Mid90s arranca con dureza. Su operación narrativa es la que podemos encontrar en varias películas cuyo registro independiente formula una idea ritual, es decir, la adquisición de ciertas normas o reglas que muchas veces nos hacen detectar este tipo de películas. Las distancias se marcan en las ejecuciones narrativas cuya biología (sudor, sangre, lágrimas) responden a la reconstrucción de sus criaturas, expuestas a flor de piel y cuyos dramas corroen los huesos. Mid90s no escapa a los mecanismos de este tipo de cine pero sí se abre paso gracias a que el relato, más que abordar de manera superficial y crítica, o nostálgica si se quiere en cada corazón, lo hace con una ternura inusitada, sin caer en el mero mensaje ampuloso y alegórico. Un coming up age preadolescente que no se viste de hormonas disparadas a diestra y siniestra, más bien se beneficia gracias a los lazos entre sus personajes. Ver Mid90s me retrotrajo a otra película sobre el pasaje de la preadolescencia y toda su fisiología entomológica: Tomboy (2011) de Céline Sciamma. Si bien el film francés centraba su atención en la inestabilidad identitaria en un sentido amplio, erótico y amoroso gracias a la enorme presencia de la raquítica niña protagonista, Mid90s explora casi las mismas dificultades en una etapa donde salir a la vida es tan doloroso como los golpes que reciben sus intérpretes. Tanto en Mid90s como en Tomboy los jóvenes organizan su búsqueda por lo novicio, amén de sus vírgenes intenciones, entre un grupo de preadolescentes o adolescentes huyendo de los conflictos cotidianos. El comportamiento de los seres que pululan en ambos films es errante, hasta libertino por momentos, comandados por adultos que los protegen como pueden del mundo que les tocó vivir. Ningún personaje se comporta de manera maliciosa ya que sus realizadores exponen las heridas abiertas sin propósitos de victimización carnal pero sí de manera reivindicadora. Tanto Mid90s como Tomboy exhiben lazos particulares entre hermanos: en una, el mayor muele a palos al menor, y la rabia contenida del joven protagonista lo lleva a explorar el mundo de los jóvenes skaters de la década del 90 y así ahogar su intensa frustración; en la segunda la protagonista andrógina es asistida por su hermana pequeña, sostén biológico y emocional para alguien que formula su identidad a base de mentiras. En ambos films los lazos son tratados con una enorme delicadeza, con paciencia y ternura. Mid90s se sitúa en los no tan lejanos 90, época de oro para el skateboarding en oposición a la realidad actual que vive este deporte: en Estados Unidos apenas quedan un par de pistas fantasmas que bajo la militancia de jóvenes que hacen el aguante se oponen a su pronta extinción. Es por eso que esa decisión temporal esgrime un momento determinado en una cultura anterior a la actual, que ve a los videos juegos como espacio sacro. Jonah Hill toma la fisicidad de este deporte y esgrime una unión inquebrantable con el cambio hormonal, con las heridas emocionales transformadas en raspones, esguinces y caídas de techos a tres metros de altura, condimentadas con drogas o alcohol. Un descontrol a punto de hacer ebullición que dilata el libertinaje adolescente pero que jamás transgrede los límites. Filmada en 16 mm, el propósito estético de este formato es más intertextual que cinematográfico: el registro alcanzado por la cámara Arriflex 416 Plus se acerca a las imágenes tomadas por las VHS familiares, tan populares en esos años, y si bien no sorprende en su concepción visual al menos no resulta un bagaje meramente caprichoso. Esa formalidad no llama a la nostalgia tan de moda en estos días, más bien otorga una cosmovisión formal donde cada operación (estética, narrativa) hace gala del cuidado en su construcción total.
Una excelente película para no dejar pasar. No se dejen llevar por la poco vendedora sinopsis del film, pues parecería ser una producción aburrida y monótona salvo que seas un fan del skate. Yo misma fui a verla con pocas ganas. Pero...
Llega la ópera prima de Jonah Hill (“Superbad”, “The Wolf of Wall Street”) como director. Un drama naturalista y nostálgico sobre los años 90 que intenta emular la ciudad de Los Ángeles en aquella década por medio de un grupo de chicos que pasa el tiempo andando en skate. Un coming of age que hace hincapié en el valor de la amistad en los tormentosos momentos donde uno atraviesa por problemas familiares o domésticos. El largometraje cuenta la historia de Stevie (Sunny Suljic), un chico de 13 años, el cual es golpeado diariamente por su hermano mayor (Lucas Hedges) e ignorado por su madre (Katherine Waterson). Así es como el protagonista decide refugiarse en el skate y más precisamente en un grupo de chicos más grandes que pasan el tiempo en un local que vende patinetas y accesorios para patinar. La diferencia de edad, de clase social, de núcleos familiares y otras cuestiones entrará en juego en este vínculo que hará que Stevie comience un proceso acelerado de crecimiento. El film, escrito y dirigido por el propio Hill, se nutre de situaciones realistas, de un aire melancólico y de cierta rigidez con la que se decide presentar los acontecimientos. Un retrato acertado, duro e inclemente de un contexto y una época muy particular para la cultura norteamericana. La pericia narrativa que maneja Hill sorprende por su cuidado naturalismo, hecho que se ve acrecentado por la excelente decisión de haber filmado la película en 16 mm, lo cual no comprende solo una decisión estética bien marcada sino que también le agrega un registro cuasi documental bien amalgamado y combinado con la música compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross. Con un inspirado trabajo de guion, un desempeño técnico bastante acertado y un elenco extraordinario, “Mid90s” se presenta como un relato indie logrado que se aferra a su aparente simpleza y pequeñez para otorgarnos un retrato puro y emocionante sobre los años ’90. Un pequeño gran paso para Jonah Hill en su inicio como director.
Bienvenido a los 90. Crítica de “Mid 90s” de Jonah Hill JUL 16 Bienvenido a los 90. Crítica de “Mid 90s” de Jonah Hill ADELANTOS, CINE, CRITICA, ESTRENOS La película sigue la historia de Stevie, un chico de 13 años que vive en Los Angeles y que pasa su verano entre los conflictos que vive en su casa y el nuevo grupo de amigos que conoció en un negocio de skates. Por Bruno Calabrese. Explotada hasta el hartazgo, la cultura de los 80 dio material de sobra en la producciónes audiovisuales durante los últimos años. Ahora llegó la hora de retratar la década siguiente, los 90. Para quienes pasamos los cuarenta es el momento que estábamos esperando. La explosión de la cultura skater y la música grunge en Estados Unidos hizo mella en nuestro país merced a la globalización. El cine norteamericano tomó nota de la importancia de esa época y partir del 2018 comenzó a explotarlo. Es así que nos encontramos con una seguidilla de films ambientados ese contexto histórico. Para destacar hubo algunas grandes películas que no pasaron por los cines como “Under the Silver Lake” dirgida por David Robert MItchell (“It Follows”) y protagonizada por Andrew Garfield y superproducciones como “Capitana Marvel”. La música de ambas es el distintivo de cada una de las películas, temas de Nirvana, de R.E.M. formaban parte de los soundtracks de ambas producciones. Por el lado del cine independiente, la ópera prima de Jonah Hill es la que dió el puntapié. “Mid90” marca el debut del actor ganador del óscar por “The Wolf of Wall Street” en el sillón de director. Y lo hace de la mejor manera, con una sorprendente historia sobre Stevie, un niño de 13 años que vive con su madre soltera (Katherine Waterston) y un conflictivo hermano con problemas de ira, a cargo de Lucas Hedges (“Manchester by the Sea”, “Lady Bird”, “Three Billboards Outside Ebbing”). Vagando por las calles de Los Ángeles conoce a un grupo de skaters mayores que él con los cual comienza a frecuentar. Su estatura y edad hacen que sea adoptado como el benjamín del grupo. Así comienza a experimentar nuevas experiencias. Comienza a tomar alcohol, vivir sus primeras fiestas mientras el despertar hormonal y la rebeldía se hace presente en la vida del niño. La ambientación de la época por parte del director es perfecta. La música a cargo del genial Trent Reznor (lider de Nine Inch Nails, otro referente de los 90), asiduo colaborador musical de algunos films de David Lynch, con el aporte de canciones de Cypress Hill, Pixies, Nirvana y Morrisey hacen las delicias sonoras de espectador. Algunas escenas, como la de Stevie andando en skate al caer la noche con “We´ll Let You Know” del ex cantante de The Smiths son poesía pura. Pero no solo la musicalización es su fuerte, la historia condensa una carga dramática que va in crescendo a medida que Stevie vive nuevas experiencias y encuentra en su grupo de amigos skaters un lugar de pertenencia, donde se siente parte importante. En el medio una madre que trabaja todo el día, que debe lidiar con sus fracasos y luchar contra la rebeldía adolescente de ambos hijos sola, con sus angustias a cuestas, sin contención ni recursos emocionales para sobrellevar la etapa más conflictiva de sus hijos. Ante el panorama, Stevie encuentra el espacio de contención en ese grupo de amigos con similares problemáticas. Párrafo aparte para los jóvenes actores, quienes nos entregan diálogos impecables, como los de Stevie con Ray (un sorprendente debut de Nak-El Smith), el skater casi profesional que lo adopta como un hermano menor y le aconseja, quizás la influencia más positiva dentro del grupo. Lukas Hedges, quien parece hecho a medida para los roles de adolescentes conflictivos, se luce en el papel del hermano mayor, igual que Katherine Waterstone como la medra. “Mid90s” (“En los 90” ak) es una película transparente, con una carga emocional fuerte. Un hermoso y duro relato sobre el paso de la niñez a la adolescencia, el despertar hormonal, la rebeldía y el acercamiento a un mundo más amargo. Gran debut de Jonah Hill como director, una de las mejores películas del 2018, que por fin podremos ver en la cartelera local. PUNTAJE: 95/100.
La última juventud analógica En la primera escena de Mid90s, Stevie (Sunny Suljic) se mira en un espejo los golpes reconvertidos en sangre condensada y se los toca. Seguramente como el actor y ahora también director Jonah Hill se los miró de pibe (en 1996 tenía trece años como Stevie) y como los tuvo que volver a mirar y a sentir ahora para filmar todo esto; porque es imposible recordar lo que quedó tatuado en el cráneo y no volver a vivirlo. El que le marca el cuerpo es su hermano; el peor del mundo, uno que ni le agradece un regalo de cumpleaños hecho con el amor de la admiración. Aunque su hermano sea un pelotudo, Stevie entra a su habitación y ve un camino, el deseo de crecer y el de forjarse una identidad. Como también lo ve cuando mira desde la vereda de enfrente a sus futuros amigos skaters; actores no profesionales y verdaderos surfeadores de cemento que laburan en un local que vende patinetas y que lo primero que discuten frente a la cámara de Hill es a cuál de sus padres se cogerían si fueran obligados a hacerlo. Diálogo que podría ser parte de una película de la nueva comedia americana en la que Hill hizo su propio coming of age. Pero lo único que Mid90s tiene en común con ese cine que Judd Apatow serializó son unas pocas charlas. Lo de Hill es una mirada mucho más sensible, mucho más comprometida con sus personajes. Los pibes de Mid90s tienen una fragilidad y a la vez una fuerza que las caricaturas de, por ejemplo, Superbad (2007), no tienen ni por asomo. Todo está filmado en 16 mm. y con una cadencia cercana al vagabundeo de los personajes que recuerda a algunas películas del indie estadounidense de los 90, como Kids (1995), su referencia maldita hecha con espíritu gonzo y de verité por Larry Clark y Harmony Korine. De todos modos, más allá de los pantalones caídos y lo fraternal del skate callejero, no hay nada realmente profundo que las hermane. Lo de Hill, con la música viajera de Trent Reznor y Atticus Ross, pareciera tener más conexión con algo del indie preciosista de Xavier Dolan, pero con más calle y sin profundizar tanto en el drama familiar. Su foco está puesto sobre todo en la iniciación de Stevie en el mundo de los placeres de la vida fuera del hogar materno (“al carajo con mamá”, dirá en el sillón después de que su hermano le lloriquee un trauma). Stevie es un papel en blanco con la sonrisa inocente de Suljic y una mirada de cachorro juguetón. El primer porro, coger con miedo, el primer ollie con el skate, la nostalgia está puesta en eso, en la puesta en escena; el marco está usado como tal, no hay hincapié en la nostalgia berreta. La oda de Hill es a las primeras amistades y a sus personajes. Una foto a la última juventud analógica, que al deseo lo sudaba y lo pateaba sin googlearlo antes, y mientras tal vez se rompía los huesos.
Nos sumergimos “EN LOS 90” con la ópera prima de Jonah Hill: los golpes en el skate y en la vida. La historia se centra en Stevie, un niño de trece años en Los Ángeles de la década de 1990, que pasa su verano navegando entre su turbulenta vida en casa y un grupo de nuevos amigos que se reúnen en una tienda de skate de Motor Avenue. Jonah Hill es actor, productor y escritor. Pero por sobre todo es un amante del cine. El vuelco a la dirección era inevitable y, siguiendo los pasos de quienes han sido sus mentores y referentes, decide hacerlo con una historia que tiene valor para él. Porque Jonah Hill, además de todo lo anterior, es también alguien que atravesó los 90 a puro skate y Hip Hop. El recurso retro da un marco que indudablemente aquellos que crecimos en dicha década no podremos evitar sentir nostalgia. Fue grabada en 16mm y editada con ciertos desajustes de forma intencional para hacernos sentir que efectivamente estamos viendo una película de otra época. El film también utiliza el lenguaje que en ese entonces era moneda corriente y que hoy encontraremos ofensivo y políticamente incorrecto. No lo celebra, tampoco lo condena. Simplemente lo retrata y expone. No podía ser de otra forma que nuestro protagonista esté atravesado por la música de aquellos años como su propia banda sonora. The Pixies, Morrisey, Nirvana y varios artistas de Hip Hop entre otros suenan cuando los personajes escuchan música (o van a un restaurante y de fondo suena Seal). Pero también hay música original que le brinda su propia impronta para hacernos vibrar a nosotros, los espectadores. La dirección de actores es simplemente perfecta. Trabaja con verdaderos skaters que, salvo alguna excepción, no habían actuado nunca. Orgánicos, entrañables, verosímiles y carismáticos cada uno a su manera. Los jóvenes actores se vinculan de manera cautivadora sintiendo uno realmente estar espiando a este grupo de skaters. Especial mención a Sunny Suljic y la naturalidad con que se pone, a su corta edad, al hombro una película sin el menor esfuerzo aparente. Lucas Hedges por su parte hace un trabajo increíble como el conflictuado hermano. La productora A24 ya nos tiene acostumbrados a sacar films independientes excelentes. “EN LOS 90” no es la excepción. Con momentos muy bien logrados es una película que encuentra belleza en lo simple y cotidiano. Una película con corazón que nos hipnotizará con todos sus encantos de nostalgia. Por Matías Asenjo
La ópera prima de Jonah Hill es dura y cruda por donde se la mire. Un preadolescente de 13 años vive en Los Angeles con su madre soltera, o al menos sin padre a la vista, Dabney (Katherine Waterston) y su hermano mayor Ian (Lucas Hedges) de quien es una víctima ya que éste vive golpeándolo con brutalidad cada vez que puede. Este coming up age de Stevie (gran trabajo de Sunny Suljic, “El Sacrificio del Ciervo Sagrado”) nace con la necesidad de salir del ambiente opresor de su casa, su madre no está, no encuentra su lugar en el colegio y sí lo encuentra en un grupo de skaters de distintas edades, que al principio no lo registran, pero que luego, gracias a diferentes situaciones lo incorporan y hasta le ponen un apodo: Sunburn. Con éste grupo deja atrás lo que quedaba de infancia y conoce el sexo, las drogas, las fiestas, la mentira y los pequeños hurtos, lo prohibido, en contraposición, la amistad y el sentido de pertenencia. Tiene diálogos muy cotidianos y frescos, que suenan creíbles en éste grupo conformado por Ruben,(Gio Galicia) su primer amigo y objeto de celos y rispideces después, Ray, el más cool, (NaKel Smith), Fuckshit (Olan Prenatt) y Fourth Grade (Ryder Mchaughlin). La música es excelente, desde Nirvana a Cypress Hill, entre otros, con otras combinaciones interesantes y buena recreación de época. Un director a tener en cuenta con una visión interesante sobre la amistad, la juventud y encontrar su lugar en el mundo. ---> https://www.youtube.com/watch?v=woNO750mhVU ---> TITULO ORIGINAL: Mid90s ACTORES: Sunny Suljic, Katherine Waterston, Lucas Hedges. Na-kel Smith. GENERO: Drama , Comedia . DIRECCION: Jonah Hill. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 85 Minutos CALIFICACION: No disponible por el momento FECHA DE ESTRENO: 18 de Julio de 2019 FORMATOS: 2D.
