Si te gustan las propuestas visuales diferentes en cine cómic de acción, Sin City 2 es una película que no podes dejar escapar. Te guste mucho o poco la trama, es imposible no engancharse ante las poderosas imágenes y la excelente técnica utilizada. La narración, los maquillajes y las expresiones faciales terminan de completar este fantástico universo...
Pecado (no tan) original. Como si fuese un ciudadano más de Sin City, Robert Rodríguez comete todos los pecados existentes y más, como director de la secuela que esperó nueve años para ser estrenada, engolosinándose con la lujuria que le genera su propio ejercicio visual, dejando entrever una notoria pereza a la hora de resolver las situaciones dramáticas y con una soberbia que le impide anteponer las necesidades del relato por sobre las propias. Si la primera entrega funcionaba casi una década atrás -en parte- gracias a haber actuado como una transfusión de sangre en el anémico cuerpo de gran parte del cine de superhéroes de aquel entonces, la secuela ya no posee el mismo efecto. Ahora solamente se contenta con descansar sobre su anteriormente logrado y asentado estilo visual: el hiperestilizado blanco y negro fusionado con los escenarios digitales en post, reservándose el color para algún detalle o personaje que según Rodríguez merezca destacarse pero sin ningún otro criterio más que el del capricho, remarcando algunas veces sí y otras no la sangre, los ojos o los labios de alguna de sus femme fatale. La película se siente como el aire viciado del humo de todos los cigarrillos de la ciudad y como una prótesis facial más en el rostro de Mickey Rourke. La verdadera diversión pareciera ocultarse debajo de aquello que su director oprime dejando un gran vacío a nivel relato, oculto bajo la forma de un despliegue extremadamente preciosista de la imagen. Rodríguez parece manejar la trama como un director de cine porno, resolviendo algunas situaciones (como la historia de Johnny, el habilidoso y ambidiestro jugador de póker interpretado por Joseph Gordon-Levitt) de una manera demasiado simplista y desganada. Ahí donde por el año 2005 había tejido las relaciones entre los habitantes de la que podría ser una Nueva York filmada por Ferrara o Scorsese, ahora se posa un agujero narrativo del tamaño del portal abierto por Loki en Los Vengadores. Las versiones tridimensionales de Sin City podrían ser vistas como una suerte de reciclaje de una novela de Jim Thompson, violentamente oscura, donde en vez de héroes hay personajes al límite, y -algunos más, otros menos- corruptos. Pero la traducción literal -porque no es una adaptación- que hace Rodríguez cuadro por cuadro del cómic de Frank Miller, está fuertemente apoyada en los diálogos, que son exactamente los mismos que los del guionista y dibujante. El problema surge cuando esos diálogos, que se acoplan de manera tan natural y armoniosa en el universo del cómic (con su propia lógica interna), no logran articularse de la misma manera en la película y ocupan el lugar de otro truco de magia, uno muy atractivo y melódico para nuestro oído que en esencia no resulta suficiente para sostener toda una película. A propósito de esto y para colmo, el mariachi de Texas desperdicia la posibilidad de haber trabajado en profundidad una estructura narrativa cercana a la de Tiempos Violentos (en cuanto a la alteración de la cronología, personajes que están muertos pero reaparecen más adelante) que al modelo clásico. En conclusión, la sobrecarga de hemoglobina y miembros esparcidos sumado al abultado desfile de mujeres armadas y encueradas con más testosterona que un Indestructible (pero que a diferencia de estos, no dejan nada librado a la imaginación), termina jugándole en contra por acumulación y se convierte en un relato, además de monocromático, monótono. Aunque una buena dosis de pecado directo a la vena del mainstream nunca está de más.
Nuestros problemas con las mujeres Casi una década después del exitoso film original (casi 160 millones de dólares de recaudación en 2005), llega esta segunda entrega que ofrece más (o un poco menos) de lo mismo. Las críticas de este secuela han sido en general bastante flojas (en varios casos, lapidarias) y con evidentes signos de frustración, pero debo admitir que a mí la primera no me pareció tan buena ni esta tan mala. Es más, disfruté bastante dos de las cuatro historias (el prólogo y el desenlace no funcionan) y, si bien es cierto que el efecto de la apuesta estética ya no es igual (a nadie le gusta que le cuenten dos veces el mismo chiste), sigue siendo un trabajo valioso y, por momentos, hasta fascinante y seductor. ¿Que es un ejercicio de sadismo, machismo y misoginia? Evitemos por esta vez el análisis políticamente correcto y concentrémonos en los términos que proponen las novelas gráficas de Frank Miller y, por ende, en ciertos cánones y tópicos del noir más clásico. En ese sentido, la aparición en esta segunda parte de la francesa Eva Green (Los soñadores, Sombras tenebrosas, 300: El nacimiento de un imperio), probablemente la sex-symbol más magnética y desquiciada del cine contemporáneo (y ahora también de la TV gracias a Penny Dreadful), es un verdadero hallazgo. Emula de la Barbara Stanwyck de Pacto de sangre y la Jane Greer de Retorno al pasado, su Ava Lord es una femme-fatale feroz, una bomba erótica (está más tiempo desnuda que con su vestido azul) y una máquina de manipular hombres a la que se presenta, con toda justeza, como bruja depredadora y diosa devoradora. Es su segmento (coprotagonizado por el atribulado Josh Brolin) y otro que encabeza el ambicioso jugador de cartas interpretado por Joseph Gordon-Levitt los que de alguna manera justifican la película, ya que la introducción con el personaje de Marv (Mickey Rourke) y el cierre con la venganza de la stripper Nancy (Jessica Alba) dejan gusto a demasiado poco (y aburren). Entre los logros del film liderado en casi todos los rubros por el prolífico Robert Rodriguez cabe mencionar al malvadísimo senador Roark (el inmenso Powers Boothe) y hasta un simpático cameo de Lady Gaga como la empleada de un bar, mientras que entre los actores desaprovechados figura, por ejemplo, un fantasmal Bruce Willis, que bien podría no haber aparecido. Filmada en blanco y negro (y calcando en algunos casos los cuadros de las historietas de Miller) y con los típicas detalles en color (la sangre, el fuego, un letrero, unos ojos, una cabellera, la ceniza de un cigarrillo, la luz de un patrullero, una prenda de vestir, etc.), Sin City 2 no aprovecha demasiado el 3D, aunque su uso tampoco llega a incomodar o entorpecer la visión.
La primera entrega de Sin City y Dick Tracy, de Warren Beatty, sobresalieron entre las adaptaciones de cómics más perfectas que se hicieron en la historia del cine. En ambas producciones las viñetas de esas revistas cobraron vida en la pantalla grande con una fidelidad que no se volvió a ver en otras propuestas. Desde entonces se hicieron excelentes filmes relacionados con cómics pero ninguno capturó con tanta precisión el espíritu de las obras originales. Watchmen tal vez sería la excepción y podría ser incluida dentro de este selecto grupo. Sin City sorprendió además por el trabajo de realización de Robert Rodríguez y las interpretaciones del reparto que fueron brillantes. Pasaron nueve años de aquel estreno y durante este tiempo otras producciones adoptaron una estética similar, como los dos filmes de 300 y la infame The Spirit, dirigida por Frank Miller. La demorada continuación si bien no es una mala película y se llega a disfrutar si te gustó la primera entrega, lamentablemente no está al mismo nivel de lo que vimos en el 2005. Sin City 2 presenta cuatro relatos entre los cuales sólo dos están basados en las historietas originales, el resto fueron escritos por Miller para este proyecto. No es casualidad que los argumentos más sólidos del film resultaron los que se conocieron previamente en los cómics, como "Otro sábado por la noche" y "Una dama por la cual matar". La segunda trama mencionada es la principal atracción y Rodriguez brinda una adaptación impecable donde calcó a la perfección esa historia en la pantalla grande. Inclusive los diálogos, como había ocurrido en la primera película, están tomados del cómic. Josh Brolin brinda una buena interpretación de Dwight, previamente encarnado por Clive Owen, y Eva Green se luce a lo grande como Ava. Salvo por unos mínimos cambios, donde se excluyó el personaje del jefe de Dwight, la adaptación de "Una dama por la cual matar" es excelente. No se puede decir lo mismo de las dos historias originales escritas por Miller que me parecieron muy pobres. The Long Bad Night, protagonizada por Joseph Gordon-Levitt, tiene un comienzo prometedor pero después el conflicto decae por completo en el segundo acto y resulta un relato completamente olvidable. La interpretación de Powers Boothe como el senador Rourke es lo único destacable. Peor resulta todavía "Nancy´s Last Dance", una secuela innecesaria y trillada de esa joya que había sido "Ese bastardo amarillo", la trama que protagonizó Bruce Willis en el film anterior. El final de ese argumento había sido perfecto. Si había una historia que no necesitaba una continuación era esa. ¿Por qué Frank? En este caso Nancy, interpretada nuevamente por Jessica Alba, inicia su cruzada personal de venganza contra el senador Rourke luego de la muerte del detective Hartigan. El problema con este argumento, más allá que arruinó "Ese bastardo amarillo", es que convirtió a Sin City 2 en un film redundante. Es decir, si en la trama central ya aparecía Marv (Mickey Rourke) ayudando a Dwight en su misión personal de venganza, volver a repetir la misma situación luego con Marv y Nancy es algo realmente tonto. Esto me lleva directamente al otro problema que tiene Sin City 2 y es la sobredosis injustificada de Marv. Como en la primera película el trabajo de Mickey Rourke fue muy elogiado acá lo incluyeron de manera forzada en todas las escenas posibles, a tal punto que parece por momentos la película de Marv y termina por cansar porque hace siempre lo mismo. Un caso diferente es el de Bruce Willis, quien en este estreno tiene la misma participación que Jet Li en Expendables 3. Lo convocaron para sumar un rostro al afiche, ya que no aporta nada y aparece menos de un minuto. Si se tiene en cuenta que el cómic de Sin City había brindado argumentos más sólidos e interesantes como "Valores familiares" o "Al Infierno ida y vuelta", que se podían haber adaptado en esta ocasión, las nuevas historias de Frank Miller creo que terminaron por debilitar esta nueva entrega. Reitero, la película se deja ver y si te gustó el film del 2005 te entretenés un rato. Sin embargo, estas cuestiones que le objeto me parece que fueron factores claves para que Sin City 2 no estuviera al mismo nivel que la primera adaptación que se hizo del cómic.
La historieta de forzar una segunda parte Hubo un momento de la historia en el que Hollywood decidió apropiarse de aquel axioma futbolístico según el cual “equipo que gana no se toca” para replicarlo en su industria emblema, convirtiendo la realización de una(s) secuela(s) de cualquier película exitosa –en términos económicos, claro– en norma tácita, independientemente de su pertinencia artística. El problema es que esa fórmula dará buenos resultados sobre el verde césped, pero no siempre en la pantalla. Las excepciones son, por el contrario, aquellas que repiten la formación inicial pero cambian el esquema de juego apostando por el riesgo de una expansión o retorsión del universo previamente definido (algo que hizo, por ejemplo, Sam Raimi con Spiderman o, más atrás en el tiempo, Joe Dante con Gremlins) en lugar de limitarse a la comodidad de la mera replicación estética y temática. Realizada nueve años y 160 millones de dólares después de La ciudad del pecado, Sin City: Una mujer para matar o morir es el más novel exponente del segundo grupo. Dirigida y guionada por Robert Rodriguez, encargado también de gran parte de los rubros técnicos, y el artista gráfico Frank Miller, y basada en la novela gráfica del segundo, Sin City 2 es más de lo mismo. O menos, si se tiene en cuenta que la idea de hacer una película calcando las líneas de diálogo y manteniendo la estética estilizada y rabiosamente artificiosa del cómic podía sorprender una década atrás, pero hoy, con dos entregas de 300, otra de The Spirit en el medio, el efecto tiene gusto a poco. Rodriguez-Miller no hacen demasiado para evitar la sensación de ya visto y construyen un trabajo visual otra vez asentado en un blanco y negro interrumpido únicamente por la coloración de la sangre –pero a veces no–, cigarrillos encendidos –no siempre– o el rouge de las mujeres –sólo de algunas–. Lo cromático, entonces, puesto al servicio del capricho de los creadores antes que al de la funcionalidad narrativa. Ese mismo capricho es el rector de los devaneos dramáticos de las historias que componen el film. Allí estará, por ejemplo, la inclusión del policía interpretado por Bruce Willis, muerto en la anterior pero regresado aquí en modo fantasmita, todo con el fin de salvaguardar la integridad de su protegida (Jessica Alba). Otro que vuelve, envuelto en prótesis, es Mickey Rourke como el matón más escrupuloso de Basin City. Escrúpulos es justamente lo que le falta a Ava Lord, una femme fatale manipuladora capaz de engatusar no sólo a un amante (Josh Brolin), sino también al policía más incorruptible, todo gracias a sus ojazos claros y su aparente fragilidad. Y a sus tetas, claro, ya que Eva Green está a sus anchas exhibiéndolas en casi todos los planos en los que aparece. La capacidad de la otrora protagonista de Los soñadores para el juego y la manipulación (algo que ya se entrevía en 300: el nacimiento de un imperio) es, además, síntoma del intento de Una mujer para matar o morir de concederles a ellas una pequeña revancha reparadora después de la misoginia de la primera entrega. Ese pequeño viraje y el uso de la voz en off para complementar la información visual en lugar de reafirmarla son los únicos puntos altos de un partido en el que, más allá de repetir gran parte de la formación, el equipo de Rodriguez-Miller no pasó de un 0 a 0 fácilmente olvidable.
