De piratas y otras yerbas Vi la película en la mejor de las condiciones técnicas (notable proyección digital 3D en la sala Lumière, principal auditorio del Festival de Cannes), pero en un contexto poco propicio (en medio de una inabarcable oferta de exigente cine de autor donde un film así está a contramano). A diferencia de la mayoría de mis colegas acreditados en Cannes, me gusta la saga de Piratas del Caribe (las ví siempre con agrado y las vuelvo a disfrutar cada vez que mis hijos las recuperan una y otra vez en DVD o el cable), pero siento al mismo tiempo que a nivel artístico (no el económico) la cosa se va agotando un poco: el efecto placentero ya no es el mismo. Ya sin Gore Verbinski al mando de la nave (optó por filmar la genial Rango), ahora es Rob Marshall quien se encargó de llevar a buen puerto (sí, seguimos con las metáforas navales) a esta cuarta entrega. Todo está bastante bien (las escenas de acción, la reconstrucción de época, los efectos digitales, los brotes de humor absurdo, la performance de Johnny Depp, los aportes de Geoffrey Rush, el camedo de Keith Richards), pero al mismo tiempo sentí un poco lo del "piloto automático" (sigamos con la franquicia mientras la gente siga acompañando). O sea, profesionalismo puro, pero sin una gran capacidad de inspiración ni sorpresa. ¿Lo mejor? El trabajo de los dobles de riesgo ¿Lo más flojo? La aparición de Penélope Cruz, floja actriz a la hora de trabajar en inglés y poco convincente como "objeto de deseo" en el papel de la hija del pirata Barbanegra. El resto, quedó dicho, es un gran despliegue de medios de producción, mucho vértigo y la espectacularidad que todos exigen y agradecen. La factoría de Hollywood (Disney + Bruckheimer) en su máxima expresión.
La gente se fascina con Piratas del Caribe. Y creo que eso debería poder mantener cualquier continuación de la saga. La primera había logrado un efecto maravilloso, que si bien te la vendían como aventuras, era más un show del Capitán Sparrow. Ahí los productores notaron el efecto en la gente y largaron dos secuelas que iban por ese lado. La parte 2 lo tenía un poco... pero a mi en lo particular me había aburrido, y la tercera mejoró la puntería. ¿Qué pasó en esta? Quizás lo mismo de la 2 y la 3... como viene en dupla nuevamente, y la 6° vendrá en camino, acá ponen algo intermedio. Acá lograron lo mismo que con la 2... que en mi caso fue aburrirme. Tiene un comienzo a puro Sparrow y uno cree que la va a pasar bárbaro recordando lo "loqui" que está Jack... pero faltan dos horas más de película que seguramente te harán borrar tanta sonrisa. Estimo que igual la mayoría, con su super balde de pochoclo saldrán conformes. Pero creo que con un producto super elaborado se podrían poner las pilas, y llamar a algún guionista de Pixar, para que salga un producto más redondito. Está filmada de manera impecable, y los efectos están a la altura de una super producción de estos tiempos. ¿El 3D vale la pena? No hace a la esencia de la película y no es fundamental para nada. Amantes de Sparrow, acá tienen un nuevo capítulo, pero no creo que sea el más recordado.
Jack Sparrow y la ultima cruzada. Si bien los tres films anteriores de la saga no han sido de mi agrado y teniendo una idea de con que podríamos encontrarnos, Piratas 4 con salvedades sació mis expectativas. Esta presenta al entrañable pirata nuevamente haciendo de las suyas, a la búsqueda de algún tesoro, encontrar un nuevo o viejo contrincante como Barba Negra y el pirata interpretado por Geoffrey Rush (siempre correcto), como también llenar un hueco sentimental con la verborrágica sangre española de Penélope Cruz. Lo destacable de esta entrega es que a diferencia de las otras tiene un marcado y acotado guión, en esta no se torna confusa la misión del protagonista, consiste simplemente en realizar determinada búsqueda y listo, asunto cerrado. Aunque pueda parecer increíble, el objeto de deseo esta vez es el Santo Grial, sí señores, aquel del que ya Indiana Jones se había encargado de buscar, encontrar y tomar con sus manos para salvar a su padre Henry Jones (Sean Connery). Lamentablemente Hollywood se encuentra escaso de ideas y trasladó exactamente el mismo contexto a la película de piratas, incluyendo las nuevas tecnologías digitales, 3D poco agresivo, cansador e injustificable salvo para vender algún ticket mas en las boleterías. Esta vez la dirección recayó sobre Rob Marshall, quien aunque cueste creer logra un producto con mayor fluidez, menor duración y sin la tan espectacularidad en batallas y efectos que contaban las anteriores. Johnny hace su papel de taquito, aquel que pareciera ha llenado de monedas de oro su tan preciado cofre o cachet. Al igual que Indiana, Sparrow pareciera va a convertirse en inmortal, a esperar Piratas 5, 6, 7…
En busca de la eterna juventud "Nací para ser pirata" asegura Jack Sparrow, el extravagante personaje creado por Johnny Depp por cuarta vez en esta aventura que acumula acción, humor y toques fantásticos. Aunque la exitosa saga parecía agotada, el director Rob Marshall (en reemplazo de Gore Vervinsky) le insufla nuevos aires y, desde el comienzo, se percibe que todavía hay pólvora en los cartuchos. Con Jerry Bruckheimer como productor, alguien que sabe que tirar la casa por la ventana le da sus buenos frutos, y rubros técnicos de primer nivel, Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas, entretiene de principio a fin cuando el protagonista se ve obligado a escapar al ayudar a un amigo (se disfraza en una corte), se cruza en su camino con una mujer de su pasado (Penélope Cruz) y aborda el Queen Anne’s Revenge, el barco del formidable pirata Blackbeard (Ian McShane). Todos se pelean contra todos pero buscan lo mismo: la Fuente de la Eterna Juventud. Con aires de Indiana Jones y una tripulación con guardianes convertidos en zombies, la película hará las delicias de grandes y chicos. Además del tono burlón y estrafalario que le impone Depp, se destaca también Geoffrey Rush, mientras Penélope Cruz acompaña con corrección. Las mejores secuencias tienen lugar a bordo de un bote atacado por sirenas (una de las piezas fuertes del relato) y de un barco que está haciendo equilibrio en un precipicio. Los responsables de esta cuarta película saben perfectamente cómo hacer para que el entretenimiento no se caiga. Igual que los personajes, quienes se ven empujados a reunír varias piezas para lograr su objetivo.
Navegando sin rumbo en aguas (bastante) conocidas Piratas del Caribe: Navegando en aguas misteriosas es una película de aventuras, sin emoción, sin gracia, sin chispa. Todo parece en piloto automático, empezando por Johnny Depp como el (Capitán) Jack Sparrow, quien ya venía mostrando signos de agotamiento a partir de la primera secuela. ¿Para qué existe esta nueva entrega de Piratas del Caribe? Simple: para robarnos el dinero, como sugiere cualquier manual de piratería para principiantes. Ahora Jack Sparrow está en Londres, merced de la corte imperial. Su antiguo enemigo, el capitán Barbossa es un corsario al que se le encarga una simple tarea: llegar a la Fuente de la Juventud antes que los españoles. Jack no demuestra demasiado interés hasta que un impostor se hace pasar por él, reclutando bribones para una tripulación. ¿Qué despierta el interés de Sparrow por llegar a la fuente? Vi toda la película y todavía me lo pregunto. Parece no haber una motivación genuina. Como fuere, él que sí la tiene es Barbanegra (Ian McShane) al cual una predicción le augura una muerte cercana. Por eso, su hija recién encontrada, Angélica (Penélope Cruz) lo ayuda en su odisea. Nada tiene demasiado sentido, ni en el inicio, ni en el nudo ni en el desenlace. Si uno escucha el audio-comentario de los DVD de la trilogía original, no tarda en notar que los guionistas creen que son harto originales, creativos e ingeniosos. Cuando, a decir verdad, apenas pudieron congeniar elementos tan disímiles y dispares. Aquí hay zombies, sirenas (con colmillos de vampiro), vudú… aunque nada de esto tiene mucha razón de ser. Pensemos en Barbanegra, el personaje más deslucido después de Angelica, su hija. Es el tipo malo. Para demostrarlo hay dos secuencias: en la primera, controla mediante su espada cada parte de su barco que, supongo, tiene vida propia. Ahora bien, uno esperaría que ello tuviera alguna funcionalidad en el resto de la historia. Aunque sea para dar una espectacular batalla final. No: ninguno. Es sólo para que chamusque a un cocinero. Qué malo. Pero eso no es todo: en otra incomprensible secuencia, carga dos pistolas y le da a elegir dos a Jack. Si se equivoca, matará a Angelica. ¿Con qué propósito? Ah, cierto: demostrar ser malo, malísimo. Así están todos los personajes, con especial mención para la propia hija, a quien la ganadora del Oscar Penélope Cruz es incapaz de dotar con algo de sensualidad o picardía. Ni hablar de su horrible inglés. También hay una sirena y un católico para suplantar el romance adolescente de Keira Knightly y Orlando Bloom. Sin embargo, tienen menos carisma y relevancia que el monito encantado. El misionero lo único que hace es sacarse la camisa, como para que las teens se emocionen, supongo. La tercera parte ya mostraba los signos de la decadencia: historia complicada (sí, se entiende… pero incluso dentro de la lógica que proponen estas películas, no tiene sentido), duración desproporcionada (En el fin del mundo duraba casi ¡tres horas!), personajes sin carisma sólo para que el actor de turno haga su Cameo… en fin, como el éxito de taquilla estuvo asegurado (y lo estará para esta también) sólo había que ver si se preocupaban en brindar algo más que un producto. Lo que se dice, una película. Pero no, repitieron todos los errores. Eso sí, aunque Navegando en aguas misteriosas sea la más corta (con dos horas y quince minutos de duración) se siente como la más larga. Ni siquiera Johnny Depp puede aportar algo nuevo a un personaje gastado, cansado, que se guía por los números. Si ya era difícil soportarlo antes (cuando dejó de ser “original”, “novedoso” y especialmente “divertido”) imaginen ahora, que sin coprotagonistas reales, debe aguantar toda la película. Más allá de que la franquicia ya dé claras señales de agotamiento, el principal problema es Rob Marshall. El director de Memorias de una geisha y Nine es incapaz de darle algo de vida a la película. Si bien las últimas dos películas de Gore Verbinski sufrían de una megalomanía excesiva, al menos sabía dirigir la acción, dándole espacio, ritmo e importancia a lo que sucedía en pantalla. Comparen el clímax de La maldición del Perla Negra con el clímax de Navegando en aguas misteriosas. Este último resulta anodino, efímero. Las secuencias de acción son lentas, donde el montaje ni siquiera funciona para la elección de los planos. Ver a un montón de hombres pelar con espadas no es entretenido per se. Verbinski sabía eso y le daba emoción a los combates, como si fueran una danza. Marshall, director del musical ganador del Oscar, Chicago, no tiene idea. O no tiene el mínimo interés. Yo, en esta serie, tampoco.
Buenos actores mal dirigidos en una película de aventuras que dura una eternidad. Luego de varios años, el Capitán Jack Sparrow (Johnny Depp) vuelve al mar para encontrar La Fuente de la Juventud, un lugar en el mundo cuyas aguas mágicas son capaces de otorgarle el don de la vida a quienes la beban. Pero claro, no es tan fácil y tiene sus reglas, como toda cosa mágica. En esta travesía, Sparrow se deberá enfrentar a varios enemigos y a su vez, deberá aliarse a ellos. Por un lado tenemos a Angélica (Penélope Cruz), una vieja conocida del capitán con quién tuvo un romance. Por el otro, tenemos a su padre, el Capitán Barbanegra (Ian McShane), un despiadado pirata que desea más que nada llegar a la Fuente y no tendrá ningún recaudo en poner en riesgo a cualquiera que se cruce frente a él para cumplir su cometido. Y por último, nos encontramos con Héctor Barbossa, el viejo enemigo de Sparrow que ahora se convirtió en un corsario de la realeza británica, que saldrá a buscar las mágicas aguas para su rey. Los caminos de todos se cruzan y llega el momento en que no sabemos quién es el bueno y quién el malo en la historia. Esta película es la primera de una nueva trilogía que Disney ya tiene firmada. Con un nuevo director, Rob Marshall, esperaban darle un poco de aire fresco a la saga, pero lo único que consiguieron fue quitarle el espíritu a una de las mejores franquicias de aventuras que se vieron desde Indiana Jones. Es que las primeras tres entregas, con su magia, sus secuencias de acción y su humor, si renovaron la pantalla. Pensemos que fue la primera película que Disney se atrevió a estrenar con la prohibición para menores de trece años, toda una odisea para la casa de Mickey. Ahora, con la novedad quemada, y con un director que no supo bien qué quería contar, nos encontramos con una obra eterna, en la que la acción se extraña en cada momento que no está y que solo salva el humor y las excelentes actuaciones de un elenco que de verdad brilla. Los personajes viejos ya están probados y funcionan, los nuevos (Penélope Cruz e Ian McShane) logran meterse en el imaginário pronto, en especial Angélica, la ex de Sparrow, que rápidamente entra al ritmo de la historia. El gran coflicto se plantea desde las ausencias. Kiera Knightly y Orlando Bloom, la pareja que le daba el toque romántico a las películas, fue reemplazada por Sam Claflin y Astrid Berges-Frisbey, quienes interpretan a Phillip y Syrena, un predicador y una sirena que se enamoran perdidamente, un amor que no termina de caer bien y que no tiene nada de carisma. O sea, la misma historia de antes (chico pobre-chica rica), pero modificada (chico normal-chica fenómeno) e interpretada casi de manual, sin angel ni romanticismo, más allá de los clichés. De todas formas, el peor problema que tiene Navegando Aguas Misteriosas es la duración. Por todos lados queda en evidencia que a la película le sobran casi cuarenta minutos, que son llevados a la pantalla con diálogos y situaciones que no aportan absolutamente nada. Para concluir, y ya siento que me trastorna, el 3D debe ser el más inútil que se vió desde Clash of the Titans. Las texturas, la profundidad y las “cosas que salen de la pantalla” no tienen gracia y son escasísimas. Casi se podría decir que es una película 2D vista detrás de unos anteojos ridículos. Piratas del Caribe llegó para quedarse, de eso no hay dudas. Y de que esta entrega va a ser un éxito comercial, tampoco. Esperemos que para el futuro la franquicia recupere algo de su chispa original y esta pase sin más al olvido, como pasó, por ejemplo, con La Amenaza Fantasma de Star Wars. ¡Ah!, y no se olviden de quedarse hasta después de los créditos para ver una escena extra.
Piratas en el cine hubo muchos, desde el período mudo. Errol Flynn, Douglas Fairbanks y Tyrone Power fueron sólo algunos de ellos. Pero ninguno llama tanto la atención como Jack Sparrow. Es decir, el Capitán Jack Sparrow, el excéntrico personaje de Johnny Depp en Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra (2003). Imposible no simpatizar por aquel bucanero políticamente incorrecto, con aires de rock star, pero audaz y bonachón. Un rol que consagró a Depp no como actor (ya tenía un prestigio muy bien ganado, a base de personajes jugados en películas arriesgadas) sino como estrella taquillera. Pronto llegaron las secuelas, que completan una especie de primera trilogía: Piratas del Caribe: El Cofre de la Muerte (2006) y Piratas del Caribe: En el Fin del Mundo (2007). Ahora llega la cuarta parte (o tal vez el inicio de una nueva trilogía), y Johnny sigue demostrando que como Sparrow es capaz de sostener él sólo una película. Y eso que esta vez su actuación (la película toda, en realidad) no es tan inspirada, si la comparamos con la de los otros films. Está lo que uno espera de Jack Sparrow, pero no mucho más. Sí es interesante la química entre Depp y Penélope Cruz, la incorporación más notoria del elenco. Angélica es una mujer ruda, que primero golpe y después pregunta, pero en el fondo sigue lastimada por el abandono por parte de Jack. Cruz tuvo algunos inconvenientes durante el rodaje (debido a su embarazo, la filmaron con primeros planos y tuvo que ser doblada por su hermana Mónica para los planos generales), pero igual lleva muy bien su personaje y hasta por momentos le juega de igual a igual a Sparrow. Siguiendo con los nuevos, Ian McShane da miedo como el sádico Barbanegra. Stephen Graham compone a otro chico malo, aunque de buen corazón y algo tonto. Esta vez, a falta de Orlando Bloom y Keyra Knightley, quienes aportan la subtrama romántica son Philip (Sam Claflin), un joven clérigo, y Syrena (Astrid Berges-Frisbey), una sirena usada para acceder a la Fuente de la Juventud. Muy gracioso el cameo de Judi Dench. Entre los que vuelven, Geoffrey Rush interpreta de taquito a un Barbosa convertido en empleado de la Corona Británica y con pata de palo. Y no podía faltar el más pirata de los piratas: Keith Richards, de nuevo como el padre y consejero de Jack. Esta vez, Gore Verbinsky, director de las tres anteriores, es reemplazado por Rob Marshall, responsable de Chicago, Memorias de una Geisha y Nine. En su momento, el periodista Guillermo Hernández definió acertadamente a Verbinsky como una mezcla de Chris Columbus y Tim Burton con algo de Terry Gilliam. Y eso se notó principalmente en estos films, para darle ese tono ATP con elementos esotéricos y humor negro. Marshall es otra clase de cineasta. Incluso podríamos decir que, pese a casi ganar un Oscar, es difícil catalogarlo como autor o artesano. Pero al contar con casi todo el mismo equipó técnico que Gore, casi no hay diferencia desde el aspecto visual. Sí se nota que Marshall fue coreógrafo y trabaja principalmente con musicales: las secuencias de acción —como el escape de Sparrow del principio— están manejadas como pasos de ballet (en el buen sentido), y hasta hay un mini número musical, ¡al ritmo de tango! Sin tener la magia de sus antecesoras, Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas es un entretenimiento piola y una buena excusa para ver a al Capitán Jack Sparrow de nuevo en acción. Ah, y no se vayan de la sala apenas empiezan los créditos finales, porque se perderán una escena que, si bien no es ninguna gran cosa, da una pista de la próxima secuela, de la que ya hay un guión escrito.
