Purgas del primer mundo. Los gobernantes de los Estados Unidos (no sus presidentes y congresistas sino los empresarios y accionistas que los financian y toman las decisiones respecto de la política interior y exterior) saben que para dirigir una cultura hegemónica es necesario crear enemigos imaginarios en el inconsciente colectivo y después convertirlos en enemigos reales. De esta manera la cultura norteamericana se nutrió de la propaganda del odio contra el comunismo y ahora contra el islam. Mientras que los empresarios capitalistas logran cada vez más ganancias, los trabajadores pierden sus beneficios laborales y salariales en nombre de la libertad del mercado. La aparente fragilidad de un sistema tan complejo de expropiación permite que surjan distopías o pequeños desvíos que privilegian el proceso de acumulación del capital en detrimento de las leyes republicanas que garantizan los derechos civiles y democráticos. La saga de The Purge es una distopía que se nutre de estos miedos y ofrece un futuro cercano en el que el gobierno de Estados Unidos ha refundado la nación con una serie de leyes que garantizan una estabilidad de la sociedad de clases y del proceso de apropiación de la riqueza por parte de la clase dominante y de la expropiación de los más pobres con su aquiescencia. El sistema se sostiene en la liberación de la ira contenida en una noche de furia que es denominada “la purga”. Durante doce horas el asesinato no es punible y toda clase de psicópatas y asesinos salen a las calles a “purgar”. Las clases bajas son purgadas mientras que las clases dominantes salen de cacería o se esconden en los suburbios protegidos por sus costosos sistemas de defensa. La segunda parte de esta saga sigue la venganza de un anodino sujeto que termina salvando a una serie de individuos mientras el gobierno intenta promover las purgas con un grupo de elite cuya misión es asesinar a los habitantes de magros recursos que viven de la ayuda social estatal. También hay un grupo rebelde que propone contraatacar y devolver la violencia. Para atraer a los fanáticos del horror la película busca crear una atmosfera de terror psicológico en detrimento del guión, generando una sensación de falta de trabajo sobre unos diálogos que por momentos son aburridos y baladíes. Con actuaciones regulares y un guión que nunca logra construir una historia solida ni creíble, el interés se va perdiendo mientras la purga se repite sin sentido una y otra vez. Desgraciadamente lo que en la primera parte fue una aceptable entrega de una distopía con buenas ideas e intenciones, vuelve en forma de farsa para atormentar los espíritus de los vivos agitando el fantasma del tedio.
Liberar nuevamente a la bestia El año pasado se conoció 'La noche de la expiación', una película protagonizada por Ethan Hawke en donde la criminalidad no existía debido a una ley que permitía una vez al año, y durante doce horas, cometer crímenes con total impunidad. Sin elenco conocido, llega la secuela titulada 12 horas para sobrevivir, en la que la acción y el suspenso se apoyan y desarrollan -a diferencia de la anterior- en espacios abiertos, en calles desiertas habitadas por personajes enmascarados que deambulan con armas, hachas y lanzallamas para atrapar a sus presas en esta "noche de purga" en la quedan suspendidos la asistencia social, los servicios de emergencia y el accionar policial. La noche vertiginosa une los caminos de una madre y su hija adolescente obligadas a abandonar su casa para ser ejecutadas; un justiciero solitario que recorre la ciudad a bordo de un auto blindado y una pareja que queda a la deriva cuando su auto se descompone minutos antes de la sirena que anuncia el caos generalizado. Con mejores situaciones de suspenso y con un logrado desarrollo del concepto aplicado en el film original, el director James DeMonaco sale mejor parado en este segundo eslabón sobre la violencia urbana que no parece tener fin en el año 2023, mientras alimenta la bestia escondida en almas perturbadas que son capaces de apretar el gatillo o tomar un bate para asesinar a sus indefensas víctimas. Con un eco de Los guerreros, de Walter Hill, la película mantiene el nerviosismo hasta el final, se permite algunos sobresaltos y muestra la perversidad que asoma también en círculos aburridos de tanta comodidad económica. En tanto, la clave consiste en escapar...
Hace un año, el guionista y director James DeMonaco sorprendió con La noche de la expiación, pequeña película de acción y terror sobre una familia, liderada por Ethan Hawke y Lena Headey, que defendía su casa de ataques externos durante un día en el que -con el aval del gobierno- todo estaba permitido (incluidos los asesinatos). Ya no están los personajes del film original, pero DeMonaco regresa con una nueva purga. Estamos en la ciudad de Los Ángeles en el año 2023. La elite en el poder que se hace llamar Nuevos Padres Fundadores continúa con la costumbre de habilitar una vez al año esas 12 horas a las que alude el título local de esta secuela para que todos quienes quieran desaten sus más bajos instintos, se desquiten, se desahoguen, apelen a los excesos de violencia que se les antojen tras 364 días de ira contenida y frustraciones acumuladas. Así, decenas de marginales, de amantes de las armas (que no son pocos precisamente en los Estados Unidos) o de simples habitantes aburridos y ávidos de emociones fuertes se calzan las máscaras más atemorizantes y se hacen de machetes, hachas, bates de béisbol, lanzallamas, pistolas o ametralladoras de alta gama para... salir a cazar. Esta segunda entrega ya no transcurre dentro de una casa, sino en exteriores, sobre todo en las calles del centro de Los Ángeles con cinco protagonistas que deberán unir fuerzas para sobrevivir: un as del combate al que todos llaman Sargento (Frank Grillo), que en principio sale para vengar una muerte cercana; Eva (Carmen Ejogo), una atractiva camarera latina con su hija adolescente Cali (Zoë Soul), y un matrimonio joven en plena crisis afectiva (Zach Gilford y Kiele Sánchez), cuyo auto se descompone poco antes del inicio de la purga. 12 horas para sobrevivir amplifica la mirada política del film previo (hay aquí un grupo revolucionario liderado por un profeta afroamericano que se opone a esa depuración que tiene a los pobres como principales víctimas y plantea una lucha de clases también por métodos violentos) y propone un estilo narrativo que por momentos recuerda a notables exponentes del cine clase B como Roger Corman, al Walter Hill de Los guerreros: The Warriors y, sobre todo, a John Carpenter (DeMonaco no casualmente escribió el guión de la remake de Asalto al precinto 13). La película no es precisamente sutil ni apela al buen gusto, pero en sus términos (sangre, sudor y lágrimas) resulta casi siempre sólida. Hay empatía entre los personajes, tensión y nervio en la narración y unos cuantos hallazgos a la hora de plantear vueltas de tuerca perturbadoras. No estamos ante un film que vaya a cambiar los cánones ni los estándares del cine de género, pero sí ante una secuela bastante noble y atrapante. Todo está listo, por lo tanto, para que dentro de unos meses tengamos una nueva purga en la pantalla.
Antipurgante Si la primera entrega al menos se apoyaba en reconocidas premisas filosóficas para acabar sentando las bases de una nueva franquicia, esta segunda parte ya da todo por sentado y va directamente a la explotación de la trama que seguramente dará lugar a más películas. La acción transcurre en 2023, es la sexta purga que se realiza desde que los nuevos padres fundadores tienen el poder en los Estados Unidos y todos los que no desean participar toman las medidas para estar seguros en sus casas. Los otros se preparan para matar, sin sufrir consecuencia legal alguna. La distribución de la riqueza por medio de la matanza anual ya tiene detractores. Esa es la novedad que presenta esta entrega, un grupo "contra", pero que dirime esa diferencia por la vía armada, como corresponde en el gran país del norte. Por otra parte, el filme sigue a un vengador solitario, un sujeto que solo quiere saldar cuentas con un tipo en particular pero que en el camino se encuentra ayudando a algunos que quedaron en medio de la noche a la deriva, sin protección. A diferencia del primer filme, donde todo transcurría en un barrio cerrado, esta vez la acción sucede en las calles de la ciudad y con los ciudadanos menos favorecidos como protagonistas. La película es un festival de lugares comunes y obviedades, con discursos berretas para hablar de la diferencia entre los que tienen y los que no, con ruido de metralleta de fondo. Ojo con esto, el cine no se hace con inocencia, siempre lleva un mensaje, en este caso siniestro pero afortunadamente hecho por un petardista sin demasiado talento.
Horas contadas para liberar el odio La secuela de La noche de la expiación, de DeMonaco, plantea qué pasaría en 2023 en un lugar tranquilo si el gobierno decide durante 12 horas dar vía libre a la actividad criminal. Cinco personajes deben resistir al caos. En septiembre de 2013 se estrenó La noche de la expiación, un éxito económico del cine independiente made in Hollywood que buceaba en la ciencia ficción de tono realista junto con el afán por la supervivencia de un grupo de personajes. Menos de un año y ya se tiene la secuela, dirigida por el mismo cineasta y, en un principio, con pretensiones parecidas al relato original. 12 horas para sobrevivir, sin embargo, con sus espacios abiertos y un sistema de corte efímero entre plano y plano, toma distancia de la obra anterior, que se ubicaba en pocos interiores que transmitían climas inquietantes y, por qué no, una lectura de ciencia ficción política con mensaje clasista de acuerdo con el devenir de la historia. Ocurre que el nuevo opus de James DeMonaco engorda sus intenciones al declararse como una película donde se cruzan sin culpas la ciencia ficción, el terror y una relectura apocalíptica donde el mensaje político queda demasiado expuesto y al servicio de la acción por encima de la hipótesis. Desde el inicio se conoce el misterio: en 2023 el gobierno estadounidense decide que durante una noche estará permitida cualquier actividad criminal durante 12 horas. Esto merece una explicación, también obvia: no hay delincuentes en el país y por ese motivo nada más extremo que la población libere su odio –en especial, contra los desplazados por la sociedad– dentro de esa acotada franja horaria. De allí surgen cinco personajes (un matrimonio en crisis, una madre y su hija, y un individuo solitario construido para el heroísmo) escapando y resistiendo frente al caos y la violencia del contexto. En la primera mitad, cuando la película presenta a los personajes que resistirán frente a la anarquía del entorno, 12 horas para sobrevivir ofrece sus mejores momentos, nunca demasiado originales, pero sí plausibles a un clasicismo que recuerda a Fuga de Nueva York y Sobreviven del gran John Carpenter. Efectivamente, el culto a la resistencia reinterpretado por el director de Halloween tiene sus ecos en los minutos iniciales cuando DeMonaco se dedica a narrar la intimidación y el acoso al grupo que pelea por vivir. Además, la lectura política cobra importancia, tal como sucedía en la filmografía de ideología anarco-izquierda del creador de La niebla. Lamentablemente, luego se cae en estereotipos y en una avalancha de acción sin pausa que hace olvidar los logros narrativos de la primera parte. De allí en adelante, sólo se está frente a una película más, parecida a tantas otras de los últimos años, donde la batalla final interesa más que una historia de ciencia ficción política donde se anuncia un mundo violento y sin salida alguna.
