La necesidad de abastecerse La muy esperada Jeepers Creepers 3 (2017) continúa esa suerte de declive cualitativo que caracteriza a la franquicia desde sus ya lejanos comienzos: mientras que Jeepers Creepers (2001) fue una muy buena reformulación de las películas de monstruos, con un marco de road movie y detalles varios del western, y Jeepers Creepers 2 (2003) fue una secuela digna, centrada más en un relato de entorno cerrado y alguna que otra premonición fuera de lugar, en esta oportunidad este nuevo eslabón cae en el temido terreno de “ni bueno ni malo”, léase el enclave de esos productos desparejos que a fin de cuentas no resultan del todo satisfactorios. Las razones que nos llevaron a este punto son muchas y en esencia giran alrededor del tiempo transcurrido desde la segunda parte, las vueltas que tuvo el guión en estos años, la falta de financiamiento y los “problemitas legales” que arrastra Victor Salva. Para aquellos que no lo sepan (como si todavía hubiese alguien), aclaremos que el director y guionista de la saga fue acusado de estupro y posesión de pornografía infantil en 1988 y condenado a tres años en prisión, de los que cumplió 15 meses. Este pasado dificultó la producción de casi todos los films de Salva, desde su ópera prima Clownhouse (1989), por denuncias y numerosos escraches. Si nos concentramos en su carrera a secas bien podemos afirmar que nunca fue un iluminado del séptimo arte pero la seguidilla de sus inicios, que arranca con su debut y finaliza en la primera Jeepers Creepers, pasando por The Nature of the Beast (1995), Powder (1995) y Rites of Passage (1999), es bastante potable… lo que no podemos extender a sus opus posteriores a Jeepers Creepers 2, ya que sus dos trabajos de horror previos al presente son un tanto flojos, Rosewood Lane (2011) y Haunted (2014). Uno está tentado a decir que el señor perdió definitivamente el toque para el cine de género, sin embargo algunas secuencias de Jeepers Creepers 3 lo desmienten por una eficacia que se pierde un poco entre una serie de malas decisiones que abarcan el capricho de situar a la acción entre la primera parte y la segunda, ya no centrarse en un par de protagonistas o un grupo uniforme sino en toda una comunidad sin concederle tiempo suficiente de desarrollo a ningún personaje y finalmente el apostar en demasía por unos CGI bastante berretones que multiplican el uso -acotado y minimalista- que se les dio en las entradas anteriores (de seguro se debe a que el presupuesto de la propuesta fue ínfimo y la parafernalia digital hoy sale más barata que los queridos practical effects). El realizador trata infructuosamente de “maquillar” este dilema vía planos a la distancia, movimientos acelerados y tomas cortas. Ahora bien, llama poderosamente la atención la confianza que se tiene Salva a pesar de estos inconvenientes, la cual se trasluce de la misma naturaleza del opus en tanto “capítulo intermedio” de lo que serán -suponemos- más obras a futuro, circunstancia que en términos prácticos nos deja sin clímax y sin una verdadera trama más allá de esta colección de escenas más o menos inconexas que giran en paralelo alrededor de una brigada de policías que salen a la caza del monstruo titular, conocido como Creeper, y de unos pueblerinos algo insípidos que se transforman en carne de cañón para la necesidad de la criatura de abastecerse de ricos humanos cada 23 años durante 23 días exactos. Entre el misticismo de las visiones de la segunda entrada, escenas de acecho a todo lo que da y los nuevos y muy interesantes artilugios del camión del amigo Creeper, la película se perfila progresivamente hacia una inesperada entonación trash que parece ser involuntaria y aun así no deriva en un desastre absoluto porque -dentro de todo- el film es tan entretenido como inconsistente…
Una nueva secuela del monstruo rural volador acecha nuestras salas. Después de catorce años, Victor Salva vuelve al ruedo con una nueva entrega de su criatura feroz, el Creeper alado que se alimenta con órganos de personas. Un ente malvado que despierta de su hibernación cada 23 años a cazar gente. Las motivaciones nunca estuvieron muy claras, tal vez lo hace porque encarna a la pura maldad. Lo cierto es que en esta tercera parte, todos los damnificados por el Creeper se preparan para destruirlo cuando salga de su guarida. Aparecen personajes del pasado, que decidirán indagar sobre su origen para derrotarlo. Un poco más expuesto que en las entregas anteriores, veremos al monstruo rutero haciendo de las suyas con su vehículo compañero. Una camioneta repleta de trampas mortales, que utiliza para amontonar los cuerpos de sus víctimas. Sin dudas nos encontramos ante el relato más fallido de la saga. Más allá de su bajo presupuesto (en la primera parte se festejaba el ingenio de Salva para utilizar los escasos recursos), a nivel argumental nunca termina de tomar forma. La narración es un caos, hay saltos temporales inconexos, y los asesinatos son totalmente anticlimáticos. La mayoría de la película transcurre de día y con un sol radiante, lo cual resta a la hora de crear la atmósfera. Si bien es acertado el protagonismo del creepermóvil, todos parecen estar obsesionados por averiguar el origen de nuestro demonio. Y una mano con vida propia, funcionará como una especie de oráculo para descubrir la verdad. Quienes la han tocado entran en trance y develan el gran misterio. Un misterio que nunca le será revelado al espectador. Sugerencias e indefiniciones no hacen más marcar el ritmo descontrolado de una narración que ni siquiera encuentra su identidad en la clase B. No encontramos ante una sucesión de personajes variopintos que entran y salen de escena con total impunidad, cuestión que debilita la historia y los momentos de tensión constante que sabía generar el monstruo con sobretodo. Lo cierto es que Jeepers Creepers 3: El Regreso, a través de un proceso degenerativo narrativo, fue perdiendo la mística, el misterio y también el sentido del humor.
Es inexplicable que esta secuela de la saga del asesino de los caminos llegue al cine. Estrenada comercialmente en el canal SyFy en los Estados Unidos, la película no aporta nada nuevo. Filmada con el manual en la mano, con efectos que atrasan años, y con el misterio de esa canción que suena y esa camioneta que se lleva puesto a quien sea, no logra superar sus características de telefilm de bajo presupuesto.
El tercer eslabón de la saga iniciada en 2001 llega después de una extensa pausa que postergó el proyecto por motivos financieros. El monstruo vuelve a despertar de la mano del director Victor Salva-el mismo de Clownhouse- para asesinar a sus víctimas en esta historia que funciona como la precuela de la segunda parte. Los buenos recursos y el clima de peligro inminente que se adueñaba de las dos propuestas anteriores, no encuentra aquí un rumbo adecuado para una trama que presenta situaciones inconexas que no alcanzan el clima esperado con la criatura que aparece cada 23 años y se alimenta durante 23 días. Jeepers Creepers 3 trae al sheriff Dan Tashtego -Stan Shaw- y al Sargento Tubbs -Brandon Smith-, quienes junto a ejército están detrás del demonio en cuestión cuando encuentran un camión lleno de cadáveres y trampas mortales. Por su parte, Gaylen -Meg Foster, con su rostro ajado, resulta lo mejor del elenco- es la madre que recibe la visita del fantasma de su hijo asesinado por El Creeper, y busca un paquete enterrado que puede dar información sobre la malévola criatura. A ellos se suman su nieta Addie -Gabrielle Haugh- y un grupo de infortunados motociclistas adolescentes que se convierte en presas del personaje central. Sin el suspenso ni la tensión que tenía la cacería en el film anterior, todo se resume a una serie de ataques que debilitan su fuerza debido a las extensas escenas de terror diurno y efectos visuales de dudoso impacto que quitan misterio al personaje central, que cobra un costado caricaturesco debido a sus poderes y artilugios que lo transforman en una suerte de superhéroe alado. Una pena que el filme no alcanza el nivel de los anteriores ni ofrece más información sobre los orígenes del malvado personaje, conectando con el segundo capítulo por la presencia del micro escolar y el cameo de Gina Phillips como Trisha, preparando el campo para una cuarta parte. Una larga espera en la que El Creeper volvió sin fuerzas.
UNA SECUELA DEMASIADO PENSADA El camino recorrido desde la segunda parte de Jeepers creepers hasta esta nueva entrega ha sido largo y no exento de conflictos. Pasaron 14 años, muchas idas y vueltas -incluida una gran polémica alrededor de los delitos sexuales del director y guionista Victor Salva- y la expectativa, que era considerable, estaba cimentada en el peculiar balance que había conseguido el realizador en las dos primeras películas entre lo espectacular y lo horroroso. Eran films de terror, pero también de acción, con cierto goce de lo artesanal y lo monstruoso, con el paisaje campestre transformado en una trampa mortal. Pero en Jeepers creepers 3 Salva parece demasiado preocupado por montar un gran espectáculo y en el medio se olvida de darle un marco adecuado al desarrollo de los personajes. En un punto, lo que hace el film es acomodarlos, meterlos como puede dentro de la trama, centrada básicamente en un grupo de cazadores liderados por un Sheriff que se propone encontrar y liquidar de una vez por todas al monstruo carnívoro, aunque en el medio se van colando otras subtramas destinadas a explorar los orígenes y motivaciones de la criatura. Hay muchos objetivos y metas que la película se propone cumplir, con lo que va entrando rápidamente en una llamativa dispersión que le impide crear los climas apropiados. No se puede negar el cariño que Salva tiene por su saga y por sus fanáticos, por lo que la narración está repleta de guiños y secuencias de alto impacto. Pero tanta sumatoria de elementos que en buena medida no se conectan entre sí afectan la capacidad del film para generar tensión. Además, el reducido presupuesto le impide a Salva explotar por completo todo el potencial de los enfrentamientos entre el monstruo y los humanos que se cruzan en su camino: hay muchas ideas y ocurrencias para intentar sacudir al espectador, pero la puesta en escena es muy televisiva, con lo que no llegan a buen puerto. Para colmo, a Jeepers creepers 3 se le nota demasiado que es un film de transición y que busca ser un eslabón más dentro de una cadena narrativa destinada a crear un universo propio, con un cierre que deja todo servido para una nueva entrega en la que se reeditarán. El mal de las franquicias contagia a Salva, que quiere quedar bien con todo el mundo y construir una mitología alrededor del monstruo, pero se olvida de darle entidad y consistencia a la película que tiene entre manos. La sensación que deja Jeepers creepers 3 es que Salva pensó y repensó en exceso lo que quería hacer no sólo con el film sino con la saga en su conjunto, y eso lleva a que todo el conjunto narrativo esté invadido por la pose en función de seguir apoyándose en un estatus de culto. Pero el relato carece de espontaneidad y se vuelve llamativamente previsible. Quizás Salva logre acomodar las piezas en la siguiente entrega, si es que consigue realizarla. Mientras tanto, esta nueva secuela decepciona y queda lejos de las expectativas.
