Las aflicciones de Sharon. Si bien a simple vista podríamos afirmar que era previsible que Silent Hill: Revelation 3D (2012) no iba a resultar un producto interesante a nivel artístico, en especial considerando los desastres en términos de secuelas que suele ofrecer Hollywood, quizás existía un mínimo terreno para la especulación si recordamos que la original fue una de las pocas adaptaciones cinematográficas de video juegos que no daba vergüenza ajena ni despertaba más pena que indiferencia. Haciéndonos eco de aquella frase de que “las continuaciones terminarán matando al terror”, la presente no llega al tedio pero tampoco genera adicción...
Terrorífico mundo virtual Regresan los acechos y las criaturas monstruosas a la vida de una padre y una hija en esta continuación basada en un requerido videojuego del mismo nombre. El relato sigue a Heather Mason (Adelaide Clemens) y su padre (Sean Bean), quienes deben escapar mudándose de ciudad, mientras son perseguidos por las fuerzas oscuras de “La Orden”. La acción no espera y llega rápidamente, ya que mientras se acerca el cumpleaños de Clemens, las pesadillas son cada vez más recurrentes e intensas. El silencio del padre no la dejará comprender que sucede, pero para ella, las respuestas no tardarán en llegar. Mientras la joven acosada por el mal busca respuesta, aparecerá un detective que la busca sin cesar, un joven aliado y el inminente regreso a Silent Hill, tras la desaparición de su padre. El film cuenta con buen ritmo y logrados efectos especiales en medio de una atmósfera que juega con payasos siniestros, calesitas de un parque de diversiones y una realidad que se abre a un mundo virtual y peligroso. Los puntos más endebles de esta secuela son las sobreactuaciones de los actores principales, un guión cuyas ideas se van agotando rápidamente y situaciones que no generan un clima angustiante. Los ingredientes esenciales de Silent Hill, son las persecuciones, un disco que encontrará su revelación y efectos en 3D que le brindan un toque más perturbador al cuento (en especial la escena de los dedos y cabezas cortadas o las afiladas cuchillas que alcanzarán al espectador) haciendo de la película un plato sangriento sólo apto para fanáticos.
Bazofia neogótica El axioma reza que segundas partes nunca son buenas; las continuidades por lo general son mucho peores que las primeras películas, si no tomemos por caso Matrix para decir que todo está dicho. Sin embargo, a esta altura a nadie le importa absolutamente nada cuando de dividendos se trate, por lo tanto subirse al tren de una franquicia originada por la mente afiebrada de un par de programadores que construyeron un video juego, que se ha vuelto popular en el ámbito de las consolas y que tuvo su aceptable versión cinematográfica en el 2006, comete el pecado de querer repetir ese buen inicio y lo hace de la peor manera: reduciendo a la mínima expresión cualquier atisbo de originalidad, creatividad a la hora de planificar una puesta en escena y colmando la paciencia del público no fanático del juego. Esta suerte de mamarracho ciberpunk, Terror en Silent Hill 2, La Revelación (3D), que encima pretende explotar el peor 3d en el que cabezas y dedos mutilados saltan a cámara para que uno los esquive bajo el hueco pretexto de generar la idea de brindarle al espectador una proximidad a esa pesadilla digitalizada y barata, no se contenta con un vacío desde el punto de vista estético sino que además lo prolonga en el tratamiento narrativo con una trama por demás absurda a la que se le suman sobreactuaciones que realmente vuelven a esta experiencia una verdadera pesadilla pero en el peor de los sentidos. El argumento es básico y se concentra en las peripecias de la protagonista Sharon adolescente (Adelaide Clemens), quien se muda junto a su padre (Sean Bean) a un nuevo pueblo al resguardo de La Orden, la cual pretende devolverla a Silent Hill, ese oscuro reino de la maldad donde la niña demoníaca Alessa ha convocado a todos los demonios para venganza de sus miserias cuando fuera entregada en calidad de sacrificio. También aparecerá en escena un detective (Martin Donovan) y un muchachito enviado por la orden para llevarse a Sharon, aunque se termina enamorando y por ende pasa a ser traidor a la causa. El resto es un cúmulo de monstruos que se apila entre la torpeza de los guionistas, el desgano del director Michael J. Basset, los largos pasillos lúgubres, un parque de diversiones tétrico y freak y el enorme bostezo que genera este insalubre raid al que le falta talento, ideas y sobre todas las cosas actores. Fans le sobra.
Winter is coming Calculando la oleada de comentarios sobre el acontecimiento que amerita Silent Hill en su segunda entrega, obviaremos detalles de la trama general harto conocidos por todos ya que esta etapa se centra en lo que fue el tercer videojuego de la saga, pero, para introducir, tendremos por premisa que Rose quedó atrapada en esa realidad paralela y endemoniada que resulta el pueblo de Silent Hill y que su hija salió sana y salva de aquella aventura. Hoy, la pequeña Sharon es una adolescente fugitiva junto con su “asesino” padre, tratando de encajar en cuanto lugar visiten. Sueños mediante, personajes carismáticos y el terror del pueblo que viaja a nuestro mundo para hacer volver a la muchacha hacen el resto de esta esperada pero aburrida y contradictoria entrega...
No aclares que oscurece La película Terror en Silent Hill del 2006 presentaba una interesante traslación del popular videojuego de PlayStation, a través de un aura ominosa agobiaba tanto a su protagonista (Radha Mitchell) como al espectador. La opresión constante de un mal oculto en la eterna neblina ayudaba a hundirse en el misterio, uno que a medida que se iba develando, perdía fortaleza. Sin ser una gran película, cumplía con su misión, algo en lo que ayudaban las buenas actuaciones de Mitchell y Sean Bean en el rol de padres adoptivos de Sharon, la niña que desaparecía en el pueblo del título. Bueno, la necesidad de hacer sangrar hasta el último verde de la franquicia hicieron que una segunda parte se hiciera esperar pero que finalmente llegara, el título: Terror en Silent Hill 2: La Revelación (¡En 3D!). Esta nueva incursión al mundo gamer de Silent Hill toma todo aquello que fue bueno en la primera para destruirlo en pos de cumplir esquemas visuales del terror más burdo. En esta secuela vemos a una joven Sharon que, junto a su padre (Sean Bean), viven ocultándose de la secta de brujas revelada en la primera entrega. El puntapié inicial de la trama (ponele) es el secuestro de Sean Bean, acontecimiento que obliga a regresar al susodicho pueblo, de ahí en adelante, solo restan escenarios torpemente presentados. Toda acción se ve forzada por la necesidad de que suceda algo, saltamos de una escena de terror (en más de un sentido) a la siguiente como si fuera un pasaje de nivel, pero sin conciencia del absurdo y diversión que eso podría implicar. Su impostada gravedad se combina con una mínima imaginación para que cada cuadro narrativo sea una experiencia soporífera. Por ejemplo, tenemos la aparición de un maniquí araña asesino (de pobres efectos visuales) que aparece seguramente porque quedaba bien (o estaba en el juego, anda a saber) pero sin una construcción en el relato para llegar a esa circunstancia. Los agujeros narrativos y temporales no permiten siquiera ubicarnos en el pueblo al que se está viajando, las escenas de transición son inexistentes, el director Michael J. Bassett parece no comprender que necesitamos un poco de interés por esos personajes por más unidimensionales que nos resulten. En este caso las ausencias de Mitchell y Bean se extrañan demasiado, en comparación, las interpretaciones de Adelaida Clemens como la joven protagonista y Kit Harington como Vincent (una pareja sin química y tirada de los pelos) son tristísimas, y no justamente por la cara de perrito mojado de Harington. Las apariciones secundarias de Malcolm McDowell y Carrie-Anne Moss suman al desconcierto del film, sus minutos en pantalla suenan a derrape. La ex Matrix está irreconocible, y viendo el resultado, debe estar agradecida. Terror en Silent Hill 2: La Revelación es una película de pobre ejecución, nulas ideas y que esgrime una puesta en escena plena de clichés noventosos (que parecen salidos de un video de Marilyn Manson) como única justificación narrativa. Amantes del cine, abstenerse.
