Torrentes de Amor Ahora sí empezó el Festival de Mar del Plata. Alfombra roja, lunch abundante, presencia del jet set argentino (pero con figuras menos relevantes a comparación del año pasado) y por supuesto los discursos inaugurales, a cargo del Intendente Pulqui, el Gobernador Daniel Scioli, la Presidenta del Incaa, Liliana Mazure y por supuesto, el Presidente Artístico del Festival, el Gran Maestro José Martinez Suárez. En una ceremonia austera y protocolar, el Presidente hizo gala de su buen humor. No necesitamos conductores, José sigue siendo el más divertido. Después de hacer un comentario con doble sentido sexual, aclaró: “Se sospecha que quieren que esté para las Bodas de Oro (este año se celebran las Bodas de Plata del Festival) y haré lo posible para que así sea”. Tras ver un corto en el que se homenajeó la historia del cine nacional desde su primera película muda acerca de la Revolución de Mayo hasta mostrar fragmentos de Nueve Reinas, Un Oso Rojo, Dos Hermanos, y por supuesto, El Secreto de sus Ojos, se dio pie a la función de Apertura. La elección de este año fue nuevamente un film “independiente” estadounidense. Recordemos que el 2008 inauguró con Vivir al Límite de Kathryn Bigelow y en el 2009, Un Hombre Serio de los hermanos Coen (ambas compitieron irónicamente este año por el Oscar, triunfando la primera). Ambas, en lo personal, me resultaron excelentes películas, que superaron al 80% de las participantes en el Festival. Este año, posiblemente se haya bajado un peldaño, aunque nuevamente se trate de una elección muy acertada. La película en cuestión fue Somewhere, en un rincón del corazón. Cuarta obra consecutiva de Sofia Coppola. Nuevamente la hija de Francis Ford hace hincapie en sus dos principales obsesiones: la soledad en personas que tienen TODO servido en bandeja, y la relación padre – hija. Si bien esta vez, estos aspectos ocupan mucho más el primer plano a comparación de Perdidos en Tokio o María Antonieta, y con menos pretensiones artísticas que ambas y Las Vírgenes Suicidas, Sofía hace su película, en apariencia, más improvisadas y desestructurada, buscando incesantemente darle un sentido a la vida de su alter ego, Johnny Marco, una mega estrella internacional (como Bill Murray en Perdidos), recluido en un hotel de modelos y actores (hay un cameo de uno interpretándose a sí mismo), enyesado, playboy y mujeriego interpretado con un naturalidad, calidez y austeridad digna de una nominación al Oscar por el subvalorado Stephen Dorff. Johnny, además debe viajar para dar conferencias, recibir premios, hacerse moldes para efectos especiales… O sea todo lo que hace un actor cuando no está filmando. El resto es demasiado tiempo libre... para hacer nada, y cuanto más inútil es el personaje más pierde su identidad. No importa cuantas mujeres se le tiren encima, Johhnny es triste, solitarios y final. Hasta que llega Cleo, su hija, y previsiblemente le cambia la vida… y él a ella. Durante 85 minutos de los 95 que dura, Sofia Coppola (quien quedó marcada por la falta de atención que le brindó su padre, y quizás por esa culpa interna Francis produjo esta obra) construye una comedia dramática, lacónica, meláncolica, filosófica y existencialista, menos obvia, previsible y más austera y sutil que Perdidos en Tokio, película con la que tiene mayor similitudes. La sencillez y la química de Dorff/ Elle Faning (mejor actriz que Dakota) es excepcional, pilares de la obra, pero también lo son el timing lento pero no aburrido, y la estética elegida. Similares a las que usaba el setentosos John Cassavetes o Hal Ashby. La elección de colores, la cámara fija, el uso del fuera de campo, la falta de explicación. Como si todo se tratara de un viaje improvisado. Además parece notarse cierta influencia de Torrentes de Amor (1984), la última y mejor película de Cassavetes, donde como en el resto de su filmografia, insistia en explicar la busqueda de amor, en relaciones no del todo ortodoxas. En este caso, el amor fraternal, sin que esto se relacione con lo incestuoso. Pero en Torrentes… lo que era muy interesante era la relación entre este actor alcohólico difícil de tratar (Cassavetes) y su sobrino. En Somewhere, sucede algo similar con la relación Johnny – Cleo. En los últimos minutos, sin embargo, Coppola hace explícito aquello que no hacía falta explicar, y el final, un poco complaciente con el espectador, no dan pie a que el mismo pueda sacar conclusiones más amplias. Un desenlace más abierto hubiesen dado como resultado un riesgosa obra maestra. Igualmente, estamos ante una obra reflexiva y madura de una directora que decide contar siempre lo mismo, pero desde ángulos distintos: personajes perdidos… no en sentido diegético o dialéctico, sino figurativo existencial. Perdidos en la vida. Sin identidad. Siguiendo los pasos del padre, además, Sofía hace una gran sátira a la fama, los premios y la industria del cine. Se destaca la banda sonora, donde se hace mucha referencia a la soledad. Si bien no se trata de una película mayúscula (el León de Oro en Venecia fue un poco exagerado), está más que justificada su elección como Función de Apertura del 25º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Perdido en L.A Referencias circulares. Piletas redondas. Carreteras con curvas. Sofía Coppola nos muestra mediante un largo plano general fijo a la megaestrella de la actuación Johnny Marco (Stephen Dorff) con su Ferrari a cuestas dando vueltas a toda velocidad, haciendo un recorrido circular y siempre terminando en el mismo lugar. No se puede determinar si se trata de una pista de carrera o si simplemente esta cortando calles, no interesa, lo que observamos es un personaje centrifugo, que esta en los limites pero que no tiene centro, no tiene densidad. Es pura imagen en movimiento. Siempre esta dando vueltas, en la noche con mujeres, pastillas y alcohol, pero parece no disfrutar nada. Es un personaje incompleto, vacío. Coppola regresa a la reflexión que había realizado en Perdidos en Tokio sobre la soledad y el sentimiento de infelicidad de las estrellas del espectáculo. Soledad que se manifiesta con fuerza en la intimidad, donde se pierde el reconocimiento publico y comienzan a jugar los valores de la vida cotidiana. La imprevista aparición en el mítico hotel Chateau Marmont de Los Angeles de Cleo Marco (Elle Fanning) acercan a Johnny un poco hacia el centro y lo quita por momentos de los limites del circulo. En los pocos instantes que Johnny está con su hija deja de ser un personaje centrifugo y pasa a ser un personaje centrípeto; ellos dos ahí jugando al Rock Band de The Police disfrutando de la relación padre-hija y aislados del mundo parecen ser dos personas sin problemas. Es el momento que la película cambia el punto de vista del personaje y nos muestra los problemas que tiene Cleo Marco, una niña de once años con una madre problemática y un padre ausente. Podemos observar una temática recurrente en las películas de Sofía Coppola. Mujeres que tienen problemas con sus padres. Ya en Vírgenes Suicidas las hijas llegaban a tal extremo que se suicidaban. En Perdidos en Tokio, mas allá de la pulsión sexual que pueda existir entre Bill Murray y Scarlett Johnasson hay una historia de “padre ausente” en esa relación de atracción mutua. Incluso en María Antonieta - La Reina Adolescente es María Antonieta obligada por sus padres a casarse y heredar la corona. Esto se repite en Somewhere, en un Rincón del Corazón donde la hija le reclama al padre que nunca estuvo presente. El ruido de un helicóptero hace que no se escuchen los pedidos de disculpas por parte del padre cuando la hija se esta yendo a un campamento en un automóvil. Coppola lo deja claro; no hay redención posible en este tema, no hay posibilidad de final cinematográfico feliz. No se puede ocupar una ausencia del pasado, lo hecho esta realizado y no se puede reescribir. La repetición de este tema a lo largo de las películas de Sofía Coppola determina indudablemente una clara visión autobiográfica en su cine en cuanto a su relación con el gran Francis Ford Coppola. En este caso no lo deja ni expresarse. Elige no escucharlo. Lo tapa con ruido. La ida de la hija deja al personaje de Johnny Marco otra vez en los limites, reconociendo que es una persona vacía , infeliz, completando una película redonda, circular, asfixiante, de la cual no hay escapatoria.
Ajá. He aquí el nuevo film de Sofía Cóppola, esta vez protagonizado por el ex-vampiro (The Deacon) y ex-"beatle" (Stuart Sutcliffe) Stephen Dorff. Nuestro héroe se hace llamar Johnny Marco (Suena similar a Donnie Darko, pero no) y es un superstar con una vida huequita como cabeza con trayectoria de bala. Miss Coppola vuelve a mostrar su muñeca respecto a estos asuntos (la vacuidad de las estrellas, lo rutinario y obsoleto de sus transcurrires, estén o no en la cima de su popularidad) pero durante la proyección pudimos escuchar claramente exclamaciones del tipo ¡Dale, hacé un corte, meté un corte YA!. Así es: Esta vez nos ponemos de ése lado y le damos la razón al grito: La primera mitad de Somewhere no justifica su extensión, ni siquiera con las dos gatitas siamesas que bailan disfrazadas de tenistas para placer (queremos creer, por que no parece estar disfrutándolo) de Donnie Darko, quien durante la segunda mitad de Somewhere puede y debe empezar a relacionarse con su hija de una buena vez por todas y de este modo caer en cuenta (de modo dulzón, casi diabético) que hay cosas más importantes que estar todo el día peinando mandanga, teniendo sexo con gemelas rubias y fans y sacándose fotos publicitarias de tu último y exitosísimo tanque cinematográfico de 100 millones de dólares. Por que, como decía Guille Francella... después de todo, lo que más importa es la familia. Sobre todo si tu viejo dirigió The Godfather Part II. Muy, muy lejos de Virgin Suicides. Dando vueltas por sitios frívolos bastante llamativos en su persona.
