Sexta -¿y última?- entrega de la exitosa adaptación cinematográfica de la popular serie de videojuegos. Entretenida pero demasiado delirante en los minutos finales, este eslabón trae más zombies, monstruos y una población a punto de desaparecer. El director W. S. Anderson comenzó la saga de Resident Evil en 2002 y hasta la fecha, todas las películas superaron los 1.000 millones de dólares de recaudación en todo el mundo. Resident Evil: El capítulo final -¿lo será esta vez?- trae una verdadera batalla campal en una Washington destruída, en donde Alice -Milla Jovovich-, la única superviviente capaz de salvar lo que queda de la raza humana, lucha contra los zombies y otros peligros que se avecinan. Ahora, en su misión final, debe regresar a El Panal, en Raccoon City, donde la temible Corporación Umbrella reúne fuerzas y también secretos antes del ataque final. En un mundo destruído por feroces enfrentamientos, la trama del sexto eslabón que combina ciencia-ficción y terror, entrega algo ya visto por los seguidores pero el realizador se las ingenia para no dar respiro al colocar a Alice en el ojo de la tormenta. Atada a un vehículo blindado y perseguida por una horda de zombies hambrientos, intentará alcanzar junto a un grupo de sobrevivientes el centro de El Panal para revertir el camino de destrucción total al que se encamina la Tierra. Retomando conceptos como "El Arca de Noé", y donde sólo los ricos podrán salvarse, Resident Evil: Capítulo Final trae nuevamente a Iain Glenn, como el Dr. Isaacs, el enemigo de Alice, en una pelea sangrienta que se extenderá hasta los minutos finales, pero la protagonista también tendrá aliados inesperados, sufrirá una traición y conocerá una suerte de "rompecabezas" virtual que irá componiendo su existencia previa. Como es costumbre, con una edición frenética y tomas que no duran mas de un segundo, el director tira toda la carne al asador e intenta enhebrar algunas ideas de las películas previas. El resultado es pura pirotecnia visual, entre enfermedades incurables, una nueva droga para detener el horror mientras el paso del tiempo parece no detenerse, aunque la saga muestre signos de agotamiento y, al igual que el personaje central, esté al borde de la extinción.
A lo largo de cinco películas, la saga Resident Evil fue mostrando un paulatino desinterés por la coherencia narrativa de sus historias, yendo en paralelo con una mayor grandilocuencia en sus escenas de acción. Inicialmente, hacían un esfuerzo para que esto no se note, pero, promediando la saga, sus realizadores hicieron a un lado cualquier pretensión de vender lo que no eran y se entregaron a su crapulencia. Resident Evil: Capítulo Final sigue fielmente esta filosofía en la que es, en apariencia, su despedida por la puerta grande, con la sobredimensión que eso conlleva. Alicia salió por el parabrisas: Alice sobrevive, de alguna manera, los eventos al final de la última película, y deambula por una Tierra desierta en busca de provisiones al mismo tiempo que huye de los zombies. En dicha travesía se cruza con un mensaje de la “Reina Roja”, el sistema de seguridad que protege a La Colmena, el bunker de la malvada Umbrella Corporation. Esta le revela a Alice que la compañía diseñó una cura, que de esparcirse en la atmósfera, erradicará el Virus T (creador de los zombies) de una vez por todas. Para esto Alice deberá volver a la temida Colmena, sorteando los obstáculos que su némesis, el Dr. Alexander Isaacs, le ponga en el camino. En materia guion, todas las escenas de esta película que no son de acción son paupérrimas. El libreto está tan lleno de agujeros, narrativamente hablando, que no sería descabellado asumir que se pensaron las escenas de acción primero y rellenaron los espacios entre una y otra con escenas que padecen de: diálogos inverosímiles, personajes poco o nada desarrollados, giros que más que causar sorpresa causan indiferencia, una noción pobre del tiempo cinematográfico y, como guinda del postre, una contradicción galopante no sólo a su lógica interna, sino a la lógica de las otras cinco películas que la precedieron. Lo dicho sobre el guión podría aplicarse también a la actuación de Milla Jovovich, mientras que Iain Glen, por otro lado, entrega un villano tan exagerado y unidimensional, que es producto puro de la manipulación del guión y la dirección; cualquiera que haya visto un episodio de Game of Thrones sabe lo que verdaderamente es capaz de hacer este actor y dista mucho de este pastiche. Por el costado técnico tenemos un muy buen diseño de producción, sazonado con modestos efectos visuales y fotografía, unidos por un montaje predeciblemente picado y efectista. Las escenas de acción son modestas, pero hasta ahí; no establecen ni rompen el molde de nada. Conclusión: Una cosa es clara: Resident Evil: Capítulo Final es un título pasatista al cual no hay que pedirle mucho. Se le podrían justificar o perdonar sus falencias si no fuera porque estas se despliegan de una forma tan desvergonzada. Había una época donde podían estrenar películas así y salirse con la suya, pero los tiempos cambiaron y, por cómo están las cosas actualmente en materia cine, está en el mejor interés de la saga cumplir con la promesa de su título.
Resident Evil: Capítulo Final Cierre de la exitosa saga inspirada en el game del mismo nombre y que en esta oportunidad propone una mirada mucho más complaciente con el universo que crea. Alice deberá una vez más escapar de todos aquellos que la quieren ver sin vida, porque saben, que, en el fondo, la mujer hará lo imposible para poder rescatar a la humanidad del apocalipsis zombie. Con escenas de gran vértigo, la exploración del género desde una mirada lúdica más que solemne, el cierre de esta épica, que posicionó a Milla Jovovich como heroína de acción, sí, porque las mujeres también pueden estar en ese rol, cumple con las expectativas sin perder fidelidad a la saga precedente.
Final de juego Resident Evil: Capítulo final (Resident Evil: The Final Chapter, 2016) supone la culminación de la serie Resident Evil, que empezó en el 2002 y con esta nueva entrega suma seis películas. Hay que felicitar la intención del director/escritor Paul W.S. Anderson de matar la gallina de los huevos de oro, tratándose de la serie de adaptaciones de videojuegos más taquillera de la historia, si bien ninguna de las películas supera 20%-30% de aprobación en Rotten Tomatoes. Van 15 años de esto y la historia es la misma de las otras cinco películas: Alice (Milla Jovovich) despierta sola y confundida en el medio de la nada, deambula un rato matando zombis y eventualmente se une a un grupo de sobrevivientes con los cuales emprende una misión. Esta vez se trata de largar un antivirus aéreo para terminar con la pandemia zombi de una vez por todas. Alice tiene un límite de 48 horas para largar el antivirus porque “en 48 horas el último asentamiento humano caerá”. Jamás vemos tal asentamiento, ni la amenaza que supuestamente pende sobre él. Se trata de tensión arbitraria, una excusa para apurar la trama y doblar la apuesta, probablemente motivada porque desde hace ya tres películas que el mundo ha sido totalmente corroído por zombis y por lo tanto, ¿cuál es el apuro? Hay una especie de teatralidad adolescente en cada decisión que toman estos personajes, que prefieren el espectáculo al pragmatismo. La mayoría de sus problemas podrían resolverse de manera rápida y efectiva si no tuvieran que agotar las opciones llamativas pero estúpidas primero. Un villano, en su intento de asedio, libera un prisionero como carnada y guía una estampida de zombis hacia la barricada de nuestros héroes. Cuando falla simplemente dispara un cohete contra la barricada - el mismo cohete que podría haber disparado en principio. Nuestros héroes defienden el bastión encarnizadamente, perdiendo vidas y territorio, hasta que deciden oprimir un botón equivalente a la victoria instantánea. Otro villano larga una jauría de perros zombis para detener a los héroes camino a su búnker en vez de cerrar la puerta (se le ocurre cerrarla más tarde). Luego enciende una trampa mortal, mata a alguien con ella e inmediatamente la apaga antes de matar al resto. Así cada cinco o diez minutos, una cabalgata de gente estúpida obrando estúpidamente. Con un poco de visión y sentido del humor esto podría haber sido una comedia brillante a lo Zoolander (2001). La mayor parte del elenco (Ruby Rose, Eoin Macken, William Levy, Rola) de por sí son modelos antes que actores. Esperamos acción descerebrada (nada innoble en ello), la decepción es el montaje descerebrado. La edición es tan confusa y desprolija que a menudo es difícil determinar en medio de una pelea quién es quién y qué está pasando. La cámara en mano no ayuda; las escenas predominantemente nocturnas tampoco. Algo tan sencillo como un golpe o un disparo se construye con una sucesión epiléptica de diez o quince planos que no hacen más que confundir la acción y aplacar la adrenalina. La serie jamás se ha destacado por su coherencia, ya sea entre películas o incluso dentro de las mismas. El personaje de Alice, por ejemplo, comienza como un doble agente amnésico en la primera película, se convierte en heroína de acción en la segunda, obtiene poderes psíquicos/telekinéticos en la tercera (los cuales pierde al principio de la cuarta) y al final de la quinta recupera súper poderes que la sexta le quita de entrada. El personaje - la cara de la serie - es tan insípido que apenas se lo puede llamar personaje; es una incógnita cuyo comportamiento y capacidad dependen de cada film como podrían depender del clima. ¿No sería lindo estar celebrando el cénit de la trayectoria de Milla Jovovich como heroína de acción? El cine no tiene muchas. La única actriz “de acción” en llevar una carrera más o menos consistente a la par es Kate Beckinsale, la estrella de la serie Inframundo (cuya quinta entrega también se estrenó en 2016). No hay mucho que las distinga - ambas profesan la misma determinación genérica, la misma intensidad iracunda - salvo que cada tanto Jovovich esboza una mueca de satisfacción que la hace inmediatamente más simpática. Se está divirtiendo. Lo mejor que tiene para ofrecer la película, y algo que ciertamente ninguna otra ha hecho, es darle un cierre a la protagonista, explicando finalmente su origen y razón de ser. Por más ridículo que se sea, por más incoherencias que suponga, hay un intento consciente por definir a la protagonista y terminar de recorrer un camino en vez de matar el tiempo como ha sido el caso durante la mayor parte de la serie. Que aquí muera.