Escrita y dirigida por Jonah Hill, es un film hecho con el talento del realizador, maravillosos actores y una manera de reflejar la apertura al mundo, el descubrimiento, las primeras veces de casi todo, desde los ojos y el asombro de un preadolescente menudo, curioso y conmovedor. Un niño que intenta caminar fuera de un hogar donde su hermano lo castiga brutalmente, y una madre demasiado joven intenta un rol que siempre le quedó grande. Un hijo joven, bruto y violento que asume el papel de padre del más chico. Un chico que mira con fascinación el cuarto del hermano mayor, le copia sus gustos musicales y queda prendado de una barrita de skaters, que mira desde afuera, hasta que le permiten ser del grupo, Una pertenencia que nunca sintió, una libertad que se palpa casi, tal la frescura de los climas, la calidez de ciertas situaciones, la captura de gestos mínimos, lenguajes, costumbres y ritos. Se puede filmar la alegría, el sentimiento de goce, la maravilla, Jonah Hill lo logró. A tal punto que por momento el film parece un documental de niños sueltos, cometiendo excesos, con pocos sueños y ganas de aquí y ahora. El protagonista solo pudo ser Sunny Suljic, con una actuación tan emocional y verdadera, que llega directo a los sentimientos sin ningún toque melodramático. Lo acompañan Lucas Hedges, Na-Kel Smith, Olan Prenatt. Toda esa exaltación de atrevimiento tiene momentos muy duros, un comienzo de violencia inusitada, autoflagelaciones, drogas y alcohol es un niño que quiere seguir el ritmo de los de l8, accidentes. Latigazos dramáticos que funcionan en los momentos justos para enmarcar el camino de crecimiento, comprensión y emotividad que nos regala la película.
El skate como rito de iniciación El protagonista de Supercool se revela como un guionista y director sensible, capaz de hacer el retrato de un pre-adolescente con el minimalismo de un Raymond Carver. Para definir En los 90, conviene desbrozar la maleza y despejar equívocos. El primero tiene que ver con su director, el debutante Jonah Hill (35 años), un actor formado en la escudería de Judd Apatow en pleno auge de la Nueva Comedia Americana y que hizo fama y fortuna –la revista Forbes lo señaló como uno de los mejor pagos de su generación-- a partir de su primer protagónico en Supercool (2007). Pero el primer largo de Hill como realizador, estrenado en el último Festival de Toronto, no tiene nada que ver con esas comedias irreverentes y fumonas de una década atrás. Mid90s es ante todo un relato de iniciación, unas pocas pero muy precisas pinceladas sobre la vida de un pre-adolescente de Los Angeles que está justo en ese momento en que le resulta imperioso definir su identidad. A los golpes si es necesario. Golpes es lo primero que vemos que recibe Stevie (Sunny Suljic, una revelación) de parte de su hermano mayor. Muchos y fuertes. Tantos que el pibe de 13 años queda todo amoratado de la paliza. Pero Stevie demostrará a lo largo de la película –de escasos, sintéticos 85 minutos de duración— que nada es capaz de amilanarlo cuando se propone algo, sea lo que sea. Desde volver a entrar a la pieza de su hermano –una suerte de sancta santorum donde atesora una colección de gorras de béisbol y los primeros CDs de la época— hasta ganarse la amistad y el respeto de unos skaters un poco mayores que él. Y que además de enseñarle los trucos de las tablas, también lo iniciarán en el alcohol, las drogas y las chicas. Nada que no se haya visto en otras películas de ese género que Hollywood llama coming-of-age. Y que antes, en el romanticismo, los alemanes denominaban Bildungsroman, a partir del Wilhelm Meister de Goethe. La de Stevie no es, sin embargo, una novela de aprendizaje sino más bien una serie de cuentos cortos de un realismo sucio y un minimalismo “carveriano”, con el mismo personaje atravesando distintas situaciones en uno de los tantos suburbios de Los Angeles en los que la enceguecedora luz del sol parece pintar todo de blanco, mientras en la banda de sonido se escucha a Morrisey o The Pixies. A diferencia de los skaters de Paranoid Park (2007), de Gus Van Sant, que expresaban la angustia adolescente a una escala metafísica, o los del serbio Nikola Lezaic en Tilva Ros (2011), signados por el nihilismo y la violencia latente de su país, los de Mid90s no expresan otra cosa que su mera circunstancia. Están allí, en ese lugar, en ese momento, en una suerte de eterno presente, en el que sin embargo se está definiendo su futuro. Alguno se dedicará profesionalmente al skate, como el negro Ray (el rapper Na-Kel Smith), otro quizás al cine, como ambiciona Fourth Grade, que anda siempre con una cámara de video en la mano. ¿Y Stevie? No se sabe, es muy chico todavía. Y tiene muchos más golpes para darse en la vida, además de los que se pega con la bendita tabla. Pero a partir de esos “Mid90s” sabrá que, a pesar de todo, siempre puede contar con su mamá (Katherine Waterston, la coprotagonista de Inherent Vice, de Paul Thomas Anderson), de sus amigos e incluso hasta la de su hermano. Que si le pega no es porque no lo quiera, sino porque no sabe de qué otro modo expresar toda la frustración que lleva adentro.
“En los 90”, de Jonah Hill Por Jorge Bernárdez El cine con skaters o de skaters, a esta altura es un género al que se han acercado grandes directores y en este caso quien se arrimó a la temática fue Jonah Hill, que de adolescente fue un skater. El director empezó como comediante y como actor favorito de algunos cineastas, pero ya ha dejado de ser una promesa para pasar a ser uno de los muy buenos intérpretes de esta época, porque puede protagonizar una comedia de Jud Apatow como Hazme reír, o acompañar a Leonardo Di Caprio en El lobo del Wall Street una de las grandes películas de Martin Scorsese. Pero ahora resulta que Hill además de ser un actor extraordinario es director y guionista. Y de los buenos. En los 90 es la primera incursión de Jonah Hill como director y guionista, que contrató un elenco de una gran solidez y no solo para cubrir los papeles centrales, sino también lo que conforma la banda de amigos skaters del protagonista. Stevie (Sunny Sukjic) tiene trece años, vive con su madre y su hermano bastante más grande. No la pasa bien, porque los adolescentes en general lo pasan fatal, pero además porque su madre no sabe muy bien que hacer con ese muchacho que nunca está cómodo y porque su hermano lo usa como bolsa de arena para practicar sus puños contra él. Stevie se acerca a una bandita de skaters y uno de ellos que se llama Rubén le da espacio para que se sume y Stevie pasa a ser un miembro activo del grupo aunque sea menor que la mayoría y su físico no lo ayude. Stevie es una especie de mascota pero no se rinde y crece a pesar de lo mal que lo está pasando. Si las actuaciones Katherine Wasterton, como la madre y Lucas Hodges como el hermano mayor son muy buenas, lo de Sunny Suljik y los amigos de Stevie es extraordinario, si tenemos en cuenta que son skaters que asumen la actuación con sensibilidad y compromiso. Aunque parezca un poco obvio hay que hablar de la banda de sonido, que se acopla con la historia aportando una serie de grandes clásico de esa década. Jonah Hill empezó su camino como director y realmente nos deja con ganas de más y esperamos que no lo abandone. EN LOS 90 Mid90s. Estados Unidos, 2018. Dirección y Guión: Jonah Hill. Intérpretes: Sunny Suljic, Katherine Waterston, Lucas Hedges, Na-kel Smith, Olan Prenatt, Gio Galicia, Ryder McLaughlin, Alexa Demie, Fig Camila Abner, Liana Perlich. Producción:Jonah Hill, Scott Rudin, Lila Yacoub, Ken Kao y Eli Bush. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 85 minutos.
Jonah Hill se hizo un nombre en Hollywood como el gordito nerd y torpe de comedias pochocleras como Super cool, Un niñero sinvergüenza o Comando especial 1 y 2. Luego fue virando hacia proyectos más “prestigiosos” -El lobo de Wall Street, No te preocupes, no irá lejos o la miniserie Maniac- pero siempre desde el corazón de la industria. Por eso sorprende que este actor dos veces nominado al Oscar debute como director con una sensible película independiente que bien podría haber pasado por el Bafici. Si En los 90 está íntegramente filmada en 16 milímetros no es por cuestiones de esnobismo, sino porque ese formato le da textura de época a este relato de iniciación que muestra a un chico de unos doce años en el pasaje de la infancia a la adolescencia. Sin amigos de su edad a la vista, con su joven madre soltera ausente o desbordada y sin comunicación posible con su irascible hermano de 18 años, Stevie encuentra refugio en un grupo de skaters. Enseguida se convierte en la mascota de esa heterogénea pandilla de chicos mayores que él, suerte de guías en los rituales de hacerse grande, que incluyen la tríada de alcohol, drogas y sexo como ingredientes esenciales. Con un par de escenas y atención a los detalles, Hill consigue pintar -con ternura y sin juzgar- la personalidad de cada uno de los adolescentes. Y retratar la dinámica grupal, con el líder positivo, el líder negativo, los miembros que se limitan a acompañar las decisiones de los jefes, y el aspirante a ganarse un lugar. Además de camaradería y complicidad, lo que exuda esa banda son altas dosis de lo que hoy -bienvenidos efectos colaterales de la ola feminista- se conoce como masculinidad tóxica. La necesidad de mostrarse siempre duro, fuerte y valiente para lograr aceptación; el desprecio a las mujeres salvo a la hora de llevarlas a la cama; la violencia como única posibilidad de expresar sentimientos; la acusación de maricón siempre latente ante la menor muestra de “debilidad”. Es decir, aplastar sensibilidades como la que Hill lleva a la pantalla.
En los 90 es el ejemplo opuesto a Stranger Things. Mientras en la serie de Netflix las miles de referencias a los años '80 se hacen explícitas, obvias, en la ópera prima de Jonah Hill la década de 1990 está presente en el ambiente, en el tono, en los climas, en ciertas costumbres y actitudes de los personajes, pero casi nunca en el guiño cómplice ni en la exaltación melancólica. Por supuesto, hay momentos en que los protagonistas hablan, por ejemplo, de Blockbuster, pero ese y otros elementos están presentes en función dramática y no como regodeo nostalgioso. Descartada entonces la exaltación y el subrayado de época, hay que advertir que En los 90 tampoco es una película de skaters. Es decir, los personajes andan en patineta y el momento en el que a Stevie (el encantador y entrañable Sunny Suljic) le regalan una de las buenas es uno de los más conmovedores del film, pero esto no es Paranoid Park ni Skate Kitchen. ¿Entonces de qué va En los 90? Es, básicamente, un coming-of-age, una película sobre los ritos de iniciación del apuntado Stevie en los '90 del título, cuando todavía ni Internet ni los celulares habían cambiado para siempre los hábitos de consumo y socialización. Stevie vive con una madre no demasiado atenta ni presente (Katherine Waterston) y con un hermano mayor abusivo (un desaprovechado Lucas Hedges). Así, se ve obligado a buscar las amistades, las lecciones de vida y la maduración en la calle. Y, aun siendo el benjamín, casi la “mascota” de un clan de pibes marcados por el desamparo y los excesos, finalmente encontrará alguna conexión. La primera mitad de En los 90 es notable en su descripción de la dinámica masculina y de ese ambiente de skaters a la deriva. Esta suerte de versión asordinada de Kids (Hill claramente admira a Harmony Korine y Larry Clark), rodada en 16mm, tiene algunos lejanos sesgos autobiográficos (el guionista y director tenía 13 años en 1996 y solía andar en patineta), pero antes que nada es una mirada llena de ternura sobre un tiempo y un lugar. Lamentablemente, sobre la segunda mitad el realizador cede a la tentación de ponerse demasiado sentimental y confesional, aunque la pelicula nunca se desbarranca. El terreno musical es otro de los hallazgos de En los 90 con una música original a cargo de los talentosos Trent Reznor y Atticus Rossy una amplísima y ecléctica selección de canciones que incluye a Seal, Pixies, The GZA, The Pharcyde, Big L, The Misfits, A Tribe Called Quest, The Mamas and the Papas, Omega, Gravediggaz, Herbie Hancock, Cypress Hill, Nirvana y Ginuwine, aunque ningún pasaje es tan lírico y emotivo como cuando Stevie y su mentor Ray (Na-kel Smith) pasean en patineta por las calles de Los Angeles mientras suenan de fondo los tristes acordes de We'll Let You Know y la voz de Morrissey. Uno de los varios excelentes momentos de un primer largometraje que permite sostener que hay en Jonah Hill un gran director en potencia.
