La ficción asesina El director y guionista noruego André Øvredal se hizo conocido en el ámbito internacional del cine de terror mediante dos películas muy logradas que lo posicionaron en el radar de muchos espectadores, Trollhunter (Trolljegeren, 2010), una parodia camuflada de los guardaparques/ servidores públicos y sin duda una de las mejores realizaciones del found footage a escala planetaria, y La Morgue (The Autopsy of Jane Doe, 2016), una epopeya claustrofóbica y minimalista en la tradición del mejor John Carpenter. Su segundo film en el mercado anglosajón es el trabajo por encargo Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad (Scary Stories to Tell in the Dark, 2019), primera adaptación para la gran pantalla de la célebre colección de historias de espanto para niños de Alvin Schwartz, señor que supo concebir una trilogía de libros intitulados Scary Stories to Tell in the Dark (1981), More Scary Stories to Tell in the Dark (1984) y Scary Stories 3: More Tales to Chill Your Bones (1991), opus hoy considerados clásicos de su rubro por las generaciones siguientes. Aquí en esencia el europeo funciona como un testaferro de Guillermo del Toro, quien hace las veces de productor y de artífice de la idea original junto a Marcus Dunstan y Patrick Melton, un trío de hierro que opta por una trama englobadora en vez de entregar una típica antología de horror en sintonía con aquellas de Amicus Productions: el resultado es un film muy correcto que sin embargo no puede ir más allá de los clichés de base del formato de los slashers sobrenaturales de “grupo de adolescentes que por accidente desatan una maldición o despiertan un alma atormentada y bien furiosa”, detalle que en esta oportunidad está compensado por un desarrollo sin estupideces hollywoodenses (no hay chistecitos bobos, los personajes no son caricaturas, el cancherismo y el cinismo no dicen presentes, etc.) y un maravilloso diseño en lo que atañe a los monstruos en sí (muy cercanos a la imaginería gótica y voluptuosa del mexicano, un fan en serio del terror y no otro de esos empleados de los grandes estudios yanquis que no sienten amor por absolutamente nada de lo que hacen). Todo transcurre en 1968, en el pueblito de Mill Valley del Estado de Pensilvania, donde tres amigos adolescentes del secundario, Stella Nicholls (Zoe Margaret Colletti), Auggie Hilderbrandt (Gabriel Rush) y Chuck Steinberg (Austin Zajur), en la noche de Halloween deciden vengarse del abusador del colegio, Tommy Milner (Austin Abrams), lo que desde ya deriva en que tengan que escapar y hasta se encuentren con un misterioso extraño un poco mayor que ellos, Ramón Morales (Michael Garza), un muchacho que está de paso por el lugar. El grupo decide explorar la mansión derruida de la hoy desaparecida familia Bellows, algo así como los oligarcas fundadores de Mill Valley, y en una habitación oculta hallan un libro con cuentos de terror de la hija de la parentela, Sarah (Kathleen Pollard), a quien los locales adjudicaron la muerte de niños por envenenamiento. Stella, ella misma una escritora amateur, pronto descubre que historias de horror varias se escriben solas en las páginas como por arte de magia y que los protagonistas no son otros que sus allegados y amigos, quienes terminan esfumándose de la faz de la tierra a posteriori de ser acechados por espeluznantes criaturas que se remontan a sus temores más profundos y/ o obsesiones. El guión en sí fue escrito por Kevin Hageman y Dan Hageman y no brilla precisamente por su originalidad, no obstante trabaja con respeto el ideario de cada personaje y echa mano con inteligencia del viejo ardid de la comarca de los sustos centrado en transformar a cada muerte en una metáfora de una de las paradigmáticas características de los seres humanos, así tenemos decesos -o intentos de asesinato- que representan a la soberbia, el escepticismo, la vanidad, la histeria, la cobardía y la culpabilidad. Obviando incluir una buena tanda de gore porque al fin y al cabo este se supone que es un proyecto destinado al target infantil/ adolescente, Øvredal construye una buena interpretación en imágenes de lo que vendría a ser una odisea clasicista de espectros y monstruos acechantes pasada por el tamiz de Del Toro, lo que significa que estamos ante un humanismo que combina el realismo social con una iconografía tétrica símil Hammer Productions o los engendros de la Universal. Sin llegar a lo mejor del cine del mexicano o el noruego, la obra es un buen ejemplo de película disfrutable mainstream hecha con corazón, garra y cariño, ofreciendo personas reales como protagonistas en vez de estereotipos con patas que no generan ni un gramo de empatía…
Terror juvenil del bueno A Hollywood le está yendo bastante bien con la nostalgia vintage y el revival de películas ochenteras de niños aventureros, aquellas que Spielberg, Joe Dante, Robert Zemeckis y otros cineastas pusieron en boga, y cuyo formato vuelve a adquirir popularidad hoy, gracias a series como Stranger Things y películas como la remake de IT. Historias de miedo para contar en la oscuridad se inscribe en esta tendencia, pero esta vez ambientando su acción dos décadas antes. Corre el año 1968 y en el pequeño pueblo de Mill Valley suena música de Donovan y Margaret Lewis, los autocines proyectan en función doble La noche de los muertos vivientes de George Romero y The Terror de Roger Corman, abundan los cortes de pelo con volumen y apenas llegados a los 18 años los muchachos son reclutados para ir a combatir a Vietnam. En plena noche de Halloween, un grupo de amigos decide internarse en una casa abandonada, donde encuentran un libro misterioso. Caerán en la cuenta, más adelante, de que carga con una antigua maldición.
“Las historias hieren, las historias sanan” y, en la película más reciente de André Øvredal, también entretienen. Y mucho. Producida por Guillermo del Toro, uno de los mayores hallazgos de Historias de miedo para contar en la oscuridad reside en la manera en que trabaja su material de base. Lejos de tratarse de una mera antología o de una adaptación convencional, la película se apropia de los cuentos de terror de la serie de libros para niños de Alvin Schwartz y los incorpora armónicamente a su relato troncal, cuya trama progresa con la aparición de cada uno de ellos. Lo interesante es cómo ese proceso de traducción “de la página a la pantalla” va mutando y perfeccionándose —o, por lo menos, prescindiendo cada vez más de su aspecto literario— a lo largo del film. En otras palabras, mientras que uno de los primeros cuentos era leído en voz alta por los personajes en una locación y recién ahí vuelto realidad en otra, con el devenir del relato, este recurso es felizmente abandonado. De tal manera, al eliminar la lectura del libro como requisito narrativo para dar inicio a las historias, Øvredal no sólo evita el agotamiento del recurso (y, por ende, de los espectadores), sino que además provee al relato de una buena dosis de frescura, proveniente de la imprevisibilidad que rodea a cada nueva historia y que mantiene al público en un constante estado de alerta. Por otra parte, el film también se destaca en el tratamiento de su trama detectivesca: una investigación cuasi policial que los personajes se ven obligados a emprender con el propósito de descubrir la causa de los extraños eventos sobrenaturales que los aquejan y, así, detenerlos de una vez por todas. Es en dicha línea narrativa que el relato de terror encuentra el apoyo necesario para desarrollarse y, eventualmente, clausurarse. En el caso de Historias…, esto ocurre con una seguridad y fluidez extrañamente ausentes en la anterior película del director, La morgue. En ella, una operación similar era llevada a cabo por los personajes de Brian Cox y Emile Hirsch, quienes intentaban descifrar los misterios ocultos en el cadáver de “Jane Doe”. Sin embargo, la investigación acababa, de algún modo, oprimiendo al relato de terror y el realizador, descuidando la alternancia entre ambos registros. Por el contrario, en Historias…, la investigación no acapara más de lo necesario y prueba ser sumamente funcional. De hecho, si bien la resolución del film nace de ella, la misma es ejecutada desde el género de terror: tras descubrir la verdad detrás de las historias de miedo del título, los jóvenes triunfan, precisamente, contando una historia. Es decir, gracias al poder de la narración. Probablemente más de uno cuestione el uso un tanto excesivo de jump scares —un mal cada vez más frecuente en el género—, la pobreza de ciertos diálogos o hasta la curiosa decisión de dejar el destino de algunos personajes irresoluto; todas objeciones, en mayor o menor medida, comprensibles. Aún así, ninguna de ellas atenta contra los méritos ya citados, los logrados niveles de tensión, la correcta ambientación (nada invasiva y vaciada de la estética de la nostalgia tan en boga) o la notable secuencia inicial. Respecto de esta última, Øvredal se las ingenia para, mediante una suerte de pasaje de postas visual, presentar a los personajes con eficacia, establecer las relaciones entre ellos con apenas un par de cortes y, por último, anclar la narración en un tiempo y espacio nada ordinarios: los Estados Unidos de 1968. Y como si los homenajes a Creepshow y, más explícitamente, a La noche de los muertos vivos no fuesen suficientes para comprobar la influencia del cine de Romero en el film, Øvredal apela al terror para encauzar cierta crítica social muy a la manera del “padre de los zombies”. Es posible que la elocuencia y sutileza de tales observaciones disten en buena medida de las de George A. (pienso, por ejemplo, en la escena en la que un monstruo irrumpe en la comisaría en el mismo momento en que se anuncia el triunfo electoral de Nixon), pero aún así atestiguan un claro conocimiento del género y una innegable capacidad para contar historias de miedo en la oscuridad… de una sala de cine.
Andre Ovredal adapta la clásica serie de historias adolescentes con un timming desacertado que encuentra en la recuperación de cierto halo nostálgico su fundamento para narrar. Ni la producción de Guillermo del Toro pueden lograr que el producto este a la altura de su base literaria.
Terror sin llegar a pesadilla. Escrita y producida por el cineasta mexicano Guillermo del Toro (Oscar a la Mejor Pelicula y al Mejor Realizador en 2018 por La forma del agua), la película Historias de miedo para contar en la oscuridad (Scary stories to tell in the dark) está inspirada en la serie de libros de terror, destinados a un público juvenil, publicados por el periodista y escritor Alvin Schwartz entre 1981 y 1991, que tuvieron una excelente acogida en los países anglófonos gracias, entre otras cosas, a las ilustraciones de Stephen Gammell: sombríos dibujos en blanco y negro de cadáveres, esqueletos, ratas, espantapájaros y cuerpos heridos como sueños descompuestos. La película combina momentos de media docena de las más populares historias de Schwartz, en una mescolanza que se sitúa en Pennsilvania, en el otoño de 1968. La joven Sarah Bellows, quien vivió secuestrada por su familia en una habitación secreta de la mansión familiar en el pueblo de Mill Valley, tuvo una existencia torturada y conoció terribles secretos que dejó escritos, aparentemente con sangre, en un cuaderno que -muchos años después pero en una época, 1968, en la que todavía no existían ni Internet ni los teléfonos móviles lo que de alguna manera garantiza una cierta “pureza” en las relaciones de convivencia en una localidad pequeña- un grupo de adolescentes encuentra en una noche de Halloween en que decide tomar por asalto la casa abandonada. Las terroríficas historias que allí se relatan se convierten en reales a medida que los chicos las van leyendo, liberando las fuerzas del mal que se esconden en sus páginas, que se siguen escribiendo solas provocando una cadena de muertes. Los chicos deberán ser capaces de vencer sus temores para salvarse, salvar a los demás habitantes del pueblo de las extrañas criaturas, y poner fin a la carnicería. Con todos los ingredientes habituales –casa encantada y oscura, laberíntica y llena de secretos, disfraces de muertos vivientes, fantasmas del pasado que han venido a vengarse, zombies resucitados…- y el nacimiento de una historia de amor entre los jóvenes actores Zoe Colecte y Michael Garza, Historias de miedo para contar en la oscuridad está dirigida por el inconformista realizador noruego André Øvredal (La Morgue, Trollhunter), suficientemente acreditado en el género. Escasamente original y muy básica en su argumento, con mucha dificultad para conectar con los personajes pero bien realizada y bastantes convincentes los “monstruos”, la película reúne suficientes elementos –empezando por el equipo de los autores (escritor, realizador, productor)- como para llenar un rato de esparcimiento sin más pretensiones que reunir “casualidades” para conseguir inquietar al espectador y, quizá, rendir un homenaje personal a aquellos cineastas de los años ochenta con cuyas películas crecieron los responsables de estas Historias de miedo para contar en la oscuridad que, lo confieso, a mí no me han dado ningún miedo.