Es la secuela de “La noche de la expiación”. El que la elija ya sabe que se trata de una sociedad bastante totalitaria que impone una larga noche anual donde matar, torturar o secuestrar se puede hacer sin culpa alguna. Aquí, la vuelta de tuerca es que el gobierno secuestra en edificios de viviendas sociales para “equilibrar” (como lo lee, haga patria mate a un pobre), que los ricos secuestran humanos para darles caza en un jardín cerrado y poder matar sin riesgos. También hay una resistencia igual de violenta. El film tiene récord de muertes y sadismo. Resultará entretenida para un público que gusta de la adrenalina que provoca. Si es de ese grupo VAYA
Un film con confuso sobre la violencia La segunda parte de “Día de expiación” retoma la noche de exterminio permitido pero con una filosofía bastante confusa. La primera película de esta saga contaba como en el año 2022, gracias a los Nuevos Padres Fundadores de los EE.UU., la pobreza y la violencia habían bajado a niveles cercanos al 0%. Esto se había logrado realizando la noche de purga. Esta permitía que durante doce horas (desde las 7 de la tarde del 21 de marzo hasta las 7 de la mañana del 22) cualquiera pudiera sacar su bestialidad y su miseria y pudiera cometer cualquier tipo de asesinato sin tener que ser juzgado ni encarcelado. Esa noche todo era valido. Por esto es que algunos grupos salían a cazar a los más podres que eran los que contaban con menor posibilidad de defensa, o de vengarse con alguien matándolo salvajemente. Allí se mostraba como el sacar toda esa violencia no servía de nada. El mensaje era bastante claro. En esta segunda parte, más que en la parte filosófica de lo que significa la noche de purga, se basa en tres historias que en un punto se unen para seguir adelante. Una madre y una hija que son buscadas por una especie de ejercito (que al final se sabrá de quien dependen) por ser pobres. Un joven matrimonio que es acosado por un grupo de hombres para ser entregados a algunos poderosos. La tercera historia es la de un policía que sale a purgar (matar) a un hombre que atropello con el auto y mato a su pequeño hijo y que por un error técnico salió en libertad. Estas cinco personas son las que se unirán para tratar de sobrevivir. Pero en el medio vuelve a salir la miseria humana, la violencia desmedida y la aceptación de esta nuche de purga para ciertos casos, dejando un mensaje confuso si esta bien o esta mal, y quien decide si esta bien o esta mal matar a otro ser humano. Es tremendo el mostrar que los de mayor poder adquisitivo, los que se suponen serían los más cultos e inteligentes, negocian para ellos también aprovechar y sentir que se siente matar a otro ser humano, pero todo bajo el amparo de la ley. El film esta bien realizado y tiene una buena dosis de suspenso, pero el problema es lo que transmite. Ese es quizás su mayor problema.
Noche “de purga” no apta para público sensible El año pasado, el director James DeMonaco alcanzó un primer plano cuando su película de bajísimo presupuesto "The Purge" (estrenada entre nosotros como "La noche de la expiación") se convirtió en un inesperado éxito de taquilla. La premisa no sólo era interesante sino también terriblemente fuerte y llena de acción y suspenso: en un futuro cercano, en Estados Unidos, durante una noche al año, la gente puede cometer cualquier delito sin tener que responder luego a la justicia por sus actos, incluyendo el homicidio. Se trata de un método para limitar la violencia y la inseguridad durante el resto del año, además de recomponer la economía con la venta masiva de armas y, sobre todo, de sofisticados métodos de seguridad para que los que salen esa noche a "desatar su bestia interior" no puedan entrar en las casas más fortificadas. Lo interesante del formato es que, además, puede generar una secuela como esta flamante "The Purge: Anarchy", sin que el espectador que no vio el film original tenga que seguir la historia anterior, ya que aquí los personajes son distintos y lo único que permanece casi igual es la celebración anual de la violencia en estos Estados Unidos distópicos. Pero de todos modos, además del mayor presupuesto, hay algunas innovaciones que vuelven aún más atractiva la premisa. Esta vez para aumentar la masacre también hay grupos de militares invadiendo los edificios de la clase baja, enfatizando la idea de que "la purga" intenta eliminar la pobreza a través de estos métodos cruentos (de hecho, desde la película anterior queda claro que los pobres son los que no tienen acceso a costosos métodos de seguridad). Por otro lado, ahora también aparece un grupo subversivo "anti purga" dispuesto a darle a los ricos un poco de su propia medicina. Y otra diferencia, lograda gracias al mayor despliegue de producción, es que mientras en el film anterior la acción se limitaba al interior de una de estas casas "seguras", ahora la trama lleva al espectador a las salvajes calles durante esa noche de masacres. El director y guionista hace converger tres historias diferentes en una de estas calles donde la muerte puede llegar desde cualquier lado y agrupa a sus protagonistas en una trama coherente y llena de sorpresas. "12 horas para sobrevivir" decididamente no es para espectadores sensibles, aunque es un poco menos cruenta que el film original, e incluso tiene un curioso mensaje humanista. Hay acción para todos los gustos, también logrados momentos de suspenso y, por sobre todo, interesantes retratos irónicos -que a veces se pasan un poco de grotescos- de la obsesión actual por las armas de gran parte de la población estadounidense.
La anarquía del encierro Persecuciones nocturnas, reclusiones, matanzas legales y la venganza a flor de labios. Un thriller clasista que mezcla nacionalismo y aires de revolución. Corre el año 2023, un año después de la purga que ocurrió en La noche de la expiación, la precuela también dirigida por James DeMonaco (El estado de la mafia). El cineasta neoyorquino tuvo aquí la posibilidad de redimirse de su fallida primera parte. Pero no lo logró. Cayó otra vez en una historia inverosímil, construida a los ponchazos en las que intervino a demasiadas personas. Esto diluyó la atractiva esencia argumentativa: un régimen (Los Nuevos Fundadores de América) que avala cualquier acto de violencia durante doce horas de un día determinado del año. No hay castigo: se puede matar e irrumpir en cuanto lugar se quiera. Y pueda. Esa noche (de 19 a 07) es La Purga, catarsis del renacimiento para una utópica nación que casi no tiene desocupación ni pobreza. Pero sí una alta sed de venganza y mórbida diversión. Nada cambió. Pero si en La noche de la expiación los hechos se centraban sólo en problemas entre vecinos y una familia acosada, en 12 horas para sobrevivir todo se diseminó en tres partes a la que luego se ensambló a la fuerza. Por un lado, está el conflicto que rodea a Liz (Kiele Sanchez) y Shane (Zach Gilford): el matrimonial -se va a separar- y el urbano, quedan varados en el centro de Los Angeles poco antes del toque de queda. Por el otro, Sergeant (Frank Grillo), un lobo solitario que busca purgar al responsable de la muerte de su hijo. Por último, Eva (Carmen Ejogo) y Cali (Zöe Soul), madre e hija que son salvadas de las garras asesinas por Sergeant. Y verán cómo se suma ridículamente la parejita. Al igual que en la anterior, donde el suspenso estaba hasta que sonaba la sirena y la ciudad se refugiaba en sus viviendas. Luego afloraban los grupos de cacería. Pero en este filme asoma lo revolucionario y anárquico (parodiado, poco explotado) bajo la forma de un ejército contra La Purga. Lo flojo de 12 horas para sobrevivir es el clasismo y nacionalismo exacerbado. Mientras los más necesitados suelen ser presa del odio popular, los acaudalados compran “presas” para poder purgar en sus casas de manera segura, o contratan grupos de ataque y costoso armamento. Y hasta se organizan subastas de perseguidos para meterlos en un terreno símil paint-ball . Sólo que en lugar de manchas de pintura, habrá balas.
12 HORAS PARA SOBREVIVIR es la secuela de LA NOCHE DE LA EXPIACIÓN. El gobierno, ahora en manos de los Nuevos Fundadores de América autoriza una “purga” anual de doce horas para conseguir mantener el crimen por debajo del uno por ciento. Esta nueva entrega cuenta la historia de cinco personas que descubrirán en el transcurso de esa noche hasta dónde son capaces de llegar para salvarse. Mezcla de thriller de horror, con acción extrema y alegoría política, esta segunda parte presenta interesantes ideas narrativas pero mantiene los climas tensos y espeluznantes de su predecesora. Sin perder el espíritu de serie B, logra ser tan entretenida como contundente.
La principal crítica que se le hizo el año pasado a The Purge era que, debido a los estándares de presupuesto manejados en la productora Blumhouse, el argumento se encontraba contenido en los confines de una mansión. La promesa de una batalla campal en las calles entonces se esfumaba poco a poco, ateniéndonos a la desabrida trama de una familia atacada por un motivo más que simplista. Con el presupuesto triplicado, finalmente la acción se hace presente en las calles de The Purge: Anarchy. Lo que fallaba en la idea de suspenso y home invasion, ahora es un thriller que cumple tímidamente con el concepto que James DeMonaco siempre quiso mostrar: la peor cara de una sociedad desmoronada y entregada a su estado más salvaje. Todo esto no quiere decir que Anarchy sea una brillante crítica social. Está a años luz de eso, pero sí al menos es un escalón superior a su predecesora. A DeMonaco no le interesa poner al espectador frente a una situación incómoda y dejarlo pensando durante toda la semana frente al crisol moral de su guión y sus protagonistas. Al director lo que le interesa es una situación donde la angustia vaya subiendo poco a poco y estalle en el peor de los momentos, que los ciudadanos se enfrenten unos a otros y que todo termine como empezó: con el pitido escalofriante de una sirena. Los personajes siguen siendo caricaturas, pero al menos ahora el espectador tiene de donde elegir. El principal es Frank Grillo como un policía queriendo vengar la muerte de su hijo, una pareja joven -Kiele Sanchez y Zack Gilford- queriendo escapar de la Purga pero cayendo en medio de ella, y por último una madre y su hija -Carmen Ejogo y Zoe Soul- que obviamente se verán metidas en medio del embrollo. También habrá un grupo anti-Purga liderado por Michael K. Williams, todos en una pelea a campo traviesa por sobrevivir la noche anual de matanza establecida por los Padres Fundadores. Y así, entre el caos organizado y una muerte tras otra, DeMonaco se divierte saliendo de la zona de confianza de la primera entrega y se sumerge en la anarquía de fuego, a la cual todavía le quedan varias preguntas por contestar. De seguro serán respondidas en siguientes secuelas que esperemos tomen otros aspectos interesantes del concepto de la Purga, porque una repetición de lo mismo -y todos los años- cansa enseguida.