Era una noche lluvia y tormentosa... Sin City es una ciudad violenta, monocromática y nocturna. En su corazón se encuentra un bar de mala muerte donde héroes y villanos se emborrachan juntos; sus confines son delimitados por las ominosas mansiones de los corruptos que controlan la ciudad, “donde la vida y la muerte son lo mismo, y el amor no conquista nada”. Sin City: Una mujer para matar o morir (Sin City: A Dame to Kill For, 2014) supura estilo y deleite por su grotesca existencia. Es un film noir bastante bueno. A menudo se toma al film noir por un género, pero su definición como tal es problemática desde que los intrépidos galos Borde y Chaumeton inventaron el término. No escatimaron en adjetivos. Onírico. Extraño. Erótico. Ambivalente. Cruel. Palabras que remiten a actitudes y sensaciones, pero no ofrecen ningún tipo de rigidez sintáctica como las películas de horror, ciencia ficción o comedia. Semánticamente nos encontramos con un elemento criminal, pero lo único propiamente “noir” es la sensibilidad pesimista con la que se lo describe. Sin City: Una mujer para matar o morir está colmada de estas sensibilidades. Sirve a modo de secuela, precuela y referendo de La ciudad del pecado (2005). Ambas películas están dirigidas por Robert Rodriguez, aunque el crédito directoral se extiende igualmente a Frank Miller, el autor de los homónimos cómics sobre los que las películas se basan. Rodriguez se vale de ellos cual storyboard, y los lleva viñeta por viñeta al cine. Zack Snyder ejerce una labor parecida en los “tebeos filmados” como 300 (2006) y Watchmen (2009), exacerbando el método al punto de que cada plano se convierte en un cuadro vivo. Las historias son tres nuevamente: cada una designa a un héroe y le enfrenta a un villano. Las historias se interrumpen mutuamente, y cultivan la incoherencia narrativa (sobre todo al intentar ordenarlas junto a las anteriores en un cronograma), pero no importa. Es una película que vive en el presente, de las interacciones entre los arquetipos que la habitan, y el poder primitivo que exudan sus actores. La stripper con el corazón de oro (Jessica Alba), el vigilante justiciero (Mickey Rourke), el falso culpable (Josh Brolin), la femme fatale de su pasado (Eva Green), el rebelde sin causa Joseph Gordon-Levitt), el matón sobrehumano (Dennis Haysbert), la madame sádica (Rosario Dawson) y el senador corrupto (Powers Boothe) son algunos de los seres que cohabitan un universo de pandillas, policías y prostitutas que viven en plena guerra interna. Sin City: Una dama por la que matar no hace mucho para diferenciarse de su antecesora, y unos dos tercios de sus historias remiten a las de la película original. Así como John Hartigan (Bruce Willis) vengó a la pequeña Nancy Callahan (Alba), ahora Nancy debe vengar a Hartigan, mientras que Dwight McCarthy (Clive Owen en la original) y su ejército de putas libran guerra de nuevo. La única novedad es un tal Johnny (Gordon-Levitt), un buscavidas que se mete en la partida de póker equivocada, pero la historia y su tratado sobre violencia y corrupción resultan reiterativos. No hay nada verdaderamente nuevo bajo el sol, aunque ésa parece ser la naturaleza infernal de Sin City, donde el sol nunca brilla de todas formas. Tres figuras dominantes se alzan por sobre las demás. Una es el senador Roark (Boothe), apenas vislumbrado en la primera película, ahora el villano de dos de las historias. Boothe se roba su tercio de película con una interpretación biliosa y recalcitrante, llenas de odio cada palabra que dice, cada mirada que echa. La segunda es Ava Lord (Green), una viuda negra que manipula por deporte y siempre juega desnuda. Ella es la titular dama “por la que matar” (y matarse, por qué no). Green está perfecta como la femme fatale voraz y sin un ápice de perdón. Y por último está Marv (Rourke), quien secunda las tres historias en el papel de ángel guardián. Puede que la película abuse un poco de la conveniencia de su personaje pero hay un inefable placer en ver a Mickey Rourke hacer del tipo de violento e irresponsable anti-héroe que Hollywood ya no banca. Las secuelas no son de gozar del favor del público o la prensa. Suelen capitalizar en el nombre de películas mejores sin molestarse en importar su magia o talento. Pero Robert Rodríguez vela por sus propios éxitos y rara vez decepciona. Machete (2010) legó una secuela poco menos que digna, pero Sin City: Una mujer para matar o morir es casi todo lo que los fans de la serie podrían querer.
Hiperestilizada, violenta, machista, misógina y superpoblada de mujeres fatales y provocadoras, es tan probable que este nuevo capítulo de cine negro en versión cartoon (ahora con el presunto atractivo extra del 3D), resulte satisfactorio para aquellos que, nueve años atrás, hicieron un gran éxito de su exitosa irrupción en el mercado como que difícilmente añada nuevos fans a la cofradía de admiradores de las novelas gráficas de Frank Miller, según el vistoso traslado a la pantalla que obtiene en sociedad con Robert Rodríguez. Con ese propósito seguramente es que la fórmula se repite. Sin el efecto sorpresa de la primera vez, claro, aunque el menú de sangre, sexo, desnudez femenina y sofisticación visual se mantenga inalterable, y con ciertas modificaciones en el siempre multiestelar elenco (algunas ventajosas, otras no tanto), pero además con una narración fracturada y, en muchos tramos, infortunadamente confusa. Se parte aquí de cuatro de las historias gráficas de Miller, cuya ligazón depende más de la inventiva visual (la fotografía en blanco y negro incorpora intermitentes y llamativos detalles coloridos) que de la ausencia de altibajos entre los relatos. Muchas caras familiares están de regreso, entre ellas la de un Mickey Rourke que -aunque casi irreconocible-sabe sacarle provecho a su Marv, casi todo lo contrario de lo que sucede con Bruce Willis. Otros personajes regresan pero con nuevas caras: Josh Brolin se hace cargo de Dwight, el temible personaje que fue de Clive Owen y sigue sensible a los encantos de Ava (Eva Green), lo que se explica porque la actriz francesa es una de las mejores novedades de este número 2 de Sin City. No lo son algunos de los negros cuentos incluidos en la película, sobre todo el último, donde la stripper Jessica Alba se propone vengar la muerte de un Willlis al que otra vez le toca hacerse cargo del papel de un fantasma. Tampoco ayuda la monotonía de los diálogos. Muchos de los reparos que le caben a esta especie de secuela probablemente ya le correspondían a la Sin City original. Pero aquella, al menos, era la primera de su tipo: conviene recordar que 300, otra obra de Miller convertida en espectáculo hiperestilizado e impactante, sólo llegó un año más tarde, en 2006.
Un film que se hunde en su propio exceso La película dirigida por Miller tiene un reparto multiestelar con caras famosas, en muchos casos irreconocibles por la estética cómic. Las diferentes historias del relato son desparejas y tienen diferente nivel de interés. Del crecimiento de la historieta en el mundo del cine no hay nada nuevo para decir. Año tras año son más los films que adaptan comics, historias gráficas y la influencia del género se ve en muchos títulos. Sin City (2005) y Sin City 2: una mujer para matar o morir (2014) son dos películas que adaptan el trabajo del autor de comics Frank Miller que, junto a Robert Rodriguez, se encargó también de la dirección de ambos films (el primero contaba también con la presencia de Quentin Tarantino). Sin duda, el elemento estético es primordial y en esta nueva entrega se nota desde el comienzo que la película es un cómic que cobra vida frente a nuestros ojos. Pero mientras que cada plano en sí mismo puede ser de una gran belleza y un enorme impacto visual, la suma de estos cuadros no produce el mismo efecto de deslumbramiento. Al contrario, en los primeros minutos el asombro y la maravilla abren paso a un relato que se estanca en su exceso de esteticismo y, aunque parezca insólito, su falta de ideas visuales más allá del recurso ingenioso. Nuevamente estamos frente a una versión exacerbada del film noir, llevada tan al exceso que es casi una comedia. Pero no lo es. Cada personaje es un estereotipo de un estereotipo, a punto tal que produce agotamiento tanto subrayado autoconsciente. Las diferentes historias que conforman el relato se van cruzando en mayor o menor medida y son desparejas y poseen diferente nivel de interés. Femmes fatales, policías corruptos, alcohólicos, perdedores, personajes del policial negro. Siendo el film noir un género tan rico e interesante, Sin City lo arruina al gritar a los cuatro vientos las sutilezas de un género maravilloso y lleno de matices. El elenco multiestelar en el que se destacan Mickey Rourke y Bruce Willis, llena de caras famosas cada escena, pero en muchos casos son rostros casi irreconocibles por la estética mitad cómic y mitad cine que tiene la película. Algunas apariciones especiales, como por ejemplo Lady Gaga, agregan algo de curiosidad pero no mejoran sustancialmente la película. Esta nueva entrega es también en 3D, pero eso tampoco suma y no vale la pena el gasto extra. Quienes se sientan atraídos por el film noir, tienen docenas de ejemplos que valen la pena y que puede remplazar a esta experiencia tan ambiciosa en la teoría y tan poco interesante en la práctica. El cómic tiene mucho potencial para el cine, pero este aun no lo ha aprovechado como corresponde. Veremos si en el futuro alguien da un paso más allá o si sigue flotando en la superficie.
En las sórdidas calles de Sin City, un hombre busca su venganza. Dwight (Josh Brolin) trata de ajustar cuentas con la misteriosa Ava Lord (Eva Green), la letal mujer que le traicionó. Nancy intenta superar la muerte de Hartigan, y Johny tiene una peligrosa misión: acabar con el mayor villano de Sin City. En su propósito, conocerá a la joven stripper Marcy (Julia Garner)... Secuela de "Sin City" (2005). Esta segunda entrega, que demoró demasiados años en concretarse, se convirtió durante el fin de semana de su estreno en uno de los mayores fracasos de los últimos años: con un presupuesto de 70 millones de dólares (sin contar gastos de promoción), recaudó menos de una décima parte de esa cifra (6.4 millones) proyectándose en 2.894 cines. La media por pantalla fue de 2.238 dólares. Es realmente raro que una película que cuenta con tal cantidad de pechos desnudos, golpes a la entrepierna. cabezas cortadas y violencia desmedida, te tenga mirando la hora cada 10 minutos. Esta secuela, que comienza de forma prometedora, pronto se atasca, su gusto por las emociones hiper-violentas y de mal gusto llegan a ser tan monocromáticas como las imágenes en blanco y negro. Es, casi en todos sus aspectos, inferior a la anterior aventura. No ayuda que haya nuevos actores interpretando personajes reincidentes y con poco parecido con sus predecesores. La salva Eva Green, esa infernal "perra" vista en "Casino Royale", "Sombras Tenebrosas", "300, el nacimiento de un Imperio" y la interesante serie "Penny Dreadful"
La historia que se reitera Secuela de la que se convirtiera en un suceso internacional, Sin City 2 Una Mujer para matar o morir está basada en la segunda historia de las novelas graficas de Sin City del historietista Frank Miller, ese de la mÃtica usina Marvel, creador de Ronin, Born Again, 300. Aquel que se muera por el comic, la violencia, el sexo, la novela negra, tendrá que adaptarse a algún nuevo personaje, gozar con la impactante música y olvidar que todo lo que nunca vio estaba en la primera. Ahora sólo le resta disfrutar con algo bastante parecido, pero no tan original. Y hay que recordar que el adicto no busca exquisiteces y se entrega de cabeza a sus preferencias por más repetidas que sean. Los progresos formales son evidentes, los de contenido se reiteran, pero conservan el encanto de historias de "viajeros del espacio" (Mickey Rourke), jugadores (J. Gordon Levitt), chicas lÃnea infarto con la desnudista Jessica Alba o de impacto (Eva Green). Siguiendo la lÃnea corrupta de la primera de la serie, incorporando la dosis de venganza y fango adecuada, salpicada con humor negro, el director Robert RodrÃguez continua siendo el ideal para plasmar este brutal exponente del policial negro en lÃnea hiperrealista con senador maldito y todo. Hay buenos actores con excelentes roles, chicas "de caño" siempre dispuestas al desnudo de peso y el recuerdo karmático de una Sin City original que no puede ser olvidada. SÃ. Ni Miller en el dibujo, ni RodrÃguez en la dirección pierden la mano. Y los admiradores de siempre apoyan el esfuerzo reiterativo o no, aunque se extrañe la adrenalina en la primera de la serie.
