Muy de vez en cuando, una película se alza por entre la porquería en la cual está basada. Muy pocas veces una película se transforma en un relato épico de lo que era un libro visible y absolutamente inferior. En contadas ocasiones, una película sorprende con su calidad, dejando en ridículo al relato literario que le dio vida. No es el caso de Cincuenta Sombras de Grey. Edulcorante, soda y agua por demás A estas alturas es redundante ahondar en la temática y la sinopsis de la historia escrita por E.L. James. La cual ni literaria ni socialmente hablando tiene nada de rescatable, más bien diría todo lo contrario. Una saga espantosa, por demás misógina, que intenta promover el maltrato femenino, y estandarizar cierto tipo de objetos y popularizar su uso, con el solo fin de vender y hacer dinero. Si nos ponemos conspiranoicos, podemos decir que a E.L. James la financio ni mas ni menos que Rockefeller, con la intención de levantar, estandarizar y popularizar la venta y el mercado de juguetes eróticos, artículos cuyas ventas se encuentran en un aumento sin precedentes.. Hagan las cuentas. Pero volvamos al tema que nos comPete. La historia mostrada en el film está edulcorada, aguada y hasta diría aniñada a tal punto que las escenas de sexo tan escandalosas que vienen queriéndonos vender, podrían estar tranquilamente a la tarde en una película de Virginia Lago. Tetas y nada mas, para ser exactos. Pero claro muchachos ¡no podemos hacer una peli para mayores de 18! ¿Cuánta gente nos perdemos que pague su entrada? Bajemosla a 16 con reservas, (que termina siendo: si tenes 14 y sos alto, pasá), y destruyamos lo único "respetable" que tenia la saga. ¿Por qué digo, "respetable"?, porque si bien, Cincuenta Sombras de Grey me parece una obra deleznable, aun así, se para firme en una posición y la mantiene. Sexo, sado, bondage, amos y sumisos. Mas sexo duro, sexo escatológico, y un sinfín de catervas afines que no están en la película. Haciéndola ni mas ni menos que Twilight, pero con tetas. Vergüenza ajena... Ni mala, ni buena, ni osada Efectivamente, la cinta está tan edulcorada que termina siendo un dramón juvenil, lejos de lo que es el libro. Por lo que ni siquiera llega a obtener el rotulo de mala película, lo cual hubiera levantado la visceralidad en mi. No, es mediocre, simplemente una película mediocre y cobarde. ¿Se puede filmar Lolita de Vladimir Nabokov tal cual al libro? No. El intento de Adrian Lyne por ejemplo, si bien acertado y más provocador que el de Kubrick por simples cuestiones de época, queda siempre en el terreno de la insinuación. Obviamente no estoy comparando ambas obras literarias, en absoluto. Ademas, las escenas sexuales tienen una connotación y lugar psicológico diferente en ambas Cincuenta Sombras de Grey exigía ser gráfica, así de simple. Gráfica como el libro, gráfica como la infame escena del tampón, o como muchas otras dejadas afuera. Si le sacas eso, queda una historia casi ridícula, que ni siquiera entretiene ni se aleja de nada que hayamos visto antes. Aun así, por momentos siendo mediocre, juvenil, lisa y llanamente estúpida, la película se las ingenia para apestar menos que el libro, si eso es acaso posible. El peor pecado: No calentar En ultima instancia, Cincuenta Sombras de Grey está escrita para calentar a Doña Rosa, así de simple. Si algún hombre la leía, por la naturaleza un tanto... "ludica" que tenemos los hombres, también se habría calentado. Pero no, ni siquiera eso, esta película no tiene nada de eso. La tensión sexual que había en la sala de proyección antes de iniciar la película, se fue diluyendo con el correr del tiempo, para terminar con una libido similar a la que todos tenemos cuando tomamos mate los domingos mirando la tele con mamá . Pecado mortal para este metraje, ya que prometía escenas de sexo por todos lados. Les puedo nombrar al menos cien películas con más y mejores escenas de sexo que esta porquería y que calientan en serio (de hecho ya se viene la nota al respecto). Los actores elegidos tampoco ayudan. Ella, Dakota Johnson, insulsa, apática y sin depilar. Ademas, su personaje estudia Literatura Inglesa, y las únicas palabras que parece saber usar son "cool" y "wow". Y ni hablar de la molesta, aburrida, empalagosa y mal actuada mordida de labio inferior, la cual la redundancia en pantalla lleva a que la odiemos y queramos que tenga un accidente. Grave. El, Jamie Dornan, sobreactuado, fuera de eje y absolutamente poco creíble. Y su frase clave: "I'm fifty shades of fucked up", pasa sin pena ni gloria... Conclusión Aburrida, embolante, sin sexo, no calienta, predecible, y sobre todo tibia y cobarde. Si las escenas de sexo hubieran mas jugadas o mas gráficas, seguramente habría odiado más la película, pero al mismo tiempo, la habría respetado mucho más. Por tomar posición, por jugársela, por ir con un mayores de 18 con reservas. Pero no, hay que dejar que los niños la vean. Todo lo que podía salir mal salió mal. Los detractores de la saga la van a odiar. Y los fans, también deberían. Y el peor de los casos es que todavía estamos condenados a sufrir dos secuelas. Que encima, si se la juegan más con las escenas, lo único que harán es recordar cuan mal era la primera. Quieren sexo en el cine? Nymphomaniac. Quieren sexo en papel? Sade. Quieren sexo? Festejen el 14 de Febrero en casa, no gasten en esta película. Acá no encontrarán nada de eso.
Finalmente llegó la adaptación de la primera entrega de la trilogía de E.L. James al cine, tan esperada por las fans. Antes que nada, quiero remarcar que la historia en cuestión nació como una fanfiction (cuando los fans toman ciertos perfiles de personajes, personajes o espacios para crear su propia ficción) de Crepúsculo, con lo cual el tema de público, tono y demás queda respondido. No quiero meterme en polémicas ni menospreciar, lo remarco para los que no saben de qué va como para que sepan a dónde apunta el interés de esta historia. Para quienes no leyeron la novela, la historia se cuenta desde el punto de vista de una estudiante de Literatura, Anastasia Steele, pronta a su egreso cuando se enamora de un multimillonario llamado Christian Grey que parece inaccesible y la invita a tener una relación bajo sus términos. Anastasia es hermosa y no lo sabe, virgen e inteligente y está dispuesta a develar cada una de las capas de sombras de este Grey mientras él la introduce en el bondage. La adaptación, con toda sinceridad, es más bien una ilustración de la novela. Esto significa que reproduce escenas del libro pero sin tener su sabor. No sentí que tuviera demasiada alma, ni presentación de personajes, ni matices, ni el romanticismo (que, seamos sinceros, no es una saga que apunte a lo erótico ya que lo que prima es el romance) necesarios. Sin mencionar la batería de personajes secundarios que aparecen a modo decorativo: padres, madres, hermanos, compañera de departamento, amigo, chofer, son todos meros marcos de ellos dos. La pareja principal, en manos de Dakota Johnson y Jamie Dornan, no parece del todo conectada entre sí y presenta algunos temas: ella es realmente impactante, tiene 2 metros sólo de piernas y la ponen en chatitas todo el tiempo para que no lo pase. Él, que en la novela tiene 27 años, parece destetado ayer con lo cual por momentos me pasaba que él no estaba del todo convencido de pegarle y ella lo único que quería era que le pegara fuerte. Directamente, se lo come crudo actoral y escénicamente. La directora, Samantha Taylor – Johnson, logra hacer con este guión momentos de humor (no intencional todas las veces, probablemente) y tomas impactantes tanto de Seattle como de los espacios en los que interactúan los personajes que ya de por sí tienen que ser sobre ese mundo al que el resto de los mortales no accedemos. Logra una ciudad que es habitualmente gris con una fotografía preciosa que te dan ganas de conocer esos espacios. Me gustó particularmente el uso de planos generales para el personaje masculino de manera de situarlo en la cima del mundo, siempre solo, en lugares pulcros, luminosos, pero tan cálidos como un quirófano. Y el contraste de luces en la negociación del contrato es una belleza. Estoy un poco cansada del recurso de los mensajes de texto impresos en pantalla que hasta deseo que alguien más invente algo nuevo, pero no es una película que busque la innovación. El producto final no es terrible, pero mi decepción es que pudo haber sido algo interesante, pudo haber sido tremendamente romántica, pudo haber sido provocativa, pudo, al menos mostrarme a una platinada que moría por ver personificada, pudo haber sido una pareja con gancho por más que todo lo demás se caiga a pedazos. Es una media tirando para abajo. PD: película ideal para ver entre amigas, no hagan la crueldad tremenda de llevar a sus parejas. Piensen que es una precuela de Sex and the City, cuando las chicas se reían menos y se vestían peor.
En "Cincuenta Sombras de Grey"(USA, 2015) hay una innegable intención de generar un discurso que a partir de una lectura rápida del best seller de E.L.James se resignifique la eterna historia de Cenicienta (y van miles) y genere curiosidad en espectadores que desconocen su trama. En el devenir de Anastassia (Dakota Johnson), una chica pueblerina que se topa accidentalmente con el Christian (Jamie Dornan) sombrío del titulo, se esconde una vez más la historia de la heroína que deberá cambiar su vida para conocer el amor. Pero el giro acá es que Christian deja bien en claro que no dará amor, solo intentara, de ella aceptar, darle placer sexual confirmando por escrito (si, por escrito y con su "autógrafo") esta condición. La progresión del relato deambula en si ella acepta o no, en juegos sexuales de un Bruce Wayne con gustos particulares y una baticueva llena de sex toys y no mucho mas. Sam Taylor-Johnson dirige con elegancia algunas escenas y principalmente la clara intención de cosmopolizar el relato con tomas aéreas de la ciudad que son mezcladas con una sugerente BSO (Danny Elfman detrás) y temas musicales escogidos especialmente (acordes/desnudo/sexo) para acompasar (Sia, Beyonce, etc.). Con una posición decididamente machista y misógina en la que la exposición de los cuerpos solo prevalece la sumisión como posible método de relación entre una pareja, claro esta que quizás muchos/as que se acerquen a los cines salgan espantados. En esta historia de opuestos que se atraen (chico rico experto/chica humilde inexperta) el mcguffin pronto se diluye por lo que se agregaran elementos a la trama, mas que nada decorativos, como una manera de contextualizar la endeble línea argumental o ya vista mil veces. No he leído el libro, pero supongo por comentarios, que los monólogos interiores (su conflicto interior) de la protagonista, que alimentaban las 500 paginas del primer volumen de la saga, aquí fueron eliminados y suplantados por un chichoneo e histeria mutua (entre ella y el) con el que se intento sumar desde el humor otra vertiente que en el original no estaba. Con algunos comentarios por parte de los protagonistas se busca desestructurar la línea del libro y crear una propia posición narrativa que expulse a aquellos que solo esperaban un espectáculo carnal sin ningún tapujo. Esto no es el Canal Venus, menos alguna película de Tinto Brass, es un filme producido por un gran estudio que espera rápidamente recuperar la millonaria suma depositada para poder adaptar la saga. Y esto tampoco es un dato menor, la autocensura que se impusieron tampoco permitió darle vuelo al filme que excepto la incorporación de Dakota Johnson como Anastassia le brinda al filme una frescura y a la vez un misterio que permite generar atención en la pantalla mas allá de la historia. Con esto no hablado de su decisión de mostrar su cuerpo, de exponerse por primera vez al publico tal como dios la trajo al mundo (confirmo Melanie Grifith que no vera la película por esta razón), sino que es algo que supera su exposición. No sucede esto con Dornan a quien se lo ve incomodísimo en el rol de Grey. El porno soft de "50 sombras..." es comparable con algunos episodios de "True Blood", con esos vampiros en tensión luchando hasta amarse, o si se lo quiere comparar con otra saga literaria, en "Crepúsculo" (papel y filme) donde la tensión sexual in crescendo entre los protagonistas era el vector de la historia. "50 sombras..." cumple su premisa encendiendo la pantalla y abriendo el camino a la secuela.
Fueron varios los medios que se animaron en la previa a hablar de esta transposición de la popular novela de E.L. James (más de 100 millones de copias vendidas) como la Último tango en París del nuevo siglo, pero tras apreciar el resultado final de la película sus méritos artísticos no sólo quedan a años luz de aquel clásico de Bernardo Bertolucci (o de la capacidad de provocación de otros directores que también incursionaron fuerte en el tema de la sexualidad, como Pier Paolo Pasolini, Nagisa Oshima, Stanley Kubrick o Lars von Trier), sino que en la comparación eleva a la bastante floja Nueve semanas y media -su principal inspiración- a la categoría de obra maestra. El realizador Sam Taylor-Johnson apela a una a esta altura ya perimida estética publicitaria sustentada en un esteticismo irritante que remite a lo peor del soft porn ochentista y noventista sobre yuppies de los Adrian Lyne y los Zalman King para narrar una historia que en muchos pasajes resulta involuntariamente risible, salvo en una lograda escena de comedia (una "cena de negocios" entre los protagonistas en la que ambos discuten los detalles y sobre todo los alcances del contrato sadomasoquista que están por firmar) en la que sí logra un nivel de delirio y absurdo que el resto del pomposo y solemne film jamás consigue. La pasión entre Anastasia Steele (Dakota Johnson, cuyas dos únicas expresiones parecen ser morderse el labio y suspirar), una estudiante avanzada de literatura inglesa todavía virgen, y Christian Grey (Jamie Dornan), un magnate y galán de 27 años con un oscuro pasado y un presente dominado por traumas que lo llevan a no dejarse tocar y a obsesionarse con las prácticas más perversas, es narrada siempre de una manera torpe, con diálogos que bordean el ridículo, con canciones cuyos títulos y letras también resultan obvios ("I Put a Spell On You"; "I'm on Fire") y una banda sonora (penoso aporte de un gran músico como Danny Elfman) que apela a todos y cada uno de los clichés del género erótico. Yendo a lo que muchos seguramente se preguntarán, las escenas de sexo también resultan bastante explícitas, pero iluminadas y editadas con un criterio que las vuelve artificiales y muy poco sensuales. Sí, hay esposas, palos y látigos, pero la acumulación de azotes, flagelaciones y sometimientos entre el amo y la esclava no generan más que castigos? al espectador. Ni escandalosa ni intimidante ni audaz, Cincuenta sombras de Grey es una película decepcionante y -vaya paradoja para una historia de este tenor- demasiado fría.
La trilogía de "amor sadomasoquista" Cincuenta Sombras de Grey le generó a la autora E. L. James una ganancia de 95 millones de dólares en 2013, y dio fin a la supremacía de los thrillers y aventuras fantásticas de los últimos años. La literatura erótica, por muchos años en la oscuridad, pasó a estar en un lugar privilegiado en las librerías de todo el mundo. Pero eso no fue todo. Cincuenta Sombras de Grey fue el bestseller que más rápido se vendió en la historia, con más de 70 millones de ejemplares en tan sólo ocho meses en Estados Unidos... cifra que se dispara a números insólitos si le sumamos los millones más que se compraron a nivel global. La novela erótica de la escritora británica sedujo al público de una manera que todavía pocos llegaron a entender. Y el furor llegó ahora a la pantalla grande, luego de meses e incluso años de expectativas y de indecisiones a la hora de encontrar al actor adecuado para interpretar al enigmático sex symbol en el que se convirtió el personaje de Christian Grey. El irlandés Jamie Dornan (The Fall) encarna al soltero multimillonario con una obsesión por el sexo sadomasoquista. La relativamente desconocida Dakota Johnson (Red Social) –hija de Melanie Griffith y Don Johnson- fue elegida para estar frente de la franquicia como la virginal e inocente Anastasia Steele, que pronto descubre un mundo de placeres sexuales de la mano de su nuevo novio al que -al principio por lo menos- no le gusta mucho el romance: "Yo no hago el amor. Yo cojo. Duro". Sí, los diálogos de Cincuenta Sombras de Grey no son precisamente shakesperianos -aunque hay que agradecerle a la guionista Kelly Marcel que haya eliminado bastantes fatalidades del material original. Pero, como ya sabemos, el público no va a verla por la profundidad de sus palabras, sino por lo gráfico de sus escenas de sexo. En Cincuenta Sombras de Grey hay desnudez, pero por sobre todo femenina. ¿No se suponía que esta saga se trataba de despertar fantasías en las mujeres? Sin dudas la sangre le pulsará a más de una al ver a Dornan desnudo aunque no del todo, pero la visión femenina que supuestamente aporta su directora Sam Taylor-Johnson (Nowhere Boy) es por momentos censora, aunque de esto solo se le puede echar la culpa a los estudios, que, con el fin de que la película obtenga mayor publicidad y visibilidad, tuvo que hacerla más "light" para obtener una calificación más deseable. A la hora de examinarla hay que tener en cuenta una cosa: la película de Cincuenta Sombras de Grey está hecha para sus fans, y es, después de todo, un filme concebido en Hollywood. Se podría hablar mil horas sobre sus múltiples defectos -y pequeños grandes aciertos como leves dejos de humor y una personalidad más fuerte y creíble en su protagonista-, pero ése no es el propósito de esta nota. Lo cierto es que los amantes de los libros estarán más que satisfechos con esta adaptación, y sin dudas esperarán ansiosamente las dos secuelas que darán continuación a una historia que no se puede negar que tiene sus atractivos, pero que, para el que no está particularmente atraído, verla sería simple y completo sadismo.
