femme fatale, Lawrence director no llega a estar a la altura de su musa: se toma muy en serio la intriga con una puesta en escena solemne (fotografía opaca y óperas de fondo para marcar la importancia de lo que se cuenta) y con demasiadas vueltas de tuerca de guion sobre el final (un problema que también tenía Atómica). Aun así, es saludable para el mainstream hollywoodense un film que no reniegue del sexo ni de los desnudos (masculinos como femeninos) para construir un relato de espías desconcertante y entretenido, aunque uno no puede dejar de pensar lo que podría haber sido Operación Red Sparrow en manos de un auténtico maestro del thriller erótico como Paul Verhoeven.
DE RUSIA CON DOLOR JLaw se la juega por una historia de espías bastante truculenta. El género de espionaje nunca parece agotarse, ya sean películas de época, adaptaciones varias o historias ambientadas en la actualidad donde los agentes secretos siguen teniendo cabida. Jennifer Lawrence vuelve a juntarse con el director Francis Lawrence (no, no hay ningún parentesco), responsable de las últimas entregas de “Los Juegos del Hambre” (The Hunger Games), para una empresa muy diferente, y mucho más subidita de tono, que nos lleva a la Rusia de hoy en día donde todavía creen que la Guerra Fría no llegó a su fin. En “Operación Red Sparrow” (Red Sparrow, 2018), basada en la novela homónima de Jason Matthews, JLaw se pone en la piel de Dominika Egorova, bailarina del Bolshói que trata de mantenerse alejada de los problemas y hacer hasta lo imposible para cuidar de su madre enferma. Todo se le complica cuando ya no puede bailar, y la única forma de mantener su hogar y seguir con el tratamiento de su madre es aceptar una propuesta de su tío Vanya Egorov (Matthias Schoenaerts), jefe de inteligencia ruso que quiere acercarse a uno de sus enemigos. La idea es utilizar los poderes de seducción de la chica, pero algo sale mal y ahora Dominika debe convertirse en sparrow –agentes especiales entrenados, justamente, para seducir y otras cosas-, y así evitar una muerte segura por haber atestiguado algo que no debía. El entrenamiento es duro y humillante, pero al final Dominika logra sobrevivir y aceptar su primera misión: viajar a Londres e interceptar al agente de la CIA Nate Nash (Joel Edgerton), ganarse su confianza y descubrir quién es el doble agente que filtra información desde Rusia, cuyo nombre es el secreto mejor guardado del norteamericano. Lo que sigue es un juego de ida y vuelta, todos conocen las verdaderas identidades del otro y, justamente, van a utilizar esta ventaja para lograr sus objetivos. Dominika, por su parte, quiere mantenerse con vida y hará lo que sea necesario; mientras que Nash debe proteger a su hombre, y si es posible, convencer a la chica para que se sume a su bando. El argumento que propone “Operación Red Sparrow” no es nada nuevo y se relaciona directamente con las películas más clásicas del género, llenas de intriga, traiciones, mucha acción y aventura a través de diferentes locaciones. No es diferente a la trama de cualquiera de las entregas de James Bond más modernas, “Misión Imposible”, o Jason Bourne; pero su acento está puesto en Egorova como arma secreta, cuyo cuerpo (¿y sumemos inteligencia?) es el medio para lograr sus objetivos y los del estado. Cuesta asimilar una película como esta en épocas del #MeToo, #NiUnaMenos y Time’s Up porque, a diferencia de “Atómica” (Atomic Blonde, 2017), por ejemplo, no es tan claro el empoderamiento de su protagonista, sobre todo cuando atraviesa todo tipo de sufrimientos, humillaciones y todos los ultrajes que se les ocurran. Hay poco disfrute cuando el personaje principal debe someterse a violaciones, torturas, violencia física y psicológica… y no olvidemos que está obligada a participar de estas misiones, ya que la alternativa es su muerte y la de sus seres queridos. El realizador y el guionista Justin Haythe plantean una Rusia súper patriota de mentalidad retrasada, donde los norteamericanos vienen a ser los enemigos del pueblo, o los salvadores liberales para aquellos que no comparten ideología. Todo es extremo, sin muchos matices, pero recargado de golpes de efecto cuando se trata de mostrar la vulnerabilidad (o los desnudos) de la protagonista. Eso sí, no esperen ni a un solo ruso hablando en ruso, ya que esta es una historia hollywoodense donde todos se comunican en inglés (¿?), esbozando marcados acentos que, de tanto en tanto a lo largo de la película, se olvidan de impostar. Entendemos que es parte del “negocio”, pero rompe constantemente el artificio y el universo que intenta construir el film. Este es uno de los tantos detalles que nos alejan de una narración, de por sí, demasiado recargada de personajes superfluos y actores desperdiciados como Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker, Jeremy Irons y Ciaran Hinds; y diferentes tramas y subtramas, más concentradas en la sensualidad y la exposición, que la acción y el misterio que trata de develar. Ojo, los dos personajes principales están bien delineados, con sus motivaciones, habilidades y espíritu de supervivencia. Acá no hay agentes tontos, sino todo lo contrario, todos parecen estar un paso delante de sus enemigos, lo que contrasta con ese desenlace bastante predecible dentro de un género que parece no tener muchas alternativas de donde elegir, al fin y al cabo. En definitiva, lo más importante de “Operación Red Sparrow” no es su trama, por momentos ganchera y por momentos tediosa (son dos horas y veinte que se notan). Todo parece reducirse al riesgo que toma, principalmente Jennifer Lawrence, ya que es la cara (y el cuerpo) más expuesta. Podemos aplaudir su valentía, y la de los realizadores para contar una historia más cruda que se corre de la simple súper acción, pero no el simple hecho de que se convierta en excusa para toda la película. La Rusia que decide mostrar Francis Lawrence es decadente, tanto o más que sus militantes más extremistas. El subtexto social y político se pierde en demagogia (y en el contraste con los Estados Unidos), así que sólo nos queda el thriller y el suspenso que, en definitiva, también fallan si sólo se concentran en las características físicas de su protagonista femenina. Valoramos el esfuerzo JLaw, pero no era necesario exponerse a tanto si, al final, del otro lado sólo queda un vacío argumental e imágenes truculentas que no todos van a poder soportar. LO MEJOR: - El riesgo de contar una historia más jugada. - Que JLaw le ponga el cuerpo (literalmente) a la situación. - Que el género de espionaje no pierde vigencia. LO PEOR: - Estamos en Rusia y nadie habla en ruso, ¿en serio? - Que la forma sea más importante que el contenido.