Esteticismo chato Es posible que los fanáticos de Sin City, luego de casi una década de ausencia, se vean defraudados con esta segunda entrega. En primer lugar, porque Robert Rodriguez no ha sabido articular argumento y atmósfera con ese plus de esteticismo que respeta el estilo de Frank Miller a rajatabla, pero que para los efectos dramáticos no resuelve los enormes baches de un guión escrito a desgano y con muchas falencias. Vale como botón de muestra, la desaprovechada historia del jugador de cartas que tiene como protagonista al Luciano Pereyra de Holywood, Joseph Gordon-Levitt. La suerte que corre este interesante personaje en la trama es menos que lamentable y eso repercute como boomerang para el resto de las criaturas que pululan en la ciudad del pecado, salvo la increíble y seductora Eva Green, como una de aquellas femmes fatales de otras épocas que no se olvidan con el correr de los años, cuya presencia en pantalla no es más que el pretexto de exhibicionismo de todas sus dotes, tanto en el terreno actoral como en el otro (se entiende). La estructura narrativa que esta vez rompe la linealidad y cronología de los diferentes relatos amalgamados tampoco es efectiva en términos de un orden interno que le aporte al desarrollo una coherencia interna. De esta manera, personajes y anécdotas que acumulan escenas sin cohesión abundan y lo que es peor aún, se nota la esterilidad de sus apariciones. La violencia gráfica sumada al exceso de cámara lenta y ese esteticismo chato resumen los defectos de una dirección aplicada, aunque nada creativa. Muchos actores que se prestaron a esta propuesta, como Christopher Lloyd, someten su presencia simplemente a la categoría de cameo, cuando podrían haber sido tratados más delicadamente por Rodriguez, sus tics y manierismos. Si bien se respetan los diálogos del comic de acuerdo a la opinión de expertos en la materia (quien escribe jamás tuvo en sus manos tan preciada gema), Sin City, version Rodriguez (en co-dirección con Frank Miller), dista mucho del estilo comic llevado a la pantalla grande y su resabio de film noir desde las intenciones no alcanza en esta oportunidad.
Menos novedosa pero aún eficaz Hace una década, el famoso autor de comics Frank Miller unió fuerzas con Robert Rodriguez para hacer algo asi como el súmmum de la historieta llevada al cine, algo logrado gracias al potencial de la tecnología digital. Un elenco multiestelar encabezado por Mickey Rourke y Bruce Willis (y hasta un director invitado: nada menos que Quentin Tarantino) dando vida a auténticos cuadritos de historieta animados, todos de corte sórdido y ultraviolento, conseguía que el producto resultara realmente novedoso, y nadie se extrañó cuando en el mismo instante de su estreno norteamericano, Miller y Rodriguez anunciaran el proyecto de una segunda parte. Por esos misterios del show business, la secuela no pudo ser producida entonces y aparece recién ahora. El elenco es bastante similar, con algunos personajes nuevos a cargo de otros actores, y el look de la nueva "Sin City" intenta ser exactamente la misma combinación de film noir pasado de rosca y comic en movimiento de antes. El lado bueno es que realmente el estilo visual lo que en este caso quizá sea lo más importante- es fiel al original. La única diferencia es que este tipo de comic digital para la pantalla grande ya no resulta tan novedoso. En todo caso, de las cuatro historias que en su mayoría funcionan como precuelas de las del primer film, al menos hay dos bastante buenas, y en general permiten que algunos miembros del elenco se luzcan a pesar de aparecer totalmente deformes, empezando por un Mickey Rourke con un aspecto tan fiero como para recordar su brillante maquillaje para "Johnny Handsome" de Walter Hill. Su personaje está en un lío por motivos que no termina de recordar del todo, pero pronto está dándole al film la dosis de violencia necesaria como para que nadie se olvide de qué trata "Sin City". Joseph Gordon-Levitt protagoniza una de las mejores historias, encarnando a un tipo que tiene el don de jamás perder a ningún juego de azar, lo que no siempre trae suerte, sobre todo cuando le gana al póker a un político corrupto al que no le gusta para nada ser el perdedor. Powers Boothe interpreta brillantemente a este temible villano que casi se roba la película, empezando por el hecho de que aparece en dos de los relatos. Las mujeres fatales Eva Green, Rosario Dawson y Jessica Alba aportan el toque de erotismo cruel indispensable para recrear los iconos del cine negro (filmado en una insistente mezcla de blanco y negro que a la mitad del film se vuelve un poco repetitiva como recurso visual), y la gran sorpresa de esta secuela es Christopher Lloyd interpretando al personaje más desopilantemente guarro de la película.
El 3D es otra arma más que efectiva en este regreso de la novela gráfica. El cine en 3D viene siendo mal usado o mal aprovechado y hasta bastardeado, pero el giro que tiene en Sin City: Una mujer para matar o morir lo justifica con creces. Y no porque la primera adaptación de las novelas gráficas de Frank Miller, que se estrenó en 2005 y en formato convencional, no haya sido efectiva, impecable y original, saltando de los dibujos a la acción en vivo, con montaje abrupto. La novela gráfica o el cómic pueden sacar muchísimo provecho del 3D. Pese a la reticencia inicial de Miller -autor, también de 300, y codirector con Robert Rodríguez de la primera Sin City y de ésta- los resultados son admirables, en cuanto a la forma. En cuanto a la trama y el sabor que deja, es muy similar a la anterior. Personajes dañados, abandonados a su suerte o buscando (y brindando) protección, mucha estética neo noir, mujeres exuberantes, tiroteos increíbles, oscuridad predominante, el ruido seco de los golpes o desmembramientos... Eso es el universo de Sin City, al que regresan algunas caras conocidas y se suman otras nuevas. Las historias son cuatro, y se entrelazan. Vuelven Nancy (Jessica Alba), la stripper que ya no cuenta con su protector, John Hartigan, el policía que encarnaba Bruce Willis (pero que regresa como una presencia fantasmagórica). Está Marv, el matón solitario con la cara de bestia de Mickey Rourke, que deambula amniótico por las cuatro historias; el personaje que antes tenía un rostro parecido al de Clive Owen, ahora se asemeja al de Josh Brolin, su reemplazante, para proteger -o lo que haga falta- a la seductora Ava (Eva Green), nueva adquisición de femme fatale. Y Johnny (Joseph Godon-Levitt) tiene unas cuentas pendientes con un político, que deberá resolver más allá de la mesa de juego, donde suele ganar. Hay mucho para el regocijo. Las acciones saltan del blanco y negro a colores inesperados, un lápiz labial u ojos pueden así resplandecer en contraste. El espíritu que anida en las siluetas y en las entrañas de los personajes de Sin City está al borde del cinismo -cuando no cae en él-. Hay una cosa que es cierta: la sorpresa que fue la primera es algo difícil de repetir, pero la experiencia de esta Sin City es por momentos de gozo y deleite.
El estreno de "Sin City 2" en EEUU fue el gran fracaso de los últimos años (al menos en ese país)... Claro que con esa data, no va a pasar lo mismo en nuestro país (o eso esperamos). Secuela de la peli del 2005, que tranquilamente podría ser una prolongación de la anterior... No vas a encontrar nada nuevo, más que desnudos, peleas (que algunas parecen chistes, sobre todo cuando los personajes saben que van a ser disparados y ni se mueven esperando la muerte), mucho 3D que - ponele - vale la pena y una historia bastante tibia. ¿El elenco? Y sí, todos son super estrellas... pero no llegan a brillar como deberían. Quizás sea una peli exclusivamente para fans de la primera... Para el resto, hay otras opciones geniales.
Esta secuela firmada por ROBERT RODRÍGUEZ y el propio autor de la novela gráfica en que se basa, FRANK MILLER, esta muy lejos de la calidad argumental de su predecesora. Estéticamente es impecable, pero los colores y dirección de arte que simulan la tinta de los cómics ya no resulta suficiente estímulo para mantenerse pegado a la butaca. Tan violenta como aburrida, ni siquiera el elenco salva las papas. La sensación final es la de haber asistido a una segunda entrega tan monocromática como innecesaria.
Sin City 2: Una Mujer para Matar o Morir (Sin City: A Dame to Kill For) no trae nada demasiado novedoso ni interesante a nivel visual o narrativo. Estamos ante la misma estética que la anterior, esa atmósfera de film noir en blanco y negro que ya conocemos, y el mismo espíritu celebratorio de la violencia, los tipos duros de voz ronca y las minas, también duras, que patean culos y muestran el propio. Nada nuevo nos trae el amigo Robert Rodriguez, excepto el gran logro de la película: las tetas de Eva Green, retratadas desde todos los ángulos y posiciones de cámara posibles, en toda su perfecta turgencia y voluptuosidad, muchas veces tomadas en contrapicado para exaltarlas y exponerlas como lo que son: dos trofeos a adular y reverenciar. Esas tetas podían ser un airbag. Pero no alcanzarán. Ya veremos por qué. Como decíamos, a nivel estético, nada novedoso bajo el sol que nunca sale en la Ciudad del Pecado, a no ser por el agregado de la arbitrariedad. Recordemos que el blanco y negro se veía intervenido por pequeñas dosis de colores chillones, puestos en la primera entrega con un fin narrativo: exaltar a un personaje o un elemento importante dentro de la trama, correr, lógicamente, nuestra atención hacia ahí. En esta nueva, todo parece bastante arbitrario: la sangre, de a ratos, es en blanco y negro; de a ratos, a color. Algunas minas, a veces, tienen coloreados los labios o el pelo; a veces, nada, sin ningún tipo de criterio aparente. Y así con varias cosas. Y eso nos lleva a una única conclusión: el recurso, una vez gastado, agotado, pierde efecto y correlato narrativo. Lo que antes eran decisiones conscientes ahora son elecciones que suenan a capricho estético, en una película que parece mucho menos preocupada por construir narrativamente personajes e historias que regodearse en la estética desprovista de sentido. Algún tiempo atrás, Robert Rodriguez hacía un cine libre igual que un nene encerrado en una juguetería a medianoche. Hoy parece un junkie con demasiadas drogas a mano y manoteando solo para experimentar: bueno, Sin City: A Dame to Kill For le demuestra que tiene la cabeza adentro del inodoro. A nivel narrativo, la película tiene varios problemas. Just Another Saturday Night cuenta la breve historia de Marv (Mickey Rourke), de cómo recupera el conocimiento y trata de recordar cómo terminó así, herido, accidentado; recapitula y se acuerda de que cagó a trompadas a unos frat boys y de que tiene una campera robada. Fin del cuento para Mickey Rourke, que luego será un satélite en un par de historias más. Ahora, posta: ¿la historia se acaba ahí o el montajista tiene un muy buen sindicato que no le deja hacer horas extra sin que le paguen? Las deudas impagas embarran cualquier contrato. Después viene The Long Bad Night, dividida en dos partes, con un Joseph Gordon-Levitt (Johnny) con voz y cuerpo impostados. Johnny descubre que es el hijo del senador Roarke y le gana dos veces a las cartas, asegurándose así un pase directo a la tocada de arpa. Una historia sin sentido, que amaga con darnos venganza de las buenas (Johnny gana, recibe paliza y novia mutilada, se cura, vuelve) pero nos entrega una versión casi igual a su primera parte. Personaje desperdiciado. Historia sin sentido. Deuda impaga multiplicada por dos: somos los acreedores de un deudor chanta que nos promete venganza con pólvora pero nos da un revolver de cebitas. A Dame to Kill For, el meollo del asunto, la entrada en escena de Eva Green (Ava) y Josh Brolin (Dwight, el mismo Dwight de la anterior, antes interpretado por Clive Owen; ok, a alguien no le dio el presupuesto). Dwight muere de amor por Ava (quién no) y la rescata de su supuesto marido golpeador. Pero no, todo era una engaña pichanga para que el enamorado bobo matara al ricachón y ella se quedara con su fortuna. De nuevo, paliza para Dwight, cara desfigurada, cirugía y venganza. En el medio, dos policías con una trama que promete pero queda en la nada. Lo más curioso de esta historia es, una vez más, el amague. Dwight arranca diciendo que nunca hay que liberar la furia contenida, la bestia que hay adentro, y todo el tiempo pensamos que vamos a saber más acerca de esa otra vida que tuvo o que vamos a presenciar su furia desatada. Pero no. Dwight sucumbe ante el amor en forma de tetas perfectas de Ava y paga las consecuencias. Deuda impaga, parte tres: ahora es personal. En serio, ¿qué onda? Todos prometen un manto de sangre y la estafa se acrecienta. Scorsese, a esta altura, ya había roto un par de cráneos para que la fiesta fuera una fiesta. A nivel narrativo, Sin City 2: Una Mujer para Matar o Morir tiene varios problemas. Finalmente, Nancy’s Last Dance, con otro personaje conocido, Jessica Alba en el papel de la stripper más pacata del mundo. Porque Jessica podrá vestir el traje de cowgirl sexy, que le realza las curvas (especialmente las traseras), podrá contornearse de manera sensual, podrá cortarse la cara y dejarse cicatrices sexis, podrá patear algún que otro culo pero la pacatería no se le va ni por puta. A Jessica Alba le falta mucho para ser la chica sexy y dura que el final de la película merecería. Acá no hay deuda: Jessica Alba es la mojigatez hecha actriz y el peor cast para perrearla como Nancy. Acá, al menos, ya habíamos sido estafados en la primera entrega. Pero, tal vez, esa chica mojigata esté en sintonía con el resto de la película. Porque Sin City: A Dame to Kill For es tibia, en las historias que cuenta, en el pobre desarrollo de los personajes, en las resoluciones precipitadas, en la arbitrariedad de los recursos, en la poca emoción que transmite. Hay violencia, hay sangre, hay venganza, hay minas en bolas, pero eso no alcanza para sacudirnos de la letanía del ya desabrido blanco y negro. Robert Rodríguez supo crear un universo libre y fantástico con Sin City. Una lástima que lo haya tirado por el inodoro tan rápido. Ni las monumentales tetas de Eva Green pueden amortiguar el golpe de la caída al precipicio.