Sexo muy culposo Más de 40 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo transformaron la trilogía de Cincuenta sombras en un material demasiado tentador como para que los estudios de Hollywood no repararan en ella. Y así lo hicieron, iniciando una disputa por los derechos que terminó con Universal como gran ganador. Después, claro, vendría la habitual ola de rumores sobre la elección de los responsables del equipo creativo. Uno de los nombres que circuló fue el de Bret Easton Ellis, quien rápidamente manifestó que no le molestaría adaptar las novelas de E. L. James, tarea finalmente asignada a Kelly Marcel. Basta ver en pantalla Cincuenta sombras de Grey para imaginarse qué tan distinta hubiera sido en manos del autor de Psicópata americano. Distinta y seguramente mejor: más venenosa, más visceral, más retorcida, menos pulcra, menos pacata y menos anodina que la película que finalmente es.La materia prima de la primera parte de la saga invitaba a pensar en la pluma de Ellis como la más adecuada para el salto a la pantalla grande. Al igual que su emblemático Patrick Bateman, Christian Grey (Jamie Dornan) tiene todo (guita, facha, poder, labia) para que cualquiera caiga rendida a sus pies, inclusive la virginal Anastasia Steele (Dakota Johnson, hija de Don Johnson y Melanie Griffith). Pasados los histeriqueos mutuos de rigor, a la hora de los bifes el tipo saca un contrato de confidencialidad. Podría pensarse, entonces, que se trata de la elevación a la enésima potencia del universo de Psicópata americano, un lugar donde el capitalismo avanzó hasta tal punto que logró la burocratización de las relaciones interpersonales. Pero no, eso sería demasiado interesante, así que todo es reducido a la afición personal de Christian por el sadomasoquismo. ¿Qué tiene de malo? Nada, pero para él y para el film, todo. Porque aquí el sexo se vive, a la manera de Crepúsculo, de forma culposa y penitente. ¿De dónde viene su gusto? “Soy así”, se justifica, ejemplificando así una recurrencia del guión a la hora de pensar y construir a sus personajes: sus actos aparecen escindidos de contexto.En línea con los thrillers eróticos berretas de los primeros ’90 (El cuerpo del delito, Sliver), pero sin su goce culposo, la historia sigue con la chica dudando si someterse o no a los arbitrios de su dominador, mientras ambos se dan una panzada de lujos burgueses que incluye, entre otras cosas, autazos y un vuelo en planeador cuya funcionalidad narrativa es nula. Hasta que, claro está, ella empieza a tener sentimientos hacia él, llegando finalmente a las ansiadas y “polémicas” encamadas violentas. Un artículo publicado el último fin de semana en el sitio Otroscines.com muestra la disparidad de criterios a la hora de calificar un film de intenciones eróticas como Cincuenta sombras de Grey, desde la prohibición en Malasia al “Sólo apta para mayores de 12” de Francia. ¿Acaso vieron dos películas diferentes? Los galos deben haberse reído de lo lindo ante un autopromocionado “alto contenido erótico” que de “alto” tiene poco y nada, y abarca cuatro escenas de, por reloj, no más de quince minutos en total. 3-CINCUENTA SOMBRAS DE GREY Fifty Shades of GreyEstados Unidos, 2015Dirección: Sam TaylorJohnsonGuión: Kelly Marcel, sobre la novela homónima de E. L. JamesDuración: 125 minutosIntérpretes: Dakota Johnson, Jamie Dornan, Jennifer Ehle, Eloise Mumford y Marcia Gay Harden.
Publicada en edición impresa.
Pégame, pégame mucho. Ni porno para mamás, como se la rotuló con malevolencia, ni erotismo de autoayuda, Cincuenta sombras de Grey pone, o pretende poner, en el tapete el goce, la sexualidad y el sadomasoquismo presente en la novela de E.L. James, y también en la pantalla. El problema es que el erotismo va a contramano de lo rutinario, y Cincuenta sombras de Grey va hacia lo esperable. El principal escollo de la película no es su falta de brasas o poderío calórico (no calienta demasiado) sino que la estructura del relato es tan previsible que todo se hace largo, chicle. Y lo curioso es que quienes más consumen Cincuenta sombras... no son mayormente jóvenes virginales e inexpertas, sino mujeres de 30 para arriba, entendidas. ¿Qué buscan en esta ficción? Anastasia es una estudiante de literatura que se autodefine como romántica. Christian Grey, millonario, se le cruza en el camino, y por más que él primero le dice que no es el hombre para ella, después le propone tener una relación eminentemente sexual. Le muestra en su mansión en Seattle el cuarto de juegos. Nada de mesas de pana, metegol o flippers: cuero, rebenques, su ruta. El goce genital (Grey le aclara: “Yo no hago el amor. Cojo. Fuerte”, y que no duerme con nadie) es lo que busca Grey. Pero le “explica” -nunca trata de convencerla- a Anastasia (que es virgen) que esto es para que ella la pase fantástico. Y le pide que firme un contrato. La película dará vueltas sobre si Anastasia firma o no firma. Mientras, sí, la pasa más o menos fantástico. ¿A través de la sexualidad la mujer evalúa una especie de simulacro de emancipación de igualdad de géneros? Si es así, ¿por qué tiene éxito Cincuenta sombras..., si la muestra como sumisa? El derecho a disfrutar de su sexualidad, ¿es sólo una fantasía? Anastasia juega, pero (si va a ver la película, salte al próximo párrafo) cuando le confía a Grey que quiere conocer “eso”, su oscuridad, lo que lo motiva, y él le pega seis latigazos, ¿por qué después reacciona con histeria? Si acepta las reglas, ¿es lógico? Todo pasa por la dominación. Pero esto no es Nueve semanas y media. Curiosamente ambas son producciones hollywoodenses dirigidas por ingleses (se sabe que los estadounidenses a la hora de retratar el erotismo suelen ser más fríos, por no decir gélidos). Más llamativo es que, siendo una mujer la que dirige Cincuenta sombras..., se cosifique a la protagonista. O no. ¿O no? El erotismo es como una cabina de peaje hacia la pasión, y Cincuenta sombras de Grey, en fin, deja las barreras bajas.
El cine erótico siempre supo dar íconos, sin importar el enfoque cómico o dramático. En Estados Unidos tenemos desde Betty Page hasta Russ Meyer. Europa fue cuna de próceres, como Tinto Brass y películas como Historia de O y Emmanuelle, que volvió famosa a Silvia Kristel y comenzó una saga tan interminable como sorprendente. ¿Y por qué no recordar Once Días, Once Noches y sus secuelas? En Argentina, el tándem Isabel “La Coca” Sarli- Armando Bo alegró a un público ávido a la vez que enfurecía a los censores. El fenómeno softcore más reciente es la novela Cincuenta Sombras de Grey, de la autora E.L. James. Un bombazo literario que, como suele pasar, ahora tiene su versión en la pantalla grande. Reemplazando a su amiga periodista, la joven y tímida Anastasia Steele (Dakota Johnson) entrevista a Christian Grey (Jamie Dornan), un multimillonario de apenas 27 años pero con mucha seguridad en sí mismo. Al principio, la chica reniega del inmediato el efecto que le provocó aquel encuentro, pero el adinerado playboy la busca, y ella se deja buscar, y pronto comienzan una relación. Una relación lejos de las convenciones, ya que el Sr. Grey tiene gustos sexuales algo extremos, vinculados al bondage. Esta práctica pondrá a prueba el nivel de compromiso sentimental de Anastasia, al tiempo que entre ambos podría nacer algo parecido a un romance. Así como la novela no se acerca a Henry Miller o a Anaïs Nin (y para qué mencionar al Marqués de Sade), la película nunca es ni pretende ser El Último Tango en París, ni El Imperio de los Sentidos, ni Delicias Turcas, de Paul Verhoeven, ni ninguna de las perversiones provenientes de Europa o de Asia. Sí tiene relación con los films del director británico Adrian Lyne, especialmente Nueve Semanas y Media, Propuesta Indecente e Infidelidad. En los tres casos (elegantes dramas con elementos eróticos), mujeres comunes y corrientes sucumbían a los encantos de hombres con mucho atractivo (y una amplia cuenta bancaria, mayormente), que desencadenaban su parte más sexual o, al menos, prohibida. En la misma línea, aunque más kistch (sin buscarlo, por lo general), Zalman King realizó las hoy olvidadas y envejecidas Seducción de Dos Lunas y Orquídea Salvaje, y fue productor de Nueve… En los casos de Lyne y de King, ninguna de estas películas solía estar a la altura de la expectativa y el escándalo que generaron al momento de su estreno. Un caso similar ocurre con el trabajo de Sam Taylor-Johnson: está lejos de justificar el revuelo generado. Las escenas de sexo (convencional y del otro, incluyendo cuerdas y más instrumentos), muestran lo justo y necesario, sin las imaginativas puestas en escena propias de Lyne y sin provocar excitación en el espectador, salvo en la escena donde Anastasia reclama a su gélido príncipe azul para que la siga fornicando luego de que la desvirgara. La clave del éxito residía en el casting. Dakota Johnson apenas cumple como la dulce señorita que se deja llevar por nuevos niveles de placer. Aun así, la hija de Don Johnson y Melanie Griffith (otrora íconos sexuales ambos) resulta una presencia más destacada, y más ardiente, que la de Grey. Jamie Dornan encaja en el perfil de muchacho bonito, pero carece de la presencia y del magnetismo indispensables para el personaje, rasgos que tal vez le hubieran aportado Matt Bomer, el elegido por las fanáticas, o Charlie Hunnam, el primer contratado para el rol, quien abandonó el proyecto por problemas de agenda… y por el rechazo de las entendidas. La química entre Dakota y Dornan termina siendo despareja, y ahí reside la principal falencia del largometraje. El desaprovechado elenco secundario, encabezado por Marcia Gay Harden como la madre de Grey, tampoco ayuda a mejorar el panorama. Es posible rescatar la refinada banda sonora a cargo de Danny Elfman y la versión de Crazy in Love, de Beyoncé, preparada por ella misma para la película. Música más poderosa y cautivante que las imágenes. Pese a la fallas y al ritmo monótono y a la solemnidad del tono, Cincuenta Sombras de Grey tiene con qué para dejar contentas a las seguidoras del libro y a un público no demasiado exigente. El éxito de ventas anticipadas ya posibilita la concreción de las adaptaciones de las novelas que completan la trilogía: Cincuenta Sombras más Oscuras y Cincuenta Sombras Liberadas. ¿Podrán la directora y sus protagonistas enderezar el rumbo del barco? Será cuestión de comprobarlo cuando esas películas lleguen a los cines.
No puedo decir que tuve el placer de leer la trilogía de novelas fan fiction de la autora E.L. James, porque eso es lo que son, historias que una fanática de la saga Twilight creó teniendo en cuenta a Bella Swan y su enamorado vampiro Edward en mente, sumándoles el aliciente de la dominación y el masoquismo. No se puede decir tampoco que estemos ante un fenómeno literario revolucionario. Alejada de las historias adolescentes fantásticas como The Hunger Games y Divergent, el mérito de la trilogía es haberse convertido en un experimento viral demoledor. Los libros, de más que dudosa calidad narrativa, fueron adquiridos con ahínco por mujeres de todo tipo de edades, para verse inmersas en un mundo que retrata pobremente el mundo de la dominación, cual magro tazón de helado de vainilla. La adaptación fílmica no tardó en manifestarse y aquí estamos frente a Fifty Shades of Grey, un producto apuntado a ese mismo sector demográfico que devoró los libros con placer y culpa, que a pesar de tener absolutamente todo en contra, termina entreteniendo por diferentes razones. Me dolía sentir, por ejemplo, que una directora poco conocida como Sam Taylor-Johnson (Nowhere Boy) y una guionista como Kelly Marcel (Saving Mr. Banks) hundiesen sus incipientes carreras con algo tan básico como esta historia. Al momento de ver la película, mis expectativas estaban por el suelo y no era para menos. Pero con el pasar de los minutos y la presentación de los personajes principales, mi concepción del producto fue cambiando. No sé cómo se tomarán esto la legión de fanáticos de las novelas, pero creo que Fifty Shades of Grey mejora la calidad de la novela notablemente -por lo menos, lo poco que pude leer del esperpento-, y también ejerce como una parodia de la trama. A ver si me explico mejor. Lo que hizo Marcel desde el guión es tomar escenas claves de la historia, levantar diálogos horribles pero que deben ser vitales a la trama romántica y transformarlos en algo digno de ver. En la escala de películas tan malas que son buenas, Fifty Shades no está a la altura de Sharknado, pero esa constante burla implícita, sumado al espíritu lúdico que le aporta Taylor-Johnson con su dirección que vira mucho en lo comercial, funciona como un gran aliciente para poder disfrutar de la película sin culpa. Dentro de la pareja de masoquistas, la química, motor fundamental para que la película funcione, a veces falla. No es culpa de Dakota Johnson, luminosa por donde se la vea, que usará la trilogía para lanzarse a otro nivel, sino de la incomodidad de Jamie Dornan con el personaje del intenso Christian Grey. A duras penas puede el irlandés esconder su fuerte acento y el peso de la mirada de millones de fans en el mundo lo deben haber empujado a enfriarse demasiado, más de lo que el personaje es. Por algo Charlie Hunnam abandonó el barco antes de tiempo, y se entiende. Hay buenos momentos entre Johnson y Dornan -la cena de negocios, la mejor- pero el click necesario nunca termina de suceder. Incluso cuando son ayudados por la nueva versión de Beyoncé de su hit "Crazy in Love", nunca hay un nivel de convencimiento absoluto, por mucho que Johnson lo intente con todas sus fuerzas. Quizás sea un grave problema del guión que la relación nunca suscite grandes emociones en el espectador, todo en favor de las picantes escenas de sexo que prometía el proyecto en general, pero eso tampoco funciona. Basándose en el pobre material de partida y en el control que tuvo la autora a la hora de hacer el traspaso del papel a la pantalla grande, los enfrentamientos sexuales de Ana y Mr. Grey apenas sonrojarán a las señores pudorosas en casa. Una corbata funcionando como atadura, un par de grilletes, un hielo juguetón, una fusta, un par de nalgadas y un cinto, estos son los elementos utilizados para crear placer y aún así no generan gran impresión. Hay menciones de otros juguetes mucho más osados, pero en esa mención quedan. La idea de la guionista era una cantidad ingente de sexo, que garantizaba una calificación NC-17, pero estamos frente a una película de estudio, no cine independiente, así que eso no iba a suceder nunca. Tampoco iba a suceder el cosificamiento masculino de Dornan, quien no hace un desnudo frontal. Sí por ejemplo Johnson está mayormente desnuda y casi al completo en las escenas más calenturientas, mientras que él se dedica a pasearse en jeans de corte muy bajo para mostrar su trabajado cuerpo. Las limitaciones se notan a la legua y uno sabía que Fifty Shades nunca sería tan provocativa como la gran masa vaticinaba. Hay muchas cosas que funcionan mal en Fifty Shades of Grey, pero el conjunto general inexplicablemente funciona y entretiene. No pasará a la posteridad como la película más erótica de todos los tiempos, pero aquel que se acerque con las expectativas bajas saldrá recompensado y estará tentado de comprar la banda sonora a la salida. Creo que esperábamos algo cataclísmico, pero el aceptable resultado dejará a más de uno pasmado y pensando ¿Acabo de ver Fifty Shades of Grey y la he disfrutado? ¡Qué sensación más extraña!
50 sombras y casi ninguna flor. Se pasa el rato, y a veces con mucha buena predisposición se reciben leves estimulaciones, viendo esta elegante ilustración soft del conocido bestseller pornosoft de Erika Leonard James, alias E.L. James, donde una pichoncita recibe con quiero y no quiero los pedidos de un fino fachero sadomaso soft. La película también es quiero y no quiero, y además parece tan larga como la lectura completa del libro, aun cuando elude transcribir sus páginas más entretenidas. Eso, con vistas al mercado adolescente. Es que, si el libro fue definido como "cliteratura" para señoras casadas que quieren revivir viejas curiosidades,el film fue pensado como un pariente de la serie "Crepúsculo", cosa de sumar a la taquilla unas cuantas criaturitas románticas ansiosas de conocimiento. Para ellas, la identificación con la frágil ingenua cuya femenina curiosidad la lleva a querer saber qué hay detrás de la puerta, el "no te convengo" que le dice el tipo a la pichoncita, la propia estampa del sujeto, al que ella define inicialmente como "cortés, formal y limpio", la recepción de regalos y atenciones, la visita a casa de los suegros, la reelaboración decimonónica del fulano tocando suavemente el piano mientras ella se acerca envuelta en una sábana a modo de largo vestido, y el derecho a histeriquear. Es así, le dan tres chirlos y se queda con ganas. Acepta que le peguen un poquito con el cinto y se vuelve histérica, se da por ofendida y el sádico por poco no le pide perdón de rodillas. Considerándolo bien, quizá sea mejor que las chicas no vean esta película. Aprenderían ciertas mañas y capaz que después ni siquiera devuelven los regalos. Para los varones, en cambio, hay apenas una reivindicación fugaz de la postura del misionero. Para los norteamericanos, un deleite extra en los trámites contractuales que rodean las relaciones al borde de lo ilegales. Para incentivar al público consumidor, hay helicópteros, autos alemanes de todo precio, corbatas de seda, artículos de uso inconfesable, lingerie bastante inocente, paseos en planeador, un poquito de Bach y Chopin, un agotador lote de canciones, los libros de doña James, etc., etc. Directora, Sam Taylor-Wood, mayormente conocida por un corto de videoarte con David Beckham. Adaptadora, Kelly Marcel. Guión: Mark Bomback, el de "Lobezno Inmortal". Intérpretes, Dakota Johnson y el modelo Jamie Dorman. Persona real que inspiró el personaje de Grey: Alessandro Proto, agente inmobiliario que el año pasado vino con Dakota Johnson para asesorarla en la compra de una casita de fin de semana en Punta del Este. Mejores opciones, "La secretaria", "¡Atame!", "9 semanas y media". Algunos agregan "The Canyons" y, más franca, "Fifty Shades of Grey: A XXX Adaptation", de Smash Production. Que bien podría incluir en su banda sonora ese tango de Edmundo Rivero que dice "y a la chichí tayufa la fajaba con su toalla mojada". Este Grey es demasiado fino para esas cosas.
