Ready, Freddie? Desde el vamos cualquier cosa que pudiesen hacer los responsables máximos de la biopic sobre Freddie Mercury y Queen jamás llegaría ni a los talones del carisma y el talento del que fuera uno de los cantantes más gloriosos del rock internacional, y en cierta medida siempre se notó que está verdad de fondo marcó el atormentado desarrollo del proyecto a lo largo de los años con una catarata de callejones sin salida, diferencias creativas, peleas camufladas y problemas de diversa naturaleza, siendo dos de los principales el reemplazo de Sacha Baron Cohen por Rami Malek en el rol protagónico y el despido por parte del estudio del realizador original Bryan Singer por “comportamiento errático” y la posterior contratación de Dexter Fletcher para que finalice la película de una buena vez. Garantizado un soundtrack maravilloso y en verdad inigualable, lo mejor a lo que podría aspirar el opus es a recrear la génesis de la agrupación, los entretelones de su progreso y la gestación de canciones míticas en línea con -por ejemplo- lo hecho por el director Bill Pohlad en Love & Mercy (2014), aquella muy interesante aproximación a Brian Wilson y The Beach Boys. La epopeya musical de turno, Bohemian Rhapsody (2018), supera con gracia y astucia esta imposibilidad de empardar los logros artísticos de los retratados mediante un trabajo mimético prodigioso que trae a colación la capacidad del séptimo arte de adaptarse a un sinfín de coyunturas debido a su maleabilidad al momento de agrupar múltiples disciplinas como -precisamente- la música y la puesta en escena visual. El período elegido es en esencia el fundamental ya que abarca desde la metamorfosis de Smile, banda primigenia con Brian May (Gwilym Lee) en guitarra y Roger Taylor (Ben Hardy) en batería, en Queen, a través del ingreso de John Deacon (Joseph Mazzello) en bajo y Mercury en voz, hasta la actuación de los señores en Live Aid el 13 de julio de 1985, evento tan poderoso como multitudinario que fue crucial para el grupo no sólo debido a que significó uno de los puntos más altos de la historia de los shows de rock sino también porque fue de hecho la movida fundamental para evitar la separación de la banda, amén de que justo en esa época Freddie se enteró de que se había contagiado de sida y comenzó los tratamientos paliativos. Malek le copia con esmero, paciencia y dedicación todos los tics a Mercury y -gracias al infierno- hace playback durante las canciones, logrando un desempeño digno en un rol que equivale a tratar de reproducir un huracán en condiciones de invernadero. El guión de Anthony McCarten reproduce en parte la vieja fórmula de las biopics de rock centrada en la pareja femenina sufrida y el ejercito de mediocres y parásitos que entorpecen la carrera tratando de ganar favores para su comarca y explotar al artista hasta secarlo y/ o hacer leña del árbol caído, sin embargo la película cuenta con la inteligencia suficiente para entender que en el caso del cantante dicha premisa no calza del todo porque en sí Freddie fue una persona tímida, solitaria, taciturna y necesitada de amor como cualquier otro individuo, lo que lleva a que la fanfarria, el autobombo, las drogas, las fiestas y los amantes se reduzcan a compensaciones simbólicas y placebos en la vida cotidiana, ámbito que el originario de Zanzíbar -comprensiblemente- no disfrutaba tanto como el escenario y la misma creación artística porque su homosexualidad progresiva lo terminó aislando del resto de la banda. Sin la familia que armaron May, Deacon y Taylor, Mercury mantuvo primero una relación romántica y luego una amistad con Mary Austin (Lucy Boynton), se dejó fagocitar por su manager/ amante Paul Prenter (Allen Leech) y finalmente encontró al compañero del tramo final de su vida en Jim Hutton (Aaron McCusker), la persona que realmente lo cuidó cuando la virulencia de la enfermedad resultó imparable. Gran parte de los hits dicen presente en una banda sonora que de antemano se sabía sería una de las mejores del rubro de las películas musicales de las últimas décadas y así pone de manifiesto una vez más la usina de temas memorables que fue el grupo durante sus años en actividad (mejor ni hablar de los diversos y tristes intentos de reemplazo de Freddie por parte de May y Taylor, con Deacon retirado de la escena desde hace mucho tiempo). El trabajo de Singer/ Fletcher es más que correcto y es de destacar las decisiones de respetar el orden cronológico de la aparición de las canciones/ álbumes y de reproducir íntegro el show de Live Aid y darle un montaje cinematográfico pomposo que se adapta perfecto a la idiosincrasia de Queen y la importancia de lo acaecido en el Estadio de Wembley, en Londres. Más allá de su impronta de “retrato oficial” y destinado a un público masivo que arranca en los adolescentes, el film ofrece un pantallazo sincero, respetuoso y sustentado en hechos verídicos alrededor del devenir de una agrupación y un vocalista cuyos aportes a la cultura popular global han sido inmensos, por ello mismo que una milésima parte de todo aquello se filtre hacia la biopic resultante -como en este caso- ya indica que la tarea fue exitosa y la misión está cumplida.
Si bien hoy en día, las ciudades de todo el mundo pueden estar empapeladas de afiches con la imagen de Rami Malek luciendo como Freddy Mercury, es justo decir que el camino para que el film llegara a salas, no fue nada sencillo. Imaginen a priori, un proyecto para describir parte de la trayectoria del cantante de una de las cinco bandas más legendarias de la música pop mundial (¿The Beatles, Rolling Stones, The Police, Pink Floyd podrían ser las otras cuatro?) Piensen en el guión, los acuerdos por derechos musicales, los aportes de los protagonistas presentes de la historia, pero por sobre todas las cosas, no dejen de pensar que la figura más rutilante y vital de ese grupo, era un hombre único viviendo una historia disruptiva e increíble que marcó para siempre, la escena musical mundial a fines del siglo pasado. La pregunta surge naturalmente: ¿Por dónde empezar? ¿Qué destacar?¿Cómo sentar las bases de un relato que alterne la singularidad de Mercury en función de sus compañeros de grupo? Sin dudas, este proyecto era un gran desafío. Y a la luz de los resultados, amerita cierto análisis. Creo que hay cosas que están muy logradas (todo lo referente a la "cocina" de los procesos creativos de la banda, la recreación de época, las destacadas presentaciones en vivo), y otras que no (el implante bucal de Malek era necesario? y sin dudas, la falta de intensidad dramática en instantes crudísimos para la vida de Freddy). Pero vamos por partes. Lo primero que hay que decir es que "Bohemian Rhapsody", rodada por el exitoso Bryan Singer (aunque terminada y editada por Dexter Fletcher), fue guionada por Anthony McCarten ("Darkest Hour" pero por sobre todo, "The Theory of Everything") luego de un arduo proceso de producción que insumió muchas horas hombre y gran cantidad de acuerdos complejos. La cinta inicia presentandonos a Farrokh Bulsara (Malek), aka Freddy, un chico de origen pakistaní nacido en Zanzíbar, inquieto, talentoso y con intenciones de trascender desde su estilo, personal y único. Estamos en los 70' y la aventura inicia en los bares universitarios. Freddy dará con una banda que lo gusta y de la que querrá ser parte. Y sus futuros compañeros Brian May (Gwilym Lee) y Roger Taylor (Ben Hardy), al escuchar su registro y la calidad de su voz, lo aceptarán rápidamente como el gran integrante que estaban esperando para dar el salto. Al poco tiempo se sumará al trío, John Deacon (Joseph Mazzello), el bajista que les faltaba y se lanzarán al ruedo de conquistar audiencias con su música. Primero localmente, luego recorriendo Gran Bretaña en su pequeña van, hasta llamar la atención del productor adecuado, en el momento justo, para firmar su primer contrato con el sello EMI. La dupla Singer y McCarten eligen estructurar el relato basados en el ascenso de Queen a la categoría de súper banda y a la vez, mostrar los vaivenes emocionales de la vida de su cantante principal. Freddy Mercury, además de sus excepcionales cualidades vocales y la riqueza de su repertorio como artista, era un personaje disruptivo para la escena musical. El buscaba innovar y alterar la lógica tradicional inglesa, en cada pequeña acción que encaraba. "Bohemian Rhapsody" intenta entonces mostrar cómo la banda resolvía sus diferencias creativas a través del diálogo y apuntalando el valor de ser familia, elemento que permitió que estuvieran unidos (más allá del intervalo que muestra el film) durante toda su existencia como sociedad creativa. Es importante en este punto recordar (sobre todo para los lectores jóvenes), que Mercury falleció muy joven, por haberse contagiado de virus del SIDA, en tiempos en que no había medicación y paliativos para enfrentarlo. El impacto de su muerte contribuyó a concientizar a su audiencia y le dio dimensión de leyenda a Freddy, quien sobrellevó la enfermedad, con gran hidalguía hasta el final. El guión de "Bohemian Rhapsody", sin embargo, elige no anclar tanto espacio para esta cuestión (a mi juicio, central en cualquier biografía de Mercury), y dedicar un tiempo importante al vínculo del cantante con su esposa Lucy (Mary Austin) y a la relación que sostenía con Paul Prenter (Allen Leech), amigo y mánager, quien potenció el espíritu más superficial y vano del cantante. Donde sí el film se hace fuerte, es en las recreaciones de los shows. Ahí hay mucha magia en recrear los movimientos y la mística de Queen. Y funciona a la perfección. La última media hora de la película es absolutamente hipnótica y si viviste en los ochenta, la emoción te va a hacer lagrimear, sin dudas. También debemos decir que en líneas generales, los secundarios están bien (la banda es casi idéntica desde lo físico a la original!), pero sin descollar. La intensidad la pone Austin, responsable de darle cierta altura dramática a sus intervenciones, no siempre resueltas con éxito. La trama se estructura de manera simple y bastante lineal y no ofrece demasiadas sorpresas. El relato posee una carga moral importante y sus picos de tensión se ven venir, conozcas o no la trayectoria de la banda. Es cierto que Malek intenta de estar a la altura de Freddy, pero le falta fibra y presencia en los momentos críticos del film. Hábilmente, el guión escapa de las situaciones más dramáticas de la vida de Freddy (el proceso de la pérdida de su voz es breve aquí y anticipa lo que vendrá), y los enmarca como episodios de una sinfonía en avance. Ergo, son resueltos en el siguiente cuadro sin detener el ritmo de la acción. Más allá de eso, creo que "Bohemian Rhapsody" es una experiencia cinematográfica necesaria, para el público interesado en conocer el legado y la obra de uno de los grandes intérpretes de la historia de la música pop /rock de todos los tiempos. Desde lo cinematográfico, es una biopic clásica, en la que la selección de material parece no haber hecho lugar para muchas cosas por las cuales, Mercury, es leyenda. Más allá de eso, es una cinta que se disfruta y debe verse en una sala con el Dolby que de auténtico valor al visionado.
“Bohemian Rhapsody”, de Singer y Dexter Fletcher Por Jorge Bernárdez Desde que se supo que la vida de Fredy Mercury iba a llegar a la pantalla grande, el proyecto estuvo rodeado de controversias, chismes, peleas y todo concluyó con la expulsión del director Bryan Singer, que de todas maneras es quien aparece en los títulos. Rapsodia Bohemia es la historia de Fredy Mercury pero también es la historia de la banda en la que brilló y no podía ser de otra manera ya que aparecen cómo productores nada menos que Brian May y Roger Taylor, es decir el guitarrista y el baterista de Queen, lo que hace que uno se pregunte qué pasó con el bajista y la respuesta está en los últimos recitales en los que se presentó lo que queda de Queen donde Deacon no participó. La primera noticia que se tuvo fue que Sacha Baron Cohen quien se iba a meter en las pantalones de Fredy Mercury pero finalmente se bajó y su reemplazo fue Ramy Malek, a quien le público conoce por la serie Mr Robot, entre otras cosas. Malek al poco tiempo de filmar comenzó a quejarse de la falta de atención del director y eso más algunas denuncia que nunca llegaron a aclararse de lo que se conoce en Hollywood como “Me too”, terminaron con la separación del director de Los sospechosos de siempre y de lo mejor de los X Men. De entrada la narración de la película se centra en el inmigrante al que todos confundían con un pakistaní y que inevitablemente terminaba en pelea, ya que al joven Bulsara se rebelaba y aclaraba que era de Zanzibar. Si para afuera se encargaba de dejar en claro su real procedencia, para la interna familiar era un rebelde que hacía que el padre sufriera por que lo veía lejos de las enseñanzas de la tradición Zoroástrica que era la religión que practicaban los Bulsara en su país natal y por la cual tuvieron que huir. Cuando empieza la película el joven marginado por la sociedad trabaja de levantar maletas en el aeropuerto, pero en sus ratos libres sabía donde estaba la acción y se paseaba por los clubes nocturnos escuchando grupos y soñando con subirse al escenario. Rápidamente la historia se encamina y muestra la forma en que Fredy se apodera del puesto de frontman de la banda que se llamaba Smile al principio de todo. A partir de ese momento asistimos al ascenso de Queen, se nos muestra las giras por pequeños poblados y cómo empiezan a codearse con los que manejaban el mundo de la música de esa época. Los vemos desafiar los lugares comunes de la industria y vemos al cambio de nombre del joven Bulsara, que le cuenta a su familia que dejó de llamarse así y que ahora se llama en su documento inglés Fredy Mercury. También lo vemos enamorarse de la mujer que le inspira la canción “Love of my Life”, pero también lo vemos juguetear con su imagen ambigua y levemente andrógina. Antes de seguir adelante un aviso a los fanáticos muy fanáticos, la película se toma muchas libertades y quizás la principal sea cierta alteración en la línea del tiempo y la aparición de algunos temas en una época en la que todavía no habían sido grabados. Queen se afianza y llega el momento de grabar “Una noche en la Ópera” el productor de la EMI les pide que graben un disco parecido al anterior, pero Fredy y el resto de la banda se empecina que no, que necesitan innovar, que el disco nuevo iba a tener una sección operística, algo de music hall y música de cabaret. Ese es un momento fantástico de la película en el que se luce Mike Myers haciendo del legendario Ray Foster, el hombre con el que la banda se peleó por tratar de imponer su criterio a pesar de que ninguna radio transmitiría un tema de seis minutos. Foster, que había producido El lado oscuro de la Luna, no quería saber nada con ese tema extravagante y desquiciado que apenas se entendía. La película tiene un quiebre, mezcla anécdotas reales con alguna idealización, pero se ve claramente que el estrellato le fue haciendo ganar confianza a Mercury que decide enfrentar a su novia y decirle que es bisexual. Rami Malek es el gran sostén del relato, su Mercury es una estrella caprichosa, insoportable, con glamour y decididamente provocadora pero muestra cierta fragilidad de fondo. El chico de Zanzibar late siempre debajo de todo. Es interesante que una película mainstream encare el tema de la sexualidad del protagonista de manera tan directa, pero también hay que decir que los ex compañeros de Fredy no se privan de pasarle alguna factura de manera no demasiada solapada. El final de “Rapsodia Bohemia” es un prodigio que deja con la boca abierta, porque reconstruye un momento único de la historia del rock. En 1985 y por iniciativa de Bob Geldof, se organiza un show en el estadio de Wembley para recaudar fondos para ayudar al continente africano. El show tendría en el otro lado del océano al estadio John Fitzgerald Kennedy en Filadelfia, con un show paralelo de artistas norteamericanos. Todo el mundo del rock confirmó su presencia menos Queen, que se encontraba en receso ya que su líder había decidido probar suerte como solista. Al momento de cerrar las listas de participantes Queen llevaba mucho tiempo sin tocar y faltando un par de semanas confirman su presencia. En los ensayos Mercury le anuncia a la banda que tiene SIDA pero les pide que no cuenten nada. Ese show de Queen en Live Aid es consagratorio, veinte minutos electrizantes. La película reconstruye ese show y es emocionante lo que logran y lo que hace Malek dandole vida a Mercury en su momento culminante. El que no se emociona con eso es porque en la venas no tiene sangre, todas la fallas o las inexactitudes de un guión que debe haber sido revisado una y otra vez quedan en el olvido y todo se vuelve una fiesta, un rito, uno de esos momentos que parece imposibles que pueda recrearse pero ahí está, en pantalla grande y con sonido Dolby. Y cuando llega el final nada más importa porque tuvimos a Queen de nuevo y por un rato la película logra una clase de magia. Y eso es más que suficiente. BOHEMIAN RHAPSODY Bohemian Rhapsody. Reino Unido/Estados Unidos, 2018. Dirección: Bryan Singer y Dexter Fletcher. Guión: Anthony McCarten. Intérpretes: Rami Malek, Lucy Boynton, Gwilym Lee, Ben Hardy, Joseph Mazzello, Aidan Gillen, Tom Hollander, Allen Leech, Mike Myers, Aaron McCusker. Producción: Bryan Singer, Roger Taylor, Brian May, Graham King, Peter Oberth y Jim Beach. Distribuidora: Fox. Duración: 134 minutos.rge Bernárdez - 30 octubre, 2018 Compartir Facebook Twitter Desde que se supo que la vida de Fredy Mercury iba a llegar a la pantalla grande, el proyecto estuvo rodeado de controversias, chismes, peleas y todo concluyó con la expulsión del director Bryan Singer, que de todas maneras es quien aparece en los títulos. Rapsodia Bohemia es la historia de Fredy Mercury pero también es la historia de la banda en la que brilló y no podía ser de otra manera ya que aparecen cómo productores nada menos que Brian May y Roger Taylor, es decir el guitarrista y el baterista de Queen, lo que hace que uno se pregunte qué pasó con el bajista y la respuesta está en los últimos recitales en los que se presentó lo que queda de Queen donde Deacon no participó. La primera noticia que se tuvo fue que Sacha Baron Cohen quien se iba a meter en las pantalones de Fredy Mercury pero finalmente se bajó y su reemplazo fue Ramy Malek, a quien le público conoce por la serie Mr Robot, entre otras cosas. Malek al poco tiempo de filmar comenzó a quejarse de la falta de atención del director y eso más algunas denuncia que nunca llegaron a aclararse de lo que se conoce en Hollywood como “Me too”, terminaron con la separación del director de Los sospechosos de siempre y de lo mejor de los X Men. De entrada la narración de la película se centra en el inmigrante al que todos confundían con un pakistaní y que inevitablemente terminaba en pelea, ya que al joven Bulsara se rebelaba y aclaraba que era de Zanzibar. Si para afuera se encargaba de dejar en claro su real procedencia, para la interna familiar era un rebelde que hacía que el padre sufriera por que lo veía lejos de las enseñanzas de la tradición Zoroástrica que era la religión que practicaban los Bulsara en su país natal y por la cual tuvieron que huir. Cuando empieza la película el joven marginado por la sociedad trabaja de levantar maletas en el aeropuerto, pero en sus ratos libres sabía donde estaba la acción y se paseaba por los clubes nocturnos escuchando grupos y soñando con subirse al escenario. Rápidamente la historia se encamina y muestra la forma en que Fredy se apodera del puesto de frontman de la banda que se llamaba Smile al principio de todo. A partir de ese momento asistimos al ascenso de Queen, se nos muestra las giras por pequeños poblados y cómo empiezan a codearse con los que manejaban el mundo de la música de esa época. Los vemos desafiar los lugares comunes de la industria y vemos al cambio de nombre del joven Bulsara, que le cuenta a su familia que dejó de llamarse así y que ahora se llama en su documento inglés Fredy Mercury. También lo vemos enamorarse de la mujer que le inspira la canción “Love of my Life”, pero también lo vemos juguetear con su imagen ambigua y levemente andrógina. Antes de seguir adelante un aviso a los fanáticos muy fanáticos, la película se toma muchas libertades y quizás la principal sea cierta alteración en la línea del tiempo y la aparición de algunos temas en una época en la que todavía no habían sido grabados. Queen se afianza y llega el momento de grabar “Una noche en la Ópera” el productor de la EMI les pide que graben un disco parecido al anterior, pero Fredy y el resto de la banda se empecina que no, que necesitan innovar, que el disco nuevo iba a tener una sección operística, algo de music hall y música de cabaret. Ese es un momento fantástico de la película en el que se luce Mike Myers haciendo del legendario Ray Foster, el hombre con el que la banda se peleó por tratar de imponer su criterio a pesar de que ninguna radio transmitiría un tema de seis minutos. Foster, que había producido El lado oscuro de la Luna, no quería saber nada con ese tema extravagante y desquiciado que apenas se entendía. La película tiene un quiebre, mezcla anécdotas reales con alguna idealización, pero se ve claramente que el estrellato le fue haciendo ganar confianza a Mercury que decide enfrentar a su novia y decirle que es bisexual. Rami Malek es el gran sostén del relato, su Mercury es una estrella caprichosa, insoportable, con glamour y decididamente provocadora pero muestra cierta fragilidad de fondo. El chico de Zanzibar late siempre debajo de todo. Es interesante que una película mainstream encare el tema de la sexualidad del protagonista de manera tan directa, pero también hay que decir que los ex compañeros de Fredy no se privan de pasarle alguna factura de manera no demasiada solapada. El final de “Rapsodia Bohemia” es un prodigio que deja con la boca abierta, porque reconstruye un momento único de la historia del rock. En 1985 y por iniciativa de Bob Geldof, se organiza un show en el estadio de Wembley para recaudar fondos para ayudar al continente africano. El show tendría en el otro lado del océano al estadio John Fitzgerald Kennedy en Filadelfia, con un show paralelo de artistas norteamericanos. Todo el mundo del rock confirmó su presencia menos Queen, que se encontraba en receso ya que su líder había decidido probar suerte como solista. Al momento de cerrar las listas de participantes Queen llevaba mucho tiempo sin tocar y faltando un par de semanas confirman su presencia. En los ensayos Mercury le anuncia a la banda que tiene SIDA pero les pide que no cuenten nada. Ese show de Queen en Live Aid es consagratorio, veinte minutos electrizantes. La película reconstruye ese show y es emocionante lo que logran y lo que hace Malek dandole vida a Mercury en su momento culminante. El que no se emociona con eso es porque en la venas no tiene sangre, todas la fallas o las inexactitudes de un guión que debe haber sido revisado una y otra vez quedan en el olvido y todo se vuelve una fiesta, un rito, uno de esos momentos que parece imposibles que pueda recrearse pero ahí está, en pantalla grande y con sonido Dolby. Y cuando llega el final nada más importa porque tuvimos a Queen de nuevo y por un rato la película logra una clase de magia. Y eso es más que suficiente. BOHEMIAN RHAPSODY Bohemian Rhapsody. Reino Unido/Estados Unidos, 2018. Dirección: Bryan Singer y Dexter Fletcher. Guión: Anthony McCarten. Intérpretes: Rami Malek, Lucy Boynton, Gwilym Lee, Ben Hardy, Joseph Mazzello, Aidan Gillen, Tom Hollander, Allen Leech, Mike Myers, Aaron McCusker. Producción: Bryan Singer, Roger Taylor, Brian May, Graham King, Peter Oberth y Jim Beach. Distribuidora: Fox. Duración: 134 minutos.