TODOS SOMOS PECADORES En un mundo históricamente machista, el hombre es quien ha mandado gracias al potencial uso de su fuerza. Casi siempre es él quien se arriesga mientras que ella se guarda a salvo en su hogar o simplemente acompañando como primera dama. Pero a pesar de eso, la mujer siempre fue la que dominó. Hacemos todo por y para ella y, gracias a eso, pudo ir saliendo de su capullo para ir tomando protagonismo en un planeta en el que cada vez hay menos diferencias de género. Y si esa dama acaso es Eva Green, ni te cuento. Quedarás condenado por los siglos de los siglos. Luego de nueve años del lanzamiento de su versión original, finalmente llega la segunda entrega de “Sin City”, esta vez titulada “Una mujer para matar o morir”. Mucho se habló sobre su realización ya que al parecer este brillante clásico no ameritaba una secuela. ¿Era realmente justa y necesaria? La verdad que no. Aun así, sabemos que Frank Miller, y sobretodo Robert Rodriguez, son autores que trabajan desde un punto de vista netamente comercial, y por eso, si veían una oportunidad clara para hacer más dinero no la iban a dejar pasar, como sucedió con Rodriguez al forzar el falso tráiler de “Machete” a un largometraje y a una fracasada segunda parte. Pero créanme, esta vez no les salió tan mal. La ciudad del pecado es testigo de nuevas historias que comprometen a algunos de los antiguos personajes y también a nuevas apariciones, tales como la de Eva Green y Joseph Gordon-Levitt. Dwight (Josh Brolin) es llevado hacia la tentación para salvar a su antigua y explosiva amante, Ava (Eva Green), mientras que el galancito de “500 días con ella” desafía a la suerte con una sola moneda en mano arriesgando su vida con el senador Roark (Powers Boothe). Por otro lado, Nancy (Jessica Alba) tarda en entrar en acción ya que está ahogando las penas que le dejó la muerte de Hartigan (Bruce Willis), Marv (Mickey Rourke) sigue con su rutina diaria de meterse en problemas y el barrio viejo gobernado por las mujeres también vuelve por más. Lo que hace interesante a esta película no es algo novedoso, sino que es la utilización de una fórmula infalible: una ciudad ficticia, mujeres, sangre, un arte estupenda y muchos, pero muchos, pecados. Sí, lo mismo que vimos en esa película de 2005 pero ahora con nuevos sucesos. Ya sin la ayuda del meticuloso Tarantino, el film termina teniendo tintes mucho más novelescos y mucha voz en off transmitiendo tal cual los pensamientos de los personajes. No hay ningún secreto. Aunque no le llega ni a los talones a su primera versión, justamente porque es la que le dio vida a la ciudad, es casi imposible negar que esta secuela también atrapa la atención al espectador y lo deja con ganas de atacar al salir de la sala. Seguramente los más devotos dirán que le quita valor a la primera, y aunque un poco puedo llegar a estar de acuerdo, no caben dudas de que, entre tanta invasión y saturación de cine pochoclero, resulta ser una película que se destaca gracias a su brillantez sobre todo en postproducción. Tenemos arte, acción, sangre y sexo, ¿qué más quieren? Solo esperemos que a estos golosos no se les ocurra hacer una tercera parte. Para esta ocasión, podemos perdonarlos.
Crítica emitida por radio.
Esta nueva película cuenta con una gran mayoría del elenco multiestelar que participó en la anterior, como Mickey Rourke (Marv), Jessica Alba (Nancy), Rosario Dawson (Gail) y Powers Boothe (Senador Roark), además de breves participaciones de Bruce Willis (Hartigan) y Jaime King (Goldie/Wendy). Pero también hay algunos reemplazos a cargo de los actores Josh Brolin, Jamie Chung y Dennis Haysbert, quienes encarnan a Dwight, Miho y Manute, personajes interpretados en la primera por Clive Owen, Devon Aoki y el recordado Michael Clarke Duncan, respectivamente. A ellos se suman las incorporaciones de Joseph Gordon-Levitt (Johnny), Eva Green (Ava), Ray Liotta (Joey), Christopher Meloni (Mort), Jeremy Piven (Bob), Christopher Lloyd (Kroenig) y Juno Temple (Sally), entre otros. Al igual que su antecesora, “Sin City 2: Una Mujer para Matar o Morir” se conforma de varias subhistorias, pero todas relacionadas entre sí y contadas de una forma no lineal y atemporal. Es por eso que algunas de las mostradas aquí suceden antes y otras después de lo que vimos en la entrega predecesora. En esta oportunidad, el protagonismo de la línea argumental principal recae en Dwight (Brolin), un hombre atormentado por sus propios demonios y asechado por Ava Lord (Green), quizás la única mujer a la que realmente ha amado alguna vez, y la que lo hará pasar por un verdadero infierno. Las otras historias tienen como protagonistas a Nancy (Alba), la bellísima bailarina exótica corroída por el deseo de vengar la muerte de Hartigan (Willis), a Johnny (Gordon-Levitt), el recién llegado a (Ba)sin City buscando hacerse de respeto y un nombre a través de las apuestas ilegales llevadas a cabo por el corrupto Senador Roarke (Boothe) y Marv (Rourke), el tipo que nunca le escapa a una buena escaramuza. Filmada casi por completo en blanco y negro (con algunos colores específicos utilizados para realzar detalles o personas), aquella estética visual que nos sorprendió en 2005, esta segunda parte contiene los desnudos y la violencia típica salida de las hojas de las historietas creadas por Miller. Si bien no aporta nada nuevo ni revolucionario como sí lo hizo la primera, nos hace estar pendiente de la trama y entretiene de principio a fin.
El crimen en más blanco & negro & color Luego del rotundo fracaso que tuvo en los Estados Unidos, llega la segunda parte del film de Robert Rodriguez y Frank Miller que sumerge al espectador en la "ciudad del pecado" bajo la misma estética que combina el blanco & negro con los estallidos de color. Sin City: Una mujer para matar o morir es otra incursión de Rodríguez en el mundo del delito, construído con el espíritu de las viñetas del comic de Miller que tan bien ambos plasman en imágenes. En ese sentido, la película presenta varias historias: Dwight McCarthy (Josh Brolin en reemplazo de Clive Owen) es llamado por su antigua amante Ava Lord (Eva Green), quien le pide ayuda para escapar de un marido abusivo, el millonario Damien Lord; un joven (se incluye a Joseph Gordon-Levitt) que se juega su vida en una partida de poker con el senador corrupto (nuevamente encarnado por Powers Boothe), quien a su vez, desea vengar a su hijo....y los relatos continúan. El espectador espera la acción constante en una entrega que no brilla por la originalidad pero que juega con los personajes y los climas ded manera eficaz, entre strippers armadas hasta los dientes, persecuciones automovilísticas, decapitaciones y samurais al estilo Kill Bill. Al excelente reparto integrado por Mickey Rourke (personaje que no duda en apretar el gatillo con su rostro deformado), Jessica Alba, Bruce Willis (que parece seguir en la atmósfera de Sexto Sentido) y Rosario Dawson, se unen Ray Liotta, Stacey Keach y Christopher Lloyd (el científico de Volver al futuro) como el "médico" capaz de extraer balas del cuerpo a cambio de un buen par de zapatos.
Pecadolandia Para aquellos que se quedaron con ganas de más al terminar de ver "Sin City" (2005), esta nueva entrega que tanto se hizo esperar será muy disfrutable, pero quien desee ver algo novedoso y/o superador deberá esperar por otra oportunidad. Lo mejor de "Sin City 2" es no haber cambiado nada en su tono ni realización; sigue siendo lo mejor en cuanto a mezcla de cine e historieta, y sus personajes principales se mantienen igual a su predecesora. No cambiar, en este caso, es un acierto. Sin embargo, es mucho lo que se quiere contar en 100 minutos. Con la historia principal que tiene a la bella y generosa Eva Green como protagonista es suficiente, más si se tiene en cuenta que siempre hay un cuento secundario con Marv (Mickey Rourke) en acción. Pero había cabos sueltos de la primera entrega y algo que hacer con Nancy (Jessica Alba), lo que se resuelve sin tanta dedicación ni estilo. En el medio, Joseph Gordon-Levitt protagoniza su propia historia que a la vez sirve para terminar de delinear al objeto de la venganza de Nancy. Demasiado. Obviamente se trata de una oda al policial negro, con todos sus clichés. Perdedores, putas, corruptos y una femme fatale por la que cualquiera mataría, en una ciudad que lo que no corrompe, lo ensucia. En lo técnico, el filme es abrumador. Desafortunadamente, el maravilloso blanco y negro, tan duro y contrastante es arruinado por los anteojos 3D que opacan la visión y oscurece los blancos. Ciertamente, el 3D es un artilugio que no suma en esta película tanto como su fotografía que debería poder disfrutarse sin obstáculos.
No tiene el encanto y la sorpresa de la primera, pero eso no significa que no mantenga otros atractivos, a pesar de la reiteración estética y de que sus historias son desparejas. Solo dos son buenas. Eva Green es toda seducción y Jessica Alba se suelta. Mickey Rourke, con toneladas de maquillaje, y Josh Brolin no se quedan atrás en darle carnadura a sus personajes.
En el año 2005 tuvimos el gusto de conocer “Sin City - La ciudad del pecado” película que obtuvo una recaudación de casi 16 millones de dólares. En esta oportunidad llega la segunda parte de la saga manteniendo la misma estética filmada en blanco y negro, aunque se muestran por momentos detalles en colores como: letreros luminosos, los ojos, la ceniza de un cigarrillo, un abrigo azul brillante, estallidos, un auto, y la luz del patrullero entre otros. Se aprovecha como suele suceder en varias secuencias el 3D, cuenta con la estupenda: fotografía de Robert Rodríguez y Carl Thiel y la fotografía y edición de Robert Rodríguez. La película narra varias historias: por un lado el carismático personaje que interpreta Mickey Rourke como Marv, con su rostro casi deformado, se enfrenta cuando la acción lo requiera; por otro lado esta Dwight McCarthy (Josh Brolin en reemplazo de Clive Owen, de ahí el cambio en el rostro) quien ante un llamado se vuelve a reencontrar con su antigua amante Ava Lord (Eva Green "Sombras tenebrosas", "300: El nacimiento de un imperio),que compone a una femme-fatale feroz, sex-symbol, con varios desnudos cuidados, se ve bella y se debate siendo un ángel y demonio, su objetivo es liberarse de su esposo millonario Damien Lord (Marton Csokas) y para ello utilizará todas sus artimañas como si fuera una viuda negra. Esta Johnny (Joseph Gordon-Levitt) el ambicioso y hábil jugador de naipes, su pareja en el amor es Marcie (Julia Garner) a quien deberá proteger, el juego se encuentra organizado por el ruin senador Roark (Powers Boothe); otro de los personajes es una stripper que tiene sed de venganza Nancy (Jessica Alba), aún sufre y lleva el luto del detective Hartigan (interpretado por Bruce Willis). Aparecen algunos cameos más como el divertido personaje de la empleada del bar en la piel de Lady Gaga; el policía Mort (Christopher Meloni) y hasta siguiendo con Joey (Ray Liotta) y médico Kroening (Christopher Meloni). Los fans y seguidores se encuentran con toda la acción y la aventura, como así también con otros elementos típicos de la historia. Cuenta con una gran estética, es visualmente atrapante, posee un gran elenco y nuevos personajes, se van creando diferentes climas, la falla se encuentran: en la dirección de arte y un guión que tiene algunos problemas narrativos y hasta en algún momento puede resultar un poco aburrida. Esta película en Estados Unidos resultó ser un fracaso en la taquilla y hasta el momento sólo recaudó $ 7 millones de dólares en la taquilla durante sus tres primeros días de proyección.
Sin City: Una Mujer para Matar o Morir no es un caso extraño desde lo innecesario de su existencia como secuela, sino desde lo tardío de su llegada. Nueve años después de la primera parte, lo que resultaba extremadamente original ya ha inevitablemente dejado de serlo. Sin embargo, hay que reconocerlo, los espejitos de colores (bueno, blanco y negro con algo de colores cada tanto) brillan cada vez mejor, y para ello ayuda el aspecto lúdico de la producción y el montaje -que se nota especialmente en la primera parte. La factura técnica, salvo por algunos tramos del final, es indiscutible. Pero no es suficiente: con diálogos que ya no sorprenden y caracterizaciones demasiado banales, lo caricaturezco se convierte aquí en acartonado, y el tono de falsedad hiper-estilizada que resultaba tan atractivo en la primera parte ahora se siente cansado y repetitivo. La estructura multiprotagonista se mantiene, y si el espectador distraído se pregunta porqué siente que está viendo de nuevo historias que parecían concluídas, vale recordar que algunos fragmentos funcionan como una suerte de precuela. Regresan a sus personajes Jessica Alba -todavía un poco más irrelevante como la pobre Nancy, quien busca venganza con justas razones-, Bruce Willis como el fantasma de Hartigan, Rosario Dawson como Gail, y Mickey Rourke como Marv, quien permanece el personaje más interesante de todas las historias. A falta de Clive Owen, Josh Brolin se calza sus botas en una extraña previa encarnación de Dwight, ese tipo honesto que no quiere matar a nadie pero termina siempre en medio de una gran masacre. Los nuevos personajes le pertenecen a Joseph Gordon Lewitt (Johnny) y hasta Lady Gaga tiene un cameo, pero es realmente Eva Green como Ava Lord quien se roba todas las miradas encarnando a una femme fatale que hace mucho énfasis en la última parte de ese título. La segunda parte de Sin City es innecesaria, es cierto, pero también lo fue el segundo capítulo de Machete, y al menos queda el consuelo de que esta secuela en ese sentido es bastante mejor. Poca cosa para un director como Robert Rodríguez, que alguna vez brilló como uno de los talentos más interesantes del nuevo off-Hollywood.
