EL DESASTRE MILLONARIO La primera aparición radial de El llanero solitario data de 1933 y su origen tal vez esté en un personaje de la vida real del siglo XIX, un oficial federal llamado Bass Reeves. No se sabe si esto es realmente así, pero como sea el personaje tiene suficiente material de ficción. La radio fue el lugar donde se volvió famoso y se convirtió en un ícono cultural del siglo XX. Su “Hi-yo, Silver” supo marcar a muchas generaciones, su emblemática bala de plata y su antifaz eran sus marcas reconocibles. Su compañero Toro fue también un fuerte ícono del western pro indio y el más reconocible héroe indio de aquellos años. Toro era llamado Tonto en la versión original, pero como para los países hispanoparlantes esto no significaba lo mismo (Tonto significa salvaje en lengua aborigen) le tuvieron que cambiar el nombre. Lo que si permaneció y fue famoso fue el “Kimosabi” con que Toro llamaba al Llanero. John Reid se llamaba el Llanero cuando no estaba tras su antifaz. Pero de toda la iconografía de aquel héroe, la que más pegó durante décadas fue la música que acompañó al personaje. La obertura de Guillermo Tell, de Rossini, es conocida por muchos como “la música del Llanero solitario”. Así de fuerte fue el personaje, así de famoso. El punto mayor de fama lo alcanzó cuando llegó a la TV en la serie que se realizó entre 1949 y 1957. Clayton Moore interpretó al Llanero (excepto en un período donde fue reemplazado) y Jay Silverheels interpretó a Toro a lo largo de toda la serie. El éxito de la serie permitió que se recuperara el programa de radio y que se escribieran libros y también historietas del personaje. Las ramificaciones del éxito fueron enormes. En 1956 y 1958 se hicieron dos películas con los actores de la serie. Son dos films interesantes, claramente pro indios, donde El llanero muestra su gran vínculo con ellos. En el primero, los hombres blancos intentan producir una guerra contra los indios, disfrazándose como tales, cosa que vuelve a aparecer en la película del 2013. Toro es un personaje fuerte, heroico y noble, un verdadero héroe. En El llanero solitario y la ciudad perdida de oro del oro el tono es más de melodrama. Dicho melodrama incluye un discurso de orgullo indio muy moderno y emocionante. El tono es más dramático que en el film anterior, Toro golpea a un hombre blanco en la calle para defender una india y recibe un tiro, por ejemplo. También vemos acá el origen del héroe, la matanza a la que sobrevive y el origen de su condición de personaje enmascarado. Pero esto es narrado con una canción en los primeros minutos, breves, del film. Ambas películas son westerns clase B sin demasiado despliegue, más bien básicos, y ninguno, salvo por los detalles mencionados, es memorable. Muchos elementos igual parecen haber sido la inspiración para las siguientes películas. En 1981 William A. Fraker dirige La leyenda del Llanero solitario. El resultado es lamentable. Una película sin encanto alguno, un híbrido sin fuerzas. En el mismo año en que se estrenaba Los cazadores del arca perdida este western de aventuras parecía ir en cámara lenta. Tampoco generaba complejidad o interés. Contaba, eso sí, el origen del héroe y le llevaba mucho tiempo, tanto como le lleva al film del 2013. A eso le sumaba una amistad de infancia que quedó trunca con Tonto. Pequeños momentos de farsa y otros de violencia podrían ser un borrador del nuevo film, pero son pocos, y solo coinciden con la nueva película en que son fallidos. Por motivos incomprensibles, los dos protagonistas del film eran debutantes. El actor que interpretó al Llanero no volvió a actuar nunca más en su vida. Algo raro tenía el personaje, algo complicado, algo difícil de encuadrar en un género y una época. Pero no es el único, El Zorro también tenía problemas parecidos y a juzgar por los dos bodrios que protagonizó Antonio Banderas, no ha podido salir de esa grieta entre el western de aventuras clásico y el cine contemporáneo. El mejor Llanero es el de la serie de TV, aunque esta sería, aclaremos, no está a la altura de la serie de El Zorro. Y llegamos al 2013 y una nueva versión de El llanero solitario que dio muchas vueltas antes de llegar a realizarse. Muchas dudas, y muchas cancelaciones. Tal vez no era una buena señal, pero todo hubiera quedado en el olvido si hubiera alguna cosa, cualquier cosa, medianamente rescatable. No hay ninguna, ni una sola, ya hay que decirlo. Esta nueva aproximación al personaje tal vez sea la más recordada por su alto costo y la presencia de actores conocidos. Aun así, hay que decir, que pocas veces el cine industrial ha hecho una súper producción tan fallida como esta. Sus dos horas y media de duración se vuelven eternas. La falta de química del dúo protagónico es la clave del aburrimiento. Es Toro (Johnny Depp) y no el Llanero (Armie Hammer) el protagonista y eso arruina todo, incluyendo el título de la película. Lo arruina porque Hammer tiene carisma cero, es cualquier cosa menos una estrella de cine y Depp, claro, se lleva la película puesta. El director, el guionista, el productor, los espectadores, todos lo sabemos: La estrella es Toro. Si en el papel del Llanero hubiera estado un actor clase A, la cosa hubiera tenido alguna chance, pero esa película no existe. Como una especie de homenaje al más grande bodrio revisionista de todos los tiempos, la farsa patética llamada Pequeño gran hombre (1970) un muy pero muy anciano Toro le cuenta a un nene la historia. Estos diálogos horribles con el nene ocupan casi media hora de película y no aportan absolutamente nada. Si al menos le sacaran esas escenas, la película sería un poco menos insoportable. También hay citas a obras maestras, como The Searchers (1956) de John Ford, y el film tiene escenas en el Monument Valley, lo que resulta una falta de respeto al maestro máximo, teniendo en cuenta los pobres resultados que aquí se logran. El llanero solitario es un western en tono de farsa, con un humor pobre y mal llevado, donde los creadores de Piratas del Caribe intentan revivir aquel éxito pero con el género equivocado. Hacer un western comedia de más de dos horas no ha funcionado nunca. El western puede tener humor, pero no con el tono grotesco que acá vemos. Para conformar a todos, el film elige poner a un villano que -literalmente- caníbal y una historia de amor tortuosa que también está matizada con toques de humor irreverentes. Gore Verbinski es un director raro. Ha hecho de todo, ha probado diferentes tonos, pero queda claro que cuando la pifia, lo hace de forma terrible. El film anterior de él era un western, la excelente Rango. Vista después de haber visto El llanero solitario uno ve la ironía, la autoconciencia y la irreverencia que repite en el Llanero, pero como Rango es un film de animación, queda mucho más simpático. Y además logra algo que el Llanero no tiene: emoción. El camaleón (con vos de Johnny Depp) termina siendo un verdadero héroe, la película emociona y es coherente incluso con los temas y la iconografía del género. El llanero solitario no lo consigue. El humor se pasa de tono, la burla constante a todo lo que el personaje representa lastima más a la película de lo que le aporta. Por miedo a ser clásico, termina siendo incoherente. El Llanero tiene algo se superhéroe, pero la película tampoco aprovecha eso y se burla hasta de la máscara. Un vicio del cine actual es contar el origen de los héroes. No lo hacen en diez minutos, les lleva casi un tercio de película. Y acá el problema es que no es uno, sino dos, los héroes que deben ser presentados. ¡No queremos ver más nacimientos de héroes! ¡Queremos que los héroes ya estén nacidos en las películas! Los únicos instantes aceptables del film son cuando suenan los acordes de la Obertura Guillermo Tell de Rossini, pero aun eso queda un poco alargado. Un gran personaje, sin duda, pero que aun espera que se haga con él una película en serio.
Piratas del Oeste Leo cruzadas algunas críticas, los primeros comentarios en las redes sociales y los análisis de tendencia en los blogs especializados y hay una coincidencia casi absoluta en que El Llanero Solitario es un film fallido. Probablemente lo sea, sobre todo para el nivel de riesgo que semejante inversión (costó 250 millones de dólares) genera, pero esta vez no comparto la mayoría de los reparos de esa suerte voz arrasadora del “consenso”. Que es demasiado largo, que no es gracioso, que Johnny Depp hace lo que quiere, que Armie Hammer no se luce… Esas serían -nada menos- las principales carencias del film y, si bien puede haber algo de eso, a mí la película me entretuvo bastante y jamás me irritó. La apuesta comercial aquí es absolutamente clara, premeditada (también se le pega por eso): repetir el esquema de Piratas del Caribe para iniciar una nueva saga, esta vez con los clichés de las historias del oeste en vez de los enfrentamientos en alta mar. Los productores (Jerry Bruckheimer y Disney), el director (Gore Verbinski), el protagonista (Depp) y los guionistas son los mismos, pero esta vez el resultado es menos estimulante y es muy probable (habrá que ver los números, claro) que no haya lugar para otra franquicia millonaria. Sin embargo, este El Llanero Solitario -un personaje que nunca ha tenido demasiado suerte en cine luego de décadas en la radio (2.956 episodios entre 1933 y 1954) y como serial de televisión (de 1949 a 1957)- está muy lejos de ser el despropósito que tantos indignados destruyen. Para mi gusto tiene varias subtramas que funcionan (otras no tanto), una iconografía muy lograda (y un gran uso de los escenarios naturales desérticos), varias set-pieces a puro CGI que son muy simpáticas, un buen humor físico (el universo del slapstick), un malvado de fuste (un William Fitchner que hasta llega a extremos de canibalismo) y, sí, varios pasajes de unipersonales de esa estrella ya payasesca que es Depp. Entiendo que muchos ya estén cansados de sus excesos a-la-Jack Sparrow, pero en esta película -construida para su lucimiento- creo que ese bigger than life funciona. La película es un poco derivativa (los constantes saltos entre el “presente” de 1938 con un anciano Toro contándole la historia a un niño en un museo y el “pasado” con las aventuras en la Texas de 1869 no agregan demasiado), la subtrama romántica no alcanza la intensidad deseada y se extraña una mayor química entre El Llanero Solitario y su ladero (el protagonismo de Toro le quita posibilidades de lucimiento a quien debería ser la figura principal), pero aún con sus desniveles la película tiene muchos momentos de genuino entretenimiento (y de muy buen cine en términos narrativos y visuales). Para destacar: Verbinski no ha limitado ni la violencia (bastante fuerte incluso para una “prohibida para 13”) ni el claro sentido revisionista de la historia. Se le cuestiona no haber incluido al film en la “tradición” del western, pero ponerla en igualdad de condiciones que los clásicos del género es exigirle demasiado. Sin embargo, tampoco creo que el film sea irrespetuoso. Hay un lúcido trabajo con los elementos distintivos de las historias del “salvaje oeste”, citas a Más corazón que odio, una lograda banda sonora de Hans Zimmer con ecos de Ennio Morricone y muchos detalles y observaciones más para celebrar. Que podía haber sido más eficaz y redondo, que Rango (el western animado de Verbinski) era mucho mejor. Es cierto. Pero tampoco es cuestión de destruir a un film por lo que pudo ser o por los millones que tuvo para su producción y su marketing. Con sus claroscuros e incluso con sus desaciertos, me regaló dos horas y media con más disfrute que decepción.
Más corazón que odio Allá por la década del ’30, Trendle y Striker –creadores del Avispón Verde- se inspiraban en los forajidos más populares en su lucha previa contra el Mal, como Robin Hood o El Zorro, para darle vida al Llanero Solitario. Hoy, a ocho décadas exactas de la creación del Ranger, Gore Verbinski toma El Zorro como referencia para su película, pero además hace de cada plano un campo minado de citas cinéfilas que van desde Asalto y Robo de un Tren de Porter, hasta un momento Planet Terror en el cual la madama que interpreta Helena Boham Carter, utiliza su pierna como un arma a lo Cherry Darling...
Vino Toro, el llanero no El llanero solitario no es pirata del Caribe a bordo de un caballo. Ahora bien la pregunta incómoda: ¿se sostenía Piratas del Caribe sin Johnny Depp? Hay que sincerarse y formar una mirada en perspectiva para encontrar la respuesta porque muchas de las secuencias de acción de aquella trilogía cobraban particular sentido gracias a las morisquetas y acciones corporales del actor que en este nuevo personaje que extrae algo de Toro (Tonto del original) se carga el film de Gore Verbinski y opaca a todos, incluido al insulso Armie Hammer, a quien el papel de llanero solitario le queda tan grande como el presupuesto volcado para esta fallida operación rescate del ícono televisivo. El serial del llanero solitario, quien ya había sido transportado al cine en dos ocasiones, guarda un estrecho vínculo con la infancia de muchos de nosotros que acompañábamos nuestras meriendas frente al televisor blanco y negro para ver siempre la misma historia donde había un indio, un vaquero con antifaz y un caballo blanco peleando contra villanos desalmados y codiciosos. Eso era todo y alcanzaba pero claro el cine la necesidad de sorprender y de doblar la apuesta para que el producto final sea rentable es mucha y el riesgo igualmente proporcional a la inversión. Por lo tanto hay que decir que la mala decisión de haber apelado a un tono paródico frente a una figura heroica y muy vinculada a nuestra infancia y nostalgia no ha dado los resultados esperados y eso se nota en el exceso, el alargamiento sin sentido de una trama muy poco atractiva y que a pesar de las vueltas de tuerca siempre en el terreno de la obviedad no agrega nada al producto final. El film se toma mucho tiempo en desarrollar el pasado y el presente de este funcionario de la justicia devenido justiciero que debe convivir con su yo del deber ser y el deseo de venganza por la muerte de su hermano en contraste con la historia mucho más atractiva de un indio que en el presente es una atracción de circo y en el pasado representante de una cultura aplastada por el hombre blanco, la codicia y el progreso simbolizado en el tren y en la extracción de plata. No hace falta agregar ni contar nada sobre la historia que entrelaza como parte del guión el recuerdo de un Toro ya anciano ante un niño que actúa de interlocutor en complicidad con el espectador. La acción llega con un abuso del digital para poner en ridículo a otro símbolo como el caballo plata y el subtexto permanente de la parodia y la burla se encargan del resto. El llanero solitario no cumple ni siquiera con el objetivo primordial de la aventura básicamente porque la composición de Johnny Depp opaca todo, para bien y para mal.
Uno de los primeros grandes héroes de la cultura pop fue el Llanero Solitario. Primero en la radio y luego por televisión (entre 1949 y 1957), las andanzas de este forajido ranger de antifaz (Clayton Moore), acompañado por el siempre fiel indio comanche Toro (Tonto,en inglés), trascendieron fronteras y marcaron a generaciones. La frase “Hi-yo, Silver, away!”, que el protagonista gritaba arriba de su caballo Silver, son sinónimo de aventura. El equipo de la saga de Piratas del Caribe parecía el más apto para trasladar aquellas historias del salvaje Oeste a la pantalla grande. Y, dentro de todo, cumplió...