Sexo, dinero y juguetes estimulantes. Surgida de un bestseller, expandido por el marketing publicitario, la película expone la relación de sublimación, dominio, esclavitud y dependencia entre un millonario y una estudiante universitaria. Más publicidad que cine. De vez en cuando la pacata sociedad estadounidense (¿sólo ella?) necesita disimular su puritanismo social y sexual a través de la literatura, el cine u otro rubro artístico. Ahora le toca a 50 sombras de Grey, las hojas escritas por Erika Leonard James, que ya tienen su correspondiente y obvio pasaje al cine. El millonario Christian Grey y la estudiante universitaria Anastasia Steelese pertenecen a esa fauna de personajes germinados por una literatura masiva y poco recordable, expandidos por el marketing publicitario y permeables a que se hable de ellos en la televisión, la oficina, la calle, el café, las reuniones entre amigas o amigos. O en pareja. De cine, tampoco de literatura, casi nada; en todo caso, Grey y Anastasia son objetos de inmediato consumo que a los años se convertirán en material descartable a la espera de sus nuevos remplazos. Pero claro, el aspecto democrático del cine es que hay lugar para ellos y su historia de amor, deseo, sexo, merchadising ad-hoc, sublimación, dominio, esclavitud, dependencia. Hay espacio para un film menos que menor, contado como si se tratara de una publicidad que estimula la obscenidad a través del dinero, una especie de cuento de hadas con dos sujetos antagónicos, un tipo que expele riqueza y poder por todos lados y una estudiante de literatura fan de Thomas Hardy que trabaja en una ferretería. Los personajes secundarios (la madre de él, la familia de ella, su amiga) son unidimensionales, de mínimas variantes, esquemas más que criaturas de ficción. Los diálogos resuenan a frases algo cachondas pero sin su posterior transpiración sexual, ya que las imágenes se inclinan al calculado corte en el montaje como si cada encuentro de la pareja pareciera un polvo clip que deja ver los cuerpos de manera fragmentada. Uf, cómo se extraña a la ya veterana Bajos instintos, ya que 50 sombras de Grey, desde lo formal, se acerca a Nueve semanas y media ahora sin frutilla y saliva pero sí con juguetes sexuales para propiciar el consumo aceptado por las clases medias y su visión tilinga del mundo. Dakota Johnson (sí, la hija del intérprete de División Miami y Melanie Griffith) y Jamie Dornan hacen lo que pueden con semejantes materiales, tan lejos de un análisis serio. Más aun, pobres ambos, no parecen interpretar papeles sino estar posando para publicidades gráficas de ropa interior. ¿Y las escenas de sexo? Uf, aburridas y calculadas, como la película misma o, en todo caso, afirmando las características de un éxito literario y cinematográfico que estimula a la venta inmediata desde una voracidad empresarial y económica que se da la mano con una visión sobre el sexo y la pareja chiquita, ínfima, casi inexistente.
50 sombras de Grey: mucho ruido y poco erotismo Cada tanto suele aparecer una obra -en este caso es un libro pero también puede ser una película o una canción, por ejemplo- que sacude todo a su alrededor. Hablamos de aquellos productos que generan tantos admiradores como detractores, esos de los que la gente no puede parar de hablar (mal o bien). Esto es lo que sucedió con "Cincuenta Sombras de Grey", novela erótica publicada en 2011 por la inglesa Erika Leonard James. La trama, básicamente, cuenta la relación entre una joven recién graduada de la universidad y un exitoso empresario de negocios. Esto no sería nada raro si no fuera porque se describe puntillosamente las prácticas sexuales "poco comunes" de la pareja. Rápidamente el libro fue acogido en su mayoría por el público femenino, desde adolescentes a mujeres casadas, aunque maliciosamente se lo tildó de "porno para mamás". Hubo también fuertes críticas por su, según algunos, pobre y mala escritura; y por su representación de la práctica sadomasoquista. Lo cierto es que esta novela se convirtió en una trilogía con la publicación de Cincuenta Sombras Más Oscuras" y "Cincuenta Sombras Liberadas". La colección vendió más de 31 millones de copias en todo el mundo, estableció el récord como la edición de bolsillo de ventas más rápida de todos los tiempos, superando a la de Harry Potter, lo que convirtió a E.L. James en la autora más vendida desplazando a J.K. Rowling. Como no podía ser de otra manera, la adaptación a la pantalla grande no se hizo esperar. Y también generó ruido, ya que en Malasia la prohibieron por considerarla "pornográfica". Demasiada calificación para un film chato y poco "picante". Anastasia Steele (Dakota Johnson) es una estudiante de literatura que le hace un favor a su compañera de cuarto, una estudiante de periodismo que está enferma: hacerle una entrevista al joven y exitoso empresario millonario Christian Grey (Jamie Dornan). Mientras se sucede el reportaje Ana cae bajo el influjo del enigmático hombre, y él queda prendido de la ingenuidad y frescura de ella. De a poco empiezan a frecuentarse hasta que Grey le pide comenzar una relación pero bajo sus propios términos. Ana descubrirá así que él tiene unos particulares gustos sexuales y una obsesión por controlarlo todo. Lo primero que llama la atención de este filme es la elección de dos mujeres en el equipo creativo: Sam Taylor-Johnson como directora y Kelly Marcel como guionista. Tal vez la intención haya sido captar la sensibilidad de la protagonista, por eso el toque femenino. Vaya uno a saber. Lo cierto es que, para una obra que venía con tanta publicidad por su carga erótica, nos entregan un filme vago, bastante artificial y con poco sentido. Cuando salió el trailer lo vieron más de 100 millones de personas, convirtiéndolo en el más visto de 2014. Incluso ya se anunció oficialmente la adaptación de los otros dos libros. O sea, es una de las películas más esperadas de este año. El problema es que los diálogos son dolorosos para el oído, poco inteligentes y hasta naif en algunos casos. Las escenas "subidas de tono" no son ni tan fuertes ni tan explícitas siquiera como para generar polémica. Caerles duro a Johnson y Dornan no sería justo, ya que hacen lo que pueden con un material que promete más de lo que vale. Si ésta es la gran película erótica que nos prometieron estamos muertos. Hay que pedirle perdón a Sylvia Kristel, la protagonista de "Emmanuelle".Perdonalos, Sylvia, no saben lo que hacen.
Sombras nada más… y nada menos Cincuenta sombras de Grey no es cine. Es un fenómeno al que estos tiempos globalizados nos tiene acostumbrados. Un best seller mundial a partir de una campaña de marketing agresiva que llega a la pantalla grande en busca de seguir sumando millones: en público y en recaudación. Una historia de amor que pretende adentrarse en el mundo del deseo femenino con toques de provocación y transgresión sexual. Anastasia Steele (Dakota Johnson), estudiante de literatura inglesa y virgen, conoce a Christian Grey (Jamie Dornan), un joven empresario multimillonario (del que se enamora y al que enamora) que la seduce y le propone una relación (contractual) con base en el bondage, el S/M y la sumisión. La película desarrolla este planteo con todo el puritanismo y la pacatería que ya le conocemos a Hollywood. Un estilo que impone una puesta en escena que recurre a imágenes edulcoradas, esteticistas y de origen publicitario. Pura frialdad para representar el erotismo o el goce de los cuerpos -que además dicho sea de paso expone más a la mujer que al hombre-, que se confunde con exhibición de piel y gemidos. Una pareja protagónica de actores casi desconocidos, bonitos pero tampoco poseedores de esa belleza extraordinaria que sólo los haría “ideales” (he ahí el único acierto de casting donde la identificación se hace menos fácil que posible), que no consiguen hacernos creer en su vínculo y deben lidiar con unos diálogos y unas situaciones que dan vergüenza. Una producción que se juega por la ostentación sólo por la ostentación misma (helicópteros, planeadores, departamentos de lujo, vestidores enormes y repletos y bla bla bla). El guión es de una chatura tan lamentable que sólo aburre y da cuenta de su interés de acaparar todos los targets posibles, lo que hace que la película no tome ningún riesgo. Uno, además, podría inferir cierta culpa en contar lo que se cuenta ya que en esta primera parte (no olvidemos que la base originaria es una trilogía) empiezan a asomar justificaciones de las acciones o gustos que se exponen, como para “salvar” a los personajes. Podríamos repasar la idea de perversión que desarrolló Freud o considerar el pasaje del placer al deseo en el Siglo XX que investigó Foucault o discurrir en los avances que el feminismo y los estudios culturales introdujeron en la sociedad, pero sería un uso exagerado de herramientas y conceptos para una crítica cinematográfica sobre esto que es ni más ni menos que un producto. Pero eso sí, un producto que toca determinadas sensibilidades en las capas medias, especialmente femeninas. Quizá sobre eso importe pensar y no anular la discusión con la (des)calificación de “lectura de amas de casas” o “pelis para cuarentonas insatisfechas” o “porno para mamás”. Las decisiones personales sobre el sexo, el placer y el deseo son íntimas; la exhibición y la tematización de los mismos, especialmente en este tipo de casos donde los libros y el cine aparecen “naturalizados” como entretenimientos y procuran -con la ayuda de los formadores de opinión- borrar su pedagogía e ideología que pretenden inocular en un público más naive, son aquello que debe ser imprescindible y necesariamente analizado y reflexionado.
50 Sombras de Grey es una película para mujeres; pero no cualquier público femenino. Si alguna vez pensaron que Cenicienta podía renovarse pero quitandole todo el concepto del amor y apoyandose solo en el deseo y el poder; esta es su versión. ¿Por qué digo que 50 Sombras de Grey esta pensando para ese tipo de público? Porque toda la película esta puesta en el punto de vista de Anastasia Steele y su idílica forma de enamorarse de un excéntrico y joven millonario; que esconde placeres ocultos. Cabe destacar, que aquí el problema no radica en el elenco (como si en otras historias del mismo nivel ya sea la saga Crepúsculo); tanto Dakota Johnson (Steele) como Jamie Dornan (Grey), cumplen los requisitos de sus papeles. El problema radica en su pobre historia y vacio guión. ¿No es increíble que estando en el siglo XXI y con toda la invasión de estímulos que conlleva la internet y los medios; una historia como esta haya tenido éxito?. Quizás su éxito radica en que mas de la mitad del film podría ser leído como una comedia romántica que se ríe del sexo; provocando la risa vergonzosa de las/los espectadores. Lo que resta es una sutileza erótica, que queda muy lejos de la realidad del sadomasoquismo y casos teatralizados en el canal Discovery Channel.
Romántica aproximación a un enorme suceso editorial sobre pasiones fuertes y peligrosas. El film (no leímos el libro) parece ser mucho más light que lo que su fama prometía. Y desde ese lado, funciona. Es quizá algo pomposo en su ambientación y en su tono, pero tiene a su favor una actriz estupenda, Dakota Johnson, mezcla exacta de inocencia, calidez y atrevimiento, una estudiante de letras que tantea entre las raras preferencias del millonario y excéntrico Christian para poder conocer al fin sus propios límites. Ella se hace sumisa para poseer. Y el film, más allá de sus extravagancias y simplificaciones, plantea el tema del poder en estos juegos sexuales que pivotean entre la entrega y el dominio. Es una idea apenas insinuada, pero siempre presente. Es cierto que los personajes secundarios están desdibujados y que el erotismo es muy blando, pero el film ha dejado a un lado la audacia y su misma calificación, apta para menores de 16, habla mejor que nada de las intenciones de los autores: presentar un drama amoroso con aire de telenovela bien vestida, más dulzón que perturbador, con toques de humor, que se apoya en la elegancia más que en la provocación y que de su anunciada crudeza apenas quedan unos chirlos en el culo y unas lamidas muy respetuosas. Lo bueno es que no aburre. Y lo mejor, insistimos, es Dakota, maliciosa Caperucita que anda reclamando un lobo que enseñe, disfrute y castigue.
Hace varios meses que "50 Sombras de Grey" es una de las películas más esperadas de este 2015. Se vendieron muchísimas entradas aún sin estar estrenada, o sea, ya es un boom absoluto a nivel internacional. Metámonos en la peli... Los primeros minutos (en donde suena un tema de Annie Lennox) ya te ponen en clima con lo que se vendrá después... Seducción, miradas insinuadoras, mordidas de labio, cuerpos desnudos y amor, muuucho amor... y claro, la película, quieras o no, se estrena el día de los enamorados y lo que tiene es eso, es una gran historia de amor. Jamie Dornan (Grey) seduce desde que arranca la película a Anastasia (Dakota Johnson) y la combinación de estos dos actores es letal, sexual y sensual sobre todo. La banda sonora tiene una selección de temas impecable (lo vas a querer comprar apenas salgas del cine), la fotografía es hermosa, los primeros planos de la piel de Anastasia son bellos y la trama, incluyendo el final, cierran perfecto para hacer de este estreno una gran opción para disfrutar con tu enamorada/o. (ah, ya se confirmó que se viene la segunda y tercera parte... hay Grey para rato).
El éxito desmesurado de la trilogía de E.L. James ya dio motivos de discusión como fenómeno, por la elección de los protagonistas del film, por el anuncio de las dos que se vienen y por la venta anticipada que indica que antes de las críticas y el boca a boca, el negocio será redondo. Porque es un negocio impresionante. La adaptación cinematográfica, vigilada por la autora, mejora el libro, pero por una decisión de los productores, no es un film porno, y la directora Sam Taylor Johnson logra que la química de entre los actores funcione, le da una impronta publicitaria, correcta, bella y en las escenas hot nadie se sale de control y la cámara se detiene justo en el límite para el corset de los erótico o porno light. Y la historia crece en lo romántico, y en el poder de sentimientos verdaderos. Siempre las imágenes compiten con las fantasías de los lectores pero es fácil suponer que una vez comenzado el film esta mezcla de sumisión y dominio, sadomasoquismo sin peligros, estará a la altura de las expectativas. Si se tragó los tres libros o no VAYA
Pegame... y llamame Grey Aviso: no lei el libro, no puedo establecer ningún tipo de comparaciones y por lo tanto me voy a remitir a "50 sombras de Grey" estrictamente en lo que al producto cinematográfico se refiere. Para los que hemos pasado las 40 primaveras desde hace rato ya hemos visto en el cine desde "Ultimo tango en Paris" hasta "9 semanas y media" pasando por "Portero de Noche" de Liliana Cavani o "Las edades de Lulú" basada en la famosísima novela de Almudena Grandes. El ciñe español por su parte nos ha dado "Amantes" de Vicente Aranda, los primeros films de Almodóvar como "La ley del deseo" o "Matador" y recientemente Lars Von Trier tiene en "Nymphomaniac" todo un tratado de relaciones de todo tipo, vividas en carne propia por la protagonista, su nueva actriz fetiche Charlotte Gainsbourg. En un tono más virado a la comedia Maggie Gyllenhall padecía a su jefe James Spader en "La Secretaria" y mucho más oscuro era el vínculo entre Benoît Magimel e Isabelle Huppert en "La profesora de piano" de Haneke. "50 sombras de Grey" por lo tanto, no mueve un pelo, no sorprende, no se arriesga. Se para a años luz de cualquiera de esas películas, muchas de ellas sin tanto aparato comercial de por medio, pero realmente con una historia diferente que contar. "50 sombras... " ha sido diseñada, evidentemente, para un público pasada la adolescencia -pero no demasiado- que, por ejemplo, grita en el medio de la sala la primera vez que Christian Grey se saca la remera como si jamás hubiesen ido a la playa y hubiesen visto un hombre con el torso al aire, generando una especie de pequeña histeria dentro del cine, que habla ya de los predispuesta que está la platea para recibir esta adaptación del éxito editorial rotundo a nivel mundial de los libros del mismo nombre. Pero esta adaptación, muestra mucho, muchísimo menos de lo que promete. Anastasia Steele es una estudiante de literatura inglesa que al enfermarse su amiga, compañera de departamento, la reemplaza en una entrevista que debía hacerle a Christian Grey para la revista de la Universidad. Justamente Grey tiene todo a su favor: con sólo 27 años es un empresario exitoso, que ha montado su propio imperio con una marca registrada, es apuesto, ganador y poderoso... además de ser uno de los hombres más ricos del país. Obviamente la atracción se hace presente en esta entrevista y Grey, por su parte, queda impactado por la frescura, la candidez y la presencia de Anastasia. Ella parece estar completamente rendida a sus pies desde el primer momento donde se muestra dubitativa y hasta torpe, intimidada por la fuerte presencia de Grey. Luego, obviamente, con las puestas en escena que monta Grey con el objetivo de seducirla, no tardará en ser su "presa". Lo que para Anastasia comienza como un simple romance y el descubrir de su sexualidad, se va tornando complicado cuando apenas iniciada la relación, Grey le revela sus verdaderas inclinaciones a la hora de compartir la intimidad. Pero evidentemente la directora contratada para una factura netamente hollywoodense y comercial, Sam Taylor-Johnson ni se propone ni logra imprimirle ningún punto de vista personal -tampoco creo que ese fuese el objetivo dentro de este producto de marketing-, ni aporta una mirada femenina interesante sobre la situación. Cualquier director por encargo la podría haber dirigido que, de todos modos, el resultado sería similar. Taylor-Johnson se limita a la corrección que se espera de ella como para que el producto quede elaborado dentro de los cánones de lo que debe ser el rendimiento en la taquilla y a poco de empezar nos damos cuenta que "50 sombras de Grey" hace agua por los cuatro costados. Como primer punto, si se intenta abordar un tema como el del sadomasoquismo o ciertas prácticas sexuales que alimentan cierta curiosidad en el público por "lo diferente" es completamente contraproducente que se termine filmando justamente ESAS escenas con un cierto pudor de la cámara por ir más allá. Por lo tanto, no sólo la historia en sí sino la puesta visual se queda completamente en la superficie y se complementa con una buena edición que no deja ver más allá de lo que una sociedad tan pacata como la estadounidense, se permite mostrar. Como ya fue dicho con otros ejemplos, una novela de este estilo en manos de algún director europeo o que pusiera todas las cartas sobre la mesa, hubiese tenido un tinte completamente diferente a esta versión desteñida del sadismo que apunta a un público netamente juvenil. El segundo punto problemático es el casting. Jamie Dornan, conocido por su carrera televisiva en las series "Once Upon a time" y "The Fall" obviamente tiene buena presencia, pero eso en Hollywood es lo de menos. Porque hay miles de actores que tienen además de su facha, la capacidad de nutrir ese papel con la dosis de perversión necesaria que Dornan no llega a tener en ningún momento. El dibujo de Grey que construye Dornan está mucho más cerca a cualquier príncipe azul de Disney con un pizca de erotismo que el poderoso, controlador y dominante Grey que se necesita para que la historia pueda salir adelante. En ningún momento del film uno logra convencerse de que Dornan es el Grey indicado. La adaptación de la novela a la pantalla grande, según aseguran los que leyeron el libro, está completamente alivianada y este Grey termina siendo un osito de peluche, cariñoso y enamoradizo al cual el Arnaldo André de "Amo y Señor" le podría dar unas clases para que entienda de qué va la cosa. Dakota Johnson gana en los momentos en que tiene que exhibir su candidez, su mirada naïf de la situación, pero no logra que a lo largo de la película su Anastasia sufra la transformación que implicaría para su historia verse sometida a una relación de esa naturaleza. Aparece como inmadura y tampoco la ayuda ni el diseño de vestuario ni la mirada de la directora como para que ese punto de inflexión en el personaje pueda ser de crecimiento dramático, aunque así todo Johnson con su Anastasia pareciera encontrarse más cómoda en su rol que Dornan y su deslucido Grey. Sabemos que es difícil de olvidar las explosiones de Kim Basinger y Mickey Rourke que quedarán como un super clásico del erotismo, como tampoco Sharon Stone con Michael Douglas en "Bajos instintos" o James Spader con Holly Hunter en "Crash" en la famosísima escena dentro del auto, por sólo citar algunos casos y quizás uno de los más renombrados fue el revuelo que armó en plena época de nuestra dictadura, la manteca de Marlon Brando en "Ultimo Tango en París". Nada de eso ocurre con "50 sombras de Grey" donde los protagonistas no parecen estar incendiándose en pantalla ni mucho menos. Tienen una cadencia totalmente fuera de registro y a esto tampoco ayuda el tono pudoroso del punto de vista de la directora donde Grey está en plena sesión de latigazos con el jean puesto, cuando ella sale de la cama envuelta en sábanas y edredón o él tiene el prurito de atarse la toalla a la cintura. Lejos, muy lejos de encender los ratones, "50 sombras de Grey" se acerca más al cuento de hadas urbano de la chica ingenua con el multimillonario que la deslumbra, que de la trilogía erótica de E.L. James que hizo furor en las librerias y que convirtió en un gran suceso del "boca a boca" justamente por sus escenas osadas. Y para subrayar y no dejar absolutamente ninguna duda que lo único que persiguen no es ningún hecho artístico sino un mero fenómeno de taquilla, la película en si misma no tiene sentido sino se completa con su segunda parte como para enteranarnos de qué sucede después que se cierran las puertas del ascensor. Falta que pusieran "continuará" para que tuviese directamente el tufillo a miniserie de televisión, aunque un poquito más zarpada. No demasiado.
