El alma no resucita Tanto Cementerio de Animales (Pet Sematary, 1989) como el gran libro original homónimo de 1983 de Stephen King constituyeron más una reflexión sobre las distintas formas de lidiar con la muerte que una simple historia acerca de cadáveres que vuelven a la vida luego de enterrarlos en determinado campo santo indígena, a lo que se agregaban formulaciones complementarias vinculadas al hecho de que el ser humano nunca aprende la lección (así se tropieza incansablemente -una y otra vez sin cesar- con la misma piedra) y al problema de tener que relacionarse con la familia de la pareja cuando la susodicha está… viva (el sustrato melodramático de desavenencias en el centro del clan se mezclaba con los ardides fantásticos clásicos de La Pata de Mono alias The Monkey's Paw, el archiconocido cuento de 1902 de W.W. Jacobs sobre el trágico devenir de los sueños cumplidos y sus correlatos). Por más que la película original no era perfecta y funcionaba mejor en términos alegóricos que narrativos, sinceramente nadie pedía una remake pero al Hollywood actual de muy pocas ideas esto nada le importó y aquí tenemos una flamante traslación de la novela de King, quien por cierto había firmado el guión del opus de 1989 de Mary Lambert: los directores a cargo de la faena, Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, aquellos de la gratificante Starry Eyes (2014), redondean un trabajo bastante digno que modifica algunos ítems de la propuesta original aunque consigue respetar el espíritu deliciosamente tétrico y morboso de base, lo que en la praxis significa que ahora es la hija -y no el nene/ bebé- del matrimonio protagónico el que muere y que se refuerza la poderosa idea de fondo de la destrucción familiar mediante un desenlace un poco más cáustico que conserva lo “no dicho” de antaño. La trama vuelve a girar alrededor de la llegada de una parentela de burgueses de buen pasar a una casa inhóspita de Maine, compuesta por el padre médico Louis Creed (Jason Clarke), la madre ama de casa Rachel (Amy Seimetz), la alumna de primaria Ellie (Jeté Laurence) y el crío pequeño Gage (Hugo y Lucas Lavoie). Cuando fallezca el gato del clan, Church, atropellado por los camiones que circulan a toda velocidad por una carretera muy cercana, el hombre terminará siguiéndole la corriente a un vecino, el veterano Jud Crandall (un John Lithgow perfecto), en eso de enterrar al animal en una superficie específica y bien árida con el objetivo de que resucite y así ahorrarse el tener que encarar la eventual depresión de Ellie, la dueña de la mascota. La tentación de aplicar el “milagro” a su propia hija será muy grande luego de que la nena perezca en otra triste fatalidad vehicular un tanto predestinada. El muy correcto guión de Jeff Buhler incluye las advertencias desde el más allá de Victor Pascow (Obssa Ahmed), ese muchacho atropellado al que Louis trata de salvar y pronto muere por sus heridas en la cabeza, sin embargo les asigna menos importancia porque hoy resulta primordial las perspectivas contrapuestas -en cómo enfrentar a la parca se refiere- de las figuras masculina y femenina del clan, con el padre eligiendo aceptarla sin esperanzas de paraíso/ cielo y con la madre substrayéndose en la colección tradicional de delirios religiosos porque arrastra el trauma de haber visto fallecer de niña a su tenebrosa hermana Zelda (Alyssa Brooke Levine), enferma crónica de meningitis espinal. En el medio se encuentran esos zombies malévolos de Church y Ellie que niegan ambos puntos de vista, indicando que algo hay después de la muerte pero que de celestial o utópico no tiene nada. Clarke es un muy interesante reemplazo del de por sí eficaz Dale Midkiff y lo mismo ocurre con Lithgow en relación a Fred Gwynne, pero Seimetz cae un poco por debajo de Denise Crosby porque no es tan buena actriz ni tiene la presencia de aquella. Quizás lo más atractivo de esta remake/ readaptación es que esquiva en gran medida la aceleración narrativa estándar de nuestros días y se toma su tiempo para construir a los personajes -al igual que la obra previa- con el objetivo de que la andanada de golpes anímicos del último capítulo se sientan más. Este concepto bien nihilista de un dolor cíclico que nos hace inventar excusas para volver a caer en la corrupción se unifica con el miedo eterno a que el alma, esa noción que engloba la personalidad y los recuerdos de los sujetos, desaparezca para siempre a raíz del óbito, frontera insondable que todos algún día llegaremos a cruzar…
Stephen King es un escritor prolífico dentro del género de terror. Tal es su éxito que, hoy en día, muchos de sus libros han sido adaptados tanto a la pantalla chica en formato de serie, como también al mundo del cine. En este caso, “Cementerio de animales” fue publicado en 1983 y fue la directora Mary Lambert quien se encargó de realizar el primer film basado en aquel libro, seis años después. La mención a aquella película estrenada hace tres décadas no es innecesaria, ya que se observa a esta versión como un remake. Sin embargo, antes de ser eso, este largometraje es una adaptación de la novela homónima de King. En todo caso, el análisis debería girar en torno a si cada una respeta el libro y si esa fidelidad significa efectividad. Kevin Kolsch y Dennis Widmyer fueron, en esta ocasión, quienes se embarcaron en la misión de adaptar al gran maestro literario del terror con su versión propia de “Cementerio de animales” Louis Creed (Jason Clarke) y Rachel (Amy Seimetz) se mudan con sus hijos Gage (Hugo Lavoie) y Ellie (Jeté Laurence) a una zona rural. Allí, las mujeres de la familia ven cómo un grupo de nenes llevaban a cabo un ritual para despedir a una mascota en un cementerio de animales detrás de su nueva casa. Ante este evento, la pareja decide consultarle a su vecino Jud (John Litgow) el significado de aquel territorio. Entonces, él le cuenta historias en relación con el cementerio de animales y con otra zona que era usada con la misma finalidad por los indios que habitaban ese lugar en el pasado. El hecho de haber conocido estos dos cementerios representará un cambio en la vida de la familia Creed. El largometraje tiene algunos aspectos que hacen tambalear el muy buen clima de suspenso que logra generar. El desarrollo de la historia es más que fluido y ese es un punto a favor, pero quizás hay cuestiones que no ayudan a la misma: fallan algunos efectos especiales y hay ciertos cabos en la trama que terminan sueltos. Como producto final, el resultado del guion escrito por Matt Greenberg y Jeff Buhler está aprobado, pero prevalece la idea de que, sin embargo, pudo haber sido mejor. Igualmente, debe ser reconocida la modificación hecha a la historia original ya que es interesante en cuanto a las relaciones intrafamiliares: para evitar spoilers, recomiendo buscar cuál fue este cambio una vez vista la película. La dirección de la dupla Kolsch – Widmyer se destaca, ya que pudieron llevar a cabo escenas frágiles en términos de terror, donde es fácil caer en lo bizarro. Ellos logran mantenerse en un terreno más que interesante evitando el abuso de la típica “fórmula del susto”, donde también pudieron mostrar con creces el derrumbe psicológico de los personajes. “Cementerio de animales” es una película de terror más que interesante, donde el riesgo corrido por los escritores al modificar la historia original fue una gran decisión que, en consecuencia, forma la identidad del largometraje. A su vez, logra mantenerte al borde del asiento gracias al clima perturbador creado por su buena realización audiovisual, la correcta elección de la banda sonora y una muy buena performance de todo el elenco, particularmente de la joven Jeté Laurence, cuya imagen produce un deja vú a las gemelas de “El Resplandor”.
Cementerio de Animales: Alejado de Stephen King pero… Llega a los cines el film basado en una película de 1989 y un libro de 1983. Renovada, con ambiente terrorífico aceptable pero quizá a algunos fanáticos no les complazca tanto. La historia en este caso está contada por los guionistas Matt Greenberg (Reign of Fire; Halloween H20) y Jeff Buhler (The Prodigy, The Midnight Meat Train) por lo que tienen experiencia en historias de terror, género del cual toman varios lugares comunes para relucir esta muy aceptable película de terror. En la versión de 1989 el guionista fue el mismísimo Stephen King (Que escribas geniales novelas no te avala a ser un genial guionista), lo cual se mantuvo mucho más fiel al libro. En este caso, la base es casi la misma: El Dr. Louis Creed y su esposa, Rachel, se mudan a la zona rural de Boston, Maine, con su hija Ellie e hijo Gage. Y obviamente la pareja pronto descubrirá un misterioso cementerio escondido en lo profundo de los bosques cerca de su nuevo hogar. ¿Lo conocido no? Pero esta no es una fiel remake, y eso puede ser tanto muy bueno como malo para algunas personas. Especialmente los fanáticos del señor King. Mary Lambert fue la directora de aquel film de 1989, mientras que en esta versión que hoy sale a los cines los directores son Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, una dupla de directores que ya trabajaron en Starry Eyes, Holidays y unos capítulos de la serie Scream. Ambos logran un correcto trabajo en la dirección, pero sin ser atrevidos en ningún momento. Más allá de la sangre en ciertas tomas, y lo bien filmada que está la tragedia que todos predecimos. En sí no hay nada muy criticable de la película a nivel visual, ya que logra con su buen director de fotografía Laurie Rose (De la 3º temporada de Peaky Blinders) unas atmósferas escalofriantes, ayudados con jumpscares clásicos pero bien realizados. Lo interesante fue que por momentos intenta introducirse en temas más serios como la pérdida, la muerte, pasados atormentados de la madre de la familia (Excelentes por cierto), pero lo malo es que no llega a afianzarse. El film parece que cava la tierra solo un poco, no tan profundo, sin llegar al fondo del asunto. Quizá estando algo perdido en crear la atmósfera espeluznante, o los giros narrativos, distrayendo del tema del duelo. Las actuaciones son correctas, con una gran interpretación por parte de Amy Seimetz (Alien: Covenant) como la madre de la familia. También un aceptable liderazgo de Jason Clarke (Zero Dark Thirty, Terminator: Genesys) como el Dr Louis. Asimismo los hijos, destacándose Jeté Laurence como Ellie. Además de Jud, el amigo que lo introduce al regreso de la muerte, interpretado por el icónico John Lithgow. Aunque por momentos tarde en generar el clima aterrador, la película logra su cometido. Entretenernos y atraparnos en esta historia. Aquí hay un claro vínculo entre espectador y obra. De la percepción del público. Ya que anticipamos lo que sucederá, sea por los trucos clásicos del género o por ser una remake de dos obras de hace muchos años. A la vez, esto puede llegar a sorprender para bien a algunos amantes del terror. A esta película la trajeron de entre los muertos, y no ataca solo a arañazos. Puede morder y sacar bastante sangre, debido a las sorpresas que te aguardan. Y no nos olvidemos del gato Church, algo tan lindo como perturbador.
“Cementerio de animales”, de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer Por Jorge Bernárdez Cuando llegan remakes de películas que aún se pueden ver, uno no puede evitar preguntarse que necesidad había de volver a filmar algo que ya estaba bien contado en 1983 por Mary Lambert. En el caso de Cementerio de animales en la original participaba en un cameo Stephen King, que es uno de esos autores que suele quejarse de los que hacen con sus libros al adaptarlos para una serie o una película. Esta nueva versión de Cementerio… vuelve sobre la historia de la familia que se traslada a un pequeño pueblo para lograr una mejor calidad de vida. Una familia típica, papá, mamá y la parejita de hijos se instalan en una cabaña a la orilla de la ruta por donde los camiones pasan a gran velocidad pero pese a tener un hijo bastante chico, no ponen ni una ligustrina para impedir el paso. La otra particularidad de la casa es tener un enorme terreno que no exploraron previamente, así que no se enteran de la existencia de un cementerio de mascotas hasta que la hija de la pareja no se mete en lo profundo del bosque donde se accidenta y conoce al vecino. Hasta ahí va todo bien pero empieza a notarse que el lugar está cargado de presagios y que algo no anda bien. Señales funestas que pese a ser fuertes los miembros de la familia disimulan. Una mañana la mascota de la familia aparece muerta al costado de la ruta. Church era un gato amable y familiar que se llevaba particularmente bien con la nena de la familia y entonces Judd (John Lithgow) el vecino que se encariñó con la familia, le dice al padre del grupo familiar de ir a la noche a enterrar al gato -al presidente no, esta es una película de terror no de política-, así que ambos se van en el medio de la noche pero Judd le dice que no le entierre en el cementerio propiamente dicho sino un poco más allá. Papá y mamá le explican a sus hijos que el gato se escapó a pesar de que un rato antes habían estado hablando de la muerte, pero claro una cosa es hablar en abstracto y otra muy distinta es hablar sobre algo concreto. Pero mientras hablan con la hija esta les dice que Church no se escapó nada, que estuvo dando vueltas por la casa y tiene razón el gato está por ahí pero ya no es el gato amable y pachorriento que la familia trajo de la ciudad. Cuando el padre de la nena le pregunta a Judd este le cuenta que esas tierras más allá del cementerio tiene la particularidad de hacer volver de la muerte a los seres que son enterrados allí. También le cuenta que le pasó algo así con un perro y que el perro había vuelto hecho un verdadero incordio pero que esperaba que no pasara eso con Church, porque aquel perro originalmente ya era bastante mal llevado. La vida familiar se enrarece y la mujer le dice al esposo que a lo mejor la idea de mudarse al campo no había sido tan buena pero llego el día del cumpleaños de la nena y vinieron los abuelos y todos felices festejaron al lado de la ruta por donde pasan los camiones a mucha velocidad y la jornada termina trágicamente. Ahora ya no quedan dudas de que está todo mal en ese lugar pero la familia Creed no aprendió nada y vuelva a usar esas tierras malditas para volver a la vida a alguien y ahora ya se pierde el control y las muertes se suceden. El final es un poco convencional pero eso no quita que la película sea intensa y que logra por momentos trasladarle al espectador bastante tensión. CEMENTERIO DE ANIMALES Pet Sematary. Estados Unidos, 2019. Dirección: Kevin Kölsch y Dennis Widmyer. Guión: Jeff Buhler. Elenco: Jason Clarke, John Lithgow, Amy Seimetz, Jeté Laurence, Hugo Lavoie, Lucas Lavoie, Obssa Ahmed, María Herrera, Alyssa Brooke Levine, Sonia Maria Chirila. Producción: Lorenzo di Bonaventura, Steven Schneider y Mark Vahradian. Distribuidora: UIP. Duración: 101 minutos.