Se acerca octubre y, con él, el período del año donde el terror toma mayor protagonismo. Utilizando el arribo de Halloween como excusa, llegan nuevas obras del género que buscan destacarse en la pantalla grande. La mayoría no tiene suerte, pero unas pocas logran hacerse notar. Tal es el caso de “Historias de miedo para contar en la oscuridad”, la nueva producción de Guillermo del Toro, basada en la serie homónima de relatos cortos publicados entre 1981 y 1991 por Alvin Schwartz. Dichos relatos, apuntados al público infantil, resaltaron en su época por sus sombrías ilustraciones recopilando distintas historias del folclore americano. ¿Será esta adaptación un buen homenaje a la obra de Schwartz o un intento fallido de recrear dichas “historias de miedo”? A finales de los 60, un grupo de adolescentes debe resolver el misterio que rodea una serie de repentinas y macabras muertes en Mill Valley, un pueblo ensombrecido por la leyenda de la familia Bellows y su más joven integrante, Sarah, una niña cuyas historias de terror empiezan a cobrar vida y a perseguirlos uno a uno. A diferencia de las obras literarias que se presentan en forma de antología de relatos, el largometraje aúna algunas de las leyendas más famosas en una historia propia situada en Halloween para darle una motivación a los personajes y un trasfondo lúgubre a la ambientación de pueblo. Más allá de ser el nombre del aclamado director de “The Shape Of Water” (2017) el que resalte en esta película, es el no tan experimentado André Øvredal (“The Autopsy of Jane Doe”, 2016) quien toma las riendas de la dirección haciendo un correcto uso de los elementos del terror y el CGI para mantenernos atrapados durante gran parte del film entre el misterio y la tensión asemejándose un poco a la primera entrega de “IT” de Andy Muschietti o hasta a la reconocida serie de Netflix “Stranger Things”. Asimismo, y a diferencia de la mayoría del cine de terror, el director noruego logra escapar un poco de las especulaciones del espectador con giros no tan predecibles, pero tampoco rebuscados para perder la atención del público. Los protagonistas no brillan en su performance, pero representan su papel correctamente, alternando las situaciones de tensión con un poco de humor infantil pero no demasiado como para opacar la esencia del film. Por último, cabe destacar la participación en un rol secundario de Dean Harris (“Breaking Bad”) como una de las pocas caras familiares que veremos aquí. En cuestiones generales podemos decir que “Historias de miedo para contar en la oscuridad”, aunque no con actuaciones estelares, supo adaptar el folclore gótico americano al terror actual pero ambientado en la época de Nixon, haciendo buen uso del CGI y logrando que soltemos algunas risas, pero también que nos genere nerviosismo y una que otra tapada de ojos.
o que perdimos en los libros. Crítica de “Historias de miedo para contar en la oscuridad” de Andre Ovdal.InicioEstrenosLo que perdimos en los libros. Crítica de “Historias de miedo para contar en la oscuridad” de Andre Ovdal. 24 septiembre, 2019 Bruno Calabrese Una grata sorpresa nos llevamos en el año 2016, cuando un director noruego irrumpió en el cine de terror mainstream. La cinta en cuestión era “La Autopsia de Jane Doe, protagonizada por Emile Hirsh y Brian Cox. Reconocida por Stephen King como una de las mejores películas del género de los últimos años, le valió a Andre Ovdal un reconocimiento importante dentro del mundo del cine. Es por eso que se esperaba con muchas expectativas el estreno de su nueva película, sobre todo cuando nos enteramos que en la misma también había metido mano el mexicano Guillermo Del Toro. Tres años después y con el antecedente fresco, el director nos trae una película cuya premisa ya la hemos visto en el clásico “In the Mouth of Madness (1995)” de John Carpenter hasta en “Stranger Than Fiction” de Marc Foster (2006). Aunque de géneros totalmente distintos, ambos films tenían un concepto en común, eran historias de ficción que se iban escribiendo en un libro en paralelo con la película, donde los protagonistas ven que lo que aparece escrito es lo que les va a suceder a ellos. En este caso el film está basado en una exitosa serie de libros para adultos jóvenes. Ambientada a finales de los años 60, Stella (Zoe Margaret Colletti) es una adolescente amante del horror que vive en una pequeña ciudad de los Estados Unidos. Su padre (Dean Norris) mantiene un techo sobre sus cabezas. Ambosa no han superado por completo la pérdida de la madre de Stella, que los abandonó varios años antes. Es la noche de Halloween, y sus planes con sus mejores amigos Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Austin Zajur) se interrumpen cuando unos acosadores los persiguen hasta un autocine donde se cruzarán con un recién llegado a la ciudad llamado Ramón (Michael Garza). Emocionados por poder eludir a los matones adolescentes, los cuatro se dirigen a una vieja casa en las afueras de la ciudad. Cada ciudad tiene una, una casa con una historia que se habla en patios escolares y cafeterías, pero los niños descubren que a veces los rumores se basan en la verdad. Stella toma un libro de la casa y mira aterrorizado mientras una historia aparece en la página en “tinta” roja, una historia que se hace realidad. Los libros de Alvin Schwartz en los que se basa la pelicula, presentan historias recopiladas del folklore e ilustradas con una belleza grotesca de Stephen Gammell, y son esas imágenes las que captaron la atención del productor/coguionista Guillermo del Toro e hizo que se interesara en ellos. El director André Øvredal da vida a las inquietantes ilustraciones en blanco y negro con una película que reconoce el poder de las palabras y las imágenes, y el resultado es una película de terror que combina la familiaridad del género con creaciones únicas y aterradoras. . El guión, acreditado a Del Toro y Dan & Kevin Hageman, combina un comentario alegórico a lo largo de su historia, que de otro modo sería muy tradicional, y aunque a veces es un poco espeso, el efecto permanece. La historia directa muestra a los jóvenes adolescentes pagando el precio por entrar en una casa espeluznante, pero a partir de ahí están lidiando con el poder mortal de la historia a cuyo pasado de una familia comienza a pasar factura al presente de la ciudad. A medida que el mundo real envía a los hombres jóvenes a morir a Vietnam, mientras los estadounidenses se preparan para votar a Richard Nixon para que vuelva al cargo. Las historias son mentiras, mentiras destinadas principalmente a entretener, pero a veces el propósito es mucho más insidioso. “Historias de Terror para Contar en la Oscuridad” es una interesante propuesta de terror que combina imágenes espeluznantes y una atmósfera asfixiante; cuya mano de Guillermo del Toro se nota en el diseño de los aterradores monstruos. Aunque por momentos se parece a un capítulo de la clásica serie adolescente de los años 90 “Escalofríos”, se vuelve un producto más serio y convincente cuando juega con la alegoría de la Guerra de Vietnam, las pérdidas humanas y los relatos que existieron alrededor del conflicto bélico. Dejando como resultado final una divertida película de terror adecuada para jóvenes y adultos por igual. Puntaje: 70/100
Del director y guionista noruego André Øvredal llega la primera adaptación para el cine de la colección de historias de horror para niños/adolescentes de Alvin Schwartz con ilustraciones de Stephen Gammell publicados entre 1981 y 1991. (Los libros fueron considerados demasiado terribles para sus jóvenes destinatarios y hay un documental al respecto llamado “Scary Stories” por si querés ahondar en el tema). Guillermo del Toro, productor e ideólogo del proyecto junto a Marcus Dunstan y Patrick Melton pone su sello de garantía porque es un buen film entre tanta mediocridad en el género, aunque no llega a ser sobresaliente. La historia es simple: un grupo de adolescentes despiertan un alma que no encuentra paz en el más allá. En 1968, en el pueblo de Mill Valley (Pensilvania) tres amigos adolescentes, Stella Nicholls (Zoe Margaret Colletti), Chuck Steinberg (Austin Zajur) y Auggie Hilderbrandt (Gabriel Rush), deciden festejar Halloween metiéndose en la mansión abandonada de la Familia Bellows, una casa destruida, pero que tuvo su momento de gloria en el pasado y de paso vengarse del chico malo del lugar. Revisando la siniestra casa encuentran un libro con múltiples cuentos que perteneció a Sarah (Kathleen Pollard) la hija de la familia, torturada y encerrada por los Bellows. Como por arte de magia, o de horror, al tenerlo entre sus manos, Stella, quien también escribe, se da cuenta que, con sangre, comienzan a escribirse nuevas historias que tienen como protagonistas a cada uno de sus amigos. Mientras los horribles sucesos se convierten en realidad, los jóvenes comienzan a investigar la muerte de Sarah, su pasado y el misterio alrededor de su muerte. Dirigida a un público adolescente, tiene algunos jump-scares para los más sensibles y es un film logrado, con buenas interpretaciones y siempre, con una recreación de época y rubros técnicos, impecables. --->https://www.youtube.com/watch?v=0nKSr5VP1vA TITULO ORIGINAL: Scary Stories to Tell in the Dark DIRECCIÓN: André Øvredal. ACTORES: Zoe Margaret Colletti, Michael Garza, Gabriel Rush, Dean Norris, Gil Bellows, Lorraine Toussaint. GUION: Kevin Hageman. FOTOGRAFIA: Román Osin. MÚSICA: Marco Beltrami. GENERO: Terror . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 108 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años PAGINA WEB: http://www.scarystoriestotellinthedark.com/ DISTRIBUIDORA: Diamond Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 26 de Septiembre de 2019 ESTRENO EN USA: 09 de Agosto de 2019
"Historias que sanan y hieren" es la frase que desliza esta película que funciona como un revival de épocas nostálgicas y en la que la amistad cobra protagonismo frente al horror sobrenatural que se avecina. Al igual que en It! o la serieStranger Things, Historias de miedo para contar en la oscuridadtrae los tópicos de las realizaciones de terror clase B: la casa embrujada, personajes siniestros y el horror que está a la vuelta de la esquina. En ese sentido, el filme evoca títulos clásicos del género y se basa en la antología escrita por Alvin Schwartz en 1981, pero se anima a más y ubica la acción en el amenazante escenario político de 1968, con Nixon llegando a la presidencia y la inminente guerra de Vietnam como fondo. La propuesta recuerda el estilo de los capítulos de Galería Nocturna y mantiene el espíritu de House. El escenario es el pequeño poblado de Mill Valley, en Pennsylvania, durante la noche de Halloween. Un grupo de adolescentes se disfraza de payaso, bruja y araña y visita las casas vecinas. Sin embargo, se desata una ola de terror y muerte cuando los incautos ingresan a una antigua mansión que esconde un libro que reúne relatos escritos con sangre. La historia la impulsan Stella -Zoe Margaret Colleti-, la chica que sufre por la desaparición de su madre; Ramón -Michael Garza-, el joven latino que será enviado a Vietnam y es burlado por todos; y se suman Auggie -Gabriel Rush- y Chuck -Austin Zajur- quienes investigarán la dramática historia de la familia Bellows, los antiguos habitantes de la mansión, y el secreto que rodea a su hija Sarah que se mantuvo oculto durante décadas. Producido por Guillermo Del Toroy dirigido por el noruego André Ovredal -el mismo de la aterradora La morgue-, el relato acumula más suspenso y sobresaltos que terror con un desfile de criaturas monstruosas: Harold, el espantapájaros que cobra vida en el maizal; el Cadáver que busca su dedo perdido del pie y un sinfín de sorpresas. La excusa es unir las diferentes piezas surgidas de cada página para desempolvar el miedo en sus distintas formas. Hay un televisor que emite el clásico La noche de los muertos vivientes y abundan las referencias a Pesadilla en lo profundo de la noche y Diabólico. Todo ese universo está presente en esta cuidada realización que inquieta con su sólido elenco juvenil e incomoda en varios tramos aunque nunca llegue al horror puro. Están los chicos buenos y los malos que arrastran problemas y reciben su merecido en medio de una trama sobre el racismo y las inquietudes de una joven escritora por convertirse en una verdadera profesional. Y claro, hay una estación de policía, una atemorizante sala de hospital y un viejo autocine que sirve como refugio de una sociedad atravesada por cambios sociales y políticos. Todo esto reúne la propuesta que disfrutarán los adolescentes y también el público adulto que añora el estilo artesanal del viejo terror con criaturas espeluznantes que quizás parezcan hasta inofensivas. Sin embargo, la atmósfera mantienen su encanto y hay un libro que se sigue escribiendo...