Sombras, nada más La adaptación del millonario best-seller de E.L. James demandará, acorde a su episódico carácter de trilogía, tres largometrajes. Sin embargo, en su primera entrega todo sucede pronto. En el arranque, la estudiante de literatura inglesa Anastasia Steele aterriza en el emporio del joven magnate Christian Grey para entrevistarlo. ¿Cuál es su atractivo periodístico? No se sabe. Así que la iniciativa la toma (aunque no asombra) el magnate. “¿Quién es tu favorito? ¿Jane Austen, Emily Brontë o Thomas Hardy?”. Curioso: en el siglo XXI, da por sentado este film, aún se estudia literatura inglesa pensando en autores victorianos. Cincuenta sombras de Grey es un cuento de hadas con cartitas de smartphone. Anastasia jamás imaginó que podría enamorar al rey de Seattle; la diferencia es que los nuevos reyes pueden pavonearse por su feudo (en helicóptero, flotilla de autos deportivos o un planeador) y hacer retorcidos reclamos. Para ser amada, Anastasia debe firmar un contrato que autoriza a Grey a tenerla de esclava sexual, entre otras cosas. Comparado al desparpajo de La secretaria, el film protagonizado por James Spader y Maggie Gyllenhaal (inevitable antecedente), este anticipado blockbuster se siente estéril, maniqueo como la novela de la tarde. Su superfluo clasicismo se refleja en la musicalización de cada escena: cuando su presa es esquiva, Grey toca melodías tristes al piano en su torre de marfil; cuando hay buen ánimo, suena un tema de los Stones; cuando hay clima de seducción, canta Sinatra. Hasta el próximo episodio.
Chas chas en la colita Tan ingenua como una canción infantil, la adaptación cinematográfica del best seller softcore archi consumido por mujeres de todas edades es un mediocre film erótico, excesivo en su duración y nada sensual desde la puesta en escena pseudo publicitaria acomodada a los cánones del convencionalismo pacato del cine mainstream. Ningún análisis del relato amerita un esfuerzo teniendo presente las nulas pretensiones de esta película, cuyo objetivo es devolver a las fanáticas y sus fantasías a partir del texto un universo representativo a partir de las imágenes. Nada de eso se cumple durante el metraje que demora demasiado en ir al hueso del asunto: chico rico de 27 años, playboy multimillonario, propone a chica recatada y virginal un contrato de sumisión a cambio de atenciones, regalos y todo tipo de seducciones que hacen que la presa termine enamorándose. Así las cosas, cuatro escenas de sexo, en la que intervienen algunas prácticas sadomasoquistas, complementan la película dirigida en piloto automático por Sam Taylor-Johnson y protagonizada por una pareja, la insulsa Dakota Johnson y el maderón terciado Jamie Dornan, con poca química y que hace sombra a la hora de interactuar en las secuencias tan sobrevaloradas como decepcionantes. Claro que a nadie importa mucho lo que pueda decirse de este nuevo despropósito cinematográfico a caballo de otro despropósito literario que ya tiene asegurada la taquilla y la secuela para beneplácito de las fans e infortunio de una minoría que extraña el erotismo en el cine.
Cincuenta sombras de Grey es uno de los estrenos que más ruido va a hacer en el año. No porque su historia sea original ni porque sus actuaciones la rompan, sino porque está basada en un best seller mundial que recolectó miles de fans alrededor de todo el mundo, y con la particularidad que aborda el erotismo y el sadomasoquismo. Cosa que hizo que más de una ama de casa entrara en calor y ni hablar de las adolescentes. Antes de entrar a ver la película hay que dejar todos los prejuicios fuera de la sala porque nos encontraremos ante una propuesta pensada pura y exclusivamente para mujeres, con una historia lineal y simple (y repetida en el cine) llena de frases y situaciones que pertenecen a fantasías. O sea, es para ver en pareja o con amigas. Hombres solos absolutamente no. Para que se hagan una idea, es como la primera película de la Saga Crepúsculo pero con sexo. La dinámica de Edward y Bella es absolutamente igual a la de Christian y Anastasia, no solo en actitud sino hasta en repetición de situaciones y escenarios. Tranquilamente se podría hablar de plagio… Hechas estas aclaraciones me voy a centrar en la película y debo decir que es buena. Entretiene, tiene remates graciosos y la pareja protagónica tiene mucha química. Incluso, y de acuerdo a las circunstancias de la proyección que uno asista y con quien lo haga, puede llegar a levantar temperatura (para decirlo de forma educada). Si bien las escenas de sexo son soft (por ello su calificación) al ser tantas y estar bien desparramadas logran transmitir la sensación de que son más elevadas. Además de destilar belleza y sensualidad, Dakota Johnson se la banca muy bien en un papel un tanto complicado y que la expone no solo por estar desnuda bastante metraje sino también por transmitir mucho con el cuerpo y gestos. Jamie Dornan porta mucha facha y un sex appeal importante. Sin dudas inunda la pantalla con su presencia y las señoritas que esperan verlo seguramente no saldrán defraudadas. Luego de su polémico casting, parece que se ha ganado a la mayoría de las lectoras de las novelas homónimas de E. L. James. Además del cast, la puesta también es buena. la directora Sam Taylor-Johnson hace un buen debut en Hollywood. Aquí hay que remarcar la acertada idea que tuvieron los productores en darle a una mujer las riendas del proyecto dado a que si se observa con detenimiento se nota que hay una mano femenina detrás de los planos detalles e incluso en la interpretación de los actores. Todo esto adornado por una excelente banda sonora plagada de hits muy bien puestos en momentos claves. Por ser hombre tranquilamente puedo ser criticado porque me gustó está película, de hecho ya he recibido cargadas, pero lo cierto es que el film cumple con lo que promete: una historia de amor con un marco erótico, algo que ha quedado en desuso en los últimos años. Es muy raro que una adolescente (público target de este estreno) haya visto Nueve Semanas y Media (1986), Atracción Fatal (1987), Bajos Instintos (1992) o Sliver (1993), y aquí van a encontrar aunque sea algo de lo que esos grandes títulos brindaron en su momento. Cincuenta Sombras de Grey se deja ver e incluso puede convertirse en un placer culposo, de esos que de vez en cuando hay que darse.
Paquete consumista “Es basura porno para mamás” dijo Stephen King sobre la novela –muy mal escrita- en la que se basa el film. En algo tiene razón, es la manera que encuentra Hollywood de llevar un tema tabú como el sadomasoquismo a las grandes masas: edulcorado, apto todo público, mediante una historia de amor que refuerza las estructuras sociales. De controversial nada. Ella es insegura, ingenua, e infantil. Él es seguro de sí mismo, joven apuesto y claro, millonario. Ella es Anastasia Steele (Dakota Johnson), una joven estudiante que recurre al rascacielos “Grey House” a realizarle un favor a su engripada amiga: una entrevista estudiantil a él, al Sr. Grey (Jamie Dornan). Un tipo que intimida con su mirada al punto de incomodar a la ocasional periodista. Al salir del edificio llueve, Anastasia se moja y es, en ese acto, que Cincuenta sombras de Grey (Fifty shades of Grey, 2015) grafica burdamente lo que siente la protagonista interiormente. En esa línea seguirá la película, la de los estereotipos: ella será una cenicienta a conquistar por el misterioso, adinerado y de extraños placeres, Sr. Grey. La película avanza con esta simple premisa, y deja entrever otra suerte de estereotipos un poco más sórdidos que el sadomasoquismo en cuestión: él es millonario, por ende sus gustos sexuales no lo catalogan de loco, sino simplemente de excéntrico. Tampoco es un violento declarado, al contrario se comporta aunque lo niegue, como el tipo más dulce del mundo. Seduce a modo de vendedor –con contrato comercial y todo- mientras pasea su torso desnudo de plano a plano (como bandera americana en una película bélica) reforzando el beneficio a adquirir. ¿Hasta dónde se justifica la sumisión con tal de recibir un ascenso social? La cenicienta duda pero el príncipe del rascacielos convence pronto con un paseo en helicóptero, avioneta o regalándole un auto. El tema del sexo pasa un segundo plano: el placer es material, consumista, en relación al estatus social a alcanzar. Lo sexual en todo caso, funciona dentro de ese consumo, y ante ese confort económico recibir un par de golpes parece no ser tan dramático. Pero el peligro prevalece en ese terreno dice la película: No es lo que deseas, sino lo que recibes a cambio. Haciendo foco en los violentos juegos de placer sigue Cincuenta sombras de Grey y, lejos de generar controversia, se termina por volver –como toda historia romántica- conservadora. El orden social nunca es puesto en crisis sino, solamente, sus prácticas sexuales.
50 Tonos de Crítica, 50 Tonos de Adaptación. 50 Sombras de Grey es una película efectiva; no es un film que sea una revolución en el cine erótico, ni es una gran obra de arte, y seguramente dejará a muchos disconformes con la adaptación cinematográfica del libro en el cual está basada. Sin embargo es un film que engancha, que es prolijo, es correcto, y nos deja con ganas de ver la segunda parte. El problema principal de esta película es por un lado la adaptación de un libro popular y querido, que siempre genera problemas en la audiencia, la cual se queja por las partes cortadas o resumidas, o por tal o cual elección, la cual seguramente habrían hecho de otra forma. Ese es el dilema eterno de la adaptación cinematográfica de un libro, siempre va a dejar disconforme a una gran parte de la audiencia; dado que la magia del material escrito que nos permite imaginarnos los personajes y lugares, se ve truncada al ver una imagen concreta, que además tiene una forma ajena a la que teníamos internalizada. Muchas veces el público no sabe reconocer entre una adaptación hereje al material original y una mala película. No es lo mismo un mal film que una adaptación que no respete el espíritu del original, o sus formas, o sus escenas; que un film que no funciona cinematográficamente. Hay dos tipos de adaptaciones: las que pretenden cierta fidelidad con el material original y las que simplemente se basan en el libro, pero tiene otra búsqueda distinta; un ejemplo, la primera película de Harry Potter pretende ser una traducción cinematográfica del libro (y lo logra), en cambio el Jurassic Park tiene algunos momentos del libro tal cual, pero no pretende copiarlo, sino generar un film que genere suspenso, tensión, que tenga acción y reflexión inspirado en el libro original; pero cambiándole partes importantes como el final, y achicándolo fuertemente. Evidentemente gran parte de la crítica feroz hacia esta adaptación es la pretensión del público de querer dirigir al filme y a hacerlo como lo había imaginado y no como realmente está en la pantalla. Pero una de las primeras reglas de las críticas de películas es justamente criticar al filme que se hizo y no al que uno le hubiera gustado haber hecho. Por lo tanto nos concentremos en lo que está en la pantalla y no en lo que estaba en nuestra imaginación. Obviamente 50 Sombras de Grey no es un filme que se haya hecho con una gran finalidad artística, sino más bien se espera un filme comercial, que lo es, y un film entretenido y que enganche, que tenga cierta pimienta por el tema en el cual está basado, sin embargo que no caiga en la pornografía. Eso es lo que encontramos. La película está bien dirigida y tiene cierta sensibilidad femenina al estar comandada por una mujer, Sam Taylor Johnson. Un hombre quizás hubiera hecho una película menos romántica y más excitante, sin embargo éste no es el caso. El film tiene la estructura de una historia romántica y la columna vertebral del relato pasa por ahí, condimentado por las correspondientes escenas picantes de sadomasoquismo, que todos los que tienen una pequeña idea de que se trata, esperaban. La historia cuenta cómo una joven virgen llamada Anastasia Steele, se encuentra con un lindo, joven y famoso multimillonario y luego de que haya un primer encuentro cargado de química, comienzan una relación, en la cual el multimillonario, Mr. Grey, le propone a nuestra protagonista iniciarse en el mundo del sadomasoquismo como su sumisa, para él ser su amo. El Sr. Grey es muy honesto al respecto, en un primer momento no quiere una relación con la chica, luego queda deslumbrado por ella y le dice que él no hace el amor, que coge y duro. Y le muestra claramente su cuarto de juegos donde están todos los azotes y los elementos para crear dolor/placer en quien asuma el nivel de sumisa. Luego de que la relación avanza un poco le ofrece un contrato para qué ya sea su sumisa de forma permanente, viviendo inclusive en su edificio durante los fines de semana, y que esa entrega por parte de ella, iba a tener como recompensa a su persona, al mismísimo señor Grey. El conflicto de la película pasa justamente por ahí; firmar o no ese contrato, entregarse o no a ese mundo de dolor y placer, obviamente esta chica con poca experiencia en la vida y teniendo su primera relación con Mr. Grey, quiere romance, quiere normalidad, quiere un novio que la saque al cine, no quiere sumisión. Sin embargo el señor Grey es muy claro en lo que pide y en lo que ofrece, de ahí que quedar en la audiencia ver cómo se resuelve este conflicto y el camino que transitan los personajes para llegar ahí. El aspecto narrativo del film es correcto, tiene buenas interpretaciones, los actores están bien elegidos, más allá de que puedan haber sido imaginado de forma distinta los personajes, hay buena química, aunque eso es bastante subjetivo según el ojo que lo ve, y hay un guión que es efectivo aún cuando no es muy creativo ni muy artístico. El film engancha aunque no inventa nada, ni tiene alto vuelo. En cuanto lo que se ve de sadomasoquismo es mucho menos de lo que podría llegar a ser un film más explícito, de ahí que en la Argentina ni siquiera tuvo la máxima calificación "Sólo apta para mayores de 18 años", si no que fue catalogada como "Apta para mayores de 16 años con reservas"; lo cual permite que un menor vaya con sus padres aún cuando no cumpla ese edad. Quizás el problema más grande del film sea que no llega a lograr todo su potencial, podría haber sido para 18 años y fue para 16, podría haber sido mucho más perversa, más sucia y más dura y por momentos se siente muy aséptica; podría haber sido mucho más erótica y sin embargo las escenas de sexo son mucho menos calientes que en otros films, inclusive en algunos mucho más artísticos, como "La Vida de Adele". También desde el punto de vista romántico podría haber sido más; está muy lejos de grandes filmes románticos que nos dejan enamorados por mucho tiempo, y no tiene esa magia que por ejemplo tenía Sintonía de Amor. Y desde el punto de vista narrativo, un gran escollo que tiene el relato, es la falta de un claro arco dramático, donde uno interprete que hay un clímax y de ese clímax se produzca un cierre natural de la narración. A medida que vamos viendo el film quizás nos vayamos preguntando cómo va a terminar todo esto, al no haber un conflicto claro que se presente como disparador de un clímax concreto. Y si bien es cierto funciona en cierta medida el final, el arco dramático no es lo suficientemente fuerte para que nos dé la sensación de que vimos algo muy emotivo y luego un cierre; sino que nos da la sensación de que fue la introducción del primer capítulo de la trilogía, más que el de un film que se vale por sí mismo. Ese final que se siente tan abierto y luego de un "clímax" cinematográfico que no funciona del todo, puede dejar muy descontentos a gran parte de la audiencia. Sin embargo para el que se enganchó, el film logró vender la segunda y la tercera parte que están por venir; ya confirmadas. Y por supuesto tampoco se puede obviar el tema moral, una relación no convencional y el sadomasoquismo. En Estados Unidos la crítica de la Iglesia Católica la calificó con una "O"que quiere decir ofensiva, o sea, para andarse sin eufemismos ver este film es pecado. Y eso también será un parte de la crítica que tenga la audiencia, que ésta no es una historia romántica convencional sino con una temática no tan común y provocadora. De todas formas queda bastante claro por donde pasa la película y no van a ser muchos los espectadores que vayan creyendo que van a ver un film típico de San Valentín y se den con un chasco dentro de la sala de cine. Quedará en la moral, la formación y las preferencias del espectador decir si le gusta eso o no, si lo ve como pecado o no, si le parece bien o no, si copiaría algo del filme en su cama o no. Cada uno sabe dónde está parado y tiene más o menos en claro sus creencias y preferencias para ver hasta qué punto este film le va a afectar o no. Más allá de eso es un film que sin ser una obra de arte, ni llegar a todo su potencial, termina siendo efectivo. Y para cerrar recordaremos cuál es la primera regla de la crítica, ver primero el film.