A veces la original es mejor El problema con la nueva versión de Cementerio de animales (Pet Sematary, 2019) es el mismo que tiene la nueva versión de It (Eso) (It, 2017): hace énfasis dónde no debería y se esfuerza demasiado en dar miedo. El payaso interpretado por Tim Curry en la versión de 1990 da miedo porque presenta una fachada jovial y se planta en aquel valle inquietante que Freud describe como una intersección espantosa entre familiar e inhumano, mientras que su versión millennial parece diseñada específicamente para dar miedo. El gato de la versión de 1989 da miedo porque es una mascota creíble; el de 2019 parece mandado a hacer para la película. Dirigida por Mary Lambert, Cementerio de Animales (Pet Sematary, 1989) ha añejado mejor que la mayoría de las adaptaciones de Stephen King porque sabe partir de lo tierno o mundano para llegar al horror, pero no deja de sufrir las convenciones más bochornosas de la época. No es una muy buena película, pero King no es muy buen escritor. Lo mejor que le puede pasar a sus libros es que los adapte alguien del calibre de Stanley Kubrick, Brian De Palma o Rob Reiner. A falta de un buen director, la remake tiene dos mediocres: Kevin Kölsch y Dennis Widmyer. En un nivel estrictamente formal, la remake es mucho más competente que la original gracias a las actuaciones versátiles, algo de humor macabro y un guión preciso con algún que otro parlamento inteligente que eleva el material. Pero por otra parte no es una película que sobresalga o se vea muy distinta a la parva de ejemplos que ofrece el género. Altera o retrasa los momentos más icónicos de la trama, jugando con la memoria del público, pero nunca crea los propios. La historia: una familia de clase media se muda al bosque y descubre un antiguo cementerio donde todo lo que se entierra regresa a la vida poseído por una maldad asesina. Se destacan Jason Clarke como el patriarca de la familia, quien confía y depende demasiado de su racionalismo, y John Lithgow como el amable vecino que le advierte sobre el cementerio indio lindante y minutos más tarde lo recomienda (la explicación del poder manipulativo del sitio no es muy convincente). Jeté Laurence, interpretando a la hija mayor de la familia, no comparte la versatilidad de los niños It (Eso) y parece un poco demasiado consciente de que está rodando una película. La nueva versión de Paramount es mucho más sobria y competente que su antecesora. En varios sentidos corrige y mejora la historia, pero nunca labra una iconicidad única ni se acerca a la excelencia de las mejores adaptaciones del autor. Su peor falencia es forzar demasiado el horror a través de imágenes obvias en vez de buscarlo en los detalles inocentes, incluso cursis como en la original, la cual rozaba el mal gusto. Probablemente eso la hacía una adaptación más fiel.
En 1989 la directora Mary Lambert filmó Cementerio de animales, basada en la novela de Stephen King que estremeció por su lograda atmósfera y también se colocó detrás de cámara en una olvidable segunda parte. Después del arrasador éxito de It!, el mundo del escritor de Maine vuelve a desenterrar sus pesadillas. En Cementerio Maldito, de los realizadores Kevin Kolsch y Dennis Widmyer -los mismos de Holidaysy de algunos episodios de la serie Scream- sobre el guión de Jeff Buhler -Maligno- exploran el horror después de la pérdida de un ser querido en este relato que logra construír los climas adecuados y transformar la vida cotidiana en algo pesadillesco. Louis -Jason Clarke-, un médico, y Rachel -Amy Seimetz-, quien arrastra un pasado tormentoso por la enfermedad de su hermana, se mudan de Boston a una zona rural de Maine junto a sus pequeños hijos Ellie -Jeté Laurence- y Cage para iniciar una nueva vida alejados del vértigo de la ciudad. Entre susurros, neblina y una zona prohibida que no deben traspasar, Louis enfrenta una sucesión de horrores a partir de la muerte de un paciente -el fantasma que advierte el peligro que se avecina- y de la mascota de la familia, el gato Chuck, que es enterrado con la ayuda de su nuevo vecino Jud -el siempre convincente John Lithgow- en el cementerio de animales lindero a la casa. La película tiene sobresaltos -los camiones pasan esporádicamente pero levantan polvareda- y un clima cotidiano que se va enrareciendo cuando la muerte sirve como disparadora del terror. El relato presenta cambios con respecto al filme original en lo que hace a situaciones: la procesión de chicos con máscaras; un mayor peso del personaje de Ellie en la historia y un final diferente y abrupto que no termina de convencer. Lo sobrenatural cobra una dimensión amenazante que funciona mejor en la presentación y en el desarrollo que en el segundo tramo cuando "los muertos" regresan distintos para horrorizar a su entorno. Un relato clásico del género que acierta con algunos recursos y arriesga con su artillería pero que no termina de redondear un producto escalofriante como el original.
Ya se sabe cuando una película se basa en un libro de Stephen King, el atractivo es extra. En este caso el horror y la oscuridad están y eso desde el vamos le augura un camino exitoso en el publico que adora el terror. Y la película le garantiza lo ominoso. En esta obra del talentoso King, en una de sus novelas más famosas, hay buenos actores, y una historia de buenas intenciones que termina de manera espeluznante. Un matrimonio de la ciudad de Boston que busca paz, compra una propiedad en Main, con un bosque en su patio trasero que incluye un espacio para un cementerio de mascotas. Ya una primera procesión de niños y algunas imágenes premonitorias avisan que lo malo puede suceder. Entre una madre que tiene cuentas pendientes con la muerte de su hermana deforme, y un padre doctor que en sus primeros días pierde a un paciente que regresa en sus sueños, y el vecino bienintencionado que muestra el lugar tenebroso que permite volver a la vida de una manera poseída, todo está dado para susto y la negrura. El director y guionista Jeff Buhler, con una historia de Matt Greenberg, modifica do la historia original substancialmente. Los directores Kevin Kölsch y Dennis Widmyer hacen que las “sorpresas” lleguen luego de haber construido sólidamente los traumas que acompañan a los adultos y ese secreto de regresar a los queridos con su anticipo gatuno preanuncia ese retorno que nunca será igual al original. Es cierto que algunas cosas ya las hemos visto en materia de monstruos pero el final ambiguo redondea en general cierta originalidad. Actores como Jason Clarck, Amy Seimetz y especialmente John Lithgow, contribuyen y mucho.
No quiero ser enterrado en un cementerio de animales Posiblemente Stephen King sea uno de los novelistas más grandes de la historia con más de 80 obras publicadas y con más de 70 adaptaciones en películas y series. Es tan extensa su carrera que ya en los últimos años se comenzaron a hacer remakes de obras ya adaptadas como pasó con IT y dos veces ya con Carrie y ahora le toca el turno a Cementerio de animales, película que adapta la novela homónima de 1983 y que a su vez es remake de la película de 1989. Fiel a su estilo, estamos nuevamente ante una película de terror que cuenta la historia de la familia Creed que se muda a un misterioso pueblo en el que se encuentra un antiguo cementerio indio que da la posibilidad de revivir a todo aquello que es enterrado allí. Si bien la historia ya es conocida no vamos a contar mucho mas de la trama para aquellos que aún no la conocen y quieren descubrirla en el cine. Sin embargo, esta nueva versión logra -y de manera efectiva- separarse de su antecesora (y a su vez del libro) con pequeñas diferencias, especialmente pasando la mitad de la película y sobre todo al final, que causan sorpresa hasta los mas familiarizados con la obra original. Para ser mas especifico, aquello que parece que va a suceder basándose en la obra, termina dando un giro que si bien mantiene la esencia original, sirve para darle cierto refresh y justificar su existencia. Claro, no faltarán los fanáticos de la primera hora que se verán defraudados por estas decisiones. Más allá de esto, la película como un film de terror funciona (aunque tarde un poco en llegar) y tiene sus escenas que ponen los pelos de punta a los espectadores gracias a una gran dirección. Sin embargo, también existen varias otras escenas (que existen en la obra original) pero que no están desarrolladas correctamente y no logran justificar su presencia. Si no hubieran estado en la película nada hubiera cambiado. Es más, posiblemente la trama hubiera sido más clara.
Cementerio de Animales no convence ni al más fanático de la obra de Stephen King, ni tampoco a quienes no la conocen en absoluto. Sustos a cuenta gotas y una atmósfera para nada aterradora terminan siendo las fallas más notorias en esta remake mediocre. Stephen King es uno de los escritores más reconocidos y mejor valorados en todo el mundo. No estamos descubriendo nada claro está, pero el maestro del terror y el suspenso ha mantenido una relación con el cine más estrecha de la que podríamos pensar. Sus obras han sabido ser inspiración para realizadores de todo tipo y en cualquier formato donde se pueda contar una historia. Programas de televisión, colegas escritores y películas, intentan año a año poder transmitir las sensaciones que el Rey logra provocar en sus páginas. En el cine es donde esto se nota de una manera mucho más clara y causa una repercusión mayor. Por no decir total. Claro que no siempre han podido hacerlo de la manera que el propio Stephen hubiese querido, muchas veces los realizadores se encuentran con la desaprobación total del autor, como le sucedió a Stanley Kubrick con El Resplandor (The Shining, 1980) que pesé a que su película se ganó un lugar en la historia grande del cine de todos los tiempos, el filme no logró satisfacer al escritor y llegó a catalogarla como la peor interpretación de su obra. De la vereda de enfrente, nuestro coterráneo Andy Muschietti logró convencer a King con su nueva versión de Eso (It, 2017) y catapultó a la película y al director al éxito absoluto. En el medio de estos dos polos podrían caber el resto de las adaptaciones de sus obras como: 1922 (2017), Christine (1983), Cujo (1983) o El juego de Gerald (Gerald’s Game, 2017), películas que en su mayoría han terminado siendo aceptadas por los fanáticos a pesar de las diferencias que puedan tener con el material original. Pero desde hace unos años y tomando a Carrie como principal exponente, ya habiendo mencionado a la famosa It, las películas que adaptan las historias de King se han empezado a reciclar. El término “reciclar” sirve para poder referimos a las famosas remakes, claro. Un recurso que sirve para que los estudios, dueños de los derechos de las películas, no pierdan estos derechos y así poder seguir incrementando su cuenta bancaria. Carrie fue la primera en sufrir este proceso, la película original dirigida por Brian De Palma en 1976 logró por mucho tiempo ser considerada como la mejor adaptación de un libro de Stephen King y se transformó de manera casi instantánea en una película de culto. Pero en 2013 y de la mano de Kimberly Peirce la historia de Carrie volvió a aparecer en las pantallas de todo el mundo y dejando un sabor de boca demasiado pobre, pese al elenco de estrellas que la protagonizaban. Ahora este proceso de renovación le toca a Cementerio de Animales una de las obras más emblemáticas del maestro Stephen, que ya supo tener una adaptación en 1989 y que es considerada como una de las mejores transposiciones de las historias de King. Sí, lo mismo que sucedió con Carrie. Esta nueva versión de la obra llega gracias a Dennis Widmyer y Kevin Kolsh como directores, una dupla que viene trabajando en películas de terror desde hace varios años y que les tocó la la oportunidad de saltar a la fama, ni más ni menos que con Cementerio de Animales (Pet Sematary, 2019). Como en el libro homónimo, la historia involucra a los Creed, una familia tipo de Estados Unidos conformada por Louis (Jason Clarke), Rachel (Amy Seimetz) , Ellie (Jeté Laurence) y Gage (Hugo y Lucas Lavoie), que decide mudarse de la gran ciudad a un pequeño pueblo para relajarse y tener una vida más tranquila. Al llegar a su nuevo hogar, ellos descubrirán que los habitantes de este nuevo pueblo tienen costumbres por demás extrañas y una de ellas tiene como principal “punto de encuentro” un cementerio de mascotas que se encuentra a pocos metros de su propio jardín. Para su fortuna, su vecino Jud Crandall (John Lithgow) los podrá ayudar a adaptarse al lugar pero cada día empezará a volverse más difícil ya que toda la familia, mascota incluida, comenzará a experimentar extraños sucesos que los harán a dudar sobre su reciente mudanza. Como ocurre con toda remake es imposible no empezar haciendo una comparación con el material anterior. Teniendo esto en consideración, esta entrega está muy por debajo de la anterior pero sin dejar de ser un material aceptable. El guion en esta oportunidad se separa del material original dando una vuelta argumental muy importante y trascendental que aún a pesar de esta, la película logra transmitir y llevar a cabo la idea original. Sin embargo, todo aquello que la película del ’89 supo transmitir desde el susto, la angustia y la tensión acá no se da en ningún momento a pesar de las claras mejoras técnicas que tiene esta versión con respecto a su antecesora. Si hay algo que el guion deja en claro es que hay un aspecto de la historia que quiere desarrollar pero a medida que pasan los minutos va perdiendo fuerza, hay todo un concepto de secta, rituales, sacrificios que no vuelve a ser explorado y termina quedando solo como un pequeño detalle estético. En cuanto a lo narrativo todo es por demás chato, no se nota una mano de dirección ni nada que se le pueda parecer. Las actuaciones cumplen con su labor pero solo hay una integrante que vale la pena destacar y ella es Jeté Laurence. La joven actriz, que ya supo tener participación en una película como El muñeco de nieve (The Snowman, 2017), rompe con la tibieza del elenco y demuestra con apenas una mirada que es la encargada de lograr que los pelos se nos pongan de punta. Ya con su postura corporal, su personaje demuestra mucha más personalidad que sus compañeros de elenco. Uno que podría subirse al podio imaginario de esta película es Jason Clarke quien gracias a su intensidad logra que por lo menos la experiencia no sea totalmente apática. Cementerio de Animales será otra de las tantas adaptaciones de Stephen King que en un par de años quedará en el olvido. A pesar de sus ganas por renovar la historia y no querer hacer exactamente una copia de la película ochentosa, el resultado final termina siendo de mediocre para abajo y deja un sabor de boca bastante amargo.
Familia tipo, madre ama de casa (y atormentada por la muerte de una hermana cuando era menor,) Rachel ( Amy Seimetz), papá médico, Louis (Jason Clarke) y dos hijos, niña de 8 años, Ellie (Jeté Laurence) y el bebé de alredededor de un año y medio/2 Gage (Hugo y Lucas Lavoie) deciden trasladarse desde Boston a Maine para cambiar un estilo de vida alocado por uno más calmo, campestre y para pasar más tiempo juntos. Cuando llegan allí, se encuentran con un vecino llamado Jud (siempre correcto John Lithgow) y comienzan su vida de habitualidad adaptándose al nuevo sitio. Tienen una mascota, un gato llamado Church y cerca de su casa hay un cementerio de Animales y un cementerio indio donde con los entierros ocurren sucesos “especiales”.En los primeros días acontece un accidente donde pierde la vida un joven que le advierte al Dr. que su vida está por cambiar...al poco tiempo deben lamentar la muerte de su gato y es el vecino quien le sugiere trasladar ese cuerpo al cementerio indio de donde la mascota vuelve a la vida con un cambio absoluto de actitud. Ahora es malo y violento. Pasado un tiempo, ocurre un grave accidente que cambia la estructura familiar y provoca daños difíciles de manejar que no voy a spoilear por si no vieron la versión anterior. Película basada en el famosísimo libro de Stephen King, del que ya se había hecho una película en 1984. Para los amantes del género del terror, sepan que los mantendrá en tensión, y tiene su cuota de violencia y adrenalina. Buenas actuaciones, y como siempre que hay niños, la mejor parte se la lleva la niña Jeté Laurence. ---> https://www.youtube.com/watch?v=EhVOpQ2xmjk ---> TITULO ORIGINAL: Pet Sematary ACTORES: Jason Clarke, John Lithgow, Amy Seimetz. Jeté Laurence. GENERO: Terror . DIRECCION: Kevin Kolsch, Dennis Widmyer. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 101 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 04 de Abril de 2019 FORMATOS: 2D.