Guillermo del Toro detrás de esta producción hizo que la espera hasta el estreno se hiciera eterna. Pero finalmente ya está entre nosotros esta adaptación de la serie de cuentos terroríficos que persiguen a quienes encontraron el libro en donde se van escribiendo con sangre. Si algo de todo esto suena conocido es que podríamos decir que es una versión menos teen y mucho más oscura de lo que proponía la película “Escalofríos” hace un par de años.
A pesar de un arranque sólido y conciso, la película no logra dar un salto de calidad y queda toda la sensación de que algo más se podría haber hecho cómo para no sólo ser una obra pasajera y quedar rápidamente en el olvido. Basada en la saga de libros juveniles de nombre homónimo escrita por Alvin Shwartz, Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad (Scary Stories To Tell in the Dark, 2019) llega a los cines de todo el mundo de la mano en la dirección de André Øvredal (The Autopsy of Jane Doe, 2016) y con un guion escrito por Dan y Kevin Hageman, con la participación del propio Guillermo del Toro que al mismo tiempo que aportó en el desarrollo de la historia, también fue uno de los productores más significativos a la hora de concretar ésta adaptación. Situada en los años 80s en un pueblo ficticio, la película se centra en Stella Nicholls (Zoe Colletti) una joven con aires de escritora que pasa la mayor parte de sus días con sus dos amigos Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Austin Zajur) quienes constantemente sufren el acoso de los bullies de la escuela. Todo cambiará para ellos luego de que en Halloween se encuentren con un extraño diario que supo pertenecer a Sarah Bellows (Kathleen Pollard), una joven que sufrió una extraña desaparición largo tiempo atrás y que ahora pareciera manifestarse en el diario de una forma por demás extraña y peligrosa, atentando con la vida de los protagonistas. Al mismo tiempo que los tres jóvenes intentarán detener ésta amenaza embrujada, Ramón Morales (Michael Garza) -un aliado inesperado- se sumará a su misión mientras lidia con los maltratos constantes del pueblo para con él. En una aventura que los hará enfrentarse a sus peores miedos, estos jóvenes deberán descubrir cómo parar la amenaza de Sarah Bellows sin padecer en el intento. A lo largo de las casi dos hora de duración (111 minutos) André Øvredal logra construir un relato eficaz que sabe combinar aventura y terror en partes iguales. A pesar de la simpleza del guion, la película se las rebusca para poder generar sustos y emoción en partes iguales sin perder de vista el único propósito real del film que es el entretenimiento. Aunque está muy bien elaborada y desarrollada, Historias de Miedo… no puede dar un salto de calidad para poder trascender en ningún género estrictamente y al andar entre dos tipos de películas diferentes, pareciera no explotar en ningún momento y el entretenimiento se transforma en pasajero y a futuro inmediato olvidable. La construcción de los sustos es la correcta pero no por su sorpresa, de hecho es bastante obvio todo, sino por su ejecución con efectos prácticos, maquillajes, juegos de luces y puesta en escena en conjunto con movimientos de cámara. La trama en sí es simple y viene un poco de la mano de todo lo que se viene viendo, de hecho se puede comparar bastante a las dos películas de Escalofríos (2015, 2018) pero con un plus terrorífico en donde sin dudas se ve la mano de Guillermo del Toro. Las actuaciones de parte de todo el elenco son correctas pero si alguien logra destacarse del resto es Zoe Colletti quién se carga en la espalda todo el peso de la importancia de la historia y de la sensación de que es la única con la que el espectador puede crear un lazo o empatizar un poco y teniendo en cuenta que es su primer papel protagónico es más que destacable su labor. Después el resto acompaña y si bien por momentos las relaciones entre personajes parecieran forzadas, así como sus ideas y venidas en cuanto a desarrollo, cada quién logra tener un momento en donde el protagonismo les queda muy bien. Scary Stories To Tell in the Dark termina redondeando una buena labor pero con escaso poder de repercusión en un futuro cercano. De más a menos a lo largo de todo el filme, la combinación de estilos y géneros pareciera jugarle a favor en un primer vistazo, pero que quizás no lo haga tanto en un segundo visionado. Lo que más logra destacarse es su protagonista y un par de construcciones de sustos que claramente vienen de la mente de Guillermo del Toro.
Es un truco bastante conocido el de poner a alguna figura cinematográfica en lo más alto del poster, para confundir al espectador que luego descubre en letra chiquita “presentada por…” o “de los mismos creadores de…”. Pero hay una regla de oro que parece cumplirse a rajatabla: si dice “Producida por Guillermo del Toro” sabemos que no es solo un nombre, es una actitud, una manera de ver el mundo cinematográficamente. Historias de miedo para contar en la oscuridad es la nueva película que encuentra al ganador del Oscar como productor y guionista, pero no solo eso: la película está basada en una trilogía de libros para adolescentes (escrita por Alvin Schwartz en 1981, 1984 y 1991) y tiene como director a André Øvredal, ¿no les suena? Es el director de La Morgue (The Autopsy of Jane Doe), aquella película con una bruja muerta, Brian Cox y Emile Hirsch que sorprendió a propios y extraños. Con todo esto, podemos esperar grandes cosas… y les puedo asegurar que lo logra Simple, efectivo y terrorífico La película bebe de la conocida fórmula de los relatos cortos dentro de una gran historia que los contiene, en este caso en lugar de beber de cosas como Cuentos de la Cripta, Creepshow o la argentina ¡Malditos Sean!, va más por el lado de Escalofríos o ¿Le temes a la oscuridad?. Un terror más apuntado a los jóvenes. ¿La historia? Cuatro chicos escapan de unos bullies y terminan en una casa abandonada donde vivía una chica con problemas psicológicos, terminan perdidos en la mansión y la protagonista encuentra un libro (que parece no preocuparle que esté forrado con piel humana -¡Hola Necromicon!-) con algunas historias macabras escritas en el. Lo que no sabe es que ahora cada uno de sus amigos y conocidos serán los actores principales de nuevas historias que se escriben fantasmagóricamente en el libro. Lo extraño y para festejar, es que en ese afán de apuntar a un público menos adulto no escatima en búsquedas precisas para generar terror, alejadas del jump scare y más enfocada en dos grandes vectores: diferenciar estéticamente cada uno de los relatos y buscar asustar desde los climas. Esto (lamentablemente) se desdibuja un poco hacia la secuencia final, haciendo abuso del CGI. La película sigue la vida de Stella, Auggie, Chuck y Ramón, cuatro nerds, “perdedores”, periféricos… cada uno con una historia y un pasado a explotar, con una tridimensionalidad a celebrar y una actuación muy por encima de la media. Realmente sufren, se enamoran, les importa todo poco o mucho… Estados Unidos demuestra tener una caterva grande de jóvenes actores, otro punto que emparenta a esta producción fuertemente con productos como IT y Stranger Things. El público de estas dos películas va a disfrutar fuertemente Historias de miedo para contar en la oscuridad. El miedo por el otro Otro punto a destacar: la película se desarrolla a finales del 60, con un trabajo muy fino en el arte, el maquillaje y el vestuario; pero además utilizando el trinomio: Nixon – Vietnam – el estreno de La noche de los muertos vivos (el clásico zombie de George Romero) para hablar sobre el miedo presente en USA en ese momento: el miedo a la guerra, el miedo al otro, el miedo por el miedo mismo. Este elemento realza cada una de las historias y las atraviesa, convirtiéndose en parte del decorado narrativo, pero además como causa o consecuencia del accionar de alguno de los personajes. Historias de miedo para contar en la oscuridad, además de tener un título larguísimo tiene un manejo del terror transparente y efectivo, grandes actuaciones de nuevos talentos, una crítica social subyacente y sobre todo lo que importa: monstruos aterradores que demuestran cómo nos seguimos asustando como chicxs si nos cuentan una buena historia de terror. Guillermo del Toro (otra vez) apuesta y gana.
Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad: Sustos de nostalgia. Guillermo del Toro es quien respalda esta hermosa, pequeña y simple película, con momentos espantosamente muy entretenidos que llega a nuestras salas el 26 de septiembre. Probablemente no le demos mucha importancia a los que producen ciertas películas porque son solo “los que ponen la plata” a veces. Así es, pero además suelen mostrar cierta calidad como por ejemplo A24 o Blumhouse hablando del terror. En este caso Guillermo del Toro fue el productor (y co-guionista), además de promocionar la película, siendo el que soporta este film que debía ser conocido. Del Toro tiene gran gusto cinematográfico, y esta no es la excepción. Así que se lo agradecemos. ¿Por qué? El film trae consigo varias cosas a destacar, con la simple premisa de niños adolescentes que deben enfrentar sus miedos para sobrevivir. Sí, suena a cualquier historia de terror de «Escalofríos» o Stephen King, u obviamente los libros de Alvin Schwartz. Además cosas que de niños veíamos o leíamos en el pasado. Ya eso es bueno, pero además hay buenas actuaciones, situaciones atrapantes y te entretiene durante todo el film. Con André Øvredal (The Autopsy of Jane Doe, Trollhunter) como director tenemos una película correctisima a nivel técnico, con los miedos de cada chico siendo representado de forma original, atractiva y atemorizante. Este joven elenco se destaca; con Stella (Zoe Margaret Colletti), Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Un gran Austin Zajur) que festejan Halloween tratando de defenderse del clásico malvado joven que irá a la guerra. Quién sería Tommy (Austin Abrams, que nació con cara de malo). Los jóvenes reciben la ayuda de Ramón (Michael Garza) quien tendrá una relación con Stella. Si, los clásicos personajes con sus clásicas tramas quizá sean el punto flojo del film, lo que no la hace la mejor película del año. No tiene que serlo. Es lo que intentan realizar los guionistas como Hageman (Trollhunters, Lego Movie, Hotel Transylvania) adaptando los cuentos de Alvin Schwartz, que apelan a la diversión y entretenimiento. Mientras que otros colaboradores como Marcus Dunstan y Patrick Melton (The Collection, Saw 3D) entregan lo más sangriento y “asqueroso” del film, lo que abre el espectro de apreciación. Entretenida, con personajes básicos se disfrutan de igual manera que cualquier otro personaje complejo. Con la historia de la antagonista interesante, aunque tradicional. En este film lo que se aprecia son las secuencias de miedos que logran el equilibrio de ser graciosa para los jóvenes y estremecedora para los más acérrimos fans del género. Hay situaciones muy asquerosas, que logran arrugar tu cara y hasta cerrar los ojos para no ver lo que ya sabemos que pasará y disfrutaremos. Hace tiempo que no aparecía un film así en pantalla. Acá también hay jumpscares, pero no son la base del miedo de este film, lo que se agradece. Estas historias de miedo tradicionales, dentro de esta trama principal, son traídas con originalidad y carisma a la modernidad. Desde esa mujer de cara pálida que abraza, Jangly Man que te persigue, todos los efectos y la iluminación gótica resultarán satisfactorios para cualquier espectador de cualquier edad. Te meterás en un pequeño pueblo con estos jóvenes para sentir temor, incomodidad y hasta algo de asco. Lo que realmente uno busca en un completo film de terror. Obviamente carece de la profundidad de otros films. Por afuera se verá que solo cuenta más que historias de miedo, y quizá la lucha por alguien que desaparece. Pero igualmente se aprecia la pérdida de la inocencia y con mayor fuerza el poder de las historias. Lo que se cuenta tiene un poder tan fuerte que si lo contás muchas veces se vuelve realidad. Las historias son métodos de salidas para muchos de todo lo que sufren. Esas palabras, en esta película, son peligrosas e intrigantes. Además hay ciertos giros interesantes, pero otros que quedan en el aire. En el desarrollo de la trama decae el ritmo intrigante, pero vuelve a traernos este mundo escalofriante cuando cada persona enfrenta sus miedos. Las historias contadas tienen tanto poder de nostalgia para el espectador que seguro no podrá evitar aunque sea sentir algo de cariño por esta hermosa pequeña película de terror clásico. ¿Habrá más? Esperaremos.
