Y si: esta va a ser una calificación extraña. Una Recomendación del Editor que califica solo con 3 atómicos (buena). ¿Y por qué pasa esto?. Si bien hay aspectos de la película que me impresionaron, creo que el masivo despliegue visual termina intoxicando el núcleo del relato – que es el redescubrimiento de que tu vida no ha sido un desperdicio absoluto sino que todo lo que te rodea ahora ha sido fruto de tus elecciones y representan objetivos valiosos, aún cuando sean muy modestos o imperfectos -. Quizás una segunda visión pula mi opinión pero no estoy seguro de si deseo volver a pasar por la misma experiencia otra vez. En el fondo el núcleo de Everything Everywhere All at Once (Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo) es el mismo de Hechizo del Tiempo: hay un elemento fantástico que obliga al protagonista a recapacitar sobre su vida y termina convirtiéndose en mejor persona. En el filme que nos ocupa las cosas son bastante mas complejas que en la cinta de Bill Murray simplemente porque el mecanismo elegido se basa en los Multiversos – hay copias de ti viviendo en dimensiones paralelas, y esas copias llevan vidas radicalmente diferentes a la tuya ya que tomaron decisiones de vida completamente distintas en distintos estadíos de sus existencias -. Desde que vos hayas nacido en otra familia, a que tu familia te haya impedido casarte con tu novio, que te hayas divorciado de él mucho antes, que no hayas tenido hijos o que hayas elegido otra carrera por poner algunos ejemplos. Claro, ésta es una película de los Daniels (Dan Kwan & Daniel Scheinert), los mismos de Swiss Army Man – aquel chifle con Daniel Radcliffe convertido en zombie multiusos que permitía la supervivencia de un náufrago Paul Dano -, así que no esperen que todo sea lineal o correcto. En un universo Michelle Yeoh tiene dedos como panchos y está en pareja con la avinagrada empleada de la Oficina de Impuestos – una irreconocible Jamie Lee Curtis -, con lo cual los dedos gruesos y largos los usan… para su “beneficio”. Everything Everywhere All at Once se divide en dos actos: el primero se hace largo y cansino y dura 52 minutos, que es el detalle de la vida actual de la Yeoh, la cual es el pilar de su familia. Su marido (Ke Huy Quan… Short Round! de Indiana Jones y el Templo de la Perdición devenido cincuentón) es un buenazo medio inútil y ultra optimista que ahora quiere divorciarse porque siente que ella ya no lo quiere; su hija es lesbiana y, para colmo, está enredada con una chica blanca a quien Yeoh apenas tolera; la noticia de la nieta gay no puede llegar a oídos del ultraconservador abuelo (James Hong, con 93 pirulos y 453 participaciones cinematográficas (!) sobre el lomo y aún en carrera), el cual siempre se encarga de recordarle a la Yeoh que es una fracasada. Como la Yeoh es una mujer orquesta – se encarga de todo, vive renegando con todos y está harta de su vida mediocre, atornillada a un lavadero que compraron hace 20 años y que definitivamente no prospera – está cansada y desearía algún tipo de cambio en su vida. Como la declaración de impuestos del lavadero no le cierra al IRS (la DGI norteamericana), la familia en conjunto acude a una cita con la inspectora (Curtis), una burócrata con pinta de fracasada, quien les hace sentir todo el poder de su miserable posición en un organismo del Estado. Mientras esto ocurre el marido de la Yeoh (Quan) parece poseído, le pasa mensajes secretos y le da unos auriculares Bluetooth donde ella comienza a recibir mensajes. Ahí escucha la sacadísima historia de que el universo está partido en dimensiones con diferentes versiones de la Yeoh en cada una, y que hay una supervillana llamada Jobu Tupaki que ha construido una superarma para destruir el Multiverso… la cual solo va a funcionar luego que Tupaki mate a todas las Yeoh de cada mundo existente. Como la versión de la Tierra actual es la última que queda viva, Quan debe darle un curso acelerado (a lo Matrix) para que Yeoh asimile talentos y conocimientos de sus versiones de otras dimensiones: para ello debe cometer todo tipo de actos bizarros para conectarse a su otro yo en tal o cual dimensión, sea desde cortarse cuatro veces los dedos con papel hasta orinarse encima (nada del anillo mágico del Doctor Strange que hace circulitos con fuegos artificiales ni puertos USB implantados en tu cerebro y listos para cargar programas a lo Neo). Cuando Tupaki aparece en el IRS causa estragos pero Quan – que hasta ese entonces era un bobalicón sentimental con buen corazón – sintoniza a su versión de la dimensión Alfa y termina dándole una paliza estilo Jackie Chan a los esbirros de Tupaki ante el asombro de Yeoh. Y a partir de allí emprenden la huida, ya sea aprendiendo nuevas cosas o dejando que su espíritu posea a una de las versiones alternativas del Multiverso. Mientras que el viaje por los Multiversos es entretenido (y da pie a un montón de situaciones bizarras; la mas magistral de ellas es cuando todos se pelean por unos trofeos con forma de consoladores (!!) que deben ponérselos donde no les da el sol para aprender instantáneamente super Kung Fu!), a veces se estira demasiado y resulta por demás de caótico. Es recién en la media hora final donde los Daniels sacan el pie del acelerador y deciden darle oxigeno al relato, descubriendo que todo esto no es mas que una lucha entre generaciones de una misma familia. En el medio la Yeoh canta, se ríe, patea traseros, vuela, le crece un tercer ojo, llora y termina por darse cuenta de que su vida no es una existencia desperdiciada y de que lo poco que tiene realmente vale la pena. Ciertamente el enfoque del Multiverso de los Daniels es mucho mas excitante que el de la última de Doctor Strange. Es obvio que los tipos tienen creatividad para dar y repartir pero creo que se pasaron de rosca con las golosinas (no deja de ser muy divertido en varias ocasiones) y estiraron las cosas de más, restándole peso dramático al final que llega como media hora tarde. El elenco es excelente y definitivamente este es el mejor rol que ha tenido la Yeoh en años – ¿podrá llegar a un Oscar? – ya que los directores le piden que haga de todo en una misma película. Que Everything Everywhere All at Once es recomendable, no te quepa la menor duda aunque probablemente no todos la disfruten. De que sea divertida, por supuesto que lo es. Pero de que sea redonda no estoy tan seguro porque creo que precisaba una dirección mas ajustada al principio y durante el engolosinamiento con todas las posibilidades bizarras del Multiverso.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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Llega a los cines el próximo jueves 9 de junio la segunda película guionada y dirigida por «the Daniels» (cómo se los conoce a ambos directores cuando trabajan juntos), bajo el ala de A 24. Un disparatado y caótico film que recorre múltiples climas e historias atravesadas por el multiverso. Evelyn Wang (Michelle Yeoh) es una mujer de mediana edad que debe luchar día a día para mantener su lavandería a flote, cuidar a su padre, controlar a su marido e intentar conciliar la idea de que su hija es lesbiana, una situación que no le causa mucho agrado. La principal preocupación de Evelyn durante el comienzo de la película es poder justificar sus gastos frente a la oficina de hacienda y a la despiadada auditora Deirdre (encarnada por una Jamie Lee Curtis irreconocible). Los primeros diez minutos de la película ilustran la realidad de la protagonista, sus vínculos, preocupaciones y conflictos, hasta que un hecho puntual patea el tablero y la historia pierde toda linealidad narrativa y comienza a recorrer diferentes estilos, giros, climas, y «realidades»: un viaje por múltiples universos lleva a Evelyn a distintos mundos donde encarna otras versiones de si misma y también sus familiares adoptan otras personalidades. Lo «real» da paso a lo «fantástico», comienza la acción, el drama familiar, las artes marciales, y una variedad arrolladora de relaciones y conflictos. La misión última de Evelyn, derrotar a la poderosa líder de los multiversos Jobu Tapaki, un personaje del cual no se puede develar mucho más. Una de las temáticas más importantes de la película en palabras de los creadores de esta aventura es el amor intergeneracional, el cual se deja ver con sutileza en una primera parte demasiado frenética y se asienta más sobre el desenlace del film, donde los matices toman mas color y la narrativa es mas calma y reflexiva. Michelle Yeoh se luce en un protagónico impecable, sin duda logra destacarse al ponerse en la diferentes pieles que el multiverso le otorga. «Todo en todas partes, al mismo tiempo» es técnicamente impecable, su producción y efectos visuales van de la mano con la ambiciosa ejecución del argumento. «The Daniels» van por todo en esta frenética propuesta cinematográfica que dividirá aguas, aún así, no hay duda de que es una película con alta dosis de creatividad y atrevimiento
Mientras que la palabra “multiverso” se ha puesto de moda por las heroicas grandilocuentes hazañas de los personajes de Marvel, Dan Kwan y Daniel Scheinert tomaron este recurso en la búsqueda del sentido de la vida. Qué hacemos acá o qué se supone que debemos hacer es probablemente la pregunta más frecuente que nos hacemos en esas largas noches de insomnio. En Everything Everywhere All at Once los infinitos universos no serán suficiente para responder esta pregunta. Sin embargo, sí nos queda claro que, en cualquiera de ellos, solo será el amor lo que nos puede dar contención. Sin ánimos de no hacer mi trabajo, debo admitir que es muy difícil explicar (o si se quiera, vender) la idea de esta película. Evelyn Wong, interpretada por Michelle Yeoh es una madre de familia que se encuentra bastante decepcionada con la vida. No comprende ni tiene una relación real con su hija (Stephanie Hsu). Aunque no lo quiera admitir le da vergüenza su esposo (Jonathan Ke Quan). Su local de lavarropas carece de éxito y por si fuera poco, su padre (James Hong), con el cual ha tenido una complicada relación, está de visita. El film transcurre en el día en el cual debe presentar una auditoria de su negocio, es allí donde una versión de otro universo de su esposo contacta con ella en busca de ayuda. A continuación, usted espectador, no estará preparado para sumergirse en los mundos de esta historia. Sin embargo, el mayor logro de esta historia oiginal no es lo basto de esos universos, sino que, siendo tan grande, rara y bizarra, con ver la cinta una sola vez se entiende todo. Puedes vivir diferentes experiencias, pero todas llegan a la misma conclusión. Se construye una historia orgánica a través de momentos inorgánicos. Posiblemente la sensación de ver pasar frente a nuestros ojos el universo de Everything Everywhere All at Once es parecida a un viaje cósmico producido por alguna droga. Sin embargo, creo que debemos ir más lejos. Es más bien parecida a aquellos días de veranos de nuestras infancias en las que pasábamos todo el tiempo con nuestros amigos en la calle, inventado historias y jugando en diferentes escenarios. Todo era posible. El tiempo se detenía casi por completo. Desarrollamos nuestros primeros sentimientos ya que siempre había un nuevo amor, e incluso teníamos la confianza en que nuestros amigos eran eternos. Dormíamos con las ganas de repetir. Era una montaña de emociones que de alguna manera nos enseñaban más de la vida que las mismas escuelas. Hasta que se acabó todo. Ya no había veranos así. La cotidianidad y la sociedad que dictamina constantemente que debemos ser especiales, terminan llevándonos a un terreno más desolado donde olvidamos aquello que verdad importa. Esta película es precisamente un recordatorio de que mientras tengas a tus seres queridos cerca, sin importar el universo en el que te encuentras, todo estará bien. Las actuaciones son de alto nivel, de esas que si llegan a ganar a un premio se celebra yendo a obelisco. Personajes tangibles y queribles desde el primer minuto. Menciones especiales para Jaime Lee Curtis, una villana perfecta, y quizás el que será uno de los mejores personajes de cine de este año, Jonathan Ke Quan, actor que parece ser un rosto desconocido, pero ha tenido papeles pequeños en Indiana Jones and the Temple of Doom, The Goonies y X-Men. Por otro lado, Everything Everywhere All at Once es una cinta muy graciosa que mantiene un gran equilibrio entre los chistes tontos y los más oscuros. Dividia en tres partes y gracias a un gran trabajo de montaje, termina siendo un coctel de comedia, filosofía, acción, drama, Kung Fu y Ratatouille. Sí, Ratatouille. Esta historia demuestra que con creatividad, visión y libertad se pueden hacer películas inmaginables para las audiciencias. Basta de las biopics. Hay dos verdades que parecen absolutas de esta cinta. Primero que salgas de la sala de cine sintiendo (por lo menos por 2 minutos) que acabas de ver la mejor película de la historia. Segundo, difícilmente encontremos en este 2022 un film más sorprendente que Everything Everywhere All at Once.
Como una especie de The Matrix, Dr. Strange y su Multiverso de la locura y Rick and Morty; mezclando rarezas existencialistas de Michel Gondry; Todo en todas partes al mismo tiempo se disfraza como una película de aventuras con artes marciales, pero en realidad es un drama sobre los mandatos familiares, el peso de las decisiones que vamos tomando en el transcurso de la vida, la insatisfacción por los deseos no concretados, los inmigrantes y las presiones sociales.
Para aquellos que consideran que esta película es “original”, “fresca”, “divertida”, propuestas 20 años antes de guionistas y realizadores como Michael Gondry y Charlie Kaufman, permitieron sumergir a los espectadores en universos originales en donde no hacía falta la estridencia para narrar. A destacar, el esfuerzo de Michelle Yeoh por liderar la película, y el asombroso cambio de Jamie Lee Curtis, un camaleón que sale siempre de su zona de confort.
Cuando medios internacionales empiezan a hablar de un film y lo categorizan como uno de los mejores del año cuando estamos recién a la mitad, es necesario saber de qué se trata. Todo En Todas Partes Al Mismo Tiempo, dirigido por los Daniels -Dan Kwan y Daniel Scheinert- es uno de los estrenos de cine de la semana del 9 de junio. Evelyn (Michelle Yeoh, Locamente Millonarios, El Tigre y El Dragón) es una inmigrante china que quiere balancear el manejo de su negocio, sus relaciones familiares y sus obligaciones tributarias a cargo de una auditora del terror -Deirdre (Jamie Lee Curtis)-. Encima de todo descubre que tiene el poder de viajar a través de múltiples universos, por lo que se embarcará en una divertida y reflexiva aventura para derrotar a quienes amenazan al multiverso. Era hora de que alguien se arriesgara a contar este tipo de historias de una forma tan original. Es cierto que Marvel ya tocó el tema del multiverso con Doctor Strange y el Multiverso de la Locura y Loki, pero esto es otra cosa completamente distinta con gente que no conocíamos antes. O sea, que en poco más de dos horas el espectador logra conocer a los personajes, empatizar con ellos y hasta se desarrolla una historia de principio a fin. ¡Y no hubo necesidad de escenas post créditos! Es coherente y a la vez, una locura impresionante. Mucho de su atractivo viene de su protagonista: Michelle Yeoh es nombre propio en la industria y todo lo que toca es oro, una fuerza imponente y distinta que siempre deja huella. Ella sabe cómo lograr el sutil balance entre humanidad y comedia que requiere su(s) Evelyn(s). Otro talento es el de Stephanie Hsu como Joy, la hija de Evelyn. Su personaje es uno de los más claves de la película y es soberbia encontrando todas sus aristas. Por otra parte, detrás de toda la ciencia ficción y el multiverso se encuentra una historia cultural y socialmente relevante para la actualidad, en donde la aceptación, el perdón y la comunicación serán cruciales para el avance argumental. Con un lenguaje visual que desafía hasta la mismísima narrativa; la música que amplifica, resalta y se calla en los momentos correctos; Todo en todas partes al mismo tiempo sabe pasar de la comedia al drama en un segundo, y utiliza elementos del surrealismo y del absurdo. Es un viaje bastante interesante y hay que permitirse hacerlo. No se van a arrepentir.
La nueva propuesta de A24, la productora referente del cine de terror de los últimos años, llega de la mano de los hermanos Russo y de los Daniels. Los Russo fueron los responsables de ese final que apoteósico que tuvieron los Avengers, «los Daniels» son Daniel Scheinert y Dan Kwan que hace un par de años llamaron la atención con Un cadáver para sobrevivir. La suma de estos talentos reunidos logró que Todo en todas partes al mismo tiempo se convirtiera en una de las películas más esperadas de 2022. Bueno acá está, llegó el momento de que nos enteremos de que se trata eso que tanto revuelo venía armando. En los adelantos se nos avisó que posiblemente esta película sería la explicación total a la idea de los «multiversos» lo cual pone a un estudio «independiente» en la huella de una idea que está desarrollando Marvel de manera algo caótica en la Fase 4 de su producción de series y películas. Pero la presencia de los hermanos Russo como productores habilita esta estratagema. ¿Qué tiene que ver el concepto de «multiverso» con la historia de una familia de inmigrantes chinos que se esfuerza por progresar poniendo una lavandería en los Estados Unidos? Bueno, para entenderlo hay que ver las más de dos horas que se toman los Daniels para meter en su multiprocesadora de contenidos a todos los integrantes de la familia que tiene como cabeza a Evelyn (Michele Yeoh) que es quien trata de que el local familiar prospere. Evelyn tiene un esposo que se llama Waymond, despótico pero al que la edad empieza a pasarle factura y una hija lesbiana que intenta que su pareja sea aceptada por el núcleo familiar. La lucha de Evelyn por el local familiar se choca con una villana, la empleada burócrata de las oficina de impuestos que interpreta Jamie Lee Curtis. Con ese elenco variopinto arranca el relato en tono de comedia costumbrista un poco desaforado, pero a los pocos minutos los directores pasan el relato de gasoil a nafta y aparecen vertientes insospechadas del relato. Desde las artes marciales, hasta la ciencia ficción, el grotesco y hasta la comedia musical y así todo, en todos lados y al mismo tiempo hasta marear al espectador que se ve abrumado por un relato que intenta sostener un ritmo desaforado que no afloja hasta el último minuto. El marido de la protagonista está interpretado nada menos que por Jonathan Ke Quan que quizás no les suene, pero fue compañero de Harrison Ford en Indiana Jones en el templo de la perdición y fue uno de los integrantes de la pandilla que protagonizó Los goonies, lo que por supuesto permite que la película sume referencias y rarezas en pantalla. A favor de Todo en todas partes al mismo tiempo hay que decir que la imaginación de «los Daniels» es frondosa y no da descanso. En contra de ella hay que decir exactamente eso, que no da descanso. La película es agotadora y barroca. Los que aprecian la desmesura no pueden perderse lo nuevo de A24. Queda para un debate posterior si es una genialidad o «los Daniels» son más vende humo que Carusso Lombardi. La película ofrece mucho de todo, al mismo tiempo para terminar diciendo que lo primero es la familia, lo mismo que decía Guillermo Francella al final de cada emisión de Los Benvenuto. TODO EN TODAS PARTES Y AL MISMO TIEMPO Everything Everywhere All at Once. Estados Unidos, 2022. Guion y dirección: Daniel Kwan y Daniel Scheinert (The Daniels). Intérpretes: Michelle Yeoh, Stephanie Hsu, Ke Huy Quan, James Hong, Jamie Lee Curtis, Tallie Medel, Jenny Slate, Harry Shum Jr. y Biff Wiff. Fotografía: Larkin Seiple. Edición: Paul Rogers. Música: Son Lux. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 139 minutos.
Un espectáculo extraordinario de los Daniels El nuevo largometraje de los Daniels es un viaje multiversal repleto de originalidad y diversión. ¡Bienvenidos a una de las películas del año! Tan solo diez minutos de historia nos puede alcanzar para confirmar que estamos en presencia de algo extraordinario. Todo en todas partes al mismo tiempo (Everything Everywhere All at Once, 2022) es la representación coyuntural de que el cine todo lo puede. La dupla de directores conformada por Dan Kwan y Daniel Scheinert nos regalan uno de los espectáculos más originales de la temporada. Evelyn, interpretada por Michelle Yeoh (El Tigre y el Dragón), es una inmigrante china que vive en Estados Unidos y que está atravesada por la insatisfacción, tanto económica como familiar. De un momento para el otro, se sumerge en una aventura salvaje en la que es elegida para salvar al mundo. A partir de allí, la protagonista comienza un viaje de locos a través de sus distintas versiones del multiverso. Con Un Cadáver para Sobrevivir (Swiss Army Man, 2016) los Daniels golpearon fuerte a través de una imaginativa aventura de un hombre que le terminaba debiendo la vida a un cadáver. Años más tarde, demuestran que sus mentes no tienen techo. Desopilantes escenas de acción, una Jamie Lee Curtis (Halloween) endemoniada, decenas de referencias a la cultura pop y un humor tan extraño como emotivo se combinan en un show único y sin precedentes. Un poco más de dos horas de duración que resultan escasas entre tanto entretenimiento. Filosófica y para nada tediosa, el despliegue técnico e interpretativo brilla de principio a fin. Todo en todas partes al mismo tiempo (nunca antes estuvo tan acertado un título) es una película con mucho amor propio y que se ríe de lo ridícula que intenta ser. La profundidad multiversal permite la reflexión en medio de tanta información y batallas estrambóticas. Ambiciosa y surrealista, también se logra apreciar como la reconciliación de una mujer con las decisiones de su vida. Un film con múltiples capas que convergen a lo largo de una obra fuera de lo común. Hilarante y creativa, el nuevo film de los Daniels es de esas joyas que sólo aparecen de vez en cuando. La película no deja nada librado al azar y cada decisión se justifica. Vamos a reaccionar de manera física y emocional al verla y nos comeremos la cabeza sin entender el cómo la hicieron (el montaje es para admirar). Si alguna vez alguien les pregunta si en el cine se puede tener todo en todas partes al mismo tiempo, esta película será la respuesta más idónea para ejemplificar que eso se puede y mucho más también.