Sin City, para caer en la tentación En 2005 nos sorprendió a todos el estreno de la película La Ciudad del Pecado (Sin City), un film basado en los cómics escritos y dibujados por Frank Miller. Esta historia fue publicada como tira por la editorial Dark Horse en 1991 y después se adaptó al formato de novela gráfica. El cómic presentaba distintos personajes que, en primera persona, relataban sus andanzas en la corrupta, sucia y violenta ciudad de Basin City. La adaptación, dirigida por el mismo Miller y Robert Rodriguez (y una participación especial de Quentin Tarantino), fue un éxito rotundo. Los encuadres -muchos "calcados" a la perfección del cómic-, el uso del blanco y negro, las historias elegidas (El Duro Adiós, La Gran Masacre, Ese Bastardo Amarillo y El Cliente Siempre tiene la Razón), el excelente elenco, la violencia y sexo explícitos sin censuras, la originalidad del formato utilizado, hicieron un combo tan atractivo y espectacular que es uno de los mejores films adaptados a la pantalla grande proveniente del Noveno Arte. Tuvimos que esperar casi una década para poder ver la secuela de esta perlita y, más allá de que no llega a ser tan buena como su antecesora, es una obra digna de ver. Este largometraje está basado en la segunda historia publicada cronológicamente llamada Una Dama por la Cuál Matar (1993-1994) y presenta cuatro historias. En la primera, que le da el título al film, Dwight (Josh Brolin) es contactado por su antigua amante Ava (Eva Green) para que la ayude a escapar de su abusivo marido. Pronto se dará cuenta que la femme fatale tiene otras intenciones. En Sólo Otra Noche de Sábado Marv (Mickey Rourke) despierta en una carretera cerca de los Proyectos rodeado de estudiantes muertos y sin recordar cómo llegó hasta allí. La historia La Larga Mala Noche, escrita especialmente para el film, nos presenta a Johnny (Joseph Gordon-Levitt), un joven y arrogante jugador cuyo objetivo es vencer y humillar al Senador Roark (Powers Boothe) en una mesa de póker. Grave error. Por último La Gran Pérdida, otra historia original, en donde veremos a Nancy (Jessica Alba) queriendo vengar el suicidio de John Hartigan (Bruce Willis). Un buen consejo es que se tomen el tiempo de ver la primera, lo hayan hecho o no. Les va a venir bien para recordar personajes y también porque un par de estas historias son secuelas y hasta precuelas de las que se vieron antes. La dirección vuelve a estar a cargo de Miller y Rodriguez -atentos que se los puede ver en la pantalla del televisor del departamento de Nancy- y, prácticamente, todos los recursos que nos fascinaron en La Ciudad del Pecado vuelven a ser utilizados en ésta. O sea que la frescura, originalidad y encanto que generó la primera, acá se pierden. Para ejemplificar, es algo como lo que pasó con 300: El Nacimiento de un Imperio (300: Rise of an Empire, 2014), en menor medida, ya que esta es mucho mejor película. En nueve años pasaron varias cosas que afectaron a este largometraje. Aunque en Una Dama por la Cuál Matar el personaje de Shellie aparece, los directores decidieron sacarlo por respeto a la fallecida Brittany Murphy. Michael Clarke Duncan, que también murió, tenía el rol de Manute, acá reemplazado por Dennis Haysbert. Cliwe Owen (Dwight) no pudo estar y Brolin tomó su lugar, al igual que la embarazada Devon Aoki (Miho) por Jamie Chung y Jeremy Piven (Bob) por Michael Madsen. Presten atención que aparecen Alexa Vega -ahora llamada Alexa PenaVega- y Lady Gaga. Disfruten este film y, si quieren, sucumban ante la tentación. Es que en la ciudad del pecado todo puede pasar.
En 2005, Robert Rodríguez realizó una película basada en un comic pero respetando fielmente -a niveles enfermizos, por momentos- cada viñeta. La Ciudad del Pecado (título argentino de Sin City) tenía como fuente la creación de Frank Miller, a quien el responsable de El Mariachi tuvo la amabilidad de ofrecerle la co-dirección. El resultado: cine negro puro y duro, producto de la fusión entre el séptimo y el noveno arte. Además, el casi total uso de pantalla verde para trasladar el poderío visual de los dibujos inspiró a producciones como 300, de Zack Snyder, también sobre material de Miller. Debido al éxito, enseguida fue anunciada una secuela para 2006. Los años fueron pasando, al igual que los rumores, hasta que por fin Rodríguez y Miller encontraron tiempo para llevar al público a un nuevo tour por este infierno urbano. Sin City: Una Mujer para Matar o Morir replica el mecanismo y las formas de la primera parte: historias repletas de violencia, antihéroes, violencia, villanos, mugre, violencia, sexo, violencia, venganza, más violencia, corrupción, y más y más violencia. Marv (Mickey Rourke) vuelve a erigirse como la figura más icónica; representa lo más oscuro y horrible de esas calles y bares, pero también el costado más humano, ya que aún conserva códigos y puede aplastar cabezas si sus amigos -o algo parecido a amigos- están en problemas. Los directores vuelven a lucirse con secuencias de acción, tensión y erotismo, adornadas por los recursos ya vistos en los cuadritos y en el film anterior. Sin embargo, el uso de la fotografía blanco y negro (con colores en momentos y detalles específicos, como ojos y labios), las persecuciones de pura fantasía y las matanzas ya no representan ninguna novedad. De hecho, esta impronta también se agotaba rápido en La Ciudad del Pecado, pero es gracias a la solidez de las tramas y el desarrollo de los personajes que la película nunca decae. Rodríguez no pretende revolucionar el cine; su prioridad es jamás aburrir. Él es un gran fanático del cine y filma lo que todo fanático anhela: sangre, disparos, explosiones, mujeres sensuales (y sexuales). Grandes espectáculos con actitud. Las novedades sí vienen por el lado de los pecadores. Por un lado, los actores que reemplazan a otros en los mismos personajes. Josh Brolin ingresa por Clive Owen en el rol de Dwight, un fotógrafo ágil y fuerte… hasta que se topa con amores asesinos. Un caso similar es el de Dennis Haysbert, quien retoma el papel de Manute, antes encarnado por el fallecido Michael Clarke Duncan. En cuanto a las incorporaciones, Joseph Gordon-Levitt hace de un joven apostador que busca a su padre, y no precisamente para darle un abrazo. Eva Green se roba cada escena, dando cátedra de femme fatale; aparece desnuda en el 80% de su tiempo en pantalla, siempre imponiendo una personalidad que nada tiene que envidiarle a las chicas malas más legendarias, empezando por Lana Turner. También hay más participación de actores poco vistos en la película anterior. Tal es el caso de Powers Boothe, quien revalida su condición como uno de los mejores secundarios de los últimos 30 años. A la inversa, Bruce Willis tiene una mínima participación aunque crucial. A pesar de sus excesos y de un estilo que ya no asombra, Sin City: Una Mujer para Matar o Morir conserva la potencia. Otro ejemplo de que Robert Rodríguez puede hacer las películas que quiera, como quiera, y dentro de Hollywood. Al ser tan inquieto, pronto regresará con más pecados, machetes, mariachis y alguna sorpresa.
La otra cara de los cómics Una excelente noticia para los amantes del comic; desafío para los seguidores del cine en sí mismo, pues encontrarán en esta película una ave rara dentro de la bandada… que tal vez represente una fresca brisa. ¿Quién sabe? Aunque todo depende. Si se es más o menos seguidor del director Robert Rodríguez no habrá tanta sorpresa en Sin City 2: una mujer para matar o morir. Este mejicano que entró con un portazo a la industria norteamericana filmando El mariachi sobre una silla de rueda para abaratar los costos, no perdió nunca su espíritu indomable. Y luego ha estado vinculado a muchos proyectos que gustan más o menos pero que cada tanto rompen las estructuras dentro del sistema, llegando incluso a ganar buen dinero con ellos. Como por ejemplo con la saga completa de los Mini espías, que además de arrasar en las boleterías de todo el mundo abrieron la puerta a un Rodríguez también inquieto en lo que hace a desarrollo de efectos especiales originales. Como su compinche Tarantino, el mejicano es un apasionado del cine y cree en la magia de la imagen, por ello la va tan bien este filme. Porque Sin city (Ciudad del pecado, literalmente) no se parece en nada a los comics de Marvel en pantalla grande. Más bien corre por un camino paralelo, alternativo, underground, como prefiera llamarlo, donde mucho material que delante de una familia no puede mostrarse, sí tiene un lugar. Allí hay perversos, locos, prostitutas, pero no tienen el glamour de los villanos de Los Vengadores o Iron man, ni el Superman de DC Comics; más bien parece que se retocaron la presencia en un callejón antes de aparecer frente a las cámaras. Ya es hora de contar la trama, que tiene a dos o tres protagonistas principales, como son el asesino a sueldo Marv, el jugador de póker Johnny y el liso y llano perdedor conocido como Dwight. Con su habitual pericia como guionistas, Rodríguez y Miller van a hacer que estos ovillos se enreden, mientras por el camino vamos observando diálogos típicos del comic o de los viejos clásicos del cine policial negro de la década de 1950, llenos de frases talladas en piedra de maldiciones y amores. Un amor con una especie de viuda negra, mujer fatal que avinagra la vida de un hombre permeable. En paralelo, una disputa de poder en el juego, con un político asesino y un niño bonito rebelde. Pero lo que sobresale es lo visual, sin dudas, algo que se puede disfrutar mejor en la versión en 3D. Allí hay varias perlitas que muchos, ya sea dibujantes, diseñadores, pintores, arquitectos y demás sabrán apreciar en la pantalla.
