Aquella bella extravagancia La carrera del enorme Steven Soderbergh reúne dos características que la hacen única en el cine norteamericano de las últimas décadas: en primera instancia podemos decir que el señor siempre hizo lo que quiso a nivel de la elección de proyectos de lo más variopintos, y en segundo término el estadounidense cuenta con el talento y la imaginación suficientes para aprovechar esa libertad generando propuestas interesantes e imprevisibles, capaces de continuar sorprendiendo por más que hoy esté atravesando su cuarta década de trayectoria (ambos rasgos deberían ir siempre hermanados en el campo del arte porque un margen de acción sin agudeza e ingenio -y viceversa- es lo mismo que nada). Tal es la singularidad de su trabajo que el susodicho suele borrar los límites entre el indie y el mainstream a caballo de un inconformismo de fondo al que le importa soberanamente un comino las categorías. Como era de esperar, La Estafa de los Logan (Logan Lucky, 2017), su regreso a la dirección luego de las algo lejanas y maravillosas Efectos Colaterales (Side Effects, 2013) y Behind the Candelabra (2013), respeta esta senda de antaño y hasta se permite jugar con el propio pasado, aquí reformulando aquella saga compuesta por las simpáticas La Gran Estafa (Ocean's Eleven, 2001), La Nueva Gran Estafa (Ocean's Twelve, 2004) y Ahora Son 13 (Ocean's Thirteen, 2007), quizás lo “peorcito” que hizo en la década previa. La fórmula es en esencia exactamente la misma porque hablamos de una heist movie hasta la médula, aunque ahora volcando la narración hacia el corazón precario del este de Estados Unidos y una entonación general cercana a lo que sería una comedia entre encantadora y absurda, un combo que por cierto arroja resultados positivos y reconfirma la perspicacia de Soderbergh. En esta ocasión el objetivo está vinculado a robar el dinero que genera una competencia automovilística perteneciente al circuito NASCAR a través del sistema de tubos neumáticos utilizados para mover los dólares durante el evento. Como el título lo adelanta, los responsables del atraco son los miembros de la familia Logan, léase Jimmy (Channing Tatum), Clyde (Adam Driver) y Mellie (Riley Keough), asistidos a su vez por Joe Bang (Daniel Craig), un convicto experto en cajas de caudales. Los pormenores del asunto involucran sacar y regresar a éste último de prisión, incorporar a sus tontos hermanos Fish (Jack Quaid) y Sam (Brian Gleeson) al saqueo y principalmente explotar el tubo neumático en el transcurso de la carrera y dedicarse a aspirar el efectivo cual polvo en el piso. Aquí no hay planes enrevesados ni fetichismo tecnológico, sólo la inefable improvisación humana. De hecho, el encanto de la película pasa precisamente por esa inteligente y placentera humildad que asimismo cuadra de manera prodigiosa con la desnudez retórica que le imprime el realizador a la faena, siempre aprovechando los hilarantes diálogos del guión de Rebecca Blunt y dejando espacio para que la mundanidad -tan ridícula y cotidiana como identificable- de los personajes se presente sin cesar a lo largo de un desarrollo muy simple y ameno. El influjo obrero y suburbial, bien de revancha ante las injusticias de un sistema/ estado que relega a gran parte de la población al olvido y la marginación, aparece en primer plano en La Estafa de los Logan ya que su eje es la lucha de un grupo de “hormigas” contra un “elefante” gigante y poderoso. Más allá de las geniales intervenciones de Seth MacFarlane y Hilary Swank, el que verdaderamente se destaca es Craig, aquí con el pelo teñido de rubio, pelando un acento insólito de West Virginia y mostrándose de lo más histriónico. Una vez más Soderbergh enarbola una sutileza formal y una irreverencia conceptual que nada tienen que ver con el conservadurismo patético del público y la crítica de derecha de nuestros días, quienes frente a la más mínima reconstitución de las premisas de siempre, o ante cualquier dejo de militancia artística ambiciosa, comienzan a llorar como nenitos caprichosos y autoritarios. La película se parece al pasado del director y a la vez se distancia vía una bella extravagancia que se mezcla con la trivialidad de los protagonistas y su astucia a la hora de encajar las piezas del rompecabezas del robo, logrando en el trajín traicionar expectativas y sacarle el lustre a las caper movies más austeras y minimalistas...
Los Logan son una familia de Virginia Occidental, conocidos por todos los lugareños como un clan que tiene pésima suerte. Es por esto que Jimmy Logan decide cambiar la mala fama que los persigue, y luego de ser despedido y ante la escases de dinero para poder seguir visitando a su pequeña hija, decide asaltar el autódromo local el mismo día que hay una gran competencia y por ende, una gran recaudación. Ayudado por su hermano y hermana y una familia de lo más extraña, Jimmy intentará cambiar la suerte de los Logan. Steven Soderbergh vuelve al género de las estafas con La estafa de los Logan (Logan Lucky en su nombre original), luego de haber dirigido hace diez años, el cierre de la trilogía de la saga Ocean´s… y al parecer nadie le avisó a la guionista Rebecca Blunt sobre este dato; porque estamos a punto de ver algo ya visto. Así es, La estafa de Logan podría llamarse La Gran estafa Sureña, y no pasaría nada, porque estamos ante exactamente la misma historia. Esto es bueno y malo a la vez, y pasaremos a explicar porque decimos esto. Por un lado tenemos de nuevo personajes carismáticos, algunos gags bastante logrados y una estafa de esas tan imposibles, que nadie con un poco de sentido común se plantearía cuestionar. Pero al mismo tiempo todo esto ya lo vemos antes y mejor hecho en la trilogía protagonizada por George Clooney; dando como resultado que nada de lo que veremos en pantalla nos sorprenda o nos importe demasiado. Los actores hacen lo que pueden con sus personajes clichés, y son los que logran sacar adelante esta película. Todo el elenco está bien, y es carismático en sus roles; pero no podemos dejar de mencionar y destacar las breves pero divertidas apariciones de Seth MacFarlane. Otro punto a favor es la química que hay entre todo elenco, en especial entre quienes llevan a cabo la estafa; siendo Daniel Craig el más extraño de ver en un rol totalmente alejado a lo que suele hacer. Pese al buen trabajo que hacen los actores la historia cliché no es lo único negativo de la película; ya que en su tramo final se desinfla bastante y se siente demasiado estirada con explicaciones sobre el robo que no eran necesarios y que alagaran el metraje sin necesidad. La estafa de los Logan es una película aceptable y poco más. Y no lo decimos por un mal trabajo del elenco, o de su director, pese a repetirse en temática. Pero con un guion tan poco original, cuesta no buscarle mil y un fallas; o peor aún, intentar disfrutarla en el cine sin compararla con sus antecesoras.
La nueva gran familia de Soderbergh El realizador nos trae otra hilarante historia del atraco perfecto, esta vez llevado a cabo por un grupo de hombres rústicos del sur de los EEUU. Aunque en su nueva película Soderbergh utiliza ciertos recursos narrativos de la trilogía Oceans, aquí no veremos galanes guapos y refinados enfundados en trajes caros, sino a un grupo de hombres toscos y ordinarios (en el buen sentido), que llevan en la sangre ese ritmo apacible y cansino, característico del sur de los Estados Unidos. Por distintas circunstancias los hermanos Logan, Jimmy (Channing Tatum) y Clyde (Adam Driver), necesitan dinero. Ellos vienen signados por una especie de maldición familiar, Jimmy era la promesa perfecta para ser jugador de football profesional y por culpa de un accidente quedó rengo. Debido a su problema físico lo despiden de su actual trabajo, mientras su ex mujer se pavonea con un nuevo marido rico que le da todos los gustos a su pequeña hija, el motor de su gris vida. Clyde, en cambio, es un veterano de guerra que perdió la mitad de su brazo en el campo de batalla, y se dedica a servir tragos en un bar. Ambos, invisibles para un estado donde la falta de trabajo es significativa y los “héroes” de guerra son ignorados, deciden embarcarse en el atraco perfecto: robar dinero el día de la celebración del evento más popular de la carrera Nascar. En la primera parte la cinta funciona como una presentación de los personajes, de donde provienen y sus modos de vidas. Como se conforma el grupo que realizará el acto delictivo, desde los Logan, pasando por un presidario experto en hacer volar cajas fuertes (Daniel Craig), hasta sus pintorescos hermanos. El director nos pone en sintonía con el clan, logrando generar empatía a partir de sus necesidades y un sentido del humor que linda con lo absurdo. La segunda mitad se centra en la ejecución del robo propiamente dicho, en la que Soderbergh despliega una puesta en escena elaborada con maestría. Como en un puzle, encaja todas las piezas a la perfección, sin perder nunca el tempo narrativo. Con el extra de unos diálogos meticulosos e inteligentes, que oscilan entre el drama y la comedia con total naturalidad. Utilizando un esquema ya conocido, el director se recicla con eficacia gracias a la precisión del relato, un guion perspicaz y un trabajo actoral de gran calidad, superado ampliamente a la trilogía Ocean´s. En La estafa de los Logan hay sudor, clase obrera y la necesidad de vivir con dignidad, no caprichos de bon vivants; esta señores, es la mundana y nueva gran familia de Soderbergh.
La estafa de los Logan: Los Dukes del atraco. Llega la nueva película de Steven Soderbergh y es es más inteligente de lo que apriori podemos, incluso, pensar de sus personajes. Es increíble la versatilidad de un realizador como Soderbergh, que luego de ganar premios Oscar, revitalizar un film de culto y hacerlo saga como la de Ocean’s Eleven, y pasar al thriller con Side Effects, e incluso pasar por el cine de espionaje/acción con Haywire, y aún hoy siga reinventándose con una película que, a simple vista, puede parecer tonta o naif, pero que encierra muchos mensajes para más de un visionado. Los Logan son tristemente famosos en un pueblo de Virginia occidental por su (quizás) exagerada “mala suerte”: accidentes, muertes o simples percances hacen que las generaciones que antecedieron a Jimmy (Channing Tatum), Clyde (Adam Driver) y Mellie (Riley Keough) los dejen con un legado, más que nada verbal, de mufa eterna. Jimmy es un trabajador de la construcción que tiene un pequeña hija y está separado de la madre de ésta, interpretada por Katie Holmes. La niña vive con su madre y una nueva familia que son el típico arquetipo de sureño “grasa” pero que quiere sobresalir por la media. El conflicto llega cuando la niña va a mudarse de estado con su nueva familia, y para colmo de males, Jimmy se queda sin trabajo. Entonces el encantador sureño decide quebrar la mala racha de su familia ideando un plan más que descabellado: robar el Charlotte Motor Speedway de Carolina del Norte; una famosa carrera de NASCAR. Para ello no solamente tendrá de aliados a su hermana y hermano con medio brazo, sino que contratarán a Joe Bang (un Daniel Craig casi irreconocible), un presidiario al que le faltan 5 meses para cumplir su condena y es experto en explosivos. Aquí también se hurde un plan para que Joe salga, haga su trabajo y vuelva al presidio sin ser detectada su ausencia. Pero revelar más de la trama sería pecaminoso para esta crítica, solo decir que el plan principal se complica y el robo deberá efectuarse durante la celebración de la Coca-Cola 600, el evento más popular de la NASCAR del año. La estafa de los Logan (Logan Lucky, 2017) no es una película simple, aunque se la quiera tomar a la ligera (y puede hacérselo), pero así como Sin nada que perder (Hell or High Water, 2016), este film retrata al bruto del sur como una víctima de un sistema que lo aleja más de la educación y en la que tiene más posibilidades de ser soldado que un buen empresario. Aún así, aunque sin adelantar nada, la suerte de los Logan cambiará, porque nunca hay que subestimar al iletrado, o al que le falta educación escolar, porque quizás tenga más medios y sea más inteligente (a otro nivel) que vos.