Después de la infame vejación a la que fue sometido hace poco un clásico del pulp como El Avispón Verde, del director Michael Gondry y Seth Rogen, quienes hicieron una película estúpida sin entender de que iba realmente el personaje, cualquier cosa podía suceder con el Llanero Solitario. El pariente del Avispón (están relacionados en la ficción, por eso llevan el mismo apellido) tuvo un poco más de suerte con esta nueva producción cinematográfica que lejos de ser brillante por lo menos no distorsionó la esencia del personaje. El último largometraje del cowboy enmascarado había sido La leyenda del Llanero Solitario, de 1981, con Christopher Lloyd (Volver al Futuro) en el rol de villano que fue un tremendo fracaso comercial y hoy es un film de culto. En estos días donde el Llanero volvió a la grandeza con la actual serie de cómics de Dynamite, la versión cinematográfica de Disney presenta un buen escapismo pochoclero que narra la historia clásica del personaje creada por Fran Stryker en 1933. La verdad que no la pasás para nada mal en el cine pero en lo personal le había puesto unas fichas a este estreno y pensé que iba a brindar algo mejor. Hay tres elementos que impidieron que sea una gran película. 1- La dirección de Gore Verbisnki es totalmente desconcertante. No queda claro el enfoque que le quiso dar a la historia. Por ejemplo tenés momentos casi infantiles de comedia física bien Disney y después en una escena ves como el villano le saca el corazón a una de sus víctimas y se lo come. En otro momento una situación bizarra con el caballo Silver luego es seguida por otra secuencia donde masacran en una batalla a un grupo de indios con una ametralladora y los muertos pasan en la trama como si nada. Es muy rara la película en ese sentido y faltó un equilibrio entre la comicidad y la violencia brutal. Es como que no se termina de definir el rumbo por el que querían encaminar la historia. Hay momentos en los que parece una parodia y otro en los que el film es más serio. 2-Los protagonistas fallaron por completo a la hora de retratar la hermandad que une al Llanero con Toro. Un aspecto clave de esta propuesta que no se concretó por la sencilla razón que Armie Hammer y Johnny Depp no tuvieron química entre sí. Cada uno hizo lo suyo pero no se conectaron como equipo. En este film los personajes andan juntos en el conflicto porque lo indica el guión, pero no lograron conformar una dupla memorable que te aliente a querer volverlos a ver en una secuela. 3- Johnny Depp fue la peor elección posible como Toro. Hammer es un buen actor que tiene carisma y con otro compañero se hubiera destacado más como el Llanero, pese a que a su personaje lo hicieron más estúpido de lo habitual. Depp, que sigue sufriendo la maldición de Jack Sparrow, no le dio al guerrero indio ningún matiz que permitiera que el espectador se olvidara de Piratas del Caribe. El look es diferente pero el espíritu del personaje es el mismo de Sparrow y ya aburrió. Queda claro también que no se bancó ser segundo en el Llanero Solitario. La trama es narrada por Toro en 1933 a través de flashbacks, de un modo similar a lo que hizo el director Rob Reiner en La princesa prometida. El único motivo por el que utilizaron ese recurso es para que Depp tuviera más presencia en el film, ya que los segmentos de 1933 no le aportan absolutamente nada a la historia y de alguna manera terminan por opacar al protagonista que debió ser Armie Hammer. Vamos con los aspectos positivos. En primer lugar fue un acierto que los productores descartaran la idea de desarrollar el conflicto a través del subgénero del weird western, que hubiera incluido elementos fantásticos y monstruos. Jerry Bruckheimer quería hacerla de ese modo pero al final no siguieron adelante con la idea que hubiera derivado en otra Wild Wild West. La verdad que este film es mejor que ese de Will Smith. William Fichtner (Armageddon) la rompe como villano y creo que fue el mejor actor del reparto. Su interpretación del clásico líder de la pandilla Cavendish es brillante y lo convirtió en un auténtico psicópata que sobresale en la trama. Se nota que se divirtió con el personaje y lo transmitió en la pantalla. Por otra parte, las secuencias de acción son espectaculares y en este punto es donde se más se destaca el trabajo del director. La dos persecuciones en tren con la que se abre y se cierra la historia son un espectáculo imponente que ofrecen los mejores momentos de este film. En los últimos 20 minutos aparece el Llanero Solitario que me hubiera gustado ver en más escenas. En los aspectos visuales no se le puede objetar nada porque está al nivel de lo que Verbinski suele ofrecer. Sí se le escapó la duración que es dos horas y media sin necesidad y es un problema que tuvo también con la saga de piratas. Si bien como entretenimiento pochoclero zafa y se deja ver, en lo personal me hubiera gustado encontrarme con la película de El Llanero Solitario en lugar de "Las memorias de Toro", pero bueno, pudo haber sido peor. Críticas del Público No se pueden realizar críticas hasta despues del estreno de la película
Piratas del desierto El tridente Verbinski - Depp - Bruckheimer vuelve a unirse en un filme multimillonario para brindarnos nuevas aventuras, esta vez alejados de las aguas del Caribe y situados en el lejano oeste norteamericano, contando una historia que tiene de protagonista a un héroe que ha tenido ya varias apariciones en el pasado, en cine, TV, radio, etc. Se trata del Llanero Solitario, una vez más un héroe que conocemos antes de que lo sea (y de que piense en serlo), pero que terminará impartiendo justicia (palabra clave en su matriz de pensamiento y que guía toda su aventura) junto con su ladero -mal que le pese-, el indio Toro...
Faltan dos Al frente de El llanero solitario (The Lone Ranger, 2013) encontrarán nombres como Johnny Depp y Gore Verbinski. Juntos, componen una fórmula similar a sus colaboraciones anteriores y abren paso para otra trilogía. En vez de barcos esta vez, hay caballos. Un niño recorre los callejones de una feria circense cuando encuentra una exhibición de reliquias del viejo oeste. Paga su entrada, recorre las vidrieras, hasta que advierte la figura de un indio. “El Noble Salvaje”, expresa su placa. Súbitamente la reliquia demuestra señales de vida y ante la sorpresa del infante procede a recordar viejas anécdotas. Le dicen “Toro” y parece algo ansioso al mencionar a un tal “Kemosabe”. El llanero solitario es una película que intenta apelar al adulto y al niño en igual medida. Al primero a través de la alusión y ráfagas de reminiscencia. En ese plano, la estadística probablemente no asome triunfante. La reconstrucción del universo original resulta en muchos aspectos distorsionada. Esto es únicamente lógico siendo que existe un abismo de más de 60 años de distancia en donde tecnología, técnica, cánones e industria han evolucionado, mutado y provocado más escisiones y reparos, grietas artísticas y fenómenos comerciales que en cualquier otra rama de la producción creativa. Discutiblemente la imitación de aquel mundo ficcional y la reanudación de sus héroes y leyendas son imposibles desde el instante en que el color de los escenarios cambia o en que la primera generación de audiencia comienza a abandonar el mundo de los vivos. Esto Gore Verbinski lo sabe. Esta presunción es segura ya que de otra manera nunca se hubiese propuesto la adaptación de esta historia, que apareció por primera vez en emisiones radiales en la década del 30’. Otra persona que lo sabe es Christopher Nolan. La diferencia entre ambos visionarios es que uno identificó un matiz soslayado de su protagonista y así redefinió su esencia mientras que el otro decidió conservarla y trasladar el clásico al presente. A no ser que sufran de una aversión personal contra Batman entenderán qué ejemplo pertenece a cada uno. Tal vez todo se reduzca a eso, una cuestión de “esencia”. Esencia vieja o esencia nueva. Nunca asistí a la serie original. Me remití a ella luego de haber concurrido a la función para gozar también de la referencia para comparar. Puedo afirmar que de la vieja esencia no perduró mucho. Y si se trata de una nueva esencia, no es para nada promisoria. No es la intención dilapidar categóricamente a este digno esfuerzo de 250 millones de dólares. Por ese motivo, quien escribe desearía destinar este espacio a la enumeración de sus cualidades. Número uno: Johnny Depp está muy bien. La oración contaría con más entusiasmo si la revelación fuera una sorpresa. Suele estar muy bien. Especialmente bajo la dirección de su amigo y colaborador asiduo Gore Verbinski. Armie Hammer, la estrella ensombrecida por su contraparte comanche, también cumple en su protagonismo formal. Número dos: La película, en su totalidad, es visualmente atractiva. La ambientación de época sin embargo, aparenta ser por momentos demasiado artificial. Pero de nuevo, la fantasía pulcra de Disney no puede permitir forajidos sin dientes o princesas con sobrepeso. Número tres: Johnny Depp está muy bien. Sin duda alguna debe presentar mucha dificultad balancear acción con desarrollo. Muy pocos encuentran equilibrio en esta dicotomía que en versiones fílmicas de personajes populares tiende a reinar. La mayoría se vierte a la acción. Es cierto que la construcción de El Llanero carece de mucha complejidad al contrario del período histórico en donde la aventura se despliega. En ese rumbo hay muchos vericuetos por explorar pero, subrayando nuevamente el gran espectro infantil del público, es casi inconcebible retratar, por ejemplo, el atropello occidental sobre los pueblos indígenas en nombre del progreso sin posicionarse en el género terror. El llanero solitario adopta detalles positivos del western y no deja de ser entretenida. Imagino que dentro de diez años una generación de jóvenes mirará hacia el pasado y contará a esta entre sus primeros amores cinematográficos. Desde esa perspectiva sus vacíos quedarán suplidos. Por lo pronto, lamentablemente para el resto, es otra gran película apática.
Un western con estilo pirata Quizás el personaje, desde su paso por la radio y luego por la televisión en la serie realizada entre 1949 y 1957, no sea el más agraciado para los tiempos que corren, donde aparecen superhéroes armados con poderes y con la última tecnología. Ahora el director Gore Verbinski (responsable de las tres primeras partes de Piratas del Caribe y del western animado Rango) lleva a la pantalla grande las aventuras de John Reid (Armie Hammer) y su inseparable compañero Toro (Johnny Depp). El relato comienza en un parque de diversiones en la San Francisco de 1939 que sirve como disparador de la narración: un anciano Toro le cuenta a un niño los hechos ocurridos en Texas en 1869. Y a partir de allí llega la acción que propone El llanero solitario, una película del viejo oeste absolutamente apoyada en el personaje de Depp, que termina neutralizando y fagocitando al héroe principal. El actor hace gala de su estrafalaria apariencia muy al estilo de su ya consagrado Jack Sparrow, virando su indio hacia el humor en cada una de sus apariciones. Lo mejor de la propuesta pasa por las secuencias de acción (las últimas a bordo de un tren), el lucimiento de Silver, el caballo blanco, y la presencia del villano de turno con inclinaciones caníbales. La historia gira acá en torno al hombre de ley que (con un hermano asesinado) y salvado por un nativo y guerrero espiritual, se lanza tras los pasos del malvado Butch Cavendish (William Fitchner) y su pandilla de forajidos. Entre cargamentos de plata, una prostituta que dispara con su pierna, una cuñada y sobrino desprotegidos y políticos corruptos (ahí aparece el siempre convincente Tom Wilkinson), las aventuras se suceden en tono farsesco y ambientadas en paisajes desérticos. El film mantiene su ritmo, resulta entretenido -a pesar de su extensa duración- pero hay que reconocer que no siempre da en el blanco. El antifaz tapa la personalidad que debía mantener el verdadero protagonista.
¿Tan difícil es para Jerry Bruckheimer y compañía intentar crear una nueva saga sin contar con el ahora dudoso talento de Johnny Depp? La respuesta parecería ser un rotundo "no", negativa que puede resultar extraña. Claro, Pirates of the Caribbean supo ganarse a la platea a base del desopilante Jack Sparrow -hubo incluso una nominación al Oscar de por medio- pero a la legua se nota que, en esta ocasión, no es suficiente un personaje secundario para sobrellevar la historia de una figura mítica a la pantalla grande e intentar sobrevivir sólo con eso. En una época en la cual las grandes películas de los estudios más importantes cuentan con recursos de producción para crear escenarios de acción vistosos, exhuberantes y adrenalínicos, ya no se puede decir que un film aprueba porque tiene buenos efectos. Ya no es un parámetro de medición válido, muchos pueden lograrlo y el entretenimiento a base de pochoclo necesita tener al menos una historia coherente dentro de su propio universo -no le pidamos coherencia, por ejemplo, a una Rápido y Furioso-. Ahí es donde falla la adaptación de Gore Verbinski, fresco luego de su excelente incursión en el western con la animada Rango. Aquella funcionaba porque era algo alejado de cualquier propuesta Disney, era extraña y extravagante. The Lone Ranger quiere jugar a ser una versión live action de la misma y no puede, no le alcanza. No es un western común, pero tampoco es algo que resalte por su particularidad. Detalles raros como los conejos caníbales, el caballo espiritual que aparece donde y cuando quiere, no encajan con la seriedad de la que se jacta la historia. La mezcla de géneros se pierde en el registro de cada uno: la comedia es bien básica, con cierto tono de slapstick, pero después cierto secundario se despacha con un chiste que raya el tema de la violación y así sucesivamente. Por otro lado, la violencia está bien medida para una película de Disney, pero ¿cómo se le hace entender a un niño, ese mismo que vio la saga de piratas, la demsmesurada escena en la cual el villano le arranca el corazón a alguien y se lo come? Esa dicotomía entre querer y no poder se explica con un comentario de un colega, que ni bien termina la función se levanta y pregunta: ¿Es The Lone Ranger una película para un nene de diez años? La pérdida no es irreparable. Con una devastadora duración de dos horas y media, marca registrada del director, aún es divertida y no pesa tanto en una sala de cine como uno podría esperar. A muchos no les importará que Depp solo se saque las trenzas de pirata y se pinte la cara, pero hay que acabar de una vez con su mentira y exigirle que aporte sus buenas artes en papeles más jugados y diferentes, que no se acabe su carrera en un personaje que ya se vio hasta el hartazgo y que no suma sino que ahora va cuesta abajo y resta. Armie Hammer, el protagonista homónimo, se ve eclipsado durante gran parte del metraje por el indio Tonto, pero su John Reid tiene mérito propio, aunque la química entre ambos nunca llegue a un punto álgido y la trama sólo se encargue de juntarlos a la fuerza para explicar detalles pertinentes. ¿Podemos terminar también con la dupla Depp-Helena Bonham Carter? Son buenos en lo suyo, pero es hora de verlos separados, incluso cuando ella, acostumbrada a féminas extrañas, es apenas un cameo en la trama y no tiene mucho peso. El aplauso se lo lleva William Fichtner con su depravado fugitivo caníbal Butch Cavendish, quien añade ese porte de malo de turno que no tiene el otro villano de la trama, quien no se revela hasta pasada la mitad del film, aunque de una manera blanda. The Lone Ranger es larga y confusa. Por momentos es una buena comedia de acción, pero por otros es demasiado tonta y sin sentido. Quiere sorprender con sus orquestadas secuencias de acción pero se queda corta por la escasez de las mismas, y pretende llenar los huecos con subtramas imposibles, como el triángulo amoroso cuyo propósito no aporta nada. Era una de las grandes apuestas para la temporada, pero tal parece que se queda a media máquina. Funciona al momento pero no resiste un segundo visionado.
Un lazo demasiado extenso Hay muchos cineastas contemporáneos que en los últimos años intentaron hacer un western. Se debe admitir que el género mostró una especie de renacimiento, una mejoría con respecto al decline posterior a Los Imperdonables, acaso la única obra maestra realizada en los 90s. Después eso, se deben contar con los dedos exponentes fieles, que a la vez fueran dignos. Kevin Costner se animó con Pacto de Justicia, Ed Harris con Entre la Vida y la Muerte (Appaloosa), y dejemos de contar. En el 2010, los hermanos Coen, hicieron sin dudas una obra épica y reflexiva llamada Temple de Acero, remake del mítico film con John Wayne, que supera en calidad al original, y que se debe tomar como lo mejor de un género que vio nacer al cine...