Atracción fatal Tras nueve años de la mínimamente llamativa primera entrega, una nueva edición emerge a las salas y con ella renace la expectativa de la misma forma en que aparecen las dudas y los cuestionamientos. Mantener el nivel de su predecesora resulta una tarea sumamente difícil; de hecho son contadas las veces en las que una segunda parte ha podido superar a su pieza anterior. Aún con intermitencias y con momentos en los que parece olvidar sus limitaciones, Sin City 2: Una mujer para matar o morir completa una aceptable performance, conservando algunos trozos de lo bueno que supieron cimentar Robert Rodriguez y Frank Miller en la precursora. En esta oportunidad, Dwight (aquí desde la encarnación de Josh Brolin), seducido, manipulado y traicionado por Ava Lord (una cautivante Eva Green), intenta ajustar cuentas con ella. Nancy acumula sed de venganza y Johny se propone aniquilar al villano más despreciable de Sin City. No hay nada para reprocharle al film en términos técnicos; la imagen lúgubre y desolada de la ciudad sigue vigente y firme bajo ese sugestivo y estimulante trabajo de fotografía. El clima de cine noir almacena el estilo siniestro de lo que fue la apertura, hace casi 10 años, apostando fuerte a ese aspecto en el que más favorecida sale la proyección. Vale destacar la inclusión de Joseph Gordon-Levitt, actor que revitaliza un poco la cuestión construyendo un personaje de apariencia y mirada segura, que no se achica ante ningún individuo que se le interponga en su camino. El joven director y protagonista de Don Jon le añade frescura al film y posiblemente el capítulo en el que presta su presencia sea de los más atrayentes. Más allá de lo irregular y de a ratos poco conectora que se hace Sin City 2: Una mujer para matar o morir, la obra acierta en cuanto a la duración, apenas sobrepasando la hora y media, desestimando así la posibilidad de recaer en rellenos que terminen haciendo el asunto más denso de lo previsto. Féminas atractivas y armadas hasta la médula sobran en esta segunda porción; Eva Green acaba siendo la más provocadora. Decapitaciones, balazos y salpicones de sangre no le faltan, aunque por momentos dé la sensación de que se recae en más de lo mismo o en la reiteración innecesaria y poco sorpresiva que infiere la violencia en sí en la pantalla. Sin City: A Dame to Kill For triunfa cuando vemos en acción a esa mole que no le teme a nada que compone nuevamente con solvencia Mickey Rourke. También saca unos puntos extra con el aporte de Gordon-Levitt, aunque lejos queda su esencia de aproximarse a la notable primera edición. LO MEJOR: la fuerza visual, intacta. La aparición de Gordon-Levitt y Eva Green. LO PEOR: no aporta demasiado en materia de novedoso. Las historias no tienen el mismo poder de enlace que en el film anterior. PUNTAJE: 6 Recordando a Sin City En 2005 tuvo lugar esta esperada adaptación del cómic de Frank Miller que acabó convirtiéndose en un gran clásico y exponente del cine negro. Sin City para muchos ha sido algo lenta o perezosa en su desarrollo, algo indiscutible dado que no se trata de un film dotado de un ritmo avasallante; tampoco es lo que ha buscado y no tendría el mismo sentido si hubiese poseído un fuerte dinamismo. La obra de Robert Rodriguez y Miller (que se valió de la participación como director invitado de Quentin Tarantino) se caracterizó por una puesta en escena de una potencia visual magnífica, una suerte de halago para la óptica humana. Imágenes bañadas de un valor estético preciosista fusionadas con ambientaciones apagadas, sombrías, lluviosas, siempre acorde a una serie de acontecimientos de un nivel de podredumbre importante y variable, en términos morales y de corrupción. Tres historias en las que cada sujeto tiene un vínculo firme y estrecho con alguna mujer en cuestión. Una atadura que funciona en cada caso como motor o empuje a la hora de llevar a cabo acciones vengativas, de redención, algunas más bestiales y salvajes que otras. Un reparto amplio en el que se lucieron Mickey Rourke, Bruce Willis y Cliwe Owen, y en el que además participaron Rosario Dawson, Jessica Alba, Benicio Del Toro, Elijah Wood, Josh Harnett y Michael Madsen, entre otros. Cada episodio tiene un caudillo que relata sus sensaciones, sus pensamientos y sus travesías. Una narración casi poética a tono con la calidad de las láminas fundidas en ese blanco y negro sutil y refinado en el que cada tanto se cuela algún retazo de color. Sin City ha llamado la atención y ha trascendido principalmente por la elegancia propia que adquiere desde lo visual y por la cantidad de figuras que se predispusieron a formar parte de ella. Una ciudad sórdida, melancólica, donde los burdeles copan las calles y la sensualidad de las mujeres se entremezcla con su coraje. Violenta y distinta, aunque no para todos los gustos, se ha convertido en una más que interesante y memorable propuesta. PUNTAJE: 7,7
Anexo Por Cristian Ariel Mangini (@Masterzio84) sin city uno La secuela de Sin City debe ser uno de los proyectos más problemáticos de la industria hollywoodense en los últimos años. Su desarrollo estuvo repleto de inconvenientes, cambios de fechas y de reparto, a pesar de contar con el impulso de Robert Rodríguez y el apoyo indispensable de Frank Miller, autor del reconocido cómic. Y sin embargo, el tiempo de producción no parece compensar un producto que funciona más como una apostilla o un anexo de la exitosa primera parte lanzada hace casi diez años, que como una película autónoma. Con un reparto que haría el agua en la boca de cualquier director de una película de género y una introducción explosiva con el personaje más carismático de la saga cinematográfica (el Marv de Mickey Rourke), la película sin embargo se cae y su plato principal, el episodio A dame to kill for, no termina logrando la intensidad de las historias que ofrecía la primera parte. La elección de los episodios que componen cada entrega de las adaptaciones cinematográficas de Sin City también termina afectando el tono, sin que Frank Miller se haya propuesto esto originalmente: mientras que la primera parte era más cercana al horror y los relatos pulp amarillistas, la secuela que nos ocupa tiene un tono de policial negro más uniforme pero también más previsible. Por esta razón es que esta nueva edición no sorprende tanto como la primera y, a pesar de que profundiza en el universo de Miller, también termina poniendo en evidencia inconsistencias en la elección de las historias que componen cada film. Esto se puede ver sobre todo en lo endebles que resultan los relatos originales que Miller realizó para la adaptación cinematográfica: uno de ellos podría haber funcionado en su cómic original por la fuerza expresiva de sus encuadres y la ampliación de la mitología en torno al senador Roarke, pero en la película su conclusión seca y un desarrollo algo tosco con un cameo genial de Christopher Lloyd, deja a uno esperando más del Johnny interpretado por Joseph Gordon Levitt (que nada tiene que ver con el personaje del prólogo y el epílogo de la primera Sin City) que, a priori, se presentaba como un personaje atractivo. La otra historia, Nancy´s last dance, pretende un cierre justiciero al relato que tenía como protagonista al John Hartigan de Bruce Willis, que aquí sólo lo veremos en algunos cameos. El problema aquí es nuevamente su inconsistencia: frente al tono nihilista que sobrevuela la obra de Sin City, el cierre que da final a la película suena forzado y, con la excepción de los diálogos, lejano al espíritu que da Miller a sus relatos. Por otro lado, ¿cuántas veces pueden usar a Marv (Mickey Rourke) para que sea parte de alguna de las historias? Con A dame to kill for, una de las mejores historias de la obra de Miller, sucede, en primera instancia, que el cambio del actor que interpreta a Dwight le quita fuerza interpretativa. Mientras que en Sin City Clive Owen le daba intensidad y un tono dramático a su personaje, en la secuela Josh Brolin entrega un personaje más volcado al héroe de acción. Esto lleva a que se vea esencialmente un personaje cercano al Marv de Mickey Rourke interpretando una historia donde un registro más dramático hubiera ayudado a hacer más creíble la contradictoria relación entre la monumental Ava (Eva Green, en todo su esplendor, como si hubiera nacido para ser femme fatale) y Dwight. Traslada la expresividad del color del material original, que rompe con la uniformidad adrede del blanco y negro, pero no así la audacia visual y barroca con la que se presenta la historia que abre el film, Just another saturday night. Algo más rebajada que la película original, esta secuela resulta menos contundente y cierra como un anexo, más allá de la destreza que ofrece Rodríguez en la dirección de la acción.
A Sin City 2: Una mujer para matar o morir se la acusó de repetir el estilo de su predecesora, de no haber inventado nada en relación con la primera transposición del cómic hace ocho años. Pero en ninguna parte dice que las películas de una misma serie tengan que innovar permanentemente: por ejemplo, no se les reclama eso a las triologías de El señor de los anillos, Matrix o de superhéroes como Batman o Spiderman. De Sin City 2 los críticos esperaban vaya a saber qué clase de reinvención estética y narrativa, pero resulta que la película no parece interesada en reinventar nada, más bien es al revés, los directores se esfuerzan por replicar las búsquedas de la anterior aprovechando lo mejor posible la tecnología disponible. Sin City 2 se mueve a puro golpe de estereotipo, explotando sin una pizca de culpa convenciones, lugares comunes y frases hechas, pero no tiene nada en común con Machete Kills, la película anterior de Robert Rodriguez incapaz de generar una sola imagen o diálogo sin reírse de sí misma. Lejos de esa autoconsciencia estéril, la secuela de Sin City (re)produce un universo con reglas y obsesiones propias. En ese universo la sutileza no parece ser una variable o directamente una posibilidad: los protagonistas se comunican con one liners y actúan de acuerdo con las convenciones más reconocibles del film noir y del cine de acción. Pero no se trata solo de calcar las zonas más representativas de un género sino de exacerbarlas mediante una estilización hiperbólica que hace estallar cualquier verosímil imaginable: una cosa es una femme fatale recluida en su mansión, tejiendo cual araña una trama de engaños y muerte (nada que el film noir no haya mostrado cientos de veces) pero otra distinta es que la gente no muera después de recibir varios impactos de bala, o que se pueda arrojar desde un auto en movimiento a una persona sin causarle más que unos rasguños (y son varios los que salen volando eyectados desde un vehículo en movimiento). Unos pocos minutos de Sin City2 alcanzan para comprender cómo es la vida en ese ecosistema enloquecido que cuenta con especies de monstruos sobrehumanos e indestructibles como el Marv de Mickey Rourke o con villanos que pegan la vuelta varias veces al cuenta kilómetros de la maldad como el senador Rourke a cargo del gran Powers Booth. Los problemas no surgen por el lado de la desprolijidad sino, justamente, por el de las medias tintas, como le pasa al personaje de Jessica Alba, que nunca termina de participar realmente de la corrupción que carcome la ciudad; su historia nunca funciona y supone un tropezón importante sobre el final de la película. Es una obviedad decirlo, pero el recurso visual por excelencia de la serie, el contraste marcado de grandes masas de blancos y negros (aunque en las dos películas hay escalas de grises que la historieta no exploraba) expresa a la perfección la carencia absoluta de matices de Basin City, y el tándem de Rodriguez y Miller no necesita preocuparse por la psicología de sus criaturas, la elegancia de la puesta en escena o por afinar los trazos de la narración y los diálogos, sino que puede entregarse libremente a un frenesí de guiños y excesos cuya única lógica parece ser la búsqueda de una suerte de felicidad de la mirada. Por momentos es como si el cine tratara de despojarse de cualquier clase deber ser, de norma narrativa y audiovisual que se interponga en su camino. Esa libertad, incluso con todos los reparos que puedan hacérsele a Sin City 2 es rara de ver y sentir en la mayor parte del cine mainstream.
Impresión con blancos y negros La primera Sin City nos sorprendió a todos. Fue un golpe demasiado fuerte que puso la vara muy alta para juzgar cualquier secuela, de esas que necesita superar o entregar algo tan o más innovador, que en caso que finalmente no lo logre, dejará un sabor amargo. Lo que sucede con esta segunda parte es precisamente eso, Sin City 2 es menor que la primera parte en muchos aspectos, si bien mantiene el estilo, la narrativa y muchas de sus características. Quizás es el cierre de algunas historias lo que termina brindando esa sensación, algunas comienzan muy bien y van deshilachando el interés a medida que transcurren. Sobre todo la del senador Roark, la malicia de un gran personaje bien interpretado por Powers Boothe, con Nancy Callahan (Jessica Alba) como principal antagonista. Si es el tipo más poderoso de la ciudad no puede tener un cierre con un suspenso tan mal trabajado. Lo mismo sucedió en cierto sentido con la historia de Johnny (Joseph Gordon Levitt), aunque de forma distinta. Ahí en algún momento pareció interesante, pero no llegó a explotar como prometía. La única excepción fue la historia principal “Una dama para matar”, con una buena interpretación de Josh Brolin como Dwight McCarthy, y la femme fatale de Eva Green como Ava cuyo encanto y caracterización hacen explotar su sensualidad más allá del fácil recurso del desnudo. Hay buenas actuaciones en Sin City 2, no se puede negar, más allá de ciertas excepciones como la de Jessica Alba que no logró convencer con el sufrimiento de su personaje. Pero queda la impresión que fueron mal aprovechados en historias sin contundencia. La estética se mantiene, es impecable, en ese sentido el 3d ayudó para brindar algo diferente de la primera, utilizando las profundidades y el ambiente a su favor. Aunque no hay muchas cosas que sobresalgan de la pantalla, el 3D se utilizó con otro criterio al que se suele ver. Marv (Mickey Rourke) no se destaca como la anterior, si bien hace el mismo papel. La primera historia de la cual forma parte casi como prólogo, sirve casi como excusa para darle un lugar un poco más importante. A pesar de todo esto, la trama no es aburrida, por momentos atrapa al espectador y lo mantiene en vilo a la espera de algo mayor, sin embargo, se trata de un anzuelo sin carnada. Por Germán Morales
Muy poco y muy tarde para una secuela nada innovadora. Más de un aspirante a cineasta alrededor del mundo tiene a Robert Rodriguez en un altar. No es difícil ver porqué: De la mano de El Mariachi le demostró al mundo que no se necesita tanto dinero para hacer una película –o al menos una que te permita empezar– y con Sin City propuso un estilo visual innovador que sigue a rajatabla el propuesto por el creador de aquella historia: Frank Miller. Pero nueve años más tarde, el estilo ya quedo establecido y la innovación ya no es tal. Lo que cocina la pregunta “Ok, ¿Qué mas tenés?” y la demorada respuesta, aunque estilísticamente apropiada, narrativamente muestra una pereza e impericia narrativa que saca a relucir los peores defectos de sus directores. ¿Cómo está en el papel? Sin CityEsta secuela de Sin City cuenta tres historias: En una, Johnny (Joseph Gordon Levitt), un apostador con una buena suerte innata, planea ganarle una partida de poker al villanesco Senador Roark (Powers Boothe). En otra, la stripper Nancy (Jessica Alba) quiere matar al mismo Senador pero como venganza por lo ocurrido al personaje de Bruce Willis en la primera película. En la tercera, Ava Lord (Eva Green) trata de convencer a su ex-pareja Dwight (Josh Brolin), un investigador privado, de salvarla de su ruin y millonario esposo. Las primeras dos historias fueron escritas especialmente para la película por el propio Miller, mientras que la tercera sigue fielmente la historia original del comic y que da título a la película. La estructura argumental, si se la puede llamar así, está distribuida como un sándwich. Empieza con la historia de Levitt, luego continua con la de Jessica Alba, luego viene –cual jamón del medio o la hamburguesa entre los dos panes— A Dame to Kill For sin cambiarle una sola coma a la historia original y sin interrupción alguna de las otras dos líneas argumentales, para retomar y cerrar la historia de Levitt, y luego retomar y cerrar la historia de Jessica Alba. Se nota a la legua que con solo la historia del Comic no llegaban a los 90 minutos, y para no volverse loco mezclándola con otra de las novelas, se crearon estas dos historias. Frank Miller es uno de los grandes guionistas e ilustradores que ha dado el arte del comic. Las novelas de Sin City son cine negro puro y duro llevado a las viñetas; funcionan y hacen que nos metamos en la mente y en los predicamentos de sus personajes. Pero esta secuela expone por enésima vez algo que pude confirmar: Que no sabe trasladar esa pericia al arte de la narración cinematográfica, donde entran en juego otras cosas: El guion de Miller parece empecinado en mostrar violencia sin sentido y frases cool. Si fuera una película exploitation lo entendería, pero el cine negro en el que se inspira no es solo exploitation; le falta ese nihilismo, le falta esa cuesta arriba, le falta esa debilidad humana tan arraigada en los sentimientos de sus personajes que se sentían tan reales en la primera película y en esta secuela es tan artificial, por no decir terriblemente superficial. ¿Cómo está en la pantalla? Alguien tiene que decirle a Robert Rodriguez varias cosas. Primero, filmar barato te hace un productor eficiente, no un buen director. Segundo, cortar bien te hace un buen montajista, no te hace un buen director. Tercero, filmar lindo te hace un buen director de fotografía, no te hace un buen director. Quinto, sacáte la p%&$ de Frank Miller de la boca, porque tu admiración ciega por el no te permite ver que la historia que funciona en las viñetas no está fluyendo bien en la pantalla. Por el costado actoral, hagamos lo siguiente: Joseph Gordon Levitt entrega una interpretación empática y que se gana la complicidad del espectador de entrada, a pesar de que hay ocasiones que el desarrollo de personaje que le ofrece el guion es bastante flojo. Por fuera de él, si no menciono a otros actores, es porque laburaron bien a pesar de la floja historia puesta a su servicio. Aclarado esto me detengo en las dos actuaciones que más me hicieron ruido, y por las que más me van a decir “No veo esta película para verlas actuar”, pero son falencias que saltan tanto a la vista y a los oídos que es imposible no mencionarlas. Eva Green (de la cual les adelanto que pela), una señorita que ha demostrado en sobradas ocasiones tener un talento actoral a la altura de su belleza, aquí sobreactúa al borde de la exageración. Uno podría pensar que ella homenajeo o se inspiro en las femme fatales de las películas de los ’40. Dicho registro desentona completamente con el resto del reparto y el registro de la película. Pero no todo es culpa de Green; es también un desacierto de Rodriguez como director de actores que tuvo que haber percibido y arreglado ese problema de tono. Está bien no sobredirigir a los actores, pero si los dejas así a la buena de Dios suelen pasan estos problemas. Jessica Alba (que no pela) encarna a un estereotipo totalmente carente de credibilidad, y aun menos de profundidad, de la loca y la borracha. El Cine Negro es psicología pura, que se tiene que trabajar en los ensayos, y la interpretación de Alba denota la poca preparación y aun menos ensayo. Conclusión Si bien mantiene el estilo visual de su predecesora, esta secuela de Sin City denota una pereza en el desarrollo de sus personajes que pone en evidencia la incapacidad de trasladar la narración ilustrada a la narración cinematográfica. Hay acción y humoradas, así como cuerpos desnudos para el disfrute del onanismo tanto masculino como femenino. Pero es un caramelo visual carente de alma, que desgasta el interés con cada minuto que pasa. La contracara absoluta de la película original.
