Colmillos eran los de antes Luego de ver esta nueva versión de Drácula uno se pregunta si era necesario volver sobre el mito vampírico de esta forma y más teniendo en cuenta que el responsable es el italiano Darío Argento, un verdero especialista en el género de terror. El creador de El gato de las nueve colas, Suspiria, Trauma, Rojo profundo y Terror en la ópera, por citar sólo algunos ejemplos del giallo italiano, está lejos de aquellos trabajos que marcaron tendencia. Drácula 3D ambienta la acción Transilvania, en el año 1893, cuando el joven bibliotecario Jonathan Harker (Unax Ugalde) llega a Passo Borgo para trabajar para el Conde Drácula (Thomas Kretschmann) y descubre que este extraño personaje significa una verdadera amenaza para su mujer Mina (Marta Gastini) y todo el pueblo. En el elenco aparecen también Asia Argento, hija del realizador, en el papel de Lucy, y Rutger Hauer, como el eterno cazador de vampiros Van Helsing, cuya participación no supera los veinte minutos en todo el film. La película, filmada en 3D, intenta evocar el clima gótico de las viejas películas de la Hammer, pero deja un sabor amargo para aquellos fanáticos que alguna vez se sorprendieron con la "criatura de la noche" sedienta de sangre. Aquí los decorados lucen como cartón (los fondos con croma tampoco ayudan), las actuaciones son malas (en especial la del alemán Kretschmann) y el clima impreso en el relato tampoco es el ideal. Todo se ve tan artificial que atenta contra la misma intención evocativa Y lo que más llama la atención es que Argento, un maestro en el manejo de la cámara y en la construcción de climas, desperdicia aquí las posibilidades que le da la historia. Un elenco sin ganas, gritos más que alaridos y colmillos de leche en un film que ostenta exceso de efectos acorde a su estilo narrativo (ojos que saltan hacia el público y sangre flúo), transformaciones poco felices (el vampiro devenido en una langosta) y decapitaciones. Pero todo desparramado sin la efectividad de sus films anteriores.
Colmillos a la italiana. La producción de los últimos lustros del mítico Dario Argento ha experimentado distintos desniveles que se condicen con una etapa en la carrera de un artista que ha pasado su pináculo creativo pero que sigue dando batalla, por lo que sólo un necio pondría en la misma bolsa films tan disímiles como los del período considerado. Tuvimos desde obras logradas como La Madre de las Lágrimas (La Terza Madre, 2007), Insomnio (Non Ho Sonno, 2001) o Jenifer (2005), su capítulo para Masters of Horror, hasta opus pobres como El Jugador (Il Cartaio, 2004), Giallo (2009) o la televisiva Ti Piace Hitchcock? (2005)...
La nueva película de uno de los próceres del cine, Dario Argento. Se le anima a una de las historias mas toqueteadas de todas. Dracula. Y si bien tanto amantes como detractores de Argento conocen su manera de “contar” cine, es indudable que los años no han sido generosos con el. ¿Sera Dracula 3D una gran película? O habrá que clavarle los colmillos y dejarla tirada por ahí? Algo es seguro, es Dario Argento, así que hay tetas seguro! ESTÉTICA DE ANTAÑO (O BIENVENIDOS A LOS 70s) Obviamente no les voy a contar el argumento de Dracula, no les voy a faltar el respeto de esa manera, porque con cambios mas o cambios menos, la historia es siempre la misma. Si bien ciertos guiños se aprecian, al toque nos damos cuenta que Argento rejunta todas las historias y pelis de Dracula. Veremos al conde vestido como Nosferatu de Murnau, y tirando frases de varias películas pasadas del noble conde. Ademas de reproducir varios planos de clásicos de las películas de Lee o Langela. Ojo, esto suma y mucho, y les aseguro que es importante, porque en unos instantes comenzaremos a restar, y creo que sin parar. La estética es la de las mas clásicas pelis de Argento, bien “teatrera” como dijeron algunos por ahí. Y tampoco estaría mal, el tema es que esta tan pero tan forzado que termina siendo sobre actuado y por momentos ridículo. Ciertas frases, planos o escenas arrancan sonrisas (que en realidad oculta una cosa de “verguencita ajena” que dan ciertas cositas). Pero bueno, es Argento, demosle mas “changui”! Tranquilos muchachos, ya voy a hablar de las tetas. VIVAN LOS EFECTOS PRACTICOS (O BIENVENIDO A LOS 80S) Mucha de la sangre gore y matanzas que hay en la peli, afortunadamente, están hechas con efectos prácticos, por lo cual se sienten reales, son divertidas funcionan y estan bien. Bien al estilo “Argento” son varias las escabechadas gore que los amigos colmilludos hacen por ahí. Esto realmente esta buenísimo, y se disfruta. El tema es que no abundan estas escenas en la película, y si abundan dialogos espantosos, de cartón y sobre todo armados. Y lo que les da el golpe de ridiculez extrema es el hecho de que la mayoría de los actores están “dubbeados” al ingles, por no hablar esa lengua. Y si hay algo en que los yanquis no son buenos, es en dubbear. (¿Recuerdan el dubbing de Gaston Pauls en esas películas clase B con Lance Henriksen? Bueno, todo suena así!) Es verdad, el dubbing es una marca registrada de Argento como me protestaron por allí, pero en este caso de Dracula 3D esta realmente mal hecho. Aun no, no es momento de hablar de las tetas. ABUNDANTE CGI (O BIENVENIDO A LOS 90S) Hay en la película una sobreutilizacion del CGI, nada nuevo si tenemos en cuenta las producciones reinantes en el cine de hoy en dia. EL tema es que el CGI parece hecho con una PC 386. Es realmente muy precario. Precario al estilo “Sharktopuss” o “Sharknado”, ¿me explico? Realmente te saca de onda que las texturas de lo que esta animado realmente sean tan malas, o la animación misma nos haga acordar a pelis de los 90s, y no precisamente a Jurassic Park. No obstante, están, y no es algo menor. Con amor propio, mucha vergüenza y hasta orgullo herido, las animaciones por computadora tienen un rol bastante protagonico en la película y si bien el 3D no las ayuda a pasar mas rápido si no que exalta su factura precaria, el hecho de que se animen a utilizarlas suma. Ahora si, vienen las tetas. SOFT CORE 3D, ARGENTO LO HIZO Sabemos que Argento goza de mostrar muchachas como vinieron al mundo, y por una razón morbosa que no quiero entender, goza de filmar a su propia hija como vino al mundo. (Como sera la filmación de esas escenas? “Asia, sacate todo que filmamos!” “Dale, pa”. ) En este caso la implementacion del 3D le da unos puntitos mas al morbito. Vamos gente, no se me vengan a hacer los puristas del cine europeo, en las pelis de Argento hay tetas, y la platea masculina espera siempre ese momento. En este caso, son varios dichos momentos, e incluso hay una escena que roza lo soft core al estilo películas del canal MGM de hace algunos años atrás, esas que pasaban tarde. Si acompaña o no a la película, esta a discreción del espectador, realmente Asia es una linda chica y una tal Miriam Giovanelli lo es mas aun! Y si, digamoslo con todas las letras, se disfrutan las tetas en 3d, Argento las puso y yo no pienso no nombrarlas. Asi como la peli tiene momentos con una fotografía realmente bellísima, altibajos en la actuación de Rutger Hauer (pero siempre querido), travelings raros y temblorosos, animaciones malas, malisimas o pasables, buenas intenciones, malas intenciones, amor por lo retro y estancamiento en lo retro, también tiene tetas por doquier. Por eso merecían un párrafo especifico. CONCLUSIÓN Argento no reinventa el cine, ni hace una obra primordial en la lista de cualquier cinefilo y ni siquiera en la lista de los amantes de Argento mismo. Sin pena ni gloria pasara esta Dracula 3D, que trae para sumar muy poco, y que deja con gusto a “Argento, vos sos mejor que esto”. Aun así, la peli tiene cierta magia propia. Cierto halo que la hace muy propia, muy “Argento”, que hará que fanáticos del genero y del director la vayan a ver y la pasen bien. Pero nada mas que eso, ya que no entretiene y por momentos aburre. Dracula ha tenido mejores iteraciones, y peores desde luego, pero para Argento quedar en el pelotón de los que vienen a mitad de tabla, es casi una frustración. Los hombres tendrán como extra el regocijo de las bubis en 3d. Pero no mucho mas que eso.
La Conspiración del Conde Cuesta recordar la última vez que se estrenó un film de Darío Argento en las salas de nuestro país, pero también es razonable teniendo en cuenta la decepción, a nivel cinematográfico, que resultaron las últimas producciones del maestro del “giallo” en las últimas dos décadas. El caso de esta versión de la clásica y demasiadas veces revisitada obra de Bram Stoker se puede leer desde diversas perspectivas. Es verdad que no se la puede tomar seriamente. De hecho por momentos resulta más divertida que la sátira dirigida por Mel Brooks hace casi 20 años atrás. Pero desconcierta, acaso, el tono romántico y melancólico que el film va adquiriendo con el pasar de los minutos...