Que se doble pero que no se rompa Más allá de un nuevo director, poco cambió en la saga. La fórmula para reiniciar la saga Piratas del Caribe parecía ser, como pidió el propio Johnny Depp, simplificar las casi incomprensibles tramas de las últimas entregas. Y eso es algo que, en parte, han hecho para Navegando aguas misteriosas , cuyo relato resulta más o menos entendible. Lo que tal vez no anticipó Depp –o los productores- es que al cambiar de director (sale Gore Verbinsky, entra Rob “ Chicago “ Marshall) lo que se ganaba por un lado se iba a perder por el otro. Sí, la película se entiende, pero Marshall tiene un pulso bastante endeble para el relato de acción. En cierto sentido, todo esto importa poco y nada. Piratas del Caribe se transformó en El Show de Johnny Depp , y lo que lo rodea es, casi, secundario. Da la impresión que lo importante aquí es ponerlo en situaciones potencialmente ridículas y darle alguna ocurrencia para decir, mientras el resto corre en paralelo. De lo simpático o no que Jack Sparrow le caiga, a esta altura, a cada espectador, estará buena parte del disfrute. Si te fascina cada gesto y mueca del Capitán es más probable que te lleves mejor con la película que los que buscan mucho más que eso. A quien esto escribe, Sparrow le caía simpatiquísimo al comienzo y aquí, en esta cuarta parte, está llegando al punto de saturación. Digamos: no sé si en una quinta no se volverá agotador. Es que es un personaje con tantos tics y peculiaridades (el tono alcoholizado, el saltito al caminar, el revoleo de ojos, etc.) que es difícil que no se vuelva repetitivo. Es claro que no se convirtió en una caricatura: siempre fue una. Y allí reside buena parte de la fascinación que produce el personaje. En la cuarta parte, Sparrow escapa ingeniosamente a una condena a muerte, termina encontrándose con Angélica, una ex pareja de la que, cree recordar, estuvo enamorado (una Penélope Cruz muy bella, pero con ese tono de recitado por fonética que tiene cuando actúa en inglés que es bastante irritante), y se embarca, paralelamente a Barbossa (Geoffrey Rush) y Barbanegra (Ian McShane, quien podría ser el padre de Angelica), en la búsqueda de la Fuente de la Juventud. Por otro lado, los españoles arman su propia misión. Junto a personajes secundarios de siempre y otros nuevos (un clérigo que se enamorará de una... sirena), Sparrow deberá sortear los previsibles obstáculos para llegar a destino, como una persecución en las calles de Londres, un ataque de feroces y bellas sirenas y la lucha por dos cálices con poderes, pasando por el encuentro con su propio padre (Keith Richards), quien le da sus “sabios” consejos. Piratas del Caribe 4 mejora bastante en su segunda mitad, tras el ataque de las sirenas y el arribo a la isla, donde parece encontrar su mejor ritmo narrativo. Pese a sus 140 minutos, la película no se excede en subtramas o salidas absurdas (como la tercera parte), aunque en plan simplificación bien podrían haber aligerado su duración. Pero así como el ritmo levanta, lo que no mejora es la torpeza de Marshall para dirigir escenas de acción: lo suyo es apilar cuerpos en primeros planos, y el espectador ve objetos y personas volar sin tener mucha idea de qué está pasando. Su talento para la coreografía (en este caso, de las escenas de acción) parece tener más que ver con el impacto visual que con la comprensión de lo que pasa. Como deja entrever la escena que viene tras los créditos finales, la brújula de Jack lo llevará todavía a vivir nuevas aventuras. Da la impresión, aquí, que los espectadores lo seguirán en su viaje. Pero también queda claro que, de no torcer un poco el rumbo, el barco empezará a navegar en círculos.
Jack Sparrow no se rinde En la cuarta parte de la saga, Johnny Depp vuelve a ponerse al hombro el ya clásico personaje. Pero con el cambio de director –Rob Marshall en lugar de Gore Verbinsky– esta interminable historia de piratas perdió algo de su espíritu lúdico y ganó en grandilocuencia. En la cuarta Piratas del Caribe no están la bella Keira Knightley ni el impávido Orlando Bloom, pero lo que más se siente es la ausencia del monito. La tripulación del Perla Negra se dispersó, incluido el mono capuchino al que el capitán Sparrow dice odiar, por más que sus monerías lo diviertan tanto como a cualquiera. O más. Al fin y al cabo, Sparrow también vive haciendo monerías. No por nada el mono se llama Jack, igual que él. Sparrow reaparece aquí, porque sin él la saga no existiría, y se reencuentra con algunos viejos amigos. Y enemigos. El que no reaparece –salvo en versión miniaturizada, producto de alguna clase de sortilegio y anticipo de que la próxima vez sí estará– es el monito, y a Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas se le nota la falta. En sentido real y, sobre todo, figurado. Cuando estaba a punto de ordenar su ejecución, el rey Jorge (Richard Griffiths le da a George el repulsivo aspecto de un sapo agigantado) cambia de idea, encargando a Sparrow la busca de la legendaria Fuente de la Juventud, que se hallaría en una lejana isla. Hay competencia para el trofeo y eso es lo que mueve al rey: la Armada Real española, enemiga mortal de la Royal Navy, también anda en busca de la mítica fuente. Al enterarse de que deberá ponerse a las órdenes de su odiado Barbossa (Geoffrey Rush), Sparrow rechaza el convite, subiéndose en cambio a otra nave legendaria. Como que su capitán es el capitán Edward Teach, que no será muy conocido por su nombre de nacimiento pero sí por el seudónimo de Barbanegra (un temible Ian McShane). Barbanegra tiene una hija, corsaria valerosa y despampanante, que se trenzará con Sparrow en batallas de espadas y escotes: la española Angélica (Penélope Cruz, con reflejos y su mejor inglés de la Puerta del Sol). Todos juntos ponen proa hacia la remota isla, viéndoselas en el camino, como nuevos Odiseos, con grandotes zombificados, ritos vudúes, sirenas sin pezón (sin público de niños, la saga perdería plata), sortilegios mágicos y todo lo que 200 millones de verdes doblones pueden comprar. El monito que le falta a Navegando aguas misteriosas es Gore Verbinsky. Sin ser un genio, el director de las tres primeras Piratas tiene el suficiente feeling de comedia (Rango lo confirma) como para darle algún respiro a lo que de otro modo sería sólo una maquinaria sobredimensionada y sobreescrita. Aunque, curiosamente, no sobreactuada. Mérito sobre todo de Johnny Depp, que en las trenzas, collares, hablar mordido y andar resacoso de Sparrow encontró –después de Ed Wood y Willie Wonka– a su personaje más colorido. Verbinsky partió más allá del Caribe y lo sucede Rob Marshall, cuya especialidad son justamente –tal como lo recuerdan Chicago, Memorias de una geisha y Nine– las puestas aparatosas. Lo peor de Piratas del Caribe se ve entonces reforzado, mientras lo mejor –el espíritu lúdico, impuesto por el dúo Verbinsky/Depp– prácticamente desaparece, por mucho que Sparrow siga afecto al rimmel y los grititos como de Lesley Ann Warren en Víctor Victoria. Con unos personajes que se la pasan hablando sobre lo que van a hacer o comentando lo que acaban de hacer, la medida de Piratas del Caribe 4 la da el hecho de que la escena en la que aparece Keith Richards, como padre de Sparrow, la podría haber hecho cualquiera y habría dado lo mismo. Otra vara para medir la eficacia de esta cuarta parte son los personajes nuevos, que en toda saga se usan siempre para redisparar la trama, o como simple relleno. En el caso de Navegando aguas misteriosas, tanto Barbanegra como su hija y un misionero que viaja con ellos están más del lado del relleno que del gatillo. Por el lado de Penélope Cruz, confirmado que Almodóvar es el único que sabe extraer de ella algún jugo, con perdón por la metáfora de licuadora. Por mucho que se luzca en los primeros planos, por más que en las escenas de acción se haya logrado disimular su panza de varios meses, a “Pe” no le sobra garra y aquí queda ratificado. Garra es lo que le sobra al británico McShane, conocido sobre todo por la serie Deadwood. Personaje no le falta, como que se trata del pirata cuyo nombre resuena aún hoy, como sombra terrible, a través de los siglos. En su caso, el problema es que el guión se contenta con “ponerlo” en la trama, nomás, sin desarrollarlo como personaje. Qué decir del misionero pacato, que de haber sido tratado con humor hubiera representado un buen contrapeso cómico. Aquí, en cambio, está llamado a vivir la más cursi historia de amor con una sirenita linda, que luce unas extensiones de pelo del largo justo como para cubrirle bien las tetas. Extrañando seguramente sus experiencias en el musical, Rob Marshall se las arregla para hacerla bailar bajo el mar, junto con unas congéneres que la primera vez que aparecen muestran colmillos de vampiro. Después se les van. Producto del amor o, tal vez, del descuido de algún continuista.
Por siempre joven La franquicia Piratas del Caribe le viene dando a Disney una alegría tras otra, si de recaudaciones millonarias hablamos. Esta nueva secuela nos trae nuevamente a Johnny Depp en la piel del Capitán Jack Sparrow junto a la bella y españolísima Penélope Cruz. Conservando lo épico de la historia original Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas (Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides, 2011), cumple con lo que propone: entretener sin descuidar la calidad técnica. Pero no mucho más. El especialista en musicales Rob Marshall (Nine, 2009; Chicago, 2002) se hace a cargo de la dirección de Navegando aguas misteriosas para ofrecernos un relato cuyo conflicto recae en uno de los temas que preocupa a la sociedad moderna: el paso del tiempo. Pero aquí se lo matiza con el humor de Johnny Depp. Angélica (Penélope Cruz) aparecerá en la vida de Jack para llegar a través de él a la fuente de la eterna juventud y darle vida a quien ella considera su padre. Ya sin Orlando Bloom y Keira Knightley, sólo se mantiene en el reparto al personaje de Geoffrey Rush (Héctor Barbossa) más como un homenaje que por el valor dramático que le puede aportar a la trama, la cuarta parte de la saga funciona casi de manera independiente a sus antecesoras. Si bien hay algunas referencias que remiten a la historia original, no serán determinantes para entender el relato que propone en sus casi dos horas y media de excesivo metraje. Navegando aguas misteriosas viene con el plus del 3D, elemento que, en este caso, se utiliza más para evitar la piratería y atraer al público a las salas que como recurso técnico, ya que solo algunos pasajes mínimos traspasaran la pantalla. Los famosos anteojitos no modificarán demasiado el visionado, aunque siempre habrá un plus para quienes se decidan por la tercera dimensión. La dupla Johnny Depp-Penélope Cruz juega a la perfección los tópicos propuestos y hacen creíbles sus personajes y la historia en común. Hay comedia, drama, aventuras, romanticismo, descomunales escenas épicas, fantasía con bellas sirenas incluidas y una serie de guiños a los que Depp les imprime su impronta personal. Navegando aguas misteriosas es un viaje en el tiempo por un cine cuyo objetivo es el entretenimiento. De eso Hollywood sabe un montón.
Acá tenemos la cara opuesta de Rápido y Furioso 5. En esa serie con Vin Diesel este año los realizadores sorprendieron con una soberbia quinta entrega que superó en materia de acción a los episodios anteriores y resultó una fiesta en las pantallas IMAX. La causa de esto es que en cada film de la saga los productores se calentaron en buscarle alguna vuelta para ofrecerle algo distinto a los seguidores de esa historia. Desde juntar a todos los actores en una misma aventura a cambiar los escenarios y levantar la apuesta en la realización de las persecuciones. Podrá ser cutre y todo lo que quieras pero por lo menos te divertís! Con Piratas del Caribe 4 sucede exactamente lo contrario. Es un film tedioso donde tiraron todo el peso de la película en los hombros de Johnny Depp, quien en las próximas Olimpíadas debería integrar la selección de remo de Estados Unidos. Que una historia de piratas genere aburrimiento es imperdonable. El cisne negro, con Tyrone Power, de 1942, la mirás hoy y es un millón de veces más entretenida que esto. A favor se puede destacar que los guionistas presentaron una trama mucho más clara y definida que las secuelas anteriores. También eliminaron en gran cantidad todos esos elementos fantásticos que hicieron de esta historia un cambalache a nivel argumental. En ese sentido, la película retoma por momentos el espíritu del film original (por lejos el mejor) donde tenías fantasía, pero no se zarpaban con escenas grotescas como en los capítulos posteriores. El gran problema de Piratas 4 y lo peor del film es la lamentable dirección de Rob Marshall (Chicago), quien cobró su cheque y filmó la película sin ganas, como si sólo se hubiese limitado a dirigir las escenas que estaban en el guión, sin importarle que ofreciera un producto frío y carente de emoción. Por la historia que cuentan es una bestialidad que este estreno dure 135 minutos y eso que es la más corta de la saga. En este punto es donde sobresale la ineptitud del director para hacer un film de aventuras. Arranca bien con la presentación del Capitán Sparrow, pero la diversión enseguida se desvanece cuando el personaje se ve envuelto en situaciones que se repiten una y otra vez con los numerosos escapes del protagonista. Ni siquiera las secuencias de acción son atractivas. El trabajo de Johnny Depp, de todos modos, es destacable porque es muy difícil repetir el mismo personaje en cuatro películas. Pese a que Sparrow ya no genera sorpresa, con su interpretación logró hacer divertidas un par de escenas. La presencia de Penélope Cruz tampoco logró darle una renovación a la serie, algo que necesitaba luego del desgaste que tiene los personajes después de tres largas historias. Los piratas dieron todo lo que tenían y ya no se los puede explotar más, al menos con la dirección que le dieron a este film. Es hora que Jerry Bruckheimer salga de su letargo y ofrezca un entretenimiento nuevo y fresco. Sparrow aburrió, prefiero seguirlo a Dominic Torreto.