Acción que naufraga por sus excesos Cuando “Sin city” irrumpió en los cines hace nueve años, la industria del entretenimiento entró en shock. Con su estética negra en versión cartoon, la película consiguió una legión de seguidores y un guiño favorable de la crítica. El éxito en la taquilla fue instantáneo y, por esa razón, el estreno de esta segunda parte había despertado una gran expectativa en todo el mundo. Pero utilizar la misma fórmula, con los mismos directores y prácticamente el mismo elenco, no asegura exactamente los mismos resultados. Sin el efecto sorpresa de la primera vez, aunque volviendo a la violencia machista y misógina de la primera entrega, “Sin city 2” defrauda de principio a fin. No es que esté mal hecha. Por el contrario: tiene una estética impecable y la belleza de sus cuadros superan el nivel de la película original. Pero, para ser sinceros, la narración no aporta nada nuevo y, por momentos se extravía con divagues innecesarios. El elenco de estrellas, en el que se destacan Mickey Rourke y Bruce Willis, está lleno de caras famosas, pero en muchos casos son rostros casi irreconocibles por la estética de la película. Algunas apariciones especiales, como por ejemplo la de Lady Gaga, agregan algo de curiosidad pero no mejoran sustancialmente la película. Sólo Eva Green supo explotar su rostro de mujer mala y aporta algo de brillo a este fallido policial noir. Las diferentes historias que conforman el relato, y que se van cruzando, son a todas luces desparejas y poseen diferentes niveles de interés. Mujeres fatales -casi siempre desnudas-, policías corruptos, alcohólicos desesperados, perdedores de todo tipo y personajes del policial negro se pierden en un exceso de estética que termina convirtiendo todo en una improvisada y sangrienta comedia. Las sutilezas maravillosas que Frank Miller y Robert Rodríguez desplegaron a la perfección en la primera película están aquí ausentes. Prácticamente no hay matices. Y eso se paga caro. Los que gozaron con la película de 2005 se podrán entretener un rato. Pero seguramente mirarán el reloj más de una vez.
En un año plagado de secuelas, “Sin City 2: una mujer para matar o morir” cae dentro del grupo de las “innecesarias”, aunque con mejores virtudes por cierto. La primera, de 2005, tenía la ventaja de un deseo ferviente por parte de los fanáticos de Frank Miller de verla en cine. Sobre todo de la mano de Robert Rodríguez, para darle vida propia (uno de los segmentos estaba dirigido por Quentin Tarantino). Ya instalado como baluarte del cine grindhouse, clase B, de bajo presupuesto y personajes esperpénticos, el mexicano conoce los bueyes con que ara y apuesta doblemente a subrayar todo aquello que gustó y funcionó hace más de nueve años. Vuelven entonces todos los elementos anteriores empezando por la configuración nocturna, oscura, marginal y lluviosa de esta imaginaria Ciudad del Pecado, siguiendo con varios de los personajes ya vistos Marv (Mickey Rourke), Nancy (Jessica Alba), la stripper de la cual Hartigan (Bruce Willis) se enamoraba y protegía (esta vez él aparece como una presencia fantasmal), Gail (Rosario Dawson), la matona de otro barrio de mujeres rudas, el senador Roark (Powers Boothe), timbero y corrupto, y Dwight (Josh Brolin – en la anterior interpretado por Clive Owen-. Por otro lado aparecen buenos personajes nuevos como Johnny (Joseph Gordon-Lewitt), el jugador de cartas, o una femme fatale interpretada por Eva Green Las historias de “Sin City 2: una mujer para matar o morir” están barnizadas por el mismo concepto estético en blanco y negro (salvo labios, ojos de mujer o algún otro detalle) y una similar forma de contar las sensaciones en primera persona con voz cansina, derrotada por el whisky y el cigarrillo. En este punto es donde se resiente el funcionamiento de la película. Al no contar con el factor sorpresa de la impronta de la primera tal vez hubiera sido más importante ocuparse mejor del guión, los diálogos y, por qué no, en los cuentos propiamente dichos. Así, estamos frente a lo que literalmente es una historieta llevada al cine, pero esta vez con menos pulso y ritmo narrativo. Como si hubieran sacado el pie del acelerador en la sala de montaje para cometer un exceso visual que por momentos cansa, aturde. No obstante, huelga alabar los rubros técnicos porque, justamente, gracias a ellos es que todo se mantiene a flote. Los trabajos del elenco, sobre todo en el uso de la voz, está calcado de la primera, lo cual le otorga una coherencia fundamental y le imprime ese toque especial que le saben dar los buenos actores del género. Seguramente esta segunda parte entregará a los fanáticos una buena dosis de lo que van a buscar. Abundan los tiros, la sangre, y la acción. Para el resto, es más de lo mismo.
Parece mentira pero ya han pasado nueve años desde aquella Sin City que marcó un precedente en el modo de llevar un comic a la pantalla grande. En el medio Robert Rodriguez se cansó de homenajear aquellas películas “de complemento” en los cines continuados y Frank Miller demostró que sólo no podía hacer demasiado con la adaptación de The Spirit. En todo ese tiempo, esta nueva película estuvo siempre en el tintero, esperando para ser llevada cabo, con miles de cambios y miles de problemas en su producción. Y sin embargo, al ver "Sin City: Una mujer para matar o morir" pareciera que para ellos el tiempo no ha pasado… para mejor y para peor. Este regreso al mundo de la ciudad del pecado no es una secuela, tampoco exactamente una precuela. Si recordamos el primer film su estructura es el de varios relatos en cierto modo interconectados, sobre todo por las mujeres que habitan el lugar; eso, como muchas otras cosas, se mantiene igual. La historia principal es la de Dwight (Josh Brolin), personaje que anteriormente fue interpretado por Clive Owen, y el propósito es contarnos cómo cambió de rostro con el tiempo, hecho en el que mucho tendrá que ver la terrible Ava (Eva Green, la frutilla de esta película), una femme fatale de manual, la única mujer que Dwight amó, y que ahora lo persigue para matarlo. Esta historia transcurre tiempo antes que la que incluía al mismo personaje en la primera película, de ahí su mayor interés. Atravesando esta historia nos cruzaremos con los personajes de Joseph Gordon Levitt, Rosario Dawson, Bruce Willis, Jessica Alba, Mickey Rourke, etc. Todos con algo propio para contar. Bien o mal, "Sin City: Una mujer para matar o morir", salvo el 3D que aporta profundidad y desacartonamiento, no tiene nada nuevo que entregar. Su argumento vuelve a estar basado, casi literalmente (los diálogos son calcados), en varias historias del mítico comic de Frank Miller, y quizás argumentalmente esta sea algo más floja que la primer entrega, o quizás ya no sea tan sorpresiva y por eso ahora notamos que el argumento no es el fuerte ni de esta ni de "Sin City 1". Todo es despliegue visual, Rodriguez se abstiene a ese blanco y negro profundo que tan bien le queda a estos cuentos noïr, y los detalles en color de vez en cuando nos muestran dónde tenemos que poner el foco. Los fondos digitales (mejor utilizados esta vez gracias al 3D) y el juego de luces, suma a esa idea de irrealidad real tan buscada, dando un aspecto retrofuturista increíble. Osada, impactante, con ritmo permanente, un uso hábil de la cámara, y una fotografía de excelente nivel. "Sin City Una mujer para matar o morir" funciona como una prolongación del primer acto, nos hace preguntarnos si queríamos ver algo nuevo o queríamos más de lo mismo. En todo caso, es innegable la maestría de un director que se hizo de abajo como Robert Rodríguez que aún sin innovar, descansando en las mieles de lo probado, entrega un producto digno del mejor entretenimiento, muy por arriba de varios de los tanques de este año.
En una nueva colaboración Robert Rodríguez y Frank Miller trasponen el universo noir del comic del mismo nombre en "Sin City 2"(USA, 2014) con una fuerza que arrasa cualquier preconcepto sobre el filme. Con un elenco multiestelar encabezado por Josh Brolin, Eva Green (impactante como siempre) y Joseph Gordon-Levitt, y con muchos nombres que se repiten como Bruce Willis, Jessica Alba y Mickey Rourke, pero también con participaciones esperadas como las de Lindsay Lohan o Lady Gaga, las tiras de Miller vuelven para hablar de algo tan intenso y propio de los individuos como lo son las pasiones. No importa si se trata de una pasión amorosa, pasión por el juego, pasión por la bebida o simplemente por amor a uno mismo, la clave de la película es enfocarse en una serie de microrelatos que alzan su voz sobre la condición humana. En “Sin City 2” hay hombres que matarían por sus mujeres, mujeres que aceptarían tratos deshonestos con tal de conseguir sus objetivos, hombres que por orgullo pueden llegar a matar y mujeres a las que el deseo de venganza las han cegado. Rodríguez y Miller respetan a rajatabla las atmósferas y climas de la saga, y una vez mas destacan con color, además de la sangre, los detalles de aquellas femme fatales, voluptuosas, con el sexo como arma de conquista y el irrefrenable deseo de obtener a cambio algo. En el caso de los personajes masculinos hay otro espíritu. Porque los hombres de esta nueva entrega, son otra cosa. Estoicos resisten a los embates y trabas que el destino comienza a ponerles, y que en muchas de las oportunidades todo termina para mal sin siquiera haber podido ganar su último juego. Las cuatro historias que componen este nuevo capítulo de la adaptación, mantienen algunos personajes como vectores de las historias. Lo que posibilita una cohesión general en toda la duración del largometraje. La dirección conjunta de los realizadores hace hincapié en intentar reflejar una vez más la superficie de las páginas del comic, por lo que es uno de sus logros la exactitud de los movimientos de los actores, medidos, contenidos, como si estuviesen dentro de un cuadro de historieta. “Sin City 2” se regodea en la violencia para construir un relato sólido y potente sobre relaciones que nacen y mueren para terminar mal. Relatos salvajes que en más de una oportunidad Rodríguez y Miller ya han contado y que reafirman en esta nueva entrega su habilidad para impactar y dejar su huella. Soberbia.
El regreso a la ciudad del pecado Después de nueve años vuelve la "Ciudad del pecado", Sin City 2 es la secuela que Frank Miller y Robert Rodríguez estrenan este jueves en las pantallas nacionales. La historia vuelve a estar ambientada en las calles oscuras y peligrosas, que parecen estar siempre húmedas y pegajosas. Una ciudad en blanco y negro, con altos contrastes y algunos toques de color especialmente elegidos para destacar la sangre, que siempre está presente, o los ojos verdes de una femme fatal tan atractiva como malvada. La estética del cómic se instala otra vez en el cine, esta vez con nueva tecnología 3D. Los actores de la película original, Mickey Rourke, Jessica Alba y Bruce Willis vuelven a la pantalla, acompañados esta vez por nuevas estrellas como Eva Green y Josh Brolin. La trama de este comic noir va entrelazando distintas historias en donde no hay superhéroes sino verdaderos perdedores, habitantes del bajo mundo, con resentimientos y ansias de venganza, en busca de justicia para su propia causa. Personajes violentos y sin escrúpulos, que enfrentan a corruptos políticos y millonarios, verdaderos asesinos, protegidos y ayudados por policías y matones. Ellos son los verdaderos causantes del mal y la desgracia de esta oscura ciudad. Es un mundo duro y despiadado, tanto afuera como adentro, los contrastes de las calles se reflejan en las personas. Este mundo decadente es machista y las mujeres son un objeto. Los hombres se divierten en prostíbulos, son violentos y usan a las mujeres como "amuleto". Pero cuando las chicas se organizan, se transforman en guerreras que enfrentan a policías y mafiosos, y muestran toda su fortaleza. La inspiración de esta saga es la novela gráfica del mismo nombre, lanzada en 1991, con guión y dibujos de Frank Miller, que se convirtió en uno de los comics más aclamados y recibió el prestigioso Premio Eisner y el Premio Nacional de Ilustración. En un principio, el creador de esta historia no confiaba en transformarla en una película. En 2005, luego de un arduo trabajo de convencimiento, Miller acepta la propuesta de Robert Rodríguez de llevarla al cine. En su momento el estreno de Sin City fue un hecho renovador, esperado con ansias por los fans del comic. A través de las nuevas tecnologías del cine digital cada una de las viñetas podía empezar a trasladarse a la pantalla. Nueve años después, con una gran calidad visual y plástica vuelve a la pantalla, pero el éxito de público, crítica y ganancias parece no repetirse. A pesar del enorme despliegue de lanzamiento, este tanque norteamericano recibió duras críticas y pocos elogios. Los números estuvieron muy por debajo de las expectativas de sus productores. Con un presupuesto de 70 millones de dólares, la película recaudó 6,5 millones el primer fin de semana proyectándose en 2.894 salas, contra los 29,1 millones que recaudó en 2005. La película sufrió un fuerte revés y hasta en países como España se habla de cancelar el estreno y distribuirla directamente en DVD. La crítica promedio, según los sitios especializados norteamericanos es de un 44%. Uno de los máximos responsables de la distribución afirmó “No estábamos preparados para semejante nivel de rechazo del público, creíamos que iba a interesar más" Erik Lomis, The Weinstein Company. Lo repudiable del estreno en Argentina, es el fino trabajo de traducción que realizaron los cráneos de las distribuidoras. Sin City 2 A dame to kill for fue traducida en distintos países de habla hispana de diferentes formas: Una dama por la cual matar, La mujer por la que mataría, Una dama fatal, o Mataría por ella. Solamente en Argentina los distribuidores incorporaron una diferencia no menor Una mujer "para matar" o morir. ¿Pensarán estos empresarios que así tendrán más público?.