Como tantos otros actores de Hollywood (Clint Eastwood, Kevin Costner, Mel Gibson, Jason Bateman) también Jonah Hill ( Superbad, El lobo de Wall Street, Comando especial) decidió probar con la dirección. Y, como todos los nombrados, lo ha hecho bien, con una película noble y que, en un contexto menos concentrado y aplastado por marcas que se usan y reciclan una y otra vez, debería ser notoria y notable, un debut de esos que señalan el comienzo de una probable gran carrera. En los 90 se ubica en la tradición de los relatos autobiográficos acerca de esos momentos de cambios cruciales y vitales (como Los inútiles de Fellini, como Los 400 golpes de Truffaut), esas instancias arremolinadas y conflictivas en las que quedarse quieto debería estar contraindicado. Y entonces Stevie (Sunny Suljic, hecho para el cine), un adolescente de 13 años en 1995 en Los Ángeles, con madre y sin padre, y con un hermano mayor que lo agrede desde el plano inicial -en lo que es probablemente el comienzo cinematográficamente más potente de la temporada- debe ponerse en movimiento a pesar de empezar golpeado e inmovilizado (Hill maneja la simbología del relato con la prestancia y la elegancia del clasicismo). Ponerse en movimiento, y más aún a esa edad, claro, implicará más golpes, más abolladuras, más riesgos, pero para eso están las vidas que el cine quiere hacer suyas. Así, con voracidad pero sin estridencias,En los 90 será un coming of age para Stevie y también un retrato de época que huirá de la nostalgia y elegirá otros caminos, menos blandos pero notoriamente más emotivos, porque cuando las películas llegan a la emoción por caminos alejados de los simplismos pegan más y mejor: una versión de una de los Pixies, una de Morrissey en un momento inesperado, hip-hop como banda sonora de la vida de los personajes, diálogos acerca de las implicancias del agradecimiento, los amigos en los ojos de la madre. Hill sabe, además, cómo encuadrar, y no porque ese aspecto de la puesta en escena se resuelva con decisiones simplemente correctas o incorrectas: sabe cómo encuadrar porque exhibe posibilidades, variantes, usos y caminos de la emoción, de las risas, de los dolores, de los triunfos (nunca pequeños, porque esto es cine con aire, con oxígeno), de las caídas y de los logros del skate, de la amistad y de la hermandad. Una película linda, nada menos.
De golpes duros y skaters. La primera escena es impactante: vemos como un joven alto y robusto muele a piñas a Stevie (Sunny Sulji), su hermano más pequeño. La queja hacia a su madre es inmediata, así como los moretones que se forman en su cuerpo. Stevie tiene 13 años y se siente solo. Como podemos notar su hermano es un maltratador y su mamá, un tanto ausente, trabaja todo el día. No, no es la familia perfecta, ni los suburbios soñados que podemos ver en la mayoría de las cintas estadounidenses. Situados en un barrio clase media baja de la ciudad de Los Ángeles, en los años 90´, seguimos el derrotero de este pequeño, en la transición de convertirse de niño a adolescente. El momento de crecer y de identificarse con el otro, es así que Stevie se involucra con una banda de skaters, utilizando el deporte como excusa para encontrar un lugar de pertenencia. El tímido pero audaz joven, experimentará su primer acercamiento sexual, “aprenderá” a fumar y tomar alcohol, como también a valorar el vínculo de la amistad. Claro que acompañado por una situación familiar para nada ideal, pero que denota que cada miembro de la familia a su manera, y quizá no de la forma más sana, hace lo que puede. El reparto, compuesto por actores pocos conocidos, es notable; demuestran una solvencia y credibilidad asombrosa. Así como su puesta escena y una banda sonora que se acoplan a la perfección a esta coming of age áspera, sensible y madura. Jonah Hill debuta de forma prometedora con una ópera prima naturalista, sin mensajes demagógicos ni aleccionadores, que deconstruye fragmentos de la vida callejera de un adolescente. En una era de remakes y artificios, una inyección de aire fresco, indie, no viene nada mal.
En el último tiempo numerosos artistas de Hollywood decidieron incursionar en el campo de la realización, como fueron los casos de Jonn Krasinski (Un lugar en silencio), Brie Larson (Unicorn Store) y Olivia Wilde (Booksmart), cuya ópera prima llegará pronto a la cartelera. Entre todos estas propuestas el debut como director de Jonah Hill es probablemente el menos interesante. No porque se trate de una película mala o fallida, sino que brinda una producción muy poco original cuyo contenido es bastante insustancial. Los elogios sobredimensionados de la Liga de la exageración en los medios de prensa venden una genialidad que después no aparece en la obra de Hill. En los ´90 es un collage de lugares comunes más cercano al déja vú cinematográfico que a una película en serio. Queda la sensación que su director vio muchas veces en su vida Kids, de Larry Clark, e intentó hacer algo parecido. Algo que tampoco está mal salvo que la trama no se siente muy original. El relato reúne todo los tópicos de manual del subgénero coming of age que aparecen habitualmente en estas propuestas. En este caso se añade el factor nostálgico de los ´90 que Hill trabaja con la misma sutileza que un violinista que toca su instrumento con una sierra. La dirección es un poco burda en ese aspecto como si el realizador tuviera miedo que el público se olvidara el período donde se desarrolla su relato. En esta película hay un esfuerzo descomunal de su realizador por tratar de brindar un exponente profundo del cine arte independiente y el producto final no resulta muy convincente. Los personajes son tediosos, apenas llegan a ser desarrollados y tampoco despiertan demasiado interés. Hill propone que sigamos las andanzas de un grupo de idiotas durante 85 minutos sin mayor recompensa que la de revivir los típicos clichés del género y no es suficiente. Desde los aspectos técnicos presenta una puesta en escena correcta con una banda sonido que contribuye a ambientar la trama. Lo más valorable de esta producción es la dirección del reparto, integrado por chicos que en muchos casos no contaban con antecedentes artísticos. Las interpretaciones se ven espontáneas y ese es un mérito para reconocerle al director. En lo personal me aburrió mucho este film por la semejanza con otras producciones del pasado, pero los amantes de la nostalgia, que está de moda en estos días, probablemente la abrazarán con mayor entusiasmo.
De vez en cuando llega a las salas de cine una película diferente, una que escapa un poco a la media. Tal es el caso de En los 90s, la ópera prima de Jonah Hill, testimonial de una época muy particular y narrada de esa manera. Para quienes fuimos adolescentes en esa década nos pegará de una manera muy particular. Mismo desde la estética VHS que tiene el film en su formato y la baja calidad de imagen. Pero más allá de eso, que no deja de ser un decorado, la película habla sobre lo fuera de foco de una generación a través de los ojos y vivencias de su protagonista. Un adolescente que busca encajar en un mundo del cual no se siente parte. El querer pertenecer (e impresionar) a un grupo de más edad que él, y por ello “descarriarse” un poco. Esta analogía se ancla muy bien con el título original Mid90s (mediados de los 90s) y con la tónica coming of age del film. Porque es eso, es el despertar, el descubrimiento, el crecer de Stevie (el protagonista) en el mundo que lo rodea. Como los que vivían en esa época de transición y el fin de lo analógico, el comienzo de Internet y la globalización. La comparación obvia y obligada es con Kids (1995), pero la diferencia es que aquella película de Larry Clark (con quién de Harmony Korine), que hizo mucho ruido en su momento por lo trash, fue contemporánea y propia de su tiempo. Aquí hay una mirada un tanto más nostálgica e incluso revisionista, aunque no lo parezca. Jonah Hill hace un laburo inmenso con muy pocos recursos económicos, pero con una gran aspiración y fuerza narrativa. Maximiza su lado actoral exprimiendo muy bien al elenco compuesto por los jóvenes Sunny Suljic, Lucas Hedges, quienes ya vienen trabajando y lo seguirán haciendo, y también otros descubrimientos (gran casting) tales como Gio Galicia y Olen Prenantt, de futuro incierto. En los 90s es una película muy chica, de corte independiente, una verdadera rareza que se estrene en nuestro país. Y eso es algo para señalar y festejar entre tanto superhéroe y animación.
Living la vida loca En 1995 llegaba a los cines Kids, una controvertida obra sobre el descontrol en la adolescencia dirigida por el prolífico Larry Clark. En ella un grupo de jóvenes skaters vivía la vida entre drogas, alcohol y sexo. Un cuarto de siglo después, el actor Jonah Hill debuta tras las cámaras con un coming of age impresionista, ambientado en la misma época (basado en sus propios recuerdos), con jóvenes skaters y descontrol. En los 90 (Mid90s, 2018) dialoga de forma inteligente con la película de Larry Clark proponiendo una nueva vía, paralela a los relatos fascinantes y sórdidos, que huye de la locura, la provocación y el tremendismo. La historia se ubica en la ciudad de Los Ángeles y tiene como protagonista a Stevie (Sunny Suljic), un niño skater de 13 años, que encuentra a través de la práctica de esta actividad una vía de escape a la complicada vida familiar de padres ausentes y un hermano abusador (Lucas Hedges). El skate es una excelente metáfora para hablar de resiliencia, ya que es un deporte que exige intentar mil veces las cosas hasta que salgan. Y en síntesis eso es lo que hace Stevie. En los 90 es suficiente el recorrido inicial que hace Stevie por la habitación de su hermano Ian para ubicarnos en la época: en las paredes cuelga un poster de Wu-Tang Clan; vemos rondando la revista Source y la colección de CDs con música representativa y VHS se amontonan en una esquina; mientras el armario se desborda con Air Jordans. Stevie es un chico de pelo ondulado y ojos curiosos que con una sonrisa revela toda su inocencia. Un día observa un grupo de skaters y fácilmente logra infiltrarse en sus aventuras. El grupo está compuesto por cuatro adolescentes. Ray (Na-kel Smith), el mayor y único afro-americano que concentra su atención en lograr hacer una carrera profesional en el skateboard. Por otro lado, está “Fuckshit” (Olan Prenatt), sus amigos lo llaman así por ser la manera en que inicia cada frase. Ruben (Gio Galicia) quien es el más joven del grupo antes de la llegada de Stevie, y el último integrante es “Cuarto Grado” (Ryder McLaughlin), apodo que implica su capacidad intelectual. La inocencia y educación de Stevie contrarrestan a los de sus nuevos amigos, sin embargo, hay un espacio para él en el grupo, mientras se la pasan fumando, montando skates y haciendo chistes sin sentido. En los 90 es un relato iniciático que transpira verdad lleno de luces y sombras, de instantes fugaces de felicidad y de angustia existencial por lo que está por venir, un estado de ánimo contradictorio que se transmite a través de una puesta en escena visualmente áspera (fue filmada en súper 16 mm) y un encuadre preciso; sumado al ingenio de los diálogos y el carisma del elenco juvenil, y por supuesto a su increíble soundtrack y dirección musical. Hill trabajó con los compositores Trent Reznor y Atticus Ross (miembros de la banda de rock Nine Inch Nails y ganadores del Oscar por su banda sonora para Red Social), quienes proporcionan una curaduría musical impecable con cortes estratégicos en cada escena, más cerca de la melancolía que de la nostalgia mal entendida.
Un film contado como se cuentan las memorias y con una solidez que sorprende por tratarse de una opera prima. Calidad para aplaudir. Rareza que lleguen a estrenarse películas como esta, una comedia dramática realista ambientada en los EE.UU. de los años noventa (claro que de allí viene el título) y que está mucho más cerca de “Los 400 golpes” que de “Avengers”. Pero aquí está y, dada la calidad del film, es para aplaudir. Es la opera prima de Jonah Hill, el comediante al que van a recordar como amigo de Di Caprio en “El Lobo de Wall Street”, pero que es parte de una generación que cambió la comedia cinematográfica cuestionando lugares comunes. La historia de un chico en su adolescencia, entre skates, amigos y desencantos, contado como se cuentan las memorias y con una solidez que sorprende por tratarse de una opera prima. Es una película de autor en el sentido más noble: una persona tratando de comunicar, como en un diálogo entre amigos, sus recuerdos y sus ideas. La ternura de la película no es forzada, y está matizada con ironía.
Modesta pero muy segura ópera prima de Jonah Hill. La constante nostalgia de los 80 nos hace pensar a quienes nacimos en esa época que somos hijos de la misma. Pero una cosa es nacer y otra es vivenciar. Los que nacimos en los 80, en realidad nos criamos en los 90. Al ver en la pantalla un entorno que, a pesar de estar en otro país, se llega a identificar por ciertos detalles, uno toma noción de que ha crecido. La búsqueda de una brújula moral La película tiene una estructura narrativa claramente definida por la introducción del protagonista en un grupo de pertenencia. Indefectiblemente, como película sobre la madurez o el coming of age, En los 90 gravita alrededor de los temas clásicos del subgénero: la pertenencia a un grupo y la disfuncionalidad con la familia biológica. Es una historia sobre buscar las brújulas morales que marcan el carácter de uno, sus ejemplos a seguir. Donde se alecciona a los jóvenes y a los adultos por igual: no importa cuán mayor seas, los chicos te están mirando. Hacé lo correcto. Esa búsqueda mutua de la identidad de uno y la responsabilidad de los que lo rodean se debate en cuanto a los absolutos en los que ven la hombría. Sobre dar una imagen de madurez y ser cool que distan mucho de lo que es el concepto realmente. Una idea de la hombría, que en dicha época desvergonzadamente sexista y homofóbica, pasaba no tanto en cuanto a valores y carácter, sino en “no ser marica” y “cogerte perras.” Dicho esto, cabe señalar la escena de iniciación sexual del protagonista que podrá parecer un poco idealizada, pero con la que Jonah Hill eligió ser moderado en su desarrollo. En los 90 Volviendo al tema de buscar una brújula moral, esta es una historia sobre aquellos valores que son inquebrantables, independientes de la filosofía que uno tenga sobre la vida. Sobre el entender que incluso el más inmaduro es leal. Cuando el protagonista tiene un accidente, los amigos están todos en la sala de espera del hospital. La madre, al entrar y ver esa imagen (incluso habiéndolos amenazado en una escena anterior), se muestra conmovida ante el aguante de estos chicos por saber como está de salud su amigo. Donde ella descubre que no importa si está de acuerdo con el estilo de vida que llevan (aunque el suyo propio sea igual de cuestionable), quieren a su hijo y lo quieren bien. Es de destacar que con su fama, con los contactos obtenidos en una carrera nada despreciable como actor, Jonah Hill haya elegido hacerse desde abajo en su primer título como director. Hill quería que su historia destacara por encima de todo. Ello implicaba declinarse por una realización mucho más modesta, sin llegar a los presupuestos de Clerks o Following,pero tampoco apelar a una rimbombancia a la que pudo haber accedido y a la que, afortundamente, decidió declinar. Esa elección se percibe en su elenco. Dentro de este, los que tienen trayectoria y/o gozan de cierto prestigio (por lo menos entre los críticos) son Katherine Waterston y Lucas Hedges, madre y hermano del protagonista. Sin embargo, el foco esta puesto en la relación que desarrolla con sus nuevos amigos, encarnados por actores novatos a los que Hill saca provecho, probándose -como la mayoría de sus colegas que se arriesgan a la realización- como un efectivo director de actores. Por fuera de los detalles actorales, la de Hill es una mirada cuidada, detallista solo en lo esencial. Esto se ve en cuestiones tales como haber rodado la película en una relación de aspecto de 1.33:1, un encuadre que remite al VHS, formato con el cual muchos desarrollamos el gran bulto de nuestra cultura cinéfila. Otro detalle es el sonido, en particular los golpes que recibe el protagonista. Aquellos que le da su hermano suenan con más detalle e intensidad que cualquier accidente o pelea con sus pares que pueda llegar a tener. Es incluso con este detalle que abre la película, como tirándonos desde el primer segundo a la parte más honda de la pileta. Aparte, cabe mencionar cómo Jonah Hill se vale de sus elecciones musicales para ubicarnos sensorialmente en los mediados de los 90 al que alude el título original de la película. Al oír Kiss from a Rose de Seal (de la película Batman Forever) uno siente indefectiblemente que esto es el ’95 y no otra cosa.
