El elenco está muy bien elegido, no sólo por su calidad interpretativa, sino que también por el tipo físico, que hace que uno realmente no los vea como actores, sino como habitantes reales de ese pueblo. Además acá en Argentina la mayoría son poco o nada conocidos, por lo tanto esto le da un plus, ya que...
El sueño americano convertido en pesadilla Pocas veces el cine de Estados Unidos se animó a mostrar con tanta valentía y contundencia el lado oscuro de la sociedad de su país, su sucio patio trasero, como lo hace este film. Mientras las grandes productoras prefieren observar el lado glamoroso de las grandes ciudades, es el cine independiente el que se asoma a sus áreas de miseria, como lo insinuara Kelly Reichardt en Wendy y Lucy, para poner un ejemplo reciente. Es ahora otra mujer, la directora Debra Granik, quien se atreve a sumergirse en la América profunda -en este caso, un pueblo rural de Missouri- para retratar, de manera más dura que Reichardt pero igualmente veraz y sincera, una realidad de extrema sordidez. Transposición de la novela de Daniel Woodrell, Lazos de sangre es una tragedia familiar que tiene como protagonista a Ree, una chica de 17 años que ha quedado a cargo de sus dos hermanos pequeños y de una madre postrada por una aguda depresión que la deja casi catatónica. El padre ha estado en prisión por elaborar droga en un laboratorio precario, ha puesto su cabaña y sus tierras con bosques como fianza y ha desaparecido. Si no se presenta a la audiencia ante la Justicia, toda la familia perderá su hogar. Ree ha crecido prematuramente, y decide salir en su búsqueda, para lo cual deberá hundirse en aguas turbulentas. Un pacto de silencio se cierra a su alrededor, y se repiten las advertencias para que no lleve a cabo su plan y deje de hacer preguntas. En su camino, Ree va encontrándose con un sinfín de personajes sórdidos, amenazantes, en ambientes que no lo son menos, gentes que no vacilarían en eliminarla si continuara indagando, y para colmo, todos pertenecen a su familia. En esas cabañas, en esos bosques donde no existe el sol, parece haber ido a parar toda la mugre y basura del imperio: muebles viejos, neumáticos, toda clase de plásticos descartables, vehículos inservibles decoran el hábitat de esos pobladores entre los que abunda el alcohol, la droga, las armas, la violencia física, mezclados con la música country, la ganadería y una hermosa naturaleza en estado de contaminación. Granik sabe mostrar estas realidades con un estilo medido, casi documental, y, al mismo tiempo, un perfecto sentido del suspenso narrativo frente a la inminencia del peligro. Tras las reiteradas advertencias, Ree va convenciéndose de a poco de que su padre ha muerto, probablemente en un ajuste de cuentas de la mafia local para la que trabajaba. Todos los personajes que la integran están maravillosamente logrados: el capomafia, un viejo cowboy patriarcal temible, de pocas palabras; su mujer y sus hermanas, cuyo código de honor prohíbe que los hombres golpeen a Ree, pero ellas no vacilan en castigarla de la manera más brutal por desobedecer los mandatos de la tribu. La fotografía de esos rostros rudos, curtidos, es particularmente conmovedora. Muchos de los actores no son profesionales, lo cual agrega realismo a la acción, y el inglés que hablan no es menos primitivo. Es interesante también el personaje del tío (un sobrio, duro John Hawkes), quien oscila entre ejercer la violencia familiar y asumir un sentido de responsabilidad ante la misión que lleva a cabo su sobrina. El film tiene como gran revelación a la joven Jennifer Lawrence, quien elabora una interpretación extraordinaria de su personaje. Con realismo extremo, en ningún momento parece estar actuando. Su performance le ha valido ya varios premios, fue candidata al Globo de Oro y tiene una nominación al Oscar. Ree es una chica convencida de su misión y con un altísimo sentido del orgullo familiar. Si bien se trata de una de las escenas menos vibrantes, es particularmente significativo el encuentro que tiene con un sargento del ejército estadounidense. Ree -quien ha deseado incorporarse a sus filas para lo cual sus compañeros se entrenan en la escuela secundaria- decide reclutarse para cobrar los 40.000 dólares que el ejército pagaría a cada soldado que fuera a combatir en Asia. Ree conserva aún su costado ingenuo, al creer que puede llevarse a sus hermanitos consigo. Es este segundo largometraje de Debra Granik, quien en su opera prima Down to the Bone también había tratado las tribulaciones de una madre de familia (Granik parece tener una fijación con los huesos, aunque en este último caso el título tendría un sentido metafórico), la directora maneja con maestría los tonos de una historia durísima, que nunca se excede, ni tiene golpes bajos, ni sobreinformación. Melodrama familiar, thriller, tragedia moderna, es este un film que entra en todas esas categorías, rico en capas de sentido. La búsqueda del padre como proceso iniciático, la entrada en la madurez, la identidad y el honor familiares, la ley y ética tribales, el resistido protagonismo femenino en una sociedad patriarcal, la ausencia del Estado, la relación con la tierra, la pintura de un sector importante de la sociedad norteamericana, son todos temas profundos aunque nunca tratados con solemnidad.
Criaturas marginadas, amenazadas. Lazos de sangre es una película rotunda, que golpea al espectador con sus implacables imágenes y situaciones. Es un recordatorio de cómo el cine puede ser un poderoso instrumento de denuncia, sin dejar de ser arte. No escribe ninguna página nueva en la historia del celuloide, pero sí es un testimonio poderoso. Es una película independiente, pero su poder no reside en el montaje, la fotografía o cualquier otro aspecto técnico. La atmósfera, el clima que construye Debra Granik es lo esencial: un mundo donde cada uno lucha por su cuenta. Jennifer Lawrece es Ree, una jovencita de 17 años cuya principal preocupación es cuidar de sus dos hermanos menores. La madre está enferma y el padre, desaparecido, ha dejado deudas. Si Ree no consigue que su padre se presente ante la justicia, la casa será deshabitada. Entre la montañas de Ozark, el frío invernal no perdona a ninguna criatura. Los vecinos están al acecho: quieren quedarse con uno de los hermanitos. El hambre y la pobreza se resienten cada día más. Son criaturas indefensas, sumidas en un mundo lleno de peligros. Para más, el Sheriff que le da la advertencia a Ree, insinúa que su padre podría estar muerto: estaba involucrado en negocios con drogas. A partir de allí, Lazos de sangre se devela como un inteligente y crudo policial. Ree es la detective y el tiempo, el mayor enemigo. Hay una secuencia bastante estilizada, muy bonita, en blanco y negro, que divide estéticamente a la película. Aparentemente, sin sentido, Debra Granik inserta imágenes de árboles secos, motosierras que los tiran abajo, y ardillas huyendo del caos. Es fundamental y se relaciona con una secuencia que vemos antes: Ree tiene que enseñarles a sus hermanos menores que la vida es dura, y que deberán hacer muchas cosas que no son de su agrado. Para ello, decide cazar una ardilla. No solamente es duro matar al animal, sino que peor aún es comerlo: hay que arrancarle (literalmente) las tripas. Ellos son los depredadores y las presas. Las leyes del mundo que propone Lazos de sangre son penosamente reales. Cada uno tiene que usar sus tácticas de supervivencia para evitar ser la presa de otros depredadores más grandes. Por eso la película es también efectiva como una "película de denuncia". Hay tantos films que por hacer hincapié en el contenido social se olvidan de lo que verdaderamente deberían ser. Lazos de sangre nunca subraya: nos recuerda que estos mundos no son fantasía, ni siquiera posibilidades: son reales. La pobreza, el abandono, la indiferencia, el dolor, y la crueldad, conviven con todos nosotros. Akira Kurosawa definió para siempre los bosques, en el cine, como la mejor "locación" onírica. Lo que sucede con estos personajes no es un sueño ni una pesadilla: es lo normal. Nada de esto hubiese sido tan efectivo sin el control de Debra Granik, claro. Pero también son fundamentales las expresiones, los gestos, las cicatrices que denuncia el tiempo, de los actores. Muchos de ellos son no-profesionales, pero la distinción casi ni se nota. Tomemos a Dale Dickey, una señora con un rostro temible, que le advierte a la heroína que no meta las narices donde no debe. La primera vez, la advertencia, habría bastado para que muchos se alejaran del lugar. No Ree, que es perseverante. Jennifer Lawrence, de 19 años, recibió una nominación al Oscar por interpretar a Ree. John Hawkes también, como actor de reparto. Ambos están soberbios y son el motor y el corazón humano de la película. Ella, con su valentía inquebrantable. Él, como un hombre violento y alcohólico, trata de buscar la rendención y definirse entre hacer lo que conviene o hacer lo correcto. Son personajes curtidos por la vida.
Cruda, fuerte, realista… no da respiro. Tras su elogiada presentación en los festivales de Sundance (ganó el Gran Premio del Jurado y el de mejor guión) y de Berlín, este segundo film de Granik se convirtió en una de las grandes sorpresas del cine independiente norteamericano 2010, además la peli esta nominada a 4 premios Oscar como: Mejor película, Mejor actor de reparto (John Hawkes), Mejor actriz (Jennifer Lawrence), y Mejor guión adaptado. Por supuesto queridos lectores que todas estas nominaciones y la sala llena de colegas un viernes por la mañana para ver esta avant premiere, no influyen al momento en que critico y doy puntaje a la peli. Pues bien “Lazos de Sangre” me pareció un films impecable, lleno de matices, con una actuación brillante de Jennifer Lawrence, desde el minuto cero de inicio hasta el fin de títulos. Jennifer Lawrence nos va metiendo de a poco en su personaje que va creciendo a medida que transcurre la película con su personaje de Ree Dolly, lo cual crea en el espectador una conexión inmediata dentro del film. La directora se toma su tiempo para contarnos la historia eso se nota y nos va atrapando con un magnetismo que no decae, y sentimos que nos absorbe y atrapa en la frialdad del duro mundo en el que viven los protagonistas. Pocas cosas se dicen dentro de la peli, y lo extraño es que el espectador sabe mucho eso, nos deja pensar y resulta satisfactoriamente inteligente para el que la mira Un guión sólido y cerrado, una tensión constante lograda gracias a la muy buena fotografía, y actuación de los personajes, tanto principales como secundarios, acompañado con los sonidos naturales y una banda que secunda las escenas en forma natural, hacen de este film un acierto visual y narrativo. Lazos de Sangre es un triller que desde el comienzo al fin nos cautiva y nos deja introducir en el mundo húmedo y oscuro, que sucede tanto en el escenario como dentro del núcleo familiar, y los habitantes de esta áspera comunidad rural.
Una de las sorpresas más grandes a la hora de anunciarse las nominaciones de los Oscar el martes pasado, fue la prominencia de nominaciones para Lazos de Sangre (Winter’s Bone de ahora en más). La niña mimada de Sundance 2010, ganadora de múltiples premios internacionales y festivales independientes, Winter’s Bone es una película muy pequeña, de historia bastante simple, pero llena de capas, sutilezas y trasfondos. La historia nos sitúa en las región de las Montañas Ozark en la zona central de Estados Unidos. Una región bastante pobre, rural y con los característicos "hillbillies". Dentro de uno de los asentamientos, se encuentra Ree Dolly, una chica de 17 años que se ocupa de mantener y cuidar a su familia. Su madre tiene problemas mentales, su padre desaparece por semanas o meses a la vez, y tiene a su cargo a dos hermanos bastante menores que ella. Luchando con la pobreza extrema y dependiendo muchas veces de las sobras de los vecinos o lo que puedan cazar para poder alimentarse, Ree tiene que enfrentarse a un nuevo desafío. Su padre, Jessup Dolly, un conocido criminal ligado a las drogas, no se presentó a la corte, está desaparecido ante la ley y había puesto en garantía para su fianza, su propiedad. El estado le informa que Ree tiene una semana y tres opciones : encontrar a su padre, demostrar que está muerto o abandonar la propiedad. Bajo esta situación es que la joven Ree (excepcionalmente personificada por Jennifer Lawrence, nominada al Oscar como Mejor Actriz Protagónica) empieza a recorrer el área que la rodea, adonde casi todos sus habitantes son “familiares” directos o lejanos, y todos tienen el mismo oficio que el padre. Mientras más se adentra Ree en el mundo de su familia y sus alrededores, iremos desenredando más del misterio sobre el Padre, conociendo personajes cada vez más complicados y tenebrosos, y algún aliado impensado. Para brindarle apoyo a Jennifer Lawrence en el rubro actoral, contamos con dos brillantes actores secundarios, Garret Dillahunt (No Country For Old Men, The Assassination Of Jesse James By The Coward Robert Ford) que personifica a el sheriff local, al cual todos los habitantes desprecian; y la mayor revelación de la película, John Hawkes (Deadwood, Identity, American Gangster) haciendo el mejor papel de su carrera y lo mejor del film. Teardrop. (Nominacion al oscar a John Hawkes como Mejor Actor de Reparto) El Tío de Ree, único hermano de Jessup, Teardrop es una de las personalidades más renombradas y temidas de la zona. Su fama lo precede y solo con una mirada demuestra el por qué todos le mantienen distancia y respeto. Si ubican a John Hawkes (o lo googlearon al leer el nombre acá), lo reconocerán siempre de papeles medio inocentes o loser. Nunca pensé que John Hawkes me provocaría miedo o al menos el respeto que genera su presencia. Es una transformación total, y lograda de una manera extremadamente sutil. Simplemente la mirada y la postura son suficientes para demostrar todo el papel al espectador. Sinceramente, vale la pena mirar la película solamente para ver esta actuación. La directora Debra Granik adapta la novela homónima (Nominada también al Oscar Mejor Guion Adaptado) y captura con gran confianza la frialdad, soledad, dureza del terreno y el estilo de vida. Presenta una historia atrapante y logra sacar actuaciones memorables de sus actores. Y todo esto con un bajísimo presupuesto, probando que para hacer buen cine, no necesitas cientos de millones de dólares, sino buenas ideas, talento y determinación. Winter’s Bone es una de las mejores películas del año y una gran opción para disfrutar y soportar el cine independiente en las salas de la ciudad.
Ganador del Gran Premio del Jurado en el último Festival de Sundance, este segundo film independiente de la directora Debra Granik ("Down to the Bone") es un duro drama acerca de una joven de 17 años, Ree Dolly, que se ve forzada a madurar y cuidar de su familia. Cuando su padre, un traficante de drogas prófugo, no se presenta a un juicio, ellos corren el riesgo de que les confisquen la casa en la que viven. Ree deberá salir en su busca de su padre y enfrentar a los amenazantes habitantes de su comunidad, quienes no desean responder preguntas sobre el paradero de este hombre y prefieren mantener sus negocios turbios en secreto. La directora logra captar con realismo las condiciones de vida en una comunidad marginada por la pobreza (y dedicada al negocio de la droga) en las montañas de Ozark, Missouri, filmando en esas locaciones y acompañando las actuaciones principales de actores profesionales con las de habitantes locales en roles secundarios. Entre las actuaciones principales, se destaca la impresionante Jennifer Lawrence (como Ree Dolly), una joven actriz prácticamente desconocida que aparece en cada una de las escenas y aporta autenticidad a su personaje. Una interpretación digna de una nominación al Oscar, que seguramente pondrá en el mapa a esta actriz de la misma forma que el rol de drogadicta en "Down to the Bone" lo hizo con Vera Farmiga. Otra labor destacada es la de John Hawkes, interpretando al tío drogadicto Teardrop. Al igual que en "Frozen River" (otro duro drama ganador en Sundance 2008), se mantiene un clima tenso, dramático y depresivo durante todo el relato, siguiendo lo que debe enfrentar esta joven para descubrir el destino marcado de su padre. "Winter's Bone" me gustó pero no me encantó. Quizás esperaba un mayor impacto basándome en la infinidad de excelentes críticas que recibió, las cuales en muchos casos me parecen exageradas.
Corazón valiente La directora Debra Granik desarrolla en Lazos de Sangre (Winter’s bone, 2010) una historia de supervivencia, un thriller y un retrato sobre la marginalidad. La protagonista Jennifer Lawrence es su principal apuesta, es ella quien lleva adelante el relato. Su rol activo frente a personajes cuasi pasivos la convierten en una heroína natural que sorprende. En un lejano y pobre pueblo rural del sur de Estados Unidos, Ree Dolly (Jennifer Lawrence), una adolescente de 17 años debe encontrar a su desaparecido padre a punto de ser juzgado por la justicia. A riesgo de perder su casa, entregada como fianza por aquel en su última condena, Ree debe enfrentarse a la verdad que nadie, ni siquiera gente de su familia le facilitará. La etimología de la palabra protagonista se ajusta con precisión a esta muchacha. Del griego proto (primero) y agon (lucha o partido) se da origen a esta palabra. Porque Ree es ante todo una luchadora, pero no lo es porque sí, sino que su desdichado contexto la convierte en tal. A la adversidad económica y social se suman sus problemas familiares: una madre psíquicamente enferma, un padre drogadicto y ahora desaparecido, y dos hermanos menores de quien hacerse cargo. Estas circunstancias determinan que Ree asuma un rol prácticamente masculino: debe defender a su familia, cuidar a su madre, salir a cazar algún animal para la cena, y ahora hacerse responsable de la búsqueda de su padre. Lazos de sangre no escapa al melodrama pero comienza adquirir una estructura policial cuando la investigación de Ree se perfila como un lugar cada vez más turbio y peligroso del que podría no salir ilesa. En un pueblo enviciado por las drogas, el alcohol y la miseria, Ree posee valentía, dignidad e inteligencia. Estas virtudes la enaltecen y la convierten en un obstáculo para aquellas personas que por alguna razón no perdonan a su padre. Los indicios que se van creando sobre su paradero crean una intriga que agrega cierto suspenso. Sin embargo el film no explota a fondo ese camino porque en los silencios cómplices con los que se cruza Ree está todo dicho y no hace falta buscar más allá. La desesperada lucha de la joven es ahora para sobrevivir. Al retratar también la imagen de la marginalidad, el lado oscuro de la sociedad, la película logra por momentos aturdir. De alguna manera todos se parecen en su forma miserable de actuar. La vida que lleva Ree y su familia es triste y deprimente. Su única salida posible parece ser unirse al ejército estadounidense. Pero abandonar a su familia no parece entrar en su futuro cercano. Gran parte de la elocuencia del film reside en este retrato de un ambiente frío y crudo que parece no dar respiro. Lazos de sangre es una película que tiene una heroína pocas veces vista. Una muchacha que no baja los brazos ante el miedo y que marca la diferencia en un lugar viciado. Hay momentos de cierta crueldad, pero la crueldad de la vida misma: por ejemplo aquella que hace que una niña de 4 años deba aprender a disparar un rifle. En todo el film no nos compadecemos de Ree, por el contrario nos enorgullece su accionar. Las distintas situaciones que se suceden en esta atmósfera gris y dolorosa aún en su frialdad conmueven. Pero esto se produce casi sin intención y aquí reside una de los principales méritos del film.
Secreto en la Montaña El afiche de esta película, y algo previo que había leído sobre el argumento, no me inspiraba más que una idea de este estilo: “chica buena, rubiecita, linda, se acomete a buscar a su padre para no perder su casa; en el camino se topa con gente muy pero muy mala y, a pesar de las adversidades, sale airosa de la situación y se queda con su casa”. O sea, pensar en fumarme esta película era para mí casi tan excitante como mirar una comedia romántica o una película de Suar. Sin embargo, mi negatividad me condujo a probarme a mí misma que, muy de vez en cuando, mis juicios apriorísticos fallan. Y semejante equivocación suscitó en mí cierto interés por investigar sobre esta película, su directora y la génesis de esta historia. Y me encontré con algunos lindos textos, entre ellos, el de dos profesores estadounidenses que analizan ciertos conceptos muy interesantes (debo confesar que estuve tentada de apropiarme de ellos y adjudicarme todo el crédito pero temí que alguien descubriera el burdo plagio y que mi incipiente carrera de crítica se viera seriamente comprometida; por ende, los plagios están explicitados). El primer concepto que introducen estos autores es el de “shatter zones”, o sea “zonas de fragmentos” (acepción geológica originaria) o “zonas de refugiados” (acepción posterior, y en la cual me concentraré ahora), para referirse a los condados de Taney y Christian, en las montañas de Ozark del estado de Missouri, al sur de los EEUU, donde transcurre la película. El film ilustra ese segundo sentido de manera magistral. Estamos en un lugar inhóspito, en el medio de la nada, donde la sola supervivencia es una ardua tarea; un lugar habitado por refugiados y forajidos, que se rige por un hermetismo absoluto para los “outsiders”, y por un estricto código de honor para los “insiders”, cuyo incumplimiento puede traer como consecuencia nada más ni nada menos que la muerte, acto que todos están dispuestos a tapar en pos de preservar el código y regular el comportamiento de la comunidad. Y los espectadores nos vemos inmersos en esta realidad que Debra Granik, con increíble pericia y apabullante veracidad, nos muestra. Mucho de la estética del film tiene que ver con el estilo característico de Granik, el documental regional, que apunta a observar y retratar la realidad con extrema fidelidad, para lo cual Granik se vale de gran cantidad de largos planos fijos y primeros planos; esto indudablemente le brinda a la película una sensación de acercamiento y contacto con esa realidad. Lo que también contribuye sustancialmente con esta idea de realismo es el hecho de que muchos personajes de la película son interpretados por habitantes reales de Ozark. Uno de ellos es la cantante Marideth Sisco, a quien vemos en una escena en la que interpreta High on a Mountain, escena sorprendente por su simpleza y su autenticidad. Otro concepto que introducen los autores es el de “dark-fairytale tradition” o “Märchen”, o sea “cuento lúgubre de hadas”, muy característico de la literatura de la zona de las montañas Ozark y Apalaches, y de países como Alemania, Suecia y Noruega. Este tipo de historias, como la de Lazos de Sangre, se caracterizan por escenarios oscuros, tenebrosos, e historias sangrientas y despiadadas con protagonistas, generalmente niñas o mujeres jóvenes, en situaciones de mucha violencia, opresión y hostilidad. No obstante, en el medio de todo este escenario desolador, las heroínas de estas historias logran vencer a los enemigos y a las adversidades que se les presentan. Con respecto al concepto de “oscuridad”, Debra Granik afirma que ese es el factor común entre muchos de sus personajes. Irene, la protagonista de su primera película, Down to the Bone, es una mujer que lucha contra su adicción a la cocaína. La pregunta que se formula Granik una y otra vez es: ¿Pueden estas personas realmente redimirse, abandonar sus adicciones y salvarse? En Lazos de Sangre esta pregunta resuena nuevamente al observar las vidas de muchos de los habitantes de la comunidad pero no logramos arribar a una respuesta convincente. Y ahora quisiera pasar al tema de las actuaciones de los actores. El crítico Roger Ebert habla del personaje de John Hawkes, Teardrop, y afirma que “su existencia inflinge una herida a la dicha que implica estar vivo”. Y cito a Ebert porque mi crítica está construida sobre la base de plagios y porque parece que varias personas supieron poner en palabras mis pensamientos con una articulación que yo jamás habría alcanzado (aunque la traducción de Ebert es mía). Y realmente, la presencia de Teardrop nos aflige, nos estruja las vísceras, porque vemos en él una persona arruinada por la vida, tanto física como mentalmente, pero con cierta lucha interna que surge a partir de la aparición de su sobrina y la búsqueda de su hermano. Y Hawkes transmite esa dualidad magníficamente bien. Por último, Jennifer Lawrence, en el papel de Ree Dolly, merece una mención especial. Esta actriz de 19 años es sorprendente. De manera conmovedora y soberbia, nos transmite los sentimientos de desesperación, desahucia, desprotección y desamparo que la inundan ante la posibilidad de perder lo único que le permite criar a sus hermanos y cuidar a su madre: su hogar. Los espectadores, durante gran parte de la película, no vislumbramos ni un atisbo de esperanza ni de escapatoria; sin embargo, no sentimos lástima por ella; nos identificamos, empatizamos con ella, queremos desesperadamente que lo peor no ocurra, que su devoción, su tenacidad y su inquebrantable determinación triunfen sobre lo terrible y brutal del mundo en el que vive. En este mundo de refugiados, devastado, corrupto, en el que las drogas y el crimen son parte de la cotidianeidad, Ree intenta construir otra vida para sí misma y para sus hermanos; es parte de ese mundo y se crió en él –“I’m a Dolly, bred and buttered”, como ella dice– pero la posibilidad de su “triunfo” le confieren un irrefutable carácter de heroína y le brindan a la película un hermoso aire esperanzador, reforzado por ese último plano hermoso, con ella y sus hermanitos sentados en la escalera de la casa; simplemente maravilloso.
La heroína menos pensada Jennifer Lawrence, en una actuación arrolladora. No hay muchas películas estadounidenses que escarben tanto en las miserias humanas como Lazos de sangre . Que lo hace de manera directa, con un personaje central con el que el espectador traba rápidamente empatía, y al que la jovencísima Jennifer Lawrence le pone el cuerpo y el alma, ambas piezas devastadas por lo que debe vivir. El entorno de Ree es ciertamente difícil. A sus 17, la chica debe hacerse cargo -nadie se lo pide, salvo las circunstancias- de una familia. Sus dos hermanitos menores y su madre, depresiva y casi postrada, mal alimentados como ella, están a su cuidado desde que el padre de Ree cayó en prisión (elaboraba y traficaba droga), de la que salió y si no se presenta ante la Corte, el sheriff del lugar le indica a la atribulada Ree que perderán la casa, ya que la dio como garantía. Ree, vuelta heroína a su pesar, tiene una semana para encontrar a su padre, pero cada vez que comienza a averiguar y a bucear, se topa con mensajes poco o nada alentadores. Mejor que no se meta a investigar mucho, porque en las casas de madera en medio del bosque en Missouri donde vive le esperan revelaciones difíciles, duras de asimilar. La directora Debra Granik va tirando al rostro del espectador uno por una todos los datos dolientes que recibe Ree. Su tío y hermano de su padre (Taerdrop, interpretado por John Hawkes, candidato al Oscar como actor de reparto) le sugiere que tal vez esté muerto. Todo lo que (re)mueve esta aseveración -por un lado, pesar; por el otro, la tranquilidad o sosiego que le da saber que si murió, no perderá su hogar- está reflejado en la expresión de Ree. Al estar prácticamente el 99% de la proyección en la pantalla, todo lo que la realizadora tenga por decir pasará ineludible e imperiosamente por este personaje. Drama que desnuda que subyacen conflictos nunca aclarados -y ése es otro rasgo a favor del filme, ya que la incertidumbre de Ree es la misma que tiene el especta- dor-, el ámbito en el que se mueven los personajes define en más de un sentido sus características. Pueblo rural, perdido en el interior de los Estados Unidos, hay mucho desecho rondando por allí, como neumáticos, que trabajan también como reveladores metafóricos. Los habitantes del lugar están entre las sobras, los desperdicios de la sociedad. Quienes se sientan a ver Lazos de sangre en busca de un thriller -que también lo es- tal vez se pierdan ese costado mórbido, patológico y nocivo. Ree aparece, junto a sus hermanitos, como el único personaje limpio, inocente, al que la sociedad no ha ensuciado. “Nunca pidas lo que te deberían otorgar”, le dice a su hermanito. Y el contexto es frágil: no tienen qué comer. Acostúmbrese a ver a la talentosa Jennifer Lawrence. Pronto estará en Las dos vidas de Walter , con Mel Gibson, y será Mystique en la precuela de X-Men : filmes completamente distintos en los que no hará falta encubrir su belleza; mientras, hay sobrados motivos para descubrirla en esta odisea humana que atrapa y no suelta.
Este segundo largometraje de la talentosa directora Debra Granik remite a la mejor y más pura tradición de un cine independiente estadounidense que podría arrancar con las primeras obras de Terrence Malick de principios de los años 70 y que llega hasta películas recientes como Ballast, Legado de violencia o Río congelado. Propuestas alejadas por completo de las modas y de la demagogia, del ingenio irónico de tantos directores aspirantes a ser descubiertos y contratados por la gran industria. Historias duras, ásperas, viscerales, desgarradoras, que no temen sumergirse en la Norteamérica profunda y rural para describir sin complacencia, en todas sus facetas, dimensiones y alcances, la pesadilla que muchos intentan esconder, esa contracara perfecta del mito del sueño americano. Ambientada en una pequeña comunidad de Missouri, Lazos de sangre narra la épica historia de Ree (consagratoria labor de Jennifer Lawrence), una adolescente de 17 años que carga con el peso de sostener un hogar conformado por una madre casi autista y sus dos pequeños hermanos. En medio de una profunda crisis financiera, de unas más que precarias condiciones de vida y de un crudo invierno que la fotografía de Michael McDonough alcanza a exponer en toda su melancólica belleza, la heroína del relato debe enfrentar a familiares y vecinos que conforman un clan hostil y no exento de crueldad para encontrar a su padre -un narcotraficante que ha salido de la cárcel bajo fianza- y evitar así perder la casa familiar. Códigos tribales Basada en la novela homónima publicada en 2006 por Daniel Woodrell, la película da cuenta en sus implacables 100 minutos y con sus múltiples capas de lectura de los códigos casi tribales de la población local, de la conmovedora relación entre Dee y su tío adicto a las drogas (John Hawkes, nominado al Oscar al igual que Lawrence) y de las contradicciones de la protagonista, que pendula entre responsabilidades de adulta (sostener la granja o la educación de sus hermanos) y la inocencia de quien todavía es adolescente (la idea de que puede enrolarse en el ejército para recibir los 40.000 dólares que le ofrecen y. llevar a sus hermanos al frente). El film se resiente apenas por una música que subraya de forma innecesaria los logrados climas que consigue la directora o por algunas pinceladas políticamente correctas (la denuncia de tono ecologista), pero jamás pierde el rumbo ni la tensión (no sólo es un implacable drama humano sino también un preciso thriller manejado con mucho suspenso) a la hora de mostrar el tremendo grado de descomposición de una sociedad cerrada y dominada por el miedo, la violencia y el machismo en la que sus habitantes, ya sea por acción u omisión, por necesidad o complicidad, avalan un mundo sin reglas, salvo las del ojo por ojo o del sálvese quien pueda. Lazos de sangre no ganará ninguno de los cuatro premios Oscar (película, guión adaptado, actriz protagónica, actor de reparto) a los que está nominado, pero estos y muchos otros reconocimientos recibidos (ganó, por ejemplo, el Festival de Sundance) han permitido, entre otras cosas, su estreno comercial en la Argentina. Se trata de un cine que no suele llegar a los cines locales. Vale la pena, por lo tanto, adentrarse en una propuesta distinta, exigente, desafiante, pero en definitiva tan inteligente como cautivante.
Missouri Breaks Las cosas no andan bien por casa de Ree. La chica tiene apenas 17 años, pero ya está a cargo de todo: de sus hermanos menores, que no van al colegio y casi no tienen qué comer; de su madre, que parece postrada y muda desde siempre, refugiada apenas en su triste álbum de recuerdos; y de un hogar que hace rato dejó de serlo, cuando el padre de Ree los abandonó para ganarse la vida con la única fuente de trabajo que aparentemente hay en la zona: la droga. Es un invierno crudo en las montañas de Mi-ssouri, el frío aprieta y en la olla no hay mucho más que poner que unas pocas papas. Pero Ree tiene todavía algo más urgente que hacer: encontrar a su padre para que se presente en una Corte Federal. Alguien puso una fianza por él y él puso como garantía lo único que le queda a Ree: la casa. “Y sin la casa ya no voy a poder sostener todo esto”, desespera. El problema es que el fugitivo no aparece y se empieza a escuchar el rumor de que podría estar muerto... Estrenada en el Festival de Sundance del año pasado y exhibida inmediatamente después en el Forum del Cine Joven de la Berlinale, Lazos de sangre no es la clase de película que suele encontrar un lugar en el corazón de la Academia de Hollywood, pero sin embargo logró colarse en el pelotón principal, con cuatro candidaturas al Oscar: a la mejor película, actriz protagónica (Jennifer Lawrence), actor secundario (John Hawkes) y guión adaptado (Debra Granik y Anne Rosellini, sobre novela de Daniel Woodrell). La directora Debra Granik (Cambridge, Massachusetts, 1962) proviene del campo del cine independiente y éste es recién su segundo largo, en el que demuestra un buen pulso como narradora. Su película empieza sin dilaciones, en el centro del problema. Cuando la cámara se topa con Ree (Lawrence) ella ya tiene el agua al cuello y a partir de allí da la impresión de que no dejará de hundirse. Sin embargo, Granik no precipita los acontecimientos. Se toma su tiempo para dar una pintura de ambiente y, de paso, ir introduciendo personajes secundarios: una amiga que tiene la misma edad de Ree y ya carga con un bebé en brazos; unos sórdidos vecinos, más interesados que solidarios; un tío de naturaleza violenta (Hawkes), que sabe más de lo que dice acerca de su hermano desaparecido. También rondan por allí un sheriff que no quiere arriesgar su pellejo, un cazador de fianzas y una familia dedicada al crimen que no parece tener nada que envidiarle a la de Ma’Grissom. Todos estos personajes le dan a Lazos de sangre una tonalidad tirando a negro, pero un noir más bien rural, un poco en la tradición de miseria, sordidez y violencia de la literatura de Jim Thompson. Pero a diferencia de las impiadosas novelas de Thompson (como 1.280 almas), aquí hay un personaje positivo, un eje moral: Ree hará todo lo que tenga que hacer por salvar a su familia. Y, curiosamente, cada uno de los descastados de ese valle perdido de Missouri, al margen de la ley de Dios y de los hombres, la ayudarán en su cometido, aunque en el camino la vayan marcando a golpes y le dejen como recuerdo unas cuántas cicatrices. Ya en catálogo del Forum de la Berlinale, Granik sugería el carácter de cuento de hadas de Lazos de sangre, la manera en que Ree tiene que encontrar su camino en un bosque espeso y repleto de oscuras acechanzas. Hay algo de eso, sin duda, también en los bellos rizos dorados de la jovencísima Jennifer Lawrence, que debe vérselas con los ogros malos y feos de la zona. Pero al margen de esta lectura, que enriquece la visión de la película, no se puede evitar la impresión de que Lazos de sangre termina estilizando demasiado el realismo sucio que utiliza como material de base. Hay algo impostado, no del todo verdadero en el film de Granik y que proviene de sus elogiadas actuaciones, que le consiguieron precisamente dos de sus cuatro nominaciones al Oscar. Se notan las composiciones: el esfuerzo de Lawrence por lucir sufrida o el de Hawkes por parecer amenazante. Y esas convenciones y estereotipos son los que valora la Academia de Hollywood.
Lazos de sangre es uno de los thrillers más interesantes que brindó el cine norteamericano en el último tiempo. Se trata de una historia que tiene todos los elementos e ingredientes de una típica novela policial, con la particularidad que la directora desde su narración le escapó a la convenciones del género. De alguna manera, es un policial disfrazado de “cine arte”. Podría hacer una larga lista mencionando clásicos del film noir donde también podrías encontrar a los personajes de este estreno. Acá no hay detectives ni grandes persecuciones, sino una adolescente de 17 años que tiene la enorme responsabilidad de llevar adelante su familia en una zona rural de Missouri, que no deja de ser un importante personaje en esta historia. Una región que parece una radiografía de un país olvidado, que no suele retratarse en el cine y la televisión hollywoodense, pero que no dejan de mostrar la otra cara del primer mundo. De hecho, por momentos la trama y los personajes parecen salidos de esas canciones que Bruce Springsteen compuso en el disco “Nebraska”. Ree, la protagonista, tiene unos pocos días para encontrar a su padre y evitar que le rematen la casa por problemas con la Justicia. A partir de que la chica entra en acción la película se mete de lleno en una odisea sumamente absorbente que con el tiempo se vuelve apasionante. Los que parecían villanos se vuelven aliados y los que podían ayudar a la heroína resultan todo lo contrario. Todo el pueblo conoce a Jessup, el padre de Ree, pero nadie quiere ayudar demasiado a la hija y meterse en el tema porque hay algo turbio. Es genial la tensión que creó la directora con estos enigmas que hacen atrapante a la historia. Lo interesante es que frente a todas estas cuestiones se suma el hecho que la protagonista tiene que hacerse cargo del cuidado de sus hermanos como puede, ya que está completamente sola durante una temporada invernal desoladora. Jennifer Lawrence brinda una interpretación fabulosa, que se destaca por la naturalidad con la que compuso su personaje. Una gran revelación. Sin embargo, la gran figura de este film es John Hawkes, uno de los actores más subestimados del cine norteamericano que acá pudo brillar como nunca. Hawkes es uno de esos grandes artistas que la gente no suele reconocerlo por su nombre, pero si por su rostro, ya que apareció en todo tipo de filmes populares como American Gangster, Del crepúsculo al amanecer, Identidad, Una tormenta perfecta y la serie Lost, entre algunos de sus laburos más conocidos. En este caso interpreta al tío de la protagonista que es un sujeto intimidante e impredecible. Un personaje que le valió la nominación al Oscar como mejor actor secundario. Un reconocimiento totalmente merecido. Otro gran acierto de la directora fue trabajar con los vecinos de las zonas rurales donde se filmó la película que contribuyeron a darle un gran realismo a ese enigmático lugar donde se desarrolla el misterio. No sé si Lazos de sangre va a ser una película popular que enganche de la misma manera a todo el mundo, pero en lo personal me encantó y la recomiendo.
Ni techo ni ley Pueden encontrarse varias vinculaciones entre la nueva adaptación de los hermanos Coen Temple de acero y Lazos de sangre, film independiente y de muy bajos recursos dirigido por la realizadora Debra Granik, el cual para sorpresa de muchos ha sido nominado a cuatro Oscars en la próxima entrega. En ambas películas quienes llevan las riendas del relato son sus protagonistas femeninas, adolescentes ambas y con el objeto de salvaguardar el honor de sus padres. A diferencia del western existencial de los creadores de Fargo, el segundo opus de Debra Granik (su debut fue en 2004 con el film Down to the bone) se instala en la profunda Missouri, más precisamente en los alrededores de las montañas Ozark en el seno de una comunidad rural y patriarcal. Allí vive Ree (Jennifer Lawrence), quien debe hacerse cargo con sus diecisiete años de dos hermanos pequeños y una madre enferma y depresiva. Su padre, ausente, pasa estadías prolongadas en la prisión por formar parte del negocio de las drogas de diseño, cuya cocina de elaboración clandestina se encuentra escondida en el pueblo, merced a la complicidad de los lugareños también involucrados en el negocio. No obstante, el hombre misterioso ha salido libre bajo fianza entregando como parte de pago su propiedad. Ahora debe comparecer ante la justicia, caso contrario su casa será ejecutada y su familia quedará sin hogar. Es por ese motivo que la protagonista debe dar con el paradero de su padre -además buscado por la policía- de forma inmediata pese al manto de silencio con el que se cruzará a partir de la búsqueda solitaria. Vecinos y parientes de sangre le dan la espalda y alimentan la constante advertencia de que no se meta dejando en claro que la figura del padre dentro de la comunidad es sinónimo de traición y que su progenie se hizo acreedora del estigma. El largo camino que recorre nuestra heroína abrirá por un lado el descubrimiento de un par de secretos y por otro su duro y traumático pasaje a la madurez, sin abandonar el cuidado de sus hermanos y el de su madre con los escasísimos recursos con los que cuenta y de cara a un futuro muy poco prometedor. Debra Granik y Anne Rosellini adaptaron la novela de Daniel Woodrell en este film que mezcla por un lado los elementos del thriller y el drama intimista a la perfección en un ambiente sombrío y desolado donde las mujeres juegan un rol fundamental en la dinámica de las relaciones pese a las improntas machistas que no han desaparecido. Sin caer en los estereotipos de los personajes planos, la construcción de cada uno es meticulosa y compleja y por eso el ritmo lento que atraviesa gran parte del relato no lo perjudica en lo más mínimo sino que enriquece la trama. A modo de viaje iniciático que comienza a pie con la protagonista vagando de casa en casa y luego se intensifica con el claro enfrentamiento para saber la verdad sobre su padre, el relato va cobrando intensidad y una violencia interna que lo hace muy visceral para el espectador. Un mérito mayúsculo es la revelación de 19 años, la actriz Jennifer Lawrence, nominada también al Oscar, quien no sólo demuestra un carisma poco habitual sino que transmite fragilidad, dolor y coraje al mismo tiempo. Posiblemente Lazos de sangre no se lleve el Oscar a mejor película por tratarse de una obra que para la Academia representa la independencia absoluta, pues su nominación obedece solamente a la política correcta que año a año se practica. De todos modos, haberse llevado el premio Sundance fue suficiente y por sus aspiraciones estéticas le calzaba mucho mejor.
Más espesa que el agua Ree (Jennifer Lawrence) es una adolescente contemporánea bastante atípica, endurecida por la responsabilidad y por el ámbito en el que se crió. Desde la desaparición de su padre Jessup, fabricante de drogas, lleva adelante la ardua tarea de criar a sus dos hermanos menores y cuidar a su madre demente. Mientras tanto, planea su ingreso en el ejército para tener un salario que le permita sacar a la familia de las penurias en que la sumió ese padre ausente y buscado por la ley. Cierto día, el sheriff del pueblo le comunica que si su padre no se presenta a una audiencia por su libertad bajo palabra, perderán la casa y la maderera que Jessup puso como fianza. Es entonces que, sin perder la sangre fría e intentando llevar adelante una vida cotidiana normal, Ree sale a buscar ayuda para encontrarlo. Todas las puertas se cierran, incluso la de su propio tío Teardrop (John Hawkes), el único hermano de su padre y, paradójicamente, el único que puede mantenerla a salvo de la cofradía que maneja la droga en la región. Con un único objetivo en su cabeza, la adolescente arriesgará su integridad física y emocional para salvar a la familia del derrumbe completo. La traducción del título, además de (muy) repetida, es pobrísima a los efectos de avisarle al espectador de qué va exactamente la trama. Sí tiene sentido a medida que el argumento va revelando los códigos del submundo en el que Ree debe internarse para conseguir información sobre su padre. Ese inframundo poblado de criaturas sectarias, parcas y viciosas, con un código de convivencia tan rígido como el del mismo poblado de las montañas Ozark, es junto a Ree el plato fuerte de una película que empieza a desvanecerse con los días una vez que se dejó la sala. Las actuaciones son excelentes, en especial la de la jovencísima Jennifer Lawrence, que se echa al hombro su rol y convence sin atosigar. Sin embargo, los actores se encuentran de pronto con una trama que no les acompaña de forma natural, no fluye con verosimilitud; algunos diálogos quedan forzados, clichosos por demás, y Teardrop, encarnado por el también nominado John Hawkes, por ejemplo (incluso la reacción que genera en los demás personajes), se torna artificial y arquetípico. Una pena, ya que por sus méritos esta cinta valía la pena un mejor esfuerzo en la adaptación.
Secretos de familia Ganadora del premio más importante en Festival de Sundance y con cuatro nominaciones al Oscar, entre ellas a mejor película, Lazos de sangre se interna en los frías montañas de Ozark, Missouri para proponer una mirada independiente y realista del viejo lema “Lo que pasa en las Vegas queda en las Vegas. La historia trascurre en Missouri, en un pueblo pobre del interior de Estados Unidos donde casi todos sus habitantes tienen algún tipo de parentesco y se centra en Ree Dolly (Jennifer Lawrence), una joven de diecisiete años que se ve obligada a cuidar de su madre enferma y sus dos hermanos pequeños tras la ausencia de su padre. Tras recibir la noticia que la casa en la que viven es garantía de la fianza de su padre y que puede perderla al no presentarse éste al juicio, Ree comienza la búsqueda de su padre desafiando todos los códigos de silencio que la rodean y enfrentando los riesgos que ello supone. Jennifer LawrenceUna historia sencilla muy bien contada, en la que poco se dicen y mucho se sabe, donde la excelente interpretación de Jennifer Lawrence (nominada al Oscar como Mejor Actriz Protagónica) será el centro de un relato que cautiva al espectador sumergiéndolo poco a poco en un viaje donde nadie sabe nada y si menos preguntas Dios perdona. Con una protagonista que se ve forzada a madurar, buscando la verdad rodeada de personajes sórdidos y hostiles, ambientes amenazantes y costumbres de una comunidad cerrada donde el miedo, la desolación y la miseria absoluta retratan una realidad que habita en el interior Norteamérica. Un pueblo donde el sheriff les teme a sus propios habitantes que viven bajo sus propias leyes. MissouriPero los principales méritos del film residen en la atmósfera y clímax que su directora Granik logra componer al lo largo del relato, con una excelente fotografía y un pausado pero cautivador desarrollo de la historia merced a las buenas actuaciones. Acompañada por una muy buena banda sonora (cualquiera arriesgaría que G. Santaolalla tuvo algo ver aunque es de Dickon Hinchliffe) que por momentos nos traslada a Secreto en la montaña.
El cine independiente estadounidense acostumbra mostrar el lado oscuro del sueño americano. El problema más común de este tipo de cine es la mirada sobre los personajes que no puede despegarse de la condena del cineasta. Debra Granik da una clase magistral de cómo evitar ese error en Lazos de sangre y, en una de sus decisiones más osadas, recurre a tonos típicos del cine de terror en situaciones que suelen abordarse más cerca de los melodramas televisivos más chatos. Sin grandes concesiones ni renunciar jamás a sus ideales, Lazos de sangre consiguió hacerse un lugar en las nominaciones al Oscar. Un pequeño triunfo para una gran película.
Una historia violenta Como con Distrito 9 en 2010, la Academia decidió incluir este año a una película no comercial entre sus nominadas. En este caso es Lazos de sangre, que llega con buena cosecha de festivales como Sundance o Berlín, y es la que más se acerca al cine de autor de la lista extensiva de las 10 candidatas. La joven Jennifer Lawrence, actriz ignota pero que después de este filme dejará de serlo, interpreta a la joven Ree, la hermana mayor de una familia, que cuida a sus hermanos, a su madre enferma y a su padre adicto. Pero el padre desaparece y ella decide salir en su búsqueda. En el camino, el más definitivo y violento paso hacia su adultez, descubre que los secretos y códigos de vecinos y familia son mucho más duros de lo que imaginaba. Se trata de la segunda película de Debra Granik y, como la primera (Down to the bone), el clima tiene una función tan literal como metafórica. Hace frío en los bosques de Ozark (Missouri), frío, viento, sequedad y hambre. Y esa naturaleza sombría y helada es tan importante en la fotografía del filme como en el pulso del thriller y sus personajes desolados. Ree no es parte del mundo adicto y caníbal de los adultos, pero debe lidiar en él como uno de ellos si quiere resolver el problema de su familia. Desde otro punto de vista, bien podría ser una historia de venganza, al estilo de las de Terence Stamp. Pero que la protagonista sea una mujer, adolescente y sola, la convierte en un drama diferente: ella no quiere venganza, pero tiene el orgullo y el temple de la supervivencia. Jennifer Lawrence sostiene los primeros planos de la película con una interpretación precisa y austera, y se pone en la piel de esta joven curtida por la vida, el clima y la pobreza. El viaje de la protagonista, más que un viaje iniciático es uno a las profundidades más hostiles, en las que dejará toda remota veta de candidez. Así, Lazos de sangre logra un relato auténtico, naturalista hasta doler, que es a la vez thriller y drama, sin abusar nunca de sus lugares comunes.
Anexo de crítica: En Lazos de Sangre (Winter´s Bone, 2010) la realizadora Debra Granik esquiva lo que podría haber sido un típico melodrama exacerbado del cine independiente y ofrece en cambio una especie de film noir naturalista acerca de las consecuencias de la endogamia, la pobreza y la estupidez que aún hoy caracterizan a ciertas regiones de Estados Unidos. Si bien aquí no encontraremos nada que no se haya visto en innumerables ocasiones, la propuesta sobrepasa a gran parte del Hollywood contemporáneo en cuanto a desarrollo general y autenticidad…
Cine chico, infierno mediano Con las películas nominadas al Oscar pasa algo curioso. Uno, postmoderno, ya descree de la importancia de estos premios. Pero, contradictoriamente, sigue esperando algo de aquellos films que son nominados. Más aún, cuando como en el caso de Lazos de sangre ha sido la niña mimada de cuanta celebración del cine independiente norteamericano haya habido a lo largo de todo 2010, cosa que se termina coronando con la candidatura al Oscar a Mejor Película y con unas críticas que la ponen por el cielo. El film de Debra Granik es sí un intenso drama rural, un crispado thriller que recorre géneros de manera tan natural como sorpresiva, pero también es cierto que resulta en su derrotero plagado de tiempos muertos y universos entre sórdidos y misteriosos algo reiterativa y redundante, estancada y poco vital y, fundamentalmente, previsible. Quienes hayan visto más de una de estas pelculas independientes norteamericanas de pueblos olvidados y polvorientos, reveses evidentes del sueño americano, saben que esa progresión dramática conducirá inevitablemente a la violencia. Ahora, todo esto, ¿es así o sólo lo cuestionamos porque el film está nominado al Oscar? ¿Le exigimos más a Lazos de sangre que lo que puede y sabe dar? Porque, en líneas generales, entrega bastante. De hecho, sabe contrariar algunas de esas reglas que parece cumplir: cuando hablamos de esa violencia que irá apareciendo progresivamente, también es cierto que el film amenaza constantemente con una olla a presión que no termina de explotar nunca. El ejemplo más preciso es el personaje del tío de la protagonista: recordemos, hay aquí una chica, Ree (Jennifer Lawrence), que busca a su padre, vendedor de drogas y desaparecido, para que vuelva y se haga cargo de una hipoteca sobre su casa de clase baja de Missouri. El tío (el notable John Hawkes), un tipo imprevisible y siempre al borde del desborde, es la mejor representación que da la película de aquellas atmósferas contenidas que nunca terminan por estallar. La actuación de Hawkes es notable, porque a ese personaje límite le quita todo el aspecto excéntrico y sobreactuado habitual, y lo compone desde la sobriedad y la rugosidad. Lo dicho, Lazos de sangre es un drama rural independiente, pero al cual Granik subvierte a partir de la recurrencia a géneros que desfiguran la aparente normalidad y transparencia. Partiendo de aquella historia de vínculos rotos, de disfuncionalidad familiar, la investigación que lleva adelante Ree puede verse como un policial negro, un neo noir muy en la senda de los Coen de Simplemente sangre o Fargo, pero, además, sobre el final la atmósfera de la película se va enrareciendo y acercando a un registro que la acerca decididamente al cine de terror. De hecho, Lazos de sangre juega con elementos típicos del horror setentoso: hay un pueblo, hay una comunidad, hay una comunidad que lentamente se va mostrando perversa a través de la asimilación de un secreto, y hay alguien inocente metido en medio de todo esto (de hecho hay un guiño cinéfilo con la aparición de Sheryl Lee, la Laura Palmer de la hiperbólica Twin Peaks). Pero, así como el policial y el terror juegan para enrarecer el drama familiar, a su vez el marco, el registro más realista que ficcional, ayudan para que también esos géneros sean releídos desde otro lugar. Y tal vez el acierto mayor del film de Granik sea el de poner no sólo en el centro del relato a una mujer, sino que además los personajes que parecen tomar las riendas en este universo podrido y hermético, sean también mujeres. Hay hombres, hay tipos hoscos de pocas palabras que resultan ejecutivos -por ejecutantes-, pero que no son quienes sostienen el misterio, la tensión, quienes conocen los pliegues del pueblo al borde del sistema. La búsqueda del padre, la casi ausencia de hombres y de maridos -los que aparecen son un verdadero desastre-, habla de cierta crisis viril, de mujeres haciéndose cargo de aquellas tareas que corresponden a los caballeros, poniéndose en el centro de la investigación policial, de lo macabro del terror. La ausencia y necesidad del hombre, no como búsqueda y reconfirmación de una sociedad patriarcal, sino como mostración de su decadencia. No es casual que reiteradamente le pregunten a Ree por la presencia de un padre, de un novio, de una figura que con su virilidad pueda hacerse cargo de las difíciles circunstancias que le tocan atravesar. ¿También de los géneros? Hasta aquí son todos, aparentemente, elogios para Lazos de sangre y uno se pregunta cuáles son los problemas de la película. Ahí vamos. Primero, que en el film son más interesantes sus partes que el todo. Estos elementos, unidos, no logran construir un relato atractivo y cohesivo, que genere interés en el espectador por lo que va a pasar. Si bien es cierto que inteligentemente Granik (adaptando una novela de Daniel Woodrell) mantiene el misterio sobre el destino del padre como un rumor, un murmullo y que en definitiva nunca sabemos muy bien qué pasó, también es cierto que la investigación es desvaída, deshilachada, fluctuante. Además, que la reiteración en ese “todo el mundo sabe algo pero nadie dice nada” resulta por momentos forzada y reiterativa. Y, lo que resulta menos logrado -y más preocupante- de Lazos de sangre es que en definitiva Granik cree que la mostración tiene un valor en sí misma. Uno puede leer el film por sus vericuetos genéricos, pero también en un segundo plano se observa esa América profunda que se le suele a escapar a Hollywood. El tema es que la directora expone, muestra, explicita visualmente las miserias y lo ruin de ese universo. Y el asunto es que no hay mucho más que un concepto explotado ya miles de veces por el cine independiente norteamericano. Casi un leit motiv estético que termina revelando, además, la excesiva escritura de la película y la impostación de sus actuaciones. Lazos de sangre no sólo es una película independiente, sino que “está hecha” como una película independiente. No es una película que irrite particularmente, pero sí que está muy lejos de la calidad que su importancia autoimpuesta quiere hacernos creer.
Lazos de sangre (Winter’s Bone) de Debra Granik, es una historia de ambiente oscuro, nublado, tremendo, corroído. Ree es una adolescente que se hace cargo de su familia (o de lo que queda de ella) en un paraje espantoso y degradado de Missouri. Pero, lejos de ser apenas un retrato de la miseria y las dificultades, la película plantea una intriga, un conflicto, algo a resolver, que tensa el relato y permite que la descripción del ambiente se vea enriquecida por la narración. Winter’s Bone construye un mundo con sus propias reglas, en el que, por ejemplo, no hay celulares y no se sabe bien la temporalidad de la acción; en el que toda pulsión sexual brilla por su ausencia; en el que los roles de las mujeres y de los hombres se delimitan de formas particulares. Hay una organización social en esta suerte de tribu especialmente aislada, una organización que parece condenar a todos a la violencia, al embrutecimiento, al maltrato, a la locura. La inteligencia de Granik es construir este mundo y evitar toda tentación de simplificación: aún en la negrura (y hay momentos realmente duros) puede aparecer un destello de solidaridad, de amistad, de responsabilidad (el sólido sentido de la responsabilidad de la protagonista; la responsabilidad “en construcción” del tío). Con todo esto, Granik nos mete en un mundo extraño y nos hace transportar hacia él con armas cinematográficas: imágenes consistentes y potentes; diálogos, gestos y actitudes que nos hacen creer en los personajes; y la responsabilidad de la cineasta frente a ellos y frente a su propia voz como perteneciente a un lugar en particular: “esta historia –parece decir Granik–, sólo puede ocurrir aquí donde ocurre, y asumo mi lugar en el mundo al contarla, mi responsabilidad como cineasta, mi identidad”.
De los ahora diez largometrajes seleccionados a mejor película, modalidad iniciada el año pasado, cuatro ya han sido estrenados localmente durante el 2010. “Lazos de sangre” (“Winter bone”) completa la primera mitad, mientras que un intenso febrero en lo cinematográfico espera los cinco títulos restantes. Dirigida por la casi debutante Debra Granik, esta producción norteamericana independiente, premiada en Sundance y otros festivales, sorprende al estar compitiendo contra films de realizadores consagrados como los hermanos Coen, David Fincher, David O.Russell y Daniel Aronofsky, seleccionados además en la categoría mejor director. De sus cuatro nominaciones: película, guión adaptado, actor de reparto y mejor actriz sólo esta última tendría alguna, remota es verdad, chance de ganar merced a la excelente interpretación de, la hasta ahora desconocida, Jennifer Lawrence. Ella personifica a Ree, una joven de 17 años, que vive en las pauperizadas montañas del estado de Missouri con padre físicamente ausente y madre ídem pero en lo mental, ocupándose de sus hermanos menores de 12 y 6 años. Desde el mismo comienzo de la historia se perfila la presencia perniciosa de la droga, que le ofrece un personaje secundario y que Ree rechaza por ahora (“not so far”). Se la ve desesperada echándole en cara a la madre su “ausencia” y pidiéndole en vano que la ayude por una vez. La comida no abunda y sobre la familia pende la amenaza de que los echen a la calle si no pagan dentro de una semana la deuda (fianza) que dejó el padre. Sólo en caso de poder demostrar que el progenitor está muerto podrán permanecer en su hogar. Aparece entonces en acción Teardrop, el tío y hermano del padre (el nominado John Hawkes), un personaje ambiguo que en el fondo teme a su sobrina Ree a la que le reconoce su inteligencia en una escena en que le afirma que el padre, pese a sus defectos, nunca fue un soplón como por ahí se afirma. Hay escenas que constituyen verdaderos descensos al infierno como una temprana y muy lograda en un matadero y otra en un bote en que un grupo de vecinos la acompañan en la búsqueda del cuerpo (y las manos) del padre. No menos impactante es el momento en que a la joven protagonista la golpean entre varios en forma amenazante. La situación, ambientada en un país del primer mundo, no tiene nada que envidiar a lo que ocurre diariamente en sectores suburbanos de nuestra capital. La única salida, parece afirmarse en más de un momento del relato, es la de que la chica se enrole en el ejército ya que le permitiría embolsar unos 40 mil dólares al cabo de unas pocas semanas. Pero siendo ella menor de edad y no estando sus padres “presentes” queda descartada, ante el consejo del comprensivo militar que la entrevista y le recomienda no enrolarse exclusivamente por el dinero. Hacia el final, que no será lógicamente develado, con la aparición del banjo de su padre y algún alivio para los hermanitos (regalo de dos pollitos), se producirán algunas novedades en esta historia que muestra que también en el país del norte hay mucha miseria y desigualdad. Recomendable por la ajustada dirección, el logrado clima y por sobre todo la estupenda interpretación de Jennifer Lawrence, toda una revelación.
Dirigida por Debra Granik ha llegado a nuestras carteleras Lazos de Sangre, una de las diez candidatas a llevarse el Oscar a Mejor Película. Esta película nos va a mostrar la historia de Ree Dolly, una muchacha de 17 años que no es igual a las muchachas de su edad, debido a que a pesar de ser una adolescente ella debe ocuparse de educar y cuidar a sus hermanos, mantener su casa, administrar los gastos en una terrible malaria económica y encargarse de su madre que padece algún tipo de autismo. Un buen día llega el alguacil del pueblo a la casa de los Dolly para comentarles que su padre ha salido en libertad bajo fianza y que debe presentarse en la corte en unos días sino irá preso de nuevo. Pero lo peor no es que el patriarca pueda caer nuevamente tras las rejas, sino que para obtener su fianza puso en garantía la casa donde vive Ree, su esposa y sus dos hijos, dejándolos expuestos a quedar en la calle si no se presenta ante el juez que dictará su sentencia. Entonces, como si todo lo que hace Ree fuera poco, ahora debe encargarse de encontrar a su padre, luchando contra un séquito de familiares que se pondrán en su camino para evitar que ella llegue a conocer la verdad y así poder salvar su casa. Debra Granik cuenta esta historia con un tono terríblemente sombrío, que va de la mano con la lúgubre fotografía del film e incluso con las escasas apariciones de la luz solar bajo un predominante clima nublado. Toda esta estética vendría a ser el marco para que Granik pinte dentro de él un cuadro altamente marginal, realista y atemporal, que representa todo los tipos de miserias que tenemos los seres humanos, que en este caso corren por cuenta de la hostil familia de Ree. Además de los elementos que se mencionan en el párrafo anterior, hay que destacar que ese realismo se ve magnificado por una brillante elección del elenco, porque con su apariencia física potencian excelentemente la opaca estética que tanto pondera el film. Incluso hasta parecería que todos los actores y actrices que intervienen en Lazos de Sangre fueran habitantes del pueblo donde se filma la película. Jennifer Lawrence es la gran protagonista de este thriller, llevando el peso de la película en sus hombros de manera perfecta con una actuación extremadamente sufrida y natural. Mención aparte merecen las buenas actuaciones de los actores secundarios que van apareciendo en el film, donde se destaca por encima del resto la brillante labor de John Hawkes en el papel de Teardrop. Lazos de Sangre es un muy buen thriller que tiene como principales armas a una interesante historia y a un realismo potenciado por las excelentes actuaciones.
Las manos de mi padre Creo que la gente de Estados Unidos anda un poco amargada. No quiero (no sé) hablar de política y tampoco es algo original lo que voy a decir, pero algunas bombas, menos plata y otras menudencias los despertaron a los sopapos del sueño americano y así están los pobres. Seguro que este desasosiego lo deben comentar hace tiempo entre ellos, pero ahora empezaron a institucionalizarlo de una de las maneras que más le gusta al yanqui: a través del cine. Y así, por este camino de los lamentos, Lazos de sangre, una película bastante independiente, llegó a las nominaciones del Oscar y por lo tanto, al discurso oficial americano. Es que esta película es, a su manera, un western donde, como casi en todos los westerns, hombres -y mujeres- duros andan haciendo cosas sucias. Pero a diferencia de sus predecesores del cine clásico, no muestra la épica de la construcción de una nación, sino la agonía de su decadencia. Sus protagonistas no están fuera de la ley porque ésta todavía es débil y poco afianzada; más bien desoyen al sistema porque ya no les sirve, porque los ha dejado afuera. En Lazos de Sangre hay pura aspereza y melancolía. Su directora, Debra Granik, retrata un lugar marrón tirando a ocre que solamente cambia de color para volverse de un azul o plateado frío cuando las cosas se ponen violentas. Allí, en el interior de vaya a saber qué estado norteamericano, el hombre le vuelve la espalda a los bosques que lo rodean y los llena de chatarra, de casas horribles y autos desvencijados. La gente no tiene ganas de ir a la peluquería: los tipos andan barbudos con pelo largo y a las mujeres se las ve mechudas y mal teñidas. Nadie tiene un trabajo productivo, todos vaguean o cocinan droga y los chicos aprenden a hacerse grandes disparando a los tachos y sacándoles las tripas a las ardillas. No se sabe si por huraños o por la cocaína que se meten, todos hablan poco, y cuando lo hacen sus palabras son sentencias precarias, cuchillos que se clavan secos y rápidos en el lugar que más duele. Ahí, en ese sitio del apocalipsis más actual y terrenal imaginable, a una chica le avisan que su padre, del que no sabe por donde andará, tiene que presentarse sí o sí a su entrevista de libertad condicional o de lo contrario van a ejecutar la fianza, y por tanto, la casa donde ella habita con su madre loca y sus hermanos. Entonces la chica tuerce la cara, saca pecho y sin lamentarse un minuto, sale a buscar a su papá por ese escenario feo de gente fea y mala. Y finalmente lo encuentra, y es cuando Lazos de sangre tiene la escena más terrorífica que yo haya visto en los últimos tiempos. Después de un vía crucis local, la familia le dice a Jennifer Lawrence adónde está su padre…muerto. Por un ajuste de cuentas que tiene que ver con las drogas, al hombre lo tiraron a un lago y su cadáver está atascado entre unas piedras. Y allí va la chica en un bote, con una motosierra, a buscar la prueba de que su papá no se presenta a la policía no porque no quiere, sino porque no puede. La exhumación de ese cuerpo y la amputación del miembro para presentar ante la justicia están filmadas con un fuera de campo imposible de (no) ver sin que se hiele la sangre y que estoy segura que asusta, lastima y repele más que el gore más asqueroso o el terror más cruel. Así, de la manera más bestia posible, las manos del padre que la metieron en líos la terminan sacando de aprietos. Es que, como su título en castellano lo indica (esta vez no metieron la pata los traductores) la familia es importante en esta historia. Los parientes de nuestra heroína son su drama y salvación. En su búsqueda, tiene que tratar con tíos tan malandras como su padre, con sus mujeres que siempre van un paso atrás pero que también son bravas y, cuando las papas queman, no tienen problemas de agarrar un rifle, meter una trompada o directamente, ser el brazo ejecutor que le va a permitir a nuestra amiga solucionar su problema. Lazos de sangre termina diciendo que la ley de la sangre también está en descomposición, pero lo que queda es la última reserva moral (o amoral), que por implacable y vital todavía se impone a regañadientes e impide que el asunto se ponga mucho peor de lo que ya es.
En un bosque de secretos y silencios Protagonizada por una estupenda Jennifer Lawrence, la realización ya sumó numerosos premios en festivales internacionales. Además competirá en cuatro categorías en los Oscar, entre ellas lsa de mejor película y mejor guión adaptado Debe pasar un período de tiempo para que la densidad se disipe, gradualmente, luego de la proyección de Lazos de sangre. Un clima sórdido y monótono, de encierro y opresión, es el que prevalece en el muy laureado film de la realizadora Debra Granik: una lista inmensa que incluye, entre nominaciones y premios, dos galardones en el Festival de Berlín, el Gran Premio del Jurado del Festival de Sundance, y la participación en cuatro de las categorías de la próxima entrega de premios Oscar (entre ellas, mejor película y mejor guión adaptado). Traslación al cine de la novela Winter`s Bone, de Daniel Woodrell, la elección del título Lazos de sangre para su distribución en el país sugiere analogías entre vínculos familiares y el clima gélido y desolado ("El hueso del invierno" sería la traducción literal) en el que se desenvuelven sus personajes, entre las montañas nevadas y los bosques de Ozark, en Missouri. Un micromundo de abrigos, de leña que cortar, de música country apagada, de adiestramientos militares (y familiares), y de presas que matar. Todos estos rasgos comenzarán a aparecer a partir de la necesidad de Ree (una estupenda Jennifer Lawrence), adolescente de apenas diecisiete años que saldrá a la búsqueda de su padre, cuyas deudas amenazan con la pérdida de su casa, allí donde (sobre)vive, cuida de su madre enferma --y silenciosa- y de sus dos hermanos pequeños. Si la relación con la madre no es más que la de peinar un cabello de muñeca de cera, la pregunta que surge --entre las tantas que surgirán- es el motivo, la razón por la cual la madre ha enfermado, el por qué del silencio: ¿real? ¿fingido? Un mismo silencio aparecerá - disimuladamente, mentirosamente, violentamente- a partir de cualquiera de los caminos que Ree elija. Callejones que internan en una oscuridad que ella, vestida sólo de decisión, habrá de enfrentar. Nocturnidad de abismo de un bosque en invierno. Ambito reaccionario y norteamericano del que ha abrevado tanto cine de terror, que ha explicado sus hallazgos argumentales desde el seno de entornos familiares macabros, de pureza incestuosa. El peregrinar de Ree es, en esencia, el de una identidad familiar mayor, que si bien tiene como objetivo el paradero del padre (objetivo obligado, ya que lo que ella busca de manera fundamental es la continuidad de su propia familia, la que cuida al amparo de su hogar en peligro), la inunda en una ciénaga de parentescos; todos serán, de una forma u otra, parte de un mismo núcleo de sangre, de una sangre que habla tanto de la afinidad que los liga como también de la violencia desde la cual se han concebido y organizado. Entonces, la sangre misma como garante violento de un orden familiar, de tintes sociales apenas civilizatorios. Un estado de inminencia salvaje que todavía late, y que aflora a partir de las mismas enseñanzas de Ree a sus hermanos ante la eventualidad de su ausencia: aprender el manejo de armas, desmembrar la presa, saber cómo cocinarla y, en fin, cómo devorarla. La cadencia rítmica del film, casi siempre monocorde, ofrecerá toda una sucesión de situaciones límite, de fronteras apenas difusas entre la convivencia y el sometimiento o, tal vez mejor, el retrato de un sometimiento cuyas reglas respetar para así convivir. Sobresale la imagen del gran abuelo, de voz en silencio y venerable, de órdenes siempre obedecidas, con hijos y nietos lacayos. Las mujeres, en tanto, viven un mundo paralelo, parecen no tener voz (la madre de Ree, otra vez), sus rostros son huraños, y son capaces de golpearse entre sí ante la necesidad masculina. ¿Dónde está el padre de Ree? Pero también, ¿quién es el padre de Ree? El silencio, a su vez, guarda secretos. Y es desde allí cómo se sostienen los lazos y sus jerarquías. Desanudar el interrogante significa poner en duda el sostén, aquello que hace posible la cohesión. Es en ese lugar donde decide internarse Ree, como un personaje de cuento de hadas macabro --rasgo visto por la crítica hacia el film -, que sabrá encontrar una casita de caramelo (el laboratorio de drogas paterno) así como también a las brujas y al lobo que amenazan con comerla. Algún hada madrina, de forma insospechada, habrá también de ayudar, mientras un lago aceitoso oficia como rúbrica fantasmal. Sólo destacar que aún cuando Ree pueda, tal vez --y sin que el lector entienda esto como una revelación argumental, lejos está de serlo -, resolver su situación, nunca lo hará en desmedro del secreto. Porque al fin y al cabo el propósito de Ree, se señalaba, será el mantenimiento y la supervivencia de su grupo humano, de su familia. Un capítulo más, como tantos, dentro de la historia y tradición entretejidas por sus mayores.
Jennifer Lawrence nos hace acordar a Reneé Zellweger. Facialmente hablando, sólo eso. Si actúa mejor que la pepona de Down With Love aún no podemos discernirlo (tampoco es taaan difícil), pero en Lazos de Sangre contamos con un contundente parámetro como para seguir de cerca -y de modo auspicioso- la labor interpretativa de esta muchachita. A la muchachita en cuestión le pasan todas: Un padre adicto al crack que desaparece sin dejar demasiados rastros, una mamá cuyo cerebro ya no carbura (ó carbura en una sintonía diferente a la del resto) y dos hermanitos menores (nene y nena) que tienen el hambre suficiente como para aprender a cazar animalitos silvestres. A este captíulo de Bob Esponja tan tierno y colorido hay que sumarle un tío turbio, una amiga fiel y un grupo de violent femmes dispuestas a silenciar a la muchachita así sea de modo violento y -por qué no- miserable. El silencio imperativo que pretenden generar en nuestra muchacha tiene que ver con las tramoyas de su padre, que evidentemente hizo algo más que drogarse y desaparecer sin dejar prenda. Entre las cosas que hizo se puede contabilizar poner la casa de la familia a modo de fianza para costear su último hospedaje carcelario. Si papá no aparece, se ejecuta cierta deuda que deja en la calle -ó en medio de la ruta, ó en lo más recóndito de un bosque absolutamente espeluznante- a la cría completa. Y el invierno amenaza con congelar todo, inclusive las tripas de las ardillas. Perder el techo no es opción, y se hace imperativo salir a buscar a papá, no tanto para desandar su camino y descubrir sus deseos, pasiones e historia… si no mas bien para terminar con el suplicio hipotecario y enterrar sus descompuestos restos como corresponde. Por que tenemos un mundo de posibilidades para elegir: Quizá lo descuartizaron y se lo dieron de comer a los cerdos del vecino. Tal vez lo mandaron a matar. Probablemente se suicidó. También podría ser que no se murió nada. Andá a saber. Y allí está Ree (Jennifer Lawrence), ajena a todo lo que no sea llegar a la verdad, paseando sin historia por un museo de rednecks de ésos que cuando menos lo esperás pueden tirarte una taza de agua hirviendo en la cara y desfigurarte. Recibirá alguna ayuda (no demasiada, más ambigüa y sugestiva que otra cosa) y transcurrirá las situaciones más miserables y crueles sin perder la lozanía de sus cachetitos. Lazos de Sangre introduce a una excelente y muy joven actriz en un panorama que a los cinco minutos de iniciado el metraje reconocemos absoluta e inquebrantablemente desolador, sin chances de fiesta exceptuando relámpagos de belleza ó de oxígeno traducidos en pollitos jugando sobre vehículos carcomidos por el óxido ó una celebración de cumpleaños con una vieja alucinante (Marideth Sisco, diosa pagana del bluegrass, http://maridethsisco.com) interpretando melodías símil Dónde Estás, Hermano. El resto, depende de cómo se vea: Como una linda laceración en forma de película ó como un ejercicio bastante sado consistente en generar situaciones más y más embromadas (realmente una putada atrás de la otra) hasta lograr que finalmente la preciosa e inquebrantable Ree -a esta altura una escultura de mármol- se largue a llorar como la niña de 17 años que es. Y que Jennifer se gane una -merecida, carajo- nominación al oscar.
SUPERAR LAS DIFICULTADES El nuevo trabajo de Debra Granik no es solo la mejor película de su trayectoria, sino una cinta que explora con excelencia, profundidad y calidad la vida de la protagonista, presentando un ambiente, físico y moral, que atrapa desde el comienzo al espectador y no lo suelta hasta su finalización. Ree es una adolescente de 17 años que tiene que lidiar con la responsabilidad de su familia. Tiene dos hermanos pequeños, una madre enferma y un padre que escapa de la ley. Ella tiene que encontrar la manera de poder encontrarlo y convencerlo, para así no perder su casa y no quedar viviendo, junto a sus seres queridos, en la calle. Este es un relato que se introduce presentando perfectamente las identidades de los personajes, mostrando esa capacidad de resolver problemas y ese positivismo que la protagonista posee frente a la vida, centrelazándose en los primeros problemas y en la descripción de su rutina junto a sus hermanos y su madre. Una de las características que hacen de este relato mucho más fuerte y profundo es el planteo que la directora hace frente a cada una de las decisiones que se tomaron para llevar adelante la historia. Ella optó por mostrar con realismo y detalle la vida de la adolescente, y el manejo de las cámaras nunca se aleja de dicho planteo. Los movimientos son muy suaves, procurando mostrar con sencillez todo lo que involucra la escena, se utilizan muchos planos generales y planos detalles para mostrar algunos objetos o expresiones de los personajes y se aprovecha muchísimo la belleza de los paisajes y los contrastes con la pobreza del lugar. Esto hace que el espectador se involucre en la escena, que sienta las emociones de las personas y que sea testigo de la lucha de la mujer por poder vivir en paz junto a su familia. El tinte visual siempre mezcla el frío de los azules con los colores sepia de las hojas marchitas y secas de los árboles, creando un clima de abandono, soledad y pena llamativo, pero muy acorde al estilo de la película y la profundidad de la historia. Esta es una historia sobre la lucha, sobre el sufrimiento, sobre las injusticias de la vida, sobre una adolescente que quiere encontrar a su padre para dejar el pasado atrás y comenzar una nueva vida junto a su familia. El guión expresa con soltura, realismo y muy astutamente cada una de estas cuestiones, las adereza de una pena o melancolía recurrente (sin apelar a los golpes bajos) y concluye siendo una gran moraleja sobre la paciencia, la prosperidad y la sencillez, dejando abiertas algunas puertas para la libre interpretación del espectador. Las actuaciones son excelentes. El elenco realizó un trabajo muy bueno al encarnar a cada uno de los personajes, en especial al priorizar el realismo del guión y nunca desentonar con el ritmo ni con el drama que aquí se presenta. Jennifer Lawrence (Ree) desarrolla la identidad de la protagonista con delicadeza, procurando demostrar sus sentimientos más profundos y creando un personaje muy querible y con una fuerza y ganas de vivir impresionante. "Quiero vivir en paz, no me importa el pasado de mi padre", eso es lo que su actuación dice en cada segundo, (el destello de luz y esperanza de sus ojos al final es excelente). Dale Dickey (Merab), aporta talento al relato en un rol que tiene muy pocos minutos en cámara, pero que es sumamente importante, personificado con expresión y calidad por la actriz. John Hawkes (Teardrop) y Garret Dillahunt (el policía), están muy bien en sus personajes. "Winter´s bone" es una cinta que mimetiza con detallismo, sencillez y sutileza una forma de vida, con personajes muy diferentes entre sí, pero que desarrollan una homogeneidad argumental sorpresiva, muy cálida y profunda. Una película para pensar, que tiene un mensaje final maravilloso y que presenta actuaciones, principalmente por parte de Jennifer Lawrence, que son excelentes. Un relato muy realista sobre la familia, sobre la paciencia, las ganas de vivir y la pobreza, acompañado por una dirección astuta y sutil. UNA ESCENA A DESTACAR: escenas finales en la casa
Un cuento americano. Un país está compuesto por varios países. Esta afirmación podría extenderse, con mayor o menor grado de certidumbre, sobre todas las naciones del mundo. Pero si hay una que la ejemplifica sobradamente es Estados Unidos. A su vez, si hay algo que jamás se le podría reprochar al cine americano es no haberse ocupado lo suficiente de explorar estos contrastes descomunales. Eastwood, Altman, Stone, Malick y los Coen (por sólo mencionar un puñado de los cineastas más importantes, puesto que también habría que considerar un sinfín de sus colegas jóvenes e independientes), abordaron en reiteradas ocasiones la estampa de ese país hermético y arcano conocido como “la América profunda“. Sin ellos probablemente le resultaría mucho más engorroso al resto del mundo actual comprender el por qué de una victoria electoral de Bush, de un tiroteo escolar o del kukluxklaniano Tea Party, fenómenos tan estadounidenses como el pastel de manzana, la Estatua de la Libertad y el jazz. Lazos de sangre se inscribe en esa galería de retratos implacables. Basada en la novela de Daniel Woodrell, ganadora del Gran Premio del Jurado en el festival de Sundance, la segunda película de Debra Granik recibió sorpresivamente cuatro nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor película y Mejor actriz. Si bien méritos no le faltan, es casi imposible que gane. Ya sabemos cómo se maneja la Academia. Ree (brillante actuación de Jennifer Lawrence) es una adolescente pobre de Missouri al cuidado de su madre depresiva y sus hermanos pequeños. Es pleno invierno, apenas tienen qué comer y están por quedarse sin techo: su padre, un narcotraficante fugitivo de la ley que podría estar muerto, incluyó la casa familiar como parte de pago de una fianza. Al enterarse, la protagonista sale en su búsqueda, mas no le será fácil. Quienes saben lo que realmente ocurrió (familiares, lugareños) comparten un secreto que los compromete. Lazos de sangre nos sumerge brutalmente en su mundo rural de chatarra, armas de fuego, motosierras, bares de ruta, animales desollados, aguas pantanosas y banderas hechas jirones. El popular término yanqui “white trash” (basura blanca), utilizado para designar peyorativamente a los blancos pobres, parece encajar perfectamente con la naturaleza de los personajes, cada cual más repulsivo y despiadado. Indudablemente el planteo del film ejerce una fascinación morbosa para el siglo XXI: en pleno corazón de la primera potencia mundial, lejos del esplendor cosmopolita de las grandes ciudades, rige una ley del más fuerte tan ancestral como imperecedera. Recordemos la escena en que Ree le confiesa a su tío (John Hawkes, también brillante) que siempre le temió. Este le responde: “Eso es porque sos viva”. Y vaya si lo es. Acaso por ser un eslabón débil en esa estructura patriarcal que organiza su comunidad, la protagonista termina afrontando una odisea del instinto, una descarnada lucha por la supervivencia. No en vano les enseña a sus hermanitos a disparar un rifle y cazar ardillas: llegará el día en que ella se enrole en el ejército –la única carrera posible, la única forma de salir del infierno– y el ciclo vuelva a comenzar. Granik y su cámara logran aprehender hasta la última partícula del ambiente salvaje que atraviesa la narración. Cada primer plano es un indicio de horror, una amenaza de sangre que puede o no concretarse. Una arruga, una cicatriz, una mirada de odio, una mueca levemente deformada: todo resulta inquietante. Las reglas de la película pasan a ser las del mundo captado, sin concesión alguna para el espectador. Por eso los paisajes nos resultan tan lúgubres y los personajes nos desbordan con su vitalidad chocante y desaforada. Lazos de sangre es un golpe al medio del estómago, una obra poderosa cuyas remembranzas persistirán por un largo tiempo.
En el contexto de una pequeña comunidad de Missouri, el segundo largometraje de Debra Granik (el anterior, de 2004, se titula “Down to the bone”) narra la heroica historia de Ree, una adolescente de 17 años que debe llevar adelante a su familia, compuesta por una madre enferma, casi autista, y sus dos hermanitos. Bordeando la pobreza extrema, casi sin tener qué comer y en medio de un crudo invierno, la heroína del relato debe enfrentarse a un pueblo cruel para averiguar el paradero de su padre, un narcotraficante que ha salido de la cárcel bajo fianza. Si Ree no lo halla, puede perder la precaria casa en la que vive, dado que su padre la ha puesto como garantía de sus fiadores. Poco a poco, la joven, junto a su hosco tío, consigue abrirse paso a través de las mentiras, evasivas y amenazas de sus vecinos, hasta llegar a la cruda verdad. La consagratoria actuación de Jennifer Lawrence (nominada al Oscar como mejor actriz, junto a mejor película, guión adaptado y actor de reparto) y la puesta en escena de su directora son lo mejor de “Winter´s bone”. Se transmite la crudeza de la vida de la protagonista y conmueven las miradas tristes y actitudes dóciles de los hermanitos pequeños, incluidos en todo ese entorno de miseria. Gran presencia de Lawrence e intensa la secuencia en el bote (no por nada aparece en el afiche), sumado al muy bello plano final de los tres sentaditos en las escaleras. Puede resultar densa y es una historia algo pequeña, pero es para celebrar que un filme de estas características (independiente, favorito en Sundance) conforme la nómina de películas oscarizables.
Lazos de sangre pone en escena un relato negro, duro y puro, con ciertas actualizaciones interesantes. La tradición de la novela negra en Estados Unidos se fundó contemporáneamente al advenimiento de la depresión económica, conocida como la crisis del ‘30. Suena razonable, entonces, que este tipo narrativo pudiera reaparecer en estos tiempos de reaparición de la crisis financiera. Uno de los hechos reflejados con interés, dentro de las tramas policiales, son la consecuente concentración de riquezas y el crecimiento de la pobreza, especialmente en sectores marginales de la sociedad. Esta película se instala perfectamente en esa tradición. Lejos del escenario urbano que caracterizó a aquellas historias, Lazos de sangre pone en escena un relato negro, duro y puro, con ciertas actualizaciones interesantes. No hay dudas que esta película de Debra Granik puede emparentarse perfectamente con las obras de Jim Thompson. El ámbito rural como escenario y encierro, la rudeza de los personajes, las drogas como en aquel el alcohol, y la decadencia de todo un pueblo, son rasgos que marcan esta película en relación con la obra del autor de 1280 almas. La joven Ree tiene apenas unos días para encontrar a su padre, como único modo de no perder la casa en la que vive con sus hermanos menores y su madre enferma. Durante un tiempo él estuvo preso por manejar cocinas de crack. Ya en libertad condicional ha puesto su casa como fianza. Si no se presenta, la casa será entregada al “fiancista”. Encontrarlo, vivo o muerto y llevarlo ante la justicia, es la única posibilidad que le asiste a esta dura chica de 17 años. Para lograrlo deberá pedir ayuda a amigos algo machistas, parientes drogones y enfrentarse con enemigos de su padre, un clan solidario y ciertamente temible. La película es puro camino. Un camino que entre los bosques de los montes Ozark parece más un laberinto que un lugar espacioso y abierto. Un camino en la reconstrucción de los pasos de aquel hombre, que también es un misterio y un sentimiento vacío en la joven. Y porque no, un camino a ningún lugar, un lugar al que se quiere y no se quiere llegar, pues todas las alternativas parecen malas desde una u otra perspectiva. Entre las actualizaciones que definen el lugar de la directora en relación con la tradición negra, lo que más se destaca es el giro de género que le imprime a la trama. Lazos de sangre es una película de mujeres rudas. Como si hubiera una cruza extraña entre la novelística de Thompson y la aridez de cierto teatro de García Lorca, las mujeres son centrales en el oficio del poder. Los hombres son casi ausencia pura. Ellas asumen el viejo rol de los matones, de los que cuidan a los jefes. Y lo ejercen con la contundencia necesaria. Pero también son quienes toman las decisiones y llevan a cabo las tareas más terribles. Y constituyen el clan, la familia. Hay un par de gestos interesantes en el trabajo de realización que valen destacar: el modo en que la policía se pone al costado en la historia, y cierto rasgo atemporal de la misma. El único agente que participa de la trama, claramente se mantiene al margen, sabiendo, calculando o temiendo las consecuencias que pueden desatar la citación que a él le toca notificar. Esta condición es muy apropiada para el tipo de relato que Granik construye. La atemporalidad sostiene un registro “alla tragedia” moderna, que no deja de ser interesante. Candidata al Oscar indie, Lazos de sangre nos presenta a un par de mujeres a las que probablemente valga la pena seguirles la carrera: Debra Granik, su realizadora, y su protagonista, la joven Jennifer Lawrence.
Sórdida, descarnada e implacable, Lazos de sangre es un film que representa de manera cabal las últimas tendencias del cine independiente estadounidense. Dotada de un alto contenido dramático, el film jamás se aparta de un estilo narrativo duro y sin concesiones que en ningún momento intercala pausas que alivien al espectador, alguna línea de humor o al menos una leve sonrisa en todo su metraje. La obra revela la infrecuente capacidad de la cineasta Debra Granik en un género peculiar, que combina un costumbrismo hiperrealista con toques de thriller. Si bien el título en castellano grafica correctamente el espíritu del film, es más estremecedor y metafórico el original Winter's Bone (Invierno en los huesos), apelando a una frase cotidiana acerca del crudo frío invernal de la zona. Aunque no presente nieve, tormentas gélidas ni imágenes por el estilo, tan sólo el frío entumecedor que sin excepciones transmite la gente de la región boscosa de Ozark. Especialmente cuando enfrentan a la casi adolescente Ree (impecable Jennifer Lawrence), que sólo se propone encontrar a su padre, búsqueda que no responde a un interés puramente afectivo. Ella está a punto de perder la casa donde vive con sus dos hermanos pequeños y su madre depresiva e indolente a manos del fisco, ya que este hombre la puso de garantía y luego desapareció sin dejar rastro. Atravesando los bosques, ella indagará entre sus hoscos y agresivos parientes, desafiando un siniestro código de silencio familiar emparentado con una suerte de honor tribal, que los envuelve y la amenaza. La búsqueda de verdad y redención será inclemente y es el intenso hilo conceptual que atraviesa la trama. Las homogéneas y verosímiles actuaciones caracterizan personajes curtidos, aislados, resentidos, discriminados y discriminadores, que esbozan diálogos certeros y lacónicos en un inglés provinciano casi ininteligible, en medio de un paisaje agreste e inhóspito que nunca recibe el baño del sol. Una pintura fascinante pero a la vez distante, de un film que no emociona pero atrapa de principio a fin.
LA PASIÓN DE REE Escapando de algunos de los vicios que más afectan a las producciones independientes norteamericanas, Lazos de sangre (Winter´s bone) se presenta como un particular e inquietante thriller –bien logrado- en el hacen equilibrio lo sórdido con lo misterioso, y en medio del cual se erige le excepcional figura de su protagonista. Ree Dolly es una joven de diecisiete años que vive en una precaria casa junto a sus dos pequeños hermanos (un niño y una niña) y una madre enferma. La escasez de alimentos, y el frío invierno que se vive en la región de las montañas Ozark (Missouri, interior profundo de los Estados Unidos) terminan de completar su sombría realidad. Pero como siempre todo puede empeorar, un día se entera de que su padre (desaparecido desde hace algunas semanas) dejó como garantía de su fianza la propiedad, y si no se presenta en breve frente a la justicia, será expropiada. Debido a esto, Ree debe emprender la busca de su padre, y tal empresa es lo que da origen a la narración de Lazos de sangre, que es a su particular modo un thriller, un retrato sobre las miserias y la sordidez de una región particular y también, yendo al sentido más profundo, un relato de iniciación y, sobre todo, la representación del martirio sufrido –y asumido- por un ser excepcional: Ree. La condición esencial de toda figura heroica es la de preguntar. Esto, claro, no siempre tiene que ser literal, sino que puede estar traducido en diferentes tipos de acciones, pero en esencia el preguntar es lo que impulsa la tarea del héroe. O para decirlo de una manera más clara: el héroe (heroína en este caso) es quien busca que la verdad termine por revelarse. En Lazos de sangre esto es literal, ya que Ree tiene que ir preguntando a los diferentes conocidos y allegados (muchos de ellos familiares) si saben dónde está su padre, o qué pasó con él. Claro que esta insistencia en saber incomoda a todos y deja entrever (al menos parcialmente) la miseria moral que reina en la zona. Lo que va encontrando la protagonista en su camino es una red de mentiras y ocultamientos que van imprimiendo suspense al relato, transformado lo que en principio se presenta como una película de estilo Indie (lenta cadencia, registro realista, minimalismo) en algo más. Y ese algo más está en gran medida dado por el fuerte fuera de campo que se instala: la figura del padre de Ree (Jessup), su paradero o la posibilidad de que esté muerto, las razones de su desaparición, la identidad de los responsables y el verdadero funcionamiento de una comunidad que por momentos parece actuar como una terrorífica sociedad o secta secreta, constituyen un gran misterio, otro mundo del cual apenas podemos ver (junto a Ree) destellos. Si lo que vemos es pura sordidez y violencia, lo que no vemos se vuelve aún más fuerte, por inquietante, pero también porque lo sospechamos más importante, fundamental. Y es justamente este excelente uso del fuera de campo (exclusiva y esencial herramienta de la estética cinematográfica) lo que atraviesa el relato para darle sostén y llevarlo hacia un lugar más rico que el que suelen presentar varias de las producciones de carácter independiente que optan por quedarse en el minimalismo y el esteticismo (ya sea este artificioso o realista, lo mismo da). Estos elementos son los que además permiten que Lazos de sangre se aparte del retrato sociológico y de la denuncia, para establecer reglas propias y dar lugar a un mundo concreto y particular, que no es otro que el propuesto en y por el propio film. Si bien puede llegar a tocar ciertas cuestiones sobre la realidad de esa región de Missouri, este aspecto está integrado a una totalidad mayor: la propia película. Y en medio de todo esto está Ree, figura a partir de la cual el relato cobra sentido, porque en definitiva si de algo trata el film es sobre su condición excepcional y del sufrimiento que ello le genera. El camino que emprende está lleno de instancias que la conducen a lo más bajo, a sufrir psicológica y físicamente la violencia en la que todos los habitantes de la región viven. Sin embargo, Ree jamás pierde su inocencia, y eso es su excepcionalidad. Es inocente porque no está contaminada por ese otro mundo que antes mencionábamos, ese que está fuera de campo y en el que todo el resto también habita. Ese mundo que no vemos, terrible, origen de todo mal, es un lugar al que Ree nunca accedió y pese a todo lo que vive, jamás accederá. Ella ofrece su sufrimiento en pos del bienestar de sus hermanos y su madre. Es todo caridad, y pese a que en un par de ocasiones le diga a otro personaje que ella es una “Dolly (su apellido) hasta los huesos”, simplemente es alguien distinta. Y más allá del significado que la frase tiene en la línea argumental del film, ésta también funciona en otro nivel. Es una frase cuya función es polémica, ya que en realidad su verdadero sentido es opuesto. Ree no es igual a su padre ni su tío Teardrop (hermano del primero), ella no está contagiada por el mal, y si esa frase es puesta en su boca es para que pensemos justamente en ello. Si ya hemos visto que ella, claramente, no es igual a su familia, escuchar esas palabras nos hace pensar en una contradicción de sentidos, y una vez entendido esto, terminamos de comprender que lo buscado por la directora es reforzar la singularidad de la heroína. La última escena, sutil, bella, triste y paradójicamente también luminosa, termina por concluir el sentido de todo el film y la condición de su personaje principal. Una vez resuelta la urgencia (mantener la casa para sus hermanos y madre), incluso con algún rédito más (acontecido en otro misterioso fuera de campo) Teardrop se pone a tocar el banjo de su hermano. Luego de hacer sonar torpemente algunos acordes, confiesa que era su hermano el que realmente sabía tocar. Después le dice a Ree que ya sabe quién mató a Jessup. Minutos antes, el mismo personaje había dicho que nunca debería saber eso porque en caso de averiguarlo tendría que pagar con su vida. Así entonces, al decir que lo sabe, no hace otra cosa más que despedirse, ya sea para ir a vengar a su hermano y luego ser víctima de una posterior venganza en su contra, o para simplemente esperar que vengan a por él. Y al partir deja el banjo, que ahora está cargada de significado. Ya no es un simple instrumento, sino que pasa a simbolizar toda la miseria familiar a la cual Teardrop (que primero se presentó como un personaje opuesto a su sobrina para finalmente ayudarla) ya no puede escapar, y que siempre estará ahí, latente, pero de la que Ree, como decíamos, es capaz de mantenerse apartada. Su inocencia y caridad la mantienen a salvo. Así lo hemos visto a lo largo de todo el film, que a fin de cuentas no es otra cosa más que la historia de su pasión.
Conmovedora realización con labor consagratoria de Jennifer Lawrence He aquí un digno ejemplo de cine independiente estadounidense que llega con 4 nominaciones. La realización de Debra Granik narra la historia de Ree (Jennifer Lawrence), una chica de apenas 17 años que tiene que ocuparse de mantener un hogar disfuncional. Su madre es prácticamente autista, además tiene dos hermanos pequeños y, como si fuese poco, su padre es un narcotraficante que previo pago de una fianza ha salido de la cárcel, que la comunidad desprecia por soplón, siendo perseguido por quienes pagaron la fianza, informando a Ree, como cabeza de familia, que de no presentarse perderían la casa que él había dado como garantía. El filme es un relato conmovedor de relaciones humanas prácticamente perdidas y muy difíciles de remontar a esta altura. Escenas crudas, violentas y dramáticas componen esta trama de 100 minutos. El segundo largometraje de Debra Granik (“Down to the bone”, 2004) es llevado con mano segura y pensamiento claro, tanto en el planteo técnico como en la dirección de actores, trasmitiendo credibilidad a los personajes y a la inhóspita zona de Missouri donde impera el código de silencio cuya traición implica sentencia de muerte. Digna de destacar es la actuación de Jennifer Lawrence (20 años, segundo largometraje, “Lejos de la tierra quemada” -2008-), toda una revelación como la adolescente que carga con autoridad toda la película sobre sus espaldas. Completan la plana mayor del elenco John Hawkes (componiendo al violento, áspero y sensible Teardrop), Isaiah Stone, Ashlee Thompson, Valerie Richards y Shelley Waggener conformando un plantel sólido en apoyo de la protagonista, completado con apropiada selección de habitantes de la zona de rodaje. Todo lo que se ve en la trama es creíble, la denuncia ecologista, el thriller de suspenso y lo podrido que está la sociedad, en un ámbito y atmósfera ásperos, de pobreza lindante con la miseria, que en algún sentido puede traernos reminiscencias, por ejemplo, de “Viñas de Ira” (John Ford, 1940), de un país que Hollywood barre bajo la alfombra, que ignora olímpicamente. Obras con éstas característica y de ese origen no es común que llegue a los cines de nuestro país. Quizá gracias a las nominaciones de los Oscar, máxime si logra alguno de ellos, pueda convertirse en un filme de visión masiva. La presencia de “Lazos de sangre” en la cartelera evidencia que en los Estados Unidos también hay productores, guionistas y realizadores preocupados por temáticas y conflictos desestimados por la industria fílmica, como sustancial aporte de buen cine.
El Drama Rural Esta es una película nada fácil, si bien su historia en si es bastante original como lo es su hechura yanqui, poco común es hoy día que el cine de allá arriba vea la pelusa dentro de su propio ombligo. Es como descubrir que podemos pasar de invitados a conocer el patio de atrás, la construcción de los fondos. Casi una peli independiente lejanísima de lo glam de hollywood, que cuenta como una chica de 17 años -Jennifer Lawrence- que siendo la responsable de su hogar en crisis (madre postrada y enferma, hermanitos chicos a quien cuidar, granja venida a menos y el hambre que arrecia), enfrentará la búsqueda su padre ex-convicto que adicto a las drogas, y envuelto en oscuros negocios, ha puesto como fianza su casa y tierras, y sino se presenta: se perderán. Allí es momento de la cruda realidad que empezará a desandar la chica, tropezándose con no pocos problemas. Absolutamente un drama rural, y no es habitual estos temas mostrados desde la vida del interior de USA, concretamente Missouri y su paisaje hosco, pero también salvajemente bello, con personajes enigmáticos y algo misteriosos que enmarcan la trama argumental en un casi "filme-noir", bien hecho, contundente, y bellamente fotografiado, la actuación de John Hawkes es formidable como un duro tío de la protagonista. Un filme noble, crudo, realista y recomendable si dudas.
Lo primero (y lo único) es la familia Si una de las posibilidades del cine es descubrir mundos, mostrarlos y desgranarlos para los espectadores, Lazos de sangre cumple de sobra con ese cometido. El film de Debra Granik, nominado a cuatro premios Oscar, incluido mejor película, se interna en un pueblo rural de Missouri, en la periferia económica y política de los Estados Unidos, aunque se encuentra en el centro geográfico del país. Y es que lo que muestra Lazos de sangre es el abandono y la destrucción de una región, con un tejido social definitivamente roto por la miseria. En ese contexto sobrevive Ree Dolly (la extraordinaria Jennifer Lawrence), una chica de apenas 17 años que mantiene a sus dos hermanitos y a su madre enferma como puede. El padre ausente, perseguido por la justicia por el tráfico de drogas, en su última detención puso como garantía de la fianza la cabaña donde vive la familia, por lo que Ree debe encontrarlo para evitar perder su hogar. Lo que sigue es un denso recorrido por las profundidas del país, en una comunidad endogámica donde tíos, sobrinos y primos, a cuál más duro y distante, guardan infinidad de secretos, sobre todo el destino del padre en fuga. Tachos de plástico, nylon sucio, botellas, camionetas desvencijadas, armas, drogas y alcohol, el paisaje boscoso de Ozark es el lugar donde la protagonista transita un trágico rito de pasaje de la adolescencia al mundo adulto. Los diálogos secos y la atmósfera opresiva de un paisaje hermoso (que en el film adquiere una tonalidad en descomposición) van marcando la violencia en progreso de un relato denso, que devela gradualmente las distintas capas de silencio, complicidad y decisiones feroces. Es probable que Lazos de sangre no gane el Oscar, pero ya es un milagro que al menos esté nominada junto a films más livianos como El discurso del rey y Red social.
Una luz sobre los feos, sucios y malos, y al borde del sistema. La Norteamérica profunda, esa definición que se usa para hablar de la opuesta a la sofisticada del noreste o la liberal de la costa oeste, es el espacio donde transcurre "Lazos de sangre", la adaptación de la novela "Winter's Bone" y que corre con cuatro candidaturas al Oscar. Aunque la expresión es amplia, en este caso se trata de seres que habitan una parte del país donde supuestamente se puede ver el revés de la trama. Allí están los "feos, sucios y malos" de los que hablaba Ettore Scola. Son los que no estarían en la superficie, esa que tiene casas impecables, con jardín y cercos blancos. Viven en cabañas medio en ruinas, perdidas en medio del bosque de Ozark, en el sureste de Estados Unidos. La directora Debra Granik tensa la cuerda del drama y el perfil brutal de los personajes hasta el límite de lo verosímil sin traspasarlo. También coquetea con el thriller y no le teme a un tipo de incorrección, con la que tal vez espante un poco al jurado de los Oscar, para representar la pobreza y la marginalidad de aquellos a los que despectivamente se llama white trash. En medio de ese ambiente hostil hay una joya. Es Ree Dolly, a cargo de Jennifer Lawrence, una adolescente de 17 años con un padre narcotraficante de poca monta, una madre depresiva y dos hermanitos menores. Ella tiene que hacerse cargo de todos cuando el padre es dejado en libertad tras poner la casa familiar como garantía. Pero el hombre desaparece y ella sale a buscarlo. No le resultará fácil. Todos, aunque no son mejores, se avergüenzan de él, ocultan lo que saben o le temen.
Ree tiene pantalones En un ambiente rural se desarrolla la desoladora historia de Winter's Bone (2010), segundo film de Debra Granik, que triunfó en Sundance con dos premios -incluyendo el Especial del Jurado-. Cuenta la historia de Ree (apabullante actuación de Jennifer Lawrence), una adolescente que vive la desaparición de su padre en el momento más complicado de su vida: cuando le toca crecer. El film de Granik, coescrito para la pantalla con Anne Rosellini, es una historia sobre la madurez. Ree es un personaje visceral, que se cargó la familia al hombro justo cuando su padre los abandona sin dejar rastro y los deja a merced de Dios. Granik no sobresale por la labor estética, pero sí con la dirección de actores. Lawrence y un irreconocible John Hawkes se llevan por delante la pantalla, y encarnan los lazos de sangre (por fin un título bien inventado en Argentina) de una manera que llega al corazón. Su relación es inestable, y hasta bipolar, todo con un tono lisérgico pincelando el mar de fondo. Las mentiras, la violencia verbal, y física por momentos, toman protagonismo en un momento en que el in crescendo del guión ya no da más y busca estallar, como la sensible pero firme Ree. Y es que todo pasa por Ree. Ella es la historia. Ella encarna la búsqueda por cielo y tierra de su desaparecido padre. Ella lleva las riendas de un film independiente que rebosa ternura y angustia al mismo tiempo (secuencia final), o asco y vergüenza por otra parte (el pueblo corrompido como espejo de la sociedad retorcida por los vicios y las drogas). Ree se pone los pantalones y construye el puente entre el público y una película virtuosa y fría, pero sensible al mismo tiempo. Winter's Bone no será una novedad ni nada del otro mundo para los acostumbrados a thrillers contundentes. Pero la sangre y nervio que tiene esta historia es lo que tiene de particular. No vamos a encontrar en cualquier parte un drama familiar con tanta calidad y tanta mano dura para narrar el despojo y la soledad ante una situación desesperada como la que vive el personaje magistralmente encarnado por la joven y talentosísima Lawrence. Quizás nos remitamos a títulos recientes como The Constant Gardener (2005) para refutar esta idea, sólo que Granik no precisa un mega despliegue y nombres conocidos en cartelera para mostrar lo que quiere contar. Sólo le basta un microcosmos turbio, un personaje creíble y un poco de maleza en planos generales para hacerlo. Eso, obviando la tierna y devastadora lección de cómo crecer y sobrevivir, matando ardillas y disparando bien un rifle.
Soles y sombras invernales Triunfadora en el último festival de Sundance, que respalda películas de aliento independiente, con bajo presupuesto y actores desconocidos pero que se permiten mostrar el lado oscuro de la sociedad del bienestar norteamericana. Con dureza y sinceridad, la directora Debra Granik retrata una realidad de extrema sordidez en un pueblo rural de Missouri, donde cuenta una tragedia familiar que tiene como protagonista a Ree, una chica de 17 años que ha quedado a cargo de sus dos hermanos pequeños y de una madre postrada. Sin dinero, con escasa ayuda, muchos antagonistas y un plazo temporal perentorio, la adolescente deberá descender a los infiernos en busca del padre ausente, lo que motoriza la acción y desencadena los misterios de la trama. El modo de contar la historia va cortando el hilo en torno de los sentimientos de los protagonistas, pero la interpretación de Jennifer Lawrence deja intuir debajo de su dureza una áspera ternura y una nobleza esencial, transmitiendo en todo momento su inocencia y su fuerte temperamento. Sequedad dramática Para nada complaciente, y con situaciones agobiantes, la directora maneja con maestría los tonos de una historia durísima, que nunca se excede. Con un estilo controlado, Granik sabe contar la odisea de su heroína sin sucumbir al golpe bajo sentimental, aunque sin renunciar a la poesía profunda. El sufrimiento evita las lágrimas y ante la inevitable sangre, la cámara prefiere perderse entre sombras antes que mirar directamente, como cuando la joven enseña a los hermanitos a destripar las escasas ardillas del bosque para sobrevivir. Conmueve el entorno miserable y adverso al que se enfrenta alguien mucho más frágil que no duda en luchar contra la adversidad, para revertirla. Contada con peculiar estilo seco, lacónico y agreste, el ritmo narrativo se despliega sin prisas y pesan los tiempos largos, pero la historia sigue adelante con su ritmo propio de sol invernal con aguada luz que apenas entibia. Una fotografía que imita a una acuarela que se vuelve densa y sombría, cuando el periplo se sitúa en el descenso a los infiernos de bosques gélidos y crepusculares habitantes. Mirada sociológica En ese ámbito rural, primitivo y violento, la mirada de la película resalta lo “trash”, ya no en la urbe, sino también en esos bosques marginales. Entre esqueletos de árboles y nieve contrasta el subproducto urbano de chatarra inservible, contaminando a estos pobladores entre los que abunda el alcohol, la droga y la violencia física. El film logra cierta simbiosis entre thriller, elementos del cine negro y ambiente rural: hay involucrado un misterio en torno a una desaparición que remite a zonas oscuras pero sin la presencia de mujeres fatales. Aunque el protagonismo femenino es esencial para apuntalar la inestabilidad familiar, porque paradójicamente se demuestra que es una sociedad matriarcal, a pesar de sus cowboys mafiosos y delincuentes que han cambiado el trabajo de granja por la cocina de drogas. Aunque lo macabro y tétrico de la atmósfera no impide la tenacidad humana, capaz de emerger y recomenzar. En el entorno acechante y hostil quedan también vecinos que echan una mano y la gente se reúne en las casas para jugar a las cartas y cantar canciones elegíacas sobre la fugacidad de la belleza y el tiempo. Y sobre todo hay una vida que se renueva en la presencia de niños con sus juegos inocentes. La película amalgama melodrama familiar, thriller, tragedia moderna, rico en capas de sentido, participa de todas esas categorías sin quedarse en ninguna. Distando de ser una obra maestra, “Lazos de sangre” es valiosa y recomendable para un espectador paciente con alguna inquietud más allá del cine comercial.
