Quiero secuestrar a mi jefe. El universo de las secuelas se maneja bajo reglas inamovibles: si la primera película funcionó, que la segunda no se aleje mucho de esa premisa exitosa. Si los protagonistas enfrentaron un conflicto determinado, en esta segunda vuelta que enfrenten un conflicto similar pero a mayor escala. Si un personaje secundario funcionó en la primera, traigámoslo de nuevo para llenar los huecos. Estas reglas y algunas más están muy bien resumidas en el viejo dicho "si no está roto, no lo arregles". Algo de todo eso sucede en Quiero Matar a mi Jefe 2 (Horrible Bosses 2, 2014), que por momentos sale airosa del karma de las secuelas, y por otros lo padece. Por si alguno no lo recuerda, la primer película (Horrible Bosses, 2011) contaba la historia de tres amigos (Jason Bateman, Charlie Day y Jason Sudeikis) cansados de los abusos de sus respectivos jefes, quienes deciden asesinarlos con la ayuda de un criminal de poca monta, lo que llevaba a un sinfín de enredos aptos para mayores de 18 por su naturaleza sexual y soez. En esta segunda entrega nos encontramos nuevamente con los tres amigos, quienes ahora son sus propios jefes y desean llevar adelante el sueño americano de fundar su propia compañía y hacerse millonarios con un producto revolucionario. Pero los problemas no tardarán en surgir cuando un codicioso empresario (Christoph Waltz) y su malcriado hijo (Chris Pine) los engañen, poniendo en peligro el futuro de la aventura empresarial. Ante esta situación el trío no tiene mejor idea que desarrollar un elaborado plan para secuestrar al hijo del magnate, y conseguir el dinero suficiente para mantener su empresa a flote. La premisa inicial es lo de menos en este tipo de films de la nueva comedia americana en clave Judd Apatow. Lo importante es ver a los protagonistas haciendo lo suyo, léase meter la pata, confundir los planes y complicarse a causa de sus propias limitaciones. Todos queremos llegar al momento en que la desgracia de estos personajes se catalice en forma de comedia. Y esos momentos son más eficientes cuando el trío Bateman-Day-Sudeikis entra en sincronía y no sobrecarga cada una de las escenas, potenciandos también por las participaciones de los enormes actores secundarios sobrevivientes de la primera parte, Kevin Spacey, Jamie Foxx y Jennifer Aniston. Los tres funcionan como ancla: cuando la historia parece ir a la deriva, su presencia acomoda todo en su lugar. Pocas películas pueden darse el gusto de tener a tres ganadores del Oscar de la Academia (Spacey, Foxx y Waltz) en roles secundarios. De igual forma sorprende Chris Pine, moviéndose con soltura en un terreno cómico que no suele ser su hábitat natural. Y cuando hablamos de comedia en clave Apatow, nos referimos específicamente a un humor cuya base siempre son los gags sexuales y escatológicos en todas sus formas y colores. La película se apoya en esto para lograr el golpe de efecto, para sacar la risa fácil del espectador sentado en la butaca, y tal vez no se da cuenta que el real potencial humorístico, su verdadero capital, yace en la performance de sus actores y cómo estos interactúan. Sin duda los mejores momentos de Quiero Matar a mi Jefe 2 son aquellos en que la química de sus intérpretes toma por asalto la pantalla. Dentro del extensísimo universo de las secuelas, podemos decir que Quiero Matar a mi Jefe 2 es una continuación que responde relativamente al desafío, sabiendo mantener las claves que funcionaron previamente, repitiéndose lo mínimo y necesario, y agregando nuevos elementos que refresquen sin separarnos demasiado de la premisa original.
Quiero secuestrar a mi jefe Cuando se estrenó Quiero matar a mi jefe (Horrible Bosses, 2011) las comparaciones con ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009) eran evidentes. Ahora que se estrena Quiero matar a mi jefe 2 (Horrible Bosses 2, 2014), las comparaciones con ¿Qué pasó ayer? Parte 2 (The Hangover Part II, 2011) son inevitables. Por esta vez la secuela no es un desfachatado calco de la original, lo cual es de lo más bonito que se puede decir de estas comedias chatarra que se agrandan como combos de McDonald’s. Uno se imagina la reunión. “Y por 14 millones más, sale con secuela”. Regresa el pusilánime trío de niñatos Nick, Kurt y Dale: Jason Bateman, el sensato líder; Jason Sudeikis, el cachondo; Charlie Day, el canijo histérico. Han dejado atrás sus días de matar jefes desde la primera película. ¡Ahora son sus propios jefes! La película comienza con un anuncio televisivo en el que el trío presenta su invención, un cabezal de ducha que además escupe shampoo en la cabeza de la gente demasiado vaga y gorda como para usar sus manos. Tan bueno es su producto, de hecho, que atrae la atención de un magnate financista (Christoph Waltz) que les hace un encargo millonario – sólo para retirar la financiación en un momento clave, fundirlos y adueñarse de su lozana PyME. Ya que los muchachos han decido que el asesinato no es lo suyo, esta vez deciden secuestrar al hijo de su enemigo (Chris Pine) y extorsionarlo. El plan se complica cuando resulta que la víctima está más que dispuesta en participar del secuestro y complicarlo de maneras inesperadas. Los caprichosos diálogos entre los tres protagonistas resultan graciosos la mayor parte del tiempo; cualquier momento es un buen momento para entablar una larga y acalorada discusión sobre cómo se deletrea una palabra, pelearse por cómo se apoda en código cada uno o simplemente discutir si Máxima velocidad (Speed, 1994) estuvo buena o no. La rutina se vuelve un poco insufrible cuando los personajes lidian con el correctismo político que plaga al pánfilo de clase media en el siglo XXI, que se encuentra más preocupado por no parecer racista u homofóbico que por no serlo realmente. Además de los tres intérpretes, que están muy bien, a Chris Pine se lo ve sorprendentemente comprometido con su papel. Hay algunos buenos cameos de la primer película. Kevin Spacey tiene un par de escenas buenas en las que luce su característico desdén misántropo. VuelveJennifer Aniston como la dentista ninfómana, y hace su contractual aparición en ropa interior. Jamie Foxx regresa como el pretencioso “Motherfucker” Jones. La única decepción es Waltz, que sencillamente no figura mucho en la película. No aparece el tiempo suficiente para desarrollar su personaje, ni configurarse como particularmente detestable. Nunca llega al nivel de delicia con el que Spacey viste su villanía. Algo que nunca ha terminado de cuadrar en esta serie: pretende hacerse pasar por humor negro, y regocijarse en la amoralidad de sus protagonistas, pero la verdad es que siempre reculan a último minuto. Se acercan lo suficiente para catalizar una serie de violentos sucesos que terminarán fallando a su favor, pero al no ser directamente responsables retienen su superioridad moral. ¿Hay posibilidad hoy en día de una auténtica comedia negra hecha en Hollywood, o es que siempre hay que restituir la moral antes de que termine la película? En fin. Quiero matar a mi jefe 2 regresa con casi todo que gustó de la primera película y hace un mínimo esfuerzo por diferenciarse de ella, con lo que se llama contenta. El espectador también, probablemente.
