Algún mal pensado querrá creer que la última película de Brad Bird es sólo un ardid publicitario para atraer al público a una de las atracciones menos visitadas de Disneyworld. Algo similar a lo ocurrido con la saga de “Piratas del Caribe”, destinada a acumular millones y millones de dólares. El director de maravillas como “El Gigante de Hierro” (The Iron Giant, 1999), “Los Increíbles” (The Incredibles, 2004) y “Ratatouille” (2007) es un soñador y un optimista que, a pesar de todo, mantiene la esperanza en el futuro que le depara a este planeta en manos de la raza humana. Algo bastante parecido (y diferente) a lo planteado por Christopher Nolan en “Interestelar” (Interstellar, 2014), pero con menos agujeros de gusano y más fantasía retro-futurista. Con “Tomorrowland” Bird se pone nostálgico y rescata esas típicas aventuras familiares que engalanaron la década del ochenta y se convirtieron en clásicos instantáneos. Films disfrutables por chicos y grandes, con un poquito de moraleja, pero también con bastante ironía acumulada. Desde los títulos, la película nos invita a dejar volar nuestra imaginación y a sumergirnos en una historia cargada de misterios y ciencia ficción. Frank Walker (George Clooney), chico prodigio e inventor, supo cumplir algunos de sus sueños de la niñez, pero con el tiempo las desilusiones le ganaron de mano convirtiéndolo en un cínico taciturno cuya ermitaña existencia va a chocar con la curiosidad científica, el intelecto y el optimismo de la adolescente Casey Newton (Britt Robertson). Con la ayuda de una extraña jovencita conocida como Athena (Raffey Cassidy), los dos deberán sortear unas cuantas amenazas (robots asesinos incluidos) e intentar arribar a Tomorrowland, un enigmático lugar perdido en una dimensión paralela que podría cambiar para siempre el destino de la raza humana. Tomorrowland, el lugar, no la película, es una hermosa utopía retro-futurista construida gracias al aporte de científicos, artistas, inventores… en una palabra, soñadores que, desde hace décadas, trabajan en conjunto para mejorar nuestro planeta. Un refugio idílico en caso de emergencia, destinado a salvar a la humanidad cuando el momento lo amerite. La cuenta regresiva ya está en marcha y dependerá de la astucia de Casey y los conocimientos de Frank intentar ponerle un freno a algo que parece inevitable. Visualmente fascinante y entretenida, “Tomorrowland” se balancea entre el humor, la acción y complicadas teorías científicas cortesía de su coguionista Damon Lindelof (co-creador de “Lost”) que acá, tampoco puede evitar impregnar la historia con algunas extrañas conspiraciones y vueltas de tuerca que podrían llegar a marear al espectador desprevenido. Sorteando estos pequeños obstáculos y un final digno del Disney más empalagoso, que igual no llegan a deslucir una gran trama de fondo y personajes con los que enseguida podemos identificarnos, hay que aplaudir la valentía (y destrezas) de Bird y Lindelof que se animan a contar una historia original y diferente en esta época plagada de secuelas, remakes y adaptaciones. “Tomorrowland” se destaca, tal vez, más por lo visual que lo narrativo, pero el combo fantasía/ciencia ficción/diversión/moraleja sigue siendo una buena propuesta para disfrutar en familia o con amigos.
Un mundo (im) perfecto Hace una semana se estrenaba Mad Max: Furia en el Camino, una más -aunque no menos- de esas películas que nos auguran un mundo devastado, distópico y en el que solo sobrevivirán los más fuertes. Tomorrowland es quizás una oveja negra dentro de estas representaciones plagadas de zombies, marginales y demás sobrevivientes errantes porque tiene una noción de futuro optimista, pero no por esa diferenciación puede erigirse sobre las propuestas más negativas con respecto al destino de la humanidad. La nueva película de Brad Bird (quien vuelve a apostar por el cine de actores de carne y hueso luego de Misión Imposible: Protocolo Fantasma) en realidad se preocupa más por probar la existencia de un futuro como concepto.
Dos películas en una Hay al menos dos películas en Tomorrowland. La primera de ellas, la buena, comienza presentando a un chico que, en 1964 visita la Feria de las Naciones de Nueva York con el prototipo de un propulsor aéreo a cuestas. No consigue financiación, pero sí el pasaporte para ingresar a un universo paralelo y futurista, ubicado en espacio y lugar inciertos, donde se concentran jóvenes creativos de todo el mundo. El film saltará hasta la actualidad, cuando la hija de un futuro ex empleado de la NASA (Britt Robertson) recibe una invitación similar. El problema es que aquel mundo dejó de existir por distintas situaciones que se explicitan en el film, obligándola a aliarse con el ex niño prodigio devenido en científico loco (George Clooney) para resurgir de las cenizas a aquel paraíso del conocimiento. Durante esta parte, Brad Bird (El gigante de hierro, Los Increíbles, Ratatouille, Misión: Imposible - Protocolo fantasma) construye una fábula de aventuras ambientada en un universo de ciencia ficción digno de la primera Hombres de Negro, con la pareja protagónica huyendo de sus perseguidores robots mientras intentan develar el misterio de lo ocurrido. Los problemas comienzan en la segunda mitad, cuando el coguionista Damon Lindelof (Lost, The Leftovers) tome el control de la historia y desplace la comedia para abrazar un tono mucho más grave digno de las historias falsamente enrevesadas de Christopher Nolan, con tendencia a la sobre explicación y un final aleccionador y moralista incluidos, convirtiendo a Tomorrowland en un 2 x 1 que, contra toda lógica, no termina siendo demasiado negocio para el espectador.
Regreso al futuro Tomorrowland (2015) tiene una visión algo impopular acerca del futuro: puede que no sea tan malo. Se nos enseña que la humanidad y la Tierra están condenados a matarse mutuamente, si la humanidad no se suicida primero, pero puede que el mundo no esté destinado a convertirse en la distopía que todos hemos aprendido a amar. Nos hemos acostumbrado tanto a la idea de que vamos a terminar como Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015) que ya no nos preocupa tanto el apocalipsis como el post-apocalipsis. El film abre en la Feria Mundial de 1964. Un joven prodigio llamado Frank intenta impresionar a un comité con el prototipo de una mochila propulsora o jet pack. Capta la atención de una avispada niñita llamada Atenea (Raffey Cassidy), quien le guía a la titular Tomorrowland, “la tierra del mañana” (ubicada paradójicamente no en el futuro sino en otra dimensión). Se trata de una rutilante ciudadela que vive y respira el recalcitrante optimismo americano al estilo Norman Rockwell, habiendo cumplido con todas las maravillas retro-futurísticas que profetizaban los Supersónicos por aquel entonces, cuando todavía se creía que la tecnología del futuro resolvería todos los problemas de la humanidad en vez de vehiculizarlos más rápidamente. Ya en el maravilloso 2015, Atenea recluta a un segundo prodigio, una joven hacker llamada Casey (Britt Robertson) y unen fuerzas con el adulto, amargo Frank ([George Clooney) para encontrar una nueva ruta hacia Tomorrowland, la cual ha caído en desgracia y cuyo destino se haya ligado al de la Tierra de una forma confusa. No importa. Tomorrowland debe ser salvada, como la Tierra de Nunca Jamás, Oz, Narnia, Fantasía, Terabithia, Hogwarts, Campamento Mestizo y Ooo antes de ella. Nunca basta con emancipar al Joven Elegido de la restrictiva patria potestad, dejar detrás una mediocre realidad terrenal y llevarlo a vivir al mundo con el que siempre soñó. Siempre hay que redimirlo de una u otra forma. Tomorrowland pues se convierte en una historia de aventuras con motivo de ciencia ficción y encabezada principalmente por las dos jóvenes actrices, Cassidy y Robertson (Clooney no entra en juego hasta la segunda mitad de la cinta). Las secuencias de acción son raudas y divertidas, la mejor siendo un asedio que nuestros héroes combaten con ingeniosos chiches tecnológicos, aunque ninguna se hace cargo de cómo logra Casey sobrevivir cualquiera de las cuarenta concusiones que deberían dejarla muerta o comatosa. Sobre los diálogos, la mayoría son cháchara expositiva dicha a las apuradas entre una persecución y la siguiente. El malo principal (Hugh Laurie) queda a cargo del único monólogo interesante, hasta problemático, pero por gajes del género los buenos responden con piñas, no diálogo. La posición de la película es problemática por sí sola. Tomorrowland cita a muchos escritores futuristas con un recalcado pesimismo hacia el futuro – Huxley, Bradbury, Orwell – pero en ningún momento menciona a Ayn Rand, sobre cuyas polémicas ideas se ha calcado el guión de Brad Bird y Damon Lindelof. ¿Qué es Tomorrowland sino un reducto aislado del resto del mundo, reservado para unos selectos “soñadores” que celebran el hedonismo personal (ej. el jet pack) por encima del bien social? La relación desproporcionada entre Tomorrowland y la Tierra se toca apenas superficialmente, y abre un montón de preguntas que ni se responden. La película celebra la imaginación y el poder de la esperanza, lo cual es fantástico, pero la dirección en la que los encauza merece al menos un cuestionamiento más profundo del que el guión está dispuesto a hacer. A todo esto, Tomorrowland toma su título de una de las atracciones de Disney World, lo cual explica por qué gran parte de su contenido consiste en tours y paseos alegóricos de una u otra índole. También explica la propaganda que se le hace a Disney, cuyo parque de atracciones literalmente esconde un portal hacia un mundo fantástico. También explica toda la propaganda que se le hace a Star Wars (música, sonidos, muñecos, etc.). Tomorrowland es el tipo de película que critica al corporativismo vil e imagina una utopía depurada de multinacionales, pero cuando sus héroes quedan sedientos luego de romper el continuo espacio-tiempo, les da de tomar Coca-Cola. Quizás tiene a Damon Lindelof que agradecer por ello, quien hizo el comercial más caro en la historia de Pepsi al escribir Guerra Mundial Z (World War Z, 2013).
Utopía en tamaño miniatura Disney busca recrear con Tomorrowland aquel viejo sueño de su padre Walt, quien tenía para el futuro una mirada absolutamente esperanzadora, pero la realidad de ese anhelo se hizo añicos tras la segunda posguerra y todo aquello que involucró políticas capitalistas y grandes multinacionales, gigantes que pugnaron por una luchan de poder donde el conocimiento y la parte científica fue cooptada por el interés económico y en relación a la peligrosa ideología del progreso el medio ambiente sufrió las mayores catástrofes. Pero por supuesto que las distopías no son un tema recurrente para los estudios del ratón Mickey y los finales deben ser felices, porque de lo contrario el fantasma del tío Walt y su gélido aliento caería sobre la cabeza de cualquier infante. Tomorrowland es cine con mensaje que no alcanza a moraleja y que explota desde las ideas de Damon Lindelof la capacidad creativa de Brad Bird para construir un universo visualmente atractivo y un relato de aventuras a lo Julio Verne. El resto es parte de un mecanismo conocido: estrellas convocantes como George Clooney, Hugh Laurie y dos adolecentes que se llevan la película por delante, Britt Robertson (Casey Newton) y Raffey Cassidy (Athena). Por momentos, el diseño de producción resulta impactante a la hora de tomar contacto con ese mundo del futuro donde, en apariencia, todo es felicidad como en Disney World, pero que es para pocos. Sobre este asunto no conviene avanzar, porque estaríamos adelantando mucha información aunque de eso se trata el mayor conflicto que atraviesa esta trama. Habrá robots reclutadores de jóvenes pioneros o soñadores para arreglar el planeta contra otros robots que pretenden mantener el status quo, mientras los protagonistas de la historia debaten entre el escepticismo de George Clooney, en la piel de Frank Walker –algo así como un inventor- y Casey Newton, una rebelde sin causa que intenta recuperar a un padre abatido que trabajaba para la Nasa. Ahora bien, más allá de los pro y contra en función de las ideas de Tomorrowland, no puede dejarse de admitir que la película funciona como aventura cinematográfica, tiene un ritmo trepidante y una catarata de situaciones imprevistas, así como humor y acción ATP. No esperen violencia en Tomorrowland, porque los cuerpos no sangran; los huesos no se rompen a pesar de volar por los aires, salvo que seas robot y tus cables queden al descubierto. El rescate de los pioneros o de aquellos que no conocían lo imposible obedece más a un anhelo de la nostalgia infantiloide necesaria para todo producto Disney que a una idea un poco más profunda en términos políticos. Tomorrowland se pregunta desde su comienzo si el mundo roto tiene arreglo, pero lo más importante es que cuestiona el modo de contar la historia, porque el optimismo vende más entradas que la realidad, tal vez una lección de cine gratuita frente al modelo del cinismo imperante y falso que procura apoderarse de la industria, pero que en realidad alimenta al mismo lobo.
Brad Bird dirige Tomorrowland, una optimista cinta de ciencia ficción retro. Cuando un misteriosa niña (Raffey Cassidy) le entrega a Casey (Britt Robertson) un prendedor para nada normal, estas se unirán a Frank (George Clooney) para develar el secreto que se esconde en Tomorrowland, un lugar perdido en el tiempo donde cualquier cosa pareciera ser posible. El futuro que no viene, el pasado que se fue TomorrowlandCuando se le acercó a Brad Bird la posibilidad de dirigir Star Wars: Episodio VII, el director de El Gigante de Hierro, Los Increíbles y Misión Imposible: Protocolo Fantasma lo pensó largo y tendido. Finalmente rechazó la oferta porque comenzaba a tomar vuelo un proyecto propio, que nació de su amor por la ciencia ficción mientras crecía en un pequeño pueblo del estado de Montana en Estados Unidos. El proyecto en cuestión es obviamente Tomorrowland, y la decisión de Bird de rechazar el lugar de dejó vacante George Lucas y llevar adelante esta película en su lugar, es tan respetable como admirable. Tomorrowland es una película que encaja perfecto en la filmografía de Bird. Quizás porque la mejor manera de definirla es diciendo que es una cinta de ciencia ficción nostálgica. Lo cual es curioso porque el futuro es el eje central del film. Pero es un futuro que mira directo hacia el pasado. Es un futuro retro tanto en estética como en los valores que maneja (porque según se deja entrever, esos valores se perdieron o se están perdiendo de a poco). Un futuro que nos recuerda a esos viejos dibujos de como los humanos nos lo imaginábamos en la década del cincuenta y sesenta. El futuro tal cual se imaginaba mientras Bird crecía. Una sociedad perfecta. La gran utopía con tecnología de punta y construcciones impresionantes. Pero Bird ve a ese futuro cada vez más lejos y de ahí parece nacer Tomorrowland. Del recuerdo de ese futuro que parecía posible pero ya no lo es. No hay dudas de que la cinta derrocha optimismo y hasta podríamos decir que algo de inocencia, y nos faltarán quienes la critiquen por eso. Pero en parte, es ahí donde reside el encanto de Tomorrowland. Es el contrapunto perfecto de Mad Max: Furia en el Camino. Dentro de su pálida visión de lo que se viene, está la idea de que podemos cambiar, que podemos ser mejores si nos lo proponemos. Pero, vaya a saber uno si por razones de guión o por escenas que quedaron el la sala de edición, la idea queda tan simplificada que todo se reduce simplemente a buenas intenciones. Por otro lado, y como era de esperar, Tomorrowland es visualmente irreprochable. Tanto el diseño de producción como los efectos especiales son de primera linea, y la fotografía a cargo de Claudio Miranda (ganador del Oscar por Una Aventura Extraordinaria) no hace más que potenciar los bellas imágenes que Bird buscó retratar. Tampoco le podemos reprochar nada al elenco, con un correcto George Clooney a la cabeza. Quien está bien acompañado por las jóvenes Britt Robertson y Raffey Cassidy. Hugh Laurie, en cambio, sufre los problemas de la propia historia, ya que su personaje (el villano del film) queda relegado durante gran parte de la película. Conclusión Con Tomorrowland Brad Bird construye una cinta de ciencia ficción de esas que ya no suelen verse tan seguido. Y siempre es motivo de celebración que una historia ambiciosa y original llegue a la pantalla, por lo que ese es el gran punto que tiene a su favor. Pero mientras que Clooney y el resto del elenco dan lo mejor que tienen y los efectos especiales no defraudan en lo más mínimo, la propuesta de Bird se sienta tan rebajada que todo parece quedar en las buenas intenciones de un optimista y nostálgico director, que supo entregarnos mejores películas y que seguramente lo volverá a hacer en el futuro.