Un Llanero demasiado acompañado El Llanero Solitario nació a comienzos de 1933 emitiéndose con bastante éxito en la radio durante más de 20 años. A mediados del siglo pasado arribó a la televisión en formato de serial que tuvo como duración unos 6 años, medio en donde obtuvo su gran salto a la fama. A pesar de haber triunfado en los citados de comunicación, el cine siempre tuvo una cuenta pendiente con el personaje que supo encarnar magistralmente Clayton Moore. Si bien fue llevado a la pantalla grande en tres oportunidades (1956, 1958 y 1981), por un motivo u otro, el cine jamás ha podido captar su espíritu. Disney y Jerry Bruckheimer se propusieron llevar al mítico personaje al lugar que merece (y de paso crear otra rentable franquicia que repita lo que hizo Piratas del Caribe) y para esto contrataron a Gore Verbinski para ser el director y a Armie Hammer y Johnny Depp para los roles de John Reid y Toro, aunque lamentablemente a 80 años de su creación la película El Llanero Solitario no será la encargada de pagar dicha deuda. Brevemente la historia del film podría describirse así: Un grupo de Rangers de Texas que persiguen a una banda de maleantes es emboscada en la que aparentemente mueren todos sus integrantes. Sin embargo, uno de los oficiales de la ley logra subsistir gracias a un indio que cura sus heridas. Es éste Ranger el encargado de ponerse una para junto a su amigo hacer justicia y llevar a los forajidos ante la justicia. El Llanero Solitario no es el desastre que las críticas foráneas han pronosticado, aunque tampoco puedo aventurar a calificarla como una buena película. Posee momentos espectaculares, de esos donde el CGI irrumpe creativamente para maquillar y enfatizar lo que la realidad filmada no puede. También tiene secuencias de comedia y one liners hilarantes que ayudan a distender y relajar la trama. El problema con el nuevo film del realizador de la excelente Rango (otro Western con bastante Spaghetti) es que el desarrollo de la historia se le va al carajo. Hay escenas de El Llanero Solitario que podrían ser borradas completamente y la trama no sufriría absolutamente nada al respecto. El ejemplo más claro es todas las secuencias "del presente" que no aportan absolutamente nada. Pero nada de verdad. La subtrama romántica se queda a medio camino y no es desarrollada adecuadamente, en contraposición con las historias de sus personajes principales que son ampliadas en demasía. Por otra parte también encontraremos que las escenas de transición resultan insulsas, aburridas y carentes de matices dramáticos. Es como si la historia solo tomase relevancia cuando la acción irrumpe en la pantalla, algo contradictorio en una película que justamente narra demasiado y con un metraje de casi 2 horas y media. Gore Verbinski se tomó el laburo de contar todo sobre el Llanero y Toro, desde sus comienzos pasando por el presente para terminar en su mencionado e innecesario futuro. Si bien esto consigue justificar sus motivaciones, termina desviando la trama principal de la película tornándola muy pesada y agobiadora que por momentos lleva a que la narración se estanque y no fluya. Incluso esta decisión iguala el lugar en la historia de ambos personajes algo que claramente perjudica al interpretado por Armie Hammer por tener un rol bastante menos llamativo que Johnny Depp y por añadidura termina afectando al resultado final del film. Por momentos pareciera que es la película de Toro y no del Llanero. Esperaba más de Hammer en el rol del Llanero Solitario, creo que era un papel para que se luciera a pleno y demostrara la estirpe de estrella que aparenta llevar consigo. Depp vuelve a sacar a la luz su lado más "morisqueteador" que se podría definir como un rol bastante más contenido que Jack Sparrow, aunque lo suficientemente llamativo como para eclipsar la figura principal de la obra. William Fichtner hace lo que puede (y bastante bien parado sale) con un villano cuyo proceso narrativo es insuficiente para lograr brillar y significar el contrapeso de "maldad" que necesita la película contra tamaño desarrollo de los héroes. Las referencias cinéfilas a Érase una Vez en el Oeste, a Más Corazón que Odio o a Asalto y Robo de un Tren representan un punto de partida siempre interesante. Los bellísimos planos al mítico Monument Valley que nos recuerdan a la época de oro del Western, las espectaculares secuencias de acción y los momentos cómicos son algunos de los argumentos que tiene El Llanero Solitario a su favor, aunque su excesivo metraje con el agravante del solapamiento de las figuras principales, el escaso desarrollo del villano para equilibrar la balanza del "bien y el mal" o la falta de interés en las escenas de transición hacen de la nueva propuesta del tándem Disney - Bruckheimer - Verbinski una superproducción que vuelve a dejar impaga la deuda del cine con John Reid.
El Llanero Solitario es una de esas películas que luego de haberla visto, y a medida que las horas van pasando, empezará a decaer la primera impresión para darle lugar a la reflexión y lamentablemente esta no es buena. Al menos eso sucederá con una parte de los espectadores, los que luego de la obnubilación por el pintoresco despliegue visual (el único punto fuerte del film) se encontrarán con que vieron una cinta totalmente vacía y que verdaderamente no aportará nada a la historia del cine, salvo dinero claro… Una buena forma de definir El Llanero Solitario sería “una película sin corazón”. ¿Qué quiere decir eso? Que ninguno de los elementos que compone el producto (dirección, guión, elenco, música, etc) tiene un compromiso artístico salvo el departamento que estuvo a cargo de los efectos visuales que hicieron un trabajo genial. Muchos podrán alegar que varias de las súper producciones que se estrenan por año son similares, y probablemente algunas lo sean, pero de las estrenadas recientemente esta es la que da la sensación de ese vacío en pos del comercio. Otra cosa que llama la atención es que no queda claro el tono del film, pasa de un momento a otro de una comedia absurda a una película infantil, pasando por el género de aventuras, el western e incluso con lugar para el drama. Cuando esto sucede no es buena señal ya que por lo general significa que el estudio metió mucha mano en las decisiones y no dejó al director seguir su visión. Y dado el momento en el cual se encuentra Gore Verbinski no es de extrañar ya que desde hace rato no estrena un film con la impronta que supo tener (con la excepción de Rango, 2011). Incluso por momentos se copia sí mismo, porque nos encontramos ante una película que tranquilamente podría ser la hija bastarda de Piratas de Caribe pero en el lejano oeste, siendo Toro (o Tonto) de Johnny Depp la máxima prueba de esto porque por momentos parece que vemos a Jack Sparrow disfrazado de indio. Ojo que actúa bien y que no se malentienda porque Depp siempre brinda laburos formidables pero aquí incluso habla (con acento) y corre de la misma manera que el corsario, lo que deja la sensación que desde el vamos es un papel muy similar y a un actor de su talla eso no se le escapa. Así que seguramente fue algo adrede. Armie Hammer es otro talentoso en asenso pero aquí no despliega carisma y está totalmente eclipsado por su compañero de elenco, e incluso por el villano (William Fichtner), quien hace un papel digno. Esto sumado a la excesiva duración de la cinta y los vaivenes mal conectados del guión hacen que si se sacan los efectos visuales nos encontraríamos ante una película mediocre, algo común en la reciente filmografía del productor Jerry Bruckheimer, quien se ha convertido en un gran comerciante. Algo que seguramente repetirá en esta ocasión.
Con pajaritos en la cabeza... Johnny Depp es un Toro que alimenta a un cuervo (muerto), que tiene sobre su cabeza, en una comedia de humor absurdo y acción. ¿Cuántas veces uno termina de ver una película, y quiere más? No es algo que suceda seguido. Con El llanero solitario, es tanto el espectáculo y la energía desplegada, tanto el humor absurdo y la simpatía de la pareja protagónica que sí, dan ganas de que haya más. El llanero puede convertirse en otra franquicia como la que el director Gore Verbinski y el productor Jerry Bruckheimer erigieron con Piratas del Caribe. Tiene los mismos guionistas, Ted Elliott y Terry Rossio, que también escribieron Shrek y Aladdin, y a Johnny Depp como figura central. Aunque no sea el Llanero, sino Toro, el indio comanche. Esta adaptación del personaje al cine, tras su origen radial y su serie de TV, arranca en San Francisco, en 1933 -pocos meses después de que El llanero debutara en la radio-, cuando un niño con un antifaz entra a una feria, y en una carpa se detiene ante el noble salvaje . Parece un maniquí, pero no, es Toro, quien ya anciano le relatará al chico cómo conoció a John Reid, alias El llanero solitario. Para lo cual, la acción se retrotrae a Colby, Texas, en 1869. Y aquí habrá acción y mucha más comedia. Con la(s) persecucion(es) a bordo de los trenes, al mejor estilo de Indiana Jones, con quien más se parece esta extravagancia. Las sorpresas más que en la trama, están en la sumatoria de gags. ¿O acaso muchos de los mejores clímax no se consiguieron en el cine, a bordo de un tren descarrilado? Con un cuervo muerto en su cabeza, al que le a de comer, la cara pintada de blanco con rayas negras, Toro es un comanche que le habla a los caballos. Parece tonto -como es su nombre en el original-, pero ciertamente no lo es. Depp lo juega a lo Buster Keaton, con más gestos que palabras, y sí, es un pariente no muy lejano de su pirata Jack Sparrow. Verbinski utiliza un montaje brioso, que sirve de enlace con timing perfecto a la sucesión de gags. Y si John Reid (Armie Hammer) pronto quiere vengar la muerte de su hermano -un Texas ranger , pero no como Chuck Norris-, son muchos los personajes que están tras la venganza del forajido Butch Cavendish (William Fichtner, un villano de primer nivel, hasta el canibalismo, de muy buen sobrepeso para los héroes). Y otros tantos tienen mucho por ocultar. Al ser la “película presentación”, hay que explicar el origen de la bala de plata, el caballo Silver, por qué Reid debe usar la máscara y hasta qué remueve la conciencia de Toro. La rectitud del Llanero contrasta con Toro. Pero una vez hechas las aclaraciones, a dejar correr la aventura. Hay secuencias espectaculares, no todas con CGI o animación por computadora, por más que por momentos uno crea que está viendo una de dibujitos, con el Coyote en medio del desierto. Precisamente el aprovechamiento del paisaje del Lejano Oeste y los efectos especiales (ojo: el tren es real) hacen pensar que así como verbinski y Depp resurgieron las de piratas, puede pasar lo mismo con el western. El espectáculo debe continuar.
Clásico -o éxito- de la radio y la televisión, El llanero solitario versión cine 2013 busca frenéticamente ser un éxito. La película de Verbinski-Bruckheimer (dúo de director y productor de Piratas del C aribe) desorienta, divierte, desconcierta y cansa. Cansa porque a veces aturde, pero sobre todo cansa por presentar una mezcla que en este caso se revela imposible. Con tantas tendencias y tantas apuestas la película se siente tironeada y estirada, y así no sólo llega a innecesarias dos horas y media sino que además deja ver en demasía el objetivo de "vender a cuanto público sea posible". Hay películas que logran ser multitarget con menos sufrimiento que El llanero solitario , pero aquí estamos ante un caso de notoria pérdida de unidad, e incluso de identidad, por ambición desmedida. Película de acción y aventuras con dúo que no se lleva bien (buddy-movie), película romántica, película sobre la familia, western con una enorme cantidad de citas y reciclados, película de humor deadpan , película de humor absurdo, película de una corrección política actual con iconografía de hace décadas, película con Johnny Depp como estrella. Y, sobre todo, película de tono de farsa que muta de forma intermitente a un tono más grave. Esos y otros tonos no se amalgaman, y la lógica de cartoon + slapstick que brilla por momentos queda aplastada por otras lógicas más solemnes. Y el vértigo, que podría atenuar los momentos menos lógicos o en los que el verosímil se ve herido, no se hace presente salvo en el inicio y el final en las secuencias de trenes, con múltiples homenajes, que van de John Ford a Buster Keaton. La del final es más espectacular, pero la del principio está mejor narrada, con mayor claridad. Hay ciertos momentos, unos cuantos chistes, algunas ideas visuales y unos cuantos esplendores (o que tal vez recibimos como tales porque extrañamos el western en pantalla grande) que hacen que El llanero solitario tenga algunos atractivos. En realidad, dicho de otra forma: la película atractiva que hay (o había) en El llanero solitario versión Verbinski-Bruckheimer está hundida entre las necesidades de la súper producción de llegar a todos los públicos existentes y a los que quizás existan en un futuro. A veces la voracidad no es sinónimo de vitalidad sino el punto de partida de las faltas y las fallas de unidad, forma y coherencia. Los actores, con Depp a la cabeza y su marca registrada de gestos mínimos y a la vez tremendamente expresivos, están todos bien, todos tienen claro el camino. Brilla Armie Hammer (y demuestra su gran futuro) como El Llanero, resplandece la belleza intrépida de Ruth Wilson y William Fichtneres ofrece uno de los mejores secundarios del cine. Todos apuestan a una fiesta de adrenalina, de sentido del humor y de velocidad. La película, por todo lo dicho, a veces opera en favor de los actores y en otras ocasiones aniquila el entusiasmo de los intérpretes con demasiada música grave y sobre todo con una tremenda incapacidad para la síntesis y la gracia constante, sobre todo cuando el elenco no se ve acompañado de trenes o animales. Caballos, liebres y escorpiones también tienen parte de los méritos actorales, o actorales-digitales. Y ellos también merecían algo más noble que la intención de vender todo a todos. O, al menos, una venta mejor.
El enmascarado y el origen del mito Aun con sus excesos, se trata de un relato de vocación clásica, respetando el espíritu original pero también releyendo al personaje desde el presente. El Toro de Depp funciona como comic relief, con un carácter seco que limita el exceso de histrionismo del actor. Puede decirse que esta nueva versión de El Llanero Solitario, que lleva la firma del versátil Gore Verbinski, es agradable no por su enorme despliegue visual, sino a pesar de él, porque supo poner un presupuesto elefantiásico a disposición de un relato con vocación clásica, aun con sus excesos. De igual modo, ha sabido hasta dónde respetar el espíritu original y a partir de dónde releer al personaje desde el presente, siempre a través de la perspectiva de los géneros. Aunque está planteada como adaptación al cine de la popular serie de los años ’40 y ’50 –hay una versión posterior en dibujos animados–, la película elige no atarse del todo a los antecedentes. Si en ellos se contaban las aventuras de un personaje ya establecido con firmeza dentro de su universo, el film prefiere ir más atrás para dar cuenta del origen del mito. Verbinski no se limita a la estética original y entonces, sin dejar de ser un western, la película acaba siendo más una comedia de aventuras que otra cosa. Lejos de tomarse a sí misma muy en serio (algo que hicieron otras adaptaciones de series televisivas), El Llanero Solitario recurre no sólo al humor, sino al slapstick, la farsa y el absurdo (ver los gags con animales). El Llanero Solitario no arranca con la acción misma, sino que interpone un narrador que funciona como filtro adicional que activa un juego de cajas chinas de tiempo. La primera escena establece el presente del relato en San Francisco, 1933. Un nene disfrazado de vaquero y con antifaz entra en una carpa de feria donde le prometen el Lejano Oeste. Ahí se detiene ante un bisonte embalsamado; luego ante un oso embalsamado y, al fin, frente a un indio viejo que –tras un cartel que lo presenta como “El noble salvaje en su hábitat natural”– también parece embalsamado. Pero no. Se trata de Toro, el astuto compañero del Llanero Solitario, que cree reconocer en el niño enmascarado a su viejo amigo Kimosabee, como él solía llamarlo. Luego del susto, el chico consigue que el viejo le cuente la historia, que empieza en uno de esos pueblitos que crecían en medio del desierto junto al moderno tendido del ferrocarril, justo en el límite del territorio indio, en 1869. La película aprovecha los arquetipos que el western deja al alcance de su mano: un sheriff tan duro como noble y honesto, un villano despreciable, un hombre de negocios pragmático y devoto del progreso y un joven abogado idealista que defiende la ley casi tanto como rechaza las armas y al que el destino convertirá en el Llanero Solitario. Y, claro, el noble salvaje. Que en la piel de Johnny Depp es el comic relief que lleva las riendas del relato por partida doble: desde la narración que realiza en su vejez y desde la acción misma en el Oeste. El film se toma algunas libertades adicionales en tiempos de corrección política. Una tiene que ver con el papel de los pueblos indios, que de algún modo “rectifica” el rol de malos que solían asumir dentro del género, para encontrarles otro más adecuado a la realidad histórica, sin que la cosa resulte forzada. En la misma línea se ubica un chiste de una sola línea, notable, en el que el Llanero, tras ser apresado por una tribu, calificará de “razonable” al ejército de los EE.UU. que se acerca al galope con intención de masacrar a los nativos. Depp y Armie Hammer (Toro y El Llanero) montan una relación con buena química que permite sostener las acciones con que se va armando esta pareja de opuestos. Porque El Llanero Solitario también es una buddy movie. Esta vez el carácter seco de su personaje mantiene a raya el histrionismo desaforado que este tipo de papeles suelen provocar en Depp: bienvenido sea.