En “La Purga Anual” algunos lo hacen por venganza, otros por diversión y solo algunos luchan por sobrevivir. En septiembre de 2013 se estrenaba en la Argentina "La noche de la expiación" con la dirección y guión de James DeMonaco y los protagónicos de Ethan Hawke y Lena Headey, donde el gobierno de Estados Unidos por ley otorga por un periodo anual de 12 horas “Padres de la Patria Nueva” en el que todos pueden cometer cualquier delito con total impunidad, liberando la bestia que llevamos adentro, no pueden llamar a la policía, ni concurrir a los hospitales. Llega la secuela ahora como “12 horas para sobrevivir” con un elenco poco conocido y ambientada en el año 2023. Los personajes son: una mujer soltera Eva Sanchez (Carmen Ejogo, “Código de familia”) que trabaja de mesera y no logra un aumento de la Mrs. Crawley (Lily Knight), Cali (Zoë Soul, “La sospecha”) la hija adolescente de Eva y su padre anciano que se encuentra enfermo. En su casa los tres se preparan para esa noche, se encierran y no desean participar. Pero justo en ese momento surge algo inesperado. Mientras en las calles se encuentran Liz (Kiele Sanchez) y Shane (Zach Gilford) cuyo auto se averió minutos antes de la purga; un sargento de la policía (Frank Grillo, “Capitán América y el soldado del invierno”) que sale a la calle para vengarse de un hombre, en su auto blindado y con varias armas encima. Estos cinco personajes se encuentran en la noche de Los Ángeles y juntos deberán luchar para salvar sus vidas. Se muestra una vez más como algunas personas satisfacen sus instintos más bajos y otros pocos intentan salvar sus vidas pero: hasta donde se encuentran dispuestos a no matar y cuando se encuentra en juego su propia vida o la de un ser querido. Durante doce horas, salen a la calle toda clase de psicópatas y asesinos en un todo vale. Para destacar la excelente dirección de fotografía de Jacques Jouffret (“Hombre en llamas”; “Transformers”), es bueno el equipo de sonido, incluyendo a Willie Burton ("Sueños de libertad", "Indiana Jones y la última cruzada"), entre otros rubros técnicos. Su director y guionista le pone mayor suspenso, tensión y varios sobresaltos en un thriller misterioso, implacable, más despiadado, con varias imágenes de alto impacto, donde en una de las secuencias se ve un micro por las calles ardiendo en llamas, una banda de bandidos enmascarados muy violentos, otros que ocultan sus rostros negros con uniformes paramilitares y armas automáticas, se desplazan en camiones enormes y llenos de monitores, entre otros. Contiene algunas situaciones de video juego, por momentos la trama resulta absurda, con diálogos y actuaciones muy flojas. Este film conto con un presupuesto de unos 9 millones de dólares. Queda abierta para una tercera parte.
Al igual que su antecesora, The Purge: Anarchy parte de un problema: tiene una premisa que en apariencia -sólo en apariencia- parece interesante pero no sabe cómo ejecutarla. Es una de esas ideas que suenan bien al pasar cuando el "creativo" del grupo de amigos dice, asado o pizza de por medio, que tiene una historia genial para un corto y que "habría que filmarla". La diferencia es que aquí la historia está filmada, no hay comida para pasar el mal trago, y aunque por momentos uno tiene la certeza de que su director, James DeMonaco, tiene algo que decir, pronto se nota que no tiene muy en claro cómo. Así, entre metáforas obvias y alegatos que no se deciden en contra o favor de la violencia -hay, extrañamente, una cierta mortaleja y final feliz que contradicen el tono pesimista del resto del relato-, 12 horas para sobrevivir (tal su título en Argentina) tambalea entre lo obvio, lo burdo y lo simplemente trillado. Lo único diferente respecto a otros exponentes típicos del género es, entonces, su inconcebible premisa que viene del film anterior y que justamente por eso choca con un guión que se toma a sí mismo demasiado en serio. Cada vez que DeMonaco detrás de cámara y libreto esboza "por qué la noche de la expiación acabó con la criminalidad" se abren mil preguntas y, apenas dándole un par de vueltas al asunto resulta demasiado incoherente su planteo ya que, en rigor, carece de cualquier sustento. 12 horas... es una de esas películas que da ganas de deshilachar en sus incongruencias sólo por el hecho de que se presta a ello. De haber agregado quizás una escena donde se vea diputado que propuso esta absurda ley que permite el asesinato justificando la misma ante la prensa diciendo "y bueno, qué se yo, ¡ya no sabemos qué probar para calmar a la plebe!" el resultado podría haber sido otra cosa. Pero no, DeMonaco ironiza que legalizando la violencia una noche se acaba con la violencia el resto del año, y de alguna manera responde así a un problema como Homero SImpson cuando se le pregunta cómo saldrá del pozo: "pues, ¡cavando!". Claro que el director es consciente de ello y lo hace intencionalmente -de nuevo, aquí aparece la sospecha de que, en el fondo, tiene algo que decir-, pero se contradice a sí mismo con su crítica a la sociedad norteamericana: plantea un sistema que para eliminar la violencia hace uso de la misma, y luego revela su hipocresía con situaciones extremas que provocan un grupo de rebeldes que, hartos de dicha violencia deciden alzarse en armas y acabar con esta farsa a través de.... sí, más violencia. No queda en claro el mensaje, no quedan claras las intenciones, pero algo queda definitivamente claro: acá se está hablando de violencia. Eso, y que 12 Horas para sobrevivir tiene la misma sutileza que Society, de Brian Yuzna, lo cual no es mucho decir. Y los personajes lo saben y por eso, cuando no están corriendo a los gritos para no convertirse en víctimas, se están armando hasta los dientes para, en el peor de los casos, transformarse en victimarios. En una sociedad como la estadounidense, es mejor quedar de uno de los dos lados de la pistola- y todos tienen una en casa como para hacer la prueba. El resto, se las arreglará como Einstein predijo que será la próxima Gran Guerra: con palos y piedras. Los pobres desdichados que no quieren saber nada de esta festividad descarnada se encierran en sus hogares y tratan de pasar la noche. Aquellos que quedan a la interperie son presas fáciles que, si tienen la suerte de cruzarse con el heroico y noble protagonista, puede que tengan una oportunidad de seguir viviendo, pero sino están sin duda condenados a una muerte sádica y brusca. Si la primera parte de The Purge rendía homenaje en su corazón (aunque no con su cerebro) a films como Funny Games (Michael Haneke, 1997 y su remake de 2007), ésta nueva entrega parece sincerarse e intenta ubicarse, aunque sea por momentos, en donde verdaderamente pertenece: el cine clase-B, ese que con orgullo y menos palabrerío prácticamente creó Roger Corman, y luego supieron perfeccionar Walter Hill y en especial John Carpenter. Es un avance, lento, pero avance al fin. Ahora bien, pese a todo este análisis innecesario (porque la película no lo merece) que hasta se queda corto en críticas que se le pueden hacer a su trama, hay que reconocer algo: Anarchy es entretenida, está bien filmada, y es muy superior a su primera parte. Claro que si hay que esperar tres o cuatro capítulos más para descubrir que allá abajo, detrás de tanta idea pomposa y mal ejecutada, hay una historia que vale la pena contar, mejor será invertir el tiempo en el visionado de otras piezas del mismo género que en tan sólo una oportunidad logran más y con menos artificio.
El genocidio como bálsamo social. Si bien el concepto de “apocalipsis” acumula un recorrido francamente ancestral y ha adquirido una generosa amplitud de matices y acentuaciones, durante los últimos años se fue imponiendo una interpretación concreta “apadrinada” por los medios de comunicación más poderosos, tanto estatales como privados. En el ámbito internacional la industria cultural ha ido introduciendo de manera explícita la idea de que la “salida de emergencia” frente a las contradicciones y padecimientos sociales contemporáneos es la masacre lisa y llana, vinculada por supuesto a una expiación sistemática de culpas y a un “fin del mundo” que aúna el facilismo ideológico con la torpeza procedimental de una utopía maquiavélica. Ahora bien, concentrándonos específicamente en el cine pronto descubrimos que la fantasía de un armagedón de índole purificadora caló hondo en el imaginario de cartón pintado de Hollywood y buena parte de su público sonámbulo, siempre incapaz de dilucidar las condiciones de producción de la obra en cuestión (como los sectores más ensimismados de la crítica, los espectadores son “expertos” en la lectura aunque nunca en señalar las piezas constitutivas de los films). Pareciera que el genocidio es la “única” opción -y la más rápida- ante las paradojas enquistadas en el capitalismo, una alternativa que goza del beneplácito de la mayoría muda adepta a la displicencia, el armamentismo y esa “mano dura” paranoica. La insignificante 12 Horas para Sobrevivir (The Purge: Anarchy, 2014) viene a ratificar la mediocridad del director/ guionista James DeMonaco, quien reproduce el tono anodino y los estereotipos de la original, y la crisis actual de la “dialéctica exploitation” en lo que respecta al mainstream, la cual en el pasado generó propuestas furiosamente comerciales y a la vez meritorias a nivel discursivo. El neoyorquino transforma en “película de acción” desaforada lo que fue un thriller de entorno cerrado, mantiene una levedad insoportable en cuanto al andamiaje estándar del terror, insiste con resoluciones poco imaginativas para casi todas las escenas y nos sigue torturando con diálogos huecos que caen en el grotesco. De hecho, aquí tenemos a una parejita de burgueses en peligro, unas mujeres de color de un barrio carenciado y el clásico antihéroe que aprovecha la purga del título -un “vale todo” gubernamental- para saldar una cuenta pendiente. Nuevamente una noción interesante termina desperdiciada por la falta de talento de DeMonaco, hoy combinando elementos de Escape de Nueva York (Escape from New York, 1981), sandeces a la Hostel (2005) y un esquema que remite a Rollerball (1975). La “apertura acotada” al crimen se convierte en la excusa del que cree estar parodiando el sadismo detrás de la “redistribución de la riqueza”, cuando en realidad sólo licúa sus intenciones hasta finalmente desembocar en el ridículo…
La sociedad en estado bruto 12 horas para sobrevivir es la continuación de Noche de expiación, aunque menos elegante y compleja que aquel primer filme. Siempre que una buena idea se convierte en una franquicia uno tiene el legítimo derecho de sospechar. Hay que reconocer, no obstante, que más allá de sus fallas Noche de expiación exhibía las cualidades básicas para devenir un producto serial. Incluía un principio de repetición obvio: las depuraciones anuales en las que cualquier persona tiene permiso para matar durante el curso de una noche y así purgar sus instintos asesinos. De ese principio se vale 12 horas para sobrevivir, la continuación más cronológica que lógica de aquel éxito que incluía a Ethan Hawke como protagonista y que en esta secuela presenta un elenco de eficaces desconocidos. De hecho, la acción transcurre un año después, en 2023, pero ahora el foco no está puesto en una familia sino en toda la sociedad norteamericana. Lo que se ofrece mediante el retrato de esa utopía negativa es una caricatura de la verdadera desigualdad entre ricos y pobres en ese país. Eso no significa, por cierto, que la nueva entrega sea más o menos política que la anterior. Se trata simplemente de un cambio de foco. Pero las consecuencias son brutales. Lo que había sido una elegante película de suspenso sobre las diferencias de clases (con una coda sangrienta) se transforma en la calculada explotación del resentimiento social con fines espectaculares y especulativos. No debe de haber nada ideológicamente más cínico que esa operación. Sin embargo, funciona, como siempre le ha funcionado al cine norteamericano transfigurar las más oscuras pulsiones de la fantasía popular en historias impactantes. Esto quiere decir que 12 horas para sobrevivir, mal catalogada en el género de terror, es tan incorrecta en el modo en que expone la indignación de los menos favorecidos como entretenida en sus escenas de acción. Arranca con tres historias paralelas que muy rápido se unen en una sola: una mujer latina y su hija, quienes afrontan problemas económicos; un joven matrimonio a punto de separarse cuyo auto se descompone en pleno centro de la ciudad; y un hombre que tiene un objetivo muy claro para participar en la depuración, aunque lo oculta hasta el final. Ellos cinco son los motores de la narración y el desafío que afrontarán juntos será el de sobrevivir a esa noche terrible, tras quedar expuestos al fuego cruzado de diversas bandas de asesinos. Bien definidos como personajes y con algún que otro conflicto interno, pero metidos hasta los huesos en la lógica de una guerra anárquica, experimentarán distintas formas de miedo compartido, empatía y solidaridad, elementos que componen quizás el magma primigenio de toda organización humana. Sin ironía y sólo con trazos gruesos, curiosamente, la brutalidad es la máxima virtud de 12 horas para sobrevivir. Como efecto colateral, sólo hay que tolerar algunos minutos de mala conciencia por haber disfrutado de cómo se matan entre sí un montón de personas que uno nunca conocerá en un ficticio Estados Unidos del futuro.