Todas las decisiones que hacen al debut cinematográfico del director Jonah Hill (el actor de "Super Cool", aunque parezca imposible) son caprichosas. El recurso del falso documental, para el cual apela al formato de 16 milímetros; ambientar la historia en los "90, con claras alusiones a la música de aquellos años y a series como "Ren y Stimpy" y "Beavis and Butt-Head"; y llevar a esta familia disfuncional con una madre tan ausente como permeable, un padre inexistente y un hermano mayor violento y anodino, al extremo del agobio en nuestro protagonista Stevie (maravillosa actuación de Sunny Suljic), de tan sólo trece años. Pero esta suma arbitraria de pilares nos lleva directamente a los años de apogeo del grunge, el skate, el alcohol en menores y la temprana tentación por las drogas y el sexo. Por lo visto, un espejo de la infancia que el autor y director planta con respecto a Stevie, un niño de Los Angeles que sale al mundo a los tumbos pero con la convicción de crecer y dejar atrás los posters de "Las Tortugas Ninjas" para que en su discman suene furiosamente Fatboy Slim. No le tiene miedo al afuera porque, claro, en su propio hogar vive un infierno cotidiano, como la golpiza que recibe de su hermano en los primeros segundos del filme. NUEVOS ESTEREOTIPOS "En los 90" tiene rupturas de todo tipo. Si bien el relato no es innovador, un chico que se aleja de su familia para acercarse al pendenciero grupo de su barrio, los estereotipos sí están cambiados. Y quien debiera ser malo para el cine clásico de Hollywood no resulta tal, y sus aliados de confianza se vuelven un puente endeble entre su deseo y la vida real. Así emergen las figuras de Ray (excelente recreación del skater y no actor Na-Kel Smith), su hermano en lo fáctico, y de Fuckshit (Olan Prenatt), la puerta a todos sus desmadres. Aunque la historia es pequeña y no resulta apologética ni de redención, son todos los recursos cinematográficos los que brillan y hacen que todo sea ágil ante nuestra mirada, además de las muy buenas actuaciones de actores hasta hoy casi desconocidos. La fotografía de Christopher Blauvelt, la ambientación de Christy McIrwin y el montaje de Nick Houy se llevan los méritos, todo supervisado por el director, quien puede estar orgulloso de su primer paso en el cine grande, dejando definitivamente atrás al simpático gordito de comedias pasatistas. Imágenes de "Cuenta conmigo", lo heterogéneo de "Los Goonies" y lo crudo de nuestra "Fuga de cerebros" reaparecen como emotivos flashes, cuando entendemos el revolucionario paso de la infancia a la adolescencia de este chico que muestra al norteamericano promedio.
Stevie, un chico de 13 años que vive en el Los Ángeles de los años 90, pasa el verano lidiando con los problemas de su vida familiar y el nuevo grupo de amigos que encuentra en la tienda de skate de Motor Avenue. Entre la violencia, las drogas y la búsqueda de identidad aparecen en toda la película que describe el mundo de los skaters. Pero si bien nada es tomado a la ligera, tampoco hay una carga moralista en la historia ni se cae en manipulaciones ideológicas. La ópera primera de Jonah Hill tiene el tono justo para describir ese mundo y comprender los deseos del adolescente protagonista. Nada es idealizado, todo se observa con crudeza y autenticidad, logrando entrar en el mundo de Stevie y comprender como se mueve el tímido joven para abrirse paso y conseguir un espacio de pertenencia. Es muy difícil conseguir que un universo se vea tan verdadero, que se pueda observar todo con tanta amplitud de mirada, logrando que la historia resulte atrapante, pasando de la angustia a la emoción sin que se vea jamás una mirada manipuladora por parte de su director.
Vida sobre ruedas. Todos nos sentiremos identificados ya que logra transmitir con la dosis justa un mensaje universal. Se leerá mucho que la figura paterna de este adolescente que nos representa a todos los que pasamos los 13 años, está ausente. En mi humilde opinión, nada más alejado de lo que se relata en el film, está muy presente y considero que, a eso, entre muchos otros factores, se debe el éxito de En los 90. Una película con personalidad. Mid 90s (2018) es el gran debut como director y guionista del reconocido actor Jonah Hill. Un drama perteneciente al género Coming-of-age que sucede en Los Ángeles de los años 90’s. Stevie (Sunny Suljic), un adolescente de 13 años, lucha por encontrar su lugar entre su madre Dabney (Katherine Waterston), que ejerce la prostitución sin ocultárselo a sus hijos, y un hermano mayor Ian (Lucas Hedges) de carácter muy temperamental, que descarga su furia con su hermano menor de manera muy violenta. Este adolescente encuentra su lugar en un grupo de skaters, luego de hacer lo posible por “pertenecer” y aprende, en esa etapa, lecciones sobre la vida y vive sus primeras experiencias con el consumo de cigarrillos, alcohol, drogas y sexo. Jonah Hill realizó una brillante labor en su debut, dejando en claro que no sólo es un talentoso actor. Con la tan controversial Kids (1995) como principal reminiscencia, el ingenio de Hill consiguió diferenciarse y relatar una historia sobre la rebeldía adolescente sellando su impronta. El director está muy presente en cada secuencia, en cada escena, real y sorprendente ejemplo de guion que escribió él mismo, le da forma con un estilo artístico europeo o a lo Dolan. Hill realmente tenía este talento escondido y nos sorprendió a todos, no se dispersa en ningún tramo del film y esto se debe a que tenía muy claro qué contar y la manera que es atractiva por su impactante realismo desde que comienza. Es imposible ignorar la historia, da la sensación de que se está gestando un nuevo cine, una exquisita combinación de todos los elementos que funcionan, ejecutados de manera efectiva. El cine como arte nos brinda estas bellas y gratificantes sorpresas, nos dice que no todo está perdido para los apasionados y conocedores del buen cine, no todo es taquilla y aún más procediendo de Estados Unidos, hay personas como Jonah Hill que tienen para contar y con qué. Se relata a la historia de Stevie -por cierto, con una impecable actuación de Sunny Suljic- como excusa para mostrarnos que hay detrás de esa etapa tan enigmática. El contexto que eligió Hill para contar esto es el ideal para la construcción de cada personaje y sus justificaciones. Seguramente ayudó mucho dominar la labor del actor y se nota que trabajó con cada uno de ellos, además de elegirlos y conocerlos para potenciar sus virtudes. El hermano furioso con la vida que le tocó y que ya pasó esa etapa tan dura no podía ser mejor interpretado por uno de los mejores actores de los últimos tiempos Lucas Hedges, un actor que elije muy bien cada oferta que se le presenta, en lo que se constituye como otro acierto de Hill. En un excelente guion siempre se esconde lo que en verdad se quiere contar, muchos lo intentan, fracasan y pasan desapercibidos siendo solo pretenciosos. Hill lo logró en su totalidad, por su honestidad, sinceridad, transparencia y talento. En los momentos en los que el espectador está inmerso en el film y pareciera que llega a un clímax, el director corta con un fundido a negro recordándonos que estamos mirando una película, que la vida real no está en el cine, sí en sus historias y cuanto más realistas son, más nos atrapan, nos sentimos comprendidos y respetados por Hill, una elección valiente que describe su estilo arriesgado como director. La madre ausente, el hermano agresivo, este adolescente que encuentra su lugar con un grupo de amigos, -personajes uno más interesante que el otro-, se relacionan por la falta de la paternidad, no existen padres en el film y en lo personal, creo que esa es la clave para comprenderlo en profundidad, no la ausencia del padre, -que es diferente por cómo lo plantea el director, sin lugar a dudas tiene que ver con un universo personal que maneja y esconde un sufrimiento-, sino la inexistencia total de la figura paterna. Por ese motivo, considero otro gran acierto que ese hermano enojado con la vida tenga sus motivos y es que asumió el rol de padre, postergando su vida y esa madre que ejerce la prostitución en su casa, es fruto del abandono del padre. De esta manera, muy cercana a la vida, está presente el padre, en las consecuencias de sus actos que no necesitamos nos los cuenten, están implícitos. Existen pocos diálogos entre los hermanos, y eso es lo interesante; en especial de Hedges cuya habilidad principal es decir todo con la mirada, justamente nos comunica todo casi sin hablar, este recurso resulta muy emocionante, otra brillante elección de Hill. Como si esto fuera poco para tratarse de una gran película, se destaca la banda sonora, suenan Nirvana, Arcade Fire, Wilco, Tweedy y géneros como el rap, funk, punk, alternativas/independientes, hip-hop, grunge y rock alternativo. Obviamente los sucesos están muy bien representados en el espíritu de cada banda o género, además de lo que se respiraba en aquella época. Otro acierto, es la clara demostración de que no es necesario ser tan provocador o explícito para llamar la atención del público, sino utilizar la inteligencia, elegir un tópico sobre el cual se pueda profundizar, desde ya, conocerlo para bucear en él, tomar buenas decisiones con cada recurso, ser habilidoso para explotarlos en su justa medida y jamás pero jamás subestimar al espectador que merece todo el respeto del realizador. No esperes un predecible comienzo, desarrollo, ni final, ya que es una película de pensamiento independiente. La connotación es el principal recurso que utiliza este director y nos invita a reflexionar. Por todo lo expuesto y sin extenderme más, recomiendo especialmente esta brillante y emocionante película.
La opera prima de Jonah Hill demuestra ser una joya del género coming of age. Grandes actuaciones y una estética envolvente, hacen que este viaje a la década de lo 90's sea completamente gratificante. Un género literario que ha tomado muchísima fuerza en los últimos años es sin dudas en coming of age, éste suele estar enfocado en contar historias de adolescentes o jóvenes adultos en donde, por lo general, el/la protagonista no se encuentra perteneciente a un grupo de personas específico, a su propia familia, con ellos mismos o exploran cambios en la sexualidad o en los pensamientos. Claro que éstas obras no siempre recorren los mismos caminos pero si hay patrones que necesitan compartir para poder llegar a esa epifanía tan buscada y necesaria para quien protagoniza la historia. De las más populares de los últimos años se destacan Lady Bird (2017) y Call Me By Your Name (2017) dos películas que exploran de manera diferente la vida de adolescentes que al fin y al cabo lo único que buscan es saber quienes son y que la gente los acepte de esa manera. A ésta última gran oleada de películas es a la que Jonah Hill quiere ponerle la joya que le falta. Haciendo su debut como director y contando con un guion escrito enteramente de su mano es que llega En los 90 (Mid 90s, 2018), una película que cuenta la historia de Stevie (Sunny Suljic) un aniñado jovencito de no más de 11 años que vive con su hermano (Lucas Hedges) y madre (Katherine Waterston), quienes de una forma u otra no se interesan demasiado lo que suceda con Stevie. Es por eso que él en sus ansias de conseguir un modelo a seguir y de quién poder recibir un poco de “feedback” afectivo, se empezará a hacer amigos de una banda de skaters liderada por Ray (Na-Kel Smith), una joven promesa del skate que junto con sus compañeros de grupo le darán un lugar a Stevie, quién poco a poco empezará a ganarse un puesto preponderante en la banda dejando de lado al “pequeño Stevie” y afrontando situaciones impropias para alguien de su edad. En su opera prima Jonah Hill demuestra que para contar este tipo de historias, no siempre es necesario un presupuesto descomunal, un guion rebuscado y complejo o actores de primer nivel mundial que estén en los focos de todos. Poniéndole énfasis al poder creativo en cuanto a la fotografía, a la puesta en escena y al manejo de la cámara, la lucidez a la hora de dirigir parece estar innata en Jonah Hill. La empatía que se logra con el protagonista es inmediata, es cierto que muchas veces acudiendo a una crudeza visceral para poder lograrlo pero ése recurso tiene sentido teniendo en cuenta la trama y como se desarrolla. La simpleza de la trama y lo natural que está transpuesta del papel a la pantalla hace que el relato fluya de una manera completamente convincente que sirve para conectar con el espectador desde el comienzo. Otro punto alto del film es la elección de la música, muchas veces los realizadores caen en los hits de la época funcionando más como una lista de reproducción “especial 90’s” que como si de verdad se estuviese en esos años. Acá Hill no sólo no utiliza ninguno de los temas clásicos de esos años sino que demuestra tener tino para seleccionar temas de Hip-Hop y grunge que quedan perfectas en conjunto con las imágenes. La selección de actores es realmente excelente teniendo en cuenta que la gran mayoría son patinadores profesionales y no se dedican a la actuación. Na-kel Smith y Olan Prenatt son los máximos exponentes de esto pero demostraron tener cualidades como para tener en cuenta a futuro. Por otro lado Sunny Suljic, Lucas Hudges y Katherine Waterston, los actores profesionales, demuestran toda su calidad en cada escena que les toca participar. Sobre todo la participación de Suljic, que es llevado al extremo en múltiples ocasiones, deja la sensación de que el compromiso del incipiente actor para con el proyecto fue total. Jonah Hill debuta a paso firme detrás de las cámaras con una coming of age que va al límite desde que comienza hasta que termina. Grandes actuaciones de todo su elenco, una estética que produce un viaje instantáneo a la década del 90 y un guion sencillo pero duro, son los pilares fundamentales para que ésta película no pase desapercibida y se consolide como una de las mejores dentro del género.