FRÍAS SUPERFICIES Dentro del espectro hollywoodense, Operación Red Sparrow no deja de ser un experimento raro y con un horizonte de espectador difuso. Eso no significa que esta nueva reunión entre Jennifer Lawrence y el director Francis Lawrence (que ya habían trabajado juntos en tres entregas de Los Juegos del Hambre) no posea sus dosis de cálculo. Es ahí precisamente donde el film establece una lucha interna, entre los riesgos sinceros que corre y la búsqueda demasiado automatizada de provocación. El relato, basado en una novela de Jason Matthews, plantea una actualización del género de espías, centrándose en Dominika Egorova (Lawrence), quien luego de una lesión que acaba con su incipiente carrera como bailarina, es reclutada para integrar la Escuela Sparrow, una especie de división secreta del Servicio de Inteligencia de Rusia cuyos integrantes usan sus cuerpos como armas físicas y psicológicas. En su primera misión, le encomiendan seducir a un agente de la CIA (Joel Edgerton) para poder develar la identidad de un traidor que está pasando información sumamente relevante, lo que la llevará a ingresar en un entramado de mentiras y traiciones que no solo pondrán su vida en peligro, sino también la seguridad de las naciones involucradas. Este argumento sirve como excusa para que el film funcione como una especie de reversión temática en clave espionaje de lo aportado por la dupla Lawrence en la saga de Los Juegos del Hambre. Esto es, una reflexión continua sobre el artificio, las construcciones de imaginarios, las máscaras, las apariencias y las significaciones de los cuerpos, algo que la actriz ha seguido trabajando en otras películas de su carrera. De hecho, sus papeles en Joy: el nombre del éxito, Escándalo americano o El lado luminoso de la vida (por nombrar solo algunos título) no solo parecen ser operaciones actorales para avalar posiciones y acciones femeninas, sino también construcciones y deconstrucciones simultáneas de su propia iconicidad, de su estatus como estrella global. Claro que en la franquicia de Los Juegos del Hambre como en los otros films mencionados, en muchos pasajes terminaba pesando más lo simbólico e icónico que los conflictos desplegados, con la figura de Lawrence absorbiendo toda la atención hasta anular todos los demás elementos, y en Operación Red Sparrow sucede algo parecido. La película aborda múltiples superficies genéricas hasta convertirse en un cambalache lustroso aunque también atrayente: está la trama de espías, pero también el romance que roza lo trágico, el thriller erótico, el drama materno-filial, los lazos familiares retorcidos, la visión cínica sobre las confrontaciones geo-políticas y lo femenino inserto dentro de reglas machistas, todo atravesado por una puesta en escena que no teme apretar bastante el acelerador con su despliegue de desnudos frontales y secuencias de marcada violencia. De hecho, la historia se configura como un tratado sobre el cuerpo femenino como objeto de deseo y mercancía que es definitivamente inusual dentro del ámbito mainstream. Sin embargo, rara vez llega a importar de manera cabal lo que le sucede a Dominika y los obstáculos (físicos, laborales, amorosos, identitarios, familiares) que enfrenta. Eso quizás se deba a que la narración no llega a encontrar un tono unificador, alternando entre la mirada irónica sobre los juegos de poder que Dominika monta con otros personajes y la solemnidad de muchos climas. En Operación Red Sparrow –que asevera bastante explícitamente que la Guerra Fría no terminó y continúa por otras vías- conviven mecanismos cuasi paródicos emparentados con el cine de Paul Verhoeven con la seriedad impostada de la actualidad. Si el cineasta holandés en Elle: abuso y seducción era capaz de decirnos desde una sutil brutalidad y un humor oscuro que las mujeres pueden ser perfectamente autónomas, y por ende cometer actos terribles sin ninguna clase de culpa, el director que es Lawrence carece de esa sofisticación, es al final de cuentas bastante culposo y por eso necesita remarcar su discurso. Y claro, apoyarse en el carisma de la actriz que es Lawrence, que aún con su cuerpo totalmente desnudo y expuesto sigue siendo un dilema difícil de dilucidar. Operación Red Sparrow, su multitud de capas, giros y máscaras, termina padeciendo los mismos problemas que su protagonista: su identidad es difusa y su apariencia algo fría, con lo que termina siendo un objeto tan atractivo como distante.