Nadie se esperaba el éxito inmenso que tuvo en 2011 Horrible Bosses, donde un excelente elenco supo darle hogar a un sin fin de bromas vulgares, escatológicas, racistas y homofóbicas, donde cada parlamento tenía la misma fuerza y valentía que un texto de Shakespeare. Bueno, quizás tampoco tanto, pero ver a Jennifer Aniston entregarse completamente a su costado más soez era detalle digno de admirar. Tres años han pasado desde que Nick, Kurt y Dale atentaron contra la vida de sus respectivos jefes, en un negrísimo homenaje a Strangers On a Train, y sus vidas han cambiado para siempre, y así también las de algunos de sus empleadores. La dinámica fraternal creada por Jason Bateman, Charlie Day y Jason Sudeikis sigue floreciendo, ahora como jefes autónomos y creadores de un ingenioso aparato para duchas. En búsqueda de patrocinadores no tardan mucho tiempo en cruzarse con una dupla de padre e hijo, que prometen auspiciarlos pero terminan engañándolos de la peor manera. En ese caso el asesinato está fuera de cuestión, así que el próximo paso es bajar un par de escalones y seguir la senda del secuestro. Si tres homicidios fue demasiado trabajo para este trío de amigos, un secuestro parecería adecuarse a un plan más factible, pero es más que obvio que nada saldrá a pedir de boca para estos muchachos. Mientras que el elenco sigue firme, con las notables inclusiones de los "jefes" de turno en Christoph Waltz y Chris Pine, el equipo técnico ha cambiado casi drásticamente, y Sean Anders (Sex Drive) toma las riendas como director, así como también el timón de la historia. Anders viene de una buena racha, luego de escribir la fantástica We're The Millers y la reciente Dumb and Dumber To, y le sigue el juego comenzado por Seth Gordon dirigiendo una secuela orgánica y demasiado entretenida. Sirven como bazas para medir la diversión la estupenda química entre el terceto protagónico y los personajes ya conocidos, como el hilarante gángster de Jamie Foxx o la sexópata Julia de la carismática y zarpada Aniston. Waltz no aporta mucho a la trama, ya que el guión no le exige demasiado, igual que a Kevin Spacey, quién brilló en la primera parte y aquí tiene poco metraje pero lo hace valer. La sorpresa viene por el lado de Pine, un comediante con talento nato que no muchas veces se lo hace brillar de esta manera, como un sociópata adinerado, ventajero y mentiroso compulsivo. La desventaja de Horrible Bosses 2 es que todo el nudo arrastra situaciones enormes -la reunión de adictos al sexo, espectacular- y momentos que se desinflan cuando el plan del secuestro se pone en marcha, llegando a una conclusión forzada y un final que no se sostiene durante mucho tiempo, ni que tampoco satisface como el de su predecesora. Pero aún con sus falencias, es una genial secuela que sabe utilizar todo lo que anduvo bien antes y que no tiene miedo de arriesgarse a unas cuantas situaciones rutilantes y bastante negras. En definitiva, otro paso en la comedia americana que cumple lo que promete.
El trio de empleados que, tras haber planeado asesinar a su superior, salió airoso en Quiero matar a mi jefe, regresa en esta secuela con un invento que le permitirá lanzar su propio negocio y ser sus propios jefes. Nick (Bateman), Dale (Day) y Kurt (Jason Sudeikis) desarrollan un prototipo denominado "ducha amigo", que dispensa jabón, champú y acondicionador en una único ducha. Después de dar publicidad a su nueva invención en un programa de TV, un astuto empresario (Waltz) termina robando su negocio y deciden secuestrar a su hijo (Chris Pine) para recuperar lo que es suyo, acudiendo incluso a los consejos de su exjefe en prisión (Kevin Spacey). Quiero matar a mi jefe 2 resulta una comedia mas de las típicamente hollywoodense, redundante a la primera, cargada de situaciones inverosímiles y absurdas que en su mayoría no logran la risa del espectador. La similitud entre los personajes principales hace que terminen sobresaliendo las acotadas apariciones de Jamie Foxx, Kevin Spacey y Jennifer Aniston, mientras que el trio protagonista sólo se limita a sobrellevar un relato cuyo único atributo es su buen ritmo, a pesar de sus 105 minutos, y una moraleja un tanto curiosa para el sueño americano, pero bastante verosímil para nuestros pagos.
Cruda, pero entretenida En 2011, una comedia negra sobre las desventuras de tres empleados con sus sádicos jefes se convirtió en un notable (y para muchos inesperado) éxito comercial. Lo esperado, claro, era que más temprano que tarde llegara su secuela. Ya no está Seth Gordon en la dirección, pero Sean Anders logra sostener los hallazgos de la entrega anterior e incluso potenciarlos, al menos durante la primera de las dos horas de duración. Anders fue coguionista de la reciente Tonto y retonto 2, y si bien Quiero matar a mi jefe 2 no es una exaltación tan radical de la comedia vulgar como aquella película de los hermanos Farrelly, sí resulta un exponente de la comedia hollywoodense cruda y ruda, sin demasiadas sutilezas, pero con situaciones extremas que entretienen y fluyen razonablemente bien. Tras los enredos de la película original, Nick (Jason Bateman), Kurt (Jason Sudeikis) y Dale (Charlie Day) deciden independizarse y montar un negocio propio (la venta de un sistema de ducha bastante particular). Tras una entrevista televisiva que los exalta como emprendedores, son abordados por un poderoso empresario (Christoph Waltz) y su hijo (Chris Pine) para asociarse en el emprendimiento que, por supuesto, saldrá del todo mal. Tras ese planteo inicial llegarán las vueltas de tuerca (incluso dentro del terreno policial) y en el desenlace todo se vuelve más mecánico y previsible. De todas maneras, la simpatía del trío protagónico (con sus matices, todos tienen su costado patético y querible) y el regreso de los secundarios de Jennifer Aniston (una adicta al sexo), Jamie Foxx (un hilarante gánster) y Kevin Spacey (un cínico y despiadado empresario que está en la cárcel) mantienen las cosas a flote. Sí, es un cine con algo de fórmula y bastante de caricatura, pero jamás esconde su esencia. Y funciona.
Los amigos de siempre El filme no aporta ideas nuevas y se remite a la comedia elemental de recursos simples con la simpatía de actores como Jason Bateman, Charlie Day y Jason Sudeikis. El papel del imbancable millonario joven está a cargo de Chris Pine. Como siempre Jennifer Aniston se luce como una simpática erotómana Nuevamente los amigos Nick, Dale y Kurt, que odiaban a su jefe y trataban de acabar con él, confabulados en un nuevo proyecto. Ahora, sin trabajo, deciden organizar su propia empresa. Con su acostumbrado entusiasmo y dejando de lado sus miedos, creen encontrar el negocio adecuado. Aconsejados por un millonario inversor que será uno de sus garantes, sacan créditos millonarios, contratan gente, alquilan un inmenso depósito, hasta caer en la cuenta que fueron estafados por el millonario que se retira del proyecto, mientras espera tener beneficios de su ‘caída’ y los deja ‘desamparados’. Hartos de tanto engaño, resuelven secuestrar al hijo del que los engañó y pedir un rescate. Así tendrán dinero y de paso podrán vengarse del aprovechador. Lo que parece fácil de realizar se complica y se produce una vuelta de tuerca ante la inesperada actitud de la futura víctima. Clásica comedia norteamericana de gags y chistes sencillos, ‘Quiero matar a mi jefe 2’ persiste en el tema del problema del empleo en crisis en todo el mundo por la disminución de trabajos con salario decente. El filme no aporta ideas nuevas y se remite a la comedia elemental de recursos simples con la simpatía de actores como Jason Bateman, que desde sus inicios como el hijo adoptivo de la familia Ingalls de la conocida serie televisiva, encarna a Nick, Charlie Day como Dale Arbus, el eterno enamorado de su esposa y Jason Sudeikis en el papel de Kurt. En tanto, el papel del imbancable millonario joven está a cargo de Chris Pine. Como siempre Jennifer Aniston se luce en el papel de una simpática erotómana.
Quiero matar a estos cómicos Esta vez ya no hay jefes: independizados, los muchachos quieren emprender su propio negocio. A la primera parte le fue bien en la taquilla -recaudó más de 200 millones de dólares y había costado “sólo” 35 millones- y entonces Dale, Kurt y Nick, esa suerte de Curly, Larry, y Moe -en ese orden- del siglo XXI, vuelven a las andadas. Esta vez ya no hay jefes: independizados, los muchachos quieren emprender su propio negocio. La idea es fabricar y vender el Shower Buddy, un ridículo adminículo para usar en la ducha. Pero se topan con un tiburón de los negocios que los estafa: ahora la venganza no será contra los empleados jerárquicos sádicos, como en la anterior película, sino contra el mismísimo dueño del circo. Que no es otro que Christoph Waltz, el genial actor que Quentin Tarantino importó a los Estados Unidos para Bastardos sin gloria y Django sin cadenas. Qué pena que el austríaco ya se vea obligado a trabajar en esta clase de películas para subsistir en Hollywood. Otros dos actores secundarios llaman la atención, por distintos motivos. Jamie Foxx, porque su Motherfucker Jones, que ya había aparecido en la primera parte, es el mejor personaje (lástima que sólo tiene unos minutos en pantalla). Y Jennifer Aniston, porque está irreconocible: víctima del bótox o de vaya uno a saber qué procedimiento quirúrgico, a los 45 años ya parece una de esas mujeres-maniquí sin edad definida (pero que uno sospecha que son mucho mayores de lo que aparentan). Ah, también aparece Jonathan Banks, haciendo una triste caricatura de su Mike Ehrmantraut de Breaking Bad. ¿Qué más se puede escribir de Quiero matar a mi jefe 2? Que tiene algunos gags efectivos, como la parodia de un programa mañanero de televisión, pero la mayoría de los chistes son pavadas sin demasiada gracia. Que del trío protagónico, el mejorcito es Charlie Day, pero de todos modos el papel de bufón al estilo de Curly le queda grande. Que a Jason Bateman le toca hacer de Moe y a Jason Sudaikis, de un Larry medio afeminado, pero que ambos son completamente olvidables. Bueno, lo suyo no es tan grave: están a tono con la película.