Llegado un punto en la carrera de un actor de Hollywood, parece indiscutible el salto detrás de las cámaras. Con diferentes y variados resultados, en ciertos proyectos se nota la idea que los actores devenidos en directores quieren llevar a buen puerto. Sin ir más lejos, el año pasado tuvimos el debut de John Krasinski con la excelente A Quiet Place, y en este 2019 Brie Larson estrenó Unicorn Store, mientras que Olivia Wilde hará lo suyo cuando se estrene comercialmente su maravillosa Booksmart en cuestión de semanas. Pero quien ocupa la silla en esta ocasión es nada más y nada menos que Jonah Hill, quien desde que se destacó en Superbad ha forjado una carrera meteórica a lo largo de los años, tanto en comedia como en su costado más dramático. Con Mid90s, escrita y dirigida por él mismo, Hill construye un homenaje a su infancia, el crecer en la cálida y hostil Los Ángeles, mientras intenta acercarse constantemente al cine indie con trazos de Larry Clark y Harmony Korine. Sus intenciones tienen ese factor nostálgico que supura en cada fotograma, pero de haberla acompañado con una historia más sólida que la alejase de lo básico hubiese volado un poco más alto.
Golpe tras golpe En Los 90 (Mid90s, 2018) es una película coming of age que marca el debut en la dirección de Jonah Hill (Maniac), el cual también se encargó del guión. Protagonizada por Sunny Suljic (El Sacrificio del Ciervo Sagrado), el reparto se completa con Na-Kel Smith, Olan Prenatt, Ryder McLaughlin, Gio Galicia, Alexa Demie, Lucas Hedges (Regresa a Mí), Katherine Waterston (Tina en Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos), entre otros. La cinta tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Toronto. La trama gira en torno a Stevie (Sunny Suljic), un chico de 13 años que vive en un hogar turbulento: no solo su madre tiene una vida amorosa demasiado activa, sino que su hermano Ian (Lucas Hedges) es un adolescente súper violento que se la pasa golpeándolo sin piedad. Por estos motivos, Stevie prefiere estar fuera de casa. Al entrar en una tienda de skate del barrio de Los Ángeles, Stevie conoce a Rubén (Gio Galicia), chico que tiene aproximadamente la misma edad que él. Rubén pasa sus días con jóvenes más grandes (entre 18 y 20 años), fanáticos de la patineta y la música hip hop. De esta manera Stevie entablará conversación con el grupo conformado por los apodados Cuarto Grado (Ryder McLaughlin), el cual se la pasa filmando con su grabadora porque en un futuro quiere hacer películas, Ray (Na-Kel Smith), joven que quiere ser un skater profesional, y Cara de Mierda (Olan Prenatt), el cual se la pasa haciendo chistes y tomando alcohol. Al ser apodado “Quemadura”, Stevie será aceptado entre ellos y vivirá grandes aventuras. Sin embargo, muchas situaciones se tornarán indebidas para un chico de su edad y hasta llegarán a ser demasiado peligrosas para su integridad física. Arriesgada, cruda y nostálgica, Jonah Hill sorprende gratamente teniendo en cuenta que ésta es su ópera prima. El actor devenido en director tardó cuatro años en hacer este filme, por lo que es notorio cuan importante y personal fue para él que En Los 90 sea un buen producto cinematográfico. Y sin lugar a dudas lo consiguió. Filmada en 16 mm y con un formato 4:3 en vez del 16:9 al que estamos acostumbrados, Hill logra transportarnos fácilmente a la década del 90, época en la que las redes sociales no existían y los adolescentes se juntaban en las calles para divertirse. En ese contexto se nos presenta a Stevie, un niño que lo único que desea es encontrar un grupo de pertenencia para tratar de olvidar aunque sea por un rato lo mal que lo pasa en su casa. Como espectador, de entrada nos resulta muy fácil empatizar con él, no solo porque Hill desde el guión presta total atención a la buena construcción de sus personajes, sino también porque Sunny Suljic está excelente en su rol, transmitiendo desde lo gestual toda la dulzura, inocencia e ingenuidad típicas de un chico de su edad. A medida que avanza el relato, se puede notar cómo es que Stevie idolatra a sus nuevos amigos mayores, los tiene como referentes al punto de seguir sus pasos aunque en el fondo no esté tan seguro si lo que hace es lo correcto. Con un reparto en el que la mayoría no son actores sino skaters profesionales, el filme derrocha una camaradería genuina, en donde se respetan los términos con los que se hablaba en esa década así como las maneras de tratarse unos a otros. Otro acierto del director pasa por no juzgar a sus personajes: ninguno es bueno o malo, sino que son una mezcla de ambos, tal como sucede en la vida real. Con momentos sumamente incómodos de ver, la película es dura pero también tiene sus escenas graciosas y su cuota emocional. De esta forma, En Los 90 resulta más que un buen comienzo en la dirección para Jonah Hill, uno que se nota que está hecho con el corazón y retrata lo importante que es la amistad a medida que uno crece, en especial si desde el nido familiar no hay ningún tipo de contención.
El actor Jonah Hill (Comando Especial, El lobo de Wall Street) debuta como director y escribe En los 90, la historia de un joven de trece años que intenta pertenecer. Stevie vive en Los Angeles, con una madre ausente y un hermano abusivo. Trata de encajar a toda costa y un día se hace amigo de un grupo de adolescentes que andan todo el día en skate y viven sin ninguna preocupación, aunque en definitiva solo intentan escapar de la realidad. En los 90 refleja una generación previa al boom de la internet (algo que parece imposible para aquellas del nuevo siglo). Jonah Hill cae en lugares obvios para remarcar la época, pero no por eso está mal. La música, los videojuegos y los posters son algunos elementos que utiliza para ubicar al espectador, y cada uno está meticulosamente pensado para no desequilibrar la puesta en escena. Principalmente la generación de los 90 vivió su época dorada del skate. En cualquier parte del mundo, andar en skate era parte de un estilo de vida. En cualquier parte del mundo, andar en skate era parte de un estilo de vida. La película lo demuestra como un escape, un desafío de la autoridad y un lugar donde se plantean reflexiones, miedos y promesas de un futuro mejor. El film fue filmado en 16mm y un encuadre de 4:3 (a diferencia de las películas modernas que son panorámicas en 16:9). El granulado y la textura de la imagen juega con esta idea de estar viendo un video casero filmado por los mismos protagonistas de la película. Por último hay que destacar la labor del elenco, que sin ser actores profesionales, entienden el ritmo de sus personajes, su forma de hablar y gesticular dentro de la época.
No tan cool. A Jonah Hill lo conocemos como actor (Super cool, El juego de la fortuna, El lobo de Wall Street) pero esta vez hace su debut como director con una película coming-of-age de gran precisión y sensibilidad, recreando el universo y el pasaje del pequeño Stevie (Sunny Suljic) a “hombrecito” miembro de una banda de amigos skaters, en los suburbios de Los Ángeles. Stevie, el protagonista del filme, vive con su madre y su hermano mayor, a quien admira a pesar de que este lo agrede constantemente. Así, cuando ingresa a escondidas a la habitación de su hermano, lo hace como si fuera un profano en un templo; allí dentro admira los posters, los cd´s, ese mundo “de grandes” que lo fascina y, en su inocencia, añora. La trama comienza a desplegarse cuando Stevie se incorpora a un grupo de chicos casi como si se tratara de “la mascota”. Los personajes se reúnen en una tienda de skates, fuman, miran la tele y hablan de cosas sin filtro como verdaderos teenagers. Así, poco a poco y no sin recelo por parte de su iniciador Ruben (Gio Galicia), Stevie se va ganando la complicidad y simpatía de los demás. Entre slides, lips y grabs y una banda sonora encantadora compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross, el director perfecciona las escenas logrando el clima indicado para reconocer todos y cada uno de los gestos de ese mundillo masculino que gravita entre la niñez y la adolescencia —incluyendo los ritos de iniciación, la vestimenta y los anhelos pero también las frustraciones de familias disfuncionales a las que pertenecen estos kids. Como constante, vemos un reclamo de responsabilidad, explicaciones y cariño —que varias veces transmuta en dolor de manera movilizante pero sin llegar a ser golpes bajos— hacia los verdaderos adultos, quienes parecen imposibilitados de asumir autoridad. Desde la joven mamá de Stevie (Katherine Waterston) hasta un policía que aparece en una escena realmente genial, recorremos el desafío de hablar con una generación para la cual el código parece estar encriptado en un discman y los movimientos reducidos a los de un joystick. Los millennials sentimos que la atmósfera noventosa está lograda por un efecto importado, es decir, globalización mediante. Sin embargo, lo interesante de esta película es que no hay un retorno nostálgico que condicione la mirada: más bien vemos chicos al borde del milenio intentando encontrarle un poco de sentido a su cotidianeidad. El mundo es la calle, la plaza donde patinar y las lecciones de la vida que se aprenden con un grupo de amigos entrañables. De esta manera, el film es una excelente panorámica de aquellos años donde “la conexión” no dependía de celulares ni de internet, una época en la cual los conflictos familiares se compartían sin filtro y realmente no todo era tan cool.
Jonah Hill, aquel actor que supo estar en tantas comedias norteamericanas que exploraban la adolescencia (“Supercool”, “Comando especial”, “Este es el fin”), y luego jugándosela con papeles serios que lo llevaron a estar dos veces nominado al Óscar (“Moneyball” y “El lobo de Wall Street”), pega ahora el salto a la silla de director con su ópera prima “Mid90s”. La A24 ha encontrado un terreno cómodo en la producción de los coming of age, películas sobre el crecimiento y la adolescencia. Desde “Lady Bird”, pasando por “Eighth Grade” y la próxima en estrenarse, “Booksmart”, hay un sendero de muy buenas películas que la marcan definitivamente como una garantía de la casa. Y en ese sentido, la ópera prima de Hill, lo ratifica. El film transcurre en la ciudad de Los Ángeles, años 90. Allí seguimos la vida de Stevie, un niño de 13 años que se pasa sus días lidiando con los conflictos hogareños (madre ausente, hermano abusivo), y andando en skate con un nuevo grupo de amigos mayores que él. Sin grandes pretensiones ni alardes, Jonah Hill debuta con un film minúsculo en despliegue y construido casi enteramente por planos fijos. “Mid90s” hace de su austeridad, el mejor aliado para narrar un coming of age con mucho espíritu al cine realizado en los noventa. Lo bueno es que no se trata de una de esas cintas que se hunde en la nostalgia barata. El director toma como gran referente la cinta de Larry Clark, “Kids”, y la música de aquellos años (GZA, Misfits, Nirvana, etc), pero nunca ata su historia a la nostalgia gratuita. Corta pero contundente, “Mid90s” tiene una duración de ‘apenas’ 80 minutos, pero a no confundirse, se trata de una película de una intensidad que se fortalece en esa simple, pero muy compacta historia. Los conflictos dramáticos empiezan a caer en la segunda mitad, pero cuando cualquier film podría derrapar con golpes bajos, no lo hace. Estamos ante un relato de autodestrucción adolescente que toca márgenes peligrosos, arriesgados, pero muy bien surtidos por una dirección lo suficientemente madura para conservar la prolijidad. El pequeño Sunny Suljic se marca una actuación consagratoria llevando todo el peso dramático de una película plagada de realismo y crudeza. El que si está un poco desaprovechado es Lucas Hedges, que interpreta a un personaje menor y no demasiado desarrollado a lo largo del metraje. Filmada en 16 mm y con una pantalla angosta de 4:33, Jonah Hill logró una ópera prima prometedora en la que ha demostrado saber que decisiones tomar para lo que busca narrar. Por lo pronto, Hill ya es un cineasta digno de ser observado a futuro.
AMISTAD, DIVINO TESORO Cuando uno piensa en Jonah Hill inmediatamente se le aparecen un montón de imágenes salvajes y un humor bestial, propio del tipo que aprendimos a conocer a partir de Supercool y que alcanzó la cima de prestigio -sin perder salvajismo- en la desaforada El lobo de Wall Street de Martin Scorsese. Sin embargo, siempre hubo en sus personajes un trasfondo melancólico, una sensibilidad que era sepultada por un remolino verborrágico que intentaba -tal vez- enmascarar con espíritu bufón algún tipo de dolor o tristeza. El final de Supercool de hecho era de una calidad infrecuente para el resto del relato (gran comedia adolescente, hormonal y festiva), reflexionando con amabilidad a partir de Hill y Michael Cera sobre la amistad, los vínculos masculinos y ese proceso conflictivo que es crecer y dejar atrás cierta inocencia. Esa sensibilidad es la que precisamente estalla en En los 90, ópera prima de Hill en la dirección y un relato sobre infancias quebradas que se convierte en uno de los debuts más notables del cine norteamericano de los últimos años. Hill cuenta una historia bastante personal. Ambientada, como lo indica su título, en los 90’s, el protagonista es un joven sin padre a la vista, con una madre joven que parece hacer lo que puede y un hermano mayor abusivo que lo golpea constantemente. Lo personal viene del universo que retrata, esas calles de Los Angeles con jóvenes skaters y vidas urbanas atravesadas por cierto existencialismo. Hill recurre a la pantalla cuadrada y a los 16 milímetros, y viste su película de leit-motivs musicales y visuales que cuentan una época y hacen tangible un espíritu adolescente en ebullición. El aspecto de la película es algo sucio, sin caer en sordideces ni miserabilismos, pero que lo vincula estéticamente con directores como Larry Clark o Sean Baker: de hecho, En los 90 puede ser vista como una versión un poco más sentimental de Kids o Proyecto Florida. El protagonista, decíamos, en su intemperie emocional, encontrará en la calle y en un grupo de skaters la contención que necesita, y un núcleo de cercanía que parece darle cierta motivación a su existencia. Esta vida callejera está ilustrada por Hill sin ningún tipo de idealización y mucho menos de moralina, aún mostrando en la película los peligros a los que el joven Stevie se enfrenta (Sunny Suljic, impecable) pero mirándolo siempre como un par y nunca desde la distancia o con cierta superioridad. A Hill no le interesa inscribir su película en los debates televisivos de magazines berretas; lo suyo es el cine imperecedero, que no se agota instantáneamente. Y el registro cercano y cálido de un momento crucial en la vida de un grupo de personajes. En los 90 es una película potente, que muestra la inteligencia de Hill en diálogos y en imágenes que parece transitar los caminos de las comedias del aquí director y guionista, pero que se filtran sin solemnidad a través del dramatismo y la angustia que el subgénero del coming of age (las películas de crecimiento adolescente) representa: la primera imagen en la que aparecen Stevie y su hermano es un claro ejemplo de todo esto, pero fundamentalmente de cómo arrancar una película con una imagen poderosa y de enorme simbología con el relato y con lo que se contará a continuación. Hill conoce los códigos del subgénero que aborda, pero tiene la personalidad para hacerlo propio y contarlo bajo su mirada. Y en En los 90 se van arremolinando los temas y las ideas: las familias disfuncionales y la necesidad de los grupos de pertenencia, la calle como espacio de vida y los vínculos que allí se gestan, las necesidades de ciertas clases sociales bajas que nunca serán satisfechas, la búsqueda de un futuro y cómo nos puede distanciar de los orígenes, y la amistad, siempre la amistad, que brilla como el tesoro más amado en el notable epílogo de la película. Por todo esto que En los 90 puede ser considerado sin exagerar como el mejor debut tras las cámaras del cine norteamericano de esta década: la película de un director atento, que encuentra la forma adecuada de contar la historia que tiene entre manos, que logra ser personal sin ser autoindulgente, y que parte de elementos autorreferenciales sin dejar de lado la honestidad.