Héroe Accidental En los Estados Unidos de fines del siglo XIX, siete rangers de Texas que partieron en busca de la banda de un peligroso fugitivo son atrapados en una emboscada y asesinados. Sin embargo, uno de ellos sobrevive y, gracias a la ayuda de un indígena llamado Tonto (Toro en la versión doblada), se convertirá en una figura anónima y enmascarada que perseguirá a los asesinos descubriendo de paso una trama más compleja de la que imaginaba. Aquellos nostalgiosos que esperen encontrar en esta versión para pantalla grande al héroe de la serie que veían en la infancia se van a encontrar con un Llanero bastante diferente del que recuerdan. Y es que, tal como sucediera con la versión cinematográfica de “El Avispón Verde”, donde el asistente Kato instruye a Britt Reid -sobrino nieto del llanero- hasta sacarlo de su torpeza para convertirlo en un héroe, aquí es el comanche Tonto (Johnny Depp) quien, bastante a su pesar, deberá guiar al citadino John Reid (interpretado por Armie Hammer) para transformarlo en esa figura que amedrente a los malhechores. Bien alejado del porte decidido de la versión televisiva, el John Reid de esta película es tan pasivo, que incluso es el caballo, Silver, quien lo rescata a él, en lugar de ser él quien lo salva como se contaba en la serie. Así, los roles terminan invertidos, y es en realidad Tonto quien tiene mayor determinación e inteligencia. Por momentos hasta el caballo tiene más lucidez que Reid. La decisión de quienes escribieron esta versión fílmica es clara: quitarle algo de rigidez a la historia original, y sumar mucho humor, aun cuando ese humor implique restarle arrojo y determinación al personaje principal. Este Reid es entonces un ser ingenuo, casi a niveles infantiles, y demasiado políticamente correcto, incluso poniendo en riesgo su propia persona y la de su familia. El símbolo de la justicia por la ley que tenía el llanero de la serie se mantiene, aunque la literalidad con que toma esa premisa el del filme lo lleve al extremo de quedar por momentos, como víctima de la burla tanto del indio, como de su perseguido. Por fortuna, el personaje evoluciona, y podría decirse que hacia el final, después de dos horas de película, empieza a asomar el héroe más formado. Por otra parte, los símbolos distintivos del personaje, como el sombrero, o el saludo al caballo, están desvirtuados, y terminan siendo objeto de burla. Hasta el origen de las balas de plata difiere, y en ningún momento se hace alusión a qué significaban. Otro punto en el que se detiene la película es en la expiación de la culpa que la sociedad civilizada carga por el sacrificio indígena. La historia de Tonto y el resto del pueblo comanche es la disculpa inevitable para que el mensaje sea de respeto hacia los pueblos aborígenes. A pesar de todo, es innegable que la película está bien armada, sorprende que su extensísima duración no se haga sentir. La calidad de la producción, a cargo del ya célebre Jerry Bruckheimer es excelente, y la presencia de Johnny Depp, con sus miradas y comentarios, aportan el humor necesario para hacerla llevadera. También la clásica banda de sonido con la Obertura de Guillermo Tell de Rossini está presente, insuperable para acompañar las divertidas persecuciones. Si se la exime de la traición al espíritu del original, la película funciona. Entretiene, y transmite una historia bien contada. Quienes vayan con el recuerdo a cuestas, sentirán la diferencia, pero los nuevos espectadores probablemente no se den cuenta del cambio.
Una gran aventura, llena de acción, aventura y humor. Se espera que esta película obtenga un buen arranque, no es casual que acá se estrene durante la época invernal y en Estados Unidos en verano. La historia apareció por primera vez en 1933 en un programa de radio y televisión que funcionó desde 1949 hasta 1957 (una serie ambientada en el viejo Oeste americano), en largometraje “La leyenda del Llanero Solitario”, en 1981, también los libros de historietas, dibujos animados, cómics, videojuegos, entre otros. Se encuentra dirigida por el director Gore Verbinski (responsable de las tres primeras partes de “Piratas del Caribe” y del western animado “Rango”), y como productor ejecutivo se encuentra Johnny Depp, entre otros. El relato comienza en un parque de diversiones de San Francisco en 1938, allí vemos a un niño enmascarado con una bolsa de maníes recorriendo el lugar e ingresando a una especie de carpa donde se exponen osos pardos y unos búfalos, pero queda impactado con "El buen salvaje en su hábitat natural", este es Toro ya anciano, quien le habla al niño. A partir de ese momento está llena de situaciones divertidas, le pide la bolsa de maníes en trueque y él le da una rata muerta y le cuenta una parte de su vida en Texas en 1869. Y nos metemos en esta gran aventura, en la que en un tren viajan varios personajes en uno de los vagones: el hombre de ley John Reid (Armie Hammer, “Red social”) junto a un grupo de religiosos y dos presos: indio Toro (Johnny Depp) y el villano Butch Cavendish (William Fichtner, "Batman - El caballero de la noche"). Todo sale de control y se termina escapando este temible preso, en medio de lucha, tiros y embrollos. Cuando llega al pueblo John, se encuentra con su hermano el Sheriff Dan Reid (James Badge Dale), su cuñada Rebecca Reid (Ruth Wilson, "Anna Karenina") y su sobrino Danny (Bryant Prince). Los hermanos Reid junto a los hombres que representan la ley emprenden la búsqueda del malvado Butch y sus hombres. En una emboscada mueren y solo queda con vida aunque mal herido John, es cuando dos seres bastantes opuestos se encuentran unidos por el destino, John y Toro, y deberán luchar contra la codicia y la corrupción. Pero John busca además vengarse por el asesinato cruel de su hermano; este es uno de los momentos más fuertes de la historia cuando el villano Butch Cavendish le saca el corazón y se lo come. Con el correr los minutos se irán incorporando otros conflictos. Esta historia tiene los elementos clásicos del personaje protagonista, el sombrero blanco, su antifaz, pañuelo al cuello, pistola, bala de plata, el caballo blanco plata “Silver”(feroz, rápido e inteligente), la música característica, el paisaje (desierto, el árido oeste, entre otros), el tren, y su inseparable compañero, el indio Toro. Este último es un nativo americano y un guerrero espiritual, como lo compone Johnny Depp, tiene sus toques desde la máscara de pintura, los kilos de látex durante las distintas escenas y sus locuras. Tiene varias subtramas, hay una lucha entre la caballería y tribus de indios, (bastante locas), mucha diversión, ritmo y acción desopilante son muy buenas las escenas en el tren, persecuciones, muchos tiros y un poco de romance. El elenco secundario: William Fichtner un psicópata y villano; Latham Cole (Tom Wilkinson, “En el dormitorio”) quien tiene otros planes todos relacionados con el delito y el soborno; Helena Bonham Carter en prostíbulos de soltera, con una pierna que es un arma (situación similar en “Planet terror”), algunos conejitos caníbales. La narración es a través de Toro en 1933 utilizando el flashback, para darle vida a este cuento, lo que fallan son los protagonistas: Hammer es guapo, galán y buen mozo, no da mucho con el personaje, Depp con actuaciones son camaleónicas, aunque algunos verán un poco al Capitán Jack Sparrow, en conclusión no tienen química y no se lucen como pareja. Infaltable la música característica, la banda sonora de Hans Zimmer, es puro entretenimiento, bien pochoclera, para recordar los Western, conto con un buen presupuesto unos 250 millones de dólares y dentro de los títulos finales hay yapa.
Lograda adaptación de un clásico de clásicos. Una aventura ambientada en el Oeste Americano (aquí retratado con una acertada estética de cómic), un elenco sólido con Johnny Depp en su salsa, dándole a Toro "más corazón que odio" y llenando la pantalla cada vez que le toca jugar una escena, incluso robándole el protagonismo al propio Llanero, algo que no sorprende comparando las carreras de Deep y Hammer. Esta claro, que el filme esta pensado y manufacturado para el lucimiento del histrionico actor, que nunca deja de retomar ciertos tics del mitico Jack Sparrow, algo que en este caso, y dadas las caracteristicas del personaje, se justifica con creces. Visualmente poderosa, narrativamente efectiva, con guiños cinefilos y cuotas de humor, es un entretenimiento familiar, que no reniega de la acción e incluso de ciertos momentos de violencia explícita, impensados para un producto Disney. En síntesis, una buena opción para vacaciones de Invierno. Pese a lo extenso del metraje es una película disfrutable de principio a fin. No es poca cosa!
Se nota clarito que siendo el mismo equipo de “Piratas del Caribe” es la intención crear una saga con el indio y el cowboy en el salvaje oeste. Se ve que Jhonny Depp tiene un poco pegada la gracia de Jack Sparrow, para su toro lunático, con momentos de gran lucimiento. No tiene mucha química con un llanero deslucido. Tiene a favor unos malos terribles, gran utilización de paisajes naturales y construcción de excelentes escenas digitales. No es redonda pero en la última media hora alcanza un nivel de buena nostalgia y en general entretiene aunque es un poco larga. Pero vale.
El esquizofrénico Oeste. Si hay algo que se puede aprender de El Llanero Solitario (The Lone Ranger, 2013), es que uno no puede tener todo. El proyecto estaba fijado a lo épico desde el inicio, cuando el productor Jerry Bruckheimer decidió resucitar al héroe del western para crear la próxima gran franquicia tras Piratas del Caribe. Fue solo cuestión de tiempo hasta que la mayoría del equipo que lo acompañó en esa serie se sumara, incluyendo a los guionistas Ted Elliott y Terry Rossio, el director Gore Verbinski y la estrella Johnny Depp. Parecía bien, especialmente al considerar que los últimos dos ya habían tenido experiencia mostrando vaqueros e indios, e incluso colaboraron en el gran homenaje animado Rango. Pero como muestra el resultado final, la pelea entre el estilo comercial de Disney y la reverencia comprometida del realizador resulta en un film que vaga sin una clara personalidad. Los problemas con la falta de seguridad arrancan con el protagonista. Aunque, desde su creación para la radio en 1933, las aventuras del Llanero fueron lo suficientemente populares para saltar a la pantalla chica y a la grande, la película se siente insegura por el reconocimiento de su personaje principal (aquí interpretado por el querible Armie Hammer, conocido por su doble papel en Red Social), y le entrega las riendas a su cómplice, el comanche Toro (Depp, que baja un poco la sobreactuación y entretiene), quien relata como ellos se conocieron y se volvieron leyendas, en su búsqueda por ajusticiar al criminal Butch Cavendish (William Fichtner), con quien ambos tienen una cuenta personal. Era claro que no le iban a dar una película de 200 millones de dólares a un desconocido, así como que no iban a perder la oportunidad de captar a la audiencia en busca del nuevo Jack Sparrow. De todas formas, lo que esto logra es agregar otra historia más que desarrollar, que encima tiene que evitar ofender a las tribus nativa americanas. Pero donde las cosas se salen de rieles (más que en las variadas escenas de acción sobre las vías del tren) es con el tono del film. En Rango, quedó claro que Verbinski es un fan del lado más oscuro del western, mediante los homenajes al cine de John Ford, John Huston y Sergio Leone, que se balancearon con seguridad entre la lisergia, la acción y la comedia slapstick. Sin embargo, en esta oportunidad el director entrega un trabajo más solemne, con influencias que van desde El maquinista de La General hasta Dead Man, aunque de donde parece que los responsables tomaron más material es el spaghetti de Leone Érase una vez en el Oeste (incluyendo una banda sonora de Hans Zimmer que quizás ponga furioso a Ennio Morricone). El asunto es que el deseo del realizador y los escritores por tocar de forma sucia el clásico tema del paso destructivo del progreso choca de manera estrepitosa con la intención de la casa del ratón por hacer una aventura ligera para toda la familia. Así, el film termina como un tire y afloje fallido entre la caricatura y la realidad, lo infantil y lo terrorífico, lo solemne y lo cínico. Es difícil estar seguro de que película se está viendo. En un momento, el villano le arranca el corazón a un sheriff vivo y le pega un mordisco desesperado, frente a la reacción de asco (e incluso el vómito) de sus secuaces. Segundos después, hay una rutina de comedia con Tonto. Ese es el desnivel del film, en segmentos que van de lo absurdo (bromas con conejos carnívoros y pájaros muertos) a lo ofensivo (incluyendo la sangrienta masacre de una tribu comanche entera, que es seguida al instante por el acto de un caballo actuando raro). Para cuando llega el enfrentamiento final en una inventiva e intensa persecución con dos ferrocarriles dando vueltas por las montañas, al ritmo de la icónica obertura Guillermo Tell de Rossini, la película de repente recuerda tener diversión y alma. Pero para entonces, es demasiado tarde para salvar las cosas. Quizás el film hubiera tenido mejores chances sin el alargue de la historia a dos horas y media. La narración de Depp en maquillaje de anciano (al estilo de Dustin Hoffman en Pequeño Gran Hombre) sólo interrumpe y no aporta, así como la corta participación de Helena Bonham Carter, quien es desperdiciada como una madame con pierna de marfil. Ella no es la única mujer que sale perdiendo de esto, ya que también hay una demasiado fina subtrama amorosa entre el Llanero y una vieja flama (Ruth Wilson), sólo usada como damisela en apuros. Además, el intento de Verbinski por seguir la estructura lenta y evocativa de sus ídolos lo termina perjudicando, porque él no tiene nada original que mostrar en esta ocasión. Por todo esto, el tiroteo entre el estudio y el director hace que El Llanero Solitario salga perdiendo. Sin alcanzar con éxito el inicio de una serie, ni el homenaje a sus figuras centrales, ni la veneración a los grandes del género de vaqueros, ni la denuncia política sobre los pueblos originarios, este estirado producto deambula en el desierto de la nada, donde cada vez más tanques hollywoodenses van a morir. @JoniSantucho
Correrías en el Lejano Oeste Es un película de acción, entretenida y bastante violenta. Armie Hammer, el actor principal, a cargo del papel del enmascarado, se desvanece ante el carisma de Johnny Depp y su nativo siempre al borde del estereotipo. El personaje de ‘El Llanero Solitario’ es uno de los más populares como figura del Oeste americano y data de los años ‘30, cuando fue creado por Fran Striker y Georg Trendl. El primero, escritor y locutor; el segundo, importante productor de radio y televisión. Su unión para la creación del personaje, tuvo por resultado un increíble éxito que perdura desde hace más de ochenta años en todos los medios audiovisuales. PIEZA DE MUSEO En este caso, el director Goran Verbinski (‘Piratas del Caribe’) logra dar una impronta diferente a la historia del enmascarado. En realidad el filme otorga una importancia notable al personaje nativo de Toro, también conocido como Tonto, a cargo de una abrumadora actuación de Johnny Depp, que opaca a los demás personajes. El filme comienza en una época actual, en un museo, donde Toro, el indio amigo de El Llanero, pasa sus días ya convertido en una estatua para visión de los visitantes. Un guiño del indio a un pequeño concurrente es el primer paso para el comienzo de estas nuevas aventuras. A lo largo de la historia del indio comanche nos enteramos sobre cómo se conocieron el abogado John Reid (convertido luego en El llanero solitario) y Toro, la lucha de ambos por objetivos más o menos comunes, como el odio al maldito Butch Cavendish (William Fichtner) y secuencias de la vida de un pueblo en 1869, cuando se construían las vías del ferrocarril en el Lejano Oeste, con gran presencia de inmigrantes chinos y los ataques de indios, maleantes y cuatreros eran una realidad. El amor no tiene demasiada presencia en el filme y sí la acción, las persecusiones y los desastres con los que debe convivir un pueblo que se inicia en tan desérticas zonas. BIENVENIDOS AL TREN ‘El Llanero Solitario’ es un película de acción, entretenida y bastante violenta. Se ve con una sonrisa cuando aparece Johnny Depp (Toro) y las chicas del salón, especialmente Red Harrington (Helena Bonham Carter) y su pierna ortopédica, y hay una muy buena reconstrucción de época. El comienzo y el final son impresionantes, con escenas de persecución que siempre giran alrededor de la figura del tren. Es verdad que Armie Hammer, el actor principal, a cargo del papel del enmascarado, se desvanece ante el carisma de Johnny Depp y su nativo siempre al borde del estereotipo. Pero también hay un malo Butch Cavendish (William Fichtner) que recuerda al temible Hannibal Lecter (‘El silencio de los inocentes’). En cuanto a las impresionantes locaciones (la mayoría en Albuquerque, México), los buenos efectos especiales, la fotografía y la música complementan esta atractiva película, que los más veteranos definen como ‘del Oeste’.