Una secuela forzada Dirigida por Sean Anders, la comedia tiene un gran elenco que se destaca hasta en los actores secundarios, pero falla. Hay películas que no merecen una segunda parte Jefes horribles, eso tenían en Quiero matar a mi jefe los tres protagonistas. Jefes horribles era el título original de la película. De aquella torpeza que caracterizaba a los tres protagonistas y de su deseo de hacer algo más allá de sus posibilidades estaba hecha aquella comedia. Tenía momentos olvidables y otros realmente buenos. Era una comedia bastante despareja con aciertos parciales y villanos divertidos. Esta secuela busca, como era de esperarse, ir más allá. Los protagonistas habían decidido dejar atrás a sus jefes, evitando directamente tener uno. Pero a pesar de su voluntad de estar en paz, se encuentran con un padre y un hijo que les complicaban bastante esa idea. Entonces al verse estafados, creen que secuestrar al inescrupuloso millonario podría ser la solución.Elenco a la película no le falta, los tres protagonistas, Jason Bateman, Jason Sudeikis y Charlie Day, son probados comediantes y su trabajo tiene el timing necesario. Los roles secundarios están cubiertos por actores de lujo, como Jennifer Aniston, Chris Pine, Christoph Waltz, Jamie Foxx y Kevin Spacey. No hay duda alguna del presupuesto que la película tiene y el profesionalismo actoral con el cual cuentan para realizar la película. Pero aun así, algo falla. Falla el agotamiento de las secuelas, falla que entre tanto talento no les haya quedado un espacio o un dinero para que el guión estuviera a la altura de las circunstancias. Por momentos los chistes son tan obvios y torpes que el mérito de los actores deja de impresionarnos para generarnos algo de vergüenza ajena. Es el gran dilema que una y otra vez enfrentarán las comedias, el mantenerse en la misma línea o probar algo nuevo. Y si se mantienen en la misma línea cómo hacer para que el espectador siga interesado. Si los films de terror o los films de acción suelen luchar contra este conflicto, la comedia debe luchar aun más. La nueva trama de comedia con algo de policial acá realmente no funciona, solo los mencionados apuntes, méritos del elenco, hacen que la experiencia sea pasable, pero siempre lejos de una buena película. Algunos personajes –el de Jamie Foxx, por ejemplo– se han agotado y no tienen más para ofrecer. Cinco Oscar suman Walt, Foxx y Spacey juntos, dudo que trabajando en películas como estas sumen un sexto, aun cuando hagan un esfuerzo para lidiar con un guión que ya se sabe agotado de antemano. Se sabe, hay películas que no deberían tener secuelas.
Crítica emitida por radio.
Secuela de una comedia negrísima plagada de incorrección política, que en esta oportunidad no cuenta con la originalidad de su predecesora, pero sigue teniendo un elenco de notables actores que dejan la piel para lograr momentos de desbordada comicidad. Haciendo base en los infaltables chistes sexuales y escatológicos, el filme es una opción ideal para pasar el rato y reír sin muchas pretenciones.
El vivo vive del zonzo Decepcionante secuela de una comedia que en su primera entrega supo entrentener con tono disparatado. Ya sin sorpresas y con el tedio como compañía, esta vez vemos al trío de desgraciados protagonistas en el rol de emprendedores estafados. Para recuperar algo de lo perdido planean una acción criminal que, obviamente, no sale como lo imaginan y, para peor, se les vuelve en contra. En una breve escena el filme plantea algo real. Que los EE.UU. son una tierra de oportunidades, ya sea para quienes quieran trabajar duro, o para quienes deseen especular con el trabajo ajeno. Tal vez, lo único acertado en todo el relato. Jason Bateman es el equilibrio entre el insoportable Sudeikis y el insufrible Charlie Day, ambos en roles exacerbados por encima de lo que ofrece el pobre guión. Algunos buenos momentos están a cargo de las breves participaciones de Kevin Spacey y de una cada vez menos reconocible Jennifer Aniston. Para rematar un festival de obviedades, los créditos finales son acompañados por bloopers del rodaje.
"Quiero matar a mi jefe" tiene una primera película super respetable... sí sí, dije, "una primera parte respetable". En esta secuela nos topamos nuevamente con elencazo, que ante el guión que recibieron todos dijeron que sí (por algo será, y es por eso que quiero que la última opinión la tengas vos): Jennifer Aniston, Jason Sudeikis, Jason Bateman, Chris Pine, Christoph Waltz, Kevin Spacey, Charlie Day, Jamie Foxx (uno más groso que el otro), que hacen de las suyas en esta comedia que a mi parecer está un poco desinflada. Siguiendo la línea de la primera es que se desarrolla esta segunda parte, que por momentos te va a hacer reír, pero no todo el tiempo como uno quisiera. Una comedia, a mi parecer, un poco tibia, pero que si queres disfrutar del elenco, es una buena oportunidad para verlos nuevamente juntos.
El mismo elenco que la primera, de grandes comediantes pero esta vez el malo es un empresario que contrata sus servicios para luego llevarlos a la quiebra. Pero si bien es graciosa y tendrá a su público, solo entretiene de a ratos.
Quiero matar a mi jefe 2: risa asegurada En 2011 se estrenó en la pantallas de los cines la muy divertida película "Quiero Matar a Mi Jefe". El film contaba cómo Nick (Jason Bateman), Kurt (Jason Sudeikis) y Dale (Charlie Day) -tres amigos que compartían la misma desgracia: jefes insoportables- se ponían de acuerdo en una noche de borrachera para matar a cada uno de sus malvados patrones. Nada, pero nada, salía como lo planeaban y todo derivaba en situaciones bastante jocosas. El largometraje era mordaz, con un guión inteligente y varios gags inolvidables, además que contaba con un reparto por demás envidiable. A los mencionados protagonistas se les sumaban Kevin Spacey, Jennifer Aniston, Colin Farrel, Jamie Foxx y Donald Sutherland, entre otros. Tres años después llega su secuela y, a diferencia de muchas otras, es totalmente bienvenida. Nick, Dale y Kurt se cansaron definitivamente de que alguien les dé órdenes, así que deciden convertirse en sus propios jefes. Dale tiene una brillante idea con la que pueden hacer mucho dinero y crear su propia empresa, pero para eso necesitan inversores. Los tres se presentan en un programa de televisión y presentan el proyecto: un aparato que al mismo tiempo que la persona se ducha también larga el champú. No tardan mucho en que los citen para tener una entrevista e intentar hacer el negocio. Es así que los tres tienen una reunión con Rex Hanson (Chris Pine), el hijo del empresario y multimillonario Bert Hanson (Christoph Waltz), que intenta aprovecharse de ellos. Por suerte para el trío interviene su padre, llegan a un acuerdo, piden un préstamo a un banco y comienzan la producción de 100 unidades del aparato a pedido del empresario. Todo sería hermoso sino fuera que Hanson padre los engaña y ahora, gracias a una maniobra turbia, está por quedarse con su empresa y la patente del invento. Para conseguir el dinero que necesitan, Nick, Dale y Kurt tienen, nuevamente, un brillante plan: secuestrar a Rex y pedir un suculento rescate. No hay dudas de que todo va a salir mal. Es difícil hacer una secuela, hay sobrados ejemplos de ello. Se pierden bastantes cosas que en la primera llamaban la atención: frescura, novedad, picardía. Lo rescatable de "Quiero Matar a Mi Jefe 2" es que esto lo mantiene (a pesar de haber cambiado de director y guionistas) y, para mi gusto, es mejor que su antecesora. Bateman, Sudeikis y Dale se combinan perfectos y el timing para sus diálogos es impecable. Se llevan bien y se nota en la pantalla, lo cual es muy importante (si saben inglés, traten se no leer subtítulos y escucharlos a ellos que los chistes son mucho más efectivos). Otra cosa son los gags: hay tres o cuatro que son memorables. Uno de ellos tiene que ver con un pizarrón y no les cuento más nada para no spoilear. En esta secuela retoman sus papeles Foxx, Aniston y Spacey y se complementan perfecto al filme, es decir que no están allí para estorbar sino que suman sus colaboraciones. Los nuevos, Christoph Waltz y Chris Pine, ayudan a engrandecer el gran elenco que tiene esta película. Mención de honor para Jason Bateman que se nota que entiende muy bien cómo hacer reír sin necesidad de hacer estridencias ni caer en ridiculeces. Para mi gusto, uno de los mejores comediantes de la última década. Si tiene ganas de pasarla bien, largar un par de carcajadas violentas y vivir un gran momento, no tengas dudas de que ésta es su película. Y es cierto que estos muchachos te matan… pero de la risa.