Se viene hablando mucho de esta película, quizá demasiado, así que las expectativas estaban altas. Ya se la menciona como candidata en distintas categorías en futura época de premiaciones. No sé que pensar sobre eso, porque si bien es una propuesta original y disfrutable, tampoco me parece que merezca tantas loas. El ritmo que posee es más que bueno y las historias que transcurren en multiversos están en auge. Así que corre con esa ventaja. El elenco también es fuerte y es muy querido por cierto sector del público tal como es el caso de Michelle Yeoh y el retorno de Jonathan Ke Quan (el niño de The Goonies y la segunda Indiana Jones). Ambos brillan en la pantalla con una gran química. Los directores Dan Kwan y Daniel Scheinert hacen una buena puesta introduciendo tiempos y estilos de cine artes marciales. Algo similar sucede con el montaje. Dicho esto, no es un film para todo el mundo. Muchos lo encontrarán ridículo y sinsentido. Dependiendo lo que estén acostumbrados a consumir. En definitiva, Todo en todas partes al mismo tiempo es una buena película, que sale un poco del estilo mainstream pero con una propuesta que apunta a serlo.
El mundo de los multiversos está on fire y a este modo narrativo se acercan «los Daniels» en Todo en todas partes al mismo tiempo. La película combina un modo inteligente y llamativo con cierto humor absurdo, que por un lado recuerda a joyas como Top Secret; y por el otro, descubre cuestiones emocionales de los personajes con los que la identificación es sencilla, donde la dupla de directores (y también guionistas del film) Dan Kwan y Daniel Scheinert llevan adelante este relato mágico y delirante con éxito. Evelyn Wang (Michelle Yeoh) vive lo que, más o menos, vivimos todos: situaciones complejas en una economía que no marcha y en una vida en la que se siente atrapada. Así se ve enfrentada a Deirdre Beaubeirdra (Jamie Lee Curtis, sin necesidad de presentación alguna porque sus pergaminos se exhiben solos), quien debe auditar las cuentas de un negocio que a la distancia se veía próspero y en la cuestión patente de la realidad se desbarranca sin posibilidad alguna de mejora aparente. Luego de ver los resultados, y con el respeto que me merece Jackie Chan, lo mejor que pudo pasar fue que, a la hora de pensar el papel principal, finalmente se decidieran por Michelle Yeoh para cubrir el rol que la actriz desarrolla con solidez entretenida. El resto de los nombres que rompen la pantalla con sus apariciones brillantes son James Hong (quien participó en películas como Chinatown, la producción dirigida por Roman Polanski en 1974, El mundo según Wayne 2, Y dónde está el piloto? y R.I.P.D.: policía del más allá); Stephanie Hsu, quien luce también en la perfecta y recomendable serie The Marvelous Mrs. Maisel; Jonathan Ke Quan, partícipe de Indiana Jones y el templo de la perdición (1984) y Los Goonies (1985). En Todo en todas partes al mismo tiempo las cuestiones intrafamiliares y la infelicidad se tratan con la diferente lógica de los universos que Evelyn atraviesa mientras su pareja Waymong hace las veces de guía en el mundo en el que debe enfrentar a sus enemigos. Una muestra productiva, mágica, plena de delirio bien pensado y con un viaje sorpresivo es lo que presenta Todo en todas partes al mismo tiempo. Recomendable por todo lo que genera y por los detalles varios que atraviesan el mundo confuso de los personajes que buscan algo de lo que son y lo que desean.
Aclamada por varios de los críticos/influencers top, fenómeno en las redes sociales (donde incluso se desarrolló una masiva y entusiasta campaña para pedir por su estreno comercial en los cines argentinos), Todo en todas partes al mismo tiempo me generaba no solo curiosidad sino también la casi certeza de que estaba por ver algo realmente sorprendente. Quizás semejante consenso me jugó en contra porque la sensación de decepción se apoderó de mi a los pocos minutos y no me abandonó hasta el final. Quería que me gustara. Tenía que gustarme. Pero no hubo caso. Me parece uno de esos fenómenos muy de estos tiempos. Una película inflada, con cierto ingenio que se confunde con inteligencia, con ambiciones y pretensiones en las que algunos creen ver genialidad. Si la mitad de los excesos, ridiculeces, caprichos, arbitrariedades y torpezas que aparecen en los 139 minutos de Todo en todas partes al mismo tiempo estuvieran en, digamos, Doctor Strange y el multiverso de la locura, muchos exégetas del film de los Daniels le darían con un caño, pero este no es un lanzamiento de Marvel/Disney sino de la prestigiosa A24 y entonces todo es adulación y celebración incondicional. Dividida en un prólogo “realista” y luego en tres minipelículas tituladas Everything, Everywhere y All at Once (sumadas completan el título en otro rapto de inventiva), la historia tiene como heroína a Evelyn Wang (Michelle Yeoh), parte de una familia de inmigrantes chinos que lucha por sostener una concurrida y caótica lavandería mientras debe lidiar con su marido Waymond (Ke Huy Quan), que en verdad pretende divorciarse, un padre despótico y semi inválido (James Hong) y su hija Joy (Stephanie Hsu), que trata de que ella y su pareja lesbiana sean aceptadas, mientras una despiadada auditora de la agencia oficial de rentas (una simpática villana a cargo de Jamie Lee Curtis) amenaza con cerrarle el negocio por múltiples deficiencias en las declaraciones de impuestos. Pero a los 15 minutos el registro de comedia costumbrista y pintoresquista asiática se convierte en otra cosa que evidentemente deslumbró a muchos y a mi me resultó una experiencia desmesurada, avasallante, frenética, por momentos intrascendente y en varios pasajes irritante. Los Daniels (Swiss Army Man) no se andan con chiquitas y en el multiverso de Todo en todas partes al mismo tiempo habrá lugar para la ciencia ficción, la comedia fantástica, el musical, las artes marciales y cuanto género quieran sumar. Todo, por supuesto, con un tono canchero y siempre a pura velocidad en un maximalismo pop (del estilo Hitman o Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños) que en la comparación convierte a Michel Gondry y Charlie Kaufman en émulos de Robert Bresson. En el salto de un multiverso a otro habrá escenas que remiten a El tigre y el dragón, Matrix, Terminator, Kill Bill y hasta 2001, odisea del espacio y Con ánimo de amar, en un juego de guiños, homenajes y complicidades que puede resultar simpático en un principio, pero luego se convierte en una insustanciosa acumulación de estímulos y pirotecnia visual. Si la película no cae en el desmadre absoluto es porque en el centro de la escena está casi siempre un mito del cine asiático como la malayo-china Michelle Yeoh (la misma de películas de Johnnie To, la mencionada El tigre y el dragón y un éxito reciente como Locamente millonarios), quien a los 60 años no solo maneja con naturalidad todos los registros (desde la comedia física al melodrama familiar) sino que demuestra que todavía puede sostener coreográficas escenas de artes marciales. Lo suyo es decididamente superior al ruido y el caos que proponen los Daniels con producción de los hermanos Joe y Anthony Russo.
Luego de un extenso recorrido internacional, llega a la Argentina la tan esperada «Everything Everywhere All at Once» («Todo a la vez en todas partes» en Hispanoamérica). La cinta es uno de los estrenos más comentados del 2022 porque se desarrolla sobre el concepto de multiverso de una forma nunca antes vista. Dan Kwan y Daniel Scheinert, popularmente conocidos como «The Daniels», se unen por segunda vez con el aclamado estudio A24 para generar un largometraje sumamente original y creativo. La sinopsis nos adelanta que cuando una ruptura interdimensional altera la realidad, una inmigrante china en Estados Unidos se ve envuelta en una aventura salvaje en la que solo ella puede salvar el mundo. Si bien el resumen puede sonar genérico y sin sustancia, la experiencia será totalmente diferente a lo que se espera. Los Daniels anteriormente trabajaron en «Swiss Army Man» (2016), otra cinta rebosante de excentricidades, protagonizada por Paul Dano y Daniel Radcliffe. Si bien los críticos más puristas no avalan el cine poco convencional, gran parte del público disfruta de esos arrebatos de libertinaje que productoras, como A24, les permiten a los directores. Dicho sea de paso, la película cuenta con la producción de los hermanos Anthony y Joseph Russo, responsables de «Avengers: Infinity War» (2018) y «Endgame» (2019). A la hora de pensar en un género que encasille la cinta se nos hace imposible encontrar una respuesta. El film es un auténtico caos de ritmo intimidante que se pasea por todos los géneros que puede: acción, comedia, drama familiar, ciencia ficción, fantasía, suspenso, absurdo, aventuras y un largo etcétera de subcategorías. Al fin y al cabo, ¿Qué se puede catalogar hoy en día? Las fronteras de los géneros, tal cual los conocíamos, están cada vez más borrosas. Como diría el Chino Darín: definirla es limitarla. El caos en la película se expresa a través de un compendio de imágenes, aparentemente inconexas, que al final cobran sentido y se vuelve coherente. La misma definición aplica al término yuxtaposición, un concepto muy utilizado en el ámbito del montaje cinematográfico. Hay muchos videos disponibles en YouTube donde el legendario cineasta Alfred Hitchcock explica por qué el montaje es, básicamente, el arte de la yuxtaposición de imágenes. En línea con ese pensamiento, los Daniels hacen un uso magistral de sus recursos en la línea de tiempo. Cada secuencia está pensada al detalle porque, de flaquear en su estructura, toda aquella propuesta de generar un aparente descontrol narrativo que luego concluye en un clímax consecuente, habría fallado. En cuanto al ritmo, no da descanso. Las escenas están compuestas por múltiples tomas (a veces de microsegundos), muchas coreografías milimétricas (inspiradas en viejas cintas de artes marciales) y una edición vertiginosa que nos mantiene inmersos en el frenesí de su historia. Lo bueno no termina en el montaje y la edición. La fotografía, el etalonaje y los movimientos y puestas de cámara son exquisitos. La propuesta estética es muy colorida y variada, las posibilidades del multiverso se ven reflejadas en los vestuarios, peinados y escenarios en los que transcurre el relato. Hay un popurrí visual que, de no interesarte la trama principal, te mantendrán los suficientemente estimulado como para seguir mirando el filme. Por otro lado, el soundtrack compuesto por la banda experimental «Son Lux» se ajusta a la perfección con la idea principal del film. En una entrevista del grupo con el sitio Rolling Stone, afirman que trabajaron en el proyecto desde 2019 y lo definen como un soundtrack maximalista. Todo ese cóctel de situaciones divertidas no llegaría a ningún lugar sin el carisma de su elenco. Para esta singular aventura multiversal, seleccionaron a actores que, sin ser mega estrellas de la industria, tienen su lugar en el inconsciente colectivo cinematográfico. La protagonista es Michelle Yeoh, actriz popularmente conocida por su participación en películas con temática de artes marciales. Sus obras más recordadas son «Tigre y dragón» (2000), «Memoirs of a Geisha» (2005) y «Tomorrow Never Dies» (1997), octava película de la saga 007. Recientemente, la pudimos ver en «Shang-Chi and the legend of the ten rings» (2021). La acompaña Jonathan Ke Quan, un actor que volvió de un retiro de más de 20 años para esta producción. Muchos recordaran el carisma innato del pequeño actor que participó de «Indiana Jones and the Temple of Doom» (1984) y «The Goonies» (1985). Den por sentado que dicho carisma se conservó intacto a pesar de la inactividad. La última gran joyita que incorpora el filme es la gran Jamie Lee Curtis, quien no necesita presentación. Le aporta su toque distinguido, pero no desentona a la hora de sumarse a las locuras que enhebraron los directores. No podemos olvidar a Stephanie Ann Hsu, la joven actriz estadounidense que funciona como pilar fundamental de la trama. Con una carrera más centrada en las series que en el cine da que hablar su sólida performance en el metraje. Denota un profesionalismo inmenso y gran facilidad para encarar los distintos géneros que le demanda la obra. Todo el banquete de secuencias divertidas de acción, gags cómicos efectivos, momentos tan cursis como emocionantes, referencias a la cultura popular cinematográfica, simbolismos y reflexiones, se encuentran envueltos en un velo profundamente romántico y humano que nos invita a disfrutar de cada segundo vivido. Aquella lluvia de imágenes adictivas y los diálogos introspectivos son un mero anzuelo para introducirnos en una forma de ver el mundo y encarar nuestra realidad. Ese objetivo, un tanto ambicioso, increíblemente llega a buen puerto y logra convertirse en una obra única en su estilo. Sin dudas, «Everything Everywhere All at Once» es una de las propuestas más interesantes, liberales y creativas de los últimos años.
La película dirigida por el dúo Daniels, integrado Dan Kwan y Daniel Scheinert, es un verdadero viaje a otra dimensión, un juego demencial que relaja al límite sus coordenadas –un poco en la estela de las creaciones de J.J. Abrams con Fringe a la cabeza-, una aventura fantástica que combina las artes marciales, el humor escatológico y la ciencia ficción en la anodina vida de una inmigrante china, dueña de un pequeño lavadero en Estados Unidos. Pero Todo en todas partes y al mismo tiempo es, en esencia, un melodrama de madre e hija vestido de visceral extravagancia, que recupera no solo el cine hongkonés que hizo famosa a Michelle Yeoh, la Ratatouille de Pixar y el humor de los Farrelly, sino las madres de Bette Davis y Joan Crawford, guerreras y abnegadas, destiladas en una era de vértigo y sátira desenfrenada que, pese a ello, nunca pierden su inmenso corazón. La vida de Evelyn Wang (Michelle Yeoh) no podría ser más caótica, o eso es lo que ella cree. El reloj indica que es el último día para presentar su declaración de impuestos y evitar que le rematen la lavandería donde vive y trabaja día a día, entre jabón en polvo y quejas de la clientela. A ese día decisivo se suman la visita de su padre desde China, a quien no ve desde hace tiempo y cree haber decepcionado en el pasado; la silenciada demanda de divorcio de su marido, siempre distraído y sin demasiadas ambiciones; y la persistente distancia con Joy (Stephanie Hsu), esa hija en la que cree ver el espejo de su fracaso. En ese torbellino de contratiempos y camino al escritorio de la implacable recaudadora impositiva (una magistral Jamie Lee Curtis), Evelyn descubre que no todo es como cree que es, y que encima puede ser peor. El juego de múltiples universos y saltos temporales asume con irreverente sinsentido la reflexión que Evelyn experimenta sobre su propio mundo, ese en el que parece ser la peor versión de su yo. Más allá de las vidas posibles para Yeoh, que van desde una cocinera competitiva, a una estrella experta en kung-fu, o a una joven con manos de salchichas, lo que subyace en la película es la exploración de la relación con su hija, heredera y villana, también desplegada en sus talentos y frustraciones, dueñas ambas de un pasado que no resulta fácil exorcizar. Los Daniels se engolosinan más de una vez con su propio artefacto pero siempre hasta ese límite en el que su universo se hace humano, se hace vivo para sus personajes debajo de ese caos de formas y colores. No solo se percibe su admiración por el espectáculo que encarna Yeoh como ícono consagrado, sino también por las parodias de Jackie Chan, los melodramas lacrimógenos, la animación de Pixar y esa capacidad del cine de convertirse en el arte de todo lo posible. El mayor riesgo que asume la película es el de su propia digresión, efecto siempre latente en el esqueleto de los multiversos que tienden a convertir lo principal en accesorio y viceversa. Sin embargo, la lógica de los Daniels emerge del mismo mundo que proponen las nuevas narrativas audiovisuales, cuyo entramado se asemeja a las redes de información digital y no a los grandes relatos literarios; ese que comprenden sin negarlo pero sin tampoco darle un obligado guiño de condescendencia. Una y otra vez Evelyn intenta volver al centro -como a aquel camino amarillo de Dorothy en El mago de Oz-, no tanto al universo original que seguramente ya no existe, sino a aquel en el que puede encontrar el hilo de la historia con su hija sin perderse en el espiral negro de la incomprensión. Y si la acumulación de citas o referencias cinematográficas puede parecer un capricho de coleccionista, la vocación de los Daniels se afirma en cada bifurcación del itinerario de Evelyn como en la misma encrucijada que conduce a todo camino de creación. Que Evelyn, sin talentos aparentes y sumida en el peso de la vida cotidiana, en los prejuicios propios y absorbidos de generaciones pasadas, sea capaz de bucear en esos alter egos desplegados por el infinito, espejos de sus posibilidades desaprovechas pero también de sus elecciones asumidas, ubica la aventura en un terreno introspectivo, casi metafísico. Es la asunción del caos como parte esencial de los sentimientos, del conflicto como impulso de la vida. Es lo que define a Evelyn y también a la película, que aún en sus digresiones asume febrilmente los miedos y las risas, el encuentro con quien quisimos ser y no pudimos.
Bienvenidos (o no) al universo del multiverso, ése que estalla en las películas de Marvel y que, como Todo en todas partes al mismo tiempo es producida por los hermanos Russo (los de las dos últimas Avengers), casi casi que se multiplica exponencialmente. Para los que recién llegan a esto del multiverso, el mismo significa que hay no uno, sino muchos universos alternativos, porque las opciones parecen ilimitadas, en los que existen otros Yo. Y para aquéllos que tienen déficit de atención, mejor que elijan otra película de la cartelera. Si uno se siente abrumado, o sobrecargado con la experiencia audiovisual, bueno, Todo en todas partes y al mismo tiempo es todo eso y al mismo tiempo a pocos minutos de que empiece la proyección. Por suerte, no son muchos los personajes centrales en la nueva película de los Daniels, como se denomina al dúo de realizadores Daniel Kwan y Daniel Scheinert, que ha desconcertado y fascinado a espectadores allí donde se estrenó esta locura grandilocuente de casi 140 minutos. Pero suceden tantas cosas en esas dos horas veinte que también pudieron hacer una miniserie (que tendría un final y no podría continuarse), una serie o varias películas. Pero no, pusieron todo en un solo paquete, y lo adornaron con ritmo vertiginoso de edición y efectos sonoros para que el espectador se sienta lo suficientemente bombardeado desde todos los costados del cine. En pocas palabras Tratemos de resumir cómo arranca el filme y de qué va. Michelle Yeoh es una inmigrante que tiene una suerte de Laverap. Evelyn está casada con Raymond (Ke Huy Quan, quien de pequeño estuvo en Indiana Jones y el templo de la perdición, pero no me digan que le ven cara conocida porque no les creo). Y tiene tantos problemas en la parte de atrás de la lavandería, donde vive con su hija Joy (Stephanie Hsu), o con su padre Gong Gong (James Hong, que sí es conocido) como con los impuestos atrasados que debe afrontar. Y allí van Evelyn y Raymond, que quiere divorciarse, a hablar con la agente de impuestos Deirdre (una Jamie Lee Curtis desalineada, al menos en este universo nuestro de cada día). Pero es allí donde otra versión de Raymond se “mete” en su cuerpo, y es este otro Raymond el que le da indicaciones a Evelyn de cómo comportarse. Ella no entiende nada, pero le hace caso. O algo así. Lejos está la idea de contar cómo sigue la película, no sólo porque perdería la sorpresa para los futuros espectadores, sino porque sería intrincado e interminable. Los Daniels hacen gala de un estilo visual entre enloquecido y lógico (no ilógico). Porque si en un universo paralelo, en vez de dedos los personajes tienen algo similar a salchichas algo fofas no hay por qué asombrarse. La película cumple con las reglas de la corrección, con personajes de distintas etnias, sexualidades y hasta prejuicios que irán desterrando. Lo que sí aconsejo es ir a ver Todo en todas partes al mismo tiempo descansados, bien predispuestos y con los sentidos abiertos. Open mind, como dicen.