Domesticar al lobo sin dientes (o por qué la película ‘Cincuenta Sombras de Grey’ no es tan terrible como el libro, lo cual tampoco la convierte en un buen film) En la película En Compañía de Lobos (The Company of Wolves, de Neil Jordan) -cuya historia principal es una reversión de Caperucita en la que una joven virginal se enfrenta a un hombre de experiencia y subvierte los papeles de poder (y contiene la transformación hombre a lobo más erótica del cine)- hay una frase que siempre me gustó y reza que “la lengua más dulce esconde los dientes más afilados”. Éste, definitivamente, no es el caso del Christian Grey de la pantalla grande. Para ello, primero debería de decir algo remotamente interesante a lo largo de toda la película. El mayor mérito de Cincuenta Sombras de Grey (Fifty Shades of Grey) es ser una película tolerable, y en su primer hora entretenida, a pesar de su materia prima. En esta encarnación cinematográfica, Christian Grey (Jamie Dornan) es un empresario que con sólo 27 años es multimillonario (vía el conglomerado de su familia) y el único tipo de relaciones que mantiene con mujeres son contractuales: ya sean sus secretarias, o las chicas con las que establece una interacción dominante-sumisa, en las que él determina qué tienen que hacer ellas dentro y fuera de su Habitación Roja, su cuarto de juegos sado-masoquistas. Hasta que llega la joven virginal Anastasia Steele (Dakota Johnson) a su vida, por supuesto. Las principales mejoras implementadas por el guión de Kelly Marcel pasan por este personaje. La Anastasia modelo cine viene con (y sabe usar, al contrario de su contraparte novelesca) celular, computadora y mail. Detalle no menor para una mujer de 21, en el siglo XXI. Y aún más importante, tiene personalidad. Todas sus exclamaciones nedflandereanas de la novela, como “Holy Cow!” o “Holy crap!” mientras Grey la azota o la coge en cuatro, son reemplazadas por frases de mayor calibre intelectual (lo cual no es una proeza en sí, considerando la paupérrima prosa de la versión original) y automordidas de labio. Desechados el monólogo interno y la ridiculísima figura de diosa interior que el libro utiliza como vehículo para expresar las emociones del personaje, Marcel encamina inteligentemente las características de Anastasia hacia la acción física (un requerimiento básico de las traslaciones al cine que muchas veces se pasa por alto). De la inexperiencia inicial atravesada por la torpeza y el titubeo, a la paulatina entrega hacia Grey y los placeres que va descubriendo, hasta la toma de decisión final tras hallar su determinación; todos los cambios pasan por cómo pone el cuerpo, tanto el personaje como el de Johnson en sí. Dakota, quien ya había demostrado su timing cómico en la breve existencia de la sitcom Ben and Kate, demuestra ser la decisión más acertada de casting en la ola de franquicias que componen la mayoría de la oferta cinematográfica. Como ya dije, más que interpretar, pone el cuerpo. Queda clara su predisposición tanto a ser “la chica de al lado” que proponen la directora Sam Taylor-Johnson y Marcel en un principio, la novata que sigue el tour sobre todo lo que nunca quiso saber sobre S & M de la mano de su guía personal, el inexpresivo Mr. Grey, a quedarse completamente expuesta física y emocionalmente ante su inmutable contraparte masculina. Taylor-Johnson y la guionista Kelly Marcel no son hacedoras de milagros, pero pudieron sortear uno de los aspectos más problemáticos del personaje titular: que era explícitamente abusivo, más allá de autodefinirse como un dominante (en la práctica de Bondage, Dominación y Sado Masoquismo, quien toma el rol activo de control en las actividades) en la novela de E. L. James en la que se basa la película. Para ello, abandonaron varios momentos del libro: su ruptura de la principal regla del BDSM al no respetar las palabras seguras (dichas por el/la dominado cuando quiere parar), cuando directamente trata de estúpida a su pareja, cómo la aísla de las otras relaciones de su vida, y que hasta le diga que no importa a dónde se escape, él la va a encontrar y traérsela de nuevo, porque es suya. Aún así, mantienen la fórmula de Grey como un modelo de héroe romántico, solo en su torre (en este caso, su oficina y su departamento), cuya distancia emocional se justifica con traumas de la infancia, el equivalente contemporáneo del “ser atormentado” byroniano que debe ser “curado” por la heroína. Sin embargo, no consiguen resolver el otro gran problema inherente a la figura de Christian Grey: es un personaje inmensamente aburrido. Su atractivo pasaría así por su físico, su determinación para conseguir lo que quiere, y todos sus juguetes, dentro y fuera de la habitación roja. No ayuda que Jamie Dornan lo interprete como un muñeco Ken asesino serial (nadie le avisó que se salga de su personaje psicópata de la serie The Fall, igualmente ritualista) que sonríe de forma más aterradora que la peor representación de un pedófilo y tiene los ojos más muertos que el tiburón de Jaws, pero que alegremente se saca la camisa y repite una y otra vez variaciones de sus frases favoritas: “Sos mía, mía y sólo mía” y “Yo no puedo tener una relación normal”, momentos en que sale a relucir el Grey versión libro. Dornan pareciera más concentrado en sobresalir en las técnicas físicas de un dominante que en generar un mínimo de empatía hacia su (anti)héroe, ya sea con su coestrella como con el público. Esta tarea recae en Johnson, como así el humor inicial que plantea el film. El otro gran acierto de esta traslación es la autoconciencia frente a un producto que originalmente se toma demasiado en serio a sí mismo. Así, mientras Dornan recita sus líneas de estoy-tan-traumado-que-no-puedo-dejar-que-nadie-me-toque-y-tengo-que-controlar-todo-en-mi-vida-incluyendo-a-mi-pareja, Johnson puede darse el gusto de la mirada incrédula de quien es en principio sólo una observadora participante. Y Taylor-Johnson y Marcel pueden, a su vez, darse el gusto de armar la escena de la negociación del contrato entre Anastasia y Grey que incluya el debate de fisting y plugs anales en una película mainstream, mientras Johnson mantiene el completo control del diálogo cómico con un par de arqueos de cejas y la cadencia calculadamente natural de sus palabras. Lamentablemente, a medida que el personaje de Anastasia se involucra en el mundo de Grey, la guionista y la directora buscan involucrarnos a nosotros también mediante el contagio de la seriedad mal entendida de su Christian hacia el resto del film, tiñéndolo de solemnidad cuando quieren dejar en claro que lo que están haciendo es un ROMANCE con mayúsculas incluidas. Ante la poca química entre las estrellas de un film, queda siempre el recurso de meter paisajes grandilocuentes, el cual la directora exprimió seguramente pensando en cada una de las entradas que iban a venderse. Por ende, la relación entre Anastasia y Christian ocurre principalmente en las alturas: su oficina y su departamento con vista a todo Seattle, su helicóptero privado sobrevolando la ciudad de noche, un ultraliviano con el que dan piruetas sobre el horizonte de Georgia. En cambio, las interacciones con amigos y familia transcurren mayoritariamente a nivel de la tierra. El romance pasa entonces por él llevándola de paseo por las alturas y por “rescatarla” de ciertas situaciones en las que ella no necesita ayuda. El mayor mérito de Cincuenta Sombras de Grey es ser una película tolerable, y en su primer hora entretenida, a pesar de su materia prima. El sexo en sí es, como muchos anticiparon, BDSM light. Al mismo tiempo que acertadamente desplazan el miedo que Anastasia siente hacia él en el libro por (un más sano) miedo a probar algo nuevo, hacen hincapié en la predisposición de ella a superarlo y ceder nominalmente el control (y la de Dakota a pasarse el 40% de la película completamente desnuda). Taylor-Johnson maneja apropiadamente los tiempos de los primeros encuentros, fragmentando los cuerpos cada vez más desnudos de sus protagonistas en planos cerrados para crear la anticipación de cuando se encuentran ya unidos en un plano más abierto. Una vez que se adentran en la habitación roja y las prácticas S &M, la urgencia deja paso a una predominancia de la técnica a la que no logra infundirle goce, como lo hacían La Secretaria de Steven Shainberg y Erin Cressida Wilson o los pinku eiga de Satoru Kobayashi. Así, el in crescendo que la directora logra crear junto a las editoras Anne V. Coates y Lisa Gunning en las primeras escenas sexuales, escatimando el campo visual pleno y simulando la exploración de partes específicas del cuerpo de Johnson, construyendo una expectativa por la embestida de Grey (con su pene nunca visible), es reemplazado por un catálogo de posiciones que podemos encontrar en cualquier revista Cosmopolitan de los últimos veinte años. El objetivo de trasladar Cincuenta Sombras de Grey a una película es claro: hacer plata. Sin embargo, pese a estar imbuida en una producción de estudio de gran presupuesto, grandes expectativas de recaudación, y grandes restricciones por parte de la autora del libro y de la industria cinematográfica como comercio en sí, Taylor-Johnson tenía la oportunidad de hacer algo más. Sin embargo, con Marcel mantuvieron el modelo -que engloba desde La Bella y la Bestia a Mujer Bonita- del mal entendido romance entre el héroe torturado y tortuoso y la heroína que lo puede salvar subvirtiendo las reglas del contrato inicial (pero hasta ahí nomás, sin sacudir completamente los roles de género). Aunque encontraron en Dakota Johnson el vehículo perfecto para infundir un poco de autoconciencia sobre la misma estructura viciada que reproducen, la suficiente para apaciguar las mentes progresivas y culposas por pagar la entrada para ir a ver “ésa película”. La suficiente, también, para que Anastasia domestique a su lobo, al que la directora y la guionista le limaron los dientes, pero al que no le pudieron poner sabor a su lengua.
LO QUE SEDUCE ES EL PODER Como todo buen producto marketinero, Cincuenta sombras de Grey primero se viraliza a través de un best-seller que deja mucho que desear en tanto calidad literaria, pero que sin embargo logra capturar la atención de un gran conjunto de mujeres a lo largo y ancho de todo el mundo occidental. Segundo, se convierte en una trilogía, de la que por ahora sólo se conoce la primera entrega, para convertirse en tercera y última instancia en una alocada corrida de boleterías. ¿No será mucho? Yo creo que sí, de todos modos, hay algo de lo que no se puede dudar y esto es, el don místico de los medios y sus aparatos de prensa. El emporio del despilfarro, la carencia de sensualidad y el poco (o nulo) sentido cinematográfico hacen de este filme una película chata, eternamente aburrida y extremamente moralista. Acaso, ¿Todo debe tener una justificación? ¿no será que la maquinita hollywoodense pretende “curar” a Cristhian Grey? Muchos son los interrogantes que se le pueden formular a este discurso pochoclero que busca la provocación sexual pero lo único que logra es la risa y la decepción. Así, Cincuenta sombras de Grey, se acerca más al melodrama mejicano de la tarde que al erotismo prometido en tantas líneas vacías. Anastasia Steele es una joven estudiante de literatura inglesa quien con claros signos de torpeza logra flechar el acartonado corazón de Cristhian Grey, dueño de una compañía internacional de telecomunicaciones. Fin de la historia que dura ciento veinticuatro minutos. ¿Cómo logra el filme llenar todo este metraje? Misterios de la industria… Si habría que analizar la película detenidamente (tarea que encuentro atractiva ante la falta de cualquier otro contenido) se dirá que gracias a imágenes que pretenden ser metafóricas se busca cautivar a cierto inconsciente latente en busca de sexo. Es así como, por ejemplo, en uno de esos pasajes, Anastasia al bajar de su autito desmejorado queda disminuida en un plano con gran angulación contrapicada que la deja estupefacta frente la enorme dimensión del edificio Grey. Reducida sólo a cabeza y de espaldas a cámara (el plano recorta sólo esa posición de su cuerpo) la inmensidad de la arquitectura edilicia parece comérsela viva y ella sólo puede balbucear unas pocas palabras. Se nota como la falta de sutileza no sólo se da a nivel guión, sino también en escalas de realización. Otro ejemplo de reducción e instauración del concepto de la sumisión es la forma en la que Anastasia y Cristhian se conocen. Si la escena del edificio no fue suficiente para demostrar quién es más poderoso, sólo habrá que esperar unos minutos para que la evidencia salga a la luz. Grey espera a la estudiante tras las puertas de su despacho, y ella ingresa a éste dando un traspié que la deja en el piso ante los pies del multimillonario. El extiende su mano y la levanta del suelo, lugar que luego le ofrecerá como propio, si es que ella acepta el contrato de sumisión. “Esperame desnuda, arrodillada, peinada con una trenza, con la vista baja y al lado de la puerta” Será la propuesta. Y a cambio que obtengo, preguntará ella. A mí, responde él. Lejos de la sensualidad, lo que Cincuenta sombras de Grey parece mostrar es un decálogo mal redactado para señoritas inexpertas. Tengamos en cuenta que no hay una sola escena de sexo en la que no se utilicen algunos segundos de película para mostrar como Cristhian abre un envoltorio de preservativos. Exceso de diálogo que tiende a la justificación permanente de cada acción y un sadomasoquismo que aparece edulcorado y con presencia de grandes rasgos de culpabilidad cristiana, el filme hace mucho ruido pero muestra pocas nueces. ¿Qué le puede faltar a este relato inocuo? que una angelical muchachita virgen que se ha enamorado del supuesto hombre equivocado, pero que luego de una paulatina transformación de personalidad y sentimientos, a base de acciones cliché de la típica fórmula “chica conoce chico…”, logra re encausarlo en la senda del buen amante de la agotadora novela rosa pastel. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
ESTO VA A DOLER Acompañada por la popularidad de un libro que nunca leeré, CINCUENTA SOMBRAS DE GREY (FIFTY SHADES OF GREY, 2015) se estrenó en el mundo y es –lamentablemente– un éxito y de lo que está hablando la mayoría. Fui a verla, pero no porque me sentía curioso. Ya sabía qué esperar: Soft porn, personajes chatos, diálogos cursis y cualquier otra cosa que una mujer sexualmente frustrada podría haber puesto en un fan fiction de “Crepúsculo” que se convirtió en libro para convertirse en película. La vi porque quería contar con los fundamentes necesarios para intentar explicarles a aquellas mentirosas que la defienden diciendo “No me gusta por el sexo. Me gusta por la historia”, que hay más en la vida que esta porquería. Pero en la proyección, descubrí que es peor de lo que imaginaba. La mayoría piensa que es cliché, porno para mamás, aburrida y machista, y estoy de acuerdo con sus opiniones. Pero descubrí que su historia esconde además algo espantoso. Probablemente muchas (y muchos) la disfrutarán –aunque yo solo rescato de ella su fotografía–. Sin embargo, de verdad creo que CINCUENTA SOMBRAS DE GREY está muy cerca de ser un film que nos dañe a nivel social y cultural. Es una pésima película y una de las peores mierdas que engendró la especie humana en el nuevo milenio. No lo digo porque su guión es pobre y risible o porque sus actuaciones alcanzan el ridículo, sino porque puede llegar a ser peligrosa: Pone al borde del precipicio a una sociedad sexualizada de forma equívoca, en que la desigualdad de géneros es algo cotidiano ¿Y quién está atrás empujando? Sorprendentemente, muchas mujeres, quienes celebran y fantasean públicamente con el hombre más hijo de puta del planeta. Pero seguramente muchas dirán que son adultas y que distinguen la diferencia entre la realidad y la fantasía. Tengan en cuenta que, siendo una película y ya no un libro, CINCUENTA SOMBRAS DE GREY cuenta con una llegada muchísimo más amplia. Las mismas adolescentes que se enamoraron del vampiro Edward Cullen (un hombre “perfecto” y sobreprotector que en la vida real no existe) pueden llegar a obsesionarse al punto de buscar y anhelar de la misma manera a un Christian Grey que les falte el respeto, las ignore, las maltrate y las histeriquee (un hombre que en la vida real SÍ existe). Pero supongo que no hay problema, porque dirán que en el fondo él es bueno; porque se repetirán una y otra vez que si él las deja debe ser por culpa de ellas y porque compensará cualquier falta emocional comprándoles un auto y una computadora nueva. Si el fenómeno no es contenido, CINCUENTA SOMBRAS DE GREY (y sus dos secuelas que ya están en camino) creará una generación de sumisas con síndrome de mujer golpeada y, seguramente, un par de moretones y embarazos no deseados. Preparate, película. Esto va a doler. No se preocupen, no voy a parlotear sobre cuestiones feministas o el maltrato a la mujer, porque ya sería hilar demasiado fino –es tan estúpida que ni siquiera eso se merece–. La historia que defienden sus fanáticas es una verdadera pelotudez y carece por completo de fuerza dramática. CINCUENTA SOMBRAS DE GREY comienza con Anastasia Steele, una introvertida estudiante universitaria, entrevistando a Christian Grey, un “intimidante” multimillonario de 27 años (¿?). Un par de clichés y varios momentos ridículos después (que incluyen vómitos, acercamientos accidentales forzados y el gastadísimo “¡Uy, me quedé dormida! ¿Quién me sacó la ropa y me metió a la cama?”), ambos comienzan una extraña relación, más enfermiza y forzada que romántica. A medida que esta avanza, él descubre que ella es virgen y ella se entera que su apetito sexual va más allá de un ocasional chirlo en la cola. El sadomasoquismo es lo suyo y, si Anastasia quiere seguir viéndolo, deberá aceptar sus gustos, firmar un contrato y convertirse en su sumisa. A partir de allí, la película se convierte en DOS interminables horas de ella dudando si debe cerrar el acuerdo o no, intercaladas con varias escenas de sexo que, después del primer encuentro, se vuelven repetitivas, nada sensuales y poco interesantes, ya que no aportan nada al relato. Pero la principal razón de esto es que la irritante estética artificial de planos demasiado cuidados, solemnes y videocliperos de la directora Sam Taylor-Johnson, acaban mostrando nada más que sombras. Desaprovecha plenamente el misterioso mundo del sadomasoquismo. La abundancia de ese soft porn y la carencia absoluta de química entre sus protagonistas, provocan que el film nunca alcance el erotismo y la osadía que tanto prometía. Su guión comprueba que los fan fictions deberían permanecer por siempre como lo que son (aquí es obvio que estamos viendo a los personajes de CREPÚSCULO pero con las caras de otros boludos ¡Hasta hay un amigo morocho en la friend zone que quiere levantarse a la protagonista!). Le sobran diálogos y momentos bochornosos, que intentan ser románticos pero hacen reír o son innecesarios, y su historia carece de un conflicto. Es una situación estirada por el “¿Firmará el contrato o no?”, adornada por los pezones erectos de Dakota Johnson y por un final abrupto y torpe, que roza lo desagradable. Además, a último momento, decide abrir estúpida y descaradamente varias subtramas que deja en el aire, para que sean resueltas en la continuación. Como resultado, el film no cierra. Lo entendería si esto pasara en la secuela, pero el “Continuará” de este primer capítulo hace que CINCUENTA SOMBRAS DE GREY ni siquiera se mantenga firme como una película sola ¡Falla hasta en la estructura básica de principio, nudo y desenlace, porque sí o sí necesita de las continuaciones para cerrar el relato! Es solo un inicio con un atisbo de conflicto o nudo en los segundos finales. Pero lo que más detesté fueron sus insufribles personajes. Anastasia es una sumisa de alma, una mujer completamente dependiente, aburrida, desesperada y débil, que hace lo que sea para mantener feliz a su hombre maltratador. Nunca llegamos a conocerla o a entenderla. Su pizca de curiosidad sexual no está justificada y está allí solo para ser una herramienta del relato. Más allá de dónde vive, qué estudia o el hecho de que no se depila, no sabemos nada sobre ella. Es un envase vacío (a lo Bella Swan) para que cualquier espectadora pueda ponerse en sus zapatos e imaginar que es esclava de Grey por un rato. La película está más interesada en mostrarnos al actor principal sin remera que en construir a su protagonista. Dakota Johnson no ayuda a volverla un personaje interesante y sobreactúa sin parar cuando intenta parecer vulnerable o excitada (¡Si se mordía el labio una vez más, me cortaba las bolas!). Pero esa indignación que sentía por ella empeoró cuando revela que, inexplicablemente, se enamoró de Grey, quien nunca hace nada genuinamente bueno por Anastasia ¿Lo ama porque es atractivo, porque se fijó en ella y porque le da buen sexo? ¿Sus sentimientos por él afloran cuando la lleva a volar en dos ocasiones? Porque, en ese caso, debería enamorarse cada vez que va a un aeropuerto ¿Se enamoró después de que le compró una notebook, en la descolocada escena de baile o en los momentos en que le falta el respeto? La historia de amor no funciona porque nunca entendemos de dónde surge ese afecto. Nada los une, más allá del sexo. Christian Grey (interpretado por ese maniquí unidimensional y sin carisma llamado Jamie Dornan) es un personaje horrible. El film falla al intentar venderlo como un ser dañado, porque las explicaciones que da sobre su oscuro pasado son telenovelescas y superficiales. Es uno de los peores protagonistas “románticos” de la historia, porque nunca intenta redimirse o pensar en alguien más que su propio pene. Así, sus acciones abusivas se vuelven más espantosas aún. Y lo peor es que la película no lo castiga. Christian Grey solo es celebrado. Cuando parecía que por fin le llegaba la hora de ser juzgado, los créditos empiezan a correr y queda absuelto de sus pecados. Es insultante que la platea femenina suspire por él. Si la saga llega a terminar con un final feliz –con ella aceptándolo y viviendo felices por siempre–, solo se demostrará lo trastornada que está la mente de su autora y de aquellas que la idolatran. Leí comentarios que defienden el hecho de que esta película podría ayudar a algunas mujeres a expandir sus horizontes sexuales, lo cual no me parece para nada malo. Pero pienso que, desde ese punto de vista, CINCUENTA SOMBRAS DE GREY es una película que debería verse con cuidado: No celebra la sexualidad, sino que alienta una relación sexual poco saludable, en que la confianza y el respeto por el otro son lo de menos ¿Mi consejo? No la vean. Nadie les que quita el derecho a fantasear, pero pueden hacerlo con mejores ejemplos de erotismo cinematográfico (algo de Bernardo Bertolucci, LA SECRETARIA o hasta NUEVE SEMANAS Y MEDIA o las escenas lésbicas de LA VIDA DE ADELE). O vean pornografía. Su irrealismo y privacidad la vuelven inofensiva. Además, es gratuita, más divertida y dura mucho menos –bah, eso me dijo un amigo–. En CINCUENTA SOMBRAS DE GREY ni siquiera la banda sonora de Danny Elfman está inspirada. A pesar de la masividad de su audiencia, el film nunca intenta entregar algo novedoso o decente. Cae constantemente en los lugares comunes del cine erótico y, aun así, nunca llega a ser una película sexy, entretenida, interesante o audaz, sino un nauseabundo, aburrido y pomposo intento de hacer dinero vendiendo SEXO y nada más. Es, por esa razón, una película puta.
