Sin ser un producto novedoso o ambicioso, Socios por Accidente cumple con lo mínimo e indispensable que se espera de una comedia para toda la familia. ¿Le gustooo o no le gustoooo? Matías (José María Listorti) es un traductor de lengua rusa, que según su hija Rocío, lleva una vida rutinaria y aburrida. Rody (Pedro Alfonso), actual pareja de la ex mujer de Matías, trabaja como agente secreto de Interpol y por una investigación requiere los servicios de un traductor de ruso. Inesperadamente Matías es el elegido para esta tarea, que acepta sin dudar para demostrarle a su hija que puede ser tan valiente y tener una vida llena de acción como la de Rody. Su inexperiencia y miedos complican el caso y de un momento a otro, se verán envueltos en una huida intentando salvar sus vidas. Yo no soy partidario de medir a todas las películas con una misma vara. Obviamente detrás de producciones como El Padrino o El Ciudadano hay diferentes ambiciones a las que podemos encontrar en un proyecto como Socios por Accidente. La nueva película de los directores Nicanor Loreti (Diablo) y Fabian Forte (Malditos Sean!, La Corporación) parte de una idea original de una de sus figuras, José Maria Listorti. El humorista surgido de Videomatch, junto a dos guionistas que se sumaron en el camino, dieron forma a esta comedia de accción que siempre tuvo en claro su objetivo: ser un entretenimiento para toda la familia. En los años setenta y ochenta en Argentina, hubo un "boom" en lo que a comedias familiares con toques de acción respecta. Titanes en el Ring llegó al cine y se fueron sumando propuestas como Los SuperAgentes, Brigada Explosiva y Los Extermineitors. Todas ellas dieron una gran cantidad de secuela que hicieron furor entre los mas chicos e incluso ese amor se mantiene hasta el día de hoy. Pero mientras el espectador argentino crece, ya no se permite disfrutar de ciertos placeres, y las comedias familiares son uno de ellos. Uno se empieza a fijar mas en el presupuesto, en el guión, en las actuaciones, etc. Lo permisivo que fuimos con ciertas obras durante nuestra infancia se deja de lado cuando somos mayores. Y si bien es cierto que la comedia familiar se puede salir con la suya mas libremente en ciertos aspectos que otros géneros, el problema está cuando los realizadores toman conciencia y abusan de esto. Socios por Accidente es una comedia de acción familiar, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. Quienes gusten criticarla y destruirla, sin dudas encontrarán razones para hacerlo. Y quienes se permitan sentarse a olvidar sus problemas y divertirse por 90 minutos, también lo podrán hacer. La película parte de guión simple pero cumplidor, que nunca se aparta de lo que quiere contar y que tiene siempre presente su temática. Es cierto que no estamos ante la presencia de un guión de hierro y que no resistiría el mas mínimo análisis, pero dentro de sus pretensiones es suficiente. Como dijo el compañero Santiago Balestra: "Es Tiempo de Valientes escrita por los guionistas de Exterminators". Una especie "buddy movie" o de camaradería entre hombres, con buena química entre sus protagonistas (de la cual hablaremos un poco mas adelante) y que se apoya en el tipo humor que supo convertir en un éxito a aquellas cintas que mencionábamos anteriormente, hace ya casi tres décadas atrás. El problema aquí es que, mientras que por el lado de la nostalgia sin dudas es un lindo mimo por parte de los realizadores, los chistes no siempre funcionan. Ya sea por que no estén bien trabajados o simplemente ya no nos reímos como solíamos hacerlo, la realidad es que fallan más de los que concretan. José María Listorti y Pedro Alfonso hacen su debut cinematográfico como actores con esta película. Es cierto que el guión nunca los exige demasiado, pero aun así sus interpretaciones son el punto mas flojo del film (para ser sinceros, Alfonso queda un poco mejor parado). Ya sea sobreactuando o simplemente haciendo todos los diálogos en un mismo tono, pareciera que nunca lograron encontrar un punto medio. Pero la falta de capacidad actoral sin dudas la complementan con la buena química que hay entre ellos. Si bien no es suficiente para salvar sus interpretaciones, sirve es a la hora de hacer funcionar el puñado de chistes que nos logran sacar alguna carcajada. Pero con todo lo que podemos criticarle a Socios por Accidente, tambien es digna de que mencionemos sus puntos mas fuertes. Como dijimos antes, las comedias familiares (en la gran mayoría de los casos) terminan siendo productos descuidados, que se ven y se sienten baratos, en el peor sentido posible de esa palabra. Pero nada de eso sucede aquí. La cinta en todo momento se ve cuidad, tanto desde la dirección como desde la producción. Pareciera que nada está librado al azar. Incluso hay un gran trabajo de la gente de dirección de arte. La casa donde vive el personaje de Listorti -y acá le robo la frase a un amigo- parece un consulado de la vieja Unión Soviética. Detalles como esos abundan y demuestran que hubo un genuino interés por parte de los realizadores de un entregar un producto digno. Por su parte, Loreti y Forte le imponen su estilo a la cinta. La acción se mueve rápido y hasta se dan el lujo de recurrir a recursos que recuerdan al cine de Edgar Wright con sus mini-montajes (cosa que me puso muy contento de ver). Sumando a eso algunas muy buenas ideas visuales, la película logra salirse con la suya y resulta justamente lo que su afiche afirma: Diversión para toda la familia. Conclusión Socios por Accidente no le dará el gusto a aquellos que esperaban encontrarse con un producto improvisado para deshacerse en agravios. Pero tambien es cierto que no es un producto perfecto. A pesar de las limitaciones actorales de sus principales figuras y con un guión por demás de simple que no guarda demasiadas sorpresa, la película termina dependiendo casi en su totalidad del buen pulso narrativo que le imponen sus directores, quienes hacen malabares para que nunca termine de caer. Dentro de lo que la comedia familiar argentina tiene para ofrecer, cosas mucho peores que Socios por Accidente han llegado a la pantalla grande. Pero incluso con sus problemas, la cinta logra su cometido y resulta una buena opción para los chicos durante estas vacaciones de invierno, seguramente ellos le saquen mayor provecho.
Nac & Pop. El cine argentino que se cosecha por estas pampas para aflorar durante vacaciones de invierno suele arengar una movida de prensa objetiva, fruto del interés lucrativo que motiva a sus productores, expectantes de una devolución cuantitativa reflejada en cifras y que pocas veces (por desinterés artístico o el simple hecho de abaratar costos) denota cintas a la altura de las circunstancias. Este año, uno de esos caballitos de batalla es Socios por Accidente, que viene a ocupar la vacante de tanque argento, barajando condimentos de tinte humorístico y aventurero pero rebajándose a lo pasatista, al mero entretenimiento en el que toda la familia pueda asistir. Su argumento se aboca al de las buddy movies (temática ya refritada, de la que Tiempo de Valientes supo dar cátedra hace casi diez años atrás), y que presenta como cómplices a José María Listorti y Pedro Alfonso, reconocidas figuras del prime time televisivo; lo que significó que más de uno ponga el grito en el cielo. La historia toma como punto de partida a Matías (Listorti, todo un slapstick en sí pero que acá se contiene) un traductor de lengua rusa divorciado y con un estilo de vida desapasionado, en el que no consigue conectarse con su hija. Contratado por un grupo de agentes gracias a sus habilidades con el idioma, descubre que deberá colaborar con Rody (Alfonso, que se defiende como puede), actual pareja de su ex y de quien descubre trabaja para Interpol en un caso de espionaje internacional. Motivado para impresionar a su hija y ganarse el respeto de Rody, Matías acepta el encargo a pesar de los riesgos que eso conlleva. Claro que las diferencias entre ambos y el temor de Matías frente al peligro darán pie a una serie de situaciones, si se quiere decir, hilarantes. Proyecto elaborado a partir de un interés estratégico, el encargo cayó en manos de Nicanor Loreti, realizador de tinte tarantinesco y autor de esa comedia criolla que es Diablo; y Fabián Forte, mas de corte fantástico, quien entre varios trabajos se adjudica el reciente thriller La Corporación. Es para destacar la labor de ambos directores, que de género saben bastante y quienes consiguen solventar un trabajo técnicamente eficaz. Prejuicios de lado, la película se permite ver por su dinámica antes que por empatía con sus personajes (falta espontaneidad en el elenco y se huele lo diagramado que están los remates) y por el hecho de que en ningún momento cae en ridiculeces exuberantes (entorpecer a los personajes, exponer pura misoginia). Socios por Accidente es una película que los grandes ya vimos una y otra vez, pero que si se la contempla en familia, tampoco merece que se le sobre exija alcanzar las ambiciones de un blockbuster. Gasolera, pero sabiendo ajustarse a su condición.