Cuando no esperábamos ya nada de la nueva versión del clásico de Stephen King llegan algunos giros que terminan por construir un relato sólido y potente sobre miedos y posibilidades. En la historia de una familia agobiada por la muerte y el dolor se construye una potente metáfora del ciclo de la vida y la muerte, potenciada por recursos de un género que se muestra cada vez más vigoroso y vigente.
Cementerio de Animales: A veces la muerte es mejor. El cine de terror de los años 80 y 90 claramente no es el mismo que el de ahora; y esto no es novedad. El cine actual está plagado de reciclajes, repeticiones y la aparente carencia de buenas u originales ideas. Todo tiempo pasado fue mejor, dicen algunos. Y en el cine, muchos también piensan de este modo. Cuando se empezó a promocionar una nueva película sobre “Cementerio de Animales” (¡si, ese clásico de la literatura de Stephen King que fue llevado a la pantalla grande en 1989 por Mary Lambert!) no sólo no nos sorprendimos, sino que además descreímos totalmente de ella. Resultó finalmente que la actual, dirigida por Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, desembarcó para mostrarnos que todavía se pueden filmar remakes interesantes -no se puede dejar de citar un ejemplo de hace unos años que da perfecta cuenta de esto: de la mano del director argentino Andy Muschietti, vimos una nueva versión de ”It: Eso” (2017) que dejó al público y a casi toda la crítica con la boca abierta – y que en función de un guion más ágil y moderno, se pueden modificar algunos detalles de la historia original sin traicionarla. Como ya se dijo, el cine de los años 80 es totalmente diferente. La anterior “Cementerio de Animales” no resultó ser brillante (la lentitud en la sucesión de los hechos le baja muchísimos puntos). En cambio, la versión de Kölsch y Widmyer, además de contar aquella historia con más dinamismo, presenta más potentemente sus elementos clave en el guion: la presencia del gato malvado (al igual que la anterior, pero más reiterada), una vuelta de tuerca a la clásica escena del accidente del camión en la carretera, algunos cambios en la historia familiar… esto confluye en una trama sólida y creíble (dentro de lo increíble) apoyándose, además, en actuaciones convincentes, un meticuloso trabajo de arte y puesta en escena, y un poderoso desenlace. La mayoría ya vio la adaptación anterior de la novela, el cementerio de mascotas delante de un gran y espeluznante cementerio indio que causa estragos (aunque los únicos responsables de todo son los humanos). No hace falta contar demasiado sobre ésta. Lo mejor que se puede hacer es disfrutar de una nueva maravilla del cine de género de nuestros tiempos. Una película que se diferencia de la gran cantidad de remakes de la industria actual. Hasta no suena demasiado descabellado olvidarnos por un momento de su predecesora y saborearla como un exponente que reinventó y resignificó el relato de Stephen King sobre el cementerio maldito.
Desde la salida de It (Eso) en 2017, pareciera que los productores de Warner quedaron admirados con el trabajo de Andy Muschietti y han programado hacer nuevas adaptaciones de las novelas clásicas de “El rey del terror” Stephen King, este año encontrándonos con la salida de un remake y adaptación del libro homónimo Pet Sematary, y la segunda parte de la historia de los niños de Derry contra el maligno Pennywise otra vez de la mano del director argentino.
Lo predecible, lo contado, lo no desarrollado, lo explícito, las caras de miedo con antelación; todo eso tiene esta película plana que se olvida de cuestiones importantes como el protagonismo masculino falto de carácter. Ya lo demostraron películas como El resplandor ó Misery -relatos también basados en novela de Stephen King- cómo este tipo de personaje llegaba a un lugar, una casa donde su paz mental se veía alterada por la locura y se veía arrastrado por ella de manera obsesiva. Ése mal que circundaba y que además era el contraste de un partenaire con contundentes convicciones, como lo fueron en las nombradas películas, los personajes femeninos. Con un cambio en el guión sobre la desaparición de unos de los personajes, que intenta sorprender para quien vio la película anterior y que enoja a quien leyó el libro; esta adaptación, intenta sopesar el género con pequeños trucos sonoros que te hacen saltar de butaca, un recurso deplorable para quien espera algo más después de interesante propuesta de IT. Sigue restando una fotografía plana, que es alimentada sólo por un cenital de comienzo en drone, ésa del auto en la carretera rodeada de tupido bosque, y que te podrían hacer creer que lo que se viene tiene esa propuesta omnipresente del autor, pero no, es sólo una seguidilla de planos que carecen del manejo avezado de la óptica cinematográfica, como de un ritmo visual. Calificación: 3/10.
Un doctor cansado de la vida en la ciudad se muda junto con su familia a un pequeño pueblo de Maine, compran una casa con un bosque en el patio trasero y todo parece ser para mejor. Pero en ese bosque hay algo más que árboles y de a poco irán descubriendo que esa vida tranquila que buscaban no va a ser posible. Pet Sematary es la nueva adaptación del clásico de Stephen King, dirigida por Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, y nos deja un par de sustos pero no mucho más.
La solemnidad impostada y la sordidez visual son las herramientas que suelen usar las películas de terror actuales para hacernos creer que son importantes, que son superiores a las ridículas y exageradas películas de los ochentas. Pero Cementerio de animales (2019) tiene el problema de estar basada en un libro y, acá se le complica, tener una versión anterior de 1989. Las comparaciones la destrozan, por lo que mejor no pensar la película exclusivamente desde ahí. El matrimonio del Dr. Louis Creed (Jason Clarke) y su esposa Rachel (Amy Seimetz) y sus dos hijos –una niña de ocho años y un niño de tres- dejan atrás su vida en Boston para vivir en una casa en las afueras de Maine. Desde un comienzo parece haber algo inquietante, pero el mayor peligro parece ser camiones pesados con exceso de velocidad pasando de tanto en tanto a pocos metros de la casa. Un vecino algo extraño pero finalmente confiable, se hace amigo de la familia. El viejo Jud (John Lithgow, brillante, de lo mejor de la película) le cuenta a Louis que hay un cementerio de animales en el terreno que han comprado. Allí todos entierran a sus mascotas. El cementerio es lo suficientemente monstruoso como para que la familia se mude a otro país, más aun cuando un muro de ramas y tierra promete que hay algo aun peor del otro lado. Un lugar donde se sepulta no con la intención de que los muertos no queden descansando en paz. La película renuncia al humor, aceptando solo un guiño al nombre del gato, Church, que al preguntarle a Jud si conoce a Winston Churchill, este (quien lo acaba de interpretar en la serie The Crown) contesta que sí, lo conoce. Lo demás es gravedad, poca luz, sordidez y un largo camino para finalmente entrar en la parte principal de la historia, pero para desaprovechar todo con decisiones que resultan accidentalmente graciosas. Es raro, porque el esfuerzo que supone el realismo de la película, nos obliga a mirarla con otros ojos. La versión de 1989 era más torpe, pero también más salvaje, violenta y perturbadora. Esta película asusta en dos o tres momentos, los esperables, pero desperdicia todo, incluso las ideas nuevas, y si uno no ha visto otra versión o leído el libro incluso me atrevería a decir que está muy mal contada y que el orden en que narra las cosas está mal. Hay demasiadas cosas que no quedan tan claras como ocurría en la otra versión. A pesar de que duran casi lo mismo, esta adaptación del 2019 parece dejar demasiadas cosas afueras. Otra oportunidad perdida.
Kevin Kölsch y Dennis Widmyer ganan la batalla contra las bajas expectativas que conlleva la remake de un film de culto con una película de climas muy bien logrados y actuaciones destacadas. Los cambios en la historia podrán ofender a los fanáticos acérrimos de la novela original de Stephen King o de la película de Mary Lambert que la adaptó en los 80, pero son un acierto para acercar la historia de Cementerio de animales al público actual. Es mejor no contar cuáles son aquellos cambios en la historia de una familia que se muda a una casa que tiene en su terreno un cementerio de animales con características especiales, las cuales descubrirán tras la muerte de su gato. Aunque el tráiler incluye la gran vuelta de tuerca de esta versión, vale la pena preservar los detalles de la trama. La nueva Cementerio de animales propone un juego interesante para quienes están familiarizados con su antecesora, logrando sorprender. La limpieza y actualización de algunos elementos narrativos consiguen reforzar el foco sobre el tema central. La reflexión sobre la muerte y el duelo eleva a muchas películas de terror, como esta, por sobre la mera acumulación de sustos y fantasías sobrenaturales. Solo se ve limitada por algunos clichés innecesarios del género, como por ejemplo, la inclusión de máscaras de animales para darle a los niños un aire siniestro.
En esta era dominada por innumerables remakes y secuelas (muchas innecesarias, síntoma evidente de la falta de ideas originales), una nueva versión, 30 años después, del film de Mary Lambert con guión escrito por el propio autor de la novela original de 1983, Stephen King, parecía otro despropósito. Pero, por suerte, todavía queda margen para “reciclajes” que pueden verse también como relecturas o reinterpretaciones inteligentes. Esta Cementerio de animales modelo 2019 no es una obra maestra (tampoco lo era la de Lambert), pero se sostiene con argumentos sólidos y peso propio: una precisa puesta en escena, logradas atmósferas ominosas, sólidas actuaciones y un espíritu clásico que se destaca entre tanto cine de terror actual dominado por el sadismo, el golpe de efecto y el impacto efímero. Dicho de otra manera, sin los iPhone, los smart TV y las búsquedas en Google, esta película podría transcurrir (y haber sido filmada) hace tres, cuatro o cinco décadas. Los codirectores de pequeños films como Absence y Starry Eyes dan el gran salto con una historia típica, pero con inesperadas derivaciones. Louis Creed (el australiano Jason Clarke), un médico de Boston, su esposa Rachel (Amy Seimetz), su hija Ellie (la talentosa Jeté Laurence), el bebé Gage y el gato Church (“personaje” no menor, ya verán), se mudan de la gran ciudad a una casona de Maine ubicada en medio de un bosque (aunque demasiado cerca de una ruta) en busca de menos estrés, una vida más relajada y holgada. Lo que no saben es que ese bucólico paraje está pegado al cementerio de mascotas del título y, un poco más allá, a un terreno aún más riesgoso. No conviene contar nada más para los que no vieron la película de Lambert (aunque hay varios cambios en esta nueva versión), pero sí que el gran John Lithgow se luce con el papel secundario (pero esencial) de Jud, un veterano vecino que introducirá a los Creed en los secretos más oscuros y tenebrosos de la zona. Un actor de raza para una película noble. En el contexto del terror actual no se trata de un logro menor.
Olor a Muerte Del momento que nos enteramos que Pet Sematary iba a tener un remake, vale reconocer que nuestras expectativas no eran demasiado alentadoras. ¿Era necesario otra adaptación cinematográfica de una de las novelas más perturbadoras de Stephen King? La de los años ochenta fue bastante efectiva en cuanto a climas, y también imprimiendo en el imaginario social el recuerdo imborrable de un niño tan pequeño volviendo de la muerte, modo full killer. Y hay que reconocer que la nueva versión, dirigida por Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, logra mantener el espíritu de la novela y darle una vuelta de tuerca a la historia, cinematográficamente hablando. Agrega detalles funcionales al relato, así como logra fundar otro tipo de tensión diferente a la primigenia, poniendo nuevos intereses en juego. La historia sigue a una familia que se muda a un pequeño pueblo de los Estados Unidos, más precisamente a una casa ubicada al costado de la ruta, alejada de la mundanal ciudad. Una vivienda hermosa, con un terreno extenso y boscoso. El doctor Louis Creed (Jason Clarke), es el padre de familia; Rachel (Amy Seimetz) su esposa; Ellie (Jeté Laurence) la hija de ambos; también están el pequeño Gage y Church, el gato de la familia. En medio de tanta tranquilidad comienzan a suceder cosas extrañas, como descubrir que detrás de su casa hay un tenebroso cementerio de mascotas. Louis tiene pesadillas con un paciente que se murió en sus brazos (que también puede ver el bebé Gage), así como Rachel sufre ataques de pánico recurrentes, relacionados a un hecho traumático de su niñez. Evidentemente algo anda mal. Y todo empeora cuando muere atropellado el pomposo Church, quien volverá de la muerte modo zombie, más diabólico que nunca, y por supuesto que no vamos a exponer la razón. El remake cuenta con muy buenas actuaciones, a destacar la joven Jeté Laurence, tan asertiva y sórdida como perturbadora y angelical; mientras que la historia está cimentada en argumentos más mentales, con una puesta en escena que configura el ambiente enrarecido a la perfección. Se pone en juego la psicología de los personajes vinculada con el lugar, un protagonista más de la cinta. Un lugar que de a poco va consumiendo a cada miembro de la familia, a la par de un clima cada vez más opresivo y angustiante. Rituales, tragedias personales y mitos indígenas… todos símbolos ligados a la pregunta existencial que rodea el fenómeno de la muerte, y a ese eterno terror a que los recuerdos desaparezcan. Sin dudas esta adaptación le hace justicia al material original escrito por nuestro master of horror.
Louis y su familia se mudan a su nuevo hogar en Ludlow, para que él pueda comenzar su nuevo trabajo como médico de la Universidad local. A medida que se van acomodando al nuevo hogar, la desgracia llega al campus cuando un joven estudiante muere atropellado; no sin antes advertirle a Louis que tenga cuidado, ya que la destrucción de sus seres queridos se acerca. Hoy nos toca hablar de Cementerio de animales, nueva versión del clásico escrito por Stephen King, y que desde su casting, comenzaba a levantar algo de hype ya que parecía que se iban a tomar en serio la novela. Y por desgracia, nos volvemos a dar la cabeza contra la pared. Sin dar demasiados rodeos, diremos que el mayor problema de Cementerio de animales, es la poca convicción que tuvieron los guionistas Matt Greenberg y Jeff Buhler; quienes de forma constante amagan con tomar los conceptos básicos del libro y hacer su propia historia (algo similar a lo hecho por Kubrick con El Resplandor), o respetar el material original. El resultado termina siendo un híbrido que no va a contentar ni a fans ni casuales. Cuando la película quiere ser una buena adaptación (aunque en más de un momento parece más un intento de remake que una nueva versión de la novela), falla. Muchas cosas quedan sin explicar, o suceden con la ya famosa frase que decimos por estos lares, el “porque si”. Nunca vemos una real amistad entre Louis y su vecino Jud (cosa que llevara al anciano a develar el secreto del famoso cementerio). Tampoco se da una explicación más o menos creíble de lo que sucede colina arriba. Si la explicación del cementerio indio ya era algo vaga en el film de 1989, ahora es aún peor. Pero cuando los guionistas deciden alejarse del material original, tenemos los mejores momentos de las dos horas de metraje; y con esto nos referimos al tercer acto. Todo el desenlace del final es invención pura, y es cuando Cementerio de animales de verdad cobra ritmo, deja los cansadores jump scares (usados hasta el hartazgo en esta cinta) de lado, y nos da varios momentos tensos, que son los que terminan emparejando el resultado final hacia arriba. Pero el daño ya estaba hecho, y por eso decimos que los fans de King van a sentirse bastante decepcionados, al ver que no se supo que hacer con el libro. Cementerio de animales termina convirtiéndose, por desgracia, en otro film de terror mediocre. No solo por la saturación de jump scares que ya dijimos, sino que se nota que los guionistas si seguían el camino de la libre adaptación, podrían haber hecho algo mucho más redondo, y no un menjunje que solo habla del poco valor que tuvieron para hacer su propia historia.