Alice y 10 más Puede decirse que el apocalípsis zombie, como temática largamente patentada dentro del cine mainstream, ha explorado vertientes de lo más variadas: la crítica político-social –La Noche de los Muertos Vivos (Night of the Living Dead, 1968)-, el drama humano –Guerra Mundial Z (World War Z, 2013)-, la comedia negra -Muertos de Risa (Shaun of the Dead, 2004)- y hasta el romance con tintes necrofílicos –Mi Novio es un Zombie (Warm Bodies, 2013)- entre otras que seguramente se cayeron debajo de la mesa cinéfila como nazis zombies en la nieve y mascotas zombies… Como podrán ver, los ejemplos de esta variante subtemática abundan. Dentro de esta galaxia de relatos que incluyen no-muertos, Resident Evil es una saga que entrega tras entrega fue mutando y a través de 15 años pasó de ser una solemne adaptación de uno de los videojuegos del género ‘survival’ más exitosos de todos los tiempos a una suerte de Rápido y Furioso con zombies y pistolas… con todo lo bueno y todo lo malo que eso pueda implicar. En Resident Evil: Capítulo Final (Resident Evil: Final Chapter 2017), Alice (Mila Jovovich) debe volver al lugar donde todo comenzó 10 años atrás, regresar a El Panal y liberar del Apocalípsis zombie a los pocos sobrevivientes que quedan en pie. Como cada capítulo de esta saga, tenemos una especie de ‘previously’ al principio que pone al corriente a cualquier espectador desorientado. Por supuesto la malvada corporación Umbrella tiene otros planes, y es así como toma forma lo que sería la batalla final… o capaz que no, vaya uno a saber. Mila Jovovich es el núcleo y la fuerza vital de esta franquicia, y de igual forma que en entregas anteriores, tiene el beneficio de interpretar al personaje con más profundidad de la película, en disparidad con el resto del elenco que simplemente cumplen el rol de “desechables” excepto por alguna excepción como la de Claire Redfield (Ali Larter). Por supuesto, cuando hablamos de profundidad de un personaje es necesario ajustarlo a los niveles del universo RE. Incluso la trama se permite giros algo novelescos con el simple objetivo de proveer un background más sólido al personaje de Alice. Y hablando de giros novelescos, los 106 minutos de película son un desfile de idas y venidas, clones inesperados, cambios de bando y resurrecciones que desafían incluso la lógica interna de la saga. Desde ya, quienes consideren este compendio de películas un placer culposo pueden llegar a disfrutar este tipo de giros, que serían la envidia de Andrea del Boca o Luisa Kuliok durante sus etapas doradas como estrellas de la telenovela diurna local. Manejando un presupuesto mayor que sus antecesoras (algo que se nota en los valores de producción y efectos especiales), da la sensación que el director Paul W. S. Anderson se propuso no hacer una sola secuencia aburrida, por ende la acción no da respiro y desafía constantemente el verosímil tanto propio como ajeno, lleno de explosiones, disparos, golpes, desmembramientos e ingesta de carne por parte de los infectados que recorren el globo. Si bien el subtítulo de esta entrega reza “El capítulo final” -es inevitable pensar en La Historia Sin Fin y uno de los mejores chistes de Los Simpson-, queda muy claro que si la cuestión va bien (léase: los números en taquilla sean favorables), en un futuro no muy lejano podríamos estar viendo a Alice dándole pelea nuevamente a los occisos deambulantes. Sólo será de cuestión de armar algo con algún virus apocalíptico, unos malos muy malos, un par de rebeldes, ciudades devastadas, uso poco criterioso de la ciencia y la genética… Bueno, ustedes ya saben.
MILLA NOS SALVA DE LOS ZOMBIES Paul W.S. Anderson dirige la numero seis de la saga, siempre con la preciosa Milla Jovovich de protagonista, para el es la cuarta con el mismo tema. Y esta promete ser la última de una serie inspirada en un videojuego del mismo nombre, donde el realizador y su estrella, su esposa en la vida real, prometen un nunca mas que el argumento en el final parece contradecirlos. Habrá que esperar. Lo cierto es que aquí se retoma el origen del desastre que invadió de zombies la tierra y amenaza seriamente a los contados sobrevivientes humanos. Mucha acción, buena música y la receta perfecta para que los fans del género se entretengan y se pongan un poquitín nostálgicos. Resulta mejor que las anteriores, tiene un poco mas de complejidad, nuevos monstruos, clones, amigos, enemigos y traidores y la efectividad implacable de la protagonista, que en una pelea esta a punto de perderlo todo. Tranquilidad: que ella puede con todo. Los efectos especiales y la oscuridad están a la orden del día. Toda la saga fue un magnifico negocio que solo “parece” que va a terminar…
Fiel a su estilo, la saga Resident Evil acaba con un festín de acción, tiros, explosiones y efectos especiales que intentan distraernos de su incoherente guión. A pesar de no adaptar bien la saga de videojuegos que le da nombre (para decepción de los fans), la franquicia cinematográfica de Resident Evil tiene una cierta simetría con su homólogo gamer. Así como los primeros juegos comienzan en un muy buen nivel apostando al género survival horror; la primera película de la franquicia (Resident Evil, 2002) se planteaba como un film de terror con muchos zombies, sangre y una saludable dosis de tiroteos. Con cada nueva entrega la saga (tanto en el cine como en las consolas) fue mutando y deformándose —como si quisiera parecerse a una de las armas biológicas de Umbrella— hasta que devino en un pastiche de acción sinsentido con una trama que no tenía pies ni cabeza. Así y todo Paul W.S. Anderson (Mortal Kombat, 1995 y Event Horizon, 1997) pudo imprimirle su impronta de acción violenta y vertiginosa, y un gran despliegue de parafernalia visual para disimular el vacío de la historia. La historia de la protagonista, si bien toma ciertos elementos y personajes del lore de Resident Evil, logra construir una aventura nueva que se va diluyendo en su propuesta poco profunda, pero entretenida. No es nada fácil establecer una franquicia de acción de dudosa calidad, un placer culposo para disfrutar sin esperar nada especial. Pese a que ninguna de las películas anteriores cosechó buenas críticas, siempre se las arreglaron para llevar gente a las salas y convertirse en grandes éxitos comerciales. En esta nueva entrega (que promete un cierre de la saga) Anderson nos vuelve a dar más de lo mismo, pero con un argumento que colapsa sobre sus propias flaquezas y contradicciones con lo establecido en films anteriores. Alice (Milla Jovovich) despierta en los escombros de lo que quedó de Washington D.C después de una batalla épica —que no pudimos ver—. Todo lo acontecido en la quinta entrega (Resident Evil 5: Retribution, 2012) fue un engaño orquestado por Albert Wesker (Shawn Roberts) y la Corporación Umbrella para reunir a gran parte de sus enemigos en un mismo lugar y liquidarlos. Ahora, la humanidad está al borde la extinción y depende de Alice, Claire Redfield (Ali Larter) y un minúsculo grupo de sobrevivientes encontrar la cura para el Virus T y diseminarla en el aire para acabar con los millones de zombies y monstruos que abundan en el mundo y darle una oportunidad a la raza humana. Alice deberá volver a donde todo empezó: La Colmena, la base más importante de Umbrella que se encuentra enterrada en el cráter humeante que alguna vez fue Racoon City con el apoyo de sus aliados y la Reina Roja, una inteligencia artificial que maneja todo en Umbrella. En su camino se interpondrá el Dr. Isaacs (Iain Glen), ahora renacido como un clon religioso y obsesionado con la limpieza bíblica del mundo. La franquicia de Resident Evil no se toma demasiado en serio a sí misma y por eso termina resultando un entretenimiento bastante pasatista, pero no por eso hay que exculparla de sus errores. La película comienza sin brindarnos ninguna respuesta sobre el paradero de personajes como Leon Kennedy (Johann Urb), Jill Valentine (Sienna Guillory) o Ada Wong (Bingbing Li) que al final de Retribution estaban listos para combatir junto a Alice. Tampoco sabemos nada de Chris Redfield (Wentworth Miller), que desapareció de la historia desde la cuarta entrega (Resident Evil: Afterlife, 2010). En su lugar Alice está rodeada de un grupo de personajes desechables que desde el momento en que uno los ve, ya sabe que van a morir, en que orden y cuál de todos es el traidor. Por otra parte queda la manera confusa en que la Corporación Umbrella se maneja. Supuestamente el apocalipsis zombie fue un plan diseñado y orquestado por ellos para limpiar al planeta y posteriormente repoblarlo a su imagen y semejanza, con aquellos que consideran dignos. Entonces no termina de quedar en claro porqué el Virus T se esparció por accidente y ellos intentaron contener y evitar la infección a toda costa. El plan de la Reina Roja tampoco tiene mucho sentido. Traiciona a Umbrella para ayudar a Alice en su cruzada por salvar al mundo, pero amenaza con acabar con las últimas colonias humanas como incentivo para que ella cumpla con la misión (¿Qué?). El guión tiene agujeros e inconsistencias por doquier y los diálogos están cargados de exposición. La parte argumental nunca fue el fuerte de la saga Resident Evil, pero se esperaba algo que por lo menos sea coherente y algún personaje secundario interesante que acompañe a la protagonista. Yendo a lo que la película hace bien, tenemos que hablar del despliegue de efectos especiales –los mejores hasta el momento en la saga– y las escenas de pelea y acción. La edición con rápidos cortes y una cámara que se sacude demasiado son recursos que abundan, buscando generar un clima de vértigo y velocidad, pero por momentos se hace algo molesto. Pese a que la franquicia dejó el terror atrás hace mucho, hay bastantes jump-scares para sorprender al espectador desprevenido. Milla Jovovich vuelve a cumplir con creces en su rol de heroína de acción y se despide del personaje de Alice dejando una buena impresión.