Yo he leído muchos policiales negros - esos protagonizados por detectives privados enfundados en sendas gabardinas, los cuales siempre arreglaban los líos provocados por las femmes fatales de turno y se la pasaban mascando un monólogo entre los dientes -, los cuales han formado parte importante de mi vida. Fundamentalmente Raymond Chandler - padre de Phillip Marlowe - y Dashiell Hammett, quien me deleitaba con las aventuras de su agente de la Continental. Es por ello que, cuando apareció Sin City en 2005, me terminó desagradando profundamente. Eran las mismas historias que Chandler y Hammett habían relatado décadas antes, sólo que sin el reconocimiento de su autoría, y con el agravante de que a Frank Miller lo consideraban un genio por ello. No había una maldita novedad en toda la rutina, sino que se trataba de un regurgitado salvaje. Ok, visualmente era impresionante pero - si estas mismas historias hubieran sido rodadas de manera convencional - uno terminaría por darse cuenta de la mediocridad de la trama. Porque el gran problema de la obra de Miller no es copiar el estilo de Chandler, ni tomar sus historias y reciclarlas, sino que la reelabora saturándola de exageraciones y Deus Ex Machina, quitándoles toda la gracia, arruinándolas y siendo incapaz de aportar algo fresco al género. Es como si Miller fuera incapaz de comprender qué es lo que hacía funcionar a las historias de Chandler - los grandes personajes, los diálogos inspirados, el choque entre personalidades totalmente contrapuestas -, e hiciera una imitación de mala calidad, enviciándose con los tonos y las sombras. La serie negra precisa tragedia, clima y redención, y en cambio lo que obtenemos son puras poses adornadas de preciosismo visual. Aún con todo ello, el público y la crítica premiaron a Sin City y quedó en deuda una secuela, la cual se demoró 9 años en salir a la luz. El grueso del cast original regresa, a excepción de Clive Owen y Devon Aoki (ausentes con aviso), y Michael Clarke Duncan y Brittany Murphy, los cuales fallecieron imprevistamente a lo largo de la década pasada. Siendo honesto, Sin City 2: Una Dama Para Matar o Morir resulta superior al original. Las historias siguen sin ser buenas o, siquiera, satisfactorias - como es el caso de la trama con Joseph Gordon-Levitt: una victoria tan pírrica como estúpida -, pero el aspecto visual ha sido realzado hasta el punto de ser glorioso. Todo el mundo virtual de Sin City - generado íntegramente por computadora - se ve pristino e hiperdetallado y, lo mejor, Robert Rodriguez lo maneja con un instinto artístico de alto vuelo, sea Mickey Rourke intentando recordar la persecución en que estuvo involucrado - con autitos chocando alrededor de su cabeza -, o las formidables escenas con Eva Green zambulléndose desnuda en la piscina, en una secuencia plagada de reflejos y contrastes en donde su silueta explota en una nube de gotas de agua. Con mayor presupuesto y los adelantos tecnológicos realizados en estos 9 años desde el rodaje del original, Rodriguez se ha vuelto mucho mas ducho y logra obtener imágenes realmente formidables. El otro apartado que funciona mejor en esta secuela es el de las perfomances. Mickey Rourke está mucho mas aceitado como Marv y, al estar mas tiempo en pantalla, resulta una delicia; James Brolin es una elección años luz mejor que el blandengue de Clive Owen; Powers Boothe rezuma maldad por todos sus poros; y Eva Green, la cual es una devoradora compulsiva de escenas y aquí hace su enésima femme fatale, la cual está todo el tiempo en traje de Eva (valga la redundancia). Y mientras que lo visual y las perfomances son muy buenas, las historias siguen dejando que desear. Esta gente monologa demasiado, hace poco, y es rebuscada para actuar; desde el inicio de las historias uno ve para donde apuntan, pero no hay nada original o sorpresivo en el medio, sino un enviciamiento con el estilo y las exageraciones (gente haciendo proezas fisicas imposibles, recibiendo armas en el aire o generando matanzas después de recibir 500 balas en el cuerpo). Repito lo que dije antes: si lo hubieran rodado en ambientes naturales y con todos los colores, se darían cuenta de lo flojas que son las historias. Sin City 2: Una Dama Para Matar o Morir es recomendable sólo para quienes amaron el primer filme. A mí me gustó un poco más, pero igual sigue siendo una película que no volvería a ver. Estéticamente es una pasada, pero es lo mismo que una comida de apariencia deliciosa y que termina siendo sosa aún después de pegarle el último bocado, la cual promete algo que nunca termina por cumplir. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/sin-city2.html#sthash.UWeWdzSU.dpuf
Una mujer para matar o morir Robert Rodriguez y Frank Miller vuelven a juntar fuerzas para Sin City 2: una mujer para matar o morir, secuela del aclamado filme de culto del 2005, basado en las novelas gráficas de Miller, que rompió los esquemas de los límites de la estética noir para películas hollywoodenses, aunque, esta vez, el resultado no llegó a superar las expectativas plantadas por su predecesora. Luego de nueve años desde el éxito de Sin City, Rodriguez y Miller logran de nuevo unificar el atractivo de la novela gráfica con los elementos de un verdadero filme de acción. La película retoma la historia de algunos personajes que conocimos en la primera parte, como los interpretados por Mickey Rourke y Jessica Alba, y presenta flamantes nuevas historias protagonizadas por Eva Green, Josh Brolin y Joseph Gordon-Levitt. Con un espectacular elenco de personajes secundarios que reúne a actores como Rosario Dawson, Bruce Willis, Ray Liotta, Christopher Lloyd, Jamie King y Jeremy Piven, uno hubiera esperado algo mejor del dúo de cineastas, especialmente teniendo en cuenta el gran material de base -las historias de Miller- y el talento cinematográfico de Rodriguez, director de From Dusk Till Dawn (guionada por Tarantino) y Planet Terror. El filme une cuatro historias diferentes. Sigue a Dwight (Josh Brolin), un hombre que es perseguido por la única mujer que ha amado, Ava Lord (Eva Green), y a Nancy (Jessica Alba), luego del suicidio de Hartigan (Bruce Willis), que debe enfrentarse con su recuerdo. Johnny (Joseph Gordon-Levitt), un jugador arrogante, descubrirá que todo puede salir mal de un momento a otro, mientras que Marv (Mickey Rourke) demuestra que sigue siendo tan amenazante como siempre. Los que disfrutaron de Sin City, sin duda apreciarán está secuela, desde su estética –cada cuadro es una obra de arte digital-, hasta los elementos en los que apoyó Miller su comic: la seducción de una femme fatal irresistible, encarnada por la inigualable Eva Green, la violencia heredada de Tarantino, y la reinterpretación del género noir. Sin embargo, nada de esto es suficiente para que Sin City 2: una mujer para matar o morir logre alcanzar la genialidad de su predecesora, y la atracción no llega a ser capaz de compensar por la falta de substancia de una maravilla visual vacía de sentido y originalidad en su narrativa.
Nueve años tuvieron que pasar para que Robert Rodríguez terminara de realizar la segunda parte de la adaptación del cómic de culto de Frank Miller, Sin City. Ignoramos el por qué tanto tiempo entre una y otra parte y, si bien no decepciona, deja a los fans con cierto sabor agridulce en la boca. Compararla con la primer parte es injusto no sólo por el tiempo pasado, sino por que, aunque las historias tienen que avanzar, son dos cosas diferentes que sólo tienen una cosa en común: Sin City. Y es que el protagonista principal no es Dwight (previamente interpretado por Clive Owen y sustituido por Josh Brolin), o Nancy (Jessica Alba) o el senador Roark (Powers Boothe), sino que el protagonista es Basin City. Sus calles, sus leyes, su modo de ver la vida. Esa es la verdadera historia, y como personajes secundarios, se desarrollan las historias que brincan entre pasado y futuro y que pueden llegar a ser de confusión, sobre todo si nunca se ha tomado un cómic del legendario Miller. Así son: oscuros, intrigantes, donde el ambiente cuenta más que los mismos personajes. La fotografía sigue siendo impecable. Las actuaciones irónicas como deben ser y cumplidoras (sobre todo el gran Mickey Rourke y Joseph Gordon Levitt, junto a la femme fatale Eva Green y hasta Lady Gaga). Con tres historias entrelazadas entre el pasado y la continuación de la primera parte, en donde seguimos explorando las historias de Basin City, su corrupción, la muerte, la suerte y hasta el amor. Ignoramos qué tan fiel es la adaptación, pero estamos seguros que el espíritu y esencia de Miller están ahí. Aunque en algo estamos de acuerdo: no es para cualquier público.
Power a medias "Sin City: A dame to kill for" es el esperado regreso de la dupla Frank Miller-Robert Rodriguez. Mucho se habló de esta secuela durante años, pero la verdad es que se fue atrasando, generó altas expectativas y hasta cansó un poco con tanta dilación. Es por esto que cuando se anunció su estreno, los fans saltaron en una pata pero muchos de ellos ya se encontraban un tanto desgastados y estaban esperando la gran nueva peli-cómic del siglo 21. Esto no ayudó, ya que si bien esta secuela es buena en varios aspectos, no llega a ser tan icónica como la "Sin City" original, lo que produjo que varios espectadores la calificaran de decadente y hasta aburrida. Si hablamos de factura técnica, esta nueva entrega es mejor que su predecesora y es lo lógico. Se afinaron aspectos estéticos y la ciudad más violenta de los cómics toma un nuevo protagonismo. Tanto lo visual como lo sonoro se destacan y dan vida, de una manera tan particular, a un cómic gráfico famoso. Los desenlaces violentos y los personajes bizarros abundan nuevamente, algo que de seguro el público considera ya a esta altura un "must". El problema del que renegarán muchos tiene que ver con el guión. En esta ocasión Rodriguez presenta 4 historias que de alguna manera se entrelazan, pero que no generan el mismo interés que en la primera entrega. Algunas de estas historias siguen el hilo de la película original, como si fuera una secuela de lo sucedido, lo que en varios seguidores puede generar un poco de tedio. Por ejemplo, la historia más floja según mi opinión es la que protagoniza Jessica Alba, en la cual busca vengarse del senador Roark por haberle hecho perder al amor de su vida. La historia de continuación es más boba, superficial y con un ritmo que llega a cansar por momentos. Por el contrario, la historia que protagonizan Eva Green y Josh Brolin es bastante más interesante y cuenta con el factor "novedad" que no tiene el de Alba. Estos altibajos entre un relato y otro hacen que la propuesta en general no sea del todo efectiva. Te enganchás a full por momentos y en otros estás viendo el reloj para chequear cuanto falta para que finalice el film. Creo que a los que disfrutaron muchísimo la primera película, esta segunda les va a parecer un entretenimiento aceptable, con algunas buenas secuencias y el despliegue del gran talento de su gran cast destacándose Brolin, Rourke y Green, aunque claramente van a señalarla como un producto menor, menos efectivo que el anterior. Los que nunca vieron "Sin City" o no oyeron hablar del cómic, puede que se sorprendan un poco más y se enganchen o que directamente no entiendan mucho sobre el background de los personajes y se aburran. Depende de las ganas de prestar atención que tengan. Un entretenimiento que logra entrar dentro de lo aceptable por poco. Si llegaran a hacer un cierre como trilogía, Rodriguez deberá cambiar el enfoque y ofrecer algo más profundo y original.
Al igual que en 2005, Rodriguez filma el cómic mas fiel al formato que se haya hecho (sólo rivaliza el Hulk de Ang Lee) respetando el estilo Miller a pie juntillas. Las historias son para un nicho de público que disfruta estos cuentitos pulp/ noir donde los hombres y mujeres están bien marcados y el tono badass lo cubre todo. Aquí se prueba una vez más que (a veces) la forma es el contenido y no viceversa.
Publicada en la edición digital #266 de la revista.