Boyz on the side Frío increíble, y cuando digo increíble quiero decir que el cielo es todo blanco, al punto de que las terrazas de los edificios están sumergidas en neblina. Hoy no voy a la playa, otra vez. Pero fui al Auditorium (lugar extrañísimo y gigante, con bolas en el techo que amenazan caer sobre la multitud) a ver la última de Sofia Coppola. Raros, los desencuentros generacionales: todos los chistes que a las personas de pelo blanco que andaban por ahí -la mayoría- los doblaron de risa, a mí me parecieron una cretinada. Se sabe desde siempre que el universo de Sofia Coppola es el de chicas rubias, espigadas, preferentemente sin tetas, de pelo llovido y actitud siempre infantil, bastante hastiadas. Bill Murray era una excepción, una contraparte también incomprendida e incómoda en el mundo. Pero con Somewhere, se intenta retratar el tedio de un actor muy famoso de treinta y pico (Stephen Dorff), que en unos pocos días descubre a la hija que siempre había ignorado para volver, enseguida, a quedarse solo. El planteo es muy simple y la estructura de la película está puesta al servicio de una demostración: el personaje empieza solo, solo en la soledad más solitaria que es la de sentirse solo entre los otros (¡yack!). De repente aparece la nena, contagia al hombre y a la película con su manera simple de gozar el mundo, se queda cinco minutos y se va. Esa es la única parte de Somewhere que vale la pena; el resto, es poco menos que una traición al personaje. Porque la directora quiere demostrar que el hombre la pasa mal con su vida muy frívola, y la manera de demostrarlo está llena de trampas. La primera, ponerle enfrente a dos strippers rubias super insulsas que no le mueven un pelo, pero no porque sean strippers sino porque no podrían ser más bobas (y de hecho, todas las mujeres con las que se va a cruzar el personaje a lo largo de la película, y que le ofrecen sexo en general, son igualmente bobas). Después, se hace que Johnny Marco -tal el nombre de la estrella- se quede dormido entre las piernas de una chica mientras se la chupa. Después, se hace que Johnny Marco se cocine fideos con toda la torpeza del mundo y los tire como una bestia sobre un colador, hasta que chorren por toda la pileta. Porque antes, la linda hija le había cocinado algo riquísimo, y esta es la manera de mostrar que el pobre desvalido no se arregla solo. Lo que debía ser el encuentro entre un padre y su hija -al parecer- en el que ella, desde sus once años infantiles, le da al papá todo lo que él no puede encontrar en el resto de la población femenina del planeta, de grotescas tetas plásticas (así de sin matices, sí), termina siendo también un proceso sistemático y demasiado obvio de destrucción de un hombre. Porque de verdad, es difícil pensar que esta no es una película odia-varones, hecha por una nena que quiere plasmar una fantasía tan ingenua como esta: mi papá se siente solo cuando no estoy yo. Al punto de hacerlo llorar en el teléfono, cuando se va la hija, mientras le dice a alguien “No soy nada, no soy ni siquiera una persona”. Eso ya lo sabíamos porque la directora se encarga de insultarlo por mensaje de texto desde el princpio de la película, con una pantallita que anuncia “You´re such an asshole”. ¿Por qué será que el hastío cuando es femenino es profundo, espiritual, y parece verdadero, y cuando es masculino es solamente torpe, sucio, sórdido? Hasta las remeras que usa todo el tiempo Stephen Dorff son espantosas. Vaya uno a saber, pero si tu única figura válida para la incomprensión es una chica rubia y lánguida, no hagas una película protagonizada por un chico. Me voy corriendo, a ver si consigo para Hong Sang-soo, que hoy me levanté tarde y me perdí las entradas de prensa. Al que madruga, bueno, etc.
Aprendiendo a ser padre Todas las películas de Sofia Coppola tienen una impronta propia, con temáticas recurrentes: la belleza, la angustia, el aburrimiento, la frivolidad, protagonistas femeninas, mujeres aburridas frente al mundo que las rodea y que les es ajeno, dejando entrever aspectos de la personalidad y la vida de su misma creadora. Sin dudas con su última película, Somewhere, en un lugar del corazón, se hace más evidente que nunca la referencia a su intimidad, al vínculo con su padre y a lo difícil que es ser “hija de” alguien de la talla de Francis Ford Coppola, con fama y reconocimiento en el mundo del espectáculo. Aquí por primera vez nos encontramos con un protagonista masculino que representa una suerte de alter ego de su padre. De este modo, nos presentará la cotidianeidad de un tal Johnny Marco (Stephen Dorff), un joven actor exitoso tanto en sus films como con las mujeres que lo siguen a todos lados y que se le “regalan” vaya a donde vaya, sin importar que esté con su joven hija. La película comenzará con un ritmo lento en el que asistiremos a los largos planos fijos de sus vueltas en auto de carrera, a la interminable coreografía erótica de las mellizas rubias que siguen sus rutinas a pesar del sueño de su cliente. Esta fría monotonía de relaciones superfluas, sexo con desconocidas y fiestas insomnes se verá interrumpida luego de muchos minutos por el primer diálogo del film, cuando se dará finalmente la aparición de la hija del protagonista, interpretada por Elle Fanning. A partir de este momento, irá creciendo paulatinamente la velocidad de la acción, los planos serán cada vez más abiertos y, al mismo tiempo, se irá afianzando el vínculo paterno-filial. Se nos hará evidente que el guión y el ritmo de los acontecimientos serán un reflejo del estado psicológico del protagonista. Somewhere se muestra desde un primer momento totalmente distinta a las anteriores películas de su directora, quien en esta oportunidad decidió ubicarse en otro lugar, usar un lenguaje despojado de la riqueza visual y musical a la cual nos tenía acostumbrados y contarnos fragmentos de una historia simple y claramente autobiográfica. Seguramente no debe ser fácil la vida de Sofia, con un padre con una profesión tan demandante como la de cineasta. Tampoco fueron simples para ella sus comienzos en el mundo del espectáculo: su carrera como actriz no se vio favorecida en nada por su apellido y las duras críticas que recibió la obligaron a abandonarla tempranamente. Se le ha cuestionado además su frivolidad por ser diseñadora de una marca de ropa y por el punto de vista adoptado en el film Maria Antonieta, en el cual la historia pasa a tercer plano y se prioriza la soledad y el aburrimiento de esta joven reina que vivirá en el lujo desmedido rodeada de desfiles de vestidos, zapatos y objetos rococó. Se podrán decir muchas cosas en contra de la joven Coppola, pero lo cierto es que sus films son composiciones excelentes que tienen una impronta muy personal, con una fotografía y una selección musical exquisitas, y que no dejan de renovarse en cada nueva producción.
La última película de Sofía Coppola representa una simple pero efectiva situación de vida, la soledad, llevada a un grado tan desesperante que el ritmo de la cinta juega, en muchas oportunidades, con el innecesario alargamiento de las escenas y el aburrimiento.
Sofia Coppola tuvo un comienzo prometedor como guionista/directora de sus primeros films "The Virgin Suicides" y "Lost in Translation", los cuales le permitieron sacarse de encima el peso de ser "la hija de" y afianzarse como un realizadora independiente con futuro. Luego llegó la pretenciosa "Marie Antoinette" que no logró demasiado reconocimiento, salvo por ciertos valores de producción como el vestuario (ganó un Oscar en esta categoría) y dirección de arte. En su cuarto trabajo, retoma el estilo de "Lost in Translation" al presentar la historia de otra estrella de cine solitaria y perdida. Johnny es un actor famoso que lleva una vida superficial y rodeada de excesos... alcohol, pastillas, mujeres, éxito y dinero. Esta vida aislada y despreocupada cambiará cuando aparezca su hija de 11 años, con quien mantiene una relación distante. Al igual que en "Lost in Translation", tenemos al "movie star" solitario (Stephen Dorff en lugar de Bill Murray), alojado en un hotel de una gran ciudad (Los Ángeles y Milán en vez de Tokio) y enfrentado a una relación que lo ayuda a cambiar (Elle Fanning en lugar de Scarlett Johansson). Aquí se opta por un enfoque minimalista y chato que no ahonda en ninguno de los conflictos centrales (la soledad del protagonista y la relación padre-hija) y dedica minutos a largas tomas con poco diálogo que muestran a sus protagonistas en diferentes situaciones semi improvisadas (ferrari, pole dance, patinaje, maquillaje, guitar hero, helado, ping pong). "Somewhere" tiene momentos logrados (que evidencian el talento de esta directora), tiene dos personajes interesantes y bien actuados (a cargo de Stephen Dorff y la hermana menor de Dakota Fanning, Elle), y tiene un gran trabajo de fotografía (a cargo de Harris Savides, habitual colaborador de Gus Van Sant). Pero considerando que Sofia Coppola recibió el Oscar a Mejor Guión Original por "Lost in Translation", esperaba un trabajo más profundo, no tan vacío. "Somewhere" fue galardonada con el León de Oro en el último Festival de Venecia. Un premio polémico debido a que el jurado fue encabezado por la ex-pareja de la directora, Quentin Tarantino. Para muchos (me incluyo), un reconocimiento no merecido.
Perdidos en Los Angeles Ganadora del León de Oro de la Mostra de Venecia 2010 y elegida como apertura del Festival de Mar del Plata, esta nueva película de la talentosa directora de Las vírgenes suicidas, María Antonieta, la reina adolescente y Perdidos en Tokio describe con una apuesta tragicómica las desventuras de un excéntrico galán de Hollywood y la relación con su hija preadolescente. Aclaro que me gustaron mucho las tres películas previas de Sofia Coppola y que disfruté bastante de la visión de este cuarto largometraje suyo, pero al mismo tiempo me pareció un film algo calculado, un poco impostado, demasiado cool, al que se le notan bastante las "costuras" y que repite un poco la fórmula de Perdidos en Tokio (es una suerte de Perdidos en Los Angeles). Es cierto que, para los estándares actuales del cine comercial norteamericano, Somewhere, en un rincón del corazón es una película árida, audaz, casi experimental (los atisbos de humor más convencionales son inmediatamente cortados con pasajes de una sequedad brutal y tiene un tono casi minimalista), pero Sofia se ha creido demasiado el lugar de directora indie-fashion y, en esta mirada algo sobradora sobre las miserias, banalidades, absurdos y vacío del star-system de Hollywood, por momentos (véase la escena de la conferencia de prensa) se va al otro extremo y resulta algo patética. De todas formas, esta incursión en la intimidad de una estrella de cine llamada Johnny Marco (Stephen Dorff) y la relación con su hija de 11 años a la que casi no ve y menos entiende (notable aporte de Elle Fanning) tiene pequeños-grandes momentos, una puesta en escena llena de ideas, recursos narrativos muy creativos y observaciones entre graciosas y punzantes. Si en Perdidos en Tokio apelaba a un hotel nipón hipermoderno como locación principal, aquí la hija del gran Francis Ford concentra buena parte de la acción en el legendario Chateau Marmont de Los Angeles. Allí, Johnny -con su brazo enyesado, las exigencias del estrellato y las carencias afectivas que lo aquejan- intentará conectar con Cleo, en medio del desenfreno sexual, de la superficialidad y de la fugacidad de su vida. Un film lleno de ingenio y de talento, es cierto, pero no del todo convincente. Por lo menos, no lo suficiente como para hacerse merecedor a uno de los reconocimientos más importantes del cine mundial como el León de Oro de Venecia. Igual, vale la pena acercarse al íntimo, desafiante y en varios pasajes cautivante universo cinematográfico de Sofia.
Si alguien te pregunta de qué trata la película que acabaste de ver, te vas a dar cuenta que no tenés mucho que decir, ya que lo que aquí se muestra es como transcurren los días de una persona. Algo así como si fuera la sección de un programa de espectáculos llamada...