Llega a las salas de cine, la ¿última? película de la saga Resident Evil; protagonizada por Milla Jovovich. Mientras que Capcom, apuesta al terror en la séptima parte de su videojuego, la saga del cine construye su historia a partir de la acción y cierra algunos cabos sueltos en Resident Evil: Capítulo Final. Como es común, la película comienza con algunos minutos que resumen las previas partes para los olvidadizos; y a su vez aporta algunos elementos que cambian la historia para adaptarla al final. Alice (Jovivich) sigue escapando de Umbrella a la par de los zombies y el apocalipsis. La llave de la salvación se encuentra en un antivirus en las ruinas de Raccoon City, en la central de Umbrella controlada por el Dr. Isaacs (Iain Glen) y Wesker (Shawn Roberts). Los compañeros de Alice, funcionan más como extras o parte del decorado; que personajes definidos. Incluso el único personaje del videojuego Claire Redfield queda rezagado como sidekick y mal construida. Otro aspecto a destacar es la inconsistencia con la película anterior; Resident Evil 5 La Venganza. Ni los sucesos del final tienen alguna continuidad en este film; y ni siquiera ninguno de los protagonistas y participes del videojuego; son parte de esta como Ada Wong, Leon S. Kennedy, Jill Valentine y Chris Redfield. Con catorce años entre la primera parte y esta, es normal que la historia haya sufrido cambios, pero no solo se olvidaron de continuar la quina parte, si no que construyeron un final paralelo; con algunos personajes y elementos de las películas pasadas; pero de libre albedrío. Por otro lado, un punto a favor es que Resident Evil: El capítulo final no abusa de los efectos especiales, hay más de una explosión cuestionable; pero en lineas generales las escenas son peleas de cuerpo a cuerpo; aunque con varios cortes en la edición.
‘Resident Evil: Capítulo Final’ es una montaña rusa de 1 hora 40 minutos. No para. Un muy buen cierre para esta saga. Luego de Resident Evil (2002), Resident Evil 2: Apocalipsis (2004), Resident Evil 3: Extinción (2007), Resident Evil 4: Ultratumba (2010), Resident Evil 5: La Venganza (2012), llega Resident Evil: Capítulo Final. Para los fanáticos que esperan un cierre épico, lo van a tener, tiene emoción, terror, suspenso, y mucha, mucha acción. Las escenas de pelea, persecuciones y sangre son increíbles. Las escenas de acción de Alice (Milla Jovovich) son de las más alucinantes que vi en cine, no muchas veces se ve a una mujer peleando tan ‘fuerte’. Sin embargo, a veces estas se tornan confusas por el abuso de efectos y seguidilla de planos, de poca duración que marean al espectador. Hablando de las escenas de acción, vale recordar que la doble de Milla Jovovich, Olivia Jackson, se accidentó rodando una escena de motocicleta y tuvieron que amputarle un brazo. En muchas ocasiones hay secuencias exageradas o que deberían pasar de otra manera, pero la película entretiene. Alice, tendrá su cierre y muchas cosas cobrarán sentido.
El orgullo de asumirse como cocoliche. Esta sexta entrega de la saga recupera varios logros del film original, con especial énfasis en las escenas de acción. Tanto la saga cinematográfica Resident Evil como su creador (y director de cuatro de las seis entregas) tienen sus detractores y admiradores confesos, más allá de la relación con las diferentes ediciones del videojuego en el cual está basada y la sinergia entre los grupos de jugadores y espectadores. Dejando de lado la discusión acerca del “autorismo vulgar”, en la cual Anderson (éste Paul Anderson, no el infinitamente más respetado Paul Thomas Anderson) fue tomado como bandera por los defensores de las bondades de cierto cine de acción contemporáneo, lo cierto es cada uno de los peldaños de la franquicia –centrada en la lucha de su heroína titular, Alice, contra la corporación Umbrella y los zombis y monstruos creados como consecuencia de la difusión de un virus– ha tenido sus altos y bajos. Más de los últimos que de los primeros. Este Capítulo final, sin embargo, parece recuperar varios de los logros del film seminal, poniendo especial empeño en crear un imparable ritmo en las escenas de acción y dejando de lado algunas de las pretensiones pseudo filosóficas que habían lastrado los últimos episodios. Luego de un clip de dos o tres minutos gracias al cual el espectador olvidadizo o neófito puede hacerse de una somera idea de cómo se ha llegado hasta esta situación, el film ubica a Alice (nuevamente, Milla Jovovich, quien ha hecho del personaje casi un alter ego de su persona) en una Washington apocalíptica, absolutamente devastada. En cuestión de segundos, el primer peligro que acecha entre las sombras y los escombros dice presente y la súper mujer debe poner su cabeza y cuerpo en funcionamiento para sobrevivir. Si Resident Evil 6 abusa en esos primeros minutos de los golpes de efecto sonoros con la intención de hacer saltar de la butaca al espectador, lo que sigue es bastante más digno y noble: Anderson aplica desde el guión, los encuadres y el montaje una de las más viejas lecciones cinematográficas: la persecución de unos por otros, se trate de quien se trate, es uno de los conceptos que parecen haber nacido para ser llevados a la pantalla. Ciertamente, los villanos parecen de cartón pintado y los infectados por el mal viral demuestran ser la enésima versión de los undead creados por George Romero (un aplazo en la materia Originalidad). Tampoco resulta sencillo encontrar aquí la construcción de climas o la ética individual y de grupo que algunos de los mejores realizadores del cine de género han sabido inyectar en sus creaciones durante las últimas décadas. Menos aún existe una lectura sociológica que vaya más allá de los lugares comunes de un humanismo ramplón. Las confesiones y revelaciones de último momento, finalmente, no logran ir más allá de la superficialidad de aquellas otras que pueden encontrarse en cualquier telenovela de la tarde (atención: lo mismo puede afirmarse de sagas cinematográficas mucho más prestigiosas, incluyan o no batallas estelares). ¿Qué hay de bueno, entonces? Fundamentalmente, las cualidades cinéticas de una película de aventuras que se encarama sin vergüenza sobre su condición chatarrera, que sabe cómo resolver –con energía e imaginación– una nueva encarnación del ataque al fuerte blindado por infinitas hordas de enemigos y que confía en la osadía de sus cualidades más bestiales para contrarrestar las desventajas de un presupuesto moderado. No casualmente, esta ¿última edición? (el final deja el horizonte bien limpio para un nuevo reinicio) ni siquiera contó con capital estadounidense, resultando en una típica coproducción con actores y actrices de orígenes diversos –australianos, canadienses, un cubano exiliado y, por supuesto, una ucraniana–, un rodaje en media docena de países y una actitud cocoliche que viste con el pecho henchido de orgullo.