La última broma macabra del maestro Argento En honor a la verdad, el Drácula 3D de Dario Argento resulta tosco, anticuado y bastante berreta. Sin embargo, no está mal preguntarse cuánto de esto es voluntario y parte de un efecto buscado por un director que, como el maestro italiano, conoce al terror como pocos. Sin dudas, el realizador ha buscado de manera deliberada una estética retro para su versión en tres dimensiones sobre el que tal vez sea el más clásico de los personajes del cine. Es imposible no notar que Argento ha querido llevar el expediente Drácula a su foja cero, alumbrando una película en la que pueden reconocerse homenajes nada velados (y hasta se diría que bastante gruesos) al Nosferatu de Murnau, el Drácula de Lugosi y, sobre todo, a la versión filmada en los '60 por los británicos estudios Hammer con Christopher Lee en la piel del mítico conde. En ese sentido, esta versión en 3D es decididamente vintage, desde la estética más romántica que gótica elegida para “lookear” al alemán Thomas Krestchmann al uso descaradamente trucho de los efectos digitales que, a su manera, no dejan de recordar a los murciélagos colgados de hilos “invisibles” que habitaban las viejas pero entrañables películas protagonizadas por este u otros monstruos. Ahora bien, ¿se trata en todos los casos de detalles autoconscientes? ¿O más bien será que Argento ha envejecido tanto como su cine? Lo más justo sería creer que hay un poco de cada cosa. Sin embargo, y en vista de las risas francas que muchas de las escenas despertaron en el auditorio nocturno del Festival de Pinamar (el primero que exhibió la película en la Argentina), no debe dejar de reconocérsele al creador de Suspiria el mérito de haber sabido conectar con el público antes que intentar filmar una versión pretenciosa del mito del vampiro. Lejos de eso, Argento propone un Drácula antes lúdico que poético, más cercano al mundo de las fantasías infantiles que a los círculos más profundos del horror adulto. El uso del 3D es sintomático en ese sentido ya que, lejos de todo realismo, la profundidad de campo imaginada por el italiano se parece más a la de los libros de dioramas para chicos que al uso de intención veristas que le dan las películas de Hollywood estilo Avatar. Incluso se permite aprovechar la herramienta de la tridimensionalidad para retratar la muerte y la sangre, dos de las más grandes obsesiones del italiano, abusando a consciencia del efectismo y con bastante humor negro. Nada que ya no hubiera quedado bien claro en sus viejas películas. Una recomendación de la casa: aunque es indudable que las escenas de terror no traumarán a nadie, no vayan a ver Drácula 3D con chicos. A menos que tengan ganas de explicarle qué es lo que hacen ese aldeano y esa aldeana completamente desnudos en un establo ni bien empieza la película, como le pasó a una señora de Pinamar a la que se le ocurrió ir con su hija y dos amiguitas de no más de ocho años. En todo sentido, Argento sigue siendo Argento.
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Un clásico en las manos de Dario Argento prometía mucho, mucho. Además, si contaba con la participación de su rebelde hija Asia y el regreso a las pantallas de Rutger Hauer (gracias por tanto cine clase B), la espera por su estreno (luego de varias postergaciones) se hizo demasiado larga. “DRACULA 3D”(España, Francia, Italia, 2012) es una película que intenta recuperar el espíritu gótico de la novela de Bram Stoker, pero al contar con referentes tan importantes como el de la versión de Copolla o Bela Lugosi, las comparaciones son inevitables, y en esta oportunidad el maestro del horror sale perdiendo. Porque si bien ha intentado reflejar la esencia de Drácula el resultado no es el mejor. La historia del Nosferatu en busca de un reemplazo para su amor eterno y aquellos que lucharán a toda costa por evitar que logre capturar a Mina no alcanza. El director decide incorporar la tecnología del 3D para enfatizar algunas escenas con efectos muy básicos, pero el resultado no es el mejor, ya que, además, hay una serie de decisiones equivocadas que atentan contra la integridad del producto, por ejemplo el conde no se transforma en murciélago y sí en otros animales e insectos (mosca, lechuza, etc.). Filmada con planos cortos y detalles, y dentro de espacios muy cerrados y pequeños, además de poseer algunos cortes y saltos de eje, las buenas intenciones de Argento terminan por echar por borda la verosimilitud del filme. Hay un trabajo sí muy logrado con los colores. Las imágenes poseen una paleta de tonalidades y textura similar a aquellas películas que en los años noventa del siglo década pasado se encargó de colorear Ted Turner para emitir en las cadenas TBS o TNT. Así, la noche, cuando Drácula ataca y se alimenta de sus víctimas, es negra, azul y verde. Por otro lado en las mujeres priman los rojos, rosas y blancos. Para los hombres, reservó verdes, marrones y negros. Pero sólo con el color no alcanza. Viendo el filme recordé un sketch de “The Benny Hill Show” en el que tomaban a Drácula como punto de partida para mostrar, ¡cuándo no!, mujeres casi desnudas. Acá pasa algo similar, pero en el caso del programa cómico la risa era esperable. Aquí no. Y la risa llega igual. Como en esa escena en la que Drácula se transforma en una mantis gigante, verde, que come cabezas y asesina. Tomar un clásico de la literatura, imponerle las relgas del gore y el trash terror, eso es lo que quiso hacer Dario Argento, en esta poco afortunada versión de Drácula, en la que ni el 3D lo salva.
Dario Argento y Drácula. Dos nombres interesantísimos deciden unirse. Uno de los maestros del terror italiano y el conde vampiro. Y la ya poca novedad del 3D, que hoy en día satura las pantallas de las salas de cine. Lo que quizás sí es novedoso, es que si nos hubiesen dicho tiempo atrás, cuando la moda del 3D comenzó, que iban a hacer la versión tridimensional del vampiro más famoso de la historia, nadie se hubiese imaginado que la dirección iría a caer en manos de un director italiano y mucho menos de un director que nos acostumbra a un cine “berreta” (no lo digo en tono despectivo, todo lo contrario). Cualquiera hubiese imaginado una película al mejor estilo hollywoodense, probablemente con poco alma pero grandes efectos especiales. ¿Entonces hay que agradecer que Dario Argento haya decidido hacer la versión tridimensional de Drácula antes de que se le ocurriera a algún productor norteamericano? La verdad, es que como toda película del director, vale aclarar que no es una película para cualquier tipo de público. También es cierto que el director ya no se encuentra inspirado como en su época de “Suspiria”. Aún así, Argento se puso al mando de un trabajo difícil (¿cuántas versiones hay ya de la novela de Bram Stoker? ¿alguien puede confiar en que sea posible superar la obra maestra de Coppola, o incluso las interpretaciones más clásicas, como las de Bela Lugosi o Christopher Lee?), y decidió hacerlo siendo fiel al libro. Eso dijo él, pero lo cierto es que, primero y principal, serle fiel al libro es muy difícil, porque está escrito de modo epistolar, y porque Drácula prácticamente no aparece en él. Y segundo, porque a él le interesan otras cosas, seamos honestos. Pone a su hija como una de sus protagonistas, ni más ni menos que Lucy, y que ponga a Asia Argento ya pronostica que estará principalmente para mostrar piel. Y no es la única. Porque las mujeres en su cine suelen estar para eso, y Miriam Giovannelli es otra hermosa mujer que es puesta frente a las cámaras con ese propósito. A Argento también le interesa otro tipo de cine, y acá parece homenajear a las monster movies, convirtiendo a Drácula, de una manera más literal que nunca, en un ser que puede transformarse en cualquier animal. En cualquiera. De hecho es protagonista de una de las escenas más bizarras y por lo tanto divertidas que vi. A grandes rasgos, la película de Dario Argento es fallida pero interesante. Incluso el gran Rutger Hauer aparece como Van Helsing, pero nos hubiese gustado que tuviera más minutos de pantalla. El papel del conde recae en Thomas Kretschmann, actor que vimos en “Wanted”. Las actuaciones en general no sobresalen ninguna, a excepción de Hauer, pero es que se dan de un modo teatral. Drácula 3D no termina de crear los climas y la atmósfera que pretende, por momentos está cerca pero no, se queda en el intento. Pero el gore y los desnudos femeninos están a la carta. El humor que genera las bizarras escenas, también. Por eso, es un film sólo para un determinado tipo de público.
Cuando Argento conoció a la Hammer Hacia bastante tiempo que no me sentía tan desconcertado al terminar de ver una película. No puedo pensarme defraudado porque el tráiler de este Dracula 3D del legendario Dario Argento era bochornoso, sin embargo, creo que alguna parte de mi estaba esperanzada con la idea de que el film sea una parodia o tenga al menos algún grado de autoconsciencia. ¿Es necesario hacer una película de vampiros después de Drácula, de Bram Stoker de Coppola y Vámpiros de Carpenter? Creo que la comparación (tan indecente como irrefrenable) con estos dos films se da por ser ésta la primera película sobre vampiros no edulcorada que se realiza desde aquella de 1998. Dario Argento había estado en su última etapa más cerca de lo hermético y lo mágico como foco de maldad que de aquel genero de salvajismo físico y psicológico que fue el Giallo. Sin embargo, ninguna de esas dos etapas encuentra lugar en este film que en algunos momentos parece realizado "en homenaje a Argento" y en la mayor parte del metraje se diluye en la impersonalidad absoluta. Esta su hija, están los códigos de colorimetría que impulsaba la psicología de sus mejores films y en dos o tres planos está su mano en la cámara, nada más. No termino de comprender las razones por las cuales decidió subrayar tanto el existencialismo barroco de la Hammer para los decorados de esta película. No entiendo tampoco la razón por la cual los actores y diálogos están tan pasados de registro todo el tiempo pero sobre todo, nunca pero NUNCA voy a entender en qué estado estaba cuando se le ocurrió la idea de transformar a Drácula en una Mantis Religiosa gigante y no burlarse de eso. Intento entender que pasó entre su debut en el cine con la maravillosa El Pájaro de las Plumas de Cristal y este, su último film. La respuesta más liviana será "pasaron los años" pero no creo que sea del todo cierto. Dario Argento se desarrolló como director en un contexto histórico que influencio directamente su obra, tal vez no pueda adaptarse al nuevo contexto e intente hacerlo de modo torpe, utilizando decorados CGI pobres y 3D. La realidad es que el film no funciona en ninguno de los contextos en donde se lo coloque y eso habla de un gran director que perdió el pulso, la coherencia y la originalidad que lo caracterizaban. Drácula 3D retoma el clásico de Bram Stoker tomándose algunas licencias literarias que no la favorecen, su realización es torpe y resulta más disfrutable si se la toma con humor aunque esa no haya sido la idea de su concepción. De cualquier manera lo que resulta mínimamente rescatable es que no aburre.