El Llanero vuelve con gozosas exageraciones Nacido en la radio, sucesivamente expandido a la historieta, la TV y el cine, el Llanero Solitario siempre vuelve. Asi tenemos otra vez la vieja historia del joven y su hermano víctimas de un sanguinario, la salvación gracias a un indio, y la transformación en héroe enmascarado. Pero con pequeñas variantes. Por empezar, quien cuenta toda la historia es el indio, que, ya viejo, exhibido en un diorama como noble salvaje del pasado, aprovecha para describirse más inteligente que el Llanero. Hasta el caballo es más inteligente, al menos hasta que el otro se decide a cambiar. Y acá viene otra diferencia. En sus versiones clásicas, el héroe desarmaba al facineroso, lo arrestaba en procedimiento impecable y lo entregaba para ser legalmente juzgado y condenado. Acá nuestro héroe, de a poco, sin matar directamente a nadie, se hace más expeditivo en eso de aplicar la justicia. Sobre todo porque no hay ningún juez, el poder lo tiene un absoluto crápula, y él debe enfrentar no solo a los marginales, sino también al tipo que simboliza el orden y progreso de la región. Nada nuevo en el western, pero sí en el Llanero. El resto son novedades formales, gozosas exageraciones argumentales y digitales (Industrial Light & Magic a la cabeza), varios hilos sueltos y eso que esto dura mucho más de lo necesario, música de Hans Zimmer ampliamente superada en emoción cuando al fin suena la Obertura de "Guillermo Tell" (grande, Rossini, aunque el arreglo sea reiterativo), un lindo caballo blanco que se luce poco (en verdad son cuatro de Bobby Lovgren, el entrenador de "Caballo de guerra"), admirables paisajes naturales de los Monument Valley, el Cañón de Chelly, Angel Fire y otros territorios hoy administrados por los navajos (si bien esta historia nos presenta comanches, y los términos winnigo y kemosabi son algonquinos, como que el cuento nació en Detroit), y, lo principal, un personaje estrambótico más para la galería de Johnny Depp. Al respecto, el indio se llama Tonto, que en potawatomi significa Solitario, pero en el mercado hispanohablante se lo rebautizó Toro. Eso venía bien en las películas y series con Clayton Moore y Jay Silverheels, porque éste era un señor boxeador de origen mohawk. Pero es ridículo decirle Toro al escuálido de Johnny Depp. No importa, el modelo para su caracterización es todavía peor: un lienzo de Kirby Sattler con un flaco pintado que parece el bailarin Kazuo Ono con pajaritos en la cabeza. Ultimo detalle: dos de los tres guionistas vienen de "Piratas del Caribe". El director es el mismo, y también la produce en sociedad con Depp, que además hace trabajar a su mujer (que hace otro personaje estrambótico). Hay un caballo cervecero, conejos carnívoros, pero el bicho principal de todo esto es una vaca. Estos tipos tienen la vaca atada.
Una aventura tan divertida como triste Se le podrá criticar miles -millones- de cosas al sistema de producción Hollywoodense, pero hay que reconocerle que de vez en cuando entrega saludables paradojas. Por ejemplo ahora, justo en el año en que se estrenan dos películas como Ataque a la Casa Blanca y El ataque, ambas centradas en un atentado y toma de rehenes en la residencia presidencial estadounidense, con el seguro objetivo de resaltar la grandeza de ese gran país que es Estados Unidos, en el Día de la Independencia llega un film como El llanero solitario, un tanque inmenso que desde el western y la aventura viene a señalar con acierto los puntos oscuros de su construcción como Nación. Hay que agradecerle a la saga de Piratas del Caribe, porque gracias al éxito que consiguieron con las primeras tres películas, la dupla de Gore Verbinski y Johnny Depp consiguió primero hacer Rango, un film animado con unas cuentas influencias del universo Pixar, una gran capacidad para crear climas casi oníricos, un humor muy ácido y una reescritura tan cariñosa como desopilante del spaguetti western; y luego esta película bien grandota, donde se nota a primera vista el desborde y se dicen unas cuantas cosas bastante incómodas para el imaginario estadounidense. No es que El llanero solitario venga a proponer ideas completamente nuevas, pero su originalidad radica en el lugar desde el que lo hace: con un gran presupuesto detrás, altas expectativas de público, usando como vehículo a una propiedad conocida mundialmente y combinando el entretenimiento más puro con la reflexión melancólica. Desde el prólogo en San Francisco en 1938 -que constituye en sí mismo todo un tratado sobre la narrativa, los mitos y el artificio que los cimentan- ya se va estableciendo la pauta de que se contará un relato sobre cuestiones, personajes y lugares que ya no existen, que fueron arrasados por el “progreso”. Hay, es evidente, un intento de recuperar un tipo de aventura, una mirada sobre el Oeste y sus mitos, pero con la plena conciencia de que se está hablando a partir de un paradigma que se ha extinguido. Si analizamos el cine que ha realizado Verbinski en asociación con Depp, esto no es novedad: Piratas del Caribe ya tenía un punto de vista posicionado desde lo marginal, donde la figura del “pirata” era reivindicada y aunque había un tono donde predominaba lo festivo, tanto en la segunda parte como en la tercera se instauraba la noción de que los protagonistas estaban corridos hacia los márgenes no tanto por elección propia, sino más bien por un contexto económico y hasta político que buscaba liquidarlos, borrando su forma de vida, con una lucha donde incluso el mayor de los triunfos siempre implicaba una pérdida. Con El llanero solitario, Verbinski retoma estas cuestiones y la labor de reinterpretación de Depp como Toro es central, incluso desde lo temático. En las mejores performances del actor siempre hay una vuelta de tuerca productiva para el papel, y este es un ejemplo, porque además del compromiso físico a través de la acción y el humor, hay también presente un pensar al “indio”, al “noble nativo americano” como alguien que no sólo es acompañante, sino que consigue erigirse como protagonista de su propia historia. Si el camaleón Rango tenía que atravesar unas cuantas peripecias y quedar fuera de todo para darse cuenta de que “ningún hombre puede huir de su propia historia”, Toro desde el comienzo ha quedado fuera de todo y todos, yendo en busca de esa historia, aunque termine encontrándola en el lugar (y en la persona) que menos esperaba. Y ese algo (y alguien) termina siendo John Reid (y más tarde El llanero solitario), cuya encarnación por parte de Armie Hammer es central. Se había especulado bastante sobre quién iba a encarnar al personaje del título, surgiendo nombres como el de Timothy Olyphant, pero desde la primera escena en que aparece, queda en claro que se necesitaba a un actor con una mayor capacidad para la comedia física. Y por suerte Hammer está excelente, no se achica frente al carisma de Depp y eso permite que su personaje vaya desarrollando su hilo narrativo, que parte de la necesidad y la voluntad por erigirse en una figura representativa de la Ley (así, con mayúsculas), para luego desembocar en el aprendizaje del rol del héroe que pasa a representar la Justicia, que en el Oeste muchas veces (y aquí es un caso) se aparta de las normas establecidas por la “civilización”. Su camino se cruza con el de Toro no tanto porque compartan las mismas visiones, sino porque en el contexto están del lado de los perdedores, de los que no poseen el poder que da el dinero o la propiedad, de los que quedan fuera del tren del “progreso”. Ambos son las personas equivocadas: John es alguien del cual nadie (excepto Rebecca, el amor de su vida) espera nada, es el “hermano equivocado”, como lo llama el propio Toro; y este último hizo el trato equivocado, que derivó en una tragedia, convirtiéndolo en un marginal para los de su propia tribu. Verbinski consigue transmitir la complejidad de estos conflictos repensando y reescribiendo nuevamente el western: si en Rango los referentes eran Sergio Leone y Clint Eastwood, El llanero solitario remite a algunos de los mejores filmes de John Ford, como Más corazón que odio, El ocaso de los cheyenes o Un tiro en la noche, sin caer en la mera cita superficial, sino tomando las mejores enseñanzas del gran maestro del western, transmitiendo un clima terminal sin caer en subrayados, deconstruyendo la Historia, utilizando con eficacia el fuera de campo pero sin dejar de decir las cosas por su nombre. Esto se complementa con la presentación de dos villanos excelentes (Tom Wilkinson y William Fitchner), cada uno brutal a su manera, lo que le agrega a la película una crudeza inusual para el tipo de cine al que pertenece. Y, principalmente, hay diversión, y mucha, de la mano de un par de escenas de acción que involucran trenes que son realmente magníficas, y una banda sonora -cortesía del gran compositor Hans Zimmer- que reactiva el sentido del serial original. Esto no es novedad en la filmografía de Verbinski, un cineasta con una particular habilidad para pasar de la comedia al drama, de las piruetas físicas a la brutalidad, del vértigo a la reflexividad, sin desbarrancar en el camino. Con El llanero solitario, Verbinski y Depp van en busca de lo imposible: volver a contar un tipo de cuento en el que ya nadie parece creer, para decirnos que es necesario tener fe en determinados principios. Pese a los excesos del film (que se hace un poquito largo), esa voluntad de creer -por otra parte muy yanqui, y también muy emparentada con el espíritu del western- se impone con creces.
"Más que criticar a El llanero solitario, la voy a defender, ya que me sorprende y no llego a entender por qué este film es objeto de tantas reseñas malas y regulares". Escuchá el comentario. (ver link).
Una epopeya de espíritus libres “El llanero solitario” toma al clásico personaje para contar una historia cómica, con escenas de acción, que regresa a los escenarios del western sin solemnidad. Es, también, el retorno de Johnny Depp con otro personaje excéntrico. La verdad es que El llanero solitario no llega precedida de buenas críticas ni de aclamaciones unánimes. Sin embargo, frente a un producto de Gore Verbinsky, director de La llamada, la saga de Piratas del Caribe y Rango lo menos que puede sentirse es curiosidad. Si se tratara de un fracaso, sería un fracaso de 250 millones de dólares. Primera buena noticia: es un película cómica, realmente cómica, no una de acción con momentos graciosos sino una graciosa con momentos de acción. Segunda buena noticia: se toma muy poco en serio la tradición de western y su mitología asociada a la justicia por mano propia y el crecimiento de una nación. Incluso, podría decirse que invierte la leyenda colonialista norteamericana, y no sólo porque pone a un comanche loco como protagonista (quien tuvo la suerte de ver a Johnny Depp en Dead Man, de Jim Jarmusch, verá en Toro a un doble lisérgico de aquel personaje), sino también porque juega a combinar de un modo distinto las fuerzas que conformaron la historia de ese país. Todo empieza en un parque de diversiones en San Francisco, en 1933, no casualmente el año en que apareció por primera vez el Llanero Solitario en un programa radial. En el pabellón de historia de los Estados Unidos, un viejo comanche que parece embalsamado de pronto cobra vida y se pone a hablar con un niño vestido de vaquero que lleva un antifaz en la cara. ¿Qué es ese diálogo? ¿Un sueño? ¿Una fantasía? ¿Una alucinación? Y el relato que le cuenta el indio, ¿es una leyenda? ¿Una invención? ¿Una mezcla de verdades exageradas y mentiras atenuadas? En todo caso, ese salto temporal, en el que se ha querido ver una concesión de Verbinski al divismo de Depp, tiene la forma de un paréntesis en cuyo interior cabe un mundo perdido, cuyo antiguos habitantes (indios, vaqueros, bisontes, etcétera) en la década de 1930 han adquirido la cualidad de fantasma. Menos provocativa pero más humorística que Django, de Quentin Tarantino, El llanero solitario también es una venganza retrospectiva contra crímenes a los que ya no se les puede hacer justicia. Y no deja de ser un guiño del ojo más lúcido de los guionistas que antes de convertirse en el enmascarado, John Reid sea un abogado que prefiere confiar en los Tratados de gobierno, de John Locke, y no en la Biblia. La dupla de Toro y el Llanero carece tal vez de la conexión de otras parejas de ficción diseñadas bajo el modelo del señor y el vasallo (desde el Quijote y Sancho Panza hasta Sherlock Holmes y Watson). La fatalidad que los une tiene mucho de casualidad y por eso se mueven según la mecánica de acción y reacción de la comedia física. Sin dudas, en términos narrativos, El llanero solitario peca de ambiciosa y por momentos parece perder la concentración y dispersarse en los personajes secundarios y en algunas subtramas, pero una y otra vez vuelve a su impulso inicial, que es ser una epopeya de espíritus libres.