Milla Jovovich se despide del personaje que -durante 15 años y 6 películas- le encantó personificar y al que le debe mucho en su vida. En la sexta y última entrega de la exitosa franquicia cinematográfica de terror, acción y ciencia ficción basada en el videojuego creado por Capcom, Alice regresa donde todo comenzó, a Racoon City. La historia retoma inmediatamente desde el momento en el que terminó su predecesora, “Resident Evil: La Venganza” (Resident Evil: Retribution, 2012), con la protagonista siendo la única sobreviviente de la última batalla entre humanos y zombies, que tomó lugar en Washington D.C. Allí, en la destruída capital de los Estados Unidos, la heroína que ha pasado mucho tiempo huyendo y matando, deambula evadiendo zombies y monstruos de todo tipo. Tras recibir un mensaje de la “Reina Roja” (interpretada por Eve, la hija de la actriz con su esposo, el director Paul W. Anderson), Alice debe dirigirse hacia La Colmena de la Corporación Umbrella porque en 48 hs. la humanidad dejará de existir por completo cuando la última facción de sobrevivientes sean eliminados por la compañía biotecnológica que tiene un maléfico plan. Pero ésto puede evitarse, ya que existe la cura para el Virus-T y puede esparcirse de forma aérea. En una carrera contra el tiempo, ella se reencuentra con Claire Redfield (Ali Larter regresa con su personaje) y todo un nuevo grupo de sobrevivientes interpretados por Eoin Macken (Doc), el cubano William Levy (Christian), Fraser James (Razor), la modelo japonesa Rola (Cobalt) y la australiana Ruby Rose (Abigail). Junto a ellos, debe hacerle frente a los obstáculos que el Dr. Alexander Isaacs (Ian Glenn también reaparece) y Albert Wesker (Shawn Roberts) ponen en su camino para que no puedan recuperar el antídoto. El objetivo de esta conclusión dirigida por Anderson, responsable de todos los guiones de la franquicia -y de la dirección de la primera, cuarta y quinta entrega- es responder muchos interrogantes que se plantearon en la primera, exponiendo la verdad sobre los objetivos de Umbrella, destruir el Virus-T de una vez por todas y revelar quién es realmente Alice. Claro que algunos puntos del argumento sorprenden y otros no tanto, pero en el intento de dar un cierre, el guión expone algunas fallas que no son coherentes con el resto de las películas. A pesar de ello, la película es muy entretenida, repleta de increíbles escenas de acción y efectos visuales muy bien logrados. Más allá de algunos errores que no sabemos si pasaron por alto., nos encanta Milla como Alice y vamos a extrañarla… si es que de verdad se cierra un ciclo… pero… ¿Será éste el capítulo final? Saquen sus propias conclusiones…
UN PRODUCTO DE ESTOS TIEMPOS El comienzo de Resident evil: capítulo final es bastante representativo de todo el film e incluso de la franquicia. Arranca con una larga explicación/resumen por parte de Alice (Milla Jovovich) de todos los acontecimientos de la saga y luego vemos a la protagonista emergiendo desde unas instalaciones subterráneas a una Washington D.C. perfectamente representada en su devastación. A continuación, por esas cosas del guión, debe enfrentarse a un monstruo alado gigantesco, que parece defecado por el Diablo luego de una mala comida, recurriendo a un jeep al cual usa como instrumento de choque. Es una secuencia impactante desde el ruido y un montaje apresurado, incluso caótico, pero también totalmente arbitraria, sin sentido narrativo, sólo concebida por puro exhibicionismo y desde la más absoluta superficialidad. Así es esta película y la saga que integra (y que supuestamente cierra): un sinsentido bastante prepotente, definitivamente efímero y de a ratos simpático. Todo ha sido obra de ese matrimonio profesional y personal conformado por Paul W. S. Anderson y Jovovich. El realizador es, desde sus tiempos de Mortal kombat, una especie de Michael Bay de segunda línea, con menos guita a disposición y, hay que reconocerlo, mucho más soportable desde lo ideológico, incluso a pesar de ser un artesano un tanto torpe. La actriz encontró en Alice, heroína de acción de segunda línea, el papel de su vida, un personaje que le ha calzado perfecto y al que interpreta con total soltura. Casi sin que nos diéramos cuenta, Resident evil se fue consolidando como saga y de hecho es la única propiedad basada en un videojuego que ha tenido una continuidad, incluso construyendo un seguimiento por parte de los fanáticos y sin dejar de tener una cierta independencia respecto al material de origen. Y lo hizo con poco aunque honestamente, a tal punto que se puede resumir fácilmente cada entrega de acuerdo a los gustos propios: la primera tiene sus fallas pero a la distancia se defiende; la segunda es una grasada absoluta; la tercera, con lo arbitraria que es, posee unos cuantos buenos momentos; la cuarta es un desastre total; la quinta no es tan mala pero definitivamente no es buena. ¿Y la sexta? Bueno, Resident evil: capítulo final está a la altura de lo mejor de la saga, lo cual no la hace necesariamente buena. Digamos que Anderson ya es un realizador experimentado y domina bastante el estilo de la franquicia, y a Jovovich le sale de taquito su rol de Alice, y ambos ponen todo de sí para darle a los espectadores lo que fueron a buscar: el realizador diseña secuencias de alto impacto y la actriz se dedica a patear traseros, siempre con cariño y devoción. Lo que falta es un guión sólido, por más que haya una premisa: luego de los eventos de Resident evil 5: la venganza, Alice debe regresar a Racoon City, donde todo comenzó, para impedir que la Corporación Umbrella termine de destruir lo que queda de la humanidad y de paso liberar la cura para el virus que se esparció por el planeta. Hay, sí, muchas vueltas de tuerca, personajes que reaparecen y más vueltas de tuerca, pero en verdad todo parece estar en función de desplegar explosiones, persecuciones, monstruos, tiros, patadas, piñas y un largo etcétera. De hecho, los personajes que acompañan a Alice en su última misión son, como casi siempre en todos los films, totalmente esquemáticos y descartables. Por eso al público sólo podrá importarle lo que haga Alice, o más bien, de qué forma espectacular llegará al final de su camino como heroína. Resident evil: capítulo final es un film que se hace cargo de su rol dentro del engranaje de la franquicia e incluso del panorama cinematográfico actual: es un producto absolutamente descerebrado, sin nada para aportar pero coherente en sus superficiales principios. Hay mucho ruido, sangre, todo vuela por los aires, la aventura se termina -supuestamente para siempre- y ya está, pasamos a otra cosa, porque no tardamos en olvidar lo que vimos y oímos. Lo que se dice un film muy actual, bien de estos tiempos.
Digna despedida para Alice Una semana después del estreno de Assassin's Creed llega otra película basada en una saga de videojuegos. El resultado, sin ser excepcional, es bastante más valioso que en la mayoría de los casos de films que tienen un videogame como fuente de inspiración. Con seis películas en quince años (la primera entrega data de 2002), Resident Evil es una franquicia particular: todas fueron escritas y cuatro de ellas dirigidas por Paul W. S. Anderson, reivindicado por cierto sector de la nueva cinefilia e incluido dentro de lo que se dio a conocer como vulgar auterism (artistas que podrían ser considerados autores dentro de la zona menos prestigiosa e intelectual de la industria). Capítulo final tiene una premisa bastante básica (la protagonista tiene 48 horas para cruzar caminos atestados de zombis y llegar hasta Raccoon City para hacerse de un virus en poder de la corporación Umbrella, que, una vez diseminado, salvará a los pocos humanos que aún sobreviven) y un despliegue visual ya conocido (una suerte de videoclip de algo más de una hora y media), pero la apuesta sigue funcionando y, a los 41 años, la ucraniana Milla Jovovich regresa con una Alicia tan ruda como Rambo. Con un enorme despliegue de efectos visuales para conseguir un look apocalíptico, tantos zombis como en la serie The Walking Dead y excesos gore,el film cumple con sus principales objetivos, aunque ya es tiempo de que la saga haga honor a este título y quede como digna despedida.
La atractiva Milla Jovovich se despide de los zombis en este capítulo cierre de la saga basada en el popular y violento videojuego. Como cine, la cosa se parece mucho a su fuente original, una especie de catálogo de todo tipo de situación adrenalínica (ahora agua, ahora fuego ahora ejércitos de muertos vivos), para elegir. Todo en RE6 es estridente: los insufribles efectos de sonido, la sobredosis de imágenes generadas por computadora, el videoclipismo como edición de la acción. Tanto que uno tiene la sensación de ir cambiando de pantalla, en 3D, en lugar de pasar de una secuencia a otra siguiendo el flujo de un relato. Para cuando Alice y su grupo de sobrevivientes -todos lindos, todas modelos- llegan con el tiempo en contra al corazón del panal, en el último intento por desactivar un virus que terminará con lo que queda de la humanidad, estamos tan agotados como ellos de atravesar pantallas. La bella y aguerrida Jovovich, heroína posapocalíptica, puede con todo y con todos: gana en el cuerpo a cuerpo, entre las balas, con el cuchillo y la velocidad (corriendo, en moto, auto, a la carta), mientras que el enemigo, el doctor Alexander Isaacs (Ian Glen) quiere exterminar a la humanidad para resetear el planeta y empezar de nuevo con los justos pero sin los pecadores. Entre unos y otros, menú de violencia y muerte amplio y variado: empalamientos, trituraciones, ataques de animales mutantes o zombies, explosiones, incendios, mutilaciones, por citar algunos. A todo esto hay que sumarle la musicalización grandilocuente que señala a cada paso la importancia tremenda de todo el asunto, su épica final. Es cierto: como despedida de una larga serie, Resident Evil 6, a pura adrenalina, se las ingenia para no aburrir. Así que, aunque no seas fan, si estás con ánimo para un videoclip de dos horas con todo esto,
Alice (Milla Jovovich) se encuentra desorientada en una Washington completamente en ruinas, camina sin rumbo fijo, obviamente topándose con peligros en su camino, de un momento a otro se encuentra con un aliado inesperado que le cuenta sobre la existencia de una cura capaz de eliminar de manera definitiva el Virus-T, pero que para lograrlo debe volver a donde inicio todo, en Raccoon City, allí en La Colmena está la cura para ser liberada de manera aérea, las horas son cruciales y solo Alice puede salvar a la casi extinta humanidad. Ya pasaron 15 años desde la primera entrega y por fin llega el desenlace de esta saga basada en el popular video juego de Capcom, la idea de esta ¿última? entrega no ofrece nada original a la trama, ya conocemos a su principal protagonista y sabemos para qué lado siempre termina apuntando, ir a determinado lugar para resguardase de los peligros. También van cayendo algunos en el camino, pero acá es donde se pone un poquito más interesante ya que dicha cura existe y deben ir por ella, Las escenas de acción son muy constantes y divertidas, pero en donde cae en un precipicio es en el guion escrito por Paul W. S. Anderson, quien además es el director. Los baches puestos en la película son muy notorios, eso resta muchísimos puntos, pero claro, en este tipo de películas buscamos solo el entretenimiento momentáneo dejando cualquier tipo de historia de lado. Lo bueno: Los pocos giros de la peli la hacen más disfrutable. Las escenas de acción por más ridículas que parezcan logran entretener. Lo malo: Que personajes originales del juego acá fueron ignorados, más teniendo en cuenta cómo terminó la anterior película.