Nacido para surcar los mares Nunca estuvo en duda que la franquicia de Piratas del Caribe, gran apuesta de Jerry Bruckheimer a un género del Hollywood dorado que parecía extinto, léase las películas de piratas, corriera peligro de hundirse tras el cierre de una trilogía que comenzara con La maldición del Perla Negra en el 2003, seguida por El cofre de la muerte en 2006 y finalmente En el fin del mundo en 2007. Los desgastes habituales luego de tres aventuras se hicieron evidentes en la última, quizás la más ambiciosa en cuanto a guión y trama pero con escasas escenas memorables es cierto. Eso resulta inevitable para cualquier saga donde una vez instalados los personajes y un particular estilo parece difícil mantener un nivel superlativo para cada capítulo. Tal vez con esas pequeñas señales de debilidad es que se pensó por parte de los productores renovar la franquicia con una serie de cambios que recién a futuro podrán evaluarse como positivos o negativos. En primer lugar, la incorporación del director Rob Marshall (Nine) que si bien no se luce con un estilo propio logró adaptarse en piloto automático a las exigencias de un relato de mucha acción, despliegue visual y vértigo como el que propone Piratas del Caribe: navegando en aguas misteriosas, cuarta entrega que esta vez no se conecta argumentalmente con las anteriores, salvo por la alusión a la fuente de la juventud (¿recuerdan a Indiana Jones y el santo grial?), nuevo tesoro que despertará la ambición del protagonista Jack Sparrow (Johnny Depp) y de otros interesados con los que entablará alianzas y traiciones como siempre. Entre ellos, el villano de turno Barbanegra (Ian McShane) que capitanea un barco tripulado por zombies junto a su hija Angélica (Penélope Cruz), antigua amante de Jack y de intenciones ambiguas que lo harán sospechar hasta el último minuto. Sin embargo, otro personaje que también entrará en el ruedo es el legendario Héctor Barbosa (Geoffrey Rush), quien esta vez obedece al rey de Inglaterra con la misión de hallar la fuente antes que la flota española, aunque en realidad pretende vengarse de Barbanegra, responsable del robo del Perla Negra. El cambio de rumbo de la saga es notorio al haber privilegiado más acción por encima de una historia que no guarda la complejidad de las anteriores ni se enreda con vueltas de tuerca como sucedía con la tercera parte. Esa decisión, no obstante, parece desaprovechada debido a la poca espectacularidad de los combates tanto a bordo como fuera de los barcos que no supera las expectativas que podría haberle otorgado el 3D y deja un sinsabor tratándose de Marshall, quien cuenta con algo de experiencia en coreografías de musicales. Sin dudas, la mejor escena es aquella que involucra a un conjunto de sirenas, elemento mitológico que se introduce en la historia, sumadas las incontables ocurrencias del pícaro Jack siempre un paso delante de sus adversarios. Por otro lado, una breve pero bienvenida aparición de Keith Richards -entre otros detalles que conviene ir descubriendo- aportan un atractivo extra que seguramente será saludado con júbilo por fans. La química entre Johnny Depp y la española Penélope Cruz funciona mucho mejor que cuando estaba Keira Knightley, en referencia al alivio amoroso no al personaje que es completamente diferente. Sin embargo, Barbanegra no resulta demasiado convincente de acuerdo a la leyenda corsaria, pese a los esfuerzos del talentoso Ian McShane. Por otra parte, haber reducido la extensión del largometraje en comparación con las anteriores películas en este caso parece acertado ya que el film fluye en las dos horas y cuarto en que transcurre esta nueva aventura de Jack Sparrow: un pirata nacido para surcar los mares.
Johnny Depp vuelve a surcar los mares y los cines como el capitán Jack Sparrow La tarea de realizar la cuarta parte de una saga exitosa puede resultar tan complicada como caminar por la plancha de un barco pirata con tiburones esperando la caída. El riesgo de alejar a los seguidores cambiando mucho la propuesta original choca contra la necesidad de variar algo para mantener vivo el entretenimiento. En esa encrucijada está Piratas del C aribe: navegando aguas misteriosas. Aunque cambió de director -salió Gore Verbinski y entró Rob Marshall-, y abandonó la línea de relato que atravesó las tres películas anteriores, el film conservó intacta su mayor atracción. Johnny Depp vuelve a darse el gusto de hacer de bufón rockero con el capitán Jack Sparrow nuevamente en problemas con las autoridades, aunque ahora esté en Londres y en 3D. Sin que el guión se tome demasiadas molestias para explicarlo, Sparrow posee un mapa para encontrar la Fuente de la Juventud. Claro que no es el único en busca de ese mítico lugar. El rey Jorge II (Richard Griffiths) hará lo posible para que el rebelde capitán trabaje bajo sus órdenes y las del pirata devenido corsario Hector Barbossa. Interpretado por Geoffrey Rush, el personaje que podría quedar opacado por los fuegos artificiales que produce Depp, divierte y hasta logra robarle alguna escena al protagonista. No sucede lo mismo con Penélope Cruz. La actriz española es Angélica, una mujer del pasado de Jack Sparrow que regresa para utilizar las habilidades del pirata que la amó y la traicionó. Sin demasiado que aportar al entretenido festival de la sobreactuación que arma Depp, Cruz vuelve a demostrar su falta de expresividad a la hora de actuar en inglés. Así, en términos de parejas fuertes en pantalla, se destacan más las escenas que Sparrow comparte con Barbanegra, el nuevo villano (interpretado con la necesaria oscuridad por Ian McShane), y con Keith Richards, que repite en el papel de su padre en uno de los momentos más cómicos de la película. Este film insinúa una nueva trilogía de Piratas en el C aribe conpocos elementos dramáticos de las películas anteriores -hay souvenirs como Barbossa, el Perla Negra, la brújula y el monito de Jack-, y dos nuevos personajes que parecen asegurar la continuidad de la saga. Ojalá que el misionero Phillip, interpretado por el actor británico Sam Claflin, y la sirena Syrena (Astrid Berges-Frisbey) tengan mejores oportunidades para desarrollarse-la escena al final de los créditos así lo sugiere-, porque en ésta sufrieron por el desprolijo trabajo de edición.
HUNDAN LA FRANQUICIA La cuarta parte de Piratas del Caribe confirma todo lo que las cuatro películas anteriores exponían: el estudio de mercado por encima del talento cinematográfico. Cada nueva entrega de la serie resulta un poco inferior que la anterior, no sólo por su mediocridad, sino también por repetir siempre lo mismo. Esta serie comenzó en el año 2003 con La maldición del Perla Negra (Pirates of the Caribbean, The Curse of the Black Pearl, 2003) y su éxito fue inmediato. Desde su nacimiento, los films de Piratas del caribe estuvieron cerca. ¿Cerca de qué? Cerca de dar en el blanco, cerca de lograr algo realmente interesante. Por momentos, y sólo en el primero de los cuatro films, esa cercanía era mensurable y se podía llegar a entender qué faltaba. La simpatía del protagonista completaba aquello que las películas no daban. Una combinación entre película de piratas, historia de amor e historia de fantasmas, la convirtió en una combinación irresistible para todos los públicos. Tres películas por el precio de una, o algo así como una red lo suficientemente grande como para que no quedara nadie fuera de la misma. El que mucho abarca poco aprieta, se dice por ahí, pero lo cierto es que tal repercusión de taquilla anula cualquier posibilidad de autocrítica por parte de los creadores de esta multimillonaria franquicia. Han pasado algunos años desde aquellas olvidables segunda y tercera parte, filmadas a la vez, y cuyo rumbo era tan confuso como aburrido. En épocas del 3D, no había que quedarse afuera y este recurso (que ya agota) es utilizado aquí también para que dos o tres espadas apunten hacia el espectador. El pirata Jack Sparrow (Johnny Depp) vuelve a las aventuras, incluyendo nuevos personajes y viejos conocidos. En aquella recordada La maldición del Perla Negra quedaba muy en claro que la película era él y tan solo él. Por los mencionados motivos comerciales no se atrevieron a que un pirata fuera quien llevara adelante la historia y por eso incorporaron la fantasía –por momentos efectiva- y la historia de amor entre dos personas políticamente correctas –que no funcionaba ni por un momento. Tanto no han cambiado las cosas y sigue siendo él, y sólo él, único valor rescatable de este nuevo film. El director Rob Marshall, el mismo que en Chicago nos enseñó cómo no se filma un musical, acá reduce su trabajo a filmar mal todas las escenas de acción, a no dejar fluir narración alguna y a plantar la cámara como un poste cada vez que Depp tiene que rematar con un chiste. La buena noticia es que Depp logra salir airoso alguna vez. Tres o cuatro sobre un total de mil. Los demás actores también se encargan de sobrevivir con altura a la deriva de dirección, pero es Penélope Cruz la que sale menos airosa. Se nota que Cruz, a diferencia de los demás, está esperando una dirección y, al no recibirla, recita sus diálogos de forma tal que producirá vergüenza ajena en los espectadores. ¿Cómo es que se puede llegar a este punto? Sin duda es la inercia de la franquicia la que le permite seguir adelante con nuevas películas, ya que el público está asegurado de antemano. Y ahí está el gran dilema: ¿Repetir lo mismo y volverse rutinario o renovarse y arriesgarse a ya no ser lo que se era antes? La cautela no es una buena consejera, y Piratas del caribe Navegando por aguas misteriosas peca de poca osadía a la hora de plantear su juego. Es positivo que la historia haya retomado algo de la simpleza del primer film, y haya dejado de lado el exceso poco atractivo de la segunda y tercera parte. Mejora mucho la película en la última hora, aun sin que esto implique que se trate de una película superior a las anteriores. La historia de amor ahora se centra en los personajes de Jack y Angelica (Cruz) y en el humor entre ambos. Atisbos de screwball comedy que pudieron dar para más. La prometedora pareja, sin embargo, se diluye con otra historia de amor “más seria” que nace en otro lugar de la trama entre dos personajes secundarios. Ese amor más solemne parece querer incluir a la juvenil platea de films como Crepúsculo. No debo detallar las consecuencias de esto para el film en su totalidad. De hecho toda la película es una sucesión de situaciones muy acartonadas, donde nada parece funcionar del todo y donde, más que nunca, se ven las marcas de un producto más estudiado desde lo comercial que deseado desde lo artístico. Una nota más: hay que quedarse hasta el final de los títulos, ya que hay algo para ver. Es una pena que no haya nada nuevo para ver antes de los mismos.
Sirenas caníbales se roban la cuarta “Piratas del Caribe” La bucanera Penélope Cruz aporta tensión erótica a la entretenida secuela Las sirenas se roban esta cuarta entrega de los «Piratas del Caribe». Es decir, los elementos sobrenaturales vuelven a superar la actividad corsaria más realista, igual que en la segunda y tercera parte de esta saga inspirada por el más antiguo de los juegos mecánicos del parque de diversiones Disneyland. En su intento de llevar a la pantalla esa rara mezcla de tren fantasma y montaña rusa acuática, los detalles sobrenaturales son los que hacen la diferencia en relación a la más ñoña película original de esta serie de films que hasta ha cautivado al mismísimo guitarrista de los Rolling Stones, Keith Richards, que vuelve a aparecer como el padre del pirata Jack Sparrow, personaje que le sirve a Johnny Depp para sacar a la luz todo su lunático sentido del humor. La trama narra los esfuerzos de tres expediciones distintas por llegar primero a una fuente maravillosa de la juventud eterna. El asunto no es fácil, ya que cada uno de los miembros de las diferentes partidas posee un secreto indispensable para hacer funcionar correctamente la fuente mágica. Y el más problemático de los componentes del ritual es conseguir la lágrima fresca de una sirena. Lejos de la tradición homérica, estas sirenas si bien son mujeres hermosísimas con la mitad inferior del cuerpo cubierta de escamas y cola de pez, no enloquecen a los marinos con sus cantos para hacerlos zozobrar, sino que salen a la superficie, los besan, y habiendo seducido a sus presas, las arrastran a las profundidades del océano para devorarlos con su afilada dentadura. La escena del ataque de las sirenas justifica por sí sola toda la película, y es la que mejor aprovecha el 3D digital, que no siempre juega un papel demasiado importante, dado el estilo más bien llano elegido por el director Rob Marshall. Este especialista en musicales como «Chicago» se las arregla bien con las coreografías de las numerosas peleas entre piratas, incluyendo un escape de Jack Sparrow del palacio de Buckingham delante de las mismas narices del rey de Inglaterra, y un furibundo motín a bordo del buque «Venganza» del pirata Barbanegra, personaje nuevo en la saga muy bien interpretado por Ian Mc Shane, que se vuelve el centro de cada escena donde aparece. Penélope Cruz también es muy divertida como la hija de Barbanegra, una pirata que tiene una relación de amor/odio con Jack Sparrow que no se soluciona nunca a lo largo de la película y que logra dotar de una buena dosis de romance y tensión erótica a todo el film. Un film que empieza un poco lentamente luego de la espectacular fuga inicial y después, sobre todo a partir de la aparición de las sirenas, va tomando buen ritmo humorístico-fantasmal. Geoffrey Rush, como siempre, también aporta su talento a dos de las escenas más macabras de la película. En medio de tanto desmadre bucanero hay lugar para la poesía: la extraña historia de amor entre un predicador y una sirena es un raro condimento que realmente no se podía esperar en una superproducción de Disney.
Más aventuras del capitán Sparrow Los estudios Disney y el megaproductor Jerry Bruckheimer ya saben de memoria cómo pilotear esta nave de los Piratas que inventaron en 2003; en esta oportunidad, cambiaron al eficaz Gore Verbinski (al mando de las primeras tres entregas de la saga) por Rob Marshall (director del notable musical "Chicago"), prescindieron de algunas de las figuras secundarias (Keira Knightley, Orlando Bloom, Jonathan Pryce), incorporaron a la bella Penélope Cruz y al correcto Ian McShane. Apostaron, además, a simplificar la historia (enredada y hasta incomprensible por la cantidad de subtramas) de las tres películas anteriores. El resultado tiene aciertos y errores: si bien el argumento resulta más consistente, la narración presenta problemas de ritmo y la película, aunque algo más corta que sus predecesoras, parece más pesada. La responsabilidad, en este caso, recae fundamentalmente en la tarea del director, que no logra balancear adecuadamente las escenas "lentas" (indispensables para el desarrollo de la trama) con las de acción, que conforman indudablemente la columna vertebral del filme. El primer cuarto de hora promete mucho; después hay un bajón notable y el ritmo parece renacer en la segunda mitad, pero evidentemente, la acción no es el fuerte de Marshall. Resulta interesante y novedosa la aparición de las sirenas (Astrid Berges-Frisbey, bellísima) y aparece desaprovechada la interacción entre Sparrow y Angélica (la hija de Barba Negra que interpreta Penélope Cruz). Johnny Depp asume casi con exclusividad el protagonismo de la película, y repite incansablemente los tics que hicieron más que popular a su personaje. Sale airoso, aunque se trate de la cuarta entrega; pero se plantea el interrogante: ¿estará agotado? ¿se habrá visto ya todo lo que Jack Sparrow tenía para mostrar? Habrá oportunidad de responder a estas preguntas, porque es casi seguro que esta no ha de ser la última aventura que el inquieto capitán pirata vivirá en la pantalla.
La eterna juventud de Jack Sparrow Por cuarta vez, el público se encuentra con el antihéroe Jack Sparrow y la aventura a bordo de barcos fantasmagóricos, comandados por chiflados. Rob Marshall dirige la nueva película de la saga, Piratas del Caribe en aguas misteriosas , manteniendo el diseño de las anteriores, el humor absurdo y a Johnny Depp como bufón inspirador. El actor revolea los ojos siempre tan delineados y logra un pirata que trastabilla, aunque se mueve veloz y efectivo como las maldiciones que va armando el guión. Piratas del Caribe 4 mantiene la continuidad de tono y abordaje de las aventuras, ventaja o desventaja de la película, según la lente. Esta vez, Sparrow busca la fuente de la juventud y vuelve a encontrarse con obstáculos fabulosos. Geoffrey Rush recrea su personaje Barbossa, ahora más terrenal y con una pierna menos. El corsario, al servicio de la corona británica (una variación lingüística que lo diferencia de los ‘piratas’), busca, además, a Barba Negra (imperdible Ian McShane), un maldito que terminó con el Perla Negra metiéndolo en una botella. Piratas del Caribe en aguas misteriosas suma a Penélope Cruz en el personaje de ex mujer engañada por Jack, a tono con la facilidad para la traición y el pillaje propios de Sparrow. La aventura se va complicando y suma barcos, tripulaciones raras, algunos zombies, sirenas que son pirañas y paisajes bellísimos, de cuento. La película comienza con las correrías de Sparrow en Londres, una embarrada ciudad donde se corre la voz de que Sparrow, un impostor, busca tripulación. Entre pelucas, modales, encajes y manjares, la acción se inicia cuando Sparrow burla al rey. Hay aún más enredos cuando aparecen los españoles con flota propia, al tiempo que la bella Angélica (Penélope Cruz) conduce a Sparrow al Queen Annes Revenge, el barco del pirata Barba Negra. Los efectos estimulan la imaginación: fuego en Londres, batallas a bordo, cañonazos y la seguidilla de desaciertos que caracteriza a Sparrow. Las imágenes son tan contundentes en su protagonismo que poco importan los detalles del guión. Durante dos horas entretienen con los tics y fórmulas del género de aventuras en alta mar. La película de Rob Marshall es una de piratas a lo grande, a lo Disney, siempre a tiempo para reiniciar la saga. Con una narración sin tregua, el ritmo de la película deja conforme al espectador adicto a Sparrow. Depp no ahorra piruetas al personaje, aunque tanto su actuación como la de las otras figuras pierden matices en la versión doblada al castellano. La película requiere una dosis de adhesión al género, la estética y la fantasía en estado puro.