Evelyn Wang, (Michelle Yeoh) es la inmigrante china propietaria de una lavandería en EEUU, quien debe lidiar en varios frentes de manera simultanea, de su relación matrimonial ni cenizas quedaron, Waymond Wang (Ke Huy Quan), su marido parece vivir en otra realidad, ella quiere hablar de divorcio, el no registra nada. Tampoco le es facil aceptar la elección sexual de Joy Wang (Stephanie Hsu), su hija, quien desea llevar a Becky Sregor (Tallie Medel), su
Madre, esposa, hija, Michelle Yeoh, dueña de una PyME y la última esperanza del multiverso.
Cualquier alternativa posible Debido a la obsesión del mainstream más pomposo contemporáneo con el motivo de los universos paralelos, algo más que evidente en la seguidilla de Spider-Man: Into the Spider-Verse (2018), de Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman, Spider-Man: No Way Home (2021), de Jon Watts, y Doctor Strange in the Multiverse of Madness (2022), de Sam Raimi, trilogía de la que por cierto sólo resulta interesante la primera película, la animada, no es de extrañar que la comarca semi independiente de Hollywood ahora se aparezca con su propia interpretación del latiguillo ya ampliamente quemado de los multiversos, Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo (Everything Everywhere All at Once, 2022), producida, escrita y dirigida por Dan Kwan y Daniel Scheinert, dúo conocido como los Daniels que en esencia empezó realizando videoclips para gente de lo más mediocre del circuito rockero y popero indie, en sintonía con The Shins, Foster the People, Tenacious D, Passion Pit y The Hundred in the Hands, hasta saltar al largometraje de la mano de la también bizarra aunque superior y más disfrutable Swiss Army Man (2016), ese retrato de la amistad de un hombre varado en una isla desierta, Hank (Paul Dano), con un cadáver reconvertido en herramienta multisuo, Manny (Daniel Radcliffe), opus que a su vez sirvió de preámbulo para la incluso mejor The Death of Dick Long (2019), en esta ocasión de Scheinert en soledad, acerca del óbito del personaje del título -encarnado por el mismísimo cineasta, a pura ironía- como consecuencia explícita de una hemorragia anal por un encuentro zoofílico con un caballo. La premisa central es tan vieja como el cine y forma parte del rubro centrado en los viajes en el tiempo, los castigos sarcásticos, las mundos contingentes y las maldiciones en cadena de nunca acabar, ahora una serie de universos que tienen por núcleo las decisiones de cada ser humano en tanto alternativas que se dan en la rauda conjunción entre voluntad particular y líneas causales/ azarosas/ contrastantes/ grotescas del entorno inmediato. Evelyn Quan Wang (Michelle Yeoh) es una inmigrante china demasiado quejosa e insoportable que vive en Estados Unidos junto a su parentela y administra una lavandería a la par de su esposo, un tarado importante llamado Waymond (Ke Huy Quan) que se quiere divorciar, clan que se completa con la única hija de ambos, la gorda, lesbiana y amargada de Joy (Stephanie Hsu), en pareja con la ultra bobalicona Becky Sregor (Tallie Medel), y el padre conservador y demandante de Evelyn, Gong Gong (James Hong). El negocio está siendo auditado por la inspectora fiscal Deirdre Beaubeirdre (una genial Jamie Lee Curtis, sin lugar a dudas lo único bueno del bodrio insufrible en cuestión) y es precisamente en una visita a una sede del Servicio de Impuestos Internos de Estados Unidos cuando una acepción de su marido de un enclave algo distante la elige como una especie de salvadora de todos los universos por ser un fracaso viviente en todo sentido símil condición sine qua non para retomar lo mejor de las muchas Evelyns alternativas y sus habilidades guerreras contra una Joy que mutó en la supervillana Jobu Tupaki y creó una rosquilla que puede destruir el acervo existencial. Sinceramente Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo rankea en punta como uno de los films más decepcionantes del año, un trabajo que podría haber sido maravilloso pero que aburre a más no poder en sus muy excesivos 140 minutos de metraje repletos de escenas tontas videocliperas o cuasi publicitarias, instantes melodramáticos maniqueos, pasos de hilaridad delirante que generan indiferencia y en especial momentos cargados de CGIs invasivos que pretenden pasar por loas nihilistas al absurdo pero terminan cansando por las múltiples redundancias retóricas sobreexplicativas, el ensalzamiento insistente de la familia fragmentada de hoy en día y la típica falta de paciencia del cine actual, sin siquiera ofrecer una mínima secuencia de transición entre un mundo/ ecosistema y otro en lo que parece ser una retahíla inconexa de sketchs desabridos y para colmo inspirados en colectivos y shows de comedia más atractivos, como los Monty Python. El film no sólo es moralista, caótico, meloso, torpe y grandilocuente por el simple apego a la exageración sin riqueza conceptual de fondo y muy cercana a las montañas rusas más huecas, sino que recae una y otra vez en la ridiculez autoparódica involuntaria de pretender alejarse del mainstream de aventuras infantilizado de superhéroes recuperando sus recursos y compulsiones como si de un espejo se tratase, planteo que nos deja con un par de realizadores que no saben pisar el freno para que pueda generarse empatía con personajes de por sí caricaturescos y pobretones y para que pueda “disfrutarse” en serio este cúmulo de referencias a las otras versiones de Evelyn. La película retoma constantemente el metalenguaje de The Purple Rose of Cairo (1985), del querido Woody Allen, Angustia (1987), de Bigas Luna, y Last Action Hero (1993), de John McTiernan, aquel bullet time de The Matrix (1999), de Larry y Andy Wachowski, y las coreografías de Yuen Woo-ping, el mix de Jackie Chan entre slapstick y wuxia farsesco, la parodia antiburocrática de Brazil (1985), de Terry Gilliam, la imaginación iconoclasta de René Laloux, Alejandro Jodorowsky o Jonathan Glazer, el diseño de producción de The Cell (2000), de Tarsem Singh, las reflexiones sobre la memoria de Total Recall (1990), de Paul Verhoeven, el surrealismo hiper onírico y melancólico del trío compuesto por Spike Jonze, Charlie Kaufman y Michel Gondry, el jolgorio de las osadas batallas del anime y el manga, cierto sustrato anárquico de los collage films a lo What’s Up, Tiger Lily? (1966), de Allen, Dead Men Don’t Wear Plaid (1982), de Carl Reiner, y Kung Pow! Enter the Fist (2002), de Steve Oedekerk, y por supuesto clichés vinculados con los viajes en el tiempo y/ o las dimensiones paralelas de convites como Groundhog Day (1993), de Harold Ramis, Donnie Darko (2001), de Richard Kelly, Los Cronocrímenes (2007), de Nacho Vigalondo, Looper (2012), de Rian Johnson, y Predestination (2014), de los hermanos Michael y Peter Spierig, entre muchas otras. Tal es el volumen de sonseras varias lacrimógenas, secuencias interminables de acción, clímax que no son clímax y refritos satíricos de otros films, que el trabajo de Kwan y Scheinert conduce siempre al tedio bajo cualquier alternativa posible…
Everything Everywhere All at Once (Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo) existe en la naturaleza exterior de la imaginación, en el reino de los sueños lúcidos y los espacios liminales. Rebota en representaciones familiares de estados alterados, mientras se siente completamente inclasificable.
Me dijeron que en el reino del revés nada un pájaro y vuela el pez. Cuando pensaba que la ciencia ficción cinematográfica ya no tenía nada nuevo que ofrecer; cuando parecía que el cine mainstream de EE.UU. había exhalado sus últimos aliento de organismo vivo, creyendo que ya sólo podía sostenerse en la modesta existencia de un recuerdo morboso, el Fénix renace y nos revela una vez más el secreto y la fuente de su grandeza. El relato se presenta, formalmente, como una propuesta grandiosa y excéntrica, al mismo tiempo que narra (como en un universo paralelo, de esos que tematiza la diégesis) una historia familiar, cercana, casi íntima. En esa dialéctica entre el exceso y la contención neorrealista; en esa composición virtuosa entre lo particular (lo anecdótico, lo que le pasa a uno solo), y lo universal (lo que convoca a todos), Hollywood ha sabido siempre mostrar sus mejores armas. La industria del espectáculo en EE.UU. (como toda cultura colonizada sin tradición auténtica) desde los inicios ha exhibido un complejo de inferioridad que sólo ha podido mitigar por medio de una estética de lo monumental con la que ha creído justificar (e incluso escamotear) la pequeñez de su corazón auténtico. El multiverso de la decepción Médico. -Lo siento. Es una niña. Ev.– “Eres tú. ¿Tú eres la razón por la que mi hija ya no me llama, el por qué abandonó la universidad y te hiciste tatuajes? ¿Tú eres la razón por la que ella cree que es gay?” Jobu.– (Risas) Lo siento mucho. ¿Todavía reniegas del hecho de que me gustan las chicas en este mundo? El relato está centrado en la relación conflictiva que Evelyn tiene con su hija Joy. Esta última está en pareja con una muchacha llamada Becky, pero Evelyn no ha podido asimilar aun esta realidad. En el fondo, el distanciamiento con la hija replica el mismo distanciamiento que Evelyn ya ha consumado con su propio padre. En el primero de los flashbacks que ella rememora, vemos -desde el punto de vista de la bebé Evelyn- la escena del padre en el momento del parto, cuando le comunican sobre el sexo de la criatura, y advertimos instantáneamente como el rostro del padre se transfigura desde la expectativa gozosa a la decepción; esa decepción que será una constante en la vida de Evelyn, como será también constante para Joy la mirada siempre insatisfecha de su madre. Todo esto permite ver que el relato narra en el mismo universo dos veces la misma historia: primero, el conflicto del padre con su hija, y luego el conflicto duplicado de la madre con su hija. La resolución del primer conflicto conlleva la resolución del segundo. Y esa historia duplicada habrá de multiplicarse en los infinitos mundos que espejan desde una lógica fractal esa recursividad, como un viejo disco rayado. Todos los mundos narran mediante ligeras variaciones unos mismos desencuentros: el amor entorpecido por el orgullo, por la incomprensión, y la sobreexigencia. La metáfora visual que se utiliza para tematizar el desencuentro, la fisura, es el espejo roto. El espejo que todo lo multiplica de un modo abominable y monstruoso. Pero el espejo también simboliza la reflexión, la devolución de la mirada, la mirada que nos mira, y que al mirarnos nos constituye y unifica. “El ojo, que ve todos los objetos fuera de sí, necesita del espejo para verse a sí mismo”, afirmaba Vico en su Scienza Nuova. Y así como el filósofo italiano nos enseñó que el trigo para fue el primer oro del mundo, la mirada del otro fue el espejo primigenio donde depositamos el ser para que se nos devuelva reflejada la unidad. Como ocurre con los espejos, el reflejo es el inverso de lo que se refleja; por lo tanto, si la mirada del otro me devuelve la unidad en la forma de un reflejo, lo que se mira es la versión inversa de lo que se devuelve: lo desarticulado. Por ese motivo, el espejo roto se presenta como metáfora de un vínculo trascendental en crisis, de una mirada juzgadora que ya no es capaz de unir, o, su equivalente: ya no sabe reflejar lo inverso. El origen del conflicto que presenta el film tiene su punto de partida en la irrupción accidental de la criatura terrible Jobu Tupaki. En Alfaverso (el primer universo en hacer contacto con los restantes), Evelyn es una científica brillante, quien en su búsqueda de mostrar la existencia del multiverso, descubre la posibilidad de enlazar temporalmente una conciencia a su otra versión en un universo paralelo. Esta conexión permite a la conciencia exploradora entrar en contacto con todos los recuerdos, emociones y habilidades de las conciencias exploradas, técnica que Evelyn designa como saltoverso. En el proceso de entrenar a otras mentes para realizar estas conexiones neuronales, Evelyn descubre una mente particularmente dotada para habitar simultáneamente varias conciencias al mismo tiempo: su propia hija. Dado ese potencial Evelyn somete a su hija a extensas sesiones de experimentación para acceder a las realidades simultáneas, forzándola a vivir una diversidad de vidas que no son la suya; lo mismo que en nuestro universo pretende hacer la madre respecto de la identificación sexual de la hija. Puesto que se trata de la misma historia con ligeras variaciones, debemos postular en cada universo una versión conflictiva de la relación entre la madre y la hija. Indistintamente de los motivos anecdóticos del conflicto, suponemos que la Evelyn de cada mundo ha negado la identidad que cada Joy pretende postular como tesis de existencia. El paroxismo de estas negaciones aisladas, queda cristalizado en el universo primigenio, donde Joy, como consecuencia accidental de las experimentaciones, asume la negatividad de todas las decepciones de cada madre en cada uno de los mundos. Esa decepción encarnada se presenta en el Alfaverso como Jobu Tupaki: un ser escindido, múltiple, cuyo centro pasa a estar en todas partes y en ninguna; a ser todas las Joy, y ser ninguna. De allí que todas las existencias individuales de su Yo le son indiferentes, no necesita comprometerse con ninguna, porque en el fondo ninguna es su realidad, es sólo otra realidad posible. Esa fuerza negativa, empujada por la indiferencia absoluta, se cristaliza en un ser inapetente, vaciado de deseo. Sujeto de nada. El mundo invertido Si tomamos algunos elementos significativos del relato, por ejemplo: la manifestación encarnada de una energía negativa y oscura, visceralmente destructora; y además tomamos el proceso iniciático de la Evelyn de nuestro universo, quien descubre que está en ella, como en su contrincante, esa misma capacidad. Y si advertimos, además, que esa capacidad de lo ubicuo puede ser realizada bajo el dominio de lo oscuro y lo indiferente, pero también desde el dominio del amor y el interés, el compromiso. Si tomamos todo esto, la película podría ser interpretada como una inversión de La guerra de las galaxias (Star Wars). ¿Por qué una inversión? Porque, a diferencia de La guerra de las galaxias, donde el conflicto es entre un padre (Anakin/Vader) y un hijo (Luke), aquí el conflicto épico (el que tracciona todos los conflictos restantes) se plantea entre una madre y una hija. Pero hay una doble inversión, pues aquí es la hija (Joy-Jobu), y no el padre (Anakin-Darth Vader), quien cae en el lado oscuro (la indiferencia y el todo vale lo mismo es la versión enrarecida de la fuerza negativizada). Pero si está invertido el proceso del enrarecimiento y la corrupción, es inverso también, el proceso de purificación; pues aquí se trata de una madre (Evelyn), y no del hijo (Luke Skwalker), quien puede rescatar a la hija, y no a un padre (Darth Vader) de la oscuridad. Es interesante marcar que la negatividad que se tematiza en el film está lejos de ser un elemento que viene desde fuera; no es un agresor externo, sino que adviene como una incapacidad de ponerme en el otro, de ser en el otro, de comprometerme con el otro. Y esta podría ser una diferencia significativa con el film de Lucas, que tiene una tendencia a cierto maniqueísmo como una lucha primigenia entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, como sustancias originarias, mientras que en este relato se nos presenta como algo autoproducido, autolesionado, autosanado. De hecho, la fuerza destructiva que representa Jobu en verdad es la contracara de la decepción de la madre llevada al paroxismo, por lo tanto esa misma oscuridad la ha generado la propia Evelyn. Esto significa que Jobu Tupaki no es sólo la cristalización astillada de cada una de las Joy sufrientes y frustradas, sino además la exteriorización de la actitud de esa madre. A Jobu nada le importa, todo le da igual, porque para sus madres nunca nada es suficiente. Una no es sin la otra; el poder de Jobu se lo ha dado la propia Evelyn, y ése es el principio por el cual ella también puede restituir el equilibrio en todos los multiversos. Yo, la peor de todas La contracara de la indiferencia absoluta es la actitud de la exigencia absoluta del personaje de Evelyn: todo le importa demasiado, nada la conforma, no por desinterés, sino por una consideración del interés que es inasible. La primera escena de la película nos muestra a una Evelyn desbordada en un mar de boletas que debe organizar para que no le quiten el comercio, al mismo tiempo que intenta organizar la velada perfecta para el cumpleaños de su padre. Vemos de fondo, un televisor que transmite el acontecer del comercio con un sistema multicámara, indicio del control obsesivo que tiene el personaje, la pretensión de verlo todo, de abarcar todo. En ese momento interviene, Waymond, el esposo de Evelyn (un ser que es pura paciencia, pura amabilidad, puro optimismo, el yang del ying de Evelyn). Lo que la narración quiere decir, lo muestra la composición visual, pues la actitud pesimista queda reflejada en el espejo del fondo, justo debajo del televisor. En el espejo vemos por primera vez el rostro de Waymond sonriente, optimista, relajado. En ese momento, sucede entre ellos el siguiente diálogo, que brinda las pinceladas perfectas para el retrato psicológico de los personajes. Waymond. -Sé que quieres que todo sea perfecto para la fiesta de tu padre, pero él va a ver que has cultivado una familia feliz y un negocio exitoso. Estará orgulloso de ti. Evelyn. -Estás loco. Sabes que eso no es lo que mi padre va a ver. Y entonces Waymond la saca de su posición, la pone frente de sí, obligándola a mirarlo a la cara, y le dice: Waymond. -Pero es lo que tú y yo vemos. ¿Verdad? Hasta el desenlace del film, Evelyn no hace más que mostrarse decepcionada de todo lo que la rodea; a sus ojos, el marido es inútil, alguien incapaz de resolver nada. Incluso el Waymond del Alfaverso le resulta elegible frente a su propio esposo. Esta visión decepcionada sobre su familia es, en el fondo, la mirada auto decepcionante sobre todo lo que ella ha podido generar a partir de las decisiones que ha tomado, y en este sentido, se confunde su decepción con la desaprobación de su propio padre, quien parece ser la contracara masculina de Evelyn. En su epifanía durante el desenlace, Evelyn descubre la verdad sobre su esposo, como si todo este tiempo hubiese estado viviendo en mundo paralelo con otra persona. Pero descubre también algo más: que su hija es idéntica a ella y ella idéntica a su hija: ambas tercas, ambas quebradas emocionalmente, pero con la sabiduría suficiente de buscar parejas amables, pacientes, que compensan todo lo que en el mundo se presenta como una falta. Lo que une como equilibrio a todo lo que puede desunir. Pese a lo melodramático de esa relación entre padres/madres e hijas, el relato pone en acto una estrategia enunciativa atípica: la organización cómica y ciertos recursos humorístico-paródicos. Tanto el melodrama de fondo, como la estrategia enunciativa del aspecto cómico se presentan en tensión respecto de los horizontes de expectativa que evoca el género de la ciencia ficción. Como si la propia estrategia enunciativa se presentara como universos en paralelo que despliegan cada uno, con ligeras variaciones, un mismo tema que los enhebra. La vis cómica reside fundamentalmente en la acertada decisión de haber adjudicado el rol protagónico del héroe a una madre entrada en años, que debe afrontar unas acciones de lucha propias de un Spiderman quinceañero. La inadecuación del personaje en relación con la función que debe afrontar se encarna, asimismo, en lo ridículamente inapropiado (casi en el límite del dadaísmo) de las operaciones de conexión con el multiverso, pues absurdos, y grotescos resultan los mecanismos que permiten ingresar a las competencias de los yoes múltiples. En cuanto al recurso discursivo de la parodia ya se ha mencionado cierta identificación (por inversión) con La guerra de las galaxias, pero también sospecho que hay una parodia implícita en la escena final, que evoca de modo risueño, y con cierto tono de morisqueta, el desenlace de X-Men 3, donde Logan debe salvar a Fénix de sí misma y su capacidad autodestructiva, y va intentando subir hacia donde vuela sobre la pila de destrucción que ella va produciendo. Finalmente, merece una mención especial la excelente musicalización del film, de gran eficacia para puntuar, afirmar y consagrar las modulaciones emocionales y narrativas del film.
Todo en todas partes al mismo tiempo es una comedia bizarra escrita y dirigida por “The Daniels”, dupla conformada por Daniel Kwan y Daniel Scheinert. Y está protagonizada por la estrella del cine oriental Michelle Yeoh, acompañada de Ke Huy Quan, Stephanie Hsu, James Hong y Jamie Lee Curtis entre otros. La historia se centra en Evelyn Wang, una inmigrante china en Nueva York que cuando va a realizar un trámite burocrático se entera que existen múltiples universos, que se generan por las diferentes acciones que llevó a cabo a lo largo de su vida. Y se le asigna la misión de derrotar a la poderosa líder Jobu Tapaki para salvarlos de su destrucción. En primer lugar es necesario destacar el cambio de estilo desconcertante que manejan sus directores, haciendo que lo que parece ser una comedia costumbrista sobre una inmigrante china en Nueva York, como El banquete de bodas de Ang Lee, se convierta abruptamente en una fantasía bizarra propia de Terry Gillan. En la que todo carece de sentido, y aparecen una serie de gags efectivos y escenas geniales como el combate de Waymond contra el personal de seguridad con una riñonera. Pero el principal problema de esta película es que, al llevar este planteo absurdo al extremo, una buena idea en teoría que no funciona en la práctica, porque extiende innecesariamente su duración, y por momentos se vuelve incomprensible. Y esto se debe a que carece de un marco teórico científico, artístico o religioso que la sostenga, dando como consecuencia una serie de imágenes surrealistas en la que todo es posible y valedero porque no hay un principio ordenador. En conclusión, Todo en todas partes al mismo tiempo es una comedia bizarra que lleva una idea absurda hasta el extremo. Y lo que funciona bien al comienzo se vuelve confuso hacia el final, por lo que corre el riesgo de que el espectador vaya perdiendo interés, especialmente en la segunda mitad.
¿Qué pasaría si la realidad que vivimos es una de muchas? ¿Y si tuviéramos la posibilidad de viajar espacio-temporalmente? Llevado al español como Todo en todas partes al mismo tiempo, esta cinta de la distribuidora A24 nos plantea otra forma de ver el multiverso. Una familia china que vive trabajando en una tintorería estadounidense, mientras el panorama parece colapsar en cualquier momento. Ahí es cuando la acción de la trama empieza a cobrar vida, mezclando comedia, ciencia-ficción, suspenso y algo de filosofía. El film de The Daniels (Dan Kwan y Daniel Scheinert, respectivamente, que también son los productores y guionistas), plasma una historia que, para empezar, mezcla el inglés con el mandarín y el cantonés (que desconozco cuánto se perderá en el doblaje), ante un staff super variado de caras conocidas en papeles chicos para darle importancia y hacer foco hacia los protagonistas: los Wang. En especial a Evelyn (Michelle Yeoh), quien gracias a ella logra la mayor transformación en su personaje, junto a su marido Waymond (Ke Huy Quan) y su hija Joy (Stephanie Hsu) que realiza otro papel, fundamental dentro de este argumento, llevando el humor y la atención a un nuevo nivel. Luego, yendo a los detalles técnicos, la música compuesta por Son Lux y la fotografía de Larkin Seiple trabajan a la par junto al montaje de Paul Rogers que, cuando creíamos haber visto todo, pasamos de cortes directos sucesivos a planos largos para que nuestra vista descanse o de colores estridentes a blancos luminosos, de tonos cálidos a fríos, contrastes y opuestos por doquier, donde nada está puesto al azar. También, hay que destacar las actuaciones de Jamie Lee Curtis, Harry Shum Jr, James Hong y los dobles de riesgo Andy Le y Brian Le que encabezan estos últimos una de las escenas de luchas más alocadas jamás vistas, incluyendo ralentizaciones y secuencias muy bien coreografiadas. En fin, esta película de 139 minutos promete y no desilusiona, apostando a un público ATP (o a lo sumo PG-13) donde tanto grandes como chicos lo podrán disfrutar sin problemas.
La productora A24 se sube a la moda de los multiversos en la ficción con Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo, una abrumadora comedia de acción. Crítica, a continuación. Nacida en la segunda mitad del siglo XX, la fascinante teoría del multiverso no ha quedado ajena al género de la ciencia ficción, que también se ha nutrido de sus hipótesis sobre realidades paralelas para narrar historias. Desde los programas de culto The Twilight Zone y Star Trek, pasando por películas como Matrix (1999), Coherence (2013), Interstellar (2014), hasta la miniserie Devs (2020), la noción de multiverso funciona como una herramienta más a la hora de ahondar en los planteos existencialistas y dilemas morales. Incluso, comedias como Space Jam (1996), supieron aprovechar el aspecto lúdico que plantea la posible existencia de universos similares al nuestro pero impregnados de infinitos detalles, variaciones y combinaciones. Search Alta Peli Alta Peli CRÍTICASTodo en Todas Partes al Mismo Tiempo (REVIEW) ByGiuliana BleekerPublished on 08/06/2022 La productora A24 se sube a la moda de los multiversos en la ficción con Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo, una abrumadora comedia de acción. Crítica, a continuación. Nacida en la segunda mitad del siglo XX, la fascinante teoría del multiverso no ha quedado ajena al género de la ciencia ficción, que también se ha nutrido de sus hipótesis sobre realidades paralelas para narrar historias. Desde los programas de culto The Twilight Zone y Star Trek, pasando por películas como Matrix (1999), Coherence (2013), Interstellar (2014), hasta la miniserie Devs (2020), la noción de multiverso funciona como una herramienta más a la hora de ahondar en los planteos existencialistas y dilemas morales. Incluso, comedias como Space Jam (1996), supieron aprovechar el aspecto lúdico que plantea la posible existencia de universos similares al nuestro pero impregnados de infinitos detalles, variaciones y combinaciones. Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo En los últimos tiempos, lo que entendemos como multiverso parece haber quedado reducido al boom de blockbusters que Marvel Studios estrena año tras año, de manera tal que resulta imposible nombrar aquel término sin que el espectador promedio lo asocie a dicho fenómeno de entretenimiento y los cómics que estos adaptan. Es en este contexto que A24, la productora insignia del cine independiente anglosajón actual, decide lanzar como respuesta su propia versión del multiverso, en tono humorístico irreverente y junto a aquel sinónimo de éxito dentro de la franquicia Marvel como han sido los Hermanos Russo (Avengers: Infinity War, 2018), quienes ejercen aquí su faceta de productores. Search Alta Peli Alta Peli CRÍTICASTodo en Todas Partes al Mismo Tiempo (REVIEW) ByGiuliana BleekerPublished on 08/06/2022 La productora A24 se sube a la moda de los multiversos en la ficción con Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo, una abrumadora comedia de acción. Crítica, a continuación. Nacida en la segunda mitad del siglo XX, la fascinante teoría del multiverso no ha quedado ajena al género de la ciencia ficción, que también se ha nutrido de sus hipótesis sobre realidades paralelas para narrar historias. Desde los programas de culto The Twilight Zone y Star Trek, pasando por películas como Matrix (1999), Coherence (2013), Interstellar (2014), hasta la miniserie Devs (2020), la noción de multiverso funciona como una herramienta más a la hora de ahondar en los planteos existencialistas y dilemas morales. Incluso, comedias como Space Jam (1996), supieron aprovechar el aspecto lúdico que plantea la posible existencia de universos similares al nuestro pero impregnados de infinitos detalles, variaciones y combinaciones. Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo En los últimos tiempos, lo que entendemos como multiverso parece haber quedado reducido al boom de blockbusters que Marvel Studios estrena año tras año, de manera tal que resulta imposible nombrar aquel término sin que el espectador promedio lo asocie a dicho fenómeno de entretenimiento y los cómics que estos adaptan. Es en este contexto que A24, la productora insignia del cine independiente anglosajón actual, decide lanzar como respuesta su propia versión del multiverso, en tono humorístico irreverente y junto a aquel sinónimo de éxito dentro de la franquicia Marvel como han sido los Hermanos Russo (Avengers: Infinity War, 2018), quienes ejercen aquí su faceta de productores. Dirigida y escrita por Daniels -la dupla integrada por Daniel Kwan y Daniel Scheinert, responsables de la comedia Swiss Army Man (2016)- Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo (Everything Everywhere All at Once, 2022) se abre como un desfile de despliegue técnico, desaforadas coreografías de acción, referencias hasta el agobio y chistes escatológicos y sexuales dignos de estudiantado. Un combo más interesado en el efectismo que en hilar una historia sólida que, a fin de cuentas, tenga algo interesante para decir. Vacío en todas partes todo el tiempo La película presenta a una familia de inmigrantes chinos dueños de una lavandería en California que deben enfrentar ciertas deudas para seguir manteniendo el negocio a flote. Entretanto, la matriarca Evelyn Wang (interpretada por la reconocida Michelle Yeoh de El Tigre y el Dragón), tiene que lidiar también con un marido despistado (Ke Huy Quan, el niño de Indiana Jones y el templo de la perdición) y un matrimonio en crisis, la visita de su padre anciano (James Hong de Blade Runner), que parece no haber perdonado su temprana huida del seno familiar en su China natal y su hija, Joy (Stephanie Hsu), una adolescente profundamente angustiada con la que le resulta imposible relacionarse y, más aún, aceptar su orientación sexual y su nueva pareja. El día en que Evelyn y su esposo Waymond llegan al Departamento de Hacienda y son atendidos por una hosca auditora (la siempre hilarante y rendidora Jamie Lee Curtis) que pretende clausurar su negocio familiar, la protagonista es sorprendida por una versión karateka de su marido proveniente de otro universo quien le revela que ella es la única que puede salvar al multiverso de ser destruido a manos de una villana llamada Jobu Tupaki. Dividida en tres partes, Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo escapa de su melodrama inicial para insertarse rápidamente en un relato caótico sin pies ni cabeza. Bajo un ritmo desenfrenado, la cámara sigue a la heroína en sus múltiples transformaciones (más bien, adquisiciones de los talentos de las otras Evelyn de las dimensiones paralelas) que saca de la galera mediante absurdas maniobras para combatir a Jobu y sus secuaces. El resultado en cuestión es un fast food de Search Alta Peli Alta Peli CRÍTICASTodo en Todas Partes al Mismo Tiempo (REVIEW) ByGiuliana BleekerPublished on 08/06/2022 La productora A24 se sube a la moda de los multiversos en la ficción con Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo, una abrumadora comedia de acción. Crítica, a continuación. Nacida en la segunda mitad del siglo XX, la fascinante teoría del multiverso no ha quedado ajena al género de la ciencia ficción, que también se ha nutrido de sus hipótesis sobre realidades paralelas para narrar historias. Desde los programas de culto The Twilight Zone y Star Trek, pasando por películas como Matrix (1999), Coherence (2013), Interstellar (2014), hasta la miniserie Devs (2020), la noción de multiverso funciona como una herramienta más a la hora de ahondar en los planteos existencialistas y dilemas morales. Incluso, comedias como Space Jam (1996), supieron aprovechar el aspecto lúdico que plantea la posible existencia de universos similares al nuestro pero impregnados de infinitos detalles, variaciones y combinaciones. Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo En los últimos tiempos, lo que entendemos como multiverso parece haber quedado reducido al boom de blockbusters que Marvel Studios estrena año tras año, de manera tal que resulta imposible nombrar aquel término sin que el espectador promedio lo asocie a dicho fenómeno de entretenimiento y los cómics que estos adaptan. Es en este contexto que A24, la productora insignia del cine independiente anglosajón actual, decide lanzar como respuesta su propia versión del multiverso, en tono humorístico irreverente y junto a aquel sinónimo de éxito dentro de la franquicia Marvel como han sido los Hermanos Russo (Avengers: Infinity War, 2018), quienes ejercen aquí su faceta de productores. Dirigida y escrita por Daniels -la dupla integrada por Daniel Kwan y Daniel Scheinert, responsables de la comedia Swiss Army Man (2016)- Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo (Everything Everywhere All at Once, 2022) se abre como un desfile de despliegue técnico, desaforadas coreografías de acción, referencias hasta el agobio y chistes escatológicos y sexuales dignos de estudiantado. Un combo más interesado en el efectismo que en hilar una historia sólida que, a fin de cuentas, tenga algo interesante para decir. Vacío en todas partes todo el tiempo La película presenta a una familia de inmigrantes chinos dueños de una lavandería en California que deben enfrentar ciertas deudas para seguir manteniendo el negocio a flote. Entretanto, la matriarca Evelyn Wang (interpretada por la reconocida Michelle Yeoh de El Tigre y el Dragón), tiene que lidiar también con un marido despistado (Ke Huy Quan, el niño de Indiana Jones y el templo de la perdición) y un matrimonio en crisis, la visita de su padre anciano (James Hong de Blade Runner), que parece no haber perdonado su temprana huida del seno familiar en su China natal y su hija, Joy (Stephanie Hsu), una adolescente profundamente angustiada con la que le resulta imposible relacionarse y, más aún, aceptar su orientación sexual y su nueva pareja. El día en que Evelyn y su esposo Waymond llegan al Departamento de Hacienda y son atendidos por una hosca auditora (la siempre hilarante y rendidora Jamie Lee Curtis) que pretende clausurar su negocio familiar, la protagonista es sorprendida por una versión karateka de su marido proveniente de otro universo quien le revela que ella es la única que puede salvar al multiverso de ser destruido a manos de una villana llamada Jobu Tupaki. Dividida en tres partes, Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo escapa de su melodrama inicial para insertarse rápidamente en un relato caótico sin pies ni cabeza. Bajo un ritmo desenfrenado, la cámara sigue a la heroína en sus múltiples transformaciones (más bien, adquisiciones de los talentos de las otras Evelyn de las dimensiones paralelas) que saca de la galera mediante absurdas maniobras para combatir a Jobu y sus secuaces. El resultado en cuestión es un fast food de acrobacias y estímulos sofocante que, a falta de un guion inteligente con recursos narrativos, apuesta por la acumulación ad infinitum, la suntuosidad y el caos constante. Es evidente que de los mismos creadores de la película de Daniel Radcliffe como un cadáver flatulento, nadie esperaba un tratamiento serio, profundo, ni mucho menos filosófico alrededor de la temática de infinitas posibilidades. Aun así, surge un pequeño intento reflexivo en el último tramo a modo de moraleja que, por supuesto, cae en el cliché y en el sentimentalismo Kodak. Bien recibida en la taquilla internacional, Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo posiblemente continúe cosechando más adherentes en su estreno en el país, sobre todo teniendo en cuenta que el solo sello de A24 ya ha alentado el fervor en redes sociales. Queda por ver si aquella efervescencia permanecerá o, digna de los tiempos que corren, será olvidada a corto plazo por otro producto con mejor marketing.
Cuando el planteo de una película de aventuras y humor tiene que ver con la acumulación de universos, ese comodín de películas basadas en comics, que permite cualquier rulo de argumento, uno piensa de inmediato en un presupuesto millonario dedicado a los efectos especiales. Pero lo que hacen los creadores de este divertimento tan intenso como delirante está muy lejos de ese despliegue. Daniel Kwan y Daniel Scheinert, los “Daniels” directores y guionistas, crean una comedia donde una heroína descubre que cae en un multiverso colorido, creativo, humorístico y sorprendente. Para la dueña de una lavandería, que se desespera por zafar de una inspección de impuestos, que casi no se comunica con su marido ni con su hija, que los ignora, encontrarse con realidades paralelas no la libera sino que multiplica sus problemas. Aquí al principio viene lo mejor de la película que acumula ideas como que un portal es un “bagel”, que hay un mundo donde todos tienen dedos de salchicha, o que la protagonista pase por roles tan dispares como estrella de cine de Hong Kong a experta en kung fu, con sus familiares y conocidos, también transformados. Todo se parece a una catarata frenética e imaginativa. El problema es que a las dos horas y cuarto de película espectador puede sentirse abrumado con tanto ritmo y las reiteraciones son inevitables. La magnífica actriz Michelle Yeoh esta perfecta en su rol, y los rubros técnicos, de maquillaje, peinado, compaginación, musicalización están a la par del talento creativo y ayudan a sus excesivos creadores.
"Todo en todas partes al mismo tiempo": más realidades múltiples Si las peripecias argumentales del Universo Cinematográfico de Marvel pusieron en boca de millones el término “multiverso”, los Daniels exprimieron hasta la última gota de las posibilidades de universos paralelos relacionados entre sí e incluyeron un millón de referencias a lo largo de los 140 minutos de esta rocambolesca, caótica y caprichosa historia. Desde su estreno hace tres meses en el Festival South by Southwest, Todo en todas partes al mismo tiempo se convirtió en LA película de la temporada, esa que un sector importante de la crítica, en alianza con el fandom digital, señalan como poco menos que la octava maravilla del mundo, como una obra maestra destinada a reinventar el lenguaje audiovisual. El uso del inflador conlleva un problemón: así como es cierto que puede traccionar público a las salas -una hazaña en tiempos en los que la taquilla respira por el oxígeno insuflado por franquicias y/o superhéroes-, también lo es que las exceptivas pueden llegar mucho más alto de lo que la película tiene para ofrecer. Así ocurre con la segunda colaboración conjunta de Daniel Kwan y Daniel Scheinert luego de Swiss Army Man (2016), que en su momento hizo ruido en el catálogo de Netflix porque su premisa consistía en, básicamente, un tipo muerto cuyos pedos propulsaban la salida de un compañero de una isla desierta. Tienen inventiva Kwan y Scheinert, son tan cool que firman sus trabajos como... Daniels. Y cool es un adjetivo que calza perfecto a Todo en todas partes…. Si hay algo que no puede negárseles a los Daniels, es la capacidad para sintonizar con el aire de su tiempo: si las peripecias argumentales del Universo Cinematográfico de Marvel pusieron en boca de millones el término “multiverso” e hicieron del guiño y la autorreferencia un par de obligaciones para toda película que aspire a congraciarse con las audiencias más jóvenes, los muchachos exprimieron hasta la última gota de las posibilidades de universos paralelos relacionados entre sí e incluyeron un millón de referencias a lo largo de los 140 minutos de esta rocambolesca, caótica y caprichosa historia centrada en Evelyn Wang (la leyenda del cine asiático Michelle Yeoh, aprovechando a pleno su apogeo en tierras norteamericanas), una inmigrante china que hace lo que puede para sostener el negocio a flote mientras su familia se desmorona. Un marido que quiere divorciarse (Ke Huy Quan, el nenito de Indiana Jones y el templo de la perdición), un padre despótico que parece disfrutar menospreciándola y una hija que intenta que mamá acepte de una buena vez que tiene novia son prueba de ello. Por si fuera poco, una auditora (Jamie Lee Curtis) controla sus números bancarios y le dice que está al horno. Todo indica que seguirá un drama sobre las dificultades de la inmigración y los choques generacionales, hasta que el marido la mete en el cuarto de limpieza y le da un auricular con el que, afirma, podrá ingresar en realidad alternativas para resolver una cuestión que no conviene adelantar. Es, pues, el principio de una hecatombe de realidades múltiples –algunas, felizmente ridículas; otras, pavotas al extremo– que, para colmo, obliga a los personajes a detenerse en medio de la acción frenética para explicar qué está pasando y cómo es la “lógica” del asunto. Una “lógica” que de tal tiene poco y nada, pues los Daniels la bombolean según las necesidades del momento. Recién en último de los tres actos en los que se divide la película los muchachos paran (un poquito) la pelota para que los personajes adquieran algo parecido a una humanidad. Pero a esas alturas es muy tarde: Todo en todas partes al mismo tiempo ya es un fuego artificial desvaneciéndose en el aire tibio de la noche navideña.
Todo en todas partes al mismo tiempo: bancando al Multiverso desde Cemento La insoportable levedad del multi-ser Un lave-rap, una inmigrante, el fin del multiverso todo, el amor, el compañerismo, problemas de derechos por Ratatouille, gente con manos de salchicha, rocas con consciencia… difícil explicar todo lo que produce la nueva película de los Daniels (Dan Kwan y Daniel Scheinert), Todo en todas partes al mismo tiempo. ¿De qué va? Una inmigrante china, en medio de una investigación de Hacienda, se ve envuelta en una aventura salvaje en la que solo ella puede salvar el mundo explorando otros universos. Desafortunadamente, esto la lleva a una aventura aún mayor cuando se encuentra perdida en los mundos infinitos del multiverso. Complicado abordar el análisis de una película así. Desde el hype que generó, lo complejo y gigantesco de lo que se cuenta, todos los pensamientos que moviliza… pero como siempre cuando se habla de universos paralelos hay algo que se mantiene: la constante, el pararrayos, el ancla, en este caso la GIGANTESCA Michelle Yeoh. Ella es Evelyn Wang, una mujer timorata que lucha por mantener su negocio de limpieza de ropa funcionando, y que se encuentra en la hercúlea tarea de auditar sus impuestos con Deirdre Beaubeirdra (Jamie Lee Curtis), una despiadada oficial de estos menesteres. La cuestión es que camino a esa situación muy estresante (ella y su marido no entienden muy bien el idioma inglés y su hija no les ayuda demasiado) Evelyn descubre que es la piedra basal que impide que el multiverso completo estalle. Ella y sólo ella puede salvarlo. La ternura, la empatía, el miedo, el descubrimiento, la acción, cada una de estas situaciones son llevadas a cabo y encarnadas por Yeoh de una manera maravillosa. Le creemos cada escalón que pisa en post de encontrar la verdad. También mención para su marido Waymond Wang, interpretado por Ke Huy Quan (The Goonies, Indiana Jones and the Temple of Doom), con una calidez y humildad exquisitas. Todo en todas partes al mismo tiempo no es una película sencilla, incluso es sorprendente como logran hilvanar cada una de las informaciones para mantener el ritmo y la diversión, sin empantanarse en explicaciones. Sin embargo, requiere por parte del espectador conocer un poco el concepto del multiverso: término acuñado del mundo de los comics (en el famosísimo Flash #123, de 1961) en donde se encontraban el Flash de la Edad de Oro con el Flash de la Edad de Plata. Establece que el mundo en el que vivimos es uno más de una caterva finita / infinita (según la teoría) de diferentes mundos vibrando a una velocidad ligeramente diferente y en donde lo que conocemos se encuentra trastocado. A veces mínimamente (por ejemplo, tu carrera es distinta) y otras de manera gigantesca (Hitler ganó la Segunda Guerra y capaz ni existís). Mientras el término se popularizó por lo que Marvel está llevando a cabo con sus películas (y DC con sus películas animadas y series) lo cierto es que en esta propuesta se busca otro cariz. Hay acción y peleas (todas muy correctas y espectaculares) pero nuestra protagonista escapa al concepto de SUPER-HEROÍNA. Todo lo contrario, su especificidad es ser demasiado regular… una perdedora. ¿Pero acaso no es de lo que está formado el mundo en su mayoría? Con momentos absolutamente delirantes (un mundo donde los y las amantes de Viennisima se harían un festín, y otro donde hay un mapache Ratatouille), también es un gran poema sobre los problemas de la actualidad: las relaciones, el miedo, las responsabilidades, el creerse menos que el resto, el amor no heteronormado, la incomodidad del existir… Todo en todas partes al mismo tiempo es un oasis en el desierto del todo-lo-mismo, a la que se le puede reclamar no saber bien como cerrar con un buen moño el final y estirarlo de más. Sin embargo, les aseguro que sin lugar a dudas va a germinar preguntas, sensaciones y más preguntas en cada una de sus cabezas.
La lectura más inmediata que se puede hacer de Todo en todas partes al mismo tiempo es que se trata sobre lo difícil que es para una madre aceptar que su hija tenga novia. Evelyn Wang, interpretada por Michelle Yeoh (El tigre y el dragón), pertenece a una generación (y a una cultura) en la que las relaciones del mismo sexo son un problema que puede desencadenar un desorden propio de la ciencia ficción, en la que el caos multiversal funciona como el efecto de una noticia difícil de procesar. De ahí que en la película escrita y dirigida por Dan Kwan y Daniel Scheinert, más conocidos como “los Daniels”, se monte un espectáculo de realidades paralelas como un modo juguetón de representar la fractura interna de Evelyn, el quiebre que sufre esta pobre mujer que trabaja en una lavandería con su esposo Waymond (Ke Huy Quan), del que está a punto de divorciarse, cuando su hija adolescente Joy (Stephanie Hsu) llega con su novia y se la presenta. A pesar de que todo lo que vemos en sus casi dos horas y media está inspirado en otras películas que abordan las vidas paralelas o los multiversos, los Daniels se las arreglan para ser ingeniosos con elementos tan disparatados como efectivos, que provocan la carcajada del espectador por lo absurda que son sus escenas y por lo bizarras que son las situaciones que se generan entre los personajes. Quien entra en escena también es la gran Jamie Lee Curtis, en un papel que no aporta demasiado, pero que suma un par de gags estrafalarios. Los Daniels ponen en juego toda su inventiva para llevar adelante una historia que parece compleja, pero cuyo trasfondo es tan claro y sencillo como el amor de una madre hacia su hija. La metáfora con las preferencias sexuales de la joven es el centro simbólico de la película. Por ejemplo, hay una rosquilla gigante en la que Joy quiere ingresar y su madre lo impide a la fuerza, como si le dijera: “No, no es por ahí”. Lo mismo pasa con los personajes que intentan sentarse en consoladores en el medio de una pelea al mejor estilo “kung-fu”, mientras Evelyn les aparta los objetos para que no se los introduzcan, como si todo se tratara de una constante pelea de Evelyn contra la homosexualidad de quienes la rodean. La película se divide en tres partes. En la primera, titulada “Todo”, vemos cómo el marido la lleva a Evelyn a hablar con una extraña mujer para que apure los papeles del divorcio, excusa que le sirve a Waymond para explicarle a su mujer la cuestión de las muchas vidas que está viviendo en universos paralelos. A partir de allí, la película deriva en ese caos físico y mental que implica estar en un multiverso, pero siempre manteniendo el tema central, con sus antagonistas (madre e hija) que se enfrentan en batallas descabelladas e hilarantes. La segunda parte, titulada “En todas partes”, es la que más aprovechan los Daniels para experimentar con distintas variantes de un humor plagado de referencias pop y sexuales. Y en la tercera parte, titulada “Al mismo tiempo”, los directores hacen un cierre con reminiscencias de Frank Capra para darle un tono de comedia familiar en clave fantástica. En Todo en todas partes al mismo tiempo, los Daniels orquestan un multiverso con mucha parafernalia para decir que una hija vale más que cualquier moda ideológica, que cualquier sensibilidad del momento, que cualquier corrección política. El cine norteamericano, más que conservador, siempre fue humanista.
El bizarro arte de la locura Muchas veces es difícil encasillar una película en un solo género. La mezcla de géneros es una verdadera apuesta dentro del cine, ya que puede salir muy bien o muy mal. Por suerte, la cinta de Dan Kwan y Daniel Scheinert (o como se hacen llamar, «Daniels») pertenece al primer grupo de las mencionadas. Es un film de ciencia-ficción y acción, pero que en ningún momento deja de funcionar como una comedia y hasta drama familiar. Cualquiera pensaría que el resultado sería un collage sin sentido, pero sucede todo lo contrario; de alguna manera va transitando por distintos estadíos con una naturalidad fenomenal. Como ya habían demostrado en Swiss Army Man (2016), esta dupla de cineastas no se dejan caer en las tramas convencionales, aunque en esta ocasión llevaron su regla todavía más lejos. Todo en todas partes al mismo tiempo (sí, ya el título indica que es algo poco normal) nos presenta a una inmigrante china en Estados Unidos (Michelle Yeoh), que se ve envuelta en una aventura desconcertante cuando una ruptura interdimensional altera su realidad. Por algún motivo, ella es la única que puede salvar a los mundos infinitos del multiverso y aprende a saltar de una realidad a otra para lograr su cometido. Con ese disparador de la trama, todo lo que sigue es la locura total. Pero locura en el buen sentido. Se transforma en una de las películas más originales de los últimos años, gracias a la impredecibilidad constante de cada escena, que se aprovecha de la infinita diversidad del multiverso. Por momentos, parece un capítulo de Rick and Morty pero live-action. Como dijimos, la película no solo salta de realidad en realidad, sino que también lo hace entre género y género. Por este motivo, provoca a la audiencia en distintos niveles: hace reír, puede hacer llorar, hasta nos hace pensar en el sentido mismo de la existencia. Aun así, existe un sensación constante, entre placentera e inquietante, que es la de presenciar un fenómeno bizarro, casi caricaturesco a veces, en donde pareciera no haber límites (en realidad, no los hay) y es un permanente «vale todo». Sin dudas, a muchos espectadores les producirá rechazo esta cuestión pero no hay discusión en que, por lo menos, hay que celebrar la originalidad en estos tiempos de copia de una copia de otra copia. El montaje y la dirección de arte de esta película son realmente espectaculares y sustanciales para el desarrollo de la misma. El ritmo que se impone desde el guion es intrépido y no decae en todo su metraje, otro de los puntos altos del film. El reparto es de maravillas. Michelle Yeoh nos compra desde el comienzo y nos invita a vivir su propia montaña rusa junto a ella. El resto, también genial, aunque párrafo aparte para otra deslumbrante actuación de Jamie Lee Curtis. La actriz es sinónimo de calidad en cualquier producción. En definitiva, Todo en todas partes al mismo tiempo es una película loca y divertida que se apoya en un guion demasiado original en donde no hay límites de ningún tipo. Y lo mejor de todo es que nunca te desconecta de los personajes, que llegan a emocionar a la audiencia. En palabras del mundo de hoy y los memes, el film pareciera ser un permanente «¿Podrán?», mientras el espectador espera el siguiente desconcierto. Más películas así, vayan al cine. Puntuación: 8/10 Por Manuel Otero
La mejor película del Multiverso hasta la fecha no la brindó el género de superhéroes sino una producción independiente que ofrece el esfuerzo más inspirado que presentó el cine norteamericano en mucho tiempo. La gran paradoja del caso es que se trata de una producción de los hermanos Russo (Avengers: Endgame) que explora el concepto de las dimensiones alternativas con una profundidad y creatividad que Marvel no pudo plasmar en la falsa continuación de Doctor Strange. Todo en todas partes al mismo tiempo representa el segundo trabajo de los realizadores Dan Kwan y Daniel Scheinerst (conocido por el pseudónimo los Daniels), quienes ya había demostrado su dominio del absurdo en Swiss Army Man (2016), con Paul Dano y Danniel Radcliffe. En este nuevo film vuelven a retomar el mismo estilo de humor con una propuesta mucho más ambiciosa que combina diversos géneros de un modo especial y nos permite disfrutar la versatilidad de Michelle Yeoh para destacarse en el drama y la comedia física. Probablemente su mejor labor desde The Lady (2012), la biografía de la activista politíca Aung San Suu Kyi, dirigida por Luc Besson. El reparto además trae de regreso en la pantalla grande a Ke Huy Quan, el recordado Data de los Goonies y Short en Indiana Jones y el Tempo de la perdición, quien a los 50 años salió de su retiro para romperla junto a Yeoh en un personaje muy divertido como el esposo de la protagonista. Hace poco había tenido una participación en el film de aventuras de Netflix, Finding ʻOhana,sin embargo fue en esta producción de los Russo donde tuvo la oportunidad de sobresalir por su interpretación. Otra figura del elenco que queda muy bien parada es Jamie Lee Curtis, quien aporta muy buenos momentos cómicos con sus intervenciones. Toda la locura del Multiverso que no pudo ofrecer el reciente film de Strange, acá la encontrás en una experiencia abrumadora que fusiona la comedia de enredos con la fantasía, la ciencia ficción y el cine de artes marciales. Un combo excéntrico que los directores desarrollan de un modo impecable, a través de una historia que explora las dinámicas de las relaciones familiares en un conflicto que resulta más complejo y profundo de lo esperado. Más allá de las secuencias de acción y el humor disparatado la trama además juega con el metalenguaje y conceptos existencialistas que están muy bien integrados en el relato. Un detalle que me encantó de esta producción es el modo en que aborda las referencias cinematográficas dentro del argumento, que van desde los clásicos de Pixar a los filmes románticos de Wong Kar-wai. Propuestas que tal vez no tienen mucho que ver entre sí pero se acoplan perfectamente dentro de la aventura alocada que vive el personaje de Yeoh. Por otra parte, la obra de los Daniels sobresale por la opulencia visual de los elementos fantásticos y la edición de Paul Rogers, quien tuvo la complicada tarea de otorgarle una coherencia narrativa a todo el delirio que se presenta. Todo en todas partes al mismo tiempo le aporta un poco de aire fresco al cine de género hollywoodense con una propuesta que no se evapora de la mente enseguida y alienta a futuros revisionados.
Quizás el espectador contemporáneo ya esté habituado al concepto “multiverso”, que es la última moda en el cine de superhéroes (Spiderman y Dr. Strange mediantes), es decir que hay infinitas realidades alternativas y gente que puede viajar a través de ellas. Un truco que permite salvar incoherencias, es cierto, pero también una metáfora perfecta de nuestra realidad alterada por las (casi) infinitas posibilidades que Internet abrió gracias a lo virtual. Este film es la historia de una mujer común, demasiado común (la extraordinaria Michelle Yeoh, genia de las artes marciales y actriz gigantesca, además de gran comediante) que tiene la posibilidad de salvar toda realidad posible. El fondo de la historia es, finalmente, la pregunta de qué es lo esencial cuando la superficie cambia incluso de modo radical. Al mismo tiempo que comenta con humor y sátira todo el cine de gran espectáculo contemporáneo, se pregunta cosas. Sobre todo, se pregunta por el “yo”, quiénes somos y para qué estamos donde estamos (estemos donde estemos). Y lo hace con las mismas herramientas espectaculares de otro cine, llevadas al extremo absurdo y surreal que emparentan más de una secuencia con el cartoon clásico (ese otro comentario desde la contradicción sobre las taras de lo real). Probablemente, la película del año, aún con sus excesos y simplificaciones.
Multiverso o Un verso múltiple de aquellos. Debo estar envejeciendo, más allá de mí naturaleza biológica inherente al tiempo, y con ello arrastrando lo peor de una vejez prematura e intolerante hacia mi costado, digamos, más intelectual. Y con lo de intelectual no me refiero estrictamente al pensar y al razonar, en este caso el cine. Sino también al disfrute. A su eterna y amable mitad lúdica, lugar siempre cuestionado por ser un entretenimiento y con ello su estigma de superficialidad instantánea. Prejuicio poco reflexivo al que se suele someter el cine de “entretenimiento” (casi como si fuese un género aparte, de “entretenimiento”, así con comillas). En resumen, el cine de entretenimiento, el blockbuster, los grandes tanques, etc., jamás fueron rechazados por este humilde servidor. Por el contrario, nací en LA década más prospera para el cine de evasión. Precisamente en 1984, año de Gremlins, Cazafantasmas, Un detective suelto en Hollywood, Footloose, Indiana Jones y el templo de la perdición, etc. Amén de obras maestras como Terminator y Pesadilla en lo profundo de la noche. Ese mismo cine, al que me entrego y disfruto con creces, fue en su momento bastardeado y soslayado por una generación anterior a la mía que no aceptaba su función medular única: entretener y divertir. El tiempo cambia, el arte se amolda a las demandas de la gente. El público quiere cosas nuevas y el cine no es ajeno a esto, claro está. Los tiempos son otros y el nuevo milenio un volcán que eructa novicias maneras de expresarse. Hoy en día las demandas del cine están destinadas al fandom, la “nerdeada”, como llamamos algunos. Sí, ese que disfruta de comics, cine, libros, mangas, anime, video juegos y cualquier forma de expresión artística popular. No por nada pululan hoy en día con enorme éxito las películas de Marvel y DC, las de dinosaurios, las inspiradas en libros de aventuras y fantasía y un largo etc. Parte de ese nuevo concepto, de dirigirse a un público determinado, es el que me tiene ahora escribiendo estas modestas líneas. Tal vez como descarga. Quién sabe. Lo cierto es que dejó en manifiesto las sensaciones, la posición y reflexión que una película suscitó en mí. Y eso es particularmente positivo aún cuando dicha obra no sea de mí agrado. Por eso Todo en todas partes al mismo tiempo, de Daniel Kwan y Daniel Scheinert, dan fe de ello. Película pavota si las hay, sobrecargada por exceso y acumulación, donde “todo vale”, donde lo “random” predomina como triunfo total de una cultura que festeja el sinsentido y la canchereada fácil y gratuita. De todo eso y más hay de sobra. Porque lo que predomina es la sobreinformación, el (otra vez) exceso absoluto. Es una parafernalia que eleva hasta el paroxismo el cine de hoy en día: un cúmulo montañoso de referencias o en todo caso, un cúmulo narrativo de ideas inconsistentes. Un pastiche incontrolable y a su vez insufrible. Esto no es Ready Player One y su discurso sobre la cultura popular nostalgiosa. No. Esto se halla en otro nivel. La historia arranca bien: una familia china asentada en los Estados Unidos maneja una lavandería que parece estancarlos y condenarlos a una vida abúlica, aburrida y monótona. Hasta que, en esa cotidianidad aniquiladora, Evelyn (Michelle Yeoh) descubre un extraño suceso donde este mundo y muchos más están conectados, en otras dimensiones, con sus respectivos yo, cada uno en distintos estatus sociales, habilidades y destinos. Lo que ahora se popularizó como Multiverso. Sí, un verso múltiple de aquellos. A esto se le suma la posibilidad de conectarse y desconectarse de los otros universos y poder acceder al conocimiento e información de cada uno. Las cosas se complican cuando se entera de que su hija, en otros universos, parasita un mal que la convierte en un ser tan poderoso como un Dios desbocado capaz de sembrar pánico y desolación por donde pase. Evelyn deberá transformarse de la noche en la mañana y pasar de ser la simple dueña de un negocio que limpia la mugre de los demás a ser la potencial salvadora del universo que habita. Después del planteo, ese donde los límites como la paciencia del espectador se tuercen al límite, el film comienza a alardear sobre la inventiva a la que nos someterá: un despilfarro que de tanto manoseo argumental y estético termina aburriendo, más en una obra que literalmente licúa el cerebro durante más de 2 horas veinte. Piñas, patadas, gente volando, chistes bobos, gente viajando a otras realidades, chiste bobo, patadas, escatología y así hasta agotar nuestros sentidos en lapsos cortos y sin dejar que el espectador descanse un segundo las retinas ya calcinadas. Al terminar la función salí aturdido por el uso y abuso de un montaje que sin ir más lejos, en una escena en particular, podría causar un severo ataque de epilepsia (esto no es joda) a cualquier mortal. El montaje golpea más por efectista que por herramienta narrativa bien utilizada (¡perdónalos Walter Hill!). Un día después de verla me tomé el atrevimiento de leer las reseñas de dicho monstruo cinematográfico (por llamarlo de alguna manera) y me sorprendió la buena recepción por parte de la crítica especializada. Algunos elogiaban su inventiva, su imaginario visual, como si la acumulación de ello fuera sinónimo de creatividad. En fin; solo contra todos o solo contra nadie. No me la veía venir, claro está. Allí me pregunté, no preocupado pero si entregado, si era yo quien no había entendido el sentido de la película. Si el problema estaba en mí. Si no tenía la capacidad intelectual para llegar a absorber lo que la película entregaba y que haría con todo aquello que reflexioné sobre ella. Si era el fin de mí relación de espectador con el cine y si toleraría desde ahora en adelante cada estreno de este tipo de películas. Aún no lo sé. Es muy probable que me haya convertido en un dinosaurio del jurásico, escondido en una cueva con un manojo de clásicos en VHS y un reproductor que las pase una y otra vez ad infinitum. En comparación, la última Jurassic World, estrenada hace semanas, es una obra maestra hawksiana. Ya sé hacia dónde huir y ocultarme cuando el cine se transforme en esta nueva forma de contar historias.
Se estrenó en cines “TODO EN TODAS PARTES AL MISMO TIEMPO”, abriendo otra ventana cinematográfica al imaginario de los multiversos, dirigida y escrita por Dan Kwan y Daniel Scheinert. Se trata de una mujer inmigrante de China, Evelyn Wang (Michelle Yeoh), que es dueña de una lavandería en Estados Unidos. Las relaciones con su padre anciano (que encima no habla inglés), con su esposo y con su hija cada vez están peor, y su vida se ha vuelto una maraña de conflictos y rutinas deprimentes, pensando en todo lo que podría haber sido, habiendo tomado diferentes decisiones. La visita a una desagradable empleada de la IRS (una entidad de control impositivo) la pone en contacto con otro universo, de la forma menos esperada. Evelyn, ¿logrará apreciar cada decisión que ha tomado? La premisa está muy bien planteada, y el guion es ingenioso; se puede decir que el film tiene una sólida base donde asentarse. Es simplemente genial, por donde se lo vea. No sólo la trama es interesante para el espectador casual, sino que también plantea dilemas filosóficos muy profundos, con una conclusión realista pero optimista, en donde se encuentra tolerancia. Pero esperen, ¡aún hay más!: es extremadamente hilarante; una montaña rusa que nos hace oscilar entre risas y llanto con una extrema facilidad. Estos contrastes y lo mucho que varían las realidades alternas colaboran en crear una obra maestra espectacularmente ejecutada. El storytelling técnico, o sea, dirección, fotografía, movimientos de cámara, coreografía de artes marciales (!!!), maquillajes (especialmente los de la villana), dirección de arte (que logra hacernos diferenciar los diferentes escenarios), efectos especiales… Todo es increíble. Las interpretaciones de los personajes son absolutamente inmersivas, intuitivas, verosímiles. La presencia del idioma chino le da un toque especial de realidad; muestra cómo aprenden a integrarse los inmigrantes a una sociedad que no siempre los recibe con los brazos abiertos, además de, por supuesto, representar también cómo funciona la comunicación dentro de cualquier familia, en donde los integrantes hablan un “lenguaje” que sólo ellos entienden. También se puede mencionar que esta película es una muy interesante fusión entre la cultura occidental y la oriental. Hay momentos en que el humor es más absurdo, y en otros, es más clásico. Y así, con todo tipo de situaciones en los diferentes universos que se presencian a lo largo del film, resultando en una pieza sumamente versátil y llena de entretenimiento, que simultáneamente cuestiona enigmas incomprensibles del universo, filosofía, y enfrenta todo esto con simples situaciones de nuestro cotidiano. Quiero destacar, además, la enorme presencia de artes marciales, de una forma que hace tiempo no se veía en el cine occidental, en donde la rompe Ke Huy Quan, actor que interpreta al esposo de la protagonista. Se mueve como nuestro queridísimo Jackie Chan en todo su esplendor de fines de los ‘90 y principio de los años 2000, y más también. Por otro lado, por más que hay muchas versiones de los personajes a través de los diferentes universos, el film logra hacernos empatizar con los de uno solo. La llegada sentimental que tiene es imposible de esquivar. Toca las fibras más profundas de nuestro niño o joven interior, que duda sobre las decisiones a tomar en la vida que generan nuevos caminos y cambios en nuestra esencia fundamental. Es un estreno absolutamente imperdible, divertidísimo, hermoso. Una película que disfruté muchísimo, y que recomiendo en todos los universos. Por Carole Sang
Todo en todas partes al mismo (Everything Everywhere All at Once) es una de las películas que ha generado más alboroto a su alrededor. Nacida para ser un título de culto, sus directores se autodenominan The Daniels (Dan Kwan y Daniel Scheinert) para agregarle un poco de mística al producto. La euforia de este título prometía más de lo que finalmente es, pero aun así no deja de ser una película poderosa, excesiva, llena de ganas de contar, mostrar, variar, jugar. Hay ambición y originalidad, aún cuando hoy en día los relatos en multiversos se hayan puesto un poco de moda. La historia es la de una mujer oriental, Evelyn (Michelle Yeoh), que lucha por mantener a flote la lavandería familiar que tienen en Estados Unidos, al mismo tiempo que debe lidiar con una crisis matrimonial, el rechazo de su hija y el desprecio de su padre. Parece un terrible drama realista hasta que en el momento de desesperación total frente a un atraso sin solución con los impuestos Evelyn recibe una noticia sorprendente. Su marido le explica la existencia de mundos paralelos, vidas alternativas en las que ella tuvo un destino diferente a su ingrato presente. A partir de ese momento cualquier cosa puede pasar. Y pasa. Con poco filtro para diferenciar ideas geniales de tonterías, los Daniels se lanzan con desenfado a poner todo lo que se les cruza por la cabeza. Esto parece sanamente alocado en un comienzo pero se termina estancando, quitándole ritmo a la película y provocando demasiados falsos finales. Lo que no agota es el casting elegido. Michelle Yeoh, podría decir cualquier que conoce su filmografía, es la actriz para el papel. Su carrera antes de ser conocida en occidente bien podría haber incluido un título como este. Los rostros conocidos pero no tan famosos como las estrellas de Hollywood permiten familiaridad y a la vez sorpresa en los espectadores. Waymond Wang, el marido de la protagonista, está interpretado por Ke Huy Quan. Aunque su carrera es breve y tal vez nadie lo termine de reconocer hoy, él tiene dos trabajos que lo convirtieron en uno de los actores más queridos de la década del ochenta. Ke Huy Quan interpretó a Short Round, el pequeño que acompañaba a Harrison Ford en Indiana Jones y el templo de la perdición (1984) de Steven Spielberg. Pero también es recordado por su papel de Data en otro clásico de los ochenta: Los Goonies (1985). El mensaje es claro: cualquier cosa puede pasar si Short Round y Data han vuelto a la pantalla grande. Gong Gong, el padre de Evelyn, es interpretado por otra figura legendaria de la cultura oriental en la industria cinematográfica: James Hong. Este actor fue uno de los primeros rostros orientales en formar parte permanente de series y películas en Estados Unidos. Su extensa carrera comenzó en la década del cincuenta pero aquí la locura del relato parece recordar a Rescate en el barrio chino (1984) una fantasía desatada de la cual Todos en todas partes al mismo tiempo sabe tomar referencias, empezando por el propio Hong. Y para el rol de la estrambótica villana, Deirdre Beaubeirdre, la actriz elegida es Jamie Lee Curtis. La protagonista de Halloween (1978) está muy maquillada y se la esconde un poco bajo un cuerpo diferente al suyo, pero su gracia en esta nueva película está intacta. Sus papeles en De mendigo a millonario (1984), Los enredos de Wanda (1988), Mentiras verdaderas (1995) nos la recuerdan siempre como una gran comediante. Aquí se ríe mucho de su propia imagen y su carrera. Es parte de la fiesta, sin duda alguna. Es difícil evaluar a la película por lo que intenta y olvidar lo que logra. Pero hay varios personajes que son realmente graciosos y ese multiverso, que puede combinar Ratatouille con Guardianes de la galaxia y Con ánimo de amar, se hace querer por momentos. Antes de que los Daniels terminen haciendo un cine serio con aspiraciones de premios, disfrutemos de esta locura con fallas pero con una energía poco habitual. Abarca mucho y no siempre aprieta, pero al menos tiene el deseo de abarcar. Bienvenida sea.
Todo en todas partes al mismo tiempo La idea de universos múltiples, tal como creemos conocerlo ahora, tiene fecha de nacimiento, fecha quizás mítica (S.J.Gould cuenta lo mismo sobre su teoría de la evolución a saltos). Una noche de reunión estudiantil en Princeton, Charles Misner, Hugh Everett, y Aage Petersen después de uno o dos copas de jerez se pusieron a discutir sobre implicaciones ridículas de la mecánica cuántica, cuando Everett tuvo la idea básica de la teoría de muchos mundos. El Modelo de Multiverso, como lo fue en su momento el de la relatividad y su posible viaje en el tiempo se puso de moda. Lo que no se suele decir, es que estas ideas funcionan casi siempre como significantes vacíos, el espectador llena el hueco de su significado, lo que es y lo que podría ser. En cuanto a la repetición de los posibles efectos de una teoría, de-conociendo (neologismo) la teoría misma sus alcances y límites se le conoce con el nombre de Doxa; esta palabra la acuñó Parménides, para diferenciarla de un saber con conocimiento de causa. La doxa era para Parménides y lo sigue siendo hoy, un tipo de conocimiento que se entiende como cristalizado, fijado, un saber al que otros denominan mitomanía, que tiene en su origen un conocimiento que por irreductible, al tomar estado público (se pone de moda) termina convertida en una suerte de parodia de sí mismo; o lo que se también se podría decir: un saber “fosilizado” al tiempo que naturalizado, un conocimiento que se degrada en la propia superabundancia que produce. Aunque caduco se lo sigue repitiendo una y otra vez; y sólo queda de él una suerte de cáscara o envoltório. Un saber de manual, podría haber dicho Foucault. De la misma manera que Sagan puso de moda varias ideas sobre el cosmos, el tiempo y sus adyacencias, como se puede ver en Casada con la mafia (Married to the mob, Jonathan Demme, 1988, EEUU) y gracias a lo cual se fijó en la mente de todos la teoría el Big Bang como verdadera, con todas sus variantes, estacionaria e inflacionaria o los de ciclos de expansión y contracción eternos (Roger Penrose) donde también se pudo colar en el imaginario popular new age, una suerte de budismo a la carte. Como toda teoría hegemónica, el Big Bang popularizado y reducido al entendimiento de cada quién, invisibiliza al público una gran cantidad de problemas que conlleva, y/o también de detractores y críticos o posibles alternativas. La primera vez que leí un cuestionamiento a la teoría del Big Bang fue en un libro de Prigogine haciendo patente que muchas veces un comentario marginal o que parece nimio, puede ser un universo rico y fértil, al tiempo que generar tanta inquietud y dudas como un cuestionamiento que se cree fundamental. El multiverso ha llegado para quedarse y seguramente en unos pocos años habrá noticias que lo confirmen, aunque jamás podamos acceder a ninguno de ellas, y sin importar que sea absolutamente imposible verificarlo, que quede para siempre en el plano de las hipótesis, aunque sea por el momento o en la realidad en que vivimos. Ya he comentado en otra ocasión sobre la serie Fringe (por J. J. Abrams, Alex Kurtzman y Roberto Orci, 5 temporadas, Broadcasting Fox 2008–2013, EEUU), serie que se sostiene principalmente sobre la posibilidad de que ciertas especulaciones científicas, en sus consecuencias radicales, puedan dejar de ser especulaciones, para ser hechos de la realidad, creando un clima conspirativo y paranoide, en la misma se planteaba también la idea de un universo paralelo. Es muy común confundir una teoría plausible y sus consecuencias con hechos posibles en la realidad, de eso se encarga la “conspiranoia”, previniendo estos excesos teóricos, la termodinámica se yergue como guardián de lo imposible. En ciencias hay una frase que dice, no “no sabemos lo que es posible, pero sí lo que es imposible. Que la relatividad describa parte de la realidad, no significa que las deducciones teóricas de las que de ella se coligen, sean también reales, como por ejemplo viajar en el tiempo; cosa que hoy en día parece más que una hipótesis divertida un acontecimiento de la realidad. El mar de fondo que rodea esta reflexión es una pregunta de dimensión histórica y entrelaza teología, filosofía y ciencia, y es: ¿qué relación hay entre lo que puede ser pensado y la realidad? Si en los cursos iniciales de epistemología y /o semiología, este problema está simplificado hasta el absurdo, usando quizás el ejemplo más famoso, el cual es el affaire que tuvo lugar durante el fin del S XIX en Inglaterra y que involucró al escapista Houdini, a la reina Victoria y al escritor Conan Doyle todo en torno a si una foto de hadas -que hoy se sabe que falsa- era verdadera o no. La supuesta enseñanza es que aunque las hadas no existan, pueden ser imaginadas. Esto que un adolescente da por obvio, no es tan obvio en el ámbito de la ciencia especulativa, y mucho menos en el tan necesario “merchandising científico”, (un caso notorio es del carismático astrónomo, Neil deGrasse Tyson; también y “por tiro por elevación” lo fue Jurassic Park, film donde incluso, se parodia a arqueólogos vivos y ya fallecidos. En otra escala; es caso del Dr Max Tegmark; con sus clases cantadas como si fuese una misa evangélica (se pueden ver capturas de sus clases en el MIT, cantando con los alumnos como método de aprendizaje) Volviendo a las hadas y las fotos, también es cierto que en el siglo XIX, en plena infancia de la construcción de un mundo positivista, discutir sobre la realidad de una foto era el centro de la prensa. Hoy en un mundo donde la astrofísica discute teorías que quizás jamás podamos alcanzar, el problema se vuelve casi un problema de fe. Andrei Linde dice “La realidad existe independientemente de nosotros (…) Si existen, esos universos están separados del nuestro y, además, son inalcanzables e indetectables por cualquier medición directa (al menos hasta ahora). Y eso hace que algunos expertos se pregunten, si la búsqueda de un multiverso puede ser alguna vez verdaderamente científica”. Esto, en parte, es funcional a la noción de post verdad, provocando finalmente en que a nadie le interese si alguien cree o no en hadas, y, seguramente el lector se preguntará asombrado¿quién es aquella persona? y yo le debiera contestar que muchos, incluso muchos aún no saben el alcance de su credulidad. Si algo que es pensable, existe o no, se remonta a Platón, incluso él tiene el mérito de haber “conquistado” la noción de suprasensible, lo cual en definitiva permite pensar en un objeto teórico, que no necesariamente tiene existencia fáctica, o suponer que la tiene pero que no es alcanzable. Cuando Max Tegmark sostiene su teoría que implica un multi universo con niveles de uno a cuatro y le adjudica al IV nivel una estructura de tipo matemática diciendo: “Existe la posibilidad de que el mundo físico sea en sí una estructura matemática”. No hace más que una puesta a época de la teoría platónica, la cual propone que las entidades matemáticas existen en otro plano de la realidad. El problema, como podemos ver, no es nuevo, la física del Big Bang, las supercuerdas y el multi universo se parecen un poco al propio programa que la escolástica tuvo en la llamada edad media europea; la cual desde cierto punto de vista, consistió en el intento de entender de un modo racional, si no a Dios, por lo menos los mecanismos de la Fé. Debido a semejante cuestión, se debieron hacer un sin número de suposiciones, lo que en el ámbito de la primer época de la relatividad se llamaron problemas mentales. A lo que San Anselmo (Padre de la escolástica) que es demostrar la existencia de Dios, una demostración que a partir de Kant se va a llamar Argumento ontológico y es pensar que por su sola magnitud, sólo pensar en Dios, confirma su existencia, es por esta misma cuestión que se acuñó el término denostativo “discusión escolástica”; este argumento me atrevo a decir que es a Dios, lo que el multi universo es a la ciencia Tanto Terminator (Terminator, James Cameron, EEUU, 1984) o Volver al Futuro (back to the future, Robert Zemeckis, EEUU,1985) o el enlatado: El túnel del tiempo ( The time Tunnel, una temporada, treinta episodios, Irwin allen, 20Th Century Fox, 66–67, EEUU) sin embargo es Doctor Who quien se lleva las palmas (Doctor Who, Verity Ann Lambert; Sydney Newman; C.E. Webber; Donald Wilson, 1963- actual, UK) cuyo protagonista es una suerte de “señor del tiempo”, que usa (oh casualidad)una cabina de policía “brit”. Explora y arregla el tiempo pasado presente y futuro; por su música electrónica y efectos de bajo costo es icónica de la cultura pop, incluso es el serial con más tiempo en el aire (60 años), también en literatura, quizás la más famosa incursión en este tipo de viale es Un yanqui en la corte del rey arturo (Mark Twain,1889, EEUU), una sátira sobre la naturalización de los usos y costumbres modernos y la lista puede proseguir. Lo que todas estas historias comparten es la noción de espacio y tiempo, y que el futuro y el presente tienen en una relación punto a punto lineal, dicho de otro modo coexisten y se pueden corregir continua y permanentemente, lo cual deja implícito, problemas de carácter ético. El presente a costa de ser arreglado en el pasado es el más perfecto posible (visión epicéntrica de la realidad). El viaje en el tiempo siempre resulta en estas historias un Deus ex machina, no un tema en sí mismo, es un agente externo brindado por la especulación científica para hacer o explicar el mundo, finalmente un mundo perfecto. Pero, de la misma manera que en la antigüedad se tuvo que instalar la idea de libre albedrío para explicar los males del mundo, la continua permanencia de la miseria humana, es negada por la utópica posibilidad de ser corregida, su máxima expresión se encuentra en el film Hechizo de tiempo (Groundhog day, Harold Ramis, 1993, EEUU). El universo progresivo se vuelve horizontal La primer respuesta al posible loop del tiempo de manera concisa, provino como dije de Everett, al sostener que si la relatividad permite viajes en el tiempo para evitar la singularidad, necesariamente debe haber una infinitud de meta universos que hacía imposible volver al punto de partida, lo cual, si bien era una explicación lógica, era y sigue siendo imposible encararla desde un punto de vista científico. Uno de los fundamentos más conocidos es el principio de no contradicción y el otro es que si se pudiese viajar en el tiempo, estaríamos en un universo que se estaría reescribiendo continuamente, del tipo del pronosticado por Heráclito, y de un modo más elemental, la pregunta razonable: ¿por qué no conocemos a nadie del futuro?. Por eso aunque la introducción de la idea de multiverso en la narrativa cinematográfica, permite superar los impedimentos y problemas que ya aburren de los viajes en el tiempo se vuelve a fogonear la idea de que finalmente existe “algo” que posibilita arreglar “el desastre” en que nos vemos envueltos en la actualidad, un elemento de carácter metafísico aunque con ropaje científico. La teoría del multiverso no es una, sino muchas, y lo que finalmente hace es crear una justificación para disfrazar una historia convencional incluso un tanto simplista y reaccionaria, con un ropaje a la moda. Permite pensar las cosas más descabelladas, total el multiverso lo posibilita. Los sucesos se dan en un mismo tiempo pero en universos diferentes, desde bifurcaciones hasta los más extraños estados físicos. Lo que ya Lovecraft había descrito en sus cuentos con el agregado de la existencia de sus famosos vórtices espacio temporales. La ciencia suele ser homogénea en su paradigma central, los campos de conocimientos, en definitiva no son independientes, ni de la época ni entre ellos, el multiverso, si bien fue una respuesta a un problema lógico, durante años no tuvo ningún tipo de predicamento y hoy, en un mundo de incertidumbre, la teoría de los multiversos es funcional y se retroalimenta en espíritu de la época. El modo de producción científico — técnico se refleja en cine, a su vez que el cine instala ideas que aunque dificultosamente posibles, aparecen como reales. Muchas veces incluso, son funcionales al desarrollo o creación de un campo de saber tanto como instala mascotas, indumentaria y conductas como por ejemplo “la teoría del estado estacionario (Bondi y Gold) se inspiró en la intriga circular de la película Dead of Night que habían visto juntos”[1] El todo vale, la exacerbación de la sensibilidad individual y la posibilidad de todo tipo de creencias irracionales, no sólo es ideologia aunque éste lo niegue, sino también un fracaso del discurso del Logos y si hay algo que se respira en el aire es una suerte de mezcla en el que todo vale como solución utópica a la alienación; todo se convierte en una misma cosa, al que películas como Todo en todas partes y al mismo tiempo son funcionales: a una hiper expansión de los recursos para finalmente dejar poco o nada. De vuelta, henos aquí frente un problema escolástico. En Todo en todas partes al mismo tiempo, dirigida por DANIELS (Daniel Kwan, Daniel Scheinert) la teoría de los universos múltiples (aquí hay que hacer una digresión: no es lo mismo decir teoría de la evolución y teoría de los universos múltiples, la palabra teoría indica dos cosas diferentes) de vuelta es un Deus ex machina, un recurso, que parece querer revitalizar viejas historias; un Deus ex machina que en este caso funciona para sacarnos de la ya insostenible alienación al que nos conduce el sistema. La simultaneidad de eventos, permite creer que si en este mundo soy un perdedor, quizás habrá otro mundo en que puedo ser un villano o un héroe o tener otra forma. El tema del multiverso en la pantalla no es cosa novedosa, ya Sliders (Sliders, Tracy Tormé, Robert K. Weiss, 5 temporadas, 1995–1999, Fox, EEUU) usaba el concepto pero las producciones animadas como Rick & Morty (Justin Roiland, Dan Harmon, 5 temporadas, 2013–2020, Warner, EEUU) o Final Space (Olan Rogers, 3 temporadas, 2010–2021, TBS-Adult Swim, EEUU) dos enlatados notables, tienen el mérito de haber convertido el multi universo y sus posibles consecuencia teóricas en el centro temático. Posibilitado obviamente por la animación. Sin embargo, si uno piensa que ya existía intrínseco en los cuentos de de hadas irlandesas y populares en general, lo que hizo la ciencia es darles una justificación lógica a la pregunta que parecía resuelta ¿por qué no podría haber un mundo paralelo donde existen las hadas ? Las palabras de un Daniel Kwan sobre su film permiten vislumbrar un poco el problema ya dicho D.K.: “Da la sensación de que te estás ahogando en un mar de ideas y no puedes escapar. Y sientes que quieres enfadarte con el mundo, pero te das cuenta de que es culpa tuya. Eres tú el que lo convierte en una pesadilla. En términos generales, nuestro objetivo era hacer una película de multiversos que fuese hasta el infinito, que rompiese completamente toda lógica y que rompiese la narrativa para conseguir cualquier cosa. Y saber que ese era uno de nuestros objetivos hizo el proceso aterrador, porque teníamos que averiguar cómo conectar con la película, cómo hacer que la gente sintiese ese miedo existencial de alguien que está experimentando algo demasiado grande como para poder comprenderlo. Ese fue el punto de partida, y el viaje hasta llegar ahí fue un grano en el culo”. El andamiaje que crea el multi universo en el film que nos convoca es como el ropaje del rey: engaña con la impresionante cantidad de giros, todos distintos multiversos, en todos los cuales pasan cosas parecidas pero distintas, incluso uno en que sólo hay rocas parlantes; el tema es finalmente un melodrama familiar sobre inmigrantes, una bañacauda de tips sobre la tolerancia, el amor familiar, el otro, el distinto; todo es posible si se pagan los impuestos. En EEUU todo es posible, si pagan correctamente los impuestos, un film políticamente correcto para los tiempos que corren, mucha mezcla, mucho gag, mucho de todo, pero como un filósofo señalaba, cuando algo quiere asemejarse al todo, hay que tener la firme sospecha que quizás allí no haya nada. [1] Smoot, George. Wrinkles in Time. Harper Perennial: 1993. Página 68.
CONSTRUIRÉ MI PROPIO MULTIVERSO CON JUEGOS DE AZAR Y MUJERZUELAS Todo en todas partes al mismo tiempo toma una premisa que Marvel ha puesto de moda en el cine de entretenimiento y pretende darle una vuelta de tuerca personal y singular. Como concepto, no está mal. Hay mucho para trabajar, ya sea desde el distanciamiento en forma de parodia o desde una aproximación más seria y dramática, respecto del multiverso. Desde el tráiler, la película de Dan Kwan y Daniel Scheinert aparenta lo primero, pero termina siendo lo segundo, la suma de una trama sentimental sobre lazos familiares y otra existencialista acerca del sinsentido de la vida lo que termina tomando protagonismo. Evelyn Wang es una inmigrante china que lidia con las dificultades de manejar una lavandería junto a su esposo algo despistado e inocente y su hija, cuya homosexualidad no ha terminado de aceptar. Al mismo tiempo, sueña con otras posibles vidas que podría haber tenido, más exitosas, más glamorosas, más felices. De repente, se ve involucrada en un viaje a través del multiverso en el que debe derrotar a un villano que amenaza con destruirlo todo. En este caso, y a diferencia de las películas de Marvel, el concepto del multiverso permite construir una analogía respecto de la situación emocional de la protagonista y la dificultad a la hora de disfrutar y sostener sus vínculos. Aquí surge uno de los primeros y más importantes problemas de Todo en todas partes al mismo tiempo: antes de que podamos acomodarnos, conocer a nuestra protagonista, empatizar con su situación, nos vemos disparados a una hora de sinsentidos y absurdos generados por un multiverso que apunta a lo bizarro y a lo cómico. La metáfora inicial, la conexión básica entre fondo y forma, no queda bien hecha, por lo que toma tiempo llegar a entender la justificación del enredo formal y la trama enroscada que nos propone la película. Hay varias relaciones que trazar entre Todo en todas partes al mismo tiempo y otras películas: desde el montaje recuerda a la pretensión y el enredo del cine de Iñárritu; visualmente, y en las escenas de acción (si bien se introducen dentro de las fórmulas del wuxia), se parece a Matrix; su historia es llamativamente similar a la que cuenta otro estreno reciente: Red, de Disney-Pixar. Sobre esta última comparación se puede argumentar que, lo que el largometraje de Dan Kwan y Daniel Scheinert hace luego de 139 minutos de una intensidad algo cansina, la de Domee Shi lo lograba con mayor simpleza y autenticidad, en 40 minutos menos. No es que no haya cosas que rescatar de Todo en todas partes al mismo tiempo: la historia que quiere contar en el fondo, acerca de las relaciones problemáticas de una familia, no deja de ser sincera; además, es ambiciosa, y se esfuerza por ser una película distinta, lo cual siempre es de apreciar. El problema es que se esfuerza demasiado. En primer lugar, la superabundancia de chistes absurdos no causan gracia en su mayoría (la exploración del lado cómico del multiverso no alcanza la creatividad que la premisa demanda y el largometraje se enmaraña en una multiplicación de gags, paradójicamente, algo envejecidos y ya vistos); en segundo lugar, el exceso formal no da una recompensa satisfactoria en tanto el trabajo sobre el multiverso como metáfora no se desarrolla en los tiempos correctos; por último, hay más de un momento en el que la película se torna demasiado didáctica, insistente, subrayada, cuando lo que tiene para decir no requiere realmente tanto control del proceso interpretativo por parte del espectador. Esos son los peores momentos de Todo en todas partes al mismo tiempo, los cuales por suerte no ocupan toda la película. Es difícil decir que se trate de una obra totalmente fallida cuando, al menos en algunos momentos de la última media hora, logramos entender qué nos quiere decir y qué nos quiere hacer sentir, pero el camino para llegar ahí (y los minutos redundantes que vienen después) se vuelven bastante tediosos.
Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo es un filme muy particular, es excitante, desquiciado, acelerado, extraño, artístico y a la vez popular, es una experiencia única, con un montaje absolutamente brillante que merece cualquier premio que se le cruce, es impresionante como está pensado y ejecutado, y como con la velocidad que tienen las tomas y los cortes, es perfectamente entendible en las acciones sin perder al espectador, en ese sentido es una clase de cine, con una dirección atrevida, ingeniosa, pensada, inspirada y de altísima calidad. Un filme distinto obligatorio para todo cinéfilo, puede gustar o no al ser distinto, pero no es más de los mismo, y su construcción es excelente. Muy recomendada. La crítica radial completa en el link.
Excesivamente pretenciosa. Ataca al espectador con tanta información que se pierde en medio de su propio caos. Podemos rescatar las apariciones de Ke Huy Quan y James Hong después de muchos años fuera del radar. La pose delirante no es la mejor opción.
Reseña emitida al aire en la radio.
El estreno más exitoso en la historia del estudio A24 es una de las mejores películas del año. Cuando el COVID detuvo a Hollywood en 2020, muchos temimos que las presiones económicas y la incertidumbre harían que la industria fuera más conservadora en términos de lo que elegía financiar y que las audiencias fueran más selectivas en términos de lo que pagarían por ver. Parecía lógico que prevalecieran las secuelas, los remakes y las grandes franquicias. Esto se ha confirmado, hasta cierto punto: en lo que va de las 2022 películas como The Batman, Dr. Strange o Top Gun, se han disparado, mientras que los estrenos más “extravagantes” como The Northman, han fracasado. Pero Everything Everywhere All At Once, o en español Todo en todas partes al mismo tiempo, demuestra que si una película es lo suficientemente buena, lo suficientemente inteligente, lo suficientemente audaz, entonces aún puede convertirse en una sensación. Convirtiéndose en un éxito en Estados Unidos, finalmente la última película de Daniel Kwan y Daniel Scheinert (el excéntrico dúo que dirigió la extraña comedia negra de 2016 Swiss Army Man) producida por A24, llega a los cines latinoamericanos. En Everything Everywhere All at Once, los directores combinan la ciencia ficción, la comedia, la acción, la fantasía y la aventura, y rompen toda lógica posible para crear una cinta disparatada, pero profunda y conmovedora. Tal vez no va a ser la película favorita de todo el mundo, pero definitivamente es una de mis preferidas, y es una que todos deberían ver porque finalmente es una prueba de que todavía hay personas dispuestas a hacer películas extrañas, desafiantes y deslumbrantemente originales. Nuestra protagonista es Evelyn, interpretada por la maravillosa Michelle Yeoh, una inmigrante chino-estadounidense que dirige una lavandería con su esposo Waymond (la estrella de The Goonies, que finalmente vuelve a nuestras pantallas). En la primera media hora de la película conocemos la agobiante y claustrofóbica situación en la que se encuentra Evelyn: tiene un negocio que administrar, desordenadas declaraciones de impuestos, clientes que complacer, un padre exigente que parece nunca sentirse conforme, un esposo con el que discute y, una hija (Joy interpretada por Stephanie Hsu, que es maravillosa) con la que cada vez le cuesta más comunicarse e identificarse. Por más singular que parezca su situación hay algo universal en su historia y en sus emociones, porque esta mujer, atrapada bajo el peso de sus sueños fallidos, luchando por perpetuar una vida que no le apasiona, se siente profundamente abrumada por la implacabilidad de su vida, consumida por todo, en todas partes, todo a la vez. La película podría quedarse solo en eso, en la historia de esta familia, pero cuando están llegando a la oficina de la inspectora de impuestos (interpretada por Jamie Lee Curtis, que realiza una actuación maravillosa), Waymond se inclina para decirle a Evelyn que ya no es su esposo, sino una versión de él, de un universo paralelo, que ha viajado hasta aquí para encontrarla. El multiverso, le dice, está amenazado por la infame Jobu Tupaki, y solo Evelyn puede detenerla. ¿Su misión? Aprender a alternar entre las diferentes versiones de sí misma que existen en el multiverso para salvar el mundo. Antes de que los espectadores o Evelyn terminemos de entender lo que está ocurriendo, la acción estalla, y las bizarras batallas de kung fu no darán tregua hasta el último arco de la película. Empieza así una montaña rusa emocional y visual donde la amalgama de las realidades que vemos de los personajes se complementa con el trabajo de edición de Paul Rogers, el cual se mueve de manera rítmica ante las necesidades de cada escena; la fotografía de Larkin Seiple, como un camaleón de tendencias autorales; sin dejar atrás el vestuario de Shirley Kurata; el diseño de producción de Jason Kisvarda y, por supuesto, la maravillosa banda sonora creada por la banda experimental Son Lux, todos ellos adecúan al ambiente en donde se encuentran los personajes, sin importar lo simple o ridículo que pueda ser. Más allá de las divertidas y caóticas batallas y los distintos y absurdos multiversos, en medio de todo esto, que ocurre todo al mismo tiempo, el corazón de esta película está en el cuestionamiento de dos mujeres por el sentido de sus vidas. Por un lado, tenemos a Evelyn, que como ya mencioné, vive en una especie de piloto automático, lamentándose por todo lo que pudo haber sido y no fue; y por otro lado, tenemos a su hija Joy, asfixiada por las decepciones del sueño americano no alcanzado por su madre, sin un rumbo claro y cuestionando cuál es el sentido de la vida ¿Realmente importa lo que hagamos? En un mundo donde existen los multiversos, donde podemos ver todas las versiones de lo que nosotros mismos pudimos haber sido, es difícil no llegar a un nihilismo desgarrador. Si en todos los universos existe la soledad, si en todos existe el sufrimiento, si en todos realmente solo somos piedras en la inmensidad ¿Cuál es el sentido de nuestras vidas? Para Joy no lo tiene, nada importa, sin embargo en medio de su desesperanza, en un hermoso giro del guion, descubrimos qué la razón detrás de su persecución a Evelyn no era asesinarla, sino buscar una última esperanza de conectar con alguien que la entendiera, que diluyera el vacío y la soledad, que le demostrara que tal vez exista algo que valga la pena para no destruirlo todo, para no destruirse a sí misma. Y cuando parece que toda está perdido, el amor por Waymond y la perseverancia por salvar a su hija, le permite comprender a Evelyn que la mejor manera de derrotar este vacío, de recordarle el sentido a su hija, es a partir del amor. Así la última batalla de Evelyn en el último acto, es una serie de escenas divertidas y conmovedoras que nos demuestran a nosotros y a Joy, que la única manera de ganar es a través del amor incondicional. Es eligiendo la compasión y la comprensión sobre el juicio y el rechazo, es recordando que todas las decisiones que tomamos nos llevaron a este momento y solo nos queda apreciar y luchar por la vida que tenemos. Porque incluso si el caos reina, si en nuestra vida hay soledad o tristezas, es posible encontrarle sentido a la vida en momentos fugaces, y son esos momentos los que debemos apreciar, a veces suceden con el tiempo, a veces suceden todos a la vez.
Esta semana llegó a los cines Todo en todas partes al mismo tiempo, la segunda película de los Daniels (Daniel Kwan & Daniel Scheinert), quienes ganaron en Sitges y Sundance por su ópera prima Swiss Army Man. Producida por A24 (Good Time, El sacrificio de un ciervo sagrado, La tragedia de Macbeth, Midsommar y la serie Euphoria, entre muchos otros prestigiosos créditos), la película cuenta la historia de Evelyn Wang (Michelle Yeoh) y su familia. Al comienzo el relato ofrece una situación cotidiana. Evelyn es una mujer de mediana edad que no se siente realizada. Es propietaria, junto a su marido Waymond, de una lavandería. Tienen una hija, Joy, que es lesbiana. Y su propia frustración complica su relación con sus seres más cercanos. Además de una dificultad mayúscula con hacienda. Esta situación financiera se corporiza al visitar a Deirdre Beaubeirdra, una despiadada auditora de impuestos brillantemente interpretada por Jamie Lee Curtis. Lo que parte como un retrato costumbrista rápidamente migra hacia el fantástico cuando aparece la idea del multiverso. Mundos paralelos que se van multiplicando ante cada disyuntiva, cada decisión, y que le brindan a quien pueda controlarlos el conocimiento ganado por el individuo en cada una de esas otras vidas. Lo cierto es que la idea de los multiversos, en este filme, les permite a los realizadores la posibilidad de explorar distintas ideas, algunas de ellas muy entretenidas, lúdicas e imaginativas. Pero, como en casi toda ficción que incluye múltiples capas narrativas que se superponen, por momentos el relato se torna bastante farragoso, difícil de seguir. No obstante, gracias a las actuaciones y a que los los Daniels no se toman demasiado en serio, el resultado final es bastante satisfactorio.
Muchas capas para una misma cebolla La película que dirige la dupla Daniels plantea un viaje frenético hacia las varias versiones de una misma mujer, de realidades tan sorprendentes como ridículas. Las realidades o mundos paralelos ya no son novedad, son ciertos y esto es así porque existe internet. La doble vida que las redes promueven, con el aval tácito del comportamiento cotidiano, alteraron la percepción temporal. El cine, desde el montaje, había propuesto otra alteración sensitiva. La dualidad nunca fue otra más que la suscitada en la gran pantalla, en donde no había otra posibilidad de ingreso más que onírica. Por eso, el cine fue (y es) entendido como un sueño, una manera fantástica de adentrarse en otra materialidad, en donde el tiempo sucede diferente. Con internet, esto cambió. Ahora es posible interactuar y “vivir” paralelamente varias posibilidades. En este sentido, el título del film que es estreno de la semana, Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo, es un correlato preciso, y hace de esta premisa su aventura. Hay precedentes, con Matrix como el ejemplo más claro, en donde los protagonistas adquirían habilidades conforme a conexiones, de acción veloz. Para el caso del film de los “Daniels” (así elige nombrarse la dupla integrada por Daniel Kwan y Daniel Scheinert), la situación es similar, con el teléfono celular como guía o GPS. En lo argumental, Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo hace centro en Evelyn (la legendaria Michelle Yeoh, protagonista de El Tigre y el Dragón), madre/hija/esposa abnegada, con deudas, obligaciones, imprevistos acumulados, mientras lleva adelante su lavadero de ropa, en un equilibrio por lo menos inestable. Todo lo que le pasa es demasiado y a la vez. Sus movimientos y réplicas son precisos porque, si se desajustaran, parece que todo lo demás podría caerse. En este sentido, los encuadres y movimientos de cámara que la acompañan son consecuentes, organizados como están hasta el mínimo detalle, pretendidamente simétricos y espejados. En Evelyn recae todo, es como un vórtice. Padre, marido, hija, clientes, convergen en este mismo punto, ella. Cuando el desbalance en las finanzas le haga trastabillar (aquí vale distinguir, destacar y celebrar, a esa actriz de culto que es Jamie Lee Curtis), las demás piezas del dominó comienzan a caer. Esto, dicho así, suena bastante impreciso. Porque la elección del film es la de quebrar la lógica secuencial y dar vuelta el espejo del argumento cuantas veces lo precise. De este modo, Evelyn conocerá otras versiones de sí, a las cuales llega rápido y sin pausa, a partir de la “clarividencia” que su propio marido (interpretado por Ke Huy Quan, el mismo pibe de Indiana Jones y el Templo de la Perdición y Los Goonies, felizmente recuperado para la gran pantalla) le suscita. Por supuesto, es y no es su marido, sino otra versión del mismo. Un cruce de realidades en las que ella, de modo vertiginoso, habrá de caer, para entenderlas y sobrellevar, así, el presente que le toca. De no suceder, todo lo demás, como el dominó, se desmoronará fatalmente. Lo imprevistamente veloz de la situación podría resultar incongruente. Así es. Pero también no. El film de los Daniels es acorde con la manera misma desde la cual son hoy experimentados estos relatos, de capas superpuestas que transgreden el concepto mismo de yuxtaposición. Hay elementos narrativos de los video-juegos, pero esto ya no tiene mucha sorpresa, en todo caso, se trata de un gran ejemplo de cine digital, cuya manipulación toca tanto a la coreografía de artes marciales como a la mixtura interna de las imágenes, que se deforman y reorganizan a la par de la transición a la que obliga el corte del montaje. Por esto mismo, no se trata de imágenes yuxtapuestas, sino de una sucesión alocada por sinestésica; para la cual, de todos modos, prima un guión. Hay una historia, y ésta es la de la madre con su hija. Allí está el aleph del asunto. Entre las dos, hay un conflicto que replica hacia atrás y adelante, como heroína y villana (de acuerdo con el punto de vista elegido) que visten atuendos, por momentos, de personajes de historieta. La alusión al cómic es inevitable, la coincidencia con Dr. Strange en el Multiverso de la Locura no es casual, hay un mismo procedimiento, con resultados mejores o peores, según el caso. Lo que sí puede decirse, de manera equivalente, es que tanto una como otra hacen pie en el lenguaje de los cómics (antes que en sus personajes). La película es un gran ejemplo de cine digital, cuya manipulación permite deformar y reorganizar el relato. Las revistas de historieta (las que están en papel, no en digital) hacen convivir, al ojo de quien las mira, muchas páginas, dibujadas y superpuestas, que accionan sus imágenes simultáneamente. Quien lee historietas sabe que debe evitar paginar, para no arruinar la deriva del relato, que es secuenciado y “lógico” (con la literatura esto no sucede, no hay peligro “visual”). De todos modos, el lector sabe que todas esas imágenes están, a la vez, al mismo tiempo, dispuestas a (re)activarse al paginar. Y paginar es, precisamente, una de las maneras de leer historieta, es parte del asunto. Esto lo sabe muy bien Sam Raimi, y ahí está su Dr. Strange, que no es nada magistral, pero asume el desafío. Y también, a su manera, lo hace Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo, como si se eligiera ver toda la película a la vez, de un tirón y sin paciencia (algo tan actual, qué duda). Desde ya, para el caso de ésta y cualquier película (que todavía responda a lo que se entiende más o menos por cine) no es más que una ilusión, porque la secuencia de imágenes es siempre obligada, es ésta la manera desde la cual toda película es vista. Eso sí, la información se acumula y golpea entre sí. Y eso provoca algo. Seguramente cierto goce, pero también cierto hastío. Hay un límite. ¿Hay un límite? La propuesta de los Daniels no es nada ante lo cual quedar boquiabierto o lo que sea, en todo caso, su interés –que es fugaz, algo que se comprobará, como no puede ser de otro modo, “rápidamente”– está en la manera desde la cual se articula todavía como “película”. Fragmentada en tantas capas necesite la historia. Es decir, todavía queda un resabio de algo que contar, para justificar, por ejemplo, a dos piedras que dialogan (con intertítulos) tanto como al chiste o burla a Ratatouille y al cine de Wong Kar-wai (tales cuestiones, mejor descubrirlas en la película). En síntesis, no queda mucho más. Esto es lo también cierto. Pueden ser una o cien capas, y las cáscaras resultar demasiadas para una cebolla cuyo sabor no cambia.
¡Bienvenidos al verdadero multiverso de la locura! «Todo en todas partes al mismo tiempo» es, hasta ahora, el estreno más audaz del año, y sí, quizás, la película más atrevida y arriesgada en mucho tiempo. ¿De qué trata? Evelyn (Michelle Yeoh) y su familia tienen un lavadero de ropa, pero un problema con la declaración de impuestos del local hace que tengan que asistir a una cita con hacienda para aclarar las inconsistencias. En medio de la reunión, Evelyn descubre la existencia de multiversos, universos paralelos en los que su vida es diferente, lo que deriva en una experiencia que jamás imaginó. Análisis de «Todo en todas partes al mismo tiempo»: el multiverso de la locura Cuando parecía que todas las historias estaban contadas, llegan los Daniels y presentan esta película loca, rara, delirante, pero a la vez coherente y probablemente más profunda de lo que parece. Los efectos y la vorágine visual (venga un premio para el montajista) encandilan y te trasportan a un viaje que, a contramano de lo que suele pasar(me), hacen que la película sea absolutamente dinámica y el tiempo vuele. «Todo en todas partes al mismo tiempo» es una película distinta desde todo punto de vista: primero, porque tenemos una mujer asiática de 50 y tantos como protagonista. Eso no pasa. Segundo, porque los directores le han dado rienda suelta a su creatividad de formas poco habituales, incluidos gags que podrían salir en una comedia de mal gusto, pero convertido en solo unas escenas de una película que, al margen de detalles burdos, coquetea con la reflexión filosófica. ¿Qué es, finalmente, el multiverso que recorre Evelyn, sino las infinitas posibilidades de «ser»? No por nada uno de los conflictos de la historia es la relación con su hija Joy y los problemas para decirle a su abuelo que es lesbiana. O el hartazgo de Evelyn con una vida que la supera. «¿Qué hubiera pasado si…?» como disparador. ¿Quién no se lo preguntó alguna vez? Y si esto o aquello hubiera sido diferente, un detalle, una anécdota, un sí o un no alterado, un llamado no hecho, un paso en falso. ¿Cómo se hubiera alterado todo? ¿Cuántas Evelyn podría haber habido? ¿Qué hace Joy con todo eso que le pasa y, de alguna forma, se ve obligada a reprimir? ¿La explicación de una época? Quizás quedé encandilada. Es difícil que no suceda. Pero lo confieso: en algún momento, mientras veía la película, me pregunté si no estaba siendo testigo de la nueva «Matrix» (1999). No solo por el planteo de otras realidades, del despertar a una visión diferente del «mundo», sino porque, tal como la película de las Wachowski, hay en todo eso una gran metáfora respecto al ser y la identidad. «Matrix» fue también la película que dio paso al nuevo milenio. Su historia de despertar, de cambio de paradigma en varios sentidos se adelantó a lo que hoy es la realidad. «Todo en todas partes al mismo tiempo» también puede entenderse como un producto de su época y, quizás, un adelanto de lo que viene. No, no habrá viajes otros universos, pero sí hay redes sociales donde cada uno decide qué parte suya mostrar, cuál de las vidas es la que rige, la que manda. Los pequeños multiversos que se cuelan al usar distintas fotos, presentaciones y comentarios en Linkedin o Tinder, o la doble cara de quien en las redes es un troll. A su modo, «Todo en todas partes al mismo tiempo» también es un llamado a despertar: ¿por qué seguir en el lavadero si hay posibilidades infinitas? Conclusión Cuando una película da para tanto, para que uno se permite analizar e interpretar cosas, acertadas o erradas, pero que sea al menos un disparador para pensarlo, entonces algo bueno pasó. En la sala hubo risas, tensión, pero también momentos de seriedad. Esa multiplicidad del título invita a eso, a la mezcla de todo, incluidas las emociones. Quizás «Todo en todas partes al mismo tiempo» no sea un film que todo el mundo disfrute ver, pero su mérito es enorme. Una nueva película de culto ha nacido, de eso no hay dudas. «Todo en todas partes al mismo tiempo» Puntaje: 9 / 10 Duración: 139 minutos País: Estados Unidos Año: 2022
Esta ambiciosa, extravagante y frenética película protagonizada por Michelle Yeoh mezcla thriller de artes marciales y drama familiar en una aventura alucinante. Es difícil definir, explicar y hasta entender qué es TODO EN TODAS PARTES AL MISMO TIEMPO. Uno puede usar diversas combinaciones de referencias y se quedaría corto, ya que si bien esta película las incluye a la vez tiene una voz y una metodología propia que solo puede definirse como un producto de «los Daniels», los directores de la peculiar SWISS ARMY MAN. Un film de acción y artes marciales, un multiverso que deja chiquitísimo a los de Marvel, un drama sobre una familia de inmigrantes asiáticos y una celebración de las posibilidades creativas que tiene el cine (el montaje, especialmente), la película protagonizada por la estrella del cine de Hong Kong Michelle Yeoh es un poco como ese bagel multicereal (el célebre «Everything Bagel») que funciona como una de las metáforas principales de la película: es una mezcla en la que hay de todo, para todos y que puede ser tan delicioso como indigesto, según como cada uno le hinque el diente. Dividida en tres partes (dos partes y una breve coda, en realidad), este muy particular film de 140 minutos es la apuesta más ambiciosa –y, a juzgar por su taquilla estadounidense, más exitosa– del sello A24, que se distingue por sus películas siempre arriesgadas y creativas. ¿Qué es EVERYTHING EVERYWHERE ALL AT ONCE? En lo fundamental, es la historia de una mujer llamada Evelyn Wang (Yeoh), que tiene una lavandería, una intensa hija con la que se lleva mal (Stephanie Hsu, brillante en MARVELOUS MRS. MAISEL), un marido con el que está a punto de separarse (un excelente Ke Huy Quan, el niño de INDIANA JONES Y EL TEMPLO DE LA PERDICION) y un padre (el veterano, casi mítico, James Hong) que siempre la juzga por todo lo que hace. Y, en general, casi todo lo hace mal: las cuentas de la empresa son un desastre, la mujer que se encarga de auditar sus impuestos (una casi irreconocible Jamie Lee Curtis) vive poniéndole trabas, le cuesta aceptar que su hija tenga una novia y está al borde de la más absoluta depresión. Ese drama de familia de inmigrantes asiáticos –que, con distintas variantes, hemos visto más de una vez, desde THE FAREWELL hasta RED, de Pixar– explota por los aires de un modo brutal cuando, digamos, el mundo de Evelyn revela ser apenas uno de los millones paralelos en los que ella (todos, bah) está viviendo. Sí, la idea del multiverso que maneja Marvel y ciertos segmentos de la ciencia aparece aquí, sin límites aparentes, y los personajes de pronto descubren no solo que hay muchas versiones de sí mismos un poco o muy distintas entre sí, sino que la salvación de todos esos mundos depende de lo que hagan o dejen de hacer, usualmente mediante la acción. Es así que los Daniels tienen que tratar, a la vez, de explicar las curiosas reglas en las que se organiza este multiverso mientras, a la vez, los personajes chocan constantemente uno frente a otros en distintos universos concurrentes. Esto es: la película hace saltar a Evelyn (y no solo a ella) de un mundo y una personalidad a otra, tanto moviéndola de lugar como haciendo que las habilidades y conocimientos de sus otras versiones le aporten a la suya, que es bastante torpe y débil. Esa «pobre variante» de Evelyn necesita de todas esas fuerzas para luchar contra la que parece ser la gran enemiga del multiverso entero: Jobu Tupaki, que no es otra que… bueno, ya verán. La primera hora y parte del film será una ambiciosa, confusa, desaforada, divertida, caótica y ridícula película de artes marciales, un combo en el que conviven Marvel, MATRIX, todo el cine de acción de Hong Kong y esos toques de comedia absurda y por momentos gruesa de este par de directores que supieron hacer una película sobre un muerto que no paraba de tirarse pedos. Visual y creativamente es demoledora (montaje, vestuario, arte, diseño y un complejo guión que necesita ser entendido en movimiento perpetuo) pero también puede agobiar, con un ritmo frenético que no descansa nunca, como si los directores fueran magos que sacan 45 trucos de la galera en paralelo y sin parar. Sin dejar de ser esa novela gráfica en movimiento, la segunda parte se vuelve más humana y reflexiva, combinando el caótico recorrido por los pasillos del videoclub que hacen los directores regurgitando películas vistas con un regreso al drama familiar del inicio, aunque ya en clave un tanto más ¿surrealista? Allí, por suerte, la película baja un cambio en su irrefrenable marcha de coctelera audiovisual y trata de rearmarse de un modo, si se quiere, más cercano al de un film de Charlie Kaufman. Básicamente, tratando de preguntarse: ¿qué significa todo esto que está pasando para los protagonistas? Es claro que los Daniels no quieren ni pueden meterse en los abismos filosóficos del guionista de ¿QUIERES SER JOHN MALKOVICH? y que lo que tienen para aportar al respecto es un poco más canónico y tradicional, pero de todos modos –aún con sus limitaciones y sus momentos un tanto cute— consiguen darle a su experimento una cierta potencia emocional. TODO EN TODAS PARTES… pasa a ser así una película que trata sobre las infinitas posibilidades que la vida nos presenta en distintos momentos (en este corto previo los Daniels hablan de eso), las elecciones que hacemos en cada uno de ellos, las consecuencias que tienen para nosotros y para las personas que tenemos cerca, y la posibilidad que siempre tenemos de modificarlas, de corregir eso que hicimos mal. O no… Pero ningún resumen, de todos modos, preparará al espectador para la experiencia que es EVERYTHING EVERYWHERE… Para spoilear lo menos posible solo diré que hay escenas escatológicas, otras animadas, conversaciones entre objetos, homenajes a decenas de films (un segmento, no tan paródico como parece y dedicado a Wong Kar-wai, es excelente), el famoso y monumental bagel cuya función ya descubrirán, momentos a los que la palabra meta les queda chica, un vestuario para nominación al Oscar e infinitas variaciones de mundos posibles en una trama que se sostiene porque se apoya desde el vamos en el absurdo y jamás intenta que el espectador trate de tomarla seriamente. Y si la película se sostiene, además, es porque la actriz de EL TIGRE Y EL DRAGON (entre decenas de otros títulos) y el grupo de actores que la acompañan le dan una credibilidad emocional a lo que va pasando, especialmente en su segunda mitad. Allí donde las películas multiversales (?) de Marvel se repiten y agotan, acá los Daniels tienen la inteligente idea de reconfigurar los ritmos del relato y el manejo de la violencia, poniendo más sangre en su primera parte y dejando que el último tercio de la película consista en lidiar con las decisiones, miedos, traumas, arrepentimientos y elecciones hechas a lo largo de una vida. Y esa familia, como cualquier otra, tiene muchos años de terapia para hacer. Por suerte –para su estabilidad y su bolsillo– lo pueden hacer todo, en todas partes y al mismo tiempo.
Dirigida por ‘los Daniels’ (Kwan y Scheinert, dúo de cineastas independientes autores de esa joya llamada “Swiss Army Men”) y protagonizada por la eterna Michelle Yeoh, nos llega esta superproducción producida por A24. El estilo de la dupla cristaliza algo complejo, como encauzar una impronta poética a imágenes que van de lo absurdo a lo melodramático, forzando la narrativa hasta un punto en donde el terreno argumental es difícil sostenerse dentro del verosímil planteado. Semejante conversión de elementos, a priori, imposibles de congeniar, da vida a “TALVYETP”, una estimulante declaración de intenciones acerca de la identidad, los lazos familiares y la búsqueda de superación. Recurre a homenajes cinéfilos de lo más delirantes, amalgama de contradicciones y sabe que acabarán de funcionar por acumulación. Es una forma de entender el cine que nos enfrenta a cierto paradigma pocas veces antes visto. Entrecruza estéticas, atmósferas y líneas temporales, partiendo de influencias que van desde “Volver al Futuro” (1985, Robert Zemeckis) y “Matrix” (1999, Hermanas Wachovski), como pretexto filosófico para enfocar la estructura conceptual expansiva acerca del ‘que pudo haber sido’. Confuso y avasallante, el film ancla sus coordenadas en una realidad alterna que retuerce lo previamente conocido. Para ello establece reglas y camina una línea muy delgada, que se debate entre lo pensativo y lo emocional, entre lo caótico y lo enfocado. Dialoga acerca de tragedias universales y se muestra especialmente efectiva en su hábitat. Drama, acción y comedia se mixturan, en manos del tándem creativo, dispuesto a virar de lo más ridículo a desagradable, de un momento a otro. Metonímica, imaginativa, sensible y barroca, múltiples capas de dimensiones van cambiando de forma ante nuestros ojos, en la línea de la incomprendida “Cloud Atlas” (2011). Quizas su aspecto más relevante, “TALVYENTP” porta un mensaje humanista que no teme bordear la desvergüenza a la hora de validar su mirada sobre la condición humana. Ambición que no carece de ligereza y espíritu lúdico, a través de un extenso metraje que alcanza las dos horas y media de duración. Rodada a estrambótica velocidad y recurriendo a notables herramientas visuales, este alocado sketch en medio de un mundo de ciencia ficción desbocado nos propone un surrealista y meteórico viaje en tiempos del multiverso. No faltará un despliegue corográfico digno del mejor cine de de artes marciales. Tampoco la participación especial de una deliciosa Jamie Lee Curtis.
Hace poco, parafraseando la recordada frase de un dirigente político argentino, alguien bromeaba en twitter: “Dejemos de meter planos de personajes en salas de cine moqueando emocionados mirando la pantalla por dos años”. Efectivamente, alrededor de las nominaciones al Oscar fueron apareciendo varias películas con la fascinación por el cine como eje del argumento. La ocasión permite preguntarse: ¿asciende la calidad de un film porque su historia de ficción considere los imprevistos de un rodaje o la vida de un director cinematográfico o un personaje cinéfilo? “Una película no es su guion” dijo alguna vez François Truffaut, advirtiendo que su valor no pasa por lo que cuenta sino por cómo lo hace o, en todo caso, por cómo logra que su forma exprese o complete su tema: él mismo hizo en 1973 La noche americana, una ficción sobre el mundo del cine en la que volcaba su pasión cinéfila a través de un guion hábil y un lúcido trabajo de dirección. Si los personajes y algunas situaciones de La noche americana hubieran tenido que ver con la gestación de un proyecto que no fuera una película –un edificio, por ejemplo–, el humanismo y virtuosismo de Truffaut para entrelazar historias e incidentes tragicómicos hubieran asomado de igual forma, más allá de que el cine como asunto era un afectuoso plus. El imperio de la luz transcurre en la Inglaterra de los años ’80 y se centra en una mujer que trabaja en una enorme sala cinematográfica, espacio esplendoroso de pasado próspero en cuyo seno se agitan los problemas que aquejan a sus empleados. Una elegancia si se quiere anticuada despliega el film, gracias al notable trabajo del director de fotografía Roger Deakins, delicados paneos, planos que saben tomarse su tiempo y una música que busca emocionar sin disimulo pero con clase. A pesar de sus defectos (acumulación de conflictos, una relación sentimental que avanza casi por exigencias del guion, hechos que se encadenan de manera no siempre verosímil), El imperio de la luz tiene a su favor la expresividad de Olivia Colman, la eficacia del resto de los intérpretes y la capacidad de Sam Mendes para seducir con imágenes de belleza medio artificiosa, mientras va rozando circunstancias dolorosas. El cine no es aquí lo primordial, aunque lo parezca: al estrenarse en nuestro país, un crítico dijo haberse sentido engañado al verla porque, según escribió, se la habían vendido como “un tributo al séptimo arte (la Cinema Paradiso de Sam Mendes) y terminó siendo un apenas correcto melodrama”. Ya desde su título la película alienta expectativas que se cumplen a medias; de todas formas, siendo “apenas” un discreto melodrama ¿ya no estaría celebrando y reivindicando al cine? El inesperado e incomprendido idilio entre una mujer mayor y un joven negro que expone el film parece un eco de Imitación a la vida (1959, Douglas Sirk) o La angustia corroe el alma (1974, Rainer Fassbinder): ¿acaso podría afirmarse que estas últimas valdrían más si el cine fuera parte de sus historias? Al mismo tiempo, El imperio de la luz tiene elementos que no se encuentran en Los Fabelmans (Steven Spielberg) y Babylon (Damien Chazelle), películas recientes que también abordan –más directamente– el cine como tema. Como ya había escrito aquí, el film de Spielberg es tan grato, benigno y dulzón como simple, a veces redundante. Secuencias como en la que el joven protagonista descubre un secreto de su madre o la de la proyección que le permite comprobar cómo puede ganar respeto y autoestima gracias al cine, son aciertos que el film de Mendes no tiene, pero éste desliza apuntes que lo acercan a una visión del mundo más adulta, menos aniñada: la violencia de los skinheads, las políticas de Thatcher de fondo, la angustiada resignación del joven negro y su madre ante la discriminación (casi como un destino del que no podrán escapar viviendo allí), el acoso sexual y el abuso patronal en el ámbito laboral. En tanto, si alrededor de la celebración del cine que propone Los Fabelmans hay picnics, navidades familiares y bailes estudiantiles, Babylon se empeña en convertir el vértigo que era Hollywood un siglo atrás en un espectáculo poco familiar, aunque lo hace con inmadurez, forzando aglomeraciones orgiásticas, atracones de cocaína y alcohol, puteadas a los gritos y extravagancias de impostado salvajismo (valgan como ejemplo lo que ocurre en distintas secuencias con un elefante, una serpiente y una rata), como si detrás de su guion y su parafernalia hubiera chicos creyéndose mayores cometiendo determinadas transgresiones. En esta suerte de tren fantasma en el que parecen cruzarse Emir Kusturica con El lobo de Wall Street (2013, Martin Scorsese), prácticamente todos los acontecimientos forman parte de rodajes, ensayos y conversaciones o reyertas entre diversos miembros de la industria cinematográfica. Entre sus numerosos personajes, unos pocos muestran algo de humanidad y contención: el negro fiel a su música, una realizadora atenta a su trabajo sin dejarse invadir por la histeria que la circunda, el bienintencionado joven mexicano interpretado por Diego Calva. Otros, en cambio, parecen piezas de un engranaje dislocado, desde Margot Robbie poniendo su belleza y su energía al servicio de una jovencita alocada con un look fuera de época, hasta Brad Pitt haciendo casi de sí mismo y la china Li Jun Li imponiendo excentricidad hasta la caricatura. Hay un momento en Babylon que logra expresar una de las riquezas del cine, cuando una periodista (Jean Smart) le hace notar a un galán preocupado por los altibajos de su trabajo (Pitt) el privilegio que tienen actores y actrices de perdurar en el tiempo, reviviendo cada vez que vuelve a exhibirse una película suya. Esa secuencia es un acierto, que lamentablemente culmina con una muerte que va anticipándose de modo poco sutil. Y si de homenajes al cine se trata, a Chazelle no se le ocurrió algo mejor para el final que –usando como excusa una especie de revelación o presagio del joven mexicano– mezclar fragmentos y efectos especiales de películas de distintas épocas con algún chisporroteo experimental, suponiendo con eso un resumen de la historia o la esencia del cine. Esto último podría relacionarse con Todo en todas partes al mismo tiempo (Daniel Kwan/Daniel Scheinert), especie de aparatoso calidoscopio en el que una inmigrante china (Michelle Yeoh) encuentra salidas reales e irreales a sus problemas navegando por el multiverso. Aquí también hay citas cinéfilas (El tigre y el dragón, Matrix, Kill Bill, la infaltable 2001, odisea del espacio, curiosamente Con ánimo de amar), formando parte de un combo que, además, incluye referencias a minorías rechazadas, la idea de las vidas alternativas que acompañan a las personas y Jamie Lee Curtis caracterizada como para un capítulo de Los Simpson. Los «homenajes” al cine son meras imitaciones, más o menos simpáticas, mientras que con los virajes a la animación o al stop motion los directores parecen confundir libertad creativa con mezcolanza. Y así como el film de los Daniels busca despegarse del universo infanto-juvenil de impronta Marvel incorporando livianamente elementos del “mundo adulto” (consoladores, por ejemplo), lo mismo ocurre con su pueril manera de demostrar respeto o cariño por el cine. Si se piensa en los premios que viene ganando, Todo en todas partes al mismo tiempo –título que funciona, en buena medida, como explicación– viene a confirmar el superficial concepto que muchos cinéfilos, críticos y miembros de la Academia de Hollywood tienen de lo que puede considerarse original y moderno. Películas que puedan verse como homenajes al cine hay muchas y valiosas, por distintos motivos, desde el clásico Cantando bajo la lluvia (1952, Gene Kelly/Stanley Donen) hasta Ed Wood (1994, Tim Burton) o Good bye, Dragon Inn (2003, Tsai Ming-Liang). En la actualidad, ¿el cine necesita que se explore su exuberante caudal de logros estéticos y se lo revalorice como fenómeno? ¿Hace falta recordar la magia de compartir una película rodeado de gente en una sala a oscuras? Probablemente sí, después de la traumática experiencia que deparó el Covid-19, con salas cerradas demasiado tiempo y la gente con miedo a salir y reunirse en lugares cerrados. Pero (al margen de que esta pasión cinéfila nunca aparece en las carteleras en forma de documentales, con alguna excepción aislada como Ennio, el maestro), una cosa debería darse por segura: nada nos recuerda mejor el poder del cine que una buena película.