Una de las sagas más exitosas del mundo del cine, la saga más exitosa basada en videojuegos; nos está anunciando el final. Es la sexta y ¿última? Entrega de Resident Evil. Iniciada allá por 2002 – recordar que acá, plena crisis, su primera entrega llegó directo a video pese a ser un éxito –, RE se apartaba de la historia del videojuego creado por Capcom con un espíritu propio, personajes diferentes, y un resultado que, si bien no la convertían en ninguna maravilla, cumplía su cometido de film de acción y terror con zombis y un escenario cerrado destructivo. También creaba una heroína, Alice. Pasaron otras cuatro películas, la historia fue variando de película a película, hasta llegar a este punto que, como nos prometían al final de la entrega anterior, sería la batalla final por la supervivencia. Si bien se trata de una saga que fue mutando (más que el T-Virus), que cambió de director en dos oportunidades, y que no se tomó nunca muy en serio; hay una mínima lógica que toda historia episódica/continuada debe mantener, más aún, siendo que el guionista de las seis películas es el mismo, el propio Paul W. S. Anderson; realizador de la primera, cuarta, quinta, y esta sexta entrega que nos trae. Aquí lo llamativo, Resident Evil: El Capítulo Final, parece haber sido escrita sin haber visto, las partes previas; y más, sin leer las páginas previas de su propio guion mientras va avanzando. Las inconexiones han llegado a un punto extremo. La historia es de por más sencilla y no se pide otra cosa; Alice (Milla Jovovich, inoxidable) ha sido traicionada en su batalla en Washington (el punto que nos prometía el anterior final) y se encuentra vagando por el desierto apocalíptico en busca de más venganza. En ese trayecto, primero será contactada por La Reina Roja (Ever Anderson) el otrora perverso programa de seguridad del edificio de la Corporación Umbrella que ahora, le brinda un dato fundamental, en El Panal – el mencionado edifico que en alguna entrega vimos explotar en pedazos – se encuentra una única muestra (por supuesto) de antídoto para el T-Virus central en la historia de la saga, que convierte a los humanos en zombis y luego en monstruosidades varias. Alice deberá volver donde inició toda la historia no sin antes rencontrarse con viejos conocidos, los villanos Dr. Isaacs (Iain Gleen) a quien ya creía muerto – esto por lo menos más o menos lo explican – y Wesker (Shawn Roberts); y la aliada Claire Renfeld (Ali Larter) de quien hace rato no sabíamos nada, y de pronto aparecerá sin demasiadas explicaciones liderando a un grupo de soldados rebeldes. Este es todo el argumento, más algún intento en vano de sorpresa como para darle un supuesto final a la historia general. Decir que tiene momentos ridículos, que puede causar risas involuntarias, y que los actores son puestos a expresar emociones que parecieran incapaces de alcanzar por lo menos en este contexto; estaría siendo de más; no se le pide a esta historia ningún tipo de peso dramático, ni menos seriedad o solemnidad. Las escenas de acción cumplen el ritmo de esa edición salvaje y aunque no guardan la mínima verosimilitud (otro punto que tampoco se le exige) están bien hechas, aprovechan la posibilidad del 3D, y al fin y al cabo es lo que los seguidores vienen a ver como plato principal. Lo que sí se le exige, repetimos, es ese mínimo respeto a los seguidores que fue construyendo hace casi quince años. ¿Qué pasó con el resto de los personajes que quedaron en la quinta entrega? Todos importantes por otro lado. ¿Cómo se puede volver a un lugar que ya había quedado claro que desapareció? ¿Cómo se le puede dar un inicio al virus totalmente diferente al que mantuvieron durante varias películas en una escena icónica de la saga? Y más, mucho más, que no podemos decir sin adelantar detalles. Con algún interés estético que la aparta de lo plástico de las dos anteriores y las acerca a la tercera entrega; pudo haber algún interés en realizar algo creativo, en superarse. Resident Evil: El Capítulo Final sabe que tiene su público fiel que ya no le pide más que lo que ya entregó, y se los da, y al mismo tiempo los subestima, siendo capaz, probablemente, de ni siquiera cumplir con su promesa principal, la del título.
“Resident Evil” se resiste a terminar Luego de cinco películas, el director Paul W. S. Anderson y la actriz Milla Jovovich se despiden a lo grande de la saga de "Resident Evil". Basada en un juego de masacre de zombies, la franquicia recaudó más de mil millones de dólares, logró algunos films buenos, y convirtió a la protagonista en la mayor heroína del cine fantástico del siglo XXI. Esta sexta entrega de la serie de la aguerrida Alicia y su lucha contra la malvada Umbrella Corporation y su supercomputadora, la Reina Roja, tiene tres partes bien definidas. Luego de un prólogo que ubica al espectador en la historia de ese mundo apocalíptico, hay una primera parte a toda acción con monstruos mutantes alados y persecuciones entre tanques futuristas y motos que culminan en una batalla épica contra un ejército de muertos vivos. Luego viene un compendio de los elementos retorcidamente paranoicos de los films anteriores, y el desenlace aporta toques de ciencia ficción existencialista que le permiten a la estrella asumir varios papeles (algunos traen ecos del mejor trabajo del director, "Event Horizon", cruenta reelaboracion de "Solaris" de Andrei Tarkovsky). Hay un montaje vertiginoso y buenas imágenes, junto a las inevitables repeticiones de cosas ya vistas. La historia sobre Alicia que intenta salvar lo que queda de la humanidad con un antivirus sirve para que avance la acción, aunque cuando el asunto se detiene para que alguien diga dos frases seguidas el vértigo desaparece ipso facto. Pero, en conjunto, este "Capítulo final" ofrece una buena dosis de acción sobrenatural en formidable 3D. Y, por supuesto, a pesar del título, el guión deja abierta la puerta para que la masacre continúe en futuras secuelas.
La humanidad está agonizando Quince años después de la película que abrió la exitosa saga cinematográfica basada en los videojuegos, Resident Evil llega la sexta y última entrega que promete cerrar definitivamente la historia de Alice y su relación con la Corporación Umbrella. Situada inmediatamente después de la película anterior, Alice (Milla Jovovich) es contactada por la inteligencia artificial de la Corporación Umbrella llamada La Reina Roja, quien le revela que quedan menos de tres mil humanos no infectados con el Virus-T que lo estarán en 48 horas a menos que vuelva a lo que queda de Raccoon City y encuentre un poderoso antídoto que aniquila al virus, pero este se ha escondido en lo que alguna vez fue La Colmena, la sede más importante de Umbrella. Con la cuenta regresiva en marcha Alice deberá lidiar con el Dr. Isaacs (Ian Glen), su secuaz Wesker (Shawn Roberts) y hordas de zombies sedientos. Paul W.S Anderson, guionista de toda la franquicia, dirige su cuarta película, en este caso comete el error de situarla justo al final de la anterior sin explicar nada de lo que aquella dejó inconcluso, ni siquiera en la introducción donde intenta resumir la saga a aquellos espectadores que no hayan visto ninguna. Además, hay numerosos baches en el guion y algunas vueltas de turca para nada efectivas. Las escenas de acción son lo que mejor se le da junto con un 3D que sin ser espectacular acompaña bien y una Milla Jovovich que se encarga de ponerse película al hombro. También vuelve a aparecer el personaje de Claire Redfield interpretado por Ali Larter quien había sido visto por última vez en la cuarta entrega. Hace pocos días ha sido lanzado un nuevo videojuego llamado Resident Evil 7: Biohazard y esperando los números de taquilla internacional probablemente no sea el final cinematográfico de Alice o en los proximos años se anuncie un reboot.
La calificación “para 16” es exagerada, dado el grado de locura de la fantasía evidente que tiene esta película de terror y aventuras, un “último capítulo” donde Mila Jovovich siempre se rió de sí misma. Hay monstruos, un ataque contra los sobrevivientes del apocalipsis zombie y la acción desenfadada en la que el artesano Anderson se ha vuelto casi especialista. Hay cierta ternura en volver a estas tierras desaforadas.