Mera repetición de lugares comunes. Estrenadas en 2001 y 2003, las primeras Jeepers Creepers no revolucionaron el cine de terror ni marcaron una huella importante en su historia, pero al menos se destacaron por sobre la media al inscribirse dentro del género sin el espíritu entre irónico y metadiscursivo de moda en aquellos años post Scream. Cuando todos tendían a evidenciar los mecanismos narrativos habituales del cine de los sustos y los gritos para tomárselos en sorna, el director Víctor Salva apostó por dos películas de terror “en serio”. Dos jóvenes en un lugar desconocido, una entidad misteriosa que los acecha y de la que, en principio, no se sabe nada, y la lucha básica por la supervivencia funcionaban como herramientas gastadas aunque de imperecedera nobleza. Sobre esa misma base de respeto y convencionalismos se construye una tercera parte que prácticamente calca la parábola argumental de sus predecesoras centrándose en un nuevo regreso del monstruo con apetito de hombres y mujeres con olor a miedo. La diferencia es que las otras dos eran buenas y ésta... no. Alejada del modelo de road movie setentosa de la 1 y la 2, El regreso abraza todos los lugares comunes del cine de terror clase B que se estrena semana tras semana en la cartelera, ése que prodiga títulos con referencias al Diablo y lo paranormal aun cuando éstos brillen por su ausencia, incluido el de un diseño producción que no logra suplir falencias presupuestas con ideas de puesta en escena. Un policía negro igualito al Morgan Freeman de los ‘90 que parece locutar documentales espiritistas antes que actuar, un comisario gordo que no cree en nada hasta que empieza a creer, una anciana con los ojos blancos que habla con el fantasma de su hijo muerto y guarda una mano del bicho dotada de “poderes” de clarividencia, el buenazo del vendedor del pueblo flirteando con la nieta bonita: el guión de Salva acumula personajes poco desarrollados y situaciones resueltas a puro CGI bastante berretón. Difícil asustarse en un contexto donde, además, Creeper tiene hasta una súper camioneta fortificada que envidiaría más de un marine norteamericano. El principal problema de Jeepers Creepers: El regreso no es que en las dos anteriores se haya contado prácticamente todo, sino que los protagonistas lo saben: que este bicho con alas y máscara berreta aparece cada 23 años durante 23 días, que es prácticamente imbatible, que la solución más segura es esconderse y que al final, pase lo que pase, seguirá vivo. Lo que no saben es quién es ni por qué hace lo que hace. Y nunca lo sabrán, convirtiéndolo en un villano sin motivación y, por lo tanto, de escaso atractivo para la platea. Lo único que importa aquí es el periplo centrado en el intento de resistencia de la pequeña comunidad del medio oeste norteamericano acechada. De este lado de la pantalla, sólo queda ver a cuántos es capaz de cargarse antes de someterse a un exilio voluntario que seguramente interrumpirá dentro de poco tiempo, cuando una nueva e inevitable secuela le ofrezca en bandeja una panzada de humanos como almuerzo.
La tercera de una trilogía que se supone tiene un público cautivo, que sigue al personaje icónico, un demonio bastante bien logrado, con alas de murciélago gigante y con una casi invencible fuerza asesina, que se desplaza en camión con armas terribles donde acumula a sus victimas. Aparece cada 23 años cuando llega el momento de alimentarse de mortales. En realidad aunque es la película numero tres, se trata de una “intercuela” que se ubica entre la segunda y la tercera. Una señora que perdió a su hermano recibe un aviso del mas allá, la criatura volverá para desenterrar una parte de su cuerpo. Un brazo con su garra que permitirá combatirlo. En realidad cualquier excusa argumental alcanza para que se vea al Creeper en acción, llevándose a sus victimas por los aires, o atacando con hachas, lanzas y otras lindezas que casi siempre dan en el blanco, repartiendo cadáveres en distintas variantes sangrientas. En fin, para los seguidores un disfrute, para los que se “desayunan” con la saga, una de monstruo infernal que reparte muerte para que todos tengan.
Cuando el monstruo se come a su creador Victor Salva escribió y dirigió varias películas de terror. Su mayor éxito, Jeepers Creepers (2001), obtuvo rápidamente una continuación y, por esas cosas del destino, esperó catorce años para cerrar la trilogía. Así nos topamos este año con la esperada Jeepers Creepers: El regreso (Jeepers Creepers 3, 2017), un film más interesado en homenajear de manera grandilocuente a su faustosa creación que en dar algún susto a la platea. En tiempos de espectacularidad y falta de ideas, es lógico que Salva recurra al montaje paralelo con disonancias temporales al estilo Christopher Nolan para darle el aire épico al regreso de su criatura. El problema radica en que dichos excesos visuales lejos de maximizar la historia, la expone en su falta de recursos económicos. Por ejemplo, el demonio que en la primera película se mostraba lo mínimo e indispensable, aquí no sólo se muestra en demasía sino que la cámara lenta se regodea de su grandilocuencia y, en vez de generar mayor terror, pone de manifiesto su artificio (entiéndase "se nota el tipo disfrazado de...") a plena luz del día. La historia aparece a mitad de camino entre los sucesos posteriores a la primera película y los anteriores a la segunda. En una suerte de secuela y precuela al mismo tiempo –denominada intercuela- sobre este demonio que emerge cada 23 años para cazar humanos durante 23 días, tenemos a Gaylen Brandon (Meg Foster) una médium que guía a los veteranos sargentos Dan Tashtego (Stan Shaw ) y Davis Tubbs (Brandon Smith) con el fin de detener a la criatura. Por su parte la adolescente Addi Brandon (Gabrielle Haugh) ha sido capturada por The Creeper e intenta escapar de su antiguo camión mientras su enamorado trata de rescatarla; y a su vez, cuatro jóvenes motociclistas son también víctimas de la cacería perpetuada por el monstruo en el condado de Poho. La película cuenta de manera fragmentada las tres líneas argumentales permitiéndose en algunos lapsos agregar una cuarta: un flashback para aclarar o reforzar alguna idea. La épica se apodera de la trama y le gana al terror, siendo la detención del Creeper un imposible desde el vamos y una anécdota más para una historia que se vuelve pretensiosa sin necesidad. Si bien esta tercera parte funciona como reencuentro con el argumento original, pierde la línea de la franquicia, desplegando fuegos artificiales por doquier sin prestar verdadera atención a aquello que se cuenta y su verosimilitud. No hay clima ni misterio, sólo una concatenación de hechos fortuitos que invitan a una conclusión épica que tampoco llega. Jeepers Creepers: El regreso se presenta como una oda homenaje a una pequeña e interesante película del 2001 que supo conectar con lo mejor de Duel (1972) de Steven Spielberg pero, lejos de rescatar sus virtudes, Victor Salva se dispuso a magnificar su adorada creación. El resultado decepciona a fanáticos de la saga en particular y amantes del cine de terror en general.
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La tercera no es la vencida La parte tres de esta saga de terror, es una cinta muy pobre a años luz de la calidad y originalidad de la primera entrega Antes de volver a invernar por 23 años, el Creeper está de regreso para alimentarse de los jóvenes de un pueblo rutero. Un grupo de hombres armados intentará impedirlo. La primera entrega de Jeepers Creepers fue una bocanada de aire fresco dentro del género. Presentaba una road movie de clima inquietante, dos personajes empáticos (Gina Philips y Justin Long los hermanos acosados por el demonio) y sobre todo un monstruo terrorífico, original e inolvidable. La secuela bajó varios puntos con respecto a la iniciadora de la saga. Ya no tenía la atmósfera opresiva y el manejo de la tensión, y sin embargo se reservaba algunos momentos inolvidables (como aquella climática escena de los espantapájaros). Esta tercera parte parece una caricatura de sus predecesoras, un producto destinado a la pantalla chica, hecho a las apuradas, con un guión muy elemental y sin una pizca de horror genuino. La trama se desarrolla entre la primera y la segunda parte, pero ese no es el mayor problema, es un recurso válido, el inconveniente mayor es que el director Victor Salva, deshace toda la mística construida en aquellos filmes. El bajo presupuesto, además, se hace notar en el vestuario y maquillaje de la criatura (que aquí se muestra demasiado), que ya no luce tan amenazante como antaño (y además casi todas las secuencias transcurren a la luz del sol, perjudicando la tensión y mellando la sensación de peligro). Y como si fuera poco, el exceso de efectos digitales, le quita el encanto de la "serie B" clásica, aquella que se valía de FX manuales. El CGI no hace más que atentar contra la credibilidad de las escenas sangrientas. El camión del Creeper, un vehículo terrorífico y amenazante, aquí ha mutado en una especie de Batimóvil del horror, plagado de gadgets y trampas mortales, quitándole sordidez y misterio. Quizás los fanáticos de la serie disfruten al reencontrarse con este demonio sediento de sangre, pero, a juzgar por los resultados artísticos, al bueno del Creeper no le vendría nada mal desaparecer de las pantallas por unos 23 años más.