El que salga encantado del cine con Cincuenta sombras de Grey, considere sinceramente si lo que le gustó es la película en su totalidad o sólo la pasó bien viendo a sus carilindos protagonistas en escenas eróticas que ni siquiera son para el infarto. Puede llegar a ser una propuesta pasable para el que se ratonea demasiado con cualquier escena de...
Ahora sí. Después de tanta expectativa generada entre las fans, quienes estaban muy ansiosas por la llegada de esta película (desde el inicio de la producción se hicieron oír cuando se eligió a la dupla protagónica), por fin llegó el día en el que “el Señor Grey las recibirá a todas”… en las salas de cine obvio. La esperada adaptación cinematográfica de la primera novela de la trilogía literaria escrita por la británica E.L. James que se ha convertido en un fenómeno mundial, hay que juzgarla por lo que es (una película basada en un libro “exitoso” o “popular”, cuya narrativa es fallida) y no entrar demasiado en las polémicas que han surgido en cuanto a su temática de fuerte contenido sexual (prácticas que involucran esclavitud/disciplina, dominación/sumisión, sadismo/masoquismo) y con justa razón. No se trata de una historia romántica, al menos no una típica (aunque tal vez haya algo de eso entre estos amantes, muy, pero muy en el fondo). Christian Grey (interpretado por el irlandés Jamie Dornan) no cree en eso; cree en ejercer el control en todo, por tanto es dueño de Anastasia Steele (papel a cargo de Dakota Johnson, hija de Melanie Griffith y Don Johnson). Su relación se inicia cuando esta inocente -y aún virgen- joven estudiante de literatura entrevista al guapo, pero enigmático e intimidante millonario como favor a su amiga Kate (Eloise Mumford), para el periódico universitario. Él queda super enganchado y fascinado. Ella también, pero Christian le confiesa sus gustos sexuales muy singulares. De haber una relación, será bajo los propios términos de este hombre retorcido y traumado que carga “50 sombras de locura”. Es así que le propone a Anastasia un acuerdo de confidencialidad y un contrato que especifica su relación, puramente sexual, de dominación/sumisión. El film, va desarrollando la negociación de ese contrato mientras ella experimenta con Christian, en el “cuarto de juegos”, lo que estaría a punto de firmar. No le gusta que lo toquen, que lo miren a los ojos. Cosas como “no soy del tipo romántico” y “no duermo en la misma cama con nadie” son algunos de los puntos a tratar, sin mencionar los otros, claro. En cuanto a las escenas puramente de sexo, son cuatro y entre todas suman aproximadamente 15 minutos, de los 125 que dura la película. Sí, hay un poco de todo y están filmadas con cierto cuidado por la realizadora Sam Taylor-Johnson. Hay explícito (pero no como en el libro) y hay sugerencias. Hay cosas que se ven y cosas que no. Podemos decir que la que más se jugó fue Dakota Johnson, quien además de mostrar todo, es la que mejor se desempeñó actoralmente (no me refiero sólo al sexo), mostrándose un poquito superior al de Dornan, quien -además y por contrato- pidió no mostrar su miembro masculino. Hay latigazos, ataduras, esposas, palos, vendaje de ojos, castigos y sometimientos entre el amo y la esclava. Es más lo que se habló que lo que se ve. Creo que no importa qué digamos nosotros y el resto de los críticos sobre este fenómeno literario que le generó mucho dinero a la señora James y que ahora se trasladó a la pantalla grande. La última palabra la tienen los fans, en su mayoría mujeres, que están a la espera de conseguir alguna entrada (el éxito de pre-venta fue impresionante) para ver a estos dos personajes cobrar vida en esta producción bien dirigida por la realizadora de cortos y directora de “Nowhere Boy”, quien hasta incluso corrigió algunas fallas de la novela. No está tan mal. Con la confirmación de las dos respectivas secuelas del film, se espera que la segunda entrega sea muchísimo mejor, ya que “50 Sombras Más Oscuras” es en donde se desarrolla el verdadero “conflicto” de toda la saga.
Fan Fiction hormonal Antes de realizar cualquier tipo de análisis o comentario sobre este film es necesario aclarar que los orígenes mismos del proyecto son los relatos creados por los fanáticos de la saga Crepúsculo en un ejercicio de composición colectiva o Fan Fiction.Es por ello que el tono, la mirada y el carácter de esta aventura softcore responderá a cánones similares a los de aquella saga vampírica que tantos odios y amores supo despertar en el público y la crítica especializada. Ese fan fiction fue luego objeto de adaptación a cargo de E.L James y se convirtió en una de las sagas literarias de mayores ventas en los últimos años.Con legiones de seguidoras por todo el mundo era más que obvio que se imponía una adaptación a la gran pantalla de esta historia de sexo y deseo.El casting fue un evento en si mismo y las ávidas lectoras opinaron sobre el acierto o no de los protagonistas elegidos. Jamie Dorman fue el encargado de encarnar al millonario y exitoso Christian Grey mientas que Dakota Jonhson ( hija de dos íconos sexuales ochentosos como Don Johnson y Melanie Griffith) puso el cuerpo para dar vida a Anastasia Steele. Anastasia es una joven estudiante de literatura que deberá reemplazar a su amiga enferma en una entrevista al joven seductor Christian Grey desde el primer encuentro la química será instantánea y nacerá entre ambos una pasión que no podrám contener.Sin embargo es claro que el millonario Grey tiene gustos algo extraños al momento del sexo que tratará de inculcar a la jóven y cándida estudiante. Plagada de frases y lugares comunes, el film tiene una factura técnica impecable y una banda de sonido que acompaña los diversos climas que se generan. La química jamás termina de cerrar del todo entre ambos, si bien es notable el trabajo de Dakota en la creación de esta mujer que a pesar de ser “sumisa” asume un rol activo en la dinámica de interacción. 50 sombras de Grey es un film que entretiene y no intentar ser más de lo que realmente es y lo que marcó su origen de fan fiction: un conjunto de deseos incumplidos de un sector femenino en forma de relato de amor y mínimo erotismo. Compararla con “Ultimo tango en París “ o ” Nueve semanas y media “ es desconocer claramente la intención de su autora. Si bien ciertos aspectos estéticos de la puesta de Adrian Lyne se encuentran presentes en la obra de la directora Sam Taylor-Johnson, cierto dejo de soft porn de hace algunas décadas atrás. En el camino de adaptación del libro a la gran pantalla ciertas descripciones de carácter muy vívido y explícito han tenido que sacrificarse, de modo que el tono general es más cercano a un film romántico que a un producto erótico y ni hablar de pornográfico. Sin lugar a dudas uno de los mejores momentos se dará en una cena de negocios en la cual ambos protagonistas debatirán sobre las diversas prácticas sexuales a realizar en el futuro.Sobrevuela un dejo de autoconciencia que hasta hace suponer que ni los guionistas se toman demasiado en serio el planteo general del film. Una nueva Cenicienta ha llegado y se encontrará cara a cara con un príncipe que además de encantador tiene algunos toques de sadomasoquista.
Coitus interruptus. Recuerdo que hace bastante tiempo, cuando eran las primeras ocasiones en las que escuchaba hablar del fenómeno literiario causado por la obra de E.L James, siempre daba yo por hecho que se trataba de otra saga adolescente de vampiros. Si bien dicha obra se originó gracias al fandom generado por Twilight, no son tan distantes los errores que aquella saga cometió al llegar al cine, comparados a los que ha cometido Cincuenta Sombras en su adaptación a la pantalla grande. Dirigida por Sam Taylor-Johnson (Nowhere Boy), 50 Sombras de Grey nos presenta a Anastasia Steele (Dakota Johnson), una recién graduada de universidad que conocerá por accidente, al enigmático millonario Christian Grey (Jamie Dornan); un hombre que la llevará hasta sus límites emocionales y sexuales en una turbulenta historia de… ¿amor?. Es difícil juzgar una película cuando has leído el libro, pero no lo es tanto cuando la fuente original resulta -al menos en lo personal- una obra bastante aburrida y carente de clímax. Es realmente sorprendente que no haya una situación que genere un punto de quiebre en la trama, lo cual hace que la historia se vuelva tediosa si no te ves identificado por alguno de los personajes. Desafortunadamente, este defecto en el argumento está presente tanto en el libro como en el guión, y he ahí el grandísimo error en la adaptación fílmica. Irónicamente, esta ausencia de crisis era una gran oportunidad para que la cinta superase con facilidad a la novela, y es precisamente la misión que la directora Johnson falló en cumplir. A nivel técnico, la cinta es impecable, correctamente ejecutada. Si bien hay detalles que restan realismi0 como los sets 100% perfectos o la ya gastada manera de representar conversaciones instantáneas en la pantalla, visualmente es casi perfecta. El uso de las distintas canciones promocionales es genial y se adapta realmente bien a la construcción de la trama, y aparte es aderezada con el toque instrumental de Danny Elfman (Batman). Si te deleitaste leyendo el primer vuelo de Ana con Christian en el Charlie Tango, puedo asegurarte que al menos en esa secuencia no quedarás decepcionada. En cuanto a las actuaciones, debo enfatizar que es Dakota Johnson quien solita, salva la película. Es más, si tuviera que dar sólo 3 razones para convencerte de ir a ver 50SdG, serían la música, el descenlace y Dakota Johnson. Esta chica entendió perfectamente a su personaje y nos brinda una interpretación honesta y brillante de Anastasia, y no sólo se limita a ser fiel a la esencia de esta mujer, sino que se atreve a ir más allá y es radicalmente más atractiva que su versión literaria. Jamie Dornan es un caso aparte. Si bien no decepciona, se limita a cumplir vagamente las expectativas, pero no es realmente su culpa. Todo cae nuevamente en un guión que no supo como trasladar el porte de Grey del libro a la pantalla, quedándose chica la versión de Dornan comparada a toda la esencia del Christian original. ¿Hubiese sido mejor elección Charlie Hunnam o Matt Bomer? Seguramente con tan pobre libreto el resultado hubiera sido el mismo. Es una verdadera lástima que Cincuenta Sombras de Grey no haya cumplido las expectativas. Ni siquiera en las escenas de sexo -que quedarán eventualmente en el olvido- la cinta logra encontrar su mayor acierto. Sería ya demasiado puntualizar otras flaquezas como el triste lugar que le dan a personajes secundarios, que pudieron haber enriquecido el desarrollo de tan enfermiza relación. Aunque no lo crean, ésta es una pelicula palomera más de febrero (que ya tiene dos secuelas confirmadas).
Esta es la primera parte de una trilogía. Mucha adrenalina, sexo y escenas de alto voltaje. Está basada en la novela publicada en 2011 que bate records de venta y se transformó en un Best-seller. escrita por la británica E. L. James, narra la relación erótica entre una chica virgen recién graduada de la universidad y un hombre de 27 años millonario. Fue estrenada en el Festival Internacional de Cine de Berlín el 11 de febrero de 2015, llega a las salas de cine estadounidenses este viernes 13. Aquí se estrena justo dos días antes de San Valentín es decir el “Día de los enamorados”. Su estreno ha ido armando una revolución en algunos espectadores de distintas partes del mundo por el tema que narra es el encuentro de una joven estudiante en literatura británica Anastasia Steele (Dakota Johnson, “La Red Social”) virgen tímida, inocente y el encuentro casual con el multimillonario Christian Grey (actor, modelo y músico norirlandés Jamie Dornan, "María Antonieta") quien además es el protector de la Universidad. Anastasia "Ana" Steele va a encontrarse en la empresa de Grey de Seattle, un lugar rodeado con paredes de vidrio y que tiene una belleza especial. Se presenta reemplazando a su compañera de departamento Kate (Eloise Mumford) que se encuentra con un terrible resfriado y no puede entrevistarlo para el periódico. Este al verla queda fascinado por su aspecto angelical, sin experiencia, ardiente y tierna pero ella también queda impresionada. Esto continúa con una visita al trabajo de Anastasia en una ferretería y varios encuentros más en los cuales la corteja en cada instante que tenga una oportunidad además de deslumbrarla. Nos introducirnos en una historia de Cenicienta contemporánea, pero con muchos cambios. Sus encuentros son lujuriosos y donde la excitación se ve en todo momento. Algo oscuro y misterioso oculta Christian, además de una forma muy especial a la hora de practicar el sexo, tiene en su casa un “cuarto rojo de dolor”. Christian práctica el sadomasoquismo y está inmerso en 50 sombras de locura. La cámara se centra en: cuerpos desnudos, senos, cuerpos con marcas, hielo sobre los pezones, sexo explícito, diálogos fuertes, alto voltaje sexual y ritmo lujurioso. Se van generando climas a través de la fotografía, la sensual música de Danny Elfman, además de canciones de Beyonce, Ellie Golding, entre otras y otros elementos. Completan el reparto con una actuación correcta: Luke Grimes como Elliot, el hermano de Christian; Victor Rasuk como José, el amigo de Anastasia; Eloise Mumford como Kate, la mejor amiga de Anastasia y compañera de departamento; Marcia Gay Harden como la Dra. Grace Trevelyan Grey, madre adoptiva de Christian; Rita Ora como Mia Grey; Max Martini como Taylor, el guardaespaldas de Christian; Callum Keith Rennie, como el padrastro de Anastasia; Jennifer Ehle como Carla, la madre de Anastasia y Dylan Neal como Bob, el esposo de Carla. Esto continua con el segundo y tercer libro que se titulan “Cincuenta sombras más oscuras” y “Cincuenta sombras liberadas” respectivamente.