Esta es la sexta entrega de un popular videojuego adaptado al cine. Continua en la lucha Alice (interpretada por la esposa de Anderson Milla Jovovich) un personaje que ha recaudado mucho en las boleterías del cine. Ahora la contienda es contra los zombies, y en un mundo apocalíptico intentará salvar a la humanidad. Si elegís ver esta nueva entrega tenes asegurada 1 hora 46 minutos de acción y adrenalina pura. Hay villanos, persecuciones de todo tipo, sobresaltos, luchas bien coreografiadas, tiros, explosiones y todos los elementos que hacen al género. Con el buen uso de la cámara lenta, montaje e iluminación que ayudan en todo momento.
Quiéranlo o no, Resident Evil es la franquicia basada en un videojuego más exitosa de todos los tiempos. Quince años de reinado y seis películas en su haber, han habido mil y una discusiones sobre la fidelidad con la que ha tratado a la historia de las plataformas, pero lo que es indudable es la capacidad de haberse mantenido en boca de todos, ya sea en forma positiva o negativa. El momento tan esperado finalmente ha llegado, el broche que concluye la historia de la aguerrida Alice y compañía. Como fanático acérrimo de ella y la imponente Milla Jovovich, que es la columna vertebral de este nuevo mundo inventado, no puedo expresar más que decepción frente a esta sexta entrega, que prometía demasiado y no pudo cumplir con las expectativas que la misma saga generó. Sabemos que estamos en problemas cuando la ya marca registrada de la casa, el prólogo inicial donde se resume todo para los espectadores casuales, reescribe lo que se ha visto hasta ahora con un sólo objetivo: introducir a la pequeña figura de la Reina Roja, interpretada por Ever Gabo Jovovich-Anderson en su debut cinematográfico. Sí, el retoño del director Paul W.S. Anderson y la protagonista. Su presentación es un factor conflictivo, que tira por la borda la poca credibilidad que tenía la saga por puros motivos nepotistas. El clavo final es presenciar después la introducción de una devastada Washington D.C., donde supuestamente iba a tener lugar el último bastión de defensa de la humanidad. En un borrón y cuenta nueva inmenso, de esos a los que la franquicia nos tiene acostumbrados, esa batalla no sucede y en cambio tenemos a Alice corriendo por su vida y a la Reina Roja presentando la tarea del día: conseguir un antivirus en menos de 48 horas antes de que los últimos vestigios de humanidad desaparezcan de la faz de la Tierra. Anteriormente, Paul Anderson ha sido perdonado mil y una vez por sus ligeros guiones compensando con explosivas escenas de acción que hacían levantar a uno el puño con fervor. Esta vez no son suficientes las jugosas revelaciones respecto al pasado y presente de Alice para compensar la desprolijidad del producto terminado. El nivel de producción técnica está al tope, pero las escaramuzas entre humanos, zombies y soldados de Umbrella no tienen pies ni cabeza. La edición, otrora a cargo de Niven Howie, ahora queda pobremente en manos de Doobie White. Prácticamente no se entiende nada de lo que pasa y provoca fatiga mental el intentar dilucidar qué está sucediendo en pantalla. Es triste, porque el director ha entregado momentos memorables para la franquicia. Siendo la película más larga en duración, The Final Chapter se vive como si alguien se hubiese apoyado en el control remoto y acelerado la película un par de niveles. Así no se puede disfrutar plenamente de la acción y la historia, y deja un regusto bastante amargo en el espectador, sobre todo en aquel asiduo a la saga que tanto esperó este momento. El único punto donde la película se permite darse un respiro es en una tensa escena donde el grupo de sobrevivientes intenta sortear un obstáculo muy filoso. Es una de las mejores secuencias que tiene para ofrecer, pero no basta para subsanar otras situaciones deplorables. No miento cuando digo que es una de las producciones con mayores errores de continuidad que he visto en la pantalla grande, tan evidentes que a veces da vergüenza encontrarlos. Pero aquí y allá, la película funciona, escasamente pero funciona. Jovovich lo entrega todo como siempre interpretando a Alice, combativa como nunca pero cansada de este viaje, y con una última misión que podría ser decisiva para la supervivencia humana. Hay caras conocidas que vuelven, pero pocas. Ali Larter hace lo que puede con lo poco que tiene para hacer Claire Redfield, donde no tiene su momento de brillar como en anteriores entregas. Iain Glen regresa como el némesis final -apenas pregunten por qué- y se nota que disfruta la villanía, un traje que le sienta muy bien. El resto, bien gracias. Resident Evil: The Final Chapter es un cierre muy frustrante, que tiene respuestas que se buscaron durante mucho tiempo, pero enterradas en toneladas de frenetismo puro y mucha pero mucha intensidad. De haber tenido otro tratamiento, encontrando un balance entre el slow motion y la acción borrosa, el resultado hubiese sido completamente diferente. Anderson se traicionó a si mismo y sus decisiones pueden verse en pantalla. Hubiese deseado con toda el alma que la saga se despidiese a lo grande, pero no es el caso. Es la segunda vez que Alice se retira del mercado zombie. ¿Podrá volver una vez más y redimirse? El tiempo y Hollywood lo dirán.
REMATE SIN GLORIA La exitosa saga traída de los videojuegos llega a su fin tras 15 años de gloria. El camino de Alice (Milla Jovovich) por fin se cierra y muchas cosas cobran sentido. Si bien sus predecesoras no cosecharon el amor de la crítica -en Rotten Tomatoes alcanzaron solo un promedio de 26 por ciento de aceptación-, los fanáticos de la historia pueden acercarse al cine esperando concluir, para bien o para mal, toda la complejidad de la trama que comenzó en Raccoon City. Alice camina entre las ruinas de la civilización, defendiéndose como puede. Es una de las pocas personas en pie tras la propagación del Virus T, que convirtió a casi toda la población en muertos vivientes. Tras los sucesos de Resident Evil: Venganza (2012), Alice se ve obligada a volver a Raccoon City para tratar de ponerle fin a la expansión del virus. Justo el lugar en donde la Corporación Umbrella se prepara para el último ataque contra los sobrevivientes. El primer punto a favor es que comienza con un resumen de lo que es necesario saber para poder ver el resto, incluso si nunca se vio otra entrega. Luego, la fórmula es la de siempre: Alice aparece sola y confundida, le surge una misión, se le suman aliados y mata unos cuantos zombies por el camino. Esta vez, su misión incluye adentrarse a un bunker subterráneo para propagar una cura aérea del letal virus. Está llena de acción surrealista –de la que disfrutamos tanto en películas como Duro de matar 4.0 (2007)- pero carece de linealidad y coherencia entre las acciones de los personajes y sus repercusiones. La trama está escrita, como las anteriores cinco, por el director Paul W.S. Anderson (Mortal Kombat, Alien vs. Depredador, Pompeya), quien tiene experiencia en la carrera por adaptar videojuegos. No es tarea fácil, ya que el cine carece de la característica principal de los juegos: la interactividad. Debe ser por eso que, en general, pocas son las entregas basadas en historias de consola que hayan gustado realmente a los fans. La historia es bastante infantil, con personajes estereotipados, buenos, malos y muy chatos que cada tanto amagan a ser un poco profundos pero naufragan en el intento –el punto más ridículo es cuando Alice se gana la confianza de un sobreviviente escéptico en apenas unas horas-. Los planteos insultan constantemente la inteligencia del espectador con errores groseros, como trampas que se cobran una víctima y se desactivan de forma conveniente –pudiendo matarlos a todos- o puertas que se cierran luego de haber esperado que todos entren. Como ejemplo de esto, nuestra protagonista sobrevive luchas intensas pero se arriesga en estupideces como tomar agua contaminada o no mirar para adelante mientras maneja. La tensión artificial de la carrera contrarreloj pierde mucha intensidad por no mostrar a las supuestas víctimas ni la forma en que van a ser aniquilados cuando el minutero quede en cero. Por otro lado, la parte visual es buena excepto en algunos momentos de lucha, que se tornan confusos por los movimientos rápidos de cámara. Por fin, el mayor punto a favor es el cierre digno de Alice, que consigue tener un origen más o menos decente. Queda esperar que el nombre sea cierto, y la saga no se estire más. RESIDENT EVIL 6: EL CAPÍTULO FINAL Resident Evil: The Final Chapter. Alemania/Australia/Canadá/Francia, 2017. Dirección y guión: Paul W.S. Anderson. Intérpretes: Milla Jovovich, Iain Glen, Ali Larter, Shawn Roberts, Eoin Macken, Fraser James, Ruby Rose, William Levy, Rola, Ever Anderson. Edición: Doobie White. Música: Paul Haslinger. Duración: 107 minutos.