Comparada con las películas previas del realizador Rob Marshall (un productor de TV devenido cineasta, más por dinero que por necesidad expresiva), esta cuarta entrega de las aventuras de Jack Sparrow -uno de los mayores personajes del cine, creación absoluta de Johnny Depp y motivo ya suficiente para su gloria- es una obra maestra. Al lado del despropósito “Nine” o la incapacidad para filmar bailes en “Chicago”, el montaje apurado de Marshall conviene bastante bien a las peripecias aventureras y graciosas de estos personajes. Esta vez, la cosa pasa por encontrar la Fuente de la Juventud, toparse con un viejo amor (Penélope Cruz, mejor que con Almodóvar o Woody Allen, lejos), ganarles una carrera a los españoles y recuperar el Perla Negra. Mucho, pero como la película es larga, alcanza (aunque sí, habrá secuelas: nadie duda de que esto será un éxito). Con algunas muy buenas secuencias de acción –el ataque de las sirenas es ejemplar– y, especialmente, con un Johnny Depp que domina la puesta en escena –da la impresión de que es el que le da las órdenes al director y no a la inversa– el juego de las aventuras piratas (juego en el sentido más noble e infantil del término) continúa y nos retrotrae a la fantasía de que el mundo está lleno de buenos buenísimos y malos malísimos con una sonrisa en los labios. Eso sí: el 3D aporta poco y nada, aunque tampoco molesta.
Navegando con Moderación (o elogio a un director maltratado) Admito que ni bien terminé de ver La Maldición del Perla Negra, la odié. No puedo concebir una película de piratas con tanta fantasía infantil, efectos especiales y estética videoclipera. Además que podía preveer cada giro de la trama, cada diálogo. La acumulación de clisés, lugares comunes y estereotipos era espantosa. También me pareció un poco sobrevalorada la interpretación de Johnny Depp. No es que reniega de sus dotes clownescos y de mímica para componer a Jack Sparrow, simplemente que me sofocaron, y los elogios fueron exagerados. Especialmente si se lo comparaba con Buster Keaton. Ni me molesté en ver la segunda y la tercera. A excepción de Rango, no he visto otra película de Gore Verbinsky que me haya convencido. Creo que es un maniquierista, influenciado demasiado por una estética publicitaria, punchi, que recién pudo expresarse cinematográficamente con la animación pura y concreta. Irónicamente, así, con ese canto al western tanto Fordiano como de Leone concibió una obra redonda, inteligente, cinéfila y “moderada”. Esa es la palabra del día: “moderación”. A veces es necesario apaciguar las aguas turbulentas del imaginario, dejar atrás la tentación de plasmar innumerables planos generados digitalmente que de tan sucesivos que son terminan por agobiando, exacerbando. Al punto que no se entiende bien lo que se está viendo, como sucede con el cine de Michael Bay. Por eso es que defiendo la elección de Rob Marshall como el nuevo capitán de Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas. Sería fácil decir, que Marshall solo fue un brazo ejecutor, que hizo su película menos personal, más industrial, al servicio del Rey de Midas, Jerry Bruckheimer. Pero no. Marshall hizo algo mucho más interesante, aportó su falta de imaginación, y por una vez en la historia del cine, menos es mejor. No sé si fue intencional o no, pero Marshall decidió resolver las cosas de la forma más sencilla posible. Llevar un guión netamente malo, lleno de lugares comunes, clisés, estereotipos y diversas previsibilidades narrativas a puerto seguro. Esta vez no hay tanta fantasías (y no me refiero a nivel argumental) no hay tanto efecto computarizado. Acá uno puede palpar lo artesanal. Las peleas son cuerpo a cuerpo, los decorados son más cartón que tela verde, el maquillaje es más real que digital. O sea, puede parecer berreta, barato, clase B, pero es más auténtico. No hay personajes íntegramente creados por CGI. No hay monstruos marinos. Y hasta las sirenas tienen algo orgánico, palpable, real. Después, por supuesto, está la innegable inverosimilitud y estupidez de una historia demasiado remanida. La última media hora prácticamente es un calco del final de Indiana Jones y la Última Cruzada. A excepción de Ian McShane que interpreta al único personaje creíble, real, sin sobreactuar ni agregar tics, es muy difícil encontrar otras actuaciones notables. El Jack Sparrow de Johnny Depp me atrae cada vez menos. Es demasiado “personaje”, parece una caricatura, Penélope Cruz es inentendible tanto cuando habla en un español forzado, como en un inglés españolizado y ridículo. La pobre está lejos de los excelentes trabajos de su país natal. Y después está Geoffrey Rush. A pesar de que me parece un gran actor, sigue repitiendo un patrón interpretativo hace mucho tiempo. Eso incluye al personaje de El Discurso del Rey. El resto de las actuaciones suma muy poco. Quizás los escasos pero valiosos minutos de Richard Griffith sean dignos de destacar. Marshall nunca logra dar en la clave como narrador, pero sabe impresionar. Supo engañar a muchos críticos y cinéfilos con los maravillosos números de Chicago (lo único destacado a mi parecer), dio un festín de colores con Memorias de una Geisha (película insulsa, pero que estéticamente era bellísima) y quiso contagiar a todo el mundo al ritmo de canciones seudo italianas, glamour superficial y un gran elenco desaprovechado con Nine. Esta vez solo tenía que hacer los deberes. Y los hizo bien. Porque a pesar de que no está bien narrada, de que hay subtramas secundarias como el romance entre un clérigo y una sirena, el rol de la corona española, y otras arbitrariedades del guión que no supo manejar, no funcionan ni convence, sí dio en la clave en lo que es montaje, timing de aventura y sobretodo despliegue coreográfico. La película entretiene y gusta porque Marshall aprovechó la archiconocida banda de sonido de Hans Zimmer para crear escenas de ballet y danza. Porque Marshall es un gran coreógrafo. Así se hizo famoso, y si uno analiza la forma en que se desplaza Sparrow por las calles de Londres, la danza de las sirenas asesinas, los desplazamientos de Penélope Cruz, entonces entenderá que está viendo Piratas del Caribe, el musical. Entonces, si el autor es desplazado del trono, el coreógrafo entra en su lugar, y los momentos más disfrutables del film son estos que nombré: aquellos donde Marshall se siente cómodo, se divierte y puede ser meticuloso. En el pasado lo he insultado, pero tengo que admitir que si esta cuarta (y esperemos, última entrega) de Piratas del Caribe se me hizo soportable, digna, meramente visible fue porque detrás de cámara aparece un hombre sin pretensiones, “moderado” que se jugó por lo simple, sencillo y apersonal, optó por entretener más que por impresionar, que pudo meter bocados de su experiencia teatral para aportar cierta belleza y lirismo en medio del caos. Ese hombre se llama Rob Marshall y esta vez (hasta que meta la pata con otro musical) se ha ganado mi respeto. (Nota: también se hace más soportable porque no aparecen los aburridos personajes de Orlando Bloom y Keira Knightley, pero esa fue decisión de Bruckheimer)
El Capitán Jack Sparrow se cruza con Angélica, una mujer de su pasado, y no sabe si nuevamente hay amor o si ella lo está usando para hallar la famosa Fuente de la Juventud. Cuando ella lo obligue a abordar el barco del temible pirata Barba Negra, el héroe se encontrará en una inesperada aventura de grandes peligros. Reflejo exacto de la realidad, Jack Sparrow emprende su viaje sólo, sin barco ni tripulación, de la misma forma que Johnny Depp se aventura a una cuarta parte sin sus dos compañeros centrales de elenco o Gore Verbinski detrás de cámaras. La única cara conocida para el Capitán es su contramaestre Gibbs, a quien luego de rescatar en distintas oportunidades mantendrá alejado de la acción una y otra vez, como si se tomara en serio lo de encarar el filme solo. Es uno de esos casos en que el protagonista es una presencia tan poderosa, después de todo él es la película, que un cambio radical de actores no termina de afectar al resultado, siempre y cuando él siga firme allí. A falta de un mejor ejemplo, en televisión pasó eso mismo en la cuarta temporada de House M.D., mientras el rol central fuera ocupado por la misma persona de la misma forma, el hospital podía caerse a pedazos que poco iba a perjudicar al producto. Con el equipo al hombro, Depp encara un partido complicado. Una saga que fue hundiéndose más con cada secuela, ahora sin salvavidas en los que confiar y con un Rob Marshall como comandante, cuyas grandes producciones generalmente decepcionan, parecía una empresa destinada al fracaso. Y sin embargo sale a flote. No es que sea un clásico moderno pero entretiene, hay una extensa duración que no se padece como en la anterior, y logra desarrollar una trama clara y definida. Para que se entienda bien mi punto, no está ni cerca de la película original, pero sí es superior a la tercera y por lo menos pasa algo, a diferencia de la segunda. Por supuesto tiene sus problemas, la idea general ya está bastante gastada, y si bien este hace un trabajo formidable, no se puede depender de un solo actor. Aquellos experimentados que lo secundan, Geoffrey Rush e Ian McShane, llevan sus papeles con soltura y su participación es celebrada, pero algunas de las incorporaciones teclean y sus apariciones molestan. Sorprende que Penélope Cruz todavía no pueda actuar y hablar inglés al mismo tiempo, creo que demostró en los últimos años que tiene la capacidad para llevar bien un rol, pero no el de hot latina que Hollywood le asigna una y otra vez. Lo mismo sucede con Sam Claflin, el carilindo intento de reemplazo de Orlando Bloom, en quien se trata de apoyar una historia romántica que poco importa. Muy bien musicalizada por el inagotable Hans Zimmer, con mucha guitarra flamenca lo cual supone un plus, la película se destaca en los aspectos técnicos, haciendo un uso adecuado de todo lo que Disney pone al alcance de la mano. Es criticable por supuesto el uso con fines exclusivamente recaudatorios del 3D, lo cual parece una burla dado que las veces que se lo utiliza se cuentan con los dedos de una mano y sin embargo los lentes hay que tenerlos puestos más de dos horas. Para cerrar, la introducción del filme es impagable, con el sello de la industria por todos lados… españoles que hablan entre sí en inglés, pero con acento español, es algo que como diría la tarjeta de crédito, no tiene precio.
VOLVIO JACK SPARROW Cuarta parte de la saga que tiene como protagonista a Jack Sparrow que, si bien no se acerca a ser la mejor de la serie, se asemeja mucho al estilo narrativo de la primera parte, introduciendo nuevos personajes que se roban las escenas y manteniendo el histrionismo y la locura que Johnny Depp le aporta a su creación. Jack Sparrow tiene un nuevo objetivo: ir en busca de la fuente de la juventud. En el camino se cruza con Barbanegra y su hija, quienes lo van a utilizar como mapa viviente para encontrar el lugar. Pero también con Barbossa, que ahora sirve a la monarca inglesa y va a hacer todo lo posible por ser el primero en encontrar la fuente. Jack, por su parte, va a tratar de engañarlos, mientras que el amor y la aventura vuelven a aparecer en su vida. El rumbo que aquí se decidió llevar a la saga es muy correcto y retoma muchas de las ideas que predominaron en la primera parte. Dentro de toda la fantasía que aquí se presenta, la narración gira siempre entorno a la aventura y no tanto a la presentación de grandes batallas marinas o a la llamada de dioses, como en la tercera entrega. Es así como aquí se aprovechó mucho la personalidad de Sparrow para crear humor y para llevar adelante escenas en las que él es el único y principal protagonista. Sus improvisados y suertudos escapes están presente en casi toda la historia, mientras que los duelos de espadas, muy bien coreografiados, aparecen en varias oportunidades y le aportan velocidad y acción al argumento. Jack Sparrow sigue sigo el protagonista de los mejores momentos, en especial al destacar su lado despistado, inocente y pícaro, otro maravilloso trabajo de Johnny Depp en la interpretación del pirata. Los demás personajes, ya sean Barbanera (Ian McShane), Barbossa (Geoffrey Rush) y Angélica (Penélope Cruz) están muy correctos y cada uno tiene su momento de destaque. McShane aparece casi a la mitad del relato y, aunque no encarna un villano tan temible como lo fue Davy Jones en las pasadas dos entregas, su maldad se ve muy bien transmitida, ocasionando que muchas de las situaciones finales estén actoralmente destacables. Rush vuelve a interpretar al Capitán Barbossa, ahora cómplice de la realeza británica, las situaciones que está con Depp casi al final son increíbles y él le brinda ese toque de calidad y talento que, junto con el histrionismo de Johnny, se potencia al máximo. Penélope es la que menos se luce, simplemente porque la dualidad de su personaje con Sparrow no está del todo clara en su interpretación. La química entre ellos, aunque al final es excelente, no se logra definir durante casi todo el relato. Técnicamente, esta cuarta parte es impecable. El trabajo de diseño de arte, la fotografía, el sonido, los efectos visuales, las coreografías, las locaciones elegidas, la iluminación, el vestuario, el maquillaje y el 3D, son excelentes. Una labor detallista y minuciosa por parte de los resposables de cada rubro que, si bien se presentan desniveles en términos del guión, le aportaron calidad y belleza visual y auditiva. A su vez, la banda sonora, a cargo de Hans Zimmer, vuelve a aportar dinamismo y un ritmo frenético imparable. Los nuevos personajes, además de los dos protagónicos, son buenas incoorporaciones. Primero que nada, las sirenas se roban muchos de los momentos en los que hasta el mismo Jack Sparrow aparece. La batalla que se arma al tratar de atrapar una de ellas es increíble desde todo punto de vista, va acompañada de una acción que nunca frena, de bellas mujeres, de maldad pura y de mucha sorpresa. Sin duda alguna uno de los mejores momentos de la película. Por otro lado, los zombies, que aparecen poco y que no tienen mucho protagonismo, están correctos, pero no logran destacarse. "Piratas del Caribe: Navegando en Aguas Misteriosas" es una película muy divertida, con un Jack Sparrow que se luce en todas las escenas y con una interpretación por parte de Johnny Depp impecable. Visualmente bellísima, con desniveles con respecto al guión y al personaje de Penélope Cruz, pero con las suficientes locuras y aventuras como para hacer de ésta una experiencia entretenida y técnicamente perfecta. UN DATO: luego de los créditos finales hay una corta escena más, el pie para la quinta parte. UNA ESCENA A DESTACAR: el motín.
Los cambios llegaron también al universo de los piratas. Todo es más grande y un poco menos divertido en esta primera versión de Piratas del Caribe a cargo de Rob Marshall, que reemplaza a Gore Verbinsky. El director oscarizado de Chicago y de la influmable Nine apuesta por la grandilocuencia pero pierde en la acción que caracrterizaba a la saga. Marshall será especialista en coreografías pero no siempre es sencillo filmar cuerpos en movimiento y las escenas de acción son confusas. ¿Cómo sobreviven los piratas que no lucen en combate? A puro carisma, gentileza de los infalibles Johnny Depp y Geofrey Rush, que sacan a flote la película y no permiten que se hunda la saga.