La presencia de Guillermo del Toro como productor es una inyección de marketing que los responsables de Historias de miedo para contar en la oscuridad no están dispuestos a desaprovechar. Pero su nombre en lo más alto de los carteles y afiches tiene otro sentido. Uno artístico, en tanto el mexicano parece ser el autor intelectual de gran parte del proyecto. Historias… cruza el ideario del director de La forma de agua con el de Stephen King para este relato que transcurre en 1968 –la guerra de Vietnam como fondo le da al film una pátina indudablemente política– y empieza con cuatro adolescentes haciendo lo que suelen los adolescentes en estos tipo de películas: husmear donde no deben. En este caso, en una mansión abandonada pero con mil y un leyendas macabras a su alrededor. Allí los chicos descubrirán un libro encuadernado con piel humana que contiene varias historias que, al leerlas, tiñen la realidad de una manera de catalogar como casual. Lentamente lo real y lo fantástico empezarán a ir de la mano hasta volverse indivisibles. La película de Øvredal-del Toro propone un atrapante recorrido por los límites de la cordura humana. Se trata de un relato de terror gótico realizado con oficio y conocimiento, con capacidad para asustar a través de las herramientas más nobles del cine. Los clásicos monstruos de Del Toro preludian un desenlace inexplicablemente concesivo, más cerca de Stranger Thingsque del fresco sociopolítico que había sido hasta minutos antes.
Noche de Halloween, finales de los 60 en un pueblo rural. Un grupo de amigos deciden esconderse de un bully en una casa supuestamente embrujada. Mientras recorren el lugar, uno de sus miembros se lleva un libro perteneciente a una leyenda urbana local. Lo que ella no sabía, es que estaba a punto de desencadenar la ira de un fantasma real. Con el apadrinamiento de Guillermo del Toro (quien hizo las veces de productor y diseñador de las criaturas que vemos en pantalla), llega a nuestros cines, un film que bien podría tomarse como la versión para adolescentes de la reciente e inesperada saga de Escalofríos. Suena extraño, pero es la verdad. Historias de miedo para contar en la oscuridad tiene un hilo argumental, para justificar diferentes secuencias de terror sobrenatural, protagonizadas por diferentes personas; en esta ocasión, los miembros del grupo de chicos protagonistas. Es el típico caso de cortos disimulados en una historia principal, donde cada uno tiene un inicio, nudo y desenlace. Esto no sería nada malo, si no se hubiera vendido al proyecto como un trabajo personal del propio Del Toro, haciendo que nuestras expectativas se den contra una pared al ver el producto final. Y es que debemos recalcar lo dicho en el segundo párrafo; aquellos que esperen morirse de miedo, desde ya les avisamos que van a encontrarse con una cinta destinada a los más jóvenes. Con el solo ejemplo de que no hay una gota de sangre a lo largo de toda la película, ya les estamos diciendo todo. Donde si vemos la mano del director mexicano, es en la concepción de los monstruos. La gran mayoría (sobre todo el que vemos en los posters) tienen su claro sello, dando bastante yuyu en algunos casos. Eso sí, también debemos mencionar una criatura en cgi que se ve horrible por lo falsa que se nota, asombrando bastante que el propio realizador dé el visto bueno para que esa cosa termine quedando en el corte final de Historias de miedo para contar en la oscuridad. Así y todo, la buena labor del elenco, y la química que tienen entre sí, hacen que la película sea bastante llevadera, pese a tener varios momentos muertos, o peor aún, de vergüenza ajena, con unos gags bastante pobres. En conclusión, Historias de miedo para contar en la oscuridad es una cinta promedio. Con su cuota de humor innecesario, sus dosis de jumpscares y cgi mal hecho, es otra película que pasa a engrosar la larga lista de films de terror apenas aceptables de este 2019.
Un noruego y un mexicano entran a un bar Con la reelección de Nixon y la guerra de Vietnam de fondo, un grupo de adolescentes se dedica a celebrar Halloween como todos los años, ya al borde de volverse demasiado grandes pero aún con el recuerdo vívido de todas esas historias que aterraron sus infancias. Hay una de esas Historias de Miedo Para Contar en la Oscuridad que particularmente todo el pueblo conoce desde hace generaciones, porque está basada en hechos reales: ocurrieron en una antigua mansión abandonada, la cual supo pertenecer a la acaudalada familia dueña de la fábrica que permitió el sustento del pueblo a su alrededor. El edificio tiene fama de embrujado desde que la última hija de la familia se suicidó tras años de encierro forzado, debido a una extraña enfermedad. Desde entonces, a lo largo de las décadas, muchos jóvenes la tomaron como lugar de visita y diversión, recordando las historias de terror que ella solía contarle a través de una pared a quien la visitara. Pero en esta noche en especial, el grupo liderado por Stella (Zoe Colletti) y el recién llegado Ramón (Michael Garza) encuentran una habitación que suele estar escondida en un sótano, un lugar que claramente fue su calabozo y de donde Stella se lleva un antiguo libro de historias manuscritas firmadas por la difunta. Como suele pasar en el género, robarse algo de una casa embrujada no es una buena idea. Stella lo aprende en cuanto descubre que hay una nueva historia en el libro: parece contar al detalle la desaparición de un adolescente del pueblo, al mismo tiempo que sucede. Es fácil hacer la conexión entre Historias de Miedo Para Contar en la Oscuridad con éxitos de estos años como IT o Stranger Things, después de todo son historias de época protagonizadas por adolescentes donde los adultos parecen no existir, con el agregado de que el libro maldito que empuja la trama se alimenta de los miedos de sus víctimas para atacarlos. Pero así como es fácil también sería errado, porque aunque aproveche el buen momento del género, no usa la reconstrucción de época como una forma vacía de explotar la nostalgia por puro efectismo. La historia que cuenta André Øvredal (Trollhunter) no recurre a litros de sangre ni complejos efectos digitales para aludir a los miedos infantiles de sus personajes. Presenta un nivel de violencia explícita casi nulo, pero que simbólicamente está ahí más que presente mientras entrelaza fragmentos de historias pequeñas dentro de una más grande. Finalmente solo sirven de excusa para los distintos sustos. La estructura general es de lo más clásica y todo sucede más o menos como se espera que resulte. Cumple con cada estereotipo del género sin correr riesgos pero logrando entretener de todas formas, aunque la película se olvide a las horas.
La cosa comienza en Halloween, esa celebración conocida como "Noche de Brujas" del 31 de octubre, que festeja especialmente la comunidad de habla inglesa y terminó por imponerse también en nuestro país con su cuota de disfraces, historias de miedo y casas encantadas. Un grupo de adolescentes disfrazados (estamos en 1968 en Estados Unidos) comienza con sus juegos y persecuciones en broma y en serio contra otra pandilla y un adolescente cuestionado por el grupo. La cosa estalla en una broma pesada que sale demasiado bien y trae consecuencias. Todo se oscurece y los chicos, conscientes o no, caen en la clásica "casa encantada" del pueblo, con famoso libro escrito en sangre incluído, y la historia de Sarah Bellows, que desfigurada por una serie de estigmas, luego de vivir recluida como prisionera, terminó en un loquero. Por supuesto que la casa está enferma con su espíritu en pena, pero dispuesta a contar historias de sangre con sorpresas que no develaremos para no arruinar lo que sigue. ALVIN SCHWARTZ El productor de la película, Guillermo del Toro ("El laberinto del fauno", "La forma del agua"), se enamoró de la serie de libros del norteamericano Alvin Schwartz publicados en la década del "90, ilustrados por otro mago del horror llamado Stephen Gammell. Así apostó al miedo con esta película que lleva el nombre de aquellas historias y se las dio a un noruego, el tal Ovredal, para dirigir. El caso es que la película tiene todos los clichés del género: chicos adolescentes encantadores con algún viraje a la maldad, casas con misterios, espíritus maléficos, libros malditos, viajes en el tiempo y hasta, de fondo, al presidente Nixon y su actitud respecto de la política de Vietnam. Lo que ocurre es que la fórmula funciona, pero no deja de ser fórmula, y la creatividad no asoma demasiado, salvo en los casos en que el desborde y la conjunción realidad-fantasía se desata sin control y alucina en imágenes monstruosas que los CGI hacen realidad. Con atractivos actores adolescentes, especialmente Zoe Margaret Colletti ("Past Life"), "Historias de miedo para contar en la oscuridad" es un buen entretenimiento del que se esperaba más, avalado por la presencia de su productor Del Toro, un obsesivo serial de las más terroríficas formas.
La más clara inspiración de la película escrita por Guillermo del Toro y los hermanos Kevin y Dan Hageman no es solo la popular serie de relatos de terror de Alvin Schwartz, sino el imaginario de los mitos urbanos. La casa embrujada, el cadáver que sale de su tumba, los insectos que anidan bajo la piel. Todas y cada una de esas imágenes pueblan el Halloween de un grupo de adolescentes en 1968, mientras la campaña presidencial de Richard Nixon y la Guerra de Vietnam siembran el horror en las calles y los televisores. Pese a algunos recursos previsibles y al exhibicionismo de algún monstruo, el director André Øvredal consigue distinción para una historia que ya conocemos.