Las reglas del capitalismo Con una primera parte efectiva pero que daba la sensación de haber podido dar más por las figuras involucradas, estaba instalada la duda de si era realmente necesaria una segunda entrega. Sin embargo, Quiero matar a mi jefe 2 termina de acomodar las piezas que en su predecesora estaban un poco desorganizadas, entregando una narración más fluida y coherente, que no tiene miedo de apretar el acelerador en ciertos momentos importantes. Si en Quiero matar a mi jefe el objetivo era deshacerse de los patrones, en esta secuela la meta para el trío conformado por Nick (Jason Bateman), Kurt (Jason Sudeikis) y Dale (Charlie Day) consiste en tomar ese lugar de poder, en ser independientes y convertirse en sus propios jefes. Pero claro, los socios distribuidores que encuentran para su emprendimiento -un dúo empresarial conformado por un padre (Christoph Waltz) y su hijo (Chris Pine)- los estafan con total impunidad, con lo que quedan al borde de la quiebra. En consecuencia, arman un plan que les permite unir la salvación con la venganza, consistente en secuestrar al hijo. Obviamente, todo saldrá mal… y a la vez, bien. Hay un cambio para esta continuación que es realmente productivo y es en el puesto del director. La salida de Seth Gordon y la entrada de Sean Anders -quien también colabora en el guión- le aporta a la película un poco más de salvajismo y menos corrección política. Esto no deja de ser lógico: Anders venía de hacer esa comedia desquiciada llamada Ese es mi hijo y acá toma personajes previamente definidos y extrema la sátira social, sin dejar títere con cabeza y hasta mostrando el sexo de manera tan paródica como relajada (ver lo que le pasa al personaje de Bateman, totalmente embobado con el de Aniston). Pero además, el guión se beneficia de una síntesis y economía narrativa que Quiero matar a mi jefe no tenía: en vez de tres enemigos, hay básicamente uno, con lo que la trama no se ramifica demasiado, se define más rápido como una comedia policial y avanza con una mayor dinámica, sin tropezar ni dejar personajes a la deriva. Con estos elementos, adecuadamente administrados, más el plus que siempre tributan actores como Bateman, Sudeikis, Day, Pine, Kevin Spacey y Jennifer Aniston -bien dirigidos por cierto-, el film redondea una visión bien ácida sobre el capitalismo: el relato plantea sin demasiadas vueltas que los empresarios se imponen por sobre los trabajadores no porque sean súper inteligentes y malvados, sino porque los otros son muy estúpidos e ingenuos. El capitalismo es un sistema cuyas reglas se pueden torcer de acuerdo a la moral (o la falta de ella) de cada individuo, de acuerdo a sus deseos de ascender. Quiero matar a mi jefe 2 no tiene miedo de decirnos que todos queremos estar bien arriba y que hay muchos que no tendrían inconvenientes en aplastar cabezas para lograrlo. Los laburantes también, y por eso Nick, Kurt y Dale, a pesar de sus buenas consciencias, terminarán persiguiendo con todo lo (poco) que tienen el gran sueño americano. Ese sueño no tiene nada que ver con valores o concepciones sociales: es el sueño de tener toda la guita, para comprar lo que sea, incluso la autoestima. Quiero matar a mi jefe 2 afirma todo esto con una respetable cantidad de buenos chistes, que llevan a que por momentos no nos demos cuenta que las carcajadas tienen un sonido un poquito siniestro.
Ni Jennifer Aniston salva esta bobada Si la primera "Quiero matar a mi jefe" no era especialmente inspirada, esta secuela no mejora las cosas. Especialmente, porque el trío de empleados resentidos y fracasados (Jason Bateman, Charlie Day y Jason Sudeikis) tienen menos matices que en la película anterior, ya que ahora se quieren asociar para vender un estúpido accesorio que combina jabón y champú en la ducha, y dado que los tres tienen personalidades y conflictos muy similares, este giro de la trama no ayuda a que se vuelvan más carismáticos o divertidos. El mejor personaje, la dentista acosadora, ninfómana y especialmente depravada que encarna Jennifer Aniston, reaparece sólo para repetirse de manera gratuita, pero igualmente bienvenida, mucho más que el ex jefe psicópata Kevin Spacey y el asesor criminal Jamie Foxx. El villano que podria aportar la mayor novedad es Christoph Waltz, muy poco aprovechado como el empresario trucho que arruina los sueños de independencia laboral del trío (traición que activa la historia boba sobre el secuestro de su hijo, un bueno para nada interpretado por Chris Pine). Entendiendo que el argumento es pésimo, y que los personajes básicamente repiten forzadamente lo que hacían en el film anterior, queda claro que esta comedia no tiene el toque Lubitsch. En todo caso, los fans de Jennifer Aniston podrían pagar la entrada al cine. Los demás, no.
Enredos y secuestros Hollywood ha contado muchas y variadas historias de amistad y Quiero matar a mi jefe 2 es una de esas, aunque el título sugiera otra cosa. Es una de esas y además con éxito probado en su primera entrega, lo que los animó a encarar esta segunda parte cambiando de director y manteniendo al trío de protagonistas, más algunas salidas y entradas en el coro de consagrados que se distribuyen los papeles secundarios. Por ejemplo, siguen Kevin Spacey y Jennifer Aniston, salieron Donald Sutherland y Colin Farrell, pero entraron Jamie Foxx y Christophe Waltz, este último con carrera en ascenso. Esta vez los muchachos para liberarse de los malditos jefes han concebido una lucha inteligente con mucho futuro comercial. Están buscando socios capitalistas pero lo que encuentran es la basura del sistema. Un empresario ruin y deshonesto que los traiciona para quedarse con el producto y con la patente. A partir de ahí, un secuestro y más enredos. Pero este es sólo el comienzo de una historia con muchos golpes de efecto, cambios de rumbo repentinos que mantienen la atención del espectador en alto por la vía de la sorpresa seguida de una nueva sorpresa y así. Quiero matar a mi jefe 2 es buena en ese aspecto. Se las arregla para hacer ese juego 10, 15, quizá más veces, y lo bueno es que no se deja adivinar fácilmente. Se empieza a esperar el consabido golpe de efecto, pero las formas en que éste aparece siguen teniendo algo de inteligente, alocado, o de algún otro ingrediente, que lo vuelve amistoso. El chichoneo permanente entre los tres amigos no es para cualquiera. Códigos de hombres pero no de todos los hombres, de a ratos demasiado localistas y que se repiten demasiadas veces conviven con momentos más frescos y cómicos. Una ensalada para comer algo y dejar el resto.
Tres tontos y un secuestro La segunda entrega de Quiero matar a mi jefe trae de regreso al trío de amigos que sufre con los jerarcas. Aunque sin sorpresas y con fórmula parecida, entretiene. Comenzar hablando de una película por lo destacable de su elenco, generalmente implica que en el resto de los aspectos a tener en cuenta para darla por buena se deja algo en el camino. A los nombres de Jason Bateman, su tocayo Sudeikis y Charlie Day, se suman nuevamente en roles secundarios Jennifer Aniston, Jamie Foxx y Kevin Spacey. Pero si faltaban nombres rutilantes en esta secuela, ahí están entonces el talentoso y multimpremiado Christoph Waltz (quizá el más desperdiciado) y el carilindo Chris Pine. Estos dos últimos son los que llegaron a los fines de aportar la vuelta de rosca que se necesitaba para echar a rodar la franquicia, interpretando a un padre empresario y a su hijo. El primero querrá aprovecharse de los tres amigos protagonistas con la finalidad de arrebatarles de las manos un particular, dudoso, pero aparentemente vendible producto. Porque los chicos, hartos de soportar a superiores, habían decidido valerse por su cuenta dándole manija a un emprendimiento propio, que como ya se dijo se verá trunco por la avivada del empresario. Y como en función de lo ocurrido durante la primera entrega se dieron cuenta de que no tienen talla para el asesinato, no se les ocurre mejor idea que secuestrar al hijo del tipo para recuperar lo perdido. Efectiva pero previsible. Los productores de Quiero matar a mi jefe 2 no arriesgaron en lo más mínimo, y simplemente se dedicaron a potenciar las virtudes que hicieron reír al público en la cinta predecesora. Y por supuesto, la repetición exacerbada funciona porque las carcajadas salen a la fuerza. Pero si hay algo que debieran tener en cuenta los popes de los estudios, y fundamentalmente en el género comedia, es que arriesgar vale la pena. Porque si el aporte fresco es efectivo, junto a los gags previsibles el combo se vuelve más interesante aun. Aquí no pasa eso, y solo las secuencias ya vistas un montón de veces son las que logran la risa del público. El trío Sudeikis-Day-Bateman dio muestras de funcionar muy bien en 2011, y en esta oportunidad no se queda atrás. En definitiva, esta continuación cumple con su función de entretener un rato al espectador, con los simples argumentos de humor escatológico, líneas delirantes y un equipo de actores que, en comparación futbolera, bien podrían jugar en el Barcelona.