Sola contra el mundo Menos de un minuto de proyección le bastan a la directora Debra Granik para pintar con precisión el sórdido ambiente por el que va a transitar su heroína. Esa miserable casa en una desvencijada granja de Missouri, en cuyo patio juegan con lo que tienen a mano los hermanitos de la protagonista, sólo puede cobijar una historia oscura y triste. Lo que sigue justifica plenamente esa primera impresión, y deja en claro que a la hora de narrar, la directora cuenta con recursos más que satisfactorios. Granik imprime un ritmo deliberadamente lento a su película, pero administra el relato con gran sensibilidad, de manera que captura la atención del espectador desde el comienzo hasta el fin. Y lo hace sin apelar a persecuciones espectaculares ni a efectos especiales sorprendentes; la tensión de la narración transcurre por otros carriles, y termina por configurar una suerte de thriller de gran dramatismo. Ree (una admirable composición de Jennifer Lawrence, candidata al Oscar) comienza un desesperante (y desesperanzado) viaje por una comunidad cerrada y hostil, que se vuelve impenetrable cuando la jovencita revela que está buscando a su padre. Con distintos niveles de violencia (generalmente ejercida por mujeres tanto o más duras y despiadadas que sus maridos) le advierten que es mejor no preguntar demasiado, porque sería muy peligroso para ella obtener alguna respuesta acerca del paradero de su padre. Pero el verdadero valor de la propuesta no reside en descubrir por qué esa revelación puede ser peligrosa para Ree, sino en la posibilidad de asistir a la evolución de la protagonista a lo largo de su odisea. La presencia del tío de la chica (notable trabajo de John Hawkes, también postulado a una estatuilla) será decisiva en ese doloroso trance. Los otros protagonistas del filme son la ambientación, de notable realismo, y la fotografía, capaz de transmitir a través de imágenes cautivadoras toda la crudeza y la hostilidad de un paisaje helado y extrañamente bello.
La directora Debra Granik nos trae su segundo largometraje, la apuesta fuerte es sin duda la actriz Jennifer Lawrence, interpretando a una joven que lucha contra la sociedad para defender su familia. Mucho se habla del estilo de vida americano, y las películas en general lo muestran como algo perfecto, casi sin problemas, en un ambiente idílico donde pocas veces falla algo. Estados Unidos parece la meca de las familias felices y de una calidad de vida inalcanzable. Sin embargo, en Lazos de Sangre, conocemos la otra cara de tanta simpatía, toda la hostilidad que parece no existir en el pueblo americano aparece en esta película, y al por mayor. Ree Dolly es una joven de 17 que vive en las montañas Ozark, al sur de Estados Unidos. Ree, se encarga de cuidar a su madre enferma y a sus dos hermanos menores, es el sustento de una familia que está en crisis en todos los aspectos. El padre de Ree se encuentra preso por narcotráfico y para salir bajo fianza decide poner en parte de pago la casa en la que vive su familia. Con un comienzo dramático se desarrolla la historia y descubrimos la dureza a la que se enfrenta la protagonista para poder salvar a su familia de la ruina. Con un clima dramático muy marcado, grandes momentos de tensión y problemas que parecen nunca acabar. La película muestra lo que nadie quiere mostrar, esto se acentúa gracias a la magistral actuación de Jennifer Lawrence y a la fotografía de Michael McDonough, quien nos retrata a la perfección la montañosa zona de Missouri, donde conocemos a otros personajes con los que la protagonista genera una relación clave. Los códigos de convivencia en un pueblo donde nada se dice y todo se oculta es, sin duda, el mayor protagonista de la historia. Los silencios, los diálogos logrados solo con una mirada, son el acierto indiscutido de este film que retrata la dura historia de una joven que decide ser una verdadera heroína.
Durísima historia en torno de secretos familiares que se resisten a salir a la luz. A los 17 años, Ree Dolly se propone encontrar a su padre, quien desapareció sin dejar rastro. A punto de perder su casa, hipotecada por su progenitor para pagar una fianza que le permitiese huir, la protagonista se internará en los bosques Ozark, decidida a romper ese maldito código de silencio que han impuesto desde siempre sus allegados. A medida que avanza en su encuesta, Ree comprenderá que está pisando terreno minado. De eso no se habla, y menos de su padre. En ese peligroso itinerario, deberá sortear una espesa red de mentiras y amenazas, que convocan su afán por descubrir la verdad. Tragedia familiar con puesta en escena de thriller, recupera para el cine americano la figura de un personaje femenino fuerte en medio de un contexto enrarecido. Premiado en Berlín y en Sundance, obtuvo 4 nominaciones al Oscar. Compromiso enorme para Jennifer Lawrence.
Retrato de una Norteamérica honda y rural que hurga en lo más denso del fracaso del american dream. En Missouri las cosas no son como en New York o Boston o LA. En Missouri sobrevivir puede ser una odisea sin certezas de un final feliz. Adaptada de la novela homónima (2006) por Daniel Woodrell, Lazos de Sangre/Winter´s bone, narra la historia de Ree Dolly (Jennifer Lawrence) quien con sus escasos 17 años comienza a buscar a su padre, quien usó su casa para asegurar su fianza y luego desapareció sin dejar ningún rastro. Ese riesgo de perder el hogar la hará transitar los bosques Ozark, bellamente retratados y tratar de quebrar ciertos códigos familiares primigenios y exponer la vida. Reconstruir una verdad suele ser arduo y muchas veces estéril pero Ree no tiene otra salida. La dirección a cargo de Debra Granik, quien emprende la tarea en éste su segundo film, tiene aciertos notables, toda vez que el tono, las inflexiones y derroteros de los personajes, huelen a esa intimidad que posee el cine independiente que no teme desafiar al establishment y muestra lo que hay que mostrar, lo que existe, el acabamiento ineluctable del american dream. Así, una Norteamérica honda como un pozo negro emerge en la pantalla para dar cuenta de la familia fracturada, las condiciones oprobiosas de la quiebra y el delito que se pude llevar lo último que queda. Para Ree, salvar la casa es salvar a sus hermanos y a su madre que ausente y perdida, se halla sumergida en la misma parálisis y silencio que el resto de la familia como si fuera imposible traspasar la barrera de invisible silencio impuesta allá lejos, al comienzo del tiempo. Con una dirección de fotografía impecable, un manejo de las actuaciones muy bueno y una música dispuesta a subrayar cada clima, Lazos de sangre es una película para adentrarse en ese misterio llamado adolescencia que como un péndulo da cuenta de la inocencia y el coraje, la audacia y el pánico, la verdad como barrera y las palabras como sentido de toda una vida.
Pueblo chico: infierno grande El año pasado, Melissa Leo (hoy nominada al Oscar como mejor actriz de reparto por "The Fighter") descollaba en "Frozen River" como una mujer que queda sola para mantener a su familiar y tiene que recurrir a trabajos espúreos para poder levantar los pagos de su casa. Un tour de force similar era lo que suponía que le sucedería a Jennifer Lawrence en "Lazos de Sangre" cuando tuviese que levantar la hipoteca que pesa sobre su casa, cuando su padre la usó para pagar parte de una fianza y salir de entre rejas. El estreno de esta semana nominado a cuatro premios Oscar (mejor película - mejor actriz - mejor actor de reparto y mejor guión adaptado) comparte con ésta el hecho de mostrar la cara de los Estados Unidos rural y pueblerino que pocos directores y guionistas quieren mostrar dentro del cine americano en general y que por lo tanto, algunos directores independientes, toman a su cargo. Con el aparato Oscar's mediante, "Lazos de Sangre" logra la distribución en la Argentina que otras películas de temática similar no logran. Mientras "Frozen River" abordaba desde un formato de thriller exasperante, donde somos testigos del momento en que una mujer común se mete en problemas para salvar a su familia y sufrimos acompañando a la protagonista en un camino tan incierto como peligroso, en "Lazos de Sangre" nos sucede algo similar. También sabemos desde un primer momento que cuando Ree Dolly (Jennifer Lawrence), una adolescente de tan sólo 17 años, se embarque en la búsqueda de la verdad de lo que pasó con su padre para tratar de defender a su familia, tambien será un camino dificil y peligroso. Pero la directora Debra Granik prefiere imprimirle un tono muchísimo más pausado y de ir develando algunas capas de la historia, ocultando en algunos personajes más que mostrando abiertamente lo que pasa. Con un tiempo muy particular -no apto para aquellos que piensan que al ser una película nominada al Oscar se mueve dentro de los cánones de Hollywood- y mostrando una heroína que si hubiese nacido en Francia seguramente hubiese dado lugar a ser retratada por los hermanos Dardenne o si fuese argentina podría ser pintada por la sordidez con la que Caetano suele manejarse con sus personajes, Ree Dolly es la que deberá salir al ruedo y salvar a su familia. Familia en la que hay una madre completamente catatónica, un tío que atrae y repele casi con la misma intensidad habiendo incluso algunos escarceos que dejan dudas (el nominado al Oscar John Hawkes) y dos hermanos menores cuya suerte depende solamente de nuestra heroína. Para llegar a la verdad, tendrá que lidiar con la "maffia" local donde como todos sabemos en un pueblo chico, el infierno es grande y los personajes que mueven los hilos de la ilegalidad son siempre los mismos. El guión muestra a los malos muy malos y a la pobre Ree sacando fuerzas de donde no tiene para llegar a que la verdad salga a la luz y salvar a su familia. Jennifer Lawrence -a quien vimos en "Camino a la Redención" junto a Kim Basinger y Charlize Theron- brinda un gran trabajo, aún cuando hay momentos en donde el sacrificio suena demasiado impostado, pero le toca llevar adelante el peso protagónico de toda la película y la dificil tarea de que el interés no decaiga, aún cuando el ritmo que impone la directora tiene tiempos lentos que debilitan la atención. Mostrando la parte más indeseable del gran país del Norte, el segundo film de la directora Debra Granik -y primero que llega a nuestro país- se toma su tiempo para presentar la historia, para mostrarnos con algunas tomas descansadas, la vida de los hermanos de Ree y la vida del pueblo en general, totalmente contratastante con lo que se esconde bajo la superficie. A su debido tiempo y cuando ella lo crea conveniente, desenmascara -pese a algunos lugares comunes y algunos apuntes un poco obvios- el submundo de los manejos ocultos en los pequeños pueblos donde el alcohol, las drogas, el sheriff y la marginalidad se manejan completamente diferentes cuando cae el sol. Justamente ahí donde aparece el lado más oscuro, Ree tendrá que meter sus narices, sin medir todos los riesgos que eso pueda traerle aparejado, pero querrá cumplir con su objetivo de reinvindicar su lugar en la familia, su rol de hermana mayor y cambiar su pequeña historia en su pequeño lugar en el mundo.
La crudeza hecha belleza Si alguien me preguntara cuáles son las cosas que más amo del cine, sin duda estaría en los primeros puestos esa capacidad que tiene el séptimo arte de crear realidades, ambientes a los que uno quisiera transportarse. Cuando en un film el espacio cobra un lugar privilegiado y su representación es homogénea creo que el espectador puede involucrarse de manera más rotunda con la historia. Winter’s bone (Debra Granik, 2010) es una conjunción de todo esto con el plus de que cuenta una gran historia, basada en la novela de Daniel Woodrell que lleva el mismo nombre. Ree (Jennifer Lawrence), es una chica de diecisiete años que tiene a cargo a sus dos hermanos menores y a su madre enferma. Recibe un aviso que debe encontrar a su padre, un ex convicto que se encuentra prófugo, para que se presente ante la justicia, de lo contrario perderá su casa que es lo único que tiene. A partir de esto, Ree se inicia en una búsqueda sin respiro en un ambiente hostil, de drogas, alianzas y rudeza. El film, nominado a los Premios de la Academia en cuatro categorías, entre ellas Mejor Película, nos muestra con una bella crudeza la desesperante situación que esta adolescente con vida de adulto debe atravesar. Teniendo como escenario la vida aislada en el “campo”, retrata su búsqueda desesperada por mantener con vida su hogar. Winter’s bone es, en resumidas cuentas, la historia de una familia, y la lucha por mantenerla unida. Las imágenes y escenas descarnadas encuentran un cómodo lugar en este relato, mientras la protagonista y los demás personajes las asumen con completa naturalidad y quizás con un dejo de resignación. Una línea base del film podría decirse es la permanente crudeza: comenzando por la vida que debe llevar Ree, por cómo educa a sus hermanos dentro de esta lógica del más fuerte, con el agregado de imágenes realmente impactantes, y sobre todo, se destaca la inclemencia del medio en el que se desarrolla el film; el cual se presenta contradictorio: se muestra un paisaje de belleza privilegiada (en lo cual se hace mucho hincapié) pero con un clima marcadamente hostil (el inclemente invierno) y acciones y personajes de una destacada dureza. La protagonista es presentada con un personalidad endurecida e incluso ruda, que arriesga todo por sobrevivir y asegurar la vida de sus hermanos, pero a la vez como una víctima de su entorno; los personajes que la rodean y que forman parte de entre quienes buscará a su padre, representan más bien al victimario; todos parecen sospechosos y en sus miradas se vislumbra un cierto rencor y amenaza. wintersboneposter 691x1024 Winter’s bone: La crudeza hecha belleza cine Y en medio de este clima de hostilidad vemos cómo no hay más leyes que las del propio pueblo y comunidad, que se presentan implícitas pero tajantes. El pueblo se ubica aislado de todo tipo de sociedad moderna y por lo tanto se maneja dentro de sus propias reglas y lo actos tienen claras e implacables consecuencias. La búsqueda de Ree nos mostrará de a poco cómo funciona este esquema que se presenta inamovible. Todos estos elementos, trabajados muy acertada y armoniosamente, van construyendo la historia que va en un in crescendo muy interesante y que se podría calificar de un policial. Lo cual no instala la esperanza de un ritmo acelerado, más bien lo contrario. Incluso, creo que la sencillez es uno de los condimentos esenciales de esta película: sin grandes despliegues visuales o narrativos se completa una obra redonda y sincera. Se puede decir que Granik ha logrado un producto realmente bello. Con una fotografía privilegiada, una bella y acorde musicalización (hermosas canciones country) y una historia magnífica, nos regala esta obra llena de sentimiento, con imágenes y actuaciones intensas que llegan a su esplendor al final. Pero creo que lo más destacable es cómo llega a explotar esta cualidad del cine de la que hablábamos al principio, creando espacios nítidos que cumplen un papel fundamental en la historia y que logran trasportar al espectador.
Ree Dolly (una increíble actuación de Jennifer Lawrence) es una adolescente de 17 años que se propone encontrar a su padre, un convicto que puso el valor de su casa como fianza y luego desapareció sin dejar rastro. La responsabilidad sobre el futuro de su familia está sobre sus hombros, debiendo enfrentar el riesgo de llegar a perder su hogar y la relación con sus pequeños hermanos. Ree comienza una búsqueda sin tregua para desenmascarar mentiras, superar las evasivas de los vecinos y sobreponerse a las amenazas planteadas por su entorno para reconstruir la verdad sobre el paradero de su progenitor. La apuesta independiente en la carrera por los Oscar de este año (cuenta con cuatro nominaciones a mejor filme, actriz, actor de reparto y guión adaptado) es un thriller dramático basado en la novela de Daniel Woodrell. La historia, de un clima marginal extremo, pone el foco en esta familia desmembrada y en el tesón de la hermana mayor por evitar el sufrimiento de los más pequeños, a los que en una cruda escena enseña a usar un rifle “para que puedan defenderse”. El inhóspito entorno que los rodeo, tanto geográfica como humanamente hablando, hacen de la misión de Ree un verdadero tour de force. Imperdible el momento en que la protagonista intenta alistarse en el ejército como modo de salvar su familia.