El año pasado, La noche de la expiación fue un pequeño éxito sorpresa en los EE.UU. y funcionó medianamente bien en la Argentina. El universo de ese film y de esta continuación es el mismo: un futuro próimo donde, durante doce horas nocturnas e infernales, todos los crímenes están permitios. Lo interesante es que esa ocasión es el andamio de un sistema político. Si el primer film narraba qué sucedía en una casa donde alguien dejaba accidentalmente entrar a los bárbaros, aquí el escenario es excterior: a una pareja se le rompe el auto justo cuando empieza el infierno. El film es efectivo pero adolece de un desequilibrio: sus ideas teóricas son mucho mejores que sus ideas visuales. En el primer terreno, especula con éxito respecto de los dilemas morales y prácticos que tal estado de cosas genera. En el segundo, resuelve situaciones de peligro creciente a pura receta. Y si bien el realizador James DeMonaco ha depurado respecto de su opera prima su pericia técnica, aún da la impresión de cierta falta de novedad, de cierto abuso en el efecto asustador por encima del miedo real que la situación convoca. En este panorama, cierto uso de la ironía, cierta distancia entre estoica y cómica respecto de los personajes le otorgan al film, en algunos pasajes, una notable densidad. Aún está por verse si esta serie se convertirá en un nuevo mito del terror o si pasará como anécdota: al menos hay un director que parece aprender de sus errores, y no es poco.
Cuando la primera parte de esta saga se estrenó el año pasado fue una sorpresa. Si bien los niveles de violencia no eran altísimos ni su suspenso era en el tono de una película de terror, The Purge (su título original) llegaba a sobresaltar al espectador y encima tenía una historia bastante original. La idea de que en un futuro cercano el gobierno de los Estados Unidos suspenda todos los servicios de seguridad doméstica y que los delitos (incluso el asesinato) estén permitidos es algo genial. ¿Loco e imposible? Claro, pero de eso se trata el cine. En esta secuela fueron muy piolas y en lugar de situar la historia y la acción en un solo lugar como había ocurrido en la anterior entrega (una casa de familia) fueron por más presentando diversos personajes y el escenario principalmente es la calle. El director/guionista james DeMonaco logra mantener los climas y tensiones tal como había hecho en la película original pero esta vuelta le agrega más capas a la historia y entretelones de esta particular noche desde puntos de vista encontrados y fanatizados. Si bien estamos ante un estreno que supera al del año pasado, a lo mejor le hubiera venido bien una cara conocida para promocionar y legitimar un poco más. Amén de eso, el elenco está muy bien y el laburo de Frank Grillo es impecable como héroe de acción. Es un film para tensionarse y pasarla muy bien en el cine.
Cuando la vida no vale nada En una escena de 12 horas para sobrevivir (The Purge: Anarchy, 2014) uno de los protagonistas se “sacrifica” por su familia por una suma de dinero. Unos millonarios de las afueras de la ciudad pagó 100 mil dólares para asesinarlo pulcramente en la quietud de su domicilio. La escena dura segundos, pero en ella está la clave de una película en la que ningún convencionalismo, más allá de alguna que otra ley de género, es respetado y justamente ahí radica su frescura. Si en su predecesora La noche de la expiación (The Purge, 2013), la posibilidad de poder durante 12 horas matar a alguien sin ser culpado, dotaba de potencia a la clásica historia de encierro infructuoso (ya visto en La habitación del pánico, por ejemplo) con tinte de denuncia social y política, ahora la anarquía dirige todo. En esa primera entrega de esta saga se narraba cómo el pueblo norteamericano, en un futuro no tan lejano, se prestaba a una noche en la que todo valía con tal de reducir el crimen y la violencia generalizada. Para los que esperaban ver una secuela, 12 horas para sobrevivir tiene una sorpresa, porque en vez de asistir a ver cómo las familias se encierran a resguardarse de las hordas que arrasarán con los más desvalidos, la acción ahora se desarrollará en la calle y con los más desprotegidos. La tensión de la dicotomía dentro/fuera es resuelta en esta oportunidad con un afuera arrasado y apocalíptico, que en 12 horas espera solucionar conflictos entre los protagonistas más allá del rango etario y social. Los ricos que quieren cazar pobres, y los pobres corren y tratan de escapar mientras el caos se desata. Ya no hay un núcleo familiar sino un líder (Frank Grillo), que ayudará a un grupo de personas que deberán aliarse para poder sobrevivir a las 12 horas de la purga. Habrá una madre y una hija Eva y Cali (Carmen Ejogo y Zoë Soul) y una pareja a punto de separarse (Zach Gilford y Kiele Sanchez) que lucharán por sus vidas, independientemente de su ideología. James DeMonaco dirige con holgura una película que encuentra el punto justo entre el splatter y la denuncia apocalíptica, hablando de un futuro probable en una sociedad cada vez más retraída en los hogares. 12 horas para sobrevivir, al igual que La noche de la expiación, es la respuesta de Hollywood a un síntoma de época, y que más allá de plantear una idea alocada (Robocop también lo era y hoy ya se están construyendo los primeros robots policías en Estados Unidos), a través de potentes imágenes mediatizadas, lo único que se hace es reforzar un contexto afín para su consumo y disfrute.
El año pasado, James DeMonaco, el director de "La Purga", nos planteó una premisa super interesante, pero al mismo tiempo, escalofriante: el gobierno decide que una noche al año, durante doce horas, cualquier actividad criminal, incluso el asesinato, es legal. Con esto como partida, este 2014 llega su secuela, segunda parte que supera con creces a su predecesora. Suspenso, acción, una película para analizar desde varios puntos de vista (si esto fuera real, claro) y un elenco del que te encariñas sí o sí. "12 horas Para Sobrevivir" propone un festín de tensión (del bueno), violencia y escenas visualmente provocadoras. Una muy buena película para disfrutar con pochoclo de por medio y encerrado en el cine... por las dudas chequeate que las puertas estén bien trabadas.
La vieja idea del hombre como lobo del hombre Segunda parte de una inesperada saga distópica cuyo primer episodio, La noche de la expiación (The Purge), se estrenó distraídamente hace unos meses, 12 horas para sobrevivir vuelve sobre un asunto de recurrencia dilatada. Una preocupación que absorbe a la humanidad desde siempre y cuyo mejor exponente podría ser el famoso Leviatán, de Thomas Hobbes, en donde el filósofo inglés definía al hombre como lobo del hombre. Una idea que de forma literal se convierte en el tema de estas películas dirigidas por James DeMonaco y que ellas comparten con otras sagas como la japonesa Battle Royale o la reciente y exitosa Los juegos del hambre. Todas ellas toman como premisa la certeza hobbsiana de que la necesidad (o el deseo) de aniquilar a los demás es parte natural de la raza humana. DeMonaco propone un futuro inminente (2022 para la primera película; un año más para la que acaba de estrenarse), en el cual los Estados Unidos han sido refundados sobre esa certeza, implementando una noche al año en la que no sólo se permiten sino que son alentados todos los delitos, incluido el asesinato. Es la Noche de la Expiación, nueva fecha patria de la renacida nación, y a partir de su vigencia el crimen ha bajado durante el resto del año casi hasta desaparecer. Tanto la película original como 12 horas para sobrevivir recogen algunas historias que ocurren durante esa noche y la diferencia entre ambas radica sobre todo en el punto de vista. En La noche de la expiación todo sucedía dentro de la casa de una familia atrincherada para evitar la violencia social institucionalizada. En cambio en ésta, como una media puesta al revés, se trata de seguir a un grupo de personas que por distintos motivos han quedado en la calle durante la macabra festividad, lejos de la por lo menos ilusoria protección de sus hogares. Estos puntos de vista tienen un correlato social, en tanto la familia cuyo encierro era vulnerado en la primera pertenecía a la clase alta, la única que cuenta con medios suficientes como para darse el lujo de la seguridad, mientras que quienes ahora huyen por las calles de una ciudad caníbal son representantes de las clases media y obrera. Queda claro que las metáforas en esta saga no son precisamente sutiles, sin embargo representan un dispositivo de arranque inusual y de cierto atractivo para una película de este tipo. Es decir, una excusa interesante para contar lo mismo de siempre: una historia de violencia explícita que, por suerte, no cede a la tentación de la pornotortura. Que el guión de 12 horas para sobrevivir se permita menos arbitrariedades que su antecesora es un punto a favor, aunque en su contra puede decirse que no aporta al universo de la saga ninguna novedad que merezca ser destacada. Peor todavía, DeMonaco, director y guionista, vuelve a traicionar las oscuras premisas que sostienen su fantasía distópica con otro final complaciente, mostrándose más preocupado por no negarles a sus compatriotas la ilusión tranquilizadora del final feliz, que por la solidez y la coherencia de este relato de un futuro negro.
La noche más temida A pocos meses del estreno de La noche de la expiación, el director James DeMonaco vuelve con la primera secuela y así confirma que su idea tiene tela para cortar. En esta ficción, no muy alejada de las teorías más conservadoras sobre el control poblacional, los Nuevos Padres Fundadores de los Estados Unidos dan rienda suelta una vez al año, 12 horas a partir de la medianoche, para que los sectores más violentos e intolerantes hagan una limpieza étnica y de clase. O sea, la purga (tal es el título original) es una licencia para matar pobres, negros y latinos. La purga es también un vale todo donde cualquier hijo de vecino amerita un balazo, pero la cuestión social es el núcleo de la idea y con esta secuela se acentúa. Si la primera película era una mezcla de thriller de ciencia ficción con desenlace de horror slasher, 12 horas para sobrevivir muestra lo que haría John Carpenter con esta idea: hay deambulantes encapuchados al estilo Halloween, una ciudad en llamas como en Escape de Nueva York, un duro justiciero como Kurt Russell y, sobre todo, una parodia política y una crítica social que lleva al extremo las ideas más reaccionarias de muchos sectores de los Estados Unidos. La apuesta fuerte de la película es la de que las familias más pudientes compran ejecuciones y alquilan mercenarios para secuestrar homeless y marginales, con los que organizan cotos de caza para su diversión. Como ocurrió en films recientes, como Ella, el giro está prácticamente tomado de un episodio de la breve pero brillante serie inglesa Black Mirror (otra inspiración y van…), pero el efecto es contundente y deja vía libre a DeMonaco para otra saga.