"Historias de miedo para contar en la oscuridad": sustitos Lo que salva la película es la historia de disfuncionalidad familiar (y comunal) escrita por Del Toro, más aterradora que cualquiera de sus monstruos digitales. Siempre aparecen best sellers que uno no conocía, y que son poco menos que legendarios en el exterior, entendiendo por “exterior” los Estados Unidos. Es el caso de esta película de largo título, basada en el best seller homónimo de Alvin Schwartz, publicado originalmente a comienzos de los 80 (después de eso hubo dos secuelas, ediciones especiales y esas cosas). Uno se pregunta por qué habrán tardado tanto en adaptarla al cine, pero es una pregunta que queda sin respuesta. La peculiaridad de estas Historias… es que son cuentos de terror "para niños", lo cual le trajo tantas ventas como protestas de padres y asociaciones educativas, en el sentido de que no eran adecuados. A los chicos les importaron un pito las quejas y corrieron a comprarlas. Pero ahora sucede que la película recibió en todo el mundo calificaciones restrictivas. ¿Cómo harán para entrar al cine? ¿Les interesará hacerlo? Para los mayorcitos de 13, Historias de miedo… no da mucho. Miedo. Con participación de Guillermo del Toro en la producción y dirección del noruego André Ovredal, el realizador de La forma del aguaescribió una suerte de “megahistoria”, que da cohesión a todos los episodios. La ficción transcurre en 1968 (¿por qué?), en el pequeño pueblito de Mill Valley, Pensilvania. En Halloween, una chica y sus dos amigos se vengan de una patoteada de unos que les llevan varios años, siendo perseguidos por éstos. Van a parar a una casa presuntamente embrujada, donde está la madre del borrego. La madre del borrego es una joven escritora, muerta tras haber sido encerrada por su familia en una habitación condenada. Esa chica, llamada Sarah, habría dejado un libro maldito, escrito con sangre de niños (detalle un poco fuerte para el posible público párvulo), que tanto tiempo después tal vez siga ejerciendo su poder. Hay un bonito detalle que es que el libro “autoescribe” en sangre sus cuentos, todos ellos protagonizados por la víctima del caso. Una linda referencia, si se quiere, al hecho de que la literatura es siempre en tiempo presente. El tiempo del que lee.Cada uno de esos cuentos (cuatro, más uno que queda trunco) son puestos en escena, con el clásico espantapájaros, una picadura de araña con consecuencias excesivas (el episodio más flojo), una mujer gorda de rostro lunar (el más pavo) y un ser que se arma de a pedazos como monstruos del caso. Lo que salva la película es la historia de disfuncionalidad familiar (y comunal) escrita por Del Toro, finalmente más aterradora que cualquiera de aquellos mostrencos. Tan aterradora como el reclutamiento a Vietnam de uno de los protagonistas, cuyo origen mexicano da también toda la sensación de ser obra del realizador de El laberinto del fauno.
Con Guillermo del Toro en la producción y la dirección del noruego André Ǿvredal llega esta producción basada en la famosa serie de libros homónimos escritos por Alvin Schwartz, con ilustraciones de Stephen Gammel, que se transformaron en best sellers imbatibles. Aquí un libro maldito, rescatado de una casa embrujada por un grupo de adolescentes, se escribe solo, con sangre y si uno es el protagonista de ese relato, simplemente está condenado. Ambientada en los años finales de los sesenta, una escena en un autocine donde se ven a los “muertos vivientes” de Romero nos ubica, con Nixon como la peor presencia. En cada cuento un terror, algunos monstruos, o leyendas como el dedo en el estofado, el espantapájaros ofendido, cuerpos pequeños con caras gigantes que se multiplican, un desmembrado que busca armarse como puede. Toda una galería de monstruos que asustan pero no logran un enorme clímax terrorífico. Aunque muy bien logrados y con un nivel superior a lo que frecuentemente nos brinda el mercado en el género. Las historias asustan, hieren, y hasta pueden ser curativas para una niña que sufrió demasiado.
Con el sello de prestigio de Guillermo del Toro como productor, Historias de miedo para contar en la oscuridad retoma la tradición de Cuentos asombrosos o Historias de la cripta: seis narraciones de terror, cada una con sus diferentes criaturas sobrenaturales. Pero esta adaptación de la trilogía homónima escrita por Alvin Schwartz -ya un clásico de la literatura juvenil estadounidense- les da una unidad a los episodios enmarcándolos dentro de una aventura protagonizada por un grupo de adolescentes en un pueblito norteamericano. Todo transcurre en 1969, con un trasfondo verdaderamente terrorífico: los primeros meses de la presidencia de Richard Nixon y el auge de la guerra de Vietnam. Stella, Auggie y Chuck son tres amigos, los clásicos perdedores que no encajan en los cánones de popularidad de la escuela, a los que en la noche de Halloween se les suma un cuarto, Ramón. La pandilla se mete en una mansión abandonada y descubre un libro: lo que estos nerds no saben es que en las noches siguientes se convertirán en los involuntarios protagonistas de los terroríficos cuentos que una mano invisible irá escribiendo en sus páginas. En La morgue, el noruego André Ovredal ya había mostrado sus virtudes para navegar las aguas del terror más clásico. Con las raíces en Poe y Lovecraft, estas historias de fantasmas y monstruos no apelan al gore -aunque algo de sangre hay- ni a la tortura para asustar, sino que se inscriben en la línea más tradicional del género. Su espíritu juguetón y un tanto inocente deja a las claras que tiene en la mira a un público preadolescente. Se nota que la película está hecha por amantes del terror que se han propuesto homenajear a las lecturas que los acompañaron en la infancia y la primera juventud. Ese goce trasciende la pantalla y, sumado a la solvencia con la que están hechas las distintas criaturas, hace que Historias de miedo para contar en la oscuridad compense su falta de sorpresa con la agradable sensación del reencuentro con un viejo amigo.
Mejor no hablar de ciertas cosas. Historias de terror para contar en la oscuridad es el título de la nueva película de André Øvredal, un director que en esta ocasión vuelve a lucir su oficio para el género. Está protagonizada por la joven Zoe Margaret Colletti, que interpreta a una adolescente que encuentra un libro en una mansión abandonada, y la acompañan Michael Garza, Austin Zajur, Gabriel Rush, Kathleen Pollard, Gil Bellows, Javier Botet, Dean Norris y Lorraine Toussaint, entre otros. Uno de los guionistas de esta película, basada en una serie de cuentos escrita por Alvin Schwartz, es Guillermo del Toro, quien también cumple el rol de productor, y en la historia se puede ver la influencia de la obra literaria de Stephen King, ya que está ambientada en un pueblo del interior de Estados Unidos que tiene una mansión abandonada. Y es allí donde un grupo de amigos encuentran un libro misterioso, que relata con sangre la forma en que son asesinados diversos personajes. Uno de los aspectos que vale la pena destacar de esta película es su diseño de producción, a cargo de David Brisbin, que logra reconstruir este pueblo rural común y corriente de 1968, en el que lo aterrador irrumpe en la vida cotidiana de sus personajes, alimentándose de sus miedos. Y esto proviene de una mansión de estilo gótico abandonada ubicada en las afueras, marcando así un fuerte contraste que hace funcionar el relato. Y lo utiliza también para referirse a las consecuencias de la elección de Richard Nixon como presidente y la guerra de Vietnam, a las que se hace referencia de forma constante, como una metáfora del fin de esa época de optimismo que Quentin Tarantino representó en Había una vez en… Hollywood. Y a pesar de pertenecer a este subgénero que puede denominarse slasher sobrenatural, al igual que los dos capítulos de IT o la franquicia de La llamada, su director no abusa del gore, ya que apunta a un público adolescente. Pero a cambio hace un muy buen uso de la construcción de climas surrealistas rematados por jump scares efectivos. Y el hecho de no contar con estrellas dentro de su elenco genera una mayor empatía con el espectador, porque ve correr peligro de muerte a personas comunes, sin saber a ciencia cierta cuales de ellas pueden llegar a la última escena. En conclusión, Historias de terror para contar en la oscuridad es una película de terror eficaz, porque hace que no decaiga el interés de los espectadores a pesar de utilizar muchos de los lugares comunes del género. Y a su vez convierte a su director, André Øvredal, en alguien con mucho oficio para ser tenido en cuenta en el futuro.
Guillermo Del Toro produce la adaptación de la obra antológica y homónima de ese otro autor visionario que fue Alvin Schwartz. Notablemente fiel a las ilustraciones de Stephen Gammell y dirigida por André Øvredal, ‘Historias…’ está ambientada en Pensilvania, durante el Halloween de 1968, y recupera el concepto que volvió destacable a su referente literario la aparición de un elemento fantástico: el libro de relatos terroríficos escrito por la apócrifa Sarah Bellows. El concepto en sí es extraordinario, un grupo de jóvenes adolescentes se encuentra con esta literatura que no es leída por sus lectores, al contrario, esta los lee a ellos, y cada historia narrada cobra vida en el mundo real. Casi como una perfecta combinación entre ‘Jumanji’ y el modus operandi meta-onírico de Freddy Krueger. Paralelamente, el film es muy consciente de sus orígenes audiovisuales y les rinde tributo con constancia y sutileza. Desde el vamos, sus protagonistas asisten a la proyección de la mítica ‘La noche de los muertos vivientes’, de George A. Romero, la cual inventó esa imagen que todavía tenemos de los zombis, por lo que se asume una perspectiva más moderna y se descarta toda imaginaría originaria de magia y brujería vudú, hoy tan olvidada. Cada personaje devenido del susodicho libro espanta, y cada víctima potencial es lo suficientemente entrañable como para que resulte inquietante la falta de rutas de escape en los momentos de tensión. Sin embargo, narrativamente, la película suele enredarse en la composición de climas y resoluciones, en particular acercándose al desenlace, y se inclina por hacer la plancha en terrenos de comodidad. Decir más sería comenzar a lanzar spoilers, pero también sucede en una perspectiva estética como la selección de música: la película comienza con ‘Season of the Witch’ de Donovan. Nos encanta Donovan, pero pese a la pertinencia del caso, es una pista musical que ya ha sido sobre abordada en otros ejemplos del género. En otras palabras, tiene escenarios de total lucidez que por momentos se amortiguan con terrenos por demás familiares que atentan con una posible carencia de ingenio. A todo esto, ‘Historias de terror para contar en la oscuridad’ no deja de ser una salida obligatoria para amantes del miedo, como tampoco un encuentro digno para ir acompañado con amistades o parejas sentimentales que simplemente disfrutan visitar cines, ya que no hay mejor manera de pasarla mal si no es con personas conocidas. Y créanos cuando garantizamos que el mejor cometido de este largometraje es el de hacernos pegar un buen susto a quienes aparentamos firmeza a la hora de saltar sobre la butaca.
No le temas al miedo Dirigida por André Øvredal y escrita y producida por Guillermo del Toro, el principal inconveniente es que…bueno, no es una mala película, pero sucede que, tal vez, el nicho no es tan amplio como se supone o eventualmente podía prometer, y se queda a medio camino. Basada en la serie de libros para niños/adolescentes de Alvin Schwartz, que originalmente ocupaban tres ejemplares (“Scary Stories to Tell in the Dark” -1981-, “More Scary Stories to Tell in the Dark” -1984- y “Scary Stories 3: More Tales to Chill Your Bones” -1991-) y en una nueva edición fueron reunidos en una sola publicación con nuevas ilustraciones a cargo de Brett Helquist (algo más light que las originales de Stephen Gammell), incluyendo en la portada el poster de la película. Trucos de marketing, que le dicen. ¿Alguien los puede culpar, con los problemas que tiene la industria editorial? Hagamos un poco de historia más o menos breve. Alvin Schwartz fue un especialista en narración que reunió cuentos clásicos de terror y leyendas urbanas (qué trucazo, ¿No?) en una serie de libros infantiles que se publicaron en las décadas de los 80s y 90s. Tuvo gran éxito y los libros se editaron en varios países. Dado el interés del público, volvieron a editarse varias veces, hasta llegar a hoy y la publicación reunida en un solo ejemplar y la película que nos ocupa. Es verdad que se trata de un terror edulcorado y liviano considerando la época en que nos encontramos; no fue así durante los años de publicación de los originales, los que fueron retirados en ese momento de las bibliotecas de las escuelas debido a las quejas de los padres. La película narra la historia de Stella, una niña escritora que conoce la leyenda de Sarah, una joven misteriosa muy parecida a ella, y una mansión tenebrosa; a partir de ello, sus amigos la siguen en su aventura…y no puedo contar más por los consabidos spoilers. La cosa es que es un relato simple, y de tan simple es demasiado infantil. En eso evidentemente se ajusta a los libros de los que se nutre, pero hasta considerando ello es mucho. Entonces, está bien construido y tiene calidad pero es desde ya una especie de versión para la pantalla grande de Le temes a la oscuridad; con mucho mayor presupuesto, claramente. El elenco tiene una performance aceptable pero ligera ajustada a la oferta que entrega el relato audiovisual del que forman parte. No es de esperar una continuación ni nada por el estilo, salvo que de casualidad rompa la taquilla y se decidan a trabajar nuevas historias…lo que es bastante improbable. Pero bueno, en el marco en que se presenta la película está bien y se puede ir a ver con hijos y sobrinos y otras variantes conocidas de hasta 16 años, con suerte. Antes de dirigir este film, André Øvredal estuvo al mando de Trollhunter (2010) y La autopsia de Jane Doe (2016). Su proyecto más cercano a presentar será Mortal, con fecha probable de estreno en el 2020. A primera vista, al leer la sinopsis, la aventura de un joven hombre que un día descubre que tiene poderes divinos relacionados con la mitología noruega parece bastante más interesante, así que esperamos que suba un poco la vara. Mientras tanto, Historias de miedo para contar en la oscuridad parece haber sido una buena excusa para seguir filmando. Dentro de todo, ha sido una bastante decente. Historias de miedo para contar en la oscuridad es una película bastante bien lograda para un nicho muy específico, tal como el de los libros que le dan origen.