La tinellización del cine de culto Dos realizadores “de culto” (al menos todo lo “de culto” que se puede ser en el cine argentino actual) como Nicanor Loreti (el ex editor de la revista La Cosa que filmó Diablo y La H) y Fabián Forte (Mala carne, Celo, La corporación) escribieron y dirigieron esta buddy-movie al servicio de dos figuras del clan televisivo de Tinelli: José María Listorti y Pedro “Peter” Alfonso (ambos en debuts cinematográficos no demasiado auspiciosos). La película no es del todo buena (tiene múltiples pequeños problemas), pero tampoco es un despropósito. En los términos en que está planteada (un pasatiempo superficial para el consumo familiar) podría decirse incluso que es medianamente eficaz ¿En qué quedamos? ¿El vaso medio lleno o medio vacío? Si la comparamos con, por ejemplo, Bañeros 4 (su horrorosa “competidora” nacional en estas vacaciones de invierno) estamos hablando poco menos que de una obra maestra. Ahora, si el parámetro que tomamos, en cambio, es cualquier buddy-movie de Hollywood del tipo Comando Especial sería una película menor y fallida, ya que sus escenas de acción son flojas y tiene errores (como múltiples problemas de continuidad que, con un poco más de tiempo y de recursos podrían haber sido borrados en la posproducción vía efectos digitales) que la ubican bastante lejos de los estándares del cine mainstream. ¿La trama? Padre ausente y divorciado, Matías (Listorti) es un traductor de ruso que después de mucho tiempo debe cuidar durante un fin de semana a su hija adolescente Rocío (Lourdes Mansilla), que -claro- lo considera un viejo patético y aburrido: un plomo. Su insufrible ex esposa (Anita Martínez) está en pareja con Rody (Pedro Alfonso), un típico canchero que trabaja como agente secreto de ¡Interpol! A partir de justificaciones por demás ridículas y caprichosas, ambos iniciarán juntos una misión con el neo-Bond burlándose de y al misma protegiendo a un Matías que parece más torpe que el Agente 86 y Los Tres Chiflados juntos. La película -que de alguna manera se inscribe en la línea de “clásicos” de los ’70, los ’80 y los ’90 como Los Superagentes, Brigada Explosiva y Los Extermineitors- apela de forma conciente a los estereotipos, a la exageración, a los guiños cinéfilos bastante obvios y a las fórmulas ya algo trilladas de este subgénero. El film no es demasiado sorprendente ni vistoso como para resultar un producto comercial distintivo (como sí lo fue Tiempo de valientes, de Damián Szifron) ni tampoco apuesta por un absurdo y un desenfado que le permita calificar como un exponente Clase B. Se queda, así a mitad de camino, con cierta dignidad y corrección, es cierto, pero también con un tono dubitativo, como si tuviera un fuerte problema de identidad: no sabe bien qué quiere (ni puede) ser.
De tipos básicos. Hay frases prefabricadas de las que no hay escapatoria, algunas de ellas son: “una comedia desopilante”, “divertimento para toda la familia”, entre muchas otras. Los dos casos tienen una raíz en el cine argentino industrial (este sintagma tiene su explicación teórica en la base de los géneros textuales) que se encargó de potenciar sus propiedades en la década del ’80 al incluir figuras populares de la TV, con el objetivo de asegurarse a una porción de los espectadores de ese medio en las salas de cine. Nada ha cambiado en el transcurso de tres décadas, las mentes que manejan el área de producción persisten en utilizar los mismos rasgos primarios de géneros o subgéneros -como aquí el buddy movie- para hacer cine. Las historias de este subgénero suelen avanzar casi por obligación, como si se tratara de surcar un terreno para dar rienda suelta a los momentos humorísticos, incluidos ejemplos bien icónicos como Arma Mortal, que en sus secuelas evidenciaban cada vez más la pereza en el desarrollo de las estructuras narrativas. Sin embargo el halo de inmunidad estaba construido con base en la gracia de sus personajes, incluso hasta de sus devenires, así la falta de inspiración en la historia se compensaba con el progreso dramático. Socios por Accidente no expone ingenio en ninguno de los flancos: ni en la historia, ni en los personajes, ni en el humor. La historia de este trabajo por encargo de los directores Loreti (Diablo) y Forte (La corporación) es bien escueta: Matías (José María Listorti) es un traductor de lengua rusa divorciado, aburrido y con graves problemas para relacionarse con su hija adolescente, hasta que una orden judicial lo obliga a prestar servicios a la Interpol en una misión de espionaje internacional que lidera Rody (Pedro Alfonso), el actual novio de su ex mujer (Anita Martínez). El encuentro entre ambos, que nace de la casualidad o del accidente (no por nada el genérico título del film), es un rasgo propio de la buddy movie que marca la cancha de la historia y no hace más que nutrirse de situaciones extraordinarias entre los dos personajes. Y es ahí donde la película falla. Que la trama los lleve a la selva misionera y a otros escenarios algo exóticos desata los peores chistes (casi todos relacionados con el miedo de Matías), el peor slapstick y una simbiosis fría entre Listorti y Alfonso, quienes no logran trasladar de la TV al cine la supuesta química que tienen como hombres de la factoría Tinelli. Claramente el debut de ambos en un medio que exige otras facultades les hace desnudar -a través de gestos faciales propios de sketchs o de comedias teatrales sin demasiadas pretensiones- un humor elemental, el cual se potencia por los increíbles efectos sonoros de postproducción; como por ejemplo en la escena en la que el villano golpea la cabeza de Matías contra una mesa, lo que suena a continuación es el silbido de pajaritos como si se tratara de dibujos animados. Probablemente este ejemplo se lo puede pensar como un icono de la frase “una comedia para toda la familia”, con la que se suele vender este tipo de productos. Otros momentos de vergüenza ajena (la escena de los vómitos, por ejemplo) parecen desnudar el interés de la producción por fortalecer ese humor bien ingenuo y de lugares comunes (el peor de ellos está representado en el personaje de Anita Martínez, una mujer que ladra ordenes a los hombres). Socios por Accidente no esconde sus intenciones de ser un mero producto, valiéndose de las características del peor cine industrial argentino, que muestra más viva que nunca su chabacanería y su absoluta desidia en escenificar los procedimientos de la TV más rancia (pero también reluciente de popularidad) sin reacondicionarlos a la dinámica de un lenguaje con similitudes pero, a fin de cuentas, distinto en diversas dimensiones.