Partiendo desde una muy buena y original premisa, la secuela de La Noche de la Expiación nos muestra eso que queríamos ver. La calle, el barrio, la gente durante esas 12 horas de caos en las que los yanquis “liberan la bestia”. DEL COUNTRY AL RIOBA La primer película protagonizada por Ethan Hawke, partía de la premisa que, durante 12 horas al año TODO delito era legal. Una manera de purgar la violencia interior, inherente a los huma… inherente a los yanquis. De este modo, no había pobreza ni desocupación. La tasa de crimen era bajisima, y los EEUU se habían refundado en una nueva potencia después de una debacle. La primera parte, centraba la historia en una sola familia en un solo lugar, dentro de una casa. La segunda parte, se expande sobre “el afuera” de esa casa de Hawke. Eso que se veía en televisión, ahora lo veremos de cerca. VIOLENCIA SIN GORE the-purge-2-anarchy-teaser-posterSi bien, la película obviamente es violenta, no llega al gore. Gran volantazo, ya que caer en el festival de tripas habría sido muy fácil. Sin embargo, por momentos te deja con ganas de un poquito mas del liquido y escarlata elemento. Tres historias de gente simple, y no tanto, se cruzaran en un punto, donde obviamente, (díganlo en voz alta conmigo), tendrán “12 Horas para Sobrevivir”. Una pareja con muy mala suerte de quedar afuera de sus casa el día de la purga. Una madre e hija, que también quedaran en la calle por pura casualidad. Y un tipo, que la tiene muy clara protagonizado por Frank Grillo. Sin dudas, punto alto de la peli. Una especie de tipo preparado, con armas, coche, y todo blindado, que estaba en la calle por decisión propia, para “librar la bestia”. Pero como es “bueno”, le darán pena los otros pobres 4 diablos, y los ayudara a sobrevivir. Allí deberán pasar por VARIOS lugares, con muuucha gente loquita que los quiere matar. ANARQUÍA ERA LA DE ANTES Esta vez, así como también se expande el mundo de la mitología, también se expande la ideología que se dejaba ver en la primera. La purga no es otra cosa mas que un intento de eugenesia barato. Es decir, los ricos y poderosos, salen a matar desocupados y pobres. Ergo, al otro día, la tasa de pobreza y desempleo bajo otro poquito. ¿Me siguen? Sin embargo esta vez, hay una especie de Malcom X, mezclado con Cuervo Jones, que invita a los pobres y desdichados a levantarse en armas contra las clases dominantes. No solo eso, el ejercito, pobremente encubierto en la trama, también hace su aparición, para reducir notablemente la población molesta. Dentro de este clima “anti purga anual”, es que va a aparecer un atisbo de lo que podría ser una tercera parte de la saga. Si el nombre original de esta peli es La Purga 2: Anarquía, cae de maduro, que la próxima debería llamarse La Purga 3: Revolución. Así de simple. Y es una secuela que al menos yo vería. MACHETES DESAFILADOS Y PÓLVORA MOJADA Si bien la película es llevadera y entretenida, por momentos decae. Algunos de los personajes no están demasiado bien escritos y desarrollados, y otros directamente son clihces galopantes. Por otro lado, en un momento la peli pisa peligrosamente la banquina de “Los Juegos del Hambre”, o peor aun, The Running Man. Aun así, no llega a desbarrancar definitivamente, y remonta para terminar con un momento bastante emotivo e inesperado para una peli así. Hay directores que saben no estafar al publico. Siempre recuerdo el final original que Danny Boyle había pensado para 28 Dias Después, y el que finalmente quedo y conocemos. Pero aun mas siempre recuerdo los motivos del cambio, los cuales eran no estafar al espectador. CONCLUSIÓN The Purge: Anarchy, o 12 Horas para Sobrevivir, es una mejora sobre su antecesora. Aun con sus falencias, entretiene y gusta. Aun así, se que es una película que dividirá aguas, no por controversial, o histórica. Sino directamente porque habrá gente que no le gustara nada, y otra que le guste mucho. Para mi es una opción más que recomendable, sobre todo en épocas de producciones nacionales nefastas y películas infantiles, que si bien son buenas, pueden llegar a empalagar. Afilen el machete, y vayan a verla. Liberen la bestia!
Cuando todo está tan elaboradito desde el discurso hay cierta sospecha volando en el aire. ¿Qué querrá decir en realidad? ¿Es una trampa dialéctica? Algunas de estas preguntas me hacía yo el año pasado frente al estreno de “La noche de expiación” (2013), una película cuyo planteo inicial era el siguiente: futuro cercano en Estados Unidos; Sociedad intolerante, cruda y violenta; Olas de crímenes; Al no poder controlar la situación, “otra gente” toma el poder político; Para bajar la tasa de criminalidad y que los muchachos descarguen la maldad natural de una sociedad enferma los “nuevos fundadores del país” han decretado una noche de “purga”, en ella todos los ciudadanos están habilitados durante 12 horas para cometer todo tipo de crímenes, incluido el asesinato. En aquella oportunidad se abordaban dos temas fundamentales: El primero, la paranoia de una sociedad enferma por la inseguridad interna y externa plasmada a través de un personaje orgulloso por haber instalado el mejor sistema “anti-purga” del mercado para esa noche. El segundo, tenía que ver con las clases sociales, así la clase alta se toma muy a pecho esa noche practicando una forma sádica de violencia en especial (aquí va lo de la trampita), cuando el protagonista esconde involuntariamente a un linyera sin techo y el líder de una banda de gente adinerada le pide que lo entregue para poder descargar su ira sobre el tipo. “Entréguenos al puto pordiosero para que podamos purgar” y “…esta es la forma en la que los nuevos fundadores eliminan la clase baja…”, y cosas por el estilo. Viniendo de Hollywood, era demasiado raro. Menos mal que ya no hay caza de brujas allá. ¡Bah!… En fin, como ya no hay macarthismo, James DeMonaco se puso a escribir una secuela que acá se tituló “12 horas para sobrevivir”. Más allá del discurso de ambas, se puede decir que en la primera al menos había una construcción coherente del relato, pero sobre todo personajes sólidos, creíbles. En esta segunda parte, el discurso no cambia. En todo caso se agrega un tercer factor político (la traducción del título original es “La purga: Anarquía”), un grupo de fanáticos liderados por un tal Carmelo (Michael K. Williams) “en contra de un sistema que utiliza la exclusión de la clase baja como método para la redistribución de la riqueza”. Interfieren los medios monopólicos de la información, sabotean todo lo que pueden… ideal para una rutina de Stand Up made in Argentina. De todos modos sigue siendo supuestamente una de acción Acá es donde se encuentra la falla mayor. Hay un personaje que en la misma noche de purga anda vigilando, buscando vaya a saber qué. El hombre decide salvar dos pares de víctimas inocentes instalando la ruptura del verosímil por falta de justificación de las acciones, no de él; sino de todos los personajes. De ahí en más, usted decidirá si compra o no. En especial una escena de celos en un departamento que tira a la basura lo poco que quedaba de sentido común. Por cierto, el manejo de climas con respecto a la generación de tensión dramática dado el escenario, la dirección de fotografía y la compaginación serían valores para destacar frente a un guión endeble y poco creíble al cual se suman, con excepción de Kiele Sánchez (la novia del tipo que al principio le falla el auto y los deja desamparados), actuaciones poco convincentes de todo el elenco, empezando por un desperdiciado Frank Grillo. ¡Ah! Las preguntas del principio (¿Qué querrá decir el discurso en realidad? ¿Es una trampa dialéctica?), no son respondidas aquí. Tal vez en la tercera, pero lo más probable es que ya deje de importar.
Seamos correctos La secuela de La noche de la expiación es un poco más de lo mismo, pero logra profundizar en el universo que planteaba la primera película sin caer en las mismas torpezas narrativas, a pesar de mantener la corrección política como un estandarte imponderable. Esto, que también afectaba al primer film por sus salidas simplistas, se encuentra sin embargo más atenuado gracias a que la diversidad de personajes es mucho mayor y que existe un desarrollo considerablemente más orgánico con el concepto que se plantea. Como sabemos de la primera parte, La noche de la expiación hace hincapié en las bondades de un acontecimiento anual llamado “La purga”, una noche en la cual la gente puede cometer cualquier tipo de crimen sin que exista una forma de detenerlo: no hay policía, no hay médicos, no hay medios de transporte, la ciudad permanece desierta y sus residentes buscan desesperadamente cualquier forma de protegerse de la furia de los que buscan “purgar” o, en caso de querer “purgar”, luchan a contrarreloj armándose con todo lo que tienen a su alcance para descargarse con las personas que tengan a su paso. A diferencia de la primera parte, que se encontraba nucleada en la familia de quien propiciaba dispositivos de seguridad para “La purga”, aquí el film amenaza con ser un relato coral (algo que hubiera beneficiado a la expansión de ese universo planteado por James DeMonaco) pero se va simplificando hasta volverse un relato más uniforme. En primera instancia, tenemos a un tipo violento y descarriado que está armado hasta los dientes y tiene la necesidad de “purgar”, una pareja que se encuentra en una situación desesperada a minutos de que se inicie la “purga” y una familia de los suburbios precariamente preparada para el acontecimiento. Este mapa, que es mucho más rico que el planteado en la primera película, termina haciendo un film mucho más interesante ante los cuestionamientos morales que el concepto nos arroja al rostro. Por otro lado, el relato le da más relieve al horror que implica esta práctica al dar un trasfondo clasista donde se ve cuáles son los sectores que tienen más posibilidades de sobrevivir a la “purga”. Es en estos detalles y en la obvia crítica a la política armamentística de los Estados Unidos que la película logra algunos pasajes ingeniosos que merecen destacarse por la puesta en escena: el “sacrificio” que demuestra cómo “purgan” los sectores acaudalados, la surrealista secuencia del teatro que ejemplifica cómo se entretienen durante la “purga” o la amenazante presencia de los camiones con comandos entrenados por la calles son imágenes poderosas a las que DeMonaco dota de suficiente naturalidad como para que ilustren perfectamente su distopía. Sin embargo, al igual que la primera parte, hacia el desenlace el relato termina haciéndose cada vez más simplista, hasta transformarse en un pastiche previsible. La corrección política de la cual se inunda la historia cuando alcanza el final, hace que todos los grises que presentaba a lo largo del desarrollo se pierdan en pos de una resolución forzada cuyo happy ending resulta inverosímil. A pesar de esto, no deja de ser superior por el riesgo respecto a La noche de la expiación.
La noche más oscura Se puede hacer no una sino varias películas con una idea sola. 12 horas para sobrevivir tiene una sola idea, la misma que su predecesora La noche de la expiación. En un futuro cercano (como se decía antes) el gobierno de los Estados Unidos decreta un día para que durante doce horas una vez al año cada uno de los habitantes del país haga lo que le parezca. Enseguida se ve con claridad que la película cuenta también con una pasión, que es la de la violencia. ¿Cómo funciona esa violencia? En apariencia, las autoridades pretenden que haga las veces de elemento purgativo para una sociedad enferma de frustración y desigualdad. Pero en el relato su concreción pasa por alto como un suspiro cualquier ribete político –las improbables preocupaciones de la película en ese terreno son hechas a un lado casi sin miramientos, un poco ridiculizadas a causa de la avalancha de estereotipos que se presentan como representantes de posturas ideológicas en pugna– para derivar rápidamente hacia el costado de la acción pura: un grupo debe sobrevivir en medio de la locura que la disposición gubernamental desata en la ciudad de Los Angeles. El director James DeMonaco orquesta un espectáculo en el que las máscaras horribles que portan muchos de los dementes sueltos que pueblan la película disparan un miedo atávico, muestran un deseo y dispensan al rostro verdadero, ocultándolo, de terminar de asumir ese deseo como propio. La profusión de máscaras en los espacios siempre abiertos de la película exhibe el territorio liberado provisoriamente de la sujeción a un orden social. Mientras tanto, en la superficie, las muecas congeladas impactan con la fuerza de esas caras extrañas que asustan de golpe a los niños. En última instancia, la dimensión filosófica parece ceder siempre el paso a la confrontación directa con el horror circundante. La película no se preocupa por la verosimilitud de su historia, ni por ofrecer la cohesión dramática de un conjunto perfectamente delineado y reticulado, como si la animara un espíritu de Clase B apenas lujoso, plagado de sombras y de baches, con una predilección brutal por la sangre y la naturaleza física de los cuerpos que habitan la pantalla. DeMonaco hizo una película casi pegada a la otra, quizá apremiado por demostrar que el insólito caso de su película anterior (una producción pequeña que se convierte en hit) fue, ni más ni menos, el producto venturoso de ese mismo espíritu: pedir poco para lograr mucho, saltar al vacío con una sonrisa desafiante, sin pertrechos ni legitimación. En 12 horas para sobrevivir no hay tiempo porque el tiempo es eso que ocurre mientras se trata de conservar la vida, o de quitársela a otro. Las imágenes pasan a toda velocidad –el corte manda– con una especie de alegría llena de ferocidad donde el cine parece recobrar, durante instantes que miramos con melancolía de tan breves, ese sentimiento primigenio de temor y temblor por la aventura, por el miedo, por la convicción secreta de que las noches más oscuras y peligrosas pueden volverse en la pantalla un motivo de placer cada vez más escaso.