El libro maldito Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad (Scary Stories to Tell in the Dark, 2019) es una película de terror dirigida por André Øvredal (Trollhunter, La Morgue) y co-escrita por Dan y Kevin Hageman junto a Guillermo Del Toro, el cual también se desempeñó como productor. Coproducida entre Estados Unidos y Canadá, la cinta está basada en la serie homónima de libros para chicos del autor Alvin Schwartz. El reparto está compuesto por Zoe Margaret Colletti, Michael Garza, Gabriel Rush, Austin Zajur, Natalie Ganzhorn, Kathleen Pollard, Austin Abrams (Paper Towns, Euphoria), Dean Norris, Gil Bellows (La Casa de al lado), Lorraine Toussaint, entre otros. 1968, Mill Valley, Pensilvania. Con la llegada de Halloween, los jóvenes amigos Stella (Zoe Margaret Colletti), Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Austin Zajur) deciden hacerle una broma a Tommy (Austin Abrams), el bravucón de la escuela. Para esconderse del enojado Tommy y su pandilla, los chicos se meten dentro del auto de Ramón (Michael Garza) y entablan amistad. Luego de charlar, los cuatro deciden ir hacia la embrujada casa del pueblo, la cual actualmente está abandonada pero perteneció a la familia Bellows, dueños adinerados de una fábrica de papel. Al animarse a entrar allí, los adolescentes encuentran el libro de historias terroríficas escrito por Sarah Bellows. Stella conoce los mitos que existen alrededor de ese nombre, pero de igual manera decide llevarse el libro con ella. Desde ese momento, cada chico que estuvo ese día dentro de la casa embrujada sufrirá las peores pesadillas imaginables y los demás tendrán que buscar rápidamente la solución para detener esta tragedia. Noche de brujas, una oscura y temible casa, un auto cine, chicos que hacen bullying y un policía que no les cree a los protagonistas son solo algunos de los clichés que se hacen presentes en esta película. Sin embargo, lo que hace que Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad se destaque por sobre otras producciones de horror es el imponente libro de Sarah Bellows. Cada historia escrita ahí hizo que los chicos del pueblo vayan desapareciendo sin razón aparente, por lo que cuando el escrito vuelve a activarse el entretenimiento para el espectador está asegurado. A pesar de que nunca llegamos a conectar del todo con los personajes ya que tienen un trasfondo bastante acotado, son los diferentes monstruos los que hacen que la película mantenga el atractivo. Como era de esperarse, que Guillermo Del Toro haya estado involucrado en el filme era garantía suficiente para saber que el diseño de las criaturas sería impactante. El Jangly Man (cadáver en descomposición con la cara torcida), el espantapájaros Harold, la Dama Pálida, entre otros, resultan lo suficientemente asquerosos como para hacernos pasarla mal dentro de la sala de cine. Con un desenlace flojo ya que los guionistas parecen estar más preocupados en que exista una secuela en vez de cerrar al 100% esta trama, Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad será más disfrutada por los jóvenes que aún no vieron tantas películas del género. Aunque durante la segunda mitad el filme decaiga, cada secuencia donde los monstruos entran en escena se vuelve muy disfrutable de ver.
Cuando sabemos que Guillermo del Toro está metido en la producción, realización de la historia y guión entramos en cuenta de que algo bueno vamos a ver. En esta ocasión junto al director André Ovredal nos trae la historia del pequeño pueblo de Mill Valley, donde durante generaciones, la sombra de la familia Bellows ha crecido enormemente. En su mansión al borde de la ciudad, Sarah, una joven con horribles secretos, convirtió su tortuosa vida en una serie de historias de miedo escritas en un libro que ha trascendido en el tiempo; historias que tienen la forma de volverse muy reales para un grupo de adolescentes que descubren este terrible libro. Con la ola de series y películas interpretadas por jóvenes, como por ejemplo "Stranger Things" o la reciente película de "It", esta nueva película encuentra su lugar a la perfección. Quizás al inicio es un poco estática pero luego empiezan los mejores momentos de tensión y horror. Los colores en la imagen quedan un poco lavados pero acompañan muy bien a las historias. Las partes de terror están muy bien logradas y las actuaciones son tremendas, estás nueva camada de jóvenes actores es brillante y esta película es un ejemplo de eso! En definitiva "Historias de miedo para contar en la oscuridad" es un film que supo defender bien el género y que toda persona amante de terror tiene que animarse a ver. Por Keila Ayala
Historias de miedo para contar en la oscuridad fue una serie literaria de horror creada por Alvin Schwartz que tuvo una difusión moderada en los años ´80, especialmente en los Estados Unidos. Los relatos quedaron en el recuerdo por presentar elementos macabros y situaciones de violencia que no tenían precedentes en las propuestas juveniles e inclusive despertaron cierta controversia en su momento. Si bien el trabajo de Schwartz tuvo su nicho de seguidores esta colección quedó en el olvido cuando apareció R.L.Stine con las franquicias de Escalofríos y Fear Street que fueron mucho más populares, inclusive a nivel internacional. Esta producción de Guillermo del Toro es una adaptación cariñosa que traslada muy bien en el cine el tipo de cuentos que solía presentar la colección de los años ´80. La película está claramente dirigida a un público pre-adolescente, el mismo al que apuntaba la última entrega de Annabelle, que probablemente llegará a disfrutarla con más entusiasmo. Para los seguidores veteranos del cine de horror puede resultar demasiado liviana, aunque eso no significa que sea una propuesta aburrida o decepcionante. Simplemente es necesario recordar el target de público al que se dirigió esta producción. Marcus Dunstan, guionista de la saga SAW, desarrolló el argumento junto a del Toro donde capturaron muy bien todos esos elementos del folclore popular y las leyendas urbanas que eran parte de los relatos originales. La dirección de Andre Ovedral (La autopsia de Jane Doe) presenta algún momento inspirado en lo referido a la construcción de situaciones de suspenso, pero el contenido de horror generalmente está centrado en el jumpscare clásico. El realizador no presenta otra idea a la hora de abordar ese aspecto del film y esa es una notable debilidad que tiene esta producción, que se queda bastante corta en materia de sustos. No obstante, para aquellos espectadores que recién empiezan a explorar el género es una película ideal para ser disfrutada en el cine.
Un libro donde una sufrida chica transforma sus pesares en horrores que, más tarde, han de cobrar vida, constituye la excusa narrativa de este film. Siempre lo decimos por estos pagos, pero en este caso es importante recordarlo: el cuento de terror es un derivado del cuento de hadas, con alguna variación de tono. La aparición de lo impensado, lo maravilloso y lo monstruoso es lo que une ambos tipos de relatos. Hay algo infantil siempre en el terror: básicamente el hecho de que debamos creer en lo imposible. Historias de miedo para contar en la oscuridad combina el cuento adolescente con el terror -está basada, de hecho, en una saga de novelas juveniles- y lo hace con muy buen gusto, precisión narrativa, sustos bien orquestados y, sobre todo, personajes que nos importan -que es, ni más ni menos, lo que favorece el miedo. Un libro donde una sufrida chica transforma sus pesares en horrores que, más tarde, han de cobrar vida, constituye la excusa narrativa de este film. Y es totalmente adecuado, además, dada su procedencia literaria. De algún modo (de seguro inadvertido) la película cuenta qué pasa cuando se adapta un libro, cuando, literalmente en el film, metafóricamente para el espectador, cobra vida. Más allá de los temas de superficie, vinculados a crecer y alejar la infancia, ese punto le otorga a esta amable aventura oscura un relieve infrecuente en el cine de cada jueves.
Del Toro y sus Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad Con el sello de Guillermo del Toro, llega la oscurita adpatación de una clásica serie de cuentos para los más chicos, aunque los sustos pueden ser enormes. A esta altura no hace falta presentar a Guillermo del Toro. El realizador mexicano, ganador del Oscar por “La Forma del Agua” (The Shape of Water, 2017) todavía está planeando su próximo proyecto como director pero, mientras tanto, no pierde la oportunidad de meter mano en otras grandes apuestas como la serie animada “3Below: Tales of Arcadia” o “Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad” (Scary Stories to Tell in the Dark, 2019), adaptación de la colección homónima de cuentos infantiles escritos por Alvin Schwartz. Del Toro produce y colabora en el guión, junto a Dan y Kevin Hageman -habitués del cine familiar y las historias para pequeñines-, pero deja la dirección de este thriller de misterio en manos de André Øvredal, el cineasta noruego que deslumbró con “La Morgue” (The Autopsy of Jane Doe, 2016), otro relato terrorífico, esta vez, no apto para todo público. Podemos decir que es la combinación perfecta para esta traslación que juega con los sustos y los monstruos (los preferidos de Guillermo) sin necesidad de excederse con la sangre y el gore. Estamos en la víspera de Noche de Brujas, allá por el año 1968 en el pueblito de Mill Valley, Pennsylvania, un lugar cargado con sus propios mitos y casas embrujadas. Stella (Zoe Margaret Colletti) -una joven aspirante a escritora amante del horror-, Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Austin Zajur) son tres amigos inseparables que, tras jugarle una broma a Tommy Milner (Austin Abrams) -el abusivo del pueblo- se refugian en un autocine donde se cruzan con Ramón Morales (Michael Garza), un jovencito que no anda en busca de problemas. Tras evadir a la pandilla de Milner, el trío invita a Morales a la vieja mansión abandonada de los Bellows, una familia adinerada que ayudó a fundar Mill Valley, pero que también ocultaba un par de oscuros secretos. Entre ellos, los de la joven Sarah Bellows quien, según cuenta la leyenda, fue responsable de la desaparición de varios niños, allá lejos y hace tiempo. Dentro de la casa, el grupo encuentra una habitación secreta donde, supuestamente, estaba recluida Sarah. También los diarios de la chica y un tomo donde escribió sus propias historias de terror, esas que les contaba a los jovencitos a través de las paredes de su ‘celda’. Tommy y sus compinches logran seguirles los pasos y encerrarlos junto con Ruth (Natalie Ganzhorn) -la hermana de Chuck-, en el tétrico cuarto. Pero algo o alguien los libera, antes de que le miedo se termine de apoderar de ellos. Después de la agitación de la velada, y con el auto de Ramón destrozado por la pandilla, Stella resuelve darle albergue en su casa, mientras ojea las historias escritas por Bellows en el libro que tomó prestado. Para su sorpresa y delante de sus propios ojos, un nuevo relato empieza a tomar forma: una historia titulada “Harold” protagonizada por el mismísimo Tommy. Esta será la primera de las tantas narraciones que cobrarán vida y marcarán el destino de los personajes, al mismo tiempo que intentan descubrir la verdad sobre Sarah y su familia. Ese espantapájaros tiene mi camisa Así, “Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad” se convierte en un relato detectivesco adolescente donde sus protagonistas deben escapar de sus propios temores que cobran vida, el arma que utiliza ¿Sarah? para esparcir su revancha. Øvredal se esmera por crear una atmósfera terrorífica cargada de tensión y escenarios muy diferentes (también desde lo visual) para cada uno de los ataques que se suceden, pero no puede evitar caer en varios convencionalismos del género y algunos jumpscraes desgastados. Lo más interesante de la película son las criaturas salidas directamente de los diseños originales de Stephen Gammell, ilustrador de la primera edición de la serie, allá por 1981. El director, del Toro y su equipo técnico se aseguraron de que el miedo sea palpable y real, para eso no echaron mano a los efectos por computadora, sino de los servicios de contorsionistas, maquilladores y expertos en FX físicos. Punto a favor para el simpático elenco juvenil, no tan reconocido. Los chicos, en especial Colletti, se lucen a la hora de darle verisimilitud a la historia, más allá de su trasfondo fantástico. La época también juega un papel importante, más si tenemos en cuenta los conflictos raciales en los estados del Sur y la peor etapa de la Guerra de Vietnam. Los realizadores se hacen eco de estos tópicos con una mirada actual, pero dejan que la creación de Schwartz se luzca por sobre todas las cosas. No duermo, la señora me come Sí, la premisa de “Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad” puede sonar parecida a “Escalofríos” (Goosebumps), esa otra serie literaria de terror para niños escrita por R. L. Stine en 1992, que llegó a las pantallas en varias oportunidades. Acá, la gran diferencia es el tono más oscuro y maduro que le impregnan Øvredal y del Toro, quienes dejan sus marcas personales, más allá de que estén lidiando con relatos más aptos para un público menudo.