EL REGRESO MENOS ESPERADO Hay que hurgar profundo en la lista de los estrenos argentinos de este año – y probablemente los anteriores también – para encontrar alguna película como Jeepers Creepers: El Regreso. Escasamente lúcida, mal ejecutada, con varios momentos torpemente solemnes y de una excesiva auto-importancia, esta entrega no acierta ninguna de las tramas – ni la general ni las secundarias – que plantea. Con guión y dirección de Victor Salva, la tercera de la saga – situada temporalmente entre la 1 y la 2 – nos trae al sheriff Dan Tashtego (Stan Shaw) y al sargento Davis Tubbs (Brandon Smith) uniendo fuerzas contra la, una vez mas escalada mortal del Creeper (Jonathan Breck) que despues de 23 años, vuelve durante 23 días a saciar su hambre. A pesar de tener un comienzo prometedor, con una correcta profundidad de campo, una secuencia con el Creeper estoíco y con más preguntas que respuestas, Jeepers Creepers rápidamente derrapa con una certeza admirable y es sólo a partir de este momento en el que el espectador sentirá algo de libertad: puede elegir qué porción le pareció mas rídicula. No sería cinefilamente para nada desleal criticar duramente la pobreza de sus efectos especiales, cuya calidad probablemente se relacionen más con el presupuesto que con la impericia, pero es necesario advertir que no alcanzan un mínimo de verosímil en ningún momento. Sería también perder el foco concentrarse en una narrativa que atenta directamente con la empatía con los personajes y el entendimiento general y que, en este apartado, las elipsis inexplicables y las sub-tramas torpemente desarrolladas compiten palmo a palmo con las de Escuadrón Suicida (David Ayer, 2016). Y eso es mucho decir. Porque hasta aquí estamos hablando de las características de una película clase B, o sea, con el carisma del inverosimil, y un argumento lúdico, que juega consigo mismo y sobre todo con el espectador, y entonces la indulgencia se hace obligatoria. Sin embargo, Salva se toma muy en serio a si mismo y a su obra. Basta ver esa trama dura llena de personajes que buscan redención a través de la venganza y que necesitan verbalizarlo constantemente. Sino presten atención en la vergonzosa sucesión de dialogos tan intensos como faltos de sentido entre Tashtego y Tubbs. Si bien Jeepers Creepers nunca fue una saga destacable, entre cierto rusticismo y un aire de homenaje al cine de terror de los ’70 y ’80, la original del 2001 era una película mas acertada en toda su concepción, desde la utilizacion de los recursos – narrativos y técnicos – hasta la trama que buscaba instalar. Sin embargo, aquí Salva se encapricha con una idea tan minimalista como horriblemente ejecutada y lo único que termina asustando es el resultado final. Por Pablo S. Pons
Se ha escrito bastante sobre las primeras entregas de "Jeepers Creepers" que trajera Victor Salva hace ya unos años. Fueron un modesto hit del género, en el cual siempre se remarcó su inusual capacidad para asustar con ingenio, sin demasiado despliegue de recursos materiales. En pocas palabras, Salva logró hacer un producto interesante, con pocos medios. Luego de mucha discusión sobre cómo seguir, luego del capítulo 2, al parecer Johanthan Breck (el actor que juega el personaje principal), venía contando que le habían ofrecido hacer una serie sobre el personaje, de nombre "Cathedral" y que sería de gran impacto para los fans, de volverse una realidad. También circularon por la redes sociales, algo de esos nudos argumentales. Sin embargo, nada de eso se dio (aún) y sí Salva decidió reactivar la franquicia con una película más lineal, de corte más fastuoso, y con el mismo escaso presupuesto. O sea, una jugada arriesgada. ¿El resultado? Difícil de definir. A mi, en lo personal, me gusta que los films de terror juegen más con la sugestión que con la presencia definida. Esa cosa física va perdiendo fuerza a medida que se avanza en la historia. En cambio, con pocas y precisas apariciones, atendiendo a una atmósfera potente y inquietante, podés hacer mucho. No sucede aquí. Salva intenta con "Jeepers Creepers 3", sacar a su monstruo del clóset y ponerlo en un espacio rural amplio, a seguir su derrotero sangriento. Y eso es arriesgado porque a la luz del día, las chances de que la cinta genere ese clima, se diluyen inexorablemente. Los eventos aquí suceden casi inmediatamente de los del primer film. Esta entrega parece estar en el medio de las dos anteriores, temporalmente. Recuerden que cada 23 años, este monstruo alado regresa para hacer una masacre de proporciones, en pos de satisfacer vaya a saber uno que designio sangriento. La protagonista es Addie (Gabrielle Haugh) quien vive con su abuela (la legendaria Meg Foster, estrella de los films "B" de los 80) en una granja que se va a pique. La cuestión es que ella comienza a ver algo raro en las cercanías de su hogar (y trae, además una muerte en la familia conectada con el asesino). Al poco tiempo de estas apariciones y alguna escaramuza macabra, veremos como el pueblo se organiza en una fuerza paramilitar para buscarlo y exterminarlo. No queda muy claro como se organizan (¿nadie interviene del gobierno para ponerles límites?) pero eso no parece importar demasiado. El grupo está armado y... veremos que el mostruo también. Quiero decir, tiene hasta su móvil. Lo cual lo pone en otra perspectiva. Intuyo que algo hay más grande de lo que puede verse. La cinta es previsible, ruidosa y de a ratos, intrigante. Sobre todo porque las cuestiones temporales no parecen claras. Y acorde la caza del killer se hace más intensa, vemos como oportunidades valiosas de construcción de personaje (incluso mirando al futuro), se dejan pasar en pos de algún espectáculo visual crudo y básico. Sorprende la dirección que ha tomado la franquicia pero... quizás en el fondo esto sea para lanzar una serie próximamente y se necesitaba tener algo más fresco presente para volver a invocar al demoníaco personaje. De todas maneras, me parece que hay más carencias que aciertos y se ha perdido lo potente de las entregas anteriores: aquí no hay algo sutil, sino estruendoso y por momentos, fuera de control. No es mi idea de cómo podría encauzarse una saga de bajo presupuesto. Pero claro, puedo estar equivocado...
Voy a contarles algo. Cuando tenía 12 años, vi por primera vez Jeepers Creepers con un amigo de la infancia y tuvimos que sacar el DVD en el momento en que los hermanos Trish y Darry Jenner ven algo que no deberían al costado de la carretera, y alguien o algo los comienza a perseguir. Victor Salva había tocado una fibra muy sensible en mi yo adolescente y con pocos elementos hizo que me cubra de sudor frío de pies a cabeza. Dos años después llegó la secuela Jeepers Creepers 2, que hizo lo que hacen siempre las continuaciones: aumentar las presas de un par a todo un grupo de incautos y afilar un costado oscuramente divertido que la saga no sabía que tenía. En apenas una duología, el Creeper se convirtió en un personaje que se acercó al panteón de monstruos clásicos del horror, un primo cercano a otros imbatibles como Jason Voorhees o Freddy Kruger. Lo que nos lleva a preguntarnos: con un personaje querido dentro del género, ¿por qué se tardaron 14 años en volver a traerlo a la pantalla grande? La respuesta es triste, y el resultado final lo es aún más… No es novedad alguna que Salva ha tenido problemas con la justicia, de los graves. Acusado y condenado por abuso infantil y otras malas yerbas, las puertas se le cerraron prácticamente frente a sus narices y la secuela tardó años en levantar vuelo. Con lo que resultó ser Jeepers Creepers 3, la criatura debió quedarse en tierra firme. Optando por el camino de la mediecuela -la trama ocurre la noche en que termina la primera entrega y engancha al final con los sucesos de la segunda-, la tercera venida de la criatura encuentra al condado de Poho en ciernes al ver cobrar vida aquello que siempre consideraron una leyenda urbana. El sheriff se ha topado con el monstruo hace 23 años -recuerden que cada 23 años de despierta para alimentarse- y vuelve a advertir a todos de la amenaza, mientras que una anciana que ha perdido a su hijo a manos del demonio alado recibe una visita fantasmagórica que le advierte que huya y se lleve consigo a su nieta. Durante los próximos 100 minutos, estos ejes serán los que muevan muy poco los engranajes de la historia, que se contenta en mover sus piezas de un lado a otro, con unas cuantas víctimas aquí y allá, pero nunca sorprendiendo o, lo que es peor, asustando. Tanto el sheriff que interpreta Stan Shaw como la atribulada Gaylen Brandon de la siempre espeluznante Meg Foster sirven como protagonistas frente a una narración que les entrega espacio, pero no sustancia como para hacer algo al respecto. Y menos aún la pareja joven de Gabrielle Haugh y Chester Rushing, quienes no son competencia alguna para los hermanos Jenner que alguna vez interpretaron Gina Phillips y Justin Long con un miedo que se les notaba apenas hablaban. El elenco es muy poco vistoso y hasta deplorable por momentos, todos siguiendo la línea de comando del guionista y director Salva, que sigue ahondando en la mitología de su bestia pero que le otorga más entidad a ridículos vehículos que a personajes de carne y hueso. Jonathan Breck repite los atuendos del villano, pero por fuera de su imponente presencia y maquillaje no aporta nada que no haya hecho antes y mejor. Una mala elección de producción que perjudica es la gran cantidad de momentos en que el Creeper pasa a la luz del sol, dejándolo ver todo en detalle y perdiendo la mística pesadillezca del mismo. Jeepers Creepers 3 pasó de ser una inquietante película de horror a una glorificada cinta de terror clase B que uno ve en la televisión un sábado a la noche, sin planes de salir de juerga. Nunca estuvo muy arriba en los escalones del panteón del género, pero tenía su nicho importante, que ahora se vislumbra como una sombra de lo que alguna vez fue. Puede que sus efectos especiales sean catastróficos, pero la idea que surge detrás de ellos es más deleznable aún. En su afán de expandirse, lo único que hizo Salva fue ganar tiempo para la siguiente continuación, que filmará si consigue alguna vez el dinero necesario. Es quizás el único motivo por el cual ver la película, ese momento al final que promete en poco más de un minuto lo que no logró en hora y media: una batalla sangrienta por venganza. El resto, alfalfa de relleno para el espantapájaros.