Cuando la ficción es menos de lo imaginado 50 sombras de Grey no nació como una película con aspiraciones de competir en festivales internacionales ni mucho menos con pretensiones de estar nominada en los premios Oscar a Mejor Película. Simplemente se gestó a partir de una excelente campaña de marketing que buscó sacarle el máximo provecho al fenómeno literario de E.L. James, con la esperanza de replicar su éxito en taquilla. "Subirse a la ola" sería la expresión popular más indicada para justificar esta adaptación que, ni siquiera siendo analizada bajo estos simples y realistas criterios, logra cumplir satisfactoriamente con las expectativas de quienes esperaban ver reflejada en la pantalla grande la primera entrega de esta historia de relaciones sadomasoquistas devenidas en amor que atrapó a millones de lectores. Los primeros minutos del filme trascurren de una manera tan vertiginosa que aquellos que no leyeron el libro difícilmente logren entender cómo es posible que Anastasia Steele y Christian Grey pasen de una primera entrevista para el periódico de la universidad a una reunión para "negociar" los términos de un contrato entre "amo" y "sumisa". Claro está que el tiempo en el cine no permite tantos detalles como en los libros pero, seguramente, se podría haber hecho un mejor trabajo con el guion. Las 8 diferencias entre el libro y la película (Alerta de spoiler) La actuación de Dakota Johnson como Anastasia Steele es lo mejor que tiene la película. La hija de Melanie Griffith y Don Johnson logró captar la esencia de su personaje y, acompañada por una acertada banda sonora, logra aportarle algunos cambios de ritmo a esta película que, de lo contrario, transcurriría en un registro capaz de adormecer hasta al más entusiasmado. Jamie Dornan es, quizás, la mayor decepción de este filme. Pese a contar físicamente con todos los atributos necesarios para interpretar al Adonis Christian Grey, falla a la hora de apropiarse del personaje y profundizarlo. Incluso para recrear a este príncipe azul con tendencias sadomasoquistas es necesario algo más que una cara bonita y un físico que luzca perfecto en los famosos "jeans azules gastados". Mención aparte merecen las escenas eróticas. Era de público conocimiento que sólo habría 20 minutos de sexo en la película y que no sería explícito pero, lamentablemente, aquellos que compraron su entrada con la esperanza de que ese tiempo justificara la inversión, se quedaron con las ganas. Leyendo las escenas del libro y recreándolas mentalmente cualquiera podría hacer un mejor trabajo y ¡no tendrán que pagar una entrada de cine por ello!
Los fenómenos literarios son así, especialmente para los que nos quedamos fuera de ellos. Aparece un libro o una serie de libros (últimamente casi todos son series), se convierten en un material de lectura obligada en ciertos sectores dependiendo el tipo de material y se crean expectativas que muchas veces superan lo que el libro en cuestión en realidad tiene para ofrecer. Es cierto que nadie dijo que CINCUENTA SOMBRAS DE GREY fuera una obra maestra de la literatura ni mucho menos, pero se habían creado las “condiciones” como para esperar, al menos, un filme con alto contenido erótico, sexual, bordeando los límites del cine comercial. Y, finalmente, cuando uno termina acercándose a la adaptación cinematográfica de esos libros la primera sensación que se tiene, salvo rarísimas excepciones, es: “¿Esto era todo?” Con CINCUENTA SOMBRAS... pasa eso: no es un filme muy malo ni ridículo ni impresentable. Es un filme menor, un poco tonto, más bien ñoño y lo más llamativo de todo, bastante aburrido. Insisto, no leí el libro pero imagino que debe tener elementos al menos más shockeantes que justifiquen tamaño éxito. De ser solo por lo que se ve aquí, no hay mucha tela para cortar… 50sombrasLa película de Sam Taylor-Johnson luce de principio a fin como un comercial de Dior y parece más interesada en los vestuarios, casas, autos y otros deleites de la vida del multimillonario Christian Grey que en otra cosa. En medio de todo eso, ya saben, hay un cuarto (el “playroom”) en el que el muchacho guarda algunos elementos que sirven para los más variados juegos sexuales, los únicos que pueden excitarlo, ya que no logra sostener una relación romántica como “la gente común”, tal como le exige Anastasia, su joven conquista. Grey es un millonario al que la chica lo entrevista reemplazando a la periodista que originalmente iba a hacer la nota. Su inexperiencia y su timidez terminan cayéndole simpáticas al empresario (o eso parece ya que Jamie Dornan lucirá muy bien pero su rostro no tiene mucha más movilidad que sus pectorales y es difícil suponer si le pasa algo o si está pensando si no dejó el gas prendido en alguna de sus casas) y allí empezarán a tener una relación que avanza de una manera bastante particular. 50shadesEl, dijimos, tiene dificultades para sostener un romance convencional por algunos problemillas psicológicos y ella es una chica bastante inocente que se va metiendo en un mundo que le queda un poco grande: el de un multimillonario apasionado por la dominación y el S&M. Dakota Johnson es lo mejor de la película, dándole a Anastasia una combinación de inocencia, curiosidad y humor que saca al filme de su costado más moroso. Son algunas reacciones de ella las que logran que el asunto no se vuelva un largo comercial softcore de dos horas de duración con sábanas de seda, cámaras lentas varias y algunas sogas y cadenas. O un video largo de Beyoncé, que aporta varias canciones a la banda sonora, acaso lo mejor que tiene la película. CINCUENTA SOMBRAS DE GREY está hecha de una manera cuidada y prolija, y por momentos uno desearía que explorara una zona algo más trash del mundo que dice mostrar. Casi sería preferible una mala película erótica que una prolija y aburrida historia que difícilmente excite a alguien que ha leído alguna Playboy en su vida. Lo curioso es que mientras la cultura erótica online crece y crece, su representación cinematográfica se vuelve cada vez más convencional y hasta pacata. La película no erotiza ni asusta, no transmite la sensación de peligro (sabemos que Grey preferiría no tener que despeinarse por nada) ni de sensualidad, con todos los planos medidos y cuidados a la manera de un actualizado Hollywood de los años ’30. fifty-shades-of-grey-berlin-film-festivalNo hay gran misterio, finalmente, en CINCUENTA SOMBRAS DE GREY. El “misterio” podría ser, acaso, como una historia tan simple y hasta banal se convirtió en un suceso literario de dimensiones históricas. Imagino que algunas escenas del libro no están en la película (no, la del tampón no está) y entiendo que la lógica de la saga es hacer una franquicia aceptable para personas que tal vez nunca irían a ver películas un poco más osadas. En los ’70 este tipo de debates los generaban películas bastante radicales como EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS. En los ’80 estaba NUEVE SEMANAS Y MEDIA, que no era ni por lejos una gran película pero al menos generaba algunas fantasías eróticas. Nadie esperaba que Hollywood llegara a los extremos de un Nagisa Oshima, pero esta película me hizo extrañar a Adrian Lyne…
Algo hizo surgir demasiada inquietud en mi al ver esta película, y no digo promediando la proyección de la misma, sino ya en los primeros minutos: “hay dos más en camino”. Claro que la concreción de esos dos nuevos proyectos dependen de la recaudación que produzca esta, la primera de la saga. Para eso se han encargado, y muy bien, aquellos que se antojan como publicistas de la misma. Diríamos entonces que lo mejor del filme es su campaña publicitaria, y no creo equivocarme que tendrá sus dividendos el impresionante despliegue de poder económico, y ya estaríamos entrando en el texto fílmico propiamente dicho, si es que se puede llamar de esa manera a semejante pastiche insufrible y claramente burdo. No digo de mal gusto pues Dakota Johnson, la hija de Melanie Griffith y Don Jonson, de fea no tiene absolutamente nada, mostrada sin tapujos, (la platea masculina agradecida), pero sí, ella es lo único bueno de la producción propiamente dicho. No se que opinaran las mujeres de su partenaire, el modelo de moda irlandés Jamie Dornan, digo modelo pues por lo mostrado en esta cinta llamarlo actor seria casi un insulto a tan noble profesión. (DE NADA IVÁN). Digamos que en la historia del cine es innegable la influencia literaria en la producción cinematográfica, pero, como decía Alejo Carpentier, tengan cuidado que no se termine banalizando la literatura cuando su único fin existencial sea su traslación al cine. El escritor cubano escribía, allá por los años ‘40, llamando la atención del daño que le hacia el cine a la literatura cuando esas traslaciones banalizaban los textos de origen. Dicho de otra manera, hay varios ejemplos actuales, “Harry Potter”, “Crepúsculo”, etc, literatura descartable con gran despliegue de producción cinematográfica, todo injustificable. Es del orden de lo imposible leer todo lo que se publica como ver todo lo que se produce, pero cuando uno va a ver al cine una película basada en una obra literaria que ya leyó, corre con el peligro que su construcción fantasiosa del personaje no sea la misma, de hecho nunca lo es, pues lo es desde la mirada del director. Digamos, quién se imagino que Natasha Rostova tendría el rostro de Audrey Hepburn en “La Guerra y la Paz” (1956), o que Peter Lorre sea Roderick Raskolnikov, el personaje principal de “Crimen y Castigo” (1935), novelas de León Tolstoi y Feodor Dostoievsky, respectivamente. Todo este preámbulo viene al hecho que muchas veces, algunas, no siempre, el ver una realización basada en una novela despierta el interés de leer el texto original. Me sucedió con “El encanto del erizo” (2009), novela escrita por Muriel Barbery, como también con “Un secreto” (2007), en este caso un sólo responsable, autor de la novela y director Claude Miller. El ver “Cincuenta sombras de Grey” despertó en mí una sensación de jubileo por no haber perdido mi tiempo leyendo, pues si me remito a lo visto debo hacer caso a la opinión de muchos de mis colegas quienes me anticipaban que el libro es muy malo. Como decía Akira Kurosawa: “es posible hacer un mal filme de un buen libro, pero es imposible hacer una buena película de un mal libro”. También es real que muchas veces se critica una producción anteponiendo “esto ya lo ví infinidad de veces”, o “son historias repetidas”. Al salir de la proyección muchos la comparaban con los filmes “9 semanas y media” (1986) y/o “Propuesta indecente” (1993), ambas dirigidas por Adrian Lyne, ninguna de estas dos son buenas películas, pero no son tan malas como esta que nos convoca. Sin embargo, a mi se me cruzaba constantemente la obra japonesa “El imperio de los sentidos” (1976), de Nagisa Oshima, debo confesar que la ví hace por lo menos 35 años. Desestimada en su momento para su estreno comercial y despreciada por escenas de sexo explicito, pero basada en hechos reales, la película es un profundo estudio de los límites del placer sexual, donde se realizaba una muy buena lectura del texto de Federico Hegel “La dialéctica del amo y el esclavo”, pues se iba construyendo a medida que pasaban los minutos. El gran filósofo alemán no se hubiese enojado por esta interpretación realizada por un exponente de la cultura oriental. Creo que en este momento y desde que se publico esta trilogía del escritor occidental de “Cincuenta sombras de Grey”, el autor de “Fenomenologia del espíritu” se esta revolviendo en su tumba. La historia de esta película parece centrarse en la relación entre dos jóvenes, Anastasia Steele y Christian Grey. Lo que al comenzar el filme, del que nada sabia, parecía que estábamos frente a una nueva actualización temporal de la historia de Cenicienta, luego se deja de lado esa vertiente para instalarse en algo parecido al erotismo, consideraría menos inapropiado, denominarlo porno soft. Ella, una estudiante de literatura de la Universidad de Washington, reemplaza a su compañera del departamento para entrevistar al conocido empresario Christian Grey, un millonario de 27 años. La impresionada niña queda subyugada ante el atractivo e insinuante joven, quien parece querer ser presentado como el claro ejemplo del self made Man, luego nos enteramos que viene de una familia perteneciente a la high society yankee, lo que redundaría en lo que permanentemente se respira desde el filme, se burlan del espectador quien, casi por definición, para los responsables de éste producto, es un tonto. Sigamos. La inexperta e inocente Anastasia (presentada como Heidi, virgen e inmaculada) no sólo intenta olvidarlo, él le dice que se aleje pues no es un hombre para ella y le va hacer daño, en uno de los pocos pasajes dialógicos que no repiten palabras, pues todos los diálogos se pueden reducir al uso de treinta palabras en total, sin exagerar, tal es la “riqueza” de vocabulario que despliega, claro que lo mismo sucede con la “música” actual. ergo, la banalización de la cultura. Ella parece que intenta olvidarlo, pero no lo logra. Cuando la pareja comienza con su aparente apasionada dependencia, Anastasia es sorprendida por las supuestas peculiares prácticas eróticas de Grey, y lo que intentaran decirnos sin lógralo es que paralelamente ella irá descubriendo los ilimitados parámetros de sus más tenebrosos apetitos sexuales. Hasta que al final da rienda suelta al deseo de él, entonces se llegaría al clímax de la relación perversa, que en realidad es una gran burla que sirve como monumental “broche de pirita” a tanta displicencia para con el espectador. Todo el diseño de producción está puesto en el énfasis que todo (y estoy constantemente repitiendo palabras de manera intencional) parezca puesto en función del arte, nada más lejano, el diseño artístico claramente apoyado en la fotografía, esta continuamente jugando a que se lo juzgue como búsqueda estética, y no es más que esteticismo vano en pos de establecer el engaño. Pues nunca cumple algún destino narrativo o discursivo (todo es tan o más previsible que Superman), lo mismo sucede con la música, todo quiere ser todo el tiempo demasiado correcto y es demasiado aburrido. Salvo, por supuesto, las escenas de desnudo de la bella ninfa, el aparece apenas una vez mostrando la cola. Pero como lo primero que se agrieta es el guión en todo sentido, rápidamente falla la presentación y construcción de los personajes, y luego el desarrollo del relato va por el mismo andarivel para finalmente dar por tierra con el poco verosímil que pudo constituir. Para dar un ejemplo de lo torpe que es todo, Grey le dice a Anastasia que él tiene “cincuenta sombras de locura”, ¿de ahí el titulo?, y, se lo dice. Genial. Ella le debería haber respondido: pégame y decime Marta, pero no lo hace… Todo el tiempo parece querer mostrarse como una gran producción audiovisual, parece, pues ni siquiera es una mala pelicula, que en realidad es una gran falta de respeto al cine y al intelecto del que pago la entrada.
Crítica emitida por radio.
Buena adaptación de la saga erótica más leída del momento Un buen film sobre la novela romántica donde el sadomasoquismo es parte importante de la misma. Millones y millones de libros se han vendido en el mundo de esta novela que hoy se ve plasmada en las pantallas de todo el mundo. Una novela romántica donde el erotismo, o el sadomasoquismo para ser más precisos era el motor de la misma. Novela cuyo promedio de edad de las lectoras es de 30 para arriba por eso se la llamo como género “mommy porn (pornografía de mamis)”. La historia una joven (Ana), inocente, ingenua, virgen y a punto de graduarse conoce a Christian Grey, un joven y exitosísimo empresario además de muy buen mozo. Cuando la relación empieza a pasar a mayores él le dice que solo tiene relaciones sadomasoquistas y que quiere ser el “dominador” y ella la “sumisa”. A partir de ahí y de esa relación la vida empezara a cambiar para ambos en una lucha psicológica y emocional de quien es el dominador y quien el dominado. “50 sombras de Grey” además de ser una buena adaptación del papel al celuloide. El film era esperado casi como una película triple X, en algunos países más bien fundamentalistas, incluso, ha sido prohibida. El film está muy lejos de eso. Obviamente uno sabe lo que va a ver. No va a ver una película de Disney, pero es apenas un poco más fuerte a nivel sexual que cualquier film con dosis de fuerte erotismo, y esto es, quizás, producto de la relación sadomasoquista más que otra cosa. Las actuaciones de sus dos protagonistas, tanto Dakota Johnson como Ana y de Jamie Dornan como Christian Grey son muy buenas, dándoles la verosimilitud suficiente como para hacer creíbles sus dos personajes, Dakota Johnson es quizás la que sobresale ya que logra muy bien su paso de la ingenua e inocente Ana a la que empieza a luchar ´por su relación con Christian de otra forma. “50 Sombras de Grey” es un film romántico con una dosis de erotismo y de sexo mayor a lo común, pero no deja de ser una muy buena película romántica.