En 2006 luego de siete años de la aparición del primer "Silent Hill" para la PsOne, se estrenó la primer adaptación a la pantalla grande, titulada acá (extrañamente directo a DVD pese a que fue un éxito de taquilla) "Terror en Silent Hill", despertando opiniones diversas y contrarias. Por un lado, era un aceptable film de terror, con una estética interesante, que se despegaba de los estilos trillados del género; y por otro lado se despegaba de la historia original del juego, le cambiaba ¿innecesariamente? Los nombres a algunos personajes, cambiaba el sexo de la protagonista que pasaba a ser una madre en vez de un padre (aunque este aparecía como esposo), y principalmente, cambiaba el rol de la villana fundamental, que ya no sería la clásica Dhalia Gillespie (que aparecía, pero justificando su actuar), sino un personaje inventado excluvisamente para el film; Christabella. Tal vez por esa crítica que recibió (aunque con el tiempo adquirió el merecido reconocimiento del público) es que se tardó otros seis años en continuar con una secuela; y si bien, los productores anunciaron que sería convenientemente una suerte de re-nacimiento de la saga, lo cierto es que estamos frente a una continuación directa de aquel primer film, y también en una adaptación (más fiel que la primera pero hasta ahí) del tercer juego de la saga. Pasaron varios años desde los eventos originales, Harry Da Silva (Sean Bean) cambió su apellido a Manson (primer arreglo para volver al film más fiel) para poder huir de los “fantasmas” que lo acosan junto a su hija Heather (Adelaide Clemens) que acaba de cumplir 18 años. En realidad, Heather es Sharon Da Silva (Cheryl en el juego) la niña que, junto a su madre quedaba encerrada en el limbo de Silent Hill al final de la primer película, pero aquella logró sacarla mediante un medallón y regresársela a su esposo para que la criara. Heather vive con constantes pesadillas, y es poco lo que recuerda de su estadía en el infernal pueblo. Luego de varios sucesos, y pese a la advertencia de su padre, cuando este desaparezca secuestrado, ella regresará a Silent Hill en su rescate, acompañada de un nuevo amigo Vincent. Contar más del argumento sería un desperdicio para quienes no jugaron al videojuego, ya que como aquel, se va desarrollando por etapas, y hay algunas vueltas de tuerca de mayor o menor importancia. Sólo diré que amalgama muy bien, la diferente historia original con la historia del juego. Si algo destacaba al primer film (más allá de la estética) era que se trataba de una de las pocas adaptaciones que expresaba muy bien, la “jugabilidad” de su origen; en aquella, Rose, corría y se escuchaban sus pasos y agitaciones, buscaba llaves, resolvía acertijos, miraba y memorizaba mapas, y claro, se enfrentaba a unos cuantos monstruos como postas a superar en cada lugar que visitaba. En esta oportunidad, la sensación es igual, Heather recorre lugares, busca y encuentra, y en cada lugar hay monstruos para eliminar. La diferencia con aquel es que funcionaba perfectamente como un film aparte del juego. En este caso, es casi obligatorio para “disfrutarlo” completamente, no solamente haber visto la primer entrega, sino tener algún conocimiento de los videojuegos, su argumento y desarrollo como film de terror es bastante más débil que en aquel, al igual que la construcción de climas y escenarios; fácilmente puede convertirse en rutinario e incoherente. Quienes sí, conozcan el mundo de Silent Hill en profundidad encontrarán guiños a prácticamente las nueve entregas principales. Técnicamente, "Silent Hill 2: La Revelación" es correcto, aunque se nota un menor presupuesto. El uso del 3D está pensado para apuntar directamente al espectador, y es una lástima que las escenas de niebla (fundamentales en la nieve y en la original) aquí escaseen, es donde mejor se aprovecha esta técnica. Junto a Clemens y Bean, hay participaciones de Rhada Mitchel y Deborah Karra Unger repitiendo roles, y la incorporación de Carrie Anne Moss (Claudia Wolf), Kit Harrington (Vincent), Malcolm McDowell (Leo Wolf) y Martín Donovan (como Douglas Cartland el cual tiene muchísimas más participación en el juego); pero nadie esperaría en un film así actuaciones memorables. Silent Hill 2 cumplirá con el público gamer, el amante de la saga joystikera, al resto, al incauto, tal vez lo deje con gusto a más. La pregunta final es si estamos frente a un film independiente, o un deudor de un producto originado en otro formato, cada uno tendrá su respuesta.
La pesadilla más sangrienta de Lady Gaga. Las películas de terror malas son, muchas veces, buenísimas. No porque estén hechas con ese propósito (aunque a veces si lo están), sino porque el absurdo termina inundando toda la situación, y lo que tendría que asustar comienza a causar gracia. También están las otras películas de terror malas, que por pretenciosas ni graciosas terminan siendo, y este -claro- es el caso de Silent Hill 2 (Silent Hill: Revelation 3D, 2012), una película que no asusta, ni divierte ni nada. Hagamos un poquito de historia. Como es obvio, esta es la secuela de Silent Hill (2006), una película dirigida por el francés Christophe Gans que, si bien no le hizo justicia al videojuego se dejaba ver un poco. En ella vemos como Rose (Radha Mitchell) lleva a su hija a un lugar llamado Silent Hill. Luego de un accidente Sharon, su hija, desaparece y todo indica que está en ese misterioso pueblo fantasma. En esta segunda parte conocemos en profunidad a Sharon (Adelaide Clemens), que con 18 años recién cumplidos, vive mudándose de ciudad en ciudad junto a su padre (Sean Bean) que, según dice, cometió por defenderla. Pero esto no es toda la verdad. La gente de Silent Hill la busca porque en ella se esconde el secreto de la liberación de todos los que están atrapados en la ciudad, y llegarán al punto de secuestrar a su padre (Sean Bean jamás la pasará bien en una película) para obligarla a volver. Así, se aliará con un compañero de su escuela (Kit "Jon Snow" Harington) y descubrirá muchos secretos de su vida hasta llegar al corazón de Silent Hill, en donde deberá enfrentar su batalla final. La película está llena de giros que más que sorprender nos hacen golpearnos la frente con la palma de la mano. El guión y la dirección de Michael J. Bassett (responsable de la horrible Solomon Kane) son pobres y los personajes no son para nada interesantes. Y, a medida que se nos van presentando las "revelaciones" nos damos cuenta que absolutamente nada en Silent Hill tiene sentido. Otra cosa molesta son los efectos especiales. El 3D forzado nos obliga a "mancharnos" con sangre CGI repetidas veces, y los monstruos (con maquillajes interesantes, reconozco) se convierten en parodias de backdancers de Lady Gaga por sus movimientos extraños, estilo cuadro por cuadro, que más que inquietar dan risa. Silent Hill 2 está inspirada en la tercera entrega del videojuego y, como le fue bien en taquillas (costó 20 millones y ya lleva recaudados cerca de 50 en el mundo, lo que no es para nada un mal número) todo indica que tendrá otra continuación. Esperemos que esta vez el terror, o de última, la comedia se hagan presentes. Otra entrega de este estilo solo condenará a estas adaptaciones, que tienen una excelente historia para utilizar, mueran en el olvido y nadie las visitará, tal como a los ciudadanos de Silent Hill. @JuanCampos85
Horror del mal tipo Terror en Silent Hill: La Revelación (3D) (Silent Hill: Revelation 3D, 2012) adapta al cine el tercer videojuego de la serie ‘Silent Hill’, y sirve de secuela directa a Terror en Silent Hill (Silent Hill, 2006). La primera película ya era confusa por sí sola, planteando un misterio que no podía explicar ni aunque derrochara todas las escenas que la componían para ese propósito. La secuela no solo copia el mismo modelo, sino que se hunde bajo la inescrutable mitología de su antecesora. Sharon, la niña maldita de la primera película, es ahora adolescente. Ella y su padre viven mudándose de ciudad en ciudad, huyendo de fuerzas misteriosas, adoptando alias tras alias. En sus sueños ve ese pueblo – Silent Hill. Sufre visiones espantosas que interrumpen su vida con la indulgencia de números musicales: a la merced del guionista, en otras palabras. Pronto se verá forzada a regresar al pueblo fantasma a lidiar con la epónima “revelación”. Nótese cuan alegremente las secuelas suelen recurrir a palabras como revelación, revolución y retribución sin dejar del todo claro qué se está revelando, cuál es la revolución o contra qué se retribuye. Terror en Silent Hill: La Revelación (3D) soslaya estos tecnicismos al dejar bien en claro cuál es la gran revelación (en 3D). Es la misma que se hizo en la primera película: quién es Sharon. El gran misterio de la película fue revelado hace siete años durante el clímax de la primera. La secuela no tiene razón de ser alguna excepto volver a revelar lo mismo. En 3D. Esto lleva a una pequeña paradoja: para comprender la segunda película, hay que ver la primera; pero viendo la primera, se arruina La Revelación de la segunda. Terror en Silent Hill: La Revelación (3D) redobla la apuesta sobre una trama incoherente y el mediocre arte de querer explicar todo sin aclarar nada. El subtítulo “revelación” es más que engañoso, es pura mentira. Y lo que es peor en una película de horror, no provoca temor alguno. Comienza con una secuencia colmada de fragor infernal en la que Sharon huye de monstruos al son de heavy metal, se refugia en una calesita demoníaca y un anillo de fuego les rodea, incinerándolos a todos. Luego de un grotesco tan espectacular la película no tiene a dónde ir, y sus débiles intentos de intriga, suspenso y terror no llegan muy lejos. Los monstruos poseen un diseño bello y terrible, engendros sin vida, casi mecánicos, sus cuerpos deformes y sexuales a la vez, pero se desperdician bajo la pésima dirección de Michael J. Bassett, que les exhibe demasiadas veces demasiado pronto. ¿Cuántas veces puede un monstruo atacar al camarógrafo antes de que se torne gracioso? Uno tiene que atribuir el fracaso al guionista/director. Por querer expandir una mitología confusa y por querer continuar una historia aún más confusa. Por no saber que en la pantalla grande los videojuegos rinden buenas premisas pero malas historias. Por no saber tomar un concepto interesante y deshacerse del relleno. Por hacer precisamente lo contrario. Por no tener nada particularmente interesante para revelar.
La primera señal de que algo anda realmente mal con una franquicia es cuando la secuela se demora un siglo en ver la luz. Si un filme tiene éxito, es necesario armar una continuación en dos años o menos como para mantener viva la llama que encendió la película original; pero si se demoran seis años, los fans del primer filme ya se han olvidado siquiera de qué se trataba. La primera Silent Hill era una sólida película de terror, pero no una que haya despertado pasiones a nivel popular como para, siquiera, hacer el esfuerzo de re-verla antes de presenciar la secuela y entender de qué cacso trataba toda la trama. Si la historia de la original era complicada, era necesario hacer un pasteurizado resumen para poner en autos a todos los sufridos fanáticos del cine de terror que adquirieron entradas para ver la parte dos. Como Terror en Silent Hill 2: la Revelación omite cualquier intento mínimo de explicación que sirva para refrescar lo que ha ocurrido entre un film y otro, lo que ocurre es sencillamente el abismo: un vacío enorme en donde la gente se siente totalmente extraviada y se limita a ver, con absoluta indiferencia, como una avalancha de bizarros monstruos pretenden devorarse a la sufrida protagonista. Terror en Silent Hill 2: la Revelación es un filme mal escrito y mal dirigido. Es frustrante y, lo que es peor, carece de efectividad a la hora de los sustos. Empieza a vomitar datos inconexos y, como carece de clima (o uno está tan enojado por la falta de información coherente que sirva para entender qué es lo que ocurre) cada secuencia de destripamiento resulta totalmente superficial y fútil. La primera Silent Hill no era precisamente Matrix - algo de culto que los fans vieron 20 veces intentando descifrarla y que terminaron por aprender de memoria - sino un filme pasatista muy logrado. Pero aquí en menos de cinco minutos tenemos a una enfermera sin ojos y con brazos con forma de cuchillos intentando desollar a Adelaide Clemens - la que parece la versión quinceañera de Michelle Williams, aunque con el 5% de su talento actoral -. Los ataques de las criaturas son aquí y allá, totalmente carentes de lógica y parecen tener lugar sólo cuando el libreto precisa inyectarle algo de ritmo a la trama. Después hay una avalancha de personajes anodinos que aparecen / mueren / son torturados por el camino, cosa de justificar el baño de sangre que precisa la cinta para ser calificada "como una de terror".
Si la original era bastante floja, esta segunda entrega resulta un verdadero fastidio. El argumento parece un calco de la primera parte, solo que aquí no existe el tono oscuro y original que ayudaba a soportar de mejor modo a aquella película. Por el contrario acá todo resulta reiterativo, lugares comunes del cine de horror 2.0 que apela a los efectos digitales, a la sangre hecha por CGI y a las escenas de acción montadas frenéticamente, a base de una música trepidante. Y los personajes, tan poco carismáticos no ayudan a redondear esta floja e innecesaria secuela.
Un regreso que llega sin interés Con el supuesto atractivo del 3D y como secuela de una película basada en un popular videojuego, ahora llega a las salas locales una muestra del género de terror que en definitiva produce más asco que miedo. Secuela del film de 2006 basado en el popular videojuego, Silent Hill 2 busca obviamente extender el éxito y mantener el interés. Hay muchas formas, claro, de hacer esto, y Silent Hill 2 opta por una de las más complicadas. La idea de la película es explicar, extender, más cosas de las que el film original planteaba. A mayor explicación, menor interés. Peor aún, las explicaciones tienden a forzar tanto las cosas que arruinan no sólo el interés, sino el entretenimiento. En dos escenas la protagonista –su personaje era una niña en el film anterior– que está a punto de cumplir 18 años ya vive la lógica que atravesará todo el film. El mundo real de Heather invadido por las fuerzas que intentan llevarla a ese lugar llamado Silent Hill. Con mucha velocidad la película se mete en tema y con la misma velocidad pierde interés. En la película conviven truculentos efectos mecánicos de la vieja escuela cinematográfica, con no tantos, pero muy malos efectos digitales. Muchas escenas, a su vez, exponen la búsqueda del impacto 3D con el que el film se estrena. El padre de Heather desaparece y ella queda sola para enfrentarse a quienes la persiguen. No vayas a Silent Hill, le dice el padre en una carta que le deja a ella. Pero obviamente es allí a donde la película va, luego de explicar una serie de cosas que no aportan, sino que restan mucho. Parece ser que es un nuevo defecto del cine de terror el buscar explicaciones y aclarar los puntos ambiguos. Se olvidan que justamente el terror se basa no sólo en lo que se sabe, sino en lo que no se sabe. A medida que el espectador comienza a entender motivos, ideas y a recibir respuestas, el misterio inconsciente que lo ata a estos relatos se desarma. A pesar de los rostros de algunos actores conocidos, no es el fuerte de la historia la actuación, y la intensidad dramática que intenta equilibrarse con los momentos de terror no funciona. Los golpes de música y sonido intentan que el espectador se asuste, pero Silent Hill 2 pertenece a los films de terror que producen asco más que miedo. La revelación del título llegará aunque sea difícil para ese momento sentir algún interés por el relato. Definitivamente habrá que poner esta segunda parte en la lista de aquellas que no valen la pena.
La adaptación de Christophe Gans de Silent Hill tiene sus imperfecciones, pero al menos es considerada, hasta el momento, como una de las adaptaciones más fieles en lo que a videojuegos respecta. El modesto suceso del film, sin embargo, se ve opacado completamente seis largos años después con la inepta y ofensiva masacre que Michael J. Bassett ofrece en Silent Hill: Revelation, una secuela sin pies ni cabeza que arremete sin piedad contra la historia del tercer videojuego, lo que deja a los fanáticos perplejos y al resto de la audiencia sin saber para donde correr en busca de cobijo. Durante una angustiosa y aborrecible duración de noventa minutos, el director inglés se gana rápidamente el odio de prácticamente todos al adaptar esta historia, una que continúa las ramificaciones del primer juego -y por ende primera película- de una manera simplista y casi criminal, en donde los constantes guiños a los gamers terminan por ofender a raíz de su mala utilización. Los intentos por ingresar nuevos detalles a la mitología se ven obsoletos y cualquier arrojo de inteligencia se opaca con unos valores de producción paupérrimos, que hace que todos los escenarios luzcan como el mismo, pero reutilizado una y otra vez. Al seguir de cerca una secuela tan esperada, ver cómo los diferentes actores que encarnaron a las contrapartidas del juego volvían a por más o al encontrar las fotos del set, todo indicaba que por fin el sueño de continuar la historia se vería plasmado en pantalla. Pero el sueño debe terminar, como dijo el villano en la primera parte, y así fue. La trama retoma unos años después del fin de la original, con un Christopher Da Silva y su hija ya adolescente en plena fuga del culto que pretende tener a la chica de vuelta en sus garras para sus religiosos planes de purificación mundial. Para atraer a la joven Heather nuevamente a Silent Hill, su padre -un Sean Bean de acento fuerte demasiado desarticulado para funcionar apropiadamente- es secuestrado y ella, con la ayuda inesperada del joven Vincent -horrible Kit Harington, al que le faltan varias clases de actuación encima-, debe regresar al pueblo tan temido para rescatar a su papá y liberarse finalmente de las terroríficas pesadillas que la acechan y no la dejan vivir una vida normal. Y hasta ahí puede decirse que Silent Hill 2 es buena. Cuenta nuevamente con una atmosférica banda sonora, cortesía de Akira Yamaoka y Jeff Danna, alguna que otra escena decente -el enfrentamiento sobre la calesita es verdaderamente intimidante e interesante- pero todo se termina cuando el guión acartonado, firmado por el propio Bassett, mastica toda la información por el espectador, sin dejar que uno mismo arme sus propias conclusiones como sí pasaba en la primera parte. Los personajes secundarios actúan como cameos, con un desperdicio de la psicodélica Dahlia Gillespie de Debora Kara Unger, de la triste villana de Carrie Anne Moss o incluso Malcolm McDowell, cuya época de gloria ha pasado y lo ha dejado en la banquina. Sólo puede destacarse que Adelaide Clemens, cuyo parecido con Michelle Williams es impresionante, es la que mejor sale parada componiendo a la sensible pero aguerrida protagonista. Nada más se puede decir de Silent Hill: Revelation excepto que es un clavo en el ataúd de una saga que podía llegar a convertirse en algo más potente que la de Resident Evil pero que luego de una decisión torpe tras otra culmina en un producto olvidable y tonto como el que nos precede. La humillación del fanático dentro mío es demasiado dolorosa por haber esperado tanto tiempo para esto.
Secuela de una película de terror basada en un videojuego, esta segunda Silent Hill (en 3D) es una experiencia extrema: está armada -o apilada, amontonada- en función de presentar un efectismo tras otro en un mundo de fantasía negra (el "mundo real" es engullido por un barullo pesadillesco). Enredado entre la irrelevancia y la impotencia, el realizador Bassett parece apostar a patear la butaca del espectador a intervalos regulares para mantenerlo alerta, o al menos despierto. Una adolescente tiene sueños, visiones, todo del orden de lo macabro, lo siniestro, lo ominoso. La buscan, la persiguen. El padre es secuestrado. Hay un pueblo-secta que la necesita para esto y para lo otro. Hay un medallón en dos partes, alguna profecía. El horror, la fealdad. Nada tiene demasiado sentido, pero se intenta explicar en momentos en los cuales queda bien claro que los personajes están explicando. Y ahora esto, y ahora esto otro. Y vamos a una situación que se diseñó de esta manera, y a esta pelea filmada con este despliegue visual y sonoro atronador, y carente de cualquier tipo de alfabetización cinematográfica. Y a esta otra. Estas peleas entre personajes son de diseño de videojuego, lo que no es un problema en sí mismo (The Quest, de Van Damme, o algunas Resident Evil aprovechaban la lógica del videojuego a su favor), pero aquí no están integradas a nada que ligue un minuto con otro. Cualquier cosa puede pasar, por lo tanto nada importa. Al rato de ver imágenes siniestras, mutilaciones, rostros desfigurados y cosidos con hilo de pizza, ya adivinamos por dónde vendrá el próximo golpe de efecto. No hay construcción de suspenso. No nos preguntamos ¿pasará esto o lo otro?, no hay duración del interés. Silent Hill 2 avanza a pura sorpresa (sacudón efímero), o intento de sorpresa, porque después de 15 minutos de golpes de efecto basados en una nota musical intensa y lacerante, una cámara que se mueve velozmente para encuadrar casi siempre de manera oblicua a algún humanoide feísimo o alguna otra cosa, ya sabemos hasta en qué momento nos van a atacar con un nuevo efectismo, con ese otro efectismo que viene a apuntalar al efectismo anterior. Dice la Real Academia Española que efectismo es "efecto causado por un procedimiento o recurso empleado para impresionar fuertemente el ánimo". Pero la impresión fuerte de Silent Hill 2 y su 3D, al no estar basada en ninguna construcción narrativa medianamente coherente, es efímera. Y después de algunos minutos uno ya no se impresiona y se dedica a ver qué actores participaron en papeles secundarios, y a pensar en sus carreras por fuera de esta película-cámara de torturas. La demasiado extensa y anodina Silent Hill de 2006 tenía otro director y otro guionista, y otra noción del cine, con una narrativa con algún mínimo sentido de la progresión y con encuadres que no apostaban todo el tiempo a un diseño inservible y descartable. Bueno, no hay que ser tan severo, quizás este diseño ominoso-cool-descerebrado sea útil para alguna campaña de antitranspirante para súcubos, íncubos y sus parientes infernales.
Una cuestión de identidad La pérdida de la identidad, vivir escapando, al fin y al cabo, no saber quién se es. La segunda parte de Silent Hill remite en profundidad a rostros sin rasgos, cosidos, verdugos con máscaras de hierro, la ambigüedad de los maniquíes. Todo embebido en un sórdido mundo de terror monocromático donde los tonos ocres, el óxido y las alucinaciones transportan al espectador hacia un mundo paralelo de frío, niebla y sombras. Con un gran aprovechamiento del 3D (como hacía meses no se veía en este tipo de películas), Terror en Silent Hill 2: La revelación continúa el peregrinaje de Sharon Da Silva, quien ahora es Heather Mason (Adelaide Clemens), que cambió su nombre para huir de una peligrosa Orden que la persigue hace seis años. El peregrinaje es junto a su padre Harry (antes Christopher Da Silva, encarnado otra vez por Sean Bean), quien caerá en las garras del mal y viajará ...¿hacia dónde? Sí, hacia el misterioso pueblo de la colina silenciosa. Al igual que la clásica serie Pesadilla en lo profundo de la noche, el filme recurre a las mamushkas oníricas: el espectador no sabrá en qué plano de la realidad ocurren las cosas, lo que muchas veces confunde. Otro punto de discusión es la unión de los dos filmes: los que no vieron la primera parte de la saga, difícilmente en un comienzo de la peli puedan captar el mensaje, por los guiños específicos que hay hacia Silent Hill. La espeluznante niña (¡esos ojos!) que con sus cabellos negros atrae tempestades y oscuridad, la putrefacción de las paredes para pasar a otro plano de la realidad o el halo de misterio que envuelve al culto ritualístico superan el nivel de la anterior. Otro de los puntos fuertes del filme es su cohesión fotográfica, ambientaciones y maquillajes, dignos del más perverso videoclip de Marilyn Manson a cargo de Floria Sigismondi. La dirección musical recae nuevamente en Akira Yamaoka, encargado de la banda de sonido del videojuego (la película se basa en la saga lúdica de survival horror ) y entre sus múltiples locaciones se destaca la prisión (¡ojo con asomar las manos por fuera de la celda!), el maquiavélico carrusel conducido por un enmascarado encadenado y una araña formada por múltiples cabezas, esto último, de lo más ingenioso de este filme.
Horripilancias que conformarán a fans Basada en un videogame, la franquicia de «Silent Hill» ya dio un film no muy recordado que contaba con el talento del colaborador de Tarantino, Roger Avary. Esta nueva parte de la saga también tiene un director y guionista talentoso, Michael J. Bassett, quien demostró su gusto por las imágenes sobrenaturales fuertecitas en «Solomon Kane cazador de demonios», pero que aquí está muy limitado por un argumento que irónicamente no debería tener límite alguno, ya que permite que los personajes entren y salgan de mundos paralelos donde suceden cosas espantosas. Teniendo tantas posibilidades de crear mundos fantásticos, la película repite demasiado las mismas cosas y, por ejemplo, el sólido prólogo con una pesadilla en un terrorífico parque de diversiones, claramente va a terminar siendo también el desenlace, algo que es obvio para cualquiera que haya visto dos o tres películas de horror. Déja vu Sobre todo la primera parte del film sigue carriles demasiado conocidos con una adolescente y su padre huyendo paranoicos de un hecho del pasado, algo hermético tanto para el espectador como para la protagonista, que sueña todo el tiempo con esas visiones infernales. Pronto al padre lo secuestran y ella, que no puede acudir a la policía, termina haciendo lo que el padre le prohibió y sus captores exigen con letras escritas en sangre en la pared de su casa: ir a Silent Hill. Ahí hay una secta que convoca cosas horribles, y una vez en su dominio el director puede armar unas escenas que realmente ponen la piel de gallina con imágenes más que fuertecitas, y que en algunos casos también aprovechan el 3D, de modo que no se limite solamente a los alegres chorros de sangre a cámara (de esos hay varios y ningún fan del gore se va a quejar por eso). Al final, los momentos más horripilantes redimen las carencias del guión, y se aprecian especialmente las breves pero más que intensas actuaciones de figuras de culto como el mismísimo Malcolm McDowell.
Una secta, zombies y amuletos El filme puede llegar a saturar con sus excesos de escenas de acción descontrolada, sin respiro y en una constante reiteración. Buena actuación de la australiana Adelaide Clemens. La película es producto de un exitosa empresa de videojuegos de origen japonés, que se especializa en animé, tragamonedas, juguetes y otros productos asociados con el entretenimiento. Presentada hace trece años, la primera de la serie "Silent Hill", en su versión cinematográfica, recién pudo filmarse en 2006. En esta segunda versión seguimos la historia de la pobre Heather (Adelaide Clemens), una adolescente que más allá de estar pasando una edad difícil, tiene que aguantar cambios de lugar constante junto con Harry (Sean Bean) su padre, consciente de un pasado donde las sectas, maldiciones y predicciones varias, terminaron por hacer que su vida se convierta en una pesadilla. LOS SUEÑOS Parece que una misteriosa secta eligió a Heather para un propósito infernal y ya se llevó a la madre de la chica, en el anterior filme de la saga. Heather está condenada a sueños espantosos, donde accede a otra dimensión llena de monstruos que la persiguen en parques de diversiones que recuerdan a "Extraños en un tren" (1951), de Alfred Hitchcock. Si Hitchcock, el maestro del suspenso, inspiró al desarrollador japonés del videojuego, otro, amante de la plástica, le incorporó un montón de seres muy parecidos a los del amigo Hieronymus Bosch, en "El jardín de las delicias". El resultado estético es interesante, pero nunca para formar parte del cuadro, porque los monstruos son agresivos y francamente pesados. EL CAOS A los mencionados se suma una tal Alessa (Jodelle Ferland), bastante parecida a la intimidante Lily de "Crónicas del miedo", una nena mala muy mala, que busca a Heather, porque sería su parte buena. "Terror en Silent Hill 2: La revelación" puede llegar a saturar con sus excesos de escenas de acción descontrolada, sin respiro y en una constante reiteración. El comienzo es atractivo, pero luego se copia a sí misma y duplica la violencia y el caos. Con una buena actuación de la australiana Adelaide Clemens (Heather), junto a Kit Harrington (Vincent) que no desentona, también hace lo que puede Malcolm McDowell (Leonard), el inolvidable protagonista de "La naranja mecánica" y Martin Donovan, actor fetiche de Hal Hartley, lejos ya de su "Retrato de una dama", en la que hacía el papel de uno de los atrapantes personajes de Henry James. "Terror en Silent Hill 2: La revelación" tiene un sonido sugerente, bien empleado el 3D y un cuidado diseño de producción.
Silent Hill es el lugar al que el infierno llama hogar y al que el espectador llama "cómo perder cuarenta pesos de manera innecesaria". Ingresando dentro del hall de club de las secuelas innecesarias e inexplicables (en todo sentido) esa continuación se basa en la aventura propuesta por el tercer videojuego en el cual se inspira la franquicia. Tratando de escapar de su maldición/destino/pesadilla Heather regresa a Silent Hill a pesar de todas las advertencias de su padre, quien ahora ha sido secuestrado y supuestamente se encuentra en este poblado consumido por el lado oscuro del mundo, a medio camino entre el averno y la realidad terrestre. Acosada por pesadillas, onírico paisaje en donde se desatan sus peores temores cual generación insomne después de la saga de Freddie Krueger, Heather se da cuenta que ella es la llave para resolver este gran caos entre vivos y muertos, maldiciones y sangrientos crímenes que se extenderán ad infinitum. El 3D propuesto en esta segunda parte (los $40 del primer párrafo deberíamos entonces extenderlos incluso a unos $60 en algunas de las salas más caras del país) arroja encima nuestro dedos cercenados, cuchillas de todo tipo, espadas oxidadas y vísceras varias. Mero adorno que no suma nada al pobrísimo relato que estamos asistiendo. Incluso el diseño de los monstruos humanoides deformados se basa demasiado en aquellos creados por Guillermo del Toro para sus películas. Ah, lo más importante. La “revelación” que se promete en el título ya la conocemos desde hace siete años en el desenlace de la primera parte. Hasta ahora seguimos sin obtener nada de lo que nos prometieron. El primer Silent Hill ya era confuso y fracasaba a la hora de echar algo de claridad… esta continuación suma aún más confusión, pero del tipo: ¿a quién se le pudo llegar a ocurrir que era una buena idea hacer esta película?
Presenta una historia sin mucha coherencia, con regulares actuaciones, un desaprovecho impresionante de cada una de las figuras villanas, y con una locura visual y narrativa (propia del material original) que la película nunca logra abrazar.
Silent Hill fue probablemente uno de los mejores filmes que se hicieron basados en un video juego en las últimas décadas. Una historia que se destacó por ser un buen exponente del terror psicológico que contó con un buen guión y un reparto que llevó adelante el conflicto con mucha convicción. Recuerdo que al verla me sorprendí bastante porque las películas basadas en este tipo de entretenimiento no suelen ofrecer producciones que se destaquen precisamente por sus argumentos. La continuación de Silent Hill lamentablemente no está a la altura de la primera entrega. En el film original tenías una historia decente de pueblos embrujados que también trataba el tema del fundamentalismo religioso con un conflicto interesante. La nueva película resultó más tonta y predecible. El único motivo por el que esta reseña tiene una C y no una D es por respeto a los artistas que estuvieron involucrados en esto. Tal vez eso es lo más decepcionante porque podrían haber hecho algo mejor. Adelaide Clemens, la protagonista que interpreta a Heather, es una muy buena actriz que hace un buen trabajo con su personaje y estuvo acompañada por el gran campeón olímpico de remo cinematográfico como es Sean Bean. El resto del reparto también resultaron convincentes en sus roles y hay pequeñas participaciones de buenos artistas como Malcom McDowell y Carrie Anne Moss, que apenas aparecen un minuto. Por otra parte, Silent Hill 3D tiene un gran trabajo en lo que se refiere al diseño de producción y la fotografía que seria una gran injustica ignorar. En esos aspectos técnicos la película está bien y ofrece muy buenos escenarios tétricos. Inclusive el formato de tres dimensiones estuvo bien trabajado y es un complemento que hizo más atractivos algunos momentos del film. El problema estuvo en la trama que es realmente mala y está plagada de escenas violentas burdas y predecibles que justamente es lo que evitaron muy bien en la producción del 2006. Una lástima porque los videos juegos de Silent Hill no son precisamente tontos y tienen argumentos rebuscados y atractivos que en Hollywood esta vez no supieron trasladar en el cine.
Nada tiene sentido en esta innecesaria y desastrosa secuela en la que se no se "revela" absolutamente nada; sólo algún que otro detallito del misterio sobre el que se centraba la historia de la anterior película protagonizada en 2006 por Radha Mitchell, Sean Bean y Jodelle Ferland, basada en la exitosa franquicia de videojuegos estilo "survival horror" desarrollada por Konami. Aquella dirigida por Christophe Gans y escrita por Roger Avary no resultó ser una maravilla pero, dentro de lo confuso de su argumento y su larga extensión (recuerdo que fueron unos laaaargos 125 minutos), conseguía envolvernos en una historia de misterio y de terror que tenía más sentido y coherencia que esta continuación que no hace más que confundir aún más al espectador que esperaba encontrarse con algo digno de ver, especialmente los gamers. De aquel reparto sólo quedó Sean Bean, quien vuelve a interpretar a Christohper Da Silva. Luego de los sucesos desarrollados en "Silent Hill" (su esposa Rose y su hija adoptiva Sharon habían quedado atrapadas en el pueblo maldito que da nombre a los films) ahora lo vemos junto a su hija ya adolescente (en esta ocasión interpretada por Adelaide Clemens) intentando escapar de las peligrosas fuerzas que la joven no puede terminar de comprender, por lo que han estado mudándose de un lugar a otro y cambiando sus respectivas identidades. Aquí la coherencia desaparece por completo debido a un guión defectuoso desde la primera palabra que plasmó Michael J. Basset, quien además es el director. A los 10 minutos y con un simple cameo de la actriz Radha Mitchell como para establecer un enlace entre ambas producciones, se nos "explica" que la niña (la clave de todo el asunto) es la única que pudo salir a través de una especie de portal que su madre encontró; aunque su regreso al "mundo real" le hizo perder la memoria. Desde ese momente el personaje de Bean es quien tuvo que protegerla y mantenerla alejada del mencionado lugar y del culto maligno que los ha estado atormentando durante años. En la víspera de su cumpleaños número 18, Sharon/Heather es acosada por horribles pesadillas y espantosas visiones sobre Silent Hill que pronto la arrastran nuevamente a esa realidad demoníaca paralela o lo que fuese en busca de su padre desaparecido. Allí, ella descubre que no es quien cree ser. En definitica esa termina siendo la única revelación, la cual había sido develada en la película anterior. Dentro de toda la ridiculez de la adaptación mezclada con la mitología propia del videojuego (cabeza de pirámide está presente), el co-protagonista de la película es Vincent (Kit Harington), un extraño estudiante que conoce la muchacha en su primer día de escuela. Todo indica que será una víctima más pero... no. A pesar de ello, se fuerza el interés romántico entre ambos. En lo que respecta al resto del reparto, las efímeras presencias de Carrie-Anne Moss y Malcolm McDowell no aportan ni aseguran el éxito en esta película literalmente de terror que no genera miedo alguno. Dato Curioso Los actores Sean Bean y Kit Harington volvieron a encontrarse en un set de filmación luego de su trabajo juntos en la primera temporada de la serie de HBO "Games of Thrones", donde Bean interpretó Eddard Stark, padre de Jon Snow, el personaje de Harington.
En el país de las pesadillas Una manera expeditiva de definir Terror en Silent Hill 2 es calificarla como una versión siniestra de Alicia en el País de las Maravillas. Pero en este caso Alicia está a punto de cumplir 18 años y no confunde la realidad con los sueños sino con las pesadillas. Claro que el guión no se sostiene sobre la base de una clásica novela decimonónica sino en un videojuego que ya había sufrido un intento de adaptación a la fuerza, hace unos años, y que ahora parece haber consentido voluntariamente en transformarse en película. Si se tiene en cuenta que parte del elenco se repite y que hay varias alusiones al argumento de la anterior, se trata oficialmente de una continuación. Sin embargo, las diferencias estéticas son notables y no sólo porque esta última venga en formato 3D. Sin traicionar la linealidad episódica del videojuego (cuya lógica es avanzar de nivel en nivel), Terror en Silent Hill 2 consigue traducir un universo virtual arbitrario en un mundo inquietante donde la realidad no es única sino múltiple. Lo conflictivo es que en vez de convivir pacíficamente en dimensiones paralelas como en un modelo matemático, esas realidades se tocan entre sí y se invaden unas a otras. Nadie lo sabe mejor que Heather, quien es convocada desde uno de esos mundos a través de pesadillas y alucinaciones. Ella y su padre deben mudarse constantemente y cambiar de identidad para sobrevivir, pero llega en un momento en que Heather vuelve a Silent Hill forzada por las circunstancias. Lo mejor y lo peor de la película se concentra en esa ciudad que tiene la forma de un infierno cabalístico (hay símbolos y alusiones a Metatrón, el arcángel mediador entre Dios y el hombre de esa doctrina). Allí las imágenes se imponen en toda su potencia de extrañamiento: combinan una atmósfera posnuclear con una escenografía de feria de atrocidades y una colección de criaturas que parecen extraídas de un museo surrealista. Algunas escenas van a quedar en las retinas de los amantes del género. Por ejemplo: un ballet asesino de enfermeras sin rostro que se pone en marcha cuando detecta un movimiento. Ese y varios otros momentos compensan algunos diálogos demasiado explicativos y la insalvable dificultad de volver tangibles emociones reales en un universo fantástico.
La próxima no vuelvas Segunda entrega del pueblo maldito Silent Hill donde ahora la pequeña Sharon es una adolescente que vuelve al pueblo con el objetivo de rescatar a su padre de las garras de un temible culto. Si la original logró ser una gran película, ésta definitivamente retrocede por completo todo lo conseguido. Una trama carente de sentido, monstruos absurdos y una completa falta de desarrollo en la historia hacen de "Silent Hill 2: La revelación" un enorme mamarracho infantil donde el terror brilla por su ausencia. Esta película es el perfecto ejemplo de las dificultades que contrae trasladar un videojuego al cine. Cada escena es construida como un nivel del juego donde la protagonista debe superar a un monstruo (o similar) con tal de poder seguir avanzando en la historia. De ahí que el espectador rápidamente se dará cuenta que no hay trama, el relato se construye en base a escenas independientes que poco tienen que ver unas con otras. De esa manera secuencias donde una araña hecha de maniquís o unas enfermeras sin rostros amenazan la integridad de la protagonista van a ser momentos de escasas emociones, ya que a pesar del terror que puedan provocar, una vez superados van demostrar la falta de objetividad de su presencia en la película. No obstante, la poca historia que trae "Silent Hill 2" es una torpe mezcla de lugares comunes del cine de terror. La familia atormentada, el romance adolescente, el culto sangriento o el famoso "No entres ahí" esta presente en la película de la peor manera imaginable. Tal vez sea la absoluta falta de pasión/química en el romance o el más estereotipado culto, lo que hacen de la película algo totalmente aberrante, pero es la completa ineptitud a la hora de resolver cada una de las escenas la auténtica razón de porque "Silent Hill 2: La revelación" es un verdadero desastre.
SÓLO DE PASO Hay quienes dicen que TERROR EN SILENT HILL (SILENT HILL, 2006) es una de las adaptaciones de videojuegos más logradas. Y quizás lo sea, pero debo confesar que no me acuerdo nada de aquella película. Es como si nunca la hubiera visto. ¿Vale la pena regresar a un lugar que no nos dejó ningún recuerdo? En Hollywood creen que sí, así que por segunda vez viajamos a ese pueblo maldito y gris, en el que habitan deformes criaturas que se arrastran por las calles cubiertas de ceniza, que cae del cielo como si fuera nieve. En TERROR EN SILENT HILL 2: LA REVELACIÓN (SILENT HILL: REVELATION 3D, 2012), Heather (Adelaide Clemens) sufre horribles pesadillas relacionadas con un pasado que su padre (Sean Bean) le oculta con el objetivo de protegerla. Pero el destino, como las secuelas, a veces es inevitable y te termina alcanzando: la joven se verá obligada a volver a Silent Hill (sí, igual que nosotros) cuando su padre sea secuestrado. Pero ella no estará sola, sino que recibirá la ayudará de Vincent (Kit Harington), un insoportable compañero de escuela. Con un guión carente de sorpresas (hay un giro argumental que se ve venir con bastante anticipación) y actuaciones muy flojas (a excepción, claro, de Bean), hay muy poco para rescatar de esta segunda parte: son pocas las ocasiones en las que el director, Michael J. Bassett, logra emular el ambiente opresivo de los terroríficos videogames, por ejemplo al principio (en la escena del centro comercial) y en algunos momentos de la visita al manicomio. El resto de la película parece estar hecho en piloto automático, como si la justificación de la existencia de esta secuela fuera un mero trámite. De hecho, el final deja abierta la posibilidad para otra continuación con un triple (!) homenaje a la franquicia de videojuegos. Aunque los fans sabrán agradecer algunos guiños, el pueblo de Silent Hill se ha convertido nada más que en un lugar de paso.
Rarísimo: el primer film, de 2006, no se estrenó en salas (salió en video) aunque el videojuego en el que se basaba era bastante popular. La razón para que veamos esta continuación (que no requiere del primer film, seamos sinceros) es quizás que el terror y el 3D forman una buena combinación, toda vez que los efectos “de susto” se multiplican. Aquí hay una joven luchando contra fuerzas oscuras que han raptado a su padre. Es decir, lo más parecido hoy día a un paseo por el Tren Fantasma. Ni más, ni menos.
A esta altura debería usted saber que tanto para los videos juegos de consolas (Playstation o la Wii), como para los de PC, las producciones son millonarias en términos de programación, diseño, layouts y demás. Es más, han sido precursores de muchas de las técnicas de animación que actualmente se utilizan para el cine. Con el paso del tiempo no han sido pocas las veces que incluso actores de renombre han puesto sus voces al servicio de los personajes. Diría incluso que en términos de creatividad, cuando uno termina de jugarlos, es decir, llegar “a la final”, se encuentra con guiones mucho más originales que varias de las producciones hollywoodenses. Tal es así que ya tenemos varias sagas adaptadas a la pantalla grande: “Doom” (2005), “Resident Evil” (se hicieron 5, entre 2002 y 2012), “Furia de Titanes” (2010 y 2012) y “Tomb Rider” (2001, 2003) de las cuales hemos visto dos de cada una. “Terror en Silent Hill” es otro ejemplo. Con algunos nombres cambiados, básicamente la primera contaba la historia de una madre que va a un lugar de ensueños o de realidad paralela llamado Silent Hill para buscar a su hija adoptiva, a pesar del resultado final en el cual salva a su hija pero queda atrapada allí. Estaba basada en el primer juego que Konami desarrolló en 1998. “Terror en Silent Hill 2: La revelación” es bastante parecida al argumento del tercer video juego, de 2003. Heather (Adelaide Clemens) sigue teniendo sueños a pesar de la numerosa cantidad de veces que se muda con su padre (Sean Bean). Esta vez sueña con Alessa (la misma Adelaide Clemens), un alter ego que gobierna el (su) lado oscuro. Esta vez deberá, con la ayuda de un amigo eventual, regresar a Silent Hill para salvar a su padre. Michael J. Basset, el director de “Solomon Kane” (2009), se nutre de un par de puntos a favor. Uno es la estética (entre gótica, oscura y definitivamente demoníaca), apoyada por muy buenos trabajos en fotografía, dirección de arte y efectos de maquillaje. El otro es un elenco sólido que trabaja mucho para darles credibilidad a sus personajes. Con una excepción: la protagonista Adelaide Clemens. Sus tres o cuatro gestos se mofan del género. En su faceta de “buena”, no hay una sola escena o diálogo en donde se pueda vislumbrar sentimiento alguno. Ni siquiera en los dos o tres momentos de transición con el padre, por lo que el resto debe hacer esfuerzos extra para sacar adelante cada toma, por cierto con buenas apariciones de Carry Ann-Moss y Malcom McDowell, quienes justifican los ceros de sus cheques, aunque uno se pregunte si estaban tan necesitados. Pero supongamos que esto es subjetivo y que yo estaba de mal humor. Bien, la actriz no es el problema principal de la secuela; sino el ritmo cansino, eternamente discursivo y redundante que el director le imprime al ritmo de la narración. Hacia la mitad de la proyección el espectador no sólo intuye todo lo que va a suceder (incluido lo que se pretende como factor sorpresa), sino que también es presa de una sobre explicación de la cual no puede obtenerse más que un ataque de bostezos. Todo lo bueno que tiene desde el punto de vista visual, se va diluyendo por un argumento chato que para este género es dar demasiada ventaja. Es como si el realizador estuviera tan perdido como el jugador que agarra el joystick por primera vez y pasa una y cien veces por el mismo lugar hasta sortear la dificultad que le permite superar cada etapa. La diferencia es que el jugador parte de un compromiso con el juego. Quiere llegar al final aún perdiendo tiempo en medio del clima generado por los efectos visuales y sonoros. Para jugar está bien, para el cine es fatal.
Los amantes del terror tienen su cuota. Si ya vieron la primera tendrán aquí un plato fuerte de brujas, seres siniestros, un pueblo que atrapa la vida para crear un submundo de susto con creatividad y no pocas ironías. La chica adolescente y su familia luchan y pueden. Ya se presiente la tercera.
Padre e hija huyen de su destino, y de fuerzas peligrosas los persiguen ¿Lo lograrán? Con el guión y la dirección de Michael J. Bassett ("Cazador de demonios: Solomon Kane", 2009; “Deathwatch”2002), llega esta nueva entrega a la pantalla, la secuela de la película de “Silent Hill”, del 2006, esta última dirigida por Christophe Gans, basada en la serie de videojuegos de “survival horror Silent Hill 3” de Konami. Después de lo sucedido en Silent hill (la primera de la saga) Rose Da Silva (Radha Mitchell) queda atrapada y suele ponerse en contacto con Christopher (Sean Bean) a través de un espejo. Su misión es llevar fuera del mundo de Silent Hill a su hija Sharon (Erin Pitt), esta usa un amuleto, regresa al mundo real y pierde la memoria. Tiempo más tarde su padre le dice que su madre murió en un accidente automovilístico, aprovechando que ella no recuerda nada. Ellos para protegerse debieron cambiar sus nombres ahora son: Heather Mason (Adelaide Clemens) y Harry Mason (Sean Bean), la protagonista tiene 17 años y se encuentra perseguida por terribles pesadillas y alucinaciones de Silent Hill, (Y les puedo asegurar que a nadie le gustaría tenerlas). Su padre es su protector e intenta desesperadamente una vida normal, lejos de ese lugar, ella concurre a la escuela pero sus pesadillas continúan, van y vienen, su relato va en distintos tiempos, en tres diferentes planos, mensajes y personajes oscuros. Se encuentra con Douglas Cartland (Martin Donovan), un ser misterioso, Vincent (Kit Harington), un extraño estudiante que lo conoce en su primer día de escuela. Se dan una serie de acontecimientos extraños hasta la desaparición de su padre. Ahora ella debe salvarlo y conocer todo sobre su verdadera identidad. Hasta acá un breve comentario. Es buena como la primera, a pesar de que ese momento era la novedad, es una buena secuela, muy entretenida para los que les gusta el género. Hay monstruos, una buena carnicería, bien gore, cuerpos mutilados, y llena de efectos especiales. El formato 3D ayuda a disfrutar mejor las escenas en las cuales la sangre salpica, y no faltan los largos pasillos tétricos, un parque de diversiones macabro y los secretos. Pero para los conocedores no asusta ni te hace saltar en ningún momento. Las actuaciones de Adelaide Clemens es correcta como una adolescente angustiada y aterrorizada, además realiza un doble papel; la actriz canadiense Carrie-Anne Moss (“Matrix”; “Paranoia” y la serie de televisión “Dark Justice”) aterradora como Claudia Wolf, bien mala y líder de la Orden; Sean Bean que está correcto no tiene un papel para destacarse demasiado, una lástima; Kit Harington bastante acartonado y Malcolm McDowell estupendo. Los conocedores del juego la van a disfrutar más, y los fanáticos que se queden tranquilos porque la historia continúa: hay Silent Hill para rato.
Terror de morondanga La segunda entrega de esta saga de terror inspirada en los juegos de video llega con poca fuerza y casi nada interesante para ofrecer. El sueño que tiene la protagonista, quien por cierto es muy parecida a Michelle Williams, al principio de la película ya nos da una idea de como viene la mano. Efectos de segunda pensados para un 3D que no tiene ningún tipo de atractivo en este film y mucha bizarreada conectada por un hilo débil que parece puesto sólo para justificar la carnicería. ¿Hay una parte del sueño que hace referencia a la corporación Umbrella de "Resident Evil"? Me pareció que sí. Fijense los fans en la escena de la calesita en llamas. Es muy inverosímil por momentos, pasando de secuencias en las que la copia barata de Michelle Williams es atacada por los demonios de Silent Hill en un terror absoluto y a los 5 minutos está coqueteando con un pibe que también es nuevo en la ciudad. El tipo se da cuenta de que la chica está bastante chiflada y de que nada bueno le puede pasar estando a su lado, pero de todas maneras decide infringir la ley y meterse en Silent Hill junto con la piba como por arte de la hipnosis, ¿o en realidad esconde un secreto?... Todos es muy previsible y se pueden evidenciar muchas debilidades en el guión, que sinceramente parece escrito por un alumno de cine de 1er año con pocas luces. Las únicas escenas aceptables son en las que aparece el capo de Sean Bean (padre de la protagonista) que debe estar atado al estudio por aglun tipo de contrato para hacer estas bazofias. La 1ra Silent Hill no era una obra de arte del cine de terror pero tenía su encanto, te sorprendía y horrorizaba. Esta 2da parte es sólo una excusa para mostrar sistemáticamente los mismos terrores que en la 1ra, pero ahora sin el factor sorpresa y sin gracia alguna. Me puso un poco triste ver a la grosa de Carrie-Anne Moss en otro rol fallido... es una lástima, pero no logra levantar cabeza en el cine hace ya un par de años. Al menos en la TV con las series no le va tan mal. Una peli muy poco disfrutable, que ya no da miedo ni atrapa. Quizás los muy fans de la primera entrega queden un poco satisfechos con la fauna demoníaca, pero en mi opinión no justifica el precio de una entrada al cine.
Pesadilla de ketchup Terror en Silent Hill es la secuela de Silent Hill (2006), adaptación de un videogame que, según quienes lo juegan, es fabuloso. De ser cierto, la película demuestra que el cine y los jueguitos tienen poco en común, o que en la transferencia (traduttore, traditore) se pierden cosas, y mucho más en una secuela. En el comienzo, Heather (Adelaide Clemens) tiene pesadillas, sueña con hombres de cara cosida y un pueblo cubierto de cenizas, llamado Silent Hill. En ese infierno virtual está atrapada su madre, luego su padre; son cebos, es el siniestro plan de un culto que quiere atraparla para efectuar un ritual. Heather va a Silent Hill porque es temeraria, igual que el director y guionista, capaz de diálogos como este: “Encontré una campera con su sangre”, dice un policía y su compañero responde: “Llevémosla a los forenses, a ver de quién es la sangre”. Y eso no es todo. Lo peor es ver a actores como Malcolm McDowell, Carrie-Ann Moss o Martin Donovan (ex actor fetiche de Hal Hartley) en roles insignificantes, hundiéndose en Silent Hill junto a Heather, a cambio de un cheque para llegar a fin de mes.