Propuesta con accidente Matías es un traductor de ruso, divorciado y padre de una adolescente. A una muy mala relación con su ex-mujer, se agrega que su propia hija parece pasarla mejor con el novio de la madre (Rody) que con los aburridos programas que su padre le propone. Matías ha logrado que su hija pase con él un fin de semana entero, pese a los reparos de su ex-esposa, y ese mismo día es secuestrado por Interpol quien le encomienda una tarea de traducción en el marco de una actividad de inteligencia. Allí Matías descubre que el agente encargado de la operación no es otro que Rody, quien también allí se anoticia que el traductor que le han conseguido es el ex-marido de su novia. Inicialmente le ofrece que vuelva a su casa, pues entiende que esta operación es demasiado para él, pero Matías, cuyo orgullo está demasiado herido, no sólo por una mujer que lo ha dejado por este hombre, sino por su propia hija que ahora parece estar repitiendo el mismo esquema, decide afrontar la tarea con hidalguía. Matías consigue una contraseña secreta que pone en peligro su vida y terminará descubriendo que no puede confiar ni siquiera en el propio Rody, si bien este último, finalmente, se redime mostrando con su renuncia que el amor que siente por su mujer y la hija de Matías es auténtico. La propuesta termina siendo, sinceramente, mejor de lo que los afiches publicitarios parecían ofrecer. De todos modos la película adolece de ciertas imperfecciones formales, así como de algunos desaciertos en el perfil de público al que parece querer dirigirse. En principio, el producto pretende –en apariencia- replicar la estrategia de exhibir un relato que no sólo pueda disfrutar toda la familia (como venía de hecho haciendo la empresa Disney y Disney-Pixar), si no que incluso sus elementos puedan ser asimilados según las diferentes edades, como lo viene haciendo en particular la empresa Dreamworks, cuando agrega en el relato ciertos gags con contenido sexual, o donde el componente cómico depende exclusivamente del dominio de cierta intertextualidad. Pero Socios por accidente fracasa en esta tentativa, en primer lugar, porque no quedan del todo enmascarados de modo suficiente los gags de contenido sexual que Rody y Matías protagonizan, pero además, porque el relato en su estereotipación y excesiva simpleza y puerilidad no alcanza a captar la atención del adulto de un modo satisfactorio. Es decir, no se ha logrado esa región intermedia en que tanto niños como adultos puedan disfrutar por igual del producto: parece más apta para un público adolescente, que para niños. Y si hay que concebirla como película disfrutable por adultos, la propuesta resulta demasiado chata como para cumplir cabalmente con ese objetivo. La estructura narrativa de la forma cómica, en su variante buddy film, es adecuada formalmente. Representa la forma más típica de consustanciarse en la pareja despareja, es decir, en la unión de personajes de caracteres contrarios, en este caso, el par valiente/cobarde; aburrido/divertido; inteligente/tonto; hábil/torpe, etc. (Consúltese nuestra crítica sobre 2 Guns/Dos armas letales). Quizás se le puede criticar un empleo de la forma excesivamente estructurado, en el que la película no ha sabido moverse con comodidad, poniendo su contenido al servicio de la forma, y no la forma al servicio del contenido. El otro gran problema es la dirección de actores o la actuación en sí misma, y la construcción de personajes, que ha resultado realmente deficiente. Si bien Listorti sale razonablemente indemne debido a las situaciones cómicas en las que se desenvuelve con familiaridad, los personajes en general resultan chatos y estereotipados hasta el absurdo. Particularmente esto se aplica al personaje de Rody, contrafigura de Matías, que no sólo está estereotipado como carácter, sino que incluso presenta una ambigüedad medio ridícula entre villano/héroe que no termina de entenderse o justificarse. Y esto va de la mano del extraño desenlace en el que Rody termina yéndose para seguridad de su familia y la de Matías. No termina de quedar claro si la familia se volverá a reunir o no, etc. A esto se suma una mala actuación de los protagonistas en general que hace decaer bastante la atención en los momentos no cómicos.
Una “buddy movie” estilo argento, con olor a naftalina Tarde o temprano ocurriría lo inevitable y el expansionismo audiovisual de Showmatch alcanzaría el último bastión hasta ahora inexpugnable: el cine. Producida por José María Listorti, protagonizada por él y uno –otro– de los inventos emblemáticos del programa de Canal 13 como es Pedro “Peter” Alfonso (el marido de la modelo Paula Chaves) y manijeada por la difusión en todos los programas de Ideas del Sur, Socios por accidente aprende rápido la lección de El Jefe, apostando por aquellas formas –y fórmulas– comercialmente exitosas independiente de su calidad. Es cierto que el advenimiento continuo de sagas y franquicias habituadas a incurrir en los mismos mecanismos narrativos al que el cine estadounidense acostumbró a las carteleras de todo el mundo en los últimos años muestra que el fenómeno no sólo trasciende lo autóctono, sino que además puede dar exponentes del altísima calidad, tal como ocurre con, por ejemplo, varias secuelas de películas infantiles superiores incluso a sus predecesoras. El problema aquí, entonces, no radica necesariamente en la réplica, sino en el modelo basal. Al fin y al cabo, el humor de comedias de acción con tintes policiales al estilo de las sagas de Extermineitors y Brigada explosiva, cuyas raigambres televisivas encuentran filiación directa aquí, lucía obsoleto hace 30 años, por lo que no costará demasiado imaginarse el olor a naftalina que desprende ahora, en pleno 2014. Buddy movie acerca de un traductor ruso (Listorti) empujado a trabajar, situaciones entre ridículas e inverosímiles mediante, con un agente secreto (Alfonso) que además es el novio de su ex, Socios... es un film que nació viejo, carente de timing y vaciado de chispa. Sin embargo, debe reconocérsele que está lejos del auténtico bochorno que podría imaginarse. Esto porque los responsables son dos directores que ya han demostrado su creencia en el cine de género como Fabián Forte y Nicanor Loreti, emblema del terror argento y realizador de Diablo, respectivamente. Quizá por eso, a diferencia de la reciente Bañeros 4: Los rompeolas, otra película concebida únicamente con fines de explotación, el intelecto de los personajes no está reducido hasta la lisa y llana pelotudez, y se trueque el facilismo de “reírse de” por el de “reírse con”. O al menos intentarlo, ya que el resultado se reduce a una sucesión de chistes mayormente fallidos y escasamente originales (una víbora en la selva misionera: nunca visto), todos centrados en la química gélida entre Listorti y Alfonso. Que serán más o menos buenos haciendo imitaciones o bailando/patinando/cantando por un sueño, pero que para comediantes les falta bastante.
Estrafalarias peripecias Traductor de lengua rusa, Matías lleva una vida aburrida y rutinaria luego de su divorcio y sólo es feliz cuando Rocío, su hija adolescente, lo visita semanalmente. La relación entre ambos es cordial, aunque la muchacha añora las diversiones que le brinda Rody, actual pareja de su madre. Pero de pronto la existencia de Matías dará un gran vuelco cuando el mismo Rody, que trabaja para Interpol, lo secuestra para que le traduzca una misteriosa clave que está en posesión de una agente rusa. El secuestrado, a punta de pistola, acepta esa misión para demostrarle a su hija que puede ser valiente y tener una existencia llena de acción como la de Rody. Aquí comenzarán las penurias para esos dos hombres que, convertidos en socios, iniciarán un periplo que los llevará a los más intrincados rincones de la selva misionera y a las cataratas del Iguazú. Poco a poco nacerá entre ellos una amistad. Los directores Fabián Forte, que ya había demostrado su pericia en La corporación, y Nicanor Loreti, que debutó en el largometraje con Diablo, supieron manejar con indudable acierto un guión que recrea las graciosas peripecias del dúo y demuestra la calidez que surge de la unión de esos personajes bastante estrafalarios. El elenco es otro de los aciertos de esta historia. Tanto José María Listorti como Pedro Alfonso supieron manejar con soltura sus respectivos papeles, muy bien acompañados por Edward Nutkiewicz como el malo de turno y por Lourdes Mansilla, en la piel de esa adolescente que, sin quererlo, se verá envuelta en esa peligrosa persecución. Los bellos paisajes misioneros, captados por una muy buena fotografía, y una serie de gags de inmediata repercusión en el público suman puntos a esta comedia que sigue un camino policial visto con una permanente sonrisa.
Una comedia de acción familiar que toma la fórmula de las buddy-movies para llevar adelante un guión sencillo, pero que cumple con la premisa de divertir y entretener sin muchas pretensiones. Flojas actuaciones es verdad, pero la LISTORTI Y ALFONSO salvan la ropa gracias a la excelente química que existe entre ellos. Es por esto que la mayoría de los gags funcionan. Más allá de esto, técnicamente la cinta es impecable y luce muy bien, demostrando un arduo trabajo de producción y dirección de arte. Con sus limitaciones resulta una digna exponente del cine comercial vernáculo.
Dos tipos audaces Hace rato que el semillero de Marcelo Tinelli copó la televisión. Ahora va por el cine, a la caza del público de vacaciones de invierno. (Digresión: a partir de tanta pelea infantil y de la presencia del Oso Arturo, puede sospecharse que el propio ShowMatch está destinado principalmente a los niños, pero eso habría que analizarlo en otro artículo). Decíamos: a Bañeros 4: Los rompeolas, que cuenta en el reparto con Pachu Peña, Pablo Granados, Freddy Villarreal y Mariano Iúdica, se suma Socios por accidente, protagonizada por José María Listorti y Pedro Alfonso, y con Anita Martínez -una de las figuras del ShowMatch actual- como actriz secundaria. Pero si bien la relación entre Listorti y Alfonso se forjó en los pasillos de Ideas del Sur, sus trabajos en la película son diferentes de los que acostumbraban hacer como laderos de Tinelli. Acá deben componer personajes: los dos integrantes de una de esas clásicas parejas disparejas que tienen a Jerry Lewis y Dean Martin como antepasados lejanos. Uno (Alfonso) es el serio, el galán, el que tiene todo claro y no falla jamás; el otro (Listorti) es el torpe, el cobarde, el verborrágico, el inútil, el ridículo. Alfonso hace de Rody, un atildado agente de Interpol que sale con la ex mujer de Matías, un traductor de ruso (Listorti). No se conocen más que de oídas, pero por una de esas vueltas del guión terminan trabajando juntos en una misión. En este desafío interpretativo que encaran por primera vez, Listorti sale un poco mejor parado que Alfonso, que no tiene formación actoral (algo que su carisma no logra disimular tan bien como lo hacía con sus pasos de baile en la pista de Bailando por un sueño). De todos modos, lo más importante en este tipo de duplas es ese elemento indefinible que se conoce como química, y puede decirse que algo de eso hay. A la película tampoco le falta producción, y cuenta con el plus de la belleza del Parque Nacional Iguazú. ¿Cuál es el principal déficit, entonces? No causa gracia, detalle no menor tratándose de una comedia. Hay un par de escenas que invitan a la sonrisa -como un absurdo diálogo en ruso entre Listorti e Ingrid Grudke-, pero no mucho más: la mayoría de los chistes son demasiado pavos como para que Socios por accidente resulte una experiencia recomendable.