La reina de la seducción Intriga, sangre y misterio son los ejes de esta película protagonizada por Jennifer Lawrence. Dominika Egorova es una patriota rusa que vio un crimen que no debía ver, y deberá pagar para seguir viviendo. Para ello, es enviada a un centro de entrenamiento de espías para convertirse en una "sparrow" ("Red Sparrow, gorrión rojo, es el título original en inglés) experta en seducción y espionaje. Sin embargo, su estadía no será tan fácil y cambiará de rumbo para emprender la operación de espionaje más compleja de su vida. Así, la agente del gobierno viajará a Budapest, Viena y Londres tratando de atrapar al más buscado. Lo cierto es que el filme lleva un hilo de suspenso bien logrado y momentos de mucha sangre y acción, pero al mismo tiempo, la trama resulta confusa y por momentos se torna lenta. En el marco de la carrera armamentista rusa, la realidad supera la ficción, que no hace más que reivindicar una vez más, los estereotipos de los rusos malos asesinos y torturadores y los estadounidenses salvadores y justicieros. Luego de haber sido el artífice, junto a Jennifer Lawrence, de uno de los éxitos más grandes de la industria como fue la saga de "Los juegos del hambre", el director Francis Lawrence incursiona ahora en un nuevo género y con resultado dispar.
Un thriller un tanto mediocre que pasa por los cines sin pena ni gloria. La historia es contada con un ritmo más bien lento y con una estética sombría, y nunca termina de despegar. La sensualidad que emana el personaje de Jennifer Lawrence....
Crítica emitida en radio.
Critica emitida en radio.
Crítica emitida por radio.
La femme fatale, la Jennifer "Red Sparrow" presenta la cuarta colaboración entre la ya super estrella de Hollywood, Jennifer Lawrence, y el director austríaco de apellido homónimo, Francis Lawrence. Anteriormente trabajaron en las últimas tres entregas de la exitosa saga "Los Juegos del Hambre". En esta ocasión, nos ofrecen un thriller de espionaje que para mi gusto se tomó demasiado en serio a sí mismo. La historia no aporta nada exactamente nuevo a lo que ya hemos visto del mundo del espionaje además que todo el tema de ser una ciudadana rusa a Jennifer no le sienta del todo bien. La película en sí está bien construida, tiene un buen elenco y algunos momentos de acción y suspenso que la hacen disfrutable, pero la verdad es que el resultado final termina siendo un poco olvidable. La trama nos presenta a Dominika Egorova, una bailarina talentosa del Bolshoi que por un desafortunado "accidente" se ve forzada a abandonar la danza y por lo tanto queda sin trabajo. Su madre está enferma y tiene poco dinero. Esto la lleva a pedir favores a un tío peligorso y poderoso con altas conexiones en el gobierno ruso. Termina uniéndose a un programa secreto de entrenamiento que pondrá a prueba su temple y le ensañará a manipular a las personas usando su sensualidad e inteligencia. La envían a una misión en la que se cruza con otro agente, el americano Nate Nash, con quien comenzará una danza estratégica para cumplir con su misión y poder a la vez escapar de su nueva vida en el espionaje, ¿o quizás es todo parte de su artimaña? Lo más interesante del film es la mismísima Jennifer Lawrence que siempre ilumina la pantalla. Belleza y gran actuación más allá de que el ruso no es lo que mejor le sienta. Acompaña un buen elenco que incluye nombres como Charlotte Rampling, Joel Edgerton, Jeremy Irons, Matthias Schoenaerts, Ciarán Hinds, Joely Richardson y Mary-Louise Parker entre otros. Otra cuestión interesante es la calidad de la escenas, cómo están planificadas y filmadas, con gran pericia y encanto estético. El problema se presenta más bien por el lado del guión que no es muy interesante además de que por momentos se vuelve predecible y poco verosímil. Hay algunas situaciones que ya son de manual, que no deberían presentarse, y que aquí suceden igual. Ejemplo de esto son el enamoramiento de los agentes enemigos, el pasar de ser bailarina a máquina asesina como si hubiera aprendido a plelear con el cablecito en la nuca de Matrix, la develación del topo infiltrado en el gobierno ruso y algunas otras torpezas más que le restan calidad. Creo que el público en general la disfrutará pero le parecerá a la vez olvidable, poco trascendente, e incluso habrá otro tanto al que directamente le parezca aburrida y que se tomó demasiado en serio a sí misma para contar una historia que es más bien básica.