El Drácula europeo La versión de Darío Argento sobre el legendario vampiro, Drácula 3D (2012), es un homenaje a las viejas producciones de la Hammer Films y hay que entenderla como tal. No hay construcción del miedo mediante recursos actuales (a pesar del uso del 3D). Todo remite conceptualmente a las producciones serie B, cuya mirada en retrospectiva sólo permite divertirse añorando tales películas. La Hammer Films comienza su trabajo hacia 1960, con la producción europea (en Inglaterra específicamente) de los films de monstruos producidos por los estudios Universal en la década del treinta. El cambio revolucionario en estas producciones era salirse del aura ingenua de los films anteriores: La explotación de la sangre, el erotismo y los descuartizamientos sin piedad, eran los recursos que ponían a su primer film, la versión europea del conde llamada Drácula (Horror of Dracula, 1958), en otro nivel con respecto al acartonado Bela Lugosi. Dirigida por Terence Fisher y con las actuaciones de Christopher Lee y Peter Cushing, cambiarían la cara definitivamente al clásico de Bram Stocker. La historia es la misma de siempre: Jonathan Harker llega a la mansión del conde Drácula para hacer negocios con él. Para tal fin se separa de su prometida Mina. El conde lo encierra en su castillo expandiendo un manto de terror en el pueblo cercano. Primero conquistará a Lucy, fiel amiga de Mina interpretada aquí por Asia Argento, para luego enamorarse de la prometida del joven Jonathan. El experto en cacería de vampiros Van Helsing, en la piel de Rutger Hauer, intercederá como única salvación. Tópicos del Drácula europeo que veremos en la versión Argento: los castillos son naturales así como todo el pueblo que recrea la Edad Media, sangre en cantidades y en primer plano -también un sello Argento, padre del Giallo, género italiano de explotación- así como los desnudos con seductoras mujeres de grandes pechos (inclusive su hija a quien vuelve a desnudar en pantalla) para impostar el erotismo vampiril. Dato importante porque el Drácula de Christopher Lee era un vampiro seductor, al igual que el interpretado en esta oportunidad por Thomas Kretschmann. Pero todos estos datos serían irrelevantes sino se hace hincapié en que Drácula 3D está filmada como una película de la década del sesenta: algunos planos remiten directamente a las películas de la Hammer Films, la trama como excusa para mostrar sangre y pechos al desnudo, la música generando un misterio que no es tal y los efectismos incluso del 3D como recurso para entretener. Cuestiones que vuelve al film berreta, trucho y a simple vista mal hecho. Ahora, si tenemos en cuenta que tales licencias son adrede con el fin de recuperar el imaginario de los films europeos de antaño, entenderemos que es un film para no tomarse muy en serio, divertirse y disfrutar nostálgicamente.
Ir al cine a ver Drácula 3D, de Dario Argento, es como pagar una entrada para un recital actual de Chuck Berry. En ambos casos te vas a encontrar con la sombra de lo que fueron grandes artistas, cada uno en su campo. La gran paradoja de esta película es que el 3D es de lo mejor que se vio en el cine este año pese a que la película es horrenda. Seguramente algunos medios defenderán este film por una cuestión de cariño al director, pero no se le puede mentir a la gente. Estamos ante una de las peores y más aburridas adaptaciones que se hicieron de Drácula en la pantalla grande. El film de movida se ve afectado por un horrible doblaje en inglés que recuerda a los viejos spaguetti westerns donde Giuliano Gemma hablaba con un perfecto acento texano. Menos a Rutger Hauer y creo también que Asia Argento, el resto de los actores europeos fueron doblados y esto por supuesto afecta sus interpretaciones, ya que no es la original. Argento en este trabajo intentó evocar los viejos filmes de la productora Hammer, especialmente los que se hacían en los años ´60 y ´70, y desde los aspectos estéticos esto la verdad que está bien logrado. Las fotografía y la ambientación gótica es impecable y nos trae al recuerdo aquellos filmes que hoy son clásicos del género. La diferencia es que esas producciones, como Horror of Dracula (1958), The Brides of Dracula (1960) o Scars of Dracula (1970) por mencionar algunos casos, eran divertidas!! Argento en cambio presentó un film soporífero que carece por completo de tensión, suspenso y terror. Entiendo que en pleno siglo 21 es muy complicado asustar al público con este personaje pero el argumento que escribió para este film es completamente mediocre. Algo llamativo de esta producción también es que presenta el castillo de Drácula más austero en la historia del cine. La morada del legendario conde acá parece una posada de Buzios. Raro. Por otra parte, Rutger Hauer brinda una de las interpretaciones más desapasionadas de su carrera. Cuando lo ves en la historia da la sensación que el tipo ni siquiera tenía ganas de estar en set y quería terminar con el rodaje lo más pronto posible. Drácula 3D te saca una sonrisa cuando Argento entra en el terreno de lo bizarro y presenta escenas absurdas que no tienen sentido. Ojalá toda la película se hubiera desarrollado por ese camino, ya que por lo menos hubiera sido más divertida. Por ejemplo hay un momento, en mi opinión la mejor escena del film, donde Drácula se transforma en un saltamontes gigante para matar un tipo. La situación es tonta pero es divertida y eso es lo que le faltó al trabajo de Argento, entretenimiento. Su visión de este clásico es muy densa y salvo por algunos momentos la verdad que la película no vale la pena. Dario Argento fue un gran director del género de terror pero su último trabajo es completamente olvidable.
Mordidas sin vuelo El director de “Suspiria” y una versión oscura y, a la vez, risible. ¡Ay Dario! ¿En qué pensaba el as del giallo italiano para esta adaptación de Drácula? Con la excusa de lograr algo bien oscuro y dramático, acorde a la triste historia del conde de Transilvania, Argento recuperó -luego de varios años- al director de fotografía que trabajó en Suspiria: Luciano Tovoli. El fue el artífice de una atmósfera densa y fuerte para esta versión 3D, cuya estética remite a las adaptaciones del Nosferatu de F.W. Murnau o a las versiones de Terence Fisher, en épocas de la mítica productora Hammer. Con un rústico y exagerado aprovechamiento del efecto tridimensional -por momentos una estaca parece salir de la pantalla y mancharte de sangre-, esta interpretación de la novela del irlandés Bram Stoker está corrida en su tiempo. Por no decir que atrasa. El filme puede tener dos lecturas, el del autobombo hacia el cine de Argento con ese color negro y rojo (firma del giallo ) que todo lo abarca, o bien un tributo a Klaus Kinski y Christopher Lee, los vampiros más notables que dio el cine. Pero no, Dario buscó hacer “su” versión, solemne, novelada y con un decorado bien teatral que impregne de opresión cada rincón del set. Que asfixie al espectador, donde el guión navega más por el triste devenir de sus personajes que por el vuelo propio que le podría haber dado el cineasta. A diferencias de los históricos colmillos de antaño, Drácula 3D carece de tensión y misterio. Lo que sí sobran son senos (símbolo giallo ), sino a preguntarse por qué la pulposa Miriam Giovanelli (en la piel de Tania) aparece más veces sin ropa que con ella. El impacto viene más por el softcore (la escena del granero, un ejemplo) que por la creatividad. Perdón, a Dario se le ocurrió transformar a Drácula en una ¡mantis religiosa gigante!, entre otros bichos. Ni la figura del clásico chupasangre respetó. El alemán Thomas Kretschmann, en la piel del engañado príncipe de Valaquia, muta de la ternura a una ferocidad inusitada. Sin punto medio. Símbolos de la histeria y desbalance de este filme donde los roles secundarios toman protagonismo con muy poco. Lo de Asia Argento, como Lucy, es apenas correcto, Jonathan Harker (Unax Ugalde) es un suspiro y su mujer Mina (Marta Gastini) asoma entre lo mejorcito del cast con el ignoto Giovano Franzoni, en la piel de Renfield, a la cabeza. Párrafo aparte para Rutger Hauer, quien es de los pocos que valida el legado de sus papeles a cargo del implacable Van Helsing. El lentísimo transcurrir del filme, junto a la sobriedad en el relato de los protagonistas, no deja en claro si estamos frente a una parodia de colmillos, sangre y desnudos, o bien frente a un simple universo gótico de los años ‘60 y ´70. En palabras de Argento este Drácula es un romántico, pero sólo con aires de melancolía, un filme no se salva. ¡Ay, Dario!