Producida por el ganador del Oscar Guillermo del Toro, Historias de miedo para contar en la oscuridad esta basada en la famosa saga literaria de cuentos para chicos, y tiene más de un susto para el público de todas las edades.
ESCALOFRÍOS Siempre me ha resultado fascinante el concepto de miedo norteamericano, esa idea de contar historias cuya finalidad última es asustar al espectador, que además quiere ser asustado o sorprendido por el horror. Es decir, tienen una fiesta nacional donde niños y adultos se juntan a ver películas, o a centrarse en círculos y jugar a ver quién cuenta la historia más escalofriante; una larga tradición literaria, y ni hablar de que allí se moldeó el cine de terror moderno al menos en sus estándares y reglas básicas. Historias de miedo para contar en la oscuridad nos habla un poco de todo esto, pero sobre todo nos recuerda que el miedo es tan sólo el efecto tangible de algo que lo empuja, más profundo y sutil. A pesar de que tiene nombre de antología, y en algún punto lo es, porque se toma su tiempo para contarnos varios cuentos cortos de horror, lo que importa es la historia central que las une a todas: la de un grupo de adolescentes que atraviesa su último Halloween casi como anuncio del fin de la infancia (están en el último año de la secundaria), que por diferentes razones llegan a la casa “embrujada” del pueblo sobre la cual existe un mito urbano: una niña monstruosa encerrada en el sótano por su familia, que le cuenta historias a los niños que se acercan a través de la pared de su cárcel. Los jóvenes encuentran un libro con historias escalofriantes que luego veremos que son reales, y también veremos que las próximas historias terribles de esas páginas serán las de nuestros protagonistas. El director André Øvredal es uno de esos tipos que tienen la capacidad de hacer ver a sus monstruos tan verosímiles como terribles; ya lo había demostrado en la muy buena Trollhunter (2010) y también en la más convencional pero atendible La morgue (2016). Aquí se inspira en unas cuantas cosas, en las más evidentes como Los cuentos de la cripta, como también en ciertas imágenes del terror del animé japonés. Pero además su destreza para el horror nos regala una película sensible, un poco superficial pero que entiende a la perfección el espíritu del susto norteamericano que explicábamos al principio. También es justo decir que se anima a cierto amargor final, algo que sin ir más lejos no logró hacer la segunda parte de It, y que recuerda a Summer of 84, una película sin estreno en Argentina que se anima a utilizar la estética a lo Stranger things para construir una aventura con graves consecuencias y un final estremecedor. Historias de miedo para contar en la oscuridad no llega a ser tan terrible en su conclusión pero va un poco más allá que la media, le concederemos eso. Lo que importa de esta película a fin de cuentas es que logra capturar el espíritu de Halloween, da miedo, entretiene y nos cuenta una historia con personajes interesantes. Como todo esto funciona, supongo que poco más podemos pedirle.
Las primeras imágenes muestran un típico pueblo americano de casas bajas donde la vida parece transcurrir de forma apacible. Una serie de datos al comienzo precisan el año y el lugar: el estado de Pensilvania en 1968. Si algún espectador llegó tarde, el film continúa con las referencias al otoño de aquel año, a través de discursos del presidente Johnson por la televisión y los afiches callejeros de la campaña presidencial de la dupla formada por Richard Nixon y Spiro Agnew. Las alusiones a la década del sesenta son constantes: la guerra de Vietnam, La noche de los muertos vivos (George Romero -1968) film que proyectan en el auto cine y el musical Bye Bye Birdie, representado por una de las protagonistas en el colegio y que en la pantalla grande le dieron vida Dick Van Dyke y Ann-Margret en 1963. Desde los años cincuenta a esta parte los jóvenes han tomado el protagonismo del género de terror. El film del noruego André Øvredal no es la excepción. Tres adolescentes, dos chicos y una joven con claras reminiscencias a la serie Stranger Things, preparan sus disfraces en la víspera de Halloween, aunque reconocen que están un poco crecidos para recoger golosinas por la casas del vecindario. Una serie de hechos fortuitos los encuentra dentro del auto de Ramón, un veinteañero solitario inmigrante que pasa su tiempo en el autocine. Juntos deciden visitar una mansión abandonada que perteneció a una familia, de pasado siniestro, que tenía encerrada a Sarah, una pariente de presencia molesta que era mejor ocultar como en aquellas películas de Leopoldo Torre Nilsson. La casona tiene un aspecto parecido a la de los Bates en Psicosis (Alfred Hitchcock – 1960), inspirada en el cuadro House by the Railroad de Edward Hooper. En su interior se encuentra toda la maquinaria del género: profusión de telarañas, puertas secretas que ocultan estanterías, pasillos oscuros, habitaciones encubiertas, armarios donde es mejor no esconderse y escaleras de madera que conducen a espacios inciertos. Como es de prever los protagonistas con su curiosidad despiertan al mal que estaba dormido: un libro que comienza a contar historias mortales que los involucra. Se suceden los distintos monstruos asesinos, las desapariciones inquietan a la población, mientras que la policía no da crédito a las historias inverosímiles de Ramón y sus nuevos amigos. Una buena reconstrucción de la tensión junto a la recreación de atmósferas fantasmagóricas, son el perfecto marco para esta historia de marginados que deben luchar contra sus propios miedos. Sin necesidad de recurrir al gore ni a la banda sonora para sobresaltar al espectador, Historias de miedo para contar en la oscuridad mantiene a la audiencia siempre a la expectativa con herramientas nobles para cumplir su gran cometido: entretener. Valoración: Buena
El nuevo largometraje de André Øvredal, "Historias de miedo para contar en la oscuridad", recuerda a una vieja tradición del terror que coquetea con lo infantil, sin perder la esencia tanto de los relatos originales, como las marcas personales del director. El cine de terror en Hollywood es uno de los géneros que más se nutre de los componentes extranjeros. Ya sea realizando remakes de éxitos de otros países; “copiando” estilos como el J-Horror o el giallo; o importando realizadores con grandes piezas del espanto, y probablemente un nombre, en su país. Este es el caso de André Øvredal, perteneciente a una nueva camada de cine de terror proveniente de Noruega (podríamos hablar también de Tommy Wirkola o Roar Uthaug). Øvredal sorprendió a todos con esa joya del cine de monstruos de 2010 llamada "Troll Hunter". Seis años después apareció en Inglaterra (pero con estrellas hollywoodenses) haciendo "La autopsia", otra gran película que lo terminó de posicionar como un actual referente del género. De inmediato captó la atención de otro de esos “importados”, Guillermo del Toro, que además de ser uno de los directores actuales más reconocidos del cine fantástico, suele oficiar bastante seguido como productor (de hecho, producirá una remake de nuestra joya local, "Aterrados", realizada por el propio Demian Rugna), otorgándole chances a otros realizadores como la que tuvo él allá por fines de los ’90 con "Mimic". El resultado es Historias de miedo para contar en la oscuridad, primera incursión plena de Øvredal en Hollywood (aunque es semi independiente), y adaptando un material que no le es propio, una serie de relatos de horror, publicado en tres antologías escritas por Alvin Schwartz. Hay varios datos que deberían llamarnos la atención en Historias de miedo para contar en la oscuridad, pero principalmente uno que tiene que ver con su origen, son relatos infantiles. El terror dirigido al público infantil no es ninguna novedad, ni en el cine, ni en la literatura. Localmente, la pluma de Elsa Bornemann y Ana María Shúa hicieron historia con las antologías "Socorro" y "La fábrica del terror"; pero también son conocidos los nombres de gente como R. L. Stine que se dedica a adaptar historias clásicas de terror a un terreno ATP. En el cine, desde ambas "Escalofríos", hasta las experiencias de Disney en los ´70/’80 "The Watcher in the Woods" o "Something Wicked This Way Come", o la animada "The Monster House". Todo es cine infantil, con un pie en el terror. Øvredal es un director que no se anda con muchas vueltas, y sus películas suelen de terror puro, de ese para saltar de la butaca. Por lo tanto, la principal característica de Historias de miedo para contar en la oscuridad es que prácticamente borra el límite entre lo que es el cine de terror y lo infantil, algo que a simple palabras, parece opuesto. Sí, no esperen acá la cantidad de sangre de "La autopsia", pero se las ingenia para no ser una película para nada indecisa, no hay dudas que estamos frente a una de terror, que se asume en serio, y no afronta al género con timidez o inocencia, como si sucede en los ejemplos anteriores que eran antes que nada, films infantiles. En realidad, los antecedentes de algo como Historias de miedo para contar en la oscuridad, habría que buscarlos en varias películas de los 80 y principio de los ’90. Un cine de terror juguetón, con toques de comedia, personajes infantiles (mayormente la clásica pandilla de los films juveniles de los ’80), y terror de estilo camp. A ese combo, súmenle el estilo de opresión y juego de oscuridades de André Øvredal, y un apego bastante fuerte a las fuentes. El resultado es de por más interesante. Stella (Zoe Margaret Coletti), Auggie (Gabriel Rush), y Chuck (Austin Zajur), son tres adolescentes/pre adolescentes del sur de Estados Unidos en 1968. Los tres son los clásicos outcast burlados tanto por sus compañeros, como por algunos más grandes. Son orgullosamente raros, aunque las hormonas comienzan a arderles, sobre todo a Auggie, que desea a Stella, o al cualquier otra chica. Los tres se preparan, disfraces incluidos, para la noche de Halloween. Pero las cosas comienzan a ir de mal en peor. En un autocine, colándose para ver "The Return of the Living Dead", conocen a Ramón (Michael Garza), algo mayor que ellos, que casi de inmediato se les une, más que nada por el interés mutuo entre él y Stella. Pero también aparecen los bullys, y huyendo de ellos terminaran en la que fuera la casa de Sarah Bellows, el mito local. Una joven encerrada en la casa por sus padres, que escribía historia de terror para que el tiempo corriese, y que eventualmente enloqueció y asesinó a sus padres y a otros niños del pueblo, tal cual los mecanismos de sus historias. El mito es que quien encuentre el libro y la invoque pidiéndole que les narre una historia, despertará su fatalidad… Por supuesto, Stella lo hace, y a partir de entonces, en los días siguientes, todos, inclusive la hermana mayor de Augie y uno de los bullys, serán presa de lo que Sarah Bellows escribió en sus páginas. Øvredal logra respetar el espíritu original de los tres libros, escritos en los ’80, inclusive agrega varios homenajes o easter eggs para quienes los conozcan o los haya leído; y a su vez los adapta para que sea terror real sin necesidad de ser tan sangriento ni extremo. También homenajea a mucho terror de la época en que transcurre la historia; alcanza con ver la decoración de la habitación de Stella. El estilo del director lo encontraremos en el clima de encierro que predomina aún en lugares abiertos, el toque opresivo, los juegos de sombras y sonidos sordos, y esa sensación de que cualquier cosa puede pasar o aparecer cuando menos lo esperamos. Si bien sus historias son muy diferentes, podemos ver las marcas de "Troll Hunter", y sobre todo de "La autopsia", por todos lados. También respeta ese código de los films de los ’80, los tres amigos se ven como un lazo real. La empatía que se logra con los tres es fuerte, y les creemos la amistad. Son personajes queribles, carismáticos, e identificables. En esto, las interpretaciones de los tres actores es fundamental, y los tres se lucen con mucha gracia y soltura: los momentos de comedia son realmente graciosos sin necesidad de ser estúpidos. Hay varios momentos para saltar de la butaca, para sorprendernos, y logra que estemos siempre aferrados, sin nunca dejar de ser esa película con un toque infantil. Durante su último cuarto, cuando finalmente Sarah Bellows despliegue su máximo poderío corpóreo, habrá algún momento no tan efectivo, sobre todo por un abuso del CGI, que en producciones modestas como esta, nunca es tan rendidor. Pero todo el resto del film es tan creativo, su diseño de arte y personajes es tan preciso, y el clima mezcla tan bien la diversión con la tensión, que ese pequeño detalle del final no significará nada. "Historias de miedo para contar en la oscuridad" es un films más osado de lo que parece. Borra los límites de un género y del otro y entrega una propuesta siempre dinámica y efectiva. André Øvredal vuelve a mostrarse como un realizador con muchas ideas y talento para saber exponerlas. Ojalá haya más capítulos de ese libro que aún no hayan sido contados.