El regreso del enmascarado The Lone Ranger” era una apuesta riesgosa. Desde los números, y desde la concepción. Volver a este gran clásico con la mirada de este tiempo, no parecía tarea sencilla (valía la pena correr tantos riesgos?) pero sin embargo Gore Verbinski (amigo personal de Depp, hombre responsable de la triología de “Pirates of the Caribean”) hizo tándem nuevamente con otro grande de la industria (Jerry Bruckheimer en los números) y se animó a darle vida a una de las historias más pintorescas del lejano Oeste: El llanero solitario. Detractores y puristas, hay que avisarles, no esperen más que un homenaje al enmascarado, el resto, es cine de acción y aventuras acorde a los cánones de este tiempo, con cierta dosis de humor negro y gran despliegue visual. Al comenzar la película, nos encontramos a Toro como un hombre mayor, que forma parte de vitrina titulada "Noble Savage" en una exposición de 1933 del Wild West, así que nuestra historia estará contada en flashback a través de sus ojos. Viajamos a 1869 en Texas, decíamos, con “Tonto” (nombre del indio en la versión original, Depp dispuesto a divertirse en su yo más histriónico), esposado en un vagón de tren. Espera su destino con Butch Cavendish (William Fichtner), un matón asesino cuyo diente de plata anuncia sus intereses,tipo de forajido que representa la guardia vieja. Este intenta escapar de su ejecución pública (es un asesino descarado, les anticipo) y así conoce a John Reid (Armie Hammer de "The Social Network"), el hermano menor de Dan (James Badge Dale, de “Iron man 3”) quien es un Ranger de Texas, casado- con el amor platónico de John- y con un hijo. "The Lone Ranger" comienza con una introducción que nada tiene que envidiarle a cualquier film de James Bond: trenes, caballos, explosiones, peleas, fugas y tiroteos. Cavendish se escapa, Dan y John van en su búsqueda, pero su misión termina al poco tiempo en tragedia poniendo al primero en el camino de la búsqueda de justicia personal. El destino entonces, lo unirá a Toro, por supuesto, quien también tiene cuentas que saldar con Cavendish, pero quizás, de naturaleza más profunda (ya verán porqué). Los dos se conforman rápidamente como una dupla simpática y con cierto grado de carisma, aunque Depp en cada parlamento se muestra a años luz del protagonista de la historia. Volviendo a la trama, sabemos que la llegada del ferrocarril modifica la vida de los sujetos en aquel árido contexto, y el responsable de estas transformaciones es Latham Cole (Tom Wilkinson) un hombre ambicioso que pareciera ser buen tipo, pero desde el comienzo es evidente su intención de clavarle los colmillos a la esposa de Dan. Para ponerlo simple: nuestros amigos tendrán mucho terreno para dar con la pista del bandido y la tarea, será más compleja que lo imaginable… Los 149 minutos de duración no se tornan tan extensos como parecen, el film entretiene, aunque existen varias líneas secundarias que aportan poco...En cierta manera, nos llevan lejos de la narración principal y podrían haber caído en el corte final. Algunas de estas escenas tienen el propósito de ser divertidas, o funcionar como pintorescas, pero se muestran erráticas (las de la madama del burdel, por ejemplo)… y otras son sorprendentemente violentas, más considerando que se trata de una película de Disney (ir advertidos si tienen chicos). Estos cambios contantes en el ritmo pueden producir cierto desajuste al que hay que ir acomodándose conforme avanza la trama. Pero el espíritu aventurero y las bromas mantienen el interés del público. Johnny Depp es el protagonista, más allá de que el título de la película haga mención al llanero solitario, las mejores líneas, gags visuales e historia pertenecen a Toro. Es difícil separarlo de Depp, y de su legendario Jack Sparrow, porque lo vemos hacer prácticamente el mismo papel. En cuanto a Armie Hammer podemos decir que está a la altura, pero el perfil de su rol, de hombre poco hábil para muchas cosas y además, ingenuo citadino por momentos le quita luces a su justiciero. Mención aparte para las mujeres, Ruth Wilson (Rebecca Reid) aporta poquito (sólo candidez). Y Helena Bonham Carter tiene un papel lejos de sus mejores días, hasta discutible, les diría. Ella trabaja casi a reglamento, pero a pesar de ello, se toma en serio sus líneas a lo largo de la historia. Sí, no dejen de prestar atención a quien es, tal vez el verdadero héroe de esta película: "Silver", el caballo, quien se lleva, probablemente, algunas de las mejores escenas tanto cómicas como de acción. Buena fotografía, escenarios amplios, variedad de efectos especiales convincentes (las escenas con trenes son de lo mejor)... Y la música de Hans Zimmer, que encaja perfectamente con cada momento del film y es una de las cosas más destacables. Hacia el cierre hay una partitura que les resultará familiar y que quedará grabada en sus mentes, denlo por seguro. Tal vez es una película para la que había expectativas muy altas, sobre todo para fans de la serie que pueden no encontrarla tan amena, pero pese a todo, como producto puro de entretenimiento, se disfruta y mucho. Mi balance es positivo. Hi-yo, Silver, away!
Él –demasiado rimbombante– productor Jerry Bruckheimer había logrado recuperar el género de piratas gracias a la imaginación desbocada de un director desparejo pero interesante como Gore Verbinski. Con “El llanero solitario intenta hacer lo mismo con el western, un género mucho más importante y difícil. Esta nueva versión del justiciero enmascarado intenta combinar los elementos que hicieron de “Piratas…” una serie sorpresivamente exitosa: la habilidad cómica a lo Buster Keaton de Depp, los elementos de acción alambicadísimos, momentos de absurdo y una trama llena de vueltas y revueltas, de densidad casi novelística. Pero el resultado no es el mismo y el gran problema reside en el tono: demasiado dramático e incluso sangriento por un lado, demasiado cómico y burlón por otro.
Con un collage de estilos y géneros que incluyen el western, la comedia, el grotesco, la acción desatada, la evocación, los tributos, el drama –atenuado- y el sarcasmo, El Llanero Solitario impone básicamente el entretenimiento entre tantas oscilaciones expresivas. Fundamentalmente la película del desparejo pero creativo Gore Verbinski apunta a la desacralización del héroe con abundantes apuntes humorísticos que no dejan de lado la caricatura, con lo cual cabe preguntarse: ¿Por qué en los últimos tiempos a algunos viejos superhéroes o personajes heroicos se los lleva a este terreno? Da la sensación de que existe un cierto miedo a no poder sostener un film entero en tren de seriedad que no caiga en lo solemne. El dúo Trendle y Striker concibió en la década del 50 la inolvidable serie televisiva que llevaba el mismo nombre y luego en los 60 llevó adelante otro excelente ciclo que fue El Avispón Verde. Seguramente ambos no estarán en este mundo, porque de ninguna manera hubieran consentido una recreación tan abominable como la del film reciente sobre ese personaje con Seth Rogen y dirigida por Michel Gondry, y tampoco habrían aceptado esta versión del sheriff enmascarado dotada de un tono bastante satírico e irrespetuoso, pero mucho menos desafortunado que El Avispón Verde. Aunque está claro que El Llanero Solitario parte de una apuesta comercial en la cual están reunidos casi todos los artífices de la payasesca saga Piratas del Caribe (producción a cargo de Bruckheimer-Disney, el citado director, guionistas y protagonista Johnny Depp). Demasiados nombres en común como para no caer en los excesos de la serie de films apuntada, pero, más allá de su tono de farsa, la rescatan sus varias e interesantes subtramas, un sentido revisionista en el que ni la caballería montada queda bien parada, un Depp gracioso pero también agudo, un Armie Hammer que no parece el más indicado para el rol pero es carismático y pone lo suyo, y un final trepidante a toda orquesta arriba de un par de trenes que, con el apoyo de la espectacular banda sonora de Hans Zimmer y un montaje excepcional, saca el aliento. Y los símbolos del enmascarado que reconfortan, asomando aquí y allá.
El llanero solitario, un nuevo justiciero Ni homenaje ni exaltación, apenas un tono farsesco para traer a la pantalla grande la conocida serie de los años 40 y 50. Lo que se busca alevosamente es poder conseguir una saga tan exitosa como “Piratas del Caribe: los productores, el guionista, el director y el protagonista, son los mismos. Está ambientada en un parque de diversiones, en 1933 y cabalga entre la precuela y la secuela. Allí, un envejecido Toro, domesticado por la civilización, evoca ante un niño el comienzo de la historia, en otro juego de espejos que deja ver la pobreza argumental del Hollywood de estos días, obligado a transitar viejos caminos y buscarles una vueltita para ponerlos otra vez en carrera. El filme recrea, desde los confines de la comedia disparatada, las andanzas del indio Toro y del llanero enmascarado, un justiciero que, gracias a su cuñada, anda con ganas de dejar de ser solitario. Montado sobre la acción, la aventura y algo de humor, recupera los estereotipos del western: el noble shérif, la mujer íntegra y sufrida, el hombre de la ley tratando de acudir más a los libros que a las pistolas, el villano cruel y allá lejos, como telón inevitable pero secundario, el amor. La novedad es que para no desentonar con lo políticamente correcto, el filme pone a los indios en el lugar que la buena historia les ha dado, dejando que los carapálidas se hagan cargo de la parte de crueldad, codicia, poder y maltrato. El filme, más allá de su elevado presupuesto, tiene escasos atractivos: el humor es escaso y elemental; las escenas de acción no aportan demasiado a un cine que en este rubro parece haber alcanzado su techo en imaginación y realismo; los personajes son de historieta y no salen de allí; la farsa roza la parodia y la aventura mezcla un poco de todo. Johnny Depp, cada vez más cerca de la caricatura, le pone simpatía a este indígena algo melancólico que, como algunos tránsfugas, de tan conciliador, es mirado con desconfianza por los dos bandos. El avance del tren, obvia metáfora sobre la invasión del progreso (y la codicia) en territorios vírgenes, deja ver que los negociados entre empresarios ferroviarios y el poder, viene de muy lejos. El villano implacable, los bellos paisajes y algunos secundarios bien pintados le agregan algo de interés a una película alargada, rudimentaria, fallido ejemplo de un cine que necesita mirar para atrás a cada rato para poder encontrar su camino.
Escuchá el comentario. (ver link).
Una nueva adaptación del legendario Llanero se estrena gracias a Johnny Depp y Armie Hammer, guiados por el director Gore Verbinski y el productor Jerry Bruckheimer, ambos responsables de la saga de “Piratas del Caribe”. El Llanero Solitario vuelve a la pantalla grande luego de que su último film estrenado allá por 1981 fracasase. Decididamente revisionista, el film se muestra desde el punto de vista de Toro, ya que el personaje del indio no queda relegado a simple compinche del héroe blanco. A su vez, hay momentos serios y cómicos que se equilibran en la trama, con tintes decididamente épicos, lo cual es propio de Verbinski y Bruckheimer. En lo positivo, el guión para “El Llanero Solitario” es claro, con un tono preciso. En lo negativo, el film sufre de una extensa duración, la sobreutilización de Johnny Depp como protagonista, y las largas y sobrecargadas escenas de acción. “El Llanero Solitario” es una aventura más a tono con el primer film de la saga del pirata Jack Sparrow que con sus secuelas. A pesar de la falta de innovación de parte Verbinski, Depp y Bruckheimer, el largometraje seguramente gustará a gran parte del público.
Una gran propuesta que incluye reivindicaciones El héroe enmascarado conocido como Llanero Solitario, es un personaje ya clásico de la cultura norteamericana, nacido en los seriales radiofónicos allá por el año 1933. En la década de 1950 se filmó una serie televisiva, cuya exhibición se repitió en años sucesivos por el interés que fue despertando en cada nueva generación. También hubo una versión para el cine dirigida por Lesly Selander, con la actuación de Clayton Moore y Jay Silverheels. La historia de esta primera entrega de una nueva saga puesta en escena por el poderoso productor Jerry Bruckheimer con la complicidad creativa del director Gore Verbinski y el actor Johnny Depp (los mismos de Piratas del Caribe ), comienza en 1933 en San Francisco. Allí un niño vestido de sheriff y con antifaz ingresa en una carpa instalada en una feria de diversiones y se detiene frente a "El noble salvaje",: el legendario Toro, quien ya anciano le cuenta cómo conoció a John Reid, alias El Llanero Solitario, y las aventuras que compartieron juntos en el Lejano Oeste. Toro lo apoda "Komesabe" y "Espíritu Errante". Luego el relato retrocede hasta 1869, en Colby, Texas, en momentos en que la construcción del ferrocarril adquiere una relevancia absoluta para extender la frontera hacia el Oeste, lo que se constituyó en uno de "los mitos fundadores de la nación americana". En su trajinado itinerario, Reid y Toro se enfrentarán con el forajido Butch Cavendish y el ambicioso y corrupto empresario del ferrocarril Lathan Cole. Reid también se reencontrará con la esposa de su hermano y al hijo de ambos. Como ha sido habitual en el western, cuyo espacio natural es la frontera y su permanente movilidad, la mujer es el símbolo de la estabilidad, que se contrapone al caballo, que para el héroe significa la soledad, la aventura y la libertad. Por eso le cuesta adquirir "raíces". Por tratarse de la primera película de esta nueva saga, el director se detiene a explicar el origen de la famosa "bala de plata", la procedencia del no menos famoso caballo Silver y el motivo que impulsó a Reid a usar la máscara. Pero aclarados los tantos, da rienda suelta a la aventura. Y en ese devenir caben peligros a granel, tiros, persecuciones, emboscadas, ejecuciones, descarrilamientos de trenes, expresiones de humor absurdo, grandes actuaciones (por caso, de Depp, Hammer y Wilkinson) y homenajes a dos gigantes del cine: John Ford y Buster Keaton. La película es una extraña mezcla de cine de acción, de farsa y de western, que revaloriza los espacios abiertos, que fueron en otros tiempos el territorio de las aventuras fordianas, y también reivindica de manera explícita a los indios. Con el pájaro que lleva en su cabeza y la máscara pintarrajeada en su rostro, el personaje interpretado por Johnny Depp se atreve a expresar opiniones que un indígena auténtico no podría manifestar, lo que fue reconocido por el propio actor. La película incluye numerosas variantes argumentales, algunas caídas en el ritmo narrativo, y dos secuencias de antología: una al comienzo y otra al final de la película, y todo magnificado por una excelente exhibición digital. En suma, un gran espectáculo fílmico, que se puede disfrutar cuando se sabe lo que se va a ver y se acepta la propuesta.
Un festival de excesos ¿Qué pasa cuando una película desplaza a su protagonista? ¿Cuál es el resultado de semejante contradicción? La respuesta es “El llanero solitario”, otro tanque de Hollywood que se hunde en sus propios excesos. Los creadores de “Piratas del Caribe” intentan rescatar los orígenes de un personaje legendario, pero en vez de concentrarse en el fiscal John Reid (el futuro héroe del Lejano Oeste, interpretado por Armie Hammer) ponen en el centro de la historia al indio Toro (Johnny Depp), el fiel asistente del llanero. Así la película pierde el eje desde un principio. Para empezar, el truco de relatar desde un “presente” en 1938, con un anciano Toro contándole la historia a un chico, no funciona (los diálogos son insostenibles). Para seguir, la construcción de los personajes no existe: aquí los protagonistas no vibran, son una suerte de marionetas con un poco de sentido del humor arrastradas por una trama que se alarga demasiado (sí, dos horas y media). Y para terminar, son inexplicables los volantazos que da la película, que pasa de un tono de sátira casi permanente a escenas solemnes que no conmueven ni sorprenden. Johnny Depp está más medido con su colección de tics, pero al final también cansa. Para rescatar quedan algunas escenas de acción logradas y la fotografía de unos paisajes de western realmente imponentes.