El universo pesadillesco de Stephen Kingvuelve a colmar de tensión la gran pantalla con una nueva versión que absolutamente nadie pidió. Hablamos deCementerio de Animales, la exitosa novela que fue llevada al cine en 1989 de la mano de Mary Lambert y que hoy se suma a este afán de la industria por los reboots que en los últimos años supo también apoderarse de la influencia delRey del Terror con cintas como la olvidable Carrie (2013) y la versión ochentera de It (2017) del argentino Andy Muschietti. Si bien es poco probable que el filme de Lambert se encuentre en el top 5 de las mejores adaptaciones deKing, lo cierto es que ha sabido consagrarse como una de las más populares y recordadas por los amantes del género, entre otras cosas, gracias a sus desgarradoras escenas, su ominosa atmósfera, el peculiar cameo del prolífico escritor de Maine y el hecho de contar nada menos que con los temas de Los Ramones, banda idolatrada por King, como cortina musical de la película. A pocos días de cumplirse 30 años de su debut, el dúo de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer (ambos directores de la cinta de terror Starry Eyes) han decidido hacer caso omiso a las advertencias del libro trayendo de vuelta a la vida a este clásico que, al igual que sus desgraciados personajes, también ha regresado un tanto cambiado. La historia comienza con la llegada del doctor Louis Creed (Jason Clarke) y su familia a una casona rural de Maine, donde el patriarca planea despejarse de su atareada vida en Boston y pasar más tiempo junto a su esposa Rachel (Amy Seimetz) y sus dos pequeños hijos Ellie(Jeté Laurence) y Gage (Hugo y Lucas Lavoie). Pero no todo parece ser tan armonioso en su nuevo hogar: los camiones que se desplazan por la carretera a toda velocidad representan un grave peligro para las mascotas de la zona, quienes una vez muertos son enterrados por los niños en un cementerio del bosque cercano a la propiedad de los Creed. Cuando el gato de Ellie aparece sin vida a un costado de la autopista, Louis intenta evitar el sufrimiento de la niña y con la ayuda de su veterano vecino Jud (John Lithgow) decide sepultar el cadáver en un misterioso lugar más allá del cementerio de mascotas. Sin embargo, el remedio resulta ser peor que la enfermedad: ahora el felino ha resucitado y su extraño y bestial comportamiento revela que ya nada podrá ser como antes. En principio, es menester referirnos al cambio más notable dentro de la narrativa y que ya se han encargado de dejar en evidencia los avances. En esta versión, Ellie es la víctima del accidente de carretera en lugar del bebé que personificó la escena más shokeante del filme original. Por supuesto, para los fanáticos de King esto puede que no sea bien recibido, aunque debemos decir que los directores se la han rebuscado para hacer de este momento clave en la vida de los Creed un escenario totalmente desesperante que pone los pelos de punta. Cabe destacar también que la pequeña Laurence hace un papel fantástico en el rol de Ellie y su regreso del más allá ha sido bastante explotado gracias a que se trata de una niña de 9años con cierta comprensión sobre la muerte, a la que vemos burlarse de las imágenes celestiales y amigables que le proyectaban sus padres de forma aterradora. El tabú alrededor de la muerte de los seres queridos, con el que tanto Louis como Rachel no saben como lidiar, es fracturado por la presencia de esta nueva y sádica Ellie que afirma que una vez cruzada la linea solo puede esperarse oscuridad. La ambientación es otro de los puntos a favor que merece ser mencionado. Kölsch y Widmyer crean una efectiva atmósfera de suspenso y terror clásico en este pueblo sin edad que parece haber quedado atrapado en el tiempo. Los matorrales impenetrables y la niebla forman parte del paisaje habitual que adquiere un sentimiento aún más tormentoso e intrigante gracias a una acertada fotografía en tono azul pálido. Al igual que su antecesora, el reboot transmite constantemente la sensación de que lo inevitable está punto de suceder y el espectador es arrastrado sin resistencia por los caminos pedregosos de esta pesadilla sin fin. Una cuestión tristemente desperdiciada tiene que ver con la mitología detrás del cementerio indio que devuelve la vida a todo aquel que sea enterrado allí. La antigua tierra sagrada de la tribu nativa Micmac, que en la cinta original era representada como un campo delineado por circunferencias hechas con montículos de piedras, aquí apenas es exhibido y poco se sabe acerca de su origen. Teniendo en cuenta que la película de Lambert tampoco había ahondado demasiado en aquel trasfondo siniestro que incluye espíritus demoníacos y canibalismo, quizás no hubiera estado mal introducir este elemento a través de los vívidos sueños y alucinaciones que atormentan a la familia Creed. Lo mismo podríamos decir respecto a los perturbadores niños con máscaras de animales que ocupan un llamativo lugar en las publicidad, pero cuya presencia es limitada a una breve aparición inicial. La versión de Kölsch y Widmye funciona bien siempre y cuando se la vaya a ver con las expectativas controladas. No es la gran obra maestra de la que tanto ha hablado la crítica internacional ni tampoco la peor adaptación que se haya hecho sobre las espeluznantes historias del autor norteamericano. Cementerio de Animales es un digno reboot que sabe como manejar el suspenso con un ritmo pausado, tomándose el tiempo necesario para desarrollar a los personajes, sus miedos más profundos y su relación con la muerte. Las notables actuaciones, en especial la de Laurence y el maravilloso Lithgow en un rol secundario que quedará para el recuerdo, junto con la puesta en escena, constituyen lo más acertado de este filme que como toda obra basada en el mundo Kingno tardará en dividir al público y a los fans.
Con disculpas a los fanáticos de la película de 1989: treinta años más tarde, esta Cementerio de animales es superior a la original. Que contaba con guion -y hasta un cameo- del propio Stephen King y marcó un hito en la educación terrorífica de una generación, pero no envejeció bien y dejó la vara baja. ¿Que fue filmada al calor del éxito de It? Seguro, pero el oportunismo no quita que la película de la dupla Kölsch-Widmyer sea otra excepción a la regla de que toda remake es inferior a la original. La historia es la misma, con un planteo inicial clásico del género: una familia tipo se muda a una casa en las afueras en busca de tranquilidad, pero encuentra lo contrario. Aunque aquí las calamidades no provienen de la casa en sí, sino de un cementerio indio que no está muy lejos de la propiedad. De cualquier modo, el primer monstruo que hay a la vista es uno que nos acecha a todos: el tránsito. Sin grandes lucimientos, las actuaciones son mejores que las de la primera (sólo puede extrañarse a Fred Gwynne como el vecino misterioso) y desde ya que los efectos especiales también son más eficaces. Hay que celebrar que la historia haya perdido sus pinceladas humorísticas -ya fueran voluntarias o no-, porque ganó en peso dramático. Hay algunos cambios que tal vez indignen a los nostálgicos, pero que le dan más lógica interna a la trama. (Y que, dicho sea de paso, recibieron la bendición de King, aunque éste no es un dato decisivo: recordemos que el escritor desaprobó El resplandor de Kubrick). El fondo de la cuestión continúa inalterable: la tragedia se desencadena por la imposibilidad de elaborar un duelo, de aceptar la muerte. Hasta nombrarla es una contrariedad: no se la puede afrontar ni siquiera verbalmente. “Decile cualquier cosa menos que está muerto”, le pide Rachel a su marido, Louis, cuando discuten sobre cómo comunicarle a su hija el abrupto final de su gato Church. La moraleja es: evitar la verdad puede acarrear desgracias. “A veces la muerte es mejor”, concluye uno de los personajes, una frase que extiende su sentido mucho más allá del deseo de revivir a los que ya no están.
Una nueva versión sin agallas que elige el camino fácil. Hay adaptaciones que modifican significativamente a su original y sacan como resultado una película notable, como Los Ángeles al Desnudo. Por otro lado, hay adaptaciones que siguen al pie de la letra su original y son grandes películas, como El Padrino o Sin Lugar para los Débiles. Cuestión de agallas No importa el camino que se elija, un guionista y/o director tienen una sola responsabilidad: respetar el tono al que esa novela evoca. Puede no adaptar los cientos o miles de páginas de la novela original, puede omitir o amalgamar personajes, puede estar limitado por la censura (con las cosas como están en el Hollywood actual, más mercantilista que moralista, me permito usar este término), pero el espíritu, el tono y el tema de la película debe quedar intacto. Con Stephen King este camino se vuelve difícil, en particular hoy. King no tiene ningún prurito a la hora de mostrar los más oscuros recovecos del accionar humano, en particular con sus historias de terror. King es uno de esos escritores que al sumergirte en su narrativa, hay situaciones que te van a hacer decir “No, no va a ser capaz de hacer algo tan turbio”, y él lo hace. Hablo de las peores humillaciones y atrocidades, tanto físicas como morales, que hacen (y les hacen a) hombres, mujeres y niños. King no tiene medias tintas y quien lo adapte tampoco debería de tenerlas. En definitiva, para adaptar a King hacen falta agallas, que es lo que tristemente esta nueva versión de Cementerio de Animales no tiene. Esas agallas de mostrar un accidente de carretera como lo que realmente puede ser, con las consecuencias tanto físicas como psicológicas, tanto de la víctima como de la familia que deja atrás. Eso en esta película no está, y si está es solo superficialmente. Como si la falta de agallas no fuera suficiente, esta remake debe arrastrar con las consecuencias de su caprichosa decisión de hacer víctima del accidente a la hija mayor en vez de al hijo menor. Una consecuencia que tiene su clara materialización en los trillados diálogos sobreexplicativos que la película pone en boca de los personajes. Sin embargo, lo más imperdonable, es la negligencia para con su tema. Empieza con un debate interesante sobre la muerte, el más allá y sus implicancias religiosas. Pero las ganas por generar sobresaltos son más fuertes (ni hablar si se les presenta una oportunidad de hacerlo sin una gota de sangre). Esta negligencia hacia tono y tema se disipa tanto con el pasar del metraje, que para cuando llegan escenas de una turbiedad tan grande como que el protagonista ahorque a su propia hija, al espectador le pasan indiferentes.
La muerte y la pérdida son los temas clave de esta muy buena adaptación de la novela de Stephen King. Pero lo que la coloca por encima de la media es menos el tema que el tono y el trabajo de sus actores, que en lugar de trabajar en función del “susto”, lo hacen para transmitir la enorme tristeza y desesperación que viven sus criaturas. Es cierto que en última instancia (sobre)abundan las vueltas de tuerca, pero el impacto emocional, más allá del susto, perdura fuera del cine.
La muerte es mejor Cementerio de Animales (Pet Sematary, 2019) es una película de terror dirigida por Kevin Kölsch y Dennis Widmyer. Basada en la novela homónima de Stephen King, el filme constituye la segunda adaptación de esta historia (ya había sido convertida en un largometraje en 1989). Con el guión a cargo de Jeff Buhler, el reparto incluye a Jason Clarke (El Gran Gatsby, El Primer Hombre en la Luna), Jeté Laurence (El Muñeco de Nieve), Amy Seimetz, Lucas Lavoie, John Lithgow (The Crown), Alyssa Levine, Obssa Ahmed, entre otros. Compuesta por el doctor Louis (Jason Clarke), su esposa Rachel (Amy Seimetz) y los niños Ellie (Jeté Laurence) y Gage (Lucas Lavoie), la familia Creed decide mudarse al pueblo campestre de Ludlow, Maine para tener una vida más tranquila. Mientras se están instalando, los Creed descubrirán que su nuevo hogar también incluye un bosque trasero donde la gente entierra a sus mascotas. Su estadía allí será cada vez menos placentera (recuerdos feos, un vecino que esconde un secreto, pesadillas) pero nada se comparará a la gran tragedia que se avecina. Nadie pidió por una remake de Cementerio de Animales sin embargo aquí la tenemos, siendo casi una copia exacta de la película de 1989 dirigida por Mary Lambert salvo por un importante cambio en los hechos y la sumatoria de variados jump scares. Puede que a los más fanáticos este cambio no les guste, sin embargo a la trama le da un toque de aire fresco necesario. Para los que ya han visto el filme original, este estreno no tiene nada de especial: tenemos los mismos personajes, misma información y acontecimientos, lo que nos hace que sea inevitable comparar los dos filmes y darnos cuenta que el primero estaba mejor logrado. En cuanto al reparto, cada uno brinda una interpretación correcta sin sobresalir a excepción de la niña Jeté Laurence, que logra ser tenebrosa con sus dichos, movimientos y mirada. A Louis, el padre de familia encarnado por Jason Clarke, le falta profundidad: aquí no se nota tanto el declive en la locura como sí se captaba en la actuación de Dale Midkiff, que a medida que avanzaba la cinta cada vez estaba más fuera de sus cabales. Aunque la atmósfera oscura y neblinosa está presente, los sustos son escasos. No obstante la temática de la muerte, qué hay en el más allá, cómo explicarle a un niño la pérdida, las diferentes creencias y las consecuencias de no aceptar que una persona o animal ya no estará más a nuestro lado continúan siendo el atractivo de esta historia. Cementerio de Animales puede funcionar para los que no conozcan o no recuerden mucho de la novela de Stephen King o de la cinta original; para los demás, la película en la mayoría de su metraje será más de lo mismo, transmitiendo aburrimiento hasta que los sucesos se despeguen de lo que ya está escrito.
Una remake muerta Ya había asesinado a Psicosis (Psycho, 1998) plano por plano el sorpresivamente respetuoso Van Sant. Su Psicosis es como los dobles sufrientes de la recién estrenada Nosotros (Us, 2019); una cara con ojos pero sin mirada. Y después de esa marioneta triste pensábamos que ya está, que hay que trabajar con la habilidad de la apropiación, como hicieron tantos con sus remakes desde casi el comienzo del cine. Pero Kevin Kölsch y Dennis Widmyer caen durante casi toda su película en la trampa Van Sant; y se nota que laburan por encargo porque si no hubieran hecho algo más parecido a su Starry Eyes (2014), un brote mucho más encantador que la fotocopia quemada de Psicosis. En este caso, los directores desaprovechan doble material de base para deformar, el de Stephen King y el de Mary Lambert, y la libertad de hacer la reversión de una película que no forma parte de ningún canon y, por ende, no tener la presión de los paspados guardianes del género y los héroes, como podía pasar con Hitchcock o como pasó hace poco con Argento. En los primeros actos, la historia sigue los pasos de la original con algún intercambio menor que no hace falta quemar. Tal como pasaba con la película del 89, hay reflexiones sobre la muerte, porque, en definitiva, toda la película es sobre la aceptación del final. En la original, el padre conversaba con su hija en una involuntariamente graciosa escena y le decía, mirando a su gato resucitado por el Cementerio de Mascotas, que para él después de la muerte volvíamos. En ésta, la charla se da también con la madre, representante tanto de la negación como de la fe, que se enoja con el padre (que aún no atravesó los eventos fantásticos) porque le dice a su hija que después de la muerte sólo queda el vacío. En realidad más que una postura atea, la del padre -médico- es la postura racional biologicista. El rollo religioso, más específicamente cristiano, aparece en esta versión directamente a través de los diálogos; pero recordemos que la novela de King comienza con una cita del cuarto evangelio sobre la resurrección de Lázaro. Y explota, además, el mito pagano del Wendigo, espíritu maligno de los bosques del norte de Estados Unidos, presente también en la primera película pero recién mencionado explícitamente en esta versión. Seguramente lo mejor de esta remake algo soporífera -sobre todo para el que tiene presente la adaptación de 1989- es el desenlace. En el final -brutal- se concentra toda la reformulación que no está presente y se siente necesaria en el resto de la película.
El tema del horror que aparece en situaciones cotidianas y con gente común es una de las características de las narraciones de Stephen King. Llamado "el rey del horror", el escritor norteamericano, hace más de cuarenta años, mantiene en vilo a quienes compran sus novelas y cuentos. Por no hablar de la gente que va al cine y ve su obra en imágenes que interpretaron Jack Nicholson ("El resplandor"), Sissi Spacek ("Carrie"), Kathy Bates ("Misery") o Pierce Brosnan ("Una bolsa de huesos"). "Cementerio de animales" replantea el tema de la muerte a través de un esquema sencillo. Un joven médico, su esposa y sus dos pequeños hijos eligen un lugar alejado de la gran ciudad y muy cercano a un bosque, como su hogar permanente. Lo hacen por elecciones laborales, sumadas a un deseo de vivir en un lugar tranquilo. Luego de un extraño hecho con un paciente accidentado que llega al hospital donde atiende Louis Creed, la irracionalidad comienza a manifestarse. Desde un cementerio indio que el pueblo usa de albergue final para sus mascotas y resulta pertenecer a la nueva propiedad de los Creed, hasta la presencia de un viejo vecino del que se hacen amigos y que les contará lo que pasa en la zona, donde la próxima víctima será Church, el gato de la familia, que, lógicamente, será enterrado en el cementerio indio. La versión actual, basada en el original literario de 1983, presenta algunos cambios que los guionistas dieron al texto, reacondicionando el tema base, el ancestral temor a la muerte y la natural aprehensión a aceptarla. El mismo autor cuenta que "Cementerio de animales" se inspiró en un relato de William Wymark Jacob (W.W. Jacob), escritor británico que en 1898 escribe "La pata de mono". El tema de la muerte y la posibilidad de resurrección se repite a lo largo de las épocas y actualmente es retomado por un destacado seguidor de King, el nórdico Ajvide Lindqvist ("Déjame entrar"), cuando plantea en alguna de sus novelas qué pasaría si nuestros muertos volvieran a la vida tal como murieron y quisieran recuperar sus espacios. ATMOSFERA INQUIETANTE "Cementerio de animales" reaparece casi treinta años después de la versión de Mary Lambert, que estrenada a fines de la década del "80 con una producción de 11 millones y medio de dólares, recaudó 57 millones. Aquella respetaba el contenido de la novela original, aunque no excedía la medianía general de las producciones de género, mientras que esta producción de Kevin Kolsch y Dennis Widmyer muestra modificaciones. En líneas generales, el filme exhibe una primera parte correcta con lograda atmósfera y tensión, donde el fuera de campo sonoro alcanza el clímax deseado, acompañada de correctos intérpretes. Se destacan Amy Seimetz y Jeté Laurence, la nena de "El muñeco de nieve", el thriller de Tomas Alfredson. Un viejo conocido, John Lithgow, que supo iniciarse cinematográficamente con otro mago del horror, Brian de Palma ("Obsesión"), reaparece en el papel del vecino misterioso. El problema que se presenta en esta versión es que entra en el campo minado del exceso y las exageraciones, con abundantes litros de sangre y un mal gusto considerable. Lo hace en la última parte del relato. Los directores transforman la historia en una mezcla en que gatos crispados, nenas peligrosas, vecinos culposos y mamás con traumas no resueltos apuestan a quién utiliza mejor las armas de la casa. A pesar de eso sigue siendo entretenida para los adictos al género.
La remake de Cementerio de animales ofrece una película de terror efectiva y bien realizada que probablemente engancharás más a los espectadores que nunca vieron la versión original de 1989 o desconocían la novela de Stephen King, Para el resto es una producción que se deja y ver e inclusive se disfruta, lo que no es poco en estos días frente a la calidad que ofrecen los filmes del género. Los puristas del escritor menos tolerantes probablemente la odiarán. El fan de King suele enojarse cuando alteran los relatos en el cine y esta propuesta no es la excepción, pese a que existen adaptaciones peores. Los directores Kevin Kolsch y Dennis Wydmyer construyen un film entretenido que encuentra sus mayores virtudes en las atmósferas macabras que sirven de marco a la historia y la labor del reparto que es excelente. John Lithgow, en su debut dentro del género, sobresale como el viejo Jud Crandall, mientras que Jason Clarke le otorgó más matices dramáticos al padre de familia que protagoniza este relato. Por el lado de los niños las interpretaciones son correctas pero como era de esperarse no pudieron superar la labor de Blaze Berdalh como Ellie Creed y muy especialmente el icónico Miko Hughes, como el bebé Gage de la película original. El tema con esta nueva interpretación es que si bien el concepto de Cementerio de animales sigue intacto, el guión de Jeff Buhler le da un cambio radical a la historia que no contribuye en absoluto a enriquecer la idea original de King. En la inevitable comparación, la película de 1989, que era más fiel a la novela, sigue siendo mucho más perturbadora y macabra que la remake. Los directores de esta versión aportan escenas de susto decentes y algunas referencias a otras obras de King, pero en el tercer acto el film se debilita bastante debido a los cambios argumentales. La gran salvación de Cementerio de animales pasa por el hecho que la calidad de los estrenos de terror que llegan habitualmente a la cartelera es muy inferior a esto. Dentro de ese contexto, la obra de Kolsch y Wydmyer por lo menos se deja ver y no vas a sentir que desperdiciaste una entrada al cine, si bien esta remake no quedará en el recuerdo entre las mejores películas que brindó la obra de Stephen King.
Dentro del mundo de las remakes, donde la gran mayoría son innecesarias, este estreno da gusto y sorprende. Está bien decir que se encuentra por sobre la media de la gran cantidad de películas de terror que se estrenan, semana a semana, en nuestro país. Asimismo, no hay nada nuevo, y los clichés y sobresaltos están a la orden del día, pero se encuentra todo muy bien ejecutado, y con un elenco muy sólido. El film original de 1989 se convirtió en una suerte de clásico, incluso sin llegar a ser una de las obras más celebradas de Stephen King. Vale aclarar que, en esa oportunidad, el autor estuvo involucrado en el guión y hasta hizo un cameo. Había escenas fuertes, y todos nos acordamos del camión atropellando al chico, quien luego perseguía a sus padres con un bisturí (y una vocecita muy macabra). Esta versión, arranca casi calcada a la original, pero luego ocurre algo que la separa y adquiere una suerte de identidad propia. Obvio que la temática sigue siendo la misma, pero esta resulta más macabra y con un par de giros sorprendentes, sobre todo en el clímax. Los directores Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, quienes ya vienen laburando en el terror en producciones menores, crean la atmosfera adecuada y llevan adelante, de manera muy digna, esta producción que recibirá obvias comparaciones. Su mayor acierto es, sin dudas, el elenco. Donde destaco la gran labor de la niña Jeté Laurence, así como también a Jason Clarke y John Lithgow. Justamente, una de las cosas en las cuales no envejeció bien la película original, es la manera en la cual están interpretados los papeles de estos últimos dos. Se han convertido en memes (muy de nicho), con desconexión total hacia reacciones reales. Obvio que es ficción, pero Clarke y Lithgow superan con creces a sus antecesores. No puedo destacar más cosas (hay varias) porque entraría en el terreno del spoiler. Cementerio de animales es una gran opción de terror para ver en el cine. Una remake que entra en la categoría de “excepción”.
Cementerio de Animales versión 2019 comienza con un tour hacia la casa donde sucederá, inevitablemente, un hecho horroroso. Música ominosa y una cámara que flota sobre un reguero de sangre resaltan lo que ya sabemos: estamos por presenciar un cuento que terminará en tragedia. Pero antes de mostrarnos qué pasó ahí adentro, la acción se corta, y vemos, ahora sí, el verdadero inicio de la película. Da la sensación que el montajista se olvidó el teaser trailer al comienzo del film, y nadie se dio cuenta. Esta es la primera decisión errada de la película de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, que sin embargo pasará completamente desapercibida. No porque sea un capricho que no importe demasiado, sino porque posteriormente vendrán muchos más. Sí, mucho se ha hablado de los cambios respecto de la novela (todos ellos spoileados en el trailer, aunque aquí trataremos de no seguir esa estúpida tendencia a mostrar más de lo que hacía falta), pero no necesariamente pasan por ahí los problemas. De hecho, bien articuladas, estas decisiones podrían haber derivado en una mirada original y fresca sobre la obra de Stephen King. Lamentablemente, están ahí únicamente para jugar con la idea de lo que el espectador ya sabe vs “lo que se va a encontrar”. Cementerio de Animales sigue siendo, en esencia, un film oscuro sobre la dificultad de aceptar la muerte como una instancia más de la vida. Los Creed son una familia que decide alejarse de la ciudad (de la ciudad de Boston a la tranquila Maine), y se mudan frente a dos escenarios que no tardarán en vomitar pesadillas: una ruta por la cual pasan camiones a ultravelocidad y sin dar mucho aviso, y un cementerio de animales que en sus proximidades aterra a los habitantes con mitos y leyendas del más allá. En otra escena agregada únicamente porque “esto para el terror de hoy se ve muy creepy“, unos niños marchan en una inútil procesión para enterrar a sus amigas mascotas en el sagrado suelo del cementerio del título. Las máscaras que llevan puestas parecen salidas de The Wicker Man, pero no responden a ninguna lógica interna. Son apenas una decisión estética, carente de contenido. Y es éste justamente el principal error de la nueva Cementerio de Animales: apunta al espectador que ya vio la original y le guarda un cierto cariño (los múltiples guiños al film de Lambert lo demuestran), pero se niega a reconocer sus aciertos y apenas mejora algunas fallas (fundamentalmente, en lo que refiere a interpretaciones actorales). Busca el “homenaje” oculto (el camionero que ya no escucha a Los Ramones pero recibe un mensaje de texto en su celular de “Sheena”, la canción cover del final que nuevamente remite a la banda punk, etc), pero también se diferencia contando lo mismo pero de otra manera, jugando con las expectativas del que cree saber lo que está por suceder. Esto sería algo divertido de no ser porque todo suena no tanto a sabia decisión sin más bien a, como se dijo antes, un mero capricho. Cementerio de Animales no es El Resplandor ni Carrie, pero supo encontrar en 1989 una mejor adaptación de acaso la novela más oscura de Stephen King (lo cual, cualquiera sabe, ya es decir demasiado). Kölsch y Widmyer se olvidan de contar de nuevo la historia, y parecen apurarse para jugar con su tercer acto, que patea el tablero sin darse cuenta que, por momentos, provoca hasta más risas que sustos. Pero como la comedia negra tampoco aquí funciona -porque nunca se sentaron sus bases-, la remake fracasa, con una receta de terror bastante básico (literalmente los directores emplean la fórmula de “gato salta del ropero y provoca un susto”). En tiempos en los que el género atraviesa una nueva edad de oro (Hereditary, Get Out, Us y A quiet place son ejemplos recientes), se podía esperar más de una nueva adaptación del maestro del terror.
Cementerio de Animales “El terror evoluciona…lo anterior ya no funciona” Desde un principio quise escribir la crítica de Cementerio de Animales ya que es una película clásica que estaba en mi lista de pendientes, pero que nunca me había tomado el tiempo de ver, por lo tanto al desconocer completamente la película original de 1989 y la obra de Stephen King, mi opinión sería diferente a la de la mayoría de críticos. La película comienza mostrándonos a la familia en un viaje hacia el que será su nuevo hogar: una casa en un pueblo, alejándolos de la vida que tenían acostumbrados en la ciudad, todo para que Louis Creed (Jason Clarke) pueda seguir con su trabajo de doctor y a la vez pasar mayor tiempo con su familia; durante el transcurso de la estadía en su nuevo hogar, el gato de su amada hija Ellie (Jeté Laurence) es encontrado muerto por Jud (John Lithgow) un simpático vecino que rápidamente se convierte en amigo de la familia, el que aconseja enterrarlo detrás de la barrera ubicada en el cementerio de animales, cuya tierra es capaz de revivir a las mascotas, aunque estas no vuelven igual que antes.
Una familia integrada por el Dr Louis Creed (Jason Clarke), mamá Rachel (Amy Seimetz) la niña Ellie (Jeté Laurence) y el hermano menor Gage (Hugo Lavoie) y su gato Church se mudan a una casa en una zona rural al borde de una ruta sin señalizar por la cual pasan camiones a toda velocidad todo el tiempo. El nuevo hogar es un terreno enorme cuyo extenso patio trasero da a un pequeño y antiguo cementerio de animales, más allá del mismo, atravesando una enorme valla de ramas y árboles hay otro lugar misterioso, peligroso y poco recomendable. La premonición de lo inevitable comienza cuando en su primer día en el colegio Louis debe atender a Victor Pascow (Obssa Ahmed) (un chico con medio cerebro a la vista que justamente fue atropellado en la ruta. Este fantasma irá advirtiéndole que no debe ir a enterrar nada en ese lugar que mencionábamos antes. Algo parecido dice Jud (John Litgow) pero sin embargo van a enterrar al gato allí cuando este también es arrollado. El gato vuelve medio putrefacto y maullador, pero claro, ya no es el mismo. ES una versión malograda de la mascota y bastante diabólica. De ahí en adelante se desencadenarán otros hechos peores. Cementerio de animales, el libro y sus adaptaciones, hablan claramente del miedo a la muerte, de la culpa que provoca y de la imposibilidad de lidiar con el dolor que esta provoca cuando se lleva a seres queridos. Lo hacía a fuerza de construir un vínculo muy fuerte de amor familiar para luego poder ir destruyéndolo lenta e inevitablemente. Son odiosas las comparaciones, aunque tampoco se pueden evadir. Pero centrémonos sólo en este estreno por ahora. La dirección de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer con guión de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer tiene unos muy buenos cuarenta minutos iniciales, trabajando sobre el personaje del marido de manera marcadamente superior. Sobre el cae el peso de la (i) responsabilidad de los hechos que se suceden, tanto externos como internos, al igual que ocurría con Jack Torrance en El Resplandor y en varios relatos del mítico autor. El manejo y la dosificación de la información se ven no sólo bastante balanceadas sino con una buena dosis de tensión que por suerte no recurre a triquiñuelas de la banda sonora, aunque sí lo hace con el diseño de sonido cuando se trata de camiones pasando cerca. Un peligro latente y permanente. Pero luego, a medida que el relato avanza, no solamente va decayendo lo formal en cuanto a registro actoral, sino también la impronta de la trama que roza lo melodramático por no agregar algo sobreactuado. Es cierto que no pierde ritmo y los acontecimientos, por truculentos que sean se desencadenan coherentemente sin perder de vista el objetivo, pero en el último tercio el montaje es precipitado. Como si estuviesen apurados por terminarla o se hubiesen quitado minutos para llegar a la duración que pidieron los productores. Respecto de la adaptación, hay un cambio inexplicable. Es Ellie quien muere en un accidente en lugar del nene más chico. No hay ninguna justificación para ello y si bien suma momentos de una joven actriz que prueba dos matices interesantes y contrapuestos, el peso dramático construido en el texto original por el vínculo entre padre e hijo queda completamente de lado. En general todos los vínculos están menos trabajados que en la versión de hace treinta años, razón por la cual la parte que corresponde a las comparaciones es inevitable. Todo el elenco, incluso los extras, sobrevive a esta nueva versión y sus trabajos son superiores incluyendo el gran trabajo que Fred Gwyne había hecho con su Jud (y eso que hablamos de John Litgow, nada menos). En todo caso pueden apreciarse mejor algunos efectos visuales en desmedro del diseño de arte y composición de encuadres que también funcionan mejor en la anterior. Ya que estamos (y sin desmerecer), la banda de sonido de Elliot Goldenthal era más diegética que la nueva de Christopher Young. De todos modos, la historia madre es poderosa en contenido con lo cual este estreno tiene calidad suficiente en su género como para no pasar desapercibido Ha vuelto. Treinta años después, es como si algún productor hubiese llevado la versión de 1989 dirigida por Mary Lambert y guionada por el propio Stephen King, al mismo cementerio que resucita animales y gente. Vuelven, pero algo desmejorados.
El clásico de Stephen King vuelve en forma de remake con unos cuantos giros, pero los mismos complictos de dolor y pérdida. Stephen King siempre da tela para cortar, ya sea en la pantalla chica como en la grande. Todavía quedan varias de sus historias para adaptar, pero estos tiempos modernos marcan el ritmo de las remakes de algunos de sus clásicos que vuelven para enamorar (y asustar) a nuevas audiencias. Porque el público se renueva, vio. Vamos a suponer que el exitazo de “It (Eso)” (It, 2017) empujó a los ejecutivos a desempolvar otros proyectos y reversionar aquella historia que ya llegó a la pantalla en 1989 de la mano de Mary Lambert y el propio guión de King. Además, el terror es un género que siempre funciona, venga a patear el tablero o no. La “Cementerio de Animales” (Pet Sematary) original no es una obra maestra, pero sí una digna adaptación de una de las novelas más terroríficas y dramáticas del autor, ya que no hay peor horror para un padre/madre que lidiar con la muerte de un hijo/a. Este es el punto más alto de este relato que empuja a los protagonistas más adultos y racionales a caer en creencias y misticismos, con el único propósito de esquivar la cruenta realidad y la negación de la pérdida para siempre. Los realizadores Kevin Kölsch y Dennis Widmyer -dos expertos en estos de generar sustos-, retoman estos temas tan sensibles y les dan su propia vuelta de tuerca a una historia que ya conocemos como la palma de nuestras manos. Esta “Cementerio de Animales” (Pet Sematary, 2019) arranca con Louis (Jason Clarke) y Rachel Creed (Amy Seimetz), matrimonio que decide dejar atrás las tribulaciones de Boston y la gran ciudad, para hacer rancho en el tranquilo pueblito de Ludlow, en Maine (claro), junto a sus dos pequeños hijos Ellie y Gage. La casita, ensamblada en medio del bosque, es un sueño hecho realidad, pero pronto descubren que el terreno también alberga un viejo cementerio de mascotas donde los niños locales van a rendirle tributo a sus seres queridos peludos. Desde su arribo, la pareja empieza a experimentar el tormento de viejos recuerdos en el caso de Rachel y extrañas visones para Louis, que no puede dejar de imaginar a un joven paciente atropellado por un automóvil al que no pudo salvar. Victor Pascow (Obssa Ahmed), la víctima, se le aparece en sueños premonitorios bastante apocalípticos para él y su familia, pero el raciocinio del doctor no se ajusta a las creencias de la vida después de la muerte, opiniones que suelen chocar con las de su esposa. Los Creed logran hacer buenas migas con Jud Crandall (John Lithgow), un vecino de la zona, hombre útil (o no, según como lo vean) a la hora de los problemas. Y los problemas no tardan en llegar cuando el preciado gatito de Ellie, Church, es encontrado muerto al costado de la ruta. La decisión más prudente es deshacerse del animal para evitar que la nena sufra, pero Jud no tiene menor idea de comentarle a Louis sobre un terreno sagrado, más allá del cementerio de animales, que podría evitarle a la nena el sufrimiento por la pérdida de su minino. Nos pareció haber visto un lindo gatito Olvidándose de sus pesadillas, y yendo en contra de todo, Creed le sigue el juego a Crandall abriendo la puerta hacia la ruina de su familia. Ya sabemos cómo sigue la cosa desde acá, o tendrán que averiguarlo porque spoiler, pero no cabe duda que toda lógica queda a un lado y el dolor marca el ritmo de la historia. Pero Kölsch, Widmyer y los guionistas Matt Greenberg y Jeff Buhler deciden sumar varias vueltas de tuerca y cambiar algunas cuestiones del relato original, aunque manteniendo su esencia intacta. De esta manera, los realizadores le dan mucha más importancia a la impronta del lugar, los viejos espíritu que supuestamente lo habitan, y las consecuencias de las transgresiones de sus protagonistas, como en cualquier tragedia que se precie como tal. El problema es que estos personajes muchas veces pecan de obvios y, como adolescentes en una película de terror genérica, hacen todo lo contrario a lo que se esperaría de ellos. Podemos justificar sus acciones a partir de su sufrimiento, pero la historia no da suficiente tiempo para desarrollar estos cambios de actitud que van empeorándolo todo. “Cementerio de Animales” es una película relativamente corta que, igual, termina aburriendo porque le dedica demasiado espacio a hechos banales y conversaciones superfluas, y se olvida de construir un relato coherente que no explica muchas de sus circunstancias. Los climas de tensión funcionan, los niñitos no son tan molestos, y el primer tercio de la película nos va llevando de la mano, sumergiéndonos en un gran universo terrorífico; pero una vez que los protagonistas rompen tan fácilmente las reglas impuestas, a la narración le cuesta seguir sosteniendo la coherencia de lo que viene después. La historia igual funciona (a medias), aunque es un relato totalmente diferente al planteado por King. Nadie dice que esto sea malo, de ahí la importancia de una “reimaginación” y no una copia fiel de la versión de Lambert. El peor vecino del mundo El problema principal es que el guión no termina de explicar muchas cosas que, en el conjunto, se ven extrañas. Estas “anomalías” corrompen la mitología del film, que empieza a perder fuerza cuando apura su violento desenlace. Esta nueva remake suma sofisticación, pero no siempre da en el clavo con la historia. Igual, los temas planteados por el autor persisten que, al fin y al cabo, son la verdadera alma de este cuentito de ultratumba.
Cuando no solo los muertos regresan. En una época donde las remakes continúan en su auge, no es de extrañar que otro clásico del género de horror vuelva a la vida. Es así como llega a las pantallas Cementerio de animales, que no solo es otra adaptación de una de las mejores y más cruentas novelas de Stephen King, sino también una remake del film de finales de los ochenta dirigido por Mary Lambert. La primera adaptación a la pantalla resultaba ser un gran trabajo del cine de género a la vez que captaba muy bien el tono de la novela —algo de lo que sirvió de gran ayuda fue que el guion estuviera escrito por el propio King. Sin embargo, y contra todo pronóstico, la nueva adaptación a cargo de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer también realiza una increíble reescritura del material original, tan inquietante y desconsoladora como su trama requiere. La macabra historia de la tierra sobrenatural, más allá del cementerio de animales, que regresa a los muertos a la vida, dialoga acerca de la aceptación de la muerte, del manejo de la pérdida y la imposibilidad de algunos para aceptar el duelo. El elemento de horror irrumpe en la vida de la recién mudada familia Creed, y entra en oposición con la racionalidad del padre de familia Louis (Jason Clarke), un médico que, por ende, es alguien que ante toda circunstancia apela a la lógica. Es interesante cómo, por gran parte del metraje, el elemento angustiante se proyecta a través de la relación familiar y cómo los distintos personajes afrontan la idea de la muerte. Es así el caso de su mujer Rachel (Amy Seimetz) que lidia con una sombra de su pasado y que describe a su persona como alguien negada ante la muerte, cual tema tabú. Incluso las repercusiones a temprana edad de la pequeña hija Ellie (Jeté Laurence) o la visión de la experiencia y el entendimiento por parte del vecino Jud (John Lithgow) resultan elementos de interés. La presencia y el vínculo establecido con Ellie es uno de los aspectos más destacados de esta nueva versión, que se atreve a apartarse considerablemente tanto del film como de la novela original al ser ella quien muere arrollada por un camión y no su pequeño hermano Gage. La muerte de un infante siempre es algo impactante, pero la justificación del cambio yace en la gran construcción realizada a través del vínculo con sus padres y el proceso de la niña de nueve años de descubrir y entender la muerte como algo natural. El contexto que se le es dado al personaje cobra mayor relevancia y profundidad, con lo cual a la hora de atestiguar su muerte y el impacto causado hay toda una narrativa que amerita y construye eso.Pero claro, el film no se olvida que se trata de una historia de horror, y logra un equilibrio entre el drama familiar, la experiencia y mirada de cada cual sobre vida y muerte acompañado por el terror más escalofriante. La presencia de Church, el felino reanimado de Ellie y las secuencias oníricas en las que Louis es advertido del poder del cementerio por el espectral Victor Pascow (Obssa Ahmed), son de lo mejor en cuanto a aspectos de género que posee el film. Pero el mayor logro continúa siendo el enfoque dramático, sobre todo en aquellos momentos donde se destaca la presencia y el carisma actoral de John Lithgow. Si el film comienza a sufrir complicaciones lo hace en su tercer acto, donde el balance tan bien desarrollado en casi su totalidad pierde ante los lugares comunes del género. Como si los directores se olvidaran del valor dramático construido y solo dejaran para el climax final situaciones convencionales del cine de horror y que vuelve a alejarse del material original, pero esta vez de manera fallida. Así, el valor dramático de la historia se ve opacado con un final que contradice a la idea explorada de la muerte. Si en el relato original teníamos al padre de familia con el dolor de la pérdida en carne viva y entregado a la negación de aceptar el duelo, aquí todo ese peso narrativo es eliminado por medio de una conclusión que no tiene mayor explicación que un capricho que busca ser efectista en relación al terror más burdo. De esta manera, Cementerio de animales es en gran parte un buen ejemplo del cine de género que termina viéndose afectado por su tramo final. El film fallece a minutos de llegar a su final y ni siquiera sus directores tienen el poder del cementerio para resucitarlo. La remake se presenta y se construye con gran fuerza e impacto pero llegado un punto, y como bien dice el personaje de Jud, a veces la muerte es mejor.
De la mano de los directores Kevin Kölsch y Dennis Widmyer nos llega una nueva versión del clásico libro de terror "Cementerio de animales" de Stephen King.
La muerte es solo el principio. Lo más complicado de revisitar una película -sobre todo si se trata de una película con cierta perdurabilidad intergeneracional, como es la primigenia Cementerio de animales de 1989- es dar con la medida justa entre el respeto a la idea original y los retoques de autor que justifiquen la aventura. Pues bien: Kevin Kölsch y Dennis Widmyer se han atrevido a realizar algunos cambios importantes en esta segunda versión, y aunque habrá espectadores reticentes al respecto, el resultado final es ampliamente satisfactorio. Cementerio de animales invoca el espíritu de aquel filme de Mary Lambert, que contaba con guión de Stephen King adaptando su propia novela, al que homenajea constantemente con guiños inspirados, pero se desmarca casi completamente de su historia. Pesa especialmente en el resultado final cómo ha acometido la pareja de dirección la revisión del guion a cargo de Jeff Buhler, la mano detrás de Maligno (The Prodigy, 2019), redistribuyendo los roles de los personajes y proponiendo leves subtramas para enriquecer el núcleo con el miedo arcaico a la muerte y su recuerdo. Porque al final, Cementerio de animales es una película sobre la muerte y lo poco o mucho que nos espera tras ella, con la consecuente orden agresiva que implica imaginarlo. Siendo como es la muerte la única certeza de la vida, llevarla con ingenio es una de las apuestas más interesantes de esta nueva era del cine de terror que ya lleva marcados algunos hitos relacionados como The Babadook (2014, inédita en la Argentina) o El legado del diablo (Hereditary, 2018). El personaje de la esposa, Rachel (Amy Seimetz), impone un papel mucho más complejo, algo apenas esbozado en la primera y que paradójicamente sí es notorio en la novela: suyo es el delicado trabajo de sostener la cordura entre sus propios terrores -infundidos y con sedimento de TEPT o estrés postraumático- y la forma en que su marido Louis (Jason Clarke) interpreta el más allá desde los rigurosos ojos de la ciencia. El muy comentado -y criticado cuando el lanzamiento del segundo tráiler reveló más de la cuenta- intercambio de papeles entre los dos hijos del matrimonio ha sido resuelto con naturalidad impactante. No en vano, Gage -el hijo menor- apenas suma unas líneas en esta nueva versión y sin embargo el final recuerda al público cuál es su sitio. Ellie, la hermana mayor, afronta directamente esta vez la muerte que tanto teme en la novela, pero con una cierta vis cómica cuyo propósito es únicamente descomprimir en algo la exigencia de las escenas más oscuras. Así, durante varios tramos destacados, Cementerio de animales frivoliza con esa idea primitiva de reencarnación, algo común con las dos obras referidas anteriormente. La diferencia es que, lejos de censurarla o expresarla a través de la redención, emboca en ella una oportunidad narrativa aplastante que deja repartidas a ambos lados de la carretera todas las expectativas que cabría haber puesto en personajes con mayor responsabilidad o perfilado trascendental. Como prueba definitiva, el trato que la nueva versión da a una de las escenas icónicas de la original y, sobre todo, cómo construye alrededor del gato de la familia, Church, la ambiciosa idea de que la muerte sólo es el principio.
30 años después llega una nueva versión cinematográfica de Cementerio de Animales (Pet Sematary), la novela clásica del maestro del Terror Stephen King.
La nueva adaptación de la novela clásica de terror de Stephen King, "Cementerio de animales", de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, sale airosa del doble desafío de ser comparada con la novela, y su anterior versión. ¿Vivimos en la era de los remakes? A la clásica postura hollywoodense de subirse a un éxito asegurado, se le sumó, hace ya un par de temporadas, una oleada de reversiones de películas clásicas de género, en su mayoría terror, con la supuesta excusa de modernizar para las nuevas generaciones. La nueva versión de "Cementerio de animales" nace a la luz del éxito de "It" (2017); cumpliendo con todos los postulados. Aferrarse a un triunfo ajeno; ser remake de una película de terror de hace treinta años; y la otra moda que vuelve, adaptar una novela de Stephen King (Quizás, la más conocida). ¿Los ’80 ya fueron? Ahora es tendencia hablar de los ’90 (fíjense "Capitana Marvel"), y en ese sentido, "Cementerio de animales", la película que todos recordamos, es de 1989, saludando a la nueva década y despidiendo a la otra. Difícil es la tarea de esta nueva versión. Hablamos no solo de una novela ícono del horror moderno, sino de una de las películas de terror mainstream más clásicas de la época. ¿Cómo hacerse un lugar? Kevin Kölsch y Dennis Widmyer vienen de dirigir la enigmática y personal Starry Eyes, que acá pudo verse en algún BAFICI. Cementerio de animales es claramente una película por encargo, de estudio; sin embargo, primer dato positivo, se las ingeniaron, para introducir aunque sea un mínimo de su impronta. El resto, tratar de ser más fiel a la novela que el film anterior; aun realizando cambios trascendentales, pero manteniendo la misma atmósfera (algo que la de 1989 había modificado bastante); y respecto a la película jugar a un juego de espejos alterados. La familia Creed deja su hogar en Boston para mudarse a la rural localidad de Maine, en la típica casa rodeada de bosque, pero con una peculiaridad, viven al costado de una ruta transitada por camiones. Louis (Jason Clarke) se instala como médico local, mientras que Rachel (Amy Seimetz) es quien parece encargarse del hogar, y de los hijos, Ellie (Jeté Laurence) de ocho años, y Gage (Hugo y Lucas Lavoie) aún un bebé sin escolarización. Ellie es la más inquieta del clan, tiene un gato, Church; y rápidamente conoce a su vecino Jud (John Lithgow), un hombre mayor, viudo, y amable, que de inmediato se hace amigo de la familia. Pero algo hay en esa zona, Ellie observa a un grupo de chicos enmascarados que se adentran al bosque en un aparente ritual; Rachel comienza a revivir los recuerdos de su hermana Zelda fallecida en espantosas circunstancias; y Louis es acechado por pesadillas en las que es visitado por Victor Pascow (Obssa Ahmed) uno de sus primeros pacientes que llega a la sala de urgencias ensangrentado y desfigurado, para morir en sus brazos. En realidad, aquella procesión que descubre Ellie, son los niños yendo a enterrar una macota al cementerio de animales del bosque, ubicado en un terreno que ahora es propiedad de los Creed. Cuando Church muere arrollado en la ruta, Jud le propone a Louis ir más allá, a la parte del bosque que no deben introducirse, enterrarlo, y así experimentar como el gato a la mañana siguiente regresa, evitando a Ellie afrontar la muerte. Consecuentemente, comienza una ola de horror para los Creed. Kölsch y Widmyer introducen un clima pesado, oscuro, de temor permanente; algo que en el film de Mary Lambert no encontrábamos. Si la novela juega con descripciones y largas introducciones, en Cementerio de animales, casi no hay escenas en las que no esté sucediendo algo, aunque sea mínimo, pero que va pintando un cuadro atmosférico. Quizá sea este el modo que los directores y los guionistas Matt Greenberg y Jeff Buhler hallaron para tratar de copiar aquel espacio descriptivo en el que mucho sucedía mientras no sucedía nada. Varios de los elementos de la novela que en la versión de 1989 fueron extirpados, ahora dicen presente, de un modo más sutil, implícito, o explícito, de acuerdo al peso que tengan la historia. El film se propone copiar varias escenas clásicas que recordamos, y de un modo retorcido; allí cuando ya esperamos qué es lo que va a seguir, pega el volantazo y cambia el destino de las escenas, para que la película tenga otro contenido. Esto es, quizás, lo más discutible de este versión 2019. Se jugaron con varios cambios fundamentales, hechos que todos esperamos ver (y que una pésima campaña de trailers se encargó de adelantarnos que se cambiarían). A la larga, será cuestión de analizar cuál es la incidencia de estos cambios. Sí, son hechos diferentes a la novela y a la película anterior; pero funcionalmente, le permiten dar más lógica y atmósfera cercana a la propuesta de la novela, que lo que hacía aquella película. Para dar dos ejemplos sin spoilerar, Zelda y Victor tienen ahora algo más de sentido de lo que tuvieron en el film de Lambert. "Cementerio de animales" (1989 ) es un clásico, una gran película, con momentos inolvidables. Querer imitarla es imposible porque nunca se podría trazar un camino que ya fue hecho. 2019 modifica las circunstancias para hacernos recordar, homenajear, pero crear algo que nos haga sentir la pesadumbre, incomodidad, y magnetismo de la novela. Esta nueva película tiene un clima turbio y nocturno más similar a "Cementerio de animales II", también bastante discutida en su momento. A diferencia de It 2017, esta Cementerio de animales parece tener un espíritu menos moderno, y ser más fiel a la época dorada de las adaptaciones de King, los fines de los ’80 y los ’90. Es un film modesto en cuanto al terror, con buenos jump scares y sacudidas, pero en el que la sangre no es la de un festín gore. Jason Clarke continúa siendo uno de los actores más inexpresivos de la actualidad; el resto del elenco, especialmente John Lithgow y Jeté Laurence, lucen mucho más convincentes. De hecho, Jud y Rachel son mejores personajes que en su anterior versión para cine. "Cementerio de animales" no pretende revolucionar el género, ni convertirse en un clásico que le haga sombra al film de 1989. Es un film con buenos momentos; una atmósfera lograda; y algunos cambios discutibles, pero funcionales. Nada mal para algo que nace a la luz de aprovecharse de una moda.
VUELVEN PEOR El concepto central de Cementerio de animales es que todo lo que se entierre ahí revive, pero se vuelve malo. Y eso es más o menos lo que le pasa a esta nueva adaptación de la novela de Stephen King, es como si alguien hubiera enterrado en el cementerio la versión de 1989 y el resultado es esta versión enclenque y maldita del 2019. Durante la primera hora se nos cuenta, sin demasiada inspiración o algún tipo de diálogo con la versión anterior, lo mismo que todos sabemos: el doctor Louis y su mujer Rachel, junto con sus hijos pequeños, y el famoso gato Church, se mudan a un pequeño pueblo de Maine en busca de una tranquilidad que, evidentemente, la gran ciudad de Boston no puede ofrecerles. Inexplicablemente eligen mudarse a una casa sobre una carretera famosa por la cantidad de camiones que pasan a velocidades ridículas, y que en el fondo tiene un cementerio para las mascotas de la comunidad, que en realidad es una fachada para un cementerio indio con capacidades sobrenaturales, aunque de eso nos enteramos avanzada la trama. El problema inicial al que se enfrenta Cementerio de animales es el mismo al que se enfrentó Andy Muschietti en la última versión de IT: ambas versiones originales, con sus altibajos, son películas icónicas y generacionales que suelen estar frescas en la memoria colectiva, con lo cual la comparación surge casi de manera natural, al menos para cierto público. Entendiendo esto, Muschietti marca el territorio desde el principio, dejándonos en claro que nos va tener que contar lo mismo, pero que tiene una mirada particular y diferente para cada una de las secuencias icónicas que construyen el relato canónico de It. Básicamente lo que hacen los directores competentes, imprimen una mirada sobre la historia que nos quieren contar. Esta cuestión se les escapa a los directores de Cementerio de animales Dennis Widmyer y Kevin Kolsch, que dejan pasar la oportunidad de reescribir todas las secuencias más icónicas y se limitan a hacerlas a reglamento como tachando una lista de cosas que tienen que hacer sí o sí, pero sin ganas. No generan climas ni tensión, sólo acumulan escenas que van llenando los casilleros necesarios. Aunque digamos también que se animan a tomar un par de decisiones fuertes, y puramente argumentales, que le agregan interés a la película cuando ya es demasiado tarde. Básicamente de apoyan demasiado en el gato (frase polémica y con connotaciones políticas que vamos a dejar así), quiero decir en la importancia de la mascota de la familia para el relato, cuyas aventuras son las únicas que hacen avanzar la trama. Y luego cambian un hecho central que hace que la secuencia final sea más interesante y, sobre todo, sorpresiva. Cuando llegan los momentos importantes (el accidente con el camión y la matanza final) encontraremos lo mejor de esta versión. De repente estamos ante un film más berreta, pero también más divertido, que se regodea en su mala leche y en su falta de escrúpulos. Pero como decíamos un par de líneas atrás, ya es demasiado tarde, ya nos aburrimos demasiado, el final no es lo suficientemente bueno como para revivirnos. Mención aparte merece la espantosa versión del tema homónimo de los Ramones que escuchamos al final, como si nunca nos fuéramos a escapar de este tedio.
Una de las novelas más querídas y recordadas del gran Stephen King retorna a la pantalla grande. Sí, volvió: Cementerio de Animales. Protagonizada por Jason Clarke, John Lithgow y Amy Seimetz esta nueva adaptación del famoso libro juega un poco con el intercambio de roles, manteniendo el espíritu de la novela y al mismo tiempo tomando nuevos senderos para ubicarse después en su carretera principal respetando su obra original. Al mismo tiempo Cementerio de Animales es una de las tantas películas que sufre por numerosos trailers que revelan demasiado de su “nueva” historia; tenemos giros y tenemos sorpresas pero las de mayor impacto son reveladas mucho antes del esperado estreno. La película dirigida por Kevin Kölsch y Dennis Widmyer no sólo posee un nulo factor sorpresa sino que también se siente estática al ofrecernos cosas que vimos y sabemos que van a pasar sin arriesgarse, sin poner un toque distintivo que marque esa búsqueda de sorprender varias décadas después de lo que fue esa primera adaptación en el año 1989 y su secuela – muy poco querida, pero divertida – del año 1992. Kölsch y Widmyer tratan de contar una historia de forma directa y en ese relato las situaciones suceden de forma rápida, tan rápida que el espectador no consigue disfrutar y formar parte del mundo trágico con resurrección que nos preparó King y le dio muchísimo más reconocimiento del que ya poseía. Vemos sangre, vemos muerte, vemos eventos macabros pero no lo podemos sentir como esa parte magnífica de la historia. Las situaciones escalan pero la nota se mantiene tenue a pesar de la tragedia absoluta. Cementerio de Animales es una película tibia en sus circunstancias pero su error más grande es no tener la presencia absoluta del famoso cementerio indio; el poder de imagen de la obra de King, la razón de resurrección y tragedia, el basis de la historia de la caída de la familia Creed es inexistente. Tenemos cementerio de animales pero no el verdadero “cementerio de Animales” y con esto pregunto: ¿cuál es la razón para ver una historia sin de origen latente a la vista? La respuesta es tierra y paisaje, es sólo lo que vemos, tierra y paisaje… En su favor la película se refugia en sólidas actuaciones que calzan como un guante a los actores y actrices en sus respectivos roles. Clarke y Seimetz funcionan como Louis y Rachel Creed, por otro lado Jeté Laurence es la verdadera revelación de la película personificando a Ellie Creed y dando una interpretación notable para lo que se le pide. El punto fuerte y casi obvio de todo este apartado actoral es John Lithgow; el querido actor es el que genera el verdadero interés como Jud Crandall, el solitario vecino (y abuelo postizo) de los Creed. Lithgow pone la simpatía, el misterio y la culpa en una interpretación clave para que Cementerio de Animales funcione, pero de nuevo, Kölsch y Widmyer se encargan de apurar demasiado las cosas y no se termina de disfrutar a fondo al gran John. Cementerio de Animales utiliza el cambio a su favor, funciona en pequeños detalles pero la ejecución de sus dos directores imposibilita que la película sea memorable. Valoración: Regular.
Kevin Kölsch y Dennis Widmyer levantaron el guante de un desafío interesante: hacer una remake del clásico de Stephen King Cementerio de animales, que se adaptó al cine en 1989 y que ahora vuelve a la vida con una versión siglo 21 con ligeras modificaciones que hacen más perturbadora la historia desde lo visual. La trama del libro era tan simple como efectiva: el médico Louis Creed se muda con sus hijos pequeños y su esposa a una zona rural de Maine; la familia compró una casa con gran terreno, que incluye un misterioso cementerio que devuelve a la vida toda criatura que se pretenda enterrar. Y pronto el escéptico galeno deberá poner a prueba su sistema de creencias ante una tragedia. Con muchos guiños cómplices que remiten a la primera versión (el accidente fatal en la casa con los niños es uno, el corte del talón del vecino es otro), Cementerio de animales tiene algunos giros que pretenden potenciar el efecto ominoso de su esencia. Pero la base es la misma: un padre empujado a tomar una decisión macabra, una familia en jaque ante la tragedia y varias secuencias de sangre y huesos al aire sin eufemismos son la materia prima con la que los directores jugaron hasta lograr una aventura para fans del género, un bocado interesante para los que disfrutan del combo de sobresaltos, dolor y suspenso. La película de 1989 –dirigida por Mary Lambert– tenía detalles que ponían los pelos de punta, y en la remake los seguidores de King podrán disfrutar de un renovado set de golpes que quitan el aliento. La nueva versión ajusta algunos tornillos respecto de su predecesora (el fantasma ayudante es un joven afroamericano; el pequeño hijo de la familia no es la primera víctima; el vecino Jud Crandall es más ambiguo; el gato de la familia no es de raza sino callejero), y los cambios funcionan bastante bien en su conjunto. Cementerio de animales está bien lograda, aunque repite una fórmula ya conocida para los fans del terror gore y sólo se permite jugar con el final de la historia. Por lo demás, está parapetada en una trinchera cómoda que no sorprende a quienes leyeron el libro y vieron su primera adaptación. No es fácil destronar a un clásico sin una fórmula nueva.
Muchas novelas de Stephen King (escritor estadounidense de novelas de terror, ficción sobrenatural, misterio, ciencia ficción y literatura fantástica, de 71 años), se han ido transformando en series y películas, hasta se han hechos parodias por ejemplo en “Los Simpsons” utilizando algunas escenas de ciertas películas. En esta ocasión después de treinta años tenemos como primera adaptación este “Cementerio de animales”. Es parecida a la original en algunos pasajes, pero le han hecho ciertos cambios, comienza bien, generando buenos climas, tensión, atmósfera cargada con elementos del género y momentos dentro de la trama bastantes emotivos. Además toca temas fuertes como la muerte, se plantea que se esconde detrás de ella, la soledad, la perdida y los miedos del pasado. Pero llegando a su último tramo el film va decayendo, se siente una adaptación floja, con pocos matices, un guión flojo, escenas un tanto ridículas, pero goza de buenas intensiones y resulta ideal para las nuevas generaciones.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
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La nueva remake del clásico de Stephen King Kevin Kölsch y Dennis Widmyer recrean el horror en esta película protagonizada por Jason Clarke y Amy Seimetz El Dr. Louis Creed (Jason Clarke) se muda con su esposa Rachel (Amy Seimetz) y sus dos hijos pequeños de Boston al Maine rural. Cerca de su nueva casa, los Creed descubren un misterioso cementerio de mascotas, un lugar que esconde un oscuro secreto. Cuando la tragedia golpee a la familia, Louis descubrirá que "a veces, la muerte es mejor". Esta adaptación de la novela Cementerio de animales (1983) de Stephen King está dirigida por la dupla formada por Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, y funciona como un moderno relato de horror que si bien toma los puntos principales del material literario, se atreve a cambios que sorprenden por originales y efectivos. Play (Tráiler de Cementerio de animales) La primera adaptación audiovisual del libro, una película de 1989 dirigida por Mary Lambert, es un clásico de culto que ha envejecido dignamente y que aún hoy sigue resultando terrorífica, por eso, como se mantiene presente entre los cultores de King, es que esta versión debía tener una vuelta de tuerca para sorprender. ¡Y vaya que lo hace! Al principio el filme parece calcado a aquella película, con diálogos y situaciones recreadas modernamente pero fieles al largometraje de Lambert. Cuando avanzado el metraje parece que los cineastas y guionistas no tomarían riesgos, la trama presenta una situación radicalmente opuesta al material de Stephen King y entonces la historia toma caminos distintos que respetan la idea, pero que generan secuencias de alto impacto emocional. Para que Cementerio de animales funcione y resulte tan inquietante son fundamentales las labores actorales de todo el elenco, la dirección de arte (con máscaras de un siniestro carnaval en una danza macabra) y el montaje que apabulla con algunas de sus logradas imágenes. Una pesadilla fílmica, sobre la muerte, el duelo, el amor incondicional de padres hacia los hijos y el miedo a lo desconocido. Tan angustiante como sombría, logra un lugar en el reducido espacio de las buenas adaptaciones de Stephen King. No es poco.
Todo mal. Desde el inicio, Cementerio de animales explora la impaciencia, la ansiedad de un cine que parece estar destinado al peor de los diagnósticos posibles: la destrucción de la construcción. Tal vez haya estudios sobre ello, no lo sé. Si no los hay, probablemente descubrí algo y debería adelantarme y escribir un libro o algo así. Si por el contrario existen, debería limitarme solo a redactar esta crítica y punto. En fin, la idea de la destrucción de la construcción se le puede atribuir a todo film que parece no percatarse de su naturaleza cinematográfica, con sus costumbres rituales, sus formalidades estéticas y narrativas y finalmente su construcción. Negar la construcción en una película es como cantar desaforado que se odia la música. La construcción es pieza fundamental y vertebral en la concepción del cine, ya que sin ella una película no sería más que una sucesión de ideas entrelazadas de manera incongruente. Gracias a dicha construcción, una película goza de inquietantes momentos de suspenso, progresión dramática o, en la tradición del terror, generación de miedo en el espectador. La misma es ejercida por la temporalidad de los planos, su composición y acción, e ideas que bajo un crescendo fundamental y funcional terminan por dar una idea de construcción (perdón por la reiteración de la palabra), la cual toma forma aferrándose a dichos fundamentos. De mucho de todo esto carece Cementerio de animales, film de terror sobre una familia asediada por una maldición que proviene del jardín trasero de su nueva casa, donde yace un cementerio de animales que trae a la vida todo aquello que está muerto y fue enterrado allí. Si será atrofiada esta nueva versión que ver al gatito errante y sigiloso por todos lados sin la intervención de efectos digitales tiene su encanto (lo siento Jason Clark, pero Church te pasa el trapo). A diferencia de la versión de 1989, donde se hacía hincapié en una enorme tragedia familiar entre traumas de la infancia, pérdidas de seres queridos y la negación de la muerte, gozando de una enorme construcción gracias al buen uso de elementos básicos del cine clásico, en esta nueva lectura de la obra de Stephen King todo se sucede rápido, de manera abrupta, sin la intención de que el espectador note que los hechos se encadenan con naturalidad. Tal es el caso de la aparición del primer camión en el relato, cuyo ruido estruendoso nos alerta demasiado pronto que será de suma importancia. Salvo un par de cuestiones el guion es casi el mismo, por lo que hablar de su estructura narrativa es casi innecesario. Lo único rescatable en Cementerio de animales es una suerte de paradoja autoconsciente. Hay al menos dos momentos en esta que se atreven a diferenciarse de la versión del 89. Uno es la tan famosa e impresionante escena donde Jud es atacado y el otro, aún más importante, el icónico accidente en la ruta con uno de los hijos de Louis. Esta versión parece querer jugar con el espectador, que de seguro espera una reiteración de los hechos y en vez de eso ocurre que los hechos son codificados bajo una suerte de evasión que hace parecer como si los personajes supieran la suerte que corren y, como viajeros del tiempo, intentaran cambiarlos aun cuando dichos sucesos terminan en fatídicos resultados. El resto es un soporífero y solemne rejunte de ideas que se acercan tanto al cine de terror actual, con sus tan repetitivos golpes de efecto, que al fin y al cabo maldicen el género bajo formulas superficiales a las que nadie parece interesar. Espero de corazón que esto cambie, por amor al cine de terror y a los viejos maestros que daban lección con cada obra. Dios Mío, cómo se los extraña.
Por favor, basta de estupideces. Get a life. Odio cuando la gente se talibaniza sobre una obra en particular – y sobre todo cuando se trata de un mero producto comercial, ni siquiera hablamos de una obra suprema de la literatura mundial – y procede a lapidar sin miramientos a aquellos blasfemos que procedieron a adaptarla, cambiándole puntos y comas o dando una versión alternativa de la misma historia. No tengo un recuerdo fiel de la versión 1989 de Cementerio de Animales pero definitivamente no era una versión memorable. Recuerdo malas actuaciones y un bebé asesino que era mas ridículo que aterrador. Esta versión 2019 es superior, pero dista de ser una obra maestra. Parte del drama está en el original de King – se precisa una sucesión de estupideces y mala suerte para que los eventos ocurran – y parte está en que algunas decisiones creativas del climax podrían haber sido mejores. Pero Cementerio de Animales no es Shakespeare y puede tener todas las versiones alternativas que quiera siempre que sean efectivas y mejoren la obra original. Nada es intocable en esta vida. Si la versión 1989 apuntaba al terror, la versión 2019 es mas dramática e incómoda. Terriblemente incómoda. El tema es que acá no hay finales felices ni lucha contra un mal superior, sino una visión nihilista del mundo desde el momento en que la familia es golpeada por la tragedia. Lo que queda es el dolor y la angustia, malos consejeros a la hora de perder un ser querido y mas cuando uno sabe que existe un atajo – ilegal, truculento – para engañar a la muerte y recuperar lo que la vida nos ha quitado. El resultado es una media hora final estremecedora, inquietante, enervante… que no termina de calar todo lo que debiera. ¿Por qué?. No termina de quedarme claro. Mientras que las persecuciones y la acción están muy bien, el detalle de estos engendros revividos parlanchines que gustan darte lujo de detalles sobre la infernal vida en el Mas Allá me suena a película barata de terror. Casi podría escuchar a Freddy Krueger decir líneas parecidas en la cuarta o quinta secuela de la saga de Pesadilla en la Calle Elm. Pero que esos deslices no te engañen; Cementerio de Animales 2019 es una película de terror magra en grasas. Dura poco (algo mas de una hora y media), tiene excelentes perfomances, buen clima, algunos shocks obvios y otros no tanto, y pocos errores que se puedan subrayar. Hay cambios notables, en especial sobre quién muere; acá le toca la baraja de la muerte le toca a la hija de 9 años en vez de al bebé (a diferencia del texto original y del filme de 1989), lo que te da la oportunidad de poner a una intérprete mucho mas madura (en este caso, una brillante Jeté Laurence) para protagonizar con soltura ambos lados de la misma moneda. Cuando está viva, la Laurence es chispeante y alegre… y cuando regresa de la tumba, es un engendro decrépito de piel blanca, venas azules, costurones por todos lados, ojito caído y voz gutural que te eriza la piel. La mejor escena del filme es cuando un nervioso Jason Clarke – que ha acogido en su casa a su hija revivida, la cual vino rengueando después de despertarse en el cementerio indio – decide arroparla y la espectral Laurence le pide que se quede con ella a pasar la noche. Desquiciado pero con un dejo de sentido común, Clarke se ha ido dando cuenta que esa cosa que está acostada a su lado no es ni por asomo su hija sino algo mas escalofriante y desalmado… y cuando la nena le dice “papá” y le pasa el brazo simplemente te pone todos los pelos de punta. Es posible que le falten algunos subtextos del libro original y es posible que los villanos funcionen mejor cuando hablan poco; pero en general Cementerio de Animales 2019 me pareció muy potable. Lo que sí creo es que no funciona en el sentido habitual de los filmes de terror – de puro pasatismo y muertes creativas – sino que lidia con algunas cuestiones dramáticas de la vida real que le pueden tocar muy de cerca al espectador, razón por la cual puede tener un punch diferente, mas profundo y venenoso. Los niños son la alegría de nuestra vida y representan la inocencia pura; acá el filme no sólo se da el lujo de lastimarlos y hasta asesinarlos sino que llega al extremo de trocarlos por versiones diabólicas y perversas que nos vemos forzados a contemplar durante largo rato y, lo que es peor (como es el caso del filme), no se tratan de los hijos del vecino sino de nuestros hijos. Es por eso que no se trata de “una mas de zombies” sino de una espantosa pesadilla, que cala fuerte en el espectador y materializa lo mas profundo de nuestros temores.
A veces sale bien una remake. En la mayoría de las ocasiones, no. Sin embargo, esta nueva película basada en la novela de Stephen King cumple con, al menos, no defraudar, e incluso quizá, gustar más que la original de 1989 dirigida por Mary Lambert. El doctor Louis (Jason Clarke) se muda con su mujer Rachel (Amy Seimetz), sus dos hijos y su gato Church a un pequeño pueblo en las afueras de Maine, donde todo parece ser perfecto y tranquilo, pero que, poco a poco, irá dejando a la luz temibles secretos y misterios que tendrán desastrosas consecuencias para la familia. La historia se desarrolla correctamente, sin deslumbrar, pero con un buen progreso de la trama, sin baches. Sigue un típico esquema de presentación de personajes y su respectiva descripción sin muchos sobresaltos. Un guión sin demasiado brillo e innovación, aunque tampoco sin tanto problema. De hecho, es más sólido que la original. Uno de los puntos claves en la atmósfera generada en ciertas escenas. En algunas pareciera que no se esmeraron tanto a la hora de filmar, pero en determinadas secuencias se nota un destacado trabajo en la realización, desde el montaje hasta los efectos de sonido. Sirven mucho para ambientarnos en el tétrico entorno de los personajes y ayudan en los momentos de "asustar"; de todas formas, aquí hay un punto para la original, que logra con más efectividad generar miedo al espectador, aunque no por este motivo sea una cualidad que no existe en la remake. Siguiendo la comparación con la adaptación de 1989, se puede asegurar que el reparto llega a la audiencia con mayor firmeza que la primera, con un Clarke y Lithgow muy bien plantados. Transmiten con soltura las emociones de sus personajes. Lo más destacado del film es la manera en que trata la pérdida y la culpa. Sin dudas, el cementerio es un eterno reflejo de todos los miedos internos de cada uno y, al haber explorado tan bien la historia de cada personaje, consigue enviar el mensaje de manera más que eficiente. Por último, la elección de cambiar ciertos puntos del argumento y el final es totalmente acertada. Es la sorpresa que faltaba y que por suerte tuvieron agallas para cambiar, y dieron en la tecla. Excelente final para una aceptable película. A veces es mejor muerto, sí. Y también a veces es mejor la remake. Puntaje: 8/10 Manuel Otero
Otra remake que no supera a su original Había leído algunos buenos comentarios previos al estreno y me gustaba el hecho de que participaran dos actores de la talla de John Lithgow y Jason Clarke, pero me llevé una decepción bastante grande cuando pude constatar de que se trataba de otro proyecto de remake que no logra superar a la película original, y eso que aquella tampoco era una joyita del séptimo arte. Con estas remakes suelen suceder los mismos tipos de errores comunes. Se centran en modernizar los elementos estéticos y en mantener las escenas que más impactaron de la entrega original, generando alguna vuelta de tuerca como para que no sea un calco. Bueno, esto creo que es un error garrafal porque no tienen en cuenta variables que a mi entender son importantes. En primer lugar, deberían tener en cuenta que al ser una película popular, el espectador ya sabe lo que va a suceder, es decir, pierde el efecto impacto que tuvo en su momento el estreno original. Es por esto que hacer algunos cambios cosméticos y no de profundidad en la trama no logra nada más que desazón. No digo que se deba cambiar totalmente la historia, pero se debería poder imprimirle una personalidad propia, que horrorice más, que incomode distinto, que nos vuele la cabeza con algún cambio significativo. Esto no sucede en la nueva versión de ''Pet Sematary''. Todo se limita a contar la historia nuevamente, con menos terror y modificaciones demasiado sutiles en la trama. En segundo lugar, y siguiendo con lo último a lo que hago alusión, la propuesta pierde en terror. Nada en este film es más aterrador que en la entrega de 1989. De hecho hay varios momentos donde se ''cuida'' demasiado a los protagonistas, de no mostrarlos en vulnerabilidad total. Por ejemplo, no se animaron a mostrar bien la muerte de uno de los hijos de la familia. Esto, en el año 2019, ya debería ser algo superado. Deberíamos poder ver la muerte de un niño sin que sea un tabú mostrar detalles que usualmente aprovechamos en el destino fatídico de un adulto en una película de terror. Otro ejemplo, mostrar una muerte donde no hay sangre en la escena... ¿Qué es eso? Si te lleve puesto un camión, va a haber sangre, mucha. Y no es morbo lo que pido, sino verosimilitud de lo que me están vendiendo. Por último, creo que se decidió hacer mucho más liviana la carga emocional de film. Se centraron más en el maquillaje o las secuencias de aparición de los muertos vivos, que en generar atmósfera. A la pareja se le muere un hijo y a los dos segundos parece que ya están superando la tragedia. Hay herramientas para hacer más creíble este tipo de situaciones. Pregúntenle a Ari Aster (''Hereditary'', ''Midsommar'') si no. En conclusión, creo que es una nueva remake que no cumple con la premisa principal de rehacer un film: Lograr superar al original con un trama conexa pero con personalidad propia.