Un grupo de adolescentes ingresan a una casa embrujada para celebrar Halloween, en ese lugar se encuentran con un libro que tiene muchísimos cuentos relacionados con una mujer que utilizaba magia negra. Pero aunque pase el tiempo las historias se siguen escribiendo por lo tanto ahora ellos son los protagonistas. Allí comienzan a averiguar el pasado de la autora del libro y descubren terribles secretos. Su trama intenta en todo momento ir generando una atmósfera en la que se apoyan a los jump scares, así comienzan a verse unos monstruos inquietantes y espeluznantes, situaciones tenebrosas, escalofriantes y otros elementos que hacen al género. Todo esto se encuentra bien dirigido a los adolescentes consiguiendo inquietar a esa platea y estos actores: Zoe Margaret Colletti (es Stella Nicholls), Austin Zajur (Chuck Steinberg) y Gabriel Rush (Auggie Hilderbrandt), logran interesantes interpretaciones. Se le suma una buena recreación de época y rubros técnicos.
Historias de miedo para contar en la oscuridad (Scary Stories to Tell in the Dark) tiene esa clase de guiones que podría dar para una docena de películas. De hecho se basa en una serie de libros infantiles del mismo nombre escritos por Alvin Schwartz y que vale la pena buscar luego de ver el film. La acción transcurre en un convulsionado Estados Unidos en 1968. Muy alejado de los disturbios en las ciudades está el pequeño pueblo de Mill Valley, donde durante generaciones, la sombra de la familia Bellows ha crecido hasta la leyenda. En su mansión al borde de la ciudad, Sarah, una joven con horribles secretos, convirtió su tortuosa vida en una serie de historias de miedo escritas en un libro que ha trascendido en el tiempo; historias que tienen la forma de volverse muy reales para un grupo de adolescentes que descubren este terrible libro. No hay peor idea que usar Halloween para meterse en una casa que encierra un terrible secreto. Y peor idea aun es tomar un libro del cual se dice tiene la capacidad de hacer reales las cosas que en él aparecen. Bueno, es una gran idea para lanzarse a muchas historias de terror. La película tiene grandes momentos, verdaderamente terroríficos. Tal vez le queda grande la idea de trama política o social que insinúa por momentos, pero a la hora de asustar lo consigue y esa es la primera regla de cualquier buen film de terror.
Mill Valley es un pueblo como cualquier otro, en el que no ocurre nada fuera de lo ordinario. Los niños se disfrazan para ir a pedir caramelos en Halloween y todo transcurre con normalidad, eso hasta que un grupo de adolescentes entra en la casa abandonada de los Bellows, un lugar que aterra a los habitantes de la zona desde hace años. La leyenda dice que la familia tenía encerrada a su hija en el sótano, tras una serie de hechos aberrantes que la tuvieron como protagonista. Refugiándose en dicho lugar, el libro de cuentos en el que Sarah Bellows escribía con sangre llega a manos de los jóvenes y desata una maldición sobre ellos. Una adaptación de la saga «Historias de Miedo», con dirección del noruego André Øvredal y producida por Guillermo del Toro, Scary Stories To Tell In The Dark es un película de terror para chicos, pero que logra entretener a todas las edades. Sin derramar una gota de sangre ni abusar del gore o los jumpscares, resulta perfecta para los pequeños fanáticos del género pero también para cualquier adulto. La tensión que crea es genuina y logra que el espectador esté al borde de la butaca en todo momento. Cada historia funciona de manera individual, pero a la vez están unidas por una trama común. Cada una de ellas es absorbente, interesante y tenebrosa en su justa medida. Además, cada «cuento» es diferente, por lo que los sustos varían y son efectivos por diversos motivos. Øvredal consiguió hacer una película de terror para todas las edades con un atractivo único, que además mezcla de manera eficiente en la trama los eventos sociopolíticos e históricos de Estados Unidos a comienzos de los años ’70. El elenco principal, compuesto por Zoe Colletti, Michael Garza, Gabriel Rush, Austin Zajur y Natalie Ganzhorn, es perfecto para la ocasión y los personajes que interpretan. Además, el final deja la puerta abierta para una secuela y, si llega a ser tan buena como esta primera entrega, no queda más que esperar ansiosos.
Este filme es la adaptación y traslación de las famosas novelas homónimas escritas por el periodista y escritor Alvin Schwartz, hoy en día categorizadas como de culto. Con Guillermo del Toro como el responsable de la adaptación, simultáneamente en la tarea de productor general, dejando la dirección en manos del noruego André #510;vredal, llega ésta realización que intenta hacer uso de la fama ganada entre los jóvenes. Si bien es ya muy común y esperable que las producciones de Guillermo del Toro deparen otras lecturas, otros temas, que los atravesados por el. o los cuentos, en este caso los contenidos que fluyen son la discriminación, el odio, la amistad, el amor, entre tantos otros, pero la lealtad surge como valor supremo El relato nos ubica en 1968, Mill Valley es un pequeño pueblo alejado de los problemas cosmopolitas, sin embargo la sombra de la familia Bellows ha crecido, a pesar de que los habitantes del pueblo quisieran haberlo enterrado. En su mansión ubicada a las afueras del pueblo Sarah, una joven con terribles secretos, convirtió su tortuosa vida en una serie de historias de terror escritas en un libro que ha trascendido el tiempo, historias que parecen ser demasiado reales para los adolescentes que lo descubren, relatos que se autoescriben y su material de escritura es sangre. El personaje descrito en los primeros renglones del cuento es no sólo el protagonista del mismo sino su víctima. Asi van trascurriendo todos y cada uno de los relatos Con una muy buena recreación de época, buena delineación de vestuario, dirección de fotografía y efectos especiales como los mejores logros del filme conjugados desde el montaje, en ese mismo orden se encuentra el diseño del sonido, siendo la vedette en este rubro la selección musical. Sin olvidarnos de las actuaciones, todas correctas, lo que supone a un buen director de actores El problema principal es, como se dice habitualmente, que se le notan las costuras, cinco relatos que intentan tener como hilo conductor un espacio físico cerrado, un exterior necesario y protagonistas para cada historia que se presentan juntos desde un principio. Que cada una de las historias tiene valores intrínsecos, es verdad, que como cortos individuales serían muy bien recibidos. también, pero que como realización general se va rompiendo y, ya se sabe, el hilo se corta por la parte más fina
Monstruos y sustos para fans del género Guillermo del Toro produce esta película de horror basada en una famosa serie de novelas truculentas Ambientada en Halloween de 1968 (el año de estreno de La noche de los muertos vivos) y también del inicio de la guerra de Vietnam, el filme nos presenta a un grupo de adolescentes que tras ingresar a una mansión abandonada, descubren un libro maldito cuyas historias, escritas con sangre, comienzan a hacerse realidad y las criaturas que habitan en esas páginas cobran vida. El metraje aborda además varios tópicos del terror clásico que incluyen espantapájaros tenebrosos, cadáveres andantes, fantasmas, demonios, autocines, bromas macabras y muchos sustos. Heredera de las películas inglesas de la productora Amicus, que solía estrenar filmes con varios relatos cortos unidos, este largometraje tiene además de atractivas historias (surgidas de la mente del escritor Alvin Schwartz), la impronta de su productor y guionista Guillermo del Toro, quien ha logrado hilar ingeniosamente cada cuento y a la vez insuflarles un aura gótico e inquietante. El realizador André Øvredal maneja los climas con oficio, dotando a cada secuencia de espectacularidad, momentos bizarros y un sin fin de guiños a obras de culto como La Hora del Vampiro, Al final de la escalera o la catódica Galería Nocturna. Además presenta una estructura narrativa y visual sin repeticiones ni redundancias, con una puesta en escena que permite que la introducción a los distintos relatos no sigue una fórmula (como ocurría en por ejemplo en Creepshow y otras exponentes de este subgénero). Por supuesto y casi por una cuestión comercial, a pesar de que la acción no se desarrolla en los 80, la dinámica de los personajes y las situaciones remite indefectiblemente a éxitos recientes como Stranger Things o It. Los efectos especiales y maquillajes son creíbles, la recreación de las criaturas fieles a las ilustraciones de los libros originales y los momentos grotescos pueden ser tan divertidos como asquerosos. No es esta una producción truculenta ni excesivamente gore como las destinadas a los adolescentes amantes de las emociones fuertes, por el contrario, fusiona escalofríos con situaciones de aventura al estilo Scooby-Do, y replica la atmósfera de los relatos destinados a noches de fogones o campamentos, cuentos en los que se dan la mano el folclore y las leyendas urbanas. Un entretenido homenaje a la vez que una película de iniciación para los espectadores que quieran dar sus primeros pasos en el género.