Regresa la saga Jeepers Creepers con su tercera parte, también escrita y dirigida por Víctor Salva pero con menos ingenio e imaginación que nunca. Llega una nueva entrega de Jeepers Creepers, esa película de terror que fue una grata sorpresa para el género allá por el 2001 pero pronto, en el 2003, se encontró sin inspiración para su secuela. En este caso, la tercera parte sucede en el medio de las dos anteriores y pretende ser una película hecha para el fanático. Con guiños a las películas anteriores y al mismo tiempo personajes nuevos y la presencia más visible que nunca del famoso monstruo y su camioneta, esa trampa mortal, Víctor Salva sortea como puede los problemas de producción (muchos por su causa y su situación personal, claro) y hace reaparecer tras muchos años -no tantos como los que se toma el propio monstruo, que aparece cada 23- al Creeper. En Jeepers Creepers 3 hay personajes por todos lados y un intento de que cada uno de ellos tenga cierta dimensión e importancia en el film. No obstante, todo se percibe siempre desordenado, fallido, con saltos inconexos en el medio que los dejan al olvido durante largo rato, que entran y salen sin mucha coherencia en el relato. Todo esto hace que sea imposible empatizar con alguno de ellos y que nunca sepamos quién funcionaría como el protagonista principal. Hay también una intención por bucear en quién es realmente este monstruo, un interés por sus orígenes, pero todo queda en la superficie. Quizás, si Víctor Salva logra que le produzcan alguna otra película, ésta sea una de orígenes, quién sabe. En cierto modo, aquella era más modesta en cuanto al relato y acá lo quiere abarcar todo. También hay escenas graciosas y humor sobrevolando el relato pero es inevitable preguntarse cuánto de eso es de manera consciente y cuánto involuntaria. Al sentido del humor del film difícilmente se lo sienta genuino. Como cuando el personaje de Meg Foster (actriz que hace lo mejor que puede), utiliza una mano con vida propia para descubrir los orígenes del Creeper, y luego los detectives se van tomando su turno para ser como poseídos; los actores parecen tomárselo muy en serio pero esa secuencia es ridícula. Además, la información que allí recopilan sobre el monstruo nunca se comparte y a la larga ni termina sirviendo para derrotarlo. Algo de lo que funcionaba en esa primera entrega era el hecho de que durante gran parte del relato no vemos y no sabemos quién es el que conduce un camión viejo y enorme y guarda cadáveres en su guarida. El fuera de campo era su punto más fuerte. Acá al Creeper lo vemos bastante más tiempo, a veces hasta muy de cerca, y eso le resta misterio. El otro protagonista es, claro, su camioneta, esa trampa mortal llena de sorpresas, digamos, porque en algún momento ya comienza a repetir sus truquitos.
Jeepers Creepers: El regreso, de Victor Salva Por Paula Caffaro Jeepers Creepers 3, la intercuela de la saga, es la peor de las tres entregas. Apelando a un cine repleto de clichés, personajes estereotipados (y acartonados, por no decir de madera), sumado a una fotografía que no se preocupa por rodar los planos y contra planos de una misma conversación a la misma hora del día, la película resulta agotadora e interminable. El lado positivo es que llegados al clímax (por lógica y tiempo de película no por cuestiones narrativas) aparece la carcajada. Gran aliada para combatir el tedio. Cada 23 años en Poho, un pueblito olvidado por Dios, una suerte de bestia come humanos regresa para alimentarse, acción que le demorará 23 días. Ni uno más ni uno menos. Los habitantes, conocedores de la leyenda, procuran mantenerse a salvo, pero, lógicamente, más de uno no lo logra. Jeepers Creepers 3, viaja 23 años para mostrarnos el hallazgo de una mano solitaria de lo que parece ser un clon ancestral de esta bestia asesina. ¿Podrá el escuadrón especial, por fin, deshacerse de este monstruo? Sin éxito y con muchos cabos sueltos, el film no plantea nada más que lo que se puede pensar sea algún tipo de problemática que se deba resolver durante su duración. La presentación es por demás extensa y el conflicto no emerge nunca, por lo tanto, el clímax inexistente y un final que da pie a nueva entrega, sólo logran confirmar la desgracia: habrá que bancarse otra más. La historia es pobre y las actuaciones innegablemente despreciables, elementos que se agregan a la lista de fracasos que son, por ejemplo, la habilidad para no narrar nada durante más de 90 minutos y filmar uno tras otro, planos emblema de un cine que es mejor olvidar. Jeepers Creepers nunca se caracterizó por sus cualidades artísticas, pero su tercera entrega ganaría el premio si hubiera un concurso de desastres. JEEPERS CREEPERS: EL REGRESO Jeepers Creepers 3. Estados Unidos, 2017. Dirección y Guión: Victor Salva. Intérpretes: Stan Shaw, Gabrielle Haugh, Brandon Smith, Meg Foster, Jordan Salloum, Chester Rushing, Ryan Moore, Michael Sirow, Joyce Giraud, Jonathan Breck. Producción: Victor Salva, Jake Seal y Michael Ohoven. Distribuidora: BF + París Films. Duración: 100 minutos.
Ni asusta ni asquea Al bajo presupuesto, que no molestaría, le suma incongruencias en el guión y malos efectos. A veces lo berreta o trash seduce. Otras veces, como sucede con Jeepers Creepers: El regreso, es todo lo contrario. Son tan básicos -por no decir baratos- los efectos de la película, que denota un presupuesto bien, bien bajo, lo cual no estaría mal si la “credibilidad” no dependiera de ellos. Porque en un filme de terror en el que lo brutal es lo que prima, por lo menos debería asustar, generar algo de temor, o un asquito. Pero no. Nada. Para quienes no conocen la historia, el Creeper del título es un ser que, cada 23 años, y por 23 días consecutivos se alimenta de humanos. Nada que ver con el Payaso de It, eh. Creeper conduce una camioneta algo destartalada, pero llena de gadgets, como si a Q lo hubieran jubilado del MI6 y no trabajara más para James Bond. Pero no, tampoco vayan a ilusionarse. Algún gancho con el que cazar adolescentes aparece como el arma más letal, además de la puntería que tiene el protagonista con algo similar a una jabalina. Esta película se ubica entre la primera, de 2001, y su secuela, de 2003, o sea que es una secuela de la primera y una precuela de la segunda. Si no vio la uno, ni la dos, tampoco importa. Sí debería saber que este asesino que guarda cadáveres en bolsas en la parte posterior de su camioneta/camión es sanguinario, y regresa a un pueblito rural por algo. No importa que la brigada de policías que lo persigue diga que “no asesina en un mismo lugar el mismo día” y los cuerpos sin vida se apilen en la camioneta en una misma jornada. Ese dato se le puede pasar a cualquiera. Y ahora que corren tiempos de ventilar abusos y acosos sexuales, el director Victor Salva fue en su momento acusado de estupro (violación de un actor de 12 años en el rodaje de su película Clownhouse -el clan Coppola participó en su producción-, posesión de pornografía infantil y condenado a prisión, cumpliendo la mitad de la condena (15 meses a la sombra). Esto, que podría acabar con la carrera de varios, vaya a saber si lo hace con Salva, o si se salva.
Volvió para matar Jeepers Creepers 3 es una película de terror dirigida y escrita por Victor Salva. El reparto incluye a Jonathan Breck, Stan Shaw, Gabrielle Haugh, Meg Foster (Carla Grunwald en la serie Pretty Little Liars), Brandon Smith, Chester Rushing y Jordan Salloum. Los hechos de la película se dan entre la primera y segunda entrega de la saga. Cada 23 años y durante 23 días el monstruo volador denominado “Creeper” (Jonathan Breck) vuelve al ataque de un pueblo distinto, matando y llevándose los cadáveres en su camioneta indestructible. Esta vez el turno de enfrentarlo será del sheriff Dan Tashtego (Stan Shaw) junto a Davis Tubbs (Brandon Smith). Por otro lado, la anciana Gaylen (Meg Foster), a la que su nieta considera loca por verla hablar sola, desentierra algo peligroso fuera de su casa. Hasta el más fanático de la franquicia se va a sentir decepcionado con esta tercera parte mal hecha. Y es que su comienzo masomenos aceptable, con una fotografía bella de cielos rosados, a medida que transcurren los minutos va cayendo en errores enormes. Primero y principal, el “Creeper” es extremadamente ridículo: un hombre con la piel pintada de negro, alas y poco pelo rubio (que parece atado) ni siquiera llega a dar miedo a la persona más asustadiza. Se intenta de manera muy forzosa darle un aspecto temeroso al captar en primer plano su mirada potente, pero ni eso consigue que al aparecer en pantalla pensemos “qué bizarro es”. Segundo, el bajo presupuesto llega a ser tan notorio que sus efectos dan gracia, haciéndonos imposible que nos podamos tomar en serio lo que vemos. Lo peor es que desde la dirección y actuación se le da un dramatismo a la historia que en ningún momento logra conectar con el espectador. Como si fuera poco, las incoherencias no tardan en llegar. Los humanos a cargo de acabar con el Creeper de una vez por todas ya saben que las balas no le hacen nada ni a él ni a su camioneta, sin embargo se pasan persiguiéndolo en coche a la vez que le disparan. La anciana que habla con su hijo muerto afirma que una vez que los oficiales toquen la mano del monstruo, conocerán el secreto de cómo aniquilarlo; este tema queda totalmente en la nada luego de que los policías le hacen caso: es como si el guionista se hubiese olvidado el camino por el cual estaba llevando la historia. Los personajes cliché están a la orden del día: el grupo de jóvenes bravucones que quiere abrir el vehículo del villano, la chica que corre por su vida, el chico enamorado y tímido, etc. El ritmo de la película tampoco ayuda y en su segunda mitad llega a aburrir por tener muchos minutos demás. Nadie pidió por una tercera parte de Jeepers Creepers. Ahora que la tenemos está muy claro que el film no hubiese molestado si se usaban elementos del género correctamente. Ya cuando el personaje principal tiene que asustar y en vez de eso causa risa la producción debería haber dado marcha atrás. Esta película ni por asomo te dará terror, pero si querés divertirte un rato por todo lo mencionado más la notoria pantalla verde en la mayoría de las escenas y las cuatro melodías que se repiten cada dos por tres, adelante.
Terror venido a menos "Cada 23 primaveras, durante 23 días, sale a comer. Eso es lo que sabemos". La tercera entrega de la saga escrita y dirigida por Victor Salva -autor de una de las grandes películas de culto ochentoso sobre payasos y psicópatas como fue Clownhouse (1989)- es tal vez la que sella su definitivo declive. Sin ser obras maestras ni mucho menos, las dos primeras Jeepers Creepers -la primera más sombría, la segunda más descontrolada- tenían ingenio y astucia en la resolución de las secuencias, y bastante sentido del humor. No queda demasiado de todo aquello en esta nueva aventura de la criatura del sombrero y el hacha que deambula en su camioneta indestructible para cazar desprevenidos y miedosos, y alimentarse de ellos. Tampoco queda mucho de la destreza de Salva ni de la vasta cinefilia (Spielberg, Carpenter) de la que había hecho gala en su anterior filmografía. Quizás el único mérito de esta Jeepers Creepers -ni siquiera aparece la pegadiza canción a la que la película le cambió el sentido para siempre- sea el interrogante alrededor de la identidad del monstruoso cazador. ¿Quién es verdaderamente? ¿Qué secretos guardan sus partes perdidas y encontradas por los habitantes de ese pueblo asediado? Consciente del atractivo de esa mitología creada, Salva le brinda protagonismo al interior de la peculiar camioneta al igual que al impulso femenino, llave de la resistencia contra los embates de ese intrépido y persistente mal.
Recordemos las primeras fueron Jeepers Creepers (2001) y Jeepers Creepers 2 (2003), esta tercera parte llega con algunas polémicas. Regresa después de 14 años, aquí los personajes son: sheriff Tashtego (Stan Shaw, “Tomates verdes fritos”), el sargento Tubbs (Brandon Smith, “RoboCop 2”) y Gaylen Brandon (Meg Foster, “Están vivos”), su hijo fue asesinado por el Creeper en la primera película, quien lo sigue viendo y su nieta, Addison Brandon (Gabrielle Haugh, “Days of Our Lives” serie de televisión), esta será su próxima víctima de Creepers (origen prehistórico). La trama ronda en lo que ya nos tiene acostumbrado, tiene menos violencia, los efectos especiales resultan algo pobres, se inclina por los digitales, es lenta, tiene algunas escenas ridículas, no emociona, los personajes no se destacan. Los fans es posible que se sientan contentos. Queda el final abierto para Jeepers Creepers 4.
ACLARACIÓN: la siguiente crítica es sobre la película en cuestión, tal y como tiene que ser. Lo escrito a continuación no abordará (porque no corresponde) los hechos de público conocimiento sobre su director. Para eso está la justicia. Jeepers Creepers es una digna tercera parte (bastante demorada) de la saga. Sin profundizar demasiado logra captar la atención del público y sigue aportando al mito de la criatura que caza (asesina) durante 23 días cada 23 primaveras. Los hechos que transcurren en este estreno toman lugar entre la primera y segunda película. Un recurso ya bastante explotado pero que aquí sirve dada las restricciones económicas y sin caer en hacer un film futurista. Victor Salva vuelve a sentarse en la silla de director y con un presupuesto pequeño repite la fórmula de la película original de 2001, la cual había sido una gran sorpresa. La historia vuelve a ser simple y las actuaciones dejan bastante que desear, pero el contexto en sí es bueno. Hay que ver esta película como lo que es: una de bajo presupuesto de terror que pretende entretener parándose en los slayers films de los 80s. Además posee unas secuencias gore muy bien logradas. En definitiva, los fans del género y de la saga la pasarán bien pero no así el espectador ocasional.
Corría el año 2003 y haciendo zapping en la TV encontré con una película en donde dos hermanos viajaban por una ruta casi desierta de no ser por algún que otro auto que seguía su ritmo, los hermanos Trish y Darry en su travesía ven como un hombre misterioso arroja una bolsa negra hacia un oscuro pozo oculto debajo de una iglesia abandonada, Darry se mete adentro para investigar, es cuando se topa con esa bolsa y dentro de ella se encuentra un joven desnudo con el abdomen cosido, es tal el miedo que me genero esa escena que es muy difícil de olvidarla, ahí comenzó lo que se llamaría “un mito en el cine de terror” con Jeepers Creepers, instantáneamente tuvo su secuela, pero esta ya estaba encaminada mas por el lado gore teen, fue una secuela entretenida dentro de todo, pero el público pedía una secuela mas contando el origen de este siniestro personaje, pasaron varios año para que finalmente veamos ese trabajo concluido, pese a sus desastrosos errores. Esta tercera película ocurre entre medio de sus antecesoras y cuenta como unos veteranos de la policía logran tratar de acabar con The Creeper, mientras este continua con sed de sangre en busca de nuevas víctimas para saciar su voraz apetito. La primera entrega supo manejar muy bien los condimentos del terror y generar una atmosfera aterradora, la segunda entrega pese a ser un poco inferior logro dejar satisfechos a los fans (me incluyo), pero esta tercera parte cae en un precipicio sin salvación alguna. Victor Salva vuelve a tomar las riendas una vez más, pero en esta cinta deja en claro el poco interés que le tiene a su criatura, también el guion, el presupuesto, el vestuario, el CGI, entre tantas otras cosas, no ayudan para nada a la película, no sabemos si estamos ante un film de terror o una comedia al estilo Scary Movie con momentos bizarros, lo destacable es el regreso de Jonathan Breck como The Creeper, y ahí acaba lo bueno. “Jeepers Creepers: El Regreso” trae nuevamente a una criatura que pudo haber dado mucho mas y fallo en su intento, el final deja abierto para una secuela, que en caso de realizarse, esperemos vuelva a conquistar al público.
Atrasada secuela de clásico de terror, hoy divierte Hay algo importante a favor de esta demorada secuela de "Jeepers Creepers", y es que ya nadie hace peliculas así: tan malas y divertidas. Bodrios de este calibre ya no suelen pasar los filtros de la industria, lo que es una pena, sobre todo en lo que tiene que ver con el cine de terror. Es que mientras una mala comedia, que no hace reír, es una experiencia tristísima, una pésima película de terror, que no da miedo, genera carcajadas a granel. En sus mejores peores- momentos, "Jeepers Creepers 3" aporta esa absurda chispa que ya casi nunca brilla en la pantalla grande. La historia vuelve a incluir un camión infernal repleto de gadgets temibles, comandado por el demonio alado de otrora, que ahora además de cebarse con adolescentes descerebrados (incluyendo aprendices de motoqueros) también es perseguido por un ejército de parapoliciales sureños. Entendiendo que las peliculas previas son de 2001 y 2003, esta nueva entrada debería conseguir que el público se interese por una trama que, ya de por sí, era bastante hermética. No lo logra, pero si regala una media docena de escenas delirantes, lamentablemente intercaladas con situaciones más sobrias que mitigan el potencial de todo el asunto.