La búsqueda de la identidad prematura En los 90s es el debut como director del actor Jonah Hill, conocido por todos por comedias como Superbad, 21 Jump Street o por su personaje en la aclamada Lobo de Wall Street de Martin Scorsese. El actor norteamericano se suma a esta nueva tendencia, que se viene acrecentando en estos últimos tiempos, de nuevos directores salidos del mundo de la actuación. La película cuenta la vida de Stevie (Sunny Suljic) un pequeño niño de 13 años que vive en Los Ángeles en la época de los 90, y que por no tener una buena relación con su madre y su hermano, trata de evitar su casa a toda costa, y debido a esto conoce a un grupo de chicos mayores que practican skate. Al meterse de a poco en este grupo de niños problemáticos y ganar su cariño y respeto, Stevie va descubriendo muchas situaciones que nunca había experimentado en su vida. Fuma su primer cigarrillo, se emborracha y hasta pierde su virginidad. A todo esto, su madre no le presta mucha atención y su hermano cuando lo ve no hace más que golpearlo. Lo más acertado de esta coming of age es la buena interacción entre los personajes, algo que Hill al aparecer quiso resaltar. La película no trae nada nuevo al género, cae en las mismas situaciones que hemos visto anteriormente en este tipo de propuestas y eso le resta en lo que quiere ser realmente. Igualmente puede llegar a ser disfrutable por momentos. La forma en que vamos viendo como el joven e inocente Stevie va quemando etapas de forma tan rápida, puede llegar a dar un poco de nostalgia a la pre adolescencia de muchos de nosotros. Nuestras primeras amistadas, nuestras primeras equivocaciones o decepciones. Algo que le agrega distinción al film es que fue filmada en 16mm, una estética que nos retrotrae a las imágenes en VHS que veíamos en esos tiempos (años que no son muy lejanos en nuestro presente). Se destaca las escenas que comparte Suljic con Na-kel Smith, ya que ambos al no tener mucha experiencia en la actuación, logran crear una atmósfera muy solemne en sus conversaciones. En los 90s es un inicio aceptable para Jonah Hill en el mundo de la dirección de cine. Se trata de una incursión dramática e independiente muy tomada en serio, tanto que se nos hace difícil imaginar que Hill la haya escrito.
El ya reconocido actor Jonah Hill, con dos nominaciones al Oscar como actor de reparto, en” “El juego de la fortuna (2011) y “El lobo de Wall Street” (2013), toma la decisión de ponerse delante de la hoja en blanco y tras las cámaras en esta película que marca su debut como guionista y director. No es el primero que produce este salto, ni será el último en la meca del cine. De hecho uno hasta salto más alto y llego a la presidencia del gran país del Norte, otros tuvieron más reconocimiento y respeto como realizador, un claro ejemplo es Clint Eastwood. El punto es que la elección que tomo el director fue la despegarse lo máximo posible de su lugar de origen como artista, y esa decisión se siente a cada plano que va construyendo una historia que no sólo respira sencillez en la producción. Tanto se nota que en cada situación que va desarrollando aparece como lo importante no desviarse de esa elección, y eso hasta la pone en un lugar de pretenciosidad a la inversa. Digamos, tanto se cuida de no estar pegado a Hollywood que se olvida del relato mismo. Termina por ser un filme demasiado pequeño, que se agota en su qué decir muy rápidamente. Sólo se circunscribe a representar los diseños menos transitados del género, se nota esa intención, se huele, lo realiza con talante digno que se termina de imponer como habitual. Está más resuelto a no desviarse de la idea directriz que de profundizar en el texto mismo, lo que redunda en que termina por enarbolar lo superfluo, tanto como los años que intenta retratar, sin hacerlo de forma eficaz, sólo eficiente, que parecen sinónimos pero no lo son en este contexto. El relato se centra Stevie, un chico de 13 años que vive en el Los Ángeles a principio de los años ‘90, pasa el verano pugnando con los problemas de su vida doméstica, un hermano mayor violento, una madre sola que no puede ocuparse, Para distraerse se refugia en un nuevo grupo de amigos que ha conocido en una tienda de skate. Posiblemente lo mejor del filme sean las actuaciones, tanto su protagonista, Sunny Suljic, como Lucas Hedges y Katherine Waterson en los roles del hermano y la madre respectivamente, que hacen creíbles y ayudan a la progresión del relato, aunque la debilidad del conflicto aparezca como obstáculo, tanto que finalmente no se sabe bien qué quiso decir, lo que termina con sabor a poco en relación a lo que despliega en los primeros minutos de la narración.
El debut en la dirección del actor Jonah Hill es un clásico, y si se quiere algo convencional coming of age. Una de esas películas de crecimiento que desarrolla su guión (también de Hill) sobre una serie de instantáneas de inflexión entre la infancia y la adultez. En este caso, la crónica de un niño solo llamado Stevie (el estupendo Sunny Suljic), que encuentra compañía en la amistad con un grupo de amigos mayores. Los que andan en la vuelta de la tienda de skates y, según su madre, “parecen una pandilla”. Es que son skaters que dicen guarradas, fuman, beben y hablan de sexo, entre los cuales el protagonista se ve más chico todavía. Quizá contra esa sensación de pequeñez, porque en casa es hermano menor, es que crece su admiración y sus ganas de acercarse a ellos. Que lo aceptan como uno más y hasta le ponen un apodo. Son los mediados de los noventa del título, en una Los Ángeles para nada rica y famosa. Y Stevie prefiere andar con sus nuevos colegas que estar en casa, donde la madre poco presente y el hermano bully se combinan para su infierno perfecto. La primera escena de la película, sin ir más lejos, es la paliza que le propina el mayor. Hill encuentra no pocos logros en su relato, empezando por sus personajes. Tanto el grupo de chicos desclasados como su escueta familia (los estupendos Katherine Masterson y Lucas Hedges) dejan con ganas de saber más de ellos. Y, por elevación, de su protagonista. En los 90 funciona también como un drama, un derrotero sobre los peligros de crecer de golpe, y a los golpes. El link con la más cruda Kids, de Larry Clark y Harmony Korine, puede venir a la cabeza, pero esta es una exploración más melancólica y sutil, en el subgénero de los cambios de etapa, y que uno sospecha con anclajes autobiográficos. Con momentos más débiles, que amenazan con ponerse sobre explicativos. Y con otros luminosos, apoyados por un gran soundtrack que va del hip hop a Pixies y Herbie Hancocken. En los que nace una emoción genuina: dos chicos deslizándose sobre sus tablas por el medio de una avenida, en un atardecer de L.A., mientras suena We'll let you know de Morrissey y los problemas desaparecen.
Con la cartelera tapada de remakes y tanques de Hollywood, “En los 90” es un bienvenido oasis. Se trata del debut como director de Jonah Hill, el gran actor que se hizo conocido en comedias como “Superbad” y “Comando especial”, y que fue nominado al Oscar como actor de reparto por “Moneyball” y “El lobo de Wall Street”. A los 35 años, Hill decidió dar el salto a la dirección con un filme áspero y a la vez sensible que se ubica en la mejor tradición del cine de iniciación adolescente. La historia se ubica en Los Angeles (en la parte menos glamorosa de la ciudad), en 1995. Allí está Stevie (interpretado por el pequeño Sunny Suljic, toda una revelación), un chico de 13 años que vive con su joven madre y un hermano bastante mayor que lo agrede constantemente. Esta agresión se advierte ya desde la potente primera escena, y será el disparador para que Stevie busque un lugar que identifique como propio fuera de su casa. En apenas 85 minutos, el director mostrará el arco de transformación del protagonista: su tímido acercamiento a un grupo de skaters algo marginales, los ritos de aceptación del grupo y sus primeros coqueteos con el alcohol, las drogas y el sexo. El registro es casi minimalista, sin moralinas ni golpes bajos. Y se agudiza en los momentos en que el entusiasmo desbordado de la adolescencia se da de cara con el descontrol y el peligro. La banda de sonido (firmada por el gran Trent Reznor) incluye grupos emblemáticos de la época como Pixies, Nirvana, Cypress Hill y Wu-Tang Clan. Y para el recuerdo queda esa escena del protagonista y su mejor amigo andando en patineta al atardecer, mientras de fondo suena Morrissey cantando “We’ll Let You Know”.
La personalidad inquieta de Jonah Hill hacía pensar que no iba a pasar mucho tiempo para que decidiera ponerse en la silla de director, al frente de una película propia. El actor – más ligado a sus papeles cómicos en Superbad (2007), 21 Jump Street (2012) o Wolf of Wall Street (2013), entre otras cuantas – siempre tuvo interés por el trabajo detrás de cámara; y es por eso que sus aportes como guionista, tanto como su incursión en papeles más serios como para la serie original de Netflix, Maniac (2018), podían ser parte del proceso que desencadenara en este debut tan auspicioso como lo es Mid 90’s. Lejos del estilo divertido y ocurrente que le dio un lugar en Hollywood, En los 90’s es en su estética de VHS indie un coming of age más hermandado con la Lady Bird (2018) de Greta Gerwig o The Florida Project (2017) de Sean Baker, que con las participaciones con Seth Rogen. Una especie de memoria sobre Los Ángeles de la década del 90’, con el grunge en todas las radios y la cultura skater en pleno auge, que marcan una mirada personal y reflexiva (casi documental) del pasaje a la adolescencia y todo lo que eso conlleva. La secuencia inicial del film ya nos predispone a la hora de conocer a sus personajes: Stevie (Sunny Suljic) sale corriendo de su habitación y se golpea contra la pared del pasillo, para luego seguir siendo golpeado por su violento hermano Ian (Lucas Hedges). El hecho de que ninguno de los dos tenga una remera puesta hace pensar que es verano y que no hay escuela, pero el silencio de la casa y la falta de respuesta parental a los gritos de los chicos también dan la pauta de que no hay padre ni madre presente que pueda evitar este tipo de peleas cotidianas. Acto seguido podemos ver la habitación de Stevie, desordenada como la de cualquier pibe, con sábanas de las tortugas ninja y una vieja Super Nintendo que grafica, de alguna manera, un punto de partida en la película. Por otro lado, la habitación de Ian está empapelada con posters y discos de hip-hop, gorras rigurosamente colgadas, revistas y varios cassettes re-grabados de la radio, una especie de santuario para nuestro joven protagonista que mira fascinado cada objeto, comparando su remera de Street Fighter con los buzos deportivos de su hermano. Stevie sabe muy bien que se está exponiendo a una golpiza si Ian se entera que estuvo revolviendo sus cosas, y sin embargo para él es el equivalente a conocer el mundo de los grandes, sentirse mayor por un rato. Poco a poco vamos entendiendo la naturaleza de estos dos hermanos. Por corte vemos el cumpleaños de Ian en un restaurante, y a su madre (Katherine Waterston) narrando a sus dos hijos que está saliendo con un hombre, que aunque le parece un poco mujeriego, quiere llevar las cosas con calma. La incomodidad de ambos es evidente, no obstante, eso no la detiene a la hora de recordar que a la misma edad de Ian, ella lo estaba amamantando. Miradas, silencios, momentos en donde el garage rock y la música incidental de Trent Reznor (NIN) se mimetizan con los diálogos para contar lo que los personajes no se dicen. La realidad de Stevie y la necesidad de buscar un lugar de pertenencia lo motivan a relacionarse con un grupo de skaters, cada uno con sus propios tormentos y roles en la banda. El solo hecho de compartir un espacio en común con ellos se nota en el entusiasmo de ser el encargado de alcanzarles agua bajo la calurosa tarde californiana, de correr junto a ellos cuando la policía los hostiga por invadir el mobiliario público, de tener un apodo que lo identifique como parte de un conjunto. Stevie ya no se siente solo. En su casa los posters comienzan a cambiar, Ren y Stimpy se van para hacerle lugar a los raperos y las armas, mientras que para la chica en bikini parece que todavía no es el momento. Ahora lo sábados no son para ver una película en casa ni para jugar videojuegos, sino para practicar trucos con el skate que le intercambió a su hermano y sorprender a sus amigos el día siguiente. El desarrollo de Stevie como personaje, motivado por rebeldía y la disfuncionalidad de su familia, transcurre con una naturalidad para el pequeño Sunny Suljic (recordable también por su papel en The killing of a sacred deer de Yorgos Lanthimos) con la cual es difícil no empatizar. Los mismos descubrimientos musicales por los que transita, a la par de su cruzada por dejar atrás todo lo que lo ate a la niñez, es probablemente la misma catarsis con la que Jonah Hill haya escrito este guion, dándose el gusto de incluir toda la banda de sonido de su adolescencia. Cuando otras películas hacen hincapié en la nostalgia, Mid 90’s se desarrolla con una espontaneidad entrañable para situarse en otra década. Porque más allá de la decisión artística de rodarla en fílmico, o que su resolución en 4.3 se asemeje a los VHS, o incluso que la paleta de colores amarronada intente homenajear a la austeridad del cine independiente noventoso, existe algo atemporal en cómo Hill propone esta historia de iniciación, en cómo transcurre cada día de este verano eterno donde la única preocupación aparente es planear a qué fiesta van a ir a la noche, de la misma manera que estos pibes se debaten también entre la estupidez y la incertidumbre de no saber qué hacer una vez terminada la secundaria. Y sin embargo hay un contexto que une al film a los recuerdos de su director y la movida cultural de una generación marginalizada y sin planes a futuro, reproducidas por el punk barrial y el hip hop, acompañada de la dificultad de poder escaparle a los problemas existenciales. Lo que Jonah Hill reproduce en su ópera prima no es la nostalgia, ni la melancolía de su juventud, sino una ventana al cine y la música con la que creció, Spike Lee y Cypress Hill con patinetas, y ese mismo entusiasmo con el que descubrimos esa película o ese disco que nos cambió la vida.