Los caminos de la vida La cuarta película de Sofía Coppola se centra en el drama existencial de un joven actor de Hollywood que, al tener que cuidar a su hija pre-adolescente por unos días, profundiza su crisis. Con una rigurosa puesta en escena, Somewhere, en un rincón del corazón (2009) remite en varios aspectos a la breve pero consistente filmografía de Coppola. Nadie podrá decir que Sofía Coppola no ocupa un lugar de privilegio. Más allá de ser la hija de uno de los realizadores fundamentales del cine mundial, ha sabido conseguir su propio lugar con cuatro películas que abordan temas complejos y al mismo tiempo, vistas en perspectiva, dialogan entre sí. Su ópera prima, Las vírgenes suicidas (The Virgin Suicides, 1999), pre-anuncia esa suerte de melancolía cool que aparecerá en Perdidos en Tokio (Lost in translation, 2003) y María Antonieta (Marie Antoniette, 2006). En su cuarta obra la realizadora vuelve sobre la crisis existencial, esta vez en un treinteañero que carga con su angustia en soledad y deambula de un lado a otro sin un rumbo demasiado claro, como queda ejemplificado en la contundente secuencia inicial. Vemos a Johnny Marco (Stephen Dorff) girando en una ruta desierta, hasta que desciende de su auto y su mirada queda suspendida, alejada de toda materialidad circundante. En esa suerte de limbo se sostiene buena parte del relato, y el final dejará abierto un interrogante. En el medio, la sorpresiva llegada de su hija Cleo (Elle Fanning, hermana de la más conocida Dakota) pondrá entre paréntesis parte de esa vida rutinaria y abúlica que el actor lleva en el mítico hotel Chateau Marmont de Los Ángeles, en donde ni las fiestas tienen encanto ni el sexo puede ofrecer algo más que una efímera satisfacción. Uno de los aciertos del film es la química que se produce entre Dorff y Fanning, inmejorables en sus roles. De la misma manera que la dupla Johansson-Murray era el eje en Pérdidos en Tokio, aquí nuevamente cada personaje se sostiene por su propio mundo y por el vínculo que establece con el otro. Y es en esa relación en donde está lo mejor de Somewhere: la secuencia con los helados en el lujoso hotel de Italia, o los diálogos en medio de los viajes, esos que ponen en evidencia la distancia irremediable que hay entre padre e hija. No por nada son lugares de tránsito, “no-lugares”, espacios que complejizan y dejan al descubierto el vacío personal de Johnny Marco y la necesidad de un progenitor por parte de Cleo. Menos logradas, en cambio, son algunas secuencias en donde pareciera que la realizadora se olvida del valioso material que tiene en sus manos y se entrega a la parodia gratuita, como aquella secuencia en donde el actor es homenajeado en Italia con un patético baile. No es que la situación no funcione, pero suena a un golpe de efecto que desestima lo que hemos visto hasta entonces. Los grandes momentos de esta historia se imponen sobre los otros. Se trata de una película “de situación”, en donde el tratamiento de los tiempos muertos y las acciones que bordean el absurdo construyen al mundo del personaje y lo definen, como un espiral que gira sobre sí mismo pero que con cada giro nos acerca al drama en cuestión. En otra situación lograda, Johnny contrata a un par de strippers-delivery que llegan a su cuarto y hacen –ver para creer- el baile de caño menos sensual del mundo. Verlo al actor en el primer baile es gracioso y patético, verlo en el segundo baile es también conmovedor. Somewhere tiene mucho de dèja-vu, de fórmula transitada. Pero es también la constatación de que hay una “autora” que tiene mucho para decir del mundo que vivimos. Y estilo para contarlo.
La insoportable levedad del ser. Nuevamente Sofia Coppola aborda en un film suyo el nihilismo de algunas vidas humanas. En Perdidos en Tokio, encontrábamos a Scartlett Johansson y a Bill Murray atrapados por la abulia que les generaba una realidad sin casi ningún tipo de deseo. Somewhere tiene mucho de aquella aclamada película. Nuevamente tenemos a un protagonista, Johnny Marco (Stephen Dorff), estrella de cine, con una existencia absolutamente vacía. Perdido entre descargas pulsionales y la excentricidad que le da la fama. No hay compromiso, no hay falta, todo está al alcance de su mano. El punto de inflexión se centra cuando vuelve a sostener el vínculo con su hija pre-adolescente (Elle Fanning), el cual no hace más que denunciar la vida líquida que viene llevando hasta entonces. Para ello, la joven directora se vale de su talentosa mirada quien transmite con un enfoque claramente situacional, lo banal, solitaria y hasta melancólica que es la subjetividad de Johnny. El punto más logrado es la estética del film, contiene una cantidad de bellos planos fijos y hermosas secuencias que recrean una atmósfera auténtica, en la cual se refleja lo que vive, siente y padece cada uno de sus protagonistas. Apoyado por una interesante banda de sonido, en su mayor parte diegética, y un exquisito trabajo de fotografía que le aportan la merecida cuota de realismo a esta obra con alta calidad visual y artística, hasta casi minimalista en algunos momentos. Ejemplo: la escena donde él queda debajo de la máscara de maquillaje, un encuadre curiosamente largo e inquietante. Otro acierto es el trabajo actoral, sobre todo el de Elle Fanning en el rol de la hija. La niña brinda con tanta credibilidad y naturalismo esa dosis de espontaneidad carente en su padre, haciendo de su interpretación un verdadero hallazgo y seguramente una promesa para la industria del cine. La debilidad viene del guión, también a cargo de Sofia Coppola. Si Somewhere tiene mucho en común a Perdidos en Tokio, le falta lo que a esta película le sobraba: la intensidad narrativa (que también gozaba su ópera prima: Las Vírgenes Suicidas). Se detiene en lo situacional y no logra profundizar en los conflictos relacionales entre ambos protagonistas, por momentos es una mera repetición, a través de bellas imágenes, de lo que ya sabemos. No hay tensión y carece de emoción argumentativa, la abulia de Johnny ya se torna tediosa. Esta disparidad del film, no excluye la posibilidad de un mensaje bien claro que quizás su directora y guionista quiso transmitir esta vez: no hace falta irse a Tokio para perderse en los laberintos de nuestra existencia.
El film de la realizadora de Perdidos en Tokyo cuenta la historia de Johnny Marco (Stephen Dorff), un actor de primera linea con perfil de chico malo, que tropieza por una vida de excesos, mientras vive en el legendario Chateau Marmont de Hollywood. Sus días son una mezcla de bebidas, chicas y coches rápidos. Sumergido en este mundo artificial, Johnny ha perdido el rumbo. Hasta que su hija de once años, Cleo (Elle Fanning), aparece inesperadamente y, sin darse cuenta, comenzará a ser su ancla. La frágil conexión de Johnny con la vida real, lentamente se reaviva con la joven presencia Cleo y sus días se irán llenando de vida. El film se basa fundamentalmente en las actuaciones principales de Stephen y Elle, que sostienen la historia hasta el fin. Y aunque a la película cueste levantar vuelo, es quizás el ritmo adecuado para contar como transcurren los días de este famoso actor, que como él mismo dice, siente que no es nadie real. Sofía Coppola va afianzando su carrera como realizadora después de Perdidos en Tokyo, María Antonieta o Las vírgenes suicidas, en todos los casos, marcando su sello. En Somewhere no necesita de golpes bajos, pero sí una mirada muy reflexiva.
Ricos y famosos Cuando elevamos a un director de cine a la categoría de autor, observamos en su filmografía una serie de reiteraciones estilísticas que van afianzándose con el correr de su carrera delineando los finos trazos de su firma como artista. Una película de Bresson indudablemente es una película de Bresson. Una escena dirigida por Lucrecia Martel tiene en cada elemento de la puesta en escena su aroma, sus movimientos, su acentuación como directora autora, como narradora audiovisual. Sin embargo, luego de haber visto la última película de Sofia Coppola me ocurre todo lo contrario. Me encuentro ante un film sin dueño, como si la realizadora hubiera perdido la sutileza y el encanto de su trazo, como si se hubiera quedado sin herramientas para narrar. Porque si Somewhere observa las películas que pasaron (sobre todo en sus amplios guiños a Perdidos en Tokio), es para repetir una fórmula, no para reafirmar un acento. En la despedida de los protagonistas de Lost in Translation, se nos negaban las palabras que se decían al oído dejándonos un gusto amargo, la misma sensación de angustia que nos había acompañado en todo el film. En Somewhere, se duplica la escena pero esta vez son los mismos protagonistas quienes no se oyen gracias al estrepitoso ruido de las aspas del helicótero. Entonces, sin un estilo definido, lo único que nos queda por observar es el nada ingenioso retrato de la burguesía norteamericana: la historia de Johnny Marco, un actor rico y famoso sin mayor conflicto dramático que el de pasearse de mujer en mujer o de hotel en hotel. Es verdad que la aparición de Cloe, la hija de Johnny, interpretada por Elle Fanning, la hermana de Dakota, le aporta cierto carisma que la película no tenía (el desayuno improvisado por la pequeña cheff, las muecas de tomar el té bajo el agua en la pileta). Sin embargo, también es cierto que nada de esto alcanza para darle vida a estos personajes. Porque la última película de Sofia Coppola es una película sin corazón y una película sin corazón es fácilmente olvidable como un chiste mal contado, como una publicidad de jabón.
Vacuidad y glamour Tras su experimento cinematográfico con María Antonieta, film que cosecha adeptos y mayormente detractores, Sofía Coppola vuelve con Somewhere, en un lugar del corazón a transitar los caminos de la introspección y de la mirada lúcida sobre sus personajes. En esta película prevalece la cadencia de Perdidos en Tokio, así como la búsqueda estética más adecuada al estilo de la realizadora con una fuerte presencia de la banda sonora a cargo del grupo Phoenix (cuyo líder es pareja actual de la cineasta). Con una cámara que no atosiga, de movimientos leves pero siempre concentrada en la soledad del protagonista, la directora se va sumergiendo en el detrás de escena de lo que podría denominarse el derrotero de una estrella Hollywoodense: Johnny Marco (sorprendente actuación de Stephen Dorff). El actor acaba de terminar de filmar una megaproducción y debe cumplir las obligaciones típicas para promocionar el film, mientras atraviesa una crisis personal que pretende ocultar a través de los hábitos de la fama: manejar su Ferrari negro en círculos; llevarse todos los días una mujer diferente a la cama; esconderse de fotógrafos y autos imaginarios que lo persiguen. Sin embargo, la llegada de su hija Cleo (excelente desempeño de Elle Fanning) por un lado lo conectará nuevamente con su verdadera historia personal y por el otro acentuará su conflicto existencial, que emerge de las sombras cuando las luces del éxito y las máscaras del glamour se van derritiendo. También responsable del guión, Sofía Coppola consigue equiparar la austeridad de los diálogos, precisos y no explicativos, con un tono pausado en la dirección abriendo espacios a los tiempos muertos pero sin recaer en una atmósfera densa. Y eso lo logra simplemente por saber dirigir a sus actores; por darles la libertad para que se adueñen de la película como sucede con Stephen Dorff cuando a partir de un limitado conjunto de gestos y acciones logra transmitir mucho más que en los momentos donde debe soltarse hacia el drama. Elle Fanning lo hace todo más fácil con una personalidad avasallante y una madurez actoral asombrosa que en el futuro seguramente aflore como proyecto de gran actriz. Puede pensarse que esta obra de la hija del director Francis Ford Coppola se nutre tangencialmente de sus propias experiencias como hija de un padre ausente porque en definitiva Johnny Marco lo es en alguna forma. No obstante, quedarse únicamente con esa impresión sería injusto dado que la película en sí misma también puede analizarse como un reflejo distorsionado del universo Hollywoodense y sus radicales códigos que terminan fagocitándose a sus propias criaturas, personas de carne y hueso que juegan a ser otras constantemente y que sufren cuando el juego termina siempre siendo el mismo.
Somewhere, en un rincón del corazón Un actor y su hija, perdidos y encontrados en Hollywood por el ojo de Sofia Coppola La primera escena es como un aviso al espectador. La cámara estática registra un tramo de carretera en medio del campo. El sonido del motor de un auto precede al paso fugaz de una Ferrari a la que después veremos cruzar en sentido contrario por otro tramo de pavimento un poco más lejano. Los giros se repiten, más oídos que vistos: ni siquiera se ve quien es el conductor. Con ese plano inusualmente prolongado, Sofia Coppola que hace un cine en voz baja, prefiere mirar de lejos, evitar cualquier énfasis y apuntar a los detalles, establece ciertas pautas: habrá que estar atento a lo que expresa cada situación por banal que parezca, al estado de ánimo que se desprende de cada acción de los personajes, a la lenta transformación interior que experimentan y no llegan a expresar verbalmente. Quienes recuerden Perdidos en Tokio convendrán que ese es el estilo que mejor traduce la fina sensibilidad de la directora y el terreno en el que se mueve con mayor seguridad, a tal punto que la sutil elocuencia de Somewhere (y su tenue condición poética) se ve debilitada bastante cerca del final, cuando el protagonista pone en palabras su tormento interior, del que acaba de tomar conciencia. El es Johnny Marco (Stephen Dorff, notable), una estrella de Hollywood que reside en el legendario Chateau Marmont de Los Angeles rodeado de los privilegios y las obligaciones de la fama, un placentero limbo donde abundan las mujeres bonitas, el alcohol y las preguntas tontas de la prensa y en el que vive con indolencia, como si todo su compromiso fuera responder a lo que los demás esperan de él. Además del room service, la única constante en esa rutina -que Coppola observa sin ojo crítico aunque se le filtren algunos apuntes gruesos- son las esporádicas visitas de su hija, una chica de 11 años que vive con su madre y a la que apenas conoce. Hasta que una circunstancia lo deja a cargo de la chica y la convivencia prolongada no sólo transforma la relación sino que también lo lleva a plantearse algunas cuestiones más íntimas. En este tramo, el lenguaje de Coppola alcanza sus mejores aciertos cuando desliza ligeras pinceladas sobre el crecimiento del vínculo sin traicionar el estilo ni ceder un milímetro al sentimentalismo, pero también descubre la voluntad de torcer el rumbo del cuento para extraer de él una crisis existencial que luce bastante forzada y que no encuentra resolución convincente. Es admirable el trabajo de Elle Fanning, el alma de la película.
Desarticular mitos de la “celebrity” Durante buena parte del metraje, la realizadora de Perdidos en Tokio planta su cámara frente a un actor famoso, evitando la crítica y proponiendo cierta empatía con el espectador. El único problema es un innecesario giro final. “¿Quién es Johnny Marco?”, le pregunta un periodista a Johnny Marco en conferencia de prensa, como si una pregunta así de estúpida pudiera responderse. En Somewhere, Sofia Coppola hace lo contrario. En lugar de pretender “conocer la verdad” sobre el “verdadero ser” de un actor –instancia incognoscible por definición– convierte la lente de la cámara en su escort. Permite así que el espectador comparta, durante hora y media, la vida cotidiana del protagonista: el otro lado del glamour. Todo bien, si no fuera que en los últimos minutos la realizadora cae, cuando nada lo hacía esperar, en el mismo infantilismo del periodista, suponiendo que esa superficie opaca llamada Johnny Marco puede volverse transparente. Allí, Somewhere pierde coherencia, se desdice, trueca lucidez por una epifanía que es puro vicio de guionista, para terminar incurriendo también en el cliché del tipo exitoso que, tras “tomar conciencia”, renuncia a su vida de un solo golpe y deviene héroe existencial. Pero Johnny Marco (excelente Stephen Dorff) no es ningún héroe. Es un tipo común y corriente. Aunque viva una vida que el prójimo supondrá olímpica: suite en el Chateau Marmont (mítico hotel de actores del Sunset Boulevard), auto supersport, chicas que le muestran las tetas. “¡Qué lindo es!”, comenta una vecina de mesa y él devuelve el piropo con sonrisa canchera. De la sonrisa para adentro, a Johnny le pasa lo que a cualquiera: se aburre en su habitación, se fractura la muñeca por culpa de un resbalón alcohólico, intenta matar el insomnio con documentales del History Channel, sigue chicas a las que no alcanza. Una noche llega a su habitación y se encuentra con una surprise party organizada por un amigo: Johnny como extranjero de su propia vida. Después están, sí, los gajes del oficio. Asistir a conferencias de prensa que parecen sucursales del sinsentido, ponerse paranoico con la posible persecución de un paparazzo, recibir SMS amenazantes, quedar atrapado en una máscara, en un estudio de maquillaje. Si condescendiera a la sátira, Somewhere sería ramplona, demagógica, facilonga. Autora del guión, Sofia Coppola no echa sobre el protagonista una mirada criticona. El tipo podrá mandarse sus patinadas, sobre todo con las chicas, pero nada lo diferencia esencialmente de lo que cualquiera haría en su lugar. La estrella no como semidiós, sino como alter ego del espectador: es sumamente saludable lo que Sofia Coppola produce, en relación con el mito de la celebrity contemporánea. La hija de Francis tampoco facilita un ida y vuelta fácil entre el protagonista y el espectador. Johnny Marco es un tipo seco, casi impenetrable. Difícil saber qué siente, qué quiere, qué le pasa. Al menos, hasta el minuto noventa y pico, cuando de pronto todo derrapa hacia el confesionalismo y la verbalización. Hasta tal punto la realizadora evita convertirse en fiscal de lo que muestra, que cuando la ex le endosa a Chloe, la hija de once años de la que Johnny sabe poco y nada (magnífica Elle Fanning, hermana menor de Dakota), el tipo no se comporta como padre ausente, sino como el daddy que más de una quisiera tener. ¿Como el que Sofia Coppola tuvo de chica? Pregunta para chismosos y cholulos. Por mucho que tenga de personal, no parece llevar a ningún puerto leer Somewhere como ficción à clef. Sí como ficción de observación, ficción antropológica, ficción semidocumental. Como en Perdidos en Tokio, pero más, Coppola planta la cámara (la de Harris Savides, DF favorito de Gus Van Sant) y la deja fija, generando un tempo que promueve la observación y el detalle. De detalles está hecha Somewhere, no sólo en imagen sino también de sonido. En la primera escena, el motor del supersport de Johnny rompe el silencio del desierto. Dos bailarinas de caño practican su ensayado numerito en la habitación de Johnny. Al rozar el metal, sus zapatos sisean: un sonido tan poco erótico como ellas mismas. Al terminar, pliegan pacientemente los caños y se llevan el grabador: para Sofia Coppola, bailar caño es un oficio tan poco glamoroso como cualquier otro. Como el de estrella, sin ir más lejos. Lástima que al final se olvide y quiera convertir el oficio en vacío existencial, la materia en mensaje, la pura observación en sentido dado.
Todo eso se parece a la sonrisa de papá Sofia Coppola apunta a lo más íntimo de sus personajes en su nueva y celebrada película. Siempre se dice, y muchas veces con verdadera razón, que un director autor está contando una y otra vez la misma historia, pero con distinta trama. Puede expresar diferentes cosas, pero refiere a lo mismo. A Sofia Coppola le endilgaron -y ella mismo lo aceptó- que sus tres primeras películas, Las vírgenes suicidas , Perdidos en Tokio y María Antonieta eran, componían una trilogía sobre personajes femeninos. Jóvenes. Bueno, ahora en Somewhere , que lleva adosado al título en un rincón del corazón , que funciona como un acaramelado subtítulo innecesario y le hace perder toda sutileza y enigma, el protagonista no es una mujer, sino un hombre. El hombre se llama Johnny, es un actor -joven- famoso, se ha separado de su mujer, que debe ausentarse vaya uno a saber por qué, y le pide que se encargue de Cleo, su hija en común, de once años. Nos enteramos de todo ello una vez que la película ha iniciado hace rato su metraje. Hasta entonces, vimos cómo Johnny vive en el hotel Chateau Marmont, un emblema del glamour hollywoodense en Los Angeles, invita parejas de bailarinas a danzar en el caño y se queda dormido. Bebe, fuma, maneja su Ferrari negra. Parece aburrido. Sofia Coppola tuvo que salir a aclarar que la película “no es autobiográfica”, sobre todo a partir de que Johnny debe convivir con Cloe, y la lleve con él de viaje a Milán, donde también vivirán en un hotel a puro lujo. Sofia viajó muchas veces, a solas, sin la compañía de su madre o sus hermanos, con papá Francis a distintos destinos. Esa aclaración de Sofia es y no es innecesaria. Por un lado, si usted ve Somewhere sin saber que es una película de Sofia Coppola -se la cruza en el cable en un par de años, digamos-, se pierde eso : el considerar, presentir que tal o cual suceso o coyuntura tiene que ver con algo que le sucedió a Sofia con su padre. Pero también puede descubrir otros matices en ese vínculo, que va más allá de la familiaridad entre el padre famoso y su hija... que está descubriendo el mundo, sensible y temblorosa. Somewhere habla del vacío de la fama y de las relaciones humanas. De las negligencias y las frases nunca dichas a tiempo. Coppola tiene un timing propio, que para algunos será cansino. Cuestiona y se burla de la prensa del espectáculo internacional, del showbusiness, pero su ojo apunta hacia algo mucho más íntimo. Aunque tarde en hacerle verbalizar a Johnny lo que le pasa en su interior, cuando la verdad estalle, nada podrá recomponerse como era antes. La película abre con un auto negro -la Ferrari de Johnny- girando y girando, dando vueltas y más vueltas sin sentido alguno. Hasta que se detiene. El final -que no vamos a adelantar- cierra con absoluta precisión la historia de Johnny, el hombre que eligio Sofia Coppola para hablar... de sí misma.
Algún lugar, cualquier lugar El taquillero y ascendente actor norteamericano Johnny Marco (Stephen Dorff) lleva una vida algo nómade desde que saltó a la fama como protagonista de filmes de acción. Vive en un hotel de Los Angeles y maneja una Ferrari, tiene a las mujeres que se le antojen y fiesta día de por medio si es que le place. Pero la mayor parte del tiempo está solo y en silencio, perdido en un vacío que el éxito no llena. Por circunstancias inusuales, queda a cargo de su hija Cleo (Elle Fanning), una madura púber de once años con inquietudes artísticas y un temperamento tranquilo y reservado que parece calcado del suyo propio. Johnny y su hija comparten una conexión de pocas palabras, una afinidad quieta, natural, que los hace sentirse cómodos en compañía. Juntos, padre e hija disfrutarán de los privilegios de la vida de estrellas, mientras Johnny intenta recuperar el tiempo perdido acompañando a Cleo en sus actividades. La epifanía está allí mismo, en esos momentos fugaces; en los lugares más inesperados, la respuesta que el actor busca desde hace tiempo sobre su propia existencia. Los actores están impecables en sus roles, destacándose la pequeña Elle Fanning (hermana de la más conocida Dakota) cuyo trabajo excede las expectativas que podría haber sobre el personaje. Debe tenerse en cuenta que la historia que se narra hace más hincapié en lo visual que en los diálogos, y en este sentido cada miembro del elenco cumple. Las escenas de pole dancing que un par de gemelas realizan en la habitación del protagonista son tan forzadas e incómodas como se pretende transmitir; el vacío emocional de la vida de Johnny Marco no necesita demasiada apoyatura en las palabras. Tampoco los momentos de paz y plenitud que permiten a la historia volverse "respirable". Hay similitudes notables entre el registro de "Somewhere..." y el de "Perdidos en Tokio", filme de inmediata referencia de la directora y escritora. De hecho, la secuencia de premios en la televisión italiana remite inconfundiblemente a la escena en la que Bill Murray se sometía a los caprichos de un conductor televisivo japonés. La misma perplejidad del actor internacional frente a las costumbres vernáculas de un país que le resulta extraño y al que sólo visita por conveniencia, no por goce personal. Este tipo de autorreferencias no es extraño en Coppola, pero para quien se habituó a su cine puede resultar irritante; en todo caso, la trama no necesita de esos guiños, no suman a la historia ni generan un plus de empatía en el público. Salvando las recurrencias, este regreso de Sofia Coppola a lo mejor de su cine (esa perspectiva íntima, absorbente y preciosa del mundo cotidiano de sus personajes) resulta no sólo una propuesta interesante e imprescindible, sino un verdadero remanso en una pantalla veraniega que por momentos parece retraerse únicamente a los géneros de animación y de acción clásicos. Un drama entrañable, plausible de ser apreciado por espectadores ávidos de buen cine.
Sofia, perdida en su laberinto La directora, que pegó el gran salto con “Perdidos en Tokio”, retrocede con esta historia, por momentos insulsa, y en otros vacua, cuyo tema roza aspectos de su vida. Pero el film ganó el último Festival de Venecia. Una brújula para Sofia Coppola. Urgente. ¿Hacia dónde va, o desea ir, la cineasta? Potenciar lo instrascendente, como en “Perdidos en Tokio”, no siempre logra resultados. Por momentos, “Somewhere”, que se estrena hoy, parece querer deshacerse del espectador, lo invita a irse. ¿De qué se está hablando?, dirá algún lector disgustado y con justa razón. Claro, “Somewhere” ganó el León de Oro en el último Festival de Venecia, presidido por Quentin Tarantino. ¿Entonces? Silenzio stampa. No hay explicación. “A mi padre le mostré la película cuando estaba terminada, porque yo ya tenía una idea muy clara de cómo quería hacer el film y no necesitaba demasiadas opiniones”. Sofia Coppola, algo omnipotente, se refiere a su cuarto film, “Somewhere”. Quizás la mirada y el consejo de Francis Ford hubiese sido de utilidad, sobre todo tratándose de un avezado cineasta con un pasado tan respetable. Pasado, se enfatiza, porque su presente es “Tetro”, que hizo en Argentina y, al parecer nunca se verá por... ¿impresentable? Pero Sofia no acudió a él más que para pedirle que fuera el productor ejecutivo y aporte unos cuantos miles de dólares. Como en “Perdidos en Tokio”, su mejor trabajo, otra vez posa su cámara en ese tipo de personajes, devenidas celebridades en pleno tobogán, que arrastran su humanidad por hoteles glamorosos. El no muy reconocido Stephen Dorff encarna a Johnny Marco, un actor que trata de sobrellevar su tiempo entre mujerzuelas, alcohol, pastillas y alguna conferencia de prensa en la que nunca completa una frase y es incapaz de hilvanar una idea. A manera de crítica, Coppola radiografía el costado invisible -y oscuro- de una estrella, aunque también se encarga de dejar mal parado al periodismo, haciendo foco en inocuas y repetidas preguntas. Sí, a Sofia le disgustan las promociones y las entrevistas. “Somewhere” no tiene un actor de la versatilidad de Bill Murray, ni una actriz de la belleza de Scarlett Johansson. Dorff (“Enemigos públicos”, “El destino y la pasión”) no ofrece casi alternativas; lo más rescatable es Elle Fanning, la hermana de Dakota, quien a sus 12, se perfila como una grata promesa. ¿Cuál es el defecto del film? Que nunca termina de arrancar, que es abúlico y que enfatiza la “nada” como un valor agregado. Porque la cámara de Sofia “persigue” a un actor que no sabe qué hacer con su vida, medianía que parece interrumpir cuando aparece, de buenas a primeras, su hija, de la que tiene que hacerse cargo. Hay en la trama ciertos pasajes de la niñez de Coppola, cuando Francis Ford la llevaba de aquí para allá. Sin embargo, la hora y media se hace eterna. A veces, ser distinto, o pretender serlo, confunde, y por lo visto aquí, Sofia aparece extraviada, perdida, no en Tokio, sino en su propio laberinto.
Nowhere Sofía Coppola recicla la fórmula de sus trabajos previos. La directora gira una y otra vez sobre la misma idea. En la primera imagen de la película, el protagonista confirma la metáfora dando vueltas en círculo con su coche deportivo. En el final, nuestro héroe abandona su Ferrari en una banquina, pisa el asfalto con sus botas de cuero y camina hacia adelante con la cabeza en alto. Entre estas dos escenas de una increíble pesadez simbólica, Sofía Coppola emprende una crónica minimalista sobre la crisis de un actor famoso, con largos planos secuencia y acciones en tiempo real en las que, paradójicamente, todo suena falso. En Somewhere, como en todas sus películas, está presente la típica chica rubia, pálida y grácil, presa de los tormentos existenciales de su edad. Pero en esta ocasión no es el centro del relato porque el verdadero adolescente es su padre, Johnny Marco, un star de cine que pasa el tiempo encerrado en su habitación del Chateau Marmont, legendario hotel de las estrellas de Hollywood. Johnny se aburre entre conquistas fáciles, tardes alcoholizadas y paseos en Ferrari. Hasta que una bonita mañana entra en escena su hija Cleo, fruto de una madre invisible a la pantalla y de una unión que parece nunca haber existido. Cleo es asombrosamente madura para sus once años, no plantea cuestiones indiscretas y logra una complicidad perfecta con su padre. Johnny encuentra en pocos días el verdadero sentido de la vida y, como si el lugar común no fuese del todo evidente, Sofía Coppola subraya el mensaje con la vuelta de tuerca final. La directora apila los clichés y no se esfuerza por ofrecer espesor a sus personajes. Los protagonistas permanecen simpáticos y bellos a pesar de sus defectos, y el conjunto resulta desesperadamente chato. La fastidiosa descripción es apoyada por una puesta en escena limitada que se detiene sobre decorados lujosos. La realizadora filma en dos ocasiones un patético baile del caño para reforzar el vacío existencial de la estrella y embarca arbitrariamente al dúo hacia la Italia de Berlusconi, que se ofrece como una caricatura provinciana de Hollywood, cumbre del kitsch, las siliconas recargadas y los shows televisivos funestos. Sofía Coppola recicla la fórmula de sus trabajos previos, pero el encanto desaparece y en su lugar sólo queda un drama inocuo, tedioso e impostado.
Contemplativa y aburrida mirada sobre la fama ¡Qué misterioso es el cine y cuánto más el ser humano! No dejo de pensar cuánto me gusta el cine contemplativo, ese en el cual parece que no pasa nada. Pienso en incontables títulos que me han fascinado como El Custodio, el cine de Martel con su Ciénaga o la misma Shirin que tanto nombro últimamente. Sofía Coppola es una de esas jovenes directoras que con apenas 4 títulos en su haber- sacando los cortos de la lista- ha dado que hablar y tiene sus adoradores y detractores, un poco como todos los directores en sí. Pero en su caso mucho se le ha machacado esa cadencia de imágenes casi estáticas y de escenas silenciosas que acompañan historias donde los protagonistas vagabundean por una vida aparentemente vacía. Somewhere en este sentido no es algo muy distinto. En esta última cinta, Sofía nos presenta la vida de un popular actor de cine que no encuentra su lugar en el mundo, vive sumido entre mujeres, festicholas y momentos de soledad en los que no sabe qué pomo hacer y su vida parece una pista de carreras que da vueltas y vueltas sin llegar a ningún lado, como la genial escena con que abre el film, el primer símbolo obvio de toda la cuestión. Entonces, me pregunté a mi misma cuando llegaron los créditos finales (o quizá bastante antes) : ¿por qué adoré films como los que mencioné antes y detesté este? ¿por qué si a mí Coppola me encanta y la considero una muchacha que ha sabido sacarse de alguna manera el peso de su apellido haciendo cosas con una marca personal, logró que me aburriera como un hongo? La respuesta podría ser variada, pero diría básicamente que esta vuelta Sofía no me contó nada de forma extraordinaria. Dentro de su sencillez extrema, el film tiene unos cuantos momentos interesantes que siempre terminan siendo elisiones de otros momentos que no acaban de cerrarse. Si a eso le agregamos que utilizó unos cuantos tópicos recurrentes en esto de las estrellas de existencias vacuas, cartón lleno. Como espectadora me sentí inundada de una ansiedad suprema por ver reaccionar al protagonista de alguna manera, que pasara algo de alguna maldita vez y que al menos hubiese un diálogo, al menos uno solo, que valiera la pena ya el visionado entero. Y cuando parece que ese momento llega, tenemos a un hombre que se pone a llorar- muy convincentemente eso sí- con frases hechas del tipo: No soy nada, no soy ni siquiera un hombre... WTF? Si puntualizo un poco más, me quedé con la sensación que Sofía utilizó grandes espacios de tiempo en escenas obvias- como las bailarinas de caño o los momentos de soledad del actor- y apuró la narrativa de otras que de ahondarse un poco más hubieran sido estupendas- como los momentos que pasa con su hija y el después de esos "días de felicidad". Así, los casi primeros 40 minutos de esta hora y media de film, salen sobrando por su interminable dilación. Así y todo hay que reconocer que la joven Coppola tiene un manejo de cámara y de la escena excelente. La fotografía y las tomas, largas sí, pero muy bien hechas, son una delicia y la elección de la maravillosa Elle Fanning en la piel de la hija de este inmaduro protagonista, es inmejorable. Su delicadeza y la madurez nada exagerada que demuestra en contraposición con su padre, es lo mejor del film sin dudas y la escena de la pileta, en que simulan tomar el té, la más lograda de todas. Asique ya están avisados, es un film lentísimo, con un final de esos que dan ganas de rasgar la pantalla con una vitorinox a pesar de haberse hecho con un León de Oro el año pasado.
Anexo de crítica: Con Somewhere (2010), en esencia María Antonieta (Marie Antoinette, 2006) desde el punto de vista de un actor hollywoodense, Sofia Coppola se termina de imponer como una voz única dentro del cine independiente contemporáneo: la soledad, el desapego y la falta de pasión vuelven a ser los hilos conductores de un relato agridulce plagado de tiempos muertos verdaderamente exquisitos. Lejos del nihilismo barato y festivalero de algunos de sus colegas, la realizadora construye obras líricas que se destacan por su sinceridad ideológica y perspicacia estética...
El mundo de Sofía Esta última producción de Sofía Coppola, tiene todos elementos para no pasar inadvertida en la cartelera nacional: buen guión, excelentes actuaciones, locaciones atractivas y los climas intimistas que la directora sabe imprimir siempre en sus trabajos. -Guión. Somewhere cuenta la historia de Johnny Marco, un actor hollywoodense que pasa sus días abúlicamente, entre fiestas, mujeres, alcohol y excesos de todo tipo. Cuando debe cuidar una breve temporada a su hija de 11 años, poco a poco comienza a agudizarse en el protagonista, la toma de conciencia de su vacío existencial. El guión escrito por Coppola, remite sin duda a ciertas vivencias personales. La relación entre padre e hija- complicada por momentos, debido al contexto y el ambiente donde se mueve Johnny- además de sugerir claras connotaciones con su padre (Francis Ford), pone el acento en una decisiva y punzante crítica a los medios de comunicación y al mundillo de Hollywood en general. -Actuaciones. El trabajo de Stephen Dorff y Elle Fanning en este film es sorprendente. Obviamente que cada uno de ellos está muy bien en sus papeles, pero la química que tienen juntos es fundamental para retratar una relación padre/hija poco usual, donde de a ratos los roles se invierten. La amistad que subyace de ese vínculo filial, sirve de elemento catalizador para dejar pasar por alto reproches y posibles recriminaciones. Los silencios y las miradas, tienen a lo largo de toda la película un valor vital, y los protagonistas saben adueñarse de ese valor (tan típico en la filmografía de Sofía) para retratar personajes creíbles, reales y hasta cercanos. -Locaciones. Aparecen varios lugares atractivos, pero entre ellos cabe destacar el Chateau Marmont, hotel mítico si los hay, en donde vive el protagonista (y donde vivió temporalmente Sofía Coppola de niña, con su padre por los años `70). El Marmont es uno de los hoteles más emblemáticos de Los Ángeles, atravesado por miles de historias y leyendas, que jamás se sabrá cuanto de verdad y de mentira tienen. La directora no aborda ninguna de esas historias, se limita a mostrar sus rincones más conocidos, como la piscina, los bungalows, y sus salones. Sí es verdad, que en la breve participación de Benicio del Toro- cuando se encuentra en el ascensor con Stephen Dorff- hay mucho más que un simple cameo, ya que sobre Benicio se rumorea que tuvo relaciones sexuales en unos de los elevadores del Chateau Marmont con una actriz de Hollywood. También los protagonistas se trasladan a Italia. Pero aquí, las locaciones son mayoritariamente interiores. Lo mismo fuese que estuvieran allí, en Londres o París. Aeropuertos, hoteles, habitaciones de hotel, casi los mismos lugares que ellos transitan en Los Ángeles. Sin embargo, cuando Johnny asiste a una trillada ceremonia de premios, la impronta italiana se hace presente, y la figura de Fellini (cine que se nota Sofía tiene muy visto) cruza la escena, con un baile y una canción que toman desprevenido al personaje de Dorff. -Climas. Luego de María Antonieta, Coppola decidió volver con ahínco a sus historias minimalistas y despojadas, donde los excesos narrativos, dramáticos y en definitiva, de ningún tipo, tienen lugar. Una vez más, nos encontramos con personajes que vienen de otro lugar: en Las Vírgenes suicidas la familia protagonista llegaba a un nuevo pueblo; en Perdidos en Tokio el protagonista también en un hotel, se encontraba en un país diferente; en la antes mencionada María Antonieta la joven reina debía adaptarse a una nueva corte; y en Somewhere, Johnny vive en el Chateau Marmont, lugar que pese a sus lujos y comodidades ya no le brinda placer alguno. El tema de la no pertenencia es tan recurrente en el cine de Sofía Coppola, como lo son sus escenas poéticas, el cuidado en la elección de sus planos, y el buen gusto y la delicadeza hasta para representar un baile erótico. La escena en la piscina (con imágenes subacuáticas incluidas) es una de las más bellas y dulces de toda la película; es donde la posibilidad de un nuevo y mejor tipo de relación entre Johnny y su hija se hace tangible. La directora en más de una ocasión, ha declarado que el cine de la Nouvelle Vague ha sido para ella una fuerte influencia. Somewhere es un claro ejemplo de ello, el principio y el final de la película lo son. No importa que pasó antes o que pasará después con los protagonistas, lo que importa es que pasa ahora con ellos. La esencia de la película está en seguir su devenir, y el mismo muchas veces puede ser inexplicable.
LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER Desde el plano que abre "Somewhere" se percibe el ritmo que tendrá la última obra de Sofia Coppola: una Ferrari recorre una pista circular en medio de la ruta y la vemos dar 4 vueltas en tiempo real; esto es, casi 4 minutos de plano sostenido, hasta que el auto se detiene y su protagonista baja y mira al horizonte. Estamos ante una historia intimista, pequeña, y hasta familiar, si así se la puede catalogar, pero que pretende hablarnos sobre la vacuidad de la fama y del éxito a través de un actor de Los Ángeles. Johnny Marco es un astro cinematográfico treintañero que vive temporalmente en el hotel Chateau Marmont de Hollywood. Cuando su hija de once años aparece por sorpresa, Johnny no tiene más remedio que enfrentarse a todo lo que ha rehuido durante su vida. En esos pocos días que comparten, padre e hija disfrutan de su mutua compañía y de las obligaciones que, como estrella del cine, Johnny debe cumplir: sesiones de fotos, conferencias de prensa, descansar en el hotel durante el tiempo libre que le deja la preproducción de su próximo filme, ir a una entrega de premios en Italia con estadía paga en una suite 5 estrellas. Coppola retrata esos momentos compartidos, sin conflictos, sin discusiones, sin retos; es la descripción de ese transcurrir de momentos, muchos de ellos casi sin elipsis, lo que puede resultar algo tedioso, porque ciertas escenas se alargan más de lo necesario. Pero más que una relación padre-hija, parece una vacación entre amigos; justamente, el conflicto radica allí, en esa relación desdibujada, que se evidencia cuando la pequeña hija le blanquea a su padre su calidad de ausente. El filme es todo de Stephen Dorff, dotando a su Johnny con su facha, desparpajo y naturalidad, logrando una buena labor; prácticamente no lo perdemos de vista y lo acompañamos en todos los acontecimientos de su movida existencia, incluyendo el desfile de bellas mujeres que lleva a su cama a diario. El replanteo de su vacía vida (a pesar de que parece todo lo contrario) aparece algo tarde, y nuestro protagonista parece querer dar un vuelco a su frívolo e insubstancial presente, pero eso quedará para otra película, porque los créditos finales hacen su aparición. El filme de Coppola tiene algo de su genial “Perdidos en Tokio”, por esto de que un actor pasa una estadía en un hotel fuera de su hogar, por la voz recriminatoria de una esposa a través del teléfono, por la sensación de vacío del protagonista o por la vivencia de una felicidad efímera de dos seres en circunstancias transitorias. Sin embargo, a pesar de las coincidencias, resulta más interesante y desarrollado el conflicto de “Lost in transaltion” que de esta “Somewhere”, tal vez algo pueril. Dentro de una consistente actuación, a Dorff (¿o al personaje?) le falta cierta intensidad, y lo mismo se aplica al filme, un retrato sobre la futilidad de la fama y de Hollywood, sugestivo en instantes precisos pero dominado por cierto vacío en su totalidad. Hay participaciones especiales (o cameos casi) de dos actores reconocidos, como Benicio del Toro y Michelle Monaghan, en roles sin peso en el guión. Elle Fanning parece seguir los pasos de su hermana Dakota, cumpliendo con creces su rol de hija chiquita pero con mucho de adulta, que demanda ser querida y cuidada como se merece. Y Johnny parece recapacitar y se baja de su Ferrari, deja de girar en círculo como al comienzo del filme, para enfrentar el rol más importante de su carrera: ser papá; o mejor dicho, SER papá.
Sofia Coppola evita el panfleto autorreferencial y crea un film extraño, personal, pero a la vez universal sobre la fama y sus dolores. Actor de moda (Stephen Dorff) lleva, a pesar del éxito y del glamour que lo rodea, una vida triste, vacía, estancadísima. De repente, su ex le adosa a su hija (Elle Fanning) porque se quiere tomar un tiempo, situación que lo obligará a compartir su vida de estrella de Hollywood con la niña, durante algunos días. Podría ser un film común y corriente, con personaje que encausa su vida a partir de un vínculo forzado. Pero no, que Sofía Coppola sea quien esté detrás de cámara le aporta al film una mirada particular, que parte de la duración de los planos, de la utilización de la música y de una cierta sensibilidad con la que la directora habitualmente juega a desarticular los clichés con los que peligrosamente gusta coquetear. Sin embargo, que esté Sofía Coppola le juega una carta en contra al film y es, precisamente, darnos cuenta de que a esta película ya la vimos: se llamó Perdidos en Tokyo. Es y, a la vez, no es. Es Perdidos en Tokyo porque hay un actor triste, porque su contexto son las habitaciones de hotel; porque hay un humor ridículo siempre asordinado, siempre seco, que la salva de ser acusada de burlona y cínica; es también porque el vínculo que entabla el protagonista es con una chica más joven. Pero no es. Porque esta vez el hotel no es un lugar de paso, sino el espacio físico que habita el actor y porque, fundamentalmente, aquella chica ahora es la hija y no un probable interés romántico. Estas aparentemente mínimas -aunque no tanto- diferencias son las que van a hacer de Somewhere, en un lugar del corazón no un film mejor que aquel, pero sí ciertamente mucho más triste y bucólico. La diferencia radica, pues, en que no hay aquí costado romántico que empariente el film con otro género. Esa posibilidad que estaba siempre latente en Perdidos en Tokyo, en esta oportunidad queda desairada y lo que tenemos es a un tipo bastante amargo atravesando sus días. Coppola trata de quitarse casi todo lo cool que hay en su estilo: y si no lo puede completamente es, después de todo, porque eso formó parte de su vida y se le hace complejo erradicarlo, mucho más en un film casi autobiográfico como este. En Somewhere acude a tiempos narrativos espesos, en la mayoría de los casos con una cámara que se queda estática. Sirve, para ver la respiración de sus personajes: y tanto Dorff como Fanning, se lucen. Si como decíamos, Somewhere no es una mejor película es porque su anécdota no termina de ser del todo original. Y una serie de apropiados esteticismos narrativos no puede contrarrestar algunos lugares comunes en los que incurre, aún cuando es evidente que lucha a brazo partido para no caer en ellos. Después de todo, es el juego al que la directora le gusta jugar y que en este caso no supo sortear hábilmente. Lo que se termina agradeciendo es la liviandad de la propuesta: porque lo autobiográfico no da lugar a la rabia, sino a la contemplación melancólica. De esta forma, evita el panfleto autorreferencial y crea un film extraño, personal, pero a la vez universal sobre la fama y sus dolores. Evidentemente Sofia Coppola recurrió al cuento de Perdidos en Tokyo, pero desfasado, con la clara intención de recuperar de alguna forma cierto espacio perdido luego del riesgo que significó su visión de María Antonieta. Somewhere, en ese sentido, es un lugar un tanto extraño, por un ritmo que difiere efectivamente con lo que hoy la industria requiere, pero que no deja de ser algo cómodo para su ego. Es, también y por qué no, algo placentero. Y ese placer es parte de lo positivo de una película menor pero compacta y que nunca se desborda a pesar de tener material para ello.
Dos a uno En enero se estrenaron muchas películas, justo en un mes en el que no tuve demasiadas oportunidades de ir al cine, por lo menos a ver estrenos. El trailer de Gulliver y la abrumadora mayoría de comentarios en contra me hicieron descartarla. Y lo mismo ocurrió con El turista, en este caso con el agregado del nombre del director (el mismo de La vida de los otros). Pero había varias películas que quería ver y sólo un día para verlas. Así que me armé un triple programa. Volví a ver Más allá de la vida, de Clint Eastwood, y fue otra vez un placer. Un placer ligeramente distinto. Cuando uno ve las películas por segunda vez, no hay tanta atención sobre el argumento y se suele observar más y mejor los detalles. Claro, hay películas que quedan secas luego de verlas una vez (o uno no sabe o no puede extraerles más). Pero la película de Eastwood (y del extraordinario guionista Peter Morgan, y de los extraordinarios actores) pone en juego mucho más que un argumento, y forma un entramado de elementos solidarios, puestos en secuencias de apariencia simple pero que evidencian una maestría y una seguridad en la escritura fílmica que están lejos de ser comunes en el cine contemporáneo. Es casi injusto destacar una secuencia por sobre otra, pero un director que puede narrar como narra el tsunami y esas clases de cocina es alguien en pleno manejo de su arte, alguien que domina diferentes tonos y las más mínimas implicancias de un gesto o una inflexión de la voz de sus dirigidos, es un maestro completo, es uno de los grandes. Vi Somewhere, de Sofia Coppola. Y sigo considerando que su única gran película hasta el momento es Perdidos en Tokio. Somewhere es una película negativa. No, me corrijo; no es negativa, es más bien nula. Las películas negativas no son así de lánguidas, displicentes, apáticas, apagadas. Las películas negativas tienen furia, rabia, pueden aspirar a la poesía. Million Dollar Baby de Eastwood es una película negativa, y Más allá de la vida una positiva, pero están lejos de ser nulas. Otro día quizás desarrolle esta idea, pero volvamos a la nulidad de Somewhere, que muestra los días que pasan en la vida de un actor de Hollywood, su hastío, su hastío, su hastío, su relación con su hija. Sofia insiste en hacer un cine opuesto al operístico y pasional de su padre. Lo malo de esto es cuando cree que eso implica vaciar sus películas de pasión y de gracia y entonces queda en la mera pose, como en este caso y en Maria Antonieta (su padre Francis, incluso en sus películas más pequeñas, como la injustamente olvidadas Jardines de piedra y Jack, se entregaba a las pasiones). En Somewhere Coppola despliega las rutinas de un muerto en vida (su padre lo hizo con la virulencia de su poética pasión en Drácula): un actor con poder, popularidad y dinero, un adolescente eterno, indolente, nulo. Pero el problema de la película no es su tema sino su forma (como siempre, el qué es el cómo): apenas unas viñetas en general estáticas que ilustran abundancia, languidez, hastío, aburrimiento, indolencia, lujo, y otra vez lo mismo en loop (de ahí, nos explica Sofia en la primera secuencia, esas vueltas estériles en coche). La presencia de la hija del actor aporta un poco de vida, pero su módica energía se diluye en este film plano, chato, que puede resultar desesperante porque consume, aniquila nuestro tiempo, lo evapora sin dejar sedimentos. No, Somewhere no es una película horrible. Es, otra vez, una película nula. Me la imagino con una duración de dos minutos, convertida en una buena secuencia de montaje sobre el hastío de este actor pajarón en una película mayor, en el sentido de más generosa y perdurable, como Sofia supo hacer en Perdidos en Tokio. El día iba uno a uno, y lo desempató a favor (muy a favor) Imparable de Tony Scott. Hay muchas películas de Scott que no me gustan: Hombre en llamas me parece espantosa, Juego de espías tediosa, su remake del Pelham 123 una tontería, y Deja Vu no me gusta tanto como a otros críticos. Pero Scott puede hacer grandes películas: pocas semanas atrás volví a ver Enemigo público y no sólo es el vibrante thriller político con grandes personajes que recordaba, sino además una reflexión muy entretenida y punzante sobre la sociedad de la vigilancia que se adelanta a su época (la película es de 1998 y parece describir los Estados Unidos pos 2001). Imparable es algo así como la corrección de Rescate del metro 123. Ahora no es un subte sino un tren. Un tren sin control, no un subte secuestrado por los villanos. Los villanos acá son más difusos (apenas algún jefe arrogante, amarrete, acomodaticio, con poco sentido de la dignidad y la aventura), o más bien inexistentes. Se trata de una aventura contra una máquina desbocada, una aventura sobre la tenacidad, una historia americana, estadounidense hasta la médula, que celebra algunos pilares de esa sociedad industriosa, en movimiento, y hasta exhibe algunas de sus contradicciones. Es, por otra parte, una película sobre el heroísmo de los trabajadores, a quienes ensalza mucho más –y con más energía, y con más músculo y con más variantes, y con mejor forma cinematográfica– que tantos documentales bienpensantes y limitados. Imparable es cine político. Y no a pesar de ser “un entretenimiento bien armado”. De hecho, aumenta su potencial político por pertenecer a ese gran cine narrativo y comunicativo que conoce la tradición y la hace estallar (los planos de Scott tienen poco de clásicos) para fortalecerla con inyecciones de adrenalina y contemporaneidad.
Hoteles, traslados y espacios vacíos Sofia Coppola elige el Chateau Marmont, un espacio que sigue convocando a fans de estrellas, para hacernos llegar estos fragmentos de tiempo vacío y tedioso, en la vida de un joven actor reconocido por sus roles en films clase "B". Anticonformista y polémico, con marcas de cine independiente, (aunque su producción no lo sea), el último film de la realizadora de "Perdidos en Tokio" se interna en los pasillos desolados del mundo del cine y del espectáculo en general; paradójicamente, en uno de los lugares más celebres y visitados por turistas de la colonia de Hollywood, el Chateau Marmont, lugar legendario de la tradición estadounidense, marcado por escándalos y celebrado en páginas literarias; espacio en el que se reunieron, por primera vez, James Dean uno de los últimos ídolos de la "generación rebelde", con una de las jóvenes actrices más seductoras de aquellos años, Natalie Wood, para leer, en ese primer encuentro, el guión de "Rebelde sin causa" de Nicholas Ray. Lugar de tránsito, espacio que sigue convocando a fans de estrellas, el Chateau Marmont es el ámbito elegido por Sofia Coppola, descendiente de toda una saga familiar del mundo del cine, para hacernos llegar estos fragmentos de tiempo, vacíos y tediosos, en la vida de un hombre joven, reconocido exitosamente por sus roles en films de clase "B" y por haber participado en producciones interpretadas por consagrados actores. Volcado ahora a olvidables films de género, Johnny Marco, nombre que es todo un emblema, ve pasar sus días en una permanente monotonía, acompañado ocasionalmente, sólo por aventuras fugaces, por bailarinas que se mueven fríamente para él en la soledad de su habitación. Así cada instante se suma a su rutina, tiene la fugacidad de la duración de un globo hecho con goma de mascar y su remera blanca, que vestirá la mayor parte del film, lleva la inscripción de "Asociación de dobles", o sea de actores que ocupan el lugar de los principales, los "stunt man"; si bien él le señalará a su hija de once años, Cleo, quien un día llega, sorpresivamente, que siempre él protagonizó las escenas de riesgo. Le corresponde, pues, al lector establecer sus propias relaciones. Cleo, interpretada por Elle Fanning, a quien ya hemos visto en "El curioso caso de Benajamin Button" y "La mujer infiel", hermana, por otra parte de la ascendente Dakota Fanning, está ingresando a la adolescencia. Junto a su padre, quien poco a poco descubrirá otra manera de vivir las horas del día, compartirán algunas nuevas experiencias. Desde los silencios iniciales, esos interrogantes, que alcanzan a este joven actor retratado en su apática inmadurez, marcan un espacio de un tiempo que se comienza a vivir de otra manera. En "Somewhere" se comienzan a insinuar algunas preguntas, de manera vacilante. Podríamos decir que en numerosos aspectos el nuevo film de Sofia Coppola, que recibió más rechazos que adhesiones, aún en el mismo Festival de Venecia donde mereció el "León de Oro" 2010, guarda similitudes con su ya clásica "Perdidos en Tokio", estrenado hace siete años. Desolada la vida del actor, con ese no saber qué hacer, con ese gesto que en cualquier momento asoma con su mueca de escondido dolor (memorable la secuencia en la cual el joven actor, Johnny Marco es sometido a la prueba de la confección de su máscara), como la que tiene lugar en el set de efectos especiales en uno de los estudios. Arido y desolado es el escenario que transita este personaje, como aquellas imágenes de pinturas de Hooper, como algunos momentos dilatados de los films de Peter Bogdanovich, Monte Hellman, Robert Altman, Wim Wenders. En una de las conferencias de prensa, ante la pregunta de uno de los asistentes, "¿Quién es Johnny Marco?", sólo el silencio obrará como respuesta. El silencio y el corte directo sobre ese rostro que está comenzando a intuir, junto a su hija, (ya la ha visto patinar ante sus ojos), la narración comenzará a ser más fluida y ondulante. Hay también un pasaje en el film desde aquellos encuadres iniciales, detenidos y fijos, distantes, a otro modo de concebir el propio ritmo de la vida. Con su cuerpo tatuado, el joven Johnny Marco recibe día a día mensajes anónimos, en los que cabe el reproche y el enojo. En un clima que nos lleva a evocar algunos films de Michelangelo Antonioni, "Somewhere, en un rincón del corazón" (segundo título elegido aquí por los distribuidores) va señalando, paulatinamente, los lugares de quiebre de este aparente bienestar, de esa frívola vida hedonista. Bastan sólo algunos apuntes, que se mueven entre lujosos ambientes, piscinas y opulentos festejos. Desde una estética minimalista, "Somewhere" pone en juego y en diálogo dos situaciones articuladas con la última Ferrari: la que se da en el prólogo, a partir de cinco vueltas que se plantean en el mismo cuadro, hasta el epílogo en el que se marca una sensible distancia respecto de la secuencia inicial. Y volvemos al Chateau Marmont, tras un rápido viaje a Italia donde será reconocido en un programa ómnibus, "I Telegatti", donde recibirá un premio en contados minutos, rodeado de bailarinas como las que danzaban mecánicamente en su habitación. Con la presencia de algunos actores que salen a su encuentro cuyos nombres se pueden leer en los títulos finales, el film de Sofia Coppola desnuda un modo de vida que identifica comportamientos convencionales y exitistas.
Como Perdidos en Tokio parte dos Llega la última creación de Sofia Coppola, ganadora del León de Oro en Venecia, centrada en la vida de un chico malo de Hollywood que lleva un trajín de excesos en un hotel hasta que su hija de once años irrumpe en su vida. Johnny Marco (Stephen Dorff) es una estrellita de Hollywood con todos los vicios que se supone tiene a su alcance un actor joven en el pico de su carrera: excesos, confort, caprichos, acceso a casi todo lo que se pueda comprar (drogas, una Ferrari, viajes), y por supuesto, también la nada existencial. Johnny vive en el famoso Chateau Marmont del barrio de Sunset Strip en Los Ángeles, un hotel con historia, acostumbrado a albergar (y lidiar) con actores, músicos, productores y todo el abanico de personalidades que pueden pagar el lujo y, sobre todo, la discreción del lugar. El protagonista pasa el tiempo, se droga, tiene sexo con chicas que se le regalan, lucha con sus demonios, se aburre. Imprevistamente tiene que convivir por unos días con su hija Cleo (Elle Fanning, hermana de Dakota), una adorable niña que lo conecta con el mundo real y lo obliga a reflexionar sobre su ausencia como padre, la madurez y a enfrentarse con el vacío. Su vacío. Con Somewhere, en un rincón del corazón, Sofia Coppola, de 39 años, actualiza, hace un homenaje, una remake, o lisa y llanamente una copia de Perdidos en Tokio (2003), la película que la puso en el mapa mundial del cine, después de su extraordinaria ópera prima, Las vírgenes suicidas (1999). Si bien el tercer largo de la directora neoyorquina tiene grandes momentos –el show privado de las stripper en la habitación mientras el actor se duerme, el premio que recibe en Italia en una ceremonia desopilante–, la historia, el manejo de los tiempos muertos, las situaciones cool balanceadas con escenas de franco patetismo, pero sobre todo, la soledad del estrellato, son un pálido reflejo de lo hecho en Perdidos en Tokio, un film que tiene la frescura de una realizadora atenta a los detalles y con una mirada ácida pero también compasiva sobre un mundo que conoce desde la cuna, que aquí se repite sin fuerza, con una apuesta basada en el cálculo. Una ecuación que incluye el célebre hotel donde la directora vivió mientras su padre rodaba películas como Apocalipsis Now o Cotton Club. Sofia Coppola estaba trabajando en un proyecto sobre vampiros pero lo abandonó por Somewhere –con la que ganó el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia del año pasado–, lo cierto es que pasados los casi 100 minutos del relato, parece que la realizadora se decidió por vampirizar su propia obra. <
Publicada en la edición impresa de la revista.
Desde su opera prima, “Las vírgenes suicidas”, quedó claro que el universo cinematográfico de Sofía Coppola se nutría de los afectos y de sus carencias. Johnny Marco es un actor cuya existencia se ha movido hasta ese momento con las reglas del juego que acompañan a una celebridad. Instalado en el legendario hotel de Hollywood, Chateau Mormont, gasta sus días entre mujeres y excesos de todo tipo, hasta que la aparición de Cleo, su hija de 11 años, lo obliga a un súbito replanteo. La madre de la nena debe ausentarse por un tiempo, y él, separado, deberá hacerse cargo de esa criatura a quien ve como una desconocida. El tiempo que pasen juntos servirá para que Johnny eche una mirada severa a su pasado y se involucre decididamente en esa experiencia inédita de ser padre. Esa muchachita ha llegado trayendo vientos de cambio para el protagonista. Buena química actoral entre Stephen Dorff y Elle Fanning.
La fama es puro cuento Hace algunos años, la muy jóven Sofia Coppola asombraba con su irrupción como directora con "Las Virgenes Suicidas" un film con una mirada inquietante y muy honesta sobre la problemática de un universo adolescente. Luego, ya consolidada su carrera con un Oscar al mejor guión original con "Perdidos en Tokio" ("Lost in translation") tuvo un traspié comercial con la controvertida "Maria Antonieta" y esta semana se estrena su cuarto film: "Somewhere - En algún lugar del corazón" que ha sido la película de apertura en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Lejos de la fuerza y del compromiso que ostentaba su primera película y con algunos puntos en común del binomio que comandaba "Perdidos...." este nuevo film de Sofia Coppola cuenta la historia de un astro del cine, Johnny Marco -interpretado por Stephen Dorff- que ha protagonizado algunas películas de acción y es ahora una celebridad, mal que le pese. Vive, transita, habita una vida completamente artificial. Se encuentra alojado en el famosísimo hotel Hollywoodense "Chateau Marmont" y lo tiene todo pero a su vez, no tiene ni un hogar ni una familia. Ni un eje. Durante toda la primer parte del film, Coppola nos invita a espiar ese mundo tan glamoroso como vacío y aburrido con un estilo similar al del legendario movimiento cinematográfico de la nouvelle vague, filmando largas tomas de momentos cotidianos del protagonista, con pocos diálogos y con un rumbo incierto. La cámara -delicada como siempre- se pasea y fisgonea la vida de esta celebrity popular: pero al rato, este muestrario se torna tan poco interesante como Johnny Marco percibe a su propia vida. Pero llegará finalmente el cambio a la vida de este actor del star system cuando discusión con su ex mujer mediante, llega a compartir su vida su hija de 11 años, que es casi una desconocida para él. Con el peligro de rozar algunos lugares comunes al describir el vínculo padre-hija (donde todos nos hemos preguntado cuánto de biográfico hay en la inclusión de algunas escenas referidas al mundo del espectáculo) y cayendo en algún mensaje moralista sobre el aprendizaje de vida de la mano de los propios hijos, lo que uno más se pregunta es el motivo por el cual Sofía Coppola se habrá decidido a filmar esta historia con poco pulso dramático y que no aporta demasiado ni a su carrera ni a la manera en que el cine ha abordado esta temática. La brillante actuación de Elle Fanning como la hija y un lucimiento particular para Stephen Dorff en el rol principal, salvan que la película no se vaya a pique desde la primer escena. Obviamente que si "Somewhere" fuese el debut de una nueva promesa del cine independiente americano, podría ser el inicio de una carrera promisoria, pero teniendo en cuenta que Coppola ha sido ganadora de un Oscar en el rubro Guión y tiene en sus manos la posibilidad de filmar lo que se le ocurra -porque es evidente que tiene a las productoras a su favor- no ha elegido un tema interesante ni ha sabido profundizar en una relación que daba para mucho más. Para colmo de males, un vuelco existencialista sobre el final desentona completamente con el tono que Coppola venía trabajando en el resto del filme. Un ejercicio de estilo que no llega a mucho más que eso.
El lado oscuro de la soledad Hemos hablado últimamente de algunos films cuya temática ronda en percibir al otro diferente a nosotros como una carga, una compañía insoportable; que parecen expresar (en algunos momentos) a la soledad como el objeto más preciado. Pero también nos encontramos con toneladas de relatos en la historia del cine que pintan a la soledad de una forma un poco más dura; como aquel pozo del que no hay escape y suelen mostrar al otro como una necesidad indispensable para seguir viviendo. Y justamente, Sofia Coppola es una especialista en este tipo de historias. Ya hemos visto en la fabulosa Perdidos en Tokio, cómo la presencia del otro viene a ser la salvación dentro de la vorágine de sentirse ajeno. Somewhere ( Sofia Coppola, 2010) no sale del canon: nos trae un recorte de la historia de una estrella de Hollywood, Johnny (Stephen Dorff) que experimenta un momento de soledad extrema, de depresión y sinsentido hasta que empieza a relacionarse más cercanamente con su hija, Cleo (Elle Fanning), quien lo acompaña en todos los momentos que antes eran vacíos. Suena muy tierno, ¿no? Pero la hija del gran Francis no cae en cursilerías, nos trae una historia sincera, despojada de artificios y sumamente honda. Una visión más opacada de la vida de aquellos que parecen siempre brillar. A pesar de las fuertes críticas que Sofia Coppola ha recibido y recibe y los amores-odios que despierta, en lo personal, me siento muy conmovida por todos sus films, siempre logra darle en la tecla y someterme a ver un espejo en la pantalla. Y creo que si prestáramos atención y observáramos su trabajo sin prejuicios a todos nos pasaría. ¡Es que es tan difícil no sentirse identificado cuando se habla de soledad! Desde Las vírgenes suicidas hasta su último estreno, Coppola ha ahondado en esta temática pero siempre desde casos y ángulos diferentes. En “Somewhere” nos encontramos con un protagonista masculino (cosa extraña en la directora) que básicamente vive una vida sin sentido y que no encuentra emoción en nada. Y en este punto creo que el film se destaca en su homogeneidad: con un ritmo lento que roza lo aburrido, imágenes inmóviles y acciones que se repiten, silencios prolongados y la interpretación a medida del actor hacen que el espectador ingrese en la atmósfera y que pueda experimentar, con el efecto del film, el mismo vacío que el protagonista. Y algo que no se puede dejar de destacar en relación a esto es la acertada elección del soundtrack al que nos tienen acostumbrados las películas de la directora; no sólo que las canciones son deleitantes sino que se ajustan de una manera natural y hasta necesaria a los ambientes creados. Somewhere poster Somewhere: El lado oscuro de la soledad cine Por otra parte, una vez que Cleo ingresa en la historia y cobra protagonismo en la vida de Johnny el ritmo del film cambia: nos encontramos con más movimiento en las imágenes, las actividades que se realizan son diversas, el personaje principal deja de lado los hábitos que más caracterizaban su hundimiento; de alguna forma todo se vuelve un poco más brillante. Podríamos decir que esta vez Coppola cayó en un cliché al retratar algo tan contado como la historia de un padre desastre que con la llegada de su hijo/a se le ilumina el camino. Pero considero que esta resolución simplista no es aplicable a Somewhere. Recorriendo las relaciones humanas con la línea de la soledad como tópico, la directora se centra en diferentes sexos, edades, situaciones. Esta vez nos ofrece la relación de un padre y una hija, nada más sincero y complejo a la vez; relación que parece llenar millones de huecos pero al mismo tiempo genera otros tantos interrogantes. Sí puedo decir que, a mi juicio no fue la mejor elección mostrar una estrella de Hollywood y lo vacía que es su vida detrás de cámara…son historias que nos cansamos de escuchar: Britney Spears borracha, Charlie Sheen con quinientas mujeres, Robert Downey Jr. colocado. La historia de la estrella caída o de sonrisas en la alfombra roja y whisky a montón en la habitación del hotel se encarga de contarla E! Entertainment. En ese punto sí lo consideré un cliché aunque es innegable que la banalidad del medio encaja muy bien con la historia. Puedo decir que lo nuevo de Sofia Coppola me gustó mucho y que me ha dejado con esa sensación de vacío pero de alegría inentendible al mismo tiempo. Otra vez lo logra “la hija de Coppola”, con una estética bellísima, tan característica de todo su trabajo y con una historia conmovedora.