Ni Víctor te salva Olor a secuelas, eso es lo que despide el fétido producto Jeepers Creepers, nuevamente dirigida por Víctor Salva. Más de lo mismo pero cada vez menos atractivo e interesante porque las dos primeras condensaron absolutamente todo y ese todo era demasiado poco. El principal atractivo de este alado personaje sediento de miedos de sus víctimas que aparece cada 23 años y caza implacablemente durante 23 días era el desconocimiento de su origen. Su avidez por la sangre y sus herramientas para la cacería, su aspecto siniestro con una máscara que realmente no asustaba a nadie lo ponían a la par de tantas otras criaturas que vieron la luz en cuanta película bizarra surgiese de los ’90 hasta la fecha pero llamativamente logró sobrevivir y hoy vuelve con una tercera parte bajo la misma premisa: se sigue sin saber quién y de dónde viene ese bicho raro. Para no perder tiempo la premisa que nos convoca vuelve a la acechanza de un pueblo chico, personajes unidimensionales con mirada inclusiva dado que afroamericanos y white trash son achurados por igual. El agregado de color una mano de la criatura con cierta capacidad de trasmitir el futuro al contacto pero que cuando aprieta deja seco a la víctima. Si la película buscaba la risa hubiese sido buena, lamentablemente queda claro que eso simplemente es un deseo por la atmósfera de solemnidad y ambiente lúgubre donde se desarrollan los hechos. Triste pero real, el mal bicho volverá.
El campo, bañado de una soledad que solo el hombre puede entender y percibir, cuna de infernales carreteras que cruzan kilómetros y kilómetros de leyendas urbanas y mitos. Dueño de un silencio llamado a muerte que se activa cada 23 años…durante 23 días. Los parajes rurales son, en el cine de Victor Salva, una constante que funciona como médula espinal para albergar historias sobre el hombre común enfrentándose a lo extraordinario. Esa fijación por el American Gothic, donde se suceden todo tipo de choques (culturales, emocionales), sirve al director para acercar SU cine (con mayúscula, ya que se apropia de las bondades del mismo) a un regionalismo que simboliza un viaje a lo profundo de las perversiones, la oscuridad, el sufrimiento, la muerte. Grant Wood, creador del cuadro “Gótico americano” en 1930, exponía en sus obras una mirada que idealizaba ciertos elementos que coqueteaban con el conservadurismo propio de esa época; en detrimento, el discurso de Salva se encuentra en las antípodas, ya que elimina cualquier rasgo reaccionario. Estos dos artistas (uno de la pintura, el otro del cine) tienen en común su amor por los espacios rurales, sus habitantes, y con ello, sus actos, defectos y virtudes: ambos responden a cierta filantropía popular. Salva transforma esas locaciones en laberintos iniciáticos, cuyos destinos inciertos están cubiertos por la sombra de la muerte. En Jeepers Creepers: El Regreso (Jeepers Creepers 3, 2017), intercuela ubicada entre la primera y segunda parte, no deja las obsesiones, constantes y simbología que son un sello indestructible en su cine. Si bien esta tercera parte es la hermanita menor de la saga en presupuesto, complejidad y eficacia (es eficaz, pero en menor medida), los esfuerzos por alcanzar dignidad dentro del cine de terror moderno -y el cine en general- se notan, ya que Salva es un legítimo artesano. Su cine sigue albergando un manejo de la cámara que reboza de clasicismo, fluyendo por las venas, donde los encuadres y composiciones de los mismos (componer una toma es un lujo que pocos pueden hacer hoy en día) parecen tener una importancia absoluta. Ese aspecto pintoresco, que trazaba los terrores de aquella obra maestra absoluta que es su primera parte, Jeepers Creepers (2001), deja en claro que su cine responde a un modelo casi extinto, pero no prehistórico (En el peor sentido de la palabra) que se abría paso en la fiebre que levantó El Juego del Miedo (Saw, 2004) y sus secuelas/imitaciones. En donde una la estética de videoclip ultra canchera, re moderna, re cool, nos hacía pensar hacia dónde iría el cine de género a partir de ese momento, la otra optaba por la solidez, la contundencia, autenticidad, el modelo clásico en su máxima expresión. Jeepers Creepers: El Regreso/Salva tiene una visión del cine moderna, que sustituye vueltas de tuerca espantosas y obvias -¿Recuerdan cuando todas las películas terminaban como Sexto Sentido (The Sixth Sense, 1999) de M. Night Shyamalan, por vueltas de tuerca que alimentan el imaginario visual y narrativo, amén de otra película del genio Shyamalan, Fragmentado (Split, 2016)-. Esa visión moderna que adquiere Salva, compartida por otro que mete miedo, como es Andy Muschietti: desde las formalidades, narrativas y estéticas, siguen empleando formulas clásicas pero entendiendo qué puede querer el público, demanda como respuesta al imaginario popular. Jeepers Creepers: El Regreso sigue la historia de Dan Tashtego (Stan Shaw) y el Sgt Davis Tubbs (Brandon Smith ), dos oficiales del orden que luego de los sucesos relacionados a los hermanos Jenner unen sus fuerzas para aniquilar al Creeper, monstruo camuflado que no se detiene ante nada. Una mujer tiene visiones de su hijo muerto que le advierte de la llegada del ser infernal y que esconde un oscuro secreto enterrado en el jardín de su casa. Si bien esta tercera parte no mantiene una mirada hacia el terror, como mera excusa de hacer asustar al espectador con golpes de efecto fáciles, su esencia está más cerca del western, aún cuando la saga siempre se emparentó con este género. Jeepers Creepers nunca fue un film que dio miedo, ya que el cometido de Salva era otro; vale recordar Vampiros (Vampires, 1998), de John Carpenter, que no daban miedo, pero en esencia el modelo de terror estaba. Salva mantiene su innegable solidez para narrar, encuadrar, empalmar planos de manera contundente (las escenas de acción lo ameritan) y de entretener. Hay efectos especiales deficientes, como la escena donde la camioneta de los oficiales vuelca en la ruta, lo que acentúa el bajísimo presupuesto del film. La logística es la misma que utilizó Carpenter para su Noche de Brujas (Halloween, 1978): filmó, según sus palabras, de la manera más bonita posible, para que el low budget no se note tanto. Ese recurso inteligente tiene logros superiores a cualquier otra producción de mayor capital. Salva, acentuando el valor clásico en sus narraciones, toma la tercera historia (la primera historia, la narrativa; la segunda, los elementos simbólicos, intertextuales e ideológicos; la tercera, las constantes, también llamada “económica” en referencia a los temas que siempre toca un director). En ese sentido la venganza es, en el cine del realizador, una forma de purgar los miedos, demonios y miserias, sin caer en moralinas. En el film una mano cortada del Creeper sirve para poder hacer contacto psíquicamente con el origen y razones de la criatura con el solo hecho de tocarla. San Gregorio de Nisa (330 y 335 d.c.) arzobispo y teólogo aseguraba que las manos estaban ligadas al conocimiento y a la visión, ya que tenían por fin el lenguaje. En la iconografía, un ojo en la palma de una mano representa la clarividencia y la sabiduría compasiva. La Biblia dice que Dios usaba la mano derecha para bendecir y la izquierda para destruir: esa mano es una mano derecha, y es el atrezzo que ayuda (bendice) a los personajes para entender al ser. Por ello al tocar esta mano cercenada el receptor puede “ver”. Desde lo cinematográfico, esa mano es un principio de simetría perfecto ya que transita los tres estados del mismo: índice, ícono y símbolo. Como segunda historia representa la visión del espectador, aferrada al miedo, arrastrada por un deseo inherente de verlo todo (Salva se vuelve superambicioso cuando deja “esa visión” fuera de campo, haciendo hincapié en los tres elementos del clasicismo directamente anclados en la mano del monstruo: principio de simetría, eje vertical (la mano cae del cielo)y el fuera de campo. La fuerza de las imágenes (cuervos muertos que llueven en la noche, enfrentamientos en deliciosa cámara lenta, persecuciones bien ejecutadas, campos acechados por muertos) compensa ciertos baches en ideas descabelladas que por momento no funcionan tan bien (la secuencia de los motociclistas, la lanza que se activa sola, las bolas explosivas). Jeepers Creepers: El Regreso es terriblemente engañosa: parece plana, pochoclera sin un fin, vacía de contenido. Salva lo hizo de nuevo.
NI FU NI FA Ojalá hubiese habido dos sin tres... Jeepers Creepers (2001) y su secuela se estrenaron con apenas dos años de diferencia. La primera pegó muy fuerte, especialmente si consideramos las pocas pretensiones y niveles de producción que tenía, y aunque Jeepers Creepers 2 (2003) resultó ser totalmente indeseable, podría haber nacido una saga de culto si continuaban con la racha de secuelas. “Jeepers Creepers: The Cathedral”, título con el que se rumoró a la tercera parte por muchos años, estuvo en boca de los fans por largo tiempo hasta que la emoción se apagó. Ahora, catorce años después, llega la tercera película, en un momento en que nadie la pidió. ¿Será que nos sorprende, como esas películas de las que no esperamos nada y nos dan todo? Lamentablemente no, la cosa viene más oxidada de lo que esperábamos. Situada entre los sucesos de las primeras dos entregas, Jeepers Creepers 3 (2017) toma lugar en el último día de matanza del monstruo asesino que solo ataca una vez cada 23 años durante 23 días. La película avanza a medida que el Creeper se mueve buscando nuevas víctimas y, en paralelo, tenemos la historia de quienes quieren cazarlo –una brigada de policías liderados por Dan Tashtego, un sheriff que parece saber todo sobre la entidad a quien se enfrentan–, y de un par de jóvenes que zafaron y escapan para que no los mate. Hay varios problemas en Jeepers Creepers 3 y el principal de ellos es lo unidimensional que son sus personajes. En Jeepers Creepers 2 ya habíamos aprendido que con el monstruo solo no alcanza. Es cierto que el Creeper tiene un trasfondo atractivo y modos de matar divertidos, pero la primera película no sería lo que es sin el personaje de Trish Jenner (Gina Philips), una final girl que rompe varios estereotipos y se carga la película al hombro, codo a codo con el bicho. En la nueva película, todos los personajes son una mera anécdota, sin historia ni personalidad, con los que no llegamos nunca a empatizar porque no llegamos a saber nada de ellos. Y tampoco cumplen el rol de ser buena carne de cañón porque nadie muere de manera precisamente original. En el elenco destaca Meg Foster (They Live), pero el personaje que le dan, Gaylen, la madre de una de las víctimas de la primera película, no es justo para la actriz y se queda sin propósito cuando la película da un giro que directamente le toma el pelo al espectador. En pocas palabras, gran parte de la película gira en torno a un objeto perdido que permite acceder al secreto del Creeper. Gaylen es quien lo encuentra y hasta consigue que el sheriff Tashtego tome contacto con él. Ambos terminan sabiendo cuál es el secreto del asesino y la razón de por qué mata cada 23 años. ¿Se piensan que lo comparten con el espectador? Adivinaron… No. Nos lo dejan picando y la película pasa a “otra cosa mariposa” como si nada. Cuando el misterio se desinfla a razón de nada, lo que nos queda es un tercer acto flaco, con acción banal, que no sabe abrazar siquiera la originalidad y lo bizarro del cine de clase B. Hay mucha ametralladora, persecución en auto y explosiones mal animadas –que confiesan los terribles efectos de CGI. No hay momentos de terror, los tonos cómicos dejan gusto a nada y la inventiva para crear muertes inquietantes y situaciones tensas se la dejaron en casa. Todo lo que tiene para dar Jeepers Creepers 3 ya lo vimos, no solo en otras películas, sino también dentro de la misma saga. Queda la puerta abierta para una cuarta entrega cuando la película cierra con un cameo de Gina Philips. ¿Volverá Trish Jenner a cargarse al Creeper de una vez y por todas? Si lo hace, tal vez sea mejor que suceda sin Victor Salva, creador, guionista y director de la saga. Además de ser un exconvicto degenerado, ya ni siquiera sabe hacer películas.
Cuando allá por el año 2001 Victor Salva dio a conocer su oda al terror Clase B de monstruos llamada Jeepers Creepers, su historia de terror con modesto presupuesto se convirtió en un impensado éxito. No era una obra maestra, pero mientras algunos argumentaban un “me gustó la primera parte nomás” y otros se aventuraban a decir que era el mejor film de criaturas endemoniadas de los últimos tiempos, la realidad es que su éxito comercial y artístico radicaba en otro lado: su actitud frente al terror. Entiéndase lo siguiente: tras la resaca del postmodernismo cinematográfico que se reía y autoparodiaba al máximo, y en especial en este género tras opus como Scream, de repente un film puro y sin cinismo a la hora de provocar sustos parecía completamente original. No lo era, pero sí era al menos una bocanada de aire fresco. Dos años más tarde apareció la secuela, y aunque el efecto ya no era el mismo, al menos regalaba algunos grandes momentos, como ese comienzo entre maizales y espantapajaros. Catorce años después llega una demorada tercera parte, y ya nada de lo que convirtió a la original en un clásico muy menor del género está ahí: el terror es inexistente, el suspenso es nulo, la amenaza del Creeper se reduce a escenas mal filmadas y otras que ya vimos, los efectos digitales atrasan veinte años (no es exagerado decirlo), y contrario a sus anteriores capítulos, prácticamente todo el film sucede a plena luz del día, lo cual hace que se note más el mal maquillaje. ¿Qué queda de todo entonces? Una historia que avanza apenas un poco más sobre los orígenes del Creeper, y que vuelve a aterrorizar a un grupo de jóvenes y adultos que merodean por los pueblos norteamericanos, adormecidos al costado de la ruta. La promesa de una cuarta parte queda abierta, y lejos de desearle la muerte (porque lo cierto es que todavía se puede retomar la saga), esperamos que eso implique un cambio de dirección.
La historia se ubica temporalmente entre las 2 primeras entregas. Con el fin de eliminar al Creeper, el sargento Tubbs (Brandon Smith) reúne a un grupo armado comandado por otro sargento, Tashtego (Stan Shaw). Gaylen (Meg Foster) recibe visitas del fantasma de su hijo, asesinado años atrás por el creeper, y obtiene un paquete oculto en el que sospecha, tiene el poder para derrotar al demonio, además de que puede revelar sus orígenes. En la espera de la inminente llegada del creeper a la propiedad, decide pedirle a su nieta Addie (Gabrielle Haugh) que se vaya lejos por seguridad. El problema de Jeepers Creepers 3: el regreso de Víctor Salva es que se toma muy en serio a sí misma hasta llegar a un nivel auto-paródico. La narración es un “vaya y pase”, Salva no tomó en cuenta, o quizá se olvidó, no se sabe, lo que había construido previamente en las 2 entregas anteriores. Si Jeepers Creepers tiene seguidores es por ese misticismo que rodeaba al demonio. El creeper aparecía en escena oscuras, misteriosas y de carácter recóndito. Se mostraba menos para lograr más. Acá se echa por tierra todo el progreso mostrando al demonio en primerísimo primer plano en varias ocasiones dejando nada para la imaginación o la sugerencia. Los efectos especiales traen recuerdos de películas clase B, pero ¡No señores! Jeepers Creepers no debería entrar en ese rubro, un fallo enorme. El guión tiene más baches que las calles de Buenos Aires en época de elecciones. Una historia rebuscada que se va por las ramas y que no consigue conectar con las películas anteriores pensando en la totalidad de la saga. El camión del Creeper es una fortaleza insólitamente infranqueable y sus mecanismos de defensa tienen puesta la etiqueta de otra saga, SAW. Una lástima para una saga que, sin llegar a ser fundacional, tenía una buena cantidad de adeptos y después de esta tercera entrega inevitablemente perderá público.
Jeepers Creepers apareció en el 2001 con una taquilla abrumadora. Su director, Víctor Salva, inventó deliberadamente la premisa del monstruo que viene cada 23 años a alimentarse durante 23 días, para esquivar la secuelitis aguda que ataca a Hollywood (hasta el día de hoy). Nunca vio venir la astucia de los ejecutivos que le propusieron una secuela que transcurra en otro de los 23 días del frenesí del monstruo. La misma vio la luz en 2003 con el mismo éxito, por lo que una tercera parte era inevitable. Su materialización iba a ser difícil y extensa: por un lado, United Artists, el estudio que financió las dos primeras entregas, entró en una de sus muchas bancarrotas, lanzando esta nueva secuela a las turbulentas aguas del financiamiento independiente; por otro lado, la cuestión del pasado delictivo del propio creador de la saga, puso a varias agencias de casting en estado de alerta. No obstante, a 14 años de la segunda parte, llega finalmente Jeepers Creepers 3, y la pregunta que se cuece es si mantiene la frescura y dinamismo de sus predecesoras, o si la larga espera le jugó en contra y estamos recibiendo muy poco y muy tarde. Hush, Hush, Hush. Here comes the Boogeyman: Una unidad anti-creeper llega al poblado de Poho County para reclutar a uno de los oficiales que sobrevivió el ataque del Creeper. Mientras tanto una joven debe lidiar no solo con la creciente amenaza de dicha criatura, sino con su abuela, que detrás de su demencia puede estar el secreto que les permita vencer al monstruo. Las comparaciones son odiosas, pero en este caso son necesarias para ilustrar los problemas narrativos que presenta la película. En las dos entregas anteriores, si bien tenían un poquito de su mitología particular esparcida aquí y allá, el corazón radicaba en una historia simple y directa de “corré que te come el bicho” cosa que no se manifiesta en Jeepers Creepers 3. Esta tercera parte cuenta con un guion que parece más interesado en establecer la mitología del Creeper y el trauma arraigado en sus protagonistas, que en ilustrar su amenaza. Las escenas de muerte, aunque bien pensadas, no son lo que se dice bien ejecutadas. Tratan de transmitir una tensión que no está, la cual no se produce porque el guión falla en conseguir que nos interesemos por los personajes: estos, nuevamente, están bien ideados en su desarrollo pero la ejecución de su arco no produce otra cosa más que indiferencia. No es para nada una buena señal que tus protagonistas vivan reiterando exageradamente detalles de su pasado que no suman nada al avance narrativo, y que luzca más amenazante la camioneta del antagonista que el antagonista en sí mismo. En materia actoral, el desempeño del reparto, casi como un todo, es un 50/50: la mitad decente y la otra mitad sobreactuado. El “casi” lo digo porque si hay una actuación que destaca al menos lo suficiente, es la de Jonathan Breck como el Creeper. Su presencia y expresividad nos dicen todo de su hambre y lo que es capaz de hacer para saciarla. Ser el único personaje sin diálogos le beneficia y mucho. En materia técnica también hablamos de un 50/50. Oscila entre lo decente y unos planos en exteriores demasiado oscuros para su bien, sumado a un CGI que llama la atención por su pereza. Conclusión: Reiteraciones, exageraciones, mal timing, y un interés desmedido en priorizar la existencia de una mitología que no contribuye en nada al avance narrativo, son los puntos que le impiden a Jeepers Creepers 3 llegar a buen puerto. Uno no puede evitar sentir que perdió la magia y la eficiencia de sus predecesoras.
Se buscó revivir esta saga que ya estaba enterrada bastante abajo y probablemente luego de verla, allí abajo se quedará. ¿Habrá que esperar 23 años para volver a ver al monstruo comer? Ojalá que no. En otro intento por reflotar franquicias y sagas que vieron la luz al final del túnel hace ya varios años, ahora le tocó el turno a Jeepers Creepers. Para aquellos despistados que nunca han visto nada de esta película de terror de principios de milenio, esta historia consta de un demonio que cada 23 años, durante 23 días seguidos, se encarga de comer gente a troche y moche, en preferencia adolescentes, para poder regenerarse y así perdurar en el tiempo y en la historia. En otro intento por reflotar franquicias y sagas que vieron la luz al final del túnel hace ya varios años, ahora le tocó el turno a Jeepers Creepers. Para aquellos despistados que nunca han visto nada de esta película de terror de principios de milenio, esta historia consta de un demonio que cada 23 años, durante 23 días seguidos, se encarga de comer gente a troche y moche, en preferencia adolescentes, para poder regenerarse y así perdurar en el tiempo y en la historia. Esta película sufre constantes problemas en cuanto a las actuaciones, principalmente. Nadie del elenco destaca, todos se ven forzados, haciendo cosas sin determinación y solo haciéndolo porque así lo dice el guión. A propósito de eso, el guión posee una estructura muy endeble y solo se rescatan algunas partes, en donde el demonio es protagonista. Otro elemento que lamentablemente no funciona es la bestia en si. Jonathan Brek, vuelve por tercera oportunidad a ponerse el traje del demonio, un “villano” que a medida que fueron pasando los años, cada vez genera menos miedo. En varias ocaciones sus actos llevan a la burla y al chiste, una lástima. En resumen, esta intercuela solo funciona para enganchar sus dos cintas anteriores, pero si se quiere hilar más fino, solo sirve como un revival. Lo único realmente bueno son los guiños hacía sus dos hermanas de la franquicia.
ada es tan malo que no pueda empeorar, a la distancia esta tercera entrega de la saga de un personaje que nació enredado se le suma esta producción que se instala irremediablemente en la peor de todas, haciendo que seamos benévolos con las originarias, pero eso dura unos pocos segundos. Sabemos qué es lo que vamos a enfrentar, nunca se puede suponer una decadencia tan abrupta. A la mala presentación del mismo con lagunas secas, su constitución nunca llenados (léase completados), por lo cual el verosímil se lo olvidaron en el changuito de los lugares comunes, y a los clichés del género por doquier, se le suma una catarata de malos efectos y rupturas con los pocos elementos coherentes que podrían haber tenido en cuentagotas sus antecesoras. Este personaje que retorna cada 23 años y que durante 23 días se alimenta de seres humanos, no cualquier ejemplar, sólo aquellos que transpiran el temor y pueden ser olfateados por nuestro monstruo con formas más humanas. Casi como los animales que pueden oler el miedo de los humanos pues la hormona adrenocorticotropa produce muchas reacciones, entre ellas aumento de la transpiración. Esta premisa tampoco se cumple a ciencia cierta en este filme, pues nadie transpira en la narración, solo gestos que el espectador debe interpretar como miedo, lo que no se entiende pues mueven más a pena por las malas actuaciones. El relato se ubica temporalmente entre las dos anteriores, tampoco explican las razones, pues parece no tenerlas, sólo el hecho de hacer algo para los fans. Se nota el bajo presupuesto, lo cual no seria un pecado sino se le sumara un guión (de alguna manera hay que llamarlo) de muy mala calidad. El escéptico Sargento Tubbs unirá sus fuerzas con un grupo de armado que quiere destruir a the creeper de una vez por todas. A ellos se le unirá Trish Jenner, otra de las sobrevivientes de la primera incursión del antropófago, ahora como una guía conocedora de algún que otro secreto del malvado de turno. A medida que se produce un sangriento enfrentamiento entre ellosse podrán descubrir los orígenes de la criatura, pero no el final, por lo que la puerta quedo abierta para más secuelas. Le aseguro que pensar en el pasado reciente, observar el presente, e imaginar el futuro en Argentina, da mucho más miedo.
La original, de hace más de 15 años, fue una sorpresa del cine de terror. La segunda, más o menos, aunque no estaba mal. Esta tercera aparición del monstruo sobrenatural tiene demasiados lugares comunes -y demasiado poco nervio- como para que podamos entrar en su juego de horrores. Algunos momentos, sin embargo, demuestran que hay un director que sabe lo que quiere, desgraciadamente son muy pocos.
14 años de espera para esto. Algunas secuelas se demoran demasiado y, cuando terminan de ver la luz, suelen ser decepcionantes. El caso de Jeepers Creepers 3 podría ser el ejemplo, sólo que es tan dispar que resulta difícil condenarla. La criatura continúa siendo fascinante y sus ataques están bien orquestados, lástima que lo que hay en el medio como historia es un pastiche. Creo que lo mas aterrador del filme es ver cómo Meg Foster – la belleza de ojos glaciales de They Live y Los Amos del Universo – se ha convertido en un zombie en la vida real. Siempre fue una tronca y ahora en la vejez parece haber aprendido a actuar, lástima que está tan deteriorada que impresiona. Aún es flaca y tiene el pelo castaño y largo, pero el rostro es como si un parásito alienígena la hubiera consumido hasta los huesos, dejándola con la apariencia de una mujer de 40 años convertida en un muerto viviente. Ok, la Foster tiene 69 pirulos y el tiempo pasa para todos, pero a ella le ha hecho estragos. De algún modo ese estado de deterioro la hace ideal para una película de terror, y en Jeepers Creepers 3 tiene sus momentos de lucimiento: hace años perdió a su hijo a manos de la criatura, y ahora mantiene contacto con su fantasma, el cual le advierte que el demonio está por empezar a cazar en la zona, y va a ir tras sus pasos. Todo esto podía haber desembocado en una especie de vengador a lo Ray Wise (como en la segunda película) con poderes paranormales y sed de sangre, pero no: en cambio la Foster actúa de medium improvisada que encuentra un pedazo de la criatura (aún viviente) y su contacto le da información sobre el origen y las debilidades del demonio. ¿Que cuáles son?. Nadie sabe, porque el libreto se olvidó de explicarlo. Así como esto hay toneladas de ideas a medio cocinar que el guión dispara sin cesar para mantener el ritmo, pero nunca terminan de cuajar. Desde el escuadrón anti creeper que maneja Stan Shaw, hasta el inexplicable secuestro de Gabrielle Haugh – que se mantiene viva en la van del demonio, sin que éste perciba su respiración (!) -, pasando por la camioneta del creeper que ahora tiene vida propia y está llena de gadgets infernales, desde puertas que te parten al medio hasta un arpón que se dispara – con precisión endiablada – desde su caño de escape. Todo esto resultaría medianamente digerible si no fuera porque Victor Salva ha convertido a Jeepers Creepers 3 en el capítulo 1.5 de la saga. Ya que ahora hablamos de secuelas y precuelas…. ¿qué tal una intercuela?. Jeepers Creepers 3 ocurre minutos después de que el demonio rapta a Justin Long en el final de la primera película, con lo cual ya sabemos que al demonio no lo van a poder matar (si no, no hubiera existido el segundo filme) y derriba de un plumazo toda la expectativa épica que planteaba la guardia del personaje de Ray Wise sobre la criatura empalada que mantenía en su granero. Es un cachetazo al fan de la saga, y una decisión artística que aniquila todo tipo de expectativa sobre esta entrega. Es posible que Salva haya querido meter mas cosas a la mitología del Creeper – la van con vida propia no daba señales de su comportamiento autónomo en el segundo filme – como los escuadrones de cazadores y el contacto síquico que podría develar el origen de la criatura (sin hablar de Gina Phillips jurando vengar a su hermano en el ultimo fotograma del filme), pero todo está insertado con calzador, forzado e insatisfactorio. Todo el filme da la impresión de haber sido rodado con dos mangos, con demasiadas escenas a la luz del dia (en vez de las nocturnas como Jeepers Creepers 2, que son mucho mas atmosféricas pero son mas caras de rodar), actores adolescentes demasiado insoportables, y actores veteranos serie B que, si bien le aportan carisma y aplomo a la historia, son despachados demasiado pronto. Hasta el final es excesivamente abrupto. Cuando funciona Jeepers Creepers 3 prueba que la premisa sigue siendo atrapante; el drama es todo el relleno con malas perfomances y ataques a la luz del día, eso sin contar de que no se descubre nada nuevo sobre el bicho – salvo que su combi es una prima lejana de Christine -. Mas que por fallida, Jeepers Creepers 3 resulta decepcionante, porque queríamos saber por qué existe la criatura y porque estábamos ansiosos de que terminaran de exterminarla en algún momento. Así como está es una excusa estirada que aporta estilo pero no substancia, y no satisface los deseos de venganza de la audiencia.