Jonah Hill hace su debut como director en la excelente En los 90 El actor de "Comando Especial" y otras locuras, debuta detrás de las cámaras con una 'comig of age' muy personal y auténtica. Imposible evitar las comparaciones entre “En los 90” (Mid90s, 2018) y “Lady Bird: Vuela a Casa” (Lady Bird, 2017). Ambos debuts cinematográficos -en el caso de Greta Gerwig, en solitario- rescatan el espíritu ‘coming of age’ de sus historias, pero siempre desde un punto de vista muy personal para sus realizadores, sumando una autenticidad y ‘naturalismo’ que se balancea a la perfección con una narración muy cuidada. Mientras que la premiada ópera prima de Gerwig nos mete de lleno en los confusos primeros años del nuevo milenio, Jonah Hill se para por primera vez detrás de las cámaras para mostrarnos su peculiar visión del “crecer en Los Ángeles a mediados de la década del noventa”. A Hill se le nota (y no lo niega) la influencia de “Kids” (1995) de Larry Clark y Harmony Korine -incluso, el guionista tiene un cameo en la película-, pero el actor devenido en realizador no echa mano del pesimismo extremo, la sordidez y los golpes bajos de este drama adolescente ambientado en la otra costa norteamericana. En cambio, nos pasea por el ‘aquí y ahora’ del pequeño Stevie (Sunny Suljic), un nene de 13 años que, como muchos a esa edad, está tratando de encontrar su lugar en el mundo, a medida que deja la infancia atrás y se sumerge apresuradamente en una adultez sin reglas aparentes. A Stevie le toca lidiar con un hermano mayor (Lucas Hedges) bastante abusivo y una joven madre soltera (Katherine Waterston) que no sabe poner muchos límites. En medio de esta confusión, y falta de contención y de amigos, el jovencito ve en un grupo de skaters de la Motor Avenue, la camaradería y pertenencia que anda necesitando. De a poco se arrima al conjunto de compañeros y empieza a vagar con ellos por las calles de Palm, imitando su estilo de vida, muchas veces excesivo para su corta edad. Imposible evitar las comparaciones entre “En los 90” (Mid90s, 2018) y “Lady Bird: Vuela a Casa” (Lady Bird, 2017). Ambos debuts cinematográficos -en el caso de Greta Gerwig, en solitario- rescatan el espíritu ‘coming of age’ de sus historias, pero siempre desde un punto de vista muy personal para sus realizadores, sumando una autenticidad y ‘naturalismo’ que se balancea a la perfección con una narración muy cuidada. Mientras que la premiada ópera prima de Gerwig nos mete de lleno en los confusos primeros años del nuevo milenio, Jonah Hill se para por primera vez detrás de las cámaras para mostrarnos su peculiar visión del “crecer en Los Ángeles a mediados de la década del noventa”. A Hill se le nota (y no lo niega) la influencia de “Kids” (1995) de Larry Clark y Harmony Korine -incluso, el guionista tiene un cameo en la película-, pero el actor devenido en realizador no echa mano del pesimismo extremo, la sordidez y los golpes bajos de este drama adolescente ambientado en la otra costa norteamericana. En cambio, nos pasea por el ‘aquí y ahora’ del pequeño Stevie (Sunny Suljic), un nene de 13 años que, como muchos a esa edad, está tratando de encontrar su lugar en el mundo, a medida que deja la infancia atrás y se sumerge apresuradamente en una adultez sin reglas aparentes. A Stevie le toca lidiar con un hermano mayor (Lucas Hedges) bastante abusivo y una joven madre soltera (Katherine Waterston) que no sabe poner muchos límites. En medio de esta confusión, y falta de contención y de amigos, el jovencito ve en un grupo de skaters de la Motor Avenue, la camaradería y pertenencia que anda necesitando. De a poco se arrima al conjunto de compañeros y empieza a vagar con ellos por las calles de Palm, imitando su estilo de vida, muchas veces excesivo para su corta edad. Stevie primero conoce a Ruben (Gio Galicia), que pronto lo presenta al resto de su grupo: Ray (Na-Kel Smith), quien quiere convertirse en una skater profesional; ‘Fuckshit’ (Olan Prenatt), quien a pesar de su rebeldía viene de una familia bastante acomodada; y ‘Fourth Grade’ (Ryder McLaughlin), quien va a todos lados con su camarita VHS, fantaseando con ser realizador cinematográfico. La historia de Stevie es la historia de todos estos adolescentes, escapando un poco de sus propias miserias (familias rotas, hogares donde los maltratan o simplemente los ignoran) para encontrar elementos en común con sus pares. En este caso, todo arranca por el skateboarding, deporte que, de alguna manera, los obliga a empaparse de la realidad de las calles. “En los 90” no es una película que siga esquemas clásicos. Acá no hay héroes ni villanos, ni siquiera un conflicto en especial que altere la vida de los protagonistas. Hill, también responsable del guión, intenta pintar una atmósfera que seguro él también experimentó, como tantos otros chicos californianos de los noventa. Primeros acercamientos sexuales, alcohol, drogas, algunos desmanes… nada en extremo ni del todo peligroso, aunque nos choque ver a un nene tan chiquitín dando estos primeros pasos que lo hacen “crecer de golpe”. En realidad no es tan así, pero este cruce con otros congéneres le abre los ojos hacia el mundo que lo rodea, muchas veces velado por su propio privilegio de chico blanco de clase media. Hill juega con estos contrastes y se apoya en su elenco juvenil, muchos de ellos sin experiencia previa actoral. Cada uno de sus protagonistas tiene la oportunidad de lucirse, dejando escapar sus dramas personales y anhelos, incluso en una época y una sociedad que, posiblemente, no los acompañe. Muchos podrán decir que “En los 90” no pasa nada, pero el realizador se une a sus personajes en este ‘viaje iniciático’ que tiene como destino la madurez, emocionando con sus pequeños giros y confesiones, sin abusar de las referencias, los chistes obvios, ni los golpes bajos. Su estética es la de MTV modelo noventa, un poco vertiginosa, un poco artesanal y cruda, como el “documental” que va pergeñando el mismo ‘Fourth Grade’. Hill inunda nuestros oídos con clásicos de Pixies, The Mamas and the Papas, Cypress Hill, Nirvana, y con la excelente banda sonora de los oscarizados Trent Reznor y Atticus Ross para ponerle el moño a un debut que gana desde su sinceridad narrativa y emocional, pero sobre todo porque se siente muy personal sin la necesidad de autoreferenciarse. Hedges sigue sumando grandes actuaciones a su currículum, y a Suljic no hay que sacarle los ojos de encima. Es más, toda esta banda de pibitos la rompe, convirtiéndose en la verdadera alma de esta historia que no necesita agarrarse de la nostalgia, tan de moda por nuestros días, para arrancarnos risas y lágrimas, con un presupuesto mínimo y muchas buenas intenciones y reflexiones sobre la adolescencia y sus pormenores. Imposible evitar las comparaciones entre “En los 90” (Mid90s, 2018) y “Lady Bird: Vuela a Casa” (Lady Bird, 2017). Ambos debuts cinematográficos -en el caso de Greta Gerwig, en solitario- rescatan el espíritu ‘coming of age’ de sus historias, pero siempre desde un punto de vista muy personal para sus realizadores, sumando una autenticidad y ‘naturalismo’ que se balancea a la perfección con una narración muy cuidada. Mientras que la premiada ópera prima de Gerwig nos mete de lleno en los confusos primeros años del nuevo milenio, Jonah Hill se para por primera vez detrás de las cámaras para mostrarnos su peculiar visión del “crecer en Los Ángeles a mediados de la década del noventa”. A Hill se le nota (y no lo niega) la influencia de “Kids” (1995) de Larry Clark y Harmony Korine -incluso, el guionista tiene un cameo en la película-, pero el actor devenido en realizador no echa mano del pesimismo extremo, la sordidez y los golpes bajos de este drama adolescente ambientado en la otra costa norteamericana. En cambio, nos pasea por el ‘aquí y ahora’ del pequeño Stevie (Sunny Suljic), un nene de 13 años que, como muchos a esa edad, está tratando de encontrar su lugar en el mundo, a medida que deja la infancia atrás y se sumerge apresuradamente en una adultez sin reglas aparentes. A Stevie le toca lidiar con un hermano mayor (Lucas Hedges) bastante abusivo y una joven madre soltera (Katherine Waterston) que no sabe poner muchos límites. En medio de esta confusión, y falta de contención y de amigos, el jovencito ve en un grupo de skaters de la Motor Avenue, la camaradería y pertenencia que anda necesitando. De a poco se arrima al conjunto de compañeros y empieza a vagar con ellos por las calles de Palm, imitando su estilo de vida, muchas veces excesivo para su corta edad. Stevie primero conoce a Ruben (Gio Galicia), que pronto lo presenta al resto de su grupo: Ray (Na-Kel Smith), quien quiere convertirse en una skater profesional; ‘Fuckshit’ (Olan Prenatt), quien a pesar de su rebeldía viene de una familia bastante acomodada; y ‘Fourth Grade’ (Ryder McLaughlin), quien va a todos lados con su camarita VHS, fantaseando con ser realizador cinematográfico. La historia de Stevie es la historia de todos estos adolescentes, escapando un poco de sus propias miserias (familias rotas, hogares donde los maltratan o simplemente los ignoran) para encontrar elementos en común con sus pares. En este caso, todo arranca por el skateboarding, deporte que, de alguna manera, los obliga a empaparse de la realidad de las calles. “En los 90” no es una película que siga esquemas clásicos. Acá no hay héroes ni villanos, ni siquiera un conflicto en especial que altere la vida de los protagonistas. Hill, también responsable del guión, intenta pintar una atmósfera que seguro él también experimentó, como tantos otros chicos californianos de los noventa. Primeros acercamientos sexuales, alcohol, drogas, algunos desmanes… nada en extremo ni del todo peligroso, aunque nos choque ver a un nene tan chiquitín dando estos primeros pasos que lo hacen “crecer de golpe”. En realidad no es tan así, pero este cruce con otros congéneres le abre los ojos hacia el mundo que lo rodea, muchas veces velado por su propio privilegio de chico blanco de clase media. Hill juega con estos contrastes y se apoya en su elenco juvenil, muchos de ellos sin experiencia previa actoral. Cada uno de sus protagonistas tiene la oportunidad de lucirse, dejando escapar sus dramas personales y anhelos, incluso en una época y una sociedad que, posiblemente, no los acompañe. Muchos podrán decir que “En los 90” no pasa nada, pero el realizador se une a sus personajes en este ‘viaje iniciático’ que tiene como destino la madurez, emocionando con sus pequeños giros y confesiones, sin abusar de las referencias, los chistes obvios, ni los golpes bajos. Su estética es la de MTV modelo noventa, un poco vertiginosa, un poco artesanal y cruda, como el “documental” que va pergeñando el mismo ‘Fourth Grade’. Hill inunda nuestros oídos con clásicos de Pixies, The Mamas and the Papas, Cypress Hill, Nirvana, y con la excelente banda sonora de los oscarizados Trent Reznor y Atticus Ross para ponerle el moño a un debut que gana desde su sinceridad narrativa y emocional, pero sobre todo porque se siente muy personal sin la necesidad de autoreferenciarse. Hedges sigue sumando grandes actuaciones a su currículum, y a Suljic no hay que sacarle los ojos de encima. Es más, toda esta banda de pibitos la rompe, convirtiéndose en la verdadera alma de esta historia que no necesita agarrarse de la nostalgia, tan de moda por nuestros días, para arrancarnos risas y lágrimas, con un presupuesto mínimo y muchas buenas intenciones y reflexiones sobre la adolescencia y sus pormenores. Stevie primero conoce a Ruben (Gio Galicia), que pronto lo presenta al resto de su grupo: Ray (Na-Kel Smith), quien quiere convertirse en una skater profesional; ‘Fuckshit’ (Olan Prenatt), quien a pesar de su rebeldía viene de una familia bastante acomodada; y ‘Fourth Grade’ (Ryder McLaughlin), quien va a todos lados con su camarita VHS, fantaseando con ser realizador cinematográfico. La historia de Stevie es la historia de todos estos adolescentes, escapando un poco de sus propias miserias (familias rotas, hogares donde los maltratan o simplemente los ignoran) para encontrar elementos en común con sus pares. En este caso, todo arranca por el skateboarding, deporte que, de alguna manera, los obliga a empaparse de la realidad de las calles. “En los 90” no es una película que siga esquemas clásicos. Acá no hay héroes ni villanos, ni siquiera un conflicto en especial que altere la vida de los protagonistas. Hill, también responsable del guión, intenta pintar una atmósfera que seguro él también experimentó, como tantos otros chicos californianos de los noventa. Primeros acercamientos sexuales, alcohol, drogas, algunos desmanes… nada en extremo ni del todo peligroso, aunque nos choque ver a un nene tan chiquitín dando estos primeros pasos que lo hacen “crecer de golpe”. En realidad no es tan así, pero este cruce con otros congéneres le abre los ojos hacia el mundo que lo rodea, muchas veces velado por su propio privilegio de chico blanco de clase media. Hill juega con estos contrastes y se apoya en su elenco juvenil, muchos de ellos sin experiencia previa actoral. Cada uno de sus protagonistas tiene la oportunidad de lucirse, dejando escapar sus dramas personales y anhelos, incluso en una época y una sociedad que, posiblemente, no los acompañe. Muchos podrán decir que “En los 90” no pasa nada, pero el realizador se une a sus personajes en este ‘viaje iniciático’ que tiene como destino la madurez, emocionando con sus pequeños giros y confesiones, sin abusar de las referencias, los chistes obvios, ni los golpes bajos. Amigos son los amigos Su estética es la de MTV modelo noventa, un poco vertiginosa, un poco artesanal y cruda, como el “documental” que va pergeñando el mismo ‘Fourth Grade’. Hill inunda nuestros oídos con clásicos de Pixies, The Mamas and the Papas, Cypress Hill, Nirvana, y con la excelente banda sonora de los oscarizados Trent Reznor y Atticus Ross para ponerle el moño a un debut que gana desde su sinceridad narrativa y emocional, pero sobre todo porque se siente muy personal sin la necesidad de autoreferenciarse. Hedges sigue sumando grandes actuaciones a su currículum, y a Suljic no hay que sacarle los ojos de encima. Es más, toda esta banda de pibitos la rompe, convirtiéndose en la verdadera alma de esta historia que no necesita agarrarse de la nostalgia, tan de moda por nuestros días, para arrancarnos risas y lágrimas, con un presupuesto mínimo y muchas buenas intenciones y reflexiones sobre la adolescencia y sus pormenores.