Bohemian Rhapsody: La Reina en su máximo esplendor. Luego de años de traspiés llega la biopic de la banda y el cantante más emblemáticos del rock mundial. Hablar de Queen es hablar de la historia del rock en sí misma. Varias bandas y artistas plasmaron su impronta, su carisma y su esencia a través de las décadas y dejaron huellas en la escena musical internacional. Nadie como Freddie Mercury. Nadie. Lo siento, pero quizás esta review se vea afectada por un fanatismo casi ciego por el tipo que le dio tanto a la música y que prácticamente me enseñó lo que era el rock & roll en los años 80’s; reinvención de lo ya dejado por íconos como The Beatles, The Rolling Stones y tantos etcéteras, pero que con su voz particular llevó a la máxima expresión lo operístico al escenario y eso que tantos dicen tener, “presencia”, “carisma”, a Farrokh Bulsara le sobraba. Quizás por ser inmigrante hindú en tierras británicas ya destacaba su piel, su dentadura prominente, pero todo esto no fue impedimento para que su enorme talento saltara a la palestra y pronto el público se rindiera a sus pies. Su vida, tan vertiginosa como su carrera, finalmente llega a los cines de la mano de Bryan Singer (y en última instancia, Dexter Fletcher) en “Bohemian Rhapsody: La Historia de Freddie Mercury”, un repaso por el inicio, ascenso y final de la banda Queen que, por intersección, es obviamente la vida de Freddie Mercury. Seamos claros, Queen fue Freddie Mercury. Los pobres intentos de los tres miembros restantes por reemplazar de alguna manera al icónico frontman resultaron en nada y este film es un poco su reivindicación, su forma de decir “perdón Freddie, sabemos que sos único e ireemplazable”. El período histórico que abarca el film es en el que Freddie (Rami Malek) se convierte de fanático a cantante de la banda “Smile”; con Brian May (Gwilym Lee) en guitarra y Roger Taylor (Ben Hardy) en batería y luego ya “Queen”, a través del ingreso de John Deacon (Joseph Mazzello) en bajo y Mercury en voz; hasta la legendaria actuación de “La Reina” en el Live Aid el 13 de julio de 1985. La biopic en sí misma no descolla en vueltas de tuerca, períodos de drama intenso o zonas oscuras, sino que es una celebración de la vida de la banda y de Freddie: pasamos de un chico con ganas de triunfar al proceso creativo de temas legendarios, algunos excesos (quizás edulcorados) y un gran tributo final, siempre con la impronta de que Queen fue una familia. La historia hace hincapié constante a ese concepto y gana al representarlo de forma tan natural como emotiva. Las performances de los actores son de otro planeta, parece que fuesen dobles de cuerpo de los músicos o que hubiésemos viajado en el tiempo para ver tocar a la banda en vivo, y con esto último es también donde la biopic más se apoya y donde más la magia reluce: cuando suena la música de Queen y la voz de Freddie Mercury. En conclusión, “Bohemian Rhapsody: La historia de Freddie Mercury” es un espectáculo musical obligatorio para todo fanático de Queen y para los que no tuvimos la oportunidad de verlos en vivo, sudando talento y con un Rami Malek que parece haber traído de nuevo a la vida al ecléctico showman, al inolvidable Gran Simulador.
Una especie de magia (We are legends) Puedo decir, para comenzar, que Bohemian Rhapsody sea más que probablemente la película más esperada del año. Y, en paralelo, la elección de su protagonista, Rami Malek, quien encarna la figura de Freddie (vaya desafío) la decisión más criticada por los fans…y no tan fans. Cuando entré en la sala venía ya con una carga suficiente de ansiedad (ahora es hype) por ser yo mismo fanático de la banda, y creí que tal vez eso me iba a jugar en contra a la hora de juzgar tanto el trabajo de Malek como el desempeño general del elenco y las decisiones de dirección (dividida, ya que el primer director, Bryan Singer, fue “invitado“ a abandonar el proyecto, y se sumó luego Dexter Fletcher para culminar el rodaje) todas ellas bajo la estricta mirada de May y Deacon, guardianes y productores del legado de una de las más grandes bandas que el rock ha dado, y…un fenómeno que difícilmente vuelva a repetirse. Bueno, acá va mi impresión sobre Bohemian Rhapsody: todo lo que sentía que la película tenía para dar, a partir del trailer visto una y otra vez en sus dos versiones, y el adelanto al que accedí durante la presentación en este año del Rock and doc, se hizo mágicamente real. Freddie Mercury estaba ahí; y luego el resto de la banda apareció. No era una mera reconstrucción, fría, distante, sin alma. La historia de Queen, desde los primeros pasos hasta…bueno, no hace falta decirlo, estuvieron allí, y cada uno de quienes estuvimos sentados en la butaca las más de dos horas (¡SI! Dos horas que no se sienten nunca y que tranquilamente podrían haberse extendido bastante más sin que nadie se quejara) nos sentimos como si estuviéramos dentro de la historia. Viviendo cada minuto con ellos. La historia de Queen y sus integrantes frente a nuestros ojos. Nada se ve forzado; los movimientos de Freddie fueron trabajados de manera intensa por el actor, y cada vez que mirás la pantalla, vez a Mercury. Pero hay más; nada queda en los parecidos físicos. Y Se ve que May, Deacon, Taylor parecen casi clonados. Las miradas son únicas; hay vida en cada palabra dicha. Los textos no se lanzan por compromiso ni livianamente. Los protagonistas se quitaron el peso que, creemos, se sabe, implicaba participar de tamaña producción y la ferocidad con que serían atacados si el resultado no era el esperado. Y no hay nada que decir: la película se permite humor, pequeños guiños, actuaciones elegantes y respeto por el principal protagonista de la película. No hay ni un golpe bajo. Simplemente el acompañamiento en el recorrido por una historia cuyo final ya conocemos. No hay palabras, o mejor dicho, no tengo más palabras, porque tomé distancia tanto como pude a la hora de escribir esta reseña para no conmoverme de más, pero de verdad creo que sería una injusticia si no se reconociera tanto la labor del elenco, la puesta en los estético, el excelente trabajo de arte, el acompañamiento y la incorporación de cada canción en el momento justo (¿Quién podría ser tan torpe de desaprovechar semejante calidad?). En suma, prometía ser una de las películas del año. Y lo es. Con cada escena se abre una puerta a un mundo que apenas pudimos ver de soslayo en la obra musical, pero que se sentía con mucha más fuerza cada vez que veía a Freddie ahí, haciendo lo que mejor sabía hacer; ser la estrella, el centro de todo, modificar la vida de quienes lo rodeaban y, mirando fijo a la cámara en cada video (aún más en los últimos videos) decir, contar, que… estos son los días de nuestras vidas. Por supuesto que valen la pena. Por supuesto que han valido la pena. Y si, se sienten como una especie de magia. Una película que claramente es la película del año y merece mínimo un par de consideraciones en forma de premios. Porque siempre otro muerde el polvo. *Review de Gastón Dufour
Una biopic eléctrica, potente y – tal vez demasiado- respetuosa del legado de Freddie Mercury. No es la mejor película del año, ni la mejor biografía musical, pero es entretenimiento y cine puro. Si sos fan: te emociona y te mueve. Y sino también. Una de las películas más esperadas del año, no defrauda. Es visualmente hermosa, tiene un gran ritmo y es divertida. Si no te contagias un poquito de toda la vibra, algo anda mal adentro tuyo. Antes que llegara Rami Malek a interpretar al ícono de la música, Sacha Baron Cohen era la principal opción para el papel. Pero tras largas negociaciones, el actor de “Borat” dejó el proyecto debido a diferencias creativas con Brian May y Roger Taylor. Nos queda solo imaginarnos cómo sería esa actuación. La realidad es que el protagonista de la serie “Mr. Robot” da vida maravillosamente a Freddie: lo llena de amor, dedicación y un desgaste físico muy grande. Se nota lo obsesivo de su trabajo en cada detalle y expresión en pantalla. Impecable actuación, que tranquilamente puede valerle una nominación en los Oscars. El inglés Gwilym Lee fue elegido para hacer de Brian May, mientras que al neoyorquino Joseph Mazzello (de niño trabajó en “Jurassic Park”) le tocó el bajista, John Deacon. En el papel del baterista Roger Taylor está Ben Hardy. Los tres más Malek conforman una gran dinámica de banda compinche, con marcadas diferencias pero con un objetivo claro: hacer lo que más amaban, buena música. Como toda biopic de una banda de rock controversial, el proceso de producción es como mínimo escabroso. Brian May (guitarrista de Queen) y Roger Taylor (baterista de Queen), productores exclusivos, pusieron en marcha el film hace 10 años. Pero por problemas de presupuesto, diferencias creativas, un director problemático (Singer) y no poder encontrar el momento indicado para realizarla, no prosperó enseguida. La espera valió la pena: generaron un producto que lleva a la banda a un nivel estelar y pone a Freddie en el Olimpo de la música. Está claro que es un biografía híper autorizada y esto genera que aborde temas profundos desde cierta superficialidad. Tal vez, ser políticamente correcta puede hacerla fallar a la hora de crear personajes más complejos, con más aristas. No se concentra en el polémico consumo de drogas de Freddie, su falta de involucramiento en la lucha contra el SIDA, las fiestas escandalosas y los problemas viscerales de la banda. El cantante, nacido en Tanzania, no es solamente una de las voces más impresionantes del rock and roll, sino que también un ícono LGBT y una figura -por lo menos- polémica. Pero este lado furioso de Freddie está tocado muy por arriba, tal vez para no manchar la grandeza del personaje. Ya que lo que cruza toda la biopic es la relación de Queen, y en especial de Mercury, con el público. Una relación simbiótica de amor y admiración. Es liviana, pero el producto final es tan emocionante que en el balance final prevalece la energía desbordante que genera la banda. El 13 de julio de 1985, en el estadio Wembley en Londres, se vivió uno de las mejores actuaciones en vivo jamás vista. Queen hizo honor a su prestigio y reinó el Live Aid, que recaudó 100 millones de dólares para ayudar a la crisis humanitaria en África. Estos 20 minutos de presentación son el climax de la película de Bryan Singer: le da fuerza, potencia y pone el legado de la banda británica allá bien arriba. En los créditos y en los afiches aparece como director Bryan Singer, aunque la historia no es tan sencilla. El director de “X-Men” fue despedido en diciembre por conflictos con la estrella, Rami Malek. En la últimas semanas de rodaje, Dexter Fletcher asumió el cargo, pero por un tema de cantidad de escenas filmadas, el reconocimiento técnico se lo lleva Singer. Hay que admitir que, pese a ser problemático, Singer dirige con una naturalidad admirable. Las performance en vivo se sienten reales. Aprovecha de maravilla uno de los mejores soundtrack posibles. Pero utilizados en post de generar climas, tensiones y la génesis de cada uno de ellos. Las coreografías y la dirección de actores están muy bien también. Parece que estamos viendo un video clip continuado y esto suma mucho. Varias secuencias memorables: como la composición de Bohemian Rhapsody, el Live Aid y los chistes internos de la banda. Anthony McCarten, el autor del guión de “La Teoría Del Todo” ha escrito un libreto profundamente bien documentado que recoge los hitos clave para la banda Queen. Cae un poco en la convencionalidad de las biografías y en ciertos lugares comunes, pero la producción y la grandeza de los protagonistas lo salvan. En resumen, la película es una celebración constante de la música y la vida. Te hace mover la pierna todo el tiempo y salís con una sonrisa desbordante. Y es imposible no pasar los próximos días de tu vida, volviendo a escuchar todos los hits de Queen. Los últimos 20 minutos son para verlos de pie. Es indispensable verla en cine.
Dificilísima la tarea de Bryan Singer de llevar a la pantalla grande la vida del mítico cantante de Queen, su llegada a la banda, su lucha para lograr imponer sus ideas y su trágico final. Afortunadamente en la decisión del protagonista, quien al poco tiempo de iniciada la propuesta lo reemplaza metonímicamente, en el recorte de los hitos biográficos y en la decisión de cerrar con el célebre recital de Live Aid se construye un apasionante relato sobre sueños, pasión y amor por la música. Para ir a bailar y cantar al cine.
Es difícil evaluar Bohemian Rhapsody porque todos los lugares gastados del género biográfico se despliegan antes de llegar al final del film. La película no parece aportar nada relevante hasta que, con una inusual osadía, la película cierra con un concierto de Queen mucho más extenso que la clásica canción del final de estos films. Es como si todo el film fuera a buscar ese momento y en el medio nada le preocupara del todo. De hecho Bohemian Rhapsody arranca con la entrada de Freddy Mercury, aparentemente solo, al escenario del Estadio de Wembley para el concierto de Live Aid en 1985 y vuelve a cerrar en su apoteótico final cuando toda la banda sube y hacer su actuación hasta terminar. Está bien esa diferencia entre el Freddie Mercury solo del comienzo y de la banda al final. Es parte de la historia que busca contar la película, uno de sus temas. Esta estructura que apuesta todo al concierto final sabe que pasada la experiencia de ver el film, el recuerdo se elevará a partir de la música. Con simplemente imitar y homenajear a Mercury el favor del público se consigue y perdura. Pero una mirada un poco más exigente deja en claro que hay tantos lugares comunes como son posibles en un espacio de dos horas. Esa tensión entre las limitaciones del guión y la grandeza del personaje está durante toda la película. No solo en lo musical, sino en la vida personal de Freddie Mercury. La ficción, puntualmente el género biopic o biográfico, permite contar la historia de alguien que la mayoría de los espectadores conoce sin la obligación de respetar los hechos como si lo debe respetar el cine documental. Se podría decir que es una forma de servirse de los beneficios del documental sin hacerse cargo de sus obligaciones éticas. Mentir no es malo para la ficción, nunca lo fue y nunca lo será, pero el motivo que lleva a los espectadores al cine es la promesa de la historia real del artista que todos conocen y quieren. Un doble juego que en la última década ha tenido un esplendor sin precedentes, aun siendo un género tan viejo como el cine. Poco más de dos horas dura Bohemian Rhapsody y en ese tiempo logra que Rami Malek sea Freddie Mercury en nuestra cabeza, algo que le resulta aun más fácil con el resto de Queen, donde el casting ha sido particularmente brillante y efectivo. Brian May (Gwilym Lee), Roger Taylor (Ben Hardy) y John Deacon (Joseph Mazzello) parecen más reales que los propios músicos. La mencionada escena final tiene un nivel de fusión entre la realidad y la ficción que sin duda la vuelve más potente. Pero no puede evitar arruinarla con algunos detalles, en particular uno que rompe la perfección de un momento sublime. Allí, donde parece olvidarse de las licencias poéticas para lanzarse al retrato fiel del momento glorioso de la banda, la película tiene un instante espantoso. Mientras Freddie Mercury y Queen llegan a su punto más alto –al igual que el espectador- un corte a la oficina de un productor discográfico con el que se habían peleado lo muestra arrepentido de haber dudado de ellos. Es un momento de comedia, pero también es un momento tonto, porque no solo el personaje y su conducta son parcialmente inventados, sino que además es reducir la maravilla inapelable de un protagonista al que ya queremos, sino que lo ensucia con una idea de resentimiento y venganza que el personaje no tiene ni se entera. Apela el resentimiento del espectador, no del gran Freddie Mercury. No es un plano menor, es un golpe al corazón de la película.
Después de años de estar en el limbo creativo y teniendo que afrontar algunas controversias como el paso al costado del protagonista en etapas tempranas (originalmente Sacha Baron Cohen iba a interpretar a Freddie) y el posterior despido del director Bryan Singer (“The Usual Suspects”, “X-Men”) por “mal comportamiento” en los momentos finales de rodaje, llega la biopic de una de las bandas más importantes de la historia del Rock & Roll Mundial, Queen. “Bohemian Rhapsody” busca celebrar a la banda británica, a su música y al mismo tiempo profundizar en la vida de su excéntrico cantante Freddie Mercury, interpretado por Rami Malek (“Mr. Robot”), un cantante que desafió todo tipo de estereotipos tanto a nivel musical como sociocultural para convertirse en uno de los frontmen más importantes de la historia. El largometraje intenta reproducir los momentos más trascendentales de la banda, su acelerado ascenso a la fama y el período de decadencia cuando el cantante intenta abrirse y seguir una carrera como solista, al mismo tiempo que descubre que contrajo Sida, una enfermedad que recién estaba empezando a conocerse y que prácticamente no tenía tratamiento alguno. Así es como seremos testigos de la ascensión/declive y el renacer de la banda que fundó su legado en aquella mítica presentación en el Festival Live Aid de 1985 que fue uno de los puntos más álgidos de su trayectoria. Comencemos diciendo que el film de Singer tiene tantos puntos a favor como en contra, al considerarlo como una experiencia visual y sonora. Si solo nos quedamos con los momentos musicales todo es maravilloso, porque todos los grandes éxitos de Queen hacen que la banda sonora de la obra sea algo espectacular y descollante. Yendo, ahora sí, a lo puramente cinematográfico, la película sigue el camino clásico de las biopics, relatando los hechos que rodean a la banda casi de manual y fallando en generar un conflicto claro; todo esto hace que uno sienta una falta de sustancia o pieza angular que motive la trama. Es como que el largometraje se apoya principalmente en las atractivas composiciones de los músicos, la enorme música de base y una excelente reproducción de época para que se asiente solo. Lo que hace que el producto final se mantenga a flote es todo lo relacionado a la creación de los temas populares de la banda, la crisis familiar que atraviesa el líder de la banda, sus problemas con las adicciones y su sexualidad. La convencionalidad del proyecto le juega en contra a la narrativa, pero las logradas interpretaciones de los involucrados son realmente magnéticas y hacen que el espectador se interese por ellos. Rami Malek hace un trabajo estupendo al copiar e imitar prácticamente cada gesto, paso de baile y hasta la forma de hablar del cantante, el problema es que ni el maquillaje, ni la prótesis dental que le colocaron terminan de convencer. Su semejanza a nivel actoral es muy buena, no así su parecido a nivel físico, quizás es otra de las cosas que no cierran del todo en la cinta. Por el lado del resto de los actores, Ben Hardy (Roger Taylor), Gwilym Lee (Brian May) y Joseph Mazzello (John Deacon) hacen un trabajo impresionante al componer al resto de los músicos, haciendo que uno piense que está ante los verdaderos miembros de Queen. Completan el elenco Lucy Boynton (“Sing Street”) como Mary Austin la prometida de Freddie antes de asumir su sexualidad y la musa inspiradora de la canción “Love of My Life”, Allen Leech como su manipulador manager, Paul Prenter, y Mike Myers en un interesante Ray Foster, productor musical de EMI que confronta con la banda. En conclusión, “Bohemian Rhapsody” es una película correcta que sufre un poco los convencionalismos del género pero que se ve realzada por las interpretaciones, por la recreación de época y su tremendo diseño de producción, por la mítica música que compone su banda sonora y por la leyenda que es Queen en sí misma. Un film que maravillará a los fans de la banda pero que no atraerá de la misma forma al espectador que mire la cinta desde otro lado.
Es una apuesta arriesgada trasladar la vida del mítico Freddie Mercury y de la agrupación Queen a la pantalla grande en este relato biográfico que captura los momentos claves de la banda innovadora que dejó huella dentro del mundo de la música. Bohemian Rhapsody llega después de diez años de negociaciones y discrepancias creativas, pero aquí está para ser disfrutada por los fans y también por el público joven que no vivió esa época. La película de Byran Singer abre y cierra con el concierto solidario Live Aid, realizado en 1985, que resultó un evento multitudinario que convocó a destacadas figuras de la música y sirvió además para reunir a la banda tras su separación. La historia recorre la vida de Mercuyry, la relación con su familia de origen indio, de costumbres estrictas que se opinían a su estilo de vida, el ingreso como voz líder en la agrupación Smile, que integraban Brian May -Gwilym Lee- en guitarra y Roger Taylor -Ben Hardy- en batería, con el posterior ingreso de John Deacon -Joseph Mazzello, ex niño de Jurassic Park- en bajo y Mercury en voz líder para dar a a luz a Queen. El espíritu de Mercury dice presente en Rami Malek -se hizo conocido por la serie Mr. Robot-,el actor norteamericano que le pone el cuerpo, captando sus tics, posturas y su aire extravagante. Un divo que, como pocos, peleó contra sus propios fantasmas y rompió moldes. La película está pensada para un público amplio y presta más atención a la relación romántica y platónica que mantuvo con Mary Austin -Lucy Boynton-, que a sus aventuras homosexuales y excesos que aparecen en menor grado -el romance que inició con el mozo Jim Hutton al que luego le perdió el rastro y que reaparece cuando la enfermedad de Mercury recrudece-. El film logra equilibrar los aspectos personajes con la explosión musical y logra emocionar en cada una de las escenas, entregando un producto que muestra el backstage de nogociaciones con los sellos musicales, ensayos, grabaciones, peleas con representantes, entre los que se mezclan los géneros que hicieron de Queen un sello inconfundible. El vestuario estrafalario se convierte en un personaje clave dentro de la historia y de cada una de las presentaciones de la vóz líder del grupo. La excelencia de los rubros técnicos se suman a las buenas labores interpretativas de Malek y todo el elenco, haciendo del filme una fiesta para los sentidos que no defraudará a sus seguidores y a las nuevas generaciones. Es una lástima que las canciones no estén subtituladas porque inmortalizan el dolor, la creatividad y los momentos personales de esta leyenda musical.
El inigualable Freddie “Bohemian Rhapsody” (2018) es una película biográfica que comenzó siendo dirigida por Bryan Singer (Jack, el Cazagigantes) para luego pasar a las manos de Dexter Fletcher ya que el primero fue despedido por Fox debido a sus numerosas ausencias al rodaje. Escrita por Anthony McCarten, el que daría vida a Freddie Mercury en un principio sería Sacha Baron Cohen (Hugo, Alicia a través del Espejo); no obstante fue desvinculado de la producción en 2013 por no llegar a los consensos creativos necesarios. Finalmente, el rol fue tomado por Rami Malek (Una Noche en el Museo, Mr. Robot). Completan el reparto Lucy Boynton (Sing Street), Allen Leech (Tom en Downton Abbey), Joseph Mazzello, Ben Hardy, Gwilym Lee, Mike Myers, Aidan Gillen (Juego de Tronos), Aaron McCusker, Tom Hollander, entre otros. Londres, 1970. El maletero Farrokh Bulsara, nacido en Zanzíbar y posteriormente conocido como Freddie Mercury (Rami Malek), se la pasa escribiendo canciones como hobbie. Una noche en un bar conoce a la banda de rock “Smile”, compuesta por Brian May (Gwilym Lee), Roger Taylor (Ben Hardy) y John Deacon (Joseph Mazzello). Mientras presencia el show, Freddie fija su mirada en Mary Austin (Lucy Boynton), joven que trabaja vendiendo ropa y luego se convertirá en su novia. Cuando el concierto llega a su final, afuera del bar Mercury se entera que Smile se quedó sin vocalista, por lo que no duda en proponer ser él la nueva voz principal del grupo. Desde ese momento seremos testigos de la consolidación de “Queen”, una de las mejores bandas de la historia. Como se puede notar, desde hace años este filme viene teniendo diversas polémicas y trabas en su realización. Incluso con el lanzamiento del primer tráiler las quejas no tardaron en aparecer, ya que a muchos no les pareció correcto que la cinta pareciera darle más relevancia a las relaciones de Freddie con mujeres por sobre las que tuvo con personas de su mismo sexo. A pesar de todos estos problemas, “Bohemian Rhapsody” indiscutiblemente se alza como una de las mejores películas del año, una que funciona tanto si sos o no fanático de Queen. Por empezar, la cinta tiene el poder de atrapar al espectador y no soltarlo durante las dos horas y cuarto de duración. La vida de Freddie se convierte en un viaje tan fascinante como atractivo en donde Rami Malek otorga una interpretación excelente que hace que sea difícil dejar de observarlo. De rasgos exóticos, forma de vestirse estrafalaria y con una rebeldía plena, su fuerte carácter y pasión por la música dan cuenta de que no había mejor actor para encarnar a Mercury que él. Con la sabia decisión tomada de que Malek no sea el que cante, dado que nadie podría ni siquiera igualar el talento de la voz de Freddie, los momentos musicales contagian una energía única en la que resulta inevitable mover los pies al ritmo de “We Are The Champions”, “Don’t Stop Me Now” o “Under Pressure”. A la vez, la presentación en piano de “Love Of My Life”, con un público multitudinario y miles de luces en alto, constituye una de las escenas más mágicas del filme. En cuanto a las críticas que recibió el primer vistazo de la película, queda corroborado que nunca se puede juzgar a un largometraje por su tráiler. Es verdad que a la relación de Freddie con Mary se le da muchísima importancia, lo que no está mal teniendo en cuenta que Mary fue el gran amor de su vida; pero además el guión plasma de una forma inteligente, que nunca necesita ser explícita, cómo Mercury comienza a interesarse por el género masculino. Con solo un par de miradas nos es suficiente para darnos cuenta de lo que sucede. La experimentación de sonidos en el estudio, el no querer encasillarse en un único género, la lucha por sacar una canción de seis minutos como single, la soledad y las malas juntas son algunas de las partes que están súper bien retratadas. Los directores construyeron a un Freddie Mercury que, ante todo, es humano y comete errores, lo cual nos hace sentirnos mucho más cerca del gran artista. “Bohemian Rhapsody” nos deja embobados ante lo que estamos viendo, así como también emociona y logra que no paremos de sonreír. Como frutilla del postre, el concierto Live Aid del 13 de julio de 1985 en el Estadio Wembley de Londres está a la altura del máximo esplendor que vivió Freddie, un cantante que, por más que ya no esté, nunca dejará de ser icónico.
Durante más de 2 horas somos testigos de lo que fue el nacimiento de Queen, su éxito y sus conflictos. Queen fue (y digo “fue” porque aunque la banda se siga presentando, creo que Queen murió con Freddie) una de las bandas de rock más importantes de todos los tiempos. En la película “Bohemian Rhapsody” asistimos a varios de los momentos que hicieron que la agrupación sea épica: cómo Freddie se unió a “Smile”, una agrupación camino al fracaso, cómo nacieron los éxitos más memorables de la historia, asistimos a las fiestas que brindaba la mejor voz de todos los tiempos y somos un miembro más de la banda en su intimidad. La biopic que se centra un poco más en Mercury, pero podemos decir que es la biopic de la banda, intenta condensar en dos horas los hitos de Queen. Si bien muchas canciones y situaciones quedan fuera, la película logra abarcar bastante de su historia. La fotografía, ambientación, paleta de colores y vestuario son impecables. Los icónicos atuendos de Freddie Mercury están muy bien recreados. El film, sorprendentemente tiene un tono de comedia que lo hacen muy ameno y divertido de ver. Las actuaciones son increíbles. Los cuatro miembros de la banda están muy bien desde su physique du rol hasta sus actuaciones. El actor que hace de Brian May es exacto y la performance de Rami Malek es fuera de serie. Parece imposible que alguien haya podido recrear a Mercury sin caer en una burda imitación. Si sos fanático de Queen, te gustan algunos temas o simplemente te gusta la música, tenés que ver la película. Destaco el poder asistir al nacimiento de algunas canciones, situación que se evita en muchas biopics de bandas o cantantes, que se centran más en los escándalos. Si bien quedó muchísimo afuera, la película logra su cometido. Podría haber sido mejor? peor? nunca lo sabremos. Esta es Bohemian Rhapsody y te va a emocionar. Si tenías alguna duda, después de ver esta película sentirás que existía Freddie Mercury y el resto de los mortales.
Es una película con contradicciones. Por un lado apela llegar al corazón de los fans de la música de Queen, una banda excepcional por donde se la mire y llega directo a la emoción. En especial con la recreación del concierto histórico “Live Aid”, realizado hace 25 años en el estadio de Wembley, que significo la reunión de la banda y su triunfo electrizante y único, en un encuentro donde solo participaban las leyendas. La recreación se hizo en un viejo aeródromo y se lleva el comienzo y el largo final de la película, con sus más de veinte minutos y es realmente alucinante. Será por eso que en los créditos figura el director Brian Singer, despedido después y reemplazado por Dexter Flechter que no tiene crédito, desvinculado después. En esos momentos de actuación y en la recreación de las grabaciones de los temas uno escucha a Queen, aunque se sabe que la voz de Freddie Mercury es una mezcla digital que aúna a la voz del ídolo, a la del cantante canadiense Mark Pastel y al actor del film, Rami Malek. Que además realiza una emocionante entrega total. Hasta acá lo mejor de la película. ¿Los defectos? Los tiene. Es que el guión de Anthony McCarten y Peter Morgan, y es fácil suponer con Brian May y Roger Taylor entre los productores, no existió la intención de hurgar profundamente en la realidad que vivió la banda y su líder carismático y único, siempre presente. Entonces quedó una historia ciertamente lavada, con muchas declaraciones y facilidades para concretar el éxito, como una fábula con frases comunes y demasiado usadas como “pensemos a lo grande”, “tenemos que ser fieles a nuestro estilo”, “no tenemos que tener límites en nuestra creatividad” y cosas por el estilo que resuelven situaciones que seguramente fueron muy diferentes, complicadas y ricas. Igual que lo que ocurrió con la parte escandalosa de la vida de Mercury, sus elecciones sexuales y su enfermedad. Y no es que las biografías cinematográficas tengan que regodearse solo con la parte oscura de los famosos, pero una profundidad y mayor espesor emotivo y vital en cada personaje habría ayudado mucho. Rami Malek aparece al comienzo con un postizo de dientes que impresiona por lo enormes, luego ese aditamento se atenúa. Aún con eso, pero con la ayuda de mucho gimnasio y la ropa de Julien Day, mas una actuación conmovedora, Rami Malek llega trabajosamente a que veamos a Freddie. Y es su gran mérito. Con la música de Queen en los oídos y retumbando fuertemente en los corazones y la nostalgia, el film tendrá un público que apreciara sus virtudes y mirará hacia otro lado con los defectos.
Vamos a destrozarte Hay un nuevo furor por las biopics de cantantes. Acá y allá. A la par del género musical, que como el Ave Fénix siempre renace de sus cenizas y se mantiene vigente. Bohemian Rhapsody es uno de los proyectos cinematográficos más anunciados de los últimos años. Hace tiempo que veníamos oyendo de él, casi desde el mismo momento en que la banda realizó nuevos conciertos con otro cantante. Como era de esperarse, este evento tuvo más de una dificultad y en el medio fueron cambiando el actor protagónico (en un principio sonaba fuerte, casi definitivo, Sacha Baron Cohen), y un nuevo director ingresó con la película ya iniciada en su realización. Lo que nunca cambió fue la visión: se sabía que los músicos de Queen le daban el espaldarazo de apoyo completo. Retrasos, dudas, y expectativas en aumento, Bohemian Rhapsody se anunciaba enorme; y en cierta forma lo es. Una suite (casi) tan potente como la que le da título, aunque no tan perfecta. Bohemian Rhapsody nos dice que es la historia de Freddie Mercury, aunque en realidad, es la historia de Queen ¿Es lo mismo? Alguien a quien amar La película comienza momentos antes de que Freddie (Rami Malek) conozca a quienes en un futuro serán los integrantes de la banda que liderará. En realidad arranca con una escena del mítico concierto de Live Aid, para inmediatamente llevarnos hacia los inicios. Nada de la infancia ni primera adolescencia. Él trabaja como maletero en el aeroparque pero siente que está para más, su destino es la música. Cuando junto a una amiga concurre a un bar y escucha a una banda amateur, inmediatamente queda prendido a ellos. Es justo el día en que la banda despide a su cantante. También será el día en que conozca a Mary Austin (Lucy Boynton). Reniega de sus orígenes que lo asocian como inmigrante proveniente de Zanzíbar, un Paki, por eso se cambiará su nombre al que todos le conocemos: Freddie Mercury, dando un portazo a su familia que no comprendía sus deseos. Inmediatamente Freddie y su personalidad arrolladora pasan a liderar la banda, les cambia el nombre a Queen y comienza un ascenso meteórico, o por lo menos así se ve en la película. Todo salpicado, rápido, como viñetas. Lo primero que notamos en Bohemian Rhapsody es que funciona como hechos con mucha potencia, momentos destacados a los que les falta cierta cohesión o ilación general. Algo que con el transcurso de las dos horas y cuarto se irá aplacando. Saltamos de un momento a otro, siempre con potencia, con la mano firme desde la estética de un realizador muy competente como Bryan Singer, siempre dispuesto a plasmar la visión glam y rockstar de la figura. Otra cosa que observamos es la figuración de Freddie como un ser que permanentemente buscó refugio y contención. Detrás de esa presencia arrolladora se esconde alguien que busca el eje sobre el que apoyarse. El amor, de la forma más universal entendible. No me detengas Por supuesto, hay un costado de la personalidad de Mercury que ninguna película sobre él podría obviar. Siempre se trató de uno de los íconos LGBTIQ más potentes, aún antes de su salida del closet a causa del HIV que lo llevó a su temprana muerte. En Bohemian Rhapsody “lo gay” está siempre presente. Desde que lo maquillan para ir al recital en que conocerá a la banda, hasta su devenir con toda la gente que lo rodea. Siempre. El asunto no es el cuánto, sino el cómo. Acá es donde volvemos al principio: se cuenta la visión de la banda, de Brian May, John Deacon y Roger Taylor; mejor dicho, la conservadora visión de la banda. Bohemian Rhapsody es mucho más eficaz para plasmar una banda sonora (aunque faltan algunos temas) que suena increíble, y para recrear a cada uno de los personajes. No solo Freddi: May, Deacon y Taylor también tendrán sus miméticas réplicas (Gwilyn Lee, Ben Hardy, y Joseph Mazzello, respectivamente). Cuando habla de Queen la cosa crece, aflora. Las escenas de los shows son impresionantes y -repetimos- la estética glam y sobre todo rockera (al estilo Queen) está ahí bien marcada y lograda. Cuando habla del Freddie humano, Bohemian Rhapsody se repliega, se aleja, vuelve al salpicado, busca emocionar (y en buena parte lo logra), aunque traicione los intereses de la figura a la que homenajea. Freddie siempre quiere pertenecer: a la banda, al matrimonio de Mary, a la comunidad LGBTIQ, a la vida heteronormativa. Ese deseo oculto de su homosexualidad a través de un metalenguaje no muy profundo es visto como el responsable de toda la debacle. Al punto de hacer de la escena de “su liberación” la más dolorosa del film: no querremos que eso suceda. Por si no quedaba claro, Mary lo expresa en palabras: “Te espera una vida muy dura”. A través de la figura de Paul Prenter (Allen Leech), manager de Freddie, Bohemian Rhapsodyconstruye una figura casi de villano telenovelesco. Prenter es gay, católico arrepentido, posa la mirada sobre Freddie y así lo aleja de Mary, de Queen (que permanentemente nos remarcan es su familia), y de todo lo que le hacía bien. Lo introduce en la comunidad LGBTIQ vista del modo más cliché del imaginario, con orgías sexuales incluídas; lo hace adicto a las drogas, lo traiciona y le miente para lograr sus viles fines. Y sí, termina contagiándolo con HIV. Prenter es la sombra de “lo gay” en la película. Más allá de que la realidad sea tal cual, el film se encarga de hacernos saber que de haberse mantenido alejado de “lo gay”, otro hubiese sido el destino de Mercury. En determinado momento se redime a través de una figura heteronormativa. Rami Malek convence con su interpretación, y más allá de una prótesis bucal algo exagerada logra capturar bastante bien la esencia de la figura que encarna. Entre los secundarios se destaca Lucy Boynton. Con luces brillantes y también muchas sombras, Bohemian Rhapsody, de Bryan Singer, le hace justicia a la figura que fue Queen. Los fanáticos van a saltar (aunque quizás en ese paso apresurado falte algo que nos haga ver que fue una banda eterna). Sobre lo que reza el título local, el Freddie persona, ahí se cargan todas nuestras dudas.
Una oda a la vida, el arte y la música. Durante la década del ’70 Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon forman una banda de música de rock llamada Queen. Bohemian Rhapsody fue el gran hit que los colocó en la mira de la música internacional; y es a partir de ello que el guionista Anthony McCarten (La teoría del todo, Las horas más oscuras) y el director Bryan Singer (X-Men, Valikiria) deciden contar una parte de la historia de la banda hasta su presentación en un festival de música internacional; y además la de su vocalista Freddie Mercury, ícono y leyenda de la música. La película recorre momentos fundamentales de la banda y la concepción de algunas de las canciones más famosas que la trascendieron, también centrada en lo musical y en la vida de su líder Freddie Mercury, interpretado por el magnífico Rami Malek (protagonista de la serie Mr. Robot), el guitarrista Brian May caracterizado por Gwilym Lee, Roger Taylor a cargo de Ben Hardy y John Deacon de la mano de Joseph Mazzello. Cabe aclarar que la voz en la película es la del mismísimo Freddie Mercury, a Malek simplemente lo vemos en la pantomima y gesticulación característica, sin lugar a dudas perfecta en su sincronización. Bohemian Rhapsody comienza con Freddie a punto de subir al escenario de un show fabuloso como fue el Live AID en 1985 para inmediatamente llevarnos a sus comienzos como maletero en los aeropuertos de la convulsionada Londres; en los que padeció discriminación y racismo por parte de sus colegas, vemos el dolor y la necesidad de ser otro en un lugar al cual no perteneces. Durante las 2 horas y 15 minutos de metraje hacemos un recorrido por la solitaria vida de Mercury, el desarraigo de su origen, el eterno amor hacia una mujer, su descubrimiento en el mundo homosexual, su enfermedad y oscuridad, su éxito y sus traiciones. Freddie Mercury fue criticado por la prensa porque mientras estuvo vivo no luchó por ser la cara visible y ayudar a prevenir el SIDA, pues, en la película tampoco se habla de ese tema que levantó polémica en su momento. Referido a los decorados y vestuarios merecen una gran valoración por su fidelidad a la época y al estilo. La perfecta tonalidad con la imagen que nos transporta a la casa de Mercury y a sus fiestas privadas. Bohemian Rhapsody es una gran película que para colmar al espectador recrea el show del Live AID a tal punto que conmueve hasta las lágrimas. Oda a la vida, el arte y la música. Esperamos que definitivamente sea la película del año.
Es la emoción que sube por la piel y acelera el corazón. Es el volumen con que se escuchan los clásicos interpretados en vivo por Queen. Es estar con ellos, es recordar y festejar con la y a la banda. Es la historia de Freddie Mercury y de Queen, que tocaba para “los desclasados y los marginados”, sí, pero que saltó a la consideración mundial simplemente rockeando, que era lo que mejor sabían hacer. Lo que da Bohemian Rhapsody es una visión, más que una versión, pasteurizada, casi apta para todo público. Es una biopic de Freddie, pero también de Queen, la banda para nada convencional en la película que empezó dirigiendo Bryan Singer (X-Men, Los sospechosos de siempre) y terminó de filmar Dexter Fletcher (Eddie the Eagle), por problemas de abandono o despido que nunca quedaron aclarados. Porque en definitiva de la época de reviente de Freddie y los suyos, ¿qué se ve? Toma una pastillita en una limusina, hay besos entre hombres y un poco de polvo esparcido sobre una mesa. Le preguntan dos veces si está drogado. Y ya está. Cuando Bohemian Rhapsody se eleva y conmueve, es en los momentos de concierto o en los que se cuenta la creación de algunos temas. ¿Sabían cómo nació el que da título al filme, o cómo comenzaron a patear el suelo en el estudio de grabación Brian May y los músicos para crear We Will Rock You? ¿Por qué Freddie toma el micrófono desde el soporte? ¿Que faltan algunos, como Amigos son los amigos y Bicycle Race? Claro, Bohemian Rhapsody no es un documental de Queen ni de Mercury, es una película, y como tal una ficcionalización de los personajes y sus historias. Es algo indulgente, ¿o Is this just fantasy, como el verso de Rapsodia bohemia? Claro que hay licencias, y algunas pueden enfadar más a los fanáticos que al público que llega al cine sólo para pasarla bien. Que tocan algún tema antes de que ese disco existiera. O que Queen toca en Río no antes de que Freddie se separe de Mary, sino en el Rock in Rio del ‘85. Y que la banda antes de llegar al Live Aid en Wembley en julio del ’85 no estuvo “años sin tocar juntos”, porque precisamente menos de seis meses antes se presentaron en las playas de Copacabana. La película comienza con Freddie Mercury preparándose para salir al escenario con Queen en Wembley. Pero en verdad arranca con Farrokh Bulsara cargando valijas en Heatrow, el aeropuerto de Londres en 1970. Lo que el relato abarca son esos quince años, pero centrándose en la vida del frontman. Ese background de la familia parsi que lo formó se deja algo de lado parta mostrar las distintas transformaciones de Farrokh en Freddie, y en la reina con capa y corona que todos conocimos luego. La película es también una historia de amor, de Freddie con distintas personas y con su público. Con su madre, con Mary -a quien escribe y dedica Love of My Life-, con Paul Prenter, manager, amante y luego traidor de Freddie, y con Jim. Descubrir a Joseph Mazzello (el chico de Jurassic Park) como John Deacon es una sorpresa. Y hay un irreconocible Myke Myers como Ray Foster, el ejecutivo que no vio la mina de oro que tenía ante sí por no querer difundir como “single” una canción de seis minutos de duración en las radios. Sí, Rapsodia bohemia. Malik como Mercury, postizos al margen y ojos bien abiertos, es un Freddie creíble. Bohemian Rhapsody festeja a Queen. Es un filme para fans, y para quienes quieran saber algo de lo que fue y significó la banda. Para disfrutar en buena compañía saboreando un Biznike o caramelos Mogul.
La inolvidable interpretación de Rami Malek y las poderosas canciones de Queen levantan por completo una biografía de manual insípida que tenía el potencial de brindar una película grandiosa. Resulta una macabra paradoja que una banda que pasó a la historia por romper muchísimos convencionalismos en el rock termine retratada en Hollywood como una agrupación tan genérica como la que se presenta en esta obra de Bryan Singer. Nadie podrá negar que el espectáculo funciona. Si lo único que importa es disfrutar de los temas clásicos del grupo en una pantalla de cine a todo volumen, como una especie de Mamma Mia de Queen, este estreno va a satisfacer a mucha gente. La película es muy entretenida, cuenta con un gran reparto, funcionan todos los chistes y las escenas musicales tienen una reconstrucción impecable. Ninguno de esos puntos están en discusión. Malek ofrece una labor extraordinaria y logra transformarse en Freddie Mercury de un modo similar a lo que hizo Jamie Foxx con Ray Charles. Sin embargo, en este caso el artista lleva su interpretación a otro nivel cuando consigue capturar la energía arrolladora del cantante arriba de un escenario, sin que se vea como una burda imitación. Si hay un motivo para recomendar este film es la labor de su protagonista. Otro punto a favor donde sobresale esta producción es la brillante puesta en escena que presenta en la reconstrucción de las secuencias musicales y los diversos períodos de tiempo que trabaja. Cada integrante del reparto tiene un notable parecido físico con la persona real que encarna y en general desde los aspectos visuales no se le puede objetar nada. Ahora como propuesta cinematográfica, dentro del género de la biografía, Rapsodia Bohemia deja un sabor agridulce y se queda a mitad de camino. La obra de Singer retrata la historia de Queen y su líder con un enfoque muy superficial donde se manifiesta una extrema indulgencia hacia los artistas. Todo se desarrolla de un modo acelerado (en especial el primer acto relacionado con el origen del grupo) y el film no llega a profundizar en ninguno de los conflictos que presenta. Hay alusiones a la soledad, la identidad sexual y excesos de Freddie Mercury pero son cuestiones que se abordan superficialmente sin demasiado compromiso, como un mundano melodrama hollywoodense. El resto de los integrantes tienen un rol limitado y Brian May prácticamente es el Arcángel Miguel. En Rapsodia Bohemia se percibe por parte de los realizadores un pánico absoluto por retratar los aspectos más oscuros de la banda y en especial de la vida de Freddie, como si esto luego pudiera tener una repercusión negativa en las reproducciones de Spotify. En consecuencia, la película fusiona un collage de grandes éxitos de Queen con la biografía aséptica del cantante. Salvo por la potencia de las secuencias musicales no es tan diferente a cualquier film de televisión que abordó estos temas en el pasado. En este punto es donde Rapsodia Bohemia presenta una gran debilidad, ya que carece de esa introspección y honestidad que tuvieron otras películas superiores como Johnny y June (la historia de Johnny Cash) o Ray, estrenadas en los últimos años. Por el contrario, esta producción distorsiona la historia de Mercury, especialmente en lo referido a su enfermedad, con el único fin de construir un final melodramático. Los productores buscan hacer llorar al espectador a toda costa y lo logran sin problemas por la manera en que manipulan los personajes y la historia. A Mercury le diagnosticaron el HIV dos años después del concierto del Live Aid y en el film se establece que la frágil salud del artista fue el impulso principal para que Queen apareciera en ese escenario, ya que el cantante sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Un disparate absurdo que supuestamente hay que pasar por alto porque Radio Ga Ga suena bien en la pantalla grande. Nadie esperaba ver un documental pero si una película que presente un retrato más auténtico de los artistas. Si hubo un mensaje inspirador que dejó Mercury fue la integridad y valentía con la que peleó hasta último momento su enfermedad. Freddie cantó literalmente hasta que no se pudo sostener en pie y esos trabajos dieron origen al álbum Made in Heaven, en 1995. Todo eso ni siquiera se le reconoce en este film porque su destino final se resume con la gélida frase de los créditos finales: “Freddie Mercury murió de neumonía el 24 de noviembre de 1991”. Listo. Eso fue todo. Ya aplaudiste We Will Rock You en el cine, ahora volvé a tu casa y dale play a la banda de sonido. Esto no significa que la secuencia final en el Live Aid, con los espectadores digitales, no sea espectacular y emocionante pero la historia real daba material para brindar un film mucho más profundo. A no confundirse, Rapsodia Bohemia no es para nada una mala película, simplemente no está a la altura del trabajo que presenta su protagonista y la jerarquía de Queen en el mundo de la música
Difícil poner la cabeza en frío para escribir esta crítica. Difícil no poner una playlist de Queen de fondo y dejarse llevar. Y eso es lo que pasa con la película: te dejás llevar. Es imposible que no te succione en un gran frenesí a base de carisma pura y grandilocuencia. Bohemian Rhapsody es una experiencia, un viaje, un festejo, y muchas otras cosas más para todos los que creemos que Queen es una de las mejores bandas de la historia de la música. Para el resto de los mortales, podrá ser una biopic más. Pero tampoco podrán negar su atractivo. Muchos le están criticando que se trata de una versión poco fiel a los hechos, y un tanto edulcorada. Puede ser que haya un punto. El film no intenta ser trash con el tema del consumo de drogas ni sobre la vida de su protagonista, pero tampoco pasa por alto esto. Hay que tener en cuenta que la banda también es productora de la cinta. Y, en parte, ellos eligieron qué historia contar. Más allá de esta polémica, hay que juzgar al film como tal. Como el producto final que llegó a la pantalla. Y el mismo es abrumador. Son dos horas y cuarto que se pasan volando, con secuencias musicales (que no llegan a ser videoclips) intercaladas. Bryan Singer hace un trabajo maravilloso a través de la dirección de fotografía de Newton Thomas Sigel, su mano derecha. Y John Ottman, su músico y montajista estrella. Cada plano es un deleite. La narrativa es para aplaudir. Si no es el mejor trabajo de Singer a nivel visual, le pega en el palo. La cámara es muy precisa en todo tiempo. Tanto en los detalles como en los grandes planos generales. La recreación y puntillismo en eso impresiona. Basta con mirar algunos videos en youtube solo para darse cuenta de que hasta las gotas de transpiración son iguales. Ahora bien, pasando tal vez a lo más importante: Rami Malek es Freddie Mercury. El actor fue poseído por el espíritu del cantante para esta película. Su trabajo es increíble. Cada gesto y movimiento es igual. Su carisma traspasa la pantalla. No me alcanzan los adjetivos para alagarlo. Sería un crimen que no lo nominen para el Oscar. Y hablando de posesiones, tanto Brian May como John Decon y Roger Taylor rejuvenecieron para poder estar a punto para interpretarse a sí mismos. Sino no se entiende. Es espectacular lo que también hicieron los actores Gwilym Lee, Joseph Mazzello y Ben Hardy, respectivamente. El resto del elenco también brilla, pero quiero destacar a Lucy Boynton, a quien conocimos hace un par de años en la espectacular Sing Street (2016), componiendo una especie de musa para el líder de la banda de esa película. Aquí hace lo mismo pero multiplicado. Con todo esto, cantás y te emocionás. Llorás. Y la secuencia Live Aid… ¡Por dios! Un momento cinematográfico que quedará en la historia. Bohemian Rhapsody es una experiencia alucinante, que te hará delirar si sos fan de Freddie Mercury y Queen. Una joya.
Su alteza Queen: el éxito sonríe a los valientes de una banda insaciable Taconeo en forma de canción, amplificadores voladores y una voz que se instala en el alma en remolinos. Vibran las alfombras de la sala y los espectadores siguen en coro. Es un juego ensamblado que propone el filme biográfico “Bohemian Rhapsody: la historia de Freddie Mercury“, con el conjunto musical conformado por: Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon. por Florencia Fico La película es una conmemoración a la banda británica Queen, de su música y del supremo vocalista Freddie Mercury que rompió estereotipos y quebró las convenciones para transformarse en uno de los “Showmans” más adorables del planeta. La proyección muestra el desenfrenado ascenso a la cima de la industria musical por medio de sus inmortales temas y su sonido en constante metamorfosis e innovación. Asimismo insinúa su género dramático los periodos de depresión y enfermedad del cantante que se movía por fiestas que sólo hacen ver su soledad. Las peleas con los miembros de la banda que terminan por diluir momentáneamente al conjunto. Tras años de separación Mercury se desespera por volver y rencontrarse con su conjunto musical previo al Live Aid. Se trata de dos conciertos elaborados el 13 de Julio en 1985 de forma simultánea en el Estadio Wembley (Inglaterra) y en el John F. Kennedy(EE.UU) con el fin de acumular fondos en beneficio de las naciones de África Oriental en especial Etiopía y Somalía. Por un lado se hace referencia al SIDA; enfermedad que peligraba la vida de Freddie. Poniendo en riesgo a la figura central de la banda en uno de los recitales de rock más multitudinarios de la historia. Por otro lado, destacó la influencia universal atemporal que causaría un conjunto musical que se asemejó a una familia y sostenes de toda su trayectoria. La duración de la película es de dos horas y 15 minutos con la dirección de Bryan Singer, Dexter Fletcher y Roger Taylor. El guión le pertenece a Anthony McCartern y Peter Morgan. La musicalización por John Ottman y fotografía Newton Thomas Sigel. Cámara y estudios se mezclaron para recrear escenas de una banda llena de emociones: notas musicales, gestos enérgicos, poses, giros, coreografías, roles, fuerza, lucha, victorias, amistad, lealtad, conversaciones profundas, intimidades pero también, soberbia, egocentrismo, individualidad, enojos, egos, luchas por los privilegios de enfoque de los miembros de la banda. A veces las sesiones eran bastante largas y se veían el esfuerzo y sacrificio por la prolijidad de sus piezas musicales. Las sesiones de estudio de grabación componían un: ecualizador; con el objetivo de acrecentar o bajar ciertas frecuencias, compresor o sintetizador; y un sector de monitoreo conectado a los altavoces o parlantes pertinente para escuchar lo que esta registrando y escuchando. El reparto de los protagonistas fue: Rami Malek como Freddie, Josseph Mazzello como John Deacon (bajista), Ben Hardy como Roger Taylor(baterista),Gwilym Lee como Brian May (guitarrista), Lucy Boynton como Mary Austin(única novia de Mercury), Aida Gillen como John Reid(primer manager de la banda), Mike Mayers como Ray Foster( ejecutivo de EMI), Allen Leecch como Paul Prenter( segundo manager de Freddie), Aaron McCusker como Jim Hutton( último novio de Freddie). Imagen relacionada Y los papeles secundarios los cumplieron: Michelle Duncan como Shelley Stern, Ace Bhatti como Bomi Bulsara el papá de Freddie, Ian Jareth Willamson como NY Clubber / Former Lover de Freddie, Dickie Beau como Kenny Everett (amigo de Freddie en momentos de adicción a drogas), Tom Hollander como Jim Beach; él más prolongado manager de la banda y sus miembros individuales. En principio Farrokh Blusara más conocido como Freddie Mercury provenía de una familia de origen indio y parsi. Era balijero aeroportuario. Residía en Reino Unido y su padre tenía un lema para su vida: “Buenos pensamientos, buenas palabras, buenas acciones”, esto refiere a la filosofía religiosa de la familia Blusara. El Zoroastrismo se propicia por los aprendizajes del profeta y reformador iraní Zarathustra. Resultado de imagen para freddie mercury fAMILIA Freddie Mercury se sube a la montaña rusa de las bandas británicas cuando la banda “Smile” se diluye y él se propone como vocalista suplente pero a su estilo “espero ofertas” y con su nombre original Farrokh Bulsara. El conjunto estaba formado por: Roger Taylor en batería y Brian May en gritarra. En el primer recital de Freddie causó problemas técnicos con su micrófono porque no le dejaba moverse. Lo que lo destacó en la pisada escénica y lo quebró a la mitad; y desde ahí marcó diferencia entre otros artistas. El recorría, bailaba, saltaba y se arrastraba por el escenario de punta a punta era su ring de boxeo. Posteriormente, de conformar Queen Freddie conoce a su primera novia y mejor compañía para toda su vida Mary Austin. Quien por su porte y mirada seduce a Mercury y él le coquetea con un “Que lindo abrigo”; y de ahí nace el romance que lo hace florecer como artista y persona. Ella lo llama “su majestad Queen”. Se destaca una escena que el toca una canción en el piano en el piano que vendría a ser el principio de Bohemian Rhapsody, después de hacer el amor con Mary. El montaje de su departamento era un hervidero de gatos; al menos tenía 7; por todas partes. Sus mascotas lo definían un ser independiente, limpio y que podía renacer de su dolor. Asimismo, se podía ver que el diseño de la tipografía de “Queen”, la diseñó él. Con un estilo de realeza o título nobiliario de algún escudo monárquico(varios discos poseen esa esencia). Se pudo ver el contexto monárquico y demócrata que duró en los años. La familia de Freddie tenía en su casa un retrato de: Isabel II del Reino Unido y vídeos de Lady Di ’70 a ’80. Rami Malek fue el superhéroe de los vestuarios que van desde que empezó la película con: un mameluco de jean, musculosa blanca y jeans con brazalete brillante por las tachas. Entre otros atuendos y accesorios tales como: sacos de piel, camisas coloridas, (acebradas, hindú, pantalones y camperas de cuero negro, zapatillas, túnicas floridas, anteojos al estilo aviador (Rayban Aviador), sweters de lana, siluetas ajustadas, monos (elastizados, llenos de lentejuelas y mangas de amplias, a rombos blancos y negros), disfraz de rey y sado. Los géneros textiles predominantes fueron: terciopelo, seda, algodón. Los cortes de sus vestuarios para los shows fueron confeccionados a medida y ajustados a su piel o sueltos como alas de un pájaro blanco. Se hace un paneo con pantalla partida entre el público y la banda cantando “Love of my life”, compuesta por Freddie Mercury para su novia Mary Austin a quién le pidió matrimonio y creyó el amor de su vida. Los espectadores levantaban sus manos, seguían el truco mágico que les ponía Freddie, aplausos, onomatopeyas, gritos, pogo y baile y sentimentalismo. “Tu le diste hogar a ésta casa”, le manifestaba Mercury, en su departamento que se hallaba en frente de el de ella. Siempre jugaban con sus veladores, efecto de iluminación calidad, y aunque no pudo concretarse la relación fue un apoyo incondicional Mary para Freddie. A ella le confesó su bisexualidad tras largas giras en América del Norte. Se llamaban telefónicamente, sin embargo, las distancias, el alejamiento paulatino de Freddie y sus palabras empequeñecieron su amor. De un saludo tierno como: “Hasta luego, te quiero” a un “Adiós” sobrio. En uno de sus cumpleaños hicieron presentación de sus familiares y se sacó un álbum que contenía una fotografía documental de Freddie y su imagen era de un niño boxeador. Experimentaba con su futuro segundo manager, Paul Prenter sentimientos encontrados; es decir su decisión sexual homosexual; y a veces tríos con otros hombres. En la creación del tema musical “Bohemian Rhapsody”, se hace eje en la repetición del estribillo “Galileo”; en referencia a un astrónomo florentino condenado por herejía por la Inquisición asimismo. En Herefordshire una casa de retiro de Mercury; donde Roger Taylor, tuvo que repetir muchas de veces su falsete de “Galileo” hasta lograr la nota que dirigía Mercury. Era un lugar apartado de Londres, al que fueron los músicos, aire fresco, pasto, estancia de granja donde el gallinero se acoplaba a los agudos de Taylor. “A donde sea que me lleve el viento”, componía una parte de la canción que sumaba Resultado de imagen para Herefordshireuna duración de 6 minutos. La canción fue una mezcla de óperas cómicas shakespearianas, musical y drama griego. “Las formulas son una pérdida de tiempo”, dice Freddie. El DJ y comendiante Kenny Everett, fue el único que pasó su canción por partes en su radio y sus oyentes la pidieron todo un fin de semana. En este parte se hace un fundido entre el piso radial y la pecera de ejecución de los programas con las sombras de los miembros de la banda parte del vídeo oficial del tema. El número 6 era predestinado al éxito. El tema fue grabado en 6 estudios de grabación, duró 6 semanas de elaboración. Además 6.5 fueron las copias vendidas en Reino Unido. En esa era sólo poseían cintas analógicas como las de casete y fueron 24. Las radios eran reticentes a la duración del tema no entraba dentro de sus cánones de tiempo de canciones tradicionales. Ray Foster,ejecutivo de EMI, no quiso arriesgar su inversión en esta obra maestra. “Nunca lo haré”, comentó. Llegan a la televisión por medio de la cadena Dutch Tv Top of the Pops 1974 donde se los trasmite como videoclips con el tema: I killer Queen. Despues en BBC y sus sesiones en estudio. Entre otras fronteras, Freddie saltó fue la censura de su videoclip por MTV “I Want to break Free” por restricciones de la época. Al portar hombres vestidos como mujeres o travestidos: “Dicen que soy un prostituto sexual”. En otras noticias se pasan titulares por ejemplo: “Los hombres detrás de Freddie, que se creen, qué esconde”. Lo lleva a un lugar solitario y rechazado, con un carácter soberbio, en fiestas gays donde lo alababan. Un Freddie impotente, violento y fuera de control; no advierte sus adicciones al alcohol, drogas y sin el cuidado de enfermedades de transmisión sexual. Paul Prenter tiene especial papel en éste caos. Lo definen sus acciones como: gestor, manipulador y lo lleva a absorberse en él mismo. La banda Queen no estaba aislada de estos comportamientos lo veían: individualista, llegaba a destiempo, drogado y con pocas ganas de seguir luchando por su música. Tal fue el punto que, Brian May se impuso como compositor y tomó las riendas con el resto de la banda y marcó un nuevo rumbo. Siempre disputando el poder del grupo, discutiendo, llegó el día que se dispusieron a estar a las trompadas, pero no, con un zapateo despertó a un Mercury que estaba confuso de su liderazgo y fue al ring nuevamente con “We will Rock You”. Asimismo, ocurrió con John Deacon que de nuevo mirando una riña entre Freddie y Roger. Puso calma con unos acordes en su bajo y surgió “Another one bites the dust”, autoría de John. Resultado de imagen para Paul Prenter queen Debido a estas pujas, Paul Prenter llevó a Freddie a cancelar shows, despojarlo de su vida social, su simpatía, empatía, amistades y familiares como lo era su banda Queen y Mary. La separación se hizo efectiva y se concretó el plan de Prenter. Le ocultaba contratos para cantar, le mentía y traicionaba con chantajes para no decir su “homosexualidad” en los medios de comunicación. Pero duró poco para que Prenter por una suma valiosa de dinero expresara los detalles íntimos de Mercury y apareciera una enfermedad como el SIDA. Un tema difícil de tratar en la prensa y personalmente; ya que no se tenían los recursos medicinales o avances científicos; para combatir el contagio del virus de la inmunodeficiencia humana. Mary fue a verlo a Freddie y le abrió los ojos a Mercury. Le evidenció sus incomunicaciones, las deficiencias de su actitud frente a su banda que fueron más que un conjunto musical eran parientes, los desaires a su familia y con ella. Le confesó su embarazo y él no fue cortés; y ella concluyó en que cómo no estaba enterado de los conciertos de Live Aid. Esto fue la gota que rebalsó el vaso de problemas que tenía con Prenter y se separó de él. Paul opinó en un programa de televisión: “en los nueve años que he trabajado para el grupo jamás he visto a Mercury con una mujer”, “durante las giras solía pasar la noche con un hombre diferente”,”Freddie nunca dormía en los mismos lugares que el resto de la banda” o “…frecuentaba clubs gays y nunca se acostaba antes de las 6 o las 7 de la madrugada” y manifestó el descubrimiento de la infección. En esos momentos Freddie ya cantaba limitadamente, hacía trabajos con bajo entusiasmo y sin pasión el tiempo le era arena en los dedos que frecuentemente eran enfocados. Freddie vuelve a contactarse con su manager de toda la vida con Queen y solitario Jim Beach para volver a conectar a la banda y realizar el concierto. Freddie ya era distinto otro temple, un rostro más altivo, proactivo, animado y ansioso por disolver los problemas con la banda Queen y sus miembros. Mercury llegó primero a la reunión y lo hicieron esperar media hora. Como él hacía con ellos, lo hicieron salir de la oficina para reírse de él un poco. Pero ya eran hombres maduros, con hijos y esposas, no había tiempo para perder y lo solucionaron. Pero con una condición que; a partir de ahora los temas de cada uno tengan reconocimiento individual y no como posesión de Freddie. Mercury tosía con gotas de sangre, era crónica y al ponerse a ensayar con la banda su voz era áspera y le costaba llegar a las notas. Sufría agotamiento, transpiración lo que lo llevó a declararle a la banda que que era portador de SIDA y que eran necesarios descansos. Al hospital que concurria Freddie un niño canta “Eh Oh” parte de una composición de: “I Want It All”. Éste punto de relación era el que albergaba entre sus fans de seguir la letra. Era su diálogo personal con ellos donde él se sentía un hombre real. Con una voz que perforó el cielo, épocas y es icono de una renovación musical, sexual, identitaria y pudo lograr que el Live Aid recaudara con su actuación 1 millón de libras; ardían las llamadas con las donaciones. El guión fue la música, sus protagonistas y los espectadores que rebotaban los pies con las canciones, era una misa donde cada uno elegía el tema que le gustaba para seguirlo con un repertorio dificultoso de organizar. Las idas y vueltas de los directores que se iban por diferentes motivos, Singer por acusaciones de acoso, Fletcher por enfrentamientos con el elenco y Roger Taylor tomó la conducción de la pieza cinematográfica. Quien más que un amigo, miembro y baterista que pudo observar todo desde atrás y adelante. Taylor ha escrito canciones conmovedoras de Queen como: “Sheer Heart Attack”, “I’m Love With My Car”, “Radio Ga Ga”; con Mercury “A Kind Of Magic” “Breakthru” e “Innuendo”. Roger Taylor Vienna 1.11.2008.jpg Para destacar hubieron efectos tridimensionales de sus giras mediante poses típicas de Freddie contorneadas en neón. Desde las que se proyectan a los espectadores los países que visitaron en : Magic Tour, The Works Tour, Hot Space Tour, The Game Tour, Crazy Tour,Jazz Tour, News of the World tour, A Day at the Races Tour, Gira Verano Tour, A night at the Opera Tour, Sheer Heart Attack Tour, Queen I y Queen II. La producción estuvo a cargo de: Coproducción Estados Unidos – Reino Unido; GK Films, New Regency Pictures, Queen Films Ldt, Tribeca Productions, Regency Enterprises y distribuida por 20th Century Fox.
Retrato de la genialidad de un bohemio Después de algunos avatares en el rodaje, por fin ha llegado Bohemian Rhapsody (2018), biopic del carismático Freddie Mercury que relata gran parte de la historia del grupo musical Queen. A pesar de centrarse en el vocalista del grupo, este largometraje dirigido por Bryan Singer -Los sospechosos de siempre (The Usual Suspects, 1995), X-Men (2000)- otorga gran lucimiento y protagonismo a cada uno de los integrantes del conjunto: Brian May, John Deacon y Roger Taylor, mostrando el trabajo en equipo de estos jóvenes creativos, talentosos e innovadores, quienes fueron un paso más allá pensando también en el público, y su participación dentro de los recitales. Bohemian Rhapsody inicia en los momentos previos al Live Aid en 1985, el histórico concierto a beneficio del que Queen formó parte, que marcó un antes y un después no sólo en la agrupación, sino también en la historia de la música. Este concierto funciona como apertura y clausura del relato, dándole una estructura cíclica que resulta más que efectiva. En el medio, un flashback sitúa la narración en 1970 para contar los comienzos de Queen y su rápido ascenso y popularidad de forma entretenida, mediante sensaciones cambiantes e incluso, una pícara comicidad acertada y eficaz. La película recorre como un clásico relato griego el camino del “héroe”, mostrando el rápido ascenso y la soberbia (hybris) a principios de los ´80 de Mercury -sus excesos que remiten inmediatamente a la estética de los dibujos de Tom of Finland- y su posterior redención o reconocimiento (anagnórisis). Este retrato de Freddie Mercury muestra varias aristas de su personalidad sin idealizar sino comprender, admirar y respetar su personalidad. La película narra por un lado la intención de Mercury de renegar de sus orígenes indios, pero por el otro, de identificarse excéntrico y diferenciarse de las multitudes. Un rebelde en sí mismo que, sin embargo, quería ser aceptado por la sociedad inglesa. La interpretación de Rami Malek es sorprendente a nivel corporal y expresivo. En ella, vemos al actor y al personaje al mismo tiempo, es decir, no olvidamos que es Malek pero al mismo tiempo es Mercury, tal como sucedía en Gilda: No me arrepiento de este amor (2016) con Natalia Oreiro. En algunas escenas en las que Malek está de espaldas causa impresión ver a Mercury en ese cuerpo. Es pertinente aclarar que Malek no canta sino que hace playback durante las canciones, como una forma de reconocer la personalidad única de la voz de Mercury y como decisión estética de distanciarse de la mera imitación. Mientras que los críticos norteamericanos han tildado de “idealizada” a la película, se la considera en oposición una representación sensible que no cae en lugares comunes. Tampoco en la necesidad de dar explicaciones utilizando el poder de la sugerencia, sobre todo con respecto a la sexualidad de este hombre que supo ser más que un compositor, cantante, músico e intérprete. En definitiva, un inigualable performer, un verdadero showman.
El cantante y bajista los acababa de dejar, les dijo que se iba a probar suerte con otra banda, que ellos no iban a llegar a nada. Ahí estaban, guitarra y batería sentados en la camioneta afuera de un bar medio pelo, después de dar el que parecía ser su último concierto. En eso se les acerca un chico a felicitarlos, les dice que eran muy buenos, que los veía hacía tiempo. Les dice que compone y que también canta, que quisiera cantar para ellos. Se miran, Roger Taylor pone una cara burlona y le dice a Farrokh: “con esos dientes lo dudo”. El joven zanzibari lo mira de reojo, sonríe y canta. El resto fue historia… lo que no será historia es esta biopic, que malgasta una de las mayores leyendas de la música. Bohemian Rhapsody apenas raspa la superficie de lo que podría haber sido una de las películas más importantes de los últimos años y desaprovecha la increíble interpretación de Rami Malek.
Bohemian Rhapsody empieza mostrando cómo Farrokh Bulsara (Rami Malek), un tipo nacido en Zanzíbar que vive en Inglaterra junto a sus padres y que luego será Freddie Mercury, va a un boliche a ver a Smile, la banda del “astrofísico” Brian May (Gwilym Lee) y del “dentista” Roger Taylor (Ben Hardy). Allí conoce a Mary Austin (su eterna novia) y empieza el camino por lo que será su mundo para siempre. Farrokh (o Freddie) trabaja de maletero en Heathrow pero, al abrirse el puesto de cantante de Smile, pasa a ser eso: el vocalista dientudo y bocón que la rompe en el escenario. Y de allí pasa, casi sin escalas, a formar Queen, ya con John Deacon (Joseph Mazzello) en el bajo. Entonces empieza esta aventura que es un biopic sobre aquella legendaria banda que marcó la historia de la música pero también la historia del amor en mil sentidos. Porque claro que Bohemian Rhapsody ahonda en la huella que Queen dejó en la historia musical del mundo: sus logros, su potencia creativa, sus innovadores shows, videoclips, álbumes y canciones. Es Queen, es la eterna reina de las bandas de rock. No obstante, la película también viene a destacar la marca que estos cuatro tipos, y sobre todo el cantante, han dejado sobre la pasión: Freddie Mercury fue el amor libre y desprejuiciado, el amor por el arte, por la música, por su público, por el sexo (esta es la pata más floja del relato), por la diversión, por sus amigos y, sobre todo, por la vida. ¿O alguien ha olvidado la forma en que Mercury cantaba mencionando a la muerte cuando él sabía que se estaba muriendo? ¿Cómo no recordar la manera en que bailaba, se movía y amaba todo eso, implorando que el espectáculo continuara? Freddie era un show permanente, un show que exudaba pasión por lo que hacía: vivir. Y tocar música, claro. En ese aspecto esta película le hace justicia a Queen como grupo, porque aunque sea cierto que es mucho más una película sobre su cantante que sobre toda la banda (era de esperarse, ¿no?), igual consigue retratar la pureza del vínculo que unía a estos músicos. “Somos familia”, dicen en algún momento del relato. Pero no, son algo distinto, son más que eso. Ellos se eligen. Son amigos. De una lealtad extrema, de una conexión profunda, de una sensibilidad compartida hasta la médula. Y lo que más emociona de Bohemian Rhapsody es ver el retrato de ese vínculo, el rasgo fino de esos lazos que unían a May, Taylor, Deacon y Mercury. El film conmueve enormemente con la reconstrucción que hace del puente que se tendía cada vez que los cuatro entraban a un estudio de grabación, pero también con cómo logra hacernos ver la intensidad de esa relación que se fundaba en la música pero la trascendía. Es cierto que Brian Singer (a quien echaron del proyecto cerca del final y reemplazaron por Dexter Fletcher) por momentos retrata al resto de la banda como demasiado naive, pero creo que está claro que la película intenta adoptar la perspectiva de Mercury, quien podía verlos de ese modo. Sobre todo cuando empezaba a abordar los márgenes de un sistema en el que no le interesaba meterse, pero en el que él creía que sus amigos encajaban perfecto. También es cierto que el tema de la sexualidad de Freddie se subestima (es casi imposible hablar de este artista sin ahondar en cómo su sexualidad influyó en su arte), que la película es miedosa a la hora de abordar el mundo del sexo y que todo lo relacionado con el SIDA aparece como un castigo a la vida que el cantante decide llevar adelante. Pero sucede que así lo vivieron muchas personas en esa época: la entonces llamada “peste rosa” para varios se sintió como una plaga castigo. Muchos de los que contrajeron SIDA en esos años, educados por familias que venían de un trasfondo religioso, represivo o conservador, al enterarse de su enfermedad sintieron que pagaban un precio por ser felices (felicidad que sus educadores claramente vincularían a la culpa). El film parece seguir esa línea pero no por eso apoyarla, aunque sí tal vez mostrar el modo en que pudo llegar a sentirla su protagonista. Y es que por momentos, a Bohemian Rhapsody parece contarla el propio Freddie. No por nada la secuencia inicial tiene a la cámara casi encima del cantante. Lo vemos caminar de espaldas detrás de escena. Freddie está por subir al escenario de aquel Live Aid del ’85 y por volver a tocar con sus amigos después de una separación de años. Nosotros lo vemos muy de cerca, no hay cámara desde su subjetividad pero le estamos encima. Podría decirse somos y no somos él: caminamos el trayecto hacia el escenario viendo a la gente que se cruzó en el camino, la cortina cerrada y esa multitud extasiada detrás. Y saltamos nerviosos antes de entrar. Esa identificación está, de allí que se vincule tanto la etapa de apogeo, éxito y felicidad de la banda a la porción heterosexual de la vida de su cantante. Por tanto, enoja que se deje para la parte donde él empieza a vivir más libremente todo lo negativo que le sucedió. Sin embargo, no pienso que (como se ha dicho) la película sea homofóbica, aunque por momentos sí resulta llanamente estúpida. En esos segmentos el relato peca de tuerto, de querer seguir una línea narrativa imberbe que termina por fagocitar el rico núcleo de la historia que no es otro que el de cuatro tipos reunidos para festejar a través de la música. Y eso se nota más que nada en las escenas que nos muestran a los integrantes de Queen juntos, especialmente en algún estudio de grabación o sobre el escenario. Cuando Queen es Queen -esa familia que no era Mercury y tres más sino cuatro amigos- Bohemian Rhapsody celebra de la misma forma en que, por ejemplo, celebraba Excursiones de Ezequiel Acuña pero, en este caso, con una bazuca hacia la sutileza. Ambas son una celebración de la amistad y, entonces, del amor. Y a todo esto se suma Rami Malek, cuya interpretación de Mercury es de un nivel de compromiso y obsesión impecables. Malek da miedo al principio (parece que la prótesis dental va a comérselo vivo), pero a los diez minutos de película su actuación empieza a brillar, a extasiar. Su cuerpo es el de Mercury, sus movimientos son cada vez más perfectamente los del cantante. Y el resto del casting es impecable también, porque más allá del parecido con los integrantes de la banda, cada actor tiene una especie de timing ideal en sus intervenciones, aún en las escenas en que el guión –a cargo de Mc Carten- se pasa de malo. Justamente, quizá el guión tenga la mayor culpa de los momentos más patéticos del film (aquel en donde Freddie se festeja su creación mientras escribe, por ejemplo), pero también es responsable de hacernos reír varias veces (en realidad potenciadas por el perfecto timing de Malek, de Gwilym Lee o de Tom Hollander en la piel de Jim Beach). Por eso digo: Bohemian Rhapsody tiene cientos de problemas (empezando porque no se aparta un centímetro de la típica fórmula biopic: inicio humilde, descubrimiento, éxito, crisis egomaníaca, redención), pero también tiene algo que la enaltece, y eso es la manera en que retrata las distintas formas de amor que rodearon a Freddie Mercury. Con la amistad a la cabeza (entre compañeros, entre ex novios), el relato nos regala lo que más nos gusta ver en este artista: su pasión por el momento en que se mostraba; por ese instante en que vida, amistad, música y público acontecían al unísono. Entonces él era feliz, entonces sucedía Queen, y entonces disfrutábamos todos.
Las limitaciones de la conservadora industria y las complicaciones que llevó adelante esta biopic, con despido de director incluido, auguraban que esta no sería precisamente la fascinante y esperada historia que tamaña leyenda musical merecía. Aquello sumado al ojo supervisor de los músicos Brian May y Roger Taylor-guitarrista y baterista de la icónica banda-encargados de evitar que el relato se introdujera en terrenos no deseados. Esto es Bohemian Rhapsody, una fábula trivial, superficial y absolutamente convencional sobre el ascenso de Queen y la vida de Freddie Mercury, la voz inconmensurable que revolucionó el rock. Todo comienza cuando un joven maletero de origen tanzanés llamado Farrokh “Freddie” Bulsara (Rami Malek) decide probar suerte con una banda local de universitarios bautizada Smile, que recién acababa de perder a su cantante principal. Impresionados por el alcance de la voz de Bulsara, el astrofísico Bryan May (Gwilym Lee) y el estudiante de medicina Roger Taylor (Ben Hardy) no dudan en sumarlo al proyecto, cambiando el viejo nombre de la banda por el de Queen. La destreza técnica, la fusión de diversos ritmos inconcebibles para la época y los asombrosos shows en vivo que desafiaban todo estereotipo machista, convierten rápidamente a esta banda oriunda de Londres en una de las más populares e inspiracionales de la década de los ‘70. Mientras tanto, la vida del extravagante Freddie-ahora renacido como Freddie Mercury-parece salirse de control. Entre fiestas, excesos, giras interminables, discos platinos y el acoso de los prensa, la Reina toca fondo y el futuro de la imponente banda comienza a desquebrajarse. La principal deficiencia del film se encuentra en el guion, insustancial y totalmente desprovisto de vuelo poético. El relato de como este talentoso grupo de amigos londinenses llegan a la cima de la industria musical resulta tan esquemático y saturado de lugares comunes que podría ser aplicable a la de cualquier banda del momento. La mayoría de la escenas lucen una llamativa falta de matices y profundidad psicológica, sobre todo en relación con el aspecto artístico de la banda. La cinta pasa de una pieza a la otra como si se tratase de un trámite administrativo, sin intenciones de reflexionar acerca del crecimiento del grupo, las personalidades cambiantes de sus integrantes o la transformación de Freddie en aquel electrizante showman que hacía vibrar los estadios del mundo. Si algo queda claro es que ni el director despedido Bryan Singer(X-Men) ni su posterior reemplazo Dexter Fletcher (Eddie the Eagle) logran otorgarle algo de identidad propia a esta fallida biografía. El poco ingenio y desarrollo dramático se ve compensado por largas y esplendorosas secuencias de shows en vivo, donde vemos al Mercury de Malek desplegar toda su magia. Sin duda, el momento más destacable de la cinta llega en el final, con la presentación de Queen en el recital Live Aid de 1985, considerado el mejor concierto de todos los tiempos. La banda, que compartió escenario con otros enormes monstruos del rock como David Bowie, Paul McCartney y The Who, brilló con un repertorio repleto de éxitos tales como Radio Ga Ga, Hammer to Fall y la mítica canción que da nombre a esta película. A pesar de las numerosas imperfecciones que manifiesta el film, cabe reconocer que Rami Malek hace un gran esfuerzo por introducirse en la piel de este difícil personaje poseedor toda una mística aparte. El actor conocido por su protagónico en la serie Mr. Robot luce perfectamente caracterizado, algo que ya habíamos podido apreciar en los avances, y tanto sus gesticulaciones, como sus movimientos arriba del escenario y la impecable mímica de las canciones le juegan varios puntos a favor. Es una pena que el talento de Malek no se haya explotado más que para una suerte de caricatura del cantante, que apenas se atreve a rozar, casi con miedo y bajo una atmósfera conservadora constante, los lugares menos conocidos de su vida. Al final de cuentas, lo más probable es que espectador sienta que no ha llegado a conocer al hombre detrás del artista. Para aquellos que busquen deleitarse con los clásicos temas de una de las bandas más importantes de la historia, Bohemian Rhapsody resulta una buena y entretenida opción. Sin embargo, los que vayan al cine con altas expectativas, esperando ver una crónica apasionante, que rinda honor al gigantesco paso de Queen y Freddie Mercury por la música, seguramente acabaran por desilusionarse. Esta vez, la espera no valió la pena.
Realmente no hay que ser un gran director de cine para emocionar con un filme sobre Queen y, sobre todo, con la trágica historia de uno de los cantantes más importantes de todos los tiempos. La música y la impronta de Freddie Mercury movilizan por sí solas. Claro que las miradas de Bryan Singer (primer director de la película) y Dexter Fletcher (segundo, luego de que echaran al primero por indisciplina) son las que nos indican cuando sonreír, cuando lagrimear y cuando maldecir el alocado epílogo que eligió Mercury para su vida y que lo llevó a una penosa muerte con tan sólo 45 años. "Bohemian Rhapsody" es la biografía autorizada por Bryan May y Roger Taylor sobre la creación, el apogeo y la crisis de Queen, banda que nació casi por casualidad en 1970 por la irreverencia de un tal Farrok Bulsara, quien se unió a una agrupación que penaba por escenarios alternativos con el nombre de Smile. En tono nostálgico, con una cámara que sigue a los protagonistas a modo de documental y mostrando los pormenores del astronómico ascenso que tuvo la banda desde que se presentó en vivo en un sótano de la periferia londinense, la película nos lleva a momentos puntuales que todo fanático de Queen soñó presenciar. El por qué del uso del micrófono con la mitad del soporte, sus raros vestuarios y la creación de hitos como "You"re My Best Friend", "We Will Rock You" y la canción madre, que le da nombre a la película, "Bohemian Rhapsody", donde cuentan la negativa del director del sello EMI a incluirla en un álbum y luego, a que fuera el sencillo de difusión, por sus extensos seis minutos de duración, además de las críticas malintencionadas por parte de la prensa. LA GLORIA "Bohemian Rhapsody" emociona de verdad porque lo narrado marca la historia. Porque entendemos las razones por las cuales un cantante que tenía la gloria en sus manos empezó a desplomarse hasta enfermarse y morir. Y cómo pasó de escribirle una inigualable canción como "Love Of My Life" a su novia Mary Austin, a perderse en fiestas gay que él mismo organizaba en su mansión. Si a priori aceptamos la propuesta cinematográfica, será una inolvidable película. No tiene sentido buscar actuaciones dignas del Oscar o una dirección que marque un nuevo paradigma en eso de contar historias; y menos centrarse en elementos absurdos para boicotear un filme lleno de nostalgia, como podría ser la barba de Mike Myers en su rol de ejecutivo de EMI, o las pelucas que utiliza Rami Malek como un iniciático Freddie. Sí descansar en los gestos de Bryan May (Gwilym Lee) cuando toca el bajo como diciendo "este tipo es un genio" (en alusión a Mercury) o los aires de divo del vocalista, que hicieron que Queen sea lo que terminó siendo. Con "Bohemian Rhapsody" los fanáticos podrán disfrutar una vez más y en otro formato del arte de Queen. Por su parte, los detractores tendrán un elemento más de pelea, y los indiferentes, una desilusión importante. Porque esta película no enamora desde cero ni convence, sino que nos revincula a los que los amamos y disfrutamos.
Freddie, cien mil personas en un puño Aun con los lugares comunes de toda biopic, tiene un as de espadas llamado Rami Malek y momentos jugosos en la historia de Queen. Solo caben dos opciones: o la música de Queen nunca le interesó o está blindado a todo sentimiento. Solo eso puede explicar a quien no se emocione con los quince minutos finales de Bohemian Rhapsody, una perfecta reconstrucción de lo que sucedió el 13 de julio de 1985. En Live Aid, la cita con asistencia perfecta de los nombres relevantes en la música de la época, el cuarteto les pasó el trapo a todos con una performance inolvidable en Wembley. El cuarteto y, claro, su líder, obvio centro del film de Bryan Singer (y Dexter Fletcher, llamado para completar la tarea cuando Singer fue despedido). Porque Bohemian Rhapsody es la historia de Freddie Mercury, aunque Queen esté bien representado. Y entonces hay que decir que Bohemian Rhapsody es la película de Rami Malek. Quizá tenía razón Brian May cuando dijo que Sacha Baron Cohen terminaría siendo una interferencia en la caracterización de Mercury. Es imposible saber cómo lo hubiera resuelto Mr. Borat, pero Mr. Robot borra cualquier presunción: lo de Malek es un capo lavoro que magnetiza. Consigue suspender la incredulidad. No hace de Freddie: es Freddie. Transmite toda esa grandilocuencia y potencia performática, la confianza de quien se sabía material de leyenda, y también la angustia del paso de la heterosexualidad a la plena asunción de su identidad gay o –como en una escena clave en su hogar, con un velador inútilmente encendido esperando una señal– la fragilidad de un tipo que podía manejar a su antojo a cien mil personas pero a veces se sentía irremediablemente solo. Más aún: aunque pasajes como Live Aid cuentan con la voz de Mercury (si Malek pudiera cantar así debería dejar ya la actuación y dedicarse a la música), hay momentos en los que toca y canta él, y la ilusión sigue funcionando. Y aunque Rami se lleva los laureles, todo el casting es destacable. Gwylim Lee es un clon de May, y Ben Hardy (Taylor) y Joseph Mazzello (Deacon) son asombrosamente parecidos a los originales, y hasta Lucy Boynton se luce como Mary Austin, y Aidan Gillen (recién eliminado de Game of Thrones) luce impecable como el manager John Reid. Es una agradable sorpresa, también, que el film dé lugar a personajes como el DJ Kenny Everett (responsable de que “Bohemian” llegara al aire radial a pesar de su duración), el ingeniero de sonido Reinhold Mack, el “villano” Paul Prenter y Jim Hutton, última pareja de Freddie, aunque no se ahonde en su pésima relación con Austin. Entonces, ¿para quién es Bohemian Rhapsody? No para los cinéfilos, que detectarán más de una resolución esquemática de biopic oficial (¿Era necesaria esa “reconciliación” entre Freddie y su padre antes de Live Aid?). Está claro que el target es el público de Queen, que se cuenta por millones y para el que se dedican pasajes jugosos de la historia de la banda. Curiosamente, en esa narrativa se tomaron decisiones que arquearán cejas, dispararán discusiones en foros virtuales y hasta raptos de indignación. Cosas como que el grupo toque “Fat Bottomed Girls” en su primera gira estadounidense, años antes de Jazz. O que se sitúe la grabación de “We Will Rock You” ¡en 1980!, o que sus compañeros reaccionen tan mal ante la perspectiva de Freddie solista en 1983, cuando ya en 1981 Roger Taylor había hecho un disco por fuera de la banda. La presencia de May y Taylor como “consultores” elimina la posibilidad de un error, hace más curiosas las inexactitudes. Quizás es más comprensible la manipulación de fechas con respecto a cuándo Freddie Mercury supo que había contraído el virus letal (que no fue en 1985 sino en 1986) y en qué situación se encontraba la banda antes de Live Aid: ahí hay una construcción dramática, un intento de agregar épica a un show de por sí épico. Pero es ocioso detenerse en detalles reservados al experto. Sobre todo porque Bohemian Rhapsody es una impecable reconstrucción de época con momentos de puro disfrute, desde el comienzo con la “20th. Century Fox Fanfare” en el inconfundible sonido de la Red Special de May. El corazón del asunto es la grabación de A Night At The Opera, con pasajes deliciosos como el registro de su canción icónica (“¡¡Galileo!!”), las discusiones sobre “I’m in love with my car”, Malek al piano componiendo “Love of my Life” y los encuentros con el ejecutivo de la EMI Ray Foster, con el formidable guiño de ser interpretado por Mike “Wayne” Myers y una frase que no conviene revelar aquí. Pero también la escena qué explica la manía de Freddie por cantar con el pie de micrófono en la mano, la grabación del primer demo en los De Lane Lea Studios o cuando Deacon toca por primera vez “Another One Bites the Dust”; el primer encuentro de Mercury con Taylor y May, cuando la multitud de Rock in Rio canta “Love of My Life”, o la hilarante reacción del baterista cuando Freddie estrena su bigote. En la previa se decía que los “consultores” habían hecho demasiado por alivianar la historia. Pero lo cierto es que allí están también los excesos, la cocaína y las pastillas, el derroche de dinero y la egolatría, los roces internos, el desfile por clubes gay berlineses en busca de sexo casual y hasta la célebre fiesta de cumpleaños de Freddie iniciada con el pedido de “Sacudí el árbol de freaks y traé lo que caiga”. Con semejante material de leyenda y a pesar de sus diez años de marchas y contramarchas, Bohemian Rhapsody significa para su público específico un entrañable viaje en el tiempo. No puede ser perfecta por un problema sin solución: Mercury es irrepetible, y nada se compara a la vida real. Pero por momentos la pantalla consigue la ilusión de volverlo a tener aquí, y ahí es donde se vuelve imprescindible para un fan del rock. Ay-Oh, Freddie.
La historia de Freddie Mercury, por sobre todo, la música Bohemian Rhapsody tiene tantos elementos para ser destacada como flancos por donde ser cuestionada. Está en cada espectador -si es más o menos fanático de Queen , y más o menos exigente en cuestiones dramáticas y narrativas- discernir si el balance es positivo o no. Lo que sí queda claro es que esta película sobre Freddie Mercury y su relación artística y afectiva con el resto de la banda británica luce muy atada a las fórmulas y convenciones de las biopics musicales, tironeada entre lo que quiere y lo que debe ser. Así, su abordaje de los aspectos más conflictivos del cantante (así como su homosexualidad y el sida) resulta timorato, puritano y, por momentos, incluso estereotipado. ¿Qué tiene para ofrecer como contrapeso? Una esforzada y lograda caracterización del protagonista a cargo de Rami Malek, una minuciosa reconstrucción de época y una impecable producción musical que reconstruye grabaciones y actuaciones en vivo. Es cierto que la película tiene algunos picos emotivos (como cuando trabajan en el estudio), pero en los 134 minutos se acumulan también escenas mediocres y diálogos tan didácticos como forzados. Es como si la película fuera una recopilación de grandes éxitos de la banda. Claro que, tratándose de Queen, grupo que regaló varios de los mejores temas de las décadas del 70 y 80, no resulta peyorativo. A buscar, entonces, la sala con la pantalla más grande y con el mejor sonido Dolby para disfrutar de esta épica musical sin dejar de mover las piernas en la butaca.
Crítica emitida por radio.
THE SHOW MUST GO ON Se nos metió un Freddie en el ojo. La verdad es que no nos gusta que se metan con nuestros ídolos y, aunque siempre buscamos una representación lo más fiel posible, también cruzamos los dedos para que la pantalla nos devuelva esa imagen más “legendaria” que construimos en nuestras mentes. Bryan Singer entendió esta disyuntiva y se enfocó en el mito musical que siempre rodeó a la figura de Farrokh Bulsara, ese chico de voz prodigiosa que quiso escaparle a sus orígenes y llevarse el mundo por delante como si se tratara de una reina. Vamos a dejar de lado los escándalos que envolvieron al director y lo alejaron de la producción por “problemas personales” (lo despidieron), mientras Dexter Fletcher ocupaba su lugar tras las cámaras. Por temitas legales y cuestiones de sindicato, Singer es el único realizador acreditado y es a él a quien debemos atribuirle (entonces) los planos maravillosos que conforman esta biopic que, como tal, no aporta demasiado y “simplifica” una existencia complicada, pero no por ello deja de ser un festejo de la vida y la obra de este gran artista y, más que nada, de la banda. Así es, “Bohemian Rhapsody: La Historia de Freddie Mercury” (Bohemian Rhapsody, 2018) hace hincapié en la amistad, los roces entre los integrantes de Queen, su proceso creativo y, más que nada, su relación con el público, un elemento fundamental para el grupo a la hora de encarar cualquier tema nuevo. El punto de inflexión que eligen los realizadores –sumemos al guionista Anthony McCarten- es el multitudinario concierto Live Aid en 1985, una aparición postergada de la banda que llevaba un tiempo separada, y ese reencuentro con el público que renovó un cariño que jamás se desvaneció, incluso más allá de la muerte de Freddie. Los momentos previos del show, son el punto de partida de esta historia, un precalentamiento (para Mercury y para el espectador) que, de inmediato, nos lleva hasta finales de la década del sesenta cuando Farrokh era un simple empleado del aeropuerto de Heathrow persiguiendo esa oportunidad de brillar. Esta llega cuando conoce a los miembros de la banda Smile, Brian May (Gwilym Lee) y Roger Taylor (Ben Hardy), quienes acaban de perder a su cantante y justo Freddie (Rami Malek) les cae del cielo. Sumemos al nuevo bajista John Deacon (Joseph Mazzello), y así comienzan los muchachos su camino a la fama. Imposible contar décadas de historia en apenas un par de horas de metraje, de ahí que el relato vaya salteando etapas y simplificando un poco (bastante) las cosas. Smile no tarda en convertirse en Queen, y la voz de Freddie (junto con su carisma) en uno de los puntos más fuertes de la banda que empieza a acumular éxitos y reconocimientos, casi de la noche a la mañana. En el ínterin, Freddie conoce a Mary Austin (Lucy Boynton), ese “amor de su vida” y musa inspiradora que se convirtió en amante y compañera de aventuras hasta que la realidad desintegró la pareja. Puede ser que “Bohemian Rhapsody” ponga más empeño en esta relación que en la de Mercury con Jim Hutton, su compañero hasta el final, pero la película decide abarcar estos primeros años de esplendor, la grabación de “A Night at the Opera” y, más precisamente, la creación de su tema más famoso, en vez de incursionar en el estilo de vida del artista y su sexualidad. Todo está implícito, y nadie es tan tonto como para confundir las “excentricidades” de Freddie, aunque él se esfuerce en desmentirlo (y en mentirse) a cada rato. Pero como ya dijimos, Singer y McCarten se concentran en el mito y en esta familia musical que, a pesar de los malos tiempos y las desavenencias, nunca se da la espalda. Mercury es el personaje central, el rey sol alrededor del cual giran los demás planetas, y Malek sabe cómo ganarse a su público con el mismo carisma e hipnotismo que Freddie, pero también con todo el respeto que se merece. Y no es el único. Lee, Hardy y Mazzello sólo son secundarios en los papeles, porque en la práctica logran ese sentimiento de unidad y de conjunto que tanto exudaba la banda, tanto arriba como fuera del escenario. Sí, es verdad, “Bohemian Rhapsody” funciona mejor como homenaje, como un recuento de acontecimientos maquillados, o como una fábula que tiene un lado más oscuro y amargo que los involucrados decidieron evitar. Ya sea por respeto a la memoria del artista o las razones que a ustedes más les guste, los realizadores nunca “se la juegan”, ni nos entregan un relato truculento. Pero, ¿realmente lo necesitamos? Muchos saldrán ofendidos, la mayoría enjugándonos las lágrimas y tarareando esas canciones hasta el infinito porque en ese sentido la película es un regalo para los fans y todos aquellos que disfrutamos con las canciones de la mejor banda de todos los tiempos (vengan de a uno). Esta es la celebración del talento de una banda, la celebración de sus integrantes y cómo se conjugaban para crear hermosas piezas de arte, y la celebración de sus seguidores que recibieron la amena invitación para apropiarse de cada uno de sus temas (dale, ¿cuántas veces tarareaste “We Are the Champions” en la cancha?). El resto, resulta un tanto anecdótico, aunque acá el éxito de Queen, siempre va en paralelo con ese sentimiento de soledad e inseguridad que no deja de perseguir a Freddie. “Bohemian Rhapsody” es un drama biográfico musical, no un documental que busca 100% la objetividad. Y Singer se asegura de que notemos la diferencia recreando con pasión, y una maestría narrativa pocas veces vista en su filmografía, grabaciones, conciertos y giras por el mundo, convirtiendo su película en un extenso y contagioso videoclip que no podemos dejar de mirar. Hay una conexión especial con cada una de estas canciones y ahí reside el gancho y el gran atractivo del film, no en el morbo o la necesidad de ver a un personaje caer hasta lo más bajo. Malek le aporta toda el alma y, curiosamente, conmueve mucho más con cada interpretación sobre el escenario, que con sus momentos más sentimentales. Es extraño darse cuenta que a uno se le caen las lágrimas cuando ve al público hermanado y tarareando, en vez de ante la revelación de su VIH positivo. Pero ahí es donde funciona la magia de Queen y de “Rapsodia Bohemia”, dejando que la música se haga cargo de las emociones. En su conjunto, la historia de Singer y Fletcher (le vamos a dar el crédito también) funciona mejor como película a secas que como biopic, su narrativa es simple y correcta, brilla desde lo visual, y nos presenta un cast perfecto, imposible de diferenciar de los verdaderos protagonistas. Carece de la profundidad que uno podría esperar de la vida de Freddie Mercury, pero no deja de lado lo esencial y, sobre todo, encara esta trayectoria con muchísimo respeto. “Bohemian Rhapsody” es un viaje emocional para cualquier fan (de Queen o de la música), más para aquellos que vivimos el fenómeno. Tal vez no tenga el mismo impacto en un público menos “entregado” que llega a la sala en busca de un relato a puro drama, pero desde mi lugar, no puedo juzgar negativamente una historia que me arranca sonrisas y lágrimas por igual, mientras me empuja a hacer palmas durante “Radio Ga Ga”, casi sin poder evitarlo. LO MEJOR: - Malek, y un elenco insuperable. - Medio que lo odiamos, pero Singer filma como los dioses. - El corazón de un relato que, en realidad, no es tan profundo. LO PEOR: - El show (y el personaje) tiene que compensar la falta de historia. - Que no puedo ser objetiva cuando se trata de Queen.
Freddie Mercury revive en un formidable film musical "BOHEMIAN RHAPSODY", DE BRYAN SINGER, CON UN ELENCO NOTABLE ENCABEZADO POR RAMI MALEK - La película recrea con talento e imaginación los mejores años de la banda británica Queen, eludiendo además los aspectos melodramáticos en el retrato del protagonista y su muerte. El fuerte es la música. Basta mencionar los dos actos que se refieren a la concepción del disco de Queen "A Night At The Opera", enfocados en el inolvidable tema "Bohemian Raphsody", para referirse a esta película de Bryan Singer como una obra maestra. El director de "Los sospechosos de siempre" logra en esos pasajes del film algo tan difícil y poco común como contar una historia emocionante y entretenida, sin descuidar la música que es lo que finalmente debería importar antes que nada en la biografia de este artista. Y con estos hallazgos no separa la creatividad del protagonista de esta historia, Freddie Mercury, del talento de los otros músicos del grupo Queen. Estas son, entre muchas otras cosas, las razones por las que Singer logró una película excepcional, donde también hay un énfasis especial en la descripción de los cambios sociales que ocurrieron en el lapso en el que transcurre la historia. Singer tiene una predilección por las películas de época, como se vio por ejemplo en "X Men: días de futuro pasado", donde llevaba los personajes de Marvel a la crisis de los misiles de la guerra fría, y aquí se ocupa en detalle de marcar las transformaciones vividas entre la década del 70 y la del 80, es decir, el momento en el que surgió y reinó Mercury y su banda (todos interpretados por excelentes actores, empezando por Rami Malek). Por supuesto, Anthony Mann no habría filmado "The Glenn Miller Story" si Miller no hubiera muerto trágicamente en un accidente aéreo, y si Freddie Mercury no hubiera muerto de HIV tampoco existiría esta película. Pero, en una decisión brillante, el guión elude el melodrama y se concentra en la música. Justamente, la recreación de los grandes clásicos de Queen es formidable, y el antológico diseño de sonido ayuda a convertirla en una de las grandes películas de rock.
MELODÍA DESAPASIONADA Cuando Freddie Mercury define Bohemian Rhapsody (la canción) en Bohemian Rhapsody (la película) habla de rock, de música clásica, de ópera, de Shakespeare, de los griegos, de tragedia. Seguramente Bohemian Rhapsody sea el tema emblemático de Queen porque sintetiza en sus seis minutos las obsesiones formales y artísticas de la banda: lo experimental, lo intuitivo, lo íntimo, pero también lo épico, lo grandilocuente, lo excesivo. Y Queen fue todo eso, que es -en definitiva- el gran espectáculo, ese que se consume en estadios y ante multitudes. Por eso es que en Bohemian Rhapsody, el biopic que rodó en parte Bryan Singer y en parte Dexter Fletcher (una vez que lo echaron a Singer), se extraña la pulsión y la excitación, lo pasional que era marca en el orillo de Mercury y que a pesar del enorme esfuerzo de mímesis que hace Rami Malek no termina por imponerse en un relato demasiado atado al dato histórico que marca la biografía cinematográfica estándar. La película va del joven Freddie Mercury (cuando no era Freddie Mercury y era apenas un maletero en el aeropuerto) a la presentación de la banda en el concierto benéfico Live Aid de 1985, que marcó el regreso de Queen tras unos años tormentosos en el vínculo de sus integrantes. Pero fundamentalmente habla de Freddie, de cómo se construyó en un ícono de la música popular con enorme afinidad con el público y hace las típicas relaciones del subgénero entre la vida personal y la vida artística. Ahí, en esas reflexiones un poco lineales, es donde precisamente Bohemian Rhapsody pierde interés. La vida artística de Mercury es fascinante. Claro que era un showman de esos que se pueden contar con el dedo de una mano, heredero de una estirpe que sobre el escenario conoció ejemplos como el de Elvis Presley. Pero Freddie fue más relevante en otros aspectos sociales y políticos que atraviesan los 80’s, si pensamos incluso en la enfermedad que le arrebató la vida, el SIDA, y cómo es algo representativo de un tiempo. Porque la sexualidad de Freddie no tiene que ver exclusivamente con una decisión personal, sino fundamentalmente con un espíritu que se fue apoderando de su arte, de su propia figura, incómoda para los medios y la sociedad de aquel entonces (¿de aquel entonces?). ¿Qué era Freddie Mercury?, se preguntaban. Y un poco es lo que se pregunta y busca durante toda la película el Freddie que interpreta Malek: el buscarse a sí mismo, renegando de sus orígenes, dudando de aquello que era evidente. El Freddie Mercury de la película es un Freddie Mercury que construye sobre la constante huida. Pero hay dos elementos que salvan a Bohemian Rhapsody de la apatía que generan su liviandad ATP y el conservadurismo con el que se registra la sexualidad (la liberación del personaje representa para el relato su caída en desgracia, lo que deja un tufillo condenatorio). Por un lado tenemos la química que se logra entre Freddie y el resto del grupo, que va cimentando el camino hacia el potente epílogo del film, y que hace tangible el sentido de familia que se repite como leit motiv. Por el otro lado, los aspectos vinculados con la construcción de la banda, con cómo se trabajaba cada tema y cada disco, y cuál era la búsqueda estética (incluso a pesar de líneas horribles como la de Freddie componiendo y diciendo algo así como “uhh esta canción está buenísima”). Inconscientemente a la película de Singer/Fletcher le pasa lo mismo que a su personaje: tanto buscar sin darse cuenta que lo importante lo tenía ahí, al alcance de los ojos. Lo que nos lleva al -repetimos- potente epílogo de Bohemian Rhapsody. En el final, Bohemian Rhapsody retoma el Live Aid que había esbozado en el prólogo. Y el gesto es tan simple como honesto: una recreación casi en tiempo real de la presentación completa de Queen, siguiendo el set list de aquel concierto. La película prescinde, entonces, de cualquier resolución narrativa y se detiene en lo importante, en el escenario, en el público, y en el vínculo que se da entre los artistas, las canciones y la gente. Es un momento mágico y arrollador, potente cinematográficamente, y consciente de la épica que le falta al resto del relato. Pero además justifica todo lo anterior, porque resume el sentimiento de esos tipos que construyeron una suerte de familia mientras jugaban a ser la banda más grande sobre la tierra. Si nos importa ese momento, si incluso nos emociona, es porque nos importan los Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor, John Deacon de esta ficción. Así, en veinte… veinticinco minutos, Bohemian Rhapsody se anima a ser la película que podría haber sido, si se dejaba llevar por la pasión y se sinceraba sobre lo que era realmente importante. Aunque eso también conlleva una verdad incómoda para el propio film: con poner un viejo video de algún recital de Queen tal vez alcanzaba.
Correcta, respetuosa y sin fisuras. Bohemian Rhapsody es una biopic de manual que no necesita estar a la altura de la leyenda de Queen para brindar un espectáculo emocionante que hará cantar y mover los pies a cualquiera. Por muchos (entre ellos, este humilde redactor) Queen es considerada la mejor banda del mundo. Con un inmenso repertorio de éxitos arrolladores capaces de sacudir hasta a los muertos, un amplio abanico de estilos y un ansia por reinventarse en cada álbum que los hace difícil de encasillar, una presencia escénica sin precedentes y un dominio total de las masas de espectadores que, hipnotizadas por su música, se volvían uno con la banda en sus presentaciones de estadio. Todo eso los hizo convertirse en una figura emblemática de la historia del rock. Pero principalmente Queen tenía una ventaja con la que ninguna otra banda de rock contaba: Queen tenía a Freddie Mercury. Un showman dueño de una voz prodigiosa y un carisma arrollador que se convirtió en una de las más grandes leyendas del rock. Bohemian Rhapsody (la película, no la canción) tuvo un desarrollo bastante caótico detrás de escena: en primer lugar iba a ser protagonizada por Sacha Baron Cohen (Borat, 2006), los integrantes de la banda Brian May y Roger Taylor se involucraron en el proceso creativo para tratar de “proteger el legado de la banda y Freddie” (originalmente la película iba a ser más adulta) y Cohen terminó abandonando su sueño de encarnar a Freddie Mercury. Más adelante entró Rami Malek (Mr. Robot) y el proyecto comenzó a caminar pero las constantes ausencias en el set del director Bryan Singer (X-Men, 2000) complicaban tanto el rodaje y la relación con el elenco que 20th Century Fox lo despidió y contrató a Dexter Fletcher (Eddie the Eagle 2015, Rocketman 2019) para hacerse cargo de las ultimas semanas de filmación y la post producción de la película. Farrokh Bulsara (Rami Malek) es un joven parsi que vive en Londres y sueña con ser músico. Un encuentro fortuito con los integrantes de la banda Smile, el guitarrista Brian May (Gwilym Lee) y el baterista Roger Taylor (Ben Hardy), lo pondrá en el camino al estrellato. Juntos formarán una banda de rock legendaria, Farrokh se convertirá en el icónico Freddie Mercury, comenzará una relación con Mary Austen (Lucy Boynton) a la vez que conoce los excesos que vienen aparejados con la fama y explorará su sexualidad. La película traza un recorrido narrativo que va desde la formación de Queen, su ascenso a la fama mundial de la mano de grandes éxitos como Bohemian Rhapsody, Love of my Life y We Will Rock You, las constantes tensiones entre los integrantes de la banda hasta culminar en la mítica presentación en el Live Aid de 1985, para muchos, la mejor presentación en vivo de una banda de rock. Desde el vamos Bohemian Rhapsody es una película que tenía una vara muy alta por parte de los espectadores que esperaban una película que esté a la altura de la leyenda de Queen, que sea tan encantadora y carismática como Freddie Mercury. Las primeras reacciones de la película hablaron de un film bastante tradicional y poco inspirado, pero eso no significa que nos encontremos ante una mala película. De hecho Bohemian Rhapsody es todo lo contrario. La película de Singer/Fletcher funciona como una suerte de “biografía autorizada” de Queen y Mercury, una pequeña ventana para espiar dentro de la intimidad de la banda, para conocer como se cocinaron algunos de sus más grandes éxitos. Bohemian Rhapsody peca de ser una biopic convencional, de presentar una historia casi carente de conflicto, y los pocos que si tiene los resuelve de forma simple. Cuando las biopics de formula tienen una historia que no es lo suficientemente interesante o inspiradora para captar la atención del público terminan siendo un bodrio, pero este no es el caso. La riqueza de la historia de la banda, la genialidad de su música y el magnetismo de sus actuaciones en vivo logran elevar una película normal hasta convertirla en un verdadero espectáculo. No esperen encontrar un relato sórdido sobre las descontroladas fiestas y orgías de Freddie, no busquen la “historia jamás contada” de Queen. Bohemian Rhapsody es una celebración de la genialidad y la leyenda de Queen y Mercury. Un crowd pleaser diseñado para hacerte mover los pies y cantar al ritmo de una de las bandas más grandes de la historia. Rami Malek no cantará con su voz pero sí se entrega con todo al papel de Freddie Mercury. En ningún momento lo vemos desaparecer en el papel de Freddie pero si hay un trabajo de lectura y aprendizaje del lenguaje corporal y el carisma de Mercury que es verdaderamente admirable. Lo mismo corre para Gwilym Lee (es IGUAL a Brian May) y Ben Hardy y Joseph Mazzello en menor medida. Se brindan con todo para dar una actuación convincente y nos terminan vendiendo la figura de estrellas de rock. De más está decir que la película brilla en todos los rubros técnicos: desde el sonido, la cámara, el diseño de arte y vestuario y la fotografía. Todo impecable, como acostumbran las producciones de grandes estudios. El principal fuerte de Bohemian Rhapsody es el material de base sobre el que se construye: el legado de una de las leyendas del rock. Una película capaz de hacerte sentir, bailar y cantar, una película que logra emocionarte en su secuencia final y salir del cine tarareando canciones nunca puede ser mala.
El tema que da titulo al film de Bryan Singer es una de las piezas musicales más reconocidas de la banda británica Queen y de la historia del rock. Con su fuerza operística, sus cambios de estilo y la poética nacida de su letra, el tema en cuestión es una obra maestra cargada de la fuerza de cada uno de los miembros del grupo. El film nos muestra su creación en un muy logrado montaje que se eleva todavía más gracias al poder de la música, y eso lo hará en cada momento que se acuda al repertorio de temas. Pero, a diferencia de Bohemian Rhapsody, la estructura narrativa no cuenta con la fuerza ni con la poética, ni siquiera con la importancia de todos sus miembros, lo que lo convierte en un film sin mucha forma. La industria cinematográfica ama llevar a la pantalla la vida de grandes personalidades artísticas, y Bohemian Rhapsody es una biopic más dentro del largo listado. Para ser la historia de Freddie Mercury (Rami Malek), un cantante y compositor que supo marcar su lugar, su estilo y hacer parte de ello a sus seguidores, el film de Singer resulta algo tibio en todos los puntos que opta centrarse dentro de la vida del artista. Con un desarrollo un tanto episódico, no se permite al espectador involucrarse sino que más bien se lo deja apartado, disfrutando ocasionalmente de los grandes éxitos de la famosa banda. La caracterización e interpretación de Malek sobre el escenario lo hace brillar, aunque si de parecidos ha de hablarse, Gwilym Lee lo supera sobremanera en la piel de Brian May. Pero es en los pasajes de Mercury fuera de los escenarios o las grabaciones de estudio, donde el dramatismo nunca termina de funcionar del todo, tanto por la actuación de Malek como también por la manera escogida de narrar. El film no se desarrolla de manera natural, sino que apela a una fórmula reiterada que varía entre pequeños momentos de la vida de Mercury —formar la banda, conocer a su amada Mary (Lucy Boynton), lidiar con la discográfica— y la sucesión de clásicos como Killer Queen, Love of My Life, Somebody to Love, entre otros. Si bien esto no supone un problema al comienzo, además de que la presencia estética del film funciona perfectamente para lo que se quiere contar, la reiteración y la larga duración terminan por agotar el recurso de su narración. Cada momento musical supone un respiro y disfrute, pero ello tiene pocos méritos en relación a lo que es la construcción cinematográfica, la cual debe su vitalidad a la banda en sí. Sin embargo, todas estas menciones que comienzan a resultar una molestia dentro del film no son realmente el problema del mismo, que apela simplemente a una estructura básica de las biopics sobre artistas musicales. El problema reside más allá de la manera de contar y lo que supone el punto flojo es en realidad lo que se cuenta. En mayor o menor medida, todos los acontecimientos en la vida de Freddie Mercury que son retratados no son más que datos o episodios ya conocidos. No hay muchos elementos en juego que aporten una mirada distinta o una relectura acerca del cantante. Y esto se debe a que no hay una honestidad a la hora de hablar de Mercury sino que más bien se busca resaltar la figura del músico como creador y talento absoluto. Incluso los errores que suele cometer, las disputas y el distanciamiento con la banda y las personas que lo quieren se ven relacionados a la figura de un “villano” de más acartonado, en sus intenciones y en su relación con el protagonista. Temas que podrían poseer una presencia más importante como lo es la homosexualidad y el Sida solo se ven presentados sin ahondar demasiado, sin jamás comprometerse realmente con lo narrado —las decisiones tomadas y la sexualidad de Mercury solo se ven reducidas a un rápido montaje, como quien muestra algo con culpa. Bohemian Rhapsody nunca termina de alcanzar toda la grandiosidad y honestidad para hacer honor al cantante y a la banda, más allá del talento que poseían sus miembros, algo que no requiere de un film para ser descubierto. La película está lejos está de ser un desastre, ya que funciona discretamente desde su apariencia estética y musical, pero si hay intenciones de observar más de cerca lo que se encuentra, no es más que un film demasiado tibio en su propuesta. Así como Brian May con toda sinceridad le dice a Roger Taylor (Ben Hardy) que el tema I’m in Love with My Car carece de fuerza, lo mismo ocurre con Bohemian Rhapsody. Al menos, nos queda la canción.
La película sobre Freddie Mercury y Queen venía cruzada desde el principio. Primero por la baja de su protagonista original, Sacha Baron Cohen. Y a último momento por el despido de su director, Bryan Singer (Los sospechosos de siempre, X-Men), que igual aparece acreditado como realizador de este aguisado que tuvo su toque final de cocción a cargo de Dexter Fletcher (responsable de la biopic sobre Elton John, que está en pleno rodaje). Después de tantas idas y vueltas, lo cierto es que hay pocas cosas destacables en Bohemian Rhapsody, un film despachado cual expediente sin mayores hallazgos ni vuelo artístico. Que la banda sonora es insuperable, eso se da por descontado desde antes de ver la película. Que la caracterización de Rami Malek en la piel de Freddie Mercury es eficaz, resulta un desafío conquistado frente a tamaño ícono de la historia del rock. Esta producción, que debutó en el número 1 de la taquilla argentina, concentra su acción durante los años '70 y '80. Cubriendo un arco que va desde el momento en que Mercury ingresa a la banda Smile, tras la deserción de su cantante, para pronto rebautizar el proyecto que lo llevaría a la gloria bajo el nombre de Queen. Y llegando al apoteósico concierto Live Aid, donde el legendario cuarteto compartió la grilla del multitudinario evento benéfico junto a figuras como David Bowie, Paul McCartney y The Who. Puesta en piloto automático desde los primeros minutos, la fórmula de Bohemian Rhapsody respeta a rajatabla los muy transitados esquemas de la películas que narran el ascenso al estrellato de algún mito de la escena musical. El film pasea por varios momentos clave en la vida de Freddie, sin desarrollar ni conmover con ninguna instancia en particular. El esbozo de algunas tensiones familiares, su incondicional vínculo de amor/ternura con Mary Austin (a quien le dedicó el single Love of my life), la historia de pareja/manipulación con su manager Paul Prenter, y el reencuentro con Jim Hutton, un querible tipo que conoció fugazmente en un hotel; pero que se transformó en su verdadero ladero hasta el final de sus días. Todo está retratado sin mayor detalle, con el típico ritmo picado y la nula profundidad que caracteriza a cualquier serie promedio de Netflix. Hasta el entramado vincular entre el líder Queen y sus compañeros de banda, es presentado entre la algarabía y uno que otro chispazo, con todos los actores encarnando correctamente a Brian May, Roger Taylor y John Deacon; pero sin generar una lograda alquimia entre los personajes. Cada pasaje, funciona como una excusa para hacer desfilar los inmortales hits propulsados por el popular team británico, pero detrás de eso no hay mucho más. Criaturas y conflictos con poca carnadura, y una nula voluntad por parte del realizador de practicar una apropiación artística del intenso mundo de Freddie Mercury. Exceptuando los momentos en que con cierta frescura, la película ilustra el detrás de escena de la creación de himnos como Bohemian Rhapsody, o el no menos legendario We will rock you; todo resulta demasiado pasteurizado. El público podrá corear a sus anchas las canciones desde las butacas, en una propuesta que definitivamente tiene más clima de karaoke, que de inmersión en la apasionante vida de uno de los front man más carismáticos de todos los tiempos. Con la supervisión de Brian May y Roger Taylor, esta biopic podrá irritar a los puristas más expertos en la historia y discografía de Queen. Por momentos, alguna canción aparece en el eje cronológico del relato antes de haber sido grabada, y hay desajustes entre algunos conciertos emblemáticos y episodios de la vida personal de Freddie. Por otro lado, al buscar la versión más lavada del poderoso líder de la banda, el film pierde entre otras tantas cosas, la chance de abordar con solvencia el fenómeno de aceptación mundial que Mercury conquistó, sobre todo en el ultra homofóbico territorio del hard rock de comienzos de los '70. Como punto de nobleza, es loable que Bohemian Rhapsody inmortalice a Freddie Mercury en un hito triunfal como del mencionado concierto Live Aid, aunque el pasaje se estire por demás, reproduciendo en versión completa éxitos como Hammer to fall y Radio Ga Ga. Afortunadamente, el film evita el golpe bajo y el desborde lacrimógeno de mostrar al ídolo en estado de decrepitud. Así y todo, queda más la sensación de un aséptico paseo por Wikipedia, que de vibrante recorrido por las entrañas de un ícono tan único como descomunal. Bohemian Rhapsody: la historia de Freddie Mercury / Bohemian Rhapsody / Reino Unido-Estados Unidos / 2018 / 134 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Bryan Singer / Con: Rami Malek, Lucy Boynton, Gwylim Lee, Ben Hardy, Joseph Mazzello.
La banda que quiere parecerse a Queen en la decepcionante Bohemian Rhapsody bien podría ser cualquier grupo de rock del montón, con la salvedad de que recrea fragmentos de canciones que han motorizado la emoción de millones. Esa empatía forzada, casi extorsionadora, a la que recurre el filme del retirado-antes-de-tiempo Bryan Singer para compensar una épica inexistente es el mayor defecto de una película ñoña e insufrible. En un arco perezoso que abre y cierra con el multitudinario Live Aid de 1985, Bohemian Rhapsody reduce la vida de Freddie Mercury (Rami Malek) a un anecdotario lineal, apresurado y caricaturesco. La llegada a Londres seguida de cargadas por su origen “paki” y dentadura exagerada, la visita a un pub donde conoce a sus colegas instrumentistas, el flechazo instantáneo con Mary Austin (Lucy Boynston), las chicanas con los mánagers y las primeras giras marcan el inicio del filme, que subraya cada hito biográfico con indolente torpeza: “Nunca mirar atrás”, dice Mercury frente al piano familiar en el instante inocuo en el que decide transformar algo tan trascendental como su apellido; himnos como Bohemian Rhapsody, Another one bites the dust o We will rock you nacen por un azaroso rozar de teclas, batir palmas o ensayar un riff en el bajo; el ascenso imparable de la banda inglesa se ilustra con carteles manidos que enumeran locaciones o estadios por donde el grupo va tocando sin transmitir el magnetismo que evidencie tal evolución. La película comete así el error común de mencionar lo que sucede en vez de desplegarlo: los músicos se definen como “inadaptados” por actos adolescentes como romper una ventana o se habla de los “excesos” del cantante cuando solo se muestra a un adonis semidesnudo que pasó la noche con Mercury, una línea de cocaína sobre una mesa y una fiesta de cotillón lejana a las orgías freak asociadas a Queen. La misma lógica ingenua se traslada a la sexualidad de Mercury, que va y viene entre tenues relaciones con hombres y el amor que siente por Austin, cuya reconciliación tras la salida del clóset adviene en un ridículo juego de luces que ambos intercambian desde sus cuartos. El sida se anuncia por la pregunta de un periodista tan insultante como ese recurso narrativo a futuro y el diagnóstico de la enfermedad se da a conocer en una rarísima escena de hospital, que más tarde sus compañeros asumen con la tristeza banal de una apendicitis. Malek –en consonancia con el vestuario, por otro lado fecundo viniendo de Queen- es lo mejor de la cinta gracias a su simbiosis progresiva con Mercury, de quien logra emular perfiles, entonaciones y movimientos de silueta, aunque no sin imperfecciones: el gesto redundante de sacar la trucha y abrir los ojos lo acerca a una cruza de Mick Jagger con Zoolander y la actitud arrogante se torna cansadoramente bidimensional. Es interesante contrastar el díptico de Lorena Muñoz a la luz de esta fallida biopic hollywoodense: tanto Gilda como El potro encarnan una sensibilidad popular aquí inhallable. Floja de guion y con un Singer errático que perdió sus poderes mutantes, Bohemian Rapsody muerde el polvo bajo presión de esa cosa pequeña llamada corrección: la marca celosa del guitarrista Brian May y del baterista Roger Taylor –que oficiaron de productores– deriva en una oficialidad letal para el filme, digno como merchandising didáctico para convencidos y bochornoso al confundir magia musical con karaoke y cine con publicidad.
Llega al cine, después de muchas idas y vueltas, Bohemian Rhapsody, que recrea la vida de Freddie Mercury y la formación de Queen. Para volver a disfrutar de las canciones reviviendo un mito. Hay personas reales cuya existencia es más rica que una ficción. Y cuando el cine las cuenta, ese mismo querer construir una película más grande que la vida hace que, casi siempre, se quede a mitad de camino sin conseguir más que un destello en lugar de la irradiación de una estrella. Algo de eso padece Bohemian Rhapsody. Además de los efectos provocados por los cambios de elenco (Sacha Baron Cohen se fue por diferencias artísticas), de dirección (Singer fue despedido y reemplazado casi en el final por Dexter Fletcher, quien aparece en los créditos como productor ejecutivo) y la producción de dos miembros de Queen (May y Taylor) que tenían una idea no debatible sobre lo que querían retratar y, especialmente, cómo. La película relata el tiempo que transcurre entre 1970 y la llegada de Freddie Mercury (Rami Malek) a la banda que luego será Queen y el recital Live Aid de 1985. En ese lapso se desarrollará la personalidad de cada uno de los miembros del grupo musical (prestando especial atención en la del frontman) y la dinámica de vinculaciones afectivas, personales y profesionales, pero también se muestran los procesos creativos de composición, el éxito, las diferencias, la separación y el regreso a los escenarios. El film queda atado al género de las biopics con sus fórmulas remanidas, sus clisés y sus estereotipos. El cuentito es básico y plano y se procura ocultar por la catarata musical cuya vigencia es incuestionable. Mientras, se suceden los dramas de la soledad del artista, las confrontaciones familiares por tradiciones y mandatos paternos, el ascenso de una banda y las disputas comerciales de las discográficas y los riesgos artísticos de los músicos, tratados a veces con humor e ingenio y en otras con didactismos y mensajes de autoayuda; los momentos de recitales son los más logrados por su fuerza y empatía. Todo los sucesos que tienen que ver con la intimidad del cantante, sus deseos, sus miedos y sufrimientos por no poder asumir -ya ni siquiera públicamente sino en privado- su homosexualidad, sus excesos, sus contradicciones, el HIV en un tiempo en que sólo era estigmatización y muerte, aparecen lavados y tratados con un puritanismo sorprendente. Como si se hubiera decidido hacer una película de rock star para la familia aunque, afortunadamente, sin llegar a la hagiografía. Los últimos 20 minutos son de una fuerza arrolladora con el uso de los mejores recursos del melodrama para “resolver” los vínculos humanos y del documental para registrar la performance en Wembley. Imposible no emocionarse. Pero ese plus artístico que se une al personal de cada espectador, que revive su propia experiencia ante lo que está viendo, pocas veces aparece en el resto de los 135 minutos que aun así no pesan. A pesar de todo, la recreación de época, las actuaciones, las caracterizaciones, la entrega de Rami Malek (que seguramente le dará su merecida nominación al Oscar) y las canciones imbatibles de Queen son razones atendibles para elegir Bohemian Rhapsody.
Cuando llega al cine parte de la historia de algún personaje emblemático y/o famoso es todo un desafío para cualquier director y guionista. Aquí todo comienza en 1970 mostrando a un joven adolescente de origen pakistaní, inquieto, con mucha personalidad que por las noches salía a tomar cerveza y a escuchar una banda. Un día justo esta banda se queda sin vocalista y por esas cosas que tiene la vida, Freddie se ofrece a Roger Taylor (Ben Hardy) y Brian May (Gwilym Lee), estos cuando escuchan el registro de su voz quedan sorprendidos y lo aceptan sin dudarlo. Luego se suma a la banda John Deacon (Joseph Mazzello). Vamos viendo como era Freddie (Rami Malek, “Noche en el museo: El secreto del faraón”), como llega a su vida el amor de una joven muchacha Mary Austin (Lucy Boynton, Asesinato en el Expreso de Oriente”) humilde, trabajadora, con una mirada expresiva, quien lo ayuda, lo acompaña y lo contiene mientras puede, él le compuso “Love of my Life”. Llega el éxito mundial de Queen y comenzó a distanciarse de ella, Mary sospecha que le es infiel, pero un día él mismo le dice: “Creo que soy bisexual”, a lo que ella responde “Creo que eres gay”. Ellos lejos o cerca siempre mantienen el vínculo. La fama de Freddie cautivó a su público, era un ser muy creativo, el crecimiento de la banda fue increíble incluido su primer contrato con el sello EMI, pero también sufrieron ciertos vaivenes y errores que llevaron a la separación de la banda. Los cimbronazos también llegaron en su vida personal, con su pareja Jim Hutton (Aaron McCusker, “Dexter”), la traición de Paul Prenter (Allen Leech), quien le daba drogas, le organizaba fiestas y donde no faltaba el alcohol. La cinta tiene varios momentos de belleza visual, magistrales, es divertida y dinámica, habla de los problemas sexuales, con las drogas, el alcohol pero todo está sugerido, la relación con Paul Prenter como término, la primera hora pasa muy rápido y tiene sus toques dramáticos. El actor estadounidense Rami Malek debería ser nominado a los Premios Oscar por su papel como Freddy Mercury ya que logra la gestualidad, los movimientos y el carisma del cantante. Usó una prótesis en su boca, no le cambiaron el color de sus ojos y de esa forma utiliza mejor su mirada, en el canto mezcla entre Malek, el cantante canadiense Marc Martel (tiene su color de voz) y en otros momentos Freddi Mercuri. Están geniales: Gwilym Lee como Brian May y Joseph Mazzello, más flojo es Ben Hardy como Roger Taylor, correctos: Mike Myers como Ray Foster de la discográfica; Lucy Boynton; Aaron McCusker; entre otros. “Bohemian Rhapsody” va desde 1970 hasta 1985 con el concierto “Live Aid” con una duración de unos 15 minutos para disfrutarlo, lo vivís como si estuvieras en un concierto, para vibrar en tu butaca, una banda sonora y fotografía increíble. Una pena que las canciones no se encuentren subtituladas. Tiene un final un poco abrupto y queda un poco afuera su soledad, su enfermedad, porque no la llevan hasta 1991, dentro de los créditos finales se hace dicha referencia y hay imágenes de los verdaderos personajes. Freddy Mercury lucho contra sida en una época que no se conocía mucho de la enfermedad y no había casi medicamentos.
Existen dos formas de calificar a la película Bohemian Rhapsody, que supone ser el homenaje a la mítica banda llamada Queen, y a su inolvidable vocalista Freddie Mercury. La verdad es es que como homenaje funciona, nos da una gran dosis de entretenimiento, música y emoción, pero la otra realidad es que como película resulta ser un biopic edulcorado y muy superficial. La música de Queen y la interpretación de Rami Malek como Mercury salvan las papas. Tenemos a Queen, a Freddy Mercury, sus mejores canciones y los momentos emblemáticos de la banda ¿Que puede salir mal ? La realidad es que está combinación no sale mal , aunque a nivel cinematográfico el film resulta genérico a la hora de contar una serie de sucesos a modo de biografía , pero con la intención de ser anecdótica y superadora con el fin de entretener. Toca decir que momentos emocionantes y emotivos tiene, pero estar frente a la pantalla reviviendo sus mejores éxitos parece resultar suficiente, y por ello, el film no trata de ir más allá de eso. En cuanto la historia personal de Freddie Mercury, también está mostrado de una forma liviana, intentando no profundizar el costado más dramático del relato, pese a la buena interpretación de Rami Malek. De todos modos, la intención principal de esta cinta es hacer un homenaje a la banda en su conjunto , y por ello nos regalan grandes momentos como el concierto Live Aid, en el cual le perdonamos casi todos sus errores. Rami Malek logra brindar una interpretación sólida, que nos revive una parte de un Freddie Mercury, algo que resulta muy difícil hacerlo realidad. Sabia la decisión de que no sea el actor quien cante en la cinta, porque de haber sido así , se habría perdido la escencia de la voz de un artista único. A pesar de que Freddie Mercury tiene una biografía en la que se pueden explorar una infinidad de temas, tanto en lo musical como en su vida personal. Se ha optado por contar una versión más simple y comercial, dejando a un costado el lado más artístico de este personaje. Se trata de un simple recorrido de una gran banda musical, y que a pesar que su genérico relato, logra darnos buenos momentos con la música que maravilla a muchos fans y una interpretación de Mercury perfectamente construida.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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"La fortuna favorece a los atrevidos" fue un mantra motivacional para Freddie Mercury. Lo favoreció a él y al legendario grupo Queen durante más de una década, pero nunca abandonó su música, como demuestra esta película biográfica, impulsada por la deslumbrante actuación de Rami Malek.
Es sabido que un filme en el género biográfico es imposible que sea abarcativo en su totalidad del personaje que intenta contener en lo que dura su proyección. Mucho más tratándose de un sujeto tan contradictorio, icnográfico, admirado, y amado como lo fue Freddie Mercury, el cantante transformado en líder de la mítica banda Queen. La primera secuencia de esta producción nos mete de lleno en lo que será lo mejor que posee la cinta, sus presentaciones en vivo, realizada con un nivel de excelencia en todos los sentidos, desde la construcción y el desarrollo de la misma, sus idea del montaje, el uso del color y el manejo de la cámara, del mismo modo juega la actuación de Rami Malek, poniendo el cuerpo y el rostro a su personaje. Este inicio nos instala en lo que será una gran analepsis, predispone a ver algo diferente, no parece ser una más, sin embargo pareció muy difícil, lo era, el sostener las cualidades y la calidad de ese comienzo. Desde lo narrativo hace un salto temporal a los comienzos de Freddie, cuando todavía era Farrokh Bulsara, un joven de origen Hindú, Parsi específicamente Todavía trabajando de empleado en una empresa., miembro de una familia tradicionalista, una madre condescendiente con el hijo, sumida de su marido, un padre que tardará en aceptar que su hijo es alguien muy distinto de aquel que él se había proyectado. Seguidor de un grupo de rock, “Smile”, hasta que se presenta la oportunidad de su vida, cuando el cantante de este grupo decide abandonar la banda él da pruebas de su talento. El clímax emocional durante todo el filme va a estar dado por la música, nunca hay algo de ese orden en la recreación de la propia historia, ni en el drama ni en algún momento de genuina felicidad. No es que los responsables hayan querido dejar de lado las zonas oscuras del representado, están en vilo de manera constante, sus relaciones amorosas, su sexualidad casi sin ser mostrada, su decadencia con las drogas y finalmente su enfermedad, anunciada. Nunca se va a ver el deterioro, como si lo que se quisiera preservar es la imagen tan fascinante, extravagante, como inconformista del cantante. Fuera de lo estrictamente musical la producción tiene muy pocas virtudes, será por lo enunciado anteriormente, será por terminar siendo demasiado superficial en la búsqueda del alma, del interior de un ídolo imposible de asir. Lo cierto que son muy pocos los momentos en que el registro dramático se acerca a su par sonoro, mayormente estos están dados en la imagen de Bryan May, muy bien interpretado por Gwilym Lee, tanto desde lo corporal como lo que demuestra desde la mirada cada vez que es necesario un cambio de sensaciones y sentimientos encontrados. Quien refrenda en su caracterización al amigo y simultáneamente la admiración que le despierta la presencia del cantante, el uso del espacio del escenario y el manejo de los espectadores, ya transformados en fanáticos. Sucede lo mismo cuando el texto fílmico se detiene en los momentos de creatividad del grupo, las motivaciones de cada uno, el llevar al extremo las virtudes de cada integrante de la banda. El inconveniente es que estos lapsos, son muy pocos a lo largo de los 134 minutos que dura el filme. El cine parece que ha quedado en deuda con la figura, los fanáticos podrán no quedar totalmente satisfechos con el recorte que se hizo de su vida, todos se subyugaran por las escenas musicales. Para ello también hay muy buenos videos.
La historia de Freddie Mercury": una película atrapante, hipnótica, emocionante sobre el ídolo pop El director Bryan Singer ha combinado en sus películas buenas y malas producciones. Entre las primeras podemos mencionar títulos fundamentales como Los sospechosos de siempre y Operación Valquiria. Sin embargo, Bohemian Rhapsody, su último biopic detrás de cámaras, se posiciona por encima de otros filmes. La historia de Freddie Mercury y de la agrupación Queen resulta atrapante, hipnótica, emocionante. Una obra maestra plagada de buenos momentos, canciones clásicas y personajes memorables. La trama repasa los inicios de la banda, sus primeros shows, sus grabaciones osadas y experimentales, la relación de camaradería entre ellos, el éxito, la popularidad y también las peleas internas. El centro del relato enmarca a Mercury como el alma de la agrupación. Así, somos testigos de su vida familiar, su romance/amistad con Mary (su musa inspiradora) su experimentación sexual, los excesos, las caídas y redenciones. Hay una lograda reconstrucción de época, la movida londinense de los setenta genera una atmósfera repleta de colores, luces y ambientes lisérgicos. Los decorados y vestuarios van mutando a medida que avanza la trama y los años, y la banda va encontrando nuevos estilos. El elenco hace un trabajo notable. Obviamente Rami Malek como Freddie se luce por sobre el resto logrando los gestos, movimientos y recreando el espíritu del cantante sin caer nunca en la imitación. El actor no canta, ya que sería una blasfemia suplantar la voz del líder de la banda. Apenas arranca el filme resulta raro oír la voz original saliendo de los labios del intérprete, pero luego se torna natural y no molesta. Malek se aleja del karaoke, viviendo cada tema musical en cuerpo y alma. Por su parte, Gwilym Lee es un clon de Brian May, se mueve y ejecuta la guitarra como el músico de enrulada cabellera. Los demás intérpretes, Joe Mazzello y Ben Hardy, también lo hacen bien. Un párrafo aparte merece Mike Myers, en un rol que resulta un guiño a aquella mítica escena de El Mundo según Wayne en la que sonaba "Rapsodia Bohemia". El director recrea casi por completo el "Live Aid", un recital fundamental en la carrera de Queen, 20 minutos de metraje que son puro deleite y que funciona como un viaje en el tiempo al Estadio Wembley en los 80. El filme es un ejercicio fílmico nostálgico y emocionante que los fans de la banda disfrutaran de principio a fin. Un respetuoso homenaje a un ícono, un emocional recorrido por las canciones que han marcado la vida de varias generaciones. Bohemian Rhapsody, al igual que la canción así titulada, toca las fibras más íntimas de los espectadores. Vale llorar durante varias secuencias del filme. "Dios salve a la Reina".
El repertorio histórico de Queen es inoxidable y es de ese conjunto de canciones que entusiasma a cualquiera con dos compases. La verdad, esta historia de Queen y biografía de Freddie Mercury no es buena, pero seguro le va a gustar a mucha gente. Es difícil decidir en este caso porque dos factores hacen que uno se sienta entusiasmado mientras ve la película, encantado –en el sentido de las hadas– aunque al salir a la luz fuera de la sala, inmediatamente se rompa el hechizo. Esos dos factores son el trabajo de Rami Malek como Freddie –que era en sí mismo un personaje increíble, por lo que todo extremo es bienvenido en este caso y Malek sabe dosificar la extravagancia– y la música. Porque el repertorio histórico de Queen es inoxidable (por lo menos hasta The Game, dice el autor de esta página, impecable y clásico), y es de ese conjunto de canciones que entusiasma a cualquiera con dos compases. Y la música está y el recuerdo de Mr. Mercury, también y afiatado. Entonces uno se deja llevar por las arbitrariedades de un guión más cerca de Billiken que de “Sed de vivir”, por poner un caso, o por ciertas resoluciones a reglamento, o por la falta de peso de las relaciones entre los personajes. Como si importasen más las escenas sueltas –las escenas sueltas de Freddie, claro– que la película. En todo caso, los momentos de humor y la reconstrucción de recitales son perfectas, aunque la película es más una hagiografía ilustrada que un cuento con un sentido. Se la pasa bien, incluso muy bien, pero quizás solo escuchar “A night at the Opera” pueda suplir la experiencia del film.
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No hay por qué negarlo. Después de ver "Bohemian Rhapsody" uno sale del cine emocionado, en estado de gracia y con los himnos de Queen resonando en la cabeza. Pero esta excitación y este entusiasmo no pueden nublar el juicio sobre la película, que es otra cosa. La demorada (y esperada) biopic sobre la vida de Freddie Mercury se encuentra en un balance perfecto: tiene tantas virtudes como defectos. Por cada acierto suma una torpeza, desde el primer minuto. No es de extrañar que su principal defecto sea la superficialidad del relato, teniendo en cuenta que dos integrantes de Queen (Brian May y Roger Taylor) figuran como productores ejecutivos. Esta es una "historia oficial" bastante lavada, donde los hechos se cuentan como en una cronología de Billiken, con frases trilladas para hacer dulce. Los orígenes de Mercury, sus relaciones y sus elecciones sexuales pasan por la pantalla como un recital más o la edición de un disco. Entonces a la película le falta carnadura, y uno no termina de creer en los personajes. En el haber, por otro lado, hay varios ítems, aunque ninguno llega a conformar un hallazgo. El casting, en primer lugar, es genial. Rami Malek no imita a Mercury, lo personifica. Y el resto de los integrantes de Queen está a tono. El ritmo narrativo es efectivo (la película tiene pocos baches en sus 134 minutos) y su estructura circular funciona muy bien: empieza y cierra con el histórico concierto del Live Aid de 1985, donde Queen tocó para una multitud, pocos días después de que al cantante le diagnosticaran sida. Sin golpes bajos ni efectismos, y con una recreación que transmite la potencia de la banda en vivo y el carisma de Mercury como showman, "Bohemian Rhapsody" logra captar ese último y épico momento de gloria.
Colosal, lúcida, intensa. Como Queen, así es Bohemian Rhapsody. Desbordante de energía, musical hasta la médula, carente de morbo innecesario, ver esta esperada película sobre la vida de Freddie Mercury es una de esas experiencias que pasan muy cada tanto, cuando todo se alinea. Normalmente acá escribiría una sinopsis y opinaría mal-bien-esto-me-ha-parecido, pero Bohemian Rhapsody no me lo permite. Porque no fue solo ver una película, fue mucho más. Salí del cine con un nudo en la garganta, como sobrepasada por lo que había acabado de ver. Poco más de dos horas de las mejores canciones de la historia, llevadas adelante por actores inspiradísimos (y parecidísimos) haciendo el papel de sus vidas, para narrar un guion que cuenta justo lo que debe. Ahí donde se esperada el morbo de la vida íntima de Freddie Mercury, alcanzó la puerta de un baño público, alcanzó una toma en una discoteca con él abriéndose paso entre decenas de hombres al ritmo de “Crazy little thing called love”. ¿Hace falta más? No. Para eso están todo el resto de las películas y series. Freddie y Bohemian Rhapsody van más allá. También alcanza una mesa con polvo blanco para hablar de adicciones, sin necesidad de rebajar al ídolo y mostrarlo de forma cruda en sus miserias para que entendamos que tuvo que lidiar con eso. ¿Hace falta más? Tampoco. Las películas biográficas o basadas en hechos reales tienen el desafío de contar algo más y llegar a destino de una forma suficientemente buena como para tenernos comiendo de su mano aun cuando sabemos cómo termina. En este caso, la clave es el detrás de escena de la creación de las canciones. Perdón, de LAS canciones. A veces parece que todo es frivolidad y vacío. En tiempos de efectos especiales, de filtros, de letras que no dicen nada y de melodías confusas, cuando es estrella quien muestra todo sin decir nada, ahí, abriéndose paso entre el fango, aparece el diamante dispuesto a brillar. Y ahí estamos nosotros, que vamos a una sala a que nos cuenten una historia, mirando encantados cómo se gestó la música que musicaliza nuestras vidas. Sí, porque esa es la diferencia: Bohemian Rhapsody es una película sobre música. Y no olvidemos el humor. Si después de ver Bohemian Rhapsody, escuchás la parte de “Galileo, Galileo” sin recordar una gallina, algo falló. El humor se repite una y otra vez, regalándonos grandes momentos de comedia en una película que pensábamos que era la sórdida biografía de un ídolo que murió joven de una enfermedad espantosa. Y ahí estamos, riendo con los agudos de Roger Taylor (Ben Hardy). O aplaudiendo junto a Brian May (Gwilym Lee), John Deacon (Joseph Mazzello) y las esposas de todos. También ahí estamos, una hora más tarde, celebrando el Live Aid, con un nudo en la garganta, porque sabemos el final que la película no muestra. Bohemian Rhapsody es una película que no falla en nada. Rami Malek se entrega en cada músculo y en cada diente para que nos lo creamos de principio a fin. Y lo hacemos y lo aplaudimos como si del mismísimo Freddie Mercury se tratara, aunque sabemos que no, pero se nota que ha dejado todo para hacérnoslo creer por dos horas. Firmamos, felices, ese acuerdo tácito. Bien hecho, Rami. Con la sensación de haber recibido una muestra gratis de lo que jamás sucederá de nuevo, la película se vive como un pequeño recital de Queen. La oscuridad y la gente ayudan. No lo es, pero un poquito se siente. Después llegará el ritual obligado: volver a descubrir canciones sabiendo un poco más, poniendo la lista de reproducción en modo eterno. Puntaje: 10/10 Duración: 134 minutos País: Reino Unido / Estados Unidos Año: 2018
Crisis de intensidad Muchos fueron los problemas ocurridos durante el rodaje de esta película, siendo el principal el despido por parte de la Fox del director acreditado Bryan Singer (Los sospechosos de siempre, Operación Valkiria). Según varias declaraciones, Singer tuvo grandes diferencias creativas y encontronazos con el resto de la producción, a los que se sumaron sus llegadas tarde, desapariciones del set, problemas de salud de uno de sus familiares y, por si fuese poco, un juicio por haber abusado sexualmente de un menor. Como sea, Singer abandonó la filmación y fue sustituido en determinado punto por el menos experiente Dexter Fletcher. Este dato no tendría importancia si no fuese algo que, en cierto punto, parece haber tenido su efecto en los resultados. Una película que comienza poniéndonos en los zapatos de Freddy Mercury (lo seguimos de cerca con un notable plano secuencia al ritmo de “Somebody to Love”), pero que en varias ocasiones pierde la perspectiva empática y la cercanía, tanto con el protagonista como con el resto de los personajes.
Antes que nada, para valorar Bohemian Rapsody hay que saber qué es y qué no es. Recién después cada uno sabrá si es el tipo de película que esperaba o que uno cree que Freddie Mercury merecía. Entonces, hay que saber que es una película mainstream pensada, obviamente, para un público masivo y que no espera una película de autor. Es una película que no intenta, ni por un momento, abordar en profundidad la personalidad del líder de Queen. Es una panorama general, a veces a vuelo de pájaro, sobre los momentos más significativos de la banda y los de la vida de Freddie. No es un documental, por lo tanto no todo ocurrió tal como se muestra. Incluso hay cosas que nunca ocurrieron. Pero no hay cambios groseros que traicionan la esencia de la historia. Por otra parte, es casi un musical que, ante todo, busca revivir el magnetismo y la energía vital que tenía Freddie en sus conciertos con la banda. Es una película que tiene como objetivo principal hacer que el espectador sienta que está, efectivamente, frente a Queen - por supuesto, las canciones están interpretadas por los verdaderos artistas. Sobre todo, Bohemian Rapsody busca que la experiencia de verla esté cargada de pasión y energía. Ése es el punto central. Y eso sí lo logra, admirablemente. Si uno acepta esta propuesta tal como está, es casi imposible no emocionarse. Y mucho. A grandes rasgos, Bohemian Rapsody narra el devenir de Freddie Mercury, desde poco tiempo antes de existir Queen hasta el recital en Live Aid, en 1985, que solo duró 20 minutos, pero fue memorable. De hecho, la película de Brian Synger (Los sospechos de siempre, El aprendiz, algunas de las películas de X-Men) comienza y termina con Live Aid y en el camino se ocupa de hechos muy conocidos y de otros que no lo son tanto. Entonces, tenemos los comienzos de Freddie, un genio de la música que vivía una existencia común y corriente, su incorporación en una banda prácticamente desconocida, la creación de los grandes éxitos, los primeros momentos de fama llenos de excitación y adrenalina, sus grandes amores, luego las frustraciones y discusiones en la banda, las drogas, las fiestas, la cuota de autodestrucción y una posible derrota final que termina siendo una redención. Por supuesto, también la aparición del SIDA junto con el final que todos conocemos. Sí, efectivamente, es una película de fórmula, no innova dentro del género de la biopic y tampoco busca hacerlo. Pero en tanto producto mainstream de esta naturalieza es impecable. Y una de sus características más sobresalientes es la interpretación de Rami Malek como Freddie Mercury. Sus movimientos, conducta, lenguaje corporal y expresiones no tienen fisura, son convincentes y naturales. Incluso cuando tiene el pelo corto, el parecido con el legendario cantante es impresionante. Verlo es como revivir momentos mágicos que muchos de nosotros vimos en videos clips o recitales. Una de las escenas mejor logradas es precisamente aquella en la que Queen crea la canción Rapsodia Bohemia. Aunque que quede claro que la película no es acerca de Queen, sino de Freddie. O, en todo caso, los otros miembros de la banda aparecen, en mayor o menor medida, en relación a Freddie. Ésta también es una decisión de los realizadores de la película. Como tantas otras cosas, es una decisión que puede ser cuestionada. O no. Eso queda en cada espectador. Un dato interesante: la película muestra muchas de las críticas que Queen recibió al comienzo de su carrera por parte de la prensa especializada. Son todas negativas. Sin embargo, el público terminó adorando a la banda, incluso recibió con beneplácito sus primeras canciones. Quizás podemos pensar, entonces, que lo que diga la crítica especializada no siempre es necesariamente o particularmente importante. O al menos no es tan importante como el amor del público incondicional que reacciona según sus subjetividades y sus emociones más genuinas. Algo parecido pasa con la película: fue rechazada por gran parte de los críticos de cine, aquí y en el exterior. Sin embargo, no deja de llevar gente al cine desde su estreno. Y en muchas funciones los espectadores cantan las canciones. Algo bien deben haber hecho los realizadores para conmover a tanta gente que no son necesariamente espectadores descerebrados. Bohemian Rhapsody (Reino Unido, Estados Unidos, 2018). Puntaje: 8 Dirección: Bryan Singer. Elenco: Rami Malek, Lucy Boynton, Gwilym Lee, Ben Hardy, Joseph Mazzello, Aidan Gillen, Tom Hollander, Allen Leech, Mike Myers, Aaron McCusker y Dermot Murphy. Guión: Anthony McCarten. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Edición: John Ottman. Duración: 134 minutos.
PERSISTENCIA MÍTICA La habitación está oscura, aunque se distingue su ojo abierto. Sentado en la cama tose de espaldas al mismo tiempo que la voz del relator saluda a la gente de Filadelfia. El primer plano a la altura de la nariz registra el recorte del bigote y cómo los vellos caen en el lavabo, mientras que la muchedumbre ingresa a los estadios. Los pies inquietos caminan por entre los gatos y los hombres ajustan las pantallas de transmisión en la camioneta de prensa. Las ruedas del auto avanzan con velocidad; las cámaras se posicionan para el evento del siglo: los conciertos simultáneos en Estados Unidos e Inglaterra del 13 de julio de 1985. Se abren los estuches de los instrumentos y del micrófono, éste último con algunos resabios de los excesos, y tocan la puerta del trailer. La doble mirada se unifica para seguir tanto los pasos como los rebotes del hombre que está a punto de hacer historia con su musculosa blanca, jean desgastado y brazalete de tachas. El telón lo separa de la excitación, las dudas y la fuerte necesidad de pertenecer a todos esos inadaptados hasta que se abre dejando al descubierto a una multitud hambrienta de él. La cámara televisiva lo enfoca convirtiéndose en subjetuva para impregnar al otro público, el del cine, de sus propias sensaciones y completar la consagración. Esa noche, Freddie Mercury se vuelve inmortal. De hecho, el Live Aid funciona como momento bisagra en el filme dirigido por Bryan Singer al comienzo y finalizado por Dexter Fletcher –el primero despedido por “comportamientos no profesionales”, según lo trascendido; el segundo no figura en los créditos–. Por un lado, funciona como el máximo exponente del concepto de familia entendido por la banda, donde los talentos individuales se ponen al servicio de la creación artística, de lo innovador, de la mixtura de géneros, de lo exprimental y del uso de recursos u objetos inesperados. Si bien la prioridad es Queen, también se evidencian las preferencias de la prensa, productores, gente del espectáculo o mánagers por el cantante frente al resto de los integrantes. En consecuencia, el show reivindica el fortalecimiento de los lazos entre ellos, musicales y estilísiticos. Por otro, subraya las repercusiones del evento solidario en el que la actuación de ellos fue elegida como la mejor de todos los tiempos gracias a una encuesta. En Bohemian Rhapsody se muestra en la recreación de algunos de los temas con una conexión completa con el público, en la ráfaga de llamados para donar dinero y en las miradas cómplices de los cuatro durante el espectáculo. De la misma forma que el inicio con el juego de planos y contraplanos que realzan la figura del frontman con una intensidad fragmentada, en la tensión entre los objetos que se transformaron en símbolos y las acciones cotidianas, entre la idea del hombre y lo divino. Porque, a final de cuentas, Freddie se vuelve eterno tanto para los fanáticos como para los compañeros, la familia y los seres queridos. Es innegable el trabajo minucioso para representar los diferentes espacios dentro de lo cotidiano como del espectáculo de las décadas del 70 y 80, las grabaciones en estudio de varios hits, las diversas inspiraciones a la hora de componer –como la repetición de los gritos de Galileo de Roger Taylor o las manos en el piano en Somebody to love –, el propio Live Aid y los fragmentos de los videos musicales Bohemian Rhapsody y I want to break free encarnados por los actores, los cuales aportaron mayor verosimilitud al relato. Tal vez hubiera sido interesante profundizar un poco más en la historia personal de Freddie a través de la familia, de su país de origen, del nombre artístico, de sus sensaciones, de la forma de ver el mundo y de experimentar con el aspecto, la ropa y el arte. La doble mirada se unifica para seguir tanto los pasos como los rebotes del hombre que está a punto de hacer historia con su musculosa blanca, jean desgastado y brazalete de tachas. Esa noche, el inadaptado encuentra su lugar de pertenencia. There’s no time for us There’s no place for us What is this thing that builds our dreams Yet slips away from us Who wants to live forever? Who wants to live forever? There’s no chance for us It’s all decided for us This world has only one sweet moment Set aside for us Who wants to live forever? Who wants to live forever? Who wants to live forever (Brian May) Por Brenda Caletti @117Brenn
Bohemian Rhapsody es un tributo a la famosa banda de rock Queen, su música y a su cantante insigne Freddie Mercury. El film muestra lo que la mayoría de la gente quiere ver: como un humilde maletero de aeropuerto nacido en Zanzíbar de origen indio, se convierte de manera fulgurante en estrella mundial de rock. Al igual que Billy Elliot (Stephen Daldry – 2000), Rocky (John G. Avildsen – 1976) y Good Will Hunting (Gus Van Sant – 1997) el público sabe que se transformarán en grandes bailarines, atletas o matemáticos. Lo interesante es cómo llegan, su proceso, y allí entra en juego la mirada del director que puede ser acertada o no. Sus comienzos, el encuentro fortuito con Brian May y Roger Taylor, su entorno familiar, el vínculo con los representantes de la banda, su primera grabación, la exitosa gira por los Estados Unidos son reflejados por Bryan Singer de manera lineal, cronológica, clásica y rutinaria, sin ningún atisbo de innovación. Sigue paso a paso las etapas de las películas de formación musical: acercamiento a la música, veloz transformación de los protagonistas en excelentes músicos y compositores, epílogo con concierto final consagratorio. El guión bastante pueril, presenta al típico padre castrador que se reconcilia al final con el hijo junto a la madre que todo lo consiente. Por otro lado, la homosexualidad de Mercury se muestra de manera naïve, como si los productores apuntasen a una baja categorización del ente calificador, para así alcanzar la mayor cantidad de público posible. Los roces entre los integrantes del conjunto se minimizan en pos de una armonía, mucho más placentera de ver. Para aquel que no conoce los entretelones del grupo, el film resultará una interesante wikipedia con las distintas etapas por las que atravesaron. Entonces, ¿qué tiene de atractivo para fascinar a una audiencia numerosa y estar varios meses en cartel? En primer lugar la música: poderosa, contagiante, estimuladora, palpita dentro de cada espectador. Imposible permanecer indiferente. Cada compás, la percusión apoyada con movimientos de pies y manos, los primeros acordes de una melodía inmediatamente reconocida, producen una sensación de placer difícil de describir, penetra por todos los poros, cambia el estado de ánimo llevándolo a una felicidad plena. Por otra parte la perfomance de Rami Malek, al principio algo afectada, va creciendo a medida que avanza el film en un gran despliegue actoral y físico. Por último, el típico concierto final, en este caso el Live Aid en Wembley organizado para combatir el hambre en Etiopía, considerado por muchos como la mejor actuación de todos los tiempos de una banda de rock en vivo. El director de la saga X-Men se encuentra cómodo con el manejo de cámaras cuando enfrenta a multitudes o debe utilizar efectos especiales. Sigue los desplazamientos de los músicos por el escenario con buen uso del decoupage, intercala imágenes de los espectadores y de los íntimos que acompañaron a Mercury, descartando por suerte los planos de aprobación. Pone ritmo y agilidad a las acciones en concordancia con la excelencia de los temas que van desfilando. Es el clímax al cual apuntó toda la película y lo logra con creces.
Un biopic correcto y superficial "Bohemian Rhapsody" es el esperado (y accidentado) biopic de Freddie Mercury y Queen. Esperado por todo lo que Freddie y la banda significó para el rock y el mundo de la música en general. Es, por muchos, considerada la mejor banda muscial de todos los tiempos, y me atrevería a decir que es así. La leyenda de Queen permanecerá por siempre en la historia de la música de la humanidad y damos gracias por esto. Por otro lado, digo accidentado porque ha sido un trabajo cinematográfico conflictivo por los problemas que se produjeron con el despido del director Bryan Singer ("X-Men", "X-Men 2", "Los Sospechosos de Siempe") recientemente acusado de acosar y abusar sexualmente de menores de edad. Por esto tuvo que terminar el film Dexter Fletcher, director de la película "Eddie the eagle". También recordemos que quien iba a protagonizar el film biográfico inicialmente era Sacha Baron Cohen que abandonó el proyecto antes de comenzar a filmar por diferencias creativas. Bueno, y así hubo algunos conflictos más entre estudio, Brian May, guitarrista de Queen, directores y actores, que en realidad fueron más fricciones laborales que conflictos de peso. Pasando ya de lleno al film, debe decir que más allá de que visualmente me encantó y fue una verdadera emoción poder ver esos momentos musicales cobrar vida, me quedó un gusto a poco. Todo aquel que tenga un poco de cine encima, se puede dar cuenta a la legua que se cuidó de sobremanera la imagen de Freddie Mercury y Queen, al punto de que terminaban pareciendo una banda pop cristiana más que la leyenda del rock que fueron. ¿Es porque no muestran a Freddie teniendo sexo con hombres, porque no lo muestran drogándose a más no poder o en sus últimos momentos antes de morir de sida? No, no estaba esperando morbo de parte de la producción, pero el haber obviado hechos o momentos de verdadera humanidad de parte de los protagonistas le quita impacto, le quita empatía con el público y nos da la sensación de estar viendo un documental muy cuidado de la MTV y no una peli biográfica que prometía mostrarte el verdadero mundo de Queen. Si yo sólo muestro lo lindo de mi vida, a eso lo exagero y no muestro nada de vulnerabilidad, es muy difícil que alguien pueda conectar de manera profunda conmigo sobre todo si el que está del otro lado sabe que mi vida no es perfecta. Eso mismo le sucede a "Bohemian Rhapsody", se enfuerza tanto en mostrar una pose que olvida de conectar verdaderamente con el espectador. ¿Es malo es film por esto? No necesariamente, sobretodo porque tiene un arma poderosa llamada Rami Malek, un actor que ya había demostrado talento en la serie "Mr. Robot", pero que con este rol se consagra como un intérprete maravilloso. Realmente parece que uno estuviera viendo al verdadero Freddie Mercury, y eso es muy difícil cuando se trata de emular a tamaña figura del entretenimiento mundial. La segunda arma poderosa son las recreaciones de momentos musicales espectaculares como el Live Aid de 1985. Están muy bien logrados y hacen que el espectador se sienta ahí junto a su banda favorita y hasta se emocione. Por todo lo demás, diría que es un biopic de manual pagado por sus propios protagonistas a los que no les parecía OK mostrar toda la verdad por cómo eso podría afectar sus imágenes, lo cual es lógico pero no demasiado bueno para la profundidad de una película biográfica que debió tratar de ser más sincera y menos superficial.
Crítica emitida por radio.
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La fiebre de biopics que inundan la cartelera de la gran pantalla, desde hace más de una década, ha potenciado la condición de este subgénero como uno especialmente rentable. El retrato de notorias figuras de la música, en especial de bandas de rock and roll prominentes y que han marcado un legado musical y cultural, han sido el foco de atención de la industria hollywoodense, posibilitando retratos de íconos de variada índole como Ray Charles, Johnny Cash o Elton John. Este reciente acercamiento cinematográfico a la emblemática banda británica Queen no resulta -en absoluto- una novedad para el séptimo arte: en formato de celuloide habíamos podido disfrutar del histórico su recital brindado en Montreal ’81, llevado a la pantalla grande en el año 2015, bajo la también incipiente moda de rockumentales. De hecho, la concreción de esta biopic data de varios años. Bajo el asesoramiento del guitarrista Brian May y luego de sortear un sinfín de dificultades, entre ellas cambio de director (producto de incomparecencias de Bryan Singer con la productora) y diversas estrellas del firmamento Hollywood que se barajaron como posibles intérpretes de Freddie (el humorista Sacha Baron Coen fue un firme candidato por años), el proyecto vio la luz finalmente, posicionándose como una de las grandes competidores de las premiaciones otorgadas hacia fines de 2018. “Bohemian Rapsody” cumple con su cometido, no sin obviar algunas referencias y lugares comunes a las que recurren este tipo de producciones para tramar un relato biográfico. Sin tratarse de una obra maestra, se permite mostrar los inicios la banda británica y sus negociados con la industria discográfica, al tiempo que sus integrantes buscan hacerse un lugar dentro del competitivo mercado, recreando la composición de la épica canción que los llevará a la masividad, a mediados de los años ’70 (excelente recreación de modas de época mediante). Destaca el desarrollo realizado sobre la figura de Freddie Mercury, cuyo espectro evolutivo abarca desde su humilde juventud -sorteando la incomprensión y los mandatos familiares férreos que anulaban su libertad creativa- al incipiente músico de aspiraciones artísticas visionarias, que no cesó en perseguir su sueño, a pesar de convivir con las dificultades que le acarrea la segregación social y la aceptación de su identidad sexual. No sin ciertos rasgos previsibles, el film prefigura un ídolo de rock catapultado al estrellato de modo meteórico, jugando a sabiendas su rol de impetuoso rebelde (desafiando a los popes discográficos), con aires de divo narcisista (anfitrión de fastuosas fiestas) y caprichoso epítome rockstar (inclusive rozando la banalidad más ridiculizante), sabedor que poseía al mundo entero a sus pies. En extraordinaria interpretación, Rami Malek se consagra encarnando el inconmensurable talento -sobre y debajo del escenario- que portaba Freddie, obteniendo un merecido Premio Oscar en recompensa. También, el retrato realizado por el novel Malek trasluce la frágil humanidad del ídolo. Dueño de una personalidad magnética y un carisma abrumador, Queen hizo gala de su imperecedera magia, poderosa impronta y arrolladora arquitectura sonora, gracias a las dotes de eximio frontman, prolífico compositor y soberbio vocalista de su alma mater. Dos momentos, especialmente, destacan dentro de esta biopic que, cronológicamente, abarca desde los primeros años de la banda hasta su última presentación en vivo. A medida que Freddie superaba sus conflictos personales y las desavenencias que (producto de su disipada vida cotidiana) produjo más de un roce con la banda, “Bohemian Rapsody” nos cuenta el detrás de escena de la homónima composición, épica que el grupo británico grabara para su disco consagratorio “A Night at the Opera” (1975). De aquella obra magna -inesperado sencillo que cautivará al mundo entero- se recuerda la historia que rodea a la gestación de un videoclip gigantesco, a las puertas a un nuevo género de promoción de discos. Una espectacular producción llevada a cabo por Bruce Gobbers, de la que destaca una icónica instantánea del grupo realizado por el precursor fotógrafo del ambiente Mike Rock, utilizado para la portada del álbum. En su desenlace, la película recrea de principio a fin (plano por plano en comparación a la grabación original y recurriendo a doblajes en la voz de Freddie) la histórica presentación de Queen en el concierto a beneficio Live Aid, producido por Bob Geldof, representando una de sus últimas grandes actuaciones en vivo, previo a un retiro de los escenarios una vez estrenado el disco “A Kind of Magic” (1986). La magia cinematográfica permite recrear aquella gesta, ocurrida un 13 de julio de 1985, en el mítico Estadio Wembley de Londres. Singer recrea el perfecto ensamble de una banda a toda cilindrada, mediante un ampuloso juego de cámaras que recrea la escena de un breve pero contundente setlist, del cual se recuerdan, especialmente, versiones de hits inmortales como “Bohemian Rapsody”, “We will rock you” y “We are the Champions’, que el film reproduce de modo ficcionado. Aquí, Malek hace gala de todo su histrionismo, copiando el lenguaje corporal de Freddie para entregar esas performances que la Academia adora premiar. Poco después, la salud de Freddie se debilitaría, anticipando un final ya conocido por todos, y que el film, afortunadamente, no se esfuerza por remarcar, apenas realizando sutiles referencias que no pretenden edulcorar la parte más triste del relato. “Bohemian Rhapsody”, sin ser brillante, le hace justicia al aura resplandeciente de un artista inigualable.