Si bien es de lo más flojo que ha filmado en toda su carrera el director de SUSPIRIA, su pericia detrás de cámaras y su precisión a la hora de componer los planos aun se descubren en algunas secuencias del filme. Obviamente la estética con colores estridentes, la música ochentosa y la sangre presente como un personaje más del filme, pueden ser reconocidas por los fanáticos del realizador. Para los no iniciados en el cine de Argento, este DRACULA puede no resultar una buena experiencia. Demasiado experimental y caótica, puede despertar más risas que sustos. Pese a eso, que llegue a las pantallas grandes del país, es un motivo para celebrar.
La mirada a uno de los libros de culto del terror como Drácula por parte de uno de los realizadores más famosos que ha brindado en ese género el séptimo arte, tal el caso del italiano Dario Argento, inevitablemente genera expectativa. Demasiada, porque ni ese libro es una novedad para la pantalla grande (Drácula es uno de los más versionados de la historia del cine), y tampoco ese cineasta es aquel que deslumbró hace décadas con obras que bordeaban el thriller con singular artificialidad y vuelo creativo. Pero si la historia de Drácula no provoca miedo y el maestro del terror tampoco, ¿por qué siguen atrayendo? Porque cumplen con la máxima de este tipo de cine que es entretener, un cometido que concretan las buenas películas que generan miedo y aquellas dispares, como Drácula 3D , que mueven a risa. Difícilmente pueda decirse que esta visita del cineasta al libro de Bram Stoker sea una parodia, aunque termina siéndolo, pero no de la novela sino del giallo (el subgénero dentro del terror que Dario Argento cinceló hace cuarenta años) y que se hilvana aquí con lo bizarro en su faceta más esperpéntica. Así, su universo continúa, aún en su decadencia, siendo fiel a sí mismo y eso le permite con ciertas licencias. En esta versión pergeñada por varios guionistas, Jonathan Harker no es un abogado sino un bibliotecario que va a clasificar los libros de Drácula. Y este conde no es sólo un vampiro sino que puede ser hasta una mamboretá gigante, amén del benefactor de un pueblo que calla ante diversos crímenes. La historia se desenvuelve por carriles tan declamatorios como convencionales, y el resultado es la sumatoria de diversas fuentes: emula al melodrama que con efectividad concretó Francis Ford Coppola en su propia versión, al gótico romanticismo de las producciones de la Hammer, e incluso al sanguinolento gore y el exhibicionismo sexual que rodeaba a Sangre para Drácula de Paul Morrissey, todo en un 3D retro y clase B. Poco puede señalarse del elenco salvo que Thomas Kretschmann, como el vampiro, busca referenciar al inolvidable conde encarnado por Christopher Lee para la Hammer, y que Rutger Hauer compone a un Van Helsing similar, pero lejano al que brindó Anthony Hopkins en el film de Coppola. El resto es un desfile de personajes rocambolescos y bellas señoritas (Asia Argento y Miriam Giovanelli se destacan) que pasean sus voluptuosidades al aire libre. La artificialidad del conjunto hace que el pasatiempo por momentos se torne aburrido merced a su impostada solemnidad si no se lo contempla con altas dosis de ironía. Drácula 3D llegó tarde, porque era ideal para el doble programa de un cine de barrio. Pero si bien es sólo un pastiche, atado o no a la nostalgia y en decidido plan de divertimento, puede resultar igualmente encantador.
Sabados de súper Argento Con la estructura del Drácula clásico, sin grandes innovaciones en la historia, Argento presenta al mítico vampiro con una mezcla de terror, sangre, erotismo y algo de héroe romántico. Ya conocemos la historia pero aún así nos engancha desde el comienzo con esos elementos clásicos que siempre funcionan, al menos al principio de la película. Jonathan (Unax Ugalde) viaja al castillo del conde Drácula (Thomas Kretschmann) para trabajar como bibliotecario. En esta versión el conde es una especie de beneficiario del pueblo y tiene con sus pobladores un pacto de silencio, es por eso que a pesar de los asesinatos que suceden por las noches nadie parece reaccionar. Mientras tanto Mina (Marta Gastini), la esposa de Jonathan, se hospeda en la casa de su amiga Lucy (Asia Argento), quien comienza a mostrar conductas extrañas. Lo que comienza de forma bastante dinámica, antes de la primera mitad de la historia ya comienza a aburrir un poco, especialmente por lo acartonado del relato, lo molesto de las voces dobladas al inglés, y el tono tipo novela de la tarde que va tomando la historia. A pesar de la buena fotografía de algunas escenas, la película no tarda mucho en volverse bizarra, con todos los elementos Argento. Técnicamente el filme es precario, con terror tipo pomarola, de ese donde la sangre salta desde la pantalla de forma no muy realista; y no podían faltar, y esta vez en 3D, personajes femeninos (hija de Argento incluida) para los que cualquier escena amerita quedarse en tetas. La estética es bastante teatral, y entre tanto candelabro, mazmorra y Drácula vestido de largo -con música de película de terror de los años 50-, es imposible no recordar aquellas tardes de Sábados de Súper Acción. Un capítulo aparte merecen las transformaciones del Conde, quien aquí no solo se convierte en murciélago, sino también en lobo, lechuza y hasta en un extraño insecto verde absolutamente descolgado del resto de la estética de la película, como si alguien se hubiera equivocado de decorado. En cuanto a las interpretaciones, la mayoría bastante sobreactuadas, el único que logra credibilidad y hacer interesante a su personaje es Rutger Hauer, en la piel de doctor Van Helsing. Muchas versiones, y de todo tipo, se han hecho del célebre vampiro; tratándose de Argento uno esperaba alguna vuelta un poco más interesante. Bizarra, pero un poco más interesante.
Darío Argento, que alguna vez impresionó con su tratamiento del cine de terror y tuvo seguidores fieles, se mete con el conde del título para vestir de manera bizarra al cuento del vampiro sin pretensiones operísticas, con superficialidad y algunas vueltas de tuerca de su estilo. Olvidable pero también atractiva para sus fans
Sangre que no has de beber El Drácula de Dario Argento pertenece a esa clase de desastres temerarios y en cierto modo exquisitos que marcan la trayectoria del director italiano de por lo menos las últimas dos décadas. Drácula 3D es cualquier cosa menos una película necesaria, que se encuentra con un público expectante y que ingresa al mercado del cine con todas las condiciones dadas para una recepción más o menos incruenta. Hace rato que Argento dio el salto que separa el refinamiento desquiciado de los cuentos de terror fantástico de algunas de sus películas de los años ochenta hacia su condición actual de cultor de un arte bruto, en el que la libertad y la falta total de remilgos son capaces de devolverle al cine algo de su capacidad para el asombro, la risa y la emoción, muchas veces a riesgo de hundirse en el ridículo absoluto. Cuando se decía que el director podía oscilar entre la genialidad y la estupidez de un plano a otro, seguramente se pasaba por alto la candidez insuperable que atravesó siempre sus películas, esos objetos disparatados orientados con vehemencia a la producción de un temblor primitivo y gozoso, menos preocupados por establecer un manual de estilo o un rasgo de autor que por rebuscar en los pliegues del cine de género alguna forma no del todo legitimada de emancipación, ejercida contra toda esperanza y probabilidad. Drácula 3D es uno de los ejercicios más austeros de Argento, una versión de Drácula construida con elementos mínimos y un grado de ligereza e irresponsabilidad que resulta por lo menos desconcertante. El director italiano pone a hacer de Lucy a su hija, la gran Asia, y ese dato previo basta para hacernos ilusionar con que el festín está servido: desde que Asia se convirtió en directora uno está obligado buscar rasgos de su cine en las películas del padre (nunca al revés), a ver qué se encuentra, siempre con el deseo secreto de que se opere el milagro y de que alguna película del viejo Argento se ilumine con la gracia y la sofisticación de la hija. Esta vez tampoco resulta; sin embargo Drácula 3D puede por lo menos jactarse de ser uno de esos artefactos venidos prácticamente de otro mundo, en el que se advierte con toda claridad que el director se volvió más desmañado que nunca y que a esta altura no le importa más nada. Argento ya no se empeña en montar simulacros de fineza de ningún tipo; el vuelo operístico con el que estaban concebidas muchas de sus escenas sangrientas, que es casi lo único por lo cual se lo ha celebrado largamente, los planos ampulosos y la sensibilidad consciente del artificio le dejan lugar ahora a la lucidez desnuda del drama, una historia descorazonadora de poder y sed de eternidad insatisfecha contada con una frialdad mecánica que contribuye en parte al costado risible de todo el asunto. ¿Argento es o se hace? Con él nunca se puede estar seguro, pero su película nos recuerda, acaso por la vía del absurdo, el sinsentido esencial de un cine predigerido y reticulado, hecho con toda la seriedad y las ventajas de la industria. Parece mentira, pero las películas de este italiano loco todavía luchan por inventar su público.
Más que una película, el conde más famoso del cine vuelve a la pantalla con un homenaje. Cualquier ojo distraído puede ver en la Drácula de Darío Argento una película sin encanto, bruta, y hasta por momentos, bordeando la calificación de "cine B". Y es que en lugar de adoptar las delicadezas y efectismos del cine actual, el maestro italiano decidió bajar hasta las fuentes, citando en imágenes más que nada la gran película que la Hammer hizo con Drácula como protagonista en 1970, con Christopher Lee como el hombre del castillo. Ahora, el honor le toca al alemán Thomas Kretschmann (que irónicamente interpretará a Van Helsing en una serie de TV donde Jonathan Rhys Meyers será el seductor chupasangres) ponerse la capa y los colmillos en la adaptación más clásica que se puede hacer del monsturo de los Cárpatos ¿Cómo de clásica? Muy, al nivel de pensar que el trabajo de Argento es prácticamente inconcebible en estos tiempos. Y ahí radica la mayor falla, la gigantesca grieta de la película: Por momentos intenta ser un homenaje, pero en realidad atrasa. Y no está mal, claro que no, pero cuando se ofrece algo por el estilo, no se lo intenta decorar, por ejemplo, con una oferta de la película en 3D, porque eso es otro punto en contra para la obra. De todas formas, tiene puntos altos y difrutables. Siempre es grato ver en la pantalla a Rutger Hauer (que, irónicamente, interpretó a un Drácula en Drácula III: Legacy, de 2005; y antes al vampiro Lothos en la serie Buffy), que se despacha con un buen Van Helsing y a Asia Argento, con su encanto y sensualidad excéntricos que parecen salidos de un cine de otros tiempos, tal como la película. En los últimos años, el cine de Argento ni siquiera llegó a las pantallas argentas (perdón, prometo presentar la renuncia cuando termine la nota), y es extraño que Drácula 3D si llegue. Tal vez sea por el mero hecho de que la gente a veces va a ver cine en 3D sin importar el título; o tal vez se intente redimir la situación de Argento que, pese a haber sido desparejo en los últimos años, no deja de ser uno de los grandes maestros del cine vivos que tenemos entre nosotros. @JuanCampos85
Dedicado a todos los que se quejaban de los vampiros modernos, dietéticos, contenidos y musculitos: Drácula es el vampiro-vampiro, de esos que ya no se hacen (¿?). Pero, nobleza obliga, fans de Crepúsculo, la seriedad con la que Stephenie Meyer contaba la historia de sus Cullen se extraña en esta nueva visión del conde transilvano. Clasistas y retrógrados que quieran convencer a las adolescentes de acudir a los verdaderos vampiros, no lo van a lograr con Dracula 3D. Darío Argento, experto en cine de horror machazo, vuelve al gran texto de terror gótico de todos los tiempos. Pero también, al texto romántico de un eterno enamorado: Drácula nunca fue el vampiro chupasangre que mata por que sí. Argento parece no decidirse por ninguna de las visiones del conde y esta confusión será determinante cuando el caos domine la versión, parecida en lo central al original de Bram Stoker, pero con pequeñas variaciones: Jonathan Harker (Unax Ugalde), prometido de Mina Murray (Marta gastini) viaja al castillo del conde para clasificar viejos libros. Drácula (Thomas Kretschmann) observa un daguerrotipo de Mina y cree ver en ella a su mujer, la Condesa Dolingen, fallecida siglos atrás. Mientras Harker es encerrado en el castillo, los extraños asesinatos se suceden en el poblado cercano donde espera Mina. Historia para rodar un film excelente hay. De hecho, Coppola filmó una versión exquisita un par de décadas atrás. Argento parece tomar una decisión aguda respecto de lo que va a hacer: la historia la conocemos todos, con Drácula no se trata de “qué”, sino del “cómo”. Su Drácula 3D parte de una buena base. Apenas unos minutos alcanzan para identificar el interesante uso estético de un económico 3D. La pantalla parece dividirse en pocos y chatos planos distanciados por profundidad. El efecto recuerda a los libros infantiles, esos que arman una estructura casi teatral cuando se abren. Libro viejo, teatro y Drácula son compatibles, claro que sí. La introducción corta camino y define los principios del film: este Drácula no es dietético, contenido ni virgen; una joven atraviesa el bosque a media noche para recibir lo que su cuerpo reclama, es decir, su deseo es mayor que su miedo (Argento cumple con los manuales del cine machazo: tener una actriz como Miriam Giovanelli y no desnudarla no podría entenderse más que como un error cinematográfico). Apenas pasado el revolcón, todos los problemas llegan al film. La estética teatral de la cámara 3D empieza a ser invadida por efectos especiales muy malos (efecto ochentoso y Drácula no son compatible, no). El guión pierde la paciencia narrativa del comienzo y los personajes comienzan a morir sin ton ni son: Drácula se ha vuelto el vampiro chupasangre que mata porque sí. Pero las matanzas no resultan terroríficas. Las resoluciones graciosas (por llamarlo de algún modo) se cargan las escenas. Más cerca el final, más se caen a pedazos los diálogos. Falla todo. Argento se ha rendido ante el “cómo”. La última parte de Drácula 3D se vuelve un ejercicio de facultad o una mala broma de frikis (gracias hermanos españoles por la palabra). La historia del conde desesperado no merecía terminar en grillo flúo (habrá que ver el film para entender). Pero sobretodo, la bella novela de Bram Stoker merecía la oportunidad: de llegar a las juventudes que leyeron Crepúsculo y piensan que esos son los únicos vampiros posibles. Ese habría sido un buen objetivo. Semejante historia lo merecía.
Un vampiro bastante devaluado Drácula es una de las obras más populares y exitosas de la literatura universal. Desde 1897, cuando fue creada por el irlandés Bram Stoker, el cine y la televisión hicieron con ella más de doscientas versiones, sin contar las cientos de representaciones en teatro. En cine la dirigieron figuras como Friedrich Wilhelm Murnau, una versión fue producida por Andy Warhol y tuvo los rostros del inmortal Bela Lugosi, Christopher Lee, Klaus Kinski, o Gary Oldman, entre los más recordados y ahora la saga del temible personaje la retomó el director Darío Argento, conocido como el rey del cine de terror clase B, en la década de 1970. MUESTRA PEDESTRE "Drácula 3D" es una tosca versión del clásico, que se destaca por ser muy sangrienta. La historia retoma la idea original de Stoker, con diálogos elementales, efectos bien al borde y desnudos del plantel femenino de la película. Entre ellas, la hija del director, Asia Argento, en el papel de Lucy Kisslinger. En cuanto al formato 3D puede decirse que no está bien aprovechado y podría haberse presentado en 2D sin problemas. Sin espectacularidad, con bastante de la serie televisiva y un correcto intérprete en el personaje principal, el alemán Thomas Krestchmann, esta versión del clásico de Stoker es una muestra muy pedestre que ni asusta, ni asombra y a veces hace reír, quizás ese haya sido uno de los propósitos de este realizador italiano de setenta y cuatro años. A lo mencionado se suman efectos especiales usados elementalmente, con un subrayado en lo melodramático y un decadentismo romántico, sumado a un gran despliegue de sangre, que quizás a algunos fans del director le resulten atractivos.
Anémico regreso del maestro italiano ¿Cuánto de seriedad y cuánto de parodia hay en Drácula 3D? Difícil saberlo. Primer estreno local de un largometraje de Dario Argento en más de dos décadas, su última película encuentra al “maestro del terror italiano” algo cansado, refugiándose en un personaje clásico no tanto para reinventarlo como para homenajearlo a partir de otras referencias cinematográficas. En la entrevista publicada en Página/12 como adelanto del estreno, Argento afirmaba: “Mi Drácula favorito es, sin dudas, el de la (productora inglesa) Hammer”. Es evidente que su versión de la novela de Bram Stoker bebe de esas aguas británicas; ya desde el diseño de producción se evidencia una cierta predilección por los ambientes góticos, apoyado en el rodaje en locaciones en algunos pueblos del norte de Italia que han permanecido inmutables al paso del tiempo. Pero si el Drácula original de la Hammer buscaba cierto ideal de verismo dentro del tono fantástico general, estos nuevos-viejos colmillos parecen por momentos jugarse por completo a las texturas de fantasía, casi como un cuento de hadas per gli adulti. Pero lo que en papel suena interesante, en la práctica deja un regusto amargo. Argento nunca fue un maestro del desarrollo dramático o el director de actores ideal, pero en sus mejores films el estilo barroco y por momentos operístico –siempre jugado al exceso– de su puesta en escena era capaz de barrer con cualquier prejuicio de corrección cinematográfica. Luego de la seminal “trilogía de los animales”, enorme éxito internacional que lanzó su carrera a comienzos de los años ’70, el realizador se dedicaría a experimentar con el cine de terror y el giallo, ese universo típicamente italiano, con títulos como Rojo profundo, Tenebre y la que probablemente sea su obra maestra, Suspiria (de la cual, dicho sea de paso, está en negociaciones una posible remake americana). Los últimos años no han sido los mejores para Argento –con la excepción de esa joyita del terror perverso, Jenifer, realizada para la serie de televisión Masters of Horror–, y Drácula 3D viene a confirmarlo. El de Argento es un Drácula (¿conscientemente?) berreta, donde los efectos especiales digitales, primitivos, caminan de la mano de actuaciones un tanto estatuarias. Ciertamente no ayudadas por el doblaje, verdadero e incomprensible anacronismo en esta era donde el sonido directo reina y gobierna. El reparto incluye al alemán Thomas Kretschmann, un vampiro romántico y trágico, en el molde del Drácula de Co-ppola; al holandés Rutger Hauer, quien en la piel de Van Helsing les pone algo de nervio y presencia a los últimos tramos, y a Asia Argento, la hija dilecta que hace de Lucy una criatura –como corresponde– sensual y abierta a la experimentación con el famoso conde. Un par de desnudos gratuitos y cinco o seis momentos de enchastre gore poco ingeniosos completan un acercamiento al rey de los vampiros que se parece demasiado a una lista de elementos a los que les falta elaboración (o que han sido demasiado cocinados). ¿Es en serio o es en joda? Muy crasa para lo primero, demasiado boba para lo segundo.
Colmillos y sangre del pasado El film de Darío Argento revive el mito del vampiro en una invitación a viajar en el tiempo. Drácula, Bram Stoker, Van Helsing, ataúdes, colmillos, Transilvania y el retorno del signore Dario. Y en 3D y con Asia, hija de maestro del giallo italiano, aquella mirada sobre el terror germinada en los años '60, con mucha sangre y cuchillos bien afilados como protagonistas. El banquete está servido y presenta su mejor menú: Stoker en manos del creador de Suspiria, Rojo profundo e Infierno, los tres títulos por los que siempre se recordará a Darío Argento. Pero al signore Dario no se lo ve tan cómodo en una historia archiconocida, que respeta la iconografía vampírica, aun en sus mínimos detalles, pero que en buena parte adolece de un gesto propio, una mirada personal sobre un personaje legitimado por la literatura, el cine y el teatro. El Drácula de Argento carga con un problema –no menor– en cuanto a la construcción de climas: omite la tensión, el suspenso, el fuera de campo, la elegancia pictórica en los encuadres que caracterizan al cineasta. La primera media hora del film, con los iniciales ataques del conde camaleónico (como el vampiro encarnado por Gary Oldam en la versión de Coppola, pero acá en clave medio berreta) aclaran la cuestión, ya que a Argento le importa más la referencia e invocación prestigiosa antes que una vuelta de tuerca sobre el tema. Sin embargo, este Argento en clave menor, aun cuando el recurso del 3D resulte demodé, y aunque suene paradójico, tiene sus propios atractivos visuales y sonoros. Plantarse frente a este Drácula implica hacer un viaje en el tiempo hacia el género de los años '70, cuando todavía los efectos digitales eran una definición desconocida. Ver las debilidades actorales de algunos intérpretes, neutralizadas por la autoridad de Rutger Hauer como Van Helsing y un grupo de chicas exhibidas a través de generosos desnudos (giallio=sangre más tetas) también manifiesta una mirada personal sobre el terror. Fuera de tiempo, acaso vetusta, pero honesta y sincera, como si se estuviera viendo al oriundo de Transilvania en el viejo espacio de televisivo de Cine de Súper Acción, provisto de unos anteojitos de los años del clásico Museo de cera. Argento hizo eso y resulta suficiente.
Morir de aburrimiento Una pésima adaptación del mito que intenta emular al clásico de la Hammer aunque no lo consigue. Pensar en la figura de Drácula y en las tres dimensiones nos puede llevar enseguida a un engaño comprensible. Espectáculo a raudales, efectos especiales por doquier o conseguidas escenas de acción, donde el vampiro campe a sus anchas a tocar de pantalla sería lo lógico para una coproducción que se vanagloria de haber recibido dinero de productoras españolas, francesas e italianas. Pues nada de esto se encontrará el despistado espectador que acuda a ver esta peliculilla de barraca de feria. Es muy triste observar como un director de la talla del romano Darío Argento, otrora maestro indiscutible del cine giallo de terror, avalado por títulos tan imprescindibles para el seguidor de género como Suspiria, Inferno o Rojo profundo, se ha comprometido a participar en este circo espantoso, donde el Conde Drácula puede llegar a matar a sus víctimas más con el aburrimiento que con sus afilados colmillos. Ya de entrada hay que ponerse en guardia si atendemos a que el libreto del film viene firmado ni más ni menos que por cuatro guionistas (Argento entre ellos). Y como se suele decir: muchas manos en un plato hacen mucho garabato. Y es que los españoles nos tiramos de los pelos cuando vimos que uno de los participantes en la escritura del guión definitivo no era otro que Enrique Cerezo, avispado productor de cine patrio que ha hecho fortuna explotando sin compasión todo el folklore más sonrojante a base de malos y peores proyectos. Una vez metido a presidente de club de fútbol (se trata del actual máximo mandatario del Atlético de Madrid, donde parece que no lo está haciendo nada mal, habida cuenta de los últimos éxitos deportivos conseguidos por la entidad bajo la batuta del “cholo” Simeone), parece que se atreve con todo y habrá querido probar fortuna como escriba…mejor no comentar los resultados. Cualquier parecido con el maravilloso libro escrito por Bram Stoker o con la espléndidas adaptaciones llevadas al cine, entre otros, por Tod Browning en blanco y negro o Francis Ford Coppola en color, es pura coincidencia, pues aquí se trata de ir engarzando escenas sin oficio ni beneficio, que producen más risa que otra cosa. Unos cuantos desnudos femeninos que nos retrotraen a la época del destape de los años 70 y una pésima utilización de las 3D, flaco favor consigue esta película para los valedores del novedoso formato, sobre todo cuando se desperdicia de esta manera en un carrusel de sinsentidos. Escenarios de cartón piedra, desfile de pelucas y disfraces dignos de un concurso escolar, e incluso el uso de filtros baratos que parecen extraídos directamente del PhotoShop para hacernos creer que es de noche son moneda común en una trama que no por conocida debe ser tan maltratada. Los actores que pululan como almas en pena entre fotogramas, seguramente han toreado en mejores plazas, y da auténtica pena ajena ver a intérpretes de la talla de Rutger Hauer -qué lejos queda Blade Runner…-; únax Ugalde (una ya no tan joven promesa del cine español cuya estrella parece que empieza a palidecer) o las guapas Miriam Giovanelli y Asia Argento (tratadas como meros objetos sexuales) intentando reflotar un barco hundido a base de despropósitos. El film tuvo su puesta de largo en una sesión de medianoche del pasado Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya (más conocido como Festival de Sitges), por donde pasó con más pena que gloria. Posteriormente consiguió estrenarse en alguna pantalla española para poder cobrar todas las subvenciones habidas y por haber, aunque su resultado en taquilla resultó deplorable. ¿La peor adaptación de Drácula de la historia del cine? Habría que discutirlo, porque a lo largo de la historia el mito ha sido maltratado hasta la extenuación, pero seguro que esta Drácula 3D se encuentra sin dudas entre las más pésimas adaptaciones. El Conde seguro que se está revolviendo en su tumba…
Nuevo “Drácula” de un Dario Argento muy poco inspirado Luego de tantas buenas películas, el maestro del Giallo, Dario Argento no ha vuelto a encontrar la inspiración de sus buenos viejos tiempos, y da la sensación de que para esta nnecesaria versión del personaje de Bram Stoker, ni siquiera lo intentó. Al menos hay mucho sexo y lo más divertido son las escenas con efecto 3D tan obvias como eficaces, que en algún punto recuerdan los chistes visuales del "Frankenstein" en 3D de Paul Morrisey vendido como si fuera una produccion de Andy Warhol. Es que nueva "Drácula" también es una comedia gore, con muy pocas novedades en la narración de las maldades de este viejo personaje que no encuentra un buen actor en Thomas Kretschman, ya que curiosamente las escenas más insípidas son las que tienen que ver con el Conde, que no llegan a ser nunca aterradoras ni tampoco funcionan en su tono humorístico. Y tal vez el punto más débil del film sea desaprovechar a un grande como Rutger Hauer, que como el Dr. Van Helsing es el experto en clavar estacas a diestra y siniestra (lo que provoca un efecto digital de convertir los cuerpos en cenizas de una manera un tanto repetitiva). Lo más original es darle a los vampiros la cualidad ya no sólo de volar como murciélagos al estilo del venerable Bela Lugosi, sino que también pueden apelar a Kafka para transformarse en insectos, lo que en algunas escenas está muy bien logrado. Por otro lado, siempre es un placer volver a ver a Asia Argento la hija del director- en escenas terroríficas, aunque esto no alcanza para levantar una película que sólo ofrece dos horas de muy mediana diversión, y algún toque gracioso en lo musical, incluyendo algún ritmo disco para rematar un chiste demasiado largo.
Ya son tantos los pecados que el cine ha cometido en nombre de Drácula que uno más resulta indiferente. Esta vez el conde de Transilvania viene de la mano de quien alguna vez mereció el adjetivo "gran" delante de su apellido pero que a esta altura (habría que decir "profundidad") de su carrera simplemente hay que llamar Dario Argento. A quienes el director italiano no les suena deben saber que es un maestro del terror gótico cuyas mejores películas (Rojo oscuro, Suspiria) se caratecterizan por iluminaciones saturadas que infunden tanto en las escenas interiores como exteriores una atmósfera asfixiante y alucinada. Algo de esa atmósfera persiste en este Drácula 3D, aunque en vez de inquietante el efecto de la tercera dimensión es muy parecido al que producen esos libros infantiles satinados de figuras desplegables. Las formas humanas se aplanan y se despegan del fondo y parecen siluetas recortadas antes que personas. El cine clase B de fines de la década de 1950 (Roger Corman y companía) al que podría considerarse que Argento rinde un homenaje tácito queda rebajado a clase Z en una época en que la tecnología de los efectos especiales ha naturalizado imágenes imposibles. Y en este película en particular, de obvio bajo presupuesto, desde el color de la sangre hasta la mecánica de las metamorfosis evocan más una representación escolar o una fiesta de disfraces que un producto destinado a un público masivo. El argumento está más cerca del cuento El huésped de Drácula que de la novela clásica de Bram Stoker, y aunque sobreviven los nombres de los personajes principales (Mina, Lucy, Harker, Van Helsing), no puede decirse que sea una versión fiel. El erotismo anacrónico del director italiano le hace incluir un prólogo en el que desnuda a una chica de volúmenes generosos y la convierte en la previsible víctima del vampiro. Y con ánimo de exhibir más piel ni siquiera se prohíbe mostrar la de su hija, la bellísima Asia Argento.
El Vampiro Dormido Existe una larga tradición de grandes directores que han adaptado y se han reapropiado del mito del Conde Drácula que va desde Murnau y su Nosferatu de 1922 (a mí parecer, la mejor, lejos), a Tod Browning y Bela Lugosi (Drácula, 1931), pasando por Herzog y Kinski (Nosferatu, 1979), hasta Coppola y su barroca Bram’s Stoker Drácula (1992) y la versión de la Hammer, Drácula A.D. 1972 (1973, Alan Gibson) con el enorme Christopher Lee. A esta ilustre lista (me dejo afuera muchas más, claro) se le viene a sumar Darío Argento’s Drácula que, lamentablemente, está más cerca de Drácula, un muerto muy contento y feliz (1995, Drácula: dead and loving it) de Mel Brooks que de los clásicos antes mencionados. Y no es porque la adaptación de Mel Brooks sea mala, todo lo contrario, es divertidísima y además tiene a un Leslie Nielsen desatado e incontenible, sino porque la versión de Argento es graciosa y berreta, funcionando casi como una parodia, pero de forma involuntaria. Los decorados, hay que reconocerlo, están muy bien, las locaciones son potentes y sugestivas; la fotografía, impregnada en rojos oscuros funciona correctamente, el 3D (que, realmente, hasta el momento de ver la película me preguntaba que pito tocaba) sorprendentemente tampoco está mal, sino que hay profundidades de campo bien aprovechadas y movimientos de cámara muy atractivos, por caso, el travelling de los créditos y varias secuencias de suspenso que no conducen a nada pero que están a tono con la parte técnica de la película. Ahora, lo que no termina de cuajar es la historia, transitada millones de veces. Argento no se toma tan a la ligera como uno esperaría a Drácula, sino que se propone hacer una versión bastante clásica y moderada, incluso aburrida. Hay algunos raptos gore y de desnudos, es cierto, pero son mínimos, cuando la historia (el trasfondo sexual del mito) y la trayectoria del director italiano hubieran soportado algunos desmadres. Hay un uso casi amateur de los efectos en CGI; en algunos tramos (la mayoría) son bochornosos, pero en otros (los menos) hay imaginativas ocurrencias, como cuando el Conde hace una aparición sigilosa, primero desde las sombras y luego mostrado con lujo de detalles, convertido en ¡una mangosta gigante! Lo que sí me hizo mucho ruido, aunque fuera una marca de estilo, es el doblaje, que Argento suele utilizar bastante en sus películas. Es extraño el uso que le da, llegando a eliminar todos los sonidos directos (en una escena, que produce algo de vergüenza ajena, hay una jauría de perros salvajes emitiendo gruñidos y persiguiendo a una muchacha, pero los perros parecen más buenos que Lassie con bozal y no hacen ningún gesto con sus caras perrunas). Los únicos sonidos directos que parecieron respetarse son los diálogos de Rutger Hauer y de Asia Argento, pero el resto de los actores están pesimamente doblados y con muy poca gracia, es justo decirlo. Pero, se agradece con creces (ejem), la proliferación de pechos que con donosura desfilan a lo largo de la película. Las tetas de una tal Miriam Giovanelli (desconocida, para mí al menos, y que interpreta a Tania) tienen un impacto tal en 3D que quién escribe esto se fue pensando mucho más en eso que en las cualidades del film. No se puede no mencionar los atributos de la gran Asia Argento, hija del mismísimo Darío, que hace un despliegue tan natural como cautivador de sus peligrosas curvas, lo cual lleva a pensar: ¿cómo será el momento de la filmación cuando Darío Argento tiene que poner en bolas a su propia hija y filmarla? Pregunta perturbadora y sin respuesta, casi como la que uno se hace una vez finalizada la proyección: ¿hacía falta otra película de Drácula?
Luego de pasadas más de dos décadas del último estreno comercial de una película dirigida por Darío Argento, el conocido padre del género del terror italiano, era lógico que se generaran expectativas. Teniendo en cuenta que estamos frente a un texto clásico, casi inmortal, sin querer ser lineal, como lo es la novela escrita por Bram Stocker, “Drácula 3D” incrementó las perspectivas al poder ser testigos de algo diferente, de la relectura de una obra llevada al cine en infinidad de oportunidades, siendo Francis Ford Coppolla, allá por el año 1992, el que supo ser fiel a la obra, extraer la historia de amor, desplazando lo terrorífico a un segundo plano, aunque no demasiado lejano. Pues bien, la vida trae sorpresas y decepciones, aquí estamos frente al segundo caso. No hay en la producción del italiano nada que la separe de las demás versiones realizadas, copia u homenaje, elija la que le guste. Es posible distinguir significativos elementos de otras realizaciones, principalmente en la construcción del Drácula interpretado en esta oportunidad por el actor alemán Thomas Kretschmann, observándose muchas similitudes con la recreación del personaje hecha por Gary Oldman en la versión de Coppolla. Esta versión peca por anticuada, nada agrega, y ese es su mayor defecto, ya que en términos de estética, dirección de arte, recreación de época, utilización de los espacios de representación, diseño de vestuario, y los tecnicismos, léase 3D, el filme cumple, no así la fotografía con colores espectrales como si eso sólo alcanzara, y a medida que se apuntala en la iconografía del texto la obra va perdiendo de vista el in-crescendo tensional que debería poseer. Todo es revelado, lo que hace disipar la “incógnita”, el suspenso, pues no utiliza en ningún momento la idea del terror latente, lo no mostrado, lo desconocido, sino que todo es anticipado y exhibido en pantalla. Por ende lo más pobre de esta realización pasa por el guión, o su reescritura, como si al director poco le importase, lo que hace que al filme se sienta lentificado y aburrido, apoyado en las actuaciones, diálogos enfáticos y actores andantes en automático. Lo que si se agradece a Darío Argento, sobre todo en la platea masculina, es que no tuvo reparos en desvestir a las ninfas, hasta con su hija Asia no tiene estos tabúes, quien personificando a Lucy muestra que a pesar de los años esta en cierta forma vigente, incluidos todos sus atributos. En el rubro de las actuaciones es donde Rutger Hauer en la piel de Van Helsing sobresale sin demasiado esfuerzo, con todo el aplomo que lo caracteriza. Darío Argento ha quedado en deuda. El punto es que tiene bastante hándicap como para sostener y soportar un pequeño paso fallido.
Baby, baby, baby, you’re out of time Eso de que “el viejo Dario ya no es lo que era, ya no es lo que era, ya no es lo que era” es una verdad a medias. Sí se puede decir que, por lo menos desde el disparate para todo el mundo detestable y para mí adorable que fue El fantasma de la ópera, su carrera fue algo más bien errática, con puntos bajísimos como El cartero, que tenía una trama típica de los thrillers de Argento pero, al tomar la decisión de no filmar los asesinatos -casi siempre los momentos más hermosos de su cine-, lo que quedaba era una berretada digna del canal Space, y la espantosa La madre de las lágrimas, que venía a cerrar de la peor manera posible una trilogía cuyas dos películas anteriores -Suspiria e Inferno- se caracterizaban por ser terriblemente oscuras y desesperanzadas: metiendo “magia blanca” y convirtiendo todo en una especie de Harry Potter de segunda selección. Pero también es verdad que durante este período Argento realizó dos pequeñas obras maestras a pura tripa y grand guignol para la serie Masters of horror: Jenifer y Pelts. Y que Giallo, si bien fue muy vapuleada, tenía un final deliciosamente depalmiano y se permitía hacer un chiste genial desde su título mismo al hacer que este remita no al subgénero con el que Argento inició su carrera sino a la hepatitis que sufre el villano de la película -también logra colar una escena totalmente disparatada en la que dicho villano se masturba con un chupete puesto mientras mira fotos de sus víctimas en la computadora-. Su adaptación de la novela vampírica de Bram Stoker -y su primer coqueteo con el 3D- tampoco fue muy bien recibida, y su estreno en salas comerciales luego de unos treinta años sin películas de Argento fuera del “directo a video” y de los festivales y ciclos resulta una anomalía. El hecho de que cierta “nueva crítica” y otra no tan nueva parezca no haber visto en su vida una película europea de terror -sólo de esa manera puede entenderse que se haga tanto hincapié en el risible doblaje de esta película y se lo tome como algo malo cuando es una marca registrada del eurohorror desde hace más o menos cincuenta años-, no ayuda demasiado. Y hay que decir que tampoco ayuda la película. Porque si la posibilidad de verla en un multicine resulta una anomalía, la película misma es una anomalía aún mayor. Drácula 3D es una película tan descaradamente fuera de época, tan poco enterada de casi todo lo que sucedió en el cine en los últimos años, que resulta un bicho rarísimo y, por eso mismo, apasionante. Desde que surgió el 3D, el cine se adaptó muy rápido al formato. Y no hablo del uso del 3D en sí, sino al tratamiento de la imagen digital en ese formato. En la versión que se estrenó en la Argentina, la película se ve tan mal, tan berreta, como Sangriento San Valentín 3D, una de las primeras películas 3D de acción en vivo que se estrenaron aquí. Y digo “en la versión que se estrenó” porque, al revisar la película, lo hice con la copia 2D ripeada del Blu-ray que anda dando vueltas online, y la calidad de imagen es altamente superior, sin los “videazos” que vi en el cine. También está el temita del CGI, que no se parece a algo de hace tres o cuatro años sino a algo de hace veinte. Pero incluso en ese sentido la película tiene su encanto: en la escena en la que Van Helsing prende fuego a Lucy, ese fuego es una truchada inmensa pero, al mismo tiempo, esa imagen resulta enormemente bella. Igualmente, la belleza de Drácula 3D no pasa exclusivamente por su carácter berreta, y su carácter berreta sí pasa exclusivamente por el lado de los efectos especiales. Más allá de eso, se trata de una película muy refinada, tal vez la más cuidada estéticamente desde Inferno, aunque en este caso el refinamiento no es exacerbado como en aquel triplete de imágenes ampulosas que fueron Rojo profundo, Suspiria e Inferno. El director de fotografía Luciano Tovoli -el mismo de Suspiria- logra construir una película repleta de imágenes bellas, con unos cielos de colores rarísimos y una tendencia a lo fluorescente que remite a Inferno, la película más fluo de la historia. Drácula 3D es un bicho tan raro como aquel grillo gigante (o saltamontes, o mantis religiosa, dependiendo del crítico al que lean; se ve que los críticos somos pésimos entomólogos) en el que se transforma Drácula en el momento más alto de la película, una escena tan demente que hace que el defecto más grande de la película sea que no haya más momentos como ese. Es una película puramente Argento -incluso tiene el obligado momento kinky de mostrar desnuda a su hija Asia-. Tal vez no sea LA película con la que empezar si nunca vieron nada de este gran director, pero si hacen el esfuerzo de obviar los “videazos” y naturalizar un poco el doblaje, puede ser una experiencia endiabladamente divertida.