Su desarrollo es en Los Ángeles, Estados Unidos, allí vive el joven adolescente Stevie (Sunny Suljic, “La casa con un reloj en sus paredes”, «El sacrificio de un ciervo sagrado») de 13 años junto a su joven madre Dabney (Katherine Waterston, «Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald» ) y su hermano mayor Ian (Lucas Hedges, «Manchester junto al mar») de otro padre pero de la misma madre. Stevie no se siente cómodo en su hogar. Cuando comienza a caminar por las calles conoce a un grupo de skaters y rápidamente logra conectarse con su skate, ahora es admirado y se acerca a vivir otras experiencias. En los 90 Stevie con tan solo 13 años se va mezclando con otros personajes, con las drogas, con el amor y la incomprensión. La cinta contiene buenos diálogos, una buena ambientación de época, donde hay frivolidades y realidades, contiene algunos símbolos, interesantes actuaciones y todo acompañado con una estupenda banda sonora que incluye canciones de The Pixies, Morrissey, Herbie Hancock, ESG, The Mamas and the Papas, Souls of Mischief, Nirvana, y varios artistas de Hip Hop de los 90. Además cabe destacar que el film se encuentra dirigido por Jonah Hill actor y comediante estadounidense, nominado en dos ocasiones al Premio Oscar y que trabajó en películas como Superbad, Moneyball y El lobo de Wall Street.
Mundo nuevo Iniciaciones y muestras de valentía son el pasaje a la adultez de Stevie en la soleada Los Ángeles. Así es En los 90, el debut de Jonah Hill como director. Mientras suena “Wave Of Mutilation”, de Los Pixies, Ian le ofrece a su hermano menor Stevie: “Te puedo cambiar la patineta por el Discman”. “No, cualquier cosa menos el Disman”, grita Stevie. Stevie (Sunny Suljic, de The Killing Of A Sacred Deer) es un adolescente temprano, un chico de gorrita, probablemente de 13, aunque parece más chico, y recibe el acoso permanente del bully Ian (Lucas Hodges en un duro papel inusual). Palizas, negocios injustos, el doble de estatura. Con Dabney (Katherine Waterston), su madre separada –o soltera–, la cosa no es mucho mejor. Dabney es una madre ausente, inconsecuente en su crianza, y para llevar las riendas sólo sabe recurrir a los viejos valores. Pero en su vida privada, Dabney es inconsecuente; Ian y Stevie lo resienten. Ian seguirá una vida solitaria, enojado con el mundo. Stevie encontrará la solución en un intermitente escape: la pista de skate. Para su debut como director, Jonah Hill comenzó a escribir el guion de Mid90s (título original) a inicios de 2016 y a mediados del año siguiente tenía a todo el reparto. Acorde al supuesto de que las décadas tardan 20 años en recuperarse, se supone que para entonces los noventa ya debían estar de moda, pero no. Stranger Things era el obelisco simbólico de que lo ochenta aún dominaban. ¿Qué hizo que Hill situara su historia en esa década? Hay canciones de Jeru The Damaja, Nirvana, un tardío Bad Brains y Cypress Hill. Sin embargo, el guionista y director no satura la cinta de marcas temporales. Sus intervenciones son sutiles. Un formato en 4:3, colores algo opacos, mucha luz y escasa definición. En los 90 es casi una cinta low fi. Y las canciones son matizadas con una banda sonora coescrita entre Trent Reznor y Atticus Ross, quienes ya colaboraron en The Vietnam War (Ken Burns, 2017), entre otros trabajos. ¿Por qué Hill situó su historia en esa década? Probablemente porque Hill (35 años) tenía la misma edad que Stevie a mediados de los noventa. Para debutar con un cambio de contexto tan grande, sin recursos dramáticos, debe haber cierta nostalgia, y algo de eso trasuntan las imágenes de En los 90. A diferencia de la mayoría de las películas sobre el coming of age –expresión anglo que transmite de modo algo más poético el pasaje a la adultez–, Stevie no se muestra desesperado por pertenecer a la tribu de skaters que encuentra patinando a pocas cuadras de su casa, en una especie de abandonado mall. El pequeño Suljic le denota a su personaje expresiones de sorpresa, emoción, cosas con que paliar su desencanto. La identificación con un grupo puede ocurrir entre la adolescencia y la temprana juventud, pero casi siempre con pares de una edad relativa. En el caso de Stevie, ocurre un enamoramiento. Primero es el acercamiento a Ruben (Gio Galicia), alguien cercano en edad, que se transforma en el puente para llegar a la pareja real de la tribu: Ray (Na-Kel Smith), virtuoso y responsable, y su ladero Fuckshit (Olan Prenatt), de rastas rubias, alcohólico y fiestero. Fourth Grade (Ryder McLaughlin), el único blanco del grupo, es también el único testimonio de la época. Con su hand-held camera se ocupa de testimoniar todos los saltos y aventuras de su tribu. Es un testigo pasivo, lento, cuyo hilo tiene un sostén fraternal y cierta condescendencia. Stevie se atreve a probar su hombría. Más que sus propios compañeros, más grandes que él. Su audacia de la galera lo lleva a realizar un salto crucial, innecesario, que casi le cuesta la vida. Con dos remeras chupándole la sangre de la cabeza, Stevie regresa a su casa y horroriza a Dabney. Su mamá lo sube al auto y lo lleva al negocio de skate donde se reúne la tribu. Dabney ataca al grupo y degrada a Stevie frente a sus pares, lo cual desata una crisis emocional. Hay una escena hermosa, profunda y emotiva, donde Ray sale de su rol de skater modelo. Es una charla donde Ray pone a Stevie frente a la realidad. “Muchas veces pensamos que nuestra vida es la peor. Pero si mirás en el armario de los demás, no cambiarías tu mierda por la de otros”. Mirá a Fourth Grade, le dice. Es uno de los tipos más pobres que conozco. No tiene ni para comprar un par de medias. Y Ruben, que se escapa con ellos para zafar de los golpes de la mamá. Y Ray lo mismo. Su hermano menor fue atropellado tres años atrás. Fue Fuckshit quien lo sacó del pozo. Y ahora está nuevamente orbitando. El skate no es su estilo de vida. Es su única salvación. El duelo subyacente entre Stevie y Ruben es también típico –pero no menor su inclusión– en un film coming of age. Ruben fue el primero en llegar a Ray y Fuckshit, el mayor de los dos, el que introdujo a Stevie, y resiente que el más chico se haya ganado el favoritismo a costa de su mayor carisma. Hill maneja esa tensión con delicadeza, hasta pareciera que con oficio, hasta que todo se desmadra en una secuencia innecesaria, que sin embargo es el disparador para el momento neurálgico de la película. Mucho antes, al inicio –en una secuencia iniciática–, el mismo Ruben le daba a Stevie los códigos de la adultez: “No me agradezcas, no está bueno hacerlo”, dice, como algo uncool, digno de debilidad. Pero cuando Ray le regala una tabla nueva, deshace las reglas: “Está bueno que agradezcas”, le sonríe a Stevie. No hay códigos en el mundo nuevo, donde reina la subjetividad. Jonah Hill incluso le permite a su protagonista tener una tenue iniciación sexual. Muestra una de las puertas más que se le ofrecen, que aparecen con la fuerza inigualable de la primera vez, y que resulta preciso no dejar pasar. En los 90 es un prisma que devuelve imágenes de varias películas: Boyhood (Richard Linklater, 2014), The Myth Of The American Sleepover (David Robert Mitchell, 2011), Kids (Larry Clark, 1995), Paranoid Park (Gus Van Sant, 2008). Pero es al mismo tiempo monolítica, dueña de su propio relato, encantadora, conmovedora y humana. Un auspicioso debut, en todos los sentidos.
Muy buena opera prima del actor en la que, basándose en un guion propio que recupera experiencias de su adolescencia, logra reflejar con notable verdad y humanidad la complicada, placentera y dolorosa aventura de crecer. La opera prima como director del conocido actor es sorprendente pero no necesariamente por la temática en la que se centra sino por la manera de contarla, su puesta en escena, su extrañeza cinematográfica. Una historia de coming of age adolescente bien podría estar dentro de la órbita, uno imagina, de un actor como Hill. Lo que es inesperado es la manera formalmente arriesgada y la manera sensible e inteligente de ponerla en escena. Más que una película cool sobre adolescentes skaters en los ’90, el actor de EL LOBO DE WALL STREET se despacha con una mirada compleja, nostálgica pero a la vez muy humana y realista acerca de las dificultades y placeres de esa experiencia. Stevie (Sunny Suljic) es un preadolescente californiano un tanto solitario y torpe que vive a la sombra (y con miedo) de su hermano mayor, Ian (Lucas Hedges), que lo maltrata permanentemente. Ambos viven con su madre (Katherine Waterston) y Stevie trata de conectar con otros chicos un poco mayores que él, algunos de los cuales son skaters. De a poco, y siendo bastante ignorado por casi todos, el chico empieza a formar parte de ese grupito, más que nada a partir de su relación con uno de sus miembros, Ruben, que lo usa para liberarse a sí mismo de ese lugar de receptor de las bromas de los otros. También están Ray, el mejor skater del grupo; Fuckshit, que lo conoce de la infancia, y Fourth Grade, el que se dedica a filmar a los demás, un poco como sucede en el documental MINDING THE GAP. La película se centra gran parte del tiempo en las aventuras de Steve con estos chicos mayores que él y en sus esfuerzos para “pertenecer”, muchos de los cuales son bastante torpes. Pero su grupito, más allá de algunas circunstancias, lo adopta y para él ese es el mejor de los mundos posibles, especialmente cuando empieza a experimentar con alcohol, mujeres y drogas, aun con los problemas que en algunos casos esto les trae. Pero, claro, también está su hermano que, con sus propios problemas, le dificultará cada posible momento de disfrute. El film es un lírico homenaje a esa adolescencia tan californiana de entonces, entre estacionamientos enormes, tiendas abiertas las 24 horas, autopistas para recorrer en skate, un discman en la cintura y los misterios del mundo que se comienzan a revelar de a poco. Filmada en 16mm, en formato clásico (4:3), con algunas bellísimas secuencias de skate y algunas formas originales de registrar ciertas escenas de camaradería adolescente, EN LOS 90 aprovecha también la música de esa época, esquivando por lo general los grandes éxitos y hallando canciones que no solo son representativas por la nostalgia sino por lo que expresan ante cada determinada situación. La banda sonora –supervisada por Trent Reznor y Atticus Ross, compositores además de la música incidental– incluye temas de Pixies, Cypress Hill, Nirvana, Bad Brains, A Tribe Called Quest, The Misfits y Wu Tang-Clan, entre otros. Pero en casi ningún caso son sus canciones más conocidas. Entre tanto hip-hop y punk, una gran escena, de hecho, transcurre musicalizada por “We’ll let You Know”, bellísima canción del album “Your Arsenal”, de Morrissey EN LOS 90 no intenta ser más que eso. Si bien tiene similitudes con films como KIDS, PARANOID PARK o hasta la atmósfera de algunas películas de Richard Linklater de la época, Hill recién sobre el final empuja el drama hacia situaciones más tensas o límites. Y más allá de que allí la película tome algunas características más clásicas (y, si se quiere, funcionales), Hill nunca pierde de vista que lo principal está en reflejar la verdad de la experiencia más que en resolver la anécdota. Los conflictos están, pero se integran a una realidad socioeconómica que trasciende la pantalla. Lo que el actor de la reciente THE BEACH BUM quiere y logra transmitir es lo que era ser adolescente entonces, cuando la tecnología no tenía la presencia dominante que tiene en la actualidad. Acaso las sensaciones de soledad, miedo, pertenencia, amistad y dolor que surgen a esa edad puedan ser similares hoy, pero cinematográficamente son muy diferentes
Hay películas sobre jóvenes, sobre la juventud, sobre el crecimiento, esas denominadas coming of age que cambian notoriamente su perspectiva según los ojos que se posen sobre esa etapa de la curva vital. En este caso, en Mid90s, no es solo el relato sobre la vida de un joven sino que la mirada sobre ese momento también es juvenil y fresca. Jonah Hill debuta en esta historia como realizador independiente, pero sus virtudes actorales ya las pudimos disfrutar en filmes como El lobo de Wall Street (Martin Scorsese/2013), No te preocupes no irá lejos (Gus Van Sant/ 2018) y El juego de la fortuna (Bennet Miller/ 2011) entre otras decenas de títulos donde Jonah nos demuestra su gran versatilidad. Uno de los aspectos más singulares de En los 90 es que combina una manera joven de mostrar las emociones de sus personajes y el contexto donde crecen los temores y los deseos de pertenencia, al mismo tiempo que desarrolla un estilo formal con rastros clásicos: preciso, simple y narrativo, sin grandes ínfulas ni grandilocuencias. Así construye la polaroid de una década y de su propia juventud, pero aun cuando la trama es tangencialmente autobiográfica no va de ese tema el derrotero de su apuesta, y festejamos que tampoco tenga intenciones pedagógicas, ni lecciones psicologistas de manual conductual. En este relato prevalece una mirada amorosa sobre los personajes y sus vivencias, seres que padecen una cierta dolencia, de esas en las que vemos como los integrantes de una familia arrastran sus carencias con una venda en los ojos. No son monstruos de una tragedia sino el retrato naturalista de lo fallida que puede ser la imagen de una familia. Es inevitable recordar la primera escena del filme que impacta con certeza, un golpe visual de violencia familiar entre hermanos con una madre que circula como en suspenso, impotente. El protagonista es Stevie un adolescente de 13 años de un suburbio de Los Ángeles en los años 90. Él como hijo-hermano menor de la familia es quien nos marca el camino de la revelación en este filme de crecimiento pubertario. Stevie está buscando su lugar en mundo fuera de la casa parental donde no puede construirse a si mismo completamente. En esa búsqueda azarosa el mundo de los skaters lo atrae y ese clan lo termina incluyendo en un nuevo universo juvenil. En ese contexto de chicos singulares con padecimientos familiares y ganas de entender que es vivir, Stevie descubre la figura del liderazgo, la capacidad de perder el miedo, la sexualidad y algunas transgresiones menores que lo hacen sentirse “un pequeño gran hombrecito”. La vida de Stevie y de sus amigos tiene claroscuro, pero no abona a hacerlos transitar ninguna vivencia verdaderamente cruenta o límite. Tal vez el relato peca de discurrir con liviandad o blandura a las angustias juveniles y eso puede quitarle algo de hondura a las emociones de esa intensa etapa de la vida. El trabajo visual del filme es rico en su sencillez, trabaja con precisión su capacidad de encuadrar la vida de esos personajes, el tratamiento estético de los espacios, el uso de los primeros planos y ante todo la evasión de una narración visual efectista o de golpes bajos. La música funciona como otra capa de narración, los ritmos musicales del hip hop vibran en la diégesis y van de la mano de esos personajes que hacen una vida propia entre el ritmo de la música y sus saltos en skate. Ojalá este paso en la carrera de Jonah Hill sea el umbral a un cine hecho con simpleza pero con autenticidad. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio