El camino a la hermandad Pistas para volver a casa (2014) es la segunda película dirigida por Jazmín Stuart, quien anteriormente había escrito y dirigido junto a Juan Pablo Martínez, el largometraje Desmadre (2011). Dina (Erica Rivas), trabaja en el turno noche de una lavandería; vive sola, es devota y fuma sin parar, además de no tener absolutamente ningún reparo en cuidar o al menos mantener prolija su apariencia. Ella tiene un hermano, Pascual (Juan Minujín), también cuarentón, desempleado, separado y a cargo de sus dos hijos. La situación económica de Pascual roza las penumbras al punto de tener que acudir a una vecina bastante mayor que oficia de niñera ocasional a cambio de sexo. Unidos por sangre, Dina y Pascual no parecen tener mayor vínculo que el genético; no se visitan, hablan poco, Dina prácticamente no conoce a sus sobrinos, ninguno sabe nada sobre la vida del otro, etc, etc, etc. Lo único que tienen en común es el hecho de haber sido bautizados con nombres de cantantes italianos de los sesenta, y el no saber absolutamente nada sobre su madre, quien los abandonó cuando eran pequeños. Un buen o mal día, se enteran que su padre (Hugo Arana) emprende un viaje para buscar a su antigua esposa, pero la travesía termina en un accidente que lo deja casi postrado en un hospital de un pueblo a 300 km de Buenos Aires. A partir de este hecho, los hermanos deben acudir a dicho sitio para visitar a su progenitor, y para intentar comprender el por qué del motivo de esta búsqueda tardía. En el medio, el jefe del clan les comenta sobre un dinero que ganó en apuestas, y que escondió en un bosque, pero el problema es que no recuerda en que parte del bosque realizó esto. ¿Cómo descifrar esta cuestión? Pues Dina y Pascual atando cabos se enteran que la noche antes del accidente, su padre se comunicó por teléfono con la mamá de ambos, y le dio instrucciones de cómo encontrar el dinero. Todos los caminos llevan a estos distanciados hermanos a buscar a su madre, con el sólo fin de obtener ese dato puntual. El eje de la búsqueda por las pistas que los guían hacia el “tesoro” va mutando a medida que tanto los protagonistas como los espectadores van conociendo datos y secretos sobre la historia de esta familia disfuncional. Además el trayecto a recorrer se hace cada vez más pesado y denso, en parte por las precarias condiciones del Renault 12 de Dina, y en parte porque dos personas que jamás forjaron vínculos, se ven obligadas a compartir varios días juntos. La ansiedad se hace presente y con ella, los reproches, y la intensidad de las discusiones. Stuart cuida y evita caer en lugares comunes o exagerados, logrando generar desde rabia -a cargo de Érica Rivas- a emoción genuina, en esa transición hacia un proceso de perdón y maduración que los hermanos experimentan luego de sacar a la luz sus peores miserias. Sin embargo lo que el film mejor plasma es el concepto de aceptación; sólo una vez que Pascual y Dina pueden aceptar sus diferencias, hablar sobre el rencor almacenado, y admitir errores y fracasos, pueden desprenderse de años de quejas y liberarse para volver a compartir simples momentos -como tomar helado juntos- en armonía, y con su hermandad como máximo tesoro.
El opus dos de Jazmín Stuart cuenta la historia de dos hermanos en la mitad de sus vidas. Dina (Érica Rivas), trabajadora en una lavandería, creyente, fumadora empedernida y al borde de los temibles cuarenta. Pascual (Juan Minujín), divorciado, vive de la pensión que le deja su ex mujer para que crie a sus hijos, lo cual no hace ya que deja esa tarea a una vecina casi sexagenaria, quien se encarga de la cuestión a cambio de sexo. Basta una llamada de emergencia para que los hermanos se enrolen en una aventura inesperada, en especial tratándose de semejante panorama abúlico. Lo extraordinario resulta ser un viaje hacia el interior de la Provincia de Buenos Aires, para acudir donde el padre de ambos (el inoxidable Hugo Arana) está internado, luego de un accidente leve. Como sucede con las narraciones clásicas, esas que tienen las clavijas de las estructuras bien ajustadas, el viaje es la excusa para desenterrar asuntos no resueltos entre Dina y Pascual: ambos acarrean esos nombres por el capricho del padre, admirador de unos cantantes italianos sesentosos. Lo que parecía ser un peso inesperado se transforma en una posibilidad para reencausar la vida de estos dos personajes, a partir de la aparición de un bolso cargado de dinero que ocultó el padre en un bosque mientras se dirigía al encuentro de mamá (quién abandonó a la familia décadas atrás). De repente en sus monótonas vidas tienen una expedición 2x1. La búsqueda del tesoro los lleva a un viaje de reparación, de rompecabezas familiar. Stuart, en contraposición al auto destartalado de Dina, hace avanzar su vehículo narrativo con paso firme, sin recurrir a los golpes bajos ni a los momentos de catarsis que causan vergüenza ajena. Pistas para Volver a Casa es una road movie y una comedia dramática a la vez, cargada con ecos temáticos del cine de Wes Anderson, todo contorneado por una música celta que nos transporta mentalmente a otras geografías. Es, en definitiva, un relato de héroes grises topados por peripecias extraordinarias, las únicas -al parecer- capaces de resolverles los conflictos personales, y hablamos de los más pesados. Una historia que se nutre de la sobriedad (en todos los aspectos del lenguaje cinematográfico) y de la brillantez actoral del cuarteto liderado por la gran Érica Rivas (ya es redundante hablar de su luminosidad, incluso cuando interpreta a un personaje corroído y ajeado), seguida de Juan Minujín, Hugo Arana y Beatriz Spelzini, quienes conforman así un elenco en el que prima el talento y la química antes que la brillantez de los nombres propios. La primera película en solitario de Jazmín Stuart como directora es digna de celebración porque se trata de un ejemplo luminoso que ilustra lo que se entiende por género, articulado con clasicismo y particularidades locales, a lo que habría que adosarle la variable sensibilidad, de la cual casi nunca se cumple su cuota en el cine nacional.
Jazmín Stuart escribe y dirige su segunda película en clave de road movie, la cual cuenta con Juan Minujin, Erica Rivas y Hugo Arana. Será un viaje de reconocimiento, de búsqueda en el alma del otro, de encuentro y sobre todo de desentierre tanto figurativo como literal. ¿Llegará esta road movie a buen camino? Los hermanos sean unidos Juan Minujin y Erica Rivas componen a dos hermanos, Pascual y Dinah, que viven vidas bastante desdichadas. Chatas y con poco brillo. Ademas de casi no hablarse y no tener relación. Pronto se verán viajando a Entre Ríos ya que su padre a tenido un accidente y tienen que traerlo de nuevo a Buenos Aires. Allí al hablar con el padre, no solo se enteraran de que hizo una pequeña fortuna, la cual enterró en el medio del bosque a lo Fargo, sino que además, el padre, tiene la dirección y ciudad de la madre de los chicos, fugada desde hace 30 años. Así comenzará una búsqueda del tesoro, ya que la única que sabe como encontrar el bolso con el dinero, es la madre que hace 30 años que no ven. Este viaje los llevará al centro y corazón de ese abandono, a enfrentarlo en solitario, de a dos, de a tres, como familia, como se pueda. Espacios íntimos La película, a pesar de ser una road movie, es muy íntima, como la relación entre Dinah y Pascual, que van a tener momentos realmente brillantes de catarsis, de reencontrar el cariño que se tienen mutuamente, y de aventurarse a ponerle cara a una madre ausente por tanto tiempo. Y serán, según palabras de Stuart, los únicos capaces de escupirse verdades insoportables a la cara, que nadie más que un hermano tiene autoridad para hacer. Aquí es donde radica una de las fortalezas del guión, es imposible para quienes tienen hermanos del sexo opuesto, no sentirse identificados en cierto punto. La empatía con todos los personajes es realmente casi instantánea. Y pronto uno estará en ese auto destartalado, ahí adentro, metido en el asiento de atrás, desandando las rutas de Entre Ríos, buscando, deseando, llorando y riendo… La intensidad al palo Que Erica Rivas es una actriz intensa no es novedad, y es así como nos presenta su Dinah, quizás por momento tiene algunos picos de demasiada intensidad, que bordean lo inverosímil, pero basta entender la presión, el lugar y estrés del personaje para normalizar todo y entender, que probablemente uno hubiera reaccionado de manera similar. Juan Minujin es un coequiper natural. Se sienten naturales como hermanos, bajándole varios cambios a la intensidad de Dinah. Párrafo a parte merecen tanto Hugo Arana en el rol del padre de los chicos como Beatriz Spelzini en su pequeño, pero genial e intenso papel. Van a conformar realmente un grupo no solo entrañable si no que nos va a invitar a saber que pasa, como termina y si encuentran “el tesoro”. Conclusión Pistas Para Volver a Casa es una peli con una tibieza y un corazón que van a disfrutar todos. Sin estupideces, sin lugares comunes o clichés, Jazmín Stuart presenta una historia entrañable que es imposible no disfrutar. Realmente aquellos que tengan oportunidad de verla, encontrarán en este, un viaje al corazón de los recuerdos, de la intimidad intocable, de aquella historia, que solo un hermano conoce y puede compartir. Imperdible.
Hermanos y detectives. La breve secuencia inicial no da rodeos y presenta a los protagonistas de manera fugaz; no se oculta nada, basta con un par de situaciones del día a día para que el espectador comprenda que no existe mucho más que eso. Una breve introducción a la aparente monotonía que dos hermanos (Érica Rivas y Juan Minujín) conllevan como estilo de vida: el exhaustivo trabajo en un lavadero, cuidar a los chicos y desmayarse de cansancio en el sillón son algunas de las actividades que conforman la rutina. Suena el teléfono y aquí es cuando realmente la película comienza. La búsqueda es el disparador inicial del film y continuará cumpliendo el rol de motor hasta el final: la búsqueda de un padre accidentado (Hugo Arana), de una madre desaparecida (Beatriz Spelzini), de un bolso lleno de dinero y, -¿por qué no?- de un género. La película continúa su camino y mientras los minutos avanzan pareciera que la diégesis se expande, que el verosímil se arquea, y que así se da espacio a situaciones completamente inesperadas; se genera una constante renovación del film alternando entre atmósferas y clichés propios de diversos géneros y, al igual que un rompecabezas, cada uno de estos sucesos cuentan con un lugar único que les corresponde, ya que de no encontrarse allí no funcionarían. Resulta evidente que una elección de tal magnitud goza de cierta inminencia y a fin de cuentas los recursos desembocan en una espada de doble filo: a pesar de que por momentos se dan giros innecesarios a circunstancias y/ o atmósferas que no los favorecen (debido a que se destacan por sobre los aspectos cómicos y no los dramáticos) o no se prioriza lo suficiente la subtrama que hace realmente especial a la película (la búsqueda del dinero en sí concluye de manera más que apresurada), el film entretiene, no resulta cansador, y en su gran mayoría lo mantiene a uno expectante. Al fin y al cabo, funciona. La vivacidad de Pistas para Volver a Casa subyace en sus personajes y la mirada infantil con la que éstos encaran los problemas que surgen. En tanto que otra película hubiese utilizado la misma premisa como punto de partida para un drama, Jazmín Stuart (Desmadre, 2011) escoge tomar el riesgo de la comedia y trabajar los obstáculos que se presentan a modo de juego. Sí, Dina y Pascual son adultos, pero ese no es un motivo para que, entre hermanos, no puedan comportarse como cuando eran pequeños: así se suceden charlas sobre películas estrenadas durante su juventud, apuestas por helados y discusiones que giran en torno a algo carente de sentido. No resulta necesario guiarnos a un ambiente impregnado por la pesadumbre de la nostalgia, ya que aquellos momentos joviales desfilan ante nosotros en un tiempo presente. Pistas para Volver a Casa es un film peculiar que no se deja encasillar; una película sobre una familia disfuncional, un relato de aventuras, una comedia, y de a momentos hasta cuenta con tintes de suspenso. Pistas para Volver a Casa es un híbrido, pero uno más que efectivo.
Hermanos y detectives Comedia absurda, melodrama familiar, película de aventuras, road movie… Todo eso y más es Pistas para volver a casa, película despareja, pero al mismo tiempo llena de ideas, búsquedas y hallazgos. En el arranque conoceremos a dos hermanos bastante patéticos, dos personajes que rondan los 40, que han perdido la brújula y que, en esa desorientación cercana a la desesperación, son capaces de apelar a cualquier recurso. Dina (Erica Rivas) trabaja por las noches en una lavandería, no ha tenido demasiada suerte con los hombres y vive sola, entre arranques de angustia, muchos cigarrillos y una profunda devoción religiosa. Pascual (Juan Minujín) está a cargo de sus dos hijos (su mujer lo abandonó), no tiene trabajo y vive de aportes externos, por ejemplo el de una vecina muy veterana que lo ayuda a cambio de habituales encuentros sexuales. Los antihéroes del film no se llevan nada bien, pero deberán salir juntos en el destartalado Renault 12 de ella (él no maneja) porque su padre (Hugo Arana) ha sufrido un accidente y está postrado en un hospital de pueblo, donde tiene unas cuantas "laguna mentales". Y a partir de allí conoceremos la historia de la familia, con muchos secretos y mentiras, una madre abandónica y un dinero escondido. Tras ese prólogo arranca una suerte de búsqueda del tesoro con mapa incluido en esta suerte de regreso a Hansel y Gretel aunque en versión absolutamente deforme. La película tiene momentos intensos, divertidos, emotivos, pero también otros en el que los conflictos -casi siempre bastante extremos- parecen forzados y surgen atisbos de sobreactuación. Más allá de algunos lugares comunes (la escena del baile desenfrenado, por ejemplo), hay en Pistas para volver a casa una falta de prejuicios, un interesente pendular entre la ligereza y la densidad, entre lo fluido y lo enfermizo, un torrente de movimiento e intensidad emocional, que se valoran y se agradecen.
La hermandad Tras co-dirigir con Juan Pablo Martínez el film Desmadre (2011), la también actriz Jazmín Stuart presenta –ahora en solitario- Pistas para volver a casa (2014). Se trata de una historia en donde, inesperadamente, dos hermanos cuarentones deben convivir durante algunos días. Dina (Erica Rivas) es una mujer joven que no se preocupa en cuidar su imagen. La vemos trabajar en una lavandería y dormir en su monoambiente. No volverá a pisar esos lugares durante el resto del metraje; pero comprendemos que su vida se agota en esos espacios. Pascual (Juan Minujín), su hermano, se ha separado y consiguió que una mujer mayor –sexo mediante- cuide sus hijos. Los dos tienen un presente poco feliz y su relación es más bien distante. Hasta que un día, Pascual recibe un llamado; su padre ha sufrido un accidente y hay que ir hasta un hospital de pueblo, en donde se recupera. Un motivo para convivir durante un breve tiempo, aunque sea de urgencia y arriba de un auto. Pistas para volver a casa mixtura comedia, suspenso, drama, road movie; el resultado es un relato agridulce, una (nueva) incursión en el vínculo de hermandad. Jazmín Stuart demuestra su capacidad para transitar esa multiplicidad de géneros con soltura, sin caer en situaciones forzadas, sosteniendo una buena parte del relato con una banda sonora que le da identidad al film, al mismo tiempo que subraya su costado “infantil”. Porque, claro, en ambos hermanos hay mucha inmadurez; él, que no puede hacerse cargo de su soltería; ella, que no admite que su soledad es un problema y no una decisión. En el medio, hay un padre (Hugo Arana) que añora a una mujer (Beatriz Spelzini) que los ha abandonado a todos. Hacia ella irán Dina y Pascual, para conocer las pistas que le dio su padre antes de ser atropellado, y que los llevarán hacia una buena cantidad de dinero. La película también funciona en su concisión de conflictos; el tesoro a encontrar es tan sólo la excusa para poner a todos en sintonía. En ese sentido, el encuentro con la madre abre un capítulo un poco disonante, que se integra con una mayor lateralidad a la trama principal. Todo el elenco es homogéneo (da gusto ver a actores de gesta más teatral, como Arana y Spelzini, en papeles importante), pero los laureles se los llevan Rivas y Minujín, capaces de revelar un mundo entero con un par de gestos. Un buen primer paso, en solitario, para una directora que sabe qué contar y cómo hacerlo.