Tomorrowland es la tierra del futuro. Una imagen salida de los dibujos animados de Hanna-Barbera y sus Supersónicos (The Jetsons), piletas en el aire, naves espaciales, pulcritud y belleza profiláctica. Esto se veía en la tráiler, y esto es el centro del film. Una tierra prometida, refugio distante de la mundana civilización. La idea de la película nace del imaginario americano del parque de atracciones y las famosas “Ferias Mundiales”. Un ideal de futuro donde la humanidad podría vivir mejor mediante inventos que acrecentarían el confort y la felicidad. El sueño americano apoyado en la ciencia. Es lógico entonces que el punto de partida de la narración sea una feria mundial (hay una introducción bastante fallida antes de eso, por eso prefiero obviarla), la del año 1964 para ser más específicos. Un niño inventor (de adulto es interpretado por George Clooney), geniecillo incomprendido por su padre granjero, se encuentra con Athena (Raffey Cassidy, lejos lo mejor de la película). Ella lo selecciona para visitar Tomorrowland, entregándole un pin a ese efecto. Este lugar es como si la ciencia y los sueños parieran una metrópoli, algo así como una prima mutante del imaginario corporativo de google. Tan perfecta que cuesta entrarle, difícil no sentirse ajeno de esa fantasía adorablemente artificial, perfecta de manera burocrática. De ese vistazo a la matrix publicitaria nos trasladamos al presente. Una joven sabotea la demolición de una plataforma de la NASA para que su padre científico no quede desempleado. Está chica es Casey (Britt Robertson), una joven genio esperanzada y positiva. Su personaje es bastante unidimensional, y fallido en cuanto al timing cómico. Ella también recibirá por parte de Athena (de nuevo, esta niña salva muchos momentos de la película) un pin igual al del niño Clooney, habilitándola a un vistazo de esa ciudad soñada. Con el personaje de Clooney se puede hacer un juego con viejo gruñón de Up, en este caso, en vez la llegada de un inocente boy-scout para sacarlo de su ostracismo, es una adolescente esperanzada (mi repetición en la palabra está vinculada con el mismo abuso de ciertas expresiones y tópicos que son realizados en la película). Lo que falla en Tomorrowland es la empatía y el corazón necesario en una aventura que implica la defensa del futuro de la humanidad. La vuelta de la historia es que algo en ese mundo ideal salió mal. Y que el mundo (este de acá, no Tomorrowland) está condenado. Y Casey es la que lo puede “arreglar”. Un lindo mensaje Disney para la juventud. La esperanza nunca se pierde, todavía hay tiempo de reparar las cosas. Ok. De eso va la película. Cuando se acuerda de contar una historia más allá del “mensaje” es cuando levanta vuelo. Las secuencias de acción son logradas, entretienen, y permiten un goce visual y hasta cómico (¡la batalla en una tienda de memorabilia scifi! Obvia, pero efectiva). Mucho de eso es gracias al talento de Brad Bird. Algo que había demostrado en la última Misión: Imposible – Protocolo Fantasma. Tiene ritmo, desenfreno y dosifica el vértigo con ideas visuales. Pero lo que falla en Tomorrowland es la empatía y el corazón necesario en una aventura que implica la defensa del futuro de la humanidad. Extraño, a sabiendas del resultado obtenido por el director en las animadas El Gigante de Acero y Ratatouille. Parte de esto se debe a que sus personajes nunca logran nuestro interés por su lucha. Pero principalmente, está vinculado a su discurso burdo, cuyo énfasis en vender la toma de conciencia una y otra vez (y con un final digno de una publicidad de celular) desinfla lo que pudo haber sido una más atractiva aventura de ciencia ficción.
Con todas las imperfecciones que se le puedan objetar, Tomorrowland se destaca entre las mejores películas live action de Disney que surgieron en estos últimos años. Luego de su incursión en el cine de acción con la cuarta entrega de Misión imposible, el director Brad Bird volvió a trabajar la fantasía y la ciencia ficción en una propuesta que evoca el espíritu de las viejas producciones live action de este estudio realizadas entre los años ´60 y mediados de los ´80. Hay que darle el crédito a Bird por animarse a contar en la actualidad una historia extremadamente optimista e idealista que más allá de los efectos especiales tiene algo para decir y deja un gran mensaje a los más chicos. Después podemos discutir el modo en que lo hace, pero en general el film transmite buenos valores y retoma la sensibilidad que tenía El gigante de hierro, la ópera prima del director. Tomorrowland es una historia original que no se basa en ningún cómic de Marvel, saga literaria best seller o algún clásico del cine y este es un aspecto del film que tampoco debe pasarse por alto. La película comienza con mucha fuerza y desde las escenas iniciales Bird consigue capturar la atención del espectador con ese mundo de fantasía que creó junto al guionista Damon Lindelof (productor ejecutivo de la serie Lost). Durante la primera mitad de la trama la narración de Bird se concentra en desarrollar los orígenes de los personajes principales que interpretan Britt Robertson (Scream 4) y George Clooney, donde sobresalen algunos de los mejores momentos de este film. Muy especialmente cuando los protagonistas comparten escenas con la joven actriz Raffey Cassidy (Sombra tenebrosas), quien resultó la figura más destacada del reparto con su interpretación de la misteriosa niña Athena. Luego la película entra en el terreno de Men in Black y se enfoca más en la acción y la aventura. Desde los aspectos técnicos esta producción es impecable y sobresale especialmente en los diseños de los escenarios retrofuturistas, la fotografía y el uso de los efectos especiales que estuvieron al servicio de la narración del director, a diferencia de lo que suele ocurrir con otras propuestas de este estilo. Lamentablemente la película de Bird flaquea en el tercer acto donde tiene lugar la resolución del conflicto. Un problema que tiene Tomorrowland es que hacia el final el director ubica en un segundo plano la fantasía y la aventura para concentrarse a pleno en la prédica del mensaje que quiere dejar el film. La resolución de la historia cae en varios clichés que vimos en otras producciones y el clímax de la trama no tiene la misma fuerza que presentó la primera media hora. En lo personal me hicieron ruido también las referencias forzadas al merchandising de Star Wars que no fueron insertadas por una pasión cinéfila del director a la obra de George Lucas sino por un fin comercial del estudio Disney. Aunque el destino final al que llega Tomorrowland tal vez no sea tan apasionante como prometía la intriga del argumento, el viaje es lo que cuenta y en ese sentido Brad Bird no defrauda para nada. La película tiene ese espíritu soñador que siempre estuvo presente en los clásicos de Disney y consigue brindar un gran espectáculo que se disfruta a pleno en el cine.
Brad Bird (Los Increíbles, Up, Toy Story 3) y Damon Lindelof (Lost, The Leftovers) junto a Disney nos traen en esta oportunidad una nueva manera de imaginar cómo será el futuro, nos muestran un mundo paralelo en el que todo es posible pero esta dimensión solo está habitado por gente capaz de crear cosas. “Tomorrowland” está escondida de la realidad y la gente que vive allí hace todo lo que sea necesario para que siga así. Por un lado tenemos la historia de Frank Walker de niño, yendo solo a la feria mundial de 1964, con un “jet pack” pero como teóricamente no funcionaba, así que el juez que lo evaluó (Hugh Laurie) le dijo que vuelva cuando funcione, Athena, una niña a la que le llama la atención la actitud de Frank, le da un pin y lo guía hacia “Tomorrowland” una tierra futurista muy parecida estéticamente a la que nos mostraban “Los Supersónicos”. Luego conocemos a Casey Newton (sí, Newton), una adolescente que se autodenomina optimista, con una inteligencia incomparable y con una capacidad para entender todo que ni ella sabe cómo funciona. Athena, la niña que vimos en la primer secuencia, es la encargada de darle el pin a Casey que hace que cuanto lo toque se trasporte a este mundo paralelo. Pero resulta que este mundo no es lo que ella pensaba y al encontrase con la versión adulta de Frank Walker (George Clooney) debe volver a este mundo y salvarlo. La película arranca con un tono de comedía y a medida que se va metiendo en la historia se va haciendo más y más dramática, algo que la historia pedía, ya que si quisiesen hacer una gran saga no podrían vivir de chistes. “Tomorrowland” tiene un mundo muy interesante, un mundo al cual se le puede sacar historia de cualquier lado y además cuenta con un trío de actores fantásticos. Locoxelcine_tomorrowland George Clooney (Frank), un científico amargado que perdió la fe, Britt Robertson (Casey), todo lo contrario a él y Raffey Cassidy (Athena), un robot. Los tres tienen escenas geniales ya que los son en principio muy diferentes y no quieren estar al lado del otro. Además hay que destacar la actuación de la pequeña Raffey, ya que tiene que hacer un personaje difícil, frío, sin sentimientos y muy madura. En conclusión, “Tomorrowland” trata de mostrar una posibilidad de futuro en el que todo es posible y todos son felices, también quiere mostrarte lo mal que está la humanidad, diciéndote que tarde o temprano nos vamos a destruir entre nosotros y la única solución para parar todo esto es que la destrucción pase. La película tiene algunos muy buenos momentos y otros no tan buenos, pero se deja ver y no se hace larga, es una buena posibilidad para entretenerse el fin de semana.
Un viaje mágico y rápido como un parpadeo La película del sello Disney permite el ingreso a un mundo paralelo y enigmático que trae sorpresas y amenazas. Pasado, presente y futuro son abordados con imaginación visual, nostalgia y referencias a títulos de ciencia-ficción. Desde el comienzo se percibe que Tomorrowland es un producto arriesgado que, si bien juega con la pirotecnia visual, encierra un trasfondo lúcido y cuestionador sobre el mundo que habitamos. El director Brad Bird, el mismo de Los increíbles y Misión Imposible: Protocolo Fantasma, es un especialista en el terreno de la acción y su pulso se nota en este relato que combina ciencia-ficción y persecuciones con la nostalgia de épocas pasadas. Como una suerte de parpadeo constante que traslada a los personajes de un escenario a otro, el film tampoco deja de lado el humor y las referencias a Star Wars, Blade Runner e incluso Stargate. Frank Walker -Thomas Robinson-, un niño que participa en un congreso de inventos en la década del sesenta, ingresa a un mundo extraño y fascinante gracias a la invitación secreta de Athena -Raffey Cassidy-. Años más tarde, el mismo Frank -George Clooney- vive recluído y cansado pero en su camino irrumpe Casey -Britt Robertson-, una adolescente con curiosidad científica, y ambos se se embarcan en la peligrosa misión para revelar los secretos del lugar enigmático al que remite el título. Perseguidos sin descanso por una serie de robots-animatronics y por personajes enfundados en negro que remiten al universo de The Matrix, la película se guarda sorpresas bajo la manga y no es conveniente brindar más detalles que puedan alterar el vértigo que propone la historia, una suerte de montaña rusa de parque de diversiones, con vueltas impensadas y riesgo en las alturas. El film no está apuntado a chicos de corta edad porque se perderán en las idas y vueltas de la narración, pero el público adulto agradecerá una historia interesante que atrapa desde su inicio y permite el acceso, pin mediante, a un mundo que se erige un poco más allá de la imaginación.
Una película que generó mucha expectativa, por todo su equipo creativo, por tener a George Clooney encabezando el elenco, porque posee una estética futurista retro y mucho misterio con respecto a su argumento. Prometió mucho y en ese aspecto se queda a mitad de camino, a pesar de sus originalidades. Para ese lugar de fantasía y su destino hay momentos graciosos y otros francamente intrincados.
Que el espectador nunca se distraiga El nuevo film del realizador de Los Increíbles y Misión Imposible: Protocolo Fantasma vuelve sobre temas futuristas y con imágenes de alto impacto, pero adolece de un defecto que aqueja a films similares: dejar a un lado la acción para caer en un exceso de explicaciones. Primero fue Interestelar, un mejunje temático y referencial herido por la tendencia innegociable del británico Christopher Nolan a poner en palabras todos y cada uno de sus mecanismos argumentales. Después El destino de Júpiter, en la que los hermanos Wachowski reafirmaban la inventiva visual y temática de su obra previa, además de su conocimiento del clasicismo narrativo, aun cuando el resultado final sucumbiera ante la imposibilidad de mantener ocultas las costuras del guión. Y ahora llega Tomorrowland, el tercer exponente salido del ala más mainstream de Hollywood –presupuesto multimillonario, actor popular (en este caso George Clooney) a la cabeza del elenco y respaldo de un estudio poderoso como Disney– en los últimos seis meses, que intenta expandir el marco creativo de una industria cada día más cómoda en la confección de remakes, reboots, spin offs y adaptaciones. ¿Cómo lo hace? Apostando por delinear un mundo creado especialmente para la ocasión, con su lógica propia y personajes nuevos a desarrollarse durante un par de horas. Así, las tres películas comparten la virtud del riesgo, la ambición (en todas hay viajes en el tiempo, mundos paralelos) y la imaginación al servicio no sólo de las imágenes, sino sobre todo al de una narración sin resortes que amortigüen su potencial caída. Y también comparten una patología que podría denominarse el temor al espectador desatento.Ya El gigante de hierro (1999) mostraba que a Brad Bird, encumbrado gracias a su paso por Pixar (Los increíbles y Ratatouille), le interesan menos los procesos tecnológicos que sus usos y las formas con las que el hombre se relaciona con ellos. No por nada fue el hombre detrás de Protocolo fantasma, la última y más hi tech entrega de la saga Misión Imposible. Aquí subraya ese interés cargándole el peso del inicio de la narración a un chico inventor dispuesto a todo con tal de concluir su prototipo de propulsor aéreo, incluso de ir hasta la Feria de las Naciones de 1964 buscando financiamiento. Pero lo que finalmente encuentra es la puerta de entrada a un futuro situado en “algún lugar del tiempo y el espacio”, tal como lo ubica la sinopsis oficial, una suerte de universo de Blade Runner pero invertido, luminoso y feliz llamado Tomorrowland. Que Bird incluya menciones explícitas a 1984, Fahrenheit 451 y Un mundo feliz marca que la tensión y el límite entre utopía y distopía es otro de sus temas predilectos.El lugar es un paraíso para inventores y pequeños curiosos reclutados por una nenita que en realidad no es tal y que, cinco décadas y varios sucesos después, convocará a Casey (Britt Robertson, vista en la reciente El viaje más largo) con el objetivo de unir fuerzas con aquel niño genio devenido en científico loco (Clooney) y juntos reflotar aquella Babilonia del conocimiento, caída en desuso por circunstancias que aquí conviene no mencionar. El film se apropia de la imposibilidad inicial de Casey para comprender las particularidades del fenómeno, tiñendo a la hora inicial del espíritu aventurero-paranoide de la primera Hombres de Negro, con robots mimetizados en la rutina terrestre en lugar de marcianos, manteniéndose con firmeza el pulso narrativo en clave de comedia. Hasta que deja de hacerlo.Bird pierde la brújula del relato cuando incurre en la explicitación mediante largos parlamentos con la marca de agua del aquí coguionista Damon Lidelof, el mismo detrás de Lost. Tal como ocurría en la última temporada de aquella serie, Tomorrow- land pone el freno de mano borrando con el codo su carácter elusivo y enigmático, como si temiera delegarle al espectador la potestad de una libre interpretación que, Santa Taquilla no lo permita, lo empuje a catalogar al vacío informativo como síntoma de cabos sueltos. El languidecimiento se compone de distintas postas de monólogos graves, metafísicos, cargados de lecciones, atravesados por una conciencia ecologista de una corrección política digna de un documental de Al Gore. Todo esto para llegar a un desenlace peligrosamente parecido al comercial cosmopolita de Coca Cola que clausuró Mad Men, aunque sin la retorcida genialidad de Don Draper que lo justifique.
Crítica emitida por radio.
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Una invitación a sentirse maravillado Con una historia destinada los espectadores de la ciencia ficción más clásica, el director Bird se luce con lo que más saber hacer: contar. Lejos de una mirada oscura del futuro, el film plantea una mirada genuina y optimista Es prácticamente imposible hablar de Tomorrowland sin arruinar alguna de las sorpresas que el film tiene. Se trata de una película de ciencia ficción que obviamente muestra un mundo llamado Tomorrowland. El lugar o el tiempo donde queda ese mundo es mejor no anticiparlo, aunque sin duda juega con la fantasía y los sueños de otra época, la del esplendor de la ciencia ficción y los sueños espaciales de una generación. Con mucho humor se presentan los protagonistas, dispuestos a contarnos la historia que han vivido. Y contar historias es lo más sabe haber el director de este film, Brad Bird, que tiene inmejorables antecedentes como El gigante de hierro, Ratatouille, Los increíbles, Misión: Imposible, Protocolo Fantasma. Títulos que han marcado una filmografía sólida y taquillera, siempre un paso más allá de la media de la industria. La historia está destinada a los espectadores de la ciencia ficción más clásica, previa incluso a los autores del siglo XX, cuando la mirada oscura del futuro no dominaba todo el panorama y todavía los lectores se maravillaban con ese futuro sorprendente y moderno. Tomorrowland aporta una mirada distópica pero es claramente una película llena de esperanza, en dirección contraria al posible cinismo que ha adquirido el género en su búsqueda de prestigio. Y cumple además como entretenimiento, porque su ritmo es vertiginoso y cada escena nos tiene en vilo hasta al final. El oficio del director y el trabajo de montaje hacen que no haya escenas largas o transiciones fuera de timing, todo el tiempo pasa algo, todo el tiempo el relato avanza. El trío protagónico tiene un carisma indiscutible. Claro, George Clooney y Britt Robertson ya han probado su talento y la pequeña Raffey Cassidy, que interpreta Athena, es directamente un show de sentido del humor y sorpresas continuas. No faltará quien le critique al film su optimismo, pero resulta algo raro que el optimismo sea un defecto en sí mismo y el pesimismo una virtud. Tomorrowland no muestra un presente perfecto, sino más bien la esperanza en intentar construir un futuro mejor. Y en su discurso es coherente y creíble, a la vez que entrega una película sorprendente, hecha con la admiración genuina por la maravilla del género de ciencia ficción, desde Julio Verne hasta La guerra de las galaxias. Una invitación genuina para quienes tiene capacidad de sorprenderse y maravillarse con el cine.
En las tierras del futuro El cine de estos tiempos está especialmente obsesionado por el futuro, por futuros distópicos: entre otras Los juegos del hambre, La idiocracia, Divergente, Interestelar. Tomorrowland, desde su principio y desde la historia de Estados Unidos y del cine, busca futuros que se soñaban distintos, mejores, más luminosos, más inocentes, menos desencantados. Es muy pertinente entonces situarse en la Feria Mundial de Nueva York de 1964, en la que Walt Disney presentó su atracción "It's a Small World", actualmente en Magic Kingdom de Orlando. Desde ese paseo -inolvidable, pegadizo- la película salta, desde la mirada de un personaje, Frank, hacia esa tierra del futuro que promete el título; luego se centrará en el otro personaje protagónico, la adolescente Casey, y se nos contará cómo fue que ella conoció la tierra del futuro. Clooney está al 75% de su carisma posible, o sea mucho pero justo, y felizmente sin sobrar al personaje. Britt Robertson -si bien se nota que no es una teenager- demuestra que puede con energía encarnar la aventura (mientras arma progresivamente su carrera de estrella, este año ya se la vio en la romántica El camino más largo). Frank y Casey son dos elegidos, dos inteligencias notables, dos seres perseverantes. Está el mundo del futuro, y hay androides (de paso, qué actriz es Raffey Cassidy a sus 12 años). Y están, como tema principal, las amenazas actuales de un futuro sombrío que se repiten una y otra vez en los discursos periodísticos, científicos y también cinematográficos. Hay viajes espaciales, en el tiempo, en las dimensiones, hay conjeturas que a veces hay que aceptar velozmente. Pero ésta no es una película "complicada" al estilo de la rimbombante Interestelar. Tomorrowland propone un juego fascinante, como de una atracción de un parque de Disney, y el sentido de la aventura y la capacidad para ponerla en escena de un director como Brad Bird, alguien con sólo buenas películas como antecedente: El gigante de hierro, Los increíbles, Ratatouille, Misión: Imposible - Protocolo Fantasma. Una muy buena decisión de Tomorrowland es no atarse a su título: la mayor parte de la película no transcurre en la tierra del futuro, sino en el presente, en donde suceden aventuras especialmente vivaces, con varias secuencias de movimientos perfectamente coreografiados y montados: Bird ya probó que podía manejar a la perfección la acción en vivo en su Misión: Imposible y uno de los montajistas es nada menos que Walter Murch. En un momento, pasada la mitad, en París, la película parece mejorar aún más, con mayor apertura para la aventura, planos para el asombro y referencias múltiples a los inventos y al cine como invento. Si no estamos ante una película extraordinaria es porque el planteo de esperanza en la humanidad decanta en el final por algunas ñoñerías sentenciosas, planos publicitarios blandos y "el mensaje" se interpone brevemente en el camino del cine. Pero un segmento final con problemas no empaña la encantadora aventura que Bird y su equipo supieron conseguir para esta película con sabor de matiné.
Cuando el futuro es hoy El director de “Ratatouille” se zambulle en la ciencia ficción, con mensaje esperanzador y todo. Ya lo dijo John Lennon, aquello de que podrán decir que soy un soñador, pero no soy el único. Y Tomorowland está pensada, al fin, para aquéllos que no se dan por vencidos ni aún vencidos, y que tienen la esperanza de que un mundo mejor es posible. Y si se es niño o adolescente, mejor. Tal vez podamos decir que las anteriores películas de Brad Bird no eran de ciencia ficción, pero Los Increíbles, Ratatouille y Misión Imposible: Protocolo Fantasma tenían suficiente fantasía y carga imaginativa, o al menos pedían al espectador dejarse llevar por una familia con superpoderes, un ratón que habla y las proezas increíbles del agente Ethan Hunt y los suyos. Pero en Tomorrowland, el hombre surgido de Pixar se zambulle de lleno en la ciencia ficción, con un pin que a quien lo toque -sólo a los elegidos- lo transportará en tiempo y espacio a ese lugar del título, un universo en el que el desarrollo tecnológico y científico permiten vivir sin contaminación. Casi, casi como un mundo feliz. Pero lo felices que están allí no tiene parangón con lo que ocurre en la Tierra, a la que le quedan pocas horas de vida, a menos que la salve una, carraspeo, una Santísima Trinidad. La componen Athena, una niña androide (Raffey Cassidy), que recluta a una adolescente de nombre Casey... ¡Newton! (Britt Robertson), a quien le gusta la ciencia y nunca se da por vencida, y Frank Walker (George Clooney), que hace un tiempo fue un niño inventivo, que llegó a Tomorrowland, pero fue desterrado por el maléfico Nix (Hugh Laurie) y vive casi escondido en la Tierra. "Cuando era niño, el futuro era diferente", aclara un apesadumbrado Walker/Clooney, quien, en otro momento, dice algo casi premonitorio: "¿Tengo que explicarlo todo? No podés sentir asombro sin preguntar cómo?". Eso, en síntesis, debe ser lo que se propuso Brad Bird para los espectadores. Tomorrowland viene, como los chocolates sorpresa, con algo escondido: un mensaje de esperanza, y la seguridad de que son los niños los que podrán salvar al planeta. Como muchos en el mundo animado de Disney, hay personajes que no tienen madre, lo cual en la película es una suerte, porque no tienen a quién preocupar si de pronto están o no están. El guión se permite una disgregación. Desde el diseño la película es, claro, impactante. Hay mucho del arquitecto Santiago Calatrava en cómo luce, al menos de lejos, la ciudad futurística. Damon Lindelof fue coguionista con Bird, y el cocreador de la serie Lost ha metido mucha mano, y se nota. La pregunta es cuánto para chicos es Tomorrowland. Si las cuestiones metafísicas no son más propias para preadolescentes, aunque la acción trepidante -como en un juego del parque temático del mismo nombre de Disney- se apodera de la narración por dos horas.
"Tomorrowland" es otra de las películas muy esperadas de este año y más aún con los avances espectaculares que venimos viendo. Su director tiene historia, fue quien estuvo detrás de éxitos como "Los Increíbles" y "Misión Imposible: Protocolo Fantasma". Una aventura que no se detiene en ningún momento de sus dos horas diez minutos. George Clooney impecable como siempre, al igual que el resto del elenco, que se sumergen en una peli que transita por varias emociones, muy diferentes una de otra. Nostalgia, efectos especiales, un mundo creado "hermoso" al que podés viajar gracias a un pin y un guión que, aunque en algún momento baja un cambio, levanta llegando al final y eso lo hace salir victorioso. Una peli para disfrutar en familia (quizás los muy chiquitos se pierdan un poco) y salir totalmente emocionado por el mundo que nos plantean Damon Lindelof (LOST), Brad Bird y Jeff Jensen, sus guionistas. ¡Pochoclo y a disfrutar!
Futurismo original con imágenes fascinantes El concepto parece un poco como salido de "El mago de Oz": una chica encuentra un broche con una letra "T" y, cuando lo toca, es transportada mágicamente a un campo desde donde puede vislumbrar una alucinante ciudad futurista. Lamentablemente, la chica no sabe cómo maniobrar o usar el broche como dispositivo para entrar en esa ciudad, y llena de frustración, se obsesiona en dar con la persona que pueda explicárselo. Así es como da con Frank Walker, alguien que evidentemente sabe todo al respecto de Tomorrowland, la ciudad donde todas las cosas geniales creadas por la humanidad cobran vida propia. Sólo que no es tan fácil que Walker confíe en alguien que se le aparece de repente y, por otro lado, hay todo tipo de dispositivos, situaciones y fenómenos extraños dispuestos para evitar entrar fácilmente a esta gran utopía. Brad Bird, el director de "Los increíbles" y "Misión imposible: protocolo fantasma" imaginó una película de ciencia ficción diferente en muchos aspectos al típico blockbuster hollywoodense y en parte esta originalidad es lo que le da la gracia a "Tomorrowland", una película llena de imágenes fascinantes que no se pueden disfrutar del todo en una sola visión. Al mismo tiempo, el concepto sobre realidades paralelas puede retrotraer un poco a la trilogía de "Matrix", pero montado en un plan antes que nada maravilloso, lo que no implica que no haya frenéticas escenas de acción absolutamente espectaculares y bien filmadas. También hay una buena dosis de humor y una muy buena actuación de George Clooney, perfecto en su hosco pero simpático personaje de Frank Walker, secundado por un sorprendente Hugh Laurie en un papel que no se parece a nada de lo que haya hecho antes. La chica que encuentra el broche para acceder a Tomorrowland, Britt Robertson, también actúa muy bien, y su papel tal vez sea el más importante dado que es el que mueve toda la trama. Por otra parte, al film quizá le falten mejores actores secundarios, y probablemente le sobren varios de sus 130 minutos de duración. Pero es una película formidablemente filmada a todo nivel y, sobre todo, concebida con enorme originalidad. Sin duda , los fans del cine fantástico querrán verla más de una vez.
Otra película que no fue es Tomorrowland, una fábula spielbergiana con chicos soñadores, utopías futuristas y fantasía. En el adjetivo spielbergiano está su punto flaco: al guión le falta sensibilidad y le sobra moraleja para acercarse a las bondades del maestro Spielberg y a la dirección de Brad Bird (especialista en películas de animación como Los increíbles o Ratatouille y autor de la peor Misión imposible: Protocolo fantasma) le falta firmeza y le sobran acrobacias. La película está co-escrita por Damon Lindelof, uno de los showrunners de Lost, y parece heredar de esa serie lo retorcido de la trama. Pero mientras en Lost ese era el encanto –para mí era un encanto pero entiendo que irritaba particularmente a los detractores-, la historia de Tomorrowland pedía clasicismo y sensibilidad. Algo que sí tuvo, por ejemplo, Súper 8, otra película spielbergiana dirigida por otro ex Lost: J. J. Abrams. Es difícil contar el argumento de Tomorrowland sin que parezca más estúpido de lo que es y sin revelar partes de la trama. Es que uno de los mayores defectos de la película es que va dosificando la información por cuentagotas y el espectador recién entiende lo que ocurre pasada la mitad, como si Bird no confiara en mantener nuestro interés mediante armas genuinas (o como si los ejecutivos de Disney no confiaran en Bird; hacen bien, por algo llegaron a cortar el bacalao en Disney). Baste decir que hay una especie de sociedad utópica que debe ser salvada de la destrucción por niños soñadores y optimistas y que un grupo de personas irá a reclutar a una joven (Casey, interpretada por Britt Robertson) soñadora y optimista. Suena más tonto de lo que es. Hay algunos jirones de ideas –la inocencia perdida, el amor en la infancia, las relaciones entre padres e hijos– que vuelan por ahí sin que el guión sea capaz de atraparlas y desarrollarlas, mientras se pierde en una trama que exagera los misterios y que cuando los devela es aún peor. Y tampoco funciona abandonarse a las imágenes: algunos momentos de acción están bien diagramados (son originales, diferentes) pero no tan bien llevados a cabo. Es imposible no ver en Brad Bird a un manipulador de imágenes animadas que no sabe manejarse con cuerpos reales que, a diferencia de los dibujos animados, se manejan con las reglas de la gravedad. Pero más allá de todo esto, está Raffey Cassidy. Esta inglesita de doce años que apenas tuvo unos pequeños papeles en Sombras tenebrosas de Tim Burton, en Blancanieves y el cazador y en alguna que otra serie, interpreta a Athena, la niña que no envejece y es enviada a reclutar a Casey. Lejos lo mejor de la película, dueña de una picardía y una mirada expresiva, que hasta tiene unas escenas de pelea a lo Chloë Grace Moretz en Kick-Ass (aunque Bird no es Matthew Vaughn, claro), Raffey Cassidy será una estrella. Aunque esta película no le hace justicia, el tiempo está de su lado.
Para ser una película que se sostiene tanto en la esperanza, la ilusión y los sueños, quizás sea paradójico que Tomorrowland sea una de las mayores decepciones en lo que va del 2015. Tras haber llevado adelante la enorme Mission: Impossible – Ghost Protocol, el director Brad Bird emprende una suerte de vuelta a sus orígenes como realizador, con un proyecto optimista sobre el futuro en la línea de The Incredibles o The Iron Giant. Y lo hace en forma verdaderamente despareja, con imágenes espectaculares y grandes secuencias de acción, pero con un baño innecesario en filosofía barata y un pedido de esfuerzo a la imaginación del público para terminar de funcionar. AL no vivir a la altura de sus expectativas, Tomorrowland es la Prometheus de este 2015. No es casualidad que esté Damon Lindelof detrás del guión. El protegido de J. J. Abrams hace tiempo que abrió sus alas y se largó a volar solo, no obstante copió ciertas cualidades de su mentor –el secretismo absoluto en torno a sus proyectos, por ejemplo- y las aplica con menor tino en proyectos significativamente diferentes. Lost, Prometheus y ahora Tomorrowland cargan el peso de la doctrina que el autor le impone, en este caso un concepto infantil y fantasioso sobre el poder de los sueños o la fe, disfrazado de teorema científico. Y a fuerza de fantasía el film tiende a sobreponerse a la limitación estructural de su boceto -el cine siempre triunfa-, sin embargo no siempre alcanza. Para tratarse de una película de Brad Bird, llamativamente tiene dificultades en su ejecución. De movida se conoce a Frank Walker siendo un niño en los años '60, quien presenta un jet-pack creado por él y deja una de las frases que están en el núcleo duro del film. Respecto a la utilidad práctica de su invento responde: "¿no puede solo ser divertido?". Tras pasar unos cuantos minutos junto a él, la narración pasa a la Casey Newton de Britt Robertson, que cargará sobre sus hombros buena parte del metraje, primero como introducción a su personaje y luego al emprender su búsqueda por respuestas. Lo cierto es que todo ese primer acto se extiende más de la cuenta y de por sí había sufrido fuertes recortes en la edición para hacerlo más breve y centrado –los personajes de Judy Greer y Lochlyn Munro no aparecen y encarnaban tanto a la madre como el tío de la protagonista-. Una vez que Casey se reúne con la Agatha de Raffey Cassidy es que el ritmo empieza a incrementarse. La chica de 12 años es el verdadero hallazgo del film, robándose cada escena en la que se hace presente. Su introducción ante Robertson –que hace un buen trabajo pero que queda comprobado que necesita compañía- es brillante, en una secuencia de acción fabulosa que es mezcla tanto de pirueta como de efectos visuales. No en la línea de la cuarta aventura de Ethan Hunt, sino que el director trae a la vida una pelea al estilo de The Incredibles, con una nena que pelea mano a mano contra los divertidos Kathryn Hahn y Keegan Michael-Key. De modo similar es el encuentro de Casey con el Frank Walker de George Clooney, que tiene una casa de estilo retrofuturista, repleta de inventos prácticos con los que sobrevivir a un posible ataque. Es claro que el film tiene un potencial enorme, sin embargo no termina de aprovecharlo nunca. La tardía llegada a Tomorrowland deja preguntas sin respuesta e impide extraer todo el jugo que tiene ese mundo alternativo en el que todo puede ser realidad. Jet-packs, piscinas flotantes, la capacidad de maravillar al público es infinita y se opta por seguir una conocida línea de luz contra oscuridad en un apresurado tercer acto que no termina de satisfacer. "¿No puedes solo sorprenderte?", le pide Frank a su joven compañera en un intento de que esta deje de interrogarlo, una línea en la que Lindelof pareciera hablar directamente con el público. Podemos, pero a veces no alcanza.
Recuperando el idealismo En las películas de Brad Bird, los verdaderos villanos no son tanto determinados personajes, sino ciertos valores y perspectivas sobre el mundo. Para que quede claro: el agente gubernamental de El gigante de hierro, Syndrome en Los Increíbles, Skinner en Ratatouille y Hendricks en Misión: Imposible – Protocolo Fantasma encarnan diferentes formas de cinismo, de pesimismo, de desesperanza, de miedo frente a lo nuevo, de mediocre resignación frente a lo establecido convertida en profecía autocumplida. Frente a eso, el dúo formado por el gigante de hierro y Hogarth Hughes, la familia de superhéroes, Remy y hasta el equipo de agentes de la IMF encabezado por Ethan Hunt han representado la esperanza, la autosuperación, la creatividad, la reafirmación de la unión familiar y la amistad, la firme creencia en una ética profesional y del trabajo en equipo, como una forma también de pararse frente a un universo que pugna de muchas maneras por quitarnos las ilusiones pero que a veces parece iluminarse de una manera distinta, para decirnos que todo puede estar -y debe- ser mejor. Esta perspectiva ética, cinematográfica y hasta política -el cine de Bird es definitivamente político- muestra una innegable continuidad en Tomorrowland. No es raro que esta vez el cineasta, luego de trabajar con Pixar, se una con Disney, un estudio que suele trabajar con determinados valores idealistas, y George Clooney, un actor que también como realizador ha mostrado una notoria preocupación por rescatar y apuntalar perspectivas ligadas al profesionalismo, la lealtad y la búsqueda de excelencia. Todo eso confluye en un relato sobre una joven, Casey Newton (Britt Robertson), repleta de curiosidad científica, que toma conocimiento de un sitio ubicado en otra dimensión que está repleto de posibilidades y que debe unirse con un hombre, Frank Walker (Clooney), que en algún momento fue un pequeño genio inventor, para salvar al mundo. Probablemente estemos ante el film de Bird más explícito en su discursividad y es válido cuestionar eso, porque en ciertos momentos -en especial hacia el final- empantana la narración, remarcando demasiado lo que ya está palpable en la imagen. Pero a la vez, eso forma parte de un dispositivo consciente de las herramientas que despliega: Tomorrowland, desde su mismo arranque, donde los dos protagonistas discuten sobre cómo narrar la aventura que vivieron -haciendo explícito su artificio pero también su posible impacto en la realidad del público-, se pregunta sobre los posibles puntos de vista acerca del mundo y recupera, actualizándolo, el debate sobre el papel de la ciencia, a la que concibe no como un mero instrumento para fines que la trascienden sino como un agente que potencia la creatividad, la imaginación y por ende, la capacidad de cambiar el contexto en el que se vive. Es decir, el destino de uno y los demás. A la vez, Tomorrowland es una película que se permite tomar riesgos y plantear situaciones poco comunes en el cine más masivo de la actualidad. No deja de ser llamativo, por ejemplo, que esa heroína que es Casey no tenga un interés amoroso -porque es su amor por el conocimiento el que le sirve como apoyo-, y que la trama romántica esté plantada en otro lugar, mucho más movilizador y hasta incómodo, exponiendo los choques y confluencias no sólo entre la adultez y la infancia, sino también entre la tecnología y la humanidad. Ante eso, Bird (de la mano del guión que coescribió junto a Damon Lindelof) no juzga nunca y hasta zanja la disrupción -aunque al mismo tiempo la potencia-, apostando básicamente por el amor, por los vínculos entre las personas. En Tomorrowland siguen apareciendo otros tópicos “birdianos”: la familia como un núcleo que necesita de la crisis y la distancia para adquirir nuevos significados, con la figura paterna como referente al cual enfrentarse y/o evocar; el viaje como modo de descubrimiento no sólo de otras representaciones sino también de la propia identidad; y claro, el cinismo, la desesperanza, el diagnóstico sobre una situación sin propuesta alternativa en el villano que es Nix (Hugh Laurie). Frente a eso, están Casey y Jack, y ese mundo que es Tomorrowland, que es también una idea, o más bien un ideal que alcanzar. Y en un punto, Tomorrowland -la película- es también un ideal, una utopía sobre lo que puede -o debe- ser el cine: un vehículo de pura imaginación creativa y transformadora. Que un tanque hollywoodense se anime a proponer -aunque sea un poco a los tropezones- nuevos horizontes y metas, que busque las respuestas sin resignarse jamás frente a los dilemas, es una excelente noticia. El cine aquí sigue siendo ese camino donde todo es posible.
"Tomorrowland": cuando la fuerza no acompaña Estamos en los gloriosos y esperanzadores años cincuenta. Frank (Thomas Robinson) es un niño brillante que se presenta a la Feria Mundial de Ciencias para ganarse un premio con su invento: un rudimentario y experimental jetpack (que no funciona del todo bien). Ni siquiera pasa la mesa de inscripción, pero lo que sí gana es llamar la atención de Athena (Raffey Cassidy). Esta misteriosa nena le entrega un pin que le abrirá la puerta a un mundo fantástico llamado Tomorrowland en la que, básicamente, todo es posible. En ese mundo son bienvenidos todos aquellos que tengan una gran imaginación e ideas que sirvan para mejorar la calidad de vida. Y Frank fue invitado a formar parte de él. Estamos en la actualidad. Todo es caótico y el futuro se ve bastante negro. Casey (Britt Robertson) es una adolescente muy inteligente, llena de curiosidad científica, que por sobre todas las cosas tiene una cualidad que la destaca: es optimista y tiene esperanzas de cambiar el mundo. Casey es contactada por Athena porque parece ser la elegida para una misión en la que está en juego el futuro del planeta. Para ello deberá juntarse con un adulto, desilusionado y resentido Frank (George Clooney), y juntos ir a Tomorrowland en busca de la posible salvación. Si ustedes están cansados de las secuelas, remakes, reimaginaciones, relanzamientos, etc, etc, etc; y están ávidos de encontrar películas que les ofrezcan historias originales, "Tomorrowland" responde a sus plegarias. De hecho, el director Brad Brid declinó la invitación para hacerse cargo de "Star Wars: Episodio VII - El Despertar de la Fuerza", para trabajar en ésta porque le atraía lo original de la propuesta (y eso que es fanático de la saga creada por George Lucas). El realizador de "Los Increíbles" y "Ratatouille" junto a Damon Lindelof y Jeff Jensen fueron los que tuvieron la idea original, y después los dos primeros se encargaron del guión. Y ahí es donde un poco falla este filme. Primero hay que dar gracias por tener ante nosotros una obra que nos ofrece algo nuevo y original, es realmente una sensación refrescante. "Tomorrowland" comienza con mucha fuerza, atrapa al espectador, pero después se va diluyendo. El error radica en querer explicar demasiado las cosas y no hay necesidad. A veces hay que tener un poco más de fe en los espectadores y no querer darle todo masticado. Tomorrowland es como un chicle que va perdiendo el sabor. La idea es buena y su finalidad es valedera (sin contar demasiado tiene un mensaje que ojalá sea escuchado), pero se desinfla. Y lamentablemente eso repercute mucho y es lo cuenta. Bird demuestra una vez más que es un excelente director y que seguramente en Pixar lo están extrañando. Por ejemplo, la escena que transcurre en la casa de Frank, cuando él y Casey están escapando de sus perseguidores es, sencillamente, tremenda. En cuanto al elenco, a los siempre efectivos y correctos Clooney y Hugh Laurie (interpreta al Gobernador Nix, el "malo") se les suma el gran trabajo de Raffey Cassidy y Britt Robertson, que es el alma de la película. Aplausos para las dos que están muy bien. Si se lo estaban preguntando, la respuesta es sí. El largometraje se basa en el parque temático homónimo de Disney. Ya que no existe la ciudad que muestra el filme, pueden conformarse con un tour a ese lugar. Bueno, algo es algo.
No es habitual ver a George Clooney protagonizar este tipo de películas y menos de la factoría Disney… pero siempre hay una primera vez. Bajo la dirección de Brad Bird (“Los Increíbles”, “Ratatouille”, “Misión Imposible: Protocolo Fantasma”), el actor lidera el elenco de esta película inspirada en la atracción del parque temático Disneyland creada en 1955 por el propio Walt. En aquella época, los norteamericanos tenían una visión optimista del futuro. Pero con los años, esa visión del público comenzó a ensombrecerse. Ésta es precisamente la premisa que lo llevó a Damon Lindelof a desarrollar la idea y el argumento de “Tomorrowland” junto a Bird y el guionista Jeff Jensen. El film, si bien contiene un mensaje optimista, se nota una marcada posición pesimista sobre el futuro y sobre los seres humanos, que no nos damos cuenta del daño que nos hacemos entre nosotros y al planeta en el que vivimos; y que de seguir con esta actitud, el final está muy cerca. Y eso es pura verdad. En el centro de esta historia que combina aventura y ciencia ficción, nos encontramos con Frank Walker (Clooney), un hombre desilusionado y bastante gruñón, que solía ser un niño soñador y prodigio de la ciencia. La película inicia con una escena suya contando que cuando él era pequeño, el futuro era diferente. Así es que nos trasladamos al año 1964 para enterarnos cómo conoció esa idílica “Tierra del Mañana”. Vemos al pequeño Frank (encarnado por Thomas Robinson) acudiendo a una Feria Mundial de Inventos para presentar su jetpack (mochila propulsora). Allí, capta la atención de una niña británica llamada Athena (qué talentosa que es Raffey Cassidy), quien le entrega un pin muy particular que funciona como una “llave” que lo transporta a otra dimensión, a ese lugar fantástico y futurista. El chico cree que este lugar, construído por visionarios con tecnologías de avanzada, es el mejor del universo y que el mundo será mucho mejor gracias a éste, debido a que no hay cuestionamientos ni trabas burocráticas ni maldad… sólo buenas intenciones. Pero, a medida que va creciendo, se desilusiona, y tras haber sido desterrado para volver a nuestra realidad, se transforma en un ermitaño, cínico, viviendo solo en su granja rodeado de sus invenciones tecnológicas. Ya en la actualidad, conocemos la historia de la otra protagonista de la película, una determinada joven llamada Casey (oh! casualidad, Newton), interpretada por Britt Robertson, conocida por su papel en “Under the Dome” y la reciente “El Viaje Más Largo”. Ella es la hija de un ex-ingeniero de la NASA (Tim McGraw) que está obsesionada con impedir que una estación de lanzamiento de cohetes en Cabo Cañaveral, donde su padre solía trabajar, sea demolida. Y lo hace llevando a cabo varios actos de hackeo y sabotaje, pero no hay nada que hacer; el programa espacial ha sido prácticamente cancelado. Esta entretenida producción de dos horas de duración que se nos pasan como si nada, desarrolla -justamente cual atracción de Parque de Diversiones- cómo es que la adolescente es reclutada por Athena (las escenas de Casey interactuando con el pin y con la niña son muy graciosas) y cómo cruza su camino con el personaje de Clooney, con quien la muchacha se embarca en una misión para salvar al planeta. No sin antes enfrentar a Nix (Hugh Laurie), el villano (no tan villano) de turno. Montaje, fotografía, efectos visuales, guión y actuaciones muy bien logradas hacen de ésta una aventura para que los que la veamos (seamos niños o no) sigamos soñando, como ellos, con un mundo mejor.
Descubriendo el país de Nunca Jamás Tomorrowland es ese sueño esperanzador que alguna vez tuvo Walt Disney. Es una película familiar, cargada de aventuras y muy buenos deseos, donde las emociones prevalecen al mismo tiempo que la intriga. Y de hecho es poco lo que pudimos llegar a ver anticipadamente acerca de este film: algunas imágenes y trailers de sus protagonistas, pero nada nos daba cuenta acerca de con qué nos encontraríamos en la sala de cine. Tomorrowland comienza con Frank Walker (George Clooney) presentando a ese chico que fue, quien en 1964 en medio de la Feria de las Naciones de Nueva York presenta su prototipo de propulsor aéreo, el cual él solito lleva a cuestas. No consigue la financiación para hacer realidad su proyecto, pero sí el pasaje a un universo paralelo y futurista, del cual hasta ese momento no sabe nada. Luego en la actualidad nos encontramos con Casey Newton (Britt Robertson), hija de un futuro ex empleado de la NASA, que recibe sin saber una invitación similar a la de Frank. Ese mundo futurista los necesita, por lo cual deben aliarse para que resurja ese paraíso. La primera parte dirigida por Brad Bird (The Incredibles, Ratatouille, Mission: Impossible - Ghost Protocol) se trata de una fábula que no nos permite respirar ni por un minuto. Mucha acción, entretenimiento puro y gags que hacen que el espectador se olvide que se encuentra frente a una pantalla de cine, y que viva la misma experiencia que los protagonistas, mientras que van intentando develar el misterio de lo sucedido. Pero ya en la segunda mitad, se nota la mano del coguionista Damon Lindelof (Lost, The Leftovers), quien deja a un lado la comedia a la que ya nos habíamos acostumbrado para tender a explicarnos rotundamente la historia, tendiendo a un final que obviamente no daremos a conocer, pero que peca de moralista. Y toda la nostalgia termina pesando por su amargura sobre la acción que se venía desarrollando. Aun así no podemos dejar de nombrar el gran despliegue visual durante todo el film, la gran participación musical de Michael Giacchino y la elección del cast para llevarlo adelante: un George Clooney desplegando a más no poder sus dotes actorales, Katie Cassidy excelente como el robot Athena y Hugh Laurie como David Nix. Posiblemente la menos beneficiosa sea Britt Robertson, quien por su papel parece muy sobreactuada. Y por último algunos detalles referenciales a los guinistas, como por ejemplo hacer notar un muñeco de Los Increíbles y mencionar frases alusivas a Lost. “Solo los soñadores pueden cambiar el mundo”, exalta la película al espectador, convirtiéndolo así en protagonista de la aventura. Fusionar la imaginación propia de la ciencia-ficción de los años sesenta con la aventura juvenil de los años ochenta, sin dudas es uno de los mayores logros de Brad Bird; quien posiblemente no haya podido cambiar el mundo, pero sí entregarse de brazos abiertos a sus sueños.
El mañana nunca muere “Tomorrowland”, rebautizada en nuestro pagos como “Ciudadanos del mañana”, es una película de aventuras por sobre todas las cosas, bien fiel al estilo de Disney. La protagonista es Casey, una adolescente cuya curiosidad científica y empedernido optimismo no la dejan darse por vencida ante nada. Son justamente estas características las que la llevan a ser “especial” y recibir un prendedor con extraordinarias cualidades que le cambiará la vida. Pero no sólo su vida será la que cambie. Detrás de cada respuesta que Casey va encontrando se esconde un misterio aún más grande, y a medida que avanza la trama vamos descubriendo que su destino implica más que su realización personal y está atado al destino de algo mucho mayor. En esta característica del argumento encontramos la influencia de la mano de Damon Lindelof, uno de los creadores de la serie “Lost”. Y al igual que en ésta, los misterios serán demasiados como para poder cerrarlos. Tiempo no falta, dado que la película dura más de dos horas, pero es una constante que la respuesta brindada no alcance a satisfacer la curiosidad despertada en el espectador y queden más preguntas sin resolver. Sin embargo, el mensaje fundamental de la película es simple, al igual que pasaba con Lost. En aquella, la ideología subyacente a toda la serie era un gran y hermoso “el destino nos cruza para que podamos ayudarnos mutuamente”. Y en esta película, la lección es igual de profunda y esperanzadora: “Los soñadores deben mantenerse unidos para cambiar el mundo”. Todo matizado con la ternura típica de Disney y apuntado a un público más infantil. La elección de los protagonistas es curiosa y forma un grupo bastante poco convencional que le da a esta historia original aún más frescura: Athena, la pequeña representante del futuro. Frank, el niño prodigio soñador que creció y se volvió un cínico a causa de las desilusiones. Y la inquieta y perseverante Casey, alma mater de la misión. El villano de turno también resulta ser bastante inesperado, al igual que los improbables héroes de esta historia. Y detrás de toda esta aventura, mensajes esperanzadores y efectos especiales de primer nivel, se esconde también una crítica bastante audaz a una creciente tendencia en la industria del entretenimiento: la del futuro distópico. La eventualidad de un apocalipsis es un tema que ha proliferado últimamente en los medios masivos de comunicación, siguiendo una línea marcada por la literatura. En general se toma como una crítica social destinada a alertarnos y prevernos, al igual que la creciente preocupación por el medio ambiente y las movidas en consecuencia. Pero Brad Bird (director de este largometraje, con joyas en su haber como “Ratatouille” y “Los Increíbles”) nos deja ver una perspectiva distinta sobre esta tendencia, que según su visión ha pasado a mayores. “Tomorrowland” es un viaje fantástico digno de la mejor infancia, lleno de vistazos al futuro y al pasado, con foco en el presente y una preocupación genuina por dejar una lección que pueda ser asimilada por espectadores de todas las edades.
"Un futuro para soñadores" El director Brad Bird (“Los Increíbles”, “Ratatouille”) se embarcó en su segunda película en la cual sus protagonistas son personas de carne y hueso (la primera fue “Misión Imposible: Protocolo Fantasma”). “Tomorrowland”, protagonizada por George Clooney, Britt Robertson y Raffey Cassidy, se centra en un mundo futurista, perdido en algún lugar del tiempo y espacio, el cual va a unir a quien fue un niño prodigio y a una actual brillante y optimista adolescente, para cumplir con una importante misión. Disney es especialista en crear universos alternativos, paralelos, otros mundos con sus propias reglas. Y acá lo logra de nuevo, adaptando el parque temático de atracciones de Disney, “Tomorrowland”, el cual se centra justamente en el futuro. A pesar de que ese futuro con cohetes y astronautas no se terminó de cumplir (y tal vez con los avances de la actualidad incluso haya quedado algo obsoleto), la película nos presenta como locación a este “Tomorrowland”, con trenes sin rieles, cohetes, propulsores, y diseños tan originales como modernos. Además, tenemos otras escenas donde se demuestra también un gran despliegue de producción. Con respecto a las actuaciones, varias veces tuvimos la oportunidad de comprobar la calidad actoral de George Clooney, como también la de Hugh Laurie (que en esta película encarna al científico malvado) y Britt Robertson es una actriz claramente en ascenso. Pero en esta ocasión hay que destacar, sobre todo, la labor de Raffey Cassidy, que significa una revelación en el film, interpretando a Athena, una niña que va a unir a los dos protagonistas y que los llevará a conocer este nuevo mundo. “Tomorrowland” es una película para toda la familia, ya que tiene acción, aventura y nos deja un mensaje esperanzador, profundizando en el optimismo y en los sueños, más allá de presentarnos un futuro oscuro y devastador, que los protagonistas buscarán cambiar. Es una historia novedosa y original, con un ritmo dinámico que, a pesar de la larga duración de la película, no se hace pesada en ningún momento. Tal vez se podría haber explorado aún más en el “Tomorrowland” que vivió el personaje de George Clooney cuando era pequeño, pero lo interesante fue también que no solo se mostró esta experiencia a partir de flashbacks (como normalmente se lo hace), sino que además se encontraron otros recursos más innovadores para hacerlo. En síntesis, “Tomorrowland” es una película con un claro sello de Disney, entretenida para toda la familia, y que nos hará transitar por distintas sensaciones, con un halo de esperanza y optimismo. Samantha Schuster
La versión cinematográfica de uno de los parques más divertidos y espectaculares de Disney resulta ser poco menos que un largo pasatiempo. Y eso que detrás de cámara se encuentra nada menos que Brad Bird, quien debutó en el cine live action con la excelentemente recibida cuarta entrega de Misión Imposible, habiendo incursionado antes en éxitos animados como El gigante de hierro, Ratatouille y varios capítulos de Los Simpson. La historia comienza con George Clooney contando sus andanzas como niño prodigio en una feria tecnológica de 1964. De golpe y casi sin advertirlo, Clooney desaparece del mapa y comenzamos a seguir los pasos de una jovencita que al parecer también es una niña prodigio. Entre tropezones y un primer acto que tarda demasiado en arrancar finalmente Clooney y la niña unen sus historias entre robots, hombres malos y niños inquietos que deambulan entre un mundo paralelo conocido como "Tomorrowland" y nuestra querida tierra que según nos dicen estaría al borde de la extinción. Por lo visto las contribuciones de millones de colaboradores a los fondos de Greenpeace no fueron suficientes. Desde el principio, por la edad de los protagonistas y la premisa de la historia, la película de Brad Bird parece apuntar más bien a un público infantil, pero conforme avanza la narración las vueltas del guión logran desorientar por igual a niños y adultos. Sin embargo, en el tramo final, por suerte para todos, el bueno de Dr. House (que aquí hace de malo) reaparece en pantalla para explicar absolutamente TODO lo que se nos acaba de contar y lo que vendrá en el tramo final. Como si por un buen rato se hubieran olvidado de explicar lo que sucedía, felizmente Disney siempre se reserva un personaje expositivo que se encarga de que nadie se haya perdido en el medio. Tomorrowland tiene elementos de ciencia ficción y aventuras que de a ratos logran una efectividad atrapante, pero por culpa de un ritmo desigual las dos horas de metraje parecen mucho más que eso. La diversión se diluye entre un sub-texto de concientización sobre el cuidado del medio ambiente bastante vago.
Pulgares abajo para "Tomorrowland" Tomorrowland prometió ser la quintaesencia de una película de Disney, pero abunda en efectos especiales y se dirige a un difuso destinatario. La percepción del tiempo es el combustible de los recuerdos. Tomorrowland, la película de Brad Bird (especialista en animación) toma el nombre de una de las atracciones de los parques temáticos de Disney. En ese prototipo del paraíso que creó Walt, el futuro estaba (el parque perdura) asociado a la conquista del espacio. En 1964, tal el guion de la película, Frank, un niño prodigio, llega feliz con su invento a una feria de ciencias montada a tono con el espíritu de la época. Evalúan los inventos, el señor Nix (Hugh Laurie) y una pequeña que parece su hija, Athena (Raffey Cassidy). El relato de Frank adulto (George Clooney) es el primer contacto con la fábula de Disney en la que se ofrece una reflexión sobre el futuro, su construcción y posibilidades en términos positivos. La primera dificultad para clasificar la película, apta para mayores de 13 años, es, justamente, la relación de Frank con el pasado y esa niña sin edad. Lo reintroduce al mundo que dejó en alguna dimensión irrecuperable, una adolescente inquieta Casey (Britt Robertson), hija de un ingeniero de la Nasa. Tomorrowland abunda en efectos especiales. Athena se parte y recompone a la manera de Terminator. Hay violencia en los choques entre robots y humanos con poderes excepcionales y una mezcla entre el futurismo retro, la filosofía en torno a las imágenes que condensan el apocalipsis y las relaciones humanas que es preciso resignificar. Clooney funciona como el adulto con corazón de niño que guía a la jovencita a la dimensión de la que un día fue expulsado. El actor va bien acompañado a la aventura por dos actrices que generan empatía inmediata. Britt Robertson compone a Casey, la chica que no se deja vencer cuando emprende una empresa, por loca que parezca. En tanto la pequeña Raffey encanta con su carita de ojos grandes y vivaces, en medio de la batería de láser y maquinarias desplegables. La película pasa por varias etapas, desde la exposición lapidaria en cuanto a las posibilidades del ser humano, a las fórmulas new age para salvar el mundo. Con un discurso de exaltación de la voluntad y el deseo individuales ('los soñadores'), en concierto con millones de otras tantas voluntades, Tomorrowland expone el mecanismo de la manipulación que crea, también, imágenes del futuro en una especie de videojuego del apocalipsis. Con el tono y la energía de una propaganda con el sello Disney, la historia reúne recursos y diseños que han sido desarrollados en muchas películas del género, y se dirige a un destinatario difuso. Athena en su rol de reclutadora de gente especial explica a Casey la necesidad de entrenamiento para no ser “un pin sin contexto”, metáfora viva del paraíso que Disney abona cuando dirige sus efectos a la platea más tierna.
Una aventura divertida y visualmente atractiva. Este es un cuento de ciencia ficción en el que se encuentran dos narradores que no se ponen de acuerdo de como contar la historia. Frank Walker (George Clooney) recuerda cuando de niño (interpretado por Thomas Robinson, “Papá por accidente”) lleva un invento a la Feria Mundial en Nueva York en 1964, allí se encuentra con el Juez Nix (Hugh Laurie, “Stuart Little”) que no está convencido ,pero quien si lo va a estar una hermosa niña algo misteriosa llamada Athena ( Raffey Cassidy, “Sombras tenebrosas”). Esta le regala un pin con una T.Este es un pasador que lo lleva a Tomorrowland, una ciudad muy especial del futuro en otra dimensión y un mundo muy diferente. En otra parte de la historia nos encontramos con otro personaje el de Casey Newton (Britt Robertson, “El viaje más largo”), una joven rebelde que vive con su hermano menor Nate Newton (Pierce Gagnon, “Looper: Asesinos del futuro") y su padre Eddie Newton (Tim McGraw, "Un sueño posible") se encuentra pasando una mala situación y su hija cae arrestada por incomunicar en la seguridad de los equipos de la NASA. Cuando esta queda libre encuentra dentro de sus objetos un misterioso pin con una T, cuando lo toca es llevada a Tomorrowland. Estos dos personajes: Casey una adolescente optimista y Frank un niño prodigio que afronta ciertos peligros. En una enigmática misión se enfrenta al tiempo y espacio, más conocido como Tomorrowland. Se habla del destierro, la humanidad, la ecología, entre otras citas. Un futuro diferente, donde podes tocar las estrellas y el cual te invita a soñar. La trama para algunos espectadores puede resultar algo enroscada, misteriosa, con toques emotivos, varios mensajes y personajes. Encontramos: robots y naves espaciales, es visualmente deslumbrante, por momentos cae en el cliché, se cita y se referencia a otros films: “Mago de Oz”, “Hombres de negro”, entre otros. A esta historia familiar le sobran unos treinta minutos. El joven actor Britt Robertson sale airoso con su interpretación, como así también los jóvenes Raffey Cassidy y Britt Robertson, con las correctas interpretaciones de: George Clooney y Hugh Laurie.
La hermandad de los prendedores Mientras el cine de ciencia ficción sigue obsesionado con la inteligencia artificial, entregando versiones muy parecidas del mismo tema, Disney tomó el presente de catástrofes naturales con pronóstico de futuro distópico y logró un resultado más entretenido e interesante. Tomorrowland es una ciudad del futuro situada en un presente alternativo, al cual Frank (George Clooney) y Casey (Britt Robertson) tienen acceso en distintos momentos de sus vidas mediante un prendedor (suerte de nuevo anillo de Frodo), facilitado por un ciborg infantil llamado Athena (brillante Raffey Cassidy). Pero mientras Athena los convoca y les revela que Tomorrowland fue concebida por los Plus Ultra, las grandes mentes de la humanidad entre las que se menciona a Einstein, Edison y Tesla, Nix, el mandamás de la ciudad del futuro (Hugh Laurie en su primera superproducción post House), envía ciborgs para eliminarlos. Como una mezcla de Terminator con la perdida inocencia de Volver al futuro, Tomorrowland es una sencilla historia bien contada y con adecuado uso de efectos especiales.
VideoComentario (ver link).
Brillante y, sobre todo, inspiradora El cine, la TV y la literatura intentan convencernos de que todos los futuros son distópicos. ¿Y qué pasa con la esperanza de un mundo mejor? Esa pregunta campea del principio al fin de “Tomorrowland” y queda instalada en el espectador. El optimismo, los sueños, la idea y el obrar -fundacionales del discurso de Walt Disney- son los motores de la película y se transmiten como un deber ser. ¿Utópico? Tal vez. ¿Inspirador? Decididamente. Un paréntesis antes de adentrarnos en “Tomorrowland”. Hay mucho talento detrás de este proyecto, tanto que George Clooney dio el okey para asociarse por primera vez en su carrera con la marca Disney (y con todo lo que eso implica). Brad Bird es uno de los directores más interesantes del Hollywood contemporáneo, cuidadoso de los proyectos en los que se involucra y capaz de tomarse el tiempo necesario para no fregarlos. Las tres películas de animación que dirigió son, cada una a su manera, magníficas: “El gigante de hierro”, “Los increíbles” y “Ratatouille”. Después de hacerse cargo del cuarto eslabón en la saga de “Misión imposible” se sumergió en “Tomorrowland” junto al guionista Damon Lindelof, uno de los cerebros detrás de “Lost” y actual motor de la imprescindible serie “The leftovers”. La imaginería visual de “Tomorrowland” es pura belleza y buen gusto. Hay mucho romanticismo y nostalgia en la construcción de la ciudad del futuro, anclada en aquellas ferias mundiales que celebraban la inventiva de la humanidad y que fueron hundiéndose a medida que el pesimismo colectivo nos arrastró al fondo del mar. “Tomorrowland” puede leerse en distintos planos. Hay aventuras y acción; hay artilugios dignos de la mejor sci-fi; hay una historia interesante y divertida; hay personajes que proponen la empatía automática. En otro nivel se despliega el esfuerzo de Disney por subrayar cuán pegada al abismo marcha la sociedad y lo fundamental que resulta un cambio de enfoque para revertir el rumbo. La carga filosófica y científica de “Tomorrowland” se vuelca a lo Disney: con la mayor sencillez y contundencia en la palabra y en la imagen. Vale. La película es para mayores de 13 años. Su extensión (más de dos horas) y algunos pasajes violentos lo explican. Los chicos pueden asistir acompañados por un mayor. Se recomienda fervientemente llevarlos.
Brad Bird ha demostrado en sus cuatro largos anteriores (El gigante de hierro, Los Increíbles, Ratatouille y Misión: Imposible – Protocolo Fantasma) no solo una enorme capacidad de invención y técnica, sino también inteligencia para comunicar ideas complejas de manera directa, sin que tales ideas pierdan, si la tienen, ambigüedad. Es un director que toma partido por lo que piensan sus personajes pero no le imponen tales opiniones al espectador. Tomorrowland es su film más desparejo: visualmente impresionante, la historia de una utopía perdida y reencontrada que involucra a un hombre amargado (Clooney) y una joven idealista (Robertson) a veces resulta desmañana o desprolija; a veces incluso revela sus ideas de manera demasiado evidente. El tema es la curiosidad y el optimismo. O si, mejor, en un mundo tan difícil como el que vivimos cabe aún el optimismo. Lo hace con una aventura infantil porque asume el único punto de vista posible para el asombro del descubrimiento en estos días, el del niño. Y eso logra que esta aventura colorida y vertiginosa (a veces demasiado) sea cualquier cosa menos pueril. Sin llegar a los límites de emoción de esa obra maestra que es Ratatouille, Tomorrowland hace algo que muchas películas de hoy no: se pregunta cosas y propone respuestas. Un film evidentemente retro, también en la manera como confía en la inteligencia del espectador para que descubra -él también- un mundo no nuevo sino posible.
Tomorrowland es el último estreno de la factoría Disney, con dirección de Brad Bird (The Iron Giant, The Incredibles) y protagonizada por un George Clooney (Ocean's Eleven, Gravity y la inolvidable E.R.) cada vez más parecido a Pocho la Pantera. A simple vista, parece ser un inofensivo film sobre una realidad alternativa, pero ¿lo es realmente? Todo comienza en la infancia de Frank, el personaje de Clooney (pero que de pibe lo interpreta Thomas Robinson). Frank viaja justamente a Disney para participar de una especie de convocatoria de inventos científicos, donde le muestra a Nix (un Hugh Laurie que demuestra que puede despegarse perfectamente de su Dr. House, aunque algunas lineas de diálogo le jueguen en contra) su invento: una mochila propulsora para volar, pero que no funciona del todo bien; tanto es así que, en un claro tono de "cualquier cosa te llamamos", Nix lo despacha rápidamente. Es entonces cuando Athena (Raffey Cassidy, de Snow White and the Huntsman) le da un pin con la letra "T" de Tomorrowland; es gracias que este pin que -tras seguirlos a ella y su grupo al subirse a una atracción-, Frank podrá transportarse hacia esta especie de país de la utopía y la felicidad, de la evolución científica, donde los autos vuelan y todo eso. Ahora sí, ATENCIÓN... ¡¡SPOILERS!! Pasan varios años, y se acerca el Apocalipsis al planeta Tierra. Entre idas y venidas, Athena recluta a Casey (Britt Robertson, la misma de The Longest Ride) porque es especial y, junto al desterrado Frank (ahora sí, un reacio Clooney adulto) regresan y se enfrentan a Nix, quien, básicamente, usa una máquina para predecir el futuro que diseñó el mismo Frank, y de esta manera influir negativamente en las personas y hacer que acepten la idea del Apocalipsis... porque, precisamente al aceptarla, sucederá. Parece una película más sobre No Rendirse, sobre los sueños y sobre la interracialidad políticamente correcta, porque el elitismo que había al principio del filme para entrar a Tomorrowland deviene en una migración masiva de múltiples nacionalidades. Pero, en el fondo, creí leer algo bastante más perverso que intentaré detallar a continuación... Tomorrowland es Disneylandia. Visualmente las similitudes son evidentes. Una de dos: o los directores de arte de la empresa del ratoncito se quedaron sin ideas o la similitud es intencional. Y claro que la opción mas indicada es la dos: ¿por qué remitirían a un espacio tan específico accidentalmente? ¿Me vas a decir que con los estándares de profesionalidad que tienen nadie dijo, "Che, man... esto es igual a Disneylandia"? De hecho, la aventura comienza en el parque, en los años '50, y es a través de una atracción que se abre un portal mecánico reconociendo los pines con la "T" y Frank puede llegar del otro lado. Las rutas de esta especie de Wonderland (que en realidad no tienen sentido porque los autos vuelan) son (visualmente) montañas rusas: tienen ese recorrido, esas curvas, esas pendientes, remiten a las atracciones de manera directa. El monitor, el centro desde el cual se transmiten esas ondas radiales negativas que hacen que la humanidad acepte su extinción es, de manera literal, la famosísima pelota gigante de Epcot Center. Para volver a Tomorrowland, los personajes recurren a un transbordador interdimensional que parte de la Torre Eiffel, justificándose en que Eiffel la creó a modo de antena conociendo la existencia del otro mundo. ¿En qué lugares del mundo, fuera de los EE.UU., hay Disney Resorts? Sí, adivinaste: en París, además de Tokio y Hong Kong. Por último, el personaje de Casey. En primer lugar, el vestuario. Esa gorrita roja de la NASA, justificada en una linea de diálogo como que "es de su padre" da una enorme sensación de pibita yankee de vacaciones que va a divertirse al parque. Y eso sin contar siquiera su actitud, gritando desaforadamente como si estuviera en una montaña rusa cada vez que se sube a algún transporte específico con un poquito de adrenalina, como la bañera voladora de Frank. En Tomorrowland, Nix tiene un plan muy claro aunque al principio lo niegue: destruir el mundo, hacer que la gente se rinda, transmitiendo su perverso mensaje. ¿Cómo evitar sentirte en medio de una gran manipulación que te es revelada impunemente si estás, justamente, en una sala de cine viendo una película de Disney? ¿Cómo plantarte si la manipulación te revela su propio mecanismo para moldearte, en medio de su proceso mismo de moldeado? Lo mas irónico, cínico o sombrío, como quieran llamarlo, es que finalmente ese monitor, ese mensaje desesperanzador, es destruido. Y las puertas de Tomorrowland vuelven a abrirse para todos: para el papá de Casey que no tenía trabajo, para los negros, para los iraníes, para los chinos, para todos, como una enorme burla final de Disney sobre una igualdad que no promulga y que nunca defendió, y regalándote un final feliz para que salgas de la sala empalagado como un autómata, olvidándote que te avisaron durante toda la peli que estaban lavándote la cabeza. VEREDICTO: 6.0 - ¡HIPÓCRITA! Con un muy buen ritmo narrativo, personajes sólidos y una dualidad dimensional completamente creíble, Tomorrowland te muestra la punta del iceberg de lo macabro que puede ser Disney. Pero no lo cuestiona ni lo destruye: simplemente se te ríe en la cara y sigue con lo suyo.
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¿Se podría pensar que éste filme no seria lo mismo si su actor protagónico no fuese George Clooney? Sin querer ser exactamente una pregunta retórica, se transforma en sí, al ser formulada. Frank Walker (George Clooney), es un científico encerrado en un espacio y en un tiempo indeterminado, la imagen misma de aquello que prometía ser de niño, cuando era considerado un prodigio de inteligencia. Es tal el trabajo de credibilidad que le da el actor a su personaje, que hasta se sigue descubriendo esa mirada ingenua y enamorada de ese niño ya extraviado y enamorado de un amor imposible. La narración abre con una apuesta estético narrativa muy elevada. Frank empieza a dar las razones por las que supone se acabara el mundo en poco tiempo más, siendo corregido a cada palabra negativa de su discurso por Athena (Raffey Cassidy), quien le exige que cuente la historia desde el principio. El relato entonces, retoma y empieza de manera muy conveniente al emplazarse en la Feria Mundial de Nueva York de 1964, la misma en que Walt Disney presentó su atracción "It's a small world", y el pequeño Frank Walker (Thomas Robinson) se presenta con su invento revolucionario, el que despierta la atención de Athena, una niña a primera vista también prodigiosa. Años después de tantas decepciones y luchas infructuosas nos encontramos a Frank unido por un mismo destino a Casey (Britt Robertson), otra deslumbrante y animada adolescente plena de indagación por un saber cada vez mas científico. Ambos terminan por ser el último recurso de la humanidad y se embarcan en una peligrosa misión para develar los secretos de un enigmático lugar, perdido en algún punto del tiempo y del espacio, conocido como Tomorrowland, pues podrían obtener allí las respuestas a los interrogantes del destino de nuestro planeta. ¿Es posible que los seres humano respondan positivamente a aquello que le presentan con certeza absoluta y esta sea la causa misma de su propio deterioro? Tal es el planteo inicial del filme dirigido por Brad Bird. La historia de la humanidad así lo demuestra, pero ahora la pregunta va sobre el exterminio de la tierra misma, reflejada en un gran marcador de tiempo en cuenta regresiva. La realización casi se constituye en chaplinesca a partir de una mirada esperanzadora del futuro de la humanidad, muy lejos de la mirada apocalíptica de filmes como “Mad Max” o la saga de “Divergente” conocidas éste año. Cumpliendo con presentar y representar todos los elementos del género de ciencia ficción, el director despliega su fábula entre saltos temporales creando universos propios, erigidos con un minucioso sentido artístico plástico, pero sin renunciar a ser un simple espectáculo de fantasía inocua, pleno de discurso con el fin de despertar conciencias. No por ello dejaremos de encontrar todos los personajes necesarios para que el desarrollo de la historia sea un continuo sin sobresaltos, el héroe, el antagonista, el que se sacrifica, y la motivación contrapuesta, a partir de esto la trama despliega una intriga impulsada por un sentido filosófico del bien y del mal, se consolida cuando Athena, se convierte en el eslabón que unirá el destino de Casey y Frank. Una historia fantástica con demasiados puntos de contacto con una realidad cada vez menos contenedora de lo humano.
El producto Disney tiene una ventaja y es esa: pertenecer al universo de una marca que es sinónimo de entretenimiento y fantasía. Tomorrowland (La Tierra del Mañana), es el título de la película que arranca en las carteleras el 22 de Mayo y coincide con los 60 años de uno de los sectores del parque de atracciones de la empresa que creara Walt Disney y que se convirtiera en uno de los lugares más visitados del mundo por grandes y chicos. Puede que todo lo que veamos nos suene a gran comercial de esta celebración y la de la vuelta de "Star Wars". A favor de la película, tenemos dos caras inmediatamente reconocibles: George Clooney, Hugh Laurie y, además, unos artistas adolescentes que sirven a sus roles de maravillas. Ni bien empieza a desarrollarse la historia, el panorama es de cuenta regresiva y no todas las cuentas regresivas son exitosas, provocan buenos efectos sino todo lo contrario. Lo que si se sabe es que siempre serán históricas. Desde las misiones no tripuladas, pasando por la perrita Laika, la llegada del hombre a la Luna, los transbordadores espaciales, la primera mujer astronauta, etc. Para los protagonistas de "Tomorrowland", el desafío será que no se termine la cuenta regresiva y la tierra del futuro exista, no sólo para una élite de científicos sino para que el planeta entero y sus habitantes pueda disfrutar de su existencia en paz y armonía. Frente a la distopía de "Mad Max", el estudio del Ratón Mickey nos plantea la esperanza de que si hay soñadores que se la juegan por sus valores y no se rinden, el mundo puede llegar a ser amigable para todos. Frank Walker (Clooney), en su niñez, será uno de los elegidos por Athena (Raffey Cassidy), una pequeña muy especial. Le será dado un pin con el logo de la T que simboliza ese universo paralelo al que entrará y en donde será reconocido por su invento de la mochila voladora. Sin embargo, en Tomorrowland, no todo es perfecto y el Gobernador Nix (Hugh Laurie), expulsará a Walker y a Athena del paraíso futurista y después de haber instalado un dispositivo que es la causa de todos los males y el desanimo del presente que devendrá en no-futuro. Athena no se rendirá y su próxima elegida, muchos años después que pasó lo de Frank, será Casey Newton (no es casual su apellido), la nueva señalada para que el futuro se haga realidad. Casey es una adolescente con alto coeficiente y ve a su padre desalentado pues están por demoler la torre de lanzamiento de transbordadores en Cabo Cañaveral y él se quedará sin trabajo. Para que esto no suceda, todos los días realiza una fase de operaciones para que no derriben la torre hasta que es pescada in fraganti y es allí donde recibirá el pin. Primero no sabrá muy bien qué está pasando y Athena, la irá guiando hasta Walker, en su edad adulta, para que ambos pongan manos a la obra y que Nix y "lo que nunca tendría que haberse instalado en Tomorrowland" no lleguen a la autodestrucción del Planeta Tierra. Hugh Laurie, la juega de no tan malo pero sí autoritario y que quiere hacer las cosas a su manera. Quizá su personaje sea demasiado estereotipado pero funciona en el ejercicio que le dio el Dr. House para este tipo de papeles. Quién es el director de esta peli: el multifacético Brad Bird, uno de los agraciados en pisar el aula A-113 (sello que aparece en varias películas de Pixar y/o de aquellos que han cursado en el Instituto de Artes de California y han pasado por ese lugar legendario). De hecho, aquí, es la Productora Comercial "A113" junto a Walt Disney Pictures, quienes pusieron el motor en marcha. Volviendo a Bird, ganó dos Oscar(r) por "Ratatouile" y "Los Increíbles" y tiene 30 premios más en su haber. No sólo es director sino también es guionista, productor, actor, asesor creativo, etc. y encima es padre de 3 niños. Vaya que este hombre disfruta la vida. A algunos les interesará saber que fue el guionista de "Milagro en la Calle 8" (1987), en donde unos robotitos del espacio ayudan a un grupo de gente para que no demuelan el edificio, el único de la cuadra, pues no tienen otro lugar donde ir. Pasó también por la tele en algunos capítulos de "Los Simpsons" y además de "Cuentos Asombrosos". "Toy Story" y "Up", son otros dos éxitos que lo tuvieron dentro de su equipo. Retomando lo de párrafos anteriores y que puede sonar a advertorial o infomercial, habrá cientos de guiños al espectador por el regreso de "Star Wars". Traten de contabilizarlos y no se pierdan en la escena dentro del local de chucherías para amantes de los cómics y la Sci-Fi. Un párrafo aparte para Raffey Cassidy, que ya actuó bajo las órdenes de Tim Burton en "Sombras Tenebrosas" y también, en "Blancanieves y el Cazador". Demuestra tener carácter y espero verla pronto en alguna otra producción. Al mismo nivel, la tenemos a la jovencita, que tal como le contara su padre, no dudará a qué "lobo hay que alimentar" para cambiar el panorama, y estoy hablando de Britt Robertson, que será otra de las mujeres con las que tendrá que lidiar el personaje de Clooney. Una película familiar, un argumento no tan original, un entretenimiento Disney, con buena estética y mucha fantasía. Advertencia, puede que funcione un experimento de publicidad subliminal que en otro tiempo no funcionó y es el de "tome gaseosa" y "coma pochoclo" después de salir de la sala. El filme dura 130 minutos, si no les dan ganas de tomar gaseosa y luego, viajar a Disney... No sé en ustedes, en mí, funcionó.
No se puede negar la intención del realizador Brad Bird y el guionista Damon Lindelof de crear para “Tomorrowland” (USA, 2015) un universo visualmente atractivo y que se convirtiera en la sólida base para la historia que quieren contar. Pero en ocasiones, sólo con un concepto visual no alcanza para mantener durante 2 horas la atención en la pantalla. Esto es lo que pasa con “Tomorrowland” un filme que deambula entre la ambición y el sueño de sus protagonistas, pero a quienes termina censurado y expulsando rápidamente. La historia de la película gira en torno a dos personajes: Frank (George Clooney) y Casey (la ascendente Britt Robertson), dos soñadores que tuvieron la oportunidad de acercarse a Tomorrowland, una tierra en la que el empeño de todos sus habitantes está en crear un mundo mejor, en el que la tecnología ayude a superar barreras e ideologías y homogenice las intenciones egocéntricas, eliminando aquellas trabas que van en contra del bien común. Pero cuando ambos, en cada momento y período de su vida, son convocados para participar del proyecto comandado por el “Gobernador Nix” (Hugh Laurie) y entienden la verdadera magnitud e intenciones del mismo, se bajarán, o los bajarán y deberán luchar para salir ilesos de esa pesadilla en la que primero quisieron estar. Hay robots y animatronics que ayudaran al Gobernador a mantener el status quo, y también a que todo siga su curso en secreto y sin que trascienda más allá de las personas involucradas. Hay una bajada política, como ya es clásica en todas las películas de Disney, en las que a aquellos que piensan diferente les comienza a ir mal. Pero principalmente hay una necesidad imperiosa durante toda la película por tratar de explicar las cosas que culmina en una larga moraleja y final feliz que termina por tirar todo el proyecto a la borda. “Tomorrowland” es una película correcta, con buenas actuaciones (ojo, no Clooney, que viene repitiendo hace 20 películas el mismo papel, podría dejar de robar), y un afán por entretener que termina superando la lógica interna de la narración y produce todo lo contrario. La habilidad de Lindelof en sus intervenciones anteriores en películas y series de TV, en las que la distopía y la épica apocalíptica le proporcionaban el material ideal para desarrollar guiones con ambiciosas producciones de aventura y ciencia ficción, acá terminan generando tedio y aburrimiento. Al unir sus esfuerzos con Bird, claramente el resultado final iba a ser esperado con ansiedad, pero lamentablemente para sus seguidores, en esta oportunidad la prueba no fue superada. “Tomorrowland” explica todo el tiempo todo, y desaprovecha cada oportunidad que se le presenta para seguir jugando con el material que presenta. Si a un joven Frank (el personaje de Clooney), con su iniciativa y empuje de niño se lo deja que termine creando un dispositivo para volar, luego se le coarta su accionar cuando este mismo mecanismo se presenta al ingresar Casey a Tomorrowland y decirle al espectador: pasó tiempo y acá esto se mejoró. La nostalgia se supera con rapidez. Disney tamiza la cinta, y a todo creador que se presenta en la película se lo termina coartando y expulsando de su mundo ideal, tan parecido al castillo de la productora, para así imposibilitar que haya más “soñadores” que el propio Walt. Todos los demás no tienen lugar en la historia ni en “Tomorrowland”.
Los soñadores. Tomorrowland no está basada ni inspirada en una novela o cómic, no es una secuela, una remake, un reboot, un spin-off ni nada de eso. Tampoco es –ni pretende ser– una publicidad para vender entradas al parque de Disney del mismo nombre, creado en 1955. La nueva propuesta de la titánica compañía se presenta como un pequeño rayo de optimismo dentro del gigantesco abismo de agujeros negros e irrisorias filosofías existencialistas con pretensiones grandilocuentes (Interestelar), inteligencias artificiales que se rebelan contra sus creadores (Los Vengadores: La era de Ultrón), mundos posapocalípticos con sociedades distópicas (la notable El Planeta de los simios: Confrontación o la explosiva e imponente Mad Max: Furia en el camino) y una interminable lista que contiene las mil maneras de morir en el planeta Tierra filmadas por diversos cineastas hasta la fecha. Lo que viene a decirnos Tomorrowland es que nos hemos instalado en la resignación y el derrotismo; hemos aceptado y naturalizado nuestra propia destrucción y la del mundo, invocando de ese modo las catástrofes que nos extinguirán. La quinta película del increíble Brad Bird nos habla desde una visión romántica y sesentosa del progreso –por más ingenuamente utópica que pueda parecer– y tiene más de una cualidad que la convierte en un producto notable. Cada escena es una genuina exaltación de la belleza de la tecnología y de las maravillas que pueden crearse a partir de nuestra imaginación, traducida en un fascinante desfile de gadgets –a cada cual más disparatado y alucinante– dignos del más clásico agente 007 y androides que están más cerca de ser Barbies y Kens que de pertenecer a la Matrix. A medida que avanza Tomorrowland, el tono marcadamente naif –y profundamente cinéfilo– comienza a mutar en algo muchísimo más ambicioso: dos primeros tercios sublimes tanto a nivel narrativo como visual, dejando escenas para el recuerdo como la secuencia de escape en clave Mi pobre angelino, la fantástica pelea joedantesca en el local-paraíso de los nerds, el improvisado lanzamiento de un cohete desde la Torre Eiffel o el vuelo en jet-pack donde alcanza uno de sus puntos más altos la acertada música de Michael Giacchino, quien compuso las bandas sonoras de algunas grandes películas de los últimos años como Ratatouille, Misión Imposible: Protocolo Fantasma, Super 8, Star Trek: En la Oscuridad, El destino de Júpiter y la próxima a estrenarse Jurassic World. Tomorrowland es, en sus formas, una película de otros tiempos. Un puente entre el cine de aventuras de corte clásico y el actual, un oasis de emociones genuinas que parecerían corresponder a un futuro, pero como lo imaginábamos en el pasado. Un pasado en el que existían las mochilas propulsoras y los viajes al futuro, las búsquedas del tesoro, las arcas perdidas, los santos griales y las películas de zombies en Súper 8. Y Brad Bird, un cineasta de herencia spielbergiana, ya ha dejado evidencias tanto en el mundo de la animación como en el de la acción en vivo de su talento para conjugar el cine de aventuras de los años ochenta con los efectos especiales, las inquietudes y las necesidades propias del cine de estos tiempos. Además, como si todo esto fuera poco, se permite tomar riesgos y plantear situaciones poco comunes en el cine más mainstream actual al anular la posibilidad de una subtrama romántica y dar comienzo al relato con un personaje dirigiéndose al espectador en una extensa escena. En El Destino de Júpiter –último opus de los hermanos Wachowski–, el relato nos seducía, nos divertía y nos interesaba de una forma en la que muy pocas películas recientes lo han logrado. Con Tomorrowland sucede algo parecido. Únicamente pierde algo de fuerza en el último tramo, cuando su discurso se vuelve explícito en un monólogo a cargo de Hugh Laurie que resiente el ritmo con el que venía el relato hasta ese momento. Aquí no hay una escena en la que falten la sorpresa y la acción –uno de los montajistas es Walter Murch–, además de contar con las destacables actuaciones de Raffey Cassidy como una Hit Girl robótica que derrocha empatía, y de Britt Robertson (Casey) que desplaza felizmente a George Clooney hacia un segundo plano desde el que se luce sin canchereo pero con la dosis justa de carisma. Tomorrowland vuela por encima de sus defectos y Brad Bird vuelve a demostrar su extraordinaria capacidad para emocionar, sea cual sea el género en el que se mueva. Los soñadores que tengan la capacidad para adentrarse en este maravilloso universo con la mirada de un niño, no querrán salir jamás.
Se disfruta del principio al fin relato en parte futurista A lo largo de algo más de dos horas,“Tomorrowland” logra que el interés en ningún momento decaiga, lo que muchos otros films no consiguen. Si bien a priori su principal atractivo es la presencia de George Clooney, serán dos jóvenes y muy diferentes figuras femeninas quienes más graviten en hacer disfrutable este relato, que transcurre en diversos momentos y lugares. Comienza en la Feria Mundial de Nueva York de 1964 cuando un niño, Frank Walker, presenta un invento en competición que es rechazado produciéndole gran frustración. Sin embargo su encuentro con Athena (Raffey Cassidy), una misteriosa pelirroja de su misma edad, compensará el mal momento. Encontraremos a Frank (Clooney) cinco décadas más tarde, o sea en la actualidad, convertido en un científico que ha encontrado la forma de “viajar” hacia un mundo del futuro y que recluta para sus incursiones a Tomorrowland a “soñadores”, personas de alta creatividad y elevado cociente intelectual. Será entonces el turno de introducir a Casey Newton (Britt Robertson), una de tales privilegiadas y alrededor de quien, a partir de la media hora del film y hasta el final del relato, girará el grueso de la acción. Habrá aún un personaje con alguna gravitación, conocido como David Nix, a quien da vida Hugh Laurie en un ser siniestro y opuesto al trío central. Aunque la película apela, como muchas otras del género fantástico, a los efectos especiales su mayor encanto radica en que es lo suficientemente original como para diferenciarse de títulos anteriores, como por ejemplo la trilogía de “Volver al futuro” de Robert Zemeckis. Hay sí algunos momentos donde los efectos deslumbran y uno en particular en el tope de la Torre Eiffel, que es preferible no detallar para mayor placer del potencial espectador de “Tomorrowland”. Es muy destacable la pericia de su director Brad Bird que no ha defraudado en ninguna de su obras anteriores con títulos tan recordables y disimiles como “Los increíbles”, “Ratatouille” o “Misión imposible: protocolo fantasma”.
Tomorrowland es una buena oportunidad para pasar un rato ameno en familia, aunque lamentablemente ni el argumento ni los personajes atrapan al espectador como debería. Aproximadamente después de la primer hora de proyección la trama se pone un poquito más interesante, pero sólo un poquito más. No se puede decir que es
Entre la fábula reflexiva y la diversión La presencia de George Clooney y los efectos especiales son la atracción de “Tomorrowland”, una producción de Disney plagada de indefiniciones. “Cuando yo era pequeño, el futuro era otra cosa”. Palabras más o menos, es lo primero que el inventor Jack Walker (George Clooney) registra en un video para la posteridad, un relato dentro del relato, donde recuerda la Feria Internacional de Ciencias que la propia Disney -–productora de este filme de Brad Bird-- produjo en Florida, en 1964, en el espacio de Tomorrowland, una de las atracciones de su mundo de diversiones. La historia de la película va más allá del mero entretenimiento de un parque temático dentro de Disney World, y utiliza ese espacio real y todavía existente, donde la empresa ofrecía el sueño de un futuro mejor a los habitantes de una Tierra que se expandía hacia otras dimensiones del universo, a través de la exploración espacial. Por entonces, Walter era un niño convencido de que cualquier invento, aunque sólo fuese potencialmente utilizable, era sinónimo de evolución y esperanza y lo suficientemente motivador como para producir un efecto multiplicador entre gente segura de poder aportar a la creación de un “maravilloso mundo”. Pasado más de medio siglo de todo aquello, la mirada de Jack cambió de signo. Guerras, hambre, gobiernos inestables, una humanidad decadente, le quitaron las ganas de luchar. Pero siempre hay nuevos adolescentes que sueñan, como la jovencita Casey Newton (Britt Robertson), y quizás siga existiendo Athena (Catie Cassidy), la niña de todos los tiempos que condujo a Walter de entre las atracciones del parque de diversiones a ese “mundo del mañana” que se gestaba en sus entrañas, donde “los mejores” buscaban la llave de un futuro mucho más promisorio del que terminamos viviendo. Entre ese mundo en otra dimensión y el actual, la conexión es un pin tecnológicamente tan avanzado que permite atraversarlas de manera instantánea y transcurrir esta aventura donde los personajes ya no soñarán, sino que serán los responsables de que ese mundo del mañana no se vea estropeado por las condiciones del actual. Con las mejores intenciones, un elenco que fluye, un director probado y un presupuesto bien invertido en efectos, la falla de Tomorrowland radica en su indefinición entre el entretenimiento y la fábula en exceso reflexiva, un sube y baja que se salva porque esto es Disney, y la empresa no falla cuando se trata de producir atracción.
La voluntad de los que sueñan “Tomorrowland” es una obra exótica en el horizonte cinematográfico actual, como resultado de la cruza de varios discursos y mitemas. Y es más exótico que la Fábrica de Sueños albergue esta peculiaridad (o no tanto, siendo que propició revisionismo de su mitología en “Maléfica”, por ejemplo). En algún punto, es una película de Disney: se siente la presencia desde el propio título, que es el de uno de los parques en los que la empresa del tío Walt reflejó su visión optimista del futuro (que aparece plena en la Exposición de Ciencias de 1964): entre la estética steampunk de Jules Verne, las ideas de Nicola Tesla y el “todo eléctrico” de los ‘50, el mundo paralelo hipertecnológico tiene ese aire de vieja utopía de cielos claros, trencitos magnéticos y gente volando en dispositivos individuales. También responde a una estructura “de manual”: historia ATP (o casi) con héroes infantojuveniles y villano adulto, persecución, crescendo argumental y clímax de batalla final. Pero todo eso tiene un contrapeso: la utopía choca con la ideas distópicas del nuevo milenio (con la inminencia de catástrofes geoclimáticas irreversibles), la visión de un mundo forjado por científicos se parece a las ideas que Peter Joseph mostró en “Zeitgeist: Moving Forward”, basadas a su vez en Jacque Fresco (quien soñó ciudades radiales rodeadas de campo, por cierto). La concepción del “niño envejecido en este mundo mientras el otro declina” puede recordar un poco a la “Hook” spielbergiana; por su parte, la interesante Athena es una mezcla del T-800 de “Terminator 2” con algún personaje aniñado del animé al estilo Clamp, mientras que sus rivales recuerdan por momentos al T-1000 y en otros al agente Smith de “Matrix” (pero en versión jocosa). Juego narrativo Con todo ese cóctel, Damon Lindelof y Brad Bird (también director de la cinta) hicieron una película familiar (aunque sea SAM 13). Pero contemos un poco de qué estamos hablando: ya desde el vamos nos meten en un presente que no será el de la historia, otro juego narrativo. Así se nos introducen los dos protagonistas: el primero es Frank Walker, ex niño inventor reclutado en 1964 por una misteriosa muchachita para sumarse al mundo de los Plus Ultra, un lugar fuera de esta dimensión desde donde se soñaba una utopía para nuestro mundo. La segunda es Casey Newton, hija de un ingeniero de la Nasa, a punto de quedar desocupado por la desactivación de Cabo Cañaveral (clara imagen de la caída de los sueños espaciales). Ella es la última recluta de la niña pecosa, sólo para descubrir que ese mundo de soñadores ha caído en desgracia en manos del gobernador Nix. Casey es la clave: Nix y Frank, cada uno a su manera, se han vuelto pesimistas con respecto a la humanidad; pero la muchacha rezuma optimismo, y por ahí pasa el centro de la historia. Con algunas explicaciones técnicas, el mensaje es claro: el pesimismo y el optimismo pueden transmitirse a las sociedades; por ende el voluntarismo de los que crean en la humanidad es el mejor camino de salvación para la misma. Como Casey aprendió de su padre: “Hay dos lobos que se enfrentan: uno es la oscuridad y la desesperación, el otro la luz y la esperanza. ¿Cuál ganará? Aquel que tú alimentes”. Equipo salvador La película es visualmente bonita y luminosa, alimentada por los efectos especiales de Industrial Light & Magic, la compañía que supiera crear George Lucas (hay también un homenaje a “Stars Wars”, ahora que la franquicia pertenece a Disney). Y como dijimos, el relato está bien escrito y bien llevado desde la dirección: en la base hay una película de ésas de cuando éramos más niños e inocentes (como sociedad, incluso). Pero es la capa de significaciones la que la pone interesante. Y las actuaciones, por supuesto, concentradas en un elenco reducido y solvente. Empezando con el siempre rendidor George Clooney como Frank, prolijo en su rol de “vicehéroe”. La ascendente Britt Robertson (que fue heroína romántica veinteañera en “El viaje más largo”) es creíble como una Casey adolescente, curiosa y aventurera. Hugh Laurie, maestro en caras de malhumor y misantropía cuando fue el doctor Gregory House, está comodísimo en el rol de Nix. Pero quizás la revelación sea Raffey Cassidy como Athena, un personaje que se mueve entre la acción pura, el humor y el sentimiento (ella es la clave en la historia de Frank). Como secundarios, aparecen el cantante folk Tim McGraw como Eddie, el papá de Casey; el paso de comedia violenta de Kathryn Hahn y Keegan-Michael Key en la tienda de memorabilia, y Thomas Robinson como el Frank niño, protagonista de varios flashbacks. Junto a ellos, un toque de gracia de Pierce Gagnon (Nate, el hermanito de la heroína) y Matthew MacCaull (el androide con cara de presentador de televisión). Así se monta un viaje en reversa desde nuestras ideas sobre el futuro a las que teníamos cuando el mundo era más amigable... pero una reversa para tomar impulso y proyectarse hacia adelante.
Brad Bird es un director joven que ha sorprendido al mundo con sus películas. Desde los increíbles y Misión Imposible: Protocolo Fantasma, quizá no sean filmes que aspiren a los mejores premios, pero cumplen con el propósito de entretener y de un producto bien hecho, bien logrado y con historias que son capaces de gustar a las audiencias. Tomorrowland es su más reciente proyecto de la mano de Disney. En él, conocemos a Frank, un niño ilusionado con comerse el mundo a través de la tecnología, pero que cuando crece aprende algunos secretos que le hacen olvidarse de esa magia, y de Casey, otra soñadora que cree que el mundo aún puede cambiar si todos nos lo proponemos. Y es este el principal mensaje del filme que quizá para algunos peque de optimista y por ello desmerezca las buenas críticas que tiene. Ambientado sobre todo en un mundo real, en el que todas las noticias del día a día parece que gritan que estamos al borde de la extinción, tanto por los fenómenos de la naturaleza (cambio climático, desastres naturales, etc.) como por eventos humanos (guerras, desigualdad social, contaminación, etc) y que a pesar de ello, seguimos empeñados en no darnos cuenta que vamos camino al abismo. Todo esto es algo que la película trata y es un mensaje ciertamente peligroso que no todos podrán entender (especialmente los niños, en definitiva está muy lejos de ser una película infantil), pues el optimismo que irradia el filme es de dar el mensaje de esperanza no sólo de nunca rendirse, sino de que aún podemos cambiar nuestro futuro. La manufactura visual es excelente e impecable. No nos sorprendería que en unos meses merezca nominación al Oscar en efectos especiales. Y al mismo tiempo tiene mucho de las antiguas películas de Disney: un guión simple que no va más allá de las consecuencias de lo que está contando. Y en ese sentido, pierde en el desarrollo de los personajes en el afán de remarcar una y otra vez lo positivo de la historia: si nunca te rindes, podrás conseguir lo que quieras. Y siendo honestos, a veces necesitamos que nos recuerden eso: nunca hay que claudicar.
Crítica emitida por radio.
Cuando pensamos en un mundo del mañana autos voladores, naves y mega construcciones son las primeras imágenes que se nos cruzan por la cabeza y por lo visto a Walt Disney le sucedía lo mismo en aquel tiempo en que se imagino el futuro del mundo. Una persona soñadora, optimista y sobre todo creativa años antes de morir planifico ese mundo ideal que dio origen al film. Tomorrowland es un punto perdido en otra dimensión donde todo fue posible y perfecto para vivir, pero eso sucedió hasta que el hombre no dejó de ser un pesimista sobre el futuro del mundo y degrado cada parte del mundo de mañana. Frank Walker (George Clooney) nos los cuenta al principio del film y también como en su niñez tuvo la oportunidad de habitar ese mundo perfecto, cuando presentó su proyecto de mochila propulsora en la Feria Mundial de 1964 en New York y que aunque se la rechazaran no se rinda y siga ilusionado con que es posible realizarla. Fue por eso que el pequeño Frank recibió el pin que lo conduciría a la otra dimensión, que curiosamente se accedía desde la famosa atracción It’s A Small World de Walt. Pero en el presente se encuentra Casey (Britt Robertson), una adolescente que lucha por lo que cree que es correcto y tiene una fascinación por lo desconocido, por eso es elegida para ir a Tomorrowland, encontrando un pin con el logo de la Feria Mundial que la transporta por unos minutos a ese fantástico paisaje. Curiosa por lo que ve se pone en búsqueda de respuestas y de alguien que la lleve de nuevo al mundo del mañana. En el camino se encuentra con dos cosas extrañas: robots que impiden que conozca el origen de su pin y una niña llamada Athena (Raffey Cassidy) quien la eligió, llevándola con Frank para que el también vea que es la indicada para realizar el cambio en el mundo. Entre escenas cómicas, fantasía y el sueño disneylandio de salvar al mundo con ser soñadores transcurre la primera parte del film donde todo es fantástico y colorido. Pero cuando realmente se presentan el problema por el cual Tomorrowland se esta cayendo a pedazos y el Gobernador Nix (Hugh Laurie) no quiere traer terrestres al mismo entramos en un ambiente de acción y aventuras hasta que finalmente Casey logra identificar que es lo que los humanos estamos haciendo mal: asumir la catástrofe como un hecho y no hacer nada al respecto, darse por vencidos y perder las esperanzas para el futuro. Por un momento uno se siente mareado por el trama que se presentan segundo a segundo y es así cuando se juntan dos genios de la ciencia ficción con otra de la animación y la fantasía, pero ¿Realmente llegaron a contar la historia en un clima armónico? No lo creo aunque se puede ver muchas alusiones a lo que fue la idea principal de la película y su origen en los proyectos de Walt Disney por crear el mundo del mañana, sumando la leyenda urbana de los Plus Ultra, el secreto de la Torre Eiffel y cientos de alusiones a Lost. Los encargados de darle forma a la historia fue el mismo Brad Bird, Damon Lindelof (muy conocido por su trabajo de guionista en Lost) y Jeff Jensen (periodista y escritor estadounidense, encargado de dos historias cortas de Capitán America). En lo que si estuvo totalmente perfecto Bird fue en la construcción animada de la ciudad y sus cientos de objetos dentro de ellas, como las constructoras instantaneas, las naves con forma de trenes y hasta las piletas con diferentes niveles y en gravedad cero, una locura para los ojos de un espectador. Una escena destacable de su animación es la transformación de la torre Eiffel en un lanza cohetes ¿Realmente lo hizo? Es Disney y todo es posible. George Clooney personificando a un hombre que aun mantiene vivo a su niño interior, Hugh Laurie como un villano con no mucha pinta de malo, las sobre actuadas expresiones de Britt Robertson y la revelación de la británica Raffey Cassidy quien daba vida a la niña robot reclutadora de soñadores, tan dulce y perfeccionista con tan solo 12 años. Ellos son los protagonistas de esta fantástica historia en un mundo paralelo donde todos querríamos vivir. Un lugar donde se albergan a soñadores, personas que sigan cosechando la esperanza en el mundo y el futuro en paz, Tomorrowland te muestra las realidades, da unas lecciones de vida pero de una manera familiar como lo hubiese hecho el mismísimo Walt Disney.
Ciencia Ficción utópica. La distopía es el escenario más recurrente de la ciencia ficción, tanto en el cine como en la literatura. Es raro encontrar exponentes en el género que desarrollen su argumento sobre bases utópicas, que es lo que efectivamente hace Tomorrowland, y muy bien, más allá de no haber obtenido mucho reconocimiento por ello. Disney sigue apostando por el cine familiar, reciclando esta vez una receta prácticamente extinta en el cine: una aventura futurista para todas las edades. No es sencilla la empresa de realizar una película que entretenga a espectadores de edad dispar, y por eso hay mucho mérito en esta propuesta. Tomorrowland es a los ojos tanto inofensiva como impactante, gracias a que le han sabido buscar la vuelta y han logrado una película con grandes dosis de acción apta para todo público. La dirección es espectacular y comprueba que Bird es uno de los máximos herederos de la inspiración Spielberiana, junto con J. J. Abrams. Tomorrowland tal vez no sea una entrega de antología en el género, pero sí está muy por encima del promedio.Tiene un guión entretenido y creativo, muy buenos protagonistas y está impecablemente realizada. No será épica, pero se disfruta de comienzo a fin.
Una buena obra incomprendida "Tomorrowland" es lamentablemente una de esas buenas películas que el público masa no entendió demasiado y no le dio el visto bueno en la recaudación. Se habla de una pérdida millonaria para la factoría Disney. ¿Cuál fue el elemento principal al que el público le bajó el pulgar? Sorprendentemente (o no tanto...) de lo que más se ha renegado es de la historia que cuenta Brad Bird ("Los Increíbles", "Misión Imposible: Protocolo Fantasma") y cómo la naturaleza de esta historia derivó en un enfoque en el mundo presente y no en ese mundo futurista que se dejó ver en los trailers promocionales. Muchos de los comentarios de los espectadores disconformes tenían que ver con que esperaban más acción, un mundo futurista plagado de efectos especiales y personajes de fantasía varios. Bird se centró en otra cuestión, en transmitir un mensaje positivo acerca del futuro y contarlo de manera original, pero no a través de un desfile de personajes estrambóticos y efectos especiales, sino a partir de la interacción de un trío de protagonistas que representan lo viejo y cansado, lo actual y lo nuevo y pujante. Hubieron grandes secuencias de acción y buenos efectos especiales, pero claramente estos fueron secundarios y estuvieron a las órdenes de la trama y no viceversa. Se podría decir que le faltó un toque más comercial al director, pero la verdad es que agradezco su búsqueda de un producto más original y personal, que no esté alineado a los cánones de los tanques comerciales de Hollywood. Prefiero mil veces la poca recaudación de un Brad Bird con corazón que los millones de dólares de un Michael Bay descerebrado y al orden de la pirotecnia comercial, pero bueno, claramente no soy de los empresarios que pusieron varias fichas en este estreno. ¿De qué va la historia? Es un tanto compleja, pero básicamente se trata de dos personas elegidas para salvar el mundo del futuro, Casey (Britt Robertson) y Frank (George Clooney), que deben vencer sus propias limitaciones y creencias para descifrar la forma. Al trío lo completa Athena (Raffey Cassidy), una misteriosa niña que los mantiene unidos para enfrentar la adversidad. En su viaje, primero deberán aceptarse unos a otros, luego enfrentar a las fuerzas que quieren mantener el mundo del futuro como está, para llegar al punto culmine de convertirse en los creadores de nuevas esperanzas para un mundo mejor. Suena meloso, y por momentos lo es, sobretodo hacia el final, pero el viaje que nos ofrece Bird es vertiginoso, visualmente magnífico y plagado de momentos que dejan reflexionando sobre hacia donde vamos como sociedad. Los actores cumplen muy bien sus roles, sobretodo la sorprendente Raffey Cassidy que se roba varias escenas. En conclusión, "Tomorrowland" es una película bastante recomendable, que es mejor disfrutarla con mente abierta y dejándose sorprender. Es moderna y se centra en su mensaje, no en el despliegue pirotécnico, pero sobretodo se valora el hecho de animarse a contar con pericia una historia nueva y no seguir con fórmulas pre armadas.
Mucho del pasado y poco del futuro La nueva película del director Brad Bird propone ideas muy interesantes pero se estanca en clichés propios del género, e inclusive se permite ningunear a una protagonista Este jueves llega a las pantallas de los cines locales Tomorrowland, la nueva película de Brad Bird, el consagrado director de varios éxitos animados de Pixar como Los Increíbles o Ratatouille que se fogueó en el trabajo con actores con Misión Imposible: Protocolo Fantasma en 2012. Para esta nueva incursión cinéfila, Bird prefirió unir los dos mundos, y de esta manera Tomorrowland pasa a ser una película con intérpretes de carne y hueso con un alto componente de animación. La historia narra la historia de un ex niño prodigio llamado Frank (interpretado por George Clooney) que en la década del ´60 es invitado a trabajar en una ciudad que existe más allá del tiempo y el espacio, en una dimensión paralela, llamada Tomorrowland. Sin embargo, el tiempo convirtió los sueños de Frank en desilusiones, por lo que fue exiliado de ese lugar nuevamente a la Tierra. Pero la oportuna llegada de una brillante y optimista adolescente llamada Casey (Britt Robertson) lo pone nuevamente en acción para urdir un plan con el que piensa salvar no sólo al planeta sino también al lugar de donde fue expulsado. La premisa original, una ciudad en donde se aprovecha el talento de las personas que sueñan con un mundo mejor, derrocha originalidad por los cuatro costados, pero el problema principal del film es su puesta en escena. Si bien Bird se las ingenia para articular espectaculares escenas de acción en cuanto le es posible, los discursos –decir diálogos es reducir la ingente cantidad de líneas que deben recitar los personajes a una mínima expresión- convierten lo que debería ser un divertimento familiar con mensaje en un alegato nerd de primera línea. Y si bien "ser nerd" es como una moda entre los adolescentes de la actualidad, los contenidos aportados por el guionista Damon Lindelof (co creador de la también "selecta" serie Lost) tampoco ayudan a atraer niños pequeños a la aventura. Como si esto fuera poco, abundan los "clichés" destinados a ponerle algo de emoción y "corazón" a algo tan frío como es la ciencia, con lo que el filme pierde más puntos en ese aspecto. Pero además de Clooney y la simpática Robertson , la película no aprovecha la presencia de Hugh Laurie (el reconocido intérprete de la serie Dr. House), que aquí oficia de contracara del protagonista para la promoción del filme; y relega a un espacio aún menor a Raffey Cassidy cuyo trabajo en esta producción es equiparable al de los tres anteriores gracias a su personaje de la autómata Athena. Los aspectos técnicos del filme son impecables, sobre todo en la versión 3D, y poco se le puede achacar a las actuaciones del elenco. En definitiva, Tomorrowland podría convertirse en la nueva Tron de Disney, un filme que en 1982 se convirtió en el más costoso que haya producido el estudio hasta ese momento y que obtuvo un notable fracaso en la taquilla, y que con el tiempo se convirtió en un filme de culto que se redimió con una secuela a la altura de las circunstancias (y de la actualización tecnológica del público) en 2010. A las películas adelantadas a su tiempo a veces les pasa eso.