Crónica de un desastre La película es realmente floja, extremadamente mecánica, poco creativa y demasiado basada en gags puntuales que, por eficientes que puedan ser, no alcanzan para articular de modo orgánico una narración cómica. El relato básicamente peca de extremadamente previsible y lineal. Y su previsibilidad está dada por la máxima que la película se encarga de destacar hasta el agotamiento de su propia comicidad: todo lo que sale mal puede seguir saliendo peor, y saldrá peor irremediablemente, especie de ampliación cuantitativa de la denominada “Ley de Murphy”, según la cual “todo lo que pueda salir mal, saldrá mal". El film desarrolla hacia los últimos dos tercios una especie de síndrome de Estocolmo inverso (secuestradores simpatizando y en complicidad con el secuestrado), con el que ya habían probado -y logrado- mejor suerte en los 80 Abrahams y Zucker con el film Por fin me la quité de encima (1986) con Judge Reinhold y Helen Slater, en el rol de los secuestradores, Bette Midler, en el rol de la mujer secuestrada, y el genial Danny Devitto como el marido desamorado y materialista. Entre las muchas diferencias con aquel film (no genial pero correcto) es que la secuestrada no pretendía engañar a sus ingenuos secuestradores (quienes como en el film que nos ocupa toman esta medida extrema de modo desesperado, aunque en el fondo son buenos de corazón, honestos, etc.). La seguidilla de engaños y contraengaños en la que cae Quiero matar a mi jefe 2 no hace más que repetir como cantilena la máxima expuesta desde el comienzo: son idiotas, torpes e ingenuos y todos se aprovecharán de ellos en todas las formas posibles: los engaña el hijo del empresario, el empresario, Julia, la dentista y hasta Dean “Mother Fucker” Jones. Básicamente es un círculo de bullying permanente a un trío de personajes con los cuales no resulta fácil empatizar. Las narraciones cómicas que tematizan la inoperancia tienen el problema de que cuando el núcleo de la trama está asentado en esa máxima (los héroes son idiotas, torpes, etc.), está sabido de antemano que no hay forma de que las cosas salgan bien, y entonces el devenir del relato debe hacer algo para distraer o desviar las anticipaciones y las evidencias. A diferencia de la estrategia del paroxismo cómico (en el cual se expone cómo una tarea aparentemente sencilla que es encomendada al héroe se va complejizando hasta transformarse en un cataclismo desastroso y extraordinario), este concepto más bien lineal ha puesto ya todas las cartas sobre la mesa, y lo único que cabe hacer es distraer al espectador, es decir, intentando desviar la anticipación irremediable del desenlace por medio de una serie de acontecimientos que permitan sostener en el tiempo la ilusión de que las cosas pueden salir medianamente bien. Nada de esto ocurre en el film, cuya ausencia de estrategia en esta dirección hace del relato una especie de crónica del desastre. Las únicas estrategias que se ponen en juego son los gags, que como en general son recursos que detienen la dinámica del relato, una acumulación cuantiosa de chistes verbales y/o visuales es el único manotón de ahogado que resta utilizar. Sin embargo, y como es evidente, esto no resuelve el problema, sólo aletarga lo inexorable, la fuerza de gravedad inexcrutable de un final que se impone ya desde su principio y que no deja al espectador ningún resquicio donde protegerse del porrazo.
Villanos y subnormales En estos días está de moda (o estuvo, todo es fugaz) entre parte de la crítica estadounidense “matar” a Quiero matar a mi jefe 2, decir que Horrible Bosses 2 es horrible. Sí, hicieron chistes con lo de horrible, y usaron un montón de comparaciones metafóricas -algunas más imaginativas que otras- sobre la experiencia, para algunos críticos tortuosa, de tener que ver la película. El New York Times la puso en su escala más baja. Variety tampoco la trató bien. La gran excepción, como tantas veces, fue Stephanie Zacharek en el Village Voice, que claramente notó que en este caso -como en otros- la secuela era mejor que la original. 0. Antes de empezar, notemos que ha pasado otra vez. My Girl acá se llamó Mi primer beso. Y hubo secuela: y le pusieron, claro, Mi primer beso 2 (!) La traducción nada fiel del título original en la primera entrega hace que el de la secuela no tenga sentido, o tenga aún menos sentido. Horrible Bosses debió ser Jefes horribles y no Quiero matar a mi jefe. En esta segunda parte ya no tiene lógica ese “quiero matar…”, y hasta elimina los sentidos múltiples que podría haber tenido “Jefes horribles”: aquí los protagonistas que querían matar jefes son ahora jefes y, si bien tienen bondad, prueban ser horribles en casi cualquier aspecto profesional. 1. Horrible Bosses 2 es una película mucho más libre que la primera, menos atada a una narrativa que debe seguirse y respetarse en aras del verosímil. La primera presentaba a protagonistas un poco atolondrados y que tenían jefes pesados, malignos, pérfidos, etc. Tenía buenos chistes, pero estaban incluidos y a veces licuados en un devenir narrativo que permanecía en primer plano, con demasiado peso. En la 2 la narrativa está por detrás de los chistes. Los protagonistas ya son más (o menos) que atolondrados: son lisa y llanamente subnormales. Y eso libera a la película de tener que defenderlos, y de tener que resolver sus destinos con lógica argumental o emocional. 2. Con ese paso importantísimo, al usar con total libertad a estos tres tarambanas, sin respeto por su indignidad intelectual, se multiplican las posibilidades del humor, y Horrible Bosses 2 suma posibilidades. Los protagonistas y los antagonistas entran en otra lógica, más marxiana. Personajes, ciudad, economía y sociedad se vuelven raros pero reconocibles, estúpidos algunos y crueles otros, y se describen con ferocidad y no pocos aciertos. 3. Hay un paso más, muy importante, que da la secuela película con respecto a la primera entrega: los jefes malvados tiene razón, se mueven con prestancia dentro de una lógica que mantienen y sostienen y que prueba funcionar con fluidez en este mundo. Los protagonistas no hacen pie por sí mismos, solos: necesitan todo el tiempo de “los malos”. En ese sentido, no deja de ser interesante lo que plantea la película sobre el mundo. Y también sobre los engranajes que mueven la narración. 4. Hay también una muy bienvenida despreocupación -o preocupación por retorcer- lugares comunes del cruce de la comedia con el policial (que rara vez funciona para los dos ángulos, o incluso para uno sólo). Un ejemplo (y no más para no arruinar chistes, porque además funcionan mucho con la sorpresa, con lo repentino) de esta retorsión es el diálogo que incluye la gastada línea “¿yo dije algo de un secuestro?”. Una línea gastada, transitada, pero que se resuelve de forma novedosa. 5. Si los villanos son buenos (o hacen bien su maldad), las películas mejoran, y los personajes de Kevin Spacey, Christoph Waltz y Jennifer Aniston le dan un relieve especial a sus secuencias. Se hacen más grandes que la película, se hacen olímpicos. Waltz y Spacey, entre otras cosas, por la manera de soltar desprecio mediante sus maneras únicas de pronunciar. Aniston por mejorar su personaje, por afinarlo, por agregarle solidez y coherencia: todo lo hace por, para, detrás, delante y desde el sexo. No deja de ser un gran comentario sobre la actualidad de las estrellas de Hollywood cuando les dice a sus empleadas que “miren el video, quizás aprenden algo”.