Antes de entrar a ver Pistas para volver a casa hay que saber que uno no se va a encontrar con un gran despliegue visual ni con el más astuto, sorpresivo y complicado de los guiones. Lo que hay que saber es que el espectador se chocará con una historia híper intimista que se apoya en un cien por ciento en el trabajo de sus protagonistas. Érica Rivas y Juan Minujín le dan vida a dos hermanos que no poseen la mejor de las relaciones pero que se ven obligados a pasar mucho tiempo juntos debido a que internan a su padre en un pueblo y descubren que hay un secreto cuya respuesta la posee su madre a quien no ven hace años. Vale hacer este reconto más allá de la sinopsis que se puede leer en la parte superior de la ficha de la película para situar a estos dos personajes y desmenuzarlos. Con tintes de road movie, este estreno se propone a hacernos reflexionar sobre nuestras relaciones familiares pero lo logra de forma parcial dado a que no todos van a generar empatía con los protagonistas ni sus conflictos. Lo mejor de la película sin lugar a dudas son las actuaciones por parte de Érica Rivas y Juan Minujín. Ambos muy creíbles y reales como dos hermanos conflictuados y conflictivos. El problema es que no logran hacer emocionar lo suficiente pero no por culpa de ellos sino por el tono de la película: es un drama pero no lo dramática que pretende ser. Ojo que cuando hablo de drama no me refiero a tragedia, que no se mal entienda. Jazmín Stuart vuelve a sentarse en la silla de directora y lo hace muy bien, mejor que en su ópera prima (Desmadre, 2012) pero lo extraño es que no se nota una sensibilidad femenina en la narración. No es algo que esté mal pero llama la atención. Lo que si hay que tener en cuenta es que tiene un ritmo lento para los que estén acostumbrados a un cine más industrial. Pistas para volver a casa es una película con buenos cimientos e intenciones pero que se queda en el camino. Sin embargo sus dos protagonistas la enaltecen.
Dos hermanos en plena búsqueda del tesoro "Pistas para volver a casa" es una bienvenida mezcla de road-movie, comedia y película de aventuras que impulsa a dos hermanos a intentar la reconstrucción de su pasado familiar. Acierta la dupla protagónica integrada por Erika Rivas y Juan Minujìn. Después de Desmadre, Jazmín Stuart apuesta a este batido de comedia, road-movie y aventura que tiene el mérito de entretener con buenos recursos. El tema de la reconstrucción familiar es el que impulsa la historia protagonizada por dos hermanos casi cuarentones, Dinah -Erika Rivas- y Pascual -Juan Minujín-, que arrastran el peso de una madre abandónica -Beatriz Spelzini- y salen en ayuda de un padre -Hugo Arana- que ha tenido un accidente, y se encuentra internado en un hospital de Entre Ríos sin recordar dónde dejó un bolso repleto de dinero. Ambos hermanos emprenden la travesía a bordo de un destartalado Renault 12 -Dinah maneja- y dejan atrás a una Buenos Aires convulsionada: ella trabaja en una lavandería y combate la soledad con sus cigarrillos mientras él intenta criar a sus pequeños hijos con la "ayuda" de su vecina madura. Tanto Dinah como Pascual están unidos por los recuerdos de una infancia difícil, en la que la visión de E.T. los hizo mirar las estrellas y creer en una criatura salvadora. Todo resulta un periplo intenso, con momentos graciosos -los diálogos entre los protagonistas o la visita a la disco-, otros en los que el peligro dice presente -Dinah con el auto que no arranca, a merced de la oscuridad y los ruidos de la ruta- y el drama que asoma como para recomponer el hueco que dejó en ambos una madre que vive recluída en una pequeña comunidad. Erika Rivas da con el tono adecuado a su personaje casi masculino con aires de mujer autosuficiente que todo lo puede y que también se desmorona con facilidad. Juan Minujín recrimina, pelea y también necesita acercarse a quien parece no conocer. El resultado es un viaje al que vale la pena subirse porque dosifica en exactas dosis las risas, lágrimas y la locura de un padre que parece vivir en una nebulosa. Pistas para volver a casa es un relato sobre dos hermanos intentando completar la misión de un padre que necesita recuperar a quien perdió en este bienvenido y segundo largometraje de la realizadora.
Publicada en edición impresa.
Buscar una familia y un tesoro. Riesgosa propuesta la de Jazmín Stuart en su primera incursión a solas como realizadora, ya que Desmadre (2011), su ópera prima, fue concebida junto a Juan Pablo Martínez. Riesgosa y temeraria porque se atreve a desovillar las vidas de dos hermanos (Pascual y Dina), la figura de una madre ausente y un padre internado debido a un accidente que anoticia a los vástagos sobre un supuesto tesoro oculto. Riesgosa, temeraria y desigual es Pistas para volver a casa en su acumulación de paisajes, géneros, tonos, giros argumentales, catarsis de personajes y una narración des-centrada sin culpa alguna por su directora para que el espectador no fije la atención en un único registro. Al comienzo se observa a los hermanos y sus actualidades y rutinas: ella, empleada de una lavandería y ajena a cualquier roce con la sociedad; él, por su parte, separado y con dos hijos al cuidado de una mujer mayor que satisface sexualmente al protagonista. De ese realismo, no solo temático sino también debido a su elección de puesta en escena, se pasa a la posibilidad de ingresar al género de aventuras, con aquel tesoro deseado y con la poca información que tienen los hermanos desde el tema invocado por el padre. Y, más adelante, la aventura virará hacia el reencuentro con la madre, registrada por Stuart en una lograda escena que ubica a los tres personajes en medio de una vegetación convertida por su tamiz visual en una escena de tragedia griega. Sin embargo, en esa incansable variedad de tonos y atmósferas que corresponden a determinadas situaciones que viven los hermanos, en donde se intercambian histéricos estallidos emocionales y una pátina angustiante de silencios y sutilezas, Pistas para volver a casa gana y pierde la partida. En buena medida, sostenido su oscilante relato por los trabajos de Érica Rivas (sigue ocupando un lugar privilegiado como una de las grandes actrices argentinas) y Juan Minujin, la apuesta a todo o nada de Jazmín Stuart como realizadora permite presumir a futuro nuevas incursiones en el ámbito familiar. En Pistas… la honestidad estética y temática termina ocultando los pozos e idas y vueltas de su sistema narrativo. No es poco.
El filme sigue a dos hermanos (Erica Rivas y Juan Minujin) que discuten su propia historia familiar. Si Jazmín Stuart moldea su búsqueda creativa con la intensidad honesta de los dos hermanos que protagonizan su Pistas para volver a casa, queremos más de ella. En ésta, su segunda película, la actriz, guionista y directora aborda, de manera a veces desordenada, y con alguna exageración simbólica, una historia profundamente emotiva, un viaje que todos deberíamos recorrer más allá de la comodidad del lugar que ocupemos. No en el sentido de road movie, que también lo es, sino en esa necesidad azarosa, tal vez, de discutir con uno mismo su propia historia familiar. Aquí son historias de nostalgia, soledad, misterio y humor las que conviven en este viaje de conversión personal sin distinción de clases al que ayudan mucho los protagonistas, Dina (Erica Rivas) y Pascual (Juan Minujin). Son hermanos anestesiados en sus mundos, apartados de su letargo por el accidente rutero de su padre (Hugo Arana). Dina sigue siendo una acomplejada chupacirios que vive sola y trabaja en una lavandería; Pascual, el padre abandonado por su ex que se quedó sin trabajo y le paga en especias a una vecina para que cuide a sus hijos. Pero su tediosa rutina se rompe con el accidente que les ofrece una oportunidad. Allí arranca el viaje, una historia familiar y un largo diálogo entre hermanos a bordo de una impredecible Break Renault 12. Maneja Dina, Pascual nunca aprendió. Los hermanos encontrarán pronto que las lagunas en la memoria de su padre se espejan de otro modo en ellos y que el tesoro enterrado que saldrán a buscar, es eso, una búsqueda metafórica y no tanto. Construyen y a la vez reconstruyen un mapa. La película es universal en esos aspectos. “Inventás cosas y te las terminás creyendo”, se dicen. Y discuten, con ellos mismos, la historia propia que los moldeó. Creer en el delirio del padre, desenterrar el recuerdo de su madre para enfrentar una historia de abandono. Dos preguntas necesarias, qué pasó y qué nos pasó, hechas en la mitad de la vida. Necesarias aunque no tengan respuesta, aunque no siempre aparezcan tesoros.
"Redescubrir al otro" Luego de dirigir junto a Juan Pablo Martínez la película “Desmadre”, Jazmín Stuart se embarca, esta vez sola, a escribir y dirigir su segundo film: “Pistas para volver a casa”. En él podemos ver a dos hermanos muy opuestos, Dina y Pascual, que se unen frente a la noticia de que su padre tuvo un accidente. Ese viaje los llevará a fortalecer el vínculo familiar, a redescubrir al otro y a encontrarse a sí mismo. La elección del elenco fue muy correcta, con dos grandes actores como los protagonistas: Érica Rivas y Juan Minujín. Érica Rivas logra despegarse de su personaje de María Elena en “Casados con Hijos”, el cual todavía permanece en ciertos momentos en “Relatos Salvajes”. Pero en esta oportunidad casi no aparece. Construye un personaje muy rico, una mujer de casi 40 años que vive sola, trabaja de noche en una lavandería y que no cumplió ningún otro objetivo en la vida. Tuvo un solo amor y le rompieron el corazón. El trabajo emotivo que hace Érica es muy fuerte. Por el otro lado, a Juan Minujín le toca interpretar un personaje mucho más duro, que a diferencia de su hermana, lo único que tiene son sus hijos. Pero no tiene trabajo ni plata, y se encuentra bastante solo. Juan Minujín logra demostrar esa aparente fortaleza en una persona que carece de muchas cosas materiales, como también de afecto. Cabe destacar también la participación de Hugo Arana como el padre de ambos. Es de esos personajes secundarios que quedan para el recuerdo, mezclando la ternura con la gracia. La historia se enmarca perfectamente dentro del género de comedia dramática, ya que posee un equilibrio justo entre la risa que genera y las emociones que provoca; y muchas veces ambas van de la mano. Es una película muy humana, que trata la temática de las relaciones familiares, de los hermanos, de los hijos con los padres, y de la pareja, y ver cómo uno va cambiando a lo largo de los años, pero que hay momentos o expresiones que aún permanecen. “Pistas para volver a casa” no solamente es entretenida y el hilo conductor nos va llevando hacia el próximo destino sino que se sumerge en las profundidades emocionales del público hasta el punto de revivir su propia historia. El punto de partida es simplemente una excusa para adentrarse en el interior de las relaciones humanas: las recriminaciones de haber hecho o no algo en su momento, antiguas confesiones y reforzar un lazo que por algún motivo estaba debilitado. En síntesis, “Pistas para volver a casa” es una película tanto entretenida como emotiva, que te va a dejar un mensaje inspirador al finalizar y vas a poder disfrutar de las grandes actuaciones del cine argentino. Samantha Schuster
Una cineasta inicia su camino En su primer largometraje en solitario, Jazmín Stuart demuestra que le importan mucho los vínculos familiares, aunque su idea de Familia se aleja bastante de los cánones habituales. Lo que en verdad le interesa a la realizadora son los lazos de afecto, que trascienden lo sanguíneo para ir profundizando en el cariño, la afinidad, la comprensión e incluso la aceptación de los defectos propios y ajenos. Por eso principalmente es que Pistas para volver a casa es una road movie que consigue narrar con fluidez la historia de dos hermanos, Dina (Erica Rivas) y Pascual (Juan Minujín), que a través de un accidente sufrido por su padre logran juntarse y resolver el abandono de su madre cuando eran pequeños. La relación entre ellos comenzará siendo fría y distante, para luego ir adquiriendo un carácter cómplice y cariñoso, gracias a la ternura que demuestra el guión y la puesta en escena por ellos, permitiéndoles que la conexión crezca parsimoniosamente, con verosimilitud y basándose en la lógica del camino recorrido. En este trayecto, el espectador irá interpretando el tono del film, que varía entre diferentes géneros, bordeando el ridículo pero rápidamente encausándose y hacia una textura más agradable, entretenida y emocionante con una estructura homogénea. Hay algo llamativo en la dirección de Stuart: no cede a las típicas tentaciones de una debutante y demuestra equilibrio y madurez para no querer imponerse desde los chiches visuales a lo que se está contando. Pistas para volver a casa es un film que pasa de la comedia al drama con diferencia de segundos, que coquetea con el policial y las narraciones de aventuras, y que aborda principalmente el vínculo fraterno pero también las figuras paterna y materna, pensando cómo los padres influyen en el crecimiento de sus hijos. Hasta se permite presentar una visión descontracturada, incluso retorcida del pensamiento religioso, confrontando lo místico con lo materialista. Aún así, la cineasta jamás abusa de los planos virtuosos, porque su prioridad siempre es la historia y sus protagonistas, consiguiendo de paso perfectas actuaciones por parte de Minujín, Hugo Arana, Beatriz Spelzini y especialmente Rivas. Pistas para volver a casa no sólo es un auspicioso debut, sino también lo que puede ser el principio de un camino hacia lo que esperemos sea la consolidación de una realizadora con un estilo y visión distintivos. El primer paso promete, y mucho.
Un sencillo y amable film de Jasmín Stuart. La primera película de Jasmín Stuart como directora, a medias con Juan Pablo Martínez, fue "Desmadre", bien hecha pero algo aburrida y con partes inverosímiles sobre una niña rica, inútil y antipática, su madre fiestera, y la noticia (que poco les afecta) del secuestro de su padre. El argumento provenía de una novela del mexicano Guillermo Fadanelli. La segunda película, ya como solista e inspirada en la vida real, tiene personajes más atractivos, no aburre y maneja bien las partes poco creíbles. En suma, es mejor. Pero también mejorable. Esta vez, la historia reúne a dos hermanos: una mujer medio fracasada, y un fracasado vocacional, que hace años no se ven, pero ahora deben viajar juntos a ver al padre medio gagá, que salió inesperadamente en busca de la madre y quedó internado en un pueblo con casino cercano. El hombre asegura haber ganado buen dinero en ese lugar, y haberlo escondido después en un sitio boscoso cuyos detalles no recuerda. La madre, hace rato que los dejó, pero al parecer tiene las claves del antedicho sitio boscoso. En todo caso, la aventura puede permitir un lindo reencuentro. O dos reencuentros. En el balance inciden algunos momentos fuera de tono, de esos que sólo los actores aman, situaciones forzadas y otros defectillos. En cambio se agradece el estilo sencillo, la apariencia leve, la mezcla equilibrada de historia familiar dolorosa y comedia de costumbres hospitalarias en el interior de la provincia, la doble intriga policial y filial, ambas resueltas de modo amable y sin mayor problema. Intérpretes, Erica Rivas, Juan Minujin, Hugo Arana y Beatriz Spelzini. Productor, Juan Pablo Martínez.
Haber elegido a dos grandes actores como Érica Rivas y Juan Minujin es uno de los aciertos de Jazmín Stuart como directora y guionista. Ellos son dos hermanos separados por la vida y con secretos dolorosos, que con humor finalmente recuperan su vínculo. Delirio y ternura.
"Viaje de redención" Jazmín Stuart vuelve a la dirección, esta vez en solitario por primera vez en su carrera y detrás de la pluma de un guión protagonizado por un elenco de primer nivel. Erica Rivas, Juan Minujín y Hugo Arana están a la cabeza de este drama que resulta tanto divertido como emotivo. Con un estilo visual y narrativo que recuerda al cine europeo, Stuart cuenta la historia de una familia atípica: dos hermanos que casi no se hablan, una madre que los abandonó hace tres décadas y un padre que deja todo para ir a buscarla con resultados bastante distintos a lo que esperaba. Dina (Erica Rivas) y Pascual (Juan Minujín) no tienen mucho en común, salvo que son hermanos. Ella es bastante devota, y él no. Él tiene hijos, y ella no. Ella trabaja, y él no; y un largo etcétera. Reciben un extraño llamado: su padre (Hugo Arana) ha tenido un accidente en la ruta en medio de la nada mientras viajaba buscando a la esposa que los abandonó sin motivo aparente. Este accidente lo ha dejado postrado en una cama y con ciertas lagunas en la memoria que hacen creer a los hermanos que está irreversiblemente gagá, más aun cuando les cuenta que ganó una importante suma de dinero y lo escondió en medio del bosque, pero no recuerda exactamente dónde, siendo su ex-esposa la única persona con esta información . Los hermanos emprenden un viaje buscando o bien el dinero o bien a su madre, dos cosas que en definitiva no saben si existen. Se trata de un viaje de descubrimiento que se hace sin muy buena gana, como andando a ciegas. Habrá espacio para los reproches y para las confesiones entre dos personas que casi no tienen trato y ahora se ven obligadas a pasar todo el día juntos por varios días. Aunque sólo se llevan un año, descubren que las percepciones que cada uno tiene de sus padres y su infancia son diferentes hasta lo abismal. Haciendo uso de su sentido de aventura, se convierte en una búsqueda del tesoro (¿cuál?) en el que el viaje es indefectiblemente más importante que el destino final. Los personajes están interpretados de la mejor manera posible, y son lo que le da vida a este guión. Sin actores que reflejen la transformación de los personajes, esta historia no tendría el menor sentido. Sin embargo, ambos logran divertirnos y conmovernos. Podemos ponernos en su lugar y tratamos de entenderlos como si se tratara de alguien que conocemos en la vida real. Es una historia sobre el amor fraternal, pero desde un lado que se corre de lo clásico: ni desde el afecto ni la rivalidad, sino de unas diferencias que los han llevado a distanciarse y luego a acercarse. Mención aparte para Hugo Arana, quien interpreta un personaje carismático, inocente y sobre todo divertido. “Pistas para volver a casa” es una comedia dramática al estilo road movie que nos dejará pensando en nuestra propia familia, con un final que deja esa sensación cálida de esperanza pero sin caer en el lugar común de que todo salió perfecto y todos la tienen clarísima. Íntima e intensa, recomendable, dominguera, para ver en familia después de un asado. Agustina Tajtelbaum
Una gran película argentina al borde del grotesco No hay muchas películas así en el cine argentino y arriesgo que no es casualidad que la haya escrito y dirigido una actriz. Pistas para volver a casa es un drama con toques de comedia negra, un grotesco que nunca llega a irse de mambo y parecerse al cine argentino de los 80, una road movie depresiva, una historia que termina siendo muy redonda. La segunda película como directora de Jazmín Stuart cuenta la historia de dos hermanos en sus “tempranos cuarentas” (extraordinarios Juan Minujín y Érica Rivas) a los que les va bastante mal en la vida: Dina es soltera y trabaja en un lavadero, Pascual tiene dos hijos y sobrevive con algo del dinero que le pasa su ex mujer y el que le da su vecina de 65 años a cambio de sexo. Los dos están dejados, sucios y no alcanzan a estar deprimidos porque para eso es necesario tener cierta consciencia de su fracaso. Este es el primer y fundamental acierto de la película: está protagonizada por dos personajes originales, singulares, que no son parecidos a ningún otro que hayamos visto y que no necesariamente reconozcamos en nuestra vida cotidiana, pero que resultan palpables y verosímiles gracias a la precisión con la que están delineados por la autora y los actores. Dina y Pascual viajan a un pueblo cercano al de su infancia cuando les avisan que su padre (Hugo Arana) sufrió un accidente. Al llegar, él les revela que vendió su casa -lo único que tenía, lo único que ellos iban a heredar- para buscar a su mujer, la madre de ellos, que los abandonó hace treinta años. El dinero está enterrado en el medio del bosque, pero él no se acuerda bien dónde. La que sabe es esa madre ausente, a la que irán a buscar más para recuperar la plata que para recuperarla. El tono de la película es lo más particular y recuerda un poco al de otra gran película que fue Las mantenidas sin sueños, escrita y dirigida por otra actriz: Vera Fogwill. Es un tono que está al borde de la inverosimilitud pero (en general) no cae en ella, un tono al límite del grotesco, de un humor amargo que adora a su criaturas ridículas y patéticas. No siempre da en el clavo la película y al principio le cuesta encontrar el carril, o quizás sea que a nosotros nos cuesta acostumbrarnos a su temperatura como si nos hubiéramos sumergido de golpe en una pileta de agua fría. Pronto el cuerpo se aclimata y justo cuando Dina y Pascual emprenden la búsqueda de su madre la cosa empieza a funcionar. Ya dije que Juan Minujín y Érica Rivas hacen un trabajo excepcional, pero quiero repetirlo y extenderme en esto. Gracias a esos personajes deliciosos que les dio Stuart para jugar, los trabajos de Minujín y Rivas son un espectáculo en sí mismo. Sin que esto vaya en desmedro del conjunto, ver sus gestos, la cadencia de sus voces y sus interacciones es verdaderamente un placer. Hay una escena en particular que ya está en mi videoteca mental del cine argentino: los dos bailando borrachos en el casino. Ojalá todos la puedan ver.
Los hermanos sean unidos. "¿Te acordás?", pregunta uno. "Sí, me acuerdo", contesta el otro. No importa si la que interroga es Dina y el que responde es su hermano Pascual -Pascualino en realidad por un capricho de su madre fanática de "los cantantes de los sesenta"-, o viceversa. Lo que importa, lo fundamental en el relato de Pistas para volver a casa, es el intercambio entre los dos. El ida y vuelta entre dos hermanos adultos que de maneras distintas, pero igualmente traumáticas llegaron a esa adultez golpeados por el abandono de su madre. Una herida que vuelve a abrirse inesperadamente cuando su padre tiene un accidente en medio de una ruta camino a Entre Ríos para recuperar a la mujer que nunca olvidó. A partir de ese accidente, además de aquel dolor y abandono se pondrá en juego el amor filial nunca sencillo pero inquebrantable entre Dina y Pascual, un vínculo que el guión escrito por la también directora Jazmín Stuart construye con cuidado y habilidad notable. Un eje narrativo sutil y emocionante al que contribuyen las actuaciones de Érica Rivas y Juan Minujín como los hermanos en cuestión, así como Hugo Arana y Beatriz Spelzini, en el papel de los padres. Sin embargo, el film no se limita a explorar la interesante relación entre Dina y Pascual, sino que en tren de seguir de cerca cómo evoluciona el encuentro al que los obliga un padre que parece estar perdiendo contacto con la realidad, por momentos todo se transforma en una búsqueda del tesoro literal. Y aunque se entiende el intento de Stuart de utilizar algunos de los recursos del thriller para hacer avanzar el recorrido de los hermanos, lo cierto es que el cambio de tono resulta algo brusco, y ciertos giros argumentales se resuelven con encuentros casuales y situaciones poco realistas. Aun así, aunque la mezcla de géneros no termine de funcionar y desvíe o diluya la intensidad del conflicto familiar, Pistas para volver a casa logra mostrar la capacidad de su directora y guionista para plantear una trama sensible y para conseguir inesperados momentos de humor entre la tristeza y las lágrimas de una familia partida. Que siguen preguntándose qué pasó y qué recuerdan, y a pesar de que no puedan ponerse de acuerdo sobre el pasado, de alguna manera, consiguen encontrarse en el presente.
La idea de narrar un viaje entre dos hermanos detrás de las pistas de algo que podría ser un tesoro, de una madre que los abandonó cuando eran niños, solamente con los únicos apuntes de un viejo (su padre) de poca memoria que a veces desvaría, podría sugerir un tono de drama familiar. Pero a veces, como esas migajas por el camino pueden resultar engañosas, también lo es el resultado de esta comedia de aventuras, con momentos de diálogos sublimes entre los hermanos Dina (Erica Rivas) y Pascual (Juan Minujín) y una buena estética de ese recorrido que los dos emprenden a bordo de un impredecible Renault 12 Break de esos que ya no se ven. Pistas para volver a casa transita varios climas, desde que los hermanos se reúnen en un pueblo cuando les avisan que su padre sufrió un accidente. Primero se muestra el presente oscuro de ambos, ella en la soledad de su casa, refugiada y aferrada a sus creencias; él, intentando manejar la vida con sus hijos, luego de haber sido abandonado por su exmujer y quedarse sin empleo. El punto de quiebre, el inicio de la acción, ocurre cuando su padre (Hugo Arana) les cuenta que, después de mucho tiempo, se contactó con la madre de ambos, y le confió un secreto. Ellos deben buscarlo, buscarla, buscarse, y en ese camino ocurren momentos desopilantes. Los recuerdos de la infancia, el presente abrumador de Dina y Pascual (en realidad Pascualino, en honor a un dúo italiano de los ‘60), el futuro que no ofrece muchas perspectivas, un grupo de secundarios con distintas intenciones, se cruzan en Pistas para volver a casa. La película a veces decae, se vuelve antojadiza pero previsible, exagerada, aunque su planteo como buen juego de niños detrás de un tesoro se vuelve efectiva en ese tono íntimo y a la vez divertido que logra grandes momentos, desde que arranca el viaje hasta que termina. Cuando ellos ya no son los mismos. Es interesante el juego de los hermanos cuando se ven obligados a poner frente a frente las verdades de cada uno sobre los mismos años de su niñez. Pistas para volver a casa es un logrado segundo filme que pone a Jazmín Stuart con un lenguaje poco explorado en el mapa del cine argentino.
Las risas que roba la actuación de Érica Rivas son un misterio insondable. Su actuación descarriada y exagerada en Pistas para Volver a Casa no tiene explicación; porque aunque la segunda película de Stuart sea en gran parte una comedia, ese descontrol se contradice con el registro dramático e íntimo que también tiene la película; problema que no tiene Juan Minujín, quien representa muy bien esa dualidad. Tal vez Arana esté en la misma frecuencia pésima de Rivas; pero no es su culpa, porque Stuart nos demuestra que no es una improvisada, y que por lo tanto estas exageraciones molestas fueron idea suya o al menos las aprobó. Así como el gran problema del rock argentino son los cantantes, el gran temita del cine nacional actual -con cada día mejores ideas- es el de las actuaciones; y muchas veces no es culpa de los intérpretes sino de la dirección de actores. Con una Rivas un poco más controlada, todo habría sido mejor. Por suerte esa exageración de Rivas va disminuyendo con el correr de los minutos. Su tediosa actuación se va apagando a medida que lo cinematográfico se va encendiendo en un crescendo poderoso. La primera media hora es para irse del cine puteando a Rivas, a Stuart y a toda la peña. Sin embargo, a partir de una escena en la que se corta la luz del hospital en el que se encuentra internado el padre de los hermanos protagonistas (Rivas y Minujín), comienzan los pequeños conflictos que le dan nafta al relato. Y aunque primero conozcamos al padre (Hugo Arana), la historia que pesa es la de la madre (Beatriz Spelzini), y como en su anterior película, Stuart pone a la madre en el núcleo. Porque a los hermanos les va medio como el orto por culpa de la vieja que los abandonó, y la película es un viaje para reconciliarse con ese pasado horrible y mejorar el presente. En la superficie del relato su presente mejora rápidamente con la búsqueda de una guita que el viejo escondió y que se transforma en un MacGuffin divertido; excusa que al mismo tiempo funciona por debajo como símbolo de su mejora espiritual y su verdadera búsqueda: las explicaciones de una madre que se fue. Demasiado diálogo molesto esconde el espíritu de una película linda a la que le sobran miles de palabras; porque el poder de Pistas… está en escenas que no necesitan ni diálogos nabos como el de los hermanos hablando de ET, ni sensibleros como los de la madre, ni los del padre con esos pésimos intentos de ser graciosos. El poder está en esos dos hermanos arriba del Renault 12, en ellos bailando en un casino de pueblo, morfando con un gaucho, escapando de unos mafiosos en el bosque, o simplemente mirándose en una cabina de teléfonos. En Stuart hay mucho más que Érica Rivas a los gritos y ese “humor aparato”. En Stuart hay una cineasta sensible con cosas para contar, esperemos que no se pase de charlatana y no diluya su fuerza en cancherismos y búsquedas forzadas de risas superfluas. Ojalá en sus próximos trabajos depure su cáscara y lleguemos más fácilmente a su alma.
El defecto mayor de este film es que a veces pierde el foco. La historia –dos hermanos que dirimen problemas familiares y abandonos varios como encontrarse perdidos en la naturaleza– presenta grandes oportunidades para que sus protagonistas (Erica Rivas y Juan Minujín) se luzcan. El debut de Jazmín Stuart como cineasta es imperfecto, aunque agradable y auspicioso.
Crítica emitida por radio.
En PISTAS PARA VOLVER A CASA, Erica Rivas encarna a Dina, una chica solitaria que trabaja en una lavandería, fuma todo el día y parece escaparle a todo contacto social. Pascual (Juan Minujin) es su hermano, está divorciado, tiene dos hijos, y su única compañía además de ellos es la mujer que los cuida, una señora bastante mayor que él con la que tiene una relación un tanto particular. Su madre los abandonó cuando ambos eran chicos y cuando se enteran que su padre (Hugo Arana), tratando de encontrarla, sufrió un accidente, viajan a acompañarlo a regañadientes ya que ninguno lo tolera mucho (el hombre es, convengamos, bastante insoportable). En el recorrido se toparán con un dinero que hay que encontrar cual búsqueda del tesoro pero, fundamentalmente, su objetivo es, ahora sí, encontrar a su madre y saber qué es de su vida y porqué los abandonó de niños. pistasDe la comedia al drama, del absurdo a la confesión emocional, el nuevo filme de Stuart tiene una amplitud tonal que es inusual, generosa, pero que también desacomoda un poco, especialmente en las partes supuestamente más cómicas que están jugadas de manera un tanto ampulosas y musicalizadas también en ese sentido. No está mal pensado conceptualmente el lado “filme de aventuras” pero no está del todo logrado en la puesta en escena. Cuando el filme afloja por el lado de la peripecia un tanto absurda y decide ponerse firme y enfrentar los sufrimientos de estos dos casi cuarentones que no han podido superar una infancia traumática es donde la película crece, acompañada por dos actores talentosos y carismáticos que mejoran cualquier escena que les toca hacer. Es la relación entre ellos dos el corazón, el núcleo duro de la película. Y si bien en este filme a Rivas y Minujín les tocan jugar algunas escenas un tanto, digamos, pasadas de rosca, cuando tienen que encontrar el desgarro emocional de los personajes, no fallan. Y ahí la película encuentra el tono que mejor le sienta y gana la disputada pelea. Por puntos, pero sale más que airosa.
It’s become commonplace to say that Erica Rivas is a riveting actress, more so after her performance as a disappointed and vengeful bride in the Oscar-nominated Wild Tales. Nonetheless, commonplace is often true, so it shouldn’t be a surprise that she excels in Jazmín Stuart’s second opus Pistas para volver a casa. Juan Minujín is also a gifted thespian and delivers an equally compelling performance as her older brother. The same goes for Hugo Arana and Beatriz Spelzini as Rivas’ and Minujín’s father and mother. Granted, their roles are far from complex, but that doesn’t make their acting any less convincing. Pistas para volver a casa is the kind of film where actors truly make a difference for the better. Here’s the storyline in a few lines: Pascual (Juan Minujín) and Dina (Erica Rivas) are two siblings reaching their forties who were abandoned by their mother, Celina (Beatriz Spelzini) when they were children. Their father, Antonio (Hugo Arana), has never recovered from it and is all alone. On a given day and out of the blue, he embarks on a journey to find her, but has an accident on the road. Dina and Erica rush to help him and Pistas para volver a casa becomes a modest road movie. And while the trip shouldn’t be that interesting in itself since it’s only a vehicle for the characters’ inner discovery, the stops have to acquire some weight. Which they never do. As for the screenplay as well as its tone, the situation is rather different. Most of the time, Stuart’s feature is a dramatic comedy that manages to switch from laughs to tears, from lightweight fare to more insightful stuff. So the fact that the transitions are well established is a plus. Then there are zones when it goes for more hectic and strange occurrences and so it becomes a kind of adventure film. And there’s also room for going down memory lane as the characters reflect upon their past in a melancholic manner. While the comic sequences, which sometimes verge on the absurd, do work very well and are sometimes very funny, the dramatic parts are hard to swallow as they cover overworked territory to the point you can predict the characters’ lines and actions with little effort. Although you can buy the humour easily, the rest rings false more often that not. And the more depth the film tries to reach, the shallower it actually becomes. Not a nice paradox. Though it should be noted that some scenes, as the one where Spelzini recalls a painful past event, is touching because she makes it believable. As for the adventures, let’s say they lack enough drive, and the nostalgia feels formulaic. And that’s that
Los hermanos sean unidos Dina y Pascual tienen poco en común pero sin embargo son hermanos, casi cuarentones y sin una familia normal. Ella vive sola y trabaja obsesivamente. Él no tiene empleo fijo aunque es ingeniero y tiene dos hijos pero su pareja lo abandonó. Dina es laburadora compulsiva, solidaria, mística, conciliadora y optimista; él es ateo convencido, pesimista y entregado a un sentimiento de pasividad que domina su vida, al punto de que gran parte de la atención de sus hijos corre por parte de una vecina que lo ayuda a cambio de sexo. Pero un día esa opaca rutina circular se quiebra con la noticia de que el padre de ambos ha sufrido un accidente en un pueblito del interior y está internado en un hospital público sin movilidad y con bastantes lagunas mentales. Entonces, sin demasiado entusiasmo, los hermanos se unirán en busca del padre y emprenderán un viaje al interior en el auto destartalado de Dina, realizando un periplo que reflotará cuentas pendientes entre ellos, porque la convivencia los obliga a redescubrirse y necesitarse. El objetivo de ayudar al padre desvalido les traerá noticias de un dinero escondido y también de la madre ausente que los abandonó hace tres décadas. Comedia multitonal “Pistas para volver a casa” es una historia de personajes y relaciones humanas que va oscilando entre lo emocional, lo absurdo y mucho espíritu de aventura con protagonistas muy perdedores pero capaces de regenerarse. Cada uno frente a la adversidad reaccionó de manera distinta, acorazado con diferentes capas de distintas cosas que vuelven a la superficie en la circunstancia límite del presente. La trama requiere que los personajes vayan redescubriéndose en distintos escenarios y, por eso, la película atraviesa muchas locaciones, al estilo de las road movies de Sorín o de la reciente película cordobesa-uruguaya “Noche sin luna” de Germán Tejeira. La directora Jazmín Stuart, actualmente con 39 años, se inició como actriz en programas de televisión noventistas. Ha actuado también en varios filmes, entre ellos el excelente “Fase 7” (2010). Escribió y dirigió la obra teatral “La mujer que al amor no se asoma” y “Pistas...” es su segunda experiencia como directora y guionista cinematográfica. A esta altura, afirma “que le gusta usar elementos de distintos géneros y que siempre termina escribiendo historias en donde el humor aparece”. Aparte de no limitarse a realizar una comedia convencional, J.S. nunca pierde de vista el arco de los personajes ni el hilo tonal que enlaza las diferentes secuencias, cada una con su color propio. Y no esquiva escenas trabajosas con la cámara, con animales, debajo de la lluvia o con armas de fogueo. Así, en vez de una película intimista en dos locaciones, transita por muchas en el interior de Buenos Aires y en Capital Federal. Contrastes y oscilaciones Entre la ligereza y la densidad, el filme despliega un torrente de movimientos y emociones espontáneas. Desprejuiciada y despareja, pero al mismo tiempo llena de búsquedas y hallazgos, la historia se va revelando con muchos secretos y mentiras del pasado. Por momentos, la narración -como un espejo deformado- introduce situaciones típicas del cuento de hadas tradicional: ver la secuencia nocturna en que Dina se pierde en el bosque y siente miedo de ruidos que provienen de la oscuridad. Desafiante, baja de su auto, para afrontar lo que sea, cuando, inesperadamente, el temor se disipa con la aparición de un estilizado caballo blanco. De forma parecida, la película repite ese constante -y difícil- juego entre géneros y tonos, transitando por micromundos emocionales no carentes de momentos punzantes, que remiten a una búsqueda genuina de algo cada vez más crudo, más expuesto y con un mayor nivel de riesgo. Comedia absurda, melodrama familiar, película de aventuras, road movie, todas estas etiquetas pueden abarcar al contenido que, a partir de una premisa simple, se va cargando de peripecias extraordinarias, emociones y un sentido de la aventura similar a la búsqueda del tesoro, donde el botín a recuperar supera con creces su valor material.
Escuchá el audio (ver link).
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No sabe con seguridad qué cosa es el debut de Jazmín Stuart, en parte porque la propia película nos distrae cada vez que cambia el propio rumbo. Road movie, drama familiar, comedia de enredos; Pistas para volver a casa pasa por todas esas paradas sin quedarse demasiado tiempo en ninguna, con el apuro del viajero al que le urge ponerse de nuevo en movimiento. De todas formas, esas notas genéricas un poco desordenadas que pulsa la directora no son lo más interesante de la película. Lo que más llama la atención es la manera que tiene Stuart de posar la mirada en lugares que nada le deben a los géneros; cómo su ojo muchas veces se cuela por el entramado de convenciones y alcanza a ver algo nuevo, algo inesperado. Esa mirada, más bien calma, serena, se encuentra sobre todo al principio de la historia, antes de que la película emprenda el viaje. La rutina de Dina y Pascual se presenta con unos pocos planos, sin diálogos, y la información de los personajes (de qué trabajan, qué rasgos los definen, cómo es su situación amorosa) cede ante algo que habrá de marcarlos durante todo el relato: el cansancio. No recuerdo otra película argentina reciente que fuera capaz de fijarse con tanto detalle e interés en los estragos del cansancio, que acá van a imprimirse en las ojeras, en el cuerpo doblado por el agotamiento o en el mate y el cigarrillo con los que se trata de combatir sus efectos. La película regala uno de sus momentos más bellos al comienzo, cuando se muestra a Dina volviendo de su trabajo en el lavadero, sacándose la ropa con dificultad, sentada, mientras mira cómo se empieza el día de los otros cuando el de ella está justo por terminarse. Las expectativas que genera ese comienzo se desvanecen un poco en la escena del auto, cuando se trata de presentar rápidamente a los hermanos con diálogos veloces y cargados de datos. El guion, en su afán por comunicar mucho en poco tiempo, no parece ser capaz de igualar la sutileza de las imágenes, y las escenas que siguen habrán de confirmar la sospecha inicial: la directora demuestra un talento inusual a la hora de filmar, pero no tiene un oído igualmente agudo para los diálogos. La dirección de actores no termina de emparejar a Érica Rivas y a Juan Minujín: ella exagera un poco y le imprime a Dina algo de esa locura tenue que ya es su marca registrada, y él opta por un registro bastante más naturalista con el que puede volver creíbles algunas líneas difíciles. Una vez que la road movie echa a andar, la historia casi no se toma pausas hasta el final. La película parece abordar los géneros como si se tratara de una obligación: ahí está el escape final del casino, donde los chistes dependen de una sobreactuación de los protagonistas que rompe con todo lo que habían hecho antes. En el estacionamiento, mientras observan que nadie los siga, Dina y Pascual tienen que correr, tropezarse, ella tiene que asustarse y gritar, él tiene que putearla: no importa qué tan forzada se sienta la situación, el género manda y el tono farsesco se impone. Algo parecido ocurre en una escena anterior en la que se produce un esperado reencuentro: los planos se anclan sobre los rostros y parecen trabajar solo para realzar un largo diálogo, como si el desenlace del drama familiar obligara a la película a adoptar esa postura estática. Sin embargo, la directora sabe distribuir aquí y allá algunos momentos memorables que parecen funcionar como un eco lejano del comienzo. Uno de esos momentos ocurre durante el corte de energía en el hospital, cuando la escena, agitada y un poco ruidosa, es ganada por la extrañeza de la situación: un hospital completamente a oscuras es recorrido velozmente por sombras que despiden haces de luz en todas direcciones; en ese contexto, el relato dicta que los protagonistas comiencen a superar sus propios complejos, y un montaje paralelo muestra a Dina y a Pascual lidiando como pueden con la crisis, luchando menos contra el apagón que contra sus propias inseguridades.
Pistas para volver a casa, primera película de Jazmín Stuart en soledad como directora. Dina y Pascual son dos hermanos diametralmente opuestos el uno del otro, excepto por una característica: ambos han perdido el rumbo de su vida y no saben exactamente qué es lo que quieren. Repentinamente Pascual recibe un llamado en el cual le informan que su padre ha sufrido un accidente y entonces ambos se embarcan en un viaje de reencuentros que los terminara de unir como los opuestos complementarios que son. Pistas para volver a casa es una Road movie que al mismo tiempo que nos muestra como los personajes transitan su camino emocional, la película por su lado, hace un viaje estético que comienza con características clásicas del cine de Corea, transita los dramas familiares plagados de diálogos de una película europea e incluso se permite el lujo de flirtear con el género de acción y aventuras al mejor estilo de una película norteamericana. Con un guión de comedia clásica y las excelentes actuaciones de Juan Minujin y Erica Rivas, y la participación especial de Hugo Arana, Pistas para volver a casa, sin tener la pretensión de quedar recordada como de lo mejor del año, se disfruta de principio a fin.
Pistas para volver a casa es una película que trata sobre (y es) una búsqueda y un viaje. La primera entrega de Jazmín Stuart como directora en plan solista, tras haber codirigido Desmadres junto a Juan Pablo Martínez en 2012, es una road-movie interprovinciana protagonizada por la efectivísima dupla que conforman Érica Rivas y Juan Minujín. Es la historia de dos hermanos que deben dejar atrás sus pequeñas vidas en la ciudad para acudir al encuentro con su padre (Hugo Arana), quien ha sufrido un accidente y los espera con extrañas noticias sobre su herencia y el paradero de su madre (Beatriz Spelzini) que los abandonó cuando niños. A partir de este encuentro con su progenitor herido y delirante, el relato sale disparado hacia una real aventura en la cual Dinah y Pascual deciden subirse al auto y emprender la búsqueda de un tesoro oculto por su padre. Lo que queda atrás, más allá de la vida mediocre de los personajes, es el tono costumbrista general que tiene el film en su comienzo: la historia se vuelve bien entretenida, rápida y, por varios momentos, graciosa. Érica Rivas y Juan Minujín consiguen desplegar un humor muy personal, y una sobrada facilidad para ir y venir entre la comedia y el drama. Ellos son, sin dudas, uno de los puntos más altos de la obra. Ellos son, sin dudas, dos grandes actores. Ambos intérpretes tienen una responsabilidad directa en el hecho de que la cinta, en términos generales, sea muy disfrutable. La joven pero reconocida actriz y directora, Jazmín Stuart, creó la historia y logra contarla de una forma fresca. Éste es el otro punto alto de Pistas para volver a casa: la narración es ágil, la película no podría considerarse lenta, como todos los haters del cine argentino prejuzgarían. Aquí todo ocurre con un ritmo que hace que el relato no se estanque y avance. Los personajes se mueven por distintos escenarios fotográficamente originales y hermosos. Hay varias escenas (en particular, la cual en la que un caballo aparece, un momento muy extraño y bello) que podrían llegar a ser recordadas por el público una vez terminada la función y, aunque el guion no sea súper realista, ni se esfuerce de más por responder nuestras dudas existenciales, terminará constituyendo un film ameno que propone un estilo particular y apuesta por la generación de nuevos estilos para nuestro cine.
Una familia muy disfuncional Con una receptiva pareja protagónica encabezando un elenco sólido y una trama dotada de singularidad, atracción y algunos momentos de honda sensibilidad, Pistas para volver a casa alcanza a conformar una buena comedia dramática y una más que aceptable ópera prima en soledad como cineasta y guionista de Jazmín Stuart. La actriz devenida en realizadora en los últimos años ya había tenido un acercamiento importante a este debut integral a través de Desmadre, en el que se había desempeñado como codirectora junto a Juan Pablo Martínez. Abarcando su múltiple responsabilidad, Stuart acierta en general en sus desafíos, fundamentalmente en los diálogos y en la dirección de actores. La historia que elabora tiene visos de originalidad y además logra empatía, a través de esos hermanos con nombres muy particulares extraídos de una familia disfuncional. El extraño accidente del padre que los crió –a causa del abandono de la madre– permitirá que ambos se reencuentren con sus raíces, colmadas de cabos sueltos, y con ellos mismos entre sí. Un bolso con dinero oculto funciona como disparador, e irá desmadejando misterios y aportando descubrimientos. El estilo de la película por momentos se acerca a la comedia grotesca, aunque el aspecto sentimental siempre está a punto de aflorar y en varios momentos se manifiesta. Érica Rivas consigue una intensa caracterización, plena de matices tanto dramáticos como humorísticos, y lo propio se puede decir de un expresivo Juan Minujín. Los consistentes aportes de Hugo Arana y Beatriz Spelzini redondean el aspecto interpretativo de un film correcto y entretenido que pudo haber dado aún para más, pero que cumple con sus objetivos.
Pese a contar con un arranque oscuro y poco auspicioso para nuestros protagonistas, la opera prima de Jazmín Stuart amanece tanto para el publico como para los protagonistas cuando estos últimos deciden salir a la ruta en búsqueda de sus verdaderas identidades dando inicio así a una emotiva y entretenida road movie. Dos hermanos distanciados (unos enormes Juan Minujin y Erica Rivas) reciben en un momento inoportuno de sus vidas una inesperada y tragicómica noticia: su padre (interpretado por el gran Hugo Arana) se encuentra internado en un hospital del interior tras sufrir un accidente bajo extrañas condiciones. Con tintes dramáticos muy certeros y muchos pasajes cargados de la comedia más eficaz que vio el cine argentino en los últimos años, la opera prima de Stuart se consolida como una excelente road movie que no tiene miedo de incursionar en nuevos terrenos ni de seguir explotando lugares comunes y casi siempre necesarios en esta clase films. Apoyándose en los excelentes trabajos de sus protagonistas y en un apartado técnico donde la fotografía y la banda sonora se convierten en aliados indispensables (la sensibilizadora música de Guillermo Guareschi y la hermosa fotografía de Daniel Ortega son dos puntos muy altos), la película de Stuart realmente cumple con creces sus principales objetivos: divertir y emocionar de forma genuina. “Pistas para volver a casa” se erige como un juego de palabras que hace referencia no solo a esa búsqueda personal que llevan adelante nuestros protagonistas, sino también a esa inesperada aventura que emprenden impulsados por el amor y la nostalgia hacia su infancia y hacia un personaje más que especial dentro de sus vidas. Una “búsqueda del tesoro” que tiene como premio un tesoro tan valioso y entretenido como personal.