Los piratas siguen saqueando la taquilla, cada vez con menos ideas La gente está ávida de aventuras. El cine es un lugar ideal para disfrutar esas historias que a todos sus gustaría vivir por lo fantástico del género en sí, y los grandes estudios lo saben. Una vez que los productores encuentran un éxito, deciden prolongar la historia y seguir en esa dirección hasta ir agotando lo bueno que cada saga tiene. Se necesitan excelentes guionistas para llegar a una cuarta parte y hacerla bien. No todo es juntar el mismo elenco, potenciar los efectos especiales y sentarse a esperar que funcione "per se". No debería ser así. Digamos que un trabajo responsable es dedicar mucho presupuesto a generar buenas historias para que los sucesivos films tengan un atractivo argumental, y eso, no es algo que se pueda dejar atrás. El ejemplo es "Shrek", película que nos deslumbró en su momento y no pudo sostener su intensidad y humor en sus entregas posteriores. Hoy nos llega "Pirates of the Caribbean: on stranger tides" y sentimos que las ideas pueden haberse acabado, pero los piratas siguen saqueando la taquilla. Ya decididos a sostener a cualquier precio la franquicia (Disney ya anunció quinta y sexta parte, compartiendo unidad argumental), sólo nos resta describirles como viene la marea para ver si estos piratas pudieron mantenerse a flote en esta cuarta parte. .Lo primero que hay que ver, es que en la dirección está Rob Marshall (quien viene haciendo otro tipo de cine - léase "Chicago", "Nine"...) y vamos a extrañar a Gore Verbinsky quien luego de hacer las 3 primeras le dejó su lugar para hacer "Rango". No es que Verbinsky fuera un genio, pero al menos entendía el espíritu de la historia y fogueaba su trabajo en esa dirección. El cambio no ayuda al film porque lejos de aportarle riqueza al timón (que suponemos es lo que se buscaba), Marshall parece muy preocupado en entender de qué va la historia y no logra hacer una buena dirección, hecho reflejado en secundarios que lucen pobres y fuera de contexto (y nombro a Penélope Cruz, San Claffin y Astrid Berges-Frisbey, una protagonista y dos laderos que naufragan sin remedio durante toda la película), lo cual genera mucho desnivel en ciertas escenas del film y le quita intensidad a ciertos momentos importantes en la trama. Está bien, no se asusten, sigue Jerry Bruckheimer en la producción, o sea que pueden traer sus baldes de pochoclo a la sala, porque espectacularidad, no le va a faltar. Lo que es cierto es que hay un camino ya trillado para navegar y que gran parte de la tripulación está. Johhny Depp hace un habitual y relajado Jack Sparrow, quien luce un poco monótono y sin contrafiguras con quien dialogar en este film, vaya a saber uno porqué...Esto sucede porque se extraña mucho a Keira Knightley y a Orlando Bloom, quienes a la luz de los hechos, eran un gran soporte para Depp, el héroe en cuestión, se quedó solo... Ellos eran personajes sanguíneos, estaban genial en sus roles y le daban ese aire de película clásica a la saga que desgraciadamente los nuevos no pudieron darle. Y no es por caerle a Cruz, pero es cierto que tenía una gran responsabilidad por delante y quizás el idioma, quizás sus líneas (no me queda claro) el porqué, pero algo pasó, que no encontró el rumbo de su personaje. Y es una figura importante en la historia, lo cual hace que a veces Depp se quede parloteando solo (actoralmente hablando) en ciertos momentos porque Penélope se hunde en su sombrero de pirata y de allí no sale... Afortunadamente para esta entrega, están Geoffrey Rush (una garantía) e Ian McShane, quienes le dan la fuerza a sus personajes para que la historia se sostenga, al menos, desde los antagonistas. O sea, mezcladito el cast, pero tirando para abajo. ¿De qué va la historia? Bueno, hay un lugar, que se presume que es la fuente de la juventud. Los ingleses y los españoles lo buscan con desesperación, cada uno por sus propias razones (que no vamos a adelantar). El tema es que quien también lo busca es el misterioso y oscuro pirata Barba Negra (McShane), quien necesita dar con ella porque una profecía anticipa su muerte en poco tiempo. Junto con su hija Angélica (Cruz), organizará una tripulación que zarpará de Londres, lugar donde Jack Sparrow se encuentra haciendo de las suyas. Sus destinos se cruzarán y todos, por caminos distintos, pondrán proa hacia el extraño sitio donde está el mágico elixir en una larga travesía de más de dos horas de navegación (perdón, digo, narración). La saga trae lo que ya conocemos, escenas de acción, un poco de humor, el carisma de Depp y la solvencia de la reconstrucción de época. Y está bien. No puedo decir que es una película mala, sino es mi deber anticiparles que no me sorprendió y que, si me apuran, la siento por debajo de las otras tres anteriores. El público la va a disfrutar igual. Si les gusta la aventura o tienen simpatía por Depp, se deja ver. En 3D es más interesante y desde ya que recomiendo la versión subtitulada para los adolescentes y adultos porque tiene mucha más riqueza verbal que la doblada. Hay mucha diferencia. "Piratas del Caribe: navegando por aguas misteriosas" es una típica cuarta entrega de cualquier film, llega para sus fans, principalmente (que son millones), señala cierta falta de renovación y profundización argumental y nos deleita con lo que ya compramos en las tres anteriores. Está en ustedes subirse al barco o no...
Anexo de crítica: Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas (Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides, 2011) viene a confirmar que la saga arrastra un cansancio innegable y que a pesar de todo aislando la esencia aún puede llegar a funcionar. Bajando de un hondazo a los personajes -ya irrelevantes- de Orlando Bloom y Keira Knightley, la Disney apostó de lleno a una clásica historia de aventuras símil Indiana Jones centrada exclusivamente en los simpáticos bucaneros (Johnny Depp, Geoffrey Rush, Ian McShane y la siempre bienvenida Penélope Cruz). Por suerte Rob Marshall, aquí en reemplazo de Gore Verbinski, aporta algo de aire fresco a la franquicia y entrega la mejor secuela del lote, un film ameno que recupera el encanto lúdico de Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra (Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl, 2003). Se agradecen de sobremanera los hilarantes cameos de Keith Richards y Judi Dench…
Naufragando en aguas conocidas Ha vuelto Jack Sparrow el pirata que inició sus travesías por el 2003 con una nueva aventura: encontrar la fuente de la juventud. En el camino en la búsqueda de un nuevo tesoro, Jack se cruzará con un viejo amor llamado Angélica, con el temible Barbanegra, con el conocido enemigo Barbosa, con los Españoles, con sirenas y también, como si todo lo anterior fuera poco, con algunos zombies. La franquicia ha cambiado de capitán (va a ser una crítica rodeada de metaforas navales, como la saga lo amerita) debido a que Gore Verbinski se alejo de la misma para filmar la entrañable Rango y en su reemplazo llegó Rob Marshall. Marshall, que venía de fracasar estrepitosamente con Nine, lamentablemente hace naufragar un barco en aguas que les son bastante familiares. ¿Se puede realizar una continuación sin gracia, sin pasión, sin espectacularidad, sin fluidez y sin humor, en una saga donde todo lo mencionado estaba más que garantizado? Si se puede y Rob Marshall se encargó de demostrarlo. Los personajes de este film van a la deriva y algunos hasta sin justificación. Que le aporta a la película el misionero? Nada, absolutamente nada. Pero lo peor de esto no es que no sume al argumento, sino que Marshall le da un lugar importante a un timido y inexpresivo personaje a tal punto que es el único tripulante del film que vive un romance, aparte del querido Sparrow. Luego encontramos desaprovechados a un siempre cumplidor Ian McShane interpretando al pirata más temido por todos los piratas, el pirata Barbanegra. De verdad que ese pirata es tan temible? Bueno estaría bueno que se pueda apreciar en las imágenes y no solo en las líneas de dialogo. Luego encontramos a la hermosa Penélope Cruz (aquí justifica su patético acento al interpretar un personaje nacido en España) que no logra salvar el hundimiento de la saga debido a que presenta una Angélica carente de sensualidad e inexpresiva. Piratas del Caribe 4 solo presenta algunos momentos que rozan lo simpático y la mayoría surgen por parte de Johny Depp, lo que demuestra nuevamente la impericia de Marshall al no aportarle una nueva y necesaria visión con personajes que logren demostrar algo de frescura a la franquicia. Más allá de algún que otro traspié en las anteriores ediciones Depp siempre salió aireoso de cualquier crítica y aquí nuevamente es quién tiene las mejores secuencias cómicas con un Jack Sparrow que se encuentra bastante gastado. Realmente es digno de destacar que una película de aventuras con personajes que supieron llenar nuestro balde de pochoclos en el pasado, tengan una vuelta tan aburrida y desangelada. Es decepcionante e ¡IMPERDONABLE! que Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas falle también en las escenas de acción, debido a que pareciera que Marshall las fimló por puro compromiso sin generear emoción, espectacularidad y sorpresa, sentimientos fundamentales en una secuencia de "tiros y espadas". Solo el ataque de las sirenas pareciera estár rodado con la cálidad que una franquicia como esta precisa. Por todo lo expuesto más arriba lamentablemente hay que decir Piratas del Caribe 4 no navega en ningún momento aguas misteriosas, sino que naufraga por completo en aguas altamente conocidas, donde su único sobreviviente es Johnny Depp.
Una aventura para no olvidarse de Sparrow La cuarta parte de la saga protagonizada por el personaje del capitán Jack Sparrow, "Piratas del Caribe: navegando aguas misteriosas", retoma esa alocada creación con la cual quedó asociado su intérprete, Johnny Depp. El actor se muestra cómodo en un rol del cual disfruta y que además conoce a la perfección. Su serie de tics y la gracia con la que encarna nuevamente a Sparrow, ahora en busca de la Fuente de la Juventud, son en buena medida uno de los pilares sobre los que se construye la película. La impecable puesta en escena es también un soporte de lujo para el lucimiento de Depp que en este caso llega acompañado por Penélope Cruz como una antigua relación. En esta demasiado larga aventura, se destacan como una saludable sorpresa la aparición de unas criaturas mitológicas que suman intriga a esta aventura que seguramente tendrá más entregas.
Somos los piratas Nunca fui un amante de la saga Piratas del Caribe. De hecho, siempre me costó bastante recordar las tramas de cada una de sus partes por separado. De todas maneras, es meritorio reconocer que la franquicia construida por Disney y Jerry Bruckheimer puede sostenerse como un buen entretenimiento familiar. Vale aquí la comparación –entonces- con la saga que despertó la imaginación y el entusiasmo de mi generación: Indiana Jones. Pero claro, ni Gore Verbinsky (responsable de las tres primeras partes, que no aceptó este nuevo capítulo para realizar la animada Fargo) ni Rob Marshall tienen la capacidad narrativa para títulos masivos de Steven Spielberg. De todas maneras, no será equivocado admitir que buena parte de aquello que hizo popular a estos piratas versión siglo XXI sigue presente: con menos entusiasmo, con menos inteligencia, pero con la misma intensión. Luego de un rápido escape de la corona británica, el Capitán Jack Sparrow se reencontrará con un viejo amor (Penélope Cruz, la principal pero poco convincente novedad en el reparto) que lo convencerá para ir en busca de la fuente de la juventud. Por supuesto, no serán los únicos con intenciones de obtener la vida eterna. Las intervenciones de Geoffrey Rush e Ian McShane como los villanos de turno ayudan a la trama. Y a pesar del cambio de dirección, todo está servido para que Johnny Deep reviente en la taquilla con uno de sus personajes más celebrados de los últimos años. Alguna vez Deep dijo que interpretaría al Capitán Sparrow las veces que le sea posible. Pero ni siquiera él resulta tan gracioso. Sin el evidente factor sorpresa que quita una cuarta parte, Piratas del Caribe: Navegando en aguas misteriosas es un film parejo, profesional, pero sin ningún atrevimiento o libertad creativa. Es cierto que el talento de Marshall (responsable de musicales como Nine o Chicago) para “coreografiar” las escenas de acción hacen de este un producto más eficaz, aunque muestre falencias en otros momentos. Con una interesante mirada sobre la colonización europea, que lejos busca ser autorreflexiva sobre la ocupación norteamericana en Medio Oriente, el film ofrece una última hora mucho más atractiva en su conjunto. De todas maneras, la cuarta parte de Piratas del Caribe propone lo que de ella se espera, sin ningún agregado adicional. Diversión, aventuras y acción, para una saga que (muy a pesar de lo que diga la escena que llega después de los créditos) empieza a mostrar signos de agotamiento, aún con el éxito comercial asegurado.
Otra vez más navegando hacia el mismo rumbo Luego de la trilogía de Gore Verbinski, el nuevo elegido para llevar las arcas de la híper popular Piratas de Caribe resulta ser Rob Marshall, director de la sobrevalorada Chicago y las intrascendentes posteriores Memorias de una geisha y Nine. Para la cuarta edición de la saga del Jack Sparrow (ya el mítico personaje interpretado por Johnny Depp), esta popular odisea de aventuras desembarca con Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas, una nueva entrega dónde el ícono de Walt Disney en los últimos diez años se encontrará con Angélica (Penélope Cruz), una mujer con la que tuvo una relación en el pasado, quién lo hará llegar a ella para ir en busca de la fuente de la juventud, ya que su padre, el malvado capitán Blackbeard (Ian McShane) teme de una profecía que predica su muerte. Entre engaños y diversas incógnitas zarparan en busca de los acontecimientos, cómo también lo hará por paralelo el capitán Barbossa (Geoffrey Rush) que irá en busca de venganza. Como en los tres primeros, el film de Marshall es un collage de acción y efectos especiales manejado por grandes figuras de Hollywood cómo las ya mencionadas; aunque dejando un saldo repetitivo y obsoleto. La película es sumamente predecible y todo lo que va sucediendo es lo que se supone que va a pasar en una enorme marea de clichés. En 2003 con La maldición del Perla Negra, el más correcto de la saga de Sparrow, comenzaba lo que sería un boom multitudinario: un personaje llamativo, espectaculares efectos visuales, acción y un toque de comedia que cautivaron al público a pesar de no presentarse una gran obra; pero como es habitual en la Hollywood moderna, se opta por explotar cada film pochoclero y producir innumeradas e innecesarias sagas de cada película que tiene un éxito de importancia. Por ende se privilegia más el negocio que el cine, más el dinero que el arte, aunque tranquilamente podrían ir paralelos; pero cada vez son menos los casos de este estilo, ya lejos queda en el tiempo Steven Spileberg los las tres primeras Indina Jones o Robert Zemeckis con Volver al futuro y sus respectiva trilogía. En 2006 con El cofre de la muerte y 2007 con En el fin del mundo, lo único que se demostró fue que la historia de Piratas del Caribe se reescribía en materias similares en vez de buscar nuevas variantes y algo sorpresivo que pueda hacer evolucionar a la obra; sin embargo se puede entender en que esto poco influyó en el público, ya que estos films son tan calculados para ser efectivos que generalmente contienen lo que la mayor parte de la gente espera. Pero volviendo a Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas hay que decir de que a pesar de ser correcto visualmente, tener pasajes entretenidos de aventuras y un humor negro aceptable, la obra de Marshall decae siempre en obviedades y hasta en romances cursis como el de un religioso tripulante de Blackbeard y compañía con una joven sirena que capturan para concretar el tan ansiado plan. En conclusión, Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas es otra floja parte de las aventuras del capitán Jack Sparrow, además como pareciese y lo da a entender la película de Marshall en un futuro cercano tendremos una nueva edición de la saga, y luego quién sabe cuantas más; lo único que se puede esperar es, aunque sea, un poco de creatividad por parte de Hollywood.
Esta cuarta parte de la saga tiene como único objetivo llenar las arcas, (de los productores). Cuando se estreno la primera (“La Maldición del Perla Negra”), a partir del éxito rotundo, dieron cuenta de una veta poco explotada en los últimos años. Los filmes de aventuras, sobre todo las historias de piratas, parecían haber perdido el encanto. Lejos estaba ya la mediocre “La Pirata” (1995) de Renny Harlin, y mucho más atrás en el tiempo la increíble “El Pirata Hidalgo” (1952) de Robert Siodmak, con el gran Burt Lancaster en el papel del Hidalgo Capitán Vallo. Podríamos parafrasear al gran Catalán Joan Manuel Serrat diciendo “Marchando una de piratas... Larga vida y gloria eterna. Para hincarles de rodillas hay que cortarles las piernas…” Ya entrado el siglo XXI esa primera aparición del Capitán Jack Sparrow fue bastante promisoria. Tomaba un género como el de la aventura, lo entrelazaba con otros, a saber, acción, por supuesto, pero en relación al diseño de montaje, y terror en cuanto a construcción de algunas imágenes, recuerde las apariciones de fantasmas, de personajes muertos-vivos, etc, hasta tenía tiempo para volverse romántica con la simple aparición de Keira Knightley, todo jugado en tono y ritmo de comedia satírica. Las siguientes producciones sólo fueron una repetición de la estructura, del relato y de los personajes, los cambios eran mínimos e innecesarios, con el propósito que tuviera por objetivos el engrosamiento de los bargueños o cofres…. de las boleterías de los cines y, por ende, de los productores. Pero el Capitán Sparrow no se entrega. Y volvamos al catalán: “Todos los piratas tienen atropellos que aclarar, deudas pendientes y asuntos de los que mejor no hablar. Se beben la vida de un trago y se ríen con descaro….” Esta última entrega nos depara algunas sorpresas. El problema de nombrarlas de esa manera es que son eso, sorpresas solamente. No tienen por definición que ser agradables, en realidad son casi desagradables, empezando por el recurso tecnológico del 3D, que ya esta llevándome al borde del hastío absoluto, hasta la desaparición del personaje de Elizabeth Swann (Keira K., no se tome como alegórico el desvanecimiento en la escena de la doble K, justo en un año de elecciones en la Argentina), dejando su lugar al de Angélica (Penélope Cruz), lejos lo peor de este filme, tanto en la construcción del personaje, como el desarrollo y la interpretación. Parecería que todavía no se dio cuenta “la” Penélope que en las producciones hollywoodenses siempre hizo agua, esto no esta en referencia directa a la producción en cuestión, que en que gran parte transcurre en un barco (pirata), sino porque sólo cuando esta bien dirigida ella se luce. En cuanto a los elementos de la historia, comienza en Londres (la cuna de los piratas), para luego incorporar zombies, sirenas con complejo de vampiro, etc. Todo sin demasiado sentido y sin ninguna justificación. La misión que le encomiendan al Gran Capitán es llegar antes que los españoles a la fuente de la juventud. Lo dicho, no hay demasiadas modificaciones entre esta y sus tres predecesoras, más allá del objeto a “usurpar”. Las escenas de acción hasta perdieron el encanto de la exageración que tenían sus antecesoras, esa grandilocuencia de filmar con grandes escenarios y la muy buena fotografía ha dejado su lugar para que lo sostenga ineficazmente el 3D En el principio del filme se insinuaba una especie de intento de retorno a aquella primera realización, pero la ilusión, y esto no es alegoría de ningún tipo, dura alrededor de 15 minutos, luego el relato cae en un pozo del que no puede salir, sumando sólo una sucesión de escenas que prolongan el desenlace, para en los últimos minutos volver a levantar la puntería, o a retomar ciertos riesgos presentes al comienzo. Es en los instantes iniciales donde se encuentra lo mejor de la narración, con algún que otro chiste autorreferencial, más pantalla para Geoffrey Rush, que vuelve a interpretar a Barbaroja, quien parece que esto de jugar a ser pirata se lo toma en serio. En el mismo nivel, pero que ya parece hacerlo más de compromiso que comprometido con el personaje, esta Johnny Deep, quien cumple, o al menos no defrauda, aunque se nota el agotamiento de Sparrow, en una historia asimismo caducada, con un actor que ya no se divierte animando al célebre pirata de fantasía. Por supuesto que el cierre no lo es tal, da lugar a una quinta entrega cuando todavía no quedo en claro esto de navegar en aguas misteriosas, que de misterioso no tuvo nada, terroríficamente previsible. Dura dos horas y quince minutos, y créame que le sobran al menos 90 minutos. “Marchando una de piratas... Nadie doblegó su espada y bastó una mujer hermosa para cortarles las alas…. “No hay historia de piratas que tenga un final feliz. Ni ellos ni la censura lo podían permitir. Por la espalda, en una esquina, gente a sueldo los asesina….” A partir del último verso ¿Es hora de ir contratando a un sicario?
La saga de Piratas del Caribe sufre, casi más que ninguna otra, un terrible efecto fotocopia: ya la segunda presentaba desmejoras, la tercera no presentaba color alguno, y esta cuarta parte apenas si puede verse. Con un cambio de capitán notorio (abandona la nave Gore Verbinski, toma el comando Rob Marshall), lo último -único- que Piratas... ofrecía, es decir, surrealismo mainstream, personajes coloridos y cataratas de efectos especiales, parece haberse desvanecido en el aire: probablemente nadie extrañará a Keira Knightley y Orlando Bloom, pero sí criaturas marinas extrañas como el Capitán Davy Jones, o esa suerte de Kraken que devoraba a Sparrow en anteriores aventuras, que parecen ya demasiado lejanas. Lo que queda por contar es una historia que para colmo parece repetida de la segunda entrega: la búsqueda de un elemento poderoso que devuelve la juventud a quien lo posea y pronuncie las palabras correctas. En la nueva carrera vuelven, claro está, Jack Sparrow (Depp, más medido, o quizás cansado, que en las anteriores partes), Barbossa (una vez más, opacado por Johnny), el segundón Gibbs (Kevin McNally) y Keith Richards (unos pocos segundos), apenas un souvenir de anteriores batallas. Entre las nuevas caras piratas se encuentran Penélope Cruz, cuyo terrible inglés parece más una forzada negación para con el idioma, que sin duda repercute en lo limitado de su interpretación, e Ian McShane, por lejos lo mejor de la película. Rob Marshall, el otrora director de Chicago y Memorias de una Geisha, continúa así su curriculum de películas sumamente olvidables y prescindibles, sólo que en este caso lejos, lejísimo, de un premio de la Academia. Lo demás es lo de siempre: barcos, naufragios, espadas y suciedad a lo Hollywood: gente que no se baña, pero sí tiene tiempo para maquillarse. Ah, y sirenas, que constituyen la mejor escena del film en una batalla insólita, que tristemente termina antes de lo deseado. Queda una incógnita que probablemente nunca encontrará respuesta: ¿cuáles serán las aguas misteriosas del título?
Cuestión de propósitos Desde que se anunció la cuarta parte de Piratas del Caribe, la pregunta básica que surgió fue: ¿para qué? Con la trilogía inicial, la saga daba la impresión de haber brindado lo justo y necesario, e incluso de haber agotado los recursos. Los interrogantes se abrieron aún más con el anuncio de la contratación para la dirección de Rob Marshall, quien no sólo no tenía antecedentes en el cine de acción y aventuras, sino que además posee una filmografía con bodrios como Chicago y Memorias de una geisha. En Piratas del Caribe: navegando aguas misteriosas, se nos presenta nuevamente al Capitán Jack Sparrow, buscando la Fuente de la Juventud. En el medio, se encuentra con un antiguo amor del pasado, una pirata llamada Angélica, interpretada por Penélope Cruz, que es la supuesta hija del temible Barbanegra (Ian McShane). La historia es totalmente independiente de las primeras tres partes, y comienzan a notarse ciertas decisiones que buscan denotar una autonomía propia. Por un lado, el personaje de Sparrow pasa a tener mucha más centralidad, asumiendo que Johnny Depp y su creación es lo que sostiene todo el ensamblaje. Por otro, en muchos pasajes del relato el tono es bastante más ceremonioso. Estas disposiciones tienen unas cuantas consecuencias. En principio, tanto peso sobre Sparrow (y por ende, Depp) termina desgastando al personaje, porque el contexto no lo cuida lo suficiente y queda demasiado expuesto. Además, la atmósfera más pomposa lentifica la acción, estirando las acciones e incluso aburriendo (más si se tiene en cuenta que el metraje supera cómodamente las dos horas). Pero donde más se nota el declive es en el diseño de los personajes. A los películas previas (en especial la segunda, El cofre de la muerte) se les podía reprochar cuestiones vinculadas a la acumulación de subtramas, el barroquismo estético o la falta de coherencia en la sucesión de secuencias, pero no en la configuración de los protagonistas, ya que tenían en general un espesor irreprochable. En este filme se notan varios casos donde los personajes son marionetas: el de Angélica nunca alcanza atractivo y gracia propios (y hay que sumarle que Penélope, a diferencia de Javier Bardem o Luis Tosar, no es una actriz que se lleve bien con el inglés, con lo que baja notoriamente su desempeño); el de Barbanegra no tiene el peso específico requerido para un villano y desperdicia el enorme talento de McShane; y hasta tenemos a un clérigo que no sólo no se sabe para qué está, sino que, con toda su labia seudo religiosa trascendental, es directamente insoportable. Agreguemos a esto que Marshall evidentemente no tiene la imaginería visual o el atrevimiento del realizador anterior, Gore Verbinski, un cineasta que este año con Rango se consolidó como un verdadero autor, con un mundo propio y reconocible. Aún así, casi por decantación, por empuje, con la camiseta y la chapa que otorga el ser una saga consolidada en el imaginario del espectador, Navegando en aguas misteriosas tiene algo de encanto. Depp en cierto modo se comporta como esos futbolistas habilidosos que con jugar diez minutos le alcanza para imponerse, y sí, hay que aceptarlo, le alcanza y se impone; cuando aparece, Geoffrey Rush cumple y dignifica; hay un par de escenas de acción que están por encima de la media y evidencian un trabajo de producción donde Hollywood siempre se ha mostrado superior; y unos cuantos buenos chistes. Pero la sensación de rutina y de cosa ya vista queda muy patente, volviendo a traer a colación la recurrencia del cine estadounidense hacia la eterna sucesión de secuelas, donde determinados conceptos que al principio surgen como originales y atractivos son exprimidos al máximo, hasta volverlos repetitivos e incluso cansadores. Y, otra vez, aunque el público sigue asistiendo en masa a los cines (lo que explicaría la repetición a nivel financiero), nos quedamos con el mismo interrogante, pero a nivel artístico: ¿para qué?
Monkey business Marina Y Santiago, sospechosamente de acuerdo (¿qué les está pasando, chicos?), vieron Piratas del Caribe 4 y vuelven para contarlo (via mail). Santiago: cuando escuché allá hace tiempo que iban a hacer una película de aventuras basada en un parque de diversiones de Disney pensé que se trataba de un mal chiste. ¿Qué iba a seguir después, una adaptación del Samba de Ital Park? Sin embargo la primer Piratas del Caribe fue una gran sorpresa, más que nada gracias a la excelente creación de Johnny Depp, ese pirata picarón y carismático llamado Jack Sparrow. Lo que el personaje demostró en la primera parte es que no basta con tener solo a un héroe perfecto y sin fallas que luche por rescatar a su amada (como el Will Turner que hacía Orlando Bloom), hace falta esa contraparte que carezca de la misma moral y cuyas acciones en el relato sean para su propio beneficio. Eso fue Han Solo en La guerra de las galaxias y lo es Jack Sparrow en Piratas del Caribe. Ahora llegamos a la cuarta película, en la que se coloca a Sparrow como el protagonista absoluto sin ningún partenaire masculino con quien generar esa tensión. Al menos para mí, de entrada no era una buena señal. Marina: bueno, pero tensión podía haber habido y de la buena porque digámoslo, vos hablás de “partenaire masculino” pero acá está Penélope Cruz, redonda y fajada, con las tetas más grandes que nunca y vestida de hombre casi todo el tiempo. ¡Podía haber tensión! De hecho me acuerdo de tu nerviosismo cuando después de la primera pelea, en la que ella está disfrazada de Jack Sparrow hasta con barba y bigotes, él la besa sin sacarle la barba y todo se pone un poco gay. Lo que pasa es que Penélope está fatal, con su inglés pésimo y su…no sé, ¿estatismo? Está como muy apagada, boba, no parece que se divierta, mientras que Johnny Depp bueno, se repite pero juega y de verdad, se nota que le encanta ser Jack Sparrow. Por eso el comienzo de la película es lindísimo, todo lo que esperamos de él, esa picardía de pinchar el pastel y burlarse del gordote rey inglés y escaparse por una ventana. Ojalá eso se hubiera mantenido, ¿pero qué diablos pasó después? Siempre pasa con Piratas del Caribe que hay un momento en que las películas se apelmazan, pierden el rumbo y la intensidad, ¿no? Dejás de entender y deja de importarte todo lo que pasa. Acá, un poco porque los personajes van saliendo como de la galera, y son bien flojos. Santiago: totalmente de acuerdo Marina. El problema es que si tu trama es una carrera contra el reloj en busca de un tesoro perdido (que es básicamente a lo que se resume toda la saga) necesitas darle cierto ritmo a ese relato mediante acciones, no con largas explicaciones de por qué tal aparato sirve para entrar a la tumba que esconde un objeto mágico que abre el cofre del tesoro (o lo que sea). Al menos en las anteriores había un director creativo como Gore Verbinsky, que supo inyectarle algunas dosis de locura y ridiculez a todo ese quilombo, pero acá tenemos al insulso Rob Marshall de Chicago y Nine, que parece incapaz de entregar una mirada distinta a las escenas de acción (básicamente son luchas de espadas y escapes de Sparrow que carecen de todo ingenio). Los únicos dos aspectos que para mi salen ilesos de esto son la presencia de Geoffrey Rush que parece pasarla bomba con su capitán Barbossa y (acá va a haber pelea) la inclusión de las sirenas, que no es del todo aprovechada (podían haber sido más misteriosas y menos monstruosas) pero al menos representan lo único que no se vio en las películas anteriores. Marina: bueno, pero eso es cambalache, tipo “a ver qué bicho podemos meter”. Es como hacer un guiso sin ideas buenas, y creeme que soy pésima cocinera y sé de qué te hablo, te puede salir muy mal. A mí me molesta que las sirenas no sean sirenas, es decir, primero son chicas de propaganda de Levi´s más que otra cosa, y cuando emergen del agua y rodean el barco está medio bien, pero después sacan los colmillos y resultan que son tipo vampiros, y encima saltan como pirañas y nadan a toda velocidad digital…ahí se desdibujan. Me quedé pensando que una historia de amor entre una sirena, que está todo el tiempo desnuda, y un curita, podía haber sido súper atractiva también. Pero capaz le estoy pidiendo a Piratas del Caribe una sensualidad que no da. Lo que sí se le puede pedir es aventura, y la verdad que al final resulta ser una copia confusa de Indiana Jones y la última cruzada, ¿no? Están los cálices, la fuente de la vida, la elección entre tomar de una u otra copa que pueden darte la inmortalidad o matarte, la decisión de Jack Sparrow de salvar a su chica como Indy quería salvar al padre, pero todo más fofo, con la aparición a último momento de esos españoles que estaban al principio de la película y después desaparecen de la trama. Siempre fue un problema de estas películas esa estructura demasiado laxa que las convierte en una sucesión de truquitos y gags mal cosidos (Jack Sparrow colgado de una palmera, Jack Sparrow saltando de un acantilado, Jack Sparrow haciéndose pasar por juez, etc.), y eso aburre. Es todo lo contrario a nuestra amada Rápido y furioso: sin control, que tiene escenas de acción zarpadas y bien metidas en una misión bien nítida. Vamos a ver qué pasa este jueves con The hangover 2, que viene con monito incluido y esperemos que no lo desaproveche como esta Piratas del Caribe. Santiago: Debería haber una regla en el cine que diga que toda película es mejor con la inclusión de un monito gracioso, aunque Marshall no piense lo mismo. En fin, veníamos bien con los tanques de Hollywood hasta ahora (tampoco olvidemos al querido Thor) así que espero que esto haya sido un simple traspié entre tanta producción pochoclera que se viene (yo le pongo mis fichas a Linterna Verde y a Super 8). En todo caso, siempre tendré La isla del Tesoro a mano o el Monkey Island en mi compu para recordar que las aventuras de piratas alguna vez fueron divertidas.
Monkey business Marina Y Santiago, sospechosamente de acuerdo (¿qué les está pasando, chicos?), vieron Piratas del Caribe 4 y vuelven para contarlo (via mail). Santiago: cuando escuché allá hace tiempo que iban a hacer una película de aventuras basada en un parque de diversiones de Disney pensé que se trataba de un mal chiste. ¿Qué iba a seguir después, una adaptación del Samba de Ital Park? Sin embargo la primer Piratas del Caribe fue una gran sorpresa, más que nada gracias a la excelente creación de Johnny Depp, ese pirata picarón y carismático llamado Jack Sparrow. Lo que el personaje demostró en la primera parte es que no basta con tener solo a un héroe perfecto y sin fallas que luche por rescatar a su amada (como el Will Turner que hacía Orlando Bloom), hace falta esa contraparte que carezca de la misma moral y cuyas acciones en el relato sean para su propio beneficio. Eso fue Han Solo en La guerra de las galaxias y lo es Jack Sparrow en Piratas del Caribe. Ahora llegamos a la cuarta película, en la que se coloca a Sparrow como el protagonista absoluto sin ningún partenaire masculino con quien generar esa tensión. Al menos para mí, de entrada no era una buena señal. Marina: bueno, pero tensión podía haber habido y de la buena porque digámoslo, vos hablás de “partenaire masculino” pero acá está Penélope Cruz, redonda y fajada, con las tetas más grandes que nunca y vestida de hombre casi todo el tiempo. ¡Podía haber tensión! De hecho me acuerdo de tu nerviosismo cuando después de la primera pelea, en la que ella está disfrazada de Jack Sparrow hasta con barba y bigotes, él la besa sin sacarle la barba y todo se pone un poco gay. Lo que pasa es que Penélope está fatal, con su inglés pésimo y su…no sé, ¿estatismo? Está como muy apagada, boba, no parece que se divierta, mientras que Johnny Depp bueno, se repite pero juega y de verdad, se nota que le encanta ser Jack Sparrow. Por eso el comienzo de la película es lindísimo, todo lo que esperamos de él, esa picardía de pinchar el pastel y burlarse del gordote rey inglés y escaparse por una ventana. Ojalá eso se hubiera mantenido, ¿pero qué diablos pasó después? Siempre pasa con Piratas del Caribe que hay un momento en que las películas se apelmazan, pierden el rumbo y la intensidad, ¿no? Dejás de entender y deja de importarte todo lo que pasa. Acá, un poco porque los personajes van saliendo como de la galera, y son bien flojos. Santiago: totalmente de acuerdo Marina. El problema es que si tu trama es una carrera contra el reloj en busca de un tesoro perdido (que es básicamente a lo que se resume toda la saga) necesitas darle cierto ritmo a ese relato mediante acciones, no con largas explicaciones de por qué tal aparato sirve para entrar a la tumba que esconde un objeto mágico que abre el cofre del tesoro (o lo que sea). Al menos en las anteriores había un director creativo como Gore Verbinsky, que supo inyectarle algunas dosis de locura y ridiculez a todo ese quilombo, pero acá tenemos al insulso Rob Marshall de Chicago y Nine, que parece incapaz de entregar una mirada distinta a las escenas de acción (básicamente son luchas de espadas y escapes de Sparrow que carecen de todo ingenio). Los únicos dos aspectos que para mi salen ilesos de esto son la presencia de Geoffrey Rush que parece pasarla bomba con su capitán Barbossa y (acá va a haber pelea) la inclusión de las sirenas, que no es del todo aprovechada (podían haber sido más misteriosas y menos monstruosas) pero al menos representan lo único que no se vio en las películas anteriores. Marina: bueno, pero eso es cambalache, tipo “a ver qué bicho podemos meter”. Es como hacer un guiso sin ideas buenas, y creeme que soy pésima cocinera y sé de qué te hablo, te puede salir muy mal. A mí me molesta que las sirenas no sean sirenas, es decir, primero son chicas de propaganda de Levi´s más que otra cosa, y cuando emergen del agua y rodean el barco está medio bien, pero después sacan los colmillos y resultan que son tipo vampiros, y encima saltan como pirañas y nadan a toda velocidad digital…ahí se desdibujan. Me quedé pensando que una historia de amor entre una sirena, que está todo el tiempo desnuda, y un curita, podía haber sido súper atractiva también. Pero capaz le estoy pidiendo a Piratas del Caribe una sensualidad que no da. Lo que sí se le puede pedir es aventura, y la verdad que al final resulta ser una copia confusa de Indiana Jones y la última cruzada, ¿no? Están los cálices, la fuente de la vida, la elección entre tomar de una u otra copa que pueden darte la inmortalidad o matarte, la decisión de Jack Sparrow de salvar a su chica como Indy quería salvar al padre, pero todo más fofo, con la aparición a último momento de esos españoles que estaban al principio de la película y después desaparecen de la trama. Siempre fue un problema de estas películas esa estructura demasiado laxa que las convierte en una sucesión de truquitos y gags mal cosidos (Jack Sparrow colgado de una palmera, Jack Sparrow saltando de un acantilado, Jack Sparrow haciéndose pasar por juez, etc.), y eso aburre. Es todo lo contrario a nuestra amada Rápido y furioso: sin control, que tiene escenas de acción zarpadas y bien metidas en una misión bien nítida. Vamos a ver qué pasa este jueves con The hangover 2, que viene con monito incluido y esperemos que no lo desaproveche como esta Piratas del Caribe. Santiago: Debería haber una regla en el cine que diga que toda película es mejor con la inclusión de un monito gracioso, aunque Marshall no piense lo mismo. En fin, veníamos bien con los tanques de Hollywood hasta ahora (tampoco olvidemos al querido Thor) así que espero que esto haya sido un simple traspié entre tanta producción pochoclera que se viene (yo le pongo mis fichas a Linterna Verde y a Super 8). En todo caso, siempre tendré La isla del Tesoro a mano o el Monkey Island en mi compu para recordar que las aventuras de piratas alguna vez fueron divertidas.
Un paso atrás en la saga, Navegando aguas misteriosas solo funciona como un amable entretenimiento Aún siendo un producto evidentemente hollywoodense, la saga original de Piratas del Caribe tenía la personalidad que le podía insuflar el punto de vista de un director como Gore Verbinski, quien este año con Rango se confirmó como un tipo que corre al costado del sistema y que puede ser alguien confiable a la hora de repensar el mainstream desde otro lugar. Más allá de sus desniveles (el segundo sigue pareciéndome un film excesivo, barroco, sumamente fallido), eran tres películas compactas, divertidas, creativas y originales, aún en su aprovechamiento de varios subgéneros ya ampliamente transitados, que perdían un poco el rumbo cuando por la más pura ambición se ahondaba en la parte mística de sus personajes. De todos modos, la saga creó personajes inmortales (el Jack Sparrow de Johnny Depp es una invención memorable) y construyó escenas inolvidables, excelsas coreografías que tenían evidentes lazos con el cine de animación. Hay una palabra que es fundamental en todo esto: ambición. ¿Cuántas películas pensadas para el gran público se podían dar el lujo de aquellos sueños lisérgicos de Sparrow, con botes retozando en arenas de epifanía? Uno podía ver -y así lo había hecho saber la propia historia- que estaba todo contado: en un film que se centraba sobre el destino, al fin de la saga los personajes habían encontrado finalmente su lugar. Pero, esto es Hollywood al fin de cuentas, hay otra palabra importante: negocio. Y Piratas del Caribe no estaba terminada, más si se tiene en cuenta que se trata de una de las sagas más exitosas de todos los tiempos. Por eso, y no por otra cosa, se puede entender que los productores hayan avanzado con esta cuarta parte, Navegando aguas misteriosas. Aunque, también, por el hecho de haber contado nuevamente con Johnny Depp en la aventura. Pero ante su anuncio, había algo que nos hacía presagiar lo peor: ya Gore Verbinski no estaría en la dirección y, para peor, sería reemplazado por Rob Marshall, el de Chicago, Memorias de una geisha y Nine, un tipo con los peores antecedentes que pueda tejer algún director de tercera categoría del Hollywood actual. De las tres películas anteriores, Navegando aguas misteriosas mantiene apenas a Sparrow, Barbossa (Geoffrey Rush), Gibbs (Kevin McNally) y la dichosa brújula. Claro que si algo sostiene al film es la presencia de Depp, quien a pesar de ya sonar reiterado siempre saca un as de la manga, y de los guionistas Ted Elliott y Terry Rossio, quienes a pesar de no construir una historia demasiado intrigante o interesante, conocen el universo y a sus personajes, y pueden ensamblar la sucesión de escenas de acción, más fantasía y comedia con algo de fluidez. Hay una falencia de la que Navegando aguas misteriosas logra sacar algo de provecho: la falta de ambición del proyecto en general le calza bien al limitado Marshall, que logra no obstante pegar con algo de ritmo las diversas instancias de la aventura: de hecho, le saca buen rédito a una escena en la que un grupo de sirenas atacan a unos marineros. Lo que no se puede ocultar es que Piratas del Caribe 4 carece de conflictos y de personajes de peso, y que todo lo nuevo (incluyendo a Penélope Cruz y su pobre inglés) es cosmético y poco relevante. Comparar al complejo y temible Davy Jones de Bill Nighy con el pobre Barbanegra de Ian McShane, para comprobar la diferencia que existe entre un film que intenta reescribir los géneros y otro que intenta, apenas, abordar la taquilla. Tal vez por no tomarse demasiado en serio a sí misma, Navegando aguas misteriosas merezca algo de indulgencia y la aceptemos como el amable entretenimiento que es. No más que eso.
VideoComentario (ver link).
En busca de la eterna juventud Esta cuarta entrega cambia de director y se descarga de una buena parte del elenco anterior, en el intento de consolidar una trama con menos hilos sueltos. Se concentra en Jack Sparrow (Johnny Depp), que en la tercera entrega había sido desplazado a un rol casi secundario, pero aquí recupera su protagonismo que da unidad a todo el relato. También la película juega -con un toque misógino- introduciendo un activo rol de lo femenino en el rudo universo de la piratería, con la incorporación del personaje de Angélica (Penélope Cruz) y de las míticas sirenas que, además de ofrecer una de las secuencias más bellas, son indispensables para el objetivo que todos persiguen en esta parte: encontrar la remota fuente de la juventud. Pero Sparrow no es el único interesado, el temible Barbanegra persigue el mismo objetivo y para conseguirlo no duda en secuestrar al solitario pirata -que además ha quedado sin nave propia- y embarcarlo en la suya rumbo a la misteriosa aventura. A su vez, no están solos en esta búsqueda, porque paralelamente, tanto la corona española como la británica persiguen lo mismo y con la ayuda de expiratas: Barbossa con su pata de palo -que encierra una sorpresa- y el exlugarteniente de Sparrow, Mr.Gibbs, por el otro lado. De este modo, hay tres búsquedas paralelas: las dos oficiales y la de clandestinos piratas (Barbanegra, Angélica, Sparrow); aunque, paradójicamente, tanto el rey británico como el español necesitan de piratas para acercarse a las aguas de la inmortalidad. Espectacularidad sin sorpresas Desde el inicio, los acontecimientos no paran de sucederse: fugas espectaculares, cambios de bando y de identidad, ligados a traiciones y reproches por errores del pasado. Todo está cuidado con extremo profesionalismo: las escenas de acción, la reconstrucción de época, los efectos digitales: profesionalismo puro, pero con poca capacidad de sorpresa para el espectador en una historia que se alarga más de lo necesario. En tanto, la incorporación de Penélope no aporta más que la afirmación de la decidida soltería de Sparrow. No hay química entre ellos. La historia de amor nunca cuaja y se diluye en el metraje. El resto de estas “Mareas Misteriosas...” es un gran despliegue de medios de producción, mucho vértigo y espectacularidad para -finalmente- seguir dejando abierta la puerta a una nueva secuela. La película ofrece una cuota de entretenimiento y deleita con algunos preciosismos visuales, pero tiene mucho menos humor, apenas algunos guiños que apuntan a lograr una sonrisa, entre ellos, la relación entre los enemigos íntimos, Jack Sparrow y Héctor Barbossa (la dupla Johnny Depp y Geoffrey Rush) es la que proporciona los momentos más cómicos del film. Más belleza, menos pasión Lo que sin duda es uno de los puntos fuertes de toda la saga es su dirección artística. El diseño de los interiores de los palacios y los barcos, el vestuario y el maquillaje alcanzan un nivel de excelencia. El nuevo director Rob Marshall, autor de espectaculares puestas al estilo de “Chicago” o “Memorias de una Geisha” se mueve como pez en el agua al concretar la estética adecuada pero no logra que las escenas de acción tengan demasiado nervio. El universo pirata se conforma sin malos poderosos, casi sin sangre ni lágrimas (que son muy escasas y cuestan mucho). Tampoco hay exceso de violencia ni derroches de pasión. El erotismo se decanta hacia un tierno romanticismo aunque no en la fría relación Sparrow-Cruz sino en la subtrama amorosa del predicador y la sirenita que depara momentos de alto lirismo. El principal defecto de la saga sigue sin corregirse: nada justifica que una película tan simple se extienda casi dos horas y media. El guión es volátil y los diálogos no aportan demasiado sino que dilatan el corazón de la aventura con una lentitud que no carece de acontecimientos pero que su reiteración vuelve aburridos. En esta nueva obra no aparecen personajes memorables, exceptuando a Sparrow. Como siempre el extravagante pirata es el rey del elenco, aunque sus locuras y sus gracias pierden frescura y eso que se han limado algunos tics anteriores. En definitiva, la saga ha quedado a esta altura tan enfriada como reducida, adentro del barco en la botella, el otrora poderoso Perla Negra, ahora atrapado en un envase, soñando tal vez con tiempos mejores. Con récords de recaudación La cuarta entrega de la saga “Piratas del Caribe”, llamada “En mareas misteriosas”, se convirtió en el mejor estreno de la historia, con 256,3 millones de dólares en sus cinco primeros días de exhibición, fuera de las salas de EE.UU., según publica la web especializada Box Office Mojo. Esa cifra supera la mejor marca registrada anteriormente, en posesión de “Harry Potter and the Half-Blood Prince” (2009), con 236 millones de dólares. La saga bucanera también se convirtió este fin de semana en el mejor estreno del año en EE.UU., con 90,1 millones de dólares, aunque esa cifra queda lejos de las obtenidas por las secuelas anteriores de la franquicia. El filme, dirigido por Rob Marshall y protagonizado por Johnny Depp y la española Penélope Cruz, a pesar de exhibirse en salas con 3D, quedó en EE.UU. por detrás de los ingresos de la segunda entrega, “Dead Man’s Chest” (2006), con 135,6 millones de dólares, y la tercera parte, “At World’s End” (2007), con 114,7 millones. La película original, “The Curse of the Black Pearl”, generó 46,6 millones de dólares tras su primer fin de semana de exhibición, en 2003. La taquilla mundial de la cinta ya alcanza los 346,4 millones de dólares, lo que supone la cuarta mejor marca de la historia para un estreno. En EE.UU., la segunda plaza de la taquilla se la quedó la comedia “Bridesmaids”, con 21,1 millones de dólares para esta historia historia que gira en torno a los preparativos de una boda, protagonizada por Kristen Wiig, Maya Rudolph y Rose Byrne. El tercer lugar es para el superhéroe “Thor”, con 15,5 millones de dólares, mientras que la cuarta posición va a parar a “Fast Five”, con 10,6 millones.
NOS MERECEMOS ESTO Dicen que las escenas de acción están mal filmadas, que Jack Sparrow se destiñó, que el acento de Penélope Cruz es raro, que la saga está en piloto automático. Todas mentiras. Las escenas de acción fueron filmadas por the oscar© winner Rob Marshall y se entienden. Jack Sparrow es un personaje mítico que por necesidad debe repetirse para trasladarse en tiempo y espacio sin desvirtuarse y Penélope Cruz interpreta a una española, por lo cual son incomprensibles las quejas por su inglés horrible. También dicen que para esta cuarta todo marcha en piloto automático… Disney + Bruckheimer + Piratas + Público = autismo mainstream. Adefesio atravesado por voluntades incuestionables. Piratas del Caribe es el exponente perfecto de una industria pasada de rosca. Ningún subtítulo de este producto podrá darse el lujo de ser conceptualmente interesante o técnicamente curioso. Esto es una hilera de carbón: todas las entregas iguales pero ligeramente deformadas unas de otras. Y los niños-pochoclo van a aplaudir y listo: se habilitó la quinta. Navegando Aguas Misteriosas sigue mostrando que Jack Sparrow es atorrante pero inofensivo. Los niños-pochoclo lo creen políticamente incorrecto porque parece que todo le chupa un huevo pero si uno lo medita, la peor canallada que comete es, literalmente, robarle una bomba de crema al Rey de Francia. Después no hace nada ilegal o escandaloso y es pura nobleza. Ama a una sola mujer y se sacrifica por amistad. El pirata malo se muere como cualquier malo: autodestruyéndose por exceso de maldad. Así que Jack Sparrow no puede ni acreditarse un asesinato. Se gana el cielo, el leit-motiv gracioso de Hans Zimmer y la política de estado norteamericana. Jack Sparrow es un loquito domesticado por cineastas megalómanos que lo obligan a saltar entre cañonazos. Creo que a los 40 minutos me quedé dormido y cuando desperté, un cura sex-symbol se arrancaba la remera para cubrirle las tetas a una sirena que lo arrastra al fondo del mar. No me volví a dormir porque quería escuchar la banda sonora, pero encima el disco (http://www.megaupload.com/?d=DIKJG05T) no tiene nada que ver con la música que usaron. Sabemos que los niños-pochoclo irán en masa al cine, en gran medida porque los complejos están secuestrados por las versiones 3D, castellano, subtitulada, 3D subtitulada y alguna hablada en mongol donde se ve un pezón de sirena por medio segundo. Recomiendo abstenerse de pagar una entrada y honrar la piratería viéndola en Cuevana dentro de un mes.
Todos los nuevos personajes que han agregado no tienen carisma ni da la mínima ganas de volverlos a ver. El argumento es muy corto como para haberlo hecho durar 2:20 hs y no es muy atrapante. En sí no pasa nada y hay muy poca acción excepto por algunas secuencias de lucha con coreografías muy básicas. Y como si fuera poco le falta mucho humor, algo fundamental para...
ofertas en programas para empresas en Datahouse Company Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra (2003) es un clásico que la Disney sacó de la galera y terminó por devenir en una trilogía multimillonaria. Era obvio que el estudio del ratón no se iba a quedar de brazos cruzados si veía la oportunidad de exprimirle unos dólares más a la franquicia, y así es como se aventuró con esta nueva secuela. Todo parece indicar que a Hollywood le quedan cada vez menos pudores con tal de seguir recaudando monedas, y la última moda es la de las cuartas partes. Los intentos de revivir franquicias veneradas y archivadas como Duro de Matar, Rambo, Indiana Jones, Scream y un largo etcétera han culminado en una serie de resultados mixtos, que van de lo delicioso a lo execrable. Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas es la última incorporación a dicho grupo, y se la podría resumir en tres palabras: "larga" y "poco inspirada". La secuela viene con unos cuantos cambios. No está Orlando Bloom ni Keira Knightley, ni tampoco ha regresado el director Gore Verbinski, ni la tripulación del Perla Negra (a excepción de Geoffrey Rush y Kevin McNally). Para compensar esto trajeron a Rob Marshall, un tipo especializado en musicales como Nine o Chicago (pero que jamás rodó un filme de aventuras), y sumaron a un par de intérpretes de renombre como Penelope Cruz e Ian McShane. Pero aún con semejantes refuerzos, el resultado final no termina de convencerme. Hay varios detalles que juegan en contra. La primera es reducir el cast, lo cual le da mayor protagonismo a Johnny Depp pero borra de un plumazo a toda una troupe de personajes que eran realmente graciosos. A mi juicio la función de Depp en la saga siempre ha sido la de ser un comic relief secundario y extravagante (que se la pasaba robando escenas), y así era como todo funcionaba mejor. La cuota de aventuras la ponía Bloom, y el romance lo ponía Knightley, pero la chica siempre estaba enamorada del héroe y no del comic relief. Acá los guionistas se sintieron con la obligación de darle un romance válido a Jack Sparrow, pero la química con el personaje de Penélope Cruz se ve forzada. Y ninguno de los recién llegados logra compensar la ausencia del mono de mal carácter, el mudo que hablaba por su loro, o el dúo del pelado y el flaco con el ojo de madera. Ian McShane es algo estoico, pero en su defensa diré que el libreto no le da las líneas que el papel precisaba para brillar; Penélope Cruz es gélida; y, de los nuevos, los que mejor funcionan son dos desconocidos - Sam Claflin y Astrid Berges-Frisbey -, que componen a un sacerdote y a una sirena, y que le dan la cuota de calidez que la trama precisaba. Lástima que sus papeles son demasiado pequeños... La primera hora se hace tediosa debido a que el director y el protagonista se pasan todo el tiempo intentando repetir - sin éxito - la magia de la primera trilogía. Las escenas de acción se ven repetidas, lentas y recargadas de efectos especiales, y son una clara señal de desesperación de un director que no sabe cómo inyectarle adrenalina al relato. Hasta los diálogos son chatos. Por suerte el que ha conservado su talento intacto ha sido Geoffrey Rush, el que resulta un deleite en cada una de sus intervenciones; pero Depp está demasiado tiempo en pantalla, y hay momentos en que se lo ve cansado y sin carisma. Donde Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas logra repuntar un poco, es al momento del encuentro con las sirenas. Estas hermosas criaturitas marinas se transforman, de un momento a otro, en una horda de horrendos depredadores, y es el único momento del filme que funciona como debería. Lo que le sigue tiene algo más de empuje, aunque la gracia llega en telegramas; es como si el libreto se tomara muy en serio a sí mismo y quisiera poner el acento en la aventura en vez de la comedia, sin terminar de ser satisfactorio en alguno de los dos terrenos. Como película para pasar el rato, Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas llega al status de ok con lo justo. Tiene algo de decepcionante, ya que a esta fiesta del reencuentro faltaron la mitad de los amigos y, los que vinieron, no se encontraban en sus días más graciosos. Y aunque el filme viene recaudando bien en los mercados internacionales - aunque en USA le está costando recuperar los 250 millones de presupuesto -, la impresión de que se trata de un paso en falso es extendida entre los fans de la saga (¿cuatro años de espera para esto?). Sería cuestión de ver, en una futura instancia, si los responsables han atinado a reconocer las fallas de esta entrega como para poder corregirlas antes de terminar de hundir a una saga amada por mucha gente (entre los cuales me incluyo).
Frivolidad Disney Piratas del Caribe 4: En Aguas Misteriosas es la 4ta entrega de esta monstruosa franquicia de Disney que recaudó con sus primeras 3 películas más de 2000 millones de dólares a nivel mundial... eso sin sumar lo que recaudará con la 4ta que promete destronar a los líderes del momento Río, Thor y Rápidos y Furiosos 5. En esta ocasión quien dirige es el veterano Rob Marshall, conocido por revivir los musicales en el cine con la película Chicago que fue ganadora de un Oscar. Vuelven el alma de la historia, el capitán Jack Sparrow interpretado por Johnny Depp, y el capitán Barbossa, que cobra vida con la actuación de Geoffrey Rush, y a su vez se incorporan nuevos personajes como es el caso de Angélica y el capitán Barbanegra, interpretados por Penélope Cruz e Ian McShane. Esta vez la aventura se centra en la búsqueda de la Fuente de la Juventud, un lugar codiciado tanto por la corona británica como la española, el capitán Barbanegra y el mismísimo Jack Sparrow. Para comenzar, vamos 1ro con los aspectos positivos, que en mi opinión son los personajes y las actuaciones de los originales del film Depp y Rush, que le dan a la película ese aire atractivo de la vida pirata, adueñándose de Sparrow y Barbossa, ofreciendo algunas bizarreadas que forman parte de su encanto. En 2do lugar, los efectos y la introducción de las míticas sirenas en la ecuación, me resultó muy agradable, de hecho creo que la mejor secuencia de acción se produce en el encuentro de Whitecap Bay. La fotografía y los escenarios que propone Piratas del Caribe 4, siguen impecables como siempre, desplegando esa explosión de colores característica de los films de Disney. Por último, la historia que se plantea es atractiva, con varios elementos de una verdadera aventura, aunque no muy original, basta con comparar con Indiana Jones y el Arca perdida. Con respecto a lo que no me gustó demasiado, es esa obsesión por poner en pantalla películas eternas de duración sólo para exponer elementos comerciales que no hacen en nada a la película, y que sólo sirven para vender mejor el merchandising. Como marketinero, opino que se debería ser más creativo y concreto en las acciones comerciales de estas grandes franquicias, ya que el foco exagerado en la venta post movie pueden llevar esa vaquita lechera a convertirse en un perro rabioso que se vuelva en contra. Por otro lado, lo de McShane y Cruz... no me convenció mucho, o mejor dicho, no creo que le hayan aportado mucho a la cinta, ya que el personaje de Angélica es totalmente innecesario y no encaja en la vida pirata del protagonista, mientras que Barbossa no llega a venderme el malísimo pirata temido por todos los demás piratas. El resultado final es una aventura que se disfruta, que entretiene, pero que no maravilla ni termina de involucrar al espectador. Los incondicionales de la saga seguramente la pasen bien, pero no será de las más elogiadas. Para pasar el rato con un 2x1 en el cine está bien, pero para abonar los precios exorbitantes del 3D... da para pensarlo 2 veces.
VIENTO EN POPA Intentando volver a las raíces de la franquicia y a la fórmula que va más tirando al lado de la aventura que de lo épico, Walt Disney Pictures y el productor Jerry Bruckheimer decidieron continuar con su franquicia más rentable. Aunque la saga sigue sin ser tan buena como lo fue en un principio, la cuarta entrega cumple con su objetivo de entretener, a pesar de ser un film para nada ambicioso. Nuevamente protagonizada por Johnny Depp como el capitán Jack Sparrow, aunque ahora dirigida por el menos eficaz Rob Marshall, PIRATAS DEL CARIBE: NAVEGANDO AGUAS MISTERIOSAS (2011) llegó a los cines y es un éxito en taquilla como se esperaba. Sea mala o buena, los espectadores van igual a verla. Esta película no es mala. Sí, su guión es predecible y presenta algunas fallas, pero al menos demuestra que, sin importar cuantas secuelas se hayan hecho, siempre se puede seguir exprimiendo una serie de películas basada en la atracción de un parque de diversiones. Con Davy Jones, la East India Trading Company y los tortolos (y a veces insoportables) Will Turner y Elizabeth Swann fuera del mapa, nos adentramos en una historia completamente nueva: El viaje a la Fuente de la Juventud. Aunque esto le otorga frescura y algo de originalidad a la franquicia, también representa un paso atrás en ciertos aspectos. Aunque no funcionaba del todo, PIRATAS DEL CARIBE: EN EL FIN DEL MUNDO (2007) era una gigantesca producción, con muchísimos personajes y muchísimas líneas narrativas que concluían en una épica batalla por el control del océano. Ahora tenemos NAVEGANDO AGUAS MISTERIOSAS, que es una aventura mucho más pequeña y menos épica dentro de lo que nos tienen acostumbrados - ¿No me creen? A ver, ¿cuántos combates navales hay en la nueva película? -. Si bien es el comienzo de una nueva trilogía, el cambio de la tres a la cuatro fue demasiado brusco y se siente, ya que de a momentos el film se vuelve algo aburrido o poco emocionante. Y de no ser por la siempre genial interpretación de Depp (¡Quien ahora acapara casi toda la atención!), algunos nuevos y viejos personajes (¡Barbossa se lleva las palmas!), la evolución de su protagonista (¡Jack enamorado!) o la notable expansión de un universo ahora mucho más rico (¡Hay barcos que cobran vida, sirenas, zombis, rituales de vida eterna, persecuciones por las calles Londres, muñecos vudú, piratas famosos y más!), esta entrega se hundiría con capitán y todo. Incluso las nuevas incorporaciones no lograron cumplir con las expectativas. Barbanegra es un buen villano y un personaje interesante y complejo, pero la interpretación de Ian McShane no está nunca a la altura de los otros malos de la franquicia. Penélope Cruz, por su parte, irradia mucho encanto y sensualidad, pero no sorprende actoralmente. Al menos la química/tensión sexual con Depp funciona - la picante escenita del tango es el ejemplo más claro - y hace que nos olvidemos por completo de Keira… Ehhh ¿cómo se llamaba? Bueh, la flaca esa. Nuevo comienzo o no, PIRATAS DEL CARIBE: NAVEGANDO AGUAS MISTERIOSAS aún sigue sin desprenderse de sus predecesoras, lo cual no le hace muy bien. Sí, gracias a esto seguimos teniendo otra inolvidable escena de presentación de Jack (esta vez disfrazado de juez), la aparición especial de Keith Richards (a la que se le suma el cameo de Judie Dench como una aristócrata que Jack se levanta), la emocionante banda sonora de Hans Zimmer y la dupla de los capitanes Sparrow y Barbossa, pero también causa una sucesión de repetitivas secuencias de acción, incluso ya vistas anteriormente a lo largo de la saga. Por ejemplo, el escape del palacio en Londres es muy parecido al de Port Royal al principio de la primera película; el duelo Jack Vs. “Jack” es extrañamente similar a la primera vez que el capitán Sparrow y Will Turner cruzaron espadas, y así y así y así. Podemos cuestionarle a la película que abuse de los duelos de espadas, que no aproveche al máximo su 3D o que trate de encajar a toda costa y sin conseguirlo algunos personajes o la insulsa relación entre el cura y la sirena (los Will y Elizabeth de esta secuela), pero es difícil catalogarla como una mala película después de haber pasado esas horas con una sonrisa de oreja a oreja que pocas franquicias te logran sacar en una cuarta parte. No es lo mejor de todas, pero es buena y ya. El viento empieza a soplar y, después del simpático final de esta entrega (y de la escenita después de créditos), veo un futuro prometedor para la nueva trilogía de PIRATAS DEL CARIBE. Está allá, lejos, en el horizonte… ¡Alcen las velas y tráiganme ese horizonte!
Sirenas y marinos audaces Cuarta entrega de una serie que revitalizó el género. La mitología hollywoodense vivió una época que amó los piratas. El actor de esas películas se llamaba Errol Flynn ("El capitán Blood") y tenía una vida real tan "piratesca" como sus aventuras en pantalla, que se desarrollaban entre tablones, bergantines y mucho duelo a pura espada. El actor de esta "Piratas del Caribe", también es transgresor, tuvo, como Flynn, problemas con la droga y mientras aquél moría por el box, Depp se dedicaba al rock. CHICA PIRATA En esta película, nuevamente personifica a Jack Sparrow, el excéntrico pirata de las trencitas "rastas", que se embarca en la nueva aventura que lo debe llevar a la Fuente de la Juventud, la que descubriera, aparentemente Ponce de León. Así se va a Cádiz, reencuentra a su ex, Angélica, hija del capitán Barbanegra, que una y otra vez le echa en cara haberla seducido en el convento. Mientras tanto, compite con él en peleas y enfrentamientos con distintos enemigos, como el pirata Héctor Barbossa, que subió un peldaño y se convirtió en corsario, o sea que saquea, pero para la corona. En este caso, inglesa. Así, el común denominador será la mencionada Fuente, por la que todos disputan y los pasos se orientarán a la selva a la que llegan, luego de navegar los mares, afrontar tormentas, peleas terribles y enfrentamientos con seres mitológicos, las bellas Sirenas, capaces de seducir, encantar y almorzarse a los pobres marinos que las admiran. GRACIOSO ENCUENTRO Al que le guste la acción, la tendrá en abundancia. Muchas peleas, efectos especiales, imponentes desplazamientos marinos, estupendas reconstrucciones históricas y hasta el gracioso encuentro entre Jorge II y Sparrow, con una impactante escena, araña mediante, que permite apreciar la agilidad de los dobles de Johnny Depp. No hay originalidad, ni sorpresas. Sólo la escena de las Sirenas tiene un encanto especial y fuertes escenas bajo el agua, cuando ellas revelan su condición antropofágica. Esa escena y la presencia de una Sirenita adolescente, de la que se enamora el predicador del grupo, son las únicas novedades, que salen un poco del esquema general. El resto es lo que tan bien sabe hacer Hollywood, lo espectacular, la deslumbrante tecnología, bien acompañada de buen ritmo y una música brillante y enérgica. Como curiosidad, un amago de tango a lo Valentino con Depp y Penélope Cruz, bella, pero no tan impactante como otras veces. En cuanto a las actuaciones, Depp, siempre simpático y diferente, Geoffrey Rush ("El discurso del rey"), brillante en su papel de Barbossa, Richard Griffiths, en una imperdible caracterización del rey Jorge y las promisorias Gemma Ward y especialmente Astrid Berges-Frisbey, escamosas y seductoras sirenas.
El rumor dice que Jack Sparrow se encuentra en Londres reclutando un grupo de piratas para emprender la aventura del descubrimiento de la mítica Fuente de la Juventud. Jack se encuentra en la capital inglesa, cuenta con dicho mapa, pero jamás a iniciado la búsqueda de una tripulación. Llevado frente a su majestad Jorge II, quien lo obliga a trabajar con el ahora devenido en corsario Barbossa, Jack decide emprender el camino hacia este tesoro por su cuenta. Hasta que se reencuentra con la bella Angélica, un posible ex amor y supuesta hija del legendario pirata Barba Negra, que lo obliga a abordar el Queen Anne’s Revenge donde le dará una pista del sino de su amado Perla Negra. En la carrera por encontrar los poderosos cálices de Ponce de León se toparán con marineros zombis, perversas y sanguinarias sirenas, y un batallón español dispuesto a conquistar las aguas de la juventud eterna. Este relanzamiento de la saga conserva pocos, poquísimos, elementos de la trilogía original, pero los justos como para no perder seguidores en el camino y sumar unos cuantos más. Con una simplificación casi extrema con respecto a las tramas de las dos secuelas anteriores, Navegando aguas misteriosas cuenta con las incorporaciones de Ian McShane, Penélope Cruz (¡cómo es posible que una misma intérprete sea tan dispar dependiendo del idioma en el que actúa!) y una nueva pareja joven integrada por un sacerdote y una sirena (Sam Claflin y Astrid Berges-Frisbey) con grandes posibilidades de desarrollos dramáticos en futuras continuaciones. Esta renovación de la fachada de la franquicia perdió algunos toques esenciales que tan bien sabía manipular su director anterior, Gore Verbinski, destreza de la que carece Rob Marshall (“Memorias de una geisha”, “Chicago”) a pesar de contar con la misma dupla autoral encargada de guionar los tres filmes anteriores. Dependiendo de la taquilla y de las ganas de Johnny Depp de repetir su personaje por quinta vez, habrá piratas para rato: casi llegando al desenlace, Geoffrey Rush en la piel del desbordado Barbossa iza sus velas con dirección a Tortuga, escenario conocido por los seguidores de la saga. Además, después de los créditos, una pequeña escena nos muestra los planes de venganza que tiene en mente una de las incorporaciones de esta entrega.
Juventud pirata Dreadlocks, cicatrices y el humor siempre descolgado del capitán Jack Sparrow. Esta marca registrada se potencia en la cuarta parte saga de Piratas del Caribe: navegando aguas misteriosas, donde el histriónico Johnny Depp es capturado en Londres e, ingeniosamente puede escapar. Pero no por mucho tiempo. El convertido Barbossa (Geoffrey Rush), que sirve a la corona británica, encabezará una expedición para buscar la Fuente de la Juventud. ¿Y quien será su guía? Sí, Sparrow. La bella Penélope Cruz –con quien Johnny había trabajado en la peli Blow- encarna a Angelica, una española cuyo corazón es seducido por el inefable pirata. Y en medio del rodaje, se supo del embarazo de Penélope (en pareja con el actor Javier Bardem) por lo que en algunas escenas fue reemplazada por su hermana Mónica. Volviendo al filme, la fugaz aparición de Keith Richards –como el padre de Sparrow quien en una taberna le da algunos breves consejos- es una de las perlas del film. Y si hablamos de perlas, la mítica embarcación pirata cae en manos del archienemigo de Barbossa: el villano Barbanegra (Ian McShane), un enigmático personaje que también está detrás de la fuente rejuvenecedora. La película toma color –y calor- con la aparición de las ninfas de los mares, las sirenas cuyo encanto hechiza a los piratas y, sobre todo, a un cura enamoradizo que caerá en brazos de una ninfa. Un dato: una de las sirenas es la bellísima modelo argentina Jorgelina Airaldi, que en la película (bajo guión estricto) le pega un cachetazo a Depp. Una legión española también está tras la fuente. Y dejarán su sello conquistador en la misteriosa isla.