Solo un pasatiempo sin muchas pretensiones. Esta cinta cuyo título original es “Horrible Bosses 2 (“Quiero Matar A Mi Jefe 2”), está dirigida y escrita por Sean Anders (“Manejados por el sexo, 2008”) junto con John Morris y protagonizada por: Jason Bateman, Charlie Day, Jason Sudeikis, Jennifer Aniston, Jamie Foxx, Kevin Spacey, Chris Pine y Christoph Waltz. Narra la historia de Nick (Jason Bateman), Dale (Charlie Day) y Kurt (Jason Sudeikis), quienes deciden convertirse en sus propios jefes después de haber salido en televisión. Para eso consiguen un inversor para su empres cuyo nombre es Bert Hanson (Christoph Waltz, “Bastardos sin gloria”, “Django sin cadenas”), pero terminan siendo estafados y buscan ayuda con el ex jefe de Nick, Harken (Kevin Spacey) que se encuentra en prisión y junto a Dean MF Jones (Jamie Foxx, tiene pocos minutos en la historia), idean un plan para recuperar su dinero: secuestrar al hijo del inversionista, Rex Hanson (Chris Pine) y ser recompensados. Lo que sigue son algunas situaciones subidas de tono y a toda esta locura se le suma el personaje de una acosadora y ninfómana, la Dra. Julia (Jennifer Aniston, un personaje que se luce en pantalla, aunque tenga algunas cirugías, se nota paso por quirófano). Otro de los elementos que acompaña es la música con temas bien conocidos. Es una comedia típicamente hollywoodense, la primera parte había resultado bastante divertida y parece ser que intentaron repetir el éxito, mantiene una estructura similar a otras, pero como se suele decir no siempre las segundas partes fueron buenas. Esta se encuentra llena de gags bastante conocidos, situaciones absurdas y burdas, su guión es flojo, pero gracias a un buen elenco, cuyas actuaciones son muy buenas y donde cada uno cumple en su rol no cae totalmente. Para tener en cuenta: dentro de los créditos finales y para quienes quieran quedarse, hay una serie de bloopers de la película.
“Escarmiento” no existe en este diccionario. El trío que comete crímenes sin necesidad de pescar una borrachera, tiene nuevas ideas dementes para poner en práctica. Nick (Jason Bateman), Kurt (Jason Sudeikis) y Dale (Charlie Day), decidieron dejar atrás sus vidas de subordinados y comenzar un emprendimiento propio con la intención de evitar tener cualquier jefe molesto alrededor, haciéndose cargo ellos mismos del negocio. Nueva vida; nuevas reglas. Pero, por supuesto que no será tan fácil largarse de lleno al mercado independiente. Horrible_Bosses_2_68411 Todo emprendimiento necesita de un inversor, y no son justamente los protagonistas quienes disponen del dinero para cargarse la pyme al hombro. Es por eso que de entrada nomás regresarán los fantasmas de sus problemas laborales. Como nada en la vida es color de rosas, los tipos sufrirán la estafa en carne propia, lo cual los impulsará una vez más a la ira, aunque esta vez… Para nada accidental. Siempre es bueno tener comedias de humor negro al alcance de la mano, y yo personalmente, me hice fan de esta nueva saga, de la cual espero haya una tercera entrega. Si bien no es perfecta, entretiene mucho y su premisa mantiene una constante que incluye a grandes estrellas del cine actual. Primero el asesinato, ahora el secuestro. ¡Y lo mejor de todo es que lo hacen ver tan fácil! Sin Donald Sutherland ni Colin Farrell, pero con Jamie Foxx, Kevin Spacey y Jennifer Aniston todavía presentes en el equipo, se suman a la locura Christoph Waltz y en la piel de su sádico hijo, un genial Chris Pine en una faceta que se tenía reservada. Charlie Day, Jason Sudeikis, Jason Bateman og Chris Pine i Horrible Bosses 2 Cuando arranca el “brainstorming” de los amigos en cuestión, nada los detiene hasta dar con la construcción creativa más loca; puntapié inicial para la redada criminal con los esperados giros siempre fallidos de los planes. La gracia de la historia radica en el poco profesionalismo que tendría la gente común, como vos o como yo, a la hora de incursionar en el homicidio. Rápidamente, uno se encariña con los chicos y es imposible no inclinar el favoritismo hacia alguno de ellos. Nick, Kurt y Dale tienen perfiles muy marcados, sin ser héroes ni villanos. Para viles, ya están la enferma de Julia Harris, una adicta al sexo incurable, interpretada por la versión más desinhibida de Jennifer Aniston a la fecha. Y el ex jefe de Nick, Dave Harken, un espectacular e inigualable Kevin Spacey. De una u otra manera, la ley los ayuda sacando a la luz la inocencia de sus lunáticas iniciativas, las cuales en esta oportunidad comenzarán con un simple duchador pensado para simplificar la vida de familias numerosas como la que ahora tiene Dale. Un producto innovador con el que los ex empleados planean llenarse de plata, demostrando una vez más que a veces los agentes persiguen más a los de “buenas intenciones” que a los verdaderos malhechores. 7970_124910_1 La moraleja está clarísima; para tener éxito hay dos vías: nacer/volverse millonario o, de lo contrario, remarla a contracorriente. Permanentemente. De por vida. Sin excepciones. Y esa parte no es chiste.
NO ESTAMOS MOTIVADOS Llega un momento en la vida de todo hombre en que debe decidir entre convertirse en su propio jefe o seguir trabajando para otro. Es una jugada arriesgada, pero que si sale bien puede dar muchas satisfacciones. Podría decirse que algo parecido pasa con las películas, si entendemos a la original como la jefa y a sus secuelas como las empleadas (sí, estoy delirando, pero sigan conmigo un poco más). Hablando de Hollywood en general, las segundas partes prefieren las relaciones de dependencia: constantemente les chupan las medias al film que encabeza el organigrama con guiños que remiten a lo ya visto, a todo aquello que está comprobado que funcionó (o no, en el caso de la famosa risa de compromiso ante el chiste malo del jefe). Muy pocas veces estas subalternas toman una actitud proactiva, porque prefieren quedarse a la cómoda sombra de la patrona. Y sabemos que sólo se vuelven memorables aquellas sagas en las que las empleadas generan algo nuevo o le dan una vuelta de tuerca a las fórmulas ya conocidas. QUIERO MATAR A MI JEFE 2 (HORRIBLE BOSSES 2, 2014) es mitad y mitad: las referencias (y reverencias) a la primera parte están (a veces de manera algo forzada, como la aparición de ciertos personajes), pero también tiene su propio empuje en algunos momentos. Lástima que sean más las veces que falla que aquellas en las que acierta. Luego de los eventos de QUIERO MATAR A MI JEFE (HORRIBLE BOSSES, 2011), Nick (Jason Bateman), Kurt (Jason Sudeikis) y Dale (Charlie Day) también están en una etapa inestable, un periodo de prueba y error en el que buscan abrirse paso en el mundo sin depender de nadie. Para eso inventan un producto, el "Shower Buddy" (una especie de complemento para la ducha que arroja el shampoo junto con el agua), con el que esperan ganarse la vida. Con toda su inocencia, terminan haciendo un trato con la persona equivocada, el adinerado empresario Bert Hanson (un desaprovechado Christoph Waltz), y su negocio parece haber fracasado incluso antes de empezar. Pero la clave para salvar su emprendimiento podría estar en Rex (Chris Pine, pura energía), el hijo del millonario, a quien planean secuestrar para pedir a cambio un jugoso rescate. La trama se complica con varios giros, algunos ingeniosos pero otros dignos del más vago de los guionistas de la historia del cine: con tal de ofrecer más intensidad, más risas y más sorpresas, la película parece estar dispuesta a inmolarse, destrozando su verosimilitud hasta el punto del absurdo total (y me refiero a la delirante y tontísima persecución final) y otorgándole a sus protagonistas (especialmente a Kurt y al irritante Dale) un grado de imbecilidad tan alto que deja de ser gracioso. Para una secuela (y por definición), buscar su propia identidad es sumamente difícil: QUIERO MATAR A MI JEFE 2 lo intenta, aunque con poca convicción, y es ahí donde termina su camino.
Secuela de manual En el 2011 se estrenaron buenas comedias y Quiero Matar a mi Jefe no fue una de ellas. El film de Seth Gordon no tenía muchas pretensiones pero su mayor falta radicaba en un guión que no sabía resolver orgánicamente ninguna de las premisas que planteaba en su inicio. Con una segunda parte en manos de otro director (Sean Anders) un poco más experimentado en esto denominado nueva comedia americana (si es que puede seguir definiéndosela así o si acaso alguna vez existió tal cosa) quedaba la esperanza de dar un giro completo respecto de la original y tener una buena película. No fue el caso tampoco. Quiero Matar a mi Jefe 2 resulta mirable, la duración de la película no pesa y encuentra un buen ritmo en su narración. Nada más. Tal vez para muchos eso sea suficiente y en ese caso deberían ver esta nueva entrega porque no van a salir defraudados. Personalmente creo que la película de Anders no busca aportar nada respecto de la anterior más allá de esa estúpida regla de las secuelas de potenciar al cuadrado las mismas situaciones que la entrega anterior. Siguiendo esa regla, se opta por un absurdísimo que, al no estar bien construido, hace temblar el verosímil del relato todo el tiempo. El absurdo es quizás de las técnicas más complejas de usar en una comedia, la construcción de ese tipo de gag lleva una elaboración meticulosa previa para dejar al espectador servido y preparado para cualquier cosa. En el opus de Anders eso no pasa, quedando entonces, una compilación de situaciones que se podrían encontrar con mejor resultado en YouTube ya que el audiovisual web permite otras licencias a la hora de establecer la cohesión y la coherencia. Quiero Matar a mi Jefe 2 no funciona y lo peor es que, al igual que la primera, tiene todas las herramientas necesarias para hacerlo. Por supuesto se apuesta por la referencia hacia la obra anterior y muchos de los enredos dependen pura y exclusivamente de la relación del espectador con la película estrenada en el 2011. El grupo de amigos sigue sin generar la química necesaria para mantener el desafío dramático de compartir escenas con las figuras invitadas. Hacia el final, después de ver ese desenvolvimiento hacia el absurdo o, dicho más claramente, la manera en que las cosas se van cada vez más al carajo uno ya percibe que la resolución no va a poder estar a la altura en que el relato la puso. Finalmente esas sospechas se cumplen y el tercer acto defrauda. Quiero Matar a mi Jefe 2 es una película para ver en un largo viaje en micro (no en avión) aunque también sería muy bueno que la emitan mientras haces la fila en el cine para ver una buena comedia. Con tan floja previa cualquier película parece ser un buen plan después.
Crítica emitida por radio.
Esta es una de las veces en las cuales la segunda parte supera la primera. En 2011, escribimos en esta misma publicación, sobre el problema de indecisión de “Quiero matar a mi jefe” (2011) pues no apostaba ni por la comedia de enredos, ni por el grotesco absoluto. Sí tenía una muy buena primera media hora. Nick (Jason Bateman), Dale (Charlie Day) y Kurt (Jason Sudeikis) se han "librado" de sus jefes - en la primera -. Tiempo después, deciden invertir en algo para convertirse en sus propios jefes, o sea independizarse. Tienen un invento. Un producto digno de los comerciales de Sprayette, pero como en USA hay clientes para todo, y el sueño americano todavía no está extinto, deciden buscar un inversionista. Caen en una empresa multimillonaria a cargo de Rex (Chris Pine), una suerte de lobo disfrazado de cordero, quien les hace una oferta increíble. Aunque es rechazada (y aquí viene un guiño a la política) porque el inversor desea fabricarlo en China, al contrario de los tres amigos, confiados en el valor de la mano de obra estadounidenses. Por suerte, interviene el padre de Rex, Bert (Christoph Waltz). Éste les da vía libre para pedir un crédito y así seguir con el negocio. La "cama" monumental que les hacen los empresarios los "obliga" a tomar medidas drásticas para no perderlo todo. El cambio de guionista y dirección le vino bien a esta secuela, más bien por una cuestión de renovación y frescura que por los pergaminos que ostenta Sean Anders quien, sin moverse un ápice de la comedia, escribió la efectiva “¿Quienes son los Miller?” (2013), la insulsa “Los pingüinos de papá” (2011), y en una servilleta de pizzería, “Tonto y retonto 2”. Con semejante prontuario me permito agregar una cuota de suerte al resultado de “Quiero matar a mi jefe 2”. Saber que el público ya conoce a los personajes es la mejor carta con la que cuenta el director. La primera escena sirve para recordar al espectador el tipo de humor que se maneja aquí, con ellos tres tratando de mostrar su producto en televisión. Se dobla la apuesta, son tres estúpidos que toman decisiones aún más estúpidas, pero persiguiendo el ideal de todo empleado: ser independiente de su patrón. También sirve para hacer que el espectador entre en el juego, lo asimile y (si quiere) se deje llevar con las primeras sonrisas. Eso más la química entre el trío protagónico y las apariciones esporádicas de algunos personajes de la anterior (las escenas con Kevin Spacey y Jamie Foxx son desopilantes) funciona a la perfección. Hay un gran aprovechamiento de los personajes. Por la continuidad de sus acciones, de su impronta, y por una buena mano para extirpar los excesos en la dirección de actores de hace tres años. Con estos antecedentes ya no es tan necesario discutir el verosímil porque, para bien o para mal, viene ya instalado por su antecesora. De hecho son varias las referencias por lo cual la buena memoria es un factor a tener en cuenta para poder captar algunos guiños. Al ser una secuela y necesitar espacio para todos, la inclusión del personaje de Jennifer Aniston parece forzada en el argumento (poca injerencia en la resolución final), aunque no por ello menos efectiva desde el punto de vista del humor. “Quiero matar a mi jefe 2” es de lo mejorcito que se puede ver de la comedia norteamericana de hoy. Su efectividad está dada por la misma razón que funciona todavía “Saturday night live”: los grandes actores cómicos están más allá de los libretos. No siempre es sinónimo de buen resultado en cine. Esta vez si.
Con cambio de director pero manteniendo el mismo elenco principal llega Quiero matar a mi jefe 2. Si hay un género que ha sufrido mucho las secuelas, por lo malo de los guiones particularmente, ha sido el género de la comedia. Muy pocas fueron las excepciones a esta regla, sin embargo esta película es una de ellas. Si bien la primera parte tuvo su punto fuerte en la construcción que hizo de los personajes y lo realista de las situaciones, a pesar de ser una comedia con corte grotesco, en Quiero matar a mi jefe 2 el guión plantea personajes que ya conocemos y no pierde mucho tiempo de la película en definirlos de nuevo. Desde el comienzo las situaciones ridículas aparecen una tras otra y si bien el film tarda unos minutos en ponernos nuevamente en ese código delirante, una vez que el ritmo comienza el relato se hace más que entretenido. Nuevamente, alejada del código realista de la película anterior, esta secuela se limita a generar situaciones limites todo el tiempo, poniendo los personajes nuevamente al borde del absurdo. Con muchos chistes graciosos y otros que pueden quedar tranquilamente en el olvido Quiero matar mi jefe 2, aunque muy inferior a su antecesora, es una comedia más que entretenida para ver para aquellos que están buscando un entretenimiento liviano en una cartelera que aproximándose a los Oscars, comienza a ponerse bastante seria.
Quiero matar a mi jefe 2 es una película ideal para pasar un momento distendido en el cine alejado por un rato de tus problemas. No es para andar revolcándose a carcajadas, pero si para verla como mínimo con una sonrisa en los labios y reírse en varios momentos. La línea argumental sigue siendo la misma, pero es...
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Un trío cada vez más torpe Horrible Bosses 2 constituye la secuela de la rendidora cinta del año 2011. En aquel entonces, Seth Gordon estuvo a cargo de la dirección bañando a las situaciones de chabacanería, buen ritmo y algunas variaciones humorísticas desopilantes. La entrega actual, si bien no tiene la misma frescura que su predecesora y más allá de que el director haya cambiado (Sean Anders es quien tomó el mando ahora), acaba redondeando una performance favorable conservando, en líneas generales, el espíritu de la proyección que abrió el telón. La pregunta que surge con frecuencia cada vez que se anuncia una segunda parte de cualquier film que haya dejado un agradable sabor en el observador tiene que ver con la necesidad real de embarcarse en un nuevo lanzamiento. ¿Era necesaria una secuela de Horrible Bosses? ¿No hubiese sido mejor dejar todo como estaba? El desafío está dado en la impronta y en la inventiva que se puedan derivar de los acontecimientos a volcar en la gran pantalla, tratando de que las cosas no suenen trilladas. En este aspecto, la obra dirigida por Anders posee energía pero no se asemeja en nivel de enlace y en contagio a la película concebida por Gordon. Si hay algo que todavía funciona (aunque con menor brío) es la química entre los tres protagonistas. Jason Bateman suele ser de fiar en las comedias, y aquí vuelve a complementarse de buena forma con Jason Sudeikis y Charlie Day. Este conjunto de incompetentes se enreda al querer emprender un negocio propio cuando un inversor (Christoph Waltz de agradable pero corta presencia) echa por la borda sus proyectos. A partir del punto de inflexión, Nick, Dale y Kurt (se exagera en demasía y desfavorablemente para la narración las limitaciones de cada uno de ellos) se meten en un embrollo tras otro, producto de su torpeza innata. Decidir secuestrar al hijo del mencionado acaudalado sin una planificación clara puede concluir en un caos. Horrible Bosses 2 intenta conservar la fórmula que en la entrega anterior combinaba dinámica y una seguidilla de sucesos disparatos. El cóctel se digiere con facilidad por el buen trabajo de edición y por la agilidad de las tomas, pero pierde en desfachatez si comparamos a esta cinta con su precursora. Más allá del feeling entre los personajes (da la sensación de que los actores verdaderamente disfrutan lo que hacen), los eventos que se van sorteando ya no resultan tan hilarantes o embarazosos. Interesante y acertada elección la de Chris Pine. De nuevo la aparición de Jennifer Aniston suma puntos extra y acaba por brindarnos con seguridad dos de las mejores escenas de la película. Por otra parte, se agradece que se haya recurrido por segunda vez a Jamie Foxx en el rol de “consejero” de nuestras figuras centrales. Como producto en sí mismo y alejado de de comparaciones, Horrible Bosses 2 es entretenido, gracioso y disfrutable. Se lo pone en jaque cuando el análisis entra en parangón con el film anterior. LO MEJOR: el reparto. El trío principal. Los momentos en que participa Aniston. LO PEOR: inferior a la primera entrega. No resulta tan desopilante como su predecesora. PUNTAJE: 6,5
"Entre risas y criminales" Llega la segunda parte de la comedia de 2011, con un cambio de director e incorporaciones al cast, pero el mismo humor. Sean Anders toma la posta que le dejó Seth Gordon en la entrega anterior. Un director dedicado a la comedia que vuelve a trabajar con Jennifer Aninston y Jason Sudeikis e incorpora a pesos pesados del género, como los comiquísimos Jason Bateman y Charlie Day, que también repiten papel. Pero las novedades de esta entrega son dos verdaderos pesos pesados. Por un lado, Kevin Spacey repite el papel aunque ahora desde la cárcel. Por otro, se incorpora Christoph Waltz, un actor que sabe jugar hábilmente con la línea entre el drama y la comedia. Un buen ejemplo de esto es su trabajo en Bastardos sin Gloria. Y finalmente, porque ninguna comedia lo es sin un galán engreído y emocionalmente inestable, tenemos el nuevo papel de Chris Pine. El ex Capitán Kirk nos muestra que es más que una cara bonita y también sabe de comedia. Una apuesta fuerte para el director, y una comedia que promete. No es estrictamente necesario saber lo que ocurrió en la entrega anterior para entender esta película, pero tiene un cierto enganche. Ahora que Nick (Bateman), Kurt (Sudeikis) y Dale (Day) se deshicieron de sus jefes tienen el empuje para arrancar su propio negocio. Para eso necesitan auspicio, y Bert Hanson (Waltz) y su hijo Rex (Pine) estarán más que felices de invertir en ellos. Pero las cosas no salen como estos novatos de los negocios esperaban, mientras el hábil Hanson los lleva al borde de la quiebra con la esperanza de hacerse con su empresa y sus patentes. Como nuestros héroes están un poco mal de la cabeza, tienen la brillante idea de secuestrar a Rex a cambio del dinero para salvar su empresa. Pero él se da cuenta y decide participar para convertirlo en un autosecuestro y llevarse su parte. Aunque esperábamos una historia sencilla con chistes para pasar el rato, lo cierto es que esta película sorprende. No sólo el humor es un tanto más refinado, ya que recurre a los juegos de palabras y las respuestas ocurrentes más que a un tono inherentemente escatológico. Aunque no se preocupen, nunca falta el chiste escatológico, pero no es un recurso del que se abuse. Es más bien un humor de observación al estilo del stand up que ahora está tan de moda. Además, el plan del autosecuestro no está hecho así nomás. Es complejo, elaborado, y de hecho bien ejecutado podría funcionar. Digno de cualquier película policial que se digne de serlo. Otro asunto para destacar es el giro del guión que vemos hacia el final. En general vemos en este tipo de películas el recurso de deus ex machina. Significa que cuando todo parece perdido algo ocurre que provoca que todo de pronto se arregle, aunque parece no tener mucho sentido. Un ejemplo de esto es digamos, el villano está por explotar una bomba y de pronto se tropieza sobre ella y la detiene. Funciona muy bien en episodios de series infantiles que sólo tienen 25 minutos para resolverlo. Pero esta película huye del deus ex machina, una decisión muy acertada para una comedia. El humor con un cierto grado de inteligencia funciona mil veces mejor que un puñado de chistes que parecen escritos por un chico en la edad del pavo, como muchas comedias últimamente. Una comedia que sorprende por la calidad de las interpretaciones y un guión que no subestima al espectador. Aunque tiene sus altibajos y algún que otro chiste pavo, compensa bien y no hace abuso de ellos. Una película con todo el potencial para ser la comedia del año, incluso teniendo en cuenta que compite con otra apuesta fuerte como es “Tonto y Retonto 2“. Aunque los estilos son diferentes, el carro de batalla de Sean Anders se perfila cómodamente en los primeros puestos en comedia. Agustina Tajtelbaum
Muchas estrellas, poca diversión "Quiero matar a mi jefe 2" tiene muy poco que ver en realidad con matar a los jefes de los protagonistas, lo que demuestra que las traducciones básicas que se hacen al español deberían cambiar y ser más literales o no traducir en absoluto... vivimos en el año 2015, de última busque que quiere decir en el Traductor de Google. "Horrible Bosses" nos trae de vuelta al trío de amigos compuesto por Nick (Jason Bateman), Kurt (Jason Sudeikis) y Dale (Charlie Day) que, tras el intento fallido de asesinar a sus jefes en la primera película, ahora se han convertido en motivados emprendedores que quieren lograr el éxito con un nuevo producto, el "shower buddy", y dejar de depender de otros para ser exitosos laboralmente. En esta ocasión se se enredan con dos personajes excéntricos y millonarios, padre (Christoph Waltz) e hijo (Chris Pine), dueños de una gran corporación que está interesada en comprarles la producción de su producto. Al menos eso parece al principio, hasta que las cosas se van poniendo cada vez más extrañas y negativas para nuestros protagonistas, los que deberán enfrentar algún que otro inconveniente para no quedar en la ruina económica total. A nivel general todo está muy cuidado, tan cuidado que se pierde la espontaneidad y algunos gagas no terminan de funcionar del todo bien. Bateman aporta un humor efectivo, a la onda de "Arrested Development" pero más tranqui, Sudeikis aporta poco, un suerte de humor canchero que la verdad no le favorece mucho, y finalmente Day termina siendo el mejor aportando histrionismo aunque por momentos se torna un tanto exagerado. Los villanos están bastante dispares. Por ejemplo la mejor de todos termina siendo Jennifer Aniston que en realidad tiene un rol secundario, mientras que Chris Pine exagera demasiado todas sus reacciones aunque por momentos resulta locamente divertido y Christoph Waltz está totalmente desperdiciado, como si hubiera aceptado trabajar en el film para cumplir con algún compromiso económico. A nivel general creo que a esta secuela le faltó un mejor guión y chistes más divertidos. Si bien tenía todo para superar a la primera, que tampoco fue una maravilla, se termina quedando a mitad de camino y desperdicia su potencial. No es un producto mala pero tampoco llega a ser del todo disfrutable.
Una secuela que se corre de la original, pero logra buenos resultados gracias a la adaptación de sus actores al nuevo estilo de guión. Cansados de tener que responder a sus jefes, Nick, Dale y Kurt deciden convertirse en sus propios jefes y lanzan un nuevo negocio en esta secuela de Quiero matar a mi jefe. Cuando uno de sus inversionistas resulta ser un estafador, los tres amigos desesperados y sin herramientas legales para recuperar su empresa, deciden secuestrar al hijo mayor del inversor y pedir una recompensa. De allí, una serie de enredos, secuestro incluido, para dar continuidad a la película que en 2011 se hizo de críticas favorables, dirigida por Seth Gordon y protagonizada por Jason Bateman, Charlie Day, Jason Sudeikis, Kevin Spacey, Jennifer Aniston, Colin Farrell y Jamie Foxx. Algunos de ellos ya no están, entre ellos el director, que fue reemplazado por el guionista de Tonto y retonto 2, y se incorporaron nuevos protagonistas. La nueva historia, como la anterior, depara giros sorpresivos cuando el espectador parece haber adivinado por donde desembocará, excepto hacia el final, cuando el relato se achancha y sólo espera su cierre. Menos sutil que su antecesora, más volcada hacia el humor crudo y contado a través de ciertos códigos masculinos, procura y logra entretener. Bateman, Sudeikis y Day, en el trío principal, secundados por Aniston, Foxx, Spacey y los "nuevos" Christoph Waltz y Chris Pine, son, en gran medida, los responsables del acierto, con la construcción de personajes complejos en su simpatía..