Un filme chato y aburrido solo para fanáticos Pura redundancia en el supuesto capítulo final de la saga Resident Evil. Basado en el popular videojuego, resulta un filme chato y aburrido. Sólo para fanáticos. Lo único meritorio en esta sexta entrega de Resident Evil, es su mímesis con la experiencia gamer: la cámara acompaña siempre a Alicia (Milla Jovovich), que debe sortear obstáculos para llegar del punto A al punto B, liquidando niveles. El problema no es menor, ya que el único propietario del joystick es su director, Paul W.S. Anderson (a quien rogamos no confundir con Paul Thomas Anderson, autor de obras supremas como Magnolia, The Master o Inherent Vice). Por lo tanto, ver Resident Evil equivale a ver jugar al propietario codicioso de una consola, y eso no tendrá relación alguna con el pacto cinematográfico. Los rostros de los actores cuentan con el mismo repertorio de una publicidad de desodorante, mientras que la imagen adquiere un tono plástico y lavado, evocando las animaciones que introducen los niveles de un videjuego. La historia macro es de una pobreza indignante y la conducta de los personajes, menos sofisticada que la de un hámster. Para los que no vieron los cinco largometrajes previos, la misma película hará un racconto de todo lo sucedido, como el previously de una serie pero más tosco, enumerando los periplos de Alicia desde que la encuentran en El Panal hasta la revelación de su identidad. Así que el espectador desprevenido que se metió por error a la sala ni siquiera tendrá que chequear de qué va el asunto en Wikipedia. Resident Evil: Capítulo final contiene los ingredientes que ya nos vienen mostrando: clones y zombis hiperkinéticos. No sólo humanos, también hay perros zombis y hasta dragones zombis. Los héroes llevan consigo un dispenser infinito de balas y en momentos cruciales se encuentran con cuchillos, linternas o computadoras que los sacan del apuro. El escenario es un mundo devastado, con un total de cuatro mil sobrevivientes que se cruzan en las carreteras desérticas como si fuese el pasillo de una pensión. Alicia va convenciendo a otros camaradas para que se sumen a su cruzada, y así uno a uno irá cayendo, más por deseo de mostrar sangre que por compromiso narrativo. Las vueltas de tuerca del último tramo son insultantes y todo el paquete vendrá editado con una impericia videoclipera que sumado a los lentes 3D genera un masoquista dolor de cabeza. Definitivamente, resulta una película sólo apta para fanáticos de la saga.
En ambos casos las películas fueron realizadas por cineastas que conocen el género. La labor de Anderson en esta nueva producción es penosa. No hay una sola escena de acción de esta película donde se pueda entender lo que ocurre frente a la pantalla con claridad. No sé si el director intentó copiar a Paul Greengrass o buscó darle un estilo documentalista a la narración pero arruinó por completo todas las secuencias de peleas y tiroteos. La cámara de Anderson tiembla constantemente y acelera los movimientos de los actores al punto que no se puede entender lo que ocurre en esas situaciones. A esto se suma el hecho que el director ensucia todas las secuencias de acción con cortes de edición frenéticos que impiden disfrutar las peleas de la protagonista. En el terreno de los efectos especiales el panorama no es más satisfactorio y la película está plagada de efectos digitales de medio pelo que le otorgan una estética artificial a los escenarios. Los mismo ocurre con los zombies y monstruos que lejos de generar algún susto se ven completamente berretas. La historia para variar es mala y estira hasta el hartazgo la confrontación final entre Alice y la corporación Umbrella. No hay suspenso ni ideas interesantes en el cierre de la historia y todo se desarrolla de un modo predecible. Lo único positivo es la presencia de Milla Jovovich que se desenvuelve bien en la acción física, aunque su marido arruinó sus escenas, y la hija de la protagonista que interpreta con convicción a la Reina Roja. Para variar, el director Anderson deja la puerta abierta para un posible relanzamiento de la saga que esperemos nunca se llegue a concretar. Resident Evil hace rato que no da para más y con esta entrega horrenda ya fue más que suficiente.
Fuego de noche El mainstream y los géneros fuertes son una cantera inagotable de grandes películas. Lo ve cualquiera, salvo la crítica perezosa que revolea el rótulo de “cine pochoclero” para no tener que pensar de más. A su vez, la firma de Paul W. S. Anderson es garantía de calidad: sus películas, incluso las menos logradas, dedican un cuidado infrecuente a la elaboración de la imagen. Pero el grueso de la crítica no lo ve, se lo pierde porque sigue embelesada con los diseños de interiores de Wes y la megalomanía ampulosa de Paul Thomas. Hace poco volví a ver la primera Resident Evil, firmada por Paul W.S. (¿el Anderson bueno?) que, en su momento, como hicieron tantos otros, denosté por su falta total de respeto hacia la historia del videojuego. Pero Paul tenía razón, resulta que los equivocados éramos nosotros: la película tenía vuelo propio y tomaba una gran distancia del universo de referencia; los seguidores del juego no le perdonamos esa libertad, le reclamábamos”fidelidad”, otro nombre para designar la reacción autoritatia de querer escuchar siempre la misma historia, ver a los mismos personajes, sin aceptar cambios de ningún tipo. Resident Evil sugería en sus planos iniciales la sofisticación de la que era capaz el director: no importa que la trama y el universo pertenecieran a los bajos mundos del terror clase B, Anderson entregaba una película exiquisita, con imágenes nítidas y potentes y un relato que aprovechaba la truculencia y las propiedades del entorno de manera ingeniosa, transformando cada escena en una sorpresa cinematográfica (la más memorable de todas, claro, es la del cuarto con rayos láser que rebana en pedazos a la mitad de los personajes en apenas unos minutos). Las películas tuvieron vida propia desde el comienzo, no necesitaron apoyarse en los juegos. Hoy pueden verse dos trayectorias bien distintas: mientras los juegos se inclinaron por la repetición de fórmulas y por una falta total de innovación (la última entrega, lanzada hace unos días, abandona la historia original para realizar casi un facsímil de La masacre de Texas), las películas multiplicaron su tamaño varias veces por sí mismo haciendo de cada iteración un nuevo desafío audiovisual que debía superar a su antecesora en excesos, ambición y cantidad de ideas por segundo. La serie siempre dejó entrever un gusto por la experimentación, por la puesta a prueba de las herramientas del cine de acción con sus balaceras, acrobacias, grandes enfrentamientos, one liners y abuso del ralenti. Resident Evil: Capítulo final retoma ese camino. El mayor problema que exhibían las últimas películas eran algunas escenas extensas donde se hablaba mucho con pretensiones filosóficas. Tal vez tomando nota de ese escollo, la última entrega empieza sin diálogos, con un monstruo gigante que ataca a la protagonista desprevenida a pocos segundos de empezada la película. Instantes después, Alice se bate a duelo arriba de un jeep con una criatura alada a la que hace estallar con una mina claymore. La velocidad y la potencia de los ataques, los golpes y la fuerza sonora hacen acordar a Mad Max: Furia en el camino, otra película de acción que desdeña los mandatos narrativos para dedicarse a explorar las posibilidades de la imagen y el sonido. El relato de la nueva Resident Evil es tan confuso como el de las anteriores, tanto que importa poco poder reconstruirlo o no, alcanza con seguir las aventuras de Alice y del grupo de desdichados que le toca comandar en esta ocasión. Una vez más, Anderson entiende que la mezcla de cine de acción, terror, y ciencia ficción distópica resulta demasiado prometedora como entregarse sin más a la reiteración de convenciones; hay que aprovechar sus paisajes destruidos, los rudimentos de la supervivencia, la libertad para crear villanos bigger than life y para trazar una fantasía paranoica autoconsciente de su desborde y que transgreda cualquier verosímil sin temor al ridículo (en resumen: una corporación maligna, con ánimos bíblicos, libera un virus para erradicar a la humanidad y volver a empezar desde cero. La salvadora de la especie es un clon con súper poderes infectado con el mismo virus que trata de detener). El tradicional combate final, en el que las fuerzas del bien y del mal se miden en un último enfrentamiento, en Resident Evil ocurre antes de llegar a la mitad de la película: unos vehículos blindados atacan una torre en la que resisten unos mercenarios. Una premisa vulgar, del montón, pero con esos materiales Anderson despliega en pantalla un mar viviente de zombies enloquecidos y una defensa desesperada (a lo Salvando al soldado Ryan). En el medio de ese frenesí, el director regala una imagen bellísima: desde la torre vierten litros de combustible y los encienden al caer; en plena guerra nocturna, y para seguir con el tono bíblico, literalmente, llueve fuego. Después de esa primera parte, empieza en verdad una segunda película que se pliega más a los códigos del terror. El grupo llega a “el panal”, la base de Umbrella donde estaría el antídoto al virus, y entran en el lugar como un grupo de jóvenes en una mansión embrujada. A través de una serie de cuartos con trampas mortales, la casa (la base) los elimina uno por uno, recreando el placer del género por las muertes sangrientas. La segunda parte resulta algo más contenida y rutinaria que la primera, menos impresionante; el peso de los diálogos y de la resolución de los conflictos obliga al director a mostrarse más discreto con sus chiches visuales. En pocas palabras, Anderson está atado de manos y ya casi no tiene espacio para jugar. En los quince años que separan la primera película de la última, en Hollywood hubo demasiados cambios. Algunos pueden verse en RE: Capítulo final: la animación digital, en sus mejores momentos, es casi indistinguible de lo filmado (muy distinto de lo que pasaba en 2002); el cine de acción, al menos el bueno, fue volviéndose hiperbólico y estableciendo niveles cada vez más altos de espectáculo visual que obligan a cada nueva película a redoblar la apuesta y a tratar de inventar algo (esto puede verse en la serie RE bajo la forma de un incremento progresivo del gasto audiovisual en las escenas de acción); los modelos de producción resultan cada vez más inestables e inciertos, obligando a las películas con vocación de espectáculo a buscar financiación en el mismo formato de coproducción que antes era casi exclusividad del cine indie (la última RE tiene fondos de cuatro países, y ninguno de ellos es Estados Unidos); también, el mainstream fue abandonando paulatinamente los colores y optando por una paleta apagada, que oscila entre azules y grises oscuros, sin importar los escenarios o si el relato transcurre de día. Esto, que ya es un verdadera marca de época difícil de quebrar, fue restringiendo la elegancia visual de las primeras RE, donde el azul era brillante, alternaba con los blancos luminosos del cuartel general de Umbrella y su tecnología de punta, y donde la oscuridad no volvía incomprensible el desarrollo de los hechos. En la última película, la fotografía iguala todo bajo las sombras y hace más complicado el seguimiento de la acción, además de desaprovechar la oportunidad de explotar el abanico de colores que podrían dar un mundo devastado, horrores diseñados genéticamente o la guarida hipermoderna de una corporación malévola. Así y todo, la película es un artefacto orgulloso de sus capacidades que celebra el cine de género por la vía del exceso, sin renunciar por eso al trabajo fino con la imagen y sus posibilidades plásticas. Algún día, cuando la crítica vuelva mirar, seguramente se encuentre con un director que cimentó su carrera haciendo relecturas sofisticadas de géneros bastardeados hasta llevarlos a estándares muy altos, y que encontró en una franquicia de poca monta nacida de un videojuego un laboratorio para la experimentación y puesta a punto de una estética personal.