"Control y Sumisión" “CINCUENTA SOMBRAS DE GREY”: CONTROL Y SUMISIÓN 0 Publicado el: 12/02/15 50 sombras de grey1 Para los que se encuentran por primera vez con esta historia que se convirtió en un best-seller, liderado por su autora E.L. James, “Cincuenta Sombras de Grey” comienza con el encuentro entre Anastasia Steel, una estudiante de Literatura Inglesa y Christian Grey, un multimillonario empresario. La compañera de piso de Anastasia debía hacerle una entrevista al señor Grey para el periódico de la universidad, pero por una enfermedad es Anastasia la que va en su lugar. Cuanto más nos adentramos en la “relación” de esta pareja, más nos vamos enterando de los misterios y deseos más ocultos que esconde Grey. La esencia del libro se ve plasmada en la película, aunque existen muchos detalles que se modifican, principalmente el traspaso del relato de la primera a la tercera persona (dejando de lado todos los pensamientos y reflexiones que podemos conocer de Ana), pero también lugares donde se llevan a cabo ciertas conversaciones, cambios en los diálogos y situaciones o algunas escenas de los libros se omiten en la película (probablemente por falta de tiempo). Es decir, que la adaptación no es del todo fiel y probablemente sea más light que el libro. La química entre los actores es buena. Se puede percibir la intensidad que existe entre los personajes, y un clima de tensión sexual durante el comienzo de la película hasta el punto de calentar la pantalla, pero tampoco pasa mucho más allá de eso. Si bien se presentan muchos desnudos, no se lo hace de una manera burda ni gráfica (como tal vez podría haberse esperado), sino más bien cuidada, incluso se sacaron algunas escenas del libro que podían comprometer la estética visual. Mucho se especuló acerca de la incorporación de Jamie Dornan como Christian Grey. Luego de varios cambios en el elenco, el público se preguntaba si sería el indicado para encarnar el papel del protagonista. Sin embargo, su elección fue un acierto. Dornan logra captar la esencia de Grey, un personaje en control, autoritario, imponente, prolijo, pero a la vez carismático, que va a llamar la atención y ser del agrado de las mujeres. Lo mismo ocurre con Dakota Johnson en su papel de Anastasia Steel. Transmite esa ingenuidad y torpeza (que en los libros está mucho más acentuada), como también la intimidación que le genera Grey. Es probable que la película despierte la misma polémica que generó el libro, donde existieron debates tanto a favor como en contra (sobre todo si se trataba de mero sadomasoquismo o una relación abusiva) y todos amaron u odiaron la trilogía. Lo importante es que provoca algo en la audiencia, ya sea bueno o malo, no es una película que va a pasar desapercibida durante su tiempo en cartelera. “Cincuenta Sombras de Grey” busca hablar de un tabú no muy tratado en el cine, o al menos en este tipo de géneros, e incluso tal vez vaya más allá de la industria cinematográfica y se traslade a toda la sociedad en general. Sin embargo, con esta primera parte todavía no consigue plasmar la imagen general de lo que se busca, que puede que sí lo logre con la lectura total de la trilogía, donde también se podrá ver mejor la transformación de los personajes y por qué son como son. Es probable que esto también ocurra cuando las tres películas lleguen a la pantalla, pero mientras tanto se queda a mitad de camino, enfocándose simplemente en ser una introducción de los protagonistas y al mundo oculto de Christian Grey, con sus prácticas sexuales sadomasoquistas, donde pretende ser el amo y que Ana sea su sumisa. Si las fanáticas de los libros, que ya agotaron la preventa de las entradas, aceptan estas modificaciones propuestas en la película, seguramente se cumplirá con sus expectativas, y para el resto del público será un entretenimiento grato. No se esperen encontrar con una película profunda, sino que recae más en la categoría pochoclera, lo que permitirá el entretenimiento en la sala. Tal como los libros, “Cincuenta Sombras de Grey” está orientada al público femenino, tal vez más juvenil, pero es probable que todas las lectoras del best-seller (quienes no son únicamente jóvenes) vayan a ver y disfruten de la película, que seguramente arrasará con la taquilla en muy poco tiempo. Samantha Schuster
Esperábamos algo peor, dada la enorme solemnidad cursi del libro en el que se basa esta película. Por suerte, alguien decidió tomarse todo como una comedia romántica más, o menos, dado que salvo un par de secuencias el resto es más bien previsible. Hay una idea, la de la excitación que causa lo desconocido, y la espera-rechazo de lo que puede venir, eso que llamamos “suspenso” pero que apenas está esbozada. Dakota Johnson, que personifica a Anastasia Steele como una imitación bonitita de Fabio Alberti como Coty Nosiglia, entiende la parte cómica del asunto. Las escenas de sexo se llevan 12 a 15 minutos de las dos horas y son casi rutinarias, menos intensas que las de cualquier clase B erótico de trasnoche de cable. La mayor parte del film es una sucesión de viajes en auto, helicóptero y planeador. El bluff inofensivo del año.
Una telenovela cara, larga y deserotizante El irresistible magnate Christian Grey, uno de los solteros más codiciados del mundo, y Anastasia Steele, joven y bella estudiante de Literatura, se conocen en una entrevista. Se establece de inmediato una relación muy particular, marcada por la atracción sexual y las reglas que él va imponiendo en cada encuentro. El señor Grey, el de las 50 sombras (en una hipotética secuela tal vez sepamos qué significan), tiene una habitación repleta de instrumentos de tortura. Pero a la hora de los bifes Grey aplica una ternura indigna de un sádico. Eso es porque Grey es un romántico incurable, que toca lánguidas melodías al piano, regala vestidos y paseos en planeador. A Grey lo encarna Jamie Dornan, un zoquete modelado en el gimnasio que jamás cambia la expresión, ni cuando sufre ni cuando goza. La dirección de actores no parece cosa de Sam Taylor-Johnson, tal vez porque estaba demasiada ocupada acumulando en dos horas de película todos los lugares comunes imaginables. De erótica, “Cincuenta sombras de Grey” no tiene nada. Las escenas de sexo, que no son tantas, están calcadas de cualquier telefilm softcore que noche a noche regala la TV por cable. Taylor-Johnson las rodó a puro convencionalismo, cámara lenta incluida. Puro aburrimiento. El problema de “Cincuenta sombras de Grey” no pasa por su hibridez formal, un melodrama con innecesarios pases de comedia romántica. Tampoco por el guión, teniendo en cuenta que la novela de E.L. James no es ninguna joya literaria. Ni siquiera por las malas actuaciones: el desconcierto de una gran actriz como Marcia Gay Harden en el par de escenas que le tocan lo dice todo. El problema de “Cincuenta sombras de Grey” es que no entrega ni una pizca de pasión. Tratándose de un intento por resucitar el erotismo que el cine perdió de un tiempo a esta parte, esa frialdad es un pecado capital. Hay una gran película, llamada “La secretaria”, que partiendo de la ironía se mete decididamente en la perversa lógica del amo-esclavo, esa que “Cincuenta sombras...” sobrevuela a fuerza de clichés y superficialidad. Claro que “La secretaria” cuenta con una historia inteligente y con un actorazo como James Spader (¡que en la ficción se llama Mr. Grey!). I-sat suele pasarla. Al tema de fondo, que no es otro que la degradación de las relaciones humanas, “Cincuenta sombras de Grey” lo ignora olímpicamente. En cambio, Taylor-Johnson filmó una telenovela cara y no precisamente de las buenas. Es todo un símbolo de la dirección que eligió el mainstream, la subestimación extrema del espectador. En fin, la belleza de Dakota Johnson no vale el precio de una entrada.
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¿De esta historia van a realizar dos películas más? Ésta fue la primera pregunta que vino a mi mente luego de ver (¿o sufrir?) 50 sombras de Grey. Hace unos meses, luego de haber sucumbido a la presión social que implica un best-seller de esta magnitud, leí finalmente el libro, esperando por alguna casualidad del destino sorprenderme y demostrarme a mí misma que estaba equivocada. Pero no. De hecho, estaba en lo correcto: el libro es horrible. El problema es que me lo habían vendido como un libro que rompía los límites, que era absolutamente revolucionario, que venía para cambiar la literatura femenina. Claramente fui víctima de una muy buena publicidad, porque la verdad que no me pareció nada del otro mundo. Los personajes son chatísimos, y no sólo eso, si no que son estereotipos tan obvios y faltos de imaginación que aburren. Ella (Anastasia Steele) es hermosa, esbelta, medio aniñada y virgen. Él (Christian Grey) es re contra millonario, tiene 27 años, rubio de ojos claros, está buenísimo y tiene un lado perversito, para lo que una inexperta como Anastasia Steele le viene como anillo al dedo. Pero no puede amar…así que ella lo cambia y logra meterse debajo de esa coraza de metal (inserte sus prejuicios aquí). Crítica - 50 sombras portada Así que no sólo no es revolucionario, si no que es más de lo mismo. Lo único que lo hace distinto es la parte sexual que de todas formas, ayuda a reforzar el estereotipo machista de la mujer al servicio del placer del hombre. Sin esta parte, sería una historia de amor aburridísima y ni siquiera bien escrita. Habiendo dicho todo esto, como se darán cuenta, me senté a ver la película con la cabeza llena de prejuicios. Y una vez más, descubrí que estaba en lo cierto. Dirigida por Sam Taylor-Johnson (quien tiene un largometraje más en su haber llamado Nowhere Boy) la adaptación de 50 Sombras de Grey deja muchísimo que desear. Lo único interesante que tiene la película es la parte erótica y se hace esperar eternamente. Para llegar a ver algo interesante hay que fumarse una hora y quince minutos de planos cortos de los rostros de Dakota Johnson (que interpreta a Anastasia) y de Jamie Dornan (que hace de Christian Grey) con ella mordiéndose el labio y él entrecerrando los ojos para mostrar algo como pasión, que se yo. No sabría decirles, porque las actuaciones son tan forzadas que a veces no se entiende qué es lo que están intentando sentir los personajes .Crítica - 50 sombras labio mordido Con respecto al resto de la película: ¿Vieron todos los clichés que hay en las películas románticas? ¿Las miradas que se cruzan eternamente, los besos apasionados en los ascensores, las charlas en las que se juran amor eterno y demás? Bueno, 50 Sombras de Grey lleva todos estos clichés a otro nivel. Son tan abundantes y tan mal llevados a cabo que resultan tediosos (si se muerde el labio una vez más, ¡voy a gritar!). Pero bueno, después de todo esto, finalmente Christian Grey le muestra su cuarto de los juegos, donde tiene sus elementos sadomasoquistas. Y uno espera ver acción. Pero otra vez nos vemos decepcionados: la ambientación es pobre y la musicalización, espantosa. Lo que es una pena realmente, porque el musicalizador es Danny Elfman (el groso que hace la música de todas las películas de Tim Burton). En conclusión, dos horas de bodrio romántico interminable que no se diferencia en nada de cualquier otra película romántica. La vida es demasiado corta para ver (o leer) 50 sombras de Grey. Por Mariana Van Der Groef
El anti-cine. En 50 Sombras no hay el menor atisbo de séptimo arte, sólo es un film técnica y formalmente. El anodino conflicto es uno sólo: la firma de un contrato. Además muestra una versión “Disney” de lo que realmente el BDSM es. Filmada de manera chata y sin química en la pareja protagonista. Lamentablemente el film no mejora nada lo escrito en el libro. Asi Anastasia se enamora de Grey pese (o por) su frialdad, su actitud calculadora y su único carisma: el dinero. Y su belleza, claro, la directora lo deja bien claro al mostrar a Grey quitándose la remera en reiteradas oportunidades. Soft-porn para amas de casa reprimidas. Cualquier película de Cinemax de las 2 am era más honesta que esta telenovela en 35 mm. No sólo la protagonista es presentada como una inexperta en la cama sino que también se asume que lo es en la vida, lo cual parece ser la justificación para que soporte todo tipo de abuso psicológico y de control que finalmente logrará revertir, la esclava pasará a dominar (oh!). Este retrato que debería exasperar a las mujeres con algún interés de empoderamiento extrañamente las excita, eso y el helicóptero, claro. El target audience de este film son ellas, los hombres observamos atónitos tratando de entender. No hay nada malo en lo que dos personas mayores de edad hagan en su habitación, ni buttplugs ni analfisting (que por cierto solo se nombran, lo único que llega a verse son un tímido spanking, unas cosquillas con plumas y un paseo de hielito que ya vimos en “Nueve Semanas y Media” en 1986!) lo “malo” es como llegan a eso, en el libro y en el film se romantiza una relación execrable. Algunos de los dialogos del film me daría verguenza reproducirlos aquí. En definitiva este fenómeno global es una involución en la imagen de la mujer en la pantalla grande que deprime pensando que este es el estado actual de los films de romance mainstream.
El libro fue malo, la película mil veces peor. Y mejor no analizar el guión… El escueto diálogo que tiene la “pareja” es vergonzoso. Anastasia solo se muerde el labio para… para trata de ser sexy?. El increíble y poderoso Sr. Grey, con 27 años es multimillonario y sonríe cuando habla de temas supuestamente serios, dos niños jugando parecen. Las escenas de sexo fueron “cuidadas”, explicaron, y poco muestran (encima usaron dobles). Son pintorescos los “actores”, que fueron los elegidos ellos porque otros actores no quisieron el papel. Parecen dos adolescentes que no transmiten NADA. Y en ella no podía evitar de ver la cara de su madre, Melanie Griffith. Sin que haga NADA, Christian cambiará 180 grados por ella… Todas sus pervenciones serán olvidadas solo por ella. Porque ella es de él, es su mayor tesoro, su posesión. Ella lo cambió… (Ja, las mujeres que creen hacer cambiar a un hombre… no son todos iguales chicas… no…) Son dos horas que se hacen eternas, y siempre pasa lo mismo: NADA. O sea, ¿hay que firmar un contrato para hacer algo “distinto” entre las sábanas o sobre un piano de cola, al menos cuatro veces por día?.
El erotismo pop Mucho se esperaba esta adaptación de la novela erótica - romántica de E. L. James que causó furor entre las mujeres del mundo. Debo admitir que la historia original en sí ya me parecía bastante machista y básica, por lo que su llegada al cine tampoco me emocionó demasiado. En primer lugar estamos hablando de una historia erótica, con algunos detalles explícitos en la escritura que no fueron llevados a la gran pantalla. Los estudios que compraron los derechos consideraron que comercialmente era mejor hacer una película apta para personas mayores de 13 años, por lo cual suavizaron y recortaron las escenas de sexo. O sea... tenemos un film por definición erótico con escasas y suaves escenas de sexo... todo mal. Por otro lado, el enfoque de la historia escrita es al menos discutible y criticable. La protagonista femenina se enamora perdidamente de un misógino incapaz de brindar amor verdadero, cuya libido no funciona si no hay violencia y frialdad en el acto sexual. Mientras más duro e imbécil es el protagonista masculino, más se enamora la protagonista. ¿Les suena? ¿Algún encasillamiento probablemente? ¿Un poco machista quizás? La esencia del relato es apelar a la supuesta necesidad patológica que tienen las mujeres de tratar de cambiar la personalidad de los hombres, de "salvarlos" de su estado primitivo y convertirlos en príncipes azules. A esto le digo... Bull Shit! Esto fortalece la idea de que las mujeres son estúpidas y eso está mal. Recuerdo una foto que anda dando vueltas con 3 chicas del club de fans de "Fifty shades of Grey" de espaldas, cuyas remeras e conjunto forman la palabra "sumisas"... Realmente patético. Por el lado de las interpretaciones, debo decir que me parecieron correctas, que cumplen con las exigencias del rol. Ni Jamie Dornan (Mr. Grey) ni Dakota Johnson (Anastasia Steele) nos brindaron interpretaciones dignas de Oscar, pero se nota que investigaron y se tomaron sus roles en serio. Dakota destiló inocencia y sexyness como debía y Jamie ofreció un joven, sofisticado y traumado Mr. Grey, aunque podría haber sido un poco más oscuro. Como conclusión diría que el producto final no es bueno ya que en pos de rédito comercial, se sacrificó el erotismo que la hacía interesante en primer lugar. Por otro lado, la interacción que plantearon entre los dos protagonistas me resultó un tanto infantil, lo que sumado a la falta de sexo hizo que la experiencia sea mediocre. Ya anunciaron que van a filmar dos secuelas más, que si siguen esta misma línea serán igual de desabridas que la experiencia cinematográfica inicial. No recomendable.
Audaz y esperada cita que no todos desearán repetir El filme Cincuenta sombras de Grey abunda en los encuentros sexuales de sus protagonistas, pero descarta elementos sustanciales y más profundos de la novela. Del romanticismo victoriano de Jane Austen, Charlotte Bronté o Thomas Hardy (entre otros grandes autores de la literatura inglesa) al del siglo XX con la novelista española Corín Tellado, autores varios dieron a luz relatos de mayor o menor calidad literaria que hicieron latir corazones juveniles -–y no tanto-- a su tiempo. Cincuenta sombras de Grey, de la inglesa E. L. James, viene a jugar en nuestros días la misma partida de seducción con el lector, remitiendo a sus antecedentes coterráneos para construir un relato que actualiza el romanticismo en contraste con fuertes dosis de erotismo y un avance interesante respecto de la perversión. Desde el título en inglés, Fifty shades of Grey, se alude al contenido de la novela más leída del momento que es volcada al cine con dirección de Sam Taylor Johnson y que, para más datos, tiene continuidad en Cincuenta sombras más oscuras y Cincuenta sombras liberadas, de rodaje ya comprometido. La expresión coloquial “shades of grey” denota la ambigüedad cuando refiere a los distintos matices de gris que existen entre el blanco y el negro, que para el caso tiñen el vínculo de Anastasia Steele y Christian Grey. Ella es estudiante de literatura inglesa, que descubrió su vocación leyendo a Hardy. A los 21 años todavía no ha tenido su primera experiencia sexual y parece estarse reservando para “el” hombre, mientras pasa de largo la presencia de varios candidatos y asiste naif a la promiscuidad de su compañera de departamento. Christian Grey acusa 27, es multimillonario por oficio propio y es el soltero más codiciado, aunque algunos sospechan una tendencia homosexual, ya que no se lo ve en compañía femenina. Correcto, perfeccionista, limpio, absolutamente reservado, Grey tiene un pasado de violencia y abuso con consecuencias graves, cuya adopción por una familia acomodada no logró enmendar, sino más bien profundizar, más allá de las buenas intenciones de los Grey. Cuando las existencias de Christian y Anastasia se cruzan los planetas chocan, junto con sus peculiares nociones del amor y el sexo. Si James hizo de su saga un compendio de fácil y rápida lectura con elementos psicológicos de base, el recorte realizado por Kelly Marcel y llevado a pantalla por Johnson se limita a la relación romántico-erótica de los personajes, quitando incluso elementos sustanciales para una lectura más profunda de sus personalidades. Sin un conocimiento previo de los textos, la sucesión de situaciones de lucha entre un hombre dominante y una mujer inocente, se restringe casi exclusivamente a la justificación caprichosa de varios encuentros sexuales, aparentemente muy satisfactorios para los personajes que encarnan Dakota Johnson y Jamie Dornan, pero que dejan al espectador esperando por algún entrelineado. El final promete, aunque habrá que ver si estas dos horas llegan a motivar a los cinéfilos a renovar las siguientes citas con este romance tan audaz.