Parece un accidente De entrada el combo formado por título, afiche y elenco predispone para lo peor. Por eso, aquel que se anime notará que tal prevención resulta en algo positivo, una defensa que hace que este filme al ser visto sea más llevadero y hasta minimamente disfrutable. Lo primero a tener en cuenta es que, a diferencia de "Bañeros 4", acá hay un par de directores que saben filmar. Tampoco es que sean genios de la dirección, pero al menos encuadran y respetan el eje de la acción. La historia es muy sencilla y se basa en ese subgénero de comedia donde un policía o espía se asocia contra su voluntad con un civil torpe. La clásica rutina de la pareja despareja, esta vez con el aditamento que los dos a odiarse tienen en común a una mujer: para uno la ex, para el otro la actual. Matías (Listorti) es traductor de ruso, separado y -según su hija adolescente- una persona rutinaria, aburrida. Una mañana en la que padre e hija comparten algo de tiempo juntos, unos sujetos llegan hasta su casa para requerir los servicios de Matías, a quien no le queda más opción que acompañar a los misteriosos hombres. Lo que no imagina es que pocas horas después va a estar en la Triple Frontera junto a Rody (Pedro Alfonso) -agente de Interpol y actual pareja de su ex esposa- en busca de una agente rusa que tiene un código necesario para desbaratar una acción terrorista. Básica, previsible, simpática, apenas graciosa por momentos, esta película tiene dos grandes problemas: sus protagonistas. José María Listorti es conocido por su personaje de "pavote" televisivo, funcional al formato Tinelli. En esta oportunidad su actuación es medida, algo que se agradece, dado que evita excesos que le son conocidos en la pantalla chica y se pone más al servicio del relato. No le sirve tener como contraparte a Pedro Alfonso, un muchacho que apenas suple con cierta gracia y simpatía lo que no puede actuar. Monocorde y falto de carácter, Alfonso debilita a la pareja y le quita toda posilidad de éxito humorístico. La puesta, en general, no escapa a un estilo más publicitario que cinematográfico, mientras los roles secundarios cumplen con el tono propuesto, liviano, simple, pasatista.
Al lado de "Bañeros 4 , los rompeolas" que aparentemente va por el mismo publico popular y familiar, esto es cine de marca mayor. Si se la compara con comedias de parejas de actores cómicos, es un film que tiene defectos, algunos baches, algunas mesetas, errores de continuidad. Pero también tiene a dos directores inquietos y cinéfilos Fabián Forte y Nicanor Loreti, y a los protagonistas que se esmeraron: Joseé María Listorti y Pedro Alfonso.
"Es mágico" Contra todos los pronósticos, el debut cinematográfico de José María Listorti y Pedro Alfonso es una digna propuesta que sin grandes pretensiones logra cumplir su único objetivo: entretener a sus seguidores, sean grandes o chicos. Nacidos en dos etapas distintas del programa televisivo más exitoso de la Argentina, Listorti y Alfonso acumularon un buen caudal de público pertenecientes a diferentes generaciones gracias a pequeños sketches de humor que con el correr de los años quedaron relegados a YouTube debido a la orientación “musical” que tomó el show conducido por Marcelo Tinelli. Si bien en un principio la idea de juntar a ambas figuras para concebir una película de corte humorístico parecía una movida con fines más comerciales que artísticos, a medida que fuimos conociendo más detalles sobre esta producción empezamos a darnos cuenta que la cosa iba en “serio”. El mayor riesgo seguía siendo contar con tan solo dos actores (sin experiencia en la pantalla grande) al frente de casi toda una película. Como apuesta fue realmente arriesgada, aunque en el resultado final queda claro que la dupla de protagonistas se la bancó de gran forma para sostener los 82 minutos que dura la propuesta. Por eso, que este proyecto cayera en manos de dos de los directores con más talento y futuro dentro del cine de género nacional como lo son Fabián Forte y Nicanor Loreti, habla a las claras de los responsables de “Socios por accidente” buscaron apoyarse en algo más que solo en el humor que desprende esta producción. ¿Lo logran? Sí, porque “Socios por accidente” además de ser una comedia eficaz con un humor apto para todo público tiene una puesta en escena muy cuidada que vale la pena destacar ya que no es algo habitual en esta clase de producciones nacionales. Cuando reducís al mínimo el margen de error, tenés muchas menos posibilidades de cometer equivocaciones groseras. “Socios por accidente” nunca intenta volar demasiado alto y por esa razón no debería tener problemas para salir con vida de todos los ataques desmedidos basados en el estúpido prejuicio (que va más allá de la prensa) de que el cine nacional no está capacitado para entretener. El cine argentino, que se encuentra en uno de sus mejores momentos de los últimos años, debe entender de una vez por todas que esta clase de películas son necesarias para satisfacer las necesidades de esa gran parte del público que no busca que le abran la cabeza dentro de una sala de cine, sino simplemente pasar un buen rato frente a la pantalla grande comiendo pochoclos y tomando gaseosa. “Socios por accidente” logra ese objetivo, y si bien no te vas a desarmar de la risa, alguna que otra carcajada vas a largar si en su momento disfrutaste de cosas como estas o estas.
Pareja despareja, otra vez En Socios por accidente se establece una puja estética y temática entre dos visiones sobre el cine. Por un lado, la propuesta en sí misma, elaborada desde la estrategia de la producción, que agrupa gente proveniente de la televisión prime time junto a un guión al que se le notan los esfuerzos por arribar al objetivo de "entretenimiento para toda la familia". En el otro rincón, los directores de la cinta, procedentes de un independentismo de culto que realizó un par de películas interesantes como Diablo (de Nicanor Loreti) y La corporación (de Fabián Forte). En Socios por accidente se establece una puja estética y temática entre dos visiones sobre el cine. Por un lado, la propuesta en sí misma, elaborada desde la estrategia de la producción, que agrupa gente proveniente de la televisión prime time junto a un guión al que se le notan los esfuerzos por arribar al objetivo de "entretenimiento para toda la familia". En el otro rincón, los directores de la cinta, procedentes de un independentismo de culto que realizó un par de películas interesantes como Diablo (de Nicanor Loreti) y La corporación (de Fabián Forte). En medio de este matrimonio por conveniencia surge la historia de Socios por accidente, una buddy-movie policial que toma como centro a Matías (Listorti), experto traductor del ruso y esposo separado con hija que debe ayudar a la pareja actual de su mujer (Alfonso) en una misión de espionaje asignada por Interpol. En algún punto, semejante híbrido fílmico transmite cierta curiosidad para reflexionar sobre qué se entiende cuando se habla de un cine argentino procedente de un departamento de marketing que contrata a dos cineastas del "otro palo" con intenciones de elevar la calidad de sus productos. De allí que durante la hora y media con estos socios desparejos de protagonistas –uno torpe, el otro hábil; uno simpático, el otro con cara de piedra– se produce más de una colisión entre esas dos miradas sobre el cine. Por ejemplo, las escenas de despliegue de producción, movimientos de cámara y edición final se perciben como válidas dentro de las pretensiones –siempre limitadas– de la cinta. En contraste, el show actoral (o algo parecido) de los intérpretes (incluyendo a una sobrecargada Anita Martínez) manifiestacierta originalidad que al poco rato vira a una incomodidad narrativa que llega a la intimidación. Socios por accidente, que no es un film bochornoso debido a los esfuerzos de Loreti y Forte detrás de cámaras, trasluce como un Frankenstein con demasiados remiendos, donde sobresalen las costuras de una criatura híbrida creada en un laboratorio con recursos e ideasde corto alcance.