Vuelve el vampiro de todos los tiempos “Drácula” en 3 D. Una danza de sangre y colmillos en un buen homenaje a las películas clase B. Muchas fueron las versiones que se realizaron en el cine sobre “Drácula. Basada en la novela clásica de Bram Stoker, ahora llega a la cartelera de la mano del prestigioso cineasta italiano Darío Argento (72), recordemos que se proyectó en la 65° edición del Festival de Cine de Cannes, en mayo de 2012. Esta nueva adaptación no causa miedo, pero si sos seguidor de la historia tiene su gran atractivo, se manejan bien los tiempos, la intriga, el suspenso y es un homenaje a las películas de los 70. Todo comienza cuando vemos una joven atractiva Tania desobedecer a su familia, escaparse a escondidas de su casa y encontrarse con su novio amante. Luego nos encontramos con la llegada de Jonathan Harker, que viaja en tren desde Inglaterra para ir al castillo del conde Drácula, situado en los Cárpatos en la frontera de Transilvania, a diferencia de las anteriores su misión es catalogar la biblioteca de Drácula y no tarda en transformarse en su prisionero . Los pobladores del lugar y el cura tienen una alianza especial con el Conde. Después todos conocemos su desarrollo y su desenlace. Sonora y visualmente atractiva, es además técnicamente cautivante a través del 3D y todo se encuentra bastante cruzado por la ironía. En esta oportunidad el director maneja pocos diálogos, con escenas más sangrientas, abundan los ojos rojos y negros, la estética-homenaje al cine giallo, mantiene la textura de los colores, es previsible y vuelve a mostrar como en sus antecesoras películas: desnudos, sangre, sexo e importantes escotes. Tres bellas actrices que demuestran lo anteriormente dicho: Marta Gastini (Mina), la italiana, además hija del director Asia Argento (Lucy) y Miriam Giovanelli (Tania). El protagonista es el alemán Thomas Kretschmann en el papel de Drácula (algunos recordaran en ese papel a: Peter Cushing, Christopher Lee, Gary Oldman, Bela Lugosi, Frank Langella, entre otros, pero no se puede comparar en esta ocasión), además de vampiro se transforma en lobo, lechuza y hasta un insecto gigante. En otro de los papeles: El neerlandés Rutger Hauer como Van Helsing; y el actor español Unax Ugalde (34) como Jonathan Harker, entre otros.
El "Drácula" de Argento, otra versión del clásico Darío Argento es un director, guionista y productor de cine italiano, conocido por sus trabajos del género giallo, y por su influencia a películas de terror y slahers. Romano, empezó su carrera como crítico de cine y a la vez comenzó a escribir guiones. Con Bernardo Bertolucci se abrió las puertas y en el 70 empezó su carrera como director. Mario Bava, Riccardo Freda, Sergio Leone, Alfred Hitchcock, Michelangelo Antonioni y Federico Fellini influyeron en su estilo, y aunque Bava es considerado como creador del cine giallo --un derivado de los folletines policíacos de la Italia de los años 30--, Argento fue quien popularizó el género y lo expandió fuera de su país. Dirigió tres películas bastante exitosas dentro del género como El pájaro de las plumas de cristal (1970), El gato de las nueve colas (1971) y 4 mosche di velluto grigio (1972); y logró todo un sello con los thriller Rojo profundo (1975) y Suspiria (1977). Con una trayectoria aún vigente, tuvo vaivenes financieros y creativos. Pero a los 73, demuestra con su versión de Drácula 3D su inquietud por mantenerse en acción. El Drácula de Argento, menos rimbombante que el de Coppolla pero quizás más sofisticado en ciertas sutilezas, cuenta que Jonathan Harker viaja en tren de Inglaterra al remoto castillo del conde Drácula, situado en los Cárpatos en la frontera de Transilvania, con el propósito de catalogar su biblioteca. Al principio atraído por los simpáticos modales de Drácula, descubre que es el prisionero del castillo y comenzará a ser testigo de las perturbadoras facetas de la vida nocturna del conde. La llegada de su mujer, Mina, a la casa de su amiga Lucy, la mujer atrapada por la sensualidad de Drácula, despierta la sed de venganza del conde, puesto que es ella quien le recuerda la herida por amor. El doctor Van Helsing no tardará en aparecer en escena, para completar un entramado que se toma ciertas libertades pero sigue la estela del Bram Stoker. Filmada en un 3D que, dice Argento, lo inspiró por la posibilidad que le da de crear profundidad en espacios abiertos como en recintos claustrofóbicos, el realizador recurre a sus marcas para recrear la fábula en un relato hablado en inglés pero con rasgo europeo y de cine de clase B. Una cámara casi inmóvil, tomas que parecen extraídas del cine mudo, una luz clara donde el rojo de la sangre estalla con brutalidad y una sexualidad de enfoque casi adolescente, contrastan con la indagación psicológica sbore la personalidad del héroe como la consecuencia de una historia de violencia, desengaño y despecho. De apariencia pueril, se trata de una cinta en la que Argento muestra tanto su curiosidad por una utilización con mano propia de las nuevas tecnologías, como su eterno aprecio a los maestros del género del terror --Hitchcock, de acuerdo con algunas declaraciones, está entre sus fuentes-- más la necesidad de ofrecer una versión diferente de un clásico que ha quedado asociado a otras firmas de la filmografía internacional. De culto, como lo fue y será, no es de esperar que la impronta de Argento resulte de gusto de un público masivo. No sería Argento si así sucediera. Sí de una platea que gusta de encontrar matices entre el común de la producción que se ofrece habitualmente.
Si nos dicen “Drácula por Darío Argento”, esperamos mucho, muchísimo: torrentes de pasión y hemoglobina de modos que nadie se atrevería a pensar, con el agregado del chiche 3D para hacer más placentero el susto. Pero aquí Argento, ni más ni menos aquel de Suspiria, ha decidido seguir más o menos el reglamento del cuento de terror contemporáneo y no cambiarle demasiado al viejo vampiro. El vuelo queda a medias.
Un Drácula con tacones Felicitaciones a Dario Argento; pese a muchos intentos, el peor Drácula de la historia es incuestionablemente suyo. Para un film presentado con tanto orgullo (Dracula di Dario Argento es el título original), el padre de todos los vampiros es aquí una figura diminuta, una suerte de gay reprimido que luce más enamorado de su asistente Renfield que de Mina Harker. Cierto que el grotesco es la impronta del director italiano, pero lo que en clásicos como Suspiria o Rojo profundo parecía deliberado, en este caso huele más bien a accidente (y para ver a un Drácula grotesco, ya está la inmejorable versión de Paul Morrissey, de 1974). La fastuosa presentación insinúa cierta competencia con el Drácula de Coppola, pero Argento no se ciñe en absoluto al libro de Bram Stoker (Jonathan Harker, por ejemplo, muere a poco de comenzar el film). No sólo Thomas Kretschmann como príncipe de las tinieblas resulta inverosímil; las actuaciones de Lucy (Asia Argento) y Mina (Marta Gastini) son lamentables. Tal es así que cuando Rutger Hauer entra a escena, como Van Helsing, uno siente que se equivocó de film. Incluso a sus 69 años, el holandés podría haber hecho un vampiro original e inolvidable.