Ambición desbordante y sin medida “El Llanero Solitario” en la versión de Gore Verbinski y Jerry Bruckheimer, con guión de Ted Elliot y Terry Rossio y Johnny Depp como Toro, es un plato un poco demasiado rebuscado y como diría el mismo Toro, “sin balance”. Entre la desmesura y el disparate, los hacedores de “Piratas del Caribe” y otros éxitos de taquilla se apropian ahora de un héroe popular del siglo XX, nacido en la radio, que creció en la televisión y se hizo grande en el cine y que muchos conocimos en las historietas. Dos horas y media de aventuras en un desierto atravesado por la fiebre de la plata y el oro y el delirio del ferrocarril, abriendo caminos en territorios comanches, llevando el progreso al Lejano Oeste estadounidense, y también la ley y el orden. Ésa es la versión oficial. En sus orígenes, El Llanero Solitario fue un justiciero que era capaz de llegar hasta donde la justicia misma desbarrancaba y era superada por los forajidos. En la versión de estos aventureros del siglo XXI, todos los conceptos conocidos y aceptados son revisados y puestos en un nuevo sistema de valores que desdibuja a los personajes, de modo que a grandes rasgos, Toro se convierte en el personaje principal, siendo a la vez el más astuto, y el joven abogado llamado John Reid resulta un pelele con más suerte que habilidades para controlar a bandidos desalmados e imponer la ley. Dos horas y media para un relato un poco caótico, reñido con los criterios de verosimilitud y con un cierto exceso de condimentación picante. Todos los desatinos, que suelen ir acompañados de un despliegue espectacular de escenas arriesgadas y efectos especiales, están de algún modo justificados puesto que el relato responde a lo que un maniquí de museo le cuenta a un niño que está de visita en el tiempo actual. En resumen, es la versión contemporánea que imagina un niño ante la figura de alguien que, cobrando vida, se comunica con el pequeño revelándole que se trata de Toro, el compañero del mítico Llanero. Entonces, estamos ante la versión del indio, que le narra al niño cómo surgió la leyenda. Toro cuenta todo, cómo se conocieron, de dónde venía cada uno y qué historia secreta los atormenta a uno y otro. Pero no hay que olvidar que se trata de un maniquí, por lo tanto sería la propia imaginación del niño de donde salen todos los desvaríos que se verán en la pantalla. Muy astutos los realizadores para evadir responsabilidades... Por supuesto que el eje principal de la historia es la lucha entre los buenos y los malos, aunque no se sabe bien dónde está la frontera que marca la diferencia. Con sarcasmo, los guionistas dan una mirada crítica acerca del rol del ejército norteamericano y de los representantes de la ley, desnudando corrupción y falsedades, acciones motivadas por la ambición desmedida. Es una película que abunda en gags dirigidos a la platea infantil y se trata de la presentación de dos personajes, abriendo la expectativa de una saga de aventuras que recién comienza. Si bien el guión deja mucho que desear, porque es bastante deshilachado y caprichoso, se rescatan del film las actuaciones de Depp, un especialista en este tipo de personajes, y también del joven Armie Hammer, quien compone un Llanero antihéroe y caricaturesco a medida. A ellos se suma un villano muy feo y muy malo, que encarna William Fichtner con una elaboración muy convincente. Y entre las chicas, Ruth Wilson presta su belleza para la heroína romántica de la historia, y Helena Bonham Carter aporta sus dotes bizarras para la prostituta fronteriza de armas tomar. En suma, un cóctel un poco fuerte y explosivo, pero vistoso.
Cuando era chico jugaba al Llanero solitario. Andaba con los pibes del barrio gritando “¡ja iu silver!” en la plaza. Lo veía por la tele en los dibujos animados y además era el héroe favorito de Felipe, el mejor amigo de Mafalda. Y todo porque mi abuelo no se perdía ni un capítulo del radioteatro. Se quedaba pegado a la radio esperando cada capítulo (nunca pude comprobar si acá también se hizo como en Estados Unidos). En el cine tuvo una versión horrible que me llevaron a ver en 1981. La verdad es que de su compañero y amigo, el indio Toro, sabíamos poco. Digamos que no estaba entre los preferidos a la hora de repartir los roles en la plaza. No. El héroe era El Llanero y todos queríamos ser él para que nos toque el sombrero blanco y la cartuchera con el revólver a cebitas. Sin dudas, él y Superman sean, probablemente, los íconos estadounidenses más importantes de la nobleza, la justicia y la incorruptibilidad. En esta versión siglo XXI ocurre todo lo contrario. Es Toro (Johnny Depp) el más importante, aunque no parezca. De hecho es quien narra la historia. En 1933, en una de las clásicas ferias, un niño se acerca a una estatua no tan estatua (¿para qué está ahí?). El niño conoce la historia que le contaron pero no la verdadera, así que tanto él como nosotros asistimos a esta narración para ver cómo fue la cosa. Narrado en forma de flashbacks, con interrupciones aleatorias para poder pasar a otra cosa, o para luego continuar la acción como en las viejas series en episodio. Así conoceremos detalles que estaban muy escondidos en la memoria. Cómo, por ejemplo, John Reid (Armie Hammer) se convirtió en el enmascarado; cómo conoció a Toro; el caballo, la bala de plata; por qué se llaman así los personajes, etc. Hay que decir que los guionistas Ted Elliott, Terry Rossio y Justin Haythe se esmeraron en cada detalle. No se guardaron nada en esta construcción del relanzamiento de un personaje casi olvidado y del cual esta generación de chicos no tiene ni la menor idea. La taquilla dirá si hay franquicia o no. Decía que todo, o casi todo, gira en torno a Toro y en su versión de la historia. Mucho sirve como una muestra de la enorme cantidad de recursos de Johnny Depp, en quién descubrimos un nuevo personaje de los que le gustan interpretar. Muchos buscarán coincidencias con el Jack Sparrow de la saga Piratas del Caribe. Casi no las hay. Salvo por pequeños detalles de miradas de reojo y algún manejo de silencios. Toro no es Sparrow y Depp no se plagia a sí mismo. En todo caso la importancia de ambos se asimilan, pues casi todo lo relacionado con gags y humor de esta aventura descansa en él. Por el lado del ritmo narrativo hay baches importantes en los cuales, por darle un subrayado especial o místico a ciertos momentos, el relato se plancha (la historia de Toro cuando era chico, por ejemplo). Para una película de dos horas cincuenta minutos es un riesgo. El director Gore Verbinski no tomó riesgos innecesarios y se armó casi del mismo equipo que en las tres primeras “Piratas del Caribe” (2003, 2006, 2007, 2011). Johnny Depp en la actuación, Hanz Zimmer en la extraordinaria banda sonora, y Craig Wood en la compaginación a quien se sumó James Haygood, habitual montajista de David Fincher. La fotografía es de Bojan Bazelli que logra momentos interesantes, sobre todo en los escenarios naturales. Por lo demás, “El llanero solitario” resulta un entretenimiento a la medida de los grandes estudios. Una verdadera superproducción que combina bien lo artesanal con las nuevas tecnologías, y aunque está más cerca de la aventura que del western propiamente dicho, no va en desmedro de pasar un buen rato.
El rostro detrás del antifaz Una de las preguntas es: ¿Se escuchará la obertura de Guillermo Tell? La respuesta es sí y por partida doble. Sobre el inicio y sobre el desenlace. En cada una de las oportunidades desde un lugar narrativo, para nada gratuito, que permite desandar para desarmar el personaje y, justamente, devolverlo como mito. Por eso, y por varios aspectos más, este Llanero Solitario es digno y mejor que muchas películas actuales de empeño solemne, personajes de cómic, y prédica reaccionaria. Algo tendrá que ver el rol determinante de Johnny Depp, empeñado como estuvo en ser el indio Toro (Tonto, su nombre original), con el fin de desarticular la mirada de desdén que sobre el indígena la narrativa norteamericana, si bien con excepciones, construyó. Entre tantos ejemplos que citar, con el western como género predilecto, El Llanero Solitario es una de sus expresiones: primero como programa radial, luego como protagonista de cómics, films, animaciones. Así las cosas, el título del film debió haber sido el del indio comanche, vector verdadero que habrá de lidiar con las torpezas de este hombre blanco, Ranger de Texas y lector de John Locke (Armie Hammer), con el fin de cumplir una redención que es historia personal y síntesis de un cambio de época. Porque en Toro se sintetiza el camino que el progreso señala, con las vías ferroviarias como sinónimo de expansión. En este sentido, si Toro devela de a poco sus propósitos, el Ranger texano habrá de descubrir gradualmente también los suyos propios. De esta manera, la desconfianza entre los personajes es mutua, hasta que confluyan de modo equivalente y, por fin, la obertura de Rossini se escuche otra vez. Será allí cuando los móviles de cada quien queden expuestos, a la luz de los acontecimientos, para dar razón de ser a la existencia de, justamente, El Llanero Solitario. No está demás decir que una vez sucede esto, el espectador podrá entonces disfrutar como si se tratase de cualquiera de las mejores películas que vio de niño, en el cine o durante los sábados de súper acción. Es decir, si El Llanero Solitario es, en esencia, acción con clima de historieta, la película de Gore Verbinski también. Allí lo mejor. Con la suficiente nostalgia como para permitir al indio evocar la película desde el lugar que le asigna el naciente siglo XX el del "noble salvaje".
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
That’s entertainment El cine mainstream americano nos acostumbró últimamente a no esperar nada del cine, por lo que una cosa como El llanero solitario puede permitirse hacernos pasar dos horas y media frente a la pantalla sin el mínimo sobresalto y sin que puedan pesar reclamos de ninguna especie sobre una práctica semejante. Como suele ocurrir con productos de índole parecida, la película entrega varias cosas en un mismo envase con un grado módico de compromiso, sin molestarse siquiera en ejercer el simulacro de alguna pertenencia a lo que llamamos cine, esa experiencia cada vez más esquiva cuya nomenclatura se invoca en casos como estos solamente por inercia. El llanero solitario tiene las destrezas justas que se presuponen en un entretenimiento de muchos millones de dólares. No da un gramo por el que no se haya pagado; su superficie lujosa involucra actores de prestigio y un despliegue técnico que disfraza su carácter rutinario en la palidez descorazonadora del conjunto. Decir que Johnny Depp parece recién escapado del set de Piratas del Caribe es menos una broma obligada que la constatación de un mecanismo cada vez más frecuente en el cine global, que por momentos hace prácticamente indistinguibles unas películas de otras. El llanero solitario es un compendio cabal de gracias narrativas, pericias industriales, fuegos de artificio digitalizados, volteretas de guión, todo con sensibilidad de bajo vuelo y en muestras homeopáticas: en definitiva, notas más bien impúdicas sobre un cierto estado del cine de Hollywood. La película no solo pide un espectador pasivo sino que ella misma también lo es, forzada a repetir una colección de taras para las que no se tiene un diagnóstico, básicamente porque esta clase de películas no puede nunca mirarse a sí misma –es decir, es incapaz de reflexionar– sin antes abdicar de su condición de cine zombie, que echa a andar con una carencia de autonomía de origen, apretado por el peso de la maquinaria burocrática de la que es hijo. El llanero solitario, se puede decir, se encarga de entretener, está llamado a eso. Pero es entretenimiento sin delicadeza ni generosidad. La película es ligera, un poco tonta, y tiene demasiada confianza en que el espectador va al cine para dejarse zamarrear alegremente por los mercaderes de turno. El llanero solitario ni siquiera se hace demasiado larga: sus emociones modestas de circo malo nos recuerdan, acaso sin proponérselo, que las horas vuelan.
Locuras en el Oeste Queda claro de entrada que EL LLANERO SOLITARIO es un intento de recapturar la magia -comercial más que artística- de PIRATAS DEL CARIBE con sus creadores rescatando un género poco exitoso en los últimos tiempos para darle un giro actual, que funcione a la vez como homenaje y como apertura hacia nuevas fronteras. Aquel exitoso filme -que deparó una larga y cada vez más insoportable serie de secuelas-, sin ser una gran película, era lo que usualmente se considera “un soplo de aire fresco”, más que nada por la vitalidad y energía de su puesta en escena, y por la sorprendente y llamativa personificación de Johnny Depp en un papel que lo llevaría a la fama mundial. El problema de EL LLANERO SOLITARIO -dirigida por Gore Verbinsky, como las tres primeras películas de la saga de los piratas- es que se nota demasiado el esfuerzo. Desconozco cuál será el resultado comercial del filme (tras ver la primera PIRATAS DEL CARIBE jamás me hubiera imaginado que iba a convertirse en un tanque de taquilla), pero es evidente que va a ser difícil repetirlo. Lo de Depp ya no es novedad y su “marlonbrandiana” decisión de hacer lo que se le canta con los personajes que le tocan ya no sorprende a nadie. Y el género -a diferencia del de piratas- ya ha visto demasiados idas y vueltas, reversiones y adaptaciones, como para que lo que veamos realmente nos sacuda. llanero3De cualquier modo, debo decir que la película no se me hizo tan insoportable como las últimas ¿aventuras? de Jack Sparrow. Tal vez sea que tengo más empatía y familiaridad con el western y sus modos, y en todo momento me entretuvo pensar las relaciones entre esta película y los clásicos a los que cita de manera bastante pedestre, desde filmar en Monument Valley (que pasa por Texas aunque no sea Texas) hasta el formato “neo western” de contar la historia en el marco de otro relato que permite, como dice la archiconocida frase, “imprimir la leyenda”. Esa leyenda es la de El Llanero Solitario y su fiel compañero Toro (Tonto, en el original), serial que tuvo sus versiones en radio, cine y televisión de los años ’30 a los ’60. Tonto es el que le narra la historia -en 1933 y mientras trabaja en un show de variedades sobre El Viejo Oeste- a un niño que lo visita, lo que permite no sólo que él tenga un rol mucho más central en la historia que en la serie original, sino que lo que se cuente -digamos- no tenga demasiada lógica ni pueda pedírsele una consistencia dramática ni física. Son cuentos legendarios agrandados por un poco confiable narrador. llanero2Verbinsky combina, muy extrañamente, una trama dramática y hasta política con momentos de humor a lo Abbott y Costello y escenas de acción más cercanas a un dibujo animado delirante de la Warner Bros. de la línea Looney Tunes/Tex Avery que, bueno, que a cualquier otro western. Todo eso unido a una trama que pone a nuestros héroes a combatir a unos villanos poderosos en el marco de la construcción del ferrocarril. Aquí, entre villanos que se comen el corazón de hombres vivos, pueblos comanches incendiados con todo a su paso y un triángulo amoroso que incluye a dos hermanos enamorados de la misma mujer tenemos un grupo de conejos asesinos escapados de una película de terror, un hombre que alimenta a un pajarraco muerto que tiene sobre su cabeza, persecuciones de trenes (sí, en plural, son dos) en las que nadie parece lastimarse nunca con nada y una serie de riffs cómicos entre el despiste de El Llanero en cuestión (Arnie Hammer) y los “ojitos” de Depp, que últimamente sólo actúa con sus cejas. llanero1Es una mezcolanza bastante atroz que, de cualquier modo, ofrece unos cuántos momentos divertidos y curiosos. Es claro que funciona mejor como comedia, ya que Depp está cada vez más virado hacia ese lugar y, por otrolado, tiene más sentido entrarle a la película por ese lado que tomársela seriamente cuando intenta ser una denuncia a favor de “los pueblos originarios”. Para ser una “origin story” (nombre que denomina las películas de supuestas sagas que intentan contarnos cómo los héroes llegaron a ser quienes son) no es excesivamente exponencial ni difícil de seguir. Comparada a las tramas imposibles de las PIRATAS DEL CARIBE es casi un dechado de sencillez narrativa, lo cual lamentablemente no quiere decir que sea mucho más interesante. Con 150 minutos de duración, EL LLANERO SOLITARIO casi seguramente no será el éxito con el que sueñan sus productores (que gastaron más de 200 millones de dólares para hacerla), pero tampoco -creo- será el enorme fracaso que ellos mismos temen. Imagino que su recorrido comercial será muy parecido a su recorrido narrativo: arrancará bien, se irá cayendo rápidamente y se olvidará al poco tiempo. A veces las películas llevan sus destinos inscriptos en sus tramas.