Si bien The Purge o La Noche de la Expiación no fue una bomba, la rompía bastante. Con 12 Horas para Sobrevivir (The Purge: Anarchy) el amigo James DeMonaco desbarranca y nos defrauda mucho, MUCHO. La Noche de la Expiación es una película atractiva: Una mezcla entre sci-fi, terror, violencia, un comentario social algo interesante, una premisa que está bastante buena; pero se queda a mitad de camino. En esta nueva entrega, su director, James DeMonaco, propone más de lo mismo pero lo expone más torpemente y le suma un nuevo elemento (un grupo revolucionario anti-purguista) preparando de esta forma el terreno para una tercera parte. En este universo distópico, EEUU es una nación renacida y gobernada por los Nuevos Padres Fundadores de América (NFFA). El gobierno, como plan de contramedida para reducir la violencia, el creciente desempleo y la inseguridad, implementa una purga anual, una noche en la cual durante 12 horas los crímenes no serán penados. Se supone que en esta fecha todos tienen carta libre para bardearla y después volver a su vida tranquila, feliz y sin culpa porque, según los especialistas, la violencia es inherente al ser humano y mediante esta purga nos sacamos toda la mierda de encima para ser eficientes, buenas personas y así construir una sociedad más próspera y unida. El film demuestra que esto es flor de bullshit y que esta purga es una excusa para exterminar una clase social: los que más guita tienen compran mejores armas – o sistemas de seguridad para atrincherarse en su casa – y, por lógica, los que menos tienen están más desprotegidos y son más propensos a ser boleta. La película explora lo que sucede en una residencia de clase alta cuando irrumpe un extraño (negro y pobre) y la 2 intenta abrir un poco más el juego y mostrar lo que pasa en la calle. Pero no lo logra y es redundante; si no fuera por la breve aparición de un grupo revolucionario anti-purguista este film no aportaría nada a la saga. Esta secuela está protagonizada por una pareja joven en plena crisis (Zach Gilford y Kiele Sanchez), una madre y una hija de un barrio de clase baja (Carmen Ejogo y Zöe Soul) y por Sangeant (Frank Grillo), el antihéroe, un policía que está un poco fuerte a lo Shane de The Walking Dead, y que aprovecha la purga para vengar una muerte. En algún momento de la noche, toda esta gente random se encuentra y juntos enfrentan diferentes obstáculos para sobrevivir. Los protagonistas de 12 Horas para Sobrevivir no presentan química entre ellos. Tengo varias cosas que reprocharle a 12 Horas para Sobrevivir y una de ellas es que presente de una manera tan torpe y maniquea esta alegoría social: si los más ricos tienen mejores armas y las de los más pobres son más truchas (o no tienen) = más pobres muertos = exterminio de las clase baja. Ricos = Malos. Pobres = Buenos. Blanco, negro, negro, blanco. Otro temita a discutir es el casting -o la dirección de actores-: los protagonistas no pegan onda, no les creo nada porque no hay química entre ellos. La única vibra que sentí es la de un posible trío entre Sargeant, la madre y la hija. Raro, porque no creo que sea lo que James estaba buscando trasmitir. Con respecto al guión, además de ser previsible, los diálogos son torpes, huecos y artificiales. Posta que cuando los pibes no te actúan, o cuando no podés hacerlos actuar, es preferible que no hablen. Y por último, el temita de la violencia. La traducción literal del título del filme es La Purga: Anarquía y me suena a alto bardo. Pero no, la película es tibia; meteme más anarquía -digo, la anarquía no sólo habilita a que la gente asesine por placer, algunos también podrían salir a chorear unos estereos o unos plasmas a Garbarino, ¿no?- más oscuridad, más discriminación, andate un poco al carajo, se más guarro. Tenés una premisa que te habilita a hacer cositas que nos den un poco de miedo; usala, asustame un poco, más crudeza te pido, más tensión. Habiendo terminado con los reproches, vale aclarar que no hace falta haber visto la I (La Noche de la Expiación) para poder comprender la II (12 Horas para Sobrevivir). Recomiendo mirar la primera; la segunda es completamente irrelevante. Cuanto más escribo, más me indigno con James DeMonaco. Te tenía fe James, me defraudaste.
La noche de la expiación, un film independiente con Ethan Hawke, sorprendió el año pasado en la taquilla norteamericana. Filmada con un presupuesto de tres millones de dólares y una ínfima campaña publicitaria, la película recaudó casi 90 millones de dólares. Esto motivó que meses después del estreno el director James DeMonaco se pusiera a trabajar en la segunda entrega y es en este punto donde nos encontramos con un caso bastante loco. 12 horas para sobrevivir más que una secuela es en realidad un refrito mejorado del primer film. El concepto de la producción original estaba bueno y era interesante para trabajar en una propuesta de este género. La trama transcurría en el año 2022, donde el gobierno norteamericano implementaba un programa llamado La purga. Durante un período de 12 horas todas las actividades criminales eran legales y los delincuentes podían hacer lo que quisieran, salvo dañar a los funcionarios del gobierno. La nueva entrega funciona mejor por el hecho que el director DeMonaco esta vez decidió trabajar el conflicto en exteriores donde pudo sacarle más jugo al concepto de la purga. En La noche de la expiación toda la acción se centraba en una casa que era invadida por unos criminales y el personaje de Ethan Hawke trataba de defender a su familia. 12 horas para sobrevivir logra construir mejor las situaciones de tensión y suspenso en las calles, que es el escenario donde tiene lugar el caos que genera ese programa gubernamental. La trama también es un poco más elaborada, ya que gira en torno a la historia de varios personajes y desarrolla mejor la idea de la película original. Frank Grillo, quien hace poco apareció en Capitán América 2 y el excelente drama de artes marciales Warrior, es el actor más conocido del reparto que no presenta grandes figuras. En resumen, 12 horas para sobrevivir en un decente thriller del cine clase B que mejoró varios aspectos de La noche de la expiación y se deja ver si te interesó la historia previa.
12 horas para sobrevivir es una película muy recomendable si te gustan los thriller de terror sin escenas altamente impresionables o asquerosamente sangrientas. Mientras que segundas partes de otras sagas de terror son prácticamente una mala copia de la primera, en este caso nos encontramos con una historia completamente diferente donde lo único similar es...
Calles sin ley, cine sin ideas Bajo la misma premisa que la anterior, La noche de la expiación, el director y guionista James DeMonaco apela a la metáfora sin vuelo para cargar las tintas sobre el sistema político en esta suerte de distopía fantasiosa –los hechos suceden en el 2023- que expone las aristas oscuras del fascismo o totalitarismo que se oculta tras el régimen democrático norteamericano actual bajo la consigna del control social o la lucha de clases financiada por intereses políticos y que recibe el nombre de purga social. El primer fracaso de esta secuela, 12 horas para sobrevivir, es haber intentado equiparar el clima de claustrofobia hogareña, que asolaba a la familia de clase alta refugiada en una súper casa durante las 12 horas del carnaval maquiavélico donde todo valía, por el derrotero de un grupo de personajes completamente chatos y representantes de lo que podría denominarse clase media y clase obrera, a merced de los asesinos en las calles donde reina la anarquía absoluta por este salvoconducto de la violencia gratuita, el crimen sin castigo, donde sale a la luz entre otras cosas la sofisticación en el armamento y el sadismo para llevar a cabo los asesinatos más brutales e impunes bajo las luces de neón. Machetes, ametralladoras y un grupo desaforado de enmascarados desatan el raid de terror y sangre en el centro de Los Ángeles mientras el grupo de víctimas, a saber cinco personajes, deberán unir fuerzas para sobrevivir, liderados por el Sargento (Frank Grillo), quien tiene por objeto una vendetta personal tras una reciente muerte cercana; la latina Eva (Carmen Ejogo), una camarera junto a su hija adolescente Cali (Zoë Soul), y el típico matrimonio joven que aparece en el lugar y en el momento menos indicado (Zach Gilford y Kiele Sánchez), al descomponerse el vehículo minutos antes del comienzo de la purga. Sin demasiadas ideas sobre la temática a desarrollar, la introducción de un grupo combativo ante estas prácticas liderado por un afroamericano que denuncia de cierta manera las claras y explícitas intenciones de un exterminio de pobres amparado por las clases pudientes introduce, de manera torpe, el juego dialéctico de la lucha de clases para sustentar la dinámica de los acontecimientos y justificar así ese territorio ambiguo y no comprometido moralmente donde la violencia contra el otro es aceptada. Todo lleva a pensar que esta nueva manera de desarrollar tópicos sociales profundos bajo la reducida mirada y maniqueísmos de manual goza de muy buena salud en el cine contemporáneo y más teniendo presente que viene a respaldar el discurso del mainstream hollywoodense (Europa no se queda atrás) que hace de la paranoia social su mayor fuente de ingresos y del entretenimiento pochoclero como el que nos atañe su mejor vehículo exploitation, sin reflexión, sin argumentación y por ende sin ideas.
El hombre, lobo del hombre El título original de este filme (“The Purge: Anarchy”) lo posiciona como secuela de la película que el año pasado se estrenó como “La noche de la expiación”, pero que no tuvo estreno en Santa Fe. Y si bien se plantea como un thriller de acción y violencia, se ubica en un espectro de crítica social similar al que señalamos en estas páginas cuando comentamos la nueva relectura de RoboCop. Pero claro, sin perder unos buenos momentos con gente corriendo desesperada en medio de la furia por calles semidesiertas y mal iluminadas, con esos muchachones enmascarados que salen en el afiche, similares a algunos tramos de “Metallica: through the never”, pero sin thrash al palo. Volvamos a la premisa de origen: a principios de la década próxima, en Estados Unidos ha tomado el poder una agrupación de derecha que se autodenomina Nuevos Padres Fundadores de América (en referencia al apelativo que reciben los patriarcas de la Independencia). Éstos proclamaron la 28ª Enmienda de la Constitución: cada año, desde las siete de la tarde del 20 de junio hasta las siete de la mañana del 21, habrá 12 horas liberadas para cometer cualquier crimen, incluso el asesinato, sin asistencia de médicos, bomberos ni policías. En esta Purga Anual (aquí traducida como Depuración) la ley protege a los funcionarios y (como habitualmente) el dinero protege a los ricos. Los refundadores exhiben orgullosos las cifras de bajísimo desempleo y mínima tasa de homicidios (el resto del año). Una América próspera sobre la base de eliminar parte de la sociedad, como quien no quiere la cosa. Perfiles En esta entrega, se avanza sobre los trasfondos políticos de la cuestión. Pero siguiendo de cerca las andanzas de un grupo heterogéneo: Eva Sánchez (madre soltera latina que trabaja de moza, un perfil redondo) y su hija Cali, ideales para poner el foco en los pobres, para donde va esta historia. También se suman Shane y Liz, un matrimonio disfuncional, caucásico y de clase media, a quienes la mala suerte (por usar una expresión) puso en la misma vereda que a los excluidos (¿la caída de la clase media genera la unidad de clase? Ignacio Lewkowicz se haría una panzada con eso). Y también a Leo Barnes, un policía que está en la calle por propia voluntad, predispuesto a cometer una venganza personal. Pero su buena voluntad lo convertirá en referente de la supervivencia (así como en los westerns los granjeros necesitaba un vaquero que los salve de los otros vaqueros). Mientras tanto, un tal Carmelo emite comunicados desde la clandestinidad, llamando a la rebelión armada contra el gobierno; se presenta como líder de una organización que lucha contra él. El relato está bien narrado, desde la presentación de cada personaje hasta las sucesivas convergencias; sobre cómo cada etapa de su periplo a través de las 12 horas de violencias va revelando como a la pasada aspectos no dichos sobre la Depuración (qué hacen los ricos, qué hace el gobierno) que refuerzan el carácter clasista del nuevo orden. Y habrá un momento de clímax sobre el final, con lecturas morales incluidas. Crítica Algún desprevenido no demasiado progresista puede llegar a concurrir a la sala cinematográfica con la expectativa de encontrarse con alguna celebración de “justicia ciudadana”. Pero lo que ha gestado James DeMonaco es una distopía pensada desde una posición de izquierda, que suma dos tendencias vigentes en los Estados Unidos: la cultura de las armas (que Michael Moore mostró en “Bowling for Columbine”) y el pensamiento republicano extremo de que la forma de acabar con la pobreza es acabar con los pobres. De yapa, los ricos que aparecen son exageradamente detestables (y son los únicos que salmodian las consignas de los “refundadores”) y en la figura de Carmelo se simboliza una idea con la que el cine de Hollywood coquetea: una facción guerrillera en territorio anglosajón (sólo cuando el gobierno sea “muy malo”, eso sí, como en “V de Venganza”). Vínculos Desde la parte actoral, los mayores hallazgos son Frank Grillo como el sargento Barnes y Zoë Soul como Cali. Si el primero es un vengador cuyo buen corazón lo desvía de su camino, la segunda es quien lo guía moralmente. Además, el vínculo sale tan natural que hace que Carmen Ejogo (Eva) sea la que tenga que sumarse a esa familia ensamblada. Otra cosa que funcionó fue sumar a Zach Gilford y Kiele Sánchez como Shane y Liz: casados en la vida real, tienen algunos momentos donde pueden mostrar su química de pareja. El resto del elenco está reducido a roles secundarios, pero se puede destacar a John Beasley como el papá de Eva, Justina Machado como Tanya (la compañera de trabajo de Eva), Jack Conley como el enigmático Big Daddy, Michael K. Williams como Carmelo y alguno más. Todo indica que puede haber una próxima entrega de la saga. La cuenta regresiva para la próxima Depuración está corriendo...
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Masacre consentida Claro está que los tituladores latinos conspiran para confundirnos. En inglés la primera película se tituló The Purge (la purga, el saneamiento, la purificación) y esta secuela The Purge: Anarchy; claro como el agua. Ahora bien, en latinoamérica conocimos a la primera entrega como La noche de la expiación, y a esta como 12 horas para sobrevivir, por lo que la relación entre una película y la otra habría que adivinarla si se careciese de la información necesaria. Pero quién sabe, quizá a los mismos tituladores se les escapó el detalle... La idea base compartida por ambas películas es buenísima: en un futuro próximo, los "padres fundadores", misteriosos y oscuros gobernantes, considerando los índices de violencia, de delincuencia, de pobreza y desempleo en los Estados Unidos, deciden nuclear y exprimir todo lo peor del ser humano en una sola noche, en la que los ciudadanos tienen derecho y absoluta impunidad para cometer todos los crímenes que quieran, ya sean asesinatos, robos, violaciones y ainda mais. Doce horas de caos en las que básicamente los que tienen dinero y recursos se atrincheran en sus casas y sus búnkers (o salen a "purgar" por las calles), y en la que los pobres son directamente diezmados. De esta manera, claro, el desempleo baja, las élites mantiene su statu quo, y muchos obtienen una catarsis sangrienta que los deja mansitos durante el resto del año. El problema de la primera película es que esta premisa, tan poderosa como metáfora, incómoda y mala leche, venía mal explotada, derivando en un cine de género más bien de manual, con lugares comunes y comportamientos poco creíbles. Sin embargo aquí ocurre lo contrario. A la historia original le son agregados giros de guión que proveen apuntes interesantísimos sobre las diferencias sociales y los comportamientos de los grupos de poder y las clases dominantes. Vemos como ciertos ricos, temerosos de salir a la calle, "compran" gente vieja y enferma para exterminarlos en la apacibilidad de sus hogares; como surgen "mercenarios" que, aprovechando la vulnerabilidad de los más pobres, se ponen a disposición para defenderlos a un precio significativo; la forma en que una brigada "de control" se asegura que las purgas sean eficientes, entre otras sorpresas. La historia sigue a un grupo de cinco personas que, por una serie de infortunios, quedan expuestos en pleno centro de la ciudad, en una constante lucha por la supervivencia en la que se ven obligados a sortear toda clase de amenazas. El registro es realista, no hay excesos de gore ni regodeos innecesarios, y el suspenso se sostiene inalterado durante todo el metraje. Al mejor estilo Duro de matar (la primera), se propone un equilibrio precario por el que los protagonistas deben esconderse, economizar recursos, atacar sólo en los momentos indicados. Mención aparte merece la aparición de un grupo armado popular, surgido como reacción contraofensiva a los abusos y, en el contexto, se presenta como una opción particularmente simpática. Resulta curioso, considerando que desde el cine dominante tiende a justificarse la violencia gubernamental, y a tacharse de terrorista a cualquier iniciativa popular y revolucionaria.
¿Qué pasaría si hubiera 12 horas para matar sin consecuencias? James DeMonaco es un guionista y director que empezó su carrera en la década del noventa. Su primer reconocimiento le llegó cuando escribió la remake Masacre en la Cárcel 13 (Assault on Precinct 13, 2005), en donde entabló una buena relación con Ethan Hawke. De hecho, el actor participó de su debut detrás de cámaras en el film El Estado de la Mafia (Staten Island, 2009). El año pasado ambos se volvieron a juntar para realizar una película pequeña que tuvo mucho éxito debido a su originalidad: La Noche de la Expiación (The Purge, 2013). El largometraje trata sobre un Estados Unidos del año 2022 en donde el país "renació". ¿Cómo? Los Nuevos Padres Fundadores bajaron los índices de criminalidad y desempleo instalando el día de la purga. Desde las 19 Hs. del 21 de marzo hasta las 7 de la mañana del 22 toda actividad criminal (robo, asesinatos, violaciones, lo que se les ocurra) es legal y no se castiga. Durante ese período los ciudadanos pueden ir a descargar su ira o blindarse en sus casas. El filme se centra en una familia que le da asilo a un extraño que es buscado por un grupo de niños ricos para matarlo, y al no entregárselo son atacados también. La familia deberá decidir si se defienden durante esas 12 horas o lo entregan y se convierten en los monstruos de los que se esconden. En esta secuela, DeMonaco deja la atmósfera asfixiante y claustrofóbica de una casa en los suburbios y traslada la acción a las calles céntricas de la ciudad para mostrarnos la locura total que se genera en ese día. El filme, situado un año después, sigue a cinco personajes: por un lado está el sargento de policía Leo Barnes (Frank Grillo), un hombre desesperado y sin nada que perder, que decide aventurarse a las calles para acabar con la vida del hombre que mató a su hijo en un accidente de tránsito y está libre por un tecnicismo. Por otro tenemos a Eva (Carmen Ejogo) y Cali (Zoë Soul), madre e hija que viven en un barrio de mala muerte y son sacadas a la fuerza de su departamento por un extraño grupo comando. Por último están Shane (Zach Gilford) y Liz (Kiele Sanchez), una pareja que está a punto de divorciarse y que quedan varados con su auto en la calle minutos antes de que comience la expiación. Todos ellos se encontrarán y se unirán en un grupo para sobrevivir como sea a todos los peligros que se les presenten. Hay que reconocerle a DeMonaco que es un tipo muy inteligente. El realizador sabía que para esta segunda parte no contaba con la frescura y espontaneidad que la había dado la trama de la primera. ¿Qué hizo? Decidió ir más allá. En La Noche de la Expiación hacía una crítica a la sociedad, en donde mostraba cómo la gente rica contaba con los recursos para protegerse a diferencia de las clases menos agraciadas. Acá, de una manera más anárquica, se centra en cómo los estadounidenses ven a la violencia. Lo favorece el cambiar de escenario y mostrar qué es lo que pasa en las calles y abrir un abanico de situaciones extremas. Hay también varios tópicos interesantes, como por ejemplo qué es lo que busca el Gobierno con ese día. O también qué hacen los pobres para beneficiarse de la purga, o la idea de que hay una semilla revolucionara que quiere acabar con el sistema. El reparto no tiene grandes nombres pero pongan el ojo en Frank Grillo, un actor que está a un paso de saltar a otra liga. Con esta película tienen una buena oportunidad para aprovechar y preguntarse qué harían ustedes en un día así: ¿serían violentos o se encerrarían a esperar? Expíen sus deseos tranquilos.
La historia transcurre en un futuro cercano (2022), en un EE.UU. donde no hay crímenes ni desempleo, el orden social es impecable. Pero esa utopía está sostenida gracias a que una vez al año y durante doce horas todo es legal, incluidos los asesinatos. En estas horas el gobierno permite a las personas expiar la violencia contenida y de este modo “purgar” el alma. Si, The Purgue: 12 horas para sobrevivir es la secuela de La noche de la expiación (The Purge). Mientras que en la primera los hechos transcurrían el interior de una casa, ahora se muestra lo que sucede en el exterior a lo largo de esa noche tan temida. Y se ponen en juego varios personajes, una pareja que por una falla de su automóvil queda varada en la autopista, cerca de la ciudad a minutos de que comience el toque de queda, un hombre solitario que decide salir para vengar la muerte de su hijo atropellado por conductor ebrio, y una madre y su hija, quienes por no tener dinero para suficiente protección, quedan expuestas a ser presas de caza del mismísimo gobierno que envía comandos a cumplir con objetivos, para así controlar el crecimiento demográfico local. Por cuestiones del azar los protagonistas se reunirán para sortear el peligro en esta noche tan macabra donde la premisa será sobrevivir. A este relato con sesgo coral se le sumarán microhistorias a medida que transcurre la acción, como la de la señorita despechada que aniquila a su hermana, amante de su marido, o los jóvenes con máscaras terroríficas que cazan víctimas para entregar a personas acaudaladas, quienes hacen su gala para “purgar”. Y la más interesante de todas, que es también la menos explotada, la de un grupo revolucionario conducido por un líder afroamericano que decide convocar a gente de su misma condición para defenderse, dado que en esta noche solo mueren los que pertenecen a las clases media y baja. La idea es interesante, pero está mal desarrollada. El guión parece regirse por un manual de estereotipos, los diálogos se intuyen forzados y hay situaciones grotescas donde la verosimilitud cae en fosas abismales. Aquí las máscaras no son el simbolismo del deseo vedado de matar con impunidad, están al orden de una estética pandillera y atemorizante; así como el espectáculo armamentista está por encima de cualquier trasfondo social causal. Aunque se coquetea todo el tiempo con este último eje. Por otro lado cabe señalar que ritmo fluye sin problemas y hay escenas, con tintes de clase B, muy logradas. Pero estos pocos elementos no alcanzan para dar cohesión, ni para depurar el sentido común de la historia. María Paula Rios redaccion@cineramaplus.com.ar
La ley de la selva Durante medio día los crímenes están permitidos y un grupo que se queda desprotegido debe pelear para no morir. Que la realidad supera la ficción es una afirmación muchas veces repetida. Pero al ver la película 12 horas para sobrevivir resulta difícil para aquella persona que sufrió en Córdoba, a la vuelta de su casa o en su casa misma, el horror de los saqueos ocurridos durante la crisis policial de diciembre pasado, no preguntarse cuán lejos estamos de ciertos planteos puestos en el guión de un filme. Salvando las enormes distancias, este estreno es la segunda entrega de otra cinta titulada La Purga. El eje central propone que en un futuro cercano, la sociedad norteamericana (la acción se sitúa en Los Angeles en el año 2023) está regida por un orden particular y estable, pero una vez al año, como una manera de mantener cierto equilibrio social, poblacional, de criminalidad y en cierta medida hasta económico, el gobierno permite una purga de doce horas. Allí vale todo, hasta el asesinato, sin que la policía o cualquier otro servicio hagan absolutamente nada. En esta ocasión, una pareja sufre la rotura del auto y queda en plena calle justo cuando se produce esta situación. La película también presenta más personajes y serán cinco los pobres diablos que obligadamente tendrán que vérselas con una espiral de violencia contenida que estalla socialmente. Algunos cazan por venganza, otros por divertirse, otros porque son criminales. Cada uno tiene su propia razón para convertirse en bestia, y otra parte lo único que quiere es sobrevivir. Nuevo orden. Los escenarios que se muestran en 12 horas para sobrevivir pretenden constituirse como un espejo de lo que pasa en la actualidad. Porque si bien estas purgas planificadas por quienes mandan (los Nuevos Padres Fundadores) dejan zona liberada para provocar un "todos contra todos", queda claro que los más pudientes llevan las de ganar y en realidad todo se trata de aniquilar a los que tienen menos posibilidades. La pobreza molesta, ¿vio? Para ampliar ese espectro político, se mete también un grupo revolucionario y algunas otras yerbas, como para esquematizar los males estructurales que nos aquejan en un estilo que recuerda a los mejores exponentes del cine clase B. La idea de esta saga es buena, y aunque en el metraje del filme hay ciertos altibajos narrativos, se logra mantener un ambiente de tensión. Las actuaciones están desarrolladas de manera aceptable, pero el que lleva las de ganar es uno de esos veteranos que se ven en muchas películas y al que nunca se le recuerda el nombre: en este caso se trata de Frank Grillo. Es evidente que se está ante una franquicia que dará mucha más tela para cortar, por varias razones: por su argumento, por su relación costo-beneficio y porque el cine de terror y suspenso siempre tendrá un público dispuesto, más allá de la calidad que se muestre en la pantalla. El morbo gana, amigo.
Ignoramos por qué en Latinoamérica no optaron por irse a la fácil y poner de título La Noche de Las Bestias 2, como secuela de aquella primera parte de hace apenas un año (leer nuestra reseña aquí), Cambiando el título y confundiendo un poco a le gente, pues existe "12 horas para vivir", protagonizada por Nicholas Cage, lograron que obtuviera una taquilla menor que su antecesora, y sin embargo, la calidad es ampliamente superior a la primera parte. El Sargento Barnes (Frank Grillo) decide tomar una venganza personal en la única noche de Norteamérica en la que, por 12 horas, se hace legal cualquier crimen y se suspenden las actividades de seguridad. Cada familia debe velar por sí misma, y durante varios años, esta estrategia gubernamental ha funcionado para disminuir el crimen común. Sin embargo, una pareja y una madre y su hija, por error se encuentran en las calles, y por temor a ser asesinadas por simple diversión, deberán aliarse con el teniente Barnes para salvar sus vidas, mientras emprenden una carrera contra el tiempo en busca de un refugio. Con mayor acción, tensión y drama a lo largo de la película, supera con creces a la primera parte como ya lo mencionamos. Acá hay más acción y profundiza un poco más en el impacto que ha tenido en la sociedad en sus diferentes estratos: los pobres que venden su vida, los ricos que pagan y subastan gente para su diversión, aquellos que buscan una venganza y aquellos que, como siempre, están inconformes y buscan hacer sus propias reglas. Obviamente no es una obra de arte, pero, como lo dijimos en nuestra anterior reseña, una idea de este tipo siempre traen consecuencias que son mejor exploradas en este filme. Recomendado para quien busca un poco de adrenalina.
Una primera idea de lo que podemos encontrarnos al ver 12hs para sobrevivir la encontramos en uno de sus afiches originales, l bandera estadounidense formada con armas en lugar de las clásicas tiras rojas. Esto es reforzar la idea que ya se vislumbraba en la entrega anterior, La noche de la expiación, realizar uno de los films “de terror” más reaccionarios de los últimos tiempos. El año pasado James DeMonaco presentó con The Purge lo que podía haber sido un puntapié para una dura crítica a la cultura bélica, armamentista y proteccionista estadounidense. La idea de que en un futuro no muy lejano, similar a nuestro presente, se permite una vez al año, durante 12hs que los ciudadanos puedan expresar su ira libremente al no estar ningún crimen penalizado. La idea prometía, es cierto, pero ya se sabe, el terror está erigido sobre bases más bien “conservadoras” la idea de plantear el miedo externo y defendernos de esa amenaza, y que en pos de esa defensa todo esté permitido (premisa que queda mucho más evidente en el subgénero slasher o splatter). Al fin y al cabo, esa originalidad planteada en aquel film se diluía rápidamente para dar pie a otra más de una familia encerrada y amenazada por un grupo que sólo busca violencia. Sí, había algún tinte social, de diferencias de clases, pero claramente la atención no estaba allí. Un año después, debido al sorpresivo éxito, DeMonaco nos entrega otra historia dentro del mismo marco, que no funciona como secuela, sino como film independiente. La originalidad esta vez no pasa por la premisa, que es l misma que la anterior, sino por mostrar qué sucede con la gente que no consigue encerrarse en sus hogares, o sea, la población que será carne de cañón para la violencia desatada. Los protagonistas son varios, hay una pareja, Shane y Liz (Zach Gilford y Kiele Sanchez) que queda varada luego de que su auto “se averíe”, un madre Eva (Carmen Ejogo) y su hija Cali (Zoë Soul), y un líder, Leo (Fran Grillo). Todos se van a unir frente a los salvajes que quieren atacarlos, pero también surgirán sospechas entre las propias víctimas y sus verdaderas intenciones, es claramente un momento de supervivencia individual por más que se actúe en grupo. Sin recurrir a la metáfora (o por lo menos no a una delicada), con un mensaje obvio y remarcado. Rápidamente esa idea de lucha de clases muestra su falsedad volviendo a poner el acento en el golpe de efecto violento, en el gusto por el pandemónium. Si la anterior se sostenía por un puñado de buenas interpretaciones de actores reconocidos como Ethan Hawke y Lena Headey, esta no consigue lo mismo con actores que no dan la talla y a los cuales el protagonismo les queda algo holgado. La película entra rápidamente en una monotonía del vértigo constante, en donde el sobresalto constante provoca acostumbramiento, como aquel medicamento que se toma en exceso y ya no causa efecto. Personajes poco carismáticos, violencia porque sí, mensaje que se pretende crítico pero se muestra reaccionario con tan sólo ver la procedencia de sus actores/personajes, y un guión al que nuevamente le falta desarrollo, completan un combo en el que la sensación es igual a la anterior, las herramientas estaban para alguno mucho mejor que un mero panfleto ideológico.
Purgando un poco más James DeMonaco tuvo una idea realmente buena y original, desde la teoría, al engendrar todo lo que rodea a ese peculiar universo de purgadores. El vuelco a la práctica no resultó tan impactante como lo que prometía y, The Purge, en 2013, terminó dejando en muchos espectadores un sabor semi amargo, dada la cantidad de resoluciones discutibles y ridículas que se desentramaron principalmente desde la mitad del film hasta el desenlace. Sin embargo, los números arrojaron un gran resultado en lo que concierne a la taquilla, permitiendo que el realizador realice una nueva apuesta con esta secuela denominada The Purge: Anarchy. En esta segunda entrega, las cosas parecen ponerse un poco más turbias y el ojo de la cámara pone más énfasis en lo que acontece en las calles, diferenciándose del escenario que predominaba en su predecesora, es decir, en la casa una familia. Allí en las afueras es en donde la acción se lleva a cabo a troche y moche, algo que nuevamente desde el concepto se presume, cuanto mínimo, inquietante y tenso. Pero, como si la saga fuese presa de aquella dificultad para desarrollar con firmeza los eventos a la pantalla, el asunto peca otra vez por su previsibilidad y por el carácter irrisorio de un gran número de cuestiones carentes de la fuerza y la rigidez necesarias como para mantener la expectación. DeMonaco innova un poco y sazona la narración al añadir personajes cuyas historias se entrecrucen, ya sean de un flanco o de otro. Purgadores que quieren limpiar sus almas, por venganza, por gusto, por ira contenida, por convicciones; a estos se le suman personas que por razones del destino (e inverosímiles) no tenían interés alguno en participar pero quedan atrapadas en la guerra callejera, intentando sobrevivir hasta que el reloj marque el cierre de la purga anual. Todo suena interesante y llamativo desde la imaginación; no obstante, las sensaciones cambian a medida que el relato toma forma y avanza. La secuela pedía a gritos una cuota mayor de salvajismo, de crudeza, y si bien de ello se ocupa su director, nunca es suficiente cuando las escenas van perdiendo credibilidad por sus absurdas y cuestionables determinaciones. Quizás no sería totalmente acertado clasificar la cinta dentro del género de terror, puesto que esta edición está abocada más al thriller, a la acción y a un suspenso que, lamentablemente, se torna cada vez más anunciado y menos alarmante de lo que se podía suponer. The Purge: Anarchy es distinta pero a la vez similar a la proyección que ofició de apertura. Encuentra las mismas buenas intenciones que su precursora, esas con las que, también aquí, se estampa cuando son mal llevadas a la práctica. LO MEJOR: Frank Grillo. El inicio, algunas secuencias de acción. LO PEOR: resoluciones cuestionables, ridículas. Pierde fuerza de la mitad hacia el final. PUNTAJE: 5