Steven Soderbergh vuelve a dirigir un film tras su supuesto “retiro” del cine comercial. Luego de que se cancelara su serie “The Knick”, regresa al ruedo tentado por un guion que podría resumirse como “la versión redneck de ‘La Gran Estafa’“. Y es que hasta la misma película hace la comparación con uno de los grandes éxitos del director mediante algún que otro chiste. “La estafa de los Logan” es una comedia en la que un obrero (Channing Tatum), recientemente despedido de una construcción en un estadio de NASCAR, decide usar sus conocimientos sobre su antiguo lugar de trabajo para robar las ganancias de una de las carreras más importantes del año. Para esto, reclutará a sus hermanos (Adam Driver y Riley Keough), los últimos miembros del clan Logan y algún que otro criminal con mayor experiencia. Lamentablemente el criminal elegido está tras las rejas (Daniel Craig), y aún peor, insiste en que se sumen al trabajo sus poco brillantes hermanos. Toda la trama sirve para envolver el corazón de la historia: el despido dejó al personaje de Tatum sin lo poco que ya tenía, y su hija se está por mudar a otro pueblo con la nueva familia de su ex mujer. La dinámica entre Tatum, en las manos del director que mejor lo sabe exprimir, y Driver es el centro de la película. Gracias a un excelente guion, en general el film logra brillar con las interacciones entre personajes que logran mantener su simpleza intelectual conectada con su buen (o inescrupuloso) corazón. Se trata de un impresionante robo, planeado y ejecutado por los ladrones más tontos del condado. Aún cuando a simple vista se trata de estereotipos, todos y cada uno de los personajes (y sus respectivos actores) tienen la oportunidad de brillar y demostrar que van más allá de su aparente simpleza. El humor está por todos lados, es primero que nada una comedia y en eso triunfa de gran manera. Se trata de una cinta con una estructura poco riesgosa, pero que gracias a la maestría de su director logra trascender lo decente. Un excelente montaje permite darle un ritmo perfecto a la visión de Soderbergh, la historia se narra con la velocidad adecuada en todo momento y los cambios se hacen tan justos que es imposible no dejarse llevar. El maestro está en su salsa, Soderbergh siempre fue un director impresionante que elige reinar sin asco en el terreno del cine comercial, y es en eso uno de los mejores. Aunque nos muestre bestias automotrices de NASCAR, “La estafa de los Logan” es una increíble maquinaria funcionando a tope para que la audiencia disfrute tranquila de un placentero paseo. Cualquiera que vaya a verla esperando una buena película de robos, quedará satisfecho gracias a los puntos extras de una excelente comedia. Todo aquel que vaya buscando algo más, se encontrará con un film que brinda todo lo que puede llegar a dar una película para pasar el rato. Triunfa con lo justo, y no parece querer más.
Robos y risas Steven Soderbergh vuelve al ruedo con una nueva comedia que combina el humor con la acción en una trama marcada por un gran robo. Exacto, tal y como ocurriera con la trilogía de La Gran Estafa, a cargo del mismo Soderbergh. ¿Director que se copia a sí mismo o especialista que saber reinventarse? Pasen y vean. Los hermanos Clyde y Jimmy Logan administran un pequeño bar en Carolina del Norte. Uno es el hombre de familia: casado, luego divorciado y con una hija. El otro va por el lado de la acción: veterano de guerra, soltero y con una mano menos, producto de su tiempo de servicio a la patria. Pero si hay algo que une a Jimmy y a Clyde es la convicción de ambos sobre la forma de triunfar en la vida. Y esta poco tiene que ver con tener un bar. Impulsados por una pequeña idea de Jimmy, que poco a poco va tomando forma, los Logan’s se plantearán el objetivo de robarse las ganancias de uno de los eventos más convocantes del año en su estado como lo son las 600 millas Coca-Cola, es decir, una carrera de Nascar. El plan, sencillo y libre de riesgos al principio, empieza a complejizarse y el número de involucrados en el atraco también se dispara rápidamente para darle a una historia ya de por sí atractiva sus elementos más jugosos. Si establecemos la ineludible comparación con La Gran Estafa, hay que decir que Soderbergh vuelve a dar en la tecla tomándose todo el tiempo necesario para el planeamiento de lo que será el núcleo de la trama, o sea el robo. Planes, control de riesgo, pruebas piloto y, sobre todo, el reclutamiento de los recursos humanos, elementos que encuentran ese precioso equilibrio entre la generación de suspenso e interés en el espectador por lo que espera que pase, la construcción de las bases dramáticas de una historia que en cualquier momento podrá girar para cualquier lado con la dosis de humor necesaria para que estos particulares personajes funcionen en semejante contexto. Vale decir también que, en términos de comedia, esta obra poco tiene que ver con cualquiera de las entregas de las aventuras de Danny Ocean y compañía ya que lo que tenemos es un humor más atemporal y no de situación, más absurdo y propio de la parodia, pues nunca busca el chiste inteligente ni mucho menos, pero lo consigue sin caer en la vulgaridad. Todo un logro. Y es en esa parte cómica donde el elenco no sólo dice presente sino que se luce prácticamente sin dejar fisuras. Los protagonistas de la cuestión, Jimmy y Clyde, están a cargo de Chaning Tatum (conocido de Soderbergh tras haber compartido set con él en Magic Mike) y Adam Driver (el famoso Kylo Ren de la nueva saga de Star Wars) respectivamente. Tatum, que ya hace rato supo demostrar que es mucho más que un conglomerado de músculos para hacer cine de acción, lleva el peso de protagonizar la historia y ésto lo consigue a partir de ofrecer el elemento del que “pone orden” en la historia cuando las excentricidades de quienes lo rodean afloran, aspecto que le da una estructura concisa al relato y a su vez permite el lucimiento de sus compañeros. Por su parte, Adam Driver se constituye como el perfecto coequiper y además aporta, desde una aparente inocencia, el toque ácido del relato con sus chistes negros sobre su mano faltante. Completan el elenco Daniel Craig, con un personaje desaliñado, burdo, bruto y todos los adjetivos existentes que se opongan a lo que representa su ya muy conocido Bond; Seth MacFarlane, que representa un poco ese tipo de humor que propone la película y que antes describía (con un personaje delicioso con acento inglés al más puro estilo de su Stewie de Padre de Familia); Riley Keough como la hermana sexy de los Logan; Katie Holmes en la piel de la ex esposa de Jimmy y Hilary Swank como la férrea agente del FBI, quien investigará las acciones de estos díscolos hermanos. Todos ellos, como las aristas de la misma figura, van dándole forma a un todo que, además de entretener y causar gracia, encuentra el tiempo de reflexionar sobre temas como el éxito, el destino o el karma, solo por mencionar algunos, con la profundidad que se merecen. Un género por demás explorado como es éste que combina el crimen con la comedia encuentra un soplo de aire fresco de la mano de un gran director, un excelente elenco, una historia convincente y una banda sonora explosiva. Para no perdérsela.
Steven Soderbergh vuelve al ruedo con lo que más le gusta hacer: una de robos espectaculares, con fugas ingeniosas y mucha testosterona. Tras haber anunciado su retiro como director hace cuatro años, después del éxito de la película para TV Behind the Candelabra (2013), había dejado cerrada la posibilidad de verlo explotar esa otra faceta lejos de Hollywood y sus glamourosas estafas. Ahora vuelve sin aviso, pero en terreno seguro. La Estafa de los Logan (Logan Lucky, 2017) es una de esas películas prácticamente para todos los públicos. Entretenida, sin pretensiones, con personajes adorables y un éxito asegurado en taquilla. Sin tomar ningún riesgo innecesario, narra la historia de los hermanos Logan, dos perdedores del sur de Estados Unidos, que deciden sacarle ventaja al destino con un golpe brillante del que nadie los creería capaces. Jimmy Logan (Channing Tatum) es un trabajador de Virginia Occidental que se queda sin empleo de un día para el otro. Con una hija que mantener y una ex esposa a la que impresionar, no pierde tiempo e idea un plan para robar la recaudación del evento más importante de NASCAR en Carolina del Norte. Para esto recluta a su hermano Clyde (Adam Driver) y a su hermana Mellie en el improvisado equipo. El último integrante es el experto en demoliciones Joe Bang (Daniel Craig), pero hay un pequeño problema: está en la cárcel. Los autos rápidos y las carreras no son más que el paisaje de fondo para esta desopilante aventura familiar, en la que el complicado plan contrarreloj tiene todas las chances de salir mal. A eso se le suma el irascible temperamento de Joe, un secuaz improbable pero divertidísimo, que se roba el protagonismo de la película con su carisma. Daniel Craig pasa del distinguido James Bond al bruto criminal sureño con tanta gracia como Soderbergh, que pasó de los casinos y smokings de La Gran Estafa (Ocean’s Eleven, 2001) y sus secuelas a un ambiente mucho menos elegante, pero manteniendo la misma esencia. Detrás de esta nueva aventura está la guionista debutante Rebecca Blunt, que parece ser la nueva obsesión de Hollywood: nadie sabe quién es y llegó a rumorearse que ni siquiera existe. Se especula desde un seudónimo de Soderbergh para su propio guión (no sería la primera vez) hasta la mano de su esposa, quien ya tiene antecedentes como escritora, pero nadie lo sabe a ciencia cierta. Ni siquiera el elenco, que jamás vio a la guionista en el set. Pero el director asegura que existe y que ya está trabajando en nuevos proyectos que podremos ver más adelante. Por ahora, a sentarse con un buen balde de pochoclos a disfrutar durante casi dos horas de esta historia que no requiere gran esfuerzo sino que está hecha a la vieja usanza del Hollywood menos ampuloso: el que sólo busca entretener.
Los seis de Logan Steven Soderbergh había anunciado su retiro en 2013 pero afortunadamente no es un hombre de palabra y en 2017 dirige La estafa de los Logan (Logan Lucky). La traducción sugiere una conexión a la trilogía iniciada por La gran estafa (Ocean’s Eleven, 2001) y de hecho la película hace algún que otro chiste al respecto, pero la historia no es solo original (guión de Rebecca Blunt) sino que en muchos aspectos es hasta mejor. Una descripción literal de lo que contiene la película no le haría justicia, lo cual habla de la dirección de Soderbergh y la interpretación de sus estrellas. Que la trama “trata sobre el robo a un autódromo durante una carrera de autos NASCAR” es superfluo, y engañosamente simple. La película realmente trata sobre el diálogo y el comportamiento de sus personajes, el carisma que irradian los actores, y la sensación de que se están divirtiendo. Lo mismo podría decirse de La gran estafa y sus secuelas. En sus períodos de mayor indulgencia, Soderbergh hace películas como si estuviera contando chistes, y disfruta del proceso de construir el chiste, así como el espectador disfruta del proceso con el que se cuenta la historia más que la historia en sí. Porque Soderbergh es un excelente director y mantiene un tono uniformemente simpático y chistoso, el plan funciona perfectamente. Los protagonistas del robo son dos familias de sureños despechados. De un lado están los Logan, supuestamente malditos en su suerte: Jimmy (Channing Tatum), un obrero recientemente despedido con ganas de cobrarse una pensión millonaria, su dócil hermano Clyde (Adam Driver) y la más pícara Mellie (Riley Keough). Del otro lado están los criminales Bang, liderados por el primogénito Joe (Daniel Craig como nunca antes visto) y sus dos hermanos menores, que desconfían de los Logan porque sospechan, correctamente, que son más inteligentes. La mayor parte del crédito se lo lleva Soderbergh aunque el tono y tema de la película recuerdan a una mezcla muy particular de otros estilos. Los personajes definidos psicológica y dialécticamente por un hábitat tan hermético como el sur de los Estados Unidos y la tentación de un crimen aparentemente perfecto recuerda al cine clásico de los hermanos Coen. Por otra parte el tono se asemeja más al de una película de Wes Anderson, tan disciplinada en su ejecución que aceptamos con entusiasmo las partes más absurdas de la trama. El absurdo a veces roza la auto-parodia, como si estuviéramos viendo algo al nivel de ¿Y donde está el piloto? (Airplane!, 1980). El jefe de la prisión (Dwight Yoakam) donde está encerrado Joe Bang parece salido de esa película, por la forma orgullosa y testaruda en la que insiste en negar un crescendo de problemas siempre usando la misma excusa. Cuando los prisioneros se amotinan, su lista de demandas es demasiado absurda, pero el frente que le hace el jefe la vuelve genuina. Y está el asociado de Bang llamado El Oso, que se viste como un oso, no que la película se moleste en explicar por qué o encontrarle la gracia con chistes rebuscados. La gracia está en la pantalla. Es todo tan ameno sin ser meloso o deshonesto. Hasta la alegre banda sonora de David Holmes resulta simpática y propia para el tono llevadero de la película, que se construye sobre una sensibilidad country que en cualquier otro caso sería tentador ironizar. La “estafa” es bastante mundana, lo cual es una decisión bienvenida al lado de los artificios ostentosos de La gran estafa y sus estrambóticas secuelas. El robo tarda en llegar y cuando termina, la película se alarga misteriosa e innecesariamente. Pero el robo en sí nunca es el foco de la historia, sino sus personajes. El humor se pone juvenil de a momentos, y la película parece genuinamente hecha con la misma inocencia con la que se comportan sus personajes. Son simpáticos y comprensibles y están modelados con cierta ternura, incluso los antagonistas y otros papeles menores. Hasta Seth MacFarlane se redime como un buen cómico en sus escenas como un corredor de carreras engreído y divertido de odiar. Lo que necesitaba era un buen director.
Dirigida por Steven Soderbergh, escritor, director y productor conocido por la trilogía de La Gran Estafa y Traffic entre otros films, La estafa de Los Logan propone básicamente una estructura similar a La Gran estafa, mucho menos pretenciosa, sin el magnífico ensamble de celébrities y ambientada en un Estados Unidos rural, con sus idiosincrasias y personajes cuyas motivaciones y pasiones pasan por la música country, el trabajo diario y las carreras de autos Nascar. Channing Tatum, Adam Driver y Riley Keough son tres hermanos que deciden realizar un robo en las carreras de Nascar, el evento deportivo insignia del sur de Estados Unidos, para lo cual recurren a la ayuda de Joe Bang -Daniel Craig-, un experto en explosivos encarcelado y a punto de terminar su condena. Soderbergh va presentando a estos coloridos y patéticos personajes, que deciden emprender el gran golpe de sus vidas con un plan tan espectacular como inverosímil, con rasgos tan genuinos que provocan una empatía natural en el espectador y lo capturan mucho tiempo antes de que el verdadero robo comience. Con diálogos precisos, ciertas dosis de humor e irreverencia y situaciones absurdas pero coherentes con sus personajes, el relato va descubriendo sus patéticas existencias mientras proyectan su anecdótico plan. Con buen ritmo Soderbergh logra primero empatizar al publico con los personajes para luego dar rienda suelta a la historia, con su lógica progresiva de pistas mas truco final ya visto y momentos que recuerdan inevitablemente a La Gran Estafa y sus secuelas -e incluso un homenaje o parodia a la inolvidable prima Daisy de los Los Dukes de Hazzard-, que aunque deje algunos cabos sueltos logra ser entretenida e igualmente efectiva. Tal vez desaprovecha un poco algunos momentos y personajes como el de Hillary Swank y Macon Blair, pero basada en carismáticos personajes y una gran puesta en escena, La estafa de los Logan trae una bocanada de aire fresco a la cartelera.
Riesgo cero. Director tan ecléctico como convocante, desde su debut con la polémica Sexo, mentiras y video, el estilo de Steven Soderbergh fue variando de acuerdo a las circunstancias, capaz de hacer una biografía del Che Guevara, dramas de denuncias, comedias sobre strippers, o una realidad imaginaria sobre la vida de Kafka. Soderbergh se reinventó a sí mismo, y luego de un tiempo en que la gran industria supo poco o nada de él, llegó a finales del Siglo XX y principios del actual como un director de estudio para películas con grandes elencos de estrellas pero en un aire presumiblemente (falso) indie. Casi como convirtiéndose en el director que todos elegían para filmar las reuniones de amigos de Hollywood. En 2013, luego de la que probablemente sea su mejor película Efectos colaterales y el telefilm Behind the candelabra, anunció con bombos y platillos su apartamiento de la silla de director. Apartamiento que le duraría apenas cuatro años. Vamos, que hay directores que tardan más entre película y película y se mantienen bastante activos. La estafa de los Logan es su carta de regreso, y lejos de mostrarse ecléctico como otras veces, es una de sus apuestas más seguras y tradicionales. Logan’s Six: Jimmy Logan (Channing Tatum, el nuevo actor fetiche de Soderbergh a quien disfruta mostrarlo en calzones y con sus pectorales sudados/aceitados en cuanta escena puede) es un obrero de la construcción con antecedentes criminales, que en la primera escena de la película es despedido a causa de un problema de renguera. El hombre no puede bajar los brazos porque pelea la custodia de su hija frente a su desconfiada ex pareja (Katie Holmes). Por eso, casi inmediatamente y con bastante rencor encima, idea un plan, bastante inteligente y metódico, para robarse la recaudación durante una carrera de la competencia Nascar, aprovechando unas reparaciones en la obra pública en la que trabajaba. Para este plan involucra a Mellie (Riley Keough), y a su hermano bartender manco Clyde (Adam Driver) con el que no tiene la mejor de las relaciones. la estafa de los loganTambién deberá involucrar al experto en robos y actual presidiario Joe Bang (Daniel Craig), quien debe fugarse y pide como condición para participar que participen sus dos hermanos no muy avispados, Fish (Jack Quaid) y Sam (Brian Gleeson). Formada la banda de los seis, deberán llevar a cabo el plan para este gran robo en el que no todo saldrá según lo planeado. El primero que dijo La gran estafa no se lleva nada, porque la similitud entre ambas películas es tan obvia que es imposible no asociarlas. Casi como si intentase parodiarse a sí mismo, La estafa de los Logan abandona los trajes y vestidos de alta costura de la saga con George Clooney y Brad Pitt por elementos típicos del sur de Estados Unidos. La visión del Sur según Soderbergh (o la guionista Rebecca Blunt) es la de personas estrafalarias, mal habladas (por las puteadas y por la mala pronunciación), ordinarias, pero capaces de idear un plan que implica conocimientos de física, química, termodinámica, y una logística muy precisa. Sí, la verosimilitud no será el fuerte de La estafa de los Logan. Teniendo en cuenta que las tres películas de la saga Ocean’s son sus films más taquilleros, Soderbergh emprende un regreso que tiene mucho más de resultado asegurado y rutina básica, que de impulso natural. All Stars, All long: Otro punto fundamental en común con la mencionada saga, es la incorporación de estrellas en roles protagónicos y secundarios; dando la misma sensación de una reunión de amigotes para el fin común de que el organizador de la fiesta vuelva al ruedo. Desde Seth McFarlane, irreconocible, a Hillary Swank, todos hacen su participación con mayor o menor justificación. El argumento se alarga, se disparan subtramas que no se entiende hacia dónde apuntan, y el último tramo que implica una media hora interminable, es decididamente innecesario. Sin embargo, si algo favorece a La estafa de los Logan es su elenco, siempre divertido y sacando provecho a personajes algo esquemáticos desde el guion. Todo el brío que Soderbergh no encuentra en la realización, lo poseen los actores en composiciones bastante diferentes a las que nos tienen cada uno acostumbrados. Conclusión: La estafa de los Logan es entretenida, por momentos divertida, bien actuada, y ofrece una buena hora y media a gran velocidad. La rutina de la puesta, el tufillo a repetición, y una última media hora exasperante, no la dejan ser todo lo disfrutable que pudo haber sido este regreso de Soderbergh a la silla que abandonó por un ratito.
El regreso de Steven Sodebergh en su mejor forma. Con una divertidísima comedia que pone el acento en volcar el lado de la balanza de la fortuna para los pobres, olvidados y en este caso dos hermanos con problemas físicos, uno es rengo y el otro manco. Despreciados y dejados de lado, planear un golpe maestro, una idea genial, hará que puedan hacerse con un botín considerable, que la empresa robada ni siquiera se vea perjudicada por su propia avaricia y ellos ejercer la solidaridad con los despojados de su clase. El director es un verdadero especialista en contar historias, en sacarles el jugo delirante pero no se olvida de la sensibilidad para con sus criaturas y su mirada nunca deja de ser irónica y certera con lo que ocurrió con la sociedad norteamericana después de las crisis financieras. Desde la banda sonora hasta la elección de los actores todo es un acierto. Además de la muy buena química que logra Channing Tatum con Adam Driver y Riley Keough sus hermanos de ficción es un verdadero hallazgo Daniel Craig en el papel de Joe Bang, un experto al que tienen que sacar de la cárcel para que participe del robo. Y ni hablar de las apariciones de Seth Macfarlane, Katie Homes y Hilary Swank, como todo el resto del elenco. Con un guión que funciona perfecto escrito por Rebecca Blunt. En suma una divertidísima comedia con mucha acción para pasarla muy bien y ver brillar la inteligencia del trasfondo de lo cómico y delirante en una sociedad que fue duramente castigada.
Steven Soderbergh se trae entre manos una película que dista del sueño Americano, ya que La estafa de los Logan le propone al espectador un hilarante recorrido por la Norteamérica de los abandonados del amparo y abrazo del tío Sam. Esta es una historia acerca de olvidados, en realidad acerca de la venganza de la basura blanca americana. Pocos realizadores son tan admirados y discutidos como el mismísimo Steven Soderbergh, quien de película a película puede pasar de ser vapuleando como un total incomprendido de su tiempo, o reivindicado como un prodigio del séptimo arte. Diez años después de los estelares atracos de la muy lucrativa y efectiva saga iniciada con Ocean eleven, Soderbergh regresa para internarse en la América profunda, precisamente en el estado de Virginia y así seguir las desventuras de los hermanos Logan: Jimmy (Channing Tatum) y Clyde Logan (un extraordinario Adam Driver) categóricos ejemplares del americano tosco, a los cuales sus truncados sueños les dejaron evidentes secuelas. El primero, tenía todo para ser una estrella del futbol americano cuando una lesión lo dejo a las puertas de las grandes ligas, en tanto hoy afronta el desempleo en el rubro de la minería. Mientras que el segundo perdió su brazo derecho en la guerra y sobrevive como un iracundo cantinero. De modo que para poner fin a la mediocridad de su existencia, los hermanos Logan deciden cometer un robo durante el fervor del gran circo americano que convoca el patriótico 4 de julio en la legendaria carrera de NASCAR en Carolina del Norte. Mediante el prisma de la comedia, Steven Soderbergh nos presenta una galería de personajes brillantes y absurdos, capaces de entrometerse en ocurrencias que derivan en situaciones kafkianas por demás ridículas. Entre la jocosa insolencia y el realismo, el cineasta despliega una orquestada puesta en escena que pone de manifiesto una pintura política inherente a buena parte de la Norteamérica que Hollywood no quiere develar, salvo contadas ocasiones de producciones independientes como Hell or High Water/Sin nada que perder (David McKenzie, 2016) o Winter´s bone (Debra Granik, 2010), películas que conforman un catálogo con el común denominador de la mayor crisis social que aun sacude a la nación más poderosa de occidente. Estos relatos no son más que el revanchismo de quienes han sido despreciados por demasiado tiempo… Por más extravagante que todo se torne en el caso de La estafa de los Logan. Intrínsecamente Soderbergh ha desplegado lazos de mutuo confort y anuencia con aquellos actores a los que especialmente valora, es el caso de Julia Roberts, Benicio Del Toro o George Clooney entre los más rutilantes. Pero también es el caso de Channing Tatum, quien a pesar de producciones como Magic Mike, la impronta del realizador contribuyo quitar el estigma de fornido galán de turno. Con trabajo y sin estridencia, Tatum parece seguir el sendero alguna vez trazado por Matthew McConaughey, conquistando el derecho de interpretar al americano promedio haciendo malabarismos entre relatos de vida, las más corrosivas comedias a contrapelo de la industria y el héroe de acción de turno dispuesto a salvar el día. La estafa de los Logan se vale de un variopinto y atrayente elenco que convoca a Riley Keough (American Honey), Sebastian Stan (Capitán América y el soldado del invierno), hasta el mismísimo Seth McFarlane (Ted). En tanto estelarizan junto a Channing Tatum, Adam Driver (Girls, Star Wars) como un gigante taciturno a punto de implosionar de un momento a otro. Mientras que resulta por demás curiosa la labor de Daniel Craig (James Bond), desmarcándose de su flemática y elegante impronta británica, dando rienda suelta a un bestial carisma para la comedia de intensos matices. En su oficio de director / editor / guionista Steven Soderbergh, sabe cuanta información requiere para mantener interesado al espectador, asimismo, conoce cuando requiere de una gran dosis de humor para romper con los paradigmas y la estructura del suspenso implícito en una película de atracos y colosales botines. El común denominador de estas producciones –como el propio Soderbergh en la saga de Ocean-, proponen al espectador evidenciar todo aquello que hacen los personajes mientras planean detalles de su jugada maestra. En tanto La estafa de los Logan, insta a archivar todo detalle en la memoria, pero jamás explicando el porqué del acciona de los personajes, hasta que finalmente todas estas piezas develan o resinifican su importancia en la trama. De algún modo sobrevuela en La estafa de los Logan la impronta de los hermanos Coen, especialmente en ciertos momentos de criminalidad cómica, haciendo de esta película una mixtura entre Ocean’s Eleven y Burn After Reading. Sin embargo, el guión de esta película está firmado por el seudónimo de Rebecca Blunt, lo que hace de la identidad del guionista el mayor de los misterios.
Proletarios en busca del plan perfecto. La reconocible base de la película es el esquema de robo ultraplanificado de la banda de Danny Ocean, pero aquí los protagonistas se alejan de la sofisticación y el tono general es de comedia, incluso física. El resultado es mucho más disfrutable que una mera copia. El retiro definitivo de la pantalla grande anunciado por Steven Soderbergh hace unos años duró poco y La estafa de los Logan lo reencuentra trabajando a gusto en terrenos familiares. Y, en más de un sentido, en pleno control del material. En primer lugar, fiel a una costumbre adquirida con el correr de las décadas y las películas, la mayoría de los rubros técnico-artísticos principales son de su autoría (las firmas responsables de la fotografía y el montaje son seudónimos de S. S.) y la escritora del guión, una tal Rebecca Blunt, resultó ser alguien inexistente en la vida real, al menos hasta que alguien demuestre lo contrario. Por otro lado, el director de Sexo, mentiras y video y Erin Brockovich –dos films que iluminan el arco que va de la explosión indie de fines de los años 80 al prestigio oscarizado de la industria– decidió ocuparse de todos los aspectos ligados a la distribución y promoción, un paso temerario que, a juzgar por los números de la taquilla en los Estados Unidos, no tuvo los resultados que se esperaban. De todas formas, el retorno de Soderbergh es un típico caso de run for cover –como solía llamar Hitchcock a aquellos proyectos no demasiado ambiciosos, realizados sobre senderos conocidos–, cuyas características más evidentes son su frescura, ligereza y contagiosa simpatía. En esencia, La estafa de los Logan no es otra cosa que una reversión proletaria (y algo palurda) de su trilogía sobre Danny Ocean y amigos, a su vez una vuelta de tuerca sobre el clásico heist film o película de robo ultra planificado. Pero si en los detalles está el diablo, el particular trasfondo de la historia la aleja por completo de la sofisticación y aires chic de esa saga, aproximándola al mismo tiempo a ciertos productos de fines de la década del 70 como Dos pícaros con suerte o la serie de TV Los Dukes de Hazzard, aunque aquí el énfasis no esté puesto en las persecuciones y choques automovilísticos sino en la planificación y puesta en marcha de un plan criminal perfecto, sin víctimas humanas ni (por extraño que suene) financieras. Típico en el cine de Soderbergh, el desarrollo e interacción de los personajes es tan relevante como sus acciones y reacciones, y el director encuentra en un reparto ejemplar los mejores aliados para poner en pantalla esta suerte de reencarnación de la leyenda de Robin Hood y su pandilla, aunque el enemigo no tenga esta vez un rostro identificable: no hay aquí un sheriff de Nottingham que encarne la villanía. Los hermanos Logan, sureños hasta la médula (su lugar en el mundo es un pequeño pueblo de Virginia Occidental), sobreviven día a día en sus respectivos puestos de trabajo. Jimmy Logan es el más expansivo y abierto a la aventura (Channing Tatum, en su cuarta colaboración con el director), hombre de familia separado de su mujer y de su pequeña hija, operario en una empresa dedicada al mantenimiento subterráneo de una famosa pista de carreras de NASCAR en Charlotte, Carolina del Norte. Clyde Logan (Adam Driver), más calmo y reflexivo, atiende la barra de un bar con su único brazo; el otro ha quedado rezagado en algún lugar durante una misión en Irak. Víctimas de la depresión post burbuja inmobiliaria y de guerras en tierras lejanas, los hermanos ponen en marcha la estructura del robo perfecto luego del despido de Jimmy a causa de una “enfermedad preexistente” –una ligera cojera–, y esta adquiere todas las pretensiones de la justicia poética. En la cárcel, mientras tanto, Joe Bang (un blondísimo Daniel Craig) espera el final de su condena, aunque la posibilidad de una escapada para llevar a cabo el “trabajo” resulta demasiado tentadora. Por allí también circulan Katie Holmes, Riley Keough y Katherine Waterston, interpretando papeles secundarios, pero con peso específico: a pesar de recrear un mundo eminentemente masculino, las mujeres no resultan ajenas o meramente decorativas. Así, La estafa de los Logan –jugada a un tono humorístico casi constante que, incluso, se permite la posibilidad de la comedia física– pasea orgullosa en cada plano su condición de juego narrativo. Es también, a su manera, una suerte de defensa de ciertos aspectos de la cultura white trash, del orgullo de clase a pesar de las caídas en desgracia y humillaciones personales y colectivas. Que la escena del desfile de jóvenes bellezas logre conmover genuinamente a pesar de su pegajosa cualidad kitsch es uno de los mejores ejemplos de los logros de la película.
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El cine de atracos es uno de los más apasionantes para narrar, principalmente, por las historias periféricas de personajes secundarios, que, hacia el final, tienen más peso, en algunos casos, que los protagonistas. En “La Estafa de los Logan” (2017) de Steven Soderbergh, que sigue una línea autoral con la que el director de “Ocean’s Eleven” reinventó, de alguna manera, las posibilidades de contar desde adentro la planificación de un robo, la clave para narrar es apoyarse en un guion sólido en el que todos los personajes son importantes para la resolución final. Protagonizada por Adam Driver, Channing Tatum, Daniel Craig, Riley Keogh, entre otros, acá los Logan del título, son una familia de la América profunda, y Soderbergh los muestra con sus miserias y con una misteriosa “maldición” que genera rechazo en todos aquellos que mantienen contacto con ellos. Y en el plan de romper con esa racha, deciden configurar un plan que incluye robar la recaudación de una carrera de NASCAR para salir de perdedores, pero claro, no lo podrán hacer solos, por lo que contactaran a un especialista que los ayudará a que todo salga como lo planearon. La detallada descripción de los actantes, como así también la caracterización de cada uno de ellos y el camino que desandan en el laberinto que se ven envueltos, no hace más que potenciar la propuesta. Y si de potencia se habla, la banda sonora elegida, no puede hacer más que reforzar cada momento y atmósfera creada, al igual que los ingeniosos diálogos con los que los personajes se van relacionando. Daniel Craig compone a ese astuto especialista en robos, que ayudará a los Logan a llegar a un buen puerto, y lo hace con una naturalidad que muestra facetas antes no vistas en sus interpretaciones. El detalle del cabello rubio oxigenado, su fanatismo por la sal y comer huevos duros, no hacen otra cosa que sumar al delirio generalizado de la propuesta realizada con solvencia y que transita a lo largo de su metraje drama, comedia, acción y suspenso. “La Estafa de los Logan” también bucea en el drama familiar, y eso consolida aún más el entretenimiento, porque Jimmy Logan (Channing Tatum), un desempleado que intentará recuperar el cariño de su hija, a quien ve cada vez menos por culpa de su madre (Katie Holmes), se convertirá en el anti héroe, con el que los espectadores seguramente se identificarán. El cocktail imaginado por Rebecca Blunt, que incluye múltiples referencias a la cultura popular, es adaptado de manera lograda por Soderbergh, quien además suma personajes actuados por estrellas como Seth MacFarlane, Brian Gleeson, Katie Holmes. Atentos además al celebrado regreso a la pantalla grande de Hilary Swank, quien compone a una investigadora y que con solo un par de escenas se roba gran parte de la película, un astuto entretenimiento que logra con el objetivo de llevar adelante su relato con empatía y grandes resoluciones.
Steven Soderbergh vuelve después de una notoria ausencia de cuatro años con Logan Lucky, un policial que juega con el humor ácido y un estereotipado sur de Estados Unidos para narrar la simple historia de dos hermanos que llevan a cabo un robo, pero donde toda la carga familiar de la supuesta “mala suerte de los Logan” mantiene en constante vilo al espectador para ver cómo se resuelve este conflicto ágil, bien contado y extremadamente hilarante.
Soderbergh, por los desclasados Otra vez Steven Soderbergh incursiona en el mundo de las estafas y los robos cronometrados, en el territorio de las engañosas apariencias y los golpes de buena estrella. En este caso, más cerca del absurdo universo de los Coen que de la mística del Rat Pack de Sinatra y Dean Martin, cuenta los preparativos del espectacular robo ideado por los hermanos Logan, amos de la mala suerte y las desgracias, con notable destreza narrativa y un humor tan corrosivo como no había antecedentes en su filmografía. Bajo la apariencia de una modesta película de ladrones y engaños, Soderbergh lee con astucia el presente de los Estados Unidos: los Logan son lo más desclasado del white trash en una feria que parece tenerlo todo: veteranos de guerra, mineros desempleados, insólitas competencias y mucho de comedia negra. En la soleada Virginia, con su música country y sus prejuicios, los hermanos de la mala suerte y un convicto de pelo blanco (gran actuación de Daniel Craig) intentarán dar el golpe del siglo en una carrera de Nascar, emblema de la América de los tiempos de Trump. Si uno de los peligros más consistentes del cine de Soderbergh ha sido la frialdad que amenaza tras sus intentos de perfección, la vitalidad scorsesiana de Channing Tatum y la excéntrica perplejidad de Adam Diver son el mejor antídoto. El director ha encontrado en una lúcida mirada sobre la dimensión política de sus personajes el alma que faltaba a muchas de sus películas.
Una de acción que vale la pena En la senda de La gran estafa, el director regresa a una fórmula efectiva. Y lo encuentra en su mejor forma. Ni siquiera cinco años pasaron desde que el multifacético Steven Soderbergh anunció que, después de veinticinco años de carrera, se retiraba del cine porque estaba cansado y había perdido la pasión. Sodebergh se dedicó a la atractiva serie The Knick sobre un hospital a principios del siglo pasado en Nueva York y, después de un par de temporadas, el cineasta está de vuelta en Hollywood con La estafa de los Logan, una de las mejores películas de su carrera y de este año en la cartelera. Dos hermanos tratan de salir de las malas robando un autódromo durante una carrera de Nascar en el sur de los Estados Unidos. Pero las cosas no son tan fáciles para los hermanos interpretados por Channing Tatum y Adam Driver. Ellos llevan en el cuerpo el peso de una supuesta maldición familiar: el mayor quedó rengo por una lesión que lo alejó de un futuro profesional deportivo y hasta le costó su trabajo como obrero, el menor perdió un brazo en Vietnam y trabaja en la barra de un bar. La pistera hermana de ellos, que no lleva signos de maldición alguna, también se suma al plan. El equipo se completa con el especialista en explosiones y cajas fuertes Joe Bang (Daniel Craig), que está en la cárcel y necesita escaparse para el robo y volver a prisión sin que nadie se entere. El plan es disparatado, pero el ex deportista lo cuenta con tal pasión que todo aquel que lo escucha siente que tiene posibilidades. Lo único más atractivo en la película que esa idea alocada, que se complica cada vez más cuando empiezan a sumarse imprevistos, es el nivel de las actuaciones de un nuevo elenco multiestelar a las órdenes de Soderbergh. Todos parecen pasarla bárbaro al disfrazarse jugando con el acento sureño y sus códigos culturales, y esa sensación de felicidad traspasa la pantalla sin filtros a medida que los Logan y sus secuaces van sorteando complicaciones. Soderbergh no abandona jamás la liviandad y el registro de la comedia, pero eso no implica que el cineasta no se tome en serio el suspenso que genera el asalto ni que se desentienda de hacer comentarios sobre las divisiones y desigualdades de la sociedad americana. La estafa de los Logan se parece a una mezcla entre Un romance peligroso y la trilogía de La gran estafa- El parate le sentó bien a Soderbergh, que no sólo parece haber recuperado la pasión por el cine que ya no transmitían sus últimos filmes, sino que de yapa encontró el método, según reconoció él mismo, para tener el control absoluto y hacer la película a su manera, sin ceder ante la interferencia de ningún estudio.
Tras su “abandono” del cine (que finalmente no fue tal) y su brillante incursión en el universo de las series con The Knick, el prolífico director estadounidense regresa con esta muy disfrutable comedia de acción. La estafa de los Logan es de esas películas que ya no se hacen porque los estudios no quieren financiarlas (aunque su presupuesto como en este caso no llegue a 30 millones de dólares) y se supone que ya no tienen público (porque el espectador se reserva solo para los grandes eventos que representan los films de alto impacto). El nuevo largometraje de Soderbergh basado en el siempre sorprendente y eficaz guión de la debutante Rebecca Blunt es un entretenido ejercicio de género que combina drama, comedia y thriller con eje en el robo durante una multitudinaria carrera de autos de la categoría NASCAR. Channing Tatum -a esta altura actor-fetiche de Soderbergh- es Jimmy Logan, un hombre de West Virginia que pierde su trabajo en la construcción por un problema en una pierna. Desempleado y casi sin poder ver a su pequeña hija Sadie (Farrah Mackenzie), ya que ha perdido la custodia a manos de su ex esposa Bobbie Jo (Katie Holmes), se convierte en el antihéroe perfecto, un alma en pena, un auténtico loser. Desesperado, convence a sus hermanos Clyde (Adam Driver) y Mellie (Riley Keough) de dar el golpe con la ayuda de un preso experto en explosivos (Daniel Craig), al que además deberán sacar de la cárcel. La película funciona razonablemente bien (en algunos casos muy bien) en todos los terrenos: como drama de familia disfuncional, como comedia absurda sobre la América white trash, como ejercicio de género (menos canchero pero igual de virtuoso que Baby Driver) y, aunque el fantasmas de la saga de La gran estafa sobrevuele en varios momentos, La estafa de los Logan tiene vuelo propio. Con un simpático uso de las canciones de John Denver (todo el soundtrack es excelente), con atractivos personajes secundarios a cargo de Jack Quaid, Brian Gleeson Seth MacFarlane, Katherine Waterston, Dwight Yoakam y Hilary Swank, entre otros, el director de Sexo, mentiras y video, Traffic, Erin Brockovich, una mujer audaz y Efectos colaterales regala un film querible y (a mucha honra) demodé. No está muerto quien pelea.
Un tipo se queda sin trabajo, con su hermano planean un golpe en una pista de Nascar, tienen que sacar previamente a alguien de la cárcel y el robo es una locura. Sí, Soderbergh ya hizo “La gran estafa” (tres veces) pero parece que esto del engaño y de los chorros le atrae, así que vuelve al ruedo. ¿Qué decir? Divierte, los actores deciden pasarla bien y las peripecias son creativas, lo que disuelve –y menos mal– cierta tendencia al retrato social del realizador. La sonrisa es la mejor lupa.
Steven Soderbergh orquesta, con gracia, esta comedia y policial de la América profunda, en torno del pobre Jimmy Logan -Channing Tatum-, echado del trabajo y de la vida de su hija, cuya madre (Katie Holmes) tiene la tenencia, y novio nuevo. Quebrado, hundido, convence a sus hermanos de cometer un robo durante una carrera de autos. Con la inestimable ayuda de un experto en explosivos al que hay que sacar de la cárcel primero (Daniel Craig). Personajes queribles, tanto los centrales como los múltiples secundarios, suman atractivo a esta rara apuesta por el cruce de géneros. Más que simpática. Y divertida!
Acción, enredos y humor corrosivo Jimmy Logan (Channing Tatum) dirige a sus hermanos Clyde (Adam Driver) y Mellie (Riley Keough) en un plan para robar la recaudación de una famosa carrera de autos en Carolina del Norte. Para dar el golpe, Jimmy recluta al experto en demolición Joe Bang (Daniel Craig). Un malentendido complica el arriesgado plan y obliga a los ladrones a ejecutar el trabajo durante la celebración de la Coca-Cola 600, el evento más popular de la NASCAR del año. Tras varios años de silencio fílmico, el prolífico Soderbergh regresa al cine con uno de sus trabajos más festivos, al estilo de La Gran estafa, pero ahora sin el glamour de Las Vegas y agregando una crítica social a la América profunda de Trump. Play El filme, además de ser simpático y efectivo, apela al absurdo y al grotesco, valiéndose de un guión inteligente (gracias a la pluma de Rebecca Blunt) y un elenco soñado. Tatum (ya fetiche del director), Driver en una veta cómica impensada y sobretodo Craig, desaforado, histriónico y alejado de Bond, componen un dream-team actoral para el aplauso. Hay también algunos cameos muy logrados: (Hillary Swank y Seth McFarlane), pero lo importante del largometraje es que pese a tomar una fórmula de género, logra ser entretenido y novedoso. Quizá se alargue demasiado el final, y el clímax no sea todo lo espectacular que uno puede esperar, pero el visionado del filme, bien vale la pena. En síntesis: el humor se da la mano con el suspenso y la adrenalina de las carreras para conformar este cóctel pochoclero que es un muy bienvenido regreso de un cineasta talentoso y único.
EL ROBO DEL SIGLO Películas de atracos vimos muchas, pero nos gustan cuando son realmente divertidas. Steven Soderbergh no termina de retirarse, y mientras amaga a lo Mirtha Legrand, sigue incursionando en el subgénero de atracos cinematográficos. Después de pegarla en la taquilla con “La Gran Estafa” (Ocean's eleven, 2001) y sus secuelas, el realizador mega independiente se relaja un poco con la historia de los hermanos Logan: Jimmy (Channing Tatum), padre divorciado y trabajador; Clyde (Adam Driver), veterano de guerra manco que ahora dirige un bar; y Mellie (Riley Keough), una astuta especialista en belleza. Una familia que, en apariencia, está meada por los elefantes, pero cuya suerte está a punto de cambiar gracias a los planes pergeñados por el hermano mayor. Sin trabajo, y con la posibilidad no tan lejana de perder a su hija, Jimmy planea un robo magistral dentro de las instalaciones de la Charlotte Motor Speedway de Carolina del Norte, durante una de las carreras de NASCAR más concurridas de la temporada (la Coca-Cola 600). Para ello necesita de los servicios de Joe Bang (Daniel Craig), un experto en demolición y explosivos que, ahora, está cumpliendo sentencia en la penitenciaria local. Antes del golpe maestro, Jimmy debe resolver el asunto y lograr liberar a Bang a tiempo para que pueda realizar el trabajo. A partir de ahí, una seguidilla de malentendidos y enredos que amenazan con desbaratar un plan bastante aceitado. “La Estafa de los Logan” (Logan Lucky, 2017) no aporta absolutamente nada novedoso a un subgénero explotado hasta el hartazgo, pero Soderbergh y la guionista Rebecca Blunt logran una comedia impecable, con mucha acción y un poquito de drama, que se destaca de muchas de sus compañeras, en parte, gracias a un grupo de personajes que muchas veces rozan el absurdo, y a los grandes actores que los interpretan. Ahí está la clave de esta película que, si fuera más extrema y bizarra, podría confundirse con una aventura de los hermanos Coen; muy bien filmada, interpretada (esos acentos sureños enamoran) y adornada con una gran banda sonora que nos transporta a estas regiones más apartadas y pintorescas de los Estados Unidos. La idiosincrasia del Sur juega un papel fundamental en la trama, así como las personalidades bien definidas de sus personajes, principales y secundarios, acá sumemos a Hilary Swank, Seth MacFarlane, Katie Holmes, Katherine Waterson, Dwight Yoakam, Sebastian Stan, Brian Gleeson y Jack Quaid, todos dignos de destacarse. “La Gran Estafa” nos presenta una grata sorpresa detrás de otra, y algunas referencias a la cultura popular que les van a sacar más de una sonrisa (sí, Soderbergh se despachó con el mejor chiste sobre “Game of Thrones”). Hay momentos de tensión, desacuerdos entre las filas y alguna que otra vuelta de tuerca, como dijimos, nada súper original, pero el conjunto es una propuesta divertida donde cada una de sus piezas encaja a la perfección. Entre disparates y robos, el director se permite deslizar algunos encontronazos familiares que le dan humanidad y sustancia a varios de los protagonistas que, de otra forma, serían meras caricaturas. El trío conformado por Tatum, Driver y Craig logra ese gran equilibrio que necesita la película, al tiempo que nos otorga momentos hilarantes y desesperantes, por partes iguales; refrescando un subgénero que hace años parece estancado.
Un golpe audaz e imposible articula divertido policial Un manco, un hombre sin una pierna y un ladrón profesional que los instruye desde la cárcel son el improbable trío de ladrones que quiere quedarse con la recaudación de una carrera de automóviles. Las películas sobre robos imposibles suelen ser muy divertidas, y en este caso la diversión es doble dado que los que están a cargo de un golpe sofisticado son unos típicos perdedores sureños que no parecen las personas mas indicadas para el caso. Justamente, ese es el detalle que hace que la última película de Steven Soderbergh sea una gran comedia policial con todos los atributos para hacer pasar un rato entretenido al espectador. La historia tiene que ver con un plan para robar la recaudación de las carreras de autos NASCAR en el autódromo de la ciudad de Charlotte. Los que planean el atraco son dos hermanos sin mucha suerte (de ahí el titulo original): uno habría sido un gran deportista si no fuera por que se accidentó una pierna, y acaba de quedarse sin su trabajo como albañil, y el otro es un barman al que le falta un brazo. El recién despedido sabe detalles acerca de dónde guardan el efectivo en el autódromo, pero para el robo necesitan un auténtico ladrón, y al que conocen está preso, por lo que plan requiere sacarlo y devolverlo a la prisión el día del golpe. Este personaje, a cargo del actual James Bond, Daniel Craig, bastaría por sí solo para recomendar esta comedia tan poco pretenciosa como sus pintorescos ladrones, diseñados para mostrar diferentes matices del folklore sureño que obviamente Soderbergh, oriundo de Georgia, conoce más que bien.
Crítica emitida por radio.
Es un comedia de acción que gira en torno a los momentos y las vivencias de estos hermanos (Channing Tatum y Adam Driver) y una hermana Mellie (Riley Keough), unos perdedores, que se unen para subsistir, su guión es algo flojo, está apoyada por el flashback, resulta divertida, inteligente, entretenida, acompaña una buena banda de sonido, ambientación, consta de una buena edición, dirección de arte, dirección (Steven Soderbergh dejo por unos años el cine y esta mas trabajando para la televisión), correctas actuaciones, presten atención el personaje de Daniel Craig y una breve participación de dos personajes que se luce (no quiero adelantar mucho). Lástima que llegando al final se desinfla y se hace un poco larga.
En La estafa de los Logan el director Steven Soderbergh vuelve a trabajar un género que previamente exploró en todas las entregas de la saga Ocean´s Eleven con George Clooney. La diferencia es que en esta oportunidad el proyecto lo desarrolló por la vía independiente y los protagonistas se desenvuelven en un contexto social diferente. Los hermanos Logan no visten los trajes costosos de Danny Ocean y representan a la clase trabajadora del sur de los Estados Unidos. Aunque la trama se desarrolla dentro del subgénero conocido en inglés como Heist Movie, donde el conflicto gira en torno a un gran robo, la puesta en escena es mucho más austera que las historias de los estafadores de Las Vegas. No hay secuencias ambiciosas de acción y Soderbergh adaptó el argumento al presupuesto limitado que manejó (apenas 29 millones de dólares), donde aprovechó muy bien el reparto seleccionado. Channing Tatum, quien en el pasado demostró un buen desempeño en roles humorísticos, en esta oportunidad integra un sólido equipo con Adam Driver (Star Wars) y Daniel Craig, quien se roba cada escena en la que aparece con un personaje muy divertido. En un punto este film de Soderbergh se podría ver como el lado B de lo que fue La gran estafa, donde la misma clase de conflicto se trabaja en un ambiente diferente. Uno de los atractivos de esta historia es el modo en que el director retrata la cultura del sur de los Estados Unidos y las familias que viven en las zonas rurales que no suelen recibir un tratamiento cariñoso en el cine Hollywoodense. Por lo general los denominados granjeros “rednecks” suelen ser caracterizados en el género de terror como psicópatas y prima una mirada despectiva hacia ellos. Soderbergh trabaja la cultura sureña con más cariño y por momentos evoca el espíritu de los recordados Dukes de Hazzard de la televisión. Una cuestión que queda planteada en las motivaciones del robo que planean los protagonistas. La estafa de los Logan tal vez no quede en el recuerdo entre los filmes más célebres del cineasta pero cumple con brindar un pasatiempo ameno que se disfruta dentro de este género.
La estafa de los Logan marca el regreso del director Steven Soderbergh a la gran pantalla. Esta vez desde una trama mucho más cómica y ligera que en sus trabajos anteriores, pero que mantiene los mismos elementos planteados en su famosa trilogía La gran estafa. El núcleo fuerte de la trama, al igual que en La gran estafa, es la ejecución perfecta de un robo. Lo único que ahora el escenario cambia completamente y se sumerge en un pueblito pequeño de Carolina del Sur: West Virginia. Los principales protagonistas, como bien lo anticipa el título, son los Logan, una familia sin suerte y que según la comunidad está maldita. Uno de los integrantes es el hermano mayor Jimmy (Channing Tatum), quien en su juventud estaba destinado a una gran carrera en el NFL hasta que se lastimó su rodilla, una vez más el típico sueño americano sin cumplir. Divorciado de su mujer (Katie Holmes) y con una hija, la misma lesión hace que lo despidan de su trabajo como obrero en una constructora. Frente a esta injusticia, Jimmy recluta a su hermano menor Clyde (Adam Driver), un ex combatiente que perdió uno de sus brazos en la guerra de Irak, y a su hermana Millie (Riley Keough) para revertir su destino. El objetivo es apoderarse de los ingresos de la gran carrera de autos Coca Cola 600, a realizarse en el Charlotte Motor Speedway. Al trabajar en la construcción de la pista, Jimmy sabe cómo trasladan el dinero. Su idea consiste en seguir un listado de reglas: tener un plan, tener un plan B, establecer comunicaciones, elegir correctamente un equipo, esperar lo inesperado y por sobre todas las cosas, saber cuándo retirarse. Pero lo más importante y la principal colaboración que necesitan es Joe Bang (Daniel Craig), un criminal famoso por explotar cajas de seguridad de los bancos y que está cumpliendo su pena en una penitenciaría local. Para sorpresa de Bang, su fuga está entrelazada con la mecánica del robo. Así es como los Logan se sumergen en la ejecución del plan perfecto, superando las expectativas de toda la comunidad sureña. Como en sus otras películas, Soderbergh se enfoca en los detalles que definen a sus personajes y toda la metodología que necesitan para ejecutar sus planes. En esta ocasión, la gran elección de elenco funciona correctamente con el humor particular del guion. Cada uno logra destacarse en al menos una escena. La mejor interpretación se la lleva Craig que incursiona sin ningún problema en un papel alejado de lo que estamos acostumbrados a verlo, confirmando sus capacidades cómicas. A pesar de estar plagada de situaciones ridículas y no siempre coherentes, la película se defiende por los momentos graciosos que surgen de la dinámica comunicación entre sus personajes. El ambiente sureño influye directamente en ese sentido. Pero sin ir más lejos, los viejos hábitos de Soderbergh en la trilogía de La gran estafa, resuenan en su nuevo film. Sólo que esta vez profundiza más en sus protagonistas, sin darle tanta importancia a la ejecución del robo.
Steven Sorderbergh nos engañó a todos. Hace un tiempo había anunciado su retiro del cine argumentando que las nuevas tecnologías y formas de producción podían subsistir al margen de Hollywood. Otro rumor que corría era que al compulsivo y ecléctico director, quien siempre tuvo la habilidad de saltar de lo comercial a lo experimental sin mancharse los zapatos, se le habían agotado las ideas. Lo cierto es que Sorderbergh nos engañó, amagó y volvió a la pantalla grande con La estafa de los Logan, otro filme de atracos y delitos de guante blanco como a él tanto le gustan pero con un alto grado de humor por momentos sano, casi siempre ácido. Uno se preguntaría qué más puede otorgarle a la rigidez del género alguien que filmó, incluso tres veces, Ocean’s Eleven -aquella exitosa trilogía en la que Las Vegas se volvía el blanco oportuno para que una banda liderada por un George Clooney dandy y perfumado se hiciera de una importantísima suma de dinero- y la verdad es que el guion de la debutante Rebecca Blunt trae consigo una suerte de aire fresco. En esta nueva entrega el atractivo tiene que ver con una cuestión geográfica. La luminaria hipnótica de los casinos deja de ser el escenario para situarnos en una zona rural del sur de los Estados Unidos, lugar de hombres toscos, idiosincrasia hillbillys y música country (infaltable también un tema de Creedence). En su cuarta colaboración a las órdenes del cineasta, Channing Tatum interpreta a Jimmy Logan, un minero que debido a un problema en su pierna es despedido de su trabajo como constructor en un imponente autódromo. Gracias a sus conocimientos geológicos y edilicios -y guiado por una suerte de urgencia y revanchismo- el joven desocupado tiene planeado robar las ganancias del NASCAR, el evento automovilístico más popular y comercial de Estados Unidos, pero para eso (y para toda película de atracos), hace falta gente. Comienza aquí a repetirse la fórmula como si fuese un recetario médico. Primero, la planificación del robo que por más improbable e inverosímil que sea es contada con tanta certeza y seguridad que se vuelve incuestionable. En este punto, el director se reafirma como un gran conocedor del entretenimiento y de cómo hay que hacer para mantener el ritmo trepidante en el espectador. Cuando parece que la costura queda a la vista, Sorderbergh ya nos está arrojando una catarata de elipsis sin darnos tiempo ni siquiera a sacar la lupa del bolsillo. Cuando la historia parece desviarse hacia el drama familiar o hacia algún que otro carril romántico, una buena pelea en un bar, una explosión o un amotinamiento carcelero son ases útiles para que la adrenalina no baje. Segundo, como todo clan delictivo se requieren personalidades complementarias y arquetípicas. Al cráneo Jimmy se le unen rápidamente sus hermanos Mellie (Rilley Keough) y Clyde, que no es más que Adam Driver trasladando su sosegado personaje de Paterson (Jim Jarmusch, 2016) a un bartender quien, producto de la maldición genealógica que acecha a los Logan, también sufre de un infortunio anatómico al haber perdido su brazo en la Guerra de Irak. Sin embargo, toda la empatía queda concentrada en el personaje de Daniel Craig, un irreverente experto en explosivos llamado Joe Bang, al que le faltan solo seis meses para quedar libertad. La rusticidad de estos personajes se vuelve la contracara de la elegancia que envolvía al elenco de Ocean’s Eleven lo que aumenta no solo lo absurdo de la trama, sino el grado de comicidad al poner a prueba a este puñado de desclasados white thrash sin más fortalezas que el carisma y las ansias de contrariar su destino con un golpe directo y al hueso. La estafa de los Logan apenas sorprende pero gracias a su guion repleto de referencias a la cultura pop contemporánea y un elenco con alguna que otra estrella (entre los cuales -por más mínimos que sean sus papeles- sobresalen Hillary Swank y el humorista Seth MacFarlane) entretiene, divierte y vuelve la película efectiva en cuanto da lo que uno va a buscar. Menos mal que Sorderbergh no sabe cuándo retirarse. Por Felix De Cunto @felix_decunto
La estafa de los Logan es la nueva película de Steven Soderbergh, una comedia atípica en su filmografía que se disfruta por su perfección formal y su humor inteligente. El estreno de una película de Steven Soderbergh siempre es una buena noticia. Desde su debut con Sexo, mentiras y video (1989), el director de ascendencia sueca demostró que tiene una manera muy personal de ver y entender el mundo, que no coincide con la visión que impone Hollywood. Soderbergh es uno de los pocos cineastas norteamericanos que no renuncia jamás a su libertad creativa, aun cuando trabaje para los grandes estudios. El caso de La estafa de los Logan es una verdadera sorpresa, ya que Soderbergh hace una película completamente novedosa en el contexto de su filmografía. Si bien ya abordó la temática y el subgénero “robo a bóvedas de bancos y casinos”, acá hace algo parecido y a la vez distinto a lo que hizo en su famosa saga iniciada con La gran estafa (Ocean’s Eleven, 2001). La estafa de los Logan es una comedia fría como una operación matemática, pero con mucho corazón y alma, cargada de un humor corrosivo, irónico e inteligente, con diálogos que se circunscriben al mundo de sus simpáticos personajes. La estafa de los Logan quizás sea la comedia más amable y subrepticiamente política del año. Como en La gran estafa, el elenco también está integrado por grandes y reconocidos talentos. Channing Tatum, Adam Driver y Riley Keough como los hermanos Logan están inmejorables. Channing Tatum interpreta a Jimmy Logan, el hermano mayor que, después de ser despedido de su trabajo, decide organizar un atraco a la bóveda del autódromo Charlotte, situado en el estado de Carolina del Norte. Para llevar a cabo el golpe tendrá que contar con la ayuda de su hermano menor (Adam Driver), un muchacho que trabaja en un bar y que perdió una de sus manos en la guerra de Irak, y de un grupo de personajes marginales, absurdos e inolvidables. Pero el que se roba la película es Daniel Craig, que interpreta a un personaje estrafalario y memorable. Craig es Joe Bang, un especialista en reventar cajas fuertes. El problema es que Bang está en la cárcel, y los hermanos Logan tendrán que sacarlo por un día y regresarlo sin que nadie lo note. La idea suena delirante e imposible, y Soderbergh se encarga de filmarla con mucha gracia y pericia cinematográfica. El humor se parece, por momentos, al de los hermanos Coen, aunque sin la crueldad ni la violencia que los caracteriza. La estafa de los Logan es una comedia patriótica sobre la Norteamérica profunda y rural (el personaje de Tatum usa un bóxer con los colores de la bandera de Estados Unidos, por ejemplo), donde la suerte se revierte y cae del lado de los desgraciados, de los desafortunados, de toda esa fauna white trash que escucha música country y a la que los poderosos y políticos de turno siempre le dieron la espalda.
Otra de esas películas que parece inflada por la crítica y al momento de verla uno se queda esperando más. Nos encontramos con los Logan dos hermanos y una (bella) hermana que supuestamente tienen una maldición, el más grande decide robar un banco porque se quedó sin trabajo y el vil metal es siempre necesario. Actuaciones que están a tono con la película, no se destaca ninguno. Es interesante verlo a Daniel Craig fuera del papel de 007 pero no me pareció tan gracioso y simpático como he leído por ahí. La película empieza lenta y se mantiene por mucho tiempo en una meseta de lentitud hasta que por momentos sube y vuelve a esa meseta, sobre todo en el último tercio. Un guion de una historia ya contada, al menos 3 veces por Ocean y sus amigos que realizaron este tipo de estafas. No aporta nada nuevo a este tipo de película, si no que justamente es una más de las películas de estafa que no se destaca. Lo novedoso puede ser la forma un poco más sutil, y hasta ese intento de giro cerca del final, pero no tiene nada de nuevo. La puerta para una segunda parte quedó. Veremos si la hacen, y de hacerlo esperemos que sea una de esas pocas veces en que la segunda parte supera la primera. Mi recomendación: Una más que estafa al pez gordo para que los “pobres” tengan plata, mirala algún finde en casa.
UNA ESTAFA CON GRACIA Steven Soderbergh quiere ser un autor, ese rasgo siempre está presente en su cine y hace de todo para que recordemos que estamos viendo una de sus películas. Adapta novelas importantes, toca temas “importantes”, le gusta retratar la sociedad, y en sus elencos suele acumular nombres y renombre. Soderbergh es insoportable, sí, pero no nos confundamos, no es el pedante de Aronofsky, ni un ser despreciable como Iñárritu, y esto es básicamente porque a veces es capaz de despegarse un poco de sus pretensiones para dejar fluir una historia hacia donde debe. Ese es el caso de La estafa de los Logan. Y sí, el tipo que abusó de la franquicia de Ocean’s eleven vuelve a hacer una de robos sofisticados, aunque esta vez logra que la pasen bien los espectadores y no sólo George Clooney y sus amigos. Luego de ser despedido a causa de su renguera, Jimmy Logan (Channing Tatum y su solidez) planea junto a su hermano Clyde (Adam Driver) y su hermana Millie (Riley Keough) un robo innecesariamente complicado durante una masiva carrera de NASCAR. Para tales fines, contratarán a un experto en explosivos llamado convenientemente Joe Bang, interpretado por un divertido Daniel Craig. El principal acierto de Soderbergh aquí es dejar que el tono paródico le gane al resto de sus vicios autorales. Y funciona, porque no sólo se ríe de las películas de robos, se ríe de sus propias películas. Por allí aparecen sus ganas de comentar algo sobre la América blanca profunda un poco olvidada y sus bacanales de deportes, comida chatarra, cerveza y cosificación, pero es un elemento que aparece de manera lateral y del que se burla sin cinismo. Incluso, sorpresivamente, en algún momento se deja llevar por el melodrama familiar, contando la relación del personaje de Tatum con su hija Sadie (Farrah Mackenzie) con soltura y sensibilidad, como si nunca hubiera filmado ese bodoque sin emoción llamado Contagio (2011) o esa montaña rusa del aburrimiento que es Efectos colaterales (2013). La estafa de los Logan no es una película perfecta, es despareja y se estira innecesariamente. Esto se nota sobre todo en la última media hora, una vez concluido el robo, donde hay toda una subtrama genérica sobre el FBI investigando toda la cuestión, llevada adelante por una agente interpretada por Hilary Swank, que es la persona que peor ha imitado el acento sureño en la historia. Bueno, quizás exagero, pero su actuación desconcierta y esa parte de la trama no lleva a ningún lado. Por supuesto, al final hay un montaje preciso con música canchera que cierra todos los huecos del guión, porque hasta ese momento en el que se atan todos los cabos, más allá de ser divertida la película es cualquier cosa. Soderbergh, como los Chalchaleros, anunció un retiro que parece que nunca llegará, y su obra, al igual que la de aquellos, alterna entre la irrelevancia y los buenos momentos. La estafa de los Logan, es uno de esos buenos momentos que, hay que decirlo, tiene uno de los mejores chistes del año que involucra a la sobrevaloradísima Juego de tronos, lo cual no es poco.
Conocido pero efectivo. Steven Soderbergh está de regreso con La estafa de los Logan haciendo lo que mejor le sale. Una película con buen reparto y una historia que por conocida no deja de resultar efectiva. ¿De qué se trata La estafa de los Logan? Jimmy Logan (Channing Tatum) se une a sus hermanos Clyde (Adam Driver) y Mellie (Riley Keough) para perpetrar un robo en un concurrido evento del NASCAR. El éxito no solo dependerá de la ejecución precisa del plan, sino también de la ayuda de Joe Bang (Daniel Craig), un experto en demolición que se encuentra en prisión. Con qué te vas a encontrar ¿Viste La gran estafa? ¿La uno, la dos o la tres? Esa recordada saga de película dirigidas Steven Soderbergh tienen ahora una prima hermana: La estafa de los Logan. Sep, porque en español hasta han quedado con nombre parecido. La cosa es que si viste esas películas y encima sabés que las dirige la misma persona… suena conocido. Es un poco la misma premisa y estructura: unos chicos buenos interpretados por un elenco famoso planean un gran robo, todo en tono de comedia. Ok, pero eso no significa que La estafa de los Logan no valga la pena. De hecho, aunque suene conocida, la película cumple de maravillas con su propósito: darnos dos horas de buen entretenimiento. Además, en La estafa de los Logan pasa una cosa que me encanta y seguro a vos también. Es de esas películas que hacen ostentación de estrellas. Cuando pensás que los más famosos que vas a ver son los del afiche… ¡pin! te aparecen una Katie Holmes o una Hilary Swank en un papel secundario. La estafa de los Logan está bien ejecutada, bien filmada, tiene buen ritmo, buenas actuaciones y chistes que funcionan. Queremos una comedia entretenida, liviana y sin pretensiones. Eso nos dan. Steven Soderbergh lo hizo de nuevo. Puntaje: 8/10 Título original: Logan Lucky Duración: 118 minutos País: Estados Unidos Año: 2017
Steven Soderbergh se divierte haciendo este tipo de filmes, imagino que desde la idea y siguiendo con la escritura del guión. Los actores elegidos saben que esa es la premisa, y los espectadores también se entretienen. No busquemos otra cosa, no obstante algunas se presentan aunque no se despliegan, la manipulación del poder económico sobre la gente común. El abandono del Estado sobre aquellos que engañados fueron a una guerra sin sentido, volviendo menoscabados. O aquellos que son discriminados por cuestiones físicas o étnicas, u otros a los que la justicia los quiere poner como ejemplo de castigo aunque eso sea ilícito. Principalmente se encuadra dentro de lo que se conoce como una comedia de acción, ya transitado varias veces por el realizador, sobre todo en la saga iniciada por “Ocean Eleven” (2001), conocida aquí como “La gran estafa”, lo único que justificaría el cambio de “Logan lucky”, algo así como “La suerte de los Logan”, en este caso se eligió en estas playas lo que no sólo perjudica sino que anticipa el desarrollo de la historia. Con un sentido del humor simple y efectivo, sin demasiadas búsquedas estéticas, en tanto imagen, uso del color y la luz. Muy buena banda de sonido que por momentos cumple función narrativa y empática, y en otro la empleada como representación del espacio donde transcurren las acciones. Una historia que plantea el tema de lograr el objetivo de despegarse de una fama, de manera inteligente, supuestamente mal ganada, sin moral ni ética. En ningún momento el filme abandona el objetivo de entretener, innegablemente interesado en brindar un viaje por el descaro de la locura, no creíble, siempre dinámico. Seria apropiado decir que la realización repite muchos de los juegos “insolentes” y los engaños al espectador de la misma forma que la saga nombrada, finalmente explicadas. Intentando revertir una maldición familiar tres hermanos, Jimmy (Channing Tatum), Mellie (Riley Keough) y Clyde Logan (Adam Driver), intentan llevar a cabo un gran atraco durante una importante carrera de coches en Concord, Carolina del Norte, Para ello necesitan de la ayuda de Joe Bang (Daniel Craig), sólo que éste está cumpliendo una condena excesiva en la cárcel del estado. Cada uno de ellos tendrá su historia personal, desarrollada a cuenta gotas, dando preponderancia casi absoluta sólo la que hace referencia a Jimmy con su ex esposa Bobbie Jo (Katie Holmes) en relación a la hija de ambos. Las actuaciones están en lo más alto del podio, con Channing Tatum, cada vez más firme como actor, Adam Driver ya no es un descubrimiento, pero sorprende sobremanera Daniel Craig en un tipo de registro hasta ahora nunca abordado por el actor ingles. Divertida, pero nada novedosa.
La estafa de los Logan, de Steven Soderbergh Por Jorge Barnárdez A esta altura de su carrera podría decirse que que Soderbergh ha pasado por todas las situaciones posibles: joven revelación, artista vanguardista, director de tanques con estrellas y en su última etapa podría decirse que se volvió un director polémico exiliado de la industria después de experiencias complicadas por la temática de sus películas (el manejo de los laboratorios de medicamentos y el negocio de la alimentación por ejemplo) que lo empujaron a refugiarse en HBO y a decir que no pensaba volver a hacer cine. Algo pasó que lo convenció de volver al cine de grandes estrellas pero curiosamente ya no con un gran producción sino asumiendo el riesgo como productor, director y guionista. Jimmy y Clyde Logan son hermanos, a Clyde le falta un brazo por culpa de su paso cómo combatiente en Irak y Jimmy es medio rengo. Entre los dos casi pueden hacer una persona dice uno de los personajes con que se topan los Logan. Jimmy ( Channing Tatum) es bastante enérgico y de acción, Clyde (Adam Driver) es mas bien apático y contemplativo. Clyde es cantinero y lo hace más que bien teniendo en cuenta que le falta un brazo, Jimmy es mecánico y por culpa de su caer pierde el trabajo que tenía de mecánico. Después nos enteraremos que el problema de la pierna truncó su carrera como jugador de fútbol americano. Ambos son unidos y socialmente está bien abajo de lo que es la sociedad americana. Jimmy, sin trabajo y divorciado está en problemas para cumplir sus deberes cómo padre, su hermano está de cantinero en una bar no demasiado concurrido ni lujoso así que en ese estado de bancarrota y pocas expectativas Jimmy va planear un robo. Pero el robo que planea está bien lejos de los robos y estafas que planeaban los glamosoros miembros de la pandilla que comandaba Dany Ocean en la serie de películas en las que Soderbergh junto a Clooney y a Brad Pitt se hicieron cargo del papel que alguna vez tuvieron Sinatra y sus amigo del Rat pack. Los hermanos Logan son unos tirados de clase baje y el objetivo de su atraco es la recaudación de unas carreras de coches muy populares al estilo de las famosas millas de Indianapolis. Pero ya se sabe que una buena película de robos tiene que contar con una banda que de personajes que conformen un grupo interesante y esta película no falla en esos. El encargado de los explosivos en su criminal que está preso, al que hay que sacar de la cárcel y devolverlo en una maniobra que además sirve de coartada. Se trata de Joe Bang (Daniel Craig), otro descalzado, Digamos que el desarrollo del plan y la concreción del golpe reúne acción, suspenso y mucho de comedia física, todo el elenco cumple sobradamente y el clima de la película es festivo cómo suele ocurrir en las películas de gente que se esmera en robar y en estafar en parte al sistema. Un regreso con gloria de un director que sabe entretener y a llaves dejar apuntes sociológicos sobre el estado del mundo sin ponerse didáctico ni opinador. LOGAN LUCKY La estafa de los Logan. Estados Unidos/2017). Dirección, edición y fotografía: Steven Soderbergh. Intérpretes: Channing Tatum, Adam Driver, Farrah Mackenzie, Riley Keough, Daniel Craig, Katie Holmes, Charles Halford, Seth MacFarlane, Jack Quaid, Brian Gleeson, Katherine Waterston, Dwight Yoakum, Sebastian Stan, PJ McDonnell, Robert Fortner y Hilary Swank. Guión: Rebecca Blunt. Diseño de producción: Howard Cummings. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 118 minutos.
Es una comedia sin groserías, sin cu… ni te…, sin chistes escatológicos, sin bromas estúpidas ni gags descerebrados y con una historia bien pensada y desarrollada. No es para andar riéndose a carcajadas a cada rato, pero si tiene...
Crítica emitida por radio.
Ocean´s 11 a lo Coen Logan Lucky es otra pieza más en la ecléctica cinematografía de Soderbergh, esta vez obsesionado por “homenajear” a los hermanos Coen con una heist movie. Es una propuesta muy entretenida, que invierte en una alquimia que funciona, sin necesariamente deslumbrar. Lo mejor: -La estructura narrativa de Ocean´s Eleven con protagonistas más caricaturescos, excéntricos y mundanos Lo peor: -La innecesaria incorporación de una investigación policial inconducente y el consecuente desperdicio de Hilary Swank