Cine espástico El mérito de la sexta Resident Evil, nuevamente a cargo de W.S. Anderson, es que logra aburrir al espectador a pesar de los espasmos en el encuadre, el vértigo de la imagen cortada a cuchillo y la sencillez de resumir en los primeros tres minutos toda la saga para aquellos neófitos, lo cual lleva a la siguiente conclusión: con una película alcanzaba. Nuevamente Mila Jovovich se calza el traje de heroína para volver a enfrentar por sexta vez a la corporación Umbrella y tratar de salvar a los sobrevivientes de ese apocalípsis desatado por el famoso Virus T. Para cumplir tamaña misión y volver a Racoon City debe atravesar un camino plagado de zombies y criaturas poco amigables que hablan de unos efectos visuales un tanto mediocres con los avances que hoy ofrece el CGI. Los zombies parecen cualquier cosa menos zombies. Y las peleas no se entienden desde el momento en que el director cree que mover la cámara resuelve la torpeza cuando no se tiene idea de cómo coreografiar un combate cuerpo a cuerpo. Cualquier video juego tiene más estética que esta película y por supuesto la idea de interactividad que el cine aún no ha logrado volcar en pantalla, hacen de esta adaptación un proyecto fallido desde el arranque. Los 15 años transcurridos desde la primera película, con este engañoso desenlace han pasado sin pena ni gloria, Resident Evil tal vez es una de las franquicias inexplicables porque incluso no ha sido rentable en términos comerciales. Decir que la historia cierra es prácticamente una burla, porque no había nada interesante por cerrar en una trama tan binaria y fácil de resolver cuando alguna de las cartas ya estaban jugadas de ante mano. Nuevamente, Alicia en el país de las pesadillas, nuevamente el virus y el pedido en calidad de préstamo a la idea de los zombies -o lo contagiados-, un villano con ímpetu refundacional, piña, patada y piña. Es lo que hubo, es lo que hay, es lo que seguirá habiendo.
Una película que no va a defraudar a los fanáticos y seguidores de la saga ya que se mantiene fiel a su estilo, pero que resultará de escaso interés a la mayoría del resto de los espectadores. No lleguen ni un segundo tarde ya que el film arranca con...
El goce de un placer culposo La sexta ¿y última? entrega de la franquicia tiene muchos defectos pero consigue su objetivo: entretener. La franquicia Resident Evil parece infinita: esta semana, casi en simultáneo, apareció el séptimo videojuego y se estrenó la sexta película. Como su subtítulo -Capítulo final- indica, se supone que este es el último suspiro de la saga cinematográfica inspirada por el videojuego. Hay indicios para sospechar: rara vez se mata a la gallina de los huevos de oro. No hace falta haber visto ninguna de las cinco entregas anteriores para entender esta: en los primeros minutos se hace un rápido resumen para principiantes. La historia se sitúa inmediatamente después de los sucesos de la quinta; en un mundo devastado por la plaga zombi, sólo hay unos cinco mil humanos sobrevivientes y su única esperanza sigue siendo Alice Abernathy (Milla Jovovich). Ahora ella tiene el dato de que en el Panal, la fortaleza subterránea de la siniestra corporación Umbrella en Racoon City, hay un antivirus capaz de destruir a los muertos vivientes. Sólo tiene dos días para meterse en las instalaciones, conseguir el antídoto y salvar a la humanidad. Paul W. S. Anderson le debe su familia y gran parte de su carrera a Resident Evil: filmando la primera parte conoció a Jovovich, su esposa y madre de sus dos hijos; a lo largo de quince años, él participó en toda la saga, ya sea como director (en cuatro películas, incluyendo esta), guionista o productor. Denostado por la mayor parte de la crítica, reivindicado por la corriente conocida como vulgar auteurism –que revaloriza a directores menospreciados, como él, Tony Scott o Michael Bay-, algo es seguro: el hombre sabe lo que está haciendo. Acá no hay sutilezas: es acción pura y dura, vértigo sin respiro. Anderson no disimula que todo empezó con el videojuego e incorpora sin pruritos esa estética y estructura a la película. Abernathy tiene que ir cumpliendo objetivos y venciendo a diferentes enemigos para ir pasando de pantalla, hasta la batalla final contra el rival más poderoso. Las actuaciones son caricaturescas; los diálogos, flojísimos, cargados de explicaciones tan complicadas como ridículas; una indisimulable pátina berreta cubre todo. Pero Resident Evil: Capítulo final cumple su misión de entretener y así se gana un lugar entre esos placeres culposos difíciles de confesar.
Resident Evil: saga pochoclera en decadencia. Al principio me resultó indiferente, después me gustó y luego me hastió. 6 entregas de algo que sólo vive reciclándose a sí mismo es demasiado, además de que el dichoso final de la saga nunca llega y se estira siempre un capítulo mas. Aún con todos los prejuicios que tengo, reconozco que bajo la superficie de Resident Evil: Capítulo Final hay una película pasable. Las batallas entre supervivientes y hordas gigantescas de zombies en ciudades devastadas tiene su atractivo. Las escenas de acción tienen algunos disparates que impresionan. Algunas preguntas esenciales de la saga son contestadas. Lástima que el editor del filme es un asesino serial y mete 150 cortes por minuto. Si Resident Evil 6 tenía alguna posibilidad de redención, la atroz edición de la cinta termina por aniquilarla del todo. Es como ver una de Michael Bay luego de una sobredosis de Red Bull. Hay momentos de exposición que se agradecen - uno conoce cómo surgió el virus T, cómo hicieron el cerebro electrónico conocido como la Reina Roja, y cuáles son los planes finales de la maléfica corporación Umbrella - pero, en el fondo, tampoco mucho de eso tiene sentido. Si el megaplan de Umbrella es arrasar la Tierra mediante los zombies para después exterminarlos y poder repoblarla a gusto y piacere... ¿por qué no lo han hecho antes?. Si poseen el antivirus supersecreto que mata a todos los infectados con el virus T - incluyendo a Alice -, ¿por qué diantres no lo han lanzado cuatro películas antes? Si su plan era apoderarse del mundo sin destrozar la civilización, les cuento que el plan ha fallado: hay millones de cadáveres en las calles y las ciudades se caen a pedazos. Oh, sí, es un plan ultraestúpido pero un plan al fin. Pero la coherencia no es uno de los fuertes de la saga. Gente muerta que revive en su mas diversas formas. Idiotas de anteojos oscuros que insisten en hacerse los cool antes de tomar una decisión coherente. Una vuelta de tuerca rebuscada en extremo. Un salvataje de último momento que existe simplemente porque al libreto se le canta. Para colmo la adorada Milla Jovovich se ve madura y cansada, harta de todas las estupideces que se le ocurren al libreto. En el fondo Resident Evil: Capítulo Final se siente como Terminator: Salvation pero con engendros zombies en vez de robots con la cara de Arnie. La batalla de Alice contra un bicharraco volador en las ruinas de Racoon City me hace acordar a Christian Bale batallando contra el megaterminator que apresa a todos en la gasolinera en la mitad de Salvation. Todo esto sería medianamente pasable sino fuera por el editor, que es por lejor el peor de la historia del cine. Le pidieron un montaje hiperkinético y, a cambio, nos dió una experiencia convulsiva. Ver como cambia miles de planos en cuestión de segundos no sólo te hace perder el sentido de la acción - o enterarte de lo que ocurre - sino que te frie literalmente el cerebro (atención epilépticos!). Es mas la indignación con la edición que con la trama lo que te hace restarle puntos a la película. La gente de Constantin ya han declarado que no van a dejar enfriar el cadáver y van a rebootear la saga, en otro innecesario reciclado. Que los mercados extranjeros dejen dinero no significa que prolongar la franquicia de Resident Evil sea una idea compartida por todos. Es una saga que debe morir y Capítulo Final es un cierre bastante apropiado, lástima que la edición la pusieron en manos de un esquizofrénico. Es una lástima porque es mas tolerable que la entrega anterior y tiene un par de escenas de acción interesantes, las cuales se desvanecen en un blur de fotogramas vomitados a mil kilómetros por hora.