Pese al guión básico, un producto entretenido Un traductor de ruso disfruta el estudio de la lengua como la mayor pasión de su vida. Su hija preadolescente no comparte ese entusiasmo. Su ex mujer, menos. Y el actual de la ex directamente domina otra clase de pasiones. Es agente de Interpol. Cuando, por un antojo del libreto, el traductor se ve forzado a colaborar con gente que dice ser de Interpol, todo pasará a mayores, con abundancia de tiros, huidas, competencia por el amor de la hija y acuerdos forzados. Tal, en síntesis, el argumento de esta película. Considerando a los protagonistas, no cabía esperar mucho. Pero, considerando a los autores, había cierta esperanza. Fabio Forte y Nicanor Loreti son dos cultores del cine clase B, que ya tienen bastante práctica y bien podían aprovechar un hueso con carne. Así nos encontramos con un guión básico pero cumplidor, un ritmo sostenido, actores bien controlados, correcto despliegue en exteriores (Puerto Iguazú y alrededores) y detalles cuidados, como el matecito laqueado y pintado a mano cerca de las matrioskas, el chiste que termina justificando los "carteles" indicadores de lugar, la leyenda del abuelo heroico bien resuelta, etcétera. En suma, un entretenimiento atendible para los chicos, y un producto llevadero, bastante bien hecho y medianamente simpático para los mayores. O sea, más de lo que uno esperaba. A señalar, un diálogo regocijante entre José María Listorti e Ingrid Grudke (lástima que sea una sola escena), y una sabrosa composición de Edward Nutkiewicz como mafioso ruso que casi se roba la película, sobre todo en una escena como "negociador". También hay algunas picardías que pueden inquietar a ciertos padres, pero, la verdad, en la tele a las diez de la mañana se ven cosas peores.
Una de las escenas paradigmáticas de Esperando la carroza (1985) es la de las empanadas. Creo que todos los que amamos esa película coinciden en eso. Ahora bien, ¿Qué tiene que ver con Socios por accidente? Lo que dice Brandoni: “Es una miseria digna”. O sea, nos encontramos ante un estreno muy fácil de atacar y que a priori parece muy fácil de emparejar con Bañeros 4 y más aún por su cercanía en estreno. Pero la verdad es que son productos diferentes aunque estén enfocados hacia un mismo público. En esta oportunidad los directores Fabián Forte y Nicanor Loreti llevan al extremo el subgénero comedia de acción a lo “buddy movie” -siendo su máximo exponente la saga Arma Mortal y la genial Tiempo de Valientes (2005) de Damián Szifrón- en una propuesta un tanto rara porque no termina de ser para la familia (tal como se la está promocionando) pero tampoco algo o muy serio o muy cómico. También hay que decir que el film está bien hecho y no se pueden objetar errores de dirección o montaje. Y en cuento a lo actoral me parece que tampoco hay que ser exigentes porque claramente se obtiene lo que se buscó: a José María Listorti haciendo un papel tonto y lleno de morisquetas en contraposición de un personaje surgido de Showmatch cuyo rumbo artístico no se entiende: Pedro Alfonso. Hombre que tiene miles y miles de fans y seguidores en Twitter. Su rol de tipo duro y agente de Interpol obviamente no es creíble pero está claro que no era la idea que así lo fuese. En definitiva los que la pasarán bien en el cine viendo esta película serán esos seguidores de Twitter de ambos personajes y que están esperando el estreno. Para el resto del público hay otras opciones…
Unidos por un código Este producto pensado para el público menudo juega con la típica "pareja despareja" que tantos buenos títulos ha dejado el cine norteamericano. En los papeles protagónicos aparecen dos figuras de mucha popularidad como José María Listorti (también productor del film) y Pedro Alfonso, unidos en una trama que acumula toques de humor, gags físicos y algo de acción. Algunas buenas ideas provienen de la dirección de la dupla que integran Fabián Forte (La Corporación) y Nicanor Loreti (Diablo), hacedores de productos de género, quienes aplican las fórmulas a una historia que, por momentos pierde ritmo y coherencia, pero entretiene con su cuota de ingenuidad. Un traductor (Listorti) de lengua rusa, que tiene bajo su cuidado a una hija adolescente y lidia telefónicamente con su ex mujer (Anita Martínez), es reclutado casi a la fuerza por un agente de Interpol (Alfonso), casualmente la actual pareja de su ex esposa. Entre los deseos de convertirse en un padre ejemplar y en plena competencia con el padrastro de su muchacha, la misión lo llevará por caminos peligrosos y hasta por tierras misioneras, escapando de la policía y del líder de una banda que quiere una clave que sólo él puede descifrar. Socios por accidente sigue la línea de producciones nacionales como la saga de Los Superagentes (más acción no le habría venido nada mal) y los aciertos pasan más por su factura técnica (se apoya en efectos de sonido y en unos cuantos tiroteos) que por una trama que se mueve entre la torpeza y los miedos de un padre que ha dejado sola a su hija mientras cumple con una misión que debe resolver por obligación. El personaje de Listorti, Matías, encuentra más lucimiento cuando afloran sus temores en situaciones extremas, mientras que Alfonso juega al experimentado y duro agente sin demasiados recursos. Y ahi están, unidos por un código en este film liviano que al menos busca otros caminos para capturar al público en las vacaciones invernales.
"Podría haber sido una obra que aprovechara el espíritu de la época del 'consumo irónico'. Pero no se propone llegar a ese público mordaz, sino ser un producto comercial que, bajo los rótulos de 'popular' o 'familiar', se dirige al espectador de ShowMatch o Sin Codificar". Escuchá el comentario. (ver link).
Con el debut en la gran pantalla grande de Pedro Alfonso y José María Listorti. Dentro de pocos días comienzan las vacaciones de invierno en Buenos Aires y en muchos cines se estrenan distintas películas para chicos, adolescentes y un poco menos para los adultos, y llega esta comedia familiar (sin chicas desnudas ni chistes subidos de tono) de dos directores jóvenes: Fabián Forte (“La Corporación”) y Nicanor Loreti (“Diablo”; el ex editor de la revista La Cosa) buenos profesionales. En esta ocasión realizan su debut cinematográfico: José María Listorti y Pedro Alfonso, y aquí aparece el primer problema que consiste en la actuación; les falta la formación que tienen los actores, la expresión corporal, la técnica, la interpretación es limitada y eso lo suplantan con la buena química y la amistad que han conseguido trabajando juntos en televisión. La trama es sencilla: Matías (José María Listorti, cambio su look y es el productor de esta película) se encuentra divorciado hace dos años de Sabrina (la actriz Anita Martínez, aparece poco en pantalla, una lástima porque no se luce) se pasa reclamándole todo, su ex logra quedarse un fin de semana con su hija adolescente Rocío (Lourdes Mansilla), ella lo considera aburrido y rutinario. Matías es un torpe padre ausente que no sabe relacionarse con ella, y Rody (Pedro Alfonso), un agente de Interpol, se encuentra en pareja con Sabrina y contrata a Matías como traductor ruso para esclarecer un caso, se debe comunicar con una mercenaria rusa Sveta (Ingrid Grudke). Luego aparece en escena el malvado ruso que también busca la palabra clave, Iván (Edward Nutkiewicz, un gran actor desaprovechado debido a que el guion no ayuda demasiado). Comienzan a suceder una serie de situaciones inesperadas e intentan huir con el fin de lograr la misión encomendada, se encuentran rodeados de peligros y para proteger sus vidas, escapan por aire y diferentes ríos utilizando distintos tipos de vehículos; hay persecuciones, luchas y las armas presentes permanentemente. Por momentos parece que los protagonistas intentan tal vez llegar a alguna similitud a la pareja despareja de: “48 horas" protagonizada por Eddie Murphy y Nick Nolte; la saga de “Los Superagentes” (aunque para estos films les faltan algunos elementos) o como aquellas películas disparatadas de Carlitos Balá (quien fue invitado para ver la Avant Premiere). Cuenta con buenas locaciones como cuando el dúo se interna en la selva misionera, pasando Cataratas del Iguazú, ríos de la zona, y otros escenarios. El guión es simple y previsible, con momentos escatológicos como la escena de los vómitos, sin sorpresas, cargada de chistes sonsos, escenas de acción flojas, por momentos pierde el ritmo y la coherencia. Se estrena a pocos días del descanso invernal de los chicos y de algunos adultos, por eso, está pensada para atraer a sus seguidores y fans con una canción pegadiza y un buen marketing.
Amigos para la aventura Socios por accidente (2014) transita un género que en el cine argentino tuvo sus mejores exponentes en la saga de los Superagentes. Películas cuya estructura narrativa es tomada de producciones norteamericanas (de acción), cuyo tinte criollo lo agrega el humorista. En esa combinación, no siempre afortunada, sucede el film. De ahí aparecen en la memoria rápidamente los extremos: Los extermineitors (1989) con Emilio Disi y Guillermo Francella en una punta, y la genial Tiempo de valientes (2005) de Damián Szifrón en la otra. Socios por accidente está más cerca de la primera que de la segunda, y no por sus virtudes. La historia nos trae a Matías (José María Listorti debutando en cine y en el rol de comediante francelliano) traductor de ruso y padre de Rocío, su hija adolescente con quien tiene una relación distante. Está separado de su mujer y sólo puede ver a la niña los fines de semana. Para colmo de males la pareja de su ex, Rody (Pedro Alfonso), es divertido, aventurero y comprador. A la inversa Matías es miedoso, cobarde y aburrido. Un día golpean a su puerta y es Interpol que lo necesita para descifrar un mensaje en ruso, lo que no sabe es que el agente encargado de la misión es nada menos que Rody, su contrincante número uno. La dirección de la película recae en Nicanor Loreti (responsable de la genial Diablo) y Fabián Forte (La Corporación, Malditos sean!), dos directores de cine fantástico relegados por años a la marginalidad de los circuitos alternativos que comienzan a participar de producciones comerciales. Su mano para la realización es más que correcta, cuentan la historia de manera dinámica y con algunos planos y angulaciones de cámara provenientes de la Clase B que le dan fluidez al relato. Pero el mayor problema de la película pasa por los chistes que no causan gracia. Si bien hay una intención de hacer un humor básico para adolescentes-niños, no termina de cuadrar con las escenas de acción. Aquello que debería dar frescura a la trama la entorpece. Listorti hace un esfuerzo notable por ponerse el traje de capo cómico pero el guion lo deja sólo para resolver el escollo, y no es Alberto Olmedo como para poder hacerlo. Como dato a favor, y a diferencia de la recién estrenada Bañeros 4: Los rompeolas (2014), aquí si hay una historia, sin ser perfecta pero con la intención de apoyarse en un relato sólido que construya y justifique personajes y situaciones. El resultado es una película despareja, que deja la sensación de faltarle algo para funcionar orgánicamente, cuestión que no termina de lograr en ningún momento.
La sutil diferencia Qué difícil resulta evaluar esa ominosa categoría que se rotula bajo el “para toda la familia” en nuestro país. Difícil que alguna de estas películas que son anunciadas por el altavoz de un locutor, con figuras televisivas que resaltan en cada plano, no contenga ese plus emocional entre un público masivo que haga parecer al crítico como una persona agria y antipática, opuesta al sustrato popular. Esto hace que escribir una crítica resulte un elemento frustrante en algunos puntos: quienes tengan una mala opinión formada de todo producto que tenga un mínimo vínculo con Tinelli la odiarán y ni siquiera la verán aún si el resultado es bueno, mientras que quienes disfrutan este producto televisivo serán espectadores dispuestos a consagrar la película sin siquiera verla. Sabiendo todo esto, sin embargo Socios por accidente es distinta a ese terrible bodrio que fue Bañeros 4: los rompeolas. Mientras que Socios por accidente intenta con algunas pinceladas salirse de malas decisiones que finalmente la terminan anclando, Bañeros 4: los rompeolas se regocija en el chiquero bajo dos banderas, la primera la del público que la sigue, y la segunda la de una supuesta “autoconsciencia”. Por eso hay diferencias entre lo que uno se puede animar a decir que es muy malo y aquello que es malo pero que ha intentado ser más. A todo esto, Socios por accidente es un relato simple: a raíz de un crimen internacional, Interpol precisa la ayuda de un traductor especializado en ruso, en este caso Matías (José María Listorti), que se ve de repente solicitado para interrogar a una buscada criminal rusa. El agente que solicita la ayuda es nada menos que la pareja actual de su ex pareja, Rody (Pedro Alfonso), quien también parece ser mejor padre para su hija Rocío (Lourdes Mansilla). A partir de aquí el film se maneja en el registro de la buddy movie, con una figura cobarde pero entrañable como Matías y un tipo duro pero sentimental como Rody, tratando de sobrellevar este vínculo forzado. El problema no es la sencillez, la cuestión es que nunca toma vuelo. A un desarrollo de personajes torpe hay que sumar la falta de efectividad de muchos de los gags, giros narrativos que hacia el final no aportan nada a la trama y una elipsis increíble entre dos locaciones que rompe el verosímil, aún si quien lo vea no supiera que entre Buenos Aires y Misiones hay 1200 kilómetros. Pero frente a este matorral de cuestiones insalvables, a las que se le puede sumar un contraste enorme entre lo que puede hacer Listorti frente a la cámara y lo que puede hacer Pedro Alfonso, a pesar de un registro que acompaña su personaje, la película tiene cuestiones que la salvan de ser un producto en la línea de Bañeros 4: los rompeolas. No sólo hay un intento de desarrollar personajes que escapen a sus versiones televisivas del lado de Listorti y Alfonso, sino que los directores Fabián Forte (Mala carne, La corporación) y Nicanor Loreti (Diablo) dejan entrever un conocimiento cabal del género en algunas secuencias: los mejores gags, efectivos por el montaje, y las secuencias de persecución en la Triple Frontera son un buen ejemplo. Esta efectividad se extraña más en las escenas de acción, que resultan torpes e inentendibles en prácticamente todo el metraje. Finalmente, vale la pena rescatar la figura caricaturesca de Edward Nutkiewicz, al que el papel de “malo” le calza como un guante. Fallido en varios aspectos, Socios por accidente resulta sin embargo un producto que parece condenado por tiempos tiranos y la búsqueda de insertar elementos extra cinematográficos en la narración para fomentar campañas publicitarias (y sí, qué lindas que son las cataratas).
Pedos sin olor Cuando era púber/adolescente me volví bastante fanática de Los Extermineitors. Para mí, Emilio Disi y Guillermo Francella eran héroes, pero no en el sentido tradicional; eran héroes de la pelotudez, pero la pelotudez bien entendida como humor trash y berreta. Mis héroes, en ese entonces y hoy en día aún más, son personas eruditas en la pelotudez y en el humor. Me tiro pedos en tu cama, te tiras eructos en mi cara, me gastas por el tamaño de mi culo, me río de tus tetillas femeninas. Ante todo, el humor. Como factor erotizante, como elemento constitutivo del héroe, como motor de las relaciones y de la vida misma. Disi y Francella eran eso, los dos héroes/boludos que se iban a las Cataratas (más que Cataratas parecía el bosque de Cascallares) a enfrentar a los ninjas y a los rusos, que jugaban con el humor físico, en una suerte de slapstick pedorro, con ruidos berretas en cada golpe, y componían la pareja perfecta. Los que se tiran pedos y eructos uno delante del otro y se lo festejan, los que están siempre juntos, en una celebración casi ritual de la pelotudez y lo escatológico. Pero ojo, que no estamos ante un trash voluntario y autoconsciente como en Jackass o John Waters, donde hay un culto a lo escatológico y lo trash como forma de humor-vida. En Extermineitors el trash era más involuntario, producto de una sumatoria de elementos berretas (guión, actuaciones, efectos especiales) que eran, en definitiva, una forma de amor al cine, más de parte del espectador que de parte de los directores, usualmente carentes de talento alguno. Y, como decíamos, Disi y Francella enfrentaban ninjas (en la 1 y en la 2, ya en la 3 y en la 4 no estaba Disi pero Paolo el Roquero –uno de mis personajes humorísticos favoritos de la historia– la rompía), eran entrenados por el gran Héctor Echaverría (el morocho experto en artes marciales que se partía) y se chamullaban minitas (camiones) en malla cavada, nalgas alargadísimas y peluca savage. Eso es, nuevamente, amor al cine trash, la creación de ese universo de minas-culo, de ninjas-gay, con la figura de Echaverría como contrapeso de un Disi y un Francella desatados. Todo funcionaba. El ridículo como fuente creativa y liberadora, como motor vital. El irse a la mierda constantemente, desde lo físico hasta lo verbal. Y la famosa frase de Francella en Extermineitors 1, “yo soy muy cagón”, condensaba el sentido de todo. Eran dos cagones que se convertían en héroes (mis héroes, no sé los de ustedes), porque construían humor a partir de eso, de cagarse de risa de ellos mismos. Y nosotros nos reíamos de ellos y con ellos. Por eso el ridículo no parecía forzado, sino que emergía de su propia berretada despolitizada. No eran contraculturales como John Waters ni anárquicas como Jackass. Eran ridículas porque el cine argentino de los 80?s y principios de los 90?s hacía lo que podía con lo que había. Y porque había encontrado en el exploitation una vía catártica de cagarse en sus propias imposibilidades (o quizá porque subestimaba al público, simplemente). Y en Socios por Accidente hay algo de ese espíritu berreta, juguetón y escatológico, lástima que no se termina de ir todo bien al pasto, estimo que por las restricciones del producto mismo, pensado como “entretenimiento para toda la familia” (dan ganas de corchearse cuando uno escucha esa frase, tan usada por varios críticos). Listorti tiene cara de goma y funciona muy bien como el boludón, el padre que es un embole, el intérprete de ruso que solo puedo hablar de morfología y semántica, el marido engañado, el cagón de la frase de Francella, el loser. Y Pedro “Peter” Alfonso es el tipo seriote a la vez que copado que sale de joda con la hija de Listorti y se curte a su ex esposa, el agente de Interpol, aventurero y osado, que no le teme a nada. La buddy movie que junta al macho proveedor y al loser, en una suerte de falso duelo, en el que no terminan de enfrentarse y ninguno sale airoso, pero que conlleva cierta modificación de carácter. Lo que en Extermineitors era espíritu de grupo acá es un derrotero de dos tipos que se odian, forzados a estar juntos y que, en última instancia, terminan siendo algo así como compinches. En la construcción de esa oposición y en el encuentro de los personajes antagónicos Socios funciona, más gracias a Listorti, que tiene cierta comicidad innata, y mucho menos gracias a Peter Alfonso –que podrá curtirse a Paula Chaves, pero en materia de expresividad y humor, hace agua por todos lados–. Un tipo prefrabicado parido por la factoría Tinelli, sin demasiado humor ni gracia. No es mi clase de héroe, claramente. Lo prefiero a Listorti, riéndose de sus propios chistes, sabiéndose goma y disfrutando de eso. En el medio de todo, está la selva misionera, los rusos, y está el camión (una Ingrid Grudke desaprovechada en todo su potencial camionístico). Y el humor, que irrumpe casi constantemente, también en la forma de slapstick y con esa falsa sonoridad ante cada golpe, que dota a la comicidad de cierta ingenuidad, en una suerte de guiño a un público más infantil. Efectivamente, es una película pensada para un público infantil, aunque no infantil en cuanto a edad sino adulto-infantil. Pero, como dijimos antes, Socios por Accidente no termina de irse bien a la mierda y regodearse en ella. Si hay algo que la comedia tiene que tener es anarquía y descontrol, y acá falta un poco de ambas. Se notan las manos hábiles de Nicanor Loreti y Fabián Forte pero también se evidencia el control y la restricción. Y eso sorprende teniendo en cuenta que los directores son dos grandes del cine de género, dos tipos que aman la acción, el humor y el gore: Nicanor Loreti y Fabián Forte (responsable de joyas como La H y Diablo, y La Corporación, respectivamente). Pero, como ya dijimos, suponemos que eso tiene que ver con el público y la necesidad de una audiencia amplia y con el hecho de que se trata de una película por encargo. Se notan las manos hábiles de estos dos grosos, que terminan aportando una buena factura técnica, pero también se evidencia el control y la restricción. Todo se siente más calculado, más constreñido, menos espontáneo. Se notan los chistes de guión y la comicidad pensada para lograr el efecto deseado. Y es el problema: frente al cálculo, pierde el descontrol. En Extermineitors, ese humor no del todo consciente, más bien bruto y berreta, era la clave de la comicidad, sumado al descontrol físico de Disi y Francella y de otros personajes como Paolo. La anarquía y el ridículo al servicio de la incapacidad narrativa terminaban siendo mejores precisamente por su pobre factura técnica. Ahí estaba la subversión: no en cagarse en el cine, sino en la posibilidad de un anticine berreta involuntario que pudiera ser visto con amor. Crecí viendo Los Extermineitors, porque me meaba de la risa, porque amaba a Emilio Disi y a Guillermo Francella, porque los veía como mis héroes de la pelotudez, porque me sentía parte de ese mundo de humor berreta, en una especie de comunión con la película. Socios por Accidente te invita a ese mundo pero uno no puede hacer otra cosa más que mirarlo de lejos, con distancia, con prudencia, sabiendo que no hay héroes de la pelotudez, que hay eructos no demasiado sonoros, que hay pedos sin demasiado olor.
El cine nacional sigue buscando exponentes de productos que lleven a la familia a sala, hecho que se repite ante cada período vacacional rigurosamente. En este caso, llega “Socios por accidente”, y el primer hecho curioso que observamos es el curioso ensamble para su realización: gente de prestigio en el cine independiente y figuras populares nacidas en el clásico programa de Marcelo Tinelli. A priori, parecía un desafío interesante para abordar. Lo cierto es que Fabian Forte y Nicanor Loreti son dos tipos fogueados en hacer buen cine con poco presupuesto. El primero viene de hacer "La Corporación" (estrenada hace poco) y también de codirigir "Malditos Sean", aquella producción clase B de cine de terror local. En cambio Loreti, aparece aquí luego de la fantástica "Diablo", aquella joyita del 2011 con Juan Palomino en una de las más divertidas actuaciones de su carrera (premiada en Mar del Plata). Podemos decir que “Socios…” intenta recuperar el espíritu del viejo local cine familiar, de aventuras ( al estilo la tradicional saga que rompiera taquillas a fines de los 70 y 80',"Los Superagentes", se acuerdan? ), con humor y cierto despliegue de acción. El resultado es positivo, sin hacer un film brillante, el tándem Forte-Loreti cumple en ofrecer un producto simpático, chiquito pero ideal para la temporada donde los cines se atiborran de chicos. La historia comienza con un traductor de ruso, Matías (José María Listorti), separado y listo para pasar un entretenido fin de semana con su hija. Digamos que la relación con su ex, Sabrina (Anita Martínez) no es de lo mejor y nadie cree que sea ni buen padre (gana poco dinero y además, está poco tiempo con su niña) ni tampoco alguien copado a la hora de pasar el tiempo. Pero la vida te da sorpresas y golpean a su puerta agentes de Interpol, que necesitan sus servicios profesionales. Detrás de la operación se encuentra Rody (Peter Alfonso) agente encubierto de la agencia, y… nueva pareja de Sabrina. Para demostrar que él también puede ser un héroe ante su familia, Matías se embarcará entonces en una misión para la cual no tiene experiencia ni recursos , sólo su voluntad de estar a la altura de la nueva figura masculina que tiene su hija en su vida. Sí, es una “buddy movie” convencional. Eso es innegable. Forte y Loreti escribieron un guión que tiene sus mejores momentos en los contrapuntos familiares entre los “dos papás” quienes juegan una competencia divertida para ver quien se queda con el afecto de la nena. Como buen comediante que es, Listorti está un paso (o dos) delante de Alfonso, y lleva los mejores momentos de la cinta. Peter se muestra eficiente al principio pero termina contenido y eso le resta química a la pareja protagónica. Hay contrapunto, pero no es tan parejo. La producción es prolija, cuidada y fotografía bien atractivos lugares de Puerto Iguazú. El resto del elenco acompaña con oficio y brinda el soporte justo para algunos pasos de comedia divertidos. Se percibe una búsqueda por hacer un producto comercial con todas las de la ley, cuidando detalles que suman a la hora del balance final. Quizás nos hubiese gustado que estos talentosos cineastas arriesgaran un poco más en algunos tramos de la cinta (el final, por ejemplo, demasiado simple y no tan ingenioso) pero sin dudas, “Socios por accidente” es una aceptable propuesta para entretener a la familia.
El cine nacional sigue buscando exponentes de productos que lleven a la familia a sala, hecho que se repite ante cada período vacacional rigurosamente. En este caso, llega “Socios por accidente”, y el primer hecho curioso que observamos es el curioso ensamble para su realización: gente de prestigio en el cine independiente y figuras populares nacidas en el clásico programa de Marcelo Tinelli. A priori, parecía un desafío interesante para abordar. Lo cierto es que Fabian Forte y Nicanor Loreti son dos tipos fogueados en hacer buen cine con poco presupuesto. El primero viene de hacer "La Corporación" (estrenada hace poco) y también de codirigir "Malditos Sean", aquella producción clase B de cine de terror local. En cambio Loreti, aparece aquí luego de la fantástica "Diablo", aquella joyita del 2011 con Juan Palomino en una de las más divertidas actuaciones de su carrera (premiada en Mar del Plata). Podemos decir que “Socios…” intenta recuperar el espíritu del viejo local cine familiar, de aventuras ( al estilo la tradicional saga que rompiera taquillas a fines de los 70 y 80',"Los Superagentes", se acuerdan? ), con humor y cierto despliegue de acción. El resultado es positivo, sin hacer un film brillante, el tándem Forte-Loreti cumple en ofrecer un producto simpático, chiquito pero ideal para la temporada donde los cines se atiborran de chicos. La historia comienza con un traductor de ruso, Matías (José María Listorti), separado y listo para pasar un entretenido fin de semana con su hija. Digamos que la relación con su ex, Sabrina (Anita Martínez) no es de lo mejor y nadie cree que sea ni buen padre (gana poco dinero y además, está poco tiempo con su niña) ni tampoco alguien copado a la hora de pasar el tiempo. Pero la vida te da sorpresas y golpean a su puerta agentes de Interpol, que necesitan sus servicios profesionales. Detrás de la operación se encuentra Rody (Peter Alfonso) agente encubierto de la agencia, y… nueva pareja de Sabrina. Para demostrar que él también puede ser un héroe ante su familia, Matías se embarcará entonces en una misión para la cual no tiene experiencia ni recursos , sólo su voluntad de estar a la altura de la nueva figura masculina que tiene su hija en su vida. Sí, es una “buddy movie” convencional. Eso es innegable. Forte y Loreti escribieron un guión que tiene sus mejores momentos en los contrapuntos familiares entre los “dos papás” quienes juegan una competencia divertida para ver quien se queda con el afecto de la nena. Como buen comediante que es, Listorti está un paso (o dos) delante de Alfonso, y lleva los mejores momentos de la cinta. Peter se muestra eficiente al principio pero termina contenido y eso le resta química a la pareja protagónica. Hay contrapunto, pero no es tan parejo. La producción es prolija, cuidada y fotografía bien atractivos lugares de Puerto Iguazú. El resto del elenco acompaña con oficio y brinda el soporte justo para algunos pasos de comedia divertidos. Se percibe una búsqueda por hacer un producto comercial con todas las de la ley, cuidando detalles que suman a la hora del balance final. Quizás nos hubiese gustado que estos talentosos cineastas arriesgaran un poco más en algunos tramos de la cinta (el final, por ejemplo, demasiado simple y no tan ingenioso) pero sin dudas, “Socios por accidente” es una aceptable propuesta para entretener a la familia.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
El cronista lamenta indicarle al lector que Socios... no es el desastre total que el prejuicio podría indicar, que está narrada profesionalmente, que intenta construir un mundo y que el gran problema es, en todo caso, que los actores no las tienen todas consigo. Pero intenta ser una parodia del film de acción y, por momentos, aunque no lo logre del todo, se acerca a ello con ganas y nobleza. No siempre se gana, pero al cronista le alegra en decir que se ha luchado con buenas armas.
Una “buddy movie” bien argentina En su debut en cine, los televisivos y teatrales Peter Alfonso yJosé María Listorti salen airosos y con chances. Si se la pretende comparar con otras típicas comedias de industria argentina, se podría decir que Socios por accidente se aproxima más a la saga de Tiburón, Delfín y Mojarrita de los años 70 que a la serie de títulos "playeros", incluidos todos los Bañeros acaecida hasta hoy. Claro que cuenta con todos los soportes técnicos y presupuestarios actuales, un desarrollo de guión superior y algún que otro título de procedencia extranjera de donde sacar inspiración, para convertirse en una clásica buddy movie con acento más criollo y bien porteño. Debutantes en cine, Peter Alfonso y José María Listorti, nacidos y crecidos a la sombra mediática de Marcelo Tinelli, logran desprenderse en esta película de sus personajes televisivos para componer a un profesor de ruso (Listorti) y a un agente de Interpol (Alfonso), separados por la exmujer de uno y presente del otro, más la predilección que una hija adolescente tiene por las aventuras riesgosas que le propone la pareja de su madre por sobre los planes tranquilos que le ofrece su padre en la visita semanal que le cabe por régimen. Estos hombres con varias razones para mantenerse enfrentados, se ven obligados a unirse por las circunstancias que se hace necesario un traductor para obtener los códigos secretos de una operación mafiosa que guarda una chica extranjera (Ingrid Grudke). Con escenario en Misiones y en las Cataratas del Iguazú, cuya vista resulta un espectáculo de por sí, el relato se traduce en un show simpático, con pasajes hilarantes, que los directores supieron armar con pericia. La falta de experiencia de los protagonistas en este formato resulta tan notoria como el esfuerzo que pusieron en superar sus dificultades y que les permite salir airosos del desafío. Socios por accidente no es ni pretende ser una película descollante, y es esa honestidad la que la salva de críticas tajantes. Se propone, y alcanza el objetivo, de instalarse como un entretenimiento en base a una sociedad de dos figuras mediáticas que buscan un futuro artístico más amplio. Ajuste de herramientas mediante, parecen tenerlo.
¿Le gustó o no le gustó? Fabián Forte y Nicanor Loreti reúnen a este dúo bastante particular que despierta curiosidad en las personas, de acuerdo a cómo podrían llegar a desempeñarse aquí en Socios por accidente, una propuesta simpática pero poco novedosa que le abre las puertas a toda la familia. Muchos se acercan a las salas movilizados por esa inquietud que les infiere el hecho de ver a ambos personajes en el protagónico; otros, por considerarse netos seguidores de Pedro Alfonso o del propio José María Listorti. Antes que nada, remontémonos a los orígenes de cada uno. Listorti, locutor y humorista, ha sabido ocasionar, a lo largo de su carrera, sensaciones opuestas entre los fieles televidentes. Un tipo que ha suscitado carcajadas desde aquella degustación de bebida en supermercados en las épocas de Videomatch, sección que se denominaba “Jugo Loco”, en la que la gente probaba un sorbo de ese extracto de horrible sabor y, ante las caras asqueadas de los participantes, nuestro presentador lanzaba el famoso “¿le gustó o no le gustó?”. También se lo ha visto con elevados grados de desfachatez en cámaras ocultas a famosos, ya sea pronunciándose como un poeta o bailarín de poca monta, o sometiéndolos a situaciones hilarantemente vergonzantes. Pedro Alfonso, por otra parte, más contemporáneo, ha sido productor de Ideas del sur, siendo convocado al staff de Showmatch. Acercándose a la modelo Paula Chaves y tras el visto bueno de la mirada de Marcelo Tinelli, el joven oriundo de Mármol fue ganando terreno, hasta empezar a participar en certámenes de baile, dentro del show, denominados Bailando por un Sueño. En Socios por accidente, una suerte de comedia de acción estilo “buddy movie”, la fórmula a base del dúo principal funciona con intermitencias. Mientras que “Peter” encarna a un agente de Interpol, José María interpreta a un traductor de lengua rusa que debe prestar sus servicios para una misión peligrosa. El comienzo y los primeros cuarenta minutos poseen un ritmo afable. Quizás existan ciertas cuestiones previsibles y algunos gags que, de tan reiterativos, pierden un poco de fuerza, pero también vale destacar el timing de Listorti a la hora de arrojar determinados chascarrillos. El comediante opera como el componente de la proyección que mejores momentos saca a relucir. Los pasajes de humor quedan limitados esencialmente a su aporte, por lo que su presencia resulta determinante a la hora de conectar al espectador con los sucesos. La trama, sencilla y no del todo elaborada, tiene sus altibajos, puesto que la película no busca ahondar demasiado en la profundidad del guión sino simplemente agradar a través de circunstancias amenas y llevaderas. La historia pierde energía aproximándose al tramo final, sufriendo un leve declive en escenarios como el de la selva, por citar un ejemplo. Con pros y contras, Socios por accidente es entretenida en líneas generales, redondeando una performance regular. LO MEJOR: algunas instancias humorísticas, a cargo de Listorti. Pedro Alfonso cumple, a pesar de no poseer experiencia en el rubro. LO PEOR: intermitente, previsible, poco novedosa. PUNTAJE: 5,2
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