El western, más vivo que nunca En los años noventa, la conjunción de Johnny Depp y Tim Burton trajo consigo películas entretenidas, familiares, un tanto delirantes, con una tonalidad a medio camino entre lo lúgubre y lo infantil. Se tomaba la posta de Spielberg para la creación de espectáculos distintos, fantasiosos, creativos y logrados con creatividad, empuje y mucha cinefilia. Burton, con Depp como fetiche, creó un universo fílmico personal, cambiándole la cara al mainstream y cimentándose un pequeño y merecido espacio en la historia del cine. En lo que va del siglo, parecería haber cambiado uno de los integrantes del tándem. Aunque Burton sigue en carrera (y Depp lo acompaña) el director pareció echarse mucha tierra sobre sí mismo con sus últimas Alicia en el país de las maravillas y Sombras tenebrosas, y hoy el más fantasioso -y de a ratos ciertamente oscuro- cine de acción y aventuras parecería haber quedado en las manos de Depp y el director Gore Verbinski. Los logros son sólidos, la trilogía de Piratas del caribe tiene grandes momentos y la animación Rango compitió dignamente con los exponentes actuales del género. Con esta nueva película la dupla se supera, y con creces. Si tomamos a los personajes feos, sucios y desagradables -aunque simpáticos a su manera- de Piratas del caribe, la acción desatada e imparable de Indiana Jones, cierta oscuridad a lo Burton –nótese el genial detalle de los conejos caníbales- y sumamos los gags a lo Buster Keaton y el humor delirante que ya parecerían ser la marca de fábrica de Verbinski, lo agitamos bien y lo volcamos en el siempre atractivo terreno del western, tendremos una aproximación de lo que vendría a ser esta película. Cine de matiné puro y duro, con olor a pop y a refresco, una montaña rusa que no se detiene por dos horas y media y de la que no querríamos bajar. Las escenas de apertura y de cierre tienen lugar en un parque de diversiones: toda una declaración de intenciones. Por supuesto que se echa mano a fórmulas. La rastrera traición y la cruzada vengativa; los protagonistas que pertenecen a distintos mundos y que pasan media película peleándose hasta que se sobrepone la amistad; el villano pérfido que no pierde la oportunidad de matar a quien no le gusta –sea del bando contrario o del suyo propio-; la captura de uno de los integrantes de la dupla; la chica engañada y secuestrada a la que hay que ir a rescatar. Pero cada uno de estos lugares comunes es llevado adelante con buen ritmo, mucha gracia y con detalles atractivos y originales. Por más que los villanos (brillantes William Fichtner y Tom Wilkinson) sean estereotipos, su mérito está precisamente en ser tan desagradables, y finalmente la moraleja anárquica contra la ley y el progreso, de tan naif hasta despierta cierta simpatía. Sobre el final, una larga y vertiginosa secuencia a toda velocidad y sobre un tren, al frenético compás de la finale de Rossini y con un montaje paralelo que muestra distintas contiendas al mismo tiempo, merece ser ingresada en una antología de las mejores escenas de acción jamás filmadas. Que viva el cine. Publicado en Brecha el 26/7/2013
Hablar de El Llanero solitario, es apelar a la gente mayor de 60 años. Aquellos que vieron el serial de la TV de los años 50 y más anteriormente, la serie radiofónica con la que inició todo allá en los años 30 en los Estados Unidos. Intentando revivir esa magia, el director Gore Verbinski (Rango), armando nuevamente equipo con Johnny Depp (Piratas del Caribe) y con la adición de Armie Hammer (Red Social), para traer un western con caballos, trenes, la fiebre de la plata y la admiración por los Rangers. Y a pesar de que el platillo estaba servido... salió todo mal. ¿Por qué? Johnny Depp interpreta a Tontho, indio salvaje de las llanuras de Estados Unidos, en aquellas épocas que estaba en pleno apogeo la revolución industrial y los magnates iniciaban la conquista territorial masacrando a cuanta gente se le pusiera enfrente.Tras una persecución por parte de la justicia hacia el malo, termina todo en una tragedia, y Tontho, con ayuda de Silver, reviven a... (¿alguien recuerda cómo se llama?) quien será el vigilante/vengador y comienza la venganza. (¿En serio es película de Disney?) Hasta aquí vamos bien. Respetamos la mitología de Silver, cambiamos un poco el orígen de Tontho y ponemos al clásico Butch Cavendish como el enemigo a vencer. Insertamos (muy forzada e inecesariamente) una historia de amor (nunca puede faltar). Creamos personajes innecesarios sólo para tener más cartel (aunque funcionan), y echamos a perder el guión con subtramas innecesarias, y alargamos otras cuantas para hacer de un producto que pudo haber sido entretenido, algo tediosamente largo. No seremos tan injustos. La película sería realmente entretenida si le cortaran media hora que le sobra. La historia está justificada y el protagonista es Tontho (por si alguien lo dudaba) con la característica interpretación de Johnny Depp, quien una vez más, es lo más rescatable de la película. Los últimos 20 minutos en la escena del tren es un muy buen despliegue de efectos y es la única escena de toda la película que refleja fielmente el verdadero espíritu del Llanero Solitario. Recomendable para una sola vez que no tengan nada que ver en una noche de fin de semana.
El llanero solitario es una película para disfrutar de un muy buen rato en el cine con pochoclo en mano. El film está repleto de escenas de acción donde la técnica y los efectos visuales son brillantes sobretodo en las secuencias que transcurren en un tren (y como si fuera poco tenés dos, una al inicio y otra cerca del desenlace). Su extensa duración...
TontoLone Se percibe el ahínco en Gore Verbinski y productores por engendrar una película comercial de la taquilla de Piratas del Caribe. Pero este afán se siente tanto que al atinar en varias similitudes con las entregas cinematográficas de los bucaneros pierde mística. Y, sobre todo, emoción. El llanero solitario cuenta con la particularidad de darle mayor cantidad de apariciones y fuerza en la pantalla a quien hace de Toro (Tonto en el original), quedando nuestro Lone Ranger como un acompañante pese a que el título de la cinta lleve su nombre. Quizás en otro intento más de conquistar al espectador, lógico resulta que el camaleónico Depp se lleve todas las miradas en esa búsqueda obsecuente por atraer y llamar la atención. El problema radica cuando el bueno de Johnny, incluso con su libre albedrío actoral desde la edificación de cada uno de sus personajes, extrañamente no contagia, siendo a partir de ese punto donde se quita el último ladrillo que conlleva al desmoronamiento de todo un pilar en materia de trama y entretenimiento. Se rescata una buena ambientación y unas bocanadas de western apreciables desde los planos amplios, así como también alguna que otra escena ágil (el enfrentamiento en el tren, por ejemplo). Todo lo demás resulta vacío, insustancial y bastante lento. El film va dejando, con cada paso y relinche de caballo en el desierto, trozos de diversión en el camino, agotando la energía del relato, enarenándolo casi por completo como les sucede a nuestros protagonistas (pero tapados de tierra) en una secuencia en la que quedan apenas con la cabeza al descubierto. Así, vacuo e insulso como en su fallido intento por hacer reír a partir de un humor tan absurdo como poco ingenioso, El llanero solitario atraviesa el páramo sin pena ni gloria, en un proyecto poco aprovechado y bastante tirado de los pelos. LO MEJOR: un escenario aclimatado. Bien filmada. LO PEOR: perezosa en su andar. Muy extensa. No conecta, tensión nula. Previsible, no hay sobresaltos. PUNTAJE: 4
El Llanero Solitario es un personaje surgido en el ámbito de la radio y creado por George W. Trendle en la década del 30. En sí, no tiene nada de extraordinario - no es mas que el transplante al escenario del lejano oeste de un justiciero enmascarado al estilo de El Zorro, personaje que data de 1919 y que probó ser enormemente influencial (piensen sino en toda una generación de vigilantes enmascarados con doble personalidad que han surgido a su sombra, sea Batman, Daredevil, y un largo etcétera) -, pero tiene su cuota de misterio y nació en una época en que el western se consumía como pan caliente. Desde ya, el auge de El Llanero Solitario está ligado de cerca al derrotero del género western, con lo cual - al igual que las películas del oeste - comenzó su declive en la década del 70. La llegada de La Guerra de las Galaxias (y el auge de la ciencia ficción en general) terminaron por exterminar al cine de vaqueros, básicamente porque era un género demasiado repetitivo y limitado, aún cuando los italianos se dieron maña para revitalizarlo en el tiro del final durante los años de oro del spaghetti western. El personaje continuaría en el aire, fuera en reemisiones de la serie clásica producida en los años 50 (con Clayton Moore como protagonista), en algunos comics, y en un par de dibujos animados que eran de buena calidad pero pasaron de largo sin pena ni gloria. Quedaba claro de que la mejor hora de El Llanero Solitario había pasado allá lejos y hacía mucho tiempo. Curiosamente Hollywood - deseoso de armar alguna nueva franquicia exitosa basada en un héroe medianamente conocido - decidió reflotar al Llanero medio siglo después de su época de gloria. Las bazas eran interesantes - iba a ser producida por el mismo equipo que había resucitado el género de piratas en el 2003 con Piratas del Caribe; y contaba con el plus de que la dupla Gore Verbinski / Johnny Depp había orquestado uno de los mejores westerns de los últimos tiempos, la delirante Rango (2011), y la cual se había alzado con el Oscar a la mejor película animada de dicho año - y la apuesta era alta... pero el resultado final termina siendo decepcionante. El filme tiene varios problemas pero el principal - y aunque suene sacrílego - es Johnny Depp. Los guionistas se han enviciado tanto con sus personajes bizarros que terminaron siendo indulgentes con él, permitiéndole hacer todo tipo de pavadas, aún cuando el grueso de las mismas carezca de gracia o lastime el tono de las escenas en las que participa. Verlo alimentar un cuervo muerto o poniéndose de sombrero una jaula de pájaros no es lo que se dice una ocurrencia hilarante, y pronto uno termina por darse cuenta que El Llanero Solitario funciona mejor cuando Depp no está en escena. Al igual de lo que pasa con la dupla Depp / Tim Burton, quizás le haya llegado la hora a este equipo creativo de separarse y reunirse con nuevos socios que les provean ideas frescas y un enfoque diferente. Aquí el Tonto de Depp no deja de ser Jack Sparrow con taparrabos (y con un pájaro muerto en la cabeza!), pero ni siquiera es el Sparrow de Piratas del Caribe 1 sino el de la cuarta parte, esa que todo el mundo odió pero que terminó recaudando una obscena cantidad de dinero. En su afán de ser extravagante todo el tiempo Depp ensombrece a Armie Hammer, el cual es demasiado blando y anodino para ser el Llanero: es un torpe bobalicón que no emboca una y que recién en los últimos 15 minutos del filme empieza a comportarse como el héroe que dice ser. Lástima que los festejos llegan demasiado tarde como para sacar al filme del pozo. Si Depp es molesto y Hammer es anodino, la otra cuestión es que el tono de la historia es demasiado dispar. Hay momentos en que uno piensa que todo el filme hubiera funcionado muchísimo mejor con un tono realmente serio - hay un trasfondo sobrenatural con John Reid regresando de la muerte y sintiendo el karma de los objetos que toca; o el villano, que devora los corazones de sus victimas y es extraordinariamente fuerte; eso sin contar la historia de la mina de plata maldita, la cual atormenta sobremanera al personaje de Johnny Depp -; pero, en cambio, el filme decide alternar escenas demasiado dramáticas o violentas - con tipos abriéndole el pecho a sus víctimas y devorándole su corazón aún palpitante, o la sugerencia de que la pierna de Helena Bonham Carter terminó siendo la cena del villano, regada con abundante Chianti - con otras en donde Depp está haciendo alguna pavada monumental (en especial, todas las que comparte con el niño al cual le cuenta la historia), lo cual lastima la efectividad de la narración. Hay momentos ridículos; hay momentos aburridos; hay obviedades (de entrada ya sabemos quién es el villano), y hay momentos demasiado serios. Como héroe, el Llanero nunca termina de impresionarme; y toda la subtrama de inicio - con la versión anciana de Tonto contándole la historia a un niño en una decadente feria circense - es abominable. Eso no quita que haya algunas persecuciones entretenidas y algunas escenas que funcionan - como el disparatado climax con dos lineas de tren que se entrecruzan, la que funciona como una versión premium del finale de Indiana Jones y el Templo de la Perdición -, pero el tono general del filme es demasiado dispar como para resultar efectivo o siquiera recomendable. Quizás haya llegado el momento en que Depp deba probar otras recetas, o de que la dupla de Ted & Terry Rossio escriban textos menos deepizados, cosa de darle más oxigeno (e importancia) al resto de los personajes. Porque, así como está, El Llanero Solitario es apenas pasable pero una mera sombra de lo que pudo haber sido, una obra que hubiera rendido mucho más si hubiera estado en manos de gente más fresca y creativa. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/llanero-solitario.html#sthash.31LX7HXe.dpuf
Por más que se vea el Monumental Valley una excesiva cantidad de veces (todo es excesivo en esta película), el Oeste retratado no es el de John Ford, es el del correcaminos y el coyote. Aceptar esa vocación por el desenfreno es necesario para disfrutar de este Llanero Solitario tan Siglo XXI, tan de vuelta de todo, a mitad de camino entre el homenaje y la parodia. Un Llanero solitario que anda bastante poco por el llano y está casi todo el tiempo acompañado. O más que acompañado, directamente eclipsado por el personaje de Toro (“Tonto” en el original, pero no daba para traducirlo así) que, en la piel (roja) de Johnny Depp termina siendo el verdadero protagonista. Gore Verbitsky es un director interesante aunque irregular, y a veces se pasa de canchero con su estilo, que incluye algunos momentos delirantes que no se integran del todo con la historia , y el productor Jerry Buckehnheimer suele confundir cantidad con calidad. Pero aún así prevalece la comicidad resignada de Depp que remite a Buster Keaton en una trama que, entre muchas (demasiadas) cosas invierte roles para poner al cada vez más payasesco Johnny del otro lado de su propio papel en la extraordinaria “Dead Man” de Jarmush. La plata invertida está a la vista, la fórmula comercial de intentar repetir lo hecho en Piratas del Caribe también, pero aún así se sostiene el interés durante dos horas y media de aventuras que aún sin cuajar del todo terminan redondeando un producto superior al de la zaga de Jack Sparrow, tan efectivo y disfrutable como la Obertura de Guillermo Tell que estará para siempre ligada este personaje.
"...Así que, una película con una recomendación tibia, si la quieren ir a ver, es más o menos lo que se ve en el tráiler; no hay mucha más acción que la que se ve en el tráiler. Pero si no la ven, nadie se los va a reclamar, no va a venir Orson Welles a decirles: “che, mirá, no viste el llanero solitario”..." Escuchá la crítica radial completa (ver link)